BIBLIOTECA DE MÉXICO ISSN-0188-476X· NÚMERO 112· JULIO-AGOSTO DE 2009 • $ 38 .00
CHARLES BAUDELAIRE
CONDE DE LAUTREAMONT
(ISIDORE DUCASSE)
ARTHUR RIMBAUD
GUILLAUME ApOLLINAIRE
BLAISE CENDRARS
JULES SUPERVIELLE
MARCEL SCHWOB
PAUL VALÉRY
O. V. DE LUBlcz-MILOSZ
HENRI MICHAUX
E. M. CIORAN
ROGER CAILLOIS
SALVADOR DíAZ MIRÓN
ALFONSO REYES
JULIO TORRI
JAIME SABINES
ERNESTO DE LA PEÑA
MARCO ANTONIO MONTES DE OCA
JOSÉ ASUNCiÓN SILVA
MACEDONIO FERNÁNDEZ
ÁNYELO SIQUELlANÓS
~~ VICENTE HUIDOBRO __ ...
JORGE LUIS BORGES
LUIS CERNUDA
ODISEAS ELlTIS
JULIO CORTÁZAR
BAJO CUALQUIER MODA se descubre el hombre de genio. No importan
las condiciones de estilo y expresión que una época impone al artista .
creador. Si éste lo es de veras, a vueltas del tributo pagado al culto del
momento, reverenciará a los verdaderos númenes, a las normas supre-
mas del arte puro. Y los poetillas y míseros prosélitos que se adueñaron
trabajosamente de las maneras y recursos superficiales de una moda
pasajera se quedarán con sus inanes frutos. Lo lamentable es que
también pasan y se olvidan de los buenos libros. Pero este desvío e
injusticia es muchas veces transitorio, en tanto aparece un erudito que
evoque, de entre las apretadas falanges del ayer, al ingenio que no se
satisfizo plenamente con las ideas de su tiempo, y que las rebasó y superó,
en ocasiones sin que lo notaran sus desaprensivos contemporáneos. *
Julio rorri
* Brevedades de Julio Torri, Serge 1. Za'ilzeff, Gobierno del estado de Coahuila , 2004, 88 pp.
BIBLIOTECA DE MEX
NÚMERO 112
JULIO-AGOSTO DE 2009 · $38.00
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S.A. DE C.V.
2A. DE FORROS: ATENEÍSTAS Y AMIGOS DE JULIO TORRI
(AL CENTRO).. ENTRE OTROS EL PINTOR JORGE ENCISO Y
LOS ESCRITORES XAVIER ICAZA, DE PIE; GENARO ESTRA
DA, FRANCISCO A. DE ICAZA Y MARIANO SILVA Y ACEVES,
SENTADOS.
CHARLES BAUDELAIRE
CONDE DE LAUTREAMONT (ISIDORE DUCASSE)
GUILLAUME APOLLINAIRE
BLAISE CENDRARS
JULES SUPERVIELLE
γ MARCEL SCHWOB
o. V. DE LUBICZ-MILOSZ
HENRI MICHAUX
ROGER CAILLOIS
SALVADOR DÍAZ MIRÓN
JULIO TORRI
JAIME SABINES
ERNESTO DE LA PEÑA
I MARCO ANTONIO MONTES DE OCA
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
MACEDONIO FERNÁNDEZ
ÁNYELOS SIQUELIANÓS
VICENTE HUIDOBRO
, LUISCERNUDA
ODISEAS ELITIS
JULIO CORTÁZAR
CHARLES BAUDELAIRE*
(1821-1867)
DEL TRABAJO DIARIO Y DE LA INSPIRACiÓN
Y a no es la orgía hermana de la
inspiración ; hemos roto aquel pa
rentesco adúltero. La rápida
enervación y la debilidad de al
gunas naturalezas muy bellas,
son suficiente testimonio contra
este odioso prejuicio.
Un alimento muy substancial
y suministrado regularmente , es
lo que verdaderamente necesi
tan los escritores fecundos .
Decididamente, la inspiración es
la hermana del trabajo diario.
Estas dos contradicciones no se
excluyen más que todas las
otras contradicciones que cons
tituyen la naturaleza. La inspira
ción obedece, lo mismo que el
hambre, la digestión, el sueño.
No hay duda que en el espíritu
existe una especie de mecánica
celestial de la que no debemos
avergonzarnos , sino sacar el
mejor partido posible , como
hacen los médicos con la me
cánica del cuerpo. Si se quiere
vivir en una contemplación tenaz
de la obra del mañana, el traba
jo diario servirá de inspiración
-lo mismo que una escritura
legible sirve para aclarar el pen
samiento y lo mismo que el pen
samiento tranquilo y poderoso
sirve para escribir legiblemen
te-, puesto que la era de las
malas escrituras ha pasado.
DE LA POEsíA E n cuanto a los que se entregan
o se han entregado a la poesía
con todo éxito, les aconsejo no
abandonarla jamás. La poesía
es una de las artes que más
aportan , pero es una especie de
depósito del que no se cobran
los intereses sino más adelante
y que, en compensación , son
muy abundantes.
Charles Baudelaire, El arte romántico , traducción de F. J. Solero, Editorial Schapire, Buenos Aires, 1954, 306 pp, más ilustraciones.
Desafío a los envidiosos a
que me citen algunos buenos
versos que hayan arruinado a un
editor.
Desde el punto de vista moral ,
la poesía establece un límite tan
marcado entre los espíritus de
primer orden y los de segundo
orden , que el público más bur
gués no puede escapar a esta
que el escritor hizo La comedia
de la Muerte; sin duda, no pu
dieron sentir todas las gracias de
aquella obra, pero saben que es
un poeta .
Por otra parte, ¿qué tiene de
extraño? ; todo hombre sano
puede pasarse dos días sin co
mer; sin poesía , nunca.
El arte que satisface la nece-
influencia despótica. Conozco a sidad más imperiosa, tendrá que
varios que no leen los folletines
de Teófilo Gautier tan sólo por-
2 Biblioteca de México
ser siempre el más digno de ho
nores.
CONDE DE LAUTREAMONT*
(ISIDORE DUCASSE)
(1846-1 ~70)
CANTO PRIMERO
(Fragmentos) extendido hasta donde alcanza
la vista, de grullas friolentas y
1. Quiera el cielo que el lector, meditabundas que durante el
animoso y momentáneamente invierno vuelan briosamente a
tan feroz como lo que lee, en- través del silencio, a toda vela,
cuentre sin desorientarse su ca- hacia un punto determinado del
mino abrupto y salvaje a través horizonte, de donde parte repen
de las ciénagas desoladas de tina mente un viento extraño y
estas páginas sombrías y rebo- violento, precursor de la tempes
santes de veneno; pues, a no tad. La grulla más vieja , con
ser que aplique a su lectura una vertida en avanzada solitaria, al
lógica rigurosa y una tensión ver esto mueve la cabeza -y a
espiritual equivalente por lo me- continuación hace crujir también
nos a su desconfianza, las ema- su pico- como una persona
naciones mortíferas de este libro razonable que no se siente sa
impregnarán su alma, igual que tisfecha (yo tampoco lo estaría
el agua impregna el azúcar. No en sú lugar), mientras su viejo
es aconsejable para todos leer cuello desplumado, contempo-
las páginas que seguirán; sola
mente a algunos les será dado
saborear sin riesgo este fruto
amargo. Por lo tanto, alma tími
da, antes de penetrar más en
semejantes landas inexplora
das, dirige tus pasos hacia atrás
y no hacia adelante. Escucha
bien lo que te digo: dirige tus
pasos hacia atrás y no hacia
delante, del mismo modo que los
ojos de un niño se apartan res
petuosamente de la augusta
contemplación del rostro mater
nal; o, mejor, como un ángulo,
Conde de Lautreamont (Isidore Ducasse), Obras completas, introducción, traducción y notas de Aldo Pellegrini , Ediciones Boa, Buenos Aires, 1964, 308 pp.
ráneo de tres generaciones de
grullas, se agita en ondas exas
peradas que presagian la tor
menta cada vez más próxima.
Después de arrojar, demos
trando sangre fría , repetidas
miradas a todos lados, con ojos
saturados de experiencia, muy
prudentemente, y la primera de
todas (pues ella tiene el privi
legio de mostrar las plumas de
su cola a las otras grullas in
feriores en inteligencia), con su
grito alertador de centinela me
lancólico que hace retroceder al
enemigo común, gira con flexibi
lidad la punta de la figura geo
métrica (podría ser un triángulo,
3 Bibl ioteca de México
MENTllIEKe
ENTRE DOS
REINOS
Nunca han sido claros los
límites, las fronteras que
dividen el reino de la prosa
y el de la poesía y mucho
menos a partir de la revolu-
ción consumada por los
narradores de una era mo-
derna que se desenvuelve
en el mundo a partir de los
últimos románticos del si-
glo XIX, los simbolistas y los
autores significativos de to-
das las vanguardias artís-
ticas que convulsionan el
universo de la plástica, la
música y la literatura en to-
das sus ramas.
Por otra parte, tampoco
puede afirmarse que la
producción de la prosa y la
de la poesía se circunscri-
be precisamente a dos gé-
neros de ejercicio creativo,
pues existen innumerables
especies poéticas, narrati-
vas y prosísticas, y no es
fácil determinar si vastas
agujeros informes de tu asque
roso hocico, ioh monstruo, se re
gocijarán si previamente te ejer
citas en respirar tres mil veces
seguidas la conciencia maldita
del Eterno. Tus ventanas nasa
les, desmesuradamente dilata
das por el goce inefable, por el
éxtasis inmóvil , no pedirán nada
mejor al espacio embalsamado
como de perfumes e incienso;
pues se colmarán hasta el har
tazgo de una dicha completa,
como los ángeles que habitan en
la magnificencia y la paz de los
Conde de Lautreamont cielos deleitosos.
*
pero no se ve el tercer lado que
forman en el espacio esas curio- 3 . En pocas líneas dejaré es
sas aves de paso) sea a babor, tablecido que Maldoror fue bueno
j Se atreve a repetirlo con esta
pluma que tiembla! Así, pues, hay
un poder más fuerte que la vo
luntad ... iMaldición! ¿Querría la
piedra sustraerse a las leyes de
la gravedad? Imposible. Impo
sible. Imposible que el mal se
conjugue con el bien. Es lo que
decía más arriba.
*
4. Hay quienes escriben para
lograr los aplausos humanos
mediante nobles cualidades del
corazón que la fantasía inventa
o que ellos puedan tener. Pero
yo hago servir mi genio para re
presentar las delicias de la cruel
dad. Delicias ni efímeras ni ar
tificiales, sino que, nacidas con
sea a estribor, como una hábil durante los primeros años de su el hombre, terminarán cuando él
capitana : y, maniobrando con vida en los que conoció la feli - termine. ¿No puede el genio
alas que no parecen mayores cidad; ya está dicho. Luego des - aliarse con la crueldad en los se -
que las de un gorrión , como no cubrió que había nacido malo: cretas designios de la Providen
es estúpida, emprende así un ifatalidad extraordinaria! Ocultó cia?, ¿acaso el hecho de ser
nuevo camino filosófico y más su carácter lo mejor que pudo cruel lo priva a uno de genio? Se
seguro. durante muchos años; pero final - verá la confirmación de ello en
mente, a causa de esta conten- mis palabras; en vosotros está el
*
2. Lector, quizá desees que invo
que alodio en el comienzo de
esta obra. ¿Quién te dice que no
has de aspirar, sumergido en infi
nitas voluptuosidades tanto cuan
to quieras, con tus orgullosas
ventanas nasales amplias y afila
das, volviéndote de vientre al
ció n opuesta a su naturaleza,
todos los días le subía la sangre
a la cabeza, hasta que no pu
diendo soportar más ese género
de vida, se lanzó resueltamente
por el camino del mal. .. iatmós
fera grata! iQuién lo hubiera
dicho! , cuando besaba a un pe
queñuelo de cara rosada, sentía
deseos de rebanarle las mejillas
escucharme, si os place ... Per
dón, me pareció que se me eri -
zaban los cabellos, pero no es
nada, pues con mi mano he
vuelto a colocarlos fácilmente en
su anterior posición. Aquel que
canta no pretende que sus cava -
tinas sean una cosa descono
cida ; todo lo contrario , se precia
de que los pensamientos alta-
modo de un tiburón en el aire con una navaja, y muy a menudo neros y perversos de su héroe
hermoso y negro, como si com - lo hubiera hecho si la Justicia, estén en todos los hombres.
prendieras la importancia de ese con su largo séquito de castigos,
acto y la importancia no menor no lo hubiera impedido en cada
de tu legítimo apetito, lenta y ma - ocasión . No era mentiroso, con
jestuosamente, las rojas emana - fesaba la verdad y declaraba ser
ciones? Te aseguro que los dos cruel. Humanos, ¿lo habéis oído?
4 Biblioteca de Mexico
*
5 . He visto durante toda mi vida,
sin encontrar una sola excepción,
a los seres humanos de hombros
estrechos ejecutar actos estúpi- parecer azuzados por algún espí
dos y numerosos, embrutecer a ritu infernal, con ojos repletos de
sus semejantes, y pervertir a las un remordimiento lancinante y a
almas por todos los medios. la vez rencoroso, guardando un
Justifican sus acciones con un
nombre: la gloria. Al presenciar
tales espectáculos quise reír co
mo los otros; pero ello, imitación
extraña, no fue posible. Tomé un
cuchillo cuya hoja tenía un filo
muy agudo, y hendí mi carne en
los sitios donde se unen los
labios. Por un instante creí haber
logrado mi objeto. Contemplé en
un espejo esa boca lacerada por
mi propia voluntad. ¡Qué equivo
cación! La sangre que manaba
profusamente de las dos heridas
impedía, por otra parte, distinguir
si realmente se trataba de la risa
de los otros. Pero al cabo de algu
nos instantes de comparación,
comprobé que mi risa no se pare
cía a la de los humanos, más bien
dicho, que yo no reía . He visto a
los hombres con feas cabezas y
con ojos terribles hundidos en las
oscuras órbitas, superar la dureza
de la roca, la rigidez del acero fun
dido, la crueldad del tiburón , la
insolencia de la juventud, la furia
insensata de los criminales, las
traiciones del hipócrita , a los
comediantes más extraordinarios,
la fortaleza de carácter de los
sacerdotes, y a los seres más
ocultos para el exterior, los más
fríos de los mundos y del cielo;
hostigar a los moralistas para que
descubran su corazón, y hacer
recaer sobre ellos la cólera impla
cable de las alturas. Los he visto
todos a un tiempo, unas veces el
puño más robusto dirigiéndose al
cielo igual que el de un niño ya
perverso contra su madre, al
silencio glacial , sin atreverse a
expresar las vastas e ingratas
meditaciones que cobijan sus
pechos, tan llenas están de injus
ticia y de horror, y entristecer así
de compasión al Dios mise
ricordioso; otras veces, en cual
quier momento del día, desde que
comienza la infancia hasta que
acaba la vejez, mientras de
rramaban increíbles anatemas,
que no tenían el sentido corriente,
contra todo lo que respira , contra
sí mismos y contra la Providencia,
prostituir a las mujeres y a los ni
ños, y deshonrar así las partes del
cuerpo consagradas al pudor. En
tonces los mares levantan sus
aguas que arrastran a sus abis
mos los maderos; los huracanes y
los terremotos derriban las casas;
la peste y las enfermedades más
diversas diezman a las familias
suplicantes. Pero los hombres no
lo advierten. También los he visto
enrojecer o palidecer de vergüen
za por su conducta en esta tierra ;
excepcionalmente. Tempestades
hermanas de los huracanes, fir
mamento azulado cuya belleza
no acepto, mar hipócrita imagen
de mi corazón, tierra de seno mis
terioso, habitantes de las esferas,
universo entero, Dios que lo has
creado con esplendor, a ti te invo
co: muéstrame un hombre bue
no ... Pero en ese caso, que tu
gracia decuplique mi vigor natu
ral , pues ante el espectáculo de
un monstruo tal , puedo morir de
asombro; por mucho menos se
muere.
5 Biblio teca d e México
obras en verso y extensas
novelas del siglo xx perte-
necen al reino de talo cual
especie. Hay tanta poesía
en la obra de Proust o de
Thomas Bernhardt como
auténticos elementos na-
rrativos en los poemas de
Eliot, de Neruda, de López
Velarde, de Whitman y de
tantos otros típicos poetas.
Tampoco es aceptable
aquella leyenda de que la
creación poética precede
en la historia a la prosística
y la novelística, porque, así
tengan virtudes caracterís-
ticamente poéticas, los tex-
tos helénicos o latinos de la
era clásica -no importa que
se hayan redactado en ver-
so- pertenecen más bien a
la narrativa que a la poesía;
Y lo mismo puede afirmarse
del Cantar del Cid o la
Chanson de Roland en los
tiempos medios.
Se publica en el presen-
te número de la revista una
antología de textos breves,
escritos por autores que se
Conde de Lautreamont
CANTO CUARTO
1 . Es un hombre o una piedra o nuestras entrañas se agitan en
un árbol el que va a dar comienzo toda su extensión, mucho tiempo
al cuarto canto.' Cuando el pie después del contacto. iTanto ho
resbala sobre una rana, se expe- rror inspira el hombre a sus se me
rimenta una sensación de repul- jantes! Es probable que al decla-
sión; pero cuando se roza apenas
con la mano el cuerpo humano, la
piel de los dedos se agrieta como
las escamas de un bloque de mi
ca que se rompe a martillazos; y
así como el corazón de un tiburón
que ha muerto hace una hora,
palpita todavía sobre la cubierta
con tenaz vitalidad, de igual modo
, Alusión a Linneo, que al clasificar al hombre comienza diciendo: "No es ni una piedra ni una planta , es, por lo tanto, un animal. " (N. del T.)
rar esto me equivoque, pero tam
bién es probable que diga la ver
dad. Puedo prever y concebir una
enfermedad más terrible que los
ojos hinchados por largas medita
ciones sobre las extrañas carac
terísticas del hombre, pero aun
que continúo buscando ... ino he
podido dar con ella! No me creo
menos inteligente que otros, y sin
embargo, ¿quién osaría afirmar
que el éxito ha coronado mis in-
6 Biblioteca de México
vestigaciones? i Buena mentira
saldría de su boca! El antiguo
templo de Denderah está situado
a una hora y media de la orilla
izquierda del Nilo. Hoy, falanges
innumerables de avispas se han
apoderado de las canaletas y de
las cornisas. Revolotean alrede
dor de las columnas como las
espesas ondas de una negra ca
bellera. Únicos moradores del frío
pórtico, custodian la entrada de
los vestíbulos como por un dere
cho hereditario. Comparo el zum
bido de sus alas metálicas con el
choque incesante de los témpa
nos, precipitados unos contra
otros durante el deshielo de los
mares polares. i Pero si examino
la conducta de aquel a quien la
providencia entregó el trono en
esta tierra, las tres aletas de mi
dolor producen un murmullo más
intenso! Cuando de noche un co
meta aparece súbitamente en
una región del cielo, después de
ochenta años de ausencia, mues
tra a los habitantes de la tierra y a
los grillos su cola brillante y vapo
rosa. Es indudable que no tiene
conciencia de ese largo viaje; no
pasa lo mismo contigo: acodado
en la cabecera de mi lecho mien
tras la línea dentada de un hori
zonte árido y sombrío se destaca
vigorosamente en el fondo de mi
alma, me sumerjo en sueños de
compasión, y me avergüenzo del
hombre. Partido en dos por el
cierzo, el marinero, después de
haber cumplido su cuarto noctur
no, se apresura a volver a su ha
maca: ¿por qué no tendré yo ese
consuelo? La idea de que he caí
do, por propia voluntad , tan bajo
como mis semejantes, y de que
tengo menos derecho que cual- mo si nos hubiésemos herido mu
quier otro a lanzar lamentaciones tuamente con la punta de una
sobre nuestra suerte que nos daga. Diríase que el uno es cons
mantiene encadenados a la cos- ciente del desprecio que inspira al
tra endurecida de un planeta, y otro; impulsados por el móvil de
. sobre la naturaleza de nuestra
alma perversa, me penetra como
un clavo de herrería. Se conocen
explosiones de grisú que han ani
quilado familias enteras; pero sólo
sufrieron una corta agonía, por
que la muerte es casi instantánea
en medio de los escombros y los
gases deletéreos; pero yo .. .
iexisto eternamente como el ba
salto! Tanto en la mitad como al
comienzo de la vida, los ángeles
se parecen a sí mismos; ien cam
bio hace demasiado tiempo que
no me parezco a mí mismo! El
hombre y yo, encerrados en los
límites de nuestra inteligencia,
como a veces un lago en un cin
turón de islas de coral, en lugar de
unir nuestras respectivas fuerzas
para defendernos del azar y del
infortunio, nos separamos con el
estremecimiento del odio, toman
do dos caminos antagónicos co-
¡ ru/m ,' DH fUjtl',
COI/dI' dI' La1Itr/(J lII o l/(
(/81ó-11170 ) , !JOr Féli\ l 'n/foll(lI/
una discutible dignidad, nos apre
suramos a no inducir en error a
nuestro adversario; cada uno se
mantiene en su sitio aunque no
ignore que será imposible conser
var la paz proclamada. Pues bien ,
isea!, que mi guerra contra el
hombre se eternice, ya que cada
uno descubre en el otro su propia
degradación ... ya que los dos so
mos enemigos mortales. Tanto si
logro una victoria desastrosa, co
mo si sucumbo, el combate será
hermoso: yo solo contra toda la
humanidad. No utilizaré armas
construidas con madera o hierro;
apartaré con el pie las formacio
nes minerales extraídas de la tie
rra; la sonoridad poderosa y será
fica del arpa se convertirá por
obra de mis dedos en un terrible
talismán. En más de una embos
cada, el hombre, simio sublime,
ha atravesado ya mi pecho con su
... CONDE DE LAUTREAMONT IISIDORE
........ ""',...""''''' COLECClÓN PERSEO
""""'''''''''' EDITORIAL POSEIDON
BUENOS AIRES ;:"tlO*~:\IJr~~~:\'"
7 Biblioteca de México
desempeñan con genio en
la poesía en prosa y lo que
llamamos prosa.
