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“DOS BANDERAS” COMO LUGAR TEOLÓGICO Víctor Codina, sj. 1. ENFOQUE Y PERSPECTIVA PARA ESTUDIAR DOS BANDERAS ................. 2. EN BUSCA DE UN ENFOQUE TEOLÓGICO PARTIENDO DE DOS BANDERAS ........................................................................ 3. PROFUNDIZANDO EN LA LÓGICA DE LA BANDERA DE JESÚS ..................... 4. PRESENCIA DE DOS BANDERAS EN LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA ......... 5. ALGUNAS CONSECUENCIAS TEOLÓGICO-PASTORALES ................................ NOTAS ............................................................................................................. 16 23 13 9 5 3

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“DOS BANDERAS”COMO LUGAR TEOLÓGICO

Víctor Codina, sj.

1. ENFOQUE Y PERSPECTIVA PARA ESTUDIAR DOS BANDERAS .................

2. EN BUSCA DE UN ENFOQUE TEOLÓGICO PARTIENDODE DOS BANDERAS ........................................................................

3. PROFUNDIZANDO EN LA LÓGICA DE LA BANDERA DE JESÚS .....................

4. PRESENCIA DE DOS BANDERAS EN LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA .........

5. ALGUNAS CONSECUENCIAS TEOLÓGICO-PASTORALES ................................

NOTAS .............................................................................................................

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Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • R. de Llúria, 13 - 08010 Barcelona • tel: 93317 23 38 • fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime: Edicions RondasS.L. • ISSN: en trámite • ISBN: 84-9730-218-4 • Depósito Legal: B-16.336-09 • Julio2009La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico pertene-ciente a nuestro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar los dere-chos de acceso, rectificación, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger de Llúria, 13 deBarcelona

Este texto corresponde a la ponencia presentada por el autor en el VIIISimposio sobre Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola:Preámbulos para elegir. Disposiciones para el discernimiento, quetuvo lugar en Bogotá en octubre de 2008, y que fue publicado en larevista Apuntes ignacianos (Centro Ignaciano de reflexión y ejercicios,CIRE, Bogotá), XIX-55 (enero-abril 2009), pág. 66-86.

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Tampoco voy a estudiar la relación as-cético-espiritual que aparece en DosBanderas entre los tres escalones quepropone el mal caudillo –el tener (la co-dicia de riquezas), el parecer (el vanohonor del mundo) y el ser (la soberbia)(EE 142)– y los contrarios escalones delsermón de Cristo Nuestro Señor –po-breza, deseo de oprobios y humildad(EE 146).Ya otros lo han estudiado deforma competente1. Eso sería un traba-jo más propio de la teología espiritual yde la historia de la espiritualidad.

Tampoco me propongo estudiar lagénesis histórica del texto de DosBanderas, sus fuentes históricas, porejemplo el influjo del libro Flos sancto-rum que Ignacio leyó en Loyola, dondese cita la tradición agustiniana sobre lalucha entre los dos amores, entre las dosciudades, Babilonia y Jerusalén2. Estopertenece más bien a la historia de losEjercicios.

Ni pretendo tampoco en primera ins-tancia actualizar pastoralmente el textoignaciano para el ejercitante de hoy, por

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1. ENFOQUE Y PERSPECTIVA PARA ESTUDIAR DOSBANDERAS

En este Cuaderno, no pretendo presentar un comentario exégetico-espiritual del texto ignaciano de la Meditación de dos Banderas (EE136-148), texto que doy por supuesto que el lector conoce y sobre elcual ha meditado largamente.

Tampoco deseo establecer la posible conexión existente entre DosBanderas (control intelectual), las meditaciones de tres binarios (controldel aspecto volitivo) y las tres maneras de humildad (dimensión cordialy afectiva).

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ejemplo: revisar el mundo caballerescoignaciano subyacente a Dos Banderascon una fuerte connotación medieval yfeudal de cruzada o desmitificar la de-monología ignaciana típicamente me-dieval, que aparece en los EE y concre-tamente en Dos Banderas.

Todo ello deberá hacerse, sin duda,de cara a la pastoral, pero no es ésta,ahora, mi intención principal.

Finalmente, tampoco quiero presen-tar una reflexión filosófica existencialsobre el tema de la elección a la que seordenan Dos Banderas, explicitando elpresupuesto filosófico de la libertad y lanecesidad de elegir en la vida, como hasido ya estudiado entre otros por K.Rahner y S. Decloux.

Mi punto de partida es otro y de al-gún modo diferente.

Siguiendo a K. Rahner, en su libroLo dinámico en la Iglesia, deseo partirdel hecho de que existe una literatura es-piritual que es más sabia y profunda quela teología de las escuelas, una literatu-ra donde la fe de la Iglesia se expresa deforma más original que en los tratadosteológicos. Esta literatura espiritual noes una simple aplicación desleída de lateología clásica a la vida espiritual, sinola formulación de unas experienciascristianas, profundamente espirituales ymísticas, que unos hombres y mujereshan tenido a la luz del Espíritu3.

Esta literatura espiritual, a la quepertenecen los Ejercicios ignacianos,constituye un lugar privilegiado para la

reflexión teológica. Este lugar teológi-co, en comunión con los lugares teoló-gicos tradicionales de toda teología(Biblia, Tradición, Magisterio), histori-za y complementa la comprensión delmisterio de la fe cristiana. Es un lugarhermenéutico que nos hace comprendermejor el evangelio de Jesús.

Consiguientemente, no pretendo ha-cer una reflexión teológica “sobre” DosBanderas sino “a partir” de DosBanderas. No pretendo, por ejemplo,aplicar a Dos Banderas lo que tradicio-nalmente dice la teología acerca de la lu-cha escatológica y apocalíptica que seda en la historia de salvación entreJerusalén y Babilonia, entre la gracia yel pecado, entre el bien y el mal. No esque esto no se pueda e incluso no se de-ba hacer, pero no creo que éste sea el ge-nuino “background” o contexto igna-ciano para comprender esta meditación,sino que me parece que esto es más pro-pio de la Primera semana de Ejercicios,que se centra en el tema del pecado y lasalvación en Cristo.

Lo que desearía es descubrir en DosBanderas algo más profundo, hallar unaintuición de fondo válida para la teolo-gía cristiana. ¿Qué es lo que Ignacioquiere y puede decir a la teología cris-tiana a partir de su experiencia espiritualy mística expresada concretamente enesta meditación?

Esto nos ayudará también a una me-jor comprensión de la espiritualidadcristiana y a poder vivir una praxis cris-tiana más evangélica.

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2.1. Evitar los engañosEl objetivo ignaciano de esta meditaciónno es preguntar al ejercitante si va a op-tar por Jesús o por Satanás, como a ve-ces puede parecer en una primera im-presión al escuchar hablar de DosBanderas: la de Cristo y la de Lucifer.Esto se supone adquirido al final de laPrimera semana. La intención ignacianaes otra, más sutil y profunda, es ayudaral ejercitante a un discernimiento, que esmás propio de la Segunda Semana.

Ignacio, como buen maestro de lasospecha, conoce la complejidad del

psiquismo humano, el peligro de las ilu-siones a las que el ejercitante puede es-tar enfrentado. En las reglas de discer-nimiento para la Segunda semana (EE328-336), Ignacio habla claramente delpeligro del engaño encubierto, pues elángel malo intenta sub angelo lucis, ba-jo apariencia de bien, engañar al alma(EE 322). De este modo, el enemigo denatura humana puede dar falsa consola-ción, para así apartar al ejercitante delcamino de Jesús y de la vida verdaderaque él nos muestra.

