Download - Ambiente y Movimientos Sociales - E. Leff
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recursos. Estos principios se expresan como reclam
os de las propias com
unidades indígenas y campesinas, que luchan por preseryar
sus valores culturales asociados a la apropiación de su patrimonio
de recursos naturales. E
n este sentido, los principios y yalores ambientales están siendo
sistematizados por conceptos y teorías que los articulan con las
bases materiales de una nu
eva racionalidad productiva (de una productividad ecotecnológica), a través de instrum
entos técnicos, norm
as jurídicas, políticas científicas, movim
ientos sociales y es-trategias políticas, que constituyen los m
edios de una racionalidad am
biental, orientando la reapropiación social de la naturaleza'y la gestión am
biental del desarrollo.
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TALISTA
I,a problemática am
biental del desarrollo ha dado lugar a un mo-
\imiento, en la teoría y en la práctica, para com
prender sus causas \ resolver sus efectos en la calidad de vida y las condiciones de
de la sociedad. El costo social de la destrucción ecológica y la degradación am
biental generada por la maxim
ización de las ganancias y los excedentes económ
icos en el corto plazo, ha im-
pulsado así la emergencia de nuevos actores sociales m
ovilizados por valores, derechos y dem
andas, que orientan la construcción de una racionalidad am
biental. 1
La contaminación am
biental, la sobreexplotación de los recursos naturales y los desequilibrios ecológicos; las crisis alim
entarias, de ene rgéticos y de recursos generados por los patrones dom
inantes de la producción, distribución y consum
o de mercancías; y los
costos ambientales de la concentración industrial y la aglom
eración urbana, llevaron ya hace treinta años a plantear los lím
ites de la racionalidad económ
ica. Sin embargo, la percepción de la proble-
mática am
biental no es homogénea y cubre un am
plio espectro de concepciones y estrategias de solución. Las m
anifestaciones de la crisis am
biental dependen del contexto geográfico, cultural, eco-nóm
ico y político, de las fuerzas sociales y -
otencialcs ecológicos que sustentan estrategias teóricas y productiva
diferenciadas. En
este sentido, no puede haber un discurso ni una práctica ambiental
unificados. En este cam
po teórico-ideológico en el que se despliega el dis-curso del desarrollo sustentable, hem
os concebido al ambiente
como un potencial productivo para un desarrollo. alternativo, m
ás que com
o un costo o una lim
itante del crecimiento (Leff, 1994a).
• Redactado co
n base en el artículo "El movim
iento ambientalista en M
éxico y IOJI A
mérica Latina", E
cología: Política/Cultura, vol. 2, núm
. 6, México, 1998.
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Ya desde la D
eclaración de Cocoyoc (1974)
)' del Informe sobre el
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esarrollo y la Cooperación Internacional de la Fundación D
ag H
amm
arksjold (1975), se pusieron de manifiesto los diferen tes
intereses)' preocupaciones de los países industrializados y los del tercer m
undo frente a la problemática am
biental. Los primeros,
privilegian una perspectiva conservacionista de la naturaleza y una política rem
edial de los efectos contaminantes de los procesos
productivos. Así, prom
ueven nuevas soluciones técnicas, desde una "distribución m
ás equitativa de las industrias contaminantes a nivel
internacional" (Naciones U
nidas, 1971), hasta la innovación de tecnologías "descontam
inan tes" , sujetas a su rentabilidad en el
mercado. Para detener las tendencias de la degradación am
biental, se propuso el control dem
ográfico y el freno al crecimiento eco-
nómico (M
eadows el al., 1972; D
aedalus, 1973), buscando un ba-lance entre crecim
iento y conservación, D
esde una perspectiva latinoamericana se puso el énfasis en los
cambios sociales, políticos e institucionales necesarios para apro-
vechar racionalmente los recursos existentes y el potencial produc-
tivo de las regiones subdesarrolladas, para satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones (H
errera el al., 1976). El desarrollo de"
este potencial ambiental se funda en el aprovecham
iento de la productividad ecológica de los recursos naturales y la energía social contenida en los valores culturales y las prácticas tradicionales de uso de los recursos de diferentes regiones y localidades, a través de la planificación transectorial del ecodesarrollo, la autogestión com
unitaria y la descentralización de las actividades productivas, con el objeto de generar un desarrollo sustentable, endógeno y autosuficiente.
La activación de este potencial ambiental para un desarroll
sustentable implica la necesidad de generar las condiciones
nómicas y políticas que perm
itan la participación comunitaria
la definición de sus necesidades, en la autogestión de sus recurs yen la producción de sus satisfactores, así com
o en la innovación, asim
ilación y adaptación de tecnologías ecológicamente adaptadas.
De esta m
anera, el concepto de ambiente prom
ueve un desarrollo sustentable)' equitativo, basado en la autonom
ía cultural, en la autodeterm
inación tecnológica y en la independencia política de los pueblos.
La p erspectiva ambiental enriquece así las categorías tradicio-
nales de análisis de los procesos de desarrollo económico y social.
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FI oesarrollo sustentable de las fuerzas productivas, más que de-
jleIloer de la productividad del capital, del trab;0o y del progreso científico-tecnológico, debe fundarse en la productividad de los procesos ecológicos de sus diferentes regiones y en los valores culturales de sus poblaciones. En este sentido, las relaciones socia-les de producción están entretejidas en una tram
a ecológica que -;ustenta a un sistem
a de recursos naturales y condiciona sus formas
de reproducción y aprovechamiento,
La incorporación de estos nuevos procesos dentro de las estra-t egias del ecodesarrollo llevó a replantear los m
étodos tradicionales ele la planificación económ
ica (Sachs, 1982; Gutm
an, 1986). El potencial am
biental de cada región, la autogestión comunitaria de
los recursos, el desarrollo de tecnologías apropiadas, el respeto a l os valores culturales y la diversidad étnica, así com
o de la recupe-ración y enriquecim
iento científico de las prácticas tradicionales de uso de los recursos, abre cauces para una gestión participativa de los recursos y para un desarrollo sustentable (Leff, 1994a).
