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Diseño de carátula y Fotografía: OMAR RAYO
Aníbal Manuel – 1981 Ediciones Museo Rayo
Roldanillo, Valle, Colombia
Edición en formato PDF de libre circulación. Reproducción permitida bajo la condición de
respeto a los créditos del autor. Todo comentario o aporte en relación con este poemario,
sírvase dirigirlo a [email protected]
Aníbal Manuel (1950) ha publicado los siguientes libros de poemas: DIARIO DE LA AUSENCIA en 1972; CANTO DEL PROLETARIO en 1975 y con el cual obtuvo la Mención Especial en el II Cconcurso Nacional de Poesía “Eduardo
Cote Lamus” celebrado en Cúcuta.
Sus poemas fueron incluidos en las siguientes antologías: ESTRAVAGARIO, por María Mercedes Carranza, Colcultura, 1976; DIEZ POETAS COLOMBIANOS, por Fernando Garavito, Colmena, 1976; POESÍA MILITANTE EN AMÉRICA LATINA, Cambridge University Press, USA, 1977; POESÍA, por Aníbal Arias, Ed. Etcétera, 1978; ALBUM DE LA NUEVA POESÍA COLOMBIANA, por Juan Gustavo Cobo Borda, Universidad de Carabobo, Venezuela, 1980;
Es columnista del diario El Pueblo, de la ciudad de Cali y colaborador
permanente en diversas revistas literarias del país.
PRESENTACION DEL POETA
Aníbal Manuel lleva entre las manos un círculo que es la memoria: “Con aromas de limón y de cenizas vengo / con esta memoria que se empecina en saltar muros y alambradas”. Cada recuerdo significa soledad y la soledad lo impulsa a regresar por las calles de su pueblo –Roldanillo- y a entrar en los cuartos
ocultos de una infancia a la vez perdida y viviente. El poeta dice: “Es que nada me ha sido dado”; sin embargo, extrae de la esencia misma de lo cotidiano un lenguaje limpio y hondo. Reconoce todo lo que le rodea y le ha rodeado, como lo
hace un ciego tocando la cara de un ser amado, rozando los objetos con los
labios y robándole a los lugares donde reposaron seres ausentes el sabor de lo
que no puede medir con el tiempo, el que se convierte en algo que nos persigue
sin poder alcanzarnos: “¿Hasta cuándo este polvo que se pega a mis talones?”
La visión del poeta es como la de un agonizante lúcido que en el momento de la
muerte desenvuelve todo el significado de los rincones más familiares
llevándolos con él hacia dentro y apagándolos con los párpados, que son espejos
como lo es también el poeta. Aníbal Manuel es un espejo fiel de una realidad
que ni invierte ni deforma. Los poemas en TIEMPO DE OBSTINACION no son
trucos, ni juegos ni fuegos artificiales de palabras. Transmiten sin
transformar, desgarrándonos con su poder de penetración.
Aníbal Manuel forja una poesía a la vez sensible y fuerte en su reticencia; es la
consciencia de que el sonido de la tierra girando interviene entre silencio y
silencio, paso y paso, palabra y palabra del cantecaminante. Como la música de
la flauta andina, estos poemas se alimentan de una tristeza profunda, fruto de
la madurez y de la consciencia absoluta de que todo es efímero. Solitario hasta
la médula, seguro en su oficio de creador, vestido de la integridad de lo
auténtico y armado de una visión individual única, Aníbal Manuel cumple en cada
poema de TIEMPO DE OBSTINACION un compromiso con la verdad y crece
como hombre, enfrentándose a la voz que le dio su tierra.
AGUEDA PIZARRO New York 1981
a
anibal arias
y
harold alvarado
justamente
con aromas de limón y de cenizas vengo
con esta memoria que se empecina en saltar muros y alambradas
el leve rumor de un vagabundo derrota la noche
y un viento de miseria
agita periódicos y cortinas desgarradas
tal vez detrás de las ventanas
una mirada hostigante se disponga a retenerme:
soy ese vagabundo
y con aroma de limón y de cenizas voy cantando
leve y horizontal
la aurora crece como trinos
para deslizarse por los entornados portones de rosados insólitos
por grietas que ocultan imágenes y pasos
y voces que fueron voces
y gestos indispensables a toda suerte de acrobacias
no sobra decir que hubo auroras diferentes
en que casi era imposible
despojarnos de tanta humedad en las mejillas
y casi imposible
-como ahora que lo digo-
evitar el estallido sordo
de tanto palabrerío fútil y sin vigencia
de nuevo la ciudad renueva la imagen del tedio
del ruido de motores
de la gente que se desliza como en un filme de chaplin
de nuevo la ciudad
un gamín reclama una moneda
un vendedor de suerte me ofrece cuatro números
qué imposible es aquí meter las manos en los bolsillos
y echar a andar como si nada
arrastrar los pies sin prisas
saborear el silencio hasta el hartazgo
detenerse en un rostro que parezca conocido
olvidar el tiempo y la distancia
qué imposible es aquí echar a andar como si nada
fornical
la mañana se levanta atravesando cristales
en donde se destacan siluetas de pecados
que humedecieron sábanas hasta bien entrada la noche
musical
el día empieza rememorando a un beethoven
que gira póstumo en pentagramas de estéreos
bien podemos suponer que desde siempre
hubo un solapado presente de desconcertados conciertos
en donde los melómanos adulterios
bostezaban señales desde la platea hasta el palco
mientras las carnes iban estallando lascivas entre los aplausos
¿cuántos pudores
de castas señoras y apirgüinados amantes
fornicaron impúdicos al ritmo de nonas sinfonías?
