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ISRAEL MUÑOZ GALLARTE RAFAEL BONILLA CEREZO RAFAEL FERNÁNDEZ MUÑOZ
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A nuestros padres
edición y coordinación
ISRAEL MUÑOZ GALLARTE RAFAEL BONILLA CEREZO RAFAEL FERNÁNDEZ MUÑOZ
969-56-8452-643-0
Israel Muñoz GallarteRafael Bonilla Cerezo
Rafael Fernández Muñoz(edición)
L O S L I B R O S G R I E G O S D E L S I G L O X V I E NE L S E M I N A R I O C O N C I L I A R D E S A N J U L I Á N
CUENCA CAPTA
La Biblioteca del Seminario Conciliar de Cuenca se inició a la par que el mismo
centro y su colección. Ya en los principios tuvo un carácter marcadamente escolar, en
correspondencia con las necesidades de un centro de enseñanza con objetivos claros
desde su fundación (1588). En la visita del Obispo Pimentel al Seminario en 1628 se
informa de la existencia de unos cuantos libros relativos al estudio del latín: el
Vocabulario de Nebrija, las Epístolas de Cicerón, los textos de Horacio, Suetonio y
Marcial. La mayoría de las obras en griego las debió de recibir esta biblioteca de las
casas que la Compañía de Jesús tenía en nuestra diócesis durante su expulsión de
España. De la donación de D. Ildefonso Clemente de Aróstegui procede el Demóstenes
griego de 1532 y una Biblia de 1741.
Numerosos han sido los trastornos de la biblioteca a través de sus largos siglos de
funcionamiento y continua la tarea de catalogar sus fondos con exactitud. Fruto de ésta
son los varios católogos manuscritos conservados que dan fe de los ejemplares
pertenecientes a diversas colecciones. Un gran esfuerzo vino a realizarse en los años
cincuenta del pasado siglo cuando los impresos y manuscritos se colocaron en el nuevo
depósito habilitado en la planta baja del edificio. Entonces se redactaron papeletas
descriptivas que llegaron a abarcar el fondo completo. El avance tecnológico favoreció
que, en los ochenta, se comenzaran a informatizar las fichas con un programa que
facilitara y uniformara la búsqueda. Por último, en colaboración con la Consejería de
Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, los últimos trabajos
(1997-2002) culminaron la informatización del Fondo Antiguo. Actualmente forma
parte del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español y puede consultarse
en la red. Se han detectado, no obstante, algunos deslices —como los aducidos en el
estudio que sigue a esta presentación–, que habrá que subsanar sin excesiva demora.
En los últimos tiempos se han estudiado diversas colecciones de la biblioteca. A
lo largo de 2001, la Enciclopedia de Diderot y D´Alambert fue objeto de análisis y
exposición en la Fundación Antonio Pérez. El Catálogo lo redactó un amplio equipo de
investigadores. Después, los libros viajaron a la Real Fábrica de Cristales de La Granja
de San Ildefonso.
En los meses de verano del 2002 se inauguró en el Museo de las Ciencias de
Castilla-La Mancha la muestra De traditione scientiae. Libros de ciencia en la biblioteca
del Seminario de Cuenca. En ella se expusieron 50 volúmenes y algunos instrumentos
técnicos, también procedentes del antiguo Gabinete de Ciencias del Seminario, fruto de
una esmerada selección. Libros y utilería brillaron en las salas de exposiciones tempora-
les del Museo de Albacete en otoño de ese mismo año. Juan Enrique de la Rica Barriga,
auxiliar entonces de la biblioteca, firmó el catálogo. También ha investigado el Catálogo
del fondo procedente de la donación de don Alfonso Clemente de Aróstegui, que asciende
a quinientos impresos y espera todavía su publicación.
Otro centenar y medio de libros se expusieron en la Sala Capitular de la Catedral
de Cuenca en el otoño-invierno de 2005-2006, con ocasión de la muestra conmemorativa
del IV Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote: Hacia Cervantes. De
los libros al hombre. El catálogo, redactado por Miguel Jiménez Monteserín, sin duda el
mejor conocedor y más asiduo usuario de la biblioteca, supone un acercamiento a una
parte singular del fondo del s. XVI.
Actualmente está en proceso de identificación la Librería de don Fernando Henao
de Monjaraz, cuyos resultados pronto serán conocidos.
El trabajo de Israel Muñoz Gallarte, Rafael Fernández Muñoz y Rafael Bonilla
Cerezo sobre el acervo griego del siglo XVI conservado en la Biblioteca, que se da a cono-
cer en estas páginas, viene a arrojar luz sobre una colección muy significativa. En la
realización de estas pesquisas, así como en la exposición de las obras descritas, encuen-
tra su razón de ser esta vieja biblioteca y su director vuelve a sentir el placer de ratificar,
una vez más, que los libros aquí guardados continúan cumpliendo fielmente su misión de
transmisores del saber y dejan de ser admirados como objeto de codicia. Deseo y espero
que este libro venga a ser la primera parte de un trabajo que ultime el catálogo completo
de los libros en griego de la Biblioteca del Seminario de Cuenca.
D. Vicente MalabiaDirector de la Biblioteca del Seminario Conciliar
de “San Julián” (Cuenca)
En todo libro de índole académica resulta forzosa una sección de agradecimientos donde se pongan de
relieve aquellas personas e instituciones que, de un modo u otro, auspiciaron el proyecto. Las páginas que
investigadores y curiosos leerán a continuación han sido escritas, en efecto, gracias a un trabajo común en el
que sus autores hemos disfrutado de la ayuda y el consejo de cuantos nos rodearon. Así, con el deber de
honrarlos en unas líneas, se comentarán las vicisitudes del mismo.
Desde el año 2005, aun cuando ninguno de los participantes podíamos dedicarnos de forma exclusiva a
la catalogación de los volúmenes por imperativos laborales, consagramos nuestro empeño —robándole horas a
familiares y amigos, que sabrán excusarnos– a ultimar un método no sólo para catalogar las obras elegidas, sino
para acercar al público menos versado el patrimonio de esta Biblioteca, desconocida, en apariencia, tanto para
los académicos como para los conciudadanos de Cuenca.
Los siguientes cinco años se dedicaron a la búsqueda, catalogación y valoración de los ejemplares,
procurando solucionar de la mejor manera las dificultades que salían al paso.
Durante el año 2009, nuevos colegas se unieron al proyecto, convirtiéndolo en algo mucho más
productivo que lo llevado a cabo hasta entonces. En primer lugar, se promovió una muestra de los textos
reunidos, con motivo de la presentación de este libro, cuyos máximos impulsores fueron el Prof. Rafael Bonilla
(Universidad de Córdoba), D. Rafael Crespín y D. Gerardo Corzo (Cosmonautas Universo Cultural S.L.),
contando, asimismo, con la ayuda del Director de la Biblioteca del Seminario, D. Vicente Malabia. Pronto
reparamos en que la tarea quedaría incompleta si la publicación no incluía una serie de estudios en los que se
explicitara el valor de los libros catalogados más señeros. Contamos para ello con helenistas, latinistas y
siglodoristas de las prendas de Luciano Canfora (Università degli Studi di Bari), José David Castro de Castro
(Universidad Complutense), Jesús Ponce (Universidad Complutense), Julián Solana (Universidad de Córdoba)
y Dámaris Romero (Birmingham University).
Finalmente, agradecemos a Rosa Aguilar (Universidad Complutense), Félix Piñero (Universidad
Complutense), Lautaro Roig Lanzillotta (Groningen University), Marta Merino (Universidad de Córdoba) y
Miguel Jiménez Monteserín (Universidad de Castilla la Mancha) su dirección en la ardua tarea del labor limae,
que nos ha ocupado los meses previos a la publicación.
ÍNDICE
ÍNDICE
PREFACIO, I-II
LISTA DE ABREVIATURAS, III
I. INTRODUCCIÓN AL CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI.
Historia del Seminario de San Julián en la que se repasan las principales circunstancias económicas que
motivaron la llegada de libros griegos a Cuenca, 27-35
HISTORIA DE LA BIBLIOTECA DEL SEMINARIO DE SAN JULIÁN, 27-31
LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y LA TRADICIÓN CLÁSICA, 31-35
II. CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI, 36-203
PROCESO METODOLÓGICO DE CATALOGACIÓN, 36-37
La selección de obras, 36. Los catálogos ya realizados de la Biblioteca y su problemática, 36.
El Concilio de Trento y la fundación de nuevos Centros en el obispado de Cuenca, 27-28. Apertura del
Seminario Conciliar de San Julián y sus primeros años de historia, 28-29. Educación en el Colegio y la
influencia de las materias elegidas para la selección de volúmenes en su Biblioteca, 29. Finales del s.
XVIII y llegada de la familia Clemente de Aróstegui al Seminario, 30. La Guerra de la Independencia
y la Desamortización como causantes de la crisis de la Biblioteca del Seminario, 30-31. Mediados del
s. XIX-XX: el obispo Payá y Rico, la Guerra Civil y la actualidad del Seminario Conciliar, 31.
Constituciones de Ignacio de Loyola y la reforma educativa de la Compañía de Jesús: preferencia por
los estudios clásicos y entrada de los autores griegos en los planes de enseñanza, 31-32. Clemente de
Aróstegui, 32-33. Las cuatro vías posibles para la adquisición de obras griegas:
a. Pertenencia original al Seminario, 33
b. Recepción de otras Bibliotecas provinciales, 33-34
c. Donación de la Biblioteca de la familia Aróstegui, 34
d. Donación de diversos intelectuales, 34-35
CATÁLOGO
Categorías tomadas en consideración: Autor, fecha, portada, datos de edición, paginación y
dimensiones, particularidades, sellos de propiedad, ex libris, signatura y breve comentario, 36-37.
Aelianus vol. 1 41-43
Aeschines vol. 2 45-47
Aesopus vol. 3 49-51
Anacreon vol. 4 53-55
Anthologia Graeca vols. 5-6 57-61
Aristophanes vols. 7-8 63-67
Aristoteles vols. 9-13 69-77
Arrianus vol. 14 79-81
Athenagoras vol. 15 83-85
Basilius Magnus vol. 16 87-89
Clemens Romanus vol. 17 91-93
Demosthenes vols. 18-19 95-99
Didymus vols. 20-21 101-103
Diodorus Siculus vol. 22 105-107
Epictetus vols. 23-24 109-111
Euripides vols. 25-29 113-121
Gregorius Nyssenus vol. 30 123-125
Heliodorus vol. 31 127-129
Homerus vols. 32-38 131-141
Irenaeus Lugdunensis vol. 39 143-145
Lucianus vols. 40-42 147-153
Ps.-Nonnus vol. 43 155-157
Novum Testamentum vols. 44-46 159-165
Pindarus vols. 47-49 167-173
Plato vols. 50-51 175-179
Plutarchus vol. 52 181-183
Sophocles vol. 53 185-187
Vetus Testamentum vols 54-55 189-193
Xenophon vols. 56-60 195-203
III. MISCELÁNEA: ARTÍCULOS REFERENTES A LOS FONDOS DE LA BIBLIOTECA DEL SEMINARIO CONCILIAR, 204-318
1. R. BONILLA CEREZO, “GÓNGORA: ¿HOMERO ESPAÑOL?”, 207-248
Partiendo de los ejemplares homéricos 32-38 del catálogo, el autor deslinda la pervivencia y las
analogías de la épica de ambos ingenios, Homero y Góngora, centrándose, especialmente, en el análisis de
la Fábula de Polifemo y Galatea (octavas LIV-LIX).
2. L. CANFORA, “SOBRE LA RELACIÓN DEL MALATESTIANO D.XXVII.1 CON LOS TESTIMONIOS MAYORES DEL CORPUS
DEMOSTÉNICO”, 249-270
A propósito de los vols. demosténicos 17 y 18 del catálogo, se analizan minuciosamente importantes
cuestiones de índole textual y se pondera la relevancia del códice Malatestiano D.XXVII.1, como fuente
para reconstruir el texto más cercano al del orador griego.
3. J.D. CASTRO DE CASTRO, “NOTAS SOBRE TRADUCCIONES DE LAS ETIÓPICAS DE HELIODORO (VOL. 31): LA NUEVA
CARICLEA (1722) DE CASTILLEJO”, 271-282
En 1722 se publica en Madrid la traducción de las Etiópicas de Heliodoro por Fernando Manuel de
Castillejo. Casi una paráfrasis, esta versión libre permite apreciar los gustos e ideología de Castillejo, así
como sus temas favoritos: la belleza, el amor casto, el retrato de mujeres y sus destinos, la razón frente al
sentimiento y la enseñanza moral. La transformación que el método de Castillejo produce en la obra de
Heliodoro da lugar a una obra que es a la vez antigua y nueva.
4. J. PONCE CÁRDENAS, “SOBRE LA VIGENCIA DEL EPIGRAMA EN LA ESPAÑA ÁUREA: ALGUNAS CLAVES TEMÁTICAS”,
283-293
El ejemplar n. 6 custodiado en Cuenca del Florilegium diversorum (París, Vaenundatur Badio, 1531)
constituye una pequeña huella textual en la inmensa recepción de la poesía breve antigua en la Península.
El estudio de este tipo de composición poética en las Universidades, Colegios y Escuelas de Gramática
durante los siglos XVI y XVII motivaría la aparición de la pléyade de epigramas consagrados a todo tipo
de asunto que se analiza en estas páginas.
5. D. ROMERO, “LOS PADRES DE LA IGLESIA”, 295-305
Recorrido histórico por las diversas ediciones de los padres de la Iglesia presentes en el Seminario de
Cuenca, ofreciendo una breve biografía de su editor e impresor y la importancia de la publicación
entonces y en nuestros días.
BIBLIOGRAFÍA, 320-340
ÍNDICES, 341-76
De lugares, 343-347
De nombres, 348-363
De obras, 364-376
6. J. SOLANA, “LAS EDICIONES Y TRADUCCIONES GRIEGAS DE ERASMO”, 307-317
Este trabajo analiza las ediciones y traducciones griegas de Erasmo, dedicando especial atención a las
conservadas en la Biblioteca del Seminario de Cuenca.
PREFACIO
PREFACIO
La génesis del presente catálogo se remonta al año 2005, cuando la Profª. Rosa María Aguilar (Universidad Complutense) me informó de la existencia en la Biblioteca del Seminario Conciliar de San Julián de unas interesantes obras del siglo XVI escritas en griego, desconocidas para el mundo científico. Gracias a esta noticia y con la única finalidad de preparar un artículo acerca de la huella de Plutarco en la Biblioteca del Seminario Conciliar conquense, me dirigí a su sede, donde, gracias a la amabilísima ayuda de su Director, D. Vicente Malabia, compuse la comunicación «La presencia de Plutarco en España en el s. XVI: la Biblioteca del Seminario de Cuenca», que fue presentada en el VI Symposion Internacional de la Réseau témathique du Plutarque «Ecos de Plutarco en Europa» (Madrid, 12-15 de Septiembre 2005).
La excelente recepción en el ámbito académico de este estudio sobre ediciones y traducciones inéditas de Plutarco y su publicación unos meses después me animó entonces a continuar el proyecto con un objetivo más ambicioso: catalogar no sólo las obras de un autor, sino todas las ediciones del s. XVI de autores literarios griegos que se encontraran en la Biblioteca del Seminario de San Julián. La materia de investigación era de una riqueza inusual. En efecto, un centenar de ediciones griegas del siglo XVI descansaban en unos anaqueles, que, en total, albergaban alrededor de 50.000 volúmenes de valor incalculable. No obstante, a pesar de esta riqueza, pronto pudimos comprobar que, aunque se habían hecho importantes esfuerzos hasta la fecha para la conservación y descripción de los ejemplares, la catalogación de los mismos, especialmente en lo que se refiere a los libros editados en griego, resultaba todavía un tanto deficiente. Por ello, el objetivo principal del presente trabajo es ofrecer un catálogo descriptivo de las ediciones griegas del s. XVI. Aprovechamos la ocasión para presentar una breve historia del Seminario y su Biblioteca. De este modo, intentamos ofrecer un estudio sincrónico de un tema tan crucial para Occidente como es la pervivencia de los fundamentos culturales griegos en el momento de mayor esplendor de la capital del obispado conquense.
1
Cf. I. MUÑOZ GALLARTE, “Presencia de Plutarco en España en el s. XVI: La Biblioteca del Seminario de Cuenca”, en ROSA Mª AGUILAR-IGNACIO R. ALFAGEME (eds.), Ecos de Plutarco en Europa. De Fortuna Plutarchi Studia Selecta (2006) 193-206.
1
I
Graecia capta ferum victorem cepit et artis intulit agresti Latio —“Grecia conquistada conquistó al fiero vencedor e introdujo las artes en el rudo Lacio”—, escribió el poeta Horacio, unos versos cuya inspiración no sólo calaron hondo en un insigne conquense, como fue Fray Luis de León, sino además en una Cuenca tradicionalmente tildada de “ruda”. Sin embargo, el testimonio de los sesenta volúmenes que ahora ven la luz demuestra que, frente a lo considerado hasta el momento, la ciudad también volvió sus ojos hacia lo griego, uno de los pilares más importantes de la cultura, el pensamiento y la literatura.
II
LISTA DE ABREVIATURAS
anot. = anotación
B.S.C. = Biblioteca del Seminario Conciliar de S. Julián (Cuenca)
bl. = blanco
ca. = circacap. = capítulo
cm. = centímetro
col. = columna
cont. = contiene
ed. = edición
enc. = encuadernación
fol. = folio
gr. = griego
grab. = grabado
h. = hoja
i.e. = id estinic. = inicial
lat. = latín
ms. = manuscrito
n. = nota
p. = página
perg. = pergamino
port. = portada
r. = recto
tipgr. = tipográfica
trad. = traducción
v. = verso
vol. = volumen
xil. = xilográfico
III
I. INTRODUCCIÓN AL CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI.
La pervivencia de los autores clásicos en el obispado conquense durante el s. XVI, como ocurre con la mayoría de movimientos culturales, se explica por una situación económica favorable. Durante este siglo, la ciudad había llegado a ser algo parecido a una metrópoli, con una dicotomía social –clase media baja y clase alta- en la que se pueden rastrear características de cierto multiculturalismo, sobre todo en el aspecto intelectual. Aquí abrieron sus puertas los talleres de notables artistas provenientes de Francia, Italia y de los Países Bajos, al tiempo que algunas familias genovesas se habían instalado en la “ciudad de las dos hoces”, atraídas, principalmente, por los beneficios de la ganadería. Se construye en esta época el gran legado arquitectónico y artístico conquense, a lo que se une un despertar de los estudios clásicos por medio de sus Colegios religiosos. Resulta bien conocido el interés que los clásicos despertaron en los círculos intelectuales del s. XVI español, tradicionalmente justificado por el carácter moral y educativo de sus obras. Las numerosas traducciones vertidas a las lenguas romances testimonian la gran importancia que tales autores cobran en la intelectualidad de la época y en las aulas devotas, donde eran estudiados para adquirir los rudimentos y el dominio del latín y del griego, a menudo como apoyo para los textos sagrados.
HISTORIA DE LA BIBLIOTECA DEL SEMINARIO DE SAN JULIÁN.
Al igual que otros seminarios europeos, el de Cuenca se fundó siguiendo las indicaciones adoptadas en la sesión XXIII, relativas a la Reforma, el 15 de julio de 1563 en el Concilio de Trento. La observancia de las decisiones promulgadas en dicho concilio, a propósito de la creación de centros para la formación del clero, dio lugar a la apertura de veinte seminarios en España hasta fines del siglo XVI. El Seminario conquense ocupa el sexto lugar en virtud de su fecha de fundación (1584),
2
3
Buen ejemplo de esto es el conocido dato de que un quinto de todo el ganado ovino español, cerca de 2,7 millones de cabezas, pastaba en los campos conquenses en 1477; cf. P. IRADIEL MURUGARREN, Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI (Salamanca, 1974) 99-132. Especialmente, cf. M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, “La diócesis de Cuenca en el Quinientos: Economía y Sociedad”, Vere Patre pauperum. El culto de San Julián en Cuenca (Cuenca, 1999) 170-236; “La modernidad: Del auge a la quiebra”, La ciudad de la luz y del aire (Cuenca, 2001) 75-87. Para un completo análisis de la crisis económica y demográfica que supusieron los años finales del s. XVI y el s. XVII, cf. idem, “Los años sombríos del Seiscientos”, en J. CANOREA HUETE-M.C. POYATO HOLGADO (eds.), La economía conquense en perspectiva histórica (Cuenca, 2000) 97-176.
2
Sirva de ejemplo el trabajo de A. MORALES ORTIZ, Plutarco en España: Traducciones de Moralia en el s. XVI (Murcia, 2000) 96-97.3
27
tras el de Burgos (1565), Mondoñedo (1565-1573), Tarragona (1568-1572), Huesca (1580) y Córdoba (1583).
El Acta fundacional relata el momento de su constitución, cumpliendo la solicitud de Felipe II (el 7 de enero de 1584), en los siguientes términos:
De este modo quedó establecido el Seminario, que llevó el nombre del emplazamiento que ocupó inicialmente, Colegio de Santa Catalina del Monte Sinaí, alumbrado hacia el 1515 en la Hoz del Huécar, junto a la parroquia de Santa Cruz. El 12 de Mayo de 1584 se abrieron sus puertas.
Tras los ocho primeros años, no exentos de penurias económicas, el entonces Obispo, Gómez Zapata, ayudó a paliar la situación, ofreciendo varias prestameras y otros beneficios en distintos pueblos del obispado. Una vez conseguidos los fondos para la institución, el 26 de Octubre de 1592, se confirieron las primeras becas a los alumnos inaugurales del Seminario.
Al principio, en el Colegio-Seminario se impartían exclusivamente clases de Gramática, de
En Cuenca a siete de enero de 1584 años, el Ilmo. Sr. D. Gómez Zapata, mi señor, Obispo de
Cuenca[...] habiendo comunicado acerca de lo contenido en el capítulo XVIII de la ses. 23 del
Sacro Concilio Tridentino que da la orden que se ha de tener acerca de la erectión, institución
y sustentación de los Colegios Seminarios y ministros que en ellos ha de haber, dixeron que
atento a que en esta ciudad hay un colegio que llaman de Sta. Catalina que dotó y fundó D.
Juan Pérez de Cabrera, Arcediano de Toledo de buena memoria, en el cual se leen ciertas
lectiones de Lógica y de Gramática conforme a la institución y es casa capaz y conveniente
para Colegio Seminario[...] .
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5
6
7
8
Cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San Julián de Cuenca. De 1584 a 1746”, Cuadernos del Seminario, I (2002) 38.4
Cf. ASCSJ (Actas del Seminario Colegio de San Julián), Libro fundacional, f. 6.5
Cf. ASCSJ, Libro fundacional, ff. 15v y 16: “... Sr. Provisor tomó por la mano al dicho Francisco de Briones, dicho el nombre, y le metió por las puertas principales de la dicha casa y Colegio de Santa Catalina, a donde el dicho Francisco Briones abrió y cerró las dichas puertas principales, una dos y tres veces, y continuando la dicha posesión se paseó por un patio donde está una fuente...”
6
El obispo de Cuenca Gómez Zapata (1583-1587) pasa a la historia por ser uno de los primeros que, acatando las directrices aprobadas en el Concilio de Trento, llevó a cabo una serie de reformas fiscales dirigidas a recuperar los diezmos de sacerdotes corruptos. Con esto se sanearon las arcas de la Diócesis conquense, permitiendo nuevas iniciativas como la apertura del Seminario de San Julián.
7
Acerca de los nombres y circunstancias que rodearon a estos primeros alumnos y directores del Seminario, cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San Julián de Cuenca” (2002) 41-47.
8
28
modo que los estudios superiores se cursaban en las universidades españolas o en otras escuelas.
Así, las materias que se impartían en el Seminario condicionaron la selección de volúmenes con los que contaba la Biblioteca. Se conserva el testimonio de una visita episcopal del 8 de Julio de 1628, en la que, por primera vez, el Seminario —trasladado a las casas de Jácome Justiniano, tras la Iglesia de San Pedro— recibe su nombre actual, a saber, “Colegio Seminario de San Julián”. Aquí se hace mención de una parte de los fondos, claramente humanísticos, de la Biblioteca del Colegio: libros de canto llano, ediciones de Morales y Palestrina, el Vocabulario de Nebrija, junto a obras clásicas de Cicerón, Horacio, Suetonio o Marcial. No obstante, también dentro de la Biblioteca han sobrevivido algunos ejemplares de libros científicos, como una edición de los comentarios de Antonio Rubio al De Caelo de Aristóteles.
En 1746, el Colegio-Seminario se trasladó a su sede definitiva, las casas del Conde de Valverde, en la hoz del Júcar. Pero éste no sería el único cambio durante el pontificado del Obispo Flórez Osorio, quien incrementó el número de obras del catálogo de la Biblioteca, para satisfacer las nuevas necesidades académicas. A continuación, se propuso la homologación civil de los estudios y su incorporación a la Universidad de Alcalá, lo cual sólo se logró en 1775 —con expresa restricción a que su beneficio alcanzase únicamente a los alumnos colegiales internos del Seminario— y exigió la creación de las cátedras de Concilios, Filosofía, Moral y Escrituras. En el año 1800, el Seminario disponía ya de dos catedráticos de Moral, dos de Teología y tres de Filosofía, en las materias de Lógica, Metafísica y Física.
En cuanto al edificio que albergó el fondo bibliográfico del Colegio, a finales del siglo XVIII fueron arregladas sus dos Bibliotecas. A una de ellas, que debió ser prolongación de la Biblioteca original, tan sólo tenían acceso los internos del centro; la segunda, abierta al público, se encontraba en la actual Aula Magna del centro, la sala “Clemente de Aróstegui”. Ésta exponía el importante
9
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12
Se conserva, por ejemplo, en la Biblioteca de San Julián el volumen B.S.C. 141A 24, en cuya portada se puede observar el sello de propiedad de la Biblioteca de San Pablo. Durante el Antiguo Régimen, alumnos no religiosos y hasta laicos, frecuentaron el Estudio General que los dominicos tenían en su convento conquense, obteniendo en él la suficiencia académica acreditada que les permitiera seguir estudios en otros centros u obtener órdenes sagradas. Luego de la exclaustración, el convento de San Pablo terminó destinado a seminario de los alumnos no colegiales y menos pudientes de San Julián. Allí debió instalarse una biblioteca que fue trasladada al Seminario de San Julián, cuando el de San Pablo dejó de prestar tales servicios educativos a la diócesis, convirtiéndose en Seminario de formación de los aspirantes a formar parte de la Congregación de la Misión (Padres Paúles); cf. M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia Cervantes: De los libros al hombre (Cuenca, 2005) 22b.
9
Cf. ASCSJ, Libro de Gobierno (1606-1678), ff. 63-65.10
Cf. J.E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae. Libros de Ciencia en la Biblioteca del Seminario de Cuenca (Cuenca, 2002) 7.11
Acerca de los primeros catedráticos del seminario, cf. J. E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 7-8.12
29
legado bibliográfico de Ildefonso Clemente de Aróstegui, compuesto por obras de diverso género que abarcaba desde los conocimientos prácticos y científicos, hasta los relativos a liturgia, Santos Padres, Historia, Literatura, viajes y Arte , en definitiva la librería de un hombre culto y erudito de la Ilustración europea. La familia de Aróstegui, natural de Villanueva de la Jara, estuvo vinculada al Seminario, como consta en las actas de alumnos, en las que se comprueba que, el 10 de Octubre de 1629, Andrés Clemente de Aróstegui entró como alumno del Colegio, siguiéndole, tres años después, su segundo hermano, Pedro .
A la expulsión de España de la Compañía de Jesús (1767) y la crisis de otros conventos del obispado conquense, como el de los franciscanos en Priego, por decisión del gobierno de Carlos III, los libros de los colegios y casas de la Compañía fueron destinados a los centros educativos de rango superior existentes en las diócesis donde aquellos otros radicaban. Éstos, posteriormente, llegaron de otros conventos de la provincia al Seminario de San Julián por alguna extraña casualidad u operación irregular de desvío, luego de la exclaustración decretada en 1836. Sin embargo, en cuanto al gran fondo bibliográfico jesuita, fruto de aquella exclaustración y posterior desamortización de los bienes de los regulares extinguidos, sabemos que, por desgracia, pereció casi por completo en el incendio de la Biblioteca Provincial —sito en el antiguo convento del Carmen de Cuenca—, con ocasión del asalto a la ciudad perpetrado por las tropas carlistas el 15 de julio de 1874.
Posteriormente, la Guerra de la Independencia y la Desamortización asestaron dos duros golpes a los fondos bibliográficos del Colegio, que sufrieron un considerable expolio. Sin embargo, también llegaron al Seminario las librerías de numerosos centros religiosos desamortizados, aunque no sin mutilaciones y daños. El Colegio pasó, entonces, por una acusada crisis económica, al verse desposeído de las rentas de Ildefonso Clemente de Aróstegui. No obstante, recuperaría su esplendor por mediación del obispo Payá y Rico, a mediados del s. XIX, quien relanzó los planes de enseñanza.
Finalmente, el s. XX produjo también trastornos en la Biblioteca, que estuvo a punto de perderse, víctima de los saqueos de la Guerra Civil y de continuos traslados hasta su instalación definitiva en la ubicación actual. En los últimos años, a pesar de haber sufrido nuevos y recientes robos, las labores de catalogación describen un fondo antiguo compuesto por unos 50.000 volúmenes
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La ed. 46, catalogada en las siguientes páginas, también presenta su ex libris. 13
Cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San Julián de Cuenca” (2002) 49 y J.E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 8.14
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cuya datación abarca desde el s. XV hasta el XIX.
LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y LA TRADICIÓN CLÁSICA
La Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola en el año 1540, es la razón más plausible de la adquisición de obras clásicas, que finalmente engrosaron los fondos de la Biblioteca del Seminario conquense. La Orden jesuita, que se imponía como objetivo la instrucción religiosa y cultural de los jóvenes seglares, potenció los estudios de la lengua griega, aunque no desde sus inicios. De hecho, durante este período, asignaturas como el griego o hebreo levantaron suspicacias incluso en el mismo fundador de la Orden, quien, al ver cómo la mayoría de los estudiosos de griego se pasaba a las filas luteranas, llegó incluso a disuadir a compañeros suyos de que estudiaran esas lenguas. No obstante, al final, Loyola incluyó estas materias en sus Constituciones, con la idea de que un conocimiento más profundo de las Escrituras, unido al bagaje cultural del mundo clásico, permitiría a los católicos estar a la altura intelectual que exigían los ataques de los protestantes.
Sin embargo, aun aceptadas, las obras paganas serían privadas de los pasajes contrarios a la moral cristiana —como se puede ver en algunas de las ediciones catalogadas— y se utilizarían, principalmente, para enseñar los rudimentos de la lengua. A su vez, los textos cristianos no latinos servirían para la explicación breve de aquellos fragmentos en los que existiera alguna divergencia respecto a la Vulgata o para consulta, siempre y cuando las ediciones griegas y hebreas resultaran más precisas.
En la Ratio studiorum de 1586, el primer plan educativo oficial de la Orden, se incluía el estudio del griego junto al latín: 1) Humanidades con latín, griego y hebreo, 2) Lógica, 3) Filosofía, 4) Teología y 5) Sagrada Escritura. Este plan, entonces, fue sometido a las críticas y correcciones, tanto desde dentro de la Orden como de fuera, pero finalmente fue publicado el año 1599 por el P. Claudio Aquaviva, quien concretó muchas de las cuestiones abiertas. De este modo, según el citado
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Cf. J. LÓPEZ RUEDA, Helenistas españoles del s. XVI (Madrid, 1973) 269-270.16
Un buen ejemplo de cómo funcionaba la mecánica educativa jesuita es la del Colegio de Villagarcía de Campos, cf. T. EGIDO, Los jesuitas en España y en el Mundo Hispánico (Madrid, 2004) 227-229.
17
Cf. J. LÓPEZ RUEDA, Helenistas españoles (Madrid, 1973) 272-274 y A. PÉREZ JIMÉNEZ, “Plutarco y el Humanismo español del Renacimiento”, en A. PÉREZ JIMÉNEZ-MÉNDEL CERRO CALDERÓN (eds.), Estudios sobre Plutarco: obra y tradición, Actas del I Simposio Español sobre Plutarco (Fuengirola 1988) (Málaga, 1990) 241. Acerca de los antecedentes y de la lucha entre protestantes-católicos y la posición de la Orden jesuita, cf. R.R. BOLGAR, The Classical Heritage and its Beneficiaries (Oxford, 1963) 357-359.
18
Cf. J. E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 9. 15
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plan, los estudios sobre autores griegos se realizarían en cuarto curso (Humanidades), en cuyo primer semestre se leerían autores más sencillos como Isócrates, San Juan Crisóstomo, San Basilio, alguna epístola de Platón o Sinesio y algo de Plutarco. Se dejaba, además, cierto margen de decisión a cada universidad o colegio, aunque las directrices eran claras y, sin duda, en ellas encontramos la explicación de la adquisición de obras griegas en los Colegios de jesuitas del obispado de Cuenca —en Villarejo, Belmonte o Huete.
Además de introducir a los clásicos en sus planes de estudio, la Orden llama la atención sobre su valor didáctico, en equilibrio con las enseñanzas morales de los Santos Padres. Sirva de ejemplo representativo el conocido fragmento de Antonio Velasco, en el Scholástico de Cristóbal de Villalón :
Fruto de los privilegios de que disfrutaba la nueva Orden jesuita, envidia de los demás eclesiásticos, sus centros se extendieron enormemente por toda la Península Ibérica, en los que se formaban los seglares, los cuales, después, continuarían sus estudios en las universidades o servirían de maestros para los novicios, sin abandonar su institución. De este modo, el colegio se consideraba «una comunidad de jesuitas formados y en formación ».
Además de las fortuitas llegadas de libros de la Orden de Loyola al Seminario conquense, como ya se ha comentado, un elemento clave origina el incremento de volúmenes de su fondo bibliográfico: la familia Aróstegui. Ésta siempre tuvo lazos, como hemos visto, con el Seminario, claramente en los casos de Andrés y Pedro Clemente de Aróstegui; Éste último fue tesorero de la catedral de Toledo, provisor de la diócesis durante el episcopado del infante don Luis de Borbón y prelado de Osma hasta
Yo estoy con que se lea vn Tullio que tracto de la virtud moral y vn Plutarco y vn Platon y un
Seneca: mas con esto no repugna ni entorpeçe leer y estuvidar vnas homelias sobre el sagrado
euangelio que declaran la ley de Dios.
20 21
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24
19
Cf. este mismo catálogo, ed. 16.19
Cf. este mismo catálogo, eds. 50 y 51. 20
Cf. este mismo catálogo, ed. 52. 21
Cf. R.J.A. KERR (ed.), CRISTÓBAL DE VILLALÓN, El Scholástico (1947) 146. Citado por L. GIL FERNÁNDEZ, Panorama social del Humanismo español (1500-1800) (Madrid, 1997) (1ª ed. 1981) 499-500, n. 2. También, cf. A. PÉREZ JIMÉNEZ, “Plutarco y el Humanismo español” (1990) 241.
22
Cf. L. GIL FERNÁNDEZ, Panorama social (Madrid, 1997) 268-270.23
Cf. T. EGIDO, Los jesuitas en España (Madrid, 2004) 107.24
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su fallecimiento. Por su parte, Alfonso Clemente de Aróstegui, catedrático de Cánones en la Universidad de Alcalá de Henares —donde previamente perteneció al Colegio de San Ildefonso de Madrid — y canónigo de Cuenca, llegó a ocupar importantes cargos políticos y religiosos en los Estados Pontificios, como el de la embajada en Nápoles. Participó activamente en la defensa de la Orden jesuita, hasta que, en torno al 1772, es trasladado a la comisaría general de Cruzada, muriendo poco después.
Por tanto, resulta plausible que las obras de autores clásicos, adquiridas por los colegios jesuitas, engrosaran, tras la expulsión de la Orden ignaciana (1 de Abril de 1767) como fecha post quem, los fondos del Seminario Conciliar por distintas circunstancias difíciles de dilucidar. De este modo, se concluye que las razones por las que fue posible la llegada de obras griegas al Seminario fueron cuatro :
a. Que pertenecieran al catálogo de la Biblioteca desde el momento de su fundación o
que, simplemente, no pudiera deducirse su procedencia por falta de ex libris, nota
manuscrita, etc. Libros de Séneca, Cicerón u Ovidio atestiguan la formación de los primeros
alumnos del Seminario en las letras latinas, siendo todavía muy escaso el conocimiento del
griego. Cabe destacar, a este respecto, una edición de Prisciano (160F 7). en cuyas notas
marginales el profesor apuntó algunas citas en griego. Son los siguientes ejemplares:
Eds. 5, 7, 22, 38, 40, 44, 45, 51, 52, 60.
b. Que directamente pasaran a sus anaqueles desde otras Bibliotecas del obispado,
como consecuencia de la desamortización o de la expulsión de los jesuitas. Los ex libris de los
ejemplares catalogados han sido, sin duda, piedra angular para conocer la procedencia de la
mayoría de los volúmenes. A la Biblioteca del Seminario de S. Julián han llegado libros de
cuatro de los cinco colegios de la Compañía repartidos por la provincia: el de la capital,
fundado en 1554, el de Belmonte (1558), el Colegio de Villarejo de Fuentes (1567), el de Huete
(1570) y el Colegio de San Clemente (1570). La mayor partida de libros procede del
25
26
M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia Cervantes (Cuenca, 2005) 19-20.25
Para estudiar la configuración de los fondos de la Biblioteca del Seminario hemos seguido como referencia el libro de M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia Cervantes: de los libros al hombre (Cuenca, 2005) con especial atención a las pp. 17-24.
26
33
Colegio de Huete y del de Villarejo, según nos informan las anotaciones manuscritas
referentes a los expurgos, añadidas a las portadas. Por otros escolios reconocemos también la
llegada de libros desde instituciones eclesiásticas externas al obispado conquense. En
conclusión, hemos compilado la siguiente lista, relativa únicamente a los libros griegos
tomados en consideración en este catálogo:
- Colegio de la Compañía de Jesús de Cuenca
Ed. 36
- Colegio de la Compañía de Jesús de Belmonte
Eds. 1, 18, 54, 55
- Casa de Probación y Colegio de Villarejo de Fuentes
Eds. 9, 16, 20, 21, 23, 25, 28, 30, 32, 33, 34, 37, 42, 43, 47, 53, 56, 58.
- Colegio de la Compañía de Jesús de Huete
Eds. 4, 6, 8, 14, 25, 26, 27, 41, 48
- Colegio de la Compañía de Jesús de Alcalá
Ed. 17
- Colegio de la Santísima Trinidad de la Compañía de Jesús de Lyon
Ed. 57
- “Collegii Salviati Manettus”
Ed. 19
c. Que, de la Biblioteca de la familia Aróstegui, con Ildefonso como máximo
responsable, fueran cedidos finalmente al Seminario. Sirva como muestra la ed. 46.
d. Que, tras pasar por las manos de doctos intelectuales, como Manuel Martínez de
Vega o Nicolás Rodríguez Laso, se fueran incorporando paulatinamente a los fondos de la
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Acerca de la importancia de este monasterio es interesante la siguiente noticia: “Ai otro monesterio de la Compañía de Jesús con un estudio insigne de letras humanas, con quatros lectores de los escogidos que ellos tienen. Tienen su convictorio que ellos llaman, donde se crían hijos de cavalleros y de gente noble y rica enseñándoles en él virtud y letras con mucho cuidado. Acuden a la fama del estudio, de la comarca y de otras partes más desviadas; número de quinientos y de seisçientos y más estudiantes. En esta casa tienen muchas reliquias, con mucha veneraçión y capilla particular dedicada a ellas”; cf. J. ZARCO CUEVAS, Relaciones de pueblos de la diócesis de Cuenca hechas por orden de Felipe II, vol. I (Cuenca, 1927) 269.
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En 1750 se identificaron muchos de los tomos de esta biblioteca gracias al ex libris manuscrito que dice “De la librería grande”. Por esto, es de suponer que la indicación del ex libris “Del Seminario” se refiera a otra dependencia de la misma institución, del mismo modo que tales indicaciones hacen referencia, en ocasiones, a los “aposentos” de diferentes padres. Agradecemos a M. Jiménez Monteserín haber llamado nuestra atención sobre este importante punto. Cf. F. MARÍN BARRIGUETE, “La casa de Probación de Villarejo de Fuentes en el siglo XVI: "La Madre de los Novicios”, en Estudios sobre la Compañía de Jesús: los Jesuitas y su influencia en la cultura moderna: S. XVI-XVIII (Madrid, 2003) 519-558.
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Éste último, como reza la anotación manuscrita de la portada, pasó por el colegio de la Compañía de Jesús en Ocaña y, posteriormente, por el colegio de la Compañía de Cuenca, antes de llegar definitivamente al Seminario Conciliar de San Julián: “de la libreria de la C[om]p[añi]a de Cuenca”.
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Este volumen pasó de Alcalá a la Biblioteca de San Pablo de Cuenca y, finalmente, al Seminario Conciliar, según se deduce del sello de propiedad de su portada.
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34
Vega o Nicolás Rodríguez Laso, se fueran incorporando paulatinamente a los fondos de la
Biblioteca del Seminario. Dentro de esta vía también se incluyen aquellos libros provenientes
de distintos particulares, prelados o no, relacionados con el ambiente cultural de la época. Por
ejemplo:
- De Ferdinandi Diaziis a Lazaris Ed. 2
- Del Sr. Vega, quien prestó el libro al hermano Pedro Benavente el 23 noviembre de 1653 Ed. 3
- Del Secretario Gracian Ed. 10
- Del expolio del Sr. Solano Eds. 12, 13
- Del Licenciado Barciax Comp. y del Ilustrisimo Licenciado Diego de Colmenares
Ed. 15
- Del oydor espadero
Eds. 23 , 50
- De Vittoria y, posteriormente, de Joan Fernandez [...]
Ed. 31
- Del Sr. D. Yanez Ed. 39
- De doña Laurençia de Çorita Ed. 49
- De un particular desconocido, que simplemente firma: este homero es mio y me costo decisiete reales en alcala de henares año de 1559
Ed. 35
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No en vano desde hace unos veinte años la investigación académica ha demostrado convincentemente que, a pesar de lo creído hasta la fecha, el número de personas letradas en Castilla durante esta época era alto, lo cual establecería una relación directa con el volumen de obras de todo género en el mercado; cf. S. T. NALLE, God in La Mancha (1992) xvii; S. T. NALLE, “Literacy and Culture in Early Modern Castile”, en Studia Historica. Historia moderna homenaje al dr. D. Manuel Fernández Álvarez vol. I (1989) 459-516.
31
Se añade la siguiente nota manuscrita en portada: este libro es del licinciado espadero [de la] Comp[añi]a y el Padre davila le aplico [...]nario no se p[uede ena]genar porq[ue] as[i lo] puso en su testam[ento el] dicho licinciado.
32
Se menciona en la nota de la portada: Del oydor espadero. Del seminario no se puede disponer del sin orden del P[adr]e Provincial este libro es de los q[ue] el licenciado espadero dejo a la comp[añia] y el Padre Gonzalo davila le ap[…] al seminario no se puede enajenar porq[ue] asi lo dispuso en su testamento el dicho licenciado.
33
Según se puede deducir de las notas manuscritas de la portada, el libro pasó al Colegio de Huete y, finalmente, a la Librería Grande (suponemos del Colegio de Villarejo de Fuentes) antes del 1750.
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II. CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI.
En las siguientes páginas se atiende a la metodología utilizada para la descripción de las obras griegas y, a continuación, se ofrece el catálogo de las mismas.
PROCESO METODOLÓGICO DE CATALOGACIÓN
En cuanto a la selección de las obras, en primer lugar, es necesario señalar que se ha seguido un criterio cronológico, de modo que tomamos en consideración sólo las ediciones griegas del s. XVI, porque su número en la Biblioteca del Seminario es suficientemente significativo. En segundo lugar, advertimos que, aunque nuestra compilación recoge trabajos de variada autoría y género, no se han incluido las gramáticas o vocabularios de lengua griega, porque consideramos que en la mayoría de las ocasiones la lengua griega aparece en éstos de manera secundaria para ejemplificar la teoría.
Hallar los ejemplares no siempre ha resultado fácil, ya que tuvimos que ampliar la búsqueda en las bases de datos de la Biblioteca Conciliar con la del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español (CCPB) e incluso, en ocasiones, nos vimos en la necesidad de acceder directamente a los anaqueles sin indicación alguna. Así, cuando nos hemos encontrado con alguna complicación respecto a los ejemplares, lo consignamos.
Para la descripción hemos adoptado las normas bibliográficas internacionales normalizadas para libros antiguos, aprobadas en el seno de la FIAB/IFLA en 1980.
De este modo, en lo que a la organización del material se refiere, las distintas descripciones se han organizado mediante un orden alfabético. A su vez, cada apartado de ediciones se agrupa bajo el nombre de su autor u obra en latín, según aparecen en el diccionario griego-inglés Liddell-Scott-Jones, y se añade, bajo el epígrafe, un breve resumen de los hechos imprescindibles para el conocimiento del autor u obra. Posteriormente se transcribe toda la información que contiene la portada en cursiva y se procede a resolver las abreviaturas entre paréntesis. Hemos decidido no
35
36
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Sirva de ejemplo la ed. 44.35
Cf. C. HERRERO PASCUAL, “Metodología para un catálogo de libros del s. XVI”, Revista General de Información y Documentación, 6 nº 2 (1996) 11-50.36
Cf. H.G. LIDDELL-R. SCOTT-H.R. JONES, A Greek-English Lexicon with a revised suplement (1996).37
36
suprimir los títulos en lengua griega ni transcribirlos al alfabeto latino, por ser precisamente éste un catálogo de ediciones griegas. Asimismo, se han mantenido las letras mayúsculas y minúsculas en la forma exacta en la que aparecen. Después se cita el lugar de publicación, de tal modo que, cuando el topónimo antiguo difiere mucho del actual, se cita por su nombre original y, entre paréntesis, se aclara su nomenclatura moderna. Al año de publicación y la paginación —en números arábigos o romanos, según lo requieran las peculiaridades de cada obra— le siguen las características externas del volumen: dimensiones en cms. —largo y ancho— y encuadernación.
Se ha procurado hacer mención pormenorizada del contenido de cada ejemplar, al citar la obra u obras que lo integran, así como las particularidades que presenta —grabados xilográficos al inicio de capítulo, subrayados, tintas a dos colores, etc. Completamos la descripción transcribiendo el colo-fón, el ex libris y la procedencia, siempre que los hubiera. Además, varias veces hemos observado glosas de los expurgos realizados por ministros inquisitoriales de los siglos XVII y XVIII, las cuales, si no aportan información sobre la procedencia del volumen, no han sido transcritas, pues considera-mos que el estudio pormenorizado de las mismas merece una publicación futura.
Finalizamos con la signatura de la catalogación actual. En algunos casos, ante la presencia de volúmenes con doble signatura, siempre damos cuenta de ambas.
Cada descripción suele ir acompañada de un breve comentario extraído del clásico Trésor de livres rares et précieux ou noveau dictionaire bibliographique (Dresde 1865) de J.G.T. Graesse, así como de otros ensayos de referencia. Nuestra intención con estas notas es simplemente situar las obras en un contexto más amplio y, sobre todo, llamar la atención sobre su valor dentro de la historia de la edición literaria y la crítica filológica.
Junto a cada ejemplar se presentan fotografías de su portada y de varias páginas interiores a fin de ilustrar el análisis de cada edición catalogada. Al final de este libro, se ofrecen unos índices onomásticos, de obras, lugares y autores, que pueden ser útiles a la hora de consultarlo.
38
Sirvan de ejemplo las eds. 33 y 55. 38
37
II. CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGASDEL S. XVI
AELIANUS
Claudio Eliano (ca. 170-235) es conocido como “el prenestino”, por remitir este gentilicio a la región en la que ejerció su pontificado. Los comienzos de este autor como maestro de retórica en Roma marcaron, en cierta medida, su dedicación como escritor de diversos tratados de corte filosófico.
Se conservan De Natura Animalium, colección de extractos y anécdotas de carácter paradoxográfico o moralizante, relacionadas con el mundo de los animales; Varia Historia, compendio semejante al anterior, pero en esta ocasión vinculado a la vida humana y a la Historia; y, además, sus Cartas campestres (Ἐπιστολαὶ ἀγροικικαί), breves ejercicios de retórica dentro del género epistolar. Tres elementos han marcado el devenir de su producción: en primer lugar, su abundancia de citas de autores anteriores le colocan en una posición destacada como fuente de conocimiento del mundo clásico; en segundo lugar, su pureza “aticista” ha favorecido que su obra fuera considerada como ejemplar para la enseñanza de la lengua griega; finalmente, su filosofía estoica y su valor moralizante le sirvieron para hacerse hueco entre los escritores helenos más citados en la literatura cristiana.
No debe confundirse con otro Eliano, posiblemente de época de Trajano, autor de Táctica, obra en la que se comentan las funciones de la falange macedonia, posiblemente extraídas de un autor anterior, Asclepiodoto -véase el comentario a la ed.
...... ... O y T~ '.," .111; 0 ....... APA .. y • •
CLAVDII AELIANI PRAENESTINl PONTlFIC lS ET SOPHI<t
1l:re 1 qui R oma:: rub Impcratorc Antonino Pio vixi" ¡"ldiSlorsus au, Mehphthongus
ab orationis Juauicacc cognominatus, opcra,qua: excam,omnia, Gra:ce
Lacinéquc é regione, )'1'1 J'Lll l oA liJe " .AG IIVJ ('O,.,ML./QJtJNTYJ/: "..AIt.
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Tiguri 'pud Gefneros tratres.
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1. ΑΙΛΙΑΝΟΥ ΤΑ ΕΥΡΙΣΚΟΜΕΝΑ ΑΠΑΝΤΑ. CLAUDII AELIANI PRAENESTINI PONTIFICIS ET SOPHIstae, qui Romae sub Imperatore Antonino Pio vixit, Meliglossus aut Meliphthongus ab orationis suavitate cognominatus, opera, quae extant, omnia, Graecé Latinéque è regione, UTI VERSA HAC PAGINA COMMEMORANTUR: PARtim nunc primùm edita, partim multò quàm antehac emendatiora in utraque lingua, cura & opera CONRADI GESNERI Tigurini. HIS ACCEDIT INDEX ALPHABETICUS copiosus in fine voluminis, [et] ab initio Capitum per singulos libros enumeratio, et c[etera]. / Tiguri apud gesneros fratres. Zurich, apud Gesneros fratres, [1556].
[48], 655, [1], [56] p.; fol. (31 x 22cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: De natura animalium, Varia Historia, Tactica, Epistulae. Marcas tipgrs. en port., en p.
655v y tras el colofón: TIGURI PER ANDREAM GESNERUM F. ET IACOBUM GESNERUM FRATRES. Ed. en gr. y lat. a dos cols. con apostillas
marginales. Presenta en p. [1] diferentes ns. manuscritas referentes a los
expurgos de 1613, 1640 y 1707. Presenta dos ex libris manuscritos: “de Jesus de
[Bel]m[on]te”, tachado, y “del Seminario”. B.S.C. 143E 14.
Comentario
Ed. rara de las obras completas de Claudio Eliano, que cont. además: De militaribus ordinibus instituendis more graecorum y De instruendis aciebus —incluidas bajo el nombre de Tactica—, que el editor Conrad Gesner (1516-1565) atribuyó erróneamente a Claudio Eliano. Las ilustraciones y el comentario a estas dos obras son de Francisco Robortello (1516-1587), mientras que las versiones lat. y los comentarios a las obras de Claudio Eliano son de Conrad Gesner, Pierre Gilles (1490-1555), Justus Vulteius (ca. 1528-1575), John Cheke (1514-1557), Bartolomeo Fazio (1400-1467), Teodoro de Gaza (1398-1478) y Sebastian Guldenbeck (†1565).
43
AESCHINES
Esquines (ca. 397-322 a.C.) fue un orador ateniense cuyos enfrentamientos políticos con Demóstenes en los años 343 y 330 a.C. nos proveen de las más valiosas referencias acerca de las relaciones entre Atenas y la emergente Macedonia durante las décadas de 340-330 a.C. Sus orígenes son tan oscuros que pocas son las noticias a las que la crítica puede aferrarse, siendo muy dudosas las transmitidas por Demóstenes. Esquines seguramente no recibió una formación usual en el campo de la retórica, pero después de su servicio militar como hoplita (ca. 360-350 a.C.) y un breve período como actor, se embarcó en la carrera política gracias a los apoyos de Aristofón y, después, de Eubulo.
La supremacía de Demóstenes sobre Esquines como orador se debe con toda seguridad a que la valoración de sus contemporáneos respecto del primero se impuso sobre la del segundo, fundamentada en las estrechas relaciones de Esquines con el rey macedonio, Filipo. En cualquier caso, el orador fue considerado por la Historia antigua como un oportunista de poco juicio y menos principios. Sin embargo, no es tan obvia en la actualidad su postura como salvador o enemigo de Atenas y Grecia, pues, en efecto, los discursos de ambos oradores se estiman como meros ejemplos de la lucha por el poder y la independencia políticas en la ciudad.
Esta visión negativa de Esquines también pudo ser la causante de que tan sólo se conserven en la actualidad tres de sus discursos: Contra Timarchum, Falsa Legatione, Contra Ctesiphontem.
Con todo, a Esquines se le considera un digno orador de bella voz, que atacó el uso de gestos extravagantes durante la declamación, orgulloso de su educación —su obra abunda en citas literarias, especialmente del género lírico— y de estilo sencillo, a pesar de algunos pasajes oscuros, pero eficiente.
AESCHINES
• • •
• •
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GRAECIAE EX C ELLENTIV .... l ORATORVM.
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2. ΤΩΝ ΤΗΣ ΕΛΛΑ∆ΟΣ ΕΞΟΧΩΝ ΡΗΤΟΡΩΝ, αἴσχίνου καὶ δημοσθένους, λόγοι ἀντίπαλοι. GRAECIAE EXCELLENTIUM ORATORUM, Aeschinis et Demosthenis, orationes adversariae. / PARISIIS Excudebat Christianus Wechelus, sub scuto Basiliensi, in vico Iacobaeo, Anno 1531. París, excudebat
Christianus Wechelus, 1531. [6], 169, [1] p.; 4º (19,5 x 15cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: introducción en lat. del editor, Jean Reuchlin; Aeschines Contra Ctesiphontem; Demosthenes Pro corona. Marca tipgr. en port. y colofón. Grabs.
xils. en inics. de caps. Apostillas marginales manuscritas. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. Presenta dos ex libris manuscritos: “Ferdina[n]di Diaziis a Lazaris” y “Del Seminario”. B.S.C. 44D 15.
Comentario
Existe una ed. anterior de Weigel en la Haya (1522) que conserva el mismo título latino, a la que podría remitir el presente vol.
47
AESOPUS
Famoso relator de cuentos y fábulas que vivió en la isla de Samos los primeros años del s. VI a.C. La cronología antigua coloca la fecha de su muerte en el 564 a.C., cuatro años antes de que Creso llegara al trono de Lidia. Sin embargo, de acuerdo con el cronista local Eugeón de Samos, Esopo vino de Tracia y desarrolló su obra antes del 431 a.C. A su vez, las noticias mencionadas no concuerdan con las herodoteas, según las cuales vivió en la isla de Samos antes del 456 a.C.
Otro conflicto atañe a lo relacionado con su vida y muerte. Así, según unos escritos délficos —contemporáneos de Heródoto—, el fabulista fue asesinado en Delfos por sus antepasados. Pero, seguramente, no viajó a esta ciudad, como tampoco sirvió de diplomático para el rey Creso de Lidia.
Por tanto, aunque su persona es muy citada metafóricamente en las fuentes griegas para ilustrar una idea, la vida de Esopo permanece en la oscuridad de diversas anécdotas reales o inventadas difíciles de valorar.
YGI AE RAEC
A LATrN
SDA
3. AESOPI PHRYGIS FABULAE GRAECE ET LATINE, CUM ALIIS QUIBUSDAM opusculis, quorum Indicem sequens pagella indicabit. / Basileae apud Nicol[aeum] Bryling[erum]. Anno M. D. L. Basilea, apud Nicolaeum
Brylingerum, 1550. [2], 262, [3] p.; 8º (15,5 x 10cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Máximo Planudes Aesopi Phrygis vita et fabellae; Gabrius Gabriae Graeci fabellae tres et quadraginta, ex trimetris iambis, praeter ultimam ex scazonte, tetrastichis conclusae; Aphtonius Fabulae Ex Aphthonii exercitamentis de fabula, tum de formicis et cicadis; Philostratus Anthologia Graeca: de fabula ex imaginibus Philostrati; Homerus Batrachomyomachia; Musaeus epicus Musaeus poeta vetustiss[imus] de Ero et Leandro; Agapetus Constantinopolitanus
Capitula admonitoria: De officio regis ad Iustinianum Caesarem; Hippocrates
Iusiurandum; Galeomyomachia. Ed. en gr. y lat. Grab. tipgr. en port. Inics. de
caps. resaltadas. Presenta en port. la siguiente n. manuscrita: Prestado al H[ermano] Pedro Benavente por algun tiempo co[n] condicio[n] de bolverle. 23. novemb[re]. 1653. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Cont. dos ex libris manuscritos: “del Sr. Vega” y “del seminario”. B.S.C. 42A 6.
Comentario
Se trata de la reimpresión hecha a partir del ejemplar de Basilea (1518). El texto de ambas fue extraído de la ed. de Milán (1479-80), en la que no se tuvo en cuenta la aldina.
51
ANACREON
El poeta lírico Anacreonte, hijo de Escitino, nació en Teos (ca. 570 a.C.), pero pronto se vio obligado a dejar su ciudad natal ante la oleada de ataques persas en Asia Menor (ca. 545 a.C.). La solución de los habitantes de Teos a este conflicto fue la fundación de la colonia de Abdera en Tracia, no sin enfrentamientos bélicos, ya que los tracios opusieron gran resistencia. Posteriormente, el poeta fue llamado por Polícrates de Samos para que se encargara de la educación musical de su hijo, función que llevó a cabo hasta la muerte de su mecenas. A partir de entonces, su vida se verá marcada por viajes continuos desde la corte de Atenas a la de Tesalia y, de nuevo, a Atenas, donde residió hasta su muerte, al atragantarse con un grano de uva, según la tradición. Los ciudadanos de Atenas le honraron con una composición literaria de Critias y una estatua en la Acrópolis.
