8/14/2019 1 Gruzinski Serge_I_La Pintura y La Escritura_La Colonizacion Del Imaginario
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Traducción de
JORG f RR mO
SERGE GRUZINSKI
oloniz iónde lo im in rio ociedades indígenas y occidentalización
en el éxico español
iglos XV XV
FON O DE ULTUR E ONÓMIMÉXI O
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Primera edición en Francé. ;Primera edición en espunol
(corregida )/ uumentuda
respecto ele la fl ;1I1Có;1),
Cu.irtn reimpresión,
19813
19912001 ADVERTENCIA A LA PRIMERA EDIClÓN
EN ESPAÑOl.
.'; ( · i \ ~ I . . . · ·
;., r , - 1
La primera edición en francés Id co/onisarion de rimagin,.,ire. SN CtéJ il7dighioJe/
occidentalisation drms le ¡ vlexú¡lIe eS,bagno/, .\VJ ··.\YJfJ Jiec t:) fue corregida y aurne ntada por el au tor para ofrecer en la presente edición, primera en español, un libromás completo. Las próximas ediciones en otros idiomas, incluida la recdición tn
francés. estarán basadas en la que aquí ofrecernos.En el capítulo I1I ( tos 'Títulos primordiales' o 1::1 pasión pc·r h escritura ). se
amplía el análisis sobre Títulos otomies , zapoieros, rnixtcros y nahuas, y sobre
la relación indígena traducida por indio' otornícs a petición de los franciscanos
de Querétaro.
Se incluye también en esta edición un apartado sobre' 'Fuenres y bibliografía .
el método de investigación de las fuentes v la diversidad de las mismas: las colecciones de documentos; las fuentes eclesiásticas, civiles, juridicns, lingüísricas.indígcn:Js y mestizas manuscritas, indígenas pintadas o códices; y, por último: fuentes bibliográficas.
•4-
........_ _ _ _.1•.:t; nk \ Q . \ . \
. 1, .52 AGRACoECJr,IIENTOS
)c fll·n liht.' 1 I · C p l ~ ) J u l l · i ó n totnl o p ~ l l ( i ~ l l de t . ' : - . r ~ 1 ( , h r ~ l--iI1l luiclo t.' 'ciiscúo l j ¡ l ) g r ~ · l n L 0 v de porrudu->.
';e:: uta h . ~ . : ¡ \ . · d medio, electrónico o mc:cjn ico .:-11- \ :' :U \ n : L j ~ [ i m i e l 1 t ( ) po r escrilO eJe editor.
~ . ~ · . l ¡ ) l : i l r . l r ] ( ) . , ; \ s l . l ~ e r e n c i : , : ; . ,_'c1i(or( Yk\-:.com,mx
COllC L:\ .:J J1ut·.:;r () ~ · : I t j ¡ o g o . \v\\ ,w.fcc.l C)I11.I1L\:
Tirulu o r i : - ; i n ~ l 1 · lC{J/ollr :atioll de l iHlagi l loi re, Sccti tés ¡U/(f.}J.1// S uf cccirlcntalísarin)¡
clun« le .I1e.\·/(JlleeSjJagl/ol XV ·.\ l·71 siccte
-ti 1988, t\lirions G;,l limard. F:H'ís
: ~ E i : 2 · 1 ~ · I T I 0 9 C - J
f). R © j ~ ) l ) . F') :\DO L'I'. Ct l:1 l1<A ECO\·U.\IIC. S. A. DE C. V.
D. R. f. ' 199'5, Fo:,\])o DI: Cl:LTLI\.\ ECO\·t) IICA
C ~ l 1 T t . l : e r a Pic.icho-Ajusco 227; 1¿j200 i\-- éxico, D. f.
¡SE)\; 968-1(i-3629-5
IlllJ'I C.'='U en ;\léxico
Aprovecho para adver ti r lo que adeuda mi reflexión J. Jos trabajos de Ceorge
Devereux , Nathan '\l/achtel, ya las investigaciones de Solange .iUberf,), CHr:wr,
Berriard , Jean·Michel Sallrnann, Nancy M. Farriss, Alfredo López r..usriu : ~ ' ' : ' I ' ;que Legres. En fin, gracias a la ayuda y a la amistad de Jacgues Rcvcl , b ( , ; ~ < . :Doctorado eleEstado qne había dirigido Fr.incoisChcvalier fue h obra que P i e l T ~Nora tuvo a bien escoger en su colección. Vaya aquí mi agradecimiento pn,;'. ellos y
para todos aquellos que en Francia. en Iralia. en España v en Estados Unidos no escatimaron apoyo ni aliento.
En México, agradezco, entrc tantas inst i tuciones que resulraria interminableenumerar, al Archivo General de la Nación su fina ayuda. Para aedición en es ); ,·
ñol, fue ele gran valía la atención de Adolfo Castañón, Socorro Can0,Joq;c Fcrrei.ro, Diana Sánchez y Amonio Hernández Estrella. A todos, en Europa i América.gr;rClas.
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BREVI TUR S
Ruiz ele Alarcón
,1(;1 Archivo General de Indias (Sevilla)
;lGN Archivo General de la Nación (México)
/IHPM Archivo Histórico de la Provincia Mexicana de la Compañía deJesús
,IMN:\I-1 Archivo ele Musco Nacional de Antropología e Historia (México)
ARSI Archivurn Romanum Societatis Jesu
BN Biblioteca Nacional (México)
F Fondo de Cultura Económica
j-j¡\J/II Hamlbook 01¡Hiddle mel ám lndirmsIN¡\f-l Instituto Nacional de Antropología e Historia
La Serna
Poncc de León
I NE Papeles de Nueva España, Madrid, París, 1905-1906
R Rel CIones geográficasde Michoacán (edición deJosé CoronaNúñez , 1958).
SEP Secretaría de Educación Pública
UN/1M Universidad Nacional Autónoma de México
l. L PINTURA Y LA ESCRITUR
Es DIFICILimaginar la extraordinaria complejidad, e peso demográfico y la diversidad
cul tura l de México en vísperas de la Cor íquista española. Antes de explorar un a
de las características más notables de este universo, es preciso imponerse e rodeo de
algunos puntos de referencia esenciales, sin loscuales se correría demasiado e riesgo
de perderse. Sabido es que e centro de México e Michoacán y de Bajío, de la
f rontera chich imeca en el nor te , a laregión de Oaxacaen e Sut alberga en aquel
entonces una población densa, dispersa en múltiples comunidades y en varias
grandes aglomeraciones. Secalcula que, en 1519. pueblan estas tierras entre 10y
25 millones de habitantes. t El conjunto conforma un mapa lingüístico, cultural
y político singularmente tupido. Al centro, en los valles de México. de Toluca yde
Puebla. en el Morelos semitropical y en una parte de Guerrero predominan pueblos
de lengua náhuatl Los purépechas ocupan Michoacán, en tanto que al sureste,
zapoteros y mixtecos comparten las montañas de Oaxaca. Son éstos los grupos más
fuertes. Menos numerosos o menos influyentes, otros pueblos poseen un a persona
lidad y una historia que impiden confundirlos con los anteriores. Véase a los ma
zahuas y sob re todo a los otorníes del nor te de val le de México, de la Sierra de
Puebla, de Tlaxcala; a los chontales de Guerrero a los rnixes, los triquis, los chati
nos s in mencionar a otros- de la reg ión de Oaxaca. Imposible hacer justicia
a cada uno de esos grupos y a cada una de esas culturas. Cuando mucho se puede
guardar en la memoria su multiplicidad su imbricación, su pertenencia a familias
lingüísticas sumamente distintas: la yutoazreca para e náhuatl, la maya pa ra e
mixe , e zaque y e totonaca, el rnacrootornangue para e mazahua e otorní y
el matlaltzinca, e mixteco y e zapoteco mientras que e tarasco (o purépecha)
de Michoacán constituye todavía un terreno aparte. Algunas lenguas predomina
ban en ese mosaico: e rnixteco, e zapoteco, e tarasco y sobre todo e náhuatl de
los valles centrales, que servía de lingua franca en las demás regiones.
Al sur del Baj ío , poblado por nómadas chichimecas, cazadores y recolectores,
existen por dondequiera sociedades campesinas que sostienen, mediante su tribu
to a grupos de artesanos, de sacerdotes, de guerreros y de comerciantes, dentro
del marco de unidades políticas que los nahuas llamaban t/atocayot los españoles
señoríos y que los investigadores anglosajones denominan city siates las ciuda
des estado que a decir verdad, no son realmente ni c iudades en e sentido griego,
ni estados en la acepción moderna de término. Una city state es más b ien una
nebulosa constituida por un centro político, administrativo y urbano (más o menos
desarrollado de acuerdo con las etnias), fuera de una serie de pueblos y de aldeas,
o incluso de rancheríasdispersas. Esos pueblos y esas aldeas correspondían, entre
14I Borah y Cook (1971-1979).
15
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l LAPINTURAY LAESCRITURALAPINTURAY LAESCRITURA 17
las poblaciones nahuas a los calpul/i, en o tr as pal ab ra s, a unidades territoriales,
~ s d s en el parentesco, en una jerarquía relativa de los linajes, en cierta propen-
sión a la endogamia en la propiedad comunitaria de la t ie rr a, en una solidaridad
material y militar, ye n el c ul ro a un dios tutelar el calpulteotl, cuya fuerza residía
en una imagen o un paquete sagrado Al menos , es to es lo que se puede deducir
de fuentes a la vez abundantes contradictorias y con lagunas debidas a borradurasu omisiones.
Selladas entre los señoríos, algunas alianzas libres u obligadas y confederacio
nes llegaban a laformación de unidades políticas más o menos vastas, más o menos
e fímeras y o menos centralizadas, a semejanza de las que construyeron los
rruxtecas de Tilanrongo , los nahuas de Tlaxcala, y sobre todo los de México-Te
nochtitlán de Texcoco y de Tlacopan en el valle de México. Las alianzas se hacían
y se deshacían al hilo de las invas iones y los desplazamientos de población. De ese
modo durante los tres siglos que antecedieron a la Conquista española, pueblosde l norte de lengua náhuatl penetraron por oleadas sucesivas en el valle de México
y se mezclaron con las poblaciones locales. Prosperaron y luego declinaron algunas
ciudades ; Culhuacán Azcapotzalco, Coatlinchan. Durante e siglo xv, hacia
1.428, Texc?co y Tlacopan bajo la dirección de los mexicas de Tenochtitlán pu -
sieron en pie una confederación, una l iga, la Triple Alianza, que absorbió los tri
butos del valle y de comarcas mucho más remotas. Edificadaen mitad de lago de
Texcoco y surcada por canales, Tenochtit lán fue en ese entonces la mayor aglomera
ción del mundo americano pues albergaba una población superior a los 150000
Ytal vez a los 200 000 habitantes. Sin embargo evi temos ver en el la la sede de un
imperio moderno de una burocracia centralizada, o e corazón de una dominación
irresistible. El poder de la Triple Alianza se concretó sobre todo en la extracción
tributo en. la eve.n.tual instalación de guarniciones, en la imposición o, mejor
dicho la sobreirnposición de sus dioses a los panteones locales y, antes que nada
en la const ituc ión de redes extremadamente cerradas de alianzas matrimoniales y
lazos de parentesco. La Alianza era rec iente y, en lo pol ít ico, tan frágil como las
hegemonías anter iores, tal vez por no posee r una esc ri tura a la medida de sus
ambiciones. Cubría e corazón del centro de México, o sea un terri torio de aproxi
madamente 200 000 km1, J con excepción de Michoacán de los tarascos y de se
ñorío de Tlaxcala que nahua también junto a sus a li ados de Huejotzingo y deCholula resistió a los mexicas ya la Triple Alianza.
En fin, en el curso de sus migraciones o de su sedentarización, todos esos pueblos
estuvieron sometidos a incesantes procesos de aculturación, de los que algunos guar
daban el recuerdo, oponiendo a los olmecas y los toltecas de antaño portadores de
los refinamientos de la civilización, con jos cazadores y recolectores chichimecas,
1 López Austin (1980), 1, pp. 75-80.
J Edward E. Calnek, Paneros of Empire Formarion in rhe ValleyofMex·ico.Late PosrclassicPeriodo
1200-1521 Tbe [nca a d Aztec Ssares, 1400-1800. A thropology a d History , G. A. Collier. R. IRosaldo y] . D. Wirrh, comps., Nueva York, Academic Press, 1982. pp. 43.61.
e incluso evocando a los grupos tolreco-cbichimecss surgidos de su mezcla. Pueblos
antiguos y autóctonos coexistían con los recién llegados, que adquirían las tradi
ciones locales al mismo t iempo que prestaban sus servicios. Estas aculturaciones
históricas, estos pasos progresivos de nomadismo a la vida sedentaria formaban
no hay que olvidarlo, el telón de fondo de las memorias indígenas. También evita
remos considerar estas culturas y estas sociedades como conjuntos homogéneos:
en el caso de Tenochtitlán (y sin duda en el de otras c iudades) se ha establecido
que profundas diferencias oponían a las comunidades urbanizadas dedicadas al
comercio ya las artesanías, y las comunidades rurales. Sia estos múltiples registros
económicos, étnicos e históricos se agregan las variables introducidas por la diversi
dad de los grupos sociales, o de las clases sociales, se obtiene una imagen caleidos
cópica que impide asimilar los mundos indígenas con totalidades estables, con
sociedades monolít icas e inmóviles, totalitarias antes de tiempo o ancladas mila
grosamente fue ra de lahis toria. O inc luso confundir las con las comunidades campes inas , y has ta con las márgenes explotadas que son en nuestra época.
Detengámonos en las noblezas indígenas, pues en su seno aparece uno de los
rasgos más notables de estas sociedades. Entre todos los grupos que dominaron
las poblaciones del centro de México, los acbaecba tarascas, los tay toho rnixrecos,
los señores otornles o zapotecos , es probable que los más conoc idos nos sean los
pipzJtin, los nobles nahuas.? Los pipzJtin legitimaban sus poderes y concebían el
mundo en e que vivían con apoyo en los conocimientos que conservaban celosa
mente. Aquel saber señalaba modos de vida, tradiciones por mantener herencias
por transmitir, y todo aquello que de una manera general, puede designarla palabra
náhuatl tlapializtli. 6 Al cosmos, sepensaba que esos conocimientos le conferían una
norma una medida y una estabil idad. A la soc iedad la prove ían de un orden
una orientación y un sentido. Al menos eso era lo que pretendían los cuatro ancia
nos que inventaron l a cuenta de los destinos, los anales y la cuenta de los años, e
l ibro de los sueños . Patrimonio antiguo, conservado y aplicado escrupulosamente,
transmitido de un pueblo a otro aquel saber daba origen a un sistema educativo
con un desarrollo único. Templos-escuela reservados para los hijos de los pipz/tin
preparaban a los futuros dirigentes. En aquellos calmecac había sabios 'los
llamados poseedores de los libros de pinturas los conocedores de las cosas ocul
tas los detentares de la tradición - que daban a los jóvenes una educación tan
austera como elaborada en la que se asociaban los conocimientos, los modos de
decir y las maneras de ser. Entre otras cosas, allí se aprendían lo s versos de canto
para cantar que se llamaban divinos cantos, los cuales versos estaban escritos en sus
4 E. E. Calnek, Conjunto urbano y modelo residencial en Tenochntlán . Ensayos sobre el desa
urbano de México. México. SepSerenras. 1974. pp. 11-65.
Carrasco y Broda (1976); Lépez Sarrelangue (1965); Spores (1967); MercedesOlivera. P ¡lúy mace
h aleI. LnIformaciones sociales y 10I modos de prod cció de Teealidel Jiglo XJJ al XVI. México.Casa
Chata, 1978;Jesús Monjarás-Ruiz, a nobleza mexica. México, Edicol. 1980.
6 Miguel León Porrilla, Tolteeayotl. Aspectos de la cultura íh tl. México. fCE. 1980. pp. 15·35
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l8 LA PINTURA Y LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRITURA 19
libros con caracteres: . 7 Además del nacimiento, aquella educación distinguía a los
nobles de Jos plebeyos los macebuales-:-, haciendo de ellos seres intelectual y
moralmente superiores, aquellos hijos de la genre , cabello y uñas de la
gente , que estaban destinados sin excepción y desde el principio a las funciones
de mando.
Pero, sin duda, he aquí Joesencial. El conjunro de los conocimientos que expli
caban y sintetizaban la imagen que aquellas culturas o, mejor dicho, que aquellos
medios dirigentes daban del mundo, se vaciaba en dos modos de expresión que al
parecer son predominantes y propios del á rea mesoamericana : la t radición oral y
la picrografía. Así era entre los antiguos nahuas, entre los rnixrecas y los zapotecas
de la región de Oaxacao inc luso t l vez en menor grado- entre los oromíes. En
cambio, los tarascas de Michoacán tal vez hayan desconocido la expresión pictográ
fica, puesro que no nos legaron ninguna producción comparable a lo s a na le s o los
calendarios.
Las cul turas del centro de México son anres que nada cul turas de lo oral . Ellas
tuvieron sumo cuidado en cultivar las tradiciones orales, en codificarlas, en diri
girlas o transmitirlas. Las fuenres nahuas de la época colonial han conservado el
rastro de esa creatividad en sus expresiones más diversas. Sólo daremos de ella una
breve imagen, para sugerir mejor el alcance de los registros. que incluía. Los nahuas
distinguían cuando menos dos grandes grupos en los que reunían géneros nurne
rosos y contrastantes: los cuicatl y los t/ahtolli. Losprimeros designaban los canros
ele guerra, las canciones de amistad, de amor y de muerte , himnos dedicados
a los dioses, poemas en los que se aliaban la especulación intelectual y metafísica.
En cambio, los t/ahtolli se v incu la ban al t er re no del r el at o, de la nar ra ci ón , del
d isc ur so y de la a re nga: en ello s se encontraban por igual la s palabras divinas
teot/ahtolli , que hablaban de la gesta de los dioses, los orígenes, la .cosmogonía,
los culros y los riros; los relatos sobre las cosas antiguas , de rono his tórico; las
fábulas, las zazanzJ i y las famosas huehuehtlahtolli, las palabras antiguas ,
aquellos elegantes discursos que trataban de las más diversas materias: el poder, el
Círculo doméstico, la educación y los dioses.
Enseñadas en los calmecac l s escuelas de la nobleza- algunas de aquellas
piezas se rec itaban o se cantaban en las grandes festividades que reunían a los pi
iJlltin. Si las huehuelJt/ahto/1ieran más bien patrimonio de lo s nob le s y los s eño
res, los himnos y los cánticos de carácter ritual también se difundían entre toda la
población y, en particular,en las escuelas que les estaban destinadas. El sacerdote
encargado de transmitirlos velaba porque se les reprodujera con e x ~ t i t u s e le
daba el t ítulo de tlapizcatzin, e l que conserva mientras qu e otrose dedicaba
a examinar los cánticos recién compuestos, por lo cual se aprecia que una sociedad
sin escritura bien puede conocer tanto l a copia f ie l como l a censura . Es pos ible
7 León Porrilla. ibid.. pp. 190-204.
6 López Ausun (1980), l. pp. 443-467.
que el narrador de t/ahtolli haya tenido más libertad de palabra, a condic ión de
haber sido agradable y hábil . Pero hay razones para pensar que los relatos sobre las
cosas anriguas o las narraciones divinas también debían ser objeto de regula
ción y censura. Sometida estrechamente a laSinsti tuciones, y vinculada a circuns
tancias y conrexros, la producción oral obedecía además a un juego complejo y
sutil de limitaciones internas. Latransmisión, el aprendizaje y la memorización de
ese patrimonio ponían en acción los recursos más diversos. Era así, por ejemplo,
como los cuicat/ poseían un ritmo, un a métrica, un a estilística y una estructura
propias. Se componían de una secuenc ia más o menos sustanciosa de unidades
expresivas -equivalenre de nuest ros versos y nuest ra s estrofas-, que iban aso
ciadas de dos en dos. Los paralelismos (es decir, los miembros de frases simétricas) y
los difrasismos (la yuxtaposición de dos metáforas evocadoras de un concepto, como
el agua y el fuego para designar la guerra) eran procedimienros permanentes. Es
probable que sílabas inrercaladas marcaran la métrica, mientras que otras -como
tiqui, toco, toco, tiquiti ta l vez indicaban e l r i rmo ye l tono del acompañamiento
musical. De un a manera general, sería imposible desligar el cuicatl de los medios
de expresión que lo reproducían, aun cuando hayamos perdido todo su ras tro: en
ese casose encuentran l amúsica y la danza, que desempeñaban un papel importan
te en las celebraciones públicas. Sin duda menos variados pero igualmente cons
rantes, procedimienros estilísticos análogos estructuraban los t/ahtolli, entre ellos
el paralelismo, el difrasismo, la acumulación de predicados en romo a un mismo
sujeto, acumulación concebida para organizar una secuencia temporal o para servir
de explicitaciones convergentes y complementarias. Estas técnicas de composición
con frecuencia imprimen a esos textos un paso desconcertante, repetitivo yacumu
Iat ivo. Sin lugar a dudas eran ellas las que facilitaban su aprendizaje y su memori
zac ión, a fal ta de una versión escrita, al mismo t iempo que ofrecían guías para la
improvisación y la creación.
La complejidad de las composiciones confiadasa la transmisión oral, la variedad
de géneros, el valor considerable dado a la enseñanza, la elocuencia y la palabra,
nos podrían hacer olvidar qu e aquellas sociedades también poseían un modo de
expresión gráfica. Aunque no conocieron ninguna forma de escritura alfabética
a nt es de la Conquista española, se expresaban sin embargo con medios de apoyo
múltiples e l papel de amate y de agave , la piel de venado- , que según el caso
adoptaban la forma de hojas la rgas y angostas que se enrollaban o se plegaban
como acordeón, o de grandes superficies que se extendían sobre las paredes para
ser expuestas. Sobre aquellas bases los indios pintaban glifos. La expresión picto
gráfica tiene en Mesoamérica un a trayectoria larga y compleja, por no deciroscura,
? Sobre este capftulo, vi nu Miguel León Portilla, LOIantiguoI mexicanos a travé¡ de IUI crántcas J
cantares, México, fCE SEP 1983, p. 68 , Y Cuicatl y dahtolli. Lasformas de expresión en náhuatl , El,
/udioI de Cultura Náhua/I. México, XVI, 1983. pp. 13·108; Garibay (1971), ¡,paJIim; Frances Karttu
nen yJames Lockhart, • aestructurade la poesía náhuatl vista por sus variames . El/Udial de Cultura
Náhuatl, XIV. 1980, pp. 15·64. Sobre la música prehispánica, Stevenson (1976).
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20 LA PINTURA Y LA ESCRITURALA PINTURA Y LA ESCRITURA 21
que no podríamos resumir aquí. 1 L MIN 1.) Baste con esbozar lo que nosotros
captamos de las prácticas vigentes en el centro de México, entre las poblaciones na
huas. Esas prácticas articulaban tres gamas de signos con desigual importancia, que
nosotros incluimos bajo el título de glifos: pictogramas propiamente dichos, que son
representaciones estilizadas de objetos y de acciones: animales, plaruas, aves, edi
ficios, montañas, escenas de danza, de procesión, de sacrificio, de guerra, dioses
y sacerdotes ; Ideogramas que evocan cualidades, atributos, conceptos vincula
dos al objeto figurado: un ojo s igni fica la vis ta; la s hue llas de pasos designan el
viaje, la danza, un desplazamiento en el e spaci o; la diadema del noble señala
al jefe tecuht/I ; los escudos y las flechas expresan guerra, etc. (de una manera gene
ral, digamos que si el pictograma denota, el ideograma connota); finalmente, signos
fonéticos, poco numerosos, que se aproximan a la expresión glíficade los alfabetos
occidentales. Transcribiendo exc lusivamente s ílabas , esos s ignos se vinculan a la
toponimia, la antroponimia y la c ronología. A manera de ejemplo, citemos los delos sufijos nahuas del locativo -t/an, -tzin, -pan , que entran en diversas formas
en la composición de los glifos toponímicos. Este fonetisrno en estado embrionario
qu también conocen losmayas y los mixtecas- está emparentado con la creación
del jeroglífico en la medida en que recurre a homónimos figurables e identificables
con facilidad, que dan un sonido cercano o análogo al que se pretende señalar.
Sobre todo, hay que recordar que, en víspe ras de la Conquisra española, la pic
tografía nahua constituía un sistema mixto cuya naciente fonetización tal vez esté
ligada a la expansión mil itar y económica de la Triple Alianza, dominada por los
mexicas. No debe descartarse que los reiterados contactos con otras etnias, enemi
gas o sometidas, hayan podido multiplicar la necesidad de pintar nombres de lu
gares y de personajes exóticos, y que estapráctica haya planteado el problema de la
transcripción fonética de palabras aisladas. Tampoco queda excluido que las carac
terísticas morfológicas del náhuatl sehayan prestado a es ta evolución, en la medida
en que se t rat a de una lengua aglutinante que con facilidad se descompone en
s ílabas . Pero no es menos cierto que no existe vinculación total de la g ra fí a c on lapalabra, como en nuestros alfabetos.
En las hojas de amate o de agave, los signos pictográficos, ideográficos y fonéti
cos no se pueden distribuir al azar, como tampoco ocurre al hilo de las l íneas qu e
nos son familiares. Los glifos se organizan yse articulan según criterios que en granparte desconocemos rodavía. La compaginación, la escala de los signos, su posición
respectiva, su orientación, los modos de asociac ión y de agrupamiento, a más de
los nexos gráficos son otros tantos elementos constitutivos del sentido de la pin
tura y, de manera más simple y sencilla, del sentido de la lec tura . El color que
l lena los espacios delimitados por la línea gruesa y regular t razada po r el pintor
10 Robertson (1959); Charles E. Dibble, Writ iog in Central M e ~ i c o . HMAI Parte l. v ol . 10 . Aus
t in , 1971, pp 322-3}1; los ensayos de ]oho B Glass y Dooald Robertson en HMAI Parte 3, vol. 14,
Austin, 1975; ]oaquin Galarza, Lienzos de Chiepellan. M é ~ i c o Missioo Archéologique et EthoologiqueFrancaise, 1972.
l t/acuIJo agrega el significado de sus modulaciones croo:áticas, aun cuan,do
los españoles no hayan visto en él sino un elemento decorativo, que los llevo a
designar las producciones glíficas con el término pintura , engañoso pero ha-
bitual en e l s ig lo XVI. . .
Por otra parte, la expresión picrográfica condensa en un mismo espaCio planos
que la mirada occidental trata de disringuir para analizar, pero que probablemente
no serían pertinentes para el .'lector indígena. Así, en una trama compuesta por
elementos topográficos pueden venir a agregarse relaciones que nosotros califica
ríamos de económicas, religiosas o políticas. Los ciclos de larecolección de tributo,
los santuarios prehispánicos y los signos de la hegemonía de un grupo se confunden
allí, componiendo una obra marcada por un a fuerte unidad temática y estilística.
Aun cuando nos permita apreciar e contenido, recurriendo a matrices modernas,
nuesrra lectura exegética de las pinturas con frecuencia nos condena a pasar
alto el carácter específico de un a captación de la realidad y de su representaclOn.
