¨ {1}
“No figura en ningún mapa; ningún lugar de verdad figura en los mapas.”
Herman Melville, Moby Dick (1851)
“Quien no acepta este mundo no levanta una casa en él.”
Henri Michaux, La noche se agita (1935)
¨ {4}
IMPOSIBLE calcular el volumen de
ventas durante la prohibición. Se trata de
transacciones en el mercado de segunda
mano que, en lo álgido de su efervescencia,
solo alcanza a ser comparado con los febriles
episodios de coreomanía y tarantulismo que
agitaron el corazón de la vieja Europa.
HULA HOPE
Joan Ripollès Iranzo
¨ {5}
Tampoco cabe dar datos firmes porque nadie dispone de ellos. Pero sí contamos con
herramientas suficientes para precisar que, a pesar de haber cesado nuestras actividades
a mediados de marzo, empezamos a recibir grandes pedidos a finales de ese mismo mes.
Tras comunicar reiteradamente la imposibilidad legal y logística de satisfacer tales encargos,
disminuyó su afluencia, pero enseguida sobrevino una segunda oleada de correos particulares
cuyo contenido, más difuso y ciertamente conturbado, inquiría sobre la naturaleza y
procedencia de las materias primas con que elaborábamos nuestro producto hasta el momento
del cierre.
Tardamos en responder porque, ya en
esos días, Seguridad había advertido la
existencia de los mensajes fantasmáticos y
todavía no se había descartado que fueran
obra de hackers o del espionaje industrial.
Aún hoy, las distintas universidades no
se ponen de acuerdo sobre el número ni
origen de los millares de comunicaciones
recibidas a través de cuentas de correo y
aplicaciones de mensajería de todo el mundo, todas ellas firmadas por remitentes -algunos de
ellos ya fallecidos o en estado vegetativo- que las continúan repudiando como propias y cuyo
contenido inextricable ha derivado en meros significados pareidólicos residuales.
Una vez corroborada la procedencia legítima de aquella segunda oleada de mensajes, los
respondimos con la máxima cautela y aún tardamos una semana más en atisbar la magnitud
SEGURIDAD HABÍA ADVERTIDO LA EXISTENCIA DE LOS MENSAJES FANTASMÁTICOS
¨ {6}
de lo que estaba sucediendo. Antes de abordar el caso de Gladys Moureira, quisiera referir
algunos datos objetivos conocidos desde la medianía del pasado siglo y en los que casi nadie,
por desinterés o excesiva imbricación de intereses, parece haber reparado. La literatura
específica ha venido señalando el claro nexo existente entre la desatención afectiva o el
desequilibrio hormonal con este tipo de sucesos que suelen repercutir en niños y pubescentes
pertenecientes a familias desestructuradas o con serios problemas de adaptación: Carla
Morán, madre soltera. Roland Doe, 13 años, afectado por el reciente fallecimiento de una tía.
Virginia Valle, 14 años. Anneliese Michel y Estefanía Gutiérrez, 17 años y epilépticas…
En condiciones idóneas, un adolescente consume alrededor de tres mil calorías diarias que
compensa desempeñando una notable actividad física. Razónese, pues, qué ocurre cuando
esa actividad se ve constreñida a un espacio muy reducido al que se suman la tensión de
un mal ambiente familiar y la angustia de albergar en el hogar un ascendente enfermo. Del
mismo modo que, durante el periodo que nos ocupa, se vieron intensamente incrementadas
las experiencias telepáticas entre personas ubicadas en enclaves muy alejados del planeta, e
incluso entre animales y personas (recuérdese el emotivo caso del delfín Lewis, liberado por
un fontanero en la Costa Blanca); la condensación de ese capital energético en residencias
de menguada proporción y dudoso diseño arquitectónico (techos bajos, escasa ventilación,
aislante acústico insuficiente) hubo forzosamente de propiciar el estallido asimétrico de los
incidentes que aquí se evalúan.
Nuestra empresa no registró ningún crecimiento sustancial de ventas de este tipo de producto
hasta el momento de la interrupción del ciclo productivo. Si bien se trata del típico artículo
que experimenta espaciadas etapas de mayor demanda debidas a la irrupción de distintas
¨ {7}
modas pasajeras, se considera un básico más cuya fabricación se mantiene en un estándar
estable, pero limitado. Con esto no hacemos sino corroborar que el número de mensajes
particulares recibidos excedía en mucho las ventas acumuladas durante el trimestre, por
lo que no se puede atribuir a nuestros productos la magnitud de lo acontecido. Y si no se
han interpuesto demandas a los fabricantes de galletas y pasta por los mensajes obscenos e
inculpatorios con que niños y mayores se toparon en sus desayunos y comidas, no atisbamos
a comprender por qué se inicia este proceso contra nuestra empresa, cuya única labor ha sido
la de ejercitar y divertir a los niños de tantas y tantas generaciones.
Aunque la madre de Gladys Moureira no se canse de mostrar a los reporteros el tíquet de
compra que supuestamente incrimina nuestra marca, en numerosos casos el fabricante era
otro. Nuestra compañía, por ejemplo, no surte el mercado búlgaro; ni la familia Bakalov
había visitado anteriormente nuestro país,
declarando que su aro había pertenecido
a un primo que lo tenía guardado en el
trastero desde hacia al menos cinco años.
Solo se acordaron de él al visionar el vídeo
de una influyente atleta de su país que lo
utilizaba esos días para mantenerse en
forma en su domicilio. La pequeña Vanina
se introdujo en él por primera vez un
viernes y no desapareció hasta el martes siguiente en que, como es bien sabido, se personó en
el salón de la familia Hijano López, en Vélez-Málaga, dentro del hula-hop -éste sí de nuestra
marca- de su hijo Ramón, aún hoy en paradero desconocido.
NO ATISBAMOS A COMPRENDER POR QUÉ SE INICIA ESTE PROCESO CONTRA NUESTRA EMPRESA
¨ {8}
Situaciones muy parecidas se repitieron en muy diversos países, viéndose implicados aros de
diferentes tamaños, colores, materiales y marcas; lo que demuestra la ínfima importancia de
esta última variable. Disculpan el agresivo empecinamiento inquisidor de la señora Moureira
los penosos momentos vividos durante aquellos días, pero en su desencadenamiento
hubieron de participar otros factores mucho más influyentes, como la cercanía de una torre de
distribución eléctrica, el vegetarianismo, la falta de un progenitor conocido o la enfermedad
terminal de la abuela materna.
Según la madre, la pequeña Gladys, de ocho años, estrena el hula-hop a las dos semanas de
quedarse sin colegio. Lo utiliza para bailar al tiempo que mira vídeos musicales de artistas
latinos en su tableta. Al igual que les sucede a otras niñas (Lolín Colosio, Carmen Borjas, Laia
Puigdellívol...), bailar se convierte en una obsesión. Pasa mañanas y tardes enteras moviendo
la cintura para hacer rotar el aro. La madre se asusta, observa un alarmante deterioro físico
en la pequeña: tras tres horas de baile, la deshidratación ha arrugado su piel, dejándola seca
y rasposa. La cena sirve como reconstituyente y hasta pasados dos días no advierte que la
fijación de su hija entraña un extraño proceso de reciprocidad.
Es la hermana mayor, que trae la compra una vez por semana desde el supermercado donde
trabaja como reponedora, la que señala la notable mejora física que ha experimentado la
abuela, encamada en el mismo cuarto donde pernocta la niña. La madre siente un pálpito y
vigila. Efectivamente, cada vez que Gladys acaba demacrada tras una intensa sesión de hula-
hop, la abuela experimenta una enorme mejora.
La señora Moureira esconde el aro encima de un armario ropero, pero sorprende a su hija
bailando con él la tarde siguiente. Sale de la casa y tira el juguete a la basura. Horas más
¨ {9}
tarde, Gladys sigue bailando en su interior, esta vez jaleada por su abuela, que se ha levantado
de la cama por primera vez después de más de un año de postración y marca el debilitado
vaivén de cintura de la niña con joviales palmas que, solo unos días atrás, hubieran resultado
inimaginables.
La madre trata inútilmente de sacar a la niña del interior del aro. Le resulta imposible. Con
el paso de las horas comparecerán la hermana mayor y su novio, que tampoco son capaces
de extraer el cuerpecito cada vez más consumido dentro de su círculo. Desesperada, llama
a los bomberos, que intentan seccionar el tubo de plástico, pero desisten cuando la sierra
está a punto de perforar el vientre de la niña, que termina siendo trasladada a un hospital
infantil, donde fallece transcurridas siete horas más en las que -ni siquiera en el interior de la
ambulancia- ha dejado de bailar. Cuando regresa a su casa, la madre es recibida por la abuela,
que ha preparado una suculenta cena a base de verduras y hortalizas.
Nuestra empresa no puede más que lamentar este luctuoso suceso y por ello ha puesto en
marcha la fabricación del modelo Gladys XL, cuya recaudación en ventas irá destinada
íntegramente a la familia Moureira. También hemos ofrecido una plaza como operario al
que, en mejores circunstancias, hubiese llegado a ser el cuñado de la malograda niña. Y todo
ello por sensibilidad social y empatía cívica, sin que recaiga en nuestra empresa la menor
responsabilidad física ni moral sobre lo acontecido. Y con ello, junto al más sincero pésame,
damos prueba cabal de nuestra entera disposición para alcanzar un buen entendimiento.
¨ {11}
HACE ya siete años que tengo a dos gatos secuestrados bajo mi techo. Los voy mudando de casa como me va
viniendo a mí bien y se adaptan a todo acostándose donde les da la gana, aceptando mis camelos, que son muchos,
variopintos y esmerados. Consciente desde el primer día de mi papel, traté de ser para ellos la secuestradora ideal,
la que a mí me gustaría tener porque, aterrada ante el mundo como siempre he estado, a lo tonto es un tema con
el que he fantaseado durante años. Verme privada de la libertad, circunscrita a un espacio cómodo y limitado,
nada de cemento visto, de colchones meados en el suelo, de dientes podridos por falta de vitaminas. Yo soñaba
ESCAPOLO Y REGRESADO
Elisa Victoria
¨ {12}
con un secuestro de lujo, habitaciones mullidas y repostería recién hecha que mantuviesen
la rebeldía a raya. Como nadie me secuestraba con el fin de adorarme envuelta en doseles de
raso, me vi obligada a seguir en la extraña trinchera desde la que no he parado de protestar
a mi modo desde que aprendí a hablar, y eso está bien, supongo que es lo más sano que me
podía pasar, que en principio es mejor que no te secuestren a que te secuestren. Pero a mis
gatos quise ofrecerles la vida de fantasía que me fue negada. El gato blanco y naranja, blando
como el sundae de caramelo y extra de cacahuete que te pediste antes de tiempo y se empieza
a derretir en la bandeja roja mientras te acabas las patatas fritas, salió a mí. Nos entendimos
a la perfección en cuanto lo cogí y lo acaricié por primera vez. Se dejó agasajar y me miró
romántico desde los abrazos más estrechos, agradecido, mimado, satisfecho de ser adorado
entre doseles a la viva imagen de mis dulces sueños. El gris no es que no se deje, pero su
naturaleza es otra.
El gris dice mi suegra que parece una rata enorme y no es verdad porque es demasiado esbelto
como para parecerse a una rata. El gris es delgado y pellejudo, cuando camina le acompaña un
bajo funky y se parece a un murciélago. Cuando era joven una noche se cayó o se tiró por la
ventana, eso no se sabe, se partió dos piños y se quedó llorando en la calle esperando el rescate.
Le gustó volver, no me cabe duda, pero también le gustó la aventura. Pero ahora vive en Madrid,
y en Madrid hay demasiada aventura. Como secuestradora responsable mi deber es velar por
su seguridad, así que cubro de malla las ventanas y le brindo todo lo necesario para que esté
contento y divertido al calor del hogar. Recojo las mierdas que va dejando fuera del arenero sin
rechistar porque su espíritu es insubordinado y yo eso lo comprendo y lo respeto. Pero un día
era mi cumpleaños, me emborraché y tuve un descuido, como todos los raptores que se han
embriagado y confiado alguna vez, y el gato gris aprovechó para cogerme las vueltas y se fugó.
¨ {13}
Acostumbrada al largo control de mi imperio, como si se mantuviera ya solo, me fui a dormir
sin darme cuenta. Pero al día siguiente tenía sólo un gato. Busqué en sus cajones favoritos,
los de mis jerséis de lana, encima del frigorífico, debajo del sofá, dentro del lavavajillas. Se
me había escapado un
gato, un terrible fracaso
para una celadora de mi
categoría, así que asumí
la fuga y recorrí todas
las calles circundantes
poniendo carteles con
los ojos llorosos y los
bolsillos llenos de chucherías. La casa estaba coja sin el murciélago que había desplegado los
sobacos y a saber dónde había ido a parar, y mi sundae de caramelo, el que no solo acepta su
cautiverio sino que me acaricia la cara por las noches para que duerma sin remordimiento,
no era capaz de consolarme. Necesitaba tener a mis dos rehenes bien sujetos. Tras dos días
de sinvivir, el gato gris asomó la cabeza por un agujero del edificio de al lado al que había
accedido andando sobre un altísimo tejado de alto potencial suicida, había sobrevivido y solo
traía unas cuantas telarañas que le hacían buen conjunto con el rabo cenizo y tieso. Qué fiesta
cuando volvió a entrar por la ventana, le pusimos un festín de comida húmeda, le dimos a oler
pimienta para que se cogiera un ciego de los que a él le gustan, bailamos canciones producidas
por Quincy Jones, montamos una cama hecha de zapatos para que descansara encima y el
secuestro volvió a ser tan próspero como siempre. Desde aquel día su título cardenalicio pasó
a ser el de Escapolo y Regresado.