Ante las dificultades que han tenido los gobiernos para incor-
porar e instrumentar los principios que prom
ueve esta perspectiva am
biental del, desarrollo, la problemática am
biental ha generado la em
ergencia de nuevos movim
ientos sociales en respuesta a la destrucción de los recursos naturales, a la degradación de los ser-vicios am
bientales y al déficit de los servicios públicos, que inciden en la degradación de la calidad de vida de la población.
La crisis ambiental incorpora nuevas dem
andas a las reivindica· ciones tradicionales de dem
ocracia, justicia social y de propiedad territorial de las luchas populares. La cuestión am
biental no sólo incide sobre el problem
a de la distribución del poder y del ingreso, de la propiedad form
al de la tierra y de los medios de producción,
y sobre la incorporación de la población' en los m
ecanismos de
participación en los órganos corporativos de la vida económica y
política. Las demandas am
bientales dem
ocrática de la sociedad en el uso y manejo de los recursos
actuales y potenciales, así como la construcción de nuevos estilos
de desarrollo, fundados en principios de sustentabilidad ecológica, e quidad social, diversidad étnica, y autonom
ía cultural. La conciencia am
biental se fue configurando así dentro de un discurso antidesarrollista; los principios de descentralización, au-tagestión y autodeterm
inación, sin pregonar la autarquía de co-m
unidades y naciones, son valores que movilizan a la sociedad en
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una lucha antindependentista. La emancipación de los pu
eblos en la perspectiva am
biental, va más allá de su independencia política
formal, cuestionando la incidencia del orden económ
ico interna-.
cional en el agotamiento de sus recursos y reclam
ando un derecho para un aprovecham
iento endógeno y democrático. La política del
ambientalism
o transforma así las relaciones de poder en los niveles
nacional e internacional, cuestionando los beneficios que produce la econom
ía de mercado y que ofrece el estado benefactor.
Lo am
biental replantea el conflicto entre explotación y libera-ción en una nueva perspectiva. Justam
ente cuando la segunda re-volución científico-tecnológica abría las puertas hacia una libertad m
ás allá de la escasez, suena la alarma ecológica para m
ostrar la fase oculta del progreso y de la m
odernidad, a través de sus efectos en la sobreexplotación de la naturaleza. Surge así la conciencia am
biental para señalar la contradicción de la supervivencia frente a la afluencia; de los valores posm
ateriales frente a la pobreza y la degradación am
biental. La crisis am
biental ha generado nuevas orientaciones para el proceso de desarrollo y nuevas dem
andas para los movim
ientos sociales (ecologism
ojambientalism
o). Sus objetivos plantean la ne-cesidad de incorporar una "dim
ensión ambiental" al cam
po de la planificación económ
ica, científica, tecnológica y educativa, i ciendo nuevos valores en el com
portamiento de los agentes sociales
y problematizando a todo un conjunto de disciplinas científicas
que son el soporte de la racionalidad económica y tecnológica
dominantes. La construcción de una racionalidad am
biental im
ca así la reorientación del progreso científico y tecnológico en u pe rspectiva interdisciplinaria que articula los procesos sociales naturales para la gestión social del desarrollo
(Le
1986). El saber am
biental cuestiona los comportam
ientos asociados co las prácticas de consum
o derivadas de la sociedad postindustri y los intereses disciplinarios que obstaculizan la producción estudios integrados del proceso de desarrollo; asim
ismo,
matiza a las ideologías que orientan las dem
andas de las clases trabajadoras y de los m
ovimientos populares para satisfacer
necesidades básicas a través del acceso al mercado de trabajo y
redistribución del ingreso. La incorporación de las clases trabajadoras y de las poblaciones
rurales al progreso y a la modernidad ha significado la degradación
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ele sus condiciones de existencia: explotación económica, desem
-pleo, m
arginación social, inaccesibilidad a los servicios públicos, desa rraigo cultural, em
igración territorial, destrucción de sus re-cursoS naturales, abandono de sus prácticas tradicionales y pérdida de sus m
edios de subsistencia. La calidad de vida de los grupos Illayoritarios de la población no depende de su acceso a un tiem
po libre generado por el increm
ento de la productividad del trabajo.
La erradicación de la pobreza y la satisfacción de sus necesidades básicas no se ha logrado accionando los m
ecanismos del m
ercado y las políticas com
pensatorias del estado. Esta situación es m
ás notoria en los grupos marginados del
proceso económico nacional, m
ás dependientes de sus condiciones de arraigo territorial y de su integración cultural en el nivel local, para definir sus necesidades m
ateriales y espirituales, y alcanzar niveles básicos de autosuficiencia y bienestar. N
ingún salario real co m
pensa la pérdida de la integridad cultural de los pueblos y la degradación del potencial productivo de sus recursos, del progreso hacia la m
uerte étnica y la destrucción ecológica, efecto de una raciona lidad económ
ica más que de una catástrofe natural.
El ambientalism
o abre así un prbceso de resignificación del m
undo actual. Mas allá de las deficiencias del sistem
a productivo para satisfacer las dem
andas de los consumidores, plantea una
crítica radical de las necesidades. La perspectiva ambiental del
desarrollo ofrece un enfoque global e integrador sobre la realidad social; es una m
irada inquisidora lanzada desde un futuro posible sobre e! proceso histórico pasado para abrir cauces a la recons-trucción de la realidad social. El am
bientalismo es un m
ovimiento
por la diversificación de las condiciones de existencia y los proyec-tos de vida de los pueblos, que de la heterogénesis de! m
undo se proyecta hacia una diversidad de estilos de desarrollo. Es una uto-pía que m
oviliza la acción social hacia la construcción de una nueva racionalidad productiva y un proyecto alternativo de civilización.