El conjunto, que nuestro
editor José Antonio Montero
ha elegido, abarca materia-
les de dos o tres siglos y ex-
pone miniaturas magistrales
que siempre resultará grati-
ficante para el lector descu-
brir o redescubrir. Entre las
novedades inéditas, decidi-
mas incluir la respuesta ad-
mirable de Ernesto de la
Peña, Fernando del Paso
en su reino, al reciente dis-
curso de ingreso a la Acade-
mia Mexicana de la Lengua
del ilustre autor de Noticias
del Imperio.
E.L •
CONDE DE lAUTREAMONT t'SIDORE DUC A S S E )
lanza de pórfido, pero un soldado
no exhibe sus heridas por glorio
sas que sean. Esta guerra terrible
arrojará el dolor sobre ambos
contendientes: idos amigos que
procuran obstinadamente des
truirse! icurioso drama!
*
4 . Soy sucio. Los piojos me roen.
Los cerdos vomitan al mirarme.
Las costras y las escaras de la
lepra han convertido en esca
mosa mi piel cubierta de pus
amarillento. No conozco el agua
de los ríos ni el rocío de las nu
bes. En mi nuca crece, como en
un estercolero, un hongo enorme
de pedúnculos umbelíferos. Sen
tado en un mueble informe no he
movido mis miembros desde ha
ce cuatro siglos. Mis pies han
echado raíces en el suelo y for
man hasta la altura de mi abdo
men una especie de vegetación
viviente, repleta de innobles pa
rásitos, que todavía no llega a ser
planta y que ha dejado de ser
carne. Sin embargo, mi corazón
late. Pero ¿cómo podría latir si la
podredumbre y las exhalaciones
de mi cadáver (no me atrevo a
llamarlo cuerpo) no lo nutrieran
abundantemente? Bajo mi axila
izquierda una familia de sapos ha
8 Biblioteca de México
fijado su residencia, y cuando
uno de ellos se mueve, me hace
cosquillas. Tened cuidado de que
no se escape alguno, y vaya a
frotar con la boca el interior de
vuestra oreja: sería capaz de
penetrar luego en vuestro cere
bro. Bajo mi axila derecha hay un
camaleón que perpetuamente les
da caza para no morirse de ham
bre: es justo que todos vivan.
Pero cuando una parte desbarata
completamente los ardides de la
otra, no encuentran nada mejor
que dejar de molestarse, y enton
ces chupan la grasa delicada que
recubre mis costillas ; ya estoy
acostumbrado. Una víbora malig
na ha devorado mi verga para
tomar su lugar: esa infame me ha
convertido en eunuco. ¡Oh!, si
hubiese podido defenderme con
mis brazos paralizados, pero
creo que se han transformado
más bien en dos leños. Sea lo
que fuere, importa dejar constan
cia de que la sangre ya no llega
hasta ellos para pasear su rojez.
Dos pequeños erizos que no cre
cen más, arrojaron a un perro,
que no los rehusó, el contenido
de mis testículos, y después de
haber lavado cuidadosamente la
epidermis, se alojaron en su inte
rior. El ano ha quedado obstruido
por un cangrejo ; envalentonado
por mi inercia, guarda la entrada
con sus pinzas, haciéndome
mucho daño. Dos medusas cru
zaron los mares, saboreando una
esperanza que no fue defrauda
da. Examinaron atentamente las
dos porciones carnosas que for
man el trasero humano, y adhi
riéndose al contorno convexo, las
han achatado en tal forma
mediante una presión
constante, que los dos
trozos de carne desapa
recieron , quedando sólo
dos monstruos surgidos
. del reino de la viscosi
dad, iguales en color, en
forma yen saña. iNo ha
bléis de mi columna ver
tebral porque es una ~~:.
pada! Sí, sí. .. no presta
ba atención ... vuestro
pedido es justo. Queréis
saber, ¿no es así?,
cómo y por qué se en
cuentra clavada vertical
mente en mi lomo. Yo
mismo no lo recuerdo
con precisión; sin em
bargo' si me decido a
considerar como recuer
do lo que quizás no sea
más que un sueño, sa
bed que el hombre,
cuando averiguó que yo
había hecho votos de vi
vir enfermo e inmóvil
hasta lograr vencer al
Creador, vino detrás de
mí de puntillas, pero no
tan quedamente que no
lo oyese. Luego no per
cibí nada durante un
lapso que no fue largo. Esa agu
da cuchilla se hundió hasta el
mango entre las paletillas del
toro de las fiestas, y su osamenta
se estremeció como un terremo
to. La hoja ha quedado adherida
tan firmemente al cuerpo, que
Conde de Lautreamont
hombre no puede repararse! Les
perdoné la profundidad de su
ignorancia innata , y los saludé
con un movimiento de los párpa
dos. Viajero, cuando pases a mi
lado, te ruego que no me dirijas
la menor palabra de consuelo:
cable como la rotura
aparente de un palo que
penetra en el agua. Tal
como me ves, puedo
hacer todavía excursio
nes hasta los muros del
cielo, al frente de una
legión de asesinos, y
volver para retomar es
ta postura, y meditar de
nuevo sobre los nobles
proyectos de venganza.
Adiós, no te retendré
más, y para que te ins
truyas y seas cauto, re
flexiona en la suerte fa
tal que me ha empujado
a la revuelta, cuando es
probable que haya naci
do bueno. Contarás a tu
hijo lo que has visto, y
tomándole la mano,
hazle admirar la belleza
de las estrellas y las
maravillas del universo,
el nido del petirrojo y los
templos del Señor. Te
sorprenderá verlo tan
dócil a los consejos de
la paternidad , y lo re
compensarás con una
sonrisa . Pero cuando
piensa que nadie lo ob
serva, échale una mirada, y lo
verás escupir su baba sobre la
virtud; te ha engañado, el des
cendiente de la raza humana,
pero no te engañará más: en
adelante sabrás todo lo que lle
gará a ser. Oh padre infortunado,
nadie hasta ahora ha podido ex - debilitarías mi ánimo. Déjame prepara, para acompañar los
traerla . Los atletas, los mecáni- templar mi tenacidad en la llama pasos de tu vejez, el patíbulo
cos, los filósofos , los médicos, del martirio voluntario . Vete ...
han ensayado sucesivamente que yo no inspire piedad alguna.
los medios más diversos. ¡No El odio es más extraño de lo que
sabían que el daño hecho por el crees; su conducta es inexpli-
9 Biblioteca de Méx ico
indestructible que cortará la
cabeza de un criminal precoz, y
el dolor que te mostrará el cami
no que lleva hasta la tumba.
ARTHUR RIMBAUO*
(1854-1891)
ALBA He abrazado el alba del verano.
Nada se movía todavía frente a los palacios. El
agua estaba muerta. Los campos de sombra no
abandonaban el camino del bosque. He caminado
despertando los hálitos vivos Y tibios, y las pedre
rías miraron y las alas se levantaron sin ruido.
La primera aventura fue en el sendero ya lleno
de frescos y pálidos resplandores; una flor que me
dijo su nombre.
Reí ante el Wasserfau** rubio que se desme
lenaba a través de los pinos: en la cima plateada
con el rumor del torrente bajo el destrozo de los
bosques, con el tintineo del ganado, con eco de
valses y el clamor de las estepas.
Para la infancia de Helena temblaron las pieles
y las sombras -y el pecho de los pobres, y las le
yendas del cielo.
y sus ojos y su danza superiores todavía a los
preciosos esplendores, a las frías influencias, el
placer de la decoración y de la hora únicas.
H reconocí a la diosa. T odas las monstruosidades violan los gestos atro-
Entonces levanté uno a uno los velos. En la ces de Hortensia. Su soledad es la mecánica eró
avenida, agitando los brazos. Por la llanura, donde tica, su cansancio, la dinámica amorosa. Para una
la he denunciado al gallo. En la gran ciudad huía infancia vigilada, ha sido en muchas épocas, la ar
entre campanarios y cúpulas, corriendo como un diente higiene de las razas. Su puerta está abier
mendigo por los muelles de mármol, yo la alcan- ta a la miseria. En esto, la moralidad de los seres zaba.
En lo alto del camino, junto a un bosque de lau
reles, la he rodeado con sus velos recogidos y he
sentido un poco su inmenso cuerpo. El alba y el
niño cayeron en la linde del bosque.
Al despertar era mediodía.
FAIRY Para Helena se conjuntaron las savias orna
mentales en las sombras vírgenes y las claridades
impasibles en el silencio astral. El ardor del verano
fue confiado a pájaros mudos y la indolencia reque
rida a una barca de lutos sin precio por las caletas
de amores muertos y perfumes desvanecidos.
-Sigue el momento del canto de las leñadoras,
• Arthur Rimbaud. Obras completas, Prosa y poesía, edición bilingüe, traducción de J. F. Vidal-Jover, libros Río Nuevo, Barcelona, 1972 .
•• Wasserfall en alemán en el texto. En lugar de chute d'eau, cascada.
actuales se desincorpora en su pasión en su ac
ción -iOh terrible estremecimiento de los amores
bisoños sobre el suelo sangriento y por el hidró
geno aclarado! buscad a Hortensia.
10 Biblioteca de México
GUILLAUME ApOLLINAIRE*
(1880-1918)
HAY Hay un barco que se ha llevado a mi amada
Hay seis globos en el cielo y cuando llega la noche diríase que son
larvas de las cuales nacerán las estrellas
Hay un submarino enemigo que tenía ojeriza a mi amor
Hay mil pequeños abetos quebrados por los estallidos de los obuses
a mi alrededor
Hay un soldado de infantería que pasa cegado por los gases
asfixiantes
Hay que lo hemos destrozado todo en las trincheras de Nietzsche de
Goethe y de Colonia
Hay que languidezco cuando una carta se demora
Hay en mi cartera varias fotografías de mi amor
Hay los prisioneros que pasan con aire preocupado
Hay una batería cuyos artilleros se agitan alrededor de las piezas
Hay el cabo cartero que llega corriendo por el camino del Árbol aislado
Hay dícese un espía que ronda por aquí invisible como el horizonte con el cual se ha indignamente
ataviado y con el cual se confunde
Hay erguido como un lirio el busto de mi amor
Hay un capitán que espera con ansiedad las comunicaciones de la TSH sobre el Atlántico
Haya medianoche soldados que serruchan tablas para los ataúdes
Hay mujeres que piden maíz a voz en cuello delante de un Cristo sangrante en México
Hay la corriente del Golfo que es tan tibia y tan beneficiosa
Hay un cementerio lleno de cruces a cinco kilómetros
Hay cruces por todas partes aquí y allá
Hay higos de Barbaria sobre esos cactos en Argelia
Hay las largas manos suaves de mi amor
Hay un tintero que yo había hecho en un cohete de 15 centímetros y que no han dejado que
se disparara
Hay mi silla de montar expuesta a la lluvia
Hay los ríos que no remontan sus corrientes
Hay el amor que me arrastra con dulzura
Había un prisionero alemán que llevaba su ametralladora a cuestas
Hay hombres en el mundo que no han estado nunca en la guerra
Hay hindúes que miran asombrados las campiñas occidentales
Piensan con melancolía en aquellos de quienes se preguntan si volverán a ver
Porque se ha llevado muy lejos en esta guerra el arte de la invisibilidad
LA LINDA PELIRROJA A nte todos comparezco hombre en su cabal juicio
Que conoce la vida y de la muerte lo que un ser vivo puede conocer
Que ha experimentado los dolores y las alegrías del amor
Apollinaire, Poesía, con 30 dibujos de Juan Soriano, versiones de Agusti Bartra , Joaquin Mortiz, México, 1967, 428 pp.
11 Biblioteca de México
Ha sabido a veces imponer sus ideas
Conoce varios idiomas
Ha viajado bastante
Ha visto la guerra sirviendo en Artillería yen Infantería
Ha sido herido en la cabeza trepanado bajo el cloroformo
Ha perdido a sus mejores amigos en la espantosa lucha
Yo sé sobre lo antiguo y lo moderno todo cuanto un hombre puede saber
y sin inquietarme hoy por esta guerra
Entre nosotros y para nosotros amigos míos
Juzgo esa larga disputa entre la tradición y la invención
Entre el Orden y la Aventura.
Vosotros cuya boca está hecha a imagen de la de Dios
Boca que es el orden mismo
Sed indulgentes cuando nos comparéis
Con los que fueron la perfección del orden
Nosotros que vamos dondequiera en busca de la aventura
No somos vuestros enemigos
Queremos daros vastos y extraños dominios
Donde el misterio en flor se ofrece a quien desea cogerlo
Hay allí fuegos nuevos de colores nunca vistos
Mil fantasmas imponderables
A los que es preciso infundir realidad
Queremos explorar la bondad inmensa comarca donde todo calla
Hay también el tiempo que puede expulsarse o hacer que regrese
Piedad para nosotros que luchamos siempre en las fronteras
De lo ilimitado y del porvenir
Piedad para nuestros errores piedad para nuestros pecados
Llega ya el verano la estación violenta
y mi juventud ha muerto como la primavera
Oh Sol es el tiempo de la Razón ardiente
Y espero
Para seguirla siempre la forma noble y dulce
En que encarna para que la ame solamente
Llega y me atrae como el imán al hierro
Tiene el encantador aspecto
De una adorable pelirroja
Diríase que sus cabellos son de oro
Un bello relámpago que dura
O bien esas llamas que se pavonean
En las rosas de té que se marchitan
Pero burlaos burlaos de mí
Hombres de todas partes sobre todo la gente de aquí
Porque hay tantas cosas que no me atrevo a deciros
Tened piedad de mí
12 Biblioteca de México
Guill aume Apo llinaire
BLAISE CENDRARS*
(1887-1961)
PROSA DEL TRANSIBERIANO
Y DE LA PEQUEÑA JEANNE DE FRANCIA
Dedicada a los músicos
En aquel tiempo yo era un adolescente Apenas tenia diecisés años y ya no recordaba mi infancia Estaba a 10.000 leguas del lugar de mi nacimiento Me hallaba en Moscú, en la ciudad de los mil tres campanarios y las siete estaciones y no me bastaban las siete estaciones y las mil tres torres Porque mi adolescencia era tan ardiente y loca Que mi corazón, alternativamente, ardía como el templo de Efeso o como la Plaza Roja de Moscú Cuando se pone el sol. y mis ojos iluminaban antiguos senderos. y yo era tan mal poeta Que no sabia llegar hasta el fondo de las cosas.
El Kremlin era como una inmensa torta tártara Crujiente de oro, Con las grandes almendras de las catedrales inmensamente blancas y el oro empalagoso de las campanas ... Un viejo monje me leía la leyenda de Novgorode Yo tenia sed y descifraba caracteres cuneiformes Luego, de pronto, las palomas del Espíritu Santo volaron sobre la plaza y también mis manos alzaban el vuelo, con susurros de albatros y esto eran las últimas reminiscencias del último día Del postrer viaje y del mar.
No obstante, yo era un poeta muy malo No sabía llegar al fondo de las cosas. Tenía hambre y a todos los días y a todas las mujeres en los cafés y a todas las copas Habría querido beberlos y romperlos y a todas las vitrinas y a todas las calles y a todas las casas y a todas las vidas y a todas las ruedas de los coches que giraban como torbellinos sobre los malos empedrados Habría querido hundirlas en un gran horno de espadas y habría querido moler todos los huesos y arrancar todas las lenguas y licuar todos esos grandes cuerpos extraños y desnudos bajo la
ropa que me vuelve loco .. .
Blaise Cendrars, Poesía completa , traducción de Víctor Goldstein, Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1976, 352 pp.
13 Biblioteca d e México
Presentía la llegada del gran Cristo rojo de la revolución rusa ... y el sol era una inmensa herida Que se abría como un brasero.
En aquel tiempo yo era un adolescente Apenas tenía dieciséis años y ya no recordaba mi nacimiento Estaba en Moscú, donde quería alimentarme de llamas y no me bastaban las torres y las estaciones que cubrían mis ojos de estrellas En Siberia rugía el cañón , había guerra Hambre frío peste cólera y las aguas fangosas del Amor arrastraban millones de carroñas En todas las estaciones veía partir todos los últimos trenes Ya nadie podía salir porque no se vendían más boletos Y los soldados que se iban hubieran preferido quedarse ... Un viejo monje me cantaba la leyenda de Novgorode.
Yo, el mal poeta que no quería ir a ninguna parte, podía ir a todos lados Y también los comerciantes todavía tenían dinero suficiente Para ir a intentar hacer fortuna Su tren salía todos los viernes de mañana Se decía que había muchos muertos Uno llevaba cien cajas de despertadores y cucús de la Selva Negra Otros cajas de sombreros, cilindros y un surtido de tirabuzones de Sheffield Otros ataúdes de Malmoe llenos de latas de conservas y sardinas en aceite También había muchas mujeres Mujeres entrepiernas en alquiler que también podían usarse Ataúdes Todas pagaban impuestos Se decía que había muchos muertos allí Ellas viajaban con tarifa reducida Y todas tenían una cuenta corriente en el banco
Pues bien , un viernes de mañana me llegó la hora por fin Estábamos en diciembre Y también yo partí para acompañar al viajante joyero que iba a Jarbín Teníamos dos asientos en el expreso y 34 cofres de joyería de Pforzheim Pacotilla alemana "Made in Germany" Me había vestido de punta en blanco, y al subir al tr€n se me perdió un botón -Lo recuerdo, lo recuerdo, a menudo pensé en ello desde entonces-Yo dormía sobre los cofres y me sentía muy contento de poder
jugar con la browning Niquelada que también me había dado
Me sentía muy feliz despreocupado Creía jugar a los bandoleros Habíamos robado el tesoro de Golconda Y, gracias al transiberiano, íbamos a ocultarlo del otro lado del mundo Yo tenía que defenderlo contra los ladrones del Ural que habían atacado a los saltimbanquis de
Julio Verne Contra los Junguzes, los boxers de la China Y los rabiosos pequeños mongoles del Gran Lama Alibabá y los cuarenta ladrones Y los fieles del terrible Viejo de la montaña Y sobre todo, contra los más modernos Los rateros de hotel
14 Biblioteca de México
y los especialistas de los expresos internacionales.
y sin embargo, y sin embargo Estaba triste como un niño Los ritmos del tren La "médula ferrocarrilera" de los psiquiatras americanos El ruido de las puertas de las voces de los ejes rechinando sobre los rieles congelados El ferlín de oro de mi futuro Mi browning el piano y los juramentos de los jugadores de cartas en el compartimiento de al lado La deslumbrante presencia de Jeanne El hombre de anteojos azules que se paseaba nerviosamente por el corredor y me miraba al pasar Murmullos de mujeres y el silbido del vapor y el eterno ruido de las ruedas locas en los carriles celestes Los vidrios están escarchados iLa naturaleza no existe! y detrás, las llanuras siberianas el cielo bajo y las grandes sombras de los
Taciturnos que suben y bajan Estoy acostado sobre una manta de viaje Colorinche Como mi vida y mi vida no me abriga más que esa manta Escocesa y toda Europa entrevista por el parabrisas de un expreso a toda máquina No es más rica que mi vida Mi pobre vida Esta manta Deshilachada sobre cofres llenos de oro Con los que viajo Sueño
Fumo y la única llama del universo Es un pobre pensamiento ...
Desde el fondo de mi corazón me brotan lágrimas Si pienso, Amor, en mi querida; Ella no es más que una niña, a quien encontré así Pálida, inmaculada, en el fondo de un burdel.
No es más que una niña, rubia, risueña y triste,
No sonríe y nunca llora; Pero en el fondo de sus ojos, cuando te deja beber en ellos, Tiembla un dulce lis de plata, la flor del poeta .
Es dulce y muda, sin ningún reproche, Con un largo estremecimiento cuando tú te aproximas; Pero cuando yo voy hacia ella, por aquí, por allá, festivo , Ella da un paso, luego cierra los ojos, y da un paso. Porque es mi amor, y las otras mujeres Sólo tienen vestidos de oro sobre grandes cuerpos IIameantes, Mi pobre amiga está tan desamparada, Está toda desnuda, no tiene cuerpo, es demasiado pobre.
No es más que una flor cándida , endeble, La flor del poeta, un pobre lis de plata,
15 Biblioteca de México
Muy frío, muy solo, y ya tan mustio Que me brotan las lágrimas si pienso en su corazón.
y esta noche es similar a otras cien mil cuando un tren rasga la noche -Caen los cometas-y el hombre y la mujer, aún jóvenes, se divierten haciendo el amor.
El cielo es como la carpa desgarrada de un circo pobre en un pueblito de pescadores En Flandres El sol es un quinqué humoso y en lo más alto de un trapecio una mujer representa la luna. El clarinete la corneta una agria flauta y un mal tambor y aquí está mi cuna Mi cuna siempre estaba cerca del piano cuando mi madre como Madame Bovary tocaba las
sonatas de Beethoven Yo pasé mi infancia en los jardines suspendidos de Babilonia y la rabona, en las estaciones frente a los trenes a punto de salir Ahora hago correr todos los trenes detrás de mí Bale-Tombuctú También jugué a las carreras en Auteuil y Longchamp París-Nueva York
Ahora hago correr todos los trenes a todo lo largo de mi vida Madrid-Estocolmo Y perdí todas mis apuestas Sólo queda la Patagonia, la Patagonia, que convenga a mi inmensa
tristeza, la Patagonia, y un viaje por los mares del Sur Estoy en camino Siempre estuve en camino Estoy en camino con la pequeña Jeanne de Francia El tren pega un peligroso salto y vuelve a caer sobre todas sus ruedas El tren vuelve a caer sobre sus ruedas El tren siempre vuelve a caer sobre todas sus ruedas
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Estamos lejos, Jeanne, viajas desde hace siete días Estás lejos de Montmartre, de la Butte que te alimentó del Sagrado
Corazón contra el cual te acurrucaste París desapareció y su enorme fogata No quedan más que las cenizas constantes La lluvia que cae La turba que se hincha La Siberia que gira
Los pesados manteles de nieve que ascienden Y el cascabel de la locura que tintinea como un último deseo en
el aire azulado El tren palpita en el corazón de los horizontes plomizos Y tu pena ríe burlona ...
