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DIODORO «BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX» Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano" PREFACIO I. Hay un viejo proverbio (llegado hasta nosotros merced a la tradición) que reza: nadie derroca las democracias, sino los hombres que superan a los demás en poder e influencia. Por la cual razón, algunas ciudades siempre andan celosas de sus conciudadanos de esa clase cuando se hacen grandes y poderosos, y, por ello, hacen lo que pueden para reducirlos. Porque cuando los hombres están en el poder, el siguiente paso es enseñorearse del país; y con relación a aquellos que (mediante su enorme influencia sobre otros) tienen fundados motivos para esperar la autoridad soberana, es difícil que sean libres del deseo de constituirse en monarcas, porque es muy natural para aquellos que son ambiciosos, cuando tienen mucho, ansiar más y nunca poner freno a su insaciable ambición. Los Atenienses, por tanto, en base a este preciso motivo, promulgaron una ley, que llamaron Ostracismo, para desterrar a aquellos que se hicieran grandes entre ellos, no tanto para castigarles por falta alguna que hubieran podido cometer, sino para prevenir el daño y perjuicio a su país, al que, por su poder e influencia, estaban en

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DIODORO«BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX»

Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano"

 

PREFACIO

I. Hay un viejo proverbio (llegado hasta nosotros merced a la tradición) que reza: nadie derroca las democracias, sino los hombres que superan a los demás en poder e influencia. Por la cual razón, algunas ciudades siempre andan celosas de sus conciudadanos de esa clase cuando se hacen grandes y poderosos, y, por ello, hacen lo que pueden para reducirlos. Porque cuando los hombres están en el poder, el siguiente paso es enseñorearse del país; y con relación a aquellos que (mediante su enorme influencia sobre otros) tienen fundados motivos para esperar la autoridad soberana, es difícil que sean libres del deseo de constituirse en monarcas, porque es muy natural para aquellos que son ambiciosos, cuando tienen mucho, ansiar más y nunca poner freno a su insaciable ambición.Los Atenienses, por tanto, en base a este preciso motivo, promulgaron una ley, que llamaron Ostracismo, para desterrar a aquellos que se hicieran grandes entre ellos, no tanto para castigarles por falta alguna que hubieran podido cometer, sino para prevenir el daño y perjuicio a su país, al que, por su poder e influencia, estaban en disposición de ponerlo a su merced, pues recordaban (como

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si fuera un oráculo) lo que Solón les dijo antaño, quien, previendo la tiranía de Pisístrato, compuso esta elegía:

Una ciudad por grandes personas es derrotada, Y los tontos bajo una monarquía gimen.

De todos los restantes lugares, Sicilia era la más infectada con este deseo de monarquía, antes de que los Romanos la redujeran al estatus de provincia, porque las ciudades, engañadas por los halagos de los oradores, elevaron a las alturas a hombres insignificantes, de tal modo que llegaron a ser señores absolutos de una crédula multitud. Pero la ascensión de Agatocles al principado de Siracusa es el caso más singular y remarcable de todos, porque comenzó a lo primero en las circunstancias más humildes y menos propicias, pero al final no sólo se hizo con Siracusa, sino que se extendió por toda Sicilia y por Libia misma, a sangre y fuego. Era tan humilde y bajo en el mundo, en cuanto al origen, que se dedicaba al comercio de alfarería, desde el cual estatus se elevó a tan gran altura de poder y crueldad, que se enseñoreó de la isla más grande y rica del mundo, y durante un tiempo tuvo en su posesión la parte más rica de África, y algunas partes de Italia, y cubrió las ciudades Sicilianas de matanzas y opresiones. Ninguno de los que fueron alguna vez tiranos antes que él habían cometido semejantes villanías ni hecho contra sus súbditos tan bárbaras crueldades, porque, en cuanto a sus parientes, los ejecutó a todos, viejos y jóvenes. Y asoló las ciudades de tal modo que a veces aniquiló a todos los hombres y mujeres de edad adulta y acabó con multitudes de pobres inocentes por las faltas de unos pocos, sin hacer diferencia ni distinción, y luego al instante asesinaba

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ciudades enteras, hombres, mujeres y niños. Pero porque este libro, con los otros que subsiguen, comprende la tiranía de Agatocles, omitiendo cualquier prefacio ulterior concerniente a esto, ligaremos ahora de forma coherente los hechos con aquellos que hemos referido antes, y situando cada cosa las trataremos adecuadamente y en su lugar. En los dieciocho libros precedentes, nos hemos esforzado en establecer cuanto fue llevado a cabo en las partes conocidas del mundo, desde los albores del tiempo, hasta el año anterior al reinado de Agatocles, hasta el cual tiempo, desde la toma de Troya, se cuentan ochocientos sesenta y seis años. En este libro, comenzando con el primer año de su reinado, terminaremos con la batalla entablada por Agatocles con los Cartagineses, escribiendo un relato de los sucesos acaecidos en siete años.

 

DIODORO«BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX»

Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano"

acceso al apartado de textos clásicos de Satrapa1.com: enlace

 

 

CONTENIDOS DEL LIBRO XIX

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Para facilitar su publicación en la web se ha dividido el libro en tres partes más un índice.

Índice - Parte I - Parte II . Parte III. Parte IV

-- Desde qué orígenes Agatocles se elevó hasta ser tirano de Siracusa (caps. 1-9);-- Cómo los exilados de Crotona combatieron contra su ciudad natal y fueron todos muertos (cap. 10);-- El regreso de Olimpíade y su hijo al reino (cap. 11);-- La captura y muerte de Eurídice y del rey Filipo (cap. 11);-- Cómo Eumenes fue a las satrapías superiores con los Escudos de Plata y reunió a los sátrapas y a sus tropas en Persia (caps. 12-15);-- Cómo Attalo y Polemón, junto con aquellos que tomaron parte en el ataque contra sus guardianes, fueron capturados y muertos (cap. 16);-- Cómo Antígono persiguió a Eumenes y fue vencido en el río Coprates (caps. 17-18);-- Cómo partió hacia Media y perdió a muchos de sus soldados en el trayecto (caps. 19-20);-- Batalla de Antígono contra Eumenes y los sátrapas en Paraetecene (caps. 21-31);-- La retirada de Antígono y su ejército a Media a sus cuarteles de invierno (caps. 32-34);-- Invasión de Macedonia por Casandro y su asedio de Olimpíade en Pidna (caps. 35-36);-- Cómo Eumenes venció a Antígono cuando éste estaba marchando a través del desierto (caps. 37-38);-- La travesía de Antígono a través del desierto contra el enemigo y su ataque a sus elefantes en los cuarteles de invierno (cap. 39);-- Cómo después de una batalla Antígono se hizo con el control de todas las fuerzas de sus adversarios (caps. 40-43);.

-- Cómo mató a Eumenes y a otros generales que habían sido sus enemigos (cap. 44);.

Capítulo 1 Genealogía y educación de Agatocles: su ascenso; sus estratagemas; su sangrienta masacre en Siracusa. Obtiene el poder soberano. Los negocios de Italia. Olimpíade regresa a Macedonia por

mediación de Poliperconte. Los ejércitos se sublevan en su favor. Sus crueldades. Asesina a Eurídice y a Arrideo, su marido. Sucesos en Asia. Eumenes y Seleuco. Eumenes es apoyado por muchos de los

capitanes. Número de sus fuerzas. Viene a Susa. Attalo y otros son encarcelados por Antígono en un sólido castillo; buscando escapar, son luego asediados y capturados.

II. En la época en que Demógenes fue arconte de Atenas y Lucio Plocio y Manio Fulvio fueron cónsules en Roma (1) , Agatocles se convirtió en tirano de Siracusa. Para que la serie de estos acontecimientos pueda ser entendida más clara y evidentemente, diremos como introducción unas pocas cosas sobre este príncipe.Carcino de Regio, siendo exiliado de su país, habitaba en Termas (2) , en Sicilia, la cual ciudad estaba entonces en manos de los Púnicos. Este hombre se casó con una mujer de este lugar, quien, cuando estaba embarazada, solía a menudo ser atribulada por extraños sueños. Estando, por tanto, muy perpleja en lo concerniente a este niño en gestación, contó el asunto objeto de sus cuitas a unos devotos Cartagineses que en ese momento estaban de camino a Delfos y les pidió que preguntaran al oráculo por este niño. Los Púnicos cumplieron fielmente el encargo y el

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oráculo les dio esta respuesta: que ese niño traería espantosas calamidades a los Cartagineses y a toda Sicilia. El padre, atemorizado por esta predicción, expuso al chico en un campo y lo abandonó encargando a uno que lo vigilara y comprobara su muerte (3) . Después de varios días, estaba aún vivo y el guardia, por ello, se hizo más negligente y descuidado. La madre, entretanto, se apoderó del chico durante la noche, pero no se atrevió a restituirlo en su casa por temor a su marido, sino que lo confió a su hermano Heráclides, y lo llamó Agatocles, por el nombre del padre de esta mujer.En avanzando el tiempo, creció muy hermoso y corpulento por encima de lo que era usual para su edad. Cuando cumplió los siete años, Carcino fue invitado por Heráclides a un sacrificio y viendo allí a Agatocles jugando con algunos otros niños de su misma edad, admiró mucho su fuerza y belleza y cuando su esposa le dijo que el niño al que había expuesto, si hubiera crecido, habría sido tan varonil como el que estaba viendo, contestó que lamentaba lo que había hecho y luego se echó a llorar. Por esta causa la mujer, percibiendo que lo que ella había hecho agradaría mucho a su esposo, le reveló la verdad de todo el asunto. Quedó él muy complacido de ello, se hizo cargo de su hijo y, por miedo a los Cartagineses, se trasladó con toda su familia a Siracusa (4) , pero, siendo sólo un hombre pobre, enseñó a su hijo, entonces un niño, el oficio de alfarero. En este tiempo Timoleón el Corintio, después de vencer a los Púnicos en el río Cremiso, confirió la ciudadanía siracusana a todos aquellos de la ciudad que lo desearan, entre los cuales estaba Carcino (con Agatocles), que fue censado como ciudadano (5) . Y Carcino murió poco después.La madre de Agatocles había erigido en cierto lugar una estatua de su hijo en piedra, sobre la que se estableció un enjambre de abejas y éstas comenzaron a construir sus colmenas en las caderas de la estatua. Este suceso destacable fue relatado a aquellos que se dedicaban a los estudios de esta clase y todos unánimes convinieron en que cuando llegara a ser un hombre, sería famoso, lo que efectivamente ocurrió.

La madre de Agatocles había erigido en cierto lugar una estatua de su hijo en piedra, sobre la que se estableció un enjambre de abejas y éstas comenzaron a construir sus colmenas en las caderas de la estatua. Este suceso destacable fue relatado a aquellos que se dedicaban a los estudios de esta clase y todos unánimes convinieron en que cuando llegara a ser un hombre, sería famoso, lo que efectivamente ocurrió.

III. En efecto, cierto Demas (6) , un noble Siracusano, enamorándose de Agatocles, primero le regaló liberalmente toda clase de cosas en cuanto tenía una oportunidad, de modo que comenzó de alguna manera a saborear la abundancia; luego Demas, siendo nombrado general contra los Agrigentinos, lo hizo quiliarca en lugar de uno que al poco había muerto. De hecho, era muy notable y estimado ya antes de ser oficial por su fuerza física, pues durante el entrenamiento y los ejercicios militares llevaba una armadura tan pesada y manejaba unas armas tan poderosas, como ningún otro era capaz de portar. Pero entonces, puesto que fue hecho quiliarca, su fama se extendió mucho más que antes, porque era animoso en la batalla, osado en la acción, y temerario e imprudente en sus arengas al pueblo. Demas después cayó enfermo y murió. Habiendo dejado todos sus bienes a su esposa, Agatocles se casó con ella y así fue considerado como uno de los más ricos ciudadanos.Luego, siendo los habitantes de Crotona asediados por los Brutios, los Siracusanos enviaron un gran ejército para auxiliarlos, bajo el mando de Antandro, el hermano de Agatocles, y de otros, pero el mando soberano y el principal manejo de los negocios fue encomendado a Heráclides y a Sosístrato, hombres que habían dedicado gran parte de sus vidas a asesinatos, homicidios y toda suerte de crímenes y excesos, de lo cual en el libro precedente se ha escrito (7) . Con estos sujetos

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en su expedición (merced a un decreto del pueblo) iba Agatocles, quien era entonces quiliarca, y, aunque había notablemente demostrado su valor contra los bárbaros, sin embargo era tan envidiado por Sosístrato, que fue desdeñado por éste, el cual no le concedió el honor debido a sus méritos. Ante lo cual estaba tan exasperado que acusó a Sosístrato y a sus compañeros ante el pueblo de que albergaban aspiraciones a la monarquía. Pero no dando los Siracusanos crédito a esas acusaciones, Sosístrato, después de su retorno de Crotona, se convirtió en el supremo y absoluto señor de su país.

IV. Agatocles, estando indignado contra aquel, primero (con aquellos que lo apoyaban) permaneció en Italia y se esforzó en apoderarse de Crotona, pero fracasando en su proyecto (8) , con algunos pocos que estaban con él, escapó a Tarento, donde fue recibido y contratado como mercenario. Sin embargo, cometiendo muchas imprudencias y actos inconsiderados, empezó a hacerse sospechoso de pretender alguna innovación, y por ende fue depuesto de su cargo. Ante lo cual, reunió a los exilados de Italia y liberó a los habitantes de Regio, que estaban entonces sitiados por Heráclides y Sosístrato. Después, cuando la monarquía fue derogada en Siracusa y Sosístrato expulsado de la ciudad, regresó a su patria. Y en esta época muchos nobles que propugnaban la oligarquía (eran unos seiscientos de los personajes más encumbrados), fueron expulsados de la ciudad junto con los magistrados. Una guerra entonces estalló entre los exilados y los que defendían la democracia, y los Cartagineses apoyaron a Sosístrato y a los exilados. Por ello, se producían escaramuzas diarias y se formaban los ejércitos uno frente al otro, en el curso de todo lo cual Agatocles, actuando a veces como soldado gregario y a veces como comandante, se ganó una reputación de valor y sagacidad, porque siempre a cada oportunidad inventaba alguna estratagema u otra cosa que se rebelara ventajosa para su parcialidad, entre las cuales astucias una hay que es digna especialmente de ser recordada. Los Siracusanos habían acampado cerca de Gela y en ese momento entró de noche en la ciudad con mil soldados, que fueron al instante interceptados por Sosístrato con un grupo de combate fuerte y bien ordenado, que los venció y mató a trescientos de ellos. Cuando los demás, considerándose perdidos, trataron de escapar por un pequeño pasaje, gracias a Agatocles evitaron el peligro inminente más allá de toda esperanza y expectativa, porque luchó con gran valor y resolución a la cabeza de sus hombres y recibió siete heridas, y, cuando ya estaba por desmayarse (a causa de la pérdida de sangre) y el enemigo ya caía sobre él, ordenó a los trompetas que tocaran ataque a ambas partes de la muralla. Hecho esto al instante, aquellos que acudían a expulsar a los que habían entrado no podían discernir la verdad del asunto por causa de la oscuridad de la noche y por tanto, creyendo que el resto del ejército Siracusano había atacado por ambos lados, se pararon y no avanzaron más, y así, se dividieron en dos partes, e inmediatamente corrieron juntos, hacia donde sonaban las trompetas, a defender las murallas. Entretanto, Agatocles, con sus soldados, habiéndose así conseguido un respiro del combate, llegaron salvos a su campamento fortificado. Engañando, pues, de esta manera al enemigo, no sólo salvó milagrosamente a aquellos de sus soldados que habían entrado primero, sino también a los setecientos más que habían acudido en su ayuda.

V. Después de esto, siendo nombrado Acestórides de Corinto general en Siracusa (9) , se consideró que Agatocles aspiraba a la monarquía, pero evitó el peligro que pendía sobre su cabeza de esta manera: Acestórides (no queriendo cesarlo por temor a un tumulto) le ordenó marchar de la ciudad y dispuso que algunos lo asesinaran de noche cuando estaba en ruta. Pero Agatocles, apercibiéndose de lo que el general estaba planeando contra él, eligió a un joven que era muy parecido a él en estatura y apariencia y le entregó su caballo, armas y vestido, y de esta manera engañó astutamente a los que habían sido enviados a asesinarlo. Él mismo por su parte se

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escabulló por caminos poco conocidos, vestido de harapos. Y sus perseguidores conjeturando por las armas y demás evidencias que el otro era Agatocles (la oscuridad de la noche no permitía una perfecta visualización) perpetraron el asesinato, pero se equivocaron de persona.Después, habiendo los Siracusanos readmitido a los exilados que habían sido expulsados de la ciudad junto con Sosístrato y habiendo firmado la paz con los Cartagineses, Agatocles, ahora en el exilio, reclutó un ejército de su propio bolsillo en el corazón del país, ante lo cual estaban atemorizados no sólo los ciudadanos sino también los Púnicos (10) y por tanto fue invitado a volver a su patria, y cuando regresó, siendo conducido al templo de Ceres por los ciudadanos, prometió que nada haría para perjudicar la democracia.Simulando, pues, como si fuera a proteger la democracia y habiendo mentido al pueblo con diversas estratagemas y ardides, fue nombrado general y protector de la paz, hasta que todos los asuntos quedaran pacificados entre los exiliados que retornaban a la ciudad, porque la comunidad estaba dividida en muchas facciones y muy grandes encontronazos se producían entre los ciudadanos particulares. Pero el senado de Seiscientos, que estaba designado para gobernar la ciudad según una oligarquía, era el más fieramente dispuesto contra la parcialidad de Agatocles, pues los componentes de esta asamblea eran los más ricos y nobles entre los Siracusanos.

VI. Sin embargo, Agatocles, quien ahora aspiraba a la soberanía, tuvo muchas oportunidades para lograr sus designios, ya que no sólo tenía el mando de un ejército como general, sino que, conocidas las nuevas de que una insurrección había estallado en el interior del país en Erbita, disfrutó de una nueva oportunidad de incrementar su ejército y reclutó a cuantos soldados quiso sin levantar sospecha. So pretexto, por tanto, de su expedición a Erbita, reclutó hombres de Morgantium y de otras ciudades en el corazón del país, junto con aquellos que antaño le habían servido en las guerras contra los Cartagineses, pues todos estos tenían un gran respeto por Agatocles, por causa de los muchos ejemplos de su amabilidad hacia ellos durante toda la guerra. Por otra parte, odiaban a los seiscientos, quienes habían sido una parte de la oligarquía en Siracusa y no menos aborrecían al pueblo que les obligaba a obedecer. Había tres mil de ellos que estaban así listos completamente para derrocar la democracia. A estos se les unieron algunos ciudadanos, que por razón de su propiedad envidiaban el poder y pompa de los grandes ciudadanos.Cuando todo estaba preparado, ordenó a los soldados reunirse con él al amanecer en Timoleontium (11) y él mismo entretanto envió a por Pisarco y Decles, que parecían ser los más influyentes de los seiscientos, afectando querer discutir con ellos sobre el bien público. Cuando llegaron ante él, acompañados por cuarenta de sus amigos, simuló que iba a ser traicionado por ellos y por tanto se apoderó de todos y los acusó ante los soldados, declarando que por su amor al pueblo probablemente iba a ser precipitado a la destrucción por los seiscientos y lamentaba tristemente su suerte y condición. Ante esto todos los soldados estaban tan enojados que gritaron que era menester tomar inmediata venganza, sin dilación, contra los autores de tal injusticia. Por este motivo ordenó a los trompetas tocar ataque y a los soldados que mataran a los responsables del crimen, robaran y saquearan sus haciendas a los seiscientos y a todos aquellos que eran sus partidarios. Por tanto, siendo todo dejado al saqueo y al espolio, toda la ciudad se llenó de horror y confusión, pues los más inocentes de los ciudadanos, no imaginándose ninguna masacre planeada contra ellos, salían prestos de sus casas a la calle para averiguar la causa del tumulto. Con lo cual los soldados, en parte por causa de su ánimo codicioso de enriquecerse, en parte por motivo de su locura y rabia, cayeron sobre el pueblo inerme que por ignorancia no llevaba armas con que defenderse y los aniquilaron.

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VII. Asegurándose los soldados todas las callejas y pasajes estrechos de la ciudad, los ciudadanos fueron inhumanamente asesinados, unos en sus casas, otros en las calles, y muchos (todos inocentes, no acusados de la más mínima falta) fueron golpeados en la cabeza mientras estaban inquiriendo la razón por la que iban a ser asesinados. Efectivamente, los soldados gregarios (que tenían todo ahora en sus manos) no hicieron diferencia alguna entre amigos y enemigos, sino que estaba seguro de ser considerado enemigo todo aquel cuya caída permitiera gran beneficio, de modo que la ciudad se cubrió de violencias, asesinatos, matanzas y toda clase de maldades. En efecto, algunos, por causa de antiguas rencillas, no dejaron de golpear a aquellos, a los que antes habían odiado, con toda suerte de desgracias, teniendo ahora plena oportunidad de hacer cuanto quisieran; otros, juzgando un acto de prudencia enriquecerse merced a la masacre de los que eran ricos, no pararon mientes ni omitieron método alguno para destruirlos: unos abatieron las puertas de las casas, otros subieron las escaleras hasta los pisos de arriba y otros lucharon con aquellos que se defendían desde los tejados de las casas. No se salvaron ni siquiera los que huyeron a los templos para ponerse bajo protección de los Dioses, sino que, al contrario, la piedad para con las Divinidades fue hecha añicos y barrida por la crueldad de los hombres. Y estas cosas, Griegos contra Griegos, en su propia patria, parientes contra parientes en tiempo de paz, sin ningún miramiento ni por las leyes de la naturaleza ni amistades ni reverencia a los Dioses, osaban audazmente cometer. En base a lo cual no sólo los amigos sino incluso los mismos enemigos y todo hombre serio no podían sino apiadarse de la miserable condición de este desgraciado pueblo.

VIII. Todas las puertas estaban cerradas y más de cuatro mil fueron asesinados en un día, bajo ninguna otra excusa que la de ser más estimados que los demás. De los que trataron de huir, unos, corriendo a las puertas por las que salir, allí fueron arrestados; otros que se habían descolgado de las murallas, escaparon a las ciudades próximas. Algunos, por temor y precipitación, saltaron de las murallas y se rompieron el cuello. Al final de todo, fueron expulsados de la ciudad como exilados unos seis mil, de los que la mayor parte huyó a Agrigento, donde fueron recibidos y tratados con la humanidad que convenía a sus presentes circunstancias. Pero los de la facción de Agatocles (que se pasaron el día masacrando a sus conciudadanos) no se privaron de emplear su vesania y villanía contra las mujeres, sino que consideraron que se vengarían de los que habían escapado a la muerte, si podían al menos abusar de sus familiares y parientes de la forma más vil y bestial imaginable, pues les era muy razonable pensar que sería más amargo que la muerte misma para maridos y familiares imaginarse los abusos contra sus esposas y la violación de sus hijas. Pero en lo concerniente a este asunto debemos abstenernos de componer una tragedia como es muy usual en otros autores, especialmente para mover a compasión hacia aquellos que se vieron envueltos en tan horribles padecimientos, porque nadie esperará un expreso relato de cada caso particular, cuando todo es tan prístino y claro para ser entendido. Porque aquellos que se atrevieron imprudentemente a asesinar en pleno día a inocentes en las calles y mercados no tienen necesidad de un historiador que reseñe cuanto hicieron en las casas de noche ni cómo se comportaron con las esposas y jóvenes doncellas que estaban entonces en poder de sus enemigos sin ninguna protección o defensa. Pero Agatocles, después que se hubiera hartado de la matanza de los ciudadanos durante dos días íntegros, reunió a todos los prisioneros y los entregó a Dinócrates, en base a la antigua amistad que tenía con él; pero en cuanto al resto, a sus mayores enemigos los condenó a muerte y a los demás los desterró.

IX. Convocando entonces a común asamblea, acusó a los seiscientos y a los que habían favorecido a la oligarquía, declarando que limpiaría la ciudad de todos aquellos que aspiraban a la monarquía y que devolvería al pueblo a una completa libertad y que después se pondría al mismo nivel que

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los demás y viviría como ciudadanos particular, libre de ulteriores cuitas y preocupaciones. Tras decir esto se quitó su capa de general y se puso una chaqueta y de esta guisa vestido caminó, mostrándose como uno más del pueblo. Hizo esto aparentemente para representar el papel de un plebeyo, pero entretanto se había asegurado bien de que muchos de sus camaradas de iniquidades estuvieran en la asamblea, quienes nunca permitirían que el generalato se concediera a otro. Por tanto, aquellos que habían robado al oprimido pueblo sus bienes, inmediatamente gritaron y con alta voz manifestaron su deseo de que no los abandonara, sino que asumiera el completo y absoluto manejo de todos los negocios públicos. Al principio aparentó muchas reservas, pero siendo después más seriamente presionado por la multitud, les dijo que estaba deseando aceptar el supremo mando como general, siempre que no se viera forzado a unirse con ningún otro como colega, pues nunca querría ser responsable (como mandaba entonces la ley) de los errores e irregularidades de los que estuvieran junto con él ejerciendo el cargo. Por ende, el pueblo, habiendo convenido que todo el poder le fuera confiado a él solo, lo eligieron general con completa y absoluta autoridad, de modo que para el futuro claramente actuara como un monarca y manejara los asuntos de toda la ciudad (12) . Los Siracusanos, domeñados y quietos como estaban, algunos por miedo, otros por la fuerza, no osaron revelar (como cosa vana y fuera de propósito) el malestar que anidaba entre ellos. Pero muchos de la clase más pobre y aquellos que tenían deudas estaban muy satisfechos con esta revolución, pues Agatocles había prometido en el senado que todas las antiguas deudas serían condonadas y anuladas, y que las tierras serían asignadas y distribuidas entre los pobres.Después que hubieron finalizado estas cosas, ordenó que nadie en el futuro fuera asesinado o de otra manera objeto de abuso. Al contrario, cambiando su antigua conducta, se comportó con gran bondad hacia el pueblo, animando a muchos con premios y a no pocos con grandes promesas y, atrayéndose a todos con dulces palabras, se atrajo no poco el favor y la buena opinión del pueblo. Y, aunque había subido a tan gran nivel de honor, sin embargo no se puso una diadema, ni consintió la presencia de una guardia personal ni interpuso ninguna dificultad para acceder a su persona, lo cual es común práctica de casi todos los tiranos. Por contra, se dedicó como principal preocupación suya a revisar los ingresos públicos y a construir y proveerse de toda clase de armas. Construyó asimismo nuevos navíos de guerra para incrementar y fortalecer su flota, y finalmente obligó a muchas de las ciudades y pueblos en el corazón del país a inclinarse ante su autoridad. Y así entonces estaban los asuntos de Sicilia (13) .

X. En Italia transcurría el noveno año de la guerra entre Romanos y Samnitas (14) , antes del cual se habían producidos batallas y encuentros entre ellos muy duros. Pero en este entonces, salvo algunas incursiones en el país del enemigo, se hizo poco o nada digno de ser referido, sólo algunos fuertes fueron expugnados y el país devastado. Pero en Apulia los Romanos arrasaron y saquearon toda Daunia (15) y, habiendo vencido a los Canutios, recibieron rehenes de éstos. Se crearon además dos nuevas tribus, junto a las antiguas, la Falerina y la Ufentina. Mientras estas cosas estaban sucediendo, los habitantes de Crotona hicieron la paz con los Brutios, pero continuaron la guerra otro año con los exilados (que fueron expulsados por el pueblo por su conspiración con Heráclides y Sosístrato, de lo que ya hemos dado cumplido relato en el anterior libro (16) , nombrando a Parones y a Menedemo como sus generales (17) . Entretanto, los exiliados fueron a Turio y aquí reclutaron trescientos mercenarios y trataron durante la noche de forzar la entrada a su ciudad natal, pero, siendo repelidos por los Crotonianos, acamparon en los confines del territorio de los Brutios. Sin embargo, poco después, todos fueron aniquilados por una unidad de Crotonianos mucho más fuerte, que navegó desde la ciudad contra ellos. Y ahora, habiendo dado un relato de cómo iban los negocios en Sicilia e Italia, pasaremos a las cosas acaecidas en otras partes de Europa (18) .

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XI. . En Macedonia, Eurídice (19) , habiendo asumido la regencia del reino, tan pronto como supo que Olimpíade estaba preparando su regreso, envió una carta a Casandro, entonces en el Peloponeso, solicitándole que se apresurara a auxiliarla. Y, entretanto, mediante sobornos y promesas indujo a los más activos hombres de los Macedonios a favorecer sus proyectos. Pero Poliperconte reunió un ejército y juntándose con Eácidas de Épiro, trajo de vuelta a Olimpíade con el hijo (20) de Alejandro al reino. Y oyendo que Eurídice estaba en Tutea (21) , en Macedonia, con un ejército, buscando poner fin a todo en una batalla, fue rápidamente tras ella. Y al poco, tan pronto como los ejércitos estuvieron acampados uno frente al otro, de súbito los Macedonios (por reverencia a Olimpíade y recordando los muchos beneficios y favores que habían recibido de manos de Alejandro) se pasaron a ella, por lo que el rey Filipo con todos sus sirvientes fue poco después tomado prisionero. Eurídice asimismo junto con Policles (uno de sus consejeros) fue al poco hecha cautiva, habiendo antes regresado a Anfípolis.Olimpíade, obteniendo de esta manera la custodia de ambos reyes así como del reino sin derramamiento de sangre no utilizó su buena fortuna con la humanidad que debería haber sido menester, sino que lo primero que hizo fue encarcelar a Eurídice y a Filipo su marido y los trató muy cruelmente, pues los confinó en un lugar muy pequeño, donde cada cosa cuyo uso les era necesario les era entregado a través de un estrecho agujero y durante muchos días seguidos Olimpíade (contra toda ley y escrúpulo) desencadenó su rabia y venganza sobre estos miserables príncipes.Pero cuando percibió que los Macedonios hablaban mal de ella, por piedad y conmiseración hacia aquellos que eran tan miserablemente tratados, entregó a Filipo a ciertos Tracios (después de haber reinado seis años y cuatro meses) para que lo apuñalaran. Pero ordenó que Eurídice fuera más severamente tratada, porque ésta aún iba proclamando que era más digna de regir el reino que Olimpíade, y por ello le envió una espada, una cuerda y un recipiente con veneno, ofreciéndole que eligiera lo que quisiera para suicidarse, no apreciando en nada la antigua posición y dignidad de la mujer a la que estaba tratando injustamente, ni apiadándose del común destino de la humanidad, y por este motivo vino ella, al final, a experimentar el mismo cambio de fortuna y sufrió una muerte digna de su crueldad. Pues Eurídice, en presencia de la persona que le trajo los instrumentos de su muerte, oró a los Dioses que a Olimpíade un día le enviaran los mismos regalos que a ella en ese momento. Y habiendo luego vendado las heridas de su marido, según se lo permitió la escasez de tiempo, lo arropó y sin ninguna queja mujeril ni vil abatimiento alguno de espíritu por causa de la enormidad de su miseria, se estranguló con su propia liga (22) . Habiendo acabado con estos dos, mató a Nicanor, hermano de Casandro, y profanó la tumba de Iolas, vengándose, según decía, de la muerte de Alejandro (23) . Luego eligió a cien Macedonios, de entre los amigos de Casandro, y los condenó a muerte. Habiendo satisfecho su venganza merced a estos crueles actos, muchos de los Macedonios fueron incitados a odiarla mortalmente por su crueldad, pues todos recordaban las palabras de Antípatro, quien, como un oráculo, poco antes de morir, había dado estrictas órdenes de no admitir a esta mujer en el gobierno del reino. Manejando Olimpíade por tanto las cosas de esta manera en Macedonia, claramente provocó una revolución en el país.

XII.En Asia, Eumenes, teniendo con él a los Argyraspides al mando del capitán Antígenes, invernó en la provincia de Babilonia, en una ciudad conocida como de los Carios (24) . Desde ahí envió embajadores a Seleuco y a Pitón, exigiéndoles que ayudaran a los reyes y que se unieran a él en la guerra contra Antígono. Pitón había sido nombrado gobernador de Media, y el otro de la provincia de Babilonia, cuando se hizo el segundo reparto de provincias en Triparadiso. Seleuco respondió que él y los que le acompañaban ayudarían a los reyes con cuanto ellos quisieran, pero que jamás

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obedecerían orden alguna de Eumenes, quien había sido condenado a muerte por la asamblea de los Macedonios. Después de muchas disputas sobre esta resolución, Pitón y Seleuco solicitaron a Antígenes y a los Argyraspides a través de sus agentes que abandonaran a Eumenes. Pero rechazando los Macedonios hacer lo que se les exigía, Eumenes los elogió por su fidelidad, continuó su marcha y llegó al río Tigris, y allí acampó, a trescientos estadios de Babilonia. Decidió ir a Susa, porque trataba de reclutar fuerzas de las provincias superiores y hacer uso de los tesoros del rey cuando tuviera ocasión. Pero se vio forzado a cruzar el río, porque los lugares en que estaba, arrasados, carecían de provisiones, en tanto que el país al otro lado aún estaba intacto y parecía lleno de forraje y demás provisiones para su ejército. Mientras estaba procurándose navíos con que cruzar el río, Seleuco y Pitón navegaron por él con dos galeras de tres órdenes de remos y muchas otras naves pequeñas, las cuales eran parte de las que Alejandro había mandado construir en Babilonia (25) .

