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Cuerpo humano E n el concepto cuerpo humano se ha agrupado en medicina tanto el conocimiento de la ana- tomía y la fisiología humana como el de la bio- logía y la embriología, la psicología y la sociolo- gía, la epidemiología y la bioestadística, la eco- nomía y la política, entre otras disciplinas científicas que tienen como objeto al hombre y lo describen como hombre ‘normal’ o ‘patológico’ o, en de- terminadas condiciones de salud, como pobla- ción. Podría pedirse que ese conjunto de concep- tos científicos fuera sistematizado de modo cohe- rente por una antropología científica de la salud. Sin embargo, aunque esto ocurriera, la medici- na y las ciencias de la vida con sus tecnologías conexas todavía estarían frente al desafío de pronunciarse en torno a la condición de ‘huma- no’ con la que se define ese cuerpo, desafío del que no pueden dar cuenta las disciplinas cientí- ficas. Haría falta en ese caso desarrollar una antropología filosófica de la salud que reflexio- nara en torno a la idea de ser humano y del pa- ciente como persona. El cuerpo en medicina y ciencias de la vida. La bioé- tica ha venido a recoger los problemas de ese de- safío. Para la tradición de habla inglesa ha sido fundamental el texto de Paul Ramsey, The Patient as Person (1970); para la de habla española, los trabajos de Pedro Laín Entralgo (1984, 1989, 1991). Por tanto, hablar hoy de cuerpo y corporei- zación (v.) resulta una vía de aproximación a esa problemática porque, aunque el conocimiento y la acción en salud han estado ligados a cuestiones referidas a la condición humana, nunca hasta ahora estas cuestiones habían sido tematizadas o convertidas en problemas filosóficos sobre los cuales es necesario reflexionar sistemáticamente para actuar. Y esto se debe a que la relación entre medicina y filosofía fue siempre ambigua, apare- ciendo a veces como proximidad y otras como dis- tancia. En el tratado hipocrático Sobre la medicina antigua ya se especifica la visión de distancia- miento que, por ejemplo, la medicina toma de una filosofía de la naturaleza que por su carácter espe- culativo y abstracto no le sirve al médico para co- nocer la naturaleza del cuerpo humano, como pueden hacerlo la técnica y la ciencia: “Ciertos so- fistas y médicos dicen que no es posible para alguien conocer de medicina si no conoce lo que es el hombre y cómo fue hecho y construido, y que quien quisiera curar al hombre, propiamente, debe aprender esto en primer lugar. Pero diciendo esto más bien perte- necen a la filosofía, como Empédocles y ciertos otros han descripto lo que el hombre es en su origen y como fue él hecho y construido. Pero yo pienso que como sea que esto haya sido dicho o escrito por un sofista o médico en lo concerniente a la naturaleza tiene menos conexión con el arte de la medicina que con el arte de la pintura”. Sin embargo, el médico hipocrático no niega que deba enfrentarse al problema del hombre. Lo que afirma es que el problema de la naturaleza del hombre puede ser resuelto por la técnica y la cien- cia. En la actualidad, después de los cambios en el conocimiento científico introducidos por las cien- cias humanas y de habernos enfrentado a lo que los médicos nazis hicieron en nombre de la profe- sión médica, después de haber trasplantado el co- razón como símbolo mismo de la vida humana (v. Trasplantes de órganos), después de la concepción de un embrión fuera del vientre materno y de ha- ber clonado células humanas y animales comple- tos, después de haber condenado la esclavitud, la servidumbre y las discriminaciones por sexo, raza, religión y clase social, y de reclamar por el derecho al cuerpo propio (v.), el conocimiento y la acción en salud encuentran legítimo y pertinente el pro- blema filosófico del hombre como problema de la medicina y las ciencias de la vida. Y es que la an- tropología filosófica puesta frente a la salud y la enfermedad se enfrenta hoy a problemas de una dimensión abismal (v. Somatología). Cuerpo y derechos humanos. El cuerpo de la medi- cina y las ciencias de la vida y sus tecnologías co- nexas es también y a la vez un cuerpo de dere- chos. Y es que el cuerpo humano, entendido como forma de dignidad (v.), define nuestras prácticas concretas cuando entendemos a estas como aque- llas en la que las acciones que realizamos no pue- den dejar de lado de ningún modo a las señas de identidad (v.) de los otros seres humanos con los que nos relacionamos. En cambio el cuerpo huma- no, entendido como forma mercancía, supone un universalismo abstracto que postula una relación entre individuos aunque poniendo aparte sus se- ñas de identidad (v. Plasmaféresis: la sangre como mercancía). Sin embargo, en el cuerpo nacemos, vivimos y morimos; en el cuerpo enfermamos y curamos; en el cuerpo amamos y sufrimos; en el cuerpo somos quienes hemos sido, somos quienes somos y somos quienes queremos ser (v. La expe- riencia del cuerpo propio). El cuerpo es individual, es particular, es singular, y sin embargo es el modo más potente de una universalización concreta porque es el único lugar donde podemos ser reco- nocidos por los otros y donde los otros pueden ser reconocidos por nosotros para construir una red 226 Diccionario Latinoamericano de Bioética

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Cuerpo humano

En el concepto cuerpo humano se ha agrupadoen medicina tanto el conocimiento de la ana-

tomía y la fisiología humana como el de la bio-logía y la embriología, la psicología y la sociolo-gía, la epidemiología y la bioestadística, la eco-nomía y la política, entre otras disciplinas científicasque tienen como objeto al hombre y lo describencomo hombre ‘normal’ o ‘patológico’ o, en de-terminadas condiciones de salud, como pobla-ción. Podría pedirse que ese conjunto de concep-tos científicos fuera sistematizado de modo cohe-rente por una antropología científica de la salud.Sin embargo, aunque esto ocurriera, la medici-na y las ciencias de la vida con sus tecnologíasconexas todavía estarían frente al desafío depronunciarse en torno a la condición de ‘huma-no’ con la que se define ese cuerpo, desafío delque no pueden dar cuenta las disciplinas cientí-ficas. Haría falta en ese caso desarrollar unaantropología filosófica de la salud que reflexio-nara en torno a la idea de ser humano y del pa-ciente como persona.

El cuerpo en medicina y ciencias de la vida. La bioé-tica ha venido a recoger los problemas de ese de-safío. Para la tradición de habla inglesa ha sidofundamental el texto de Paul Ramsey, The Patientas Person (1970); para la de habla española, lostrabajos de Pedro Laín Entralgo (1984, 1989,1991). Por tanto, hablar hoy de cuerpo y corporei-zación (v.) resulta una vía de aproximación a esaproblemática porque, aunque el conocimiento yla acción en salud han estado ligados a cuestionesreferidas a la condición humana, nunca hastaahora estas cuestiones habían sido tematizadaso convertidas en problemas filosóficos sobre loscuales es necesario reflexionar sistemáticamentepara actuar. Y esto se debe a que la relación entremedicina y filosofía fue siempre ambigua, apare-ciendo a veces como proximidad y otras como dis-tancia. En el tratado hipocrático Sobre la medicinaantigua ya se especifica la visión de distancia-miento que, por ejemplo, la medicina toma de unafilosofía de la naturaleza que por su carácter espe-culativo y abstracto no le sirve al médico para co-nocer la naturaleza del cuerpo humano, comopueden hacerlo la técnica y la ciencia: “Ciertos so-fistas y médicos dicen que no es posible para alguienconocer de medicina si no conoce lo que es el hombrey cómo fue hecho y construido, y que quien quisieracurar al hombre, propiamente, debe aprender estoen primer lugar. Pero diciendo esto más bien perte-necen a la filosofía, como Empédocles y ciertos otroshan descripto lo que el hombre es en su origen y como

fue él hecho y construido. Pero yo pienso que comosea que esto haya sido dicho o escrito por un sofistao médico en lo concerniente a la naturaleza tienemenos conexión con el arte de la medicina que con elarte de la pintura”.

Sin embargo, el médico hipocrático no niega quedeba enfrentarse al problema del hombre. Lo queafirma es que el problema de la naturaleza delhombre puede ser resuelto por la técnica y la cien-cia. En la actualidad, después de los cambios en elconocimiento científico introducidos por las cien-cias humanas y de habernos enfrentado a lo quelos médicos nazis hicieron en nombre de la profe-sión médica, después de haber trasplantado el co-razón como símbolo mismo de la vida humana (v.Trasplantes de órganos), después de la concepciónde un embrión fuera del vientre materno y de ha-ber clonado células humanas y animales comple-tos, después de haber condenado la esclavitud, laservidumbre y las discriminaciones por sexo, raza,religión y clase social, y de reclamar por el derechoal cuerpo propio (v.), el conocimiento y la acciónen salud encuentran legítimo y pertinente el pro-blema filosófico del hombre como problema de lamedicina y las ciencias de la vida. Y es que la an-tropología filosófica puesta frente a la salud y laenfermedad se enfrenta hoy a problemas de unadimensión abismal (v. Somatología).

Cuerpo y derechos humanos. El cuerpo de la medi-cina y las ciencias de la vida y sus tecnologías co-nexas es también y a la vez un cuerpo de dere-chos. Y es que el cuerpo humano, entendido comoforma de dignidad (v.), define nuestras prácticasconcretas cuando entendemos a estas como aque-llas en la que las acciones que realizamos no pue-den dejar de lado de ningún modo a las señas deidentidad (v.) de los otros seres humanos con losque nos relacionamos. En cambio el cuerpo huma-no, entendido como forma mercancía, supone ununiversalismo abstracto que postula una relaciónentre individuos aunque poniendo aparte sus se-ñas de identidad (v. Plasmaféresis: la sangre comomercancía). Sin embargo, en el cuerpo nacemos,vivimos y morimos; en el cuerpo enfermamos ycuramos; en el cuerpo amamos y sufrimos; en elcuerpo somos quienes hemos sido, somos quienessomos y somos quienes queremos ser (v. La expe-riencia del cuerpo propio). El cuerpo es individual,es particular, es singular, y sin embargo es el modomás potente de una universalización concretaporque es el único lugar donde podemos ser reco-nocidos por los otros y donde los otros pueden serreconocidos por nosotros para construir una red

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universal de relaciones interhumanas respetuosade las identidades individuales y colectivas. Elcuerpo humano es el único modo de relacionar-nos en nuestra condición de seres humanos. Poreso la medicina, en tanto institución social cuyofin es la atención y el cuidado de la vida y la saluddel cuerpo humano, ha podido sostener durantesiglos una ética universalista aún con las limita-ciones de su paternalismo. Por eso la tortura (v.),al negar en el tiempo de su ejecución real o posi-ble la condición humana de los cuerpos bajo tor-mento, o la desaparición de personas (v.), al pri-var a un cuerpo de un lugar de reconocimientoentre los otros, han negado y niegan toda posibili-dad de universalismo moral. El mayor problemaque han tenido los que han violado la más antiguade las obligaciones morales, la del no matar, es elqué hacer con el cuerpo de las víctimas. Por eso lafigura del hábeas corpus, tan antigua al menoscomo la Carta Magna de 1215, tutela las garantías

fundamentales a la vida y la libertad, y es uno delos mayores ejemplos de un universal concreto.Ese solo ejemplo sirve para ilustrar las inconsis-tencias de las éticas que se pretenden totalmenteexentas de universalismo y de las bioéticas que sepostulan disociadas de los derechos humanos. Noes posible que haya alguien que diga practicar labioética o se declare un político defensor de la de-mocracia y niegue, haya negado, o postule negarel universal concreto del hábeas corpus. Esta ne-gación ha caracterizado siempre a las dictadu-ras y a los imperialismos, al terrorismo de Estado(v.) y a las doctrinas de la seguridad nacional delos países imperiales. Por eso la negación radicaldel cuerpo humano, en tanto negación del sustra-to material del universalismo moral, define el malabsoluto y es la negación radical, asimismo, detoda bioética.

[J. C. T.]

Somatología

José Alberto Mainetti (Argentina) - ConsejoNacional de Investigaciones Científicas(Conicet)

La revolución somatoplástica sobre la vida humanay la persona. La idea del cuerpo en la cultura occi-dental ha estado dominada por el dualismo antro-pológico y por el reduccionismo científico. Por unlado, la concepción dualista del hombre, las antí-podas del alma y el cuerpo, el espíritu y la mate-ria; por el otro, la constitución del cuerpo comoorganismo, su estatuto biológico en términos deanatomía y fisiología. La filosofía, las cienciashumanas y cognitivas han introducido en nues-tros días una nueva visión del cuerpo humano,mientras que la revolución biológica lo somete a su-rrealistas “disecciones” y “distensiones” tecnocientí-ficas transformadoras de la “naturaleza” humana.Este giro pigmaliónico o antropoplástico de lastecnologías biomédicas genera la crisis posmoder-na del sujeto y el problema de la personalización,vale decir la adscripción del carácter de persona alser humano, por ejemplo en el principio y en el fi-nal de la vida (estatuto del embrión y concepto demuerte cerebral, amén del huracán que represen-ta la revolución reprogenética sobre el árbol ge-nealógico humano). Los dilemas morales que hoydefinen la bioética responden fundamentalmenteal impacto de la revolución somatoplástica sobrela vida humana y la comprensión y extensión de lapersona. Se justifica así la novedad de la somato-logía o teoría científica y filosófica del soma comorealidad, fenómeno y misterio del hombre.

La condición humana y el poshumanismo. El grandesafío de la somatología como filosofía delhombre es el llamado transhumanismo o poshu-manismo, que considera posible y deseable mejo-rar esencialmente la condición humana, inclusoalcanzar la eterna juventud y la inmortalidadmediante instrumentos como manipulación ge-nética, nanotecnología, cibernética, farmacolo-gía y simulación computarizada (cerebro de sili-cón). No hay tal cosa como una “naturalezahumana” (en verdad un oxímoron); el homo sa-piens es una especie en evolución y autotrans-formable técnicamente, de modo que la metaes el superhombre, utopía de la transición hu-mano-poshumano y modernidad-posmoderni-dad. Más acá de la confrontación en materiabioética entre las posiciones poshumanistas y an-tiposhumanistas –en qué consiste tal “naturaleza”humana, y si ella fundamenta una cuarta genera-ción de derechos humanos, los “naturales” o ge-néticos–, subyace la inquietud metafísica antela disolución posmoderna del sujeto como hori-zonte ontológico, inducida por las nuevas téc-nicas del cuerpo. La modernidad remplazó lanaturaleza cósmica por el cogito sum comopunto fijo de referencia ontológica. La posmo-dernidad, a su turno, acabó con la idea de unanaturaleza humana especular e invariante, laque deja de ser reparo inmodificable y da lugara las inquietantes preguntas por nuestra identi-dad, nuestra relación con los otros, las especiesvivientes y la evolución natural.

