CAPITULO 8
TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA INTERVENCIÓN EN CRISIS
Hoy en día los terapeutas trabajan cada vez más con personas que
están pasando por algún tipo de crisis; en otras palabras, intervienen en crisis.
La intervención en crisis implica el uso a corto plazo de habilidades y
estrategias específicas para ayudar a las personas que sufren algún tipo de
crisis a superar la confusión que provocan las situaciones o sucesos de
emergencia. Se caracteriza por ser activa, directiva y breve, y tiene lugar poco
tiempo o inmediatamente después de la manifestación y de la crisis. Abarca
una serie de técnicas, que pueden ir desde facilitar apoyo inmediato hasta
disponer una terapia o un tratamiento intensivo. La intervención en crisis
constituye una aproximación a las relaciones de ayuda diferente del modelo de
terapia que hemos presentado a lo largo de este texto. Sin embargo, requiere
el mismo tipo de habilidades de comunicación para establecer una relación y
para definir y entender el problema, y puede recurrir a muchas de las
estrategias de resolución de problemas del modelo de terapia de las relaciones
personales.
A lo largo de los últimos años, las teorías que se centran en el tema de
las crisis se han ido ampliando para incluir las teorías de los acontecimientos
traumáticos o catastróficos. El mundo en el que vivimos hoy en día está
interconectado a través de una serie de nuevos medíos y vías de comunicación
que transmiten rápidamente las noticias de desastres naturales y tecnológicos
como accidentes aéreos, ataques terroristas, brotes de violencia, terremotos,
huracanes, tornados y guerras. La intervención en crisis se centra en una o
varias víctimas y puede implicar un tipo de ayuda individualizada más
convencional, mientras que la intervención en desastres o acontecimientos
traumáticos requiere el uso de diversas modalidades de ayuda y la
coordinación de los esfuerzos de varios equipos para proporcionar servicios a
amplios grupos de afectados.
El objetivo de este capítulo es proporcionarle una idea general sobre la
teoría básica de las crisis y la aplicación de las estrategias de ayuda en la
intervención en crisis.
¿Qué es una crisis?
Una crisis es un estado que aparece cuando se rompe por complete el
equilibrio emocional de una persona a causa de un acontecimiento inesperado
y potencialmente peligroso o una transición vital difícil. La principal diferencia
entre el estrés y las crisis es que una crisis es un acontecimiento puntual,
mientras que el y estrés puede presentarse de manera continuada. Las crisis
no suelen ser predecibles ni esperadas, y es el hecho de que son inesperadas
lo que intensifica las reacciones que provocan. Cuando experimentamos una
crisis, perdemos el control y el dominio que tenemos sobre nosotros mismos y
sobre el curso de nuestras vidas. Algunos de los términos que suelen utilizarse
para describir los resultados ele una crisis son desequilibrio, desorientación y
disrupción Es la intensa experiencia emocional de estos estados lo que genera
la crisis. Algunas de las respuestas que más suelen presentarse son la apatía,
la depresión, los sentimientos de culpa y la pérdida de la autoestima. Las
personas que pasan por algún tipo de crisis se encuentran con que las formas
que han tenido hasta entonces de resolver sus problemas y enfrentarse a sus
dificultades ya no les funcionan, y se asustan y trastornan cada vez más.
Cuando hablamos de crisis, estamos haciendo referencia a las
reacciones emocionales que las personas tienen ante una situación
determinada, y no a la situación en sí misma. Por lo tanto, las personas que
intervienen en las crisis trabajan con las percepciones y valoraciones de los
individuos, pero no con los acontecimientos en sí mismos. Si una persona
acude a nosotros presentando una crisis provocada por un accidente, debemos
centrarnos en los sentimientos y pensamientos que el accidente ha despertado
en ella, y no en el accidente en sí. La forma que tenemos de responder y
reaccionar ante las crisis depende de nuestros aprendizajes y experiencias
pasadas (de cómo hemos reaccionado cuando nos hemos enfrentado a crisis
menos importantes a lo largo de nuestra infancia y adolescencia), y de nuestro
estilo y filosofía de vida. Las variables socioculturales también influyen en el
significado que damos a las crisis y a las reacciones que tenemos ante ellas.
Por ejemplo, una terapeuta voluntaria que trabajaba con casos de
violación me explicó que dos mujeres casadas de unos cuarenta años con
niveles educativos, socioculturales y socioeconómicos similares acudieron la
misma noche a su consulta. Las situaciones que describían eran tan parecidas
que la policía sospechaba que habían sido atacadas por la misma persona
Una de las víctimas sufrió un colapso histérico y necesitó cuidados
intensivos, faltando dos semanas al trabajo. La otra buscó toda la información
necesaria sobre los procedimientos policiales y jurídicos antes de volver
conduciendo sola a su casa (30 kilómetros), tomarse una copa con su marido
mientras le explicaba los detalles de la agresión que había sufrido, irse a la
cama y volver al trabajo a la mañana siguiente. Ninguna de las dos reacciones
es «mejor» ni «más normal» que la otra. Estas dos mujeres tenían diferentes
historias, filosofías y mecanismos de defensa y afrontamiento. Y necesitaban
cantidades de tiempo y modalidades de ayuda diferentes para superar las
emociones que la crisis había despertado en ellas.
Tipos de crisis
Hay seis tipos comúnmente aceptados de crisis emocionales:
1. Crisis disposicionales este tipo de crisis suelen ser la consecuencia de la
falta de información; por ejemplo, no saber qué trabajo escoger, a qué
especialista médico acudir para el tratamiento de un síntoma en
particular, a qué planes de vida puede optar uno, o a quién pedirle qué.
2. Transiciones vitales anticipadas: son crisis normativas, asociadas al
desarrollo, que están muy extendidas en nuestra sociedad. Puede
provocarlas un cambio de trabajo en una edad ya avanzada, el
matrimonio, la paternidad, el divorcio, el inicio de una enfermedad
crónica o terminal o un cambio de escuela.
3. Estrés traumático: estas crisis son el resultado de situaciones
estresantes de origen externo, imposibles de controlar, que superan
emocionalmente a la persona. Algunos ejemplos serían las violaciones,
las agresiones, la muerte repentina de un ser querido, la pérdida
repentina del trabajo o el estatus social, el inicio repentino de una
enfermedad, los accidentes o las guerras.
4. Crisis madurativas/del desarrollo: la mayor parte de nosotros pasamos
por este tipo de crisis a medida que vamos avanzando por las etapas de
nuestro ciclo vital. Pueden reflejar temas que tengan que ver con la
dependencia, con los conflictos de valores o con la identidad sexual, o
evidenciar nuestra incapacidad para establecer relaciones emocionales
de intimidad, responder ante la autoridad o seguir una disciplina.