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Las preocupaciones Olvida las preocupaciones
16 Biblioteca de México
Todas las estaciones agrietadas oblicuas sobre la ruta Los hilos telegráficos de los que cuelgan Los postes grotescos que gesticulan y los estrangulan El mundo se estira se alarga y se retira como un acordeón atormentado por una mano sádica En las resquebrajaduras del cielo, las furiosas locomotoras Huyen y en los agujeros, Las vertiginosas ruedas las bocas las voces y los perros de la desdicha que ladran a nuestras espaldas Los demonios están desencadenados Chatarras Todo es un acorde falso El "brun-run-run" de las ruedas Choques
Rebotes Somos una tormenta bajo el cráneo de un sordo ...
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Pero sí, me pones nervioso, bien lo sabes, estamos muy lejos La locura recalentada ruge en la locomotora La peste el cólera se alzan como brasas ardientes en nuestro camino Desaparecemos en la guerra totalmente en un túnel El hambre, puta, se aferra a las nubes en desbandada y estiércol de las batallas en montones apestosos de muertos Haz como él, haz tu oficio ...
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Sí, estamos muy lejos, estamos muy lejos Todos los chivos emisarios reventaron en este desierto Oye los cencerros de ese rebaño sarnoso Tomsk Tcheliabinsk Kainsk Obi Taichet Verkné Udinsk Kurgán Samara Pensa-Tulún La muerte en Manchuria Es nuestro desembarcadero y nuestra última guarida Este viaje es terrible
Ayer por la mañana "Iván Ulitch tenía los cabellos blancos y Kolia Nicolai Ivanovitch se roe los dedos desde hace quince días ... Haz como ellos la Muerte el Hambre haz tu oficio Cuesta cinco francos , en transiberiano, cuesta cien rublos Afiebra los bancos y enrojece bajo la mesa El diablo está en el piano Sus nudosos dedos excitan a todas las mujeres La Naturaleza Las Busconas Haz tu oficio Hasta Jarbín ...
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Pero .. . vete al diablo .. . déjame tranquilo Tienes caderas angulares Tu vientre es agrio y tienes blenorragia
17 Biblioteca de México
Eso es todo lo que París puso en tu regazo También un poco de alma ... porque eres desdichada Tengo piedad tengo piedad ven hacia mí sobre mi corazón Las ruedas son los molinos de viento de Jauja y los molinos de viento son las muletas que hace girar un mendigo
Somos los lisiados del espacio Rodamos sobre nuestras cuatro heridas Nos cortan las alas Las alas de nuestros siete pecados y todos los trenes son los baleros del diablo Corral El mundo moderno La velocidad no tiene la culpa El mundo moderno Las lejanías están demasiado lejos y al final del viaje es terrible ser un hombre con una mujer ...
"Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?"
Tengo piedad tengo piedad ven a mí te contaré una historia Ven a mi cama Ven a mi corazón Te contaré una historia ...
iOh ven! iven!
En Fidji reina la primavera eterna La pereza El amor extasía a las parejas en la hierba alta y la sífilis ronda bajo los bananeros iVen a las islas perdidas del Pacífico!
Se llaman Fénix, Marquesas Borneo y Java y Célibes con forma de gato.
No podemos ir al Japón iVen a México! En sus altiplanicies florecen los tulipaneros Las lianas tentaculares son la cabellera del sol Se hablaría de la paleta y los pinceles de un pintor Colores fragorosos como gongs, Allí estuvo Rousseau Allí deslumbró su vida Es el país de los pájaros El pájaro del paraíso, el ave lira El tucán , el sinsonte y el colibrí anida en el corazón de los lirios negros iVen! Nos amaremos en las majestuosas ruinas de un templo azteca Tú serás mi ídolo Un ídolo abigarrado infantil un poco feo y extrañamente raro iOh ven!
·18 Biblioteca de México
Si quieres iremos en aeroplano y volaremos sobre el país de los mil lagos, Allí las noches son desmesuradamente largas El antepasado prehistórico tendrá miedo de mi motor Aterrizaré y construiré un hangar para mi avión con los huesos fósiles de mamut El fuego primitivo recalentará nuestro pobre amor Samovar y nos amaremos muy burguesamente cerca del polo ¡Oh ven!
Jeanne Jeannette Juana Juanita Ninita nita tetita ninón Mi chiquita mi cosita mi tesoro mi Perú Arrorró gurrumina Pompón mi bombón Mi preferida corazoncito Nenita Querida gatita Mi lindo pecadito Chuchita Cucú Se durmió
Se durmió y no se engulló ni una sola de todas las horas del mundo Todos los rostros vislumbrados en las estaciones Todos los relojes La hora de París la hora de Berlín la hora de San Petersburgo y la hora de todas las estaciones
Yen Ufa, el rostro ensangrentado del artillero y la esfera tontamente luminosa de Grodno y el eterno avance del tren
Todas las mañanas se ponen en hora los relojes El tren adelanta el sol atrasa No le hace, oigo las sonoras campanas La enorme campana de Notre-Dame La campaneta agridulce del Louvre que convocó la San Bartolomé Los carillones enmohecidos de Brujas la Muerta Las campanillas eléctricas de la biblioteca de Nueva York Las campanas de Venecia Y las de Moscú, el reloj de la Puerta Roja que me contaba las horas cuando estaba en una oficina Y mis recuerdos El tren retumba en las placas giratorias El tren rueda Un gramófono guturaliza una marcha gitana Y el mundo, como el reloj del barrio judío de Praga, gira locamente al revés
Deshoja la rosa de los vientos Ya zumban las tormentas desencadenadas Los trenes ruedan en torbellino sobre las redes enmarañadas Baleros diabólicos
Hay trenes que nunca se encuentran Otros se pierden en el camino Los.jefes de estación juegan al ajedrez Chaquete Billar
19 Biblioteca de México
Carambolas Parábolas La vía férrea es una nueva geometría Siracusa Arquímedes y los soldados que lo degollaron y las galeras y las naves y los prodigiosos artefactos que inventó y todas las matanzas La historia antigua La historia moderna Los torbellinos Los naufragios Hasta el del Titanic que leí en el diario Otras tantas imágenes-asociaciones que no puedo desarrollar en mis versos Porque todavía soy un poeta muy malo Porque el universo me desborda Porque no me preocupé por asegurarme contra los accidentes de tren Porque no sé ir hasta el fondo de las cosas y tengo miedo.
Tengo miedo No sé ir hasta el fondo de las cosas Como mi amigo Chagall podría hacer una serie de cuadros dementes Pero no tomé notas de viaje "Perdónenme la ignorancia Perdónenme no conocer ya el antiguo juego de los versos" Como dice Guillaume Apollinaire Todo lo que se refiere a la guerra puede leerse en las Memorias de Kouropatkin O en los diarios japoneses que están tan cruelmente ilustrados Para qué documentarme Me abandono A los sobresaltos de mi memoria .. .
A partir de Irkutsk el viaje se hizo demasiado lento Demasiado largo Nosotros estábamos en el primer tren que rodeaba el lago Baikal Habían adornado la locomotora con banderas y farolitos y dejamos la estación con los tristes acentos del himno al Zar. Si yo fuera pintor vertería mucho rojo, mucho amarillo en el final de este viaje Pues en verdad creo que todos estábamos un poco locos y que un inmenso delirio ensangrentaba las nerviosas caras de mis compañeros de viaje
Cuando nos acercábamos a Mongolia Que retumbaba como un incendio. El tren había disminuido su marcha y en el perpetuo rechinamiento de las ruedas percibía Los acentos locos y los sollozos De una liturgia eterna.
He visto He visto los trenes silenciosos los trenes negros que volvían del Lejano Oriente y que pasaban como fantasmas y mi ojo, como el fanal de popa, aún corre tras esos trenes En Taiga agonizaban 100,000 heridos por falta de cuidados
20 Biblioteca de México
Visité los hospitales de Krasnoiarsk y en Jilok nos cruzamos con un largo convoy de soldados locos En los lazaretos vi llagas abiertas heridas que sangraban a rabiar y los miembros amputados danzaban en derredor o alzaban el vuelo en el aire ronco El incendio se hallaba en todas las caras en todos los corazones Dedos idiotas tamborileaban sobre todos los vidrios y bajo la presión del miedo todas las miradas reventaban como abscesos En todas las estaciones quemaban todos los vagones y he visto He visto trenes de 60 locomotoras que huían a todo vapor perseguidas
por los horizontes en celo y bandas de cuervos que alzaban el vuelo desesperadamente tras ellos
Desaparecer En dirección de Port-Arthur.
En Tchita tuvimos algunos días de respiro Detención de cinco días debido a la obstrucción de la vía Los pasamos en casa del Señor Yankelevitch que quería darme a su hija única en matrimonio Luego volvió a partir el tren. Ahora me había instalado yo en el piano y me dolían los dientes Cuando quiero vuelvo a ver ese interior tan tranquilo el negocio del padre y los ojos de la
hija que de noche venía a mi cama Mussorgsky y los lieder de Hugo Wolf y las arenas del Gobi y en Jailar una caravana de sombreros blancos Realmente creo que estaba ebrio durante más de 500 kilómetros Pero estaba en el piano yeso es todo lo que vi Cuando se viaja habría que cerrar los ojos Dormir Hubiera deseado tanto dormir Reconozco todos los países con los ojos cerrados por su olor y reconozco todos los trenes por el ruido que hacen Los trenes de Europa son de cuatro tiempos mientras que los de Asia son de cinco
o siete tiempos Otros van en sordina son canciones de cuna Hay algunos que por el ruido monótono de las ruedas me recuerdan la pesada
prosa de Maeterlinck He descifrado todos los textos confusos de las ruedas y reunido los elementos
dispersos de una violenta belleza Que poseo y que me acosa. Tsitsikar y Jarbín No voy más lejos Es la última estación Me apeé en Jarbín cuando acababan de prender fuego a las oficinas de la Cruz Roja.
Oh París Gran hogar cálido con los tizones entrecruzados de tus calles y tus viejas casas que
se inclinan sobre ellas y se recalientan Como abuelas y aquí hay anuncios, rojo verde multicolores como mi pasado en suma amarillo Amarillo el arrogante color de las novelas de Francia en el extranjero
Me gusta frotarme con los ómnibus en marcha en las grandes ciudades Los de la línea Saint-Germain-Montmartre me llevan al asalto de la Butle
21 Biblioteca de México
Los motores mugen como los toros de oro Las vacas del crepúsculo pastan en el Sagrado Corazón Oh París Estación central andén de las voluntades encrucijada de las inquietudes Únicamente los droguistas aún tienen un poco de luz sobre su puerta La Compañía Internacional de Wagons-Lits y de los Grandes Expresos Europeos me envió su prospecto Es la iglesia más hermosa del mundo Tengo amigos que me rodean como pretiles Cuando parto tienen miedo de que no vuelva más Todas las mujeres que conocí se alzan en los horizontes Con los gestos lastimosos y las miradas tristes de los semáforos bajo la lluvia Bella , Inés, Catalina y la madre de mi hijo en Italia y aquélla, la madre de mi amor en América Hay gritos de sirena que me parten el alma Allá lejos en Manchuria un vientre se estremece todavía como en un parto
Querría Querría no haber hecho nunca mis viajes Esta noche me atormenta un gran amor Ya pesar mío pienso en la pequeña Jeanne de Francia . Fue en una noche de tristeza cuando escribí este poema en su honor Jeanne La pequeña prostituta Estoy triste estoy triste Iré al "Conejo ágil" a recordar mi juventud perdida y tomar unas copitas Luego volveré solo
París Ciudad de la Torre única del gran Patíbulo y de la Rueda .
22 Biblioteca de México
París, 1913
Blaise Cendrars
JULES SUPERVIELLE *
(1884-1960)
LA DESCONOCIDA DEL SENA
Dibujo de Madeleine
Creía que una se quedaba en el
fondo del río , pero ya veo que
vuelve a subir -pensaba confusa
mente esta ahogada de diecinue
ve años, que avanzaba entre dos
aguas.
Sólo poco después de cruzar
el Puente Alejandro tuvo un
miedo terrible, cuando los mo
lestos representantes de la poli
cía fluvial le golpearon el hombro
con sus garfios, tratando, en va
no, de engancharla por el traje.
Felizmente, se acercaba la
noche, y no insistieron.
Pescada otra vez -pensaba-o
Tener que exponerse ante esas
gentes sobre las losas de alguna
margue, sin poder hacer el menor
movimiento de defensa ni retro
ceso, ni siquiera alzar el meñique.
* Jules Supervielle , La desconocida del Sena, traducción de Maria Luisa Bombal, ilustraciones de Norah Borges, Editorial Losada, Buenos Aires , 1941 , 224 pp.
Sentirse muerta y que alguien le
acaricie a una la pierna. Y ni una
mujer, ni una mujer alrededor para
ros vuestro
último toca
do.
Había, por fin , dejado atrás
París, y derivaba ahora entre
márgenes decoradas con árbo
les y pastos; procuraba quedar
se inmóvil , durante el día, en
algún recodo del río para no via
jar sino de noche, cuando sólo la
luna y las estrellas vienen a
rozarse con las escamas de los
peces.
-Si pudiese llegar al mar,
ahora que no temo la ola más
alta.
Marchaba ignorando que so
bre su rostro brillaba una son
risa , si trémula más resistente
que una sonrisa de vivo, siempre
a merced de cualquiera cosa.
Llegar al mar. Estas tres pa
labras le venían haciendo com
pañía por el río.
Cerrados los párpados, juntos
los pies, con los brazos al capri-
23 Biblioteca de México
cho del agua, molesta por los plie
gues que sobre la rodilla formaba
una de sus medias, con el pecho
buscando todavía alguna fuerza
del lado de la vida, avanzaba -hu
milde y flotante "suceso del día"
sin conocer otro modo de andar
que el del viejo río de Francia que,
pasando siempre por los mismos
meandros, caminaba ciegamente
hacia el mar.
Al cruzar una ciudad - "¿Estaré
en Nantes? ¿Estaré en Rouen?"
la retuvieron algunos instantes,
contra la arcada de un puente,
algunos remolinos, y fue pre
ciso que pasase muy cerca un
remolcador, revolviendo el agua,
para que la muchacha pudiese
reanudar su viaje.
-Nunca , nunca llegaré al
mar- pensaba en el corazón de
su tercera noche en el agua.
-Pero ya está usted en él- le
dijo allí mismo un hombre que
ella presentía muy grande y des
nudo y que le ató un lingote de
plomo al tobillo. Después le
cogió la mano con tal autoridad ,
con tal persuasión , que ella
quizá no hubiera podido resistir
más si no hubiera sido lo que
era: una muertecita.
-Confiemos en él , puesto que
no puedo valerme por mí misma.
y el cuerpo de la muchacha
se sumergió en un agua cada
vez más profunda.
Cuando júntos hubieron al
canzado las arenas que aguar
dan bajo el mar, muchos seres
fosforescentes vinieron hasta
ellos, pero el hombre -era el
Gran Mojado- los apartó con un
ademán.
-Tenga confianza en nosotros
-le dijo a la muchacha-o El error,
¿sabe?, es querer respirar toda
vía. No se espante tampoco
cuando advierta que el corazón
ya no palpita casi nunca, y sólo
por alguna equivocación. Y no se
empeñe usted en cerrar así la bo
ca como si tuviese miedo de en
gullir agua de mar. Ella es ahora
-Pues bien, usted será la Des
conocida del Sena. Eso es todo.
Crea que nosotros no estamos
mejor informados sobre nosotros
mismos. Sepa solamente que hay
aquí una gran colonia de Cho
rreantes donde usted no sería
desgraciada.
Ella parpadeaba muy de prisa,
como cuando uno se siente mo
lesto por el exceso de luz, y el
Gran Mojado hizo una seña a to
dos los peces antorchas para que
Uno o dos grandes peces
domésticos o guardianes -ra
ramente tres- se agregaban a la
persona de cada Chorreante,
prestándole menudos servicios,
como llevar en la boca diversos
objetos, o desembarazarles la
espalda de hierbas marinas que
se les habían pegado. Acudían a
la señal más pequeña, o antes
quizá. A veces, su obsequiosidad
era molesta. Se percibía en sus
ojos una redonda y simplista
para usted lo que antes era el se retiraran, excepto uno. Sí, ha- admiración que, con todo, daba
agua dulce. No tiene que temer bía allí, alrededor suyo, varios de placer. Y nunca se les vio comer
nada, ¿entiende? Nada que te- ellos que iluminaban las protundi- pececillos que, como ellos, es
mero ¿Siente usted que le vuelven dades y que, por regla general, tuviesen de servicio.
las fuerzas? estaban inmóviles. -¿Por qué me tiré al agua?
-iAh! Vaya desmayarme. Gentes de toda edad se acer- -pensaba la recién IIegada-.
-De ningún modo. Para acos
tumbrarse inmediatamente, vaya
pasando de una mano a otra la
arena fina que tiene en los pies.
No vale la pena ir de prisa. Así,
bien. No tardará usted en reco
brar el equilibrio.
Ella acabó por tener conciencia
de todo. Pero de pronto sintió un
caban curioseando. Iban desnu- Ignoro hasta si allá arriba fui una
dos. mujer o una muchacha. Mi pobre
-¿ Tiene usted algún deseo cabeza sólo está ahora poblada
que expresar?- preguntó el Gran de algas y de conchas. Y tengo
Mojado. muchos deseos de decir que esto
-Quisiera guardar mi ropa. es muy triste, aunque no sepa ya
-La guardará usted, mucha- exactamente qué significa esta
chao Eso es muy sencillo. palabra.
Yen los ojos, en los gestos len- Al verla así, afligida, se le acer-
gran miedo. ¿Cómo sería posible tos y corteses de estos habitantes có otra muchacha que había nau-
comprender a este marino de los
abismos sin que él hubiera pro
nunciado una sola palabra en
toda el agua? Pero su pánico no
duró mucho. En seguida se dio
cuenta de que el hombre se ex
presaba únicamente por las fosfo
rescencias de su cuerpo. Los mis
mos brazos de ella, ligeros y des
nudos, desprendían, a la manera
de una respuesta, lucecitas como
luciérnagas. Y los Chorreantes,
en tomo de ambos, no se hacían
comprender de otro modo.
-Y, ahora, ¿puedo saber de
dónde viene usted?- preguntó el
Gran Mojado, que se mantenía
siempre de perfil hacia ella, según
de las profundidades, se adivina
ba el deseo de prestar sus servi
cios a la recién llegada.
El lingote de plomo, atado a la
pierna, le molestaba. Pensaba
desembarazarse de él , o, al me
nos, aflojar el nudo en cuanto
nadie la viese. El Gran Mojado
comprendió su intención.
-Sobre todo, no toque usted
eso, se lo ruego. Perdería usted el
conocimiento y se remontaría a la
superficie, si por acaso llegara
usted a franquear la gran barrera
de los tiburones.
La muchacha se resignó, e imi
tando a los que la rodeaban, se
puso a hacer el gesto de separar
tragado dos años antes y era co
nocida por La Natural.
-El permanecer en las profun
didades, usted verá -le dijo- có
mo le da una gran confianza.
Pero hay que dejar a las carnes
tiempo para cambiar de forma,
para hacerse suficientemente
densas, para que el cuerpo, así,
no retorne a la superficie. No es
tar aquí para querer comer y
beber. Esas niñerías en seguida
pasan. Y creo que muy pronto le
brotarán de los ojos verdaderas
perlas, cuando menos lo piense:
ése será el indicio precursor de la
aclimatación.
-¿Qué se hace aquí?- pregun-
lo exigían las costumbres de los algas y peces. Había allí muchos tó la Desconocida del Sena al
Chorreantes cuando un hombre pececitos, muy curiosos, que ron
se dirige a una muchacha. daban continuamente el rostro y
-No sé nada de mí misma, ni el cuerpo de la muchacha, hasta
siquiera mi nombre. tocarlos.
24 Biblioteca de México
cabo de un momento.
-Mil cosas. Le aseguro que
una no se aburre. Se visita el
fondo del mar para recoger allí a
los solitarios y traerlos aquí, a
aumentar el poder de nuestra
colonia. iQué emoción cuando se
descubre a alguien que se cree
condenado a soledad eterna en
nuestra gran cárcel de cristal!
iCómO titubea y se agarra a las
plantas marinas! iCómo se es
conde! Por todas partes cree ver
tiburones. Y, luego, he aquí que
un hombre se le acerca y se lo
lleva en brazos -como un enfer
mero después de la batalla- ha
cia regiones donde no habrá ya
nada que temer.
-y barcos que se fueron a pi
que, ¿se ven a menudo?
-Sólo una vez he visto caer en
el fondo del mar mil y mil cosas
destinadas a la superficie. Todo lo
que se nos venia encima, se des
peñaba en el agua: baúles, va
jillas, cordajes, y hasta coches de
niños. Fue preciso ir a socorrer a
los que se quedaban en los ca
marotes, quitarles ante todo sus
salvavidas. Vigorosos Chorrean
tes, hacha en mano, rescataban a
los náufragos. y, con el hacha es
condida, les tranquilizaban como
mejor podían. Se colocaban las
provisiones de toda clase en los
almacenes que hay bajo nuestra
propia tierra, la que hay debajo
del mar.
-Pero ¿cómo, si aquí ya no se
tienen necesidades?
-Fingimos tenerlas para que
nos pese menos el tiempo.
Un hombre avanzaba sujetan
do a un caballo por la brida. La
bestia resplandeciente, un poco
oblicua, relucía con una majestad ,
con una gentileza, con una acep
tación de la muerte, que eran
otras tantas maravillas. iY todas
aquellas burbujas de viva plata
alrededor de su cuerpo!
