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Para juzgar un Diccionario de Sociología habría que ser experto no sólo en Sociología, sino también en diccionarios. Mi caso es que sé algo de Sociología, pero casi nada de dic- cionarios. Los diccionarios los he usado toda mi vida lo imprescindible. Incluso algo menos de lo imprescin- dible, pues tengo en mi conciencia una buena metedura de pata que me hubiera ahorrado su consulta a tiem- po. Cierto que he comprado un dic- cionario de cada lengua que he inten- tado aprender, pero de castellano, como lo sé de siempre, aguanté sin uno hasta pasados los cuarenta, que fue cuando adorné mi biblioteca con un María Moliner y un Casares. Tam- bién me hice por la época con una Enciclopedia Británica que encontré muy rebajada y que es muy buena para tribus, religiones y sistemas de parentesco. De Sociología tengo muy subrayado el Wörterbuch de König, desde que estudiaba en Alemania en los setenta, y mucho menos uno de Sociología marxista-leninista editado en la extinta RDA. Hago saber al lec- tor todo esto (y también al editor, y a los autores) para que comprenda que con tales antecedentes no pueden esperarse de mí juicios como éste, que tomo de las tapas de un diccionario inglés: «Los lectores de Sociología, y especialmente los principiantes, difí- cilmente pueden hacer nada mejor que volverse al diccionario de X. No hay compilación mejor en un solo volumen para quien busque una fuente actualizada, legible y llena de autoridad de definiciones, sumarios y referencias en sociología contemporá- 87/99 pp. 325-376 SALVADOR GINER, EMILIO LAMO DE ESPINOSA y CRISTÓBAL TORRES (eds.) Diccionario de Sociología (Madrid, Alianza Editorial, 1998)

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Para juzgar un Diccionario deSociología habría que ser experto nosólo en Sociología, sino también endiccionarios. Mi caso es que sé algode Sociología, pero casi nada de dic-cionarios. Los diccionarios los heusado toda mi vida lo imprescindible.Incluso algo menos de lo imprescin-dible, pues tengo en mi concienciauna buena metedura de pata que mehubiera ahorrado su consulta a tiem-po. Cierto que he comprado un dic-cionario de cada lengua que he inten-tado aprender, pero de castellano,como lo sé de siempre, aguanté sinuno hasta pasados los cuarenta, quefue cuando adorné mi biblioteca conun María Moliner y un Casares. Tam-bién me hice por la época con unaEnciclopedia Británica que encontrémuy rebajada y que es muy buena

para tribus, religiones y sistemas deparentesco. De Sociología tengo muysubrayado el Wörterbuch de König,desde que estudiaba en Alemania enlos setenta, y mucho menos uno deSociología marxista-leninista editadoen la extinta RDA. Hago saber al lec-tor todo esto (y también al editor, y alos autores) para que comprenda quecon tales antecedentes no puedenesperarse de mí juicios como éste, quetomo de las tapas de un diccionarioinglés: «Los lectores de Sociología, yespecialmente los principiantes, difí-cilmente pueden hacer nada mejorque volverse al diccionario de X. Nohay compilación mejor en un solovolumen para quien busque unafuente actualizada, legible y llena deautoridad de definiciones, sumarios yreferencias en sociología contemporá-

87/99 pp. 325-376

SALVADOR GINER, EMILIO LAMO DE ESPINOSA y CRISTÓBAL TORRES (eds.)Diccionario de Sociología

(Madrid, Alianza Editorial, 1998)

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nea.» Pues para emitir honradamentey con autoridad tales sentencias hacefalta no sólo haberse hecho una ideaclara del valor del diccionario que sereseña, sino también de sus competi-dores, siquiera sean sólo los monovo-lumen.

También advierto esto para que sevea que los usos de un diccionario noson para todo el mundo la obviedadde las obviedades. Enfrentado a latarea de reseñar éste, he tenido quepensar seriamente cómo hacer paraevaluarlo. ¿A qué pruebas someter elDiccionario de Giner, Lamo y Torrespara, sin l legar tampoco a leerloexhaustivamente, poder formular unjuicio informado sobre su valor? Hesupuesto (los editores no aclaran susintenciones) que un diccionario asítiene tres usos principales. Ha depoder servir de (i) introducción paraquienes ignoran completamente lostemas, con remisión a ulteriores fuen-tes; debe ser de utilidad para (ii) laconsulta de detalles y datos, incluidosautores, que tienden a olvidarse; y hade ofrecer (iii) información amplia yequilibrada, de tal modo que no que-den fuera enfoques importantes porno encontrar gracia en los autores delas voces.

Entendiendo, contra U. Andress,que los diccionarios no son para estu-diarlos de la A a la Z, he consultadoen primer lugar las voces «muestra» y«muestreo». Adoptando el punto devista de un principiante, he queridoentender que podía hacer un mues-treo aleatorio. No teniendo a manootros medios, he creído poder aprove-char el orden alfabético de las voces,y, aun a riesgo de cometer algúnsesgo, las he elegido sin reposición.

Así que he leído la letra A, la B, la L,la M, la N y la S. Eso sí, una vez enuna letra, he sido estricto en no sal-tarme ningún artículo. He aquí loque he concluido sobre cada uno delos aspectos anteriores.

Desde el punto de vista de (i) elprincipiante (en algunas voces lo soyrealmente), el Diccionario me ha pa-recido muy desigual. Algunas voceslas entiende cualquiera; otras hay quesaber algo de Sociología; otras hayque saber ya lo que el autor quieredecir e incluso más; se encuentraalguna que ni aun así se entiende, y,finalmente, las hay que no dan infor-mación sobre el concepto, sino quizássobre la historia del término o lasdisputas en torno a él. Mi opinión esque las buenas son aquellas en las quehay que saber algo de Sociología;espero, con todo, que también lasininteligibles tendrán su utilidad paralos alumnos que usen el DGLT en sustrabajos de curso.

Desde el punto de vista de (ii) eldetalle, también hay desigualdad. Lamayor parte de los autores han prefe-rido dedicar el espacio de que dispo-nían a exponer lo más general, bajan-do poco a lo particular y no digamosal ejemplo o al caso. Amorticé lainversión que hice en la EnciclopediaBritánica y comparé cinco artículosen cuanto a información, con desven-taja siempre para el DGLT. La Socio-logía no es una disciplina muy acu-mulativa, pero vista a través delDGLT resulta más bien derrochado-ra. En este sentido, pueden distin-guirse tres clases básicas de voces.Algunos pocos autores aprovechan elencargo para dar información siste-mática; la mayor parte se conforma

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con dar información histórica, algu-nos en exceso añeja (son de los queno pasan de la Reconquista); y toda-vía los hay que no entran en materia,agotando el espacio en ponderar lacomplejidad del tema y la variedad deenfoques de que ha sido objeto, perosin llegar a informarnos ni sobre eluno ni sobre los otros, al punto deque algunas voces —una minoría,desde luego— resultarían intercam-biables.

En cuanto a (iii) el equilibrio en eltratamiento, también hay de todo.Aquí me he fijado sobre todo en lasvoces sobre autores y escuelas. Hayquien informa sobre la doctrina deuna escuela y sobre su vigencia pasaday actual intentando en ambos aspec-tos ser objetivos. Otros nos informansobre cómo las teorías modernas handerrotado a las teorías antiguas, altiempo que se decantan por las victo-riosas. Prefiero el primer procedi-miento, pero admito el segundo, quees con mucho el más abundante. Nofalta, por desgracia, un tercero, cuyospracticantes juzgan tan desacertadoslos puntos de vista que no compartenque nos ahorran su conocimiento.Otra vez son minoritarios, pero lla-mativos.

En fin, puntué globalmente sesentaartículos como quien puntúa un exa-men, poniendo en cinco el aprobado.Para maximizar la imparcialidad eli-miné los míos, los de quienes creomis amigos y los de quienes debieratener como enemigos. El resultadofue de diez suspensos, treinta aproba-dos, cinco notables y quince sobresa-lientes. Un aprobado alto como notaglobal. Siguiendo un prudente conse-jo, añadí luego los de amigos y ene-

migos. Ambos resultaron claramentemejores que la media y subieron lacalificación a un notable alto. Iba ya aañadir los míos cuando mi sabioamigo me hizo notar que la correla-ción era espuria: «no es —me dijo—que sean tus amigos o tus enemigos;es que son mayores».

La minoría de artículos que heencontrado complicados, vagos o ten-denciosos suele estar compensada conotros de pluma distinta en buenaparte redundantes con ellos. Se puedecriticar la falta de coherencia que hasupuesto repartir, por así decirlo,voces cercanas entre varios autores,pero no hay mal que por bien novenga, y en este caso la diversidad detratamientos mejora notablemente elequilibrio informativo del Dicciona-rio. Los editores pueden estar, conrazón, orgullosos del pluralismo quehan logrado dar a la obra, una invita-ción a la Sociología que da al invitadola posibilidad de elegir entre cicero-nes diversos para la mayor parte delos trayectos y parajes, cambiando ocontratando sobre la marcha. Quien,por poner un ejemplo, no se encuen-tre a gusto con el tratamiento de laestratificación social de Carabañapuede probar con el de Tezanos o elde Caínzos. Con indudable acierto,un completo índice de referenciascruzadas al final de la obra facilitaenormemente estos cambios y con-trastes.

Por el pluralismo y por muchasmás cosas, el notable alto del conjun-to de los autores sube a un sobresa-liente sin reservas para los editores. ElDiccionario es empresa de gran mag-nitud y complejidad. Han tenido queencontrar 231 autores para escribir

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1.294 voces, y lo han tenido quehacer en un tiempo breve, vigilandola calidad de las aportaciones y sinindisponerse con la mitad de los cole-gas. Se requiere ante todo buen crite-rio sociológico para elegir voces yautores, y puede decirse que lo hahabido; después es empresa más biendiplomática convencer a los elegidos,guardar equilibrios entre personas,enemigos y escuelas , aceptar losrechazos, lograr buenas sustitucionesy (¡no quiero pensarlo!) sugerir cor-tes, correcciones y mejoras. Aunqueno habría sido diplomático alardearde diplomacia, los dos primeros edi-tores dejan una pista sobre la impor-tancia de esta tarea cuando agradecenal tercero, Cristóbal Torres, que sulabor a pie de obra les haya evitadoalgún enemigo más.

Lo mismo que los editores, tam-bién quien reseña la obra tiene quellegar a una transacción entre el rigory la diplomacia, aunque con unpunto más del primero si quiere hacerun lugar para la crítica. Voy a dete-nerme, s in ánimo sistemático niexhaustivo, en tres aspectos muy dis-tintos.

El primero, claramente mejorableen la edición, son las etimologías.Son muchas las entradas que comien-zan con la raíz del término, demasia-das para que los fallos no se convier-tan en cosa general de la obra. Losfallos son muy variados: hay quienhace proceder directamente del ale-mán palabras de evidente raíz latina,quien da etimologías innecesarias (delestilo «humano», del latín humanus),quien las da innecesarias y mediadas(del estilo «humano», del latín hum),quien mantiene términos ingleses que

tienen viejo y muy usado equivalentecastellano (como pot por olla), quiencarga sobre el griego excesos cometi-dos por norteamericanos (del tipo«heteronomía» = dejarse regir ino-centemente por malas amistades), oquien se salta la etimología griega deltérmino castellano y nos da la etimo-logía griega del término griego (comoactitud, del griego ago, hacer). Todoello pese a que la mayor parte de losautores estudiaron latín y griego en elBachillerato y hasta en la Universi-dad, antes de las últimas reformaseducativas.

En punto a selección de voces,hago ya de usuario que ha echado demenos algunas como «información»,«efecto diseño» o «educación social»;o que ha encontrado mínimas las diezlíneas dedicadas a «exogamia», encontraste con las dos páginas que sededican a continuación a «expectati-vas» en tres entradas (las tres, por lodemás, excelentes); o que lamentaque «hábito» quede ahogado en «ha-bitus» (bien tratado, por cierto) y que«movilidad social» no tenga más espa-cio que «indignación moral» o «justi-cia del cadí»; o que, por terminar, noacaba de entender que se traten comoconceptos auténticos vagas metáforasdel tipo «mercado matrimonial».Espero que de entre los usuarios quehagan llegar sus opiniones a los edito-res, algunos al menos coincidan con-migo.

El tercer aspecto es más bien ideo-lógico. Si juzgamos por el Dicciona-rio, los sociólogos españoles estánbien al tanto del Zeitgeist, al que rin-den cumplido tributo. Al Diccionariose le puede reprochar poco desde elpunto de vista de la «corrección polí-

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tica», exquisita cuando se trata de lostemas sensibles del género, la culturay la exclusión social. Tal correcciónllega a extremos como reclamar unamayor atención a la monogamiahomosexual, sugerir que la magia essólo un modo algo más deterministade ver el mundo que la ciencia o pre-sentar la unidad de las matemáticascomo un mito occidental. Los edito-res mismos exageran un poco en elprólogo cuando presentan comologro del Diccionario «la reincorpora-ción a nuestro común acervo de cul-turas no castellanas, de lo mal llama-do periférico, que fue siempre y escentral». Veo yo aquí un exceso dediplomacia, que halaga igualando len-gua y cultura. Es verdad que la lenguacastellana ha sido hasta hace poconuestra única lengua de cultura y quelos que sólo dominamos el castellanonos tenemos que acostumbrar a queotros sociólogos españoles nos hablenen lenguas no castellanas. Pero, porsuerte, esas otras lenguas, que engeneral no expresan sino varianteslocales mínimas de una misma cultu-ra, en el caso de la Sociología no pue-den ser vehículos más que de unaúnica cultura sociológica, la mismapor lo demás que se expresa en inglés,

francés, alemán, árabe o chino. Detodas formas, hay que alabar aquíotra vez el pluralismo del Dicciona-rio, que incluye la «mal llamada hete-rodoxia del pensamiento hispano» sindejar por ello fuera a Balmes o aDonoso Cortés (¿o son éstos los hete-rodoxos?).

Para terminar, podría decir queestamos ante el mejor Diccionario deSociología nunca escrito por autoresespañoles, o que se trata de una obraque compite con ventaja con lasmejores de su género escritas en otraslenguas, o que es un instrumento deintroducción y consulta utilísimo queno debe faltar en la biblioteca de nin-gún sociólogo ni estudiante de Socio-logía. Todo ello es cierto. Pero prefie-ro resumir: creo que Salvador Giner,Emilio Lamo de Espinosa y CristóbalTorres han hecho una tarea sobresa-liente editando este Diccionario deSociología, cuyo desigual contenidopromedio yo en un notable alto. Creoque merece ser un éxito y que unbuen modo de dar las gracias a loseditores sería que todos, lectores yautores, les ayudáramos a mejorarloen ediciones sucesivas.

Julio CARABAÑA

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JESÚS DE MIGUEL

Estructura y cambio social en España(Madrid, Alianza Editorial, 1998)

Se trata de un volumen importanteque tiene factura de manual adecuadoa asignaturas de la carrera de Sociolo-gía y puede ser a la vez un libro de

consulta para profesionales tanto deSociología como de otras cienciassociales. Éste es el primer aspecto porel que hay que felicitarse, pues se

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trata de una obra general, realizadacon un criterio unitario que faltabacomo referencia en las bibliotecas deSociología. Apenas existen manualesgenerales de Sociología y los que hayson casi siempre obras traducidas que,aunque tengan un enorme valor, noutilizan la sociedad española comoreferencia de sus análisis ni usan ape-nas ejemplos o datos de España. Porotra parte, los escasos manuales espa-ñoles, aunque de indudable interés,son en su mayoría la suma de trabajosde diferentes autores y no alcanzan apresentar un panorama general de lasociedad española, quedándose en serexcelentes obras de estudio y consultasobre algunos aspectos de ésta.

Esta obra de Jesús de Miguel se pro-pone un análisis global de la sociedadespañola, de su población, de su situa-ción económica y de sus institucionespolíticas, todo ello enmarcado en losprocesos de cambio acaecidos en lasúltimas décadas, utilizando las teoríasy los conceptos de la Sociología. Utili-za una perspectiva histórica que ayudaa comprender la situación actual deEspaña como resultado de una grancantidad de procesos, tanto nacionalescomo internacionales, y usa frecuente-mente también la perspectiva compa-rativa para ayudar a comprender mejorla situación actual de nuestro país enel marco internacional.

Es una obra bien organizada y defácil consulta, además de contar conmuy buenos índices. Por ejemplo,incorpora un índice de abreviaturasde diez páginas en las que nos guíapor el difícil e intrincado mundo delos acrónimos, que cada día se usanmás, quizás por influencia del idiomainglés, en donde su uso está mucho

más extendido. La realidad es quecada vez son de uso más frecuenteentre nosotros y es de agradecer queun autor lo tenga en cuenta y facilitesu comprensión.

El libro se propone rastrear losdebates políticos y las polémicassociológicas de este fin de siglo, argu-mentarlas al hilo de los procesossociales que les han dado origen ydejar constancia en ellas de la posi-ción del autor. El punto de partidapara ello es la participación de Jesúsde Miguel en dos grandes proyectosde investigación sociológica acerca dela realidad social española. El másantiguo de ellos es el Informe FOES-SA, a finales de los años sesenta, quefue el primer intento importante deanalizar la sociedad española conperspectiva sociológica y técnicas decarácter empírico. Más recientemen-te, Jesús de Miguel ha formado partedel equipo que en los años noventaha real izado el quinto InformeFOESSA. Con este bagaje fundamen-tal propone un análisis que sea a lavez una visión de la estructura socialde España, comparando en el tiempola sociedad española de los añossesenta con la de los noventa, y unacomprensión del cambio social queen ella se ha producido.

La obra se ocupa principalmente delos procesos de cambio de la sociedadespañola en este período en el que seproduce la transición política a lademocracia. Señala el autor que en laliteratura reciente se ha producido enmucha mayor medida el análisis y lapolémica sobre el cambio político quesobre los cambios sociales; sin olvidarlos aspectos políticos, esta obra se vaa ocupar prioritariamente de los aná-

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lisis «desde la sociología» y se va ainteresar sobre todo por desvelarlos ala luz de las polémicas y de las inter-pretaciones que sobre ellos se handado. Es a la vez un análisis sociológi-co de la España reciente y una histo-ria de la Sociología en España. En ellavan apareciendo cronológicamentelos desarrollos incipientes de la Socio-logía, su consolidación académica y,finalmente, algunas de sus obras demadurez. Aunque hablar de madurezno supone más que indicar el mayorreconocimiento que la Sociologíatiene en cuanto disciplina científica.En la historia de las ciencias socialesno hay una línea directa en ascenso nien descenso, y la calidad y la profun-didad de los estudios sociológicos sonintensas o están ausentes tanto enobras de sus primeros períodos comoen las de los más recientes. La únicaventaja con la que cuentan las obrasmás recientes es ese reconocimientosocial de la disciplina que supone unatranquilidad para los sociólogos, queno tienen necesidad de empezar justi-ficando sus métodos de trabajo. Perolas cuestiones de rigor y de calidadsiguen siendo una exigencia constantey difícil de satisfacer.