Normalmente, este tipo de crisis surgen ante determinados patrones
relacionales o en momentos de transiciones cruciales para nuestro
desarrollo. Algunos ejemplos serían la pérdida repetida de empleos
provocada por la incapacidad para llevarse bien con los supervisores,
los intensos sentimientos de nostalgia o las depresiones de los
estudiantes universitarios que se alejan de sus casas por primera vez y
las crisis de la mediana edad.
5. Crisis psicopatológicas son crisis emocionales precipitadas por
psicopatologías preexistentes. En otras palabras, en este tipo de crisis la
psicopatología subyacente dificulta o complica significativamente la
forma que tenemos de afrontar una situación determinada, exagerándola
hasta que alcanza las dimensiones de una crisis.
6. Emergencias psiquiátricas: son situaciones de crisis en las que el
funcionamiento general de la persona esta gravemente trastornado y
ésta no puede responder de si misma; en otras palabras se convierte en
un peligro para sí misma y para los demás.
Observando este esquema podemos ver que las crisis se dividen en dos
categorías fundamentales: crisis propias del desarrollo, que tienen que ver con
el crecimiento y con la superación de las diversas etapas vitales, y crisis
situacionales, que son el resultado de situaciones estresantes de origen interno
o externo. Además de ayudarnos a entender la naturaleza de las crisis, este
esquema también puede ayudarnos a ver las crisis con cierta perspectiva para
poder establecer cuáles de las posibles intervenciones inmediatas son las
mejores.
Un desastre es un acontecimiento traumático estresante que afecta a un
conjunto de personas y organizaciones. El atentado de la ciudad de Oklahoma
un accidente aéreo o el paso de un huracán son ejemplos de desastres. De
hecho, las consecuencias de un desastre pueden llegar a afectar al mundo
entero; sus efectos no tienen unos límites definidos. Una característica im-
portante de los desastres es que son experiencias compartidas que tienen un
significado y ejercen una influencia común en una serie de roles, relaciones o
actividades grupales. Esto hace que las víctimas de los desastres reciban un
apoyo social inmediato, que valida sus percepciones y experiencias. Lo cual
contrasta con la confusión, aislamiento y alienación que experimentan las
víctimas de las crisis individuales (como las víctimas de cualquier tipo de
abuso) al tener que defender la autenticidad de sus denuncias y su derecho a
sentir las emociones que experimentan y a no ser victimizadas.
En la actualidad reconocemos la existencia del síndrome de estrés
postraumático (intensos sentimientos de culpa y ansiedad o depresión
asociados a pensamientos intrusivos relacionados con los acontecimientos
traumáticos) como una respuesta que puede presentarse, de manera inmediata
o retardada, en los traumas provocados por desastres o en las crisis indivi-
duales. Y estamos intentando aprender más cosas sobre este síndrome, des-
cubrir por qué algunas personas se recuperan y por qué en otras los síntomas
de estrés se retrasan, se cronifican o aparecen cíclicamente.
¿Quién trata las crisis?
Cada tipo diferente de crisis puede precisar de un tipo de ayuda
diferente. Es cierto que en las emergencias psiquiátricas es necesaria la
intervención de los profesionales de la medicina, y que las crisis
psicopatológicas requieren la intervención de los profesionales de la psicología.
Pero cualquiera de nosotros puede ayudar a otra persona que esté pasando
por una crisis disposicional, y muchos de nosotros podemos ser de alguna uti-
lidad en casos de transiciones vitales anticipadas, estrés postraumático Y crisis
naturales o asociadas al desarrollo.
La policía, los amigos, los religiosos, los familiares o los médicos son las
primeras personas a las que solemos acudir cuando aparece una crisis. Y ellos,
a su vez, suelen acudir a los terapeutas o asistentes de los servicios sociales
para que les ayuden en la resolución del problema y para que ayuden a la
persona a elaborar las emociones asociadas a la crisis. En los casos de
desastres, participan una gran variedad de personas que pueden ser no
profesionales, trabajadores de los servicios sociales que carezcan de formación
especializada o profesionales de la ayuda.
Teoría de la crisis
La teoría de la crisis se basa en los trabajos pioneros de Eric
Lindemann, que estudió las reacciones de los familiares de las víctimas
fallecidas en el incendio del club Coconut Grove en Boston. Lindemann (1944)
descubrió que las crisis suelen implicar pérdidas que van acompañadas de un
período de duelo (dolor por la pérdida). Este duelo incluye la expresión de
emociones y un intenso estrés. El estrés puede presentar muchos tipos de
manifestaciones: nudos en la garganta, ahogos, respiración entrecortada, sus-
piros, cansancio, debilidad, problemas digestivos, insomnio, excesiva sensi-
bilidad, preocupación, sentimientos de culpa y trastornos en las relaciones
interpersonales. Estas expresiones de dolor son carácter agudo; tienen un
inicio identificable y dura un período de tiempo relativamente breve (unas seis
semanas).
Lindemann puso en marcha junto a Gerald Caplan un programa de salud
mental comunitaria basado en sus descubrimientos. Lindemann y Caplan
creían que las personas que sufrían crisis podían escoger formas adaptativas o
inadaptativas de enfrentarse a los problemas y que la manera que tenían de
hacerles frente afectaba a su posterior adaptación y a su capacidad para
superar lo sucedido. Creían que era posible ayudar a las personas a identificar,
entender y dominar las tareas psicológicas que plantean las crisis como parte
del proceso de duelo.
Caplan describió cuatro fases de las reacciones a las crisis:
1. Fase inicial en la que la persona experimenta el inicio de la tensión e
intenta poner en práctica los métodos de resolución de problemas que
ha venido utilizando hasta entonces para recuperar su equilibrio
emocional.
2. Fase 2: fase que se caracteriza por un aumento de la tensión, que
provoca disfunciones y fallos en el funcionamiento de la persona tras el
fracaso de las estrategias habituales de resolución de problemas; en
esta fase, la persona pone en práctica estrategias de ensayo y error
para intentar encontrar una solución.
3. Fase 3: fase que se caracteriza por una tensión aún mayor, que exige la
búsqueda de recursos adicionales como estrategias de emergencia o
nuevas estrategias de resolución de problemas; si la persona tiene éxito
en esta fase, podrá redefinir el problema y resolverlo o resignarse a vivir
con él.
4. Fase 4: esta fase aparece cuando no se ha resuelto el problema en las
fases anteriores y puede dar lugar a la aparición de trastornos
emocionales y a la desorganización de la personalidad de la persona.
Los trabajos de Lindemann y Caplan sobre la intervención en crisis nos
enseñan que las personas que se encuentran en situaciones de crisis pueden
ser receptivas a la introducción de cambios significativos en un breve período
de tiempo y están abiertas a la influencia y la ayuda de los demás a lo largo de
ese período. Sus relaciones con los otros significativos (el terapeuta, la familia,
los amigos) constituyen una parte importante de la intervención en crisis. Una
persona que está pasando por un período de crisis necesita de todo el apoyo y
ayuda disponibles. Lindemann y Caplan descubrieron también que la
resolución adaptativa de las crisis puede tener como resultado la aparición de
cambios positivos duraderos.
