1. EL CONTEXTO SOCIAL DEL BIBLIOTECARIO PROFESIONAL
1.1 ANTECEDENTES
Para muchos estudiosos de nuestra especialidad, el quehacer biblioteconómico1 tiene
antecedentes de milenarios, pues ha mantenido siempre como eje central el tratamiento de los
documentos, aplicando técnicas para el almacenamiento, procesamiento y diseminación de la
información,2 y esto, en efecto, es verdad, pues sí consultamos cualquier documento que se
refiera a este tema nos podemos percatar que nuestra profesión se remonta hasta antes de la era
cristiana, más específicamente entre el año 4500 A. de C., cuando el pueblo de Mesopotamía creó
las tablillas de arcilla con claros indicios del empleo de estrategias de clasificación y
catalogación. De acuerdo con esto, Rodríguez Gallardo subraya:
“El encargado de custodiar las tablillas fungía como bibliotecario y [...]
generalmente era un sacerdote de alta jerarquía, que debía conocer los
contenidos, la ubicación y la clasificación de los documentos
resguardados[...], los bibliotecarios de esos tiempos debieron dominar
varios sistemas de escritura, entre ellos el jeroglífico y el cuneiforme''3
De tal modo, se puede señalar que el origen del oficio de bibliotecario pudo haber estado
validado en circunstancias empíricas que se fueron conformando para la creación de oficio; es
decir, el oficio mismo de bibliotecario se fue desarrollando como una práctica experta como
resultado de un proceso de asimilación de rutinas, sin disponer aún de una teoría que sustentara
el proceso. Así, los aspectos prácticos de la actividad bibliotecarias, tuvieron mayor importancia 1Para fines de esta investigación deseo precisar que los términos bibliotecónomo y bibliotecólogo, bibliotecario profesional, profesional de la biblioteconomía, así como el todos aquellos profesionales que se encuentran inmersos dentro de esta área se utilizara indistintamente a lo largo de esta investigación con la reserva de que, apelando a Enrique Molina Campos en su libro Teoría de la Biblioteconomía, tiende más a hablar de biblioteconomía y por lo mismo de bibliotecónomo; pero a su vez, Emilia Curras, en su libro ''La información en sus nuevos aspectos'', utiliza más el término bibliotecología, y con ello bibliotecólogo. Aunque ambas posturas tienden a posicionar una visión con su argumentación respectiva, cabe señalar que si bien ambas definiciones se utilizan en diversos documentos especializados, se hace merecedora una investigación en relación a estos términos, no obstante que, en esencia, ambos desarrollan las mismas actividades profesionales; por lo que también, en el desarrollo del presente documento, no será extraño encontrar el término de bibliotecario profesional, para así también designar al bibliotecólogo y bibliotecónomo. 2 AGUILAR POBLACIÓN, Dinah. “Ciencias de la información”. Nuevas perspectivas para la milenaria profesión del Bibliotecario. Ciencias de la información. Vol. 25, No.3, septiembre, 1994, p. 118 3 RODRIGUEZ GALLARDO, Adolfo. Formación humanística del bibliotecólogo: hacia su recuperación. México: UNAM, CUIB, 2001. P.6
1
y atención, invalidando con ello la creación de la interpretación y la explicación científica4,
aunque también la ausencia de una formación para la ejecución de un oficio bibliotecario.
Posterior a la época de Mesopotamía, el antiguo Egipto también mostró gran interés en el
desarrollo de bibliotecas y archivos, tan es así que la formación bibliotecaria tuvo gran relevancia
en esa civilización; esta incipiente actividad era ejecutada por los escribas, a quienes se instruían
para hacerse cargo de lo que se podría considerar como biblioteca.5 Además, esos personajes
tenían participación en otras áreas del conocimiento, de ahí que se pueda deducir que el rasgo de
erudición comienza a hacerse presente en aquellos que aspiraban a ocupar el cargo de
bibliotecario.
En estos dos ejemplos que hemos mostrado, sobre la característica milenaria de nuestra profesión,
se subraya la fuerte inclinación de estas civilizaciones por la conservación de conocimientos, el
atesoramiento de su cultura, y, por qué no, la divulgación de la misma. Resultaría erróneo pasar
por alto que el lenguaje y la escritura impresa en distintos soportes ha recorrido desde las cuerdas
trenzadas empleadas por los chinos, antes del invento de la escritura. En un principio la escritura
propiamente dicha es figurativa, pictográfica o jeroglífica, ésta es una representación figurada de
los objetos y las ideas. La necesidad de preservar el conocimiento generó la necesidad de
establecer un espacio exclusivo para dicho fin: el archivo y la biblioteca. Por eso resulta
interesante apreciar cómo, desde el antiguo Egipto, se empiezan a atender los aspectos formativos
que exigía el oficio del bibliotecario y, consecuentemente, se comienza a delinear la importancia
que adquiría ese cargo.
La civilización Griega es otra gran muestra donde el conocimiento se distingue como un recurso
impostergable y digno de conservarse y transmitirse; por lo que la creación de bibliotecas en esa
civilización se convierte en un sello distintivo que enaltece todavía más a esa cultura. Micénas,
Pilos, Alejandría, Serapeum, entre otras, nos sirven de referencia para señalar que en esos lugares
la presencia del bibliotecario encontró acomodo, y dónde se destaca la exigencia de personal
instruido. 4 TORRE GAMBOA, Miguel de la y Benigno Benavides Martínez.[et. al.]. Sociología y profesión. México: UANL, 2000, p. 79 5RODRIGUEZ GALLARDO. Op cit. Nota no. 3 p.7
2
Calímaco de Sirene, es un vivo ejemplo de la ejecución de un oficio con tintes apegados al orden.
La compilación de un catálogo de la biblioteca de Alejandría, el precedente de una clasificación,
así como el manejo administrativo de la misma, lo convierte en parte importante de la historia de
la bibliotecología. Por estos ejemplos es evidente que la participación destacada de aquellos que
eran asignados como bibliotecarios no pasa desapercibido y su papel fue determinante en la
preservación de la cultura griega.
Para muchos de nosotros no es ajeno considerar que la cultura Romana retomó mucho de los
legados culturales griegos, y entre ellos los correspondientes a los espacios en donde se
preservaba y difundía el conocimiento. Un ejemplo concreto de lo anterior, es el siguiente caso,
donde el mayor compilador de libros (constituido por rollos) de la época, fue Aristóteles, cuya
biblioteca aumentada por sus continuadores en Elíseo, sería más tarde llevada a Roma.6
En la misma Roma republicana existieron numerosas bibliotecas particulares, y más adelante
públicas; la Octaviana, la Palestina, la Ulpia, son algunas de las más de veinte bibliotecas
comunitarias, además de que en los territorios dominados por Roma se tenía al menos una de
ellas.7 De nueva cuenta podemos sospechar que los responsables de las bibliotecas en la
civilización romana, no eran un personal improvisado, aunque ciertamente con lo retomado de la
civilización griega podemos ser categóricos al señalar que una de sus principales cualidades para
ejercer el oficio de bibliotecario era el orden y la erudición. O dicho en forma más sencilla, los
bibliotecarios dependían de niveles de conocimiento preciso para ser los responsables de la
memoria cultural, y también, como en Grecia, no es raro suponer que eran objetos de una
preparación y una disciplina que cada vez era más puntual en los requisitos de estos sujetos.
Durante la Edad Media, el confinamiento de la cultura en los conventos volvió nada accesible
esta información a la gente común, por lo que en función de esta característica se le ha llamado a
la época: oscurantista. En ella, la generalidad de las bibliotecas se encontraban asignadas a los
conventos y los miembros de órdenes religiosas, eruditos, seglares y clérigos, que fueron los
6 Enciclopedia Hispánica. Vol.3. México. Barsa, 2001 pp.14 7 Ibid p.15
3
responsables de la mencionada custodia, además de iniciar la formación de catálogos y la
compilación de bibliografías.8
En una época donde las monarquías y la iglesia representaron la imagen y el ejercicio del poder,
nos obliga a señalar que las bibliotecas se crearon por emperadores como Juliano y Justino, que
son prueba de esto, así como Carlos V y el rey de Francia (San Luis 1226-1278).A su vez, en los
países Islámicos, se destacaron las bibliotecas de Bagdad, el Cairo y Basora. En ocasiones, las
órdenes monásticas formaron desde el momento de su creación sus respectivas bibliotecas, pues
resultaban indispensables para la vida espiritual de los monjes. El trabajo de copista, la
elaboración de catálogos, la conservación material de los documentos y, por supuesto, la férrea
custodia de los mismos, figuraron como actividad más sustantiva que los bibliotecarios clericales
ejecutaban con mayor frecuencia.
Relacionado con sus actividades, se impone a los monjes de los conventos -que deseaban ser
bibliotecarios-, una serie de aptitudes que se solicitaban de ellos, como lo serian la erudición, la
meticulosidad, un gran amor ferviente a los documentos y el ser célibe. Su celosa custodia de los
libros tenía que ir de la mano con su habilidad como copista9 y con cierto bagaje cultural como
resultado de numerosas lecturas; aunque, claro, existían las excepciones, como lo refiere
Rodríguez Gallardo:
“Notable grupo de iluminadores y copistas, los cuales no
necesariamente debían saber leer y escribir pues su trabajo era
reproducir y dar color a los escritos [pero en esencia] la mayoría de los
bibliotecarios de esa época provenían de familias nobles o eran
estudiantes destacados de la universidad.”10
Podemos decir con certeza que el oficio de bibliotecario adquiere unas características que a
futuro volverán a resurgir como rasgos esenciales en nuestra profesión: su bagaje cultural y su
8 LICEA DE ARENAS, Judith. “El perfil del bibliotecólogo”. Revista Patria. Vol. 1 No. 3 febrero, 1987, pp. 9-10 9 Aunque los copistas no siempre eran eruditos, su habilidad en la transcripción no era garantía que fueran ciertamente sabios, sino tan sólo diestros. Para mayor información al respecto se recomienda consultar a MANUEL SERRANO, Mariana. Introducción al libro manuscrito, Madrid: Arco libros, 2001 p. 14 10 RODRIGUEZ GALLARDO Op. cit. Nota no. 3 p. 14-15
4
inclinación a los libros. En ocasiones, al escribir sobre estos bibliotecarios de conventos, se suele
pasar por alto las condiciones a veces infrahumanas que tenían las bibliotecas donde laboraban,
pues vale destacar que la falta de energía eléctrica complicaba la iluminación, así como la falta de
ventilación que impedía expulsar el humo de las velas consumidas. Aunado a esto, la
acumulación de polvo y humedad en sus documentos sientan el precedente de las enfermedades
laborales provocadas por las condiciones físicas e higiénicas del lugar, y para aquel entonces, los
bibliotecarios de dichos recintos no estuvieron al margen de ellas. Pese a todo, es admirable el
protagonismo de esos personajes en una época dónde las bibliotecas se vuelven elitistas y poco
visibles para las mayorías.
El rescate de las ideas y los textos grecolatinos, cifra la enorme característica que distinguió el
Renacimiento. Corresponde a Italia el inició de éste movimiento cultural; en este país, los
intelectuales italianos formaron enormes colecciones de libros tomando como ejemplo a Petrarca,
pero además, los propios Estados renacentistas asumieron la creación de grandes bibliotecas. Las
bibliotecas universitarias, así como las colecciones privadas de bibliófilos italianos, alcanzaron su
máxima expresión.
Entre las bibliotecas que más destacaron en el Renacimiento, figuran la Marciana, Laurenciana
(Italia), la Vaticana, la Biblioteca Real de Francia y la Biblioteca de El Escorial de España. En la
mayoría de estas bibliotecas ya destacaban la organización, catalogación y clasificación de sus
fondos documentales, además de que en ese mismo periodo la invención de los tipos móviles los
cuales facilitaron el acceso a los libros a través del enriquecimiento de las colecciones.
En lo referente al protagonismo del bibliotecario, resaltan aspectos donde, a diferencia de otra
profesión, la figura del bibliotecario cobró otros matices durante los años de 1400 D. C., pues a
semejanza del escriba egipcio que llegaba a altos niveles de la política y de la intelectualidad,
ahora los príncipes italianos otorgaban aquel cargo de bibliotecario a personas preparadas, cultas
y capaces de sugerir las obras que convendrían adquirir para sus bibliotecas personales.11
11 RODRIGUEZ GALLARDO Op. Cit. Nota no. 3 p. 16-17
5
Además, el papel que desempeñaba el bibliotecario no sólo se reducía a las tareas bibliográficas
de selección, copiado, edición y otras funciones de la biblioteca, sino también ser el encargado de
las bibliotecas privadas, en donde se vinculaban a la vida cotidiana de la familia Real a la que
servía. Por esto mismo, empieza a advertirse la exigencia que va a ser constante a la posteridad,
en donde se vuelve a destacar que:
“El bibliotecario debe ser docto, de buen aspecto, de buen natural,
educado y de palabra buena y fácil; el cual debe tener el inventario de
todos los libros y mantener éstos ordenados y en su sitio, tanto los
latinos como los griegos, como los hebreos o cualquier otro que hubiera,
de suerte que se puede encontrar pronto el que quiera buscar. Ventilar
los libros junto con la estancia y mantenerla libre de polilla, insectos o
gusanos y de cualquier otra cosa nociva”12
A grandes rasgos se puede afirmar que en esta época el éxito no solo corresponde a las
bibliotecas sino también al oficio que empieza a desarrollarse maduramente, es por ello que el
bibliotecario tiene que apelar a una formación incipiente sobre el oficio y las actividades que
ejecuta en la biblioteca, pues la necesidad de conservar las ideas, testimonios y experiencias en el
tiempo y el espacio -además de preservar los testimonios que regulan la vida de la comunidad-, lo
conducen a descubrir que las funciones de la biblioteca despiertan actividades que originan un
oficio. A pesar de esto, el origen social del modo en que ejercieron su profesión, la concepción
que tuvieron de ésta y la imagen ante el público, pueden ser resumidos de la siguiente manera:
“Los bibliotecarios generalmente provenían de un grupo acomodado y
de un medio de estudios (académicos diríamos ahora), debían su
conocimiento a los jesuitas y dominaban el latín que les permitía un
activo equilibrio de ideas y de información y ver más allá de sus
fronteras[...], profesionalmente sus gustos eran sobre todo literarios[...],
en general ese bibliotecario hombre de letras era al mismo tiempo, a
12 ESCOLAR SOBRINO, Hipólito. Historia de las bibliotecas, biblioteca del libro. Madrid: FGSR : Pirámide, 1985. p. 213
6
menudo, hombre de la iglesia y frecuentemente se contentaba con recibir
las órdenes que le permitirán permanecer en el sigilo.”13
Almacenar y conservar documentos, efectuar su organización y proporcionar el préstamo, o
custodiarlos, trazan las líneas de formación que los obligan no sólo a mantener las actividades
que realiza en la biblioteca, sino a mejorar continuamente las actividades y servicios, aunque
estos últimos fueron para una élite.
