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EL HOMBRE ES DUEO DEL SBADO.LA CULTURA SUBJETIVA COMO GENERADORA DE UN ESTILO DE
VIDA EN LA TEOLOGA DE RAFAEL TELLO1 Pbro. Omar Csar Albado
Publicado en: Vida Pastoral 299 (2011) 12-19
En el artculo anterior ( Vida Pastoral , 296) nos familiarizbamos
con una distincin peculiar del padre Tello entre cultura subjetiva y cultura
objetiva. La prioridad de la primera por sobre la segunda nos mostraba que
la disquisicin tena como propsito poner de relieve que el hombre es el
que hace la cultura. A primera vista parece una conclusin demasiado
elemental. Sin embargo, si prestamos atencin a lo que habitualmente se
entiende cuando se habla de cultura nos encontramos con una abrumadora
referencia al universo de objetos que se producen y no tanto al estilo de vida
que tienen los sujetos productores. Por esta razn, Tello insiste que en
primer lugar hay que ocuparse de lo que el hombre que hace, de cules son
sus intenciones, de cules son sus anhelos ms profundos para alcanzar la
felicidad; y slo en un segundo momento detenerse en los objetos que
produce. Es importante comprender esta sucesin para captar la verdadera
dinmica de la cultura. Entre ambos momentos no hay contradiccin sino la
continuidad propia de los procesos vitales, as como la palabra sigue a la
intencin del pensamiento.
Hoy vamos a sealar algunas de las consecuencias que el padre Tello
saca de esta distincin.
1.- La cultura subjetiva genera un estilo de vida
La cultura subjetiva genera un estilo de vida que depende de la
valoracin que el hombre hace de la realidad, condicionado a su vez por las
1 Agradezco a la Fundacin Saracho, quien posee los derechos de autor de losescritos del P. Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inditos para escribir elpresente artculo.
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influencias que recibi y por las opciones personales con las que orient su
vida. Encontramos entonces que existe una cultura refinada, como la de un
literato o la de un msico. La cultura subjetiva puede ser una cultura
exquisita: es la que hacen los artistas, los escritores, etc. Es la cultura como
una evolucin artstica; pero si el que escribe no es culto, eso no es vlido
(R. TELLO , Desgrabacin clase 20 de octubre de 1994 , indito). Pero hay
tambin otra manera de valorar la vida. La cultura es tambin un modo de
actuar comn (general, de todas las gentes) que implica ciertos valores y un
modo de ser (por ejemplo, nuestro desayuno, el saludo, etc.) ( R. TELLO ,
Desgrabacin clase 27 de octubre de 1994 , indito). En este segundo modo
se presta atencin a los acontecimientos cotidianos y se los tiene en cuenta
porque forman parte de la valoracin de la existencia. Para esta concepcin
la cultura es universal pues su conformacin interior proviene no aquellas
formas que son consideradas ms elevadas, sino de los hechos y dichos
cotidianos con los que se va tejiendo la trama de la existencia comn de los
hombres.
Veamos algunas consecuencias implcitas en este planteo. Por
empezar, estos dos modos de ejercer la cultura subjetiva tienen sus propios
fines. Esto quiere decir que no existe una cultura neutra o ingenua que no
sepa qu es lo que quiere cuando propone determinadas maneras de obrar.
Los fines determinan formas de vida que estn conforme con la razn. No
hay que identificar inmediata y necesariamente conforme a razn con
racionalismo. Este ltimo es un modo de usar la razn prescindiendo de
Dios, pero existen otros. Toda cultura subjetiva se organiza a partir de
ciertos esquemas racionales por los cuales se jerarquizan los valores. Por
ello, segn se entienda la cultura de una manera o de otra se juzgar sobre la
historia, sobre los acontecimientos actuales y finalmente sobre las personas.
Pero que sea racional no implica que se est pensando todo el tiempo
en esta distincin. El comportamiento generalmente es reflejo e induce a
obrar espontneamente, pues el sujeto lo tiene incorporado en su estructura
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existencial y realiza los actos sin ningn esfuerzo. Precisamente porque la
racionalidad de su cultura est incorporada a la vida cotidiana Tello dir que
los actos se transforman en hbitos. Se nota aqu claramente la influencia de
santo Toms, que Tello traslada del campo personal a uno ms comunitario.
