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La tradición Clásica en la poesía de Rosario Castellanos: Análisis de los mitos femeninos en “Lamentación de Dido” y “Testamento de Hécuba”

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Dido RosarioCastellanos Explicación

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  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos: Anlisis de los mitos femeninos en Lamentacin de Dido y

    Testamento de Hcuba

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos: Anlisis de los mitos femeninos en Lamentacin de Dido y

    Testamento de HcubaSergio ChriStian gonzlez oSorio

    Facultad de Filosofa y LetrasColegio de Letras Hispnicas

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos: Anlisis de los mitos femeninos en Lamentacin de Dido y Testamento de Hcuba, tesis que para obtener el ttulo de Licenciado en Lengua y Literaturas Hispnicas presenta Sergio Christian Gonzlez Osorio

    Asesora: Laurette Godinas

    2012 Colegio de Letras HispnicasFacultad de Filosofa y LetrasUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

  • Para a Ral Ortiz y Ortiz,heredero del espritu de Rosario.

  • 9

    A mis lectores y sinodales, los presento por orden alfabtico:Dra. Graciela Estrada, Dra. Mara Teresa Miaja y al Mtro. Ra-fael Mondragn.

    A la Dra. Laurette Godinas, mi asesora y profesora, por su paciencia y credibilidad en este proyecto.

    A Ral Ortiz y Ortiz por permitirme acceder a su archivo personal sobre Rosario Castellanos.

    A mis padres, hermanas y amigos.A mi esposa, Elda Patrn y a mi hijo que est por nacer

    S. G. O.

    Agradecimientos

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    I. Introduccin

    Rosario Castellanos es una de las figuras ms importantes de las le-tras mexicanas, su obra cuenta con gran cantidad de lectores fuera de nuestra frontera poltica y an de la lingstica. Las tesis y estudios ensaysticos acerca de su obra se multiplican dentro y fuera de Mxico. Esto quiere decir que la lectura de sus ensayos, novelas, poesas, artcu-los periodsticos y obras de teatro contina tan vigente como en vida de la autora. Dentro de una obra tan vasta, donde tienen lugar varios gne-ros literarios, los lectores invierten una buena parte de su atencin para conocerla a cabalidad. En cada tipo textual que incursion subyacen temas y estilos diversos, pocas y acontecimientos presenciados y pro-tagonizados por ella misma. As, el recorrido por su obra requiere de un conocimiento amplio de los movimientos culturales y artsticos no slo del siglo XX en Mxico, sino de gran parte de la tradicin occidental.

    Como una mujer encumbrada, no slo en la escena de las letras y la ctedra universitaria, sino tambin como protagonista de la poltica nacional, ocupando puestos de gran relieve en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico y en el gobierno federal, Rosario Castellanos fue implacable en la crtica social. Denunci la desigualdad y marginacin de las comunidades indgenas por medio de sus novelas, evitando ser catalogada como autora indigenista. Utiliz tambin, para este mismo fin, su columna en el diario Exclsior y varios de sus cuentos.

    Cuando se trataba de abordar temas de carcter personal (sin el en-mascaramiento con personajes ficticios), tales como sus circunstancias amorosas, conyugales y la difcil relacin con sus padres, las encausaba a travs de la poesa, el teatro y sus artculos. Hizo de su vida priva-da materia de creacin y reflexin. A sus lectores les es familiar cada acontecimiento sufrido por la autora, y no porque un bigrafo haya de-velado hechos o vivencias oscuras, sino porque ella misma se encarg

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos12

    de convertir su vida en la prueba ms fehaciente de sus reflexiones de orden sicolgico y ontolgico. Asimismo, la materializacin del fracaso de las instituciones heredadas por la tradicin familiar, basadas en los valores cristianos, encontr su ms explcito ejemplo en su obra con el retrato de sus vivencias. Tambin denunci, de una forma por dems aguda y socarrona, el fracaso del estado surgido de la revolucin mexi-cana, gracias a sus experiencias como funcionario pblico en su estado natal. Esta postura crtica se reforz al poner en duda su propia circuns-tancia: proveniente de una clase privilegiada, emanada del cacicazgo, fue testigo de las injusticias sociales practicadas por su propio padre. Evidenci, a travs de su madre y de ella misma, en muchas de sus p-ginas, la sumisin, la humillacin y la discriminacin que padecen las mujeres en Mxico y que al mismo tiempo perpetan.

    Estos aspectos biogrficos han sido estudiados en abundancia a partir de su obra, sin embargo, en este anlisis no pretendo aportar elementos reveladores acerca de su vida, sino demostrar que Lamen-tacin de Dido y, en menor grado, Testamento de Hcuba son la sntesis estilstica de su produccin potica, al involucrar los motivos vitales de mayor relevancia en su quehacer potico con un estilo madu-ro, fuertemente anclado en la tradicin Clsica y perfectamente adap-tado a su discurso.

    Para acercarse a esa meta resulta indispensable ir ms all de las lec-turas biogrficas y sociolgicas que dejan de lado la revisin del estilo y de las fuentes literarias de autores tan verstiles y eruditos como lo fue Rosario Castellanos. Por lo tanto, la manera de desentraar la gnesis, el estilo y los motivos de estos textos es por medio de la revisin de sus fuentes provenientes de la tradicin Clsica; establecer las similitudes de estilo e identificar las aportaciones de la escritora mexicana a partir de estos dos poemas que tienen como tema la historia de dos personajes de la mitologa grecolatina: Dido y Hcuba. Ambas lamentaciones son poemas de largo aliento y poseen una estructura discursiva y retrica semejante que claramente tiene como modelo la heroida ovidiana y las lamentaciones bblicas. El primero de estos poemas es Lamentacin de Dido, clebre entre los lectores de la autora y entre la crtica por formar parte de una larga tradicin que ha engrandecido el mito de la fundadora de Cartago; el segundo es Testamento de Hcuba, de menor longitud y poco mencionado por los comentadores de Rosario Castellanos, pero que intenta hacer converger el modelo ovidiano y la lamentacin con un tratamiento del personaje al estilo de Eurpides.

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    Otra de las razones de partir del anlisis de las fuentes clsicas que estn presentes en estos poemas es la de explorar una parte de la obra que no ha sido estudiada: la influencia de la tradicin Clsica en la poe-sa de Rosario Castellanos. Esto permite tender puentes entre la autora y los grandes poetas de la Antigedad por medio de un ejercicio de revisin que incluye el origen del mito, su transformacin y reinterpre-taciones literarias sucesivas.

    Pero para llevar a cabo este anlisis es necesario contar con herra-mientas metodolgicas que formen un andamiaje slido sobre el que se pueda transitar de uno a otro texto y de un estilo a otro sin riesgo, es por eso que me auxilio de las categoras expuestas por Gerard Genette en su obra Palimpsestos, la literatura en segundo grado que versa sobre las relaciones intertextuales; asimismo, con esta gua es posible identificar los aciertos discursivos y temticos de los textos conforme con los c-nones determinados por sus fuentes.

    En consecuencia, la valoracin de la mimesis potica y discursiva emprendida por Rosario Castellanos es uno de los fines que persigue esta investigacin. Naturalmente, de la observacin de estos aspectos se desprenden las aportaciones estilsticas de sus propias versiones.

    Sin embargo el anlisis de las fuentes literarias originarias de los mitos tratados por la autora requiere complementarse con un estudio formal para aterrizarlo en valores objetivos derivados del manejo ret-rico y discursivo que despliega en sus versos; por esta razn es funda-mental la revisin mtrica y rtmica de los monlogos. De esa forma es posible desentraar el equilibrio entre la temtica, la naturaleza de las figuras mticas y el tipo textual empleado. Para la revisin de estos ele-mentos consider necesario recurrir a manuales especializados en m-trica y retrica castellana tales como el Manual de Mtrica Espaola de Elena Varela Merino, Pablo Mono Snchez y Pablo Jauralde Pou y el Manual de retrica espaola de Antonio Azaustre, sin olvidar la erudita introduccin crtica y las notas de Antonio Alatorre de su traduccin de las Heroidas al espaol. Todos estos componentes en conjunto ayudan a valorar este tipo de textos poticos desde varias disciplinas para no entramparse en el fcil pero resbaloso campo del anlisis interpretativo o impresionista.

    Pero el estudio estilstico en poemas de esta naturaleza, plante des-de el principio, la dificultad de encarar la aparente irregularidad mtrica y rtmica de la poesa de Rosario Castellanos. La solucin fue partir de la idea de que un poema narrativo se puede fragmentar en unidades

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    semnticas y temticas vertidas en versculos: elemento bsico de la potica de Rosario Castellanos, herencia clara de los textos bblicos. Precisamente, para descomponer el poema en sus unidades temticas y apreciar los motivos vitales de la autora, que se conjugan en Lamen-tacin de Dido y Testamento de Hcuba, fue invaluable el nico texto crtico sobre su produccin potica, me refiero a la tesis doctoral de Victor N. Baptiste, titulada La obra potica de Rosario Castellanos de 1967.

    Finalmente, un estudio como el que aqu presento resulta, a mi pa-recer, un merecido homenaje a la obra de la escritora chiapaneca, sin necesidad de recurrir a la exaltacin de la personalidad encumbrada a la esfera mtica ni rindiendo honores al inexplicable genio literario. Pre-tende tambin demostrar que un estilo potico desarrollado y maduro, como el de la autora chiapaneca, est fundamentado en el conocimiento y la asimilacin de la tradicin literaria a travs de la mimesis discursi-va, del manejo de la mtrica y de la retrica en una asociacin armnica con el talento y la sensibilidad que la caracteriz.

    El cauce en que confluyen la genialidad y el arduo y constante ejercicio literario es el estilo propio que imprime Rosario Castellanos en estos poemas y por el que es reconocida en la tradicin literaria his-panoamericana.