En la actualidad, la teoría de la crisis sugiere que los duelos no resueltos
provocados por pérdidas anteriores (de una persona, de una relación, de
seguridad, de las propias capacidades, de un sueño) afectan,
independientemente de si están o no relacionados con las crisis o
acontecimientos traumáticos posteriores (como el abuso físico, sexual o
emocional), no sólo al funcionamiento cotidiano posterior, sino también a las
reacciones que se presentan en crisis posteriores. Por esto es importante que
los terapeutas conozcan las experiencias de pérdida\abuso por las que la
persona ha pasado a lo largo de su vida para poder planificar las estrategias
más adecuadas para ayudarle a mejorar su estilo ele afrontamiento.
Aunque la teoría de la crisis puede diferenciarse claramente de la teoría
de la ayuda, ha recibido influencias de las teorías de la ayuda que hemos
presentado en este texto, y es congruente con ellas. Por ejemplo, las
investigaciones sobre la conducta suicida, que se centran en la relación de la
crisis presente con las experiencias anteriores y con las experiencias traumáti-
cas relacionadas con el nacimiento, con el orden de nacimiento y con las
relaciones familiares e interpersonales en general, evidencian la influencia de la
teoría osicodinámica sobre la teoría de la crisis. El enfoque existencial de la
intervención en crisis, que pone el énfasis en el aquí y ahora y en el potencial
de crecimiento y el poder positivo de las crisis, evidencia la influencia de la
teoría fenomenológica. Si la persona aprende a afrontar una crisis de manera
eficaz, le será más fácil resolver los problemas que puedan aparecer en
dificultades posteriores. El uso que se hace en la intervención en crisis de las
relaciones de ayuda con otros significativos y con terapeutas empáticos que
permiten la expresión de emociones intensas para evitar que sigan interfiriendo
en el funcionamiento de la persona, también muestra la influencia de la teoría
fenomenología
Las teorías cognitivas de la ayuda también están presentes en la teoría
de la intervención en crisis; las personas que intervienen en situaciones de
crisis intentan mejorar la interpretación que la víctima hace de la crisis y
corregir sus pensamientos irracionales o disfuncionales. Los enfoques
cognitivo-conductuales aportan las teorías sobre el refuerzo y la resolución de
problemas. Las teorías ecológicas/de sistemas permiten entender la crisis
dentro del contexto de las relaciones significativas de la persona, centrándose
en los factores contribuyentes y en los recursos de ayuda disponibles. Las
teorías multiculturales nos recuerdan que el conocimiento de las influencias
que tienen su origen en la raza, cultura, clase social y orientación sexual de la
persona facilita la elección de las intervenciones más adecuadas.
La principal diferencia entre las estrategias de ayuda y las de
intervención en crisis es que estas últimas se centran en reacciones inmediatas
y de duración limitada a una fuente específica de estrés. En la siguiente
sección, examinaremos con más detalle cómo las estrategias de ayuda influyen
en la intervención en crisis.
Intervención en crisis
El principal objetivo a corto plazo de la intervención en crisis es el de
proporcionar todo el apoyo y ayuda posibles a los individuos y a sus familias
para facilitar la rápida recuperación del equilibrio emocional de la persona. A
partir de la teoría de la crisis que liemos comentado, podemos extraer seis
componentes fundamentales de la intervención en crisis.
1. La intervención en crisis se centra en objetivos de tratamiento
específicos y limitados en el tiempo. La atención se dirige hacia la
reducción de la tensión y la resolución adaptativa de los problemas. La
presencia de límites temporales puede mejorar y mantener la motivación
de la víctima para el logro de objetivos específicos.
2. La intervención en crisis Implica la identificación y evaluación de la
fuente de estrés y del significado que la persona le da, e incluye una
reestructuración cognitiva activa y directiva.
3. La intervención en crisis ayuda a las personas a desarrollar mecanismos
adaptativos de resolución de problemas para que puedan recuperar el
nivel de funcionamiento que tenían antes de que apareciera la crisis.
4. La intervención en crisis se orienta hacia la realidad y se centra en la
aclaración de las cogniciones y percepciones, en la confrontación de la
negación y las distorsiones y en la facilitación de apoyo emocional, en
lugar de en la inducción en la persona de una falsa tranquilidad.
5. Siempre que es posible, la intervención en crisis recurre a las redes de
apoyo social de la persona para obtener su ayuda y su colaboración en
la elección e implementación de estrategias eficaces de afrontamiento.
6. La intervención en crisis puede ser el preludio de un tratamiento
posterior.
El modelo BASIC ID de Lazarus puede ser útil como esquema general
para la intervención en crisis. Podemos recoger rápidamente información sobre
el impacto que el acontecimiento ha tenido en cada una de las siete
modalidades para determinar qué modalidades requieren de una intervención
inmediata y qué estrategias encajan mejor con cada cliente y con sus
circunstancias particulares.
ETAPAS Y PASOS DE LA INTERVENCIÓN EN CRISIS
Aunque hay muchos modelos diferentes de intervención en crisis,
podemos modificar el modelo de terapia de las relaciones personales y
utilizarlo para trazar algunas de las etapas y pasos establecidos de la interven-
ción en crisis.
Etapa 1: Relación
Paso 1: inicio/entrada.
a. Evaluar las reacciones cognitivas, afectivas y conductuales que ha
provocado el incidente o los incidentes y el impacto de su significado en
la identidad del cliente como víctima.
b. Explorar los sistemas relacionales más significativos (familia, trabajo,
iguales, vecindario).
c. Presentar sobre la marcha oportunidades para que el cliente exprese y
airee sus emociones (como la ira, el miedo, la ansiedad, o la tristeza), y
Paso 2: definición del problema manifiesto/evaluación de la crisis.
a. Evaluar las variables más importantes del entorno de la persona (por
ejemplo, dónde y cómo puede recibir la persona ayuda social, física,
económica y emocional).
b. Determinar la percepción que la víctima tiene de sus fuerzas y
debilidades personales,
c. Determinar los acontecimientos precipitantes (cambios significativos o
pérdidas) que han provocado la crisis; especialmente los de las últimas
24 horas.
d. Determinar el motivo por el que la persona ha buscado ayuda
precisamente en esos momentos.
e. Determinar las estrategias de afrontamiento y de resolución de
problemas que la víctima ha intentado poner en práctica para
enfrentarse a la crisis (acercamiento, evitación, inmovilismo).
f. Evaluar y clasificar la crisis: ¿representa el cliente un peligro para sí
mismo o para los demás?
Paso 3: estructura/contrato de la relación de ayuda.
a. informar al cliente de lo que el terapeuta puede y no puede hacer para
ayudarle a recuperar su autoestima, su confianza en sí mismo y su
eficacia.