¿cuántos?
caminos de no volver atrás
avenidas de señales indescifrables
que me empujan a buscar algo que desconozco:
¿hasta cuándo este polvo que se pega a mis talones?
¿hasta dónde esta duda enfardada que llevo a las espaldas?
la tarde nos fue dejando cierto rumor en los ojos
el libro abierto en el poema que amabas
el buscar huellas antiguas y sueños ignorados
el apartar con brusquedad la mano tibia del regreso
no fueron más que vicios nocturnos
que iban agujereando mi piel con sus colmillos
cuando llega la noche
un silencio como de ojo ciego
nos hace presentir el murmullo de fantasmas
que apenas ayer nos detenían para indagar sobre cosas cotidianas:
la salud del hermano delincuente
la presunta dirección de nuestros sueños
o el qué sería de aquellos amigos que difícilmente recordamos
después
la mañana nos atraviesa con ruidos callejeros
para dejarnos la desolada estatura de los rostros
y un catálogo de angustias arañando las paredes
tenía las uñas maravillosamente sucias
el pelo ligeramente ensortijado
el cuerpo un poco tirado hacia delante
y una navaja dispuesta a recorrer su cuello
se llamaba rosa marlen
así sencillamente
si pudiera ser la salud de tu cuerpo…
si lograr infiltrarme en tu sangre para restaurarla…
si consiguiera adentrarme en la razón de tu extravío
como cuando estuve en ese recato inicial
que se fue despojando de sus años y sus culpas…
todo es caer en donde antes deambulaban adolescentes frágiles
muchachas de tiernas miradas
muchachos de boinas rojas y pretensiones ingenuas
todos tomados de las manos
como en las más insípidas historias de amor
golpeteos de nocturnos visitantes
inventan temores en cada espacio de mi cuerpo
superficies de silencio
van midiendo la distancia que hay de la madera a mis ojos
sobre mi pecho un galope de potro desbocado
y un peso como de brujas sobre las paredes
sobre la luna del espejo que dibuja otra luna
sobre el retrato de primera comunión
en donde sostengo una vela hace veinte años encendida
¿quién se atreve a arrastrar los pies en el tablado
y a separar la niebla la repentina
y a golpear en la puerta con sus nudillos de cal?
poco a poco fueron cayendo las palabras
no recuerdo en qué sombra de temor estuve aprisionado
ni qué fantasma me acechó por tántos y tántos siglos
sólo recuerdo que torpemente me hicieron tropezar con la existencia
y que fui dando tumbos de noche en noche
hasta llegar a este día
al despertar
un olor de alcanforina estalla en los pulmones
los objetos del cuarto interrumpen su diálogo desordenado
y las palabras adquieren esa forma tuya de decirme las cosas
entonces me voy por las calles
llevando sobre los hombros la edad de las lluvias
me detengo en los avisos
saludo amablemente al traficante de guitarras
y sin pensarlo dos veces me pierdo entre la gente
que camina y me conduce hacia secretos callejones
en donde la miseria muerde los talones
con rostro de niñez fatigada
de perro hostigado
de sombra que se escurre hurgando en los tinocos
luego regreso a las calles
llevando sobre los hombros algo más que el peso de las lluvias
Les estoy preguntando
si realmente vale la pena el gesto amable
el guitarreo de fórmulas corteses
el sí señor
el bien gracias y usted que usted escupe sin temor
cuando tropieza a cada mañana con su vecino
les estoy preguntando
si de veras piensan que sea saludable sonreir a dentelladas
andando
silbando
cantando viejas melodías que de vez en cuando giran en la memoria
cómo quisiera encontrarte en esa esquina
para que de nuevo hablemos sobre cualquier cosa
como cuando te veía con el vestido azul de colegiala
y la mentira de siempre empujando una sonrisa
una disculpa
una leve insinuación para el abrazo
una madrugada de cereal y surco
escarba y siembra la semilla
con el hierro laborioso que endurece las manos
y logra sorprendernos cuando apenas comenzamos
una madrugada de cereal y surco
de cebolla
de sudor temprano
de golpe de azadón que aún persiste
a veces el simple gesto me atraviesa
la simple mirada de los transeúntes me detiene
en el instante de una soledad que ya perdió su nombre
y quedo en estas calles
esperando las señales que me conduzcan
las voces precisas que me llamen
como si fueran de ahora
esos cuatro dedos colocados en la frente
incitan a inventar jergas de recuerdos infantiles
ahora sé por qué las calles de mi pueblo
no fueron tan anchas ni tan limpias a mi paso desolado
ahora descubro por qué no en vano
decidí cambiar mis zapatos de lona
por un puñado de sueños sin sentido
bastaba con arrojar mi interrogante
y ahí te quedabas:
muñeca de silencio
presencia huyendo sin partir siquiera
silencio de todo tu silencio
tú
vanamente se detendrán a tocar a mi puerta
inútilmente intentarán derribar mi silencio
aquí me quedo:
sentado en esta banco de madera tierna
y acompañado siempre por una fiel obstinación
los caminos se fueron alargando
y cada paso nuestro era un paso inútilmente concedido
¿quién interrumpió ese rincón
en donde el simple gesto era la algarabía?