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    II. Estado de la cuestin

    Para comenzar con la revisin obligatoria de la crtica literaria que se ha encargado de la obra potica de Rosario Castellanos he decidido abordarla cronolgicamente. En esta lnea de tiempo, como si se tratara de un eje vertical, definida por acontecimientos vitales de la autora, se cruza el eje temtico a manera de una lnea horizontal; este otro eje se divide segn los diferentes enfoques que la crtica literaria ha asumido para analizar la obra de Rosario Castellanos, de acuerdo con la poca en que tal o cual enfoque metodolgico o corriente de crtica literaria est, por as decirlo, de moda. Adems, revisar de este modo el cmulo de libros y artculos sobre la obra potica de Rosario Castellanos, en particular los poemas Lamentacin de Dido y Testamento de H-cuba, resulta no slo la forma ms cmoda y clara, sino que el eje biogrfico-temporal ha determinado que la mayora de los crticos ela-boren sus estudios a partir de esta perspectiva. Perspectivas de este tipo se deben en gran medida a que la obra literaria de la autora chiapaneca (sobre todo la narrativa) es de un alto contenido biogrfico e histrico. Adase a lo anterior que Rosario Castellanos fue una figura pblica de primera plana1. Es conocida su labor en favor de los pueblos indge-

    1 Mucho antes de su muerte Rosario Castellanos ya gozaba de una slida fama, habiendo recibido, entre otros, el premio Chiapas en 1958, el Xavier Vi-llaurrutia en 1961, el Sor Juana Ins de la Cruz en 1962 y el Trouyet de literatura en 1971. Incluso es nombrada la mujer del ao por parte del Club Zonta en 1968. Tambin sus novelas contribuyeron a su fama, Baln-Cann, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1961 (primera edicin de 1957), fue traducida al ingls un ao despus de su publicacin. Finalmente, cabe destacar su trnsito por la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, donde imparti ctedra en la Facultad de Filosofa y Letras y en la Escuela de Cursos Temporales, adems de ocupar el cargo, durante la administracin del doctor Ignacio Chvez, de directora general de informacin y prensa de

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    nas en su estado natal2, denuncia constante que tambin ejerca como columnista y desde la tribuna en sus conferencias o en las mltiples en-trevistas que concedi3. En dichas conversaciones, adems de hablar de su quehacer literario, reprueba frecuentemente el machsimo y la dis-criminacin de que eran vctimas las mujeres en la sociedad mexicana de su tiempo, ejemplificando esto con su propio caso4. Sin embargo, no

    1960 a 1966 y, finalmente, destaca su estancia en Israel como embajadora de Mxico, cargo que ocup hasta su muerte ocurrida en ese mismo pas en 1974.

    2 Como defensora de los pueblos indgenas Rosario Castellanos particip ac-tivamente desde 1956 cuando dirige el teatro ambulante Petul en el Insti-tuto Indigenista de San Cristbal de las Casas, Chiapas. Sus novela Oficio de Tinieblas, Mxico, Joaqun Mortiz, 1966, y su libro de cuentos Ciudad Real, Mxico, Universidad Veracruzana, 1960, tambin contribuyen como testimonios, denuncia y crtica de la situacin pauprrima en que viven los pueblos indgenas de su entidad.

    3 Algunas de las entrevistas ms citadas por la crtica son la efectuada por Ema-nuel Carballo realizada en 1964 e incluida en el libro titulado Protagonistas de la literatura mexicana, Mxico, Secretaria de Educacin Pblica-Edicio-nes del Ermitao, 1986 (Lecturas mexicanas, Nm. 48), pp. 519 533; y la de Samuel Gordon realizada en marzo de 1973, que tiene como tema cen-tral lbum de familia, Mxico, Joaqun Mortiz, 1971, y que fue publicada en Cuadernos de Jerusalem, No. 2-3, Noviembre de 1975, Jerusaln, Israel, Instituto Central de Relaciones Culturales Israel-Iberoamrica, Espaa y Por-tugal, y la realizada por Beatriz Espejo en 1967, publicada en A Rosario Castellanos: sus amigos, Mxico, Ca. Impresora y Litogrfica Juventud, 1975. En estas entrevistas se puede constatar cmo Rosario Castellanos rela-ta acontecimientos claves de su vida para explicar su produccin literaria en cuanto al aspecto temtico.

    4 Colabor en el diario Exclsior de manera constante desde 1963 hasta su muer-te en 1974 con artculos de muy diverso contenido. Con respecto a sus escritos en favor de los derechos culturales y sociales de las mujeres, estos comienzan con su tesis para el grado de maestra en Filosofa titulada Sobre cultura fe-menina, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2005, presentada en 1950 en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. En los aos posteriores el tema femenino est presente en sus ensayos (Mujer que sabe latn... , Mxico, Secretara de Educacin Pblica, 1979), en su teatro (Tablero de Damas en Amrica, revista antolgica, Mxico, junio, 1952; Salom en Ateneo, Tuxtla Gutirrez, Chiapas, Nm. 4, abril-junio, 1952, pp. 121-150, Judith, en Poesa de Amrica, ao IV, Nm. 2, Mxico, enero-febrero-marzo 1956, pp. 23-47, y El eterno femenino, 1975) y en la poesa haciendo uso de su fina irona (vid. la parte correspondiente a En la tierra de En medio en Poesa no eres t. Obra potica 1948-1971, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1975).

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    limit su lucha a esos espacios y su labor potica, en sus ltimos aos, no estuvo exenta del contenido poltico y social, por lo cual se convir-ti en un medio de combate ms. Por otra parte, no se puede dejar de mencionar que la vida de Rosario Castellanos siempre fue ampliamente conocida por criticar abiertamente la opresin y marginacin femeninas partiendo de su propio testimonio, pero, a pesar de ocupar todos estos foros y medios, es claro que la mayor difusin biogrfica es a partir de su muerte sorpresiva en 1974.

    Al momento de su fallecimiento, cuando funga como embajadora de Mxico en Israel, se desat, como nunca, una verdadera euforia de textos de homenaje en su honor, la mayora provenientes de sus ami-gos y colegas, as como una demanda unnime de reconocimiento a su quehacer social y a su produccin literaria. Hasta entonces es cuando surgen mltiples textos que pretenden desde varios enfoques hacer co-incidir la biografa y la obra.

    Sin embargo, y paradjicamente, la muerte de Rosario Castellanos provoca un escaso anlisis de su obra potica. Las ms de las veces se producen artculos en diversas revistas y diarios que, a lo sumo, resean sus recopilaciones. En cambio, su narrativa cont con un pblico am-plio desde antes de su fallecimiento, debido a que fue calificada como indigenista5 por parte de la crtica nacional pasada la primera mitad del siglo XX. Por estos mismos aos es cuando se desata el llamado Boom de la literatura latinoamericana, con lo que comprende que su temtica resultara acorde y atractiva. Como consecuencia de esta efer-vescencia latinoamericana se traducen sus novelas y cuentos para los lectores de otras lenguas6. Sin embargo, sus versos antes de antologarse bajo el ttulo de Poesa no eres t recibieron poca atencin por parte

    5 Rosario Castellanos misma rechaz que se calificara as a su obra porque con-sideraba a este tipo de narrativa como falsa y deficiente formalmente, vid. la entrevista que le realiz Emanuel Carballo, op. cit., p. 531. Gabriela Cano en su prlogo a Sobre cultura femenina ofrece la alternativa de denominarla ne-oindigenista, entendida como aquella que va ms all de la denuncia social, presenta a los indios como personajes complejos y profundiza en el universo sociocultural indgena desde una perspectiva mestiza. Op. cit., p. 9.

    6 Vid. Maureen Ahern y Mary Sale Vsquez quienes ofrecen una bibliografa abundante en cuanto a las traducciones que se han hecho de las obras de Rosario Castellanos en Homenaje a Rosario Castellanos, pp. 144 - 150. En cuanto a la poesa se puede observar que las traducciones son, en su mayora, al ingls y no se trata de libros completos, a lo sumo, se han editado antolo-gas.

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos18

    de la crtica, an cuando public once de esta naturaleza, contando las cuatro piezas dramticas que tampoco han sido estudiadas individual-mente7.

    Es comprensible que la recepcin de la obra potica de la autora, por parte de la crtica, sea pobre en comparacin con su narrativa, pues para las fechas de publicacin de su narrativa (Baln-Cann aparece en 1957, Ciudad Real en 1960 y Oficio de tinieblas en 1962) su poe-ma ms clebre, Lamentacin de Dido, ya haba sido publicado en Poemas 1953-1955 (1957). En conjunto estas obras, que pertenecen al mal llamado ciclo indigenista de Rosario Castellanos, eclipsan el teatro y a la poesa que hasta entonces realiz. No es de extraar que los poemas Lamentacin de Dido8 y Testamento de Hcuba9, carezcan de estudios que los analicen de manera individual, a pesar de que son poemas extensos y, como se ver, complejos en lo temtico y estilstico.

    Resulta paradjico que de manera unnime, en el caso de Lamen-tacin de Dido, se le considere su ms lograda creacin potica y, a juicio de Jos Emilio Pacheco, se trate de uno de nuestros grandes poemas10.

    Pero en este panorama de escasa atencin crtica a su poesa pone de relieve la tesis doctoral de Victor N. Baptiste, titulada La obra potica de Rosario Castellanos, presentada en 1967 y publicada en 1972. Este texto, que realiz con el auxilio de Luis Leal, y basado en el anlisis potico de Carlos Bousoo, ofrece un interesante anlisis sintctico, morfolgico y mtrico, as como una categorizacin temtica de las figuras retricas que observa en la obra potica de Rosario Castellanos publicada hasta esa fecha. Es curioso que siendo el nico anlisis es-

    7 A saber estos son: Trayectoria del polvo, 1948, Apuntes para una declaracin de fe, 1948, Dos poemas 1950, de la vigilia estril, 1950, Presentacin al templo, 1951, El rescate del mundo, 1952, Poemas 1953-1955 (1957), Salo-m y Judith. Poemas dramticos, 1959, Al pie de la letra, 1959, Materia memorable, 1959, Lvida luz, 1960 y, finalmente, la recopilacin de todos los libros anteriores en Poesa no eres t. Obra potica: 1948-1971 (1972).

    8 Poemas 1953-1955, Mxico, Metfora, 1957, p. 55-60.; en las citas sub-secuentes me referir a este texto como Poemas... seguido del nmero de pgina.

    9 Materia memorable, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1969, pp. 19-21.; en adelante me referir a esta obra como Materia memora-ble seguido del nmero de pgina.

    10 Int. a Rosario Castellanos, El uso de la palabra, Mxico, Ediciones Excl-sior, 1974, p. 10.

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    tilstico sea poco citado y discutido por la crtica actual. Ningn autor posterior intenta siquiera hacer un trabajo de esta naturaleza: apegado al texto y auxilindose, apenas, de lo biogrfico (mediante una entrevista que le hizo a Rosario Castellanos en 1964).

    Sin embargo, la tesis de Baptiste tiene un defecto del que adolecen los textos que le siguieron: tiende a ser totalizador y, por lo mismo, no puede detenerse en ningn poema en particular; no obstante, es innega-ble el valor como gua metodolgica y es loable en la medida en que el inters del autor no fue producto de la fama pstuma de Rosario Caste-llanos, ni involucr en el anlisis potico, el narrativo.

