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Taurologia.com Página 1 Semana Santa en Sevilla Escritas por el P. Cué Escenas sevillanas El jesuita P. Ramón Cué (1914 – 2001) ha sido uno de los poetas que más bellamente han cantado la Semana Santa sevillana. Su obra “Así llora Sevilla” ha sido uno de los libros más vendidos. Y la realidad es que resulta de especial interés para comprender esta singularidad sevillana. En su homenaje, reproducimos aquí unos fragmentos de de dos de sus páginas, las tituladas: “Paso de palio” y “Costalero”. Paso de palio Un paso de palio es como un condensador de aire, que va pasando abierto por todas las calles, purificando el espacio. Y queda todo el aire en Sevilla estremecido, depurado, iluminado, lleno de reflejos y aromas, de latidos de Vírgenes, de lágrimas de estrellas, que vibran fugaces en la oscuridad. Cada palio, con tener la misma técnica, es distinto. Tiene una personalidad propia. Y el principio de individuación le viene de la Virgen que lleva dentro; y la Virgen determina su color y ornamentación y su riqueza. Cada palio tiene su cara propia y personal. El palio de la Macarena es la caja de cristal de la Esperanza, y por eso es blancura, es ilusión, es sonrisa, es alegría; y la sonrisa de la Virgen salta en chispas del palio, y va incendiando de alegría los ojos, los corazones y los latidos. Y el manto es verde, como la Esperanza; como el Guadalquivir. El palio de la Amargura es granate, como la condensación y el pozo de la pena y el dolor. Como el color de los labios en la herida. Como las ojeras de la Virgen. Y en ese ambiente granate dialogan en secreto, en un diálogo mudo de manos y de miradas, Juan y María; y la multitud se calla incontenida, como para escuchar el diálogo eterno de la Amargura; y el diálogo suena en el fondo de los corazones y las conciencias.

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Semana Santa en Sevilla

Escritas por el P. Cué

Escenas sevillanas

El jesuita P. Ramón Cué (1914 – 2001) ha sido uno de los poetas

que más bellamente han cantado la Semana Santa sevillana. Su obra

“Así llora Sevilla” ha sido uno de los libros más vendidos. Y la realidad es que resulta de especial interés para

comprender esta singularidad sevillana. En su homenaje,

reproducimos aquí unos fragmentos de de dos de sus páginas, las

tituladas: “Paso de palio” y “Costalero”.

Paso de palio

Un paso de palio es como un condensador de aire, que va pasando abierto por todas las calles, purificando el espacio. Y queda todo el aire en Sevilla estremecido, depurado, iluminado, lleno de reflejos y aromas, de latidos de Vírgenes, de lágrimas de estrellas, que vibran fugaces en la oscuridad. Cada palio, con tener la misma técnica, es distinto. Tiene una personalidad propia. Y el principio de individuación le viene de la Virgen que lleva dentro; y la Virgen determina su color y ornamentación y su riqueza. Cada palio tiene su cara propia y personal. El palio de la Macarena es la caja de cristal de la Esperanza, y por eso es blancura, es ilusión, es sonrisa, es alegría; y la sonrisa de la Virgen salta en chispas del palio, y va incendiando de alegría los ojos, los corazones y los latidos. Y el manto es verde, como la Esperanza; como el Guadalquivir. El palio de la Amargura es granate, como la condensación y el pozo de la pena y el dolor. Como el color de los labios en la herida. Como las ojeras de la Virgen. Y en ese ambiente granate dialogan en secreto, en un diálogo mudo de manos y de miradas, Juan y María; y la multitud se calla incontenida, como para escuchar el diálogo eterno de la Amargura; y el diálogo suena en el fondo de los corazones y las conciencias.