En esta mediación Ignacio no pre-tende exhortar al ejercitante simple-

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2. EN BUSCA DE UN ENFOQUE TEOLÓGICOPARTIENDO DE DOS BANDERAS

Para poder descubrir y conocer el enfoque teológico de DosBanderas es indispensable partir del texto ignaciano y, concretamente,de lo que se expresa en la petición de la meditación de Dos Banderas,donde se refleja la profunda intención de Ignacio: «demandar lo quequiero; y será aquí pedir conocimiento de los engaños del mal cautilloy ayuda para dellos me guardar, y conocimiento de la vida verdaderaque muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar» (EE139).

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mente a que sea fuerte en la lucha, queresista y no sucumba ante las tentacio-nes claras que el enemigo le ofrece, co-mo «delectaciones y placeres sensua-les» (EE 314) que son más propias dePrimera semana. Lo que quiere Ignacioes algo previo a la elección, evitar losengaños, no sea que el ejercitante, cre-yendo que opta por la Bandera de Jesús,opte de hecho por la contraria. Lo quequiere Ignacio es que no se confunda elReino de Jesús con el poder, el prestigioy la riqueza mundana, sino que se cap-te lo nuclear de la Bandera de Jesús.Dicho brevemente, Ignacio quiere queel ejercitante no confunda al Dios ver-dadero bíblico con un falso ídolo mun-dano.

Una aproximación a la Escrituradesde la óptica ignaciana de la sospe-cha de que existen posibles engaños enel seguimiento de Cristo nos ayudará auna visión más auténtica y profunda dela Escritura; y a su vez, el Evangelio le-ído desde esta óptica nos confirmará enla validez de la intuición ignaciana.Estamos en pleno círculo hermenéuti-co: el Evangelio “según San Ignacio”enriquece nuestra lectura de laEscritura y ésta nos confirma queIgnacio tenía razón. Los Ejercicios noson un curso de teología bíblica, sino unmodo de acceder al mensaje de laEscritura desde la experiencia ignacia-na. Es una forma de leer el evangelio“según San Ignacio”.

2.2. El bautismo y las tentacionesde JesúsPara penetrar en el enfoque teológicoque se oculta en el texto ignaciano, pro-

pongo partir del episodio bíblico de lastentaciones de Jesús, que los sinópticosnos narran a continuación del bautismode Jesús en el Jordán (Mt 4, 1-11; Mc 1,12-13; Lc 4, 1-13).

Las tentaciones de Jesús son vistaspor la exégesis y por la cristología mo-derna en estrecha conexión con su bau-tismo. El bautismo de Jesús implica unaprofunda experiencia espiritual muy li-gada a su actitud humilde de acerca-miento al Jordán con la gente sencilladel pueblo que busca en el bautismo deJuan una purificación de sus pecados.Jesús baja al Jordán, en un gesto de des-censo que resume su descenso del cieloa la tierra, su kénosis, que anticipa lacruz y su descenso a los infiernos, comolo han intuido los Padres de la Iglesia.Es un descenso a las aguas de la muer-te. Pero Jesús, luego de bajar a las aguasdel Jordán, sube del río, pasa del aguacomo lugar de muerte al agua comosímbolo de la vida, como en el Éxodode Israel, anticipando así litúrgicamen-te la Pascua, su “paso” de la muerte a sugloriosa resurrección y su ascensión alPadre.

Al salir del Jordán, Jesús experi-menta una teofanía que revela su miste-rio más profundo y que anticipa laPascua. Jesús es proclamado oficial-mente el Hijo del Padre y sobre Él des-ciende el Espíritu (Mt 3, 13-17; Mc 1,9-11; Lc 3, 21-22). Jesús se siente ver-daderamente el Hijo del Padre, del Abbáy se experimenta lleno de su Espíritu. Esla experiencia mesiánica fundante quemarcará toda su vida: gozo, confianza,disponibilidad, fe profunda, fidelidadtotal, docilidad incondicional al Padre ya su designio de salvación.

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Según los Padres de la Iglesia, Jesús,en el bautismo, al recibir el Espíritu, esungido, es consagrado para su misión,es constituido Mesías, en analogía conla unción de reyes y profetas en elAntiguo Testamento. Jesús de Nazaret,a partir de su bautismo, es el Mesías, elCristo, que significa el Ungido.

Desde esta premisa se comprende elsentido profundo de la ida de Jesús aldesierto, que Lucas narra como fruto dela moción del Espíritu: «Jesús lleno deEspíritu Santo, se volvió del Jordán yera conducido por el Espíritu al desier-to, durante cuarenta días, tentado por eldiablo» (Lc, 4, 1-2).

Tradicionalmente, las tentaciones deJesús se han comentado en un sentidomoralizante; se acostumbra a decir queJesús nos quiere dar ejemplo de cómosuperar nuestras tentaciones cotidianas.Se repite que frente a Adán, que su-cumbió ante la tentación de paraíso, yfrente al pueblo de Israel, que cayó enla tentación en el desierto, Jesús nos daejemplo de fortaleza venciendo las trestentaciones. No es falsa esta visión, pe-ro no nos parece que capte en toda suprofundidad el sentido de las tentacio-nes de Jesús.

En el fondo, de esta concepción mo-ralista subyace una cristología un tantomonofisita de Jesús, como si no fuerahombre de verdad, en todo semejante anosotros menos en el pecado (Hb 4,15).Esta visión incorrecta de Jesús nos ha-ce pensar que él ya conocía de antema-no todo su futuro y que no tenía necesi-dad de discernir ni de tomar postura antesu futura misión.

Dejamos a la exégesis crítica el de-terminar la distinción entre lo histórico

de este acontecimiento y el género lite-rario usado por los sinópticos en la na-rración de las tentaciones, pues segúnmuchos exegetas no se puede negar quetodo el conjunto de las tentaciones ex-presa una elaboración teológica de lacomunidad cristiana, un auténtico ha-gadá. Lo que parece teológica e históri-camente cierto es afirmar que Jesús,después del bautismo, de algún modotuvo que reflexionar y discernir sobrecuál sería su estilo mesiánico, qué tipode mesianismo asumiría para su misiónen su vida pública.

Desde este punto de vista, las tenta-ciones no son simplemente una pruebaen la que Jesús vence al maligno, no sontentaciones de orden moral, sino queson opciones teologales, un momentode discernimiento, en oración, en sole-dad, ante el Padre que le ha proclamadosu Hijo, bajo el impulso del Espíritu. Noson tanto una prueba a superar (peiras-mós) cuanto un proyecto que se debediscernir (diakrisis). Es un auténticodiscernimiento espiritual de cara a unalección mesiánica de su misión.

Siguiendo a J. A. Pagola, podemosafirmar que «las tentaciones no son deorden moral. Su verdadero trasfondo esmás hondo: la crisis pone a prueba suactitud ante Dios: ¿Cómo ha de vivir sutarea?, ¿Buscando su propio interés oescuchando fielmente su Palabra?¿Cómo ha de actuar? ¿Dominando a losdemás o poniéndose a su servicio?¿Buscando su propia gloria o la volun-tad de Dios?»4 .

En las tentaciones de Jesús no seoponen directamente Dios y Satán, sinodos mesianismos, dos estilos de misión.El enemigo quiere vincular el ser Hijo

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de Dios, atestiguado por el Padre y elEspíritu en el bautismo, con el podereconómico (convertir las piedras enpan), con el poder religioso (dejarsecaer del pináculo del templo) y con elpoder político (dominar todos los reinosde la tierra). A Jesús se le ofrece la po-sibilidad de un mesianismo desde elcentro, desde arriba, desde el poder y elprestigio religioso y social, un mesia-nismo triunfalista y glorioso, como elque muchos de sus contemporáneos es-peraban.

