8 El Búho
Ana Lilia Cepeda
27 de noviembre de 2017 FIL Guadalajara 2017
En representación de todo el equipo de la Editorial
Ink agradecemos el apoyo que han brindado a este
certamen nuestros patrocinadores: La Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, a la Asocición
Sindical de Pilotos y Aviadores de México ASPA y este año se
suman con gran compromiso la Fundación René Avilés Fabila
y la Fundación Sebastián.
El Maestro René Avilés Fabila, amigo entrañable de
muchos de nosotros, escritor con gran reconocimiento y
uno de los exponentes iberoamericanos más destacados de
la narrativa contemporánea con su buen humor, talento y
generosidad fue un incansable promotor de la cultura. René
tuvo la confianza en las nuevas tecnologías y con visión de
futuro propuso a la UAM-Xochimilco auspiciar este certamen
y como toda noble propuesta tuvo buena acogida. Gracias
a ello estamos hoy reunidos celebrando la creación de las letras. Tras
su irreparable pérdida decidimos en coordinación con su familia y la
Universidad Metropolitana que el premio lleve su nombre a partir de
este año.
Portada de la obra ganadora
de nuestra portada 9
de nuestra portada
Estadísticas de participación
Cada año, el Premio Internacional Ink de Novela
Digital obtiene mayor difusión y participación. En
ésta su cuarta emisión contó con la inscripción de
294 novelas, lo que significa un 15 % de incremento
con respecto al año pasado. De ellas 113 son
de autores mexicanos, de España recibimos 48
manuscritos, 43 de Argentina, 29 de Colombia, 20
de Chile, 8 de Estados Unidos, 7 de Venezuela, 4
de Cuba, 3 de Ecuador, 3 de Perú, 2 de Republica
Dominicana, 2 de El Salvador, 2 de Hungría, 2 de
Nicaragua, 2 de Paraguay y con un solo concursante
Guatemala, Canadá, Italia, Francia, Israel y Uruguay.
En cuestiones de género, del total de partipantes,
58 son mujeres y 237 hombres.
Jurado
Con tal nivel de participación, fue necesario contar
con un jurado internacional de primer nivel,
compuesto por:
Carlos Yushimito del Valle (Lima, 1977)
Maestro en Literatura en la Universidad de Villanova
y estudiante de doctorado en la Universidad
de Brown. Ganador del Premio Carlos Eduardo
Zavaleta de cuento (2002). Autor de El mago (Sarita
Cartonera 2004), Las islas (2006) y Lecciones para
un niño que llega tarde (2011).
Bernardo Ruiz (Ciudad de México, 1953)
Periodista, poeta, narrador, traductor y editor.
Coordinador de talleres de narrativa en distintas
instituciones a lo largo del país. Colaborador y
miembro de los consejos de redacción de distintas
publicaciones periódicas. Ha sido director del
CNIPL del INBA y de Difusión Cultural de la UAM;
subdirector de Casa del Tiempo. Director de la rama
literaria de la SOGEM.
Guadalupe Loaeza (México, 1946)
Escritora y periodista. Colaboradora de más de una
docena de periódicos y autora de más de 40 libros.
Ha trabajado en radio y televisión en programas
de difusión cultural. El gobierno de la República
Francesa le otorgó la Orden de la Legión de Honor
en grado de Caballero (2003).
Sandra Lorenzano (Argentina, 1960)
Autora de las novelas Saudades, Fuga en mí menor
y La estirpe del silencio. Es doctora en Letras por la
UNAM y miembro del Sistema Nacional de Creadores
de Arte. Vive en la Ciudad de México desde 1976.
Geney Beltrán Félix (México, 1976)
Como representante de la editorial, autor de las
novelas Cartas ajenas y Cualquier cadáver, así
como del libro de cuentos Habla de lo que sabes.
Obtuvo los Premios “José Vasconcelos” y Bellas
Artes Colima. Es miembro del Sistema Nacional de
Creadores de Arte.
10 El Búho
Argumento
La niña del Derosipam sigue la historia de una
mujer en dos diferentes etapas de su vida: la niñez
y la edad adulta. Estructurada a partir de estas
dos voces opuestas, en los capítulos impares,
narrados por la protagonista-niña, el padre, un ser
enfermo de terror por el problema de la pedofilia,
emprende con su hija de
ocho años un incierto
viaje de cacería de costa
a costa del México de
2011 en pos de pedófilos,
usándola como señuelo.
En consecuencia, la niña,
cuya comprensión no
alcanza para entender
bien a bien lo que sucede,
logra desarrollar una
sensibilidad y percepción
que le permite abandonar
la inocencia y reconocer a
los victimarios. La suerte
de la niña, aunada a la
imagen de su padre, serán
su punto de quiebre y el
desenlace de la novela.
En los capítulos pares,
la mujer adulta, convertida
en policía, utiliza las
habilidades adquiridas en
su tormentosa infancia
para una nueva búsqueda.
Ella, como su padre, se
ha vuelto una cazadora
Acta de deliberación
de nuestra portada 11
de pedófilos, pero sus métodos, alcances, apoyos,
etc., han cambiado por completo. Ella encarna, en
el futuro, un nuevo tipo de cacería que la sociedad
humana ha creado para impedir la reproducción
y multiplicación de este silenciado misterio de la
atracción adulta por los niños y de aquel otro misterio
complementario del resultado de tales encuentros:
niños inexorablemente modificados, marcados,
sesgados, de los cuales nada queda de quienes
fueron y cuya vida resulta tan tempranamente
decidida, tan prontamente condenada.
