diplomacia cultural siete recomendaciones para la política

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1 DIPLOMACIA CULTURAL Siete recomendaciones para la política exterior colombiana 1 NO CITAR – BORRADOR Introducción La agenda cultural de la política exterior colombiana ha ido más allá de difundir los valores nacionales, y uno de sus planes centrales consiste en la promoción de Colombia como un país contemporáneo, innovador, diverso, inclusivo y comprometido con la búsqueda de la convivencia pacífica; y con la consolidación de la presencia y posicionamiento de Colombia en instancias globales, multilaterales, regionales y subregionales para la defensa y promoción de los intereses nacionales con socios tradicionales y no tradicionales (Cancillería, 2015, pág. 3). Sin embargo en este objetivo, falta una mención expresa a la forma como las manifestaciones culturales locales y regionales deben tener un lugar en la agenda exterior de Colombia. Aunque hasta ahora el trabajo de la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores, ha logrado avances sustanciales en la promoción de la cultura colombiana se puede identificar una serie de aspectos a mejorar, para aprovechar en su verdadera dimensión el potencial cultural. El propósito del documento consiste en dar luces sobre la diplomacia cultural como un instrumento novedoso de la política exterior colombiana, y que puede, a partir de su instrumentalización, contribuir notablemente a la proyección regional y global del país. Trascendiendo el plano de la marca país, y de los réditos alcanzables desde la promoción nacional en términos de turismo e inversión, el objetivo consiste en apuntar a la necesidad de incluir de lleno a la cultura, como un elemento insustituible de la política exterior colombiana. De otra parte, en Colombia la profesionalización del servicio exterior en los últimos años, ha sido notable, y las mejoras en el mismo constatables. El papel de la academia como generadora de insumos de política pública es cada vez mayor, lo cual se puede observar por el trabajo de universidades, centros de pensamientos y fundaciones dedicadas a la producción 1 Este documento es el resultado del grupo de trabajo dirigido sobre Diplomacia Cultural de la Maestría en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario. Los autores agradecen los comentarios pertinentes de Alejandra Jurado Londoño y Luis Armando Soto Boutin.

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DIPLOMACIA CULTURAL

Siete recomendaciones para la política exterior colombiana1

NO CITAR – BORRADOR

Introducción

La agenda cultural de la política exterior colombiana ha ido más allá de difundir los

valores nacionales, y uno de sus planes centrales consiste en la promoción de Colombia como

un país contemporáneo, innovador, diverso, inclusivo y comprometido con la búsqueda de

la convivencia pacífica; y con la consolidación de la presencia y posicionamiento de

Colombia en instancias globales, multilaterales, regionales y subregionales para la defensa

y promoción de los intereses nacionales con socios tradicionales y no tradicionales

(Cancillería, 2015, pág. 3).

Sin embargo en este objetivo, falta una mención expresa a la forma como las

manifestaciones culturales locales y regionales deben tener un lugar en la agenda exterior de

Colombia. Aunque hasta ahora el trabajo de la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC) del

Ministerio de Relaciones Exteriores, ha logrado avances sustanciales en la promoción de la

cultura colombiana se puede identificar una serie de aspectos a mejorar, para aprovechar en

su verdadera dimensión el potencial cultural.

El propósito del documento consiste en dar luces sobre la diplomacia cultural como

un instrumento novedoso de la política exterior colombiana, y que puede, a partir de su

instrumentalización, contribuir notablemente a la proyección regional y global del país.

Trascendiendo el plano de la marca país, y de los réditos alcanzables desde la promoción

nacional en términos de turismo e inversión, el objetivo consiste en apuntar a la necesidad de

incluir de lleno a la cultura, como un elemento insustituible de la política exterior

colombiana.

De otra parte, en Colombia la profesionalización del servicio exterior en los últimos

años, ha sido notable, y las mejoras en el mismo constatables. El papel de la academia como

generadora de insumos de política pública es cada vez mayor, lo cual se puede observar por

el trabajo de universidades, centros de pensamientos y fundaciones dedicadas a la producción

1EstedocumentoeselresultadodelgrupodetrabajodirigidosobreDiplomaciaCulturaldelaMaestríaenEstudiosPolíticose Internacionales de laUniversidaddelRosario.Losautoresagradecen loscomentariospertinentesdeAlejandraJuradoLondoñoyLuisArmandoSotoBoutin.

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de textos que usualmente son utilizados o consultados por los tomadores de decisiones dentro

del Estado. Estos documentos también sirven para ambientar en general diversos temas que

son de su interés y que poco a poco se van desplegando desde una esfera de la experticia

técnica gubernamental al dominio público.

El involucramiento de la academia en la política exterior se puede constatar en dos

momentos recientes. En 2010 con la elaboración de un informe con recomendaciones sobre

política exterior con el auspicio del Ministerio de Relaciones Exteriores, la CAF, el BID y

Fedesarrollo.

El informe de la Misión de Política Exterior de 2010 dedica una parte de las

recomendaciones al plano cultural insistiendo en la necesidad que Colombia pueda potenciar

desde su política exterior la riqueza cultural que la caracteriza. Insiste además en que esa

promoción no puede depender necesariamente de las lógicas del mercado que no valoran en

su justa medida las expresiones culturales que por su propia naturaleza es invaluable (Misión

de Política Exterior , 2010, pág. 97). Esos aportes fueron fundamentales, pero se inscriben en

una propuesta macro para modernizar la política exterior. Por esta razón, las

recomendaciones en el campo cultural no sobresalen.

Recientemente, y como consecuencia de los diálogos de paz entre el gobierno y la

guerrilla de las FARC, ha habido un renovado interés por la forma en que se debe aprovechar

para efectos de proyectar lo cultural local y regional hacia el exterior. Con ocasión del tan

citado postconflicto o postacuerdo, las universidades, centros de pensamiento y

organizaciones dedicadas a la reflexión han multiplicado esfuerzos para poner en manos de

los tomadores de decisiones insumos que arrojen luces sobre un periodo donde cunda la

incertidumbre.

Este documento se suma a esos aportes, y se centra en la forma como Colombia podría

obtener provecho de una estrategia de Diplomacia Cultural que aproveche la riqueza, la

diversidad y el enorme potencial, sin que ello implique banalización alguna de la cultura.

Esto se aclara pues la proyección de la cultura como un asunto de política pública, ha sido

fuertemente rebatida por quienes temen por su burocratización. Vale recordar la resistencia

de Gabriel García Márquez a la creación del Ministerio de Cultura, aludiendo al riesgo de

politizarla.

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Esta propuesta busca un balance entre un ejercicio de diagnóstico sobre lo que se ha

hecho desde el Ministerio, reconociendo los principales activos, y la identificación de cursos

de acción que refuercen la cultura como elemento de política exterior.

Con frecuencia se habla con desdén sobre la diplomacia colombiana, como una

institución que refleja las peores prácticas políticas, y como un espacio al servicio del abono

de deudas políticas contraídas en épocas de campaña. Rara vez, se analizan los logros de la

cancillería, o de otros ministerios o agencias involucradas en la política exterior. Este trabajo

surge a partir de la necesidad de valorar la labor adelantada por el Estado colombiano,

partiendo de tres hechos históricos puntuales que han sido definitivos en la diplomacia

cultural y en la gestión cultural en general, y para evaluar en su debida proporción tantos los

avances como aquello en lo que se pueda mejorar.