Su obra fue editada por Aristarco en seis libros que contenían poesía lírica, la mayor parte monódica, como los poemas en honor a Ártemis, Eros o Dioniso; canciones de amor a Cleubulo y otros poemas de carácter convival; yambos, como la cruel composición contra Artemón; y, finalmente, elegías conmemorativas, dedicatorias y epitafios.
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4. ἈΝΑΚΡΕΟΝΤΟΣ, ΚΑΙ ΑΛΛΩΝ ΤΙΝΩΝ λυρικῶν ποιητῶν μέλη. ANACREONTIS ET ALIORUM Lyricorum aliquot poëtarum Odae. IN easdem Henr[ici] Stephani observationes. EAEDEM Latinae. / TYPIS REGIIS. PARISIIS, M.D. LVI. Apud Guil[ielmum] Morelium, in Graecis typographum Regium, et Rob[ertum] Stephanum. París, apud Guilielmum Morelium et
Robertum Stephanum, 1556. 122, [2] p. en bl.; 8º (16 x 11cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Anacreontis et aliorum Lyricorum aliquot poëtarum Odae (en gr.
hasta p. 69), comentario y trad. al lat. de Henri Estienne (hasta p. 122). Grab. xil.
en port. Escolios marginales. Presenta en p. 1 diferentes ns. manuscritas
referentes a los expurgos de 1613, 1633, 1640 y 1707, de las que se deduce su
procedencia del Colegio de Huete. Además presenta la siguiente n.:
Χορταθήσομαι ἐν τῷ ὀφθήναι μοι τὴν δόξαν σοῦ. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Ex libris “Del Seminario”. B.S.C. 202F 9.
Comentario
Se trata de la segunda ed. de los poemas que entonces se atribuían a Anacreonte. La “editio princeps” había sido impresa sólo dos años antes por Frederic Morel (1523-1583) para Henri Estienne (ca. 1460-1520).
Se considera que la publicación de este trabajo marcó una revolución poética, no sólo en Francia, sino también en España, Italia y Alemania, donde su influencia culminó en los llamados “Poetas Anacreónticos” del s. XVIII.
La presente ed. es la primera publicación de Robert Estienne (1503-1559), hijo de Henri.
55
ANTHOLOGIA GRAECA
La llamada Antología Griega da nombre a una extensa colección de poemas que no fueron seleccionados, como tal, hasta época bizantina. Dos son los corpora más importantes en nuestros días: la Antología palatina y la planudea.
La mayor de ambas, la palatina, recibe ese nombre porque se conservó en un único manuscrito en la biblioteca del Conde Palatino en Heidelberg. Recoge una larga tradición de compilaciones, perdidas en la actualidad, que parten posiblemente del s. IV a.C., en las que se incluían epigramas diversos por orden de autor o temas comunes. Cerca del 980 d.C. un desconocido estudioso bizantino o, tal vez, un grupo de eruditos compusieron un gran volumen que ha llegado a nosotros como el único manuscrito, producto de una recopilación anterior perdida de Cefalas (ca. 900). Éste último no es mencionado en la Antología Palatina, la cual, no obstante, fue compuesta a partir de su selección, de la que sólo suprimieron o añadieron algunos poemas.
La segunda Antología Griega, la planudea, debe su nombre al monje Planudes. Recoge en siete libros un copioso material lírico, hasta 400 poemas no conservados en la palatina, aunque otros epigramas han sido simplemente cortados o expurgados, al ser considerados impuros. Las fuentes de Planudes podrían ser el mencionado Cefalas o, con toda probabilidad, dos selecciones anteriores que no deberían diferir mucho de la antología palatina.
La antología planudea ha sobrevivido bajo la firma única de Planudes, según se atestigua en el manuscrito conservado en la biblioteca de Venecia (1301). Fue la primera colección de poemas griegos impresos (1494) hasta que se descubrió la palatina en el 1606. De este modo, los ejemplares que a continuación se detallan remiten indudablemente a la planudea.
5. [Selecta epigrammata graeca et latine versa, ex septem Epigrammatum
graecorum libris. Accesserunt omnibus omnium prioribus editionibus ac
versionibus plus quam quingenta epigrammata, recens versa ab Andrea Alciato,
Ottomaro Luscinio ac Jano Cornario Zuiccaviensi. Basilea, apud Io[annem]
Bebelium, 1529]. [8], 422, [2] p.; 8º (15 x 6cm.). Enc. en perg. con cintas. Ed.
bilingüe en gr. y lat. El ejemplar carece de port. Grabs. xils. en inics. de caps.
Algunas pp. con subrayados y damnationes. Los datos de ed. se deducen del
colofón: Basileae apud Io[annem] Bebelium. An[no] M. D. XXIX. En la última
p. presenta marca tipgr. con anots. manuscritas. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. B.S.C. 34C 3.
Comentario
Se trata de una selección de epigramas escogidos de la Antología Griega. Algunos de éstos se acompañan con la trad. al lat. de Alciato. Este ejemplar, publicado, entre otros, por Janus Cornarius (1500-1558) se basa esencialmente en la segunda ed. de Colonia (1528) a cargo de Johannes Soter (1518-1543), la cual, exceptuando algunos poemas añadidos, remite a la aldina de 1503.
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6. [Florilegium diversorum epigrammatum in septem libros. Solerti nuper
repurgatum cura. M.D. XXI. ΑΝΘΟΛΟΓΙΑ ∆ΙΑΦΟΡΩΝ ΕΠΙγραμματων [...]
Nunc exit castigatibus, quam alias unquam pristinis elustratum errorib[us]
multisq[ue] adauctum adiectis epigrammatib[us]. París, Vaenundatur Badio],
1531. 324 h. (carece de pp. 1-8); 8º (17 x 10cm.). Cont.: Anthologia Graeca. Enc.
en perg. con cintas. Huecos para inics., letras de aviso. Algunas pp. aparecen
censuradas. Los datos de ed. se deducen del colofón: Sub prelo Ascensiano, mense Maio. 1531. Presenta en la última p. una n. manuscrita referente al
expurgo de 1613, de la que se infiere su procedencia del Colegio de Huete. Sello
de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. B.S.C. 30CH 13.
Comentario
Se trata de una rara reimpresión de la ed. veneciana (1521), al final de la cual se ofrecen, como novedad, tres epigramas gr. inéditos, pero conserva los errores de la ed. anterior.
61
ARISTOPHANES
Se trata del mayor poeta de la Comedia Antigua ática, hijo de Filipo y padre, a su vez, de Áraros. Se supone, quizás por error, que vivió o tuvo posesiones en Egina, aunque toda su producción está íntimamente relacionada con Atenas. A partir de que él se consideró a sí mismo demasiado joven en el 427 a.C. para firmar sus comedias, se infiere que debió de nacer en torno al 457-445 a.C. y murió poco antes del 385 a.C.
Sobreviven once de sus piezas completas, a las que se añade una treintena de títulos —algunos podrían ser suyos, otros sólo alternativos de comedias aristofánicas y, finalmente, otros espurios— y casi un millar de fragmentos.
En cuanto a su labor como comediógrafo, todas las evidencias apuntan a que Aristófanes fue un líder, no un seguidor, a tenor de los cambios que introdujo en la comedia griega de principios del s. IV. Su lenguaje, colorista e imaginativo, armoniza con una gran maestría a la hora de componer versos. Lleno de humor, solemne o delicado, Aristófanes fue los ojos, oídos y boca en contra del absurdo y el exceso de Atenas durante finales del s. V y principios del IV. Así, sus recursos cómicos son de una gran variedad, desde la parodia, pasando por la sátira, la exageración hasta rondar la fantasía, todos bajo el imperio de la crítica directa hacia sus conciudadanos: políticos, poetas, músicos, hombres de ciencia, filósofos y público en general, en definitiva, agentes de un cambio cultural que el comediógrafo no aceptaba.
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7. [ΑΡΙΣΤΟΦΑΝΟΥΣ ΕΥΤΡΑΠΕΛΩΤΑΤΟΥ ΚΩΜΩ∆ΙΑΙ ΕΝ∆ΕΚΑ,.
Aristophanis facetissimi comoediae undecim. / Basileae / apud And[ream]
Cratandrum & Ioan[nem] Bebelium, 1532. Basilea, apud Andream Cratandrum
et Ioannem Bebelium, 1532]. [8], 514 p. (carece de las pp. 1-8); 8º (22 x 13,5cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Plutus, Nubes, Ranae, Equites, Acharnenses, Vespae, Aves, Pax, Ecclesiazusae, Thesmophoriazusae, Lysistrata. El ejemplar
carece de port. y colofón. Grabs. xils. en inics. de caps. Apostillas marginales en
lat. y gr. de diferentes manos. Algunas pp. con subrayados. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. B.S.C. 43B 13.
Comentario
El título y los datos de ed. se deducen a partir de los fragmentos conservados en el colofón: [...]ρατάνδρῳ, [...]λβ[...], que remiten a la copia conservada en la Biblioteca del Senado (Madrid) 20192.
Se trata de la primera impresión que cont. las once comedias de Aristófanes, hecha por Simón Grineo (1493-1541) a partir de la aldina, aunque con algunas variantes.
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8. ΑΡΙΣΤΟΦΑΝΟΥΣ ΕΥΤΡΑΠΕΛΩΤΑτου κωμῳδίαι ἕνδεκα,. ARISTOPHANIS FACETISSIMI COMOEDIAE UNDECIM. / FRANCOFURTI apud Pet[rum] Brubachium, Anno XLIIII. Frankfurt, apud
Petrum Brubachium, 1544. [8], 286 h.; 12º (14 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Plutus, Nubes, Ranae, Equites, Acharnenses, Vespae, Aves, Pax, Ecclesiazusae, Thesmophoriazusae, Lysistrata. Port. y fols. 1, 2 y 7 a dos tintas.
Grabs. xils. en inics. de caps. y en colofón: Francofurti ex officina Petri Brubachii, Anno M.D. XLIIII. Presenta en port. diferentes ns. manuscritas
referentes a los expurgos de 1613, 16[32] y 1707, de las que se deduce su
procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Presenta dos ex libris manuscritos: “Del collegio de la Conp[añi]a de Jesus de Belm[on]t[e]” y “del Seminario”. B.S.C. 43D 10.
Comentario
Es la cuarta ed. de las once comedias de Aristófanes reunidas en un vol., tras las de Cratander (Basilea 1532), Zanetti (Venecia 1538) y Weigel (París 1540). Las cinco eds. posteriores a la “princeps” aldina no contienen más que nueve piezas. Las dos comedias añadidas, Lisístrata y Tesmoforiantes, fueron editadas aparte por Giunta (1515). La presente impresión de Peter Brubach (ca. 1500-1567), sin escolios, se realizó sobre el ms. utilizado por Aldo Manuzio (1449/50-1515), aunque incluye algunas mejoras. Los caracteres gr. utilizados son los llamados “San Agustín 95” de Brubach, en la línea de los de Froben (1460-1527).
67
ARISTOTELES
Aristóteles (384-322 a.C.), hijo de Nicómaco del gremio de Asclepíades, nació en Estagira, en la
Calcídica. Su padre dedicó su vida a la Física bajo el mecenazgo de Amintas II de Macedonia, en cuya
capital, Pela, Aristóteles pasaría su juventud. De este modo se puede entender que estos primeros años de
formación marcarán el interés del filósofo por la ciencia.
A la edad de diecisiete años Aristóteles entró en la escuela de Platón en Atenas, donde
permanecería hasta la muerte del maestro (348-347 a.C.), primero como alumno y, después, como
“investigador”, trabajando con una relativa independencia en el campo de la Zoología. Su salida de la
escuela se debió a la sucesión de Platón por Espeusipo, quien, a juicio del estagirita, dio un giro erróneo
a las enseñanzas en la escuela, “de la Filosofía a las Matemáticas”. Por esto, junto a Jenócrates, abandonó
la Academia y aceptó la invitación de Hermias en Assos, donde se había creado una pequeña agrupación
de platonistas. Allí Aristóteles se casó con la sobrina de Hermias, Pitia, y disfrutó de estabilidad hasta el
345 a.C., cuando el dirigente falleció. Pasó entonces a Mitilene, gracias a la ayuda de Teofrasto, con quien
compartió el interés por el estudio de la naturaleza. Así, de esta época son sus publicaciones sobre la
Zoología.
En el 343-342 a.C. Aristóteles es invitado por Filipo de Macedonia para encargarse de la
educación de su hijo Alejandro. Estas enseñanzas se centrarían en los textos de Homero y los trágicos de
época clásica, aunque el estagirita no desdeñó escribir para su pupilo obras políticas con las que sembró
las ideas que Alejandro después pondría en práctica como gobernante.
A la muerte de Filipo, Aristóteles, seguramente habiendo perdido influencia sobre Alejandro,
vuelve a su Estagira natal y, después, a Atenas, donde alquiló unos edificios que incluían una zona
porticada —perípatos— a las afueras de la ciudad, y fundó su propia escuela. Aquí, el filósofo, con la
ayuda económica y material de Alejandro, reunió un buen número de manuscritos, mapas y un pequeño
“museo” de objetos, que debió de utilizar para ilustrar sus enseñanzas. Como director de su escuela, dio
una serie de normas de convivencia, como las comidas comunes o un simposio mensual a los que debían
asistir los alumnos. Además, organizó grupos de investigación a gran escala: Botánica, Historia y
pensamiento general griego -Física, Cosmología y Psicología- bajo la dirección de Teofrasto, Música con
Aristoxeno, Matemáticas, Astronomía y Teología con Eudemo y, finalmente, Medicina con Menón.
Será durante su segunda estancia en Atenas cuando su esposa, Pitia, muera, por lo que Aristóteles
se casó con Herpilia, con la que tuvo a su hijo Nicómaco.
A la muerte de Alejandro (323 a.C.), la ciudad de Atenas se llenó de un sentimiento
antimacedonio que obligó al filósofo a dejar la escuela en manos de Teofrasto y emigrar a Calcis, donde
falleció el 322 a.C.
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9. ΑΡΙΣΤΟΤΕΛΟΥΣ ΤΕΧΝΗΣ ΡΗΤΟΡΙΚΗΣ ΒΙΒΛΙΑ Γ. / ARISTOTELIS DE ARTE RHETORICA LIBRI TRES. / PARISIIS apud collegium Sorbonae. M. D. XXX. París, [Gérard Morrhe], 1530. [264]; 111, [1] p.; 8º (15,5 x 11cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Aristoteles Rhetorica; Plutarchus
Apophthegmata laconica. Grabs. xils. en inics. de caps. Apostillas marginales
manuscritas. El editor se deduce del colofón: PARRISIIS EX OFFICINA GIRARDI MORRHII CAMPENSIS, APUD COLLEGIUM SORBONAE. M.D.XXX. Marca tipgr. en la última p. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Ex libris: “Seminario”. B.S.C. 28A 8.
Comentario
Se conserva otro ejemplar (10) bajo la signatura 43CH 18, que cont. sólo la obra de Aristóteles con las siguientes particularidades: algunas pp. con subrayados y abundantes apostillas marginales manuscritas en gr. y lat. Presenta en port. las siguientes ns.: Momentum unde pendet eternitas; Χωρταθήσομαι ἐν τῷ ὀφθήναι μοι τὴν δόξαν σῦ. Además del ex libris “del Seminario”, añade: “Secret[ari]o Gracian”.
71
ARISTOTELIS, ET
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Erhica, Politica,& Oeconomica.
Cum alijs aliquot ex Plu.tarcho,Prodo.& Alexan dro Aphrodifi,nfi C6.
mentationibus.
BA S IL DAE.. Apul 10.m. Vll oIldrr.
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11. ARISTOTELIS, ET XENOPHONTIS Ethica, Politica, & Oeconomica. Cum aliis aliquot ex Plutarcho, Proclo, & Alexandro Aphrodisiensi Co[m]mentationibus. BASILEAE. Apud Ioan[nem] Vualder. Basilea, apud
Ioannem Vualder, [ca. 1535]. [16], 606 p.; 8º (12,5 x 10cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Aristoteles Ethica Nicomachea, Magna Moralia, Politica, Oeconomica; Proclus In Platonis Rem Publicam Comentarii IV; Plutarchus
Quomodo quis suos in virtute sentiat profectus; Xenophon De republica Lacedaemoniorum, De republica Atheniensium I, Oeconomicus; Alexander
Aphrodisiensis Quod virtus non sufficiat ad beatitudinem, De anima II. Port.
enmarcada con grab. xil. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C. 43A 22.
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12. ΑΡΙΣΤΟΤΕΛΟΥΣ ΤΟΥ ΣΤΑΓΕΙΡΙΤΟΥ ΤΑ ΣΟΖΟΜΕΝΑ. / OPERUM ARISTOTELIS STAGIRITAE PHILOsophorum omnium longè principis nova editio, Graecè & Latiné. / TOMUS I. / Latinae interpretationes Graeco contextui convenientiores, & emendatiores, quàm antehac editae sunt. / Accesserunt ex libris Aristotelis, qui hodie desiderantur, FRAGMENTA quaedam. / Adiecti sunt INDICES tres. I, auctorum, qui in Aristotelem scripserunt. II, eorum qua scripserunt. III, rerum omnium locupletissimus. / EXCUDEBAT / Guillelmus Laemarius. M.D. XCVII. [Lyon], apud
Guillelmum Laemarium, 1597. [16], 1517, [40] p.; 8º (19,5 x 12cm.). Enc. en perg.
con cintas. Cont.: Porphyrius In Aristotelis Categorias commentarium;
Aristoteles Categoriae, De Interpretatione, Analytica Priora, Analytica Posteriora, Topica, Sophistici Elenchi (Nicolao Gruchio); Physica, De Caelo (Io[anne] Argyropylo Byzantio); De Generatione et Corruptione, Meteorologica (Fran[cisco] Vatablo); Historia Animalium (trad. lib. X Iulio Caes[are]
Scaliger[o]); De Partibus Animalium, De Generatione Animalium (Theodoro Gaza); De Incessu Animalium (Nic[olao] Leonico); De Anima (Io[anne]
Argyropylo); De Memoria, De Somno et Vigilia, De Insomniis (Fr[ancisco] Vatablo); De Divinatione per Somnia; De Motu Animalium (Nic[olao] Leonico); De Longaevitate, De Iuventute (Fr[ancisco] Vatablo); De Respiratione. Ed. en gr. y lat. a dos cols. Doble port., ambas enmarcadas con
grab. xil. En p. 2 presenta la siguiente n. manuscrita: “Del expolio del Sr. Solano p[ar]a la Biblioteca p[ubli]ca del Semin[ari]o de S[a]n Julian de Cuenca”. Grabs.
xils. en inics. de caps. Marca tipgr. en el colofón. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. B.S.C. 24I 11.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del editor.
Esta ed. es la revisión y reimpresión del texto editado por Casaubon (1559-1614) en dos vols. (Lyon 1590). Hubo también otra ed. en Ginebra (1596).
Casaubon trabajó sobre los mejores mss. y las eds. más antiguas. En cuanto a la crítica textual, la obra es una muestra de la exactitud y sagacidad habituales del editor. De hecho, el presente vol. mereció varias eds. posteriores (i.e. 1605, 1606).
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13. OPERUM ARISTOTELIS TOMUS II. LIBRORUM ARIstotelis quae non extant, Fragmenta quaedam. ITEM, Indices duo: quorum prior nomina eorum continet qui in Aristotelem scripserunt: alter quid sit à quoque eorum in singulos Aristotelis libros scriptum indicat. Alius INDEX rerum omnium locupletissimus. Apud Guillelmum Laemarium. M.D. XCVII. [Lyon], apud
Guillelmum Laemarium, 1597. 1438, [2] en bl., [56] p.; 8º (19,5 x 12cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Ethica Nicomachea (Ioanne Bernardo Feliciano), Magna Moralia (G[iorgio] Valla Placent), Ethica Eudemia (incerto), De Virtutibus et Vitiis (Simone Grynaeo), Politica (Leonardo Aretino), Oeconomica (Ioachimo Camer[ario]), Rhetorica (Antonio Riccobono), Rhetorica ad Alexandrum (Fra[n]cisco Philelph[o]), Poetica (Antonio Riccobono), Problemata (Theodoro Gaza), De plantis (incerto auctore et interpr[ete]), De Spiritu (incerto), De miraculis auditis (incerto), Physiognomonica (incerto), Mechanica (Nicolao Leonico), De iis qu[a]e sub auditum cadunt (Francisco Patritio), De Coloribus (Caelio Calcagnino), De Lineis Insecabilibus (Caelio Calcagnino), Paraphrasis libri de lineis insecabilibus (Iacobo Sckegkio), De Xenocrate, De Zenone, De Gorgia (Iacobo Sckegkio), De Ventis (Iacobo Sckegkio), De Mundo (Gullielmo Budaeo), Methaphysica (Bessarione). Ed. en gr. y lat. a dos cols. Marca tipgr. en port. En
p. 2 presenta la siguiente n. manuscrita: “Del expolio del Sr. Solano p[ar]a la Biblioteca p[ubli]ca de semin[ari]o de S[a]n Julian de Cuenca”. Grabs. xils. en
inics. de caps. Marca tipgr. en el colofón. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. B.S.C. 45B 14.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del editor. Segundo vol. de la ed. 12, B.S.C. 24I 11.
77
ARRIANUS
Flavio Arriano (s. II d.C.) de Bitinia gobernó la Capadocia bajo el imperio de Adriano y participó en la derrota de los alanos durante su invasión del 134 d.C. En cuanto a la filosofía fue alumno de Epicteto, pero, como modelo literario, se vio reflejado en la figura de Jenofonte.
Acerca de su obra literaria, el autor puso por escrito los apreciados Discursos de Epicteto y, además de algunos tratados de tema militar y su perdida Historia de Partia, escribió una historia de los Diádocos, sucesores de Alejandro Magno, basada en Hierónimo de Cardia. Quizá sus obras más notables sean Índica y Anábasis. En la primera, el autor pasa revista a los hechos históricos en esa región de Megastenes y Nearco —oficial del ejército de Alejandro Magno, encargado de dirigir la flota hasta las orillas de la India—, cuyo libro de viajes reproduce. Anábasis —a la que remite la obra catalogada—, por su parte, es la vida y campañas militares de Alejandro Magno, para la cual utiliza, como fuente fundamental, a Tolomeo I y a Aristóbulo —el segundo sirve para ilustrar aquellos pasajes oscuros en el primero.
Los puristas condenaron la obra de Arriano por su estilo sobrio, en un momento en el que primaban las composiciones según la estética retórica, abundantes en anécdotas y con un cierto romanticismo. Pero no es un mero compilador, sino un verdadero historiador que intenta encontrar las versiones más fiables. Además, encarnó el dicho de Polibio, según el cual sólo los “hombres de acción” podían escribir historia.
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14. ΑΡΡΙΑΝΟΥ ΠΕΡΙ ΑΛΕΞΑΝ∆ΡΟΥ ΑΝΑΒΑΣΕΩΣ ΙΣΤΟΡΙΩΝ βιβλία ὀκτώ. ARRIANI DE EXPEDITIONE SIVE REBUS GESTIS Alexandri Macedonum Regis libri octo, nuper et reperti, et quàm diligentissimè in lucem editi. / Historiam quoq[ue] eandem, olim quidem a Bartholomaeo Facio latinitate donatam, nunc vero innumeris quibus scatebat mendis repurgatam, hic adiungi curavimus, ut & conferri a linguae Graecae studiosis possit, & quid in utraque a nobis praestitum sit, facilius appareat. / BASILEAE. Basilea,
[Robertus Winter, 1539]. 13, [1], [329], 397, [1], [1] p.; 8º (14,5 x 10cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Anabasis. La p. 3 (numerada equivocadamente como p.
13) ha sufrido una severa damnatio auctoris. De la misma p. se deduce la fecha
de ed.: M. D. XXXVIIII. Grabs. xils. en inics. de caps. El impresor consta en el
colofón: ἐτυπώθη ἐν Βασιλεία, ἀναλώμασι ῾Ροβέρτου του Χειμερινοῦ, ἔτει τῷ ἀπὸ τῆς ἐν σάρκου οἰκονομίας τοῦ Ἰησοῦ Χριστοῦ χιλιοστῷ πεντακοσιοστῷ τριακοστῷ ἐνναυτῳ, μουνυχιῶνος μηνός. Marca tipgr. en la última p. Presenta
en p. 3 diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1614 y 1707, de
las que se infiere su procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C. 43D 15.
Comentario
La presente ed. se abre con un prefacio epistolar de Nicolaus Gerbel (1485-1560), su editor. Se incluye únicamente el texto original gr., mientras que la trad. al lat. de Bartolomeo Fazio (1400-1450) fue publicada aparte.
81
ATHENAGORAS
Apologista cristiano nacido en Atenas (s. II d.C.). Destaca en su vida que en el 177 d.C. envió una carta a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo en la que refutaba los cargos de ateísmo, los banquetes de Tiestes y el incesto de Edipo, que solían ser acusaciones arrojadas a menudo contra los cristianos.
Consta como autor lúcido y entusiasta, cuya obra más destacada fue Sobre la resurrección de los muertos —reproducida en la siguiente descripción.
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ATHENACORAE A T HE
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15. ΑΘΗΝΑΓΟΡΟΥ ΑΘΗΝΑΙΟΥ φιλοσόφου Χριστιανοῦ ἀπολογία περὶ Χριστιανῶν. / Τοῦ ἀυτοῦ, περὶ ἀναστάσεως νεκρῶν. / ATHENAGORAE ATHEnie[n]sis philosophi Christiani apologia pro Christianis, ad imperatores Antoninum & Commodum. / Eiusdem, De resurrectione mortuorum. / Ex antiquis exemplaribus libellus ille nu[n]c primùm profertur, hic aute[m]
castigatior quàm antea editur. / Uterque Graecè & Latiné. / EX OFFICINA HENRICI STEPHANI. AN[no] M.D. LVII. [Ginebra], ex officina Henrici
Stephani, 1557. 208 p.; 8º (18 x 11,5cm.). Enc. en piel sobre tabla. Cont.:
Apologia pro Christianis, De mortuorum resurrectione; trad. al lat. de Conrad
Gesner (pp. 81-156) y Petrus Nannius (pp. 157-195). Marca tipgr. en port., la
cual ha sido recientemente cortada en su zona central derecha para eliminar los
sellos de propiedad. Huecos para inics., letras de aviso. Presenta algunas pp. con
subrayados y apostillas marginales manuscritas. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Dos ex libris: “L[icencia]do Barciax Comp.” e
“Il[ustrisimo] L[icencia]do Diego de Colmenares”. B.S.C. 8A 25.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del impresor.
Se trata de la editio princeps realizada sobre cuatro mss. y acompañada de las ns. de Henri Estienne.
85
BASILIUS MAGNUS
Basilio de Cesarea (ca. 330-379 d.C.) nació en el seno de una rica familia cristiana, lo que le permitió desarrollar sus estudios en Constantinopla y Atenas con Himerio y Proheresio, donde conoció también a Libanio.
Tras su bautismo en el 356 d.C., Basilio se dedicó a organizar comunidades monásticas en Asia Menor, para las que compuso sus Leyes, en las que dio fe de su ascetismo y conocimiento de la literatura clásica. Igualmente produjo un buen número de cartas y sermones propios de la mejor epistolografía y retórica de su tiempo. En su teología se observan rasgos de la filosofía de Plotino, al que cita de manera ocasional, junto a un uso de la terminología típicamente trinitaria, que tuvo enorme influencia sobre Gregorio Nacianceno —cuya obra también se recoge en el ejemplar detallado a continuación— y en su hermano pequeño, Gregorio de Nisa —cf. Gregorius Nyssenus, s.v.
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16. BASILII MAGNI, ET GREGORII NAZANZENI, Theologorum, Epistolae Graecae, nunquàm antea editae. / Opus planè sanctum, [et]
Theologicum. / Haganoae per Iohan[em] Sec[erium] M.D. XXVIII. Haguenau,
per Iohanem Secerium, 1528. [184] h.; 8º (16 x 10,5cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Epistulae. Port. enmarcada con grab. xil. Grabs. xils. en inics. de caps.
Algunas pp. presentan subrayados y anots. manuscritas. Colofón: Haganoae per Iohan[em] Secerium Anno. M.D. XXVIII. Anot. manuscrita en port. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C. 139A 14.
Comentario
Se trata de la editio princeps de las obras de Basilio Magno y Gregorio Nacianceno (329-389), según reza el título de la misma.
89
CLEMENS ROMANUS
Clemente de Roma (ca. 96 d.C.) pasa a la historia de la literatura por sus epístolas, escritas como dirigente de la Iglesia de Roma contra la corintia, la cual deponía al clero con arbitrariedad. Estas cartas introducen en un contexto cristiano muchos de los tópicos de la literatura helenística, a lo que Clemente añade su juicio positivo del Imperio romano.
De los numerosos trabajos atribuidos al autor —problema que se rastrea también en la edición catalogada— destacan: la segunda epístola, sermón datado a mediados del s. II d.C. de origen incierto; el relato apócrifo de Pedro, en el que se describen los viajes del apóstol y su enfrentamiento mágico contra Simón Mago en Roma; y, finalmente, sus Constituciones apostólicas, ocho libros de leyes y liturgia.
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17. D[ivi] CLEMENTIS OPERA, QUAE AD HUNC USQUE DIEM EXTARE COMperta sunt: cuius D[ivus] Paulus ad Philippenses scribens meminit, quíque eam quae ad Hebraeos conscripta est epistolam, magno Graecorum & Latinoru[m] consensu scripsisse fertur. / RUFINO TORANO AQUILEIENSE INTERPRETE. / Accesserunt Canones Apostolorum per eundem Clemente in unum congesti, unà cum interpretatione Gregorii Haloandri [et] veteri editione. / Fol[io] 6. Elenchum operum, & quae accesserunt ad superiores editiones complectitur. / PARISIIS, Apud Michaëlem Sonnium, sub scuto Basiliensi, via Iacobaea. M.D. LXVIII. París, apud Michaëlem
Sonnium, 1568. [6], 613, [19] h.; 8º (16,5 x 11,5cm.). Enc. holandesa con hierros
dorados en el lomo. Cont.: Opera (en lat.), Canones Apostolorum (ed. en gr. y
trad. al lat. de Gregor Haloander). Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de
caps. Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas marginales manuscritas.
Sello de la Biblioteca de San Pablo. Ex libris: “del collegio de la Comp[añia] de Ihs de Alcalá”. B.S.C. 141A 24.
Comentario
Ed. de los textos apócrifos de Clemente a cargo de Johannes Sichard (1499-1552). La obra recoge, por tanto, las publicaciones de Clemente Romano, cuarto Papa de la Iglesia Católica (88-97). No obstante, la Recognitionum divi Clementis ad Iacobum fratrem domini, traducida por Rufino Torano (†410), y los Canones Apostolorum son inclusiones atribuidas erróneamente a Clemente. También presenta variado material epistolar bajo los siguientes epígrafes: Epistola Alexandri, Anacleti, Antheri, Athanasii, Damasi, Eusebi, Eutychiani, Felicis, Innocentij, Leonis, Marcelli, Marcellini, etc. Además cont.: De primitiva Ecclesia & Sinodo Nicena, Martiani Imperatoris edictum in confirmatione concilii Chalcendonensis, Costantini Imperatoris confessio, Valentiniani & Martiani Impp. sanctio contra Euticianos haereticos, Eiusdem Martiani alia sanctio contra eosdem haereticos, etc.
93
DEMOSTHENES
Se le considera el mayor orador ateniense (384-322 a.C.). Su vida estuvo siempre unida a los tribunales y a la política desde la infancia. En efecto, cuando sólo contaba siete años su padre falleció, dejando al joven Demóstenes bajo el cuidado de sus hermanos y de un amigo íntimo, Terípides. Las malas decisiones de sus tutores en relación a la hacienda de su padre produjeron que, a los dieciocho años, el orador casi careciera de todos los bienes heredados, por lo que decidió querellarse contra ellos durante el siguiente trienio a fin de recuperar sus propiedades. Al tiempo, se preocupó por adquirir una buena educación en retórica y procedimientos judiciales con las enseñanzas de Iseo. A los veintiún años consiguió la victoria contra sus antiguos tutores y dos años después recuperó los restos de la hacienda paterna.
Para entonces Demóstenes ya se había forjado un nombre en su profesión de logógrafo y había ganado algunos casos privados importantes, como asistente para perseguir las causas públicas. Así, del 355-354 a.C. en adelante ocupará su vida en los tribunales y asambleas en casos particulares o relativos a la ciudad.
A causa de estos enfrentamientos, Demóstenes tuvo muchos rivales —sirva de ejemplo Esquines; cf. Aeschines, s.v.—, pero la crítica posterior lo ha considerado como el mejor de todos ellos. ¿Cuáles son las razones? Muchas y variadas: su aparente sinceridad, lucidez y convincente exposición de los argumentos podrían ser las más evidentes. En muchos casos, Demóstenes logra grandes efectos con palabras muy comunes; incluso en los momentos solemnes su estilo resulta muy sencillo y su lenguaje moderado. Sin embargo, se muestra como un maestro de la metáfora, usándola a menudo, sobre todo en los pasajes más cargados de sentimiento. Así, por un lado puede mostrarse tan sencillo como Lisias; por otro, tan brillante como Isócrates o incluso tan barroco como Tucídides, sin seguir las reglas exclusivas de una sola escuela, en un intento por alcanzar la espontaneidad. Tal es su dominio de la lengua griega que logra generalmente evitar el hiato, la sucesión de sílabas breves y el tríbraco, sin que se produzca dislocación alguna en el orden de las palabras.
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18. ∆ΗΜΟΣΘΕΝΟΥΣ ΛΟΓΩΝ τμῆμα τρίτον. DEMOSTHENIS ORATIONUM PARS Tertia. Quae iudiciales tres, & triginta privatas eius continet Orationes. / BASILEAE, PER IOannem Hervagium. Basilea, per
Ioannem Hervagium, [1547]. [8], 561, [5], [2] p. en bl.; 8º (18,5 x 13cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Suidas Demosthenis Vita, Demosthenes Prooemia.
Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps. La fecha de ed. consta en el
colofón: Basileae, Per Ioan[nem] Hervagium, Anno Salutis M.D.XLVII. Mense Ianuario. Presenta n. manuscrita tachada en la port. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Ex libris: “de la comp[añia] de Ihs de Belmonte”. B.S.C.
44F 15.
Comentario
Se trata de la segunda ed., tras la veneciana (1543), ex officina Francisci Bruccioli, cuyo texto fue enmendado a partir de la aldina. Presenta las anots. impresas de Wolfgang Kopfel (1522-1571) hasta el proemio 22.
97
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D E. M OS TH EN I S o R- A T I Q N v M
P AR S SEC.VNDA:
l N Q.2!A I VDICIALES NQ V E M 1.I V S f'vB ll CAE ORAT I ONES
CONTININTVR.
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CORRIGrNTE f'AVlO MAN Y TIO-,
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19. ∆ΗΜΟΣΘΕΝΟΥΣ ΛΟΓΩΝ ΤΜΗΜΑ ∆ΕΥΤΕΡΟΝ. DEMOSTHENIS ORATIONUM PARS SECUNDA. IN QUA IUDICIALES NOVEM EIUS PUBLICAE ORATIONES CONTINENTUR. / CORRIGENTE PAULO MANUTIO, ALDI FILIO. VENETIIS, M. D. LIIII. Venecia, Paulo Manutio,
1554. 248 p. (errores de paginación); 8º (15,5 x 12cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Prooemia. Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Dos ex libris: “Angelo cauarsi in seminario Romano 1574” y "Collegii SalJli(lli Ma ne/tus". B.S.C. 30E 15.
Comentario
Segunda parte de la ed. en tres vols. llevada a cabo por Paulo Manuzio (1512–1574) en la que se incluyen los nueve discursos judiciales de Demóstenes. Como corrector, según se puede leer en port., sólo aparece Paulo, quien realizó un trabajo irregular, mejorando algunas lecturas con respecto a la aldina anterior, pero con importantes errores.
99
DIDYMUS
Dídimo (ca. 80-10 a.C.) perteneció, como alumno y profesor, a la escuela fundada en Alejandría por Aristarco. Fue un estudioso de inmensa sabiduría y excelente capacidad de trabajo. No en vano, en Suidas se le apodó χαλκέντερος, “de entrañas broncíneas”, en referencia a su notable esfuerzo y Demetrio de Trecén lo denomina βιβλιολάθας, “el olvida-libros”, por las contradicciones que introducía en sus obras, al no recordar lo que había escrito antes. Esta acusación no debe extrañar, si se tiene en cuenta que la crítica antigua le atribuía entre tres mil quinientos y cuatro mil títulos.
Su importancia para la historia de la literatura se basa en su cuidada compilación de trabajos críticos y exegéticos de estudiosos anteriores. Secundariamente, es reseñable que no se trata de un investigador original, pero sí de un editor con acribia y un escrupuloso transmisor de enseñanzas, sin cuya actividad se habrían perdido en la actualidad.
20. ∆Ι∆ΥΜΟΥ ΤΟΥ ΠΑΛΑΙΟΤΑΤΟΥ ΕΙΣ ΤΗΝ Ο∆ΥΣΣΕΙΑΝ ΕΞΗΓΗΣΙΣ. DIDYMI ANTIQUISSIMI AUCTORIS INTERPRETATIO IN ODISSEAM. PARISIIS apud collegium Sorbonae. M.D. XXX. París, [Gerardus Morrhius
Germanus], 1530. [312] p.; 8º (15,5 x 12cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Interpretatio in Odysseam. Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps.
Los datos del editor constan en el colofón: PARISIIS IMPRIMI CURABAT, GERARDUS MORRHIUS GERMANUS SEPTIMO CALEND[ae] MAII. ANNO 1530. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C. 36A 1
Comentario
Se conserva otro ejemplar (21) en la Biblioteca bajo la signatura 37C 13. Su única particularidad es que carece del ex libris: “Del Seminario”.
103
DIODORUS SICULUS
Diodoro de Agira floreció bajo los gobiernos de César y Augusto (en torno al 21 a.C.) y ha pasado a los anales por su Historia del Mundo, Bibliotheke, cuarenta libros en los que deseaba relatar la historia de la humanidad desde sus albores hasta las guerras gálicas de César (54 a.C.).
Su narración recoge los trabajos particulares de muchos historiadores anteriores a él: Hecateo, Ctesias, Éforo, Teopompo, Hierónimo, Duris, Diyllo, Filino, Timeo, Polibio o Posidonio. A todo este amplio material Diodoro añadió un trabajo de cronología que dependía de Apolodoro.
Así, a pesar de su ambiciosa concepción de la historia universal y de su intento de escribir para un mundo greco-romano, su trabajo está plagado de ciertas confusiones temporales o históricas que podrían depender de sus fuentes. No obstante, como transmisor de obras perdidas hoy en día, su valor es fundamental.
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22. [δ]ΙΟ∆ΩΡΟΥ ΤΟΥ ΣΙΚΕΛΙΩΤΟΥ ΒΙΒΛΙΟΘΗΚΗΣ ΙΣΤΟΡΙΚΗΣ βίβλοι πεντεκαίδεκα ἐκ τῶν τεσσαράκοντα. / DIODORI SICULI Bibliothecae historicae libri quindecim de quadraginta. Decem ex his quindecim nunquam prius fuerunt editi. / ANNO M.D. LIX EXCUDEBAT HENRICUS STEPHANUS illustris viri HULDRICI FUGGERI typographus. [Ginebra],
excudebat Henricus Stephanus, 1559. [12], 847 p.; fol. (32 x 22cm.). Enc. en piel
sobre tabla. Cont.: Bibliotheca Historica. Comentarios en gr. y lat. al texto (pp.
799-847). Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps. Apostillas
marginales impresas en gr. Presenta en port. n. manuscrita literaria en gr. B.S.C.
36L 13.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del impresor. Es la segunda ed. del texto en gr. tras la de Oporinus (1539), en la que se publican por primera vez diez nuevos libros de Diodoro Sículo, descubiertos en un ms. en Roma tres años antes.
107
EPICTETUS
Epicteto (ca. 55—135 d.C.) de Hierápolis, en Frigia, destacó como filósofo de la escuela estoica. Creció siendo esclavo de Epafrodito, quien dispuso de él como profesor de Musonio Rufo y, después, acabó liberándolo. A partir de ese momento, se dedicó a enseñar en Roma, hasta la expulsión de los filósofos por orden de Domiciano (89 d.C.). Por esta causa Epicteto se marchó al Epiro, donde continuó enseñando a una numerosa e insigne audiencia –sirva de ejemplo Flavio Arriano; cf. Arrianus, s.v.
Sus principales doctrinas se centran en el campo de la Teología, el concepto del Universo como creación de Dios, y la Divina Providencia, manifestación de la unidad y el orden del Cosmos.
A diferencia de los miembros de la Estoa primitiva, Epicteto no enseñó a un pequeño grupo exclusivo, sino a una mayoría de clase humilde. De hecho, el filósofo solía explicar que sólo aquél que ha sido consciente de su debilidad y miseria puede beneficiarse de las enseñanzas filosóficas. Defendía la hermandad entre los hombres e, incluso, que los errores humanos no debían ser castigados como actos criminales, sino mediante la piedad, ya que aquéllos que actuaban injustamente se sentían peor que sus víctimas.
No obstante, también presentaba puntos de contacto con la escuela estoica antigua, como la preferencia de la apátheia —supresión de las pasiones— sobre la aristotélico-platónica metriopátheia —control de las pasiones. En este sentido, el autor preconizaba que el ser humano debe preocuparse sólo de lo que puede controlar y mostrarse insensible ante aquello que le puede suceder: la muerte, la enfermedad, etc. Todas estas circunstancias, a juicio de Epicteto, ocurrían por la Divina Providencia, que era esencialmente buena y, por tanto, incapaz de causar el mal.
23. ΕΠΙΚΤΗΤΟΥ ΕΓΧΕΙΡΙ∆ΙΟΝ. ΑΡΡΙΑΝΟΥ ΠΕΡΙ ΤΟΥ Ἐπικτήτου βιβλία τέσσαρα. EPICTETI philosophi enchiridion. / ARRIANI DE DIctis Epicteti libri quatuor, multo accuratius quam antea emendati & excusi. / ADDITUS EST IN utrunque opus rerum memorabilium copiosissimus index. / Salmanticae, Apud Ioannem Canovam. M.D. L.V. Salamanca, apud Ioannem
Canovam, 1555. [144], 499, [2], [2] p. en bl.; 8º (12 x 10,5cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Enchiridion; Arrianus Epicteti Dissertationes. Marcas tipgrs. tras
port. y en la última p. Grabs. xils. en inics. de caps., aunque también se registran
huecos para inics. con letras de aviso. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C. 43C 4.
Comentario
Se conserva otro ejemplar (24) bajo la signatura 161D 3 con las siguientes particularidades: (15 x 10cm.). Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas marginales manuscritas en gr. y lat. Además del ex libris: “del Seminario”, añade: “del oydor espadero” (tachado), “este libro es del licinciado espadero [de la] Comp[añi]a y el Padre davila le aplico [...]nario no se p[uede ena]genar porq[ue] as[i lo] puso en su testam[ento el] dicho licinciado”.
Es la reimpresión de la ed. de Oporinus (1554).
111
EURIPIDES
Eurípides nació aproximadamente entre los años 485—480 a.C., según comentan las
principales fuentes para el conocimiento del tragediógrafo: una Vita de Eurípides de autor antiguo
desconocido y la biografía de Sátiro, de quien se conservan algunos fragmentos papiráceos, en los
que relata los principales hechos de la Comedia Antigua, no muy fiables en ciertos puntos. Junto a
esto se añaden las famosas citas a Eurípides en las comedias de Aristófanes —cf. Aristophanes, s.v.
Los datos acerca de su familia no son demasiados y muchos se reducen a suposiciones
basadas en noticias secundarias. Así, la casa de Eurípides debió estar en Ftía, al este del monte
Himeto. También se supone que, puesto que su familia había sido devota de Apolo Zosterio, habría
sido respetable e, igualmente, se deduce que era de linaje adinerado, al tener en cuenta que ganó una
antídosis. Pero, lo dicho, a su vez, no coincide con lo expuesto por Aristófanes, quien afirma que su
madre, Clito, era verdulera. Del mismo modo, la cueva de Salamina, en la que Eurípides, según la
tradición, se retiraba para componer sus obras, alimenta al tiempo los rumores de “huraño escritor”.
Lo que sí resulta verídico es que, a diferencia de Sófocles —cf. Sophocles, s.v.—, Eurípides no
tuvo una actuación política relevante en la ciudad, aunque es seguro que formó parte de una
embajada a Siracusa, donde compuso una elegía o epitafio a los caídos en el asedio, y que escribió
un epinicio en honor de Alcibíades por su victoria en Olimpia (ca. 420-416 a.C.).
Sin embargo, participó decididamente en el movimiento intelectual asociado a la sofística,
lo que le granjeó, según confirman las fuentes, las amistades de notables personajes, como
Anaxágoras, Sócrates o Protágoras –de hecho, Diógenes Laercio explica que éste último leyó por
primera vez su obra sobre los dioses en casa de Eurípides.
Otras dos afirmaciones acerca de él resultan dudosas, aunque pudieran esconder alguna
verdad: su acusación de impiedad por Cleón, posiblemente a causa de la puesta en escena de alguna
de sus obras, y su gusto por la lectura, casi adicción, al decir de Aristófanes.
No hay ninguna noticia verosímil para creer que su impopularidad en Atenas causara su
marcha a la corte de Arquelao en Macedonia, pero, en cualquier caso, vivió aquí sus últimos años
(del 408 a Febrero-Marzo del 406 a.C.).
Tras su muerte, Eurípides se convirtió en el poeta trágico más admirado y sus obras fueron
repuestas e imitadas. Así, la tragedia continuó su tendencia retórica años después, la Comedia
Media aceptó sus argumentos de intriga y, sobre todo, se siente su influencia en la Comedia Nueva,
donde elementos típicos del poeta, como las violaciones de las doncellas, la sustitución de niños o el
reconocimiento —anagnórisis—, se convirtieron en pilares fundamentales.
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25. EURIPIDIS TRAGOEDIAE DUAE HEcuba [et] Iphigenia in Aulide, Latinae factae, DES[iderio] Erasmo Roterodamo interprete / Subiunctae sunt eaedem Graece. / Basileae in officina Frobeniana. Anno M.D. XXX. / Ex autoris recognitione. Basilea, in officina Frobeniana, 1530. 293, [3] p.; 8º (16 x
10,5cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: dedicatoria de Erasmo de Rotterdam a
Guillielmo archiepiscopo Cantuariensi (en lat.); Euripides Hecuba (trad. al lat.);
Hecuba, Iphigenia Aulidensis (eds. en gr. con port. propia, pp. 169-293). Marca
tipgr. en la port. En n. manuscrita en lat. se lee el nombre del traductor, Erasmo (tachado previamente). Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta también en port.
diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1613, 1632, 1707 y 1710,
de las que se deduce su procedencia del Colegio de Huete. Colofón: Basileae, in officina Frobeniana, anno M.D. XXX. Mense Aprili. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Dos ex libris: “del Seminario” y “del aula”. B.S.C. 37A 10.
Comentario
Se trata de una reimpresión de la ed. de febrero de 1524.
115
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26. [Euripidis tragoediae octodecim Hecuba Orestes Phoenissae Medea
Hippolytus Alcestis Andromache Supplices Iphigenia in Aulide Iphigenia in
Tauris Rhesus Troades Bacchae Cyclops Heraclidae Helena Ion Hercules
furens]. Basilea, [Ioannes Hervagio], 1544. [+], [868] p.; 8º (19 x 12cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Hecuba, Orestes, Phoenissae, Medea, Hippolytus, Alcestis, Andromache, Supplices, Iphigenia Aulidensis, Rhesus, Troades, Bacchae, Cyclops, Helena, Ion, Hercules Furens. El ejemplar carece de la port.
original, pero, en su lugar, se inserta un fol. con la siguiente n. manuscrita a dos
tintas: Obras de Eurípides. Poeta tragico de Atenas. Algunas pp. con subrayados
y marcas. El impresor consta en el colofón: ἐν τῆς Γερμανίας βασιλείᾳ, ἀναλώμασι Ιωάννου Ἑρβαγίου, ἔτος ἀπὸ Χριστοῦ γενήσεως ά φμδτ. βοηδρομιώνος μηνὸς. Presenta en p. 3 diferentes ns. manuscritas referentes a los
expurgos de 1614, 1640 y 1707, de las que se deduce su procedencia del Colegio
de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. B.S.C. 43CH 17.
Comentario
Es la reimpresión a partir de la ed. homónima del mismo editor (1537).
117
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27. [Tragoediae selectae Aeschyli, Sophoclis, Euripidis. Cum duplici
interpretatione latina, una ad verbu[m], altera carmine. Ennianae
interpretationes locoru[m] aliquot Euripidis. / An[no] M.D. LXVII. Excudebat
Henr[icus] Stephanus, illustris viri Huldrichi Fuggeri typographus. Ginebra,
excudebat Henr[icus] Stephanus, 1567]. [4], 279 [i.e. 379], [5] en bl., 955, [1] p.
(carece de las pp. 1-4, 119-132 y 175-178); 16º (11,5 x 6cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Hecuba (trad. al lat. de Erasmo), Iphigenia Aulidensis (trad. al lat.
de Erasmo); Erasmo de tragoedia et comoedia (en lat.); Euripides Medea (ed. en
lat. En n. manuscrita se lee el nombre del traductor, tachado previamente:
Georgio Buchanano autore), Alcestis (ed. en lat. En n. manuscrita se lee el
nombre del traductor, tachado previamente: Georgio Buchanano autore);
Sophocles Ajax (trad. al lat. de Georg Rataller), Antigone (trad. al lat. de Georg
Rataller), Electra (trad. al lat. de Georg Rataller); Euripides Hecuba (ed. en gr. y
lat. de Erasmo); Sophocles Electra (ed. en gr. y lat.); Euripides Iphigenia Aulidensis (ed. en gr. y lat. de Erasmo), Medea (ed. en gr. y lat. de Buchanan),
Alcestis (ed. en gr. y lat. de Buchanan); Sophocles Ajax (ed. en gr. y lat. de
Camerarius), Electra (ed. en gr. y lat. de Camerarius), Antigone (ed. en gr. y lat.
de Camerarius); Aeschylus Prometheus Vinctus (ed. en gr. y lat. de Matthias
Garbitius); Ennii interpretationes quorundam Hecubae Euripidis versuum (ed.
en gr. y lat.); Ciceroniana interpretatio quorundam Sophoclis in Trachiniis versuum (ed. en gr. y lat.). Presenta en la última p. una n. manuscrita referente
al expurgo de 1586, de la que se infiere su procedencia del Colegio de Huete.
B.S.C. 43C 3.
Comentario
El título y los datos de ed. se deducen a partir del ejemplar conservado en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia: Z-7/17. Ambos vols. presentan múltiples errores de paginación.
119
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28. ΕΥΡΙΠΙ∆ΟΥ ΤΡΑΓΩ∆ΙΑΙ ΙΘ. EURIPIDIS TRAGOEDIAE XIX. / IN QUIBUS PRAETER INFINITA MENDA SUBLATA, carminum omnium ratio hactenus ignorata nunc primùm proditur: opera. GULIELMI CANTERI ULTRAIECTINI. / ANTVVERPIAE, Ex officina Christophori Plantini, Regii prototypographi. M.D. LXXI. Amberes, ex officina Christophori Plantini,
1571. [32], 809, [39] p.; 16º (12 x 9cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Dedicatoria de Guglielmo Cantero a Mark Laurin (en gr.); ex A[ulii] Gellii noctium atticarum lib[er] XV / cap[itulum] XX (en lat.); epigramas dedicados a
Eurípides (en gr.); sinopsis de la vida del autor por Manuel Moscópulo (en gr.);
Euripides Hecuba, Orestes, Phoenissae, Medea, Hippolytus, Alcestis, Andromache, Supplices, Iphigenia Aulidensis, Iphigenia Taurica, Rhesus, Troades, Bacchae, Cyclops, Heraclidae, Helena, Ion, Hercules Furens, Electra
(en gr.); anots. de Guglielmo Cantero al texto de Eurípides (en lat.); antología de
máximas euripídeas de Guglielmo Cantero (en gr. y lat.). Marca tipgr. en port.
Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C.
43D 21.
Comentario
Se conserva en la Biblioteca otro ejemplar (29) bajo la signatura 43CH 12 con las siguientes particularidades de paginación: [32], 809, [38] p.
121
GREGORIUS NYSSENUS
Hermano más joven (ca. 330-395 d.C.) de Basilio de Cesarea —cf. Basilius Magnus, s.v.—, quien le ordenó obispo de Nisa en el 371 d.C. A pesar de la manifiesta insatisfacción de su hermano mayor por su ineptitud en materia política, que le produjo complejo de inferioridad, Gregorio de Nisa desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia cuando participó, junto a Teodosio, en la supresión del arrianismo por herejía (379-380 d.C.).
La crítica lo ha considerado un pensador más notable que Basilio de Cesarea, principalmente por lograr una íntima síntesis entre el cristianismo y el misticismo de Plotino, expresado, por ejemplo, en sus comentarios al Cantar de los Cantares y a la Vida de Moisés, donde interpreta el ascenso hacia la oscuridad del Sinaí como la beatífica unión del alma con Dios.
No obstante, frente a la teoría platónica, Gregorio niega la preexistencia del alma y, por consiguiente, su inmortalidad. En lugar de esto, defiende que a través de una purificación moral y la contemplación de su verdadero destino se hace posible, por medio de la Gracia Divina, la creación del alma a imagen y semejanza de Dios. La salvación, a su vez, se consigue mediante el conocimiento de Dios, que es infinitamente bueno.
Sus críticas contra Plotino y Orígenes oscurecen cuánto debe Gregorio a ambos autores. Así, por ejemplo, procede de Orígenes su creencia en una salvación final de todas las almas, según propone el de Nisa en In Christi resurrectionem, en la que además se rastrea la extraordinaria influencia del Timeo platónico —cf. Plato, s.v.
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30. ΤΟΥ ΕΝ ΑΓΙΟΙΣ ΠΑΤΡΟΣ ΗΜΩΝ ΓΡΗΓΟΡΙΟΥ ΕΠΙΣΚΟΠΟΥ Νύσσης περὶ παρθενίας. / D[ivi] PATRIS GREGORII NYSSENI ANTISTITIS DE VIRGINITATE LIBER: / Graecè & Latinè nunc primùm editus, Interprete IOHANNE LIVINEIO GANDENSI. / Additae sunt ad calcem Notae, eodem auctore, quibus partim emendationum ratio redditur, partim loca quaedam illustrantur. / ANTVERPIAE, Ex officina Christophori Plantini, Architypographi Regii. M.D. LXXIIII. Amberes, ex officina Christophori
Plantini, 1574. 184 p.; 4º (21,5 x 16,5cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: De Virginitate. Ed. en gr. y lat. Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps.
y apostillas marginales impresas. Ex libris: “Seminario”. B.S.C. 95A 5.
125
HELIODORUS
Novelista griego, autor de Etiópicas, la más larga y mejor construida de las novelas helenas conservadas. Se sitúa la akmé de Heliodoro en torno a los años 220-250 d.C., a partir de las comparaciones estilísticas con otros autores y obras de estas décadas.
Poco es lo que se conoce acerca de su vida, pero dos son las posibilidades que se barajan: la primera relaciona al novelista con un Heliodoro que llegó a ser obispo cristiano; la segunda, basada en sus propias alusiones en Etiópicas, le otorga Emesa, en Siria, como lugar de nacimiento, añadiendo: “hijo de Teodosio, de la estirpe del Sol”. Esto último podría apuntar a que su familia estuviera vinculada al culto de Helios, tradicional en esa ciudad.
Aceptando esta segunda hipótesis como plausible, su obra cobra un especial significado, pues muestra a un novelista de sincera y profunda piedad religiosa, cuya finalidad es moral y nada licenciosa.
Así, el argumento relata cómo la reina de Etiopía da a luz a una hija, Cariclea, la cual es misteriosamente blanca. Ante esta situación, a fin de evitar las sospechas de su marido, la reina la expone. A continuación, es recogida por los sacerdotes de Apolo —quien representaría la figura de Helios— en Delfos y, al pasar los años, ella misma termina como sacerdotisa del santuario. Allí la joven conoce al noble tesalio Teágenes, de quien se enamora. A partir de ese momento, ambos viven un sinfín de peripecias y aventuras hasta que acaban casándose, incluso con la aprobación de la pareja real de Etiopía.
Con todo, la crítica actual describe a un Heliodoro cuyas informaciones autobiográficas son dudosas e incluso contradictorias, pero que compuso una obra de tema tradicional con un estilo y, sobre todo, un ritmo que la colocan entre las mejores novelas griegas.
1 •
31. ΗΛΙΟ∆ΩΡΟΥ ΑΙΘΙΟΠΙΚΩΝ ΒΙΒΛΙΑ ∆ΕΚΑ. / HELIODORI AETHIOPICORUM LIBRI X. / Collatione M[anu]S[cripti]S. Bibliothecae Palatinae [et] aliorum, emendati [et] multis in locis aucti, HIERONYMI COMMELINI OPERA / Apud Hieronymum Commelinum, ANNO M D XCVI. [Heidelberg], apud Hieronymum Commelinum, 1596. [16], 519, [1], 48 p.;
8º (17,5 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Aethiopica (Stanislao Warschewiczki Polono). Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps.
Ed. en gr. y lat. a dos cols. Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas
marginales manuscritas en lat. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca.
Dos ex libris: “Vittoria” y “De la libreria de Joan Fernandez de [...]”. B.S.C. 101A
20.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del editor. Éste ha utilizado cuatro mss., con los que corrige faltas y resuelve lagunas textuales. Todas las eds. posteriores, a excepción de la de Adamantios Korais (1748-1833), se sirven de ésta.
