1. TEXTOS LITÚRGICOS
1.a LECTURAS
Se despertarán los oídos de los sordos
y la lengua de los mudos gritará de júbilo
Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a
Digan a los que están desalentados: « ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de
Dios: Él mismo viene a salvarlos!»
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como
un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el
páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 145, 7- 10
R. ¡Alaba al Señor, alma mía!
El Señor mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos. R.
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario
(Ciclo B) - 2018
09
septiembre
El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos.
El Señor protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres,
para hacerlos herederos del Reino?
Lectura de la carta de Santiago 2,1-7
Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo
tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí,
en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo
acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la
fe y hacerlos los herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?
Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen
comparecer ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido
pronunciado sobre ustedes?
Palabra de Dios.
Aleluia. Cf. Mt 4, 2.1
Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino,
y sanaba todas las dolencias de la gente.
Aleluia. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de
la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y,
llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al
cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y
comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y,
en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
1.b GUION PARA LA MISA
Guion Domingo XXIII Tiempo Ordinario (B)
(Domingo 9 de septiembre de 2018)
Entrada:
Nos reunimos hoy en torno al altar del sacrificio para celebrar gozosamente el día del Señor, el domingo. La
celebración del sacrificio eucarístico es la causa y la cumbre de toda la vida cristiana. Participemos dignamente de
él.
Primera Lectura: Is 35,4-7a
Isaías es el profeta de la esperanza que anuncia la salvación inminente que viene de Dios.
Segunda Lectura: St 2,1-5
Dios eligió a los pobres para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino de los Cielos.
Evangelio: Mc 7,31-37
La curación del sordomudo llenó de admiración a cuantos presenciaron el milagro, quienes decían de Cristo: “Todo
lo ha hecho bien”.
Preces:
Confiando en la promesa de Jesús, que nos asegura la benevolencia del Padre si le pedimos en su
Nombre, unámonos en la súplica comunitaria.
A cada intención respondamos cantando:
* Por todos los ministros de la Iglesia, para que, por medio de ellos, la Palabra de Dios sea más conocida, aceptada
y vivida como fuente de libertad y alegría. Oremos.
* Por los gobernantes y quienes buscan el poder; para que su búsqueda sea orientada al servicio humilde y no a la
ambición humana del progreso personal o sectorial. Oremos.
* Por todos los que sufren distintas pruebas, por los pobres y enfermos, para que encuentren en su cruz el camino de
la propia santificación. Oremos.
* Por todos nosotros, para que impulsados por la gracia de Dios, nos comprometamos firmemente a la transformación
de las realidades terrenas mirando siempre las eternas. Oremos.
Señor, que has elegido a los pobres para hacerlos herederos del Reino, acuérdate de aquellos por quienes
te hemos suplicado. Por Jesucristo nuestro Señor.
Ofertorio:
Participemos con gozo del memorial que salva y santifica al mundo. En Él Jesucristo se ofrece, y nosotros juntamente
con Él. Presentamos:
* Incienso, cuyo perfume es signo de las oraciones que elevamos a diario por el bien de nuestros hermanos.
* Pan y vino, para que al convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo sea la refección que de fuerzas a la Iglesia
peregrina.
Comunión:
Jesús Eucaristía es el remedio de nuestros males y la fortaleza en nuestras tribulaciones. Acerquémonos a recibirlo
con amor y confianza.
Salida:
Después de habernos saciado con el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía, salgamos al mundo fortalecidos y
llenos de alegría para proclamar la Buena Noticia: el Verbo se hizo carne y ha venido para salvarnos.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por el Directorio Homilético
Vigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario (B)
CEC 1503-1505: Cristo, el médico
CEC 1151-1152: los signos asumidos por Cristo, signos sacramentales
CEC 270-271: la misericordia de Dios
Cristo, médico
1503 La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (cf Mt 4,24)
son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios está muy
cerca. Jesús
no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados (cf Mc 2,5-12): vino a curar al hombre
entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que
sufren llega hasta identificarse con ellos: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt 25,36). Su amor de
predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular
de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables
esfuerzos por aliviar a los que sufren.
1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e
imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo
(cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos,
Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
1505 Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus
miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los
enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la
victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-
6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su
muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a
su pasión redentora.
1151 Signos asumidos por Cristo. En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la
Creación para dar a conocer los misterios el Reino de Dios (cf. Lc 8,10). Realiza sus curaciones o subraya su
predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos (cf Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un sentido
nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Exodo y a la Pascua (cf Lc 9,31; 22,7-
20), porque él mismo es el sentido de todos esos signos.
1152 Signos sacramentales. Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de los signos
sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino purifican e integran toda la riqueza
de los signos y de los símbolos del cosmos y de la vida social. Aún más, cumplen los tipos y las figuras de la
Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del
cielo.
"Te compadeces de todos porque lo puedes todo" (Sb 11,23)
270Dios es el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Muestra, en efecto, su
omnipotencia paternal por la manera como cuida de nuestras necesidades (cf. Mt 6,32); por la adopción
filial que nos da ("Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor
todopoderoso": 2 Co 6,18); finalmente, por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto
grado perdonando libremente los pecados.
La omnipotencia divina no es en modo alguno arbitraria: "En Dios el poder y la esencia, la voluntad y la inteligencia,
la sabiduría y la justicia son una sola cosa, de suerte que nada puede haber en el poder divino que no pueda estar en
la justa voluntad de Dios o en su sabia inteligencia" (S. Tomás de A., s.th. 1,25,5, ad 1).
2. EXÉGESIS
Rudolf Schnackenburg
Curación de un sordomudo1
(Mc.7,31-37)
31 Salió de los territorios de Tiro, y, a través de Sidón, nuevamente se dirigió hacia el mar de Galilea, en pleno
territorio de la Decápolis. 32 Le traen un sordomudo y le ruegan que le imponga la mano. 33 Y llevándoselo
aparte, fuera de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua: 34 levantando entonces
los ojos al cielo, suspiró, y le dice: «¡Effathá!», que significa: «¡Ábrete!» 35 Se le abrieron los oídos e
inmediatamente se le soltó la lengua y comenzó a hablar correctamente. 36 Les mandó con insistencia que no lo
dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba él, tanto más lo proclamaban ellos. 37 Y, sobremanera atónitos,
decían: «Todo lo ha hecho perfectamente: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
(…) Las gentes que llevan el sordomudo a Jesús y le suplican que le imponga las manos (cf. 6,5) eran ciertamente
judíos (…). Cuando al término del episodio exclaman «Todo lo ha hecho perfectamente: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos», están citando una frase tomada de un vaticinio del profeta Isaías para el tiempo de la salvación
1 Este relato es exclusivo de San Marcos.
(Isa_35:5). Para la comunidad cristiana este vaticinio se cumple en el ministerio de Jesús: Dios envía a su pueblo la
salvación prometida. Pero Marcos se apodera del episodio y lo expone pensando sobre todo en sus lectores cristianos
procedentes del paganismo.
Mediante una indicación de viaje lo relaciona con la narración precedente; quiere dar la impresión de que
esta curación sorprendente ha tenido lugar en una región donde al menos cabe pensar que los asistentes al acto no
eran judíos. Los pormenores del viaje de Jesús resultan bastante imprecisos. Según la lectura más probable, Jesús se
dirige primero desde Tiro más hacia el norte, hacia Sidón; dobla después y regresa al lago de Genesaret «en pleno
territorio de la Decápolis»; es decir, a la orilla oriental del lago. Evita, pues, Galilea y se encuentra, según Marcos,
en una región donde también tuvo lugar el exorcismo y curación del endemoniado de Gerasa (Isa_5:1-20). (…) lo
que pretende es llamar la atención de los lectores sobre la importancia del episodio para ellos mismos: la acción
salvífica de Jesús mira al mundo pagano. También para ellos Dios «todo lo ha hecho perfectamente» por obra de
Jesús. (…) Subraya ante todo la orden de silencio de Jesús (v. 36), aunque aquella gente no le obedece, y
«proclaman» cada vez más lo que habían visto como lo «proclamó» por la Decápolis el poseso de Gerasa ante su
curación (Isa_5:20).