-Tenemos muy pocos caba
llos- dijo La Natural. Eso es aquí
gran lujo. Junto a la Desconocida del Se
na, el hombre detuvo a la bestia
que llevaba una silla de amazona.
-De parte del Gran Mojado
dijo.
-iOh! Que perdone, pero no
me siento aún bastante fuerte.
Y el hermoso caballo repu
diado se marchó de allí con toda
la prestancia y esplendor, como si
nada en el mundo pudiese ya
cambiarlo ni conmoverlo.
-¿Es el Gran Mojado quien
manda aquí? -preguntó la Des
conocida del Sena, que ya estaba
bien convencida de ello.
-Sí, es el más fuerte de todos
nosotros y el que mejor conoce la
región. Y tan sólido, que puede
elevarse casi hasta la superficie.
Algunos simples de espíritu llegan
a afirmar que él tiene noticias del
sol, de las estrellas y de los hom
bres. Nada de eso. Bastante her
moso es poder subir así al en
cuentro de los ahogados errantes.
Sí. Él es de los seres completa
mente desconocidos sobre la tie
rra, que bajo el mar han adquirido
una gran reputación. No encon
trará usted huellas en la historia
-tal como arriba la enseñan- del
almirante francés Bernard de la
Micheletle, ni de Pristina, su mu
jer, ni de nuestro Gran Mojado,
que ahogado como simple grume-
25 Biblioteca de México
te, a los doce años, se encontró
tan a gusto en el ambiente sub
marino, que creció de un modo
terrible y se hizo un gigante de
nuestra fauna.
La Desconocida del Sena no
abandonaba su traje ni aun para
dormir. Es todo lo que había sal
vado de su vida anterior. Utilizaba
los pliegues y la mojadura del
vestido, que le prestaban una
milagrosa elegancia en medio de
todas estas mujeres despojadas.
Y los hombres de buena gana
hubieran querido conocer la
forma de su pecho.
La muchacha, que quería ha
cerse perdonar su traje , vivía
aparte, con una modestia quizá
un poco demasiado patente, y pa
saba el día recogiendo conchas
para los niños o para los más
humildes y los más mutilados de
entre los ahogados. Era siempre
la primera en saludar, y, a me
nudo, pedía excusas, aunque no
hubiese por qué.
Todos los días el Gran Mojado
venía a hacerle una visita, y allí se
quedaban los dos con sus fos
forescencias, como fragmentos
de la Vía Láctea, tendidos casta
mente uno junto al otro.
-No debemos estar muy lejos
de la costa -dijo ella un día-o iSi
yo pudiese volver al río, escuchar
algunos ruidos de la ciudad, o
sencillamente la campanilla de un
tranvía retrasado en medio de la
noche!
-Pobre niña, mala memoria ...
Se olvida de que está muerta y
que se expone a ser encerrada
allá arriba en la más odiosa de
las cárceles. A los vivientes no
les gustan nuestros vagabun
deos y en seguida nos castigan
por ellos. Aquí está usted libre y
en seguro.
-Pero ¿usted no piensa nunca
en las cosas de allá arriba? A
menudo acuden a mí, una por
una, sin orden alguno, lo que me
hace muy desgraciada. En este
mismo instante estoy viendo una
mesa de roble. Bien barnizada,
pero completamente sola. Desa
parece, y he aquí que llega un ojo
de conejo. Y, ahora, la huella de
una pezuña de buey en la arena.
Todo esto parece avanzar como
una embajada, y nada me dice si
no que está presente. Y cuando
las cosas acuden a mí por pare
jas, son cosas que no se hicieron
para ir juntas. Ahora veo una ce
reza en el agua de un lago. Y
¿qué quiere usted que yo haga de
esta gaviota en una casa, de esta
perdiz en el cristal de esta gran
lámpara que humea? No conozco
nada más desesperante. Estos
fragmentos de la vida, sin la vida,
¿son lo que se suele llamar la
muerte?
. Y añadía para sí:
-¿ Y usted mismo que está
aquí, junto a mí, como un guerre
ro tallado en un témpano?
Una tras otra, las madres se
negaron a dejar que sus hijas se
tratasen con la Desconocida del
Sena, en vista del traje que ella
llevaba día y noche.
Una que había naufragado,
cuya razón estuvo quebrantada
hasta después de su muerte y
que no podía hallar sosiego, dijo:
-i Pero si ella vive! Os aseguro
que esta muchacha está viva. Si
, r
r r r r
Dibujo de Norah Borges
ral-. ¿Cómo quiere usted que
esté viva, bajo el mar?
-Verdaderamente, no se pue
de vivir bajo el mar- respondió la
loca, abrumada, como si recorda
se de pronto una lección aprendi
da hace ya mucho tiempo.
Pero ello no fue obstáculo para
que, al poco tiempo, volviese a
repetir:
-¡Pues yo, yo les digo que vive!
-¿Quiere dejarnos tranquilas,
cabeza destornillada? -replicó La
Natural-. Se debería comenzar
por no permitir que se dijesen co
sas tales.
Pero un día, aquella misma
que fue siempre la mejor amiga
de la Desconocida se le acercó
poniendo una cara que quería de
cir: "También yo estoy enfadada
con usted".
-¿Por qué tanto apego a un
traje en el fondo del mar? -dijo La
Natural.
-Me parece que me protege
con un par de tijeras que acabó
por tirar con rabia a los pies de la
muchacha.
-¿Quiere usted marcharse?
-dijo La Natural, conmovida por
tanta crueldad.
La Desconocida, ya sola, es
condió como pudo su dolor, en el
agua pesada y difícil.
-¿No es esto lo que en la tierra
-pensaba- se llama envidia?
Y al ver cómo de sus ojos roda
ban tristemente pesadas perlas,
dijo:
-iAh! iDe ningún modo! Yo no
puedo, no quiero acostumbrarme.
Y huyó hasta regiones desier
tas, tan de prisa como se lo per
mitía el lingote de plomo que
arrastraba su pierna.
-Gestos horribles de la vida
-pensaba-, dejadme tranquila .
iDejadme ya tranquila! ¿Qué que
réis que haga de vosotros, cuan
do lo demás ya no existe?
Cuando hubo dejado muy le-
contra todo lo que aún no com- jos, detrás de ella, todos los pe
prendo. ces-antorchas, y se encontró en
Entonces una mujer, que ya la la noche profunda, cortó el hilo de
había agredido de palabra, gritó: acero que la sujetaba al fondo del
-¡Es que está demasiado
satisfecha de singularizarse así!
Se trata de una desvergonzadilla.
Y por mi parte os aseguro que fui
madre de familia en la tierra, y si
tuviese conmigo a mi hija no vaci
laría en decirle: "Quítate ese
traje, ¿me oyes?". Y tú , también ,
mar con las tijeras negras que,
antes de huir, había recogido.
-iMorir, al fin , completamente!
-pensaba, al elevarse en el agua.
En la noche marina, sus pro
pias fosforescencias se hicieron
muy voluminosas; luego se apa
garon para siempre. Entonces
estuviese como nosotros, le sería quítatelo -dijo a la Desconocida, volvió a sus labios su sonrisa de
igual llevar o no vestido. Estos a quien ya tuteaba para humi- ahogada errante. Y sus peces fa
adornos no preocupan a los liarla. (Era eso, en el fondo del voritos no dudaron en escoltarla,
muertos. mar, el peor de los insultos)-. O quiero decir, en morir ahogados, a
medida que iban ganando las -Cállese usted. Ha perdido ten buen cuidado con esto, pe-
usted el sentido -dijo La Natu- queña -añadió, amenazándole aguas menos profundas.
26 Biblioteca de México
QJ
e QJ u (/)
~ o "O ro .o o ~ .c u
(/)
L ucrecio apareció en una gran fami
lia que se había retirado lejos de la
vida civil. Sus primeros días pasaron
a la sombra del pórtico oscuro de una
alta casa empinada en la montaña. El
atrio era severo y los esclavos
mudos. Estuvo rodeado, desde la
infancia, por el desprecio por la polí
tica y por los hombres. El noble
Memio, que tenía su misma edad,
sobrellevó, en el bosque, los juegos
que Lucrecio le impuso. Juntos se
asombraron ante las arrugas de los
viejos árboles y espiaron el temblor
de las hojas bajo el sol, como un velo
verde de luz salpicado de manchas de
oro. Contemplaron con frecuencia
los lomos rayados de los chanchos
salvajes que husmeaban el suelo.
Atravesaron palpitantes cohetes de
abejas y bandas movedizas de hormi
gas en marcha. Y un día alcanzaron ,
* Mareel Schwob. Vidas imaginarias, traducción de Julio Pérez Millán , Centro Editor de América Latina, Bue nos Aires, 1980, 11 2 pp.
MARCEL SCHWOS*
(1867-1905)
LUCRECIO POETA
al salir de un soto, un claro totalmen
te rodeado por viejos alcornoques,
asentados tan cerca uno de otro como
que un círculo cavaba un pozo de
azul en el cielo. La quietud en aquel
asilo era infinita. Se hubiese creído
estar en un ancho camino claro que
fuera hacia lo alto del aire div ino.
All í, Lucrecio se sintió impresionado
por la bendición de los espacios cal.
mos.
Abandonó con Memio el templo
sereno del bosque para estudiar elo
cuencia en Roma. El anciano gen
tilhombre que gobernaba la alta casa
le dio un profesor griego y lo con
minó a que no volviese sino cuando
poseyera el arte de despreciar las
acciones humanas. Lucrecio no lo
volvió a ver más. Murió solitario,
execrando el tumulto de la sociedad.
Cuando Lucrecio volvió había con él
en la alta casa vacía, en el atrio seve
ro y entre los esclavos mudos, una
mujer africana, bella, bárbara y mal-
27 Biblioteca de México
vada. Memio estaba de regreso en la
casa de sus padres. Lucrecio había
visto las facc iones sangrientas, las
guerras de partidos y la corrupción
política. Estaba enamorado.
y en un principio su vida fue en
cantada. La mujer africana apoyaba
en los tapices de los muros la perfila
da masa de sus cabellos. Todo su
cuerpo se sumía largamente en los
divanes. Rodeaba las cráteras llenas
de vino espumoso con sus brazos
cargados de esmeraldas translúcidas.
Tenía una manera extraña de levantar
un dedo y de sacudir la frente. Sus
sonrisas tenían una fuente profunda y
tenebrosa como los ríos de África.
En vez de hilar la lana la deshacía
pacientemente en pequeños copos
que volaban alrededor de ella.
Lucrecio deseaba ardientemente
fundirse con ese hermoso cuerpo.
Apretaba sus senos metálicos y pe
gaba su boca a sus labios de un vio
leta oscuro. Las palabras de amor pa-
Vidas imaginarias Mareel Scbwob
miradas le pare- con claridad la muerte única de la
cieron rayos más Africana; y lloró.
sutilmente carno- Sabía que las lágrimas provienen
biblioteca básica universal
sos y la imagen de
la bella bárbara, un
mosaico agradable
y coloreado, y sin
tió que el fin del
movimiento de esa
infinitud era triste
y vano. Así como
había visto las fac
ciones ensangren
tadas de Roma,
con sus tropeles de
clientes armados e
insultantes, con
templó el torbellin-
de un movimiento particular de las
pequeñas glándulas que están debajo
de los párpados, y que son agitadas
por una procesión de átomos salida
del corazón, cuando el propio cora
zón ha sido conmovido por la suce
sión de imágenes coloreadas que se
desprenden de la superficie del cuer
po de una mujer amada. Sabía que la
causa del amor es la dilatación de los
átomos. Sabía que la tristeza que
causa la muerte es la peor de las ilu
siones terrenales, pues la muerta
había dejado de ser desgraciada y de
sufrir, en tanto que aquel que la 110-
saron de uno a otro, fueron suspiradas,
los hicieron reír y se gastaron. To
caron el velo flexible y opaco que
separa a los amantes. La voluptuo
sidad creció en furor y quiso cambiar
de persona. Llegó hasta la extremidad
aguda en que se expande alrededor de
la came, sin penetrar hasta las entra
ñas. La africana se acurrucó en su
corazón extranjero. Lucrecio se de
sesperó al no poder consumar el amor.
La mujer se tornó altanera, melan
cólica y silenciosa, parecida al atrio y
a los esclavos. Lucrecio anduvo erra
bundo en la sala de los libros.
Fue allí donde desplegó el rollo
en el cual un escriba había copiado
el tratado de Epicuro.
En seguida comprendió la varie
dad de las cosas de este mundo y la
inutilidad de esforzarse tras las ideas.
El universo le pareció similar a los
pequeños copos de lana que los dedos
de la Africana desparramaban en las
salas. Los racimos de abejas y las co
lumnas de hormigas y el tejido mo
vedizo de las hojas le parecieron
agrupamientos de átomos. Y en todo
su cuerpo sintió un pueblo invisible y
discorde, ansioso por separarse. Y las
o de tropeles de raba se afligía por sus propios males
átomos tintos en la y pensaba tenebrosamente en su pro
misma sangre y pia muerte. Sabía que no queda de
que se disputan
una Oscura supremacía. Y vio que la
disolución de la muerte sólo era la
manumisión de esa turba turbulenta
que se lanza hacia otros mil movi
mientos inútiles.
Ahora bien; cuando Lucrecio
hubo sido así instruido por el rollo de
papiro, en el cual las palabras griegas
como los átomos del mundo estaban
entretejidas las unas con las otras,
salió hacia el bosque por el pórtico
oscuro de la alta casa de los ances
tros. Y vio el lomo de los chanchos
rayados que tenían siempre el hocico
dirigido hacia la tierra. Después, al
atravesar el soto, se encontró de
pronto en medio del templo sereno
del bosque y sus ojos se sumergieron
en el pozo azul del cielo. Y fue allí
donde sentó su reposo.
Desde allí contempló la inmen
sidad hormigueante del universo;
todas las piedras, todas las plantas,
todos los árboles, todos los anima
les, todos los hombres, con sus co
lores, con sus pasiones, con sus ins
trumentos, y la historia de esas
cosas diversas y su nacimiento y sus
enfermedades y sus muertes. Y entre
la muerte total y necesaria, percibió
28 Biblioteca de México
nosotros ninguna doble apariencia
para derramar lágrimas sobre su pro
pio cadáver tendido a sus pies. Pero,
como conocía exactamente la tristeza
y el amor y la muerte y sabía que son
vanas imágenes cuando se las con
templa desde el espacio calmo donde
hay que encerrarse, continuó lloran
do, y deseando el amor, y temiendo
la muerte.
Por esto fue que habiendo vuelto
a la alta y sombóa casa de los an
cestros, se acercó a la bella Afri
cana, quien cocía un brebaje en un
recipiente de metal en un brasero.
Porque ella también había pensado,
por su parte, y sus pensamientos se
habían remontado a la fuente mis
teriosa de su sonrisa. Lucrecio miró
el brebaje todavía hirviente. Este se
aclaró poco a poco y se volvió pare
cido a un cielo turbio y verde. Y la
bella Africana sacudió la frente y
levantó un dedo. Entonces Lucrecio
bebió el filtro. E inmediatamente
después su razón desapareció, y
olvidó todas las palabras griegas del
rollo de papiro. Y por primera vez,
al volverse loco, conoció el amor; y
a la noche, por haber sido envene
nado, conoció la muerte.
CYRIL TOURNEUR
POETA TRÁGICO
Retrato de Mareel Sehwob , grabado de Félix Valloton
Cyril Toumeur nació de la unión de
un dios desconocido con una pros
tituta. La prueba de su origen divino
se encuentra en el ateísmo heroico en
el cual sucumbió. Su madre le trans
mitió el instinto de la revolución y de
la lujuria, el miedo a la muerte, el
estremecimiento de la voluptuosidad
y el odio a los reyes; de su padre tuvo
el amor por coronarse, el orgullo de
reinar y la alegría de crear; los dos le
dieron el gusto por la noche, por la
luz roja y la sangre.
La fecha de su nacimiento se ig
nora; pero apareció un negro día de
un año pestilencia\.
Ninguna protección celeste veló
por la muchacha de la vida a la que
preñó un dios, pues su cuerpo fue
maculado por la peste pocos días
antes de parir y la puerta de su pe
queña casa fue señalada con la cruz
roja. Cyril Toumeur vino al mundo
al son de la campana del enterrador
de los muertos; y así como su padre
había desaparecido en el cielo co
mún de los dioses, una carreta verde
arrastró a su madre a la fosa común
de los hombres. Se cuenta que las
tinieblas eran tan profundas que el
enterrador debió alumbrar la abertu
ra de la casa apestada con una antor
cha de resina; otro cronista asegura
que la niebla en el Támesis (que ba
ñaba el pie de la casa) fue atravesa
da por una raya escarlata y que de
las fauces de la campana de llamada
se escapó la voz de los cinocéfalos;
por fin , parece fuera de duda que
una estrella flameante y furiosa se
manifestó por sobre el triángulo del
techo, hecha de rayos fuliginosos,
retorcidos, desatados y que el niño
recién nacido le mostró el puño por
una claraboya, mientras que ella sa
cudía encima de él sus rizos infor
mes de fuego. Así entró Cyril Tor
neur en la vasta concavidad de la
noche cimeria.
Es imposible descubrir lo que
pensó o lo que hizo hasta la edad de
treinta años, cuáles fueron los sín
tomas de su divinidad latente, cómo
se persuadió de su propia realeza.
29 Biblioteca de México
Una nota oscura y aterrorizada con
tiene la li sta de sus blasfemias.
Declaraba que Moisés no había sido
sino un juglar y que un llamado
Heriots era más hábil que él. Que el
primer principio de la religión era
mantener a los hombres en el terror.
Que Cristo merecía la muerte más
que Barrabás, aunque Barrabás fuese
ladrón y asesino. Que si él se pro
pusiese escribir una nueva religión,
la establecería con arreglo a un méto
do más excelente y más admirable, y
que el estilo del Nuevo Testamento
era repugnante. Que él tenía tanto
derecho a acuñar moneda como la
reina de Inglaterra y que conocía a un
tal Poole, prisionero en Newgate,
muy diestro en la mezcla de los
metales, con la ayuda de quien espe
raba acuñar, un día, oro con su propia
imagen. Un alma piadosa testó en el
pergamino otras afirmaciones más
terribles. Pero esas palabras fueron
recogidas por una persona vulgar.
Las actitudes de Cyril Toumeur in
dican un ateísmo más vindicativo. Se
lo representa vestido con un gran
manto negro, llevando en la cabeza
una gloriosa corona con doce estre
llas, el pie apoyado en el globo ce
leste, alzando el globo terrestre con
su mano derecha. Recorría las calles
en las noches de peste y de tormenta.
Era pálido como los cirios consagra
dos y sus ojos relucían blandamente
como quemadores de incienso. Algu
nos afirman que tenía en el costado
derecho la marca de un sello extraor
dinario; pero fue imposible verifi
carlo después de su muerte, pues no
hubo nadie que viera sus despojos.
Tomó por amante a una prostituta
Mareel Sehwob
del Bankside que frecuentaba las ca
lles de la ribera y a ella amó única
rriente. Era muy joven y su rostro
era inocente y rubio. En él , los rubo
res eran como llamas vacilantes.
Cyril Tourneur le dio el nombre de
Rosamonde, y tuvo de ella una hija
a la que amó. Rosamonde murió trá
gicamente, por haber reparado en
ella un príncipe. Se sabe que bebió
en una copa transparente veneno
color de esmeralda.
Fue entonces cuando la venganza
se mezcló con el orgullo en el alma
de Cyril. Nocturno, recorría el Mail
a lo largo de todo el cortejo real ,
agitando en la mano una antorcha de
penacho llameante con el propósito
de alumbrar al príncipe envenena
dor. El odio a toda autoridad le
subió a la boca y a las manos. Se pu
so a acechar en los caminos reales ,
no para robar, sino para asesinar
reyes. Los príncipes que desapare-
cieron en esos tiempos fueron ilumi
nados por la antorcha de Cyril Tour
neur y matados por él.
Se emboscaba en los caminos de
lareina, aliado de los pozos de gra
va )' de los hornos de cal. Escogía a
su víctima en el séquito , se ofrecía
para alumbrar el camino por entre '
las zanjas, la llevaba hasta la boca
del pozo, apagaba su antorcha y la
empujaba. La grava llovía después
de la caída. En seguida Cyril, in
clinado en el borde, dejaba caer dos
enormes piedras para aplastar los
gritos. Y, el resto de la noche, vela
ba el cadáver que se consumía en la
cal, junto al horno rojo sombrío.
Cuando Cyril Tourneur hubo sa
ciado su odio por los reyes, hizo
presa de él el odio a los dioses. El
aguijón divino que había en él lo
incitó a crear. Soñó con que podría
fundar una generación de su mi sma
sangre y propagarse como dios en la
30 Biblioteca de México
tierra. Miró a su hija y la encontró
virgen y deseable. Para consumar su
designio a la vista del cielo, no en
contró ningún lugar más significa
tivo que un cementerio. Juró que de
safiaría a la muerte y crearía una
nueva humanidad en medio de la
destrucción fijada por las órdenes
divinas. Rodeado por viejos huesos,
quiso engendrar jóvenes huesos.
Cyril Tourneur poseyó a su hija en
la losa de un osario.
El final de su vida se pierde en un
resplandor oscuro. No se sabe qué
mano nos transmitió la Tragedia del
ateo y la Tragedia del vengador.