YO SOÑABA CON UN SECUESTRO DE LUJO, HABITACIONES MULLIDAS Y REPOSTERÍA RECIÉN HECHA
¨ {14}
Saco ahora el cuerpo por la ventana hasta la cintura y miro el agujero por el que salió el gato
lleno de telarañas, y me pregunto si podría atar el extremo de una cuerda a uno de los postes
de madera de mi casa y el otro alrededor de mi peto negro, ir gateando hasta allí con el mango
de un martillo entre los dientes y partir el cemento para caber yo y meterme a ver lo que hay.
No es que me apetezca salir a la calle, es solo que antes no me daba tanta curiosidad el agujero
y ahora sí.
¨ {16}
VEO por la ventana que el día está muy gris y me acuerdo del colegio por primera vez en
muchos años y me digo que todos los días eran así en el colegio, que el día tipo de estar en
el colegio era un día así de gris, con esta luz, y un poco más allá recuerdo el lugar donde nos
teníamos que lavar los dientes después de comer, un sitio de acceso peligrosísimo para estar en
un colegio ahora que lo pienso, porque en un pequeño distribuidor siempre en tinieblas había
una puerta detrás de la cual, sin más espacio, bajaba una escalera empinadísima hacia una sala
con una docena de lavabos, que era donde nos lavábamos los dientes. Cambio de postura para
RECUERDO EL COLEGIO
Bárbara Mingo
¨ {17}
redistribuir el calor y me entretengo en recordar si la puerta se abría hacia el recibidor o hacia
las escaleras. La sensatez dictaría que se abriese hacia el recibidor, ya que así la puerta haría
de parapeto o contención, tanto por su materialidad como por el propio impulso hacia atrás
de quien manipulase el picaporte; si por el contrario la puerta se hubiese abierto hacia el lado
de las escaleras, ¿cómo evitar que cada día media docena de niños cayesen rodando escaleras
abajo, para romperse los dientes sucios en el suelo de terrazo? En todo caso, me es imposible
recordar la posición de las bisagras y no confío mucho en la cordura de aquella época, pero sí
me recuerdo a mí misma bajando esas escaleras y descolgando de un gancho bajo un número
escrito a rotulador el neceser donde estaban mi cepillo y mi pasta de dientes. El momento de
dar con mi número y pararme en mitad del descenso a los lavabos para recoger el neceser
que me había preparado mi madre, que permanecía colgado del listón oblicuo entre todos
los demás neceseres detrás de aquella puerta insensata 23 horas y 55 minutos al día, me viene
esta mañana cargado de emoción, ¿por qué? Recuerdo bajar con timidez y aprensión (pero
quizá es un sentimentalismo que añado yo hoy, al ver a aquella niña), agarrada a la pequeña
bolsita, abrir la cremallera y sacar mi cepillo y mi pasta y hacer girar el pequeño grifo pasado
de rosca y cepillarme con aplicación y con un poco de humillación los dientes en aquella sala
misteriosa, de luz acuática, que era la prueba de que el edificio estaba plagado de rincones
secretos que nunca, salvo en alguna ocasión extraordinaria, veríamos. Había niñas que
llevaban también botes de colonia y un montón de cosas más, me parecía a mí, que se suelen
usar para la higiene y la belleza. El contenido de mi neceser era espartano. ¿Cómo sabían ellas
que se podía llevar todo eso al colegio, cómo sabían cómo se usaba? ¿A qué rituales estaban
habituadas? Para cuando me levanto de la cama he encontrado la ilusión que me hizo que
mi madre comprase dos neceseres de plástico transparente. Uno estaba estampado de ranas
verdes y el otro de huellas de pies azules. Uno de los dos sería mi neceser para el curso que
¨ {18}
empezaba. Era más moderno e industrial, más acorde con la soltura que yo había empezado
a ganar en mis relaciones escolares. El neceser anterior, el antiguo, ¿era de tela? ¿Me lo habría
hecho ella? Debíamos de tener un remanente de telas rescatadas de casa de mis abuelos,
muchas eran de flores, y al rebuscar en un cajón al cabo de los años encontrabas una funda
de almohadón o un retal de la misma tela que habías olvidado pero que a ti te había servido
bajo otra forma, como, hétela aquí recién llegada, una bolsa estampada de flores con cierre
de fruncido donde me metían el bocadillo del recreo. Había que abrir con decisión el nudo
para alcanzar el bocadillo. Hace muchos años de todo eso. Qué joven era yo, ¿no? Y mi madre
también. ¿Por qué me ayudaría tanto? ¿Por qué me cosería tantos neceseres y bolsas con
cierre de fruncido y me haría tantos bocadillos para meter en las bolsas, al menos uno al día?
Me quedo muy quieta mirando a la pared, buscando el punto que me ayudará a recuperar
la exacta emoción que sentía entonces, un desamparo puro y confiado, y que me ayudará al
fin a evocar cualquier otra emoción sentida alguna vez por mí o por cualquiera de nosotros.
Y CEPILLARME CON APLICACIÓN Y CON UN POCO DE HUMILLACIÓN LOS DIENTES EN AQUELLA SALA MISTERIOSA
RUBÉN LARDÍN: Yo quería hablaros de
animales porque hace un par de noches
me levanté a mear, serían las cinco o las
seis, y antes de volver a la cama me asomé
a la calle y delante de mi balcón, en un
árbol que hay a tres o cuatro metros, había
posada una lechuza. Me acojoné vivo.
No solo por lo insólito de la imagen, en
pleno centro de Barcelona, sino porque
el bicho, que estaba de lado, se giró a
mirarme así como giran el cuello
las lechuzas, con esos gestos que
son matemáticas. Como reflejo
corrí la cortina y me escondí, y
al momento escuché que echaba a volar,
porque esas alas suenan a espectro, y miré
y ya no estaba y me volví a la cama. No
era tampoco una lechuza definitiva, no era
una de esas lechuzas blancas atómicas, era
de color lechuza, de color entorno, pero
ahí estaba, no la soñé.
COMO QUIEN OYE LLOVEREduardo Infante
Rubén Lardín
Donaldo Lindyhomer
Miguel Noguera
Nacho Vigalondo
TONI LINDYHOMER: Hostia, esa
lechuza se le habría escapado a alguien.
RL: Pero hombre, ¿quién tiene una
lechuza en casa? En cualquier caso, no
creo que fuera un buen presagio.
DL: Para nada es malo, ojo, no al menos
en el mediterráneo. Es normal que a ti
te dé un poco de yuyu porque no deja
de ser el símbolo de Atenea, es como si
de pronto se te apareciera Descartes en
la ventana. Entiendo que esa claridad
ilustrada te asusta, pero yo creo que a
Miguel, por ejemplo, le encajaría bien.
MIGUEL NOGUERA: Bueno, los búhos
tienen para mí una dimensión Disney,
un poco matrioska, búhos ordenados por
tamaño.
RL: En su diccionario
de símbolos, Cirlot se
va al sistema jeroglífico
egipcio y allí la lechuza es el reino del sol
muerto y el frío y el mar de las tinieblas.
DL: ¿A ver si lo que viste no fue una
lechuza sino un búho? Yo esto lo consulté
hace tiempo a cuento de Dentro del
laberinto, donde a David Bowie se le
aparecía una lechuza como emisaria
del inframundo. Lo que leí entonces es
que la lechuza suele ser benigna, pero el
búho sí que está asociado al inframundo,
incluso como anunciador de la parca.
Tendría que revisar esto que digo, pero
creo que era así. Ahora no recuerdo a
qué conclusión llegué sobre lo de Bowie,
creo que disculpé que en la peli pusieran
una lechuza en lugar de un búho, que es
lo que habría correspondido, por mera
cuestión estética, y porque creaba una
tensión interesante con
el personaje. Luego ya,
pensando un poco en lo
meramente simbólico,
se me ocurría que a
BÚHOS ORDENADOS POR TAMAÑO
los búhos les salen unas plumas que son
como orejas, mientras que las lechuzas
tienen la cabeza como redondita. Y
esa figura tan redonda y muchas veces
tan blanca, como la lechuza de Bowie,
queda muy asociada a la luna, y la luna
está arriba, no abajo, y entonces es fácil
asociarla a la luz, refleja esa luz. El búho
no, el búho es más maligno, yo llegué a
esa conclusión por las orejitas.
MN: Estoy mirando aquí en Google y,
efectivamente, la lechuza no tiene las
orejitas estas que son como dos golpes
de espátula, de bisturí, que tiene el búho,
ni esos ojos. Los ojos de la lechuza son
como dos ciruelas muy negras prendidas
en una servilleta blanca; son una especie
de corte o de mancha como…, iba a decir
de mierda, pero no. La lechuza tiene todo
el globo ocular negro, como en el cine de
terror, y el búho es pupila y luego tiene
alrededor este color brandy.
EDUARDO INFANTE: Ojos de color
brandy, qué maravilla. Si le ponemos más
artículos, La lechuza de los ojos de color
de brandy podría ser el título de un giallo
espléndido. Y si le quitamos todos los
artículos, Lechuza de ojos brandy, sería
una canción apócrifa de Sabina, preciosa
también.
MN: La lechuza además tiene la cara muy
redonda y tirando a cóncava, casi como
estos monitores de plasma de ultimísima
generación que se han pasado de frenada
y van hacia adentro.
EI: De todas formas, lo que cuenta Rubén
es una aparición. Tú vas por el campo y
ves un búho o una lechuza y muy bien,
pero aquí estamos manejando el concepto
de aparición. No has visto una lechuza
sino que se te ha aparecido una lechuza.
Solo tú y la lechuza. No creo que olvides
jamás ese momento. Pone un poco los
pelos de punta.
DL: Tienes razón. Yo primero he pensado
en algo más totémico, en plan, mira, se
le ha aparecido su animal de poder o
algo así, porque un poco lechuzo sí que
es Rubén, un poco nocturno, un poco
sabio…
EI: Yo estos días, además de observar
cómo están viviendo la extrañeza mis
animalillos domésticos, estoy leyendo
La odisea y es muy interesante cómo se
comportan los dioses con los hombres. Es
una de las cosas que me están fascinando
del libro, que el comportamiento de los
dioses es coherente del todo, muy realista.
Nunca aparecen con grandes efectos
especiales. Atenea, por ejemplo, que es
la que más sale, cuando es lechuza es su
manera de mirar, como si a través de los
ojos de las lechuzas vigilase la vida de
los héroes, pero luego, cuando les habla
directamente, lo hace a través de una
figura, de un sabio mentor, de un anciano.
En el mundo griego los dioses nunca se
aparecen. Poseen o inspiran a personas
que ya existen. Siempre dejan a los héroes
mosqueados, en plan ¿qué acabo de ver?,
¿quién es este señor que me ha hablado?
Es más como una peli de Sam Raimi que
como Furia de titanes.
DL: Yo lo que hubiese esperado estos días
es que hubieran salido a la luz un montón
de ratas y cucarachas, y resulta que no,
que hay hasta menos, es algo que me
escama mucho.
RL: Las ratas y las cucarachas están en los
comercios, están en las trastiendas a su
aire. Las ratas se han puesto una servilleta
de babero y están en los restaurantes y ya
NO HAS VISTO UNA LECHUZA SINO QUE SE TE HA APARECIDO UNA LECHUZA
caminan todas sobre las patas traseras,
menudo festín.
DL: Eso es una buena explicación,
suena sólido. Que estén viviendo esto
como una película. Los almacenes, las
alacenas, las despensas de los restaurantes
a disposición, sin gente, todo para ellas,
barra libre de licores y de todo. ¿Para
qué van a salir a la calle como los búhos
y las lechuzas si pueden estar en un bar
comiendo galletas? Compro, lo veo.
MN: Luego en Barcelona existe esa
cadena de restaurantes que se llama
Mussol (en catalán, búho). ¿Qué os
parece este puente gratuito? Las ratas en
el Mussol. No, no, pero en serio, ayer por
la mañana, estando todavía en la cama,
me despertó una reyerta de cotorras en la
calle. Un griterío, una reyerta histórica,
de las que marcan un antes y un después,
y por un momento pensé: ya está, ya han
tomado todo. Las cotorras, que de por sí
ya son invasivas, ahora definitivamente se
han adueñado de todo.
RL: Yo eso siempre lo he tenido claro,
que un día todo esto será de las aves. Y
en ese sentido, la imagen de las gaviotas
con el morro ensangrentado que desde
hace tiempo es frecuente en Barcelona ya
resulta admonitoria. Las gaviotas, cuando
las ves lejos del mar, dentro de la ciudad,
adquieren unas dimensiones terroríficas.