• En 1983, cuando se firmó el decreto 401 por medio del cual se adoptó el Plan de

Promoción de Colombia en el exterior que buscaba desarrollar los convenios

culturales y científicos vigentes y difundir y promocionar la imagen integral del país

en el exterior en los aspectos políticos, económicos y socio-culturales.

• Con el proceso de descentralización que supone tal vez el mayor reto para la

diplomacia cultural emprendido a finales de los 80, y corroborado con la Constitución

de 1991.

• En 1997 con la ley 397 (de cultura) que creó el Ministerio y la posicionó un asunto

de Estado. El país pasó de ver la cultura como un sinónimo del simple

entretenimiento, a entender un mundo complejo que requiere de toda la planificación

estatal. La labor adelantada por el gobierno de Ernesto Samper, y el liderazgo de

Ramiro Osorio como primero ministro, y quienes se encargaron de convencer al

Congreso sobre la necesidad de aprobar una ley tal, fue vital.

A entender de los autores, estos tres hitos marcaron un punto de inflexión de la cultura

y han servido para analizar la forma como distintos gobierno han gestionado dicho terreno.

Para alcanzar el objetivo, el documento está dividido en 6 partes. En primero lugar se

describe a grandes rasgos la noción de diplomacia cultural, y las razones por las cuales se

toma distancia frente al concepto de poder blando. En segundo lugar, se describen a grandes

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rasgos los principales hitos de la diplomacia cultural en Colombia. Valga decir, una tarea

inacaba que requiere de un esfuerzo en sí. En tercer lugar, se aborda la forma como en las

últimas décadas, Colombia fue identificada de una forma (país amenaza) y la manera en que

cambiará en la medida en que se termine imponiendo el escenario del postconflicto. En cuarto

lugar, se reseñan brevemente dos casos paradigmáticos de diplomacia cultural en la región

como México y Perú, cada uno siguiendo proceso histórico, y por consiguiente con

semblantes bien distintos. En quinto lugar, se exponen los principales activos logrados por la

Dirección de Asuntos Culturales en los últimos años, y finalmente se presentan ocho

recomendaciones para ser objeto de discusión.

El método con el que se trabajó el documento constó de varias fases. En primer lugar,

se formó un grupo de trabajo con estudiantes de la Maestría en Estudios Políticos e

Internacionales de la Universidad del Rosario, para explorar a fondo el tema y redactar

conjuntamente el documento. En segundo lugar, se trabajaron los antecedentes de la

diplomacia cultural en Colombia, revisando fuentes secundarias, haciendo entrevistas

abiertas y con trabajos de discusión. En tercer lugar, se procedió a un diagnóstico con

información proporcionada por cancillería, y por la revisión de fuentes secundarias. En cuarto

lugar, se identificaron los principales referentes legales y conceptuales, para ubicar las

posibilidades de cambio desde el punto de vista normativo. En la última etapa, se discutieron

las recomendaciones con un grupo focal compuesto por expertos en política exterior, cultura,

Relaciones Internacionales, gobierno y temas afines.

1. Diplomacia cultural, del concepto al principio de política exterior

Para efectos del presente documento, se pretende tomar distancia frente a las

definiciones de diplomacia cultural, emparentadas con el poder blando (soft power) y se

define como el conjunto de acciones que emprendidas por un actor internacional – no

necesariamente el Estado- y que proyectan identidad, apelando a sus tradiciones, códigos

lingüísticos, historia, costumbre, idiosincrasia, y manifestaciones artísticas y deportivas de

sus planes locales, regionales y nacionales. Interesa, dentro del marco de este estudio, la

diplomacia cultural como una forma de democratizar la política exterior, y no debe ser

confundida con los esfuerzos por consolidar una marca país, o las estrategias para estimular

el turismo.

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De otro lado, se debe aclarar que no siempre la diplomacia cultural parte de la

voluntad de un actor internacional, pues puede ocurrir, que manifestaciones culturales que

tengan lugar en un país o actor internacional, proyecten su imagen, sin que medie una política

pública en ello. Puede ocurrir también, que los Estados apelen a valores preexistentes y los

encaucen a través de su política exterior. No toda la proyección cultural puede ser

encaminada por los Estados, pues su campo trasciende el de lo político-legal.

En los últimos años, la diplomacia cultural como un instrumento de la política exterior

se ha consolidado. Esto se explica básicamente por tres cambios en el sistema internacional

En primer lugar, el desprestigio que han adquirido algunas potencias en sus intervenciones

marcadamente fracasadas en Asia Central y Medio Oriente. Esto ha provocado, una

decadencia en el prestigio de naciones que tradicionalmente eran identificadas como las más

influyentes en el sistema internacional.

Se trata especialmente de Estados Unidos, Francia y Reino Unido, congregados en la

polémica cruzada en Medio Oriente, –aunque París se opuso a la intervención en Irak, luego

apoyó la intervención en Libia, durante el gobierno de Nicolás Sarkozy- . Este ciclo de

intervenciones que tenía distintos objetivos, desde la democratización hasta las ambiciones

geopolíticas por recursos, los ha hecho ver como arrogantes y presos de la lógica del

eurocentrismo, al apelar al ideal rebatible de tener sistemas de valores e ideas superiores a

las de otras sociedades. En el caso de potencias no occidentales como Rusia y China el uso

de la fuerza en escenarios como Ucrania y provincias internas con reivindicaciones

autonómicas, respectivamente, debilitó seriamente su imagen.

En todos estos casos, y a pesar de un constante uso del poder blando, su imagen se

vio afectada y es claro que perdieron buena parte de la reputación que por la vía de ese poder

habían obtenido.

En segundo lugar, la política exterior en la mayoría de naciones de Occidente pasó

por un proceso de democratización. Este concepto, no se debe confundir con la

democratización producto de las transiciones según la teoría política, sino con la acepción

general. Es decir, democratización como el proceso que involucra a más actores y segmentos

de la población en un proceso dado. En este caso, se puede constatar, que cada vez hay más

sectores de la población interesados en incidir, vigilar o participar del proceso de toma de

decisiones de política exterior. Un plano que antes estaba en las manos de diplomáticos y que

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se manejaba como un asunto de gobierno, se terminó por convertir en un asunto que convoca

cada vez más.

La aparición de medios masivos de comunicación, el internet y las nuevas

tecnologías, generaron que un segmento representativo de ciudadanos se interesara por temas

internacionales que antes se veían como alejados de la realidad nacional. En contraste, desde

la globalización –entendida como un periodo histórico aún vigente- se ha hecho un particular

énfasis en la interdependencia entre las diferentes regionales del planeta, que hace que lo que

ocurre en una zona tenga efectos en otra, a pesar de la distancia entre ambas. (Nye &

Keohane, 2000).