Todo el trabajo está impregnado deun gran optimismo. No es frecuenteencontrar sociólogos que se atrevan ahablar de España en positivo. En estesentido, sólo Mario Gaviria ha habla-do de una forma convencida, y con-vincente, del éxito del desarrollo y delos procesos de cambio social enEspaña. Esto no es una tradiciónentre nuestros intelectuales. En tér-minos políticos, sí contamos actual-mente con numerosos estudios queabandonan ese pesimismo tradicional

que alcanzó categoría de peculiaridadhispánica desde la generación delnoventa y ocho. Los primeros analis-tas elogiosos del proceso de la transi-ción política española han sido estu-diosos extranjeros, que han abiertocamino a los historiadores y politólo-gos españoles para atreverse a haceralgo tradicionalmente denostado,hablar bien del país. Desde una pers-pectiva sociológica esto es menos fre-cuente, casi sorprendente. Los temasson siempre «los problemas» y lascifras se dedican a señalar las distan-cias que nos quedan por recorrerhasta alcanzar los estándares de otrospaíses. Bien es verdad que nuestrohistórico complejo de inferioridadtiene sus raíces en la decadencia y enla mala gest ión polít ica durantesiglos, por lo que es comprensible queno nos abandone fácilmente. Puesbien, este libro es uno de esos casosen los que la sociedad española, suestructura y los procesos de cambioque en ella se han producido estánvistos con admiración y son objeto deuna evaluación positiva, de modo quepodemos después de su lectura sentir-nos impulsados a continuar realizan-do con éxito la inserción de la socie-dad española en marcos de desarrollo,prosperidad e igualdad de oportuni-dades mayores que ofrezcan nivelesde bienestar satisfactorios al conjuntode los ciudadanos, sea cual sea su ori-gen geográfico, su sexo, su edad y susituación dentro de este territoriointeresante, y a veces poco vertebra-do, que llamamos España.

Las implicaciones de la Sociologíay la Política son crecientes a partir delcomienzo de la transición política ycon el desarrollo de la democracia, no

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sólo por el enorme desarrollo de laSociología electoral y política, sinosobre todo por el interés creciente deconocer la estructura social y los pro-cesos de cambio que en ella se dancomo base de las decisiones políticasque se van tomando y como argu-mento de las diferentes posicionesideológicas que se van definiendo. Dealguna manera, esta obra refleja esapresencia creciente de la Sociologíaen la sociedad española y podemosdecir que, al igual que la democraciaya está afianzada, también lo están losestudios sociológicos en España.

La Sociología en España tiene unrecorrido histórico común con lademocracia: se atisba en los añossesenta, donde encontramos los ante-cedentes; se institucionaliza en lossetenta, se desarrolla en la década delos ochenta y podemos decir queadquiere carta de normalidad en estadécada final del siglo. Una y otraempiezan a estar fuera de la discusiónen estos años en los que ya no es nece-sario explicarlas ni justificarlas, sinotan sólo usar de ellas y cuidar de dar-les el mayor rigor y eficacia posibles.

Es una obra integradora, que pre-tende hacer un balance positivo deltrabajo de la profesión y que mantie-ne en todo su desarrollo una actitudmesurada y prudente al valorar lostrabajos de los colegas, indicar susaciertos y aportaciones y señalar laslimitaciones que en ellos encuentra,sin entrar en personalismos potencial-mente destructores. El autor conocemuy profundamente los trabajos delos sociólogos españoles, en su mayo-ría profesores universitarios, queaportan con sus investigaciones nue-vos argumentos a los debates políticos

y que incluso a veces son los protago-nistas mismos de esos debates.

El armazón fundamental de sus aná-lisis son los sucesivos Informes FOES-SA, y el hilo conductor de sus análisises el de analizar si las desigualdades seacrecientan con el desarrollo.

En la presentación de sus análisissobre la estructura y los procesos decambio de la sociedad española plan-tea una hipótesis, a la que finalmenteno llega a responder, y que es la deque las desigualdades son el precio apagar por el desarrollo en España.Señala con acierto que las líneas desuperación de desigualdades que apa-recen a través de sus análisis son unode los aspectos más conflictivos delproceso de cambio. En sus análisis dela estructura social española y de laspolémicas sociológicas sobre ella,pone una especial atención en vercuáles son los niveles de desigualdadque se observan en la población,entre individuos, entre clases socialesy entre regiones. Sin embargo, susconclusiones no son muy definitivas.Prudentemente, señala aquellos as-pectos en los que las desigualdades sehan disparado, por ejemplo las que seaprecian entre los ocupados y losparados, y también señala los proce-sos de cambio que han venido a ate-nuar ciertas desigualdades anterior-mente muy importantes entre la po-blación española, como las referentesal cuidado de la salud. En sus páginasfinales, que no eleva a la categoría deconclusiones, señala que todavía«España mantiene una estructura dedesigualdades excesivas».

La pregunta que se plantea a lolargo de toda la obra es la de la rela-ción entre desigualdades y desarrollo;

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las contestaciones a la pregunta sonmuy prudentes e incluso contradicto-rias, según se tengan presentes deter-minados factores demográficos, eco-nómicos o sociales, como los nivelesde educación o la participación de lasmujeres en el trabajo asalariado. Enlos estudios que consulta, fundamen-talmente el V FOESSA, «no se con-cluye con claridad si la desigualdadaumenta o disminuye» (p. 313), y élse mantiene en esta ambigüedad.Subyace en sus análisis que es necesa-ria la intervención del sector públicopara que las desigualdades se suavi-cen, es decir, el desarrollo económicoy la expansión de la economía noalteran las pautas de desigualdad, porlo que apoya «una política decididapara lograr cambios sociales adecua-dos» que de alguna forma ayuden aalterar estas pautas. En cierto modo,no puedo estar de acuerdo con tantaprudencia en el diagnóstico despuésde una década de expansión del lla-mado Estado del Bienestar en nuestropaís, y después de ver los estudios deBandrés sobre la reducción de lasdesigualdades regionales, los de Gavi-ria y González Cabrero sobre la ex-pansión y utilización de los serviciossociales, los de Carabaña sobre la

educación pública, los que el mismoJesús de Miguel nos ha ofrecido sobreel sistema sanitario a lo largo de estosaños, que ponen conjuntamente demanifiesto cómo se han suavizado demanera importante las desigualdadesen nuestro país debido a una serie depolíticas redistributivas, aunque aveces hayan sido un tanto contradic-torias, que han ampliado las oportu-nidades de buena parte de la pobla-ción en términos de ingresos, deexpansión y uso de servicios sociales,así como de protección frente a laseventualidades laborales y las discapa-cidades personales.

Pero el autor ha preferido manteneruna postura un tanto más ambigua yprudente, respetando con ella su pro-pósito inicial de suscitar el debate másque de intervenir en el mismo defen-diendo una u otra postura. Es deseñalar que este enfoque le permitedar mejor cabida en sus análisis a lasposturas más encontradas, comomuestra de que quiere ser, verdadera-mente, un vehículo de presentaciónde los estudios y las opiniones quehan configurado el quehacer socioló-gico en las ultimas décadas en España.

Inés ALBERDI

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HANS JOAS

El pragmatismo y la teoría de la sociedad(Madrid, CIS-Siglo XXI, 1998)

En los años más recientes, aquellossociólogos que han buscado orienta-ción teórica en la fértil producciónalemana se han visto escindidos entre

las abrumadoras obras de J. Haber-mas y N. Luhmann. La ingente pro-ducción de estos autores, su tempranatraducción al castellano y la pronta

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aparición de influyentes estudiossobre ellos han dificultado la recep-ción en España de otro autor deextraordinaria relevancia.

Hans Joas, catedrático de TeoríaSociológica de la Universidad Librede Berlín, ha sido hasta ahora el ter-cer puntal olvidado, el tercio exclusode la teoría social alemana. Con Elpragmatismo y la teoría de la sociedad,que nos llega ahora en la impecabletraducción de Ignacio Sánchez de laYncera, Joas proclamaba ya en 1992la viabilidad de una teoría social de laacción apoyada en la tradición delpragmatismo americano. Es previsibley más que deseable que en el próximofuturo sean traducidos también DieKreativität des Handelns (La creativi-dad de la acción) y Die Entstehung derWerte (El origen de los valores), quecompletan su importante trilogíasobre la teoría de la acción.

Joas es un individualista metodoló-gico, pero es importante no confun-dir su visión pragmatista de la accióncon otros enfoques de la acción comointrínsecamente pragmática, racionalo egoísta. Lo que Joas sostiene es quetanto el orden como el cambio socialson producto de complejos, sutiles ya veces violentos procesos de negocia-ción que toman en cuenta, a su vez,procesos de negociación anteriores ylos resultados, intencionales o no, deacciones pasadas. Esto no presuponeignorar los fenómenos del poder, elconflicto, y las constituciones estruc-turales, sino enfatizar en que estoselementos son parte intrínseca de lapropia acción (vid. pp. 50-51).

A menudo se ha reprochado equi-vocadamente a los pragmatistas decarecer precisamente de una defini-

ción nítida de la acción, llegandoestos críticos a identificarla con elacto, físico o simbólico, que un sujetoefectúa en un determinado momento.No en vano la filosofía pragmatista esanterior a la escisión de su tronco dela psicología conductista, y sus prin-cipales representantes suelen denomi-narse ellos mismos conductistas en unsentido totalmente opuesto al deSkinner. Tomemos un ejemplo queaclara la cuestión por oposición. G.H. Mead, en uno de sus primerosartículos, analiza el arco reflejo queune un cierto estímulo con una res-puesta corporal. A diferencia de otrosenfoques, que diseccionan el fenóme-no en distintas fases (estímulo, per-cepción, identificación, respuestadefinida, el acto mismo de respuesta,etc.), para Mead es imposible com-prender al sujeto que responde sin elestímulo que ha percibido y cómo loha hecho, y otro tanto para el objetoestimulante, porque ambos han coe-volucionado juntos hasta alcanzar elacoplamiento estructural que se anali-za. Del mismo modo, cuando se estu-dian tanto las microinteracciones deuna pandilla callejera como la organi-zación de un vasto complejo indus-trial es imposible acceder al objeto (elsujeto) sin aprehender su definiciónde la situación, su opción y/o suje-ción por/a un rol particular en dichasituación, sus motivaciones, sus senti-mientos, las estrategias que esperadesplegar, los recursos materiales ysimbólicos que considera a su alcan-ce, los valores que dirigen sus decisio-nes y las respuestas que espera desu(s) contraparte(s). Este esquema deanálisis es bien conocido en la obrapublicada de Mead, donde un yo o

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autoimagen construida en la primerasocialización, casi innata como uncarácter, se confronta con los diferen-tes mí que el sujeto percibe como laimagen que de él tienen otros signifi-cados, configurando finalmente ununo mismo (my self ), que es el conjun-to de rasgos de personalidad y habili-dades sociales dramatúrgicas con lasque el sujeto se identifica en mayor omenor grado, es capaz de modular ymoldear en diversa medida según loscasos, y que constituye la materiaprima de su presentación y propuestade identidad en sus distintos ámbitossociales de acción. Mucho menosconocido es que el mismo esquema esaplicable, según los pragmatistas, alos sujetos colectivos. En particular,para ellos, los conflictos sociales sonprocesos cooperativos-antagonísticosen los que las partes construyen yreconstruyen sus identidades y pro-yectos, siendo la sociedad democráti-ca el marco político más idóneo paraconstruir escenarios donde esos con-flictos puedan resolverse a la mayorsatisfacción de quienes participan dela confrontación.

La acción social, incluso cuando esemprendida por un solo individuo, essiempre un proceso colectivo de cons-trucción de significado. Frente a latransformación de la naturaleza y delas relaciones sociales de explotación(Marx), la construcción de represen-taciones colectivas en situaciones deefervescencia social (Durkheim) o elsurgimiento de la rutinización oracionalización del carisma (Weber),la metáfora directiva de los pragma-tistas es el experimento científico obien el juego infantil —o su versiónadulta, la libre creación artística—.

En la s i tuación experimental , e linvestigador debe generar un marcode sentido en el que los datos recogi-dos se sigan naturalmente de presu-puestos teóricos previamente disponi-bles o bien que él mismo ha modifi-cado o creado de forma innovadora.De modo similar, en el juego infantilo en el arte, el objeto al que tiende laacción y las reglas que señalan loslímites de lo permisible para lograrloson ambiguos desde el principio ysusceptibles de reinterpretacióndurante todo el proceso hasta queéste se da por concluido. Es quizá enrazón de su aprecio por la cienciainnovadora por lo que hay una opi-nión muy generalizada según la cualel pragmatismo sería una extensiónvulgar del utilitarismo individualistay del positivismo lógico, en el sentidode que vendría a afirmar que todoproblema (psico)social es solublecuasi inmediatamente mediante elrecurso al método científico. En lugarde eso, el caso climático de acciónpara los pragmatistas es el individuoo el colectivo que resuelva de formacreativa un problema al que seenfrenta para su deseado desenvolvi-miento y donde los fines no estánprefijados ni son inmutables comopara los defensores de la acción racio-nal. Es por este motivo que los prag-matistas renuncian a establecer unatipología cerrada de modos de acciónentre la pura reactividad irreflexiva yel ideal inalcanzable de una acciónplenamente racional, esto es, que cal-cula perfectamente a tenor de lainformación accesible la optimizacióno máxima eficiencia del factor limi-tante o más escaso en una situación,así como el resto de los factores en la

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medida de lo posible. De hecho, unamisma acción en una misma situa-ción puede ser interpretada legítima yjustificadamente por diferentes actorescomo una acción racional, o mera-mente satisfactoria (Simon), o rutina-riamente tradicional, o carismática-mente creativa, o instrumental, o ins-pirada por valores independientes detodo interés hedonístico, etc.

El énfasis pragmatista en la creati-vidad de la acción, que comienza porla disponibilidad y maleabilidad delpropio cuerpo, apunta claramente alclásico problema del cambio social yparece dejar de lado el otro gran pro-blema de la sociología clásica: la cues-tión del orden. Para los pragmatistas,el orden no puede explicarse por lasumisión de los sujetos, irracional onatural, a las normas del grupo al quepertenecen, normas basadas en algúnimperativo ético abstracto (Kant) oen alguna tradición religiosa idiosin-crásica, al margen de los intereseshedonistas de los miembros de talesgrupos. Por el contrario, la normati-vidad social puede surgir como resul-tado de un consenso de que ciertoscursos de acción deben estar virtual-mente prescritos o proscritos endeterminadas ocasiones; que dada lainformación y los recursos disponi-bles, así como las actitudes y expecta-tivas de los demás participantes,seguir la norma es el one best way parauna situación dada.

El pragmatismo de Mead, Peirce yDewey no es sólo una teoría descrip-tiva y explicativa de lo social, sinotambién un enfoque metodológicopráctico para la resolución de proble-mas en las sociedades democráticasindustriales. Aunque desde una pers-

pectiva más tradicionalmente realista,sintoniza en esto con el reciente brotede enfoques constructivistas y reflexi-vos que, con un acento más relativis-ta, aspira también a una apertura deldiálogo social en las sociedades demo-cráticas postindustriales. Sería posi-blemente tarea de una sociología delconocimiento sociológico explicarqué estructuras y agentes sociales hansido determinantes en la indiferente uhostil recepción de estas propuestas alo largo de nuestro siglo. Es a darcuenta de los méritos del pragmatis-mo, así como de las razones por lasque fue y es aún hoy ignorado enEuropa, a lo que Joas dedica el gruesode este volumen.

El principal mérito del pragmatis-mo inicial es haber dado origen enbuena parte a más de una tradiciónsociológica. En primer lugar, a lacélebre Escuela de Chicago. Solamentepor las semblanzas biográficas (conespecial hincapié en su compromisosocial y político) y la revisión de lasobras de R. E. Park, W. I. Thomas yF. Znaniecki merecería ya la lecturade este libro. En segundo lugar, larevisión economicista de la obra deMead que H. Blumer ha desarrolladodurante más de cuatro décadas bajo laetiqueta creada por él de interaccionis-mo simbólico. Por último, la sociolo-gía dramatúrgica de Goffman habríaresultado imposible sin la concepciónpragmatista de un autor capaz tantode representar r i tuales como deimprovisarlos, permitiendo así elintento de reintroducir un agenteautónomo en el marco del funciona-lismo dominante.

A diferencia de esto, la recepcióndel pragmatismo en Europa ha oscila-

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do entre la indiferencia y la hostili-dad. En lo que constituye el gruesode este volumen, Joas pasa revista a laobra de distintos autores, tanto coetá-neos del primer pragmatismo comocontemporáneos. Sin desmerecer enabsoluto sus hallazgos y la relevanciade sus obras, Joas encuentra las dis-tintas tradiciones europeas deficientesen tanto en cuanto no han sabidoproducir una teoría adecuada de laacción.

Así, por ejemplo, Durkheim inter-preta el pragmatismo como un utili-tarismo lógico ramplón, incapaz dedilucidar la part icipación de laconciencia individual en las represen-taciones colectivas y, por tanto, deexplicar la integración social. Estasacusaciones son tanto más sorpren-dentes cuanto que el propio Dur-kheim tiene una visión creativa de laacción en momentos de sociabilidadefervescente, pero no en la sociabili-dad de la vida cotidiana. Y aún máscuando sostiene que las principalescategorías cognitivas son proyeccionesde categorías sociales estructurales. Elproblema radica en que Durkheimsostiene y defiende la dualidad carte-s iana de materia y espír itu, deconciencia y acción, mientras quepara el pragmatismo los individuosestán incardinados en la praxis y en lasociedad aún antes de configurar unaconciencia utilitaria.

Otro tanto puede decirse del pen-samiento alemán en general, bienanclado en las tipologías weberianas,bien volcado unidimensionalmentedel lado de la conciencia bajo la hege-monía filosófica de la fenomenología.Incluso los miembros de la Escuela deFrankfurt resultaron inmunes al prag-

matismo pese a su prolongado exilioen los Estados Unidos. Para ellos, elpragmatismo sería meramente unaideología popular dedicada a generarconfianza pública en aquellas institu-ciones —como el mercado keynesia-no o la democracia parlamentaria— ya diluir los intereses contradictoriosentre las clases sociales. Trataríasemeramente, pues, de una ideologíaal ienante, de una forma de falsaconciencia. Lo que, sin embargo, losmiembros de esta escuela no puedenexplicar simétricamente es tanto eléxito de dicha ideología hasta los añossesenta, su contestación radical en losaños sesenta-setenta y su rejuveneci-miento de la mano de Joas, en laactualidad.