    En los aos posteriores a esta tesis los textos de homenaje son abun-dantes, debido a la muerte de Rosario Castellanos, con lo que se pierde la posibilidad de que se contine el dilogo con las ideas de Baptiste. Toda la atencin se concentra en la construccin del mito: se hacen ree-diciones de sus obras y antologas11. En su mayora se trata de volme-nes elegiacos compuestos de textos de amigos muy cercanos a Rosario Castellanos, entre los que se cuentan autores reconocidos que fueron parte de su generacin en Mascarones. Otros autores eran admiradores que no siempre profesaban la crtica literaria y, por lo mismo, realizaron estudios interdisciplinarios desde perspectivas en boga en las dcadas de los setenta y ochenta, tales como el feminismo y el psicoanlisis, o, en ltimo trmino, meramente interpretativos. En cuanto a las obras de homenaje, como textos que no tienen la obligacin de ser riguro-sos y objetivos, ni es ese su fin, hay algunos que contienen anlisis someros, aunque la gran mayora tienden a exaltar a la mujer y amiga, ofreciendo una multitud de ancdotas y contadas referencias biogrfi-cas interesantes; mas no por eso dejan de ser tiles para este estudio, pues son testimonios que descubren senderos a seguir para encontrar posibles influencias de otros autores en la poesa de Rosario Castella-nos y tambin pueden ofrecen datos que slo se pudieron conocer por medio de la charla y una larga amistad. Precisamente, una de estas pu-blicaciones, y quiz de las ms sobresalientes, es el libro titulado Ro-sario Castellanos, homenaje nacional, compuesto por varios artculos de amigos y colegas de la poeta chiapaneca. Entre ellos, tres son de utilidad para este estudio; el primero es el texto de Emilio Carballido, que da cuenta de las lecturas que disfrutaban juntos y que influyeron

    11 La segunda edicin de Poesa no eres t data de 1975. Entre las antologas se encuentran la titulada Meditacin en el umbral, 1985, compilada por Julian Palley y editada por el Fondo de Cultura Econmica.

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos20

    de manera directa en los textos que pretendo analizar. El segundo de estos artculos es el de Eduardo Meja quien menciona las principales revistas en las que colabor Rosario Castellanos, adems de lanzar una crtica contra el feminismo que siempre ha hecho de ella su bandera. El tercer texto es una carta de la autora dirigida a Oscar Bonifaz en 1956. En dicha epstola le procura una serie de consejos para que mejore su produccin potica. La importancia de esta carta es que contiene una sntesis del estilo que ella enarbola y utiliza en su propia produccin de esos aos, que es justamente cuando escribe las piezas teatrales y el poema Lamentacin de Dido.

    Oscar Bonifaz ha publicado dos cartas ms escritas por Rosario Castellanos entre 1952 y 1956 en un libro de su autora titulado Una lmpara llamada Rosario12, cartas que contienen tambin recomenda-ciones literarias. Cabe aadir que esta obra de Oscar Bonifaz es una biografa sencilla, a manera de homenaje, que redacta a partir de sus recuerdos.

    Continuando con las publicaciones de homenaje, destaca tambin la titulada Rosario Castellanos, el verso, la palabra y el recuerdo, que lo mismo que el libro anterior, se compone de testimonios de amigos que lamentan la muerte de la autora e incitan a la lectura de su obra sin presentar algn tipo de anlisis formal. En esta publicacin sobresalen dos textos, el de Carlos Monsivis, importante en la medida en que su opinin, acerca de la relevancia y la calidad de los los poemas que ana-lizar, es la ms difundida, por tratarse de la interpretacin que se con-vertir en el apoyo de textos crticos posteriores. De naturaleza similar es el escrito de Alejandro Avils, pues su opinin acerca de Lamenta-cin de Dido se basa en atribuirle a Rosario Castellanos una completa revitalizacin de la reina de Cartago en la tradicin literaria. Por ltimo, cabe destacar el importante y ameno testimonio de Sergio Magaa que versa sobre las lecturas que comparta con Emilio Carballido y Rosario Castellanos en los aos de la gnesis de Poemas 1953-1955.

    Otro texto de igual naturaleza es el realizado en 1976 por Beatriz Reyes Nevares titulado Rosario Castellanos, publicado por la Secreta-ria de la Presidencia. No es ms que una sucinta biografa en homenaje a la autora, producto de la amistad y la admiracin. Destaca sin duda

    12 Este libro aparece por primera vez en 1984 bajo el ttulo de Rosario. La segunda edicin corregida y aumentada fue titulada Una lmpara llamada Rosario. En esta ltima versin del 2000 estn incluidas las cartas men-cionadas.

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    que, despus de la muerte de Rosario Castellanos, las autoridades a las que siempre critic en sus artculos periodsticos y en su narrativa le dediquen homenajes y la incluyan en el panten de los grandes autores mexicanos, claro ejemplo de la poltica pseudoizquierdista e hipcrita de Luis Echeverra. As, resulta natural comprender que el Partido Re-volucionario Institucional no se quede atrs en el homenaje a la gran escritora y que en 1981 publique un texto titulado Rosario Castellanos, que se compone de una breve antologa de textos ensaysticos y po-ticos de la autora, ms el clebre prlogo de Jos Emilio Pacheco a El uso de la palabra.

    Es digna de mencin para el inters crtico otra publicacin de ho-menaje titulada el Uso de la palabra que, a pesar de que se trata tam-bin de una compilacin periodstica de los artculos que public Ro-sario Castellanos en el diario Exclsior durante varios aos, contiene el mencionado prlogo de Jos Emilio Pacheco. Este texto introductorio trata de ofrecer un panorama de la evolucin estilstica de la autora, a la par que hacer un esbozo de su vida y de su obra. En unas cuantas pginas Jos Emilio Pacheco lleva a cabo una revisin acertada de los temas y matices que van transformando la produccin de Rosario Cas-tellanos. Finalmente, invita a la valoracin de la autora a partir de la calidad de su obra.

    Tomando en cuenta este pobre panorama de la crtica dedicada a la obra potica de la autora chiapaneca, no debe perderse de vista el apoyo invaluable que se encuentra en las entrevistas que concedi a destacados periodistas culturales. Dichas charlas13 versan en su mayora sobre el estilo potico y la gnesis de sus textos. En particular, Rosario Castellanos hace continuas referencias a los elementos discursivos y temticos que vinculan su quehacer prosstico con sus textos poticos. Gracias a la capacidad reflexiva sobre su propia obra y, sobretodo, a su agudeza como lectora, resulta su ms certera crtica. La ventaja de contar con estas entrevistas es que la autora analiza sus propios poemas con la agudeza que no lo han hecho sus crticos. Los comentarios que encontramos en sus respuestas a sus entrevistadores son fundamentales para entender el estilo y la temtica de Lamentacin de Dido y de Testamento de Hcuba, materia de este estudio.

    13 Vid. supra, nota 3.

  • 23

    III. El mito grecolatino: su transicin y su funcin esttica en la literatura

    occidental

    Tomando en cuenta que los textos poticos analizados en esta tesis se fundamentan en la recreacin de los discursos de dos figuras mticas femeninas procedentes de la cultura grecolatina, considero ne-cesario partir de conceptos fundamentales; el primero de ellos se refiere a la naturaleza y funcin del mito en su origen para describir, posterior-mente, su paso y asimilacin a la literatura y cultura occidentales. Esto con el fin de entender el proceso de transformacin de estos relatos, en su inicio sagrados, hasta el siglo XX, cuando Rosario Castellanos se une a los autores que ofrecen una interpretacin ms de una intermina-ble tradicin literaria que retoma a los personajes mticos como parte de un ejercicio potico antiqusimo. As se puede establecer la genealo-ga literaria, por llamarla as, de los poemas Lamentacin de Dido y Testamento de Hcuba, con el fin de obtener una valoracin esttica y temtica ms completa, que d cuenta cabal de las aportaciones parti-culares de la autora con respecto a sus antecesores.

    Para intentar definir brevemente el papel que el mito tiene en la literatura occidental, es necesario, primero, aclarar lo que significa y, despus, tratar de explicar el proceso que lo lleva a ser materia esttica, al ser despojado de su carga religiosa y social originaria. Cabe aclarar que la primera de las restricciones que establezco para esta definicin es que slo me interesa aproximarme a este fenmeno de trnsito a la literatura en la tradicin grecolatina, no slo porque de ella se nutre en gran parte el arte occidental, sino porque los textos de Rosario Cas-tellanos aqu analizados, se refieren nicamente a esta fuente cultural. Adems, el proceso de convertir tempranamente el acervo mtico en material puramente esttico es tpico de la cultura occidental.

    Para comprender mejor esta transicin a la literatura es necesario comenzar con una definicin somera del mito cuando mantiene an su

  • La tradicin Clsica en la poesa de Rosario Castellanos24

    funcin original. El Diccionario de la Real Academia Espaola de la Lengua consigna en una primera acepcin que mito es una fbula, ficcin alegrica, especialmente en materia religiosa y en una segunda definicin seala que como mito se le designa al relato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa y le da apariencia de ser ms valiosa o ms atractiva. Sin embargo, estas definiciones no son claras, aunque en cierta manera esbozan las dos maneras en que se suele inter-pretar el vocablo. La primera, desde un punto de vista religioso como relato veraz14 que explica el devenir del mundo y, la segunda, como una explicacin irracional y exagerada de las cosas y los hechos, cuando no como una llana mentira.15 Ante estas limitaciones de sentido, una explicacin del significado de mito que me parece ms apropsito y suficiente para esta tesis es la de Mircea Eliade que define en los si-guientes trminos esta palabra:

    [] el mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos. Dicho de otro modo: el mito cuenta cmo, gracias a las hazaas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea esta la realidad total, el cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institucin. Es, pues, siempre el relato de una creacin; se narra cmo algo ha sido producido, ha comenzado a ser.16

    El mito as planteado es una explicacin de la creacin de todo lo exis-tente y de los hechos histricos que dieron origen a las sociedades hu-manas. En esas explicaciones mticas de lo creado el tiempo en que sucedi tal o cual hecho es impreciso o completamente incuantificable, sobre todo si los acontecimientos son slo de intervencin divina como lo es el origen del mundo o del hombre.

    Este tipo de mitos sustentan su verosimilitud en la fe, en el pensa-miento mgico-religioso, y son rechazados por el sistema racionalista

    14 Es necesario aclarar una contradiccin evidente en la primera acepcin del diccionario: el mito desde un punto de vista religioso no puede considerar-se ficticio ni fabuloso, pues a lo que relata se le considera como una verdad incuestionable y comprobable segn los principios de la fe.

    15 Esta es la manera ms comn y coloquial de usar el trmino: se le suele uti-lizar como sinnimo de fabuloso, de ficcin e, incluso, de mentira. Por esto es muy difcil hablar del mito aplicado a religiones vivas para explicar sus relatos sagrados; as sucede, por ejemplo, con el judasmo o el cristianismo.