Estos criterios permiten esclarecer el sentido en e! que e! am
hientalism
o reorienta los objetivos y estrategias de los movim
ientos sociales. Sin em
bargo, las reivindicaciones de los movim
ientos am-
hientalistas no pueden desvincularse de las raíces históricas de las luchas cam
pesinas, obreras y populares por la nsa de la tierra,
del trabajo y de sus condiciones generales de existe cia. Esta pre-m
isa cobra valor sobre todo en los países de Am
érica atina y de!
tercer mundo, donde prevalecen form
as ancestrales de explotación
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de las clases y de las poblaciones rurales, de expolia-
ción de sus recursos naturales y de destrucción de sus valores culturales. En este sentido, la conciencia am
biental moviliza a nue-
vos actores políticos en un proceso de reapropiación de la natura-leza que conlleva la transform
ación de las relaciones de producción y la generación de nuevos potenciales productivos para un desa-rrollo sustentable.
Los movim
ientos ecologistas o ambientalistas no em
ergen en una arena política deshabitada. Sus propósitos convergen y se su-m
an a los de muchas causas populares y m
ovimientos sociales que
surgen en respuesta a la administración públiq sectorializada, tec-
nocrática y antidemocrática, y a regím
enes políticos centralizados y totalitarios. Se ha abierto así la búsqueda de nuevos espacios de autonom
ía cultural y participación democrática en las decisiones
y en la gestión de los procesos que determinan las condiciones de
existencia de diferentes grupos sociales, donde se plasman sus
aspiraciones, deseos y demandas.
Las demandas de transectorialización de las políticas públicas,
de apertura de nuevos espacios autogestionarios, de reorganización interdisciplinaria del saber y de distribución territorial de las acti-vidades productivas, cuestionan las prácticas ideológicas, adm
inis-trativas, económ
icas y políticas prevalecientes. El ambientalism
o es un m
ovimiento m
ultidimensional que problem
atiza a los modos
de producción, los estilos de vida y los criterios de producción y aplicación de los conocim
ientos en el proceso de desarrollo. El am
bientalismo se abre así hacia un nuevo proyecto de civilización,
orientado hacia la construcción de una nueva racionalidad social y productiva.
Esto plantea la necesidad de transform
ar al estado como "lugar"
de confrontación de los intereses contradictorios y de concentra-.ción de los objetivos com
unes de las diferentes ciases y grupos sociales, y com
o instancia responsable de la planificación del de-' sarrollo y del ordenam
iento ecológico a nivel nacional, para gene-rar las condiciones necesarias para una apropiación m
ás equitativa de los recursos am
bientales y una gestión más participativa de los
pueblos en el aprovechamiento de los recursos naturales y produc-
tivos. E
n el movim
iento ambientalista se articulan las luchas de las
comunidades indígenas, de las organizaciones cam
pesinas, obreras y populares, con las causas de las clases m
edias urbanas, las aso-
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,i.1Ciones de base y los grupos ecologistas. En este proceso de
J ,·(oJllposición social surgen nuevas organizaciones profesionales, "Iganism
os no gubernam
entales, grupos privados y asociaciones ,i\¡[es, que buscan oportunidades de participación en los espacios "conóm
icos y políticos que genera la problemática am
bien tal. Este
111oceso va abriendo nuevos frentes de lucha, nuevas estrategias políticas, nuevas fórm
ulas de negociación y nuevas tácticas de con-n'nt ración entre el estado y la sociedad.
El ambientalism
o moviliza la arena política para establecer nue-
\:15 alianzas, pactos y acuerdos, para la consecución de los objetivos (om
unes de diferentes grupos y sectores sociales, respetando la pluralidad política y la autonQ
Jl1ía de las organizaciones sociales. .\1 m
ismo tiem
po, los principios ambientales prom
ueven un pro-lC
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de descentralización económica y de autogestión com
unitaria (!t: los recursos, transfiriendo poderes y responsabilidades a los gobiernos locales (estatales y m
unicipales). Este proceso de des-
ccntralización está generando una nueva red de relaciones econó-m
icas, políticas y sociales.
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En los años recieDtes nuevos actores sociales han venido ocupando
b escena política. De los conflictos que produce la racionalidad
social dominante em
ergen movim
ientos sociales caracterizados por sus nuevas dem
andas, formas de organización y estrategias de lu-
ch a, dinamizando y transform
ando las formas de ejercicio y lucha
por el poder. Entre los m
ovimientos fem
inistas y estudiantiles, de bs m
inorías étnicas y las organizaciones urbano-populares, emer-
gen los grupos ambientalistas y ecologistas. La caracterización de
estos nuevos movim
ientos sociales dentro de la sociología política no ha sido tarea fácil; esto se debe tanto a la novedad, variedad y dinam
ismo de sus m
anifestaciones; a su carácter complejo, trans-
clasista y multisectorial; y a sus cam
biantes formas de expresión y
de concertación política. Todo ello dificulta la sistem
atización de sus experiencias, la tipificación de sus estrategias y la previsión de sus tendencias (G
under Frank y Fuentes, 1988; Viola, 1987; V
iola y Boeira, 1990; G
arcía Guadilla y Blauert, 1992; V
ieira y Viola,
1992; Guha y M
artínez Alier, 1997).