Paso 4: exploración intensiva tanto de la situación de crisis como de las
reacciones.
Paso 5: establecimiento de posibles metas y objetivos, así como de los
límites temporales de la intervención en crisis.
a. Reiterar el centro de atención en el problema.
b. Reafirmar los límites temporales de la intervención.
c. Decidir el uso que puede hacerse de otros recursos y personas.
d. Aclarar qué persona se responsabilizará de cada aspecto (por ejemplo,
de la medicación, de la derivación).
Etapa 2: estrategias
Paso l: aceptación por ambas partes de las metas y objetivos definidos.
Paso 2: planificación de estrategias.
a. Plantearse el uso de grupos de ayuda y de otros recursos.
Paso 3: uso de estrategias.
a. Reestructuración cognitiva.
b. Derivación.
c. Apoyo.
d. Entrenamiento en asertividad.
e. Contrato conductual.
f. Expresión de emociones.
g. Estudio de la naturaleza de la crisis.
h. Toma de decisiones.
i. Desensibilización sistemática.
j. Ejercicios gestálticos.
Paso 4: evaluación de las estrategias.
Paso 5: finalización una vez resucita la crisis.
a. Formular un plan realista para el futuro inmediato.
b. Comprobar que el cliente ha superado la etapa de intensa reacción
emocional.
c. Confirmar que el cliente tiene una visión correcta del acontecimiento
traumático y un apropiado control emocional.
d. Asegurarse de que el cliente está dispuesto a buscar y aceptar la ayuda
de los demás en caso de que sea necesaria.
e. Confirmar que el cliente entiende cómo la crisis presente puede ayudarle
a afrontar acontecimientos futuros. y,
Paso 6: seguimiento
a. Dependiendo del contexto en el que se haya llevado a cabo la
intervención en crisis, se determina si se ha mantenido la resolución de
la crisis.
Las estrategias listadas en las etapas 2 y 3 se han extraído del capítulo
6 y son simples sugerencias. Lo importante es que cualquier estrategia que
ayude al cliente de manera rápida y eficaz es válida para la intervención en
crisis.
TERAPÍA BREVE
La terapia breve es una forma de terapia que se centra en los problemas
y está limitada a la realización de diez o menos sesiones. Hay muchos
enfoques, técnicas y filosofías de la terapia breve, y el modelo de cuatro etapas
presentado por Watzlawick, Weakland y Fisch (1974) puede ser útil en algunos
tipos de intervención en crisis.
1. Describir el problema (o crisis) en términos conductuales concretos:
frecuencia, duración, consecuencias, variables situacionales; intente
entender qué función tiene el problema, qué tipo de recompensas
proporciona y qué objetivos podría tener.
2. Investigar los intentos anteriores de resolver el problema. ¿Qué es lo
que ya ha hecho para solucionarlo? ¿Cómo lo ha hecho? ¿Qué pasó
cuando lo intentó?
3. Definir claramente el cambio que hay que lograr. ¿Qué es lo que tendría
que pasar para que el cliente se sintiera mejor? ¿Qué cambios está
dispuesto a aceptar el cliente?
4. Formular e implementar un plan para provocar los cambios. ¿Qué
pasaría si el cambio tuviera lugar realmente? ¿Cómo afrontaría el cliente
las consecuencias del cambio? ¿Qué tipo de cosas podrían impedir que
el cambio tuviera lugar?
La terapia breve, se centra en las soluciones, y no en los problemas; en
lo que les funciona a los clientes en lugar de en lo que no les ha funcionado. Se
trata de un enfoque directo, activo y orientado hacia el presente y el futuro. En
la primera sesión es necesario establecer una relación de ayuda y definir los
problemas.
Observe el significado caso:
La señora M., de 35 años de edad, llamó al terapeuta sollozando por
el último episodio en que su marido había llegado a casa bebido y había
pegado a su única Tina, que tiene 11 años. El terapeuta dispuso todo lo
necesario para poder reunirse ese mismo día con esta madre angustiada. Al
explicar su problema la señora M. dijo que el señor M. solía volver bebido a
casa cada tres o cuatro semanas, normalmente después de que le dieran el
cheque de la nómina Cuando llegaba a casa en ese estado, se metía
inmediatamente con Tina, con cualquier excusa que se le ocurriera, como que
no había dejado el abrigo en su sitio o que había dejado sus libros en la mesa
de la cocina. Gritaba más de lo que pegaba, pero esta vez había perdido el
control y había persistido en la paliza. Después de la mayoría de los altercados,
Tina se iba llorando a su habitación y el señor M., se quedaba dormido en el
sofá. La señora M. solía ir a la habitación de Tina para consolarla. Lograba
convencerla para que hablara con su padre; y a la mañana siguiente, las cosas
se habían calmado y todos se comportaban como si no hubiera pasado nada.
La señora M. tenía miedo de su marido y nunca había hablado con él de sus
borracheras ni del trato que daba a Tina. Pero el último incidente fue diferente
por la gravedad de la paliza y la negativa de Tina a hablar con su padre al día
siguiente, quien se mostró herido y desconcertado. Fueron necesarias tres
sesiones para que la señora M. fuera capaz de expresar verbalmente el cambio
que deseaba: quería que su marido dejara de meterse con Tina cuando
volviera a casa bebido y que Tina volviera a llevarse bien con su padre.
Después de mucho hablar, la señora M. se dio cuenta de que si Tina dejaba de
ser el objeto de las agresiones de su padre, ella podría ser la siguiente, y de
que tenía que aprender una serie de conductas asertivas para proteger a Tina y
enfrentarse a su marido. Se aplicaron técnicas de reestructuración sistemática
y entrenamiento en asertividad, y en la sexta sesión la señora M. expresó su
convencimiento de que la situación había cambiado: dijo que había salido al
encuentro de su marido cuando se presentó bebido en casa y se había
encarado con él; se veía más capaz de controlar la situación. Aunque el señor
M. no quiso asistir a ninguna sesión de terapia, la señora M. se prestó a asistir
a algunas reuniones de Alcohólicos Anónimos y a aprender más sobre el
alcoholismo.
FORMAS DE INTERVENCIÓN EN CRISIS
Hay tres formas fundamentales de intervención en crisis: 1) las líneas de
atención permanente, los centros de acogida y las clínicas de crisis, a las que
las víctimas pueden acudir en persona o llamar las 24 horas del día; 2) la
atención externa, en la que los terapeutas se desplazan al lugar donde está la
víctima para proporcionarle un apoyo y consuelo inmediatos tan pronto como
son informados de la crisis; y 3) la asistencia en desastres, en la que los
equipos trabajan con las víctimas de catástrofes importantes. La mayor parte
del personal que atiende en casos de intervención en crisis suele ser
voluntario, y recibe una formación laboral intensiva especializada de corta
duración. Pueden o no ser supervisados por profesionales de la ayuda.