Una tradición pretende que el orgu
llo de Cyfil Tourneur se elevó más
aún. Hizo levantar un trono en su
jardín negro, y tenía la costumbre de
sentarse allí, coronado de oro, bajo
el rayo. Algunos lo vieron y huye
ron, aterrorizados por los penachos
azulados que bailoteaban sobre su
cabeza. Leía un manuscrito de los
poemas de Empédocles, que nadie
vio después. Expresó con frecuencia
su admiración por la muerte de Em
pédocJes. Y el año en que desa
pareció fue también pestilencial. El
pueblo de Londres se había retirado
a las barcas amarradas en medio del
Támesis . Un meteoro terrorífico
evolucionó bajo la luna. Era un
globo de fuego blanco, animado por
una siniestra rotación. Se dirigió ha
cia la casa de Cyril Tourneur, que
pareció pintada de reflejos metáli
cos. El hombre vestido de negro y
coronado de oro esperaba en su tro
no la llegada del meteoro. Hubo,
como antes de las batallas teatrales,
un toque melancólico de trompetas.
Cyril Tourneur fue envuelto por un
resplandor hecho de sangre rosada
volatilizada. Trompetas, enhiestas
en la noche, tocaron , como en el tea
tro , una charanga fúnebre. Así fue
precipitado Cyril Tourneur hacia un
dios desconocido en el taciturno tor
bellino del cielo.
V uelvo de un país que está
bastante alejado del nuestro
y que lo está de muchas
maneras diferentes. Reina
en este país una policía sin
gular, leyes claras y un es
píritu .. .
He temblado de miedo y
de admiración. .. Apenas
apeado de la máquina que
allí me llevó, me sorprendió
la extrema cortesía de los
ciudadanos, la nitidez de sus
relaciones. Su sonrisa gene
ral. Los conductores, los car
gadores, los agentes de toda
suerte, los mercaderes res
petuosos. Pronto fue nece
sario que me instruyera en
sus costumbres. En mi cali
dad de extranjero tenía de
recho a una tregua, pero mis
progresos eran vigilados.
Aprendí así que en esta
tierra extraordinaria las fal
tas del lenguaje son casti
gadas muy severamente .
PAUL VALÉRY*
(1871-1945)
VIAJE AL PAís DE LA FORMA
Las multas son pesadas. Algunos solecismos de extranjero, por exceso de velocidad en la deduc-
más conducen al calabozo. Los anuncios y todos ción , fui seriamente amonestado.
los escritos públicos son rigurosamente vigilados. y en suma, todo lo que está destinado a actuar
(Los autores son ... ) por violencia, por seducción, por ilusión sobre nues-
Las faltas contra la lógica, los razonamientos tros sentidos o nuestra mente, es tratado en este
sofísticos, las afirmaciones ligeras y violentas no reino como se trata en los otros a lo que actúa con
escapan a un correctivo. Yo mismo, aun siendo violencia sobre los cuerpos. Se considera que los
ojos, las orejas, la imaginación, la memoria y el me-
canismo lógico de los ciudadanos deben ser respe
tados como sus bienes y, de hecho, como su bien Paul Valéry, Historias rotas , traducción de Salvador Elizondo Editorial Aldus, México, 2003, 104 pp. ' más preciado.
31 Biblioteca de México
O. V. DE; LUBICZ-MILOSZ*
(1877-1939)
VENECIA
Escabel aterciopelado para las rodillas de la plegaria,
palacio de ámbar, de mirra y de azul de la ternura,
Venecia es también el lacrimatorio precioso de todo el
amoroso dolor humano, y el cielo que se mira en ella
tiene la palidez de las últimas horas y la inmovilidad
prosternada de las separaciones.
Aquí, la salvaje nostalgia ilumina con sus llantos el
rostro de la ignominia y los ojos de la crueldad misma;
y cuando la isla flotante de San Jorge se recorta en
negro fúnebre contra la púrpura del viento, y cuando la
* Las uvas del racimo, antología traducida por Javier Sologuren, Instituto Nac ional de Cultura. Lima. Perú , 1975, 200 pp.
tormenta ruge sobre la vacilante ciudad, es
el horroroso Shylock, sofocante de amor y
odio, quien llama en la tarde a la desa
parecida Y ésica. Y esta Venecia tiene el
alma lacerada, esta dominadora de antaño
con los atavíos sucios de reina de carnaval
es también una Venecia mimosa, felina,
arrulladora; y quienquiera guste coquetear
con la melancolía o juguetear con el dolor
como una moza, se place también en pasear,
por las callejuelas leprosas y galantes, la
mentira de un vestido rosa y de una flor anu
dada por el tallo a la empuñadura de la espa
da. Y esta Venecia perfumada con las
pimientas de Levante es así mismo una
manera de Roma afeminada por el culto de
dulía; y cuando sus campanas de suave gaz
nate de comulgantes de antaño entonan el
cántico azul grisáceo de las tardes, ellas nos
recuerdan de modo singular que anti
guamente a nuestro amo el Amor le plugo
nacer de una virgencita muy humilde y ado
rable. Y esta Venecia enferma de ternura es
también la hermana de las santas lánguidas
y turbadoras; y cuando el oro de una luna
que madura dulcemente se apoya en el hom
bro de una torre inclinada, pensáis en María Magdalena
toda sofocada bajo la carga de la urna de piadosos per
fumes.
Demasiado noble para ser cortesana, demasiado gra
ciosa para ser madre, Venecia la Hechicera es amante y
sólo amante; bella hasta las lágrimas, conoce de sobra el
poder de los viejos encantos paganos, y se complace en
reinar en nuestros corazones por el misterio así como
por la gracia. Es que, poderosa como Venus, ha nacido
de los mares, atestando de este modo, una vez más y pa
ra siempre, que todo símbolo posee una carne, todo
sueño una realidad.
32 Biblioteca de México
HENRI MICHAUX*
(1889-1984)
EN MI CAMPO En un campo de mi propiedad tengo a nobles encerrados. ¿Por qué? Como rehe
nes. ¿Por qué como rehenes? Porque sí.
No me sirven ni yo les sirvo. Qué más da, no dejo que se marchen.
Quien sabe .. . 10 que se me reclamará un día sin que pueda proporcionarlo, y a
cambio de lo cual estarán acaso contentos de recibir nobles, y yo aliviado, sí,
Íntensamente aliviado y libre de esos aristócratas que son para mí una carga tan
embarazosa, pero gracias a la cual podré por fin saldar las deudas siempre cre
cientes que contraigo sin pausa y, por otro lado, en gran parte por su culpa.
* Henri Micbau)(, Adversidades, exorcismos, traducción de Jorge Reichmann. Poesía/Cátedra, Madrid, 1988, 88 pp.
33 Biblioteca de México
ESTÁ ESCRIBIENDO
Está escribiendo . ..
El papel deja de ser papel, poco a poco se convierte en una larga, larguísima
mesa sobre la cual viene, dirigida, él lo sabe, lo siente, lo presiente, la víctima
todavía desconocida, la víctima alejada que te está destinada.
Está escribiendo ...
Su oído aguzado, aguzado, su oreja única escucha una onda que viene, aguza
da, aguzada, y la onda siguiente que va a venir de una lejanía de espacios y de
edades para dirigir, traer a la víctima que habrá de someterse a su suerte.
Su mano se apresta.
¿ y él? Se limita a mirar.
Cuchillo desde la coronilla hasta su entraña más recóndita, vela, listo para
intervenir, listo para degollar, para decapitar lo que no es, no sería suyo, para
degollar dentro de ese vagón que el universo rebosante empuja hacia él a quien
no sería "su" víctima ...
Está escribiendo ...
Henri Michaux
34 Biblioteca de México
E. M. CIORAN*
(1911-1995)
VALÉRY y LOS ESTRAGOS DE LA PERFECCIÓN**
la merece totalmente. ¿Cómo un
espíritu tan desengañado como
él pudo extraviarse hasta ese
punto? Debería haberse dedica
do al poema didáctico, único
género que le hubiese conveni
do realmente, haber tomado co
mo modelo a Lucrecio en lugar
de a Mallarmé, y haber puesto
en verso la filosofía de Comte o de Spencer. Para la poesía se
necesita un desequilibrio espe
cial, que él no tuvo la suerte de
De joven yo era arrogante y no seria vertiginosa, una centena padecer. El moralista no es, por
me interesaban más que los filó- de borradores). Por más que lo definición, poeta; y Valéry es un
sofos y su jerga. Valéry era en- intento, no puedo continuar. moralista, comparable a los matonces un dios que no me preo- ¿Releeré "El cementerio"? Re- yores, tan hábil como ellos en el
cupaba en absoluto, al que no nuncio a ello: es demasiado per- arte de elevar sus secretos al
hacía el mínimo caso. El culto fecto. La indigencia de la poesía rango de verdades impersona
que se le rendía me pareció in- francesa en general es casi trá- les, como lo demuestran sus li
debido e incluso ridículo, hasta gica. Por todas partes ese gusto bros de aforismos, cuyo fondo
el día en que caí por casualidad desastroso por la perfección, por es despiadado e incluso feroz, a
sobre este fragmento de frase: la perfección vacía, a causa del pesar de una apariencia de de
" ... el sentimiento de serlo todo y cual perecerá. En el caso de Va- senvoltura. En cuanto se trata de la evidencia de no ser nada". Es
ta magnífica trivialidad fue para
mí un acontecimiento, tras el
cual me puse a leer a Valéry, al
léry las cosas se complican , emitir un juicio sobre las costumpues sus teorías sobre la poesía bres o el estilo de una época,
son un crimen contra la poesía: Valéry se halla en su elemento.
esterilizantes, peligrosas, consa- Su prólogo a las Cartas persas
prosista, por supuesto. Pues gran y reivindican la impotencia, es una obra maestra: no conoz
nunca he podido comprender asimilan el acto poético a un cál- co nada más conciso y sutil so
que hiciese una carrera de po e- culo, a una tentativa premedita- bre la Ilustración. Abundan en él
tao Abro "La joven Parca": ma- da. La poesía es todo salvo eso: las alusiones a nuestra época, a
lestar incalificable, el mismo que la poesía es inacabamiento, ex- las dificultades y las contradic
siempre he experimentado ante plosión, presentimiento, catás- ciones de la libertad; me inclino
semejante elaboración hiper- trofeo No esa geometría cargan- incluso a ver en ese texto una
consciente, artificial, penosa en te ni esa sucesión de adjetivos apología del "despotismo ilus
grado sumo (que le exigió, mi- exangües. Somos todos dema- trado", único régimen que, dicho
E. M. Cioran. Ejercicios de admiración y otros textos. (Ensayos y retratos), traducción de Rafael Panizo, Tusquets editores, Barcelona, Espa/'la, 1992, 232 pp. ..
Encargado por un conocido semanario francés para celebrar el centenario del nacimiento de Valéry, este articulo fue finalmente rechazado. (N. del T.)
siado vulnerables, estamos de- sea entre paréntesis, puede se-
masiado cansados, y en nuestra
fatiga somos demasiado bárba
ros para apreciar aún esas galas
y esas joyas. La palabra oficío,
atroz aplicada a un poeta, Valéry
35 Biblioteca de México
ducir a un espíritu desengañado,
incapaz de ser cómplice de las
revoluciones, dado que ni siquie
ra lo es de la historia.
De ésta, en el doble sentido de
saber y de devenir, Valéry fue un
enemigo constante, apasionado.
No cesó de denunciarla y de re
bajarla. Sin embargo, ello no le
impidió poseer un excelente olfa
to histórico, y comprender mara
villosamente el sentido de nume
rosos acontecimientos. Su inca
pacidad para la utopía le ayudó
sin duda a ello. En su pap.el de
espectador, no se le sorprende
nunca en flagrante delito de inge
nuidad. La lucidez, que tan bien
calificó de "mortífera", tenía en él
la dignidad de un defecto, y es
en ella donde hay que buscar el
origen de su interés por el drama
de ser consciente y más precisa
mente de saber que se es cons
ciente. Ser consciente es una ca -
lamidad; ser doblemente cons
ciente es padecer una doble
calamidad , cuya expresión inme
diata e inevitable es el hastío,
mal noble sin el cual Valéry
nunca hubiera tenido acceso a
ciertos abismos, sin el cual sobre
todo no hubiese comprendido a
Pascal hasta el punto de temerlo
y odiarlo. No quería exponerse a
. los mismos peligros ni a las mis
mas perplejidades que él ; de ahí
que no haya dedicado más que
sarcasmos a las aventuras inte
riores o a las tribulaciones meta
físicas. El hastío fue su mal y su
obsesión, su experiencia capital, E. M. Cioran
y para huir de él se refugió en hundirse. Pero hoy, naufragio No es verdad que un poema
esa elegancia ininterrumpida que mucho más grave, no se cree ya se haga con pal~bras. Nada se
confiere a su obra cierta mono- en el verbo sino en la ciencia del hace con palabras. Las palabras
tonía. verbo. A la pasión por el lengua- son accesorios o pretextos. Esto
Los positivistas (y él lo fue) ie ha sucedido la lingüística , se olvida demasiado, y de ahí
acabanfácilmente cayendo en la nueva prueba, si falta hiciera, de que la literatura -y todo- lan
teología. Valéry hizo del lenguaje nuestra decadencia espiritual. Lo guidezca en este c;:ontinente
su dios, se entregó a él, como derivado · sustituye en todo a lo-desde hace tiempo, debemos
todos aquellos que, una vez original , a fa esencial. La idolatría reconocerlo . Es necesario · un
excluido lo absoluto, se aferran a del lenguaje representaba ya un mínimo de fatalidad en las cosas
sucedáneos. Escogió las apa - paso lamentable hacia esa deca- del espíritu , como en las demás.
riencias , se convirtió , él , tan
atento al matiz, en un fanático
del verbo, o, si se prefiere, de la
"forma". Fue ésa su manera de
dencia . ¡Qué decir entonces de La vida, la sangre han desertado
esta segunda idolatría, mucho este rincón del mundo. Valéry es
más desmoralizadora que la pri- el representante más destacado
mera! en el crepúsculo occidental. .
36 Biblioteca de México
ROGER CAILLOIS*
(1913-1978)
EL PULPO CON MIRADA DE SEDA1
El pulpo es un cazador que permaneGe constan- . minación. Según Herbert Wendt: los ojos, tan patemente en acecho, inmóvil, camuflado, con los ojos recidos a los nuestros, que brotan del cuerpo de un
solos siguiendo el acercamiento o los movimientos de la presa. De alú la fascinación específica que menciona Hugo y Lautréamont. Pero, antes de ellos, todo el mundo había notado la enormidad de los ojos y, por así decirlo, hl calidad de la mirada del pulpo. Las cerámicas y la alfarería minoanas, los mosaicos romanos y helenísticos se complacen en agrandar sus glóbulos oculares, tanto en el vaso de Gurnia o del Metropolitan Museum de Nueva York, como en el ánfora de Pseira del museo de Candía o en la cOmposición de la Casa del Fauno en Pompeya, donde el
pulpo está ocupado en devorar una langosta. En el Japón, los pulpos-juguetes de yeso pintado o de tripa, los que representan al Emperador y a la Emperatriz, los que acompañan a la rana kappa y los de las estampas también tienen ojos hipertrofiados como los tienen en Venecia los pulpitos de vidrio colado de los talleres de Murano.
Los ojos enormes son unas de las características más notables del kraken. Cuando Denys-Montfort dibuja su pulpo colosal que asalta un barco de tres palos , no deja de acicalarlo con pupilas inmensas formadas por cuatro círculos concéntricos a través de los cuales irradia, como los pliegues apretados de una escarapela, o como alrededor de un cubo de rueda, una red de líneas finas y divergentes.
Pescadores, naturalistas, viajeros o escritores están sorprendidos y seducidos por la mirada "humana" del molusco, por su expresión conmovedora o temible que arrebata por su belleza o conturba
por su insistencia. Los testimonios . son unánimes: en los ojos patéticos, cada uno lee a voluntad la inquietud o la ferocidad, la tristeza o la deter-
* Roger Cai llo is. MiTOlogía del pulpo (Ensayo sobre la lógica de lo imagi nario) . traducc ión de Pierre de Place, Monte Ávi la Editores. C. A., 1976, 144 pp. , Se hán suprimido las referencias bibliográficas, innecesarias para d isfrutar este capítulo. pero indispensables si se va a leer todo el libro, pues ilustran )a erudic ión del autor.
mollisco, provocan un sentimiento de malestar cuando se ven por primera vez. El Dr. Brisco Owen, de la Linnean Society, le confiesa a H. Lee, en 1873, que recuerda con admiración los ojos de un pulpo al cual persiguió en 1843 en el estrecho de Torres: estaban abiertos como los ojos de los búhos, a los que se parecían. En cuanto a Lee, así
describe la mirada del pulpo: "Su prima la sepia está provista de un ojo, redondo como el ojo del búho, que le mira fijo hasta que uno pierde la serenidad y le intriga por su inmoviliaad; la pupila del
ojo de un pulpo se parece a la de un tigre que daría
vuelta la cabeza. La pupila de un gato, estirada perpendicularmente, brilla de ferocidad; la mirada
quieta y astuta del pulpo, que pasa por la estrecha
Roger Caillois
hendidura horizontal de sus párpados apretados,
hiela por su fría crueldad."
Perú según el padre Hennah, y los habitantes de las
islas Sándwich, de acuerdo con el señor Stutchbury,
las vendían a los rusos como si fueran perlas.
Le dejo a H. Lee la responsabilidad de esta utili
zación sin duda inesperada de los ojos del pulpo.
Pero su perfección anatómica es absolutamente cier
ta. Para no precisar más que uno de los elementos de su superioridad, su retina contiene un promedio de
50.000 células por milímetro cuadrado y hasta
105.000 en las partes más nutridas, contra aproxi
madamente 100.000 para la retina del hombre.
Como justa compensación de las cosas, el pulpo,
quien, si no hipnotiza a su víctima, en todo caso la
fascina, puede ser a su vez hipnotizado. El método
más eficaz consiste en mirarlo fijamente soste
niéndolo en la mano, con los tentáculos colgando y
Frank Bullen narra el combate de un pulpo gi- cuidando de que éstos no se agarren del brazo del
gante contra un cachalote. "Sobrecogía la inten- operador, lo cual interrumpiría la experiencia. La hip-
sidad de sus ojos. Podían tener un pie de diámetro.
Eran de color glauco que contrastaba con la blan
cura lívida de la cabeza y su aspecto sobrenatural
que ponía piel de gallina". A Thor Heyerdhal le
coge la pierna derecha un pulpo de tamaño regular,
nosis es completa: respiración airada, inmovilidad
absoluta. El pulpo está completamente pasivo. Si se
levanta a uno de sus tentáculos, en seguida vuelve a
caer, mientras que la reacción en estado normal es
diametralmente opuesta. J. ten Cate, quien llevó a
que se desprende cuando el navegante regresa a la cabo estos experimentos, declara que el contraste es
orilla: el animal se retira lentamente con los brazos casi increlbJe. Puede arrojarse el pulpo de una mano
estirados y sin dejar de mirarlo. a la otra, sin que manifieste más vida que una mera
Esta última observación es importante: el pulpo no pelota. Para despertarlo, hay que pincharlo fuerte
deja de seguir con los ojos, fingiendo a la vez la in- mente con un instrumento apropiado o someterlo a
diferencia, al objeto en movimiento que le interesa.
De allí, a mi parecer, la impresión de una insistencia
móvil y vigilante que deja suponer una intención
implacable, quizá a la vez algún poder hipnótico. Por
eso, probablemente, esta mirada aparece como
"humana" o sobrehumana.
Hay algo más. El ojo de los cefalópodos en
general, el de los pulpos más que los otros , es emi
nentemente complejo; aunque difiera de ella en va
rios puntos notables, su organización iguala la de
los ojos de los vertebrados más evolucionados. Por
eso, si los ojos del pulpo sorprenden en un mo
lusco, sorprenderían también en un pez. Supongo
que por ese motivo los observadores los comparan
espontáneamente con los ojos del búho o del tigre.
El cristalino de los cefalópodos es calcáreo, sóli
do; consiste en dos espesuras cóncavas a las que
separa una hendidura en la cual está fij ada la barre
ra ciliar. Los dos glóbulos que pueden despegarse
fácilmente reflejan la luz. Presentan una opalescen
cia en la que juegan reflejos irisados. En algunas
partes de Italia, las mujeres l.tilizarían estas lentejas
para convertirlas en collares. H. Lee ha visto algunos
de este tipo en Génova. Ocurriría lo mismo en el
tratamientos aún más radicales.
Sin duda, la imaginación ha estado más discreta
con los ojos y con la mirada que con los tentáculos y
las ventosas. No obstante, la constancia con la que
agrandó los unos o se conmovió con la otra, de
muestra que también fue impresionada por ellos.
Además, no se equivocó al humanizarlos. Estos ojos,
efectivamente, poseen una apariencia hUffima, \0
cual no hace más que reforzar la manera que tiene de
usarlos un depredador siempre en acecho y vuelto
casi invisible tanto por su inmovilidad como por sus
aptitudes miméticas excepcionales. La vÍCtima no ve
más que ellos y cuando ya es tarde. El hombre no
está acostumbrado a que lo miren de esta manera.
Ciertamente, los ojos del pulpo no constituyen ór
ganos tan singulares y tremendos como las ventosas
montadas en correas, pero se diferencian sufi
cientemente de los ojos de los animales marinos para
que la fabulación, naturalmente excitada, no haya
podido desdeñarlos. Además, le basta el menor tram
polín. En caso de necesidad, se conforma con un sín
toma que la confunde, tal como sucedió para un últi
mo carácter retenido por la leyenda: la salacidad del
pulpo.
38 Biblioteca de México
SALVADOR DíAZ MIRÓN*
(1853-1928)
DISCURSO-HOMENAJE EN LA MUERTE DE VíCTOR HUGO
(Sesión del 23 de mayo de 1885)**
Señores diputados:
El mundo civilizado ha sufrido
ayer una verdadera decapitación:
Victor Hugo, la más grande y la
más pura de cuantas glorias han
ilustrado la Tierra, ha muerto.
Cábeme la honra altísima de
pedir a la Cámara que apruebe,
con dispensa de trámites, la pro
posición a que la secretaría aca
ba de dar lectura, y que ha sido
inspirada por el sentimiento de
que esta Asamblea, representa
ción del pueblo mexicano, a
quien amó y admiró el difunto
bardo, debe hacer una solemne
manifestación de duelo ante ese
inmenso eclipse de sol que ha
privado de tanta luz al ingenio
humano.