El galardonado autor, en sus dos voces, explora
la subjetividad de los polos del tabú de la pedofilia: la
víctima y el victimario, binomio al que suma el de la
relación padre-hija para dar lugar a un híbrido entre
novela de iniciación, de pérdida de la inocencia y de
conversión.
Comentario
No puedo dejar de compartir con ustedes algunos
puntos que hacen de ésta una obra intrigante y
compleja:
En primer lugar, el tema principal: la pedofilia.
Como bien señala el autor: “El desafío estaba en
recoger la complejidad, la profundidad, la densa
ambigüedad de lo que abiertamente es uno de los
fenómenos más vinculativos y destructivos en la
esfera de las relaciones humanas”. Ciertamente,
esta novela nos acerca a uno de los asuntos tabú
por excelencia de las sociedades occidentales y nos
da la oportunidad de abordarlo desde el punto de
vista no sólo del victimario, sino, también, de la
víctima. Esta operación (tan delicada, tan sutilmente
realizada por el autor) nos permite adentrarnos en
ambas caras de la moneda y conocer las diferentes
aristas de un hecho con tantos recovecos como éste.
• Aunado a lo anterior, se encuentra el trauma
que la pedofilia causa en los niños que la sufren.
Como refiere Chávez Castañeda, son las víctimas
quienes viven esta “metamorfosis” como un punto
de quiebre que borra su ser infantil y los lanza
despedidos hacia un después marcado ya por la
desgarradura, la tragedia de una vida destruida.
• Por otra parte, estructuralmente la novela
refleja constantemente el desdoblamiento de los
protagonistas: Natalia niña en los capítulos nones
y Natalia adulta en los capítulos pares; un padre
llamado “papá” y un “él” al que le ha metido
Derosipam y daña a la Natalia del pasado; una
combinación de voces en primera, segunda y tercera
persona dentro del narrador-personaje.
• Finalmente, está la cuestión genérica, pues
esta novela combina “la poética de la novela negra
en su inclinación por desnudar las podredumbres
de la sociedad, con la poética vaticinadora de la
ciencia ficción, en este caso, concentrada en las
posibilidades científicas directamente ligadas a
nuestro futuro sexual, con todos los dilemas éticos
que conllevará en el porvenir el enfrentamiento a la
problemática de la pedofilia”.
12 El Búho
Ricardo Chávez Castañeda (Ciudad de
México, 1961)
Estudió la licenciatura en Psicología en la UNAM y la
maestría en Creación Literaria en New Mexico State
University. Actualmente da clases en Middlebury
College en Estados Unidos.
Tiene más de 50 libros publicados con los
cuales ha obtenido importantes reconocimientos
internacionales: en Cuba, las menciones honoríficas
en el Premio Casa de las Américas de novela (1999),
el Premio “Casa de las Américas” de literatura
juvenil (2009) y el Premio Iberoamericano de cuento
Julio Cortázar (2012); en Argentina el Premio Borges
de cuento (1987) y el premio Mercosur de novela
juvenil (2009); en España fue finalista del premio
Hammett (1999 y 2002) y del Premio Aresti de
cuento (2001 y 2003); finalmente en Ecuador ganó
el Premio en la Bienal Internacional de Literatura
Infantil y Juvenil (2003).
En México, asimismo, su obra ha sido distinguida
con los premios nacionales más importantes del
país: Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí
(1991), Premio Nacional de Literatura Juvenil
FILIJ en cuento infantil y novela juvenil (1993 y
1994), Premio Nacional de Novela José Rubén
Romero (1994), Premio Latinoamericano de Cuento
Edmundo Valadés (1994), Premio Nacional de
Literatura Infantil Juan de la Cabada (2001), Premio
Ciudad de La Paz de novela (2005), Premio Nacional
Ricardo Chávez Castañeda
de nuestra portada 13
de Ciencia Ficción (2007), Premio Sor Juan Inés de
la Cruz de cuento (2010 y 2011) y de novela (2010).
Presea
Antes de dar paso a la entrega del premio a Ricardo
Chávez Castañeda, en lo referente a la Presea hay
que mencionar que la de este año se trata de la
obra de bronce Tlahtolli del internacionalmente
reconocido escultor mexicano Sebastián.
Esta magnífica escultura no podía ser más
propicia para un premio de esta naturaleza ya que
“Tlahtolli” en náhuatl significa una forma literaria
que incluye mitos, leyendas, crónicas, historias y
relatos que resumen la obra de René Avilés Fabila,
su gran amigo. La Presea del escultor Sebastián
engalana el Premio y le da mayor relevancia a nivel
internacional. Y cada año se entregará al ganador.
La Universidad Autónoma Metropolitana mostró
interés en institucionalizar y elevar la categoría del
Premio Internacional INK de Novela Digital René
Avilés Fabila por lo que agradecemos enomemente
ese compromiso no solo con uno de sus profesores
distinguidos sino con la cultura de esta casa de
estudios y del país.
Publicación digital y estímulo económico
Finalmente, me gustaría comentar que, además de
la estatuilla, el Premio Internacional Ink de Novela
Digital René Avilés Fabila 2017 incluye no sólo un
estímulo económico, sino además la publicación
de la novela ganadora en formato digital, misma
que podrán descargar de manera gratuita durante
las fechas que comprende la FIL Guadalajara.