Como síntesis de estas tracciones,J. Habermas funde el estructuralismoy la fenomenología para generar unmarco de análisis de nuevo dualista,pues escinde la acción utilitaria de lacomunicativa y la lúdica, y tambiénmodos de regulación social normati-vos orientados de un lado al éxito yde otro al entendimiento. Este esque-ma culmina en la escisión entre el sis-tema que funcionaría automáticamen-te autorregulado por la percepciónpor parte de los actores de su utilidady, por otra parte, el mundo de la vida,el ámbito de construcción intersubje-tiva de sentidos compartidos.

Para Joas, estos dualismos son espú-reos e innecesarios. Toda acción espotencialmente producción y mensajeal mismo tiempo, y la (auto)concien-cia de los actores y sus fines son pro-ducto de su autorreflexión sobre lasolución de problemas en curso. Elsistema, como el centro de gravedadde un cuerpo, no pasa de ser un recur-

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so retórico, teórico, para resumir gran-des volúmenes de acción coordinadade forma asociativa o comunitaria.

Otros autores actuales con quienesJoas disputa son Castoriadis, Giddensy Alexander. Cornelius Castoriadis esquien está más próximo a la perspecti-va de Joas pues, en su confrontacióncon el estructuralismo, sostiene quelas estructuras sociales son productode un proceso de institucionalizaciónen el que resultan fundamentales loslogros imaginativos y creativos de losagentes, los cuales son, por otra parte,el baluarte de la autonomía individualde dichos agentes frente a la dinámicaautosostenida que cobran las institu-ciones más o menos funcionales. Deotro lado, sin embargo, Castoriadisintenta hacer culminar su teoría de laacción en una perspectiva de la evolu-ción que, decepcionantemente, nuncase concreta en prácticas u opcionesespecíficas. En el extremo ideológico yteórico contrario se sitúa la monu-mental revisión de la teoría sociológi-ca clásica realizada por Jeffrey Alexan-der, y en especial su reivindicación delfuncionalismo parsoniano. Pese a lalucidez y profundidad de su análisis,Alexander cae en el sempiterno dualis-mo de acción utilitaria/acción norma-tiva, ignorando las potencialidadesexpresivas y de relación y coordina-ción colectiva de la acción social. Ale-xander no concibe el pensamiento delos actores como una autorreflexiónde carácter práctico, sino sólo (meta)-teórico. De esta forma, no quedalugar en su perspectiva para unaacción que efectivamente crea institu-ciones y satisface funciones inclusocuando éstas se encuentran más alláde las intenciones de los actores.

En una situación intermedia sehalla Anthony Giddens, quien coinci-de ampliamente con el pragmatismoen considerar la intencionalidadcomo reflexividad, en distinguir laacción discursiva de la práctica y laacción misma, individual o colectiva,de las estructuras, como sistemasvariablemente integrados de accionesrutinizadas que pueden tanto obstruircomo espolear la creatividad de laacción. También la importancia deltiempo, entendido como ocasión yduración, como vivencia y como dis-ciplina abstracta, reúne a ambas pers-pectivas, así como la importanciadada por ambas a la situación comofondo de recursos que nutren el senti-do de la acción —y donde Giddensdistingue las vivencias cotidianas delas experiencias desandadas que pro-porcionan los sistemas expertos, lasinstituciones sociales—. Sin embargo,Giddens nunca define su visión de laacción, su surgimiento en nuestro tra-yecto evolutivo, a partir de las estruc-turas de la sociedad humana donde seadquieren las competencias sociocog-nitivas individuales; de tal modo, losindividuos aparecen bien como es-tructuras cuasia utomáticas y sin en-torno, bien completamente domi-nados por éste.

Para concluir, es éste, sin duda, unlibro imprescindible para todos aque-llos buenos (o no tan buenos) cono-cedores de la teoría sociológica clásicay contemporánea. Con una facilidady una falsa espontaneidad muy elabo-radas, Joas salda cuentas con lo másgranado de la teoría social. No obs-tante, no sería éste solamente un libropara teóricos especialistas. Joas aspiraa que la teoría de la acción vertebre la

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teoría social. A este fin dedica uncapítulo singular y fundamental alrepaso de la teoría de roles y de lainteracción, con especial énfasis ensus aportaciones al proceso de sociali-zación. Aunque estos enfoques hansolido reducirse, respectivamente, alestudio de la vida cotidiana y de laprimera infancia, es difícil imaginaruna investigación sociológica empíri-ca que vaya más allá de la fría encues-ta, que entre en contacto con los suje-tos, y que ignore el concepto de rol ylos procesos de interacción. Aquí,Joas subraya una vez más el carácterabierto de la acción y, en especial, dela asunción de roles, señalando que

ésta puede ser o no reflexiva; quepuede ser identificativa, imitativa oasuntiva; que puede variar en el gradoy orientación emocional que movili-za; y que puede diferir en el rango oamplitud con que se asume el rol ensu complejidad y en el desarrollo quede él se hace. En suma, y como pala-bra postrera, hay que felicitar al Cen-tro de Investigaciones Sociológicaspor la decisión de traducir y publicareste texto que contribuye de maneramuy importante a enriquecer y reno-var el acervo de la teoría sociológicaen nuestro idioma.

Juan Manuel IRANZO AMATRIAIN

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ÉMILE DURKHEIM

Lettres à Marcel MaussEdición a cargo de PHILIPPE BESNARD y MARCEL FOURNIER

(París, PUF, 1998)

Confieso mi afición por los episto-larios y compartir la opinión de quie-nes aseguran que en el carteo privadode un autor no es raro encontrar laapoteosis de su talento l i terario—piénsese, por ejemplo, en la corres-pondencia de Flaubert con su amanteLouise Colet—. Es cierto que nosiempre ocurre así y que a veces lacorrespondencia de los grandes no vamás allá de lo anodino. Pero ni si-quiera esto le quita valor como fuentede información, ya que el goteo epis-tolar, cuando es lo suficientementecontinuado, tiene la inmensa virtudde hacernos accesibles los plieguesmás personales y propios de un escri-

tor, lo que está por detrás de su pro-ducción pública, su día a día, sumundo de preocupaciones, prejuiciose intereses, sus opiniones más espon-táneas sobre los contemporáneos conlos que le ha tocado vivir, es decir,todo lo que se oculta tras su caretapública y es tan relevante para com-prenderlo cabalmente.

La reciente publicación de las cartasque Durkheim envió a Marcel Mausspermite corroborar lo dicho. A lolargo de más de quinientas páginas ycubriendo de forma discontinua unperíodo que va de 1896 a unos pocosdías antes de la muerte de Durkheim,en noviembre de 1917, nos es dado

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seguir en sus pormenores la relaciónentre dos de las figuras decisivas de laciencia social francesa de principiosde siglo, protagonistas además delambicioso proyecto de institucionali-zación de la sociología y la etnologíaque conseguirían llevar a buen puerto.La espléndida edición crítica que Phi-lippe Besnard y Marcel Fournier hanhecho de este material sólo se resientede una laguna, que la fatalidad de losacontecimientos impide subsanar, y esque, disponiéndose de las cartas deDurkheim a Mauss, no se dispone delas que éste enviara a aquél, perdidasirremediablemente en las convulsio-nes de la Segunda Guerra Mundial.Queda así este epistolario, tan exigen-te en términos de diálogo, reducido aun monólogo continuado de ÉmileDurkheim, y el lector se preguntasiempre cómo serían las cartas deMauss a que hace referencia, cuálessus respuestas a las frecuentes repri-mendas que se le hacen llegar, cuál suversión de los temas en los que confrecuencia chocaba con su mentor,cómo ese estilo apresurado, distraído,disperso y telegráfico que Durkheimle solía reprochar, etc.

La peculiaridad de estas cartas noviene tan sólo de la altura intelectualde los dos personajes involucrados ode la relevancia de los proyectos en losque colaboraron, sino además de lasespeciales relaciones que los ligaban,en las que se entremezclaban planos deexperiencia normalmente disociados.Como es sabido, Mauss era sobrino deDurkheim y, muy joven, tras finalizarsu bachillerato en 1890, se había tras-ladado a Burdeos para realizar susestudios universitarios bajo la égidadel tío Émile. Después se fue a París

para completar su formación en laÉcole Pratique des Hautes Études,momento en el que arranca su fluidacorrespondencia. Lo que ésta muestraes que el contacto con el tío siguióvivo e intenso el vínculo hasta lamuerte de aquél —y aun después alconvertirse en su albacea intelectual—,anudándose así una relación que notiene parangón en la historia de lasciencias sociales: «una bella historia deamor avuncular [en la que] el sobrinose convierte en el alter ego de su tío»(p. 2), como apuntan con acierto loseditores. Todo se mezcla en esa rela-ción en la que Mauss es muchas cosasa la vez y todas de forma intensa:sobrino, pupilo, discípulo, colabora-dor, confidente, correligionario.

Durkheim se sabe y quiere cumpli-dor de la misión de educar morale intelectualmente al joven Marcel.Y en esa labor se muestra severo ycariñoso a la vez. Tu madre, le recuer-da, me confió tu formación y yo «tehe formado en mi ideal» (p. 272). Noquisiera ser, dice en otra carta, «el tíoimportuno» (p. 380), pero está dis-puesto a serlo y hacerle saber las ver-dades más amargas que el sobrinotiende a ocultarse. Es justamente estolo llamativo en la correspondencia: lasinceridad de Durkheim, su imperti-nencia, el desparpajo y seguridad deque hace gala a la hora de criticar aese sobrino-pupilo al que quiere lle-var por la buena vía. Y así le reconvie-ne continuamente su tendencia amentir, a prometer más de lo quepuede cumplir, su despreocupación(como «el pobre tío Félix», p. 148),su debilidad de voluntad, su disper-sión en demasiados proyectos que nopuede llevar a buen puerto, su inca-

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pacidad para administrar bien eltiempo, su conversión en un flaneursin rumbo (p. 101 ). No es el maestroel que así habla y reconviene, sino eltío materno que se ha convertido enresponsable del clan familiar y ha asu-mido la educación del joven y lo guíaen su aprendizaje social. Es su falta devertebración moral lo que le preocu-pa, pero también su educación inte-lectual, para la que brinda críticas yconsejos continuos: sobre la necesi-dad de escribir con orden, claridadanalítica, capacidad de selección;sobre el peligro de dejarse atrapar poruna «erudición vana» (p. 135) o per-derse en «minucias y detalles» (p. 70);sobre el gasto inútil de tiempo quesupone darse a lecturas dispersas y sinobjeto claro; sobre la ingenuidad depretender en sus trabajos dar cuentade «todos los hechos», frente a lo queobjeta: «no sólo no existe tal cosa,sino que carece de sentido. Lo que seprecisan son los hechos cruciales» (p.135). En definitiva, el Durkheimmaestro vigila para que su discípuloaventajado no se pierda en los labe-rintos a los que le arrastra su talentoerrático, y de ahí que insista en estaral tanto de sus lecturas y escritos,para «seguirte e impedir que trabajessin norte» (p. 34).

Pero el sobrino es también su bri-l lante colaborador científ ico. Lacorrespondencia comienza con unacarta de petición de datos para laescritura de El suicidio y sigue con lacrónica de la ingente elaboración deL’Année Sociologique, en la que Mausscarga con la responsabilidad de la sec-ción dedicada a la religión. Se tratade una sección crucial que resume elpropósito que se encarna en la revista,

que no es otro, según se declara opor-tunamente, que desarrollar «una teo-ría que, exactamente contraria a unmaterialismo histórico grosero y sim-plista a pesar de su tendencia objeti-vista, haga de la religión, y no ya dela economía, la matriz de los hechossociales» (p. 71) En esa tarea, Mausses una «llave maestra y a todas lucesesencial» (p. 71). Durkheim reconocecon orgullo de mentor su talento y lecarga de responsabilidad. De ahí lastiranteces cuando barrunta que elsobrino-discípulo-colaborador no estáa la altura de la situación —lo queacontece con exacta periodicidadsegún se acercan las fechas de cierredel número y las colaboraciones nollegan con el ritmo debido—. Enton-ces las quejas del maestro se entre-mezclan con el chantaje moral del tíoy tutor, que le reprocha no merecer eltrato descuidado que le da Marcel yasegura sufrir por su falta de respon-sabilidad intelectual.

Pero el querido Marcel es tambiénpaño de lágrimas, confidente, correli-gionario. Con él se confiesa cuandolas cosas no van bien: «me siento pro-fundamente desalentado», «dudo demí mismo» (p. 77), le hace saber trasla publicación de El suicidio y surecepción pública descaminada opoco entusiasta, decepcionante, endefinitiva; todo parece venirse abajo eincluso le recuerda al sobrino unsueño en que se veía abandonado porél (p. 77). Es también Marcel elcorreligionario político con el que secomentan acontecimientos y se com-parten esperanzas a lo largo del tor-tuoso affaire Dreyfus —esa «obsesiónde la que no se puede escapar» (p.167)—. Y es Marcel el paño de lágri-

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mas a quien se acude en busca deconsuelo tras la muerte en el frentede Bulgaria del hijo, André; el desti-natario de la carta más emocionantedel epistolario, en la que un Dur-kheim envejecido prematuramente,agotado emocionalmente tras lamuerte del hijo querido, confiesa a suhijo intelectual que «se siente separa-do de todo interés temporal», reduci-do a la figura del «asceta que se sientepor encima de todo» y al que sólo leespera «la melancolía como modo devida» (p. 508).

Las cartas de Durkheim a Maussson, pues, una fuente de primerorden para reconstruir sus relacionesen todos sus matices y complejidades.Pero su significación va más allá, y nosólo porque a partir de ellas podamosrecabar una mayor información sobrela biografía de su autor, sino tambiénporque son una fuente interesantísi-ma para dar cuenta de la estrategiaque estaba por detrás de la institucio-nalización académica de la sociologíaen la Francia de fin de siglo tal comola diseñó su creador. Es claro queDurkheim se sentía encarnación deuna misión para la que existía uncierto respaldo político, pero quesufría de un déficit de legitimación: lamisión de poner en marcha y hacertriunfar una sociología de ámbitoexpansivo. Profeta de esa buenanueva, era consciente de que su tareasólo podía realizarse si contaba conun discipulado suficiente y un órganopropio de expresión. Ambas cosas lasconsiguió y en ambas fue decisiva lacolaboración de Mauss —su agentecientífico en París hasta que finalizósu «exilio» bordelés—. La plasmaciónfue la publicación de L’Année Sociolo-

gique y su fiel equipo de colaborado-res. A partir de las cartas a Mauss, sepueden reconstruir las reglas deljuego que lo puso en marcha. Dur-kheim, como el Zaratustra de Nietzs-che, no quiere discípulos anodinos,sino seguidores que capten cabalmen-te el espíritu de su empresa y, en vezde remedarlo, lo amplíen y desarro-llen: «mi verdadera ambición es ver aalgunos jóvenes de valor que, en vezde seguirme servilmente, utilicen confranqueza los resultados a los quellego» (p. 78), le hace saber con uncierto desánimo. Para ello, quiere ani-mar y garantizar su autonomía: «noquiero ni siquiera aparentar ejercerun control o adoptar el aire de unregente» (p. 100), proclama con insis-tencia. Pero esa autonomía no puedeestar sino muy circunscrita. En reali-dad, sabe y desea que «L’Année es untodo y en eso consiste su mérito. Espreciso que alguien vele por el todo»(p. 255) ¿Quién? Evidentemente, élmismo. De ahí la problematicidad deun proyecto que quiere conjugar uni-dad y diversidad, ortodoxia y autono-mía. Y de ahí también que Durkheimeche sobre sus espaldas un trabajoabrumador de coordinación y revi-sión de todos los manuscritos a publi-car, trabajo que sabe que le aparta deotras empresas mayores y del que seresiente en su correspondencia.

El maestro, profeta y jefe de escuelade la nueva sociología se muestra a lavez severo y generoso en la supervi-sión del trabajo de sus colaboradores.No hay más que leer la extensacorrespondencia ligada a la escrituradel trabajo de Mauss y Hubert sobreel sacrificio (pp. 135 ss.) para com-probarlo. Durkheim ofrece sus servi-

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cios, pone a disposición su tiempo,da ideas, interviene en la redacción,pide noticias precisas sobre el estadoen que se encuentra el trabajo, recon-viene la tardanza, critica, anima, vitu-pera, exalta. Sus colaboradores son sualter ego y en su obra se siente refleja-do y comprometido. De este modo,la sociología institucionalizada seconcibe siempre como una sociologíapersonalizada, una sociología estricta-mente durkheimiana, y así resultaráque de los avatares de la persona quela encarna dependerán sus éxitos.

Basten estas incursiones selectivassobre este libro para hacer ver su rele-vancia. Se trata de una obra impres-

cindible para reconstruir la personali-dad intelectual y moral de dos de losmás decisivos científicos sociales delpresente siglo, pero también paracomprender cómo se encarnan losproyectos científicos, cómo operansobre ellos las relaciones sociales másvariadas, cómo lo personal puedeimpersonalizarse y lo impersonal per-sonalizarse, cómo, en última instan-cia, la educación sentimental delsobrino Mauss es un dato decisivo enla tarea de institucionalización de lasociología francesa tal como la desa-rrolló el tío y maestro Durkheim.

Ramón RAMOS TORRE

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FERNANDO J. GARCÍA SELGAS y JOSÉ B. MONLEÓN (eds.)Retos de la postmodernidad. Ciencias sociales y humanas

(Madrid, Trotta, 1999)

Para enmarcar convenientemente laobra objeto de nuestro comentario,habría que empezar diciendo que setrata de un compendio de ensayosque «fueron presentados y discutidosen un simposio organizado por laUniversidad Complutense de Madridy la Universidad de California (Esta-dos Unidos), del 22 al 25 de abril de1997, en la Facultad de Ciencias Polí-ticas y Sociología de Madrid» (p. 9).La labor de organización y edición hacorrido a cargo de Fernando GarcíaSelgas y José B. Monleón.

Son precisamente ellos quienes seencargan de la introducción. Es unlugar común en estos casos señalarque su análisis del libro, de sus ejes

centrales y de cada capítulo en con-creto suponen la mejor introducción.Lo que sucede en este caso es que esincuestionablemente cierto, por loque estas breves reflexiones no excu-san a todo lector interesado de noremitirse a ella.

El título del libro expresa el deseode reflexionar sobre los «retos plan-teados a las ciencias sociales por lapostmodernidad» (p. 11). Los edito-res, en la introducción, entienden quelos tres principales son hacer frente alas muertes de sujeto, razón y progre-so. Yo me atrevería a decir que, másque un tratamiento en profundidadde esta cuestión, se trata (como porotra parte reconocen los mismos

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autores) de un «pretexto para darcarta de problema científico-social acuestiones que demasiadas veces seniegan, se ridiculizan o se ignoran,como son las aportaciones teóricasdel feminismo o las cuestiones queplantea el multiculturalismo» (p. 16),a la vez que demostrar la emergenciade lo postmoderno a aquellos reaciosa aceptarlo. Estos retos de la postmo-dernidad, entienden los autores, nodeben suponer una ruptura que olvi-de herencias anteriores, sino pregun-tarse en el momento presente «¿cuáles el camino a seguir para trascenderla modernidad y llegar a otra épocaen la que existan condiciones mejorespara la realización del sentido deemancipación y justicia del ser huma-no?» (p. 27).