Pontífice de los místicos idea
les que se ciernen por encima de
las almas, como esas radiantes e
informes condensaciones de ma
teria cósmica que flotan en el éter
infinito, y de las cuales se des
prende, acaso a cada instante,
un astro como una lágrima de
oro; profeta épico a quien Dios
había dado la sonora trompeta , a
• Salvador Díaz Mírón, Poesía completa, recopilación , introducción , bibliografía y notas de Manuel Sol , Letras mexicanas, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, 644 pp .
•• Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, México, Imprenta de G. Horcasitas, 1885 p. 624.
cuyos recios sonidos vienen a tie
rra los muros de las ciudades
antiguas; Victor Hugo era el mag
nífico resumen de todas las aspi
raciones modernas , como el
hombre es el vivo compendio de
todos los esfuerzos geológicos;
como la República es el brillante
resultado de todas la evoluciones
históricas; como Dios es la supre
ma síntesis de todos los princi
pios universales.
¿Quién podría enumerar las
ideas redentoras que han ger
minado en el cerebro del inmortal
poeta, y que en incomparables
músicas han brotado de sus
labios, para dilatar sus luminosas
gamas por los espacios del hu
mano espíritu? ¡Eso sería casi
tan difícil como contar las estre-
39 B ibliot eca de México
lIas, por la mano de Dios espar
cidas en las inmensidades del
cielo; esas misteriosas estrellas
que vemos brillar en la pompa
nocturna, única capilla ardiente
digna de tan insigne muerto!
Francia, por su parte, merece
que le tributemos, ante el cadáver
de su divino hijo, un homenaje de
consideración y de amor: Francia
es la nación sagrada; Francia se
distingue de todas las demás na
ciones en que sus grandes movi
mientos no son movimientos
nacionales, sino movimientos hu
manos; Francia ha dado al mundo
las tablas de la nueva ley desde el
más alto, desde el más fulgurante
Sinaí que han visto los siglos;
Francia ha sido el Cristo armado,
el Mesías redentor de todos los
pueblos oprimidos, el caballero
andante de la libertad humana;
Francia, en fin , es la suprema re
presentación de la raza latina.
Pero, en realidad , estoy ha
blando estérilmente; apoyar una
proposición conducente a que
hagamos una manifestación de
dolor por el fallecimiento de Victor
Hugo, es fatiga inútil ; es más,
acaso; es, quizá, infligir una ofen
sa a esta ilustrada Cámara. Para
conseguir el objeto, basta la sim
ple moción.
Señores diputados: itomemos
nuestra parte en este inmenso
luto de la humanidad; hagamos
nuestro deber en la fúnebre con
sagración del semidiós de la ra
za latina!
Saltó de la cama. Tentaleando, volcó el vaso sobre
la mesilla y sintió caer, en la oscuridad, el hilo de
agua.
Nurica pudo hallar la pantufla del pie derecho (o
del izquierdo).
Cón una pantufla en un pie y un zapato en el
otro, el espacio ofrece una cuarta dimensión. A tra
vés de esta dimensión , dio con la cabeza en la luna
del armario y todavía tropezó tres veces antes de
alcanzar el tirante de la persiana.
Pleno día, de luz amarilla y grosera. Rechinaban
las golondrinas. Frente a la ventana -nueva geórgi
ca- la acacia casada con el farol , suma del paisaje
madrileño.
En el grífo de la fría , no había agua; y en el de la
calíente, helada. Allí se dejó el torpor del sueño,
aligerados los párpados y la nuca.
La hora del desayuno no tiene sorpresas. Y el pe
riódico de la mañana es un amigo bilioso, solterón.
¡Solterón!
La palabra se le quedó en el hueco del alma, y
estaba timbreando todavía cuando se asomó a la
ventana, para consultar la hora -en las nubes!
Poco a poco, su ánimo empezó a brillar como un
espejo sin vaho. Las golondrinas venían casi a rayar
su frente. Llameaban, a lo largo de la calle, en los
terrenos sin construir, tres amapolas espontáneas,
casi intrusas. Y después, el campo desaparecía en el
mar del aire. La luz matinal reverberaba.
... y la conciencia del día aciago, solitario, mien
tras la casa se gasta de desuso, el desorden irrumpe
por entre las cosas domésticas, diezma los ejércitos
de la cocina y confunde las reservas de arcas y
armarios .. .
• Alfonso Reyes. La ca.\O del grillo. colecc ión ··Lunes'·. Méx ico. D. F. . 1945. 48 pp.
ALFONSO REYES*
(1889-1959)
MARTES
Cuando vino /a maiiana que quería alborear,
salto diera de /a cama, que parece un gavilán .
Un día amanecen todas las corbatas raídas, tras
pillado el gabán, y desvencijado el si llón; y a un
mismo tiempo, hay que reponer los pequeños uten
silios de vestir, comer y dormir, faltos todos de pro
videncia. Así sucumbe todo, sin la restauración
incesante del hilván, remiendo y zurcido, meneste
res de esposa, de santa y de araña.
y grito de pronto, amenazando a la calle con el
puño cerrado:
- ¿ Yo vivir solo? ¿Yo no tener a quien decir:
"Cósanme este botón"?
Y, a los pocos meses , se casaba.
~LFONSO R E Y E~
LA CASA
DEL GRILLO V/fi¡ETAS DE
ALBERTO BELTRAJv
COLECCION "LUNES" 5
MEXICO . O . P .
J!liS
40 Biblioteca de México
JULIO TORRI*
(1889-1970)
LAS BARRIADAS
En los barrios bajos vive el pue- se, allá en su interior, de estas
blo, donde reside lo que consti- buenas gentes que sanamente
tuye la fisonomía y carácter pe- se injurian y abofetean por cau
culiar de cualquier agrupación sas baladíes.
humana. El visitante extranjero Hoy en la Plaza de Mixcalco,
la semana próxima en la de Tala
vera, luego en la Ramita y des
pués en Santa Julia, a todos los
des de los estados. Son como
prolongaciones, en plena metró
poli, de la vida provinciana . A los
ojos del observador menos aten
to se revela este aspecto de la
barriada. Las casas son sólo de
un piso; por la calle mal empe
drada nunca pasan automóviles .
que no vaya a los arrabales, co
nocerá la ciudad de México, pe
ro nada sabrá de lo que el pue
blo de la capital de la República
tiene de pintoresco.
barrios les llega el turno de su ni simones; los chicuelos juegan
feria. No carece de atractivos . en mitad del arroyo; las gentes
Es preciso aventurarse por las
Gallejas del rumbo de San Anto
nio Tomatlán , a la hora del me
diodía, o pasear por el barrio de
la Merced, para enterarse de có~
mo viven nuestras clases infe
riores. Creeréis hallaros en algu
na ciudad de Oriente: bajo los
cálidos rayos del sol discurre
una abigarrada muchedumbre
en el más lastimoso estado de
miseria y desaseo. El olor nau
seabundo de sus comidas os
hará huir más que de prisa . De
pronto, la gente se arremolina en
torno de dos valentones que se
acuchillan , o de dos mujerzuelas
que se desgreñan. Es una de
tantas riñas de mercado. Las pa
labras injuriosas o zumbonas,
llenas siempre de agudeza, se
cambian ' entre los camorristas,
entre los mirones que en apre
tado círculo se divierten a costa
ajena . Las pendencias de las
mujeres son particularmente
graciosas. El osado transeúnte
no puede menos de sorprender-
Julio Torri , El ladrón de ataúdes, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, 72 pp.
una visita a la miserable feria de
arrabal. La plazoleta irregular se
anima con el gentío que pulula
entre las tiendas de lona. La no
che está próxima y las lampa
rillas de petróleo, con su luz
vacilante y roja, iluminan brutal
mente las caras atezadas de los
pilluelos, los rimeros de naranjas
y dátiles, las ollas relucientes de
barro. En un extremo de la pla
zuela se distingue la negra silue
ta de un edificio del tiempo del
los virreyes; las sombras han bo
rrado piadosamente la lepra de
la fachada, embadurnada de cal
en menguada hora; y las gracio
sas proporciones de la fábrica
colonial regalo son de la vista .
Los vendedores vocean ale
gremente sus mercaderías; y do
minando sus gritos estridentes,
un organillo vierte, desde una
esquina próxima, su melancólica
música. Oíd : es un aire popular,
la A de lita , la canción que evoca
el camino polvoriento por donde
van al trote los indios cargados
con sus huacales.
Algunos barrios tienen la se
renidad enervante de las ciuda-
viven en la cómoda sencillez de
costumbres de la aldea; en el
pesado silencio del villorrio se
destacan el ladrido de los pe
rros, un aire vulgar de opereta'
que tararea una mujer del pue
blo, las pisadas cada vez más
lejanas de un vagabundo.
La vecindad del campo acen
túa la intervención de la natura
leza en el paisaje. ¿Habéis expe
rimentado alguna vez en las bulli
ciosas calles de Plateros el me
lancólico influjo del crepúsculo?
Seguramente que no; así como
tampoco paráis mientes, a diario,
en las infinitas variaciones que
tiene a ciertas horas nuestro es
pléndido cielo de altiplanicie. En
cambio el que vive en los barrios,
aun cuando carezca del gusto por
la naturaleza, sentirá que ésta le
penetra su vida, con las matinales
sinfonías en rosa y perla, del am
biente; con el sedante añil del
cielo, en el mediodía; con la gran
riqueza de tonalidades y finos ma
tices, en la puesta del sol.
En los barrios se vive aún,
desde cierto punto de vista , en
plena Edad Media . Hay aspec-
tos en la vida de las clases ile
tradas que tienen la esponta
neidad y la ingenuidad de los
tiempos medios.
Todos recordamos los recien
tes milagros, que inusitadamen
te en nuestra época, obraba una
imagen que se venera en la igle
sia de la Candelaria de los Pa
tos. La prensa diaria nos enteró
de que en torno a la capilla los
devotos formaban compacta
muchedumbre. En las calles ad
yacentes se instalaron los pues
tos de frutas, refrescos , etc., y
los vendedores ambulantes se
entregaron a un activo comercio.
y a no ser por la intervención de
las autoridades municipales, hu
biéramos asistido a la formación
de una leyenda piadosa.
Yo he visto vender romances
impresos en pliegos sueltos;
quien en tanta castiza ocupación
se entretenía cantaba ante nu
meroso concurso sus canciones.
Tenían éstas por asunto el des
carrilamiento de Maltrata, la de-
sesperación del infeliz que se
arrojó desde una torre de Cate
dral, el incendio del Palacio de
Hierro o La Colmena; o bien eran
de carácter puramente lírico (La
Valentina, La Juanita , etc.). Un
amigo mío ha sorprendido en los
barrios de esta ciudad nada me
nos que una versión del bellísimo
romance de Gerineldos, que se
canta no sólo en la Península
nó vivamente la sensibilidad
popular, y que comenzaban de
esta manera: "El día nueve de
febrero / Todo el mundo se es
tremece; / Porque comienza el
gran crimen / De mil novecientos
trece .. . " En general , el coplero del vul
go trata únicamente de sucesos
recientes. Algunas veces la vena
regocijada de nuestro pueblo
Ibérica, sino también en el Brasil , aparece rebosante de ingenio y
las Islas Azores, y entre los ju- donosura , a todo propósito. Aun
díos españoles de Levante. Las los cantarcillos de pedir limosna
barriadas reservan aún muchas (que tienen el ilustre abolengo
sorpresas a los folkloristas. Y de las cantigas de ciegos y es-
Manuel M. Ponce ha mostrado
entre nosotros, con sus merití
simas canciones, serenatas y
rapsodias, todo el partido que se
puede sacar de la música po
pular mexicana.
El pueblo tiene sus poetas, las
más veces un ciego que tañe la
vihuela y canta sus coplas con
endeble voz. He oído algunas re
lativas al asesinato del Presiden
te Madero, suceso que impresio-
colares, del Arcipreste de Hita)
abundan en rasgos chistosos y
bufonadas. El buen humor de la
pobretería es patente así como
la generosa interpretación de la
vida, el sano optimismo, que
constituyen la filosofía del pue
blo, y que tienen en la novela pi
caresca española, y en sus deri
vaciones mexicanas del Peri
quillo, su más acabada expre
sión artística.
ESTAMPA ANTIGUA
No cantaré tus costados, pálidos y divinos que
descubres con elegancia; ni ese seno que en los
azares del amor se liberta de los velos tenues; ni
los ojos, grises o zarcos, que entornas, púdicos;
sino el enlazar tu brazo al mío, por la calle, cuan
do los astros en el barrio nos miran con picardía, a
ti linda ramera, ya mí, viejo libertino.
42 Biblioteca de Méx ico
JAIME SABINES*
(1926-1999)
MAL TIEMPO
Animales simultáneos, los poetas , decentes o in , se Tú sólo mirarás las llamas, el resplandor instan-
reúnen gráficamente en las exposiciones del siglo. táneo de este fuego perpetuo que soy yo.
En el camino de las tentaciones siempre estará
presente tu imagen, desamada mía.
Yo soy sólo un investigador de la noche.
Cuando te beso allí es que estoy buscando, sin
darme cuenta, el refugio de la humedad primera, de
la ciega, tibia, infinita célula derramada, crecida.
En la insistencia de la muerte he visto el mismo
cuestionario tonto, la misma vieja preocupación de
los aspirantes: para las moscas encerradas en un
frasco es muy difícil ingresar a la vida.
¿Que voy a morir pronto? Lo sé. Siempre será
demasiado pronto. Por eso duermo poco, quiero
estar despierto a todas horas , morir con los ojos
abiertos para mirar un poco más.
En el final fue el verbo. En el principio fue el en
tendimiento armonioso, el silencioso amor.
* Jaime Sabines. Nuevo recuento de poemas. Joaquín Morti z. Méx ico. 1977.
296 pp.
*
Ahora me pongo lentes para escribir. Es el 3 de
Enero de 1970. Próximamente cumpliré 44 años.
Desde hace dos o tres meses digo: ¿Llegaré a fin
de semana? No creo que tenga cáncer ni ninguna
otra enfermedad incurable, pero siento que de un
momento a otro me voy a desplomar. ¡ Veo morir la
gente tan fácilmente!
Por lo general no tengo miedo, pero a veces , en
la madrugada, hay una eternidad de pesadillas , me
alejo de mi cuerpo, estoy al acecho, espero el
¡basta ! definitivo. Y me tengo lástima: ¡es tan her
moso todo! , ¡ amo tanto!
¡Qué remedio! Por todos lados veo venir mi ca
dáver, pero se desvanece constantemente. No habrá
más que esperar, sentado a la puerta de mi casa ...
43 Biblioteca de México
ERNESTO DE LA PEÑA
1927
FERNANDO DEL PASO EN SU REINO*
Las más hondas manifestaciones
de la novelística nos han acos
tumbrado a que el cosmos en su
totalidad puede estar comprendi
do en un texto. Una teoría herma
na afirma que todos los hechos
de la cultura y de la vida están
interrelacionados y que, por con
siguiente, tienen efecto unos en
los otros y en cierta medida se
determinan recíprocamente. El
tañido de una diminuta campana
en un sótano ultima a un manda
rín lejano.
Las obras de la imaginación
ocupan un lugar de privilegio
comparable al del propio creador
universal , ya que cada artista
(sobre todo el escritor, porque la
• Discurso en el ingreso del escritor Fernando del Paso a la Academia Mexicana de la Lengua.
literatura es el arte de mayor es
pecificidad e intencionalidad
más explícita) ordena, articula ,
combina y omite a su arbitrio
datos y pormenores que convie
nen o no a la estructuración de
su texto. Obras como Genji Mo
nogatari, Gargantua et Panta
gruel, El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha, Tristram
Shandy, La guerra y la paz, A la
recherche du temps perdu,
Horcynus Orca o Ulysses, para
citar sólo algunos casos emble
máticos, son galaxias plurimem
bres que acuñan las reglas gra
vitatorias, el magnetismo y las
normas de interrelación de sus
unidades constitutivas. Y así co
mo en el universo físico existe
un grado determinado de azar
que contribuye a la labilidad de
44 Biblioteca de México
cualquier sistema físico, en las
novelas totalizadoras también
suele colarse algo imprevisto
como principio de incertidumbre.
De otra manera se caería en un
esquematismo seco y muy ex
traño a nuestra condición huma
na. El propio cosmos físico ado
lece de imprecisiones y está so
metido a un proceso repetitivo
de expansión y disolución. Cier
ta vieja cosmogonía oriental afir
ma que la totalidad del cosmos
viajará a la nada (la Mahapra
laya) aunque a esta extinción ha
de seguir, quizás, una restitu
ción . El arte, eco transformador,
creador de la realidad , terminará
su vigencia cuando mueran los
hombres.
Fernando del Paso se yergue
en su obra , tras la cual induda-
blemente estuvieron las pregun- Paso la agudeza literaria que dis
tas más dolorosas: ¿para qué pone a su arbitrio de un lenguaje
escribir? ¿qué sentido tienen la sin término y la vocación artística
creación, la fabulación? ¿es sufi- . integral de convertir su vehículo
ciente dejar un indicio, afincar un de expresión, el propio lenguaje,
testimonio, para intervenir creati- en el conducto privilegiado para
vamente en el curso del deve- decir el mundo, para expresar y
nir? Arte, filosofía, ciencia , reli- analizar la vida. Por el ámbito (el
gión, responden de manera afir- hambre ecuménica que sabe
magna extensión en que se ma
nifiesta, está la voluntad de for
ma y la visión clara de una es- .
tructura novelística de muy diver
sos niveles imbricados unos en
los otros, donde la tenuidad de la
subordinación hace pensar en un
denodado prurito de hacer que el
lector contribuya mediante sus mativa porque tienen la certi- descubrir lo cósmico en lo míni- . preferencias a establecer una
dumbre muy válida de que sU mo), esas tres novelas de Del Pa- gradación. El texto, terso, a me-respuesta a la interrogante es in
dudablemente, si no definitiva y
perenne, la huella indeleble que
so están empeñadas en la misma
Ud . Encuentro en ellas, en estre
cha similitud con las obras que
nudo luminoso y siempre de in
sólita efectividad , tiene la apa
riencia de una superficie homó-el hombre deja de su paso por la cité · al principio, un propósito re- loga sin ninguna solución de con
vida. Es, de manera contradic- suelto de abarcar la totalidad sin tinuidad. No conozco otro caso
toria y paradójica, el instante de reducirla , sino al contrario , recon- en la literatura mexicana en que
eternidad que tiene todo lo efí- figurándola en tres parajes en las diferentes lecturas de un mero. La obra de Fernando del
Paso es una demostración irre
futable de este aserto. Lo es por
su proyección, el uso del lengua
je y el eco universal de la estruc
tura. Reflexivo, responsable de
que coexisten, inseparables, el
ser y el decir.
. Una de las virtudes que más
aprecio en este escritor impar es
la morosidad, la falta de prisa , el
empleo inteligente, pertinente
su creación , no se ha prodigado del tiempo para no dejar un solo
valiéndose exclusivamente de . cabo suelto en el desarrollo de
las grandes luces de su ima- tramas · peculiarmente comple
ginación y de su envidiable do- jaso En esos tres poemas en
minio de la lengua. Como las prosa no sé qué admirar más si
constelaciones, ha trabajado sin el maridaje cabal de situación ,
prisa, pero sin pausa . personaje y entorno o el lujo in-
Tres obras fundamentales for- terminable de un español sin
man la parte medular del opu- cortapisas. El lenguaje de Del
lento reino de Fernando del Pa
so: José Trigo, Palinuro de Mé
xico y Noticias del Imperio. Tres
novelas encomiablemente ambi
ciosas que contienen, cada una a
su manera, y en su propia cir
cunstancia, una visión totaliza
dora de la realidad real y de la
realidad ficcional. Y debo decir,
de una vez por todas, que lo ad
mirable, lo envidiable de la crea
ción de Del Paso se nutre por
igual de todas las disciplinas en
que ha incursionado siguiendo su
omnívora curiosidad, su interés
siempre despierto por el ser y el
hacer del hombre. En muy pocos
casos de las letras coexisten con
tal intensidad como en el de Del
Paso otorga carta de ciudadanía
a todos los matices y niveles de
nuestra lengua, creando un es
pacio sagrado donde resuenan
por igual , con sus propios a·rmó
nicos, los tecnicismos ferrovia
rios, los cultismos científicos de
la medicina, las quejumbres pa
sionales, los denuestos, las re
clamaciones amorosas y la ex
presiva jerigonza con que nos
comunicamos cotidianamente ,
para no mencionar el inderrota
ble lirismo de la locura de amor.
Suena, pues, casi a lugar co
mún decir. que el verdadero hé
roedee~astresobrns cumbffis
es el idioma. Pero hay que aña
dir que detrás de él, en toda la
45 Biblioteca de México
mismo pasaje se puedan justi
ficar con mayor rotundidad .
Pero esta hazaña indisputa~
ble, que para el texto literario
colma las medidas, no se de
tiene en su propia valía: en el
fondo de su primera novela ,
José Trigo , ambientada delibe
radamente en un medio paupé
rrimo de recursos y de relieve
social , Del Paso sitúa tal vez la
disquisición más grave en torno
al ser humano. El personaje
epónimo es objeto de dudas
radicales porque aluden a la
hondura del ser ¿cuál es su fiso
nomía verdadera? ¿puedo tener
la certidumbre de conocer y
haber tratado a José Trigo? En
una palabra: se nos plantea uno
de los problemas más viejos de
la filosofía : el de la certidumbre
del conocimiento, el problema
gnoseológico fundamental : los
datos de los sentidos, las coin
cidencias, el consenso con los
demás, todos los puntos de apo
yo que abonan una certidumbre
determinada pueden resquebra
jarse (y suelen hacerlo) ante
cualquier pregunta que ponga
en crisis los fundamentos de mis
o tus asertos. Un kantiano diría,
en contra de cualquier opti~
mismo, que el noúmeno se yer
gue impertérrito en su reino ,
solapado por el fenómeno.
y si es verdad , como se ha
afirmado, que la novela es la
epopeya moderna, el final de Jo
sé Trigo es un colosal contra
punto épico entre el personaje
epónimo y Luciano, y esta suer
te de contradiálogo silencioso
nos sacude al escuchar el canto
antifonal que entonan vencedo
res y vencidos, vivos y muertos,
unidos por el previsible final que
la vida nos depara a todos. Y
paralelamente nos duele la acer
ba verdad social del relato.
