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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 80 (2021), 227-253 ISSN: 0034-8147 Discernimiento espiritual en Santa Teresa de Jesús. Desde las Meditaciones sobre el Cantar de los Cantares ANTONIO GONZÁLEZ LÓPEZ, OCD (Zaragoza) Recibido el 25 de febrero de 2021 Aceptado el 20 de marzo de 2021 RESUMEN: Teresa de Jesús es una maestra de discernimiento espiritual, y va desgranando esta sabiduría a lo largo de toda su obra. Estudio este tema en las Meditaciones sobre los Cantares, que, entre otras cosas, nos descubren algunos criterios de orientación de la vida espiritual y nos ayudan a comprender algunos aspectos del discernimiento teresiano, como la forma en que el amor fraterno, el desasimiento y la humildad son criterios fundamentales del mismo. PALABRAS CLAVE: discernimiento, criterios, paz, amor fraterno, desasimiento, humildad. Spiritual discernment in St. Teresa of Jesus based on Meditations on the Song of Songs ABSTRACT: Teresa of Jesus is a teacher of spiritual discernment, and her wis- dom is gradually revealed throughout her work. This article examines the topic of discernment based on Teresa’s Meditations on the Song of Songs, which, among other things, reveal some criteria for the orientation of the spiritual life and help us to understand verious aspects of Teresian discernment, such as the way in which fraternal love, detachment and humility are fundamental to this process. KEY WORDS: Discernment, criteria, peace, brotherly love, detachment, humility.

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Discernimiento espiritual en Santa Teresa de Jesús. Desde las Meditaciones sobre el Cantar de los Cantares

anTonio gonzálEz lópEz, ocd

(Zaragoza)

Recibido el 25 de febrero de 2021 Aceptado el 20 de marzo de 2021

Resumen: Teresa de Jesús es una maestra de discernimiento espiritual, y va desgranando esta sabiduría a lo largo de toda su obra. Estudio este tema en las Meditaciones sobre los Cantares, que, entre otras cosas, nos descubren algunos criterios de orientación de la vida espiritual y nos ayudan a comprender algunos aspectos del discernimiento teresiano, como la forma en que el amor fraterno, el desasimiento y la humildad son criterios fundamentales del mismo.

PalabRas clave: discernimiento, criterios, paz, amor fraterno, desasimiento, humildad.

Spiritual discernment in St. Teresa of Jesus based on Meditations on the Song of Songs

AbstRact: Teresa of Jesus is a teacher of spiritual discernment, and her wis-dom is gradually revealed throughout her work. This article examines the topic of discernment based on Teresa’s Meditations on the Song of Songs, which, among other things, reveal some criteria for the orientation of the spiritual life and help us to understand verious aspects of Teresian discernment, such as the way in which fraternal love, detachment and humility are fundamental to this process.

Key woRds: Discernment, criteria, peace, brotherly love, detachment, humility.

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inTroducción1

El discernimiento espiritual en la vida y la obra de santa Tere-sa de Jesús es un tema estudiado relativamente poco, y de forma reciente2. No obstante, esta cuestión, de actualidad por su impor-tancia para la maduración de la experiencia de Dios, es también uno de los grandes temas de Teresa. En el libro de la Vida, descu-brimos que apareció como una urgencia para ella, cuando su se-gunda conversión la introdujo en la experiencia mística, a los 39 años de edad; vemos también cómo sus directores espirituales (en ese crucial momento, Diego de Cetina y Juan de Prádanos, a los que siguieron muchos otros), le ayudaron a discernir su experiencia como obra de Dios, y a colaborar con su gracia para avanzar. Y podemos seguir el esforzado aprendizaje de Teresa en este cam-po, hasta recibir la gracia de comprender y saber dar a entender lo que vive (V. 17,5)3, y convertirse en una maestra de discernimiento.

1 Cito a Santa Teresa siguiendo la edición de la EDE, 2000, 5ªed. En el caso de las Meditaciones sobre los Cantares, alguna vez citaré el texto de la copia descubierta y publicada en el artículo de Julio césar varas garcía, «Una nueva copia de las «Meditaciones sobre los Cantares» de Santa Teresa de Jesús, en la BNE», Monte Carmelo 121 (2013) 305-346. Me referiré a esta copia, en adelante, como BNE 898.

2 Los trabajos más importantes sobre este tema, actualmente, son: osWaldo EscoBar, Manual de discernimiento teresiano (Bogotá: San Pablo, 2015); osWaldo EscoBar, Discernimiento teresiano práctico (Bogotá: San Pablo, 2017); MaxiMiliano HErráiz, Discernimiento espiritual en Teresa y Juan de la Cruz (Vitoria: Instituto Teológico de Vida Religiosa, 2008); To-MoHiTo yaManoucHi, «La maduración del discernimiento espiritual en la Vida de Santa Teresa de Jesús» (Disertación para la obtención del Doctorado en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana. 2006): guillErMo randlE, La guerra invisible. El discernimiento espiritual como experiencia y como doctrina en Santa Teresa de Jesús (Madrid: Publicaciones Claretianas, 1991).

3 «Una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué gracia, otra es saber decirla y dar a entender cómo es». Esta gracia, en el caso de Teresa, corona el afán con que ella ha buscado el discernimiento por medio de la consulta a directores espirituales, confesores y letrados, a través de la lectura, y de la reflexión sobre su propia experiencia.

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Así, Vida, un relato que Teresa escribe para ofrecer su trayecto-ria al discernimiento de sus directores espirituales y de S. Juan de Ávila4, recoge también la sabiduría que ha alcanzado a través de su experiencia (V 10,8-9), y que después seguirá afinando en obras posteriores5. Esto, además, explica el hecho de que Vida trate ex-tensamente de vivencias místicas de carácter extraordinario6, como locuciones y visiones, cuando, en realidad, estos fenómenos tienen para Teresa una importancia relativa, pues están en función de la re-lación de amor con Dios, que se manifiesta, sobre todo, en la unión con su voluntad (5M 3,5)7.

A lo largo de su obra, Teresa desgrana, a través de consejos, constataciones, criterios... todo un planteamiento de discernimiento espiritual, que recoge lo que ella ha recibido de varios maestros (la escuela ignaciana, S. Juan de Ávila, S. Pedro de Alcántara, S. Juan de la Cruz, varios Padres...) y ha elaborado personalmente. Esta ela-boración personal también se refleja en un vocabulario propio, en el

4 Como lo señala ella en la carta que acompañaba la primera redacción del libro.

5 Estas cuestiones (cómo va desarrollando Teresa su discernimiento, y los principios y criterios fundamentales del mismo) las he tratado más ampliamen-te, en mi tesina. Cfr. anTonio gonzálEz lópEz, «Discernimiento espiritual en las Meditaciones sobre los Cantares de Santa Teresa de Jesús». (Tesina para la obtención del grado de Licenciado. Universidad Pontificia de Comillas, 2020), 13-52. Descargable en https://bit.ly/30j6MGK.

6 Sobre esto, cfr. T. yaManoucHi, 122-152, y osWaldo EscoBar, Ma-nual de discernimiento teresiano, 377-389.

7 «Ésta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que pido siem-pre a nuestro Señor, y la que está más clara y segura». Cabe señalar, también, que el criterio de Teresa hacia esos fenómenos es más positivo que el de otros autores, que recomendaban callarlos, p. ej., Francisco de Osuna y Juan de Ávi-la, como señala salvador ros garcía, «La otra teología de santa Teresa», Te-resianum 66 (2015) (Teresa e l’humanum. Congresso teresiano internazionale, Roma, 4-6 noviembre 2015), 324-327. También San Juan de la Cruz, en la Su-bida del Monte Carmelo (libro II, 11,5-7. Cfr. también 17,9, y 24, 8-9) aconseja dirigirse a Dios en pura fe, y no detenerse en estas experiencias, ni siquiera para discernir su validez, porque cuando son de Dios, dejan buen efecto en el alma aunque no se haga caso de ellas.