Podríamos decir con Aloysius Pierisque lo que Jesús vive en las tentacioneses el conflicto entre Dios y Mamón5, esdecir entre dos imágenes de Dios, entreel rostro auténtico del Padre y las imá-genes idolátricas de Dios. Es una luchade dioses.

2.3. Conclusión: dos mesianismosLas tentaciones son pues expresión dela oferta de dos tipos de mesianismosposibles, dos proyectos, dos lógicas.Estas dos lógicas son las que Ignacioformula como Dos Banderas.

Por un lado, está la lógica de la au-tosuficiencia, de la seguridad, de una ra-cionalidad sin misterios, triunfalista,

evitando conflictos con el poder políti-co y religioso, ajena al sufrimiento delpueblo, en la línea de los profetas cor-tesanos del Antiguo Testamento queprofetizaban lo que complacía al rey,una lógica que supone adaptación al“sistema”, ser servido antes que servir

Y por otro lado, aparece la lógica dela solidaridad, desde el margen y la pe-riferia de la sociedad política y religio-sa, desde el pueblo, desde abajo, vi-viendo la filiación y la confianza en elPadre, en gratuidad, en un estilo de sen-cillez y pobreza alternativo al “siste-ma”, optando por servir antes que serservido, una lógica de inclusión y devulnerabilidad ante el sufrimiento delpueblo, en la línea del Siervo de Yahvéy de los grandes profetas de Israel.

Jesús escoge la lógica de la solidari-dad, desde abajo. Opone a las tentacio-nes de poder y prestigio, la obedienciaa la Palabra de Dios que presenta otraóptica, en la línea profética de pobrezay humildad.

Pero esta opción de Jesús no es vo-luntarista, sino que es fruto de la expe-riencia bautismal del sentirse Hijo bajoel poder vivificador del Espíritu, delEspíritu del Padre que le llevará a actuarbajo su impulso.

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3.1. Claves evangélicas de labandera de JesúsSeguramente podemos conocer mejor elsentido del discernimiento de Jesús en-tre estas dos lógicas o estilos mesiáni-cos si recorremos algunos pasajes evan-gélicos, ya que este discernimiento deJesús en el desierto marcará y determi-nará toda su vida.

– Frente a la petición de la madre delos hijos de Zebedeo de que sus hijos

ocupen los primeros puestos, Jesús leshabla de beber el cáliz, de ser bautiza-dos con su bautismo de muerte (Mt 20,20-23; Mc 10, 35-40)

– Cuando los discípulos discuten so-bre quién es el mayor, Jesús les dice queél está en medio de ellos como el quesirve (Lc 22,24-27), que el más impor-tante es el más pequeño, el que se hacecomo un niño (Lc 9,46-48), que los dis-cípulos no han de ser como los jefes delas naciones de este mundo que oprimen

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3. PROFUNDIZANDO EN LA LÓGICA DE LA BANDERADE JESÚS

A partir de este discernimiento y opción, el mesianismo de Jesús semanifiesta como “diferente” de lo que muchos esperaban en Israel.Jesús es Jesús de Nazaret, el Galileo, el Nazareno, pero tanto Nazaretcomo Galilea no son una mera connotación geográfica, sino teológica,son una opción por una vida humilde y pobre, la vida de un campesinode un lugar desconocido y despreciado por los grandes de este mundo:«¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1, 46). Es lo que Pablo lla-mará kénosis (Flp 2, 8), locura y sabiduría de Dios frente a la sabiduríamundana (1 Cor 1,17-31).

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y buscan poder, sino que el primero hade ser el último, como el Hijo del hom-bre que ha venido a servir, no a ser ser-vido (Mc 10, 41-45). La escena del la-vatorio de los pies, ejemplifica estaactitud de Jesús (Jn 13, 1-20)

– Cuando después de la profesión defe de Pedro, Jesús les anuncia su pasióny Pedro intenta alejarle de este trágicodestino, Jesús pide a Pedro que se apar-te de su vista y le llama Satanás. ElPedro-roca se ha convertido en piedrade escándalo para Jesús, porque suspensamientos no son los de Dios (Mt16, 21-23; Mc 8, 32-33)

– Cuando después de la multiplica-ción de los panes, según el evangelio deJuan, el pueblo le quiere hacer rey, Jesúshuye al monte, solo (Jn 6, 14-15).

Lucas, después de narrar las tenta-ciones de Jesús, nos presenta la visita deJesús a Nazaret, donde aparece de for-ma programática su misión futura (Lc 4,16-39). Es un programa en la línea delprofeta Isaías (Is 61), que se concreta enanunciar a los pobres la buena nueva, li-berar a los cautivos, dar vista a los cie-gos, liberar a los oprimidos y proclamarun año de gracia. Y todo ello porque elEspíritu ha descendido sobre él y le haungido.

Y a continuación, el evangelista nosdescribe la praxis de Jesús: predica conautoridad, cura a endemoniados y en-fermos, llama a discípulos, come conpecadores, muestra la novedad de su mi-sión (Lc 4, 31-5,39).

Se podría proseguir todo el evange-lio y se vería que el discernimiento deJesús, su opción nazarena, produce vi-da, «la vida verdadera» que Ignacio atri-

buye al «sumo y verdadero capitán»(EE 139).

Las bienaventuranzas, carta magnadel Reino que Jesús anuncia, nos mues-tran que el estilo de vida de Jesús pro-duce vida y felicidad, en contraste conla lógica del mundo que produce dolory desconsuelo: ay de los ricos, ay de losque están hartos, ay de los que ríen aho-ra, ay de los que sólo reciben alabanzas(Lc 6,24-26). A éstos les es más difícilentrar en el Reino que pasar un camellopor el ojo de una aguja (Mc 10, 25).

La Bandera de Jesús, en cambio, esla bandera de los pobres de espíritu (Mt5, 1-12) y de los pobres sociológicos (Lc6, 20-23), es una bandera que genera ale-gría y gozo: los que se acogen a esta ban-dera, son felices, son bienaventurados.

Pero esta elección de Jesús a la lar-ga le va a producir conflictos. Es un en-frentamiento entre Jesús y el poder ido-látrico del dinero, entre Dios y Mamón(Mt 6,24; Lc 16, 13; Lc 16,9.11). Por es-to, la opción de Jesús no sólo encuentradificultades con sus discípulos, sino conla Teocracia judía (Anás y Caifás) y elImperio romano (Pilato y Herodes): seanuncia la Pasión. La bandera de Jesúses claramente conflictiva. Por esto Lu-cas, en la narración de la visita de Jesúsa Nazaret, preanuncia ya el conflicto fi-nal: sus paisanos le quieren despeñar(Lc 4,29-30). La sombra de la cruz secierne desde el comienzo del evangelio.Ignacio, en coherencia con esta visión,presenta la cruz ya desde la contempla-ción del nacimiento (EE 116).

Un gesto simbólico y profético deJesús va a tener trágicas consecuenciaspara su vida. Cuando Jesús expulsa a losmercaderes del templo (Mc 11, 15-19;

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Jn 2, 13-22), ataca todo el sistema reli-gioso, económico y político de Israel,contrario al Dios del Reino. Esto le aca-rreará su futura muerte (Mc 11, 18).

Siguiendo a J.A. Pagola podemosafirmar: «La razón de fondo (de la con-dena y crucifixión de Jesús) es clara. Elreino de Dios defendido por Jesús poneen cuestión al mismo tiempo todo aquelentramado de Roma y el sistema deltemplo. Las autoridades judías, fieles alDios del templo, se ven obligadas a re-accionar: Jesús estorba. Invoca a Diospara defender la vida de los últimos.Caifás y los suyos lo invocan para de-fender los intereses del templo.Condenan a Jesús en nombre de suDios, pero, al hacerlo, están condenan-do al Dios del reino, el único Dios vivoen el que cree Jesús».