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El ecologismo em
erge, junto con los nuevos movim
ientos socia-les com
o "pOl-tador de una cultura política dem
ocrática [ ... ] apor-tando nuevos valores, persp
ectivas, métodos y acercam
ientos a la arena política" (M
ainwaring y V
iola, 1984). Entre estos valores,
destacan las demandas de m
ayor participación en los asun tos po-líticos y económ
icos que atañen a la organización democrática, la
igualdad y justicia social, la autonomía y autogestión com
unitarias y el establecim
iento de relaciones políticas horizontales. En los
movim
ientos ecologistas o ambientalistas, estos valores están vin-
culados a la construcción de una nueva racionalidad social y pro-ductiva, abriendo perspectivas para un desarrollo alternativo. Las alianzas populares y las nuevas estrategias de concertación del estado con las organizaciones políticas y la sociedad civil, plantean la necesidad de incorporar el estudio de estos m
ovimientos sociales
dentro del campo de la sociología política.
La construcción de una racionalidad am
biental no depende fun-dam
entalmente de la producción de "tecnologías apropiadas" o
del reverdecimiento de la econom
ía. La puesta en m
archa de una estrategia am
biental de desarrollo implica la activación de prácticas
sociales alternativas, a partir de la transformación de las relaciones
de poder en el saber y en la producción. De allí la im
portancia del análisis sociológico y politológico sobre la em
ergencia y la eficacia de los m
ovimientos ecologistas o am
bientalistas en su lucha por el poder, en la transform
ación de las instituciones sectoriales y de los intereses disciplinarios establecidos; sobre sus form
as no sas de "hacer política" y sus tácticas de inserción en los aparatos del estado; sobre sus confrontaciones y concertaciones con distintas fracciones del estado y diferentes grupos de poder económ
ico político (corporaciones em
presariales, instituciones públicas, p tidos políticos); sobre la im
plementación de nuevos instrum
en y prácticas para la gestión y apropiación de los recursos y su pacto sobre las condiciones de existencia y la calidad de vida d diferentes grupos sociales.
La perspectiva am
biental problema tiza el conocim
iento de los m
ovimientos populares, la organización política y el cam
bio social. Las categorías y conceptos tradicionales, con base en los cuales s analiz aban las relaciones sociales de produ
cción, la división de clases de la sociedad y la fracciones políticas del estado, resultan insuficientes para caracterizar a los m
ovimientos sociales y a
organizaciones políticas del ambientalism
o. El calificativo de "
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des", para distinguir estos m
ovimientos de los grupos políticos
tradicionales, es una clasificación más pintoresca, pero que no
permite aprehender la diversidad de sus orígenes, m
otivos, obje-ti\'os, m
anifestaciones y formas de organización.
El ambientalism
o introduce nuevos valores en la acción social y la organización política; genera nu
evas formas de participación,
estrategias de cambio social y relaciones de poder. Los m
ovimien-
toS ambientalistas surgen com
o una conciencia viva y creadora más
que co mo una resistencia ciega. Pero, si bien los principios del
ambientalism
o introducen nuevas motivaciones, objetivos y pers-
pectivas de cambio social al cam
po político, las circunstancias mis-
mas en las que se m
anifiesta la problemática am
biental obstaculizan la traducción de esta conciencia crítica en estrategias de poder eficaces y vías claras para transitar hacia una racionalidad am
bien-tal. Junto con la "falsa conciencia" que produce la ideología del ecologism
o (Enzensberger, 1974) y las "estrategias fatales de la
globalización" (Leff, 1996a), la desmovilización de la sociedad es
res ultado del desconocimiento de las causas, así com
o de la tardía m
anifestación de los efectos de la degradación ambiental. Se pro-
duce así una parálisis de la acción entre la alarma catastrofista, la
incertidumbre del largo plazo y la visión de los futuros posibles;
un espacio congelado entre una utopía movilizadora y una realidad
avasalladora y paralizante, que la conciencia ambiental y el cono-
cimiento científico no alcanzan a disolver.
Un aspecto im
portante del estudio de los movim
ientos ambien-
talistas, es la congruencia entre los objetivos explícitos que condu-cen a la organización de estos grupos, asociaciones, uniones y coaliciones, y la eficacia de sus prácticas concretas de acción y m
ovilización, Asim
ismo, es necesario evaluar la congruencia del
discurso ecologista oficial, de las políticas del desarrollo sustentable y de su base jurídica, con los program
as y acciones concretas de las distintas instancias del gobierno para la protección, saneam
ien-to y gestión del m
edio ambiente, Por otra parte, es necesario ana-
lizar la política económica y las estructuras de poder dom
inantes, para ver su com
patibilidad o resistencia a incorporar los principios de una gestión am
biental del desarrollo: descentralización econó-m
ica, ordenamiento ecológico del territorio, erradicación de la
pobreza, autogestión comunitaria.
El movim
iento ambiental se expresa así en un proceso contra-
dictorio de participación-marginación, apertura-represión, concer-
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tación-mediatización. Las estrategias del am
bientalismo pueden lle-
var a una mayor participación y a una gestión dem
ocrática de los recursos, o bien a la m
arginación de las experiencias emergentes
del ecologismo de las instancias reales de poder y de tom
a de decisiones sobre el proceso de desarrollo.
El carácter "ambiental" de los m
ovimientos sociales plantea pro-
blemas m
etodológicos para su investigación. La incorporación de valores am
bientales en las estrategias políticas y en las prácticas de los m
ovimientos sociales, sólo puede definirse en función de
un conjunto de principios y objetivos que conforman una raciona-
lidad ambiental, con referencia a la cual pueden evaluarse sus
acciones. En este sentido, los actos de conciencia, y sus efectos en
la organización social y en la movilización política, son "am
bienta-les" en tanto que internalizan un cierto "paradigm
a ambiental", y
en tanto que sus prácticas productivas y políticas constituyen actos de "racionalidad am
biental". Sin una perspectiva teórica y meto-
dológica en e! estudio de los movim
ientos ambientales, se corre el
riesgo de reducir e! campo de visibilidad a los grupos, organiza-
ciones "ecologistas", o de perder de vista e! carácter ambientalista
de movim
ientos que no se auto designan como tales.