Cabe recordar tambin que a esto hacamos referencia en el artculo anterior
cuando analizbamos la categora de disposicin habitual para obrar (cf.
VP).
Por ltimo hay que sealar que la cultura subjetiva siempre es un
hecho colectivo. Digo colectivo y no comunitario porque para Tello no
siempre la cultura subjetiva genera comunidad. Por ejemplo, como
tendremos ocasin de ver ms adelante, una de las notas de la cultura
moderna es el individualismo. Por principio el individualismo no produce
comunidad en el sentido estricto de comunin de espritus, sino en cuanto
consenso social en torno a ciertos intereses. Por otro lado, tambin es cierto
que nunca una cultura se produce por la accin de los individuos aislados.
Ella requiere que haya un comn sentir en relaci n a ciertos temas
considerados troncales. Por ello, aun cuando el individualismo no tenga
intencin de forjar comunidad en el sentido que lo entendemos aqu, al ser
una de las categoras centrales de la modernidad tendr que ser vivida como
un sentir comn que aglutine a una colectividad. La cultura como estilo de
vida es compartida por muchos y genera un sentimiento de pertenencia,
condicionando el tipo de comunidad en la cual termina insertndose el
sujeto.
2.- Tres culturas en Amrica Latina
A partir de esta comprensin de la cultura subjetiva Tello seala que
en Amrica Latina existen al menos tres culturas que generan un estilo de
vida, cada una con sus caractersticas peculiares: la popular, la moderna y la
eclesistica. Ellas tienen sus orgenes histricos y geogrficos propios como
as tambin sus fines ltimos especficos. Manteniendo la lnea
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interpretativa de Tello las presentar en sus caractersticas generales y
vertebrales, pues en posteriores artculos tendremos ocasin de analizarlas
detenidamente en particular.
En primer lugar la que le interesa realmente a Tello por considerarla
el centro de su reflexin teolgica es la cultura popular. Ella naci en tierras
latinoamericanas y es la sntesis entre lo indgena y lo catlico. Sntesis no
al modo cartesiano donde las ideas y los acontecimientos se distinguen
claramente diseccionados por la razn, sino sntesis sincrtica. Tello utiliza
con frecuencia el trmino sincretismo para referirse al modo como el
pueblo hizo propia la fe y los valores que trajo el Imperio Espaol y la
Iglesia. En el Anexo I a la Nueva Evangelizacin afirma que la asume con
sus aspectos prcticos -es decir en cuanto a lo que se ha de obrar- de un
modo ms bien dialctico (esto es inquisitivo y no demostrativo,
procediendo no desde lo propio sino desde lo comn), compositivo y no
resolutivo (de las acciones ms simples a las ms compuestas con un
carcter que podramos llamar sincrtico (indito). Y aclara en nota al pie
del mismo texto que se califica de sincrticas , con un sentido peyorativo,
ciertas prcticas de la poblacin indgena afroamericanas que se han
mantenido despus de la evangelizacin. Pensamos que no todo sincretismo
es malo, que la calificacin de ciertas prcticas se ha hecho un poco
superficialmente sin advertir el sentido profundo de ellas y que el
sincretismo se realiza no slo con prcticas indgenas antiguas, sino tambin
con muchas otras cosas modernas. La Iglesia explica la fe con un mtodo
raciocinativo y resolutivo, es decir, analtico. En cambio el pueblo tiende a
conformar un sistema por un modo sincrtico: a ese ncleo central del
evangelio, del kerigma, le va acumulando cosas recibidas a travs de su
experiencia de la vida personal o colectiva ( R. TELLO , Desgrabacin clase
12 de junio de 1986 , indito).
En segundo lugar hay que mencionar la cultura moderna. Ella tiene
su origen en Europa y se construye fundamentalmente contra el cristianismo
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como una bsqueda de emancipacin del hombre. Para Tello este
movimiento comienza a darse ya en los siglos X y XI, pero se consolida a
partir del siglo XV. Entra en Amrica Latina para imponer un modelo
hegemnico de dominacin sobre nuestros pueblos y se ejecuta a travs de
la historia con diversos matices pero manteniendo en claro su objetivo.