Asimismo, les comparto que se encuentra disponible
en todas las tiendas de libros digitales: iBooks
para los dispositivos Apple, Google Play Libros y
Barnes&Noble para los Android, Amazon para los
Kindle y Kobo para los Nook, por mencionar las más
importantes.
Ricardo Chávez Castañeda y Rosario Casco Montoya
14 El Búho
Público asistente
de nuestra portada 15
Capitan Mario Alberto González Aguilera, Ana Lilia Cepeda, Ricardo Chávez Castañeda, Rosario Casco Montoya, Catalina Durán
Ana Lilia Cepeda, Ricardo Chávez Castañeda, Rosario Casco Montoya, Catalina Durán
16 El Búho
Capitan Mario Alberto González Aguilera, Ana Lilia Cepeda, Guadalupe Loaeza , Ricardo Chávez Castañeda, Rosario Casco Montoya, Catalina Durán
Premio Internacional Ink de Novela Digital 2017 René Avilés Fabila
de nuestra portada 17
Ana Lilia Cepeda, Guadalupe Loaeza Ricardo Chávez Castañeda, Rosario Casco Montoya, Catalina Durán
Rosario Casco Montoya, Iris Santacruz Fabila
18 El Búho
Cuando recibí el correo electrónico de Rosario Casco Montoya,
la compañera de vida del entrañable René Avilés Fabila, me en-
contraba en el edificio ubicado en la calle de Madero y Bolívar,
en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Había ido a que le cam-
biaran las micas a mis lentes que aún hacen útiles a mis cansados ojos.
Mientras esperaba, leí el texto con atención y no dejé de sentir cierta
congoja. Rosario me avisaba que diciembre sería el último mes en que
se publicaría El Búho.
Paradójicamente —reflexioné— estaba en
ese momento a unas cuantas cuadras de la
calle de Palma, donde en el restaurant El Car-
denal tuve el enorme privilegio de conocer al
maestro Avilés. Me lo presentó mi mujer, en esa
época subdirectora del periódico La Crónica de
Hoy. René, simplemente, era un personaje cau-
tivador. En la comida lo constaté: era práctica-
mente imposible resistirse a su don de gente,
sencillez, inteligencia, cultura, simpatía y su
especial sentido del humor.
Avilés Fabila fue el creador de El Búho, el
suplemento cultural de Excélsior, cuando ese
diario era ejemplo de periodismo y casa de no-
tables reporteros. Durante años dirigió de for-
Gerardo Cantú
Benjamín Torres UBalle
de nuestra portada 19
ma brillante las muy interesantes páginas culturales
del rotativo. Era referencia obligada para artistas,
escritores, la comunidad cultural y el público en ge-
neral. Y ahí estuvo René, siempre brillando con su
talento.
Luego de renunciar a Excélsior, y obcecado
como era si de cultura se trataba, René, junto con su
amada Rosario, continuó el proyecto de El Búho de
forma mensual. Tenían la osadía —porque lo hacían
con recursos propios— de imprimir 5,000 ejempla-
res mensuales hasta que fue imposible y tuvieron
que emigrar a la plataforma digital. Un esfuerzo dig-
no y muy loable.
Invitado generosamente por René a colabo-
rar en El Búho —para ese entonces en el sitio
web—, me encontré inmerso en una especie de oasis
de las letras en México, un país donde el monopolio
de quienes se han adueñado de los espacios cultura-
les, vía docilidad al gobierno, es evidente y grosero.
Desde la incorporación a El Búho digital (revis-
taelbuho.com), ahí pasé lista de presente colabo-
rando con algún poema, cuento o artículo de opi-
nión. Pero por sobre ello, disfrutando enormemente
el compartir páginas con espléndidos escritores,
poetas e intelectuales. Una experiencia inigualable
y especialmente un placer indescriptible, cuya dicha
llega a su fin en este mes. Igualmente que el año
2017, pasa inexorablemente a la historia. Una histo-
ria plena de cultura y grandes amigos.
Comprendo las razones de mi respetada, admi-
rada y muy querida Rosario para no continuar con
la publicación de El Búho. Es una tarea ardua y muy
demandante —lo sé porque dirijo un portal de opi-
nión y análisis—, además de poco rentable. Lamen-
to profundamente el epílogo de una etapa fértil que
superó muchos momentos de adversidad, pero que
permaneció hasta su edición número 200, gracias al
tesón y cariño por la cultura de René Avilés Fabila y
Rosario Casco Montoya.
El maestro Avilés careció del apoyo guberna-
mental para potenciar sus anhelos en favor de la
cultura. Su objetividad y críticas siempre parecieron
incomodar a más de un burócrata en las altas es-
feras. Sólo en la administración de Carlos Salinas
Gortari —quién lo diría— le hicieron un guiño al
otorgarle el Premio Nacional de Periodismo —Sali-
nas es un político astuto; perverso quizá, pero muy
avispado—.
Hoy, el final de El Búho obliga a las remembran-
zas y, por supuesto, a las gracias más sentidas para
el hombre que me dio la primera oportunidad de
publicar un artículo y que me orientó magistralmen-
te en la escritura de mis poemas y cuentos breves.
Pero lo aún más valioso: me permitió ser conside-
rado su amigo.
Gracias, querido maestro René, donde te en-
cuentres. Gracias, querida Rosario, ha sido un re-
galo maravilloso conocerte y una tremenda fortuna
colaborar en nuestro querido Búho.
Hasta siempre, amigos lectores. Seguramente
nos encontraremos en otra trinchera literaria.