Lo mismo sucede con el Imperio deRoma. Jesús no ve en aquel sistema de-fendido por Pilato un mundo organiza-do según el corazón de Dios. Él defien-de a los más olvidados del Imperio;Pilato protege los intereses de Roma. ElDios de Jesús piensa en los últimos; losdioses del Imperio protegen la pax ro-mana. No se puede, a la vez, ser amigodel Jesús y del César; no se puede ser-vir al Dios del reino y a los dioses esta-tales de Roma. Las autoridades judías yel prefecto romano se movieron paraasegurar el orden y la seguridad. Sinembargo no es sólo una cuestión de po-lítica pragmática. En el fondo, Jesús escrucificado porque su actuación y sumensaje sacuden de raíz ese sistema or-ganizado al servicio de los más podero-sos del Imperio romano y de la religióndel templo. Es Pilatos quien pronunciala sentencia: «Irás a la cruz». Pero esa

pena de muerte está firmada por todosaquellos que por razones diversas se hanresistido a su llamada a «entrar en el rei-no de Dios»6.

En toda la pasión se va manifestan-do el contraste entre las Dos Banderas,entre la Bandera de Jesús y la del ene-migo, la Bandera del “sistema” personi-ficado en la teocracia judía y la pax ro-mana, entre el proyecto mesiánico deJesús y el proyecto mundano, Mamón.Es el poder religioso y político lo queprovocará la muerte de Jesús:

– Cuando en la pasión, Pilato ofrecela disyuntiva de liberar a Jesús o aBarrabás, y el pueblo elige a Barrabás(Mt 27,15-26; Jn 18, 39-40), en el fon-do se enfrentan los dos mesianismos, elde Jesús de Nazaret y el de Barrabás quesegún la investigación actual no era sim-plemente un bandido, sino un comba-tiente de la resistencia, una especie deguerrillero, en la línea de los zelotes. Elpueblo, instigado por los sacerdotes,prefiere a Barrabás.

– Cuando, en la cruz, los soldadosromanos se burlan de Jesús y le dicenque si es Hijo de Dios baje de la cruz(Lc 23,38) y los sumos sacerdotes leechan en cara que salvó a otros pero queno puede salvarse a sí mismo (Mt 27,41-44), Jesús no baja de la cruz ni se salva,sino que entrega su espíritu en manosdel Padre (Lc 23,46).

Y en la resurrección, Dios Padre dala razón a Jesús. El discernimiento deldesierto fue correcto y bueno.

Después de su resurrección, a losdiscípulos de Emaús desilusionadosporque con la muerte de Jesús se des-vanecían sus esperanzas de que liberase

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a Israel, Jesús les llama insensatos, porno creer lo que dijeron los profetas (Lc24, 21-25).

3.2. El estilo de JesúsLa Bandera de Jesús es el estilo peculiarde Jesús de Nazaret, un estilo galileo,nazareno.

P. H. Kolvenbach ha estudiado ellenguaje de los Ejercicios en la Tercerasemana y ha demostrado que en la “pa-sión según S. Ignacio”, cuando se ocul-ta la divinidad (EE 196), Ignacio no lla-ma a Jesús el Cristo ni le da nombresgloriosos, como el Señor, sino que le lla-ma el Nazareno, el Galileo7.

El Hijo no sólo se encarna –comosiempre se afirma de modo muy gené-rico– sino que se encarna en la carne na-zarena de María de Nazaret, vive un es-tilo nazareno, en la Galilea, regióndespreciada; Jesús no sólo se hace hom-bre, sino que se hace pobre. Jesús resu-citado cita a sus discípulos en Galilea(Mt 28, 10; 28,16). Esta opción deJesús, aunque pase por la muerte encruz, produce vida, «la vida verdadera»,en expresión ignaciana. Esta vida estáligada a Galilea, entendida no en su sen-tido geográfico sino en el teológico y es-piritual; es decir, evangélicamente. Es laBandera de Jesús.

Todo esto será lo que Ignacio, con uncastellano tosco, con una mentalidad ca-balleresca y feudal, muy sensible al ho-nor, con una religiosidad popular de sa-bor franciscano, con una lectura untanto literal de la Escritura, con el ima-ginario teológico medieval sobre la cris-tología (de corte anselmiano), con la de-

monología típica de su época, con unaespiritualidad tradicionalmente ascéti-ca... intuirá desde su experiencia místi-ca y formulará en los EE:

– En el coloquio de la repetición delos pecados, Ignacio hace pedir aborre-cimiento de las cosas mundanas (EE63).

– En el coloquio del Reino se pidenvituperios y pobreza (EE 98).

– En la coloquio de Dos Banderas sepide ser recibido bajo la bandera deJesús en pobreza y oprobios (EE 147).

– La tercera manera de humildadconsiste en desear y elegir más pobreza,oprobios y ser estimado por loco, conCristo, que riqueza, honores y pruden-cia mundana (EE 167).

Esto es lo que se ha llamado la cla-ve kenótica de los EE: el seguimientodel Cristo pobre y humillado, la cons-tante referencia a la pobreza y humil-dad8.

Frente al peligro de que el llama-miento del Rey eternal se comprenda deun modo mundano, triunfalista y glorio-so, y que el ejercitante ilusionado por elprograma del Reino opte por el poder yla riqueza, Ignacio le propone la medita-ción de las Dos Banderas: la Bandera deJesús es la de la pobreza y humildad, esla Bandera de Jesús de Nazaret, la queconduce a la cruz.

Pero precisamente esta Bandera deJesús, a través de la cruz, es la que lle-va a la vida. La Tercera semana desem-boca en la Cuarta semana, la cruz es ca-mino de resurrección, de vidaverdadera.

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4.1. El don del discernimiento:la inspiración trinitariaDisentimos de esta interpretación. Laexperiencia que subyace a las DosBanderas marcará toda la vida apostóli-ca de Ignacio. Ignacio pide a María «quele ponga con su Hijo» y la experienciamística de la Storta es la respuesta a es-ta petición (Autobiografía 96). Es Cristoen cruz el que llama a Ignacio a su ser-vicio, según la narración de Laínez10.Las grandes gracias místicas trinitariasde Ignacio recogidas en su Diario espi-

ritual (1544-1545) tienen lugar cuandoIgnacio trata de una cuestión de pobre-za. Ignacio tiene grandes sentimientosal entender «cómo el Hijo primero en-vió en pobreza a predicar a los apósto-les, y después el Espíritu Santo, dandosu espíritu y lenguas los confirmó, y asíel Padre y el Hijo, enviando al Espíritu,todas tres personas confirmaron tal mi-sión»11.

Por todo ello, detrás de la Banderade Jesús que Ignacio nos presenta en losEE, contrapuesta a la del enemigo, de-

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4. PRESENCIA DE DOS BANDERAS EN LAESPIRITUALIDAD IGNACIANA

Según J.L. Segundo el Ignacio fundador de la Compañía se dejó ven-cer por el demonio de la historia y de la eficacia y olvidó las DosBanderas de los Ejercicios y la pobreza de Manresa9.

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trás de este conflicto entre dos estilos demesianismos, hay algo más que tácticasespirituales o programas apostólicos.Los Ejercicios son fruto de las expe-riencias espirituales y místicas deLoyola y sobre todo de Manresa (Auto-biografía 28-32), que se prolongarándurante toda su vida hasta Roma.