XIII. . Tan pronto como llegaron al lugar donde se estaba llevando a cabo el cruce, renovaron sus peticiones a los Macedonios, para persuadirlos de que abandonaran a Eumenes y que no apoyaran y sostuvieran contra ellos a un hombre que sólo era un extranjero, que había destruido a multitud de Macedonios. Pero cuando Antígenes no pudo ser convencido bajo ningún razonamiento, Seleuco navegó a una antigua presa y la rompió, de donde el nivel de agua creció según pasaba el tiempo, hasta el punto de que el campamento Macedonio fue rodeado de agua y toda la extensión del terreno inundada, de modo que todo el ejército estaba en gran peligro de ser completamente destruido. Durante todo este día, por tanto, se quedaron los Macedonios donde estaban, meditando y reflexionando qué era lo mejor que podían hacer dadas las circunstancias tan apremiantes. Al día siguiente, trasladaron la mayor parte del ejército en barcas de bajo calado, hasta un número de trescientas, impulsadas por largos palos, sin ningún impedimento del enemigo, pues Seleuco tenía con él sólo caballería y era muy inferior al enemigo en número. Al aproximarse la noche, Eumenes (con gran dolor por los carros que dejaba atrás) hizo que todos los Macedonios cruzaran el río. Y luego, bajo la dirección de un natural de aquellos contornos, se puso a limpiar otro lugar, por el que el agua pudiera desalojarse fácilmente, y toda la tierra de alrededor permaneciera seca. Cuando Seleuco supo esto y puesto que intentaba expulsarlos de su provincia con la mayor rapidez que pudiera, les envió embajadores para pactar una tregua y así les permitió cruzar el río (26) , pero al instante mandó cartas a Antígono en Mesopotamia pidiéndole que con toda celeridad acudiera con su ejército, antes de que los gobernadores de las provincias llegaran con sus fuerzas.Habiendo ahora pasado Eumenes el río Tigris, tan pronto como llegó a Susiana, dividió su ejército en tres cuerpos, por causa de la escasez de provisiones. Y marchando así a través del país por tres vías, padeció gran carestía de trigo y por ello distribuyó arroz, mijo y dátiles, de los que el país tenía en abundancia, entre los soldados.Aunque antes no se había preocupado de enviar las cartas del rey a los gobernadores de las provincias superiores, sin embargo entonces de nuevo mandó cartas solicitándoles que se reunieran con él con todas sus fuerzas en Susiana. En este tiempo ocurrió que tenían sus fuerzas en campaña y estaban reunidas por algunas otras razones. De lo cual es necesario aquí decir algo antes de proseguir el relato.

XIV. Pitón era el gobernador de Media y el general de todas las Satrapías Superiores, que había asesinado al anterior general, Filotas, y había puesto en su lugar a Eudamo, su propio hermano (27) . Por el cual motivo todas las demás provincias se aliaron, para que no terminaran de la misma manera, porque Pitón era un hombre de espíritu incansable y se había comprometido en asuntos de gran importancia. Habiéndole por tanto vencido en batalla y destrozado la mayor parte

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de su ejército, lo expulsaron de Partia, el cual buscó primero refugio en Media y poco después fue a Babilonia y rogó la ayuda de Seleuco, para que pudieran caminar juntos en aras de un interés común. Habiendo los gobernadores, por tanto, reunido sus fuerzas por estos motivos, los mensajeros de Eumenes llegaron ante los ejércitos cuando estaban preparados y prestos en plena campaña. Peucestas era el más renombrado capitán de todos ellos y fue creado general por universo consenso. Antaño fue guardaespaldas de Alejandro y premiado con el favor del rey por su valor. Fue nombrado gobernador de la mayor parte de Persia y gozaba de gran estima entre los naturales (28) . Y por esta razón él de entre todos los Macedonios obtuvo de Alejandro el permiso para llevar el vestido Persa, porque pensaba de este modo congraciarse con los Persas y exhortarles a ser más obedientes a todas sus órdenes. Entonces tenía con él a diez mil arqueros y honderos Persas, y tres mil de otras naciones equipados para servir en la formación macedonia, con seiscientos caballos Griegos y Tracios, y de la caballería Persa cuatrocientos. Tlepolemo, un macedonio, gobernador de Carmania, tenía mil quinientos infantes y setecientos caballos. Siburtio, gobernador de Aracosia (29) , mandaba mil infantes y seiscientos diez caballos. Androbazo, asimismo, fue enviado desde Paropamiso (de la cual provincia gobernador era Oxyartes) con mil doscientos infantes y cuatrocientos caballos. Estasandro, gobernador de Aria y Drangina, unido con los Bactrianos, conducía mil quinientos infantes y mil caballos. De la India acudió Eudamo con quinientos caballos, tres mil infantes y veinte elefantes, que consiguió después de la muerte de Alejandro, cuando mató traicioneramente a Poro (30) . Eran en total, con los gobernadores de las provincias, más de dieciocho mil setecientos infantes y cuatro mil seiscientos caballos (31) .

XV. Cuando todos estos llegaron a la provincia de Susiana y se reunieron con Eumenes, se convocó una asamblea pública, donde se produjo una fuerte disputa sobre la elección del general. Peucestas, por motivo de haber traído el mayor número de soldados a la campaña y de su eminente puesto bajo Alejandro, consideraba que era el que más derecho tenía para ostentar el mando supremo. Antígenes, capitán de los Escudos de Plata, insistió en que todo el poder de elección debía de encomendarse a sus Macedonios, quienes, bajo Alejandro, habían conquistado Asia, y por su valor se habían destacado tanto como para ganar la reputación de ser invencibles. Pero temiendo Eumenes que por sus disputas se convirtieran en una presa fácil para Antígono, aconsejó que no nombraran un único general, sino que todos aquellos que habían sido antes elegidos capitanes y comandantes deberían reunirse cada día en el pabellón del rey y allí celebrar consulta de todos los negocios públicos. En efecto, una tienda había sido antes levantada para Alejandro y su trono colocado dentro, a la cual solían acudir ofreciéndole incienso como a un dios. Allí podrían debatir todos los asuntos de importancia y especial trascendencia. Siendo este consejo aprobado y aplaudido por todos, allí se reunían cada día, como en una ciudad gobernada por una democracia. Viniendo después a Susa, aquí Eumenes fue provisto del dinero, de que tenía necesidad, procedente del erario de los reyes. Porque los reyes merced a sus cartas habían ordenado a los tesoreros que entregaran a Eumenes tanto dinero como pidiera en cualquier momento. Entonces pagó a los Macedonios por adelantado seis meses de estipendio y a Eudamo (quien traía los elefantes de la India) pagó doscientos talentos, so pretexto de costear los gastos de los elefantes, pero en verdad para atraerlo más a su causa. Pues si se producían luchas, esta unidad otorgaría la mayor ventaja a aquel a cuyo favor se posicionara, por razón del terror que causaba el uso de tales bestias. El resto de los gobernadores mantenían cada uno a sus propios soldados, que traían con ellos. Hecho esto, Eumenes continuó por algún tiempo en Susa y allí hizo descansar a su ejército.Entretanto, Antígono, que invernaba en Mesopotamia, decidió atacar inmediatamente a Eumenes antes de que se hiciera demasiado fuerte. Pero cuando supo que los gobernadores provinciales, con sus fuerzas, junto con los Macedonios, se habían unido a él, dejó que sus soldados

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descansaran y dedicó su atención a reclutar más, pues vio que tenía necesidad de un gran ejército y pensó en hacer unos preparativos para la guerra más que ordinarios.

XVI. En medio de estos preparativos Attalo, Polemón, Docimo, Antípatro y Filotas, quienes antes fueron comandantes en el ejército de Alcetas y fueron tomados prisioneros y puestos bajo custodia en un castillo extraordinariamente fuerte, oyendo la proyectada expedición de Antígono a las provincias superiores, considerando que tenían una magnífica oportunidad, sobornaron a algunos de los carceleros para que les permitieran escapar. Habiendo, por tanto, conseguido armas, hacia medianoche atacaron a la guardia. Ellos mismos eran sólo ocho (bajo la custodia de cuarenta hombres), pero valientes y expertos soldados, merced a su experiencia bélica con Alejandro. A Jenófites, el gobernador del castillo, lo despeñaron de las murallas, precipitándose contra una escarpada roca, en un punto en que la altura era de seiscientos pies. Y en cuanto al resto, a algunos los mataron en el lugar y a otros los arrojaron al vacío, y luego prendieron fuego a las casas. A continuación metieron en el castillo a quinientos hombres que estaban fuera, esperando sus órdenes. De hecho, el lugar estaba bien provisto de bastimentos y de todas las demás cosas necesarias, pero deliberaron entre ellos si era mejor permanecer allí y confiar en la fortaleza del lugar, esperando la ayuda de Eumenes o irse y deambular por el país, aprovechándose de un cambio de fortuna cuando pudiera ocurrir. Muchas deliberaciones y disputas hubo en torno a las dos opciones: Docimo quería quedarse allí, pero Attalo declaró que no podía soportar tal esfuerzo por causa de la dureza de su anterior encarcelamiento.Mientras estaban así discrepando entre ellos, más de quinientos infantes y cuatrocientos caballos llegaron desde las guarniciones cercanas y conformaron un ejército, además de tres mil nativos y otros más, procedentes de todas las partes del país. Nombraron a uno de ellos como su general y comenzaron a sitiar el castillo. Estando, por tanto, de forma inesperada copados de nuevo, Docimo, conocedor de un pasaje bajo tierra, donde no había situada guardia, mediante un mensajero entabló correspondencia con Estratonice, la esposa de Antígono, quien no estaba muy lejos de aquel lugar. Y después él, con algún otro en su compañía, a través de este pasaje se llegaron ante ella, pero, contrariamente a lo prometido por Estratonice, fue capturado y decapitado. Y aquel que había venido con él se comprometió a dirigir al enemigo al interior del castillo. Para ello se llevó a un gran número de soldados y con éstos ocupó una de las rocas más altas dentro del recinto de la fortaleza. Y, aunque Attalo y aquellos que estaban con él eran muy inferiores en número, sin embargo defendieron el lugar con coraje, luchando valientemente cada día, hasta que finalmente cayeron en manos del enemigo, tras un asedio de dieciséis meses.

Capítulo 2Antígono marcha al Tigris tras de Eumenes. Eumenes pierde a gran número de sus hombres allí. Antígono entra en Media. Eumenes llega a Persépolis. Descripción de Persia. El gran banquete de Peucestas. Política de Eumenes. Su cuento del león. Una batalla en Pareteceni entre Antígono y

Eumenes. Antígono regresa a Media. La historia de las dos esposas de Ceteo discutiendo quién sería quemada. Eumenes marcha a Gabene; Casandro a Macedonia. Olimpíade acude a Pidna: es allí asediada.

Los Epirotas traicionan a su rey y se unen a Casandro. Antígono planea sorprender a Eumenes, quien para su marcha por una estratagema. La última batalla entre ellos en Gabene. Eumenes es entregado

ignominiosamente. Antígono retorna a Media. Los espantosos terremotos en el país de Rages.

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XVII.Después, Demóclides fue arconte en Atenas y Cayo Junio y Quinto Emilio cónsules en Roma (32) . En esta época se celebró la centésima decimosexta Olimpíada, en la que Deinomenes el Laconio obtuvo la victoria en el estadio. Hacia este tiempo Antígono marchó desde Mesopotamia y vino a Babilonia, y trabó conversaciones con Seleuco y Pitón, y habiéndose reforzado gracias a las unidades recibidas de éstos, construyó un puente de barcas sobre el río Tigris, hizo cruzar el ejército y se apresuró célere en persecución del enemigo. Conocedor de esto, Eumenes envió a Jenófilo, gobernador de la ciudadela de Susa, instrucción de que no diera dinero alguno a Antígono ni de ningún modo entrara en parlamentos con él. Él mismo marchó con el ejército al Tigres (33) , a un día de distancia de Susa, donde ingresó en el país de los Uxios, un pueblo libre. El río en algunos lugares se divide en tres cauces y en otros en cuatro, de cuatro estadios de ancho. La profundidad en medio de la corriente era igual a la altura de los elefantes; recorren sus aguas setecientos estadios desde las montañas y desembocan en el mar Rojo; hay muchos peces marinos y ballenas en este río, que aparecen sobre todo al salir la estrella del perro (34) . Los soldados de Eumenes tenían el río ante ellos como una defensa y ocupaban toda la orilla desde el nacimiento del río hasta el mar con fuertes levantados en todas partes de la orilla y allí esperaban la venida del enemigo. Pero, porque estos fuertes requerían de un gran número de soldados que los guarnecieran, en cuanto se extendieron demasiado en longitud, Eumenes y Antígenes solicitaron de Peucestas que les enviara diez mil arqueros más de Persia. Este a lo primero se negó, quejándose de cómo fue rechazada su pretensión de ser general del ejército. Pero luego, tras de pausada reflexión, aceptó, concluyendo que si Antígono vencía, perdería su provincia y estaría en peligro de perder la misma vida además. Cuidadoso, pues, de preservar su propio interés, y esperando por ende ganar con más facilidad el supremo mando por tener más soldados que ninguno de los demás, les mandó a su campamento diez mil arqueros más, según el deseo de aquellos. Y aunque algunos de los Persas distaban entre sí treinta días de marcha, sin embargo habían situado sus guardias con tal arte y exactitud, que todos escucharon la orden de mando el mismo día. La razón de esto es digna de mención: Persia está llena de largos y estrechos valles y llena de torres de vigilancia, en las que habían situados algunos de los habitantes, que eran hombres de voz alta y fuerte. Cuando la voz era oída por aquellos del siguiente puesto, la transmitían de la misma manera a los otros, y estos a su vez al resto, uno tras otro, hasta que las órdenes llegaban finalmente al extremo de la provincia (35) .

XVIII.. Mientras Eumenes y Peucestas estaban ocupados en estos asuntos, Antígono vino con su ejército al palacio del rey en Susa y nombró a Seleuco gobernador de la provincia y dejando con él tropas suficientes le ordenó asediar la ciudadela, ya que Jenófilo el tesorero había rechazado obedecer sus órdenes. Él mismo partió con su ejército contra el enemigo, a través de un país muy caluroso, y muy peligroso de pasar para un ejército extranjero. Por tanto se vieron obligados a marchar de noche y a acampar cerca del río antes de la salida del sol. Sin embargo, no pudo precaverse de todas las inconveniencias y problemas del país, pues, aunque hizo todo lo posible, sin embargo por causa de lo caluroso de la estación (estando cerca la salida de la estrella del perro) perdió gran multitud de sus hombres. Viniendo al final al río Coprates (36) , preparó lo necesario para que lo cruzaran sus soldados. Este río que nace de un país montañoso, fluye hacia el Pasitigris y tiene una anchura de cuatro pletros (37) , de él distaba ochenta estadios el campamento de Eumenes. La corriente es tan rápida y veloz, que no puede ser cruzado sin barcas o un puente. Teniendo en su poder unas pocas lanchas de bajo calado, en estas situó a algunos de sus infantes, ordenándoles cavar una fosa y construir una empalizada que les protegieran, y allí esperar la venida del resto de las tropas.

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Eumenes, sabiendo por exploradores del plan del enemigo, cruzó el puente del Tigres (38) con cuatro mil infantes y mil trescientos caballos y encontró a tres mil infantes, a trescientos caballos del ejército de Antígono cruzando, y a no menos de seis mil que estaban forrajeando por el país. De súbito cayó sobre ellos y los derrotó al instante y puso al resto en huída. En cuanto a los Macedonios (que se mantenían en su sitio), siendo sobrepasados por el número, los obligó a todos a ir hacia el río, donde se precipitaron a subir a sus botes y, sobrecargándolos, se hundieron. Ante esto muchos se esforzaron en nadar, unos pocos escaparon, pero el resto se hundieron. Otros que no podían nadar (juzgando más aconsejable caer en manos del enemigo que perder de cierto la vida en el río) fueron hechos cautivos, hasta un número de cuatro mil. Antígono, por carencia de botes, no pudo ayudarlos, aunque vio a tan gran multitud perecer.

XIX.Considerando por tanto que era imposible pasar el río, se volvió a la ciudad de Badaca, situada junto al río Eulaieo (39) . Por causa del intenso calor, esta marcha fue muy sufrida y problemática, y muchos del ejército se perecieron, de modo que estaban desanimados e incluso volviéndose locos. Pero cuando llegó a la ciudad antedicha, permaneciendo allí unos días, hizo descansar a su ejército. Desde este lugar juzgó aconsejable marchar a Ecbatana en Media y estableciendo ahí su base bélica tomar todas las provincias superiores.Hay dos vías que conducen a Media y ambas son difíciles: una, a través de las montañas, era agradable y bien trazada, pero también calurosa y muy larga, de casi cuarenta días de camino. La otra, a través del país de los Coseos era estrecha, mala y empinada, yendo a través de las fronteras del enemigo, baldía y escasa de provisiones, pero corta y muy fría. Sin embargo, no era fácil para un ejército marchar por este camino, salvo se hiciera primero acuerdo con los bárbaros que habitaban las montañas.Estos han sido un pueblo libre desde tiempos inmemoriales y habitan en cuevas y comen bellotas y setas y salan carne de bestias salvajes. Pero juzgó deshonroso para él que mandaba un gran ejército ganarse a este pueblo bárbaro con dulces palabras o atraérselos mediante ricos presentes. Eligió por tanto a los mejores de sus peltastas y dividió a arqueros y honderos y demás soldados armados a la ligera en dos cuerpos y los confió a Nearco, con la orden de ir antes de él y asegurar primero los pasos estrechos y difíciles. Estando estos soldados situados a lo largo de la ruta, él mismo condujo la falange y Pitón dirigía la retaguardia.Aquellos que fueron enviados con Nearco habían procurado apoderarse de unas pocas torres de vigilancia, pero, siendo obstaculizados e impedidos para llegar a muchos y más necesarios y favorables lugares, perdió gran cantidad de sus soldados, y, soportando ataques de todos los lados por los bárbaros, tuvo mucha dificultad en abrirse camino a través de ellos. Y en cuanto a aquellos que seguían a Antígono (habiendo entrado en los desfiladeros) cayeron en peligros inextricables, pues los nativos, buenos conocedores del terreno, y tomados por ellos antes las rocas más empinadas y escarpadas, arrojaban pesadas piedras sobre las cabezas de los soldados cuando estaban pasando. Y además, haciendo uso de una lluvia de flechas, los acosaban tanto, que no podían (dadas las inconveniencias del lugar) ni inquietar a sus enemigos ni impedir su ataque. Y en vista de que el pasaje era muy escarpado y difícil, los elefantes, caballos y hombres de pesada armadura, se vieron envueltos en fatigas y riesgos a la vez y al mismo tiempo y sin capacidad de ayudarse a sí mismos. Antígono, habiendo ingresado en tales estrechos pasajes, entonces se arrepintió de no haber seguido el consejo de Pitón, quien le había aconsejado despejar el camino con dinero. Pero después de perder a muchos de sus hombres y teniendo al resto en inminente peligro, tras de nueve días de azarosa marcha, llegó finalmente a las partes habitadas de Media.

XX. Yendo así el ejército de un desastre tras otro, los intolerables padecimientos que habían

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soportado provocaron a los soldados clamar contra Antígono, hasta el punto de que le dirigieron palabras duras e implacables, puesto que en cuarenta días habían sido varias veces miserablemente batidos. Mediante amables palabras y merced a un completo suministro de todas las necesarias, al final los calmó. Entonces ordenó a Pitón recorrer toda Media, reclutar jinetes y conseguir caballos y carros, lo cual logró fácilmente, dado que el país era abundante en caballos y ganado. De este modo regresó Pitón, trayendo con él dos mil équites y mil caballos, oportunamente equipados, y con tanto cargamento de armas como para armar completamente al ejército entero. Y allén de esto, trajo quinientos talentos del tesoro del rey. Antígono formó regimientos con la caballería y distribuyó los caballos entre aquellos que habían perdido el suyo, y entregó generosamente bestias de carga a todos aquellos que las solicitaron, por lo que recuperó el antiguo favor de los soldados.

XXI. Entretanto, los gobernadores de las provincias y los capitanes de las fuerzas de Eumenes, cuando escucharon que el enemigo estaba en Media, opinaron de diferente manera sobre cómo dar una solución a eso. En efecto, Eumenes, Antígenes y los demás que venían de las costas marítimas, consideraban que había que regresar allí de nuevo. Pero aquellos que procedían de las provincias superiores (por motivo de sus amigos y relaciones que dejaban en casa) propugnaban volver a esos lugares. Enconándose la controversia, Eumenes, considerando que una parte del ejército (que estaba ahora dividido en dos) no era lo suficientemente fuerte como para hacer frente al enemigo, accedió a la solicitud de los gobernadores de las provincias superiores. Partiendo desde Pasitigris, avanzó sobre Persia y llegó a la sede regia del reino, Persépolis, tras veinticuatro días de marcha.El país, desde su lugar de acceso hasta las Escaleras (como son llamadas) es llano y bajo, muy caluroso y carente de provisiones, pero el resto es más alto, de aire sano y muy fértil, por lo que hay muchos sombreados valles, variedad de placenteros jardines, caminos naturales flanqueados a ambos lados de toda clase de árboles, y refrescantes manantiales. De tal modo que aquellos que transitan por estos caminos se paran en ellos muchas veces y se solazan en estos placenteros parajes con enorme goce.Aquí los habitantes entregaron a Peucestas abundancia de toda clase de ganado y bienes, que distribuyó generosamente entre los soldados, para ganarse su favor y buena voluntad. En estos territorios habitan los Persas más belicosos, todos ellos arqueros y honderos, y esta provincia está con mucho más poblada que las demás.

XXII. Cuando llegaron a Persépolis, sede del rey, Peucestas el gobernador y general de la provincia, ordenó un magnífico sacrificio a los Dioses, y a Alejandro y a Filipo. Y enviando para ello gente a casi todos los sitios de Persia para que adquirieran bestias que sacrificar y abundancia de toda clase de provisiones necesarias para una reunión festiva y pública, dio una fiesta a todo el ejército. En ella los invitados fueron situados en cuatro círculos, uno dentro de otro, el mayor abarcando a los restantes, que medía diez estadios de diámetro y estaba ocupado por mercenarios y aliados. El segundo círculo medía ocho estadios, en el que se colocaron los Escudos de Plata Macedonios y el resto de soldados de Alejandro. El otro círculo medía cuatro estadios y albergaba a los oficiales inferiores, amigos especiales, comandantes y équites. El círculo más interior de todos medía dos estadios y ahí estaban los generales, los oficiales de caballería y la nobleza de Persia, con varias tiendas asignadas a ellos. Y en medio de ellas estaban erigidos los altares de los Dioses, de Alejandro y de Filipo. Las tiendas estaban confeccionadas con verdes ramas de árboles y cubiertas de tapices y toda clase de cuadros y pinturas, proporcionando Persia abundantemente cosas para goce y placer. Los círculos estaban separados entre sí a una conveniente distancia, para que los huéspedes nada encontraran molesto o incómodo, sino que cada cosa que se había

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preparado estaba cerca y a mano.

XXIII. Estando así todo placenteramente dispuesto, dieron su unánime aplauso todos los soldados, con el que expresaban cuán grande era su favor y estima para con Peucestas. Ante esto Eumenes sospechó de él, reflexionando que Peucestas hacía todo aquello para atraerse al ejército y por tanto para obtener el mando supremo. Por tanto, falsificó una carta, por la que elevó el espíritu de los soldados y los hizo más valerosos, y aplacó la altivez y orgullo de Peucestas. Mediante este manejo incrementó su propia reputación entre los soldados, gracias a la esperanza de victoria en el futuro. El contenido de la carta era este: que Olimpíade con el hijo de Alejandro (habiendo asesinado a Casandro) había recobrado todo el reino de Macedonia, y que Poliperconte, con todo el poder del ejército del rey y sus elefantes había pasado al Asia contra Antígono y estaba en ese momento en Capadocia. Esta carta fue escrita en caracteres Siríacos, en nombre de Orontas, gobernador de Armenia, un íntimo amigo de Peucestas. Pasando esta carta por auténtica, por causa de la continua correspondencia entre él y los gobernadores, Eumenes ordenó que las tomaran y fueran enseñadas a los comandantes y a los más de los soldados. Por ende, todo el ejército cambió de opinión y dirigió su mirada a Eumenes, como el principal favorito, y por tanto decidieron confiarse a él, como a una persona cuyo interés en los reyes le haría capaz de premiar a los que quisiera y de castigar a los que entendiera oportuno. Cuando la fiesta tocó a su fin, Eumenes, para atemorizar más a aquellos que eran reacios a cumplir sus órdenes y que aspiraban al supremo mando, sometió a juicio, con arreglo a la ley, a Siburtio, el gobernador de Aracosia, amigo íntimo de Peucestas. En efecto, Peucestas, enviando algunos jinetes a Aracosia, había en secreto ordenado a Siburtio que interceptara los transportes que llegaran de allí. Por lo cual Eumenes lo puso en tal inminente peligro, que si no se hubiere retirado secretamente, habría sido asesinado por los soldados (40) .

XXIV. Habiendo atemorizado a los demás mediante esta maniobra política y aumentado su propio honor y reputación, cambió de tono adoptando una nueva expresión y así se ganó a Peucestas con afables palabras y grandes promesas, de modo que se convirtió en una persona amable y cortés, entusiasta y preparada para prestar auxilio y asistencia a los reyes. Deseando asimismo asegurarse del resto de los gobernadores y capitanes mediante algunas promesas, que pudieran comprometerlos a no traicionarle, aparentó necesitar dinero y les pidió una contribución, cada uno según su capacidad, para los reyes.Por tanto, recibiendo cuatrocientos talentos de tantos capitanes y generales como consideró oportuno, esto es, de aquellos de los que antes había sospechado por traidores y desertores, se hicieron éstos servidores más fieles y vigilantes hacia su persona y se ligaron a él más en todos los conflictos (41) . Mientras tan prudentemente manejaba los negocios y estaba proveyendo para el futuro, nuevas le llegaron a través de algunos que venían de Media, de que Antígono estaba avanzando con su ejército sobre Persia, por cuya causa se puso en marcha con la idea de encontrarse con el enemigo y ocuparse de él. El segundo día de marcha sacrificó a los Dioses y generosamente dio una fiesta al ejército, deseando que se mantuvieran firmes y leales a él. Pero, queriendo ajustarse al carácter de sus huéspedes, quienes amaban beber copiosamente, cayó en una indisposición, que le obligó a reposar y de este modo le entorpeció la marcha por unos días.Entretanto, el ejército estaba muy abatido, al considerar que el más experto y valiente general de todos estaba ahora enfermo, en el preciso momento (como pensaban) en que estaba todo listo para combatir al enemigo. Pero amainando su enfermedad y después de un corto tiempo de recuperación, prosiguió su

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marcha. La vanguardia estaba a cargo de Peucestas y Antígenes, y él mismo los seguía de cerca con los elefantes, para impedir tumultos por causa de la multitud, y la inconveniencia por la estrechez de los lugares por los que iban a pasar. Y entonces los dos ejércitos estaban a un día de marcha uno del otro, cuando los exploradores de ambas partes refirieron la nueva de su llegada, cuántos eran y qué caminos tomaban. Por ello cada bando se preparó para la batalla, pero al final se separaron sin luchar, porque había un río y una profunda zanja entre los dos ejércitos. Ambos de hecho estaban alineados en orden de batalla, pero, por razón del mal estado del terreno, no pudieron entrar en acción. Por esta causa, alejándose tres estadios uno del otro, pasaron cuatro días entablando ligeras escaramuzas y forrajeando en los parajes próximos, padeciendo mucha carencia de todas las cosas necesarias. Al quinto día, Antígono, a través de sus agentes, de nuevo solicitó a los gobernadores de las provincias y a los Macedonios que abandonaran a Eumenes y se entregaran a su protección. Pues prometió que les confiaría a cada uno de ellos varias provincias suyas y que otorgaría a los demás amplios territorios, cargados de honores y de grandes regalos. Y, en cuanto a aquellos que aun desearan seguir en la milicia, les daría cargos y puestos en el ejército adecuados a sus diversas circunstancias. Pero los Macedonios no escucharon ninguna de estas propuestas, sino que alejaron de sí a los mensajeros con gran indignación y amenazas. Ante esto, Eumenes vino a ellos y les dio las gracias, con elogios a su fidelidad, y les contó una historia antigua, pero muy oportuna a la presente situación: un león enamorándose de una joven doncella, trató con su padre la pedida de su mano, el cual respondió que estaba muy deseoso de entregarle en matrimonio a la joven, pero que temía sus garras y colmillos, de modo que, una vez casados, obedeciendo a la naturaleza de su especie, devorara a la pobre muchacha. Entonces el león se quitó los dientes y se arrancó las garras. Al ver esto, el padre, considerando que ahora el león había perdido aquello que antes lo hacía formidable, cayó sobre él y lo mató fácilmente con un garrote. Y que ahora Antígono estaba representando un papel no muy distinto de este, pues los tentaba con bellas promesas, hasta el momento en que él pudiera tener todo el ejército bajo su poder, y entonces estaría ya seguro para cortar las gargantas de los comandantes. Esta sutil historia, maravillosamente relatada, fue muy aplaudida por el ejército, y luego se alejó.

XXVI. XXVI. A la noche siguiente algunos desertores vinieron del campamento de Antígono y le hicieron conocedor de que había ordenado a su ejército avanzar en la segunda vigilia. Por ello, Eumenes, tras serias reflexiones y meditaciones sobre cuáles podrían ser sus intenciones, al final halló la verdad del asunto: que el propósito del enemigo era avanzar a Gabene, que estaba a tres días de distancia, ciudad intacta, repleta de grano y forraje, suficiente para alimentar generosamente al mayor ejército con toda clase de bastimentos. Y además, era ese un lugar de gran ventaja, lleno de ríos y profundos barrancos que eran intransitables. Planeando por tanto entorpecer al enemigo, puso en ejecución su plan y envió a algunos mercenarios (a los que reclutó con dinero), con un disfraz de viajeros, con instrucciones de informar a Antígono de que Eumenes atacaría su campamento esa noche. Pero Eumenes despachó los carromatos por delante y ordenó a los soldados que comieran su ración a toda velocidad y marcharan. Todo lo cual se hizo al instante.Entretanto Antígono, ante la información recibida de los desertores, decidió combatir con el enemigo esa noche y por tanto paró su marcha y situó a su ejército en orden de batalla.Mientras Antígono se apresuraba a ejecutar su plan y se estaba preparando para encontrarse con el enemigo, Eumenes se escabulló con su ejército y avanzó sobre Gabene antes que aquel. Antígono durante algún tiempo esperó con sus hombres con sus armas listas, pero sabedor gracias a sus exploradores de que el ejército de Eumenes se había ido, se percató que le había preparado una trampa. Sin embargo, continuó con lo que había planeado antes, y, con esta finalidad, dando

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al ejército orden de marchar, avanzó con gran prisa y rapidez, como si hubiera estado en una persecución.Pero cuando entendió que Eumenes iba seis horas por delante de él y de esta manera vio que no iba a poder cubrir tan gran distancia con todo su ejército, ideó lo siguiente: partió con la caballería y confió el resto del ejército a Pitón, para que lo siguiera sigilosamente. Al amanecer contactó con la retaguardia del ejército enemigo, cuando estaba bajando una colina, en cuya cima hizo un alto y allí se mostró a la vista del enemigo.Eumenes, viendo, a conveniente distancia, la caballería del enemigo, consideró que todo el ejército estaba cerca y por tanto ordenó parar y dispuso a sus hombres en orden de batalla, como si fuera a pelear de inmediato. De esta manera estos dos generales prepararon ardides uno contra el otro, como si estuvieran esforzándose en ser más listos que el otro, probando con ello, que todas sus esperanzas de victoria radicaban y estaban basadas en sus propias estratagemas. De este modo, por tanto, Antígono paró el avance del enemigo y ganó tiempo para que su ejército se reuniera con él. Conseguido lo cual finalmente, dispuso a sus soldados para la batalla y con este orden bajó la colina con dirección hacia el enemigo de una manera terrible.

XXVII. . Todo el ejército (incluyendo los refuerzos que mandaban Pitón y Seleuco) sumaba más de veintiocho mil infantes, ocho mil quinientos caballos y sesenta y cinco elefantes. Ambos generales ordenaron sus ejércitos de un modo extraño e inusual, como si se esforzaran en exceder al otro incluso en esta clase de arte también. En el flanco izquierdo Eumenes situó a Eudamo, capitán de los elefantes de la India, quien tenía consigo una unidad de ciento cincuenta caballos. Por delante de estos, como guardia, se ordenaban dos escuadrones de caballería selecta armados con lanzas, de cincuenta hombres cada uno, y a todos los situó en contacto con la parte superior de la base de la montaña. A continuación estaba Estasandro, con novecientos cincuenta caballos. Después, colocó a Anfímaco, gobernador de Mesopotamia, quien tenía a su mando seiscientos caballos. Luego de estos se situaba la caballería de Aracosia, hasta hacía poco mandada por Siburtio, pero, porque había huido, estaba bajo la dirección de Cefalón. Cerca de estos estaban quinientos caballos de Paropamiso, y otros tantos Tracios de las colonias de las provincias superiores. En vanguardia estaban cuarenta y cinco elefantes, formados en media luna, con tantos arqueros y honderos entre las bestias como se consideró oportuno.Entonces dispuso su principal cuerpo de infantería en una falange de esta manera: en el extremo de la línea situó más de seis mil soldados foráneos, luego cinco mil de diversas naciones, armados a la manera macedonia.

XXVIII. Detrás de todos, formó a los Argyraspides macedonios, más de tres mil, hombres nunca vencidos, temidos por el enemigo por su valor. Finalmente, después de todos, los hipaspistas (42) , más de tres mil, los cuales, junto con los Argyraspides, eran mandados por Antígenes y Tautamo. Y en la vanguardia de esta falange estaban cuarenta elefantes, alineados con soldados ligeros. A continuación de la falange, en el flanco derecho colocó ochocientos caballos de Carmania, bajo el mando de Tlepolemo, el gobernador de esta provincia. Y, luego de estos, novecientos que eran llamados Compañeros. Después el escuadrón de Antígenes y Peucestas, unos trescientos jinetes. En la parte extrema del flanco fue situado el regimiento del propio Eumenes, formado por trescientos caballos. Luego un regimiento compuesto de esclavos de Eumenes, dividido en dos cuerpos, de cincuenta jinetes cada uno. Había asimismo doscientos équites formados en cuatro escuadrones y situados en el flanco a cierta distancia del ala principal para que guardaran esta parte. Y allende de estos, colocó trescientos caballos, reclutados de todas las provincias por su fortaleza y rapidez, para que guardaran la retaguardia de su escuadrón. Y en la vanguardia de esta ala así dispuesta fueron situados cuarenta elefantes, para mejor defensa del

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conjunto. El ejército de Eumenes en total sumaba treinta y cinco mil infantes, seis mil cien caballos, y ciento cuarenta elefantes (43) .