@BTU15
20 El Búho
PARA MARINA
Enciendo la hornilla.
Violenta, la flama brinca
y calienta la parrilla.
Me concentro en el par de rebanadas de pan
prescritas por la dieta
cada día;
las coloco, acomodo
y volteo,
y enderezo
con cuidado.
Ahora, con la palita de madera
de manguillo rojo
protejo las manos de posibles
[ quemaduras.
Ricardo Martínez
Bernardo rUiz
de nuestra portada 21
—Es curioso —pienso—,
así debiera ser nuestra relación
[ con el mundo
ahora que todo parece consumirse:
tomar la palita de madera
de manguillo rojo,
acercarse sólo lo necesario
a aquello que nos importa;
darle la vuelta
hacia una propuesta perfección
(supuesta).
Finalmente,
cumplir con el proceso:
apagar la flama,
retirar el pan
en un plato con una servilleta
[ que lo envuelve.
E ir a la mesa, para consumirlo,
junto a un café.
¿Después?
Considerar que así debe ser
la relación con el mundo:
breve, precisa, transitoria y ordenada.
(No grito,
no corro,
no empujo),
porque pronto deberá uno
abandonar la mesa..
Carlos Bazán
22 El Búho
La hora de las brigadas
La manifestación del día 13 de agosto fue
una demostración de fuerza, pero no pro-
dujo un cambio en el comportamiento de
las autoridades. No hubo respuesta a las deman-
das del movimiento. Sin embargo, el CNH hizo
pública una nueva declaración en la que afirma-
ba, entre otras cosas, que con sus demandas los
estudiantes querían construir un país libre, “en
el que la vida para todos fuera cada vez mejor”
y agregaba esto: “Nosotros luchamos hoy para que
en el futuro todos los mexicanos tengan derecho
a protestar y a exigir sin que la policía y el ejército
los repriman; para que no haya más presos políti-
cos, para que los responsables de los crímenes y la
violencia de las pasadas semanas sean castigados
como se merecen”
—Pero si el gobierno no cedió ante semejante
demostración de fuerza ¿qué lo haría cambiar de
opinión? –Preguntó Estrada.
Gelsen Gas
GilBerTo GUevara nieBla
de nuestra portada 23
—Una presión mayor. Y eso ocurrió realmente,
en los días siguientes la protesta escaló hasta al-
canzar una dimensión insospechada: la actividad de
las brigadas se convirtió en una verdadera ola de
agitación que conmocionó a la ciudad y atrajo la so-
lidaridad y simpatía para los estudiantes de grandes
sectores de la población; se produjeron expresiones
de apoyo de todas partes: académicos, artistas, sa-
cerdotes, empleados públicos, colegios profesiona-
les, sindicatos, comerciantes, taxistas, vendedores
ambulantes y obreros. En un momento dado (15 de
agosto) el consejo universitario de la UNAM formuló
un conjunto de exigencias a las autoridades y ma-
nifestó su apoyo a las demandas estudiantiles. Un
grupo numeroso de escritores, pintores, dramatur-
gos y actores se reunieron en CU y decidieron for-
mar la Asamblea de Escritores y Artistas en apoyo
al movimiento estudiantil. En esa asamblea partici-
paban escritores como Juan Rulfo, José Revueltas,
Carlos Monsiváis, José Carlos Becerra, Eraclio Ze-
peda y otros más; pintores como José Luis Cuevas,
Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Vlady. El vocero
de dicha asamblea fue el señor Héctor Castro. Por
iniciativa de los artistas se realizaron en la Universi-
dad varios eventos, incluyendo festivales artísticos,
un mural “efímero”, un maratón con música, pin-
tura, baile y teatro, etc. El festival del domingo 18
se convirtió en una verbena popular que reunió a
millares de estudiantes en la explanada de Ciudad
Universitaria.
—¿Qué impacto tuvieron las brigadas?
—Fue un impacto formidable. Miles de briga-
das estudiantiles salieron en esos días a la calle e
invadieron, por distintos rumbos, la ciudad. En el
centro, en los barrios, en las plazas, en los cines, en
los autobuses, en el Metro, en los supermercados,
en los mercados tradicionales, en los grandes cen-
tros comerciales, en las zonas más remotas del va-
lle, por todas partes aparecían, de súbito, grupos de
estudiantes que organizaban columnas, pequeños
mítines, repartían volantes, coreaban consignas o
lanzaban discursos contra la policía y el ejército y a
favor del movimiento estudiantil. La ciudad comen-
zó a hervir bajo el impacto libertario de los grupos
estudiantiles y las simpatías por los estudiantes se
multiplicaban día con día y se expresaban de muchas
formas. Las brigadas sacaron de su somnolencia a
la urbe: recuérdese que la capital era hasta enton-
ces una ciudad tranquila, conservadora y silenciosa,
vacunada contra toda forma libre de expresión po-
lítica, dominada por los valores que había impuesto
el sistema de dominación simbolizado por el PRI,
valores como la obediencia, la resignación y el apo-
liticismo. En el seno de las familias comenzaron a
estallar agrias discusiones entre padres e hijos: lo
que ocurría usualmente era que los padres critica-
ban los desórdenes causados por los estudiantes y
los hijos, por el contrario, simpatizaban con el mo-
vimiento. Ése era el típico síndrome de la división
generacional. Estimulados por su éxito, el entusias-
mo de las masas estudiantiles aumentaba. Aquí y
allá empezaron los actos políticos improvisados que
24 El Búho
congregaron a multitudes significativas: en la Zona
Rosa una sola brigada logró reunir a dos mil o tres
mil personas; otro tanto ocurrió en Coyoacán. En el
cine de las Américas apareció un grupo de estudian-
tes y sublevó al auditorio. Los diarios comenzaron a
documentar esos actos políticos improvisados: uno
de ellos reportaba, por ejemplo, que en sólo un día
se habían realizado 800 mítines. Pero un área donde
la acción estudiantil suscitó disturbios directos fue
el sindicalismo: las brigadas estudiantiles lograron
infiltrarse a las asambleas del Sindicato Mexicano
de Electricistas y en ellas llegó a hablarse directa-
mente de estallar una huelga en apoyo a los estu-
diantes. La agitación en este gremio tenía orígenes
remotos, pero el ambiente creado por el movimien-
to estudiantil contribuyó a estimular la agitación
sindical. Otro tanto sucedió en algunas secciones del
sindicato de petroleros que, bajo la influencia estudian-
til, estuvieron a punto de estallar una “huelga salvaje”.