El mejoramiento de la naturaleza humana. Unnuevo capítulo de la bioética se abre con el uso

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de las tecnologías médicas de optimización omejoramiento (enhancement) de la naturalezahumana. En el contexto crítico del antiposhu-manismo caben señalarse tres antropinos comoepítome y paroxismo de la filosofía y la ética dela técnica. En primer término, la trasgresión deun orden divino o cósmico, la hibris de “jugar aDios” o la contranatura tecnológica, argumentosinspirados por el terror de imaginables y proba-bles escenarios siniestros. En segundo término,la ambivalencia de una medicina perfectiva, másallá de la terapéutica, que no se justifica ya mo-ralmente por la enfermedad, resultando even-tualmente “lo mejor enemigo de lo bueno” y ex-tremando el coeficiente de adversidad, no soloreal sino también simbólico, coextensivo a todo“progreso” humano. En tercer término, el contra-sentido entre la naturaleza y la dignidad huma-nas, cuando la primera se define por la finitudy la segunda por la perfectibilidad, siendo loreal a la vez límite y posibilidad, y el ser y deberser del hombre consistente en la negación de sunegatividad. “Sabremos cada vez menos qué esser humano” (Saramago, 2005).

Referencias

J. A. Mainetti, Somatología. Anatomía de la persona,La Plata, Quirón, 2004. - E.T. Juengst, Enhancement Usesof Medical Technology, en S. Post (editor), Encyclopedia ofBioethics, 3rd edition, Macmillan Reference USA, 2004.Tomo I, págs. 753-757. - Ch. C. Hook, Transhumanismand Posthumanism, en S. Post (editor), Encyclopedia ofBioethics, Macmillan Reference USA, 2004. Tomo V, págs.2517-2520. - F. Fukuyama, El fin del hombre. Consecuen-cias de la revolución biotecnológica, Barcelona, EdicionesB, 2002. - J. Habermas, El futuro de la naturaleza humana,Barcelona, Paidós Ibérica, 2002. - J. Saramago, Las inter-mitencias de la muerte, Buenos Aires, Alfaguara, 2005.

La experiencia del cuerpo propio

María de la Luz Casas Martínez (México) -Facultad de Medicina de la UniversidadPanamericana

El desarrollo biotecnológico y la noción de cuerpohumano. Ante los avances biotecnológicos actua-les, las acciones médicas sobre el sustrato corpó-reo humano suscitan admiración y misterio, yaque agudizan la problemática tradicional entre lonatural y lo artificial, pues se dicotomiza lo crea-do con tecnología al ser aplicado al hombre. Lobiotecnológico tiende en ocasiones a cerrar elcírculo natura-cultura, haciendo difícil definir sustradicionales límites; en otras, a potenciar su dife-rencia. El cuerpo humano, considerado tradicio-nalmente lugar simbólico, donde el hombre pro-yecta las diversas visiones de sí mismo, se haconvertido en el lugar físico de las decisiones

extremas y ahora es un novedoso campo deexpresión de la libertad humana concretada en lasdiversas opciones sobre el mismo que, rebasandolos actos terapéuticos, lo sitúan en el ámbito per-fectivo y de opciones personales, alejando cadavez más de la consideración de lo humano laidea de necesidad y carencia. Así, la combina-ción de las interacciones entre una epistemolo-gía predominantemente experimental, la evo-lución de la tecnomedicina, la idea dualista delcuerpo, las reglas del mercado, por una parte,una visión social contemporánea orientada a losderechos humanos, por otra, con acento en el in-dividualismo, han producido efectos imprevisi-bles en la actual visión de la persona sobre sucuerpo. De hecho estas ideas, a veces contrapues-tas, han visto el cuerpo humano desde perspecti-vas diferentes, como sujeto y objeto, como todo ypartes, como fuera y dentro del mercado. Tal si-tuación reclama de la bioética acciones resoluti-vas, pero su planteamiento suscita, a la vez, resis-tencia y perplejidad, ya que los estudiosos estánante situaciones inéditas cuyas consecuencias seenmarcan en un ambiente de incertidumbre. Endefinitiva, los cambios socioculturales de los últi-mos siglos han modificado los conceptos de liber-tad, responsabilidad, pluralidad y tolerancia, locual ha contribuido a diversificar las ideas de larepresentación del cuerpo por la persona. Estoscambios inciden y modifican el paradigma de ac-tuación en las áreas de salud. Por estas razones, lareflexión sobre el cuerpo humano constituye unaspecto fundamental de la filosofía contemporá-nea, sobre todo en el área bioética. En la actuali-dad se presentan muchas opciones y filosofías sus-tentantes que encuentran una realidad escindida:aborto, eutanasia, eugenesia, manipulación em-brionaria, reproducción asistida, clonación, trans-génesis perfectiva y decisiones de fin de vida, sonalgunos de los problemas que inciden y hacen ur-gente la elaboración de una idea clara y coherentedel significado de la experiencia del cuerpo pro-pio, así como de las posibles opciones que sobre élpuedan ser realizadas con aval legal y ético.

Visiones sobre el cuerpo propio. ¿Cómo formulael sujeto la experiencia del cuerpo como propio?Del concepto antropológico sobre la propiedaddel cuerpo se derivan diversas posibilidades deactuación ética y legal sobre el mismo. ¿Quiéntiene derecho y qué derechos se tienen sobre elcuerpo propio? Para contestar estas preguntaspuede hacerse referencia a dos componentesfundamentales. Por una parte, el hecho de laexistencia corpórea: ¿Es el cuerpo mío o yo soyel cuerpo? Por la otra, el significado humano delcuerpo: ¿Experimentar mi cuerpo tiene un sig-nificado específico en mi especie? En el primercomponente, la existencia corpórea se explica

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por diversas teorías filosóficas que apuntan aformas diversas de interacción cuerpo-espíritu.Estas interpretaciones se mueven en torno alproblema ¿cómo interactúa el hombre con sucuerpo?, lo cual se explica a través de variasideas: a) La platónica, dualista, que señala laprimacía del espíritu sobre la materia; unidosambos sólo exteriormente durante la vida hu-mana. Desde esta postura, el cuerpo concebidocomo materia es solamente un vehículo para elespíritu, verdadero valor de la persona. b) Laaristotélico-tomista, que acentúa la estructuraontológica, donde materia y forma espiritualconfiguran una unidad sustancial e inseparable.Su representante es la postura hilemórfica deAristóteles. Tomando en cuenta estas premisas,cuerpo y espíritu actúan inseparablemente yambos elementos poseen un valor específicopara la persona. c) La racionalista, basada enDescartes, constituye una postura dualista a tra-vés de una radical división entre cuerpo y con-ciencia; el hombre se identifica en especial con elúltimo componente. d) La mecanicista, la cualconsidera que el ser humano es solo materia. Adu-ce que la conciencia es producto mecánico de lamente, considerada también manifestación de lamateria. Se trata pues, de una idea monista, mate-rialista. La existencia de procesos espirituales seidentifica con las funciones de la mente.

Significados, atributos y expectativas sobre el cuer-po propio. Desde estas diversas visiones se apreciaque el cuerpo propio posee diversos significados,atributos y expectativas. Así, la perspectiva mate-rialista, en su justificación, partirá de una posturainmanentista del hacer con el cuerpo. Ya que lamateria solamente existe en un mundo semejan-te, no existen compromisos espirituales despuésde la muerte. Los actos de expectativa humanita-ria se valoran en el hoy y ahora de la temporali-dad material. En cambio, para las posturas quetienen en cuenta la existencia del espíritu, las rea-lidades de actuación pueden ser ampliadas hastala vida después de la muerte. Ambas posicionesimplican profundas diferencias en la considera-ción ética ante el sufrimiento, la carencia y lamuerte. Pero en la toma de decisiones sobre elcuerpo como propio no solamente intervienen lasideas enunciadas, sino que además se combinancon la percepción del cuerpo como propiedad. Enla sociedad actual predomina la idea que, basadaen la autonomía, el cuerpo es propiedad de la per-sona. Aunque este pensamiento es justificable, noes del todo preciso, ya que el sujeto como ser libreexperimenta en diversos momentos el cuerpo comopropio y a la vez como ajeno. Desde la visión feno-menológica, es posible afirmar que la experienciadel cuerpo propio se identifica con los actos huma-nos. Ante ellos es fácil percatarse de la unidad

cuerpo-espíritu, pues el ámbito corpóreo es eviden-te y lo son también las funciones de la psiqué que re-basan los postulados científicos materiales. En la ex-periencia humana, los actos siempre son corpóreosporque se realizan en el ámbito espacial y tempo-ral, o si se prefiere, existe una cualidad de dura-ción y extensión en los actos corpóreos. Pero lasfunciones de la mente no son espaciales, sino in-corpóreas; se aprecia en ellas un ámbito inmate-rial y, como son experimentadas por la misma per-sona, aparece en esta una doble presencia de ma-teria y no materia. El sujeto dice: yo pienso, yoamo, ambos actos inmateriales e incuantificables.De la misma forma puede afirmar: yo camino, yohablo. Y en ambos casos es el mismo hombre.

Materialidad y espiritualidad del cuerpo propio. Entérminos generales, filosóficamente hablando,podemos señalar a los actos no materiales comoespirituales. Es posible utilizar el término corpo-reidad para designar al cuerpo humano vivo, sermaterial-espiritual. Pasaremos entonces a una se-gunda reflexión. Aunque los actos materiales y es-pirituales suceden en la misma persona, se experi-menta en la práctica una tensión entre cuerpo yespíritu. El sujeto reconoce la existencia de ambasentidades, la interacción, pero a la vez la disyun-ción de los componentes. El cuerpo aparece comomío en el acto libre, sea físico o mental, pero a lavez la persona vive los límites de su acción volun-taria sobre el cuerpo ante aquello que se escapa alejercicio de su arbitrio: la experiencia de la enfer-medad, la vejez, la limitación física o mental y lamuerte. El humano es el propio cuerpo; sin em-bargo, tiene cuerpo, porque no lo posee nuncaperfectamente. En ocasiones, la mente ordena y elcuerpo no responde; en otras, el cuerpo actúa y lamente no puede controlarlo. Estas experienciasdan sentido específico al cuerpo como propio y ala vez ajeno, de una corporeidad, espíritu y mate-ria unidos positivamente y a la vez en tensiónconstante. Esta tensión, que permite la identifica-ción-no identificación cuerpo-espíritu, conformaentonces al ser humano como una unidad-dual,ser uno y a la vez no ser sólo uno. Desde esta pers-pectiva, la vivencia del cuerpo como propio nosignifica propiedad. La postura kantiana ha otor-gado un especial significado al cuerpo vivo comopersona y no como cosa. Para Emmanuel Kant: “Elhombre no puede disponer de sí mismo porque no esuna cosa; no es su propiedad; decir eso sería contra-dictorio; ya que si es una persona es un sujeto endonde se inviste la propiedad, y si él fuera su propie-dad, sería una cosa, sobre la que tiene propiedad”.Por ello un hombre no es su propio dueño, dispo-ne del cuerpo mientras vive, y solamente en sen-tido beneficente. Nadie tiene derecho de dañarse odañar a los demás. No hay un derecho irrestricto delhombre sobre su cuerpo. En bioética, esta teoría es

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la base actual de la gratuidad de los trasplantesentre humanos y de la prohibición de la comercia-lización de los órganos y del genoma, así como dela jerarquización del principio de beneficencia enlos actos médicos. En esta teoría se aprecia conclaridad el hecho señalado anteriormente: somosel cuerpo, pero rebasamos la materia a través delconcepto de dignidad de la persona. El cuerpo hu-mano no es un simple objeto, sino un ser corporalque se expresa humanamente, porque está confi-gurado intrínsecamente en forma espiritual. Elser humano es en sí un símbolo, en forma más es-pecífica por las funciones del espíritu, pensamien-to, voluntad, libertad, que a la vez son funcionesdel cuerpo, porque el cuerpo no es sólo vehículo,sino compuesto del ser humano. Para Merleau-Ponty, el cuerpo humano está impregnado del sig-nificado espiritual de la persona, y solamente si escomprendido en totalidad podrá actuarse ética-mente frente a él.

Significados del cuerpo propio. ¿Cuál es el signifi-cado del cuerpo propio? Lo importante del cuerpovivo y propio es que sus actos poseen significado yexpresión específicos: los de la humanidad. Mu-chos autores, en especial fenomenológicos, handescrito estos significados del cuerpo. En su for-ma relacional se refieren específicamente a la per-sona, quien vive su propia existencia a través delcuerpo y a través de él se expresa a los demáshombres. El cuerpo es presencia en el mundo, ellugar de comunicación con el otro, el origen de lainstrumentalidad y la cultura. La expresión delcuerpo y sus funciones están llenas de simbolismoy de intención en el humano, que implican no solouna actitud mental psicológica, sino una inten-ción valorativa, que en el aspecto positivo hace ladiferencia con la conducta animal: la conductahumana es humanizadora. Ante la consideracióndel ser humano vivo, como corporeidad, el signifi-cado del cuerpo humano es múltiple en su expre-sión y ejemplifica un ser único. El cuerpo se mani-fiesta en: a) un significado personal: Yo, en miexistencia; b) un significado comunitario: ser cony para los demás; c) un significado trascendente:yo, como humanizador y transformador del mun-do. El ser humano, ser en el mundo, ser social, ex-perimenta la relación con los demás a través de laresponsabilidad. Debemos algo a quienes nos pre-cedieron, y tenemos responsabilidades para quie-nes nos sucederán; la vida es una liga moral. Lasacciones sobre nuestro cuerpo tienen implicacio-nes sociales, como sucede con algunas prácticasde la moderna medicina: tecnología reproductiva,cirugía cosmética, trasplantes y genética, entreotras. Por ello, la persona no puede actuar sola-mente bajo decisiones de una autonomía solipsis-ta, sin considerar la justicia. El concepto de auto-nomía ilimitada de la persona sobre su cuerpo

queda truncada por la propia experiencia de lavida limitada ante los demás y ante sí mismo. Elmovimiento de la mano, la visión, la articulaciónde sonidos, tienen un significado específico: la ex-presión hacia el otro, la apreciación de la belleza,el lenguaje. No vive sus actos la persona en unmero automatismo, una causa-efecto meramentebiológica. Existe, detrás de la mayoría de las ac-ciones humanas, una intención y un significadopersonal, esto es, individual y a la vez intersubje-tivo. No es el ojo el que ve, sino que yo veo a tra-vés del ojo; yo interpreto, yo razono, me emocio-no, a través de lo que el ojo capta, y yo envuelvoesas aferencias en una serie de correlaciones ymemorias con significado personal. Las percep-ciones corporales se vuelven sensaciones y emo-ciones con carga psicológica, se vuelven parte demí, de mi sistema de recuerdos, de lo que soy yocomo una construcción histórica de encuentroscon significados, y estos a su vez son ligas de in-tercomunicación con los demás y el entorno.Estos significados, elaborados a partir de las sen-saciones, son propios, internos, pero a la vez, po-seen un marco comunicable a los demás, poseenuna coherencia con el sistema de interpretaciónhumana. Mis vivencias pueden ser comunicadas,aunque nunca totalmente; son mías, propias, in-transferibles, pero en gran parte comunicables.Esa posibilidad y esa carencia son la base de la po-tencialidad y el obstáculo de la relación humana.Mis sentimientos son, en gran parte, imposiblesde vivir plenamente por el otro, pero no hasta elgrado de no poder ser captados en sentido empá-tico por quienes desean comprenderlos. En conse-cuencia, los sentimientos más profundos son unmisterio, como señala Marcel, y ese misterio a suvez provoca una necesidad de comunicación,nunca satisfecha, pero siempre presente, que ali-menta la necesidad de tratar de continuar en labúsqueda de una mejor intercomunicación huma-na. Diego Gracia aporta otra parte de la visión delcuerpo como propio: El cuerpo es siempre ‘mi’ cuer-po, se identifica conmigo, con mi personalidad eidentidad, con el yo, es el instrumento donde realizomis proyectos, y se define por principios como el deautonomía. Pero al mismo tiempo, posee una in-transferible dimensión genética y social. Pertenece ala especie y solo tiene sentido en la dimensión de losseres humanos, opuesta a la dimensión individua-lista. Los actos que realizo con mi cuerpo tienenuna repercusión social, una liga de responsabili-dad. Es también cierto que uno puede aceptar sucorporeidad o rebelarse ante ella. Aceptar posibi-lidades y límites individuales, significados y res-ponsabilidades que se ejercen con y a través delcuerpo. Pero habrá que aceptar en gran parte que elpropio cuerpo es una determinación y una relativalibertad. La libertad, aunque limitada, posibilita

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desarrollos diversos que inciden en la corporeidadcomo un todo. El ser humano es acto y proyecto;hay una dimensión dialéctica entre la situación yel proyecto que está más allá del aquí y el ahora.Por mi proyecto trasciendo, y ello incluye la cor-poreidad; no puedo trascender sin mi cuerpo.Esto significa que el ser humano puede trabajarun proyecto de corporeidad sin negar sus límites,ni desconocer sus posibilidades. La corporeidad sevive, pero se comprende en forma ambigua, se ex-perimenta en parte como instrumento, porque através de él se realizan los actos que la interiori-dad planea. Esto resulta reduccionista en la refle-xión kantiana, porque sería como tomarse a símismo como medio y no como fin. Marcel ya lo se-ñalaba: “... esta comunidad es indivisible, yo no pue-do decir legítimamente: yo y mi cuerpo. La dificul-tad radica en que pienso mi relación con mi cuerpopor analogía a mi relación con mis instrumentos”.