129
HOMERUS
Tantas son las dudas acerca del autor o autores de la Ilíada, la Odisea y los llamados Himnos homéricos que han dado lugar a todo un capítulo en la Filología llamado la “cuestión homérica”, en donde han cabido todas las hipótesis acerca de su persona desde época clásica hasta la actualidad. No es, por tanto, este breve resumen introductorio el lugar más indicado para extraer unas conclusiones que, con el paso de los años, se nos antojan utópicas o ilusorias, pero sí creemos necesario exponer las principales tendencias que rodean al misterioso creador o creadores de las quizá más insignes obras de la literatura helena.
Los griegos, con insignificantes excepciones, creyeron que ambas, la Ilíada y la Odisea, habían sido compuestas por Homero, aunque no disponían de datos verídicos acerca de su vida. Así, sobre su datación las fuentes varían enormemente: Tzetzes propuso que podría haber sido contemporáneo de la Guerra de Troya, Plutarco que algo posterior a ésta y Heródoto lo situó a mediados del s. IX a.C., entre otras hipótesis. Toda esta divergencia relativa a la datación sólo puede tener una respuesta: los autores griegos se topaban con los mismos problemas que nosotros a la hora de analizar a Homero.
Puesto que las noticias antiguas no pueden ayudarnos a situarlo históricamente, se ha recurrido a las obras mismas, en busca de alguna evidencia significativa. Pero la arqueología determina que los resultados quedan ambiguos, ya que, por ejemplo, en la Ilíada aparecen elementos de una antigüedad considerable —Edad Micénica—, como el uso de escudos de torre o los famosos cascos de colmillo de jabalí, pero, al tiempo, destaca el uso de la falange como formación de guerra, lo que data la obra en un período posterior.
Al menos, las comparaciones con otros autores griegos ofrecen un terminus ad quem en el s. VII a.C., cuando se fecha el recital de Terpandro en Esparta de los poemas homéricos. Además, a favor de esta hipótesis se han de tener en cuenta los ecos homéricos existentes en los poemas de Tirteo, Simónides, Alcmán y Arquíloco, todos pertenecientes a la edad arcaica griega y, por tanto, antes del 700 a.C.
Su lugar de nacimiento es otra de las grandes disputas de la Antigüedad. De todas las propuestas destacan dos, Quíos y Esmirna. La primera viene avalada por Simónides de Amorgos, porque allí existía un grupo, denominado “los homéridas”, dedicado a la memoria del poeta épico. Sin embargo, Píndaro se decanta por Esmirna. En cualquier caso, Jonia parece ser su lugar de origen, tanto por el dialecto predominante que utiliza en sus textos, el jonio, como por sus citas a lugares de esta región.
Acerca de su persona también existen otras noticias como su ceguera, la cual se sustenta sobre una posible alusión autobiográfica en el Himno a Apolo. De hecho, si se toman en consideración las descripciones de los rapsodas que aparecen tanto en la Ilíada como en la Odisea y se extrapolan al autor de las obras, podremos concluir que Homero fue un poeta ciego que viajaba de corte en corte a fin de ganarse la vida recitando para patrones nobles.
Nuestra clara ignorancia acerca de la datación, lugar de nacimiento y vida de Homero ha levantado, en consecuencia, un gran escepticismo sobre su existencia. Así, se ha sugerido que los poemas no son más que colecciones de fragmentos procedentes de diferentes fuentes o poemas alterados, aumentados o cortados, a partir de unos originales. El principal argumento que apoya estas conjeturas es que con dificultad una sola persona pudo componer tamaño número de versos. No obstante, Milman Parry ya demostró no sólo que eso era posible, sino que además existían ejemplos vivos de este tipo de compositores en la épica yugoslava. El resto de argumentos, como las repeticiones, inconsistencias, variedad de concepción respecto a las divinidades, etc., es fácilmente explicable si se acepta la oralidad del texto homérico.
Por encima de toda la problemática referente al autor, la única verdad es que los poemas homéricos presentan una increíble calidad literaria. En éstos el autor combina leyendas pasadas con la viveza de escenas típicas, a través de unos héroes y heroínas de gran verosimilitud. Su trama es bastante simple, lo que hace más dramáticos los episodios y, en los momentos cumbre, no desdeña la composición de versos inigualables, que lo colocan entre las cimas de la poesía universal. Asimismo, el ritmo de los metros es sorprendente, pausado o climático dependiendo del momento, y sus tonos igualmente variados, destacando la comicidad, el patetismo o el dramatismo.
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32. Ο∆ΥΣΣΕΙΑ. Βατραχομυομαχία ὕμνοι. λβ. Η τῶν αὐτῶν πολυπλόκος ἀνάγνωσις. / ANNO M.D. XXV. [Argentorato (Estrasburgo), Wolfgang
Kopfel, 1525]. 251, [5], [56] h.; 8º (16 x 10cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Dedicatoria de la obra a Melanchthon; Homerus Odyssea, Batrachomyomachia, Hymni Homerici; Epístola de Demetrio Calcóndilas sobre la Batracomiomaquia
y los Himnos homéricos; Pseudo-Herodotus Vita Homeri. Port. enmarcada con
grab. xil. Huecos para inics., letras de aviso. Escolios marginales en lat. Los
datos de ed. constan en el colofón: ἐν Ἀργεντοράτῳ παρὰ Βολφίῳ τῷ Κεφαλαίῳ. Ἔτει τῆς σωτηρίας ἡμῶν. ά φ κ ε. Μηνὶ ἐλαφηβωλιῶνι. Tras el
colofón, marca tipgr. En n. manuscrita en el último fol.: constitit tot[us]
homer[us] exornat[us] 680. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex
libris: “del Seminario”. B.S.C. 36A 4.
Comentario
Presenta similitudes de contenido con la ed. 33, B.S.C. 36A 2/42A, pero con el orden de las obras incluidas cambiado.
Esta ed., publicada por Johann Lonicer (1499-1569), coincide con la segunda y tercera aldinas, pero incluye variantes con respecto a la editio princeps y la primera de Aldo Manuzio (1504).
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33. ΟΜΗΡΟΥ ΒΙΟΣ. [Argentorato (Estrasburgo), Wolfgang Kopfel, 1525]. 621
p.; 8º (16 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Pseudo-Herodotus Vita Homeri;, Pseudo-Plutarchus Vita Homeri;, Pseudo-Dio Chrysostomus Vita Homeri;, Homerus Odyssea, Batrachomyomachia, Hymni Homerici;, Aparato
crítico de la ed. aldina a la Odisea. Huecos para inics., letras de aviso. Escolios
marginales en lat. Los datos de ed. constan en el colofón: ἐν Ἀργεντοράτῳ παρὰ Βολφίῳ τῷ Κεφαλαίῳ. Ἔτει τῆς σωτηρίας ἡμῶν. ά φ κ ε. Μηνὶ ἐλαφηβωλιῶνι. Tras el colofón, marca tipgr. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex
libris: “De el Seminario”. B.S.C. 36A 2/42A.
Comentario
Presenta similitudes de contenido con la ed. 32, B.S.C. 36A 4.
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34. ΟΜΗΡΟΥ ΙΛΙΑΣ. HOMERI ILIAS. / PARISIIS, In aedibus Michaëlis Vascosani, via Iacobea, sub Fontis insigni. M.D. XLVII. París, in aedibus
Michaëlis Vascosani, 1547. 123 [i.e. 120] h. (errores de paginación: de p. 117
pasa a 119, de p. 119 a 121 y de p. 121 a 123); 8º (17 x 11cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Ilias, Hymni Homerici. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “seminario”. B.S.C. 32B 15.
137
35. ΠΟΙΗΣΕΙΣ ΟΜΗΡΟΥ ΑΜΦΩ ΗΤΕ ΙΛΙΑΣ ΚΑΙ Η Ο∆ΥΣΣΕΙΑ, ΥΠΟ ΤΕ ΙΑΚΩΒΟΥ ΤΟΥ ΜΙΚΥΛΛΟΥ καὶ Ιωαχείμου Καμεραρίου, σπουδαίως πρὸς τὴν νυνὶ ἔκδωσιν παρασκευασθεῖσαι. / OPUS UTRUMQUE HOMERI ILIADOS ET ODYSSEAE, DILIGENTI OPERA IACObi MICYLLI & Ioachimi CAMERARII recognitum. / ADIECTA ETIAM EST EIUSDEM BATRAchomyomachia. / ΠΟΡΦΥΡΙΟΥ ΦΙΛΟΣΟΦΟΥ ΟΜΗΡΙΚΑ ΖΗΤΗΜΑΤΑ. Τοῦ αὐτου Πορφυρίου, περὶ τοῦ ἐν Ὀδυσσείᾳ τῶν νυμφῶν ἄντρου. / Porphyrii philosophi Homericarum quaestionum liber. Eiusdem, de Nympharum antro in Odyssea, opusculum. / Cum privilegio Imperatorio & Regio. / BASILEAE, PER IOAN[nem] Hervagium, 1551. Basilea, per Ioannem
Hervagium, 1551. [20], 394 (i.e. 410), [2]; 314, [2] p.; fol. (27 x 17,5cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Ilias, Odyssea (ésta última ocupa 1-272 p. de la segunda
secuencia con port. y paginación propias); Scholia in Homeri Odysseam
(273-286 p.); Batrachomyomachia (287-291 p.); Porphyrius Quaestionum Homericarum ad Iliadem (Odysseam) pertinentium reliquiae, De Antro Nympharum (292-314 p.). Marcas tipgrs. en sendas port. y colofón. Grabs. xils.
en inics. de caps. Variaciones formales del texto: rodeado de comentario o a una
y a dos cols. Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas marginales
manuscritas a dos tintas en gr. y lat. En p. 1 presenta damnatio auctoris y una
n. manuscrita referente al expurgo de 1613, de la que se deduce su procedencia
del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Además del
ex libris: “del Seminario”, añade en la última p. de la primera sección: “este homero es mio y me costo decisiete reales en alcala de henares año de 1559”.
Colofón: BASILEAE PER IOANnem Hervagium, Anno M.D. LI. Mense Augusto. B.S.C. 128E 9.
Comentario
Segunda ed. de la obra impresa por Herwagen (1541) la cual, a su vez, contenía algunas correcciones respecto a una ed. anterior (1535). El ejemplar se completa con los escolios de Dídimo, tomados de la ed. aldina (1521), y con variantes textuales en los márgenes.
139
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36. POETARUM OMNIUM SECULORUM LONGE PRINCIPIS / HOMERI OMNIA QUAE QUIDEM EXTANT OPERA, GRAECE, ADIECTA VERSIONE LATINA AD VERBUM, ex diversis doctissimorum virorum translationibus concinnata, & difficiliorum thematum explicatione marginibus hinc inde ubi opus videbatur adspersa, ut graecae lingu[a]e tyronibus, vel citra viva[m] praeceptoris vocem, cognoscere iam atq[ue] conferre doctissima Poëtae huius scripta liceat. / Accessit quoq[ue] autoris vita, & instructissimus rerum verborumq[ue] memorabilium Index. / Basileae per Nicolaum Bryling[erum] & Bartholomaeum Calybaeum. Anno M.D. LI. Basilea, per
Nicolaum Brylingerum et Bartholomaeum Calybaeum, 1551. [12], 292; [8], 317
p.; fol. (31 x 21cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Ilias, Odyssea (ésta última
ocupa de 1-226 p. de la segunda secuencia, con port. propia). Ed. en gr. y lat. a
dos cols. Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps. y apostillas
marginales impresas. Ex libris: “de la libreria de la C[om]p[añi]a de Cuenca”.
B.S.C. 195F 8.
Comentario
Se conservan otros dos ejemplares bajo las signaturas 33G 12 y 41K 9.
Las particularidades del primero (37) son las siguientes: ns. manuscritas en port. y última p. referentes a los expurgos de 1613, 1632, 1640 y 1707, de las que se deduce su procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del seminario”.
En cuanto al ejemplar (38) 41K 9, sus peculiaridades son: carece del primer fol. y presenta ns. manuscritas en lat. en la última p.
141
IRENAEUS LUGDUNENSIS
Ireneo (130-202 d.C.), considerado por algunos el primer teólogo cristiano sistemático, nació en Asia Menor, donde tuvo la posibilidad durante su juventud de tratar con Policarpio de Esmirna. No obstante, la mayor parte de su vida la pasó en la Galia, donde fue ordenado obispo de Lyon el 178 d.C.
Ireneo significó para el Cristianismo un importante enlace entre el Este y el Oeste, mediante sus intervenciones en favor tanto de los montanistas (177/8 d.C.), como de los cuartodecimanos (190 d.C.).
Sólo se conservan, de sus numerosos trabajos, el texto contra el gnosticismo Adversus haereses, epístolas y algunos fragmentos. De este material se extrae que Ireneo propuso una constructiva exposición de la teología cristiana que partía de las críticas de los sistemas gnósticos, haciendo hincapié en los elementos más tradicionales de la Cristiandad.
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39. DIVI IRENAEI, LUGDUNENSIS EPISCOPI, ET MARTYRIS, Adversus Valentini, & similium Gnosticorum Haereses, Libri quinque: / IAM secundò diligenti editorum codicum collatione, vetustissimi etiam, magnaeq[ue] fidei manuscripti Codicis, atque alterius Vaticani, ab innumeris mendis repurgati, & aliquot capitibus aucti: Praeterea, omnibus, quae apud veteres exstant, fragmentis Graecis ac Latinis, item, quibusdam S[ancti] POLYCARPI, Episcopi Smyrnensis, & Martyris, scriptis, numquam antea editis, denique, universis aliorum eiusdem D[ivi] Irenaei operum, quae reperire licuit, partibus locupletati. / ADDITAE sunt, ad singula capita variae Annotationes, quibus emendationum ratio redditur, obscura multa illustrantur, [et] quicquid ad antiquitatem Ecclesiasticam, ac tam veterum quàm recentium haereseum confutationem pertinet, quod ex his libris erui potuit, copiosè traditur. / ACCESSIT QUOQ[UE] ARNOBI CATHOLICI, ET SERAPIONIS AEGYPTII CONFLICTUS, de Deo trino & uno, & duabus in Christo naturis, numquam typis excusus. / Ad illustri[ssimum] Principem [et] Reverendi[ssimum] Cardinalem CAROLUM Lotharingum, [et] c[etera]. Omnia studio & opera F. FRANCISCI FEU-ARDENTII, Ordinis F[ratrum] Minorum, in S[ancta] Facultate Parisiensi Doctoris Theologi. / Acce[ss]it index Scripturarum [et] rerum magis memorabilium. Reliqua vide, Lector, magis speciatim, pagina sequente. / COLONIAE AGRIPPINAE, In Officina Birckmannica, sumptibus Arnoldi Mylii., ANNO M. D. XCVI. Cum gratia [et] privilegio Sac[ris] Caes[aris] Maiestatis. Colonia, in officina Birckmannica,
1596. [36], 569, [35] p.; fol. (30 x 23cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Adversus haereses, Fragmenta. Ed. en gr. y lat. con apostillas marginales
impresas. Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Sr. D. Yanez al col[egio] de la comp[añi]a de Jesus de Cuenca”. B.S.C. 8G 8.
Comentario
Esta obra ya había sido publicada en lat. por Erasmo, bajo el título Opus in quinque libros digestum adversus haereses, y había sido editada en otras ocasiones: Froben (1526) y Nicolas des Gallars (1570). Ésta última ofrece además algunos fragmentos del original gr.
145
LUCIANUS
Luciano de Samósata (ca. 120) fue autor de cerca de ochenta composiciones, la gran mayoría en forma de diálogo. Poco se sabe acerca de su vida, excepto aquello que se desprende de su misma obra. Así, se reconoce que su lengua materna debió ser el arameo, no el griego, lengua que aprendería en su juventud. De hecho, parece ser que recibió una educación esmerada, sobre todo, en el arte de la retórica, gracias a la que llegó a ser abogado y, posteriormente, profesor itinerante. Es a la edad de cuarenta años cuando Luciano emigra a Atenas y abandona sus enseñanzas de retórica por la filosofía. A partir de este momento se datan sus famosos diálogos, los cuales le eternizaron. Sabemos además que fue recitador público en Atenas y que en sus últimos años aceptó un puesto dentro de la administración romana en Egipto, donde falleció el 180 d.C. En cuanto a su obra conservada, además de en los ejercicios retóricos, demuestra su maestría en sus diálogos, especialmente en aquéllos en los que aparece el personaje de Menipo de Gádara. En éstos se observa una influencia importante del mimo, de la Comedia Antigua y de los diálogos platónicos, combinada con un sentido del humor cargado de cinismo y sátira.
A pesar de su primado como ilustrador de su contemporaneidad y de su crítica mordaz de los valores pasajeros, tales como la belleza, la riqueza, etc., no debe considerarse a Luciano un profundo pensador o un original literato, pues la mayoría de las ideas y recursos que utiliza hunden sus raíces en la Antigüedad Clásica y son fácilmente reconocibles.
No obstante, quizá por su estilo sencillo —utiliza el aticismo— y por la temática humana, ha sido uno de los autores que mejor pervivencia ha disfrutado. De hecho, su obra mereció los escolios y comentarios de importantes autores ya durante la Antigüedad Tardía y la Edad Media, como los de Aretas de Cesarea.
LUCIANUS
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40. Λουκιανοῦ ἅπαντα. Luciani SamosaTENSIS OPERA, QUAE GRAECE EXtant, omnia, in duos tomos co[n]cinnè digesta, quorum elenchos suo quenq[ue] loco reperies. / Omnia multò quàm antè, tum ex diversoru[m] codicum collatione, tum doctissimoru[m] hominum recognitione, castigatiora. / Λουκιανοῦ εἰς τὴν ἑαυτοῦ βίβλον. Λουκιανὸς τάδ᾽ ἔγραψε, παλαιά τε μωρά τε εἰδὼς, μωρὰ γὰρ ἀνθρώποις καὶ τὰ δοκοῦντα σοφά. Οὐδὲν ἐν ἀνθρώποισι διακριδόν ἐστι νόημα, ἀλλὰ ὃ σὺ θαυμάζεις, τοῦθ᾽ ἑτέροισι γέλως. / BASILEAE, ANNO M.D. XLV. Basilea, [Michael Isengrin], 1545. [16], 765, [1]
p.; 8º (17 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Prometheus es in verbis, Nigrinus, Iudicium Vocalium, Timon, Alcyon, Prometheus, Dialogi Deorum, Dialogi Marini, Dialogi Mortuorum, Necyomantia, Psephisma, Contemplantes, De sacrificiis, Vitarum Actio, Piscator, Cataplus, De Mercede Conductis, Apologia, Pro Lapsu inter Salutandum, Hermotimus, Herodotus, Zeuxis, Harmonides, Scytha, Quomodo historia conscribenda sit, Verae Historiae, Tyrannicida, Abdicatus, Phalaris, Alexander, De Saltatione, Lexiphanes, Eunuchus, De Astrologia, Demonax, Amores. Marca tipgr. en port. Grabs. xils.
en inics. de caps. Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas marginales
manuscritas en lat. Ex libris tachado en p. 1. B.S.C. 142A 10.
Comentario
El editor se deduce de la marca tipgr. en port.
Es la primera parte de la ed. 41, B.S.C. 42A 5. Presenta múltiples errores de ed.
149
A o
A
L.VCI4 ·1 P R e •. DA
41. ΛΟΥΚΙΑΝΟΥ ΣΑΜΟΣΑΤΕΟΣ ΜΕΡΟΣ ∆ΕΥΤΕΡΟΝ. / LUCIANI PARS SECUNDA. [Basilea, Michael Isengrin, 1545]. 800 p.; 8º (17 x 11,5cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Imagines, Pro Imaginibus, Toxaris, Asinus, Juppiter Confutatus, Juppiter Tragoedus, Somnium, Icaromenippus, Bis Accusatus, De Parasito, Anacharsis, De Luctu, Rhetorum praeceptor, Philopseudes, Hippias, Bacchus, Hercules, Electrum, Muscae Encomium, Pro Mercede Conductis, Calumniae non temere credendum, Pseudologista, De Domo, Macrobii, Patriae Encomium, Dipsades, Hesiodus, Navigium, Tragodopodagra, Ocypus, Dialogi Meretricii, Saturnalia, Epistulae Saturnales, Symposium. Marca tipgr. en port. Ns. manuscritas en pp. 1 y 800 referentes a los
expurgos de 1613, [16]36 y 1707. Algunas pp. han sufrido severas damnationes
e incluso han sido arrancadas (i.e. 589-611). Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. De la n. manuscrita en el fol. 1 se deduce
su procedencia del Colegio de Huete. B.S.C. 42A 5.
Comentario
Los datos de ed. se deducen de la marca tipgr.
Es la segunda parte de la ed. 40, B.S.C. 142A 10.
Esta obra en dos tomos, que cont. algunos errores, fue reimpresa un año después en Basilea (1546).
151
MO-SIOll..TVO IA-O~J X
L V G ''D ',V N 1,
Apu loaD. PiUchorrc, fub figno nomilljs 1 ~ s
42. ΛΟΥΚΙΑΝΟΥ ΣΑΜΟΣΑΤΕΟΣ ΝΕΚΡΙΚΟΙ ∆ΙΑΛΟΓΟΙ λ. / LUCIANI SAMOSATENSIS MORTUORUM DIALOGI XXX. / LUGDUNI, Apud Ioan[nem] Pillehotte, sub signo nominis IESU. M.D. LXXXIX. Lyon, apud
Ioannem Pillehotte, [ex officina Petri Roussini], 1589. 48 p.; 4º (17 x 11,5cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Dialogi Mortuorum. Port. con escudo xil. de la
Compañía de Jesús. El impresor consta en el colofón: LUGDUNI, ex officina Petri Roussini. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C. 43CH 22.
153
PS.— NONNUS
Nonno (ca. s. V d.C.) de Panópolis, en Egipto, pasa por ser el mayor exponente de un estilo de épica griega que se hizo popular entre los siglos III y VI, basado en una métrica estricta. Sus Dionisíacas, en cuarenta y ocho libros, son una obra monótona, a la par que exuberante jungla de enseñanzas de corte mitológico y descripciones sensuales, muy influidas por la novela y la retórica epidíctica. La mayor parte de la obra está dedicada a la conquista de la India por Dioniso.
También se ha considerado como autógrafo de Nonno una curiosa versión del Evangelio de Juan en hexámetros —es la obra que se detalla aquí—, pero su autoría, aunque aceptada por razones relacionadas con la métrica de ambas obras, debe de permanecer en nuestra opinión, como dudosa, principalmente por la diferencia ideológica y temática de las dos.
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43. ΝΟΝΝΟΥ ΠΟΙΗΤΟΥ ΠΑΝΟπολίτου μεταβολὴ τοῦ κατὰ Ιωάννην ἁγίου εὐαγγελίου. / NONNI POETAE PANOPOLItani tralatio Sancti Evangelii secundum Ioannem. / Haganoae per Iohan[nem] Sec[erium] Anno M.D. XXVII. Mense Augusto. Haguenau, per Iohanem Secerium, 1527. [2] bl., 133, [1]
p.; 8º (14 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Paraphrasis Euangelii Iohannis. Port. enmarcada con grab. xil. Marca tipgr. tras el colofón: Haganoae per Ioannem Secerium. Anno M.D. XXVII. Mense Septembre. Presenta en p. [4]
diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1613 y 1707, de donde se
deduce su procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C 42A 4.
Comentario
Es una nueva recensión del texto a partir de la ed. aldina (1501), realizada por Melanchthon (1497-1560), quien aporta gran número de conjeturas. La trad. lat. de la obra que nos ocupa es bastante inexacta.
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NOVUM TESTAMENTUM
Se conoce por Nuevo Testamento —del latín novum testamentum, a su vez, del griego καινὴ διαθήκη y, finalmente, éste del hebreo berit, ‘alianza’— al corpus de textos escritos en griego que relatan la muerte de Jesús y los inicios del Cristianismo. El proceso que llevaría a la reunión de los veintisiete escritos que lo conforman hoy en día sería arduo y largo y, aunque el canon suela ponerse en relación con Ireneo de Lyon —cf. Irenaeus Lugdunensis, s.v.— hacia el 180 d.C., la verdad es que la lista completa está documentada por primera vez en la trigésimo novena Carta Festal del patriarca Atanasio de Alejandría (367 d.C.). La selección y compilación de las textos incluidos en el Nuevo Testamento es todavía un tema muy discutido entre los especialistas, por lo que no creemos que éste sea el espacio más adecuado para exponer las distintas tesis, de modo que simplemente reseñaremos las principales tendencias.
En cuanto a la datación de los textos, estudios recientes ponen de relieve que los primeros escritos neotestamentarios son las cartas de Pablo, en concreto, las siete cartas que los especialistas denominan ‘paulinas’ —Rom, 1 y 2 Cor, Gál, 1 Tes, Filip y Filem—, que suelen fecharse entre ca. 50-60 d.C. Las siguen en antigüedad los cuatro evangelios. El estudio comparativo de los tres sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) permite afirmar que Mateo y Lucas —compuestos probablemente entre 80-90 d.C.— utilizaron el evangelio de Marcos, el más antiguo de los tres (ca. 70), junto a otra fuente —Q, que algunos retrotraen, incluso, hasta el 40 d.C. El Evangelio de Juan, por su parte, es el de más reciente redacción, pues suele fecharse en torno a los años 90-100 d.C.
Los Hechos de los Apóstoles suelen datarse hacia finales del primer siglo de la era, aunque no hay consenso entre los autores acerca de su datación exacta. Hay quien, incluso, se aventura a situarlo en el primer cuarto del siglo segundo.
Las cartas llamadas ‘Deutero-paulinas’ -2 Tes, Colos y Ef- y las ‘Pastorales’ -1 y 2 Tim, Tit- son posteriores, y su datación oscila entre los años 90-120 d.C., dependiendo del estudio. Estas fechas se basan principalmente en el estilo, el vocabulario de las Cartas, así como en la ideología de las obras. En fin, si la redacción definitiva del Apocalipsis podría ser de finales del siglo I, los demás libros del canon suelen fecharse en la primera mitad del siglo II.
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44. NOVUM TESTAMENTUM GRAECE ET LATINE, IUXTA veterum, cùm Graecorum, tum Latinorum, emendatissima exemplaria, accuratissima cura [et] diligentia D[esideri] ERASMI ROTER[odami] iam denuo [et] collatum, [et] postrema manu castigatum. / BASILEAE PER NICOLAUM BRYLING[erum], ET SEBAST[ianem] FRANCKEN. ANNO, M.D. XLI. Basilea, per Nicolaum Brylingerum et Sebastianem Francken, 1541. [416] p.; 8º
(17 x 12cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Novum Testamentum Graece et Latine. Texto en gr. y lat. a dos cols. Marcas tipgrs. en la port. y en el colofón.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta ns. manuscritas en gr., lat. y hebr. en la
última p.
161
VM TESTA-e POST ' E
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45. NOVUM TESTAMENTUM IAM QUINTUM AC POSTREMUM ACCURATISSIMA CURA RECOGNITUM à DES[iderio] ERASMO ROTERODAMO cum Annotationibus eiusdem ita locupletatis, ut propémodum opus novum videri possit. / ἕν μαργάριτον τίμιον ἀποδούς ἅπαντα λάμβανε. En margaritum nobile, Eme, si cupis ditescere / BASILEAE ANNO M D XLI. Basilea, [per Hieronimum Frobenium et Nicolaum
Episcopium], 1541(1542). [48], 545, [1] p.; 3º y fol. (32,5 x 21,5cm.). Enc. en perg.
con cintas. Cont.: Novum Testamentum Graece et Latine. Texto a tres cols.: ed.
en gr. del NT., trad. al lat. de Erasmo y ed. latina de la Vulgata. fols. de guarda a
dos tintas, que son pentagramas musicales. Marcas tipgrs. en la port. y en el
colofón, del que se deducen los impresores: finis Novi Testamenti totius, ad graecam veritatem vetustissimorúmque codicum latinorum fidem, & ad probatissimorum Autorum citationem & interpretationem, iam postremùm accuratè recogniti, opera studióque Des[ideri] Erasmi Rot[erodami] theologiae Professoris. τῳδε θεῷ δόξα. Basileae per Hieron[imum] Frobenium et Nicolaum Episcopium anno M.D. XLII. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. B.S.C. 101D 7.
Comentario
Se trata de una nueva ed. realizada sobre la de 1535 de Erasmo, publicada póstumamente, en la que se incluye el texto de la Vulgata.
163
A O"'!
46. ΤΗΣ ΚΑΙΝΗΣ ∆ΙΑΘΗΚΗΣ ΑΠΑΝΤΑ. / Novum Testamentum. / EX BIBLIOTHECA REGIA. / βασιλεῖ τ᾽ ἀγαθῷ κρατερῷ αἰχμητῇ. / LUTETIAE. Ex officina Roberti Stephani typographi Regii, typis Regiis. M.D. XLIX. París,
ex officina Roberti Stephani, 1549. [1], 528; 361, [3] p.; 16º (12,5 x 8cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Novum Testamentum Graece; I. Evangelios y Hechos de
los Apóstoles; II. Epístolas y Apocalipsis (cada sección con port. y paginación
propias). Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en encabezados e inics. de caps.
Colofón: EXCUDEBAT ROB[ertus] STEPHANUS TYPOGRAPHUS REGIUS LUTETIAE, ANN[o] M.D. XLIX. IIII. ID. OCTOB. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Presenta dos ex libris en p. 1 y tras el
colofón: “De la libreria p[u]b[li]ca del Colegio de S[a]n Julian de Cuenca de Arostegui” y “De Arostegui”. B.S.C. 4H 11.
Comentario
Segunda ed. del Novum Testamentum de Estienne (1546), impresa con los llamados “caracteres griegos reales”, una de las caligrafías griegas más clara y afamada, ejecutada por Claude Garamond (1490-1561) a partir del modelo de Angelo Vergerio (†1571). Incluye no pocos errores y diferentes lecturas con respecto a la primera.
165
PINDARUS
Pocos elementos se pueden extraer como seguros de la vida de Píndaro, pese a las cuatro biografías que se conservan de él. Nacido en torno al año 520 a.C., fue el segundo poeta famoso que dio la región de Beocia, después de Hesíodo. Podría haber pertenecido a la clase aristocrática, que entronca a la perfección con sus epinicios, y haber sido enviado a Atenas muy joven, donde tuvo una estrecha relación con la dinastía de los Alcmeónidas.
Sabemos que realizó numerosos viajes y estuvo en contacto con los centros culturales de su tiempo, pero nunca se olvidó de su ciudad natal. Durante el período de las Guerras Médicas apoyó a los persas, a consecuencia de lo que se vio obligado a refugiarse en Egina. Alcanzó un notable éxito como poeta en Sicilia y Cirene, lo que le valió el reconocimiento panhelénico.
En la primera etapa de su producción literaria, casi perdida por completo, prevaleció el tono religioso en sus composiciones. Su obra, transmitida en papiro en su mayor parte, está formada por: himnos, peanes, ditirambos, cantos procesionales, partenios, hiporquemas, encomios y trenos.
Las obras que, sin duda, inmortalizaron al poeta son sus epinicios, ordenados en Olímpicas, Píticas, Ístmicas y Nemeas. En éstas se hallan alusiones al vencedor de un evento deportivo, a su familia y a sus méritos en otras competiciones análogas. Estos cantos cuentan con una serie de elementos fijos: la inclusión del mito, el gusto por las sentencias y la aparición de expresiones genuinamente pindáricas —recursos que ya tienen su precedente en Alcmán. Así, el triunfo en la carrera de caballos o en el pancracio queda enmarcado en un mundo de valores de los que parte el poeta. Sólo si se interpretan los epinicios de este modo se pueden salvar sus dificultades formales y de contenido. Tanto las victorias deportivas como la palabra del poeta que perpetúa las hazañas en el tiempo dependen de la bendición divina.
Estilísticamente, Píndaro sigue las convenciones del lenguaje literario propio de la lírica coral, pero sin renunciar a su propia voz, lo que le diferencia, entre muchos motivos, de su principal rival, Baquílides.
•
i Crct f(m
47. ΠΙΝ∆ΑΡΟΥ. Ολυμπια. Πυθια. Νεμεα. Ισθμια. Μετὰ ἐξηγέσεως παλαιάς πάνυ ὀφελίμου, καὶ σχολίων ὁμοίων. / Impressi Romae per Zachariam Calergi Cretensem, permissa S.D. N. Leonis X Pont[ifex] Max[imus] ea etiam conditione, ut nequis alius per quinquennium hos imprimere aut venundare Libros possit: utq[ue] qui secus fecerit, is ab universa dei Ecclesia toto orbe terrarum expers excommunicatusq[ue] censeatur. Roma, per Zachariam Calergi
Cretensem, [1515]. 242 h.; 4º (23 x 16cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia. Marca tipgr. en port. y tras el colofón, del que
se deduce la fecha de ed.: Ἡ τοῦ πινδάρου περίοδος αὐτὴι, τῶν ὀλυμπιονίκων, πυθιονίκων, νεμεονίκων τε κὰι ἰσθμιονίκων, ἐν ῾Ρώμη τῆ βασιλίδι τῶν πόλεων, παρὰ τοῖς οἰκίοις τοῦ μεγαλοπρεποις Αὐγουστίνου τοῦ κισίου εντυπωθεῖσα, πέρας εἴλεφεν ἤδη σὺν θεῷ. ἀναλώμασι μὲν τοῖς αὐτοῦ, διὰ παραινέσεως λογίου ανδρὸς Κορνηλίου Βενίγνου τοῦ οὐιτερβιέως. Πόνω δὲ καὶ δόξιότητι, Ζαχαρίου καλλιέργου τοῦ κρητὸς. Ἔτει τῶ ἀπὸ τῆς ἐν σάρκου οἰκονομίας κυρίου ἡμῶν ἱησοῦ ΧΡΙΣΤΟΥ, χιλιοστῶ, φιέ μηνὸν ἀυγούστου, ιγ´. Λέοντος δεκά του μεγίστου ἀρχιερέως, ὁσίως οἰακονομοῦντος ῾Ρώμην.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta abundantes comentarios al texto,
apostillas marginales y escolios manuscritos marginales. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del seminario”. B.S.C. 3CH 20.
Comentario
Esta ed. de Píndaro tiene la particularidad de ser la primera en ofrecer escolios al texto. Para las Olímpicas, Nemeas e Ístmicas, el cretense Zacharias Calliergus consultó mejores mss. que aquéllos de la ed. aldina (1513), mientras que sucede lo contrario con las Píticas. Aunque no esté exenta de errores, su ed. ha servido de base para todas las posteriores.
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48. ΠΙΝ∆ΑΡΟΥ Ολυμπια, Πυθια, Νεμεα, Ισθμια. PINDARI Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia. / BASILEAE PER AND[ream] CRAT[andrum] AN[no] M. D. XXVI. Basilea, per Andream Cratandrum, 1526. [10], [2] en bl., 312, [8] p.; 8º
(14 x 7cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia.
Grab. tipgr. en port. (tachado posteriormente). Han sido arrancadas algunas pp.
iniciales. Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en p. 1 diferentes ns.
manuscritas referentes a los expurgos de 1614 y 1707, de las que se deduce su
procedencia original del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “de la comp[añia] de Jesus de Ocaña prestado al seminario”. B.S.C. 37C 17.
Comentario
Ed. muy estimada debido a la corrección de su texto. Fue realizada teniendo en cuenta dos eds. precedentes de Jacob Ceporinus (1499-1525). Fue publicada, después de la muerte de éste último, por Ulrich Zwingli (1484-1531), quien le añadió un prefacio y un epílogo.
Existe la siguiente reimpresión de la presente obra: Basileae, per heredes Andreae Cratandri 1556 m[ense] Septembri.
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49. PINDARI POETAE VETUSTISSIMI, LYRIcorum facile principis, OLYMPIA PYTHIA NEMEA ISTHMIA / Per Ioan[nem] Loniceru[m] latinitate donata: adhibitis enarrationibus, è Graecis Schòliis, & doctissimis utriusq[ue] lingu[a]e autoribus desumptis: quarum suffragio Poeta, a paucis hactenus intellectus, nunc planior [...] redditur. / Cum gratia & privilegio Caesareo. Basileae, Apud Andream Cratandrum, M.D. XXXV. Basilea, apud
Andream Cratandrum, 1535. [12], 458, [18] p.; 4º (21 x 14,5cm.). Enc. en perg.
con cintas. Cont.: Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia. Ed. en gr. y lat. con
abundantes comentarios al texto y apostillas marginales impresas. Grab. tipgr.
en port. (tachado posteriormente). En la p. 2 ha sufrido una damnatio auctoris.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en pp. 1 y 2 diferentes ns. manuscritas
referentes a los expurgos de 1613, 1640 y 1707, de los que se deduce su
procedencia original del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Presenta tres ex libris: “es de doña Laurençia de Çorita”, “dela Libreria Grande 1750” y “Del Seminario”. B.S.C. 44E 14.
Comentario
Reimpresión aumentada y corregida de la obra homónima editada en 8º (1528).
173
PLATO
Platón (ca. 429-347 a.C.) fue hijo de Aristón y Perictione, ambos de distinguido linaje ateniense. No se sabe mucho acerca de su juventud y la mayoría de los datos referentes a su vida se deducen de su Carta séptima, en la que explica cómo en un primer momento quiso dedicarse a la política, durante el período de la democracia, pero al ver el declive de Atenas llegó a la conclusión de que eran los filósofos los que deberían llegar a ser gobernantes y los gobernantes filósofos. De este modo, no extraña la enorme influencia que Sócrates, durante su vida y tras su muerte, ejerció sobre Platón.
Tras la ejecución de aquél (399 a.C.), Platón se retiró durante un tiempo a Mégara junto con un grupo de socráticos, pero pronto abandonó esa región para visitar, durante los siguientes doce años, Egipto, Italia, Sicilia y otros lugares.
En Siracusa Platón conoció a Dionisio I (387 a.C.) y entabló una larga amistad con Dión de Siracusa y el pitagórico Arquitas de Tarento, lazos que explicarían el devenir de los hechos en la vida del ateniense.
Tras su largo periplo, en su regreso a Atenas, parece ser que Platón es capturado y retenido en Egina, pero no debió de ser un gran inconveniente, ya que consta que unos meses después el filósofo fundaría su famosa escuela cerca de la tumba del héroe Academo, a unos pocos kilómetros fuera de los muros de Atenas. Será la dirección de la Academia la que ocupe a su fundador los siguientes cuarenta años, a excepción de varias visitas a Siracusa.
A la muerte de Dionisio I el 367 a.C., Dión, inspirado por las enseñanzas de Platón sobre el soberano-filósofo, lo llama para que intente influir en Dionisio II y, al tiempo, refuerce su posición dentro de la corte. Platón, obligado a intentarlo, viaja a Sicilia en dos ocasiones, pero pronto tiene que regresar de ambos periplos, a causa de los celos del nuevo rey por su amistad con Dión.
Años después, Platón es de nuevo requerido en Siracusa, en esta ocasión con la promesa de Dionisio II de hacer cuanto Dión quiera, pero siempre que el filósofo esté presente. Así, Platón acepta, pero pronto el soberano rompe su promesa, confisca los bienes de Dión y encarcela a Platón, quien, no obstante, obtiene la libertad por intermediación de Arquitas de Tarento.
En el 357 a.C. Dión vuelve a Siracusa por la fuerza y destrona a Dionisio, pero, tras unos pocos años, aquél es asesinado por un grupo de contrarios a su gobierno. De hecho, la Carta Séptima fue escrita en honor del fallecido, en la que el filósofo, además de explicarse y justificar este desastroso suceso, llama a la moderación y al proceso constitucional como solución para Siracusa.
Desde entonces Platón dedicó su vida a la enseñanza en la Academia en su ciudad natal hasta el 347 a.C., año de su muerte.
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50. ἍΠΑΝΤΑ ΤᾺ ΤΟΥ ΠΛΆΤΩΝΟΣ. OMNIA PLATONIS OPERA. [Venecia], Aldus Manutius, [1513]. [32], 502, [2] p.; fol. (30 x 19,5cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: dedicatoria de Aldo Manuzio al Papa León X (en lat.);
elegía de Marco Musuro (en gr.); Plato Euthyphro, Apologia, Crito, Phaedo, Cratylus, Theaetetus, Sophista, Politicus, Parmenides, Philebus, Symposium, Phaedrus, Alcibiades I, Alcibiades II, Hipparchus, Amatores, Theages, Charmides, Laches, Lysis, Euthydemus, Protagoras, Gorgias, Meno, Hippias Major, Hippias Minor, Ion, Menexenus. Huecos para inics., letras de aviso.
Apostillas marginales manuscritas en gr. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Ex libris: “Del oydor espadero. Del seminario no se puede disponer del sin orden del P[adr]e Provincial este libro es de los q[ue] el licenciado espadero dejo a la comp[añia] y el Padre Gonzalo davila le ap[…] al seminario no se puede enajenar porq[ue] asi lo dispuso en su testamento el dicho licenciado”. B.S.C.
43K 7.
Comentario
El lugar y la fecha de ed. se deducen de la marca tipgr. de la port.
Editio princeps de las obras de Platón en gr., base para las futuras eds. durante más de trescientos años y uno de los más importantes trabajos de la imprenta aldina. La dedicatoria de Aldo a Juan de Médici (1360-1429), entonces Papa León X, se considera el más elegante y elaborado de sus prefacios. Llama la atención que la primera trad. al lat. de la obra (Florencia 1484-5) había sido dedicada por Marsilio Ficino al padre del Papa, Lorenzo de Médici, y que, en este texto, Aldo sugiere que León X debería convertise, de algún modo, en su patrón, una generación más tarde, como así ocurrirá.
Esta ed. publica por primera vez un número de mss. de Platón que habían sido descubiertos por Láscaris en el Monte Athos en 1492, por encargo de Lorenzo el Magnífico. Marco Musuro, editor de este libro, participa en él con una elocuente elegía que evoca el espíritu de Platón, en la cual anima a las naciones europeas a demostrar su fidelidad a los antiguos griegos mediante la defensa de la Grecia moderna, entonces bajo dominio otomano. Aunque el Papa no participó en tal cruzada, dio señales de su favor hacia la difusión de la cultura clásica, al renovar los privilegios exclusivos de Aldo para la publicación de obras grecolatinas durante quince años y, poco después, al establecer una Academia griega en Roma.
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51. PLATONIS AUGUSTISS[imi] PHILOSOPHI omnium quae extant operum / TOMUS SECUNDUS Graecè [et] Latina, / EX NOVA IOANNIS SERRANI interpretatione, perpetuis eiusdem notis illustrata: quibus & methodus & doctrinae summa breviter & perspicuè indicatur. / EIUSDEM annotationes ad Tertii tomi calcem Rejecta. [Ginebra, Henri Estienne, 1578]. [8],
992 p.; fol. (40 x 26cm.). Enc. en piel sobre tabla (deteriorada). Cont.: Philebus, Meno, Alcibiades I y II, Charmides, Laches (aunque no aparece en el índice, se
incluye), Lysis, Hipparchus, Menexenus, Politicus, Minos, Respublica, Leges, Epinomis. Texto en gr. y lat. a dos cols. Grabs. xils. en encabezados, inics. y
finales de caps. Apostillas marginales impresas en gr. y lat. B.S.C. 42L 1.
Comentario
Los datos de ed. se deducen a partir del vol. I conservado en la Biblioteca Histórica de la Univ. de Valencia: R-3/11-12.
Esta ed. de Henri Estienne presenta numerosas conjeturas, erróneas en ocasiones, y variantes que dice haber encontrado en un ms., pero que en realidad están plagiadas de la ed. de Marcus Hopper (1556), nunca mencionada. La mayoría de correcciones que propone el editor no le pertenecen, sino que las extrae de las ediciones de Frederic Morel, Adrien Turnèbe (1512-1565) y Janus Cornarius.
179
PLUTARCHUS
El polígrafo de Queronea (ca. 50-120 d.C.) es uno de los autores más sugerentes de la literatura de época imperial.
Sabemos que recibió una esmerada educación en Atenas y que, desde su juventud, emprendió numerosos viajes a Asia, Alejandría y, sobre todo, Italia, donde estableció importantes amistades. Sobre su vida familiar, conocemos por sus escritos que Plutarco se comportó como un padre y marido excepcional, lo cual no se interpuso en que desarrollara importantes cargos como, por ejemplo, el de sacerdote del templo de Apolo en Delfos.
Se debe a Máximo Planudes el título de una de las magnas obras de Plutarco, Moralia, en la que se tratan multitud de materias, entre las cuales cabe citar tratados de filosofía popular, discusiones, reflexiones sobre el alma humana, la psicología animal, religión, ética, política, ciencias de la naturaleza, etc. Este bloque se caracteriza ante todo por su tono didáctico y moralizante, aunque pueden destacarse sus tratados retóricos, especialmente los de juventud, o sus diálogos, en los cuales los estudiosos han visto una clara influencia platónica. A pesar de que algunos de estos textos son apócrifos, ello no les resta ningún valor sobre la cuestión en la que inciden.
No obstante, la fama le llegó por sus Vidas paralelas, relatos en los que describe y compara la vida de dos personajes ilustres —generalmente uno griego, otro romano. Con esta obra biográfica pretendía infundir las más nobles virtudes en el lector, de manera que incluso se pudiera aprender de los malos ejemplos, tales como Demetrio o Antonio.
En definitiva, a pesar de que se han criticado sus imprecisiones históricas o su falta de originalidad, se le valora más por sus cautivadoras anécdotas de cuño propio y su fuerza en las narraciones dramáticas, lo que ayuda a la comprensión de los personajes descritos y de la filosofía en general.
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52. [ΤΟΥ ΣΟΦΩΤΑΤΟΥ ΠΛΟΥΤΑΡΧΟΥ ΠΑΡΑΛΛΗΛΟΝ. ΒΙΟΙ ΡΩΜΑΙΩΝ
ΚΑΙ ΕΛΛΗΝΩΝ. μθ´. / Sapientissimi Plutarchi paralellum, Vitae Romanorum
& Graecorum. Quadraginta novem.] [Florencia, in aedibus Philippi iuntae,
1517]. 202, [10], 203-344 [i.e. 337], [1] fol. (errores de foliación: de fol. 330 pasa a
338); 4º (16 x 11cm.). Carece de enc. y de port. Cont.: Theseus, Solon, Alcibiades.
El impresor consta en el colofón: diis auspicibus, libro qui Vitae Plutarchi inscribitur, non sine maxima diligentia, multorumq[ue] antiquorum voluminum continua lectione, summa manus imposita est. Florentiae in aedibus Philippi iuntae. Anno virginei partus humanaeq[ue] Salutis. M.D. XVII. Die. Xxvii mensis Augusti. Leonis. X. Papae nostri anno quinto. Huecos para inics., letras
de aviso. Escolios en lat. en los márgenes. B.S.C. 36F 7.
Comentario
Esta ed. de Vidas reproduce el ms. Laurenciano conv. sopp. 206 y 109, llevado al cuidado de Bonini de Bonino (1454-1528).
Es una de las primeras impresiones de Plutarco en Europa, gracias a las que se comienza a estudiar a este autor en el s. XVI. En 1509 Aldo Manuzio publicó la editio princeps de los Moralia y nueve años más tarde aparece esta ed. de Vidas.
Existen otros dos ejemplares en la Biblioteca Universitaria de Salamanca (BUS 13840, 51694), en los que figura la indicación: “es de la Compañía de Jesús de Salamanca”.
183
SOPHOCLES
Según el Mármol de Paros, Sófocles nació el año 497-96 a.C. y, según el comediógrafo Aristófanes —Aristophanes, s.v.—, falleció el 405 a.C. Por tanto, su vida se extendió a lo largo del llamado ‘siglo de Pericles’, época en la que Atenas gozó de su máximo esplendor y empezó su decadencia. Fue conocido por su carácter vivo y conciliador, siempre admirado por sus conciudadanos. De familia aristocrática, el tragediógrafo intervino activamente en la vida de la polis, desempeñando cargos políticos y militares.
En cuanto a su carrera teatral, Sófocles, ya durante su juventud, participó como actor en la escena, pero será en su madurez cuando modernizará con sus obras elementos del teatro clásico griego: aumentó el número de coreutas de doce a quince, introdujo el tercer actor y aisló el contenido de cada pieza de las trilogías. Tan vinculado estaba a su vocación artística, que formó parte de un tíaso consagrado a las Musas.
Escribió ciento veintitrés tragedias, de las que se han conservado, aparte de fragmentos, la siguiente héptada: Áyax, Antígona, Traquinias, Edipo Rey, Electra, Filoctetes y Edipo en Colono. En todas ellas surge la figura del héroe trágico que, lejos de quedarse impasible, se enfrenta a su destino, pese a que los dioses mantengan el orden impenetrable del mundo para el hombre. Junto a esta religiosidad, que impregna todas las obras del ateniense, otros dos elementos fundamentan sus obras: la llamada ironía trágica, es decir, que el personaje no conozca su devenir, mientras que el público sí, y la soledad del héroe, quien inexorablemente, aunque sin resignación, deberá aceptar su destino. Completan su producción algunos peanes y elegías.
Todo su esfuerzo se vio recompensado con el éxito de sus dramas. De hecho, sabemos que consiguió el triunfo en dieciocho ocasiones en la festividad de las Grandes Dionisias.
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53. ΣΟΦΟΚΛΕΟΥΣ ΤΡΑΓΩ∆ΙΑΙ. ΑΙΑΣ ΜΑΣΤΙΓΟΦΟΡΟΣ. ΗΛΕΚΤΡΑ. ΟΙ∆ΙΠΟΥΣ ΤΥΡΑΝΝΟΣ. ΑΝΤΙΓΟΝΗ. ΟΙ∆ΙΠΟΥΣ ΕΠΙ ΚΟΛΩΝΩ. ΤΡΑΧΙΝΙΑΙ. ΦΙΛΟΚΤΗΤΗΣ. / ∆ΗΜΕΤΡΙΟΥ ΤΟΥ ΤΡΙΚΛΙΝΙΟΥ Περὶ μέτρων οἷς ἐχρήσατο Σοφοκλῆς, Περὶ σχημάτων, Σχόλια. / Βασιλεῖ τ᾽ ἀγαθῷ κρατερῷ τ᾽ αἰχμητῇ. TYPIS REGIIS. PARISIIS, M.D. LIII. Apud Adrianum Turnebum typographum Regium. EX PRIVILEGIO REGIS. París, Apud
Adrianum Turnebum, 1553(1552). [8], 400, [4]; 147, [17] p.; 4º (22 x 17cm.). Enc.
en perg. con cintas. Cont.: Ajax, Electra, Oedipus Tyrannus, Antigone, Oedipus Coloneus, Trachiniae, Philoctetes; Demetrius Triclinius Περὶ μέτρων οἷς ἐχρήσατο Σοφοκλῆς, περὶ σχημάτων, Σχόλια (éstas últimas ocupan 1-164 p. de
la segunda secuencia con port. y paginación propias). Marcas tipgrs. en sendas
ports. Grabs. xils. en encabezados e inics. de caps. Apostillas marginales
impresas. El colofón de la primera sección corrige la fecha de impresión en port.:
EXCUDEBATUR LUTETIAE PARISIORUM IX. CAL[endas] IAN[uarias]
M.D. LII. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C. 42CH 28.
Comentario
Rara ed. realizada sobre un ms. interpolado arbitrariamente por Triclinio (s. XIV) que incluye malas lecturas y azarosas correcciones. Los escolios de Triclinio son diferentes de los aparecidos en las eds. hasta entonces impresas.
187
VETUS TESTAMENTUM
El llamado Antiguo Testamento es una selección de textos compuestos desde tiempos inmemoriales, quizá el 3000 a.C., que dan lugar a la primera parte de la Biblia. Abarca este compendio tanto el Pentateuco como los libros históricos, proféticos y sapienciales; en definitiva, un corpus de textos no muy diferente del tanaj judío o Biblia hebrea —derivación del texto masorético, codificado en los primeros siglos de nuestra Era—, si exceptuamos algunas diferencias de ordenamiento e inclusión de algunas partes.
Las ediciones griegas remiten, en último término, a la traducción del hebreo al griego, realizada durante el reinado de Tolomeo II Filadelfo (284—246 a.C.), supuestamente por setenta y dos sabios, por lo que toma el nombre de Septuaginta. El relato de estos sucesos viene expuesto en la Carta de Aristeas. Así, sabemos que la finalidad de este compendio fue ofrecer un texto en griego koiné a las comunidades israelitas del Egipto helenístico, ignorantes de la lengua hebrea, con el que desarrollar sus creencias.
Actuales estudios, que tienen en cuenta los nuevos hallazgos papiráceos encontrados en Qunrán y Nag Hammadi, han matizado o ampliado nuestro saber acerca del Antiguo Testamento.
54. BIBLIA GRAECA ET LATINA, QUORUM PARS prima continet Mosis quinq[ue] libros, Iosuam, Iudices [et] Ruth. / BASILEAE per Nicolaum Brylingerum, Anno M. D. L. Basilea, per Nicolaum Brylingerum, 1550. [2], 829
p.; 8º (15,5 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Pentateuchum, Iosua, Iudices, Ruth. Ed. en gr. y lat. a dos cols. con apostillas marginales impresas.
Marca tipgr. en la port. Inics. de caps. e ilustraciones xils. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Collegio de Jesus de Belmonte”. B.S.C.
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55. BIBLIORUM GRAECORUM LATINORUMQUE Pars secunda, continens Regum libros quatuor, [et] Paralipomenon duos, tum Esdram et Neemiam, Esther [et] Iob, Davidis Psalterium, Solomonis Proverbia, Ecclesiasten [et] Canticum canticorum. / BASILEAE per Nicolaum Brylingerum. Anno M. D. L. Basilea, per Nicolaum Brylingerum, 1550. [2], 1100,
[2] p. en bl.; 8º (14,5 x 9cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Reges, Cronicae, Esdras, Neemias, Esther, Iob, Psalteria, Proverbia, Ecclesiastes, Canticum canticorum. Ed. en gr. y lat. a dos cols. con apostillas marginales impresas.
Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Su procedencia ha sido borrada del ex libris: “Del Collegio de [Jesus de Belmonte]”. B.S.C. 1D 5/4D.
Comentario
Este vol. es continuación de la ed. 54, B.S.C. 1C 4.
Se trata de una reimpresión en cinco vols. de la ed. de Wolfgang Kopfel (1524-26), que sigue el texto de la aldina, aunque presenta algunas variantes.
193
XENOPHON
Jenofonte nació hacia el año 430 a.C. en una región cercana al Ática, pero participó en las luchas de su tiempo a favor del bando espartano.
Su producción es eminentemente historiográfica, aunque cultivó otros géneros. Entre las obras del primer tipo destaca Anábasis, donde se narra la expedición de los diez mil hasta su retirada al mar Negro y la posterior reunión con las tropas espartanas. Destaca por su tono autobiográfico, las descripciones geográficas y etnográficas, el carácter militar del conjunto, su maestría en cuestiones tácticas y su eficacia al retratar a los protagonistas de sus obras. También sobresalen, como relatos históricos, Helénicas, complemento a la obra de Tucídides, y la Ciropedia, en la que, además de describir la juventud y ascenso al poder de Ciro el Viejo, se aboga por la monarquía como la mejor forma de gobierno, idea de gran repercusión en los reinos helenísticos.
El resto de su obra tiene un marcado tono didáctico, eco de las tareas más cotidianas de la vida: Hipárquico, Sobre la equitación, Cinegético y Económico. En su faceta más filosófica destacan: Memorables, Apología de Sócrates, Banquete e Hierón.
En cuanto a su pervivencia, el interés por Jenofonte fue creciendo desde el último período del helenismo hasta el final de la época tardo-antigua, favorecido, principalmente, por su dialecto ático, preludio de la koiné, y por su estilo sencillo, tanto en su lenguaje como en la claridad de los pensamientos. Se establece el año 359 a.C. como el terminus post quem para su muerte.
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56. ΞΕΝΟΦΩΝΤΟΣ ΚΥΡΟΥ ΠΑΙ∆ΕΙΑΣ βιβλία ὀκτώ. XENOPHONTIS Cyri Paediae libri octo. / Lovanii, apud Theodoricum Martinu[m] Alostensem An[no] M.D.XXVII. Mense Iunio. Lovaina, apud Theodoricum Martinum
Alostensem, 1527. [288] p.; 4º (20 x 14cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Institutio Cyri (Cyropaedia). Escolios con distinta tinta en gr. y lat. Grabs. xils.
en inics. de caps. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris:
“Seminario”. B.S.C. 140D 3.
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OP'HON l JPARa: seCV'KDA;
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57. OPERUM XENOPHONTIS PARS SECUNDA. ἐν τῷδε δευτέρῷ μέρει τάδε ἔνεστι. ἑλληνικών, λακεδαιμονίων πολιτεία, ἀθηναιῶν πολιτεία. βιβλία ζ. De rebus Graecorum, Lacedaemoniorum Respub[lica], Atheniensium Respub[lica]. LIB[ri] VII. [Halae (Halle), Peter Brubach, ante quem 1540]. [8],
983 [i. e. 974] p. (error de paginación: de la p. 592 pasa a 601); 8º (12,5 x 10cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Historia Graeca (Hellenica), Respublica Lacedaemoniorum, Respublica Atheniensium. Grabs. xils. en inics. de caps.
Sello de propiedad y de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris:
“Collegii Lugdunensis S[ancti]s[sim]ae Trinitatis Soc[ietatis] Jesu catalogo inscriptus 1682”. B.S.C. 43C 2.
Comentario
Tomo segundo de la serie operum Xenophontis, previo a la ed. 59, B.S.C. 31B 7. Datos de impresión deducidos del vol. similar conservado en la Biblioteca de libros antiguos de la Toscana (1501-1885): Sala III.D.14 bis.
Se conserva otro ejemplar (58) en la Biblioteca bajo la signatura 50B 15 con la siguiente peculiaridad: ex libris: "del Seminario".
199
1 ...
59. OPERUM XENOPHONTIS PARS TERTIA. ὅ τρίτον μέρος τάδε περιέχει. Ἀπομνημονευματα βιβλία δ. [et] horum liber έ qui est οἰκονομικός. Εἰς ἀγησίλαον, Ἀπολογία σωκράτους, Ἱέρων, Πόροι, ἢ περὶ προσόδων, Περὶ ἱππικῆς, Ἱππαρχικός, Κυνηγετικός, Συμπόσιον. [Halae (Halle), Peter Brubach,
ante quem 1540]. [4], 673-983 [i.e. 310], [1] fol.; 8º (13 x 10cm.). Enc. en piel sobre
tabla. Cont.: Agesilaus, Apologia Socratis, Hiero, Poroi (perí prosódon), de Equitandi ratione, de Equitum magistro, Cynegeticus, Symposium. Presenta
apostillas marginales en gr. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de propiedad y de
la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Collegii Lugdunensis S[ancti]s[sim]ae Trinitatis Soc[ietatis] Jesu cat[alogo] inscriptus 1682”. B.S.C.