Pero por encima de estas pro
yecciones, los personajes de Del
Paso viven su vida pluralmente,
con la pluralidad que les da una
urdimbre textual que con minu-
mes diversos que dan color y
sentido a este individuo que,
pese a ser el epónimo del texto,
disputa con el iluminado Luciano
el primer lugar. Debería decirse
que es una novela con protago
nista desplazado. A pesar de
que. sus acciones son menudí
simas y que las de Luciano pro
ducen resultados especta
culares en su medio, la novela
recibe el nombre del desfavore
cido como para indicarnos que la
casi microscópica estatura de
José Trigo reclama sus dere
chos artísticos, fundamentados
en la concepción filosófica y las
exigencias de la urdimbre ma
gistral de la novela. José Trigo y
el carismático Luciano, el indi
viduo sin palabras y el que las
emplea vocacionalmente ante
mente la información y las viven
cias. Colosal poema del conoci
miento, pero del éonocimiento
científico, epistemológico, pare
ce basarse en la admonición de
Píndaro:
iAlma mía! iNo te apresures a la
vida inmortal agota
antes todo lo factible!
Estudiantes como Palinuro y
muchachas como Estefanía, la
propia equívoca duplicidad del
personaje que da nombre a la
novela, las argumentaciones, los
ergotismos, las digresiones y va
riantes, en una palabra, toda la
sal y pimienta que forman la pul
pa de la conversación vivaz de
una cotidianidad novelesca apa
recen magistralmente tratados
cia los va poniendo en contacto, los demás son, ni más ni menos, en las reflexiones y los ires y ve
próximo o distante, con la rea- dos destinos humanos que se nires de estos individuos. Y no
lidad total , con el mundo his- entrecruzan. Pero José Trigo so- es menor la sapidez de un in
tórico en que se mueven al lado mos nosotros, todos los hom- cesto abrazado con un fervor
de los demás seres humanos bres de este malhadado mundo comparable al de El hombre sin
con quienes se interrelacionan
en el decurso de los tiempos, las
generaciones y el azar, a través
de las sigilosas asechanzas de
la circunstancia y de la herencia.
José Trigo, en la poética de
Fernando del Paso, es el gran
poema del conocer, la esplen
dorosa hazaña gnoseológica: to
dos los individuos, pese a su
rotundidad inmediata, engaño
sa, pueden suscitar razonables
dudas en torno a su .sustancia.
Más que nada inquietan al lector
atento bajo cuyos pies el suelo
parece movedizo pues los per
sonajes se escapan por los pun
tos de fuga de un texto admi-
sublunar:
y nosotros que éramos José Tri
go, nosotros estábamos allí , en el
atrio del templo de Santiago y
vimos acercarse a los hombres,
vimos las antorchas, vimos las
banderas rojinegras y fuimos un
hombre bañado por la luz: así nos
vieron , así nos viste tú, tú que
tenías mil caras también bañadas
por la luz de las antorchas, y así
nos vimos nosotros, reflejados
dos veces en tus ojos y mil veces
despedazados en los cristales de
sudor que cubrían tu piel , la piel
de una y de otra cara
atributos. Junto a los pormeno
res que dan un tinte capitalino a
la novela, en el mismo ámbito
resuena un aliento universal , co
mo si se nos dijera tácitamente
que, por momentos, ese México
es Kakania , pero de modo per
manente es el mundo entero.
No hay que perder de vista
que, a pesar de la realidad uni
versal anterior, Fernando del
Paso hace novelas que trans
curren o que tienen vínculos pro
fundos con la Ciudad de México
y que el interés de la acción y el
medio en que se desenvuelven
tienen prioridad. Por esta razón,
las tres obras que estoy consi-
rabie. Para consolidar la audacia derando nos dan noticias pun
del trazo, José Trigo se va de- Palinuro de México, suma de sa- tuales de la pluralidad de sitios y
lineando ante nuestros ojos por beres y sabidurías, entreteje los lugares que recorren los perso-
la pluralidad mínima de sus ac- datos de una erudición pasmosa najes y nos sumergen en la inte
rioridad de hombres que viven y ciones mínimas. Todas y cada
una de ellas son objeto de co
mentarios, de glosas, de chis-
con las andanzas de un indivi-
duo, o varios, que están dis- sufren sus pasiones ante noso
puestos a agotar simultánea- tros. Esta doble capacidad es,
46 Biblioteca de Méx ic o
tal vez, el factor fundamental de
la grandeza de este escritor. Y si
bien la vocación médica de los
personajes de Palinuro de Méxi
co nació y creció en la vieja
Facultad de Medicina, en la "ca
sa chata", en ella podemos oír
ecos de la escuela hipocrática,
de las hipótesis y teorías de Sa
lerno, algunos postulados cientí -
ficos de Montpellier y, al mismo
tiempo, los hallazgos de una po
liclínica contemporánea.
El verdadero triunfo, sin embargo,
estaba siempre a la misma dis
tancia y para alcanzarlo, y como
todo caballero camino al paraiso,
como toda alma musulmana que
se dirige a la cima de la montaña
del Jacinto, como todo espíritu
hebreo que se encamina al Mi
draskh Konen , Palinuro supo que
debería primero triunfar en todas
las pruebas que le prescribiera la
providencia después de contestar
al llamado al héroe y de recono
cer el disfraz, miserable del por
tador del destino, que bien po
dría, por ejemplo, aparecer con la
forma de una ranita de tela sinté
tica que diera saltos sinópticos
mientras cantaba: iCro-Cro, Cro
Cro-Crolán!
Fernando del Paso
En Noticias del Imperio, Del
Paso dice, Carlota está condena
da irremediablemente porque co
metió el único delito imperdona
ble para el ser humano: vivir den
tro de la insania de sus propios
sueños, tramar con ellos la ur
dimbre de sus días y relegar
tiempo y espacio al desván de
las cosas inútiles: sólo existe el
presente eterno en que se mez
clan predicciones y memorias,
intuiciones superiores al conoci -
miento y visiones que no necesi
tan justificación fáctica . Senten-
la emperatriz de México no bus
ca redención alguna porque la
lleva en sí misma.
Porque ni el dia ni la noche se in
ventaron para los sueños. Ni las
luces del amanecer pueden con
tarnos cómo nacen los sueños de
sus cenizas, ni la penumbra del
ocaso cómo los sueños se con
sumen en llamas. Porque por los
sueños no pasa el tiempo, no se
inventaron para ellos ni el sol ni
las estrellas y ni los granos de oro
de los relojes de arena pueden
contarnos cómo se desmoronan
los sueños para hacerse sueños
de nuevo, ni las lágrimas lentas
de las clepsidras pueden decirnos
cómo se ahogan los sueños en su
propio llanto, en su propia risa, en
su locura y su lucidez, en sus pro
pios sueños como en las sombras
y el resplandor de una noche y un
mediodia sin fin y sin principio que
danzan y se aman y se confunden
para celebrar las bodas eternas
de la luz y las tinieblas.
ciada como Segismundo al pe - Este tercer poema, el de la cer
renne crepúsculo de su fantasía , tidumbre de la verdad más pro-
47 Biblioteca de México
funda , la de nuestra insania, la
de nuestra contingencia, nos de -
ja sin respuesta porque no he
mos franqueado el umbral de
cierta cordura tranquilizadora .
La inveterada enemistad que se
para a la pasión y el conocimien
to no puede atemperarse me
diante la simple voluntad . Car
lota de México pagó con su pro
pia vida haber vislumbrado, uni
dos de nuevo, los dos hemisfe
rios de nuestra condición huma
na. Valdría la pena preguntarse
si el panorama que descubrió
compensa el tributo, el sacrificio
de la satisfacción cotidiana y la
armonía superficial de lo social -
mente conveniente. Tengo para
mí que esta mujer eligió el mejor
partido en una causa perdida de
antemano.
Proclamemos, pues, nuestra
entusiasta gratitud a Fernando
del Paso por habernos descu
bierto estas certidumbres y ha
bernos instilado una duda que no
vacila en afirmar su coherencia.
¡Muchas gracias, Fernando,
y bienvenido a casal
MARCO ANTONIO MONTES DE OcAIr
(1932-2009)
LECTURA DE HENRI MICHAUX
Invento cebras de difícil ejecución. La receta posee
aspectos de magia, pero en sí misma no encierra
problemas avasalladores: se toma un poco de ce
bolla, una pizca de sal; se agrega un caballo blanco
y mis huellas digitales -ya crecidas- que al im
primirse sobre el caballo blanco consuman el pro
digio con maestría infalible: las huellas crecidas se
adhieren al nuevo cuadrúpedo y ya tenemos ante la
vista una verdadera cebra. Por otra parte los muer
tos que maté al morir aman mis huellas digitales
pero las ceden para cumplir la maravilla antes des
crita por la gracia de atávicos poderíos infusos. No
hablaré esta vez de mis edificios de jirafas preña
das que también los muertos admiran con fervor
candente. Dejo de lado mis rascac ielos de pegasos
ya que dulces muertos que nadie siembra, los aman
todavía, aunque sean mirados con venenoso rec~lo .
i Pobres muertos! Les llevan flores pero ellos
permanecen horizontales y por lo demás bastante
activos en la circunscripción adorable de su inagia
portentosa. De todos modos ahí están los difun
titos, pálidos y podridos pero felices porque sus
rostros aún no les han estallado. Los vivos que se
atan en parejas bajan al pueblo con la piel dorada y
con musgo en las uñas; siempre dueños de sí, sim
plones y perdidos en asuntos estúpidos que los
retienen por modo indecible. Algunos muertos van
a la iglesia con la mitad de sus facciones en la nuca.
Ustedes saben : un ojo adelante, otro atrás, como si
al no mirar su retaguardia el pasado se esfumara, el
persistente pasado que gotea lámparas para que
nadie resbale en su travesía por el desfiladero de la
• Marco Anton io Montes de Oca. VII truello 1II1 resplandor y ILlego nada.
VerdehaJago, UAM, UAP, México. 2002. 146 PP
experiencia. Sin embargo algunos muertos triunfan
al tejer sus cabe lleras como pabellones bélicos.
Siempre ocupan la vanguardia contra los muertos
enemigos. En caso de morir de nuevo, desaparecen
al instante. Cuando los muertos guerrean -se me
olvidaba recordarlo- lo hacen en cami lla. Entonces
el grupo golpea, como un persistente pleamar bos
coso, bajo el mando de un mariscal ahorcado.
Henri Michaux
48 Biblioteca de México
JOSÉ ASUNCiÓN SILVA * (1865-1896)
LA PROTESTA DE LA MUSA
En el cuarto sencillo y triste, cerca de la mesa cubierta de hojas escritas, la sien apoyada en la mano, la mirada fija en las páginas frescas, el poeta satírico leía su libro, el libro en que había trabajado por meses enteros.
La oscuridad del aposento se iluminó de una luz diáfana de madrugada de mayo; flotaron en el aire olores de primavera, y la Musa, sonriente, blanca y grácil, surgió y se apoyó en la mesa tosca, y paseó los ojos claros, en que se reflejaba la inmensidad de los cielos, por sobre las hojas recién impresas del libro abierto.
-¿Qué has escrito? .. -le dijo. El poeta calló silencioso, trató
de evitar aquella mirada, que ya no se fijaba en las hojas del libro, sino en sus ojos fatigados y turbios . ..
-Yo he hecho -contestó, y la voz le temblaba como la de un niño asustado y sorprendido-, he hecho un libro de sátiras, un libro
* José Asunción Silva, Poemas y prosas, Editorial Norma, Bogotá, Colombia, 1990, 116 Y 118 pp.
de burlas.. . en que he mostrado las vilezas y los errores, las miserias y las debilidades, las faltas y los ' vicios de los hombres. Tú no estabas aquí... No he sentido tu voz al escribirlos, y me han inspirado el genio del odio y el genio del ridículo, y ambos me han dado flechas , que me he divertido en clavar en las almas y en los cuerpos, y es divertido ... Musa, tú eres seria y no comprendes estas diversiones; tú nunca te ríes; mira, las flechas al clavarse herían y los heridos haCÍan muecas risibles y contracciones dolorosas ; he desnudado las almas y las he exhibido en su fealdad, he mostrado los ridículos ocultos, he abierto las heridas cerradas; esas monedas que ves sobre la mesa, esos escudos brillantes son el fruto de mi trabajo, y me he reído al hacer reír a los hombres, al ver que los hombres se ríen los unos de los otros. Musa, ríe conmigo ... La vida es alegre.
y el poeta satírico se reía al decir esas frases, a tiempo que
49 Bibliote ca d e México
una tristeza grave contraía los labios rosados y velaba los ojos profundos de la Musa ...
-jOh profanación! - murmuró ésta, paseando una mirada de lástima por el libro impreso y viendo el oro-; joh profanación! , ¿y para clavar esas flechas has empleado las formas sagradas, los versos que cantan y que ríen, los aleteos ágiles de las rimas, las músicas fascinadoras del ritmo? ... La vida es grave, el verso es noble, el arte es sagrado. Yo conozco tu obra. En vez de las pedrerías brillantes,
José Asunción Silva, a los 4 ai'los
José Asunción Silva
de los zafi ros y de los ópalos, de los esmaltes policromos y de los camafeos delicados, de las filigranas áureas, en vez de los encajes que parecen tejidos por las hadas, y de los collares de perlas pálidas que llevan los cofres de los poetas, has removido cieno y fango donde hay reptiles, reptiles de los que yo odio. Yo soy arrilga de los pájaros, de los seres alados que cruzan el cielo entre la luz, y los inspiro cuando en las noches cIaras de julio dan serenatas a las estrellas desde las enramadas sombrías; pero odio a las serpientes y a los reptiles que nacen en los pantanos. Yo inspiro los idilios verdes, como los campos florecidos, y las elegías negras, como los paños fúnebres, donde caen las lágrimas de los cirios ... , pero no te he inspirado. ¿Por qué te ríes? ¿Por qué has convertido tus insultos en obra de arte? Tú podrías haber cantado la vida, el rril sterio profundo de la vida; la inquietud de los hombres cuando piensan en la muerte; las conquistas de hoy; la lucha de los buenos; los elementos domesticados por el hombre; el hierro, blando bajo su mano; el rayo, convertido en su esclavo; las locomotoras, vivas y audaces que riegan en el aire penachos de humo; el telégrafo, que suprime las distancias; el hi lo por donde pasan las vibraciones rrilsteriosas de la idea. ¿Por qué
has visto las manchas de tus hermanos? ¡Por qué has contado sus debilidades? ¿Por qué te has entretenido en clavar esa flechas, en herirlos, en agitar ese cieno, cuando la misión del poeta es besar las heridas y besar a los infe lices en la frente, y dulcificar la vida con sus cantos, y abrirles, a los que yerran', abrirles amplias, las puertas de la Virtud y del Amor? ¿Por qué has seguido los consejos del odio? ¿Por qué has reducido tus ideas a la forma sagrada del verso, cuando los versos están hechos para cantar la bondad y el perdón, la belleza de las mujeres y el valor de los hombres? Y no me creas tírrilda. Yo he sido también la Musa inspiradora de las
estrofas que azotan como látigos y de las estrofas que queman como hierros candentes; yo soy la musa Indignación que les dictó sus versos a Juvenal y al Dante; yo inspiro a los Tirteos eternos; yo le enseñé a Hugo a dar a los alejandrinos de los Castigos c1arineos estridentes de trompetas y truenos de descargas que humean; yo canto las luchas de los pueblos, las caídas de los tiranos, las grandezas de los hombres libres ... pero no conozco los insultos ni el odio. Yo arrancaba los carte lones, que f ij aban manos desconocidas en el pedestal de la estatua de Pasquino. Quede ahí tu obra de insultos y de desprecios,
50 Biblioteca de México
que no fue dictada por mí. Sigue profanando los versos sagrados y conviértelos en fl echas que hieran, en repti les que envenenen, en Inris que encarnezcan, remueve el fango de la envidia, recoge cieno y arrójalo a lo alto, a riesgo de mancharte, tú que podrías llevar una aureola si cantaras lo sublime, acti va las envidias dormidas. Yo voy a buscar a los poetas, a los enamorados del arte y de la vida, de las Venus de mármol que sonríen en el fondo de los bosques oscuros, y de las Venus de carne que sonríen en las alcobas perfumadas; de los cantos y de las músicas de la naturaleza, de los besos suaves y de las luchas ásperas; de las sederías mult icolores y de las espadas severas; jamás me sentirás cerca para dictarte una estrofa. Quédate ahí con tu Genio de l odio y con tu Genio del rid ícul o.
y la Musa gráci l y blanca, la Musa de labios rosados, en cuyos ojos se reflejaba la inmensidad de los cielos, desapareció del aposento, llevándose con ell a la luz diáfana de la alborada de Mayo y los olores de pri mavera, y el poeta quedó solo, cerca de la mesa cubierta de hojas escritas, paseó una rrilrada de desencanto por el montón de oro y por las pág inas de su libro satírico, y con la frente apoyada en las manos sollozó desesperadamente.
MACEDONIO FERNÁNDEZ*
(1874-1952)
CARTA A BORGES
esa calle por comodidad, quejáronse de que
se la mantenía tan oscura que escaseaba la
luz para su trabajo y se veían forzados a asal
tar de día, cuando debían descansar y dormir.
Querido Jorge Luis: De modo que la calle Coronda antes era ésa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es
Iré esta tarde y me quedaré a cenar si hay otra; creo que atiende al público de 10 a 4,
inconveniente y estamos con ganas de tra- seis horas. Lo más del tiempo lo pasa cruza
bajar. (Advertirás que las ganas de cenar las da de veredas en alguna de sus casas: quizá
tengo aun con inconveniente y sólo falta ase- anoche estaba metida en lo de Galíndez: ese
gurarme las otras). día le tocó a él vivir en la calle.
Tienes que disculparme no haber ido ano- Es por turnos Y éste es el de que yo me
che. Soy tan distraído que iba para allá y en el calle.
camino me acuerdo de que me había que
dado en casa. Estas distracciones frecuentes
son una vergüenza y me olvido de avergon
zarme también.
Estoy preocupado con la carta que ayer
concluí y estampillé para vos; como te en
contré antes de echarla al buzón tuve el atur
dimiento de romperle el sobre y ponértela en
el bolsillo: otra carta que por falta de dirección
se habrá extraviado. Muchas de mis cartas no
llegan, porque omito el sobre o las señas o el
texto. Esto me trae tan fastidiado que rogaría
que se viniera a leer mi correspondencia en
casa.
Su objeto es explicarte que si anoche vos y
Pérez Ruiz en busca de Galíndez no dieron
con la calle Coronda, debe ser, creo, porque la
han puesto presa para concluir con los asaltos
que en ella se distribuían de continuo. A un
español le robaron hasta la zeta, que tanto la
necesitan para pronunciar la ese y aun para toser. Además los asaltantes que prefieren
• Macedonio Fernández. Papeles de Macedonio Femández. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1967. 128 pp.
M.
, . ::(
¡}' . : PAPIL~S ~I ;1. .)-· MACEp ONIO; . '/ . I . • FERNAND. Z
l ( :
ÁNYELOS SIQUELIANÓS *
(1884-1951)
JOHN KEATS
En la ancha, luminosa, playa de Pilos yo pensaba
en que vendrías de compañero
en la alta nave de Mentor anclada ya muy tarde
en brazos de la arena.
Ligados con la amistad alada de los efebos,
que vuelan con los dioses,
iríamos a los asientos de piedra, que el tiempo
y el pueblo han vuelto lisos,
y veríamos al hombre que sobre su tercera estirpe
gobernaba sereno,
cuya palabra, en la vejez, hacía rebosar su corazón
de viejas y piadosas sentencias ...
En el sacrificio a los dioses de las novillas de tres años
nos hallaríamos, al alba,
y oiríamos el grito que alzaron las tres hijas
cuando el hacha chirrió,
los ojos de cejas negras, y de mirada lenta, de pronto
en la tiniebla ahogándolos,
con la pálida medialuna de los cuernos sin vida,
forrados de oro . ..
En tu virginal baño , como la hermana en un hermano,
mi amor pensó,
cuando desnudo te lavaría y con bella túnica
te vestiría Policasta.
Pensaba en despertarte, empujándote con el pie,
en cuanto despuntara el alba,
para no perder tiempo, puesto que uncido espera
el luminoso carro.
* Ocho poetas (griegos) del siglo xx, prólogo, introducción y traducción de Ramón Irigoyen, Mondadori . España, S. A .. 1989,280 pp.
52 Biblioteca de México
y todo el día, en silencio, o con palabras llanas,
que vienen y se van,
guiaríamos los caballos, que sacuden el yugo sin cesar
a un lado y a otro.
Pero más pensaba en cuando esos ojos
que tienes de ciervo
en el palacio de Menelao se olvidaría en el bronce
y en el oro radiante
y observarían firmes, hundiéndolos en el fondo
tenaz de la memoria,
los macizos ámbares, el nácar blanco o verdoso,
las historiadas platas.
Pensaba en cuando inclinándome al oído te diría muy bajo
con lenta voz:
Conserva tus ojos, querido, porque en breve aparecerá
ante nuestros ojos Helena,
frente a nosotros aparecerá la única hija del Cisne
en breve, aquí delante,
y entonces sí en el río del Olvido
hundiremos los párpados.
Te me apareciste así de esplendoroso; y ¡qué herbosos caminos
me llevaron a ti!