 

XXIX. Antígono, observando desde la cumbre de la montaña cómo se estaba desplegando el ejército, ordenó el suyo asimismo según le parecía más conveniente a las presentes circunstancias. Así, teniendo noticia de que el ala derecha de su enemigo estaba muy fuertemente guardada por caballería y elefantes, situó frente a ellos a lo más selecto de su caballería, que, dispuesto en orden abierto, pudieran atacar de forma continua, relevándose unos a otros, y de ese modo renovar la batalla con hombres frescos. Y de esta manera fuera neutralizada la fuerza de aquella parte del ejército enemigo, en la que se depositaba tanta confianza. En este flanco dispuso unos mil arqueros y lanceros a caballo, procedentes de Media y Armenia, que eran expertos en desarrollar movimientos envolventes. Después de ellos, estaban dos mil doscientos Tarentinos (44) , que habían ido con él desde la costa, los cuales eran hombres muy expertos en tender emboscadas y planear otras estratagemas de guerra y que tenían un gran respeto y favor por él. Mil jinetes asimismo de Frigia y Lidia. Mil quinientos al mando de Pitón. Cuatrocientos lanceros dirigidos por Lisanias. A continuación estaban aquellos jinetes llamados Antihipos (45) , y los de las provincias superiores, hasta un número de ochocientos. Este cuerpo de caballería formaba parte del ala izquierda a la que cerraba, y estaba bajo el mando de Pitón. En la línea principal, situó nueve mil extranjeros; luego de ellos tres mil Licios y Panfilios y más de ocho mil de otras naciones, armados a la manera macedonia; y en la retaguardia estaban los Macedonios, hasta un número de ocho mil, que Antípatro anteriormente le había enviado como reclutas cuando asumió el gobierno del reino. En el ala derecha de la caballería, cerca del flanco derecho de la falange de infantería, estaban primero cinco mil mercenarios; luego mil Tracios y otros tantos aliados; al lado de estos se situaban mil llamados Compañeros. Eran todos mandados por Demetrio el hijo de Antígono, que era la primera vez que aparecía con armas para ayudar a su padre. En la parte extrema del flanco estaban colocados tres mil caballos, que comandaba Antígono mismo. Como avanzada de estas tropas estaba un escuadrón que consistía de tres unidades de sus esclavos y a su lado otras tantas unidades, alineadas a distancias iguales entre sí, apoyadas por cien Tarentinos (46) . En torno a esta ala fueron dispuestos treinta de los más fuertes de sus elefantes, en forma de media luna, entremezclados con soldados ligeros. Muchos de los restantes elefantes fueron colocados en el frente de la falange, y unos pocos con algunos caballos en el flanco de la izquierda. Alineado el ejército de esta manera, cerró contra el enemigo en un orden oblicuo, pues ordenó que se estirara el ala derecha, en la que tenía la mayor confianza, y la izquierda se contrajera, proyectando evitar el combate con ésta y decidir la batalla con aquella.

 

XXX. Y ahora que los ejércitos se alineaban cerca uno del otro, se dio la señal de batalla para ambos bandos, se lanzaron gritos unos a otros, y las trompetas tocaron ataque. Y al principio la caballería bajo Pitón cargó; aunque no tenía una vanguardia ni de hombres ni de elefantes que le dieran una fuerte cobertura, sin embargo superando al enemigo en número y celeridad, hizo uso de esta ventaja, pero evaluando no ser prudente chocar contra los elefantes de frente, los rodeó y lanzó una lluvia de proyectiles sobre el enemigo en el flanco, con poco o ningún perjuicio para ellos mismos, por causa de su rapidez y de la agilidad de sus caballos, pues importunaban gravemente al enemigo, el cual no podía por el peso de sus armas ni caer sobre los atacantes, ni evitarlos como la ocasión requería. Por tanto, Eumenes, viendo cómo el ala derecha estaba en

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apuros ante la multitud de arqueros a caballo, envió a algunos de los jinetes más veloces de Eudamo, que mandaba el flanco izquierdo, y con esta unidad de caballería sacada del otro flanco (aunque era pequeña) lanzó tan fiera carga contra el enemigo, secundado por sus elefantes, que puso fácilmente a los soldados de Pitón en huida y los persiguió hasta el pie de las montañas.Entretanto, la infantería luchó tenazmente largo tiempo. Al final, después de morir muchos de ambos bandos, los de Eumenes vencieron a sus oponentes por el valor de los Escudos de Plata. Porque, aunque eran ya muy viejos , sin embargo, merced al frecuente uso de sus armas en muchas batallas, excedían tanto a los demás, en valor y en pericia al manejar sus armas, que nadie podía mantenerse firme ante ellos. Y por tanto en ese preciso momento, aunque sólo eran tres mil, sin embargo constituían la principal fuerza y soporte de todo el ejército.Cuando Antígono percibió que su ala izquierda estaba rota y que toda la falange huía, aunque se le aconsejó (viendo que la parte del ejército que estaba con él quedaba aún intacta) que se retirara a las montañas y reorganizara a aquellos que estaban huyendo, sin embargo no hizo caso, sino que haciendo prudente uso de la presente oportunidad, salvó a sus hombres y consiguió asimismo la ventaja. En efecto, los Argyraspides, con Eumenes y el resto de la infantería, habiendo puesto al enemigo en fuga, continuó su persecución de la infantería contraria hacia las faldas de la montaña, ante lo cual Antígono, a través del hueco abierto en la línea del enemigo, con una unidad de caballería cayó sobre el flanco de las unidades de Eudamo, que estaban en el ala izquierda y gracias a esta carga súbita e inesperada los puso en fuga. Y después de matar a una multitud, envió a algunos de sus jinetes más rápidos a llamar a sus propios hombres que habían antes huido, y con ello les hizo reunirse al pie de las montañas. Y Eumenes percibiendo también la fuga de sus hombres, se apresuró a auxiliar a Eudamo y llamó con las trompetas a los suyos que habían huido.

XXXI . Empezaban entonces las estrellas a aparecer, cuando, llamadas las tropas en huida por sus generales, ambos bandos se prepararon de nuevo para la batalla. Tal era el ánimo y vigor de oficiales y soldados. La noche era muy clara y serena, y la luna llena. Aún estando los ejércitos distantes unos cuatro pletros entre sí, el estrépito de las armas y el relincho de los caballos en ambos bandos parecían como si estuvieran en mitad uno del otro. Fue a media noche cuando se retiraron unos treinta estadios del lugar de la batalla donde yacían los muertos, y por razón de lo problemático de la marcha y de los trabajos y dureza del combate, así como por la carencia de provisiones, ambas partes estaban en una mala situación. Por tanto se vieron obligados a retirarse de la lucha y acampar. Eumenes tenía la idea de volver al campo de batalla, para enterrar los cadáveres, como signo de su total victoria, pero el ejército se opuso y todos inmediatamente se pusieron a gritar en alto su deseo de regresar a sus carros, que estaban entonces a una gran distancia de donde se encontraban, de modo que fue obligado a aceptarlo. Efectivamente, viendo que había muchos que aspiraban al mando supremo, no tenía poder para hacer marchar al ejército mediante amenazas ni veía en ese momento ninguna oportunidad conveniente para atraerse a aquellos que se mostraban obstinados contra toda clase de argumentos y súplicas. Pero Antígono, por el contrario, era un general absoluto, sin depender de ninguna popularidad, y por tanto obligó a los soldados a acampar cerca de los cadáveres, y de este modo se ganó el derecho de enterrar a los caídos y sembró la duda de quién había sido el vencedor, diciendo que él al haber tenido la facultad de inhumar a sus muertos, tenía que ser considerado como el vencedor de la jornada. En esta batalla, el ejército de Antígono perdió tres mil setecientos soldados y cincuenta y cuatro caballos, y más de cuatro mil heridos; Eumenes quinientos cuarenta infantes, muy pocos caballos y más de novecientos heridos.

XXXII. Antígono, después de concluida la batalla, percibiendo que los ánimos de los soldados estaban muy bajos, decidió, con la mayor rapidez que pudo, alejarse del campamento enemigo, y

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para que sus fuerzas pudieran marchar expeditas, envió a los heridos y el bagaje pesado a una ciudad cercana. Habiendo pues enterrado a los muertos hacia el amanecer, retuvo junto a sí al heraldo que había sido enviado por el enemigo para pedir los cadáveres de los caídos (48) , y ordenó a sus soldados cenar en ese momento. Al concluir el día envió de regreso al heraldo y les dio licencia para acercarse y enterrar a sus muertos el día siguiente. Él mismo al poco, en la primera vigilia de la noche, se movió con todo su ejército y a marchas forzadas se alejó mucho del enemigo, hacia un país intacto, donde tenía a su alcance cantidad de provisiones y pudiera descansar su ejército. Así pues, marchó hasta Gamarga , en Media, un país bajo el mando de Pitón, que abundaba en toda clase de cosas para mantener al mayor ejército. Habiendo Eumenes sabido por exploradores que Antígono se había ido, no siguió sus pasos, porque su ejército sufría carencia de provisiones y otras circunstancias adversas, así como porque albergaba un gran deseo de celebrar las exequias por sus caídos de la forma más solemne posible.En este momento se produjo un extraño incidente, muy inusual y disconforme con las leyes Griegas.

XXXIII. En efecto, había un tal Ceteo, quien mandaba a los soldados oriundos de la India y luchaba con gran resolución, pero que había muerto en esta batalla. Dejó en este mundo dos esposas, que le habían seguido durante la campaña: una que acababa de casarse con él, y otra que había sido su esposa largo tiempo atrás. Y ambas amaban a su marido sobremanera. Había existido una añeja costumbre en la India para los hombres y las mujeres de casarse con quien gustaran sin atender el consejo de sus padres. Y como en aquellos antiguos tiempos los jóvenes se casaran precipitadamente y a menudo se arrepintieran después, por ser engañados en su elección, muchas mujeres eran corruptas y por causa de su desordenada lujuria se enamoraban de otro hombre, y como su honor y reputación no les permitía abandonar al marido que primero habían elegido, a menudo lo envenenaban. Para conseguir esto el país contribuía y no poco, ya que en él crecían muchas y muy diversas plantas venenosas, algunas de las cuales un poco molidas y mezcladas en la bebida o untadas en la comida, de cierto que acababan con el compromiso matrimonial. Este maldito arte se fue haciendo más y más prevalente, y muchos fueron asesinados por estos medios, y aunque algunas eran punidas por estos casos de maldad, sin embargo esto no apartaba a las demás de prácticas semejantes. Por tanto, una ley fue promulgada, por la cual las esposas serían quemadas junto con sus maridos difuntos, excepto aquellas que estuvieran embarazadas o tuvieran hijos; y que la mujer que no cumpliera esta ley del país, permanecería viuda y, como convicta de impiedad, sería excluida de todos los ritos sagrados y de cualesquiera otros beneficios y privilegios que contemplaran las leyes (50) . Establecida esta disposición, en adelante la maldad de estas esposas se trocó en la conducta contraria. Pues, viendo que cada esposa, para evitar este insufrible destino, tenía que morir voluntariamente, no sólo procedieron a ser cuidadosas en preservar la salud y procurar el bienestar de sus maridos, como algo que les asegurara a ellas mismas la supervivencia, sino que compitieron unas con otras, para ganar la cota más alta de honor y reputación.

XXXIV. Un ejemplo de esto ocurrió en esa ocasión. Efectivamente, aunque por ley sólo una tenía que ser quemada con el marido, sin embargo en el funeral de Ceteo ambas pugnaron por quién moriría, como premio honorable de su virtud. Por ello, el asunto fue presentado a la consideración de los generales, para que decidieran. La joven declaró que la otra esperaba un niño y por tanto su muerte no se ajustaba a derecho; la mayor alegó que era más conforme a justicia que ella, quien antecedía a aquella en años, fuera antepuesta en honor, puesto que la norma general es conceder mayor honor y respeto al viejo que al joven. Los generales, informados por las comadronas de que la mayor estaba embarazada, prefirieron a la joven. Ante esto, la mayor, habiendo perdido en este

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juicio, se deshizo en llantos y lamentos, rasgando su velo en trozos y arrancándose el pelo, como si le hubiera sido comunicada alguna penosa y atroz noticia. La otra, regocijándose en su victoria, se fue a la pira funeraria, coronada por las mujeres de su casa con cintas y acompañada por sus parientes muy ricamente vestidas, como para una boda, entonando elogios de ella según caminaban, con canciones hechas para tal ocasión. Tan pronto como llegó a la pira, se quitó sus vestidos y los distribuyó entre sus sirvientas y amigas, dándoles tales ropajes, como señal de recuerdo para aquellas que la querían. Su vestido consistía en multitud de anillos sobre sus dedos, cuajados de toda clase de piedras preciosas de diversos colores. Sobre su cabeza llevaba una gran cantidad de pequeñas estrellas doradas, entre las cuales estaban colocadas piedras brillantes de toda clase. Alrededor de su cuello portaba multitud de joyas, unas pequeñas y otras grandes, dispuestas en orden creciente por grandeza. Al final, se despidió de toda su familia y sirvientes, luego su hermano la puso sobre la pira y, para gran admiración del pueblo (que acudió en muchedumbre para ver el espectáculo), con un coraje heroico allí terminó su vida.Todo el ejército solemnemente portando sus armas desfiló tres veces alrededor de la pira antes de que fuera encendida. Ella entretanto (inclinándose hacia el cadáver de su esposo) no demostró por ningún chillido o de otro modo, que estuviera intimidada por el ruido del crepitar de las llamas, de modo que los espectadores estaban conmovidos, unos por piedad y otros de admiración, y hubo un extraordinario elogio por su resolución. Sin embargo, hubo Griegos que condenaron esta costumbre por cruel e inhumana. Después que hubo acabado el funeral, Eumenes partió de Pareteceni a Gabene, el cual lugar estaba aun intacto, en condiciones de abastecer al ejército con todo lo necesario, y distaba del ejército de Antígono veinticinco jornadas, si se iba a través de territorios habitados, pero, pasando por zonas desiertas, donde no había agua, sólo mediaban nueve jornadas de viaje. Siendo esta la distancia entre ellos, allí invernó y así dio a su ejército tiempo para descansar (51) .

XXXV. En cuanto a los negocios de Europa, Casandro, mientras estaba asediando Tegea, conociendo el retorno de Olimpíade a Macedonia, la muerte de Eurídice y del rey Filipo, y lo que había hecho al sepulcro de su hermano Iolas, firmó un acuerdo con los de Tegea, y marchó con su ejército a Macedonia, dejando a sus aliados muy molestos y perplejos, porque Alejandro, el hijo de Poliperconte, entró entonces en el Peloponeso listo para conquistar las ciudades con su ejército. Y los Etolios, para congraciarse con Olimpíade y con Poliperconte, se apoderaron de los desfiladeros de las Termópilas, y bloquearon el paso para frenar la marcha de Casandro. Pero percibiendo éste que era muy difícil abrirse camino a través de aquellos desfiladeros, con la ayuda de algunos barcos y varios botes de Eubea y Lócride, pasó a Tesalia. Y oyendo que Poliperconte estaba con su ejército en Perrebia, despachó a su general Callas con algunas tropas para combatirlo. Entretanto Deinias, enviado para asegurar los desfiladeros de Perrebia, se apoderó de esos lugares antes de que las fuerzas de Olimpíade pudieran llegar.Tan pronto como Olimpíade supo que Casandro estaba ingresando en Macedonia con un gran ejército, nombró general a Aristono y le ordenó luchar contra Casandro. Ella misma, tomando consigo al hijo de Alejandro, a Roxana, madre del muchacho, a Tesalónica, hija de Filipo, hijo de Amintas, a Deidamia, hija de Eácidas, rey del Épiro y hermana de Pirro (quien después haría la guerra a los Romanos), a las hijas de Attalo, y a otros parientes y eminentes allegados, entró en Pidna, de modo que una gran multitud de personas, inútiles e inservibles para la guerra, la acompañaban. Ni había tampoco vituallas bastantes en ese lugar para atender a tan gran multitud en caso de tener que sostener un largo asedio. Aunque todas estas desventajas ponían de manifiesto la magnitud del peligro, sin embargo estaba decidida a permanecer allí, esperando que muchos Griegos y Macedonios acudieran por mar a auxiliarla.

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Estaban con ella algunos jinetes de Ambracia, muchas de las tropas de su casa y el resto de los elefantes de Poliperconte, ya que los otros habían sido capturados antes por Casandro en su anterior irrupción en Macedonia.

XXXVI. Casandro había recuperado los pasos de Perrebia, de modo que tenía el camino abierto a Pidna. Rodeó la ciudad con un muro de adobe de mar a mar. Envió a sus aliados petición de navíos y de toda clase de armas e ingenios de sitio, con el objetivo de sitiar a Olimpíade por tierra y mar (52) . Pero cuando tuvo noticia de que Eácidas el rey de Épiro estaba acudiendo con un poderoso ejército para liberar a Olimpíade, confió algunas fuerzas a Atarquias, con órdenes de enfrentarse a los Epirotas, el cual en breve ejecutó lo que se le había ordenado y se apoderó de los accesos al Épiro, de modo que Eácidas se vio completamente defraudado en su proyecto. En efecto, los Epirotas se vieron obligados contra su deseo a una expedición a Macedonia y por ende se amotinaron en el campamento. Sin embargo, Eácidas, deseoso de liberar por cualquier modo a Olimpíade, licenció a todos aquellos que no estaban de acuerdo con su proyecto y se quedó sólo con aquellos que estaban deseando correr con él los mismos peligros. De hecho, estaba muy ansioso por actuar, pero no tenía fuerzas bastantes, ya que las tropas que se le habían unido eran muy pequeñas.Entretanto los Epirotas que habían sido enviados de regreso a sus casas se rebelaron contra el rey ausente, y su pueblo, por decreto público, lo expulsó del reino y se alió con Casandro. Algo semejante a esto no había ocurrido nunca antes en el Epiro desde los tiempos en que Neoptólemo, hijo de Aquiles, reinó allí, puesto que el reino siempre pasaba de padre a hijo por derecho de sucesión hasta esta época.Casandro recibió así en alianza a los Epirotas y envió a Licisco como general y virrey al Epiro; entonces aquellos que antes estaban dudosos si aliarse con Olimpíade o no, ahora, viendo que ésta no tenía esperanza alguna de lograr sus objetivos, se unieron a Casandro. De tal modo fue así que el único apoyo que le quedaba del que esperar auxilio era Poliperconte y éste en ese momento fue inesperadamente vencido, porque cuando Callas, quien fue enviado como general por Casandro, acampó con su ejército cerca de Poliperconte en Perrebia, corrompió de tal modo a la mayoría de sus soldados con grandes sobornos, que le quedaron unos pocos, en particular aquellos que eran reputados los más leales, y así se hundieron los asuntos de Olimpíade en muy corto tiempo.

XXXVII. En cuanto a los asuntos de Asia en este tiempo (53) , Antígono, invernando entonces en Gadamala, o bien Gadarlis, y considerando que su ejército estaba demasiado débil para atacar al enemigo, pensaba cómo caer sobre ellos de improvisto y vencerlos. Los soldados de Eumenes estaban tan dispersados y alejados entre sí en sus cuarteles de invierno, que algunos de ellos estaban a seis días de marcha de sus compañeros. Pero Antígono juzgó no aconsejable avanzar a través de territorios que estaban habitados por causa de que la marcha sería muy larga y tediosa y asimismo conocida al instante por el enemigo, sino que consideró mucho más oportuno para su interés dirigir su ejército a través de los secos y baldíos desiertos, por los cuales el camino era mucho más problemático, pero mucho más corto. Y de este modo su marcha sería secreta y así podría caer sobre el enemigo súbita e inesperadamente, ya que éste permanecía disperso y desparramado en sus cuarteles, no imaginando siquiera que se pudiera hacer algo semejante.Merced a estas consideraciones ordenó a sus soldados estar listos para la marcha y preparar vituallas para diez días, de modo que no necesitaran hacer fuego. Él mismo anunció que marcharían por Armenia, pero de súbito, contrariamente a lo esperado por todo el ejército, en pleno invierno, avanzó hacia el desierto (54) . En su marcha ordenó que el fuego se hiciera de día, pero no de noche, para que nadie los viera de lejos desde las montañas y pudiera descubrir su

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aproximación al enemigo, porque el desierto era casi completamente llano y plano, rodeado de muchas altas colinas, desde las que era fácil descubrir los fuegos a gran distancia. Pero cuando el ejército había empleado cinco días en esta tediosa marcha, los soldados, por causa del enorme frío, así como en vista de otros usos necesarios, terminaron por hacer fuegos de día y también de noche. Visto esto por algunos de los habitantes del desierto, de inmediato, ese mismo día, enviaron mensajeros montados en dromedarios a Eumenes y a Peucestas para comunicárselo. Estas bestias pueden por lo general cubrir en un día mil quinientos estadios.

XXXVIII. Peucestas, informado de que el ejército enemigo había sido avistado a medio camino de marcha, comenzó a pensar en alejarse tanto como pudiera, temeroso de que el enemigo cayera sobre él antes de que pudiera reunir a sus tropas desde cada cuartel en que estaban entonces dispersas. Advirtiendo Eumenes el apuro en que se encontraba, le exhortó a tener buen ánimo y a continuar en los límites del desierto, pues había encontrado una manera de que Antígono no llegara a esos lugares en tres o cuatro días. Y habiendo logrado esto, podría en ese tiempo reunir fácilmente a todas las fuerzas. Luego, estando el enemigo cansado y abatido por la carencia de vituallas, caerían todos en sus manos. Se maravillaron todos por este inesperado plan y cada uno estaba ansioso de saber qué sería lo que parara al enemigo. Por tanto, Eumenes ordenó a todos los capitanes y soldados que entonces estaban cerca seguirle con un gran número de pebeteros llenos de fuego y luego escoger algunas de las elevaciones más altas del país, que miraran hacia el desierto y fueran claramente visibles desde todas las direcciones y allí delimitaran varios lugares, dentro de un radio de setenta estadios y atribuyeran a cada capitán un puesto, distante uno de otro veinte codos con orden de prender un fuego en la noche en cada lugar; y dispuso que a la primera vigilia se prendieran los mayores fuegos, como si estuvieran aún refrescándose y preparando la cena; a la segunda vigilia que hubiera menos fuegos; y a la tercera que casi todos estuvieran extinguidos, de modo que a la distancia pudiera parecer como si el ejército estuviera sin duda allí acampado.Observando sus soldados las órdenes dadas, algunos de los habitantes de las montañas que estaban frente a ellos (amigos de Pitón, gobernador de Media) advirtieron el fuego y suponiendo que el ejército estaba allí realmente acampado, bajaron presto a la llanura e informaron a Antígono y a Pitón, quienes asombrados por esta extraordinaria e inesperada nueva, hicieron un alto y consultaron con aquellos que les habían traído la noticia cuál era la mejor opción que tomar. En efecto, los hombres estaban agotados y carentes de los bastimentos necesarios, por lo que no podían medirse con un enemigo preparado y provisto de toda clase de vituallas. Entonces se arguyó que la aventura era desesperada y arriesgada, concluyendo por tanto que habían sido engañados y que las fuerzas del enemigo estaban reunidas. En base a la información que se les había dado se resolvió no proseguir el avance, sino girar a la derecha y así el ejército se movió hacia los lugares del país habitados, para que los hombres pudieran refrescarse después de una dura marcha.

XXXIX . Entretanto, Eumenes, habiendo engañado con esta estratagema al enemigo, reunió su ejército de todas las partes donde estaban en sus cuarteles de invierno y fortificando su campamento con una empalizada y una profunda fosa, allí recibió a sus aliados cuando acudieron a él y proveyó su campamento con todas las cosas necesarias. Pero Antígono, después que hubo marchado a través del desierto, siendo informado por los habitantes que el resto de las fuerzas de Eumenes casi habían llegado a él, pero que sus elefantes, procedentes de sus alojamientos invernales, estaban no muy lejos, con una guardia muy pequeña, envió a dos mil lanzas a caballo, doscientos Tarentinos, y toda su infantería ligera para interceptarlos, pues cayendo sobre ellos cuando estaban sin una escolta suficiente, esperaba que

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pudiera apropiarse de ellos fácilmente y así privar al enemigo de la principal fuerza de su ejército. Pero Eumenes, temiendo que por este motivo lo peor pudiera ocurrir, envió, como escolta, a quinientos de sus mejores jinetes y tres mil infantes ligeros. Tan pronto como los soldados de Antígono aparecieron, los comandantes de los elefantes los dispusieron en un escuadrón en forma de cuadro y situaron los carros en medio, y prosiguieron su camino. Eran auxiliados en la retaguardia por no más de cuatro mil caballos. El enemigo, cargando con todas sus fuerzas contra ellos y avanzando con gran violencia, venció a la caballería de la retaguardia que superada se dio a la fuga. Los conductores de los elefantes se mantuvieron firmes durante algún tiempo, acosados por dardos y flechas arrojadas de todas partes, incapaces de dañar o atacar al enemigo. Y entonces, cuando estaban a punto de ceder, los soldados de Eumenes llegaron inesperadamente y los sacaron del apuro. Unos pocos días después, los ejércitos acamparon a cuarenta estadios uno del otro. Estando todo a punto para decidir la contienda, ambos bandos se prepararon para la acción.

XL. Antígono dispuso su caballería en las dos alas y entregó la izquierda a Pitón y la derecha a su hijo Demetrio, donde él mismo tenía la intención de cargar. La infantería estaba en el centro y los elefantes al frente del conjunto, entre los cuales se hallaban soldados ligeros. Su ejército en suma tenía veintidós mil infantes y nueve mil caballos, allende de aquellos que fueron reclutados en Media, y sesenta y cinco elefantes. Cuando Eumenes entendió que Antígono se había colocado en el flanco derecho, con lo mejor de su caballería, él mismo se situó frente a él con lo más selecto de la suya en el ala izquierda, disponiendo allí junto a él a la mayoría de los sátrapas con la mejor caballería que habían llevado al campo de batalla. En este ala estaba también Mitrídates, hijo de Ariobarzanes, descendiente de uno de aquellos siete Persas que mataron al mago Esmerdis (55) , un hombre de ejemplar valor y criado en las hazañas de la guerra desde muy joven. En el frente de este ala colocó a sesenta de sus mejores elefantes, dispuestos en forma de media luna, y protegidos por infantes ligeros. En cuanto a la infantería, los hipaspistas fueron puestos primero, luego los Argyraspides, y a retaguardia todos los extranjeros y aquellos que estaban armados a la manera de los Macedonios. Tantos elefantes y soldados ligeros fueron situados al frente de la línea principal de infantes como se juzgó suficiente. En el ala derecha fueron dispuestos la caballería y los elefantes que eran considerados más débiles y menos firmes de todos los demás, de los cuales Filipo fue nombrado comandante, con órdenes de retirarse lentamente cuando luchara y observar con diligencia las evoluciones del otro flanco. El ejército de Eumenes tenía treinta y siete mil infantes, seis mil quinientos caballos y ciento catorce elefantes.

XLI. Un poco antes de la batalla, Antígenes, general de los Argyraspides, había enviado a un jinete macedonio a la falange enemiga con instrucción de cabalgar tan cerca de ella como le fuera posible y proclamar con alta voz lo que le había ordenado. Por tanto, cuando se aproximó al radio de escucha de aquella parte del ejército donde la falange macedonia de Antígono estaba extendida, gritó: “!Oh vosotros villanos, peleáis contra vuestros padres, que aventuraron sus vidas y lograron todas aquellas nobles hazañas con Filipo y Alejandro!”. A esto añadió que comprobarían en breve que eran hombres dignos de aquellos reyes y de aquellas anteriores conquistas. Los más jóvenes de los Argyraspides en esa época tenían al menos sesenta años de edad, pero los demás setenta años, y algunos incluso más viejos. Todos ellos por fuerza y pericia en el manejo de las armas eran invencibles, pues la continua práctica militar los hizo expertos y audaces.Hecha la proclama, como se ha dicho antes, se escucharon en el ejército de Antígono ásperas

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palabras y discursos desabridos: que se veían forzados a pelear contra sus compatriotas y con hombres que eran tan viejos. En el ejército de Eumenes, por otra parte, continuamente gritaban, mientras las tropas estaban dispuestas en orden, que los condujeran contra el enemigo. Viendo Eumenes el entusiasmo de los soldados, levantó el pendón de batalla, a continuación de lo cual tronaron las trompetas tocando ataque, y todo el ejército lanzó el grito de combate.

XLII. Los elefantes en primer lugar lucharon unos contra otros. Luego la caballería de ambos bandos cargó. El campo era muy grande, arenoso y baldío, de modo que tanta polvareda se elevó por el pisoteo de los caballos, que un hombre no podía ver lo que pasaba, aunque fuera a una corta distancia de él. Observando Antígono esto, envió inmediatamente algunos jinetes Medos y una unidad de Tarentinos para caer sobre el bagaje del enemigo. Pues confiaba en que por razón del polvo que se había levantado (como así fue) esos soldados no serían descubiertos y si se posesionaban de los bagajes fácilmente se haría con el mando de todo el ejército. Por tanto aquellos que fueron enviados secretamente se escabulleron desapercibidamente por el flanco enemigo, cayeron sobre los pajes, escuderos y demás que estaban junto al bagaje, a unos cinco estadios de distancia del lugar de la batalla.Allí encontraron una multitud de gentes inútiles e inaptas para el servicio y muy poca guardia, de modo que al instante pusieron en fuga a los que resistieron y al resto los tomaron prisioneros. Entretanto, Antígono, cargando contra el enemigo con una poderosa unidad de caballería, atemorizó tanto a Peucestas, gobernador de Persia, que con su caballería, salió de la liza y mil quinientos más se fueron tras él. Pero Eumenes, aunque fue dejado solo con unos pocos en los bordes del flanco en que estaba, sin embargo consideró infame flaquear o huir, juzgando más honorable ser fiel a su palabra, en servicio de los reyes, y morir con resolución por una causa justa y honesta. Entonces lanzó una fiera carga contra Antígono, de modo que se produjo una reñida pugna entre las caballerías, en la que los de Eumenes superaban a los contrarios en coraje y resolución, pero los de Antígono en número. Y muchos cayeron por ambos bandos. Peleando en este momento los elefantes unos con otros, el líder de las bestias del bando de Eumenes se enzarzó con uno de los más tenaces enemigos y fue muerto. Por ello, percibiendo Eumenes que su caballería era vencida completamente en todas partes, se retiró de la batalla con el resto de la caballería y se trasladó al otro flanco y se unió allí a la unidad de Filipo, a quien había ordenado hacer una retirada lenta. Y así terminó la contienda ecuestre.

XLIII. . Pero en cuanto a la infantería, los Argyraspides (o escudos de plata) se lanzaron con tanta violencia sobre el enemigo, que mataron a algunos en el acto y pusieron a los demás en fuga, pues no podían ser contenidos. Los cuales, aunque pugnaron con la principal línea de batalla del enemigo, sin embargo se destacaban tanto por su valor y destreza, que mataron a más de quinientos sin perder un solo hombre y pusieron al resto en huida, aunque los enemigos eran mucho más numerosos que ellos. Cuando Eumenes supo que todos los bagajes habían sido capturados y que Peucestas no estaba lejos con la caballería, trató de reunir a todos de nuevo y probar fortuna en un segundo encuentro con Antígono, pues llegó a la conclusión de que si vencía no sólo recuperaría sus propios bagajes sino también se apoderaría de los del enemigo. Pero Peucestas no quiso oír nada de pelear más, sino retirarse, de modo que Eumenes fue obligado a dar por perdida la batalla.Entonces Antígono, dividiendo su caballería en dos unidades, él mismo con una buscaba cómo coger en una trampa a Eumenes, observando qué camino tomaba. La otra se la encomendó a Pitón, con órdenes de caer sobre los Argyraspides, que fueron entonces abandonados por su caballería. Cuando los de Pitón cayeron sobre ellos, como tenía ordenado, los Macedonios se formaron en cuadro y se pusieron a salvo en el río, clamando contra Peucestas, como el motivo de

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la derrota de la caballería. Cuando Eumenes llegó a ellos a la mañana, celebró consejo para ver cuál era la mejor opción a seguir. Los gobernadores de las provincias querían regresar con toda celeridad a las satrapías superiores, pero Eumenes quería permanecer donde estaban y pelear, considerando que el cuerpo principal del enemigo estaba vencido y roto y que ambos bandos tenían la misma caballería. Pero los Macedonios, viendo que habían perdido sus bagajes, esposas, hijos y todo cuanto les era querido, declararon que no harían ni una cosa ni otra. Y así en ese momento se separaron sin haber llegado a ningún acuerdo. Pero después los Macedonios contactaron en secreto con Antígono, se apoderaron de Eumenes y se lo entregaron a aquel. Y habiendo recibido sus bagajes y garantías de seguridad, todos se marcharon. Este ejemplo fue seguido por los gobernadores de las provincias y la mayoría de los capitanes y soldados, abandonando a su general, mirando principalmente por su propia salvación y supervivencia (56) .

XLIV. Habiéndose así Antígono apoderado extraordinaria e inesperadamente de Eumenes y de su ejército, capturó a Antígenes, capitán de los Argyraspides, lo metió en un ataúd y lo quemó. Asimismo ejecutó a Eudamo, quien había traído los elefantes de la India, y a Celbano, y a algunos otros, todos los cuales se habían pronunciado en su contra en toda ocasión. Pero Eumenes fue puesto en prisión, y se tomó su tiempo para decidir qué hacer con él. Tenía en verdad un gran deseo de ganar para su parcialidad a tan buen general y tenerlo obligado en base a esto, pero a causa de la gran amabilidad y la correspondencia que había entre él y Olimpíade y los reyes, no se atrevía a liberarlo, pues poco antes, aunque lo había liberado de los apuros en que estaba en Nola en Frigia, sin embargo poco después se fue y se puso del lado de los reyes. Por tanto, en base a las apremiantes exigencias de los Macedonios, lo condenó a muerte. Pero por motivo de su antigua amistad con él, hizo que su cuerpo fuera cremado y sus huesos puestos en una urna, y se la entregó a sus amigos más cercanos. Entre aquellos que estaban heridos y prisioneros se contaba Jerónimo de Cardia, historiador, que habiendo gozado siempre de la gran estima de Eumenes durante su vida, después de su muerte disfrutó también del favor de Antígono. Antígono, regresando a Media con todo su ejército, consumió el resto del invierno (57) en una ciudad no lejos de Ecbatana, donde se levantaba el palacio real de esta provincia. Distribuyó su ejército aquí y allí por toda la provincia, y especialmente en el territorio de Rhagae, así llamado por las calamidades que había sufrido en antiguos tiempos (58) . En efecto, siendo una tierra llena de riquezas y populosas ciudades, se produjeron allí tan terribles terremotos, que cayeron a la vez abatidos habitantes y ciudades, sin quedar nada en pie, y la faz misma del país cambió tanto, que aparecieron nuevos ríos y lagos en lugar de los antiguos.