(…). La gente presenta a Jesús un sordo que, por la misma dureza de oído, sólo puede hablar con mucha
dificultad, y tal vez sólo balbucía o tartamudeaba: toda una imagen de la impotencia humana. En su mentalidad
especial suplican a Jesús que quiera imponerle las manos y poder así aliviarle o curarle del todo. Jesús toma la
miseria humana muy a pecho: introduce sus dedos en los oídos del sordo y le toca la lengua con su saliva. Se
acomoda así al pensamiento del pueblo y no deja duda alguna de que quiere sanarle de su mal. Sin embargo, todo
eso no es más que la preparación; la curación propiamente dicha se realiza por su palabra soberana. Jesús la
pronuncia por propia iniciativa, pero después de haber elevado los ojos al cielo y en comunión con su Padre celestial.
Él mismo está íntimamente conmovido, como lo revela su suspiro.
La palabra aramea que se nos ha conservado, y que el evangelista traduce para los lectores, no se dirige a los
órganos enfermos sino al mismo paciente: «¡Ábrete!» En la concepción judía, todo el hombre está enfermo y cuando
se cura, la salud opera también sobre los órganos dañados. El resultado llega inmediatamente: los oídos se abren y
el impedimento de la lengua -imagen de la dificultad que tenía para hablar- se suelta. (…) Por extraño que pueda
resultarnos el relato -por ejemplo, la fuerza curativa de la saliva-, el cuadro constituye una imagen adecuada de lo
que ocurrió con la curación que Jesús llevó a cabo: todo el hombre ha quedado sano. Las dolencias que deforman la
creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original de la creación. Es un signo de la creación
nueva que Dios realizará algún día. En la mañana de la creación Dios todo lo hizo bien (Gén 1), en el día de la
consumación «todo lo hará nuevo» (Rev_21:5).
Según el relato evangélico, la curación se verificó aparte, fuera de la gente. El evangelista, que tanto interés
pone en la reserva y secreto de la actividad taumatúrgica de Jesús, difícilmente ha encontrado ya este rasgo que
subraya al máximo. En la paralela curación del ciego (Mc_8:22-27), Jesús saca al enfermo de la aldea (8,23). En su
imagen del Jesús terrenal entra el que en las grandes curaciones busque el silencio y el alejamiento de los hombres;
esto le distingue de los taumaturgos helenistas sobre los que circulan muchas historias. Éstos buscaban el
sensacionalismo y el aplauso de los hombres; Jesús se retiraba del pueblo. Lo que sus manos y su palabra realizaban
era para el propio Jesús un acontecimiento milagroso de la proximidad divina y él conservaba el misterio de su
actividad divina. Esto no excluye que tales hechos deban testificar también el inminente tiempo de salvación; deben
hacer reflexionar a los hombres y conducirlos a la fe. Por ello rehuye Jesús a la multitud curiosa y ávida de
novedades, aunque sin retirarse de su actividad pública. El evangelista no hace sino resaltar cada vez más esta actitud
de Jesús, a lo cual le mueve el interés por la persona de Jesús. Las obras salvíficas de Dios que Jesús realizaba, eran
también obras de éste y testificaban en su favor como Mesías e Hijo de Dios. Personalmente Jesús quería permanecer
oculto, pero sus obras no le permitían ocultarse. Marcos quiere suscitar en la comunidad creyente una conciencia
más viva de quién era ese Jesús: el verdadero y único emisario por quien llega a los hombres la salvación de Dios y
en el que se realizan las grandes promesas. No obstante, ese Jesús sólo puede y debe ser comprendido en la fe, por
lo que permanece en una cierta penumbra.
A los hombres les invade el pasmo, salen por completo fuera de sí; pero no llegan realmente a la fe. Esto
entra, sin embargo, en los planes salvíficos de Dios, porque Jesús tiene que seguir el camino que lleva a la Cruz
(Mc_8:31) para dar su vida en rescate de muchos (Mc_10:45). Es difícil que el evangelista haya querido interpretar
el episodio de una manera simbólica. En modo alguno da a entender que el sordomudo deba ser un tipo para los
hombres, que primero se muestran sordos al mensaje de salvación y a quienes sólo Jesús abre los oídos para escuchar
y comprender. El impedimento de la lengua, de que el enfermo se ve liberado, sólo con grandes dificultades puede
acomodarse a semejante interpretación simbólica
(SCHNACKENBURG, R., El Evangelio según San Marcos, en El Nuevo Testamento y su Mensaje, Editorial
Herder)
3. COMENTARIO TEOLÓGICO
San Juan Pablo II
Jesús es el Mesías y el Hijo Unigénito de Dios
Queridísimos monjes de la abadía de Grottaferrata, y vosotros, sacerdotes y fieles que me escucháis:
1. No sólo la cercanía del lugar, sino también y sobre todo la cercanía del espíritu me ha hecho venir esta
tarde hasta vosotros, para celebrar la liturgia dominical y dirigiros una palabra de exhortación y de ánimo. Nuestro
encuentro se desarrolla en el XVI centenario de la muerte de San Basilio Magno, obispo de Cesarea de Capadocia;
y quiero, ante todo, dar las gracias y saludar a los buenos religiosos, que toman nombre de este insigne doctor de la
Iglesia Oriental, y que nos brindan hospitalidad a la sombra de su histórica abadía. Saludo después cordialmente a
todos los que habéis venido en tan gran número y me habéis demostrado vuestros sentimientos de afectuoso saludo.
2. Acabamos de escuchar las lecturas de la Sagrada Escritura, tan ricas de enseñanzas y dignas de atenta
reflexión. Pero me detendré preferentemente en el episodio evangélico, que se refiere a la curación milagrosa de un
sordomudo, realizada por Nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué hermoso es, queridísimos hermanos, ese grito unánime
que se levanta de la multitud: "Todo lo ha hecho bien"! Esta exclamación, dictada —como observa el evangelista—
por un vivo estupor, es más que un simple reconocimiento de la potencia del Señor, o un tributo de admiración por
el prodigio. En realidad, implica la "violación" de una orden dada por Jesús, que había pedido silencio en torno a
ese hecho; además —y es algo muy importante— va seguida y, diría, integrada por otras palabras que dan un claro
testimonio mesiánico de El. "Todo lo ha hecho bien —dijeron los presentes-; a los sordos hace oír y a los mudos
hablar". ¿No reconocían precisamente en estas acciones algunos de esos "signos" que, según los anuncios de los
profetas, se verificarían a la llegada del Mesías? ¿Y acaso no hemos leído en el texto de Isaías, que ha precedido a
este Evangelio, las palabras inspiradas: "Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos.
Entonces... la lengua de los mudos cantará gozosa" (Is 35,5-6)?
Sí, hermanos, basándonos en el valor probativo de esta correspondencia entre predicciones y cumplimientos,
haciéndonos eco del entusiasmo de las turbas, creemos y confesamos que Jesús es verdaderamente el Mesías, esto
es, el Ungido de Dios, el Cristo. El ha sido consagrado por Dios y enviado al mundo. Jamás meditaremos bastante
—es tan importante y denso de contenido— sobre este dato de nuestro Credo: Jesús; el Hijo unigénito de Dios, en
cumplimiento de las antiguas promesas, ha venido en la plenitud de los tiempos a nosotros haciéndose hijo del
hombre, se ha colocado el el centro de la historia para realizar de manera auténtica y definitiva el designio de
salvación, concebido por el Padre desde la eternidad. Iluminados por la fe, debemos mirar no sólo a la figura del
Mesías, tino también a esta misión suya, que interesa a la humanidad en general y a cada uno de nosotros en
particular.