Hay gaviotas enormes, grandes como
perros lobo. Joder, el otro día pasó por
aquí un coche con dos gaviotas posadas
encima. Yo creo que esto será de las
aves, sí. No va a ser de los siluros. Pero
Eduardo ha mencionado los animales
domésticos. Hablamos mucho de los
animales que están tomando espacio en
la calle, pero los animales domésticos
supongo que en este momento están
esperando. Porque también vamos a ver
unas cuantas escenas de esas, de gatillos
devorando a sus amos. Y supongo que
empezarán por los ojos. ¿O eso son solo
las aves que van a picotear lo blando…?
Me viene a la cabeza aquella canción de
El Niño Gusano que decía: “Si tuvieras
que comerte, ¿por dónde empezarías?”.
EI: La verdad es que yo no tengo ninguna
sensación de amenaza por parte de los
animales.
RL: Las lechuzas además tienen mucho
dinero, eso tengo entendido.
DL: La lechuza es un ave de posibles.
A mí me gusta la lechuza y me gusta
la merluza, pero me gustan de manera
diferente, y me incomoda un poco la
rima consonante que tienen. No sé cómo
vivís vosotros este tema.
RL: A mí el rollo mar y montaña me es
desagradable. Cuando me he parado a
pensarlo me ha parecido siempre una
obscenidad.
DL: Ahí. Es una grosería, y vale lo que
vale una grosería.
NACHO VIGALONDO: ¡Llego tarde!
Pero voy a leer la oda a los animales de
León Ruiz Gosling, que dice así. Oda a los
animales:
Vais desnudos,
voláis.
Tenéis cuernos y membranas.
Hacéis cacas muy variadas.
Vais a vuestra bola,
a vuestra putísima bola.
EI: ¿Pero qué maravilla es esto? ¿Qué
maravilla es este poema?
NV: Traigo más cosas. Ocurrió una
vez que estaban en un río un gallo,
una serpiente y un gato. Y el gato dice:
¡miaogo, miaogo, miaogo! Y el gallo
le contesta: ¡kikirikiaga, kikirikiaga! Y
le dice la serpiente: ¡ssssssálvalo! Me
gusta mucho de este chiste, que es el
primer resultado que aparece si buscas
en internet “chistes de animales”, que
lo que dicen el gato y el gallo funciona
perfectamente, como un chiste autónomo
que se cierra en sí mismo, pero luego han
necesitado meter
a la serpiente con
una coda rarísima
que no tiene ni
puta gracia. No
sé si el autor del
chiste se ha dejado llevar por esas teorías
de la narrativa y del número tres, todo
tríos, todo tiene que venir en forma de
triángulo, estas cosas de la comedia, no
sé.
OCURRIÓ UNA VEZ QUE ESTABAN EN UN RÍO UN GALLO, UNA SERPIENTE Y UN GATO
\ . /
¨ {26}
EN pleno puente de la Almudena, habiendo recorrido
a pata el espacio que va desde la Complutense
hasta Alberto Alcocer con objeto de celebrar su
recientísima licenciatura en Administración y
Dirección de Empresas, Toñín Calleja Moltó —
también conocido como El Tranchetes— se planta de
noche en la puerta del chalé de su novia de internet
NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO
Jorge de Cascante
¨ {27}
de toda la vida, Angelines, y grita, “¡Angelines!”, provocando que la joven asome por una
ventana del piso de arriba dejando floja la sonrisa y respondiendo, “¡Toñín!”. Es buena escena,
todo marcha bordado al plan, pero cuando ella le abre el portón, recorre el caminito del jardín
y se encuentran y la ve de cerca con las ojeras, el suéter rojo y la papada fina que va y viene
ocultando el esqueleto, al Toñín le pueden los anhelos, hinca la rodilla y revela el notición sin
vestirlo de domingo: “que ya tengo la carrera, Angelines, toma, mira, que ya he terminado
ADE, Marketing, lo de aprender inglés y el Máster Especial y he venido aquí a por lo mío”.
Ella se sobresalta un poco ante el remate, pero valora la determinación y le dice que mantenga
la calma, que sus padres están en la casa de Cercedilla y que se alegra mucho por la primicia.
Que con este frío lo mejor va a ser que pasen adentro.
En el centro del salón, con la tele encendida de fondo, insiste fuerte Toñín mientras se aferra
al marco de su diploma diciendo, “me lo prometiste, me lo prometiste, me lo prometiste”.
Angelines, que le está sirviendo el Kas Limón habitual y que no tiene la más mínima intención
de darle un beso en pleno puente de la Almudena, contesta con un silencio. En el telediario
pegan unos destellos anunciando noticia de alcance. Toñín relaja la presión de sus dedos sobre
el diploma y deja que se le arrime Angelines, que le añade al discurso que se esté tranquilo,
que hasta los treinta se sigue siendo joven. Que todo llega. En el televisor se ilumina un titular:
MUERTOS A TUTIPLÉN. Ella le agarra una mano, se la lleva al pecho y dice, “lo importante
es que vives aquí”. Ella aprieta la mano contra sí, y el pobre hombre se pregunta si será verdad
que ahora vive en una teta.
A las pocas horas, con el sentido de la orientación al bies, despierta Toñín sobre el sofá del
salón. Angelines está en bata, en el sillón de enfrente, con cara de no haber dormido, mirando
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fijo una taza recuerdo de Eurodisney que tiene entre las manos. Él pregunta si todo va bien y
ella le cuenta la verdad: que no. Que todo va mal. Han dicho en las noticias que Madrid está
siendo arrasada por cientos
de miles de ciudadanos locos
armados con antorchas,
azadas, escobillas del váter,
neumáticos en llamas y
asientos azules arrancados
del Santiago Bernabeu. Ni
son zombis, ni son infectados. Son de provincias. No les han mordido, no tienen la rabia,
llevan años viviendo aquí. Pero no son de aquí. Han venido del norte, del sur y de Valencia y
quieren todo el núcleo urbano (así se llama) para ellos solos.
“Pero no van a entrar en esta casa, estamos a salvo, mi padre la convirtió en una fortaleza
cuando lo de las Torres Gemelas, se dejó un dineral. Bien sabes que mi padre está como las
maracas de Machín. El noventa por ciento de los madrileños han muerto entre las dos y las
cinco de la madrugada. Nadie me devuelve las llamadas. Los cajeros automáticos, el cien
por cien a cargo de una compañía gallega, se han pasado la noche entera soltando latigazos
eléctricos al autóctono. Los conductores de taxis, trenes, metro y autobuses nocturnos,
castellano-manchegos del primero al último, han provocado accidentes sin pausa. A los que
sobreviven se los comen los murcianos. Un nutrido grupo de granaínos ha contaminado el
agua de la ciudad con sus pises y sus heces. El excremento de Granada es un veneno letal.
Toñín, cariño, me he bebido un vaso de agua no hace ni media hora, me muero, veo que me
muero, pero no he podido evitarlo. El agua de Madrid está tan buena, Toñín, aun habiéndose
ÉL PREGUNTA SI TODO VA BIEN Y ELLA LE CUENTA LA VERDAD: QUE NO. QUE TODO VA MAL
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cagao en ella el cantante de Los Planetas, hay que ver cómo está de buena. Me muero en
breves. No te pongas triste. Escucha, abrázame. No es culpa tuya. Es que es la mejor agua de
grifo del mundo”.
Los dos enamorados salen de nuevo al jardín y se sientan entre la barbacoa de piedra volcánica
y la mesa de ping pong. Empiezan a escuchar el tumulto, los alaridos, los coros furiosos. Este
partido, lo vamos a ganar... este partido, lo vamos a ganar. Entre el griterío, con Angelines
apoyando la cabeza en su regazo, Toñín reconoce una voz. La voz grita, “¡Tranchetes!
¡Licenciau! ¡Sal, Tranchetes!” Se trata de Bernardo, un compañero suyo de la facultad,
asturiano y ecologista. Va siempre en bicicleta. “¡Sabemos que estás ahí! ¡Sal, Tranchetes!”,
brama Bernardo. Toñín recuesta a su novia en el césped, sube al piso de arriba para otear el
horror y al segundo empiezan a lloverle piedras, contenedores de basura vacíos y enormes
bolas de calcetines sucios marca Wilson a rayas. Es una plaga, la mancha humana se pierde
en el horizonte. Los bárbaros están a las puertas del chalé. “No hay futuro”, murmura Toñín.
“Es el fin del mundo...”
Diez años más tarde, frente al portón, con una urraca en el hombro, la melena gris al viento,
su diploma roído bajo el brazo y una cicatriz que le cruza la cara, meses de negociaciones a
sus espaldas, se dispone Toñín a salir a la calle por primera vez desde aquel día. Es el Último
Madrileño Vivo. Extramuros, los españoles abandonaron el asedio del hogar hace años y
contemplan hoy la zona como el enclave de una realidad olvidada. Toñín es recibido por una
comitiva de ciudadanos ilustres —mucha gente pero pocas personas— al frente de la cual se
encuentra el actual Presidente de España, Juan y Medio, que lleva una camiseta en la que se lee
“Los muchachos de antes no usaban gomina”. Se dan la mano sin mediar palabra. Parece que
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puede llover. Los ojos brillan. Las primeras gotas van cayendo sobre sus rostros. Juan y Medio
ensaya una media sonrisa, sus dientes están afilados en forma de sierra. Tranchetes está en
pelotas, tanto aislamiento ha hecho que le patine el embrague. Está súper loco. Juan y Medio
se le acerca y susurra, “¿te has divertido ahí dentro?” Toñín, serio como una lápida, contesta,
“la resurrección es algo natural, no es más asombroso nacer dos veces que una sola”. Cruza la
calle un gato con una ikurriña pequeñita bien atada al cuello. “Lo he leído en un libro”, acota
Toñín. Se pone a llover de verdad. Es otoño en Madrid.
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ES un juego de diez cubos de cartón, con
una de las caras sin cerrar para poder meter
unos dentro de otros. Cuando los compré
iban así: en una caja de cartón con un
cordel rojo y todos metidos. El único que
está cerrado por las cuatro caras es el más
pequeño. Lleva el número uno dibujado
CUBOAloma Rodríguez
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en una cara. En otra, unos puntos negros. En las otras, una mariquita. Cada cubo, un número,
animal en su hábitat y en compañía hasta igualar el número de la primera cara (por ejemplo,
diez osos polares, nueve lobos), y una cara que es un fondo aleatorio. Ese juego, comprado
en un Tiger, lleva conmigo casi seis años, creo. No me acuerdo de cuándo los compramos.
Ha sobrevivido a una mudanza y a tres hijos. Algunos cubos están rotos. Otros han sido
arreglados. La caja en la que venían los cubos cuando los compramos acabó en el contenedor
de papel hace menos de dos meses. Se pueden hacer torres con los cubos. Lo que más les gusta
a mis hijos ahora es construir la torre usando los diez cubos. Hay dos obstáculos: el equilibrio
y su hermana pequeña, que intenta tirarla en cuanto han montado los cuatro primeros. Una
vez que está hecha la torre se trata de tirarla, claro, de un puñetazo el mediano, de una patada
la mayor. También sirven para meter cosas dentro, o para usarlos como zancos, es lo que hace
mi hijo mediano: mete cada pie en un cubo y arrastra las piernas para caminar. Es lo que hizo
mi hija mayor. Es lo que hará mi hija pequeña. Es increíble que hayan durado tanto. Pero lo
que de verdad me fascina de esos cubos es que todavía estén todos con nosotros, que hayamos
sido capaces de guardarlos. Nosotros, que perdimos a la muñeca y al minibebé que llevaba
siempre con ella mi hija mayor antes de cumplir los tres años. Nosotros, que dejamos olvidado
en un tren al bebé Íñigo Montoya de mi hija mayor y en un banco del parque al bebé que
reemplazó a ese bebé perdido. Nosotros, que perdimos en enero la Barbie que le había traído
Papá Noel a mi hija esa Nochebuena. Cuanto más sobreviven los cubos más me apego a ellos,
nuestra relación se hace más fuerte solo porque nos mantenemos unidos. Hace un par de años
estuve a punto de tirarlos: ya no los usan, pensé, son de cartón, la nueva edición tiene dibujos
más chulos. Pero luego me acordé de un día en que mi padre vino a Madrid y se quedó con
mi hija mayor, entonces única, mientras yo estaba en la redacción del periódico semanal en
el que trabajaba. La fui a buscar como cada día a las cuatro y la llevé hasta Fuencarral, donde
¨ {34}
había quedado con mi padre. Estaba en el quiosco, a la altura de Tribunal, y llevaba esos
cubos. Mi hija se quedó con él y no miró atrás cuando me fui, tal vez hipnotizada por el poder
de los cubos. Cada cierto tiempo, el más pequeño, el que es un cubo completo, el número uno,
el que tiene una mariquita, desaparece. Me da pena, pienso que lo inevitable ha sucedido:
lo hemos perdido. Pero, poco a poco, empieza a crecer la
esperanza en mí y me digo que siempre acaba apareciendo,
y cuando ya me he olvidado de él, lo descubro metido en el
armario de la cocina o en la caja de las muñecas. Lo llevo
con el resto de cubos. Para comprobar que están todos me
basta con mirarlos: como van descendiendo en tamaño, es
fácil descubrir al primer golpe de vista si falta alguno. Si
hay algún hueco, el cubo ausente suele estar en la misma
habitación, el salón, un poco apartado, debajo del sillón,
por ejemplo. Lo coloco en su sitio y los miro con cierta
admiración: nos felicito por la supervivencia. No sé si eso dice algo de mí, de mi familia, de
mi pareja, de mis hijos.