Cuerpo y corporeidad. En gran parte, la biología hacontribuido a una visión instrumentalizada de lacorporeidad. Por esta visión mecanicista, la perso-na considera que las funciones de la mente y elcuerpo se basan en la concepción dualista. Es ver-dad que el cerebro realiza las funciones de la men-te, pero esto sucede porque la mente y la materiaestán juntas en ese concepto llamado persona ocorporeidad. La relación con el ser humano nopuede ser nunca sujeto-objeto; el cuerpo humanojamás es solo objeto, y no existe relación con unsujeto sin cuerpo. La experiencia inmediata no mehace ver el cuerpo como una cosa objetiva, identi-ficable y confundible con otras cosas objetivas. Lopropio de las cosas es la exterioridad respecto a lapersona humana, la posibilidad de disponer y dedeshacerse de algo. Pues bien, no puedo tratar elcuerpo lo mismo que a una cosa objetiva. No pue-do deshacerme de él. Lo puedo observar y mirarde algún modo, pero solo en la medida en que almismo tiempo lo considero idéntico conmigo mis-mo. Para Marcel, hay que decir más bien que yosoy mi cuerpo, que soy corpóreo. También es posi-ble que el hombre corpóreo pueda ser conside-rado desde dos aspectos diversos: como cuerpo or-gánico y como cuerpo humano. El aspecto corpóreoorgánico de la persona es vivido indiscutiblementeen la pertenencia al mundo de los vivientes. Desdeeste punto de vista, pueden encontrarse en elhombre todos los aspectos objetivos que se en-cuentran en otros mamíferos, y ser descritos porlas ciencias de la naturaleza, pero existe otro com-ponente inseparable: el no material. Por este últi-mo el cuerpo humano vivo otorga la posibilidadde realización de la libertad y la interpretación delmundo; por tanto, la posibilidad de ejercer nues-tros deberes morales, y por ello, la corporeidad,debe respetarse. El cuerpo como propio es la vi-vencia de la realización de la persona, su sentido

humano en diálogo con los demás. En la práctica,las decisiones sobre aborto, eutanasia, tecnolo-gía reproductiva, manipulación genética, neuro-psicofisiología de las funciones mente-cuerpo, en-tre otras, son problemas bioéticos ligados a lavivencia del cuerpo como propio, esto es, de lacorporeidad.

Referencias

Immanuel Kant [1785]. Grundlegung zur metaphysikder sitten, Hrsg. von Karl Vorlander, Hamburg, 3a ed., Mei-ner, 1957. - Maurice Merleau-Ponty. Phénoménologie de laperception, Paris, Gallimard, 1945. - Gabriel Marcel. Lemystère de l’être, 2 vols. Paris, Aubier, 1951.

Cuerpo y corporeización

Miguel Kottow (Chile) - Universidad de Chile

El cuerpo humano como mecanismo. Cuando Des-cartes distinguió como elementos constitutivosdel ser humano la res cogitans o sustancia pensan-te y la res extensa o sustancia material, generó unadicotomía que en forma de alma-cuerpo o mente-cuerpo continúa causando problemas filosóficosinsalvables en el intento de explicar cómo dos sus-tancias tan diversas pueden interactuar e influen-ciarse entre sí. La segunda consecuencia del pen-samiento cartesiano fue el concepto del cuerpocomo máquina, idea que fue extremada por sudiscípulo La Mettrie, para quien no solo el cuerposino el ser humano entero es un mecanismo. Estaperspectiva hizo confiar a las ciencias naturalesque podrían dar cuenta cabal de la biología huma-na normal y patológica de manera que la medici-na como ciencia terminaría por curar y eliminartoda forma de enfermedad. Tal actitud sigue pre-dominando en aquellos médicos que se desen-tienden de la subjetividad de sus pacientes y se apo-yan en el concepto científico-natural de la medicina,como emergió a partir del siglo XIX, renovado re-cientemente, basado en evidencia. Subproducto deeste cientificismo es la proliferación de investiga-ciones biomédicas con seres humanos que, con elpretexto de conquistar nuevas fronteras del cono-cimiento y estar preparando importantes progre-sos para el futuro, están comprometiendo la par-ticipación de probandos para estudios en granmedida superfluos, de utilidad solo para las mi-norías pudientes –la brecha 90:10–, con riesgosencubiertos y nulos beneficios para sujetos deinvestigación y naciones-huésped. Es el despre-cio del cuerpo [vulnerado] de los desposeídosen beneficio del cuerpo [privilegiado] de las mi-norías pudientes.

Cuerpo vivo y cuerpo vivido. La filosofía de la medi-cina ve al médico estudiando el cuerpo enfermodesde una perspectiva general, como un sistema

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biológico cuya avería debe ser tipificada y clasifi-cada nosológicamente, aplicando una miradacognitiva y teórica sobre el paciente como indivi-duo cuya existencia es particular y única. El ideales que la ciencia del cuerpo esté al servicio del cui-dado de la persona. El cuerpo humano se presentacomo un cuerpo vivo –un sistema biológico– y uncuerpo vivido –una conciencia de corporeidad–.El ser humano es cuerpo y tiene cuerpo; la subjeti-vidad toma conciencia del cuerpo porque es unarealidad dada –circunstancia– y porque es un con-junto de posibilidades –potencialidad–. La liber-tad, la prosecución de un proyecto existencial, laaristotélica búsqueda de la felicidad o el religiosoanhelo de trascendencia pasan todos por tomardecisiones con respecto al propio cuerpo: de cui-dado, renuncia, estimulación, exigencia, obse-quio, modificación, mortificación. Desde el ayunohasta la mutilación genital, desde la gastronomíahasta la moda, el deporte, la cosmética, los exá-menes médicos preventivos, son actitudes conque los individuos viven su cuerpo desde determi-nada visión de mundo. Aunque estas actitudes pa-recen nacer de idiosincrasias singulares, debe re-conocerse que los determinantes sociales tienenenorme fuerza para influir sobre cómo vivirá cadauno su cuerpo. El ejemplo más craso es la mutila-ción genital femenina que se practica en muchospaíses. La inspiración de esta práctica es religiosa,pero sus consecuencias sociales son profundas:las mujeres no circuncidadas tienen escasas posi-bilidades de casarse, con lo cual quedan margina-das de la protección económica del matrimonio.

Cuerpo y medicina antropoplástica. Las socieda-des occidentales contemporáneas han creadouna perspectiva inédita que podría denominar-se el cuerpo espectacular, es decir, la presenta-ción pública del cuerpo con fines más amplios quelos estrictamente decorativos. La inversión de es-fuerzos y recursos cosméticos y médicos en elcuerpo persigue fines lucrativos, supuestamentemejorando las posibilidades de empleo en unmercado competitivo, así como cumpliendo obje-tivos de retrasar desgastes y prolongar funcionali-dades biológicas. Este cultivo del cuerpo, al cualla cirugía plástica y, en un futuro cercano, la gené-tica rinden incondicional tributo, genera un nue-vo cisma social pues el acceso a –y la adquisiciónde– estas ventajas corpóreas queda reservado alos pudientes. La medicina del trasplante refleja laambigüedad cultural de la actualidad con respec-to al cuerpo humano. Desde una perspectiva, secelebra la capacidad de remplazar órganos irre-mediablemente deteriorados, con la correspon-diente ganancia en calidad y extensión de vida;desde otra, se muestran enormes reticencias porobtener órganos trasplantables, llegando al extre-mo que los familiares rescinden los deseos del

donante fallecido y niegan la extracción. Con elnombre de “antropoplástica” (Mainetti, 2003) sedesigna la exacerbación de las remodelaciones ar-tificiales del cuerpo, que hasta ahora se confor-man con modificar lo existente pero que, con eladvenimiento de la genética, atienden deseostransformativos como la detención del proceso deenvejecimiento o la duplicación de las expecta-tivas de vida. Se trata de una medicina desiderativaque ha abandonado la distinción entre enfermedady salud, regulando sus actividades por factores demercado y no por requerimientos de restauraciónbiológica. Estas prácticas tendrán repercusiones so-ciales y, lo más importante, generarán políticas dis-criminatorias a medida que las poblaciones de paí-ses más desarrollados mejoren proactivamentesus parámetros vitales y obtengan ventajas bioló-gicas sobre los habitantes de países pobres. Las re-laciones entre los pueblos amenazan regirse pordiferencias raciales artificialmente logradas. Losmovimientos antropoplásticos no son privativosde la medicina. El estatus tradicional de la técnicacomo extensión y ampliación del cuerpo humanose amplía a una literal “in-corporación” donde losproductos técnicos se constituyen en elementosesenciales para la manutención de procesos vita-les –aparatos de diálisis, órganos artificiales, im-plantes, prótesis sustitutivas– que llevan a hablardel cuerpo tecnificado (Nancy, 1992).

La degradación del cuerpo por la biopolítica. El si-glo XX ha abierto acepciones inéditas del cuerpohumano en el orden político. Las soberanías tota-litarias, convirtiendo lo ilegal en ley y la constitu-cionalidad en dictadura, escindieron las socieda-des bajo su dominio en ciudadanos y excluidos,estos últimos privados de todo rasgo existencialmás allá del desnudo cuerpo. Es el homo sacer–vida desnuda– de Auschwitz, del Gulag, perotambién de regímenes que en forma más sutildecretaron estados de emergencia que los exi-miesen de respetar los derechos básicos de to-dos los ciudadanos por igual, creando nuevascohortes de individuos reducidos a pura biolo-gía en el apartheid, en los ghettos, en nacionesinfestadas de hambre y miseria, asimismo en paí-ses que exacerbaron sus medidas antiterroristas.La vida humana –bios– es degradada a mera vidaanimal –zoe–. Las personas reducidas a pura cor-poralidad han sido expulsadas del ámbito de laley, son huérfanas de derechos, sometidas a unabiopolítica que trata a los excluidos como ejem-plares, como cabezas de res, al punto de tatuarloscon una marca identificatoria (Agamben, 2004).A despecho de muchos siglos de renuncia al cuer-po y de una larga vigencia de movimientos reli-giosos que predican el ascetismo, la modernidadha ido creando nuevos ámbitos de cuidado y cele-bración del cuerpo, pero también formas más

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depuradas de maltratarlo. Las torturas han sidoparte de la historia de todos los tiempos, peroahora se esgrimen argumentos éticos –en bioéti-ca, ética y salud pública, ética militar– que inten-tan justificar la tortura al prójimo, si es en pro delbien común. Con profunda desazón uno encuen-tra en la literatura bioética artículos que aceptanla tortura, proponen el remplazo de sevicias por“interrogatorios duros” consistentes en afliccio-nes suficientemente intolerables para obtener in-formación deseada. En supuesta fidelidad a la sa-lud pública que coarta al individuo en nombre delbien común, proponen estos defensores de la tor-tura el sacrificio del cuerpo, eventualmente de lavida, de individuos en pro de un presunto bien pú-blico, en flagrante violación de la bioética cuyofundamento es la no maleficencia. La aceptaciónde la tortura por algunos bioeticistas es otramuestra palpable de una biopolítica que degradael cuerpo a mero objeto, exprimible y destruiblepara fines “superiores”.

El paciente como persona ante el poder y la instru-mentalización. La medicina antropológica de laprimera mitad del siglo XX hizo ver que lo en-fermo no es solo el cuerpo, sino la persona, consu biografía, su subjetividad, su modo singularde estar-en-el-mundo y relacionarse con los de-más. Herederas intelectuales de esta escuela fue-ron la medicina psicosomática –que buscaría inte-grar etiológicamente psiquis y soma– y la bioética–que enfatiza en los valores del paciente en losafanes terapéuticos–. La antropología biológica–Plessner, Portman, Gehlen– y la antropologíamédica –Laín Entralgo, Kleinman– han hecho ladisección fina de lo que caracteriza al ser humanodotado de psiquis y al ser humano enfermo encuanto subjetividad (Kottow y Bustos, 2005). Elpuente entre el cuerpo como objeto médico y elsujeto como paciente enfermo lo da la anamnesis,es decir, la rendición narrativa por la cual el pa-ciente se identifica, se personaliza (Toulmin,1993; Alanen, 2004). Estas nuevas actitudes ha-cia el cuerpo humano, tanto las que lo venerancomo las denigrantes, están atravesadas por uninsalvable sesgo de poder que desfavorece a lasnaciones y comunidades más pobres, aumentan-do la brecha socioeconómica y amenazando crear,en forma inédita en la historia de la humanidad,un hiato de orden biológico: los pudientes viviránmás y mejor; los desposeídos concentrarán lascargas de patología, de genomas dañados y la de-ficiente adaptación al medio ambiente. La medi-cina es el guardián del cuerpo humano y de élrecibe el encargo terapéutico, mas este encargodebe ser un fin en sí, libre de toda interferencia oinstrumentalización. Cuando la cultura o la polí-tica dictaminan intervenciones en el cuerpohumano, atropellan la autonomía de las personas

y desatienden los fundamentos de la ética, desa-catos que son más probables e intensos mientrasmás marcadas sean las brechas de poder.