La influencia de organizaciones no gubernamentales, sindicatos, organizaciones

sociales, ministerios aparte del de Relaciones Exteriores, o agencias del Estado no vinculadas

a la diplomacia, cada vez tiene mayor incidencia en la proyección exterior de los países. Esto

se debe a que los temas otrora exclusivamente internos, se ven expuestos a dinámicas

regionales, por lo que ahora casi todos estos actores tienen una oficina que se encarga de

temas internacionales.

Y finalmente como consecuencia también de la globalización, temas que en el pasado

eran intrascendentes se ha convertido en constitutivos de la agenda internacional. Género,

derechos humanos, acceso al agua, desarrollo sostenible, y cultura constituyen apenas

algunos ejemplos.

Así pues, la decadencia de las potencias que han apelado a lo militar constantemente,

la aparición de actores no formales en la política exterior con una influencia en crecimiento

y una ampliación de temas internacionales, explican la aparición de la diplomacia cultural

como concepto que se ha venido incorporando a las estrategias de los Estados (Jaramillo

Jassir, 2015).

Esta definición que se propone de diplomacia cultural se distancia de las que han

formulado autores como Joseph Nye (Nye Jr., 2010), Édgar Montiel (Montiel, La cultura,

recurso estratégico de política internacional. Introducción al concepto) y Said Sadikki

(Sadikki, pág. 107) . Los dos primeros ven en el concepto una extensión del poder blando.

Como noción de las Relaciones Internacionales, es bastante rebatible pues tiende a sobre-

representar el poder de lo económico y sub-representar el cultural. Basta observar el ranking

de poder blando elaborado por la consultora Portland (Portland). Los primeros diez puestos

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son un fiel reflejo del tamaño de las economías a escala global (Estados Unidos, Reino Unido,

Alemania, Canadá, Francia, Australia, Japón, Suiza, Suecia y Holanda) ¿ Como entender que

el primer latinoamericano en tal medición aparezca en el puesto 24 para el caso de Brasil?

Sadikki por su parte la define como el papel que desempeñan los factores culturales

en las Relaciones Internacionales, lo cual parecería confundirse el nivel de análisis de política

internacional con el de política exterior.

2. Pasado y presente de la diplomacia cultural en Colombia

El Decreto 401 de 1983 firmado en la presidencia de Belisario Betancur , adoptó el Plan

de Promoción de Colombia en el exterior que creó el Consejo Nacional de Coordinación y

las Comisiones Ejecutivas para su cumplimiento. Ese fue un hito fundamental en la

promoción de la cultura a través de la política exterior ya que significa un impulso para la

cancillería que desembocaría en la creación de la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC).

Ese decreto también significó la necesidad de articular la gestión de varios actores del

gobierno encargados de la cultura, la ciencia, la educación y la innovación.

La Constitución de 1991 estuvo comprometida con el impulso de la cultura2 y los

derechos, en claro contraste con la de 1886, además de alinerase con un panorama

internacional enfocado en la promoción de la cultura y los derechos humanos;

[…] la constitución fue declarada como fundamento de la nacionalidad “en sus diversas

manifestaciones”, acogió sus principios en el Título I Constitución Política, artículo 70,

y luego los desarrolló a lo largo de todo el articulado, a tal punto que podríamos calificarla

como una constitución explícitamente cultural”. (Sanabria)

Derechos Culturales en la Constitución de 1991.

Derechos Culturales (Ley de Cultura) Artículos de la Constitución

Identidad, diversidad y participación

equitativa de las comunidades

2° y 7°, 10 y 68, 63, 176, 246, 310, 330 y

357, y Transitorio 55.

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Comunicaciones, libertad de expresión y

espectro electromagnético

20, 73, 64 y 75.

Autor y propiedad intelectual. 61y 150 numeral 24.

Formación, investigación, cátedra y

capacitación.

27, 67, 68, 70 y 71.

Fomento a la creación y a la investigación

en ciencia, tecnología y cultura

70, 71, 339 y 355.

Derechos y deberes sobre el patrimonio

cultural

8° y 95, numeral 8° 63, 72 y 333

Descentralización y participación 1°, 40, 103, 287, 288 y 342.

Fuente: Cultura, Recreación y Deporte

Por otro lado, y como se mencionó anteriormente, uno de los sucesos históricos

sustanciales para este trabajo es la creación de la Ley general de cultura 397 de 1997. Desde

entonces y durante estos 20 años, normativamente, el sector cultura ha logrado diversas

políticas públicas, como las leyes de Cine de 2003 y 2012, la Política de Emprendimiento e

Industrias Culturales de 2009 y la ley de Espectáculos Públicos de 2011, las cuales han

propendido por el fortalecimiento de las industrias culturales y creativas del país, y que van

implícitamente ligadas a una política exterior con base en la diplomacia cultural.

Según datos del Ministerio de Cultura, entre 2013 y 2014, los sectores de las artes

escénicas y artes audiovisuales crecieron más del 50 por ciento cada uno. Como lo afirma

Adriana González Hassig, coordinadora del Grupo de Emprendimiento Cultural del

Ministerio de Cultura, el marco normativo colombiano se ha consolidado notablemente desde

entonces. “Los resultados, visibles en campos como la producción editorial, el cine o la

música, no sólo van alineados con los objetivos internacionales, sino que además, se han

convertido en punto de referencia para otras naciones” (González, 2017).

Estos resultados se ven reflejados, por ejemplo, en la cantidad de producciones

cinematográficas nacionales. En 2016, por ejemplo, se estrenaron 41 largometrajes

colombianos, en oposición a los 10 estrenados en 2007. “Hay unos resultados dignos de

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mostrar. México, por ejemplo, que es un país muy fuerte culturalmente, nos invitó a hablarles

de nuestro informe y nuestros avances” (González, 2017).

El comportamiento del sector cultural en el total de la economía nacional lo mide la

Cuenta Satélite de Cultura (CSC), la cual presenta indicadores de este sector sobre

producción, consumo intermedio, valor agregado, comercio exterior, puestos de trabajo,

entre otros. La medición de la CSC para 2014, expuso que el sector cultural aportó ganancias

por 6.5 billones de pesos y generó 199.698 empleos, una cifra muy cercana al de los empleos

generados por la actividad de Minas y Canteras que fue de 200.455.

Adicional a estas leyes que rigen, actualmente en el congreso cursa el proyecto de

Ley de desarrollo y fomento a las industrias creativas y culturales que busca fortalecer la

economía cultural. “Este proyecto recoge en gran medida la mayoría de las iniciativas del

Ministerio de Cultura y de otras entidades gubernamentales desde 2010 con la formulación

del CONPES 3659” (González, 2017).

Como se observa ha habido un avance en paralelo entre los esfuerzos desde el sector

cultura, y la cancillería. Finalmente entre 2007 y 2009 el Ministerio de Relaciones Exteriores

hizo expresa una estrategia de diplomacia cultural que señaló unos derroteros para usar la

diplomacia cultural como una estrategia de diversificación de las relaciones con el mundo,

especialmente orientada a un acercamiento a Asia Pacífico y Oceanía.