Especificidad formal que es, añadámoslo, algo enteramente distinto de un artificio
de presentación. . _
Sean cuales fueren sus gravedades aparentes, el campo de la expresion prcrogra
fica es asombrosamente vasto. Incluye terrenos tan variados como lacrónica de las
guerras , el repertor io de los prodigios y de los acc identes c limá ticos, l?s dioses ,
la cartografía, el comercio, la hacienda pública, el tras ado de d o m n ~ ~ ..Sm embar
go las obras adivina torias fueron, al parec er , las mas numerosas , l ib ro s de los
a ñ ~ s y tiempos , d e los días y fiestas , d e los sueños y de los agüeros , :'del
bautismo y nombres que daban a los niños , d e los neos de las ceremonIas y
de los presagios por observar en los matrimonios JI El p r e d o ~ l de las obras
adivinatorias se lee en la representación pictográfica del tlacuilo ; puesto que.
pintor aparece con los rasgos de un indio que sostien.e un pincel 'arriba del glifo
del día . Cierto es que la consulta de los libros adivinatorios marcaba de manera
regular la existencia del grupo y de los individuos. Podría creerse que el carácter al
parecer rudimentario de la técnica de expresión implica una organización poco e l ~ -borada de la información, análoga a la que prevalecía en el antiguo Oriente MedIO
antes del triunfo de los al fa bet os . Y, en ef ect o, listas o i nv en ta rio s ordenan
los datos contenidos en las pinturas . listas de señoríos conquistados, listas de
límites, de mercancías entregadas como tributo, li stas de años o de soberanos .
Pero reducirlos a inventarios equivaldría a limitar de manera exagerada el alcance
de estos documentos. Antes que nada porque, en forma de ideograma, la cornbi
nación de significados permite a los indígenas expresar c o n c e p ~ o s de e x r r ~ m acomplejidad y evocar las nociones más abstractas y las construcciones mas Imagma
rias: así ocurre, por ejemplo, con la alianza de los pictogramas del agua ydel fuego,
que designa la noción nalma de guerra sagrada ; con el s igno o//in, que e x p r ~ s a el
movimiento del c osmos; con los conjuntos dispuestos para figurar los distintos
avatares de las divinidades . Peto si la s pinturas son más que listas, es porque
11 Motolioía, M.mono ... . ., op. il p 5.
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LAPINTURAY LAESCRITURA LAPINTURAY LAESCRITURA 23
también poseen una dimensión visual que en ocasiones seha subestimado. Además
de textos, las pinturas son imágenes y exigen que se les considere como tales.
Vale decir que competen tanto a la percepción como a lo conceptual. Dimensión
que r ~ s u l t a problemát ica pues, s i l a percibimos de manera intuitiva, es difícil
verbalizarla y, por tanto, transcribirla. Digamosque pertenece a lascombinaciones
de formas y colores, a la organización del espacio, a las relaciones entrelasfiguras y
el trasfondo, a I?s ~ o n r r a s t e s de luz y tonalidad, a las leyesgeométricas elegidas y em
pleadas, al rnovirnrenro de la lectura, a la móvil densidad de las representaciones Nada .de lo cual impide que los mecanismos de la lectura y,a fortiori de la
elaboración los ?ocumentos pictográficos sigan siendo poco conocidos. En ge
neral, . t e S f 1 m O ~ I O S proceden de observadores europeos, por completo ajenos a
esaspracncas. S . a b l ~ o esque los glifosse leían señalándolos con una varita, que
textos prontuano. bien pueden haber guiado el desciframiento de las pinturas ,aportando .aclaraclOnes, complementos de información, incluso lo uno y lo otro a la
vez. Instruido en los caimecac el lector indígena solía afirmar: soy cual florido
, ~ a p a g a y o , h a g , ~ ~ ~ b l a ~ los códices en el interior de la casade las pinturas .12
Hacer h abl ar , decir lo que fue asentado en el papel ypintado equivalían
a tomar de fuentes escrupulosamente memorizadas los elementos de una verbali
zación que derivaba de la explicación y de la interpretación, en laformauniformi
z ~ d a . un discurso paralelo y complementario. Resulta tentador confundir este
e ¡ e r C I ~ 1 O con la glosa me.dieval , per? lo más probable es que.fuera pecar de etno
cent:lsmo.. las ~ e 1 a c l O n e s que vinculan la pintura aldiscurso operan en dos
s e n t l ~ , o s ; SI bien es Iertoque se I ~ a c í a hablar a los libros , también algunas 'pin
turas scrvian de apoyo a la expresión oral: Se les enseñaban (alosalumnos de los
c ~ / m e c a c los cantares, los que se decían cantares divinos, siguiendo los códices.
~ u d a , tambié? s ~ r í a totalmente erróneo considerar las pinturas simples
a.uxlllares m n e m o ~ e c l 1 1 c o s , como fueron proclives a pensarlo los evangelizadores del
siglo XVI. Antes bien, parecería que la transmisión de la informaciónhubiera im
p l i c ~ ? o re.currir de modo simultáneo y no redundante a l a memor ia verbal y al
auxil iar pintado, de acuerdo con una a lianza s iempre constante de la imagen yla palabra.
Sólo una m i n . o r í ~ de p e ~ s o n a s podía conciliar aquel saber, aquellas técnicas y
aquellos complejos 1 ~ I : e r a t 1 v o s : I?snobles que asistían a los catmecac y que a veces
entregab:? a ~ e . r v l c l O de los.dioses.-s in que se deban establecer entre laicos y
sacerdot:: d l V 1 ~ l O n e s d e m a s ~ a d o ta¡ant:s- o los l/acudo que pintaban los gli
f o ~ también surgidos ?,e los m l s ~ 1 0 s medios. Pero, si bien escierto que, como lo
afirmaba la tradición. los que tienen en su poder la tinta negra y roja y lo pinta
do, ellos nos lI;van, nos g U Í a ~ ; nos dicen el camino , } la pictografíay el discurso
eran mucho mas que la expresion de una clase o elinstrumento de un poder. Como
12 León Portilla (1983). p. 64
• León P ~ r t i l l a . L o f i ~ O J o ¡ r a n huat e,rt ditUia en Jlt.rjuenteJ. México. UN M 19;9. p. 76 (traduccion .1 francés: La pet1.ree lzt¿que. París , Ed. du Seuil, 198 ).
las leyes del discurso y del canto, los cánones de lapintura eran sólo elreflejo de un
mundo superiory de un orden invisible. Por encima del contenido de las enseñan
zasdispensadas, esoscánones participaban de manera sistemáticaen el ordenarnien
to de una realidad que vinculaba Íntimamente la experienciahumana y el mundode los dioses. De éstos tomaban los rasgos más sobresalientes, y señalaban los ele
mentos más significativos, a expensas de lo accidental, lo arbitrario y lo individual.
En ese sentido favorecían la representación, la manifestación antesque la comuni
cación. Ellos contribuían activamente a modelaruna percepción de las cosas, unarelación con la realidad y con la existencia, que la Conquista española habría de
poner profundamente en tela de juicio.
LA REDDESGARRADA
Las perturbaciones que la Conquista provocó durante varios años, y las campañas
de evangelización hechas por los franciscanos que llegaron en 1523, contribuyeron
a diseminar y en ocasiones a destruir una gran parte de esospatrimonios orales o
pintados. Por ejemplo, sesabe que, en 1521, los aliados indígenas de Cortés in
cendiaron los archivos de Texcoco, una de las tres capitales de la Triple Alianza.
Pero fue apenas en 1525 cuando empezó la demolición sistemática de los templos
en el val le de México y en Tlaxcala, después de que los franciscanos prohibieron
toda forma de culto público. Las persecuciones constantes de que fueron objeto
desde aquel entonces los sacerdotes indígenas nos permiten fechar por aquellos
años el desmantelamiento de las inst i tuciones educativas y el cierre definit ivo de
los calmecac De manera simultánea, losprimeros evangelizadores decidieron hacer
secargo de laformación de los hijos de la nobleza. Sila destrucción de los templos
y los ídolos constituyó el objetivo primordial de los años1520 a 1530, los francisca
nos, seguidos por otras órdenes mendicantes, también confiscaron todas las pintu
ras que les parecían contrarias a la fe, todo lo que esceremoniático y sospechoso
quemamos . Cierto esque, en principio, trataron de dist inguir lasimientebuena
de la cizaña, tolerando aquellas obras que les parecían de naturaleza histórica, sin
que, no obstante, se mosrraran del todo ingenuos. La dif icul tad de determinar
dónde empezaban el error y el engaño del demonio , la desconfianza que pesaba
sobre todas aquellas producciones influyeron de manera decisiva en la suerte de
las pinturas . Con frecuencia se lesdestruía sin ninguna distinción, como luego lo
deploraron algunos cronistas escasos de fuentes: Algunos ignorantes creyendo ser
ídolos las hicieronquemar, siendo historias dignas de memoria. 14
Losaños de 1525 a 1540 fueron la época de laspersecuciones violentas y espectacu
lares. Quince años durante los cuales partes enteras de las culturas indígenassehun-
14Juan Bautista Pomar. Relación de Tezcoco México. Diaz de León. 1981. pp. 1-2; MoroJinía. Me-
mortales. . '. op. cit.• pp. 34-3 .439; Durán , Historia. . .. op cit. l. p. 226; Torqucrnada, Monar.
quía indiana. op cit.. l. p. 6 YIV. p. 331.
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1>Procesos de indios idó/alras y hechiceros, México. AGN, 19/2, pp. 8, 1 Yp ss m . Mocolinía, Me·
mona/es . . op. ClI., pp. 86-87. .16 Migud. León Portilla. Cu//ural en peligro. México, Alianza Editorial, 1976, p. 108, traduce
un resnmoruo do Tlarelolco, los Ana/el hÚlón colde lanación mexicana (ed , Ernsr Mengin, Copenha
gue , 1945. y con el título do Ana/es de Tlatelolco por Hcinrich Berlin y Roberr H. Barlow, México.
[1948] 1980).
dieron en la clandestinidad para adquirir, frente al cristianismo de los vencedores el
es:atuto.m:ldito y demoniaco de la idolatría . En unos cuantos años, a l g u ~ o ssenores indlgcnas tuvieron que proceder a una readaptación total de sus práct icasancestrales. Lesfue necesario abandonar los santuarios de las ciudades, elegir luga
res apartados, el s ec re to de las grutas y la s montañas, las ori ll as desier tas de los
lagos y. l a p ro tecc ión de la noche. Debieron restringir en extremo la práctica del
s a c r ~ ~ 1 O h.umano, formar un a red de informadores y escondites que pudiera burlar
la vlgd.anCla de los españoles y el espionaje de los neó fi to s, y obtener mediante elchantaJ.e y la amenaza la colaboración o cuando menos elsilencio de las poblaciones. 1)
Desligad.as de manera p r o g r ~ s i v a de su asiento material y social, aisladas por
los e v a n ~ e l l z a d o r e s y .Ios conquistadores de los grupos a los que pertenecían, para
constrturrse .en religIOnes e idolatrías , manifestaciones torales o parciales delas culturas indígenas sufrían una redefinición incomparablemente más perturba
que el paso a la clandestinidad. En el momento mismo en que la Conquista
las Insertaba por la fuerza en un espacio inventado del t odo por Occidente, im
puesto por los españoles y delimitado mediante términos y conceptos establecidos- supersticiones, creencias, cultos, sacrificios, adoraciones, dioses, ídolos, ceremonias, etc. . . aquellas manifestaciones eran tachadas de errores y de fal sedades. Los indios se enteraban al mismo tiempo de que ellos adoraban a dioses yque esos dioses eran falsos . Lo que había sido el sentido y la interpretación delmundo eran un r ito y una ceremonia perseguidos, marginados y menospre
ciados, una c r e e ~ c i a falsa,. un. error por descartar y repudiar, un pecado porconfesar ante los Jueces eclesiásticos. Lo que había correspondido a una aprehensión
indiscutible e indiscutida de la realidad, objeto de un consenso implícito e inmemorial, y explicado una totalidad, en lo sucesivo debía afrontar un sistema exóticoque obedecía otros principios, bas ado en o tros postulados, concebido con cate
gorías del todo distintas y n o hay que olvidarlo- cerrado de manera radical atodo o ~ p r o m i s o '. Y sin embargo, la censura de los libros no era, a pesar de loque sepiense, una innovación introducidapor losconquistadores. Durante el reinadodel soberano mexica1tzcóatl , ya en e l s ig lo xv se habían destruido pinturas para
borrar ~ e c u e r d o s o acabar con particularismos, pero esta vez se trataba de aniquilar
unc O ~ J u n t o
Yno de desvanecer partes.
comprensible que algunos indios hayanexpcrirnenrado entonces la sensación de un a pérdida de coherencia, de un menos
cabo de sentido, por ya no ser el patrimonio ancestral , si hemos de creerles, sino d d . 16 A 1 f dna re e aguJeros. menos que a alta e sentido se atribuyera al Otro,
como lo hicieron unos indios de Tlaxcala, quienes en 1523 consideraban qu e los
17 Procesoinquiú/orial de cacique de Te/Icaco. M<'xico....GN, 19\0. P 2
primeros evangelizadores eran hombres insensatos'': y a menos de hacer de los r eligiosos criaturas monstruosas, llegadas para destruir a la humanidad, muertos
en vida. y maléf icos hechiceros. Otros se refugiaban en e saber t r a d l c l n ~ l enlas profecías de sus padres , para no encontrar en ellas nada que anunClarala
doctrina cristiana . A ejemplo del cacique de Texcoco, don Carlos Ometochtzin,
de all í deducían la vacuidad de cristianismo: Es o de la doctrina cri st iana no es
nada, ni en lo que los frailes dicen no hay cosa perfecta. 17
Durante aquellos primeros años, fueron muy numerosos los que, de manera
más o menos abierta o deliberada, antes que al crist ianismo prefirieron e mundo
que expresaban loscantos, las palabra antiguas ylas pint uras . , Pues los l i ~ r o spintados fueron escondidos como se hacía con los ídolos. El nesgo era por I ~ u a lconsiderable, puesto que la cel eb raci ón de la s f ie st as o la l ec tu ra de los des ti no sdependían de desciframiento de los cómputos amiguos. En forma clandestina se
pedía a los especialistas l o s
'contadores del sol y de las fiestas de los demonios que buscaran en las pinturas l a l legada de las f iestas , que miraran los detallesde los ritos y el nombre de las divinidades por honrar. Sin duda vale la pena que
nos detengamos en los conocimientos f ij ados por los calendarios antiguos, para.evaluar mejor lo que podía significar su pérdida o su dest rucción . El tonaipobuaüo calendario adivinatorio- se bas aba en un concepto del t iempo. de l cosmos
y de la persona que no podría l imitarse a la reducida esfera del r i to , n i tamp?co aaquella más ampl ia, pero cuán problemática, de lo rel ig ioso . Para los antiguos
nahuas, el tiempo mítico e l de lascreaciones sucesivas que habían VISto aparecera los precursores de hombre y Juego a los propios hombres- ejercía una influencia determinante sobre e tiempo humano, en la medida en que el encuentro o lacoincidencia de un momento de éste con uno de los momentos siempre ptesentes
del tiempo mítico determinaba la sustancia del instante vivido. Aquellos encuen
t ros y esas correspondencias obedecían ciclos complejos de amplitud variable,
cuya combinación y cuya articulación estructuraban el momento humano. en
efecto, la correspondencia de aquellos ciclos dirigíael orden de paso yde l l e g a ~ a ala superficie terrestre, de las fuerzas faustas o infaustas que actuaban. sobre el individuo atrapado, desde su nacimiento, por engranajes cuyo movrrrueuto lo abru
maba, sin qu e por ello lo aplastara enteramente. Aquellas mismas combmaoones
de fuerzas dirigían, d e una man er a más general , la dinámica del cosmos: ellasproducían el cambio y e movimiento, a la vez que conforma.ban el tiempo. Enesas condiciones, se puede adivinar de qué modo e conOCimiento de los (lelos,los cálculos a los que daban lugar y e apoyo material, el único que hacía posiblesaquellas operaciones, renian-una importancia crucial para el individuo y la s o c ~ e -dad. Para dominar las fuerzas divinas. sacarles partido o contrarrestarlas, era pre ISopenetrar en su surgimiento y saber aplicar todo un arsenal de prácticas destinadas agarantizar la supervivenci< . de todos. Ésa era la función de los contadores del sol ,
25LAPINTURAY LAES RITURr LAPINTURA YLA ES RITUR4
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26 LAPINTURAYLAES RITUR LAPINTURAY LAES RITUR 27
los tonalpouhque cuyo saber y cuyas pinturas orientaban el conjunto de lasactividadeshumanas: la guerra, el comercio, lasartesanías, el cultivo de loscampos,
losritos de paso yde alianza: Todo tenía su cuenta y razón ydía particular. Un
saber que también era un poder. Como esevidente, el hombre podía cambiar su
destino con ayuda de los tonalpouhque Cuando el niño nacía bajo un signo infaus-
to, gracias a ellos era posible elegir un día más propicio para designarle un nombre.
Ellos examinaban también la compatibilidad de signos de los futuros cónyuges y
podían, dado el caso, desaconsejar una unión. lB
Numerosos indicios sugieren que aquellos calendarios, y con ellosmuchas otras
piezas, escaparon con frecuencia a la destrucción: cerca de México, el cacique de
Texcoco, don CarlosOmerochtzin, ocultaba en su casaun tona/amatl la pintura
o cuenta de las fiestas del demonio que los indios solían celebrar en su ley ; muchomás allá, en la región toronaca, el cacique de Matlatlán tenía en su poder cuando
menos dos mantas de insignias de ídolos y pinturas antiguas . las cuales quizás
haya obtenido de los indios de Azcapotzalco, al noroeste de la ciudad de México.
Algunos indios incluso se las habían ingeniado para pintar, en la portería del con-
vento franciscano de Cuauhtinchan, un calendario con estos caracteres o signos
de abusión .19 Aunque la información disponible sobre la materia sea escasa, hay
basespara creer que la circulación -líneas arriba hemos visto yaun ejemplo- y la
producción de pinturas no se interrumpieron con la Conquista española, a pesar
de laspersecuciones yde Josriesgosque se corrían. Pintores del valle de México, de
la región de Tlaxcala y la de Oaxaca, siguieron utilizando la t in ta roja, la tinta
negra . En aquellos tiempos revueltos, fueron ellos los que pintaron lamayoríade
las piezas que se conservan en la actualidad, y que figuran entre los testimonios
más bellos que nos hayan legado las culturas autóctonas. Bajo el dominio español
fueron elaborados el Códice Borbónico (México)y el TonalamatiAubin (Tlaxcala),
que contienen el cómputo de losciclosy de las fiestas. Siahora nos volvemoshacia
losmixtecas de Oaxaca, el terminus ad quem del Códice Se/den -obra maestra
indiscutible de l manera tradicional- se puede fechar en 1556. Laexistencia de
estas pinturas da fedel mantenimiento, durante casimedio siglo, de una pro-
ducción pictográfica en géneros prohibidos por la Iglesia. A veces,su forma es tan clásica que podemos dudar de la fecha prehispánica o colonial de ciertas piezas.
Estos documentos confirman, según lo indican otras fuentes, que seguían transmi-
tiéndose los conocimientos y las técnicas del pasado.
Lastradiciones orales resultaban mucho más fáciles de conservar, puesto que el
aprendizaje: y la recitación de loscantos o losdiscursos no dejaban rastros compro-
metedores, a menos que espías al servicio de los religiosos fueran a denunciarles
aquellas prácticas. Hacia 1570, elcronista dominico Diego Durán comprueba, no
sin horror, que algunos ancianos seguían enseñando a los jóvenes nobles lavida y
8Lópe7.Ausrin (1980), pp. 68·75.
Procesos , op cit p. 215: Mcndicra, Historia eclesiáSlicaind iana op cir 1, p. 107.
costumbres de sus padres y abuelos y antepasados . Por la misma época, algunos
camas, que conmemoraban la pasadagrandeza de los príncipes, acompañaban las
danzas públicas en las que participaba la nobleza indígena. Entretanto seguían
subsistiendo los calendarios y las enseñanzas orales vinculados a ella: En pocas
partes hay que no los tengan guardados y muy leídos y enseñados a los que ahora
nacen, paraque ¡ t aeternum no seolviden. 20 Laconservación del uso del nombre
indígena, escogido en función del día de nacimiento, lahabilidad con la que los
indios adelantaban o atrasaban las fiestas de los nuevos samas patronos, para ha-
cerlas coincidir con las fiestas prohibidas, la observación de calendarios agrícolas
fijados en secreto por losancianos, corroboran, durante lasúltimas décadas del siglo
XVI, el mantenimiento de una transmisión oral y pictográfica condenada por la
Iglesia. En 1585, el III Concilio Mexicano tendría que prohibir de nuevo a los in-dios entonar canciones de sus historias antiguas o de su falsa religión . Locual
no excluye que el género haya evolucionado apreciablemente.
Estos indicios dispersos sugieren la difusión de una actitud impermeable, o casi,
a los trastornos por losque pasaron lassociedades indígenas. posible que sectores
de la población autóctona hayan logrado, no sincierto riesgo, conservarlo esencialde
la tradición. Y sin embargo, lo que podemos adivinar acercade esta época nos aleja
de una visión estática y reductora. No cabe duda de que sería conveniente distinguir
un periodo inicial, que cubriría losprimeros veinte años posteriores a la Conquista,
aproximadamente de 1520 a 1540. Pesea lasimplicaciones materiales e intelectuales
de una clandestinidad hecha regla, y de una confrontación constante e inevitable
con el cristianismo, fue posible conservar en aquel entonces numerosas prácticas.
En el transcurso de eselapso, por todas partes, salvoallí donde se habían establecido
numerosos españoles -sobre todo en México, Tlaxcala y sus alrededores- los
templos que quedaban en pie seguían siendo visitados por sacerdotes indígenas
que, con discreción, aseguraban en ellos el culto a los dioses y todavía percibían
los ingresos de las tierras vinculadas a los santuarios. Entre los indios ororníes. se
iniciaba en el sacerdocio a algunos niños sustraídos del bautismo. Entre losnahuas,
se separaba de los demás a adolescentes de quince o dieciséis años, para que fueran
achcautin e s decir, grandes sacerdotes- o con elfin de que asumieran otras fun-ciones, la conservación de los objetos sagrados o los ayunos propiciatorios.
Las cosas cambiaron de modo considerable después de 1540. Bajo la dirección
del obispo de México, la Inquisición episcopal había logrado algunos éxitos espec-
taculares al deshacerse de opositores activos y peligrosos: ordenó detener a Martín
Océlotl, cierto sacerdote del dios Camaxtli, quien intrigaba entre la aristocracia y
anunciaba el fin del mundo; echó mano a un indio que recorríala sierra de Puebla,
para sublevarla pretendiendoque era dios. En 1539, la Inquisición asestóun golpe
aparatoso condenando a don Carlos Ornetochtzin, el cacique de Texcoco, a quien
entregó al brazo secular. Lamuerte en la hoguera de esta importante figura de la
20 Durán, Historia . ., op cu. 1, pp . 227-228, 235.
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28 LA PINTURA Y LA ESCRITURA LA PINTURA Y LA ESCRITURA
aristocracia del valle de México al parecer tuvo una honda repercusión en 105 espíri
tus. Presas de pánico, muchos indios decidieron entonces destruir sus pinturas o
entregar aquellas piezas tan comprometedoras. JI Ese año de 1539 se reunió también
laJunta Eclesiástica, que reforzó la regulación ejercida por la Iglesia sobre las pobla
crones sometidas. Un mayor número de sacerdotes, penetración ésta más a fondo
ayudada ??r. mejor .conocimiento del terreno y por la represión desatada po ;
una Inquisición monástica, y luego episcopal, bajo el báculodel obispo de México,
Juan de Zumárraga, cambiaron las relac iones de fuerza de manera irreversible
Pero es posible que otros factores más determinantes hayan influido en la actitud
de los nobles i ~ d í b e n a s . :'-quellos medios habían perdido su cohesión pol ít ica y
cultural, a partir de su alianza con los vencedores y con el crist ianismo.
esos repartos :obre los cuales el oportunismo y el cálculo tal vez hayan pesado
mas que la conversión, se agregaron otras divisiones que lospropios religiosos habían
provocado poniendo a los niños cristianizados contra sus padres idólatras . Ap a r t l ~ de 1 5 ~ O aquellas nuevas generaciones, que habían participado con un celo
qurzas mortífero en las campañas de extirpación y delación, asumieron, cada vez
en m y ~ r n ú ~ e r o el poder. El reclutamiento de sacerdotes paganos sufrió las con
secuencias. mientras que las piedras de los antiguos santuarios servían de manera
sistemática para la construcción de las iglesias y los conventos. Más decisivos aún
los estragos causados por las primeras oleadas epidémicas debilitaron y sacudie
ron a total idad de las sociedades ind ígenas. Ante aquel las d if icul tades, y no
Cierta 1 ~ C 1 d e z las ~ o b l e z s se resignaron a aceptar el cristianismo y la domina-
eren c o l o n ~ : l . Convert idas de n:odo más o menos sincero, eligieron el camino de
~ d a p t a c . I ~ n . E n t o n ~ e s se dedicaron a conservar los vestigios de sus orígenes, las
pmturas de h.lstotlas y g e ~ e a l o g í a s que legitimaban su poder. No hay duda
de qu.een e;as C l f c ~ n s t a n C 1 a s sal ieron a la luz el Mapa de Sigüenza o la Tirade la
Peregrmacián (hacia 1540), que ilustran el origen y las migraciones de los aztecas
al salir Aztlán, de que ellas fueron pintados, entre 1542 y 1548, el Mapa
umatzm que registraba la historiade los chichimecas, o el Códice Xólotl. Antes
de 1550: la genealogía inspiró el Mapa Tlotzin de Texcoco y, en la región de Oaxa
ca, el LIenzo de Guevea (1540) o el Códice Selden 1556 .22 Entre los nahuas, los
m l x t e ~ s } .Ios zapotecas, la línea que separaba laproducción clandestina de la pin
tura histórica e r ~ .desd,e luego, tan frágil y arbitraria como los criterios cristianos y
e u r o p ~ ~ s distingu ían el recuerdo de las falsas religiones indígenas de una
tradlc;o.n e s t r ~ c t a m e n t e histórica. Cuando, en 1539, un pintor de Culhuacán, cerca
de Mexlco: pintó la genealogía de su familia, representó u na especie de gruta en
la que ~ a C 1 e r o n sus a.b.uelos, y también algunos dioses .23 El pintor, don Andrés,
proverua de una familia de sacerdotes próxima al antiguo soberano mexica. Siendo
21 Gruzinski (1985.) . pp . 27.5').
22 Sobre esas pinturas, Vé.7Je]. B. Glass y D. Roberrson. A Census HMM 1975). vol. 14. pp.
197·198: 184 ]85.241; 219: 195·196: 131.
2) Procerar. . .• op. cit. . p 181.
francamente cristiano en 1539. el art is ta no por ello dejaba de conservar un saber
vasto y embarazoso. Esto, por ambiguo, puesto que su genealogía tenía una mezcla
de alusiones que se hallaban lejos de limitarse a una ornamentación mitológica. Y
aun carecía de aquella obstinación europea para oponer la idolatría a la historia o
el mito a lo auténtico.