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que cabe destacar el uso de los términos entenderse y entender para referirse al discernir8.

En este artículo, estudio este tema desde las Meditaciones sobre los Cantares (obra también conocida como Conceptos del Amor de Dios). El autógrafo de este libro fue quemado, y aunque ha llega-do completa a nosotros una de sus redacciones9, es probable que el manuscrito quemado correspondiese a otra redacción posterior, más amplia, de la que parece habernos llegado solo un fragmento10. Esta accidentada historia y la brevedad del libro, han llevado a ca-talogarlo como un escrito menor. Sin embargo (y a diferencia de los demás escritos breves) Teresa lo escribió para que se divulgara entre sus monjas, y procuró su revisión y visto bueno por parte de teó-logos11. El interés con que Teresa emprende la arriesgada empresa de comentar unos versos del Cantar de los Cantares (a pesar de las dificultades que ello implicaba en su tiempo), tiene relación, preci-samente, con el discernimiento. Teresa quiere «dar a entender» la riqueza del Cantar y de la vivencia espiritual que expresa (MC 7,9). Y ofrecer luz y confianza a quien siente esta acción amorosa de Dios en su vida, porque:

8 Estos términos (sobre todo, entender, bastante frecuente) también se usan con otras acepciones. En relación con el discernimiento, Teresa también usa otros, como avisado y aviso. El léxico teresiano relacionado con el discerni-miento está tratado más ampliamente en anTonio gonzálEz, «Discernimiento espiritual en las Meditaciones sobre los Cantares», 122-138.

9 Al menos, la consignada en la copia de Alba (aparte de la que usara Gra-cián para la primera edición impresa), que fue revisada por el P. Báñez, y suele ser la base de las ediciones actuales, aunque éstas, con frecuencia intercalan párrafos procedentes de otras copias.

10 Ese fragmento es el que transmiten las copias de Consuegra, Las Nieves, y la que ha descubierto el artículo citado de J. c. varas garcía, que aporta algunos datos interesantes. Estudio esta cuestión en anTonio gonzálEz, «Dis-cernimiento espiritual en las Meditaciones sobre los Cantares», 53-66.

11 Cfr. MC 1,9. En su carta del 28-VIII-1575 a María Bautista (n. 17), Tere-sa pregunta si Báñez «ha dado por bueno» este libro. Parece que cuando buscó el visto bueno (de Yanguas) para una redacción posterior, el resultado fue la orden de quemarlo.

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Solas a las almas que entendieren las necesidades que tienen de quien les declare algunas cosas de lo que pasa entre el alma y nuestro Señor, podrán ver el trabajo que se padece en no tener claridad (MC pról., 1)12.

1. un prEsupuEsTo: El aMor dEsBordanTE dE dios

A lo largo de las Meditaciones, Teresa afirma que Dios se regala de forma gratuita y desbordante (MC 6,1), suscitando una experien-cia de amor que puede ser extraordinariamente rica13. Esta afirma-ción defiende la autenticidad de la experiencia mística, frente a los temores de su tiempo14, lo que significa una toma de postura con consecuencias en el discernimiento. Desconocer la radicalidad de este amor puede entorpecer el camino espiritual, como le ocurrió a Teresa, que ignoró o atribuyó a su imaginación algunos toques de Dios (cfr. V 7, 6-7). Por eso, ella insiste «que es posible que, aun estando en esta vida mortal, se pueda gozar de vos con tan particular amistad» (MC 3,14; cfr. también MC 1,5-6), como, en Vida afir-mó la conveniencia de «entender que el Señor les va dando dones» (V 10,4), acoger estas vivencias y situarse ante ellas con humildad y gratitud, para responder y colaborar con este amor de Dios, buscan-do decididamente la unión con Él, que es la vocación de la persona.

Desde esa vocación a la unión con Dios, podemos entender la do-ble valoración que aparece en el capítulo segundo de las Meditacio-nes (MC 2,16-30). Teresa habla de diferentes formas de amistad con Dios (y de paz), «así en la oración como fuera de ella» (MC 2,16). Valora todas las formas de amistad con Dios, aunque sean imperfec-tas, pero invita a buscar decididamente la unión con Dios15, la que

12 Una necesidad expresada también en V 14,7 y en 4 M 1,9.13 El postulado de la iniciativa de Dios como gracia (que se ofrece incluso a

personas imperfectas) recorre Vida, es corroborado por la carta con que respon-de S. Juan de Ávila, y está presente en toda la obra teresiana.

14 Ejemplo de estos temores eran las prevenciones de algunos teólogos contra la oración mental a las que hace frente Teresa en Camino de Perfección (CE 73,1, p. ej.).

15 Salvador Ros señala que Teresa ofrece «estímulos, por tanto, para aspirar a sus formas más perfectas, a lo que Dios hace, y no solo a lo que nosotros

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identifica con el beso «de su boca», que pide la Esposa del Cantar, y cuya excelencia subraya:

Miraréis, hijas, en qué está el punto para que podáis pedir lo que la espo-sa, si el Señor os llegare a él; si no, no desmayéis, que con cualquier amis-tad que tengáis con Dios, quedáis harto ricas, si no falta por vosotras. Mas para lastimar es y dolernos mucho los que por nuestra culpa no llegamos a esta tan excelente amistad y nos contentamos con poco (MC 2, 16).

En esta búsqueda invita a movilizar el deseo, la oración y la co-laboración con Dios16, e insiste sobre ello en MC 2,22, en MC 2,27, MC 2,30 y MC 3,9.

2. la paz, clavE dE discErniMiEnTo rElaTiva

Las Meditaciones arrancan comentando Cant 1,2: «Béseme el Señor con el beso de su boca», e identifican el beso de Dios con la paz, y con el amor que une a Dios y la persona17. Teresa recoge así un tema clásico del discernimiento espiritual, el de la paz espiri-tual y su interpretación18. Y profundiza en él, convirtiéndolo en un hilo conductor del libro. El primer capítulo, que trata del valor del Cantar de los Cantares y de la Escritura, y de su interpretación, testimonia la paz que la autora ha encontrado en este poema. En el capítulo segundo, con el discurso sobre «cuántas maneras hay de paz» (MC 1,10), discierne una serie de situaciones espirituales de lejanía de Dios o de imperfección, esbozando una gradación espiri-

podamos hacer, que sobre eso ya había abundante literatura». salvador ros garcía, «El carisma mistagógico de Santa Teresa», Revista de Espiritualidad 74 (2015), 440. En la mistagogía teresiana, subraya ese acento puesto en la obra de Dios, más que en la humana (ibid., 435).

16 Éste es el sentido de la «determinada determinación» que pide en CV 11,5. Por otra parte, subraya que es gracia de Dios: «estas cosas no pueden ser nuestras. El pedir y desear nos haga esta merced podemos, y aun esto con su ayuda...» (MC 3,9).

17 Este beso también evoca la Encarnación como unión de Dios y la huma-nidad, y la Eucaristía (MC 1, 10).

18 El tema de la paz está muy presente, por ejemplo en las reglas ignacianas de discernimiento, y se ve que es conocido por las monjas (cfr. MC 2,1).

