Download - Alcabala del tiempo
Voces
Hablo
Hablo de la hierba que puja en primavera
De las nieves de invierno y los huracanes en verano
No hablo de paraísos bíblicos ni de karmas orientales
Hablo del trasiego de gentes los domingos de mercado
Entre humeantes caldos y entrañas de venado
No hablo de dulces trinos ni violines celestiales
Hablo del gran águila azotada por el viento
Del albatros exhausto sobre el océano
De la liebre alerta en los surcos del sembrado
Hablo del aterido indio peruano
Que me crucé en Cuzco una estación del metropolitano
Y me preguntó de paso “si me disculpa señor ¿en dónde nos hallamos?”
Hablo en mi pueblo del gemido ancestral de un borracho
Que año tras año se fue elevando
De quien lanzó la primera piedra mi hermano
Hablo de glándulas de risas y ojos envenenados
De brillos fosforescencias como estrellas estallando
Hablo del corazón que a veces he de poner de lado
Y del alma que otras he de poner a lo largo.
Ciudades
¿Qué apresura esa muchedumbre a ese trasiego
en la ciudad como un palimpsesto?
¿Y a dónde ha ido toda esa gente
como en un toque de queda como un golpe de aire
como una vida siempre vivida en cuarentena?
¿Alguien queda entre callejas avenidas soportales?
ya nadie sólo marcas en el yeso de las paredes
condenados gestos memorables
Ritos
Oráculo del Domingo
Es Domingo, cantos de alabanza al señor
cumplidos los ritos, la familia entorno a la mesa…
han venido de tan lejos los primos…del norte del sur…
de la ciudad…
Oh señor! que a veces te ofendemos
erdona esta mesa, este rato de felicidad.
Hay que disimular un poco la alegría
mientras hambrientos esperamos el milagro, el milagro de tener
de saber guardar…-“Niños! No jugar con las cosas de comer!”-
Y a los postres, las emociones, alguna copa de más…
mamá probablemente llorará…-“No me hagáis caso!”
hay delante nueras, sobrinos, allegados, algún extraño…
una carnicería de miradas fija en el Oráculo.
-“No quisiera aguar la fiesta, perdonadme hijos…
no habéis cambiado!”.Siempre se quiere más al más desafortunado.
-“Ahora comed!, comed todo pero despacio”.-
Las arcas rebosan de las vides de cada cual,
Tiempos de bonanza, es tan difícil mirar atrás…
Bien atornilladas las voces del oráculo.
Metales
El fuego llama al fuego y así nosotros peregrinos
Sentimos desgastarse nuestros huesos y no cejamos
Labramos en nuestra piel mapas que interpretan adivinos
Visitamos manantiales secos y no nos quejamos
Hombres templados sobre argénteas arenas al sol
En la noche encienden fuegos y entonan cantos
Extrañas armonías que nadie les enseñó
Pujante gramática de adoración
Hombres que no mienten hombres que no descansan
Hijos de la desolación del fulgor y la nada
De la piedra al polvo del silencio al humo
A un sol extinto al desierto que avanza
Alcoholes
Viendo caer la tarde irremediable
el poeta esquiva las sombras y se apresura
para que no le coja a la intemperie
la fría noche sin alcoholes
Sabio y sufriente con premura
trepa hasta la barra de sus bares
y siente fuera la locura
de la noche triunfante y de sus males
Pasa su mano húmeda sobre el lomo del presente
de risas y bailes de esta gente
busca entre humos y alcoholes
destellos de amistades y traiciones
Amores
En la orilla del mar
Y yo sobrecogido en la orilla te pregunté
si todo ese plancton, si toda esa vida
que se agarra como plaga a los acantilados
si toda esa maleza orgánica
que se alimenta casi de milagro
si todo eso tenía algún sentido más allá
de su ceguera obsesiva de multiplicarse más y más.
Y tú, ay tú, ¿por qué habrías de responder?
te pusiste de lado de todo ese movimiento celular
¿qué le importa a la naturaleza que tú le des sentido? dijiste..
Comprendí, ay, la congoja de tu mirada de mar
me aparté un poquito y dejé pasar esa andanada
para volver a mirar lejos, al mar hipnotizante
al buda adormilado, al péndulo licuado.
Pero ay, tú, ¿por qué me habrías de responder?
sentí el vacío de mis átomos, el ciclo vital
y me fui alejando de esos temibles ejércitos de crustáceos