Actualmente, la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC) del Ministerio de Relaciones

Exteriores de Colombia se creó con el objetivo principal de coordinar las iniciativas en

materia de cultura, educación y deporte, y asegurar el cumplimiento de los compromisos

adquiridos en la materia, cuya ejecución era muy baja antes de la creación de tal dirección.

(Ministerio de Relaciones Exteriores).

La DIAC se divide en 4 coordinaciones: i) Programas y Convenios en Cultura, Educación

y Deporte; ii) Intercambios Deportivos y Culturales; iii) Acción Cultural de las Misiones de

Colombia en el Exterior y, iv) Coordinación de la participación colombiana en la UNESCO.

En ellas trabajan cerca de 30 funcionarios. “Para el cumplimiento de sus funciones, la

Dirección de Asuntos Culturales cuenta con dos herramientas de diplomacia cultural,

educativa y deportiva: los Programas y convenios culturales, educativos y deportivos; y el

Plan de promoción de Colombia en el exterior”. (Ministerio de Relaciones Exteriores).

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Lo anterior sirve como base y tiene como meta la movilidad de “fomentadores de cultura”

o embajadores de Colombia en el exterior, como por ejemplo artistas, escritores, académicos,

expertos, estudiantes y deportistas colombianos, así como promover las buenas prácticas y

casos exitosos que ha desarrollado Colombia para fortalecer las relaciones exteriores

nacionales y promover una imagen positiva de nuestro país en el extranjero.

3. La percepción de terceros ¿Cómo nos verá el mundo en el posconflicto?

El final del siglo XX y comienzo del siglo XXI quedará marcado para la historia de

Colombia por la fuerte inseguridad, como producto de la guerra librada contra los distintos

grupos armados. Fueron varios los apelativos con los que los académicos y medios de

comunicación internacionales describieron la crítica situación que vivía Colombia a finales

de los noventa y comienzos de siglo.

Para Eduardo Pizarro Leóngomez, hubo una serie de antecedentes que concluyeron

en el debilitamiento del Estado colombiano: el principal de ellos por cuenta de la guerra

frontal contra los carteles de la droga en la década de 1980 y posteriormente por el

recrudecimiento del conflicto armado a finales del siglo XX.

“Las expresiones de este “derrumbe parcial” del Estado en los inicios de los años

noventa eran múltiples. Su rostro más visible era, sin duda, las altas tasas de

criminalidad. Pero, esta criminalidad desbordada era solamente una expresión

dramática de la erosión del Estado en el cumplimiento de algunas de sus funciones

esenciales” (Pizarro, 2004).

La amenaza terrorista post atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos,

convirtió el problema colombiano en una amenaza regional que había que tomar en serio, y

en algunos medios influyentes en Estados Unidos se llegó a hablar en los siguientes términos:

“los insurgentes marxistas podrían derrotar a los militares colombianos en un plazo de cinco

años (...) los militares colombianos demostraron ser incapaces, estar mal formados y contar

con un equipamiento deficiente” (Washington Post, 2001).

Como apuntan Sandra Borda y Rodrigo Pardo, superada esta etapa crítica que se

acentuó durante el gobierno de Andrés Pastrana, Colombia pasó a una era de “diplomacia de

la guerra”, en una lógica de justificación para combatir la amenaza terrorista que significaban

las FARC, y que, aunque ya sin pensar en un Estado fallido o en el riesgo de que las

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instituciones fueran derrotadas, seguía mostrando a Colombia como un país de guerra, y de

riesgos.

Así lo evidencia el Índice Global de Fragilidad de Estados realizado por la Fund for

Peace (Fund for Peace, 2017), que mide tres tipos de indicadores: sociales, económicos y

políticos. En los primeros están aspectos de la calidad de vida como el riesgo de

enfermedades, mortalidad, pasando por discriminación racial hasta desplazamiento de

comunidades. En los segundos, se mide el desarrollo económico de un Estado, al lado de la

desigualdad. Mientras en los terceros, se evalúa la corrupción, la legitimidad de las

autoridades, los procesos electorales y la intervención de otros Estados. Entre más bajo es el

puntaje en los indicadores, se entiende que hay mayor nivel de estabilidad.

Cuando estaba finalizando el primer gobierno de Álvaro Uribe en 2005, la primera

publicación del índice dio cuenta de que Colombia ocupaba el lugar 14 entre los Estados más

frágiles/fallidos del mundo; superado únicamente por países como Costa de Marfil (1), Irak

(4) Afganistán (11) Ruanda (12) o Corea del Norte (13). La peor calificación que tenía el país

era en el indicador “Legitimidad del Estado” con 9.8 puntos, seguido de otros factores

sociales y económicos que demostraban, entre otros, la desigualdad económica, la ‘fuga de

cerebros’ y el enfrentamiento político a nivel local. El puntaje total de Colombia era de 95.0

puntos, frente a los 106.0 de Costa de Marfil.

Para 2010, el mismo índice situó al país en el puesto 46, por fuera del rango de Estados

muy críticos y críticos. En el indicador sobre “Legitimidad del Estado” la baja calificación

había bajado a 7.7 puntos, mientras los puntajes más negativos se centraban en el

desplazamiento interno de ciudadanos, la intervención extranjera y la desigualdad

económica. El total del puntaje negativo del país había bajado a 88.2, ya distante del primer

lugar que en ese entonces ocupó Somalia con 114.3 puntos.

En la más reciente publicación de Fund for Peace, el Estado colombiano aparece en

la posición 67, al final de una categoría denominada “Advertencia Alta”. En 2016, la

“Legitimidad del Estado” siguió mejorando, su calificación fue de 6.5 puntos, mientras que

el desplazamiento interno con 7.9 puntos y el desarrollo económico desigual con 7.8 puntos,

seguían siendo los problemas más críticos. Colombia aparece con 80.2 puntos en total, lejos

de Somalia que sigue ocupando el primer lugar con 114 puntos, pero también distante de un

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Estado como Trinidad y Tobago que con 57.8 puntos es uno de los primeros Estados en la

categoría de “Estable”.

Otros factores para tener en cuenta, son los referentes a pobreza, desempleo y

homicidios, claves a la hora de establecer la fragilidad del Estado colombiano. Para 2000,

según cifras del Banco Mundial (Diario El Tiempo, 2002), el 64% de la población era

considerada en niveles de pobreza, unos 27 millones de colombianos; mientras que para

2016, ese porcentaje había reducido al 19% bajo el cálculo de 9.3 millones de colombianos

en la línea de pobreza (Diario Portafolio , 2016).

Así como lo plantea Arlene Tickner la identidad Colombia se ha venido moldeando

a partir de la dinámica de la droga y del conflicto. Parecen dos elementos condicionantes de

sus relaciones con el mundo, y de la forma como terceros perciben el país (Tickner).

Sin embargo, con el del proceso de paz es indudable un punto de inflexión en su

imagen, pues significa una transformación de la identidad del país, con claras implicaciones

en su política exterior, y la forma como la misma se surte de la cultura como un insumo cada

vez más relevante.