«Aun sabiendo que esta serie decuestiones forma un racimo de cere-zas, en el que al tirar de una es muydifícil no tirar también de otras, y porlo tanto las conexiones entre unos yotros trabajos son complejas, múlti-ples y diversas, se decidió articular undebate interdisciplinar en torno a tresejes temáticos generales» (p. 16).Comentaremos cada eje y los artícu-los en ellos comprendidos.

«El primer eje, denominado la ten-sión entre los márgenes y los centros, harecogido las incongruentes y fluc-tuantes fuerzas a las que hoy se vensometidos los diferentes individuosen su constitución y en su toma deposiciones» (p. 16). Ya no hay unúnico modelo de individuo, las posi-bilidades están abiertas. Las posibili-dades nuevas que aparecen en losensayos hacen referencia al sujeto delfeminismo y al fenómeno de la trans-nacionalización.

Para P. Dubois, el pasado puede (yfrecuentemente lo es) ser utilizadocomo legitimación del presente. Eneste sentido, frente al modelo de buenciudadano de Platón y Aristótelesusado por los neoconservadores paracelebrar «la homogeneidad, los dere-chos de propiedad y el aislacionismo»(p. 38), propone a la poetisa griegaSafo, que da otra versión de sujetohíbrido, nómada, polimorfo... queabre nuevas posibilidades de identi-dad, posibilidades postmodernas.

C. Gallagher quiere abordar unavisión de «las ideas de sujeto implíci-tas en las retóricas de legitimación delas mujeres desde los comienzos de laera moderna» (p. 43). Descubre quela legitimación más adecuada y utili-zada ha sido la carismática (en senti-do no autoritario), en tanto en cuan-to posibilita la emergencia de un suje-to distinto al legal-racional. Pero hoyparece haberse producido, con la lle-gada del feminismo al mundo acadé-mico, una «rutinización del carismaconvirtiéndose en un objeto de estu-dio más que en un método o unpunto de vista desde el que trabajar»(p. 56).

Celia Amorós apuesta por una víadiferente: la conveniencia para elfeminismo de pertenencer al proyectoilustrado y el peligro de los coqueteospostmodernos. El feminismo estáasociado a la tradición emancipatoriade la modernidad, cuya veta todavíano está agotada sino pendiente demayor explotación (modernidad radi-calizada).

Para Félix Ortega, la destrucciónpostmodernista del sujeto ilustrado essustituida, de forma poco satistacto-ria, por la identidad de género. La

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insatisfacción está en que sólo se con-sigue una identidad «frágil y carentede apoyos societarios firmes» (p. 88)y, al no ir más allá de sí misma, caeen las redes de la psicologización de lavida social, quedándose en la esferade lo privado y desentendiéndose dela intervención en lo público.

Luis E. Guarnizo continúa con latemática identitaria, pero cambia sufoco de análisis del género a la identi-dad nacional. A través del fenómenodel transnacionalismo, lo identitario yhasta la jurisdicción saltan las barre-ras de los Estados-nación, a caballode una «identidad esencialista transte-rritorial» (p. 109). El autor refleja lahibridación de las identidades nacio-nales, a la vez que ironiza sobre lasestrategias de los márgenes (Latino-américa) para crear redes de influen-cia en el centro (Estados Unidos) cul-tivando la identidad transterritorial.

«El segundo eje del trabajo, deno-minado el pensamiento polifónico,indaga en las determinaciones que, enlas actuales sociedades del conoci-miento y la comunicación, consoli-dan el saber/poder que nos constitu-ye» (p. 19). Las sociedades actualesson sociedades del conocimiento y lacomunicación. Desde diferentes pers-pectivas se reflexiona sobre las carac-terísticas, condicionantes, limitacio-nes y consecuencias de los procesoscognitivos y comunicativos.

Todd Gitlin lleva a cabo un ataqueen toda regla contra el perspectivismoque nace de un exceso de la políticade identidades. Considera obvio reco-nocer que nuestro conocimientoparte de unas determinadas perspecti-vas, pero lo decisivo es saber «a dóndevamos con y desde ellas» (p. 132) y,

para tal tarea, Gitlin considera im-prescindible el equipaje ilustrado.

Lamo de Espinosa comienzahablando de los cambios que estamosviviendo en nuestros días, para mar-car distancias con la modernidad quelos sociólogos clásicos dibujaronemergiendo del orden tradicional. Laglobalización y sus consecuencias(cambio de modelos, el observadorno puede escapar de pertenecer a loobservado...) conlleva cambios agluti-nados bajo la etiqueta de lo post. ParaLamo de Espinosa, dicho tránsito noha conducido sino a una sociedadradicalmente moderna, al triunfo dela modernidad. Sociedad que tiene ensu centro a la ciencia como motor einstitucionalizadora del cambio so-cial, lo que hace obsoleta la adapta-ción cultural en cuanto que mira alpasado y necesita de un pensamientoreflexivo que monitorice el futuropara orientar la conducta presente.

La aportación de Bruno Latour es,como casi toda su obra, densa, originaly sugerente. En esta ocasión reflexionasobre cómo los fenómenos para anali-zarse científicamente necesitan ser pre-viamente transformados y puestos enredes que los desplazan, relacionan...Así, las bibliotecas no son sino cen-tros, nudos, estaciones que relacionany juegan con inscripciones. Si lo ante-rior es cierto (y para el autor lo es), lasciencias no son instrumentos para lle-gar a una verdad única y pura, sinomás bien a una «verdad vestida, equi-pada, rolliza, instrumentada, costosa,desplegada» (p. 180).

«Lo que estoy sugiriendo —diceHayden White— es que las innova-ciones estilísticas del modernismo,nacidas como fueron por poner en

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palabras la pérdida anticipada de unsentido de la historia, que es lo que secritica ritualmente al modernismo,pueden ser mejores instrumentos pararepresentar los acontecimientosmodernistas que las técnicas de contarhistorias utilizadas tradicionalmentepor historiadores para representar losacontecimientos del pasado» (p. 202).Ésa es la tesis central de su ensayo, ala que llega apoyándose en el análisisde la película JFK, de O. Stone.

Gonzalo Abril nos introduce en lascalles de Cali (Colombia) analizandoel discurso de sus moradores. El resul-tado es una ciudad como espacio sim-bólico heterogéneo en donde se dandiferentes formas de identidad y per-tenencia, donde grupos sociales dife-rentes producen su medio. Moderni-dad y postmodernidad se cruzan,identidad tradicional e hibridaciónconforman Cali.

Dan Schiller analiza el devenir delas telecomunicaciones en las últimasdécadas. Descubre que están integra-das dentro de la dinámica general de laglobalización del capital. Esto suponeque las telecomunicaciones trascien-den las redes nacionales y el control delos Estados, a la vez que refuerzan ladesigualdad y una creciente estratifica-ción para acceder a ellas.

«No puede resultar extraño que,dadas las transformaciones históricasque han quedado aquí delineadas,categorías y conceptos como los deciudadanía y multiculturalismo hayanpasado a ocupar la atención de losinvestigadores, preocupados por losprocesos de oscilación entre el bienes-tar social y la exclusión, entre la per-tenencia y la marginación» (p. 22). Eltercer eje se denomina globalización y

fragmentación de las relaciones sociales.Es necesario repensar lo social parapoder comprender los cambios ymezclas de las sociedades postmoder-nas. Junto a ello, hay que armonizarlo diverso con la participación enproyectos sociales y políticos, armoni-zación de multiculturalismo, demo-cracia y ciudadanía.

La aportación de Carlos AlbertoTorres aborda (como bien dice el títu-lo del artículo) los dilemas de la ciu-dadanía en las sociedades multicultu-rales. «La diversidad cultural es unaconsecuencia fundamental del proce-so creciente de globalización econó-mica, cultural y política que no tieneparangón en la historia de la humani-dad» (p. 268). Y a ello no dan res-puesta ni las teorías actuales de ciu-dadanía, democracia o culturalismo,ni las huidas hacia delante de neolibe-rales y neomarxistas. Para Torres, laclave está en una educación para lademocracia que sea capaz de apreciary cuidar la diversidad, a la vez quecrear una «solidaridad que una a losindividuos en torno a metas comu-nes» (p. 267).

Raymond Rocco estudia las comu-nidades latinas en los Estados Unidos(más concretamente en Los Ángeles)y se encuentra con la necesidad deutilizar las categorías postmodernaspara estudiar una realidad que se pre-senta como híbrida, diversa. Ahorabien, es necesario ir un poco más allá.No basta con reflejar la realidad, sinoque hay que estudiarla unida al con-texto institucional: «propongo queuna forma de estudiar esta limitaciónpolítica es resituar el discurso y losdebates sobre los espacios subalternosdentro de un enfoque determinado

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de la problemática de la ciudadaníaque vincule ciudadanía y sociedadcivil» (p. 287).

Carlos Berzosa analiza la vertienteeconómica de la globalización. Elpanorama que presenta es poco alen-tador: estancamiento económico,aumento de la desigualdad, precarie-dad laboral, progresivo desmantela-miento de los Estados de Bienestar...Caminar hacia un futuro mejordepende de que la economía recuperesu dimensión social y ética y de quesurja algún mecanismo de controlsobre los procesos globalizadores, quehoy por hoy no existe, pues los Esta-dos-nación se han visto desbordados.

Fragmentación de lo diverso, diver-sidad de la diversidad. Sintéticamen-te, ésa podría ser la idea central delartículo de Manuel Gutiérrez Estévez.Complejiza la idea, ya de por sí com-pleja, del multiculturalismo al mos-trar que dentro de los mismos gruposindígeneas existen subgrupos conobjetivos e, incluso, identidades dis-tintos. No es sólo que lo postmoder-no sea complejo, sino que para elautor está imbricado con lo moderno,lo que significa que no se puedenenterrar demasiado pronto puntos devista, vías de análisis y prácticas polí-ticas aparentemente superados.

José Luis García defiende unavisión crítica del multiculturalismoporque «el mismo concepto de multi-culturalismo, y la invocación paterna-lista de respeto para las culturasminoritarias deja traslucir una magni-ficación de las diferencias culturales,al convertirlas en fronteras que frenanla integración de los individuos en esagran organización de la diversidadque es una cultura, aunque no sea

aquella en la que uno circunstancial-mente ha nacido» (p. 323). Anterior-mente ha justificado esta conclusiónfinal al considerar que la cultura nocrea características psicológicas dis-tintivas, siendo fundamentalmenteun mecanismo adaptativo y organiza-tivo, que las identidades individualesson múltiples y mutables y que losseres humanos pueden aprender otrasformas de conducta y comunicacióndistintas de las de sus experienciasculturales anteriores.

Después de todo este viaje por ellibro, unos comentarios muy breves.En primer lugar, podría decirse, comoen casi todas las obras de este tipo,que se trata de un trabajo desigualdebido al diferente grado de calidadde las aportaciones. En segundolugar, podemos apuntar un objetivoen parte incumplido. En la solapa dellibro se citaba cómo la intención delmismo consistía en trascender lapolémica modernidad/posmoderni-dad para evaluar la realidad social denuestros días. Es evidente que seaportan pistas para un diagnóstico denuestro tiempo, pero no es menoscierto que es un eje central de casitodos los artículos el posicionamientoen la polémica modernidad/posmo-dernidad, defendiendo la propia posi-ción y desestimando la contraria. Porúltimo, vayamos con las aportaciones.Se trata de un ejemplo de sensibilidadpostmoderna en la temática (feminis-mo, identidad, multiculturalismo,sociología de la ciencia. . . ) y dedemostración de la fertilidad (¿necesi-dad?, ¿urgencia?...) de los enfoquesinterdisciplinares.

Pedro José MESAS DE ROMÁN

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JULIO IGLESIAS DE USSEL

La familia y el cambio político en España(Madrid, Tecnos, 1998)

Como es sabido, la familia españo-la se encuentra inmersa en un procesode profundo cambio sobre el queinciden las distintas dimensiones delproceso de transformación de la reali-dad sociocultural que estamos cono-ciendo (cambio en los valores e idea-les sociales dominantes, redefiniciónen las fronteras entre Estado del bie-nestar, familia y mercado, papel socialde la mujer, etc.). El análisis de estosefectos sobre la dinámica familiar ensus distintas dimensiones, tanto desdeel punto de vista de la familia consi-derada como variable independiente yacentuando así la dimensión adaptati-va al cambio del entorno, como desdela perspectiva inversa articulada a tra-vés del concepto de estrategias fami-liares, es una de las líneas de investi-gación centrales en la sociología de lafamilia. El título del libro que secomenta sugiere el análisis de losefectos del cambio político sobre ladinámica familiar, pero éste resultaengañoso, pues las dimensiones anali-zadas incluyen no sólo ambas pers-pectivas, sino que se extienden a todoel amplio conjunto de dimensionespropias de la vida familiar. De hecho,en el libro se recogen parcialmentemodificados los trabajos que uno delos más reputados sociólogos de lafamilia en España ha publicado endistintos contextos, salvando así delolvido importantes contribucionesaparecidas en textos de imposibleadquisición en la actualidad.

El libro que se comenta se abre conun capítulo destinado a explicar una

cuestión crucial en el rápido cambiofamiliar que está conociendo nuestrasociedad, a saber, ¿por qué la reformade la legislación familiar en la transi-ción no suscitó, como ocurrió en losdistintos intentos pasados de moder-nizar y civilizar la legislación familiar,un enfrentamiento radical con la Igle-sia y una fractura social? El autor creeque ello se debe a tres causas, a saber:el cambio familiar registrado en lossesenta y en los setenta, la posiciónreformista de la Iglesia y la estrategiade reforma política. Por lo que serefiere a la primera causa, el autor des-taca el tránsito en los años sesentadesde una sociedad de familias a unasociedad de individuos y, con ello, eltránsito desde una relación de parejafundada en lo institucional a una rela-ción fundada en lo personal. Entre loscambios relevantes acaecidos en laIglesia destacan factores tanto externos(el Concilio Vaticano II, más proclivea admitir la autonomía de la sociedadcivil y a que el poder no debe impo-ner coercitivamente las creencias reli-giosas; el fracaso del intento de movi-lización popular en Italia en 1974 araíz del referéndum sobre el divorcio,y la renovación del Concordato entrePortugal y la Santa Sede, en la que seaceptó la posibilidad de que los matri-monios canónicos accedieran a la leydel divorcio) como internos (desacre-ditación de los tribunales eclesiásticos;actitud mayoritariamente tolerantehacia el poder del Estado para legislarsobre materia de familia; distancia-miento de la Iglesia del Régimen y

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creación en su seno de márgenes dediscusión; renovación del Concordatoen el 79 en términos similares al cele-brado con Portugal, aunque rechazó laidea del divorcio consensual). La exis-tencia de estos cambios no significó,sin embargo, subraya el autor, que nofuera un tema controvertido y fuentede tensiones, pero finalmente se rehu-só la movilización popular. Por lo quese refiere a la respuesta política, elautor destaca como especialmenterelevante el que no se llegara a fraguarun partido socialcristiano fuerte, laestrategia de compensación, ambigüe-dad y eliminación en la redacción dela Constitución (con artículos deredacción deliberadamente vaga, ar-tículos relativamente contradictorios yno constitucionalización del divorcio,como sucedió durante la SegundaRepública) y la estrategia de reformapaulatina.

En el segundo capítulo se abordanconcisamente las principales caracterís-ticas de los cambios más recientesregistrados en la familia española. Porun lado, se destaca la rápida aceptacióndel pluralismo familiar, rapidez que haredundado en problemas de adapta-ción (por ejemplo, de servicios, perotambién de modelos adecuados de rol).Por otro lado, también se aborda lacaída de la nupcialidad, el aumento dela soltería, la prolongación de la estan-cia de los hijos en el hogar paterno, eldescenso histórico de la natalidad, laemergencia del divorcio y la nuevamonoparentalidad y la extensión de loshogares unipersonales y la cohabita-ción. E1 artículo concluye con ladefensa de la necesidad de una políticafamiliar que facilite la adaptación delas familias a los cambios sociales.

El tercer capítulo está destinado aun análisis crítico sobre las relacionesinfancia-familia (que no padres-hijos), reconociendo, no obstante, suparcialidad al centrarse fundamen-talmente en la dimensión negativa.La crítica comienza destacando laescasa presencia del padre y la pocapreocupación que ello ha despertado,pues en definitiva la ideología quesubyace en la cultura familiar españo-la es la de la asignación de la crianza ycuidado de los mismos a la mujer. Elcomentarista considera, no obstante,que el cambio familiar ha supuestotambién una modificación no sólo enla imagen social de la paternidad res-ponsable, sino también en el plano delos comportamientos, y que en estesentido la crítica resulta excesivamen-te parcial. Cierta es, por el contrario,la crítica a numerosos prejuiciossociales (sobre el carácter cohesiona-dor de los hijos, los hijos únicos, laimplicación de los padres en el juegode los hijos, el carácter deseado de loshijos, el egoísmo de las parejas al notener hijos, entre otros), que el autorrebate sistemáticamente, como escierta también la absoluta hegemoníadel punto de vista de los adultos entoda consideración sobre el tema.

El capítulo cuarto está destinadoespecíf icamente a las re lacionesjuventud-familia (que no exclusiva-mente jóvenes-padres). Partiendo delpotencial altamente conflictivo que seha desarrollado con los profundoscambios y las condiciones socioeco-nómicas de las sociedades industrialesavanzadas (prolongada coexistenciaresidencial derivada no sólo de la cri-sis económica y del paro, eminente-mente juvenil, sino de la propia pro-

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longación de la vida; creciente impor-tancia de la socialización por los gru-pos de iguales en la escuela; crecienteausencia de hermanos mayores; des-aparición de los ritos de tránsito quepueden convertir los propios conflic-tos individuales para ganar autono-mía en equivalente funcional de esosritos perdidos; el cambio del estatussocial y familiar de la mujer, con eldesajuste entre el discurso global y loscomportamientos individuales con-cretos), el autor evidencia, sin embar-go, cómo las relaciones intergenera-cionales no cabe calificarlas de con-flictivas y cómo tampoco ello se hatraducido en un cambio radical deactitudes hacia la vida familiar. Eneste sentido, el autor concluye que lacontinuidad cultural se ha manteni-do, al tiempo que se han producidorápidas adaptaciones tanto por partede los padres como de los jóvenes.