31B 7.
Comentario
Tomo tercero de la serie “operum Xenophontis”, continuación de la ed. 57, B.S.C. 43C 2.
Datos de impresión deducidos del vol. similar conservado en la Biblioteca de libros antiguos de la Toscana (1501-1885): Sala II.D.18.
Reimpresión descuidada en tres vols., a partir de la segunda ed. de Filippo Giunta (1527), de la obra completa de Jenofonte, en la que se inserta la Apología de Sócrates. El prefacio en lat. de Melanchthon dirigido a Du Bellay Langey (1491-1543), consejero del rey Francisco I, no contiene nada interesante, excepto un elogio al historiador ateniense.
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~n P o 01,.-, s-.., X l A Z ENO.l>nN.
60. [Xenophontis philosophi ac historicus excellentissimi OPERA, quae quidem
extant, omnia, tam graeca quam latina hominum doctissimorum diligentia,
partim iam olim, partim nunc primum latinitate donata, ac multo accuratius
quam antea recognita; quorum catalogum versa pagella demonstrabit;
adiecimus historiarium et rerum memoratu dignarum indicem locupletissimum.
/ Basileae / apud Nicolaum Brylingerum, 1545. Basilea, apud Nicolaum
Brylingerum, 1545]. [1], [28], 678, p.; fol. (30,5 x 20cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Suidas Xenophontis vita; Xenophon Institutio Cyri (Francisco Philelpho),
Anabasis (Romulo Amasaeo), Historia graeca (tachado previamente el nombre
del traductor: Bilibaldo Pirckemero), Memorabilia (Bessarione Cardinale),
Oeconomicus (Raphaele Volaterrano), Agesilaus (Francisco Philelpho),
Apologia Socratis (Leonardo Aretino), Hiero (Erasmo Roterodamo), De Vectigalibus (tachado previamente el nombre del traductor: Ioanne Ribitto), De equitandi ratione (tachado previamente el nombre del traductor: Ioachimo Camerario), De equitum magistro (tachado previamente el nombre del
traductor: Ioanne Ribitto), Cynegeticus (Omnibono Leoniceno), Symposium
(tachado previamente el nombre del traductor: Ioanne Ribitto), Respublica Lacedaemoniorum (Francisco Philelpho), Respublica Atheniensium
(Sebastiano Castalione). Ed. en gr. y lat. a dos cols. El ejemplar carece de port.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en p. 678 n. manuscrita referente al
expurgo de 1586. B.S.C. 31K 2.
Comentario
El título y los datos de ed. se deducen a partir del ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional 3/68373.
Reproduce el texto de la ed. de Halle, corregido por Albanus Torinus (1489-1550). Las trads. al lat. de las obras de Jenofonte pertenecen a humanistas de la talla de Filelfo (1398-1481), Leonardo Bruni (1370-1444) o del cardenal Bessarión (1403-1472).
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III. MISCELÁNEA: ARTÍCULOS REFERENTES A LOS FONDOS DE LA BIBLIOTECA DEL SEMINARIO CONCILIAR
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“GÓNGORA: ¿HOMERO ESPAÑOL?”RAFAEL BONILLA CEREZO
UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA
Costeado por Alonso Pérez, merced a los talleres de la viuda de Luis Sánchez, vio la luz en 1627 un libro discutido ya desde el título: Obras en verso del Homero español que recogió Juan López de Vicuña. Este poeta, según revela su animoso editor, era nada menos que el «primero en el mundo»: Góngora. Pero una lectura superficial de la portada permite rastrear el arbitraje de una segunda mano que añadió un asterisco y el nombre del cordobés tras el sintagma que vincula su disputada impresión en letras de molde con el autor de La Odisea. Luego Pérez, o el mismo Vicuña, que dedicó veinte años a reunir los textos —azuzando la furia de Pellicer, codicioso de tal honra—, juzgaron que en la España del XVII la identidad entre don Luis y el divino jonio no pertenecía precisamente al dominio público. Acaso, como parece creíble, cometieron un error fatal en el momento de ultimar el frontispicio y el volumen, que se presumía notario de su inmortalidad, nació «huérfano de padre» por culpa de unos tutores algo distraídos. Así lo dictan las Lecciones solemnes (1630), donde se condenan sus deslices («a mí me permitirán más desahogo para acabar de publicar sus Obras, tan ajadas en la edición pasada, impresas tan indignamente, con tantos errores, y aun sin nombre »), y un ensayo de Dámaso Alonso, que exclamó tres siglos después:
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El presente trabajo ha visto la luz gracias a una «Estancia de Profesores e Investigadores Seniores en Centros Extranjeros de Enseñanza Superior e Investigación (Programa Salvador de Madariaga, Ministerio de Educación) (2009-2010)» en la Universidad de Cambridge (United Kingdom). Número de credencial: PR2009-0510.
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J. PELLICER DE OSSAY Y TOVAR, Lecciones solemnes a las Obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Imprenta del Reino, a costa de Pedro Coello, 1630, BNE R/25619.
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Vicuña quiso decir lo que dijo. Basta cotejar la Carta a Góngora en censura de sus poesías (1613), cédula inaugural de la batalla en torno a las Soledades (1613-1614), para toparnos con una mención del vate ciego: «lo más principal […] es leer mucho a los buenos escritores […], y no ver ni oír a los modernos y afectados, sino como dicen: llégate a los buenos y serás uno de ellos; que Stesícoro, Arquíloco, Sófocles, Píndaro, se envistieron del espíritu de Homero con la imitación y tomaron aquel entusiasmo suyo». Todo se cifra en uno de los pilares teóricos de la Edad de Oro: la imitación. Pedro de Valencia aplaudía a don Luis, con sus apostillas, y lo invita a seguir la estela de los clásicos para convertirse en uno de ellos. De igual modo que voces tan «antiguas como la de Píndaro» —cuyos epinicios inciden sobre Góngora— se afanaron en aprender del maestro griego, Vicuña erige al cordobés en modelo para las plumas del Seiscientos. No se trata, pues, de un asunto de fuentes directas, sino de soberanía dentro del canon —entonces en mantillas— de sus respectivas épocas.
Tampoco tiemblo al decir que don Luis compuso los «poemas narrativos» por excelencia del Barroco español: la Fábula de Polifemo (1612) y las citadas Soledades. Aun cuando el idilio del cíclope y la hija de Doris parezca alejarse de La Odisea, en la medida en que bebe tanto del bucolismo virgiliano—sannazarista, filtrado por Garcilaso y Ariosto, como de la mitología de las Metamorfosis ovidianas. Y lo mismo afirmaría si nuestra piedra de toque fuera La Ilíada. Sin embargo, durante los últimos años, la crítica ha insistido en la narratividad de sus octavas. Hasta el punto de que Pozuelo explica cómo Góngora orquestó mucho mejor la estructura y las secuencias de los amores del monstruo, concibió un desarrollo propio de la historia, no dejando resquicio en la cadena de los hechos, y graduó la transición de un estado a otro:
«¡Qué título más absurdo! Lo que menos cuadraba a Góngora era llamarle “Homero”. Llega
uno a pensar si el colector quiso decir “Horacio”. No es que así la comparación tampoco fuera
exacta, mas ambos fueron líricos —Góngora nunca dejó de serlo en sus obras narrativas— y
el horacianismo del racionero es evidente en muchos lugares».
el descubrimiento de Acis y Galatea, el delicado juego de miradas que preceden a su amor, ese
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D. ALONSO, “Las Obras en verso del Homero español. Hechos y problemas en torno a la edición de Vicuña”, Obras en verso del Homero español que recogió Juan López de Vicuña (Madrid, 1963) XVIII-XIX. Véase ahora el artículo de Rodrigo Cacho Casal “Góngora y los orígenes del poema heroicómico” en prensa, que aborda la invenciónn de un nuevo género a partir de Tazzoni y la teoría del decoro y la mezcla de registros en virtud de los antecedentes de Homero y Virgilio.
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M.M. PÉREZ LÓPEZ, Pedro de Valencia, primer crítico gongorino. Estudio y edición anotada de la Carta a Góngora en censura de sus poesías (Salamanca, 1988) 69. Modernizo la grafía.
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Sobre la teoría de la imitación, véanse especialmente: A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas del Polifemo de Góngora (Barcelona, 1992²) 13-51; D.H. DARST, Imitatio. Polémicas sobre la imitación en el Siglo de Oro (Madrid, 1985) 7-11; y con amplia bibliografía, J. LARA GARRIDO, “La práctica de la imitatio. Modos y funciones en la integración creadora de modelos”, Los mejores plectros. Teoría y práctica de la épica culta en el Siglo de Oro, Anejo XXIII de Analecta Malacitana (Málaga, 1999) 169-207.
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Que parte del tapiz del Polifemo descansa sobre los épicos del Renacimiento, Ariosto y Tasso, está fuera de duda . Pero el talento de Góngora para la «aventura» —que permitiría trocar la tesis de Alonso, concluyendo, a propósito de sus capolavori, que «nunca dejó de ser narrativo, aun en sus obras líricas»— nos devuelve la imagen de un poeta que merece equiparse con Homero ya en su tiempo. He aquí la lección del alanceado Vicuña cuando en el «Prólogo al Ilustrísimo y Reverendísimo don Antonio Zapata» lo llama «émulo de los honores […] latinos y toscanos, a quien venció gloriosamente». Las Soledades son, en cambio, nuestro gran poema cosmológico; sólo comparable en trazas y ambición totalizadora con el Canto General de Neruda. Pero tampoco Góngora oculta los hilos que urden sus silvas. Es verdad que se proponía clausurar con ellas una forma de entender la creación —tiranizada por el decoro— y abrir la senda por la que transitarán los siglos posteriores. Conquistó, en suma, «la tremenda tarea de renovar la poesía española y galvanizó la materia muerta para infundirle vida ». Aunque dicha materia muerta, en pleno brillo sólo cincuenta años atrás —la escuela de Garcilaso—, se abonara con copiosos materiales:
ballet sin palabras que precede al tálamo, la focalización misma de la escena, que cambia de
lugar y de punto focal. […] La sabia alternancia que imagina entre la simultaneidad del canto
de Polifemo y de la escena de amor y la interrupción de aquél por el descubrimiento de ésta,
el mismo final abrupto que se desencadena precipitado y violento y que resuelve una tensión
acumulada; todo muestra no sólo a un poeta, también a un espléndido narrador, cualidad
ésta, perfectamente cuidada, en la que sobresale sobre sus fuentes y sus contemporáneos.
las Soledades, producto genuino de la erudición poética grecolatina, extraen de varios moldes
el marco de sus episodios y paisajes, pero no la figura de su héroe. [...] Su estructura novelesca,
inspirada en la novela bizantina de Heliodoro y Tacio, y en los grandes poemas clásicos de
peregrinaciones y aventuras, como la Odisea y la Eneida, deja paso a una sucesión ininte-
rrumpida de episodios maravillosos enlazados por el confuso laberinto de una intriga.
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J.M. POZUELO YVANCOS, “La Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora como poema narrativo”, Philologica. Homenaje al Profesor Ricardo Senabre (Extremadura, 1996) 435-460 (p. 438).
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Véase J.M. MICÓ, “Ariosto en el Polifemo”, en J. Roses (ed.), Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 139-153. 45
A.F.C. BELL, “Gongorismo y Barroco”, El Renacimiento Español (Málaga, 2004) 260-283 (p. 265).46
A. VILANOVA, “El peregrino de amor en las Soledades de Góngora”, Erasmo y España (Barcelona, 1989) 410-446 (pp. 413-421). Véanse también R. JAMMES, “«Vulgo lascivo erraba...»: Un paisaje difícil de las Soledades”, Glosa, 2: In memoriam de Ana Gil (1991) 145-157; M.R. LIDA DE MALKIEL, “El hilo narrativo de las Soledades”, La tradición clásica en España (Barcelona, 1975) 243-251; y A. CRUZ CASADO, “Hacia un nuevo enfoque de las Soledades de Góngora”, Revista de Literatura, 52 (1990) 67-100.
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Si bien es cierto que Lida alumbró el posible rastro en las silvas del Discurso euboico de Dion Crisóstomo, cuya ascendencia Lara ha pulido y adelantado a Il padre de famiglia de Tasso, toda la peripecia de las Soledades, su geografía, frutos, deportes, danzas y bodas, el naufragio y hasta los errantes pasos del peregrino, no difuminan la sombra de Homero, por más que aquí suene a nostalgia, tamizada por multitud de capas «al estilo griego» —Contreras, Lope—, arcádico, piscatorio, epitalámico o cetrero, entre otras. Apenas he justificado el título del «producto» de Vicuña. Pero su exégesis de don Luis como cima del Barroco, a la altura de lo que supuso el creador de Ulises para la Hélade, y las coincidencias temático-estructurales de La Odisea, La Ilíada, el Polifemo y las Soledades son un atenuante contra los eruditos que se cebaron con aquella primera edición. Bien poca cosa.
1. GÓNGORA LECTOR DE HOMERO (Y UN APUNTE)
Confieso que no soy helenista —ni siquiera lo griego, en sus varios dominios, ha despertado nunca mi interés—, pero el quid de esta nota es otro y nada simple: ¿leyó Góngora a Homero? En principio, hubo de frecuentarlo. Un devoto confeso de Virgilio, Ariosto, Tasso, Camoens o Ercilla, jalones de la épica, no podía obviar al tatarabuelo de todos ellos. Dicha premisa me retrotrae a un artículo deliciosamente iconoclasta de Francisco Rico acerca de la erudición del cordobés. Haciéndose eco de aquella carta en la que don Luis tacha el estilo de Ovidio de «oscuro e intrincado», cuando, por ejemplo, Pedro Juan Perpiñá ya lo había prescrito como primer autor del currículum, Rico se preguntaba qué había aprendido Góngora en los jesuitas de su ciudad y en la Universidad de Salamanca: «El juicio no es de recibo ni para un latinista mediano. No hablo de si sabía más o menos latín, sino de cómo lo sabía. Pues uno tiene la impresión de que siempre mantuvo frente a la lengua sabia la actitud —tan estudiantil— de quien no llegó a sentirla como natural, captándola y disfrutándola sin necesidad de reducirla, palabra por palabra, a cada uno de sus supuestos equivalentes en vernáculo».
Se antoja casi una boutade derribar las bases clásicas (Virgilio, Ovidio, Estacio, Claudiano,
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Sobre la «biblioteca» del cordobés véase la veintena de trabajos reunidos en R. BONILLA y G. MAZZOCCHI (eds.), La hidra barroca. Varia lección de Góngora (Granada, 2008).
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J. LARA GARRIDO, “Un nuevo encuadre de las Soledades. Esbozo de relectura desde la Económica renacentista”, Calíope, IX, 2 (2003) 5-34.48
F. RICO, “El gongorismo de Ovidio”, Primera cuarentena y tratado general de literatura (Barcelona, 1987) 107-109.50
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Horacio) e italianas (Petrarca, Tasso, Stigliani, Marino, Groto) de Góngora. Pero ya no resulta tan frívolo reciclar la «sospecha» de Rico. Fuera diestro en el idioma de Cicerón, o sólo un mediano usuario, el problema surge al advertir que la impronta griega sobre su obra es considerablemente menor. Entre nieblas se perciben las deudas con Píndaro y Teócrito. No mucho más. Nuestro «estudiante» parece mirar a otro lado. Pero retengamos que desde finales del XV circularon varias traducciones de Homero: la princeps en latín de Demetrio Calcóndilas se publicó en Florencia (1488). Le siguieron las dos aldinas de 1504 y 1517, respectivamente. A esta última se plegaron la juntina de 1519, la tercera aldina de 1521 y la romana de 1542-1550. En éste como en otros casos fue Henri Estienne el primero en distanciarse de las previas con sus Poetae Graeci principes heroici carmini (1566), cuyo primer tomo incluía al ciego de Quíos. Las primeras traducciones en lengua romance, más o menos fieles, o reducidas a paráfrasis, hay que buscarlas en Alemania, Francia e Inglaterra, países y lenguas fuera del alcance de Góngora. Allí se imprimen tanto La Odisea, por iniciativa de Simon Schaidenreisser (1537) y Salomon Certon (1604), como La Ilíada, en el haber de Johann Spreng (1610), Jehan Samxon (1530) y George Chapman (1611). Mayor provecho para nuestros fines tiene la traducción italiana en ottava rima de La Odisea (1573) que firmó Lodovico Dolce y, ya en España, la soberbia de Gonzalo Pérez: La Ulixea, Salamanca, Andrea de Portonaris, 1550 (cantos I—XIII); y, completa, Antwerpen (Amberes), a costa de Juan Esteelsio, 1556. Seis años después se financiaría una edición en Venecia (Francisco Rampazeto, 1562) «revista por el autor», que debe considerarse la definitiva y de la que sólo disponemos de una reimpresión (Madrid, Imprenta de Francisco Xavier García, 1767).
Revelo así una laguna del gongorismo que deberá colmar algún filólogo clásico, tal vez en alianza con un siglodorista. ¿Qué Homero leyó Góngora? Un problema al que nos enfrentamos a menudo es la pérdida de bibliotecas, más o menos nutridas, así como de los inventarios de los libros que almacenaban. No será la excepción la del cordobés, cuyas lecturas fueron muy amplias. Puede que mayores que los volúmenes que poseyó. Recordemos que Góngora sublima en el Polifemo la «imitación múltiple»; es decir, «la síntesis de materiales hallados en los asedios anteriores al mito,
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Sobre esta controvertida traducción véase L.A. GUICHARD, “La Ulyxea de Gonzalo Pérez y las traducciones latinas de Homero”, en B. TAYLOR-A. COROLEU (eds.), Latin and Vernacular in Renaissance Iberia II: Translations and Adaptations (Manchester, 2006) 49-72. En cuanto a la príncipe de 1550, Guichard alude a la reimpresión veneciana de 1553, pero no ofrece los datos bibliográficos. Sirva esta ficha para rescatar un libro realmente bello: La Ulyxea / De Homero, / Repartida en / XXX. Libros. / Traduzida de Grie- / Go En Romance Caste- / Llano Por el Señor Gonçalo Perez. Imprimió Se en Venetia, En / Casa De Gabriel Giolito / De Ferrariis, Y Sus / Hermanos. Mdliii. 12mo. 209 ll. incl. Título + 1 hoja con marca del Impresos y colofón. Venecia, 1553. Ejemplar: UL Cambridge Hisp. 8. 55. 4. Se encuentra en buen estado. Perteneció o pasó por las manos de Mrs. J. R. Jackson, de la biblioteca de Norman Maccoll, M. A. (Downing College) en 1905, tal como reza en el ex libris. Incluye en la anteportada la copia autógrafa de un poema de Giraldi Cinthio a cargo de Jos[eph] Hartford, Bristol, 1785. Citaré siempre por esta edición.
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Véanse G. FINSLER, Homer in der Neuzeit von Dante bis Goethe: Italien, Frankreich, England, Deutschland (Leipzig, 1912) 377-474; N. HEPP, Homère en France au XVI siècle (Paris, 1968) y G. STEINER-A. DYKMAN (eds.), Homer in English (London, 1996).
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ya sean Ovidio, el Virgilio de las Geórgicas y la Eneida y quizá las versiones italianas». Este corolario indujo a Álvaro Alonso a ocuparse de un tema desoído: ¿qué traducción o traducciones de las Metamorfosis se dejan sentir sobre la Fábula? En uno de sus trabajos razona con ejemplos cómo el traslado del texto del sulmonense a cargo de Lodovico Dolce (1553) inspira varios episodios de la Diana de Alonso Pérez, recurso al que hubo de acogerse Góngora más de una vez. Por ello, establece un proto—linaje entre las Metamorfosis latinas e italianas sobre el que habrá que volver todavía.
Si partimos de las paráfrasis españolas, existen claros préstamos de la de Pérez Sigler (1580) sobre la de Pedro Sánchez de Viana (1589). Luego este último no tradujo directamente del latín. O no de forma única. Lo sugestivo es que tampoco el primero calcó la falsilla de Ovidio sino la muy libre traducción de Anguillara (1563), impresa dos décadas antes: «Viana tuvo que basarse en Anguillara, o en Bustamante, o en algún otro texto que sería el punto de partida de las tres. Pero lo que interesa resaltar es que, si existe una dependencia de Viana respecto a Anguillara, es esporádica, y muy diferente, por tanto, a la imitación al pie de la letra de Pérez Sigler». Se intuye, en definitiva, que Góngora pudo carear las de Bustamante y Anguillara, de forma directa o indirecta, es decir, con la intermediación de Pérez Sigler o Sánchez de Viana, aunque sus deudas conciernan más a este último que al Ovidio de 1580.
Cuando volvemos los ojos a la «cuestión homérica» en el cordobés, lo primero que sorprende es que un par de zoilos, de siglos muy alejados, aduzcan dos traducciones distintas de La Odisea para probar una fuente helena: Salcedo Coronel se basa en la segunda aldina (1517) o en la de Estienne (1566), mientras que Vilanova fundamenta sus ideas en la castellana de Pérez (1556). Así las cosas, falta por estudiar con tiento las dependencias entre ellas a la hora de buscar el volumen (uno o varios) que Góngora tuvo sobre el atril. No obstante, la segunda aldina y la de Estienne fueron las ediciones canónicas de los siglos XVI-XVII y don Luis pudo alternarlas con la de Pérez, la incompleta de Francesco Florido (Homeri Odysseae libri VIII, Lutetiae, Vascosanus, 1545) y, acaso, la de Dolce (1573). He aquí mi guiño travieso a la conjetura de Rico: quizá Góngora no dominara el griego y sólo discretamente el latín, pero seguro que sabía leer y escribir en español.
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A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 13-51; M. BLANCO, “La estela del Polifemo”, Lectura y signo (2010) (en prensa).53
Á. ALONSO MIGUEL, “La metamorfosis del cíclope”, en G. CABELLO PORRAS-J. CAMPOS DAROCa (coords.), Poéticas de la metamorfosis. Tradición clásica, Siglo de Oro y modernidad (Málaga, 2002) 273-282.
54
Á. ALONSO MIGUEL, “Pérez Sigler, traductor de las Metamorfosis”, en I. COLÓN CALDERÓN-J. PONCE CÁRDENAS (eds.), Estudios sobre tradición clásica y mitología en el Siglo de Oro (Madrid, 2002) 167-175 (pp. 170-171).
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Una vez fatigados los principales comentarios sobre el Polifemo, es decir, los de Díaz de Ribas (1618-1626), Salcedo Coronel (1629), Vilanova (1957), Dámaso Alonso (1961) y Micó (2001), el saldo de la figura de Homero en los «poemas mayores» se confirma exiguo, cuando no indirecto. Quiero decir que Salcedo, que a veces copia a Díaz de Ribas, sólo menciona cuatro pasajes:
1) la oscuridad de la cueva del jayán («menos luz debe, menos aire puro, / la caverna profunda, que a la peña») (1612, V, 35—36); 2) la roca de la entrada («bárbara choza es, albergue umbrío / redil espacioso donde encierra / cuanto las cumbres ásperas cabrío / de los montes esconde: copia bella / que un silbo junta y un peñasco sella» (1612, VI, 44-48). El hispalense lo glosa con estos hexámetros de La Odisea: «Caeterum deinde admouit repagulum ingens: alte leuans / grave, non illud duo, et viginti currus / fortes quaternis rotis a solo dimouere potuissent, / tantam excelsam petra, admouit ianue» (IX). Y Pérez había transcrito: «Tomó luego un peñasco con las manos, / que le servía de puerta, y arrimole / a la boca, por do entrado había»; 3) la imagen del cíclope como monte («un monte era de miembros eminente / este que, de Neptuno hijo fiero, / de un ojo ilustra el orbe de su frente») (1612, VII, 49-51), reflejo de «Similis erat cacumini sylvoso excelsorum montium»; 4) las cabezas que en otro tiempo pendían de su gruta («la humana suya el caminante errado / dio ya a mi cueva, de piedad desnuda» (1612, LIV, 429-430), según las describe Homero: «Hos autem menbatim resecans apparabat coenam / devorabat autem quemadmodum leo montanus».
Vilanova, apoyándose en la versión de Pérez, vislumbra junto a los anteriores un eco del jonio en la primera octava, durante la pintura del amanecer («que es rosa la alba y rosicler el día») (1612, I, 4), pues la Aurora con dedos de rosa de La Odisea y La Ilíada se convirtió en topos decorativo. Pero la Eneida resucita metáforas similares: «…roseis Aurora quadrigis / iam medium aetherio cursu traicerat axem». Doble raíz homérico—virgiliana que aflora de nuevo en el verso 59
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Díaz de Ribas había escrito: “etenim monstruum erat horrendum ineque similis / homini humano, sed promontorio selvoso”. Véase A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 440. Pérez traslada a HOMERO, La Ulyxea, como sigue: “A los mortales hombres antes era / como una cumbre llena de arboledas / de los muy altos montes, que se muestra / entre los otros sola y apartada” (p. 137).
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G. SALCEDO CORONEL, El Polifemo de don Luis de Góngora comentado (Madrid, Juan González, 1629) 15, 71 y 108. UL Cambridge, Hisp. 7.62.5.58
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) p. 153. Véase también M. R. LIDA, “El amanecer mitológico en la poesía narrativa española”, La tradición clásica en España (Barcelona, 1975) 119-164.
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«alterna con las Musas hoy el gusto» (1612, III, 21), habitual tanto en La Ilíada («canebat alternantes voce pulchra») (I, 604) como en las Bucólicas. Y lo mismo ocurre en la estancia en la que Góngora se recrea en el báculo de Polifemo: «cíclope, a quien el pino más valiente, / bastón le obedecía tan ligero, / y al grave peso junco tan delgado, / que un día era bastón y otro cayado» (1612, VII, 53-56). Finalmente, asocia a la terrible Escila (1612, LVI, 446) con la epopeya de Homero y la imitación virgiliana, siempre a partir de la edición del mantuano que cuidó Gregorio Hernández de Velasco (Amberes, 1557).
Dámaso Alonso reproduce las opiniones de Díaz de Ribas, Salcedo y Vilanova, mientras que Micó matiza varios flecos, enriqueciendo la nómina de plumas italianas. No abunda en el pasaje de la alborada (1612, I), pero aprueba la fragua homérica de la cueva y el peñasco, aunque condicionada por Teócrito (Idilios, XI, 45-46), Virgilio (Eneida III, 616-619; VIII, 190-197) y Ovidio (Metamorfosis, XIII, 810-811); el símil montuoso (1612, VII) podría descender de Anguillara (XIII, 130-131), como propuso Vilanova ; o de Adamastor (Os Lusiadas, V, XL), según el propio Micó ; la metáfora del pino-cayado, presente en Virgilio, Ovidio, Stigliani y Carrillo ; el fragmento de Escila; y, por último, las cabezas, que quizá deriven de un episodio no polifémico en el que Virgilio describe la cueva de Caco («En las puertas altísimas pendían cabezas de humana gente», Eneida, VIII, 196-197).
Mucho ruido para tan poco Homero. Y además con un misterio irresoluble: cada préstamo de La Odisea podría tipificarse, retrasando la cronología, como virgiliano u ovidiano. De modo que Pabst no fallaba al decretar que «las numerosas reelaboraciones de la fábula de Galatea se parecen, y no hay razón para que nos admiremos, pues, en primer lugar, se trata de un asunto perteneciente a la mitología, en cuyo contenido y composición nada puede modificarse; pero es que, en un segundo
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A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 281.60
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 462-463. J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere. Agudeza y humor en el Polifemo de Góngora”, Cinco ensayos polifémicos (Málaga, 2009) 9-109, relee esta imagen y la asocia con Homero por otra vía: a partir de lo inmane (’desmedido’, ‘gigantesco’) del humor ya en el mismo griego, explica que Góngora la eleva “a un grado ulterior de sutil comicidad, pues Polifemo no sólo maneja con portentosa facilidad tan sorprendente báculo, sino que su mole corpórea hace que en una sola jornada el recto bastón se tuerza bajo ese fardo incomportable. […] Ni siquiera apoyándose en el robusto tronco de un pino gigantesco lograría el cíclope que su bastón durara; la masa corporal resultaba tan ponderosa que acaba por deformar el utensilio” (pp. 47-53).
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A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 443.62
J.M. MICÓ, El Polifemo de Luis de Góngora (Barcelona, 2001) 19.63
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 20.64
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 91.65
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lugar, todos los poemas barrocos sobre Galatea son paráfrasis líricas de la versión ovidiana». Es verdad hasta cierto punto.
2. UN ARCO Y DOS PASOS ERRANTES.
El ingenio que fusionó lo que se ha dado en llamar las dos ramas del mito, la homérica, mucho más aventurera, carente de la hermosa ninfa que obliga a Polifemo a salir de su cueva, y la bucólica, deudora de Teócrito, fue Luciano en dos episodios de sus Diálogos marinos: «Polifemo cegado por Ulises» (II) y «Descripción de Polifemo, amante de Galatea» (IX). Virgilio (Eneida III, 588-691), antes que Ovidio, asumía la herencia del griego cuando Eneas y sus soldados se encuentran con un expedicionario de Ulises. Éste les cuenta los horrores que contempló en la gruta: los amigos devorados y la borrachera del monstruo. En ese momento aparece Polifemo. Lleva un pino como bastón y se lava en el mar. Los troyanos escapan pero el monstruo los escucha y la ribera se puebla de titanes. Como observó Dámaso Alonso, «no tenemos en Virgilio un Polifemo enamorado, si bien del canto del gigante hay rastros en el cántico apasionado de Coridón: el elogio de su riqueza en ganados; el haberse mirado en el mar en calma y no haberse percibido feo…».
Se diría que Góngora no acude directamente a Homero sino a los filtros de Luciano —improbable—, Teócrito, Virgilio y Ovidio. Pero hay un par de pasos, quizá uno y medio, que remiten al padre de La Odisea. Dos pistas que, además, invitan a otra lectura de un sexteto de octavas: 1) las cabezas que colgaron de la cueva (1612, LIV), aunque, como digo, pudiese tomarlas de Virgilio; 2) la comparación del Amor con los «paladiones» (1612, XXXVII), la estatua de madera que representaba a Atenea y que fue robada de Troya por Ulises y Diomedes; aunque en el Siglo de Oro se llamó también «paladión» al caballo de madera lleno de aqueos que los troyanos, engañados por Sinón, introdujeron en la ciudad derribando sólo parte del muro, lo que ocasionó la pérdida y el incendio de Ilión. Es sabido, empero, que tal episodio consta en el canto II de La Eneida. Lo extraño es que los comentaristas, desde Salcedo Coronel a Vilanova, hayan pasado de puntillas sobre cuál
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W. PABST, La creación gongorina en los poemas Polifemo y Soledades (trad. Nicolás Marín), Anejo LXXX de la Revista de Filología Española (1966) 12-13.66
J. ALSINA, Luciano, Obras. El sueño. Diálogos de los dioses. Diálogos marinos, vol. I (Barcelona, 1982) 84-86 y 94-95.67
J. DE ECHAVE-SUSTAETA, Virgilio, Eneida (Madrid, 1992) 227-231. Véase D. ALONSO, “La Fábula de Polifemo y Galatea. La tradición del tema de Polifemo: época grecolatina. Tratamientos del tema en los siglos XVI y XVII. La Fábula de Acis y Galatea de Carrillo de Sotomayor. Novedad y grandeza de la Fábula de Polifemo y Galatea, de Góngora”, Góngora y el Polifemo, incluido en Obras completas. Góngora y el Gongorismo, vol. VII (Madrid, 1984) 185-206 (p. 187).
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podría ser el texto base para la estancia XXXVII. Micó señala simplemente que Vilanova «advierte similitudes con ciertos pasajes del Leandro de Boscán (vv. 66-69) y de la Gerusalemme Liberata de Tasso (IV, 76)». Nada niega, pues, la lejana ascendencia de Homero —argumental, como tópico—; más aún si consideramos que el jonio alude a estos hechos justo en el libro anterior (VIII) al de la historia de Polifemo (IX). Sólo hay una clave de la metáfora gongorina que nos tienta a emparentarla con Virgilio: el sueño de los troyanos. Volveré sobre ella un poco más tarde.
Detengámonos en las cabezas humanas, menos «genuinamente homéricas» que este último ejemplo. Ahora bien, por caprichos del destino, son las que conducen hasta el ciego de Quíos y mi análisis de las estrofas LIV-LIX. Reproduzco los versos que me interesan:
LIV
«Registra en otras puertas el venado
sus años, su cabeza colmilluda
la fiera cuyo cerro levantado,
de helvecias picas es muralla aguda;
la humana suya el caminante errado 430
dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,
albergue hoy, por tu causa, al peregrino,
do halló reparo, si perdió camino.
LV
En tablas dividida, rica nave
besó la playa miserablemente, 435
de cuantas vomitó riquezas grave,
por las bocas del Nilo el Orïente.
Yugo aquel día, y yugo bien süave,
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HOMERO rememora en La Ulyxea (Venecia, 1553): «y canta de la fábrica y hechura / del caballo de leño, que por arte / de Epeo y de Minerva fue acabado: / aquel que, por engaño, el grande Ulises / metió en el alto alcázar, lleno todo / de armados, que al gran ilio destruyeron. / […] / A unos paresció que se debía romper con fuertes hachas aquel leño. A otros que, sacándole de fuera / del alto alcázar, fuese despeñado. / A otros paresció que se quedase / aquella grande estatua entera, y fuese para aplacar los dioses soberanos. / Venció pues este voto, porque había / de ser así y estaba ya ordenado» (p. 128).
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J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 65.70
G. SALCEDO CORONEL, El Polifemo (Madrid, Juan González, 1629) 71.69
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del fiero mar a la sañuda frente
imponiéndole estaba (si no al viento 440
dulcísimas coyundas) mi instrumento,
LVI
cuando, entre globos de agua, entregar veo
a las arenas ligurina haya,
en cajas los aromas del Sabeo,
en cofres las riquezas de Cambaya: 445
delicias de aquel mundo, ya trofeo
de Escila, que, ostentado en nuestra playa,
lastimoso despojo fue dos días
a las que esta montaña engendra arpías.
LVII
Segunda tabla a un ginovés mi gruta 450
de su persona fue, de su hacienda;
la una reparada, la otra enjuta,
relación del naufragio hizo horrenda.
Luciente paga de la mejor fruta
que en hierbas se recline, en hilos penda, 455
colmillo fue del animal que el Ganges
sufrir muros le vio, romper falanges:
LVIII
arco, digo, gentil, bruñida aljaba,
obras ambas de artífice prolijo,
y de Malaco rey a deidad Java 460
alto don, según ya mi huésped dijo.
De aquél la mano, de ésta el hombro agrava;
convencida la madre, imita al hijo:
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Los escolios que siguen deben mucho a un reciente artículo de Jesús Ponce sobre el humor en la Fábula gongorina. No me duelen prendas en admitirlo, por más que aquí reoriente sus criterios hacia unas estrofas que no se han juzgado como jocosas. Sean estas calas el altavoz de sus finas páginas sobre el envés cómico de la octava VIII (donde el viento «peina» los cabellos del cíclope); el valor de la pera y de la camuesa en la X; el modismo («que no debiera») y el epifonema («¡tal es la música de Polifemo!») en la XII; el carro que Glauco ofrece a Galatea en la XV, etc. Basándose en las teorías de Demetrio (Sobre el estilo), Ponce razona que el cíclope de Homero era ya en cierta medida un proto-tipo humorístico. El autor de La Odisea —como después Góngora— construyó una narración mezcla de gravedad y chanza:
Ponce subraya que Homero y Góngora poseen fraterna habilidad para el humor grotesco. A
serás a un tiempo en estos horizontes
Venus del mar, Cupido de los montes». 465
LIX
Su horrenda voz, no su dolor interno,
cabras aquí le interrumpieron, cuantas
–vagas el pie, sacrílegas el cuerno–
a Baco se atrevieron en sus plantas.
Mas, conculcado el pámpano más tierno 470
viendo el fiero pastor, voces él tantas,
y tantas despidió la honda piedras,
que el muro penetraron de las hiedras.
el ciego de Quíos, incluso cuando bromea, es más terrible y parece haber sido el primero en
inventar gracias que inspiran horror. Por ejemplo, cuando describe a la persona más desagra-
dable, al cíclope: “A nadie me lo comeré el último; a los demás los primeros” (Odisea, IX,
369). Es el regalo de hospitalidad del cíclope. Del resto de su comportamiento nada lo mostró
tan horrible: ni cuando se come a los dos compañeros de Ulises, ni por su puerta de piedra, ni
por su maza, como por esta broma.
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A. CARREIRA, Luís de Góngora, Obras completas, vol. I (Madrid, 2000) 337-351. 72
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 14.73
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continuación, rastrea los artificios que ya desde los mismos griegos activan la iocunditas: la personificación, el símil, la hipérbole y los giros sentenciosos. Lo que revalida que los lazos entre ambos genios responden más a la técnica narrativa que a la copia inequívoca de versos: «resulta difícil afirmar que el poeta barroco haya tomado un símil concreto de Homero, Virgilio, Claudiano o Estacio para verterlo en el epilio de una manera exacta o (si se prefiere) servil. Lejos de limitarse a una labor de puntilloso traductor o fidus interpres, Góngora parece seleccionar motivos comunes al ámbito de la similitudo para someterlos a una personal criba que permite apreciar en ellos tanto el vínculo con la tradición como una extraña originalidad».
A la luz de estas citas examino la «decoración» que Polifemo evoca en la octava LIV: las cabezas que hace tiempo engalanaron su hogar: «la humana suya el caminante errado / dio ya a mi cueva, de piedad desnuda» (1612, 430-431). Trofeo y consecuencia lógica de haberse zampado a buena parte de la tripulación de Ulises. Como es notorio, tales versos pertenecen a las estancias finales del canto del monstruo, incluido a su vez dentro del poema especular, reflectante, escrito por Góngora y narrado por una voz que identificamos con la del cordobés. Luego tenemos dos marcos (I-III y LIII-LV) y dos cantos: el que Góngora dirige al Conde de Niebla (I-III) y el que el jayán entona para Galatea (XLVI-LVIII). Pues bien, las cinco estrofas que cierran el segundo se enlazan con Homero —al igual que con Virgilio y Ariosto— gracias a uno de los pocos hilos no anudados por Ponce: el anacronismo. A mi juicio, salvo error u omisión, las octavas LIV, LVII y LVIII contienen las cuatro disonancias cronológicas de la Fábula. Muy cercanas entre sí, quizá hasta demasiado. La novedad de la estrofa LIV atañe a las rutinas de Polifemo, que han cambiado mucho desde que habitara la cueva que le diseñó el poeta ciego. Así se lo participa a Galatea cuando rememora que en otras puertas «registra ahora el venado sus años», ya que por los cuernos se conoce la edad que tiene (Salcedo Coronel, Alonso y Micó). El mismo destino, ajeno a la caverna, ha corrido la «cabeza colmilluda» del jabalí (1612, LIV, 426). El anacronismo se localiza en la imagen del «cerro levantado» del cerdo, o sea, los pelos del espinazo, que se elevan como una «muralla aguda de
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Sobre este particular remito a las clásicas páginas de A. LESKY, “La cuestión homérica”, Historia de la literatura griega I. De los comienzos a la polis griega (Madrid, 2009) 85-98.
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Véanse E. CANCELLIERE, Góngora. Itinerarios de la visión (trad. R. Bonilla-L. Garosi) (Córdoba, 2008) 20-21 y 159-162; y M. WILSON DE BORLAND, “La música de Polifemo: Orfeo y lo pastoril en el poema de Góngora”, en GIUSEPPE BELLINI (ed.), Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, vol II (Roma, 1982) 1053-1059.
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Con todo, ha bosquejado que «la congeries que articula la confusión de los bosques, el temblor de las aguas marinas, el airado pavor de tritón, la veloz huida de los barcos… de alguna manera se identifica con aquellas “gracias macabras” reconocibles en Homero». Véase J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 76.
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helvecias picas» (1612, LIV, 428); comparados, pues, con un escuadrón de piqueros suizos: los famosos y arrojados esguízaros. Dicha semejanza en modo alguno podía conocerla el monstruo ni es propia de su dominio pastoril. Micó glosa que «Díaz de Ribas, con erudición y conocimiento de la poética de su tiempo, minimizó y justificó la libertad de don Luis». Insisto: este sexteto (LIV-LIX) de octavas, en virtud de sus anacronismos, es una mina de agudezas necesitada de relección. Góngora procede de forma no muy distinta a la de Homero en La Ilíada cuando, por ejemplo, aludía a la falange, que no se inventó hasta mucho después y cuya sola cita podría retardar la datación del texto —uno de los escollos de la «cuestión homérica». Curiosamente, la misión del «colmillo que fue del animal que el Ganges vio» no es otra que la de «sufrir muros» y «romper falanges» (1612, LVII, 455-456). Pura coincidencia. Además de otro anacronismo que se ha leído como herencia de los Macabeos, I, 6, 38 o incluso de Marco Polo, CXXII-CXXIII. A mi juicio, no es descartable que el cordobés piense en otra fuente: la batalla en la que Alejandro Magno derrotó al rey hindú Poros y a su ejército de treinta mil soldados de caballería, treinta y ocho mil de infantería y treinta elefantes en el río Hidaspes (326 a. C.), tal como relata, por ejemplo, Plutarco en la Vida de Alejandro (60, 10-12):
Recordemos que un «artífice prolijo», al servicio de un rey malayo, convirtió el colmillo del elefante en arco y aljaba. Dicho soberano los ofrendó, a su vez, a una deidad java (1612, LVIII, 457-460). Y por causas que para Góngora no vienen al caso, ahora pertenecen a ese piloto genovés que, tras naufragar en Sicilia y ser albergado y nutrido por el cíclope («Luciente paga de la mejor
Alejandro, que temía a las bestias (elefantes) y el gran número de los enemigos, cargó
por el ala izquierda y ordenó a Ceno que se lanzara contra la derecha. Al ponerlos en fuga,
desde cada ala éstos iban a caer siempre ante las bestias y forzados con violencia se amonto-
naban. Por esto, el combate se embarulló y casi ya a la hora octava los enemigos desfallecie-
ron.
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La misma anécdota es relatada por Quinto Curcio Rufo en Historiae Alexandri Magni Macedonis, 8.13-14, y Lucio Flavio Arriano en Anábasis de Alejandro Magno, 5,9.
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J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 95.79
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 91. A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 614-620, mantiene que la clave es el adjetivo «colmilluda», que no aparece en la versión de Diego Mejía de las Heroidas de Ovidio (epístola IV), pero se populariza desde la Égloga II de Garcilaso (vv. 191-192): «colmilluda testa ora llevando / del puerco jabalí cerdoso y fiero». La mayoría de los renacentistas desechan la «cabeza colmilluda» para la descripción de la bestia y repiten los epítetos «cerdoso» y «fiero» (Herrera, Ercilla, Rufo, Cetina…). Sin embargo, resurge en la «Canción de Alasto a Crisalda» incluida por Lope de Vega en La Arcadia, E.S. MORBY (ed.) (Madrid, 1975) 91-107 y 166-177. Véase, a propósito de la posible influencia de este texto sobre el epilio de Góngora, R. OSUNA, “Una imitación de Lope de la Fábula de Polifemo ovidiana”, Bulletin Hispanique, LXX (1968) 5-19.
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fruta / que en hierbas se recline o en hilos penda») (1612, LVII, 453-454), corresponde a tanta fineza con ambos regalos. Es lo que Cancelliere ha denominado la «proyección fantástica del teatro regio en el espacio del exotismo». Tributos que, por último, Polifemo obsequia a Galatea. He aquí una clave común del anacronismo homérico y gongorino: su deseo de erigir mitos eternos, sin barreras temporales. Don Luis quería forjar las bases de toda una época de poesía mítico-narrativa, aun a costa de algunas libertades. Guiños, por otro lado, que en nada traban el hilo de sus versos ni despistan a su lector. De hecho —creo que no se ha dicho—, el sintagma con el que designa al orfebre del arco («artífice prolijo») no es muy diferente de este otro del canto VIII de La Odisea en el que Helio y Laodamante, hijos de Alcínoo, danzan y juegan con «[…] una pelota colorada, / redonda y muy bien hecha, que Polibo, / artífice excelente, había cosido».
Esta licencia del arco asiático fue explicada por Dámaso Alonso como imitación directa de Stigliani, pero «mal desarrollada y no conseguida. La comparación con las Stanze Pastorali del italiano nos aclara el origen y tal vez esa torpeza. En un texto y otro, un primoroso arco y una delicada aljaba pasan de las manos de un náufrago a las de Polifemo, y éste se los quiere ceder a Galatea». Considero que sí hay una razón para incluir tales armas, distinta de la sugerida por Micó: «Góngora adoptó el calco con la intención de cerrar el canto del cíclope —a pesar de la interrupción de las cabras pisoteando las vides de Baco— con un ofrecimiento muy concreto que no carece de simbolismo, pues el mismo cíclope pondera la importancia del don y destaca sus posibilidades amorosas».
Antes de profundizar en los anacronismos conviene aquietarse en los recuerdos del cíclope. El que las cuernas de venado y las testas de jabalí formen parte ya de su pasado, cuando no ha mucho eran sus adornos más queridos, junto a las cabezas aqueas («el caminante errado») (1612, 429), orientan la lectura por otro sendero. Adelanto, eso sí, que —como Cancelliere— me separo de Alonso y Micó en el examen de la octava LIV, pues no veo la obligación textual de restringir las cabezas de los animales evocados por Polifemo a otros cazadores que nada tienen que ver con él, limitando las
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E. CANCELLIERE, Góngora (Córdoba, 2008) 150.81
HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 124.82
D. ALONSO, “Un pasaje del Polifemo imitado por Góngora», Estudios y ensayos gongorinos, en Góngora y el gongorismo, vol. V (Madrid, 1978) 561-567. M.C. CABANI, El gran ojo de Polifemo Anejos de Analecta Malacitana (Málaga, 2007) 21-22, amplía que “pertenece a la tradición pastoril el motivo del regalo. A la serie de regalos ‘naturales’ virgilianos (dos corzos), ovidianos (dos cachorros de osa) y de Teócrito (once cervatillos y cuatro oseznos, pero también lirios blancos y amapolas rojas), Stigliani añade un arco con aljaba historiada y un vaso, también labrado, haciendo referencia, quizá más que a Teócrito, a Sannazaro. […] En cuanto a la invención del navegante (o del náufrago) que llega de países lejanos traído por la tempestad, llevando el magnífico objeto, derivada tal vez también de Sannazaro […], se transformará en un motivo recurrente en la tradición del siglo XVII”.
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J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 95-96. 84
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colgaduras del monstruo a esos despojos de marinos griegos que se cobró bárbaramente. Sería reducir mucho su pericia como ballestero. No en balde, Góngora indicaba en la número IX que la zamarra que luce el protagonista mezcla las pieles de uno o varios felinos: «no la Trinacria en sus montañas, fiera / armó de crueldad, calzó de viento, / que redima feroz, salve ligera / su piel manchada de colores ciento» (IX, 65-68).
En las postrimerías del canto, aquellas cuernas son reemplazadas por una visión de la caverna como fonda para náufragos: «albergue hoy por su causa al peregrino, / do halló reparo, si perdió camino» (1612, LIV, 431-432). De ahí que los bienes que atesora el cíclope sean radicalmente distintos. Seguro de sus dádivas, prueba de la mutación de su natural salvaje, se las brindará a Galatea. Son las siguientes: las «riquezas» orientales que amparaba la «rica nave en tablas dividida» (1612, LIV, 433) de un genovés (1612, LV) —otro anacronismo— que encalló en las faldas del volcán cuando transportaba «cajas» con aromas sabeos y «cofres» con riquezas de Cambaya (1612, LVI, 441-444). La isotopía del sustantivo «riqueza» y sus alomorfos adjetivales son significativos en un poeta como don Luis, que no concreta, en cambio, las mercancías —¿gemas, estatuillas, perfumes…?— de la «ligurina haya». Justo al revés que en la descripción del tercer regalo: el arco del rey Malaco (1612, LVII-LVIII). Es obvio que la elección del «haya» para el bajel italiano revela cierto desconocimiento de las maderas más apropiadas para echarse al mar, como le afearon sus impugnadores y partidarios; a la vez que confirma, en palabras de Jammes, que «en la imaginación de Góngora el mundo contemporáneo se imponía naturalmente a la ficción antigua y que el Polifemo es, en estos y otros detalles, más afín a Os Lusíadas que a La Odisea».
Con el broche de este veredicto estoy de acuerdo. No tanto con el apriorismo de que la modernidad se apodere tan fácilmente de la bucólica. Lo aclaro, de nuevo, en virtud de las cuatro «licencias». Góngora, además de un cíclope pastor, nos pinta en su fábula el retrato de un cortesano que no vacila en recrearse con las piezas que pone al alcance de la nereida. Me refiero, claro está, a los bienes que custodia en su gruta, ya que antes se ha ufanado de sus heredades: «Pastor soy, mas tan rico de ganados, / que los valles impido más vacíos, / los cerros desparezco levantados / y los caudales seco de los ríos» (1612, XLIX, 385-388). Pero esos tesoros que canta son completamente artificiosos, en la medida en que la técnica, el ingenio, se antojan capitales para destilar las esencias de Saba,
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R. JAMMES, La obra poética de don Luis de Góngora (Madrid 1987) 473.86
J. PONCE CÁRDENAS, “El enigma de la fiera: sobre la zamarra del cíclope”, Cinco ensayos polifémicos (Málaga, 2009) 171-239, aduce ejemplos clásicos, renacentistas e incluso iconográficos para postular que «el pellico» del monstruo era una piel de lince.
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para bruñir el oro y la plata que puedan contener los cofres y, sobre todo, para labrar, tensar y encordar el colmillo de elefante, ya metamorfoseado en arco.
De un modo u otro, son tres dones que Galatea desprecia inmisericorde. No les presta atención y menos aún al bellísimo paraklausithyro del más horrible de los monstruos, que serviría por sí solo para enaltecer la calidad de los objetos. La causa principal es que la ninfa no se encuentra allí, sino algo lejos, emboscada entre la maleza; retozando con Acis, que para más inri no le dirige la palabra en ningún momento. Ésta es la cumbre irónica del mito. E incluso de toda la obra de Góngora. El mancebo sólo ha utilizado un par de recursos para seducirla: su lindura y tres regalos —véase la simetría con los anteriores— que, a diferencia de los encarecidos por Polifemo, se reducen íntegramente al mundo bucólico. No existe, por tanto, artificio humano ni confección: un cesto de mimbre con almendras («El celestial humor recién cuajado / que la almendra guardó entre verde y seca») (1612, XXVI, 201-202), leche exprimida (manteca) en juncos (1612, XXVI, 204) y un panal sobre un corcho («un rubio hijo de una encima hueca») (1612, XXVI, 206).
Nos careamos entonces con la gran paradoja, con esa dualidad tan barroca que sustenta las simetrías del Polifemo: la repetición especular de motivos afines pero con usos y funciones diversas en dos lugares del texto. Si la contemplación del gallardo Acis y los incentivos naturales que lo acompañan dan paso a esa imagen en la que una de las flechas de Cupido se clava en el corazón de la ninfa, transformándolo en «carcaj de cristal» (XXXI, 241-243), el poder de seducción que pudiera ejercer el «colmillo» que perteneciera al rey Malaco queda anulado de inmediato. Porque el arco y la aljaba que regala Polifemo son físicos, labrados, pero nada tienen que ver con la poesía, con la metáfora («carcaj de cristal»), ni con el imaginario de la Edad Dorada. No sirven para conquistar a Galatea, cuyo flechazo es previo y nada «artificioso» en lo que atañe a los dones; si bien Acis se sirve de varias argucias («el fingido sueño») que no carecen de importancia. Góngora apunta, pues, que gracias a las cajas, a los cofres y al arco oriental —tan modernos como anacrónicos en la égloga y en
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No es ocioso recordar que el cíclope de Homero ordeñaba a sus ovejas y a sus cabras y poseía, a diferencia del gongorino, “llenos de quesos muchos canastillos, / muchos apriscos llenos de corderos, / y de cabritos, unos apartados / de otros por su orden de esta suerte” (HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 138) en el interior de su caverna. Precisamente el canasto con requesón o manteca es una de las ofrendas de Acis —y no del monstruo— a la hija de Doris en el epilio del cordobés. Sobre los regalos de Acis, véase ahora J. PONCE CÁRDENAS, “Pequeñas dilucidaciones sensuales”, El tapiz narrativo del Polifemo: eros y elipsis (Barcelona, 2009) 132-154.
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Véanse G. MAZZOCCHI, “La estructura narrativa del Polifemo”, Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 125-138; y T.E. PETERSON, “The Generation of Mythic Language in the Polifemo”, Journal of Hispanic Philology, 17 (1993) 191-211.
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G. POGGI, “Mi voz por dulce cuando no por mía: Polifemo entre Góngora y Stigliani”, Góngora hoy VII. El Polifemo de Góngora (Córdoba, 2005) 53-75, atribuye al autor italiano la novedad de los “dones artísticos” en el elenco de las ofrendas contenidas tanto en Teócrito como en Ovidio y desarrolladas por Góngora en las tan criticadas octavas LVII y LVIII, quizá las más modernas de todo el poema (p. 62).
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el paréntesis que forman estas seis octavas—, Polifemo no sólo se persona a guisa de pastor, sino como cortesano, poeta, cantante, homo loquax y homo faber. Y todo ello sin derrumbar los cimientos arcádicos en los que se asienta este idilio desde Teócrito.
Quiero decir que Galatea simboliza los códigos bucólico-virgilianos, al igual que Acis. En todo momento y sin cambio alguno. Mientras que el jayán, durante cinco estancias, opta por valerse de industrias que no le corresponden. Tan impropias en ese mundo como revolucionarias. Sus regalos, recibidos de príncipes y comerciantes, se asemejan más a los que el rey Alcínoo dispuso para Ulises en La Odisea (canto VIII) —una espada, un arca, oro y un rico vaso— que a los propios de un cabrero. Por ello se da de bruces con el desdén de la hija de Doris. Luego «el mundo contemporáneo» acaso «se imponga naturalmente sobre la ficción antigua», como sugería Jammes, pero los personajes «naturales» de esa ficción, y por tanto el amor de Galatea, sólo pueden armonizar con su igual. Y no pienso en el tamaño ni en la belleza de unos y otros. La ninfa se prenda del joven Acis, aunque le resulte insulso, porque éste ni por asomo se plantea quebrar el decoro de la égloga con un bazar de aljabas, chinerías, perfumes y ¡cantos!. El raro, el indecoroso, es Polifemo. No por su ferocidad, ni por su altura, ni por ser heredero de Neptuno, ni tampoco por mesarse la barba con un rastrillo y dejar que el viento peine sus cabellos. Es «grosero» porque durante cuarenta versos se olvida de quién es, soslayando el código pastoril, connatural a su esencia, para seducir a la mujer que ama. Polifemo arrincona su esencia de cíclope, inculta, tal como la definió Homero veinte siglos atrás, para atildarse como un caballero ridículo que no logra sus deseos. De ahí que el canto sea un alarde tan brillante como trivial —depende de si lo escucha el Conde de Niebla, en el primer marco, o Galatea, en el segundo—, y no sirva para nada. Bueno, sí: para que el lector se deleite con un aria operística que no contribuye al progreso narrativo de la Fábula. He aquí la causa por la que cuando ya no hay remedio, cuando es tarde para «reconquistar» a la que nunca fue suya, Polifemo se agarra con manos firmes a su atávica brutalidad, desgaja el farallón del Etna y liquida al rival que se la ha quitado.
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G. POGGI, “Mi voz por dulce” (Córdoba, 2005) 64, ha leído esas octavas de otra forma, sin duda estimulante: “Es como si, convirtiendo al cíclope en interlocutor de un marinero, Góngora consiguiera desplazar el tiempo (mejor: la atemporalidad) del mito hacia la actualidad de la historia y añadir una voz más a las que cuentan la fábula: la del poeta y la de Polifemo. […] Parece que en sus estrofas Góngora haya transformado las entregas narrativas míticas del modelo ovidiano en una mezcla de voces poéticas indirectas (la del poeta inspirado, la bucólica de Polifemo, la épica del naufragio) que, mientras remiten a la alternancia de registros propia de las contemporáneas Soledades […], confieren al pormenor del arco una función dialéctica, casi, diríamos, de mise en abîme”.
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HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 126: «sacó allí de su cámara la reina / para el huésped una arca muy hermosa: / púsole dentro dones muy preciados, / puso las vestiduras, puso el oro / que los Pheaces ricos le habían dado. / Puso también en ella un buen vestido, / y una camisa rica y bien labrada. / Y vuelta a él le dijo desta suerte: / «huésped, como hayas visto el rico vaso, / añúdalo muy bien […]».
