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Dossier de Prensa

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Dossier de prensa VI Premio Logroño de Novela. Reunión de amigas, de Luis del Val

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Dossier de Prensa

premio de novela

2008Manuel Hidago Lo que el aire mueve

2009Martín Casariego La jauría y la niebla

2010Eduardo Iriarte Las huellas erradas

2011David Torres Punto de fisión

2012Pedro Ugarte El país del dinero

El VI Premio Logroño de Novela nace en la cuna del castellano para convertirse en una referencia literaria hispanoamericana. Éste es uno de los objetivos de la Fundación Caja Rioja, el Ayuntamiento de Logroño y la editorial Algaida, impulsores de un certamen cuya cuantía es de 45.000 euros. En esta edición se recibieron originales procedentes de lugares como Méjico, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Suecia, Chile, etc.

El dramaturgo Albert Boadella presidente del jurado de esta sexta edición, estuvo acompañado por Ángel Basanta y Pedro Ugarte.

Luis del Val / Reunión de amigas

premio de novela

Algaida

LUIS DEL VAL nació en Zaragoza. Como periodista ha colaborado en publicaciones tan emblemáticas como Sábado Gráfico, Pueblo, Interviú, Tiempo, Diario 16 y La Vanguardia, y en la actualidad lo sigue haciendo en la agencia OTR-Europa Press y en La Razón. Ganador en dos ocasiones del Premio Ondas, resulta muy popular su labor como comentarista, primero en la Cadena SER y ahora en la COPE, y es autor de numerosos guiones para diversos programas emitidos por TVE, Antena 3 y Localia. Autor de más de una docena de libros, destacan sus novelas Buenos días, señor ministro; Los juguetes perdidos o el libro de relatos Cuentos del mediodía, que ha alcanzado las cinco ediciones. Con Las amigas imperfectas obtuvo el Premio de Novela Ateneo de Sevilla, y ahora nos sorprende con un texto de gran frescura y actualidad, Reunión de amigas, que mereció el VI Premio Logroño de Novela.

FOTO

: P. C

OSA

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AYA

[email protected]

Luis del ValReunión de amigas15,50 x 23,00 cm360 páginasRústica

ISBN 978-84-9877-869-4Código 2962586

€ 18,00

ISBN 978-84-9877-888-5

Gracia, Marta y Chon han sido amigas desde la adolescencia. Las tres han cumplido ya los cuarenta y tienen concepciones muy diversas sobre la vida, pero la suya es una amistad para siempre, capaz de sobreponerse a matrimonios, divorcios e hijos, y que ha resistido hasta ahora el paso del tiempo.Esta noche han quedado citadas en casa de Chon. Aparentemente se trata de una reunión frívola y divertida, en la que compartirán risas, evocarán viejos recuerdos y hablarán de las últimas novedades, sus familias, sus maridos, sus amantes… y de sexo. Pero cada una de ellas ha acudido con un propósito muy diferente y que el resto a su vez ignora. Y ninguna sabe que este encuentro se convertirá en una reunión tan sorprendente como irrepetible.

Unas amigas están a punto de encontrarse en una reunión de tupper sex en casa de una de ellas. Cada una llega con un estado anímico diferente, y comparte con el lector sus ansias, miedos.

De lo que hablan las mujeres cuando hablan de sexo

Segunda parte(El nudo)

1

La llegada de Marta y Gracia al pareado de Chon se produce casi al unísono. Gracia acaba de salir de su Peugeot gris,

cuando ve entrar por la calle el Mini rojo de Marta y, al aproximarse, le hace señas para in-dicarle que hay sitio para aparcar. Marta obser-va con resignación el traje pantalón azul oscuro con blusa camisera blanca que luce su amiga, muy del gusto de su marido, y Gracia, antes de besarla, admira la medio minifalda gris y el chaquetón rojo sobre un bustier azul cielo que viste Marta.

Hay un revuelo en el recibidor, como de pájaros alborotados, unas bienvenidas de es-tación de tren a las que pronto se suman los niños. Marta le ha traído al pequeño un puzle de propaganda de una de las empresas cliente de la agencia, y Gracia le entrega a la adoles-cente un paquete cuidadosamente envuelto que la chica abre con desconfianza, y que con-tiene un libro. La chica, decepcionada, abre el

libro con meticulosidad, como si cupiera la posibilidad de que entre las galeradas de le-tras se ocultara algo más divertido, y sonríe con educada resignación.