Además de la existencia de centros de intervención en crisis, hay muchas
escuelas y comunidades que trabajan en el establecimiento de programas de
prevención de crisis.
Líneas de atención permanente, centros de acogida y clínicas de atención
en crisis
Las personas que trabajan en las líneas de atención permanente, en los
centros de acogida y en las clínicas de atención en crisis, suelen enfrentarse a
crisis suicidas, crisis provocadas por el consumo de sustancias, huidas,
violaciones, crisis alcohólicas y abortos, por nombrar sólo algunas de las
situaciones que pueden encontrarse y reciben formación especializada sobre
estos temas. Por ejemplo, un terapeuta en temas de drogodependencia conoce
los tipos de drogas más habituales, los efectos que tienen y su duración, y
cómo ayudar a un consumidor que tiene un mal viaje. Las personas que
ayudan en situaciones de suicidio saben reconocer rasgos suicidas, han
estudiado las realidades y las estadísticas (no los estereotipos) relacionadas
con las conductas suicidas, y conocen diferentes tipos de intervención, como
crear una red de apoyo, ayudar a la víctima y a su familia a modificar sus
conductas para paliar las crisis y cambiar 1a visión que la persona tiene de la
crisis y de la situación que la ha provocado.
En este tipo de entornos, es posible que los terapeutas sólo dispongan
de una o dos oportunidades para trabajar con las víctimas. Por ello, deben ser
muy hábiles estableciendo relaciones empáticas y facilitando información y
alternativas a las víctimas, y hacerlo dentro de un período de tiempo muy
limitado. Es muy importante el trato que se da a la víctima, ya sea a través del
teléfono o personalmente Y este trato puede obligar a los terapeutas a trabajar
fuera de su horario habitual, a mantener el contacto telefónico con la persona, o
a hacer derivaciones inmediatas.
Las llamadas telefónicas suelen centrarse en las preocupaciones más
inmediatas. En estas situaciones es fundamental conectar rápidamente con la
persona para tratar sus preocupaciones. Las líneas de atención permanente
suelen ser más accesibles que la asistencia en persona Y permiten mantener el
anonimato de la persona que llama. Pero la fugacidad de los contactos hace
difícil mantener su continuidad, y el terapeuta no dispone de retroalimentación
ni puede hacer un seguimiento del caso Además, a algunas personas les
inquieta la ausencia de Señales visuales.
A continuación puede ver un ejemplo de una llamada a una línea de
atención permanente realizada hecha a última hora de la noche a un centro
universitario de atención en crisis.
PERSONA QUE LLAMA: ¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
PERSONA QUE AYUDA: Soy ____________ ¿Puedo ayudarte en algo?
PERSONA QUE LLAMA: Sólo quería hablar con alguien ... Estoy preocupa-
da por una amiga mía. Creo que está pensando
en tomarse unas pastillas.
PERSONA QUE AYUDA: Estas preocupada por lo que podría pasar si al-
guien se tomara una sobredosis de... ¿qué tipo de
pastillas son?
PERSONA QUE LLAMA: Pues no sé. Podría ser Tylenol... sí, eso es lo que
dijo que iba a tomar.
PERSONA QUE AYUDA: Uno se siente muy triste y tiene miedo cuando se
encuentra solo y preocupado. Y tomar una buena
dosis de pastillas puede parecer una buena
salida.
PERSONA QUE LLAMA: Sí. Yo nunca la haría, por supuesto, pero creo que
ella podría llegar a hacerlo.
PERSONA QUE AYUDA: Quizá tu amiga necesite hablar con alguien de lo
mal que se está sintiendo.
PERSONA QUE LLAMA: Bueno, ha llamado a algunos de sus amigos, pero
no los ha encontrado en casa, y sus padres pasan
de ella (mucha a ira en la voz).
PERSONA QUE AYUDA: Y por eso se siente sola y rechazada.
PERSONA QUE LLAMA: Sí, supongo que sí... bueno, en realidad no estoy
hablando de ninguna amiga, sino de mí, y a veces
creo que no hay nadie a quien le importe lo
suficiente como para escucharme.
PERSONA QUE AYUDA: Um-m.
En este caso la persona que contestó a la llamada pasó unos 35 minutos
a1 teléfono y derivó después a su interlocutora al centro de asistencia de la
universidad. El seguimiento indicó que la persona se presentó a la mañana
siguiente en el centro de asesoramiento.
Las habilidades telefónicas necesarias en este tipo de trabajo incluyen la
capacidad para utilizar la empatía para conectar rápidamente con la persona, y
la paciencia necesaria para seguir, sin intentar dirigirlos, los mensajes de la
persona con el fin de determinar la naturaleza y gravedad del problema. En el
ejemplo anterior, si la persona que atendía la llamada hubiera presionado a su
interlocutora para que reconociera que estaba hablando de ella y no de una
amiga suya, ésta podría haber colgado antes de que hubiera podido ayudarla.
La paciencia, la calma y el valor preciso para perseverar son atributos
imprescindibles en los trabajadores de las líneas de atención permanente.
Atención externa
En ocasiones es necesario desplazarse a1 lugar donde se encuentra la
víctima de la crisis en lugar de esperar a que sea ella quien acuda a visita. Éste
es un concepto relativamente nuevo en los servicios sociales y se basa en el
concepto de «enfermería domiciliaria», en la que la persona recibe los cuidados
que necesita dentro de su propio entorno. Tiene la ventaja de proporcionar al
terapeuta la oportunidad de ver a la víctima dentro de su propio contexto y de
averiguar cuáles son los recursos con los que puede contar de manera
inmediata, como familiares o vecinos. Además, también plantea la posibilidad
de proporcionar ayuda directa para la resolución de problemas urgentes (como,
por ejemplo, encontrar una niñera para los niños en el caso del accidente de
uno de sus padres, hablar con un consumidor de drogas que está teniendo un
mal viaje o facilitar los cuidados médicos más urgentes). La atención externa
requiere una mayor inversión de tiempo y dinero que los demás tipos de
asistencia; y quizá por este motivo esté tan poco extendida. El tiempo que el
trabajador dedica a los desplazamientos es un tiempo que no se dedica a la
ayuda.
Los profesionales de la atención externa se sienten cómodos en muchos
tipos de entornos y no tienen ningún límite de horarios ni de localización.
Algunos están disponibles las 24 horas del día y no les importa acompañar a
sus clientes a la oficina de empleo o de bienestar social o ayudarles a obtener
ayuda de tipo legal educativa o sanitaria. Participan en las actividades de
entretenimiento e de tiempo libre de sus clientes, saben cómo separar peleas y
enfrentarse a la violencia y son capaces de establecer relaciones de confianza
e11 los climas donde hay más desconfianza. La investigación, aunque limitada,
ha demostrado que los mejores profesionales de este tipo de atención son los
que viven y se forman en los barrios en los que trabajan. Esto les hace estar
más en contacto con las costumbres y estilos de vida de sus vecinos y les
permite superar su desconfianza con más facilidad.