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tual. Por último, «la paz que pide la esposa» (MC 2,30; 3,1; 3,4; 3,9; 3,12) le da pie para hablar de la oración mística, a partir del capítulo tercero. Para Teresa, sin embargo, la paz es relativa19. Siempre hay desasosiegos, y además, es precisa una vigilancia continua:

Guerra ha de haber en esta vida, porque con tantos enemigos no es posible dejarnos estar mano sobre mano, sino que siempre ha de haber cuidado y traerle de cómo andamos en lo interior y exterior (MC 2,2).

Añade que, aun cuando la persona ha alcanzado la paz que pide la Esposa, sigue sintiendo temores y flaquezas, que vienen de la na-turaleza humana, recordando que «el espíritu es decidido, pero la carne es débil»20 .

Además, una nueva inquietud acompaña a la persona que ha lle-gado a la unión con Dios, pues «pide hacer grandes obras en servicio de nuestro Señor y del prójimo» (MC 7,3), e incluso desea fatigas y persecuciones, para configurarse con Cristo: «porque como ya no mira su contento, sino el contentar a Dios, su gusto es en imitar en algo la vida trabajosísima que Cristo vivió» (MC 7,8). Es, pues, una inquietud que lleva dentro la paz del amor, como aclarará Teresa en las Moradas:

No quiero decir que no tienen paz los que llegan aquí; que sí tienen y muy grande, porque los mismos trabajos son de tanto valor y de tan buena raíz que, con serlo muy grandes, de ellos mismos sale la paz y el contento (5 M 2,10).

La paz es, al fin, la presencia de Dios en el alma y la amistad con Él, «que la quiere [amistad] tan particular con ella, que no haya cosa partida entre entrambos» (MC 3,4. Cfr. también MC 4,9), que

19 Para empezar, por el uso del término, que disminuye precisamente cuando llegamos a la paz que pedía la Esposa (la palabra aparece 5 veces en el capítulo 1º, 20 veces en el 2º, 5 en el 3º, 1 en el capítulo 5º, y ninguna en los capítulos 4º, 6º y 7º). La paz ha sido como el vehículo que ha usado Teresa para traernos al tema deseado de la unión con Dios, que es el que tratará profundamente.

20 En el Castillo Interior (IV Moradas), la coexistencia de la fragilidad per-sonal con el crecimiento espiritual aparece también, referida a la oración y las dificultades con las distracciones (4M 1,7-13). Y en 7 M 4,4, Teresa señala hay altibajos en la paz interior, aun en la plenitud de la vida espiritual.

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la fortalece y libra de temores (MC 4,3; MC 3,1), la asienta en la verdad, donde encuentra consuelo, sosiego y descanso (MC 5,3-4). La paz es relativa, sobre todo, porque está en relación con Dios. Es unión con Dios21.

3. consEJos FrEnTE a pacEs Falsas

Antes de explayarse sobre la unión con Dios Teresa trata sobre otras situaciones espirituales, y las aborda desde el estilo de paz que las acompaña. Dedica a ello el capítulo segundo del libro, y comien-za por aquellas paces que pueden engañar a la persona y apartarla de Dios.

El título que puso Gracián a este capítulo refleja su orientación al discernimiento:

De las nueue maneras que ay de paz falsa, amor imperfecto, y oración engañosa. Es doctrina de mucha importancia para entender el verdadero amor, para examinarse las almas, y saber las faltas que las estoruan de caminar a la perfición que dessean22.

Las ediciones actuales retienen solo la referencia a la «paz fal-sa» 23, proyectando sobre la lectura una categorización demasiado

21 Y el objetivo de las Meditaciones, al que dedica la mitad de su exten-sión (capítulos 3 a 7), es, de hecho, la unión con Dios. Ésta es, según Teresa, «la paz que pide la esposa» de los Cantares, la paz por excelencia. Cuando se refiere a otras formas de paz, las especifica como paz falsa (MC 2,1; 2,13), mala (MC 2,2), peligrosa (MC 2,6), que da el mundo (MC 2,6; 2,7; 2,11; 2,13); que nos puede hacer nuestra misma carne (MC 2,14). Ya en contexto de crecimiento espiritual, será paz «que nos comienza a mostrar el Señor» (MC 2,6).

22 Así aparece en la primera edición publicada de este libro: TErEsa dE JE-sús, Conceptos del Amor de Dios escritos por la Beata madre Theresa de Iesus, sobre algunas palabras de los Cantares de Salomón. Con unas anotaciones del Padre M. Fr. Geronymo Gracian de la Madre de Dios Carmelitano (Bruselas: 1611, por Roger Velpio y Huberto Antonio). Ed. facsímil por ToMás álvarEz (Burgos: Monte Carmelo, 1979).

23 Silverio de Santa Teresa (cuyos epígrafes recogen las ediciones de Monte Carmelo, EDE y Sígueme) pone: «Que trata de nueve maneras de falsa paz

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simple, a mi entender: Teresa comienza hablando de «muchas ma-neras de paz que tienen los mundanos» (MC 2,1), y las primeras que trata son «mala paz» (ibid.). Pero, desde la mitad de esta sección (MC 2,16), cambia el tono, y aparece una gradación ascendente, que conduce hacia la paz auténtica de la unión con Dios. Al final del capítulo, habla de una paz buena, aunque imperfecta: «no es esta la paz y amistad que pide la esposa, aunque hace harta merced el Señor a quien llega a este estado» (MC 2,30).

Frente a formas de tranquilidad que no son la unión con Dios, Teresa propone una serie de criterios, caracterizados por el contras-te con Cristo y los valores evangélicos, y la vigilancia e inquietud por encarnarlos. Subrayo estos criterios, aunque Teresa comience, en cada caso, por describir la paz (y situación espiritual) frente a la que los plantea.

Inquietud espiritual versus insensibilidad

Teresa comienza este capítulo con la falsa paz del corazón endu-recido en el pecado, que es tema conocido:

Cuando uno de los del mundo anda muy quieto andando metido en gran-des pecados, y tan sosegado en sus vicios, que en nada le remuerde la conciencia, esta paz ya habéis leído que es señal que el demonio y él están amigos (MC 2,1).

Señala la inconstancia en el eventual cambio hacia el bien que puedan tener los que van por este camino, pero no se detiene en esta situación, pues: «espero en el Señor no se hallará entre vosotras tanto mal» (ibid.). Presta más atención al deterioro espiritual que comienza «en cosas que parecen poco» (MC 2,2). Y lo que más le preocupa no son las faltas en sí mismas, pues comprende que «hay faltas y halas de haber, que somos miserables» (MC 2,2). Y «si hay amor y temor de nuestro Señor, ha de salir con mucha ganancia, yo lo sé»

que ofrecen al alma el mundo, la carne y el demonio. Declara la santidad del estado religioso que conduce a la paz verdadera, deseada por la esposa en los Cánticos». Efrén de la Madre de Dios (edición de la BAC) también extiende la calificación de falsa paz a todas las tratadas en el capítulo.

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(MC 2,3)24. Teme, más bien, la indolencia de quien se va relajando, sin tensión de crecimiento espiritual, y por eso llama a la vigilancia: «siempre, hijas, mientras vivimos, nos hemos de temer» (MC 2,1).

Al hilo de esto, habla también de personas tranquilas, aparente-mente sin dificultades. Aunque «por muchos caminos lleva el Señor» (MC 2,5), Teresa sospecha de tanta tranquilidad («aunque la vea no ofender al Señor, siempre me traen con miedo», MC 2,2), y prefiere un camino más inquieto, que promueve el propio conocimiento y la tensión por seguir a Cristo: «lo he mirado con aviso, y veo que se adelantan mucho más las que andan con la guerra dicha» (MC 2, 4).

Y evita una interpretación escrupulosa de la cuestión, diferen-ciando entre «alguna falta alguna vez, o faltas —que no todas se pueden entender» y «quien las hace muy ordinarias (...) y no la re-muerde ni procura enmendarse» (MC 2,6).