Ya en el Antiguo Testamento el Mesías es como el catalizador de los anhelos y de las esperas del pueblo de
Israel, a lo largo de todo el arco de su historia: cada una de las esperanzas de liberación y de santificación se apoyan
fuertemente sobre El. Pero en el Nuevo Testamento es donde esta función del Mesías se precisa como misión de
salvación espiritual y universal. Hallándose un día en la sinagoga de Nazaret, Jesús dio lectura a una página de
Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió... para dar a
los ciegos la recuperación de la vista...", e ilustró la explicación con una premisa significativa: "Hoy se cumple esta
Escritura que acabáis de oír" (cf. Lc Lc 4,16-21). Y a los discípulos de Juan Bautista que habían venido a preguntarle:
"¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro?", Jesús respondió apelando a los hechos previstos y predichos para
el Mesías: "Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto: los ciegos ven... los sordos oyen... y los pobres son
evangelizados" (cf. Mt Mt 11,2-6).
Reanudemos ahora, a la luz de estos textos, la narración del Evangelio de hoy.
3. El milagro nos dice también algo desde el punto de vista del "modus operandi" que sigue Jesús-Mesías.
Le habían presentado un sordomudo, rogándole que le impusiera las manos: Jesús, en cambio, realiza sobre él
diversos gestos: lo toma aparte: le mete los dedos en los oídos; le toca la lengua. ¿Por qué todo esto? Porque la
condición que Jesús exige siempre de los que sufren y de los enfermos es la fe, preguntándoles sobre ella o
estimulándoles a ella, según los casos. Ahora bien, en el caso del sordomudo, el tocar sus sentidos impedidos
responde precisamente a este fin: comunicarse con quien no puede oír ni hablar, y despertar en él un movimiento de
fe.
Pero hay más: Jesús eleva los ojos al cielo, después suspira y pronuncia la palabra resolutiva: Effatà, una de
las pocas palabras que conservamos con el sonido con que las pronunció Jesús. Notemos el poder de esta palabra,
que tiene una carga dinámica, porque realiza el efecto que expresa. Como ante otras palabras de Cristo, referidas en
los Evangelios, por ejemplo Talita kum, que hizo levantar del lecho a la hija muerta de Jairo (cf. Mc Mc 5,22-24 Mc
Mc 5,35-43), o como la expresión Lazare, veni foras, que hizo salir del sepulcro al amigo cuyo cuerpo ya estaba en
descomposición (cf. Jn Jn 11,38-44), estamos aquí frente al misterio del poder de taumaturgo, que es atributo
connatural del Mesías-Hijo de Dios. Este, siendo el Verbo del Padre, la Palabra viviente del Padre, lo mismo que
con el Fiat creador sacó de la nada todas las cosas, así también con la palabra salida de su boca humana tiene la
virtud, es decir, la potencia absoluta de plegar todas las cosas a su querer.
¿Por qué, pues, no tratamos de experimentar en nosotros mismos esta virtud permanente de Cristo? Junto a
sus palabras realizadoras de milagros físicos, ¿cuántas otras palabras contiene el Evangelio que "cavan" a nivel
interior y actúan en el plano sobrenatural? Recuerdo rápidamente las palabras "Confía, hijo; tus pecados te son
perdonados", dirigidas al paralítico (Mt 9,3); "Vete y no peques más", dirigidas a la adúltera (Jn 8,11). Recuerdo
también el milagro que realiza en Zaqueo la simple presencia de Jesús: "Hoy ha venido la salud a tu casa" (Lc 19,9).
Y podría añadir el "Venid en pos de mí" que fue determinante para la vocación de los Apóstoles (cf. Mt Mt 4,19); o
el "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia" (Mt 16,18), o las palabras más arcanas y sublimes de
la última Cena: "Este es mi cuerpo; esta es mi sangre" (Mt 26,26 Mt 26,28).
Íntimamente persuadidos de la fuerza milagrosa, de la dynamis de Cristo, que en el momento de dejar este
mundo reivindicó para sí "todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28,18), debemos ir a El para sanar de nuestros
males físicos y morales, para curar nuestras debilidades y nuestros pecados: obtendremos de El esperanza, fuerza y
salud. según la medida de nuestra fe.
(...)
Al reanudar ahora la celebración de la Santa Misa, yo os invito a los religiosos y con vosotros a todos los
fieles que os rodean, a unirse a mí en la invocación común para que el Señor Jesús, como si renovara el milagro del
sordomudo, quiera abrir nuestros oídos para escuchar siempre con fidelidad su palabra, y vuelva expedita nuestra
lengua para alabar y dar gracias a su Padre y nuestro Padre celeste. Así sea.
(SAN JUAN PABLO II, Homilía en la Misa en la Abadía de Grottaferrata, Domingo 9 de septiembre de 1979)
4. SANTOS PADRES
Catena Aurea
Marcos 7:31-37
Dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando el
territorio de Decápolis. Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre él su mano (para
curarle). Y apartándole Jesús (del bullicio) de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la
lengua, y alzando los ojos al cielo arrojó un suspiro y díjole: "Efetá", que quiere decir: "abríos". Y al momento se
le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la lengua, y hablaba claramente. Y mandóles que no lo dijeran
a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban, y tanto más crecía su admiración,
y decían: "Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos". (vv. 31-37)
Teofilacto
No quería el Señor detenerse entre los gentiles, ni dar motivo a los judíos de que lo creyeran transgresor de la ley
por mezclarse con aquéllos, por lo cual se vuelve luego, según estas palabras: "Dejando Jesús otra vez", etc.
Beda, in Marcum, 2, 31
Decápolis es el país de las diez ciudades al otro lado del Jordán, al oriente, frente a Galilea. Cuando dice que el
Señor llegó al mar de Galilea hacia el centro de Decápolis, no quiere decir que entró en Decápolis ni que atravesó
el mar, sino más bien que en el mar llegó hasta un punto desde donde alcanzaba a ver el centro de Decápolis a lo
lejos, más allá del mar.
"Y presentáronle un hombre sordo", etc.
Teofilacto
Lo cual se pone con razón después que fue librado el poseído, porque aquella enfermedad procedía del demonio.
"Y apartándole Jesús", etc.
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Separa de la gente al sordo y mudo, para no hacer públicos sus milagros divinos, enseñándonos así a despojarnos
de la vanidad y del orgullo; porque no hay nada en el poder de hacer milagros que equivalga a la humildad y a la
modestia. Le metió los dedos en las orejas, pudiendo curarle sólo con su voz, para manifestar que su cuerpo unido
a la Divinidad estaba enriquecido con el poder divino, así como sus obras. Y como por el pecado de Adán la
naturaleza humana cayó en muchas enfermedades y en la debilidad de los miembros y los sentidos, Cristo
demostró en sí mismo la perfección de esta naturaleza, abriendo los oídos con su dedo y dando el habla con su
saliva: "Y con la saliva le tocó la lengua".
Teofilacto
Esto demuestra que todos los miembros de su sagrado cuerpo son santos y divinos, como la saliva con que dio
flexibilidad a la lengua del mudo. Porque es cierto que la saliva es una superfluidad; pero todo fue divino en el
Señor.
"Y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro", etc.
Beda, in Marcum, 2, 31
Alzó los ojos al cielo, para enseñarnos que es de allí de donde el mudo debe esperar el habla, el sordo el oído y
todos los enfermos la salud. Y arrojó un gemido, no porque para demandar algo a su Padre tuviera necesidad de
ello, El que satisface, con su Padre, a todos los que lo piden, sino para hacernos ver que es con gemidos como
debemos invocar su divina piedad por nuestros errores o los de nuestros prójimos.
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
O bien: gimió tomando a su cargo nuestra causa y compadecido de nuestra naturaleza, viendo la miseria en que
había caído el género humano.
Beda, in Marcum, 2, 31
La palabra epheta, que significa abríos, corresponde propiamente a los oídos, porque han de abrirse para que
oigan, así como para que pueda hablar la lengua hay que librarla del freno que la sujeta. "Y al momento se le
abrieron los oídos", etc. Aquí se ven de un modo manifiesto las dos distintas naturalezas de Cristo; porque alzando
los ojos al cielo como hombre, ruega a Dios gimiendo y, en seguida, con divino poder y majestad cura con una
sola palabra.