La atención externa requiere de una paciencia y dedicación ilimitadas.
La intervención en crisis es sólo una parte de este tipo de atención, que puede
funcionar en todos los entornos de la comunidad; en las calles, en los bares,
en las casas, en los colegios, en los centros sociales y en los parques. Es un
tipo activo de asistencia que exige una participación plena en la vida de la
comunidad. Y las habilidades de escucha activa también son fundamentales
para establecer y mantener relaciones dentro de la comunidad.
Intervención en catástrofes
La intervención en catástrofes es una respuesta fundamental en desas-
tres como accidentes aéreos, terremotos, ataques terroristas o guerras. En una
situación catastrófica, es necesario coordinar los diversos equipos que
intervienen. Hay que proporcionar una atención inmediata a las víctimas, a las
personas que han perdido seres queridos (familiares o amigos de las víctimas),
a las personas que facilitan servicios y ayuda (personas que están en contacto
con las víctimas; como la policía, los bomberos, los técnicos, etcétera) y a las
personas que simplemente estaban en el lugar donde sucedió la catástrofe. La
inmediatez de la transmisión de los desastres a través de los medios de
comunicación hace que en ocasiones también sea necesario atender a
personas que se encuentran en entornos muy alejados de la catástrofe. Por
ejemplo, durante la Guerra del Golfo Pérsico, muchos espectadores, televisivos
sufrieron síntomas de estrés tan graves como los que experimentaron los
militares que participaron en la propia batalla. Aunque hay muchas grandes
ciudades que disponen de planes específicos de asistencia médica en caso de
desastres, hace poco tiempo que se están empezando a desarrollar planes de
asistencia psicológica. Los planes de atención psicológica en casos de
desastres hacen posible una atención más rápida y posibilitan coordinar mejor
la asistencia y ofrecer una ayuda de más calidad, disminuyendo así el caos que
sigue de manera natural a un desastre.
El primer paso de la intervención en una catástrofe es la clasificación de
las víctimas en función de la gravedad y el alcance de sus necesidades.
Cuando tiene lugar el desastre, el equipo de atención en crisis puede
organizarse en grupos pequeños para cumplir objetivos informativos y de eva-
luación. El uso de equipos facilita el intercambio de la información entre los
individuos, los grupos y las personas que trabajan en los rescates y permite
airear las emociones y realizar informes sobre los acontecimientos estresantes
sólo unas horas después de la catástrofe. Las observaciones de los terapeutas,
la retroalimentación de otras personas presentes en el lugar y el contacto
directo facilitan la toma (le decisiones respecto a quién necesita ayuda urgente,
quién puede esperar y quién puede convertirse en un recurso de ayuda. A lo
largo de los días que siguen a la, catástrofe, los equipos se reúnen con las
familias y con los miembros de la comunidad que se han visto afectados. El
objetivo de estas reuniones es transmitir la información disponible, facilitar la
oportunidad de expresar las emociones y permitir que los miembros de las
familias y de la comunidad aprendan a ofrecer y recibir ayuda.
Muchas comunidades y organizaciones profesionales tienen equipos
que pueden ofrecer ayuda en los lugares donde se presentan los desastres.
Estos equipos tienen una gran movilidad y están preparados para funcionar con
los recursos disponibles en el lugar y coordinar los servicios de atención
posteriores al desastre Están organizados, y asignan las responsabilidades de
dirección, supervisión y los diversos roles en el mismo momento de la
intervención.
Prevención de crisis
Hay muchos programas educativos elaborados en diversas
comunidades y centros educativos para ayudar a 1as personas a evitar
determinados tipos de crisis y a afrontar las crisis inevitables que son propias
del desarrollo. Por ejemplo, hoy en día es prácticamente una rutina incluir en
los programas de orientación de los estudiantes que cursan su primer año en el
instituto clases de prevención de ataques sexuales, de educación sexual y de
educación en drogodependencias De hecho algunas de estas clases han
pasado ya a formar parte del programa de las escuelas de primaria y
secundaria. Los profesionales de la intervención en crisis suelen participar de
manera directa o indirecta en la elaboración de estos programas educativos: ni
que decir tiene que su experiencia les proporciona unos conocimientos muy
valiosos. Las instituciones comunitarias suelen editar y difundir bibliografía
sobre posibles crisis, como folletos con instrucciones sobre cómo evitar
ataques o panfletos con información sobre los programas de vigilancia del
vecindario y sobre la realización de primeros auxilios.
HABILIDADES PARA LA INTERVENCIÓN EN CRISIS
En la intervención en crisis es muy importante que los terapeutas sean
capaces de mantener la calma en situaciones de emergencia, utilizar el sentido
común y transmitir seguridad en sí mismos. También deben apoyarse en sus
habilidades de escucha activa para averiguar cuál es la naturaleza de la crisis y
cuáles son sus repercusiones, y para consolar y transmitir su apoyo y respeto a
las personas afectadas.
Además de la escucha activa, los gestos como estrechar la mano de la
persona, pasarle el brazo por encima de los hombros o darle un abrazo
transmiten cuidado y preocupación. Excepto en casos de pérdidas, es
necesario diferenciar entre la empatía y la simpatía, ya que esta última puede
alargar la recuperación de la persona fomentando una dependencia pro-
longada. Una manera de evitar fomentar esta dependencia es centrarse en las
opciones disponibles en lugar de repetir una y otra vez los detalles de la
situación de crisis. En otras palabras, después del período inicial en el que se
expresan las emociones, hay que centrarse en las acciones a realizar en lugar
de en lo que ha pasado para facilitar la recuperación. Centrándose en los
puntos fuertes y las experiencias positivas pasadas y presentes de la persona
el terapeuta pone énfasis en lo positivo en lugar de en lo negativo y fomenta la
fe de la persona en su capacidad para recuperarse.
En los primeros pasos de la intervención en crisis, el terapeuta puede
plantear diplomáticamente algunas preguntas al cliente para determinar cuál es
la mejor estrategia a seguir. Además de formular preguntas sobre e1 suceso
presente, puede plantear otro tipo de preguntas, como:
¿Qué cambios han aparecido recientemente en su vida, en los últimos
días? ¿Ha tenido alguna dificultad en particular con alguna persona importante
para usted, como un miembro de su familia, un o tal vez un amigo? ¿Qué tipo
de cosas ha intentado hacer ya para resolver el problema?
¿Ha experimentado este tipo de emociones en alguna otra
ocasión? Si ha sido así, ¿cuándo le sucedió y qué hizo usted? ¿Qué es
lo que cree que tendría que pasar para que pudiera superar esto? ¿Qué
personas cree que podrían ayudarle más en estos momentos?