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Es factible que Góngora incite —y retomo la brújula de Ponce— a mirar su jayán como símbolo anacrónico, al tiempo que protagonista, dentro de su Fábula. En tal caso, habría que aplaudirle una humorada de proporciones gigantescas. Dicho de otro modo: quizá la octava VIII, en la que Polifemo luce un pino como bastón, después convertido en cayado y comparado con un «junco», sea el adelanto jocoso del modus operandi que dilata para festejar a Galatea. Si ese rasgo homérico del báculo lo interpretamos, como plantea Ponce, de acuerdo con la otra acepción de «junco», o sea, «las muletillas que usaban los príncipes cuando estaban en el campo y llevan por entretenimiento en la mano», nos hallaríamos ante una agudeza que condiciona la imagen del cíclope y del propio texto. Esa metáfora («bastón-junco-cayado») no tiene su correlato en ninguna de las fuentes antiguas, con lo que el pino, en sus distintas variedades o fases, dotaría al monstruo de una apariencia no ya de bestia sino de mayoral refinado; por más que «su naturaleza acabe siempre por manifestarse, mudando el pino en deforme cayado de un desmañado pastor». Algo parecido tenemos en la parodia del mito que Francisco Bernardo de Quirós incluyó en sus Aventuras de don Fruela (1656). El Polifemo del conocido entremesista rebaja las tareas bucólicas e incluso porta un reloj: «arietes apacentaba / (no sé cierto si eran suyos) / por las márgenes frondosas / del más abundante fluvio» (1656, 57-64). Luego este contra factum de la Fábula gongorina, en la que prolifera el humor, se convierte en heredero de las octavas que el cordobés consagró al retrato del cíclope. No hay que leer por tanto esos octosílabos como una chanza del modelo, sino como burla en segundo grado de un prototipo (Góngora) que ya se había reído de Ovidio. Volveré sobre este romance, pero desde el momento en que Quirós cuestiona la propiedad del rebaño del monstruo, descrito con una sinécdoque («arietes») que remite tanto a la cuerna del macho cabrío como a la parte superior de los cayados, entiendo que ironiza el andamiaje pastoril sobre el que los clásicos habían basado el cortejo de Polifemo. Y es entonces cuando el anacronismo se apodera del curioso texto: el madrileño destruye varios tópicos rústicos, sustituidos por un nuevo paisaje, dominado esta vez por las relaciones comerciales, el interés carnal y hasta la usura: «a lo dulce de la voz, / que fue de Florián trasunto, / quedo más aficionado / que un ginovés a un escudo» (1656, 75-76). Reparemos en el pasaje en que el coloso inicia su canto de autobombo, contándose entre sus modernas habilidades la destreza en el billar: «¿Quién en el correr me iguala? / Competir conmigo pudo / el alquiler de mi casa, / que ese solo corre mucho. / ¿Pues si tomo el taco cuando / quiero jugar a los trucos? / Conmigo fue Orozco manco / y Escobar fue manco y zurdo» (1656, 157-164). Por último, nótese que, a diferencia del gongorino, aunque también a su zaga, al menos por lo que respecta a las
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octavas que traigo entre manos, su seducción es más propia de cortesano fachoso que de pastor: «Si me admites por tu amante / te daré de Arabia el fruto; / tendrás coche para el Prado, / muletilla y manto de humo» (1656, 145-148).
Ambas versiones del mito latino inducen a pensar que el amor entre contrarios, tan característico del Barroco, la imposibilidad de que un cíclope negruzco arrebate el corazón de las más proporcionada y cristalina de las ninfas, hay que valorarlo también como un monstruoso error a la hora de abordar la militia amoris: Polifemo, persuadido del miedo que infunde su figura, «se culturiza»; renuncia a decapitar cérvidos y aqueos, aun siendo un divertimento que le placía sobremanera, para no asustar a Galatea. Oculta su salvajismo, disfrazándolo, para requebrarla con modales palaciegos —el canto, las finezas—. Y fracasa. Porque esta ninfa con aire de zagala ni los entiende, ni los escucha ni podría descodificarlos. Sin embargo, da buena cuenta de los manjares –las almendras, la mantequilla, la miel– del anodino Acis, cuyos guiños comprende a la perfección. Disiento de Ponce cuando sostiene que «la naturaleza rústica del galán siempre acabe por manifestarse». No siempre. O de modo no tan natural, sino como lo haría cualquier amante despechado, tanto si pertenece a la esfera de lo salvaje como de lo exquisito. El cíclope enumera y pauta sus regalos con orden, tino y elegancia, rasgos aplicables a cada uno de los versos que salen de su boca. Pero Góngora desliza entonces uno de sus sarcasmos: cuando Polifemo seguía con pies de plomo el «manual del buen cortesano», aunque Galatea se halle lejos y con otro, lo que resulta irónico de por sí, los apuros del idilio, la distancia entre ambos, quedan relativamente paliados gracias a su portentosa voz y al «fuelle» que aplica al albogue, capaz de atronar selvas y océanos. Lo que obstaculiza sus deseos, rompiendo de un manotazo métrico la imagen áulica que poco a poco se imprime en el lector, no es ni su estatura ni su rudeza, innatas, sino ¡las cabras!, que atajan su canto al profanar, pisoteándolas, las vides de Lieo: «Su horrenda voz, no su dolor interno, / cabras aquí le interrumpieron, cuantas / (vagas el pie, sacrílegas el cuerno) / a Baco se entrevieron en sus plantas; / mas, conculcado el pámpano más tierno / viendo el fiero pastor, voces él tantas, y tantas despidió la honda piedras, / que el muro penetraron de las hiedras» (1612, LIX, 465-466). Góngora nos zambulle en la cruz subversiva, jocoseria, que domina su pluma. Porque el ruido de las cabras, rumiando los racimos, malográndolos con sus pezuñas, funciona como el campanillazo bufón que detiene la cantinela del cíclope. Ahora bien, don Luis escribe que el ganado ahogó «su
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Véase R. BONILLA CEREZO, “Góngora y Castillo Solórzano en la Fábula de Polifemo de Francisco Bernardo de Quirós”, Il Confronto Letterario, 51 (2009) 39-79.
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horrenda voz, no su dolor interno». En la octava sólo cesa el canto, la poesía del monstruo, el plectro de un jayán obnubilado por su propia música; víctima de una ensoñación, de un rapto de las Musas, con las que, por otra parte, está más o menos emparentado en la dinastía olímpica. Porque, tan absorto como dolido, el sacrilegio del rebaño no provoca en él una reacción demasiado agresiva –les tira piedras con su honda, lo normal en cualquier pastor–. Polifemo sólo actúa con saña rústica («su dolor interno») cuando el veneno de los celos le muestra la imagen de los novios, que yacen abrazados en la floresta. ¿Y quiénes son los agentes que permiten esa visión? En efecto, de nuevo las cabras, que corren hacia el bosque temerosas del castigo. Su huida desbarata el telón boscoso, el «muro de hiedras» (1612, LIX), que velaba la intimidad de Acis y Galatea.
Es en el instante en que el ganado, con una imagen tragicómica, deja a la vista lo que estaba oculto cuando el hijo de Neptuno siente el jirón de los celos, «despertando» de su regia quimera, increíblemente tejida, y de sus bienes de coleccionista. La culpa la tiene un semidiós siciliano, diminuto, rubicundo y, en lo que al texto se refiere, mudo. Un «mediocre» que, empero, fue lo bastante hábil para ganarle por la mano. Con otras palabras: un renacuajo al que podría aplastar con el dedo; un coquetón que cautiva a Galatea con tres dones al alcance de cualquiera y tras fingir un sueño muy distinto del «embeleso» en que parecen sumergirse las estancias del cíclope. Profundizo así en las dos ensoñaciones del poema: la de Polifemo es típica del artista en vigilia, pues, como buen enamorado, ni come ni duerme ni calla; la de Acis, en cambio, tan sibilino como ocioso –sólo se mueve para acercarse a Galatea y durante el abrazo en el tálamo–, es interesada y, en cierto modo, pedestre. El mancebito posee un sentido práctico del que carece el jayán, abstraído en sus endecasílabos. Casi ausente, y como mínimo distante de lo que allí ocurre, mientras los novios se entregan a sus negocios carnales.
Gracias a esa pintura aletargada en la que Acis se hace el dormido para «penetrar los pensamientos» de Galatea, aflora la imagen homérico-virgiliana de los «paladiones». Góngora firma entonces uno de los contrastes axiales de su Fábula: «Acis aún más de aquello que dispensa / la brújula del sueño vigilante, / alterada la ninfa esté o suspensa, / Argos es siempre atento a su semblante, / lince penetrador de lo que piensa, / cíñalo bronce o múrelo diamante: / que en sus paladïones Amor ciego, / sin romper muros, introduce fuego» (1612, XXXVII, 289-296). Micó ha prosificado que «Acis ve más de lo que le concede o permite (dispensa) la mínima rendija a que le obliga su sueño vigilante». Lo atractivo es que la antinomia entre los galanes se establece en términos
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visuales y sonoros: Acis es un «Argos», o sea, el pastor que contaba cien ojos en su cuerpo, y también un «lince» cuya vista alcanza los oscuros rincones de la mente de Galatea. Finalmente, Góngora lo caracteriza como «paladión», o sea, como el caballo de Troya que avanza por el pecho de la ninfa, por los muros de su corazón, conquistándola sin daños ni fatiga. Polifemo, sin embargo, es un rústico con un solo ojo; enorme, cierto, pero a la postre cegado, según testimonian las versiones homérica, virgiliana, ovidiana y dos de las parodias secentistas que desgloso en el tercer epígrafe. Al silente Acis un sueño que no es tal le brinda la mayor de las glorias. Al facundo Polifemo un canto arrebatado, «furioso», en el sentido platónico del adjetivo, no le renta beneficio alguno.
Hay que recuperar, de nuevo, como reflejo contrastivo el ganado del monstruo. Si Acis conquista la resistencia de Galatea como un «paladión», es decir, sigilosamente, omitiendo cualquier siniestro, Polifemo se topa con los celos, la ira y la venganza, por medio de unos animales que, «como cabras en cacharrería» y sin ninguna sutileza, se llevan por delante el muro vegetal que protegía a los novios. Es ahora cuando podemos afirmar que los exégetas han reparado en el sesgo homérico de la octava sin atender al humor y menos aún al contraste entre las estancias XXXVII y LIX. Tampoco aluden al primado del sueño, que no se cita en La Odisea a propósito de la caída de Troya. Sí lo hallamos, como rasgo nuclear y hasta reiterado, en el canto II de La Eneida, escoltando a la metáfora de la «falange». Luego don Luis, en la octava XXXVII, tenía en mente a Virgilio mucho más que a Homero: «Vertitur interea caelum et ruit Oceano nox / inuoluens umbra magna terramque polumque / Myrmidonumque dolos; fusi per moenia Teucri / conticuere: sopor fessos complectitur artus. / Et iam Argiua / phalanx instructis nauibus ibat / a Tenedo tacitae pera mica silentia lunae / litora nota petens, flammas cum regia puppis / extulerat fatisque deum defensas iniquis / inclusos utero Danaos et pinea furtim / laxat claustra Sinon. Illos patefactus ad auras / reddit Equus laetique cauo se robore promunt / Thessandrus Sthenelusque duces et dirus Vlixes, / demissum lapsi per funem, Acamasque Thoasque / Pelidesque Neoptolemus, primusque Machaon / et Menelaus et ipse doli fabricator Epeos: / inuadum urbem sorno uinoque sepultam, / caeduntur vigiles portisque patentibus omnis / accipiunt socios atque agmina conscia iungunt» (II, 249-267).
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Véanse las consideraciones de K. HUNT DOLAN en Cyclopean song: Melancholy and Aestheticism in Góngora’s Fábula de Polifemo y Galatea (Chapell Hill, 1990) 64-66.
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L. RIVERO GARCÍA-J.A. ESTÉVEZ SOLA-M. LIBRÁN MORENO-A. RAMÍREZ DE VERGER, Virgilio, La Eneida, vol I (Madrid, 2009) 66-68: “Rueda el cielo entretanto y se abalanza al Océano la noche, / envolviendo en su gran sombra la tierra y el firmamento / y los engaños de los mirmidones, desperdigados por las murallas los teucros / se quedaron callados: el sopor abraza sus miembros cansados. / Y la falange argiva marchaba con sus naves formadas / desde Ténedos, a través de los amigos silencios de la luna callada / buscando la conocida playa, cuando la popa real había encendido / las llamas y protegido por los hados inicuos de los dioses / a los dánaos encerrados en el vientre y los cierros de pino / abre a escondidas Sinón. Franqueado, el caballo los devuelve / a las brisas y felices se echan fuera de la hueca madera de roble / los caudillos Tesandro y Esténelo y el funesto Ulises, / descolgándose por una maroma que tiraran, y Acamante y Toante / y el pelida Neoptólemo, y a la cabeza Macaón / y Menelao y Epeo, el propio hacedor del engaño: / invaden la ciudad, sepultada en el sueño y el vino, / son abatidos los centinelas, y por las puertas de par en par reciben / a todos sus compañeros y agrupan sus tropas confabuladas”. La cursiva es mía.
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Este análisis de la estrofa, en función de la simetría entre los dos «sueños» y los distintos logros de uno y de otro, me lleva a confluir con el de Ponce cuando afirma que «Polifemo, el espantoso gigante enamorado, el monstruo que peina sus barbazas con un rastrillo, es un tema cómico en Teócrito y en Ovidio y también en Góngora. Si fuera simplemente un verdadero hombre de las cavernas, implacable como una bestia rijosa, y sin otro afán que el de suprimir al rival y apoderarse de la hembra apetecida, sería un tema muy serio. Pero al tener esos arrestos de galán cortesano, al ofrecer regalos a su dama, al ponderar sus propias gracias y al cantar su serenata a la ninfa, se convierte en uno más de la larga fila de amantes cómicos que termina con el barón Ochs en Der Rosenkavalier».
¿Cuál es la apoteosis cómica de las octavas LIV-LIX? Lo veremos enseguida. Antes quisiera justificar el pormenor que tanto desagradó a Dámaso Alonso: el bruñido arco del rey Malaco que, misteriosamente, viajaba en la nave del genovés rumbo a la cueva de Sicilia. Sea apropiado o no, original o un «plagio» de Stigliani, la crítica no ha reparado en varias circunstancias: de acuerdo con los juegos especulares que sostienen su Fábula, Góngora necesitaba un tercer don del cíclope a Galatea como reverso cortés de la triada natural depositada previamente por Acis. Respecto a la vaguedad de los dos primeros, o sea, de las «riquezas» que trajinaban los barcos y de los aromas —no dice cuáles—, Polifemo dedica al arco una estrofa y media. Incluso notamos cómo un cazador de sus prendas —al menos desde que Pontano acuñara tal habilidad en Polyphemus ad Galateam, donde indica que lucía un gorro de piel de cervatillo— se recrea en declarar cómo el obsequio del italiano fue primero un «colmillo del animal que el Ganges vio», es decir, un elefante. Imagen que puede leerse, en principio, como clonación de la de las cuernas de los ciervos y la cabeza —también «colmilluda»— del jabalí. Pero Góngora la connota con toda clase de primores y sutilezas, subrayando la labor del orfebre: «arco, digo, gentil, bruñida aljaba, / obra ambas de artífice prolijo» (LVIII, 457-458). Porfía, pues, en el exotismo de la pieza («y de Malaco rey a deidad Java / alto don, según ya mi
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J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 43-44.96
Véase R. RICCIARDI (ED.), Poeti latini del Quattrocento, vol. II (Milano-Nápoles, 1964) 678: “Adspice hunc sparsis maculis galerum: / en decus rerum capitis, superbit / hinnuli pelle, en tremit asper hirto / conus echino”. Es decir: “Mira este gorro de piel sembrada de manchas, / contempla el raro adorno de mi cabeza, / está hecho con el soberbio pelaje de un cervatillo / y mira cómo luce en su extremo / un mechón erizado”. Véase también J. PONCE CÁRDENAS, “Polyphemus Triumphans: sobre la inversión mítica de Pontano”, El tapiz narrativo, 42-47.
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Según I. TORRES, “The Polyphemus Complex”, Bulletin of Hispanic Studies, LXXXIII (2006) 1-177, “the secuence ends, therefore, where it began, with an emphasis on the transformative process, from the metamorphosis of the epic monster into pastoral lover, to the transformation of the elephant’s tusk into the bow fir for a god, or in this case, goddess” (p. 75).
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huésped dijo») (LVIII, 459-460) al tiempo que equipara a Galatea con una deidad, instándola a que lo cuelgue de su hombro para que sea «Cupido de los montes» además de «Venus del mar». Ahora bien, como he adelantado, en el mundo de la bucólica, y no en el del fetichismo de palacio, la ninfa nunca podría aceptarlo. Porque ella ya es en sí misma «aljaba» de los dardos que le disparó Cupido al situarla delante de Acis. Pero el regalo del genovés no es casual ni gratuito: se trata de un arma que perteneció a un monarca que, a su vez, lo ofrendó a una diosa. ¿Y qué es Polifemo sino el dueño de Sicilia, señor de cuanto abarca su vista, poeta, rústico y un más que industrioso montero? Desde ese punto de vista, la ofrenda del náufrago es el homenaje de un rey a un soberano mítico que dona el arco a Galatea como «pieza de museo». A una ninfa, además, que, como a la divinidad indonesia, veneraban todos los isleños: «De cuantos siegan oro, esquilan nieve, / o en pipas guardan la exprimida grana, / bien sea religión, bien amor sea, / deidad, aunque sin templo, es Galatea» (1612, XIX, 149-152).
Se lo regala, en suma, como objeto delicado; no para que cace. O tal vez sí, según veremos enseguida. Conviene recordar que el canto del jayán se inscribe en el segundo marco del epilio, porticado por el que don Luis compuso para su mecenas: las tres octavas-dedicatoria y las que preceden a la tonada del hijo de Neptuno (1612, XLVI-LVIII). Pues bien, el cordobés, con la imagen del arco, necesaria para conectar sendos marcos, acentúa otro de los pilares de su texto: la cacería. En la primera octava ya rogaba al mecenas lo siguiente: «ahora que de luz tu Niebla doras, / escucha al son de la zampoña mía, / si ya los muros no te ven, de Huelva, / peinar los vientos, fatigar la selva» (1612, I, 5-8). Pide que le preste atención, suspendiendo sus dos modalidades cinegéticas: la de altanería («peinar los vientos») y la de monte («fatigar la selva»). Indudablemente, en el caso de esta última, dado que para la primera se empleaban halcones, el noble iría pertrechado con un arco que ahora ha de abandonar o dejar en reposo: «Treguas al ejercicio sean robusto / ocio atento, silencio dulce, en cuanto / debajo escuchas de dosel augusto / del músico jayán el fiero canto» (1612, III, 17-20).
Veamos las analogías con el segundo tableau: Polifemo hace tiempo que cesó en sus monterías —como el Conde—, ya que, según narra a Galatea, ha exiliado de su cueva los despojos de cérvidos, puercos y humanos para convertirla en una suerte de «dosel» rústico-cortesano adornado con los bienes sabeos y las riquezas del genovés. En buena medida, destierra la opción de utilizar el arco y la aljaba de modo cruento. Más bien los celebra como joya de anticuario. De hecho, tras ser rechazado
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por la ninfa, su arma homicida no será el arco —que resultaría lo más lógico, tanto al menos como la piedra—, porque forma parte de un mundo galante y anacrónico. Elige el farallón del Etna, en perfecta consonancia con su medio pastoril y con su naturaleza salvaje, volcánica, desde los tiempos de Homero.
Es la apertura de otra humorada: Polifemo arroja sobre los amantes un peñasco que cierra la Fábula con un final «trágico». Una roca gigantesca, cierto, pero roca al fin —¡qué lástima teniendo un arco a mano!— condicionada por los versos de Ovidio. La razón no es sino ironizar el final del poeta latino, ya muy burlón: «El fiero gigantazo tras él vino, / y un peñasco le tira, y de él cayendo / pequeña parte en Acis, fue cubierto, / maltratado, herido y casi muerto» (vv. 1666-1669). ¿Dónde reside la diferencia? El disparo del jayán de Góngora se ejecuta con el mismo tipo de proyectil usado para ahuyentar a las cabras: «viendo el fiero pastor, voces él tantas, / y tantas despidió la honda piedras, / que el muro penetraron de las hiedras» (1612, LIX). Recordemos que en los metros del sulmonense no hay rastro de la carrera de los traviesos animalillos. La ironía del cordobés sugiere, con ambos disparos, que Acis y Galatea le merecen el mismo crédito que un rumiante. Y no desdeñemos que el rebaño, trotando despavorido, «penetra el muro de las hiedras», descorriendo la cortina de un «cuadro tizianesco», dentro del segundo marco del poema (1612, XLVI-LVIII), para que Polifemo descubra el «nudo» de los enamorados (1612, LX).
Por otra parte, Góngora canta (escribe) para su benefactor (el Conde de Niebla) igual que Polifemo festeja al que sueña con que sea el suyo: Galatea. No sin adoptar antes una pose refinada, aristocrática, que, fugazmente, le otorga en el segundo marco varios atributos que posee el destinatario del primero: es noble, cazador y cortesano. He aquí otra razón para el «arco stiglianesco». No comparto, pues, la conclusión de Guyler en su artículo sobre el humor de la imitación en Góngora: cuando analiza los vínculos entre lo escrito por el narrador omnisciente y las palabras voceadas por su gigantesco protagonista, una sermocinatio en estilo directo, sentencia que las estrofas del monstruo imitarían irónicamente la voz poética del narrador, en virtud de las recurrencias entre las imágenes de las tres primeras octavas y la cantinela del cíclope. La sutileza, a mi entender, más allá de lo que uno escribe y el otro canta —duplicidad de papeles que figura en muchos textos de la literatura universal—, es que Polifemo toma cualidades e incluso ocupaciones y
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J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 550.99
S. GUYLER, “Gongora’s Polifemo: The Humor of Imitation”, Revista Hispánica Moderna, XXXVII, 4 (1972-1973) 237-252 (p. 243). 100
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gestos no tanto del poeta, sino del noble receptor de sus versos: la cacería, el arco y el descanso en la faena venatoria.
He dicho antes que el cíclope no ofrece el arco a la nereida para que ésta cace. Parece gloriar sobre todo la belleza del colmillo, paralela a la del contenido de las arcas o a la de los perfumes. Con todo, también se lo ofrece para que, adecuadamente ornada, sea una Venus Victrix y un «Cupido de los montes». A este respecto, Cancelliere anota que «los antiguos colgaban en los árboles las armas de los vencidos, sobre las encinas en particular, […] según iconografía retomada en el Renacimiento a propósito de las míticas guerras de amor. Sin embargo, existe además una tradición iconográfica renacentista, sobre todo de escuela romana (Agostino Veneziano y otros), que describe a Venus “guerrera con armas” junto a Cupido». Su lección es tan aguda como certera. Y remite en último término a la octava XXXI, ya mencionada en estas páginas, donde el blanco seno de Galatea se convertía en «carcaj de cristal» al recibir la flecha del ciego diosecillo. A pesar de su interpretación, creo que cuando el hijo de Venus disparó su saeta dorada contra Galatea, convirtiendo su corazón en «carcaj», no hay que hablar de Galatea como «Venus guerrera» —papel que asumirá más tarde—, sino como una presa en toda regla.
Lo que nos lleva al motivo de la elección del arco como tercer regalo. Si leemos con tiento, Góngora sólo podía elegir ese artefacto como postrera gracia para la ninfa. Al comparar las octavas LVII-LVIII con la XVII observamos que la antigua «corza» hostigada por Palemo se metamorfosea ahora en Cintia, Diana o Camila. Veamos la octava: «Huye la ninfa bella; y el marino / amante nadador, ser bien quisiera, / ya que no áspid a su pie divino, / dorado pomo a su veloz carrera; / mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino / la fuga suspender podrá ligera / que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra / delfín que sigue en agua corza en tierra!» (1612, XVII, 129-136). Luego el Polifemo, además de égloga desmedida, fábula mitológica e idilio teocriteo, sería un extraordinario poema sobre la «cacería de amor». Más aún: el ápice de un tema muy querido por Góngora desde su juventud: el trueque de sus personajes femeninos, que pasan de ciervas a cazadoras y viceversa. Así lo he planteado por extenso en otro lugar y no abundaré sobre ello. Pero basta cotejar la canción «Corcilla temerosa» (1582), los romances «Aquí entre la verde juncia» (1584), «Famosos son en las armas» (1590), «Frescos airecillos» (1590), «Las aguas de Carrión» (1599), «En tanto que mis vacas» (1601), «Sobre unas altas rocas» (1601), «A un tiempo dejaba el sol» (1605), «Musa, si la pluma mía» (1606), «Pintado he visto al amor» (1607), «Flechando vi con rigor» (1607), «Donde
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E. CANCELLIERE, Góngora (Córdoba, 2008) 150-151.101
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esclarecidamente» (1607), «Los montes que el pie se lavan» (1609) y, sobre todo, las décimas con estribillo «De un monte en los senos donde» (1603), para verificar ese balanceo entre el montero que persigue a una pastora / corza y termina siendo cobrado por ella. Y al contrario. No en vano, lo primero que Góngora dice sobre Acis es su identidad metafórica: un «venablo de Cupido» (1612, XXV); o sea, una flecha para rendir los desdenes de Galatea. Mediante el «fingido sueño», que es su arma, el objetivo del siciliano no es muy distinto del que codicia Palemo cuando seguía a la ninfa para capturarla. Pura cinegética. Pero Góngora —como tantas veces— le da la vuelta al motivo: Galatea, la corza, será quien acabe flechando no sólo a Acis sino también a Polifemo. Para eso necesita travestirse de Camila, o de «Cupido de los montes», tanto da. De ahí la elección del arco y la virtualidad de no leer las octavas LVII-LVIII como una mediocre imitación de Stigliani. Significan, más bien, el engarce narrativo que sublima el intercambio de papeles venatorios y el símbolo no ya para interpretar correctamente la octava XXXI, o sea, la del «carcaj de cristal», sino la XVII.
3. «SI LA DISTANCIA ES MUCHA, GRIEGO AL FIN»
Páginas atrás he aludido a un juicio de Pabst que retomo con otras miras. El hispanista alemán concluía que «los poemas barrocos sobre Galatea son paráfrasis líricas de la versión ovidiana». Si rastreamos el linaje del mito del cíclope desde Homero en adelante, y tomo en consideración los rifacimenti de Teócrito (Idilios VI y XI), Luciano (Diálogos marinos, IX), el libro XIII de las Metamorfosis de Ovidio, la Galatea de Bembo (Carminum libellus), la Lyra XIII y la Lyra XVI de Pontano, las octavas 115-118 de las Stanze per la Giostra del Magnifico Giuliano di Piero de Medici de Poliziano, Le Cyclope Amoreux de Ronsard, el Polifemo de Stigliani, los veinticuatro sonetos polifémicos de las Rime de G. B. Marino, la Fábula de Acis y Galatea de Carrillo y Sotomayor, y los asedios de Virgilio, Ariosto, Tasso, Garcilaso, Herrera o Lope, creo que hay que convenir en un hecho que también permite calificar a Góngora como «Homero español». En la sucesión de relecciones polifémicas tiende a olvidarse que el primero que prolongó en la literatura el tema y las figuras del monstruo y la nereida fue Eurípides en su drama satírico El cíclope. Dicho de otro modo: el cuadro épico de Homero quedaba rebajado bien pronto hasta lo grotesco, convertido en objeto de
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Véase R. BONILLA CEREZO, “Sus rubias trenzas, mi cansado acento: ciervas, cazadoras y corcillas en la poesía de Góngora”, J. ROSES (ed.), Ángel fieramente humano. Góngora y la mujer (Córdoba, 2007) 157-263. I. TORRES, “The Polyphemus Complex” (2006) 48 escribe que “the reader must now accept a sudden symbolic metamorphosis as Galatea, converted into the Fleming «cierva», is taken out of her element and relocated in the antagonistic realm of hunted and hunter. […] The full implications of the «cierva» analogy may only fall into place, however, when the ‘fiera brava’ falls prey to the golden arrow of the ‘niño dios’ (stanzas 30-31)” (p. 48).
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burla por la pieza festiva del autor de Medea. Luego la seriedad, la trascendencia que suele atribuirse al mito en el Renacimiento, el Manierismo y los inicios del Barroco, a causa y a pesar de Góngora, ya habían sido estimadas en la Hélade de forma muy distinta.
Apuntaré sólo algunos rasgos cómicos de esta obrita: un grupo de sátiros liderados por Sileno sufren cautiverio por designio de un cíclope, que los apresó para que cuidaran su ganado y adecentaran la gruta. Dichos faunos ven cómo se acerca una nave a Sicilia y temen por la suerte de la tripulación, dada la célebre antropofagia del hijo de Neptuno. Sin embargo, reciben a los sedientos aqueos de Odiseo, que intuye la posibilidad de abastecerse en aquella isla, regida, según le informan, por monstruos que viven «de la leche, del queso y de la carne de los rebaños». Con el extraño detalle, eso sí, de que no prueban «la bebida de Bromio, hecha con los jugos de la vid». Odiseo, sabedor de que el jayán devoraba carne humana, se interesa por sus ocupaciones que, a diferencia de Homero y la mayoría de las reinterpretaciones posteriores, no yace en su caverna sino que se halla rastreando el Etna con sus perros, confirmando esa faceta de cazador sobre la que he discurrido. Odiseo hace un trueque con los sátiros: algunos víveres por el vino que trae en su nave, regalo de Marón, hijo de Baco, al tiempo que estorba jocosamente la afición por la palabrería de la que hace gala Sileno. Enseguida los semicapros comienzan a embriagarse («¡Oh, oh, Baco me invita a bailar, lalará, lalará») y Sileno fantasea con que «se le empine» el pene y pueda acariciar un pecho con ambas manos.
Mientras los esclavos roban las viandas del cíclope éste regresa y los sorprende. Todos, incluido Odiseo, renuncian a ocultarse en la cueva —como sucedía en las otras versiones— y aguardan la llegada del monstruo. El jayán los reprende por sus danzas, exige que le preparen el desayuno y Sileno termina delatando a sus compañeros. Es entonces cuando el protagonista ordena que afilen los cuchillos para degollarlos y darse un festín, pues está más que harto de los trofeos de los bosques: ciervos y leones. Odiseo advierte el doblez de Sileno y comunica al cíclope que todo se reducía a un pacífico intercambio (hurto desde la perspectiva del monstruo). He aquí uno de los pasajes más hilarantes, pues Sileno alude a su señor como «ciclopito» y «amito» con el propósito de amansarlo. El coloso inicia su interrogatorio y amonesta a Odiseo —un nuevo chiste— por batirse en la guerra de Troya en nombre de una vulgar mujer. El aqueo pide clemencia mientras Sileno incita al jayán a
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que lo devore. La antesala de otra broma de tinta gruesa: el cíclope anuncia que las palabras del griego sirven de poco y evoca los banquetes que corona ruidosamente con el concierto de pedos que avientan su túnica. Dispuestos ya los asadores, arroja a dos marinos a las brasas. Odiseo, temiendo por su vida, comienza a escanciarle una copa de vino tras otra, raíz de los futuros cantos dionisíacos y de los eructos de placer del hijo de Neptuno, que desea ofrecer aquel néctar a sus hermanos. La advertencia de Odiseo («Quien estando ebrio permanece en casa es sensato») avanza el desenlace: los aqueos huyen de la cueva tras cegarlo, dando vueltas en torno a tamaño borracho, que tropieza y se parte el cráneo.
El texto de Eurípides representa un caso extremo y decididamente paródico respecto al episodio de La Odisea. Pero si nos detenemos en Ovidio, la piedra de toque inexcusable, según Pabst, para los barrocos, también se atisba el uso distanciador del humor y la ironía —no tanto de la parodia— para «enriquecer el deslumbrante carmen perpetuum con nuevos matices […] sorprendentes que logren despertar en sus lectores la ansiada admiratio». En cierto modo, varios de los rasgos cómicos apuntados por Eurípides resisten en la fábula de Ovidio, sobre todo en lo que atañe a la prosopografía del jayán: «Ya con un rastro el pelo enerizado, / el fiera Polifemo y mal gigante / se peina, y ya la barba se ha cortado / con corva hoz o cosa semejante. / En la pura agua se ha considerado, / componiendo el fierísimo semblante; / la sed de sangre cesa y el ser duro, / las naves van y vienen al seguro» (vv. 1453-1561).
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Véase A. MEDINA GONZÁLEZ-J.A. LÓPEZ FÉREZ, Eurípides, Tragedias, vol I. El cíclope. Alcestis. Medea. Los Heráclidas. Hipólito. Andrómaca. Hécuba (Madrid, 1991) 99-140. Véanse también D.S. RENNELL, Euripides’ Cyclops (Chicago, 1986); y, sobre todo, A.G. KATSOURIS, “Euripides’ Cyclops and Homer’s Odyssey: An Interpretative Comparison”, Prometheus, 23, 1 (1997) 1-24. Homero, el referente inmediato del gran trágico, ya había subrayado la voracidad del monstruo y su portentosa dipsomanía, motivos que Eurípides potenció hasta el dominio del genus turpe en la pieza que nos ocupa. Leamos los versos de La Ulyxea (Venecia, 1553): “Con su ánimo feroz, antes de presto, / arrebató dos tristes compañeros / de aquellos que conmigo habían entrado, / y arrojolos en tierra con tal fuerza / que allí los quebrantó y rompió los huesos / como si fueran sendos cachorrillos. / Saltáronles los sesos por el suelo, / que estaba todo tinto de la sangre, / y, haciéndolos pedazos, apareja / su cena tan cruel y lastimera. / Comía de los tristes, como suele / comer un león fiero montesino. / Cenose en las entrañas lo primero, / después no dejó cosa de la carne / ni de los huesos duros sin comerla” (p. 140). Y en lo relativo a la bebida: “Teniendo un vaso grande de aquel vino / tinto que de la nave había sacado, / dije: cíclope toma, prueba y bebe / del vino que traemos, pues comiste / la carne humana dulce de los míos: / porque sepas qué vino trae mi nave, / que yo lo truje aquí para hacerte / con ello libación y grata ofrenda, / si habiéndome mancilla, te movieras / a enviarme a mi casa deseada. / […] Así le dije: y él tomo y bebiolo, / y súpole tan bien que dio señales / que la bebida dulce le alegraba. / Pidiome que de nuevo yo tornase / a darle de beber, así diciendo: / Dame otra vez del vino que me diste / de grado y dime el nombre que te llaman / porque te quiero dar un don muy nuevo / con que te holgarás. […] / […] / Tres veces se lo dí yo de mi mano, / y tantas lo bebió muy neciamente. / Después que vi que el vino le subía / a la cabeza, entonces le hablaba / con muy blandas palabras de esta suerte. / […] Durmiendo le corría de la boca / el vino puro que bebido había, / revuelto con pedazos de la carne / humana que comiera, y entre sueños / terriblemente el vino regoldaba” (pp. 140-141).
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J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 22. Véanse también D. ARNAUD, Aspects of Wit and Humor in Ovid’s Metamorphoses (Michigan, 1968); J.-M. FRÉCAUT, L’esprit et l’humour chez Ovide (Grenoble, 1972) y el epígrafe “La déclaration de Polyphème” de la monografía de I. JOUTEUR, Jeux de genre dans les Métamorphoses d’Ovide (Louvain-Paris-Sterling, 2001) 307-311. Por mi parte, trabajo en estos momentos en las vetas humorísticas de los poemas bucólicos del Cuatrocientos italiano en relación con el de Góngora: Le selve d’amore (“Dopo tanti sospiri e tanti omei”), la Nencia de Barberino (“Ardo d’amore, e conviemmi cantare”), La ritrosia (“La luna in mezzo alle minori stelle”), la favola Ambra (“Fuggità è la stagion, ch’avea conversi”), de Lorenzo el Magnífico, y las Stanze per la Giostra di Giuliano de’ Medici fratello di Lorenzo il Magnifico (“Le gloriose pompe e i fieri ludi”), de Poliziano, y las Stanze per la Giostra del Magnifico Lorenzo de Medici (“S’io meritai da te, mio sacro Apollo”), de Luca Pulci. Véase Poesie del Magnifico Lorenzo de Medici e di altri suoi amici e contemporanei divise in due parti, vol. I (Londra, 1801).
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J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 544.105
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Un par de versos de la Soledad II rezan que «si la distancia es mucha, griego al fin» (1614, 2914-1915). No hay duda de que la que separa a Góngora, Ovidio, Eurípides y Homero, por ese orden retrospectivo, es considerable. Pero tampoco se pueden negar una serie de coincidencias. La más productiva, a mi entender, es cómo don Luis volvió sobre las directrices irónico-humorísticas abiertas por el sulmonense en la latinidad. He sugerido en otro lugar que solemos catalogar el Polifemo de Góngora como el broche de la cadena de cíclopes que late bajo sus octavas. La pregunta no es, por tanto, si imitó las Metamorfosis —que lo hizo— sino cómo ejecuta la imitación compuesta, qué pasajes tomó de los clásicos, de qué forma redactó un idilio ya muy gastado a finales del siglo XVI. Los epígonos cultos del XVII publican que el de Góngora fue otro jalón de ese «collar» de textos que alumbrara Alonso, tan provechoso para el análisis como puedan ser los de Teócrito, Virgilio, Ovidio, Castillejo, Stigliani, Marino o Carrillo. Pero tampoco debemos soslayar los acuñados después del gran poema de 1612: los Polifemos de Castillo Solórzano («Estas que me dictó rimas burlescas», 1624), Camerino (su novela La ingratitud hasta la muerte, 1624), Suárez de Figueroa (que lo reduce a un soneto en El pasajero, 1617) y la mezcla de estilos y personajes, tanto graves como jocosos, a rebufo de la gongorina Fábula de Píramo y Tisbe (1618), que nos legaron Francisco Bernardo de Quirós («A ti soberano Apolo», 1656), Miguel de Barrios («El gigante de Sicilia», 1656) o Juan del Valle y Caviedes («Gracias a Apolo que llega», c. 1681).
Hablaríamos entonces —recuperando la fórmula de Alonso— no sólo del «collar del cíclope», que desemboca en Góngora desde los tiempos de Homero y Teócrito, pasando por Ovidio, Stigliani, Marino o Carrillo; sino de un segundo collar que, en lugar de abrocharse en la Fábula cordobesa, nace precisamente de ella. Se trata, pues, de una cadena de ida y vuelta que justifica la fortuna de todo un ramillete de poemas sobre el jayán que cortejó a Galatea. Luego, matizando a Pabst, el modelo para las plumas del Seiscientos ya no será Ovidio sino Góngora. Con palabras más ajustadas: Ovidio destilado por Góngora. De ahí que si contamos las relecturas publicadas durante el siglo XVII —limitándonos a ese pequeño lapso de cien años— y el zurrón de monstruos que desfilan por las veinte centurias que separan a Homero de don Luis, el número sea casi idéntico.
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D. ALONSO, “La supuesta imitación por Góngora de la Fábula de Acis y Galatea”, en Obras completas. Góngora y el Gongorismo, vol. V (Madrid, 1978) 529-569.
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Remito a A. CRUZ CASADO, “Secuelas de la Fábula de Polifemo y Galatea: versiones barrocas a lo burlesco y a lo divino”, Criticón, 49 (1990) 51-59 y “El Polifemo a lo divino (Salamanca, 1666), de Martín de Páramo y Pardo: deudas gongorinas”, en Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 89-106. Véase por último mi cuarteto de trabajos sobre la Fábula de Polifemo en el Siglo de Oro: Lacayo de risa ajena: el gongorismo en la Fábula de Polifemo de Alonso de Castillo Solórzano (Córdoba, 2006) “Góngora y Castillo Solórzano”, pp. 39-79; “Cíclopes en un burdel peruano: la Fábula de Polifemo de Juan del Valle y Caviedes”, Lectura y signo, 2010, en prensa; y junto a L. GAROSI, “Con arguta sambuca il fier sembiante: la Polifemeida de Giovan Battista Marino”, La hidra barroca: varia lección de Góngora (Sevilla, 2008) 181-218.
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Ambos se afirman como los modelos absolutos del poema mítico-narrativo en sus respectivas edades. Los idilios gentílicos rubricados durante el Barroco, aun sin ser coetáneos ni cercanos geográficamente al Polifemo (1612), se hallan en una posición comparable a la de Góngora cuando emulaba a Ovidio. Más aún: los epígonos del racionero abordaron el mito del jayán con una lente cómica (o heroicómica), del mismo modo que, como he intentado probar, Góngora rescribió la «falsilla» de Ovidio —insisto, ya muy jocosa— y Eurípides la de Homero. La diferencia es que si las Metamorfosis llegaron hasta Góngora —no digamos ya La Odisea— taraceadas por mil setecientos años de lecturas y refacciones, la lumbre del Polifemo de don Luis estaba mucho más viva a los ojos de los autores que, en mayor o menor grado, sumaron chocarrerías al capítulo IX del regreso de Ulises a su trono.
Mazzocchi se preguntaba si no «tendríamos que ver en la mitología del Polifemo la base de una operación irónica respecto a Ovidio. ¿Será el mito ovidiano para Góngora lo que es el mundo del poema caballeresco para Ariosto?». Podemos afinar aún más su conclusión: Góngora aplicó una técnica irónica a la autoridad del sulmonense de igual modo que el propio Ovidio había hecho con las de Homero, Teócrito y Virgilio. El caso de Eurípides es más una parodia —si bien muy cercana cronológicamente a la epopeya del jonio—, como las de los fabulistas barrocos respecto al «prototipo» del cordobés. Resumiendo: si Homero fue la vara de medir para los autores que se rieron del cíclope, empezando por Eurípides y Luciano, continuando, de forma muy atenuada, por Virgilio, y terminando con Ovidio, Góngora fue en nuestro Barroco el «Homero jocoserio» para ingenios como Castillo, Quirós, Barrios o Caviedes, por citar a los más notables. Incluso a fines del Neoclasicismo su magisterio sigue indiscutido: Francisco Nieto Molina, en la última Fábula de Polifemo («No anuncios de Jano», 1764) de la que tengo noticia, respeta cada uno de los engarces narrativos del texto barroco, renunciando a la burla en la mayor parte de su romancillo. Con una curiosa paradoja: aunque la huella directa de pasajes o versos del ciego de Quíos sobre las estancias de don Luis es difusa, varias de las parodias de la obra maestra gongorina incorporan préstamos de La Odisea. Así, el jiennense peruanizado Caviedes en los versos 389-401 de su romance: la muerte de Acis provoca la furia de los dioses, que envían a la cueva siciliana una embarcación de «derrotados griegos» que capitanea Ulises (1681, 391-392). Se trata del eslabón para la historia de la borrachera del hijo de
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G. MAZZOCCHI, “La estructura narrativa” (Córdoba, 2005) 138.108
R. BONILLA CEREZO, “Neoclásica y disidente: la Fábula de Polifemo de Francisco Nieto Molina”, Revista de Literatura (2010) en prensa.109
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Neptuno y la fuga de los griegos agarrados a los vellones de su rebaño. Lo mismo ocurre en los hexasílabos de Nieto: «Aquí un risco, cuya / sublime eminencia / con la del Olimpo / competir pudiera, / lóbrega espelunca, / entre rudas quiebras, / ofrecía en una / mal rasgada grieta. / Mansión que destina / al descanso, mientras / triforme matrona / esparce tinieblas, / el monstruo burlado / por la sagaz treta, / prevención de Ulises, / ingeniosa idea» (1764, 57-72).
4. EL GONGORISMO DE HOMERO
El último aspecto a propósito del humor en la Fábula gongorina tiene que ver con la voz del narrador y las glosas que intercala al hilo de su discurso. Ponce ha indicado que, de acuerdo con la horma de Ariosto en el Orlando Furioso, «los quiebros irónicos vienen dados por las irrupciones de un narrador que ocasionalmente pretende asumir cierta distancia con los portentosos eventos referidos o con los sorprendentes personajes encontrados. Con frecuencia, se trasluce en el Orlando una incredulidad cuya función se resuelve verbalmente como antífrasis, puesto que pone en tela de juicio lo anteriormente enunciado». Premisa que lo conduce a este corolario: «la memoria gongorina pudo obrar bajo una triple modelación (homérica, ovidiana, ariostesca) de forma libérrima en su novedoso tratamiento del mito antiguo».
Basta echar una ojeada a las octavas para descubrir que durante la diégesis el narrador, y a través de los epifonemas que cierran con un bordón exclamativo algunas de ellas, Góngora eleva la temperatura emocional de los hechos: «¡Oh cuánto yerra / delfín que sigue en agua corza en tierra» (1612, 135-136); «¡Revoca, Amor, los silbos o a su dueño / el silencio del can sigan y el sueño!» (1612, 175-176); «¡Referidlo, Pïérides, os ruego!» (1612, 360). Otras veces su presencia se intuye gracias al uso del verbum dicendi por excelencia, lo que permite reclamar el testimonio directo de la protagonista («Galatea lo diga, salteada») (1612, 304) o establecer una correctio bajo la especie retórica de la epanortosis: concretamente en el pasaje que he analizado con tiento: el regalo del rey malayo («arco, digo, gentil, bruñida aljaba») (1612, 457).
Tal escisión del narrador con fines irónicos facilita el adelanto cronológico de un privilegio que largo tiempo se ha otorgado a la Tisbe (1618). Una de las claves para la fundación del género
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J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 37. 110
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 38.111
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jocoserio en el romance «La ciudad de Babilonia» responde a la presencia de un locutor burlesco que instaura una doble vía expresiva con dos modalidades: el discurso directo de cualidad dramática a un receptor intratextual, como si estuviera presente, que en el caso del Polifemo sería el Conde de Niebla, y la estrategia narrativa por la que se revela que todo lo dicho era ficticio, intuyendo la reacción de su auténtico destinatario: el lector extratextual.
Es una constante de las fábulas burlescas de Quevedo, Pantaleón, Polo de Medina, Colodrero, etc., que la voz poética se bifurque en dos: una de ellas va narrando el mito que sirve de argumento al poema y la otra introduce una serie de comentarios jocosos destinados a presentar con el suficiente alejamiento la materia que ofrece al auditorio. Simultáneamente a su condición de «recitadores», los poetas muestran su talento como caricatos. Esta doble voz que, según digo, se ha tipificado como hallazgo de la Tisbe y Lara Garrido retrasó hasta los antequerano-granadinos, con Barahona a la cabeza, opera ya en el Polifemo acercándolo a esa frontera del humor que linda con el contracanto, pero sin adentrarse en la parodia.
Otro asunto, tan heterodoxo como el gongorismo de Ovidio del que habló Rico, es el gongorismo de Homero. Retornemos un instante a las licencias cronológicas. A una famosa pincelada, aunque «impropia», de La Ilíada, pues se trata de un préstamo micénico: Agamenón entrega a Trasimedes en el canto X «una espada de doble filo», un escudo y «un yelmo hecho de piel de toro», mientras que Meriones, comandante de las guardias, cede a Odiseo «su arco, su carcaj y su espada, / y a ambos lados le puso / de la cabeza el yelmo, elaborado, / de piel de buey, que con muchas correas / por dentro estaba fuertemente tenso / y por fuera rodeaban blancos dientes / de jabalí de brillantes colmillos, / apiñados, por aquí y por allá, / dispuestos hábilmente y con destreza» (X, 260—264). Soberbio casco que Autólico había robado entre el botín de Eleón, se lo dio en Escandia a Anfidamante el de Citera y éste a Molo como presente de hospitalidad, antes de que lo herede su hijo Meriones y ciña las sienes de Ulises. ¿Será el discreto genovés del Polifemo el «Meriones» del monstruo que pondera el arco y la aljaba del rey Malaco? Mucho más hechicero y quimérico que el jayán que durante cinco octavas olvidó que era un pastor para seducir a Galatea con aires de
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I. ARELLANO, Comentarios a la poesía satírico burlesca de Quevedo (Madrid, 1998) 49. Véase también P. JAURALDE, “La poesía festiva de Quevedo: un mundo en libertad”, Sobre poesía y teatro (Málaga, 1989) 41-71. No obstante, véase J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 542, quien ya rentabilizaba este arbitrio en las Metamorfosis: «Teniendo de doncella la figura, / y fuelo (si del todo no es fingida / la poesía antigua y escritura) / de muchos deseada y aun pedida; / mas ella (al mar y ninfas inclinada) / les daba desdeñosa despedida» (vv. 1401-1406).
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J. LARA GARRIDO, La poesía de Luis Barahona de Soto. Lírica y Épica del Manierismo (Málaga, 1994) 159-201 y 202-210 (pp. 163-175). 113
A. LÓPEZ EIRE, Homero, Ilíada (Madrid, 1995) 414.114
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cortesano, el mismo que renovó la decoración de su cueva, aquellas cabezas de venado y de jabalí, sustituidas por el arco, los cofres y las chinerías, hubiese culminado esos cambios algo antes. Quién sabe si la testa de «helvecias» y anacrónicas «picas» que tanto ha atormentado a los comentaristas ya no era tal ni disfrutaba de su salvajismo en el primoroso «albergue» del cíclope. ¿Se trataría acaso del primero de los artificios que comenzó a atesorar y desdeña, por su relativa rudeza, cuando afronta la conquista de la ninfa? ¿No sería genial que en el bucle de los anacronismos ese horrible despojo fuera en realidad aquel casco de colmillos de jabalí que Odiseo portó en sus andanzas por Troya? ¿Perteneció el yelmo al hijo de Neptuno antes de pasar por las manos del heredero de Molo y de que Ulises, que aún no conocía al cretense, saliera de Ítaca para llegar a Sicilia, devolvérselo y cegarlo?
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SOBRE LA RELACIÓN DEL MALATESTIANO D.XXVII.1 CON LOS TESTIMONIOS MAYORES DEL CORPUS DEMOSTÉNICO
LUCIANO CANFORAUNIVERSITÀ DI BARI
El escrutinio de la colocación estemática del Cesenate en el ámbito de la tradición demosténica no parece haber interesado mucho a los estudiosos. «Codex est familiae. Y accuratissimus» fue el juicio de Theodor Voemel, que se fundaba sobre las Beschreibungen de Theo-dor Heyse (Frankfurt, 1833-1838). Casi medio siglo más tarde, Engel-bert Drerup volvió a indagar sobre el Cesenate en el primero de los dos ensayos que dedicó a reconsiderar la tradición demosténica, significa-tivamente titulado Antike Demosthenesausgaben (1899). Aquí Drerup cita –sin apenas detenerse, en paréntesis– el Malatestiano, para afirmar su «no independencia» (Unselbständigkeit) respecto al relevantísimo manuscrito monacense griego 485 (= A). Drerup se detiene sobre todo en r (= ms. Paris. Gr. 2936): precisa que ya Rehdantz había intuido la dependencia de la «segunda parte» de r respecto a A; confirma la validez de dicha opinión con nuevos argumentos («wenn ich endlich noch darauf hinweise, dass auch manche jüngeren Korrek-turen von A im Texte von r Steen —vgl. z. B. or. 39—, so kann es nicht mehr zweifelhaft sein, dass sowohl Text wie Scholien von cod. r in
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Traducción de Rafael Bonilla Cerezo (Universidad de Córdoba). El presente artículo es una versión abreviada y en español del aparecido como “Sul rapporto del Malatestiano D.XXVII.1 coi maggiori testimoni del corpus demostenico”, en F. LOLLINI-P. LUCCHI (eds.), Libraria Domini. I manoscriti della Biblioteca Malatestiana: testi e decorazioni, a cura di (Bologna, 1995) 387-401. Sobre la historia de la tradición demosténica en general, remito a algunos de mis anteriores trabajos: Inventario dei manoscritti greci di Demostene (Padova, 1968); Demostene. Discorsi e Lettere, I (Torino, 1974) 74-98; Conservazione e perdita dei classici (Padova, 1974) 18-24; Demostene, Terza Filippica (Palermo, 1992) 46-54. Una ayuda imprescindible es el catálogo razonado de los manuscritos que contienen las hypotheseis libanianas a Demóstenes, ofrecido por R. FOERSTER, Libanii Opera (Leipzig, 1915) VIII, 575-599. Fundamental, para la comprensión de algunas características del ms. Parisino-Griego 2934: A. C. CLARK, The Descent of Manuscripts (Oxford, 1918) 418-445. Un perfil minucioso de los más antiguos testimonios demosténicos se halla en la Praefatio al volumen I de la edición demosténica de K. FUHR, Demosthenis Orationes (Leipzig, 1914). Hereda de ella algunas inexactitudes G. PASQUALI, Storia della tradizione e critica del testo (Firenze, 1952²) 289-292. El análisis que aquí se brinda es todavía provisorio: lo que falta sobre todo es la colación sistemática del manuscrito completo, texto y escolios. Tampoco los otros testimonios recientes que pondremos en tela de juicio en estas páginas han tenido, en general, buena fortuna: en particular los manuscritos Parisino Griego 2936 ( = r) y Vindobonense Phil. Gr. 105, este último descrito en un moderno y benemérito catálogo, pero hasta ahora prácticamente sin estudiar.
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Cf. Demosthenis Contiones (Halis Saxonum, 1857) 246.116
Cf. Jahrbuch für klassische Philologie (1857) 818.117
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Zukunft eine Berüchsichtigung nicht mehr beanspruchen können» ); por tanto, pasa a considerar la «primera parte del códice». «Ueber den ersten Teil der Handschrift —escribe— mit den Staatsreden und den Gerichtsreden in öffentlichen Sachen [= oraciones I-XXVI] wage ich noch kein abschliessendes Urteil». No obstante, enseguida añade que tiene ya una convicción arraigada: también para la primera parte —observa— la independencia del manuscrito r está por excluir; y aquí nombra y juzga de pasada el Malatestiano: «doch steht die Unselbständigkeit auch dieses Teiles von cod. r (und von cod. Malatest.: Vömel S. 245/7) für mich ausser Frage (s. unten zu cod. Ambros. C 235)». Remito a las páginas sucesivas 579-580, donde Drerup, al describir precisamente el manuscrito Ambrosiano C235 inf. como genuino representante del arquetipo Y («repräsentiert die Handschrift vollständig den Typus von cod. Y»), registra «als nahe Verwandte» varios manuscritos, entre ellos el Malatestiano, y se explica en estos términos: «Auch der erste Teil der codd. Paris. R (2936) und Malatest. (Vömel, S. 245) scheint in diese Klasse zu gehören, während der zweite Teil [y colegimos: de ambos] sicher aus cod. A stammt (siehe oben S. 512 )». En rigor, al tratar acerca de r en relación con A, Drerup evocó solamente el Malatestiano para su «primera parte» y no se manifestó sobre la segunda (que ahora, en cambio, se proclama como «ciertamente» derivada de A). De cualquier modo, de la convergencia de las dos referencias se induce con claridad que Drerup llegó al corolario de que el Malatestiano, como, por otra parte, el ms. Parisino griego 2936 se estructura en «dos partes», de las cuales la primera (oraciones I-XXVI) es tipificable como de la «Klasse» Y (p. 580) y la segunda como testimonio «no independiente» «in der Folge von A» (p. 588).
En ambas formulaciones consta la intuición correcta de la relación, sin duda existente, del Malatestiano con la línea textual representada por aquellos dos valiosos testimonios demosténicos, pero la envuelve también una cierta nebulosidad sobre la naturaleza de tal relación: en un caso, Drerup habla de «Folge» y pone el acento sobre la «no independencia», en último término, de descripti, tanto de r como del Malatestiano; en el otro, Drerup sostiene —con jerga arcaica, no inusual en su tiempo en los estudios demosténicos— de «pertenencia a la clase» de la que Y sería el primero de la fila. «Clase» de códices, como es sabido, no significa casi nada sobre el plano estemático: es una expresión que no se compromete explícitamente sobre el plano de la dependencia sino que alude más bien a una sustancial semejanza.
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Cf. E. DRERUP, ANTIKE Demosthenesausgaben [ = ADA] (Leipzig, 1899) 588.118
Cf. E. DRERUP, ADA (Leipzig, 1899) 588.119
Pero hay ciertamente un error en «S. 558»; el ensayo comienza en la p. 533.120
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Todo ello no debe sorprendernos. Drerup formaba parte de una tradición de estudios, la concerniente al texto demosténico, que aún no disponía del concepto aproximativo de «clases de códices» y no era susceptible, ante la vasta documentación superviviente, de intentar una diagnosis rigurosamente estemática. Por otra parte, el mismo Drerup llegaba, con el ensayo sobre el que estamos discurriendo y que fue complicado en la base del capítulo pasqualiano sobre Demóstenes en la Storia della tradizione, al válido y fecundo concepto (que da título al opúsculo) de Antike Demosthenesausgaben. Sin embargo, tal vez le sacó fruto de manera algo rígida, terminando por ligar de cualquier modo los testimonios supervivientes a las cuatro «antiguas ediciones» representadas —y en eso Drerup tenía razón— por los cuatro testimonios demosténicos principales: A, S, F, Y.
La tendencia, comprensible, de Drerup era la de simplificar la tradición y, diría yo, la de usar de forma somera la noción de «dependencia / independencia». En realidad, el caso de r y del Malatestiano aparece, si lo consideramos con algo más de profundidad, menos lineal de lo que le parecía a Drerup. El primer criterio para averiguar la conexión, en el caso de manuscritos que contienen casi por entero el corpus demosténico, es el del orden de los discursos. Ahora sucede que r presenta en lo que atañe a la primera parte un orden que no corresponde ni con A ni con Y (por ello Drerup escribe que, por este lado, no aventura algún «abschliessendes Urteil»), y para la segunda, a partir de la oración 54, un orden que es sustancialmente el de A. Con una diferencia: que en A la última oración conservada es la 47 (Contra Evergos y Mnesibulo), pero limitada a los primeros dos parágrafos de texto, hasta las palabras δοκῇ ὑμῖν τὰ, donde r omite tal discurso por completo (pero continúa con buena parte de los Proemios: dato que Drerup ni siquiera menciona). De semejante casuística Drerup no deduce sino la dependencia directa de r respecto a A para la segunda parte. Por otro lado, el Malatestiano presenta en la primera parte una ordenación muy próxima (pero no idéntica) a la de Y (del que, a la postre, omite los Proemios), mientras que en la segunda parte adopta la ordenación de A (del discurso 54 en adelante), aun cuando del último discurso comprendido en A (el 47) contiene no poco texto añadido (hasta el μεμαρτυρήκασι). En estas condiciones —y profundizaremos sobre estos datos— parece difícil hablar sin más de dependencia de r y del Malatestiano respecto a A e Y. Asimismo, la parte de texto que el Malatestiano tiene «de más» respecto a A no corresponde más que a un folio (r-v): lo que convierte en poco probable la hipótesis de que el Malatestiano haya copiado directamente de A cuando éste contaba todavía con un folio de más. Se puede observar, de hecho, que, respecto a A, el Malatestiano tiene como suplemento, en la
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También presenta al menos un carácter de Y, de ahí la aparición de 59.61.60 al término de los grandes discursos político-judiciarios. 121
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oración 47, exactamente 54 líneas oxonienses (pp. 1139-1142 Reiske). Se puede calcular que 54 líneas oxonienses corresponden a 61 líneas de A. Sin embargo, A presenta sobre cada página 36 ó 37 líneas de escritura, o sea, 72 ó 74 por folio. Siempre se puede imaginar, en línea hipotética, que el copista del Malatestiano dispusiera de A cuando aún tenía, después del 466v, un solo folio, único resto del sucesivo cuadernillo ya perdido, y que, sin embargo, de tal folio no fueran ya legibles las últimas 12-13 líneas del verso. Quizá, empero, es menos complicado pensar que el Malatestiano tuviera un modelo inmediato que no era A. Conclusión a la que también se llega por otros indicios.