En el capítulo quinto se aborda larelación entre trabajo y familia. Par-tiendo de la multiplicidad de interac-ciones y efectos recíprocos, el autor,tras señalar lo escasos que son nues-tros conocimientos al respecto, secentra fundamentalmente, por unlado, en los efectos de la integraciónen el mercado de trabajo sobre laspautas de formación de las familias(la nupcialidad y la natalidad), asícomo sobre la relación inversa, y, porotro lado, en los efectos del parosobre la dinámica familiar. Respecto alos efectos sobre la nupcialidad, ade-más de destacar la homogamia profe-sional, la caída registrada en las últi-mas décadas es atribuida en buenamedida al paro, lo que a su vez hacontribuido al descenso de la natali-dad. Ahora bien, los efectos sobre la

natalidad derivarían también del tra-bajo extradoméstico de la mujer,dado que las mujeres con un empleoextradoméstico tienden a tener unanatalidad más baja, tanto en el planoideal como en el número efectivo dehijos que se tienen. El estudio de lainfluencia de la familia en la integra-ción en el mercado de trabajo se reali-za sobre la base del capital relacionalde la red de parentesco y de amistadesde la familia, concluyendo en subra-yar la importantísima función socialque cumple la familia española a lahora de colocar a sus miembros en laestructura social. En relación a losefectos del paro sobre la familia, sedestaca cómo éstos no son simples yunívocos, sino muy diferentes segúnqué miembros de la familia y en quéfase del ciclo familiar se vean afecta-dos por esta experiencia, dando ori-gen a efectos diversos sobre la solida-ridad y la dinámica familiar.

En el capítulo sexto se exploran loscondicionamientos de la viviendasobre la familia, una relación que nose ha abordado en la reflexión y análi-sis de la política y construcción deviviendas, y ello a pesar del papel cen-tral que representa. El autor criticaprecisamente la ausencia de toda refle-xión sobre las consecuencias del hábi-tat familiar sobre la dinámica familiar,defendiendo la oportunidad de unamayor flexibilidad de las viviendas enalquiler para hacer frente a las necesi-dades derivadas de las estrategiasfamiliares y de las distintas necesida-des en las diferentes fases del ciclofamiliar. Por otro lado, se critica igual-mente y se subraya la mala calidad yhacinamiento de buena parte del par-que de viviendas, lo que, según el

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autor, ha forzado a sus habitantes auna reorientación de su vida hacia «lacalle», ha incidido en una menor satis-facción con la vida familiar y en losconflictos domésticos (bien de formadirecta, bien indirecta —por el núme-ro de hijos, por dinero—). Al respectose destaca, no obstante, que es percep-tible una mejora en este aspecto.

En el capítulo séptimo se aborda laprofunda transformación en la utili-zación y sincronización de los tiem-pos individuales de los miembros dela familia, hasta un pasado recientefuertemente constreñidos por laslimitaciones del dominio luminosodel espacio y la rigidez de las relacio-nes familiares. Esta transformación hahecho que la sincronización temporalde los distintos miembros de la uni-dad familiar se haya complejizadoconsiderablemente, constituyéndosecon ello en un potencial de conflictoo tensiones familiares creciente, comoqueda ilustrado en el caso de la com-patibilidad de vida laboral y vidafamiliar.

En los capítulos octavo y noveno seaborda la ruptura familiar desde dis-tintas perspectivas y, así, mientras enuno se realiza un análisis pormenori-zado de las distintas causas de la rup-tura, en el otro se abordan sus efec-tos, esto es, la monoparentalidad. Enlo que se refiere a la ruptura familiar,una de las contribuciones más rele-vantes de este capítulo es superar el«fetichismo del divorcio», planteandola problemática de la evolución de laruptura familiar en un marco másamplio y completo que contribuye adesenmascarar el mito de la armoníafamiliar del pasado y la absolutiza-ción del divorcio en la actualidad. En

el capítulo noveno se profundiza en lamisma dirección, al abordar crítica-mente el concepto de monoparentali-dad, surgido en las últimas décadas, yque ha tenido una difusión sin prece-dentes en las Ciencias Sociales al evo-car un mayor grado de neutralidadvalorativa que otros conceptos alter-nativos. Esta neutralidad se afirmasirve tanto para desvelar como paraocultar, y las críticas que a la mismahace el autor se refieren a que sitúa laperspectiva analítica en el punto devista de los adultos y no de los hijos(aunque luego el texto sigue centrán-dose en la perspectiva de los adultos),así como a que tiende a confundirhogar como familia, pues el hogarserá monoparental pero las relacionesfamiliares pueden ser mucho másintensas y amplias sin existir unidadde convivencia (por extensión, podríadecirse que lo mismo sucede con lasdemás estructuras familiares, al nopoder escapar el análisis científico a laidentificación en el lenguaje comúnentre estructura y relaciones). En elanálisis empírico del fenómeno sesubraya la insuficiencia de datos,dado que éstos se obtienen única-mente a partir de la declaración delestado civil, lo que impide aprehen-der el carácter fluido y heterogéneode la ruptura familiar, que es objetode análisis en el capítulo precedente.Los datos estadísticos derivados delcenso de población o de otras fuentesinfravalorarían así sistemáticamenteno sólo el alcance del fenómeno, sinotambién el propio cambio en susdimensiones sociales.

El capítulo décimo se dedica alanálisis de la política familiar, y parti-cularmente a las razones que explican

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su práctica desaparición no sólo delhorizonte de las políticas públicas enEspaña (aunque no así de los paísesde nuestro entorno), sino también delpropio debate social y político, hastarecientemente, en que parece haberseabierto una nueva sensibilidad en estesentido, abogándose por la necesidadde la rehabilitación de una política deestas características, que si bien haestado estigmatizada por ser conside-rada conservadora, contribuye, sinembargo, decisivamente al bienestarindividual y colectivo.

El libro se cierra con un epílogosobre la enorme capacidad de adapta-ción de la realidad familiar a los cam-bios económicos, políticos y cultura-les, y cómo la corta historia de lafamilia actual nos enseña, ante todo,prudencia a la hora de analizar sutransformación, pues, como otras ins-tituciones centrales de la vida social,ha sido percibida siempre en situa-ción de crisis, transición y dramáticaencrucijada. Como apéndice se inclu-ye un muy ilustrativo y útil capítulosobre la evolución de la sociología dela familia en España, escrito en cola-boración con Lluis Flaquer, que ilus-

tra cómo la importancia social de lafamilia analizada en los capítulos pre-cedentes ha ido pareja con una faltade desarrollo y consolidación de unanálisis sociológico sistemático de lamisma.

En definitiva, se trata de un libromuy sugerente y útil, tanto por ladescripción de los cambios familiaresregistrados en este ámbito de la vidasocial española desde la transición,con continuas referencias al pasadofranquista y/o a la sociedad preindus-trial que contribuyen a dotar de pers-pectiva histórica al análisis del cam-bio (algo consustancial a la vida fami-liar tanto hoy como en el pasado),como lo es también por las continuasreferencias a lo limitado de nuestroconocimiento y a las posibles líneasde investigación futura. En este senti-do, el libro es de interés tanto paraquien no se interesa por la sociologíade la familia como ámbito de investi-gación científica, como para aquellosque quieren contribuir a mejorarnuestro conocimiento de una realidadsocial tan difícilmente aprehensible.

Gerardo MEIL LANDWERLIN

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JON D. MILLER, RAFAEL PARDO y FUJIO NIWA

Percepciones del público ante la ciencia y la tecnología(Bilbao, Fundación BBV, 1998)

El siglo XX, y muy particularmentesu segunda mitad, ha sido un períodode grandes transformaciones. Comorecuerda Paul G. Heltne, en el pórti-co de la obra, este siglo «ha sido testi-

go de dos grandes revoluciones: unaen el campo de la ciencia y la tecno-logía, y otra que afecta a la democra-cia». Por una parte, los avances cientí-ficos y tecnológicos han contribuido

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a una mejora notable en casi todos losaspectos de la vida cotidiana, espe-cialmente en las sociedades avanzadasde Occidente. Pero, por otra parte, laprofundización de la democraciaexige también que las cuestiones cien-tíficas estén sometidas al juicio de laciudadanía, para lo cual es necesariohacerlas accesibles a la comprensióndel público general.

La expansión del conocimientocientífico y los avances tecnológicostambién han puesto de manifiesto losriesgos inherentes a la utilización delas nuevas tecnologías. Hasta el puntode que Ulrich Beck ha caracterizado anuestras sociedades f inisecularescomo sociedades del riesgo, en lasque los individuos se ven expuestos ariesgos de escala mundial, sobre losque no tienen ningún tipo de con-trol1. Igualmente, al compás de lastransformaciones acaecidas en los sis-temas de valores en las sociedadesoccidentales se han desarrol ladodiversos movimientos sociales quetienen como señal distintiva una acti-tud crítica o, cuando menos, una cla-ra desconfianza con respecto a la tec-nología. Tal es el caso de los movi-mientos ecologistas.

Estos hechos ponen de manifiestola necesidad de reflexionar acerca delas percepciones del público respectoa la ciencia y la tecnología. Nosenfrentamos, en definitiva, con elreto de establecer un marco en el quepueda articularse un control demo-crático sobre las políticas científicas.Y ello afecta también a las organiza-

ciones supranacionales que se venahora implicadas en el proceso dedefinición de estas políticas, puestoque fenómenos como el cambio cli-mático o los problemas energéticossuperan la capacidad de decisión y deactuación de los gobiernos nacionalesy requieren, cada vez más, la coopera-ción entre Estados. Esto es particular-mente evidente en contextos como elde la Unión Europea, que experimen-ta un proceso de integración econó-mica de gran trascendencia, perocuyas instituciones políticas estánaquejadas de un considerable «déficitdemocrático», según perciben los ciu-dadanos europeos.

Sin embargo, en el contexto de lassociedades de democracia pluralista,los procesos de elaboración de lasagendas informativas dificultan laarticulación de una auténtica opiniónpública en torno a temas científicos otecnológicos sustantivos. Por unaparte, los ciudadanos se ven expuestosa una gran cantidad de informacio-nes, mientras que, por otra, los indi-cadores muestran una relativa pérdidade interés por la política. Y, aun entrequienes sienten interés por la política,son sólo algunos los que centran suatención en cuestiones de políticacientífica.

Según ponen de relieve los autores,el porcentaje de adultos interesadosen estas cuestiones es relativamentebajo en todas las sociedades occiden-tales. Normalmente, se trata de losgrupos con mayor nivel educativo, altiempo que las mujeres y los mayoresde cincuenta años son los sectorescon menor interés. Esta segmentaciónde audiencias se ve reforzada, además,por el hecho de que los grupos más

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1 Ulrich BECK, Risk Society. Towards aNew Modernity, London-Beverly Hills: Sage,1994.

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interesados son los que tienen másconocimientos científicos. Por tanto,para lograr una participación efectivade la ciudadanía en la definición delas políticas científicas será precisoenfrentar, en un futuro próximo, elreto de extender la «alfabetizacióncientíf ica» a amplias capas de lapoblación, evitando la marginaciónde los sectores sociales más débiles.

El sistema educativo debe ser uninstrumento eficaz en la transmisiónde una cultura científica básica. Laventaja comparativa de Estados Uni-dos en el porcentaje de público inte-resado en la tecnología se explica enbuena medida porque la Universidades accesible a un mayor número depersonas. Y la formación universitariaes más generalista, haciendo posibleque los estudiantes que no cursenmaterias científicas puedan tener, almenos, unos conocimientos científi-cos básicos.

Pero la configuración del sistemapolítico también es fundamental parapromover la participación del públicoen el proceso de toma de decisionesen materia científica. Generalmente,cuando una cuestión de la agendagubernamental puede ser decidida sindisensiones graves por la élite políticano trasciende a la opinión pública.Así sucede, de hecho, con la mayoríade las cuestiones de política científi-ca. Sin embargo, cuando no es posi-ble el acuerdo, debe existir un públi-co atento en esa área temática, con lacapacidad suficiente para comprenderel problema y formar opinión. El pre-visible incremento futuro de las cues-tiones científico-técnicas en la agendapolítica exigirá, por tanto, la existen-cia de un público capacitado y sensi-

ble ante estos problemas para posibi-litar el control democrático de latoma de decisiones.

Con todo, a pesar de la débi limplantación de la «alfabetizacióncientífica», la mayoría de los ciudada-nos occidentales tiene una visiónoptimista de la ciencia y la tecnolo-gía. En general, se asocia el progresocientífico con la mejora de la calidadde vida en las últimas décadas. Perojunto a este optimismo convive tam-bién una cierta preocupación por lasrepercusiones negativas que puedetener el uso de la ciencia y por losdilemas éticos que pueden plantearalgunas investigaciones en campossensibles como la genética o la bio-medicina.

Esta actitud ambivalente ante laciencia y la tecnología es particular-mente propia de los europeos. Loscanadienses y, sobre todo, los esta-dounidenses se muestran fundamen-talmente optimistas. Los americanos,en general, están convencidos de que,a pesar de los potenciales peligros, losnuevos descubrimientos tendrán unimpacto netamente positivo sobre suvida cotidiana y, más ampliamente,sobre la sociedad como un todo2. Enel otro extremo, los japoneses tienenuna confianza menor en la tecnolo-gía, lo cual debe estar relacionado, sinduda, con el hecho de que sus indica-dores de satisfacción vital en diversasáreas son relativamente bajos.

En este contexto, la obra tratadanos ofrece un marco de reflexión muyacertado para entender las repercusio-

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2 G. Donald FERREE, American Views onScience and Technology, The Public Perspecti-ve: Roper Center, 1996.

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nes de la ciencia y la tecnología sobrelas preferencias políticas del públicoen las sociedades industriales avanza-das. Del mismo modo, nos sitúa antelos retos que se plantearán en el futu-ro en relación con el control demo-crático de las políticas científicas. Ladisparidad de sistemas sociopolíticosy educativos entre unos países y otroshace todavía más valiosos estudioscomparativos como el que analiza-mos. Éste es, precisamente, el espírituy el talante de esta obra en la que seanalizan una amplia variedad de paí-ses del mundo desarrollado: la UniónEuropea, Estados Unidos, Japón yCanadá. Al servicio de este empeño,los autores han utilizado una metodo-logía comparativa rigurosa y sofistica-da, pero que se hace accesible al lec-tor profano a través de los apéndicesy de una exposición clara y sencilla.

Los autores hacen un análisis enco-miable de las principales cuestiones

de interés en relación con la ciencia yla tecnología, combinando sabiamen-te la investigación empírica con unexcelente marco de reflexión teórica.La obra constituye una aportación deprimer orden al estudio de un campoque ha estado falto de las perspectivassociológicas hasta muy recientemen-te. La, todavía escasa, bibliografía encastellano sobre la materia se ve asícomplementada con esta extraordina-ria monografía. Queda para los estu-diosos el reto de seguir profundizan-do, en el futuro, en los temas colate-rales sobre los que aún carecemos desuficientes elementos de juicio y queaparecen sugeridos al final del libro.Por el momento, el lector interesadoen los temas científico-tecnológicostiene en este estudio una obra dereferencia obligada, de cuya lecturadisfrutará a buen seguro.

Antonio M. JAIME CASTILLO

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FERNANDO REINARES

Terrorismo y antiterrorismo(Barcelona, Paidós, 1998)

A pesar de la actualidad del temaque se trata en este libro, no nos halla-mos ante una obra oportunista o «delmomento». Ello se debe tanto al hechode que el autor lleva años dedicado alanálisis del terrorismo como a que estevolumen no encierra un estudio de lasituación española sino que va más alláy nos presenta un riguroso análisis delfenómeno en toda su magnitud y,sobre todo, desde un punto de vista

que no queda ni limitado a la meraobservación de hechos ni a la perspec-tiva política habitual. La escasez deestudios de estas características dentrodel panorama académico español hacede esta obra un instrumento impor-tante para análisis posteriores.

La diversidad de temas que se tocanseñala la intención de hacer un estu-dio de cara a un público relativamenteamplio, no necesariamente especializa-

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do; la abundancia de ejemplos toma-dos de la realidad facilita mucho, eneste sentido, la lectura. Por otro lado,cabe decir que esa misma diversidadlleva a que determinados puntos seantratados de una manera tal vez algoesquemática.

Nos encontramos ante un estudioque desde diversas ópticas explica lascaracterísticas del terrorismo, el por-qué de su aparición y desarrollo, sudinámica interna y las condiciones desu declive; la relación existente entreuna determinada situación social yeste fenómeno «moderno»; el quién yporqué de la militancia en organiza-ciones terroristas; así como cuáles hansido o deberían ser las respuestas quedesde las instituciones legítimas deberecibir la violencia terrorista. La neu-tralidad con que se tratan los temas nooculta la postura del autor al respecto,siendo posible detectar su actitud enrelación a temas tan delicados como elterrorismo promovido desde institu-ciones estatales o la voluntad de losEstados en el marco de la Unión Euro-pea (UE) de conseguir una coopera-ción antiterrorista efectiva.

La definición del término terroris-mo es francamente difícil de precisar;existen tan diversas posiciones al res-pecto que esta misma definición hasido a menudo el primer obstáculoinsalvable a la hora de llegar a algúntipo de compromiso o mero entendi-miento sobre el tema. Encontramosaquí una definición operativa, basadaen una serie de indicadores, que facili-ta la comprensión del referente tal ycomo a lo largo de la obra se maneja.Las condiciones objetivas que danlugar al fenómeno, por lo tanto, nopueden ser consideradas en la tipifica-

ción (aunque sí en el análisis). Es ésteun punto importante dado que atra-viesa horizontalmente todos los aspec-tos de la obra, y denota una cierta acti-tud hacia los valores de los Estadosdemocráticos y de Derecho. De todosmodos, no deja de ser una postura quepuede dar lugar a discusiones de largoalcance en relación a lo que es terroris-mo y a lo que es violencia política deotro cariz.

El terrorismo es político «cuando seutiliza para tratar de afectar la estruc-tura y distribución del poder en elseno de una sociedad dada» (p. 18) yes aquí central aunque el marco analí-tico del fenómeno, que se hace en rela-ción a los ejes terrorismo insurgen-te/vigilante y táctico/estratégico, per-mite situar de forma inicial las diversasformas de terrorismo. En cuanto a laorganización terrorista, es estudiadautilizando en muchos casos los instru-mentos de análisis de la sociología y laciencia política.

El terrorismo refleja las fracturastradicionales de una sociedad (cen-tro/periferia; eje izquierda/derecha) y,sin embargo, no es suficiente la exis-tencia de una fractura de este tipo paraexplicarlo. A lo largo de las páginas dellibro se insiste en el hecho de que laviolencia terrorista encuentra en lassociedades avanzadas y democráticas elsustrato idóneo en el que germinar yarraigar. Por lo tanto, la línea directaque lleva de unas determinadas condi-ciones sociales al terrorismo constituyeun buen elemento para conocer másen profundidad el fenómeno. Distin-gue así el autor la incidencia sobre laprobabilidad y posibilidad del terroris-mo de las condiciones de la moderni-dad, el sistema político vigente en una

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sociedad o las estructuras estatales. Laexistencia de una ideología capaz dejustificar la violencia como acciónpolítica es también importante. Cabemencionar el hecho de que, en rela-ción a las fracturas sociales que reflejael terrorismo (no única explicación delfenómeno pero sí parte de ella), seecha de menos una referencia al terro-rismo surgido de los nuevos elementosde fricción social (ya que no fracturas),como por ejemplo el ecologismo, y asus posibilidades de desarrollo.