—Ya no hubo manifestaciones –dijo Mónica.
—Si iba a haber más manifestaciones, pero en
ese momento, de apogeo del movimiento estudian-
til, en un gesto de desafío a las autoridades, el CNH
decidió llamar a los miembros del Congreso de la
Unión a un mitin para hablar sobre el problema que
planteaba para México el conflicto estudiantil. El mi-
tin sería en la explanada de Ciudad Universitaria el
día 18 de agosto. Los estudiantes querían escuchar
a los representantes populares, dialogar con ellos,
explorar soluciones al conflicto, ver la posibilidad
de que el legislativo actuara como mediador en la
contienda. La invitación a diputados y senadores se
hizo de forma pública, a través de un desplegado.
Ésa fue una jugada política que entrañaba el riesgo
de que un grupo de legisladores decidiera asistir al
mitin y formulara con vigor juicios críticos de los
acontecimientos y de la conducta de los estudian-
tes. También podía suceder que un partido político
quisiera aprovechar la oportunidad para “utilizar”
al movimiento estudiantil a su favor. Pero, también
podía ocurrir que los diputados y senadores no asis-
tieran, lo cual sería mal visto por la opinión pública.
Una vez más, el poder legislativo quedaría exhibido
en su subordinación ante el ejecutivo. En sentido
estricto, sin embargo, era difícil que un diputado o
un senador pusieran en riesgo su carrera política
asistiendo a una guarida estudiantil… a menos de
que tuviera bajo la manga una carta oculta. Cuan-
do llegó la hora del mitin los estudiantes esperaron
con paciencia, pero ningún representante popular
se hizo presente, acudió en cambio el líder de las
juventudes panistas, Diego Fernández de Cevallos a
quien, después de una breve consulta, se le permitió
hablar. El joven panista subió a la tribuna y, de in-
mediato, algunos asistentes le comenzaron a gritar:
—¡Reaccionario! ¡Reaccionario!
A lo cual Fernández de Ceballos respondió:
—Son prejuicios. No me importan esas exclama-
ciones, en realidad mi partido, como el movimiento
del que ustedes forman parte, ha sido sistemática-
mente calumniado y deformado, lo cual explica los
prejuicios que aquí se manifiestan.
de nuestra portada 25Joaquín García Quintana
Enseguida, el orador habló de la relación de su
partido con la Universidad, “los fundadores del PAN,
dijo, fueron eminentes universitarios, como Manuel
Gómez Morín quien fue rector en 1933, etc.”. Habló
durante 10 minutos sin interrupción. Por respeto a
la verdad, hay que decir que, efectivamente, el PAN
fue el único partido que declaró casi desde el prin-
cipio su simpatía por el movimiento, aunque eso no
se haya materializado en una acción política directa
de apoyo a los estudiantes. Este episodio tuvo lugar
cuando el movimiento estaba próximo a alcanzar su
apogeo.
El movimiento era una fiesta
Hacia la tercera semana de agosto el movimiento
estudiantil avanzaba, como una ola gigantesca que
se extendía hacia todos los rincones de la urbe. El
país vivía una insólita convulsión política. Algo nue-
vo había nacido. El espíritu de insubordinación y de
revuelta despertaba ahora a nuevos grupos sociales
y pronto saltó de la calle al interior de muchas ofi-
cinas públicas donde los empleados, contagiados,
comenzaron a organizarse.
Otro tanto ocurría en algunos sindicatos. En las
escuelas, las asambleas matutinas se abarrotaban
26 El Búho
de jóvenes poseídos de una nueva fe en el país y en
la política, pero que, sobre todo, habían adquirido
confianza en sí mismos. Las asambleas eran ejerci-
cios de discusión colectiva de eficacia dudosa, pero
en ellas cada uno encontraba el sentido de las cosas
y tenía oportunidad de intervenir y desarrollar sus
habilidades. Un nuevo sentimiento de cohesión y
unidad se había forjado entre los estudiantes, cada
uno de los cuales se sentía parte del “movimien-
to”. En realidad, los referentes del movimiento eran
sencillos: era el pliego de seis demandas y era el
CNH. Pero las asambleas eran también espacios
donde cada estudiante tenía el medio
para hacer cosas, para organizarse, para
incorporarse a un grupo o realizar alguna
tarea específica.