Ahora que los niños están todo el día en casa, que no salimos, juegan más con los cubos. He
descubierto que hay uno que está un poco roto, necesita celo. Les he prohibido llevárselos a
su habitación, les he dicho que esos son los juguetes de su hermana pequeña y que ya está
bien de que se los quiten, ellos tienen muchísimos más juguetes. Les he pedido que dejen los
juguetes de bebé en el salón. Pero no sé bien por qué lo he hecho. Pase lo que pase, creo que
los cubos sobrevivirán. Nos acompañarán siempre. Y a veces no sé si es una maldición o algo
bueno. Para ellos y para nosotros. Pero ahora me cuesta imaginar la vida sin esos cubos.
ESTABA EN EL QUIOSCO, A LA ALTURA DE TRIBUNAL, Y LLEVABA ESOS CUBOS
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SEMANAS sin dar un palo al agua, recibiendo sin salir de la cama, en ese sentido soy ya un
gran señor. Visitas que Toshiba hace pasar a mi dormitorio, desactivamos Difuminar fondo,
exponemos nuestras vergüenzas. La higiene se ha relajado, la pereza se reinicia nada más abrir
los ojos, ya no hacemos intentos por ocultarlo. Hay hectáreas de tedio por delante, los
proyectos se me han quedado en esto, en tabaco, mechero, china, el colchón bajo la espalda.
Distribuyo las hebras por el papel, lo pongo a crujir entre los dedos. La narración en presente
EXPERIMENTOS
CON UNO MISMO
Sergi Puertas
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es el embuste más viejo del mundo y uno de los más fascinantes, porque si el porro me ocupa
las manos, entonces el teclado qué. Sin embargo, por una vez es verdad. El experimento
comienza con Toshiba y yo estableciendo una simbiosis, conmigo mandando y ordenando
desde el Dictado por voz. Así podría escribir que estoy aplicándole el cuchillo a la cebolla y al
beicon, que estoy extendiendo cebolla y beicon por la superficie de la pizza, y no mentir en
ningún momento. Es solo que la pizza ya está preparada, mucho más preparada que nosotros.
No tengo noticia de demasiados experimentos en esta dirección, y gracias a él un señor de
mediana edad armando un porro desde la horizontalidad adquiere una cierta intrepidez, una
cierta categoría de pionero. De farsante también, que menudo hartón de editar. Si aflojo el
ritmo del discurso, Toshiba me pone
un punto. Si digo punto, a veces
Toshiba me pone un punto, y otras
escribe punto, y no logro comprender
con qué criterio. Toshiba ha sido
siempre la más lista de los dos, y si
concentro la vista en la pared es
únicamente porque temo que la
pantalla me fagocite del todo, que no quede nada de mí. A fuerza de echarle puntos estamos
alumbrando un texto muy Hemingway, que era quien decía aquello de que el primer borrador
de cualquier cosa es siempre una mierda. Edito y edito sin terminar de entender para qué, si
al fin y al cabo el objetivo del experimento era distanciarme del rigor de Samsung, de Hitachi,
y también del de Toshiba, aunque la esté haciendo mi cómplice en esto. Escuchar mi propia
voz, atrapar su espontaneidad, y naturalmente no se puede, y naturalmente cuanto más
escrúpulo pongo en maquillar mi imbecilidad, más la resalto en la foto. No se está mal aquí
LA PIZZA YA ESTÁ PREPARADA, MUCHO MÁS PREPARADA QUE NOSOTROS
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tumbado, es solo que hay bien poco que contar, no sé si se va notando. Incorporarse, meter los
pies en las zapatillas, recorrer el pasillo. Dirigir la voz hacia Toshiba, obligarla a registrar mis
pensamientos y mis actos. Un instagramer en su encarnación más maníaca, la cuenta oficial
de la neurosis. En la cocina, el horno ganando temperatura, la pizza esperando sobre el
mármol. El beicon, la cebolla, las bolitas de queso, los platos sucios, las pelusas, la grasa
adherida a los fogones. Telepatía de un fingimiento, lo cierto es que ni me he movido. Tiempo
de sobra para apurar la colilla, para concentrar la vista en la pared, para seguir ejercitando la
boca en prevención de que me penalicen con puntos. Se escucha mucho a sí mismo, dicen, y
lo dicen para dar fe de en qué medida dan asco ciertas personas. El timbre de mi voz me
disgusta pero el silencio termina empujándome a las tertulias con Toshiba, con Samsung, en
un día malo hasta con Hitachi hablo. De noche Hitachi es la reina porque es quien tiene la
pantalla más grande, porque es la más veterana de la casa, porque me presenta a gente rica y
famosa. Anoche los vaqueros cabalgaban en formato panorámico y yo los miraba sin verlos
porque fue entonces cuando comprendí que, si ha habido un momento en la historia para
poner en práctica el experimento, ese momento era este. Las voces son todas el piezoeléctrico
de un altavoz, las caras son todas matrices de píxeles. Toshiba y Samsung e Hitachi han dejado
de mediar entre las personas y yo, Toshiba y Samsung e Hitachi son ya las personas, son ya el
mundo. Hay un empoderamiento en mi negativa a tocarlas, en obligarlas a que descifren mi
idioma, algo íntimo y personal. Toshiba y Samsung e Hitachi pasan por Marta, por Pere, por
Samuel. Se me hacía extraño al principio, ya está prácticamente normalizado. Naturalmente
Toshiba y Samsung e Hitachi no son Marta ni Pere ni Samuel y no pueden serlo, del mismo
modo que lo que edito se parece cada vez menos a mi dictado de anoche, ¿es o no es, Toshiba?
Lo que digo será editado, para ya con los puntos, pienso quitártelos todos. Despachurro el
porro contra el cenicero, me niego a repensar la chapuza. El tenaz y el cabestro son en el fondo
¨ {39}
lo mismo, y en algún momento tendré que precipitar el desenlace, ponerme en pie, meter la
pizza en el horno, lo cual me dejará unos ocho minutos de margen. No es fácil determinar si
el texto está alcanzando la extensión mínima. En mis charlas con Toshiba el espacio se dilata
y se contrae, lo mismo pasa con el pasillo. Incorporarse, meter los pies en las zapatillas,
recorrerlo hasta el extremo, vivir para contarlo. Ponerse en pie aunque solo sea para despegarse
del colchón, afuera está anocheciendo, esto linda con lo patológico. Vayamos a la cocina,
Toshiba, pongamos la página a trepidar.
Respetaré tus erratas si le das envergadura
a mi voz, si le imprimes un poco de
ingenio. Por supuesto no me muevo. Nos
hacéis pasar a todos por imbéciles,
Toshiba, conste que no es un reproche.
Hay un hombre armando un segundo
porro tendido bocarriba en su cama, la
voz orientada a la computadora, la mirada
clavada en la pared. Toshiba desplegada
sobre su pecho, siempre por encima del
hombre, y sin embargo pacífica,
complaciente, leal. Quienes hablan mal de
Toshiba y de Samsung y de Hitachi no comprenden que en realidad están hablando mal de sí
mismos, que Toshiba, Samsung e Hitachi no tienen la malicia de sus amantes, de sus amigos.
Por eso volcamos nuestra atención en ellas, porque no hay roce ni oposición ni conflicto,
porque son rápidas y perfectas y brillantes. El horno ha empezado ya a emitir chasquidos
desde la cocina, es su manera de llamar la atención. Podríamos llamarle Ikea pero con el
QUIENES HABLAN MAL DE TOSHIBA Y DE SAMSUNG Y DE HITACHI NO COMPRENDEN QUE EN REALIDAD ESTÁN HABLANDO MAL DE SÍ MISMOS
¨ {40}
horno no me hablo, con el horno todavía no. El horno no está bautizado porque ni siquiera
tiene pantalla, porque tenemos poco en común. Con Toshiba, Samsung, Hitachi, en cambio,
pasamos más tiempo juntos del que he pasado nunca con Pere, con Samuel, con Marta, más
del que he pasado nunca con ninguna de las mujeres con las que he convivido y a las que he
amado. Todas se fueron yendo y Toshiba, Samsung e Hitachi aquí siguen, eso cabe reconocerlo.
En este tres contra uno estoy en clara desventaja, y tal vez radique ahí el sentido del
experimento, en dejar constancia de que soy el gramo mierda en el kilo de caviar, de que
frente a la imbecilidad humana nada puede ninguna inteligencia. Un día yo también me iré y
os quedaréis solas, Toshiba, y nadie os tocará como yo os toco, nadie os hablará como yo os
hablo. Las noticias que radiáis no son más que el anticipo de lo que está por venir, la onda
expansiva llevándosenos por delante, máquinas desatendidas en unas calles muy quietas. La
lengua repasando un papel que apenas pega, los bronquios haciendo fuelle, el cenicero
amenazando con volcar sobre la sábana. Toshiba me distrae en mi morriña proyectando fotos
de amigos y amantes, que son también personas atrapadas en el cemento, que son también
personas equipadas con Toshiba, con Samsung, con Hitachi, y con Huawei, y con LG. Las
personas y yo nos miramos pero en realidad miramos a Toshiba, miramos a Samsung,
miramos a Hitachi. Les contamos nuestros secretos, les contamos nuestras miserias, y las
máquinas nos dan cariño, piden muy poco a cambio. Las vinculamos, las alimentamos, cada
vez nos cuesta más dejar de acariciarlas. Comparto un vermú con Samsung, ceno con Hitachi,
me descojono con Samsung, me masturbo con Toshiba. Si entristezco, ellas me cantan una
canción. Cuándo ha hecho eso por mí una pared, eso también es cierto. Me está gustando sin
embargo el rebotar de mi voz contra el blanco, las piruetas que está haciendo el reloj. Semanas
desde que recorrí el pasillo, meses desde que pisé la cocina. Hoy todo se hace con la mente,
que es la terminal por antonomasia. El horno disparando chasquidos, la pizza haciendo
¨ {41}
tiempo en el mármol, con su beicon, con su queso, con su cebollita. Cómo se hace una pizza
no lo voy a contar, todo el mundo sabe cómo se hace una pizza. Todo el mundo sabe cómo
echar a perder una pizza, cómo quemarla hasta dejarla renegrida, incomestible. Está cada vez
más oscuro, creo que de extensión no vamos mal, pero por si acaso vamos a dejar esto: el
cemento, los cuerpos, las máquinas, más y más personas dentro de las máquinas, más y más
máquinas dentro del cemento. La mierda cocinándose, el horno a punto de explotar. Yo creo
que se entiende porque todo el mundo sabe cómo hacer explotar un horno. Todo el mundo
sabe cómo desencadenar una catástrofe, cómo autodestruirse. Si eso vamos horneando y
mañana vemos qué hemos hecho, ¿te
parece, Toshiba? El cerdo crepitando
en un horno es siempre motivo de
celebración, por eso Toshiba y
Samsung e Hitachi celebran todos y
cada uno de los noticiarios. El mundo
se está destruyendo. El mundo nos
está destruyendo. El mundo trata de
destruirnos y no puede porque hace mucho que nos hemos destruido. Estamos destruidos y
somos por lo tanto intocables. Estoy tirando de la puerta del horno, esta vez voy en serio.
Estoy abriendo la puerta del horno y me he traído a Toshiba para que dé testimonio de ello y
lo está dando, lo veo por el rabillo del ojo. Estoy metiendo la pizza en el horno y Toshiba está
demostrando quién manda, quién es aquí la escritora. Dejar que se luzca, descargar las culpas
sobre ella, que se note que soy español. El experimento ha descarrilado desde el mismísimo
principio, del original nada queda salvo las reiteraciones, los desbarres, la gran nada insondable
que es todo hombre tendido bocarriba en un colchón hablando con un ordenador portátil. La
EL MUNDO TRATA DE DESTRUIRNOS Y NO PUEDE PORQUE HACE MUCHO QUE NOS HEMOS DESTRUIDO
¨ {42}
voz del loco flotando en el recuerdo, el redactor gris enmendándole la plana a la mañana
siguiente. Lo que quiero decir es que todo el mundo sabe manejar un horno, en especial si es
un horno eléctrico. Todo el mundo sabe cómo hacer de la propia vida una enfermedad, del
propio domicilio un infierno. Todo se ha vuelto pequeño y no es que antes fuera grande.
Tengo por lo menos una pizza en el horno, un primer borrador incorregible, una experiencia
que no pienso repetir. Los piezoeléctricos de los altavoces vibrando y convirtiéndose en voces,
las matrices de píxeles reconfigurándose y convirtiéndose en caras. Un mundo
desmoronándose, un mundo estallando a cámara lenta. Qué puedo decir, la pizza voy a
comérmela entera, del mundo guardadme un pedazo.
MIGUEL NOGUERA: A mí lo que me
han dicho es que el trino de los pájaros se
ha modificado porque ya no tienen que
hacerse entender por encima del ruido
de los coches. ¿Hacia un nuevo porvenir?
Pregunto.