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El del Rosario es como un juego de campanillas de plata, donde repican en sus varales los blancos rosarios oscilantes. El de la Paz es un aleteo blanco entre la malla grácil de sus bambalinas, y pasa como si no pasara, como si lo llevaran en volandas palomas invisibles. El de la Concepción, por contraste, es grave y posado, con la solidez inmutable de sus cresterías de plata, como una definición cuadrada del Silencio a que pertenece y que le precede. El de Loreto es de oro; oro en sus varales, en su candelería, en sus jarras. Y cuando pasa de noche por la estrecha calle de Placentines, parece que va a pegar fuego de oro a los balcones. El de la Merced es una brazada inmensa de cardos dorados y góticos bordados de azul, entre los que llora -azucena entre cardos- la Virgen. Cada palio es distinto. Porque cada Virgen es distinta. Si me preguntaran la receta técnica para hacer un paso de palio sevillano, yo les daría la lista de los elementos. Todos ellos nobles y exquisitos. Doce varales de plata repujada. Un juego de jarras y otro de candeleros del mismo metal. Un bosque de cirios. Una carga de claveles. Dos candelabros de cola. Un manto bordado en oro. Una corona. Las joyas para la Virgen. Y el último elemento, el más difícil: saber amarlo. Saber usar esos elementos. Para un soneto hacen falta catorce versos. Pero no son catorce versos sólo un soneto. Es algo más. Para hacer un soneto hay que nacer poeta y para armar un palio hay que nacer en Sevilla. Y con eso, ¿ya está todo? ¡Ni así! Falta lo principal. Falta la Virgen. ¡Y a por Vírgenes hay que venir a Sevilla! Sin hacer ofensa a nadie, ya creo que las Vírgenes de otros sitios no saben ir en un paso de palio. ¡Sólo las de Sevilla! Y, ¡la que está en los cielos! Que así deben pasearla los ángeles en la Gloria.

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Si yo pudiera, Señora, ser también paso de palio! De mis dos brazos te haría los varales torneados. De mis ojos, luz de cirios, jarras de plata, mis manos. Con el oro de mis versos -todo un poema-, tu manto. Mi juventud volandera, flecos y borlas de tu palio. Y con mi sangre, brazadas de claveles encarnados. Mis dos pies, los costaleros, allá abajo. Y mi corazón delante, como capataz del paso. El alma..., ésa, la pondría -pañuelo blanco- en tus manos, porque enjugaras tus lágrimas y yo bebiera tu llanto... ¡Si yo pudiera, Señora, ser también paso de palio!

El Costalero

Yo me lo figuro, llegando un día el costalero, así, como él es, después de la Semana de Pasión que es esta vida, llegando como él es a la entrada del cielo. Con sus alpargatas de esparto y en mangas de camisa, llamando a la puerta con su mano derecha encadecida y sudorosa, y llevando en la izquierda, como trofeo de gloria, ese saco, ese

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costal almohadillado que se colocaba un día en la iglesia de san Julián para sacar a la Virgen de la Hiniesta. Y como en los cuentos, saldrá San Pedro a abrir la puerta del cielo y preguntará: -¿Quien eres? -Soy costalero De la Pasión de Sevilla. -¿Que es eso? -Me maravilla Que no lo sepa el portero Costalero Es ser el viril de Dios, Es andar juntos los dos Por el mismo derrotero, Yo abajo, y arriba Él Porque no rompa su piel En las piedras del sendero... Costalero Es ser trono y ser carroza; Es ser espina que goza Porque es arriba rosal; Es ser un poco en lo humano La mano sacerdotal Que eleva en el aire ufano A Cristo Pan y Cordero. Costalero Es de ni carne y mi mano Hacerle a Dios un sendero. Pedro le abre la puerta y le deja pasar con silencio y admiración. El costalero entra en el cielo con sus alpargatas de esparto y su pobre camisa. Se encuentra con Jesucristo; -!Ay, Señor del Gran Poder, Que yo fui tu costalero!... Nazareno quise ser Y en mis espaldas tenerte A ti por cruz y madero.