Teresa, así, distingue la insensibilidad de la persona acostum-brada al pecado, y la progresiva insensibilización de quien, sin estar alejado de Dios, se descuida en una falta de dinámica espiritual. Y llama a una actitud de vigilancia y trabajo constante.

A continuación, hace ademán de tratar «la amistad y paz que nos comienza a mostrar el Señor en la oración» (MC 2,6), pero se acuer-da de otras formas de falsa paz, que no atribuye al demonio, sino al mundo y la carne («nuestra misma sensualidad», MC 2,6.). Y amplía este capítulo, hasta MC 2,15, con unas observaciones que encarnan la inquietud espiritual en criterios operativos de radicalidad evangélica.

Conciencia social vs. riquezas

Teresa denuncia como falsa la tranquilidad mundana que ofrecen el dinero y la seguridad económica, porque ciegan a la persona, y le hacen olvidar a los pobres. Recoge el razonamiento, procedente de la Patrística, de que todo cuanto alguien posee de superfluo, en rea-lidad, pertenece a los pobres, y habrá de dar cuenta de ello:

24 En Camino de Perfección (CV 40 y 41) se ha hablado de la paz y el te-mor, como criterios de discernimiento, en el doble sentido de que son «remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa» (CV 40,1) y señal de que el alma va bien orientada.

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Que si tienen bien lo que han menester y muchos dineros en el arca, como se guarden de hacer pecados graves, todo les parece está hecho. Gózanse de lo que tienen, dan una limosna de cuando en cuando, no miran que aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor como a mayordomos suyos para que partan a los pobres, y que le han de dar estrecha cuenta del tiempo que lo tienen sobrado en el arca, suspendido y entretenido a los pobres, si ellos están padeciendo. (...) supliquéis al Señor les dé luz (MC 2,8).

Este principio de justicia social, es, para Teresa, una pauta de dis-cernimiento que se realiza en decisiones prácticas, económicas. De hecho, es una motivación de la pobreza que Teresa instituye en los conventos que funda:

Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos se hagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo y chica. Parezcá-monos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió (CV 2,8-9. Cfr. también CV 2,3; y MC 2,9-10).

Humildad vs. adulación

Teresa, a continuación, alude brevemente a la honra («De la paz que da el mundo en honras no tengo para qué deciros nada, que po-bres nunca son muy honrados» MC 2,11), cuya opresión y falta de consistencia real había ya denunciado en Vida y Camino. Y vuelve un poco más tarde sobre ella (MC 2,26), denunciando cómo ata y frena a personas virtuosas. Vuelve a la imagen del beso, esta vez, para comparar las alabanzas con el de Judas, aunque sean bienin-tencionadas y con motivo espiritual (MC 2,11-14). Invita a ponerse en guardia: «despertad temor en vuestra alma» para evitar que anes-tesien la humildad y vigilancia espiritual: «os podrían hacer daño y creer que dicen verdad, en pensar que ya es todo hecho» (MC 2,12). Y aconseja recordar que todo se debe a Dios: «acordaos de vuestros pecados y, puesto que en alguna cosa os digan verdad, advertid que no es vuestro, y que estáis obligadas a servir más» (MC 2,13)25. Así, dice Teresa, «saldréis con ganancia de humildad» (ibid.).

25 En V 31,14, Teresa narra cómo descubrió, desde su propia experiencia, este consejo que ya había sido expresado por san Francisco de Asís en la Regla

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Exigencia personal vs. comodidad

Ante «la paz y daño que con ella nos puede hacer nuestra mis-ma carne» (MC 2,14), que debilita la vida espiritual, Teresa llama a considerar la fugacidad de esta vida y el juicio escatológico; y a fijarse en Cristo («¿Por ventura merece el cuerpo sacratísimo de nuestro dechado y Luz menos regalos que los nuestros?» MC 2,14-15). Y pondera el valor de la unión con Dios:

¿No nos acordaríamos que es mucho el premio y sin fin, y que llegadas ya a tanta amistad acá nos le da el Señor, y que muchos se quedan al pie del monte que pudieran subir a la cumbre? (...) siempre vuestros pensamien-tos vayan animosos, que de aquí vendrán a que el Señor os dé gracia, para que lo sean las obras (MC 2,17).

En consecuencia, aconseja «que no nos soseguemos en lo que es relajar, sino que nos probemos algunas veces» (MC 2,15), con discreción para distinguir la comodidad, de la atención a las verda-deras necesidades corporales26, pues «esa carne es muy falsa y que es menester entenderla» (MC 2,15).

4. «dE BiEn En MEJor»27: discErnir para crEcEr

En la mitad del capítulo segundo, Teresa emprende el cambio de tema que amagó en MC 2,6 («Vamos a la amistad y paz que nos comienza a mostrar el Señor en la oración»):

no bulada (cap. 17,5-7.17): «No gloriarse ni gozarse en sí mismos ni ensalzarse interiormente por las palabras y obras buenas, más aún, por ningún bien, que Dios hace o dice y obra alguna vez en ellos y por medio de ellos. (...) devolva-mos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos los bienes son de él, y démosle gracias...».

26 Cabe señalar que, en las Constituciones, al tratar de penitencias y ayu-nos, Teresa también subraya una actitud discernidora, como cuando manda a la priora «Haga más caso de que no haya falta en las virtudes, que en el rigor de la penitencia» (Const. 40).

27 Estas conocidas palabras (F 31,33) expresan el impulso de Teresa a la plenitud en el seguimiento de Cristo y la entrega a Dios, su anhelo de perfec-ción (cfr. CC 53 (1576), 20: «buscar lo más perfecto», V 32, 9, CC 23, 3...) que es trasfondo de su discernimiento.

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Tornando al propósito (...) otras maneras de hacer paces y mostrar amistad tiene el Señor. Quiéroos decir ahora algunas, para que veáis qué petición es ésta tan alta, y de la diferencia que hay de lo uno a lo otro (MC 2,16).

A partir de aquí, trata diferentes formas o grados de relación con Dios, pues «de muchas maneras trata paz el Rey nuestro y amistad con las almas, así en la oración como fuera de ella» (MC 2,16). Ya no son tranquilidades engañosas, aunque son aún situaciones im-perfectas. Podemos hablar de un camino ascendente de amistad con Dios28, aunque no es lineal, pues como trata de imperfecciones, la propuesta no es pasar de una a otra, sino superar todas. Teresa irá repitiendo, en cada caso, que «no es ésta la paz que pide la Esposa», señalará las flaquezas, y propondrá unas actitudes para disponerse para la unión con Dios. Como antes, vamos a subrayar, sobre todo, esos criterios de crecimiento espiritual.

Lucha y oración para no recaer

En primer lugar, Teresa habla del estado, aún peligroso (MC 2,19), de «personas que han ya alcanzado la amistad del Señor» (MC 2,17) por el arrepentimiento y la confesión, pero recaen en sus faltas. Y lla-ma a esforzarse por enmendarse cada vez, para que las malas inclina-ciones no echen raíces. El consejo tiene cierta continuidad con los que daba en MC 2,2 y MC 2,5. Este esfuerzo ha de ir acompañado de ora-ción, para evitar el voluntarismo: «en la oración lo habéis de pedir al Señor, que de nosotras poco podemos, antes añadiremos» (MC 2,18).