Referencias

G. Agamben. Estado de excepción, Buenos Aires,Adriana Hidalgo (ed.), 2004. - P. Alanen. “The problem ofknowledge in medicine”, en M. Evans, P. Louhiala y R.Puustinen (eds.), Philosophy for Medicine, Oxford-SanFrancisco, Radcliffe Medical Press 2004: 29-45. - M. Kot-tow y R. Bustos. Antropología médica, Santiago, EditorialMediterráneo, 2005. - J. A. Mainetti. Somatología, La Pla-ta, Editorial Quirón, 2003. - J. L. Nancy, Corpus, Metailiäe,Paris 1992. - S. Toulmin. “Knowledge and art in the practi-ce of medicine: clinical judgment and historical recons-truction”, en C. Delkeskamp-Hayes y M. A. G. Cutter(eds.), Science, technology and the art of medicine, Dor-drecht, Kluwer Acad. Publishers, 1993: 231-249.

Derecho al cuerpo propio

Dora Porto (Brasil) - Universidad de Brasilia

Dimensión individual y colectiva del derecho alcuerpo propio. El derecho al propio cuerpo es con-dición existencial inalienable de todos los sereshumanos. Inherente a la vida, ese derecho emanade dos parámetros que se sobreponen: la legitimi-dad, facultada por la existencia misma de la per-sona en el mundo, manifiesta como ser moral ysocial en la materialidad de su cuerpo; y la legali-dad, socialmente otorgada por normas y leyes, de-lineadas en el intento de salvaguardar la vida delos individuos y del cuerpo social asegurando sudignidad. En la dimensión individual, ese derechose manifiesta en la capacidad de elegir y en el po-der de decidir sobre la existencia, por sí y para símismo, incluida la deliberación sobre la continui-dad de la propia vida y, si es posible, sobre su tér-mino, la muerte. En la dimensión colectiva, presu-pone no sólo la garantía social de la existencia,sino también de los medios para el disfrute de lavida con dignidad y calidad, incluidos los necesa-rios a la conducción de su término en las mismascondiciones, siempre que esto exprese la legítimavoluntad de la persona. El reconocimiento con-creto, ontológico, social y legal del derecho al pro-pio cuerpo de cada persona debe ser medido porla respuesta efectiva de la colectividad, del Estadoy de las instituciones y organizaciones a las nece-sidades específicas de individuos y grupos.

Poder de uso del cuerpo y derecho al cuerpo propio.Aunque el derecho al propio cuerpo sea inherentea la existencia del ser, no se consustancia comorealidad manifiesta para todos, pues muchas per-sonas tienen el derecho de disponer de su cuerpocomo se les antoja, y otras no. Además, algunaspueden determinar cómo deben disponer otras desu propio cuerpo, y estas deben de someterse a

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aquellas. Lo que determina tal diferencia es la po-sición del individuo en la estructura social, quecondiciona los roles por desempeñar y vuelve pal-pable la relación entre el poder de uso del cuerpoy el derecho al propio cuerpo. Históricamente, seobservan diversos tipos de cesiones de poder y de-recho relacionadas a la supervivencia y al procesoproductivo. El trabajo marca el ritmo de la vidacotidiana, condiciona el uso del cuerpo y dispen-dio del tiempo. La capacidad de elegir y el poderde decidir sobre sí mismo derivan de esa interpre-tación arbitraria, pero socialmente legitimada ycompartida, de la situación de vida de la personacon relación a su capacidad de garantizar la pro-pia supervivencia. Esta interpretación está media-da por el significado y valor atribuidos al sexo,edad y a la condición de salud física y mental dela persona. El valor conferido a esas característi-cas produce recortes que se interpenetran, defi-niendo grupos que pueden ejercer el poder sobresí y otros que no poseen esta capacidad.

La negación del poder y el derecho al propio cuerpopara las mujeres. En la comparación entre los pa-trones de cesión que confieren o imposibilitan elderecho al propio cuerpo en las sociedades lati-noamericanas, se destacan los que dibujan los ro-les de género. Esta primera forma de apropiacióndel cuerpo y del trabajo puede ser percibida en laimposición sobre el uso del cuerpo y de los pro-ductos que pueden ser generados por el cuerpo dela mujer. La cosificación del cuerpo femenino, laidealización de patrones de comportamientosubordinados, el cercenamiento de la sexuali-dad, las imposiciones sobre el embarazo y elparto son algunas de las manifestaciones de lasupresión del derecho al propio cuerpo impues-tas a las mujeres. Muchas veces están ampara-das por las legislaciones. En el plan social, la ne-gación del poder y del derecho al propio cuerpopara las mujeres está marcada por obstáculos ala obtención de conocimiento para transformarsu situación, como el acceso al idioma nacionalo a la educación formal. Además, el trabajo queles es imputado milenaria y universalmente, lamanutención del hogar y el cuidado de sus habi-tantes, no es reconocido y valorado como activi-dad productiva, configurándose real apropia-ción de su tiempo y energía. En cualquier lugar deLatinoamérica las mujeres disfrutan menos el de-recho al propio cuerpo que los hombres, pues selevanta un sinnúmero de obstáculos culturales,económicos y sociales para restringir su poder dedecisión sobre su propio cuerpo.

La apropiación del cuerpo en niños, ancianos y en-fermos. La apropiación del cuerpo y del poder dedecidir sobre él afecta también a los niños y ancia-nos. En lo que respecta a los niños, esto deriva de

la natural dependencia del recién nacido y de lavulnerabilidad del niño al ambiente, al medio so-cial y a la cultura en la que vive. La interpretaciónque cada sociedad o grupo atribuye a la niñezpuede aumentar o disminuir el periodo en que alniño se le priva el poder y el derecho de decidir so-bre su propio cuerpo. Con relación a los ancianos,la apropiación del poder y del derecho de decidirsobre su propio cuerpo también cambia entre lasdistintas sociedades. En aquellas en que el modode producción tiende a reproducir procesos tradi-cionales de relación con el trabajo, el conocimien-to de los ancianos es más valorizado, lo que lesotorga mayor poder y derecho. En las sociedadesen que el proceso de trabajo es asociado a trans-formaciones tecnológicas, ya no ocurre lo mismo.Igual a los niños, la inadecuación al proceso pro-ductivo acentúa la vulnerabilidad del anciano, re-percutiendo en su capacidad de elegir y en el po-der y derecho de decidir sobre su cuerpo y su vida.Con relación a las condiciones de salud física ymental, el poder y el derecho de decidir sobre elpropio cuerpo varían entre las diferentes socieda-des y grupos, así como difiere la conceptuación dela salud y enfermedad en cada contexto. En gene-ral, es posible decir que los factores que impidenel ejercicio del poder de decisión y el disfrute delderecho al propio cuerpo en personas cuya saludfísica o mental sea considerada comprometida serelacionan con la imposibilidad de la persona deexteriorizar explícitamente su elección con rela-ción al propio cuerpo y con la incapacidad de ha-cer valer su voluntad, sobre todo si tal eleccióncontradice la moralidad vigente sobre las cuestio-nes que involucran la vida y la muerte, como ocu-rre en diversas sociedades latinoamericanas conrelación al aborto y la eutanasia.

El derecho al propio cuerpo en América Latina. So-bre estos patrones estructurantes se organizan losfactores que condicionan otros aspectos de la divi-sión del poder, que derivan de la colonización lati-noamericana, de la explotación sistemática de latierra y del etnocidio contra las poblaciones na-tivas. La explotación y la esclavización de las po-blaciones amerindias fueron una constante quedelineó la desigualdad en todo el continente. Lapresencia de los negros africanos, trasladados adistintas partes de Latinoamérica en condición deesclavitud, fomentó la reproducción de la desi-gualdad, anclada en criterios étnicos, de color yraza, que aún marcan la exclusión social y la mar-ginación económica de la mayoría de la población.La esclavitud niega el derecho al propio cuerpo.Después de la independencia, esta perversa heren-cia colonial se volvió aún más pesada por los suce-sivos golpes de Estado y los gobiernos dictato-riales, que consolidaron el poder de las elites, ins-taurando creciente asimetría entre los distintos

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segmentos y grupos en cada sociedad. El interés enla manutención de los privilegios económicos dela minoría conquistó prioridad sobre las necesida-des colectivas de la mayoría. Aun cuando las leyesde los Estados prescriban la igualdad legal, la rea-lidad en que viven mujeres, niños, indígenas y ne-gros es marcada por la miseria, que restringe elpoder de decidir sobre el propio cuerpo. La inser-ción de Latinoamérica en la economía de mercadocontemporánea agravó aún más este panorama.Circunscrito al factor económico, el poder se con-centra en las manos de los que pueden pagar porlos beneficios del consumo, disminuyendo drás-ticamente la capacidad de elección y el poder dedecisión sobre la propia existencia para los indivi-duos, grupos y segmentos, social y económicamen-te excluidos. Al crear pasiones y manipular deseos,el comando invisible del mercado globalizado sos-tiene la ideología que asocia consumo y placer: elconsumo es identificado con el supremo placerporque a él se atribuye la capacidad de garantizartodos los placeres, de la dimensión física a la so-cial. En virtud de eso, el derecho al propio cuerpose convierte cada vez más en una abstracción quepasa a lo largo de la vida concreta de las personas.La negación del derecho elemental a decidir sobrealgo tan inherente y básico como el propio cuer-po, el vehículo de la existencia, establece un dese-quilibrio entre la experiencia del placer y del do-lor. El placer es facultado apenas a los que puedenrefugiarse en las islas del consumo, mientras quelos demás deben sumergirse en el dolor, a la deri-va en los males de la miseria colectiva. Para que elderecho al propio cuerpo pueda ser, de hecho,condición existencial inalienable de todos en Lati-noamérica, es preciso alterar el cuadro de exclu-sión, considerando la perspectiva autóctona comopunto de partida. En este sentido, la bioética lati-noamericana tiene un papel fundamental, puesregresa la discusión ética a sus orígenes, la arenasocial, apuntando formas de intervención quepuedan garantizar respuestas efectivas a las nece-sidades específicas de individuos y grupos.

Plasmaféresis: la sangre comomercancía

Melba Barrantes Monge (Nicaragua) - CIMEDMinisterio de Salud de Nicaragua

Juan Carlos Tealdi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

Definición y aspectos técnicos. La plasmaféresis es elprocedimiento mediante el cual el plasma es ex-traído y separado de la sangre entera; los glóbulosrojos son retransfundidos al donante. Se practicacon fines terapéuticos. También recibe el nombrede aféresis plasmática o cambio de plasma. La

plasmaféresis es una técnica desarrollada en 1914por Abel, Rowentree y Turner, con el objetivo deextraer del cuerpo sustancias perjudiciales para elorganismo y desecharlas, regresando el resto delcomponente sanguíneo al paciente. La aplicaciónde esta técnica fue bastante limitada debido queno existía maquinaria automática específica paraseparar los componentes de la sangre; lo que re-quería aproximadamente cinco horas para extraery procesar aproximadamente un litro de sangre.En 1960 Schwab y Fahey comunicaron que laplasmaféresis era beneficiosa en el tratamiento dela macroglobulinemia de Waldestrom. En 1962Alan Solomon y John L. Fathey brindaron un in-forme de diecinueve pacientes que padecían deun tipo de macroglobulinemia y a quienes se lesrealizó plasmaféresis. A partir de entonces la plas-maféresis se ha convertido en una técnica esencialen el tratamiento de varias enfermedades. Laplasmaféresis busca básicamente tres cosas: 1. Laremoción de anticuerpos específicos creados poruna enfermedad específica. 2. La remoción desustancias inflamatorias no específicas que ac-túan como complemento. 3. La remoción de com-plejos inmunes circulantes. De acuerdo con la So-ciedad Americana de Aféresis, son indicaciones deplasmaféresis (como tratamiento primario) lassiguientes enfermedades: polineuropatía inflama-toria desmielinizante aguda, anticuerpo antimem-brana basal glomerular, polirradiculoneuropatíacrónica inflamatoria desmielinizante, polineuropa-tía desmielinizante con IgG/IgA, miastenia gravis,púrpura postransfusión, púrpura trombocitopé-nica trombótica. En otras enfermedades, esteprocedimiento puede ser eficaz y aceptablecomo tratamiento; ejemplo, crioglobulinemia,hipercolesterolemia familiar, mieloma. La plasma-féresis es utilizada también como un tipo de dona-ción de sangre. La ventaja de esta técnica es quepermite obtener más cantidad de plasma y plaque-tas de un solo donante y, por el hecho de no donarglóbulos rojos, la recuperación es casi inmediata.

Aspectos éticos. La plasmaféresis constituye unprincipio público que se inscribe en un contextolegal y ético. Es un procedimiento en que se en-cuentran involucrados el paciente, la institucióndonde se realiza, las personas que trabajan en di-cha institución, el médico, el Estado y la sociedad.Desde el punto de vista bioético, debe ser un pro-cedimiento que lleve al bien común. La extracciónsanguínea no debe constituir un acto de malefi-cencia para el donante; muy por el contrario, esteprocedimiento debe ser un acto de beneficenciaen que el fin sea el bienestar del paciente (cuandose aplica para tratamiento) o de la sociedad. Nodebemos olvidar la importancia de la autonomíadonde el paciente o donante debe actuar con laadecuada información y sin coerción. El desarrollo

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de las donaciones de sangre y la obtención de hemo-derivados ha traído consigo problemas éticos nue-vos y complejos, que demandan de los científicosmayores exigencias éticas en su relación con losdonantes, la comunidad científica y la sociedad.Las instituciones donde se practica dicho procedi-miento requieren de forma vital los principios dela bioética. Los principios éticos siempre han esta-do presentes en la colección, el procesamiento y latransfusión de la sangre y sus componentes. Fun-damentalmente, están orientados a la proteccióndel donante y del receptor de sangre. El científicoque lleva a cabo la plasmaféresis debe ser honestoy justo, teniendo en cuenta la gran responsabili-dad que ha asumido ante la sociedad y el carácterhumanista que debe tener en su actividad. La me-dicina y la salud son productos sociales que re-quieren un profundo e imprescindible sentido éti-co y humanístico.