¿quién destruyó de un solo golpe
el susurro que aún lograba conmovernos?
les digo –y no es solo por decirlo- que este poema
es para ana tulia tenorio
al volver sobre el álbum familiar
me detengo en ese retrato en donde madre
-en la pose natural a sus quince años-
me mira sin mirarme en un intento de sonrisa
No es necesario desembaular historias
para adivinar que hubo épocas harto difíciles hasta entonces:
esos ojos que me miran sin mirarme
no pueden evitar un destello de miedo
de terror por tantas y tantas cosas aprisionadas sin remedio
No es necesario desembaular historias
para suponer de qué ausencia de tranquilas noches
y de qué interminable sucesión de gritos se inundaba nuestra casa
lluvias tardías han empezado a empapar nuestros cabellos
al cabo de largos años
el abuelo paralítico decidió huir sin que nadie lo supiera
sin que nadie ayudara a cargar con sus dolencias
con sus muletas de palo
con su registro de refranes preferidos
con amarillo retrato de soldado en la guerra de los mil días
nada más que una mirada como de niño triste
dejó abandonada en el más oscuro rincón de nuestra casa
inclinada en las tardes de su tarde
descorriendo cortinas de un pasado casi desteñido
abuela isabel iba sacando de su baúl amarillo
trapos alcanforinados y recuerdos
y extrañas leyendas de fantasmas arrieros
y duendes que trenzaba bromas en las crines de las yeguas
eran esos tiempos en que soñar verdaderamente nada costaba
diminuto
casi un punto imperceptible en la distancia
era mi padre
el que con tambaleos ciegos y fatigas
y un fardo de no sé cuántos años pesándole en la espalda
llegaba hasta mí
-en un extraño sueño-
después de mucho tiempo
a magnolia y a oriana
obséquienme un minuto de sus recientes mundos
y hagan llegar a mí sus manos frágiles como una semilla
hagan llegar a mí los días de colores
las risas que estallaron tras un milagro de euforia
el aroma de las cosas que apenas ayer me fueron negadas
traigan también sus muñecas de trapo:
quiero ser lo que ahora son
al evocar memorias de un tiempo ya gastado
los espejos van repitiendo el silencio de mujeres desdentadas
que ensartan agujas mientras el tedio ronda
es
entonces
cuando alguien pretende ocultar el rostro
tras el traqueteo de un lecho
tras el manoseo de cuentas de vidrio
que tercamente tintinean una historia de desprestigio
cierto es que he dispuesto de un amanecer
para clavar mi bandera en la montaña
es que nada me ha sido dado
nada me ha sido otorgado a cambio de nada:
cada uno de estos días de hierros enmohecidos
me ha costado una lucha solitaria
Aníbal Manuel (1950) ha publicado los siguientes libros de poemas: DIARIO DE LA AUSENCIA en 1972; CANTO DEL PROLETARIO en 1975 y con el cual obtuvo la Mención Especial en el II Cconcurso Nacional de Poesía “Eduardo Cote Lamus”
celebrado en Cúcuta.
Sus poemas fueron incluidos en las siguientes antologías: ESTRAVAGARIO, por María Mercedes Carranza, Colcultura, 1976; DIEZ POETAS COLOMBIANOS, por Fernando Garavito, Colmena, 1976; POESÍA MILITANTE EN AMÉRICA LATINA, Cambridge University Press, USA, 1977; POESÍA, por Aníbal Arias, Ed. Etcétera, 1978; ALBUM DE LA NUEVA POESÍA COLOMBIANA, por Juan Gustavo Cobo Borda, Universidad de Carabobo, Venezuela, 1980;
Es columnista del diario El Pueblo, de la ciudad de Cali y colaborador permanente en
diversas revistas literarias del país.