Pero las contradicciones en las que Drerup se enreda no terminan aquí. Después de haber sostenido que el copista de r tenía delante el final de A exactamente como lo tenemos nosotros, es decir, con el discurso 47 reducido a las pocas líneas del inicio (de ahí la renuncia, por parte de r, a reproducir tal discurso), Drerup en su siguiente ensayo de 1902 explica la presencia de los Proemios en r como derivados «vielleicht aus dem verlorenen Teile von A». Hipótesis bien extraña: si r prescinde de las pocas líneas del discurso 47 con las que, por tanto, terminaba A (para él como para nosotros), ¿por qué razón luego hallaba allí también los Proemios? Naturalmente también a causa de esta dificultad se puede encontrar la adecuada hipótesis combinatoria: imaginar, por ejemplo, que se cayeran los folios que contenían el final del 47 (y quizá otro), pero se conservaran en cambio los siguientes folios (o mejor fascículos), que contenían los Proemios (y hay que preguntarse si por un casual al final del errático fascículo con los Proemios no dispusiéramos también del inicio de las Epístolas, pero, quizá, en dosis tan exiguas que el copista de r renunció a él… Y así sucesivamente). Además, de A debería depender (según Drerup y últimamente MacDowell ) también el Malatestiano, el cual posee, respecto a A, cincuenta y cuatro líneas del discurso 47 (luego habría copiado de A, cuando estaba menos dañado de como lo encontró r), pero no tiene en modo alguno los Proemios, que en cambio r traía —según la hipótesis combinatoria de Drerup— ¡«aus dem verlorenen Teile von A»! Y en este punto no hay hipótesis combinatoria que valga: a menos que se quiera pensar que el copista del Malatestiano había deliberadamente «hecho caso omiso» de los Proemios…
También se ha observado que, en un primer momento, Drerup (p. 558) no se planteaba el
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El folio 466v de A termina con δοκῃ ὑμῖν τὰ. Actualmente después de dicho folio se han adherido dos folios (467 y 468) que contienen dos “jirones” de las dos primeras Olintiache: son los restos, colocados fuera de lugar, de la parte inicial del manuscrito.
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E. DRERUP, “Vorläufiger Bericht über eine Studienreise zur Erforschung der Demosthenes-Ueberlieferung”, Sitzungsberichte der kgl. bayerischen Akademie der Wissenschaften, 3 (1902) 298. Con buenos argumentos: W. RENNIE, Demosthenis Orationes, III (Oxonii, 1931) VIII.
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D. M. MACDOWELL (ed.), Demosthenes, Against Meidias (Oxford, 1990) 72: “Cd [ = Malat] descends from a lost copy of A in which some corrections had been made”.
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problema del modelo utilizado por r para la primera parte: el modelo de ninguna manera pudo ser Y, dado el orden completamente distinto de los discursos 1-26. Esta circunstancia, con todo, hermanaba a r y al Malatestiano, aunque este último esté, por lo que respecta a su primera parte, claramente sobre la línea de Y (o en todo caso de un testimonio muy similar a éste). Por otro lado, pocas páginas después (p. 580) afirmaba: «Auch der erste Teil der codices Paris. R (2936: Voemel p. 206) und Malatest. scheint in diese Klasse [es decir, la de Y] zu gehören». Afirmación que no sólo contrasta con la anterior («Ueber den resten Teil der Handschrift mit den Staatsreden und den Gerichtsreden in öffentlichen Sachen wage ich noch kein abschliessendes Urteil»), sino que no encuentra ningún fundamento en el reenvío a Voemel. A lo más, hallaría en los datos surtidos por Voemel inmediata confutación. A propósito de r, de hecho, Voemel observa: «Documenta Midianae pleraque omittit, attamen nonnulla habet, ut § 47 legem, § 53 ambo oracula, § 107 testimonium»; y es A —no Y— el que omite sistemáticamente los documentos de la Midiana (¡comprendidos allí los de los §§ 47, 53, 107!). Luego es verdad que para la Midiana (or. XXI, una de las mayores «Gerichtsreden in öffentlichen Sachen») r no depende de ningún modo de Y; ni tampoco sin más de A (como, en cambio, todavía cree MacDowell en la reciente edición oxoniense de la Midiana, p. 74). A continuación (Bericht, de 1902), Drerup cambió ulteriormente su diagnosis: sostiene con duras palabras que r sería «eine bösartig kontaminierte Handschrift» que nos daría los discursos presentes en Y «in einer schlimmen Verwirrung»; y que, por añadidura, en lo que concierne a los larguísimos discursos político-judiciarios (18-26, es decir, la mayoría de la primera parte), el texto presente en r sería «aus S Y A kontaminiert» (p. 298). Hay que subrayar por último que, en las páginas 579-580 de las Antike Demosthenesausgaben, Drerup pone en común la «primera parte» del Malatestiano (además de r) con un grupo de códices: Bruselas, Bibliothèque Royale, mss. 11294-11295; París, Bibliothèque Nationale, Coislin 339; Viena, Österreichiste Nationalbibliotek, ms. Phil. Gr. 105. Contienen, sin embargo, exclusivamente (con algún desorden interno) la colección 1-26.59.61.60 y los Proemios: ausentes, estos últimos, en el Malatestiano y presentes en r en la «segunda parte». Por otra parte, en el Bericht definía el Vindobonense Greco 105 «ein Bruder» de r (p. 298), aunque en ADA 580 se presente como fiel reflejo de Y.
En suma, aun aprovechando algunos elementos esenciales, Drerup terminaba por deprimir y ofuscar la característica específica tanto de r como del Malatestiano: el hecho es que ambos, además de ser distintos entre sí, no reflejan de modo inmediato los grandes testimonios A e Y.
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Un paso atrás en la compresión de la posición estemática del Malatestiano se ha consumado, últimamente, con el ensayo de Dieter Irmer, Zur Genealogie der jüngeren Demostheneshandschriften. Untersuchungen an den Reden 8 und 9 (Hamburg, 1972). Irmer, que se basó únicamente en la colación de los discursos 8 y 9, cree (p. 38) poder afirmar que el Malatestiano sería, junto con el manuscrito londinense Harley 6322 (siglo XIII), descriptus de un modelo conservado, el ms. Parisino Griego 2998 (siglos XIII-XIV, según el catálogo de Omont). Prueba de su dependencia sería en 9. 72 Ἀμβρακίαν. El topónimo está escrito, en el Parisino, con una grafía tan engañosa que casi obliga a la lectura errónea Ἀλεβρακίαν: dicha errónea lectura estaría, según Irmer, presente en el Malatestiano y en virtud de ella se justificaría la dependencia del Parisino. Pero Irmer se ha equivocado: en el Malatestiano no se lee de ninguna manera Ἀλεβρακίαν (que es en cambio la lección del ms. Harley 6322), sino, correctamente: Ἀμβρακίαν. La eliminatio propuesta por Irmer no tiene, pues, fundamento: y del resto basta echar una ojeada a las líneas —del todo diversas— contenidas en el Parisino Griego 2998 y en el Malatestiano para darse cuenta de la vanidad de la hipótesis de que el uno pueda ser copia del otro.
Retomemos entonces el examen de la posición estemática del Malatestiano a partir de Drerup. Y comencemos con el problema de la relación con r y con A. Como de costumbre, las omisiones son indicativas. Se ha visto ya qué es lo primero que sucedía en r y en el Malatestiano en relación al último discurso (el 47) presente en A (presente en realidad en una mínima parte: sólo los primeros dos parágrafos, ni siquiera completos, hasta las palabras δοκῇ ὑμῖν τὰ). Mientras r omite del todo el discurso (pero continúa con los Proemios, que en A faltan), el Malatestiano da un poco más de texto del discurso 47 (hasta el § 9 μεμαρτυρήκασι). Para quien piense que A ha sido el modelo tanto de r como del Malatestiano, la deducción que se impone es la siguiente: el Malatestiano ha copiado de A cuando éste poseía todavía otro folio (r-v) después del 466v ; r en cambio ha copiado de A cuando éste había perdido ya dicho último folio y cuando de la oración 47 restaban única y precisamente los primeros dos parágrafos (hasta el f. 466v), tampoco completos: lo que habría inducido al copista de r a renunciar sin más al mísero fragmento. Sin embargo, el hecho de que el Malatestiano y r sean prácticamente coevos, obstaculiza dicha reconstrucción. Naturalmente se puede siempre decir que el último folio de A, ya dañado y un poco ilegible al final del verso, se ha perdido en el intervalo entre el momento en que el Malatestiano copió y la sucesiva copia por parte de r. Pero enseguida surge, como se ha visto, la dificultad de los Proemios: presentes en r y ausentes en el Malatestiano (además de en A). Tenemos, pues, otra circunstancia. En r, como en el resto de A, el discurso 57 (Contra
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Con la complicación, sin embargo, de que los últimos doce renglones del verso de tal folio ya no debían de ser legibles.125
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Eubulides) no presenta lagunas ni omisiones; y lo mismo en el 58 (Contra Teocrines). En el Malatestiano, en cambio (f. 530), el 57 está privado de once parágrafos [§§ 28-38: el equivalente a tres páginas y seis renglones de la edición oxoniense de W. Rennie] y al 58 (fol. 536r) le faltan seis parágrafos [§§ 6-11: el equivalente a dos páginas de la edición Rennie]. En ambos casos encontramos “casos límite” para el saut du même au même: del lema ΜΑΡΤΥΡΕΣ al lema ΜΑΡΤΥΡΕΣ en 57, 28-38, del lema ΝΟΜΟΣ al lema ΝΟΜΟΣ en 58, 6-11. Concluimos de inmediato que difícilmente será A el modelo a partir del cual el Malatestiano pudo haber culminado estos saltos, desde el momento en que, tanto en un caso como en el otro, en A la porción de texto omitida por el Malatestiano comienza sobre el recto y termina al final del verso del mismo folio (452r-v y 458r-v). ¡Es difícil que se dé la vuelta a la página para efectuar un salto! Se han subrayado de cualquier modo algunas circunstancias: la notable amplitud del salto, especialmente en el caso del 57, 28-38; además del hecho de que los saltos afectan a partes de texto de longitud no casual. Traducidas en renglones oxonienses, las dos omisiones del Malatestiano miden de hecho y respectivamente 23 líneas x 4 (57, 28-38) y 23 líneas x 2 (58, 6-11). Ocurre además que el salto en 50, 53-56 (sobre el que volveremos) es también de igual a igual e implica 22 líneas oxonienses de texto (22 y algunas palabras, para ser exactos). ¿Será casual esta regularidad? ¿No tendrá que ver con la mise en page del modelo Malatestiano? (Un modelo de gran formato, aunque con dos columnas por página: de tal modo que permite, a libro abierto, concluir un salto tan amplio como en 57, 28-38 sin pasar la página. A menos que se quiera pensar, para los casos de 57 y 58, en la caída de uno o más folios).
Tenemos de cualquier modo elementos separativos que operan a favor de la independencia del Malatestiano respecto a A. Valga ante todo el conocido fenómeno de la doble presencia en A del discurso 51 (Sobre la corona), en los folios 385r-387r y también en los folios 446v-448v. Es relevante que el Malatestiano presente el discurso 51 sólo en la segunda de las dos posiciones en las que figura en A, es decir, entre 50 y 57. Si creemos que el modelo directo del Malatestiano fue precisamente A, no entenderemos por qué el copista del Malatestiano había omitido la primera vez del discurso 51: ¿es necesario pensar que esperó hallarlo de nuevo completo con 62 folios más? ¿Que había controlado si, por casualidad, el discurso 51 figuraba una segunda vez? ¿Pero entonces por qué habría optado por el segundo discurso 51 que encontraba en el modelo? No son hipótesis plausibles. Lo único que es razonable pensar es que en el modelo del Malatestiano el discurso 51 aparecía sólo la «segunda vez», es decir, entre el 50 y el 57. Luego dicho modelo no era A.
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No es la única divergencia entre el Malatestiano y A en la ordenación de los discursos. Otra, de relevantes proporciones, consiste en la presencia en A del bloque de los συμβουλευτικοί (13. 14. 16. 15. 17) entre 37. 35. 38. 34. 32. 36. 33 y 51 (¡por primera vez!). En el Malatestiano tal interposición de los «simbuléuticos» justo en el medio de los discursos judiciarios está del todo ausente. En cambio, r presenta enseguida detrás del grupo 37. 35. 38. 34. 32. 36. 33 sólo el discurso 17 (y también el 51 inmediatamente después del 17 y antes de 43. 44. 39-41: es decir, en la primera de las dos colocaciones que el 51 toma de A). Entonces, r, que tiene los otros «simbuléuticos» (13-16) entre el 24 y el 18 (¡en una posición distinta, no menos perturbadora de la que tienen en A!), coloca empero entre los discursos judiciarios sólo el 17 y justo en la posición que los «simbuléuticos» en su conjunto tienen en A. Más que depender de A, r depende de una tradición que acusa la influencia de A (o de su modelo). Y lo mismo puede decirse del Malatestiano, que, para el discurso 51, refleja únicamente la tradición que ponía tal discurso entre el 50 y el 57.
Veamos ahora la relación del Malatestiano con Y. Demos cuenta enseguida de algunos elementos «conjuntivos». Lo primero de todo el orden de los discursos: la presencia de 59. 61. 60 inmediatamente después del 26. No menos relevante la singular esticometría al final del discurso 8 (Sobre el Quersoneso): tanto en A como en el Malatestiano (f. 55r) tal indicación comprende una ∆ de más (separado por un punto y por un espacio —en el Malatestiano sólo por un espacio— de los cuatro anteriores); muy probablemente, como observa Fuhr, la indicación ∆ = διώρθωται fue cambiada por una cifra. Un quinto ∆ sería por otro lado intolerable porque daría como resultado global la cifra 600, que se escribiría simplemente [Η] H. Entonces, verdaderamente se trata de un error, y de un error conjuntivo. Otro elemento conjuntivo puede considerarse la presencia aislada del genitivo ∆ημοσθένους en la subscriptio del De Corona tanto en Y (fol. 109r) como en el Malatestiano (f. 141v). En cuanto a la esticometría, se ha observado que el Malatestiano la presenta también en los ff. 35r y 42r, al pie de página en los discursos 4 y 6 (Primera y segunda Filípica): en Y no consta por la simple razón de que Y cuenta con menos (los folios que contenían los discursos del 1 al 7, 19 se han caído y han sido remplazados por una mano recientísima, cuatrocentista). La presencia de la esticometría, en el Malatestiano, en los discursos 4 y 6 haría pensar que refleja la de Y cuando todavía no había sido mutilado. Pero se ha observado que Y presenta la esticometría de modo sistemático después de cada discurso (7. 8. 9. 10. 13. 18. 19. 20. 21. 22. 24. 59. 6. 60. Pr.),
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No convergente por cierto con el orden de Y.126
K. FUHR, Demosthenis Orationes, I (Leipzig, 1914) 126 (aparato).127
Según A. TSELIKAS (fichier de la Sala de Manuscritos de la Bibliothèque Nationale), los folios 9-26, apergaminados, habría que atribuirlos al copista Demetrio Damilàs. Sobre él, cf. P. Canart, “Démétrius Damilas, alias le ‘librarius Florentinus’”, Rivista di Studi Bizantini e Neoellenici, n. s. 14-16 (1977-1979) 281-348.
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mientras el Malatestiano está privado de tales discursos. Hay esticometría en el Malatestiano para los discursos 4. 6 (también aquí con una ∆ de más). 7. 8.
Una clara divergencia entre Y y el Malatestiano reside, en cambio, y esencialmente, en la inicial colección de hypotheseis libanianas. En el Malatestiano (ff. 1-14v) la sucesión es 1-11. 13-16. 18-20. 22. 21. 23-25, mientras que en Y (ff. 3v-8r) es: 1-11. 13-21. 23. 22. 24. 25. 59. Por otra parte, no faltan tampoco en este ámbito elementos conectivos, como el encabezamiento de la hypothesis de la Primera Filípica ὑποθέσις τοῦ κατὰ Φιλίππου (f. 6r del Malatestiano; f. 4r de Y). La divergencia se presenta también en la sucesión de los discursos: 19. 20. 21. 23. 22. 24-26 en Y, 19. 20. 22. 21. 23. 24-26 en el Malatestiano. Es reseñable que el grupo 22. 21. 23 se reencuentra en A y que justo en esos tres discursos el Malatestiano posee significativas coincidencias con A. Señalamos, por último, exempli gratia, variantes separativas del Malatestiano respecto a Y. En la Tercera Filípica (9. 46) ἐκ τοῦ γραμματείου ἀναγιγνώσκει Y (como del resto S y F), ἐκ τοῦ γραμματείου ἀναγίνκε [i.e. ἀναγίνωσκε] Malatestiano. Hay que señalar a este propósito que la variante ἐκ τοῦ γραμματείου ἀναγίνωσκε, pero seguida del lema ΑΝΑΓΝΩΣΙΣ ΓΡΑΜΜΑΤΕΙΟΥ, es propia de A.
Se ha dicho ya que un elemento que separa el Malatestiano de Y es el orden, después de la oración 20, de los discursos 22. 21. 23, análogo al presente en A. Más bien hay que subrayar que en A 22. 21. 23 son los primeros tres δημόσιοι inmediatamente después de las Filípicas. Pero la diferencia respecto a Y comienza ya en el discurso 19. He aquí algún ejemplo:
19.337: ἐπὶ ταύτῃ Malat. (f. 178r) ἐπ᾽ ἀυτῇ Y19.339: ὑπερεώρα Malat. (f. 178v) A F etcétera. ὑπερώραι Y19.342: ποιήσαντας Malat. A ποιήσοντας Y S
Lo que no significa que el Malatestiano esté aquí sobre la línea de A, desde el momento en que
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Es inexacta a este propósito la noticia de FUHR, Demosthenis Orationes, I (Leipzig, 1914) XVIII, así como la de FOERSTER, Libanii Opera XVIII (Leipzig, 1915) 577.
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exactamente en el mismo contexto tenemos, por ejemplo:
19.336: νυνί Malat., νῦν A19.340: πηλίκα Malat., ἠλίκα A.
En la oración 20 las divergencias entre el Malatestiano y A son muy nítidas:
20.161: καὶ φόρους Καλχηδονίους πραττόμενοι om. A, habet Malat. (f. 201r)20.165: φιλανθρωπία Malat. φιλανθροπίαι A20.167: οὐδὲν ἀγνοεῖν Malat. μηδὲν ἀγνοεῖν A
En cambio, reafloran coincidencias con Y y con P [= ms. Laureziano 69.9, atribuido al siglo XII; según Immanuel Bekker debido a la misma mano del Ravennate de Aristófanes]:
20.141: μέτεστι ὀλίγοις Malat. P Y ὀλίγοις μέτεστι cett. 20.125: τις ἀτελής Malat. (f. 196r) Y P ἀτελής τις cett. Pero no faltan tampoco divergencias respecto a Y:
20.105: ἐκείνους Y (solus) ἐκείνοις Malat. (f. 193v) cett.20.138: φράφηι Y γραφῇ Malat. (f. 198r)
Para los tres discursos 22. 21. 23 el Malatestiano parecería, de acuerdo con los sondeos realizados, ubicarse más claramente sobre la línea de A. He aquí algunos ejemplos:
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22.2: εἰς ταὐτὸν A Malat. (f. 203r) εἰς ταὐτὸ cett.22. 3: μεταλαβεῖν A Malat. (203r) λαβεῖν cett. μεταλαβεῖν P22.4: πρὸς ἕκαστα A Malat. (203v) πρὸς ἕκαστον cett.21.2: ὦ ἄνδρες δικασταί A Malat. (214r) ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι cett.21.4: τὸ λοιπὸν ἀδεῶς A Malat. (214v) ἀδεῶς τὸ λοιπόν cett. (Sin embargo, en la misma línea A consta ὑβρίζει, en el Malatestiano, con todos los otros, ὑβρίζῃ).21.6: A Malat. omiten las palabras ἀγανακτήσας καὶ συνοργισθεὶς καταχειροτονίαν ὁ δῆμος ἐ ποιήσατο ταύτην.21.225: μηδεμίαν μητ᾽ ἄλλο μηδέν A Malat. (f. 242v) μηδεμίαν cett.
También para la oración 23 la relación del Malatestiano con A está documentada por numerosas concordancias en lecciones no obvias, aunque no excluye divergencias. Como, por ejemplo, inmediatamente en la apertura:
23.1: ἐμὲ om. A, habet Malat.23.17: οὐ κατά Malat. (cett.) οὐκαπο A Coincidencias:
23.18: ὑμῖν τρία A Malat. (f. 245r) τρία cett.23.61: A y Malat. Tienen ambos νόμον después de ἁπάντων ἀνθρώπων.
Con la oración 24, que figura después de un grupo de folios dejados en blanco (ff. 272v-273r-v), la situación cambia visiblemente. El Malatestiano ya no está sobre la línea de A:
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• "
24.2: μηδέν A μηδενὸς Malat. (f. 275r)24.4: νομίζω κἀμοὶ Malat. κἀμοὶ νομίζω A.
Reaparecen en cambio las coincidencias con Y en lecciones no obvias o erróneas:
24.11: μηνύει Y Malat. (276r) μηνύειν cett.24.211: καλούς Y Malat. (f. 303v) καλῶς cett.
También en la oración 25 el Malatestiano se aleja de A y presenta significativas lecciones convergentes con Y y con S:
25.1: ὦ ἄνδρες δικασταί Malat. (f. 304v) S Y ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι F A25.4: καὶ τὸ πρᾶγμα εἰδέναι μὴ Malat. (ibidem) S Y P καὶ τὰ δίκαια εἰδέναι καὶ τὸ πρᾶγμ᾽ οὐδὲν ἧττον ἐμοῦ καὶ μὴ A καὶ τὰ δίκαια εἰδέναι καὶ μὴ F25.15: καὶ ἀνώμαλον om. S Malat. (f. 306r) Y¹ (add. eadem manus in fine versus): luego en este caso el Malatestiano coincide únicamente con S.25.16: πᾶσι s.l. Y (de primera mano): así también en el Malatestiano (f. 306r)25.16: φρονίμων ἀνθρώπων Malat. (f. 306r) Y P ἀνθρώπων φρονίμων cett.25.57: en la frase ᾧ τῆς σωτηρίας αὕτη αἰτία ἐγεγόνει sólo S y el Malatestiano (f. 312r) omiten αἰτία. Sucesivamente αἰτία fue añadido en S por la «scriptura correctoris qui subscripsit διώρθωται» (cfr. Demosthenis Orationes, ed. J. Sykutris, Lipsiae 1927, 355) y en el Malatestiano por una de las manos que hacen que la palabra preceda a los añadidos y variantes que introduce al margen, de la palabra κείμενον.
Se han señalado un par de casos en los que el Malatestiano muestra no depender directamente de Y:
264
25.50: en la frase τὴν ἡμετέραν χειροτονίαν προπηλακίζων Y omite χειροτονίαν, pero la misma mano la añade sobre la línea; el Malatestiano en cambio omite simplemente la palabra (f. 311r: el añadido s.l. se debe a otra mano). El mismo fenómeno se verifica en 25.69 por la omisión de τις antes de ὀφείλειν. Es bien extraño que el Malatestiano prescinda de las rectificaciones que la misma mano de Y ha aportado.26.1: ἀπαγορεύουσιν F A ἀπαγορεύουσιν ἐν τῶ δήμῳ S Y Malat. (f. 317v)26.4: τὰς ἀρχὰς Y Malat. (f. 318r) καὶ τὰς ἀρχὰς cett.
Sin embargo, en 26.16 el Malatestiano tiene, con todos los otros, τῶν ἐν τῇ πόλει mientras Y presenta la lección aislada y errónea τῶ ἐν τῇ πόλει (por influencia del inmediatamente anterior μόνῳ). Se puede, ciertamente, pensar que el copista del Malatestiano haya rectificado el error; o en cambio que su modelo inmediato no fuera Y.
26.26: ἀρρωστήματα τοῖς τῶν om. Y Malat. (aquí las palabras omisas son repristinadas en el margen).
La relación con Y, que todavía subsiste en la oración 17 (por ejemplo, sólo Y y el Malatestiano, f. 321v, insertan, en 17.3, entre ἀγανακτήσαιτε y εἰ ἦσαν las palabras: εἲποιτ᾽ ἄν οἶμαι πάντες εἲ τις ἀναγκάζοι, y análogamente son los únicos en omitir λύειν en 17.12), se modifica a propósito del discurso 59. Es digno de anotación, desde el momento que, como se ha dicho, los discursos 59. 61. 60 (los cuales constituyen, junto con los Proemios, la parte conclusiva de Y), se recuperan en la llamada «primera parte» del Malatestiano: la que comprende precisamente los discursos políticos y político-judiciarios (a partir del f. 357r comienzan, con el 54 Contra Conón, los Ι∆ΙΩΤΙΚΟΙ) y a la que se considera, por lo que atañe al Malatestiano, que se remonta en bloque a Y.
La «sorpresa» es tropezarse en cambio, de inmediato, en la apertura del discurso 59 (Contra Neera), con una variante que es característica sólo de S:
59.1. πολλὰ μὲν τὰ παρακαλοῦντα ἦν, ὦ κτλ. Toda la tradición restante, excepto S y el Malatestiano (f. 325r) tiene πολλά με κτλ. Pero la variante presente en S y
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Se prescinde aquí de otros testimonios seguramente dependientes de Y.130
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Malatestiano es antigua, desde el momento en que Rufo (II d. C.) en el Ars Rhetorica cita πολλὰ μὲν ἦν τὰ παρακαλοῦντα κτλ. como exordio del Contra Neera (I, 465, 23 Spengel = I,402 Hammer). Y dos líneas más abajo S y el Malatestiano tienen ταυτηνί, mientras YrD (= ms. Ambrosiano D 112 sup.) tienen ταύτην. Para este discurso no disponemos de A. En cambio, poco después el grupo YrD coincide con el Malatestiano varias veces:59.5: τοὺς δικαστὰς δίκαιον ὀργίζεσθαι cett. τοὺς δημοκρατουμένους δίκαιον ὀργίζεσθαι YrD Malat. (f. 326r) ibid.: μάρτυρας cett. μαρτυρίας YrD Malat.1.8 ὥστε cett. ὥστε καί YrD Malat. (f. 326r).
Pero en 59.75 el Malatestiano posee βασίλιννα con S y la primera mano de F, contra βασίλισσα de D, de la primera mano de Q (= ms. Marciano Griego 418) y de Y. En este caso el Malatestiano diverge de YD. En 59.90 la omisión de ἐξελέγξαι en Y reaparece en el Malatestiano (f. 338v). En 59.119, por último, el Malatestiano concuerda con S: ambos, y sólo ellos, presentan la singularidad de un asintáctico ἔχειν después corregido como ἔχει (S sigue la corrección indicando la letra que hay que eliminar con un puntito, el Malatestiano con una tachadura por abrasión).
También en los dos discursos epidícticos (61.60), con los que termina la «primera parte» del códice, se vuelve a proponer la acostumbrada oscilación: el Malatestiano ora coincide con Y [con o sin rD], ora diverge de él, aun no faltando lecciones comunes con S:
61.1: ἐπαινεῖν Ἐπικράτην S Y F Q Ἐπικράτην ἐπαινεῖν r D Malat. (fol. 344v)61. 8: ὄνθ᾽ οὕτω οὕθ᾽ οὕτως Y [«(?)» Clavaud] r D ουτουτως S /////// ουτως Malat. (f. 345v).60.17: el Malat. (f. 355r) omite, con S Y r, las palabras τί πρακτέον ἐστί, τῇ δὲ σῴζεται (salto de igual a igual), pero tiene, poco después (60. 20), ἐκείνων (f. 355v), palabra que en cambio está omitida en Y r (y en el ms. Phil. Gr. 105 de Viena, del que hablaremos más tarde).
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Aquí se ha recordado […] que también S coloca la oración 59 inmediatamente después de la 26: no sólo Y.130
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A . . . . . S . . .
I 54.55.48.56 III 36.45.46.37.38.32—35
ἐπιτροπικοί II 27—31 Pr. Epp.
παραγραφαί III 37.35.38.34.32.36.33 II 27—31
συμβουλευτικοί IV 13.14.16.15.17 (51) I 54.56.48.47.55
διαδικασίαι V 43.44.39—41 VI 50.51.53.49.52
discursos de Apolodoro VI 49.53.42.50.51 V 39—44
VII 57.58.47 (1—2) VII 57.58
61.60
IV 13.14.16.15.17
Por lo que concierne a la segunda parte del manuscrito Malatestiano, la relación con la tradición que tiene en A a su más notable exponente está atestiguada sobre todo por el orden de los discursos, lo que resulta de los siguientes cuadros comparativos. En tales cuadros indicaremos la sucesión —además de la de los discursos individuales— de los grupos. Partiremos del cotejo entre A y S. Dejaremos de lado las Filípicas y ∆ημόσιοι, que tienden a estar al principio; y también la oración 59, que falta en A y en S figura justo al lado de los otros ∆ημόσιοι. Observaremos que, por norma, los mismos grupos reaparecen en orden diverso.
Como se ve, S contiene más materiales (hay no obstante que considerar que A está mutilado al principio y al final). En particular S tiene además: Proemios, Epístolas; 61.60; 45.46; 52. En cuanto a la composición de los grupos se ha notado la presencia «fuera de sitio» del 42 en el VI grupo en A (discursos de Apolodoro) y en cambio en el V en S; y además la colocación del 47: en A (donde se adelanta sólo un fragmento) figura a continuación del 58 (¿por tanto en el grupo VII?); mientras en S está en el grupo I. De la doble presencia del 51 en A ya hemos dado cuenta. El discurso (pronunciado ante el Consejo) está bien próximo a 13-17. Luego el nexo entre 13-17 y 51 no es
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A Malatestiano
I 54.55.48.56 I 54.55.48.56
II 27-31 II 27-31
III 37.35.38.34.32.36.33 III 37.35.38.34.32.36.33
IV 13.14.16.15.17 (51)
V 43.44.39-41 V 43.44.39-41
VI 49.53.42.50.51 VI 49.53.42.50.51
VII 57.58.47 (§§ 1-2) VII 57.58.47 (§§ 1-9)
casual. Por ello, A los presenta todos juntos (y el Malatestiano los omite todos juntos). Se puede pensar que A recabase el grupo completo 13-17.51 de una fuente distinta de aquella de la que depende para el resto: he aquí por qué se encuentra el 51 también en otro grupo, aquel «de Apolodoro». Probablemente A no recurrió a una 51 «seorsum edita» como pensaba Rennie, sino que tuvo presente una colección que incluía la 51 entre los discursos públicos no judiciarios.
La composición de los grupos III y I tal como resulta en A aparece confirmada por la sucesión de las hypotheseis libanianas: aquí el grupo III aparece con la misma composición y casi en el mismo orden interno que en S (36.45.46.32.37.38.35.34.33) ; y en cuanto al grupo I se puede observar que la presencia aquí de la oración 47 está confirmada por Libanio, en cuya colección constan juntas 48.56.47.
Ahora careemos la ordenación de A con la del Malatestiano, prescindiendo siempre de las Filípicas y de ∆ημόσιοι:
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Cf. Demosthenis Orationes, III (Oxford, 1931) VII.131
Hay sin embargo que decir que A, excluyendo los dos discursos contra Estéfano (45.46), toma del grupo III las únicas παραγραφαί, que están aisladas como tales también en el pinax de F. Este grupo de discursos judiciarios que se reencuentra idéntico tanto en la colección sobre la que Libanio modelaba el opúsculo de las hypotheseis como en S, es, pues, un segmento de una antigua edición en rollos. En S tenemos otra huella, bien conocida, reflejo de una antigua edición en rollos: se trata de la subscriptio (f. 29r) colocada después de la esticometría del discurso Sobre Aloneso: ΤΟΜΟΣ Α. ΦΙΛΙΠΠΙΚΟΙ ΛΟΓΟΙ, el cual ha seguido la esticometría global de aquel «primer rollo» de «Seis Filípicas», que concuerda con la suma de los datos esticométricos relativos justo a los seis discursos que preceden y que constituyen, paralelamente, el contenido de aquel «primer rollo». Que S nace del ensamblaje de más rótulos que contienen grupos homogéneos de oraciones queda claro también por la incongruente colocación en bloque al final del manuscrito de los συμβουλευτικοί (13-17), cuya posición natural es en
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Luego en el Malatestiano no solamente falta en bloque el grupo de los «simbuléuticos» sino también la primera oración 51, mientras que de la 47 disponemos de siete parágrafos más que en A. Sobre las deducciones que pueden extraerse de tales fenómenos ya hemos discurrido.
Este orden de los discursos «privados» permite individuar un grupo de manuscritos, cuyo vínculo se revela precisamente por el orden en que estos discursos se suceden. Partimos de algunos indicios que ayudan a definir esta «constelación». La colocación del discurso 17:
a. A trae el bloque completo de los «simbuléuticos» (13.14.16.15.17) entre 33 y 43, es decir, entre las παραγραφαί y las διαδικασίαι; o mejor, entre la 33 y la primera 51; b. r trae únicamente el 17 entre 33 y 51.43 etc.; el fenómeno relevante es que el solitario 17, aislado de los otros «simbuléuticos» (los cuales se encuentran bien singularmente, en la primera parte, entre 24 y 18) haya conservado la posición del todo anómala que el grupo completo tenía en A; c. el Malatestiano no presenta ninguno de los «simbuléuticos» en la errónea posición en la que éstos figuran en A, pero trae el 17 separado de los otros «simbuléuticos» y en una posición en cierto sentido análoga a la que 13-16 tienen en r: es decir, en el bello medio de los δημόσιοι, esta vez entre 26 y 59.
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MACDOWELL, Demosthenes (Oxford, 1990) 72, en la reciente edición de la Midiana, teoriza la existencia de un grupo de códices, constituido por el Malatestiano, por el Vindob. Phil. Gr. 105 y por el Barocci 73 (signados por él como Cd, Wd, Od, respectivamente), caracterizados por el hecho de descender «from a lost copy of A in which some corrections had been made». Como puede colegirse de semejante definición, el Barocci 73 —que contiene en buena parte materiales ausentes en A— es difícil de sintetizar. El Barocci contiene: 21.23-26.59.61.60.17.32-35. Ep. [I].38. En A faltan: 59.61.60. Ep. También teniendo en cuenta el hecho de que partes de A se han perdido, el orden de los dos manuscritos resulta en todo caso completamente deforme. Por tanto, el orden 23-26.59.61.60 remite a Y: además la presencia de 17 junto a 59.61.60 remite al ms. Vindob. Phil. Gr. 105.
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cambio junto a los otros discursos «asamblearios» (es decir, las Filípicas). Un papiro del siglo V d. C., que incluye únicamente los Simbuléuticos, es el Pap. Berol. 13274. Es útil recordar, a este propósito, que una reciente opinión en torno al origen de S lo ubica en Calabria en el segundo cuarto del siglo X (G. PRATO, “Attività scrittoria in Calabria tra IX e X secolo”, Jahrbuch der österreichischen Byzantinistik, 36 (1986) 224: aquí se habría confeccionado, de forma que sólo después habría pasado a Oriente (en el monasterio de Sosandra lo sitúa la nota que se lee en el f. 354r βιβλίον μονῆς τῶν Σωσάνδρων). Tal origen en área «marginal» y separada de la producción librera bizantina (constantinopolitana, o, en cualquier caso, «oriental»), armonizaría con la naturaleza aislada de la tradición textual que S contiene, y que tendría más de una chance —si la hipótesis sobre su origen italo-meridional es fundada— (mas véase, contra, L. PERRIA, “Una minuscola libraria del secolo X”, Rivista di Studi Bizantini e Neoellenici, n.s. 26 (1990) 132-136— de remontarse recta via a materiales supervivientes tardo-antiguos conservados en Italia. Materiales que, en todo caso, reflejan mejor la situación tardo-antigua, no sólo occidental. Ejemplo: el rollo de ἰδιωτικοί que se encuentra tanto en S como en Libanio, que trabajaba en Constantinopla en el año 32 d. C. Sucede, pues, que S refleja la ordenación libaniana de los discursos, mientras se aleja totalmente de F, aunque el opúsculo libaniano se haya transmitido justo al principio de F: el cual, pues, englobaba el opúsculo libaniano como material erudito-subsidiario, pero no tenía nada en común con la colección demosténica sobre la que Libanio había trabajado. Por otra parte, […], el códice Y, considerado de origen constantinopolitano (G. CAVALLO, “Conservazione e perdita dei testi greci”, en A. GIARDINA (ed.), Società romana e impero tardoantico, IV (Roma-Bari, 1986) 122), refleja el orden atestiguado por la primera parte del corpus conocido por Libanio.
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NOTAS SOBRE TRADUCCIONES DE LAS ETIÓPICAS DE HELIODORO:LA NUEVA CARICLEA (1722) DE CASTILLEJO
J.D. CASTRO DE CASTROUNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
La novela griega, a pesar de no ser uno de los géneros principales de la literatura de la Grecia clásica, ha tenido en España una importancia notable, no sólo por la aceptación de la que han gozado algunas de sus obras en determinados periodos, sino también por la influencia decisiva que ha ejercido en la evolución del género y en algunos autores de la altura de Cervantes, por no hablar de la bastante amplia panoplia de novelistas de segunda o tercera fila de los siglos XVI, XVII y XVIII.
No obstante, como es bien sabido, el acceso a estas obras en España pocas veces era directo, sino que se realizaba casi siempre a través de traducciones, que cobran así una importancia notable como instrumentos de mediación. Aunque resultaría injusto generalizar, estas versiones no destacan por su calidad, al menos desde la perspecti-va de los estándares actuales, y beben casi siempre de esfuerzos ante-riores, si bien es preciso subrayar que tal característica no les impidió realizar una eficaz transmisión de los originales e inspirar novedades en las novelas en romance. Es posible afirmar, por otra parte, que los periodos en los que más traducciones se realizan son los siglos XVI y XX.
La novela que ejerció un influjo más notable fue, probablemente, la escrita por Heliodoro de Emesa, las Etiópicas. Las traducciones conocidas de esta obra son las siguientes: 1) Vergara: La primera versión es la del helenista Francisco de Vergara. Esta traducción, que
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En efecto, creemos muy importante distinguir entre la calidad de una traducción en términos de fidelidad al original y su eficacia comunicativa (acceso eficaz al público lector), aspectos que no siempre van de la mano.
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los elogios de Alvar Gómez de Castro, resulta interesante, entre otras cosas, por el relieve del traductor, pero no ha llegado a nuestros días. 2) Amberes 1554: Una traducción anónima, titulada Historia Ethiopica de Helidoro y publicada en Amberes en 1554, fue realizada a partir de la francesa de Amyot y reimpresa después en varias ocasiones. Su autor era probablemente un erasmista. 3) Mena: La traducción de Fernando de Mena, publicada en Alcalá en 1587 es, sin duda, la más importante hasta la contemporánea de E. Crespo. Está realizada, según se ha señalado, sobre la latina de Warschewicki (sobre todo), la anónima española de Amberes, la francesa de Amyot y la italiana de L. Ghini. 4) Collado del Hierro: tenemos noticias y algún fragmento de una versión realizada en quintillas por Agustín Collado del Hierro en el siglo XVII ; 5) Castillejo: ya en el siglo XVIII Fernando Manuel de Castillejo sacó a la luz una interesante traducción parafrástica. 6, 7 y 8) En el siglo XX, se publican las versiones de Juan Bautista Bergua, Agustín Blánquez y la muy meritoria de E. Crespo.
Por último, además de las traducciones completas, es preciso mencionar la versión parcial latina de Gómez de Castro, estudiada por Bianchi y la española de Tamayo de Vargas, que probablemente se trató únicamente de un proyecto y no fue completada.
La mayoría de estas traducciones han merecido la atención de distintos estudiosos, aunque con frecuencia se van repitiendo unos cuantos datos, fundamentales, de un trabajo a otro. Quizá menos atención de la que debiera ha merecido la versión de Castillejo, de la que nos ocuparemos aquí con algo más de detalle.
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E. CARILLA, “La novela bizantina de la Edad de Oro”, RFE, XLIX (1966) 276.135
E. CRESPO, HELIODORO, Las Etiópicas o Teágenes y Cariclea (Madrid, 1979), 46. Sobre esta traducción cf. PLAZENET, L. (ed.), Heliodore, L’histoire aethiopique, Traduction de Jacques Amyot (Paris, 2008).
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E. CRESPO, Heliodoro, Las Etiópicas (Madrid, 1979) 47.137
F. LÓPEZ ESTRADA (ed.), Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea, traducida en romance por Fernando de Mena (Madrid, 1954) XVIII.138
N. BIANCHI, “Heliodoro in Spagna. Aethiop. III.7.2-8 nella versione di Alvar Gómez de Castro”, en Il codice del romanzo: tradizione manoscritta e ricezione dei romanzi greci (Bari, 2006) 69-81.
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J. GONZÁLEZ ROVIRA, La novela bizantina de la Edad de Oro (Madrid, 1996) 30.140
Catálogos anteriores de estas traducciones, junto a informaciones de mayor o menor extensión acerca de ellas pueden encontrarse en J. L. ESTERLICH, “La novela griega en España (notas bibliográficas)”, Revista Contemporánea, CXIX (15-7-1900) 26-44; M. MENÉNDEZ PELAYO, Orígenes de la novela, vol. II (Madrid, 19612) 70-73; F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) VII-XVIII; E. CARILLA, “La novela bizantina” (1966) 276-277; E. CRESPO, Heliodoro, Las Etiópicas (Madrid, 1979) 46-47; M. Á. TEIJEIRO FUENTES, La novela bizantina española. Apuntes para una revisión del género (Cáceres, 1988) 38-42 y J. GONZÁLEZ ROVIRA, La novela bizantina (Madrid, 1996) 19-23.
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2. LA TRADUCCIÓN DE FERNANDO MANUEL DE CASTILLEJO
La versión de Manuel de Castillejo fue publicada en Madrid en 1722. Tres son las principales características de esta traducción. En primer lugar, la nueva Cariclea es, sin duda alguna, obra de un diletante, lo cual no sólo fue señalado en el siglo XVIII por F. Cerdá, sino que es cándidamente confesado por el propio traductor, quien en el prólogo a la obra señala (p. 14) que la traducción es el resultado de una labor de ejercitación posterior a su estudio del latín y que su objetivo principal fue entretener sus ocios para no caer en el vicio.
Tampoco se oculta al lector que se trata de una versión indirecta. Que la obra ha sido traducida del latín —y no del griego— al castellano lo señalan la Licencia de Cristóbal Damasio y el propio autor en el prólogo (pp. 13-14).
Por último, ha de señalarse, y así lo han hecho, sin entrar en detalles, varios estudiosos, que la versión es claramente parafrástica. Los procedimientos de adaptación del texto que Castillejo utiliza son muy diferentes, e incluyen la transformación de una conversación en estilo directo a estilo indirecto o la omisión de frases de distinta naturaleza e importancia, si bien nuestro traductor tiende a multiplicar notablemente las adiciones y amplificaciones. Estos añadidos pretenden potenciar el ornato de la expresión o desarrollar aspectos que el autor considera no suficientemente explotados en el original (o más bien en la traducción latina).
Antes de abordar con más detalle el estudio de las modificaciones introducidas por Castillejo respecto al texto original, prestaremos una cierta atención a las piezas liminares de la obra, en las que están presentes algunos tópicos importantes que se refieren bien a la obra original y el género al que pertenece, bien a la traducción y sus características. Entre los primeros destaca la alusión a la
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Nada sabemos del autor, a quien F. Cerdá caracteriza en carta a Mayans de 3 de agosto de 1779 como «un barbero». 142
C. HERNANDO, Helenismo e ilustración (El griego en el siglo XVIII español) (Madrid, 1975) 448-449.143
Subrayamos este aspecto, pues nos parece una de las características principales de buena parte de la labor traductora dedicada a los clásicos en España, especialmente en algunos periodos, como el siglo XIX. El diletantismo marcará, creemos, la suerte de la difusión de los clásicos en España.
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En la carta citada en n. 10.145
En concreto de la traducción de Warszewicki; sobre esta versión cf. K. BALINSKI, “Heliodorus Latinus: Die humanistichen Studien über die Aithiopika. Politianus – Warszewicki – Guillonius – Laubanus”, Eos 80 (1992) 273-89. La edición que hemos utilizado para los textos latinos es la nº 31 del Catálogo, realizada por Commelino (Heidelberg, 1596).
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Dice J. ÁLVAREZ BARRIENTOS, La novela del siglo XVIII (Madrid, 1991) 46: “La Nueva Cariclea es también un relato de viajes, pero es, como se sabe, la traducción de la novela de Heliodoro. Traducción en el sentido casi nuevo que perdurará a lo largo de la centuria: adaptación, glosa, connaturalización”. La obra estaría, pues, exagerando un poco, a medio camino entre traducción y relato casi original.
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humildad del género, que se hace explícita en la dedicatoria a Joaquín Ponce de León, Duque de Arcos. Se trata de una obra imposible de parangonar, dice Castillejo, con otra recientemente ofrecida al Duque, una vida de Santa Teresa. También se hace referencia, en la Aprobación de Manuel Ventura (p. 8) al enorme placer que despierta su lectura:
Se destacan como cualidades de la obra (Prólogo pp. 13-14): su verosimilitud; su concisión, su ejemplaridad, su sentenciosidad y el que sea un ejemplo de aplicación de la justicia poética, como prueba el final feliz con premio de la virtud y castigo a los vicios.
En lo que se refiere a los tópicos referidos a la traducción, la Aprobación (p. 8) subraya la aportación que esta traducción realiza, pues incorpora dignamente al patrimonio hispano la obra de Heliodoro. No deja de realizarse también un claro ataque a la traducción anterior. En efecto, Castillejo considera la traducción de Mena «desmayada» y «atada gramaticalmente al idioma latino», lo que hace que se pierda calidad respecto al original y la novela quede «desfigurada» (p. 15). No era, sin embargo, su principal objetivo, como hemos ya apuntado, corregir tal problema mediante una nueva traducción, sino que se trata esencialmente de un ejercicio para lograr un ocio digno:
He leído esta obra, y con brevedad, sin que quiera por ello que la brevedad se me estime
porque no ha habido fineza, sino precisión por haberme sucedido lo que he oído que ha
acaecido a muchos que la han leído en otros idiomas, y es no haberla dejado de la mano los
ojos hasta que la han concluido.
Empecé a hacer algunos borrones con aquel descuido de quien trabajaba, no tanto para
trabajar, cuanto para divertirse; y con aquella libertad de quien trabajaba para contentarse
a sí y no para exponerse a la censura de quien pudiera decir que había trabajado mal. De
donde nació el procurar decir lo que Heliodoro pensó con las voces y frases que me han
parecido mejores, para que se entiendan bien los pensamientos de aquel ingenio, sin que por
éstos tenga escrúpulo de haber faltado a las leyes de traductor, pues si éste se ata demasiado
al original, le sucederá lo que a Mena, que fue no sacar esta novela a luz, sino dejarla a escuras
(p. 15).
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149
Sobre este tópico, F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) LII-LIII.148
Modernizo la ortografía y la puntuación.149
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275
276
to
Sin embargo, Castillejo insiste en que no ha variado sustancialmente la historia, aunque realiza algunas correcciones de faltas que atribuye a los copistas y no al autor (p. 15).
Rasgo esencial de la nueva Cariclea, que se percibe tanto en las piezas liminares como en el perfil que va asumiendo el texto por obra de Castillejo, es la voluntad de enseñanza moral mediante la presentación de ejemplos.
Pasando ya a la traducción misma, esta ha cosechado juicios encontrados, pues, aunque predominan las opiniones negativas, no faltan los elogios ocasionales. Resulta, en efecto, indudable que algunos aspectos de la traducción revisten un notable interés. En primer lugar, como ha sido puesto de relieve por trabajos anteriores, en el prólogo de esta obra (p. 13) se aplica por primera vez en España en el siglo XVIII el término “novela” no a una obra corta, sino a lo que hoy suele entenderse por novela.
Por otro lado, el análisis de las modificaciones que Castillejo introduce respecto al texto que traduce permite evidenciar algunos aspectos del gusto y la ideología del autor, del que posee el público y, en definitiva, del periodo en el que la obra se publicó. Así, cabe, por ejemplo, percibir en la versión de Castillejo una atención especial a lo femenino y a un determinado modelo de mujer, que se refleja en distintos aspectos de la traducción, comenzando por el propio título: La nueva Cariclea. De esta manera se inclina Castillejo por dar nombre a la obra recurriendo a los amantes, frente a los
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154
J. ÁLVAREZ BARRIENTOS, La novela (Madrid, 1991) 47.150
En el prólogo a la reimpresión de 1787 de la traducción de Mena se dice «(...) usa de un estilo hinchado, y forma una paráfrasis libre y sin sujeción al texto latino que se propuso seguir. Y así no dudamos en calificar esta traducción por la más inexacta», cf. J. L. ESTERLICH, “La novela griega” (1900), 41-42. Menéndez Pelayo la moteja de «redundante y culterana», M. MENÉNDEZ PELAYO, Orígenes, vol. II (Madrid, 19612) 72-73. Juan Valera, de «desmayadísima» y más paráfrasis que traducción en el “Prólogo” a su versión de Dafnis y Cloe (Madrid, 1907) 15. López Estrada opina que es muy libre, casi una paráfrasis, y poco feliz, cf. F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) XVIII. M. Á. TEIJEIRO, La novela bizantina (Cáceres, 1988) 42, la considera «desafortunada».
151
MANUEL VENTURA en la Aprobación a la propia traducción considera que Castillejo ha traducido «con verdad, con viveza, con un estilo sentencioso, fluido, corriente, claro, para lo cual ha sido preciso no ceñirse a las oraciones latinas que le han servido de original, sino que ha procurado hacerse dueño de los conceptos del autor, y después nos los dice con aquellas voces y expresiones que le han parecido mejores, para que se entiendan bien: y esto en mi juicio es el más perfecto modo de traducir; lo demás puede llamarse modo de borrar lo que se traduce» (pp. 8-9). Respecto a su estilo dice: «El estilo que sigue Don Fernando es el que conviene a una historia: ni humilde, ni tan elevado que parezca se compone la prosa de materiales, de canciones reales, las cuales suelen finalizarse con decirles que abatan el vuelo. Es un estilo, vuelvo a decir, digno de alabarle, pues es serio, expresivo y conceptuoso sin pesadez» (p. 9). La traducción también es elogiada, años después, por Alberto Lista, cf. A. LISTA, “De la novela”, en Artículos críticos y literarios, vol I (Palma, 1840) 177. Más recientemente, Cruz Casado opina que: «Aun cuando el valor literario de la adaptación sea escaso, la fecha de su publicación, así como la denominación novela empleada para designar a una narración larga de carácter ficticio, le concede cierto interés», cf. V. MARTÍNEZ COLOMER, “Introducción a Los trabajos de Narciso y Filomela”, en A. CRUZ CASADO (ed.), Una novela cervantina del siglo XVIII (Córdoba, 2000) 13.
152
Ver nota anterior.153
Algunos aspectos de la traducción, especialmente determinados rasgos del lenguaje, muestran claras huellas de las modas imperantes en la centuria anterior.153
277
títulos del tipo Etiópicas o Historia Etiópica, aunque, en realidad, se omite al amante varón, focalizando la atención del lector sobre Cariclea. No es éste el único indicio de una atención especial a lo femenino. Por ejemplo, ya hemos apuntado que en el Prólogo Castillejo identifica como una de las principales cualidades de la obra de Heliodoro la aplicación de la justicia poética, de modo que los vicios resultan castigados con finales desgraciados. Para ejemplificar utilizará exclusivamente personajes femeninos:
El ideal de familia, que ha de construirse en torno a una mujer, la cual es el núcleo principal de ésta, se hace presente en la traducción en un pasaje en el que Castillejo se aleja claramente del original:
Repare que sabe introducir en el corazón humano horror a los vicios señalando
trágicos fines a los viciosos; como tú lo verás si empezases y prosiguieses leyendo, pues te
encontrarás con una esclava llamada Tisbe, chismosa, enredadora, impura; pero muerta a las
casuales violencias de un puñal. Te encontrarás una Demeneta, mujer que faltaba a las
obligaciones honradas del matrimonio, pero precipitada por sí misma a un pozo. Te
encontrarás una Arsaces, princesa demasiadamente libre en sus procederes, pero también
verás que con un lazo se quitó desesperada la vida. Te encontrarás con una Cibele, que pagó
sus infames tercerías a las manos de un veneno que ella se tomó por sus mismas manos.
Muertes tan infaustas y tan arrebatadas sobre vidas tan delincuentes, ¿quién duda dejan al
ánimo impresionado de un provechoso horror a los delitos? (p. 14).
Is, cum accideret ut mea mater e vita discederet, ad secundas nuptias animum adiecit,
indignum ratus, propter me unicum filium, incerto animo atque parum constanti vivere (p.
16).
Mi padre, pues, (habiendo pasado a mejor vida mi madre) determinó casarse segunda
vez, juzgando era menor inconveniente darme a mí madrastra que vivir él con los
desasosiegos y cuidados que trae consigo una familia sin mujer que la gobierne (p. 15).
155
156
Sin embargo, en el prólogo señala que el título original de la obra de Heliodoro era Historia de Etiopía y, además, el subtítulo de la traducción de Castillejo incluye una denominación alternativa: Nueva Traducción de la novela de Theágenes y Cariclea, que con el título de Historia de Etiopía escribió el antiguo Heliodoro. Recuérdese que existía una polémica sobre el título de la obra, como muestra la corrección al respecto de José Pellicer, en su El Fénix y su historia natural, a una de las Notas a Garcilaso de la Vega de Tomás Tamayo, cf. J. GONZÁLEZ ROVIRA, La novela bizantina (Madrid, 1996) 400-401.
155
Este Prólogo parece, por otra parte, experimentar la influencia del de las Novelas ejemplares de Cervantes (en el que se mencionaban las Etiópicas), como sugieren la cercanía al lector, el uso de la segunda persona y, sobre todo, el uso del «Dios te guarde» final.
156
278
No faltan, sin embargo, en los añadidos de Castillejo, reflexiones que presentan una imagen negativa de mujer:
También es perceptible en los desarrollos de Castillejo una recurrencia de las menciones a la razón y como veremos, la contraposición de sentimiento y razón. Así, la razón y sus luces se hacen presentes en la versión de Castillejo y permiten a Cnemón resistirse a su madrastra, aunque tal alusión no esté en el original:
Por otro lado, aunque estas “razones” pertenezcan a un contexto literario en parte diferente, se incluyen también en una conversación entre Teágenes y Cariclea, razonamientos amorosos ausentes en el original:
que por estas y otras cosas no puede amar un hombre de bien, porque las mujeres en
viéndose queridas, como si el amarlas fuera delito, hacen que un hombre le pague,
ejercitándole la paciencia; pero nosotros nos tenemos la culpa; y yo al presente la cometo en
deteneros (p. 238).
Denique pulchra nomina illecebris admiscens et quibus potissimum rebus caperer
considerans: ita ut in gravioribus negociis simularet matris habitum, in ludicris autem amare
se manifeste declararet (p. 17).
Juntaba estas frases con tan halagüeñas con acciones correspondientes, lazos de que no
hubieran sabido desprenderse mi voluntad y mis pocos años, si no me hubieran asistido
favorables luces de la razón proponiéndome los funestos horrores del delito; proseguía
maquinando siempre nuevas invenciones, que le dictaba su pasión ciega, pero cuanto más
ciega, más ingeniosa para atraerme a su amor y hacerme consentir en sus impuros deseos.
Representaba, para decirlo de una vez, dos papeles tan distantes como el de la madre y el de
la dama (p. 17).
Haec adhuc loquentem repressit Theagenes: Desine, dicens, charissima et anima mea,
Chariclia. Merito tu quidem lamentaris, verum exacerbas magis quam existimas numen.
Neque enim probris incessere, verum orare necesse est; precibus, non criminibus placatur id
quod est potentius. At illa: Bene admones, inquit. Sed quomodo vales, obsecro? (p. 14).
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En otros pasajes se contraponen, como decíamos, razón y sentimiento (lo señalado en cursiva es añadido de Castillejo):
En lo que se refiere al tratamiento de lo religioso, otro de los ámbitos importantes de las Etiópicas, no faltan en los añadidos de Castillejo elementos anacrónicos, como una alusión al Cielo cristiano:
Por otro lado, aunque no siempre, ante la mención de dioses o cultos paganos, el traductor no puede dejar de sugerir en ocasiones al carácter ajeno a traductor y lectores de esa religión. Así, ante una mención de la providencia divina, Castillejo matiza que se trata de la providencia «de nuestros Dioses», es decir, no de la del verdadero Dios:
Mas dijera si no la interrumpiera Teágenes, diciéndola: —Cesa, cesa, amada prenda
mía, Cariclea, no prosigas; calla, que, aunque favorece a tus quejas la razón, pero no siempre
la razón se ha de explicar con las quejas, las tuyas pueden exasperar la deidad de Apolo, y no
es tiempo de irritarle con ofensas, sino de aplacarle con ruegos, que súplicas humildes es el
lenguaje con que se habla a las deidades y con que se aplacan los poderosos. —Bien dices,
respondió Cariclea, pero mis voces han sido expresiones de mi dolor, y un dolor, cuando es
crecido, no tiene lugar para escoger las expresiones. Y así, para que mi dolor se alivie y se
olvide de su razón, dime, ¿cómo te hallas? (pp. 13-14).
Bien se conoce, oh Cnemón, por lo que habéis culpado a Cariclea, que no habéis
experimentado las violentas calidades de un amoroso afecto; pues si las hubierais
experimentado, supierais que aun lo que no tiene peligro se les representa siempre a los
amantes digno de tenerse, con tal viveza que no da lugar a que los desengañen las reflexiones de la razón (p. 240).
Porro qua fortuna usum? (p. 15).
Y qué fortuna finalmente, dijo Teágenes, os ha conducido a esta vida desgraciada, que
no puede dejar de serlo vida que entre una gente muy bárbara os hace vivir desterrado del
Cielo, debajo de cuyos influjos visteis la primera luz (pp. 14-15).