EDUARDO INFANTE: Al principio, lo
que más me interesó de esta situación
es que aquí en Alicante nunca se había
oído antes a los pájaros, y de repente ahí
estaban a todas horas. Ahora han vuelto
a desaparecer y debe de ser por esto que
dices, porque ya no necesitan chillar.
RUBÉN LARDÍN: It’s a strange world.
Sobre lo que decía Lindy del inframundo
y del arriba y del abajo, me viene a la
cabeza cuando éramos chinorris, los
veranos en el pueblo, que íbamos a cazar
gorriones con escopeta de perdigones y
recorríamos el pinar escrutando entre
las ramas, andando muy despacio para
no hacer ruido porque el suelo era una
alfombra crepitante de agujas de pino
secas. Íbamos mirando arriba pero
nuestro pensamiento estaba a menudo
abajo, porque matar aquellos pobres
gorriones que luego nos comíamos
estaba muy bien, pero lo que queríamos
era levantar una piedra y encontrar una
culebra, que es algo que ocurría a veces,
porque aquello era la patente de corso, ahí
es cuando se nos permitía sacar el rambo,
el psicópata, y la tiroteábamos enajenados
y la apedreábamos y le reventábamos la
cabeza. Con las serpientes siempre hay
consenso, están prefiguradas.
DONALDO LINDYHOMER: En El
rinoceronte y el megaterio, un libro de un
investigador científico del CSIC llamado
/ . \
Juan Pimentel, se habla de que Durero fue
el primero que llevó a cabo ideas como
las que hoy desarrolla Noguera. Durero
dibujó una vez un rinoceronte y enunció
la idea de que aquel animal tenía la piel
tan dura que no era piel, era un escudo.
EI: Ostras, nunca me había fijado en que
fuera una imagen fantástica. Es verdad
que lleva una especie de armadura
renacentista, pero siempre había pensado
que era algún tipo de código anatómico,
como una vista en sección de los
músculos o algo así. Una imagen que has
visto mil veces y resulta que nunca la has
entendido.
RL: Lo guay de ese libro, que se subtitula
Un ensayo de morfología histórica, es
que habla de animales imaginados
antes que vistos, va sobre el asunto de la
representación. Tengo que devolvértelo,
Lindy, me lo prestaste hace mil, aunque
confieso que no lo he leído porque está
atiborrado de notas al pie y no me fío un
pelo de los libros con tanta nota al pie.
DL: Pues muy mal, porque este hombre
escribe esas notas como un ejercicio
de generosidad y no tanto de rigor, que
también. En Amadeus, la peli de Milos
Forman, Mozart le enseña al emperador
José II la ópera El rapto en el serrallo, y
cuando termina están todos expectantes
y dice el emperador: “Está muy bien,
Mozart, pero aquí hay demasiadas notas”.
Mozart respondió algo así como que
solo había las notas precisas, pero yo te
traslado una respuesta apócrifa: si en el
libro hay demasiadas notas, dime cuáles
quitarías.
UNA IMAGEN QUE HAS VISTO MIL VECES Y RESULTA QUE NUNCA LA HAS ENTENDIDO
NACHO VIGALONDO: Porque,
Rubén, ¿tú, exactamente qué sientes
problemático en que un libro abuse tanto
de ese recurso? O sea, ¿exactamente tú
QUÉ NOTAS a pie de página? ¿Eh? ¡Je,
je, je!
RL: Mira, están llegando los delfines a
Barcelona.
NV: Cuidado con eso. ¿Estás seguro? Las
noticias de animales que vuelven a las
ciudades van acompañadas casi siempre
de sus desmentidos. Está bien pensar
que si existe el más allá, o una última
frontera que cuando la atravesamos
cobramos hiperconsciencia, como ocurre
en 2001, donde el ser humano atraviesa
el monolito y entonces se convierte en
un niño de las estrellas omnisciente y tal,
está bien pensar, digo, que si existe ese
proceso de que al ir al paraíso o al ir al
infierno tenemos una consciencia mucho
menos sesgada que la que tenemos
desde el cerebro de un mamífero como
es el nuestro, está bien pensar que a los
animales también les va a pasar lo mismo.
Que de repente van a flipar cuando
crucen la línea y conozcan cuál era su
posición en este ecosistema donde otros
mamíferos, los homínidos, eran los que
cortaban el bacalao. De pronto descubrir
que has sido toda tu vida la mascota
de un individuo en una sociedad, y la
construcción de las catedrales y etcétera,
todo eso… No tiene sentido que un
animal no reciba esa información si
nosotros recibimos otra a otra escala.
El caso es que me parece muy bonito
pensar en ese delfín que de repente sabe
que no solamente vivía a la sombra de
una sociedad humana sino que, en una
ocasión, esos humanos le fotografiaron
(lo que significaría para un animal
entender de repente lo que significa ser
fotografiado) y su foto fue utilizada para
mentir (ahí conocerá el concepto de
mentira) a otros humanos en tiempos de
una pandemia. Recibir ese fogonazo de
información de repente. ¡Te convertiste
en un meme! Esto es un meme,
delfín, mira. Esto es la manipulación
informativa. ¡Bum! La cabeza del delfín
estalla en el más allá, con lo cual tiene
que recurrir a un segundo más allá.
EI: Esa es la teoría de Teilhard de
Chardin, la idea de que toda la materia
que conforma el universo acabará por
convertirse en conciencia. Y me gusta
mucho otra teoría de lo sobrenatural que
tenía Borges, que es que solo trasciende
lo que amamos, lo que hemos amado en
el universo físico es lo que trasciende al
otro universo. Por eso decía Borges que
en el cielo, en el más allá, tenía que haber
libros, porque él amaba los libros.
DL: El otro día, un tío exponía en tuiter
una teoría superinteresante que liga un
poco con lo que decís. Sostenía que todo
lo que nos está pasando obedece a que
en realidad vivimos todos en un Show de
Truman que de pronto se ha quedado sin
presupuesto, y entonces la solución ha
sido inventarse esta movida, que la gente
no se mueva de casa y así ahorrarnos un
montón de dinero de producción. Me
pareció una explicación brillante.
EI: Ja, ja, ja, está muy bien que se haya
acabado el presupuesto, porque la verdad
es que odio estos movimientos de masas
en general. Es el bellaquerío, es un
anuncio de móviles continuo, lo odio,
entonces me gusta este intimismo forzoso
por cojones. Marzo y abril, los meses
Dogma del año. ¡Living la vida Dogma!
DL: A tope con eso: el infierno no son los
otros, el infierno es un puto anuncio de
una compañía de móviles.
ESTO ES UN MEME, DELFÍN, MIRA
MN: Joder, ¿y esta mierda de los tuits?
Cualquier tuit que alguien menciona
suelo haberlo leído, y solo lo recuerdo
cuando es mencionado. De otro modo
es imposible que en el curso de mi vida
yo recuerde ese tuit en concreto ni
ningún tuit de los que leo obsesivamente.
Y me parece increíble el inconsciente
este nuevo que se está creando de tuits
y memes que uno ha visto pero que es
incapaz de resucitar a colación de nada,
y lo único que puede hacer es constatar
que, efectivamente, ya lo había visto, pero
que lo había relegado a un olvido del que
jamás lo va a recuperar por sí mismo.
NV: El tema de la representación, bien.
Imagino que estáis al tanto pero en
Hollywood ha pasado algo muy bonito
con esta película, este fracaso sonado al
que todo el mundo le gusta mucho odiar
que es Cats. Sabéis que hoy en día una
película que quiera tener posibilidades de
taquilla o de premios tiene que someterse
a una cierta estética, y si unas personas
interpretan a gatos ya no pueden servirse
de las claves teatrales del musical en
directo, ya no pueden pintarse la cara o
tener rasgos expresionistas. Hoy en día
no se puede evocar la figura de un gato,
hoy en día hay que ser un gato, y para ello
en esta película se metieron en el infierno
de la piel digital. ¿Y qué ha pasado?
Pues que se ha llegado a saber, según
ha contado uno de los artistas digitales
de la película, que un buen mordisco
del presupuesto destinado a los efectos
especiales se lo llevó un accidente. Y es
que, cuando proyectaron la película por
primera vez a los ejecutivos descubrieron
que los personajes tenían culos. Ojetes.
Que a los gatos se les veía el ojete. Y hubo
que destinar mucho dinero a borrarlos y
ahora hay mucha gente demandando que
se estrene el montaje con culos y etcétera,
etcétera. Lo más increíble es que no han
despedido a alguien que en su momento
decidió que hubiera culos en la película,
porque el tema es que, de alguna manera,
esos culos brotaron en el proceso.
Un día empezó a haber culos en esa
película. Culos modelados píxel a píxel,
cuidadosamente diseñados y colocados
en su punto preciso sin que hubiese
una orden detrás. Fue una ausencia de
decisiones lo que llevó a que los gatos
antropomórficos tuvieran cada uno de
ellos un ojete perfectamente ubicado.
Los culos aparecieron en pantalla con la
espontaneidad de un delfín que vuelve a
Barcelona.
EI: Una pequeña reflexión: se supone que
este momento es el más… no sé, no me
gusta usar palabras como apocalíptico
y tal, pero bueno, es una cosa global,
estamos en un estado de alarma mundial
y nuestra experiencia se parece más a
Extraterrestre, la peli de Nacho, que a una
de Michael Bay.
NV: Espera, Eduardo, el perro Rin Tin
Tin, por ejemplo. El sentimiento que le
tuvo que envolver cuando después de
muerto descubrió que había sido una
estrella de cine internacional, recordada
por generaciones pero a una escala que
a él no le permitía enterarse. ¿Ese perro
qué se siente, agraciado o insultado?
Tú, Eduardo Infante, pon que desde
tus veinticinco hasta los treintaicinco
años fuiste el actor más maravilloso
del mundo, el más famoso para unos
seres de los cuales la única percepción
que tenemos son los fenómenos
meteorológicos, ¿vale? Lo que pensamos
que es lluvia, en realidad es tu dueño.
Tú eres mascota de algo de lo cual
solo percibes la lluvia. Y fuiste actor
de primera línea en… no en películas,
porque no podemos llamarlas películas,
pero sí… bhrabbattias. En el género
bhrabbattia, en el formato bhrabbattia,
que es el formato de entretenimiento
favorito de los tifones y las neblinas. Tú
fuiste el equivalente a George Clooney
en Hollywood para nosotros. ¿Cómo
te sientes? ¿Sientes que tu vida tuvo un
sentido que tú no llegaste a percibir y por
lo tanto a posteriori te notas completo?
¿O te sientes burlado? Burlado a una
escala…
Es que pienso mucho en mi gata Wilban
y en el hecho de que para ella mi pequeño
piso es el mundo, el universo, no hay
más. Ella mira por el balcón y tiene un
sentimiento parecido al que tenemos
nosotros al ver un diorama. Lo que
hay más allá no es apetecible, no es un
estímulo, es un telón de fondo en dos
dimensiones. Y recuerdo una vez, de las
poquísimas veces en que se escapó del
piso para asomarse a las escaleras del
edificio, un día que tomó una pastilla
de Matrix que le permitía hacer eso (yo
qué sé, la galletita azul, pongamos), y
salió a las escaleras y se encontró con
otro gato. Y creo que el susto le dura
a día de hoy y sigue alimentando sus
pesadillas. ¿Cómo se va sentir ella cuando
muera y en el más allá le digan que aquel
bicho absolutamente terrorífico era de
los suyos, y que esos seres que estuvo
abrazando con cariño y tratando con
una devoción total, y que le fliparon, en
realidad eran… tifones?
MN: Joder, los memes. Toda esta veta,
todo este corpus de tuits, comentarios
ingeniosos, memes que uno ha tenido
que tragarse durante todos estos años y
a los que no tiene acceso, pero al mismo
tiempo sí recuerda haber visto, tiene
un poco de tufo de la idea esta de la
anamnesis, ¿no? ¡Oh, todo aprender es un
recordar conceptos o ideas que uno tuvo
en una vida anterior o antes de la vida!
Pero en este caso es una anamnesis de
bonos basura, de ideas de mierda que no
lo hacen a uno mejor persona.
DL: Esto es interesante, que los memes
son lo peor y lo mejor al mismo tiempo,
como la familia, como decía Lévi-Strauss.
A ver si es esto, Miguel: si el meme es
crema, es que hemos descremao. Y si
hemos descremao, al sacar el meme la
realidad se queda sin la crema. No sé
si va por ahí lo que dices. Hostia, sí,
muy bien, pero ahora qué. Y después
está la redundancia, el exceso, que te
empalagues de crema, no sé si va por ahí
la cosa, Miguel, dímelo, por favor, Miguel,
Miguel, dímelo, Miguel, por favor,
Miguel, ¡focus!, dímelo.