Cada escuela había ingeniado una
división del trabajo propia, concebida en
términos de brigadas: había brigadas de
vigilancia, brigadas de propaganda, bri-
gadas de alimentos, brigadas de finanzas,
etcétera, de tal modo que cada estudian-
te encontraba fácilmente una manera de
incorporarse a la labor colectiva dentro
de la misma escuela o bien de salir a la
calle a continuar con la labor de propa-
ganda y agitación.
La alegría lo contaminaba todo. En
muchos sentidos se puede decir que el
movimiento era en ese momento una
fiesta, una fiesta política y, al mismo
tiempo, una fiesta donde los jóvenes fes-
tejaban a la vida misma que se les revela-
ba bajo esta forma maravillosa que es la
acción colectiva. Atrás había quedado la
existencia solitaria, rutinaria, prisionera
de las reglas y costumbres de los adul-
Carlos Mérida
de nuestra portada 27
tos y en el movimiento cada uno descubría ante él
nuevos horizontes para su desarrollo personal y,
aunque esos horizontes eran inéditos e inciertos,
el futuro individual aparecía luminoso y cargado
de optimismo. La vida “en el movimiento” adqui-
ría nuevos significados: los jóvenes se relacionaban
entre ellos, hacían nuevos amigos, se enamoraban,
compartían la alegría y el gozo del activismo, parti-
cipaban del estado de ánimo exaltado que nace del
compañerismo y el salir a la calle para enfrentar al
mundo era una aventura y un riesgo que unía con
fuertes lazos de solidaridad a unos con otros.
–Maestro –me dijo Mónica–, usted se emociona
al recordar todo eso, pero nos dejó a la mitad con el
relato de los acontecimientos.
–Tienes razón. Antes les dije que los líderes de-
cidieron realizar una nueva manifestación que ten-
dría lugar el martes 27 de agosto y que marcharía
de Chapultepec al Zócalo y la nueva marcha, se
pronosticaba, tendría una enorme concurrencia. El
objetivo era llenar la plancha del Zócalo. Era un ob-
jetivo realizable dada la amplitud que había logrado
la movilización. Pero en los días siguientes se da-
rían una serie de acontecimientos insospechados.
El día 22 la prensa dio a conocer un boletín de pren-
sa emitido por la Secretaría de Gobernación: “El go-
bierno de la República”, decía, “expresa su mejor
disposición de recibir a los representantes de maes-
tros y estudiantes de la UNAM, del IPN y de otros
centros educativos vinculados al problema existen-
te, para cambiar impresiones con ellos y conocer en
forma directa las demandas que formulen y las su-
gerencias que hagan a fin de resolver en definitiva el
conflicto”. Como se ve, la declaración no la firmaba
ningún funcionario concreto, tampoco incluyó pro-
cedimientos concretos a seguir ni hacía referencia al
Consejo Nacional de Huelga o al “diálogo público”
que se había convertido en axioma en la retórica es-
tudiantil. Era una declaración y punto. No obstante,
esta iniciativa abría la puerta para iniciar contactos
entre las partes y para explorar caminos de solución.
Tan sencillo como eso. Ésta fue la opinión de los es-
tudiantes que formaban parte de lo que yo llamo la
fracción democrática que habían desempeñado un
papel crucial en la creación del CNH y que desde el
inicio del movimiento habían sostenido la postura
de que el objetivo era que las autoridades dieran
solución a las seis demandas del pliego petitorio. En
los primeros momentos este grupo logró conquistar
el respeto de la mayoría de los representantes, pero
con el transcurrir de los días el ambiente interno
del Consejo se descompuso sobre todo por la ac-
ción de los estudiantes (marxistas) revolucionarios
que buscaban no la solución del conflicto, sino el
agravarlo más, con el fin de ampliar el descontento
social y, eventualmente, suscitar una lucha obrera y
popular violenta contra el “estado-burgués”. Eran
doctrinarios y fanáticos. No escuchaban argumen-
tos y se reducían a repetir una y otra vez sus frases
estereotipadas de condena a la burguesía y a los es-
tudiantes que, según ellos, le hacían el juego a la
burguesía. Su lenguaje agresivo y su reiterada acti-
28 El Búho
tud de sabotear cualquier medida racional dirigida
a la solución del conflicto contribuyó decisivamen-
te para crear en el consejo una atmósfera cada vez
más irrespirable y cargada de intolerancia y de odio.
Junto a estos radicales estaba un grupo numeroso
de provocadores, agentes encubiertos del Ejército
y de la Dirección Federal de Seguridad (Secreta-
ría de Gobernación) que se dedicaban dentro de la
asamblea del CNH a sembrar la confusión y el des-
concierto. Estos agentes aplaudían y solapaban las
posturas disolventes de la tendencia revolucionaria.
El hecho es que en el CNH se instaló la desconfian-
za. En este ambiente crispado llegó la propuesta de
Gobernación. ¿Qué pretendía el gobierno? ¿Quería
realmente negociar o se trataba solamente de una
maniobra para distraer o debilitar al movimiento?
Como antes dije: para los estudiantes democráticos
la invitación de las autoridades era algo serio, que
no podía dejarse pasar, en todo caso había que con-
testar a este llamado de inmediato y, en su opor-
tunidad, investigar los verdaderos propósitos de
las autoridades. Pero la racionalidad había perdido
espacios importantes en la asamblea. La discusión
de qué hacer en este caso, desencadenó un agitado
debate donde se pronunciaron discursos incendia-
rios y se lanzaron acusaciones violentas contra los
“reformistas”, “entreguistas”, “transas” que querían
negociar dejando de lado el diálogo público. La pos-
tura de los revolucionarios fue muy contundente.