Sea como fuere, ya por los caminos secretos de la clandestinidad. yapor las vías
autorizadas de la historia, una parte de las técnicas y de los conocimientos antiguos
seguía sobreviviendo al desastre. Lo mismo ocurrió con las manifestaciones elel
patrimonio oral, cuyo alcance ético sedujo a los religiosos que trataron de sacarle
el mejor partido. Y con los discursos de entronización, que es probable se conser
varan mientras existieron los viejos juramentos de fidelidad. Vale decir que, pese
a las persecuciones, a las epidemias y a las perturbaciones, las noblezas vencidas
enfrentaron la realidad colonial que, poco a poco, tomaba cuerpo ante sus ojos,
con un bagaj e sin duda menguado y censurado, pero todavía considerable.
UNA NUEVA MIRADA
No resulta menos difícil seguir los pasos que llevaron de la resistencia a laadaptación
y que se manifestaron en un alejamiento progresivo en relación con las antiguas
culturas. Un alejamiento que, sin embargo, nunca se orien tó hacia el abandono
irremediable. El análisis de las 'pinturas coloniales y, en menor grado, de laevo
lución de las tradiciones orales en el transcurso del siglo ¡ VI aporta, sin resolver este
problema, preciosas indicaciones y, con frecuencia, testimonios imprevistos. Así,
no deja de ser desconcertante la precocidad con la cual algunos indios pintaron la
sociedad que se formaba a su a lre de do r y entre ellos. Por un lado, porque esa
precocidad impide considerar la expresión pictográficacolonial como un arte rígido,
como una supervivencia inerte o un estorboso arcaísmo. Por el otro, porque da fe
de la curiosidad insaciable que se manifestaba con respecto a un mundo insólito y
hostil. Desde 1545, en una reunión secreta, algunos nobles indígenas se jactaron
de haber aprendido ya todo lo que deseaban saber de los conquistadores. toda la
manera de los e spañoles , de su pel ea r y fuerzas y del arte de los cabal los e todo
lo demás que ignorábamos y no sabíamos .24 Aquella voluntad de saber y de descubrir, así fuera a costa de viajar a España, es la misma que impulsó a 5 indíge
nas a reconstituir o, mejor dicho, a constituir, nuevas relaciones con los seres ycon
las cosas, llenando así de manera progresiva los vacíos la red de agujeros -
dejados por la Conquista española.
Desde los primeros contactos. algunos pintores indígenas se las ingeniaron para
reg istrar la i rrupción de aquel los seres a los que, en un princip io , se consideró
dioses. Por ese medio supo Motecuhzoma, mucho antes de Cor tés, de la l legada
de laflota de Narváez, y por él transmitieron Josindios de Chaleo y de Tlalmanaleo
24 Epistolario de Nueva Elpaña. 1505·1818. t. IV. México Ant igua Librería Robredo. 1 ~ 3 9 . p. 166.
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LAPINTURAY LAESCRITURA LAPINTURAY LAESCRITURA 31
informaciones estratégicas a Cortés, representando en telas de henequén a las tro
pasmexicanas que lo amenazaban. Esto quiere decir que, desde un principio, las
pinturas consignaron la historia inmediata, mientras que algunos años después,
entre losvencidoscomo entre losaliados indígenas de losinvasores, ciertos cantos na
rraban la magnitud del desastre mexica y hablaban de la desolación de las ruinas.
Tras lasprimeras dos décadas, e paisaje político se transformó. Surgieron nuevas
generaciones que habrían de dejar importantes producciones, a ejemplo de laque,
más de treinta años después de la Conquista, ilustra y exalta la colaboración tlax
calteca con la invasión española. El Lienzo de Tlaxcaia L MIN 2) probablemente
fue pintado a solicitud del virreydon Luisde Velasco, entre 1550y 1564. Setrata
pues de una obra de encargo de 7 por 2.5 m, que ofrece la versión t laxcalteca de
los acontecimientos, a lo largo de alrededor de 87 cuadros. Para estos indios, es
también un manifiesto político, que no vacila en maquillar los hechos, cuandoéstos podían desmentir e indefectible apego de losindígenas tlaxcaltecasa la causa
de losconquistadores.26 Hasta la llegada de los españoles, los nahuas de Tlaxcala
habían podido resistir ante losdesignios de losmexicasy de la Triple Alianza. Tlax
cala era un estado poderoso, situado entre la t ierra cal iente del golfo y el val le
de México, que finalmente se decidió a apoyar la expedición de Cortés, luego de
haberla combatido. Sin discusión posible, losespañoles pusieron término a la domi
nación mexica gracias a este aliado, al que supieron agradecérselo concediéndole
una autonomía relat iva en el seno de la Nueva España. Con el correr de los t res
siglos que duró ladominación española, los tlaxcaltecas nunca dejaron de esgrimir
el apoyo prestado ni de reclamar sus privilegios. Escasiseguro que, yaconese espí
ritu, los aurores del Lienzo se mostraron prudentes al preferir callar los enfrenta
mientos que muy al principio los habían opuesto a los españoles. 27
~ n q u de contenido colonial, e Lienzo de Tlaxcala no deja de pertenecer, por
múltiples conceptos, a la tradición autóctona. Los nombres de lugar, los de los
protagonistas y lasfechas están representados mediante el uso de glifos. Losindios
se muestran de perfil, con los atributos de sus funciones, los signos de su poder
e l asiento icpa/ti los atuendos de sus jerarquías, y los tocados de sus etnias.
Numerosos objetos -canastillas llenas de tortillas, guajolotes, aves enjauladas,
canoas, escudos y estandartes- se inspiran en la línea figurativa autóctona. Tantocomo la ofrenda de ramilletes a Cortés, en señal de bienvenida, deriva del protocolo
indígena, la representación de agua, del fuego y de los ríospermanece apegada a
los cánones tradicionales. mismo ocurre con la arquitectura, los palacios, las
pirámides o los atrios de los templos: ninguna perspectiva, ninguna proporción
21 Bcrnal DIal del Castillo, Historia verdaderade la Conqliúta de la Nli;va España 1, México, Porrúa,
1968, p . 336; Durán Historia . ., op cit pp. 513-514. .
26 Glass y Roberrson. A Census HMJI/ 1975 , vol. 14, pp. 214.217; citemos las edicionesde
Alfredo Chavero (México, Secretaría de Fomento. 1892) y de Josefina Gar¿ía Quintana y Carlos Maní.
nez Marín (Méxir-», Cartón y Papel de México, 1983).
27 Gibson (1952). pp. 247-253 r 229.234.
realista sino, por el contrario, una estilización marcada que integra el glifo
toponímico al edificio que debe designar. Y sin embargo, el Occidente ya hace
acto de presencia visual en el Lienzo Por ejemplo, cuando la manera antigua in
terpreta el universo que descubrieron los indios. Hay que ver los refugios rodantes
y las máquinas bélicas construidas por Cortés: los pintores los estilizaron y los re
dujeron a dos montantes de madera cubiertos mediante un techo. El espectáculo
de la novedad incluso lleva a enriquecer el repertorio pictográfico cuando las mar
cas del hierro de los caballos ejemplo de las tradicionales huellas de pasos
señalan los desplazamientos de los jinetes españoles, o cuando un sol a la europea
sirve de glifo para designar al conquistador Pedro de Alvarado, a quien los indios
asimilaban con Tonatiuh el sol . Pero, de vez en cuando, Occidente invade el
espacio del Lienzo en esta ocasión al grado de imponer su propio lenguaje y su
percepción de las cosas.Por ejemplo, en el realismode losademanes y las actitudes:aquí, unos caballos pacen; allá, unos españoles descansan adormilados, tras su
agotadora huida de México. Pero también en el realismo de los retratos vistos
de f rente o de tres cuartos, en la expresividad de los rostros, en e dibujo de los
ojos, en la caída y los pliegues de las telas. Y, asimismo, en e principio de cierta
tridimensionalidad, cuando algunos grupos se destacan sobre fondos de lanzas
que sugieren otras más lejanas. No carecede importancia que los objetos de origen
europeo se representen confrecuenciasegún loscánones occidentales: ésees e caso
de la Virgen y el Niño, o de la Crucifixión. Lafiguración de los conquistadores
también está tomada de laiconografía europea, de la que seha calcado laimagen
en movimiento del j inete que carga, lanza en ristre. Y, en fin , las leyendas en
náhuatl que, con una frase sucinta, resumen el tema de un cuadro, e instauran
una relación con la imagen que ya nada tiene de autóctona.
¿Se podría hablar de la yuxtaposición de dos est ilos y de la coexistencia de
dos maneras? Imposible no hacerlo respecto a numerosos cuadros. Por ejemplo, en
Atliuetzyan (Tehuitzila), donde el grupo de los conquistadores corona e glifo del
agua. Pero otras veces sucede que la composición general es de inspiración occi
dental, trátese de la Recepción de Cortés en Tlaxcala o del Bautizo de los
señores rlaxcaltecas : la sucesión de planos, los ademanes de los sacerdotes cris
tianos, los rostros de los asistentes animan una escena de factura casi europea. Algrado de que nos inclinaríamos por atribuirlos a un pintor más aculturado, siotros
rasgos no emparentaran de manera estrecha esoscuadros con el resto de su obra.
Por el contrario, ycon mayor frecuencia aún, alparecer predomina la organización
tradicional del campo. En las batallas libradas en México, los edificios y las ciuda
des son objeto de una estilización extrema que delimita el marco convencional
donde se reparten los protagonistas del drama. Ocurre como si cada vez que los
autores tenían que representar un espacio grande y abierto, un templo, una ciudad
o unos caminos que atraviesan un paraje, hubieran recurrido al sistema de repre
sentación autóctona. A un sistema que permite incluir en la misma composición
escenas simultáneas o sucesivas. Así, en el cuadro dedicado a la Rendición de
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32 L PINTURAY LAES RITUR LAPINTURAYLAES RITUR 33
Cuauhtémoc se escalonan diversas escenas: Cuauhtémoc ante Cortés, la captura
de los dignatarios rnexicas, la llegada de las damas indígenas, la recepción que lesda
Cortés En cambio, escierto que determinados subconjuntos son de concepción
occidental: a ejemplo de la escena de bienvenidaque dispensa Cortés a las damas
mexicas. Pero la disposición general está regida poruna puestaen escenapropiamen
te autóctona. aunque no deje de recordar la decoración de lasgrandes tapicerías de
Arrás y de Bruselas. Debe evitarse atribuira los españoles una concepción del espa
cio calcada con demasiada fidelidad del Quaurocento italiano.
¿Quése puede deducir de estas primeras observaciones?Que los tlacTulo tlaxcal
tecas practican, a mediados del siglo XVI, un arte híbrido. Que se encuentran per
fectamente en posibil idad de representar un elemento exótico e l crucifijo- e
incluso una escena determinada e l bautizo- explotando los cánones del arte oc
cidental, pero que, en cuantose trata de ir más allá. reasumen lamanera autóctona
ordenando losplanos de acuerdo con distribuciones que no obedecen ni a laperspectiva ni a una escaladada. Elparentesco innegable delLienzo con la tapicería de alta
l iza tal vez no haya disgustado a los españoles que lo contemplaron, instaurando
una familiaridad tan inmediata como engañosa. Encuentro imprevisto del que ve
remos otros ejemplos, y que con probabilidad haya favorecido la conservación 0
mejor dicho, la reconversión de modelos antiguos.
Finalmente, detengámonos ante el gran fresco que corona la obra. Al mismo
tiempo que proclama la inserción de los señores tlaxcaltecas en lasociedad colonial
y las nuevas jerarquías, este fresco realiza la fel iz fusión de los simbolismos occi
dental e indígenas: laheráldica europea -otro encuentro- las armas impcria
los e m b l e m ~ cristranos (la cruz, los instrumentos de laPasión, laimagen de la
Virgen) se combinan all í con los glifos de los cuatro señores de Tlaxcala. Yen el
centro de todo, aplasta.ntes, las armas de Carlos V,dominando lacruz que plantan
los c ~ n q u l S t a d o r e s mientras que de cada lado, dispues tas en forma simét rica ,
se alinean las casas de los señores tlaxcaltecas. Asociando el águila bicéfala de los
Habsburgo con la garza de Mazihcatzin, señor de Ocotelulco,el Lienzo manifiesta
de_manera e s ~ e c _ t a c u l a r el.encuentro de dos simbolismos del poder. s in dejar de
senalar la s u m l s l ~ n de los Indígenas ante los vencedores. Yuxtaposición de dosmi .
radas y tesnrnoruo espectacular de una inevitable relación de fuerzas.
pinturas se empeñaron en representar el nuevo tablero polí t ico o, paraser mas exactos , en Situar el poder autóctono con respecto al aparato de Estado
m o n t ~ o por laCorona de España. Modo este de hacer un balance yde redefinirse
en un Juego de reglas trastocadas. 8Así ocurre, sobre todo, con el Códice de Tlate-
loleo29
(LAMINA 3). Despojado y sometido por México en 1473, Tlatelolco sin ern
bargo habíaseguido siendo. hasta laConquista, un importante polo comercial del
imperio mexica. Su mercado absorbía los productos de todo el alt iplano y de lu-
8El hoy desaparecido Lienzo del Tecpan de México, inaugurado en D5·6.
29 Robertson (1959), pp. 163-166; Glass y Robertson , A Census (1975 ), vo l. 1 4.
pp. 212·213. Véas« También la reproducciónfacsimilar en Berliny Barlow, Ana/elde Tlatelolco . ., op cit
gares aún más lejanos. Saqueado por los conquistadores, Tlatelolco fue poco des
pués de la Conquista uno de los grandes centros de la evangelización franciscana y
abrigó a partir de 1536 el colegio que formó las élites indígenas del siglo XVI. Si
tuado tan sólo a unos cuantos kilómetros al norte de México-Tenochti t lán, laciu
dad fue el lugar predilecto de laaculturación religiosa e intelectual de las noblezas
indígenas. En ese contexto eminentemente sensible a laoccidentalización fue pin
tado hacia 1565 el Códice de Tiateloico En él encontramos descrita la historia
de laciudad allá por los años de 1554-1564, la expedición del Mixtón narrada por
el cacique don Diego de Mendoza Huitznahuatlailotlac, el principio de la construc
ción de la nueva catedral de México, la recaudación del tributo, la abdicación de
Carlos V, eladvenimiento de Felipe II(1557) hasta lamuerte del virreyLuisde Ve
lasco (1564). Tlarelolco no sólo ocupaba un primer plano en el panorama colonial
po r su participación activa en el aplastamiento de losindios rebeldes delMixtón--
sino que también se vinculaba a la historia dinástica de ultramar. En esta serie derepresentaciones puede verse un acto de alianza a la Corona española, un reconoci
miento de la dominación colonial. Y así era. Pero expresamucho más: muestra el
abandono de laposición de vencido en favor de la colaboración con las autoridades
españolas a las que encarnan, en lapintura el virreyLuis de Velasco y el arzobispo
Montúfar. Una colaboración que es muy dist inta del sometimiento humillante, a
juzgar por laestatura gigantesca del cacique de Tlatelolco ante los miembros de la
Audiencia a los que se dirige o por los caballeros españoles de la expedición del
Mixtón, que son enanos en comparación con loscaciques que los acompañan. Este
juego de escalas manifiesta no sólo la conciencia del papel polí tico y mili tar que
conserva Tlatelolco en las primeras décadas de la colonización, sinoque con proba
bilidad también expresa la exaltación de una grandeza local libre ahora-de la tutela
del soberano mexica. Otros textos escritos en caracteres latinos muestran de mane
ra aún más explícita esta inesperada consecuencia de la Conquista española, cuyos
ejemplos podrían multiplicarse: el aplastamiento de laTriple Alianzadaba rienda
suelta a una miríada de auronornismos locales en los límites, huelga decirlo, de la
nueva dominación. Al parecer, a todo lo largo de la . pintura la tarea del tlacu¡lo
estuvo guiada por idénticas consideraciones yéste buscó afirmar formalmente una es
pecificidad autóctona y local al mismo riempo que tenía cuidado en vincularse a la
cultura y almundo de losvencedores. Tradición de la base: una franja o tira de papelde amate de cuarenta centímetros por 3.25 metros, tradición de la organización
del espacio, del empleo y de la distribución de los glifos toponímicos, de la repre
sentación de los caciques (sedentes, vistos de perfi l y flanqueados por sus glifos).
También tradición de las uniones gráficas la s consabidas huellas de pasos para
indicar los desplazamientos-c-, de la expresión de la palabra una voluta que sale
de l aboca del orador- y del flujo temporal que obedece al calendario indígena.
Predomina la tradición, sin que el pintor deje de acumular adopciones, como si
tratara de multiplicar los puentes, los empalmes entre el señorío indígena y las
nuevas formas de la legit imidad: de ahí, como en Tlaxcala, la presencia de la cm-
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34 LAPINTURA YLA ESCIUTURA LAPINTURAY LAESCRITURA S
blemática europea la s banderas del virrey, la heráldica, las siglas IHS---':, de ah í
también laprofusión de objetos que denotan la hegemonía española bajo sus avataresmás diversos: cadalso, asientos de las autoridades, campanas, cáliz, tabernáculo eincluso ese reloj que señala la introducción de o tro modo de medir el tiempo. Losc a c i ~ u e s ostentan sobre su persona las selecciones de l 1na aculturación de ropajes quelos Iguala a los españoles más notables sin privarlos de sus atuendos indígenas: loszapatos, las medias, los pantalones blancos, las espadas se agregan así a la diadema
ya la capa de antaño. Adopción de objetos, de insignias y de emblemas. También
adopción de un est ilo. e lde grabado europeo que inspi ra e t razo de las telas y lasarmaduras, que guía e dibujo de los elementos arquitectónicos y decorativos y detodo lo que deriva de los modelos occidentales. Elcatafalco del virrey, e esqueleto
de lamuerte o larepresentación del martirio de San Sebastián repiten tan minuciosa-mente prototipos renacentistas que su asociación con los cánones autóctonos producee más ext raño de los efectos . El encuentro es todavía más sut il cuando el tlacuilo
disimula bajo la representación de martirio de San Scbasrián una referencia cronológica indígena o corona con plumas de quetzal un tabernáculo cristiano.
Ello es hablar de la maestría esti líst ica y expresiva que logra el pintor indígena,quien incluso aprende a sombrear las superficies para sugerir e relieve. Lo cual noimpide que el recurrir a un códigoestilístico e iconográfico europeo sólo conciernaa subconjuntos aislados, a unidades figurativas y decorativas que sirven en última
instancia para enriquecer una composición general cuya concepción sigue siendo
t radicional . Si no puede negarse que e ttacuilo esté familiarizado con las formaseuropeas al grado de hacer intervenir una doble codificación, aún más manifiestoes que continúa situándose dentro de un modo de expresión autóctono, como s i l a
o r g a n i ~ a c i ó n global de campo pictórico escapara a la influencia de Occidente.
como S e pintor sesituara en las fronteras de su propia cultura, en confines abiertosa rodas las adopciones, s in que, sin embargo, la matriz original sea puesta jamásen tela de j ui ci o. Más que una incapacidad para reproducir la manera occidental.prefiero ver en ello e deseo de satisfacer e gusto y la demanda de una nobleza localy, sobre todo, la traducción pictórica de una estrategia cultural y política. Como en
Tlaxcala, las ambiciones locales buscaron forjarse un espacio propio abriéndose almundo e s p a ñ ~ 1 sin renegar su s raíces. A t ravés de la creat iv idad y la receptivi dad de tiacuiio asoma e dinamismo de una doble f iguración de la realidad enque s representacion.es indígenas integran felizmente ciertos elementos de la ~ e r -cepcron occidental, PIntando la SOCIedad colonial unos cuarenta años después dela C o ~ q u l S t a e L l e ~ z o de Tlaxcala y e Códice de T/ate/oleo revelan algunas de lasfacetas de una Identidad en ges tación de la que este último desarrolla una imagen
e o c u ~ n t e cuando hace danzar a c a b ~ l e r o s águilas y los caballeros tigres a los piesde vmey y de arzobispo. Reminiscencia de una nobleza, evocación de los atuen-
y de la sdanzas que expresaban su poder y su valent ía , pero también acto dea li anza a un nuevo orden político cuya doble naturaleza, temporal y espir itual seha aprendido a distinguir. '
Tanto para hablar de lahi s toria inmediata como de régimen colonial, las pin-
turas sirvieron para llenar tareas más materiales. Sibien escierto que, desdeantes dela Conquista, los indios usaban ese apoyo para l levar e registro de los tributos,
anotar las cantidades debidas y los términos por observar, las pinturas ejecutadasbajo la dominación colonial se emplearon muy pronto para registrar las transformaciones económicas, comerciales y financieras introducidas por los invasores. Porejemplo, desde los años 1530, los comerciantes de Tlatelo lco tienen inventariospictográficos donde figuran unas aliado de arras lasp iezas de algodón y las mone-
das de oro de los conquistadores . Uno de los ejemplos más convincentes de estaapertura nos lo ofrece sin lugar a dudas e Códice Sierra JOA diferencia de los ante-riores, este documento no sale de estudio de a rt is ta de una de las capi ta les demundo nahua. Proviene de Tejupan, un pequeño señorío situado en uno de los
pocos val les de la Mixteca Alta . Esta región de montañas que se extiende hasta elval le de Oaxaca fue asiento de cul turas cuyo apogeo se sitúa en el s iglo XIV. Éstasdejaron admirables piezas de orfebrería a más de los tes timonios de una tradiciónpictográfica cuya excepcional importancia todos es tán de acuerdo en reconocer . Enel siglo XV, los mixtecas hubieron de defenderse, a veces de manera infructuosa.contra las empresas de los mexicas. Por lo demás, fue en esas circunstancias en que
Tejupan cayó bajo su dependencia y tuvo que rendirles rributo. Contemporáneo
del Códice de T/ate/oleo pintado ent re 1550 y 1564, el Códice Sierra es un libro dec u e ~ t a s el cual describe los gastos efectuados por e pueblo de Tejupan UMIN 4).El l ibro recurre a las notaciones ant iguas: g lifos rnixtecos indican el año y su jerarquía, 7 Técpatl (1552),8 Calli (1553), 9 Tochtli (1554); otros sirven paraseñalar losnombres de lugares (México, Tejupan, Ocotepec)o las cantidades (la banderapantli
para 20) mientras que los objetosde origen autóctono o local reciben sus figuraciones acostumbradas: el asiento icpa//i la estera, las plumas de quetzal. , yse perp.et.úan los nexos gráficos y e simbolismo habitual: las hue ll as de pasos para e lViajeo las volutas de la palabra. Pero la expresión pictográficase abre a una extensagama de objetos exóticos como lo hacen por lo demás e Lienzo de l xc i o elCódice de Tlateioico con la diferencia de que e procedimiento es aquí sistemático.Se entra en los terrenos más diversos: la v ida materia l, la cría de gusano de s ed ay
e cult ivo de lavid, l acr ía de ovejas, l a alimentación (e vino. e queso), los utensilios de mesa (cuchil los, cucharas, p latos, manteles, servilletas), e mobiliario (lasilla, el escritorio). La mirada capta también la irrupción de la técnica occidental enla que figuran otros tantos glifos nuevos. La hoja se cubre de objetos antaño desconocidos, ahora casifamiliares: clavos, cerraduras, cadenas, goznes, cerrojos para laherrería, tornos para hilar la seda, escardillos, tamices, zapapicos, jabón, sillas demontar, cál ices de oro y ornamentos litúrgicos a los que hay que agregar los escritos, los t í tulos, las ordenanzas y las cédulas de la administración española. La enu-meración heteróclita transmite una imagen de lo que podía materializar y significar
JO Nicolás León. Códice Sierro México, Museo Nacional. [1933J 1982.
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36 LAPINTURA Y LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRITURA 37
la penetración de Occidente a mediados del siglo XVI en una remota aldea mixteca:
puertas que se cierran, modales inusitados en la mesa, objetos de hierro u n me
tal nuevo bajo estos cielos-, animales domésticos, caballos, remedios de Castilla
y la escritura. Las frecuentes alusiones a la compra de larvas de gusanos de seda y
luego, a partir de 1561, a la venta de este producto recuerdan la importancia inter
nacional que había adquirido en est e terreno la Mixreca Alta bajo el impulso de lbs
españoles. De todo ello nos dejan laspictografías sus respectivas instantáneas pre
ciosas. Pero también se muestran por igual capaces de fijar nuevas referencias, mucho
más abs trac tas. Tal es e l caso de las fechas cri st ianas a l as que corresponden glifos
determinados ycreados para la circunstancia: una rueda dentada para SantaCatalina,
un establo para Navidad, una l lave y una espada para San Pedro y San Pablo, una
oriflama rematada por una cruz para Santiago. Aunque sea más bien la naturale
za contable de documento lo que llame la atención. El Códice Sierra conjuga tres
formas de numeración distintas: glifos qu e expresan e sistema vigesimal indígena,
números arábigos y letras romanas. Las monedas españolas se representan mediante
formas que amplían aún más el repertorio pictográfico: discos adornados con un 8,
otros atravesados po r una cruz de Malt a reproducen el peso de ocho reales . Las mo
nedasse hallan alineadas una junto a otra hasta llegara veinte: e tl c llo se'contenta
entonces con dibujar una sola moneda rematándola con la bandera pantli signo
del número 20 en la contabilidad autóctona. No se podría indicar mejor la irrup
c iónde la economía monetariaen un universo que hasta entonces sólo había conocido
como unidades de cuenta los granos de cacao y las p iezas de algodón.
Pero merece señalarse un rasgo más . El Códice Sierra no es exclusivamen te
pictográfico. También incluye textos en lengua náhuati h st el siglo XVIl la lin-
gua franca de la Nueva España- y por tanto en caracteres alfabéticos que explican
el contenido de los g li fos y confi eren a l conjunto del documento un a estructura
mixta: cada página está dividida en franjas horizontales donde se suceden reunidas
las pictografías, algunas líneas en náhuatl y el monto en pesos y números arábigos.
El conjunto tiene e aspecto de un l ibro de contabilidad europeo que reuniera los
fragmentos rotos de una pintura t radicional . Lainvasión de laescritura ysus re
laciones con las pictografías constituyen innegablemente una notable innovación
que era mucho menos sensible en el Lienzo de Tlaxcala o e Códzú de Tlatelolco.
La expresión pictográfica puede integrarse a un libro de cuentas a la manera occi
dental y aportar a la per fecc ión todos los datos materiales y monetarios exigidos
po r ese instrumento. Nada podría hacer sentir mejor esa plasticidad que una pe
queña escena pintada por el autor del Códice Sierra.En ella asistimosa la verificación
anual de las cuentas de Tejupan: tres españoles se reúnen ant e una mesa cubierta
con un tapete verde; al centro, uno de ellos apila monedas para contarlas, a su de
recha el intérprete traduce, a su izquierda e escribano anora las sumas en una hoja
de papel. Mirada de pintor indígena a otras técnicas contables, a otros modos de
expresión (la escritura) y Otros modos de pago (las monedas). Una mirada cuya ri
queza estamos lejos de haber agotado y que se ha mostrado perfectamente capaz
de responder a las condiciones de un entorno t rastocado y a las exigencias de los
nuevos amos, a cos ta de algunos arreglos (la escritura alfabét ica y la moneda) para
darse a entender. En todas partes de la Nueva España hubo pintores que se esfor
zaron por enfrentar la misma prueba. Bástenos con c it ar al de Códice Chavero
quien, en una época más tardía (1579-1580), cerca de unas medidas l ~ n a s de gra
nos, figura las cantidades de dinero que los indiosde la región Huejotzmgo, de
ben entregar cada año a la Corona. Qué duda cabe de qu.e, aplicando un.a polmca
fiscal que retoma por cuenta propia la recaudación del tributo. las u t o n d d e ~pañolas hayan incit ado por todas panes a los pintores a llevar adelan los viejos
registros al mismo t iempo que los adaptaban a las neces idades de t re rnpo . a la
apari ción de la moneda, al nuevo calendario.