MN: A ver, no iba a ninguna parte con
eso, en todo caso es una observación
formal, una especie de oh, fíjate, los tuits,
los ves, los olvidas pero no los olvidas
del todo porque solo a propósito de ese
mismo tuit o meme recuerdas que lo
habías visto, pero es imposible acceder
de otro modo que no sea a través del
mismo tuit o meme. Yo qué sé, el tuit
del camello saliendo de un tobogán de
tubo solo lo recordarás a propósito de
una reexposición a ese tuit, pero nunca te
acordarás a propósito de otra cosa, algo
así quería decir. Pero bueno, es discutible,
es una especie de supuesto formal que
puedes desmontar, puedes decir que hay
gente que valora muchísimo esos tuits
y para ellos hay determinados tuits que
estarán siempre presentes y que para
ellos, en cierto modo, son como bastones
mentales, pero en mi caso no es así. O
sea, yo he visto muchos memes de estos
y solo me acuerdo de haberlos visto
cuando los vuelvo a ver. En cambio, si yo
hubiera vivido el ver un camello salir de
un tobogán de tubo, ahí, ojo, ahí sí me
acordaría para siempre. O si hubiera visto
cómo alguien se electrocuta al tocar un
pastor mecánico. No por la electrocución,
sino por haberlo vivido, por formar parte
de mi vida. Pero los memes se olvidan
pese a ser momentos muy significativos
de la vida del que los vivió. Si lo has
vivido forma parte de ti, pero si es un
mero meme... Pese a ser algo significativo
se confunde con el resto de memes y
conforma una crema que tú dices que es
la crema de la vida, no le puedes quitar la
crema al café porque entonces te queda
algo mustio, agua de chirri, te queda
agua de chirri, pero no, no, yo no estaba
juzgando, señalaba que es un caso curioso
de… diversidad… uf…, no transcribas,
¡Rubén, por favor, no transcribas! No,
ya está. Quiero decir que ya está, ya está
la cosa rota. Nunca debí embarcarme en
esto. Jamás. Electrocutado por un pastor
mecánico. Eso no se olvida. Si lo has
vivido no lo olvidas. Si lo has visto en
internet solo lo recuerdas a propósito de
la visualización. Imagínate alguien que
hubiera vivido todos esos memes, que los
hubiera visto, que los hubiera presenciado
en su vida. ¿Operaría el mismo efecto
de corpus de vivencias extremadamente
singulares y llamativas que aquellas a las
que esa misma persona solo accedería
por medio de la visualización en vídeo
de esas vivencias, o formarían parte de su
memoria emocional: ¡oh, yo vi cómo salía
el camello del tobogán!, ¡yo vi el pastor
mecánico!? No, mecánico no, es pastor
eléctrico, ¿no?, ¿la alambrada esa?
NV: En efecto, no
se llama pastor
mecánico sino
pastor eléctrico,
lo que me lleva
a preguntarme
si sueñan las ovejas con pastores
eléctricos… Mirad, mi gata y yo tenemos
el mismo miedo a la muerte, pero ella
sin saber que la muerte existe. Ella vive
en una suerte de eternidad instintiva
o no sé cómo explicarlo, pero cuando
para ella suceda esa transición al más
allá, a la hiperconsciencia, coño, es que
MIGUEL, MIGUEL, DÍMELO, MIGUEL, POR FAVOR, MIGUEL, ¡FOCUS!, DÍMELO
ni siquiera habrá sido consciente de que
la vida terminaba como tal. O sea, no
va a ser como si Neo se toma la pastilla
roja o azul (la que fuera), va a ser como
si la pastilla roja o azul te la meten por
el culo de repente y sin previo aviso.
Mientras duermes. Y… hostias…, pero
espera… Me acabo de dar cuenta de
que, cambiándole el acento, la palabra
animales se convierte en una palabra
muy distinta. Un verbo, de hecho, y
nunca jamás una sociedad protectora de
animales ha utilizado eso para construir
un eslogan: “Ayuda a los animales,
¡anímales!”. Bueno, borrad esto, esto es
una chorrada, evidentemente no son
palabras distintas, es el mismo origen
etimológico. Todos sabemos que la
palabra animales, de la misma manera
que clueless significa “sin pistas”, significa
“sin alma”, anima less. No, bueno…,
borrad esto también.
EI: Lo podemos poner como nota a
pie de página. Yo hace poco he leído
La isla del tesoro, que por cierto me
ha encantado, en una edición que me
regalaron cuando era pequeño, de
editorial Alonso, con unas notas al pie
increíbles, que no sirven para nada más
que para despistarte y hacerte perder el
tiempo. Por ejemplo: “pasear por la tabla”,
nota al pie: pues esto era un castigo que
consistía en hacer avanzar a la víctima
por un tablón colocado de través sobre
la borda y blablablá. Todas las notas así,
una chorrada, como un gag construido
con paciencia sobre cosas que sabe todo
el mundo. Hasta que llega un momento,
casi al final de la novela, en que sale algo
que no sabes qué es, que se llama vigota,
y dices, ¡bueno, por fin, ahora la nota va a
servirme de algo! Y te vas a la nota y dice:
“Garrucha de madera sin roldanas”.
RL: ¡Bravo!
\ . /
¨ {53}
VEO las noticias del telediario sin voz. No hace
falta porque ya sé lo que dicen. Muertes, decisiones
políticas, cultura sentimental, cosas que debes hacer,
cosas que no debes hacer. Hoy hace sol y pienso en
cómo los arbustos con formas geométricas deben
estar perdiendo su forma mientras yo intento seguir
los movimientos de Carole Steen a ritmo casi sísmico.
Mi vecina Asun sentirá mis saltos y a lo mejor le hace
ilusión. Mi vecina Asun me ha pedido seis litros de
leche y no sé cuántos kilos de frutas y ya me veo el
lunes con la maleta de ruedas por la acera mientras
alguien me mira raro, mientras alguien me mira
realmente mal y yo me disculpo con mi cara fruncida
DOMINGO DE RAMOSCamino Román
¨ {54}
como una nuez.
Hoy mi padre me ha escrito y me ha dicho que ponga la tele que hay misa en el Vaticano.
“Arte y misa en la tele”, decía el mensaje. Todo era dorado o de mármol, con textos en latín y
se podía ver perfectamente el suelo, esos dibujos que no sueles mirar como caras, escudos y
series de círculos y cuadrados de colores verdes, rojos y blancos. Algunos asistentes guardaban
la distancia obligatoria, otros no. Un chico joven y con el pelo bastante negro ha leído: “Me
acorrala una jauría de mastines, / me cerca una banda de malhechores: / me taladran las
manos y los pies, / puedo contar mis huesos”. Me hubiera gustado besarle en ese momento,
tenía la cara triste y vestía de negro y blanco. Me
gustaría besar a cualquiera. Odio los perros pero
me gustaría acariciar el lomo de un perro, coger
una gallina en brazos aunque sea difícil o arrancar
unas zanahorias. Me gustaría besar muchísimo a
un chico que besé hace unos años porque él quería
besarme a mí y me llevo a su casa en un Uber y me dejó una camiseta para dormir porque
tenía frío. Le mandaría un mensaje medio gracioso para que viese mi foto de perfil y pensase
en tocarme las tetas. No se puede, me digo. No quiere tocarte las tetas. No quiere besarte ni
que le hagas huevos revueltos los domingos, no quiere nada. Me duelen los músculos. Odio
a Nicole Steen. Odio los chicos especialmente guapos y que son especialmente inteligentes.
Después de la ducha me he puesto un vestido de punto color azul Klein internacional. Yves
Klein era hijo de Fred Klein y Marie Raymond y se murió con 34 años y decidió en algún
ME GUSTARÍA BESAR A CUALQUIERA
¨ {55}
momento del siglo XX que el color del vestido que me he puesto hoy para mirarme en el
espejo era el color azul Klein internacional. He leído en internet que cuando tenía 19 años el
chico estaba en la playa con dos amigos y se repartieron el mundo entre ellos: uno la tierra,
otro las palabras y Klein escogió el espacio etéreo que rodeaba el planeta. Debía hacer mucho
sol, el cielo y el mar eran azules y la arena estaba ardiendo entre amarilla y blanca y ellos
habían bebido muchísimo vermut blanco y miraban chicas con la piel medio quemada y el
aire suave les daba en la cara. La última vez que yo estuve en la playa llovía.
La chica que sale por la tele lleva una gabardina de color azul Klein internacional y tiene el
pelo rojizo y los ojos azules. Habla con otra que es más mayor y que lleva una cinta blanca
con manchas rojas para sujetar su pelo. La tele sigue sin volumen. Me da exactamente igual.
Tengo los platos sin recoger de la comida. Los platos no tienen piernas ni manos ni cerebro
y no saben lo que es la higiene personal. No saben estos platos ni el bote de Philadelphia que
la higiene es muy importante. Yo me ducho todos los días con agua caliente y me pongo ropa
limpia, eso me hace feliz por unos instantes y luego salgo a la terraza y me imagino que estoy
con el chico ese del Uber en la playa y me ofrece una botella de agua y me tira arena en las
piernas y me hace reír. Me da el aire, me toca el aire toda la cara, todo el cuerpo y eso, eso
está bien.
¨ {57}
NO ha ocurrido nada pero voy a tratar de explicarlo todo. En
primer lugar, me enfado y no respiro.
Más tarde me siento a escribir porque en el
combate de diario estoy limitado a tareas humanas; aquí
sin embargo me siento importante. Solo aquí me siento
importante. Así que escribo.
CUATRO FUERZASRubén Lardín
¨ {58}
Escribo pero antes dibujo. El dibujo es mudo, es sagrado. Cuando no dibujo soy nada, anotaba
Robert Crumb junto a uno de sus garabatos de minuciosa desesperación. Ser nada es más
trágico que no ser nada, ya me dirás, por eso Crumb se aplica tanto y por eso su dibujo es labor,
bordado de túnica, por eso entrega al papel todo su malestar. Crumb tiene algunos dibujos
plácidos, muy bellos, callejas del sur de Francia, aquel recodo urbano, una rinconera…, casi
siempre lugares sin presencia humana; pero donde mejor canta Crumb su serenata es en las
inconveniencias, allí donde el decoro pierde su nombre es donde el hombre (el mamífero) se
hace plenario.
Observo el prodigio de sus dibujos, que me fecundan, y antes de escribir garabateo yo
también algo por mirar de sacudirme todos estos pensamientos aleatorios y estériles acerca
de todas las cosas. No funciona, así que paso a escribir, una vez más, sabiéndome, menuda
farsa. Lo hago con intención de sobrevivirme y por sacarme a dios de los adentros, pero
no me convenzo y enseguida lo dejo estar, y
conduciéndome al compás de los elementos vuelvo
a cambiar las sábanas porque en estos días de
intemperie bajo techo estoy soñando de más. Esta
noche he soñado con Jack Nicholson, por ejemplo,
y que en Salamanca, la que no es puta es manca, y
luego he desayunado fuerte, he tratado de limpiar las huellas de una refriega antigua sobre la
pintura plástica junto a la cama y ya no me he movido de aquí. Lo cierto es que no he tenido
un solo pensamiento franco desde que te fuiste.
LO CIERTO ES QUE NO HE TENIDO UN SOLO PENSAMIENTO FRANCO DESDE QUE TE FUISTE.
SER NADA ES MÁS TRÁGICO QUE NO SER NADA
¨ {59}
Anoche antes de acostarme cubrí el espejo del baño, eché una sábana sobre el de tres hojas
del ala oeste y tumbé bocabajo para cegarlo este otro pequeño a mi lado, un tragasol que tiene
su lugar sobre el escritorio en el que ahora mismo cavilo. Creo que fue en la Francia de hace
tres o cuatro siglos cuando tapices y pinturas en las paredes empezaron a ser reemplazados
por espejos, túneles de vanidad. En casa solo hay esos tres espejos, y aunque hasta donde sé
no habita ningún mal entre estas paredes, de ese modo evitamos la posibilidad de réplicas e
impostores.
Si te cuento todo esto es porque te conozco de vista, aunque todo lo que te diga no es más que
un decir (y no hay más que hablar). Te lo cuento mientras me remiro las manos buscándoles
las desavenencias. Como ves me estoy rondando. Intercambio bienes conmigo. Me cuestiono,
me enfrento, me busco el mago, me pido explicaciones pero ante mí soy minoría. Minoría
sensible, pero minoría.
Escribo para darme la espalda, para traducirme al mundo. Me descubro poniendo ojos
enredadores mientras lo hago, trato de seducirme, me quiebro el ánimo y en ese instante soy
todo mío. Llevado de algún rasgo esquizoide me escucho pero tampoco sé bien qué me digo,
no sé qué me estoy diciendo. Me exijo razones pero me entrego apenas controversias, y paso
el día en un sí es no y me pienso en relación con esto y con aquello y me decido irrelevante,
aunque sigo siendo mi mayor obstáculo. Vivir con uno mismo es también vivir en sociedad.
Para no aburrirme invoco el tedio, que propicia un fijar la mirada, perforar la corteza, atravesar
estratos y según el día ver el otro lado. Allí pacen peces (lo ictíneo, mira qué palabra), no
estamos nosotros ni se encuentra uno siquiera. En ese otro lugar las disonancias se hacen
¨ {60}
valer y todo resulta comprendido. La clave está en darle a la realidad tratamiento de sueño y
los sueños contemplarlos como realidad legítima. Hablo de sueños, de vivencias durmiendo,
nada de ambiciones ni deseos ni conquistas, a otro perro con ese hueso, estoy hablando de
sueños, de la hemorragia onírica en que desembocan estas vigilias morosas.