Lo anterior plantea los siguientes problemas teóricos y prácticos
al movim
iento ambientalista:
a] ¿Hasta qué punto la racionalidad am
biental, como paradigm
a de un desarrollo alternativo, contiene un proyecto de producción, de organización social y estrategia política capaz de aglutinar a diferentes sectores de la ciudadanía y partidos políticos, para ge-nerar opciones y posibilidades de acción que m
ovilicen la forma-
ción de actores sociales que se inscriban en dicho proceso de transform
ación a través de sus comportam
ientos privados y accio-nes públicas?
b] ¿Hasta qué punto la problem
ática ambiental, que afecta en
forma desigual a diferentes grupos sociales, al generar una nueva
percepción sobre la globalidad y complejidad de los problem
as de! desarrollo, incorpora principios y objetivos capaces de dar cohe-sión a los intereses de diferentes grupos afectados, para generar dem
andas comunes y una estrategia eficaz de transform
ación so-cial?
e] ¿Cuál es la capacidad de la racionalidad económ
ica dominan-
te y de las estructuras de poder para resolver con sus medios e
ins trumen tos la problem
ática social generada por la crisis ecológica
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S 9:)
-p:na incorporar las condiciones de sustentabilidad, equidad y dcm
ocracia-
y para disolver las estrategias del ambientalism
o? La racionalidad am
biental plantea así los siguientes retos y con-diciones al estudio de los m
ovimientos sociales:
a] analizar la democracia com
o condición de las prácticas del ;1\11bientalism
o, y el efecto democratizante de los m
ovimientos am
-bientalistas;
b] investigar e! impacto del discurso am
bientalista -sus propó-
sitos, valores y prácticas-en e! discurso político y
en las políticas
económicas, así com
o en la resignificación de las demandas y rei-
vindicaciones de los grupos sociales; e] esclarecer las estrategias de poder de estos nuevos m
ovimien-
tos de la sociedad civil para transformar la racionalidad dom
inante, incorporando los valores éticos y principios productivos del am
-bientalism
o; d] observar cuál ha sido la internalización de los principios del
a mbientalism
o en los derechos culturales emergentes y en la pers-
pectiva de un desarrollo nacional fundado en un estado multiét-
nico. La cuestión fundam
ental es la de sabe'r si más allá de su em
er-gencia espontánea, estos m
ovimientos se autodefinen y organizan
en torno a principios y objetivos compartidos, que generen coali-
ciones, pactos y frentes de acción; que incorporen sus objetivos en los program
as de los partidos políticos y en las luchas populares; que generen estrategias de transform
ación social, de organización política y de alternativas de desarrollo. Se plantea así el problem
a de la racionalidad de la acción social y de la eficacia política de los m
ovimientos am
bientalistas; de sus competencias, divisiones y
a lianzas; de sus concertaciones y disidencias con el estado y de las capacidades de éste para incorporarlo, apoyarlo, cooptarlo, des-viarlo, fr accionarlo, neutralizarlo, m
arginarlo, aislarlo o disolverlo, cuando no reprim
irlo y aniquilarlo. Ello lleva a interrogar las form
as de organización y la eficacia de las es trategias de lucha de los m
ovimientos am
bientalistas. Pu-diera ser que en la defensa de su principio de autonom
ía, estas organizaciones carecieran de las condiciones y m
edios concretos para producir un m
ovimiento generalizado de transform
ación so-cial, confinándose en un espacio de "solidaridad m
arginal". Algu-
nos autores encuentran así que:
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Estos nuevos movim
ientos sociales no caen dentro del patrón tradicional de los intereses de grupo en lo político. La m
ayor parte de los grupos de intereses tradicionales se enfocaban en dem
andas negociables, usualmente
de naturaleza material. E
n contraste, los nuevos movim
ientos sociales se enfocan en gran parte hacia las relaciones sociales, m
uchas veces al grado de ser relativam
ente apolíticos; sus negociaciones con el estado, y sus dem
andas son frecuentemente de naturaleza sim
bólica y moral. U
na de las paradojas de estos nuevos m
ovimientos es que parte de su im
pacto político deriva de su form
a "apolítica" de hacer política. Este aspecto de
su impacto político está ligado a una lim
itación significativa y a una con-tradicción interna, puesto que estos m
edios "apolíticos" de hacer política pueden lim
itar su capacidad para transformar regím
enes políticos. En
este caso, aunque representen algo nuevo en términos de cultura política,
pueden en última instancia ser m
arginados como pequeños m
ovimientos
culturales alternativos con capacidad limitada para transform
ar la socie-dad en su conjunto (M
ainwaring y V
iola, 1984].