 

Notas..

1) Demógenes fue arconte en 317/6. Livio (IX, 20.1) señala como cónsules a M. Folio Flaccina y a L. Plaucio Venox. Plocio es la forma plebeya de Plaucio. Volver

2) Termas (llamada también Terma), la moderna Termini, fue fundada como una colonia Cartaginesa en 407 (libro XIII, 79.8), pero muchos de sus habitantes eran Griegos de la cercana ciudad de Himera, que había sido destruida dos años antes (Cicerón, Verrinas, 2.2.35.86). Cómo pasó de nuevo a control Púnico es

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desconocido. Volver

3) Agatocles nació hacia el 361 (libro XXI, 16.5). Volver

4)Pero, según Polibio (XII, 15.6), Agatocles tenía dieciocho años cuando fue a Siracusa, un suceso que sitúa Diodoro inmediatamente después de su reconocimiento. Volver

5)Esta batalla del río Crimiso en el oeste de Sicilia se produjo en 341. La concesión general de ciudadanía es datada después de la batalla por Diodoro (aquí y en el libro XVI, 82.5), pero unos años más tarde por Plutarco (Timoleón, 23.2). Si Plutarco está en lo correcto, Polibio pudo haber confundido la llegada a Siracusa y la concesión de ciudadanía. Volver

6)En Justino (22.1.12), Damascón. Volver

7)Nada es narrado de estas personas en el libro anterior, por lo que debe de haber algún error u omisión. Volver

8) En esta época Crotona estaba controlada por una oligarquía que simpatizaba con los Seiscientos de Siracusa. A pesar del fracaso relatado en el texto, la democracia pronto se estableció, y en 317-6 expulsó y destruyó a las fuerzas de la oligarquía. Volver

9)Después de la muerte de Timoleón y en reconocimiento de sus servicios se aprobó una ley por la que siempre se elegiría a un Corintio para dirigir sus guerras extranjeras. Volver

10)Justino, 22, 2, 1-7. Volver

11)Un gimnasio construido cerca del sepulcro de Timoleón (Plutarco, Timoleón, 39, 4). Volver

12) Año 317 a. C. Volver

13)Continúa en el cap. 65. Los asuntos de Sicilia no son mencionados en el relato del año 316/5 a. C. (caps. 17-54). Volver

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14)Vide a Livio, 9, 20, para los sucesos de este año. Volver.

15)Actual Capitania, en el sur de Italia. Volver.

16)Ningún relato aparece allí. Volver

17)Menedemo luego llegó a ser tirano de Crotona (libro 21, fragm. 4). Volver

18)Diodoro vuelve a los sucesos de Sicilia e Italia en el cap. 65. No son mencionados en el relato del año 316/5 a. C. (caps. 17-54). Volver

19)Probablemente había regresado a Macedonia con los reyes (libro 18.39.7). Después de la muerte de Antípatro había favorecido a Casandro, y actuando en nombre de Filipo depuso a Poliperconte de su tutela (Justino, 14.5.1-4). Para su enfrentamiento con Olimpíade vide Justino, 14.5.8-10. Volver

20)Su nombre era Alejandro (IV), el hijo de Roxana. Volver

21)Esta ciudad, cuyo exacto emplazamiento es desconocido, es llamada por Ptolomeo (3.13.32) una ciudad de los Dassaretas, una tribu iliria justo al otro lado de la frontera macedonia. Volver

22) Eurídice murió durante el verano o finales del 317. Luego tuvo un enterramiento real en Egas por Casandro (caps. 52.5). Para su muerte vide Eliano, Varia Historia, 13.36. Volver

23)Para los relatos de que Alejandro fue envenenado por orden de Antípatro, vide libro 17.118.1-2; Plutarco, Alejandro, 77.1; Curcio, 10.10.14-19; Arriano, Anabasis, 7.27. Iolas era otro hermano de Casandro. Volver

24)El invierno de 318/7. El pueblo de los Carios (o de los Caras) es probablemente el mismo que el pueblo llamado de los Caras que Alejandro atravesó (libro 17.110.3) y no ha de ser identificado con los Caras del cap. 91.1, que es la bien conocida ciudad de Carras en Mesopotamia. Volver

25)Arriano (Anabasis) habla de la construcción de trirremes y de otros grandes barcos en Babilonia después del retorno de Alejandro a esta ciudad justo antes de

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su muerte, pero no menciona otras naves. Volver

26)Eumenes mantenía ocupada la ciudadela de Babilonia, que había conquistado en Octumbre del 318. Volver

27)Pitón recibió Media en el reparto de Triparadiso, pero el sátrapa de Partia es aquí llamado Filipo (libro 18.39.6). Como sugieren las palabras de Diodoro, el generalato de Pitón sobre las satrapías superiores se debió a una usurpación. Para los primeros proyectos de Pitón vide libro 18.7. Volver

28)Fue originariamente nombrado para esta satrapía por Alejandro (Arriano, Anábasis, 6.30.2-3) y continuó en el cargo durante la regencia de Pérdicas y Antípatro (libro 18.3.3, 39.6). Volver

29)Fue nombrado originalmente por Alejandro (Anábasis, 6.27.1) y confirmado por Perdicas (libro 18.3.3) y por Antípatro (Arriano fRG 156.9.36; pero su nombre es omitido en el libro 18.39.6). Volver

30)Eudemo había sido dejado por Alejandro como el representante permanente de Macedonia ante Taxiles (Arriano, Anábasis, 6.27.2). Nada sabemos más sobre el ataque contra Poro. Este Eudamo no es el hermano de Pitón mencionado al comienzo de este capítulo. Volver

31) La suma de las cifras dadas son 18.500 infantes y 4.210 caballos, pero debemos añadir también las fuerzas traídas por Anfímaco de Mesopotamia (600 caballos y probablemente la misma infantería aunque nada es mencionado) quien estaba presente en la batalla de Gabiene (cap. 27.4). Volver

32)Demóclides fue arconte en 316/5. Según la cronología tradicional, C. Junio Bubulco y Q. Emilio Barbula fueron cónsules en 317 (Livio, 9.20.7; Fasti Capitolini para el 317). Los capítulos 17-38 continúan relatando los sucesos del 317 a. C. Volver

33)Aparentemente un error por el Pasitigris (vide cap. 21.2; Plutarco, Eumenes, 14.2; Estrabón, 15.3.6) así como en el cap. 18.4, y en el libro 17.67.1-2, donde, empero, la distancia a Susa es correctamente dada como cuatro días de marcha. Volver

34) A fines de Junio. Volver

35) Wesseling cita de Cleomedes (2, p169) el uso por Jerjes de un modo similar por el que un mensaje era enviado de Atenas a Susa en dos días y noches. Otro sistema está descrito en el cap. 57.5. Volver

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36) La batalla del río Coprates tuvo lugar en Julio del 317. Volver

37)Un pletro = 30 metros. Volver

38)Esto es, el Pasitigris. Plutarco (Eumenes, 14.2) parece situar la siguiente batalla en el Pasitigris más que en el Coprates. Volver

39)La localización de Badace es desconocida. El río Eulaeo no puede ser identificado a día de hoy con certeza a causa de los grandes cambios producidos en el sistema fluvial de la baja Mesopotamia. Corría entre el Tigris, con el que estaba conectado por un canal, y el Pasitigris, pasaba cerca de Susa, y desembocaba en el golfo Pérsico (Arriano, Anábasis, 7.7.1-2). Volver

40)Sin embargo Siburtio continuó siendo sátrapa de Aracosia (cap. 48.3). Volver

41)Plutarco (Eumenes, 13.6) sitúa esta estratagema un poco después. En general, el relato de Plutarco sobre las últimas campañas de Eumenes es de poco valor. Volver

42) La diferencia, si hay alguna, entre los hipaspistas y los otros infantes pesados no es clara. Tarn sugiere que la “distinción real entre los hipaspistas y la falange era probablemente de prestigio y reclutamiento; la diferencia era entre la Guardia y la infantería de línea”. Volver

43)Para ajustar estas cifras aproximadamente con el total que arrojan las unidades por separado, debemos o asumir una laguna en cap. 27.6 o 28.1, o suponer que las tropas ligeras eran unos 18.000 y están excluidas del total; los 28.000 soldados de Antígono (cap. 27.1) incluyen sólo aquellos capaces de estar en la falange (cap. 29.3). Volver

44)Los Tarentinos eran jinetes armados con jabalinas. La conexión con Tarento es oscura, pero las monedas tarentinas muestran a tales tropas. Volver

45)Esto es, enemigos de la caballería. Volver

46)El extremo exterior del ala consistía de 300 jinetes bajo el mando de Antígono en línea con la caballería previamente mencionada, una avanzada de tres unidades (de 50 hombres cada?) de la comitiva personal de Antígono, y una retaguardia de tres unidades similares más 100 Tarentinos. Las fuerzas arrojan un total de 10.600

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caballos y 28.000 infantes pesados. Volver

47)Ninguno tenía menos de sesenta años (cap. 41.2). Volver

48)Esto era para impedir que Eumenes descubriera que las pérdidas de Antígono eran mucho más grandes que las suyas (Polieno, 4.6.10). Volver

49)Quizás Gadamala (cap. 37.1). Identificación y localización dudosas. Volver

50)El mismo origen para esta costumbre crematoria es referido por Estrabón, 15.1.30 (también 15.1.62). Volver

51)El invierno del 317/6 a. C. Continúa en cap. 37.1. Volver

52)El asedio comenzó a comienzos del invierno del 317/6 a. C. Volver

53)Retoma e relato del cap. 34.8. Volver

54)Diciembre del 317. Volver

55)Poco antes de la muerte de Cambises en el 522 a. C. el trono persa fue usurpado por un mago que proclamaba ser Bardiya o Esmerdis, un hermano de Cambises, al que éste había asesinado antes de la campaña persa. Después de la muerte de Cambises el pretendiente fue muerto por siete persas, de los que Darío era uno. El relato romántico de Herodoto (3.67) requiere ser precisado por la Inscripción de Behistun. Volver

56)Para la entrega a traición y muerte de Eumenes, vide Plutarco, Eumenes, 17-19; Justino, 14.3-4. Según Plutarco (Eumenes, 16.1), incluso antes de la batalla la mayoría de los generales de Eumenes se habían conjurado para traicionarlo tan pronto como su genio militar les hubiera ganado una victoria más. Volver

57)El resto del invierno del 317/6 a. C. Volver

58)Esta etimología (Rhagae: grieta o hendidura), transmitida también por Duris (Estrabón, 1.3.19) y Posidonio (Estrabón, 11.9.1), es falsa, pero la catastrofe pudo haber sucedido puesto que esta región sufrió varios terremotos en épocas posteriores. Volver

 

 

 

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DIODORO«BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX»

Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano"

acceso al apartado de textos clásicos de Satrapa1.com: enlace

 

 

CONTENIDOS DEL LIBRO XIX

Para facilitar su publicación en la web se ha dividido el libro en tres partes más un índice.

Índice - Parte I .Parte II -Parte III - Parte IV

Capítulo 3Inundaciones en Rodas. Antígono mata a Pitón, capturándolo mediante insidias. Entonces marcha a

Persia. Los alzados contra Antígono vencidos en Media. Divide las provincias de Asia y consigue destruir a todos los Argyraspides. Se hace con un gran tesoro en Susa. Casandro asedia a Olimpíade en Pidna: la

gran aflicción a la que se ve reducida. Amfípolis se rinde a Casandro. Mata a Olimpíade. Se casa con Tesalónica. Construye Casandria. Pone en prisión a Roxana y a su hijo Alejandro. Su expedición al

Peloponeso contra Alejandro el hijo de Poliperconte. La historia de Tebas. Casandro reconstruye Tebas.

XLV. Hacia esta época se produjo la tercera inundación de la ciudad de Rodas, que mató a muchos de sus habitantes. La primera inundación ocasionó pocos perjuicios, porque la ciudad estaba entonces recién construida y era mucho más extensa, pero la segunda fue más destructiva y mató a multitud. La última ocurrió a comienzos de la primavera, acompañada de violentas tormentas de lluvia y pedrisco de un increíble tamaño, porque las bolas de granizo pesaban una mina, y algunas incluso más, de modo que no sólo destrozó casas, sino además mató a muchos hombres. Y como Rodas estaba construida en forma de teatro y el agua corría en su mayor parte a un único lugar, las partes bajas de la ciudad se vieron al instante inundadas, porque, considerando que el invierno estaba ya por acabar, no se tomó la precaución de limpiar canales y acueductos y asimismo se obstruyeron las cañerías de las murallas, de modo que toda el agua fluyó de súbito y

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todo el área alrededor del Digma (como es llamado el mercado) y del templo de Baco se inundó. Creándose así una especie de lago hasta el templo de Esculapio, todos quedaron consternados y no se ponían de acuerdo en qué hacer para salvarse. Algunos querían subir a los barcos y otros apresurarse hacia el teatro. Algunos entonces, casi rodeados por el mal que les amenazaba, llenos de terror y asombro se subieron a lo más alto de los más grandes altares y otros a lo alto de los pedestales de las estatuas. Estando la ciudad en este peligro de verse destruida y arruinada con todos sus habitantes, de súbito fueron liberados de forma inesperada. En efecto, la muralla se partió en dos, abriéndose una enorme brecha, y el agua, que antes anegaba todo, fluyó a través de ella y fue a parar al mar y así todos al instante tuvieron libre paso a sus casas. Fue una gran ventaja para este atribulado pueblo que esta inundación ocurriera de día, pues la mayoría de los ciudadanos corrieron a las partes más altas de la ciudad para refugiarse. Y otra ventaja fue que las casas estuvieran construidas en piedra y no con otros materiales, de modo que aquellos que alcanzaron las azoteas se salvaron sin grandes daños. Sin embargo, perecieron por esta calamidad pública más de quinientas almas y algunas casas se derrumbaron y otras muchas quedaron dañadas y debilitadas. Y en este peligro estuvo Rodas.

XLVI. Antígono, mientras invernaba en Media, descubrió que Pitón conjuraba para atraerse a los soldados, que estaban entonces en sus cuarteles de invierno, en parte con sobornos en parte con jugosas promesas, en su propio interés y lograr con ello una revolución y defección en el ejército. Pero Antígono ocultó y simuló su plan y afectó no dar crédito a los informadores, reprendiéndoles por intentar que él y Pitón se enfrentaran. Entretanto, hizo correr la noticia de que pretendía dejar a Pitón, con un considerable ejército para su defensa, como virrey de las provincias superiores y escribió asimismo a Pitón y le expresó su deseo de que acudiera a él con toda celeridad, para que, después que hubieran deliberado sobre algunos asuntos importantes, pudiera luego marchar hacia Asia inferior. Así manejó su plan: suprimir toda sombra de sospecha y atrapar a Pitón, en base a la expectativa y esperanza de ser nombrado gobernador de aquellas satrapías, porque era difícil asunto capturar por la fuerza a un hombre que había gozado de tan gran reputación bajo Alejandro y nombrado por éste, merced a su valor, a puestos de honor y que, siendo gobernador entonces de Media, era un auxilio y soporte para todo el ejército, de cuyo favor gozaba. Pitón estaba en ese tiempo en la parte más alejada de Media, en sus cuarteles de invierno y tenía corrompidos a muchos, que le habían prometido unírsele en la defección. Sus amigos asimismo, refiriéndole por carta el propósito de Antígono, le hicieron albergar esperanza de grandes cosas y, de este modo engañado, acudió a Antígono, quien habiendo capturado por fin a su presa, lo puso ante un consejo de guerra, formado incluso por sus propios aliados, donde fue fácilmente condenado y a continuación decapitado.Luego Antígono, reuniendo a todo su ejército, encomendó el gobierno de Media a Orontobates, un Medo, pero nombró a Hipóstrato general del ejército, quien tenía a tres mil quinientos infantes extranjeros bajo su mando. Él mismo, tomando consigo a su ejército, fue a Ecbatana, donde recibió cinco mil talentos de plata, y partió para Persia. Le llevó veinte días de marcha alcanzar la capital de Persépolis.

XLVII. Entretanto, mientras Antígono estaba en itinerario, los amigos de Pitón, que estuvieron implicados en su conjuración (los principales de ellos eran Meleagro y Menetas), y otros favorables a Eumenes y Pitón, que estaban dispersos en todas direcciones, se reunieron, hasta un número de ochocientos jinetes, y en primer lugar devastaron los territorios de los Medos, que rechazaron unirse a ellos. Luego, sabiendo que Hipócrates y Orontobates estaban acampados, cayeron sobre ellos de noche y no estuvieron lejos de lograr lo que habían planeado, pero, siendo inferiores en número y habiendo sólo atraído a unos pocos soldados para que se unieran a ellos, se

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vieron obligados a retirarse. Sin embargo, como éstos eran todos jinetes y no contaban con equipo pesado, llevaron a cabo muchas incursiones sorpresivas sobre el país y causaron gran consternación y confusión, pero al final fueron bloqueados en un lugar rodeado de rocas y allí abatidos o capturados. Pero Meleagro y Cranes el Medo, y algunos otros de los mejores de entre ellos, permanecieron firmes hasta el final y murieron con la espada en la mano. Y esta era la situación de los conspiradores en Media.

XLVIII. En cuanto a Antígono, cuando llegó a Persia, el pueblo lo honró como a un rey y a alguien que ahora tenía sin duda el señorío absoluto de toda Asia. Convocando allí un consejo de sus amigos, les sometió a deliberación el asunto concerniente a la gobernación de las provincias, a resultas de lo cual dejó Carmania a Tlepolemo, y Bactria a Estasanor, porque no era fácil expulsar a estos de esos países, ya que se habían ganado el corazón del pueblo por su honrada conducta y además estaban aliados con poderosos personajes. Erito fue enviado a Aria, el cual murió al poco y fue sucedido por Evágoras, un hombre de maravilloso valor y prudencia. Oxiartes, asimismo, el padre de Roxana, tuvo el permiso de regir la provincia de Paropamiso, como antes, porque nadie podría expulsarlo de allá sin una larga campaña y sin un gran ejército. De Aracosia convocó a Siburtio, que estaba bien dispuesto hacia él, y le encomendó el gobierno de esta satrapía y le dio a los más turbulentos de los escudos de plata, bajo la especie de que le sirvieran en la guerra, pero en verdad con el designio de deshacerse de todos ellos. En efecto, le dio instrucciones secretas de emplearlos en tales servicios que poco a poco pudieran ser todos destruidos. Entre esos estaban los que traicionaron a Eumenes, de modo que la venganza pudo en poco tiempo alcanzar a aquellos pérfidos por su traición contra su general. Los príncipes, por razón de su gran poder, pueden lograr ventajas merced a los malvados actos de otros, pero los hombres que los han ejecutado, en su mayor parte, terminan de esta manera en un fin miserable y desastroso. Antígono, empero, encontrando que Peucestas era muy querido en Persia, hizo, como uno de sus primeros objetivos, que fuera depuesto de este gobierno. Ante esto todos los nativos murmuraron descontentos y el principal entre ellos, llamado Tespias, habló abiertamente contra ello y dijo que los Persas no serían gobernados por nadie más que por Peucestas, por lo cual Antígono mató a Tespias y nombró a Asclepiodoro gobernador de Persia y le confió un considerable ejército. Allende de esto, mantuvo consigo a Peucestas con vanas esperanzas de confiarle más altos cargos en otros lugares, hasta que lo hubo alejado mucho del país (59) .Mientras que Antígono estaba de camino a Susa, Jenófilo, que tenía a su cargo allí el tesoro del rey, fue enviado por Seleuco ante Antígono, acudió a su encuentro y se reunió con él en Pasitigris y le ofreció servirlo en lo que deseara ordenarle. Antígono lo recibió muy gentilmente y pareció como si lo honrara por encima de todos los amigos que tenía, temiendo que pudiera cambiar de opinión y rechazarlo cuando llegara allí. Pero cuando ingresó en el castillo de Susa, se posesionó de él y se apoderó de parras de oro y de otras tales rarezas allí almacenadas, por un valor de mil quinientos talentos. Todos estos objetos fueron acuñados en moneda, así como las coronas de oro y otros regalos y despojos tomados al enemigo, que sumaban otros cinco mil talentos más y una semejante cantidad recaudada en Media, y también el tesoro que poseía de Susa, de modo que en total acumuló veinticinco mil talentos. Y así estaban los asuntos de Antígono en este tiempo.

XLIX. Puesto que hemos tratado de los asuntos de Asia, ahora pasaremos a los de Europa y relataré las cosas hechas allí contemporáneas a las anteriores. Teniendo Casandro a Olimpíade bajo asedio en Pidna, en Macedonia, no podía asaltar las murallas por razón de las inclemencias invernales, pero bloqueó la ciudad con sus fuerzas por todas partes y levantó un muro de adobe de mar a mar. Además, para impedir todo auxilio procedente de tierra o mar, vigiló los accesos del

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puerto con su propia flota. Puesto que sus provisiones estaban casi consumidas, los sitiados se vieron reducidos a la extrema carestía, por lo que estaban casi muertos de hambre. En efecto, llegaron a tal extremo, que a cada soldado sólo se le concedían unos cuatro quenices de grano para cada mes (60) y los elefantes eran alimentados con serrín. Al final mataron a los animales de carga y a los caballos para comida. Mientras la ciudad estaba en esta situación y Olimpíade esperaba auxilio de fuera, los elefantes murieron por falta de comida. Y los jinetes que eran extranjeros casi todos murieron, a los cuales no se les dio una adecuada porción de grano, y muchos de los demás soldados no comían mejor. Algunos de los bárbaros (consiguiendo el hambre lo que la naturaleza habría de otro modo rechazado y aborrecido) se comieron los cuerpos de los caídos. Estando la ciudad colmada de cadáveres, los oficiales de la guardia de la reina enterraron a algunos y arrojaron a otros desde las murallas, ya que no sólo las reinas (que habían pasado siempre sus días entre delicadezas) sino también los soldados, que estaban acostumbrados a las privaciones, no podían soportar la visión y olor de los cadáveres.

L. Y al llegar la primavera y crecer el hambre día tras día, la mayoría de los soldados se reunieron y pidieron a Olimpíade que les permitiera abandonar el lugar a causa de la escasez. A todos estos, como no podía alimentarlos ni estaba en condición de levantar el asedio, los dejó irse. Fueron todos bien recibidos por Casandro y acogidos en varias ciudades y pueblos de alrededor. Esperaba que los Macedonios, llegando a entender gracias a estos qué débil era Olimpíade, pondrían fin a sus aspiraciones desesperadas y sin remedio. Y no se equivocó en sus conjeturas, pues aquellos que acababan entonces de llegar para liberar a los sitiados, al instante cambiaron de propósito y se pasaron a Casandro. Sólo Aristono y Monimo, de entre todos los Macedonios, se mantuvieron firmes y leales a Olimpíade: el primero era gobernador de Anfípolis y el segundo de Pela. Al final Olimpíade, percibiendo que muchos se pasaban a Casandro y que aquellos que eran sus amigos no podían ayudarla, sin más dilación preparó una quinquerreme con el objeto de apartar de sí y de sus allegados el presente peligro. Sin embargo, siendo traicionada por algunos desertores, Casandro navegó a ese lugar y se apoderó del navío. Por ello, viéndose Olimpíade en una situación desesperada, envió un legado a Casandro para tratar de los términos de la paz, pero Casandro insistió en que se entregara a su merced. Presionando mucho, al final consiguió la garantía de su vida. Habiéndose entonces posesionado de la ciudad, envió algunas tropas a tomar Pela y Anfípolis. Monimo el gobernador de Pela, sabiendo cómo le iban las cosas a Olimpíade, al punto se rindió, pero Aristono al principio decidió resistir y sostener la causa de los reyes, en vista de que tenía una fuerte guarnición y de que últimamente había sido próspero y exitoso. En efecto, unos pocos días antes había luchado con Cratevas, uno de los oficiales de Casandro, y había abatido a muchos de los enemigos y repelido a Cratevas mismo, quien, con dos mil de sus hombres, se había retirado a la ciudad de Bedyndia en Bisaltia (61) , y allí lo había asediado, capturado, desarmado y, tras de mutuas promesas de fidelidad, liberado. Animado por este motivo, no sabiendo en relación a Eumenes sino que estaba aún vivo y concluyendo que de seguro recibiría ayuda y apoyo de Alejandro y Poliperconte, se negó a rendir Anfípolis. Pero tan pronto como recibió una carta de Olimpíade, en la que le ordenaba, en virtud del acuerdo con Casandro, que entregara la ciudad, así lo hizo y la entregó, después de obtener garantías hacia su persona.

LI. Pero Casandro, percibiendo que era un hombre de gran interés por razón de los honores que le confirió Alejandro, y determinando deshacerse en cuanto pudiera de todos aquellos que pudieran causarle cualquier problema, por intermediación de un allegado de Cratevas, lo ejecutó. Entonces incitó a los parientes de las personas que habían sido ejecutadas por Olimpíade para que

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la acusaran en una asamblea general de los Macedonios. Éstos estaban muy de buena gana dispuestos a hacerlo. Y, aunque la reina misma no estaba presente ni nadie hubo allí que defendiera su causa, sin embargo los Macedonios la condenaron a muerte (62) . Por ello Casandro envió a algunos de sus amigos a Olimpíade y le aconsejó que escapara en secreto, prometiéndole un barco y escoltarla a salvo a Atenas. Esto no lo hizo para salvarla, sino para que, puesta en evidencia su culpabilidad por su huida, pudiera llevarse a cabo una justa venganza contra ella si era interceptada cuando estaba de viaje. Y ello así porque temía también la inconstante disposición de los Macedonios, dada la dignidad de Olimpíade. Pero ésta rechazó huir y dijo que estaba lista para defender su causa ante todos los Macedonios.Ante esto, temiendo Casandro que el pueblo, rememorando los loables actos de Filipo y Alejandro hacia toda la nación, cambiara de opinión y así se pusieran a defender a la reina, le envió a un grupo de doscientos soldados bien armados y equipados con órdenes de matarla. Éstos, entrando de súbito en el palacio, tan pronto la vieron, en reverencia hacia su persona, se retiraron, sin ejecutar lo que tenían ordenado. Pero los parientes de aquellos que habían sido ejecutados por ella, para bienquistarse con Casandro y para vengar la muerte de sus allegados, le cortaron la garganta. En su último momento no expresó ningún miedo femenino ni hizo nada innoble. De esta manera murió Olimpíade, la más grande y honorable mujer de la época en que vivió, hija de Neoptólemo, rey del Epiro, hermana de Alejandro, que hizo la expedición a Italia, esposa de Filipo, el más grande y victorioso príncipe de todos los que alguna vez han habido en Europa, y finalmente madre de Alejandro, quien nunca fue superado por nadie por motivo de las grandes y maravillosas cosas que hizo.

LII. Casandro, viendo que ahora iban todas las cosas según su deseo y que el reino de Macedonia conforme a sus esperanzas y expectativas era ya suyo, se casó con Tesalónica, hija de Filipo y hermana de Alejandro por parte de padre, con la ambición de emparentarse por afinidad con la familia real y ser estimado como uno de sus miembros. Asimismo edificó Casandria, llamándola por su propio nombre, en Pelene, y la pobló con habitantes sacados de las ciudades del Quersoneso, de Potidea y de muchas otras ciudades vecinas, así como con los Olintios que quedaban, de los cuales aún vivían bastantes. A esta ciudad cedió un gran y rico territorio, y tomó serio cuidado en procurar a este lugar gloria y esplendor, de modo que en poco tiempo creció a tal punto de poder, que excedía a todas las ciudades de Macedonia.Casandro asimismo, decidiendo deshacerse de toda la posteridad de Alejandro, para que nadie quedara de su línea que pudiera inquietarle en la sucesión al trono, se propuso matar al hijo de Alejandro y a Roxana, su madre. Pero por el momento, estando dispuesto primero a observar qué decía el pueblo sobre la muerte de Olimpíade y no teniendo todavía un relato cierto de cómo le iban las cosas a Antígono, confinó en el castillo de Anfípolis como prisioneros a Roxana y a su hijo, bajo el cuidado de Glaucias, nombrado por él gobernador de esta ciudad y amigo suyo, en el que tenía gran confianza. Asimismo quitó al joven rey a aquellos niños que habían crecido con él como sus compañeros y ordenó que nunca más lo trataran como a un rey ni lo miraran más que como a una persona particular. Y gobernando ahora el reino en todos los asuntos como rey, enterró regia y suntuosamente a Eurídice y a Filipo, los últimos rey y reina, en Egas; y a Cinna, al que Alcetas había ejecutado, honrando al difunto con la solemnidad de unos certámenes y juegos funerarios.Entonces reclutó soldados en Macedonia para la expedición proyectada al Peloponeso. Mientras estaba ocupado en estos negocios, Poliperconte, quien estaban entonces sitiado en Azorio (63) , en Perrebia, cuando supo de la muerte de Olimpíade, comprometido el éxito de sus asuntos en Macedonia, salió de la ciudad con unos pocos acompañantes, atravesó Tesalia junto con Eácidas y llegó a Etolia, donde pudiera mantenerse a salvo, y observar cómo se desarrollaban las cosas,

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porque había un buen entendimiento entre él y esta nación.

LIII. Pero Casandro, habiendo entonces reclutado un considerable ejército, partió de Macedonia con la idea de expulsar del Peloponeso a Alejandro, el hijo de Poliperconte, porque éste con su ejército era el único enemigo que le quedaba y se había apoderado allí de muchos lugares convenientes y ciudades. A través de Tesalia marchó sin oposición, pero encontró el paso de las Termópilas guardado por los Etolios, a los que derrotó con mucha dificultad y llegó a Beocia, donde, reuniendo a todos los Tebanos que quedaban de todas partes, decidió la repoblación de Tebas, considerando que ahora tenía una buena oportunidad de poner en sus manos la reconstrucción de esta ciudad, famosa por sus renombradas acciones y las antiguas historias sobre ella. Y por este buen trabajo que llevó a cabo cosechó el fruto de una inmortal fama y gloria.Esta ciudad había sufrido muchos cambios de fortuna, y había sido arrasada hasta los cimientos en no pocas ocasiones; por lo cual no será una digresión improcedente referir los principales sucesos de su historia.Después del diluvio de Deucalión, cuando Cadmo había construido la ciudadela, llamada Cadmea por su nombre, acudió allí en grupos el pueblo conocido como Espartoi (64) , que es llamado así por algunos porque se reunieron desde todos los lugares; otros los llamaron Thebagenes (65) , porque los nativos de Tebas fueron obligados a irse por la inundación y dispersados acá y allá por el país. Cuando estos de nuevo regresaron, fueron rechazados por la fuerza de las armas por los Enqueleanos e incluso Cadmo mismo fue obligado a huir junto a los Ilirios (66) . Después de esto, cuando gobernaban Anfión y Zeto, el primero construyó la ciudad, como el poeta dice:

Quien primero levantó las murallas de Tebas con siete puertas (67) .

Los habitantes fueron nuevamente expulsados cuando Polidoro, hijo de Cadmo, regresó al reino, donde todas las cosas eran dirigidas entonces sin cuidado, por razón de la lamentable situación de Anfión a raíz de la pérdida de todos sus hijos (68) .Entonces de nuevo en la época del reinado de sus descendientes (69) , cuando todo el país había recibido el nombre de Beocia, por un tal Beocio, hijo de Melanipa y Neptuno, que reinaba allí, los Tebanos fueron expulsados por tercera vez por los Epígonos de Argos, cuando tomaron la ciudad a viva fuerza (70) . Aquellos que escaparon de ello huyeron a Alalcomenas y al monte Tilfosio (71) , pero, tras de la muerte de aquellos Argivos, regresaron a su patria. En el tiempo de la guerra de Troya, cuando los Tebanos estaban en Asia, los que se quedaron en casa, junto con otros Beocios, fueron expulsados por los Pelasgos y después que hubieran padecido muchas y diversas calamidades en el curso de las cuatro generaciones siguientes, con arreglo al oráculo concerniente a los cuervos (72) , regresaron y habitaron en Tebas. Desde este tiempo esta ciudad continuó en un estado de prosperidad de casi ochocientos años, convirtiéndose los Tebanos primero en dueños de todo el resto de su país, y después, cuando disputaron la hegemonía de toda Grecia, Alejandro, el hijo de Filipo, la expugnó al asalto y la redujo a escombros.

LIV. Veinte años más tarde, Casandro, para hacerse famoso e incrementar su reputación, obtuvo de los Beocios su apoyo para reconstruir la ciudad y se la devolvió a aquellos Tebanos que todavía quedaban del antiguo linaje. Muchas de las ciudades Griegas prestaron su asistencia a la reconstrucción de esta urbe, por compasión de la triste condición de los Tebanos y por la antigua fama y gloria de la ciudad. Los Atenienses construyeron la mayor parte de las murallas y otros ayudaron acorde a sus diversas habilidades y fueron enviadas contribuciones no sólo de todas partes de Grecia sino también desde Sicilia e Italia. Y así los Tebanos fueron restaurados en la

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antigua sede de sus antepasados. Entonces Casandro avanzó con su ejército hacia el Peloponeso y cuando encontró que Alejandro, el hijo de Poliperconte, había fortificado el istmo con fuertes custodias, regresó a Megara. Aquí botó algunas barcazas y en ellas transportó sus elefantes a Epidauro y al resto de su ejército en otros barcos. Desde allí llegó a Argos, obligó a sus habitantes a abandonar su alianza con Alejandro y a unirse a él. Después se atrajo a todas las ciudades de Mesenia, salvo Itome, y a Hermónides mediante acuerdo. Pero como no marchara Alejandro a combatir contra él, dejó dos mil hombres en Gerania (73) , cerca del istmo, bajo el mando de Molico, y regresó a Macedonia.

Capítulo 4El ejército de Antígono es acogido festivamente por Seleuco en Babilonia. Enfrentamiento con Seleuco,

quien huye junto a Ptolomeo y es recibido gentilmente. Ptolomeo, Seleuco, Casandro y Lisímaco se unen contra Antígono. Le envían embajadores, que invernan en Cilicia. Entra en Fenicia y allí construye

barcos; asedia Tiro. Encomio de Fila, la esposa de Demetrio. Aristodemo recluta tropas para Antígono en el Peloponeso. Los hechos de Ptolomeo, uno de los oficiales de Antígono. Política de Antígono. Tiro liberada. El acuerdo de los oficiales de Ptolomeo y los demás en Chipre. Los hechos de Seleuco. Una flota llega a Antígono desde el Helesponto y Rodas. Cosas sucedidas en el Peloponeso. Hechos de

Casandro allí y en Grecia. La gran victoria por tierra y mar obtenida por Policlito, oficial de Seleuco: es premiado por Ptolomeo. Los hechos de Agatocles en Sicilia. Los Romanos hacen la guerra a los

Samnitas.