El inició de la formación bibliotecaria como tal, tuvo previamente una educación de naturaleza
pragmática y generalmente copiada de un maestro en el oficio hacia un aprendiz. La generación
de información impresa volvía necesario el adiestramiento para disponer de personal calificado
de acuerdo con las expectativas que se esperaban de él. El oficio de copista perduraba, pero ya no
con la trascendencia que mantenían en los conventos y monasterios, ahora se visualizaba como
un trabajo de corte artesanal y frecuentemente dirigido hacia el ornamento.
Sin duda la Revolución Industrial abandonó gradualmente muchos oficios para incorporar la
mano de obra a la incipiente industria que se estaba constituyendo. Aunque ciertamente el oficio
de bibliotecario permanencia, con la salvedad de que ahora necesitaba como requisito ineludible
para el ejercicio de sus actividades una formación certificada por alguna institución académica.
Con base en esta consideración se puede subrayar que el bibliotecario:
“Data del siglo XIX, época en que, los avances en el ámbito mundial se
despierta una intensa labor científica que transforma completamente las
condiciones del trabajo intelectual; la reforma en la enseñanza, y la
creación de institutos, la redacción de índices, la multiplicación de
publicaciones y, en consecuencia, la expansión de la producción
editorial [...] la proliferación del conocimiento planteo nuevos
problemas a la organización del conocimiento así como a la
13 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. “El antes y el ahora de los directores de bibliotecas.” Libros de México. no.47 (abr.-jun. 1997). México: Cepromex, Caniem, 1997, pp. 35
7
organización de los acervos y llegó a los primeros intentos de
organización bibliográfica”14
Así, la educación bibliotecaria inicia en Nápoles en 1816.15 Otro antecedente es que en Alemania
F. A., Erbert en 1820, escribió el manual titulado “La educación del bibliotecario” 16; en Francia,
la escuela de Chartes, en 1866, imparte un curso sobre el trabajo bibliotecario, matizado de
aspectos históricos y archivísticos, aunque escasamente en los conocimientos técnicos de la labor
bibliotecaria. La Biblioteca Nacional de Roma, en 1876, impartió un curso de adiestramiento. En
Estados Unidos, Melvil Dewey propone un programa sistemático de aprendizaje para los
bibliotecarios en 1879, y, para 1883, propone la creación de una escuela de biblioteconomía;
estableciéndose ésta en 1887 en Columbia College, una vez que Dewey fuera bibliotecario de
esta.17
Para 1906, se crea la Asociación de Bibliotecarios Franceses y un año después de su fundación se
comienza a publicar una revista. De acuerdo con estas consideraciones expresadas, no queda la
menor duda que la visión hacia las actividades que desarrolla el bibliotecario abandona
gradualmente el estatus de oficio, entendido éste como una serie de prácticas rutinarias y
operativas que no merecían formación alguna y que podían desempeñarse por un experto en los
aspectos prácticos o inmediatos de la actividad, y no en su interpretación y explicación
científicas.18 Lo que ahora se exigía, se vinculaba directamente con la naturaleza científica de las
actividades desarrolladas en las bibliotecas, planteando para ello una formación escolarizada y su
certificación formal. Charles Sustrac, refiere:
“El bibliotecario no es sabio: como bibliotecario no tiene trabajos
originales que realizar, ni siquiera debe contribuir a hacer progresar los
estudios sobre la historia del libro, de las bibliotecas o del papel
impreso, por más que esta ocupación sea muy recomendable para sus 14 TECUATL QUECHOL, María Graciela Martha. Los bibliotecarios del Distrito Federal: Un análisis social. México: El autor, 2000, pp. 2 Tesis (Mtro. en Bibliotecología) Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras 15 RODRIGUEZ GALLARDO, Op. cit. Nota no. 3 p.17 16 WINGER, Howard. “Aspects of librarianship: a trace work of history”. Seven questions about the profession of librarianship. Chicago: University of Chicago Press, 1962. p. 29 17 Ibid. p.33 18 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p. 79
8
horas de trabajo personal. El bibliotecario sólo debe poner su saber a
disposición del lector para evitar a éste los más posibles tanteos y
pérdida de tiempo [...] tampoco es pues un hombre de letras ni un
educador, ni un historiador, ni un filósofo, ni un sociólogo [...]; es
sencillamente el auxiliar de la ciencia, de la historia, del arte, en una
palabra, de toda forma de actividad humana en la medida en que esta
tenga necesidad del libro a su servicio.”19
Con todo y la severidad que caracteriza este argumento, se destaca la ruptura del bibliotecario
clásico y el bibliotecario moderno de principios del siglo XX. De lo cual Delgado López-Cozar
asevera:
“La figura profesional del bibliotecario nace simultáneamente a la del
archivero; su quehacer profesional se oficializa, por lo que el Estado no
tendrá más remedio que institucionalizar la nueva profesión, pues la
necesidad social a la que sirve se hace ineludible a la que sirve se hace
ineludible.”20
A partir de este momento y hasta la actualidad, el crecimiento de la información, la proliferación
de instituciones de educación superior en donde se establece la especialidad, así como la
multiplicación de bibliotecas, centros de documentación y otros espacios que hacen alusión a la
presencia del bibliotecario profesional, nos dejan ver claramente que el reconocimiento de
nuestra profesión data de muchos años atrás, pero que no es sino hasta el siglo XX cuando
adquiere el rango de profesión, y con esto, un compromiso con la sociedad que lo aceptó dentro
del abanico de profesiones por medio de las cuales asistirse. En consideración de estas visiones,
se advertía:
“El bibliotecario ya no es ni un artesano habilidoso, ni un erudito
pedagogo: es un técnico de la comunicación entre [...] documentos y
lectores y también técnico de los sistemas bibliotecarios y redes
19 CHARTIER, Ann-Marie y Jean Hebrard. Diseño sobre la lectura (1800 – 1980). Barcelona: Gedisa, 1994, p. 153 20 DELGADO LÓPEZ-COZAR, Emilio. La investigación en biblioteconomía e investigación. Gijón: Trea, 2002, p. 29
9
bibliográficas, es un especialista de procedimientos de mediación
catalográfica y bibliográfica.”21
La evolución que ha tenido el bibliotecario hasta entonces no es resultado de las circunstancias
fortuitas sino de una serie de modificaciones que han dado pauta para que sus actividades sean
reconocidas como necesarias en una sociedad moderna. De tal manera que la aseveración hecha
por Enrique Molina, descansa en la fundamentación de un trabajo que precisa de un cuerpo de
conocimientos y habilidades para reiterar la superación de la figura romántica del bibliotecario
hasta alcanzar la visión de un profesional que asume prácticas que rebasan el oficio. De este
modo, y frente al panorama que se abría:
“Las ideas democráticas de compartir la riqueza de las bibliotecas y
ponerlas a disposición de todos y no de solo una pequeña minoría,
surge, al lado del bibliotecónomo erudito, el bibliotecario educador,
que considera a la biblioteca como un medio para apoyar a la
educación de pueblo y él mismo se convierte en un guía del público
lector. Está nueva visión, es decir, las necesidades de información del
usuario [...], como fin esencial y razón de ser de las bibliotecas, se
consolida en el siglo XX”22
En una época de convulsiones sociales, como lo es el siglo XX, da oportunidad para a que las
necesidades y expectativas de la biblioteconomía como profesión, encuentre blanco de atención
en la sociedad a la cual darle cobertura; la educación, la industria y los servicios, son algunos de
los ámbitos donde la profesión desarrolló sus actividades con pleno conocimiento de satisfacer
las necesidades para las que fue establecida. Podemos decir entonces que el desarrollo de la
profesión en el siglo XX corre paralelo al crecimiento de las unidades de información, donde
estas últimas asumen un protagonismo cuya visión se inserta en un espectro social al cual hay que
atender.
21 MOLINA, Enrique. Teoría de la biblioteconomía. Granada: Universidad de Granada, 1995. p. 26 22 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Op. Cit. Nota no. 13 p. 411-412
10
Bajo esta perspectiva no quedaba otra opción que oficializar profesiones como la nuestra, ya que
la necesidad social a la que sirve se vuelve ineludible. Pero, también, como se señala en alguna
línea de este apartado, obliga a que el cuerpo de conocimientos en el cual se encuentra soportada
la práctica bibliotecaria sea sometida a una revisión con la intención de fortalecer a la disciplina
encargada de la organización, administración y gestión de información; organizando sus
fundamentos en torno a los conceptos de adquisición, tratamiento, almacenamiento y acceso al
documento.23
A la postre, no solo se consolida la figura del profesional sino también nacen otras instancias
como son las instituciones y las Asociaciones Profesionales, que son signo evidente de la
existencia social de un colectivo profesional. Dentro de todo esto, no podemos dejar de lado la
manera en que el Estado asumen nuevas funciones políticas, sociales y culturales, y su entramado
administrativo se extiende y se hace más complejo; es aquí, en este escenario, cuando la
actuación y la toma de decisiones del Estado comienza a depender de la buena gestión y
organización de la producción documental, es decir, la información se convierte en una fuente
ineludible y por lo tanto debe ser organizada.
De acuerdo con esto, se presenta la necesidad de la realización de un control bibliográfico y el
consecuente acceso al documento; ahora no se siente tanto la necesidad de producir documentos,
lo cual ya estaba asegurado, sino buscar usuarios, permitir que estos accedan a la información que
necesitan. Lo cierto es que en el siglo XX, el libro ya no es el único medio de registrar
información y gradualmente aparecen otros soportes documentales que fijan imágenes y sonidos.
Ante esto, el crecimiento en la producción de documentos se multiplica, se diversifica pero
también se especializa rebasando así la capacidad de adquisición de las unidades de información.
Por las connotaciones que toma el fenómeno de la información, la figura del profesional de la
biblioteconomía se hace más necesaria; las funciones y prácticas propias de su profesión,
igualmente se someten a una revisión que rebasa las visiones tradicionales que la caracterizan,
sin que con esto se intente afirmar que se abandonen completamente y sean desechadas; más
bien, lo que se pretende con dicha revisión, es adecuarla a los procesos cambiantes que se
23 DELGADO LÓPEZ-COZAR, Emilio. Op. Cit. Nota no. 20 p. 29 - 30
11
plantean, tanto en la información como en la sociedad misma. En este sentido, la profesión
igualmente se diversifica y especializa, pues ahora no se trata exclusivamente de entender las
necesidades de información de los usuarios a partir de los libros sino de los distintos soportes
documentales que no solo son impresos sino electrónicos. En ésta misma dinámica aparecen otros
centros de información que se añaden a las bibliotecas y provocan que se adapte nuestra
profesión a los ritmos de una especialización. Adicionalmente, las tecnologías de la información -
especialmente la informática-, vienen a revolucionar el concepto de información al aumentar la
capacidad de almacenamiento y de transmisión. De lo cual, Delgado López menciona:
“La información puede ser conservada, tratada, almacenada,
recuperada y difundida automáticamente con las redes informáticas y
especialmente con la red de redes (INTERNET) la información fluye
libremente y llega a los más recónditos lugares del planeta. La
información se produce y se consume instantaneamente”.24
La aplicación de estas tecnologías, como necesidad, transforma radicalmente el entorno material
y técnico en el que se desenvolvía la profesión bibliotecaria, lo que estimula la diversificación de
actividades, pero también se produce una crisis de identidad en la misma. Contrariamente a lo
que se pudiera suponer con respecto a esta crisis, la profesión del bibliotecario asimila la noción
de automatización, servicio, información técnica y científica, configurando así una nueva imagen
de su profesión que en similar medida impacta en su formación profesional, la cual en
determinado momento se basó en prácticas rutinarias y poco vislumbró el futuro inmediato que se
presenta ya. En suma, los antecedentes de la profesión bibliotecaria nos dan cuenta de un
continuo proceso de transformación y adaptación que difícilmente han podido dejar al margen las
actividades profesionales del bibliotecario, que si bien empiezan a ser reconocidas socialmente a
finales del siglo XIX, no es sino hasta el siglo siguiente cuando la oficialización de sus
actividades aceptan que su estatus precisa consolidarse como profesión, más allá del mero oficio;
cabe reconocer que su evolución hasta el sitio privilegiado de profesión, fue lenta; pero esto no
obsta para advertir que los pasos dados se caracterizan por ser sólidos y seguros.
24 Ibid. p. 31
12
En nuestro país, el origen, desarrollo y evolución del profesional de la biblioteconomía no se
mantienen al mismo nivel de evolución como operó en otros países, pues fue hasta la década de
los cuarenta en que comenzó a advertirse la necesidad social de esta profesión, al crear escuelas
que formaran especialistas que atendieran las necesidades de información de la sociedad en su
conjunto, a través de las bibliotecas. Las condiciones económicas, políticas y sociales de alguna
manera han sido determinantes en el desarrollo de la profesión y, sin embargo, la presencia de la
profesión puede constatarse en las décadas que van del setenta al noventa, cuando la necesidad
del uso de la información en diversos espacios sociales y productivos, e incluso en el mismo
Estado, hicieron posible que la profesión obtuviera connotaciones relevantes.
Esto puede demostrarse de igual manera con la fundación de escuelas que impartían la
especialidad, la creación de asociaciones profesionales y la multiplicación de unidades de
información que reconocen la labor profesional de nuestros especialistas. No podemos olvidar, a
su vez, que la crisis de identidad que apareció en otros países con el concepto de tecnologías de la
información, se presentó también en el nuestro, pero se le afrontó con las medidas más adecuadas
para fortalecer a la misma profesión.