No justificar el pecado

A continuación, habla de los que «se guardan de ofender al Se-ñor mortalmente» pero «no se les da nada de pecados veniales» (MC 2,20) porque se amparan en la facilidad de la Iglesia para per-

28 Cuando escriba el Castillo Interior, recogerá esta gradación espiritual en las Moradas segunda y tercera. Las Meditaciones anticipan este y otros temas de las Moradas. Silverio de Sta. Teresa ya indicó el paralelismo entre ambas obras en la Introducción a la 3ª edición de las Obras de Santa Teresa (Burgos: Monte Carmelo, 1939, p. 27). Es interesante cómo las Moradas y las Medita-ciones pueden iluminarse mutuamente.

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donarlos. Y critica esta tibieza, «porque no es razón el bien nos sea ocasión de hacer mal» (ibid.).

La delicadeza de conciencia que exhorta (anteriormente tratada en CV 41,13), nos recuerda el lamento de Teresa, en Vida, por sus propios pecados, en los que tanto insiste, que hacían que le faltase «el gusto y regalo en las cosas de virtud» (V 5,3; 7,1; 8,4). Esto tras-luce un discernimiento que integra moral y espiritualidad. Parece que Teresa no considera el pecado simplemente como transgresión de un mandamiento (que, desde una perspectiva jurídico-moral, se mediría por la gravedad de la materia y el grado de conciencia y voluntad en el acto). Ella, más bien, observa hasta qué punto la per-sona se orienta hacia Dios y hacia el bien, o permanece escorada ha-cia otros intereses, o buscando autojustificación en un cumplimiento de normas. La connotación farisaica de esta última actitud se hace notar en la tentación, descrita en las Meditaciones, de juzgar a otros: «con parecerles no tienen cosas de pecados grandes, como ven a otros, y éste no es estado de perfecta humildad, juzgarlos por muy ruines» (MC 2,21). Y apunta que «éstos —por la mayor parte— ten-drán sus oraciones vocales no muy bien rezadas, porque no lo llevan por tan delgado» (ibid.)

Dejar todo por Dios

Después, Teresa habla de otro grado de amistad con Dios:

Personas que totalmente no le querrían ofender [al Señor] en nada (...) dales nuestro Señor ternuras y lágrimas, mas no querrían ellas dejar los contentos de esta vida, sino tenerla buena y concertada (MC 2, 22).

En esta etapa del camino, Teresa pone el foco en la disyuntiva entre la entrega total a Dios y la tentación de compaginar (concertar) la amistad con Dios con la búsqueda del yo o «contentos y gustos del mundo...». Ilustra la sutileza de estas tentaciones con el ejemplo de una amiga con «un punto de honra» e interés, que «todo esto ha-cía y lo doraba, que lo libraba de pecado» (MC 2,24). Advierte que «no apartándose de los contentos y gustos del mundo, presto torna-rán a aflojar en el camino del Señor» (MC 2,22). En consecuencia, propone no quedarse a medias (MC 2,27), sino «desviarnos con de-

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terminación de las cosas del mundo todas, porque ahorraríamos de tantas culpas y de hartos trabajos» (MC 2,23).

Teresa señala luego otra situación que podemos considerar como un aspecto particular en esta misma línea29: personas virtuosas pero esclavas de la honra y la imagen, que:

no querrían hacer cosa que no fuese tan bien acepta a los hombres como al Señor (...) sin que ellos entiendan su imperfección, siempre gana más el partido del mundo que el de Dios (...) les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima (MC 2,26).

E indica que el seguimiento de Cristo es más fácil cuando se asu-me decididamente: «porque si es amada [la cruz] es suave de llevar» (MC 2,26).

Abnegación de la propia voluntad

Teresa escribe que hay «muchas vías por donde comienzan a aprovechar, y se quedan en el camino» (MC 2, 28), y, sin ánimo de ser exhaustiva, termina este período tratando de la pusilanimidad. Marca la preocupación por la propia seguridad, empezando por la económica: «pocos vemos en el mundo —fuera de religión— fiar a Dios su mantenimiento (...) que en la religión ya saben que no les ha de faltar» (MC 2,29). Y descubre la raíz del mal de estas per-sonas en que «no están ejercitadas en la mortificación y en negar su propia voluntad, y así no parece les sale el miedo del cuerpo» (MC 2,28).

Ya había hablado en Camino (CV 13, CV 15,3) de la abnegación de la propia voluntad como aspecto fundamental de la mortificación. Esto, por otra parte, conecta con su experiencia de que lo central, en la unión con Dios, es la unión con la voluntad divina (5 M 3,5). Ahora lo reafirma, y señala la importancia de la obediencia («tener quien las entienda y a quien sujetarse», MC 2,25) como medio efi-caz para perfeccionar esta educación de la voluntad. Cuando falta

29 Aunque comienza el párrafo MC 2,26 con la expresión «Otras hay...» que está usando, en esta sección, para introducir las distintas situaciones espirituales.

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ésta, la persona se engaña fácilmente, mezclando sus intereses con los de Dios: «en todo siguen la perfección, a su parecer, mas no hay quien las entienda (...) porque en fin, hacen lo que hacen por su vo-luntad (...) en negocios graves de la honra del Señor torna a revivir la suya, y ellos no lo entienden» (MC 2,25.28).

5. la paz dEsEada: unión con dios En El aMor y EnTrEga a su volunTad

A partir del capítulo tercero, se abre una gran sección dedicada a la Paz y amistad que se invitaba a pedir y desear (MC 2,29, p. ej.), la que se identifica con el beso de Dios al alma. Es el objetivo principal de las Meditaciones, al que dedica algo más de la mitad de la obra. Y lo fundamental, en ella, es la unión con Dios30, que implica una maduración espiritual y humana de la persona. Se hace patente en la oración de quietud (capítulos 3 y 4), progresa en la de unión (caps. 5 y 6) y hace fecunda a la persona (cap. 7). Esta oración mística es gracia: «estas cosas no pueden ser nuestras. El pedir y desear nos haga esta merced podemos, y aun esto con su ayuda...» (MC 3,9). Y en ella se pueden señalar unas características:

— La inefabilidad, varias veces aludida: «es una amistad la que comienza a tratar con el alma, que solo las que la experimen-téis la entenderéis» (MC 4,1)31. Está más allá de las palabras, desborda el entendimiento, y por eso puede comprenderlo verdaderamente quien tiene experiencia de ello.

— El crecimiento espiritual, antes señalado, que se nota en las virtudes. El aspecto fundamental de esta unión de amor con Dios, es la unión a nivel de la voluntad, que hace a la persona encontrar alegría en aquello que contenta a Dios:

30 Teresa transmite la intensidad de esta experiencia, pero hace escasas re-ferencias a gracias extraordinarias.

31 También MC 5,4: «que no se puede decir ni es posible. Sé yo que a quien hubiere pasado por ello entenderá...». MC 6,3, que habla «de las maravillas que el alma entiende —sin entender cómo lo entiende—». Y MC 4,1; MC 4,4; MC 4,5; MC 4,7; MC 5,2; MC, 6,4; MC 6,5, entre otros...

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Es juntarse con la voluntad de Dios de manera que no haya división entre él y ella, sino que sea una misma voluntad, no por palabras, no por solos deseos, sino puesto por obra (MC 3,1).

En esa unión de voluntades, se comprende «aquella santa paz, que hace aventurar al alma a ponerse a guerra con todos los del mundo» (MC 3,1). Es paz interior, como unificación de la persona en Dios, que la capacita para enfrentar la conflictividad inherente a la vida y al seguimiento de Cristo («imitar en algo la vida trabajosí-sima que Cristo vivió», dice en MC 7,8).

— La actitud de la persona, aquí, es disponibilidad: dejarse ha-cer por Dios, que infunde en el alma las virtudes (MC 6,11. Cfr. también MC 6,13).