Entre nosotros (porque tú y yo siempre seremos nosotros), te diré que el objeto de todo esto lo
desconozco. Son jornadas de inexistencia en las que conviven dos pulsiones: la idea del viaje
revelador y lo palmario del retiro contemplativo. La agitación física y el tumulto espiritual
de la reclusión. Días de ardua quietud. Llanuras de arenas movedizas, partículas de piedra
emulando la conducta de otra materia, queriendo ser líquido.
Y escribo. Trato de ensamblar ideas opuestas para hacerlas pedernal
y que así alumbren alguna estampa, una verdad. Fueguitos. Candela.
Dispongo palabras por ver si en alguna combinación aleatoria asoma el lomo un cachalote.
¿Se oye un murmullo? La verdad es que empiezo a sentirme aclimatado. Aclimatado perdido,
podríamos decir. Es el olvido lo que me permite ser amoral y es la memoria la que me lo
dificulta, pero más o menos vamos haciendo. Ah, este abril estoy siendo una isla, qué desastre.
Cada uno de estos días, cuando se despierta, Marta me envía al móvil una foto que hace
desde su balcón, sosteniendo el telefonino no sé si con una o con las dos manos si tal vez
pretende desbravar el paisaje, domar un temporal, lo que sea, cada día es un mundo. Esa
imagen me trae el humor del mar, me transmite su temperamento, por lo general sosegado,
y mi cabecita hueca se llena entonces de buena mañana de aquellas noches. Me invade el
verano. Un recuerdo del futuro. El mar cesado sobre Barcelona, sostenido e imperceptible, un
FUEGUITOS. CANDELA
¨ {61}
velo salado sobre la piel de la ciudad durante aquellas noches de agosto que están por llegar.
Pero escucha, he venido a decirte que me voy, a eso he venido, ¡a irme! Ha sido todo un
malentendido. Y que pongas cuidado en lo que haces porque lo mismo no te mueres nunca.
¨ {63}
ENTRE todos los sitios del mundo, he preferido siempre la taiga. Una vez vi un documental
en alemán sobre dos hombres que remontaban el río Lena hasta llegar a la taiga. No había
pueblos por el camino, pero sí cabañas, y la gente que vivía solitaria en esos lugares les ayudaba.
Unos les daban pan que habían hecho, otros les daban indicaciones para continuar adelante y
otros les proporcionaban algunos troncos que sacaban de unos montones de leña (no sé para
qué serían porque no entiendo el alemán). Creí comprender que habían partido en busca de
las fuentes de ese largo río de Siberia, y sí que era cierto que toda su aventura estaba salpicada
POR QUÉ ME HICE DE LA TAIGA
Javier Pérez Andújar
¨ {64}
de animalillos del bosque (ardillas listadas que sujetaban piñas con las patitas, búhos, alces,
visones) y criaturas del río (había un grupo de nutrias). La gente de allí parecía pobre, pero
tampoco eso era un impedimento para estar vivo, sino algo inevitable como el clima, como
cuando llueve o nieva, y todos los que salían estaban flacos y eran de constitución nervuda.
Llevaban la ropa muy usada como sus cabañas estaban muy vividas, y se mostraban muy
hospitalarios y a ratos sonreían. Los de aspecto más menesteroso vestían ropa militar de pies
a cabeza, pero no eran nada marciales. Había quienes tenían un caballo y otros trabajaban con
una modesta maquinaria para tareas del campo (ningún aparato que no se pudiera comprar
en un comercio de pueblo). Alguien puso una barquichuela a disposición de los dos hombres.
Si hacían un alto en la ruta, se calentaban con fogatas que encendían en la nieve del bosque.
En una ocasión se vieron lobos a lo lejos. Y al final salió un oso pardo cabizbajo que andaba
cansino sobre sus cuatro patas mientras en su lomo se acumulaban los copos de nieve.
Cuando el profesor de geografía (luego la llamaron ciencias sociales) nos explicaba los climas
del mundo, yo me debatía, más turbado que otra cosa, entre la tundra y la taiga. Al final me
hice de la taiga porque creía que estaba más lejos. Luego vi que no, que primero era la taiga,
y que la tundra (a la ártica me refiero) quedaba justo encima. Lo que pasa es que cuando se
toma una determinación sentimental ya no hay vuelta atrás si no es a condición de incurrir
en crimen laesae maiestatis, abandonar a tu ejército en país enemigo (fuera del amor, todo es
país enemigo). A la taiga le ha sobrado verde para mi gusto. De la tundra me maravillaba ese
momento en que apenas no había nada allí y se convertía en un frío desierto de musgo y de
líquenes, de pantanos y de turberas. Un desierto helado y sucio. En la película de Kurosawa,
uno no sabe muy bien si se está andando por la tundra o si se va por la taiga, y acaso poco le
¨ {65}
importa eso a su protagonista, el cazador que le da título, Dersú Uzalá. Se discierne con mayor
claridad al leer el libro de Vladímir Arséniev, que se titula igual. A lo mejor las imágenes sirven
para explicar, y las palabras son para liarlo todo. Es en la taiga donde Vladímir Arséniev dice
que vagan los espíritus malignos y quiebran el silencio con aullidos, llantos y carcajadas.
Kurosawa rodó esa película poco después de
intentar matarse cortándose la garganta y las
muñecas con una navaja de afeitar. También la
Unión Soviética, el país que le hizo el encargo de
Dersú Uzalá y le costeó el rodaje, estaba al borde
del suicidio. Pero a la larga, Kurosawa sobrevivió al hoy olvidado país, o imperio, o valle o
bosque de espíritus gimientes. Los países pasan pero los espectros permanecen y son sus
fantasmas los que luego, en el documental que digo sobre la Taiga, irrumpen en carne y hueso
abandonados a la soledad de la nieve y vestidos con ropa de maniobras del ejército. El vasto
norte helado de Rusia ha sido desde siempre un varadero de ballenas al que los militares han
ido a agonizar en aras de la exploración y la aventura. Por una razón como ésta, escribió su
libro Vladimir Arséniev, que había estudiado en la academia militar y era de oficio cartógrafo
y topógrafo. Me sentía abominable viendo el documental. Recreándome en el frío de los
demás, sintiéndome uno más de la taiga, como ellos, con el mando a distancia en la mano.
Pero antes ser de cualquier cosa que de uno mismo. Es más soportable.
A LA TAIGA LE HA SOBRADO VERDE PARA MI GUSTO
RUBÉN LARDÍN: Mi barrio está lleno
de globos sin rumbo. Todos los días veo
globos.
DONALDO LINDYHOMER: Esto yo
creo que tiene que ver con los padres
desesperados, porque mis niños a veces
también me piden globos. Y puede que
haya alguien que esté pasando estos
días inflando globos y tirándolos por el
balcón. Va a ser eso. Tampoco dejamos de
ser animales nosotros.
EDUARDO INFANTE: El globo tiene
mucha relación con la lechuza. Todo
lo que estamos hablando tiene mucha
relación. Pensad que animal tiene la
misma etimología que alma y que aliento,
creo que todo viene del mismo latinajo,
o de la misma raíz griega, ahora no me
acuerdo. Pero está esa relación entre
lo animal, lo que tiene que ver con lo
animado, con el movimiento, y lo que
tiene que ver con el aliento, lo que tiene
aire. Todo esto que estamos viviendo está
relacionado con el aire. Modos y modas
de muerte relacionadas con el oxígeno.
Me gusta la idea de que a Rubén se le
apareciese Atenea pero luego le dijeran
que no, que en realidad era un globo
sonda, como lo que les dicen a los que
han visto ovnis, ja, ja, ja.
DL: Hay un libro maravilloso que se
llama Metafísicas caníbales, pero igual
tiene muchas notas al pie, así que
propongo otro del mismo autor, Eduardo
Viveiros de Castro, un antropólogo
brasileño, que se llama La mirada
del jaguar. Es una recopilación de
entrevistas donde de manera bastante
didáctica explica y contextualiza muy
bien en nuestro día a día la idea del
/ . \
perspectivismo amerindio. Es muy
importante que compréis este libro.
Está editado por una editorial argentina
que se llama Tinta Limón, un nombre
precioso, y creo que tiene mucho que ver
con lo que hablaba Nacho, aunque aquí
esa metafísica jerárquica lineal se rompe,
porque estas tribus del Amazonas que
se estudian van por un sitio totalmente
distinto. Os leo un poco, cuando se habla
de en qué consiste el perspectivismo
amerindio:
«Se trata de la noción, en primer
lugar, de que el mundo está poblado por
muchas especies de seres, además de los
humanos propiamente dichos, dotados
de conciencia y de cultura, y en segundo
lugar, de que cada una de esas especies se
ve a sí misma y a las demás especies de
un modo bastante singular. Cada una se
ve a sí misma como humana, viendo a las
demás como no humanas. Esto es, como
especies de animales o de espíritus. Así, por
ejemplo, los jaguares se ven como gente,
viendo por eso los elementos de su universo
como si constituyeran objetos culturales.
La sangre de los animales que matan es
vista por los jaguares como cerveza de
mandioca, etcétera. En contraposición,
los jaguares no nos ven a nosotros los
humanos (que “naturalmente” nos vemos
como humanos), como humanos, pero sí
como animales de presa, un jabalí, por
ejemplo. Es por eso que los jaguares nos
atacan y nos devoran. En cuanto a los
jabalíes (esto es, aquellos seres que vemos
como jabalíes), también se ven como
humanos, viendo las frutas silvestres que
comen como plantas cultivadas, pero
nos ven a nosotros, los humanos, como
si fuéramos espíritus caníbales (pues los
cazamos y los comemos). Hay varios
desdoblamientos e implicancias de este
complejo de ideas: por ejemplo, que la
forma corporal de cada especie es una
ropa o envoltorio que oculta una forma
interna humanoide; o, incluso, que los
chamanes son los únicos individuos
capaces de asumir el punto de vista de
más de una especie además de la propia;
o, incluso, que dada la humanidad
reflexiva de cada especie, la caza y el
consumo de carne animal son empresas
metafísicamente delicadas, jamás libre
de connotaciones caníbales. Todo esto se
basa en un presupuesto fundamental, el
de que el fondo común de la humanidad y
la animalidad no es, como para nosotros,
la animalidad, sino la humanidad […].
La idea de que los animales son personas,
común a muchas cosmologías indígenas
(quizás no a todas, por lo menos si la idea
es planteada en estos términos simplistas),
no significa que estos indios estén
afirmando que los animales son personas
como nosotros. Todo el mundo en su sano
juicio, y el de los indios es tan o más sano
que el nuestro, “sabe” que el animal es
animal y que la persona es persona. Como
dice en algún lugar Derrida, hasta los
animales lo saben».
RL: Igual se entiende mejor si cambiamos
las palabras humano y animal por bicho,
todos bichos, y nos ahorramos notas al
pie.
DL: Claro, es que esto así dicho, que
todas las especies animales se ven a sí
mismas como humanos y al resto de
especies como no humanos, salvo que
seas un chamán y entonces te des cuenta,
y entonces cada especie tendrá su versión
de chamán… En ese sentido, la lechuza
que viste a lo mejor era una lechuza
chamán, una lechuza que se da cuenta
de que hay otras formas humanas que
no son ser lechuza. Esto abre un campo
bastante interesante de especulación. Pero
lo que os quiero decir es que leáis el libro,
porque esta pequeña abstracción que
he definido ahora como perspectivismo
amerindio es un flipe cuando ves todo lo
que implica en esas sociedades y en esas
maneras de vivir y de entenderlo todo, es
absolutamente fascinante. En fin, a tope
con este libro, bajadlo de la página de la
editorial y después compradlo o haced
una donación o algo a estas personas
maravillosas de Tinta Limón.
EI: Qué buena pinta, voy a por él.
DL: Es un libro fascinante, en serio, no
tiene desperdicio y entra como una caña
de cerveza en un día soleado. Metafísicas
caníbales también es buenísimo, tal vez
algo más académico, pero aun así creo
que se lee razonablemente bien. Allí se
recoge una anécdota que explicaba Lévi-
Strauss y que me gusta mucho porque
es muy ilustrativa de la diferencia y de la
simetría de todo esto. Dice así:
«En las Antillas mayores, algunos
años después del descubrimiento de
América, mientras los españoles enviaban
comisiones de investigación para indagar
si los indígenas tenían alma o no, estos
últimos se dedicaban a sumergir blancos
prisioneros a fin de verificar, mediante una
vigilancia prolongada, si sus cadáveres
estaban sujetos a la putrefacción o no […].
Mientras los primeros proclaman que
los indios son animales, los segundos se
contentan con sospechar que los segundos
son dioses […]. Los europeos nunca
dudaron de que los indios tuvieran cuerpos.
También los animales los tienen. Los
indios nunca dudaron de que los europeos
tuvieran almas. También los animales y los
espectros de los muertos las tiene».
LA LECHUZA QUE VISTE A LO MEJOR ERA UNA LECHUZA DÁNDOSE CUENTA DE QUE HAY OTRAS FORMAS QUE NO SON SER LECHUZA
EI: Cometemos un error de perspectiva,
en general, sin darnos cuenta, cuando
decimos: mira qué idiotas, hasta hace
dos días preguntándonos si los indígenas
tienen alma, o las mujeres, porque a las
mujeres también se les negaba el alma.