Cuando escuchamos el término profesión, inmediatamente entendemos que se refiere a la
preparación que recibe un sujeto que lo hace diestro en alguna actividad por medio de un cuerpo
de conocimientos teóricos que validan su ejercicio, y que además garantiza esa formación y
practica profesional a través de un documento oficial que así lo certifica. Si bien esa es una
primera percepción que nos orienta sobre el significado de profesión, cabe subrayar que éste
término -como objeto de análisis- encuentra líneas de explicación en áreas de conocimiento que
son puntuales para ello: la antropología, la economía, la administración, el derecho, la sociología
y la educación, son algunas de las dimensiones del conocimiento especializado en los cuales se le
analiza, según los propósitos que se desean esclarecer sobre el mismo.
Por esto, no resulta fácil comprender que en ocasiones se afirme y explique el concepto de
profesión de manera general, sin dar detalle del área de conocimiento desde la cual se está
tratando; lo peor del caso, es que se llega a términos absolutos en donde no se permiten mayores
explicaciones a este respecto, o también, se generaliza la profesión a partir de una definición
13
enciclopédica, sin profundizar en el contenido mismo que se encierra conceptualmente. Para fines
de la presente investigación, el concepto de profesión se visualiza desde el enfoque sociológico.
Ya en líneas anteriores se dio cuenta que la ruptura entre oficio y profesión, en nuestra
especialidad, tuvo lugar en el siglo XIX, en donde las apreciaciones tradicionales de las
actividades que desarrollaban en bibliotecas ya no correspondían con la visión moderna que traía
consigo la revolución industrial. En un inicio el oficio bibliotecario era una práctica experta que
fue resultado de un proceso, y quien desempeñaba este oficio era un experto en los procesos
prácticos o inmediatos de la actividad, pero no así en su interpretación y explicación científica,
sin ningún crédito académico que avalara su formación.25
En la antigüedad, pero sobre todo en la Edad Media, podemos observar que en las bibliotecas
aparecían oficiales y aprendices, y no eran otra cosa sino individuos adiestrados y en cierta
manera certificados por las corporaciones y gremios de oficiales, los cuales mantenían un
monopolio exclusivo sobre la actividad en que estas personas se especializaban. Este
adiestramiento se ajustaba a un modelo de instrucción y reivindicaban el monopolio exclusivo
sobre la actividad que en ese momento era específica de una corporación, la cual no era otra sino
enseñar. Pero a diferencia de los oficios, entendidos como actividad experta en un campo
económico determinado y de la que no siempre es posible establecer el proceso en que se han
adquirido las habilidades correspondientes, las profesiones modernas:
“Además de ser el resultado de un proceso de formación escolarizado y de
tener una certificación formal, se distinguen por apoyarse por completo en
la explicación teórica; esto es, en la visión científico-técnica de los
fenómenos y procesos en que se involucra el profesional”26
En la cita anterior destacan tres rasgos esenciales que tipifican a cualquier profesión; uno de ellos
es la formación, la otra es la certificación, y por último, la visión científica de los fenómenos y
proceso. Estos tres rasgos denotan una ruptura concreta con relación al oficio, y posicionan a la
25 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p. 79 26 Ibid.
14
profesión no solamente en un lugar de privilegio sino como una categoría cuyo status exige
avanzar a niveles superiores que no son contemplados en el oficio.
La profesión entonces va a distinguir a sus productos -profesionales- de otros actores y otras
prácticas sociales presentándolos como un modo distinto de intervención en los procesos de la
sociedad. Esta se distingue de los otros actores sociales puesto que puede reconocerse por el
papel de gran prestigio técnico y político que juega en un país. De alguna manera se considera
también que las profesiones son el mayor nivel del logro educativo al que puede aspirar un
individuo en la sociedad, y por ello, la obtención de un certificado profesional es la meta que
debe estar en al mente de cualquier ser humano; lográndola, se obtendrá también el prestigio
social, el acceso a los servicios, los ingresos económicos, el poder de decisión etc. No obstante
esto se deduce que la profesión es:
“Un universo de fenómenos y procesos que forman parte de un saber y
un hacer especializados en un campo de fenómenos sociales o naturales
concretos; un saber especializado de carácter teórico-formal y técnico-
ocupacional, objetivado en una serie de prácticas de determinados
sujetos[...], se puede identificar como institución social[...], como una
forma establecida de una practica social.”27
27 Ibid. p. 86
15
1.2 LA DISCIPLINA
Uno de los aspectos más interesantes que sostienen a una profesión o especialidad, es el conjunto
de conocimientos teóricos que disciplinarmente la van a hacer objetiva y distinta de otro cuerpo
de conocimientos. El hablar de disciplina, nos refiere específicamente a un cuerpo científico
donde, más allá de conocimientos y prácticas acumuladas, se pretende dar explicación a
fenómenos de un segmento de la realidad que se cree conveniente abordar.
Para el caso de la biblioteconomía, desde la perspectiva disciplinar, se han venido realizando una
serie de estudios con los cuales fundamentar que nuestra especialidad cumple con los rasgos que
denotan su cientificidad. La serie de debates que se han dado en torno a la naturaleza científica de
nuestra especialidad, demuestran ese interés hacia este aspecto que rebasa los limites de la
discusión sorda y contestataria, para situarse en líneas de análisis y propuestas que tiendan más a
su conceptualización como ciencia que a meras rutinas mecanizadas, como en algún momento se
considero, sin el correspondiente análisis que merece el fenómeno.
Conforme a lo abordado en el apartado anterior, el siglo XIX significó, al menos para la
biblioteconomía, el punto de ruptura sobre una práctica u oficio, para dar paso al reconocimiento
de una profesión que necesitaba disponer de una formación académica soportada por un conjunto
de conocimientos teóricos que validaran la práctica, pero, también, el mejoramiento de la misma.
Para el análisis de la naturaleza disciplinar de la biblioteconomía, esta ha venido realizándose
desde diferentes perspectivas, muchas de las cuales han sido severas y rigurosas, hasta el grado
de llegar a determinar que no se adapta a las exigencias que se plantea una ciencia.
Lamentablemente, este tipo de posturas tan marcadamente positivistas han dejado de lado en
nuestra especialidad lo que corresponde al terreno de una ciencia humana y difícilmente puede
ceñirse a las expectativas y requerimientos formulados para una ciencia natural. Pero conviene
resaltar que:
“La ciencia es una actividad humana creativa, pues vale entender que:
un objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el
16
conocimiento, obtenido por medio de un método científico organizado de
forma deductiva y que aspira a alcanzar el mayor consenso.”28
De este modo, la biblioteconomía está amparada por una naturaleza científica, y a la cual habría
que analizar para poner de manifiesto su disciplinariedad. Si hacemos una revisión del desarrollo
y alcances que adquiere la biblioteconomía, nos percataremos que en un momento de su
desarrollo histórico:
“Ese proceso acumulativo no es suficiente para satisfacer al anterior
avance de la ciencia, y nace de esta manera una forma de ordenar,
jerarquizar e interrelacionar todo el conocimiento obtenido hasta ese
momento para que dicha disciplina se constituyera en un sistema capaz
de explicar en su totalidad, y no fragmentariamente, los fenómenos para
los que fue creada, para que se pongan de manifiesto todas las
relaciones e interrelaciones entre conceptos, principios y leyes que
subyacen implícitas en esas técnicas creadas para satisfacer
necesidades prácticas.”29
De está misma apreciación se desprenden matices por los cuales el interés por posicionar a
nuestra especialidad en el estatus de ciencia, al menos durante los dos últimos siglos, es
contundente. Sin ser vista desde una visión romántica sino más bien de la necesidad por explicar
íntegramente los fenómenos que competen a la biblioteconomía. Las leyes de Ranganathan, las
propuestas de Paul Otlet, y las investigaciones de Shera respecto a nuestra disciplina, dan cuenta
de la intención por demás decidida de hacer de nuestra especialidad científica.
En la fundamentación respectiva sobre el carácter científico de la misma, aparecen aspectos
como son el ámbito que persigue comprender de la realidad, los distintos procedimientos y
métodos, el lenguaje y teorías que utiliza, la universalidad con que pretende dar cobertura, la
organización sistemática de su conocimiento y la creatividad impulsada en las investigaciones
correspondientes, los cuales permiten asegurar que la naturaleza disciplinar de la biblioteconomía
28 PEREZ TAMAYO, Ruy. Ciencia, ética y sociedad. México: El Colegio Nacional, 1991. p.29 29 RENDÓN ROJAS, Miguel Ángel. Bases teóricas y filosóficas de la bibliotecología. México : UNAM, CUIB, 1997 p. 123
17
se sitúa más a su afirmación que a las meras tentativas de ciencia; lo cual nos permite reiterar
que la biblioteconomía es una disciplina autónoma que se distingue de otras ciencias afines
(ciencia de la comunicación, periodismo, archivología, ciencia de la información), y de otras
disciplinas documentales, y de las ciencias de la información.30
Si bien no podemos negar los aportes de la biblioteconomía tradicional, como tampoco
desconocer que estos mismos han sido una base que ha hecho posible el desarrollo actual y a
futuro de nuestra disciplina, es válido reiterar que la constante dinámica de cambio plantea como
meta próxima la construcción de un conocimiento desprendido de la realidad donde la
información, el documento, el usuario, las necesidades de información, las bibliotecas y las
tecnologías de la información figuren como objetos de estudio de la ciencia bibliotecaria; además
del abordaje para el análisis y explicación que se desprende de estos objetos utilizando los
métodos de investigación y el método científico, para el enriquecimiento de un lenguaje propio,
así como de un cuerpo teórico de conocimientos con el cual explicar el análisis de los fenómenos
y también generalizar, a partir de éste, un conocimiento que sea explicado y aplicado de manera
universal. Así, es muy riesgoso afirmar que la biblioteconomía no tiene las características
necesarias para ser definida como ciencia o también que:
“Cuando menos en parte más que un arte o una habilidad, un cuerpo de
práctica en el que todo lo que conocemos o hacemos es debido a
convenios pactados, generalizados de la experiencia, hipótesis
filosóficas o juicios administrativos.”31
Esto, desde luego, queda totalmente desmentido, ya que si no se tuviera el interés de enriquecer el
trabajo científico de la biblioteconomía, las rutinas y operaciones desarrolladas hasta la década de
los cuarenta continuarían hasta ahora; pero, contrariamente ha estas visiones pesimistas, la
atención para fundamentar a la biblioteconomía como ciencia, encuentra en la creación de centros
de investigación y en el quehacer de sus investigadores, el testimonio más puntual para subrayar
30 Ibid. p. 125 31 GOLDHOR, Herbert, citado por BUSHA, Charles H. Métodos de investigación en bibliotecología: Técnicas e interpretación. México : UNAM, CUIB, 1990 p.5
18
que, efectivamente, nuestra especialidad se circunscribe a los patrones científicos exigidos en el
ámbito mundial y dónde la investigación científica en nuestra área de conocimientos es:
“Un proceso cuidadoso mediante el cual los bibliotecarios pueden
adquirir más conocimientos... la investigación bibliotecológica es un
esfuerzo cognoscitivo relacionado en gran medida con el estudio de los
métodos bibliotecarios para la adquisición, catalogación,
almacenamiento y diseminación de libros y otros medios de
comunicación.”32
En suma, no es suficiente desconocer a la biblioteconomía como ciencia, si antes no nos
percatamos de su desarrollo disciplinar, en dónde destacan etapas cuya evolución gradual aunque
no - automática y rápidamente - han estado presentes para establecer los fundamentos científicos;
es decir, la biblioteconomía alcanza el nivel de ciencia en la medida en que no solo ofrece una
visión utilitarista de sus resultados, sino en la medida que construye el cuerpo de conocimientos
teóricos que no sólo explican esa práctica, sino a su vez pretenden tomar las medidas más
adecuadas para su mejoramiento continuo, sin eludir a la creación de conceptos, el
establecimiento de métodos, y técnicas que la comprenden. A estas alturas del milenio, resulta
por demás contundente que la presencia de la ciencia bibliotecaria sustenta una práctica cotidiana
que igualmente no dejó de ser fuente de inspiración para su requerimiento científico. De acuerdo
con todo esto, en lo que respecta al enfoque disciplinar, cabe subrayar:
“Como ciencia es una empresa humana con ideales disciplinarios y que
cuenta con formas de indagación intelectual. A partir de la evaluación
de sus teorías es posible identificar en ella progreso cognoscitivo, sin
que sean los rasgos metodológicos aquello en lo que se apoya para
constituirse como disciplina.”33
Las exigencias planteadas para la designación disciplinar y científica de la biblioteconomía, de la
forma en que quiera apreciarse, integran los elementos necesarios para aceptarla en su calidad de 32 Ibid. p. 6 33 RIOS ORTEGA, Jaime. “La bibliotecología como disciplina científica”. En: Memorias de las XXII Jornadas mexicanas de Bibliotecología, Xalapa, Veracruz 2-4 de mayo 2001. México: AMBAC, 2002, pp. 56
19
ciencia; sobre esto habría que hacer una revisión histórica de la disciplina en donde
comprobaremos la atención científica que ha perseguido, aunque no es sino posterior a la década
en los sesenta cuando su afirmación científica es fortalecida con la serie de investigaciones que
sobre la misma han proporcionado los elementos aceptados para validarla como ciencia. Por esto
mismo, Morales Campos es certera al afirmar que nuestra disciplina:
“Responde a un cuerpo teórico, leyes, normas, constantes y universales
que se obtuvieron tras seguir con rigor un método científico aplicable a
las ciencias sociales y las humanidades, con resultados comprobables
que soportan los procesos de evaluación de la sociedad. Nuestra
disciplina como tal se enriquece a través de los años con el crecimiento,
desarrollo y transformación de la sociedad, así como con los logros
obtenidos en el aspecto tecnológico que han redundado en beneficio del
hombre y de su poder de conocimiento y decisión. Si consideramos, a la
bibliotecología como la ciencia que estudia el registro, flujo y uso de la
información, así como la circulación social de los medios que la
contienen para ser posible su organización, su disponibilidad, su lectura
y utilización, también tendríamos que aceptar que, cuando ingresamos a
la universidad para estudiar una disciplina con un espectro de estudio
tan amplio como esté, resulta un privilegio descubrir la disciplina,
estudiarla y practicarla.”34
Es decir, la austera disciplina integra lineamientos que se han obtenido por medio de los métodos
científicos en relación con las ciencias sociales y las humanidades, mostrando resultados que
soportan los procesos de evaluación; por tal motivo nuestra disciplina va en crecimiento mientras
más pasen los años, y mientras más se transforme la sociedad en cuanto a los avances
tecnológicos, que benefician al ser humano al tomar decisiones acertadas, y para ellos nuestra
especialidad que es la encargada de mantener en constante movimiento ese flujo de información.