4. México y Perú: paradigmas de diplomacia cultural y ejemplos para Colombia

La Revolución mexicana en 1910, en tanto que acontecimiento político y social más

importante del siglo XX en dicho país, produjo un estallido en el plano artístico que se tradujo

en expresiones tan tradicionales y exponenciales como el muralismo, creado por un grupo de

intelectuales pintores mexicanos. El deseo por una verdadera transformación aumentó las

formas de expresión artísticas, que luego se transcribirían en elementos sustanciales para la

historia, no solo mexicana, sino que sirvieron de referencia en el mundo.

Figuras como Diego Rivera, David Siqueiros, y Frida Kahlo, entre otros, lograron

desentrañar ese México revolucionario y ponerlo como eje central de su arte hacia el exterior.

Por otro lado, estos mismos artistas, hicieron que el mundo volteara a mirar su país.

Asimismo, representaciones musicales con artistas como Chavela Vargas, el posterior

boom latinoamericano, que se generó a partir de la segunda mitad del siglo XX, la televisión

y el cine demostraron que México, que hablaba de su cultura, se convirtió en un eje cultural

fundamental, no solo al interior, sino como referencia y propulsor de movimientos en la

región.

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En consecuencia, el tema de la cultura en México rebasa la simple experiencia de

promoción de artistas o generación de contenido, pues está tan fuertemente arraigado a sus

propios cambios políticos y sociales, que impregna todo lo que lo rodea.

De esta manera, la exposición de su propia identidad y de sus diferentes formas de

expresión se acentuó en diversos lugares del mundo a través de la promoción de su

patrimonio histórico, artes, música, y literatura, entre otros. A través de las diferentes

exposiciones, encuentros y espacios liderados por mexicanos deseosos de mostrar, a través

de su arte y pensamiento, lo que congrega a todo un país.

El objetivo principal de la diplomacia cultural en México, durante las últimas

presidencias, ha sido el de la promoción en el exterior de los valores que nutren las

identidades de México, “sean éstos históricos, culturales o artísticos, por medio de la difusión

de las obras de intelectuales y creadores” (Secretaría de Relaciones Exteriores Gobierno

México, 2015).

A esto se le suma que la fuente formal para la diplomacia cultural mexicana,

principalmente, es la suscripción bilateral o multilateral de convenios culturales, el

establecimiento de cátedras, la protección recíproca contra el tráfico ilegal de bienes

culturales y artísticos, y la enseñanza de las lenguas. Ejemplos de éxito de esta política han

sido la organización de la exposición ‘México: esplendores de treinta siglos’ que se presentó

en Nueva York, Los Ángeles y San Antonio, esta muestra que recopilaba la tradición artística

del país Azteca durante siglos, fue acompañada de un programa llamado ‘Mexico: A Work

of Art’ en el que se incluyeron expresiones musicales, gastronómicas, plásticas, dancísticas,

teatrales, literarias. Los resultados de esta campaña, que se enfocó en Estados Unidos,

tuvieron efectos positivos en torno a la imagen del país, a los quehaceres de los mexicanos y

sobre todo, a la fuerza migrante que tiene México en Estados Unidos.

Por otro lado, se ha posicionado en distintos eventos internacionales de reconocida

visibilidad como el Festival Internacional de las Artes Europalia, dedicado en 1993 a México,

con los cuales han tenido una presencia en países como Bélgica, Austria, Suecia y otros

lugares del continente europeo. Específicamente, esta participación fue un preparativo para

la firma del tratado de libre comercio con Europa.

De igual manera, se han convertido en el epicentro de exposiciones mundiales como

la de Shanghái, en 2010. Una parte relevante de estas participaciones es que el Gobierno

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mexicano, más allá de ser anfitrión en distintos lugares, tiene la clara intención de que su

política exterior, en la parte cultural, involucre asuntos que van desde el diseño del pabellón

donde se presenta la exposición, hasta la elección de los contenidos que se relacionan con la

vida cotidiana de la sociedad. Esto es una tradición que México tiene desde la Exposición

Internacional de París, en 1889, desde allí es posible percibir un pasado del cual se siente

orgulloso.

Según Rafael Tovar y de Teresa, primer secretario de Cultura de México en el

gobierno de Enrique Peña Nieto, la proyección de la imagen cultural en el exterior se

concentra principalmente en todas las disciplinas artísticas o expresiones culturales populares

“Nos hacemos preguntas como ¿qué se espera de México en cine o artes plásticas en

determinado país? ¿Qué en música y qué en teatro? ¿En qué lenguaje cultural artístico somos

más universales?” (Tovar y de Teresa, 2014).

Para el diplomático, el eje central donde el país ha logrado una proyección más amplia

es en las artes visuales. “El patrimonio histórico, lo que es la parte arqueológica y

arquitectónica, y en las manifestaciones artísticas contemporáneas, en la parte musical, más

en la música popular que en la de concierto; en la danza, más en la danza folclórica que en la

contemporánea o tradicional; en el teatro, con cierta presencia importante en América Latina,

y en las letras, ámbito que ha tenido una presencia siempre importante y no necesariamente

ligada a la acción del Estado, principalmente en países de habla hispana”, (Tovar y de Teresa,

2014).

Finalmente, el México se ha concentrado en actividades y encuentros en muchos

lugares del mundo para los migrantes. De esta manera, desde países como Japón, China,

algunos de Europa Central, hasta Argentina, Chile y Brasil, la secretaría de Cultura coordina

encuentros culturales y actividades específicas para fechas como la independencia, para que

sus coterráneos puedan hallar un punto de encuentro en donde celebren, junto con otros

mexicanos y extranjeros, rodeados de su cultura tradicional (gastronomía, bailes, música,

etc.). En consecuencia, México ha fortalecido a lo largo de las últimas décadas un conjunto

de intereses culturales propios de la nación, que se articula a través de su política exterior

para luchar principalmente contra la imagen de la narcoviolencia, y situar al país en el exterior

desde el enaltecimiento de su tradición popular hasta los puntos de encuentro para los

migrantes.

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Otro de los ejemplos emblemáticos y probablemente con mayores compatibilidades

con el caso colombiano es el de Perú. Vale aclarar que este caso se valora por mezclar la

estrategia de marca país con la diplomacia cultural. Se sabe que se trata de dos nociones muy

distintas pues mientras la primera estará orientada a la promoción de económicas emergentes

en el turismo, el comercio y la inversión y el segundo es estrechamente cultural, el caso

peruano invita a pensar en mayores compatibilidades entre uno y otro.

Ese país también padeció por muchos años una situación de conflicto armado interno,

y se contempló la hipótesis de que el Estado sucumbía frente al avance de la guerrilla. La

época de violencia del Sendero Luminoso era la imagen de Perú en el exterior, y por

consiguiente, opacaba el potencial cultural que luego se expresaría en la culinaria, la forma

como se aprovecha el santuario de Macchu Pichu y la riqueza literaria expresada en el

fenómeno de Mario Vargas Llosa, entre otros. Posterior al periodo oscuro de la violencia,

nació un concepto de marca país que, a su vez, cumple con el rol de enaltecer la reputación

y trabajar de la mano con la diplomacia cultural. La marca Perú, es considerada como un

elemento de cohesión, y su análisis sugiere la compatibilidad entre la marca país y la

diplomacia cultural, en contextos determinados.