Es posible que desde la época prehispánica se hayan presentado pinruras ante
tribunales o inst i tuciones equivalentes. No conservamos de ellas el menor rasrro.
En cambio, es indiscutible que sirvieron de modo úti l a los indios que recurrieron
a las nuevas instancias judici.les instauradas por los españoles. Muy pronto, desde
los años 1530, ciertosindios penetran Josmecanismos de los procedimientos civiles
o eclesiásticos y a veces saben sacar partido. En 1545, algunos tradujeron al náhuarl
las leyes de la Corona que los protegían, mientras que Otros, cada vez más numero
sos, nobles, comunidades o paniculares, apelan a la just icia del rey. Es probable
que las pinturas continúen desempeñando elpapel que habían tenido ames de la
Conquista, cuando pintores muy diestros que con sus caracteres ponían las persa
nas que pleitaban y sobre qué . El libreto suele ser elsiguiente: el quejoso presenta
a las autoridades españolas po r ejemplo, al corregidor- una pintura que expone
el objeto del l ir ig io ycon base en est e documento se oye a los testigos y se desarro
l la e detalle de los interrogatorios. Se podrían multiplicar los ejemplos al respecto.
Las piezas presentadas en 1549 por i nd io s de la r eg ió n de Cuernavaca.contra el
marqués del Valle n d menos que e hijo de Hernán Cortés-r-, a qUien
ban de haber usurpado sus t ie rras , son de fac tu ra t radicional : en e llas hay li os
qu e expresan las medidas y la forma de los campos, los n O l b r ~ s de lugares ' .el upo
de árbol o de planta cultivado, e lapso de la usurpación, loscarnmos. la Identidadde
los quejosos. Todos los informes necesarios se consig,nan en cada pintura con
una notable economía de medios. En toda la Nueva España, otros documentos se
cubrieron en forma progresiva de glifos nuevos para denotar, como en Tlarelolco o
en Tejupan, las innovaciones introducidas por los españoles . En 1552, una pin
tura de la región de Tepotzotlán, debida a unos ind ios que se quejaban de l ~ a b e rsido maltratados, representa monedas, puercos y un sil lón español donde se srenra
un juez indígena. Un p.roceso de Cuautitlán, de 8 de abr il de 1558, r e ~ e m o rla desavenencia entre carpinteros indígenas y e al ca ld e mayor , a propósito del
pago de una banca: este mueble de factura española está pintado de frente, sin
Spores (t967), pp. It3 119 120;EpiIrolm;o .. IV, p. 1 65 . . _J2 Códices indígel1llsde algunospueblos del Mflrqucsfldo del v lIe de Oaxaca México. 1alleres Gra·
f icos.de la Nación. 1933.
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38 LAPINTURA Y LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRITURA 39
perspectiva, por tanto a la manera tradicional, mientras que la cadena que simbo
liza el encarcelamiento injusto de los quejosos denota un tratamiento demasiado
realista para estar indemne de influencias occidentales. Para expresar la fechade domingo u n círculo blancorematadopor una cruz- ylos nombres cristianos dealgunos de los protagonistas, el pintor abreva profusamente en un registro pictóricoya modificado de un modo considerable, a ejemplo deÍ autor del Códice Sierra. Enotras palabras, las pinturas todavía participan con eficacia en la defensa de losintereses indígenas en la medida en que representan muy bien las nuevas situaciones a las que deben enfrentarse continuamente los indios. ello hasta el siglo XVI ,
como lo muestra el Códice Teteutzinco ; que enumera las quejas de una comunidad
indiade laregión de Taxcoen 1622 .l l Sería conveniente examinarmuchas otras obras e l FragmentoHumboldt VI, el CódiceKingsborough o Memorialde losindios de
Tepetlaoztoc, el Códice Osuna, el CódiceAcasuchitlán- pero éstas no harían másque corroborar la eficacia conservada por las pinturas en un terreno tan crucial.
No hay ninguna de las pinturas que hemos considerado que no evoque enuna u o tr a forma la huella de la evangelización. ElLienzo de Tlaxcala consignabaescenas enteras: piénsese en el bautismo de los señores tlaxcaltecas; el Códice de l -
teloleo pintaba a los representantes del clero católico lo s franciscanos, el arzobispo temas hagiográficos e l martirio de San Sebastián-, representaba objetosdel culto, campanas, que materializaban las fechas memorables de la his toria delcristianismo local; el Códice Sierra hacía inventarios todavía más precisos y, comoe Códicede Cuautitlán, se dedicaba a señalar las fechas de calendariocristiano y aatribuir glifos a los santos de los vencedores. El cristianismo multiplicaba por doquierasus imágenes en las grandes ciudades del altiplano o en las montañas de laMixteca Alta. Mas, ¿podían las pinturas prestar un apoyo más inmediato y aún
más ac tivo a la empresa de la evangelización?Lohicieron, pero, en esta ocasión, por medio y al impulso de los evangelizado
res que descubrieron en la imagen e medio cómodo -sobre todo en las primeras
épocas- de paliar su desconocimiento de las lenguas indígenas. Esconocida la experiencia del franciscanoJacobo de Testera quien, habiendo llegado en 1529, uti
lizaba un lienzo donde estaban pintados los miste rios de la fe que un intérprete
indígena explicaba a los neófitos. Surgieron otras técnicas más elaboradas: una, ala manera de un jeroglífico, consistía en encontrar imágenes de objetos cuya pro
nunciación se aproximara a las palabras contenidas en las plegarias cristianas. Deese modo, los s ignos de la bandera pantli y d e la tuna nochtlidebían correspondera la:' primeras sílabas del Paternoster Pan. . . Noch . Amén seexpresaba agregandoa: signo. d: l at l el del maguey met]. A tal grado que e dominico LasCasas po
dia escribir hacia 1555 qu e había visto mucha parte de la doctrina cristiana escritapor sus figuras e imágenes que [los indios] leían por ellas como yo la leía por nues-
H Tepo tzo rlán : GN, Tierras, vol . 2 71 9, exp . 8 . f ol . 2 0;Cuautitlán:)oaquín 'Galarza fulud JI dt. I ae
CIenlira rgena traatctona aZleea.náhuall, Méx ico. GN. 1 979. p p. 1 33 .1 57 ;Teteurz inco: GN.Tierras, vol . 3 33 1. exp . 2 4. f ol . 3 .
t ra let ra en una carta . Es innegable que, aunque explotado por los españoles, eprocedimiento exigía la colaboración constante de indios famil ia rizados con losrepertorios de glifos, capaces de proveer signos y de pintarlos a solicitud de los misioneros. Severá en ello un a desviación o, más bien, una explotación de la expresiónpictográfica que hac ía hincapié en el fonetismo, precipitando tal vez así una evolución hacia la notación silábica a la que hemos de volver. Tampoco se pueden pasarpor alto los catecismos impropiamente llamados testerianos , que alinean imágenes cristianas esbozadas de prisa (Dios Padre, la Virgen, laTrinidad ) de acuerdo con un sentido de lectura que por lo común sigue planos horizontales, cubriendoel anverso y el reverso de una hoja. Esta vez, lo que se impone es recur ri r a la memaria visual y a la iconografía occidental, a la que se mezclan de manera más esporádica glifos de inspiración prehispánica la flor, e cielo- o de creación colonial. Su
origen no se conoce a cienciacierta mas, por lo que se ve, aunque e procedimiento
a l parecer fue creado por los evangelizadores, los indios participaron de manera
importante en su desar rollo. De ahí el homenaje que no dejó de rendir e jesuita
José de Acosta a la vivac idad de los espírirus de estos indios . Por otra parte, también hubo iniciativas indígenas al margen de estas exper ienc ias dir igidas . Porejemplo, las que el cronista franciscano Motolinía fecha en los años 1530: algunosindios dibujaban sus pecados antes de confesarse ymostraban al sacerdote aquella información gráfica por no poder comunicarse verbalmente en españolo en náhuatl.
Una vez más, en ello se perciben lo ingenioso y los límites de laempresa: era precisoque esos indios supieran pintar , en el sentido tradicional de la palabra, y que
dieran a los signos que formaban el sentido que en ellos creían descubrir los confesores. Como en e caso de los jeroglíficos, no dejaron de multiplicarse los malentendi
dos, las aproximaciones, las confusiones. Lo cual no impedía que las pinturas
trataran de captar de nuevo las categorías, los seres y las cosas que les imponían losrecién llegados. Penetraban poco a poco en un universo cristiano al parecer irreductible alsuyo, acaso incluso antes de describir lasociedad extraña, las instituciones, los poderes, las relaciones políticas y económicas que inventaba e instauraba lacolonización. Algunas incluso franquearon los l ímites de la ortodoxiamezclando
a las imágenes de los antiguos dioses e dibujo del Crucificado y la representaciónde la rnisa . '
Esta apertura al mundo colonial se matizará subrayando hasta qué grado estasdiversas empresas no hic ie ron sino proseguir caminos prehispánicos , as í fueseadaptándolos y modificándolos. De la crónica de la Conquista al catecismo teste-_
r iano, todas tienen más o menos un equivalente o un antecedente autóctono. Sinembargo, hay un terreno en que, impulsados por los religiosos, los pintores indígenas fueron llevados a modificar radicalmente su mirada, la de la introspección socio-
l4]. B. Glass. A Census of Middk American Testerian Manuscriprs , M l (1975). vol . 14, pp. 281296: León Portilla (comp.). Un catecismo náhllallen imágeneI. México. Cartón y Papel de México. 1979.
Pedro Ponce , Breve relación de los d iosesi r it os d e l agentilidad . AnaleI del MUIeo Nacional,
México. 1892. Época primera. 6. pp. 3-11.
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l ó g i c ~ etnográfica. Sabido es que franciscanos como Motolinía, Olmos, Sahagún ydOlTIlnl OS como Durán, alentaron investigaciones sistemáticas sobre el mundo
prehispánico que les permitieron elaborar obras excepciOfales. De ese modo , im
pulsaron a sus informantes a l levar adelante una reflexiól\ profunda sobre e con
Junto las c . u l t u ~ a s de las qu e eran originarios y a obtener de e ll a una imagen
e x h a u s t ~ ~ a y sintética en,lo posible. Esta obra sin precedente de sel ección y de orogaruzacron de los datos Iba acompañada de un doble proceso de distanciamiento
dado qu e las culturas descritas eran en principio las de antes de la Conquista y qu e
una parte de los rasgos evocados pasaba en adelante po r demoniaca. Más adelante
insistiremosen e efecto de estaperiodización yen las modalidades de esta irrernediable condena. Las crónicas de los mendicantes o los escritos de un Alonso de Zorita nofueron l os únicos en recoger e fruto de aquel esfuerzo. Llevaron su marca pintu
ras como la tercera parte del Códice Mendoza, de la que no se conoce ningún
a ~ t e c e d e n t e precortesiano. J6 Pintado con la dirección de maestro de pintores Fran S O Gualpuyoguálcal a solicitud del virrey Antonio de Mendoza, a partir de losaños 1541-1542, e Códice endoz muestra la película de la exis tencia cotidiana
~ I m u n d o n ~ u a El nacimiento, e matrimonio, la educación, la guerra, lajusncia, la represión de los delitos, de la embriaguez, del adulterio, de robo seevocan all í en imágenes. Las clases inferiores y lo cotidiano tienen una aparición
d e s t ~ c a d a : e campesmo con su bastón l a coa )y su ces to e huacal), e artesano, e
c a r p m t ~ r o e c ~ n t e r o Hasta los d e ~ c a r r i a d o s de toda laya: el ladrón, e vagabun
do , el Jugador Inveterado. Como S de pronto surgieran a l a exi st enci a pictórica
estratos la pobl:,ción tipos por los que, al parecer, poco se habían preocupado
los tlacu.zlo de a n t a n ~ mas proclives a captar la imagen grandiosa de lospoderosos yde los dioses _ q ~ e la silueta de los humildes, La extensión del campo de observación
pare.ce a ~ e m a s Ir acompañada de una pequeña revolución iconográfica: la descontextuallzaClon.de la Imagen. Antes, la expresión pictográfica se vinculaba a elementos
c o n t ~ x t u a I r z a ~ o s : evocaba las bodas de un príncipe y no la institución del matri
rnonro; describta e c,ast igo de un nob le y no la r epr esi ón pe r se. En e Códice
M e n d ~ z . a las compostciones en cambio se hallan desvinculadas de toda coloracióna ~ e c d o t 1 c a de t o d ~ referencia singular de orden histórico o ét ico. Son instantáneas
e J e m p l ~ e s protoupos, e s c e ~ a s costumbristas anónimas con posibilidad de sarisfa
cer la mirada de los ~ v a n g e l z a d o r e s y los virreyes. Igual ocurre con las imágenes
tratan de n a c I ~ l e n t ~ o de la educación de los niños. La tercera parte de Có-
dice M.endoza es testlmo.nJO de la expresión picrográfica t mbién podía ofreceruna m l ~ a d a global y enCIclopédIca sobre e mundo y la sociedad de los que emana
ba: registrando lo q.ue antaño habría considerado demasiado banal o demasiado
e v ~ d e n t e ser pintado, Mas esa mirada a sí mismo y con frecuencia a un sí~ I s m o termm.ado no Inocente puesto que conformaba e imponía a l mismo
tiempo que fijaba-s- la Imagen estereotipada que debíamos conservar o encontrar
LAS TRANSfORMACIONES DE LA EXPRESIÓN p¡CfOGRAFICA
en esas sociedades extintas. En gen er al se olvida qu e la inmensa mayoría de lostestimonios qu e poseemos sobre e mundo prehispánico se produjeron en las c ir cunstancias excepcionales posteriores a la Conquista y qu e lo r ef le jan a él tanto
como a las sociedades desaparecidas. Finalmente, el distanciamiento que implicabaese paso no estaba circunscti to a los reducidos círculos de los pintores y los informantes, era sólo e coronamiento intelectual de un proceso en curso en e conjunto
de las sociedades indígenas, confrontadas dondequiera con modelos de comporta
miento cristianos, con prácticas familiares, matrimoniales, ri tuales , etc.. nuevas,obligadas dondequiera a a is la r, a singularizar y a poner en tel a de jui cio conductas
que hasta entonces se imponían por su propio peso. ' Vale decir que incluso antes dedestruir un rasgo o de modificarlo, la acuIturación puede intervenir de manera
más insidiosa, obligando a captarlo desde una perspectiva distinta, a al terar su claridad. A decir verdad. la demolición de los templos y l indagación etnográfica no
son sino dos modos de señalar y de acrecentar la separación entre el mundo de losvencidos que se a le ja y la nueva sociedad qu e surge de las ruinas.
Si los pintores indígenas lograron transmitir la realidad colonial que descubrían yresponder a la demanda de los españoles permaneciendo f ie les a su art e, es porque
supieron modificar su instrumento y desarrollar sus potencialidades. Favorecidapo r e interés que pusieron los conquistadores en e modo de expresión pictográfica , producto de una interacción constante entre la t radi ci ón y e aporte exótico,entre el l ibre albedrío y lo imperativo, aquella plasticidad devela en e campo de laexpresión algunos de los procesos que señalaron de manera más general el surgimiento de una cultura híbrida a mediados del s iglo XV
El glifo, como hemos seña lado, no es ningún signo estereotipado. Ya hemos
dicho que los nahuas se habían visto obligados a transcribir palabras extranjeras,por e jemplo, en oc asi ón de las conquistas que los llevaron hasta los rnixtecas ylos zapotecas de la región de Oaxaca. Esta necesidad pudo dar principio a un esbozo de foner is rno precipitado por la Conquista española. Pues ¿cómo expresar la
pléyade de palabras desconocidas que introdujeron los invasores? Los trabajos deJoaquín Galarza't l lamaron la atención hacia e problema planteado por la expresiónpictográfica de los nombres de santos y de las fiestas cris tianas. Aquellos vocablosmuy pronto se habían constituido en referencias esenciales puesto qu e todos losindios estaban obligados a observar e calendario cristiano -aunque, en la clandestinidad, conservaran otros cómputos-e- y, en e momento del bautismo, habían recibido un nombre que obligatoriamente debía designarlos en sus relaciones con l
Iglesia o con la administración colonial. Se derivaron soluciones de las qu e el Códice
41APINTUR YLAES RITUR
f¡
LAPINTURAYLAES RITUR0
J6 Roberrson 1959). pp. 95-107; Glm. A Census, . . : . HMM 1975 . vol. 14. pp. 160.161.JJ Gruzinski 1982).J8 Galarza, Estudios de escrtturn indígena. op. cit.
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42 LAPINTURAY LAESCRITURA LAPINTURAY LAESCRITURA 43
Sierra nos ofreció algunas ideas. Fue así como ciertos pintores eligieron descompo-
ner fonéticamente el vocablo exótico vinculando los elementos aislados de ese modo
a palabras nahuas dotadas de un equivalente pictográfico: por ejemplo, el signo que
representaba un muro de ladrillo , un parapeto, sirvió parapintar la palabra santo
(o san) puesto que su valor fonético era xan y xante . Otro paso consist ió en enri-
quecer el repertorio tradicional procediendo a una reducción y a un a estilización
gráficas de los atributos de los símbolos cristianos. La llave designaba a San Pedro,
la parril la a San Lorenzo, la espada a San Pablo, etc. Lejos de ser una innovación, la
sel ección de un rasgo para indicar el todo retomaba el uso ances tral de figurar a
divinidades indígenas usando una prenda o un ornamento. También solía suceder
qu e un signo fuese producto de una creación original , como aquel cadáver prepa-
rado para la incineración y rematado por un cirio que supuestamentedebía indicar
la celebración de muertos del 2 de noviembre. Ninguno de los dos procedimien-
tos . el fonético y el metonímico, implicaba la exclusión del otro. Por ejemplo, para
San Francisco, por enc ima del d ibuj o del sayal o de la soga con tres nudos que
caracterizaban al santo, a veces se prefería una solución fonética. Tercera vía por
considerar: el pintor explotaba el valor fonético y simbólico de un glifo tradicional.
En fin, era posible constituir un glifo compuesto que articulara un símbolo y un
signo fonét ico y, por ejemplo, expresar el nombre Miguel agregando alas de ángel
al signo rniquetl (cadáver).
La diversidad de las combinaciones no podría disimular los límites pronto alean-
zados de estos procedimientos. Las transcripciones de los nombres cristianos con
frecuencia eran parciales t anto como las equivalencias fonéticas tomadas. De ese
modo, iico supuestamente había de expresar Francisco e n t an to qu e Xo (de
xochit , flor) debía remitir a José. Tocaba al lector indígena adivinar y completar
este principio mnemotécnico. Por lo demás, el simbolismo cristiano no siempre se
percibía con claridad. Para representar a SanJuan, los pintores figuraban una copa
de la que surgía un dragón que a veces tomaba e l aspec to de un cisne o de un
águila. ¡Es que no resultaba fácil representar el bestiario fantástico de Occidente
Lejos de estar uniformadas, las transcripciones derivaban de iniciativas múltiples y
dispersas. Cuando menos existían dos transcripciones fonét.cas para Esteban y, por
tan to , dos glifos enteramente distintos. En fin, en el mismo documento un glifo
nuevo se podía dibujar de varias maneras: en el Códice ubin el convento de San
Agustín de las Cuevas está figurado por un corazón ardiente traspasado por un a
flecha cuyo dibujo obedece sucesivamente los cánones occidentales o la tradición
autóctona. Por encima de estas preferencias , más allá de las vacilaciones y las aproxi-
macionesde un modo de expresión que se buscaba, se presienten las preocupaciones
de medios indígenas confrontados directamente con las instituciones coloniales y
con exigencias políticas y culturales nuevas: era preciso poder transcribir un nombre
de pila e n una pintura para que fuera recibida por los t ribunales españoles, era
menester encontrar los medios de pintar el calendario cristiano para asimilar la
periodicidad de las fes tividades catól icas y para familiarizarse con el t iempo de
los vencedores. Por lo demás, en ello no sólo ha de verse la adaptación forzada y
oportunista del mundo antiguo al mundo nuevo. Entre los indios de la segunda
generación sin duda hubo también un esfuerzo considerable para reencontrar u.n
orden perdido tanto como para determinar e inventarse n u ~ v ~ s puntos de referencia
con ayuda de un conocimiento preciso de la iconografía cnstiana de la qu e estaban
visiblemente empapados. Aunque sea cierto que sólo indios p o s ~ r s ?e. este
saber se hallaban en posibilidad de descifrar las invenciones de los tlacuilo cnstianos
y de hacerlas circular. . ,Este esfuerzo sólo se explica en SOCiedades donde la expresión pictográfica segura
siendo preponderante y ordenaba hacer pasar un acervo esencial e nuna forma,
a pesar de todo, tradicional. Empero, se adivina ya la presencia de l adversario que
habría de imponerse. El recurrir al simbolismo cristiano por parte del prnror y de
sus lectores no se apoyaba de u n m od o exclusivo en la contemplación de las
figuras y los frescos con que se adornaban las iglesias y los conventos, su mayoría
en proceso de construcción. En ello habrá de reconocerse el efecto del l ibro europeo,
único que en sus v iñetas podía ofrecer un repertorio preciso y abundante o en su
texto incluso ayudar a identificar los dibujos ya encontrar las palabras latinas i·sitatio, Expectatio, e t c qu e los nuevos glifos se empeñaban en representar. No
es imposible que la inf luencia del l ib ro haya s ido todav ía más profunda y que,
cautivados por el sistema de notación enteramente fonético qu e tenían a la v is ta ,
pintores indígenas hayan tratado de.explotar este fi lón en s.u propio ca.mpo.
está descartado qu e la práctica de la lectura incluso haya estimulado la rnvencion
de procedimientos pictográficos más complejos. Es sabido, entre arras cosas, que
para expresar el plural santos, algunos pintores dieron en utilizar la terminación
náhuatl del plural -me), expresada de manerafonética por el glifo del agave .met .
'Quiere esto decir que la expresión pictográficase dirigía hacia una lenta pero rnexo-
rable fonetización? Desdemediados del siglo XVI, la evolución parece emprendida
de manera clara. De ella se da fe, antes de 1550, en el Códice Mendoza. El Códice
Kingsborough (hacia 1555) multiplica los elementos que componen el gli fo (hasta
cinco en vez de uno o dos), atribuyéndoles un valor fonético y ordenándolos de
acuerdo con la s uces ió n de las s ll ab as. J? El p as o de la sílaba a la letra incluso se
esboza p o r ejemplo, para la vocal sin que por ello haya nunca la constitución
de un alfabeto. Las cosas pararon allí. ¿Acabaron los pintores indígenas por reno
dirse ante las comodidades del alfabeto lat ino? ¿Consideraron superfluo proseguir
la creación de un a notación alfabética y silábica? ¿O aprovechando el refuerzo y la
estabilización de la presencia colonial, habrá adquirido la escritura occidental, en
la segunda mitad del siglo XVI, un a supremacía definitiva que habr ía causado el
sofocamiento y luego el abandono progresivo del sistema pictográfico? Dejemos
estas preguntas en suspenso limitándonos a recordar que tal vez sea excesivo, s i no
39 Dibble , Wriring in Central Mexico , op, cii., p. 331; Roben Barlow y Byron MacAfee. Die
cionano de elemento fonético en escriturajeroglífica, México, UNAM, 1949.
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40 Roberrson (1959). pp. 60·62 111·113
41 Srnirb (1973), pp. 89·121.
es que erróneo, asignar por fuerza un destino silábico o incluso alfabético a un modo
de exp re sión que es mucho más que una forma de escri tu ra en cierne. El arte
consumado del tlacui/o del CódiceMexicano 23-24 (1570), quien pintó una versión
pictográfica del calendario cristiano, o el del autor de Códice Santa nitaZaca-
tia/manco (1600-1604), quien todavía muy a principios de siglo XVII mezcló los
signos fonéticos, los glifos cristianos y los glifos tradicionales, invitan a interrogar
aún más a la especificidad de ese lenguaje yesos convencionalismos.
La atención concedida al signo , a la originalidad de las creaciones de las que
fue objeto, nos pone en pel igro de perder de vista e l conjunto en que se inserta.
Aislado del plano en que se articula con otros signos en sus relaciones de sentido
de formas yde colores, e lg li fo ya no escabalmente loque era. Ahora bien, ocurre
qu e muy pronto esta estructura global sufre cierto número de modificaciones. Una
vez más, lainfluencia del libro occidental no esen ello ajena, pues ofrece el ejemplo
de un formato cuya adopción impone a los pintores una reorganización insidiosa delespacio pictórico. Reducción de tamaño en e caso de los lienzos sometidos a pro
porciones más modestas o redistribución por página en e case-de los screenfoids.
Así es c omo, en e Tona/amatl Ríos y e n el Te//eriano Remensis (1562-1563), un
tablero llega a ocupar dos páginas, de suerte que la disposición de los glifos de los
días y las divinidades protectoras se ve apreciablemente modificada. Pero hubo
transformaciones todavía más profundas. Elsistema de líneas, de marcos que antaño
y todavía en e Códice Borbónico servía de estructura, de esqueleto al conjun
to de las representaciones sedesplomó. Se tiene lasensación de pasar de un espacio
saturado de formas minuciosamente distribuidas e scattered attribute space a
una hoja vacía en que flotaran figuras sin sustento: lo que Robertson llamó un
paisaje sin espacio una figuración sin fondo que parece pedir una tercera di
mensión, una línea de horizonte. un trasfondo cualquiera. Otro tona/amat el
de Sahagún en el Códice de Florencia muestra e desenlace de esta mutación: se
bosqueja un paisaje, se instala la tercera dimensión pero yala imagen pictográfica
se transforma en ilustración de un texto en caracteres latinos. Elconejo que designa
un día del calendario- en lo sucesivo se pinta en este tona/amat/ con Jos rasgos
(para nosotros) familiares de un animalito que sal ta en un paisa je .
Hasta aquí sólo hemos tomado ejemplos y trayectorias nahuas. Pero con facilidad
se destacarla entre los mixrecas una evolución análoga: mientras que el Lienzo deZacatepec 1 (1540-1560) sólo l leva signos de lugares y de personajes, el Lienzo
de Zacatepec II -creado hacia 1580-1600, o seauna o dosgeneraciones después- se
puebla con profusión de animales yplantas cuya presencia probablemente sea más
decorativa que significativa. Pintado en 1579, yae mapa de Tejupan que acompaña
a la Relación geográfica de este pueblo también da testimonio de la i rrupcióndel paisaje ornamental.