    16 Mito y Realidad, trad. Luis Gil, Barcelona, Editorial Kairs, 1999, p. 14.

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    de nuestros tiempos como forma de conocimiento histrico o antro-polgico. Sin embargo, este proceso de desmitificacin racionalista en occidente no surge, como parecera, en la era moderna sino en el siglo VI a. C., cuando, en pleno apogeo de la civilizacin griega, la verdad de carcter religiosa que es la esencia del mito se pone en duda y deja de ser una explicacin aceptable de la realidad; Mircea Eliade sita este proceso:

    [...] a partir de Jenfanes (hacia 565-470) que fue el primero en criticar y rechazar las expresiones mitolgicas de la divinidad utilizadas por Homero y Hesiodo- los griegos fueron vaciando progresivamente al Mythos de todo valor religioso o metafsico. Opuesto tanto a logos como ms tarde a historia, mythos termin por significar todo lo que no puede existir en la realidad.17

    El naciente racionalismo en las capas ilustradas de la civilizacin griega -del que somos herederos- al someter a una constante crtica las fuentes mticas provenientes de los textos de Homero y Hesiodo progresiva-mente las fue considerando como obras literarias, o ms precisamente, como textos con un alto contenido de ficcin. Es entonces cuando el mito en Grecia se convierte en materia del arte, pues provee de una gran cantidad de personajes y relatos sumamente atractivos y considerados desde entonces como fantsticos, Mircea Eliade al respecto dice: Tan slo en Grecia el mito inspir y gui tanto a la poesa pica, la tragedia y la comedia como a las artes plsticas; pero asimismo es la cultura griega la nica que someti al mito a un largo y penetrante anlisis, del cual sali radicalmente desmitificado.18

    No obstante, los mitos griegos siguen teniendo un valor social de primer orden, pues representan mediante el arte, sobre todo a travs de la tragedia y la poesa pica, modelos de comportamiento heroico, o bien, ejemplifican aquellos defectos humanos de los que no estn exen-tas las deidades, que pierden al individuo o que trastornan a la sociedad. Para Gilbert Highet esta prctica moralizante se remonta en la cultura griega a Homero:

    El hbito de aducir ejemplos sacados de la historia y la mitologa para ilustrar una leccin moral es viejsimo en la tradicin clsica. Puede hablarse ya en Homero, donde a los grandes hroes del pasado

    17 Ibid., p. 10.18 Ibid., p. 143

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    todava ms primitivo se les presentan como modelos y se les cita en los discursos, para que los sucesores imiten sus virtudes y eviten sus errores. Este hbito se difundi prcticamente por toda la literatura clsica, hasta un grado casi increble.19

    As, los mitos en Grecia se convierten en la primera forma de explicar el actuar humano y su naturaleza, ya sea desde el mbito artstico o discur-sivo lejos de un punto de vista religioso: [] en Grecia no nos encon-tramos ya tan slo con comportamientos religiosos y expresiones mito-lgicas, sino, sobre todo, con rudimentos de psicologa y metafsica.20

    Este tipo de desmitificacin sui generis de la cultura griega no es posible en aquellas sociedades donde los mitos estn vivos, donde su carcter sagrado es indiscutible y lo que explican es verdadero y veri-ficable por medio de la fe. La reinterpretacin o la secularizacin del acervo mtico a travs del arte resulta imposible, ya que esas culturas se rigen y explican su comportamiento a partir de l. En cambio, para la cultura griega el dramatismo de la lucha entre las pasiones humanas y la razn, la debilidad del hombre para cambiar su destino marcado por las parcas, la lucha desigual entre los seres mortales y los prepotentes inmortales se convierte en la esencia del arte. Las gestas inmemoriales en que intervinieron hroes y dioses se transforman en relatos fantsti-cos que emocionan y cautivan a la poblacin que tiene acceso a ellos. Se discute entonces el proceder de tal o cual personaje mtico, y se trata de explicar su comportamiento por otros medios que no sea el religioso para, despus, designar a estos comportamientos con los mitos mismos, surgen as las alegoras21: [] a los mitos ya no se les interpretaba

    19 La tradicin clsica: influencias griegas y romanas en la literatura occi-dental, trad. Antonio Alatorre, t. 2, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1954, p. 115.

    20 Ibid., p. 118.21 Segn el Diccionario de la Real Academia Espaola de la Lengua el trmi-

    no alegora se define como la ficcin en virtud de la cual una cosa representa o significa otra diferente, segn esta explicacin el sentido o interpretacin original es cambiado. Desde una perspectiva retrica el mismo diccionario lo designa como una figura que consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias metforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, am-bos completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. Como veremos ms adelante esta ltima forma de alegorizar ser una manera ms de supervivencia del mito grecolatino mediante el discurso.

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    literalmente: se les buscaba ahora significaciones ocultas, sobreen-tendidos (hyponoiai; el trmino alegora se emple ms tarde).22

    Los poetas y los artistas en general, a partir de ese momento utiliza-rn al mito como metfora de los padecimientos propios o ajenos, como alegoras de los estados de nimo o como ejemplificaciones del actuar de sus contemporneos, ya sea para exaltar o para descalificar. En este sentido dice Highet que ya Propercio, al escribir poesa amorosa siente que su propia pasin es insuficiente como asunto de un poema si no la hace objetiva, si no la ejemplifica con paralelos mitolgicos.23

    Este recurso de utilizar alegoras en el arte se convierte en los siglos siguientes en una herramienta estilstica y retrica, pretendiendo dar un valor universal a un sentir individual y subjetivo, y que a ojos del lector pudiera parecer insignificante. Por lo cual el artista busca en la tradicin mtica un arquetipo24 que se ajuste a lo que quiere expresar o relatar, a manera de una alegora. Entonces ese sentimiento se vuelve objetivo y asequible a los conocedores de la tradicin que pueden identificarse con lo que el poeta expresa a travs del mito alegorizado y verse reflejados en l. Teniendo una tradicin mtica universalmente conocida, el artista siempre podr encontrar un arquetipo en ese acervo inagotable que se adapte a lo que desea expresar, sin preocuparse por el desciframiento del mito por parte de su receptor; la manera en que lo retome o lo adapte ser el motivo por el que cobrar valor su obra.

    En los prrafos anteriores se puede apreciar claramente que en gran medida el arte ha sido la salvacin de los mitos grecolatinos. Sin em-bargo, tambin es claro que para que esas obras artsticas sobrevivieran, una vez finiquitado el perodo Clsico, se necesitaba que su contenido mtico muriera en su sentido religioso y moral para no rivalizar con una nueva fe. A esto contribuy de una manera importante, como se dijo anteriormente, que la desmitificacin fuera muy temprana. Otro proce-

    22 Eliade, op. cit., p. 149.23 Op. cit, p. 118. 24 Es necesario aclarar el trmino arquetipo, pues puede confundirse fcilmente

    con alegora, siendo vocablos de significados en ocasiones complementarios; as segn el Diccionario de la Real Academia Espaola de la Lengua defi-ne religiosamente arquetipo como un tipo soberano y eterno que sirve de ejemplar y modelo al entendimiento y a la voluntad de los hombres y en una segunda acepcin como modelo original y primario en un arte u otra cosa, como se ve no necesariamente la fuente arquetpica es la alegora, sin em-bargo muchas alegoras terminan por funcionar como arquetipos universales.

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    so que favoreci la sobrevivencia del acervo mtico griego, a pesar de la crtica racionalista, fue que comenz a ser tratado por los primeros historiadores, en pleno helenismo, como un conjunto de relatos ms o menos fidedignos, en parte alimentados por la fantasa, que podan explicar objetivamente el pasado remoto. Desde esta perspectiva, el ori-gen de los pueblos poda legitimarse en el inicio de los tiempos, y los linajes de los gobernantes podan entroncarse con esos antiguos reyes o hroes divinizados y as justificar su superioridad sobre otros indivi-duos desde la prehistoria.25 Esa prehistoria estaba, para entonces, muy bien definida y poco tena que ver con los comienzos de la creacin o con el tiempo cosmognico; se refiere ms bien a una Historia objetiva. Sin embargo, se trata todava de una explicacin del pasado humano en el que an exista una intervencin directa de la divinidad o de seres sobrenaturales, pero donde el hombre ya es el protagonista. En cambio, los mitos de origen o cosmognicos al parecer siguieron siendo sujetos de fe, lo mismo que los principales dioses y difcilmente cuestionables racionalmente en cuanto a su existencia.

    Los griegos y, posteriormente, los romanos consideraron el pasado mtico desde la perspectiva de Evhemero como parte de su Historia ya sin una justificacin religiosa. Su concepcin histrica nunca estuvo al servicio, como en el pueblo de Israel, de un plan divino que justificara la existencia y supremaca de un pueblo sobre otro, sino que conside-raban su poder transitorio y sujeto al devenir y al capricho del destino, destino del que no estaban exentos sus dioses. En gran medida esto con-tribuy a que ese pasado remoto fuera asimilado por el cristianismo: Esta herencia mitolgica ha podido ser aceptada y asimilada por el cristianismo porque estaba desprovista de valores religiosos vivos. Se haba convertido en un tesoro cultural26. Una gran parte del acervo mtico grecolatino plasmado en obras artsticas o referidas por la Histo-

    25 Al respecto dice Eliade que a principios del siglo III, Evhemero public una novela en forma de viaje filosfico, su Historia sagrada (Hiera anagra-ph), cuyo xito fue inmediato y considerable []. Evhemero crea haber descubierto el origen de los dioses; estos eran antiguos reyes divinizados. Era todava una posibilidad racional de conservar los dioses de Homero. Estos dioses tenan entonces una realidad: era de orden histrico (ms exactamente, prehistrico); sus mitos representaban el recuerdo confuso, o transfigurado por la imaginacin, de las gestas de los reyes primitivos. (op. cit., p. 150).

    26 Ibid., p. 151.

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    ria y la Filosofa pudo sobrevivir por no constituir un peligro para una religin monotesta en plena ascensin que, ante todo, se justificaba en la Historia y en un destino divino. Muy al contrario, fue de gran utilidad para la formacin del catolicismo.

    Para cuando el Imperio Romano de Occidente estaba en franco declive (siglo IV en adelante) por la corrupcin interna y por las in-cursiones de las tribus brbaras, procedentes de la Europa central, el cristianismo ya comenzaba a ser una institucin fuerte que se tornara, con el paso de los siglos, en el elemento religioso unificador de lo que fuera el Imperio a travs de las instituciones, la lengua latina y del de-recho, herencias de los romanos. Sin embargo, para consolidarse tuvo que desterrar o asimilar otras formas religiosas que continuaban vivas en el inmenso territorio por el que se fue propagando e imponiendo. El acervo mtico grecolatino no estaba de ninguna manera entre estas manifestaciones religiosas, como se ha apuntado antes, y es por eso que pudo pervivir, y an fue ampliamente utilizado por la institucin catli-ca, pues constitua un gran manantial cultural que era inherente a la len-gua y la cultura que dio origen y legitimidad al nuevo poder universal. Para la institucin catlica en su formacin fueron de suma importancia disciplinas como la filosofa, la retrica, la historia y el arte grecolatino en general. Mas no es posible en este texto tratar de exponer un tema tan complejo y tan vasto, como lo es la manera en que el catolicismo ab-sorbi la cultura clsica para fundamentar sus dogmas y para consolidar su institucin y su literatura, sino nicamente para aclarar cmo pervive la mitologa clsica bajo el enorme peso del cristianismo, y cmo la li-teratura que se realiza desde el encumbramiento del catolicismo utiliza ese acervo mtico para un fin didctico y religioso, en el mbito profano sucedi lo mismo, aunque con distintos fines.