Este crecimiento de la persona se hace especialmente patente en la Oración de unión, tratada en los capítulos 5º, 6º y 7º. Allí, Tere-sa señala cómo la experiencia de Dios se hace aún más desbordan-te (MC 6,1), con multitud de gracias. Dios fortalece a la persona: «Ahora va ya más crecida y vala más habilitando para darle más» (MC 5,6). La hace capaz de responder: «allí le ordena de manera Dios, que sabe bien contentar a su Majestad entonces» (MC 6,11). Y la hace fecunda.

El discernimiento de esta experiencia de Dios

Varias veces habla Teresa de esta experiencia de Dios, para dis-tinguirla de «ilusión o melancolías o ensayos que hace la misma naturaleza, que esto el tiempo lo viene a descubrir; y aún estotro también» (MC 6,12). Podemos destacar MC 3,232:

Que entendáis en vosotras mismas como se puede entender. Digo que es por los efectos que tiene una alma, que cierto ya sabemos que no podemos saberlo —porque aun es más que estar en gracia—, que es una ayuda muy particular de Dios ésta. Como digo, por los efectos podemos en alguna manera atinar si nos la ha dado su Majestad, y conforme a la grandeza de las virtudes hace Dios tanta merced al alma. Con una luz interior entiende que le ha dado el Señor esta paz que pide la esposa, aunque algunas veces

32 Transcribo aquí el texto de BNE 868.

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viendo su miseria torna a dudar. (...) Diréisme que me declare más qué virtudes son éstas. Y tenéis razón, porque mucho va de virtud a virtud. Algunas diré: despreciar todas las cosas de la tierra y estimarlas en poco, como ellas son; no querer bien suyo, porque ya tiene entendido su vani-dad; no se alegrar sino con los que aman a su Señor; cansarse de vivir por verse ausente de su tierra y en esta peregrinación; tener en tan poca estima las riquezas como ellas merecen; y deseo de trabajos, que no lo puedo más encarecer; aborrecimiento de honra, y otras cosas semejantes a éstas, que enseña el que la pone en tal estado.

Aquí encontramos la mayor parte de los datos que ofrece Teresa al respecto:

— Es difícil identificar con certeza esta gracia, por ser «muy particular».

— La persona siente interiormente (luz interior) la autenticidad de esta experiencia, aunque este sentimiento no está exento de dudas. Más adelante (MC 4,1) Teresa señala que solo des-de la experiencia se entiende esto. Apunta que «es más que estar en gracia». En MC 4,2-3 distingue esta experiencia de la devoción provocada por la meditación, y habla de un amor que «entra en el alma y es con gran suavidad, y la contenta y satisface»¸ como un perfume vertido en el interior, o que envuelve y penetra toda la persona, confortándola.

— Sentimiento de la presencia de Cristo (cfr. también MC 4,2: «No ve al buen Maestro que la enseña, aunque entiende que está con ella»).

— Experiencia de amor y luz sobreabundantes, y que dejan poso en el alma: luz que deslumbra (MC 4,2) y a la vez infunde sa-biduría y virtudes. En el capítulo 3º, Teresa habla también de una «embriaguez celestial» (MC 3,4) que desborda y «desati-na» el entendimiento, porque es un gozo superior a todos los del mundo, y también superior a todos los trabajos y fatigas (MC 3,7). Empapa a la persona en la grandeza de Dios, la desase de lo mundano (MC 3,6: «me hace olvidar de todo lo criado y salir de las criaturas»), y a la vez la sustenta y mejo-ra, la enseña y fortalece en las virtudes (MC 3,4).

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— Se descubre, sobre todo, por los efectos, las virtudes que in-funde en la persona. Aquí señala el desasimiento del mundo, la honra, la riqueza, y de sí misma; la simpatía hacia los que aman a Dios; el deseo del cielo y el deseo de «trabajos», esto es, de seguir a Cristo e imitarlo en sus padecimientos. En MC 6,12, refiriéndose a la oración de unión, dice que «quedan las virtudes fuertes y el amor tan encendido, que no se encubren, aunque quieran, y siempre aprovecha a otras almas», y señala, además del desasimiento, el amor al prójimo e incluso a los enemigos, y el encendido amor a Dios (MC 6,13). Otras vir-tudes son la fe viva (MC 6,6) y la humildad (MC 4,4) junto con la abnegación de sí mismo y de la voluntad (MC 4,5). En MC 3,1 se había hecho referencia a la confianza y liberación de temores.

Cabe subrayar que anteriormente se había señalado la necesidad de cultivar estas virtudes, y la dificultad de hacerlo. El trabajo inte-rior de la persona la encaminaba hacia esta obra que Dios realiza en plenitud.

MC 6,12 añade que la autenticidad de la experiencia es algo que «el tiempo lo viene a descubrir», precisamente por los efectos. El discernimiento requiere tiempo, confrontación con la vida.

6. proFundizando En algunos criTErios TErEsianos dE discErniMiEnTo

Como hemos visto, las Meditaciones ofrecen una serie de criterios de discernimiento, que orientan el camino hacia la unión con Dios y apuntan las señales para reconocerla. Además, nos permiten compren-der con mayor profundidad cómo entiende Teresa estos criterios.

Parresía y fecundidad apostólica. Señales de la acción de Dios, también sujetas a discernimiento.

Un tema repetido en las Meditaciones es el vencer temores, ir más allá de la «gran discreción y prudencia» del mundo (MC 2,26), y arrostrar fatigas y sinsabores por amor a Dios y por deseo de «apro-vechar a los prójimos»:

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En entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa, halla tanto amor y deseo de contentarle, que no escuche las razones que le dará el entendi-miento, ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar la fe de manera que no mire provecho ni descanso (MC 3,1).

Está especialmente presente al f inal del capítulo segundo (MC 2,26-29) y a lo largo del tercero, engarzando así el camino hacia la unión con Dios y la experiencia de la misma: el valor para superar estos temores y afrontar «los trabajos y peligros del mun-do» (MC 3,4), era un consejo para superar tentaciones en las etapas anteriores, y aun en las primeras etapas místicas: «acudid a la fe y humildad y no dejéis de acometer con fe, que Dios lo puede todo» (MC 3,5), y aparece también como uno de los primeros signos de la paz que da Dios33. Como en otros casos, se convierte en un cri-terio que identifica la autenticidad de la experiencia de Dios, y a la vez orienta el modo de disponerse a ella. Esta doble vertiente tiene relación con la confianza que Teresa tiene en Dios y también en la libertad humana que se abre a Él:

Tened por cierto que nunca dejará el Señor a sus amadores cuando por solo él se aventuran. Si llevan otros intentos de propio interés, eso miren, que yo no hablo sino de los que pretenden contentar con la mayor perfec-ción al Señor (MC 3,7).

En la plenitud de la unión con Dios, este deseo audaz de servir a Dios crece y se relaciona con el amor a Dios y al prójimo, con el desasimiento y con la pureza de intención asociadas a la unión con la voluntad divina:

Solo miran al servir y contentar al Señor. Y porque saben el amor que tie-ne a sus criados, gustan de dejar su sabor y bien por contentarle en servir-las y decirles las verdades, para que se aprovechen sus almas, por el mejor término que pueden. Ni se acuerdan —como digo— si perderán ellos. La ganancia de sus prójimos tienen presente, no más. (...) aprovecha más un alma de éstas con sus palabras y obras, que muchos que las hagan con el polvo de nuestra sensualidad y con algún interés propio (MC 7,5.7).

33 La presencia de Dios infunde ánimo en la persona, como vemos en MC 4,9: «Con esta compañía, ¿qué se puede hacer dificultoso? ¿Qué no se puede emprender por vos, teniéndoos tan junto?».