La venta de sangre. La donación de sangre, basadaen el principio de la solidaridad, es de carácter al-truista y por tanto gratuita. Este es el fundamentode los programas nacionales de sangre. El 10 deenero de 1978, el director del diario La Prensade Nicaragua, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal,fue asesinado por denunciar en sus artículos,“Crónicas de un Vampiro”, un negocio de venta desangre que tenía entre sus socios al dictador Anas-tasio Somoza. Uno de sus asesinos declaró habersido contratado para el atentado por Pedro Ra-mos, propietario del denunciado Centro de Plas-maféresis de Managua. Dicho centro pagaba cua-tro córdobas por cada medio litro de sangre queextraía a pobres e indigentes. Con sus cien mil“donaciones” anuales, de las cuales dos tercios seexportaban, se había constituido en el mayor pro-veedor de plasma de la industria farmacéutica es-tadounidense. La Food and Drug Administration(FDA) le había otorgado licencia. El 11 de enerode 1978, luego del asesinato de Chamorro, unamuchedumbre prendió fuego a las instalacionesdel Centro de Plasmaféresis. Al cerrarse el centronicaragüense, la compra de sangre se trasladó aHonduras, México y Zaire. En México, durante losaños ochenta, se difundió el “donador pagado”que vendía su sangre y su plasma hasta cinco ve-ces por semana. Se separaba el plasma y al “do-nante” le reinyectaban los glóbulos rojos y vitami-nas. Si aceptaban que les inyectaran sangre paraproducir sueros tipificados, les pagaban más. Loscentros de plasmaféresis eran propiedad de lacompañía Industrias Biológicas Mexicanas, queexportaba el plasma a Estados Unidos y España,donde la industria farmacéutica lo utilizaba paraelaborar productos derivados como el factor an-tihemofílico, las gamma globulinas, el anti Rho, laalbúmina y la vacuna de la hepatitis B. Más de lamitad de los donadores pagados en México se

infectaron con VIH y murieron. El gobierno mexica-no prohibió el comercio de sangre y cerró los cen-tros de plasmaféresis. En Honduras, se construyóun centro de plasmaféresis frente al mercado deTegucigalpa; y a Puerto Cortés llegaban los barcosque funcionaban como centros de recolección deplasma. Haití también contó con un centro deplasmaféresis y una gran cantidad de su plasmaera importado por Francia, que tuvo su gran ca-tástrofe de contaminación a hemofílicos duranteel comienzo de la epidemia VIH-sida. Zaire, bajola dictadura de Mobutu Sese Zeko, pasó a ser elmayor aprovisionador de plasma del mundo y pa-gaba de dos a cinco dólares por unidad de plasmaque mayoritariamente era exportada a EstadosUnidos. Cuando la actividad de esos centros fuedenunciada, estos se desplazaron hacia el sudesteasiático hasta que Tailandia prohibió la venta desangre y en India se constató que el 90% de los do-nadores pagados estaban infectados por VIH. Loscentros de plasmaféresis se mudaron a Sudáfricay a China, cuyo gobierno promovió la instalaciónde los mismos en zonas rurales durante los añosnoventa. En todos los casos pudo observarse un co-mún denominador de explotación a pobres e indi-gentes bajo regímenes dictatoriales o autoritarios,mediados por fuertes intereses de los países ricos,con violación de la dignidad humana y las li-bertades fundamentales, así como de los princi-pios éticos básicos. Esta comercialización delcuerpo humano se extendería a los trasplantes deórganos y las muestras biológicas y genéticas.

Referencias

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Trasplante de órganos

Alexánder Mármol Sóñora (Cuba) - Institutode Nefrología Alberto Buch López

El desarrollo de los trasplantes de órganos. Graciasa los progresos de la medicina y la cirugía, se hanabierto también en el campo de la trasplantologíagrandes horizontes y posibilidades. Muchos enfer-mos, destinados irremediablemente a una muertesegura o a llevar una existencia disminuida con im-pedimentos en su actividad normal, han encontradola solución a sus problemas. La ciencia ha ido

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superando en los últimos años con tanto éxito losobstáculos opuestos a los logros de la trasplanto-logía, que en la práctica esta se ha convertido enun hecho normal y rutinario. Desde tiempos re-motos el trasplante ha sido un sueño muy acari-ciado por el hombre. En la literatura mística, el re-lato de los santos Cosme y Damián recoge lautilización de un miembro de un esclavo etíopepara tratar de sanar a un noble, pero tuvieron quepasar siglos para que estas ideas se convirtieranen realidad. El año 1902 marca un hito en el desa-rrollo de la cirugía con las técnicas de suturas vas-culares realizadas por Alexis Carrel en perros,aunque el proyecto no tuvo éxito por razones in-munológicas mal precisadas en ese momento. Laera moderna en el trasplante surge en 1952 al serdescubierto el sistema mayor de histocompatibili-dad, con el cual se conoce mejor la individualidadgenética de las personas, y en 1954 cuando Jo-seph Murria realiza el primer trasplante renal enel Brigham Hospital de Boston. Junto a esto fuenecesario que se desarrollara la inmunosupre-sión, ya que hasta el momento solo eran bienaceptados los trasplantes entre donantes y recep-tor idénticos. Este hecho posibilitó la utilizaciónde los donantes cadavéricos. La realización detrasplantes causa un problema, porque si bien al-gunos órganos o funciones simples pueden sersustituidos por equipos artificiales, y alrededor deello la ciencia y la técnica realizan un denodadoesfuerzo, la mayor parte de las veces resulta insu-ficiente o se hace imposible y entonces se imponela necesidad del remplazo por órganos o tejidosde familiares sanos. En ocasiones se utilizan losórganos de personas después de fallecidas, peroexisten órganos como el corazón y el riñón que alsoportar mal la falta del suministro de oxígeno ensus células se dañan rápidamente. En estos casoses preferible tomarlos de individuos cuya muertehaya sido diagnosticada por criterios neurológi-cos (la llamada muerte encefálica). En estos dostipos de donantes existen ventajas e inconvenien-tes que afectan tanto al donante como al receptor,y la viabilidad y posibilidad de éxito, en cada cir-cunstancia concreta, son los aspectos más impor-tantes que habrán de tenerse en cuenta para laselección.

Problemas éticos, legales y sociales de los trasplan-tes. Las legislaciones nacionales suelen prohibirque la donación de órganos, cuya motivacióndebe ser el altruismo, se fomente por intereseseconómicos; por ello no se permite ninguna retri-bución al donante, de la misma manera que porafectar la integridad de la persona solo podrá ve-rificarse para fines estrictamente terapéuticos. Lapreparación científica, el conocimiento y dominiode la técnica y la infraestructura necesaria para larealización del trasplante son exigencias reguladas

por las leyes y las normas de cada país. Las circuns-tancias han ido variando en los últimos años por laeficacia que han demostrado los trasplantes de ór-ganos extraídos de un cadáver. Para muchos, estosdonantes son más deseables que las personas vi-vas; en igualdad de circunstancias, recurrir a undifunto parece mucho más lógico al ser los benefi-cios prácticamente iguales sin ninguna desventajapara el donante. Otros dicen que no tiene sentidoatentar, aunque sin graves consecuencias, contrala integridad de una persona, cuando el fallecidoacaba de perder su vida y sus restos están destina-dos también a una destrucción inmediata. En épo-cas anteriores, la mutilación de un cadáver eraconsiderada una especie de profanación; la iglesiacatólica no permitía la incineración. Motivos reli-giosos y sentimientos de respeto, como se dan entodas las culturas, inclinaban a conservar el ca-dáver en su integridad hasta el momento de lasepultura. La experiencia muestra que personasque se preocuparon poco por el difunto durantesu vida se sienten obligadas a acompañarlo y ala-barlo cuando ya esto no tiene ningún sentido.Este criterio ha cambiado en la actualidad y la do-nación es asumida como un acto de caridad cris-tiana; así está recogido en la XI Encíclica papal.Por vez primera el papa Juan Pablo II asistió a lainauguración de un Congreso Mundial en términosde medicina, precisamente el XVIII Congreso deTrasplante en septiembre de 2000 en Roma. Allí serefirió a aspectos de la muerte encefálica, la dona-ción y el consentimiento informado de receptoresy familiares de donantes. El problema mayor secentra en constatar con seguridad la existencia dela muerte. Si los criterios tradicionales, como laparada cardiaca o la ausencia de la respiración,perdieron su validez científica, hoy existen otrossignos que ofrecen suficiente garantía. El caráctermisterioso de la muerte y los sufrimientos quenormalmente la preceden han motivado múltiplesteorías y especulaciones sobre su causa y defini-ción exacta, pero la mayoría de los autores con-temporáneos la sustentan sobre bases neurológi-cas y se define en la actualidad como la pérdidairreversible de la capacidad y del contenido de laconciencia. La finalidad primordial en el donantecadáver consiste en conservar los órganos en lasmejores condiciones posibles hasta el momentode la extirpación, para facilitar el éxito del tras-plante. Los miedos y reticencias que todavía exis-ten, como si hubiera peligro de acelerar su fin porel deseo de realizar el trasplante no tiene ningunajustificación y pertenecen más bien al mundo delo imaginario e irracional. Las mismas normas le-gales impiden con diferentes disposiciones queesta pura hipótesis se convierta alguna vez en rea-lidad. En cuanto al consentimiento del fallecido, eldifunto deberá haberlo manifestado antes de su

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fallecimiento. Su voluntad, favorable o negativa,merece un profundo respeto, sin que nadie puedacambiarla después, de acuerdo con sus propiosgustos o sentimientos. En muchos países del pri-mer mundo, en caso que no conste, sus familiareso la autoridad competente podrán permitir el tras-plante para fines terapéuticos, ya que a diferenciade los vivos, la extirpación no constituye ningunalimitante de sus posibilidades. La postura parececorrecta y éticamente aceptable. Con estas nor-mativas en dichos países, cualquier persona sabeque, al no manifestar su negativa, se convierte porel mismo hecho en un donante potencial. En esteproblema relacionado con la donación de órga-nos, Cuba ha sentado un hito en la historia de lamedicina universal. Casi el 80% de la poblaciónadulta del país expresó su conformidad con quesus órganos fuesen utilizados en caso de muerte.Alrededor de esto se debaten múltiples criterios, ygracias a la legislación actual sale publicada en lagaceta oficial la ley de muerte encefálica, aspectoeste que se aplicaba en nuestros hospitales peroque queda muy bien definido a partir de 2001. Lasolución más eficaz debería lograrse por otro ca-mino. Si la donación de órganos después de lamuerte es un gesto de solidaridad con muchos ne-cesitados y un remedio para mejorar su calidad devida, o hasta su misma subsistencia sin ningún in-conveniente para el donante, habría que desper-tar por todos los medios una conciencia social másprofunda de la magnitud del problema. No hayderecho a que por ignorancia de la situación, indi-ferencia frente a situaciones graves y a veces dra-máticas, o por una simple apatía y comodidad delque vive despreocupado porque no sufre perso-nalmente o en algún ser querido la angustia deuna espera, muchas personas estén condenadas amorir o a vivir con limitaciones importantes.

El trasplante renal. La problemática de los enfer-mos renales adquiere hoy una importancia parti-cular. La insuficiencia renal crónica está conside-rada una epidemia aunque otros la consideranpandemia. Cada diez años se duplican en cadapaís el número de pacientes que están en trata-mientos sustitutivos de la función renal, mediantela diálisis peritoneal o la hemodiálisis (riñón arti-ficial). La causa de este incremento, sin que hayaexistido aún una meseta en ningún país, se debe aque las dos primeras causas que producen más dela mitad de la enfermedad son la diabetes mellitusy la hipertensión arterial, ambas con incidenciasmayores cada año. Asimismo al aumentar la ex-pectativa de vida, muchas personas dejan de mo-rir más jóvenes y tienen más tiempo para entraren este camino del remplazo de la función renal.La población en diálisis es cada día mayor y conedad avanzada en más del 50% de los casos, locual ha motivado que los programas de trasplante

renal cada día permitan mayor edad de sus recep-tores. El trasplante renal va siendo ya una prácticageneralizada, que ha alcanzado un nivel de efica-cia impresionante. Es la mejor solución para mu-chos pacientes cuya esperanza media de vida nosobrepasa los 10 o 12 años, y que necesitan la diá-lisis. Esta situación, como es comprensible, nosolo dificulta la integración social del enfermo,sino que afecta también a otros niveles de su per-sonalidad. Son enfermos crónicos y en un procesode progresivo deterioro, dominados por la amena-za de la muerte y esclavos de una máquina que lossostiene durante algunos años, pero sin perder laesperanza de un trasplante como la única salidapara su futuro. El trasplante renal es no solo me-jor desde el punto de vista biológico sino tambiénpara asumirlo económicamente. La diferencia essustantiva ya que un paciente en diálisis peri-toneal o hemodiálisis cuesta alrededor de cuarenta yseis mil dólares por cada año en Estados Unidos,mientras que el trasplante renal cuesta sólo diecisietemil en el primer año, y luego se abarata más al con-sumir menos medicamentos y ser cada vez más espo-rádicos los chequeos médicos y complementarios.

Desarrollo del trasplante renal en Cuba. Para Cuba,el abordaje del trasplante renal es también impor-tante; de hecho se encuentra en primer lugar encuanto a programas de toda Latinoamérica y enuno de los más importantes del mundo en cuantoal número de trasplantes realizados por millón dehabitantes. Hoy día se han realizado alrededor dequinientos mil trasplantes renales en todo el mun-do. En Cuba esta actividad importante comienzael 24 de febrero de 1970, liderada por el profesorAbelardo Buch López, al cual debe su nombre elInstituto de Nefrología. Para 2006 se habían efec-tuado tres mil quinientos trasplantes entre losnueve centros del país; de ellos mil doscientos sehabían hecho en el propio Instituto. En todos esosaños Cuba se encontró a la cabeza de los países deLatinoamérica por efectuar el mayor número detrasplantes por millón de habitantes, con donantecadavérico, gracias al sistema tan fuerte de obten-ción de órganos en muerte encefálica. En los últi-mos años se alcanzaron las tasas de realizaciónmás elevadas, oscilando entre diecisiete a veintepor millón de habitantes. Pero como sin donantesno hay trasplantes, Cuba ostentó también una delas seis primeras tasas de donación en todo elmundo en 2001, terminando 2005 con diecisietedonantes por millón de habitantes. Este logro noes tan solo en el campo de la medicina como prác-tica profesional, sino en el de la solidaridad hu-mana, bajo el principio cardinal de que todo pa-ciente tributario de dicho proceder lo reciba sinimportar raza, sexo, profesión o nivel cultural, yaque la salud es un derecho del pueblo. Un conjun-to de disciplinas tienen que vincularse para que la

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actividad se desarrolle: cirugía, urología, aneste-siología, psicología, anatomía patológica y nefro-logía, entre otras. Todas ellas sobre la base de lainmunología que trata de buscar una mayor com-patibilidad entre donante y receptor, dado que eltrasplante constituye una alteración de las leyesbiológicas que posibilitan el surgimiento, desarro-llo y conservación de la vida. Desde 1988 la selec-ción de la pareja donante-receptor se hace de for-ma automática a los pacientes que se encuentranen métodos sustitutivos de su función renal. Setienen en cuenta primero los criterios inmunoló-gicos –grupo sanguíneo, compatibilidad HLA y %de sensibilidad–, a los cuales se suman aspectoscomo las prioridades sociales, o los niños o perso-nas que no tienen vía de acceso vascular para lashemodiálisis y no podrían sobrevivir más que uncorto período. La actividad de trasplante renal enCuba se distingue de muchos otros países porquela moral de la sociedad refleja y fija a través deprincipios y normas de conducta el humanismo delas personas participantes alrededor del trasplan-te. La base económica determina los componentesde la superestructura, y no obstante, esta últimatiene dialécticamente una independencia relativa.Cuba es un ejemplo claro de este fenómeno, yaque a pesar de una base económica aún subdesa-rrollada, el Estado socialista se preocupa por utili-zar gran parte del Producto Nacional Bruto en elcampo de la salud. Recientemente, para abordarla problemática de esta epidemia del siglo XXI, lainsuficiencia renal, el Estado cubano ha incorpo-rado la nefrología entre los programas prioriza-dos de la revolución, porque sin este apoyo seriaimposible mantener a ciento setenta y cuatro pa-cientes por millón de habitantes en métodos susti-tutivos de la función renal distribuidos por todo elpaís, lo cual crece cada año. En este programa, secrearon quince nuevos servicios de nefrología(2004-2005) para llevar este tratamiento lo máscerca posible del lugar donde reside el enfermo, elcual vivirá allí el resto de su vida mientras esperaun futuro trasplante en caso que sea un verdaderocandidato. De esta forma se afirma el papel delEstado, que además de distinguir la insuficienciarenal como problema de salud la considera unproblema político y social. Sobran ejemplos depaíses que no pueden afrontar todos estos trata-mientos tan costosos y donde muchas personasmueren en etapas terminales de uremia al no serabordados o no poder entrar en estos programaspor causas económicas.