Por ltimo, tenemos la cultura eclesistica. Ella es patrimonio de los
miembros practicantes de la Iglesia, los cuales generan un estilo de vida
caracterstico tanto en el uso de lo religioso como de lo secular. Es una
forma en la cual la Iglesia organiza una vida para que los hombres se unan
con Dios con pautas y preceptivas especficas que se proponen como
esquema de contencin para la prctica de la vida cristiana.
3.- La mezcla de culturas
Sin duda la distincin que acabamos de hacer es muy importante,
pero Tello advierte que si miramos especialmente a la cultura moderna y a
la cultura popular hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad actual
ambas culturas estn mezcladas en todos los estratos sociales ( R. TELLO , Anexo XI sobre Jubileo , indito). Tambin la cultura eclesistica forma
parte de esa mezcla desde el momento en que muchos de sus modos son
asumidos tanto por hombres y mujeres imbuidos por la cultura moderna
como por muchos que viven en ambientes marcados por la cultura popular.
Conviene que nos detengamos un poco en la palabra mezcla
porque ella puede producir en principio algn desconcierto. Tello no la
utiliza en su acepcin ms comn que es juntar o unir algo con otra cosa
confundindolas. La mezcla de culturas no deja a las tres culturas en una
indeterminacin social e histrica ni mucho menos diluye sus fines ltimos.
Con esta expresin Tello pone de manifiesto la coexistencia de las culturas
dentro de un mismo proceso histrico, compartiendo un mismo territorio e
influyendo contemporneamente sobre la manera de obrar personal o
colectiva de los hombres que habitan estas tierras. En unas notas inditas
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escritas en orden a la evangelizacin del pueblo seala que la coexistencia
se manifiesta de dos modos distintos y actuales: a) por el hecho de que los
dirigentes tienen una cultura y los simples miembros de la comunidad otra
(lo que es evidente en el caso de la conquista y dominacin que se ha dado
en nuestra historia); b) por el hecho de que en una nica comunidad, por
diversas causas histricas existan culturas diversas (quechua y aymar, por
ejemplo, en Bolivia).
Sin embargo, la experiencia nos muestra que algunos hombres
actan en ciertos momentos de la vida segn la cultura eclesistica (por
ejemplo, cuando rezan), en otros segn la cultura moderna (cuando hacen
negocios) y en otros segn la popular (cuando alientan e insultan a su
equipo de ftbol en la cancha). Y todo vivido con naturalidad y sin
contradiccin interna. Pero estas actitudes no deben ser consideradas como
una confusin o indeterminacin de los rdenes culturales, pues cuando este
sujeto tenga que jerarquizar sus valores para la vida lo har a partir de la
aceptacin de los fines que le impongan principalmente la cultura moderna
o la popular y, en un modo secundario pero no menos importante, tambin
la eclesistica. Para Tello no hay incongruencia en este modo de obrar pues
el hombre en su accin no es unilineal sino al contrario multifactico y
pueden presentrsele a su voluntad muchos bienes diferentes unos de otros y
puede elegir los objetivos no slo distintos sino opuestos ( R. TELLO ,
Reflexin sobre mezcla de culturas , 3, 1996, indito). El hombre en su obrar
concreto puede ejecutar algn acto particular contrario a la cultura recibida
(cualquiera sea ella) sin que ello implique la desaparicin de la cultura que
lo ha conformado principalmente.
Esta constatacin no debe hacernos perder de vista que la mezcla de
culturas no atena la tensin que existe entre ellas sino que por el contrario
las pone en evide ncia. Pues, de hecho, frecuentemente, los simples
miembros de la comunidad, especialmente los pobres y dominados (que
suelen ser tambin la mayora), tienen un cultura y los dirigentes otras, que
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inclusive puede primar en la organizacin jurdica de la so ciedad ( R.