157
158
Otras veces incorpora aclaraciones eruditas, como la que realiza cuando se menciona las Grandes Panateneas (p. 17). 157
Este uso de los posesivos es frecuente en toda la traducción cuando se menciona a las divinidades paganas.158
280
Por otra parte, Castillejo, muy consciente de las características de la novela griega, las traslada a pasajes en los que originalmente no aparecían, realizando una suerte de hipercaracterización. Tal sucede, por ejemplo, con el tratamiento de la belleza física, que suele destacarse como rasgo importante de algunos personajes de este tipo de novelas. De esta manera, Castillejo subraya la importancia de este tópico, añadiendo en ocasiones alusiones a la belleza de personajes que no aparecen en el original, como sucede el siguiente pasaje, en el que un joven, cuyas características físicas no se señalan en Heliodoro, se convierte en un hermosísimo muchacho en Castillejo:
Por otro lado, el carácter retórico de muchos de los añadidos se muestra de forma evidente en el siguiente pasaje, que trata de potenciar, por otro lado, la impresión de la notable cortesía con que se tratan los personajes entre sí:
Señalemos, por último, que las modificaciones introducidas por Castillejo provocan en ocasiones desajustes que dificultan la perfecta comprensión de la obra. Así, cuando en el libro X se
Vellem omnino, dixit Calasiris. Nunc vero tempus est disolvendi convivii (p. 261).
Viváis mil años por tal fineza y por tal galantería, dijo Calasiris, que no esperaba yo
menos de vuestro compasivo corazón. Beneficio es éste que me ofrecéis que en el mío quedará
siempre impreso, para disfrutar en él una eterna gratitud. Y pues ya se van avecindando las
sombras de la noche, bien será, si os parece, que se disuelva el convite (p. 231).
Y no os olvidéis, añadió, de que debemos mirar como extraordinaria providencia de
nuestros Dioses... (p. 239).
Adolescentem enim quendam captivum, quem ille Memphim ad Oroondatem miserat,
ut inde (ut arbitror) ad regem magnum muneris loco perveniret, Bessaenses et eorum dux
declaratus Thyamis incursione facta ereptum his dictis detinent (p. 269).
(...) porque estos ayer gobernados de un forajido llamado Tiamis robaron un agraciado
joven que él enviaba a Menfis encomendado a Oroondato para que se le presentase al gran rey
de Egipto, para que le sirviese la copa, pues de este empleo dicen que le hacían digno sus
hermosas personales prendas (p. 238).
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O el siguiente pasaje (p. 414): «pero sobre todo Cariclea venía con un rostro alegre y risueño, dando con ello nuevas luces a su hermosura» (lo destacado en cursiva es añadido de Castillejo).
159
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van a celebrar unos sacrificios humanos, se aclara que las víctimas consagradas al Sol y a la Luna han de ser vírgenes, requisito que no necesitan cumplir las que se destinan a Dioniso. Castillejo omite lo referente a Dioniso, por lo que luego no se entiende bien el pasaje posterior en el que se señala que «entre los cautivos, pues, que acompañaban a Teágenes y Cariclea, sólo se hallaron dos o tres doncellas griegas que con esta experiencia manifestaron mantenerse vírgenes; los demás y las demás no, y así se destinaron a ser víctimas al altar de Baco» (p. 416).
CONCLUSIONES
En definitiva, la traducción de Castillejo, lejos de pretender ajustarse estrechamente al original, persigue transmitir la historia, pero no duda en alterar notablemente la forma, por lo que supone una verdadera recreación actualizadora de la obra de Heliodoro. En efecto, sin traicionar normalmente la esencia de la trama y el carácter de la obra, Castillejo potencia el ornato y subraya aquellos aspectos (la belleza y el amor ordenado, determinados tipos de mujer y sus destinos, la enseñanza moral y los ejemplos, la razón enfrentada al sentimiento) que le parecen más eficaces para aumentar el disfrute de los lectores o que resultan más acordes con su ideología y los valores que defiende. De esta manera, los lectores pueden conocer gracias a Castillejo a una Cariclea a la vez antigua y nueva.
160
«Sólo hay un medio para librarla de la muerte sin culpa nuestra, que será, si en la experiencia del fuego que ha de preceder al sacrificio reconociésemos que ha tenido con algún hombre torpe comercio, en tal caso quedará libre, porque nuestra ley manda que sean del todo limpias y sin manchas de impuros comercios las víctimas que se ofrezcan, así al Sol como a la Luna. Pero si por esta razón se librare de morir...» (p. 415). El texto latino dice: «Vnum tantum illi adiumento esse posset, si postquam focum, ut scis, conscenderit, non se conservasse expertem consuetudinis virorum deprehensa fuerit; cum lex mundam esse eam quae offertur deae, sicuti et Soli, iubeat: de Bacchi vero sacrificiis sit indiferens» (p. 465).
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SOBRE LA VIGENCIA DEL EPIGRAMA EN LA ESPAÑA ÁUREA: ALGUNAS CLAVES TEMÁTICAS.
JESÚS PONCE CÁRDENASUNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
El ejemplar n. 6 custodiado en Cuenca del Florilegium diversorum epigrammatum in septem libros. Solerti nuper repurgatum cura (Paris, Vaenundatur Badio, 1531) constituye una pequeña huella textual en la inmensa recepción de la poesía breve antigua en la Península. El estudio de este tipo de composición poética en las Universidades, Colegios y Escuelas de Gramática durante los siglos XVI y XVII (así como las consiguientes prácticas imitativas de los dechados clásicos y neolatinos) motivaría la aparición de una verdadera pléyade de epigramas consagrados a todo tipo de asunto.
Por paradójico que parezca (toda vez que el caudal de epigramas españoles es ingente), hay que subrayar que pocos géneros han sido tan escasamente atendidos por la crítica moderna. Frente a la incuria de los estudiosos de hoy, durante centurias la articulación ingeniosa del genus minimum por excelencia fue objeto de interesantes reflexiones metaliterarias, como la de aquel anónimo epigrama neolatino que reza:
Por predios hispánicos, el agudo dístico sería objeto de algunas versiones tardías por parte de autores como Tomás de Iriarte o Francisco Martínez de la Rosa:
Omne epigramma sit instar apis; sit aculeus illi;sint sua mella; sit et corporis exigui.
161
Constituye una radiante excepción el panorama esbozado por S. LÓPEZ POZA, “La difusión y recepción de la Antología Griega en el Siglo de Oro”, en B. LÓPEZ BUENO (ed.), En torno al canon: aproximaciones y estrategias (Sevilla, 2005) 15-67. Con todo, carecemos aún de un rastreo exhaustivo en la línea del monumental estudio que realizó JAMES HUTTON para el ámbito italiano: The Greek Anthology in Italy to the Year 1800 (London-Ithaca, 1935). Dentro de la carencia crítica indicada, sin que se haya realizado ningún otro análisis de calado, han transcurrido más de treinta años desde la capital aportación teórica de JÜRGEN NOWICKI, Die epigrammtheorie in Spanien vom 16. bis 18. Jahrhundert. Eine vorarbeit zur geschichte der epigrammatik (Wiesbaden, 1974). Seguidamente, tomo de esta monografía el texto de los epigramas metaliterarios (pp. 110 y 115).
161
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Brevedad, capacidad para engendrar sorpresa o deleite y alguna puntilla maliciosa constituyen, sin duda, tres ingredientes principales de un género que en nuestras letras Baltasar del Alcázar llevó a su cima, en tanto máximo cultor del mismo durante la segunda mitad del Quinientos. Ahora bien, si el cultivo renacentista del epigrama ha sido objeto de una gavilla de valiosas aportaciones editoriales y críticas, no ha gozado de igual fortuna la pervivencia del genus minimum en el siglo XVII.
1. LA HERENCIA TEMÁTICA DEL EPIGRAMA HELENÍSTICO
Los orígenes del epigrama (inscripción sobre objetos, monumentos, ofrendas, tumbas...) conducen hasta el abigarrado panorama de la Hélade, que conservó como testimonio de su difusión y éxito colecciones como la Corona de Meleagro de Gádara (compuesta en torno a los primeros años del siglo I antes de Cristo) y la Corona de Filipo de Tesalónica (fechada hacia el año 40 d. C.). Como es bien sabido, los epigramas griegos quedarían custodiados en una monumental colección que hoy día se conoce bajo el título genérico de Antología Griega, imponente florilegio integrado por unos cuatro mil poemas distribuidos temáticamente en dieciséis libros. El epigrama, desde su propio nacimiento y condicionamientos materiales, se define por su brevedad. El metro predominante en el mundo antiguo es el dístico elegíaco, entre cuyas ventajas figuraba la posibilidad de constituir auténticas unidades de sentido independientes. Como extensión media, los epigramas antiguos solían oscilar en torno a unos cinco dísticos. En el caso del epigramista más reputado de la tradición clásica, el latino Marco Valerio Marcial, la extensión media de sus composiciones gira en torno a los
A la abeja semejante, Mas al festivo ingenio deba sólo
para que cause placer, el sutil epigrama su agudeza.
el epigrama ha de ser: Un leve pensamiento,
pequeño, dulce y punzante. una voz, un equívoco le basta
para lucir su gracia y su viveza;
y cual rápida abeja, vuela, hiere,
clava el fino aguijón y al punto muere.
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Contamos ahora con la excelente edición cuidada por VALENTÍN NÚÑEZ RIVERA, Baltasar de Alcázar: Obra poética (Madrid, 2001).162
Urge la recuperación de importantes “Colecciones epigramáticas” de la Edad Barroca, como la serie de las Décimas de Luis de Góngora (cuya ausencia editorial resulta hoy día inexplicable) o las jugosas Golosinas del ingenio (1642) del baenense Miguel Colodrero de Villalobos. Por otra parte, de ínfima calidad resulta la curiosa antología de FEDERICO SÁINZ DE ROBLES, El epigrama español (del siglo I al XX) (Madrid, 1946).
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siete versos. En las literaturas vernáculas, las adaptaciones métricas sufrieron una fortuna dispar. Para el caso español, podrían señalarse como metros favoritos (en arte menor) la décima y la doble redondilla de un lado; del otro (en arte mayor) la octava real independiente y el soneto.
La “dulzura” del epigrama se relaciona con la capacidad del poeta para exhibir su ingenio a través de juegos de palabras, alardes conceptuales o piruetas neológicas, en un acelerado proceso mediante el cual va enriqueciendo las píldoras áureas con algún rasgo de sutil humor. Si los versos iniciales bosquejan de forma rápida un relato brevísimo o la descripción de una escena (narratio), el explicit del epigrama se dedica a glosar de manera sorprendente el objeto presentado (argutia). En el caso del epigrama satírico, sin duda la tipología más conocida en el genus minimum, la parte final acoge (como la abeja aludida) el aguijón que hiere y sorprende a un tiempo (lo que la estética griega conocía como “aprosdóketon” y los latinos consideraron bajo la rúbrica del “fulmen in clausula”). El autor trataba así de deslumbrar a los lectores con un chispazo de ingenio, con una brillante puntilla final que despierte (según el sentir barroco) la ansiada meraviglia de los intenditori.
Según las propuestas más extendidas, una organización plausible de los epigramas reunidos en la Antología Griega podría ofrecer un total de siete grandes apartados, claramente diferenciados en el mundo antiguo:
De las siete secciones que componen el elenco, se puede afirmar que a lo largo de las centurias siguientes gozarían de asentada pervivencia los epitafios, las composiciones ecfrástico-epidícticas y, claro está, los poemas satíricos. En un plano algo secundario se mantendrían los epigramas de
1. Epigramas epidícticos y ecfrásticos (AP, II, III y IX).
2. Epigramas eróticos y paídicos (AP, V y XII).
3. Epigramas voticos y dedicatorios (AP, VI).
4. Epitafios (AP, VII y VIII).
5. Epigramas de reflexión o consejo sobre la moral y la vida (el protréptico, AP, X).
6. Epigramas conviviales (AP, XI).
7. Epigramas satíricos (AP, XI).
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Condenso en estas líneas las aportaciones de ANTONIO RAMÍREZ DE VERGER sobre “Marcial y el epigrama griego”, en E. FALQUE-F. GASCÓ (eds.), Graecia capta. De la conquista de Grecia a la helenización de Roma (Huelva, 1995) 105-127. La información puede ampliarse con la lectura del trabajo, ya clásico, de ORSOLA AUTORE, Marziale e l'epigramma greco (Palermo, 1937). En cuanto a la pervivencia en España de la obra del bilbilitano, pueden consultarse los trabajos de ANTHONY A. GIULIAN, Martial and the Epigram in Spain in the Sixteenth and Seventeenth Centuries (Philadelphia, 1930) y VICENTE CRISTÓBAL, “Marcial en la literatura española”, en Actas del Simposio sobre Marco Valerio Marcial, vol. II (Zaragoza, 1987) 149-210.
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M. BLANCO, “El soneto entendido como epigrama agudo” (en prensa).165
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tono moral y los poemas eróticos (en estos últimos, además, desaparecerá toda referencia a la musa paidiké, a los pueri delicati del libro XII de la Antología Palatina). Cuando se aborda el tema del epigrama satírico, resulta obligada la mención de los códigos que establecerá el undécimo libro de la Antología Griega, donde se contempla una feraz tipología de figuras satirizables:
Este fugaz recorrido por la galería de tipos risibles nos lleva a constatar que en el orbe del epigrama la originalidad no residía tanto en la esfera de la inuentio (toda vez que las caricaturas proceden en gran parte de un acervo antiquísimo) como en la capacidad de variar y sorprender a los nuevos lectores mediante una ingeniosa elocutio.
2. UN ECO INESPERADO: SOBRE UN RAMILLETE DE EPIGRAMAS PISCATORIOS
Al igual que numerosos textos de Quevedo, las composiciones breves dedicadas por Colodrero Villalobos A un viejo enamoradizo (LIV), A un mesonero (LVII), A un médico (LXXI), A una dama que toma acero (LXXXVI), A una bubosa (XCII) o A un cocinero (XCV) podrían servir de elocuente testimonio de la pervivencia de los modos ingeniosos del epigrama satírico griego en las letras secentistas. Sin embargo, orillando un tanto las sendas temáticas más trilladas, a lo largo de las siguientes páginas no voy a iluminar ningún aspecto de este tipo de juegos risueños de tradición milenaria, sino que trataré de llamar la atención sobre un aspecto casi desapercibido en la tradición piscatoria moderna.
Como resulta fácil de imaginar, el mar y sus espejeantes aguas constituyen un elemento
1. Defectos corporales: 1.1. Narigudos. 1.2. Gordos y flacos. 1.3. Viejos enamoradizos y
ancianas coquetas. 1.4. Feos y deformes (tuertos, mancos, cojos, gibosos...).
2. Situaciones relacionadas con momentos conviviales, abordadas desde un punto de vista
risible: 2.1. Quejas sobre una cena parca y frugal. 2.2. Caricaturas de glotones y borrachos.
3. Críticas a profesiones. 3.1. Filósofos de doble haz y moral. 3.2. Figuras relacionadas con
el mundillo literario (gramáticos, poetastros, críticos laudatores temporis acti). 3.3. Rétores
y abogados. 3.4. Médicos. 3.5. Varia (barberos, pintores, ladrones, facciones del Circo).
4. Epigramas de tipo erótico-chocarrero (con motivos como el beso indecente, referido casi
siempre a la práctica tabú del cunnilingus).
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EPJ altA . GR 'EC d
omnipresente en la gran poesía griega; de manera que tampoco podía faltar la materia marina en el cultivo del epigrama. Los peligrosos escenarios del Mediterráneo aparecen poblados en los versos helenos por hombres ingeniosos que consagran su vida a oficios dispares (como el pescador, el marinero o el mercadante). Los poetas antiguos fijaron con su escritura algún detalle de tales vidas, ostentando los epigramas una marcada inclinación por la anécdota, por la pintura verista de situaciones concretas. En verdad, la codificación del pescador como personaje literario tomó cuerpo durante la época helenística e imperial y sirvió para fijar determinados rasgos de su carácter: son seres eminentemente prácticos; en su vida respetan las prácticas piadosas (para con las divinidades, la familia, los difuntos, los amigos y los compañeros de profesión); se les describe como poseedores de aguda inteligencia; suelen alcanzar una edad provecta (a menudo el protagonista es de edad madura o anciano); llevan una vida austera y morigerada (no exenta a veces de penurias y dificultades). Al examinar un importante conjunto de epigramas marineros, una serie de epístolas ficticias de pescadores y varios tratados de Haliéutica en verdad emerge un nítido “universo de referencia” piscatorio, donde la “caracterización” y las “marcas funcionales” del personaje resultan muy claras. Si circunscribimos la búsqueda al orbe epigramático, baste pensar en elementos como el fuerte vínculo existente entre el pescador y su barquilla (que en algunos epigramas se dibuja como una relación que dura toda la vida y se extiende hasta la muerte ), en el utillaje “escenográfico” de los aparejos de pesca (cuyo listado ofrecen los poemas del tipo identificado como Ofrenda de un pescador jubilado) o la inagotable lucha entre el hombre y los seres acuáticos.
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El trabajo más importante sobre el tema sigue siendo el estudio clásico de L. BUNSMANN, De piscatorum in Graecorum atque Romanorum litteris usu. Commentatio Philologica (Münster, 1910). Desde un enfoque comparatista, puede ser útil asimismo la lectura de un antiguo ensayo de HENRY MARION HALL, Ydills of fishermen. A History of the literary species (New York, 1912). En el apartado segundo de su artículo (“El pescador como personaje literario”), RAFAEL JESÚS GALLÉ esquematiza las aportaciones de Bunsmann y las contrasta con aportaciones críticas recientes. Remito a “La frontera entre géneros: el idilio XXI de Teócrito y la epístola poética”, en Studia Hellenistica Gaditana I: Teócrito, Arato, Argonáuticas Órficas (Cádiz-Madrid, 2003) 111-184 (especialmente, pp. 130-135). A continuación espigo una cita de p. 130.
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Según cuenta Adeo de Mitilene en el epigrama VII, 305: “El pescador Diótimo, que en la mar confiaba en su barca / y en tierra la misma le daba cobijo a su pobreza, / no despertó de su sueño y se dirigió al implacable Hades, / llevando él mismo los remos de su propia nave. / Pues la que tenía como solaz de su vida, también le prestó al anciano / a su muerte un último servicio como pira funeraria”; cf. Antología Palatina II. La guirnalda de Filipo (Madrid, 2004) 87. Lo mismo refiere Antífilo de Bizancio en el epigrama VII, 635: “Jeroclides tuvo un barco que envejeció con él y con él navegó, / compañero lo mismo de su vida que de su muerte, / colega fiel a la hora de pescar: ningún otro barco jamás / cruzó el mar más seguro que aquel. / De su trabajo vivió hasta alcanzar la vejez; luego, al morir, / le sirvió de sepultura y lo transportó hasta el Hades” (ibidem, p. 113). También desarrollaron variaciones sobre este acorde funeral de la barquilla Etrusco (VII, 381) y Juliano (VII 585).
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Aduciré tan sólo dos muestras de Filipo de Tesalónica: VI, 5 “Sus cañas con el sedal entrelazado en la punta, el remo surcador / del mar, las puntas de sus curvos anzuelos que se clavan / en las gargantas, su red de puntas de plomo y la boya, mensajera / de la pesca, dos canastos trenzados con juncos, / un resplandeciente y ardiente sílex con fuego dentro / y un ancla, freno de las naves errantes, / los consagró a Hermes el pescador Pisón con su mano derecha ya / temblorosa y extenuado tras las innumerables fatigas” (ibidem, p. 354); VI, 38 “Sus mojadas redes, coronadas alrededor con plomo; / su remo, todavía empapado de agua de mar; / su tridente mata-monstruos, lanza poderosa en el mar; / su pesca siempre expuesta a los corchos; / el ancla, mano firme de los barcos y el sílex, amigo de los marineros, / que sabe preservar la semilla del fuego, a ti, Poseidón, / soberano del mar, te los consagró como últimas ofrendas / Amíntico al abandonar las fatigas propias de la vida de marinero” (ibidem, p. 355). En estos modelos de la Antología Griega y otros similares se inspiraría Nicolò Franco para arremeter contra el Aretino con unos versos salaces: “Glauco, e voi dei che'l mar in guardia havete, / d'Arezzo il glorioso pescatore, / rotto dagli anni e'l natural calore, / smarrito al tutto come conoscete, / questa barca sfondata che vedete / così tutta disfatta e dentro e fuore / et questi remi rotti a vostro honore / egli oggi qui consacra, e questa rete. / Però che di rotture tutta è piena, / et have intorno e quel che più gli inscresce, / più busci in mezzo che non è la pena. / Tal ch'ella non è buona più da pesce, / e conoscer potete ch'a gran pena / entrar vi può l'anguilla che sen'esce” (Delle rime di M. Nicolò Franco contro Pietro Aretino, et de la Priapea del medesimo, Con Gratia e Privilegio Pasquillico, 1548, fol. LVIII r.).
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Al hilo de cuanto se viene indicando, el ejercicio de la imitatio cum variatione por parte de los autores vernáculos les permitía recrear asuntos o tópicos de manera diversa, encadenando de este modo una serie de variaciones agudas sobre motivos afines.
Si nos circunscribimos al ámbito de la órbita marinaresca, podría aducirse el testimonio de un conjunto de epigramas que responde a la temática de la doble presa, un motivo anecdótico cultivado por escritores como Antífilo de Bizancio, Isidoro de Egea y Bianor. El pequeño ciclo del pulpo y la liebre en realidad proporcionaría otro detalle interesante para el ámbito de estudio que nos interesa, ya que enlaza de forma ingeniosa (y circunstancial) las prácticas de la pesca con el motivo de la caza de presas menores. En una línea afín podría recordarse asimismo el motivo del pulpo y del águila, desarrollado por el famoso Antípatro de Tesalónica.
El panorama piscatorio desplegado por los epigramas de la Antología Griega constituye un foco de indudable interés a la hora de rastrear el origen de las formas breves de la lírica marinaresca en Italia y España durante los siglos XVI y XVII (sonetos y madrigales). Tampoco ha de olvidarse la trascendencia de esta colección de poemas antiguos en la recepción de motivos marítimos griegos por parte de las denominadas “formas amplias” renacentistas (egloghe y canzoni). El caso de Berardino Rota puede ser significativo, ya que en su tercera Égloga piscatoria incorporaba un pasaje procedente del epigrama VI, 26 de la Antología Palatina (“Da la man mia / nel cavernoso e liquido soggiorno / staran securi i pesci”) y en otra composición eclógica de la serie marina engasta en un endecasílabo (“Decima del mar Gratia e quarta Musa”) otra tesela de procedencia epigramática
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Como la venganza referida en un macabro epigrama de Tulio Láurea (VII, 294): “Al anciano Grineo, que vivía de su barca zarandeada / por los mares y trabajaba con anzuelos y redes, / lo engulló el mar encrespado por el terrible Noto, / y lo arrojó a las rocas de la playa con las manos comidas. / ¿Quién negará que los peces tienen inteligencia? / Se comieron sólo aquello con lo que se les daba muerte” (ed. cit., p. 514).
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Para que puedan apreciarse las pequeñas diferencias entre los tres poemas, reproduzco a continuación las versiones de GUILLERMO GALÁN, Antología Palatina II. La Guirnalda de Filipo (Madrid, 2004). Antífilo de Bizancio, Epigrama IX, 14: “Por las costeras marismas bogaba con sus escurridizos remos un pulpo y Fedón lo vio. / Se apoderó de él con rapidez y se lo llevó a tierra, antes de entrelazar / firmemente en torno a sus brazos sus ocho tentáculos. / Lo arrojó a un matorral junto a la madriguera de una cobarde liebre / y éste, enrollándose, entrelazó los pies del veloz animal: / el cazado cazó. Tú obtuviste una recompensa inesperada de ambos medios, / anciano, una presa de tierra firme, otra de la mar” (p. 114). Isidoro de Egea, Epigrama IX, 94: “Cierta vez Tínico pescó un pulpo en el mar y lo arrojó a tierra, / temiendo que el animal hiciera presa con sus tentáculos. / El pulpo cayó sobre una liebre que estaba dormida y la entrelazó. / ¡Ay, una que acababa de escapar de los perros de caza! / El cazado cazó y Tínico devolvió el pez de nuevo al mar / con vida, quedándose la liebre como presa” (p. 512). Bianor, Epigrama IX, 227: “En la orilla del mar un pescador observaba un pez / de múltiples pies dentro de la translúcida agua. / Se acercó mientras nadaba y lo arrojó del mar a tierra firme / con fuerza, en previsión de que el animal hiciera presa en él. / Salió lanzado como un disco y cayó muy oportunamente sobre una / temerosa liebre, pues estaba amodorrada en el espeso cañaveral. / Se desparramó por toda ella apresándola y al hombre, gracias a la pesca / en lo profundo del mar le resultó una caza en tierra firme” (p. 275).
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Epigrama IX, 10: “Un pulpo que estaba recostado en cierta ocasión sobre una roca marina / expuso al sol sus muchos pies para que se secaran. / El color de su piel no era igual que el de la roca y por ello un águila, / aguzando su vista desde las nubes, lo apresó, / pero, atrapada entre sus roscas, la desafortunada se cayó al mar, / perdiendo a un tiempo la presa y la vida” (p. 146).
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Se desarrolla esta aproximación comparatista en el trabajo de J. PONCE CÁRDENAS, “Formas breves y géneros epidícticos entre Tasso y Góngora (El ciclo a los marqueses de Ayamonte)”, Romanische Forschungen (2010) (en prensa).
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(Antología Palatina, V, 95).
Como ocurre habitualmente en el examen de la recepción de los motivos antiguos por parte de los literatos hispanos, la mediación itálica se antoja —una vez más— insoslayable. En efecto, “los españoles que estuvieron en contacto con Italia en el siglo XVI mostraron un interés y hasta pasión por los epigramas griegos [...]. La actitud de estos eruditos creó patrones de influencia en la primera mitad del siglo XVI y los primeros años de la segunda mitad del siglo que luego se desarrollarían de manera más firme hasta finales del siglo XVI. Por otro lado, la utilidad de los epigramas para la enseñanza, la difusión a precios asequibles de selecciones impresas de la Antología Planudea con versiones en latín de los epigramas, el influjo de humanistas como Alciato —que se inspiraron para sus creaciones en la Antología— y, sobre todo, la labor de los comentaristas de los emblemas de este italiano, garantizaron una prolongada y fecunda influencia de la Antología Griega en España, cuya riqueza y magnitud aún están por sondar”.
Al carecer de espacio para desarrollar un comentario exhaustivo de las tradiciones líricas que pueden anudarse en una pieza breve compleja, me limitaré a apuntar una reflexión fugaz en torno a una composición que podría resultar significativa. En efecto, creo oportuno aducir aquí un testimonio híbrido de la sutil pervivencia del tratamiento epigramático antiguo. Se trata de un soneto laudatorio de Góngora redactado en 1609, donde el escenario marinaresco aparece referido al ambiente galante del aula regia (Al duque de Feria, de la señora doña Catalina de Acuña):
Oh, marinero, tú que cortesano
al palacio le fías tus entenas
(al palacio real que de sirenas
es un segundo mar napolitano),
los remos deja y una y otra mano
de las orejas las desvía apenas,
que escollo es, cuando no sirte de arenas
la dulce voz de un serafín humano.
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J. HUTTON, The Greek Anthology (Ithaca-New York, 1935) 312-313.173
S. LÓPEZ POZA, “La difusión y recepción de la Antología Griega” (Sevilla, 2005) 67.174
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Podría sospecharse que la ambientación marina que vertebra buena parte del léxico de este epigrama galante (“marinero”, “entenas”, “sirenas”, “mar”, “remos”, “escollo”, “sirte de arenas”, “rocas”, “bajeles”) se vincula —en parte— a la consolidación de la melancólica tradición piscatoria por parte de Góngora (que ya había dado muestras de su maestría en la materia con el ciclo laudatorio ayamontino) y a la hibridación del paisaje oceánico con el motivo sentimental del navigium amoris. Junto a los motivos espaciales (“mar”, “escollo”, “sirte”, “rocas”) y de utillería (“entenas”, “remos”, “bajeles”), la pieza pretende erigirse en exemplum admonitorio mediante el uso de un mito subyacente: el de Ulises y las sirenas (que promueve asimismo la transmutación metafórica de la dama cantante en temible monstruo que mata con la vista al igual que Medusa y pierde con el canto, cual pérfida Sirena).
Desde algunos tempranos ejemplos de la lírica italiana del Trecento, la vinculación del madrigal con el cauce epigramático permitiría intuir la asociación del ambiente piscatorio con la poesía amorosa. Baste pensar en una célebre composición de Pescioni dei Cerchi:
Cual su acento, tu muerte será clara,
si espira suavidad, si gloria espira
su armonía mortal, su beldad rara.
Huye de la que, armada de una lira,
si rocas mueve, si bajeles para,
cantando mata al que matando mira.
Seguendo un pescator ch'a riva a riva
pescando giva sanza navicella,
per una cheta e chiara marinella;
i', poi che per più volte ebbi pescato,
pesce alcun non prendea,
ma la rivera tanto mi piacea
che vago mi posai press'a quell'onde
che ombreggiavan le verdette fronde:
ove donna gentil veder mi parve
ch'a perdut'occhi mai più bella apparve.
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B. CIPLIJAUSKAITÉ (ed.) Sonetos completos, Hispanic Seminary of Medieval Studies (Madison, 1981) 300-301.175
Estudia el poema ÁLVARO ALONSO en “Villancicos y madrigales”, Cancionero general, 4 (2006), pp. 9-20 (en especial, pp. 11-12).176
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El desarrollo de los motivos piscatorios en un importante conjunto de epigramas helenísticos así como su plausible vinculación con sonetos y madrigales hispano-italianos constituye un tema de estudio comparativo apasionante, que esperamos ampliar en futuros trabajos.
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LOS PADRES DE LA IGLESIA
DÁMARIS ROMERO GONZÁLEZUNIVERSITY OF BIRMINGHAM
Resulta lógico encontrar entre los fondos de la Biblioteca del Seminario conquense volúmenes cuyos autores son los padres de la Iglesia, si se tiene en cuenta que una de las principales razones esgrimidas por la Compañía de Jesús para fundar este tipo de instituciones era la instrucción religiosa de los parroquianos, en general, y la preparación teológica de los clérigos, en particular. Por tanto, se deduce que sus profesores debieron de recurrir a estos autores cristianos como inestimable complemento a la enseñanza de los textos bíblicos.
Además, tras el Concilio de Trento, donde se definieron los dogmas católicos frente a los protestantes, estos autores fueron aún más valorados al considerárseles defensores de las principales doctrinas de la Iglesia católica, que en esos momentos se encontraba inmersa en una profunda controversia contra los Reformadores. De esta manera, sus obras fueron escrutadas en busca de argumentos fehacientes con los que contender frente a los grupos reformistas. De igual modo actuaron los reformadores, usando los textos patrísticos y las Escrituras como apoyo de sus posturas.
Pero, aparte de las razones religiosas de editores e impresores, el siglo XVI supuso un renovado interés entre los humanistas por el estudio de la literatura grecolatina y la cristiana. Fruto de ello son las primeras publicaciones impresas, como las presentes, que a lo largo de este siglo vieron la luz.
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178
Cf. S. T. NALLE, God in La Mancha (Baltimore, 1992) 89. 177
Cf. J. QUASTEN, Patrology (Utrecht-Antwerp, 1962) 4.178
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1. EDICIONES GRIEGAS DE LOS AUTORES CRISTIANOS
1.1. EPISTOLAE GRAECAE DE BASILIO MAGNO Y GREGORIO NACIANCENO
La edición de las cartas de Basilio de Cesarea, o “el Magno”, y de Gregorio Nacianceno, supervisada por Vicentius Obsopoeo y publicada por Johannes Secerius, es una primera impresión de parte de la literatura epistolar de ambos padres de la Iglesia.
Previamente a ésta, la imprenta aldina había editado un volumen en el que se incluía un compendio diferente de las cartas, junto con las de otros autores —filósofos, rétores, oradores, etc.— (Venecia, 1499). Tanto la edición catalogada como la aldina fueron recopiladas en la editio princeps de las cartas de Basilio y Gregorio, preparada bajo la supervisión de Erasmo e impresa en los talleres de Hieronymus Froben en Basilea (1532).
El editor de la presente obra fue el humanista y filólogo Vincentius Obsopoeo. Sabemos que éste estudió en Wittenberg (1524) y Nuremberg (1524-1527), donde conoció a B. Pirckheimer, E. Hessus, Th. Venatorius, J. Camerarius y Melanchthon, y que, posteriormente, se dedicó a la docencia en Ansbach, primero como tutor de Albrecht Alcibiades (1528) y después como rector del Gymnasium (1538), cargo que ejerció hasta su muerte (1539).
Su vida está ligada a la edición de autores clásicos, como Homero (1527), Luciano (1527), Polibio (1530) o Diodoro (1539); cristianos, como su traducción parcial de los Salmos (1532); contemporáneos, en especial de Lutero —p.e. In epistolam Sancti Pauli ad Galatas commentarius (Haguenau, 1526)—; y, finalmente, obras propias, como el Ars bibendi (1536), inspirada en el Ars amandi ovidiano y escrita en latín, en la que se elogia el vino y se advierten reglas para su ingesta.
El impresor, Ioannes Secerius (?-1532), obtuvo una gran reputación por su trabajo y un amplio patronazgo merced a los humanistas de la época. Ingresó en la imprenta de Thomas Anshelm, de la
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Cf. S. Y. RUDBERG, “Manuscripts and Editions of the works of Basil of Caesarea” en P. J. FEDWICK (ed.), Basil of Caesarea: Christian, Humanist, Ascetic. A sixteen-hundredth anniversary symposium, vol. I (Toronto, 1981) 59. Sobre la comparación de esta edición y la erasmiana, cf. C. CRIMI, “Editiones principes dell’ epistolario di Basilio di Cesarea”, en M. CORTESI (ed.), “Editiones principes” delle opere dei padri greci e latini. Atti del Covegno di Studio Della Società Internazionale per lo Studio del Medioevo Latino (SISMEL), Certosa del Galluzzo (Firenze) 24-25 ottobre 2003 (Firenze, 2006) 328-349. Agradezco al prof. Crimi que gentilmente me enviara su artículo.
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Cf. Allgemeine Deutsche Biographie XXIV (Leipzig, 1887) 407 [ref. del 19-01-2010] Disponible en línea: http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008382/images/index.html.
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que se hizo cargo tras su muerte (1519). Estudió durante un tiempo en Wittenberg, lo que pudo propiciar su conversión al luteranismo, hecho que se vio reflejado en su trabajo posterior, pues fue uno de los impresores que mayor difusión dio a los trabajos de Lutero y Melanchthon. Sin embargo, no dejó de lado la impresión de manuscritos de aquellos autores clásicos paganos y cristianos que sus colegas humanistas le facilitaban. Entre sus últimos trabajos se cuenta De trinitatis erroribus de Miguel Servet (1531), ya que Secerius murió un año después.
El valor de esta publicación radica en que las cartas seleccionadas de Basilio Magno y Gregorio Nacianceno, en las que se hace visible el conflicto arrianista, sirvieron al editor para ilustrar el conflicto religioso que se vivía en su tiempo.
1.2. OPERA DE CLEMENTE ROMANO
La obra catalogada de Clemente Romano, preparada por Johannes Sichard e impresa por Michel Sonnius, es una de las muchas copias de los textos apócrifos de este autor que circularon en el siglo XVI por diferentes imprentas. Así, se encuentran otras ediciones como la de Hugues y Aymon de La Porte (París, 1544 —editio princeps—), la de Sébastien Nivelle (París, 1568) y la de Oudin Petit (París, 1568).
Johannes Sichard (1499-1552), el editor de este volumen, fue un humanista y jurista que enseñó retórica y literatura clásica en Munich y Basilea hasta 1530, cuando dejó la enseñanza para dedicarse por completo al estudio de la jurisprudencia. A lo largo de su vida se afanó por recuperar la legislación romana, como confirman sus ediciones del Codicis Theodosiani Libri XVI (1528), el Breviarium Alaricianum (1528) o la Lex Romana Visigothorum (1530), entre otras. No obstante, ese afán no le impidió preparar otro tipo de obras dedicadas a autores clásicos y cristianos, como Quintiliano (1529), Plinio el Joven (1530), Filón de Alejandría (1527), Prudencio (1536), o a temas relacionados con el conflicto religioso de su época —Antidotum contra diversas omnium fere seculorum haereses (1528)—.
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Cf. Allgemeine Deutsche Biographie vol. XXXIV (Leipzig, 1892) 49-50 [ref. del 20-01-2010] Disponible en línea: http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008392/images/index.html
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Cf. C. CRIMI, “Editiones principes” (2006) 320. También, cf. H. SCHEIBLE, Willibald Pirckheimers Briefwechsel vol. 7 (München, 2009) 36-37.182
Cf. Allgemeine Deutsche Biographie XXXIV (Leipzig, 1892) 143-146 [ref. del 20-01-2010] Disponible en línea: http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008392/images/index.html
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Dos son los traductores que encontramos en esta publicación. El primero, el monje Rufino Torano (345-411), ha pasado a la historia por su controversia con San Jerónimo a raíz de su inclinación hacia Orígenes, del que tradujo su De principiis, y su método de traducción, propenso a la omisión de pasajes y a versionar el texto original.
El segundo de los intérpretes es el jurista alemán Gregor Haloander (1501-1531), quien, tras estudiar en Leipzig, trabajó en Italia sobre el Corpus Iuris de Justiniano. En esta misma línea, en 1527 regresó a Alemania para supervisar la impresión de su revisión del Digestorum seu libri Pandectarum quinquaginta, más conocido como Digest, publicado en Nuremberg en 1529.
Su impresor, Michel Sonnius (?-1591), amplió su pequeño negocio cuando, primero, Plantino en 1577 le vendió su imprenta, junto con todo lo que contenía, y, después, Thomas Brumen en 1586 hizo lo mismo con los fondos de su librería, el material para imprimir y los privilegios regios. Estuvo asociado con varios impresores parisinos, como Thomas Belot, Gilles Beys y Jean Bienné. Entre sus ediciones se cuentan las de Clemente de Alejandría (1566), Demóstenes (1570) o Tito Livio (1573).
El mérito de esta obra se debe al intento del editor de mostrar la unión entre el Nuevo Testamento y los Canones Apostolorum, escritos recibidos por Clemente supuestamente del apóstol Pedro y considerados como una extensión histórica de los relatos neotestamentarios.
1.3. DE VIRGINITATE DE GREGORIO NISENO
El De virginitate de Gregorio Niseno que conserva el Seminario es la editio princeps preparada por Johannes Livineius e impresa por Plantino.
Anteriormente se habían publicado en París dos traducciones latinas de Galesinius (1562 y 1573), pero será la edición de Livineius (1574) la que incluya tanto el texto latino como el griego. Pocos años después, en 1615, el jesuita Fronto Ducaeus (Fronton du Duc) volvió a editar en París
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Cf. M. WAGNER, Rufinus, the translator (Washington, 1945) 11.184
Cf. H. ERICH TROJE, “Gregory Haloander”, en R. DOMINGO (ed.), Juristas universales, Vol. II: juristas modernos. Siglos XVI al XVIII: de Zasio a Savigny (Madrid-Barcelona, 2004) 177-180.
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Cf. PH. RENOUARD, Imprimeurs & libraires parisiens du XVIe siécle (París, 1898) 344.186
Cf. M. ALTENBURGER, Bibliographie zu Gregor von Nyssa: Editionen, Übersetzungen, Literatur (Leiden-New York, 1988) 279.187
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este texto, corregido mediante el cotejo con otros manuscritos, y la traducción latina de Galesinius. Fue ésta última la que pasó a formar parte de la princeps del Niseno (Opera Omnia vol. III), publicada por Morel en París en 1638. Johannes Livineius (1546-1599), el editor de esta obra, estudió en Colonia y Lovaina, hasta que fue nombrado canónigo de San Pedro en Lieja (1573), lo que aprovechó para comenzar su edición de textos patrísticos griegos, cuyo primer fruto fue el ejemplar catalogado de Gregorio Niseno. Más tarde, un viaje a Roma con su tío, el obispo de Lieja, Laevinus Torrentius (Lieven Van der Beke), le ofreció la posibilidad de consultar otro manuscrito que mejoró esta edición. Su segunda publicación, otra editio princeps, fue De virginitate de Juan Crisóstomo.
Su estancia en Roma (1579-1582) le posibilitó la lectura de los manuscritos de Sófocles, Eurípides y Propercio, entre otros autores clásicos, además de la consulta a otros humanistas sobre cuestiones filológicas e históricas. Con este bagaje, tradujo al latín los Sermones catechetici de Teodoro el Estudita (759-826) y el Dialogus contra Iudaeos atribuido a Andrónico Comneno, editados de manera póstuma por Andre Schott en 1602 y 1616 respectivamente.
El impresor de esta edición, Cristóforo Plantino (1520?-1589), fue uno de los más renombrados del s. XVI. Éste, habiéndose trasladado de Lyon, donde se inició en la encuadernación de libros, a Amberes en 1548, empezó a desarrollar su carrera comercial, primero como encuadernador y vendedor de libros de otros tórculos (1550) y luego como impresor (1555). Para superar las bancarrotas que le acecharon, se asoció en varias ocasiones, pero las consecuencias no siempre fueron positivas. Así, por ejemplo, la traducción francesa de Salmos, encargada por sus socios, le ocasionó entrar en el índice de libros prohibidos.
El resto de sus impresos son de vario género: comerciales, emblemática, música, botánica, lingüística, literatura, etc. No obstante, ganó fama por su edición de libros religiosos, en especial la edición de la Biblia políglota (1572) —en hebreo, latín, griego, siríaco y arameo— encargada por Felipe II.
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Cf. GREGORI DE NISSA, La virginitat (introducció, text grec revisat, traducció i notes de Josep Vives) (Barcelona, 2006) 54-55.188
Cf. L. BATTEZZATO, “Renaissance Philology: Johannes Livineius (1546-1599) and the Birth of the Apparatus Criticus” en CH. LIGOTA-J.-L. QUANTIN (eds.), History of Scholarship: A Selection of Papers from the Seminar on the History of Scholarship held annually at the Warburg Institute (Oxford, 2006) 78-86.
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Cf. L. DEGEORGE, La Maison Plantin a Anvers (Paris, 1886).190
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La importancia de este volumen es su aportación a la filología. Livineius colacionó las variantes de los textos de nuevos manuscritos que tenía a su alcance, diferentes a los usados por Galesinius, y ofreció posibles conjeturas en aquellas partes que encontró más deficientes.
1.4. ADVERSUS HAERESES DE IRENEO
El ejemplar de Ireneo es la segunda edición de su Adversus haereses, publicada en la imprenta de Arnold Mylius bajo la supervisión de Feu-ardent (1596), quien tuvo en consideración la editio princeps de Erasmo (Basilea, 1526).
Entre ambas se encuentra la edición de Gallasius (Génova, 1570), que introduce por primera vez un fragmento griego de Ireneo descubierto en la obra de Epifanio. En relación a la erasmiana y la de Gallasius, la edición de Feu-ardent está notablemente mejorada, porque se amplía con una serie de fragmentos griegos, como los de Basilio, Eusebio, Teodoreto y Andrés de Cesarea. Así, la publicación catalogada fue reeditada posteriormente en Colonia (1625 y 1630) y en París (1639 y 1675) y no se vio reemplazada hasta el volumen preparado por J. E. Grabe en Oxford (1702).
El franciscano francés François Feu-ardent (1539-1610), editor de la obra, estudió Humanidades y obtuvo el grado de Doctor en Teología. A continuación se retiró al convento de Bayeux, donde favoreció la composición de una completa biblioteca. Su compromiso con el Catolicismo se manifestó a través de sus predicaciones públicas y sus libros, entre los que se cuentan sus comentarios a la Biblia o sus autógrafos contra el Protestantismo —Theomachia Calvinistica (París, 1604)—.
Arnold Mylius (1540—1604), su impresor, dedicó su vida a la edición de libros desde que, en 1570, entró a trabajar en la empresa de los Birckmann en Amberes. En 1576 abrió su propio negocio,
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Cf. L. BATTEZZATO, “Renaissance Philology” (Oxford, 2006) 80, 84.192
La edición de Erasmo, reimpresa en varias ocasiones por Froben (1528, 1534, 1548, 1554, 1560), contiene sólo el texto latino y le faltan los últimos cinco capítulos. Estas lagunas fueron suplidas en la primera edición de Ireneo de Feu-ardent (1575), cf. SAINT IRENAEUS OF LYON, Against the heresies (translated and annotated by Dominic J. Unger with further revisions by John J. Dillon) (New Jersey, 1992) 15-16.
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Cf. Irénée de Lyon, Contre les Hérésies (édition critique par Adelin Rousseau) (Paris, 1969) 72-73.194
Cf. Original Catholic Encyclopedia IV (New York, 1913) 58 [ref. del 23-01-2010] Disponible en línea: http://oce.catholic.com/oce/browse-page-scans.php?id=0c696ec3205230f79884671012eb3de0. Para las obras de Feu-ardent, cf. R. WATT, Bibliotheca Britannica: A General Index of British and Foreign Literature vol. I (London, 19962 (1824)) col. 346.
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aunque continuó colaborando con los talleres birckmanos. Esto explica que el presente volumen matice “In Officina Birckmannica, sumptibus Arnoldi Mylii”. Tras el fallecimiento de Mylius, su imprenta continuó en activo en manos de su hijo Hermann hasta 1656.
El interés de este ejemplar es doble. En primer lugar, refleja el ataque de Feu-ardent contra los reformadores, puesto que no duda en asimilarlos a los heréticos de los tiempos de Ireneo o en relacionar el supuesto libertinaje de algunos gnósticos con la pérdida de moral atribuida a los hugonotes. En segundo lugar, esta edición conserva el texto latino preparado por Erasmo, ahora perdido. Además, confirma a Ireneo como autor de obras griegas, quien hasta entonces había sido estimado únicamente como escritor latino.
1.5. TRALATIO SANCTI EVANGELII SECUNDUM IOANNEM DE NONNO DE PANÓPOLIS
Nonno, más conocido por sus Dionisiacas que por esta Paráfrasis del Santo Evangelio según Juan, aparece como autor de la edición de 1527, cuyo editor fue Melanchthon y su impresor Ioannes Secerius. Ésta es una reedición a partir de la aldina (1501), en la que se incluyen las correcciones y conjeturas de Melanchthon. El volumen volvió a ser impreso por A. Scheindler (Leipzig, 1881).
La Paráfrasis del Santo Evangelio según Juan, considerada como autógrafa de Nonno, es una curiosa versión en hexámetros. Sin embargo, su autoría, aunque aceptada por razones relacionadas con la métrica de ambas obras, debe de permanecer, en nuestra opinión, como dudosa, principalmente por la diferencia ideológica y temática de este texto y Dionisiacas.
Philipp Melanchthon (1497-1560), el editor, fue un reformador alemán, colaborador de Lutero y líder intelectual de la Reforma. En 1507 llegó a la escuela de latín de Pforzheim y, dos años más
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Cf. AA.VV., Memoires pour servir a l’Histoire litteraire des dix-sept provinces des Pay-Bas de la Pricipauté de Liege, et de quelques contrées voisines, vol. II (Louvain, 1768) 270.
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Cf. I. DOROTA BACKUS, Historical method and confessional identity in the Era of the Reformation (1378-1615) (Leiden, 2003) 143. Sobre la utilización de Ireneo para apoyar tanto a católicos (Feu-ardent) como a reformadores (Gallasius) cf. I. DOROTA BACKUS, Historical method (Leiden, 2003) 131-152.
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Cf. S. M. JACKSON-G. W. GILMORE, The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge Vol. VIII (New York, 1910) 190-191. 198
Así, p.e., en Brill’s New Pauly se afirma la autoría de Nonno, mientras que The Oxford Dictionary of the Christian Church lo presenta como probable autor, cf. F. SOTERA (SASSARI), "Nonnus", Brill's New Pauly. Antiquity volumes edited by Hubert Cancik and Helmuth Schneider (Birmingham, 2010) [ref. del 09-02-2010] Disponible en línea: http://www.paulyonline.brill.nl/subscriber/entry?entry=bnp_e824880. También cf. The Oxford Dictionary of the Christian Church (London, 19742 (1957)) 980.
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tarde, ingresó en su Universidad, donde estudió Filosofía, Retórica y Astronomía. En 1512 acudió a Tubinga para profundizar en las materias de Derecho, Matemáticas, Astrología e incluso Medicina. Pero serán sus conocimientos en Teología (1516) los que inmortalicen su figura. Conocido de Erasmo e influenciado por Lutero, Melanchthon aceptó un puesto de profesor en la Universidad de Wittenberg y, a partir de ese momento, su vida estará ligada a todos los acontecimientos de la Reforma.
Cuentan entre sus primeras publicaciones una edición de Terencio (1516) y su gramática griega (1518), aunque pronto dedicó sus esfuerzos a la composición de escritos teológicos, entre los que destacan Loci comunes rerum theologicarum seu hypotyposes theologicae (Wittenberg, 1521), donde expone los puntos fundamentales de la teología luterana, y Commentarii in Epistolam Pauli ad Romanos (Wittenberg, 1532). Además, dedicó sus esfuerzos a la difusión de los autores clásicos, tales como Plutarco y Platón, o de los cristianos, como Atenágoras y Gregorio Nacianceno. En este gusto se observa parte de la ideología de Melanchthon, quien consideraba que era necesaria la vuelta a los textos sagrados y patrísticos.
El valor de esta edición reside en su temática cristiana, lo que favoreció su difusión por las bibliotecas europeas.
II. CONCLUSIONES
Como se ha podido observar, las obras catalogadas de los padres de la Iglesia reflejan el trasfondo del período histórico en el que fueron impresas.
En primer lugar, cada una de ellas representa la postura de los humanistas encargados de su publicación ante las disputas religiosas del s. XVI. Con esta premisa ha de entenderse que Obsopoeo escogiera aquellas cartas de Basilio y Gregorio en las que estos padres escriben sobre los arrianos y las presentara como símil de sus días o que Feu-ardent estableciera una conexión entre los que él consideraba herejes de su tiempo, los reformadores, y aquéllos sobre los que Ireneo escribió.
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Cf. J. W. RICHARD, Philip Melanchton. The Protestant preceptor of Germany (1497-1560) (New York, 1898). 200
Cf. P. FRAENKEL, Testimonia Patrum. The function of the Patristic argument in the theology of Philip Melanchton (Genève, 1961) 16, 23.201
Cf. D. HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, “Nono y las Dionisíacas en España”, Faventia 28/1-2 (2006), 170.202
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En segundo lugar, los editores, imbuidos del espíritu humanista, se afanaron por encontrar manuscritos que colacionar y, de esta manera, imprimir nuevas obras o mejorar las ediciones existentes. Así, Livineius, tras cotejar otros manuscritos de Gregorio Niseno, publicó una segunda edición mejorada de su princeps. También Feu-ardent reeditó su volumen de Ireneo con la introducción de nuevos pasajes.
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LAS EDICIONES Y TRADUCCIONES GRIEGAS DE ERASMO
JULIÁN SOLANA PUJALTEUNIVERSIDAD DE CÓRDOBA
Erasmo de Rotterdam ocupa un lugar destacado en la historia de los estudios griegos por su doble condición de editor y traductor del Nuevo Testamento (NT) y por sus traducciones latinas de un amplio elenco de autores de la Hélade: Libanio, Eurípides, Luciano, Plutarco, Isócrates, Galeno y Jenofonte. Una buena muestra de esta producción está presente en la biblioteca del seminario conquense.
Consciente de que la formación griega que había recibido en Deventer, s’Hertogenbosch y Steyn era muy rudimentaria, Erasmo se convenció enseguida de que era imprescindible mejorarla si quería dedicarse a los estudios bíblicos y a los Padres de la Iglesia, la depuración de cuyos textos era paso obligado para el proyecto de renovación religiosa, moral y social que pretendía, objetivo al que iban dirigidos en última instancia sus empeños filológicos. Su aprendizaje fue en buena medida autodidacta, aprovechando las estancias que hizo en París (1495-99) y en Italia (1506-09), donde recordemos que frecuentó la veneciana Academia Aldina, en la que
Editiones Erasmi ad hunc usque diem primum locum obtinent non tam propter textum, quem praebent minus castigatum, quam propter additam versionem subiunctasque adnotationes quibus conscriptis vir summus saeculi sui interpretum antesignanus est factus, consensu omnium penes quos in talibus diiudicandis auctoritas est.
E. Reuss, Bibliotheca Novi Testamenti Graeci, 1872.
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Este trabajo se inscribe dentro del proyecto de investigación FFI2009-08480 del MICIN: Bibliotheca Erasmiana Hispanica: Erasmo en las bibliotecas españolas actuales e históricas (II).
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Cf. A. RABIL JR, Erasmus and the New Testament: The Mind of a Christian Humanist (Lanham, 19932) 26-35, 46-52 y 61-73; E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies”, en Erasmus as a Translator of the Classics (Toronto, Buffalo, London, 1985) 3-19; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics”, en Collected Works of Erasmus, Literary and Educational Writings 7, vol. 29 (Toronto, Buffalo, London, 1989) XXI-XXIV. En estos dos trabajos de E. Rummel se aborda en su conjunto el tema que aquí nos ocupa.
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tuvo oportunidad de tratar a eruditos italianos y bizantinos y familiarizarse con textos griegos a los que no había tenido antes acceso. El griego significaba, pues, para él la vía de acercamiento no solo al mundo clásico, por el que se sentía extraordinariamente atraído, sino muy especialmente a la recuperación de los textos sagrados.
El texto sagrado por excelencia en lengua latina, la Vulgata, traducción del Nuevo Testamento griego de S. Jerónimo, no respondía ya, según Erasmo, a los objetivos con los que había sido realizada en su momento y contenía además un gran número de pasajes oscuros, erróneos o corruptos, por lo que creía conveniente sustituirla por una traducción propia. Para poder llevar a cabo esta tarea necesitaba disponer de un texto griego fiable del que partir y del conocimiento suficiente para poder traducirlo con solvencia, de ahí su empeño en dominar el griego.
Trazó, pues, Erasmo un plan de trabajo para perfeccionar su dominio de esta lengua, del que formaban parte sus primeras traducciones al latín de autores como Libanio y Eurípides. Con apenas cuatro años de estudios griegos, sin casi textos ni profesores, entre 1502 y 1504, durante su estancia en Lovaina, empezó a traducir la Hécuba de Eurípides como un ejercicio, dado que no tenía un profesor al que acudir. Sabemos que Erasmo poseía un ejemplar de la editio princeps aldina de Eurípides y que conocía la traducción que Francesco Filelfo había hecho del prólogo de Hécuba, circunstancias que favorecieron la elección del tragediógrafo griego. Algo después, en 1506, tradujo también Ifigenia en Áulide. Dedicó ambas traducciones al arzobispo William Warham y Josse Bade las publicó en París en 1506, con bastantes erratas. Posteriormente lo hizo Aldo Manuzio en 1507 y, entre otros, Froben en 1518, 1524 y 1530, tres ediciones revisadas por el autor. Se trata de un ensayo de mayor empeño que su traducción de Libanio, dada la altura del autor,
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Cf. A. FIRMIN-DIDOT, Alde Manuce et l’hellenisme à Venice (Paris, 1875) 435-470. 205
Cf. E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 3-4; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto, Buffalo, London, 1989) XXIV-XXV.
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Cf. P. S. ALLEN, H. M. ALLEN et H. W. GARROD (eds.), Opus epistolarum Des. Erasmi Roterodami, 12 vols. (Oxford, 1906-1958) 4: 29-31 (citado en adelante como ALLEN).
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Cf. A. FIRMIN-DIDOT, Alde Manuce et l’hellenisme à Venice (Paris, 1875) 102-104.208
Cf. E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 29.209
Para las ediciones de esta obra Cf. F. VANDER HAEGHEN, Bibliotheca Erasmiana, Nieuwkoop 1972 (Gent. 1893) 25-26, que menciona 22 ediciones del s. XVI y el análisis de J. H. WASZINK en su edición Opera omnia Desiderii Erasmi Roterodami recognita et adnotatione critica instructa notisque illustrata. Ordinis I, Tomus I (Amsterdam, 1969) 195-212.
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La traducción de Libanio estaba ya concluida en 1503, aunque no fue impresa hasta 1519 (Lovanii, Th. Martinus, 1519). Diez ediciones del s. XVI menciona F. VANDER HAEGHEN de esta obra; cf. Bibliotheca Erasmiana ( Gent, 1893) 38-39.
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pero de un ensayo, al fin y al cabo, de cara a sus trabajos neotestamentarios. Erasmo encontró en el texto de Eurípides varias dificultades, sobre todo en las partes corales, cuya oscuridad le disgustaba, y en la métrica, cuya variedad resultaba casi imposible preservar en la traducción. No siempre mantuvo Erasmo criterios idénticos a la hora de traducir. En su trabajo sobre Libanio se identifica con la opinión de Cicerón en su preferencia por mantener el significado antes que la literalidad de las palabras, mientras que en la Hécuba prevalece el apego al original, que se torna de nuevo en mayor libertad en la Ifigenia. Con todo, son diferencias de matiz: Erasmo mantuvo unas pautas similares a lo largo de su extensa actividad traductora, que va desde la mencionada traducción de Libanio (1503) a la de Jenofonte (1530): nunca se permitió apartarse en exceso del original y condicionó cualquier libertad a la claridad y fidelidad de sus versiones.
Hay dos ejemplares en la Biblioteca del Seminario de Cuenca que contienen traducciones erasmianas de las tragedias de Eurípides: el primero corresponde a la última edición realizada por Froben en 1530 de las dos traducciones de Erasmo (nº 25 del catálogo) y el segundo a una antología de los tres tragediógrafos griegos con traducciones de un buen número de humanistas e impresas por Henri Estienne en Ginebra en 1567 (nº 27).