Por consiguiente es posible, con Roberrson, reconstituir en pocas palabras las
principales etapas de esta evolución: paso de un flujo continuo de imágenes a una
paginación europea, a una división más limitativa y luego a una desestructuración
de un espacio bidimensional en beneficio de una rridimensionalidad. Huelga decir
que nosotros esquematizamos una evolución mucho más compleja de la que en
otra parte se encontrarán análisis detallados, Bástenos insistir en que la transforma
ción de los glifos en el plano formal y fonético es contemporánea e inseparable de
una reorganización de la totalidad del espacio pintado. Otros elementos permiten
apreciar los cambios de la expresión antigua. Por ejemplo, la línea. Lalínea tradi
cional marcaba con un trazo grueso, preciso y continuo los contornos de las formas
representadas que aislaba del espacio cotidiano. Tras la Conquista pierde consis
tencia, su grosor varía sin que se sepa bien a bien si esa evolución corresponde a la
pérdida de la antigua maestríao a lavoluntad de dar la expresividad de la línea de
contorno occidental, imitando sus efectos visuales ysu forma plástica, Sin embargo,en es ta ocas ión ya no es al libro e spañol al que se acusaba sino al grabado.
El t razo de la f igura humana constituye un caso panicular pero no menos ins
tructivo de estas evoluciones. En una generación. desde Jos años 1540 hasta los
años 1560, algunos pintores abandonan una figuración que respetaba las propor
ciones tradicionales para optar por una línea cursiva, más expresiva, que sustituye
las cabezas toscas por rostros de contornos más delicados, trazando cráneos más
breves, cuerpos más esp igados como los que se descubren en e Plano de papel
maguey . Al parecer, es gradualmente como las pinturas mixtecas tienden a
apartarse de una representación del cuerpo hecha de un ensamble, de un collage
de piezas autónomas para dibujar una silueta homogénea concebida de una sola
pieza. Sea como fuere, se trata de una tendencia análoga. Cabe preguntarse sobre
e sentido de esta última evolución pictórica y sólo descubrir en eIJa la influencia
estética de los modelos occidentales. Sin embargo, aventuraré otra hipótesis. ¿Habrá
algún nexo entre la transformación de la representación corporal y de la perso
na humana y la introducción, mediante e rodeo de la evangelización, de una con
cepción enteramente distinta de ser) Los antiguos nahuas hacían del hombre la
conjunción de tres entidades vitales autónomas situadas en la cabeza, e corazón ) '
e hígado. Cada una de éstas guardaba estrecha correspondencia con los tres niveles
superpuestos de mundo y podía en ciertas condiciones abandonar la par te del
cuerpo que le servía de receptáculo. En cambio, la dicotomía r i s ~ i n de y
del cuerpo no sólo ponía en tela de juicio la unidad de la persona sino que también
procedía de un discurso que favorecía la singularidad y la autonomía de cada ser
ante la divinidad. ¿Será preciso creer que cuando esbozabapersonajes menos este
reotipados y exentos de hieratismo antiguo e tlacudo colonial expresaba una
relación distinta con el cuerpo y con la persona, donde se conjugaban la predicación
de los misioneros y la iconografía de Renacimiento?
Señalemos para terminar en otro registro ysin detenernos más en ello, la evolu
ción de la línea narrativa cuya ejemplificación precisa nos ofrecen las pinturas rnix-
44 LAPINTIJRAY LAES RITIJR ,.
Ii
LAPINTURAYLAES RITIJR 45
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46 LAPINTURAY LAESCRITURALAPINTURA Y LAESCRITURA
47
tecas: aún t radicional en el Lienzo de Zacatepec 1 (pintado entre 1540 y 1560) , en
forma de meandro meander p ttem , en el mapa de Teozacoalco (1580) sigue
un movimiento de abajo arriba a todo lo largo de las columnas, como si tendiera
a aproximarse al modelo europeo y, por tanto, a la escri tu ra .
Fueran cuales fuesen las var iantes locales , en la segunda mitad del siglo XVI se
asi st e, del vall e de México a las reg iones mix tecas, a l nacimiento de un enfoque
diferente del campo pictórico y de las formas. No sólo ese l gJ ifo e l que se transfor
ma, sino también el marco el que cambia y sufre , a l parecer, las alteraciones más
decisivas. No se podría hablar de mutaciones sino más bien de una acumulación
de inflexiones de la que surgen algunas grandes tendencias: desarrol1o de la foneti
zación, adopción más o menos avanzada de la tercera dimensión, occidentalización
de lafigura humana y del rasgo. Estas innovaciones fueron obra de generaciones de
indígenas, formadas tras la Conquista, que alcanzaron la edad adul ta después
de 1550 y que, por consiguiente, eran capaces de desl igarse de los cánones tradi
cionales para adoptar y fi jar modos de expresión más próximos de los españoles y
de los cua le s se encuentran avatares hasta el siglo XVIII en regiones tan distintas
como Oaxaca, Guerrero o el valle de Puebla.
La expresión pictográfica no sólo sobrevivió en las pinturas . Logró mantenerse
allí donde siempre se l a había visto como en la arquitectura monumental, así fuera
la de los invasores . Interesados en señalar espectacularmente su presencia y en
sustituir los templos destruidos por edificios aún más imponentes, franciscanos,
dominicos y agustinos lanzaron po r todo e l paí s campañas de construcción cuyos
maestros de obras fueron ellos, pero que contaron con la colaboración constante e
indispensable de las poblaciones locales. Al punto florecieron glífos en las grandes
construcciones de piedra levantadas por los religiosos, en las paredes de los conven
tos, las fachadas de las iglesias, las capil1as abiertas y los pórt icos que cubrieron la
Nueva España en el t ranscurso del s ig lo XVI. Algunos provenían de los antiguos
santuarios como muchos materiales usados, mientras que otrosse habían esculpido
exprofesso.Glifos de lugar en Tultitlán y Tlalnepantla; glifos de fecha en Cuilapan,
en la cap il la abierta de Tlalmanalco, en Huaquechula, etc. Sin embargo, algunos
signos desconciertan más por lo que evocan de la antigua cosmogonía: el águila, el
chalchihuitl un piedra preciosa de color verde- , e Quinto Sol Nahui Ol/in
ornan numerosossantuarios cristianos. El conjunto de estos glifos brinda una especie
de resumen de la cosmogonía nahua. Para retardar la muerte de quinto y último
Sol , ¿no había acaso que alimentarlo con agua preciosa chalchiuhatl , un agua
que era la sangre de los cau tivos de la guerra sagrada atl-tlachinolli cuyo glifo (que
entrelaza el agua y el fuego) se desliza también sobre fachadas de iglesia?
La inserción de estos glifos se presta a interpretaciones contradictorias. ¿Se tratará
del síntoma discreto de la reapropiación pagana de un edificio cris t iano, de la ins
tauración de una continuidad subrepticia allí donde los misioneros sólo toleraban la
ruptura? Cabe pensar en ello por lo que toca a las primeras décadas de la evangeliza
ción y verlo como desquite silencioso de aquellos cuyas pinturas se quemaban.
¿Se tratará más bien de un a interpretación, de una transcripción indígena de temas
cristianos? Indiscutiblemente eso es cuando en los blasones franciscanos el gli fo del
agua preciosa seasocia a la sangre de Cristo en vez de serlo a lade las víctimassacrifi
ciales. ¿O bien habrá que ver en ello simples búsquedas decorativas qu e vincularían,
por ejemplo en Apasco, e l águila bicéfala de los Habsburgo con la de los i nd io s o
que de los glifos sólo conservarían un geornetrismo y una estilización propias para
fundirse con faci lidad en grandes conjuntos decorativos? Según los casos y los escul
tores, la continuidad pudo ser simbólica o más senci llamente ornamental. También
. según los casos, varía e modo de inserción: puede adoptar la forma de una incrus
tación e n una pila de agua bendita, en un muro... de una yuxtaposición
u n glifo al pie de la estatua d e u n s nto o de una explotación decorativa qu e
desmultiplique elgl ifo ylo alterne con motivos de inspiración europea, por ejemplo,
a la manera de ese rosetón de piedra de San Migue l Chapulrepcc, hecho con los
cuatro círculos del signo de calor solar repetidos once veces. La escultura y la ar
quitectura coloniales y cristianas brindaron entonces su apoyo inesperado a ciertos
glifos antiguos. Permitieron a los artesanos indígenas conservar a l a vi st a de todos
signos oficialmente eliminados s in que los religiosos percibieran lo qu e éstos podían
ocultar de incompatible con la nueva fe. Pero e malentendido que podían apro
vechar estos glifos podía volverse en su contra: tolerados a título decorat ivo, y por
tanto sin referente simbólico, sacados de sus contextos tradicionales, desvinculados
de las estelas , de los bajorrel ieves de.antaño , entraban en composiciones de domi
nante europea que los empleaba como motivos ornamentales. A diferencia de los
glifos de manuscritos pictográficos, eran partes de un t odo que hab ía dej ado de
ser indígena. Por consiguiente, no podemos dejar de preguntarnos en qué medida
este sometimiento sistemático al código iconográfico occidental desviaba los glifos
de su sentido y de su uso o ri gi na le s, pervirtiendo y agotando a mediano plazo
la inspiración de los escultores. El interrogante se plantea por igual en cuanto a la
pintura colonial indígena, donde glifos antiguos llegan a perderse en medio de
composiciones europeas. La asociaciónpodía producir efectos sorprendentes, seme
jantes a los que manifiestan los frescos de la iglesia agustina de Ixmiquilpan donde,
en medio de un derroche de g ru te scos y de hoj as de acanto, centauros griegos se
enfrentan a los cabal leros t igres de los ejércitos precortesianos. Mas, po r lo común,
la presencia de las pictografías es mucho más discreta, como ocurre con los frescos del
Apocalipsis de Tecamachalco, sin embargo debidos por entero a la mano de Juan
Gerson, un pintor indígena. Lavía puramente ornamental adoptadapor la expresión
pictórica se agrega a las t rans fo rmaciones y a las tendencias cuya l is ta ya he esboza
do. Esa vía corrobora la vitalidad y la omnipresencia de este lenguaje indígena, y
también anuncia su crisis y su estancamiento, que ahora queda por explorar.
Pero e st o no es nada fácil, a c au sa de la dispersión, de carácter numéricamente
reducido y de la incertidumbre contextual y cronológica que rodean la mayor
42 Reyes Valerio (1978). 288 , 286 , 278 , 272 . 246 -266 , 276 . 265 , 262 .
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48 L PINTUR Y L ESCRITURL PINTUR Y L ESCRITUR
pa,rte de los t ~ s t i m o n i o s conservados hasta nuestros tiempos. Escrutar su degradaClan e s ~ e C l r e momento en que e obje to se modif ica a tal grado que pierde
su sustanc ia y su razón de s e r representaría por consiguiente una i lusión sino secontara con una fuente excepcionalmente abundante a la que designaremos con ecómodo vocablo de mapas pictográficos. La cartografía que practicaban los antiguos
n a h u ~ se halla muy lejos de las que nos son conocidas. Al parecer estuvo basadaprincipalmente en una representación de espacio que distribuía los nombres delugare.s una man.era regular ,. geométrica, un poco a la manera de nuestros mapasferroviarios, El conjunto constituía especies de diagramas regidos por la forma dela hoja que ocupaban y no por la topografía. Hue ga dec ir que este enfoque favorecía e orden de sucesión de los topónimos a expensas de las distancias reales que
los separaban. Además de este modelo ferroviario (un ejemplo de cual sería emapa de Cuauhtinchan en e valle de Puebla [UMINA 5J), habría existido un pro
toripo considerablemente distinto que habría aparecido en la región de Texcoco,E s t ~ s.c:gundo m?de o habría tomado en cuenta ciertos accidentes topográficos y suposicion respectiva. En otras palabras, varios enfoques habrían guiado a los pinto
res antes de la Conquista:
u na representación estilizada y en extremo convencionalizada del primer tipo; l a reproducción, aunque sea aproximada, de laorientación y de las distancias
entre los lugares (tipo texcocano): u n tipo mixto en que se conjugan los dos anteriores y cuya parte central deno
taría el deseo de respetar la distr ibución topográficaen tanto que las orillas recogerían una información organizada según criterios mucho más convencionales;
-finalmente una cartografía urbana 4
Esta tipología no deja de ser menos apreciablemente hipotética en la medida enque, s ie estilo' 'ferroviario es prehispánico sin discusión, se tiene toda razón para
~ r e g u n t a r s e s ie prototipo texcocano' no esla proyecc ión en el pasado precortesiano un ~ r a z o ya aculturado. Lo mismo ocurre con los mapas de ciudad cuya
e x S t ~ n l a s e Induce de documentos exclusivamente coloniales. Cierto es que, segúnlas hipótesis aceptadas o descartadas, según que se acepte o no la existencia de un
prototipo texcocano con realismo geográfico más persistente, las innovacionesintroducidas bajo la influencia española adquieren un relieve muy distinto. No
por ~ l l o deja de ser ci.erto que, a ejemplo de las pinturas anteriores, los mapas
sufrieron transformaciones sorprendentes, desde el Códice Xólotl hasta el Mapa de
Santa Cruz ello. con tanta más razón cuanto que desempeñaron una función
esencial en una SOCiedad colonial que concedía a la propiedad privada de la t ie rraun interés princ ipa l y obligaba a indios y españoles a delimitar derechos y terruños. Ahora bien, al parecer en este terreno, a falra de cartógrafos suficientemente
numerosos , la administ ración española no fue insensible a la habilidad y al saber
4) Roberrson (1959), pp. 179-180;Keiko Yoneda, O mapasde ClIauhlinchan y la historia cartográ-
fica prehúpánica México, 1981.
indígenas, incluso al complejo sistema de convencionalismos que proponían losglifos. Por consiguiente, la administración recurrió normalmente a los pintores indígenas y lo hizo sobre todo en las décadas que correspondieron a las encuestas delas Relaciones geográficas a la políticade concentración de las poblaciones indias oal otorgamiento máximo de tierras a españoles, o sea grossomodo de 1570 a 1600.
44
Como las pinturas históricas o económicas, e mapa indígena colonial supo abrirsea las nuevas realidades. Junto a un simbolismo tradicional, empeñado en señalarlos r íos, las fuentes, las montañas, los caminos, e hábi ta t, dio cabida a signosnuevos hechos indispensables por la penetración colonia l: la iglesia con su at rio ysu campana, e trazo reticulado de pueblo, la estancia y la hacienda, el corral,los molinos de agua, las carretas con toldo, tiradas por bueyes (LÁMINAS 6 Y7). .Aunque nuevos, esos signos observan los cánones de l iconografía .indígena. Laestancia (por lo general una granja para cría) es un desarrollo del glifo casa alque se agrega un techo en punta mientras que la igles ia se representa de un modosimplificado, bidimensional y retomando de ser necesario elementos decorativos
autócronos.Sin embargo, el enriquecimiento de los reper torios no podr ía ocultar la lema
degradación de las formas. Si todavía a fines del s iglo XVI se encuentran glifos dedibujo clásico pintados con seguridad, la mayoría de las veces el rasgo se desnatural iza. En las dos últ imas décadas de s iglo e gli fo río se r educe a dos líneasonduladas, a una espiral' esbozada burdamente, e incluso a una simple línea (UMINA
10); e signo montaña se transforma en una eminencia de contornos imprecisos , privada de su base est il izada; dibujadas someramente, las hue llas de pasos q u e indican las vías de comunicación- son todas manchas irreconocibles. Elglifo casa con frecuencia essólo un graffitto apenas identificable. Hasta lossignosmás comunes acaban por perder su identidad. El abandono del color es contemporáneo de la degradación de los gli fos. Cuando todavía se puede apreciar, la gamacromática tal vez reúna una decena de tonal idades dis tintas . En los mapas de losaños 1570 sea lteman e azul verdoso o el azul grisáceo de los ríos y las fuentes , e locre amarillento de las col inas y las t ier ras incul tas, e l malva , e marrón y el rosade hábitat y de las iglesias, e verde de las estancias españolas, el marrón de loscaminos (LÁMINA 8) Sabido es que el cromatismo indígena constituyó un dato
esencial de la expresión pictográfica, aun cuando a menudo se nos escapen su sentido ysu f unción . Es probable que ese cromatismo indicara la calidad o el destinode las tierras representadas, pero también que situara cada espacio en una escalasensible y sacra, marcando oposiciones, umbrales o continuidades, señalando presencias perfectamente extrañas a la mirada española. Por ejemplo, el colo r y el
44 Nuestro análisis trata del periodo 1530·16 19 . o sean 8 58 map as d e los cua le s 3 9 sonanteriores,
1570; los mapas de origen (prob,blemente) indígena representan poco más d e l a t er ce r p ar te d e l aproducción taI (306). Todos esrán en l is tados en los alálogO de ¡Ju lfaúoneJ vol>. 11.I l l: IV, V,
México. 1979.4\ Núms. 1822, 1088. 1679. 1678.2133.2018,867.
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50 LAPINTURAY LAESCRITURALAPINTURA YLA ESCRITURA 51
dibujo del agua son también, antes que nada, el s ímbo lo y el atributo de Chal
chiuhtlicue, la diosa acuática, la Señora de las aguas corrientes. Aun así, el croma
tismo no deja de ceder terreno. En las series que se conservan, raros son los mapas
pintados en su totalidad. Cuando subsiste, e l color se refugia en ciertos g li fos, a
menos que ya no sirva sino para sugerir el paisaje tal como lo percibimos, como si
los pintores hubiesen trocadosu percepción del entorno por una mirada occidenta- .
lizada. Aquel río que en 1599 es ya el l is tón azul por nosotros conocido, 30 años
después corre entre dos burdas márgenes de un café terroso. Este abandono sin
duda tiene varias causas. Lapérdida brusca o progresiva de un saber de los colores,
memorias muertas o desintegradas; l imposibilidado sólola dificul tad de procurarse
loscolorantes en una sociedad y una economía desorganizadas por lacolonización;
en fin, ysobre todo, un ansia de rap idez yde adecuacióna una exigencia europea
que no tiene relación con una señalización cromática, como dan fe los mapas españoles trazados en esas circunstancias Es evidente que, según los lugares y los
tiempos, estos factores tuvieron una incidencia distinta.
En su estructura g lobal, e l mapa indígena se adaptó a la visión occidental del
espacio. Salvo algunos ejemplos que recuerdan los mapas-diagrama de la época
prehispánica, por lo común la disposición de los elementos topográficos suele re
flejar de manera más o menos aproximada su distribuciónsobre el terreno. En ella
puede verse e resul tado colonia l de un hipotét ico prototipo prehispánico o la
influencia victoriosa de la occidentalización y de los modelos españoles. O bien y
asimismo la imperiosa necesidad de presentar ante los ojos de los españoles docu
mentos legibles donde pudieran orientarse sin demasiadas dificultades. Es posible
que precedentes precortesianos, modelos occidentales y concursos de circunstan
cias se hayan conjugado a expensas de la estilización y del geornetrisrno.
En esa organización espacial vino a incorporarse una serie de adaptaciones que
acentuaron su occidcntalización. Antes que nada, la orientación del espacio. In
troducida por doquiera para representar el pueblo, conforme a la tradición cris
tiana que dirige el coro hacia el orien te , la iglesia con frecuencia se abre hacia el
oeste LAMINA 9). Como siempre se la figura de frente, tiende a imprimir al mapa
su propia orientación. Con menor f re cuenci a, un sol en lo alto de la hoja señala
el oriente. En otras partes, distancias indicadas sobre el mapa en pasos o leguas
LAMINA 10) esbozan un rudimento de escala. Orientado, el espacio por consiguiente
también se mide. La medida yla orientación no son incompatibles con cierto espí
ritu conservador en l dibujo. Sibien escierto que las indicaciones de la distancia y
de los puntos cardinales corresponden generalmente en elmapa a la intervención de
un autor español, ello no impide que esta intervención hubiese sido imposiblesi el
apoyo, si una mano ind ígena no la hubiera preparado LAMINA 11).
Laaparición del paisaje l a mayoría de las veces en forma de perfiles montaño
sos p lantados de árboles que extrañamente sugieren aguadas de Durero LAMI
46 Núrns. 1626.2131.2133,2152,2177.1611,2206.2015.1240, \448. 1449.
47 Núrns, 1685.566.1088.1540.1822.1829.1705,1867,1868,1882, 2064. 2091.
8 o incluso lasugerencia de horizontes lejanos azulados y degradados, delatan
la influencia del grabado yde la pintura europeos y aún más de los numerosos fres
cos que adornaban las iglesias y los conventos. Esta innovación, que ya habíamos
notado en otros documentos pictográficos realizados también hacia los años 1570,
tampoco es incompatible con la conservaciónde cromatismo y de los c o n v e n ~ i o -l ismos ant iguos. Incluso se t iene la sensación de que, más que una apreciación
fotográfica de los alrededores, con frecuencia constituye un signo suplementa
rio para señalar confines. ¿Conversión al paisa je o adopción de un neogl ifo? En
más de una ocasión nos haremos esta pregunta.
En cambio sedefine otra tendencia que disgrega mucho más la manera antigua.
Algunos mapas indígenas abandonan el color, descartan todo diseño del t razo ,
todo acabado de los contornos y de las curvas, para reducirse a un dibujo tosco, en
extremo ahorrativo, que a veces l inda en la torpeza LAMINA la). Sin embargo,
estos mapas no son esbozos de 'pinturas más elaboradas. Son la versión indígena
de mapas españoles trazados en lamisma época yque tienen e aspecto indefinible de
esbozos más o menos garabateados: un vago aborregamiento señala en ellos el
rel ieve , el z igzag ráp ido de la pluma ind ica un r ío , un sombreado hecho de prisa
señala la existencia de un pueblo. El rasgo entero, el esquematismo elemental y,
cuando aparece el color , e l ernbadurnamiento nos a rrast ran a mil leguas de la
complejidad caligrafiada de las pinturas , al ter reno inasible del croquis . Más
personal, más subjetivo, portador de una información sumaria y unívoca, trazado
con p um y ya no con pincel, el croquis español constituye una forma de abstrac
ción de la realidad que recurre a un juego de convencionalismos menos normaliza
dos y mucho menos fácilmente identificables que el del mapa indígena. Laelección
de elementos pertinentes es variable, desde las amplias configuraciones hasta los
ínfimos segmentos. El croquis español asocia datos inmediatamente legibles con
variantes facultativas que dependen del contexto o derivan del estilo personal del
autor. Trátase de un código débil que da libertades a la intervención individual
al g rado de que en ocasiones uno se p erd er ía en él, a no ser por la le yen da que
comenta el trazo. Pues el croquis español y la escritura alfabética son de toda evi
dencia inseparables, como sisólo fuesen las dos modulaciones de un mismo trazo
de pluma. A veces, la leyenda se confunde con el dibujo hasta producir el mapa
escrito en que leyendas pintadas en cartelas colocadas en el lugar geográfico que
les corresponde invaden la totalidad del documento y determinan su composición.
En cierras casos, la escritura incluso sustituye de todo al dibujo. Encuentro paradóji
co, tan imprevisto como involuntario: ¿no acaso ofrecerá e mapa escrito -variante
extrema del croquis- la pareja europea del mapa indígena más tradicional? En
vez de disponer glifos sobre el perímetro de un rectángulo, distribuye inscripciones
alfabéticas sobre. ejes y cuadriláteros. En igualdad de circunstancias, el grado de
abstracción es comparable, aunque no sería cosa de hacer del glifo el equivalente
de la escritura latina. Vale decir sobre todo 'que, en éste como en otros casos, sería
inútil asociar de manera sistemática la occidentalización y l visión realista del
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52 LAPINTURA Y LAES RITUR LAPINTURAY LAESCRlTURA
entorno. Por una y otra partes. todo es formalización y convencionalismo. Lo que,
po r lo demás, no implica que el paso de uno a otro sistema haya constituido una
empresa fác il . Y ello por múltiples razones.
Técnicamente, laprácticadel croquis a laespañola supone el dominio consumado
de la escri tu ra alfabética y la asimilación de convencionalismos pictóricos qu e no
existen sino en estado empírico e implícito. mezclados con un a dosis nada despre
ciable de improvisación y subjetividad. croquis es creación de una sociedad y de
un a cultura que toleran hasta cierto punto el juego del individuo con los códigos,
cuando la tradición indígena parece imponer de una manera más rígida la unifor
midad de sus convencionalismos. Según esta hipótesis. el paso de los pintores indios
al croquis correspondería a una transformación profunda de la rel ac ión consigo y
con la soc iedad. Mas, ¿no habíamos notado yala eventualidad de esta mutación en
el terreno de la representación de la f ig ur a humana?
Había sin embargo otro obstáculo principal, más insalvable. El paso al croquisnunca se planteó en función de la sustitución de un sistema de convencionalismos
po r otro que más o menos ser ía su equivalente. Por el lado español cuando se
bosqueja, cuando se escribe , es qu e se trata de captar en exclusiva lo esencia l a
costa de anotaciones periféricas, religiosas, míticas. ecológicas y fuera de toda consi
deración estética. En cambio, la expresión pictográfica es polisérnica: por ejemplo,
los glifos oatepec UMIN 6) u n a serpiente sobre un cerro- o itlaltepec U
MIN 10) un a estrella sobre el mismo cerro- no sólo identifican lugares sino que
actualizan un saber de los orígenes y toda una cosmología. En cambio, elsol español
u n círculo rodeado de rayos- qu e señala la orientación del mapa LÁMIN 9)es un
convencionalismo de valor débil, en esencia geográfico y decorat ivo. Por lo demás,
así como el g li fo es autónomo, es decir de suyo portador de sentido, así también
el dibujo español exige el comentario de escritura so pena de ser ambiguo o
t leglbl e. Un t razo ligeramente curvo sólo señala una montaña si se le agrega la
m:nClón serranía mientras que el gli fo cerro esde una inteligibilidad absoluta,
ast sea para un . ~ S p a ñ l En lo sucesivo tal vez se capte mejor la distancia que
separa.ambas diligencias cartográficas. Distancia que es a un mismo t iempo de
orden Intelectual, técnico y práctico. el croquis español es ahorrativo de medios
trazado rápidamente y sin floritura alguna, es porque sólo persigue una meta limi
tada: localizar un a explotación, una donación de t ie rras en un espacio, mientras
qu e el mapa indígena tradicional trata, de manera antitética y complementaria, de
la to ta lidad del ter ruño. Transmi te por tanto un número mucho más considerable
informaciones y con frecuencia expresa un conocimiento profundo de los lugares
pintados. Vale decir qu e el pintor indígena que había adoptado el croquis debía
haber adquirido una visión distinta de sí y de su comarca al mismo tiempo que un
cabal dominio de escritura alfabética. Elementos todos qu e no era fác il reunir y
que suponían una aculruración avanzada. Mas esfáci l imaginar que el croquis es
pañol haya ejercido sobre el est i lo indígena una influencia más superficial y más
deletérea inspirando simplemente una modificación del trazo y de la línea, sugi-
riendo una mayor rapidez de ejecución tanto como el abandono de todo lo que
parecía superfluo e l color- o demasiado complejo: los gli fos. Se t iene lasensa
c ión de que, mucho más qu e la inc lusión del pai sa je . la adopción o mejor dicho
la evolución hacia el croquis contribuyeron profundamente a d isgregar e l est il o
indígena quitándole lo que aún le quedaba de especificidad. 48
Cuidémonos de imaginar una evolución l ineal de los modos de expresión que
permitiría fechar con precisión el abandono de un procedimiento o J:¡ difusión de
una técnica nueva. Cuando mucho se pueden deducir tendencias globales. Lacausa
no es sólo la relat iva debilidad de nuestra base documental. Fuerza es darse cuenta
de que las modificaciones de la composición espacial . del juego de los convcncio
nalismos, de los elementos considerados pertinentes observan ritmos muy diversos
de acuerdo con l os lugares y los pintores. Por el r ig or ele su t ra zo , el empleo del
col or y de los convencionalismos c lásicos , por l a ausencia de pai sa je , un mapa
hecho en 1601 en Tepeji del Río. actual estado de Hidalgo, da fe, a p rinc ip ios de lsiglo XVII, de la persistencia relat iva de un estilo tradicional. Tres años después, en
la región de Puebla. el mapa en cambio toma el aspecto de una burda improvisa.
c ión en que los signos antiguos se hallan prácticamente ausentes y donde triunfa
un paisaje de bosquecil los y montañas. Pero 20años antes, cerca de Malinalco, el
mapa ya estaba bosquejado y las colinas sembradas de árboles . Estas variantes m-
piden cualquier cronología precisa y más bien llaman la atención hacia la coexis
tencia de modos distintos de representación cartográfica de los que uno sería más
tradicional y otro más occidentalizado. Ambos modos pueden coincidir en una
misma comarca, en dos pueblos vecinos, pero también se encuentran en el mismo
mapa cuando los gli fos se mezclan con las l íneas de coronación o cuando las iglesias
se representan tanto de frente. y por consiguiente a la antigua, o de tres cuartos en
un bosquejo de perspectiva. ?