TELLO , Reflexin sobre mezcla de culturas , 11, 1996, indito). Para Tello
este es un hecho histrico irrecusable ante el cual no se puede permanecer
indiferente. La dinmica de la historia nos ubica ante la existencia de tres
culturas que pretenden mantener cada una su estilo de vida propio, no como
un capricho obstinado sino porque sus proyectos histricos difieren en su
origen y en su fin.
Este nivel de coexistencia impide que una cultura sea asimilada a
otra y deja como ltima alternativa la destruccin. Tello afirma que en
Argentina se recurri a este segundo modo pero sin xito. En nuestro pas
coexisten dos culturas diferentes: la popular (reconocida por el magisterio
universal y Latinoamericano) y la otra que, convencionalmente aunque de
modo algo inexacto, podemos llamar moderna o ilustrada. A favor de
sta asimilada a la civilizacin se quiso eliminar fsicamente a la otra
identificada con la barbarie. No se lo consigui, la popular continu
perdurando y en los ltimos tiempos ga n algn reconocimiento ( R.
TELLO , El Papa llama a una Nueva Evangelizacin , indito). Por ello se
puede afirmar que en Amrica Latina coexisten las dos culturas (y tambin
la tercera, que es la eclesistica) pero no que se pueda pertenecer a ambas
simultneamente como si tuvieran fines indistintos, imprecisos e
intercambiables. Las dos tienen vigencia en ella y por diversas razones se
puede optar por una o por otra, pero de modo lgico no se pueden sostener
ambas simultneamente ello es siempre ilgico aunque puede ser realista
admitir que ambas coexisten ( R. TELLO , Reflexin sobre mezcla de
culturas , 12, 1996, indito).
Siguiendo los anlisis de Tello podemos concluir que es en la
coexistencia histrica de las culturas con sus propios fines donde debemos
buscar la causa de muchos de los conflictos que nos afectan como sociedad.
Algunos salen a la superficie y son circunstanciales. Otros subyacen
sigilosos por aos y si bien no siempre aparecen explcitamente s producen
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tensiones subterrneas que no permiten destrabar de un modo definitivo los
problemas. A este nivel se encuentra la percepcin de que en nuestro pas
existen, por lo menos, dos Argentinas. La distincin nos ayuda a clarificar
las tendencias que pugnan por imponerse y dominar sobre otras. Sin bien es
cierto que la mezcla de culturas se da en el sujeto no menos cierto es que
este sujeto asumir como criterio de juicio para su vida los fines ltimos de
una cultura, en principio la de aquella en la que fue educado en su niez y
posteriormente la que asuma en la adultez en el ejercicio de su libertad.
Puede que le guste el ftbol, pero si prima la cultura moderna lo terminar
convirtiendo en un negocio o en una oportunidad para generarlo. Puede que
haga buenos negocios, pero si prima la cultura popular usar el dinero para
disfrutarlo con su familia y sus amigos y se alejar prudentemente de la
especulacin financiera.
4.- Orden personal y orden real
Hemos visto que Tello plantea que la cultura subjetiva genera un
estilo de vida que l clasifica en la distincin de las tres culturas. Estascoexisten en un mismo espacio histrico y pugnan por vivir cada una segn
sus propios fines. El intento por vivir de acuerdo a sus principios culturales
produce lo que Tello llama un determinado orden cultural. Con la palabra
orden se refiere a la propuesta de organizacin social, poltica, econmica e
ideolgica hecha por un grupo humano como estructuracin de su existencia
comunitaria. Si mantenemos la distincin de las tres culturas quiere decir
que tenemos tres rdenes culturales distintos. Y si mantenemos la tensin
que expusimos en la mezcla de culturas quiere decir que esos tres rdenes
pueden coexistir aun cuando uno triunfe sobre los otros y produzca
contenidos y hechos para dar la impresin de que esos rdenes son de
segunda categora y hasta sera bueno que desaparezcan.
Tello aplica la categora de orden a la cultura moderna y a la cultura
popular. La eclesistica no entra en esta distincin porque tiene algo de
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ambas y no produce exclusivamente y en sentido estricto un orden temporal
(como lo hace cualquier cultura), sino que incorpora explcitamente a su
sistema de valores elementos sobrenaturales. De la cultura popular dice que
genera un orden personal y de la cultura moderna que produce un orden
real . Brevemente caracterizo cada uno de estos rdenes pues volveremos
sobre ellos en prximos escritos.