El binomio donante-receptor. En el trasplante re-nal existe una importante relación dialéctica en elbinomio donante-receptor. Por un lado, se encuen-tra un paciente en estadio final de su enfermedad re-nal, que fija sus esperanzas en el trasplante comoúnica forma de rehabilitación biopsicosocial; por

otro, el donante, con sus dos variantes, vivo y cada-vérico. En el primer caso el donante procede por logeneral de un familiar (emparentado) o de unapersona emocionalmente relacionada (no empa-rentada). Estos tipos de donantes ponen de ma-nifiesto un verdadero problema ético-legal don-de intervienen no sólo leyes biológicas comofundamento básico del trasplante, sino tambiénlos factores sociales y morales. Muchos paíseshan logrado trasplantar con mayor número dehistocompatibilidades porque primeramente tie-nen un mayor grupo de receptores y las leyes deprobabilidad son mayores. Además, se han creadogrupos de intercambios de órganos entre paísespara hacer llegar un riñón más compatible a pa-cientes que desde el punto de vista inmunológicolo requieran, ya que sin esto les sería imposible eléxito, pese a las nuevas drogas inmunosupreso-ras. En Cuba no es posible realizar este intercam-bio por el momento, por situaciones inherentes anuestra región, donde los países miembros, a pe-sar de la relativa cercanía, tenemos dificultadesde transporte que impiden facilitar un intercam-bio de vísceras para trasplante, lo cual repercuteen un tiempo de isquemia prolongado. Por otraparte, muchos de estos países no tienen un ade-cuado sistema de obtención de órganos, que des-cansa sobre todo en el donante vivo. Cuba cuentacon un sistema fuerte de obtención de órganosque permite la realización del trasplante con do-nante cadáver en más del 90% de los casos, yequipos multidisciplinarios que se encuentran tra-bajando ya en cuarenta y dos hospitales por todoel país. No obstante, se ha ido trabajando más conel donante vivo emparentado de primera línea(padres, hermanos e hijos); del 4% de los tras-plantes de este tipo realizados en 1994 se llegó en2005 a un porcentaje del 10%. Por consideracio-nes éticas, no existe relación entre el grupo quehace el diagnóstico de muerte por criterios neuro-lógicos; lo maneja y realiza finalmente la nefrec-tomía, con el equipo encargado de hacer y seguirel trasplante renal. Una vez extraída la víscera seprocede, por parte del segundo equipo con su cen-tro coordinador nacional en el Instituto de Nefro-logía, a buscar luego del tipaje el mejor receptordentro de este programa automático que tiene to-das las variables y hace una selección mejor nosólo desde el punto de vista biológico sino tam-bién en el orden ético y de total transparencia. Aldecidir un país qué tipo de donante utiliza en ma-yor grado –cadáver o vivo–, tiene en cuenta nosolo aspectos de resultados biológicos buenos,como el uso del donador-cadáver con potentes in-munosupresores, sino que los factores religiosos yéticos de esa sociedad en particular lo llevan a unlado o el otro. El ejemplo más típico es Japón,donde no se acepta por la legislación ni por la

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población obtener órganos de cadáveres. Debedecirse que con el curso de los años los trasplantesde donante cadavérico cada día tienen mejores re-sultados. No obstante, al compararlos con los tras-plantes renales de donantes vivos relacionados,estos últimos ofrecen mayores expectativas en elmismo período. Son varios los factores que se se-ñalan al respecto, pero en forma general se consi-dera que el trasplante de cadáver es una opera-ción de urgencia, con largos periodos de isquemiafría, con menor número de compatibilidades y untiempo de espera del receptor en los planes dediálisis que a veces sobrepasan 2 y 3 años. El tras-plante de donante vivo relacionado se efectúa conuna cirugía electiva, con corta isquemia fría, ma-yor grado de compatibilidad y el tiempo de esperaen métodos sustitutivos es menor y depende des-de la decisión del receptor y su familia hasta queel equipo de trasplante lo realice. Para sintetizarel análisis sobre los donantes vivos, conviene dis-tinguir dos realidades sociales y culturales dife-rentes: por un lado, un grupo de países desarrolla-dos que tienen en común riqueza, alto nivel derentas, sistemas desarrollados de protección so-cial, seguros de enfermedad, disponibilidad gene-ral de diálisis, sistema sanitario avanzado y nece-sidades básicas cubiertas para toda la población,con programas de donantes cadavéricos bastantedesarrollados y valores culturales definidos; porotro lado, el mundo en vía de desarrollo, dondefalta todo lo anterior y el trasplante de donantevivo es la única alternativa a la muerte. Además,la miseria está generalizada, el nivel de justiciasocial es mínimo, carecen de sistemas de protec-ción social, predominan las necesidades básicas,agua potable, comida, alcantarillado, y la igno-rancia y pobreza extrema constituyen el caldo decultivo. En estas circunstancias, la coacción adop-ta diversas modalidades, derivadas de la ignoran-cia (consentimiento no informado) y la pobrezaextrema (consentimiento desesperado). En esascondiciones ha florecido el comercio de órganoscon el escándalo consiguiente del mundo rico yla condena generalizada del ordenamiento jurí-dico de muchos países, de las sociedades de tras-plante, de la Comunidad Europea y de la Organi-zación Mundial de la Salud. Esta nefasta prácticamédica es el resultado de la miseria creciente deuna gran parte de la población, afectada cada vezmás por las políticas neoliberales, que provocan,entre otros males, la falta de asistencia médica.

El donante vivo. Al inicio de los trasplantes de donan-te vivo, la actitud de los médicos fue expectanteante la duda por la mutilación de una personasana; sin embargo, al evolucionar los resultadosobtenidos con los trasplantes relacionados enmuchos lugares del mundo, aumentó su práctica,como sucede en Estados Unidos. El uso del donante

vivo no relacionado se inició desde los primeros mo-mentos del trasplante renal. Desde su comienzo fuerechazado por la comunidad de trasplante, debido aun alto grado de desconfianza sobre la motivaciónhumana de este tipo de donante. Sin embargo, en laactualidad la comunidad de trasplante tiene opinio-nes diferentes y controvertidas, sobre todo cuandola Organización Mundial de la Salud recomendóutilizar solo donante vivo genéticamente relacio-nado. En Cuba no está permitido por la legislaciónel trasplante entre personas emocionalmente re-lacionadas; se exige tener compatibilidades, ga-rantizando la transparencia de las selecciones,bajo leyes biológicas bien establecidas. De esemodo, en 1979 se efectuó el primer trasplante re-nal en Cuba entre hermanos gemelos. Desde en-tonces y hasta la fecha se han realizado casi tres-cientos, todos entre personas emparentadas. En eltrasplante con donante los resultados en Cubahan sido mejores que con los de donante cadáver,e igualables a los de donantes vivos de otros paí-ses. Por el valor ético de este tipo de trasplantes seprocura mantenerlos, luchando por incrementar-los pero permitiendo alteraciones biológicas delos donantes que pudieran implicar males en elfuturo a ese donante que ha hecho un acto altruis-ta y debe ser bien protegido. Por tener Cuba latasa de trasplante más alta de Latinoamérica, confrecuencia sus servicios de salud reciben deman-das para efectuar este tipo de práctica a extranje-ros. Al respecto está bien definido que deben cum-plirse las mismas reglas que la ley tiene para losciudadanos cubanos, es decir, que el paciente ex-tranjero debe viajar a Cuba con su donante fran-camente compatible. Se vuelven a estudiar estoscasos para las moléculas HLA y si no hay compati-bilidad, aunque sostengan ser parientes de prime-ra línea, el trasplante no se efectúa. De esta formase logran mantener los principios éticos que Cubaexige, evitando que cualquier otro tipo de tras-plante sea mal interpretado como un negocio o untráfico inconsciente de órganos. La donación devivos no está ampliamente divulgada por los me-dios como el de la obtención con donante cadavé-rico. Cabe preguntarse cuál es la causa de esta nodivulgación: si el respeto a los familiares, su vo-luntariedad o el temor a que un paciente necesita-do de una víscera para vivir una vida normal pue-da ejercer involuntariamente una coacción sobrelos padres o hermanos, invocando una posiblemuerte si no le dan uno de sus riñones. Los casos noaceptados como tributarios de recibir un riñón deun donante vivo por consideraciones médicas o éti-cas se incluyen en el programa nacional de selec-ción con donante cadavérico. Al referirse a este tipode trasplante, Ortuño, nefrólogo español, señala:“... desde la perspectiva de los países ricos se propugnaaumentar los trasplantes de vivo, liberalizando los

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criterios de aceptación. Desde la perspectiva lati-noamericana y de los países pobres, por el contra-rio, deben establecerse criterios más rígidos y res-tringidos, porque el empleo de donantes vivos norelacionados aumenta la posibilidad de explotaciónde los pobres, frecuentemente tentados a vender susórganos antes de morir de hambre”.

Referencias

C. Stiller, R. Fox, J. Swazey et ál. Organ and tissuetransplants. En W. Reich (ed.), Encyclopedia of Bioethics,

1995, 4, pp. 1871-1894. - José Acosta. ¿Es la vida un valorabsoluto? Revista de avances médicos. 1996, 3 (7), pp.42-44. - S. Arce. Avances en el trasplante de órganos y teji-dos, La Habana, Editorial Ciencias Médicas, 1989. - A.Mármol, R. Herrera. Organ procurement and renal trans-plantation in Cuba, Transplantation Proceedings, USA,1996, 28 (6), 3358. - A. Martínez, R. Rivas, A. Mármol.Influencia del modelo español en la organización del pro-grama de trasplante renal de Cuba, Nefrología española2001, 21 (supl 4), pp. 148-49. - A. Mármol, R. Herrera.Ética del trasplante, reflexiones en el campo de la nefrolo-gía. En J. Acosta (ed.), Bioética desde una perspectiva cuba-na, 1997, pp. 246-253.

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Derecho a la salud

Dos años antes de la proclamación de la Decla-ración Universal de los Derechos Humanos,

la Constitución de la Organización Mundial de laSalud (1946) afirmaba en su Preámbulo: “El gocedel grado máximo de salud que se pueda lograr esuno de los derechos fundamentales de todo ser hu-mano sin distinción de raza, religión, ideología po-lítica o condición económica o social”. Veinte añosdespués, el Pacto Internacional de Derechos Eco-nómicos, Sociales y Culturales (1966) de las Na-ciones Unidas sostenía en el artículo 12: “LosEstados Partes en el presente Pacto reconocen el de-recho de toda persona al disfrute del más alto nivelposible de salud física y mental”. Pese a este reco-nocimiento temprano y explícito, los enfoques so-bre el derecho a la salud en la bioética han mos-trado diferencias –en ocasiones fuertemente polé-micas– según las distintas concepciones bioéticasque se defienden. La salud como un derecho hu-mano (v.) y la bioética como discurso normativoque a partir de su reconocimiento reflexione entorno a los límites en cuanto a su violación y alprogreso moral que pudiera lograrse sobre esederecho, han sido supuestos cuestionados por labioética liberal. Sin embargo, la DeclaraciónUniversal sobre Bioética y Derechos Humanos(Unesco, 2005) ha venido a reafirmar el com-promiso de la bioética con la protección del de-recho a la salud en el artículo 14 sobre ‘Respon-sabilidad social y salud’.

La bioética como discurso de desconocimiento de lasalud como derecho. La distinción entre derechomoral y derecho legal a la atención de la salud,que se realizó en la concepción principialista an-gloamericana, puso en entredicho a la salud comoderecho. Asimismo, la posición política de Esta-dos Unidos en las discusiones para la búsqueda deconsenso internacional con respecto al reconoci-miento del derecho ambiental fue otro ejemplo deesa distinción entre derecho moral y derecho le-gal. Esa distinción, en el caso del derecho a la sa-lud, era nueva en Estados Unidos. La ComisiónPresidencial para el Estudio de los Problemas Éti-cos en Medicina y Ciencias Biomédicas y de laConducta señalaba en uno de sus informes de1983 que la anterior Comisión Presidencial sobreNecesidades en Salud de la Nación había conclui-do en 1952 que “el acceso a medios para procurar ypreservar la salud es un derecho humano básico”.No obstante, en la terminología de su informe, lanueva Comisión Presidencial (2ª Comisión Nacio-nal de Bioética en Estados Unidos) no habló de ‘de-rechos’, sino de ‘obligaciones éticas’ de la sociedad

para asegurar un acceso equitativo a la atenciónde la salud para todos sin que supusiera cargas ex-cesivas. Esta Comisión señaló explícitamente quehabía elegido no desarrollar el caso de obtener unacceso equitativo mediante la afirmación de underecho a la atención de la salud al observar queni la Corte Suprema ni ninguna corte de apelacio-nes había encontrado un derecho constitucional ala salud o a la atención de la salud. Esta importan-te ruptura conceptual establecida por la ComisiónPresidencial en 1983, que llevó a la salud de serconsiderada derecho humano básico al rango re-lativizado de obligación ética de la sociedad, fueuno de los ejes que definieron al principialismocomo concepción dominante de la bioética. La De-claración de Alma-Ata (1978) de la OrganizaciónMundial de la Salud y su estrategia de atenciónprimaria de la salud fueron consideradas aspira-ciones moralmente reconocidas que no genera-ban obligaciones como derecho legal. AlexanderMorgan Capron dijo: “... si se acepta la definiciónde la salud comúnmente aceptada, es decir, que lasalud es un ‘estado de completo bienestar físico,mental y social’, el derecho a la salud se convierte enun derecho a la felicidad, o a todo lo que una perso-na desee, lo cual constituye una aspiración y no underecho”. Esta distinción supuso conceptualmenteque había diferencia entre derechos (rights) yobligaciones o deberes (duties), y que lo que habi-tualmente estaba en juego al hablar de ‘derecho ala salud’ no era más que una retórica emocionalvacía de contenido. Se presumió que al hablar dederecho legal, el Estado tenía una obligación es-pecífica por la que responder, pero que al hablarde derecho moral consideramos que existe un de-ber de cumplimiento moral que no implica unaobligación de cumplimiento legal. Sin embargo,si se trataba de discutir el carácter de derechohumano de una determinada norma apelando aun corpus normativo, este por obligación debe-ría haber sido supranacional, ya que el derechonacional queda subordinado al derecho interna-cional de los derechos humanos, a menos quehaya una explícita restricción previa. Por eso estaconfusión entre derecho nacional y derecho in-ternacional, que tiene consecuencias importan-tísimas para toda ética, alcanzó también a labioética angloamericana. Estas deliberadas con-fusiones, pese a todo, se repiten en la historia delos discursos emergentes en estados imperiales.Sin embargo, distinta ha sido la situación en Eu-ropa, donde la Convención sobre Derechos Hu-manos y Biomedicina del Comité de Ministrosdel Consejo de Europa acordada en Oviedo en

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1997, conocida por Convención Europea de Bio-ética, representó un encuentro entre el movi-miento de los Derechos Humanos y el de la bioéti-ca, y reconoció sin dudas la salud como derecho.