Había que rechazar cualquier intento de contactar
a las autoridades porque hacerlo era “traicionar al
movimiento”. Al día siguiente (viernes 23), tres pro-
minentes miembros del grupo de provocadores que
actuaban encubiertos en el seno del CNH se presen-
taron en la asamblea para informar que “un emplea-
do de Gobernación” se había contactado con ellos
para decirles que existía disposición para entablar
un diálogo del gobierno con el Consejo. El funcio-
nario les había dado un número telefónico. Horas
más tarde, tres maestros de la Coalición (Herberto
Castillo, Eli de Gortari y Fausto Trejo) se presenta-
ron en el Consejo para informar que ellos también
habían recibido similares llamadas telefónicas de
Gobernación. En este punto, los estudiantes demo-
cráticos propusieron que se publicara en la prensa
una declaración del CNH donde se informara que
el Consejo respondería a la invitación por el mismo
medio (se publicó en El Día el sábado 24). Ese día,
el CNH tuvo su sesión más tormentosa, durante 10
horas continuas la asamblea discutió con ardor si
se respondía o no, a las llamadas telefónicas de Go-
bernación. Los demócratas sostenían que había que
hacerlo, sin dudarlo; los revolucionarios lanzaron
furiosos ataques contra la idea y los provocadores
(agentes encubiertos del gobierno) se unieron a los
revolucionarios para, finalmente, rechazar la pro-
puesta de “dar respuesta a los telefonazos”.
Eran las dos de la madrugada del domingo 25,
era una noche densamente oscura, tan oscura, que
no se veía por delante luz alguna.
de nuestra portada 29
De la originalidad, de los lectores, de sus traducciones,
de sus inicios, del béisbol, del jazz… En su ensayo De
qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets, 2017) el
escritor y traductor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) re-
pasa su periplo literario con la intención de dar a conocer cómo
una persona humilde, honesta consigo misma y con los demás,
llega a ser lo que es en el uni-
verso literario.
Pocos datos asoman de su
vida personal: se casó y se vio
en la necesidad de trabajar;
abrió un bar donde organiza-
ba conciertos de jazz. Poste-
riormente acabó sus estudios
universitarios de Artes Escé-
nicas. No le gustaba estudiar,
por lo que nunca se esforzó
demasiado (siete años le cos-
tó terminar la carrera). Se crio
en una tranquila zona residen-
cial, en el seno de una familia
manU de ordoñana, ana merino y ane mayoz
Sebastián
30 El Búho
pequeño burguesa de asalariados. Leer fue
su gran escuela. Si no hubiera leído tantos
libros, mi vida habría sido más gris, apáti-
ca, deprimente, incluso. En ellos aprendió
muchas cosas importantes de la vida y no
halló ni competitividad, ni reglas absurdas,
ni juicios de valor.
En los años ochenta sintió la necesidad
de irse de su país; le resultaba difícil escri-
bir en una sociedad que se regía únicamen-
te por el dinero y que se entrometía en su
vida personal.
Su incursión en la escritura resulta cu-
riosa: en un partido de beisbol, tras una
jugada asombrosa, sintió que él
también podía realizar algo in-
creíble como escribir una novela.
Sin tener ninguna idea, lo hizo. Al
releerla, fue consciente de que lo
que había escrito no dejaba nin-
gún poso en el corazón. Entonces
analizó el otro aspecto: el idioma.
Con su lengua materna, el japo-
nés, cuando intentaba construir
frases para expresar un senti-
miento, las palabras se le amon-
tonaban. Por eso comenzó a es-
cribir en inglés y, cuando tradujo
el primer capítulo, se dio cuenta
de que había aflorado una forma
de narrar propia de él.
Ese partir de cero, ese No ten-
go nada que escribir inicial lo
transformó en motivación y sobre
esa base avanzó en la escritura.
Para inventarse un estilo propio,
se sirvió de la música, en espe-
cial del jazz, así como de frases
Oswaldo Sagástegui
de nuestra portada 31
cortas con una estructura gramatical más
bien simple. Quizá no escriba con la cabe-
za, sino con cierto sentido corporal, como
si fijase el ritmo con unos buenos acordes y
me dejase llevar después por el poder de la
improvisación.
De esta manera, Escucha la canción del
viento (1979), su primera novela, ganó el
Premio de Literatura Gunzou para escritores
noveles, concedido por una revista literaria.
Fue su inclusión en el ámbito profesional.
El premio le introdujo en la fama, pero
no duda en afirmar que hay cosas mucho
más importantes para un escritor que los
premios. Lo que permanece en el tiempo
para las generaciones futuras son las obras,
no los premios. Por eso, solo en dos ocasio-
nes más optó a otro premio, en este caso,
el Premio Akutagawa. No le preocupó no
ganarlo, es más opina que hubiera sido un
inconveniente llamar la atención al trabajar
en su bar. Sin embargo, los demás conven-
cidos de que lo ganaría se sintieron obliga-
dos a consolarle. Incluso un día se topó con
un libro publicado sobre el tema.
Es una persona que necesita mucho
tiempo para cambiar el método que tiene
de hacer las cosas. Por eso, comenzó es-
cribiendo en primera persona del singular
masculino y se mantuvo así durante un lar-
go tiempo. Con sus primeros personajes le
ocurrió lo mismo, al principio, era incapaz
de ponerles nombre. A la hora de crearlos,
no suele partir de una persona real, sino
que prefiere fijarse en la apariencia, en la
forma de expresarse, de actuar de muchas
personas.