Por ello, como lo cita Estela Morales Campos que debe ser un privilegió para todos aquellos que
estudiamos esta carrera, el poder descubrir ese abanico de dimensiones con que cuenta nuestra
disciplina 34 MORALES CAMPOS, Estela. “El orgullo de ser bibliotecario. En: Memorias de las XXII Jornadas mexicanas de Bibliotecología, Xalapa, Veracruz 2-4 de mayo 2001. México: AMBAC, 2002, pp. 253
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1.3 LA PROFESIÓN
Con suma frecuencia solemos escuchar que el profesional es uno de los sujetos sociales
fundamentales en la estructura de las sociedades, y que en él descansa la responsabilidad de
conseguir un ambiente cada vez más favorable y una existencia humana más equilibrada, así
como el control de los aspectos desfavorables de los sectores productivos. Así, sus profesiones, a
decir de Ortega y Gasset, son tipos de quehacer humano que por lo visto la sociedad necesita; y
uno de éstos es desde hace un par de siglos el del bibliotecario.35
Cualquier profesión como unidad estructural de la actual sociedad, integra procesos y elementos
de la realidad social, política e ideológica en la que se circunscribe; por lo general, vista desde la
perspectiva funcionalista, las profesiones son consideradas como estructuras sociales autónomas
en el sentido de que se encuentran formalmente establecidas y legitimadas no solo por el conjunto
de formas y sistemas de organización social -históricamente constituidas-, sino por el sector
social que las constituye como tales. Es decir, una profesión no se genera por sí, ni para sí misma
sino que ésta es un producto de los requerimientos que una sociedad, a través de sus distintos
grupos, considera necesarios; lo que hace que una profesión se convierta:
“En un universo de fenómenos y procesos que forman parte de un saber
y hacer especializados en un campo de fenómenos sociales o naturales
concretos: un saber especializado de carácter teórico formal y técnico
ocupacional, objetivado en una serie de prácticas de determinados
sujetos[...], se pueden identificar como una institución social [...], como
una forma establecida de una práctica social.”36
Cuando se hace referencia a una institución social, ratificamos que las profesiones y sus
productos se originan a partir de planteamientos y necesidades que la sociedad establece a
medida que la maduración de otras instituciones y sus procesos correspondientes, nos indican que
es necesaria la presencia de especialistas que den cobertura a las carencias que la sociedad
35 ORTEGA, Y GASSET, José. Misión del Bibliotecario. México: CONACULTA, Fundación José Ortega y Gasset, 2005 p. 38 36 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p.86
21
identifica en cualquiera de los sectores productivos o de la vida cultural y educativa. Por esto
Wilensky, citado por Pacheco Méndez, reitera:
“- La consolidación de un grupo ocupacional separa el entorno a un
grupo particular de problemas.
- La constitución de un conjunto de conocimientos propios no referidos
totalmente a la práctica manual y que supone cierto grado de autonomía
y de colaboración con otros campos profesionales ya existentes.
- Establecimiento de procesos de instrucción y selección en la
perspectiva de definir la función ocupacional.
- La formación de una asociación profesional para el establecimiento de
modelos y normas dentro de la ocupación y de los respectivos sistemas
de relaciones con otros grupos profesionales.
- El logro del reconocimiento público de la profesión, así como el
mecanismo legal que regule el acceso a ella y las formas de ejercerla.”37
De la visión de este autor se desprenden una serie de características que deben distinguir a una
profesión38, y de la cual la profesión del bibliotecónomo no se queda al margen. Si analizamos
comparativamente los rasgos aquí establecidos en función de nuestra profesión, nos daremos
cuenta que efectivamente cumple con todas ellas; no obstante, es preciso subrayar que nuestra
profesión es ciertamente milenaria,39 pero con el desarrollo de la Revolución Industrial la visión
pragmática de la misma hacia la información se orienta a:
37 PACHECO MÉNDEZ, Teresa. La organización de la actividad científica en la UNAM. México: UNAM, CESU: Miguel Ángel Porrúa, 1994. p. 65 38 Esta preocupación ha sido una constante dentro del medio profesional, por ejemplo, Gastón Litton señalaba en la década de los sesenta los siguientes elementos que son comunes en la profesión. 1.- Una teoría sistemática organizada o codificada, que defina y establezca las aptitudes que debe poseer el profesional. 2.- Una jerarquía formada por muchas personas que ha alcanzado una formación profunda y una experiencia variada. 3.- Un reconocimiento por la comunidad de la existencia de esta autoridad y de la necesidad de ésta jurisdicción para desempeñar varios servicios como la acreditación, la formulación de normas de trabajo, el establecimiento de reglas para la administración de aspirantes a desempeñar la profesión, etc. 4.- Un código de ética que regule las relaciones del personal profesional con al comunidad. 5.- Una cultura profesional general humanística, que reciba el respaldo moral de una asociación formalmente constituida. 6.- Un servicio de orientación para aspirantes a ingresar a las filas del grupo. 39 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Op. Cit: Nota no. 13 p. 411
22
“Pensar en quienes tuvieron como profesión el organizar
sistemáticamente las bibliotecas, que habían crecido a la par del
conocimiento, y cuya administración era inadecuada y con catálogos
complicados; y en quienes hicieran ese trabajo, una profesión: los
bibliotecarios.”40
A partir de entonces el concepto que se tiene de biblioteca -y por que no, de la información-
encuentra una evolución que repercute en la necesidad de disponer de un profesional que dé
cuenta de estas actividades. Ya no resulta suficiente el hecho de ser un erudito en cuanto a libros,
sino a repensar en un especialista que desarrolle un conjunto de actividades sistemáticamente
fundamentadas en una teoría y práctica bibliotecaria; luego, entonces, el abandono de las meras
rutinas hasta el posicionamiento de un conocimiento especializado, nos hace pensar en un
especialista que sirva a la sociedad en las actividades para el manejo de la biblioteca y la
información.
La figura del profesional de la biblioteconomía comienza a tomar matices que lo van definiendo
como tal; el interés por desarrollar integralmente una profesión que necesita una sociedad para su
funcionamiento integral, conduce a la creación de las escuelas de biblioteconomía, al impulso de
una teoría bibliotecaria, y el reconocimiento de una serie de prácticas que ya no van a ser
desarrolladas de manera empírica, y más bien se exige la presencia de un especialista que no se
dedique fundamentalmente a una práctica sino que también construya las teorías correspondientes
que surgen a partir de esta última. Por lo tanto, el bibliotecario profesional puede ser
comprendido como:
“El intermediario entre la información documental y el usuario, es quién
sabe dónde localizar la información, y la proporciona a quién la
requiere; es quién selecciona, adquiere, salvaguarda, preserva,
mantiene, administra, organiza, registra, realiza bases de datos,
promueve, recupera y transmite la información, todo ello apoyado en los
avances tecnológicos; por ello el bibliotecario colabora directa e
indirectamente con el desarrollo social de un país, y en los lugares
40 TECUATL QUECHOL, Maria Graciela. Op cit, Nota no. 14 p. 29
23
donde sea reconocido este hecho que la sociedad ha dado personalidad
jurídica, tanto a la biblioteca como al bibliotecario.”41
En lo anterior podemos rescatar el lugar que ocupa el bibliotecario entre la información y el
usuario, y es en este espacio donde desarrolla y ejecuta las funciones propias de la biblioteca,
sustentadas en un cuerpo de conocimientos especializados, los cuales contribuyen a generar los
servicios y productos correspondientes que de ahí se derivan. Alcanzar esta percepción acerca de
nuestro profesional en biblioteconomía ha sido una tarea ardua y por lo mismo difícil, la cual ha
estado plagada de más aciertos que desaciertos; en la actualidad, la revisión frecuente de las
actividades cotidianas que realiza, así como del desarrollo constante de su disciplina en el ámbito
mundial, nos mueven a considerar sobre un cambio paradigmático, en donde:
“El nuevo profesional debe enfocarse en la organización de registros
informativos usando la tecnología informativa […], ofrecer servicio de
inteligencia organizacional […], dominio en el diseño e implementación
de sistemas de información[…] creación y uso de herramientas
electrónicas […], desarrollar aplicaciones de paquetes de software y
recursos ofrecidos a través de redes […], comprender el papel de la
información en la toma de decisiones, la planeación estratégica y los
principios administrativos de ambientes corporativos.”42
Todas estas recomendaciones acerca del nuevo profesional en biblioteconomía, conforme a la Era
globalizada en que aparecen, de ninguna manera nos hacen pensar que las actividades
profesionales que anteriormente se han venido desarrollando históricamente, rompan
necesariamente con la serie de aportaciones que hoy día se revelan ante nosotros; más bien, y
debido precisamente a la naturaleza profesional que distingue a nuestra especialidad, la
adecuación al cambio es por demás elocuente. Toda vez que la profesión encuentra adaptación,
emergen entonces una serie de actividades y conocimientos que fortalecen la profesión, sin que
entre en riesgo de extinción o rezago; y precisamente bajo este desafío, la profesión del
bibliotecario y su contribución se enfocan, a decir de Morales Campos, a: 41 TECUALT QUECHOL, María Graciela, Ibid. p.3 42 LAU NORIEGA, Jesús. Administración de recursos informativos. Una profesión para la sociedad actual. En: El futuro de la formación profesional de bibliotecario. México: SEP, DGES, 1996. p. 85-86
24
“La accesibilidad y estímulo para que los materiales sean utilizados de
manera óptima por los usuarios de la información. De ahí que los
discursos de la última década se dirijan a proponer que el bibliotecario
sea proactivo y se adelante a cubrir las necesidades de información de
los usuarios.” 43
La figura del profesional de la biblioteconomía, encierra una serie de rasgos en los cuales soporta
su profesionalidad; un cuerpo disciplinar de conocimientos, una serie de actividades
profesionales, una formación especializada, un sentido gregario profesional a través de sus
asociaciones profesionales y una aceptación social sobre su presencia profesional justificada
formalmente en documentos legales. Por lo mismo, la imagen profesional del bibliotecario tiene
para sí y para la sociedad, los elementos determinantes y convincentes para que la ejecución de
sus actividades contribuyan y fortalezcan a la sociedad en su conjunto.
1.4. LA FORMACIÓN ACADÉMICA
De acuerdo con la Enciclopedia Internacional de la Educación, la formación profesional puede
entenderse como una educación para la realización de una profesión determinada o para el
ingreso en una profesión o grupo de profesionales.44 De igual manera, la formación profesional
puede comprenderse como la educación universitaria que proporciona a los estudiantes los
conocimientos para asumir la gestión y responsabilidad de un profesionalismo sin fallas, además
de adquirir las aptitudes necesarias para entrar al mercado de las competencias profesionales.45
En ambas percepciones persiste la característica de disponer de un cuerpo de conocimientos
teórico-prácticos, así como del desarrollo de habilidades, actitudes y aptitudes correspondientes,
que también son llamadas en determinado momento competencias profesionales; todo esto corre
el sentido de asegurar a los futuros profesionales las cualidades necesarias para desarrollarse
adecuadamente en los espacios profesionales que ellos elijan. Por lo tanto, la formación
profesional es a toda costa un rasgo esencial de la misma profesión, y de lo cual De la Torre 43 MORALES CAMPOS, Estela. La función social de bibliotecólogo y la biblioteca. México: UNAM, CUIB, 1997. p. 4 44 Enciclopedia Internacional de la Educación. Vol.4. Barcelona. MEC, VICENS-VIVVES, 1989. pp. 1900 45 RODRIGUEZ GALLARDO, Op Cit Nota no. 3 p. 84
25
Gamboa hace énfasis al decir sobre la necesidad del establecimiento de procesos de instrucción y
selección en la perspectiva de definir la función ocupacional.46 Para fines de está investigación,
haremos alusión a la formación profesional que se dirige propiamente a la licenciatura, por ser
objeto de estudio de la presente investigación.
De alguna manera ya habíamos manifestado que la necesidad de una formación profesional nace
a la par de la Revolución Industrial, abandonando el estilo original de enseñanza-aprendizaje
entre maestro y pupilo para la ejecución de un oficio. Dada las condiciones de cambio y las
expectativas y requerimientos de sujetos calificados formalmente por una institución educativa,
es posible la aparición de centros educativos que exclusivamente se refieren a la formación de
profesionales en una determinada área del conocimiento que satisfaga las necesidades que la
sociedad acusa.
La biblioteconomía también encuentra en la formación académica uno de sus fundamentos más
próximos para sustentarla como profesión. Esto denota que la aspiración a la ejecución de
actividades profesionales, requiere de la enseñanza de los conocimientos disciplinares
correspondientes para quién aspire a dicha profesión. Acerca de esto, Rodríguez Gallardo,
asevera:
“Se dice que los conocimientos adquiridos en las universidades
constituyen la base de la competencia profesional porque permiten al
graduado enfrentar el reto de administrar los sistemas de información,
la comprensión de su estructura, la organización del trabajo, la misión
que tiene la biblioteca ante la sociedad y por ende la valorización de
esta última. La educación profesional a nivel universitario pretende
habilitar o acreditar con un grado o título al graduado para la práctica
de actividades.” 47
Bajo está consideración, reconocemos que la formación profesional del bibliotecónomo en el
ámbito universitario tiene tras de sí la enorme responsabilidad de integrar el conjunto de
46 TORRE GAMBOA, De la Op. Cit., Nota no. 4 p. 88 47 RODRIGUEZ GALLARDO, Adolfo. Op cit. Nota no. 3 p. 84
26
conocimientos teórico-prácticos a través de los cuales certificar a aquellos profesionales cuyo
destino final es ser útiles a la sociedad, para eficientar las actividades profesionales que éstos
realizan; aunque igualmente, la formación profesional debe proporcionarles a los bibliotecarios
los elementos necesarios para enfrentar la dinámica de cambio y la adecuación necesaria para los
mismos.
Las habilidades, la práctica, la destreza, la motivación, la capacidad de análisis y síntesis, el
trabajo en equipo y la actualización permanente, por mencionar algunas de las cualidades del
bibliotecario profesional, deben de ser enseñadas, pues, como se ha venido advirtiendo, el
conocimiento empírico de las actividades que se desarrollan en una biblioteca no son casuales
como tampoco innatas, y de ninguna manera garantizan la calidad y eficiencia de las mismas. Es
así que la formación académica se manifiesta como una necesidad ineludible en la que sobresale
el tratamiento de una enseñanza que asegura en los futuros profesionales la captación de
conocimientos teórico-prácticos para el desarrollo oportuno de las cualidades que caracterizan a
nuestra profesión. De ahí que, cuando hablamos de una formación profesional, estamos haciendo
alusión a un conjunto de esfuerzos y testimonios que validan la estabilidad y continuidad de una
profesión, sin titubeos, y sin el ensayo y el error como medios más inmediatos para identificar
una profesión.