Es importante aclarar la esencia de la estrategia de marca país, ya que su propósito

tiene un fin estrictamente comercial para captar inversión extranjera y atraer turismo al país.

Sin embargo, en ocasiones la marca de un país puede paralelamente estar desempeñando una

tarea complementaria en temas de diplomacia cultural.

Ahora bien, en países como Perú es evidente que la estrategia de la marca país logró

fusionarse con aspectos de la cultura peruana. Un ejemplo de lo anterior fue la campaña

marca Perú, a través de un comercial objeto de comentarios elogiosos pues evidencia cómo

la cultura, el arte, la música, la danza y la comida peruana se vuelven protagonistas en una

población llamada Perú en Nebraska, Estados Unidos, situado a miles de kilómetros del

mundo andino.

Si bien no se puede pasar por alto que detrás del comercial existe un fin económico,

también es cierto que hay una intención de mostrar una cara desconocida de la cultura

peruana al mundo. En ese sentido, estas iniciativas jalonadas desde la idea de marca país son

útiles pues paralelo al trabajo de atraer turismo e inversión, se promueve la cultura en

latitudes donde rara vez funcionan los circuitos diplomáticos.

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Vale la pena señalar dos contrastes claros entre el caso mexicano y peruano. El

primero, como se observa es el desenlace de un prolongado proceso revolucionario, y de una

caudalosa historia cultural, hija de la Revolución. Desde ese entonces, México ha sido un

referente cultural, más allá de que existan o no política públicas en ese campo. La creación

del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONALCUTA) en 1988 bajo la

administración de Carlos Salinas de Gortari, sin duda fue un hito que marcó la gestión

cultural. Recientemente, el presidente Enrique Peña Nieto creó la Secretaría de Cultura

asimilable a un ministerio en medio de una fuerte polémica sobre la conveniencia de la

misma.

En Perú, en cambio, el modelo de diplomacia cultural responde a la idea de una

inserción pragmática y a la modernización de su cancillería. Cabe anotar que este esquema

de integración, proviene del paréntesis democrático durante el gobierno de Alberto Fujimori,

periodo en el que se estrecharon fuertemente los lazos con Asia Pacífico y se apostó por un

pragmatismo en política exterior, que lo alejó del marcado compromiso ideológico de sus

pares a comienzos de siglo en el giro a la izquierda, a pesar de que para ese entonces Fujimori

no estaba en la escena política. En este país la creación del Ministerio de Cultura fue

relativamente tardía, pues solo ocurrió en 2010 mediante la Ley 29565 en el segundo

gobierno de Alan García. Esto evidencia que la promoción cultural, tal como ocurrió en

Colombia antecedió a la creación del ministerio de Cultura.

5. Los logros recientes de la Diplomacia Cultural en Colombia y los desafíos

mayores

En el periodo 2010-2014, se realizaron alrededor de 770 acciones culturales en 61

países con los que Colombia tiene o está interesado en dar inicio a relaciones diplomáticas.

Dentro de estas prácticas, vale la pena destacar algunos casos que resultan relevantes a la

hora de mostrar cómo la diplomacia cultural no necesariamente está enfocada en función de

la gestión de un determinado gobierno u organización, sino que recae en las actividades que

puedan ejercer individuos o colectivos y que pueden generar eco y admiración en el exterior.

En primer lugar, se encuentra el caso del artista Fernando Botero, más allá de que sus

pinturas y esculturas están presentes en varias plazas y espacios públicos del mundo. El artista

ha contribuido desde su profesión la cultura colombiana en escenarios internacionales,

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Botero ha sido un embajador cultural innato de Colombia, en virtud de que ha logrado

plasmar en sus obras tradiciones y aspectos propios de la cultura colombiana. De esta manera,

cada exposición de sus obras multiplica un mensaje distinto y matizado sobre Colombia, que

va más allá los estigmas y los estereotipos.

La relevancia de lo que se ha logrado con las exposiciones de Botero en el exterior,

se exaltan en lo logrado con su muestra ‘Botero en China’ hace año y medio. El artista

colombiano logró la primera exposición individual de un artista extranjero vivo en el Museo

Nacional de Beijing, motivo que el mismo Botero denominó como “la consagración de su

carrera artística’. Tras siete años de planeación, tiempo que requirió el proyecto, las ciudades

de Beijing y Shanghái acogieron por primera vez la obra del artista, la cual pudieron observar,

según datos de China Files, alrededor de 7 millones de visitantes.

Desde 2012, se puso en marcha una política que va más allá de difundir cuáles son

los platos tradicionales de las distintas regiones, y que busca investigar los conocimientos

relacionados con su preparación y los rituales a su alrededor, para que la cocina de autor

cobre más relevancia, fuera del país. De esta manera, la cocina colombiana se proyecta en el

mundo, con miras a tener el impacto de gastronomías como las de México o Perú, países de

los cuales se debe aprender principalmente en este aspecto dejar que lo nacional se perciba y

aprecie como un patrimonio común de la humanidad.

En este sentido se destaca, la chef Leonor Espinosa, quien ha presentado su propuesta

gastronómica en distintos países como Ecuador, Japón y algunos de Europa. El caso de

Espinosa es interesante porque concentra mediante un estudio sociológico, cómo se pueden

conocer las raíces, la cultura y la tradición, en este caso de Colombia, a través de los platos

característicos de cada región y de sus charlas, cuyo enfoque no solo se da a partir de los

productos típicos colombianos, sino con su programa de responsabilidad social, en el que

aborda temas de alimentos y economía sostenible. Temas relevantes por la inminencia del

postconflicto.

Otra mirada diferencial dentro de este campo es el Año Colombia-Francia 2017,

programa binacional, acordado entre los presidentes François Hollande y Juan Manuel

Santos, en la visita oficial del mandatario colombiano en enero de 2015. Este programa tiene

como fin potenciar y diversificar las relaciones entre ambos países, abrir nuevos ámbitos de

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cooperación, y visibilizar las fortalezas de cada nación por medio de intercambios

principalmente culturales y artísticos.

Sin duda, esta iniciativa representa para Colombia la oportunidad de proyectarse, en

Francia y en Europa, en consonancia con la idea de paz, al tiempo que permite la promoción

de su diversidad y de su patrimonio cultural. Conforme a este intercambio, Colombia llevará

en la segunda mitad del año, a distintas ciudades de Francia, exposiciones, conciertos,

intercambios estudiantiles, científicos y artísticos que estarán integrados con exponentes

franceses.

Algunas de las actividades que están programadas a desarrollarse son: conciertos de

artistas nacionales como Monsieur Periné y Rocca. Exposiciones de arte de la alianza Arles,

y Colombia territorio líquido, encuentros de música clásica, foros académicos, entre otros.

Este tipo de actividades permiten que la cultura facilite al alcance de los siguientes logros 1)

exposición internacional de culturas locales 2) generación de intercambios que promuevan

nuevos proyectos. 3) consolidación de una imagen favorable del país. 3) abrir el espacio para

que desde las artes se aporten soluciones a problemas sociales, y con ello se estimule a la

cultura como agente del desarrollo.