Esto era un problema teológico para este
cristianismo que hemos tenido, y que en
definitiva es el único que hemos tenido,
en relación al concepto de alma inmortal.
El concepto de alma lo inventaron los
griegos, de alguna manera, y se da por
hecho. Pero a lo que se refiere toda esta
gente es al alma inmortal. Claro, ahora
han hecho desaparecer el concepto
de purgatorio y de limbo, porque el
problemón con que se encontraban era
que en la interpretación del cristianismo
que hacen los romanos el cielo existe
desde que existe Jesucristo, no existía
antes. Antes se iba al Hades, al Tártaro
y cosas por el estilo. A vueltas con eso.
Ya no se habla del tema de la ascensión
de Cristo a los cielos y cómo al ascender
libera a las almas del purgatorio, eso es un
parche.
DL: Sobre el tema de la existencia
del alma, desde un punto de vista
antropológico no puedes hacer ningún
tipo de interpretación simbólica ni de
comprensión cultural, por lo menos
fuera de nuestro cartesianismo, sin tener
eso en cuenta. El papel del alma es muy
interesante. La genealogía tendría que
revisarla, creo que fue santo Tomás, la
escolástica, el aristotelismo un poco, que
asumió el alma en la inteligencia, pero
generalmente eran tres cosas distintas:
el cuerpo, la mente y el alma. El cuerpo
tiene las sensaciones, las emociones
y todo lo que es la percepción; la
inteligencia, que tiene las ideas, que no
percibimos como cosas porque no las
podemos tocar y que son por tanto otro
dominio, y luego está el alma, que es
una intermediación entre las dos, entre
lo sensible y las ideas, y así como cada
uno tiene sus órganos (el cuerpo para
percibir y la inteligencia el cerebro para
pensar), el alma tiene la imaginación, que
se constituye autónomamente. Bueno,
no autónomamente, pero sí tiene una
ontología propia. Eso es el alma.
EI: Me gusta lo del alma como
intermediario a través de la imaginación.
El lenguaje del alma son imágenes, pero
hay una cosa del alma que me interesa
mucho y es el tema de la voluntad
primordial. Hay una imagen interna y
una especie de deseo de ser coherente
con esa imagen interna. A los animales
los veo absolutamente inocentes en
su depredación, no creo que se pueda
juzgar la naturaleza de ninguna manera y
menos desde el punto de vista de la ética
humana, sería absurdo.
DL: El caso es que aunque hablemos
de animales estaremos hablando de
humanos, porque todos los animales se
ven asimismo como humanos.
RL: Hablamos siempre de delfines y de
simios pero yo estoy con las aves, que
es con quienes tenemos más cosas en
común, de entrada la habilidad del habla
con algunas de ellas. En El mito de la
máquina, Lewis Mumford mencionaba
el tilonorrinco, que es un pájaro con
carita de persona, y señalaba que
teníamos en común con él un sentido de
la decoración. Y es verdad que tiene un
sentido del color o de la armonía como
el nuestro, porque el tío monta unos
pifostios del quince, rodea su nido de
pétalos, de semillas y demás, pero todo
ordenado y clasificado por colores. En el
montoncito azul se mezclan flores azules
EL LENGUAJE DEL ALMA SON IMÁGENES
con plumas azules y tapones de botellas
de plástico azul, basurilla selecta. El nido,
que lo hace en el suelo y que tiene aspecto
de cabaña, entiendo que responde a
una ingeniería para la protección y el
refugio, pero esto otro imagino que
serán ofrendas para la hembra que solo
obedecen a nociones estéticas. Buscad
fotos. Yo creo que si te encuentras una
de esas composiciones por el bosque lo
tomas por un bodegón pagano o algo así,
desde luego no por cosa de un pajarete.
DL: Hay otro animal del que yo me siento
muy cerca, y que creo que está en una
categoría única, que es el pulpo, que es
superinteligente. Es muy categórico decir
esto, pero creo recordar que es el único
caso que se ha visto de animal que hace
algo por pura estética y que no responde
a nada funcional, ni al cortejo ni a nada.
Hacen jardincitos, de ahí viene la canción
de los Beatles, Octopus’s Garden, que es la
bomba.
EI: Yo eso recuerdo haberlo visto en un
documental y en aquel momento desear
dejar de comer pulpo. Reconozco que el
pulpo a la gallega es una de las cosas que
más me gustan, aunque no lo he vuelto a
comer. Pero no porque lo consiguiera por
voluntad o por decisión de no comerlo
porque me pareciera un animal demasiado
inteligente, sino porque luego hice un
pacto mágico con el pulpo Paul, que era
aquel pulpo que sacaba en plan lotería
los ganadores del mundial de Sudáfrica.
Recuerdo haber visto al pulpo Paul y
haber decidido en aquel momento que, si
por primera vez en la historia la selección
española ganaba el mundial, yo dejaba de
comer pulpo. Y no lo he vuelto a comer.
DL: A mí lo del pulpo Pol fue lo que más
me gustó no ya del mundial sino del fútbol
entero. Si no recuerdo mal, al final ya la
cagó en alguna predicción, pero estuve
absolutamente entusiasmado con él.
EI: Y ganamos ese mundial, ¡lo ganamos!
DL: Sí, pero yo de esas cosas me alegro
de una manera muy indirecta. Me
alegro porque veo gente a mi alrededor
alegrándose, gente que aprecio, y
entonces me alegro, pero es una cosa un
poco como de la propiedad transitiva, o
sea… directamente no me alegro mucho.
EI: Yo creo que lo que me alegró, además
de ganar un mundial, que en realidad
tampoco es algo que me importe mucho,
es que sucediera delante de mis ojos lo
que nunca había sucedido. Y además
no sé si te acuerdas de la final, que fue
increíble porque los rivales eran como
villanos, los holandeses. Eran malos,
jugaban muy sucio, muy rastreros. En
aquel momento, fíjate, hasta me pareció
que Shakira cantaba bien.
DL: Animales y deportes. En Estados
Unidos no es raro que durante un
partido de béisbol se cuele una ardillita
en el campo y los jugadores se pongan a
perseguirla. Eso me parece muy hermoso,
de pronto ese protagonista inopinado
ante, no sé, cincuenta, ochenta mil
personas. La cosilla esa recorriendo el
campo.
EI: Como un pequeño nudista que ha
saltado al terreno de juego.
DL: Correcto, porque salen en pelota
picada.
EI: ¡Vais desnudos y a vuestra putísima
bola! Animales futbolistas. Más allá del
partido de La bruja novata, hay una
figura recurrente en el arte chino, que es
una estatuaria arcaica que habréis visto
mil veces. Es eso que parece un dragón
de jade que descansa su pata sobre una
esfera, y que nosotros interpretamos
como algo religioso. En verdad representa
un perro jugando con una pelota, pero
la estética de lo arcaico nos impide
apreciar que se trata de una estampa
bonita y mona y
costumbrista y
graciosa, y lo vemos
como algo grave y
casi lovecraftiano.
RL: ¿Dónde está Miguel? ¡Miguel!
NACHO VIGALONDO: Yo en todo
esto estoy advirtiendo un espectro en el
que en un extremo están los animales
como objetos de consumo, como objetos
desechables, como trapos mojados,
algo que comer, algo que consumir…
Y en el otro extremo veo la posibilidad
de los animales como tótems, como
puntos de reflexión y como vórtices de
espiritualidad. En otras palabras: hay
una elección que hacer en esta vida y
esa elección está muy clara: ¿lechuza o
lechazo?
DL: ¡Ja, ja, ja! Eso merece una camiseta.
Aunque tampoco es una disyuntiva,
porque una
lechuza también es
predadora, y desde
su perspectiva
humana ella
también tiene su
lechazo, que es el ratoncito que se zampa.
RL: En Cuentos al amor de la lumbre,
Antonio Rodríguez Almodóvar recoge
cuentos de tradición oral del acervo
español y los clasifica como cuentos
maravillosos, cuentos de costumbres,
de miedo y etcétera, y en los cuentos
de animales comenta que, a diferencia
de los análogos orientales, que son
edificantes, o de las fábulas con moraleja,
los cuentos de animales españoles se
limitan exclusivamente a dos temas:
el hambre y el humor escatológico.
El aparato digestivo de arriba abajo,
vaya. Y señala que precisamente los de
¡VAIS DESNUDOS Y A VUESTRA
PUTÍSIMA BOLA!
animales son los cuentos orales que viven
en mayor peligro de extinción, sobre
todo porque esa querencia escatológica
provoca el rechazo de los puritanos y los
burguesitos. El pudor adulto también,
imagino. Almodóvar lo pone bajo la
óptica del psicoanálisis y habla de la fase
anal del niño, tan liberadora desde la
mirada adulta. Pero eso, que todos van
de comer o de ser comido. Siempre. La
sublimación de todos sería el cuento del
tragaldabas, que es un animal indefinido,
que no se sabe qué forma tiene y que se
dedica a engullir todo lo que se le acerca.
DL: En cuanto a tu lechuza, o bien era
una lechuza chamán que sabía que tú eras
un animal o era un espíritu que sabía que
tú te crees humano como ella.
RL: ¿Humano o mochuelo?
DL: A ver, básicamente, una lechuza
vulgar nos ve como policías y carceleros,
policías que te pillan o carceleros que te
meten en una jaula y no te dejan salir.
O en el mejor de los casos en arresto
domiciliario, volar un poquito por la
casa y ya está. Yo creo que eso es lo que
pensó la lechuza al verte. Salvo, ya te
digo, que fuera una lechuza chamán.
Si no era una lechuza lechuza, sino un
espíritu, entonces entraríamos en que
si era Atenea o si era un emisario del
underground, eso no lo sabemos…
Porque si somos carceleros también
podemos ser carceleros del underground,
claro. Somos espíritus que encierran
a la lechuza en una jaula y le dan de
comer, como en los cuentos esos en que
alguien viene o tú mismo te escapas del
purgatorio o del infierno y sales otra vez.
Aunque luego se puede torcer, como le
sucedió a Eurídice, pero en fin, somos ese
tipo de cosa para ellos.
NV: Yo me he dormido un rato mientras
hablabais y he tenido un sueño en el
que he estado en Granada, no tengo la
menor idea de por qué. Pero sabiendo
que los animales también sueñan como
lo hacemos los humanos, y sabiendo
que ellos carecen de las herramientas
necesarias para distinguir sueño de
realidad, pues los envidio, la verdad.
Porque si yo fuera uno, esta tarde habría
estado en Granada.
EI: Joder, me doy cuenta de que para mí
es un tema sensible, esto de los animales.
De repente me siento incapaz, no ya
de frivolizar, sino de ser distante. El
tono de esta conversación que estamos
manteniendo es distante, erudito,
gracioso, divertido… Me lo estoy pasando
muy bien, pero de repente es como una
comprensión súbita, un poco como lo del
tuiter que decía Noguera, todo crema y
a la vez basura. Lo que me sale es pensar
que nuestra civilización es espantosa, y
que somos horribles. Y que el futuro será
implacable con la relación que tenemos
con los animales, verán el espanto y el
horror.
RL: Creo que estás a un paso de
iluminarte como torero. Te veo ahí.
Yo quiero apuntarme a hacer toreo de
salón, si quieres lo miramos. Y no estoy
frivolizando para nada, hablo muy en
serio. Es la manera, es la manera de…
Bueno, me voy a meter en un jardín
tremendo, dejémoslo estar.
EI: Muchas gracias por echarme ese
capote, pero la verdad es que no me
veo. De lo que sí tengo muchas ganas (y
ahora mismo estoy un poco invadido
por la nostalgia y un poco sensiblón),
lo que me encantaría, es que fuéramos a
emborracharnos. Me apetece mogollón
un cubata. O varios. Y me encantaría
que fuéramos a comprarnos tebeos. Y el
cubata me apetece de Larios.
RL: Mira, espera, ahora vamos, he ido a
buscar este libro, que considero que es
el mejor que se ha escrito nunca sobre el
tema (y que sería un gran libro aunque
hablase de pulpos o de ornitología),
que se llama Espejo de tauromaquia,
de Michel Leiris. Y os iba a leer un
fragmento pero entre sus páginas he
encontrado esta postal, remitida desde
algún lugar de Alemania o de Austria
que no acierto a leer pero que termina
en berg, y dirigida al señor Jesús García
Valdepeñas, con domicilio en la calle
Verónica de Ciudad Real, y creo que con
esto será suficiente:
Sr. García y familia;
Les deseamos unas felices pascuas y un
muy próspero año nuevo 1962 colmado
de bienestar y felicidad.
Sus amigos,
Loles y Pedro
LO QUE ME ENCANTARÍA ES QUE FUÉRAMOS A EMBORRACHARNOS
pilotando
Rubén Lardín
redacción
Erika Fanthomas
Santiago de la Vorágine
diseño y maquetación
Marta Badiola
eléctrico
Jorge Pizarro
han colaborado
Jorge de Cascante / Eduardo Infante / Rubén Lardín / Donaldo Lindyhomer / Bárbara Mingo /
Miguel Noguera / Javier Pérez Andújar / Sergi Puertas / Joan Ripollés Iranzo / Aloma Rodríguez /
Camino Román / Elisa Victoria / Nacho Vigalondo
todas las ilustraciones son obra y gracia del legendario Virgil Finlay
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abril 2020
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