A manera de antecedente, cabe destacar que la formación profesional bibliotecaria en occidente
se inicia como tal en Europa (Francia) como en Estados Unidos cuando surge la necesidad de
disponer de personal preparado que garantice un servicio a una sociedad que apreciaba a las
bibliotecas como un espacio para el desarrollo cultural y de auto educación. Uno de los objetivos
inmediatos era el de contar con un grado académico para cumplir acertadamente una
responsabilidad asignada socialmente por su trabajo. La formación de sus planes de estudio se
orientaba propiamente a una formación rigurosa y sistematizada de materias que respondían a las
expectativas desarrolladas en las bibliotecas. En ningún momento se pensó en la reproducción de
actividades rutinarias sino en atender y resolver favorablemente las problemáticas que surgían en
torno a las bibliotecas.
27
La habilidad, la motivación, la práctica y la destreza necesarias para la ejecución de las
actividades profesionales del bibliotecónomo, hacen necesario recurrir a la educación superior
para que estas actividades se encuentren soportadas y certificadas por una institución educativa
cuyo reconocimiento valida el eficiente desenvolvimiento de los cuadros calificados, o
certificados para dichas funciones. Por tal motivo, la creación de instituciones educativas
dedicadas a la formación de los futuros profesionales en biblioteconomía establecen los planes de
estudio correspondientes que faciliten y den solidez a los conocimientos teórico-prácticos que
académicamente se imparten en ellos. Por lo tanto, en las instituciones educativas se tiene el
objetivo de garantizar el eficiente conocimiento de la disciplina y el ejercicio competitivo de la
profesión, para así conformar el recurso humano calificado que dé cobertura a las necesidades de
información de la sociedad en su conjunto.
El desarrollo histórico de estas entidades educativas enfocadas a la formación de cuadros
profesionales, generalmente revisan y analizan las necesidades más inmediatas que la sociedad
plantea, y para lo cual, diseñan y aplican los planes de estudio correspondientes en nuestra área;
claro está, con los protocolos debidos para sustentar su propuesta educativa. No obstante, los
esfuerzos y aportaciones efectuados por estas instituciones educativas se han visto afectados o
beneficiados, según sea el caso, por el grado de desarrollo de sus condiciones materiales, y por la
importancia que adquieren la biblioteca, la información y los usuarios de información. En estas
instituciones, generalmente se proponen crear una serie de aspectos que fortifiquen al recurso
humano calificado, como lo son: desarrollar la capacidad de análisis y de síntesis, dominar los
conocimientos teórico-prácticos de la profesión, ir a la vanguardia tecnológica y fomentar el
trabajo en equipo.48
Por lo hasta ahora asentado, la formación del conocimiento de un bibliotecario requiere de la
atención de varias teorías, tanto de tipo histórico y literario, como temas en tecnología y
humanística para tener una preparación homogénea que haga de éste, no sólo un prestador de
servicios, ni mucho menos un erudito. En otras palabras, la intención es hacer de él un
profesional que convierta su formación profesional en una herramienta invaluable en su labor
cotidiana, al momento de enfrentarse a la escena laboral.
48 AMAT NOGUERA, Nuria. La documentación y sus tecnologías. Madrid: Pirámide, 1995. p.88-89
28
A manera de remembranza, la profesión bibliotecaria en el ámbito nacional ha tenido avances
importantes desde los primeros días en que se visualizaba la organización y la sistematización de
las bibliotecas. Para lograr la vanguardia en el sistema bibliotecario que apenas apuntaba en
gestación, Don Agustín Loera y Chávez realizó diversos viajes a Estados Unidos para ver los
adelantos que ahí se estaban dando en materia bibliotecaria; es así que advierte:
“En México se requiere de personal capacitado para dar un
mejoramiento a las bibliotecas, normalizando los aspectos técnicos que
tienen estas unidades y dar paso a la creación de la Academia de
Bibliografía, mostrando como resultado la introducción a nuestro país
de una concepción novedosa: la de la función social y popular que debe
de tener la biblioteca pública.” 49
Pero no es sino hasta el 24 de junio de 1916 en que surge en México la Escuela Nacional de
Bibliotecarios y Archiveros, la cual se cerró en 1918. En 1925 se funda la Escuela de
Bibliotecarios que depende del Departamento de Bibliotecas de la SEP, teniendo un
funcionamiento de dos años. Para la década de los cuarenta se lleva a cabo el Tercer Congreso
Nacional de Bibliotecarios y el primero de Archiveros, proponiendo en éste la apertura de una
Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas, siendo fundada ésta el 20 de julio de 1945, la
ahora Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía (ENBA), en la que se iniciaron los
estudios formales para bibliotecarios con una maestría equivalente a la normal, posterior a ello
dio paso al nivel licenciatura.
En los primeros días de la mitad de la década siguiente, el 11 de enero de 1955 concretamente, la
Universidad Nacional Autónoma de México se encarga de ir avanzando conforme los cambios
que se vienen dando, y crea dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, El Colegio de
Biblioteconomía y Archivonomía, ahora Colegio de Bibliotecología. Para la década de los setenta
se establece la Escuela de Bibliotecología en la Universidad Autónoma de Guadalajara, y a
finales de esta década se crea la Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información,
albergada en la Universidad Autónoma de Guanajuato.
49 FERNANDEZ DE ZAMORA, Rosa María. Cronología Bibliotecaria Mexicana 1900-1988. Investigación Bibliotecología: Archivonomía, Bibliotecología e Información. Vol. 1, no. 3 julio – diciembre, 1987, pp. 32
29
En 1981 se inicia la licenciatura en Biblioteconomía en la Universidad Autónoma de San Luis
Potosí, y de igual manera, se “funda la Escuela de Bibliotecología a nivel licenciatura en la
Universidad Autónoma de Guadalajara;”50 posteriormente llamada Ciencias de la Información.
Ya entrada la década de los noventa, y siendo de algún modo más preciso, en 1992, la
Universidad Autónoma de Chiapas se adentró en el ámbito del profesional en bibliotecología, al
anexar dentro de su oferta académica la currícula de la Licenciatura en Biblioteconomía. De igual
forma en este año “se crea una nueva licenciatura con duración de cinco años, la Carrera de
Ciencias de la Información Documental en la Universidad Autónoma del Estado de México” 51
Las actuales curriculas de la licenciatura en bibliotecología, ciencia de la información y/o
documentación, se encuentran presentadas en el anexo número uno. Por lo que se dará una visión
panorámica de las instituciones que imparten la especialidad.
En la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, el plan de estudios de la
Licenciatura en Biblioteconomía se cursa en nueve semestres con dos ciclos de formación
profesional; el primero de ellos del 1o al 5o semestre y corresponde a los estudios de Profesional
Asociado en Biblioteconomía; El segundo abarca del 6o al 9o semestre, con los que se completa
la formación concreta para obtener el grado de Licenciado en Biblioteconomía.52
Es en la Universidad Nacional Autónoma de México y específicamente en la Facultad de
Filosofía y Letras donde se encuentra albergado El Colegio de Bibliotecología; aquí se forma el
Licenciado en Bibliotecología y Estudios de la Información; que es el profesional que conoce
diferentes tipos de recursos de información, impresos y en otros formatos, aprende a organizar y
sistematiza, planea, organiza y administra servicios bibliotecarios y de información para
satisfacer las necesidades informativas de distintos sectores de la población, apoyándose en las
nuevas tecnologías, y lleva a cabo investigación para encontrar solución a los problemas
50 Ibid. p. 52 51 ÁVILA URIZA, Manuel. La profesión del bibliotecario: El caso de México. México: El autor, 1995, pp. 64 52 Plan de estudios Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía. [en línea] Disponibilidad:<http://www.enba.sep.gob.mx/lic%20y20profesionales/lic/lpa_Biblioteconomia.htm.> Fecha de consulta: 22, diciembre, 2004
30
derivados de su práctica profesional y de las características del entorno económico, social y
cultural en que desarrolla sus actividades profesionales.53
La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, da cabida a la
Licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información, la carrera pretende formar
profesionales con alto sentido de responsabilidad capaces de administrar, desarrollar, comparar,
implementar y evaluar las actividades de las unidades de información dentro del contexto
humanista e histórico. Los egresados estarán capacitados para administrar unidades de
información así como identificar y satisfacer las necesidades de información de los usuarios,
seleccionando y capacitando los recursos humanos necesarios para el desarrollo de los servicios,
generando una conciencia crítica y reflexiva que le permita realizar análisis y propuestas para
usar racionalmente los recursos y los servicios de información, aplicando principios de
mercadotecnia a los servicios y productos informativos dando así un valor agregado a la
organización.54
En la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, se encuentra la carrera de Licenciado en
Bibliotecología e Información, en la cual se trata de identificar el contexto (histórico, filosófico,
económico, político, social, cultural y educativo) para integrar su práctica profesional a los
requerimientos del ámbito de la información en los distintos sectores sociales. El egresado podrá
administrar unidades de información realizando tareas de planeación, organización, integración,
dirección, supervisión y control de los recursos humanos, financieros y materiales. Seleccionando
los documentos de acuerdo al tipo de institución y adquirirlos por cualquier medio, ya sea por
compra, canje o donación; organizando en forma manual o computarizada la información
contenida en los acervos, ya sean manuscritos, periódicos, libros, revistas, cassettes, folletos,
censos, carteles, normas, patentes, mapas, discos compactos, transparencias, filminas, acetatos,
manuales, posters, películas, videocasetes y páginas de Internet. El profesional podrá difundir la
información en forma manual o computarizada mediante cualquier soporte e incluso accediendo a
53 Plan de estudios Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras [en línea] Disponibilidad: <http://www.dgae.unam.mx/planes/f_filosofia/Biblio.pdf.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 54 Plan de estudios Universidad Autónoma de Nuevo León [en línea] Disponibilidad: <http://www.uanl.mx/oferta/licenciatura/facs/ffyl/Lic_Bibliotecologia/plan_de_estudios.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004
31
la Internet, de igual forma este profesional tiene la capacidad de elaborar herramientas como
índices de publicaciones periódicas y bibliográficas que apoyen el trabajo a los diferentes
sectores sociales (industria, la educación y la investigación), diseñando, promocionando y
vendiendo los servicios de información que proporciona una institución.55
Es en el occidente de la República Mexicana, específicamente en la Universidad Autónoma de
Guadalajara donde se imparte la Licenciatura en Ciencias de la Información. Es una carrera que
responde a los retos actuales de organización de la información en México. Nuestro país requiere
incentivar la investigación, la empresa, el desarrollo de nuevos productos, la tecnología y sobre
todo la educación de la nación, en todos estos aspectos la información juega un papel primordial,
por lo que se requiere de un profesional que tenga como objeto principal su desempeño
profesional a la información.56
En la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Chiapas, se ofrece la
Licenciatura en Bibliotecología, y es donde el egresado de esta carrera será capaz de planificar,
diseñar y administrar sistemas de información organizados en forma manual o electrónica, como
lo son las bibliotecas, centros de documentación, archivos y otros, además de generar estrategias
que fomenten el uso de los sistemas de información, a fin de enfrentar con éxito el creciente
desarrollo de la información y su demanda. Los futuros egresados tendrán capacidad para
responder a las necesidades de información local, regional y nacional, así como adecuar y
racionalizar el uso de los avances tecnológicos y las nuevas metodologías de la especialidad, que
se desarrollan en este ámbito.57
En la Universidad Autónoma del Estado de México se imparte la Licenciatura de Ciencias de la
Información Documental. Los alumnos de esta carrera tienen la función de estudiar, selección y
ampliación de las tecnologías informativas para la conducción de toma de decisiones en una
actividad profesional. Además de formular, instrumentar y evaluar los servicios informativos y 55 Plan de estudios Universidad Autónoma de San Luís Potosí [en línea] Disponibilidad: <http://www.uaslp.mx/Plantilla./plan_de_estudios.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 56 Plan de estudios Universidad Autónoma de Guadalajara [en línea] Disponibilidad: <http://www.uag.mx/eci/plan.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 57 Plan de estudios Universidad Autónoma de Chiapas [en línea] Disponibilidad: <http://www.unach.mx/index.php?option=content&task=view&id=76&Itemid=111.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004
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documentales para la mejora del estado cognoscitivo de la investigación, el análisis, la crítica
reflexiva y la objetividad nacional e internacional del desarrollo profesional. Este profesional crea
y propone nuevos métodos para estimular el aprovechamiento de los servicios documentales en
los usuarios. Preservando los valores e identidad nacional a través de la difusión bibliográfica-
documental, fomentando el derecho a la información en los sectores sociales de nuestro país. El
estudioso documentalista domina conceptos, teorías, leyes, fundamentos, métodos, herramientas,
estudios e investigación para aportar un conjunto de conocimientos a la archivística, la
bibliotecología y la documentación.58
En algunos de los casos se ha tenido necesidad de modificar los planes de estudio, como es el
caso de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía y el Colegio de Bibliotecología
de la UNAM, o incluso, el realizar la transformación del nombre de la carrera, haciéndola más
atractiva para ir con los cambios tecnológicos e ideológicos que un mundo tan cambiante y
vertiginoso exige. De igual manera se cumple con la necesidad de dar un nuevo enfoque a nuestra
profesión sin dejar de lado la esencia de la misma, es decir, llámese como se llame a ésta, no
perderá el punto central en cuanto a la profesión. Y por lo tanto, viene consigo el reconocimiento
social que debiera de tener el actor principal -el bibliotecónomo-, en cuanto al control, el manejo,
la administración y la distribución de la información en sus diversos formatos; y al mismo tiempo
cubrir las necesidades de información que se generan día con día y que deben ser atendidas con
prontitud a la sociedad que lo exige; puesto que nuestra profesión se encuentra vinculada con
otras profesiones, es imperante que dicho reconocimiento sea pleno en todos sectores que
integran la sociedad mexicana.