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Aunque en MC 3,1, Teresa habla de no escuchar «las razones que le dará el entendimiento, ni los temores que le pondrá», hay que señalar que, sin embargo, esta audacia no suprime la discreción. En los textos citados (MC 3,1.2.7; MC 6,13; MC 7,5.7) varias coletillas manifiestan un discernimiento: se trata de «contentar a Dios con la mayor perfección», «sin interés propio» (MC 3,7), y en situaciones donde se entiende algo que sirve más a Dios (aunque el entendi-miento ponga temores, que podemos relacionar con los aludidos en MC 2,28). Además, esta audacia se aconseja cuando se ha podido apreciar, que la persona ha alcanzado esta unión con la voluntad de Dios (MC 3,2)34.

Un apunte sobre la verdadera y falsa humildad

En relación con esa intrepidez espiritual, Teresa aborda el discer-nimiento de iniciativas arriesgadas en servicio de Dios (MC 3,7-10 y MC 3,6), y propone una pauta práctica, que es una traducción de la purificación de intereses propios:

Cuando os quisieren dar una cosa muy honrosa, o cuando os incite el demonio a vida regalada o a otras semejantes cosas, temed que por vuestros pecados no lo podréis llevar con rectitud. Y cuando hubiereis de padecer algo por nuestro Señor o por el prójimo, no hayáis miedo de vuestros pecados (MC 3,7).

De fondo, está el discernimiento entre la verdadera y la falsa humildad. Esta última se convierte en amparo del miedo, la comodi-dad (y atención a la honra) o la tentación, como Teresa experimentó cuando dejó la oración (V 7,1). De manera parecida, cuando viene la memoria de los pecados para no atreverse a emprender una ini-ciativa, dice Teresa: «dejadlos aparte que no es con razón esa humil-

34 «Habéis de mirar un punto, que es entender que ha el Señor (a lo que vos podéis entender, digo, que cierto no se puede saber), oída vuestra petición, de besaros con beso de su boca. Que si esto conocéis por los efectos, no hay que deteneros en nada, sino olvidaros de vos por contentar a este tan dulce Esposo». Esto también enlaza con el consejo de no entregarse al apostolado antes de haber llegado a la madurez espiritual.

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dad» (MC 3,6), e invita a cultivar un ánimo decidido, apoyado en la confianza en Dios, que ayuda a la persona a orientar positivamente su libre albedrío:

De esta determinación quiere hacerle señor de este libre albedrío, que no ha menester él nuestro esfuerzo de nada, antes gusta su Majestad de querer que resplandezcan sus obras en gente flaca, porque hay más lugar de obrar su poder y de cumplir el deseo que tiene de hacernos mercedes (MC 3,6).

La humildad verdadera no se escandaliza de la «flaqueza natu-ral», ni del hecho de sentir miedo (MC 3,10), pues conoce su po-breza; y los supera, apoyada en la misericordia de Dios (MC 3,12).

El desasimiento y el amor al prójimo, como criterios de discernimiento

El desasimiento aparece en las Meditaciones, en primer lugar, como consejo contra la pusilanimidad (MC 2,23)35, junto con la ab-negación de la propia voluntad (MC 2,26.28), que es otro grado de desasimiento («desasirnos de nosotras mismas», CV 10). Y lo en-contramos también como efecto de la unión con Dios y señal de su autenticidad (MC 3,2.12; MC 6,3.5-6.11; MC 7,5). La experiencia auténtica de Dios infunde desasimiento, y esto se percibe en las ex-periencias más intensas: «se le comunican grandes verdades. Porque esta luz que la deslumbra (...) la hace ver la vanidad del mundo» (MC 4,3), «me hace olvidar de todo lo criado y salir de las criaturas y de mí» (MC 4,6. Cfr. también MC 4,7; MC 6,3...)36.

El desasimiento resulta, además, ser un discernimiento sobre la realidad (MC 3,2, y MC 4,3), que consiste en entender la vanidad de lo terreno (honra, imagen, dineros y otras realidades que atan a las personas) para valorar, desde Dios lo que verdaderamente es importante (MC 6,12-13).

35 «Desviarnos con determinación de las cosas del mundo todas, porque ahorraríamos de hartas culpas y de hartos trabajos».

36 Esto conecta con lo que dice sobre el Desasimiento en V 37,4; V 40,3 y 4 M 2,9.

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El desasimiento es, así, algo que la persona ha de buscar, y tam-bién obra de Dios en el alma, como refiere Teresa, comentando el verso del Cantar «Ordenó el Rey en mí la caridad»:

Tan ordenada, que el amor que tenía al mundo se le quita; y el que a sí, le vuelve en desamor. Y el que a sus deudos queda de suerte que solo los quiere por Dios. Y el que a los prójimos, muy crecido. Y el desamor que solía tener a los enemigos, se vuelve en amistad. Y el que a Dios 37, tan sin tasa, que la aprieta algunas veces más que puede sufrir su bajo natural (MC 6,12-13 BNE 868).

Aquí aparece también el amor fraterno, que la unión con Dios aumenta, haciendo que la persona, por «acudir a las necesidades de los prójimos», olvide su propio interés (MC 7,5.7-8) y el deleite es-piritual en la oración, porque entiende que eso es lo que Dios quiere. El amor se convierte así también en fuente de discernimiento, de mirada lúcida sobre la realidad. Con él, Teresa supera la contraposi-ción entre acción y contemplación:

Aunque parece deja la vida contemplativa por la activa, no es así, antes ayuda la una a la otra, y en lo que parece exterior, obra lo interior muchas veces. Y cuando hay obras activas —si salen de esta raíz— son admirables y olorosísimas flores, porque proceden deste árbol del amor de Dios, y por solo Él (MC 7,3, según la versión BNE 868)38.

El desasimiento, el amor fraterno y la humildad son las tres vir-tudes que Teresa pone como fundamento de una vida de verdadera

37 Sobre el amor a Dios y al prójimo podemos ver 5 M 3,8; 5 M 3,9; CV 6,1; 7 M 3,11.

38 Teresa, por otra parte, aconseja que la persona no se entregue a la pasto-ral antes de alcanzar la madurez espiritual (MC 7,9), que, como vemos, implica también cierta madurez de discernimiento. ¿Tal vez porque escribe para monjas contemplativas? El tema recuerda la doctrina de S. Bernardo, y la experiencia propia que ella narra en V 7,10.12 y V 13,8-9. Esto puede ponerse en relación con lo que dice en F 5,3-6.17, donde indica la obediencia y la caridad con el prójimo como caminos de crecimiento espiritual, incluso si quitan tiempo a la oración, por ser medios para unirse a la voluntad de Dios, pero siempre «con aviso de no descuidarse de manera en las obras, aunque sean de obediencia y caridad, que muchas veces no acudan a lo interior a su Dios».

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oración o amistad con Cristo (CV 4,3-4)39. En relación con la humil-dad, Vida y Camino de Perfección señalan que es fruto y señal de la oración auténtica (V 26,2, V 38,6) y que también ayuda a orientarse en la vida espiritual, evitando autoengaños (CV 19,10-13). En Me-ditaciones hallamos las mismas características en el amor fraterno y, sobre todo, en el desasimiento. Encontramos, así que estas tres virtudes son criterios fundamentales de discernimiento, y lo son con unas características significativas:

— Son criterios operativos, orientaciones para caminar y para corregir defectos. Para Teresa es importante la forma en que la persona responde a la gracia, hasta el punto, si no está bien orientada, puede malograr una moción, aunque ésta proceda de Dios40, y si está bien orientada, puede crecer, aun partiendo de una moción engañosa41. Por eso, a la vez que son don de Dios, la persona colabora con la gracia cultivándolos.