    El trnsito de muchos de los mitos clsicos durante la Edad Media fue de una forma encubierta; formaron parte de un sincretismo con lo cristiano que llega a ser profundo, hasta el grado de ser poco reconoci-bles. El sentido y forma originales se pierde durante varios siglos hasta el arribo del Renacimiento.

    Secularmente, los personajes mticos perviven durante la Edad Me-dia bajo su forma alegrica a lo largo de un milenio, disfrazados, por ejemplo, como doncellas y caballeros al estilo medieval que existieron en un pasado remoto no cuantificable. Tambin nutrieron la imagina-cin de diversos pueblos influenciados por la dominacin romana para elaborar sus relatos picos que llegaran tardamente a la escritura. En

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    sus cantares de gesta o en sus epopeyas y romances, los llamados br-baros por los romanos, revestiran en varios casos a sus protagonistas con los atributos o defectos de los arquetipos mticos clsicos.

    Por otra parte, para la historiografa medieval no caba duda de que las hazaas y los acontecimientos narrados por los textos clsicos eran reales, pero representaban un pasado anterior a Jess y, por lo tanto, fuera de la redencin. Todos aquellos que existieron antes de Cristo fueron confinados a la Antigedad y no conocieron la palabra de Cristo, que vino, precisamente, a poner fin a todo ese pasado pagano. No se discuta durante la Edad Media la verosimilitud del pasado clsico con-tado por los textos sobrevivientes, pero se sancionaba su libre lectura a los pocos que tenan acceso a ellos por pertenecer a un orden moral anterior a Jesucristo.

    Cuando se inicia el Renacimiento, segn se maneja popularmente, a principios del siglo XIV con la cada del Imperio Romano de Oriente a manos de los turcos otomanos en 1325, se produce un exilio a Occi-dente, principalmente a la pennsula itlica, de sabios conocedores del griego y de la cultura clsica procedentes de Bizancio; comienza con ellos el redescubrimiento del cmulo de textos antiguos y la enseanza del griego para poder descifrarlos. Es entonces cuando las principales obras literarias de griegos y romanos comienzan a ser valoradas en su sentido original por parte de la naciente burguesa de las principales ciudades-estado italianas. En poco tiempo el arte grecolatino se con-vierte en cannico, ejemplo de la perfeccin del hombre secular, y a sus recin redescubiertos creadores y filsofos se les considera como seres virtuosos y espiritualmente superiores a los que haba que imitar para ser hombres completos.

    Estos hombres renacentistas, amantes de la cultura clsica, estudio-sos de sus manifestaciones artsticas y filosficas, eran, ante todo, fieles catlicos, y por esto mismo, encontraron un gran conflicto al no poder recuperar el sentido mtico y religioso de ese amado pasado por ser incompatible con los dogmas de la Iglesia Romana:

    [] fue a finales del Renacimiento cuando el mundo occidental se dio cuenta de que no exista ya posibilidad de reconciliar el paganismo grecolatino con el cristianismo: mientras que la Edad Media no consideraba a la Antigedad como un medio histrico distinto, como un perodo periclitado.27

    27 Loc. cit.

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    Este conflicto se puede apreciar en el caso de Dante Alighieri cuando en su Divina Comedia, a pesar de la profunda admiracin que senta por los autores clsicos, en particular por su gua y padre espiritual Virgilio, como l mismo lo llama, le es imposible incorporarlo al Paraso a pesar de sus virtudes y sabidura. A todo el panten de la Antigedad lo destina al Purgatorio, donde esperarn el juicio final, todo por haber vivido antes del nacimiento del Redentor. Paradjicamente, muchas de las criaturas mticas son utilizadas por Dante como custodios o verdugos de varios de los crculos concntricos que conforman el Infierno, y no a pocos perso-najes mticos de la Antigedad se los encuentra Dante entre los conde-nados por sus faltas a ojos del catolicismo, an cuando ste no exista entonces. As sucede con Dido, como veremos un poco ms adelante.

    Por lo tanto, la frontera entre el paganismo y el mundo cristiano es muy clara desde entonces, y a partir del Renacimiento hasta nuestros das, el espacio de la mitologa grecolatina ser el del Arte y sus mlti-ples manifestaciones.28

    A pesar de las ilimitadas reinterpretaciones que sufrir ese acervo mtico, ocultndose en ciertas pocas o modificndose sustancialmente, y en otras recobrando su sentido original, su esencia permanece eter-namente por encima de los cambios histricos, religiosos y artsticos. As, se puede coincidir con Bernadette Bricout en cuanto a las mltiples reinterpretaciones y adaptaciones del relato mtico:

    A pesar de la relativa perennidad de sus estructuras, ofrece posibilidades de representacin [] que hace de l una quimera donde todos se reconocen. Traspasa los gneros literarios y los hermenuticos, altera las divisiones retricas, se abre a la diversidad de las culturas. Inscrito en una larga duracin, se ofrece a la lectura a travs de la superposicin de las imgenes y del mosaico, siempre cambiante, de sus motivos, como un caleidoscopio, pretexto para infinitas variaciones.29

    28 Citando una vez ms a Mircea Eliade, se puede decir, con respecto al proceso de transito del acervo mtico grecolatino por la Edad Media y el Renacimien-to: Al fin de cuentas, la herencia clsica se ha salvado gracias a los poetas, los artistas y los filsofos. Los dioses y sus mitos han sido transmitidos desde el fin de la Antigedad cuando ninguna persona cultivada los tomaba ya al pie de la letra- hasta el Renacimiento y el siglo XVIII por las obras, por las creaciones literarias y artsticas. (Loc. cit.).

    29 Introduccin a La Mirada de Orfeo: los mitos literarios de Occidente, comp. Bernadette Bricout, trad. Gemma Andujar Moreno, Barcelona, Paids, 2002, p. 21.

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    Perseguir a travs del tiempo las variedades y reinterpretaciones de algn mito grecolatino resultara una tarea complicada e inabarcable, pues se tendra que revisar una tradicin de ms de dos milenios en todos los campos de la cultura y del pensamiento. Es por esto, que para la presente investigacin importa conocer, hasta donde sea posible, los relatos originales sobre Hcuba y Dido. Esta bsqueda estar orienta-da a observar la reinterpretacin y transformacin de estas dos figuras mticas a travs de la literatura hasta llegar a la versin de Rosario Cas-tellanos, con el fin de probar que se apega estrictamente a sus fuentes clsicas an cuando existan variaciones en la caracterizacin de los per-sonajes mticos.

    Por lo tanto, las obras o testimonios revisados a lo largo de la tra-dicin sern tan slo aquellos que se consideran los ms relevantes y difundidos a travs de la tradicin occidental y que posiblemente fueron la base para la reinterpretacin de la autora mexicana.

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    IV. El mito de Dido

    4.1. Orgenes y caractersticas del personaje mtico

    Antes de abordar el anlisis del poema de Rosario Castellanos es pertinente hacer una breve historiografa de Dido, quien fue, segn la tradicin, la reina y fundadora de la ciudad fenicia de Cartago. Esta sucinta revisin es imprescindible no tanto para informar acerca de la historia real de este personaje ampliamente conocido, sino porque con esto se demuestra cmo desde la Antigedad se conforma una tradicin entorno a la existencia de Dido, misma que deriva en diversos testimo-nios acerca de la naturaleza del mito construido y de sus hechos. As cada ramificacin del mito fundacional se convierte en materia de los textos que retoman la historia de la reina de Cartago, an cuando se preserva cierta unidad en torno a lo esencial de los hechos.

    Al ser la existencia de Cartago un hecho comprobado, pues se han descubierto desde hace tiempo los vestigios de la poderosa ciudad fe-nicia en la costa mediterrnea africana, se puede especular ilimitada-mente sobre cmo fue la fundacin de la poderosa ciudad-estado. El problema que se desprende de las fundaciones de esta naturaleza es que mezclan una realidad histrica con aspectos mgicos o fantsticos. En el caso de Cartago, los testimonios de los que se dispone para tratar de reconstruir con un sentido racional e historicista su existencia, desde su establecimiento hasta su declive, generalmente estn revestidos de misterio, sobretodo porque es difcil discernir entre lo que se puede considerar real y lo que raya en lo legendario. No existe forma de hacer una Historia objetiva si, adems, esos testimonios son escasos, a esto se aade otra dificultad cuando los pueblos que se estudian se conocen parcialmente a travs de otros con los que establecieron contacto o que, incluso, tuvieron conflictos. Sabatino Moscati, estudioso de la cultura

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    cartaginesa reconoce esta limitacin: Un desequilibrio profundo con-diciona las fuentes para el conocimiento de la historia cartaginesa: las fuentes cartaginesas son escassimas, y las indirectas son abundantes.30 Sin embargo, l mismo afirma que esos textos son producto de autores latinos que dicen conocer textos que relatan la historia de este pueblo: Estas noticias indican que en Cartago hubo [] un registro de los acontecimientos. La impresin es que una historiografa propiamente dicha naci un poco tarde y bajo condicionamiento griego[]31 Por eso mismo nadie puede asegurar cul fue la verdadera historia sobre la fundacin de Cartago, y si sta fue por iniciativa de Dido. Por lo tanto, de la historia de su asentamiento es poco lo que se conoce, en cambio, durante las guerras pnicas es manifiesto el podero del pueblo cartagins y las noticias que de l se tienen son abundantes; se conoce su poder militar y su riqueza a travs de los latinos, quienes estuvie-ron a punto de ser aniquilados por Anbal. Despus, las circunstancias cambian en la ltima de las guerras pnicas con la derrota del caudillo cartagins, culminando en la destruccin de la metrpoli y el estable-cimiento sobre sus ruinas de una ciudad romana. Todo este perodo de conflicto entre latinos y cartagineses es ampliamente conocido y docu-mentado por autores romanos, sin embargo estos acontecimientos son varios siglos despus del perodo que aqu interesa; siglos de penumbra y frecuentemente explicados a travs de otros mitos. Tan slo se puede asegurar que Cartago fue una ciudad que naci como una especie de factora de Tiro, la principal ciudad fenicia establecida mil aos antes de nuestra era. Segn Moscati, el mismo significado del nombre de la ciudad africana define su papel en la expansin de los fenicios por el Mediterrneo: Kart-hadasht, que significa ciudad nueva: [] alusin evidente a su naturaleza de fundacin nueva, de colonia respecto a una metrpoli o ciudad madre que conocemos bien por el testimonio con-corde de las fuentes: Tiro, una de las mayores ciudades fenicias, sino la mayor sin ms.32 Y an de Tiro se tiene noticia porque existieron contactos con las grandes civilizaciones de la Antigedad, Babilonia, por ejemplo, adems de que, segn el autor de Cartagineses, la Biblia consigna intercambios de esta ciudad con los reinados de David y de Salomn; intercambios, al parecer, artsticos y comerciales.