Vemos entonces que en vez de convertirse la profesión bibliotecaria en una carrera humanística
de bajo impacto en las universidades mexicanas, ésta evoluciona con una apariencia diferente que
le ha dado un aire más vanguardista, cumpliendo así con los retos y avances que una sociedad,
como la mexicana, le exige. El deber del profesional bibliotecario, es estar preparado para
enfrentar una vorágine de información, ya que si él mismo no cuenta con las herramientas
necesarias proporcionadas en su formación académica, no logrará abrirse paso en la escena
58 Plan de estudios Universidad Autónoma del Estado de México [en línea] Disponibilidad: http://desarrollo.uaemex.mx/sis/portal/pestud/nsup.asp?cvepln=1359. Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004
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laboral. Esto es causado por las necesidades de información y organización de ésta, y que
reclaman los usuarios de la misma; por ello, muchas de las instituciones que ofrecen la
licenciatura común a nuestra profesión, se ven en la necesidad de realizar cambios en los planes
de estudio e incluso en el nombre de la misma.
Cabe hacer mención que la formación del bibliotecario en sus diferentes concepciones
institucionales, tiene el mismo enfoque, pero hay que distinguir que la evolución se debe realizar
cada vez que la misma sociedad lo necesite, sin dejar de lado el lugar que de manera histórica nos
pertenece y debemos de lograr dentro del esquema social, puesto que la profesión nos permite esa
vinculación con los diversos grupos sociales establecidos, sin tener que llegar a la discriminación
en el momento de brindar el servicio, independientemente del lugar donde se labore y del usuario
que lo requiera.
1.5. MERCADO LABORAL
La atención hacia el mercado laboral de las profesiones ha tenido una prioridad constante a partir
del proceso de industrialización que se ha desplegado desde años atrás en el ámbito mundial. La
vinculación entre mercado laboral y la formación de cuadros profesionales parece advertir que
existe una correspondencia, y que uno y otro son puntuales con respecto a las necesidades y
exigencias que se plantean en los sectores productivos, y, por otro lado, la educación atiende las
expectativas en forma concreta.
Pero en lo que se refiere al campo laboral, no siempre se tiene la certeza de conocer los
requerimientos que debiera tener el personal que va a integrarse al mercado de trabajo,
provocando que en determinado momento el sector educativo quien es el que forma dichos
cuadros profesionales; se vincula a la certidumbre y termine formando cuadros que, a decir de los
responsables del mercado laboral, no responden a las necesidades que se requieren. Como es el
caso de nuestro profesional de la biblioteconomía, que de alguna manera ha visto tanto la
expansión como la contracción del campo laboral, lo que ha afectado su desarrollo profesional y
repercute en percepciones económicas bajas que reciben por prestar sus servicios. A lo cual,
Quijano puntualiza.
34
“En la situación actual, aunque hablamos del mercado no creo que
nadie conozca cual es el mercado, pues no se hacen estudios de mercado
ni sondeos para saber donde puede ubicarse el bibliotecario.”59
La ausencia de estudios que refiere el autor, bien nos hacen creer que el campo laboral del
bibliotecario profesional continua siendo inexplorado, y esto mismo ha motivado una serie de
creencias que afirman sobre un área que se restringe exclusivamente a bibliotecas. Bajo esta
creencia, todo indica y ratifica la idea de Quijano; así, se ha mencionado que tanto las bibliotecas
especializadas, universitarias, públicas, escolares y los centros de documentación o información,
etc., son los espacios más amparados, en donde puede colocarse profesionalmente el
bibliotecario. En este entendido, podríamos suponer que persiste la idea de que el bibliotecario
trabajará únicamente en la biblioteca, y por lo tanto, los libros son su medio de trabajo inmediato.
Sin embargo, esta percepción ha sido fuertemente rebasada durante las dos últimas décadas, ya
que ni el bibliotecario trabaja exclusivamente con libros como tampoco va a trabajar únicamente
en una biblioteca; en todo caso, la globalización ha traído una percepción totalmente distinta, y
así como debilita el mercado laboral también proporciona oportunidades en las cuales el
bibliotecario asume una postura de empresario, y consecuentemente su trabajo ya no es
únicamente dentro de la biblioteca sino fuera de ella, atendiendo problemas relacionados con la
información, en cualquiera de los soportes en que se presente. Esto nos da una orientación para
entender que en la medida en que el mercado laboral plantea nuevas exigencias, lo cual es
producto de los cambios de la estructura económica, social, política y cultural.60 Luego entonces,
así como nuestra profesión se ve afectada por los cambios socioeconómicos, pero también las
demás profesiones sufren los mismos estragos que la nuestra.
Distantes de una visión pesimista del mercado laboral, debemos poner más énfasis en que éste ha
sufrido una serie de alteraciones que le han brindado características propias, pero también muy
distintas a la visión de los años anteriores a la década de los ochenta, de esta forma encontramos
59 QUIJANO SOLÍS, Álvaro. “Quién es quién.: la visión bibliotecaria”. Formatio. Revista mexicana sobre información Vol. 4 julio – agosto, 1998, pp. 40 60 ANGULO MARCIAL, Noé. Plan de estudios de la licenciatura en biblioteconomía ENBA. En: Mesa redonda sobre formación de recursos humanos, Monterrey, Nuevo León del 14 al 19 de mayo de 1990. México: CNB, UNAM, 1992, pp. 16
35
que el mercado laboral –entendido este como el espacio que ofrece una retribución económica a
cambio del desempeño de actividades profesionales-, proyecta un reacomodo que plantea la
certificación y la evaluación de los profesionales de manera constante, y, consecuentemente, abre
otras posibilidades y oportunidades para los más competitivos.
Nuestros profesionales no se encuentran al margen de tal fenómeno, y si bien es cierto que los
espacios clásicos laborales continúan, también es verdad que su presencia como empresario y/o
consultores da cabida a aquellos que muestran una solvencia y madurez profesional
marcadamente distinta a la formulada en la década del México del “milagro económico”. Ahora,
el bibliotecario profesional sí bien ha redefinido y revalorado una atención más firme hacia la
información, también se ha dado cuenta que de este mismo aspecto se derivan oportunidades que
lo conducen a afirmar una participación más abierta, o sea, a proporcionarle el sentido liberal de
su profesión para no depender exclusivamente de los sectores gubernamentales a los que estuvo
atado durante mucho tiempo, y de los cuales dependía casi exclusivamente en tiempos anteriores.
Evidentemente que las modificaciones en el entorno laboral han venido a ser un desafío
vitalmente necesario, en donde en la última década ha quedado demostrado que el ámbito que le
corresponde al bibliotecario, dentro de la serie de ocupaciones que atienden a la información,
puede resultar tan amplio como jamás se imagino; por lo mismo, su participación en los distintos
sectores productivos, además de ampliar su espectro de acción, le ha permitido profundizar en los
mismos y establecer las vías por medio de las cuales incidir en problemáticas que ahí se
suscitaban; luego entonces, apreciamos que el pesimismo que en primera instancia se denotó con
la serie de repercusiones que obedecían a una línea económica, han sido superadas de manera
gradual, y han conducido a corroborar que el mercado laboral, pese a la ausencia de estudios de
mercado sobre el mismo, manifiesta la necesidad de la presencia de nuestro profesional.
Pero a pesar de los testimonios que evidencian una transformación en el mercado laboral del
bibliotecario, aun están latentes problemas que aquejan los espacios laborales de nuestros
profesionistas; me refiero concretamente a los espacios clásicos donde su presencia debe estar
debidamente cubierta por el bibliotecario profesional, como lo son las coordinaciones de
bibliotecas públicas, de bibliotecas universitarias y de los centros de documentación, en donde
36
aun permanece la figura de otros profesionales que en múltiples ocasiones no aciertan en las
actividades profesionales que ejerce un bibliotecario con formación profesional. Esta
problemática debe ser atendida por las asociaciones de bibliotecarios, ya que una de sus
obligaciones es precisamente romper con estas inercias que afectan la contratación de nuestros
profesionistas, y por esto mismo se debe incluso proponer una legislación que garantice el
posicionamiento de nuestro profesionista en aquellos espacios que le son propios y que por ética
profesional debe defender y ocupar. Es decir, si bien es cierto que se abren otros espacios
laborales dentro del espectro de información, también resulta verdad que debe recuperar los
lugares que le son propios dentro de las unidades de información y, ante, todo, asumir que:
“El gran reto de nuestra profesión no es solo responder con servicios
oportunos y relevantes a las demandas planteadas, sino adelantarnos a
las necesidades e intereses que pueden surgir a un futuro inmediato o de
mayor plazo. La capacidad para innovar y responder con rapidez a las
condiciones cambiantes del entorno y del cliente, son ahora condiciones
ineludibles del servicio y lo serán más en los tiempos por venir61
El mercado laboral del bibliotecario, tan incierto 62y poco analizado a profundidad, no deja de ser
el más apropiado; aunque para abordarlo de manera más decisiva, es necesario impulsar esa
nueva visión que se tiene del bibliotecario mismo, entendiendo por esto que su participación ya
no es exclusiva a un mismo espacio, sino que este puede ser tan vasto a pesar de las contracciones
económicas que suelen presentarse en él. En este ánimo, el problema ya no es tanto el mercado de
trabajo sino la percepción que tiene el bibliotecario acerca de sí mismo y la manera de enfrentar
los desafíos que laboralmente se le plantean, o de lo contrario, no solamente perderá
calificaciones dentro de su evaluación sino también verá acotados aquellos espacios que
clásicamente le corresponden, y de igual forma será limitada su participación en la amplia gama
que ahora brinda el espectro de la información.
61 CARRIÓN RODRÍGUEZ, Guadalupe. Servicio: El gran reto para los bibliotecarios. El significado del bibliotecario: Una antología para el futuro profesional. Colegio Nacional de Bibliotecarios A. C., México: El Colegio, 1998, pp. 11 62 Las conclusiones a las que se llegó en 1999, en la mesa redonda sobre mercado de trabajo del bibliotecario profesional, establece el fundamento respecto a dicha incertidumbre.
37
1.6 LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES
La integración de estructuras gremiales dentro de una sociedad obedece en buena medida a su
afirmación y su participación, en donde no solamente se pretende reiterar la presencia de una
profesión sino en las contribuciones y responsabilidades que se adecuen a las respuestas que la
sociedad plantea y espera de dichos gremios para mejor funcionamiento de la sociedad en su
conjunto. Pero, siendo esta una estructura, hay que comprender el termino, ya que se tiene
entendido que una asociación es un grupo de personas que se unen para un mismo fin.63 La
asociación de acuerdo a la Enciclopedia Ilustrada Cumbre menciona la descripción que tiene que
ver fundamentalmente con la sociedad organizada, y ubicarla como:
“Agrupación humana autónoma constituida en forma voluntaria y situada
entre la sociedad doméstica y la sociedad política [...] Una entidad
estudiantil es una asociación civil [...]. Todas las entidades profesionales,
científicas, industriales o culturales que no forman parte del poder político y
que tienden a obtener un fin espiritual o material de interés común, son
asociaciones. [...].El derecho de asociación, reconocido por las
constituciones de casi todos los países, consiste en la facultad de formar
cualquier entidad privada sin más limitaciones que las derivadas de la
moralidad del orden público”64
Fundamentado en lo anterior, la creación de asociaciones en nuestra especialidad ha sido
orientada hacia la defensa de la profesión, a su participación dentro de la sociedad, y, en general,
a contribuir en el desarrollo de la bibliotecología del país, promover el status de los asociados y el
reconocimiento del quehacer bibliotecológico, a una amplia gama de objetivos específicos de
acuerdo con el caso que se trate.65
63 Enciclopedia Ilustrada Cumbre. Vol. 1. México. Cumbre, 1964. pp.528 64Ibid. 65 VERDUGO SÁNCHEZ, José Alfredo. “La función social de las asociaciones de bibliotecarios en México: Un particular punto de vista”. La Bibliotecología en el México actual y sus tendencias. México: UNAM, DGB, 1992, pp. 209-297
38
En el orden mundial existen asociaciones66 con muchos años de actividad, otras de reciente
creación; aunque se considera más importante en el ámbito mundial, a la American Library
Association, mejor conocida como la ALA; la cual se encuentra dividida en 11 secciones, de las
cuales solo haré mención de las más representativas como son la American Association of
School Libraries, American Library Trustee Association, Association for College and Research
Libraries, Resources and Technical Servicies Division y la Reference and Adult Services
Division.