Verá que el objetivo de estas preguntas, además de recoger
información, es hacer que la persona partícipe en el proceso ele interpretación
de la reacción a la crisis y que se implique en la aplicación de estrategias
adaptativas.
Las personas que intervienen en crisis pueden tener que realizar algu-
nas acciones directas al mismo tiempo que consuelan y transmiten Su apoyo y
respeto a las víctimas. Es posible que tengan que evitar que alguien se haga
daño a sí mismo o a los demás; buscar ayuda médica; buscar familiares,
vecinos O amigos que se queden con la víctima hasta que pase la crisis,
buscar una residencia provisional (como un hospital o una casa de acogida);
hablar con las personas implicadas en la situación de crisis para paliar las
acciones que han provocado el estrés en la víctima; o gestionar los ritos
funerarios o el cobro de seguros de vida. Las víctimas de crisis suelen ser
incapaces de emprender estas acciones por sí mismas y necesitan depender
de los demás durante un breve período de tiempo.
El profesional que interviene en una situación de crisis acepta la
dependencia de la víctima hasta que está preparada para una derivación a pa-
ra cuidar de sí misma. Es posible que el profesional tenga que mantener el
contacto con la víctima y compartir información con las personas de su entorno
para que la persona pueda recibir el apoyo de otras personas y prepararse
para prescindir de la ayuda del profesional.
Las reacciones a las crisis en las que ha habido algún tipo de pérdida,
como el divorcio y 1a muerte, siguen una serie de etapas diferenciadas, como
señalaron Krantzler (1973) y Kübler-Ross (1969). La reacción inicial es de
shock y negación. El sentimiento predominante en esta fase es «esto puede
pasarle a los demás, pero no a mí". Los terapeutas deben proporcionar una
ayuda empática en esta etapa. Al irse desvaneciendo la negación, aparece la
ira que puede alcanzar al terapeuta. La aceptación y el posterior afrontamiento
tienen lugar cuando la persona puede volver a movilizar sus capacidades y sus
recursos de afrontamiento y empezar a planificar e implementar acciones que
conduzcan a la recuperación.
Otra habilidad que suelen utilizar los profesionales de la intervención en
crisis es la confrontación. Muestran las discrepancias presentes en la situación
de crisis o en sus implicaciones para suscitar una actuación inmediata. Un
ejemplo sería decirle a un alcohólico arrepentido que ha pegado a su mujer en
una borrachera: «A usted le resulta difícil controlar su temperamento cuando
bebe. Ahora su mujer está en el hospital y está pensando en denunciarle. Lo
haga o no, dice que esta vez va a marcharse de casa Y a llevarse a sus hijos
con ella. Creo que va a tener que decidir qué va a hacer con el problema que
tiene con la bebida. Si quiere conservar a su familia, tendrá que enfrentarse a
él. Vamos a ver qué alternativas tiene». En esta intervención el terapeuta le
dice a la persona que «entre en vereda o se largue». A menudo este tipo de
confrontación o «tratamiento de choque» es necesario para que una persona
que está estancada se centre y empiece a moverse en alguna dirección.
En las situaciones de crisis el tiempo suele ser una variable fundamental;
los profesionales no pueden permitirse el lujo de establecer una relación de
ayuda a largo plazo antes de centrarse en la resolución de problemas. Por lo
tanto, la confrontación suele presentarse antes en la intervención en crisis que
en otras formas de ayuda. De todos modos, es posible ser empático, confrontar
al mismo tiempo; el tono de voz, la postura corporal y la expresión facial
pueden marcar la diferencia entre una confrontación hostil y una confrontación
constructiva. La confrontación constructiva no es negativa: incluye el
reconocimiento de los puntos fuertes de la persona y de su capacidad para
escoger un curso de acción. Cuando utilice la confrontación es fundamental
que lo haga por el bien del cliente, no para desahogarse, demostrar su
superioridad o imponer su voluntad. En otras palabras, la confrontación debe
ser asertiva, en lugar de agresiva, y encajar con los objetivos de la ayuda.
Además de los conocimientos necesarios para tratar tipos específicos de
crisis (como las provocadas por el consumo de drogas o de alcohol, por los
malos tratos infantiles o por las conductas suicidas), los trabajadores de los
servicios sociales que intervienen en situaciones de crisis deben estar muy
familiarizados con las características sociológicas, económicas y culturales de
la comunidad en la que trabajan y, con los recursos disponibles dentro de la
propia comunidad. Es necesario disponer de este tipo de información para
poder hacer buenas derivaciones, especialmente cuando el tiempo tiene una
importancia fundamental.
A continuación presentamos cuatro ejemplos de intervención en crisis.
Cecilia, una estudiante universitaria de 19 años, se presentó en mi des-
pacho de manera inesperada. Nos habíamos visto en una ocasión, cuando
había acompañado a su compañera de habitación a mi oficina; pero no ha-
bíamos tenido ningún contacto directo. Era obvio que estaba muy estresada y
espetaba con incoherencia que tenía algunas pastillas y estaba pensando
seriamente en tomárselas porque «no quería seguir viviendo». Le pedí
inmediatamente a mi secretaria que no me pasara ninguna llamada y que
suspendiera mis citas y pasé las dos horas siguientes hablando con ella. Me
explicó que su prometido y su hermano se habían matado en un accidente de
coche hacía seis semanas y que no podía superarlo. Creía que no tenía ningún
motivo para vivir. No paraba de llorar... yo la abracé… siguió hablando una y
otra vez de su pérdida y de su enfado por haberse quedado sola. Al final,
cuando ya estaba completamente exhausta, le pregunté si creía que podíamos
trabajar juntos para encontrarle algún sentido a su vida. Cuando entre lágrimas
me dijo que estaba de acuerdo, la obligué a comprometerse: ¿me daría las
pastillas y prometería no hacerse ningún daño hasta que pudiera verla al día
siguiente a las 3:30? Le pedí que me lo prometiera mirándome a los ojos. Le
llevó algún tiempo hacerlo. Después 1e sugerí que sería bueno que algunos de
sus amigos se quedaran con ella. Dijo que tenía algunos amigos con los que
podía contar, incluyendo su compañera de piso, pero que había intentado que
no se dieran cuenta de su dolor. Me dio permiso para llamar a su compañera
de habitación y para disponer las cosas de tal modo que no se quedara sola en
ningún momento hasta que volviéramos a vernos. A1 día siguiente, Cecilia dijo
que creía que había superado la crisis y que podía empezar a acudir
regularmente a una serie de sesiones para hablar de su problema sin el temor
de que volviera a pensar en el suicidio. No importa si las amenazas de Cecilia
eran 0 no legítimas. Nunca ignoraría ni pasaría por alto este tipo de amenazas,
y no me separo de las personas que las plantean hasta que logro que se
comprometan a no hacerse ningún daño.