El hospital público en América Latina como primerreconocimiento del derecho a la salud. El derecho ala protección de la salud (v.) tiene una larga histo-ria en América Latina con importantes consecuen-cias. La tradición del hospital público, por ejemplo,obliga a una reflexión bioética crítica y autónomasobre su lugar en nuestros sistemas de salud conindependencia de otras realidades regionales, y asu función como agente moral para la protecciónde la salud de individuos y grupos (v. El hospitalpúblico como agente moral). El periodo colonial enAmérica Latina se extiende desde el fin de la con-quista en 1557 hasta el comienzo de los movi-mientos revolucionarios por la independencia apartir de 1810. Hay dos características esencialesen la medicina de ese período colonial: las regula-ciones político-administrativas de tipo beneficen-tista, como las dirigidas a los hospitales, protome-dicatos y la educación médica, y las contribucionesa la atención de la salud basadas en las virtudes dediferentes órdenes religiosas. Carlos V decretó en1541 que en todas las ciudades indias y españolasde Nueva España tenía que haber hospitales paracurar a los pacientes pobres y para practicar la cari-dad cristiana (Landa, 1560). Pero ocurrió una im-portante diferencia entre las condiciones adminis-trativas para construir hospitales en las coloniasespañolas e inglesas en América, que tendrían con-secuencias en una y otra tradición sociocultural. Enlas colonias inglesas era necesario tener una autori-zación real; en las colonias españolas esta no era ne-cesaria. Hasta mediados del siglo XVIII, con la crea-ción de los hospitales de Filadelfia y Nueva York, noexistían instituciones médicas permanentes en lascolonias inglesas; solo había algunas pocas iniciati-vas para prestar atención a los indígenas desde unaperspectiva cristiana. En cambio, antes de 1550 yahabía hospitales en México, Panamá, Cuba, PuertoRico, Guatemala, Perú y también en Brasil. Sola-mente en México es posible observar cerca de cua-renta en el siglo XVI. El primer hospital en Américafue el de San Nicolás de Bari en Santo Domingo,fundado en 1503. Pero una temprana fundación dehospitales ocurrió también en otros sitios. El prime-ro de ellos en México –el actual Hospital de Jesús–por Cortés en 1521; luego el Hospital de Miseri-cordia en Guatemala en 1530; el Hospital de Lima(Perú) en 1538; el Hospital de Santos (Brasil) en1545; el Hospital de Nuestra Señora del Socorroen Santiago (Chile) en 1553; el Hospital de Asun-ción (Paraguay) en 1556; el Hospital de San Pedroen Santa Fe de Bogotá (Colombia) en 1563; elHospital de la Misericordia en Quito (Ecuador) en1565; el Hospital de Santa Bárbara en Chuquisaca

(Bolivia) en 1567; el Hospital de Córdoba (Argenti-na) en 1576; y el Hospital de San Pedro en Caracas(Venezuela) en 1590. Había hospitales para indios ynegros, para viruela y lepra, para enfermedadesmentales y maternidad. Un sistema de salud muyimportante se desarrolló en América Latina cuandola medicina colonial no podía ofrecer más que cui-dado a los pacientes de entonces (Guerra, 1972).Las órdenes religiosas tuvieron un rol esencial en elcuidado de los pacientes a través de los hospitales,iglesias y conventos; la mayoría de los hospitalesen América Latina tuvo un origen y administraciónreligiosa.

El derecho a la salud en América Latina y sus indica-dores. En el marco de estos antecedentes, la bioé-tica en América Latina ha de pronunciarse enfáti-camente sobre el contenido moral del derecho auna salud integral. Entre las medidas que debe-rían adoptar los Estados para asegurar la plenaefectividad de este derecho figuran la reducciónde la mortinatalidad y de la mortalidad infantil yel sano desarrollo de los niños; el mejoramientoen todos sus aspectos de la higiene del trabajo ydel medio ambiente; la prevención y el tratamien-to de las enfermedades epidémicas, endémicas,profesionales y de otra índole y la lucha contraellas, así como la creación de condiciones que ase-guren a todos asistencia médica y servicios médi-cos en caso de enfermedad. Una bioética que de-dique su esfuerzo a fortalecer y profundizar estemandato moral con todos sus recursos teóricos ymetodológicos será sin duda una bioética univer-sal. En el Informe 2003, el relator especial sobresalud de la Comisión de Derechos Humanos de lasNaciones Unidas –Paul Hunt– señaló las situacio-nes indignantes por las desigualdades en salud enel mundo. De allí que ese relator se haya preocu-pado por recomendar el atender a los indicadoresdel derecho a la salud por diferencia con los indi-cadores de salud. Un indicador del derecho a lasalud se diferencia porque se deriva de normas es-pecíficas para las políticas públicas en salud y por-que su finalidad es el monitoreo del derecho. Peroel derecho a la salud no debe ser visto en formaaislada sino en relación a otros derechos humanosy libertades fundamentales incluyendo la no dis-criminación y la equidad. Los indicadores del de-recho a la salud pueden ser sistematizados en in-dicadores estructurales, de proceso y resultados.Un indicador estructural nos dirá, por ejemplo, siel Estado tiene un reconocimiento constitucionaldel derecho a la salud, si tiene un organismo dederechos humanos con el mandato de velar por elderecho a la salud, si ha adoptado una estrategiapara reducir la mortalidad materna, si tiene unalista de medicamentos esenciales, y si tiene algúngrupo de medicamentos con provisión garantiza-da por el Estado. Los indicadores de proceso nos

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brindarán información acerca del modo en que laspolíticas de salud se implementan, por ejemplo elporcentaje de mujeres atendidas durante su em-barazo o el porcentaje de recién nacidos asistidospor personal especializado. Y los indicadores deresultados medirán los resultados obtenidos conla implementación de determinadas políticas, porejemplo el número de muertes maternas por cienmil nacidos vivos o el número de muertes perina-tales cada mil nacimientos. Por eso hay que obser-var si la bioética se compromete en América Lati-na con las exigencias de cumplimiento de resul-tados para el progreso moral. El Protocolo Adicio-nal a la Convención Americana sobre DerechosHumanos, en materia de Derechos Económicos,Sociales y Culturales (Protocolo de San Salva-dor), consagra en su artículo 10 el derecho a la sa-lud y dispone que toda persona tiene derecho acontar con servicios públicos básicos, entre los cua-les deben encuadrarse los medicamentos esencialesdefinidos en el Programa de Acción sobre Medica-mentos Esenciales de la OMS. El acceso a los medi-camentos es uno de los mayores problemas de labioética actual, como lo ha demostrado la fuertedisputa contra el párrafo 30 de la Declaración deHelsinki y la cuestión de los derechos sobre la pro-piedad intelectual y científica y el régimen de pa-tentes en la industria farmacéutica ante la pan-demia de sida. El Alto Comisionado por losDerechos Humanos de las Naciones Unidas seha referido a estas cuestiones señalando que en

la relación entre los derechos de propiedad inte-lectual y el acceso a los medicamentos debe reco-nocerse que dicho acceso constituye un derechohumano. Y aunque la aplicación y protección dederechos de propiedad puede ofrecer un entornomás seguro para la transferencia de tecnología apaíses en desarrollo, también puede constituiruna base para establecer precios más altos de losmedicamentos y transferencia de tecnología, quepodrían restringir el acceso de los pobres. Asíquedó expresado en la disputa que Brasil sostuvocontra el laboratorio Merck Sharp & Dohme alquebrar la patente de la droga contra el sida Efavi-renz. Los derechos de propiedad intelectual impi-den muchas veces la distribución de bienes socia-les a los países pobres, que no pueden pagar losprecios exigidos por los titulares de las patentes.Por eso es que si aceptamos la salud como un de-recho humano (y salud aquí no sólo es atenciónde la salud sino salud integral entendida como ar-monía objetiva y subjetiva con la idea de justiciaque atraviesa los derechos a la vida y la identidad,la integridad y la libertad, la atención de la salud yel bienestar), no tendremos objeciones para acep-tar la concurrencia complementaria de su signifi-cado moral y jurídico. Porque el derecho humanoa la salud será entonces el reconocimiento jurídi-co de la responsabilidad moral del Estado para ha-cer efectivo en el mundo real al valor ético de lasalud integral de las personas.

[J. C. T.]

La salud como derecho humano

Horacio Cassinelli (Uruguay) - Universidad dela República

Derecho a la salud y deber de atender la propia sa-lud. En el tema de regulación jurídica concer-niente a la salud humana encontramos normasde fondo sobre salud y enfermedad, que esta-blecen lo que debe hacerse o no hacerse en esamateria, y normas de competencia, es decir, nor-mas que atribuyen a determinados órganoscometidos y potestades en materia de salud yenfermedad. Las normas de fondo atañen prin-cipalmente a dos situaciones jurídicas subjeti-vas –el derecho a la salud y el deber de atender ala propia salud– que son generalmente recono-cidas en doctrina y en Derecho comparado comoderechos humanos, esto es, como derechos y de-beres inherentes a la personalidad humana. Elderecho a la salud supone un sujeto titular de laobligación correlativa, que puede ser el Estadou otro sujeto. El deber de atender a su propia sa-lud alcanza a todos, a los sanos y a los enfermos.Los sanos deben cuidar de su salud. Los enfer-mos deben asistirse para recuperar su salud, y

sanos y enfermos deben cumplir con las leyesque se establezcan con la finalidad de preservarla salud. Esta potestad legislativa no se entiendereferida solamente de la salud en el sentido es-tricto del término, sino al perfeccionamientofísico, psíquico, moral y social. Es decir, que el re-conocimiento de los derechos y deberes huma-nos atinentes a la salud incluye los aspectos éti-cos y los aspectos de trascendencia social, y nosólo los problemas médicos. Tanto el deber decuidar de su salud como el deber de asistirse encaso de enfermedad son deberes de medios, node resultados. Nadie está obligado a tener sa-lud, a ser sano. Todos estamos obligados a cui-dar de nuestra salud y, si no estamos sanos, aasistirnos.

El derecho a cumplir con nuestros deberes. El reco-nocimiento de un derecho a la salud no es unamera consecuencia lógica de la admisión del de-ber de atender a la propia salud. No valdría argu-mentar que toda persona que tenga un deber jurí-dico tiene implícitamente el derecho a cumplircon su deber, de modo que el derecho a la salud

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quedaría consagrado por la vía de establecer eldeber de cuidar de la propia salud. Esa conclusiónsería errónea. Por esa vía no se llega al derecho ala salud ni al derecho a recibir asistencia en casode enfermedad. La conclusión correcta de la apli-cación del principio de que todos tenemos dere-cho a cumplir con nuestros deberes es que todoslos habitantes tienen derecho a cuidar de su saludy a asistirse en caso de enfermedad. No surge deahí que tengan derecho a la salud o derecho a re-cibir asistencia en procura de su salud. No seríaun derecho exigible frente a otros que estuvieranobligados a asistirlo en caso de enfermedad –un de-recho a exigir que otros lo asistan– sino un derechoque podría invocarse contra quien quisiera impedir-le que cuidara su salud. De modo que no es esa unavía lógica por la que se deduzca un derecho a la sa-lud. Por la vía de aducir el derecho a cumplir con eldeber de cuidar de su propia salud y de asistirse encaso de enfermedad, sólo se obtendría la existenciade un derecho a que nadie le impida cumplir consu deber de cuidar su salud y asistirse en caso deenfermedad.

El costo de los medios y la obligación de sufragar-lo. Continuando con el razonamiento, podríadecirse que para cumplir con su deber de cuidarsu propia salud o de asistirse en caso de enfer-medad, el individuo que a la vez es sujeto pasivode tal deber y sujeto activo de tal derecho nece-sita servirse de medios humanos y materialesque pueden significar un costo. Este tema no esel mismo que atañe a los derechos o deberes deconservar o de recuperar la salud. Ahora pensa-mos en el tema de quién debe sufragar los gas-tos necesarios para cuidar de su salud (preven-ción o higiene) y para asistirse en caso deenfermedad (costos de medicamentos, trata-mientos quirúrgicos, internaciones, prótesis,etc.). ¿Quién debe soportar esos gastos? Encara-do como cumplimiento de un deber, el costo ne-cesario de cumplir con ese deber ha de ser so-portado por el obligado. Esa es la regla general.Si yo estoy obligado a hacer algo, estoy obligadoa costear lo necesario para hacerlo. Pero a estaaltura del razonamiento surge la cuestión dequienes estén en la indigencia o carentes de re-cursos suficientes para cumplir con su deber decuidar la propia salud o de asistirse si están en-fermos. Si el obligado no pudiere a causa de supobreza sufragar ese costo, la conclusión que re-sultaría de la aplicación de las normas generalesde derecho privado sería que la pobreza lo exi-miría de responsabilidad por el incumplimiento.Pero nuestro sentido común, nuestra conviccióncolectiva nacional y universal, se levanta contraesa conclusión y exige que prestemos atención alaspecto de derecho humano y no solo de deberque se advierte en la situación jurídica subjetiva

del indigente o carente de recursos suficientes parahacer frente a los gastos de atención de su propiasalud o de asistencia en caso de enfermedad.

La salud como un derecho inherente a la persona-lidad humana. Enfocando la situación jurídicasubjetiva del interesado como derecho a la sa-lud, la pobreza deja de ser una excusa eximentede responsabilidad por el incumplimiento de undeber para convertirse en fuente de un derechosubjetivo para obtener los servicios y los materia-les necesarios para cuidar de su salud y ser asisti-do en caso de enfermedad, sin los cuales quedaríaincumplido el deber, pues el incumplimiento deldeber de cuidar su salud por falta de medios ade-cuados se califica ahora como incumplimiento dela obligación del Estado correlativa al derecho a lasalud. En vez de exigirle al pobre que cuide su sa-lud a su costo, es ahora el pobre quien puede exi-girle al Estado (o al ente competente) que ponga asu servicio los medios necesarios para satisfacer elderecho a cumplir con el deber de cuidar de su saludo de asistirse en caso de enfermedad. Esta exigenciadel pobre contra el Estado (o contra la instituciónque corresponda) deriva del reconocimiento de underecho a la salud inherente a la personalidad humanay como tal subyacente a toda la regulación interna-cional o constitucional de la materia. La gente tie-ne la convicción colectiva de que existe un dere-cho a la salud, no solamente un deber de esecontenido. Resulta una idea inhumana que al-guien no tenga derecho a la salud, que tenga eldeber de cuidarla y que si no puede cuidarla ellosolo sirva como excusa para no ser responsabiliza-do por ello. Si se establece un sistema basado enque cada individuo debe sufragar (pudiéndolo ha-cer) los gastos de prevención y asistencia, enton-ces ha de completarse el sistema estableciendoque el Estado proporcionará gratuitamente losmedios de prevención y de asistencia a los indi-gentes o carentes de recursos suficientes. Asisten-cia que no es sólo médica, pues incluye también laasistencia de otras profesiones con incumbenciaparalela a la medicina, por ejemplo la psicología,la fisioterapia, la enfermería, la asistencia socialal núcleo familiar del enfermo. La legislación enmateria de derecho a la salud y a la asistencia delenfermo, con sus complementos antedichos, esocasión importante de aplicación de los principiosbioéticos generalmente reconocidos, tanto en loque significa opción entre posibles criterios lega-les alternativos como en la aplicación de tales cri-terios en cada caso concreto.