La autonomía del m
ovimiento ecologista plantea la dificultad
de integrar sus demandas locales -fraccionadas y restringidas-, a
un proceso solidario de cambio social global. Ello plantea a su vez
el desafío de incorporar los' principios de racionalidad ambiental
tanto a las demandas populares, com
o a los programas de gobierno,
de manera que sean capaces de redefinir los problem
as del desem-
pleo, pobreza, marginalidad, desigualdad, participación, necesida-
des básicas y calidad de vida, que han constituido los motivos de
reivindicaciones sociales ancestrales y de demandas sostenidas por
los partidos políticos establecidos. T
al vez la transformación m
ás importante y prom
isoria es la e m
ergencia de los actuales movim
ientos indígenas, en los que la l egitim
idad de sus nuevos derechos culturales está adquiriendo una eficacia sim
bólica en la transformación de las relaciones de
poder y en las formas de hacer política. En estos m
ovimientos por
la democracia y la diversidad étnica se despierta el germ
en de un am
hientalismo popular, capaz de arraigar los principios am
hienta-les en prácticas culturales y productivas renovadas. Es en esta pers-p ectiva que las agrupaciones cam
pesinas y los puehlos indígenas podrían reclam
ar el derecho a autogestionar sus recursos y que los derechos por la autonom
ía cultural podrían activar movim
ien-tos sociales por la reapropiación de la
La perspectiva ambiental no sólo plantea la incorporación de
nuevas demandas den tro de las reivindicaciones y las form
as de
Y S
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I.-\LES 95
'lltTanizaclon política tradicionales, sino una complejización y re-
L>
,i'TIlificación de las demandas de la ciudadanía em
ergente. Surge L>
.\,í la cuestión de la capacidad de los movim
ientos ambientales
para conducir estas dem
andas sociales dentro de una racionalidad :t1ternativa, de su potencial m
ovilizador para construir nuevas for-IllaS de convivencia, relaciones políticas y organizaciones produc-1 i\'as, frente a la racionalidad económ
ica dominante, a sus in tereses
" inercias institucionales, que buscan disolver el ambiente en las
estrategias de la globalización económica.
.\MB
IENT A
LISMO
/EC
O LO
GISM
O
Los movim
ientos ambientalistas se caracterizan por la diversidad
de sus motivaciones, sus intereses y sus acciones; su heterogeneidad
trasciende a una clasificación formal según sus orígenes de clase
o sus vinculaciones partidistas, dependiendo más bien de las dife-
rentes concepciones y estrategias en que se inscriben sus prácticas. La especificidad de cada m
ovimiento am
bientalista proviene de las condic iones culturales y del m
edio ecológico donde se desarrollan, así com
o de las circunstancias políticas, económicas e instituciona-
les donde se inscriben y adquieren su identidad a través de sus prácticas concretas.
En todo movim
iento ambientalista -com
o en cualquier movi-
miento social-, su form
a de organización y su propia historia de lucha generan las condiciones de una tom
a de conciencia, abriendo los espacios en donde pueden arraigarse sus estrategias y concre-tarse sus propósitos. A
sí, un movim
iento ecologista promovido por
estratos medios de la población, puede incorporar en sus acciones
otras demandas populares y establecer alianzas de clase con orga-
nizaciones más radicales. A
su vez, los movim
ientos campesinos,
indígenas y urbano-populares, a través de la incorporación de una conciencia am
biental, pueden enriquecer sus demandas inm
ediatas de m
ejoras salariales, por su derecho a la tierra, a la vivienda y a los servicios públicos, para incidir en la tom
a de decisiones más
complejas, sobre los patron
es de uso de sus recursos, sobre nuevos m
odelos de urbanización y formas de asentam
iento, sobre procesos de trabajo m
ás satisfactorios, sobre nuevos esquemas de organiza-
ción social y productiva, que afectan a corto, mediano y largo plazo
96 A
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EN
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sus condiciones y su calidad de vida. De allí puede surgir una fuerza
real para internalizar una perspectiva ambiental en el program
a de los partidos políticos, que perm
ita traducir los enunciados dis-persos sobre la problem
ática ambiental del discurso oficial en m
e-didas, acciones e instrum
entos eficaces de una política ambiental
de desarrollo, abriendo espacios de participación para la sociedad civil.
Los principios generales del am
bientalismo encuentran condi-
ciones ecológicas y culturales más ricas y perspectivas conceptuales
y políticamente m
ás complejas en los países del tercer m
undo que en los altam
ente industrializados. En los países del N
orte, el mo-
vimiento ecologista se orienta hacia la conservación de la naturaleza
y el control de la contaminación, al tiem
po que los problemas
asociados con la sobreexplotación de los recursos son transferidos a los países m
ás pobres. Para estos últimos, localizados en su m
ayor parte en ecosistem
as más frágiles y com
plejos de las zonas tro cales, la defensa de sus recursos y el aprovecham
iento de su tencial ecológico para un desarrollo sustentable, está asociado la
del orden económico internacional y la
trucción de una racionalidad productiva alternativa. M
ás allá del pensamiento ecologista y de las prácticas cons
cionistas de los países ricos, el ambientalism
o de los países p se orienta hacia un proceso de cam
bios económicos, tecnológi
y sociales en una perspectiva renovada y enriquecida. De esta
nera, la formación de una conciencia am
biental se convierte un proceso ideológico y político que m
oviliza a los actores soci para transform
ar sus relaciones sociales de producción y para a nuevas vías de desarrollo de las fuerzas productivas basadas en productividad ecológica, el potencial tecnológico y las signi nes culturales de los pueblos. E
n este sentido, los movim
ien am
bientalistas trascienden el campo de acción del ecologism
o servacionista, orientando sus dem
andas sociale,s y políticas la construcción de una nueva racionalidad social y produ
ctiva de generar un desarrollo equitativo, sustentable y endógeno.