LV. Cuando este año hubo llegado a su fin, Praxibulo fue nombrado arconte de Atenas y Espurio Nautio y Marco Popilio cónsules de Roma (74) . En este tiempo Antígono dejó a un tal Aspisa, un nativo, como sátrapa de Susiana (75) . Él mismo, decidiendo llevarse con él todo el dinero hasta la costa, preparó carros y camellos para este propósito. Y así, teniéndolo consigo, marchó con su ejército hacia Babilonia, a la que llegó en veintidós días. Allí Seleuco, el gobernador de la provincia, lo recibió con regalos regios y festejó a todo el ejército. Pero cuando Antígono pidió un informe de los ingresos, le contestó que no estaba obligado a rendir ninguna cuenta de esa provincia que los Macedonios le habían encomendado como premio por sus servicios en vida de Alejandro. El enfrentamiento entre ellos se fue profundizando más y más, y Seleuco, recordando la caída de Pitón, estaba cada vez más temeroso de que Antígono aprovechara cualquier oportunidad para matarlo. Porque parecía que tenía el proyecto de acabar, tan pronto como le fuera posible, con todos los hombres que estaban en el poder y que tenían capacidad de pelear con él por el mando supremo. Por ello, temiendo lo peor, se fue con solos cincuenta jinetes, intentando ir a Egipto, junto a Ptolomeo, porque el comportamiento gentil y cortés hacia todos los que acudían a él para protección y refugio era elogiado en todas partes. Cuando Antígono supo esto, se regocijó sobremanera, por el hecho de que no se vería obligado a destruir a su amigo y poderoso aliado, sino que Seleuco, voluntariamente, le había entregado la provincia sin lucha.Después los Caldeos vinieron a él y le predijeron que si Seleuco escapaba sería señor de toda Asia y que en una batalla entre ellos Antígono mismo sería asesinado. Lamentándose por ello de haberlo dejado ir, envió gente que le persiguiera, pero habiéndolo seguido durante algún tiempo, luego regresaron. Antígono estaba acostumbrado a desdeñar esta clase de predicciones en otras ocasiones, pero en este momento estaba tan pasmado y temeroso ante la alta estima y reputación de estos hombres, que estaba muy conturbado, pues eran considerados muy expertos y peritos, merced a su exacta y diligente observación de las estrellas, y afirman que estos y sus predecesores

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han estudiado este arte de la astrología durante más de veinte mil años. Y lo que habían predicho sobre la muerte de Alejandro, si entraba en Babilonia, se reveló ser la verdad por la experiencia. Y de cierto que, como aquellos augurios sobre Alejandro vinieron a pasar luego, así lo que ahora dijeron sobre Seleuco fue asimismo cumplido en su debido tiempo. De lo cual trataremos particularmente cuando lleguemos al tiempo adecuado para este propósito.

LVI. Seleuco, cuando estuvo a salvo en Egipto, fue recibido por Ptolomeo con toda expresión de gentileza y afecto. Allí se quejó amargamente de Antígono, afirmando que su plan era expulsar de sus provincias a todas las personas de posición eminente, y especialmente a aquellos que estuvieron en activo bajo Alejandro, lo cual sostuvo con el argumento de que Pitón fue ejecutado, Peucestas privado del gobierno de Persia y el trato que él mismo recientemente había sufrido. Y todo esto a pesar de que ellos nada habían hecho para merecérselo, sino al contrario, siempre habían ejecutado las acciones, que les eran posibles, en favor y servicio suyo, y este fue el premio que habían obtenido por sus servicios. Enumeró asimismo el tamaño de sus fuerzas, su gran tesoro y sus últimos éxitos, que lo engrió tanto que albergaba la esperanza de obtener el mando supremo de todos los Macedonios.Habiendo, merced a estos argumentos, animado a Ptolomeo a hacer la guerra contra él, envió a algunos de sus amigos a Europa para convencer a Casandro y a Lisímaco, con parecidos argumentos, a tomar las armas contra Antígono. Siendo estas cosas cumplidas, se pusieron los cimientos para una gran guerra, que luego tuvo lugar.Antígono, evaluando las muchas conjeturas posibles, concibió qué planeaba Seleuco. Entonces envió embajadores a Ptolomeo, Casandro y Lisímaco para expresarles su deseo de que la antigua amistad pudiera ser conservada y mantenida entre ellos. Y entonces, habiendo hecho a Pitón (76) , que venía de la India, gobernador de la provincia de Babilonia, levantó su campamento y marchó hacia Cilicia. Tan pronto como llegó a Malos (77) , distribuyó su ejército en los cuarteles de invierno, hacia la caída de Orión (mes de Noviembre). Recibió del tesoro de la ciudad de Quinda (78) diez mil talentos y, además, cogió once mil talentos de los ingresos anuales de esta provincia, de modo que era muy formidable por la grandeza de sus fuerzas y la vastedad de sus recursos.

LVII. Llegándose a la Siria Superior, le vinieron embajadores de Ptolomeo, Casandro y Lisímaco, los cuales se presentaron ante él cuando estaba reunido en consejo y le demandaron toda Capadocia y Licia para Casandro, la Frigia Helespóntica para Lisímaco y toda Siria para Ptolomeo, y la provincia de Babilonia para Seleuco, y que todo el dinero que había cogido desde la batalla con Eumenes lo compartiera equitativamente con ellos. Le hicieron saber que si rechazaba esto, entonces pensaban hacerle la guerra con todas sus fuerzas combinadas. A lo cual respondió rudamente, instándoles a prepararse para la guerra. Y así los embajadores regresaron, sin haber la embajada tenido éxito. Ante tal respuesta Ptolomeo, Casandro y Lisímaco se aliaron, reunieron sus fuerzas y comenzaron a proveerse de armas y de todo lo necesario para la guerra.Viendo ahora Antígono cuántos y qué poderosos adversarios se habían confabulado contra él y qué tormenta se le venía encima, buscó la alianza y asistencia de otras ciudades, naciones y príncipes, y para ello envió a Agesilao ante el rey de Chipre, a Idomeneo y Mosquión a Rodas, y a su sobrino Ptolomeo con un ejército para levantar el asedio de Amisos, en Capadocia, y expulsar a aquellos que habían sido enviados por Casandro. Le ordenó asimismo ir al Helesponto y atacar a Casandro, en caso de que éste tratara de cruzar al Asia desde Europa. También mandó a Aristodemo el Milesio con mil talentos para trabar amistad con Alejandro y Poliperconte y reclutar soldados y hacer la guerra contra Casandro. Él mismo dispuso faros y mensajeros a lo largo de toda Asia, que estuvieran a sus órdenes, para dar y recibir la noticia de todas las cosas que pasaran y así manejar

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sus asuntos lo más rápido posible (79) .

LVIII. Habiendo tomado esta orden, marcha a Fenicia para construir una flota, pues en ese tiempo el enemigo tenía la supremacía en el mar, merced a poseer abundancia de navíos, mientras que él ninguno tenía. Acampando en la antigua Tiro (80) , decidió asediar Tiro, por lo cual convocó a los reyezuelos de Fenicia y a los gobernadores de Siria, y trató con ellos para que se unieran a él en la construcción de barcos, porque todas naves que pertenecían a Fenicia estaban entonces con Ptolomeo en Egipto. También les dio órdenes de traerle, con la mayor celeridad, cuatro millones y medio de medidas de trigo…(81) , ya que ese era el consumo anual de su ejército. Entonces reclutó carpinteros, serradores y constructores navales de todas partes e hizo traer a la costa madera del monte Líbano, empleando para ello el trabajo de ocho mil hombres y de mil bestias de carga. Este monte se extiende a través de Trípoli, Biblos y Sidón, y abunda de muy bellos y altos cedros y cipreses. Construyó tres arsenales en Fenicia, uno en Trípoli, otro en Biblos y el tercero en Sidón. Un cuarto tenía en Cilicia, adonde era llevada la madera del monte Tauro. Y un quinto en Rodas, donde los habitantes le permitieron construir barcos de madera, que luego le enviaban. Mientras Antígono estaba así ocupado y acampado en la costa, Seleuco vino con una flota de cien navíos desde Egipto, rápidos y bien equipados, y desdeñosamente se paseó ante sus narices, lo cual conturbó no poco las mentes de sus nuevos aliados y de aquellos que se le habían unido en la ejecución de los trabajos. Porque era muy evidente que el enemigo era ahora el dueño del mar y por ende era seguro que devastaría y saquearía a aquellos que, por gentileza a Antígono, se habían unido a sus adversarios. Pero Antígono le exhortó a tener buen ánimo, porque antes del fin del verano, dijo, estaría a la mar con una flota de quinientos barcos.

LIX. Agesilao, entretanto, regresó de su embajada a Chipre, y le hizo saber que Nicocreonte (82) y los más poderosos reyes de esta isla se habían ya unido a Ptolomeo, pero que los reyes de Citio, Lapitio, Marion y Cirenites se unirían a él. Entonces dejó tres mil hombres, bajo el mando de Andrónico, para mantener el asedio de Tiro y él mismo marchó con el resto del ejército a Gaza y Joppa, las cuales urbes estaban en su contra, y las tomó a fuerza. Y a los hombres de Ptolomeo que encontró allí los tomó y distribuyó entre sus propias unidades y situó guarniciones en ambas ciudades para mantenerlas en obediencia. Hecho lo cual, regresó a su campamento permanente cerca de Tiro y preparó todo lo necesario para el asedio contra esta ciudad. Al mismo tiempo Aristón, a quien Eumenes había confiado llevar los huesos de Crátero, los entregó a Fila para que los enterrara. Esta mujer estuvo primero casada con Crátero, y en ese momento con Demetrio, hijo de Antígono, la cual era una persona de excelentes cualidades y prudencia, porque por su prudente conducta y maneras hacia los soldados del ejército podía cambiar y moderar a aquellos que eran los más turbulentos, y puso a las hijas y hermanas de aquellos que eran pobres a su cargo e impidió la ruina de muchos que fueron falsamente acusados. Se cuenta que su padre Antípatro, quien fue el más prudente príncipe que gobernó en su época, solía consultar con su hija Fila los más importantes negocios, mientras todavía no era sino una jovencita. Pero la prudencia de esta mujer se mostrará en toda su plenitud más adelante, cuando las cosas se revolucionaron y llegaron al fatal período del reinado de Demetrio. Y así estaban los negocios de Antígono y Fila en este tiempo..

LX. Entre los oficiales enviados por Antígono, Aristodemo pasó a Laconia y, habiendo obtenido el permiso de los Espartanos para reclutar soldados, reunió ocho mil procedentes del Peloponeso, y, habiendo conferenciado con Poliperconte y Alejandro, los unió con una firme alianza de amistad a Antígono, e hizo a Poliperconte general de las fuerzas en el Peloponeso, pero convenció a

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Alejandro a pasar al Asia con Antígono.Ptolomeo, otro de sus oficiales, yendo a Capadocia con un ejército y encontrando allí la ciudad de Amisos sitiada por Asclepiodoro, un oficial de Casandro, levantó el asedio y aseguró el lugar. Y así, habiendo expulsado a Asclepiodoro bajo una tregua, recuperó toda esta provincia para Antígono, y marchando desde allí a través de Bitinia cayó sobre la retaguardia de Zibytes, rey de los Bitinios, mientras estaba ocupado en asediar dos ciudades a la vez, una de los Astaceanos (83) y la otra de los Calcedonios, y le obligó a levantar el sitio de ambas. Y luego, firmando pactos con éste y con las ciudades que fueron asediadas, recibidos rehenes, partió para Jonia y Lidia, porque Antígono le había escrito que asegurara aquellas costas con la mayor celeridad posible, sabiendo que Seleuco estaba yendo a aquellos lugares con su flota, adonde de hecho llegó y asedió Eritras (84) . Sin embargo, conociendo la aproximación del enemigo, levantó el cerco y se volvió por donde había venido. Mientras, Alejandro, el hijo de Poliperconte, vino a Antígono, quien hizo alianza con él. Convocado a continuación un consejo general del ejército y de los extranjeros residentes allí (85) , les declaró cómo Casandro había asesinado a Olimpíade y con qué villanía había tratado a Roxana y al joven rey, y que había obligado a Tesalónica a casarse con él, y que estaba claro y evidente que aspiraba a reinar en Macedonia; y también que había asentado a los Olintios, los peores enemigos de los Macedonios, en la ciudad llamada así por ellos, que había reconstruido Tebas, que había sido arrasada por los Macedonios. Habiendo así exhortado al ejército, escribió un edicto: que Casandro debería ser considerado como enemigo, si no destruía de nuevo las dos ciudades, liberaba al rey y a su madre Roxana y los devolvía salvos a los Macedonios, y si, finalmente, no se sometía a Antígono como general y único protector del reino, y liberaba todas las ciudades Griegas y retiraba todas las guarniciones de ellas.Cuando el ejército hubo aprobado este edicto por sus votos, envió mensajeros a publicarlo en todos los lugares, porque esperaba que de esta manera todos los Griegos, por la expectativa de recuperar sus libertades, serían sus aliados y le ayudarían de buena gana en la guerra, y que todos los gobernadores de las provincias superiores, que antes sospechaban de él, como si proyectara quitar a la descendencia de Alejandro el reino (ahora que claramente parecía tomar las armas en su nombre) cumplirían todas sus órdenes de grado. Habiéndose ocupado de todos esos asuntos, envió de vuelta a Alejandro con quinientos talentos al Peloponeso, con sus esperanzas incrementadas, a la expectativa de importantes sucesos. Él mismo, con la flota de Rodas y otros navíos que había construido después navegó a Tiro, donde, dueño del mar, la bloqueó durante trece meses seguidos, de tal modo que vitualla alguna podía llegar a los habitantes, que se vieron reducidos a tan gran carestía, que al final, después de permitir Antígono a los soldados de Ptolomeo irse con sus cosas, le rindieron la ciudad bajo condiciones y fue situada una guarnición ahí para su defensa (86) .

LXII. Entretanto Ptolomeo, oyendo la declaración que Antígono había pronunciado ante los Macedonios sobre la libertad de los Griegos, hizo lo mismo, deseoso de que todo el mundo supiera que él era no menos celoso de la libertad de Grecia que Antígono, porque ambos consideraban que era de gran importancia para sus negocios ganarse el favor de los Helenos y por ende pugnaban uno con otro por hacer los actos de gracia que mejor ligaran a los Griegos a sus intereses. Entonces incorporó a su parcialidad al sátrapa de Caria, Asandro, que era un hombre de gran poder y tenía muchas ciudades bajo su mando. Y, a los reyes de Chipre, aunque ya antes les enviado tres mil soldados, sin embargo se apresuró a mandarles un ejército más poderoso, para vencer a aquellos que se habían posicionado contra él. Este ejército constaba de diez mil hombres, bajo el mando de Myrmidón, un Ateniense, y un centenar de barcos al mando de Policlito. Y el general en jefe de todos era su hermano Menelao. Viniendo éstos a Chipre, se reunieron allí con Seleuco y su flota, y se celebró un consejo de guerra

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sobre qué curso de operaciones era el mejor a tomar. El resultado fue que Policlito con cincuenta naves pasaría al Peloponeso y allí haría la guerra a Aristodemo, a Poliperconte y a su hijo Alejandro; que Myrmidón iría con las tropas mercenarias a Caria para ayudar allí a Asandro contra Ptolomeo, un oficial de Antígono, que le hostigaba mucho; y que Seleuco y Menelao, quedándose en Chipre, auxiliarían al rey Nicocreonte y al resto de sus aliados contra sus enemigos.Habiendo así por tanto dividido sus fuerzas, Seleuco fue y tomó Cyrinia y Lapito. Luego atrajo a Estasieco, rey de los Malenses, a su partido, y forzó al príncipe de los Amatusianos a entregarle rehenes por garantía de su lealtad futura. En cuanto a la ciudad de Citio, viendo que no firmaría un tratado con él, la sometió a asedio con todo su ejército.Hacia el mismo tiempo vinieron cuarenta barcos del Helesponto y Rodas, bajo el mando de un tal Temisón, su almirante, ante Antígono. Y después llegó Dioscórides con cuarenta más; y además Antígono tenía una flota propia recién construida en Fenicia, hasta un número de ciento veinte barcos, junto con aquellos que dejó en Tiro, de los que noventa eran cuatrirremes, diez quinquerremes, tres de nueve órdenes de remos y una de diez, así como treinta galeras abiertas.Antígono, dividiendo su flota en escuadrones, envió cincuenta de ellas al Peloponeso y el resto se lo encomendó a Dioscórides, su sobrino, con esta instrucción: que guardara los mares y ayudara a sus amigos cuando la ocasión lo requiriera y que atrajera a su partido a las islas que hasta el momento se habían mantenido contra él. Y en esta condición estaban los negocios de Antígono.

LXIII. Habiendo relatado los asuntos ejecutados a lo largo de toda Asia, escribiremos sobre las cosas de Europa.Apolónides, nombrado general de los Argivos por Casandro, de noche entró en Arcadia y sorprendió a la ciudad de los Estinfalios. Y mientras estaba ausente, algunos de los Argivos, enemigos de Casandro, se comunicaron con Alejandro, el hijo de Poliperconte, y le prometieron entregarle la ciudad, pero, yendo Alejandro demasiado despacio, Apolónides llegó a Argos antes que él, sorprendió a quinientos de los conspiradores que estaban reunidos en un consejo en el Pritaneo, les impidió salir del edificio y los quemó vivos. A la mayoría de los restantes los desterró y a unos pocos los cogió y ejecutó.Casandro, sabiendo que Aristodemo había llegado al Peloponeso y que allí había reclutado gran número de soldados, en primer lugar buscó apartar a Poliperconte de la amistad de Antígono, pero, no pudiendo convencerlo, marchó con un ejército a través de Tesalia y llegó a Beocia, donde, habiendo ayudado a los Tebanos a levantar sus murallas, pasó al Peloponeso y, tomando primero Cencrea (87) , saqueó y arrasó todo el territorio de Corinto. Entonces tomó dos castillos al asalto y bajo promesa de futura lealtad y alianza acogió a los soldados de todas las guarniciones allí colocadas por Alejandro. Después sitió Orcómenos (88) y, entrado en ella por obra de los enemigos de Alejandro, puso una guarnición en la ciudad. Aquellos que eran partidarios de Alejandro se refugiaron en el templo de Diana y Casandro dio venia a los ciudadanos para que hicieran con ellos lo que entendieran mejor. Por ello los Orcomenios los sacaron del templo a la fuerza y contra las leyes comunes de Grecia los mataron.

LXIV. Casandro fue luego a Mesenia, pero, encontrando la ciudad fuertemente guarnecida por Poliperconte, no consideró adecuado por el momento sitiarla, sino que marchó a Arcadia, donde dejó a Damides como gobernador de Megalópolis y regresó a la Argólide y allí celebró los Juegos Nemeos (89) y volvió a Macedonia. Cuando se hubo ido, Alejandro con Aristodemo sitió las ciudades del Peloponeso para expulsar las guarniciones dejadas por Casandro, y se esforzaron lo que pudieron en restaurar la libertad de las ciudades. Llegado esto a oídos de Casandro, envió allá a Prepelao para que lo convenciera a que abandonara a Antígono y entrara en alianza y amistad con él, prometiéndole que, si así hacía, le daría el mando supremo de todo el Peloponeso, lo haría

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general del ejército y lo colocaría en un alto lugar de honor y preeminencia. Alejandro, viendo que ahora estaba en mejores condiciones de lograr aquello por lo que desde el principio había hecho la guerra a Casandro, se alió con él y así fue creado general de todas las fuerzas en el Peloponeso.Entretanto Policlito, oficial de Seleuco, navegando desde Chipre, arribó a Cencrea, donde, oyendo la defección de Alejandro y no encontrando allí ningún enemigo, cambió de dirección y navegó a Panfilia, y desde ahí vino a Afrodisias en Cilicia. En este lugar supo que Teodoto, almirante de la flota de Antígono, pasaría por allí desde Patara, un puerto de Licia, con la flota Rodia, servida por marineros de Caria, y que Perilao con su ejército avanzaba por la costa para la defensa de la flota en su viaje. En esta ocasión los burló a ambos, pues desembarcó a sus hombres en un lugar fuera de su vista, por donde el ejército enemigo tenía que pasar necesariamente y él mismo con la flota se situó detrás de un promontorio, esperando la venida del enemigo. Allí la infantería del enemigo cayó en la emboscada y Perilao mismo fue hecho prisionero y todos sus hombres fueron muertos o capturados. La flota, viendo la situación del ejército en tierra, se apresuró en acudir en su ayuda, pero Policlito los atacó en ese momento de confusión con sus barcos alineados en orden de batalla y los puso en huida fácilmente, de modo que Policlito capturó todos sus navíos y a la mayor parte de los marineros, entre ellos al almirante Teodoto, gravemente herido, quien murió poco después. Policlito, habiendo tenido éxito en todos los encuentros, navegó de vuelta primero a Chipre y luego a Pelusio, donde Ptolomeo lo premió ricamente por tan gran servicio y lo promovió a una dignidad y lugar de honor mucho mayor que la que tenía antes, como autor de tan señalada victoria, pero dejó ir a Perilao y a algunos otros prisioneros, cuya liberación solicitó Antígono por medio de un mensajero enviado a él con este propósito. Y luego él mismo, yendo a un lugar llamado Ecregma, negoció con Antígono, pero éste, rechazando darle lo que pedía, se separó de él y regresó.

LXIX. Habiendo, pues, dado un relato de los asuntos de los Griegos Europeos en Grecia y en Macedonia, pasaremos a los territorios que se extienden por Occidente. Agatocles, príncipe de Siracusa, habiendo tomado un castillo perteneciente a los Mesanos, les prometió su devolución si le entregaban treinta talentos de plata. Pagado esto, Agatocles no sólo rompió su compromiso, sino que se atrevió a atacar Mesana misma, porque, informado de que parte de sus murallas se habían caído, envió una unidad de caballería por tierra desde Siracusa y él mismo en algunos navíos ligeros fue por mar y llegó de noche al pie de los muros de la urbe, pero los Mesanos, sabiendo de antemano su plan, le arruinaron completamente sus proyectos. Sin embargo, vino a Mylas y sitiando el castillo lo forzó a rendirse y luego regresó a Siracusa. En la época de la cosecha hizo un segundo intento contra Mesana y, acampando cerca de la ciudad, lanzó continuos asaltos, pero no pudo lograr nada de consideración, porque muchos exilados habían acudido a este lugar desde Siracusa, quienes, por su salvación y por su odio al tirano, lucharon muy valientemente.Hacia este tiempo embajadores de Cartago expusieron ante Agatocles su queja por la ruptura del tratado, consiguieron la paz para los Mesanos y obligaron al tirano a devolverles el castillo (90) . Después, navegaron de regreso a África. Luego de esto, Agatocles fue a Abeceno (91) , una de sus ciudades aliadas y allí ejecutó a cuarenta, a los que consideró sus enemigos.En este tiempo los Romanos estaban en guerra con los Samnitas y tomaron Ferento al asalto, y los habitantes de Nuceria (llamada Alfaterna) fueron convencidos por algunas personas a abandonar a los Romanos y unirse en alianza con los Samnitas.

Notas..

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59) Peucestas nunca más jugó un rol importante, pero parece que sobrevivió a Antígono y conservó o recuperó el favor de Demetrio (Filarco, FGrH, 81.12). Volver

60) Medida de capacidad. Un quenice equivalía a algo más de un litro. Un quenice de grano era la ración diaria normal en el ejército persa (Herodoto, 7.187; Diog. Laer. 8.18). Volver

61) Bisaltia está justo al oeste del bajo curso del Estrimón. La exacta situación de Bedyndia es desconocido. Volver

62)Para la muerte de Olimpíade, vide Justino, 14.6.6-12; Pausanias, 9.7.2. Su muerte tuvo lugar en la primavera del 316. Volver

63) Azorio o Azoro era una ciudad del norte de Tesalia. Volver

64) Todas las antiguas autoridades derivan el nombre de spe??e??, sembrar o cultivar, pero con muchas diversas explicaciones. Los Espartoi son hombres que han sido sembrados, pero fueron reunidos por Cadmo, hombres plantados o sembrados entre los otros Tebanos, los hijos de Cadmo mismo nacidos de muy diferentes madres, o vástagos nacidos de los dientes del dragón que había sido criado por Cadmo. Volver

65)“Nacidos en Tebas”. Volver

66) Según Herodoto (5.61) cuando los Tebanos fueron expulsados de su tierra por los Epígonos se refugiaron con los Enqueleanos. Volver

67) Odisea, 11.263. Anfión y Zeto, hijos de Zeus y Antíope, expugnaron Tebas para vengar el cruel trato dado a su madre por Lico, rey de Tebas, y su esposa Dirce. Entonces construyeron una muralla para la ciudad, siendo las piedras llevadas al lugar con la música de la lira de Anfión. Volver

68Esto es, los Nióbidas, muertos por Apolo y Artemisa para castigar a su madre Níobe, que había osado compararse con Leto. Volver

69) Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, hijo de Layo, hijo de Labdaco, hijo de Polidoro. Polinices, injustamente excluido del trono que compartía con su hermano, se aseguró la ayuda de su suegro Adrasto de Argos, en un vano esfuerzo por regresar (los Siete contra Tebas). Volver

70) Una generación después del fracaso de los Siete, sus descendientes, los

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Epígonos, tuvieron éxito en su ataque contra Tebas; vide libro 4.66-67. Volver

71)Ambos lugares están cerca de Haliarto en la orilla meridional del lago Copaico. Vide Estrabón 9.2.27, 35. En el libro 4.67.1 se cuenta que los Cadmeos, dejando Tilfosio, invadieron con éxito la Dóride, donde algunos se asentaron, retornando el resto a Tebas; pero Herodoto (5.61) dice que esos Tebanos fugitivos tomaron refugio entre los Enqueleanos en Iliria. Volver

72) Esta historia de los cuervos es como sigue: el oráculo dijo que los Beocios serían expulsados cuando vieron cuervos blancos, lo cual sucedió después cuando unos niños jugando pintaron cuervos blancos y los dejaron volar. Poco después, los Beocios fueron expulsados por los Etolios. Volver.

73)Gerania es una montaña que se extiende entre Megara y Corinto con pasos de alguna importancia militar (libro 11.80.1).Volver.

74)Praxibulo fue arconte en 315/14 a. C. Espurio Nautio Rutilo y M. Popilio Lenas fueron cónsules en el 316 (Livio, 9.21.1; Fastos Capitolinos para 316). Los sucesos descritos en este capítulo y el siguiente aún pertenecen al año 316 a. C. Volver

75)En lugar de Antígenes que probablemente no ha de ser identificado con el comandante de los Escudos de Plata. Véase Apiano, Historia Siria, 53, para la lucha entre Antígono y Seleuco. Volver

76) Hijo de Agenor, que había sido creado sátrapa de India por Antípatro (libro 18.39.6). Volver

77)Malo, ciudad de Cilicia a orillas del río Piramo, de dudosa localización; véase Estrabón 14.5.16. Volver

78) Ciudad de Cilicia, de ubicación desconocida. Volver

79) Los reyes persas se habían servido de un elaborado sistema de correos y señales de fuego. Por medio de estas últimas podían enviarse noticias en un solo día desde las partes más distantes del imperio hasta Susa y Ecbatana (Aristóteles, De mundo, 398b 30-35). Volver

80) La vieja Tiro, la porción de la ciudad situada en el continente, había sido destruida por Nabucodonosor durante su largo asedio de la parte insular. Al ocupar la vieja Tiro antes de intentar el asedio de la isla, Antígono seguía el

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ejemplo de Alejandro (libro 17.40.5). Volver

81)Unos 3.375.000 celemines. Es probable que la mención de la cantidad de cebada, necesaria para alimentar a los caballos, se haya perdido. Volver

82)Nicocreonte, rey de Salamina de Chipre, había firmado alianza con Ptolomeo en el 321 (Arriano, FGrH, 156.10.6), y luego gobernó toda la isla en nombre del rey egipcio. Volver

83)La ciudad llamada Astaco en la bahía de este nombre está a unas 30 millas al sureste de Calcedón. Volver

84) Ciudad jonia frente a Quíos. Volver

85)Colonos Macedonios. Volver

86)Tiro capituló el 314. Volver

87) Puerto de Corinto en el golfo Sarónico. Volver

88)Ciudad de Arcadia. Volver

89) En el verano del 315. Volver

90)Mylas. Volver

91)Una ciudad a unas treinta millas al suroeste de Mesana. Volver

 

 

 

 

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DIODORO«BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX»

Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano"

acceso al apartado de textos clásicos de Satrapa1.com: enlace

 

 

CONTENIDOS DEL LIBRO XIX

Para facilitar su publicación en la web se ha dividido el libro en tres partes más un índice.

Índice - Parte I .Parte II - Parte III - Parte IV

 

Capítulo 5Los actos de Aristodemo, general de Antígono en el Peloponeso. Los Dimeanos en Acaya buscan

liberarse de la guarnición de Casandro: toman la ciudadela. Alejandro, hijo de Poliperconte, asesinado: encomio de Cratesípolis, su esposa. La crueldad de los Etolios. Casandro envía un ejército a Caria y a

Aristóteles con una flota a Lemnos. Los actos del ejército de Casandro en Caria. Antígono deja a su hijo Demetrio en Siria para vigilar a Ptolomeo. Su marcha a Asia llena de problemas. Los asuntos de Sicilia.

Desgobierno y crueldades de Acrotato en Sicilia. Los actos de Agatocles. Los asuntos de Italia.

LXVI. Cuando el anterior año se terminó, Nicodoro fue creado arconte de Atenas, y Lucio Papirio por cuarta vez y Quinto Publio por segunda vez cónsules de Roma (92) . En este tiempo Aristodemo, nombrado general por Antígono, conociendo la defección de Alejandro, el hijo de Poliperconte, después que hubo defendido la justicia de su causa ante el senado de los Etolios, les solicitó su ayuda para Antígono. Pasando luego al Peloponeso con los mercenarios, encontró a Alejandro con los Eleos asediando Cylene, y, para defender el lugar, se movió a Acaya y liberó Patras de la guarnición de Casandro, pero tomó a fuerza Egio, y, apoderado del lugar, estaba listo para restaurar a los de Egeas su libertad, según el anterior decreto, pero fue impedido por este suceso. Los soldados comenzaron a saquear la localidad, por lo cual muchos ciudadanos murieron

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y la mayor parte de la ciudad fue quemada hasta los cimientos.Después de esto, navegó de vuelta a Etolia. Los Dymeos (93) , que estaban intimidados por una guarnición de Casandro sita en el castillo, separaron su ciudad de la ciudadela por una muralla construida en torno a ella, y, animándose unos a otros a levantarse por sus libertades, asediaron el castillo y lanzaron sobre él continuos asaltos. Conociendo esto Alejandro, vino contra ellos de súbito con su ejército, los repelió adentro de sus murallas, entró en la ciudad entremezclados sus hombres con los ciudadanos y tomó la ciudad. Algunos de los Dymeos fueron pasados por las armas, otros encarcelados y muchos desterrados. Después Alejandro se marchó y el resto de los ciudadanos permaneció tranquilo durante un poco tiempo, ya que, si bien estaban atemorizados por la magnitud de su reciente calamidad, no obstante deseaban el auxilio de sus aliados. Así, algún tiempo después, usaron a los mercenarios de Aristodemo, que marcharon hacia ellos desde Egio, asaltaron de nuevo la ciudadela, la expugnaron, liberaron la ciudad y ejecutaron a muchos de la guarnición y a aquellos de sus conciudadanos que favorecían la parcialidad de Alejandro.

LXVII. Mientras estos giros y cambios de fortuna tenían lugar, cuando Alejandro marchaba con su ejército hacia Sición, fue asesinado por Alexión, un Sicionio, y algunos otros, que simularon ser sus amigos. Su esposa Cratesípolis después de su muerte se hizo cargo de sus asuntos y mantuvo al ejército obediente. Su noble comportamiento y su generosidad fueron tales, que era sobremanera amada por los soldados, pues se esforzaba continuamente en prestar toda la ayuda que pudiera a aquellos que estaban en apuros, aliviar y apoyar a los que estaban en necesidad. Además, era una mujer de admirable prudencia en el manejo de los asuntos y de una valentía más allá del natural temperamento de su sexo. Porque cuando los Sicionios, despreciándola, después de la muerte de su marido, se levantaron en armas para recuperar su libertad se vengó aniquilando a multitud de ellos en el campo de batalla y crucificó a treinta de aquellos que había tomado como prisioneros. Y así, habiendo puesto en orden los asuntos de la ciudad, reinó sobre los Sicionios, teniendo bajo su mando a multitud de soldados prestos siempre a llevar a cabo cualquier misión, incluso la más arriesgada. Y este era entonces el estado y condición del Peloponeso.Casandro, percibiendo que los Etolios ayudaban a Antígono y que estaban entonces enzarzados en guerra con sus vecinos los Acarnanianos, juzgó que la manera más probable que tenía de abatir a los Etolios era unirse a los Acarnanianos. Para este fin, partió de Macedonia con un gran ejército y llegó a Etolia, acampando cerca del río Camfilo (94) . Ahí invitó a los Acarnanianos a una reunión, donde expuso cómo éstos habían sido vejados durante muchas generaciones en el pasado por la guerra que les habían hecho sus problemáticos e ingobernables vecinos. Por ello les aconsejó que abandonaran sus pequeños fuertes y castillos, aunque estuvieran fortificados, y se asentaran en unas pocas ciudades, porque, dispersos y esparcidos como estaban en sus localidades, no podrían reunirse para ayudarse mutuamente cuando el enemigo en cualquier momento lanzara un súbito e inesperado ataque contra ellos. Los Acarnanianos siguieron el consejo y la mayoría de ellos se fue a Estratópolis, que era la ciudad más fuerte y grande de las suyas. Los Eniadas y algunos otros se asentaron en Saurión, y los Dorios con los demás en Agrinio. Luego, Casandro dejó a su general Licisco en aquellos lugares con una considerable fuerza militar, con instrucciones de ayudar a los Acarnanianos, y él mismo marchó con su ejército a la ciudad de Leucades, a la que merced a un tratado atrajo como aliada. Entonces con una rápida marcha llegó súbitamente a Adria y tomó Apolonia al primer intento. De allí fue a Iliria, cruzó el río Hebro y luchó con Glaucias, el rey Ilirio y venció a su ejército (95) . Tras de esto, firmó la paz con él, bajo la condición de que no haría la guerra a ninguno de sus aliados. Entonces tomó Epidamno y, situando allí una guarnición, regresó a Macedonia.