Sin embargo. estos dos modos distan mucho de tener el mismo peso: la occiden
ralización del e sp ac io es una experiencia prácticamente definitiva mientras que
la lengua antigua t iende a desnaturalizarse y las pictografías desaparecen de la
mayoría de los mapas levantados después de 1620 -cuando menos, de los que
fueron hechos a solicitud de las autoridades españolas-, síntoma de la pérdida de
un a t écnica y de un saber, qu e es preciso apreciar sin dejar sin embargo de mati
zarlo. Este agotamiento no debe disimular la conservación de un a carrografla propiamente indígena hasta fines de la época colonial, hecha de compromisos, de
adopciones, de arreglos concebidos y puestos en p rá ct ic a en las últimas décadas
de siglo xvi. Un repertorio pictográfico mermado, de f ac tu ra a menudo burda e
irregular, de los glifos ahogados en un pai sa je . una perspectiva esbozada a veces,
pero también el deseo conservado del geometrismo y de la formalización, en ocasio
nes incluso e retorno ¿ o e mantenimienro?- de una esrrucruración autóctona
48 Mapas indígenas y españoles bosquej:odos : núms. 1692·1.2126.2015, 16B2 1758 : map '
escritos. : 2159-1. 2110.
49 Núms. 2016, 2019, 2126: el 589 y 590: 2049
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54 LAPINTURA Y LAES RITUR LAPINTURAY LAESCRITURA
del espacio salpican estos mapas cuyo inmovilismo aparente obedece a que soncopiados meticulosamente por sus poseedores sucesivos.
El uso conjunto de dos códigos iconográficos o cartográficos entre los pintores
indígenas de la segunda mitad del siglo XVI es sólo un aspecto de una prodigiosa
capacidad de asimi lación y de adaptación cuyos ejemplos se han tratado de mulotiplicar. Pero hay un terreno, ya tocado en repetidas ocasiones, donde esta facultadabandona el campo en resumidas cuentas fami li ar de la expresión pictográf icapara intentar una nueva aventura. Reabramos el Códice Sierra. Unas pictografíasse afanan por representar en él la innovación gráfica introducida por los vencedores:l a escri tura y el acto de escribir. Pintan uno tras otro el papel, el l ibro virgen, ellibro encuadernado, el breviar io , el libro de música, el acto of icial y al escr ibanoespañol en e momento de escribir. La mirada penetrante de este t/acuzJo rnixtecao chocho a la escri tura alfabética expresa de manera elocuente el grado en que lah is toria colonial de la expresión pictográf ica es inseparable de la asimi lación dela escritura alfabética. A decir de los religiosos, parece ser que el aprendizaje de lalectura y la escri tura no topó con ninguna dificultad importante. La experienciaempieza en Texcoco hacia 1523, donde el franciscano Pedro de Gante enseña jóvenes nobles a leer y escribir, cantar y tañer instrumentos musicales y la doctrina
cristiana . La empresa se extiende progresivamente a los vást agos de la nobleza
de México (1524.1525) y de los al rededores, a las regiones de Tlaxcala (1527) y deHuejotzingo (1525), mientras que algunos franciscanos emprenden la alfabetiza
ción de la lengua náhuatl . De la alfabetización a la redacción de obras en náhuad
sólo había un paso, que dio probablemente Pedro de Gante al componer su Doc-
trina Cbnstiana ta l vez e primer l ibro en náhuatl impreso en Europa desde finesde decenio de 1530. Durante ese tiempo, los evangelizadores recogen los prime.
ros frutos de sus enseñanzas. Desde 1531, el obispo Zumárraga observa que mul-
ti enim pueroruo: istorum bene legere scnbere [. ] sciunt [algunos niños saben leer y escribir bien]. Hacia 1537, el franciscano Julián Garcés describe al papa
Pablo I II un cuadro igual de entusias ta . En enero de 1536 se crea el Colegio deSanta Cruz de Tlatelolco, que ofrece a las élites indigenas una educación de una
excepcional calidad bajo la dirección de los franciscanos más insignes. Los adelantosde los jóvenes indios son tales que pronto hay colonos que se alarman y recuerdan
que e leer y escribir, muy dañoso como el diablo . j O
Según los test imonios, los indios adquieren con facil idad la maestría del signográfico, siendo mu y grandes escribanos de todas letras, chicasy grandes, quebra
das y góticas.. ·. hábiles para contrahacer la materia que les dan sus maestros .
Cierto es que el aprendizaje del latín la 'gramática de la época- , que comienza
hacia 1533 bajo la férula del francés Arnaldo de Basaccio, presenta problema en lamedida en que el náhuatl no posee términos que expresen las reglas gramaticales.
jO Mcndicta, Historia ec eJióftico indiana op cit.. 11. p 62; JlI . pp 6 6 ~ ; IV. p 53; Morolinra,Memono tI . . '. op cit.. pp. 236. 238; joaquín García Icazbalcera, D. Froyluon de Zumárrag«.
México. Porrúa, 1947 .11 . p . 307 , Sobre bibliografía. VéO Lino Górnez Canedo (1982).
Obstáculo vencido al cabo de varios años de esfuerzos, pues los alumnos' 'salierontan buenos latinos que hacían y componían versos muy medidos y largas y con.gruasoraciones . No trataremos. a través de estas cuantas anotaciones. de reconstruir una
historia de la educación indígena, de la que otros han tratado profusamente,
sino tan sólo de des tacar has ta qué grado, desde f ine s de la década de 1 53 0, elalfabeto latino penetra en las élites indias a medida que comienza a fijar las diversaslenguas autÓctonas empezando, como ya lo hemos recordado, por el n á h u t ~ estarea fácil esbozar el menor balance cuantitativo de esta empresa de alfabetización.Cuando mucho recordaremos que se halla l ejos de ser insignificante, puesto que
cada fundación franciscana se duplica entonces con una escuela donde los indios.
según su jerarquía, aprenden e l cat ec ismo o algo más . La instrucción de las é l i t ~ sindígenasavanza así alri tmode laexpansión de laorden. Agreguemos que losagustl·
nos siguen una política análoga. Al iniciar la década de 1 53 0, tal vez lleguen aseiscientos los jóvenes indios que se i ni ci an ya en la esc ri tu ra . Al lado de los rel igiosos aprenden indios, e incluso algunas i nd ia s, a leer y esc ri bi r. En manos desus maest ro s o en las b ib li ot ecas aún modestas de los conventos descubren eseobjeto extraño que esel l ibro. Contemplan las imágenes grabad.as que ado.rnan laspáginas de los volúmenes. Tal vez se pregunten ya poruna técnica. por la Impren-
ta, en la que algunos de ellos se ilustraron con posterioridad.j
Con toda seguridad sería falso imaginar que la escritura latina suplantó de 111
mediato la expresión pictográfica. Los tlacuilo pintaron glifos durante los tress ig los de la dominación colonial y la expresión pictográfica todavía se hallaba casiindemne de toda inf luencia cuando ya en la s décadas de 1530 y 1540 algunos
nobles dominaban la lectura y la escri tura. Ni inmediato ni ineluctable. el paso delg li fo a la escri tura tampoco adoptó la forma d e u na sustitución sino más ~ i e n lade un encuentro en el espacio indígena de la pintura . A este respecto es significativo que en el siglo XVI las palabras cuiloa tlacuilo tlacuzJo/li y muchas otras qu e
.en náhuatl sevinculaban al pintor, alacto de pintar y a l a pintura, se hayan aplicadotambién al mundo de la escri tura. Pero veamos primero el caso mixteco,
Las pinturas rnixtecas de la región de Oaxaca fueron conservadas en nún:ero
suficiente para sacar de ellas algunas indicaciones preciosas. Aunque de origen
prehispánico, el Códice Colombino q ue presenta la biografía de un personajellamado 8 Venado- fue anotado en dos ocasiones entre 1522 y 1541. Pe ro susdueños, los señores de Tututepec , no se preocuparon por mandar transcribir niglosar su contenido. Se val ieron de él para consignar en letras l t i n ~ l o s límites d.esu territorio. Esta f inalidad del todo praginática favorecía la autenticidad y la anu
güedad del apoyo a expensas del contenido, modificaba la f ~ n c i ó n y e1.sentidodel Códice que de tal suerte era equivalente a un título de propiedad. El Lienzo de
jicayan pintado en 1550, ya muestra, en cambio, una diligencia enteramente dis-
José María Kobayashi, Lo educoción fronciJcono como conqtrista México. El Colegio de México.
1974. pp H8 . 281·283; Morolmía , Memon·o1eI. op cit.. p 137
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56 LA PINTURA Y LA ESCRITURA LA PINTURA Y LA ESCRITURA
tinta: al margen de las pictografías tradicionales, lleva inscripciones mixtecas alfabéticas que constituyen una glosa parcial de los glifos. Pero esta glosa esposteriorpor varias décadas a la rea lización de la pintura. Este interva lo desaparece en eLienzo de Ocotepec (1580), que fue comentado en náhuatl desde la época de surealización, aunque ¿acaso no estaba yaabolido 25 años antes, con motivo de laredacción del Códice ierra Más tardía, la Genealogía de Tlazultepec (1597)comparte también su espac io entre la escri tura a lfabét ica y los s ignos antiguos Contemporánea o pos te ri or a la pintura, discreta o desbordante, pertinente o no,la glosa alfabética se inmiscuyó en e espacio pictográfico siguiendo modalidades
muy diversas cuyo equivalente se descubre en las sociedades nahuas. La glosa trata
a ll í de topónimos (Mapa de Sigüenza, Mapa Quinatzin) , de personajes (Mapa
Tlotzin) o del conjunto de la información pictográfica (Matrícula de Tributos yCódice Mendoza). De una manera general, es un agregado posterior , debido con
frecuencia a una mano europea, concebido a fin de hacer el documento inteligiblepara los españoles y que no trastorna la organización de la pintura a menos que elespacio de laglosa haya sido reservado desde laconcepción de la obra. Sin embargo,la inclusión de la escritura alfabética puede rebasar e simple comentario, como lomuestra la Historia tolteca-chichimeca. Hecha en Cuauhtinchan, en los alrededoresde Puebla, entre 1547 y 1560, )) esta obra descubre ampliamente la gama de lasrelaciones posibles entre e glifo y la escritura. Como ant es , en ella se encuentra
una escritura-glosa que se apl ica a los documentos pictográficos reproducidos por
el pintor: la escritura precede, sigue o rodea las pictografías que se l imita a comentar o de las cuales ofrece un equivalente, creando así una verdadera duplicación dela información. Mas la glosa también puede remitir a pinturas que el pintor
no ha reproducido pero que el escritor ha explotado como fuentes de información.En consecuencia, pronto se da e paso que lleva desde e comentario de documentosexteriores a la obra hasta la composición de una escritura autónoma, desvinculadade toda f iguración y de toda referencia pictográfica. Lo que la escritura alfabéticagana en continuidad lo pierde el material pictográfico en consistencia. Rotas enfragmentos ~ i s p e r s o s i s l ~ de su contexto origina l, las pic tograf ías se pliegan
a las exrgcncias de cornenrano tanto como a las res tr icciones del formato hasta lap.ulverización, ~ a s t a que.ya sólo subsisten islotes glíficos casi reducidos al papel de
Viñetas d ~ c o r a t l v a s L t u 11). Conservadas, son ilustraciones en las que se deslioza un paisaJe, a menos que adopten la función ornamental de un f ront ispicioeuropeo La Historia tolteca-cbichimeca exigiría un análisis infinitamente másprofundo. En el la se descubren los múltiples vaivenes entre dos modos de expres ión, pero también a veces vacilaciones y arrepentimientos que permiten suponer
que e lautor no era insensible a la pérdida de sentido que implicaba el desrnembra-miento de un tablero pictográfico. .
Srnirh (1973), pp . 15, 1 3, 170, 147, 161, 170-171.
l. Historiatolteca.chich imeca, México, INAH·SEP, 1976 [cornps. Paul Kirchhoff, Lina Odena Güernes
y Luis Reyes GarcíaJ.
Las etapas sucesivas de la obra de franciscano Bernardino de Sahagún trazani tinerarios aná logos. Si en los Primeros Memoriales reunidos entre 1558 y 1560las pictografías dominan el comentario escrito, en ello sin duda hay que apreciar lamarca de informantes ya adultos en e momento de la Conquista y todavía familiar izados a laperfección con la expresión pictográfica. En cambio, en la suma muchomás elaborada que constituye el Códice de Florencia (1578-1579), el texto escrito(en náhuatl) relega a segundo t érmino no sólo el r esumen e spañol que de él seh;ce, sino también las imágenes. Éstas han dejado de ser verdaderas pictografíaspara constituirse en ilustraciones coloreadas o monocromas, subordinadas a la escritura. Sin dificultad se veráen ellas la mano de una nueva generación de informantesformados por los religiosos, que escriben un náhuatl alfabetizado, asiduos de libroy d e la imagen grabada. Textos propiamente indígenas redactados en los últimos25 años del s iglo cor roboran esta mutación decisiva: l Diario de Juan Bautista,
un indio de l ciudad de México, alguacil y recaudador del tributo de Su Majestad,yasólo despl iega un texto escue to y lo mismo puede decirse de las crónicas y lasrelaciones indígenas posteriores,
A veces se olvida que el descubrimiento y la conquista de América son contemporáneos no sólo de ladifusión de libro impreso sino también del libro ilustrado.Por tanto no se puede separar la penet ración de la escri tura de la influencia decisiva que ejerció la imagen grabada. Por lo demás , ambos campos se hallanestrechamente imbricados. Los libros que abrían losreligiosos y muy pronto sus discípulos indígenas tenían sus letras decoradas, dispuestas sobre fondos de follaje, depersona jes y de símbolos. La let ra se fundía en una imagen un poco a la maner ade glifo, pero e nexo que la unía a su decorado seguíasiendo en general arbitrario, al imponer se el ornamento, e efecto al sentido por dar . Su equ ival en te seencuentra en los anagramas esculpidos que adornan las fachadas de las iglesiasconstruidas por las órdenes mendicantes. El grabado propiamente dicho ofrecía alos indios, supieran leer o no, imágenes tan ext rañas como las que los españolesobservaban en los manuscritos pictográficos. Cubriendo un reperrorio principal.mente religioso, les presentaban escenas de lavida de Cristo y. más al lá , un simbol ismo de la divinidad desconcertante para el ojo indígena. Los grabados abrían laspuertas de la imaginación occidental exrrayendo de sus bestiarios monstruos fabu
losos. Alineaban una profusión de motivos decorativos, de frisos y de mascaronescuya réplica encontraban los indios en los muros recién pintados de los claustros yde las iglesias. Cabe interrogarse sobre elsenrido que podían dar a estos ornamenros los indios que los contemplaban o que incluso los pintaban. ¿Con qué miradaperc ibían las quimeras y las criaturas fantást icas? ¿Cómo separaban lo demo-
14 Sobre .1 libro en la NuevaEspaña, v';ome]oaquín Garcia Icazbalrcta , B,bliograjl »rexican«del Jlglo
XV México, FCE, 1954;]o é Toribio Medina , La imprenta en México, 1539·1821,1, Sal1ti;lgo d. Chile,
1907; Francisco Fernándcz del Castillo, LibrosJ' libreros en el XV México, AGN [191,111<)82;)' la ilustra
cián:]esús YhrnoffCabrera , Losrapilulares y los grabado en l os impresos Antonio elcEspinosa.
Boletín del ln ato de 1ul eJtigocioneJ BlbliográficaJ. México, UNAM, 10. 1973, pp. 17-111.
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58 LAPINTURA Y LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRITURA 59
niaco , lo decorativo y lo que les sugería su propia tradición? Pero los grabados
también tendían un espejo a los vencidos cuando los mostraban orando, casándose
o confesándose: así era la visión que el arte español y flamenco nutría de ellos y la
imagen que pretendía inculcarles. Con las temáticas y las iconografías circulaban
los elementos fundamentales de los códigos icónicos occidentales del Renacimien-
to, la representación de la figura humana, del ademán, de la profundidad y d e la
perspectiva. E incluso excepcionalmente de las lógicas, de los modos de razona-
miento que ponían en imágenes los esquemas grabadosen Méxicoobras del teólogo
agustino Alonso de Vera Cruz. Como en Occidenteen lamismaépoca, el grabado
fijó la idea que uno se hacía del mundo. y los indios, como los demás, no escaparon
a este ac to de dominio visual, primer esbozo de nuestras guerras de las imágenes.
Como tampoco a la curiosidad que despertaba: indios que robaron libros incautados
por la Inquisición confesaron qu no los querían para leer sino para verlos , a
decir verdad para contemplar las imágenes que contenían de los santos. Ladifusión
del grabado europeo tuvo cuando menos tres implicaciones específicas principales:
impuso una visión monocroma a diferencia de las pinturas indígenas que ju-
gaban con el color; propuso el ejemplo de una sintaxis y de una trama lineales, sin
relac ión con la l ínea de contorno que encerraba las pictografías; mantenía con la
escritura una relación específica basada en la yuxtaposición de un código visual y
de un código a lfabét ico, mient ras que las pictografías confundían o, antes bien,
fusionaban ambos modos de información. En otros aspectos el grabado al parecer
podía aproximarse al modo de representación indígena o distanciarse de él radical-
mente: en el primer caso, organizaba la disposición de los objetos en todo el espa-
cio de la hoja un poco a la manera del scattered-attn bute space de la t radición
prehispánica: cn el segundo actuaba sobre la perspectiva, e paisaje y la tridimen-
sionalidad, componiendo una visión que no podía dejar de confundir profunda-
mente al observador indígena.
Aunquc en apariencia más accesible que el alfabeto que se apoyaba en un a
abs tracción total del s igno, la imagen grabada no por ello exigió menos de los
indios un aprendizaje acerca del cual estamos por lo demás informados. Favoreció
la copia , la imi tación. Muy pronto algunos indios se mostraron capaces de hacerréplicas sorprendentes de grabados y de toda especie de documentos que iban de
la bula a la partitura musical. Esta aptitud explica que e simbolismo cristiano
pudiera deslizarse tan fácilmente en la expresión pictográfica para expresar nombres
de santos o de fies tas litúrgicas, o que motivos renacentistas viniesen a invadir e
Códice de Tlateloleo. Mas, por fiel que sea, la copia no implica lacomprens ión de
la organización global ni de los principios que ordenan la disposición de conjunto
de la imagen. Lacopia autoriza la extracción de elementos aislados mucho más de
lo que permite la concepción de imágenes nuevas. Esta dificultad para separar un a
estructura y esta facil idad para reproducir las partes parecen regir la cronología de
las adopciones que los pintores indígenas tomaron del repertorio occidental. Que
dos o tres generac iones hayan vivido las mutaciones que a Europa le llevó siglos
iniciar, que esas mutaciones hayan sido impuestas desde e exter ior y no expe-
rimentadas y vividas espontáneamente es lo que plantea e viejo problema de la
dependencia cultural, intelectual e incluso sensible entre Occidente y los mundos
que domina. Nos habría gustado conta r con e l tiempo y el espacio para confrontar
la experiencia flamenca, la italiana y, desde luego, la española con los procesos que
sepresienten en la obra de los artistas indígenas, comparar las etapas de una recons-
t rucc ión. de la rea lidad y del espac io , hurgar en e t roca r caótico de un espac io
plano, SIn sombras en su concepc ión plotiniana o rnixreca) a la profundidad, al
r l v
Pero habría s ido un rodeo demasiado largo, por implicar un conocimiento del
arte español que no tenemos y trabajos que difícilmente existen.
ÚlTIMO REN IMIENTO
Se podría pensar que l as imágenes y las let ra s no s irvieron s ino para dupl icar y
perturbar modos de expresión que todavía lograban justificar su existencia. Se
podría sostener muy por el contrario que por e camino de la fonetización y del
enriquecimiento de los repertorios iconográficos contribuyeron a su mantenimiento,
confiriéndoles al mismo tiempo dimensiones inesperadas y orientaciones insospe-
chadas. Pero una vez más equivaldría a restringir de modo considerable la perrnea-
bilidad de mundo indígena a lasociedad colonial. Sin la obra inmensa empezada
desde 1533 por algunos misioneros y sus informantes, poco sesabría de las culturas
prehispánicas. Describir las antigüedades sobre el papel ayudó a salvaguardar
de olvido cuadros enteros de esas culturas. Sería demasiado l argo e l catálogo de
esa producción que entre los españoles dominan los trabajos de Andrés de Olmos,
de Toribio de Benavente llamado Morolinia. de Bernardino de Sahagún, de Diego
Durán, de Juan de Tovar , de Mendieta, de Torquernada, de Alonso de Zori ta , s in
olvidar en cuanto a Oaxaca las obras de Franc isco de Burgoa o respecto a Michoa-
cán la Relación de las ceremonias y ritos. . . A ellos se agregarán los esc ri tos de
historiadores mestizos tan afamados como Alva Ixtlilxóchitl o Muñoz Camargo.
Pero recordemos que los propios indios sal ie ron de su pape de informantes para
tomar la pluma, interpretar las pinturas y escribir los discursos y los relatos
de antaño, como lo hic ie ron los autores de los Anales de Cuautitlán hacia 156o-
1570, inspi rándose en los antiguos libros de años o xiuhamatl o e redactor
n ó ~ ~ o del ~ d i e ubin Un tenochca, Alvarado Tezozómoc, incluso llegó a
escribir dos crónicas, una en español y otra en náhuatl, la Crónicamexicana 1559)
Yla Crónica mexicayotl 1607). Lahistoria cercana de la Conquista inspiró escritos
tal vez desde 1528, en Tlatelolco, En 1548 e t1axcalteca Thadeo de Niza escribía
su h is to ri a de la conquista de Tlaxcala incluso antes de que se pintara el famoso
Lienzo y c inco años después s in duda aparecía un a primera versión india de la
Historia de la conquista de Tenochtitlán que ulteriormente Sahagún integró a su
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60 LAPINTURAY LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRiTURA
obra. Tanto como Jas pinturas , la escri tura nueva fi jaba las peripecias de la
Conquista;
La sustitución de la expresión pictográfica por la escritura alfabética fue mucho
más que un simple asunto de traducción o de transcripción. Mientras qu e los can
tares y [os huehuehtlahto//ise podían fijar fácilmente en caracteres latinos ---cierto
,es que a c os ta d e una cristalización y una cristianización de la tradición ora l 16 el
proceso de poner las pinturas por escrito nos parece que tuvo un a lca nce mucho
m ás d ec is iv o, aunque a primera vista pase inadver tido. Recordemos qu e las
pinturas poseen un a dimensión e spe c íf ica e n cuanto dependen tanto de lo
perceptivo como de lo conceprual. ¿No era el tlacurlo u n poseedor de muchos
colores, un colorista, un dibujante de sombras, un hacedor de pies, un hacedor de
caras ) Haciendo intervenir relaciones de forma, de c olor es, va lié ndose del e spa cio,
ofreciendo modos de lectura y enfoques múltiples, las pinturas manifiestan
un a especificidad intuitiva e inmediatamente perceptible, pero en parte verbalizable , su i conicidad , para u sa r el lenguaje d e l os s er ni ó lo go s. L as pinturas
son tanto imágenes como t ex to s y l as palabras no podrían of re c er e l equivalente
e xac to de una imagen. En otras palabras, parecería que la explotación e sc ri ta d e l a
información pictográfica implicó obligatoriamente una pérdida de sustancia, pér
dida tanto más preocupante cuanto que resultaba irremediable y no era verbali
zable. Esa pérdida rebasaba el campo de las categorías intelectuales o estéticas para
derivar del de los fundamentos implícitos de toda representación de la realidad.
Concernía a l os principios d e s el ec ci ó n y d e c od i fi ca ci ón d e l os elementos pertinen
tes del entorno. Es probable que en e ll a s e toquen los sedimentos más profundos y
menos explorados de una cultura, incluso aquellos que, no he chos nunca explícitos
ni puestos nunca en tela de juicio, fundamentan la singularidad de un a confi
guración cultural. El mantenimiento de l a e xp re si ón pictográfica en el s ig lo XVI
probablemente se haya debido al a rr ai go de esta r el ac ió n en l a realidad y e n su
representación, mucho más que a motivos ideológicos las idolatrías ), pseudo
culturales la inercia de la tradición ) o a la incapacidad intelectual o t éc ni ca d e
dominar la escritura. Pero el abandono de la pictografía po r la escritura n o s ól o
significaba la renuncia a un modo privilegiado de tomar en cuenta la realidad;
también sancionaba otras emancipaciones: la ruptura con el uso ri tual , público,
ostentoso de la pintura: y del papel de amate qu e se ofrecía en los sacrificios. No
más imágenes para ver diose s ni antepasados, no más papel para consumir ri tual
mente, sino hojas cubiertas de escritura paraleer Hechaspor indioscristianizados,
las transcripciones o, mejor dicho, las versiones alfabéticas, aun conservando un a
resonancia sagrada d e una sacralidad sin duda demoniaca para los neófitos más
convencidos-, rompían de un modo r a dic al c on la materialidad del objeto pinta-
do e instauraban un a relación probablemente mucho másneut ra con el apoyo. Se
II Baudot (1977), pp. 1 1 9 · 1 ~ 7 3 9 ~ · 4 2 9 ; Charles Gibson , Prose S ou rc es i n r he N ar i ve H is r or i ea l
Tradition . HM 1I 1 9 7 ~ vol. pp. 311·400; Garibay 1971), 11.pp. 267·313.