Los m
ovimientos am
bientales muestran una enorm
e di ve ideológica y praxeológica. A
sí, encontramos m
ovimientos an
cleares; por la defensa de los recursos y de resistencia ante deterioro am
biental ocasionado por los proyectos de de industrial; contra la hipertrofia y la contam
inación urbana; de p vención de los desastres am
bientales y la disposición de des
\\!BIE
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Y S
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IAL
ES 97
!,í,icos y peligrosos; de protesta por los procesos de ganaderiza-ción, la tala de bosques y las prácticas de m
onocultivo; en favor de la conservación de la naturaleza, de la diversidad genética de In5 recursos Y
las especies biológicas; en pro del desarrollo de tec-nologías alternativas y la prom
oción de procesos autogestionarios. Estos m
ovimientos se caracterizan por su com
posición pluricJa-y la heterogeneidad de sus actores sociales, que van confor-
mando alianzas en torno a objetivos com
unes: la sobrevivencia de la raza hum
ana, la conservación de la naturaleza, la diversidad la autosuficiencia alim
entaria, la seguridad social, el equi-librio ecológico, la calidad de vida, la participación com
unitaria en la gestión de los recursos. Sin em
bargo, es difícil pasar de este catálogo de problem
as que movilizan a diferentes grupos sociales,
al establecimiento de una tipología específica de los diversos m
o-\·im
ien tos y grupos ambientalistas sobre la base de su fidelidad
formal, discursiva o práctica a sus principios y objetivos, de sus
estrategias políticas, de sus alianzas de clase y de sus afiliaciones partidistas.
En todo caso, es posible hacer una distinción entre los movi-
mientos "ecologistas del N
orte" y los movim
ientos "ambientalistas
del Sur".) El ecologismo de los países altam
ente industrializados ha surgido com
o una ética y una estética de la naturaleza, como
! Estos movim
ientos son mejor caracterizados por sus objetivos y estrategias,
que por las nociones con las que se los designa. De m
anera muy general, se asoció
en un principio el término ecología al m
anejo de los recursos (green issues), y am
biente a los efectos de la contaminación (brown isSlUS). Sin em
bargo, desde su irrupción con la crisis am
biental, estas nociones fueron arrastradas por el discurso político y sus usos institucionales adoptando significados prácticos diversos, si" una clarificación y sistem
atización de su sentido conceptual. Sólo muy lentam
ent.: se ha venido depurando el significado de estos térm
inos de la polisemia y am
bi-valencia de sus usos prim
arios, hasta ir alcanzando un sentido conceptual m:ís
preciso. De esta m
anera, poco a poco las instituciones dedicadas a la protecció'l
de la naturaleza y al uso sustentable de los recursos están cambiando su denom
i-nación com
o agencias de ecología a agencias del medio am
biente (ministerios.
comisiones, consejos). La econom
ía ambiental no se distingue de la econom
ía ecológica por la precisión de sus adjetivos; la prim
era es una rama de la econom
ía convencional que busca asignar valores económ
icos a la naturaleza, mientras que
la segunda busca un enfoque que permita interrelacionar procesos económ
icos y ecológicos (cf. cap. ::1 de este volum
en). Aun en el cam
po de la economía ecológica
se habla al mism
o tiempo de "distribución ecológica" y de "conR
ictos ambientales";
y sólo recientemente, el "ecologism
o de los pobres" o "ecologismo popular", se
cs!á reconceptualizando como m
ovimientos am
bientalistas (Martínez A
lier, 1995; C
uha y Manínez A
lier, 1997).
98 A
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una búsqueda de nuevoS valores que surgirían de las condiciones de "posm
aterialidad" (Inglehart, 1991) que produciría una socie-dad de la abundancia, liberada de las necesidades básicas y de sobrevivencia. Son "m
ovimientos de conciencia" que desearían sal-
var al planeta del desastre ecológico, recuperar el contacto con la naturaleza, pero que no cuestionan el orden económ
ico dominante.
Por su parte, los movim
ientos ambientalistas en los países pobres
emergen en respuesta a la destrucción de la naturaleza y la des po-
sesión de sus formas de vida y de sus m
edios de producción; son m
ovimientos desencadenados por conflictos sobre el acceso y el
control de los recursos; son movim
ientos por la reapropiación ... social de la naturaleza vinculados a procesos de dem
ocratización, .• i
a la defensa de sus territorios, de sus identidades étnicas, de su autonom
ía política y su capacidad de autogestionar sus formas de
vida y sus estilos de desarrollo. Son movim
ientos que definen las condiciones m
ateriales de producción y los valores culturales de las com
unidades locales. C
onsiderando las condiciones en que surgen y se desarrollan estos m
ovimientos en los países subdesarrollados Y
por sus objeti-vos de transform
ación social, conviene calificarlos como am
bien-talistas m
ás que como ecologistas; el contexto político, cultural y .
económico en el que em
ergen, así como sus intereses y sus estra-
tegias de lucha, trascienden las visiones de los grupos ecologistas de los países industrializados. Los grupos sociales que se m
ovilizan por los principios de una racionalidad am
biental en los países del tercer m
undo incorporan en sus formaciones ideológicas un con-
cepto de ambiente m
ás rico y complejo que el concepto de ecología que
subyace al conservacionismo de los países centrales.
Pero una justificación más fuerte para designar a estos nuevos
movim
ientos sociales como am
bientalistas, es que el derecho acceso dem
ocrático a los recursos, sus significaciones culturales y las condiciones para un desarrollo sustentable, no están guiados por una racionalidad ecológica. El am
bientalismo no pretende
tablecer las condiciones ecológicas de inserción de la especie m
ana en la naturaleza. Estos grupos se movilizan por princi
de racionalidad ambiental que incorporan las condiciones ecol
gicas en nuevas formas de significación cultural y de organizaci
social; que constituyen nuevos valores y sentidos existenciales; fundan nuevas estrategias productivas y orientan los diferen estilos de desarrollo de cada com
unidad.