Finalmente, tras las condicionessocioestructurales y estatales sitúa elprofesor Reinares los «acontecimientossituacionales», configuraciones concre-tas de la realidad que en un momentodado dan paso a la violencia terrorista:maneja aquí variables como la inexis-tencia de una organización políticacapaz de asumir las demandas de losradicales, la presencia de intelectualeso el paulatino aumento de la agresivi-dad en las demandas. En relación alpapel que los intelectuales juegan opueden jugar en el desarrollo del fenó-meno terrorista, cabe añadir que lasretóricas que en principio justifican laviolencia suelen perderse de vista conel tiempo; lo mismo ocurre a menudocon las justificaciones de carácter reli-gioso.

La conjunción de condiciones, enfin, puede dar lugar al terrorismo y aluso de la violencia que le es caracterís-tico. Esta violencia tiene, según reflejael análisis, funciones internas (cohe-sión) y externas al grupo (creación dedeterminado clima psicológico, políti-co, etc.). El análisis demuestra que laviolencia hacia el exterior requiere deuna estrategia previa de movilizaciónsocial así como de cierta capacidad

delictiva en otros ámbitos con el fin deobtener recursos. El grupo terroristaacabaría siendo un fin en sí mismo y laviolencia un instrumento utilizadohacia dentro y hacia fuera para conse-guir su propia supervivencia. En rela-ción a esto, sería interesante ahondaren el tema de las (escasas) organizacio-nes que, voluntariamente y con unsentido objetivo de la realidad, hanabandonado su lucha: hasta qué puntola decisión se ha visto marcada porfactores internos y no por la presiónexterior, y por qué factores.

Las condiciones sociales no puedenmotivar, sin embargo, una conductaterrorista sin que contribuyan factorespersonales; por ello presenta la obraun análisis de los individuos quetoman parte en este tipo de violencia.Aquí el autor, sin negar de maneraabsoluta su validez (ni la del enfoquepsicológico), parece desconfiar de lasteorías que descubren en determinadaspsicopatías elementos centrales de laexplicación; aun así, cabe recordar aF. Alonso Fernández (1986) cuandoescribía que «ni el terrorista subversivoactual (ni el de otros tiempos) puede sercatalogado como un enfermo mentalpropiamente dicho, pero sí como unapersonalidad más o menos profunda-mente anómala».

Este estudio se centra, por lo tanto,en los modelos de socialización prima-ria y secundaria, y define y trata deexplicar las características del potencialmilitante (sexo, edad, clase social,etc.). En relación a los procesos desocialización, el estudio discute diver-sos determinantes, entre los que elhecho de haber participado conanterioridad en alguna organizaciónpolítica o semipolítica es central.

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Dado que la obra trata básicamenteel terrorismo político, no podemosolvidar que las motivaciones de talíndole son centrales para entenderlo;según el análisis aquí presentado, éstasno se hallan en estado puro, sino com-binadas con razones afectivas, cálculosracionales y motivaciones de «confor-midad normativa» (interiorización deuna justificación o entorno culturalregulador de la violencia). Los poten-ciales militantes, con sus motivacionesde diversa índole, son reclutados a tra-vés de redes sociales («contexto demicromovilización») y permanecen enla organización por razones variadas(ideológicas, afectivas, basadas enincentivos) y probablemente simultá-neas. Finalmente, la dificultad de lasalida de la organización se explica entérminos de sanciones (internas yexternas), así como de la subjetividadque sufre el militante.

El capítulo cuarto del libro exponelas respuestas que desde las institucio-nes competentes en cada Estado sedan a la amenaza que plantea el terro-rismo. Se toma aquí una actitud bas-tante crítica con alguna de ellas y unclaro rechazo ante aquellas respuestasque abandonan el marco legal quedebe regirlas y, sobre todo, el marcoético y moral que caracteriza (o debie-ra caracterizar) a una sociedad demo-crática de Derecho. De todos modos,no nos encontramos con una posturainflexible en todos los frentes, puestoque se comprende la gravedad del pro-blema planteado a los Estados, asícomo la necesidad en determinadoscasos de llevar a cabo modificacionesconstitucionales para plantar cara alterrorismo. También la desesperaciónque en ciertos momentos pueden sen-

tir los responsables de la seguridad delEstado puede comprenderse, pero pre-cisamente esa responsabilidad es la quemás obliga a mantener una posturafirme y ética en las respuestas que seplanean.

El autor organiza esas posibles res-puestas en tres claros frentes: respues-tas políticas, judiciales y policiales.Con ello se cubre todo el espacio insti-tucional; cabe decir, por cierto, que elpapel de las sociedades afectadas, entérminos de la respuesta que puedendar al terrorismo, no ocupa parte sin-gular de la obra. Debe tenerse encuenta, sin embargo, el potencial eimportancia que reviste.

En el primer ámbito institucionalse presta especial atención al dilemade si la negociación con un grupoterrorista por parte de las autoridadespolíticas es eficaz o buena. Para elprofesor Reinares, una negociación deese tipo rompe todos los presupuestosdel Estado de Derecho y, por otrolado, puede resultar contraproducen-te. Por ello aboga por una posturainflexible y sin concesiones. Sí cree,sin embargo, en la posible bondad de«contactos exploratorios» con losterroristas. Ciertas consideracionesmorales, lo perentorio de la necesidadde llegar a una solución, así como laexistencia de opiniones favorables a lanegociación, deberían, tal vez, darlugar a un más intenso análisis de lasopciones en este estudio. La inciden-cia del pluralismo, de una situacióneconómica aceptable, de la legitimi-dad del gobierno, de la diferencia enel potencial coercitivo, son elementosfacilitadores de una solución dialoga-da y, por lo tanto, requieren mayoratención.

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Plenamente democráticas y útilesson, en cambio, para el autor, unabuena campaña informativa (de cara aotras naciones y a la propia sociedadafectada) y las políticas de reinserciónsocial, que minan, al tiempo, la cohe-sión interna de la organización (la dis-persión de militantes presos en espe-cial). En relación a la educación cívica,sería interesante profundizar en el con-cepto de «antiterrorismo pedagógico»,que, para determinados tipos de terro-rismo, constituye la medida más nece-saria pues ataca el problema desde suraíz y con una visión de futuro impres-cindible.

Las medidas jurídicas se estudiandesde la doble óptica de los tribunalesespeciales y las legislaciones antiterro-ristas: ambas con problemas y, sobretodo las segundas, con un muy posibledéficit democrático grave. Ahora bien,el autor cree que estas últimas son enciertos casos imprescindibles y que esposible establecerlas dentro de lo legaly democrático; el problema residiría,por lo tanto, en encontrar una combi-nación adecuada que permitiera la efi-cacia en la justicia y la legalidad en eltrato; se trata de buscar la fórmula dela legislación flexible, clara y democrá-tica. Por otro lado, se plantea en estaobra el hecho de que las medidas jurí-dicas se encuentran a menudo con elproblema que les plantean medidas deotro tipo: las policiales. El que las ins-tancias que llevan a cabo unas y otrassean diversas, así como el hecho deque los criterios con los que se estable-cen suelan ser distintos, plantea unserio problema a la eficacia de todasellas. El profesor Reinares consideraque las respuestas policiales, por suparte, sufren constreñimientos de

diverso tipo (organizativos, políticos,legales, sociales). Se presta aquí espe-cial atención al tema de la coordina-ción de las diversas agencias, ya que eltrato adecuado y centralizado de lainformación, la inteligencia, es para lasmedidas antiterroristas policiales devital importancia. Especial hincapié sehace en el riesgo que una acción des-mesurada, debida a la carencia de unainformación adecuada, puede suponer.De nuevo abandona el autor el análisiscentrado de las medidas para recordarque tal riesgo debe y puede evitarse(no así cuando esa desmesura respondea una decisión política consciente), yaque, entre otras faltas, da lugar a unmayor apoyo a las organizacionesterroristas, así como a una deslegitima-ción de las instituciones. A pesar detodo ello, la obra no evita mencionarel hecho de que en las sociedadesdemocráticas se ha avanzado en laaplicación de medidas correctas y efi-caces (que, por otro lado, deberán serrevisadas ante los cambios operados enel propio terrorismo).

La cooperación internacional es,para el autor, el esencial complementoa cualquier estrategia interior. Encon-tramos aquí un muy interesante análi-sis de los cambios sufridos por lasorganizaciones terroristas, cambiosque se han dado conforme a la nuevasituación internacional y el desarrollode determinadas tecnologías: básica-mente, se remarca la idea de que sonahora de carácter transnacional ygozan de vínculos y medios excepcio-nales. La respuesta internacional anteesta nueva situación no ha sido, desdeel punto de vista de la obra, todo loeficaz que podía, y esto se debe a pro-blemas tan difícilmente salvables como

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la existencia de diferentes percepcionesde lo que es terrorismo, los diversosintereses nacionales, las diferencias enla organización de las agencias deseguridad, etc. Así, las respuestas hastahoy conocidas han revestido o bien uncarácter militar unilateral (accionesque, para el autor, presentan proble-mas legal, ética y técnicamente) o bienla forma de acuerdos bi o multilatera-les. Los primeros son consideradosbastante efectivos, si bien no puedenpaliar la necesidad de una cooperaciónde mayor ámbito. Los acuerdos multi-laterales sectoriales, cuya parcialidadhace más fácil el acuerdo, evidenciancierto progreso, aunque sus limitacio-nes son todavía muchas. En el marcode la UE, las diversas iniciativas quehan abierto nuevas vías de coopera-ción en temas como el terrorismo(Grupo Trevi, Schengen, Tercer Pilarde la UE) no palian cierto escepticis-mo en estas páginas en relación a lasposibilidades a corto plazo de un desa-rrollo importante del potencial coope-rador de ese marco. La desconfianzaque todavía existe entre Estados, lasdiferencias en concepciones y priorida-des, los intereses nacionales y la volun-tad de retener soberanía serían así ele-mentos importantes que obstaculizarí-an el camino. No puede olvidarse, detodos modos, que el estudio ante elque nos hallamos trata exclusivamente

del terrorismo. La especificidad quereviste esta forma de crimen en rela-ción a otras, las dificultades de tipolegal y político que supone dan pie,desde luego, a cierto desencanto conlas posibilidades de cooperación en elámbito de la UE, pero no debe caerseen generalizaciones: convendría seña-lar el hecho de que esta cooperaciónpuede ir, y de hecho va, más allá enotros campos.

Ese escepticismo con respecto al usodel potencial que encierra la coopera-ción internacional se mezcla en las últi-mas páginas de la obra con una visiónfrancamente poco optimista acerca delfuturo (visión más o menos comparti-da por la mayoría de los estudiosos deltema). Las tendencias y nuevos rasgosdel terrorismo (transnacionalización;incremento de la letalidad;, incrementode las motivaciones religiosas, con eldesenfreno que pueden suponer; modi-ficaciones organizativas que hacen másdifícil su detección; el resurgimientodel terrorismo racista y el posible incre-mento del étnico, etc.) señalan haciaun futuro en el que el terrorismo cam-biará de ámbitos, cambiará de medios,pero no desaparecerá. Y sobre todo elloplanea la posibilidad del uso de armasquímicas, bacteriológicas e inclusonucleares.

Laia MORENO MAILLO

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JESÚS CASQUETTE

Política, cultura y movimientos sociales(Bilbao, Bakeaz, 1998)

1. A modo de introducción

Tras años de controversia académi-ca —más ideológica que estrictamen-te científica— tanto en la interpreta-ción del fenómeno de los movimien-tos sociales contemporáneos como enel juicio de valor de su significaciónen la esfera política práctica, las refle-xiones teóricas y los estudios empíri-cos recientes han comenzado a neu-tralizar algunos de los lastres metodo-lógicos y conceptuales generados enesta polémica mediante la constitu-ción de facto de un entramado dediferentes escuelas de investigaciónespecial izadas cuya producciónmutuamente se enriquece y potencia.

Precisamente en esta reorientaciónhacia un diálogo efectivo entre para-digmas, las ciencias sociales de nues-tro país deben estar muy agradecidasal esfuerzo realizado por el politólogoJesús Casquette* en Política, cultura ymovimientos sociales, su tesis doctoral.Un l ibro donde nos presenta demodo creativo y sintético un estudiosobre las aportaciones fundamentalesde los diversos enfoques analíticos aldebate científico existente sobre losmovimientos sociales: un debate apa-sionante, sobre una histórica y cam-biante forma de acción colectiva, queha experimentado en las últimasdécadas del siglo XX un verdadero

impulso internacional en su desarro-llo y especialización, hasta el puntode constatarse la existencia de unaautónoma y compleja red académicade investigaciones y reflexiones ad hocen el seno de las ciencias sociales y dela Historia.

No obstante, al mismo tiempo queuna guía panorámica —en clave epis-temológica y metodológica— delestado de la cuestión, aclarada conremisiones constantes a diferentesexperiencias movimientistas europeasy estadounidenses (ecologistas, paci-fistas, feministas, estudiantiles, proderechos civiles, etc.), el libro estanto una crítica acerada a las litera-turas sociológicas e historiográficaselaboradas en función de un interéspremeditado por hacer operativosparadigmas totalistas, como una par-ticipación comprometida con la polé-mica acerca de las posibilidades deconstruir espacios de colaboración enpositivo entre las diferentes lecturaspara el análisis de los movimientossociales.

De este modo, en el desarrolloargumentativo del texto se articulancon rigor la exposición de una diag-nosis sistemática y concienzuda delfenómeno de los movimientos socia-les con la formulación de una prog-nosis teórica reflexiva y sugerentepara la investigación empírica. Por lotanto, la obra en su conjunto no care-ce de coherencia interna e interéspara los/as investigadores/as, y susconclusiones, desde luego, están a laaltura del proyecto al analizarse en

* Jesús Casquette es profesor de Historiadel Pensamiento Político y de los Movimien-tos Sociales en la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU).

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cada uno de los bloques temáticosque vertebran el texto aquellas cues-tiones ineludibles en el estudio de losmovimientos sociales, tanto en sustransformaciones sociohistóricascomo en las acaecidas en las formasacadémicas de producirlo como tema(cultural) de investigación.

Desde un principio, Casquette nosdeja muy claro la defensa —desde unpunto de vista pragmático— de uncierto eclecticismo metodológico parael estudio de los movimientos socia-les, basado en la agregación de losresultados positivos que cada uno delos marcos teóricos pudiera aportar,de tal forma que: a) se pudieran tras-cender las limitaciones intrínsecas delas metodologías de las que se dispo-ne actualmente en las ciencias socialesy en la Historia académica, y b) seneutralizaran las unilateralidades teó-ricas que suelen acarrear consecuen-cias perniciosas para la práctica inves-tigadora.

Un proyecto de investigacionespertinente, desde luego, en cuantodefensa de un diálogo sano entreparadigmas que no pasaría por la sín-tesis aproblemática de los enfoques—hecho que, a juicio del autor, estáepistemológicamente «abocado al fra-caso»—, sino, antes bien, por la cons-tatación de la existencia de espacios o«territorios de entendimiento» (véan-se la racionalidad de la acción colecti-va, los efectos de los movimientossociales en las diferentes arenas deconflicto, y los recursos —culturales,políticos, etc.— de que disponen losactores colectivos) que propiciaríanun marco de lugares comunes de refe-rencia para el avance cuantitativo ycualitativo en el estudio de la acción

colectiva en general, y de los movi-mientos sociales en particular.

2. Diagnosis: la imposibilidadde la síntesis

La estructura del texto respondecentralmente a la preocupación deCasquette por cuestiones de índoleconceptual y metodológica. En laparte introductoria se define el marcode análisis que esgrime el autor parafacilitar la comprensión empírica delas acciones de los movimientos socia-les contemporáneos. En este sentido,Casquette formula un concepto demovimiento social que absorbe losrasgos caracterizadores que han atri-buido comúnmente a los movimien-tos sociales las múltiples definicionesofrecidas por los/as estudiosos/as(véase como enumeración de suscaracterísticas: un sentido desarrolla-do de la identidad colectiva, unaheterogeneidad interna en ideologíasy estrategias, la persecución de bienescolectivos, pautas organizativas pocoformalizadas, el uso prevaleciente deformas convencionales de partici-pación, intervención deliberada en elproceso de cambio social, las expre-siones de la disidencia política y cul-tural, y una cierta continuidad en eltiempo). Esta delimitación de unconcepto operativo de movimientosocial se construye a partir de la vali-dez del binomio Estado/sociedadcivi l , ubicando los movimientossociales en el seno de la sociedadcivil, y caracterizándoles por desarro-llar una «estrategia dualista» consis-tente en la orientación de sus deman-das hacia las autoridades estatales (la

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estructura política) y hacia la socie-dad civil (la dimensión sociocultural).

Ciertamente, se trata del problemade la definición del objeto de estudio(M. Pérez Ledesma): el interés de Cas-quette por desplegar una definiciónanalítica del concepto «movimientosocial» se revela como una búsquedaconsciente por evitar la extensión delmismo (un concepto cuanta másextensión explique, menos compren-sión contiene) y su mero tratamien-to como «generalización empírica»(A. Melucci). Una pretensión que, másque fijar proposiciones definitivas,sugiere vías de acercamiento a un obje-to de estudio pertrechadas de un utilla-je analítico más sofisticado y operativo,ubicado en la comprehensión de lasdiferentes dimensiones de la accióncolectiva (instrumental/expresiva, insti-tucional/no institucional) y la necesariaarticulación de éstas en las esferas delproceso social (socioestructural/cogni-tiva y moral).

Una vez delimitado su marco con-ceptual, en la primera parte del libro,Casquette hace un somero repaso his-tórico de las propuestas fundamenta-les de las variadas aproximaciones alestudio de los movimientos sociales,agrupando al efecto los diferentesenfoques analíticos existentes en tresmodelos teóricos generales estándar.A saber, los que denomina EnfoquesClásicos, la Teoría de la Movilizaciónde Recursos y el proyecto de los Nue-vos Movimientos Sociales. En los capí-tulos que componen esta primeraparte, la labor de abordaje de las pre-misas conceptuales y de las narrativasargumentales de cada modelo teórico,así como de sus diversas escuelas, secompagina con una valoración —en

clave crítica— tanto de las «inadecua-ciones» de cada uno de estos modeloscomo de sus «aportaciones» al progre-so de la investigación.

Precisamente, en esta labor se hacemás que evidente lo que, a mi juicio,es una de las virtudes de la introduc-ción elaborada por Casquette, en elsentido de activar de principio a findel texto la idea-fuerza de que todateorización emerge en coyunturasdeterminadas y que, por lo tanto,sólo debe ser interpretada en funciónde esos contextos históricos. Estohace, con certeza, que su actitud seamás ecuánime en la valoración de lasconclusiones —en cuanto aportacio-nes y/o inadecuaciones— de cada dis-positivo teórico, en las posibilidadesde convergencia entre paradigmas y,de modo muy significativo, en lasposibilidades de hacer explícita laconexión entre la labor científica ysus vinculaciones en la praxis política.