16John Bicrhosr, Cantares mexicanos Songs tbe AZlecs Sranford , Sranford Universiry Press, 1 9 8 ~
objetará que los españoles también poseían textos sagrados la s Sagradas Escritu
ras, por e jemplo- a l os que l os i nd io s l os v eí an rodear del mayor respeto, y que
esos mismos indios primero habían observado con estupefacción la magia del papel
que habla . No obstante, ese asombro sólo fue de un momento y la r e la c ión or di
naria d e los españoles con la materialidad de la e scr itur a, aunque tratara de textos
r el ig io so s o m ág i co s , e ra m ás distante o m ás episódica. V ale de cir que, c u a ~ d o en
1558, un indio mexica asentó por escrito la Leyenda de los Solcs al mismo tiempo
que proteg ía del olvido un relato e se nc ia l de l a cosmogonía nahua , l o r ec re ab a
extrayéndolo de pinturas que ten ía ante sus oj os y d e poemas que llevaba en la
memoria. Más todavía, le confería un a condición nueva favoreciendo s u v al or
documental a e xpe nsa sde su a lca nce hermenéutico y de sus funciones rituales. Dicho
de otro modo, poner las pinturas por escrito implicó no sólo la se le cc ión. la censura
y l a s ín t es i s de tradiciones plurales - -- eje rc ic io a l c ua l se dedicaban ya los antiguos
tl curlo sino también una secularización y una desrnatcrialización de la informa
ción que no dejaba d e s er mostrada La distancia tomada por los indios cristianos
ante su pasado no habría podido encontrar ejemplo más concreto. .
Mas esta distancia es también una r e composición e n la medida en que la escruurn
alfabética imprimía al r el at o su continuidad lineal, su sentido único d e l ec tu ra ,
marcado de manera imperat iva po t un principio y u n fin en tanto que, a e st e r es
pecto, las pinturas parecían mostrar mayor flexibilidad Y el e f e c ~ ü sin ~ u d a era
más fuerte aún en la medida en que la escritura rompía la antigua distinción entre
lo dicho y 10 pintado, sustituyéndola por un modo de e xpr e sión común y único: el
texto alfabético. P a ra los nuevos escritores quedaba el cuidado de ordenar, de c on
jugar y encadenar, sin precedente ni guía alguna, la interpretación d.e la p i n t u r ~ elfragmento oral, la anécdota c uriosa, e l detalle sorprendente. el tcstirnoruo V Vido
A menudo lo hicieron con asombrosa maestría.
¿Concluiremos de ello que el e fe ct o de la escritura trastornó po r completo las
memorias indígenas y su v is ió n de las c os as ? Como lo hemos visto c on claridad,
durante todo el siglo XVI c oexistie ron la escritura alfabética y las pinruras , a
v ec es e n el mismo espacio y sin qu e las tradiciones orales se perdieran s l e m p r ~ Por
otra parte, no todos los manuscritos respondían a encargos español.es que orienta
ran su redacción. Algunos trataban de perpetuar usos prehispánicos como, por
ejemplo, la c onse r va c ión de anales l oc al es . E n es e c a ~ o la ruptura era menor, el
objetivo análogo, e l uso invariable, sólo el sostén era distinto. Mas, ¿se pl1edede.CIf
lo mismo de e sa s notas breves que un au tor dedica a su c ar re ra , a l os hechos msig
nific anr es de su e xiste ncia? ¿ Fa vore ció la e scr itur a la mirada introspectiva? ¿Contri
buyó el cristianismo a conceder a l a e xi s te nc ia y l a v iv en ci a individuales un interés
que difícilmente se les reconocía? Rompiendo las jerarquías ~ ~ a d i c i o n a l e s o ponién
dola s e n tela de juicio, ¿menguó paralelamente la colonización las antiguas solida
ridades al grado d e f av or ec er l a e xp re si ón personal mediante la i ns er ci ón en el
grupo doméstico y la comunidad? Es muy posible qu e el conjunto de estos factores
sociales, ideológicos y té cnicos pueda e xplica r la aparición de t ex to s del tenor de
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62 LAPINTURA Y \ESCRITURALAPINTURA Y LAESCRITURA 63
ese Diario deJuan Bautista en que este recaudador de tributo de los indios 'vaga
bundos de México cuenta sus padecimientos, habla de los que lo rodean, des
cribe las corridas de toros y las fiestas, recoge fragmentos de sermones, anota e
precio del papel de Casti ll a y de las gal linas. No es improbableque los cantares
cristianizados tan atentos a la introspección ya l destino personal hayan sufrido la
doble influencia de lanueva religión yde la nueva escri tura.\7 Por consiguiente, ni
siquiera cuando no favorecía la aparición de estas formas nuevas sinoque se limita
ba a fijar patrimonios antiguos, la escritura nada tenia de ejercicio inocente. Alte
raba elcontenido de la herencia yla naturaleza de larelación que los indios habían
tenido con él. Plegándola a un modo de expresión exótico practicado por indios
aculturados, y por consiguiente sometida auna educación cristiana yoccidental, la
escritura latina asumía una función ambigua y subrepticia: aseguraba el salvamento
de las antigüedades a costa de una mutación imperceptible que fue también
una colonización de la expresión.
Sin embargo, latransformación de la expresión no sepuede disociar de intereses
más inmediatos. Laescritura fue el instrumento deuna asimilación o mejor dicho
de un sometimiento menos suti l y más generalizado ante las exigencias de la so
ciedad colonial. Si bien escierto que las autoridades españolas concedían un valor
legal a los testimonios pictográficos, todavía era necesario que éstos fuesen glosados
o acompañados de una interpretación en náhuatl o en español . A deci r verdad, la
comunicación con la burocracia del virreinato necesitaba la práctica de la escritura
tanto como recurri r al intérprete. En rnixteco, en zapoteco, en mat la tz inca y
sobre todo en náhuatl aparecieron ordenanzas, l istas de barrios cada vez más nu
merosas durante segunda mitad del siglo X\1 Escritores indígenas e intérpretes
-los nahuatlatos redactaron solicitudes, testamentos, actas de venta y de dona
ción. A los jueces eclesiást icos, al virrey, al corregidor o a un visitador cualquiera
fueron dirigidas querellas legales, denuncias.\8 Captamos e alcance igualmente
ambiguo de esta adopc ión. Losindios se pliegan a formas que les son extrañas,
pero también aprenden a valerse de ellas en beneficio propio. Adquieren así una
información sin precedente y los medios para intercambiarla. al grado deque, 20
después de la Conquis ta , en 1541, a lgunos españoles se inquie tan: [Los
indios] t ienen amanuenses tan buenos y tan numerosos que no podría dec ir su
número y que redactan cartas que les revelan muy a la ligera todas las cosas de
país de un mar a o tro, cosa que antes les era imposible. Idéntica actitudcuando
en 1545se procuran e texto de las leyes que los favorecen o cada vez que redactan
o mandan redaerar lasquejas que denuncian lasuerte que les afecta. Lamás ilustre
de estas manifestaciones probablemente sea la carta que dir igen en 1556a l rey de
España los nobles indígenas de Méxicoy sus alrededores. Losnombres más encurn-
\; Bierhosr, op . c it .
\8 Por ejemplo Pedro Carrasco yJesús Monjarás Ruiz. Colección de aocumentos sobre Coyoacán Mé
xico: INIIH. 1976-1978. 2 vols.: Hildeberro Martinez. Colección de documentos coloniales de Tepeaca
MéxICO. INIIH. 1984; Anderson ()976).
brados de la aristocracia indígena no vacilan en suscribir ese panorama bastante
sombrío de la condición indígena ni en sol ici tar que e dominico Bartolorné de
Las Casas d e quien conocen manifiestamente la actuación yprobablemente los
escritos- sea su protector t i tular.
Por otra parte, una bibliografía religiosa en españolo t raducida a una lengua
autóctona e náhuatl y de manera más excepcional el huasteco, e roronaca, el
tarasco, el mixteco , e tc . empieza a circular en ladécada de 1530en ciertos medios
indígenas: en ella se reúnen textos bíblicos la s Epístolas, los Evangelios, e Ecle
siastés,los Proverbios, e LibrodeJob, e de Tobías-, catecismos, sermones, manua
les de confesión, devocionarios Corona de Nuestro Redentor Horasde Nuestra
Señora Espejo divino vidas de santos. Primero se trató de obras manuscri tas y
luego de textos impresos que reparten los religiosos yque éstos destinan expresa
mente a un público indígena, como explica al respecto e franciscano Alonso deMal ina en la int roducc ión de su Confesionario mayor (1564), que él quiso llenar
de materias útiles y necesarias a los penitentes parasaberse confesar y declarar sus
pecados . Todavía en 1607,Joan de Mijangos expone que redactó su Espejo divi·
no en forma de coloquios porque sea más fácil de entender a los naturales que la
leyeren . Pero los indios no permanecieron en absoluto como lectores pasivos.
Cop ian de unos a otros t odo lo que pasa por sus manos. Tanto que, en 1555, e
Primer Concilio mexicano seinquieta por ello, considerando muy grandes incon
venientes hallamos que se s iguen de dar sermones en la lengua de los indios, as í
por no los entender como por los errores y faltas que hacen cuando los trasladan .\0
El Concilio no sólo ordena incautar todo los sermones en posesión de los indios
sino que insta a cuidar muy de cerca los textos que se les entreguen en e futuro,
para que no puedan ni falsearlos ni corromperlos . Incluso llega a prohibir espe
cialmente la venta a los indios de un libro de las suertes que circula en castella
no. En 1565, e Segundo Conci lio mexicano se preocupa de nuevo por las obras
manuscritas en poder de los indios, pretendiendo retirarles todos los libros de ser
mones y los textos sacados de las Escrituras para sólo dejarles e catecismo aprobado
por las autoridades eclesiásticas. Estas medidas no sólo revelan la difusión de la lec
tura entre los indios. sino también la existencia de mediosque reproducen textos
sin rendir cuenta alguna a laIglesia. Así como latransmisión de lasantiguas 'pinoturas rituales apenas nos sorprende, así esas copias salvajes poco más de
años después de la Conquista desconciertan. ¡Qué no daríamos por descubrir ejem
plares de esos trabajos y por determinar si las corrupciones y los errores con
que se los rel lenaba no eran fruto de una primera interpretación indígena de los
textos cristianos, y por ende una primera herejía de laque al parecer la Iglesia des
confió igualo más que de las supervivencias idolátricas Por lo demás, ¿no se
aprecia acaso un reflejo de ella en lasversiones cristiar¡izadas de losfamosos nt res
mexicanos?
\9 Fernández del Castillo, Libros y librerol 01 cit. p. 36: Concilios prol in alel Primero y Seglln·
do México, Superior Gobierno, 1769, pp. 143·144.
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64 LAPINTURAYLAESCRITUR LAPINl UR y LAESCRHUR
Fueran cuales fuesen los adelantos de la escritura ésta no podía ahogar la expre
sión oral; pero es probable qu e haya modificado considerablemente su estatuto.
Algunos indios siguieron entonando los cantares antiguos en hogares o en las
casas señoriales durante todo el siglo XVI a pesar de las prohibiciones l a n z a d ~ s p o rla Iglesia y los concilios provinciales A d e c i ~ verdad s?lo se trataba de una a e t 1 v l ~ ~ dclandestina o cuando menos sospechosa LeJOS de fosilizarse de pronro la tradición
oral se pudo mantener viva quizás al grado de expresar un reviva/ ritual c e n t ~ a d oen la exaltación de la ética guerrera y d e los soberanos de amaño. Pero habla dejado
de ocupar entre la nobleza el lugar excepcional que habí a sido el suyo antes de
Conquista. Por lo demás ---como toda transmisión or l difícilmente era separable
de una escenificación pública en que se cimentaba junto con otros elementos
visuales sonoros lúdicros o dramáticos. Privados con frecuencia del c o m p l ~ m e n t oy del sostén de pinturas ocultas extraviadas o quemadas ai sladosde las instrtu-
cienes que aseguraban su difusión su regulación y su e x p r e s l ~ l d a d los c ~ n t o y los
discursos del pasado hubieron de coexistir con otras cornposicrones inspiradas por
los evangelizadores.
Comprendiendo el part ido que podían sacar del gusto de los IndIOSpor el canto
y la expresión ora l algunos religiosos enseñaron el canto llano y el canto grego-
riano al mismo tiempo y c on el mismo éxi to que la escritura. Cantores y maestros
de capilla proliferaron en los pueblos en tan gran número que se pensaba que la
aldea más ínfima contaba con tres o cuatro indios que cantaban todos l os d ías en su
iglesia las Horas de uestraSeñora Pero la Iglesia también pensó en explorar las
formas tradicionales en recuperar los antiguos cantares para l oa r la fe cristiana
la v id a de C ri st o y de los santos vaciando un contenido nuevo en una forma
conocida y aprobada. Algunos religiosos lo intentaron y lo que es aún más in tere
sante algunos indios compusieron poemas que se cantaban en ocasión de las gran
des fiestas religiosas Obras producidas a lo la rg o de todo el siglo hablaron de la
Creación del mundo de la Anunciación la Natividad la Redención; retomaron
las imágenes y los convencionalismos estillsticos usados ames de la Conquista l s
flores las mariposas las plumas de quetza l- y volvieron a recurri r a temas paga
nos confiriéndoles un mariz crist iano. Sin embargo es impensable que esa conti
nuidad formal haya ocultado una ruptura decis iva en la composición. Sin hacer
de ello una regla sistemática parece ser qu e esos cantos recibieron una forma escri-
ta desde su concepción; dicho de otro modo que el p ro ce so de c re ac ió n ya no se
confió sólo a la memoria sino que dio lugar a un trabajo de escritura que delata el
enlace infinitamente complejo y nuevo de los temas antiguos y las adopciones cris-
tianas. En ellos se descubre de nuevo la penetración de otra técnica de expresión y
de organización del pensamiento cierto es que sin poder captar su alcance exacto
El teatro de evangelización cuyo extraordinario éxi to en el medio indígena conoce-
mos esrimuló un proceso análogo: fue la escritura franciscana la que sirvió de trama
a la expresión ora l de los actores indígenas tanto como a sus intentos de composi-
ción Tanto el t eat ro como el canto colonial se basaban en la primacía o cuando
menos en la anterioridad de la escritura.w
Cuidémonos de generalizar aunque se encuentren otros ejemplos de este retro-
ceso de la oralidad antigua y d e los adelantos de la escritura Las circunstancias más
encontradas se prestaban a ello. Preocupados por verificar el contenido los reli-
giosos recababan transcripciones de lo qu e cantaban los indios en tanto que por su
parte otros indígenas conservaban esos cantos por escrito adornándolos con pala-
bras cristianas par a bur la r las censuras Las regulaciones de los extirpadores de
idolatrías los esfuerzos secretos de los guardianes del pasado la inmersión obli-
gada en una sociedad qu e vinculaba el poder temporal y espiritual con la escritura
la curios idad por es ta técnica nueva todo concurría para pr ivar a lo oral de la
autoridad de que había gozado en tiempos de los cuicat] y de los tlahto//i. Como
es evidente esto se presentaba dentro de los estratos dirigentes que trataban con
los empleados y Jos administradores y en menor medida entre los macehuales. Ensu decadencia progresiva lo oral tendió a no ser ya entre los nobles del siglo XVII
sino el instrumento de una reminiscencia histórica y se identificó más cadadía con
la cultura de las masas campesinas y ciradinas. Se puede decir con mayor exacri-
tu d que fue la agonía de una oralidad aristocrática ligada a la lectura de las pino
turas y a dirigentes prestigiados en beneficio tal vez de formas más modesras y
menos reguladas.
Es difícil delimitar con la precisión deseada los medios en que se elaboraron esas
formas nuevas esos compromisos sin precedente. Por lo general el anonirnaro
cubre a los pintores a los test igos del pasado condenado tanto como a los observa-
dores del presente colonial . Disimula a los creadores y a los escul to res de gli os a
los lectores de l ibros a los amantes de los grabados y los croquis. ¿Cuántos eran los
que se dedicaban a tender puentes entre ambos mundos a vacilar entre modos de
expresión sin proporción común? Puede parecer paradójico estudiar el producto
la práctica antes de interrogar al autor pero es que la propia naturaleza de las cosas
casi no deja otra opción. Sin embargo es posible hacer intervenir varios puntos de
referencia Hemos de recordar qu e en enero de 1536 se abrió bajo la dirección
de los franciscanos el colegio de Santa Cruz de Tlarelolco Desde el primer año
acogió a unos 60 muchachos sal idos de la nobleza nahua del país quienes vi
nieron a entender todas las materias del arte de la gramática y a hablar latín yentenderlo y escribi r en latín y aun a hacer versos heroicos . Durante unos 20
años de 1546 a 1565 los estudiantes indígenas formados por los religiosos incluso
tuvieron a su cargo la dirección de la institución y una parte de las enseñanzas.
Con frecuencia se ins is te en la mala adminisrración que durante este periodo estu-
va a punto de arruinar la empresa olvidando preguntarse sobre el a lcance de la
autonomía temporal pero excepcional de la que disfrutaron estos indios. Sin cm-
60 Fernando Horcasiras El teatro rláhuatl. Época novobispana y moderna Primera Parre México
UNAM 974
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66 LAPINTURA Y LAESCRITURA LAPINTURA Y LAESCRITURA
..1
67
bargo, fue en esa misma época cuando aparecieron muchas de las formas que
hemos descrito. All í se enseñaban la gramática, la retórica, la poética, la filosofía
y la medic ina. Se leía a Plinio, Marcial , Salus tio, Juvenal , Tito Livio, Cicerón,
Boecio, los Padres de la Iglesia, Nebrija, Erasmo, Luis Vives, etc. Del colegio de
Santa Cruz salió una pléyade de indígenas que se iniciaron con brío en la cul tu
ra let rada de los europeos. Al lí se encuent ran indios de México, de Tlare lolco,
de Azcapotzalco, de Xochimilco de Texcoco e incluso de Hue jo tz ingo , en ei
valle de Puebla. Sabios que t ambién supie ron ser hombres de poder , puesto
que varios de ellos desempeñaron funciones de gobernador y que el más insigne,
don Antonio Valeriana, buen lat inista, lógico y filósofo , incluso dirigió a los
indios de lacapital por espacio de 30años. Entre ellos con frecuencia sereclutaron
losinformantes y loscolaboradores que guiaron lasinvestigaciones de los religiosos
y sobre todo las de Bernardino de Sahagún: MartínJacobita, profesor y rector delcolegio; Antonio Bejarano, profesor también; Pedro de San Buenaventura Es
sorprendente que estos indios que habían recibido una educación occidental par
ticularmente compleja hayan sido también los que continuaban poseyendo los
saberes antiguos ¿No fue Pedro de San Buenaventura quien explicó a Sahagún
el cálculo del principio del año prehispánico yquien copió o puso por escrito los
Himnos de los dioses uno de los textos más densos y menos reformados sobre
los cultos antiguos Pero también fueron ellos mismos quienes fijaron en losColo-
quios una versión de los únicos grandes debates que opusieron a los franciscanos
a los sacerdotes indígenas, o que esbozaron el relato de la conquista española, la
Historia de la Conquista Setiene la impresión de que estos testigos privilegiados
lograron dominar, entre 1550 y 1580, los dos espacios culturales, el indígena y el
cristiano, y, aún más, expresar el encuentro inicial.
También fueron traductores notables que corregían o establecían la versión ná
huatl de los textos latinos o españoles que les presentaban los franciscanos. En ello
les aportaron una ayuda incalculable. Así fue como Hernando de Ribas -muerto
en 1597- part icipó en la redacción de los Diáiogosde lapaz y tranqutlidad del
alma de Juan de Gaona, como don Francisco Bautista de Contreras trabajó con
el franciscano Juan Bautista en la versión náhuatl del Contemptus mundi y e n el
l ibro de LaJ vanidades del mundo No sólo, a ejemplo de Esteban Bravo, usaban
un náhuatl de una excepcional riqueza, sino que escribían un latín que asombraba
a los lectores españoles. De Antonio Valeriana, quien murió en 1605 t ras haber
sido gobernador de los indios de Méxicodurante mucho tiempo, se decía que in
cluso en los últ imos años de suvida hablaba [latín1ex tempere aun en los últimos
años de su vejez con tanta propiedad y eleganciaque parecía UnCicerón o Quinti
liana . De don Francisco Bautista de Contreras se admiraban las cartas t an bien
compuestas que redactaba en castellano. Tambi'én se hicieron traducciones del
61 S.h.gún, Historia . ., op cit pp. 165·167; Juan Bautista. Sermonario en lengua mexicana
México, Lópcz Dávalos, 1606·1607 ( Prólogo en Garibay [1971J, 11, pp. 218-256).
náhuatl al lat ín. El e jemplo más espec tacula r sigue s iendo la obra de medic ina
indígena debida a Mar tí n de la Cruz, t ra duci da al l at ín hacia 1552 por el i nd io
Juan Badiana de Xochimilco con el t í tulo de Libellus de medicinalibus Indorum
herbis 62
Este dominio de las lenguas estuvo acompañado del desarrollo deuna reflexión
lingüística que en lo sucesivo hacía posible la alfabetización del náhuatl. Permi
tiendo aislar, descontextualizar y escribir todas las palabras, el alfabeto facultó lo
que quedaba totalmente fuera del alcance de la expresión pictográfica: la compila
ción de gramáticas y de vocabularios indígenas, de losque el más acabado sigue
siendo sin objeción el Vocabulario del franciscano Alonso de Malina en elque, por
otra parte, colaboró el indio Hernando de Ribas. Don Anronio Valeriana aportó
su contribución en los campos de la etimología y lasemántica. Sin dificultad adivi
namos las pacientes investigaciones hechas sobre la adopción y la traducción de las
categorías occidentales, sobre las suti lezas de los conceptos y del lenguaje , de
las cuales más de una terminó en lacreación de neologismosa losque por lodemás
el náhuatl se prestaba fácilmente. Depuración de términos demasiado cargados de
resonancias paganas, interpretaciones cristianizadas de ideas tradicionales, desva
lorización de vocablos que evocaban condueras ya inaceptables dentro del nuevo
orden de cosas , pero también búsqueda de e leganc ia y deseo de exact i tud. Rara
vez colaboración intelectual alguna sellevó tan lejos.Yen efecto. gracias al trabajo
de estos lingüistas y de estos informantes indígenas pudieron los religiosos elaborar
el náhuatl de iglesia que debía regir las relaciones de los indios con el clero y con
losdogmas durante toda la época colonial. Estudiante y luego rector del colegio de
Santa Cruz, don Pablo Nazareo confiaba que se había propuesto, infatigablemen
te noche y día, traducir del lat ín a nuestra lenguatodo loque en el transcurso dé
año se lee en las iglesias de la tierra: los Evangelios y las Epístolas de los domingos,
de los santos, de la Cuaresma y de las fiestas . Ni siquiera la tipografía hacía
retroceder la inteligencia y el tacto de Josindios del colegio. Originario de Tlare
loica, Diego Adriano componía en la imprenta en cua lquier lengua tan bien y
tan expeditamente como lo pudiera hacer cualquier maestro por diestro que fuera
en es te arte . Lo mismo podría dec irse de Agust ín de la Fuente, quien murió
hacia 1610 y a quien se deben numerosas ilustraciones del Códice de Floren Ia (,l
Estas actividades de traductor, de experto del lenguaje e incluso de impresor pu
sieron a este grupo de indios en estrecho contacto no sólo con textos destinados.a la
predicación, al catecismo, a la confesión, sino también con obras cuya traducción
al náhuatl basta para dar fe de la lenta pero segura asimilación de lacultura de los
sabios europeos: citemos, entre otros, el CóntemptuJ mundi esdecir, laImitación
de [esucristo de Tomás de Kempis, e l De Con rolatione Pbilosopbiae de Boecio olas Fábulas de Esopo. . . .
62 Garibay (1971).11, pp. 180,221.224.
6l ¡bid p 231; Epútolano de uevaEJpaña 1564-1569 (1940), X. pp 89.108
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64 López Sarre1angue 1 9 6 ~ , pp. 1 7 3 - 1 7 ~ ; Spores (1967). p. 242.
En ello se descubre indiscutiblemente la apari ción y la constitución de un a éliteletrada profundamente cristianizada cuya característica principal fue la de estar
íntimamente ligada a las órdenes mendicantes y en particular a los franciscanos. Essabido que la finalidad inicial pero pronto abandonada- del colegio de Santa
Cruz había s id o la de formar indios para el sacerdocio. El proyecto fracasó ante lahostilidad de un a parte de la Igl es ia e inc luso l ade sus promotores, decepcionados
por las flaquezas de algunos de sus estudiantes, N o por e llo es menos cierto qu e
los indios del colegio proporcionaron a la I gl es ia los medios intelectuales y l inogüísticos para penetrar mejor en el mundo indígena, aportando el conocimiento
qu e de él tenían y apoyando en todas las formas pos ib les l a evangelización de laspoblaciones. A título informativo sólo mencionaremos el colegio agustino de Tiripirfo, donde la nobleza tarasca pudo aprender el latín, el gr ie go e i nc lus o elhebreo repitiendo -cier to es qu e en menor escala- el ejemplo de Tlatelolco. Su
alumno más ilustre, don Antonio Huitziméngari Caltzontzin qu ien fue gobernador de Michoacány murió en 1562- , tenía numerosas obrasen latín y la amistad delcronista Cervantes de Salazar . Muy le jos de a ll í, en l a región de Oaxaca, el cacique
mixteca más poderoso sólo mencionaba dos l ib ros en su testamento de 1591, aun
cuando se tratara del FlosSanctorum y del Contemptus mundi La cultura letrada
occidental desbordaba así las t ierras nahuas para penetrar en comarcas más distan
tes, para alcanzar otras etnias. 64
Pero los indios letrados del colegio de Tlatelolco o de o tr as partes no limitaron
su acc ió n a apoyar la empresa de la cris t ianización. Se dedicaron con igual energía
a defender sus privilegios y su jerarquía. Muchos de ellos estaban l igados a l as famil ias p rinc ipescas de Texcoco , de México o de Tlaxcal a. És te era el caso de don
Amonio Pirnenrei Ixtl i lxóchit l y de su padre don Fernando; de los mestizos Juan
de Pomar y Fernando de Alva Ixtl i lxóchi tl ; de don Alfonso Izhuezcatocatzin Axayacatzin, hi jo del rey Cuit láhuac , quien fue gobernador de Texcoco y escribió enespañol y en náhuatlla historia de su pasado. Don Pablo Nazareo, el infatigable
traductor, era esposo de una sobrina de Motecuhzoma, de quien descendía también
el autor de la CrónicaMexicayotl Fernando de Alvarado Tezozómoc. Pedro Ponce
de León au to r de un a Breve relaciónde losdioses y ritos delagentzJidad tenía
l azos con el linaje de los señores de T laxcal a. Antonio Valeriana resul ta aquí la
excepción pues al parecer no pertenecía a la nobleza, lo cual no impidió a su h ijo.Diego casarse con un a dama noble de Azcapotzalco. Sin pertenecer a estas aristocracias, nobles de provincia o de s eñor ío s más modestos, principales, participaron
en la elaboración de esa nueva cultura conservando la herencia, ejercitándose enla escritura, consignando la historia qu e se hacía ante sus ojos, Francisco Acaxitli,gobernador de Tlalmanalco, redactó hac ia 1550 un l ib ro sobre l a expedición delvirrey De Mendoza contra los chichimecas. De Tepeapulcoy de Huexotla, cerca deTexcoco, de la región de Chalco y de Arnecameca salieron archivistas , compiladores,
61 Garibay (1971), 11, pp, 228-230, 299; Spores 1967), p. 179; Fernández del Castillo, Libros
libreros. . . op cii. pp. 14·16.66 Carrasco. Colecciánde documentos. , op. cir. Il , pp. 1 ~ - 1 6 Yp Jsim; sobre las obligacionesdel
escri no indígcna, véase onso de Molina, Confesionario nJayoren lengu mextcana y casteltana
México, Antonio de Espinosa, fols. ~ 8 r o - ~ 8 v O .
informantes que coleccionaban los manuscritos pictográficos, los conservaban, losanotaban, los hacían circular, redactaban relaciones en náhuatl y leí an en español.