Las actividades que realiza la ALA se encuentran comprendidas entre las 11 secciones que la
integran, de tal manera que los campos de acción varían de acuerdo a cada una de éstas; pero la
cuestión medular que hace que estas secciones se integren es que en conjunto se realizan una
educación continua, estableciendo políticas de servicios, así como la realización de guías, y la
continua participación en la legislación bibliotecaria de los gobiernos, de igual manera se dedican
a la promoción de las bibliotecas. Las acciones que más se demandan a la ALA son el estudio de
la profesión, el desarrollo de la institución y sus servicios así como la representación de los
intereses de sus miembros.67
Paralelamente, en este mismo rubro se encuentra la International Federation of Library
Associations and Institutions (IFLA), Fundada en 1927 en Edimburgo, Escocia, con sede en La
Biblioteca Nacional de Holanda. Aquí se estimula, auspicia y promueve la investigación y el
desarrollo en todos los aspectos de la actividad de las bibliotecas y servicios de información y de
igual manera comparten sus logros.68
Dentro del universo gremial se encuentra la Art Libraries Society of North America ARLIS-NA,
fundada en 1972 por un grupo de bibliotecarios de arte con el fin de constituir un foro
internacional donde dialogar acerca de la problemática de las bibliotecas y archivos de arte y
66 Para un mayor conocimiento de este fenómeno consulte las siguientes páginas web: <http://www.ala.org/> y <http://www.avei.org/1/asociaciones_biblio.htm# > 67 AMERICAN LIBRARY ASSOCIATION. [en línea]. Disponibilidad: <http://www.ala.org/> Fecha de consulta: 10, enero 2005 68 INTERNATIONAL FEDERATION OF LIBRARY ASSOCIATIONS AND INSTITUTIONS (IFLA): [On line] Disponibilidad: <http://www.ifla.org/> Fecha de consulta: 10, marzo 2005
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arquitectura69. Un ejemplo de asociación nacional lo tenemos en la New Zeland Library
Association (NZLA), donde los fines son el reunir todas las personas dedicadas o interesadas por
el trabajo bibliotecológico, de igual forma contribuyen al mejoramiento administrativo de las
bibliotecas, bibliotecario, así mismo reglamentar los derechos y obligaciones de los miembros,
formular y publicar normas de administración en asuntos que tienen que ver con la profesión. El
vigilar toda la legislación que afecte a las bibliotecas, promoviendo y fomentando estudios y las
investigaciones bibliográficas; reuniendo, seleccionando y publicando información sobre los
servicios u otros asuntos de interés para los miembros, formando, reuniendo y manteniendo una
biblioteca; de gran importancia para ellos es ofrecer cursos en bibliotecología, otorgando las
recompensas y premios que se consideren apropiados, y por ultimo emprender todas las acciones
licitas que puedan contribuir a la construcción de los fines antes mencionados.70
Es en América Latina donde también se cuenta con Asociaciones que representan a la profesión,
tal es el caso de la Asociación Interamericana de Bibliotecarios y Documentalistas Agrícolas
(AIBDA), establecida en Costa Rica, donde se promueve la bibliotecología y la documentación
en cuanto a agricultura se refiere; aquí mismo se establece la cooperación entre los bibliotecarios
y documentalistas, dando atención a la promoción de la educación profesional.71 Ya más al sur se
encuentra la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Bibliotecología y Ciencias de la
Información (ALEBCI), la cual se encuentra localizada en Argentina, y en donde se promueve la
educación bibliotecológica en ésta parte del continente.72 Otro ejemplo es la Federación
Internacional de Documentación. Comisión Latinoamericana (FID / CLA), que se encuentra
establecida en Río de Janeiro, Brasil; en este lugar se disemina de manera regional como
nacional, lo que le corresponde a la FID, de manera conjunta se realiza la promoción,
cooperación y coordinación de la documentación en cada país de América Latina;73 Otra de ellas
es el Seminar on the Aquisition of Latin American Library Materials (SALALM), la cual quedó
establecida en 1956 en Chinsegut Hill, Florida, donde se llevan a cabo el control y la
diseminación de información bibliográfica de todo tipo de publicaciones latinoamericanas, 69 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. “Arlis-Na : Art Libraries Society of Noth America En: Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, San Luis Potosí, San Luis Potosí 1981. México: AMBAC, 1982, pp 226 70 MAC LEAN, H. de S. C. “La asociaciones de bibliotecarios y sus obligaciones profesionales.” Boletín de la UNESCO para bibliotecarios. Vol.25, no.2 marzo – abril. 1971, pp. 78 71 INTERNATIONAL GUIDE TO LIBRARY, ARCHIVAL ANUAL INFORMATION SCIENCE 72 Ibid. 73 Ibid.
40
ofreciendo desarrollo de colecciones de la bibliotecas de América Latina, donde se genera la
promoción de la cooperación, en los esfuerzos por mejorar los servicios bibliotecarios para
individuos e instituciones. 74
Una de las condicionantes que debemos anteponer al buen funcionamiento de estas asociaciones
son aquellas que tendrían relevancia para la vida bibliotecaria en el ámbito mundial, donde el
enfoque central es la educación y el mejoramiento de los servicios, dejando de lado lo que resulta
imperativo para la mejora de lo antes mencionado, puesto que no están contemplando la defensa
del trabajo, el ejercicio profesional o el reconocimiento de éste dentro de la sociedad, y como lo
apunta Rosenda Ruiz, al mencionar que no hacen ninguna separación entre el bibliotecario
profesional y el no profesional;75 es en éste último, donde puede recaer parte de la culpa para que
no se dé la atención a los argumentos antes citados.
Por otra parte, la creación de las Asociaciones Bibliotecarias demanda un interés creciente por
reafirmar objetivos y ajustarse al entorno cambiante característico de la última década. En la
creación de Asociaciones de Bibliotecarios, se debe entender que, de acuerdo con Quijano76, esta
basado principalmente en la madurez de unos cuantos, lo que demuestra que no siempre se ha
tenido una plena conciencia de la importancia de la agrupación gremial. Pese a ese detalle, la
continuidad de las mismas se han vistos favorecida. Dentro de las acciones más representativas
que han tenido lugar estas asociaciones, destaca el hecho que nos da Mantecón, al afirmar que las
escuelas de Bibliotecarios han sido concebidas en los Congresos de Bibliotecarios y no como
producto de una planeación por parte de Estado o de instituciones de enseñanza superior.77
Este testimonio nos conduce a enfatizar que una de las primeras responsabilidades de las
asociaciones nacionales fue la creación de este tipo de acciones realizadas en función de la
educación, y sin la cual, la aparición de escuelas de Biblioteconomía no se hubiera dado con
posterioridad. La actitud visionaria de los primeros asociados hizo que apareciera en el momento 74 Ibid 75 RUÍZ FIGUEROA, Op. Cit. Ver página II p. 164 76 OROZCO TENORIO, José. “Acción de las asociaciones profesionales en el desarrollo de la biblioteconomía mexicana”. Bibliotecas y Archivos. no. 16 enero.-diciembre, 1985, p.108 77 MANTECÓN, José Ignacio. “Comentarios sobre los Recursos Humanos y el servicio bibliotecario”. En: Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, Xalapa, Veracruz 9-15 de abril de 1965. México: AMBAC, 1967, pp. 74
41
más oportuno, pero además de este testimonio cabe señalar que la asociación de intereses
gremiales:
“Surge de una necesidad de sobrevivencia profesional cuya expresión
más acabada en la legislación mexicana es el Colegio Profesional. Sus
orígenes son parecidos a las de los grupos laborales, pero la defensa se
establece en función no de un patrón que puede amenazar la
permanencia del empleo y las condiciones del trabajo, sino en función
de una sociedad civil de la que se espera al respecto con el mercado de
trabajo que se supone propiedad del gremio en cuestión [...] Nuestras
asociaciones representan la posibilidad del reconocimiento social a una
actividad tan digna como la que más”78
Por eso, como organizaciones independientes de instancias gubernamentales, regularmente son
auspiciadas por las aportaciones financieras de sus propios socios; estas asociaciones representan
un foro donde sus afiliados intercambian información y conocimientos, ofrecen educación
continua y capacitación, establecen cooperación e intercambio con otras asociaciones nacionales
e internacionales, y promueven como ya lo he subrayado, el estatus de los asociados y el
funcionamiento de la vida profesional de sus afiliados.
La aparición de las primeras asociaciones en el entorno mexicano, tiene como antecedente a la
Asociación de Bibliotecarios Mexicanos en 1924, que posteriormente en 195479 cambiara el
nombre por el de Asociación Mexicana de Bibliotecarios A. C. (AMBAC), a raíz de esto y con el
beneficio de dar crecimiento e importancia a la vida y labor bibliotecaria, es que surgen
Asociaciones de Bibliotecarios con el fin de contribuir por el bien de la vida y del quehacer
bibliotecario nacional. Debido a ello y, conforme al crecimiento gremial que se viene exigiendo,
es que surge dentro de esta gama, y aun más allá de la AMBAC por ejemplo, la Asociación de
Bibliotecarios de Instituciones de Enseñanza Superior y de Investigación fundada en 1957.
Para 1977 aparece la Asociación de Bibliotecarios de Biomedicina (BIBAC); en este mismo año
surge la Asociación de Bibliotecarios de Medicina (ABIMAC), que un año después, en 1978, 78 OROZCO TENORIO, José. Op. cit. Nota no.76 p. 108 79 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. La Asociación Mexicana de Bibliotecarios A. C.: Notas para su historia. México: AMBAC. 1995. p. 13
42
quedará sustentada dentro de la Asociación de Bibliotecarios de Instituciones Gubernamentales
de México A. C. (ABIGMAC). El Colegio Nacional de Bibliotecarios A. C., el cual fue
acreditado en 1979; al año siguiente en 1980, aparece la Asociación de Documentalistas de
Educación Superior e Investigación Educativa, así mismo se crea cuatro años después en 1984 la
Asociación Nacional de Bibliotecarios Agropecuarios A. C.80
El trabajo de las asociaciones es tan tenaz que tienen por objetivo promover y difundir su
profesión en el ámbito nacional, y más aún cuando existe una gran diversidad gremial, como se
señaló anteriormente. Así mismo, los objetivos que persiguen estas asociaciones varían de
acuerdo a cada una de ellas, puesto que hay valores distintos a cubrir; entre estas, las necesidades
son diversas en la amplia gama gremial bibliotecaria mexicana. Para estos rubros, y a sugerencia
de Álvaro Quijano, tenemos cuatro puntos enlistados que hay que distinguir:
“- La presencia de las asociaciones en las decisiones ligadas en la
política nacional de desarrollo bibliotecario debe ser permanente.
- La capacitación y educación continúa que nuestros asociados
demandan para desempeñar mejor su trabajo.
- La obligación con la sociedad de garantizarle que los servicios
bibliotecarios de todos los niveles estarán atendidos por gente que
conozca su trabajo. - Investigación bibliotecaria. El papel de las las
asociaciones debe ser de orientadores de los campos a investigar”81
Los puntos anteriormente citados, nos dan pie a pensar acerca del desempeño que han tenido las
asociaciones; tan es así, que en el gremio bibliotecario nacional la asociación que cuenta con uno
de los lugares más representativos de nuestra profesión, es sin lugar a dudas la Asociación
Mexicana de Bibliotecario A. C., puesto que desde la segunda mitad de la década de los
cincuenta hasta estas fechas, se han encargado de desarrollar uno de los eventos anuales más
importantes a nivel nacional en cuanto a biblioteconomía se trata. Tal es el caso de las Jornadas
Mexicanas de Biblioteconomía, donde se han presentado trabajos que han servido de referencia
para el mejoramiento de nuestra profesión, y ha sido en donde de alguna manera, la exposición de
80 VERDUGO SÁNCHEZ, José Alfredo Op. cit. Nota no.65 P. 291 81 OROZCO TENORIO, José. Op. cit. Nota no.76 p. 109
43
las diversas experiencias fortifican y realzan la importancia de nuestra profesión; aunado a esto,
tenemos que los productos resultantes quedan plasmados en uno de los principales medios
impresos en nuestro idioma, que no son otros documentos sino las memorias; las cuales dan paso
a tener la información, quizá no muy fresca en cuanto al tiempo en que se presentan, pero la
preservación de la información contenida en sus páginas no dejan de ser una fuente de consulta.
De igual forma y con la intención de atender las necesidades de la formación de cuadros
profesionales, se dio a la tarea por organizar la primera Mesa Redonda sobre Formación de
Recursos Humanos; así mismo, crece el interés por conocer las inquietudes de la gente que se
está formando en nuestra área. Es por ello que se abrió el foro de estudiantes, el cual va enfocado
a los socios en plena formación profesional.
En ese mismo rumbo, la Asociación de Bibliotecarios de Instituciones de Enseñanza Superior y
de Investigaciones, contó en su momento de reputación y un renombre en el círculo
bibliotecario, ya que en sus integrantes son preferentemente profesionales de área, que sin lugar
a dudas han contribuido en el desarrollo de nuestra especialidad, teniendo como resultados “Las
Normas para el Servicio Bibliotecario en Instituciones de Enseñanza Superior e Investigación”,
en donde sugieren brindar atención a los servicios y recursos con que cuentan los bibliotecarios
de nivel académico. Sin embargo, estas no se han actualizado, pero no dejan de representar un
avance importante para las bibliotecas, así como del reconocimiento a la importancia con que
cuentan los centros de formación profesional. Otra de sus acciones reconocidas y que fueron
realizadas por esta asociación fue organizar el primer Seminario de Educación Bibliotecológica
en México.
Las asociaciones en general deben estar pendientes de todos los avances tecnológicos y las
actividades en las unidades de información, pero también de todo aquello que se relaciona con lo
social y los cambios que ahí se den, incrementando de manera unilateral acciones junto con el
gobierno federal y local, para dar cabida a todos aquellos egresados a través de:
“Mecanismos que permitan la actualización profesional constante, la
dificultad en la colocación de un empleo, ocupación en una profesión
44
diferente a su preparación, bajas retribuciones económicas, falta de
financiamiento para que profesionistas independientes ejerzan, lo cual
ha entorpecido la liberación de los profesionales en un mundo global
caracterizado por la competencia.”82
Esta es una situación que se ha detectado y afectado pero que ha venido a perjudicar el estatus del
profesional; aunque de igual forma, al no estar pendiente de estas acciones, la repercusión será
que los profesionistas sean desplazados de su actividad. Es de vital importancia tomar en cuenta,
por parte de las asociaciones, que ellas mismas deben impulsar la prevención y el mejoramiento
que debe tener la profesión bibliotecaria para tener frente a la sociedad un reconocimiento y
reputación que cuidar, así como del lugar de trabajo y esfuerzo que han llegado a escalar, todo
por la participación predominante que han tenido en el desarrollo de la profesión; puesto que éste
ha sido relevante al apoyar la creación de escuelas.
Cuando el gobierno ha tenido pocos aciertos, la sociedad organizada, los colegios y asociaciones
han intervenido en el proceso para la realización de proyectos y la aplicación de éstos, que velan
por los sectores que conforman a la nación. En lo que se refiere al conocimiento sobre el origen
de estos gremios, hay que subrayar que el contexto histórico en que estos aparecen, se encuentra
invadido por la presencia de un Estado benefactor o paternalista que necesita de asociaciones
corporativas para el óptimo funcionamiento del mismo.
Con todo y este rasgo, resulta destacado señalar la labor de las asociaciones bibliotecarias con el
Estado, de lo cual Fernández de Zamora destaca la importancia en la relación de las asociaciones
para con las autoridades, -la cual de acuerdo a esta autora-, ha sido fructífera, y su presencia ha
sido requerida en la planeación de actividades bibliotecarias.83 Efectivamente, dicha relación ha
logrado tener resultados que a la postre han beneficiado no sólo a las Asociaciones Profesionales
de Bibliotecarios, sino al Estado y a la sociedad en su conjunto; ejemplos reales de dichos
resultados, las encontramos en el Programa de Desarrollo Nacional de Sistema Bibliotecario
82 DELGADO SÁNCHEZ, Arturo. El desarrollo del modelo económico neoliberal y la inserción de México al esquema global: efectos en el profesional de la biblioteconomía Nacional. México: El autor, 2002, pp. 88. Tesis Licenciatura (Licenciado en Biblioteconomía) – SEP, Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía 83 FERNANDEZ DE ZAMORA, ROSA MARÍA. Op. cit. Nota no.79 p. 93
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(PRODENASBI), que sirvió de marco para la creación de la Red Nacional de Bibliotecas
Públicas, donde las contribuciones académicas rindieron frutos.