    30 Cartagineses, trad. Jos Luis Albizu, Madrid, Ediciones Encuentro, 1983, p. 21.

    31 Ibid., p. 22.32 Ibid., p. 24.

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    Uno de los reyes de Tiro fue Pigmalin, hermano de Dido, de quien ella huye para salvar la honra y las riquezas de Siqueo, su esposo, que haba sido asesinado por aquel. El reinado de Pigmalin fue entre los aos que van de 820 a 774 a. C. Sin entrar en polmica, se puede decir que, tomando en cuenta estas fechas y segn anales existentes, en los primeros aos del reinado de Pigmalin su hermana Dido huye y funda Cartago33. Sin embargo, la narracin de cmo se llevo a cabo esa funda-cin se cuenta de diferentes formas y se ha ido modificando desde antes que existiese la versin de Virgilio, quien reinterpreta sustancialmente la historia mezclando tiempos diversos y aderezndola con detalles dra-mticos que la hacen ms atractiva para sus fines estticos e histricos. El poeta favorito y protegido de Augusto es por lo tanto el principal artfice del mito de Dido, tal como lo conocemos por nuestra tradicin. La Eneida resulta el punto de reunin de dos personajes desterrados que

    33 Sabatino Moscati refiere una sntesis de la fundacin de Cartago y de la vida de Elisa con base en los testimonios griegos que considera ms fidedignos y menos legendarios, misma que difiere en varios aspectos de lo relatado por Virgilio, y que resulta pertinente citar ntegra: Una tradicin conocidsima, transmitida por las fuentes clsicas, cuyo origen es verosmilmente Timeo y que Justino expone ms ampliamente, cuenta la fundacin de Cartago como el resultado de la fuga de Tiro de Elisa, hermana del rey Pigmalin [] la tradicin dice que Elisa se fug por el asesinato, ordenado por Pigmalin, de su to Azarbas, sacerdote de Astart y propietario de grandes riquezas. Tras haber rendido homenaje al dios Melkarte (Hrcules en la versin clsica), Elisa se habra escapado inicialmente a Chipre, donde el sumo sacerdote de Astart (Juno en la versin clsica) se habra unido a ella a condicin de que el sacerdocio fuera hereditario en su familia. Ochenta doncellas destinadas a la prostitucin sagrada habran sido elegidas por Elisa para compaeras de los prfugos.

    Salidos de Chipre, Elisa y su squito habran llegado al lugar de la futura Cartago, donde la reina habra adquirido un terreno que se poda cubrir con la piel de un buey, recortada en tiras tan finas que llegaron a cubrir toda la colina llamada luego Brisa. Adquirida con semejante astucia el rea del pri-mer hbitat, habra recibido all el homenaje de las gentes asentadas en los alrededores, entre los que se encontraban los fenicios llegados ya a tica. Pero el rey local de los maxitanos, Yarba, al mismo tiempo que peda ayuda a los recin llegados para civilizar a su pueblo, habra manifestado el deseo de desposar a Elisa. Esta se habra tomado tiempo, pero al fin, para no deshon-rar la memoria de su marido desaparecido, se habra suicidado arrojndose al fuego. Los sbditos la veneraron desde entonces como a divinidad. Su historia, adaptada por Virgilio y transformada en la de Dido, lleg a ser muy clebre. (Ibid., p. 45).

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    pertenecen a tiempos y culturas totalmente ajenas. As pues, Virgilio fabrica el idilio como una alegora de las relaciones entre ambos pue-blos desde su origen con un doble fin de legitimidad histrica: Primero, demostrar que la superioridad latina sobre Cartago obedece a un fin divino revelado a Eneas en su destierro y abandono de Dido, y segun-do, justificar que slo uno de los descendientes de aquel hroe troyano era capaz de aniquilar el podero fenicio: Augusto, el primer Csar del naciente Imperio Romano.

    4.2. Las reinterpretaciones del mito en la literatura: Virgilio y Ovidio

    Segn el apartado anterior, la historia de la fundacin de Cartago y de la trgica vida de su reina fundadora, relato que conoci Virgilio para cuando de la Cartago fenicia no quedaban ni ruinas, sera la que consigna Sabatino Moscati, y que debi de parecerle parca y sin el suficiente inters para los fines de su texto. As, que en su Eneida34 decide mezclar la cada de Troya a manos de los aqueos, acaecida ha-cia el ao 1000 a. C., con el paso de Eneas por Cartago, que, como se ha apuntado antes, no fue fundada sino siglos despus de la derrota de Ilin. Sin embargo, el poeta considera que en el peregrinar de Eneas el encuentro con esta famosa reina provocara un idilio sumamente atractivo, dada la naturaleza de las historias de ambos personajes m-ticos, adems de valioso para el imperio de Augusto. Por otra parte, cabe precisar que los cambios que Virgilio introduce en la Eneida no son producto enteramente de su imaginacin, ya que la existencia de la reina fundadora de Cartago y su honroso suicidio eran hechos que formaban parte de una historia legendaria procedente de fuentes fenicias de influencia griega que, con el paso del tiempo, se difundi ampliamente por las civilizaciones del Mediterrneo debido al flore-cimiento de la ciudad-estado.35

    34 Vid., Publio Virgilio Marn, Eneida, libro IV, vol. 2, int., versin rtmica y notas de Rubn Bonifaz Nuo, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1972 (Col. Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana), pp. 70-90.

    35 Para una explicacin extensa sobre la controversia que origin la versin de este mito por parte de Virgilio con respecto a otras fuentes tradicionales vid. Antonio Ruiz de Elvira Prieto, Dido y Eneas, cuadernos de filologa clsi-ca, Universidad Complutense, Madrid, Nm. 24, 1990, pp. 77-98.

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    Virgilio transforma el relato de tal modo que resulta un amoro trgico en donde el suicidio de Dido es consecuencia del abandono de Eneas, a quien ella ama por sobre su vida y reino. Sin embargo, esa pasin es engendrada en ella por Venus, madre de Eneas, quien as evita que su protegido sea recibido belicosamente en Cartago. El troyano naufraga junto con su hijo Ascanio y sus compaeros sobre-vivientes en las tierras dominadas por Dido. En lo sucesivo, l goza del alojamiento que la reina le ofrece, adems de compartir su lecho. Los das se suceden en convites amenizados con danzas, vino y las cautivadoras narraciones del hroe troyano sobre la guerra con los aqueos, su penosa huida y su largo peregrinar cargando sus sagrados penates con la esperanza de fundar una nueva ciudad en lo que hoy es Italia. Asimismo, Dido le relata su trgica historia y su viaje desde Tiro para fundar Cartago.

    Desde ese momento Elisa (como tambin es nombrada en la tradi-cin) considera a Eneas como un compaero con quien compartir el gobierno de su ciudad y como el padre de los futuros gobernantes. Lle-gado el momento, los dioses determinan que l tiene que partir para que se cumpla la fundacin del imperio ms poderoso que conozca la humanidad, el romano, mismo que forjarn sus descendientes y que no tendr fin de acuerdo con los designios divinos. Pero eso no podr ser en Cartago ni al lado de Dido, pues est determinado que florezca en la pennsula itlica, por lo que, a pesar de no quererlo, se ve obligado a partir. Se fuga al anochecer con sus compatriotas sin que la reina se entere para que no pueda impedirlo. As se desata la gran tragedia de Dido, quien pierde la razn y se precipita a la hoguera despus de clavarse la espada que Eneas mismo le obsequi, no sin antes debatirse entre desear buena suerte a su amado y anhelar su justa muerte en el mar por su cobarde fuga. Este final funesto se ve an ms dramatizado porque se sugiere que Dido muere en cinta.

    Virgilio concluye as ese largo episodio en el peregrinar de Eneas, consiguiendo empalmar magistralmente ambas historias provenientes de pocas y de tradiciones distintas. Los sucesos clave de la vida de Dido son perfectamente reinterpretados en la Eneida para que su pa-sin y muerte sean causa de su trgico encuentro con Eneas, personaje extrado de la Ilada y tratado a la manera de la Odisea por parte del poeta latino.

    Esta primera relacin que se establece entre el texto homrico y el virgiliano se puede definir, segn el esquema de categoras transtextua-

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    les de Gerard Genette, como una relacin de hipertextualidad36, segn la cual por un proceso de transformacin la Eneida (definido como hi-pertexto) deriva de dos textos originarios que en este caso son la Odisea y la Ilada (denominados hipotextos). Asimismo la Eneida con el paso de los siglos se constituye a su vez en el gran hipotexto que dar origen a un sin fin de hipertextos hasta nuestros das, ya sea imitativos o trans-formacionales, aunque stos pertenezcan a gneros literarios distintos.

    Es as que la fabricacin del mito de Dido y Eneas de Virgilio se convierte en la cannica para la posterior literatura, dado el impacto que el poeta tiene a lo largo de la Edad Media y del Renacimiento. Asimismo, el funesto romance de estos personajes ser para la tradicin occidental el arquetipo segn el cual se construirn los argumentos de numerosos textos de carcter trgico-amoroso. Por consecuencia, Dido se transforma a partir de la Eneida en el arquetipo de la pasin fatal y del abandono.

    Ahora bien, si la historia contada por Virgilio trasciende por el impacto que tiene su magna obra en la literatura occidental, adems, por supuesto, del pulido estilo y la construccin y consolidacin de los personajes, es necesario referir al otro poeta latino, contemporneo suyo, que extrae a Dido de la escena pica para humanizarla comple-tamente, imprimindole una expresin melodramtica que se convierte en un verdadero lamento en el que se mezcla la rabia, el desconsuelo, el reproche, la pasin y la vana esperanza. Una carta que no ha de leer su destinatario y que est cargada de dolor, como todas las que compo-

    36 Genette define de la siguiente manera la hipertextualidad: Entiendo por ello toda relacin que une un texto B (que llamar hipertexto) a un texto anterior A (al que llamar hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es el comentario. Este tipo de relacin textual puede ser explcita, de modo que el hipertexto haga una alusin directa del hipotexto, o, en palabras del mismo crtico, puede ser de orden distinto, tal que B no hable en absoluto de A, pero que no podra existir sin A, del cual resulta al trmino de una operacin que calificar como transformacin, y al que, en consecuencia, evoca ms o me-nos explcitamente, sin necesariamente hablar de l y citarlo. (Palimpses-tos, la literatura en segundo grado, trad. Cecilia Fernndez Prieto, Madrid, Taurus, 1989, p. 14). Esta transformacin a que hace referencia Genette es, propiamente, la literaria y la que se establece, sucesivamente, entre los textos tratados en este estudio.