Detrás de la Bandera de Jesús, estála mística trinitaria de Ignacio, la reve-lación del Padre, del Hijo y del Espíritu.Para Ignacio Dios no es simplemente laPrimera causa o el Primer motor, el Serincreado y todopoderoso, como procla-maba la escolástica de su tiempo. La fecristiana que vive Ignacio no se nutre deideas claras y distintas, no es una filo-sofía de cuño helénico.

Ignacio, en el Cardoner (Autobio-grafía 30), experimenta a Dios de unmodo nuevo y recibe, según algunos, eldon de discernimiento espiritual. Dioses diferente, el Criador y Señor, la Divi-na majestad, el Dios misterioso e inefa-ble, es misericordioso, vulnerable ycompasivo, tal como se nos revela a tra-vés de Jesús de Nazaret, es el Crucifi-cado que «de Criador es venido a ha-cerse hombre y de vida eterna a muertetemporal» (EE 53). El Pantocrátor es elcrucificado. Hay una estrecha relaciónde Dos Banderas con la visión de Car-doner en Manresa, según afirmacionesde Polanco12 y de Nadal13.

Ignacio no aplica a Jesús las catego-rías escolásticas de Dios, sino que a tra-vés de Jesús de Nazaret descubre el ver-dadero rostro del Padre y la misión delEspíritu.

Como ha desarrollado el P. Arrupe,el carisma ignaciano tiene una profundainspiración trinitaria14.

Por esto la mística trinitaria que ani-ma toda la vida de Ignacio es la que nospermite también entender con profundi-dad toda la fuerza de las Dos Banderas.Frente a la Bandera el enemigo de la na-turaleza humana, que lleva a la muerte,está la Bandera de Jesús que lleva a lavida. Frente al poder mundano está lapobreza y humildad del Galileo deNazaret. Pero esta pobreza que lleva aJesús a la cruz, está animada por elEspíritu: el Espíritu que recibió Jesús enel bautismo, el que le guió al desiertopara ser tentado, el que le ungió paraevangelizar a los pobres, es el mismoEspíritu que le resucitará de entre losmuertos. Jesús resucita por la fuerza, eldinamismo de Dios. Esta fuerza diná-mica en la Biblia es el Espíritu Santo,Señor y dador de vida.

Frente al poder mundano de riquezay honores, está la fuerza, el poder delEspíritu que da vida. Optar por laBandera de Jesús, ser recibido bajo subandera es dejarse llevar por el dina-mismo del Espíritu. Este Espíritu es elúnico que puede producir fuerza, vida,gozo, alegría, paz, verdadera consola-ción. Ignacio por temor a ser tenido poralumbrado, es muy reticente y parco enhablar del Espíritu. Pero es el Espíritues que está debajo de toda la mística ig-naciana, de los Ejercicios que llama “es-pirituales” y por tanto también está de-trás de las Dos Banderas.

4.2. Una intuición profética parala Iglesia y la CompañíaLa intuición de Dos Banderas se reto-mará en las Constituciones, donde con-tinuamente se insiste en «abaxarse»

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(66,2), «aborrecer en todo y no en par-te lo que el mundo ama y abraza» y ves-tirse de la librea de Cristo «como sea lavía que lleva a los hombres a la vida»(101-102), renunciar a las dignidadeseclesiásticas (817), mantener la pobreza(816). La Compañía está «sub vexillocrucis», bajo el estandarte de la cruz, co-mo reza la Fórmula de la Compañíaaprobada por Julio III (n 3).

Nadal sintetiza en un párrafo en quéconsiste este seguimiento de Jesús encruz, un seguimiento que lleva a parti-cipar de la resurrección: «Seguimos aJesucristo que lleva aún su cruz en laIglesia militante, a quien nos ha dadopor siervos su Padre eterno, para que lesigamos con nuestras cruces, y no que-ramos más del mundo que lo que él qui-so y tomó, scilicet, pobreza, oprobios,trabajos, dolores hasta la muerte, ejerci-tando la missión para que Dios a él lehabía mandado al mundo, que era sal-var y perfeccionar las ánimas, con todaobediencia y perfección en todas las vir-tudes. Mas es muy gustosa nuestra cruz;porque tiene ya el resplandor y gloria dela victoria de la muerte, resurrección yascensión de Jesús»15.

Y en la famosa carta que en 1547Polanco escribe a los jesuitas de Padua,bajo la guía de Ignacio, se afirma gráfi-camente que «La amistad con los pobresnos hace amigos del Rey eterno»16.

La intuición ignaciana expresada enDos Banderas es realmente proféticafrente a la Iglesia de Cristiandad de sutiempo, ligada al poder económico y po-lítico, con Papas mundanos, que no eranprecisamente modelos de moralidad,más guerreros y mecenas renacentistasque pastores, en una Iglesia que había

sucumbido a la tentación del poder. Lapropuesta de Ignacio expresada en DosBanderas quiere ser una respuesta a lacrisis eclesial de la Iglesia de su tiempo,pero sin romper con la Iglesia institu-cional, sino buscando una reforma inte-rior, una vuelta al evangelio de Jesús deNazaret, el Galileo.

Ignacio, sin decirlo, presenta unprograma espiritual revolucionario pa-ra la mentalidad eclesial de su tiempo,algo sumamente crítico y explosivo pa-ra la Iglesia de cristiandad, una verda-dera Reforma evangélica de la Iglesia.Ciertos historiadores han contrapuestode modo un tanto artificial Ignacio aLutero. Sus experiencias espiritualesson, sin embargo, más cercanas de loque pudiera parecer en un primer ins-tante: ambos pretenden una Reforma dela Iglesia volviendo al evangelio, alJesús nazareno, al crucificado.

A propósito de la tentación del po-der mundano, la tercera tentación segúnMateo, J.Ratzinger-Benedicto XVI, ensu libro sobre Jesús de Nazaret, afirmaque esta tentación va adoptando siem-pre nuevas formas a lo largo de los si-glos. Y añade que «El imperio cristianointentó muy pronto convertir a la Iglesiaen factor político de unificación impe-rial. El reino de Cristo debía, pues, to-mar la forma de un reino político y desu esplendor. La debilidad de la fe, la de-bilidad terrena de Jesucristo, debía sersostenida por el poder político y militar.En el curso de los siglos, bajo distintasformas, ha existido esta tentación deasegurar la fe a través del poder, y la feha corrido siempre el riesgo de ser so-focada precisamente por el brazo delpoder»17.

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5.1. Volver a Galilea Desde los lugares donde hoy siguen pre-sentes y vigentes la Teocracia religiosay el Imperio, no se puede comprender laBandera de Jesús. Esta Bandera es lo-cura a los ojos del mundo, pero sabidu-ría y prudencia a los ojos de Dios.

Y en esta sabiduría evangélica estri-ba la perfecta alegría. Estamos en el me-ollo de la espiritualidad cristiana, comootros muchos autores han testimoniado.Citemos un famoso texto de la espiri-tualidad franciscana:

Fray León con grande admiraciónpreguntó a San Francisco:– Padre, te ruego en nombre de Dios,que me digas en qué consiste la per-fecta alegría.Y S. Francisco le contestó:– Si cuando hayamos llegado aSanta María de los Ángeles, caladospor la lluvia, ateridos por el frío, cu-biertos de lodo y aquejados por elhambre, llamamos a la puerta delconvento y el portero sale enfadadoy nos dice: «¿Quiénes son?» Y nos-

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5. ALGUNAS CONSECUENCIASTEOLÓGICO-PASTORALES

La exhortación de volver a Galilea que según los relatos evangélicosde Pascua Jesús dirige a sus discípulos, podría resumir todo cuandohasta ahora hemos dicho. Volver a Galilea no es viajar a una región dePalestina sino retomar la vida del Jesús histórico, volver al marco evan-gélico de Nazaret, Caná, Cafarnaum, Naim, el lago de Genesaret…donde Jesús de Nazaret, ungido por el Espíritu pasó haciendo el bieny curando a todos los oprimidos por el diablo (Hch 10, 38). Volver aGalilea es regresar a donde todo comenzó (Hch 10, 37), asumir su dis-cernimiento y sus opciones del desierto, proseguir el estilo de Jesús deNazaret, continuar su misión, ser recibidos bajo su Bandera de pobre-za y humildad.