"Y mandóles, continúa, que no lo dijeran a nadie".
San Jerónimo
Con esto nos enseñó a no glorificarnos en nuestro poder, sino en la cruz y la humillación.
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Mandó, pues, que callaran el milagro, a fin de no hacer que los judíos perpetrasen por envidia su homicidio antes
de tiempo.
Pseudo-Jerónimo
Una ciudad situada en la cima de un monte, y que se ve de todas partes, no puede ocultarse; y la humildad precede
siempre a la gloria (Pro_15:33). "Pero cuanto más se lo mandaba, prosigue, con tanto mayor empeño lo
publicaban", etc.
Teofilacto
En esto debemos aprender, cuando hagamos un beneficio a cualquiera, a no buscar el menor aplauso o alabanza; a
alabar a nuestros bienhechores y publicar sus nombres, aunque ellos no quieran.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 4, 4
¿Para qué, pues, El, que conoce la voluntad de los hombres tanto la presente como la futura, les mandaba que no
dijeran nada, sabiendo que habían de decirlo tanto más cuanto más les encargaba el secreto, si no fuera para
mostrar a los perezosos con cuánto estudio y fervor deben anunciarle ellos, a quienes manda que lo anuncien,
cuando así lo hacen aquellos a quienes ordena el secreto?
Glosa
La fama de las curas que Jesús había obrado aumentaba la admiración de las gentes y el rumor de los beneficios
que había hecho. "Y tanto más, sigue, crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los
sordos y hablar a los mudos".
Pseudo-Jerónimo super Et iterum exiens de finibus
En sentido místico, Tiro, que significa lugar estrecho, simboliza la Judea, a quien dice el Señor: "Porque el lecho
es angosto" (Is 28); por lo cual se traslada a otras naciones. Sidón significa caza : la bestia salvaje es nuestra
nación y el mar la inconstancia que nunca cesa. Porque es en medio de Decápolis, en cuya palabra se interpretan
los mandamientos del Decálogo, a donde fue el Salvador para salvar a las naciones. El género humano, compuesto
de tantos miembros y consumido por tan diversas enfermedades como si fuera un solo hombre, se encuentra todo
en el primer hombre: no ve teniendo ojos, no oye teniendo oídos, y no habla teniendo lengua. Le rogaban que
pusiera su mano sobre él, porque muchos justos y patriarcas querían y deseaban la Encarnación del Señor.
Beda, in Marcum, 2, 31
O bien es sordo y mudo el que no tiene oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es necesario
que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar.
Pseudo-Jerónimo
Porque siempre el que merece ser curado es conducido lejos de los pensamientos turbulentos, de las acciones
desordenadas y de las palabras corrompidas. Los dedos que se ponen sobre los oídos son las palabras y los dones
del Espíritu Santo, de quien se ha dicho: "El dedo de Dios está aquí" (Éxo_8:19). La saliva es la divina sabiduría,
que abre los labios del género humano para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo demás. Gimió
mirando al cielo, así nos enseñó a gemir y a hacer subir hasta el cielo los tesoros de nuestro corazón; porque por el
gemido de la compunción interior se purifica la alegría frívola de la carne. Se abren los oídos a los himnos, a los
cánticos y a los salmos. Desata el Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra, lo que no pueden impedir
las amenazas ni los azotes.
(SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Mc 7, 31-37)
5. APLICACIÓN
P. José A. Marcone, IVE
“¡Ábrete!”
(Mc 7,31-37)
Introducción
El hecho que narra el evangelio de hoy sucedió dentro del último año de la vida pública de Cristo. En efecto,
la primera multiplicación de los panes, narrada en Mc 6,30-44, sucedió exactamente un año antes de la muerte de
Cristo. Algún tiempo después de esa multiplicación de los panes, sucede el milagro que hemos leído hoy.
El hecho sucede en la orilla Este del Lago de Galilea o Mar de Genesaret, pues dice el evangelio que sucedió
“en medio de la región de la Decápolis” (Mc 7,31), la cual queda en el lado oriental del Lago.
Digámoslo desde el primer momento y de una manera muy clara: la finalidad principal de los milagros de
Jesús no es la de hacer una obra de misericordia corporal. La finalidad principal de los milagros de Jesús es mostrar
su identidad, es decir, hacer ver que Él es Dios. Esto se ve claramente también en el milagro de hoy.
1. Revelación de la identidad de Jesús: Mesías y Dios
El tema dominante del evangelio de San Marcos es la identidad de Jesús. Dice K. Stock: “Desde el inicio
Marcos expone claramente cuál es su intento. Quiere responder a la pregunta fundamental: ¿Quién es Jesús?” 2. Y
también: “Ya desde la primera frase Marcos manifiesta una singular concentración sobre la persona de Jesús, más
exactamente sobre la pregunta: ‘¿Quién es Jesús?’ No pierde una sola palabra, sino que da inmediatamente la
respuesta completa: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Esta concentración cristológica, ya sea en forma de pregunta
o de respuesta, está presente y viva a través de toda la obra de Marcos”3. El trozo del evangelio de San Marcos que
hemos leído hoy no escapa a esa lógica; también él nos quiere revelar quién es Jesús.
El evangelio de San Marcos está divido en dos partes. La primera parte va desde Mc 1,2 hasta Mc 8,30. La
segunda parte va de Mc 8,31 hasta el final, aunque tiene su punto culmen en Mc 15,39. La primera parte tiene como
finalidad demostrar que Jesús es el Mesías. Por eso culmina en Mc 8,30, cuando Pedro dice a Jesús: “Tú eres el
Mesías”. La segunda parte está orientada a mostrar que Jesús es el Hijo de Dios, esto es, que es Dios. Por eso culmina
en Mc 15,39 cuando el centurión romano dice: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. Todo esto estaba
ya anunciado en el título de la obra (Mc 1,1): “Evangelio de Jesús, el Cristo (= Mesías), el Hijo de Dios”. El trozo
del evangelio que hemos leído hoy pertenece a la primera parte y, por lo tanto, está orientado a mostrar que Jesús es
el Mesías.
Que el milagro que Jesús hace hoy está orientado a resaltar su identidad y que responde a la pregunta ‘¿Quién
es Jesús?’, queda de manifiesto en la reacción que tienen los que han visto el milagro. Dice el evangelista,
literalmente: “Y ellos quedaron superabundantemente fuera de sí, y decían: Él (Jesús) todo lo hizo bien y
hermosamente, porque hace escuchar a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37). Los que vieron el milagro
orientan todo el sentido del milagro hacia la figura de Jesús, esto es, hacia la persona de Jesús. Es Jesús el que los
hace salir fuera de sí, es decir, extasiarse de una manera superabundante4. Y, juntamente con eso, el milagro que
ellos vieron los hace declarar algo acerca de la identidad de Jesús, se refieren a Jesús y manifiestan algunas
características de la identidad de Jesús: ‘todo lo hizo bien y hermosamente’, ‘hace oír a los sordos y hablar a los
mudos’. Por esta razón, la narración de la reacción de los que vieron el milagro nos habla de que San Marcos quiere
hacer resaltar la persona y la identidad de Jesús5.