El Plan Nacional de Desarrollo mediante el proyecto de Promoción de Colombia en

el Exterior, podría crear sólidos vínculos a través de los intercambios culturales. Que, como

se expresa en una de sus líneas de acción, “no solo se dé por medio de los gobiernos, sino

por parte de la población civil, al ser los participantes niños o adultos muchos en situación

de vulnerabilidad que viven la experiencia empezando con un punto en común por ejemplo

el fútbol, o una canción, o un instrumento, entre otros” (Cancillería, 2015, pág. 4).

Esta lógica estatal que ha servido de apoyo sustancial para el crecimiento del sector

cultura, contrasta con la misma descentralización de los canales por los cuales los artistas y

las comunidades pueden obtener recursos para realizar sus trabajos, como elcrowdfunding,

del cual se han valido varios cineastas y músicos para producir material que ha sido

reconocido nacional e internacionalmente. Enfocados en una política exterior que se

consolide con la diplomacia cultural, es claro que la idiosincrasia colombiana es diversa y

rica en expresiones culturales, y que el acelerado crecimiento de industrias como la

audiovisual o editorial en los últimos años, demuestra abundan casos que pueden proyectarse

hacia el exterior.

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No son pocos los logros de Colombia en materia de diplomacia cultural, y se percibe

que por el aumento de las asignaciones para dicho rubro, el gobierno nacional es plenamente

consciente de la pertinencia y relevancia del tema.

Para Luis Armando Soto Boutin ex director de la DIAC, uno de los aspectos más

notables de la misma consiste en que desde las cuatro coordinaciones se han establecido lazos

con departamentos, y municipios, estrechando lazos para evitar en esos territorios el

reclutamiento forzados. Más de medio centenar de municipios han entrado en contacto con

la DIAC. En esta misma lógica, se ha trabajado con universidades en regiones, y de forma

concreta el contacto ha sido permanente en los departamentos de Córdoba, Guaviare, Chocó,

Putumayo, Sucre y Vichada. Cada semana, funcionarios de la DIAC se desplazan a esas

zonas, l cual constituye un activo mayor consolidado en estos últimos seis años.

El hito más importante, de acuerdo con Soto, consiste en haber mantenido casi

durante 40 años el presupuesto de manera interrumpido. Incluso en los escenarios más

difíciles y en circunstancias desfavorables, y tocando temas polémicos y sensibles para el

Estado colombiano.

No obstante, se debe llamar la atención sobre aspectos donde se puede mejorar

sustancialmente.

6. Recomendaciones

6.1 Descentralización y política exterior: una potencialidad por aprovechar

En la medida en que el proceso de descentralización se ha venido profundizando, no

sólo desde el punto de vista administrativo, sino en cuanto a la apropiación de la ciudadanía,

existe una oportunidad para que la diplomacia cultural cumpla con el propósito de

democratizar la política exterior dándole visibilidad a actores del nivel departamental y

municipal.

La internacionalización de las ciudades ha ganado terreno, y en casos como Bogotá,

Barranquilla, Cali, Medellín o Santa Marta entre otras, es comprobable una idea de

promoción internacional que puede ser aprovechada desde el Ministerio de Relaciones

Exteriores para no sólo entender mejor cada uno de esos procesos, sino para coordinar y

articular sin alterar el espíritu descentralizador.

Las oficinas de relaciones internacionales de algunos de los municipios, se han

convertido en un actor inexorable de la política exterior, especialmente en regímenes como

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el colombiano, que aspiran a una descentralización. Un ejemplo claro de esta dinámica son

los gobiernos en zonas de frontera, con una incidencia mayor en la política exterior, y que,

en el plano cultural, cuentan con un potencial considerable para incidir de manera positiva

en la vehiculización de prácticas culturales desde lo regional.

La Constitución de 1991 tiene una clara orientación descentralizadora que en la

práctica no ha sido del todo puesta en funcionamiento, y se ha terminado por equiparar a la

delegación y desconcentración, esquemas donde la autonomía es menor. En el plano de la

política exterior y de la cultura, el margen de autonomía de actores regionales y locales debe

ser mayor, pero su gestión debe ser en términos de política exterior, canalizada por el

Ministerio de Relaciones Exteriores, pues es en estricto sentido el único interlocutor válido

frente el resto de Estados.

Una de las recomendaciones de la Misión de Política Exterior sobre cultura apunta al

siguiente aspecto:

La política cultural internacional, ejecutada por el Ministerio de Relaciones

Exteriores, debe establecer una coordinación con el Ministerio de la Cultura, con los

ministerios de Educación y Comunicaciones, con el Departamento Nacional de

Planeación, Colciencias y otras entidades públicas, nacionales, regionales y locales.

La promoción de Colombia resulta de la presencia de múltiples actores privados,

como los medios de comunicación, gremios, empresas, universidades y

organizaciones de la sociedad civil. pp.97-98

Sobresale la necesidad de articular esfuerzos con los sectores de ciencia, educación,

cultura y comunicaciones (hoy Ministerio de las Tecnologías de la Información y

Comunicación), y de forma somera se habla de entidades nacionales, regionales y locales.

En la mayoría de recomendaciones hechas al gobierno nacional, no aparecen alusiones claras

a la inclusión de gobiernos regionales.

Por eso se propone un Consejo que sirva de participación y de articulación en cabeza de

la Dirección de Asuntos Culturales, con representación de los Secretario de Cultura de los

departamentos y aquellos representantes de alcaldías de oficinas de relaciones

internacionales o internacionalización que el director de la DIAC considere.

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6.2 Mayor énfasis en lo cultural sin descuidar lo deportivo

Del diagnóstico inicial se evidencia que, por lo menos en el último año, la diplomacia

deportiva ha sido el vehículo principal usado por la Cancillería en materia de diplomacia

cultural. Se sugiere abrir espacios para evitar el uso de una sola representación –el deporte–

sino para manifestaciones como danzas, rituales, costumbres, objetos y en general la

idiosincrasia diversa de un país que, como mucho se ha dicho, es a la vez muchas naciones.

Asimismo, se plantea que, aunque se haya recomendado diversificar las representaciones

de cultura, se busque, unificar un mensaje aprovechando la coyuntura del posconflicto. Lo

anterior, a través de una serie de múltiples expresiones culturales que lleven el mensaje de

un “país de reconciliación, en medio de sus diferencias”, lo que podría convertirse en una

estrategia sólida y transversal que adopte la Dirección.

Analizada la sección de ‘Noticias’ de la web de la Cancillería, se constató que de 59

notas desde el 5 de mayo de 2016 hasta el 6 de mayo de 2017, en las que primaba el sentido

deportivo de la diplomacia cultural, especialmente con los jóvenes, ése parece ser el eje de

las actividades de la Dirección. Sin embargo, no hay un verdadero aprovechamiento al

proceso de paz y reconciliación y a las oportunidades que traiga el posconflicto que puede

generar para Colombia una muestra y ejemplo para el mundo de recomposición social,

perdón y demostración de pacificación. De esta manera, en las 59 notas revisadas, solo 10

estaban enfocadas a expresiones relacionadas con el acuerdo de paz o la idea de

reconciliación.