Le gusta reescribir, lo define como la ac-
titud de un escritor frente a un trabajo que
decide mejorar. Uno puede convencerse de
haber escrito algo casi perfecto, pero siem-
pre es mejorable. Por eso en esa fase de re-
escribir intento apartar mi orgullo y mi pre-
sunción. Después llega la primera lectora de
sus escritos antes de la editorial: su mujer;
discute con ella, pero admite que por lo ge-
neral tiene razón y nuevamente lo reescribe.
Pocos escritores afirman tajantemente
como él que nunca ha sufrido un periodo de
sequía creativa. Y es que cuando no se sien-
te con ganas de escribir, traduce del inglés
al japonés. La traducción es un trabajo téc-
nico por lo que no interfiere en la necesidad
de expresar algo y es un excelente ejercicio
de escritura.
La figura del lector no cobró existencia
en él hasta que ganó el premio. No es de los
que se prodiga en actos públicos, únicamen-
te da conferencias en el extranjero una vez
al año o participa en lecturas públicas con
firma de libros incluida. Le satisface que sus
obras interesen a distintas generaciones.
32 El Búho
Lo negativo de esta su profesión está en
la crítica que nunca le ha apoyado —inclu-
so calificaron de “contrariedad” el que un
escritor se dedicara a la traducción— y pue-
de que todo se entienda porque en Japón,
quien hace algo distinto a los demás aviva
una reacción de rechazo. Y en la soledad del
escritor. Para él es como estar sentado en lo
más profundo de una cueva.
A lo largo del libro reitera sin cesar dos
números: el treinta, que alude a la edad en la
que se convirtió en escritor y el treinta y cin-
co, los años que lleva escribiendo. Y es que
él mismo se sorprende de llevar tanto tiempo
haciendo lo mismo. De ese primer día man-
tiene la misma sensación a la hora de escri-
bir, como si tocara música, la misma premisa
de divertirse y la misma libertad para crear
algo original. Soy un individualista nato,
decidí hacer lo que quería y como quería.
De lo que no habla este libro es de sus
gustos literarios, aunque es obvio el guiño a
Carver: De qué hablamos cuando hablamos
de amor (1987)..
Rigel Herrera
de nuestra portada 33
Se va a extrañar a El Búho que en este mes
extiende sus alas después de transitar por
varias etapas: un suplemento cultural que
creció de cuatro a ocho páginas y ocasionalmente
a doce, albergado en el diario Excélsior pero ali-
mentado por una serie de escritores y periodistas
que René Avilés Fabila sabía atraer; una revista que
se llamó temporalmente Universo de El Búho y que
después recuperó su nombre original, El Búho, y
que más tarde se diversificó en una gran variedad
de formatos electrónicos que a poco más de un año
de la muerte del querido René llegan a su fin.
Tampoco puedo imaginar a El Búho sin Rosa-
rio. Ella bautizó el proyecto desde la pequeña y pri-
migenia oficina que tenía René en Excélsior y en la
que Luis de la Torre, con muchas horas de vuelo y
experiencia en el periodismo cultural, lo diagrama-
ba con materiales inéditos y polémicos que conse-
guía René. En los últimos años, ya con el formato
digital establecido y desde las oficinas de la Funda-
ción que lleva el nombre de René, su esposa Rosa-
david GUTiérrez FUenTes
Martha Chapa
34 El Búho
rio se hizo responsable de El Búho. Es decir, cuando
menos un lustro antes de que René falleciera aun-
que él siempre estuvo al tanto de las colaboracio-
nes, el encarte histórico y el editorial.
La importancia de este proyecto cultural y polí-
tico, René nunca trazó fronteras entre ambos cam-
pos donde los cacicazgos se entrelazan las manos y
evidencian complicidades, fue colosal a lo largo de
prácticamente treinta años. Fue en las páginas de El
Búho donde muchos aprendieron el oficio editorial,
los trucos del periodismo, las sutilezas del diseño
y donde confirmamos nuestro gusto por la litera-
tura. Sus páginas de celulosa o binarias fueron la
trinchera o el campo de entrenamiento de grandes
polemistas o experimentados francotiradores que
buscaban a El Búho por su irreverencia. A René más
de una ocasión lo llamó Regino Díaz Redondo para
solicitarle que no se escribiera en la páginas del su-
plemento nada malo sobre Paz, pero con mucha fre-
cuencia le dábamos cabida a la crítica abierta y en
ella inevitablemente se colaba el nombre de Octavio
Paz y más tarde el de Enrique Krauze. Quien retomó
esta tradición crítica en este país de cortesanos fue
la talentosa escritora Eve Gil.
El Búho obtuvo varios premios, in-
cluido desde luego el Premio Nacional
de periodismo y varios de diseño cuan-
do era revista impresa. Nunca fue una
“mafia”, el espíritu libre, anarquista y
desmadroso de René lo hubiera impe-
dido. Es triste decirle adiós a la publi-
cación en la que me formé, como tris-
te fue despedir a René a quien todavía
considero vivo, como si ahí estuviera
dispuesto a entablar un diálogo inge-
nioso o a divertirnos con alguna frivo-
lidad empleada con agudeza. Hay mu-
chas colaboraciones y polémicas que
se quedaron en las páginas de El Búho
y que desde luego merecen rescatarse.
Emprender parte de esa tarea es una
forma de agradecerle a René tantos
años de amistad desinteresada.
Roberto Ortega Guerrero