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    nen las Heroidas de Ovidio.37 En dicha carta titulada Dido Aeneae38 ella misma relata su romance con Eneas y describe la magnitud de su pasin, al mismo tiempo que maldice el destino de la estirpe del prn-cipe troyano y lo responsabiliza de su muerte. Pero poco despus de vituperarlo, calificndolo de embustero, insensible y cobarde, no mere-cedor de ser hijo de Venus y hermano de Amor, Elisa se preocupa por su bienestar y le desea buena suerte y vientos favorables, as como un final feliz a su penoso peregrinar, aunque sea lejos de ella.

    Este texto de Ovidio es, precisamente, el ms exitoso hipertexto de la Eneida, en cuanto al pasaje de Dido y Eneas se refiere, y es, a su vez, el ms influyente en las obras que han de tratar el idilio. Esta heroida es una transformacin formal y expresiva ms que argumentativa, y, debido a estos cambios, se convertir a su vez en un hipotexto que en-gendrar una gran parentela. Es as que la carta de Dido a Eneas difiere del poema de Virgilio en la expresin de la pasin y en los arrebatos que provoca la desesperacin en la amante, los cuales llegan a ser degradan-tes para la investidura de la soberana del imperio ms importante del Mediterrneo en esa poca39.

    37 En contraste y no en demrito de la Eneida es necesario resaltar los propsi-tos expresivos de Virgilio para comprender a cabalidad el xito de la heroida ovidiana, as es como explica Bartolom Segura Ramos el estilo de la obra en dicho pasaje: Pese a tratarse de un amor torrencial, irremediablemente el libro de la tragedia de Dido posee un aire robotizado en el que priva la razn del arte sobre la efusin y la conviccin, tal vez precisamente debido a la frialdad divina de Eneas. Virgilio se preocupa de que la tragedia se de-sarrolle conforme a los cnones preceptivos ms que de dar calor verdadero a la historia. De ah que, pese a sus esfuerzos, la tragedia de Dido nos deje algo fros, indiferentes, nos resulte, en fin, poco simptica: tcnicamente es perfecta, pero no nos llega a conmover. El necesario pathos se diluye en la perfeccin tcnica. (Virgilio: el amor del poeta, Epos: revista de filologa, Nm. 18, 2002, p. 45).

    38 Vid., Antonio Alatorre en su introduccin a Heroidas, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1950, pp. 40-47.

    39 Para entender con mayor claridad el aporte estilstico que Ovidio concede a la tradicin literaria por medio de sus cartas basta con citar las palabras de Rubn Bonifaz Nuo, traductor del poeta latino al espaol: Por lo dems, su cultura se muestra en su vasta opulencia, pues las Heroidas encuentran fuente en Homero, Calmaco, Eurpides, Sfocles, Apolonio de Rodas, Safo, Catu-lo, Virgilio. Pero toda esta erudicin pasa a trmino muy secundario cuando la individualidad de Ovidio se muestra en la complejidad de los desarrollos literarios y el brillo de los conflictos psicolgicos que expone, principalmente

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    Con Ovidio la pareja est totalmente fuera de las fuerzas divinas, por lo que el romance se trueca en pagano y sus protagonistas se con-vierten en responsables nicos de sus impulsos y decisiones funestas, afectando todo el ambiente con su fatalidad, en un estilo que Antonio Alatorre califica como romntico40. En cambio, en la Eneida los dio-ses siempre llevan las riendas del destino de ambos personajes, miti-gando el peso de las acciones funestas que estos realizan.

    Por otra parte, las Heroidas fueron aclamadas por el pblico aristocr-tico, licencioso y dedicado al placer, y el xito de estos textos se entiende en este contexto debido a su tono arrebatado, exquisito y al atinado g-nero que Ovidio mismo invent: la heroida, un tipo de monlogo muy cercano al texto dramtico, pero que est escrito en forma de carta, exento de precisiones temporales y destinatario posible. Es decir, Ovidio slo utiliza la forma de la epstola por considerarla adecuada para la plena exposicin del sufrimiento y la queja, sabiendo de antemano que es el gnero confesional por excelencia. Adems de lo anterior, el verso ale-jandrino en que est vertida la historia posibilita el desarrollo total de una idea y su mejor expresin41. Pero sobre todo, la verosimilitud la consigue gracias a que, segn Antonio Alatorre: [] hace hablar a las mujeres de la mitologa en cuanto tales, poniendo en su boca las palabras adecuadas a la peculiar tragedia de su vida.42 Y poco ms adelante complementa esta idea, afirmando que en estos textos son irreprochables los enlaces de ideas, los encadenamientos de frases, el recorrido armonioso que hace de la gama infinita de los matices pasionales, y no de una manera acad-mica sino palpitante de vida.43 Por supuesto, este manejo de las pasiones y de los recursos discursivos en cada una de las cartas no sera posible sin la formacin de retrica y gramtica que tuvo Ovidio en su juventud, pues en esos textos poticos existen elementos que prueban el empleo

    los caractersticos del amor de las mujeres. (Rubn Bonifaz Nuo, Ovidio, arte de hacerse amar, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2000, p. 29).

    40 A este respecto Alatorre afirma en la introduccin a las Heroidas que Ovidio es un Romntico. Romntica es su visin del paisaje [] Romntico es el tono lgubre que aparece una y otra vez en las Heroidas: todas las cosas se sienten [] hay presagios, aves agoreras, misteriosos rumores nocturnos... (op. cit., p. 25).

    41 No en balde Alatorre califica a Ovidio como el mximo representante del alejandrinismo en la poesa latina. Ibid.. p, 14.

    42 Ibid., p. 15.43 Ibid., p. 17.

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    del monlogo que se usaba como ejercicio retrico, en el cual se tena que tomar a un personaje y hacerlo hablar conforme [] a su clase, a su edad, a sus circunstancias, a sus pasiones []44 En palabras del crtico mexicano, los maestros de retrica en los tiempos de Ovidio []ense-aban a construir suasorias y controversias. Mientras que en la epopeya el personaje se ve ante una accin cumplida, en la suasoria se halla frente a un hecho por cumplir []45 En particular la carta de Dido a Eneas es claramente una suasoria, pues en ella la protagonista recurre a un sin fin de argumentos por los que decide suicidarse, adems de hacer un recuen-to de los hechos que la han llevado a tan penoso estado; incluso, se puede apreciar que fundamenta contundentemente con elementos retricos cada una de las acusaciones y advertencias que lanza a Eneas, al que finalmen-te responsabiliza moralmente de su muerte46. Afortunadamente, todo este aparato racional y discursivo derivado de su formacin acadmica se ve animado, y en ocasiones interrumpido, por la pasin autntica que echa por tierra la racionalidad de la reina, humanizando el monlogo.

    Ahora bien, este nuevo formato textual atribuido al poeta latino, ha tenido una larga vida; gran parte de su xito se desprende de la enorme gama de posibilidades de expresin que lo sitan entre la lrica y la tragedia: en sus versos existe un escenario, una exposicin psicolgica compleja del personaje y una secuencia de acciones que resumen, por as decirlo, la problemtica de una tragedia en la voz misma de su pro-tagonista. Antonio Alatorre complementando su definicin de lo que es una heroida ofrece una atinada definicin parafraseando a Marmontel, segn la cual puntualiza que la heroida es una especie de tragedia don-de el autor es un escengrafo y tramoyista, as pues, este tipo de texto resulta en una especie de representacin y se acerca en gran medida a las cualidades que posee un texto dramtico a no ser porque se trata de un poema. 47

    44 Ibid., p. 16.45 Loc. cit.46 Rubn Bonifaz Nuo, traductor del poeta latino al espaol, coincide en la

    influencia que ejercieron tales ejercicios escolares en la construccin de las Heroidas, particularmente de la prctica de las suasorias: Seguramente que tales ejercicios dieron a Ovidio el principio de la habilidad que tuvo siempre para identificarse con los hroes de sus poemas y hablar naturalmente por su boca, del modo que se manifiesta principalmente en sus Heroidas. (Bonifaz Nuo, op. cit., p. 29).

    47 Heroidas, trad. de Alatorre, p. 18.

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    Agrguese a lo anterior que el lenguaje en que Ovidio escribe estos textos se puede definir como accesible y moderno para el pblico de su tiempo, pues el tipo de pasin, as como los escenarios y los deslices de los personajes mticos son tpicos de la sociedad romana en los albores del cristianismo, vida de artificios, juegos de palabras y de sentido e innovaciones irreverentes.

    Durante la Edad Media las Heroidas continuaron teniendo un enorme xito no slo por contener amoros de personajes mticos am-pliamente conocidos, y ya incorporados muchos de ellos a la cultu-ra popular, o por el afortunado tipo textual que concibi Ovidio, sino que tambin fueron ampliamente aclamadas en el medio culto [] por todo su mundo de bellezas, por su tono de fcil emocin, porque expresan tan poticamente eso que podramos llamar lo eterno en la mujer.48 Esos estereotipos ovidianos, en cuanto a la expresin de las pasiones y a las determinaciones de carcter sexual, fueron pilares de la educacin sentimental desde la Edad Media en Occidente.

    La lectura de las Heroidas a lo largo de este perodo se da sobre todo en los ambientes cortesanos y estudiantiles. Segn Alatorre esta obra se lea en la corte de Carlomagno, y, en consecuencia, los poetas latinos de esta poca tienen clara influencia ovidiana. No resulta extrao que, ya para los siglos XI y XII, la circulacin de copias de las Heroidas en Alemania, Francia, Italia y Espaa sea abundante.49

    En el ambiente popular estas cartas pronto influyeron en los tro-vadores que adoptaron la pasin ovidiana para relatar sus romances. Desde este perodo Ovidio se convierte en la mxima autoridad para los escritores medievales y, en cambio, la Eneida, como hipotexto padece un olvido casi absoluto a decir del mismo crtico. El xito del texto ovidiano determinar el camino que ha de seguir desde ese momento la literatura occidental, pues los autores buscarn imitar la profundidad psicolgica de estas cartas para poder desnudar, mediante soliloquios angustiosos, la pasin del amante atormentado.

    De esta larga poca, comnmente llamada Edad Media, es todava fcil identificar en las nacientes literaturas europeas, adems de los hi-pertextos (que son, generalmente, largos romances en donde se trans-forma en diferentes grados la historia de estos amantes), otro tipo de derivaciones: traducciones totales y parciales; sin olvidar las crnicas

    48 Ibid., p. 26.49 Ibid., p. 28.

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    que se hacan por iniciativa de los monarcas, tomando el texto ovidiano como una de las fuentes histricas para tratar algunos hechos del mun-do Antiguo. Sin embargo, es necesario aclarar que despus de la versin de Ovidio el tono pasional y el argumento del idilio entre Dido y Eneas permanecen, hasta nuestros das, sin cambios relevantes.