De este modo, no es preciso hacerun esfuerzo especial para reconocer quelas tesis de G. Tarde, G. LeBon oS. Sighele sobre las masas estaban muyinfluidas por una concepción reaccio-naria sobre las relaciones sociales; ocómo las orientaciones de los movi-mientos de la ola del 68 (I. Waller-stein), bien como desafíos directos ennegativo a las democracias representati-vas, bien como amenazas en positivo alsistema burgués-capitalista, respondíana interpretaciones en clave neoconser-vadora o neoizquierdista, respectiva-mente.

Bajo el epígrafe ya mencionadosupra de Enfoques Clásicos, Casquettereúne al conjunto de los primerosintentos explicativos de la movilizaciónsocial; en concreto, a la teoría del com-

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portamiento colectivo —tanto en suvariante psicosocial (Park, Burguess,Blumer, Turner) como en la estructu-ral-funcionalista (Smelser)—, a la teo-ría de la sociedad de masas (Ortega yGasset, Arendt, Kornhauser) y a la teo-ría de la privación relativa (Davies,Hungtington, Gurr). Todas caracteri-zadas, a pesar de las diferencias dematiz entre sí, por «ofrecer una secuen-cia causal en la emergencia de losmovimientos sociales»: a partir de lastensiones «estructurales» generadas porun cambio social brusco (urbanización,industrialización, modernización, ca-tástrofes económicas, etc.) se veríanafectados negativamente los marcospsicológicos —cognitivos y valorati-vos— de los individuos, lo que daríalugar a sentimientos de desarraigo,anomia, privación relativa, aislamientoy descontento. De este modo, la parti-cipación en los movimientos sociales secaracterizó como un suceso explosivo,infrecuente, extrainstitucional y anti-convencional (J. Álvarez Junco), conun cariz esencialmente irracional, y lle-vada a cabo por individuos caracteriza-dos por la no integración en las múlti-ples redes sociales.

Pero, parafraseando a E. Mandel alanalizar el fenómeno del fascismo, lahistoria de los movimientos socialeses también la historia del análisis teó-rico de los mismos: la aparición enescena de los movimientos sociales delas décadas de los años sesenta ysetenta (estudiantiles, feministas, proderechos civiles, solidarios, etc.) veníaa desmentir las tentativas de interpre-tación que pretendían hacer estas teo-rías clásicas «volcánicas» (R. Aya) dela acción colectiva, y a evidenciar lasinsuficiencias de estos marcos con-

ceptuales al uso (racionalidad de laacción colectiva, actores integradossocialmente, frecuencia de la movili-zación). Las respuestas a este déficitdel paradigma clásico radicaron en lasalternativas ofrecidas por ese agregadode aportaciones de investigadores/asindividuales que se conoce como lateoría de la movilización de recursos(TMR) y, por otro lado, la respuestade la teoría de los nuevos movimien-tos sociales, o de las identidades co-lectivas (NMS).

La TMR se conforma en el análisisde Casquette como una forma deagrupar los aspectos asumidos pordistintas aproximaciones científicas alfenómeno de los movimientos socia-les —el enfoque organizativo (Zald,McCarthy) y el enfoque del procesopolítico (Tilly, Tarrow, Gamson,Kriesi)— que se presentaron desde laacademia sociológica e historiográficade Estados Unidos como una formade «ver» distinta a la sugerida por losmodelos clásicos. Frente a la irracio-nalidad de la acción y la focalizaciónen el «individuo anómico» como suje-to de la acción, que quedan relegadosdel análisis, el nuevo punto de vistaobservará la acción colectiva en tér-minos: a) de acción racional coste-beneficio —es decir, subrayando lasimilitud con las formas políticashasta entonces consideradas «norma-les» o convencionales—, y b) la pre-ponderancia del sujeto de acción«organización», respectivamente. Laaportación de vocabulario de esteparadigma ha sido definitiva: lo cen-tral del análisis pasa a ser la racionali-dad instrumental, los ciclos de pro-testa, las redes organizativas, lasestructuras de oportunidad política

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para la acción, los repertorios deacción, la movilización de recursos,las estrategias actorales, etc.

Sin embargo, desde la otra orilladel Atlántico las insuficiencias delmodelo clásico recibieron una res-puesta cualitativamente distinta a laestadounidense: una respuesta estre-chamente unida —también en lopolítico— a la emergencia de losmovimientos específicos de las socie-dades europeas de los años sesenta.Como señala Casquette, uno de lostemas más controvertidos en estaindustria académica que es el estudiode la acción colectiva y los movimien-tos sociales ha sido la diferenciaciónentre «viejos» y «nuevos» movimien-tos sociales difundida por los defen-sores del enfoque de los NMS: éstos—Offe, Dalton, Gusfield, Melucci,Touraine (estos dos últimos a los quededica Casquette sendos apartadosespecíficos)— trazan una línea quesegrega entre lo que consideran «nue-vos» movimientos sociales (el ecolo-gista, el pacifista, el feminista, etc.) alos que otorgarían un status teóricoespecífico, como un objeto de estudiodistinto a los «viejos» (básicamente elMovimiento Obrero). Esta distinciónse vincularía a un cambio social en elnivel estructural, en particular altránsito hacia modelos de sociedadesoccidentales post (-modernas, -indus-triales, -capitalistas, etc.), donde los«viejos» movimientos entrarían endecadencia —véase institucionali-zación y desmovilización (L. Mees)—y donde los «nuevos» vendrían a reco-nocerse como los retomadores de unaintencionalidad antisistema. Contodo, la aportación fundamental deesta escuela plural sería la importan-

cia concedida al «campo psicosocial»en el análisis (R. Cruz), profundizan-do en la cuestión del proceso de cons-trucción de las identidades colectivasy, por lo tanto, en factores simbólicosy cognitivos.

A juicio de Casquette, estos paradig-mas han ubicado el debate académicoen sus parámetros actuales y han apor-tado unas herramientas conceptualesde acercamiento al fenómeno queconstituyen en su disputa la polémicade nuestros días. Tal y como se consta-tó ut supra, los disensos fundamentalesentre ambas respuestas son explicadospor Casquette en base a razones con-textuales; esto es, por la identificaciónde las diferentes pautas políticas, socia-les, culturales de las realidades movi-mientistas estadounidense (caso TMR)y europea (caso NMS).

Unas diferencias manifestadas en elénfasis «estructural» del enfoque NMSfrente al hincapié «microsociológico»de la TMR; a su vez, reflejadas endiferentes prácticas investigadoras, enel sentido de más generalistas en elprimero frente a las más empiristas delsegundo. En definitiva, estas diferen-cias contextuales, epistemológicas yprocedimentales vendrían a sustentarla primera tesis de base del texto: laimposibilidad de fabricar un paradig-ma sintetizador y omnicomprensivoaplicable indistintamente a contextosgeopolíticos y geoculturales distintos.

3. Prognosis: la posibilidadde los territorios de entendimiento

E pur si muove! La conciencia gene-ralizada entre los/as estudiosos/as delas limitaciones que implica acotar el

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proyecto de investigación en un enfo-que u otro, ha promovido a éstos/as aesforzarse por formular propuestasque combinasen en su seno lo mejorde las aportaciones de cada modelo.

Para Casquette, estas propuestashan demostrado ser, y son, irrealiza-bles porque «la naturaleza del conflic-to que tiene a los movimientos socia-les como portadores es radicalmentedistinta en ambos modelos»: desde laTMR se ha observado a los movi-mientos sociales como expresiones deconflictos de intereses en términosdistributivos, frente a la lectura de losNMS, que los ha observado como«actores» que intervienen en el cam-bio social como expresiones de con-flictos simbólicos (cognitivos: bienalternativas anti-statu quo, bien pro-pugnadores de espacios identitariospropios).

Esta tesis nos explica la reflexiónque a continuación hace el autor enla segunda parte del texto en cuantodefensa de su segunda tesis funda-mental: la existencia de «territorios deentendimiento» entre paradigmasdonde la toma de conciencia de los/asinvestigadores/as de la necesidad dedialogar constructivamente podríamaterializarse en las prácticas empíri-cas de investigación. Al efecto, Cas-quette selecciona para analizar tresespacios con el fin de ejemplificar lafactibilidad de un diálogo y colabora-ción entre los enfoques. Ésta es supropuesta.

Estos loci comunes serían: a) unaconsideración de los actores colecti-vos como agentes racionales; concep-ción alejada del extremismo economi-cista-utilitarista de la acción racionalindividual à la Olson —que propen-

de a la generalización totalista—;b) también, la importancia de dispo-ner de recursos para la acción (mate-riales e ideacionales: dinero, tiempo,ideologías, símbolos, marcos de refe-rencia, etc.), y c) la consideración dela importancia de los efectos o impac-tos de los movimientos en la sociedadcivil y en las instituciones estatales.

No obstante, a mi juicio, se hacenecesario constatar que si bien la preo-cupación de Casquette por perfilardefiniciones analíticas que sirvan, porun lado, para acotar con precisión elárea de estudio y, por otro lado, paradelimitar claramente las pretensiones depotencialidad explicativa de los concep-tos es tan positiva como necesaria, elpresupuesto del que parte a la hora deubicar los movimientos sociales en elseno de la sociedad civil no tiene laamplitud necesaria para tener en cuentalos nuevos dilemas planteados a laacción colectiva por procesos socialestales como la emergencia de una estruc-tura de oportunidades políticas para lamovilización en el marco supraestatalde la Unión Europea (S. Tarrow). Unosprocesos donde se pone de manifiestola pérdida de efectividad en la investiga-ción del binomio Estado/sociedad civil.independientemente de las definicionesanalíticas precisas que ofrezca el autor.En este sentido, parece más plausible(re)plantearse incluso la utilidad de ladicotomía misma.

Las dificultades metodológicas paraimplementar este proyecto ecléctico deCasquette —acudir al marco teóricomás idóneo según las dimensiones(simbólicas e identitarias y/o estructu-rales y procedimentales) en las queinterese hacer hincapié— son obvias.Pero no parece que exista otra forma de

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avanzar en el estudio de los movimien-tos sociales en un momento de quiebrade las visiones idílicas sobre los mismos(E. Laraña): examinar los posiblesámbitos de colaboración interparadig-mática. Aun a costa de no ser más queun reflejo, en el plano científico, de lavieja utopía ilustrada que señalaba queel progreso de las sociedades se alcanza-ba con la competencia de las ideas, conel diálogo racional de las opiniones eintereses contrapuestos.

4. A modo de exoducción

Ciertamente, las dificultades paraconseguir una síntesis teórica —impo-sibilidad, como demuestra Casquetteen el texto— obligan a dar pasos afavor de metas mucho más modestas y

plausibles, y por ello más fructíferas,basadas en la reivindicación de unpluralismo metodológico en constantediálogo constructivo, que posibiliteque el análisis de los movimientossociales se convierta en una anhela-da «common anf fruitful enterprise»(Ch. Tilly). Y Casquette, desde luego,ha demostrado estar positivamente enesta línea de trabajo que trata de con-vertir la necesidad en virtud, evitandolas estériles disputas teoréticas y lasensoñaciones de un único paradigmasintético-totalista; pero sin sacrificar elpunto de vista holista del análisis.

Este libro, con seguridad, ayudará ainvestigadores/as, así como a estu-diantes interesados/as en la temática, aencaminarse en la dirección adecuada.

Fco.-Manuel PALOMA GONZÁLEZ

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JOAN FRIGOLÉ

Un hombre. Género, clase y cultura en el relato de un trabajador(Barcelona, Muchnik Editores, 1998)

En este libro, Joan Frigolé proponea través de un relato de vida un acer-camiento a los ideales y valores quehan dado coherencia a una trayectoriavital. La narración, construida a par-tir de las entrevistas con Juan, un tra-bajador murciano, pretende restituirla génesis sociohistórica de una iden-tidad personal, revelando las expe-riencias, momentos y ámbitos en quedicha identidad se ha constituido, nosin dificultad, a lo largo del tiempo.

El tema dominante del relato, y dela trayectoria identitaria que éste des-

cubre, es el de «ser hombre», que serefiere, en primer lugar, a la noción demasculinidad que en buena medidaintegra el texto autobiográfico. Es unanoción centrada en la función de«padre» y vinculada también a unaconcepción específica del trabajo.«Hombre», «padre», «trabajador» sonconceptos que aparecen trabados, aveces conflictivamente, en un discursoque no es el producto de una reflexiónteórica, sino el de una especie debalance práctico, político y moral delpasado. Efectivamente, el relato man-

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tiene una definición ética y política(«socialista»), y manifiesta la afirma-ción de aquella identidad en situacio-nes vividas que han puesto a pruebavalores como la honradez, la justicia,la solidaridad o la dignidad del traba-jador. Trata de dar cuenta de los pro-blemas y de los espacios que ha encon-trado el sujeto para afirmarse comotal. «El tema básico que da unidad ycoherencia al relato es qué significabaser hombre en la condición social quele tocó vivir, cuáles son los límites, losdilemas y los peligros que encuentraen la afirmación de determinada con-cepción del hombre, qué facilidades ydificultades ha tenido» (p. 15). Es elrelato de un hombre, pero pretendeser también, a través de los comenta-rios que Frigolé introduce bajo eltexto, una ventana hacia la trayectoriade una clase social en momentos cru-ciales de la historia española, desdeprincipios de siglo hasta el franquismo(las entrevistas están hechas a princi-pios de los años setenta).

El valor de un relato autobiográficocomo éste reside, en principio, en supresentación sintética (la posibilidadde un acercamiento por lo singular ala historia y las estructuras sociales yculturales; la posibilidad de un trata-miento en profundidad de modos desubjetivación en cuadros históricos ysocioculturales determinados). Peroparece que es la producción, textual yextratextual, de aquella integración elmovimiento que realmente importa.Habrá que analizarlo, pues, como elproducto de una dinámica complejaen donde se entrecruzan diferentesdialécticas: de lo estructural y la expe-riencia personal, de lo discursivo y larealidad exterior al discurso, del pasa-

do y el presente (presente abierto aun porvenir). Frente a la tendenciaunificadora, activa en todo discursoautobiográfico, es posible advertirtensiones que determinan tambiénsus formas características. El análisisde los discursos autobiográficos nopuede dejar de abordar problemasgenerados en aquellos tres ejes dereflexión, que constituyen buenaparte de su potencialidad teórica. Dealguna manera, contempla con ciertadistancia y contribuye a desarticular,o al menos a replantear una y otravez, la síntesis. Al actuar así, no hacesino seguir líneas de diferenciacióninternas al discurso que se analiza.

Esta problematización tiene quever con el género de preguntas queBourdieu hace al uso de relatos o his-torias de vida, biografías y autobio-grafías en ciencias sociales. Lo queeste autor llama la «ilusión biográfi-ca» (concepto que, paradójicamente,había utilizado antes de él Sartre) seadvierte muy bien en dos procedi-mientos que en diferentes momentoslleva a cabo Frigolé. El primero serefiere a la relación entre relato y tra-yectoria histórica. El deslizamiento dela historia narrada hacia la trayectoriadel sujeto, que lleva a considerar éstacomo una historia, es un error repeti-do en quienes hacemos uso de discur-sos autobiográficos en nuestras inves-tigaciones. Se habla, entonces, de lavida como un proceso con un sentidoo intención que la marca o determinaen (o desde) un instante histórico.Por supuesto, hay que ir más allá delcarácter aparentemente obvio de estosenunciados, para no hacer irrelevantela «vigilancia epistemológica» de quese trata: aquellos deslizamientos son

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parte de esos errores que todos loscientíficos sociales hemos aprendido ano cometer, y que resultan innecesa-rios cuando se presentan en forma derecomendación, pero que con descon-certante insistencia seguimos come-tiendo.

En gran medida, Frigolé está dandopor supuesto que la identidad queforja el discurso es producto de unatrayectoria pasada, pero que ésta esaccesible a través del discurso, como sise hubiera producido en el pasado dela misma manera y con las mismascondiciones que ahora está reprodu-ciendo el relato. La «ilusión biográfi-ca» lleva a trasladar, de formas más omenos subrepticias, el sentido del dis-curso a las prácticas y estrategias pre-téritas, dando por hecho que el modocomo se formó una decisión (o elhecho de que hubiera efectivamenteuna decisión) se refleja bien en elmodo de relatarla. Ciertamente, eldiscurso que recuerda puede propor-cionar datos sobre la acción pasada,pero no aporta de la misma manera elsentido que tuvieron y produjeron lasacciones pasadas (aunque les da senti-do). Y, sin embargo, en circunstanciasen que carecemos de otros elementospara reconstruir las trayectorias de losagentes y los significados que en cadamomento se ven involucrados, solici-tamos, a menudo inconscientemente,al discurso producido por las entrevis-tas datos que no puede proporcionar.

Partiendo de un planteamientocomo el del autor (acceder a la génesisde una identidad en diversidad decontextos a través de un relato) sehace imprescindible evitar el desliza-miento mencionado. Sería precisoubicar con claridad el lugar de pro-

ducción de esa identidad, así como lanaturaleza de su trayectoria (¿es unatrayectoria histórica objetiva o es unaficción?), la consistencia, por tanto,de la coherencia, ideales y valores deque se trata (¿es una coherencia inma-nente a la trayectoria vital del sujeto oes una coherencia a posteriori?). No esevidente que el mero orden cronológi-co nos acerque al «orden vital», comomantiene Frigolé (p. 21). Habría queplantear si el orden cronológicoimpuesto a un relato que por símismo presenta otra estructura, desta-ca realmente una trayectoria y, sobretodo, si permite restablecer o esclare-cer la génesis sociohistórica de unaidentidad que se supone expresada enese relato. Es habitual en muchos dis-cursos autobiográficos la presentaciónde un cambio vital, que sin dudadebió ser largo, difícil, producto deestrategias y azares diversos, como sihubiera sido el fruto de una decisiónrápida y aproblemática que el discursoubica seleccionando una escena cen-tral (a veces una frase del sujeto) en laque se habría planteado y resueltotodo.