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otros le decimos «Somos dos de susfrailes», y él replica: «No dicen ver-dad, son dos bribones que andan en-gañando al mundo y robando limos-nas de los pobres. Márchense deaquí», y no nos abre, y nos hace pa-sar la noche a la intemperie con lanieve, el agua y el frío y el hambre;si entonces tanta injuria y tantacrueldad y tantos vituperios los so-portamos pacientemente, sin turba-ción ni murmurar, pensando humil-de y caritativamente que aquelportero nos conoce y que Dios le ha-ce hablar contra nosotros, ¡oh FrayLeón!, escribe que en esto está laperfecta alegría.Y si nosotros proseguimos llamandoy él sale fuera muy indignado y co-mo a malandrines importunos nosecha fuera con vilipendios y bofeta-das diciendo: «Váyanse de aquí, in-fames ladrones, vayan al hospital,que aquí no se les dará ni albergueni alimentos». Si entonces nosotrossoportamos esto con paciencia, conalegría y con amor, ¡oh Fray León!escribe que en esto está la perfectaalegría.Y si nosotros acosados por el ham-bre y el frío, y por el rigor de la no-che, volvemos a llamar y pedimospor el amor de Dios y con gran llan-to que nos abran y nos metan dentro,y el portero más escandalizado dice:«Cuidado con estos bribones! ¡Quéimportunos! Yo los castigaré comose merecen», y nos revuelve entre lanieve, y cruda y despiadadamentenos golpea con aquel palo. Si todoesto lo sufrimos con paciencia y ale-gría, pensando en las penas que

Cristo bendito sufrió por nosotroslas cuales nosotros debemos sufrirpor su amor, ¡oh Fray León! Escribeque es esto esta la perfecta alegría»18.

La formulación ignaciana de dosBanderas nos ayuda a leer y compren-der mejor el evangelio de Jesús, en sin-tonía con la tradición de toda la Iglesia.Podríamos citar testimonios patrísticos,textos de Benito y Bernardo, de Teresade Lisieux y Charles de Foucauld queexpresan la misma intuición evangélicade volver a la Galilea de Jesús, al Jesúsde Galilea…

5.2. Completar el “magis”ignaciano con el “minus”Hugo Rahner ha sido el que ha destaca-do la importancia del “magis”, del“más” en los Ejercicios y en la espiri-tualidad ignaciana: lo que “más” con-duce, los que se quieren “más” afectar,el “mayor” servicio, la “mayor” gloria.

Pero si este “magis” no se comple-menta dialécticamente con el “minus”,el “menos” tenemos el riesgo de caer encierto triunfalismo de poder religioso yeclesial. El Reino de Jesús, su proyecto,pasa por el “minus” de la Bandera deJesús, la pobreza y la humildad. Sin es-ta locura evangélica, el mensaje deJesús pierde sabor, se mundaniza.

A nivel eclesial, tras la agonía de laCristiandad y el crecimiento de una so-ciedad globalizada, secularizada y plu-ralista en la que muchos cristianos, so-bre todo en el mundo desarrollado,viven su fe en la diáspora y en el exilioy constituyen cada vez más una mino-ría, el mensaje de las Dos Banderas co-

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bra una gran actualidad. La lógica de laBandera de Jesús aparece con más cla-ridad en una Iglesia pobre, libre y de lospequeños.

Josef Ratzinger expresó hace añosen un texto profético esta nueva situa-ción eclesial de un futuro que hoy ya hacomenzado:

De la Iglesia de hoy saldrá unaIglesia que ha perdido mucho. Se ha-rá pequeña, deberá empezar com-pletamente de nuevo. No podrá yallenar muchos de los edificios cons-truidos en la coyuntura más propi-cia. Al disminuir el número de susadeptos, perderá muchos de sus pri-vilegios en la sociedad. Se habrá depresentar a sí misma, de forma mu-cho más acentuada que hasta ahora,como comunidad voluntaria, a laque sólo se llega por una decisión li-bre. Como comunidad pequeña ha-brá de necesitar de modo mucho másacentuado la iniciativa de sus miem-bros particulares. Conocerá también, sin duda, formasministeriales nuevas y consagrarásacerdotes a cristianos probados quepermanezcan en su profesión: enmuchas comunidades pequeñas, porejemplo en los grupos sociales ho-mogéneos, la pastoral normal se re-alizará de esta forma. Junto a esto, elsacerdote plenamente dedicado alministerio como hasta ahora, segui-rá siendo indispensable. Pero en todos estos cambios que sepueden conjeturar, la Iglesia habráde encontrar de nuevo y con toda de-cisión lo que es esencial suyo, lo quesiempre ha sido su centro: la fe en el

Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijode Dios hecho hombre, la asistenciadel Espíritu que perdura hasta el finde los tiempos. Volverá a encontrarsu auténtico centro en la fe y en laplegaria y volverá a experimentarlos sacramentos como culto divino,no como problema de estructuraciónlitúrgica.Será una Iglesia interiorizada, sin re-clamar su mandato político y coque-teando tan poco con la izquierda co-mo con la derecha. Será unasituación difícil. Porque este proce-so de cristalización y aclaración lecostará muchas fuerzas valiosas. Laempobrecerá, la transformará en unaIglesia de los pequeños.19

La meditación de Dos Banderas consu lógica de la pobreza y sencillez nosayuda a vivir la fe a la intemperie en laIglesia de hoy, sin privilegios ni prota-gonismos, sin apoyo social, sin más luzque la que brota de nuestro interior. Enla noche oscura de la fe, en el inviernoeclesial que se vive hoy, Dos Banderasnos animan a seguir el Jesús pobre y hu-milde de Nazaret, bajo la fuerza de suEspíritu.

5.3. Los pobres como lugarteológico privilegiadoIgnacio en los Ejercicios y en concretoen Dos Banderas no alude a los pobressociológicos ni une la pobreza de Cristocon la de los pobres.

Aunque en la sociedad de Ignaciohabía pobres e Ignacio ayudó a los po-bres de su tiempo, sin embargo no exis-tía la conciencia de la dimensión es-

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tructural de la pobreza y de la injusticiaque hoy poseemos. Hoy día es necesa-rio completar las referencias ignacianasa la pobreza y humildad de DosBanderas con la realidad histórica y so-ciológica de los pobres.

Juan XXIII poco antes del Conciliohabló del tema de “la Iglesia de los po-bres”. El Vaticano II, aunque no retomóesta expresión, afirmó claramente que laIglesia, siguiendo a Cristo que siendo ri-co se hizo pobre (2 Cor 8, 9) y vino aevangelizar a los pobres (Lc 4, 18), nobusca la gloria de este mundo y abrazaa todos los afligidos por la debilidad hu-mana y reconoce en los pobres la ima-gen de Jesús (LG 8).

Es necesario distinguir tres dimen-siones en la pobreza:

– La actitud de pobreza evangélicade Jesús que lleva al desprendimientode los bienes terrenos y a la confianzaen el Padre, que es objeto de la primerabienaventuranza de Mateo, la pobrezade espíritu.

– La pobreza y miseria que sufrenmuchos hermanos nuestros, lo cual esalgo malo y no querido por Dios, con-secuencia del pecado de injusticia delmundo.