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!Ay Señor del Gran Poder! Sobre mi carne tú peso !Como cargó sobre mi! Tu, Señor, a cambio de eso Sobre tus dos hombros preso -cordero loco y avieso- me fuisteis llevando a mi... !Ay, Señor, que yo fui tu costalero! !Ay, Cordero, Tu fuisteis mi buen Pastor! Los dos nos fuimos llevando: Tú Pastor, yo costalero, los dos íbamos pesando Por amor. Siguió andando por el cielo. Sus alpargatas de esparto comenzaban a transfigurarse, y su pobre camisa sucia con el sudor del trabajo, se empezaban a convertir en una túnica de nieve. Seguía llevando en su mano izquierda el costal almohadillado que se ponía para sacar a la Virgen. De pronto, en uno de los caminos del cielo, se encuentra cara a cara con Ella. -¿No me conoces Señora? Que yo fui tu costalero. !Que me miren, Madre, ahora Esos ojos que yo quiero! Fui tu tiesto y tu florero... Tú arriba fuisteis la flor; Sobre mis hombros de acero Tu llevabas el salero De tu manto triunfador. Y la gente te aplaudía, La saeta te clavaba, El piropo te encendía Y la noche te besaba... Y yo abajo decía -tinieblas, polvo y sudor-: "Por Ella, soy costalero, Por amor..."

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Y todo el palio temblaba Del goce que yo sentía, y tu amor me bendecía y tu pie me acariciaba... Yo la tierra, Tu la flor, Por ella fui costalero, Por amor. El costalero sentía mientras hablaba que algo florecía en su mano izquierda. Miró, y el pobre costal había desaparecido. Tenía en su lugar una corona de rosas. Los ángeles cantaban y la Virgen sonreía...

--- --- Ramón Cué Romano S.J. Hijo de padres asturianos emigrados a México, Ramón Cué Romano nació en Puebla de los Angeles en 1914, aunque con once años se trasladó con su madre a Palencia, donde estudiando con los jesuitas de Carrión de los Condes descubrió su vocación religiosa. Después de hacer su noviciado en Salamanca, estudió Filosofía en Marneffe, Teología en Comillas e Historia de América en Sevilla y Madrid.

La obra del padre Cué abarca desde biografías como Cuando la historia pasó por Loyola (1956) a monografías filosóficas como El hegelismo en la Universidad de Sevilla (1983), pasando por apuntes de memorias como Mi primera misa (1958), ensayos sobre la emigración como El Indiano, embajador de España (1950), crónicas taurinas como Dios y los Toros (1967), divagaciones artísticas como Su majestad el pintor: Homenaje a Velázquez (1960) o estudios literarios como Santa Teresa y

Don Quijote: Dos locos españoles (1963), entre más de una veintena de títulos, que incluyen sermones televisados reunidos como Mi Cristo roto (1963). A Sevilla el padre Cué dedicó títulos que hoy permanecen. A saber, los libros Cómo llora Sevilla (1948) y ¡Viva la Esperanza de Triana! (1951), o los pregones Soy de Sevilla (1976) --pregón de la Coronación Canónica de la Virgen de la Hiniesta-- y Cómo sonríe Sevilla (1989), pregón de las Glorias de María. Existen, además, numerosos textos inéditos desperdigados por un gran número de revistas Cómo llora Sevilla está compuesto de párrafos breves, pero de una ambición lírica, en lo que acude a metáforas y enumeraciones sencillas. Por ejemplo, «En Sevilla no hay dos Vírgenes iguales, como no hay dos mujeres iguales, ni dos claveles reventones que estallen de la misma manera»; «Un palio es un soneto realizado de plata y claveles» o incluso estos versos: «Costalero es ser trono y ser carroza; es ser espina que goza porque es arriba rosal». Acaso porque en Cómo llora Sevilla (1948) eran mayoría las devociones marianas del centro, un par de años más tarde el padre Cué fue invitado por la Hermandad de la Esperanza de Triana y el fruto de aquella visita fue ¡Viva la Esperanza de Triana! (1951), una obra que abunda en los contrapuntos de Triana y Sevilla -

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«Triana es una Sevilla de agua, de reflejos y de aromas sobre el Guadalquivir»; «Sevilla la guitarra y Triana la canción»; «Sevilla es la realidad, el objeto, el volumen... y Triana la imagen, el sueño, la fantasía, la visión»; etc.- para luego concentrarse en el paseo triunfal de la Esperanza por las calles de su barrio, para celebrar el Dogma de la Asunción. El P. Cué falleció en Salamanca, en 2001.