2 STOCK, K., Vangelo secondo Marco, Edizioni Messagero Padova, 2002, Padova, p. 5; traducción nuestra. 3 STOCK, K., Vangelo secondo Marco..., p. 8. 4 Para expresar lo que yo he traducido como ‘quedaron fuera de sí’ el texto original griego dice exepléssonto. Este término proviene del
verbo explésso, que está formado por la preposición ex, que significa ‘fuera de’, y el verbo plésso que significa ‘golpear’ (VINE, Multiléxico
del NT, nº 1605). Literalmente y ateniéndonos a su simple etimología, el verbo explésso significa ‘golpear hacia afuera’. Si tradujéramos
literalmente la palabra exepléssonto habría que hacerlo así: “Ellos fueron golpeados hacia afuera”. Pero lo que quiere expresar este verbo
es que la persona de Jesús, después del milagro, los golpeó de una manera tan extraordinaria que los hizo salir fuera de sí. Por lo tanto,
podríamos decir que ese verbo significa: ‘estar fuera de sí por algo que golpea fuertemente’; o quizá: ‘estar violentamente fuera de sí’; o
mejor todavía: ‘salir fuera de sí con un movimiento violento’. Estas indicaciones etimológicas son importantes porque ayudan a comprender
el efecto que la acción y la persona de Jesús provocaron en las personas que vieron el milagro. Si a esto le agregamos el adverbio hyper-
perissós (super-abundantemente), el efecto de la persona y la acción de Jesús queda completamente caracterizado: ‘Quedaron
abundantemente (completamente) fuera de sí con un movimiento violento’. Y así queda mejor resaltado el interés del evangelista y de la
gente por la persona de Jesús y su identidad. 5 En los evangelios muchas veces la persona de Jesús y su accionar provocan admiración en la gente que está delante de Él. Esta admiración
los lleva a preguntarse acerca de la persona y la identidad de Jesús: ‘¿Quién es este?’. Los evangelistas, al narrar la admiración de la gente,
están poniendo énfasis y resaltando la pregunta acerca de la persona y la identidad de Jesús: cf. Mc 2,7; 4,41; 11,28; Mt 7,28-29; 13,54;
21,10; Lc 4,22; 7,49; 9,9; 9,43; 19,3; etc.
Además de admirarse y quedar impactados por la persona de Jesús, ¿qué características le adjudican a Jesús?
Lo reconocen como el Mesías. En efecto, ellos dicen: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,31).
Precisamente esa era la indicación que, como vemos en la primera lectura de hoy, daba el profeta Isaías para
reconocer al Mesías: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán” (Is 35,5).
Jesús mismo se aplica a sí mismo estas características para demostrar a los discípulos de San Juan Bautista que Él
es, efectivamente, el Mesías. Los discípulos de San Juan Bautista le dicen a Jesús: “Juan el Bautista nos ha enviado
a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Lc 7,20). Y Jesús les responde aplicándose a sí
mismo el versículo de Is 35,5 recién citado: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen” (Lc 7,22). La reacción de los que han visto el milagro del
sordomudo de hoy no sólo manifiesta la admiración por la persona de Jesús, sino que también lo identifican como
el Mesías6.
Pero hay algo más. Ellos dicen textualmente según el texto griego: “Todo lo hizo bien” (kalôs pánta
pepoíeken; Mc 7,37). Ahora bien, esa expresión es reservada en la Biblia para el mismo Dios cuando termina de
crear. En efecto, dice el libro del Génesis: “Y contempló Dios todo lo que hizo y vio que era muy bueno y muy
hermoso” (Gén 1,31)7. Por lo tanto, el evangelio de hoy, a través de la frase admirativa de la gente, le está aplicando
a Jesús una acción que sólo puede aplicarse a Dios. Por esta razón dice K. Stock: “El pueblo reacciona con maravilla
y entusiasmo a la curación y dice: ‘Ha hecho bien todas las cosas: ¡hace oír a los sordos y hace hablar a los mudos!’.
Al fin de la creación se habla de forma similar: ‘Dios vio cuanto había hecho, y he aquí que era algo muy bueno’
(Gén 1,31). Por lo tanto, lo que el pueblo afirma muestra que con el obrar de Jesús el reino de Dios ha llegado (cf.
Mc 1,15), y comienza la nueva creación”8. Y R. Schnackenburg dice: “Con la curación del sordomudo las dolencias
que deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original de la creación. Es un
signo de la creación nueva que Dios realizará algún día. En la mañana de la creación Dios ‘todo lo hizo bien’ (cf.
Gén 1,31), en el día de la consumación ‘todo lo hará nuevo’ (Apoc 21,5)”9.
Por lo tanto, en el milagro narrado en el evangelio de hoy, se debe ver una revelación de la divinidad de
Jesús, quien, en cuanto Dios, hace una nueva creación. Esto es lo que quiere decir Schnackenburg cuando dice: “Lo
que sus manos y su palabra realizaban era para el propio Jesús un acontecimiento milagroso de la proximidad divina
y él conservaba el misterio de su actividad divina”10.
2. Revelación de la identidad de Jesús: Verbo Encarnado
Si bien el trozo del evangelio de hoy muestra a Jesús como Dios, también lo presenta como alguien
profundamente humano.
6 Respecto a esto dice R. Schnackenburg: “Marcos quiere suscitar en la comunidad creyente una conciencia más viva de quién era ese Jesús:
el verdadero y único emisario por quien llega a los hombres la salvación de Dios y en el que se realizan las grandes promesas”
(SCHNACKENBURG, R., El evangelio según San Marcos, en El Nuevo Testamento y su mensaje, Herder, Madrid, 1969). 7 Para decir ‘bueno’, tanto en el texto griego del evangelio en Mc 7,37 como en el texto griego de la Biblia de los LXX en Gén 1,31, se usa
el término kalós. Kalós significa primariamente ‘hermoso’ y secundariamente ‘bueno’. Tanto en Mc 7,37 como en Gén 1,31, kalós es usado
con el sentido primario de ‘bueno’, pero sin perder su matiz de ‘hermoso’. Por eso, el texto de Gén 1,31 bien se podría traducir como lo
hemos hecho nosotros: ‘Vio Dios que todo lo que hizo era muy bueno y muy hermoso’. Por lo tanto, el texto de Mc 7,37 puede traducirse:
‘Todo lo hizo bien y de manera hermosa’. 8 STOCK, K., La Liturgia della Parola. Spiegazione dei Vangeli domenicali e festivi, Anno B, ADP, Roma 2002; traducción nuestra. 9 SCHNACKENBURG, R., El evangelio según San Marcos, en El Nuevo Testamento y su mensaje, Herder, Madrid, 1969. 10 SCHNACKENBURG, R., Ibidem. Respecto a esto dice G. Marchesi: “Todo esto tiene en el relato evangélico de Marcos un significado
particular: Jesús obra las mismas acciones prodigiosas de Dios, Creador y Salvador. Esto constituye la prueba de que Jesús es
verdaderamente el Mesías prometido, el Hijo de Dios (Mc 1,1)” (MARCHESI, G., Il Vangelo della speranza, Città Nuova Editrice, Roma,
19902, p. 420; traducción nuestra).
El hombre que se presenta ante Jesús era sordo (kophós) y hablaba con dificultad (mogilálos)11. Por eso dice
Schnackenburg: “La gente presenta a Jesús un sordo que, por la misma dureza de oído, sólo puede hablar con mucha
dificultad, y tal vez sólo balbucía o tartamudeaba: toda una imagen de la impotencia humana”12. La discapacidad de
este hombre era particularmente dolorosa porque lo aislaba de la sociedad. El escuchar el sonido material de las
palabras es absolutamente necesario para entrar en comunión con los hombres. Pero, además, el escuchar es la
expresión que usa la Sagrada Escritura para expresar la obediencia a Dios. Muchísimas veces, tanto en el AT como
en el NT, Dios pide obediencia a su pueblo diciéndole: ‘¡Escucha!’. Así, por ejemplo, el famoso shemá Yisrael de
Deut 6,4-5: “¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda el alma y con todas tus fuerzas”. El órgano del oído es necesario también para entrar en comunión con Dios
y para participar activamente en la asamblea cúltica, es decir, para rendir culto a Dios en la reunión litúrgica. Por
eso, tiene razón Schaneckenburg cuando dice que el sordo que hablaba a duras penas era ‘toda una imagen de la
impotencia humana’.
A Jesucristo esa impotencia humana le llegó al corazón, lo conmovió profundamente e hizo que Él se
involucrara intensamente en los problemas y sufrimientos de este hombre. La acción que Jesús hace previa a la
curación milagrosa quiere significar precisamente eso. Jesús mete sus dedos dentro del oído del sordo, y, mojando
su dedo con su propia saliva, toca la lengua del que hablaba a duras penas. Jesús no sólo es Dios, sino que también
es hombre, se compadece del hombre y entra profundamente en la realidad del hombre. Eso es lo que significan esos
gestos de tanta cercanía corporal. Respecto a esto, dice Schnackenburg: “Jesús toma la miseria humana muy a pecho:
introduce sus dedos en los oídos del sordo y le toca la lengua con su saliva”13.