En primer lugar hay que sealar que Tello toma la distincin del
Concilio Vaticano II. El captulo II de la Gaudium et spes trata de la
comunidad humana y destaca en esos nmeros la importancia de la persona
humana sobre los avances de la sociedad as como tambin sus mutuas
relaciones. Expresamente el nmero 26 ensea: El orden social, pues, y su
progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la
persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al
contrario. El propio Seor lo advirti cuando dijo que el sbado haba sido
hecho para el hombre, y no el hombre para el sbado. Tello no hace ms
aplicar la distincin a las culturas que coexisten en Amrica Latina y
Argentina.
En segundo lugar seala la existencia de un orden real . Real no se
refiere al uso ms extendido que entiende a lo que tiene una existencia
verdadera y efectiva, como si la cultura moderna fuese la nica que existe en
tanto que la popular slo es una entelequia, una expresin de deseo o
simplemente una realidad a construir. Aqu real se entiende en un sentido
filosfico-teolgico y proviene de res , palabra latina que significa cosa . Se
refiere en un sentido amplio a todo aquello que es exterior al hombre y que
fue pensado para que est a su servicio y no esclavizndolo (como el
ejemplo del sbado en el evangelio). Tello hace suyo este trmino, de
acuerdo al sentir del Concilio, para poner de manifiesto que en la cultura
moderna se da una primaca del mundo de los objetos y de las instituciones
sobre las personas . Al orden personal se opone el orden social real en el
cual el hombre es subordinado a alguna cosa; es el orden vigente en
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nuestras sociedades modernas, y el que rigi tambin durante la conquista y
la colonizacin en las que los hombres de condicin social inferior quedaron
sujetos a los intereses de las clases superiores ( R. TELLO , La pastoral
popular y Santo Domingo , 258, indito).
El orden personal da cuenta de la primaca de la persona por sobre
cualquier otra realidad. Las instituciones y los objetos estn a su servicio,
del mismo modo que el sbado est al servicio del hombre (cf. Mc 2,27).
Es decir [un orden] donde la persona humana sea reconocida como el valor
mayor, y donde cada una y todas las cosas (todo lo que no es persona) est
subor dinado a los hombres (R. Tello, La pastoral popular y Santo
Domingo , 258, indito). La bsqueda de la prioridad de la persona por sobre
las instituciones y cosas en general conform y caracteriz al pueblo
latinoamericano desde los inicios de su existencia. As lo entiende cuando
afirma que el pueblo quiso siempre el reconocimiento de la dignidad de
todo hombre, y por la fe recibida supo que la fuente de esa dignidad estaba
en que cada hombre era hijo de Dios y haba sido llamado a la vida en Dios,
y esto de un modo muy especial por el bautismo (por eso tambin la Iglesia
otorgaba el bautismo de un modo muy amplio). El pueblo una as la
dignidad del hombre y la fe en Dios, lo temporal y lo religioso, pues aquello
se funda en esto. Y el orden social deseado coincida por tanto con lo que
despus el Concilio llamara orden personal ( R. TELLO , Nota (g): Pastoral
popular , 389, indito).
5.- Conclusin
Evangelizar al hombre concreto sigue siendo la tarea ineludible de la
Iglesia. Tello nunca pierde de vista este objetivo. La cultura subjetiva y sus
proyecciones histricas nos muestran los diversos espacios vitales en los
que el hombre puede configurar su existencia. Ella no es inocente ni neutra,
pues los estilos de vida que generan determinan, consciente o
inconscientemente, sus opciones bsicas. Consecuencia de ello son las tres
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culturas. Para Tello nuestra historia ha sido configurada desde sus inicios
por esta presencia. Pero no se trata de un hecho folklrico, retenido en el
pasado. Aun hoy sigue influyendo y es la cuestin a tener en cuenta cuando
se piensa en evangelizar al pueblo.