    Por otra parte, para asegurar el xito de una obra de carcter trgico-amoroso los ms grandes autores de occidente han recurrido, desde hace un milenio, a la fuente ovidiana como paradigma de expresin y de uso del aparato retrico en el campo literario, ya sea mediante la cita directa o a travs del enmascaramiento con personajes de otras tradiciones que han adaptado a la conducta pasional de Dido y Eneas expresada en la heroi-da50. Es por esto que resulta ocioso enumerar a todos aquellos autores que la retoman en diferentes grados51. Baste con mencionar que hacia el final de la Edad Media la influencia ovidiana es evidente en las obras de es-

    50 Entre las obras ms tempranas en lengua romance, y que presentan esta in-fluencia de modo directo, estn en primer lugar el Roman de troie y el Roman de la rose como pilares de la literatura francesa y castellana. Ya en el Rena-cimiento Dante y Boccaccio toman la heroida de Dido y Eneas como fuente histrica para recuperar parte del pasado clsico. En la tradicin inglesa la pasin ovidiana es imitada por Shakespeare en sus tragedias, siendo ms evi-dente esa influencia en Anthony and Cleopatra. En la literatura espaola la historia trgica de Dido se encuentra enmascarada en Las mocedades del Cid de Guilln de Castro, ejemplificada en El burlador de Sevilla de Tirso de Mo-lina, en la Araucana de Alonso de Ercilla y como tema de varias poesas de Lope de Vega. Incluso, Miguel de Cervantes en la segunda parte de su magna obra hace que Altisidora rememore a Eneas como reclamo a don Quijote por sus desdenes. Antonio Alatorre ofrece en el prlogo a su traduccin al caste-llano de las Heroidas, que se ha citado anteriormente, adems de los autores mencionados, un catlogo completo y referencias claras de aquellos que en nuestra lengua han retomado a las Heroidas de forma directa o indirecta. (Vid., Alatorre, op. cit., pp. 32-73).

    51 Para una revisin exhaustiva de la influencia de la Eneida y de las Heroidas en la literatura espaola, en cuanto a las versin que se plasma en ambas obras del encuentro entre Dido y Eneas, a partir de la Grande e General Estoria y de las primeras traducciones al castellano hasta aquellas obras po-ticas y teatrales de la primera mitad del siglo XX vid. Vicente Cristbal, Dido y Eneas en la literatura espaola, Alazet: Revista de filologa, Nm. 14, 2002, pp. 4176. Con el mismo propsito, pero con un anlisis que se centra en un perodo en particular de la literatura espaola donde se produ-jeron una enorme cantidad de reinterpretaciones de dichas versiones latinas vid. Rafael Gonzlez Caal, Dido y Eneas en la poesa espaola del Siglo de Oro, Criticn, Toulouse, Nm. 44, 1988, pp. 25-54.

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    critores de todas las literaturas europeas. Por consecuencia, la versin de Rosario Castellanos es una ms de esa infinidad de hipertextos de dicha carta, en cuanto a la expresin, y lo es tambin de la Eneida de Virgilio conforme a la lnea argumental. Pero cabe precisar que por su estructura, estilo y desarrollo temtico la Lamentacin de Dido parece tener como fuente primordial la heroida y de modo secundario la Eneida y, en cuanto al empleo del versculo, a las lamentaciones bblicas, muy al contrario de lo que suponen diversos crticos de la autora chiapaneca.

    El tono del poema de Rosario Castellanos es por dems similar al ovidiano y no parece ser una refundicin proveniente de influencias indirectas que enturbien su procedencia como es el caso de otras obras que provienen de la misma fuente. El poema es fiel, premeditadamente, a sus fuentes clsicas y se puede definir como una versin libre de la epstola, con aportaciones estilsticas propias al incorporar el versculo bblico y modificaciones sensibles al carcter del personaje. Para com-probar esto ser necesario hacer, en primer lugar, una comparacin ar-gumental y estilstica entre Lamentacin de Dido y el libro cuarto de la Eneida, analizando, al mismo tiempo, las opiniones de la crtica con respecto a las supuesta reinterpretacin radical de Rosario Castellanos para descartar la idea de que dicho poema es una reinvencin del texto de Virgilio. Posteriormente, ser necesario repetir ese ejercicio compa-rativo con la heroida de Ovidio, para comprobar que Rosario Castella-nos parti de esta carta con una intencin mimtica riesgosa, al intentar insertarse en la tradicin con su propio estilo y con una actualizacin discursiva, pero respetando las caractersticas trgicas de estos persona-jes mticos que el tiempo ha consagrado.

    4.3.Lamentacin de Dido ante la crtica

    La Lamentacin de Dido fue compuesta hacia 1955. Es unnime la opinin de que es texto lrico ms logrado de Rosario Castellanos y la culminacin de su quehacer potico. Ella misma consideraba a este poema como lo mejor de su produccin52 y como un momento en que

    52 Cuando Emmanuel Carballo le pregunta, en su clebre entrevista con la au-tora ya mencionada en citas anteriores, sobre cul es el poema que considera como el mejor que ha producido, Rosario Castellanos contesta sin vacilacio-nes y de forma breve de la siguiente manera: La Lamentacin me parece el ms redondo (Op.cit., p. 526).

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    conjug acertadamente diversos recursos estilsticos, segn se ver ms adelante.

    Sin embargo, es necesario advertir que a pesar de ser el texto ms alabado y citado por los crticos, la mayor parte de ellos incurren en un error al suponer que el valor del poema es puramente temtico y dram-tico. Le atribuyen una manera original de relatar las desgracias de Dido, revitalizndola o hacindole justicia. Al mismo tiempo se interpreta como un poema que refleja las penalidades de la mujer contempornea y de Rosario Castellanos misma, como si se tratar de un texto con fines morales o de crtica social53. Es as que este tipo de aseveraciones resul-tan incompletas y superficiales, pues demuestra, de quien las sostiene, un escaso conocimiento de los principios bsicos de la retrica y de la tradicin literaria que se reduce a cierto conocimiento de lo que relata la Eneida, cayendo, en algunos casos, en lecturas errneas de este poema pico. Equivale a ignorar la existencia de la conmovedora carta titulada Dido Aeneae de Ovidio, ya mencionada anteriormente, como uno de los textos que ya formaron, hace cientos de aos, a dicho personaje en todas las dimensiones dramticas y pasionales que algunos consideran invenciones de la autora. Alejandro Avils, por ejemplo, considera sola-mente a la Eneida como texto base para la Lamentacin de Dido y, al comparar ambos textos, expone las diferencias temticas que observa:

    Lamentacin de Dido: donde la famosa reina de Cartago que aparece en La Eneida, se refiere a s misma y al suicidio a que la condujo el abandono de Eneas. Dando un giro al poema de Virgilio, Rosario

    53 Un ejemplo de estas posturas acerca del poema y del tratamiento del persona-je mtico es el siguiente juicio de Kimberly Louie, segn el cual se trata de un texto con una finalidad moral y social por parte de Rosario Castellanos para reivindicar el papel de la mujer en las relaciones amorosas: [] el propsito de Castellanos es invocar una bsqueda por parte de la mujer hacia s misma para revelar que el amor es, de veras, entre dos personas. El amor que Dido senta hacia Eneas no era entre iguales porque Dido lo amaba ms que l. Es evidente que el mensaje del poema es demostrar la debilidad de la mujer para que los dems tomen conciencia del papel de la mujer en sus relaciones amorosas. Si Dido pudiera haber visto que Eneas no la amaba recprocamente ella no habra perdido su inmensa capacidad de razonar y nunca habra sido el legado de la mujer dolorida o que se lamenta. (Mujeres, Dido, un vlium y el informe Kinsey: La evolucin del feminismo en la poesa de Rosario Castellanos, Espculo. Revista de estudios literarios, Universidad Complu-tense de Madrid, Nm. 34, 2007, (consultado en http://dialnet.unirioja.es/, rescatado el 18 de febrero de 2010).

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    Castellanos pone en boca de Dido las palabras que expresan la tragedia de la mujer, esclava de su destino, sierva, de un mundo injusto fraguado por los hombres.54

    Y poco ms adelante complementa la idea afirmando que El drama es renovado por Rosario, ahondando en la experiencia de la vctima, centrando los hechos en la elega que Dido misma eleva [...]55. Si bien Alejandro Avils se equivoca al suponer que Rosario Castellanos re-nueva el mito y le da un giro al texto de Virgilio, consigue encontrar ciertos aspectos que pueden ser considerados como rasgos estilsticos del poema. l observa, acertadamente, en las citas anteriores, dos de las diferencias ms notables entre ambos textos, pero que no son priva-tivas del de Castellanos: que los hechos en la Lamentacin de Dido son contados por Dido misma y que ofrece, previo al encuentro con Eneas, una sntesis de su juventud, una juventud que, como l asevera, expresa la tragedia de la mujer y su trgico destino. Se trata de una formacin femenina tradicional que la hace una vctima perfecta para la pasin. Sin embargo, este tipo de sntesis autobiogrfica es un tpico tradicional de la disciplina retrica en la elaboracin del discurso lite-rario de las Heroidas.

    Por otra parte, Alejandro Avils se equivoca al afirmar que ella re-nueva la historia por el hecho de ahondar en la experiencia de la vc-tima, ya que esto mismo hicieron Virgilio y Ovidio. En conclusin, lo que hace Rosario Castellanos es resumir la juventud de Dido, pero com-pletamente apegada a lo que de ella se sabe y tal como la ha conformado la tradicin literaria, de acuerdo al modelo textual impuesto por la tra-dicin desde las Heroidas. Otras sern las contribuciones de la autora, principalmente en el orden estilstico, adems de caracterizar a Dido como un personaje mtico capaz de abstraer su propia trascendencia, formando con esto un tono analtico de carcter ontolgico que no est presente en otros hipotextos.

    Otra opinin unnimemente aceptada, con respecto a la Lamenta-cin de Dido, es la que ofrece Carlos Monsivis, quien, mediante una intrincada y confusa red conceptual, determina ms acertadamente las

    54 Rosario Castellanos, el verso, la palabra y el recuerdo, recopilacin de tex-tos y notas de Sergio Nudelstejer B., Mxico, Instituto Cultural-Mexicano Israel-Costa-Amic Editores, 1984, p. 30.

    55 Ibid., p. 31.

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    aportaciones del poema y expone, segn su punto de vista, la origina-lidad del mismo:

    Dido, apasionada y abandonada, evoca a Eneas, refiere su proceso amoroso, su queja desfallece, recobra el mpetu. A la condicin tan comn de la mujer dejada, Rosario la encumbra con un lenguaje intenso, donde el acento neoclsico se niega a s mismo y se vuelve moderno. Expresada con tal vehemencia, la circunstancia cotidiana del abandono s