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LXVIII. Después que Casandro dejó Etolia, los Etolios se reunieron hasta un número de tres mil y sitiaron Agrinio rodeándola con un foso y un parapeto. Pero los habitantes que se asentaron allí procedentes del país negociaron y convinieron con el ejército Etolio que, entregada la ciudad, sus personas tendrían seguridad y serían libres para irse y abandonar el lugar. Con lo cual, garantizada su seguridad por juramentos, se marcharon. Pero, cuando estaban de camino, los Etolios artera y traicioneramente, cuando aquellos nada sospechaban, los persiguieron y mataron a casi todos. Vuelto Casandro a Macedonia, tan pronto supo que las ciudades de Caria, que se habían aliado con Ptolomeo y Seleuco, estaban abrumadas por la guerra, envió allá un ejército para auxiliar a los aliados y a la par también para desviar la atención de Antígono, de modo que no pudiera tener oportunidad de venir a Europa. Ordenó por carta a Demetrio Falereo y a Dionisio, gobernadores de la fortaleza de Muniquia, que despacharan veinte navíos a Lemnos, los cuales al instante enviaron los barcos, bajo el mando de su almirante Aristóteles. Y, arribando a Lemnos, se encontró allí a Seleuco y su flota y convenció a los habitantes de que abandonaran a Antígono. Pero luego se retractaron de lo que antes habían convenido y por tanto les devastó y arrasó el país. Luego cavó un foso alrededor de la ciudad y la sitió.Hacia este tiempo Seleuco llegó a Cos. Al saberlo, Dioscórides (96) , el almirante de la flota de Antígono, navegó a Lemnos y expulsó a Aristóteles de la isla y capturó muchos de sus barcos junto con todos sus hombres a bordo. Asandro (97) y Prepalao (98) eran los generales de las fuerzas enviadas a Caria por Casandro, quien, averiguando que Ptolomeo, el general de Antígono en aquellos territorios, había distribuido su ejército entre los cuarteles de invierno (99) y que él mismo estaba ocupado en enterrar a su padre, envió a Eupolemo con ocho mil infantes y dos mil caballos a un lugar llamado Caprima, en Caria, para tender una emboscada a aquel allí. Pero Ptolomeo, teniendo noticia de ello por uno que se pasó a sus filas, reunió ocho mil trescientos infantes y seiscientos caballos de los cuarteles de invierno próximos y, cayendo hacia media noche sobre el campamento de los enemigos y encontrándolos a casi todos dormidos, tomó a Eupolemo prisionero y obligó a todos sus hombres a rendirse incondicionalmente. Y esta era entonces la situación de aquellos enviados por Casandro al Asia.

LXIX. Pero Antígono, percibiendo que Casandro ambicionaba la soberanía del Asia, dejó a su hijo Demetrio en Siria (100) , con órdenes de interceptar a los soldados de Ptolomeo, de quien sospechaba que estaban marchando con un ejército sobre Siria. Y para esta finalidad dejó con él a diez mil infantes mercenarios, dos mil Macedonios, quinientos de Licia y Panfilia, cuatrocientos arqueros y honderos Persas y más de cuarenta elefantes, y como consejeros suyos a cuatro, Nearco de Creta (101) , Pitón, hijo de Agenor (102) , que vino recientemente de Babilonia, Andrónico de Olinto (103) , y Filipo (104) , todos ellos hombres de edad madura y buen juicio, que habían servido ya a Alejandro en todas sus guerras. En efecto, Demetrio era sólo un joven de no más de veintidós años de edad. A Antígono, mientras pasaba con el resto de su ejército a través del monte Tauro, le cayó una gran nevada que le mató a muchos de sus hombres. Con lo cual regresó a Cilicia, donde encontró un mejor camino para atravesar la montaña y con poco daño para su ejército. Y así, viniendo a Celene en Frigia, puso a su ejército en los cuarteles de invierno (105) . Entonces convocó a la flota de Fenicia, cuyo era almirante Medio (106) , quien por casualidad se topó en su travesía con una escuadra de treinta y seis navíos de la ciudad de Pidna (107) , los venció y los capturó con todos sus hombres. De esta guisa andaban los negocios de Grecia y Asia en este tiempo.

LXX. Entretanto, en Sicilia, los exiliados de Siracusa, quienes estaban entonces en Agrigento,

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exhortaron a los más poderosos hombres de la ciudad a no tolerar que Agatocles apresara las ciudades, alegando que era mejor atacar al tirano cuando no era aún demasiado fuerte, que esperar hasta que tuviera un mayor poder y entonces ser forzados a luchar con él, cuando fuera más arriesgado. Con lo cual los Agrigentinos, aprobando este consejo, decretaron por sufragio la guerra contra Agatocles, y, uniéndose en alianza con los de Gela y Mesana, enviaron a algunos de los exilados a los Lacedemonios, con órdenes de solicitar que les fuera desde allí mandado un general, porque sospechaban que algunos de sus propios ciudadanos estaban demasiado inclinados a la tiranía, pero juzgaban que los extranjeros, si recordaban el gobierno de Timoleón el Corintio, manejarían mejor los asuntos públicos. Cuando arribaron, por tanto, a Laconia, encontraron a Acrotato, el hijo del rey Cleomenes, muy odiado por muchos de los jóvenes nobles en su patria y por ende muy deseoso de irse al extranjero, porque cuando los Lacedemonios, después de luchar contra Antípatro (108) , habían absuelto de toda recriminación por el desastre a aquellos que habían escapado de la batalla, él solo se opuso a la resolución, de modo que muchos se ofendieron contra él, especialmente aquellos que eran punibles según la ley. Y por este motivo se habían reunido y lo habían golpeado. Constantemente estaban conjurando contra él. Por ello, deseoso de un mando en el extranjero, de muy buena gana accedió a la petición de los Agrigentinos. Así, sin orden de los éforos, quienes eran los competentes para decidir sobre el viaje, navegó hacia Agrigento con unos pocos navíos, pero siendo arrastrado por una tormenta a Adria, arribó al territorio de los Apoloniatas, donde, encontrando la ciudad sitiada por Glaucias, rey de los Ilirios, persuadió al rey de que levantara el asedio y entrara en alianza con los Apoloniatas. Entonces navegó a Tarento y allí solicitó al pueblo que se uniera a él en el objetivo de restaurar a los Siracusanos sus antiguas libertades, y tanto los convenció, que decretaron ayudarlo con veinte barcos. En efecto, en base a su parentesco y a la nobleza de su familia, sus palabras fueron de mucho peso y crédito.

LXXI. Mientras los Tarentinos hacían los preparativos, él mismo navegó a Agrigento y allí asumió el mando del ejército. El pueblo albergaba grandes expectativas, concluyendo todos que dentro de poco se pondría fin a la tiranía, pero, al cabo de poco, claramente se evidenció que no era en absoluto digno ni de la nobleza de su cuna ni de la reputación de su país, sino que al contrario se hizo más cruel que los mismos tiranos, y así incurrió en el odio del pueblo. Asimismo abandonó las costumbres de su país en su manera de vivir y se entregó tanto a los placeres voluptuosos, que más parecía un Persa que un Espartano. Después que hubo gastado la mayor parte de los ingresos públicos, en parte por su desgobierno, en parte por sus desfalcos, al final invitó a Sosístrato (109) , el más eminente entre los exiliados y que había sido general del ejército, a cenar y traicioneramente lo asesinó, no teniendo el más mínimo cargo con que acusarle, sino sólo que pudiera quitarse de en medio a un hombre fuerte y valiente que podía ver y descubrir sus errores. Conocido este malvado acto al instante, todos los exilados reunieron tropas contra él y todos los demás lo abandonaron. En primer lugar lo depusieron del cargo e inmediatamente después lo intentaron lapidar. Para evitar la cólera del pueblo, huyó de noche y en secreto de vuelta a Laconia. Después de esto, los Tarentinos llamaron de regreso a la flota que habían antes enviado a Sicilia.Por tanto los Agrigentinos, Gelenses y Mesanos (110) , por mediación del Amílcar (111) , el general Púnico, firmaron la paz con Agatocles, bajo estas condiciones: de las ciudades griegas en Sicilia Heraclea, Selinunte e Himera, pertenecerían a los Cartagineses, como lo habían sido antes; que todas las restantes, bajo el poder de los Siracusanos, serían libres para gobernarse conforme a sus propias leyes.

LXXII. Pero después Agatocles, cuando vio que no había peligro y que Sicilia estaba al abrigo de

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la aparición de un nuevo enemigo, cayó sobre las ciudades y sin ninguna dificultad las sometió. Y, conquistando así muchas en poco tiempo, afianzó su posición en el poder. En efecto, se hizo muy fuerte en el número de sus aliados, en la magnitud de sus ingresos anuales y en la fuerza de su poderoso ejército, porque, además de sus aliados y de los reclutados de entre los Siracusanos, tenía una tropa mercenaria de diez mil infantes y tres mil quinientos caballos. Asimismo se procuró toda clase de armas, previendo que los Cartagineses, que habían reprochado duramente a Amílcar haber hecho la paz, estarían a poco en guerra con él (112) . Y tal era el estado de Sicilia en este tiempo.En Italia (113) los Samnitas, habiendo estado en guerra con los Romanos durante muchos años, tomaron Plástica (114) , donde había una fuerte guarnición Romana, y convencieron al pueblo de Sora de que masacraran a todos los Romanos que allí había y a que se aliaran con los Samnitas.Después, mientras los Romanos estaban sitiando Saticula, los Samnitas cayeron sobre ellos con un poderoso ejército, decididos a levantar el asedio. A esto siguió un duro choque y, después de morir muchos por ambos bandos, los Romanos vencieron. Poco después expugnaron la ciudad y ocuparon otros varios castillos y ciudades de las proximidades. Y entonces la guerra pasó a las ciudades de Abulia (115) , donde los Samnitas reclutaron a todos los hombres en edad de llevar armas. Luego marcharon y acamparon cerca del enemigo, resueltos a vencer o morir. El pueblo de Roma, por tanto, para evitar lo peor, enviaron un gran número de soldados y, como estaban acostumbrados a elegir en épocas peligrosas a uno de los más nobles y eminentes como su general con pleno y absoluto poder y autoridad, nombraron a Quinto Fabio para esta honorable magistratura y a Quinto Aulio como magíster de caballería. Estos generales después lucharon contra los Samnitas en Laustulo (116) , donde sufrieron fuertes pérdidas y el ejército huyó estrepitosamente. Sólo Aulio, avergonzado por el deshonor, hizo frente a todo el ejército enemigo, no únicamente por la esperanza o expectativa de obtener la victoria, sino también para hacer manifiesto y palpable a todos, merced a su propio valor, que su país era invencible. No compartiendo por tanto con sus conciudadanos el deshonor de la huida, murió allí gloriosa y honrosamente. Los Romanos entonces, temiendo perder toda Apulia, enviaron colonos a Luceria, la más famosa ciudad de todos aquellos lugares. Esto se mostró de gran ventaja para ellos, por las frecuentes incursiones hechas contra los Samnitas, porque gracias a los servicios y favorable posición de esta ciudad, no sólo vencieron en esta guerra, sino varias veces después. E incluso en nuestro tiempo han hecho uso constante de esta ciudad como una poderosa fortaleza y ciudadela de guerra contra todas las naciones vecinas.

Capítulo 6Varias ciudades se rebelan; Lisímaco acude contra ellas. Filipo, general de Casandro, vence a Epirotas y

Etolios. Casandro se concierta con Antígono. Antígono conquista las ciudades de Caria. Actos de Casandro en Grecia. Los Samnitas vencidos por los Romanos. Polemón enviado por Antígono a Grecia

para liberar las ciudades. Los actos de Antígono y Casandro. Actos de Polemón en Grecia a favor de Antígono. Ptolomeo marcha sobre Cirene y Chipre; y luego contra Demetrio. La batalla con Demetrio en

Gaza. Ptolomeo toma Tiro. Los hechos de los comandantes de Antígono en Grecia. Los Epirotas hacen a Alcetas rey, quien es vencido por Licisco, general de Casandro; y es vencido por aquel. Casandro marcha

contra los Apoloniatas. Seleuco recupera Babilonia con un pequeño ejército. Demetrio vence a Ciles, general de Ptolomeo. Ptolomeo regresa a Egipto, después de devastar Samaria, Gaza, Joppa, etc. Ateneo enviado contra los Nabateos por Antígono. Las costumbres de los Árabes. Descripción de los Asfaltitas,

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o lago de Sodom. Demetrio enviado contra Seleuco en Babilonia. Las guerras entre los Romanos y los Samnitas en Italia. La conducta de Agatocles en Sicilia.

CLXXIII. Llegando a su fin los negocios de este año, Teofrasto fue creado arconte de Atenas, y Marco Petilio y Cayo Sulpicio cónsules en Roma (117) . El pueblo de Calantia, que habitaba aquellos lugares de la orilla izquierda del Ponto, expulsó la guarnición colocada por Lisímaco y recuperó su libertad. De la misma manera los Istrianos libertaron su ciudad y se aliaron con los pueblos vecinos para hacer juntos la guerra contra el príncipe. Los Tracios y los Escitas asimismo se unieron a sus vecinos, de modo que todas las tropas coligadas eran de tal fuerza, que podían hacer frente al más poderoso ejército.Lisímaco, escuchando lo que había pasado, marchó con su ejército contra los rebeldes y, pasando por Tracia, cuando hubo llegado ante el monte Hemo, acampó cerca de Odessus, la bloqueó e hizo que los habitantes se consternaran y se entregaran a él. Asimismo sometió a los Istrianos del mismo modo y desde ese lugar partió contra los Calantinianos. Hacia este tiempo los Tracios y Escitas llegaron con un gran ejército para ayudar a sus aliados. Contra ellos se dirigió Lisímaco, les hizo frente y luchó contra ellos. Los Tracios estaban tan atemorizados, que se retiraron. Pero entabló combate con los Escitas y los venció, matando a gran número y expulsando al resto del país. Entonces sometió a duro asedio la ciudad de los Calantinianos, poniendo toda su inteligencia en el trabajo y preocupándose única y principalmente de cómo podía vengarse de los autores de la defección. Mientras estaba ocupado en este proyecto, nuevas le llegaron de que Antígono había enviado dos ejércitos para auxiliar a los Calantinianos, uno por tierra y otro por mar, y que el almirante Licón estaba con la flota en Ponto, y que Pausanias estaba acampado con un gran ejército en Hieron. Ante esto, Lisímaco estaba muy preocupado y así, dejando un considerable número de tropas para mantener el asedio (118) , rápidamente partió con la mayor parte de su ejército al encuentro del enemigo. Se abrió paso a través de territorio bárbaro, perdiendo gran número de sus hombres, pero muchos más los bárbaros. Entonces cayó sobre Pausanias, encontrándolo en un lugar de difícil acceso, donde se había refugiado. Lo derrotó y, habiendo matado a Pausanias, liberó a algunos soldados por rescate y a los demás, que tomaron las armas contra él, los distribuyó entre sus tropas. Y así estaban las cosas de Lisímaco.

LXXIV. Antígono, cuando esta empresa fracasó, envió a Telésforo al Peloponeso con una flota de cincuenta barcos y un considerable número de soldados, con instrucciones de liberar todas las ciudades Griegas, para que pudieran vivir según sus antiguas leyes. Hizo esto, esperando ganar de este modo prestigio entre los Griegos por haber intentado realmente procurar y conservar para los Griegos sus libertades y por este plan, concluyó, averiguaría cómo estaban los asuntos de Casandro. Por tanto, Telésforo, tan pronto como arribó al Peloponeso, fue a las guarniciones de Alejandro y las liberó todas, salvo Sición y Corinto, porque en estas ciudades Poliperconte había situado gran número de soldados, confiando en ellos y en la fortaleza de los lugares. Entretanto Filipo (119) , enviado por Casandro como general a hacer la guerra contra los Etolios, tan pronto como llegó con su ejército a Acarnania, lo primero que hizo fue arrasar y saquear Etolia, pero no mucho después, oyendo que Eácidas, rey de Epiro (120) , que había vuelto a su reino, había reclutado un fuerte ejército, marchó contra él a toda velocidad. Con ello intentaba vencerlo antes de que los Etolios se le unieran. Y encontrando a los Epirotas listos para el combate, entabló con éstos batalla, mató a multitud de ellos y tomó muchos prisioneros, entre los cuales estaban unos cincuenta de la facción que había restaurado a Eácidas. A éstos los envió

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encadenados a Casandro (121) . Después, las vencidas tropas de Eácidas se reagruparon y se unieron a los Etolios. Filipo cayó sobre ellos y los derrotó por segunda vez, con muerte de muchos, entre los que estaba el mismo Eácidas (122) .Habiendo sufrido tan grandes desastres en tan poco tiempo, los Etolios estaban tan atemorizados, que abandonaron sus ciudades no fortificadas y huyeron con sus mujeres e hijos a la seguridad de las montañas, donde era muy difícil que vinieran contra ellos. Y esta conclusión tuvieron los negocios de Grecia en este tiempo.

LXXV. En cuanto al Asia, Asandro, el sátrapa de Caria, aunque era el principal gobernador allí, sin embargo, superado por el peso de la guerra firmó con Antígono un tratado bajo estos términos: que entregaría a todos los soldados a Antígono y concedería la libertad a todas las ciudades Griegas, para que se rigieran conforme a sus leyes, y que conservaría la provincia que antaño poseyó como por concesión de él, y que en adelante sería leal amigo de Antígono.Y para asegurar el fiel cumplimiento de estas cláusulas, entregó a su hermano Agatonas como rehén, pero al poco se arrepintió de lo que había hecho y recuperó a su hermano de las manos de aquellos que lo tenían bajo custodia y envió un embajador a Ptolomeo y a Seleuco para pedirles que le mandaran ayuda con toda rapidez. Por ello Antígono se enojó mucho y mandó fuerzas por tierra y mar con órdenes liberar a todas las ciudades y nombró a Medio almirante de la flota y a Dócimo general de las fuerzas terrestres.Acudiendo a Mileto estos comandantes, persuadieron a los habitantes a levantarse por sus libertades. Expugnaron la ciudadela con la guarnición dentro y restauraron las antiguas leyes de su ciudad.Entretanto Antígono sitió y tomó Tralles. Luego se presentó ante la ciudad de Cauno y, enviando su flota, la tomó también, salvo el castillo, en torno al cual cavó una trinchera y lanzó continuos asaltos contra él en aquellos puntos por donde consideraba que había más probabilidades de entrar. Envió a Ptolomeo (123) a la ciudad de Iasus, con un considerable ejército. Éste regresó junto a Antígono felizmente, viniendo de nuevo todas las ciudades de Caria a su dominio. Pocos días después, llegaron embajadores de los Etolios y los Beocios, con los que Antígono se alió. Pero, yendo al Helesponto a tratar con Casandro sobre la paz, regresó sin lograr nada, pues no pudieron llegar a ningún acuerdo. Con lo cual Casandro, abandonando toda esperanza de arreglo, decidió ordenar sus asuntos en Grecia. Para este fin fue con una flota de treinta navíos a la ciudad de Oreo (124) , y la sometió a asedio. Mientras estaba atacándola vigorosamente y a punto de expugnarla al asalto, refuerzos aparecieron para ayudar al pueblo de Oreo: Telésforo desde el Peloponeso con veinte navíos y mil soldados, y Medio desde Asia con cien barcos. Vieron las naves de Casandro bloqueando el puerto y les arrojaron fuego, quemando cuatro y destruyendo casi todos; pero cuando llegaron refuerzos para ayudar a los vencidos desde Atenas, Casandro navegó contra el enemigo, que estaba con la guardia baja. Cuando entablaron combate, hundió un barco y capturó tres con sus tripulaciones. Y así estaban entonces los asuntos en Grecia y en Ponto.

LXXVII. En Italia (125) , los Samnitas devastaron y saquearon las ciudades de Campania que estaban ayudando a sus enemigos, pero los cónsules Romanos marcharon hacia aquellos lugares con un ejército, para auxiliar a sus aliados. Y así, acampando cerca de Tarracina, frente al enemigo, despejaron los temores de la ciudad. Unos pocos días después, los ejércitos de ambos bandos se formaron en orden de batalla y se trabaron en un sangriento combate, en el que cayeron muchos de los dos lados, pero al final los Romanos, penetrando a través de la línea principal de sus enemigos, los derrotaron completamente y los persiguieron largo rato, y mataron a más de diez mil.

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Al mismo tiempo los Campanos, ignorantes de esta batalla y despreciando a los Romanos, se rebelaron. Con lo cual el pueblo de Roma inmediatamente envió un fuerte ejército contra ellos al mando del general Cayo Manio, con poderes plenos y absolutos, al cual se le unió, según la costumbre de los Romanos, Manio Fulvio como magíster de caballería. Acampados los Romanos con su ejército cerca de Capua, los Campanos a lo primero decidieron luchar contra ellos, pero después, sabiendo de la derrota de los Samnitas, y pensando que los Romanos caerían sobre ellos con todo su ejército, hicieron la paz con ellos. Para ello, entregaron a los cabecillas del levantamiento, quienes, después de ser interrogados, evitaron la sentencia condenatoria suicidándose. Pero las ciudades fueron perdonadas y así volvieron a su antigua alianza (126) .

LXXVII. Terminado el año anterior, Polemón fue arconte de Atenas y fueron cónsules en Roma Lucio Papirio por V vez y Cayo Junio por II vez (127) . En este año se celebró la Olimpiada centésima decimoséptima, en la que Parmenión de Mitilene ganó la carrera del estadio. En esta época Antígono envió a su general Ptolomeo a Grecia para proclamar la libertad de todas las polis Griegas y con él ciento cincuenta barcos de guerra, bajo el mando de Medio, su almirante, a bordo de los cuales iban cinco mil infantes y quinientos caballos. Habiendo concluido una alianza con los Rodios, recibió de éstos asimismo diez barcos de guerra, para ayudar en la restauración de las libertades de las ciudades Helenas. Hacia el mismo tiempo Ptolomeo arribó al puerto de Beocia, llamado Bathys (128) , con toda la flota, y recibió de la Liga Beocia dos mil doscientos infantes y mil trescientos caballos. Llamó asimismo a la flota desde Oreo y fortificó Salganea (129) y allí reunió todo su ejército, porque tenía esperanzas de que los Calcidios se unieran a él, los cuales eran los únicos Eubeos que albergaban una guarnición del enemigo. Pero Casandro sospechaba de Calcis y por ello levantó el asedio de Oreo y partió para allá. Informado Antígono de que los ejércitos en Eubea estaban acampados uno frente al otro, llamó a Medio con la flota a Asia y de inmediato reunió sus fuerzas y a marchas forzadas avanzó hacia el Helesponto con el designio de cruzar a Macedonia, de modo que o bien pudiera apoderarse del reino mientras Casandro estaba ocupado en Eubea y el país estaba carente de defensas suficientes, o bien forzándole a regresar en defensa del reino él pudiera entonces impedirle que prosiguiera la guerra en Grecia y obligarle a trabajar por la conservación de sus asuntos más cerca de casa. Pero Casandro, entendiendo lo que planeaba, dejó a Plistarco guardando Calcis, y él mismo partió con todo el ejército y tomó Oropo al asalto y persuadió a los Tebanos a que fueran sus aliados y firmó una tregua con los demás Beocios. Y habiendo hecho esto, dejó a Eupolemo defendiendo Grecia, y regresó a Macedonia con su mente llena de preocupaciones sobre el cruce del enemigo a este país. Cuando Antígono llegó a la Propóntide, solicitó a los Bizantinos mediante embajadores que se unieran a él como aliados, pero se demostró que había allí al mismo tiempo agentes de Lisímaco, urgiéndoles a no hacer nada contra éste o contra Casandro. Por ello, los Bizantinos resolvieron quedarse quietos en casa y estar en paz y amistad con ambas partes por igual.Este desafortunado suceso paró cualquier progreso de Antígono en este asunto. Esto, junto con la proximidad del invierno, hizo que distribuyera a sus soldados en las ciudades de alrededor en cuarteles de invierno (131) .

LXXVIII. Entretanto, los Corcirenses auxiliaron a los de Apolonia y Epidamno, dejaron a los soldados de Casandro marcharse bajo tregua, y a continuación devolvieron a los de Apolonia sus antiguas libertades, pero entregaron Epidamno a Glaucias, rey de los Ilirios.Pero Ptolomeo, general de Antígono, ante el regreso de Casandro a Macedonia y la consternación que se respiraba en Calcis, logró que la ciudad se le entregara, y así liberó a los Calcidios de tener

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que albergar otra guarnición, con el objeto de que todos pudieran saber que Antígono era sincero y que realmente estaba decidido a restaurar las libertades de todas las ciudades Griegas, porque era una ciudad de gran importancia e interés para aquellos que deseaban tenerla como base para luchar por la hegemonía. Polemón asimismo tomó Oropo y se la entregó a los Beocios e hizo a todos los soldados de Casandro prisioneros. Después de ganarse a los Eretrios y Caristianos como aliados, condujo su ejército al Ática, siendo entonces principal magistrado de la ciudad Demetrio Falereo, porque aquellos Atenienses que deseaban la restauración de sus antiguas leyes habían enviado no mucho antes en secreto legados a Antígono para tener trato con él con esa finalidad. Y estando así más resueltos y animados por la proximidad de Ptolomeo a la ciudad, obligaron a Demetrio a firmar una tregua y enviaron un legado a Antígono para acordar una alianza con él.Desde el Ática Ptolomeo marchó a Beocia y tomó la Cadmea y libertó a los Tebanos de esta guarnición. De ahí pasó a la Fócide y, sometiendo allí varias ciudades, expulsó las guarniciones de Casandro en todos los lugares a los que llegaba. Entonces invadió la Lócride y, como los Opuntianos eran de la parcialidad de Casandro, los sitió y trató de forzar el lugar con asaltos continuos (132) .

LXXIX. Hacia el mismo tiempo (133) , los Cireneos se sublevaron contra Ptolomeo, rey de Egipto, y asediaron la ciudadela allí muy violentamente, que parecía que la iban a tomar al poco. Y cuando mensajeros procedentes de Alejandría trataron de persuadirlos de que desistieran, los decapitaron y se dedicaron al asalto de la ciudadela más fieramente que antes. Ptolomeo, conmocionado sobremanera por esta razón, mandó a cierto Agis, uno de sus capitanes, a aquel lugar con un ejército y además una flota para asistirlo por mar bajo el mando de Epeneto. Agis, dirigiendo la guerra contra esos rebeldes, tomó Cirene al asalto y puso en prisión a los autores de la sedición y luego los envió encadenados a Alejandría y desarmó al resto. Y habiendo ordenado de esta manera las cosas allí, volvió a Egipto.Ptolomeo, después de tener este éxito en Cirene, se embarcó y con su flota pasó de Egipto a Chipre contra aquellos que se rebelaron contra sus reyes. Se apoderó de Pigmalión, a quien encontró en contactos con Antígono, y lo ejecutó. Entonces capturó a Praxipo, rey de los Lapitas y príncipe de Cerinia (134) , quien era sospechoso de rebelde, y lo depuso rápidamente. Asimismo capturó a Estasieco, el reyezuelo de Marion, y, destruyendo su ciudad, trasladó a los habitantes desde allí a Pafos. Hecho esto, nombró a Nicocreonte comandante de todo Chipre y le dio las ciudades, junto con los ingresos de todos los reyes a los que había expulsado de sus dominios, y luego marchó con su ejército a la Siria Superior, tomando y saqueando Posideo y Potami Caron. Ejecutado lo cual, fue rápidamente a Cilicia y tomó Malos, y vendió a los habitantes como esclavos, y devastó toda la región circundante. Habiendo enriquecido a todo su ejército con un rico botín, navegó de vuelta a Chipre. Compartió con sus soldados todos los azares y peligros, de modo que estimuló sus ánimos con su ejemplo, presto con buena gana y disposición a afrontar toda clase de dificultades.

LXXX. Entretanto, Demetrio, hijo de Antígono, se mantuvo en Celerisia, esperando la venida del ejército Egipcio, pero cuando supo de la captura de tantas ciudades, puso a Pitón al mando de aquellos lugares, dejándole sus infantes pesados y elefantes, y él mismo, con su caballería y unidades de soldados ligeros, se apresuró a acudir a Cilicia para ayudar a aquellos que allí estaban en apuros. Sin embargo, llegando demasiado tarde, se encontró con que el enemigo ya se había ido, de modo que regresó con celeridad a su campamento, perdiendo muchos caballos por el camino, pues en seis días partió de Malos, marchó durante veinticuatro días, con sus correspondientes etapas, de modo que, por su inmoderada velocidad de marcha, ninguno de sus

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servidores y mozos de cuadra pudo acompañarlos. Ptolomeo, por tanto, viendo que todo iba en todas partes como quería, por el momento retornó a Egipto. Pero no mucho después, convencido por Seleuco, a causa del odio que tenía a Antígono, decidió avanzar sobre Celesiria y allí probar con Demetrio. Por tanto, reuniendo su ejército, fue de Alejandría a Pelusio, con dieciocho mil infantes y cuatro mil caballos, de los que algunos eran Macedonios y algunos mercenarios, pero un gran número eran Egipcios, de los que algunos servían llevando dardos, y otros el bagaje del ejército, y algunos como soldados. Habiendo cruzado el desierto de Pelusio, acampó cerca de la antigua ciudad de Gaza, en Siria, no lejos del enemigo. Demetrio, por otra parte, convocó a todo su ejército de los cuarteles de invierno (135) y lo hizo congregarse en Gaza para esperar la llegada de los enemigos.

LXXXI. Sus amigos le aconsejaron no luchar con tan gran general, quien tenía la ventaja de un ejército mucho más numeroso, pero rechazó su consejo y confiado se preparó para la batalla, aunque entonces era un mero muchacho e iba a enzarzarse en un combate tan peligroso sin su padre. Llamando a los soldados que estaban en armas, subió a una plataforma elevada y se quedó en pie como si estuviera asombrado y estupefacto. Ante lo cual, los soldados gritaron a una: “Sé valiente”, y al instante se hizo un profundo silencio antes de que el heraldo pudiera ordenarlo, pues, a causa de que había asumido sólo recientemente el mando supremo, nadie había sido ofendido por su conducta, ni en relación a los asuntos civiles ni en los militares, lo que es frecuente en muchos de los viejos generales, cuando en un determinado momento pequeñas ofensas se combinan para producir la queja de todos. Porque al vulgo no le agrada durante mucho tiempo las mismas cosas, y cualquier cosa que se hace vieja con el uso, toma un gusto agradable al cambiar. Y además, la expectación por su llegada al reinado, siendo su padre ahora viejo, aunó en su sucesión el mando supremo y el buen deseo del pueblo. Sin embargo, era correcto y atractivo, y, vestido con la armadura regia, aparecía con tal majestad que cautivaba a quienes lo veían con respeto y reverencia, y levantaba los ánimos del ejército con altas expectativas de las grandes cosas que vendrían. Asimismo era de una disposición afable, convirtiéndose en un príncipe juvenil, por lo que se ganó el amor de todos, ya que incluso aquellos que aún no se habían encuadrado en las unidades regulares acudían a él para recibir sus órdenes, estando muy preocupados por su juventud y la peligrosa batalla que al poco se celebraría. En efecto, no sólo iba a tentar la fortuna de la guerra contra un número mayor de soldados, sino además contra los más eminentes y expertos generales de la época, Ptolomeo y Seleuco, quienes habían sido oficiales bajo Alejandro en todas sus guerras y habían sido a menudo generales de sus propios ejércitos, nunca vencidos hasta ese día.

LXXXII. Demetrio, por tanto, después que se hubo atraído a los soldados con palabras triunfales y corteses, y hubo prometido premios adecuados a los méritos de cada hombre, dispuso el ejército en orden de batalla. En el ala izquierda, donde él mismo tenía la intención de estar, situó primero doscientos jinetes selectos, entre los cuales, con otros de la nobleza, estaba Pitón, quien había servido bajo Alejandro, y había sido creado general de todas las fuerzas por Antígono, y compañero suyo de todas sus cuitas. En el frente colocó tres unidades de caballería y otras tantas a su lado para apoyarlas. A cierta distancia de este flanco había otras tres unidades de Tarentinos, para que quinientos jinetes lanceros y cien Tarentinos pudieran estar cerca como guardia personal del rey. A continuación estaban ochocientos caballos, que eran llamados Compañeros; después de estos mil quinientos oriundos de diversas naciones; y delante de todo el flanco treinta elefantes como guardia, alineados con soldados ligeros, de los cuales mil eran jabalineros y arqueros, y quinientos honderos Persas. Y de esta manera estaba desplegada el ala izquierda, con la que pretendió abrir el combate. A continuación se alineaba el cuerpo principal del ejército, que

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consistía en once mil infantes, de los que dos mil eran Macedonios, mil Licios y Panfilios, y ocho mil mercenarios.En el flanco derecho colocó el resto de la caballería, hasta un número de mil quinientos, bajo el mando de Andrónico, quien tenía órdenes de mantenerse en una línea oblicua y sostener un combate continuo con ella, observando entretanto cómo le iban las cosas a Demetrio. El resto de los elefantes, hasta trece, fueron situados delante del principal cuerpo de infantería, alineándolos con tantos soldados ligeros como fuera suficiente. Y de esta manera desplegó Demetrio su ejército.