— Su presencia en la persona es indicio del crecimiento espi-ritual y de la autenticidad de la experiencia de Dios, pues Él los infunde. Por el contrario, su ausencia denota que algo falla, que la persona puede engañarse o no estar maduran-do equilibradamente. Podríamos decir que son característi-cas del toque de Dios, que quedan grabadas en el corazón humano.

39 La forma de presentarlas en CV 4,3-4, también apunta a un discerni-miento sobre lo que es adelantar en el servicio de Dios y ser contemplativo: «que son necesarias tener las que pretenden llevar camino de oración, y tan necesarias que, sin ser muy contemplativas, podrán estar muy adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas».

40 Cfr. V 19,13-15 «que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en la oración, que no se fíe de sí, pues puede caer ...»

41 Cfr. V 23,5: «no tenía remedio si no procuraba tener limpia conciencia y apartarme de toda ocasión, aunque fuese de pecados veniales, porque, siendo espíritu de Dios, clara estaba la ganancia. Si era demonio, procurando yo tener contento al Señor y no ofenderle, poco daño me podía hacer, antes él quedaría con pérdida».

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— Además, son criterios en el sentido de que ayudan a discernir la realidad. Estas virtudes «abren los ojos» para ver y valorar la vida desde Dios, y tomar opciones verdaderamente espirituales.

Discernimiento en la lectura de la Biblia

En el primer capítulo de las Meditaciones, Teresa habla de la interpretación del Cantar como Palabra de Dios, obra del Espíritu Santo, que tiene una riqueza de sentidos que el intelecto humano no puede agotar (MC 1,8). Ella es consciente de las dificultades que tiene la lectura de este poema bíblico, que ella atribuye, sobre todo, a la falta de sintonía espiritual del lector (MC 1,3.5):

He oído a algunas personas decir que antes huían de oírlas. ¡Oh, válgame Dios, qué gran miseria es la nuestra! (...) hemos de sacar miedo y dar sen-tidos conforme al poco sentido del amor de Dios que se tiene (...).

Y veo claro que es lo que yo tengo dicho, ejercitarnos tan mal en el amor de Dios, que no nos parece posible tratar un alma así con Dios. Mas algu-nas personas conozco yo que, así como estotras no sacaban bien (...), han sacado tan gran bien, tanto regalo, tan gran seguridad de temores, que tenían que hacer particulares alabanzas a nuestro Señor muchas veces, que dejó remedio saludable para las almas que con hirviente amor le aman, que entiendan y vean que es posible humillarse Dios a tanto; que no bastaba su experiencia para dejar de temer, cuando el Señor les hacía grandes regalos. Ven aquí pintada su seguridad.

Un poco más adelante, continúa (MC 1,11):

Porque estas palabras y otras semejantes, que están en los Cantares, díce-las el amor; y como no le tienen, bien pueden leer los Cantares cada día y no ejercitarse en ellas.

Estos textos muestran una relación de ida y vuelta entre el texto bíblico y la vida: las palabras del Cantar descubren su verdadero sentido desde una vivencia de fe y amor. Es necesario ejercitarse en el amor para comprenderlas. Y esto es así, porque su sentido consis-te, precisamente, en vivirlas. Sin este amor, no se comprenden, y por eso causan temor y confusión.

Además, Teresa, aunque tiene en cuenta el aspecto cognitivo de la comprensión («no nos parece posible...») subraya, sobre todo, las

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consecuencias que produce la lectura en la vida: unos oyentes «no sacaban bien», mientras «estotras han sacado tan gran bien, tanto regalo, tan gran seguridad de temores...» y han encontrado en estas palabras «remedio saludable». Es decir: el acierto de la comprensión de la Biblia se manifiesta en que ilumina la vida de la persona de manera eficaz.

Por eso, precisamente, se atreve Teresa a comentar el Cantar. La experiencia de Teresa conecta con este poema bíblico (leído desde la tradición espiritual, iniciada por Orígenes, que lo ve como un relato del amor entre Dios y el alma)42, porque ella vive esa unión con Dios. Y la comunica para ofrecer confianza y orientación espiritual, para transmitir el mismo efecto de «remedio saludable» que ella ha encontrado en el Cantar. Teresa es consciente de que su lectura del Cantar no lo abarca ni agota, y a la vez sabe que es auténtica, por los efectos que tiene, y sabe que vale la pena transmitirla, porque ello conecta con el sentido del Cantar43 y de la Escritura: invitar al lector a vivir esta experiencia de unión con Dios en el amor44.

Así, los efectos, el criterio más característico del discernimiento espiritual teresiano, aparecen también como criterio para la lectura e interpretación de la Escritura, pues ésta no concluye en el intelecto, sino que se realiza en la vida.

42 Cfr. Mario siMonETTi, en la «Introducción» a orígEnEs, Comentario al Cantar de los Cantares (Madrid: Ciudad Nueva, 1986), 17-18. 29.

43 A.M. Pelletier habla de esta conciencia y esta motivación para escri-bir, que se percibe también en algunas comentaristas medievales del Cantar (Hadewijch de Amberes, Hildegarda de Bingen, Gertrudis de Helfta... todas ellas, en la misma línea alegórica psicológica). Teresa, además, declara explí-citamente esta conciencia. annE-MariE pEllETiEr, Lectures du Cantique des Cantiques. De l’enigme du sens aux figures du lecteur (Roma: Editrice Pontifi-cio Istituto Biblico, 1989. Analecta Biblica, 121), 372-374. Y habla (ibid., 365, 371) de una «connaturalidad entre la espiritualidad teresiana y el texto bíblico», que se manifiesta en la plenitud espiritual que Teresa describe en las Séptimas Moradas.

44 Cfr. Dei Verbum 2: «por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina...».

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conclusión

Las Meditaciones sobre los Cantares muestran el interés que Te-resa tiene por el discernimiento espiritual, y nos ayudan a compren-der algunas de sus claves. Así, afirman la importancia de la iniciativa de Dios y su capacidad extraordinaria, que hace posible «tratar un alma así con Dios» (MC 1,5), «humillarse Dios a tanto» (MC 1,6. Cfr. también MC 1,7; 3,4.14). Y muestran también la confianza que Teresa tiene en la libertad de las personas que «solo por él se aventu-ran» (MC 3,7). Una confianza, siempre, fundada en la misericordia de Dios, que es quien sostiene. Asimismo, las Meditaciones (como también otras obras) muestran la importancia que otorga Teresa a los efectos, es decir, las actitudes que la experiencia de Dios hace surgir en la persona, como señal más clara para discernir esta experiencia. Y nos ayudan a descubrir la hondura y riqueza de dimensiones que tienen el amor fraterno, el desasimiento y la humildad, como crite-rios de discernimiento. Estas dimensiones los manifiestan como hue-lla de Dios en la persona, y hablan de cómo se entrelaza la obra de la gracia con la colaboración humana en el crecimiento espiritual. Por otra parte, las Meditaciones trazan un itinerario que se desarrollará más ampliamente en las Moradas, y lo enriquecen con criterios para orientar las actitudes de la persona en ese camino.

Por otra parte, en esta obrita encontramos cómo los criterios de discernimiento espiritual teresiano se extienden también a otros ám-bitos, como la interpretación de la Escritura (donde, una vez más, son los efectos, las consecuencias en la vida, la señal de autentici-dad), la moral (conectada con la espiritualidad en términos de orien-tación vital de la persona) e incluso la economía. El pensamiento teresiano, expuesto de forma aparentemente desconcertada, presenta una fuerte cohesión interior.

En nuestro tiempo, que trae a primera plana la importancia del discernimiento y del acompañamiento espiritual, vale la pena pro-fundizar en el conocimiento y comprensión de la experiencia y sabi-duría que Santa Teresa aporta en estos ámbitos.