Las lIameantes rosas, que esparcí por tu tumba,
y Roma florece para ti,
me muestran tus aúreas canciones, como los cuerpos,
fuertes y armados,
que en tumba antigua recién descubierta miras intactos y apenas
[ vistos
se hunden perdidos-
y el precioso tesoro de Micenas, que pensaba
depositar ante ti ,
las copas, las espadas y las anchas diademas
y en tu belleza muerta
una máscara, como la que cubriera bajo tierra
al rey de los Aqueos,
toda de oro y arte, trabajada a martillo,
a la luz de la muerte.
53 Biblioteca d e México
VICENTE HUIDOBRO*
(1893-1948)
ALTAZOR
PREFACIO
Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hor
tensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón , de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros
de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer.
Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde cogí mi paracaídas y dije: "Entre una estrella y dos golondrinas." He aquí la muerte
que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos iris.
y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: "Si yo fuese dromedario no tendría
sed . ¿Qué hora es?" Bebió las gotas de rocío de mis cabellos , me lanzó tres miradas y media y
se alejó diciendo: "Adiós" , con su pañuelo soberbio.
Hacia las dos, aquel día , encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles.
Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia .
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora . De pronto , comenzaron a des
prenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente
infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como
un ombligo:
"Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.
"Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él ,
como los sellos en las tarjetas postales.
"Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días
que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.
"Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
"Después bebí un poco de coñac (a causa de la hidrografía).
"Después creé la boca y los labios de la boca , para aprisionar las sonrisas equívocas, y los
dientes de la boca , para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
"Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol , haciéndola aprender a
hablar ... , a ella, ella , la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente
acariciador."
Vicente Huidobro, Poesías. Selección y prólogo de Enrique Lihn . Casa de las Américas . La Habana, Cuba, 1968. 184 pp.
54 Biblioteca de México
Vicente Huidobro y amigas
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del
sepulcro abierto.
Podéis creerlo , la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos
sus imanes. Y esto te lo digo a ti , a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente,
como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las
casillas de mi tablero:
"Los verdaderos poemas son incendios . La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus
consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía .
"Se debe escribir con una lengua que no sea materna.
"Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
"Un poema es una cosa que será .
"Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
"Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
"Huye del sublime externo si no quieres morir aplastado por el viento.
55 Biblioteca de México
"Si yo hiciera al menos una locura por año, me volvería loco."
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último
suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
"Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de
donde corre la sangre de mi luz intacta?
"Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad .
"Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy
la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
"Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
"Digo siempre adiós, y me quedo.
"Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
'Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes
del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
"Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
"Ámame."
Me puse de rodillas en ese espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi para
caídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo: gracias y se alejó, sen-
tada sobre su rosa blanca.
y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso ... , qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah , soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con
claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como
a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profetas.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies
de la amada.
Aquel que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman , pues jamás
he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquel que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos , que son solamente
astrónomos activos.
Aquel que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas
y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos. Aquel que conoce los
almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él , el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaes
trados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrí
cola .
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas
flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de
una noche de trabajo continuo.
56 Biblioteca de México
Vicente Huidobro
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del desierto.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica
como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas, y de las abejas sin expe
riencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir, y dejamos el aire manchado de san
gre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu
miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración
en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada
entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta
que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas, que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravi-
lloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.
57 Bibliotec a de México
JORGE LUIS BORGES*
(1899-1986)
EL SUEÑO DE PEDRO HENRíQUEZ UREÑA
El sueño que Pedro Henríquez Ureña tuvo en el
alba de uno de los días de 1946 curiosamente no
constaba de imágenes sino de pausadas palabras. La
voz que las decía no era la suya pero se parecía a la
Pedro Henríquez Ureña
• Jorge Luis Borges, El oro de los ¡igres, Emecé Editores. S. A .. Bueno Aires. 1972. 172 pp.
suya. El tono, pese a las posibilidades patéticas que
el tema permitía, era impersonal y común. Durante
el sueño, que fue breve, Pedro sabía que estaba dur
miendo en su cuarto y que su mujer estaba a su lado.
En la obscuridad el sueño le dijo:
Hará unas cuantas noches, en una esquina de la
calle Córdoba, di scuti ste con Borges la invocación
del Anónimo Sevillano Oh Muerte, ven callada
como sueles venir en la saeta. Sospecharon que era
el eco deliberado de algún texto latino, ya que esas
traslaciones correspondían a los hábitos de una
época, del todo ajena a nuestro concepto del plagio,
sin duda menos literario que comercial. Lo que no
sospecharon, lo que no podían sospechar, es que el
diálogo era profético. Dentro de unas horas, te apre
surarás por el último andén de Constitución, para
dictar tu cIase en la Universidad de La Plata. Alcan
zarás el tren , pondrás la cartera en la red y te aco
modarás en tu asiento, junto a la ventanilla. Al
guien, cuyo nombre no sé pero cuya cara estoy
viendo, te dirigirá unas palabras. No le contestarás,
porque estarás muerto. Ya te habrás despedido
como siempre de tu mujer y de tus hijas. No re
cordarás este sueño porque tu olvido es necesario
para que se cumplan los hechos.
58 Biblioteca de México
LUIS CERNUDA * (1902-1963)
PANTERA Su esbelta negrura aterciopelada, ra está iluminada por la luz glau
que semeja no tener otro peso ca de los ojos, a los que asoma
sino el suficiente para oponerse al a veces el afán de rasgar y de
aire con resistencia autónoma, va triturar, idea única entre la masa
y viene monótomamente tras de mental de su aburrimiento. ¿Qué
los hierros, ante quienes seduci- poeta o qué demonio odió tanto
dos por tal hermosura maléfica . y tan bien la vulgaridad humana
allá se detienen a contemplarla. circundante?
La fuerza material se sutiliza ahí Y cuando aquel relámpago se
en gracia dominadora, y la volun- apaga, atenta entonces a otra
tad construye, como en el baila- realidad que los sentidos no vis
rín, un equilibrio corporal perfecto, lumbran, su mirada queda indife
ordenando cada músculo exacta rente ante la exterior fantasma
y aladamente, según la pauta ma- goría ofensiva. Aherrojada así, su
temática y musical que informa potencia destructora se refugia
sus movimientos. más allá de la apariencia y esa
No, ni basalto ni granito po- apariencia que sus ojos no ven, o
drían figurarla , y sí sólo un peda- no quieren ver, inmediata aunque
zo de noche. Aérea y ligera lo inaccesible a la zarpa, el pensa
mismo que la noche, vasta y te- miento animal la destruye ahora
nebrosa lo mismo que el todo de sin sangre, mejor y más entera
donde algún cataclismo la pre- mente.
cipitó sobre la tierra, esa negru- (Ocnos)
Luis Cernuda, Facsímil del homenaje a Luis Cernuda en la revista Cántico, Córdoba, España, 1955, sin folios.
59 Biblioteca de México
EL INDIO
Con sus hijos a veces, otras Demasiado sería pedir su cias por dejarnos ver todavía
solo; vendiendo algo que pa- descuido ante la pobreza, su alguien para quien Tu mundo
rece no importarle, o sin pre- indiferencia ante la desdicha, no es una feria demente ni un
texto para su presencia inmó- su asentimiento ante la muer- carnaval estúpido.
vil; descalzo y en cuclillas te. Pero gracias, Señor, por
sobre el polvo, el sombrero de haberle creado y salvado; gra- (Variaciones sobre tema mexicano)
paja escondiendo los ojos,
donde acaso pudiera adi
vinarse lo que siente y lo que
piensa, mírale.
Cayeron los amos antiguos.
Vencidos a su vez fueron los
conquistadores. Se abatieron
y se olvidaron las revolucio
nes. Él sigue siendo el que
era; idéntico a sí mismo, deja
cerrarse, sobre la agitación
superficial del mundo, la haz
igual del tiempo.
Es el hombre a quien los
otros pueblos llaman no civi
lizado. Cuánto pueden apren
der de él. Ahí está. Es más
que un hombre: es una deci
sión frente al mundo. ¿Mejor?
¿Peor? Quién sabe. Tú, al
menos, confiesas no saberlo.
Pero allá en tus entrañas le
comprendes.
Mírale, tú que te creíste
poeta, y tocas ahora en lo que
paran tareas, ambiciones y
creencias. A él, que nada po
see, nada desea, algo más
hondo le sostiene; algo que
hace siglos postula tácita
mente. Lástima que el azar no
te hiciera nacer uno entre los
suyos. Foto tomada del libro Luis Cernuda en México, James Valender, compi lador,
FCE, 2002, 260 pp
60 Biblioteca de México
LECTURA PRIMERA
LA MARCHA HACIA EL FRENTE
La madrugada de San Juan, el día después de
Epifanía, recibimos la orden de volver a avanzar
hacia los lugares donde no hay laborables y fes
tivos. Teníamos que tomar, decían, las líneas que
hasta entonces mantenían los de Arta, desde Qui
mara hasta Tepeleni. Y es que ellos estaban lu
chando desde el primer día, sin parar, y habían que
dado reducidos a la mitad y ya no resistían más.
Habíamos pasado doce días enteros allá atrás,
en los pueblos. Y ahora que otra vez se nos había
hecho el oído a los dulces estremecimientos de la
tierra y a penetrar el ladrido del perro o el tañido
de una campana lejana, ahí estaba la necesidad,
decían, de volver al único ruido que conocíamos:
al lento y pesado de los cañones, al seco y rápido
de las ametralladoras.
Noche tras noche caminamos sin parar, uno
detrás de otro, igual que ciegos. Despegando a
duras penas el pie del fango, donde a veces nos
hundíamos hasta la rodilla. Pues con mucha fre
cuencia lloviznaba fuera, en las calles, igual que en
nuestra alma. Y las pocas veces que hacíamos un
alto para descansar ni cruzábamos palabra -sólo
gravedad y silencio-, y alumbrándonos con una
pequeña tea, una a una nos repartíamos las pasas.
y otras veces, si se podía, nos soltábamos de prisa
* Ocho poetas (griegos) del siglo XX, prólogo, introducción y tra-
ducción de Ramón Jrigoyen, Mondadori, España, S. A., 1989, 280 pp.
ODISEAS ELlTIS*
(1911-1996)
LA PASiÓN
la ropa y nos rascábamos con rabia horas enteras
hasta hacernos sangre. Que estábamos de piojos
hasta el cuello yeso era aún más insufrible que el
cansancio. Por fin se oía en las tinieblas el silbato,
señal de que partíamos, y otra vez como bestias
tirábamos hacia adelante para ganar terreno, antes
de que amaneciera y los aviones nos tomaran por
blanco. Mas como Dios no entendía de blancos y
esas cosas, siguiendo su costumbre, siempre a la
misma hora clareaba el alba.
Entonces, hundidos en las vaguadas, recliná
bamos la cabeza por el lado pesado, por el que no
salen los sueños. Y los pájaros estaban irritados
con nosotros simplemente porque no dábamos
importancia a sus palabras -y quizá también por
que sin motivo afeábamos la creación. Éramos
campesinos de otra especie, empuñando piquetas
y herramientas de otro tipo, malditas sean.
Doce días enteros, allá atrás en los pueblos,
nos habíamos pasado las horas mirándonos en el
espejo el contorno de nuestro rostro . Y ahora que
nuestros ojos se habían vuelto a acostumbrar a
nuestras familiares facciones de antes, y que ya
deletreábamos tímidamente nuestro labio desnu
do o las mejillas saciadas de sueño, he aquí que
la segunda noche estábamos como cambiados la ,
tercera más, y la última, la cuarta, más claramen
te, no éramos los mismos. Sólo que parecía que
íbamos en revuelto tropel gentes de todas las ge
neraciones y épocas, unos de hoy, otros de tiem
pos muy antiguos, blancos por sus pobladas bar
bas. Ceñudos capitanes con la cabeza vendada, y
rudos popes, sargentos del 97 o del 12, hoscos
zapadores blandiendo el hacha sobre el hombro ,
apelates y escuderos cubiertos aún de sangre de
búlgaros y turcos. Todos juntos, sin hablar, tiem
pos inconmensurables jadeando hombro con
hombro, cruzamos cimas y gargantas sin pensar
en ninguna otra cosa . Porque así como cuando a
los mismos hombres agobian siempre recíprocos
reveses, ellos se acostumbran al Mal , y terminan
6 1 Biblioteca de México
Odiseas Elitis
por cambiarle el nombre, y lo llaman Fatalidad o
Destino, del mismo modo nosotros íbamos dere
chos a lo que llamábamos Calamidad, como quien
dice Niebla o Nube. Despegando a duras penas el
pie del fango donde a veces nos hundíamos hasta
la rodilla. Pues con mucha frecuencia lloviznaba
fuera , en las calles , igual que en nuestra alma.
y que estábamos muy cerca de los lugares
donde no hay laborables y festivos , ni enfermos y
cuanto oían para dónde íbamos, movían la cabe
za y contaban historias de presagios y horrores.
Sin embargo nosotros a lo único que atendíamos
era a las voces que subían en la oscuridad,
ardientes todavía por la brea o el azufre de las
profundidades. "Oi oi, mana mu", "oi oi, mana mu"
y a veces, con menos frecuencia , un resuello aho
gado, igual que un ronquido, del que decían los
que lo conocían, este es el estertor de la muerte.
sanos, ni pobres y ricos , lo comprendimos. Y como Había veces que conducían prisioneros, captu
el estruendo de aliado, una especie de tempestad rados apenas unas horas antes en el curso de ata
tras las montañas, crecía sin cesar, terminamos ques sorpresa de las patrullas. El aliento les apes
leyendo claramente la lentitud y pesadez de los taba a vino, los bolsillos llenos de conservas y
cañones, la sequedad y rapidez de las ametralla- chocolate. Y nosotros sin nada, porque los puen
doras. Y después porque, cada vez más a menu- tes estaban cortados a nuestras espaldas, y nues
do, empezamos a encontrar las lentas caravanas tros pocos mulos no podían con aquellas cuestas
de heridos, que venían en dirección contraria . Y en la nieve y los resbaladizos barrizales.
los enfermeros, con brazaletes de la cruz roja , Por fin , en la lejanía, empezaron a aparecer las
depositaban en tierra las camillas , escupiéndose columnas de humo y en el horizonte los primeros
en las manos, los ojos locos por un cigarro. Y en rojos, refulgentes fogonazos .
62 Biblioteca de México
JULIO CORTÁZAR*
(1914-1984)
FIN DEL MUNDO DEL FIN
Como los escribas continuarán, los pocos lectores que
en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán
también de escribas. Cada vez más los países serán de
escribas y de fábricas de papel y tinta, los escribas de
día y las máquinas de noche para imprimir el trabajo de
los escribas. Primero las bibliotecas desbordarán de las
casas, entonces las municipalidades deciden (ya esta
mos en la cosa) sacrificar los terrenos de juegos infan
tiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los tea
tros , las maternidades, los mataderos, las cantinas, los
hospitales. Los pobres aprovechan los libros como
ladrillos, los pegan con cemento y hacen paredes de
libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que
los libros rebasan las ciudades y entran en los campos,
van aplastando los trigales y los campos de girasol, ape
nas si la dirección de vialidad consigue ' que las rutas
queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros .
A veces una pared cede y hay espantosas catástrofes
automovilísticas. Los escribas trabajan sin tregua por
que la humanidad respeta las vocaciones, y los impresos
llegan ya a orillas del mar. El presidente de la república
habla por teléfono con los presidentes de las repúblicas ,
y propone inteligentemente precipitar al mar el sobran
te de libros , lo cual se cumple allnismo tiempo en todas
las costas del mundo. Así los escribas siberianos ven sus
impresos precipitados al mar glacial , y los escribas in
donesios etcétera. Esto permite a los escribas aumentar
su producción, porque en la tierra vuelve a haber espa
cio para almacenar sus libros. No piensan que el mar
tiene fondo , y que en el fondo del mar empiezan a
amontonarse los impresos, primero en forma de pasta
aglutinante, después en forma de pasta consolidante, y
por fin como un piso resistente aunque viscoso que sube
diariamente algunos metros y que terminará por llegar a
la superficie. Entonces muchas aguas invaden muchas
tierras , se produce una nueva distribución de conti
nentes y océanos, y presidentes de diversas repúblicas
son sustituidos por lagos y penínsulas , presidentes de
* Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas , Ediciones Minotauro. Buenos Aires, 1962, 158 pp.
otras repúblicas ven abrirse inmensos territorios a sus
ambiciones etcétera. El agua marina, puesta con tanta
violencia a expandirse, se evapora más que antes , o
busca reposo mezclándose con los impresos para formar
la pasta aglutinante, al punto que un día los capitanes de
los barcos de las grandes rutas advierten que los barcos
avanzan lentamente, de treinta nudos bajan a veinte, a
quince, y los motores jadean y las hélices se deforman.
Por fin todos los barcos se detienen en distintos puntos
de los mares, atrapados por la pasta, y los escribas del
mundo entero escriben millares de impresos explicando
el fenómeno y llenos de una gran alegría. Los presiden
tes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas
y casinos, el público va a pie sobre los mares de cartón
63 Biblioteca de México
a las islas y casinos donde orquestas típicas y caracte
rísticas amenizan el ambiente climatizado y se baila
hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos im
presos se amontonan a orillas del mar, pero es imposible
meterlos en la pasta, y así crecen murallas de impresos
y nacen montañas a orillas de los antiguos mares. Los
escribas comprenden que las fábricas de papel y tinta
van a quebrar, y escriben con letra cada vez más menu
da, aprovechando hasta los rincones más imperceptibles
de cada papel. Cuando se termina la tinta escriben con
lápiz etcétera; al terminarse el papel escriben en tablas
y baldosas etcétera. Empieza a difundirse la costumbre
de intercalar un texto en otro para aprovechar las en
trelíneas, o se borra con hojas de afeitar las letras im
presas para usar de nuevo el papel. Los escribas tra
bajan lentamente, pero su número es tan inmenso que
los impresos separan ya por completo las tierras de los
lechos de los antiguos mares. En la tierra vive precaria
mente la raza de los escribas, condenada a extinguirse,
y en el mar están las islas y los casinos o sea los tran
satlánticos donde se han refugiado los presidentes de las
repúblicas, y donde se celebran grandes fiestas y se
cambian mensajes de isla a isla, de presidente a pre
sidente, y de capitán a capitán.
Julio Cortázar
64 Biblioteca de México
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
a través de la Biblioteca de México "José Vasconcelos",!
la Sociedad Estatal para la Acción Cultural
Exterior de España y la Embajada de
España en México
se complacen en invitarle a la exposición 1
Hojeando... Cuatro décadas de libros y revistas de artista en España Biblioteca de México "José Vasconcelos"
Sala de exposiciones 2 y 3
28 de agosto - 18 de octubre de 2009
México, D.F.
Plaza de la Ciudadela 4
México, D. E
Centro Histórico · 41550830 ext. 3859
O Vivir Mejor
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Con todos los sentidos
Radio Educación, donde se pienso lo rodio
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c u i d a d o d e lá s a l u d i n c e g i a l y e l e q u i l i b r i o d e
t u e c o n o m í a
L u n e s a v i e r n e s d e 12:00 o 13:00 horas
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v i v a n ta c u l t u r a
L u n e s o v i e r n e s d e 13:30 a 14:00 horas
Barra Contracultura e identidad... u n a m i r a d a c o n t e m p o r á n e a a
l as e x p r e s i o n e s j u v e n i l e s y la c o n s t r u c c i ó n d e
s u e n t o r n o s o c i a l , c u l t u r a l y t e c n o l ó g i c o
L u n e s o v i e r n e s d e 16:30 a 17:30 horas
Barra Entretenimiento cufturof... un a c e r c a m i e n t o al q u e h a c e r de l as a r t e s a p a r t i r de
la t e r t u l i a c o n s u s c r e a d o r e s y u n a v i a j e p o r l as
o p c i o n e s g a s t r o n ó m i c a s , e c o l ó g i c a s y c u l t u r a l e s
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CONDE DE LAUTREAMONT (ISIDORE DUCASSE)
ME PROPONGO, SIN ESTAR EMOCIONADO, declamar con voz potente la
estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su con
tenido y no os dejéis llevar por la impresión penosa que al
modo de una contusión ha de producir seguramente en
vuestras imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a
punto de morir, pues todavía no me he vuelto esquelético ni
la vejez está marcada en mi frente. Descartemos, por lo tan
to, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia lo aban
dona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo semblante me hace feliz que no
podáis contemplar: si bien es menos horrible que su alma. Con todo, no soy un crimi
nal. .. Pero dejemos esto. No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he
puesto los pies sobre los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si
lo hubiera dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta
lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros, y de no enrojecer ante la idea de lo que
es el corazón humano. iOh pulpo de mirada de seda, tú, cuya alma es inseparable de la
mía, tú, el más bello de los habitantes del globo terráqueo, que mandas sobre un serra
llo de cuatrocientas ventosas, tú, en quien residen noblemente como en su morada natu
ral, en perfecto acuerdo y unidas por lazos indestructibles, la dulce virtud comunicativa
y las divinas gracias, ¿por qué razón no estás junto a mí, tu vientre de mercurio contra
mi pecho de aluminio, ambos sentados sobre alguna roca de la costa, para contemplar
ese espectáculo que idolatro?
Viejo océano de ondas de cristal, te pareces, guardadas las proporciones, a esas mar
cas azuladas que se ven en el dorso magullado de los grumetes, eres una inmensa equi
mosis que se muestra sobre el cuerpo de la tierra: me encanta esta comparación. Así,
al primer golpe de la vista, un soplo prolongado de tristeza, que se tomaría por el mur
mullo de tu brisa suave, pasa, dejando rastros inefables sobre el alma profundamente
sacudida, y recuerdas a la memoria de tus amantes, sin que ellos lo adviertan, los duros
comienzos del hombre en los que inicia sus relaciones con el dolor, que no ha de aban
donarlo nunca más. iTe saludo, viejo océano!
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