Y M
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CIA
LES 99
La ideología de un m
oyimiento social no es una cuestión acce-
en la movilización concreta que produce. La conceptualiza-
ción de un proceso social no sólo configura el campo de las posi-
bilidades de transformación social, sino qu
e encauza las acciones p:1ra la consecución de ciertas m
etas,)' objetivos sociales. Los mo-
\'imÍen tos sociales que em
ergen movilizados por un concepto de
racionalidad ambiental encuentran así, en sus perspectivas de aná-
lisis, la orientación de sus acciones y de sus estrategias políticas. El ecologism
o arrastra consigo el significado de las políticas rcm
ediales, las acciones cosméticas y las soluciones tecnologistas
de los países industrializados. Más aún, internaliza en sus análisis
de la realidad y en sus acciones el "imperialism
o gnoseológico" basado en una "ecología generalizada" (M
orin, 1980). La ecología, com
o disciplina científica, se presenta como ciencia por excelencia
de las interrelaciones, como una "ciencia de las ciencias" en donde
los procesos sociales se reducen a las estructuras biológicas de las poblaciones hum
anas y a sus adaptaciones y asimilaciones de su
entorno ecológico (Wilson, 1975). Incluso la ecología social busca
su justificación epistemológica en una ecologización del pensa-
miento dialéctico (B
ookchin, 1990; Leff, 1999). El ambientalism
o plantea la necesidad de generar perspectivas m
ás ricas para enten-der la articulación de los m
últiples procesos que integran al am-
biente y las relaciones sociedad-naturaleza, para derivar una nueva racionalidad productiva, fundada en el m
anejo integrado de los recursos (Leff, 1994a).
El ambiente configura un concepto y un objeto m
ás complejo
que el pensamiento ecologista; desde la óptica cuestionadora de
las externalidades generadas por los criterios productivistas de corto plazo, problem
atiza la racionalidad social impuesta por el
orden económico dom
inante. El ambiente, entendido com
o el po-lencial produ
ctivo que genera la articulación sinergética de la pro-ductividad ecológica, la innovación tecnológica, la autogestión pro-ductiva y la participación popular, es un proyecto m
ás rico que el de la adap
tación tecnológica de los procesos a un
funcionalismo ecologista. El am
bientalismo se orienta así hacia el
mejoram
iento de la calidad de vid<1 través de nuevas alternativas
de desarrollo fundadas en el potencial de las distintas
regio nes y comunidades.
La activación y puesta en práctica de este potencial depende de la acción social y la organil.aciún política qu
e se desprende de las
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estrategias del movim
iento ambiental. L
os principios de diversidad,
diferencia Y autonom
ía cobran sentido en el campo de dispersión
del movim
iento ambientalista. E
n esta perspectiva, ya no se trata
de reordenar el todo social con dem
andas homogéneas, sino de
abrir cauces a reivindicaciones sociales más localizadas)' específi-
cas, que muchas veces no se expresan a través de las instancias de
representatividad y mediación del orden político institucionaliza-
do, sino de la acción directa. De esta m
anera, las demandas de los
grupoS ecologistas, feministas, pacifistas se van diferenciando, al
tiempo que se van m
ultiplicando Y dispersando las luchas sociales por nuevos derechos am
bientales, culturales y colectivos. Frente .
al sentido reintegrador de los movim
ientos sociales emergentes
' que ofrece el carácter com
plejo de un ambientalism
o que rechaza
todo propósito unificador, homogeneizante Y totalitario, las expre-
siones, las movilizaciones Y las luchas sociales por la reapropiación
de la naturaleza, la vida y la cultura se van diversificando, sin encontrar estrategias efectivas de poder, capaces de enfrentar al poder disuasivo de la globalización; sin haber podido constituir alianzas
la diversidad política y cultural encuentre una vía p ara plasm
ar solidaridades que permitan avanzar en la descons-
trucción del logocentrismo Y la unificación del m
ercado, dando
lugar a un mundo organizado a través de sus diversidades Y dife-
renCIas.
En ese contexto em
erge la ciudadanía buscando dar respuesta a los retos de la globalización en el tránsito hacia la posm
odernidad
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El silencio ha sido una expreslOn de resistencia y una táctica de
lucha que a través de su eficacia sim
bólica ha logrado enfrentar al poder totalitario. E
jemplo de ello han sido las m
archas silenciosas de protesta por el genocidio y contra la industria nuclear; o el pacifism
o de G:>ndhi y el m
ovimiento C
hipko en defensa de sus bosques en la India. El silencio ha sido la respuesta a la violencia de las arm
as y al diálogo de la guerra; el silencio ha sido la reacción de las com
unidades indígenas ante la apropiación forzada de sus saberes. El silencio ha sido un
a música que acom
paña la paz. Pero el silencio tam
bién es efecto de una violencia simbólica qu
e generan
la política neoliberal y el discurso de la po'smodernidad, acallando
las conciencias, vaciando el pensamiento, y elim
inando los refe-rentes desde los cuales pueda construirse una nueva utopía.
En este contexto, la ética ambiental m
anifiesta una resistencia frente al nihilism
o y la desmoralización que ha dejad
o el derrumbre
de las ideologías modernas y la pérdida de sentidos del pensam
ien-to de la posm
odernidad. Frente al poder del estado y del m
ercado, la ciudadanía reclam
a su derecho de participar en los procesos de producción y el abastecim
iento de servicios básicos, así como en
la toma de decisiones que afectan sus condiciones y su calidad de
\·ida. La crisis am
biental marca un punto de inflexión en la historia,
donde se desvanecen los soportes ideológicos y las certidumbres
'lIbjetivas que generaron los paradigmas de conocim
iento y los dogm
as del saber en el ambivalente progreso de la m
odernidad .
• Texto redactado a partir de una ponencia ell la C
onferencia "Los ciudadanos Iltllte a la globalización: im
pactos sociales, políticos y culturales", organizada por l., Red de A
cción Ecológica y el International Forum on G
lobalization, Santiago d(· Cbile, 29 y '10 de m
arzo de 1996.
[101]