– Finalmente, la actitud de solidari-dad y opción por los pobres precisa-mente para erradicar esta pobreza injus-ta; el erradicar esta pobreza es un signodel Reino (Lc 7, 22)

Estas tres dimensiones de la pobre-za son inseparables si queremos teneruna compresión integral del tema de lapobreza. Por esto, el acercarnos a laBandera de Jesús, el volver a Galilea,nos ayuda a comprender mejor que exis-

te una estrecha relación entre Jesús y lospobres. La afirmación de BenedictoXVI en Aparecida (2007) de que en to-da fe cristológica está implícita la op-ción por los pobres20, y las palabras delDocumento de Aparecida de que «todolo que tenga que ver con Cristo tiene quever con los pobres, y todo lo relaciona-do con los pobres reclama a Jesucristo»(392), nos ayudan a comprender queexiste una estrecha connaturalidad entrela bandera de Jesús y los pobres, aunqueIgnacio no lo haya desarrollado. La ban-dera de Jesús nos acerca a los pobres,nos lleva a solidarizarnos con ellos pa-ra erradicar su pobreza, y por otra partelos pobres nos ayudan a comprendermejor el mensaje de Jesús, pues ellosson los predilectos del Reino y a elloshan sido revelados sus misterios (Lc 10,21).

Por eso, desde los pobres, más con-cretamente desde el Tercer mundo, losEjercicios de San Ignacio se puedencomprender mejor que desde el Primermundo desarrollado y rico, donde la po-breza queda más camuflada. Inclusoahora cuando con la migración los po-bres del Tercer mundo irrumpen en elmundo rico y desarrollado, la sociedaddel bienestar y la abundancia intenta ce-rrarles sus puertas. Es preferible que lospobres queden lejos, así su presencia nonos interpela. La pobreza de nuestromundo que la televisión presenta de vezen cuando, no deja de ser un espectácu-lo sensacionalista y morboso que másque interpelar provoca el deseo de que-rer mantener a toda costa el estatus debienestar del Primer mundo.Seguramente la crítica situación de laIglesia en el Primer mundo (desafección

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eclesial, crisis de fe, abandono de laIglesia, indiferencia, agnosticismo...)está muy ligada a que desde el mundode la abundancia muchas veces no se essensible a la pobreza de la mayor partede la humanidad, ni a su responsabili-dad histórica en esta situación.

Los imperios coloniales occidenta-les primero, las empresas multinaciona-les luego y el capitalismo neoliberal delmercado actual, que tantos desastreshan generado en el Tercer mundo y enla ecología planetaria, han sido lidera-dos e impulsados por los “cristianos”del Primer mundo, que se han enrique-cido con todo ello. No se trata ahora degenerar sentimientos de culpabilidadsobre el pasado o el presente, sino de to-mar conciencia de que nuestra fe enCristo implica realmente una opción porlos pobres y si ésta no se da, algo fallaa nuestra fe cristiana.

Existe el riesgo de vivir en lo queJ.B. Metz ha llamado un «cristianismoburgués», una acomodación del evan-gelio a los intereses del mundo burgués,ilustrado y moderno. Esto a la larga lle-va a una devaluación del evangelio y ala pérdida de fe. Muchos, especialmen-te los jóvenes, lo que hoy rechazan esprecisamente este cristianismo burgués,una Iglesia poco evangélica, que ha ol-vidado «la bandera de Jesús».

La clave kenótica de los Ejerciciosestá más presente en el Tercer mundo ydesde el mundo de los pobres ser com-prenden mejor muchas afirmaciones delos Ejercicios.

Ignacio Ellacuría, el mártir de ElSalvador, ya hace años proponía quefrente a la «economía de riqueza» delmundo capitalista y neoliberal había que

establecer una «economía de la pobre-za», que debe entenderse no como unaexaltación de la miseria, sino como unaeconomía que ante todo desea conseguirque todos los habitantes de la tierra ten-gan lo suficiente para vivir una vida dig-na.

Otro jesuita, A. Pieris, desde SriLanka, formula muy bien esta conexiónentre la bandera de Jesús y los pobres:«Allí donde se ama y se sirve a Dios,son los pobres y no la pobreza quienesreinan. Allí donde se ama y se sirve a lospobres, es Dios y no Mamón quien rei-na»21.

Y en otro lugar: «Jesús es Dios abo-cado a enfrentarse con Mamón; (…)Jesús es Dios en una alianza con los po-bres»22.

El modelo hegemónico del capita-lismo neoliberal que sacraliza el merca-do y ofrece bienes materiales comobienes simbólicos de salvación y bien-estar («fuera del mercado no hay salva-ción», «hemos llegado al final de la his-toria»), es un modelo que en el fondodeshumaniza a sus mismos defensoresy explota a los pobres, excluye y gene-ra masas sobrantes y desechables en lamayor parte de la humanidad. Es la ver-sión histórica actual de la Bandera delenemigo de la naturaleza humana, quelleva a la muerte.

La actual crisis financiera del mer-cado mundial, la caída de Wall Streetque como la caída del muro de Berlínmarca una nueva era en la sociedadmundial, en el fondo es una crisis ética,una crisis de valores. Se ha absolutiza-do el lucro como criterio último, se pro-fesa un individualismo egoísta e insoli-dario, se han privatizado las ganancias

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y socializado las pérdidas, se ha des-truido la naturaleza.

En esta crisis los pobres, los de siem-pre, son los que más padecen las conse-cuencias.

La Bandera de Jesús nos ofrece al-ternativas a este modelo hegemónicoque lleva a la muerte y nos presenta unaserie de valores que generan vida en elmundo y en especial en el mundo de losempobrecidos: solidaridad, compartir,respeto a la diversidad (cultural, reli-giosa, étnica y sexual), reciprocidad,opción por los pobres, aprecio de sus va-lores humanos culturales y religiosos,sentido de gratuidad y de fiesta, comu-nión con la tierra, confianza en el Padre,búsqueda de la paz. Otro mundo no só-lo es posible sino que es urgente.

La Bandera de Jesús nos ayuda atomar distancia tanto frente a la paxamericana como a las estructuras reli-giosas y eclesiásticas que deshumani-zan: la Bandera de Jesús lleva a la vi-da verdadera. Pero todo ello no esfácil, produce conflictos y de hecho haproducido en el Tercer mundo márti-res por la fe y la justicia, por la huma-nidad y la vida, como aconteció conJesús de Nazaret.

Por todo ello no es casual que se des-cubra una cierta connaturalidad entre laespiritualidad ignaciana de los Ejerci-cios y la teología latinoamericana libe-radora23 y otras teologías del Tercermundo. Desde los pobres se nos revelaotra imagen de Dios, diferente de la ha-bitual.

A. Pieris expresa bien este conceptode Dios que se nos revela a través deJesús de Nazaret y de la cruz y desde lospobres con los que él se identifica:

Estamos anunciando un concepto deDios completamente nuevo, revela-do en la cruz. Dios se ha deshecho,en la cruz, de las máscaras con lasque pretendemos encubrir su rostro:Acto puro, Motor inmóvil, Divini-dad inmutable, Poder impasible...En lugar de ello, alocada y escanda-losamente (1 Cor 1, 23), Dios hapuesto al descubierto el verdaderoser divino como amor al que duele eincluso le descompone la ingratitudhumana: un Dios que llora, suda ysangra haciendo suyo el dolor, elmiedo y la desesperación de quienescomparten con Él la condición devíctimas en la tierra; un Dios que novive a costa de otros, sino que mue-re para que otros puedan tener vidaen abundancia; un Dios que no sóloopta por hacerse hombre, sino que seasocia, en la manera de vivir y mo-rir, con las personas socialmente de-gradadas. Por tanto, las característi-cas divinas de este Dios no puedenexpresarse adecuadamente en las ca-tegorías filosóficas de unidad, ver-dad y bondad, o inmutabilidad, per-fección infinita y poder absoluto;antes bien, requieren términos sote-riológicos concretos: amor y fideli-dad, justicia y derecho, ejercidos demanera preferente con los pobres24. Los pobres nos ayudan a comprender

cuál es la verdadera imagen del Dios bí-blico, son un verdadero lugar teológico.