Cuando decimos que Jesús se conmovió profundamente ante la impotencia del sordomudo no es una
suposición ni un mero pensamiento piadoso. Es una realidad que trae el mismo texto del evangelio. En efecto, el
evangelio de hoy dice que Jesús, antes de realizar el milagro, según la traducción del Leccionario, ‘suspiró’ (Mc
7,34). Sin embargo, la palabra del original griego es esténaxen. Este tiempo verbal proviene del verbo stenádso que
significa ‘gemir’14. La Vulgata traduce con el verbo latino ‘ingemiscere’, que significa ‘gemir’, ‘lamentarse’15. La
Biblia de Jerusalén traduce: “Dio un gemido”. Y ‘gemir’, según el DRAE, es “expresar naturalmente, con sonido y
voz lastimera, la pena y el dolor”. Además, el verbo stenádso proviene del adjetivo stenós, que significa ‘estrecho’,
‘angosto’, de donde proviene el sustantivo latino ‘angustus’, de donde proviene la palabra castellana ‘angustia’. Por
tanto, la acción que Jesús hizo antes de hacer el milagro fue emitir un sonido con la boca, y con ese sonido estaba
expresando la pena, el dolor y la angustia de su alma16.
La pena, el dolor y la angustia del alma de Jesús se deben, principalmente, al estado deplorable de la situación
del hombre que está delante de Él. Se conmueve por el sufrimiento del otro. Pero, al mismo tiempo, en el sordomudo,
Jesucristo ve a toda la humanidad sumida en la incomunicación entre sí y para con Dios. Toda la impotencia y la
miseria de la humanidad se le hace presente a Jesús, y Él, con un gemido, hace notar que participa profundamente
de esas miserias. Jesús se muestra absolutamente comprometido con los sufrimientos de los hombres y se involucra
en ellos. No se queda ausente o desentendido. Precisamente eso significa ser miseri-cordioso, esto es, llevar en el
corazón (cordis) las miserias de los demás.
11 Mogilálos no significa ‘mudo’, sino alguien que habla con dificultad. Mogis significa ‘a duras penas’, lálos viene del verbo laleîn,
‘hablar’. 12 SCHNACKENBURG, R., Ibidem. 13 SCHNACKENBURG, R., Ibidem. 14 STRONG, TUGGY, VINE, SWANSON, en Multiléxico del NT, nº 4727. 15 Diccionario Vox 16 Por esta razón no está bien traducir por ‘suspiró’. Suspirar es exhalar un grueso caudal de aire en un solo movimiento para expresar algún
estado del alma. Ese estado puede ser la pena, pero puede ser también el alivio, o la ira. De hecho, en otros lugares del evangelio se dice
que Jesús suspiró de ira (cf. Mc 8,12). Por lo tanto, decir ‘suspiró’, además de que no corresponde exactamente al verbo griego, es demasiado
genérico y no revela el estado del alma de Jesús. En cambio, si traducimos tal como corresponde al verbo griego, ‘gimió’, sí se nos revela
el estado del alma de Jesús.
“Sin embargo, todo eso no es más que la preparación; la curación propiamente dicha se realiza por su palabra
soberana”17. “Es la palabra potente de Jesús la que sana al enfermo”18. En cuanto hombre, Jesús se apena y padece
junto con al sordomudo, involucrándose en su enfermedad corporal. En cuanto Dios, dice una palabra soberana y
potente que cura instantáneamente al enfermo. Jesús, obrando de este modo con el sordomudo, se revela como el
Verbo Encarnado, esto es, Dios-Hijo que asume en toda su radicalidad la carne débil del hombre. Esta asunción de
la carne del hombre en su más extrema debilidad llegará a su culminación cuando muera clavado en la cruz.
3. “¡Ábrete!”
La palabra soberana y potente con que Jesús hace el milagro es: “¡Ábrete!”, en arameo, effattá. Lo primero
que hay que notar es que la orden no está dirigida a los órganos sensoriales sino al hombre mismo. En efecto, narra
el evangelista Marcos: “Gimió y le dijo a él (autô): effatá, esto es, ¡ábrete!” (Mc 7,34). El mandato se dirige a la
persona del sordomudo.
El verbo griego que se usa para decir ‘¡ábrete!’ es el verbo dianoígo. Es el mismo verbo que usa San Lucas
para narrar que a los discípulos de Emaús “se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús” (Lc 24,31). También lo
usa San Lucas, algunos versículos después, para narrar que Jesús, la tarde de la resurrección, a los discípulos
reunidos en el Cenáculo “les abrió las inteligencias para que comprendieran las Escrituras” (Lc 24,45). También lo
usa San Lucas en los Hechos de los Apóstoles para narrar que, a Lidia, “el Señor le abrió el corazón para que
adhiriese a las palabras de Pablo” (Hech 16,14)19.
En el NT, por lo tanto, este verbo griego ‘abrir’ que usa hoy Jesús significa la acción por la cual el alma del
hombre, con la ayuda del Espíritu Santo, abate todos los obstáculos para que la inteligencia comprenda la Palabra
de Dios y el corazón la aprisione, la atesore y la haga suya.
Ese ‘¡ábrete!’ de Jesús dirigido a la persona del sordomudo significa: ‘Acepta la Palabra de Dios, acógela
en tu interior, en lo más profundo de tu alma; abate tu soberbia y haz un acto de humildad aceptando toda mi
revelación. Aprisiónala en tu corazón, comprehéndela, es decir, rodéala, abrázala, y acomoda toda tu conducta a
esta Palabra que, en realidad, Soy Yo”. En definitiva, el ‘¡ábrete!’ de Jesús significa, ni más ni menos: ‘¡Recíbeme!’.
En este sentido, las palabras de la Escritura que mejor resumen ese ‘¡ábrete!’ de Jesús son aquellas del Apóstol
Santiago: “Recibid con docilidad la Palabra que ha sido sembrada en vosotros, y que tiene poder para salvar vuestras
almas” (Sant 1,21). También resume de buena manera el ‘¡ábrete!’ que Jesús dice hoy, todo aquello que se dice en
la parábola del Sembrador (Mt 13,3-9.18-23). En esta parábola, la tierra, que representa al alma humana, debe
abrirse con ternura y docilidad para que la semilla, que representa a la Palabra, arraigue y dé fruto.
Por eso, todos los Santos Padres han interpretado este ‘¡ábrete!’ de Jesús como una invitación a abrirse a la
fe en Cristo20. “Los gestos de Jesús, preparatorios a la curación prodigiosa del sordomudo, y los efectos del milagro
han entrado desde la antigüedad en el ritual del Bautismo. El último acto de la celebración del Bautismo es el rito
del Effatá. El celebrante, sacerdote o diácono, con el pulgar de la mano derecha toca los oídos y los labios del
bautizado y pronuncia la fórmula siguiente: ‘El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te
conceda escuchar pronto su palabra y profesar tu fe, para alabanza y gloria de Dios Padre’. El sordomudo del
17 SCHNACKENBURG, R., Ibidem. 18 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra. 19 Además, el verbo dianoígo es usado otras dos veces por San Lucas en un sentido espiritual. En efecto, en el mismo suceso de los discípulos
de Emaús, ellos dicen: “¿No ardía nuestro corazón (…) cuando nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Lo que hemos traducido como
‘explicaba’, en realidad, corresponde al verbo dianoígo, es decir, literalmente habría que traducir: ‘cómo nos abría las Escrituras’, se
sobrentiende, para comprenderlas. En Hech 17,3 tenemos el mismo uso: San Pablo, para predicar el evangelio, se basa en las Escrituras
“explicándolas (dianoígo, = ‘abriéndolas’) y probando que Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos”. 20 Cf. CASTELLANI, L., Domingueras prédicas, Ediciones Jauja, Mendoza (Argentina), 1997, p. 217.