Después de haber traducido a Libanio, Eurípides, Luciano y Plutarco, Erasmo consideró que ya poseía la destreza suficiente como para afrontar con garantías la edición y traducción del NT griego. Aunque la idea de dedicarse a los estudios neotestamentarios se remonta a 1504 y está directamente relacionada con la lectura de las Annotationes al NT de Lorenzo Valla, obra que él mismo editó en 1505 y que le impresionó vivamente, por su aproximación estrictamente filológica al texto sagrado y su crítica a los pasajes corruptos de la Vulgata y a su estilo.
Erasmo comenzó su nueva traducción del NT inmediatamente después, entre 1505 y 1506.
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Cf. J. H. WASZINK, Opera omnia Desiderii Erasmi (Amsterdam, 1969) 202-203; E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 30-31; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto, Buffalo, London, 1989) 28-30.
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Un análisis detenido de la forma en que traduce Erasmo estas tragedias de Eurípides, de sus peculiaridades y una comparación con la traducción de Filelfo del prólogo de Hécuba puede verse en E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 33-47. Ambas traducciones han sido editadas y anotadas por J. H. WASZINK, Opera omnia Desiderii Erasmi (Amsterdam, 1969) 193-359 y G. BÁRBERI SQUAROTTI, Erasmo da Rotterdam, Tragedie di Euripide: Hecuba; Iphigenia in Aulide (Torino, 2000). Remitimos a la introducción de F. Spera y a las notas de ambas ediciones y también a W. O. SCHMITT, “Erasmus als Euripidesübersetzer”, en J. HARMATTA-W. O. SCHMITT (eds), Ubersetzungsprobleme antiker Tragödien (Berlin, 1969) 129-166 y J. H. WASZING, “Einige Betrachtungen über die Euripidesübersetzungen und ihre historische Situation”, Antike und Abendland, 17,2 (1971) 70-90.
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Cf. E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto, Buffalo, London, 1989) XXVIII.214
Parrhisiis, in aedibus Ascensianis, id. Apr. 1505.215
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Desde ese momento aprovechó cualquier ocasión que se le presentaba para consultar manuscritos griegos que pudieran servirle para esa traducción y empezó a plantearse también la posibilidad de hacer una edición del NT griego, habida cuenta de que la anunciada por Aldo Manuzio se retrasaba, lo que finalmente sucedió. Así pues, aunque la primera intención de Erasmo fue ofrecer un texto latino nuevo alternativo a la Vulgata, finalmente su edición incorporará, en tres columnas enfrentadas, la Vulgata, su propia traducción latina y además su texto griego.
Erasmo tuvo el enorme mérito de ser el primero en poner en letras de molde griegas el texto del NT, realizó un intenso trabajo de consulta y colación de manuscritos y comentó textualmente con agudeza muchos pasajes en sus Annotationes, trabajo que le hace acreedor de un lugar destacado en la historia de la filología clásica. No obstante, desde el punto de vista estrictamente textual su edición no es ajena a las limitaciones de su tiempo y presenta deficiencias evidentes :
1.- Haberse basado en manuscritos recientes, bizantinos, de inferior calidad textual, y no haber valorado debidamente, en cambio, otros superiores de los que tuvo noticia. Es el caso del manuscrito vaticano B, cuya calidad no supo apreciar a pesar de la insistencia de Diego López de Zúñiga y Juan Ginés de Sepúlveda.
2.- Confiar más en el texto transmitido por los Padres que en los manuscritos, que erróneamente considera alterados por una Bulla Aurea.
3.- Usar el texto de la Vulgata para completar mediante retroversiones las lagunas del texto griego. Estas retroversiones no fueron suprimidas en ediciones posteriores cuando Erasmo dispuso
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Cf. E. RUMMEL, Erasmus’ Annotations on the New Testament. From Philologist to Theologian (Toronto, Buffalo, London, 1986) 35-42.216
Cf. CH. L. HEESAKKERS, “Erasmo filólogo”, Myrtia, 23 (2008) 259-285; G. F. GIANOTTI, “Utriusque linguae doctissimus. Erasmo e la storia degli studi classici”, en E. PASSINI-P. B. ROSSI (eds.), Erasmo da Rotterdam e la cultura europea. Erasmus of Rotterdam and european culture (Firenze, 2008) 61-120.
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Seguimos a H. J. DE JONGE, “Novum Testamentum a nobis versum: the Essence of Erasmus' Edition of the New Testament”, Journal of Theological Studies, n.s. 35 (1984) 408-409.
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Cf. A. SÁENZ-BADILLOS, “Ginés de Sepúlveda y la filología bíblica”, Cuadernos de Filología Clásica, 5 (1972) 126-137.219
Sobre esto comenta P. S. ALLEN: “The reference is clearly to the Aurea Bulla domini Imperatoris Graecorum lecta in sessione publica et congregatione generali, Nov. 1435, Conc. Coll., Merlin, 1530, vol. ii, f. 168, wich contains no reference to the correction of Greek MSS... Sepulveda had pointed out to him (ALLEN 2938: 99-100) that no golden bull contained anything of the kind alleged” (2905, p. 355, nota a líneas 40-41). Más tajante es A. SÁENZ-BADILLOS: “Esta idea, que ya había defendido Erasmo en su discusión con Zúñiga, pone al descubierto uno de sus errores más crasos en el terreno de la crítica textual. Sus prejuicios —nada científicos— le llevan a deformar completamente la historia del texto y el estado de la cuestión, e incluso a imaginarse la existencia de un decreto que nunca existió. Aunque en nuestros días se haya revalorizado el conocimiento del texto bíblico empleado por los Padres en orden a una reconstrucción de la historia del texto del Nuevo Testamento en los primeros siglos cristianos, no puede menos de extrañarnos la conclusión a la que llega Erasmo: no hay que fiarse de los manuscritos griegos, sino únicamente de los Padres”; cf. “Ginés de Sepúlveda” (1972) 130.
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de textos que colmaban esas lagunas, como el de la Biblia Políglota Complutense.
4.- El texto impreso difiere de los manuscritos de los que fue copiado y contiene lecturas sin base en la tradición textual y muchos errores lingüísticos procedentes de la escasa corrección a que fueron sometidos los manuscritos usados como base de la edición.
A pesar de estas limitaciones y de que, desde un punto de vista crítico, la edición complutense era superior a la erasmiana, esta última se divulgó más porque fue la primera en llegar al mercado y en un formato más económico y manejable. De ahí que se convirtiera, a pesar de sus deficiencias, en el textus receptus del NT hasta el s. XIX.
Erasmo había aprendido de Valla que el texto de la Vulgata, como cualquier otro texto, aunque contuviera la palabra de Dios, era susceptible de un análisis filológico. La Vulgata, además, se había escrito en el latín vulgar de la época para que el pueblo la entendiera, pero en la de Erasmo, cuando el latín del s. IV era considerado completamente extraño, se requería una traducción nueva, que hiciera el texto más asequible a los lectores, familiarizados con un latín mucho más clásico que el de la Vulgata. Esta presentaba, además, muchos pasajes oscuros y claramente corruptos que debían eliminarse.
La traducción de Erasmo no es, sin embargo, una traducción nueva realizada directamente sobre el original griego, sino una traducción revisada de la Vulgata con la ayuda de manuscritos griegos. La confrontación directa de ambos textos hace ver la gran similitud existente entre la traducción erasmiana y la Vulgata, en cuanto a la elección del vocabulario y la estructura sintáctica. Erasmo sólo cambia la Vulgata cuando lo considera necesario, dejando inalterado su texto en los demás casos. H. J. de Jonge, que ha estudiado pormenorizadamente ambas traducciones, aprecia los siguientes tipos de cambios en la traducción erasmiana con respecto a la Vulgata :
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Cf. B. M. METZGER, The Text of the New Testament. Its Transmission, Corruption, and Restoration (New York, Oxford, 1992) 98-103.221
Cf. I. BEJCZY, Erasmus and the Middle Ages. The Historical Consciousness of a Christian Humanist (Leiden, Boston, Köln, 2001) 144-149; P. BOTLEY, Latin Translation in the Renaissance. The Theory and Practice of Leonardo Bruni, Giannozzo Manetti, Erasmus (Cambridge, 2004) 121.
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Cf. H. J. DE JONGE, “Erasmus’ method of translation in his version of the New Testament”, The Bible Translator, 37,1 (1986) 135-137.223
Cf. H. J. DE JONGE, “The character of Erasmus’ translation of the New Testament as reflected in his translation of Hebrews 9”, Journal of Medieval and Renaissance Studies, 14,1 (1984), p. 82.
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Cf. H. J. DE JONGE, “The character of Erasmus” (1984) 84-86; H. J. DE JONGE, “Erasmus’ method of translation” (1986) 136.225
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Sabido es que la decisión de Erasmo de someter los textos sagrados a un análisis filológico y proponer una traducción alternativa a la Vulgata le acarreó numerosas polémicas, en las que no podemos detenernos.
No hay una valoración unánime de la traducción erasmiana. Por un lado, se pone de relieve la importancia de la aportación realizada por Erasmo al estudiar el texto de la Vulgata desde un punto de vista filológico y, como consecuencia de ello, conseguir una traducción que refleja el original griego con mayor claridad que aquella. Sin embargo, hay en los planteamientos de Erasmo serios errores que lastran el resultado final obtenido, especialmente al atribuir preeminencia a los manuscritos bizantinos sobre el texto de la Vulgata y reemplazar así lecturas antiguas y correctas de esta por otras inferiores, confundiendo así dos ramas diferentes de la tradición textual. De ahí que H. J. de Jonge considere la traducción erasmiana un acierto de acuerdo con las pautas del latín humanístico y un desacierto desde el punto de vista exegético y de la crítica textual.
Como sostiene J. H. Bentley, la única fuente para conocer en profundidad los planteamientos críticos de Erasmo en relación al texto griego del NT son sus Annotationes, quizá el elemento más comúnmente apreciado pero menos estudiado de su edición-traducción. No están pensadas como un comentario integral al texto sino como pequeñas observaciones —annotatiunculas— sobre un
1.- Cambios que buscan un latín más clásico, gramaticalmente más correcto.
2.- Cambios que buscan realzar la elegancia de la traducción.
3.- Cambios que buscan una traducción más estrechamente apegada al griego.
4.- Cambios que buscan mejorar la claridad.
5.- Cambios que buscan una exégesis más lograda.
6.- Cambios que buscan modificar un texto corrupto de la Vulgata.
7.- Cambios procedentes de manuscritos griegos bizantinos de poca calidad que modifican
lecturas mejores de la Vulgata.
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Entre otros con Martin Dorp, Jacobus Latomus, Frans Titelmans, Jacques Lefèvre d’Etaples, Pierre Cousturier (Petrus Sutor), Noël Beda, Edward Lee, Diego López de Zúñiga, Sancho Carranza de Miranda, Alberto Pio y Pietro Corsi. Sobre sus polémicas con Erasmo cf. P. G. BIETENHOLZ, TH. B. DEUTSCHER (eds.), Contemporaries of Erasmus. A Biographical Register of the Renaissance and Reformation, 3 vols. (Toronto-Buffalo-London, 1985-1987) s.u.; A. BLUDAU, Die beiden ersten Erasmus-Ausgaben des Neuen Testaments und ihre Gegner (Freiburg im Breisgau, 1902) II, 58-145; J. BEUMER, “Erasmus von Rotterdam: Seine humanistischen Gegner in Italien”, Theologie und Philosophie 44 (1969) 1-24; M. P. GILMORE, “Italian Reactions to Erasmian Humanism”, en H. A. OBERMAN, T. A. BRADY (eds.), Itinerarium Italicum (Leiden, 1975) 61-115; E. RUMMEL, Erasmus and his catholic critics (Nieuwkoop, 1989).
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Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. New Testament Scholarship in the Renaissance (Princeton, 1983) 173.227
Cf. H. J. DE JONGE, “The character of Erasmus” (1984) 87.228
Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. (Princeton, 1983) 139-140, que le dedica un detallado análisis en pp. 140-161 y especialmente E. RUMMEL, Erasmus’ Annotations (Toronto, Buffalo, London, 1986).
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sinnúmero de detalles en las que justifica su toma de posición con respecto a problemas relacionados con la edición del texto griego, con la interpretación de la Vulgata y con su propia traducción. Se abordan cuestiones de índole variada, pero fundamentalmente de carácter lingüístico y gramatical, aparentemente menudas, pero importantes, pues como dice el propio Erasmo, esas cuestiones menudas han llevado al error a importantes teólogos. Veamos su tipología y objetivos :
En palabras de quien mejor las ha estudiado, E. Rummel, “In their original form [it was] predominantly a philological commentary, recording and discussing variant readings and commenting on passages in the Vulgate that were in Erasmus’ opinion either obscurely or incorrectly rendered... They became a mixture of textual and literary criticism, theological exegesis, spiritual counsel, and polemical asides”.
Erasmo editó cinco veces el NT griego. Repasemos a continuación esas ediciones y sus principales diferencias :
1ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1516 (Reuss II, 1*). Esta edición y las demás contienen la carta nuncupatoria de Erasmo a León X y una serie de textos preliminares (la Paraclesis sive exhortatio ad studium evangelicae philosophiae, el Methodus y la Ratio verae philosophiae, la Epistola de philosophia evangelica, una Apología de los criterios sobre la traducción de Erasmo y unos Capita argumentorum contra quosdam morosos et ineruditos). También un listado de solecismos, errores y pasajes corruptos de la Vulgata. Contiene el texto griego y el de la Vulgata, este último ligeramente modificado, no la traducción original de Erasmo. Dada la precipitación con que
1.- En el caso de que se haya corrompido el texto, restaurar el original.
2.- En el caso de ambigüedad u oscuridad, iluminar el texto y proponer una interpretación.
3.- En el caso de una traducción latina descuidada o no acorde con la gramática, reemplazarla
por otra mejor, siguiendo la sermonis elegantiam.
4.- Discutir en detalle las cuestiones que más le interesan.
5.- Justificar las propias lecturas.
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«Sunt haec quae tractamus minutissima... minima sunt, verum ob haec minima videmus maximos etiam theologos nonnunquam et labi insigniter et hallucinari» (ALLEN 373: 83-89).
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Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. (Princeton, 1983) 123.231
E. RUMMEL, Erasmus’ Annotations (Toronto, Buffalo, London, 1986) p. VII.232
Cf. E. REUSS, Bibliotheca Novi Testamenti Graeci (Brunsvigae, 1872) 28-39.233
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se imprimió y la limitaciones de los manuscritos consultados, está repleta de errores tipográficos y ortográficos.
2ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1519 (Reuss II, 4*). Añade su propia traducción latina al texto griego y suprime la Vulgata.
3ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1522 (Reuss II, 8*). Sigue sin apenas variaciones la segunda edición. Una de las novedades es la inclusión del Comma Iohanneum (1In 5,7-8).
4ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1527 (Reuss II, 19*). A su edición griega y su traducción latina añade el texto de la Vulgata. Erasmo recurre por primera vez para esta edición a la Biblia Complutense, especialmente para el Apocalipsis, que había editado sobre un texto lleno de erratas.
5ª. Basileae, apud Hier. Frobenium et Nic. Episcopium, 1535 (Reuss II, 21*). Apenas contiene cambios en el texto griego con respecto a la cuarta edición, pero suprime el texto de la Vulgata.
La edición-traducción erasmiana del NT fue, tras la Vulgata, la más impresa a lo largo de los siglos XVI y XVII. De acuerdo con los datos de F. Vander Haeghen hemos contabilizado 102 ediciones con el texto latino, 82 con los textos griego y latino, 29 con el texto griego y 23 ediciones más con traducción a lenguas modernas, 19 de ellas acompañadas de texto latino, lo que hace un total de 236 ediciones. Hay en la actualidad una edición crítica en marcha del NT erasmiano en los Erami Opera Omnia y una traducción de las Annotationes en las Collected Works of Erasmus.
La Biblioteca del Seminario de Cuenca conserva dos ediciones basilienses, la de 1541—1542 de Johann Froben y Nikolaus Episcopius (nº. 45 del catálogo; Reuss II, 24*), basada en la quinta de 1535 de los mismos impresores en lo que al texto griego se refiere, pero con el texto de la Vulgata que allí
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«Praecipitatum verius quam editum» (ALLEN 402: 1-2; 694: 17-18). Cf. B. M. METZGER, The Text of the New Testament (New York, Oxford, 1992) 99. Existe una edición facsimilar: H. HOLECZEK, Erasmus von Rotterdam. Novum Instrumentum, Basel, 1516. Faksimile-Neudruck mit einer historischen, textskritischen und bibliographischen Einleitung (Stuttgart, 1986).
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Cf. H. J. DE JONGE, “Erasmus and the Comma Johanneum”, Ephemerides Theologicae Lovanienses 56, 4 (1980) 381–389.235
No incluimos en este recuento las ediciones de las Paráfrasis al NT que F. VANDER HAEGUEN incluye en su listado; cf. (1972) 57-66.236
11 francesas, 5 alemanas, 3 italianas, y una respectivamente al inglés, neerlandés, bohemio y polaco.237
Esta edición se realiza bajo los auspicios de L’Union Académique Internationale y de la Académie Royale Néerlandaise des Sciences et de Sciences Humaines. Ocupa el ordo VI de la publicación. Han aparecido hasta el momento 5 volúmenes: VI-2, VI-3, VI-5, VI-6 y VI-8.
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CF. R. D. SIDER. (ed), Annotations on Romans (Toronto, 1994). Solo tenemos noticia de este volumen publicado.239
316
fue suprimido. La otra es la impresa por Nicolas Bryling y Sebastian Franck en 1541 (nº. 44 del catálogo; Reuss II, 27), la primera de esta oficina tipográfica que entre 1541 y 1549 editó diez veces esta obra, edición que solo incorpora el texto griego y la traducción latina de Erasmo sin las Annotationes ni los textos introductorios. Está basada también en la quinta edición de 1535. Las traducciones realizadas por Erasmo después de la del NT se sitúan en una perspectiva diferente. Alcanzado su objetivo filológico supremo, sus últimas traducciones buscan, según E. Rummel, proporcionar al lector que no lee griego el acceso a textos que puedan ser de su interés o servir como presentes literarios en forma de dedicatorias. Es ése el caso del Hieron de Jenofonte, la última obra griega traducida por Erasmo. En este diálogo conversan Hierón, tirano de Siracusa y el poeta Simónides. El primero expone la vida infeliz de los tiranos y el segundo le aconseja cómo mejorar su gobierno y alcanzar la felicidad en el ejercicio del mismo, siendo amado por sus súbditos. La obra había sido objeto de atención por los humanistas italianos del Quattrocento (Guarino, Filelfo, Bessarión, Bruni) y había aparecido en la edición aldina de los Opera omnia de Jenofonte en 1525. A Erasmo quizá le interesó por su carácter “didáctico” y consideró que los consejos de la obra podrían ser útiles también a los príncipes de su época. Según E. Rummel, “the translation of the Hiero is one of the more fluent and accurate versions among Erasmus’ late productions”.
La obra fue editada por primera vez por Froben en Basilea (1530) y dedicada al banquero Anton Fugger, que se había interesado por el humanista y lo había invitado a residir en Augsburgo. La edición que conserva la Biblioteca del Seminario de Cuenca es de 1545 (nº. 60 del catálogo) y se debe al impresor Nicolas Bryling, autor también de una de las ediciones erasmianas del NT conservadas en la biblioteca, quien volverá a editar esta traducción en 1555 y 1568. Reúne todas las obras conocidas de Jenofonte, algunas de ellas en griego y otras en traducciones latinas de un amplio elenco de humanistas, entre ellas el Hieron erasmiano.
240
241
242
243
(1985) 103. Sigo su trabajo (pp. 117-120) en lo que sigue.240
Cf. L. STRAUSS, Sobre la tiranía (Madrid, 2005) que contiene una traducción de la obra debida a L. RODRÍGUEZ DUPLÁ y un pormenorizado estudio de L. STRAUSS. Pueden consultarse también las traducciones de M. FERNÁNDEZ GALIANO (19712) y O. GUNTIÑAS TUÑÓN (1984). No existe edición moderna, que sepamos, de la traducción erasmiana.
241
Cf. (1985) 118. 242
F. VANDER HAEGHEN, Bibliotheca Erasmiana (Gent, 1893) II, 67.243
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ÍNDICES
ÍNDICE DE LUGARES
ABDERA 53
AGIRA 105
ALCALÁ DE HENARES 29, 33, 34, 93, 272
ALEJANDRÍA 102, 181
AMBERES 121, 125, 211, 214, 272, 301, 302
ANSBACH 296
ASIA 181
ASIA MENOR 53, 87, 143
ASSOS 69
ATENAS 41, 45, 53, 63, 69, 83, 87, 113, 117, 147, 167, 175, 181, 185,
195
AUGSBURGO 317
BASILEA
BELMONTE 32-34, 97, 191, 193
BEOCIA 167
BITINIA 79
BURGO DE OSMA 32
BURGOS 28
CALABRIA 269 n. 132
CALCÍDICA 69
CAPADOCIA 79
CESAREA 87, 123, 296
CIRENE 167
COLONIA 59, 145, 301-302
CONSTANTINOPLA 87, 269 n. 132
CÓRDOBA 28
51, 59, 65, 67, 73, 81, 97, 115, 117, 139, 141, 149, 151, 161,
163, 171, 173, 191, 193, 203, 296, 297, 302, 315, 316, 317
343
CORINTO 91
CUENCA
DELFOS 49, 127, 181
DEVENTER 307
EGINA 63, 167, 175
EGIPTO 147, 155, 175, 189, 281
EMESA 127, 271
EPIRO 109
ESMIRNA 132
ESPARTA 132, 189
ESTAGIRA 69
ESTRASBURGO 133,135
ETIOPÍA 127
FLORENCIA 177, 183, 211
FRANCIA 27, 55, 211
FRANKFURT 67, 249
FRIGIA 109
FTÍA 113
GALIA 142
GINEBRA 75, 85, 107, 119, 179, 309
GRECIA 22, 45, 177, 271
HAGUENAU 89, 157, 296
HALLE 199, 201, 203
12-14, 21-22, 27, 28 n. 7, 30, 32-33, 47, 51, 55, 59, 61, 65,
67, 71, 75, 77, 81, 89, 97, 99 103, 111, 115, 117, 121, 133,
135, 137, 139, 141, 145, 151, 153, 157, 167, 171, 173, 177,
187, 191, 193, 197, 199, 201, 203, 283, 309, 316, 317
344
HEIDELBERG 57, 129
HIERÁPOLIS 109
HUESCA 28
HUETE 32-34, 55, 61, 67, 81, 115, 117, 119, 139, 141, 151, 157, 171,
173
INDIA 79, 155
ITALIA 27, 55, 175, 181, 269 n. 132, 290-291, 298, 307
JONIA 132
LA HAYA 47
LIDIA 49
LEIPZIG 298, 303
LIEJA 301
LOVAINA 197, 301, 303
LYON 34, 75, 77, 143, 153, 301
MACEDONIA 45, 69, 113
MADRID 211, 273
MÉGARA 175
MILÁN 51
MITILENE 69
MONDOÑEDO 28
MÚNICH 297
NAG HAMMADI 189
NÁPOLES 33
NISA 123
NÚREMBERG 296, 298
OCAÑA 171
345
OLIMPIA 113
OXFORD 302
PANÓPOLIS 155, 303
PARÍS
PAROS 185
PAÍSES BAJOS 27
PELA 69
PRENESTE 41
PFORZHEIM 303
PRIEGO 30
QUERONEA 181
QUÍOS 132, 211, 218, 220, 243
QUNRÁN 189
ROMA 41, 107, 109, 169, 177, 301
SALAMANCA 111, 183, 210-211
SALAMINA 113
SAMOS 49
SAMÓSATA 147
SICILIA 167, 175, 222, 233-234, 240, 242, 248
SIRACUSA 113, 175, 317
SIRIA 127
S’HERTOGENBOSCH 307
SOSANDRA 269 n. 132
STEYN 307
TARRAGONA 28
TEOS 53
47, 55, 61, 67, 71, 93, 137, 165, 187, 253, 297-299, 302,
307-308
346
TESALIA 53
TOLEDO 28, 32
TRACIA 49, 53
TUBINGA 304
VALENCIA 179, 208
VENECIA 57, 67, 99, 177, 211, 196
VILLAGARCÍA DE CAMPOS 31 n. 17
VILLANUEVA DE LA JARA 30
VILLAREJO DE FUENTES 32-34, 35 n. 34
WITTENBERG 296-297, 304
ZURICH 43
347
ÍNDICE DE NOMBRES
ACADEMO 175
ACAMANTE 232, 232 n. 95
ACIS 208, 227-228, 230-234, 237, 239, 242
ACUÑA, CATALINA DE 291
ADEO DE MITILENE 289 n. 167
ADRIANO 79
AFRODISIAS, ALEJANDRO DE 73
AFTONIO 51
AGAPETO 51
ALCÁZAR, BALTASAR DEL 284
ALCIATO, ANDREA 59, 291
ALCIBÍADES 113
ALCMÁN 132, 167
ALEJANDRO MAGNO 69, 79, 222
AMASAEO, RÓMULO 203
AMINTAS II 69
AMYOT, JACQUES 272
ANACREONTE 53, 55
ANAXÁGORAS 113
ANDRÉS DE CESAREA 302
ANGUILLARA, ANDREA DALL’ 212
ANTÍFILO DE BIZANCIO 289 n. 167, 290, 290 n. 170
ANTÍPATRO DE TESALÓNICA 290
ANTONINO 43
ANTONIO 181
APOLO ZOSTERIO 113
APOLODORO 105, 267-268
AQUAVIVA, CLAUDIO 31
ÁRAROS 63
348
ARETAS DE CESAREA 147
ARETINO, LEONARDO 77, 203
ARETINO, PIETRO 289 n. 168
ARGYROPOULOS, IOANNIS 75
ARIOSTO, LODOVICO 208-210, 221, 239, 243-244
ARISTARCO 53, 101
ARISTEAS 189
ARISTÓBULO 79
ARISTÓFANES 63, 65, 67, 113, 185
ARISTOFÓN 45
ARISTÓN 175
ARISTÓTELES 29, 69, 71
ARISTOXENO 69
ARNOBIO 145
ARÓSTEGUI, ANDRÉS CLAMENTE DE 30, 32
ARÓSTEGUI, ILDEFONSO CLEMENTE DE 11, 20, 33-34
ARÓSTEGUI, PEDRO DE 30, 32
ARQUELAO 113
ARQUÍLOCO 132, 208
ARQUITAS DE TARENTO 175
ARRIANO 79, 109, 222 n. 80
ÁRTEMIS 53
ARTEMÓN 53
ASCLEPÍADES 69
ASCLEPIODOTO 41
ATANASIO DE ALEJANDRÍA 159
ATENÁGORAS 83, 304
AUGUSTO 105
AULO GELIO 121
AUTÓLICO 247
BADE, JOSSE 308
349
BADIO, IODOCO 61, 283
BAQUÍLIDES 167
BARÓN OCHS 233
BARRIOS, MIGUEL DE 242-243
BASILIO MAGNO 32, 87, 89, 123, 296, 302, 304
BEBEL, JOHANN 59, 65
BEDA, NOËL 314 n. 226
BEMBO, PIETRO 239
BENAVENTE, PEDRO 35, 51
BESSARION, BASILIOS 77, 203, 317
BEYS, GILLES 298
BIANOR 290, 290 n. 170
BIENNÉ, JEAN 298
BIRCKMANN, ARNOLD 302
BONINO, BONINI DE (D. Dobricevic) 183
BOSCÁN, JUAN 218
BRIONES, FRANCISCO DE 28 n. 6
BRUBACH, PETER 67
BRUCCIOLI, FRANCESCO 97
BRUNI, LEONARDO 103, 317
BRYLING, NICOLAS 51, 103, 141, 161, 191, 193, 201, 317
BUCHANAN, GEORGE 119
BUDAEUS, GULLIELMUS (G. Budé) 77
BUSTAMANTE, JORGE 212
CALCAGNINI, CELIO 77
CALCÓNDILAS, DEMETRIO 133, 211
CALLIERGUS, ZACHARIAS 169
CALYBEO, BARTOLOMEO 141
CAMERARIUS, JOACHIM 119, 139, 203, 296
CAMERINO, JOSÉ 242
CAMOENS, LUIS DE 210
350
CÁNOVA, JUAN DE 111
CANTERO, GUGLIELMO 121
CANTUARENSIS, GUILLIELMUS (W. Warham) 115, 308
CARICLEA 127, 278-280, 282
CAROLUS, CARDINALIS LOTHARINGUS 145
(C. Guise)
CARRANZA DE MIRANDA, SANCHO 314 n. 226
CARRILLO Y SOTOMAYOR, LUIS 214, 239, 242
CASAUBON, ISAAC 75
CASTELLION, SEBASTIAN 203
CASTILLEJO, CRISTÓBAL DE 242
CASTILLEJO, FERNANDO MANUEL DE 271-274, 277-282
CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DE 242
CAVIEDES, JUAN DEL VALLE Y 242-243
CEPHALAIUS, BOLPHIUS (W. Kopfel) 99, 133, 135, 193
CEPHALAS 57
CERCHI, PESCIONI DEI 292
CERTON, SALOMON 211
CERVANTES, MIGUEL DE 12, 178 n. 156, 271
CÉSAR, JULIO 105
CEPORINUS, JACOB (J. Wiesendanger) 171
CHAPMAN, GEORGE 211
CHEKE, JOHN 43
CICERÓN 11, 29, 33, 211, 309
CIRO EL VIEJO 195
CISIUS, AUGUSTINUS (A. Chigi) 169
CLAUDIANO 210, 221
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA 298
CLEMENTE ROMANO 91, 93, 297-298
CLEÓN 113
CLEUBULO 53
CLITO 113
351
CNEMÓN 279-280
COLLADO DEL HIERRO, AGUSTÍN 272
COLMENARES, DIEGO DE 35, 85
COLODRERO VILLALOBOS, MIGUEL 247, 284 n. 163, 286
COMMELIN, JEROME 129, 273 n. 146
COMNENO, ANDRÓNICO 301
CÓMODO 83
CONTRERAS, JERÓNIMO DE 210
CORNARIUS, JANUS 59, 179
CORSI, PIETRO 314 n. 226
COUSTURIER, PIERRE 314 n. 226
CRATANDER, ANDREAS 67
CRESO DE LIDIA 49
CRISÓSTOMO, DION 210
CRISÓSTOMO, JUAN 32, 310
CRITIAS 53
CTESIAS 105
DAMASIO, CRISTÓBAL 273
DE IRIARTE, TOMÁS 283
DEMETRIO 181
DEMETRIO DE TRECÉN 102
DEMÓSTENES 45, 95, 99, 249 n. 115, 251 298
DES GALLARDS, NICOLAS 145
DÍAZ DE RIBAS, PEDRO 213-214, 213 n. 57, 222
DÍDIMO 101, 139
DIODORO SÍCULO 103, 107
DIÓGENES LAERCIO 113
DIÓN 175
DIONISIO I 175
DIONISIO II 175
DIONISO 53, 155, 282
352
DIYLLO 105
DOLCE, LODOVICO 211-212
DOMICIANO 109
DORP, MARTIN 314 n. 226
DU BELLAY LANGEY 201
DUC, FRONTON DU 298
DURIS 105
EDIPO 83
ÉFORO 105
ELIANO 41, 43
ENNIO 119
EPAFRODITO 109
EPICTETO 79, 109
EPIFANIO 302
EPISCOPIO, NICOLAS 163, 316
ERASMO DE ROTTERDAM
ERCILLA, ALONSO DE 210, 222 n. 78
EROS 53
ESCANDIA 247
ESCITINO 53
ESOPO 49
ESPEUSIPO 69
ESQUILO 119
ESQUINES 45, 95
ESTACIO 210, 221
ESTEELSIO, JUAN 211
ESTESÍCORO 208
ESTIENNE, HENRI 55, 85, 165, 179, 211-212, 309
ESTIENNE, ROBERT 55
ETRUSCO 289 n. 167
296, 302-304, 307-310, 313-315, 317, 302 n. 193, 309 n.
213, 310 n. 220, 314 n. 226
353
EUBULO 45
EUDEMO 69
EUGEÓN DE SAMOS 49
EURÍPIDES 113, 115, 117, 119, 121, 239, 241, 242-243, 301, 307-309,
241 n. 103, 309 n. 213
EUSEBIO 302
FAZIO, BARTOLOMEO 43, 81
FELICIANO, GIOVANNI BERNARDO 77, 301
FELIPE II 28
FERIA, DUQUE DE 291
FEU-ARDENT, FRANÇOIS 145, 302-305
FICINO, MARSILIO 177
FILELFO, FRANCESCO 77, 203, 308
FILINO 103
FILIPO DE MACEDONIA 45, 63, 69
FILIPO DE TESALÓNICA 289
FILÓN 207
FLÓREZ OSORIO, JOSÉ 29
FLORIDO, FRANCESCO 212
FRANCKEN, SEBASTIAN 161, 317
FRANCO, NICOLÓ 289
FROBEN, HIERONYMUS 163, 296, 308-309, 315-317
FUGGERUS, ULDRICUS (H. Fugger) 107, 119
GABRIO 51
GALENO 307
GALESINIUS, PETRUS 298, 301-302
GALLARS, NICOLAS DES 145
GARAMOND, CLAUDE 165
GARBITIUS, MATTHIAS 120
GARCÍA, FRANCISCO XAVIER 211
354
GAZA, TEODORO DE 43, 75, 77
GERBEL, NICOLAUS 81
GESNER, ANDRÉS 43
GESNER, CONRAD 43, 85
GHINI, L. 272
GILLES, PIERRE 43
GIUNTA, FILIPPO 67, 183
GÓMEZ DE CASTRO, ALVAR 272
GÓMEZ ZAPATA 28
GREGORIO NACIANCENO 87, 296, 304
GREGORIO NISENO 87, 123, 298, 301, 305
GRINEO, SIMÓN 65, 77
GROTO, LUIGI 211
GRUCHIUS, NICOLAUS (N. de Grouchy) 75
GUARINO DE VERONA 317
GULDENBECK, SEBASTIAN 43
HALOANDER, GREGOR 93, 298
HECATEO 103
HELIODORO 127, 129, 209, 271, 274, 278, 281-282
HERMIAS 69
HERNÁNDEZ DE VELASCO, GREGORIO 214
HERÓDOTO 49, 132-133, 135
HERPILIA 69
HERVAGIUS, IOANNES (J. Herwagen) 97, 117, 139
HESÍODO 167
HESSUS, EOBANUS 296
HIERÓNIMO DE CARDIA 79, 103
HIMERIO 87
HIPÓCRATES 51
HOMERO 35, 51, 69, 132-133, 135, 137, 139, 141, 207-215, 218, 220-
223, 227-229, 231-232, 239-244, 247, 296
355
HOPPER, MARCUS 179
HORACIO 11, 29, 208, 211
IRENEO DE LYON 143, 145, 159, 302-305
IRIARTE, TOMÁS DE 283
ISENGRIN, MICHAEL 149, 151
ISEO 95
ISIDORO DE EGEA 290
ISÓCRATES 32, 95, 307
JENÓCRATES 69
JENOFONTE 79, 195, 197, 199, 201, 203, 307, 309
JEROCLIDES 289
JERÓNIMO 298, 308
JESÚS 159
JUAN 159
JUAN CRISÓSTOMO 32, 301,
JULIANO 138
JUSTINIANO, JÁCOME 29
KORAIS, ADAMANTIOS 129
LAEMARIUS, GUILIELMUS (G. Laemarie) 75, 77
LASCARIS, CONSTANTINO 177
LATOMUS, JACOBUS 314
LÁUREA, TULIO 290
LAURIN, MARK 121
LEE, EDWARD 314
LEFÈVRE D’ETAPLES, JACQUES 314
LEÓN X (J. de Medici) 177, 239, 315
LEONICENO, OMNIBONO 203
LEONICO, NICCOLÓ 75, 77
356
LIBANIO 87, 268, 307-309
LISIAS 95
LIVINEIUS, IOHANNES (J. Lievens) 298, 301, 305
LONICER, JOHANN 133, 173
LÓPEZ DE VICUÑA, JUAN 207-210
LÓPEZ DE ZÚÑIGA, DIEGO 310, 314
LOYOLA, IGNACIO DE 31-32
LUCAS 159
LUCIANO DE SAMÓSATA 147, 149, 151, 153, 217, 239, 243, 296, 309
LUSCINIUS, OTTMAR 59
MACROBIO 151
MANUZIO, ALDO 177, 183, 308
MANUZIO, PAULO 99
MARCIAL 29, 284
MARCO AURELIO 83
MARCO POLO 222
MARCOS 159
MARTÍNEZ DE LA ROSA, FRANCISCO 283
MARTÍNEZ DE VEGA, MANUEL 34, 35, 51
MARTINUS, TEODORICUS (T. Martens d'Alost) 309
MATEO 159
MÁXIMO PLANUDES 181
MÉDICI, LORENZO DE 177, 241
MEGASTENES 79
MELANCHTHON, PHILIPP 133, 157, 201, 296-297, 303-304
MELEAGRO DE GÁDARA 284
MENA, FERNANDO DE 272, 274, 277
MENIPO DE GÁDARA 147
MENÓN 69
MICYLLO, JACOBO (J. Moltzer) 139
MORALES, CRISTÓBAL DE 29
357
MYLIUS, ARNOLD 145, 302-303
MOREL, FREDERIC 55, 179, 301
MOREL, GUILLAUME 55
MORRHE, GÉRARD 71, 103
MOSCÓPULO, MANUEL 121
MUSONIO RUFO 109
MUSURO, MARCO 177
NANNIUS, PETRUS 85
NEARCO 79
NEBRIJA, ELIO ANTONIO 11, 29
NERUDA, PABLO 209
NICÓMACO 69
NIETO MOLINA, FRANCISCO 243-244
NONNO DE PANÓPOLIS 155, 157, 303
OBSOPOEO, VICENTIUS 296, 304
OPORINUS, JOHANN 107, 111
ORÍGENES 123
OVIDIO 210, 214, 217, 222, 227-229, 233, 237, 239, 241-243, 247
PABLO DE TARSO 159
PALATINO 57
PALESTRINA, GIOVANNI PIERLUIGI DA 29
PANTALEÓN DE RIBERA, ANASTASIO 247
PARRY, MILMAN 131
PAYÁ Y RICO 30
PÉREZ, ALONSO 207, 212
PÉREZ DE CABRERA, JUAN 28
PÉREZ SIGLER, ANTONIO 212-213
PERICLES 185
358
PERICTIONE 175
PERPIÑÁ, PEDRO JUAN 210
PILLEHOTTE, JEAN 153
PÍNDARO 132, 167, 169, 171, 173, 211
PIO, ALBERTO 314
PIRCKEMERUS, BILIBALDUS (W. Pirckheimer) 203, 296
PISÓN 290
PITIA 69
PLANTINO, CRISTÓFORO 121, 125, 298, 301
PLANUDES, MÁXIMO 51, 57, 291
PLATÓN 32, 69, 123, 175, 177, 179, 181, 304
PLINIO EL JOVEN 297
PLOTINO 87, 123
PLUTARCO 21, 71, 73, 132, 181, 222, 304, 307, 309
POLIBIO 79, 103, 223, 296
POLICARPO DE ESMIRNA 143
POLIZIANO, ANGELO 239, 241
POLO DE MEDINA, JACINTO 247
POLÍCRATES DE SAMOS 53
PONCE DE LEÓN, JOAQUÍN 274
PONTANO, GIOVANNI 233
PORFIRIO 75, 139
POROS 222
PORTE, HUGUES DE LA 297
PORTE, AYMON DE LA 297
PORTONARIS, ANDREA DE 211
POSIDONIO 103
PRISCIANO 33
PROCLO 73
PROHERESIO 87
PROPERCIO 301
359
PROTÁGORAS 113
PRUDENCIO 297
PSEUDO-DIÓN CRISÓSTOMO 135
PSEUDO-HERÓDOTO 133, 135
PSEUDO-PLUTARCO 135
QUEVEDO, FRANCISCO DE 247, 286
QUINTILIANO 297
QUINTO CURCIO RUFO 222
QUIRÓS, FRANCISCO BERNARDO DE 229, 242
RAMPAZETO, FRANCISCO 211
RATALLER, GEORG 119
REUCHLIN, JEAN 47
RIBITTUS, IOANNES (J. Ribit) 203
RICCOBONO, ANTONIO 77
ROBORTELLO, FRANCISCO 43
RODRÍGUEZ LASO, NICOLÁS 35
RONSARD, PIERRE DE 239
ROTA, BERNARDINO 290
ROUSSINUS, PETRUS 153
RUBIO, ANTONIO 29
RUFO 266
SAMXON, JEHAN 211
SÁNCHEZ DE VIANA, PEDRO 212
SÁNCHEZ, LUIS 207
SANNAZARO, JACOPO 208, 223
SÁTIRO 113
SCALIGERO, JULIO CESARE 75
SCHAIDENREISSER, SIMON 211
SCHEINDLER 303
360
SCHOTT, ANDRE 301
SCKEGKIUS, IACOBUS (J. Schegk) 77
SECERIUS, IOANNES (J. Setzer) 89, 157, 296-297, 303
SÉNECA 32-33
SEPÚLVEDA, JUAN GINÉS DE 310
SERAPIÓN DE ANTIOQUÍA 145
SERRANUS, JEAN (J. De Serres) 179
SICHARD, JOHANNES 93, 297
SIMÓN MAGO 91
SIMÓNIDES DE AMORGOS 132, 317
SINESIO 32
SÓCRATES 113, 175
SÓFOCLES 113, 119, 185, 187, 208
SONNIUS, MICHEL 93, 297-298
SOTER, JOHANNES 59
SPRENG, JOHANN 211
STIGLIANI, TOMMASO 214, 223, 233, 237, 239, 242
SUETONIO 29
SUIDAS 102
TACIO, AQUILES 209
TAMAYO DE VARGAS 272
TASSO, TORQUATO 209-211, 218, 239
TEÁGENES 127, 279-280, 282
TEÓCRITO 211, 214, 217, 228, 233, 242-243
TEODORETO 302
TEODORO EL ESTUDITA 301
TEODOSIO 123, 127
TEOFRASTO 69
TEOPOMPO 103
TERENCIO 304
361
TERÍPIDES 95
TERPANDRO 132
TIESTES 83
TIMEO 103
TÍNICO 290
TIRTEO 132
TITO LIVIO 298
TITELMANS, FRANS 314
TOLOMEO I SOTER 79
TOLOMEO II FILADELFO 189
TORANO, RUFINO 93, 298
TORINUS, ALBANUS 203
TRAJANO 41
TRICLINIO, DEMETRIO 187
TUCÍDIDES 95, 195
TURNÈBE, ADRIEN 179, 187
TZETZES 132
VALENCIA, PEDRO DE 208
VALLA, GIORGIO 76, 309, 313
VALVERDE, CONDE DE 29
VAN DER BEKE, LIEVEN 301
VASCOSAN, MICHAEL 137, 212
VATABLE, FRANÇOIS 75
VEGA, GARCILASO DE LA 239, 278
VELASCO, ANTONIO 32
VENTURA, MANUEL 274
VERGARA, FRANCISCO DE 271
VERGERIO, ANGELO 165
VILLALÓN, CRISTÓBAL DE 32
VITERBO, CORNELIO DE 169
362
VOLATERRANUS, RAPHAEL (R. Maffei) 203
VULTEIUS, JUSTUS 43
VUALDER, IOANNES (J. Walder) 73
WARHAM, WILLIAM 308
WARSCHEWICZKI, STANISLAW 129, 272
WECHELUS, CHRISTIANUS (C. Weigel) 47
WINTER, ROBERT 81
ZANETTI, BARTOLOMEO 67
ZAPATA, ANTONIO 209
ZORITA, LAURENCIA DE 35, 173
ZWINGLI, ULRICH 171
363
ÍNDICE DE OBRAS
ABDICATUS 149
ACHARNENSES 65, 67
ACTAS DEL SEMINARIO COLEGIO
DE SAN JULIÁN 28 n. 5
ADVERSUS HAERESES 143, 145, 302
AESOPI PHRYGIS VITA ET FABELLAE 51
AETHIOPICA 127, 129, 271, 278, 280
AGESILAUS 201, 203
AJAX 119, 187
ALCESTIS 117, 119, 121
ALCIBIADES 183
ALCIBIADES I 177, 179
ALCIBIADES II 177, 179
ALCYON 149
ALEXANDER 149
AMATORES 177
AMORES 149
ANABASIS (Arr.) 79, 81
ANABASIS (X.) 195, 203
ANACHARSIS 151
ANALYTICA POSTERIORA 75
ANALYTICA PRIORA 75
ANDROMACHE 117, 121
ANTIGONE 119, 185, 187
ANTIDOTUM CONTRA DIVERSAS
OMNIUM FERE SECULORUM HAERESES 297
ANTOLOGIA GRIEGA 57, 59, 284, 285, 286, 289 n. 168, 290, 291
ANTOLOGIA PALATINA 57, 286, 290
ANTOLOGIA PLANUDEA 57, 291
364
APOCALIPSIS 159, 165, 316
APOLOGIA (Lucianus) 149
APOLOGIA (Pl.) 177
APOLOGIA PRO CHRISTIANIS 85
APOLOGIA SOCRATIS 201, 203
APOPHTHEGMATA LACONICA 71
ARS AMANDI 296
ARS BIBENDI 296
ARS RHETORICA 266
ASINUS 151
AVES 65, 67
BACCHAE 117, 121
BACCHUS 151
BATRACHOMYOMACHIA 51, 133, 135, 139
BIBLIOTHECA HISTORICA 105, 107
BIS ACCUSATUS 151
BREVIARIUM ALARICIANUM 297
CALUMNIAE NON TEMERE CREDENDUM 151
CANONES APOSTOLORUM 91, 93, 298
CAPITULA ADMONITORIA 51
CATAPLUS 149
CATEGORIAE 75
CHARMIDES 177, 179
CICERONIANA INTERPRETATIO
QUORUNDAM SOPHOCLIS IN TRACHINIIS
VERSUUM 119
CODICIS THEODOSIANI 297
COMMENTARII IN EPISTOLAM PAULI
AD ROMANOS 304
CONSTITUCIONES 31
365
CONTEMPLANTES 149
CONTRA CTESIPHONTEM 44, 47
CONTRA EVERGUM 251
CONTRA NEERAM 265, 266
CONTRA STEPHANUM 268 n. 132
CONTRA TIMARCHUM 44
CORPUS IURIS 298
COSTANTINI IMPERATORIS CONFESSIO 93
CRATYLUS 177
CRITO 177
CYCLOPS 117, 121, 239
CYNEGETICUS 201, 203
DE ALONESO 268 n. 132
DE ANIMA 73, 75
DE ANIMA II 73
DE ANTRO NYMPHARUM 139
DE ASTROLOGIA 149
DE CAELO 29, 75
DE CHERSONESO 258
DE COLORIBUS 77
DE DIVINATIONE PER SOMNIA 75
DE DEMOSTHENIS MIDIANA 253, 269 n. 133
DE DOMO 151
DE EQUITANDI RATIONE 201, 203
DE EQUITUM MAGISTRO 201, 203
DE ERO ET LEANDRO 51
DE GENERATIONE ANIMALIUM 75
DE GENERATIONE ET CORRUPTIONE 75
DE GORGIA 77
DE IIS QUAE SUB AUDITUM CADUNT 77
DE INCESSU ANIMALIUM 75
366
DE INSOMNIIS 75
DE INSTRUENDIS ACIEBUS 43
DE INTERPRETATIONE 75
DE IUVENTUTE 75
DE LINEIS INSECABILIBUS 77
DE LONGAEVITATE 75
DE LUCTU 151
DE MEMORIA 75
DE MERCEDE CONDUCTIS 149
DE MILITARIBUS ORDINIBUS
INSTITUENDIS MORE GRAECORUM 43
DE MIRACULIS AUDITIS 77
DE MORTUORUM RESURRECTIONE 83, 85
DE MOTU ANIMALIUM 75
DE MUNDO 77
DE NATURA ANIMALIUM 38, 43
DE PARASITO 151
DE PARTIBUS ANIMALIUM 75
DE PLANTIS 77
DE PRIMITIVA ECCLESIA & SINODO NICENA 93
DE PRINCIPIIS 298
DE REPUBLICA ATHENIENSIUM I 73
DE REPUBLICA LACEDAEMONIORUM 73
DE RESPIRATIONE 75
DE SACRIFICIIS 149
DE SALTATIONE 149
DE SOMNO ET VIGILIA 75
DE SPIRITU 77
DE TRINITATIS ERRORIBUS 297
DE VECTIGALIBUS 203
DE VENTIS 77
DE VIRGINITATE 125, 298, 301
367
DE VIRTUTIBUS ET VITIIS 77
DE VITA MO(Y)SIS 123
DE XENOCRATE 77
DE ZENONE 77
DEMONAX 149
DEMOSTHENIS CONTIONES 249 n. 116
DEMOSTHENIS VITA 97
DIALOGI DEORUM 149, 217 n. 67
DIALOGI MARINI 149, 217, 217 n, 67, 239
DIALOGI MERETRICII 151
DIALOGI MORTUORUM 149, 153
DIALOGUS CONTRA IUDAEOS 301
DIGESTORUM SEU LIBRI PANDECTARUM
QUINQUAGINTA 298
DIONYSIACA 155, 303, 329
DIPSADES 151
ECCLESIAZUSAE 65, 67
EIUSDEM MARTIANI ALIA SANCTIO
CONTRA EOSDEM HAERETICOS 93
ELECTRA 119, 121, 185, 187
ELECTRUM 151
ENCHIRIDION 111
ENNII INTERPRETATIONES QUORUNDAM
HECUBAE EURIPIDIS VERSUUM 119
EPICTETI DISSERTATIONES 111
EPIGRAMMATA 59, 61
EPINOMIS 179
EPISTOLA ALEXANDRI 93
EPISTOLA ANACLETI 93
EPISTOLA ANTHERI 93
EPISTOLA ATHANASII 93
368
EPISTOLA DAMASI 93
EPISTOLA EUSEBI 93
EPISTOLA EUTYCHIANI 93
EPISTOLA FELICIS 93
EPISTOLA INNOCENTIJ 93
EPISTOLA LEONIS 93
EPISTOLA MARCELLI 93
EPISTOLA MARCELLINI 93
EPISTULAE (Ael.) 43
EPISTULAE (Basilius) 89, 296
EPISTULAE (D.) 252, 267
EPISTULAE (Pl.) 175
EPISTULAE SATURNALES 151
EQUITES 65, 67
ETHICA EUDEMIA 77
ETHICA NICOMACHEA 73, 77
EUNUCHUS 149
EUTHYDEMUS 177
EUTHYPHRO 177
FABELLAE TRES ET QUADRAGINTA,
EX TRIMETRIS IAMBIS, PRAETER
ULTIMAM EX SCAZONTE, TETRASTICHIS
CONCLUSAE 51
FABULAE 51
FALSA LEGATIONE 45
FRAGMENTA HISTORICA (Arr.) 79
FRAGMENTA (Irenaeus) 145
FRAGMENTA (Pi.) 167
FRAGMENTA (S.) 185
GALEOMYOMACHIA 51
369
GORGIAS 177
HARMONIDES 149
HECUBA 115, 117, 119, 121, 308, 309
HELENA 117, 121
HERACLIDAE 117, 121
HERCULES 151
HERCULES FURENS 117, 121
HERMOTIMUS 149
HERODOTUS 149
HESIODUS 151
HIERO 195, 201, 203, 317
HIPPARCHUS 177, 179
HIPPIAS 151
HIPPIAS MAJOR 177
HIPPIAS MINOR 177
HIPPOLYTUS 117, 121
HISTORIA ANIMALIUM 75
HISTORIA GRAECA (HELLENICA) 199, 203
HYMNI HOMERICI 133, 135, 137
ICAROMENIPPUS 151
ILIAS 131, 137, 139, 141, 208, 210, 211, 213, 214, 222, 247
IMAGINES 151
IN ARISTOTELIS CATEGORIAS
COMMENTARIUM 75
IN CANTICUM CANTICORUM HOMILIAE 123
IN CHRISTI RESURRECTIONEM 123
IN EPISTOLAM SANCTI PAULI AD GALATAS
COMMENTARIUS 296
IN PLATONIS REM PUBLICAM COMENTARII 73
INDICA 79
370
INSTITUTIO CYRI (CYROPAEDIA) 195, 197
INTERPRETATIO IN ODYSSEAM 103
ION (E.) 117, 121
ION (Pl.) 177
IPHIGENIA AULIDENSIS 115, 117, 119, 121, 308, 309
IPHIGENIA TAURICA 117, 121
ISTHMIA 167, 169, 171, 173
IUDICIUM VOCALIUM 149
IUSIURANDUM 51
JUPPITER CONFUTATUS 151
JUPPITER TRAGOEDUS 151
LACHES 177, 179
LEGES (Pl.) 177
LEGES (Basilius Magnus) 87
LEXIPHANES 149
LEX ROMANA VISIGOTHORUM 297
LOCI COMUNES RERUM THEOLOGICARUM
SEU HYPOTYPOSES THEOLOGICAE 304
LYSIS 177, 179
LYSISTRATA 65, 67
MAGNA MORALIA 73, 77
MARMOR PARIUM 185
MARTIANI IMPERATORIS EDICTUM IN
CONFIRMATIONE CONCILII
CHALCENDONENSIS 93
MECHANICA 77
MEDEA 117, 119, 121, 240
MEMORABILIA 203
MENEXENUS 177, 179
371
MENO 179
METEOROLOGICA 75
METHAPHYSICA 77
METRICA 187
MINOS 179
MNESIBULUM 251
MUSCAE ENCOMIUM 151
NAVIGIUM 151
NECYOMANTIA 149
NEMEA 167, 169, 171, 173
NIGRINUS 149
NOCTES ATTICAE 121
NUBES 65, 67
NOVUM TESTAMENTUM
OCYPUS 151
ODAE 55
ODYSSEA 131, 133, 135, 208, 209, 213, 214, 217, 220, 228, 232, 241,
242
OECONOMICA 73, 77
OECONOMICUS 73, 195, 203
OEDIPUS COLONEUS 185, 187
OEDIPUS TYRANNUS 185, 187
OLYMPIA 167, 169, 171, 173
OLYNTHIACA 252 n. 122
OPERA 149; 177; 203, 317; 93, 297; 301; 316
OPUS IN QUINQUE LIBROS DIGESTUM
ADVERSUS HAERESES 45
ORESTES 117, 121
159, 161, 163, 165, 298, 307, 308, 309, 310, 310 n. 220,
313, 314, 315, 316, 316 n. 236
372
PARAPHRASIS EUANGELII IOHANNIS 157, 303
PARAPHRASIS LIBRI DE LINEIS
INSECABILIBUS 77
PARMENIDES 177
PATRIAE ENCOMIUM 151
PAX 65, 67
PETRI APOCRYPHA 91
PHAEDO 177
PHAEDRUS 177
PHALARIS 149
PHILEBUS 177, 179
PHILIPPICAE 259, 267, 268, 269 n. 132
PHILOCTETES 185, 187
PHILOPSEUDES 151
PHOENISSAE 177, 121
PHYSICA 75
PHYSIOGNOMONICA 77
PISCATOR 149
PLUTUS 65, 67
POETICA 77
POLITICA 73, 77
POLITICUS 177, 179
POROI (PERÍ PROSÓDON) 201
PRO CORONA 47, 257
PRO IMAGINIBUS 151
PRO LAPSU INTER SALUTANDUM 149
PRO MERCEDE CONDUCTIS 151
PROBLEMATA 77
PROMETHEUS 149
PROMETHEUS ES IN VERBIS 149
PROMETHEUS VINCTUS 119
PROTAGORAS 177
373
PROOEMIA 97, 99, 252, 254, 265, 267
PSALMI 296, 301
PSEPHISMA 149
PSEUDOLOGISTA 151
PYTHIA 167, 169, 171, 173
Q, FUENTE 159
QUAESTIONUM HOMERICARUM AD ILIADEM
(ODYSSEAM) PERTINENTIUM RELIQUIAE 139
QUOD VIRTUS NON SUFFICIAT AD
BEATITUDINEM 73
QUOMODO HISTORIA CONSCRIBENDA SIT 149
QUOMODO QUIS SUOS IN VIRTUTE SENTIAT
PROFECTUS 73
RANAE 65, 67
RATIO STUDIORUM 31
RECOGNITIONUM DIVI CLEMENTIS AD
IACOBUM FRATREM DOMINI 93
RESPUBLICA 179
RESPUBLICA ATHENIENSIUM 199, 203
RESPUBLICA LACEDAEMONIORUM 199, 203
RHESUS 117, 121
RHETORICA 71, 77
RHETORICA AD ALEXANDRUM 77
RHETORUM PRAECEPTOR 151
SATURNALIA 151
SCHOLÁSTICO 32
SCHOLIA (Pi.) 169
SCHOLIA (S.) 187
SCHOLIA IN HOMERI ODYSSEAM 139
374
SCYTHA 149
SERMONES CATECHETICI 301
SOLON 183
SOMNIUM 151
SOPHISTA 177
SOPHISTICI ELENCHI 75
SUIDAS 97, 100, 203
SUPPLICES 117, 121
SYMPOSIUM (Lucianus) 151
SYMPOSIUM (Pl.) 177
SYMPOSIUM (X.) 201, 203
TACTICA 38, 43
TANAJ 189
THEAETETUS 177
THEAGES 177
THEOMACHIA CALVINISTICA 302
THESEUS 183
THESMOPHORIAZUSAE 65, 67
TIMAEUS 123
TIMON 149
TOPICA 75
TOXARIS 151
TRACHINIAE 185, 187
TRAGODOPODAGRA 151
TRALATIO SANCTI EVANGELII SECUNDUM
IOANNEM 157, 303
TROADES 117, 121
TYRANNICIDA 149
VALENTINIANI & MARTIANI IMPP. SANCTIO
CONTRA EUTICIANOS HAERETICOS 93
375
VARIA HISTORIA 41, 43
VERAE HISTORIAE 149
VESPAE 65, 67
VETUS TESTAMENTUM 189
VITA EURIPIDIS 113
VITA HOMERI (Ps.-D.Chr.) 135
VITA HOMERI (Ps.-Hdt.) 133, 135
VITA HOMERI (Ps.-Plu.) 135
VITARUM ACTIO 149
VOCABULARIO 11, 29
VULGATA 31, 163, 308, 309, 310, 313, 314, 315, 316
XENOPHONTIS VITA 203
ZEUXIS 149
376