6.3 Temporadas cruzadas periódicas

Con el objetivo de que Colombia se acerque estratégicamente a zonas y a países, se

propone la puesta en marcha de temporadas cruzadas, por iniciativa colombiana para que,

bien sea anual o cada dos años, el país logre exponerse con diferentes actividades y ámbitos

en un país o zona específica. Esto además sirve para consolidar una apertura hacia otros

países, que tienen potencial cultural para que puedan ser apreciados en distintas zonas del

país.

6.4 Fortalecimiento del canal de comunicación entre la DIAC y las agregadurías

Aunque exista un diálogo constante y apoyo entre agregaduría culturales y la DIAC,

se sugiere reforzarlo y abrirlo al resto de dependencias de las misiones diplomáticas de

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Colombia en el exterior. Desde 2010, el Ministerio emprendió la tarea de capacitar a sus

funcionarios en el tema de diplomacia cultural, mediante una plataforma on-line cuyos

resultados merecen ser analizados, y sobre todo las capacidades deben derivar en una

dinámica constante de retroalimentación entre funcionarios de las embajadas y la DIAC.

6.5 Profundización del multilateralismo en cultura

Como lo reconoce Luis Armando Soto, el país debería apuntarle al multilateralismo

en cultura tenido como punta de lanza la UNESCO, organismo del sistema de Naciones

Unidas sobrecargado de temas. La cultura es esencial para superar una época en la que

abundan las estigmatizaciones entre nacionalidades, que han potencializado el terrorismo y

los discursos nacionalistas que ofrecen respuestas simples a problemáticas sociales

complejas. Colombia puede contribuir mucho más a ese diálogo, insistiendo además en el

vínculo necesario entre cultura y desarrollo sostenible, un abordaje más humano al problema

mundial de las drogas como el que se propuso en UNGASS 2015, y en una estrategia para

adaptarse al fenómeno del calentamiento global. La cultura tiene un papel esencial a

desempeñar en esos temas, donde su potencial aún no ha sido del todo aprovechado, y

Colombia es fácilmente protagonista.

6.6 Mayor articulación entre Diplomacia Cultural y Marca País

Es importante que el Ministerio de Relaciones Exteriores se involucre de una manera

más activa a través de la Dirección de Asuntos Culturales en las campañas y estrategias de la

marca país Colombia. Con esta iniciativa no solo se pretende que marca país y cancillería

trabajen de la mano para conmemorar ciertos eventos en el exterior, sino que la articulación

sea producto de una política pública definida que fomente el trabajo de la diplomacia cultural

en el exterior.

Dicha política pública debe tener en cuenta que si bien la marca país de Colombia,

tiene un propósito comercial en cuanto a atracción de turismo e inversión, la cancillería a su

vez puede introducir características de la cultura colombiana.

Otro aspecto que debe contener la política en esta materia, es una articulación

permanente y sostenible de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones

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Exteriores con Marca País, Procolombia, el Ministerio de Comercio Industria y Turismo y

Asuntos Internacionales y de Cooperación del Ministerio de Cultura.

6.7 Una historia de nuestra diplomacia cultural

Es urgente un trabajo de recolección de información sobre la forma en que nació la

diplomacia cultural en Colombia desde el punto de vista legal, y político. No existe una

historia que reseñe un camino importante lleno de dificultades, pero de logros y desafíos

futuros que merecen ser expuestos. Revisando el sitio web de la cancillería, tampoco queda

clara ni la importancia, ni la forma como la DIAC se articula con otros actores de dicho

ministerio. Esto le resta visibilidad en trabajos académicos nacionales o internacionales que

podrían referencias a Colombia.

6.8 Indicadores de gestión claros sobre diplomacia cultural y transversalización de la

cultura en la política exterior

El Ministerio publicó el resumen ejecutivo sobre el Plan de Promoción de Colombia en el

Exterior con un abundante material en términos de cifras y de datos. Todos ello da cuenta de

un esfuerzo notable. No obstante, se debe trabajar en indicadores claros de impacto, en cuanto

a diplomacia cultural. Esto se puede manifestar en dos indicadores: uno sobre el impacto real

de la diplomacia cultural sobre la imagen de Colombia, y otro sobre la transversalización de

la cultura en la proyección exterior.

En cuanto a los Indicadores para evaluar la incidencia de la diplomacia cultural en la

imagen del país se propone observar lo siguiente:

• Desconcentración de la política exterior

• Nivel de inserción regional cultural

• Manifestaciones culturales regionalizadas

• Actores no gubernamentales identificados como referencias de su cultura en el

exterior

• Industrias culturales y su impacto en la política exterior

• Proyección cultural multilateral

Esto se complementaría con una propuesta clara para medir la transversalización de la

cultura, con el fin de determinar qué tanto está incluida como tema.

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Álvaro Acosta De la Cruz

Internacionalista graduado de la Universidad del Rosario y estudios en el Institut d´Etudes

Politiques de Paris (Sciences Po). Actualmente es analista para la firma de consultoría de

riesgo político y seguridad, Control Risks. En el pasado se desempeñó como asesor privado

en el Viceministerio de Minas de Colombia.

Daniel Jiménez Fandiño

Politólogo de la Universidad de los Andes, especialista en opinión pública y mercadeo

político de la universidad Javeriana, actualmente cursa estudios de maestría sobre política y

relaciones internacionales en la universidad del Rosario. Su experiencia profesional se ha

concentrado en el sector público y en el periodismo.

Mauricio Jaramillo Jassir

Profesor e investigador de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del

Rosario.

Ricardo González Duque

Periodista de la Universidad de Manizales, jefe de información del programa Mañana Blu de

la cadena Blu Radio. Creador del blog de actualidad El Cuento en El Espectador. Estudiante

de segundo semestre de la Maestría de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad

del Rosario.

Stephany Echavarría

Periodista con mención en historia de la Universidad del Rosario, ha trabajado en el periódico

El Tiempo en la sección internacional y digital. Actualmente, se desempeña como redactora

cultural en el mismo medio en donde trabaja con temas de cine, teatro y artes vivas.

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ANEXO

Cronología: Normatividad cultural en Colombia.

Constituciónde1991

“Promocióndelaculturaylos

DDHH”

Decreto401de1983 “Culturacomopolítica

exterior” 1. PlandePromoción

deColombiaenelexterior.

2. DaOrigenalaDireccióndeAsuntosCulturalesdelaCancillería.

1983 1991 1997

LeyGeneraldeCultura397delaCancillería “Culturacomounasuntode

Estado” • Creación del

MinisteriodeCultura

2003

Ley814de2003“LeydeCine”

• Modificada en2012 (Ley 1552de2012).

Fomentaelterritorionacional comoescenario para elrodaje de obrascinematográficas.

2009

PolíticadeEmprendimiento

eIndustriasCulturales

Fomentada por elMinisterio deCultura

Ley1493de2011deespectáculospúblicosdeMin.

CulturaFomentar el sectorde los espectáculospúblicosde lasartesescénicas enColombia

2011 2001

PlanNacionaldeCultura2001-2010

“Haciaunaciudadaníademocráticacultural”