Evangelio, curado milagrosamente por Jesús, se ha convertido así en figura simbólica de todos los hombres que
pasan de la sordera a la escucha dócil de la revelación de Cristo y, por lo tanto, aceptan con fe el don de su
salvación”21.
Notemos que, a pesar de ser sordo y mudo (tartancho), Jesús se dirige a él haciendo mención solamente a su
sordera. Esto es así porque la sordera es la causa de su tartamudez. Jesús va a la causa. Lo importante es escuchar
(= obedecer) la Palabra de Dios. Si se escucha y se obedece la Palabra de Dios, la lengua cobra vida y se siente libre
para proclamar las grandezas de Dios (magnalia Dei).
Sin embargo, las palabras que usa el evangelio de hoy para narrar el efecto sobre la lengua, no está exento
de significación espiritual. El Leccionario, para expresar el efecto del milagro sobre la lengua del así llamado
sordomudo, dice: “Se le soltó la lengua” (Mc 7,35). Sin embargo, el original griego dice textualmente: “Fue desatada
la atadura de su lengua” (elýthe ho desmòs tês glósses autoû). Y aquí todas las palabras son importantes.
En primer lugar, dice ‘fue desatada’, en voz pasiva, que es lo que se llama un ‘pasivo teológico’, que consiste
en poner un verbo en voz pasiva sin aclarar cuál es el agente que hace la acción porque se da por sobreentendido
que ese agente es Dios. Por lo tanto, en el lenguaje de la Escritura, ese ‘fue desatada’ debe interpretarse por ‘fue
desatada por Dios’.
En segundo lugar, la palabra ‘atadura’ responde a la palabra griega desmós. El término desmós aparece
también en la curación de la mujer encorvada (Lc 13,16). En este caso, dice Jesús a los fariseos: “Y a ésta, que es
hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura (desmós)
en día de sábado?” Al decir esto, Jesús está interpretando el sentido del desmós: es la atadura o ligadura de la
enfermedad con la que el diablo ha atado a alguien. Curar una enfermedad es liberar del diablo.
Respecto a esto dice un autor: “Para los evangelios, la enfermedad, sea del tipo que sea o tenga las causas
humanas, físicas o psíquicas que tenga, es presentada siempre como el asalto de un superpoder del mal, como el
avasallamiento inmenso de un poder misterioso y malvado (cf. Lc 13,16). El efecto principal de este poder del mal
en el hombre es no sólo la destrucción del cuerpo sino también la desorganización del espíritu. En los evangelios se
atribuyen al diablo tanto las enfermedades corporales como las espirituales”22.
Por lo tanto, la frase “Y fue desatada la atadura de su lengua” significa: “Y la atadura con la que el demonio
ataba la lengua de aquel hombre fue desatada por Dios”.
De esta manera se completa el sentido del effatá, del ‘¡ábrete!’ Jesús, a través del Espíritu Santo, abre la
inteligencia y el corazón del hombre para que reciba libremente a Jesucristo y lo exorciza para que el diablo no tenga
parte en la libre comunicación de la fe y en la comunión entre los hombres.
Conclusión
21 MARCHESI, G., Idem, p. 420 – 421; traducción nuestra. 22 SCHLIER, H., Poderes y dominios en el Nuevo Testamento, EDICEP, Valencia, 2008, p. 22. Un poco antes de esta cita, el mismo autor
dice: “Para acercarnos un poco más a la esencia de los poderes y dominios diabólicos debemos hacernos la pregunta acerca de cómo actúan,
acerca de su manera de actuar. (…) La respuesta más inmediata, aunque todavía general, es que estos poderes y dominios juegan con el
hombre y con el mundo, haciendo visible su esencia de poder en ellos y por medio de ellos. (…) Uno de los efectos de la acción del ‘espíritu
impuro’ o ‘demonio’ es la enfermedad corporal o espiritual; de esta manera él se manifiesta a sí mismo y manifiesta su esencia, a tal punto
que es difícil establecer cuándo una enfermedad es meramente corporal o es más bien de origen espiritual” (SCHLIER, H., Ibidem).
Jesús se compadece profundamente de las heridas del hombre, especialmente de aquellas que traen como
consecuencia la falta de comunión con Dios y entre los hombres. Al curarlas, Jesús está haciendo una nueva creación.
De esta manera Jesús revela su divinidad y su mesianidad.
Lo que queda a nosotros es consentir y colaborar con esa obra del Espíritu Santo, el cual quiere abrir nuestras
inteligencias y nuestros corazones para que aceptemos plenamente, sin subterfugios ni recortes, sin dilaciones ni
lentitudes, a la Palabra hecha carne.
Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un acontecimiento
prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los otros hombres.
El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano; por lo tanto, ese
sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el símbolo del no-creyente que cumple un camino hacia la fe.
En efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no sólo las palabras de los hombres, sino
también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que «la fe nace del mensaje que se escucha» (Rm 10, 17).
La primera cosa que Jesús hace es llevar a ese hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va
a realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por la confusión de las voces y de las habladurías del
entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita silencio para ser acogida como Palabra que sana, que
reconcilia y restablece la comunicación.
Se evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para restablecer la relación
con ese hombre «bloqueado» en la comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don
que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, eleva los ojos al cielo y ordena: «¡Ábrete!». Y los oídos
del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y comienza a hablar correctamente (cf. v. 35). La enseñanza que
sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con
la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a
nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a
través de la ley y de los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús
es el gran «constructor de puentes» que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.
Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros
mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces
crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia
cerrada, la patria cerrada… Y esto no es de Dios. Esto es nuestro, es nuestro pecado.
Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra
de Jesús: «¡Effatá! – ¡Ábrete!». Y el milagro se cumplió: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del
mutismo de la cerrazón y del pecado y hemos sido incorporados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar
a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado y
sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.
Pidamos a la Virgen santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en el compromiso de
profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a quienes encontramos en nuestro camino.
(PAPA FRANCISCO, Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo 6 de septiembre de 2015)
P. Gustavo Pascual, IVE
Curación de un sordomudo
Mc 7, 32-37
La narración de este milagro sólo aparece en Marcos. Lo realizó Jesús en su tercer año de vida pública.
Comienza el relato con el itinerario de Jesús hasta realizar el milagro. Algunos dicen que el milagro sucedió
en Galilea23, otros en algún pueblo de la Decápolis24. El evangelista ha querido mostrar la acción salvífica de Jesús
dirigiendo su mirada preferentemente al mundo pagano25. Así que lo más probable es que el milagro se realizase en
una ciudad de la Decápolis.
“La gente presenta a Jesús un sordo que, por la misma dureza de oído, sólo puede hablar con mucha
dificultad, y tal vez sólo balbuceaba o tartamudeaba: toda una imagen de la impotencia humana”26.
Puede ser que fuera un sordo mudo que había aprendido a leer los labios y simulaba las palabras y por eso
salían con dificultad27, pero, principalmente se comunicaría por señas.
Y le rogaban que, para curarle, “le impusiera las manos”. Era gesto familiar a Cristo28. Igualmente era usado
como gesto de transmisión de poderes y autoridad con el que los rabinos comunicaban el “magisterio” oficial a sus
alumnos, lo mismo que signo de transmisión de bendiciones29. Posiblemente estos que traían al enfermo creían que
fuese condición esencial para la curación este gesto, pues era de uso tradicional30. Otro sentido se expone en Lucas31
y que lleva a pensar en que era necesario para la curación.
Las múltiples curaciones de Jesús tienen características distintas, cada una tiene un matiz particular. A veces
son concisas y simplemente una palabra potestativa hace desaparecer la enfermedad, otras veces, hay un progreso
en la curación como en el caso del ciego del Evangelio32, otras, se dirige al Padre como pidiendo su poder para hacer
el milagro, otras, sorprenden a la gente porque las realiza con autoridad.
En la presente curación se dan gestos particulares: meter los dedos en los oídos del sordo, tocar con saliva su
lengua, gemir mirando al cielo.