El relato que nos ofrece Frigolépresenta, por ejemplo, una trayectorialaboral compleja, en la que se alter-nan o se solapan diversas actividadesy situaciones: mozo, jornalero, espar-tero, peón de la construcción, guardade huerta, guardia municipal, em-pleado de cine... Los cambios quejalonan la historia tienen condicio-nantes y consecuencias de diversotipo, plantearon problemas específi-cos al protagonista y a otros agentes(padre, madre, esposa, hijos, compa-ñeros, amigos...). El discurso resuelve,sin embargo, reiterativamente la com-

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plejidad que se adivina en los eventosnarrados con la afirmación de unaidentidad y de un espíritu de iniciati-va. Son muchas las historias narradaspor Juan (desde la que se refiere a supadre y su decisión de no ir a trabajara Brasil, hasta su propia decisión deabandonar el trabajo de mozo a losdieciséis años y regresar a casa, o demarchar a la guerra, o de provocar eldespido de las tierras por no llevar elaguinaldo a los propietarios) en lasque se aprecia con facilidad el desfaseentre la rapidez y resolución del actorelatado, y el conjunto de problemasque cada una de esas decisiones debiógenerar. En general, tras su paso a lacondición de «hombre», el relato pre-senta a Juan como aquel que lleva lasriendas del grupo doméstico, quetoma las iniciativas. Ahora bien, todoesto, que tiene mucho sentido y pro-duce retóricamente identidad perso-nal, no ayuda por sí solo, se ordenecomo se ordene, a restablecer la com-plejidad de la trayectoria y de lasdiversas situaciones históricas por lasque se ha atravesado.

Trasladar a la descripción y análisisde las trayectorias de los agentes lascaracterísticas de un relato autobio-gráfico supone (y depende de) otroprocedimiento previo, que es la tota-lización de una autobiografía a partirde lo que es (son) discurso(s) auto-biográfico(s). La producción de untexto unitario a partir (y a la contra)de la heterogeneidad de los discursosplantea problemas específicos.

Ante todo, la fabricación de unaautobiografía consiste en un ordena-miento del material discursivo y enelipsis de las intervenciones del inves-tigador, que (especialmente cuando

dejan de señalarse) pueden sesgar sincontrol el texto y su análisis. Ya lasola búsqueda de un texto unitario ycoherente implica invitar al sujeto,cuando es entrevistado, a activardeterminadas disposiciones autorre-flexivas y ordenadoras, propias de loque sería una intención autobiográfi-ca. Estas disposiciones están relacio-nadas con la imagen cambiante delentrevistador que se hace el sujeto, yel tipo de diálogo que se establece. Lasituación de entrevista da lugar aestrategias momentáneas que confor-man el contenido del discurso, por-que reubican al sujeto que lo emiterespecto del lugar cambiante de quienentrevista. Así, no pueden tomarse lascaracterísticas del discurso político deJuan sin advertir la complicidad ideo-lógica que parece haberse reforzado alo largo de la relación de entrevista(en ocasiones, se trata con toda clari-dad de un discurso dirigido a uncompañero), y que influye, sin duda,en los contenidos de aquél. Asimis-mo, el recurso tan frecuente al «pro-greso», al «avance» o al «atraso» de lostiempos, que es un eje discursivo cen-tral, hace patente en su desarrollo lapresencia de una persona a quien sesupone un saber, una noción del pro-greso moral y social, y ante la cual elsujeto ejerce una especie de miradaautocrítica, no exenta de vergüenza,sobre el pasado personal y colectivo.

Pero aún más importante es que elenfoque sobre el texto en detrimentode los discursos heterogéneos pareceestar determinando, en el campo deuso de autobiografías en cienciassociales, una atención predominantea la función narrat iva —con lossupuestos sobre la historia y el tiempo

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que a ello van asociados— y unaidentificación, incluso, entre cons-trucción discursiva y construcciónnarrativa del yo.

Evidentemente, un discurso auto-biográfico consiste, entre otras cosas,en narraciones. De ello, y por rele-vantes que puedan ser dichas narra-ciones, no se sigue la necesidad dehacer de lo narrat ivo la funcióndominante del mismo. Como tododiscurso, el que recuerda y relacionaautobiográficamente pasado, presentey futuro ofrece una dispersión quemina desde el interior la unidad ycoherencia de un relato. La reapropia-ción del pasado se da con frecuenciaen formas que difícilmente se ade-cúan a las «grandes narrativas» de lastipologías al uso («progresivas», «re-gresivas», «estables», «tragedias», «sa-gas», etc.). El texto se deshoja en sub-textos que atraviesan cualquier narra-tiva sobre sí mismo dislocando unanoción total de identidad. En suma,si algo se aprecia con claridad en losdiscursos autobiográficos, especial-mente en los orales, es un cuestiona-miento en acción de cualquier «pactoautobiográfico» y, desde luego, de lapresencia de una única voz (un yo,una identidad) detrás del relato.Como la polifonía de la novela, enBajtin, o de la enunciación, en Du-crot, estos discursos autobiográficosson voces que rompen dialógicamentelas intenciones globalizadoras.

Por supuesto, lo importante para elcientífico social no está tanto en ladeconstrucción en sí misma, sino enla posibilidad de entender silencios,elipsis, repeticiones, insistencias,obsesiones, resistencias, paradojas,márgenes, subtextos, paréntesis, vo-

ces, citas, etc., como expresiones desituaciones (o falta de situación)sociales, caracterizadas por su labili-dad, por sus contradicciones, por losdobles vínculos, filiaciones y fideli-dades, por la ambigüedad en suma.

De ahí que tenga más importancia,en ocasiones, ver el discurso autobio-gráfico como un aparato retórico oargumentativo destinado a la persua-sión, a la discusión, a la justificación,a la delimitación práctica, a la revi-sión o a la crítica de situaciones, ac-ciones y personas, de uno mismo, etc.Algo de esto revela Frigolé, cuandosubraya desde el principio que, enesta autobiografía, «ser hombre» no esel producto de una reflexión abstrac-ta, sino de respuestas morales y políti-cas (pp. 14-15). Este carácter argu-mentativo-práctico del discurso esmuy evidente —y así lo señala Fri-golé— en el modo como Juan discutey justifica determinados robos, lascontradicciones entre el valor de lahonradez y el papel del padre que hade alimentar a sus hijos, etc. Peroestas contradicciones no dejan deplantearse como la dialéctica haciauna síntesis identitaria, en lugar dever un ejemplo de la tensión propia-mente autobiográfica (propia de todaautobiografía) entre la unidad y ladispersión, entre lo sucedido y lodicho, entre el pasado y el presente,que como tal aparece en otros luga-res. El interés por esta tensión precisade una labor del investigador (delentrevistador) —que debería hacersepatente en el texto presentado— quelleve al discurso hacia los lugares delos que se aleja, o que rompa losnudos narcisistas en que a veces seenquista; que permita deslindar me-

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jor, en definitiva, las líneas por dondese rompe la integración, la materiamisma de su complejidad de discurso.

Es difícil, por ejemplo, en el relatode Juan ubicar una posición políticaque sirva de asidero firme, sin fisuras,para una identidad forjada a lo largode la trayectoria que el discursorecuerda. La idea de una definiciónbásica, afirmada con dificultad endiversas situaciones, no da cuenta dela diversidad de referencias y lugaresdel sujeto que habla, de la relaciónenmarañada entre la enunciación y elenunciado, que caracteriza al discursopolítico de Juan.

Así, este discurso dibuja en deter-minados momentos con mucha niti-dez una conciencia de clase, basada enla realidad y el valor del trabajo. Enestos casos, el trabajo se opone demanera tajante al capital, estructuran-do así una determinada concepción delo social y pensando en un cambioque sólo puede imaginarse como revo-lucionario: es un discurso que se refie-re a las luchas de obreros y/o campesi-nos, o que evoca de forma fantásticala idea de la muerte de la clase traba-jadora y el desfonde consecutivo de lasociedad. Hay aquí una valoración deltrabajo como fundamento de la socie-dad. Esta valoración, núcleo de laidentidad política del trabajador, deuna dignidad y de una ética, sólo sereconoce entre los compañeros. Estediscurso, que se activa al rememorarlas condiciones de vida de sus padres,la situación política y social en Españaa principios de siglo, retorna al recor-dar diferentes episodios de conflictivi-dad durante la II República y la Gue-rra Civil. «Señoritos», «fascistas»,«patronos», «propietarios»... frente a

«obreros» o «trabajadores», son los tér-minos de una fractura irrecuperable.En este contexto, la solidaridad apare-ce como la manifestación del autova-lor de la clase obrera; se narran,entonces, los casos ejemplares y aque-llos otros de los cobardes o los igno-rantes que traicionaron sus interesesde clase.

Existe otra línea discursiva que, enparte aunque no sólo, constituye unaposición y unos juicios políticos, yque se refiere a la evolución de lostiempos como tema fundamental. Eldesarrollo de la sociedad supone, deacuerdo con este discurso, un progre-sivo aumento del conocimiento y unprogreso también moral. En este sen-tido, estos argumentos pueden refor-zar componentes del discurso ante-rior: así, se asume que uno de losmayores obstáculos para la autovalo-ración de los trabajadores es la igno-rancia. Cierto sentido liberador de la«cultura» desempeña aquí un impor-tante papel, al tiempo que sirve espo-rádicamente para explicar o justificar(por el «atraso») los errores cometi-dos, o determinados episodios en losque el mismo protagonista ha podidoparticipar y que no son desentrañadosdel todo (relativos siempre al uso dela violencia).

Ahora bien, este discurso del pro-greso de los tiempos puede tambiénarticular lo político de acuerdo a rela-ciones y valoraciones diferentes, conlo que la oposición «capital-trabajo»pierde fuerza. Los comentarios sobreel presente del relato (la España deprincipios de los setenta) muestranlas diferentes dimensiones de unasituación que políticamente se deplo-ra, pero que en lo social y económico

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muestra características relativamentepositivas. Se reproducen, entonces,comparaciones con un pasado que aveces es la España de principios desiglo, otras veces la España de la pre-guerra y la guerra, otras la de la post-guerra. El discurso de autovaloraciónde la clase trabajadora pierde protago-nismo y el progreso social y económi-co parece determinar por momentosla posición política. La circulaciónargumentativa típica de algunos frag-mentos discursivos da cuenta de lascontradicciones entre estas líneas, yde las filiaciones, reconocimientos,afirmaciones y denegaciones diversasque están en su base: «Y para quevenga aquello, ¿qué voy a decir?, quevenga antes la destrucción de toda laclase trabajadora, sí, que venga antesy que se queden ellos solos, todo elcapital que se quede solo. Aunquetenemos cosas, pero como en aquelentonces no. Hoy tenemos eso [ladictadura franquista], pero ¡coño!,hoy ya la gente es otra cosa muy dife-rente. Esto lo traen las guerras y sihubiera, por ejemplo —yo no lodeseo—, una guerra hoy, daríamos unpaso muy avanzado, ¿verdad? Pero yono quiero más guerras, no quiero, no,porque se pueden hacer las cosas, silos hombres quieren, pues quitandode aquí y poniendo aquí» (p. 155).

Un discurso de oposición entre tra-bajo y capital, y un discurso de pro-greso socioeconómico y moral, noagotan las dimensiones del ámbitopolítico en que se mueve este relato.El «trabajo» no se define siempre delmismo modo; con frecuencia, espe-cialmente al tratar la trayectoria labo-ral posterior a la guerra y a su expe-riencia en la cárcel, no es ya el centro

de una autovaloración obrera (fuentede reconocimiento entre compañe-ros), sino que espera reconocerse ylegitimarse ante patronos y propieta-rios: «... Dos personas del mismo idealy todo, no más que es la diferenciaque es un patrono y un trabajador asueldo. Y el patrono me avisa a mípara ir a trabajar. Amistad, con elobjeto de si voy a trabajar. Y este pa-trón se da cuenta de lo que estoy ha-ciendo (...) Cumplir con mi deber.Claro, ese patrón ve que cumplo conmi deber, ¡coño!, como hace Paco conuno que tiene. Tiene las cosas sindejarlas, porque el trabajador que letrabaja, como cumple con su deber,pues no se lo deja ni mucho menos, yno es que yo diga que no encuentreotro como ése, pero no lo encontraríatan fácil, y si puede ser trabajador yleal, eso está muy difícil. Y el patronole da lo que pide, se lo da porque veque rinde más que el otro que lo hatenido, y haciendo las cosas de malagana y mala manera» (pp. 188-189).La honradez, el trabajo, parecen for-mar parte ahora de una ética que nopuede dejar de desempeñar cierta fun-ción ideológica en las relaciones«patrón-obrero». Las nociones de«buen trabajador» y «buen patrono»,la idea de un «mismo ideal» que sutu-ra la grieta entre capital y trabajo, lamención de una «lealtad» que confacilidad podría plantear problemas ala «solidaridad» valorada en otros con-textos, todo contribuye a desarticularla conciencia de clase que se ha afir-mado antes de manera tan obvia yfirme. A esto habría que añadir la fre-cuencia con que aparece la amistadcomo un valor que permite matizaropiniones, pero también justificar

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acciones, distinguir transversalmente ala línea «izquierda-fascismo», a laspersonas fieles, honestas y decentes dequienes no lo son.

¿De toda esa dispersión —que nose agota en las líneas que he señala-do— da cuenta, le da coherencia, laidentidad «socialista» de Juan? Difí-cilmente, pues hasta el calificativomismo con el que el protagonistaintenta ciertamente en ocasiones inte-grar su ser político es un elemento deljuego, y si unas veces se presenta en-fáticamente como un significantegenérico con el que se indica la ads-cripción a valores «de izquierda» (jus-ticia, solidaridad, igualdad, trabajo,etc.), adquiere otras veces significadosy referentes mucho más concretos,que se revelan en silencios o en relati-vizaciones y en negativas a diferen-ciar. Hay fracturas históricas, en algu-nos momentos más importantes quelas que señalábamos arriba, que per-miten entender las elipsis y las resis-tencias que aparecen cuando se hablade comunistas y anarquistas. Las difi-cultades durante la guerra, la natura-leza de los procedimientos de lucha,las acciones a seguir, etc., activan undiscurso que si diferencia minuciosa-mente (porque parece vital para elsujeto) entre «compañeros» (socialis-tas), entre los que son y los que noson realmente socialistas, entre elPrograma y las personas, escasamentelo hace, sin embargo, al hablar de losmilitantes del PCE o de la CNT. Porel contrario, la oposición «trabajo-capital» (fascismo-socialismo) desapa-rece entonces, y es sustituida porotras oposiciones que expresan muybien la pervivencia en el discurso deconflictos políticos pasados.

Como señala Frigolé, el discursopolítico prolonga una concepción dehombre existente previamente y es undiscurso lleno de referencias morales,no meramente políticas. Pero ¿es posi-ble restablecer una coherencia que seaproducto de un proceso continuo decreación en el que transformaciónsocial y transformación personalhayan articulado la formación de sí?Las líneas discursivas del relato deJuan son, en realidad, diversas, y suentrelazamiento es complejo; la rela-ción entre los diferentes pasados y elpresente, entre el discurso y la reali-dad a la que se refiere de tantas for-mas distintas, no puede solucionarseen la unidad de una narración auto-biográfica y su posterior proyecciónsobre la trayectoria histórica. El análi-sis tendría que mostrar las variaciones,los contextos discursivos (y extradis-cursivos) en que aparecen unas y otrasformas, las relaciones entre el discursoy una realidad a la que ese discurso serefiere de modos múltiples, comoreferencia descriptiva pero tambiénjustificativa, o crítica, como fuente deidentificación positiva o negativa,materia de reapropiación, de evoca-ción nostálgica o de comparación paraenjuiciar el presente.

Lo mismo cabría decir del discursosobre la religión, que tiene tanta pre-sencia como la política. ¿Es suficientedecir: «Si la oposición a los curas y a lareligión pudo tener base en la estruc-tura y dinámica de la familia nuclear,luego se desplaza del marco de referen-cia familiar, conforme se desarrolla suconcepción de hombre y su propiaimagen. En la medida en que su idealde coherencia se fortalece, crece laaversión a los curas, en nombre de la

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coherencia que preconiza para símismo. Su concepto de hombre comoser consciente y activo, pero tambiénsacrificado, es una condición necesariapara la credibilidad de su idealpolítico-moral y la crítica a la Iglesia—incluso a compañeros suyos— con-tribuye a llevar su identificación con elideal todavía más lejos» (pp. 417-418)? Esta idea de una evolución yuna progresiva confirmación creo quedebe contrastarse con la existencia deun abanico más amplio de posiciones,formas distintas de oposición, comode acercamiento, a la religión.

Está, en primer lugar, el cuestiona-miento de la imagen de Dios-Padreproveedor y de la actitud que deman-da, a la que se enfrenta la figura dequien realmente provee, que es lamadre. Esto puede conducir a unacrítica de la idea misma de Dios apartir de la realidad. Hay tambiénuna crítica constante de la Iglesia,que puede apuntar a la incoherenciaentre prácticas e ideales, o a su com-promiso político. En el primer caso,la crítica es moral y con frecuenciaasume como fundamento los valores,y creencias incluso, cr ist ianos.Desemboca en una distinción claraentre la Iglesia o los curas, de un lado,y los santos, la Virgen y Jesucristo, deotro lado. Al recordar las destruccio-nes de iglesias e imágenes religiosas,el valor artístico o un respeto vago eindefinido llevan a separar los enemi-gos reales de quienes no son realmen-te enemigos. O explícitamente se cri-tica la actitud de los curas desde laenseñanza del Nazareno.

La crítica al clero —en el que, enotros momentos, se hacen diferen-cias— por su compromiso político se

remite a los episodios vividos en elpasado; es una lectura política de lareligión y religiosa de la política (ladistinción misma deja de tener senti-do). Este discurso puede enlazar conel tema reiterativo del progreso y eldesarrollo de la conciencia: conformauna resistencia «ilustrada» ante lareligión y la idea de Dios. Se puededesarrollar, entonces, una noción dela religión como ideología o forma deengaño; se cuentan anécdotas irreve-rentes, se hace burla o se ironiza sobredeterminados ritos y prácticas, se aso-cia la idea de Dios a los cuentos paraniños, se activa una actitud ante laimaginería y las ficciones religiosasque contrasta con el respeto manifes-tado en otros momentos.

En realidad, el discurso sobre lareligión es un entramado que reúnediferentes consideraciones (con dife-rentes conexiones con pasados y reali-dades diferentes), en cadenas argu-mentativas que hacen pasar de uno aotro punto de vista.

La problemática entre una inten-ción unificadora (del texto, del suje-to, del investigador) y la heterogenei-dad discursiva podría reproducirse enel tratamiento de distintos temas.Porque el relato que presenta Frigolédesvela en su amplitud y densidad locomplejo que es trabajar con este tipode material, las variables que están enjuego y la vigilancia específica quetodo ejercicio cualitativo debe practi-car. Por ello, las palabras introducto-rias y conclusivas de Frigolé, aunqueresaltan esta riqueza, se quedan cor-tas. El peligro es que esto se deba noa la brevedad de lo que aparece comoun protocolo (pues el texto principales el de Juan), sino a planteamientos

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teóricos de partida, que pueden limi-tar a priori las posibilidades del análi-sis. El discurso moral, político ysocial de Juan no es una reflexiónabstracta. Por esta razón, y porque serefiere a una historia larga y compli-cada con la que mantiene diversas

relaciones de construcción y recons-trucción mutua, escapa sin cesar delanálisis que busca su coherencia, yasea sustancial, ya sea históricamenteforjada.

Álvaro PAZOS

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