Chon urge a los niños a que concluyan los saludos y suban por fin a sus habitaciones, mientras trata de guiar a las recién llegadas has-ta el sótano.

—Parece una reunión clandestina —ob-serva Marta.

El sótano exhibe un aspecto bastante masculino, porque ha sido Juan el que más ha participado en su decoración, y rezuma esa frustrada evocación tradicional de las antiguas bodegas, donde las botellas tumbadas en los nichos de una de las paredes contrastan con el fregadero de aluminio, y los trebejos tradicio-nales de la chimenea se encuentran junto a un radiador que ordenó instalar Chon, quien com-probó que el fuego literario de la leña quemada acaba dejando una película de ceniza que se va posando por las mesas y las sillas, y una capa de hollín que se acumula al menor descuido.

En conjunto, aquel salón de recreo pare-ce lo que pretende ser, una especie de refugio de montaña nostálgico que lo mismo sirve para festejar los cumpleaños infantiles que para ce-lebrar una clandestina partida de cartas, o, como en este caso, una reunión de amigas.

—Así que tú eres Almudena —repite Marta sin dejar de mirarla, no para corroborar su nombre, que puede recordar perfectamente, sino para tener la excusa de observarla, y así darle la oportunidad de que hable, de la misma manera que los toreros le dan un par de capo-tazos al toro para fijarse en su tendencia.

Pero Almudena está ya muy placeada, y sonríe y asiente, sin decir una palabra; ella to-rea su propia corrida, e intenta descubrir, a su

vez, cuál es la líder del grupo para intentar ga-nársela desde el principio. Podría ser la que viste el traje pantalón de color azul oscuro: Gracia, cree recordar que le han dicho que se llama. Sabe que a veces las líderes prefieren re-servarse, y parecen comedidas y discretas, has-ta que en la segunda parte de la reunión, aban-donan su discreción y sancionan las decisiones de una manera tan rotunda e inapelable que el resto apenas se atreve a contradecirlas. Tam-bién puede que sea la dueña de la casa, pero las dueñas de la casa —según la experiencia acu-mulada por Almudena— suelen ser las que despiertan más empatía en el grupo, las que mejor se relacionan con el resto, pero no suelen ejercer el cacicato, salvo en lo que se refiere a la agrupación, al poder de convocatoria.

Almudena se ha fijado en los zapatos de las dos recién llegadas, y ha advertido su factu-ra nada económica. No está mal, pero sólo quiere decir que disponen de dinero para gas-tar: un asunto distinto es saber si están dispues-tas a abrir el monedero y dejar correr los bille-tes.

Chon revolotea por la nevera y no deja de atender las peticiones, con esa afectuosa insol-vencia de las anfitrionas, porque cuando ha es-cuchado «cerveza» y se dirige al frigorífico a buscar una lata, se fija en un collar de Gracia, que le llama la atención, y de repente se ponen a hablar de collares, con lo que la cerveza que-da relegada en su memoria. Marta, que entien-de de todo, y cómo no, también de collares, aporta el nombre de una nueva línea de acceso-rios que va a causar furor, y Almudena se siente incómoda, incluso molesta por haberse puesto un collar de simientes, de esos que a veces lla-man «étnicos», aunque a menudo lo «étnico» parece ser sinónimo de horterada africana.

—Pues mira, a mí me gusta mucho el co-llar que lleva Almudena —tercia Gracia, que de repente se siente agobiada de que se haya abierto un seminario sobre su aderezo, quizás porque su marido le dijo que le parecía dema-siado vistoso. Nada nuevo, porque a su marido le parece vistoso cualquier objeto que no sea el asfalto gris de las carreteras.

A continuación hay un intercambio de noticias sobre los hijos, éxitos profesionales y fracasos personales. Almudena ya sabe que ese es el mayor inconveniente de las reuniones en las que las participantes son muy amigas, y que aunque se vean a menudo, el mero hecho de verse congregadas en una reunión les impele a ahondar en las circunstancias familiares, como si volvieran de un largo viaje. Le echa un vista-zo al reloj, más por nerviosismo que por nece-sidad de saber la hora, y observa que van a ser las diez de la noche.

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