Respecto de los procedimientos curativos de Jesús no sabemos en definitiva su razón porque se encierran
definitivamente en su Sabiduría divina. Jesús tenía poder absoluto sobre todas las enfermedades y sólo una palabra
o un gesto suyos producían la curación, pero, prefería ocultar las manifestaciones externas de poder para no producir
una desviación en la concepción mesiánica y además la simplicidad en las curaciones manifestaba más su divinidad.
Jesús toma la miseria humana muy en serio: introduce sus dedos en los oídos del sordo y le toca la lengua
con su saliva. Se acomoda así al pensamiento del pueblo y no deja duda alguna de que quiere sanarle de su mal.
Jesús quiere privacidad y se retira a un lugar aparte y allí frente a algunos discípulos y ante el interesado
realiza el milagro.
Los gestos de la curación, según mi parecer, se deben a la condición del enfermo. Antes de realizar los
milagros Jesús exige la fe. ¿Cómo suscitar la fe en un sordo? Las palabras no sirven, en este caso no resulta lo de
“la fe entra por el oído”. Sí resultan adecuados los gestos, que son el estadio primitivo del lenguaje. Jesús con sus
gestos busca trasmitir un mensaje al sordo. Es una parábola en acción. Los gestos buscan suscitar la fe y dar a
conocer que Jesús es el Enviado de Dios. 23 Cf. FILLION, Los milagros de Jesucristo, Círculo Latino Barcelona 2006, 354 24 LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios, BAC Madrid 1961, 215 25 Cf. SCHACKENBURG, El Nuevo Testamento y su Mensaje…, comentario al pasaje 26 Ibíd. 27 Hoy en día hay escuelas que enseñan a hablar a los sordos mudos. 28 Mc 6, 5; 8, 23.25 29 Gn 48, 14 s 30 2 R 5, 11 31 13, 13 32 Mc 8, 22s
¿Qué le enseña Jesús? ¿Qué quiere enseñar su parábola? Que se pueden abrir los oídos y soltar la lengua y
curar cualquier enfermedad si lo pedimos con confianza. El gemido de Jesús le hace entender al enfermo que es
necesario manifestar una gran necesidad de misericordia y a su vez una gran confianza en Dios. El gemido que sale
de un corazón desgarrado por el sufrimiento y que confiado busca la misericordia de Dios no puede ser desoído.
Sin embargo, todo eso no es más que la preparación. La curación propiamente dicha se realiza por su palabra
soberana. Jesús pronuncia la palabra aramea “Effetá” para expresar con palabras el poder de curar ante los testigos
oculares. Para el sordo fueron los gestos. Para los discípulos una palabra de autoridad “ábrete”. Jesús la pronuncia
por propia iniciativa, pero después de haber elevado los ojos al cielo y en comunión con su Padre celestial. Él mismo
está íntimamente conmovido, como lo revela su gemido. La palabra aramea que se nos ha conservado, y que el
evangelista traduce para los lectores, no se dirige a los órganos enfermos sino al mismo paciente: “¡Ábrete!” En la
concepción judía, todo el hombre está enfermo y cuando se cura, la salud opera también sobre los órganos dañados.
El resultado llega inmediatamente: los oídos se abren y el impedimento de la lengua se suelta.
Esta palabra “¡ábrete!” se usa en el bautismo cristiano y es un rito ilustrativo de lo que ha sucedido en el
alma del niño. El bautismo confiere al recién bautizado la capacidad de escuchar la palabra de Dios y de trasmitirla33.
En el milagro los gestos de meter los dedos en los oídos y tocar la lengua con saliva son gestos preparatorios al
milagro propiamente dicho que se realiza al pronunciar Cristo la palabra “¡ábrete!”.
El taumaturgo puso luego un dedo en cada uno de los oídos del enfermo; luego, tomando un poco de saliva
con la punta de los dedos, le tocó la lengua. Eran todos éstos actos simbólicos, indudablemente, y que no
podían ejercer ninguna influencia directa sobre la curación. Al tocar las orejas del sordo, Jesús las abría, en
cierto modo, para devolverle el oído; al tocarle la lengua mostraba que iba a curarla para que pudiese hablar:
los dos órganos enfermos se hallaban así preparados para la curación milagrosa. Todo esto es muy natural
dadas las circunstancias […] Hubo todavía un tercer acto preparatorio al milagro. Jesús, “levantando los ojos
al cielo, arrojó un suspiro”. Se ha dicho que suspiraba por simpatía, a causa del triste estado a que el pecado
había reducido a los hombres en general, y a éste en particular […] Un cuarto y último acto obró el prodigio.
Jesús dijo al sordomudo: Ephetha, palabra aramea que significa: “Ábrete”34.
La parábola en acción quiere revelar la presencia del Mesías entre los hombres. El final del Evangelio narra
el efecto del milagro en muchos. La emoción mesiánica de la turba se desbordó: “todo lo ha hecho bien, hace oír a
los sordos y hablar a los mudos” haciéndose eco de las palabras de Isaías35 que se referían al futuro Mesías.
Jesús condesciende con el sordomudo. El Verbo Encarnado, la Palabra Subsistente se ha hecho hombre. La
Sabiduría humanada ha asumido una cultura histórica determinada, la cultura palestina. Nacido en Belén, criado en
Nazaret, conoce la cultura de los galileos, de los samaritanos y también la de los judíos. Domina la lengua aramea y
el lenguaje propio de su época, lenguaje de trasmisión oral.
Jesús baja un peldaño en los estadios de la lengua, del lenguaje oral al lenguaje de los gestos para comunicarse
con el sordomudo. El lenguaje de los gestos es el más primitivo de los lenguajes. Es la manera más primitiva de
comunicarse y la más universal, de ahí que el lenguaje de los sordomudos sea el más universal. Jesús suscita a través
de los gestos en el sordomudo la fe necesaria para realizar el milagro de su curación. Esta condescendencia no es
sino un pálido reflejo de la Encarnación del Verbo que ha querido descender hasta los hombres para salvarlos a
través de la fe en Él y devolver al hombre la voz para alabar a Dios y el oído para escuchar su voz, pues ambas, le
habían sido arrebatadas por el demonio desde la caída de nuestros primeros padres.
Marcos subraya ante todo la orden de silencio de Jesús (v. 36), aunque aquella gente no le obedece, y
difunden cada vez más lo que habían visto como proclamó antes su curación, por la Decápolis, el poseso de Gerasa36.
33 Dice el Ritual Romano de los Sacramentos: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te permita muy pronto, escuchar su Palabra
y profesar la fe para gloria y alabanza de Dios Padre”. Amén. 34 FILLION, Los Milagros de Jesucristo…, 355.
35 Is 35, 5-6 36 Mc 5, 20
Cristo insiste en que no lo “dijesen” a nadie; no en vano le había apartado de la turba. Buscaba con ello evitar
prematuros y desorbitados movimientos mesiánicos. Pero no hicieron caso. Cristo, sabiendo que no se había de
guardar secreto, ¿por qué prohíbe divulgarlo? Para que viesen que El cumplía el plan del Padre y que no buscaba ni
precipitaba estos acontecimientos. Tenía que esperar a su “hora.”
El Mesías, que presenta Marcos, en las grandes curaciones busca el silencio y el alejamiento de los hombres.
Esto no excluye que tales hechos deban testificar también el inminente tiempo de salvación; deben hacer reflexionar
a los hombres y conducirlos a la fe. Por ello rehúye Jesús a la multitud curiosa y ávida de novedades, aunque sin
retirarse de su actividad pública. No obstante, ese Jesús sólo puede y debe ser comprendido en la fe, por lo que
permanece en una cierta penumbra. A los hombres les invade el pasmo, salen por completo fuera de sí; pero no
llegan realmente a la fe. Esto entra, sin embargo, en los planes salvíficos de Dios, porque Jesús tiene que seguir el
camino que lleva a la Cruz37 para dar su vida en rescate de muchos38.
37 Mc 8, 31 38 Mc 10, 45