En la Mix teca Alta, don Gabriel de Guzmán, cacique de Yanhuitlán de 1558 a1591, dominaba perfectamente el español. Y Michoacán, como hemos visro, noquedaba a la zaga con don Antonio Huitziméngari o esos indios de Taximaroa
quienes, en 1560, recibían del franciscano francés Mathurin Gilbert la promesa
de qu e se les devolverían las obras incautadas por la Inquisición.w. Baj.o aquellas tentativas múltiples se adivina el deseo tenaz de reconquistar un a
Identidad maltrecha, de colmar el abismo abierto, la red rota por l Conquista,
de adaptarse a las nuevas reglas del juego a s í fuesen religiosas, políticas, socialeso.económicas--:- tratando de salvar lo esenc ia l: el estatuto, los bienes y los privi legros de los antiguos grupos dominantes. La nobleza indígena aprendió a conocermejor a su vencedor y a conformarse al modelo que le ofrecía la Corona española,
el del hidalgo ibérico de quien adoptó l vestimenta, los emblemas la s armas, elblasón, el caballo-, la piedad ostentosa sin romper por ello con un pasado qu e
ocultaba e l comienzo, el asiento y la raíz del tlahtocáyotl . De ahí ese celosocuidado por reunir las pinturas , por guardarlas dentro del linaje, por sacar copiasy transcripciones para aportar las pruebas de una legi timidad que los trasrornostraídos por la Conquista a veces ponían a dura prueba, De ahí también esa solicitu d paraocupar las funciones de escribanos y de intérpretes nabuasiaros-s- que
aseguraban la unión entre ambas sociedades. Sobrevivir socialmente conciliando
lo qu e ya no era sino un pasado en parte prohibido y la inevitable realidad colonial, tal fue, a l parecer, la constante diligencia qu e materializan l os manejos de lapintura y la e sc ri tu ra entre esos nobles vencidos, pero eso sí, muy conscientesde ser todavía enlaces indispensables entre los conquistadores y las poblacionesautóctonas.
La extensa d ig resión de la pintura y de laescr it ura tenía como fin escrutar elsurgimiento de una culturaradicalmente nueva , a partir de los años 154o, en el senode los antiguos medios dirigentes. El estudio de lacoexistencia de modos de expresión y de cód ig os distintos, el análisis del paso de uno a otro, de las transforma
c io ne s de las f ormas antiguas y de su conservac ión, l a der ivac ión con frecuenci atentativa de soluciones originales son imagen de las transformaciones, las prefe
renci as y los compromisos a los que se entregó la nobleza indígena de las t ierrasnahuas, de Micho acán o de la r eg ió n de Oaxaca. Cuando el Quattroeento italiano
hace malabares con los modos de representación, valiéndose de sis temas antiguos
o nuevos según los objetos que pima, abreva en un mismo acervo cultural, en una
misma sociedad, se inspira en registros distintos pero a pesar de rodo emparenta-
69APINTURAY LAES RITURl¡
LAPINTURAY LAES RITUR8
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70 LAPINTURAY LAESCRITURA LA PINTURA Y LAESCRITURA 71
dos. El interés excepcional de la experiencia mexicana obedece a la conjunción de
prácticas que podrían considerarse irreductibles, a la relación de tradiciones desa
rrolladas fuera de todo contacto previo. Pluralidad de los apoyos de la expresión:
los glifos se juntan con e alfabeto y la notac ión musical ; la imagen pintada se
encuentra con e grabado; la transmisión oral oscila entre formas prehispánicas
o cristianizadas; l canto llano, l polifonía suceden a a danzas ancestrales Pluralidad también de las l enguas : e latín, e español, se agregan a las lenguas
indígenas dominadas por e náhuatl que si rve en todas partes de /ingua franca
Pluralidad de los calendarios en los anales que consignan al mismo tiempo e año in
dígena y el año cristiano. O en esas pinturas e Códice de T/ate/o/co el Códice
mcxtcanu¡ 23 2 4 que discretamente, en e secreto de las memorias, bajo las imá
genescristianas o la reutilización de los símbolos de antaño, marcan las correspon
dencias. O bien, incluso en esos repertorios de los tiempos que inician a algunos
indios en el zodiaco europeo. Pluralidad de los espacios que alían en las construc
ciones monásticas e recinto cerrado y cubierto de las iglesias con la extensión vacía,
inmensa de los atrios qu e se inspiran en las grandes explanadas prehispánicas. Plu
ralidad más prosaica de vestido del que ofrece muy buenos ejemplos el Códice de
T/ate/o/co Pluralidad en fin de las práct icas económicas que saben agregar a la
explotación de los recursos tradicionales e l tributo en hombres y en espec ie ,
los regalos obl igados de los subalternos- los i ng re sos de la cría o los productos
de la sericicultura No se trata sin embargo de definir un conjunto estable en
qu e cada rasgo vendría a ocupar un lugar determinado, sino, por e contrario, e
ejemplo se ha tenido repetidas veces, de configuraciones múltiples en embrión,
donde lo antiguo se modifica, se descompone para integrarse a creaciones improvi
sadas o para integrar elementos exóticos. Las relaciones se invierten al capricho de
los contextos, de las convergencias y de los lugares: la iconografía occidental domi
na en los conventos , su equivalente indígena se impone hacia la misma época en
las pinturas . En acercamiento, yuxtaposición o articulación, coexisten dos modos
de representación y de inteligibilidad de lo rea l, es dec ir también dos sistemas dis
tintos de expectativa y de convencionalización que no sólo r igen la imagen que
uno tiene de la realidad, s ino asimismo, de manera más inmediata, los propios
códigos perceptivos. Como si aquellos indios hubieran puesto en las cosas una
doble mirada, tan sensible a la estét ica, a los cánones de antaño, como abierto a
nuevas relaciones, a pasados distintos: H an venido a saber todo el principio de
nuestra vida por los libros que leen y de dónde procedemos y cómo fuimos so
juzgados de los romanos e convenidos a la fe y todo lo demás que se escribió eneste caso.' '67
Queda por determinar si esa duplicación de los esquemas, de las categorías y de
las perspectivas podía repercutir intelectualmente en la instauración de un nuevo
idiolecto , de una estructuración de conjunto, homogénea y duradera cuya aso-
67 Epistolario . . ( 1939 ), IV. pp. 1 68 -169.
ciación, en algunas pinturas , de paisaje y de la cartografía indígena (prefigu
ración inesperada de lo qu e Holanda llevó a la per fe cc ión en el s ig lo XVII) o la
dimensión pictográfica de las láminas botánicas del Libe//us de medicina/ibuJ . .
aportaría ejemplos notables. O si no rebasó e orden de la s ín te si s individual
y de la iniciat iva local , de la experienc ia parce la ria, vac ilante , de la colección de
muestras que en ocasiones evoca la arquitectura monástica cuando agrega las adop
ciones tomadas de los est ilos más diversos. Mas , ¿acaso e Quattrocento no bal
buceaba también en sus principiosrw
La experienciacultural, social y políticade la que hemos seguido algunas manifesta
ciones no pudo instaurar una dinámica capaz de dominar la irrupción de Occiden
te, de asimi la rla y de conjugarla con la.herencia autóctona. El milagro abortó.
O, más exactamente, la experiencia fue desviada del curso que había tomado, hacia
medios más modestos donde prosiguió' bajo Otras formas condenadas a una exis
tencia marginal ya un estatuto culturalrnente minoritario en e universo colonial.
Las razones son múltiples. Las filas de la nobleza indígena habían sido diezmadas
po r l as guerras de la Conquista, las expediciones lejanas, las matanzas y las ejecu
ciones. Cuando sobrevivió y pudo negociar su reunión tras la humillación de la
derrota, le fue preciso aprender a perpetuarse enun medio colonial hosti l e impre
visto, que sometía la costumbre india a la ley del rey y de Dios. Los primeros afec
tados y condenados al eclipsarniento fueron los hijos de las madres repudiadas por
esposos a los que la Iglesia instaba a abandonar la poligamia. Mujeres y bastardos
fueron apartados brutalmente t ic la jerarquía qu e les pertenecía. Elsustrato de las
alianzas se vio así desquiciado. Cieno es qu e la Corona tuvo cuidado de proteger
e estatuto de los nobles, de concederles privilegios, favores y bienes. Lo hizo tanto
por respeto al orden establecido -fuera cua l fuese su origen- como porque no
podía privarse de esos intermediarios demasiado preciosos de los que dependían la
recaudación de tributo y la obediencia de las pob la ci ones . A los descendientes
de los señores prehispánicos y a los que se hallaban inmiscuidos en sus filas, la Co
rona les concedió e título de c ac ique y les a br ió las funci ones de gobernador. 69
Con frecuencia, la innovación produjo la mayor de las confusiones dado qu e las
condiciones de ingreso dependían menos de la tradición local que de la buena
voluntad de las autoridades coloniales, cuando no estaban sometidas a la incerti
dumbre de la int riga y lacorrupción. El favor de los españoles , de un encomendero
o de un eclesiástico era un a preciosacarta y la acusación de idolatría un arma segu
ra para neutralizar o apartar a un rival al que la costumbre hubiera retenido. Para
rnacehuales ambiciosos, hábiles y enriquecidos en el comercio habíaahí la posibili
dad de apoderarse de tierras destinadas a los templos o al soberano mexica, de es
capar del tributo y de ser principales. Aunadas a las presiones de los españoles, esas
usurpaciones numerosas y cotidianas alimentaron un sentimiento de inseguridad
68 Elisa Vargas Lugo, LaJ portadas religiosas; México, UNAM, 1969.
69 Gibson (1967). pp. 168-174; López Sarre1angue (1965), pp. 83-108, 123-124.
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72 LAPINTURAYLA ESCRITURA LAPINTURAY LAESCRITURA
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y de incertidumbre que no perdonó a la aristocracia. Su eco se encuentra, desde
1545, en el testamento de don Antonio Pirnenrel , cacique de Texcoco , y en la
correspondencia que laaristocracia de la capital cruzó con laCorona en la segunda
mitad del siglo. A partir de 1570, lacrisis demográfica cobró tal amplirud que los
nobles perdieron a numerosos macehuales que les eran fieles. Los sobrevivientes
prefirieron alquilar sus brazos a los españoles, mientras que la Corona se esforzaba
por reducir a la categor ía de tribu tarios a la mayor ía de indios posib le , así fuesen
de sangre noble, al mismo tiempo que limitaba los derechos de los pipi/tin sobre
los p lebeyos. Para recur ri r a los términos de Charles Gibson, estas dificultades
dieron por resultado una pérdida de ingresos, de poder y de prestigio que afectó
a caciques y principales Los matrimonios con españoles, el mestizaje, la venta
de bienes patrimoniales, el constante fortalecimiento de la presencia europea y
sobre todo los est ragos de las epidemias acumularon sus efectos para acentuar la
regresión de una nobleza a la que, desde ese momento. las autoridades yano tenían
por qué tratar con miramientos. A ellose agregó el desmoronamiento de las redes
de dependencia que dominaba la nobleza indígena. Al mismo t iempo que perdía
el dominio de la repar tición del tributo, la nobleza autóctona dejaba de formar
conjuntos jerarquizados donde cada cual debía tener su r ango . Y es probable que
la desmultiplicación de nexos individuales con lasociedad española no hiciera sino
acelerar el proceso. A este respecto essignificativo que el historiador Chimalpahin, a
pesar de todo cantor apasionado de la grandeza de los seño ríos de Cha lco y de
Amecameca, haya optado por agregar a su apellido indígena el patronímico de sus
protectores españoles, don Sancho Sánchez de Muñón, maestro de escuela del aro
zobispado, ydon Diego de Muñón. Lapráctica era de lo más común. Así, a medida
que,esta nobleza se acercaba a los europeos, desataba los lazos gracias a los cuales
habla edificado su poder, aun cuando conservara, a ejemplo de Chimalpahin, elrecuerdo precioso de su origen.
Deseosa de l legar a las élites y carente de medios, durante las primeras décadas
Iglesia se pr:ocupó .sobre todo por formar a lanobleza . En la segunda mitad del
Siglo se m o ~ t r o p r o l l v ~ a d e ~ t e n d e r toda distinción social, en parte porque la
estrarificación de la S iedad Ind ígena se hizo más vaga y (as poblaciones menos
numerosas. Nobles y plebeyos con frecuencia aprenden pues a leer y a es cribir
juntos. y loss e g u n ~ o s
logran progresivamente llegar a funciones importantes enel s eno de la comunidad Siendo alcaldes, regidores. escribanos e incluso goberna
dores. Pero hay otras brechas, también abiertas por la Iglesia. Alrededor de los
conv.entos f u n d a ~ o s por las órdenes mendicantes y desde fines del decenio de 1530
gravita una.multltud de servidores indígenas que están exentos del pago del tribu.
to y en :ea.lid.ad dependen exclusivamente de los religiosos que ejercen sobre ellos
una jurisdicción y una autoridad discrecionales que todavía nadie les discute. La
)0 Gibson (1967), p. 1 ~ 9 ; López Sarrelangue 1 9 6 ~ , p . 144 .
)1 Torquernada , Monarquía indiana op cis Y, p. 172.
mayor ía no posee ninguna calificación, son porteros, jardineros, cocineros pero
aun así descubren y aprenden prácticas nuevas, desde el cultivo de los árboles fru
tales hasta los rudimentos de la cocina monástica. Algunos adquieren una farni
liaridad más cercana con las cosas de la Iglesia. A ejemplo de esos sacristanes que
acompañan a los sacerdotes y tienen a su cargo los objetos del culto, de esostopiles
y alguaciles que seencargan de la seguridad de las familias y reúnen a losfieles para
la misa; al de los músicos yde los cantores que participan en los oficios. Cantores y
músicos, organistas, flautistas, trompetistas, tocadores de caramillo, de sacabuche
yde gaita incluso llegan a ser tan numerosos que el Concilio de 1555se alarma por
ello. En general , se cuenta cerca de una docena por pueblo y los hay hasta en las
aldeas más modestas. Esta inflación es ejemplo de un proceso que afecta a la rotali-
dad de los indios de iglesia. Pues aliado de los cantores y los fiscales surgidos de la
nobleza se deslizan sin cesar recién llegados felices de sustraerse al tributo y de
adquirir un estatuto al que no se habrían atrevido a aspirar antes de laConquista.
Lo que se juega es importante pues concierne a la responsabilidad espiritual en
el sentido más amplio de la comunidad. Los cantores y los fiscales preparan a los
agonizantes para laconfesión o para la muerte; les ayudan a redactar su testamento;
administran el bautismo en ausencia del cura . Enseñan el catecismo y anuncian
f
· el tiempo de las fiestas. Llevan el registro de las limosnas ylasofrendas ycuidan los
objetos del cul to y los ornamentos de la iglesia con un esmero tan celoso como el
lOque otros han puesto o ponen aún en conservar los ídolos . Esmuy probable que
entre ellos se recluten los indios que motu pr pr copian los manuscritos de los re
t O ligiosos o componen cantares sobre temas que esbozan un cristianismo que parcial.
J e mente corre ya el peligro de escapar de sus propagadores.« Otro medio. próximo al anterior, mantiene contactos cercanos con las formas R occidentales. Son los albañiles. los escultores y los pintores quienes, bajo la direcW ción de los religiosos. edifican en más de 300 localidades conventos e iglesias, es LL l culpen fachadas y capiteles, y pintan miles de metros cuadrados de frescos. Son
: n ellos los que, insensibles con razón- a la sucesión cronológica de los estilos
• europeos , i nvent an el estilo tequitqui y dan a sus obras apariencias sucesivamente
románicas, góticas, manuelinas, mozárabes, renacentistas o platerescas. Entre ellos
sin duda se descubre la misma distinción que opone a los aristócratas de las ciuda
des ya los notables segundones de provincia: formados en elmontón, los artesanosque laboran en los villorrios aislados no podrían ser confundidos con los de los
talleres de SanJosé de los Naturales en México, de Santiago Tlarelolco o de Tlaxca-
la, quienes reciben pedidos de todo elvalle de México, del de Puebla, de Michoacán
y de la r egión de Oaxaca yse inspiran cercanamente en los estilos occidentales.
Desde luego es difícil conocer la proporción de los pintores y los escultores, los
ind ios de iglesia y las autor idades civi les de los nobles y de los macehuales. Sin
2 Descnpción del arzobispado de México hecha en 1570 México, J.J. Terrazos. I S ~ 7 . pp. ~ 3 - 6 6 ;Códice franciscano Siglo XVI México, Chávez Hayhoe , 1941. p. 7.
)J Reyes Valerio (1978). PI' 1 3 3 - 1 6 ~
8/14/2019 1 Gruzinski Serge_I_La Pintura y La Escritura_La Colonizacion Del Imaginario
http://slidepdf.com/reader/full/1-gruzinski-sergeila-pintura-y-la-escriturala-colonizacion-del-imaginario 33/34
74 Li\ PINTURA YLA ESCRITURA LAPINTURAY LAESCRITURA 75
embargo se puede considerar que, en la segunda mitad del siglo, lejos de limitarsea los empleos subalternos, algunos plebeyos invaden todos los peldaños de la jerarquía, son cantores. fiscales o gobernadores. De ello r esul ta , en el altiplano, enMichoacán y en Oaxaca, la formaci ón de un conjunto de notables cuyo poder
no tiene raíz prehispánica, que ya no se v incu lan a dominios o a casas señoriales y,sobre todo, cuyo horizonte sel imi ta a la t ierra de la comunidad. Esas modificacionesprogresivas del cuerpo social vuelven a poner en duda los procesos culturales que
hemos recorrido. La compleja formación que se destinaba a la nobleza perdía sen
tido y eficacia en la medida en que el poder y la influencia social de este grupo
menguaban de manera irresistible. La i rrupción de nuevos notables rompía la cadena de los conocimientos que antaño detentaban los PipZIti El proyecto de una
alianza entre l a t radición nobil iari a y la aportación crist iana y occidental se veía
condenado a plazo más o menos breve en tanto qu e proliferaban principales queno debían nada ni a la sangre ni a la antigüedad . Pero la redistribución delas cartas sociales? mejor d i ~ h o su confusión en elmundo indígena no bastan para
explicar este callejón sin salida.
La difusión de la escr itura y de lo escri to , e l estudio y la conservación parcial delas culturas indígenas suponían por parte de la Iglesia y de la Corona (de la que
aquélla dependía estrechamente por medio del patronato) un clima de apertura yde curiosidad que manifiestamente se esfumó en los años que siguieron a la abdi
cación de Carlos V 1556) y a la clausura del Conci lio de Trente 1563). España seconstituyó en defensora de la Contrarreforma. En la Nueva España, este endureci
miento se manifestó en el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio 1571) yen una mayor regulación de la impresión y la circulación de los libros y los escritos.Pero, en particular, de los que estaban en lengua iodígena. Decisión determi
nanteaún, la Iglesia cerraba a los indios el ingreso alsacerdocio y a las órdenes religiosas y los sustraía a la incumbencia de la Inquisición: los indígenas se instalaban
en la condición de eternos neófi tos yde menores espirituales. aun cuando mucho
después algunos llegaron al sacerdocio. Estas medidas condenaban a la desapariciónla experiencia del colegio de Tlatelolco, que poco a poco redujo el número de sus~ e n t o r e s perdió a sus estudiantes en las epidemias para yano ser, a pr incipios del
Siglo XVJI, SInO una escuela donde se enseñaba a leer y escribir. En 1585 el arzobispose dcclaró contra la enseñanza: . no conviene que sepan la tinidad, retórica, filosofía ni otra ciencia alguna . Mas por encima de estas medidas y estos abando
nos no podemos dejar de recordar el ret roceso de las órdenes mendicantes, y enparticular de los franciscanos, para comprender mejor este cese de las experienciasrealizadas en el transcurso del siglo XVI. Los franciscanos habían soñado con una
Nueva España en que sólo los indios y ellos pusieran las bases de una nueva cristiandad se habían esforzado por servir de pantalla protectora entre las pobla-
H López Sarrclangue l 9 6 ~ , pp. 9 ~ 9 6 ; Epútolorio. . . 1 9 40 ), V II , p . 2 97 .7l Fernández del C - tillo,libroJ.1 libreroJ. . o p cit., pp. 1-47 ,247 , 81, ~ 1 3 . Phclan 1972). pp. 69-88.
ciones sometidas y los conquistadores, habían tratado de difundir las técnicas deOccidente al mismo t iempo que conservaban lo que podía recibirse de las antiguas
culturas. Como hemos visto, inspiraron muchas de las actividades, de las tentativas,de los compromisos que rodearon la definición de una cultura indocristiana. Sindejar de constituir una fuerza económica considerable y de gozar de los privilegiosextendidos, la Iglesia regular hubo de aprender a contar con otros poderes concurrentes: la administración del v ir rey, l a audiencia, el clero secular, los obispos;hubo de medirse con una sociedad colonial en que el peso de los español es , losmestizos, los negros y los mulatos crecía a medida que la población india disminuía
en proporciones considerables y a un ritmo acelerado. Más que útiles, irrernplazables auxiliares de la Conquista y la colonización, las órdenes mendicantes comolos indios nobles) , en la segunda mitad del siglo fueron compañeros qu e se impo
nían mucho menos . El abandono progresivo del colegio de Tlatelolco, fuerza esrecordarlo, fue contemporáneo del cese de las grandes construcciones monásticas,de la renuncia a los inmensos atrios cuyo espacio inútil ya sólo acogía poblaciones escasas.
La decadencia demográfica que afectaba a todos los indios y el t rastocarn ientode la r el ac ión de fue rzas que der ivó de él contribuyeron pues a detener el pleno
desarrollo de un a cultura original que lograba integrar la aportación crist iana yeuropea a un acervo y una tradición autóctonos. Pues era una cultura qu e moría
a medida que surgía:
Vemosen laerade ahora [últimos añosdelsiglol que en lasciudades y pueblos de mayornombradía de esta Nueva España no haya por maravilla quedado indio principal ni delustre, lospalacios de losantiguos señores por tierrao amenazando caída, lasc s s de losplebeyos por la mayor parte sin gente y desportilladas, los caminos y calles desiertas,las iglesi s vacíasen las festividades 77
No fue entonces la irreductibilidad de las culturas en presencia lo que provocó elfracaso de las síntesis empezadas. Por el contrario, pese a los traumatismos dela Conquista ya la prueba de la colonización quedamos sorprendidos de la precocidad del aprendizaje de la escritura o de la capacidad para captar mediante el
p ince l la nueva sociedad. Estas reacciones, esta permeabilidad dan fe de que
la comunicación y el intercambio no sól o eran posibles sino que fructificaron acos ta de ajustes a veces sut il es . ¿Hasta qué punto eran viables, hasta qué l ímite
se podía obrar sobre dos modos de enfocar la realidad y la persona que parecenirreconciliables y mantener un equilibrio entre dos lenguajes par a ob tene r una
síntesis original? La pregunta invita a escrutar otros contextos que igualmente pusieron a élires autóctonas ame un trastorno de sus modos de expresión bajo la imposición o la influencia d e una religión monoteísta acompañada de una dominación
exterior. Pensemos en las reacciones de las culturas locales en los pueblos de África
77 erh rd 1972), pp. 181-182; Mendiera, Historia. . op. cit., /JI, pp. 223-224.
8/14/2019 1 Gruzinski Serge_I_La Pintura y La Escritura_La Colonizacion Del Imaginario
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76 LAP1NTURAy LAESCRITURA
penetrados o alcanzados superficialmente por el Islam y puestos ante una lúeracy
importada. Con ello, la originalidad de la experiencia mexicana destaca mejor:
permite renovar el debate sustituyendo la pareja oral escrito por una relación más
compleja entre el alfabeto, la imagen pintada y lo oral y, por encima de las preo-
cupaciones del antropólogo y del historiador, muestra el recorrido de una cultura
que de pronto se desliza de la imagen a la escritura, a contracorriente de lo que en
la actualidad podemos observar a nuestro alrededor. Tampoco dejemos de compa-
rar las reacciones de las noblezas mexicanas con los comportamientos adoptados
por los chinos ganados para el cristianismo, a fin de medir la importancia decisiva
de las relaciones de fuerza y apreciar mejor el grado de plasticidad del catolicismo. 78
Limitémonos a subrayar que la conquista española, concebida en el sentido más
lato, no sólo acabó en prohibiciones, destrucciones y aboliciones. Tuvo implicacio-
nes menos espectaculares aunque igualmente disolventes en el largo plazo. Im-
plicaciones latentes, mudas, que adoptaron tanto la forma de la descalificación
(de lo oral), de la desconrextualización (del lenguaje pictográfico respecto a sus
referentes habituales, o de los elementos de este lenguaje respecto a la totalidad
que los organizaba), como de la singularización, del encogimiento del campo de
las connotaciones o del distanciamiento. Esas inflexiones, esos desplazamientos no
fueron juegos mentales o producto de un enfrentamiento abstracto entre grandes
entidades que por comodidad llamamos culturas. sino resultados concretos de prác-
ticas tan diversas como la pintura de glifos, la puesta por escrito, el dibujo carto-
gráfico o la creación plástica. A través de estas prácticas se transmitió la revoluciónde los modos de expresión y de comunicación que desencadenó la colonización
española. Revolución inconclusa por ser ahogada demasiado pronto, la experiencia
mexicana sólo prosperó mientras se prestó a ello el equilibrio de fuerzas. Pues todo
nos conduce al peso de los hombres y a la muerte colectiva: el retroceso y la mor-
tandad de las ant iguas noblezas, la movilidad social. la decadencia del imperio
de los mendicantes , el ascenso de los mestizos y los blancos. Por lo demás, del
Códice Telleriano-Remensis al Códice ubíno al Códice Sierra las pinturas no
dejaron de evocar las epidemias, los enfermos y los muertos que éstas dejaban. Sin
embargo, si la incidencia inmediata, social y económica de la hecatombe de laspoblaciones indias es claramente perceptible (y relativamente conocida), todavía
es preciso definir su impacto sobre las memorias antes de observar en Otros medios
el surgimiento de nuevas opciones culturales. a medida que la nobleza indígena sehundía en un interminable crepúsculo.
7 ack Goody, Lituaey TladitiollaISocietl eJ. Cambridge, Cambridge Universiry Press, 1968;
acques Gerner , Chille el Cbnsriamsme AeliOll el réaction París. Gallirnard , 1981.