Ari, de 24 años de edad, que trabajaba en un salón de belleza, llamó a
su jefe para decirle que estaba «enfermo» y que no podía ir a trabajar. Parecía
muy agitado y trastornado, y Robert, su jefe, que era voluntario de la línea
caliente en su tiempo libre, se dio cuenta de que algo iba mal. Se presentó en
la casa de Ari y le encontró desmelenado, con los ojos desorbitados y
desorientado. Ari hablaba de morirse y parecía incoherente. Robert sabía que
la familia de Ari vivía en Oriente Medio y que había estallado 1a guerra en esa
zona, por lo que pensó que ésa sería la causa de su trastorno e intentó calmar
a Ari hablándole en voz baja. Resultó que el acontecimiento que había
precipitado la crisis de Ari había tenido lugar en el trabajo el día anterior,
cuando Ari había oído cómo otros trabajadores y algunos clientes hacían
comentarios racistas sobre él. Ari llevaba diez años trabajando en ese
establecimiento y esos comentarios le habían hecho experimentar una pérdida
repentina de seguridad. Esto había destrozado la defensa que había estado
utilizando hasta entonces para no pensar en la guerra: mantenerse ocupado.
Robert le transmitió empatía se mostró sereno, dándole su apoyo. Animó a Ari
a volver a la tienda con él y fue capaz de suavizar y reducir las tensiones que
habían aparecido entre el personal con sus acciones y su manera de
comportarse. Cuando salieron del trabajo, Robert llevó a Ari a un centro
comunitario donde pudo asistir a un grupo de ayuda formado por otras
personas que también estaban esperando noticias de sus familiares y amigos
de Oriente Medio. En este caso, la capacidad de Robert para comunicar su
apoyo, así como su estrategia activa de localizar el grupo de apoyo permitió
ayudar a Ari a superar su terror y enfrentarse de una manera más eficaz a SU
situación.
El señor Budlong comunicó a la responsable de personal que Tom, uno
de los administrativos de la sección de correo había sido arrestado por conducir
bebido el fin de semana. Se quejó de que la conducta de Tom había sido muy
irregular a lo largo del último mes y de que Tom, que había sido el
administrativo más serio y responsable de su sección, hasta tal punto que
incluso se le había tenido en cuenta para una posible promoción, se había
«transformado por completo». El señor Budlong no sabía qué hacer. La señora
Spitz, la responsable de personal, llamó a Tom (que estaba en libertad bajo
fianza) a su casa y le preguntó si podía hablar con él. Le encontró abatido,
retraído y preocupado por el daño que había hecho de sus padres y por la
posibilidad de perder su trabajo. Mencionó que nunca se había metido antes en
problemas y que no sabía qué le había pasado ni por qué. Hablando con él, la
señora Spitz le encontró confuso y algo desorientado. Después de explorar qué
cambios habían ocurrido en la vida de Tom en las últimas semanas, la señora
Spitz descubrió que el pastor de la iglesia de Tom, que había sido un modelo
muy importante para él, se había suicidado cuatro semanas antes. Percibiendo
que ésta podía ser la causa de sus problemas, la señora Spitz habló con él de
esta pérdida y dispuso su derivación a una sociedad de ayuda leal y al centro
de asistencia de la comunidad. En este caso, el conocimiento de la teoría de la
crisis y el uso juicioso de algunas preguntas permitieron a una persona
interesada y preocupada facilitar la ayuda necesaria para hacer derivaciones
adecuadas.
La teniente Vinsen una enfermera de la Guardia Nacional, acudió a
terapia porque se despertaba sobresaltada por las noches, con temblores y
dificultades para respirar. Había pasado diez días en la ciudad de Oklahoma,
después del atentado en el edificio federal, formando parte de un equipo de
ayuda en el desastre y había recibido una mención por su servicio ejemplar. En
su vida civil era una enfermera escolar, y no había experimentado ningún
síntoma hasta varios meses después de volver de la ciudad de Oklahoma. En
la primera sesión, el terapeuta le preguntó si había mentado alguna vez la
muerte de algún ser querido. A la teniente Vinsen le llevó algún tiempo decir
que su hermana pequeña había muerto a los seis años en un accidente de
autobús (la teniente tenía 8 años en esos momentos). Se sorprendió a sí
misma comentando que se había "olvidado prácticamente” de esa pérdida. El
hecho de haber sido testigo en Oklahoma de la muerte brutal de niños
pequeños y haber atendido a las familias que habían sobrevivido al atentado
había hecho renacer en ella intensos sentimientos de ira, tristeza y
desesperación. Al venir de un entorno cultural que no permitía la expresión de
las emociones dentro del entorno familiar, siempre había estado orgullosa de
haberse mantenido firme y no haber sentido «tristeza» ni «debilidad», En las
dos se iones que se dedicaron a la intervención en crisis, se animó a la teniente
a recordar la muerte de su hermana y a hablar de ella y del impacto que había
tenido en ella y en su familia. No le llevó demasiado tiempo ver la relación que
esta pérdida tenía con lo que había experimentado tan recientemente en la
ciudad de Oklahoma. Llorando, y reconociendo y expresando su dolor, pudo
sentir el alivio y la liberación que necesitaba. Y entonces fue capaz de
recuperar sus sentimientos de dominio y autoestima.
Resumen
En este capítulo, lo hemos presentado una revisión de la teoría de la
crisis y su relación con la teoría de la ayuda y la práctica de la intervención en
crisis. También hemos comentado la aplicación de la intervención en crisis en
las situaciones de desastres y acontecimientos traumáticos. Hemos definido
seis tipos de crisis, diferenciando entre transiciones propias del desarrollo y
crisis situacionales. Muchas personas, profesionales, no profesionales o tra-
bajadores de los servicios sociales sin formación especializada, intervienen en
las situaciones de crisis, va sea a través del contacto personal o telefónico o en
los programas de atención externa.
La revisión que hemos hecho ele la teoría de la crisis señala que las
intervenciones a corto plazo pueden ser eficaces y que las redes de apoyo
social son un elemento fundamental para la intervención en crisis. Es
interesante señalar que las personas que están pasando por situaciones de
crisis suelen estar muy abiertas a la introducción de cambios; esto puede hacer
que una crisis tenga resultados positivos, como una ampliación de la terapia, el
reconocimiento de los puntos fuertes de la persona y el desarrollo de
habilidades para afrontar otras situaciones problemáticas en el futuro. Aunque
la intervención en crisis requiere en ocasiones un enfoque de la ayuda diferente
al que proporciona el modelo de terapia que hemos desarrollado en este libro,
requiere igualmente de buenas habilidades de comunicación. Las estrategias
de ayuda que comentamos en el capítulo 6 pueden modificarse para aplicarse
a la intervención en crisis, Además, hemos presentado una sinopsis de la
terapia breve como forma viable de intervención en crisis debido a la atención
que presta a la resolución activa de problemas.
En este capítulo hemos incluido también una revisión de las etapas
pasos de la intervención en crisis y de las habilidades necesarias para
superarlas.