LXXXIII. En cuanto a Ptolomeo y Seleuco, al principio se dedicaron a situar sus mejores fuerzas en el ala izquierda, no sabiendo qué planeaba el enemigo. Pero, siendo después informados por sus exploradores qué hacía Demetrio, de inmediato se desplegaron de tal modo que las mejores tropas estuvieran en el ala derecha y así pudieran luchar en mejores condiciones con Demetrio en el flanco izquierdo de éste. Así, en este ala fueron alineados tres mil de los mejores caballos, entre los cuales ellos mismos tenían la intención de colocarse. Antes de estos fueron situados aquellos que llevaban unas estacas con punta de hierro unidas entre sí con cadenas, preparadas contra el asalto de los elefantes, pues, extendidas aquellas en toda su longitud, era cosa fácil de este modo frenar su avance. En el frente de este flanco estaban situados soldados ligeros, que tenían instrucciones de hostigar a los elefantes y a sus conductores con dardos y flechas en cuanto llegaran. El ala derecha estaba así desplegada, y el resto del ejército estaba ordenado de la forma que la presente ocasión requería mejor. Entonces hicieron al ejército avanzar con un gran clamor contra el enemigo. Preparado éste por su parte en orden, la batalla comenzó con la caballería en los frontales de ambas alas, donde los Demetrianos se llevaron la mejor parte, pero poco después, los Ptolemaicos y los Seleucidas, habiendo rodeado el flanco, lanzaron una violenta carga con todas sus unidades, por lo cual, merced a la resolución de ambas partes, se siguió un reñidísimo combate. Al primer encuentro lucharon con sus lanzas. Cuando muchos estaban muertos y otros tantos heridos, por ambos bandos, entonces pelearon con sus espadas y, luchando allí en tropel, atravesándose unos a otros con estocadas, cayeron multitud. Los generales, exponiéndose a los mayores peligros, dirigieron a sus hombres y exhortaron a sus tropas a mantenerse firmes como valientes soldados. La caballería, que estaba situada para guardar los flancos, estaba toda compuesta de hombres bravos y aguerridos, y, teniendo a sus generales, que peleaban a su lado, como testigos de su valor, se esforzaban en destacarse sobre los demás conmilitones suyos.

LXXXIV. Y entonces, cuando el combate ecuestre había permanecido largo tiempo dudoso, los elefantes, hechos avanzar por los Indios, desencadenaron tan terrible ataque, que parecía imposible que fuerza alguna pudiera mantenerse contra ellos. Pero cuando llegaron ante la barrera de púas de hierro, los jabalineros y arqueros hostigaron mucho a las bestias y a sus conductores. Avanzando aún incitados por los Indios, algunos de los elefantes se lanzaron sobre las estacas de hierro, por causa de las cuales, además de por la multitud de dardos y flechas que los atormentaban, padecían tal dolor y sufrimiento, que causaron un tumulto y confusión terribles, pues estas criaturas, en lugares llanos y lisos, arrasan con todo lo que tienen por delante, pero en aquellos sitios que son agrestes y escarpados, no son de ninguna utilidad o servicio, por la blandura de sus pezuñas. Ptolomeo, previendo sabiamente cuánta ventaja tendría esta línea de púas, frustró de esta manera la furia y fiereza de las bestias. Al final, la mayoría de los Indios que los dirigían estaban muertos y todos los elefantes capturados. Ante esto, la mayoría de la caballería de Demetrio estaba tan consternada, que al instante huyó. Él mismo fue abandonado con unos pocos que le seguían. Pero, no pudiendo con todos los argumentos que pudo encontrar, persuadir a sus hombres de mantenerse en sus posiciones y de no abandonarlo, se vio obligado

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asimismo a retirarse. Una gran parte de la caballería que le seguía, se retiró en buen orden y se mantuvo en perfecto estado hasta llegar a Gaza, de modo que ninguno de sus perseguidores osó caer precipitadamente sobre ellos. En efecto, siendo el campo una planicie larga y plana, gozaban de más libertad para marchar y retirarse en orden. Algunas unidades de infantería, pensando que lo mejor era abandonar sus filas y mirar por sí mismos, abandonaron sus armas y siguieron a la caballería. Hacia el atardecer Demetrio pasó por Gaza, pero una parte de la caballería lo abandonó e ingresó en la ciudad con el propósito de sacar algo del bagaje. Estando las puertas abiertas, las calles llenas de animales de carga y todos ocupados en coger y llevarse sus bienes, se produjo tal desorden y embotellamiento en las puertas, que, ante la aproximación de las tropas de Ptolomeo, fue imposible cerrarlas para impedir su entrada. Así, penetrando el enemigo en la ciudad, ésta cayó en manos de Ptolomeo.

LXXXV. Tal fue el desenlace de esta batalla. Demetrio, sin demorarse, hacia medianoche llegó a Azotus, habiendo cabalgado unos doscientos setenta estadios desde el campo de batalla (136) . Desde allí envió un heraldo para pedir los cadáveres de los caídos, estando muy deseoso de rendir los últimos honores a aquellos que estaban muertos. Muchos de los nobles que le habían acompañado estaban allí muertos, entre los cuales, el más eminente eran Pitón, que tenía el mismo cargo que él, y Beoto, quien durante mucho tiempo había vivido con su padre Antígono y era conocedor de todos sus planes y partícipe de todas sus decisiones. Murieron en esta batalla, en el bando de Demetrio, unos quinientos (137) , la mayoría de ellos jinetes, y los mejores de la nobleza; y más de ochocientos prisioneros. Ptolomeo y Seleuco no sólo le permitieron enterrar los cadáveres, sino que le devolvieron su tienda de campaña con todo su mobiliario, y a aquellos de los prisioneros que pertenecían a su casa, libres y sin rescate. Sin embargo, le hicieron saber que ellos luchaban con Antígono no por tales cosas, sino porque no había devuelto a los gobernadores el mando de aquellas provincias que habían sido conquistadas por sus ejércitos coaligados en la guerra primero contra Perdicas y luego contra Eumenes; también porque, después de haber renovado su alianza con Seleuco, había privado a éste, muy injustamente y contra todo derecho, de su provincia de Babilonia. A los demás prisioneros Ptolomeo los envió a Egipto, con órdenes de distribuirlos entre los diversos nomos (138) . Después que Ptolomeo hubo enterrado con gran pompa y solemnidad a aquellos de sus soldados que habían muerto en la batalla, marchó con su ejército contra las ciudades de Fenicia, asediando algunas y persuadiendo a otras a rendirse. Demetrio, entretanto, no pudiendo oponer resistencia, despachó un mensajero con cartas a su padre, rogándole acudiera rápido en su auxilio; y él mismo marchó a Trípoli en Fenicia y llamó a los soldados que estaban como guarnición en Cilicia y en otras partes remotas y muy distantes del enemigo para que acudieran a él.

LXXXVI. Pero Ptolomeo, después que hubiera obtenido el control del país, se atrajo a Sidón a su bando y luego, acampando cerca de Tiro, exigió a Andrónico, jefe de la guarnición, que le rindiera la ciudad, haciéndole grandes promesas de riquezas y honores. Pero no sólo respondió que nunca traicionaría la confianza que Antígono y Demetrio habían depositado en él, sino que además empleaba muchas palabras injuriosas contra Ptolomeo; pero al poco fue sorprendido por un motín de sus propios soldados y cayó en manos de Ptolomeo. Andrónico no esperaba por tanto otra cosa que la muerte por su negativa a entregar la ciudad así como por su insultante lenguaje. Pero Ptolomeo no sólo le perdonó las injurias, sino que lo recompensó mucho y lo contó en el número de sus amigos y lo favorecía honorablemente. Porque este príncipe era de una disposición muy afable y gentil, y muy amable y generoso, lo que contribuyó mucho a acrecentar su poder y a elevar su

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honor y reputación, y animaba a muchos por este motivo a unirse a él como sus aliados y auxiliares. En efecto, había recibido honorablemente a Seleuco cuando fue expulsado de Babilonia e hizo que éste y el resto de sus amigos participaran con él en la abundancia y prosperidad de la que él disfrutaba. Así, cuando Seleuco pidió algunas fuerzas suyas para ir con él a Babilonia, de buen grado se las dio, y además le prometió que le ayudaría en todo lo que estuviera en su mano hasta que hubiere recuperado su antigua provincia. De esta manera se encontraban los asuntos de Asia en aquel tiempo.

LXXXVII. En Europa, Telésforo, el almirante de Antígono, quien entonces estaba con la flota en Corinto, viendo cómo Ptolomeo era preferido antes que él, y que todos los asuntos de Grecia eran confiados a la decisión de aquel, acusó a Antígono por aquel motivo y vendió cuantos barcos tenía consigo (139). Luego eligió a todos aquellos de sus soldados que querían unirse a aquel en sus propios planes de futuro y comenzó a ejecutarlos. Hecho esto, afectando tener todavía amistad con Antígono, entró en Elis, fortificó la ciudadela y esclavizó la ciudad. Asimismo saqueó las riquezas de Olimpia y se apoderó de cincuenta talentos de plata, con los cuales reclutó mercenarios. Y así Telésforo, a causa de su envidia por la promoción de Ptolomeo, traicionó a Antígono.Pero Ptolomeo, el general de Antígono en Grecia, tan pronto como supo de la defección de Telésforo y que éste se había apoderado de la ciudad de Elis y saqueado los templos de Olimpia, marchó con un ejército al Peloponeso. En llegando a Elis, destruyó la ciudadela que había sido fortificada y devolvió a los Eleos su libertad y el dinero al Dios.Después, siguió los pasos de Telésforo, de modo que reconquistó Cilene, donde Telésforo había puesto una guarnición y se la devolvió a los Eleos.

LXXXVIII. Entretanto, mientras ocurrían estas cosas, los Epirotas, muerto su rey Eácidas, entregaron el reino a Alcetas (140) , quien antes había sido desterrado por su padre Arimbo. Este Alcetas era un inveterado enemigo de Casandro y por tanto Licisco (141) , el general de Casandro en Acarnania, marchó sobre Epiro con un ejército, esperando que lo depondría fácilmente, con lo cual los asuntos del reino estuvieran más o menos bien ordenados.Licisco para este propósito acampó en Casopia. Alcetas envió a sus hijos, Alejandro y Teucro, a todas las ciudades para reclutar tantos soldados como pudieran. Y él mismo avanzó con cuantas fuerzas tenía y cuando vino cerca del enemigo se detuvo, aguardando la llegada de sus hijos. Pero Licisco, quien le excedía con mucho en número, lo atacó, y los Epirotas, muy atemorizados, se pasaron al enemigo (142) . Traicionado de este modo Alcetas, huyó a Eurimenas, una ciudad de Epiro. Mientras estaba duramente sometido a asedio en este lugar, llegó Alejandro con socorro para liberar a su padre. A esto siguió un duro combate, donde muchos de los hombres de Licisco fueron muertos, entre los cuales, además de otras personas de gran valor, estaban Micito, un experto oficial, y el Ateniense Lisandro, gobernador de Casandro en Leucade. Después, llegó Deinias (143) para auxilio de los vencidos y una segunda batalla tuvo lugar, en la cual Alejandro y Teucro fueron derrotados. Éstos, junto con su padre, huyeron a una fortaleza que había en las cercanías como refugio. Licisco de inmediato conquistó Eurimenas, la saqueó y la arrasó.

LXXXIX. En ese momento, sabiendo Casandro de la derrota de sus fuerzas, pero sin tener noticia de la victoria que luego obtuvieron, se apresuró a ir al Epiro a socorrer a Licisco. Pero cuando fue sabedor qué bien habían resultado las cosas para sus intereses, firmó la paz y se alió con Alcetas. Entonces con parte de su ejército fue a Adria, para asediar a los Apoloniatas, quienes habían expulsado su guarnición y se habían unido a los Ilirios. Pero los habitantes no estaban en absoluto alarmados, y habiendo solicitado la ayuda de sus aliados, se desplegaron en orden de batalla

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delante de sus murallas. A esto siguió una dura y larga batalla, pero los Apoloniatas, superando a sus contrincantes en número, los pusieron en fuga. Casandro entonces, habiendo perdido a muchos de sus hombres, carente de fuerzas bastantes, y percibiendo que se acercaba el invierno, regresó a Macedonia (144) .Después de su partida, los Leucadianos, ayudados por los Corcirenses, expulsaron la guarnición de Casandro. En cuanto a los Epirotas, estuvieron tranquilos bajo el gobierno regio de Alcetas por un tiempo, pero cuando se hizo más severo y tiránico, lo asesinaron junto con sus hijos, Hesioneo y Niso, quienes entonces eran sólo unos muchachos.

XC. En Asia, Seleuco, tras la derrota de Demetrio en Gaza en Siria, recibiendo de Ptolomeo no más que ochocientos infantes y doscientos caballos (145) , partió para Babilonia con tal confianza como para creer que, aunque no tuviera con él ningún ejército, sin embargo sería capaz de entrar en las provincias superiores con solos sus amigos y sirvientes, verdaderamente confiado de que los Babilonios a causa de su antiguo afecto y parcialidad hacia él acudirían a apoyarlo, y de que ahora tenía una clara oportunidad de lograr sus proyectos, estando Antígono con su ejército a gran distancia del lugar.Sin embargo, aunque continuó con tal confianza, sin embargo, sus amigos que estaban con él, viendo el escaso número de sus soldados, el gran poder de sus enemigos contra los que estaban marchando, la abundancia de provisiones y el número de aliados por los que eran abastecidos y equipados, estaban muy desanimados. Observando Seleuco esto, se dirigió a ellos de esta guisa: los generales y camaradas de Alejandro, en las expediciones de guerra, llegaron a confiar no sólo en la fuerza de las armas y la influencia de la riqueza, sino en su arte y prudencia militar a través de las cuales lograron grandes y maravillosas cosas, que habrán de ser recordadas por todos para siempre. Añadió que era por el contrario deber de todos ellos más bien confiar en los Dioses que les habían asegurado que esa expedición sería victoriosa. Pues les dijo: que al consultar el oráculo de los Branquidas, hacía algún tiempo, el Dios le llamó rey, y que Alejandro se le apareció en sueños y claramente le mostró la dignidad real a la que en su debido tiempo accedería (146) . Y también declaró: que todo el que fue grande y glorioso entre los hombres siempre iba a estar expuesto a peligros y riesgos. Y además, tratando a sus soldados equitativa y amigablemente era honrado por todos, y todos estaban deseosos de arrostrar con él el riesgo de esta empresa tan peligrosa.

XCI. Entonces partió con ellos a Mesopotamia. Allí se encontró con los Macedonios que estaban viviendo en Carras y a algunos de ellos por persuasión y a otros por la fuerza los hizo unirse a él en la expedición. Tan pronto como entró en Babilonia, los habitantes acudieron a él en tropel, y le ofrecieron sus servicios, pues se había comportado antes de la forma más solícita durante los cuatro años en que fue gobernador de la provincia, para atraerse de esta manera la buena voluntad del pueblo y asegurarse una ventaja, si en algún momento posterior se viera en la ocasión de luchar por el mando supremo. Poliarco también acudió a él, el cual ejercía algún tipo de cargo entre los Babilonios, con unos mil hombres completamente armados. Pero aquellos que estaban por Antígono, cuando percibieron la general e irresistible inclinación de la multitud hacia aquel, huyeron a la ciudadela, que era mandada por Dífilo. Y Seleuco se puso al instante a sitiarla, y habiéndola tomado por asalto, liberó a sus hijos y amigos que Antígono, cuando Seleuco por temor había huido de Babilonia a Egipto, había metido en prisión. Hecho esto, comenzó a reclutar soldados en el país, y, habiendo adquirido caballos, los distribuyó entre los que eran aptos para montarlos. Y además, comportándose con equidad y afabilidad con todos, consiguió que estuvieran listos para compartir con él cualquier riesgo, y así en poco tiempo recuperó todo su gobierno de Babilonia.

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XCII. Pero luego, Nicanor, a quien Antígono había hecho gobernador de Media, marchó contra él con diez mil infantes y setecientos caballos. Y Seleuco sin tardanza fue a su encuentro, llevando consigo en total poco más de tres mil infantes y cuatrocientos caballos; y pasando por el río Tigris, cuando supo que el enemigo no estaba lejos, ocultó a sus hombres en unas marismas cercanas, pretendiendo caer sobre el enemigo desprevenido. Éstos, cuando llegaron a orillas del Tigris, no encontraron a nadie y acamparon cerca de una posta real, sin adivinar lo cerca que estaba el enemigo. Pero la noche siguiente, por causa de una vigilancia negligente y un desprecio por el enemigo, no mantuvieron la debida atención y Seleuco cayó sobre ellos, causándoles gran tumulto y pánico. Esto ocurrió así porque cuando los Persas entraron en combate, Evagro (147) , su general, con varios otros de sus generales fueron muertos. Después de esto, la mayor parte del ejército de Nicanor, por motivo del presente peligro en que estaban así como por el disgusto que sentían por el gobierno de Antígono, lo abandonó y se pasaron a las filas de Seleuco. Entonces Nicanor, al que sólo que quedaban unos cuantos soldados y temía que al siguiente encuentro lo entregaran a Seleuco, se escabulló con algunos de sus amigos y huyó a través del desierto. Habiendo de este modo Seleuco obtenido un poderoso ejército, y continuando con la misma forma de comportarse con todos sus soldados como antes, fácilmente hizo que las provincias de Media, Susa y otras colindantes se le sometieran. Y envió a Ptolomeo cartas de cómo había tenido éxito, habiendo logrado poner todo el poder y majestad real en sus manos.

XCII. Ptolomeo continuó aún en Celesiria después de la gran victoria obtenida sobre Demetrio, quien supo que había regresado de Cilicia y estaba acampado en la Siria Superior. Por ello envió a uno de sus nobles, llamado Celes, un Macedonio, con un gran ejército, ordenándole que o lo expulsara completamente de Siria o que lo copara y destruyera allí donde estuviera. Mientras estaba de camino, Demetrio supo por sus exploradores que Celes estaba despreocupadamente con su ejército en Myus. Dejando sus bagajes detrás de él, marchó con sus soldados equipados a la ligera, caminó toda la noche, y poco antes del amanecer cayó sobre el campamento enemigo, lo expugnó sin combate y capturó a Celes. Por esta victoria se consideró que se había desquitado por su anterior derrota (148) . Pero porque juzgaba que Ptolomeo estaba llegando con todo su ejército, puso su campamento en un lugar donde tenía una ciénaga a un lado y al otro un lago. Demetrio escribió cartas de este éxito suyo a su padre Antígono pidiendo le enviara un ejército rápidamente o bien que acudiera él mismo en persona a Siria. Antígono estaba entonces en Celene en Frigia, y habiendo leído la carta estaba maravillosamente contento con la noticia, porque la victoria se había obtenido gracias a la conducta de su hijo, el cual era muy joven, y por ello había mostrado ser un hombre digno de llevar la corona desde ese momento. Sabidos estos sucesos, él mismo marchó con su ejército desde Frigia y habiendo cruzado el monte Tauro en pocos días se reunió con Demetrio.Ptolomeo, sabiendo de la venida de Antígono, convocó un consejo de guerra para decidir si era mejor quedarse donde estaba e intentar medirse con él en Siria o retornar a Egipto y luchar con él desde allí, como había hecho antes con Perdicas. El resultado del consejo fue que no debería arriesgarse enzarzándose con un ejército mucho más numeroso que el suyo, que tenía tal multitud de elefantes y al mando de un general hasta entonces invicto, y que era mucho más seguro para él luchar en Egipto donde estaría mejor aprovisionado que el enemigo, y contaría con lugares poderosos en los que confiar. Decidido a abandonar Siria, antes de irse devastó y destruyó las principales ciudades que en ese momento estaban en su poder, como Achon en la Siria fenicia, y Joppa, Samaria y Gaza en Siria. Entonces, tomando consigo todo cuanto del país pudiera llevarse o transportar, regresó a Egipto cargado de riquezas.

XCIV. Antígono, cuando hubo recuperado toda Siria y Fenicia sin combatir, se dirigió al país de

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los Árabes, llamados Nabateos (149) , porque pensaba que éstos nunca habían favorecido sus planes; nombró general a uno de sus nobles, llamado Ateneo, le dio cuatro mil infantes y seiscientos caballos, y le ordenó que atacara a aquellos y que trajera de ese país cuanto botín pudiera. Es adecuado a nuestro relato referir aquí las costumbres de esos Árabes, por las cuales han estado seguros y conservado su libertad. Viven en los llanos y en campo abierto, llamando a este desierto su patria, donde no hay habitantes, ríos o manantiales donde un ejército enemigo pudiera abastecerse. Es ley entre ellos ni cultivar árboles frutales ni plantar grano ni construir casas ni beber vino, y aquel que es descubierto haciendo alguna de estas cosas es seguro que morirá por ello. Y la razón de esta ley es porque consideran que aquellos que poseen tales cosas son fácilmente obligados a transigir con la voluntad y sentimiento de los más poderosos por temor de perder lo que tienen o la esperanza de ganar más. Algunos de ellos crían camellos, otros se emplean en apacentar ovejas, ambulando de un sitio a otro en esos desiertos con tal propósito. Mientras hay muchas tribus Árabes que se dedican al pastoreo de ganado en los desiertos, sin embargo los Nabateos son mucho más ricos que los demás, si bien su número no pasa de diez mil. Muchos de ellos suelen trasportar incienso, mirra y otros ricos perfumes hasta la costa, con los cuales trafican, y que a su vez reciben de los que traen esas mercaderías desde la Arabia Eudemon (150) . Aprecian y valoran altamente su libertad, y cuando algún poderoso ejército los invade, al instante huyen al desierto como a un poderoso castillo para su refugio, pues, no habiendo allí agua para beber, nadie puede seguirlos a través de esos desiertos, pero ellos tienen una segura e intacta vía de retirada merced a ollas y vasijas escondidas en el suelo y preparadas de antemano, porque el suelo es arcilla pura, bajo la cual hay piedra blanda, en la que cavan grandes cavernas muy estrechas en su entrada, pero que se van agrandando según se profundiza, hasta que al final vienen a tener una longitud de un pletro. Estas cavernas son llenadas hasta la entrada con aquellas vasijas que contienen agua. Luego cubren todo para asemejarlo con el resto del suelo y ponen ciertas señales con las que encontrar el lugar, no reconocibles para nadie salvo para ellos mismos. El ganado, llevado con ellos, bebe tanta agua como puede para tres días, para que, mientras estén huyendo a través de lugares secos y áridos, no tengan que parar ninguna vez para abrevar su ganado. Su comida consiste en carne, leche y raíces. Para beber, como tienen abundancia de miel silvestre y pimienta, los mezclan con agua para tal propósito. Asimismo hay otra clase de Árabes, algunos de cuales se emplean en la cría de animales de granja, venta de grano y otra clase de provisiones, y son parecidos a los Sirios en todas las demás cosas, salvo en lo de vivir en casas.

XCV. Tales son, pues, las costumbres de los Árabes. Cerca había un punto de reunión de esos Árabes, adonde todas las naciones circundantes suelen acudir, como a un mercado común, para vender sus mercaderías y comprarles los productos de su país. A este mercado iban entonces los Nabateos, dejando sus riquezas y a los ancianos con sus esposas e hijos, en lo alto de una roca (151). El lugar era muy fuerte, pero sin murallas, y distante dos días de los lugares habitados. Ateneo, aprovechando la oportunidad, marchó rápidamente a esta roca y, habiendo salido de la provincia de Idumea, recorrida una distancia de dos mil doscientos estadios en tres días y tres noches, se apoderó del lugar pasada la medianoche. De los soldados que allí estaban, a unos los pasó por las armas, a otros los tomó prisioneros, y a los que estaban heridos los abandonó. Y se llevó la mayor parte de su mirra e incienso, y unos quinientos talentos de plata, y, permaneciendo allí no más de tres horas, por temor a que los naturales se le echaran encima, regresó al instante. Y habiendo recorrido doscientos estadios, no podían caminar más por el extremo cansancio y por

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ello descansaron, sin prestar atención ni poner guardias, presumiendo que los naturales no les podrían alcanzar ya en menos de dos o tres días. Pero los Árabes, recibiendo información de algunos que habían visto el ejército, al instante se congregan, dejan el mercado y retornan a la roca, donde, informados más por lo menudo de todo lo que había pasado por los heridos, de inmediato persiguieron a los Griegos a toda velocidad. Y como los hombres de Ateneo no mantenían vigías y, después de la larga marcha, estaban cansados y dormían profundamente, algunos de los prisioneros se escaparon. Cuando se encontraron con sus compatriotas les hicieron conocedores de dónde estaba el campamento enemigo, se apresuraron al lugar y, llegando a ellos a las tres de la mañana, asaltaron el campamento, siendo en número de ocho mil, y a la mayoría de las tropas enemigas les cortaron las gargantas mientras dormían en sus tiendas, y a los restantes, que opusieron resistencia, los mataron con sus jabalinas. En suma, destrozaron por completo a la infantería y solos cincuenta de la caballería lograron huir y éstos en su mayoría heridos. Y así Ateneo, aunque empezó bien, sin embargo, por causa de su imprudencia, perdió todo al final. Y por eso algunos, no sin motivo, son de la opinión de que es más fácil sacar provecho de algún infortunio que actuar con prudencia en medio de éxitos extraordinarios. En efecto, la adversidad, por el temor de los daños que pueden venir a continuación, pone al hombre en guardia para dirigir más cuidadoso sus asuntos; pero en la prosperidad, los hombres muchas veces se entregan a una gran negligencia y falsa seguridad.

XCVI. Los Nabateos, habiéndose así vengado de sus enemigos, recuperaron sus bienes y regresaron a la roca. Y, mediante una carta escrita a Antígono en caracteres Siríacos, se quejaron de Ateneo y del mal que les había hecho, y justificaron su acción. A éstos Antígono respondió, diciéndoles astutamente que Ateneo estaba ya bien servido, echándole la culpa de lo que había hecho, y asegurándoles que no le había dado tales órdenes. Hizo esto para ocultar lo que realmente estaba planeando contra ellos y para hacerles bajar la guardia, de modo que pudiera así lograr más fácilmente lo que ahora estaba proyectando, porque, sin alguna estratagema, no era cosa fácil derrotar a hombres que estaban continuamente deambulando de acá para allá, y tenían el desierto como refugio y cobijo inaccesible en extrema necesidad. Los Árabes, al recibir esta carta, se alegraron de que pareciera por el momento estar libres de grandes temores, pero no terminaban de confiar completamente en lo escrito en su carta. Así, estando entre la esperanza y el temor, situaron espías en torres de vigía y en otros altos lugares, desde donde pudieran ver fácilmente a lo lejos, cuando algún enemigo hiciera una incursión contra Arabia. Y ellos mismos pusieron todas las cosas a punto, esperando acontecimientos. Pero Antígono, habiéndose por un tiempo comportado como un amigo de esos bárbaros, juzgó entonces que tenía una clara oportunidad de caer sobre ellos, después de atraerlos, por así decir, a su cebo. Para este fin escogió de todo su ejército a cuatro mil infantes ligeros y a los más rápidos que pudo encontrar, a los cuales añadió cuatro mil de caballería, diciéndoles que tomaran alimentos para tantos días como pudieran llevar, y tales que no necesitaran cocinarse. Asignando a su hijo Demetrio el mando, los envió hacia la primera vigilia de la noche, con este encargo, que por todos los medios se vengara de aquella gente.

XCVII. Demetrio, por tanto, marchó tres días a través del desierto, apresurándose para atacarlos desprevenidos. Pero sus exploradores, percatándose de la llegada del enemigo a sus fronteras, de inmediato dieron noticia de esto a sus compatriotas. Por este motivo se fueron sin tardanza a su roca, donde había un solo acceso y éste labrado por obra humana, y allí pusieron su bagaje y situaron una guardia suficiente para protegerlo. Y los demás se fueron llevándose sus ganados, unos a un lugar, otros a otro, en el desierto. Demetrio, cuando llegó a la roca y vio que se habían llevado sus rebaños, comenzó de inmediato el asedio, pero aquellos que estaban dentro se

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defendieron valientemente, por la ventaja del lugar, y durante todo el día el combate les fue favorable, de modo que Demetrio se vio obligado al final a retirarse. Al día siguiente, cuando se aproximó de nuevo con sus fuerzas a la roca, uno de los bárbaros gritó: “¿Qué tienes, rey Demetrio? o ¿qué te ha provocado a hacernos la guerra a nosotros, que habitamos el desierto y en lugares donde no hay agua, grano, vino o cosa alguna que desees? Pero en cuanto a nosotros, que no podemos tolerar bajo ningún concepto ser esclavos, nos hemos asentado en un país privado de todas las cosas que son de absoluta necesidad para todos los demás hombres, y elegimos vivir en soledad, como las bestias del campo, sin hacer ningún mal a ninguno de vosotros. Por tanto, te rogamos a ti Demetrio y a tu padre, que no nos causéis perjuicio, sino que aceptéis algunos presentes, os vayáis de aquí con el ejército y contéis a los Nabateos en el número de vuestros amigos para el futuro. Ni podéis estar aquí muchos días, aunque tengas una voluntad tan grande como para hacerlo, por causa de la falta de agua y de todo lo demás necesario, ni podéis forzarnos a cambiar nuestro modo de vida, aunque quizás tú puedas tomar a algunos desanimados prisioneros, que nunca soportarán ser puestos bajo el poder de otras leyes y formas de vida” (152).

Dicho esto, Demetrio retiró su ejército y manifestó su deseo de que le enviaran embajadores para tratar de esos temas. Por ello, los Árabes mandaron a sus ancianos, quienes, usando los mismos argumentos que los antedichos, persuadieron a Demetrio de aceptar los regalos que eran de la mayor estima y valor entre ellos, y así pusieron fin a la guerra.

CXVIII. Después que le entregaron rehenes y los regalos que habían sido convenidos entre ellos, Demetrio se retiró de la roca y así, retrocediendo con su ejército trescientos estadios, acampó cerca del Lago Asfaltites (153) , cuya naturaleza no es adecuado pasarla por alto sin dar un relato sobre ella. Se sitúa en medio de la provincia de Idumea y se extiende a lo largo en quinientos estadios, pero en ancho tiene tan sólo sesenta estadios (154) . El agua es muy amarga y hedionda, de modo que ningún pez ni criatura alguna que suele encontrarse en el agua vive allí. Y aunque muchos ríos notables de agua muy dulce vierten sus aguas en este lago, sin embargo permanece corrupto e insalubre al gusto y al olfato, como lo era antes. Cada año surgen de él grandes y pesados trozos de betún y brea, a veces de más de tres pletros cuadrados y a veces de un poco menos de uno (155) . Por esto los bárbaros que habitan la zona llaman toros a los trozos más grandes y terneros a los más pequeños. Estos trozos de brea y azufre, flotando sobre el agua, parecen desde lejos muchas islas. Hay signos evidentes que preceden y dan noticia de la aparición de esta materia bituminosa, al menos veinte días antes, porque el hórrido olor del azufre y de la brea infectan el aire alrededor del lago a muchos estadios de distancia, y todos los metales, sea oro, plata o cobre, que están cerca del lugar, mutan su color natural, que al instante lo recuperan tan pronto como el azufre se evapora. Los lugares que colindan al lago están tan cálidos, por razón del azufre que hay bajo tierra, y exhalan tal fetidez, que los habitantes padecen muchas enfermedades y viven poco tiempo. Sin embargo, el país de alrededor, regado por muchos ríos agradables y manantiales frescos, abunda en palmerales. En cierto valle cercano a este lugar crece lo que llaman Bálsamo (156) , del que obtienen fuertes ingresos, puesto que esta planta no crece en ningún otro lugar del mundo y es muy usado por los médicos para el tratamiento y curación de las heridas y otras enfermedades.

XCIX. Los habitantes a ambas orillas de este lago se afanan tanto en extraer este azufre, que luchan unos con otros, y lo cogen de una forma extraña, sin barcos, pues lo recogen en enormes fardos de cañas atadas. sobre éstos se montan no más de tres hombres, de los cuales dos mueven los remos que están amarrados a las cañas y el tercero porta arco y flechas para defenderse

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contra los que intentan dirigirse hacia ellos desde la otra orilla o hacerles alguna violencia. Tan pronto como llegan al trozo de asfalto, se sitúan sobre él, lo extraen en piezas con hachas, como trozos de piedra sacadas de una cantera, lo cargan en la balsa y luego navegan de regreso. Si alguno se cae al agua, por romperse la balsa, nunca se hunde, como en otras aguas, aunque no sepa nadar, sino que permanece sobre el agua como si fuera el mejor nadador del mundo, porque este lago sostiene en su superficie cualquier cosa animal o vegetal; incluso si estas cosas son sólidas, o parecen no tener porosidades, como plata, oro, plomo o semejantes, también tardan más en hundirse que cuando son arrojadas a otras aguas. Y los bárbaros sacan de ello este provecho y beneficio. Transportan esta brea a Egipto y allí la venden, para su empleo en el embalsamamiento de los muertos. En efecto, si no mezclan esta sustancia con otras especies aromáticas, los cuerpos no pueden ser conservados mucho de la putrefacción.

C. Antígono, al regreso de Demetrio, habiendo escuchado la relación de su viaje, le echó la culpa de hacer la paz con los Nabateos, diciendo que aquellos bárbaros, habiendo así escapado, se harían más insolentes que antes, concluyendo que aquellos habían sido perdonados no por la compasión del vencedor sino por haberse perdido la esperanza de vencerlos. Le encomendó explorar el Lago Asfalites, viendo que de allí pudiera obtener algunos ingresos anuales, y creó al historiador Jerónimo de Cardia su tesorero para manejar esos ingresos, y le ordenó construir barcos y recoger todo el betún que pudiera del lago, pero Antígono en este caso vio frustradas sus esperanzas, pues los Árabes, en número de seis mil, cayeron sobre ellos cuando estaban en sus barcos reuniendo este asfalto, y mataron a casi todos con sus flechas. Por ello Antígono perdió toda esperanza de lograr ningún ingreso permanente de este modo y se abstuvo de intentarlo de nuevo tanto por el fracaso ya experimentado como porque tenía asuntos de más peso e importancia de los que ocuparse.En efecto, hacia este tiempo le vino un correo, que le traía cartas de Nicanor, el gobernador de Media, y de otros, de que Seleuco había regresado y prosperaba en aquellos territorios. Por ello Antígono, muy preocupado por las satrapías superiores, envió a su hijo Demetrio, con cinco mil infantes Macedonios, diez mil mercenarios y cuatro mil caballos, con la orden de que marchara ante las murallas mismas de Babilonia y, habiendo recuperado esta provincia, prosiguiera desde allí hasta el mar. Demetrio, por tanto, partió desde Damasco en Siria y procedió a cumplir enérgicamente las instrucciones de su padre (157) . Pero Patrocles, a quien Seleuco había nombrado gobernador de Babilonia, tan pronto supo que Demetrio estaba de camino hacia Mesopotamia, no osando esperar su llegada, porque sólo tenía unas pocas tropas, ordenó a los demás dejar la ciudad y que, cruzando el Éufrates, algunos huyeran al desierto y otros fueran más allá del Tigris hacia la provincia de Susa junto a Euteles (158) y al mar Pérsico (159) ; y él mismo, con los soldados que tenía junto a sí, confiando en los obstáculos que supondrían los ríos y los diques de aquellas tierras colindantes como defensa, se mantuvo dentro de los límites de su propia satrapía y estudió cómo emboscar al enemigo, mandando continuamente correos a Seleuco en Media de cómo le iban las cosas y solicitándole que le enviara rápido ayuda.Demetrio, cuando llegó a Babilonia y encontró la ciudad vacía de habitantes, comenzó al instante a asediar la ciudadela. Habiendo tomado uno de los baluartes, dio el botín allí encontrado a sus soldados, pero habiendo sitiado otro durante algunos días, se apresuró a irse, dejando a Arquelao, uno de sus mejores amigos, la prosecución del asedio con cinco mil infantes y mil caballos, y él mismo, viendo que el tiempo que su padre le había marcado para finalizar el encargo se agotaba, regresó con el resto del ejército a Asia Menor.

