dios como el “placebo muerto” en el proceso de existir

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La aparición y la desaparición del Dios católico en la búsqueda del sentido de la existencia

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Page 1: Dios Como El “Placebo Muerto” En El Proceso De Existir

Dios como el “placebo muerto” en el proceso de existir

Por Luis San Martín

El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza.

Friedrich Nietzsche

En épocas anteriores –y también actualmente-, el creer en Dios, como muchas otras fuentes de sentido tales como el amor, el trabajo, etc, es una manera de afirmarse a la vida en nombre de determinadas religiones, que a pesar de tener una concepción distinta de lo divino, sirven de soporte para el hombre en cuanto ser creado por Algo. Este hombre en algún momento de la Historia trató de concebir a un Creador de sí mismo, a un Ser Superior que rigiera su propia existencia desde principios a fin, desde su nacimiento hasta su muerte. Es puntualmente un “Homo viator u hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, que supone una concepción antropológica teocéntrica”1, es decir, el que considera a tal divinidad como parte de todos los aspectos de la vida. Es ese Gran Ser quien lo acompañara durante todo el trayecto vital, pleno de alegrías y goces, y también lleno de tristezas y “displaceres” (“…¿por qué el Dios infinitamente bueno permite el mal atroz que sucede a diario?”2”), como diría Friedrich Nietzsche en La Gaya Ciencia refiriéndose a lo malo de la vida; es en fin, y según la definición formada con el tiempo, el que nos hizo a todos nosotros y además creó y nos dio el sentido, que al fin y al cabo, y tomando el catolicismo típicamente occidental como punto de comienzo, es alcanzarlo a él mismo con su ayuda, o por lo menos a lo que significa en cuanto Verdad.

Sin embargo, ese teocentrismo medieval comenzó a desaparecer con el Renacimiento, y dio paso al antropocentrismo, a la era racional del ser humano, el cual se convirtió en la medida de todas las cosas. Ahora Dios no era el centro del Universo, sino que nosotros mismos lo éramos. Después de esto llegó a nuestro mundoen la primera mitad del siglo XIX, el gran filósofo alemán que por lo demás tenía mucho que decir, Nietzsche, quien en su Así habló Zaratrusta, por medio de las palabras del héroe de esta maravillosa crónica existencial, nos dijo: “Dios ha muerto”. El Supremo Creador, regidor y antojadizo concepto entonces dejó de existir y quedamos aparentemente desamparados, arrojados a la vida sin fuentes, capaces aún de actuar con nuestras mentes y manos, pero incapaces de aspirar a una Verdad moral o ética, a ese sentido que nos dio, el cual se fue con él. Desapareció nuestro consuelo, se esfumó el que nos otorgaba esa sensación de tranquilidad tan inexplicablemente real para muchos pero tan difícil de creer para otros, el que producía resultados mayoritariamente positivos en nuestro proceso de existir. Es entonces cuando dijimos que había que preguntarse cómo ese trascender fue parte de nuestra vida y se fue, o si aún lo está, aunque de otra forma. Ese preguntar nos otorga sentido, y sobre todo si nos referimos a Dios como soporte anterior, pues ”el hacer la experiencia de la preguntabilidad supone también un tras-cendere”3, una especie de sentido en el ir más allá, en el trascender.

Resumamos lo que hemos estado viendo. El hombre que cree en Dios se apoya en él porque éste le da un sentido a su existencia, pero como él ya no está según nos dice Nietzsche, toda la ética y el concepto de la superioridad divina desaparece. Es decir, la supuesta tarea del Dios ya no está inscrita dentro de nosotros, de nuestra fe, y nos

1 Holzapfel, Cristóbal. “Aproximaciones filosóficas al ser humano”.2 Holzapfel, Cristóbal. “Límites del sentido”.3 Holzapfel, Cristóbal. “Explorando la pregunta por el sentido”.

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quedamos sin nada, sumidos en el nihilismo. Ya no tenemos como calmarnos ante el cruel destino, sufrimos “la pérdida de una estructura suprasensible y sobrenatural que históricamente le ha dado una decidida orientación al hombre”4, es decir, algo realmente importante. Aún así, a toda costa se intenta conservar un determinado orden, pues “dentro de ese orden hay nuevas creencias que mueven a la humanidad: las ideas de civilización, progreso, razón, conciencia, felicidad, cultura, y aun del «business» (los negocios)”5. O por lo menos intentamos crearlo nosotros con nuestros propios medios, por lo que nos refugiamos de alguna u otra manera en otras fuentes –incluso inventadas- para seguir así el camino de la vida, con la consiguiente búsqueda terminable del destino que siguió el viejo sentido, la comprensión de que no es el único, y la epifanía que se ha creado al percatarnos de que ése está definido por el soporte mentirosamente único, que es Dios. Es así cómo nos damos cuenta que sin Dios determinado no estamos vacíos de esperanzas, sino que su muerte nos ha dado más posibilidades aún de entender y de desarrollar nuestra mentalidad de una forma distinta, para así convertirnos finalmente en el “superhombre” desde el potencial hombre. Este tipo de hombre asume que Dios ya no existe en su vida y recorre sus experiencias alimentándose de su propia voluntad de poder, sin limitantes que le digan qué es y qué no es el sentido final, que probablemente se halle en la misma duda, como camino alternativo en el vivir.

Probablemente eso sea el evolucionar favorablemente.

4 Holzapfel, Cristóbal. “La experiencia de que «Dios ha muerto»”.5 Op. Cit.