5.4. En el EspírituVolver a Galilea, completar el “magis”ignaciano con el “minus”, la cercanía alos pobres como lugar teológico privi-

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legiado serían simples proyectos volun-taristas si no estuviesen animados por elEspíritu, por el mismo Espíritu que hi-zo nacer a Jesús del seno del María, elEspíritu que descendió sobre él en elbautismo y le ungió como Mesías, elque le llevó al desierto, el que guió to-da su vida, el que le envió a evangelizara los pobres, el que le dio fortaleza en lapasión, el que lo resucitó de entre losmuertos.

Ignacio, como ya hemos visto, pormiedo a ser tenido por alumbrado, unaherejía de su tiempo, es muy parco enreferirse al Espíritu. Sin embargo elEspíritu es el dinamismo que mueve to-da la vida cristiana y el que también sub-yace a todos los Ejercicios. Como es-cribe M. Giuliani: «Esta presencia delEspíritu Santo, alma de nuestras almas,Ignacio no la define jamás, sino que lacaracteriza por uno de sus efectos másindudables: magis, “más”»25.

Por esto hay que pedir ser recibidobajo la bandera de Jesús, que bajo el sig-no de la cruz, es la que, por el Espíritu,nos da “vida verdadera”.

Sin esta referencia al Espíritu el se-guimiento de la Bandera de Jesús podríallevarnos a una “jesusología”, a un hu-manismo social, bueno pero chato, queno respondería a la vocación humanamás profunda, quedaríamos encerradosen la prisión de nuestra finitud26. Jesúsnos comunica el Espíritu y por elEspíritu nos abre al misterio Trinitario

de Dios, de modo que nuestra vida cris-tiana no sólo sea imitación de Cristo, si-no vida “en Cristo”, vida en abundancia(Jn 10, 10), la “vida verdadera” que noscomunica la Bandera de Jesús. CuandoIgnacio pide a María que le ponga consu Hijo, está pidiendo que pueda entraren el misterio de la comunión trinitaria.Esto es: “ser recibido” en la Bandera deJesús, una gracia del Espíritu.

5.5. En conclusión Dos Banderas son una invitación a des-cubrir el verdadero rostro de Dios, unDios “diferente”, el rostro trinitario delDios de la vida que se nos revela en elJesús pobre de Nazaret y a no dejarnosilusionar ni engañar con falsos ídolos demuerte, el Mamón de las riquezas de es-te mundo. Por esto el enfoque de DosBanderas no es simplemente moral sinoteologal y teológico: ¿a qué Dios que-remos realmente servir?

La cercanía a los pobres, los peque-ños, los insignificantes, presentes no só-lo en el Tercer mundo sino también enla llamada sociedad del bienestar delPrimer mundo, nos puede hoy ayudarmucho a descubrir esta verdadera ima-gen del Dios de Jesús. A los pequeños ypobres el Padre ha querido revelar losmisterios del Reino (Lc 10,21). Los po-bres, aunque ellos no lo sepan, han sido«puestos con el Hijo» y por esto nos en-señan a leer el evangelio.

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1. M. COSTA, «Banderas», en GEI (GRUPO DE

ESPIRITUALIDAD IGNACIANA), Diccionario deespiritualidad ignaciana, Bilbao-Santander,Sal Terrae, 2007, Vol. I, pág. 211-221, conamplia bibliografía.

2. COSTA, «Banderas», pág. 212. En un párrafo dela Leyenda áurea que Ignacio leyó en Loyola,se dice, hablando de Agustín que «escribiósobre dos ciudades, Jerusalén y Babilonia, yde sus reyes respectivos, porque Cristo es lla-mado Rey de Jerusalén, y el diablo, rey deBabilonia. Estas dos ciudades son construidas,dice él (Agustín), por dos amores: porque es elamor de sí, que crece hasta el desprecio deDios el que construye la ciudad del diablo, yes el amor de Dios que crece hasta el despre-cio de sí, el que construye la ciudad de Dios».

3. K. RAHNER, «La lógica del conocimiento exis-tencial en S. Ignacio de Loyola», en K.RAHNER, Lo dinámico en la Iglesia,Barcelona, Herder, 1963, pág. 94-95.

4. J. A. PAGOLA, Jesús. Aproximación histórica,Madrid, PPC, 2007, 5ª ed., pág. 312.

5. A. PIERIS, El Reino de Dios para los pobres deDios. Retorno a la fórmula de Jesús, Bilbao,Mensajero, 2006, pág. 52-61.

6. PAGOLA, Jesús..., pág. 389.7. P. H. KOLVENBACH, La experiencia de Cristo en

Ignacio de Loyola, en Decir al Indecible,Bilbao-Santander, Sal Terrae, 1999, pág. 65-75.

8. V. CODINA, Claves para una hermenéutica delos Ejercicios, Barcelona, Cristianisme iJustícia, 1993, Eides 12.

9. J. L. SEGUNDO, «El Cristo de los EjerciciosEspirituales», en J. L. SEGUNDO, El hombre dehoy ante Jesús de Nazaret, Madrid, EdicionesCristiandad, 1982, tomo II/2, pág. 770-784.

10. D. LAÍNEZ, Adhort in examen, 7 (FN, II, 133),1559.

11. Diario espiritual, 11-II-1544.12. FN II, 527.13. FN II, 190 y 307; MHSI, Nadal V, 40; 264.14. P. ARRUPE, «Inspiración trinitaria del carisma

ignaciano», en P. ARRUPE, La identidad deljesuita en nuestros tiempos, Santander, SalTerrae, 1981, pág. 391-435.

15. NADAL, Orationis ratio in Societate, MHSI,Nadal IV, pág. 678.

16. 7.8.1547, BAC 817, citada en la CG 34,Decreto 2, 8.

17. J. RATZINGER - BENEDICTO XVI, Jesús de Naza-ret, Lima, Planeta, 2007, pág. 64-69.

18. Florecillas de San Francisco. Sobre la perfec-ta alegría I, cap VIII.

19. J. RATZINGER, Fe y Futuro, Salamanca,Sígueme, 1973, pág. 76-77.

20. BENEDICTO XVI, «Discurso inaugural de la VConferencia del Episcopado latinoamericanoy del Caribe» en Aparecida, 3.

21. PIERIS, El Reino..., pág. 52.22. PIERIS, El Reino..., pág. 89.23. V. CODINA, «Teología de la liberación y espiri-

tualidad ignaciana», en P. E. ARNS y J.SOBRINO, Teología y liberación, Ensayos entorno a la obra de Gustavo Gutiérrez, Lima,Instituto Bartolomé de las Casas, 1990, vol 2,pág. 355-381.

24. A. PIERIS, El Reino de Dios para los pobres deDios, Bilbao, Mensajero, 2006, pág. 92.

25. M. GIULIANI, Acoger el tiempo que viene.Estudios sobre San Ignacio de Loyola, Bilbao-Santander, Sal Terrae, 2006, pág. 51.

26. K. RAHNER, Sobre la inefabilidad de Dios.Experiencias de un teólogo católico,Barcelona, Herder, 2005, pág. 27-34.

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NOTAS