De igual forma, la participación se ve acrecentada en la creación del documento
“Recomendaciones sobre Capacitación del Personal Bibliotecario No Profesional” y la “Lista de
Actividades Profesionales y No Profesionales”, por parte del Colegio Nacional de Bibliotecarios,
donde queda establecido el tipo de actividades a realizar por parte de los bibliotecarios
profesionales, y que tienen un valor extra en relación con ser fuente de referencia para todas
aquellas instituciones que necesitan un perfil profesional en sus filas en el puesto de bibliotecario
profesional. Es por ello que la participación y existencia de estas organizaciones son
preponderantes para la vida bibliotecaria del país.
1.7 ACTIVIDADES Y FUNCIONES
El hacer y quehacer de una profesión se distinguen así mismas por los niveles de especialización
que estas actividades desarrollan en un determinado ámbito del conocimiento humano. Por tal
motivo, haciendo alusión a una actividad profesional dentro de una especialidad,
irreversiblemente nos orientamos al conjunto de prácticas y operaciones que se aplican para la
solución de un problema típico que aparece en la realidad, pero con la salvedad de que, para
dicha solución de un problema específico del conocimiento humano, se requiere un conjunto de
conocimientos, habilidades y destrezas para esa problemática. Pacheco Méndez establece de lo
anterior, que una de las características esenciales de una profesión:
“Es la constitución de un conjunto de conocimientos propios no
referidos totalmente a la práctica manual y que suponen un cierto grado
de autonomía y colaboración con otros campos profesionales ya
existentes”84
84 PACHECO MÉNDEZ, Teresa. Op. cit. Nota no. 37 p. 65
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A partir de esto, se rescata que las actividades profesionales en nuestra especialidad plantean
como requisito ineludible un cuerpo de conocimientos teórico-prácticos que son producto de toda
una formación que, para el caso nuestro, se vincula con un nivel licenciatura. En este orden, si
bien es cierto que el bibliotecario es un mediador entre el hombre y la información, habría que
resaltar que su responsabilidad es la de reunir, organizar y facilitar el empleo de registros
gráficos, por lo que sus actividades genuinamente profesionales deben encontrarse en esas tres
áreas;85 además, debemos entender que para el desarrollo integral de estos tres aspectos, se
despliegan actividades específicas que se aprecian en las unidades de información, como son: la
selección, la adquisición, la organización, la conservación, la promoción, la interpretación, el
préstamo, la reproducción, el control e incluso el descarte de documentos.86
Por esto mismo se debe considerar que su trabajo va más allá de la mera custodia y conservación
de información y que en la medida en que se identifique su amplio espectro de acción profesional
obtendremos por resultados el superar la visión típica y conservadora de un sujeto que atiende la
biblioteca a través de dos actividades: custodia y colocación de documentos. En atención a esto,
diversas asociaciones, tanto internacionales como nacionales, se han preocupado por enfatizar en
esa gran distancia que existe entre un bibliotecario profesional de aquel no profesional. Dicha
preocupación ha conducido a formular y aplicar una lista de actividades profesionales en las
cuales sustentar el nivel de formación profesional que deben cumplir los profesionistas que se
suman como tales.
Entre las asociaciones que originalmente elaboraron una lista de actividades profesionales
destacan la American Library Association, que han sido fuente de inspiración para que otras
asociaciones formulen y establezcan los listados correspondientes en forma local, pero que
igualmente aportan el amplio conocimiento y reconocimiento de actividades que se distinguen
por su grado de profesionalidad. Muy a pesar de que, como destaca Shera, de todas las
profesiones, la del bibliotecario es probablemente la más derivativa y sintética, dependiente
85 SHERA, Jesé H. Los fundamentos de la educación bibliotecológica. México : UNAM, CUIB, 1990 p. 203 86 GARZA MERCADO, Ario. Función y forma de la biblioteca universitaria. 2ª ed. México : COLMEX, 1984. p. 17
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sobremanera de las disciplinas más formales para la derivación de su propia estructura teórica y
cuerpo de práctica.87
Para el caso específico de nuestro país, el Colegio Nacional de Bibliotecarios en el año de 1982
dio a conocer el listado de las actividades profesionales que obligan a todos aquellos sujetos que,
posterior a una formación de nivel licenciatura, deben observar y ejercer sus actividades de
manera óptima dentro de las unidades de información dónde estos se encuentren; la lista contiene
lo siguiente:
“- Administración.
- Dirección de Personal.
- Capacitación de Personal.
- Relaciones Públicas
- Selección de Material Bibliográfico.
- Adquisición de Material.
- Catalogación y Clasificación.
- Preparación y Conservación física del material.
- Servicio de Préstamo.
- Servicio de Consulta
- Control de Estantes y Ficheros.” 88
La presentación y propuesta de esta lista de actividades profesionales mueve a la consideración
de afirmar la ineludible responsabilidad de la formación profesional entre el personal
especializado que desee laborar en cualquier tipo de biblioteca, y con esto, teórica y
prácticamente, garantizar que el establecimiento de esas actividades impactarán de una manera
efectiva y convincente a aquellos responsables que en el mercado laboral contratan a nuestros
profesionales. Paralelamente, en un mundo globalizado en donde los profesionales necesitan de
un sustento amplio sobre las mismas, las actividades profesionales son la representación más
fidedigna para dar respuesta a tal planteamiento.
87 Ibid. p.207 88 COLEGIO NACIONAL DE BIBLIOTECARIOS. Recomendaciones sobre capacitación del personal bibliotecario no profesional y lista de actividades profesionales y no profesionales. México: CNB, 1982, pp.1 - 16
48
1.8 ÉTICA PROFESIONAL
Históricamente, el comportamiento de una profesión parece atender más a sus aspectos de
naturaleza práctica y los resultados que se desprenden de éstos, pero, aunque se ha reflexionado
en los aspectos éticos que encierran las profesiones, no ha sido sino hasta los tiempos modernos
cuando los valores y comportamientos éticos de una profesión han adquirido un lugar de interés
en el cual se cifran una explicación que acompaña a una practica, pero también la evolución de la
misma para con la sociedad.
En medio de esta argumentación, lo que se pretende resaltar es la naturaleza sustantiva, sello
característico que se contempla en la ética profesional, de la cual se tienen más ventajas que
limitaciones, tanto para nuestro profesional, como para la sociedad misma; sin olvidar que la
profesión bibliotecaria siempre ha mantenido una naturaleza de servicio social, se vuelve aun más
inminente la explicación de una ética profesional que valide, haga transparente y cumpla con un
código de valores que no solamente deben de ser entendidos por el profesional, sino ejecutarlos
cotidianamente en el desempeño de sus actividades.
Vinculado a este respecto, comprende identificar que se entiende por ética. Así, entendemos que
la ética es un conjunto sistemático de conocimientos racionales y objetivos acerca del
comportamiento humano moral; por lo tanto, el objeto de estudio de la ética lo constituyen un
tipo de acto humano, que pueden ser actos concientes y voluntarios ó de los individuos de un
grupo de ellos que afectan a otros, como otros grupos sociales o a la sociedad en su conjunto.89
De esta forma, y relacionándolo con nuestra profesión, entendemos que la biblioteconomía o el
grupo de bibliotecarios que forman este gremio, se distingue no solamente, por una mera practica
y ejercicio profesional, sino que también de esto último nos damos cuenta de que sus resultados o
limitaciones que puedan tener, afectan de alguna manera a la sociedad, y por lo tanto, precisan de
un código de ética profesional que avale el deber ser del bibliotecario en la sociedad.
De lo anterior también se ubica la presencia de valores que la profesión encierra en sí misma, de
ahí que, por ejemplo, en las asociaciones profesionales de bibliotecarios se pretenda desarrollar
89 SÁNCHEZ VAZQUEZ, Adolfo. Ética. 49ª ed. México : Grijalbo, 1991. p. 23
49
una imagen positiva de este profesional frente al usuario.90 Tarea, esta última, que se ha
mantenido presente desde tiempo atrás, pero que en las últimas décadas su presencia ha
alcanzado connotaciones extremas, hasta el grado de exigir un código de ética para cada
profesión, entendiendo ésta exigencia como una parte determinante para la correcta ejecución de
la democracia en los diferentes países.
En el ámbito internacional, la aparición en la literatura especializada de códigos de ética
encuentra en el siglo XX, época de grandes avances; para muestra cabe indicar que Jonathan
Lindsey y Prentice detectaron, entre 1955 y 1983, que habían aparecido en lengua inglesa 71
trabajos que versaban sobre la ética profesional,91 no obstante, la American Library Association
aprueba para 1981 su código de ética, y para el cual incluso rescató algunos artículos de los
investigados por Linsdey. Posterior a esto, la aparición de códigos de ética bibliotecaria se
multiplica en distintos países, Canadá y Australia son ejemplo de ello. Para nuestro país, el
interés por un código de ética se muestra desde la década de los setenta, y hasta su consecución
en 1982, cuando el Colegio Nacional de Bibliotecarios crea y aprueba el código de ética
profesional bibliotecaria que impera en nuestra profesión, el cual declara entre otros aspectos lo
siguiente:
“1.- Acceso a la información 6. Fortalecimiento de la profesión
2.- Imparcialidad y objetividad 7. Respeto a la integridad de los
3.-Respeto a la confidencialidad. colegas.
4. Respeto y orgullo por la profesión. 8. Relaciones con los usuarios.
5. Profesionalización de la disciplina.. 9. Relaciones con la institución.”92
Algo que es conveniente resaltar en este código de ética es el noble esfuerzo por promover los
valores humanos vinculados a una profesión, pero resulta vital subrayar que si bien es cierto el
interés manifiesto de este código para su interacción con la sociedad, es ineludible subrayar que
90 CABALLERO, César. Participación de American Library Association”. En: Jornadas Mexicanas de biblioteconomía, Cocoyoc, Morelos 28-21 de mayo de 1997. México: AMBAC, 1997, pp. 378 91 GORDILLO, Roberto A. Sobre la pertinencia de adoptar un código de ética profesional para bibliotecario mexicanos. En: Memorias del primer seminario nacional de bibliotecarios titulados de México, 9 y 10 de octubre de 1989. Ciudad Universitaria, D. F. México: CNB: CONACYT, 1990, pp. 56 92 COLEGIO NACIONAL DE BIBLIOTECARIOS. Código de ética < http://www.cnb.org.mx/codigoetica.htm>. [On line] Disponible Consultado el día 3 de febrero de 2005
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valores como la dignidad, la lealtad, el respeto, la tolerancia y la fraternidad no solamente se
orientan hacia la sociedad sino que estos valores deben de ser ejercitados entre el mismo gremio
bibliotecario profesional, pues el eficiente ejercicio de dichos valores empieza entre los mismos
integrantes de nuestra especialidad. Esto se destaca porque pareciera que en ocasiones los
intereses personales se anteponen a los gremiales, y por lo tanto, ante este tipo de actitudes, la
sociedad percibe que en el interior del gremio mismo, los asuntos no marchan de manera
adecuada y puede, en determinado momento, formularse juicios acerca de una competencia
desleal que debilita la promoción del estatus en nuestro gremio y del reconocimiento del
quehacer bibliotecario.
Para 1992, Verdugo Sánchez advertía sobre la necesidad de tener un código de ética profesional
que regulará el comportamiento del bibliotecario, ante los servicios de información, normar
también el reconocimiento social de la profesión a través de la concertación entre empleadores y
prestadores del servicio, mediante honorarios y retribuciones justas que contribuyan a la
elevación del nivel de vida.93
En la actualidad, una vez superada esta carencia y establecido el código de ética profesional para
nuestro gremio, se vuelve necesario detenerse un momento para reflexionar la forma en que se ha
avanzado en el ejercicio del mismo, y si también, este mismo código de observancia voluntaria,
ha permitido la erradicación de competencias desleales internas que se presentan en el gremio.
Desde luego que esta investigación precisa no solamente de esfuerzos sino de un verdadero
sentido de responsabilidad para hacer conciencia que este código sólo es un documento que le dé
brillantez a la profesión, sino estar atentos a su cumplimiento, su mejora si fuera necesario para
que favorezca ciertamente al gremio, pero también a la sociedad en la expresión de actitudes que
interna y externamente deben proyectarse y regularse.
En esencia, la ejecución cotidiana de este código de ética contribuirá a fortalecer a los integrantes
de gremio en un entorno tan complejo y cambiante, en donde la puntualidad de lo establecido por
el código facilite la creación de una actitud positiva para hacer frente a este fenómeno, pero que a
su vez nos ayude a reconocer ese sentido de pertenencia que en determinado momento pudo
93 VERDUGO SÁNCHEZ, Op. Cit. Nota no. 65. p. 293
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haberse perdido y que es un compromiso social que permea a todas nuestras actividades
profesionales. Así mismo, perpetuar los principios de apoyo, defensa y promoción de otros
derechos -como el derecho a la información y libertad de pensamiento-, esenciales para la
libertad, la igualdad, la paz y el entendimiento mundial; y con este ánimo, ponderar:
“- Que las bibliotecas sean puertas de acceso al conocimiento, el
pensamiento y la cultura.
- Apoyar la formación continua, la toma de decisiones y el desarrollo
cultural.
- Contribuir al desarrollo y mantenimiento de la libertad de acceso a la
información
- Garantizar y facilitar el acceso a las expresiones del conocimiento.
- Que la selección y disponibilidad de los materiales y servicios se
efectué por consideraciones profesionales.
- Oponerse a la censura.
- Evitar la discriminación.
- Abogar por el derecho de los usuarios a la intimidad y al anonimato.
- Defender los principios de libertad intelectual.”94
Con relación a esto último, podemos comprender que la defensa de estas prerrogativas humanas
debe soportarse no en meras posturas arbitrarias o de apasionamiento, y en todo caso, la
asistencia y ejecución de un código de ética profesional bibliotecario, figura como el bastión más
acertado para que nuestros profesionistas asuman su papel al interior del gremio y en la sociedad
94 A sabiendas que el término libertad intelectual es un principio acotado en los Estados Unidos de Norteamérica y que en muchos casos este término quizá no aún no se encuentra familiarizado en la concepción de la sociedad mexicana. Manifiesto de la IFLA sobre Internet [en línea] Disponibilidad: <http://www.ues.edu.suv/> Fecha de consulta: 27, marzo, 2005
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