CI. Mientras estas cosas estaban sucediendo, las guerras entre los Romanos y los Samnitas continuaban aún en Italia (160) , donde se producían incursiones diarias de unos en los territorios

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de los contrarios, asedios de ciudades y acantonamiento de ejércitos por ambas partes, porque las dos más belicosas naciones de Italia estaban luchando por ver quién obtendría el imperio y el mando soberano. Por este motivo se celebraron muchas grandes batallas entre ellos. Al final, los cónsules de Roma, con una parte de sus fuerzas, acamparon frente al enemigo, esperando una buena oportunidad para atacarlo, y de este modo proteger a sus ciudades aliadas de ataques e irrupciones. Con el resto del ejército el dictador Quinto Fabio (161) tomó la ciudad de los Fregelanos, se apoderó de las personas más notables que eran enemigos de los Romanos, hasta un número de más de doscientos, se los llevó a Roma, y los exhibió como público espectáculo en el foro; y cuando los hubo azotado, según la costumbre Romana, los decapitó. Asimismo hizo una incursión en los territorios del enemigo, expugnó Calatia y la fortaleza de Nola (162) , con abundancia de botín, y distribuyó una buena parte del país en lotes entre los soldados. Los Romanos entonces, animados por estos éxitos, que sucedían según su deseo, dedujeron una colonia en la isla llamada Pontia (163) .

CII. En cuanto a Sicilia, después que Agatocles hubiese formado la paz con los Sicilianos, salvo con los de Mesana, los exilados de Siracusa huyeron todos a esta ciudad, porque juzgaron que ésta era la única que se mantenía firme contra aquel. Agatocles, por tanto, con toda celeridad se dedicó a arruinar tal alianza y para este fin envió a Pasifilo, su general, con un ejército, a Mesana, con órdenes secretas de hacer lo que entendiera más adecuado y pertinente a las circunstancias que se encontrara. Así, ingresó en el país de súbito y, después de tomar muchos prisioneros y mucho botín, pidió a los Mesanos paz y amistad y que les iría mejor si permanecían al margen que si se unían a los enemigos implacables de Agatocles.Por esto, los Mesanos, esperando librarse de la guerra sin luchar, expulsaron a todos los exiliados Siracusanos y recibieron a Agatocles con su ejército en la ciudad, el cual a lo primero se comportó respetuosa y amistosamente con todos y les solicitó que admitieran en su ciudad a aquellos exilados que había en su ejército y que habían sido por ellos, según sus leyes, antaño desterrados, restituyéndoles sus derechos. Pero después mandó buscar a aquellos de Tauromenium y Mesana que antes se habían opuesto a su gobierno y los ejecutó, hasta un número de seiscientos, porque, pretendiendo hacer la guerra a los Púnicos, decidió deshacerse de todos aquellos que considerara sus enemigos en Sicilia. Por tanto, los Mesanos, viendo aniquilados a sus principales ciudadanos que se habían opuesto al tirano y que ellos mismos habían expulsado a aquellos extranjeros que les habían sido favorables y que habían sido su principal fuerza contra aquel, y que habían sido obligados a recibir a aquellos que antes habían sido condenados por sus notorios crímenes, se arrepintieron mucho de lo que habían hecho, pero, por causa del miedo al poder del conquistador, se vieron obligados a resignarse.De ahí marchó Agatocles primero a Agrigento, planeando apoderarse también de esta ciudad, pero, como los Cartagineses habían llegado recientemente allí con una flota de sesenta navíos, desistió y dejó aquel proyecto, pero devastó y saqueó los territorios de los Púnicos, y capturó algunas de sus fortalezas al asalto, y se apoderó de otros por negociación.

CIII. En medio de esta confusión Dinócrates (164) , general de los exilados Siracusanos, solicitó la ayuda de los Púnicos antes de que Agatocles hubiera sometido toda Sicilia a su poder; acogió a todos aquellos exiliados que los Mesanos habían expulsado de su ciudad y, teniendo así un gran ejército, envió a Ninfodoro, uno de sus mejores amigos, con parte del ejército a la ciudad de los Centoripianos (165) , porque este lugar albergaba una guarnición de Agatocles y algunos ciudadanos habían decidido traicionarlo, bajo la condición de que se les permitiera regirse según sus propias leyes. Hecho este acuerdo, ingresaron en la ciudad de noche, pero los principales

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comandantes de la guarnición dieron alarma al instante y mataron a Ninfodoro y a todos los demás que habían traspasado las murallas. Agatocles hizo uso de este suceso como fundamento para acusar a los Centoripianos de conjuración contra su gobierno y decapitó a todos aquellos a los que suponía líderes de la defección. Mientras estaba ocupado en estas cosas, los Cartagineses entraron en el puerto de Siracusa con una flota de cincuenta navíos, pero todo lo que hicieron fue hundir dos barcos de transporte, uno de los cuales pertenecía a los Atenienses, y cortar las manos de aquellos que estaban a bordo, lo cual fue considerado como un ejemplo de extrema crueldad hacia aquellos que nunca les habían hecho la más mínima injuria. De hecho, la Divinidad puso esto de manifiesto, porque poco después algunos barcos, que fueron apartados del resto de la flota y desviados hacia el Brutio, cayeron en manos de los generales de Agatocles, y aquellos Fenicios que fueron capturados recibieron el mismo castigo que ellos habían inflingido a sus prisioneros.

CIV. Pero Dinócrates, general de los exiliados, teniendo con él más de tres mil infantes y dos mil caballos, se apoderó de la ciudad llamada Galeria, invitado por sus habitantes, y expulsó a aquellos que estaban a favor de Atagocles, y luego acampó ante las murallas de la ciudad.Agatocles de inmediato envió contra él a Pasifilo y a Demófilo, con cinco mil hombres, que lucharon con los exilados, cuyos generales eran Denócrates y Filonides, que mandaban cada cual un flanco. La batalla se mantuvo incierta largo tiempo, mientras ambos ejércitos se esforzaban al máximo. Pero Filonides fue muerto y su ala huyó; asimismo Dinócrates fue obligado a retirarse y Pasifilo mató a muchos de ellos en la huida y recuperó Galeria. Hecho esto, ejecutó a los autores de la defección. Agatocles, enterado de lo que había ocurrido, decidió atacar con todo su ejército a los Cartagineses, que se habían apoderado entonces de la colina llamada Ecnomos en el territorio de Gela. Para este fin, se dirigió hacia ellos sin dilación y tan pronto como llegó ante ellos les ofreció batalla, ensoberbecido por el éxito de su reciente victoria. Pero los bárbaros no se atrevieron a luchar, con lo cual, suponiendo que era el absoluto vencedor sin combatir, regresó a Siracusa y adornó los principales templos con el botín. Y estas fueron las acciones de este año, referidas en la extensión que hemos considerado necesaria.

Notas..

92)Nicodoro fue arconte en 314/13 a. C. Los cónsules del 315 a. C. son referidos por los Fastos Capitolinos como L. Papirio Cursor y Q. Publilio Filón, ambos por cuarta vez. Volver

93) Dyme es una ciudad en la parte occidental de Acaya. Volver

94) Afluente del Aqueloo. Volver

95)Justino, 15.2.1-2, da un relato diferente de esta campaña. El río Hebro en Iliria parece por lo demás desconocido. Volver

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96)Un sobrino de Antígono. Volver

97) Vide nota crítica. Asandro llegó a ser gobernador de Caria en 323 a. C., continuaba en el poder en 321 a. C. como sátrapa de este territorio. Volver

98)Prepilao había sido enviado por Casandro al hijo de Poliperconte, Alejandro, en un exitoso esfuerzo para separarlo de Antígono. No vuelve a ser citado después de esta campaña hasta el 303 a. C., cuando mandaba la guarnición de Corinto a favor de Casandro (libro 20.103.1). Volver

99) Invierno del 314/13 a. C. Volver

100)Vida Plutarco, Demetrio, 5.2; Apiano, Guerras Sirias, 54. Volver

101)Nearco fue un amigo de la infancia de Alejandro (Arriano, Anábasis, 3.6.5; Plutarco, Alejandro, 10.3), quien le había acompañado en su campaña a oriente y mandado la flota a la vuelta. En 323 a. C. fue puesto al mando de un viaje de exploración en torno a Arabia, pero este proyecto fue abandonado a la muerte de Alejandro (Arriano, Anábasis, 7.25.4; Plutarco, Alejandro, 68). Sirvió bajo Antígono en 317 a. C. y pidió junto a Demetrio que Eumenes fuera perdonado (Plutarco, Eumenes, 18.3). Volver

102)Este Pitón había sido dejado como Alejandro como sátrapa de la baja India (Arriano, Anábasis, 6.15.4) y había permanecido allí (libro 18.3.3; 39.6) hasta que fue llamado por Antígono en 316 a. C. para ser sátrapa de Babilonia (cap. 56.4). No ha de ser confundido con Pitón el guardia, condenado a muerte por Antígono en 316 a. C. (cap. 46.3-4) o con Pitón el sátrapa de Media (libro 18.3.1; 39.6). Volver

103) Nada se sabe de su servicio bajo Alejandro. Sirvió bajo Antígono en el asedio de Tiro en 315 a. C. (cap. 59.2). Volver

104)Nada se sabe de los primeros pasos de su carrera, pero puede ser el Filipo que recibió Bactriana y Sogdiana en 323 a. C. (libro 18.3.3). Diez años más tarde aún servía lealmente a Antígono (libro 20.107.5). Volver

105) Invierno del 314/13 a. C. Volver.

106)Medio sirvió bajo Alejandro, jugando un importante rol después de la muerte

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de Hefestión (libro 17.117.1). Fue acusado de envenenar a Alejandro (Arriano, Anábasis, 7.27.2), y después de la muerte de Alejandro sirvió bajo Pérdicas (Arriano, Sucesores, 24.6) y luego se unió a Antígono. Volver.

107)Pidna es un error. Posiblemente deberíamos leer “de Ptolomeo” o “de Policlito”, que era un almirante de Ptolomeo. Volver

108)Batalla de Megalópolis, 331 a. C. en que Agis III fue vencido y muerto (libro 17.62-3). Volver

109) Casi con seguridad el mismo que el Sóstrato de los caps. 3-5. Era el líder del partido oligárquico en Siracusa y se convirtió en uno de los Seiscientos en la época en que Agatocles se hizo tirano, escapando de la muerte merced a la huída. En el cap. 3.3, Diodoro, siguiendo una fuente democrática, lo describe como una persona que “había pasado la mayor parte de su vida en conjuras, asesinatos y grandes impiedades”, en claro contraste con el elogio que recibe en este pasaje, probablemente basado en Timeo. Volver

110) Pero en 102.1 se dice que Mesana quedó excluida de la paz. Volver

111)Se había mostrado antes favorable a Agatocles (Justino, 22.2.6). Posiblemente ha de ser identificado con el Amílcar que había combatido contra Timoleón (Plutarco, Timoleón, 25). Volver

112)Amílcar fue acusado de traición y murió antes de la sentencia (Justino, 22.3.2-7). Volver

113)Livio 9.21-23. Volver

114)O Plostia, de ubicación desconocida. Volver

115) Así rezan los Manuscritos. Sin embargo, Sora está en la parte sureste del Lacio, Saticula en la frontera entre Campania y Samnio, y Laustulo domina la vía marítima desde el Lacio a Campania. Por ello, quizás, habría que leer “Campania”. Volver

116)Llamada Lautula por Livio (9.23.4-5), quien dice que fue una batalla empatada, pero admite que algunas de sus fuentes la consideran una derrota en la que Aulio perdió la vida. según Livio, Fabio unos días después obtuvo una gran

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victoria, pero esta segunda batalla es desconocida para nuestro historiador. Volver

117) Teofrasto fue arconte en 313/12 a. C. En los Fastos Capitolinos los cónsules del 314 a. C. son M. Petilio Libón y C. Sulpicio Longo por tercera vez (Livio, 9.24.1). Volver

118)No se sabe el resultado del asedio. En 310 a. C., los Calantianos aún resistían a Lisímaco aunque con muchas dificultades (libro 20.25.1). Volver

119) Este es probablemente el hermano menor de Casandro, quien, como uno de los coperos de Alejandro, fue acusado por Olimpíade de haberlo envenenado (Justino, 12.14.6). Después de esta campaña desaparece de la historia; un hijo, Antípatro, fue rey de Macedonia durante 45 días en 281-80 (Porfirio, FGrH, 260.3.10). Volver

120)Fue exiliado junto con su padre por Filipo pero regresó al poder con ayuda de Olimpíade. Después de la muerte de Alejandro apoyó a Olimpíade y a Poliperconte (cap. 11.2), su celo finalmente le enajenó la voluntad de su pueblo y le causó un segundó exilio (cap. 36.2-4). Parece haber regresado a Etolia con Poliperconte en 316 a. C. (cap. 52.6). Volver

121) Pausanias (1.11.4) cuenta que esta batalla tuvo lugar en Oeniadae. Volver

122) Su hijo Pirro, el último rey del Epiro, fue adoptado y criado por Glaucias, rey de Iliria, quien parece haber estado vinculado a él de alguna forma (Plutarco, Pirro, 3; Justino, 17.3.16-19). Volver

123)Sobrino de Antígono. Volver

124)En el extremo septentrional de Eubea. Volver

125) Livio 9.26-27. Volver

126) Para esta rebelión vide Livio, 9.26.5-7, donde, empero, el dictador y el magíster de caballería son llamados respectivamente C. Menio y M. Folio. Volver

127) Polemón fue arconte en 312/11 a. C. En los Fastos Capitolinos los cónsules para el 313 son L. Papirio Cursor por V vez y C. Junio Bubulco Bruto por II vez (Livio, 9.28.2). Los sucesos relatados en caps. 77-80 aún pertenecen al año 313 a. C. Volver

128)Esto es, el Profundo, en el Euripo, cerca de Áulide. Volver

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129)Una ciudad en la costa oriental de Beocia, que dominaba la entrada septentrional del Euripo (Estrabón, 9.2.9). Volver

130) Hijo de Antípatro y hermano de Casandro (Plutarco, Demetrio, 31.5; Libro 20.112; Pausanias, 1.15.1). Volver

131)Invierno del 313/12 a. C. Volver

132)Opus fue probablemente conquistada, pero nada al respecto se dice en nuestras fuentes. Volver

133) Verano del 313 a. C. Volver

134) Es muy probable que el nombre del gobernante de Cerinia se haya perdido en los manuscritos. Lapitia y Cerinia están cerca de la mitad de la costa septentrional de Chipre. Volver

135)Invierno del 313/12 a. C. Volver

136)Unos 47 km. Volver

137)Plutarco, Demetrio, 5.2, dice que cayeron 5.000 hombres. Volver

138) Llámanse así las provincias egipcias. Volver

139)Telésforo era probablemente un sobrino de Antígono; y Ptolomeo sin duda lo era. Volver

140)Alcetas, un hermano mayor de Eácidas, había sido desterrado a causa de sus desenfrenos (Pausanias, 1.11.5). Volver

141) fue puesto al mando del Epiro por Casandro en 316 a. C. (cap. 36.5), y de Acarnania en 314 a. C. (cap. 67.5); pero en 313 a. C. parece haber sido remplazado durante un tiempo por Filipo (cap. 74.3). Volver

142) Según Pausanias (1.11.5), Alcetas enojó tanto a los Epirotas por su crueldad que, inmediatamente después de su regreso, se sublevaron y lo mataron. Volver

143) Deinias, un general de Casandro, había tomado Tempe en 317 a. C. (cap. 35.3). Volver

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144) Invierno del 312/11 a. C. Volver

145)Apiano, Guerras Sirias, 9.54, refiere 1.000 infantes y 300 caballos. Volver

146)Para más augurios favorables a Seleuco, léase Apiano, Guerras Sirias, 9.56. Volver

147)Posiblemente sea el Evágoras que es mencionado en cap. 48.2 como sátrapa de Aria. Volver

148)Esta victoria es minimizada por Pausanias, 1.6.5. Según Plutarco, Demetrio, 6.3, Demetrio entregó a Ptolomeo vivos a Celes y su estado mayor, en retribución de la generosidad mostrada por Ptolomeo después de Gaza. Volver

149) Este fue claramente un paso preliminar en la invasión de Egipto mismo que ya tenía en mente. Cambises antes de invadir Egipto firmó un pacto con los Árabes (Herodoto, 3.4-9). Para estos Árabes léase Estrabón, 16.4 y ss.; también la descripción del propio Diodoro (libro 2.48). Volver

150)La Arabia Feliz, en la parte suroeste de la península arábiga (libro 2.49). Volver

151)Esta fortaleza natural puede ser la futura Petra. Volver

152)Plutarco, Demetrio, 7.1. Volver

153)Lit. “el Lago de Asfalto”. Actual mar Muerto. Volver

154)De largo unos 88,5 km, y de ancho unos 10,5 km. Actualmente tiene 76 km. de largo y 16 km. de ancho.Volver

155) Una pletro equivale a cien pies., esto es, 30 metros. Tales trozos tendrían una superficie de entre 850 m2 y 2650 m2. Volver

156)Para el bálsamo léase Teofrastro, Historia de las Plantas, 9.6.1-4; Plinio, Historia Natural, 12.111-123; Estrabón, 16.2.41. Volver

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157) Probablemente año 311 a. C. Volver

158)Si el nombre es correctamente transmitido, debemos suponer que Euteles sería el comandante establecido en Susiana por Seleuco (cap. 92.5). Volver

159)Mar Rojo en Griego, pero es un error. Es el golfo Pérsico. Volver

160)Livio, 9.28. Volver

161) En Livio (9.28.1-6) el dictador es llamado C. Petilio, quien conquistó Fregelas, y el mismo dictador o C. Junio Bubulco, uno de los cónsules, quien tomó Nola. Para la dictadura de Fabio dos años más tarde véase cap. 72.6-7 y Livio 9.24.1. Volver

162)Una ciudad de Campania. Volver

163)La moderna Ponza, una de las pequeñas islas sitas en el Mar Tirreno, frente a la costa occidental de Italia. Vide Plinio, Historia Natural, III, 6. Volver

164)Un viejo amigo de Agatocles, que fue desterrado cuando el tirano acababa de establecerse en el poder (cap. 8.6); no sabemos el motivo de su exilio. Volver

165)Centoripa es una ciudad del interior de Sicilia, al suroeste del Etna y al noroeste de Catana. . Volver

DIODORO«BIBLIOTECA HISTÓRICA: LIBRO XIX»

Traducción y adaptación "el Anónimo Castellano"

acceso al apartado de textos clásicos de Satrapa1.com: enlace

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CONTENIDOS DEL LIBRO XIX

Para facilitar su publicación en la web se ha dividido el libro en tres partes más un índice.

Índice - Parte I . Parte II -. Parte III - Parte IV -

Capítulo 7Casandro, Ptolomeo y Lisímaco hacen la paz con Antígono; Casandro asesina a Roxana y a su hijo. Los

gobernadores toman el título de reyes. Los Púnicos reclutan tropas contra Agatocles. Cuatro mil habitantes de Gela asesinados por Agatocles. La batalla entre Agatocles y Amílcar en Himera. Agatocles

vencido. Varias ciudades se sublevan contra Agatocles.

CV. Cuando Simónides fue arconte de Atenas y los Romanos crearon cónsules a Marco Valerio y Publio Decio (166) , Casandro, Ptolomeo y Lisímaco firmaron la paz con Antígono, cuyos términos eran los que siguen: que Casandro sería el soberano de todas las posesiones Europeas, hasta que Alejandro, el hijo de Roxana, cumpliera la mayoría de edad; que Lisímaco tendría el mando supremo de Tracia; que Ptolomeo gozaría del mando supremo en Egipto y en las ciudades vecinas de Arabia y África; que Antígono sería el señor de toda Asia; y que los Griegos se regirían con arreglo a sus propias leyes. Pero estas condiciones no fueron observadas por ellos mucho tiempo, sino que cada uno aprovechó una u otra ocasión para usurpar más de lo que le correspondía. Casandro veía que Alejandro, el hijo de Roxana, se acercaba a la edad adulta, y asimismo escuchaba cuál era el discurso de algunos en Macedonia, a saber, que sería oportuno que el joven fuera libre de su prisión y asumiera el gobierno del reino de su padre en sus propias manos. Por temor, pues, de ser sustituido ordenó a Glaucias, el guardián del muchacho, ejecutar a Roxana y al rey, esconder sus cadáveres una vez que hubiera cumplido las órdenes y tratar por todos los medios de ocultar su muerte. Esto fue efectivamente hecho y así, de este modo, Casandro, Lisímaco, Ptolomeo y Antígono se vieron libres de todo temor por motivo del rey. En efecto, extinguida ahora toda la línea real y sin sucesores, cada uno de los generales, que se habían apoderado de las provincias o de las ciudades, asumieron el título regio; y cada uno reclamó la provincia, de la que era gobernador, como reino conquistado (167) . Y así estaban los asuntos de Europa, Asia, Grecia y Macedonia.En Italia (168) , los Romanos marcharon con un fuerte contingente de caballería e infantería contra Pollitium, una ciudad de los Marrucinos (169) , adonde trasladaron a una parte de sus ciudadanos como colonos y dedujeron una nueva colonia, dándoles Iteramna (170) para habitar.

CVI. En Sicilia (171) , el poder de Agatocles crecía cada día, haciéndose sus fuerzas más y más poderosas. Por tanto, los Púnicos, informados de que había conquistado casi todas las ciudades de la isla y de que sus generales y oficiales no podían moderarlo, decidieron continuar la guerra con más vigor. Para ello construyeron una flota de ciento treinta navíos de guerra y nombraron a Amílcar (172) , una persona eminente, general, y le entregaron dos mil soldados reclutados en la ciudad, entre los cuales muchos eran hombres notables; diez mil en África; de Tirrenia mil mercenarios y doscientos carros, y mil honderos de las Baleares. Asimismo acopiaron mucho

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dinero, toda clase de armas, grano y todas las demás cosas necesarias para la guerra. Y entonces cuando toda la flota había levado áncoras y navegado a mar abierto, de súbito una violenta tormenta se produjo, la cual hundió sesenta barcos y dañó doscientas naves que transportaban grano y provisiones. El resto de la flota, después de muchas penurias en el mar, llegó con gran dificultad a Sicilia. Muchos de los hombres más eminentes de Cartago murieron en esta ocasión, lo que movió a la ciudad a público lamento. En efecto, cuando algún infortunio ocurre más grave de lo ordinario, su costumbre es cubrir las murallas con telas y ropas negras. El general Amílcar, después que hubo desembarcado, reunió a aquellos que se habían salvado de la tormenta, y, para sustituir a los que habían perecido, reclutó a mercenarios extranjeros y a otros de entre los aliados a lo largo de Sicilia, a los que incorporó al resto de las fuerzas que allí había antes, y, provisto cuidadosamente de todo lo necesario para la guerra, reunió el ejército en campo abierto, teniendo bajo su mando a cuarenta mil infantes y cerca de cinco mil caballos. Por tanto, habiéndose recuperado en poco tiempo y siendo considerado un hombre de gran reputación por su honestidad e integridad, no sólo reanimó el valor de los aliados, sino que metió no poco miedo en los corazones de sus enemigos.

CVII. Por otra parte, Agatocles, percibiendo que era superado con mucho por los Cartagineses en el número de sus fuerzas, concluyó que muchas de las fortalezas, castillos, ciudades y pueblos que le guardaban rencor se pasarían al enemigo. Sospechaba sobre todo de la ciudad de Gela, porque sabía que todas las fuerzas del enemigo estaban acampadas en sus territorios. Y además, su flota en ese tiempo sufrió un revés no ligero, pues más de veinte barcos que estaban en el mar con toda su tripulación cayeron en manos de los Púnicos. Sin embargo, juzgó oportuno situar una guarnición en esta localidad para asegurársela, pero no se atrevía a introducir abiertamente tropas en la ciudad, por miedo a que los habitantes se lo impidieran, cuando él hasta entonces no les había dado ningún motivo para rebelarse, y de este modo pudiera perder una ciudad que le había sido muy útil y de provecho. Por ello, para evitar sospechas, introdujo soldados en la ciudad poco a poco, unos cuantos cada vez, como si hubieran entrado para otros propósitos, hasta que había metido tantos en la ciudad que excedían en número a los propios ciudadanos. Y poco después él mismo llegó y acusó a los Gelanos de traición y rebelión. Fuera esto verdad o no, fueran acusados en falso por los exilados o que esto fuera una excusa para reunir cuanto dinero pudiera, ejecutó a unos cuatro mil Gelanos y confiscó sus propiedades, y amenazó con la muerte a los demás que no le entregaran todo su dinero, oro o plata, acuñado y sin acuñar. Por causa del miedo a este temible edicto todos obedecieron su orden, con lo cual acopió un enorme tesoro y se convirtió en el terror de sus súbditos. Y aunque se consideró que se había comportado con los Gelanos demasiado cruel y severamente, sin embargo ordenó que los muertos fueran enterrados decentemente fuera de las murallas. Habiendo dejado una fuerte guarnición en la ciudad, acampó frente al enemigo.

CVIII.. Los Cartagineses tenían en su poder la colina de Ecnomos, donde antaño se contaba que se erigía el castillo de Falaris, donde dicen que el tirano tenía el toro de bronce ideado para atormentar a los delincuentes, prendiendo fuego bajo él y haciendo así que se abrasaran poco a poco. Por este motivo, a raíz de esta horrible crueldad aplicada sobre pobres infelices, la colina se llamaba Ecnomos (173) . Agatocles se apoderó de otro castillo de Falaris frente a aquellos, que llamaban Falareo por dicho personaje. Entre ambos ejércitos discurría un río, que constituía una defensa y baluarte para los dos bandos. Se contaba una antigua profecía de que una gran batalla se celebraría y que multitud de hombres morirían en ese lugar. Dado que se desconocía cuál de los bandos sufriría principalmente la matanza, por el temor supersticioso a los Dioses, los ejércitos eran reticentes y poco entusiastas de entrar en batalla. Por este motivo, durante mucho tiempo

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ningún bando se atrevió a cruzar el río con todas sus fuerzas, hasta que un suceso súbito e inesperado les obligó a combatir. En efecto, los Africanos, haciendo una sorpresiva incursión contra el enemigo, animó a Agatocles a llevar a cabo lo mismo, porque cuando los Griegos estaban sacando del campamento su ganado, algunas mulas de carga y otros animales, algunos de los Púnicos salieron a perseguirlos. Pero Agatocles, percibiendo lo que iba a hacer el enemigo, preparó antes una emboscada con los hombres más firmes y resueltos cerca del río, quienes, tan pronto como los Cartagineses hubieron pasado el cauce y se hubieran lanzado en persecución de aquellos que estaban sacando el ganado, saltaron desde donde estaban emboscados y los hicieron huir. Mientras los bárbaros eran de este modo destrozados e impelidos hacia su campamento, Agatocles, considerando que ese era un momento oportuno para luchar, dirigió su ejército contra el enemigo y, cayendo sobre ellos de súbito, rápidamente llenaron una parte del foso, penetraron a través de su empalizada y entraron a viva fuerza en el campamento. Los Púnicos, amenazados por este súbito asalto, no teniendo tiempo para ponerse en orden de batalla, formaron filas según la fortuna se lo permitió y lucharon con el enemigo de la mejor manera que pudieron. Como lo más duro de la pugna se producía cerca del foso, la tierra a su alrededor estaba cubierta de cadáveres, pues los más notables de los Cartagineses fueron a defender ese lugar por donde vieron que el enemigo entraba.Por otra parte, los soldados de Agatocles se animaron por el éxito de su intento y suponiendo que pondrían fin a la guerra con esta única batalla cargaron resueltamente contra los bárbaros.

CVIX. Amílcar, percibiendo que sus hombres estaban demasiado debilitados y que los Griegos estaban metiendo continuamente más hombres en el campamento, destacó a los mil honderos Baleáricos que hirieron a muchos lanzando una multitud de grandes piedras con sus hondas y mataron a muchos que estaban penetrando en el campamento, y rompieron los escudos y armaduras de muchos de sus atacantes. En efecto, estos hombres solían lanzar piedras de una mina de peso (174), eran siempre muy útiles y contribuyeron mucho en varias batallas a ganar la victoria, pues eran diligentemente enseñados y estaban bien ejercitados en el arte de la honda desde su más tierna infancia. De esta manera en este momento vencieron, expulsando a los Griegos más allá de las defensas del campamento. Pero Agatocles penetró en el campamento por otros lugares y, justo cuando el campamento era invadido, inesperadamente llegaron socorros desde Cartago, que reavivaron los ánimos de los Púnicos. Los que estaban en el campamento atacaron al enemigo de frente, mientras que los recién llegados golpearon por todas partes. Los Griegos, recibiendo ataques desde una dirección inesperada, fueron vencidos. Así, la fortuna del día cambió súbita e inesperadamente, porque los Griegos huyeron estrepitosamente, unos al río Himera y otros a su propio campamento. La retirada se prolongó durante cuarenta estadios y, como el lugar era llano, fueron perseguidos por no menos de cinco mil de los jinetes bárbaros, de modo que la planicie toda quedó cubierta de cadáveres. El río contribuyó mucho a la destrucción de los Griegos, pues siendo la persecución hacia el mediodía y en plena canícula, muchos de aquellos que huían estaban tan sedientos, a causa de lo caluroso del tiempo y de la fatiga de la huida, que bebieron ávidamente el agua del río, que era salada (175). En efecto, un número de Griegos no menor que aquellos que habían sido abatidos por sus perseguidores habían sido encontrados muertos a orilla del curso fluvial sin una herida. De los bárbaros en esta batalla murieron unos quinientos, pero no menos de siete mil de los Griegos. Agatocles, habiendo sufrido de esta manera una grave derrota, después que recibió a todos los que habían escapado, quemó su campamento y regresó a Gela. Pero hizo circular el rumor de que se había ido a Siracusa. Ocurrió entonces que trescientos jinetes Afros, que ambulaban por esos lugares, atacaron a algunos de los soldados de Agatocles, quienes les dijeron que Agatocles había vuelto a Siracusa. Por ello los jinetes entraron en Gela como amigos, pero, de esta manera

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engañados, fueron todos abatidos. Sin embargo, Agatocles se encerró en Gela, no porque no pudiera llegar salvo a Siracusa, sino porque quería hacer a los Púnicos perder el tiempo en el asedio de Gela, para que los Siracusanos pudieran sin temor alguno recoger la cosecha, pues ya era el momento. Amílcar al principio intentó sitiar Gela, pero descubriendo que había tropas en la ciudad defendiéndola y que Agatocles contaba con abundantes vituallas de toda especie, cejó en el intento; en su lugar, visitando las fortalezas y las ciudades, se las atrajo y trató a todos los pueblos con dulzura, pretendiendo ganarse la buena voluntad de los Sicilianos. Y el pueblo de Camarina y de Leontinos, así como los de Catana y Tauromenio, enviaron a la vez embajadores a los Cartagineses y se unieron a ellos; y en pocos días Mesana y Abacaenum y muchas otras ciudades competían entre sí por pasarse a Amílcar, pues tal era el deseo que albergaba el pueblo llano después de la derrota de Agatocles a causa de su odio a este tirano. Pero Agatocles dirigió los restos de su ejército a Siracusa, reparó las partes arruinadas de las murallas y almacenó grano traído de los campos, con la intención de dejar una adecuada guarnición en la ciudad y con la parte más poderosa de su ejército cruzar a Libia y llevar la guerra de la isla al continente.

Notas..

166) Simónides fue arconte en 311/10 a. C. En los Fastos Capitolinos del 312 a. C. son M. Valerio Máximo y P. Decio Mus (Livio, 9.28.8). Volver

167) Para el asesinato de Alejandro y Roxana, léase Justino, 15.2.5; Pausanias, 9.7.2. Volver

168) Livio, 9.28.8. Volver

169)Diodoro es el único autor de la Antigüedad que menciona Pollitium; Holstenius y otros estudiosos han buscado el lugar, pero en vano. Se ha dicho, pero sin fundamentos firmes, que estaba situada en la moderna región de los Abruzos, al oeste de Chieti, ya sea S. Agatopo, una pequeña localidad, o algún lugar cerca de la ciudad de Manoppello.Volver

170) Interamna es probablemente Interamn(i)a Praetutiana (actual Teramo, también en los Abruzos) o Interamn(i)a Nahars (actual Terni, en Umbría) aunque ambas ciudades normalmente se dice que fueron tomadas por los Romanos a principios del siglo III a. C., unos pocos años después de la fecha dada por Diodoro. Puesto que el nombre es genérico (de inter amnes, “entre ríos”), puede ser algún otro lugar. Volver

171) Para esta campaña, que Beloch data a principios del verano del 310, véase Justino, 22.3.9. Volver

172) El hijo de Giscón, no confundir con el Amílcar de los caps. 71.6 y 72.2, que estaba ya muerto. Volver

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173) Malvado en Griego. En el libro 13.90.4-7, Diodoro dice que él mismo había contemplado el toro de bronce, que Amílcar se había llevado a Cartago (hacia el 480 a. C.) y Escipión Emiliano había devuelto a Acragas después del saco de Cartago. Léase también libro 20.71.3. Volver

174) 1,3 kg. aprox. Volver

175) Léase Vitruvio, 8.3.7. Por causa de su salinidad natural, hoy el río se llama “Salso”. Volver