Referencias

H. Fuenzalida Puelma y S. Scholle Connors (eds.). Elderecho a la salud en las Américas. Estudio constitucionalcomparado, Washington, Organización Panamericana dela Salud, Publicación Científica Nº 509, 1989.

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Derecho a la protección de la salud

Íngrid Brena Sesma (México) - Instituto deInvestigaciones Jurídicas, UNAM

El concepto de salud. La salud es un valor compar-tido por todas las sociedades y todos los sistemasideológicos como uno de los objetivos del desa-rrollo y una condición indispensable para una au-téntica igualdad de oportunidades y reconocidala necesidad de protegerla. Fue la sociedad in-ternacional la preocupada por elaborar un con-cepto de salud; así surgen documentos interna-cionales. Desde 1946 la Constitución de laOrganización Mundial de la Salud expresa que“la salud es un estado de completo bienestar físi-co, mental y social y no solamente la ausencia deafecciones o enfermedades”. Posteriormente, laDeclaración de Alma-Ata (1978) agrega a esadefinición que la salud “es un derecho humanofundamental, y que el logro del nivel de salud másalto posible es un objetivo social sumamente im-portante en todo el mundo, cuya realización re-quiere de la intervención de otros muchos sectoressociales y económicos, además del sector salud”. Enel Pacto Internacional de Derechos Económicos,Sociales y Culturales, el Comité reunido subrayóque el derecho a la salud abarca “una ampliagama de factores socioeconómicos que promuevenlas condiciones, merced a las cuales las personas de-ben llevar una vida sana, y hace ese derecho extensi-vo a los factores determinantes básicos de la salud,como la alimentación y la nutrición, la vivienda, elacceso a agua limpia potable y a condiciones sanita-rias adecuadas, condiciones de trabajo seguras y sa-nas y un medio ambiente sano”. Es importante en-fatizar en que la salud tiene un componenteindividual y un componente colectivo social. Elgoce de salud es un bien individual, pues cadapersona puede o no tenerlo, con independenciade que su familia o sus vecinos también tenganbuena salud. Pero la salud tiene, además, una di-mensión colectiva, si consideramos que hay facto-res sociales que tienden a preservarla o a quebrar-la, como las epidemias, la contaminación, falta dehábitos higiénicos, entre otros.

Concepto de derecho a la protección de la salud yfundamentos sociales. No puede garantizarse anadie un derecho a un estado completo de salud,pues esta depende de factores genéticos, ambien-tales y culturales, por lo que resulta más conve-niente referirse a un derecho a la protección de lasalud, el cual podría definirse como el sistema denormas jurídicas de diverso rango que reconocey regula los mecanismos necesarios para lograrla protección de la salud a través de la delimita-ción de la responsabilidad del Estado, de la socie-dad y del individuo. Las transiciones demográfi-ca, social, económica y política han modificado y

siguen transformando el espectro social y huma-no de Latinoamérica. Grupos y regiones hastahace poco tiempo ignorados o callados se hanvuelto presencia activa en el conglomerado socialal cual han transformado, pero también han he-cho más patentes las desigualdades por género,edad, etnia, región geográfica y condición econó-mica, por mencionar algunas. Las precarias condi-ciones de salud, vivienda y alimentación de la po-blación de la región, así como la escasa o nulaeducación y capacitación y el desempleo le impi-den obtener los satisfactores mínimos. La saluddebe ser uno de los objetivos del desarrollo y con-dición necesaria para lograr una verdadera igual-dad de oportunidades entre los habitantes de losEstados. Se le debe concebir como un objetivo so-cial que todos los sectores de la sociedad debenconseguir. La protección de la salud es un valorcompartido por todas las sociedades, todos los sis-temas ideológicos y todas las organizaciones polí-ticas. El acceso a los servicios de salud debe seruniversal y las prioridades deben fijarse exclusiva-mente en función de las necesidades de las perso-nas. La salud está ligada al destino de las nacio-nes: a medida que los países se transformen, sussistemas de salud también deben hacerlo. No pue-de haber un progreso real y general sin un sistemade salud que atienda a las legítimas aspiracionesde su población. El artículo 14 de la DeclaraciónUniversal sobre Bioética y Derechos Humanos(2005) expresa que se debe fomentar: a) el accesoa una atención médica de calidad y a los medica-mentos esenciales para la salud; b) el acceso a unaalimentación sana y adecuada; c) la mejora de lascondiciones de vida y del medio ambiente; d) lasupresión de la marginación y exclusión de perso-nas por cualquier motivo; y e) la reducción de lapobreza y el analfabetismo. Después de la apari-ción del derecho a la protección de la salud en do-cumentos internacionales, casi todas las constitu-ciones del continente se refieren al derecho a lasalud o el derecho a la protección de la salud. Ca-sos especiales han sido las constituciones deArgentina y Costa Rica. Sin embargo, como BidartCampos expresaba antes del reconocimiento porla reforma constitucional de 1994, a pesar de laausencia formal, era posible detectar que en laConstitución argentina se encontraban las basesimplícitas para que el Estado se ocupara de laatención de la salud.

Función del Estado, la sociedad y los individuos. El ca-rácter social del derecho a la salud impone deberesal poder público. Es compromiso de los Estadoscrear las condiciones de desarrollo necesarias parala cabal satisfacción del derecho a la salud; así, elcontenido de tal derecho habrá de ser distinto encada país de acuerdo con su grado de desarrollo.No obstante, en Latinoamérica las actividades del

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Estado se han centrado no en crear las condicio-nes que permitan la satisfacción de esos derechos,sino en satisfacerlos. Esta situación, aunque pare-ce afortunada, ha resultado catastrófica para la vi-gencia real de los derechos económicos, sociales yculturales de la región pues resulta, al menos enun régimen democrático, que el Estado tiene lacapacidad económica y de gestión suficiente parasatisfacer a plenitud las necesidades plasmadasdel derecho a la salud (Martínez Bullé, 1991). Esvital que los Estados latinoamericanos relacionenel derecho a la salud con el bienestar general dela población, educación, empleo, vivienda, con-diciones sanitarias adecuadas, medio ambiente,etc., así como que asuman su papel de organismorector de las políticas de salud y elaboren progra-mas de acción para el poder público. Su desem-peño como organismo rector no significa que sesoslaye su responsabilidad en cuanto a la saludde la población, la cual comprende tanto la pres-tación directa de servicios públicos de saludcomo la supervisión de los servicios sociales y losprestados por particulares. El Estado asume ma-yores obligaciones para garantizar la salud de supoblación con acciones de protección y fomentodurante la vida de cada hombre: antes de enfer-marse, para prevenir, durante la enfermedad,para curar y después de la enfermedad, para reha-bilitar. En cuanto a la salud de la colectividad,también corresponde al Estado realizar accionesen beneficio de la salud de la colectividad, asícomo generar cambios educativos y culturalesque creen o modifiquen actitudes y conductas en-caminadas a evitar la generación o propagaciónde enfermedades. Reconocer que el Estado es su-jeto pasivo del derecho a la salud no significa con-vertirlo en el único sujeto pasivo cargado de todaslas obligaciones, ya que puede haber otros sujetospasivos, como instituciones de seguridad social einstituciones privadas. La salud no es solo un va-lor biológico, sino un bien social y cultural que elEstado no puede proteger, ni acrecentar, ni restau-rar sin la participación de la sociedad y del hom-bre en lo particular. Que el Estado tenga y asumauna responsabilidad y una gestión en materia desalud es algo propio de un Estado de bienestarpero, al mismo tiempo, se considera necesaria quetambién la iniciativa privada acuda solidariamen-te con su esfuerzo y acción y ofrezca prestacionesen el campo de la salud a las que la población ten-ga fácil acceso. Finalmente, y sin que se contra-ponga con la función esencial del Estado de velarpor la salud de su población, también se reconocecomo deber de cada individuo la conservación desu salud.

Referencias

V. Martínez Bullé-Goyri. Derecho a la salud como unDerecho Humano, en Salud y derechos humanos, México,CNDH Memorias, 1991. - H. Fuenzalida Puelma y S. Scho-lle Connors (eds.). El derecho a la salud en las Américas.Estudio constitucional comparado, Washington, Organiza-ción Panamericana de la Salud, Publicación Científica Nº509, 1989.

Derecho a la asistencia médica

Jesús Armando Martínez Gómez (Cuba) -Centro Universitario José Martí Pérez de SanctiSpiritus

El derecho a la asistencia médica en la historia. Elderecho a la asistencia médica es el derecho a re-cibir servicios médicos de tipo preventivo, diag-nóstico, terapéutico, paliativos o de rehabilitaciónde profesionales e instituciones de salud, ya seanpúblicos o privados. No siempre el hombre tuvoderecho a la asistencia médica en caso de enfer-medad, pues las sociedades primitivas, prehistóri-cas, se las arreglaron sin el derecho, regulando lavida social sobre la base de costumbres que teníanun contenido mítico-mágico bien acentuado. Enestas sociedades tampoco puede hablarse de me-dicina propiamente dicha ni de servicios médicos,pues lo que existen son prácticas curativas basa-das en la experiencia empírica, en la magia y en lacreencia de que las enfermedades eran causadaspor agentes o fuerzas sobrenaturales malignas dediversos géneros. La medicina es un resultado dela civilización y tiene que ver con la racionaliza-ción del conocimiento de la naturaleza de las en-fermedades y las prácticas curativas. En Occiden-te este progreso debe verse en estrecha relacióncon la aparición de la concepción filosófica delmundo, alrededor de los siglos VII y VI a. C., queen sus inicios fue eminentemente naturalista o fi-siológica. En Grecia y Roma antiguas los serviciosmédicos fueron generalmente de tipo profilácti-co, diagnóstico y terapéutico, y se tenía acceso aellos dependiendo de la posición que ocupaba lapersona en la estructura socioeconómica impe-rante. Así, desde los tiempos de Hipócrates(460-377 a. C.) se registra la existencia de médi-cos para esclavos y libres, pudiendo ser estos últi-mos esclavistas ricos, clases medias o pobres delas ciudades y el campo. El acceso a los beneficiosde la asistencia médica se regulaba siguiendo elimperativo de una justicia distributiva naturalistaque tomaba como rasero el “mérito” –dado por lapertenencia a una clase social libre y con solvenciaeconómica– para establecer la proporción en que sedebía dar respuesta a las demandas de hombresconsiderados diferentes por naturaleza, a partir dela oferta disponible de servicios sanitarios. Eranorma en estas sociedades que los ciudadanos

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pagaran honorarios por los servicios recibidos, yen ocasiones los amos por los que se prestaran asus esclavos, de mucha menor calidad. Aquí el de-recho a la atención médica era privativo de losciudadanos y negado a los extranjeros, vistoscomo bárbaros o extraños. En la Edad Media, elprincipio de caridad cristiana es el sustento de lapráctica médica caritativa que sirve de soporte ala medicina monástica y la aparición de los hospi-tales, máximos garantes de la asistencia médicaen este periodo, donde se tiende a aminorar o eli-minar las discriminaciones a pobres y extranjerosen la atención sanitaria. El deber moral de aten-der por caridad, gratuitamente, a desvalidos ymenesterosos, va a ser la nota característica de losservicios médicos desarrollados con una orienta-ción cristiana en el recinto de los monasterios ylos primeros hospitales. En la Edad Moderna asis-timos a la era de los derechos del hombre, con lasuperación del antiguo régimen absolutista porlas revoluciones burguesas y el nacimiento de losestados nacionales. En los Estados de Derecho li-berales, el derecho a la asistencia médica tiene sufundamento en las ideas iusnaturalistas que danlugar a la formulación de la primera generaciónde derechos humanos (civiles y políticos), queprescribe que al hombre le asiste por naturaleza elderecho a la salud y la integridad física. En estecontexto, el derecho a la salud es visto de maneranegativa, considerándose que existe con anterio-ridad al contrato social y a la formulación de leyespositivas, que deberán tenerlo en cuenta y prote-gerlo. El Estado liberal asume una actitud mini-malista frente a la iniciativa privada de los parti-culares, de la que dependerá la efectividad de losderechos naturales protegidos –entre ellos el de-recho a la atención médica–, por lo que sus regu-laciones jurídicas se encaminan a evitar que losindividuos sean dañados por terceros y no a ga-rantizar el derecho a una asistencia médica real yefectiva. Los casos de beneficencia pública sonaquí reminiscencia del principio moral de caridadcristiana, pues la práctica médica es entendida bá-sicamente como profesión liberal, y la salud comouna cuestión esencialmente privada, regulándoseel derecho a la atención sanitaria conforme a lasleyes de la economía de mercado. En la segundamitad del siglo XIX, bajo la influencia del pensa-miento social marxista, se desarrolla el movimien-to obrero que aboga por los derechos humanos desegunda generación (económicos, sociales y cul-turales), entendiendo que estos deben susten-tarse de forma positiva y no negativa, para quepuedan hacer factibles los derechos civiles y po-líticos, y que, en conformidad con lo anterior, elderecho a la atención médica deberá depender dela iniciativa estatal y no de la privada.

El derecho a la asistencia médica en los DerechosHumanos. Los valores que sirven de fundamento alas dos generaciones descritas de derechos huma-nos, la libertad y la igualdad respectivamente,marcarán la profundidad de los límites entre lasdos formas fundamentales de atención sanitariaque se gestan en la modernidad: la privada y lapública. En este periodo se acentúa como nuncaantes el valor de la privacidad, por lo que la asis-tencia del médico de cabecera burgués y la orga-nización gremial de los servicios que este prestapara excluir la competencia de intrusos, no profe-sionales, y fijar los precios de los mismos, seránlas notas más características. El derecho positi-vo a la asistencia médica adquiere su primera ma-terialización práctica de peso con el triunfo de laRevolución Socialista de octubre en 1917, y la ini-ciativa asumida por el Estado soviético de desa-rrollar un sistema de salud que respondiera a lasdemandas del movimiento obrero y su ideología.Aquí los servicios médicos van a ser objeto de lajusticia distributiva comunista, que prescribe quela asistencia médica debe brindarse de forma gra-tuita a cada cual, según sus necesidades. Con pe-culiaridades y siguiendo derroteros nacionales,esta es la forma que adoptaría el derecho a la asis-tencia médica en los países que optaron por la víasocialista de desarrollo económico, político y so-cial. Asimismo, el propio sistema capitalista, queexiste a expensas de la revolución constante delproceso productivo y de la correspondiente sociali-zación de la producción, irá creando la necesidadde socializar también la medicina para que puedaresponder a las demandas de atención sanitaria desus fuerzas productivas. Lo anterior explica el de-sarrollo que cobra la asistencia médica pública –através de entidades de beneficencia, seguridad so-cial y seguro médico– y la medicina preventiva enel siglo XX, estimuladas por el papel activo queasume el Estado burgués con la implantación delmodelo económico keynesiano. Estos logros ad-quieren expresión jurídica internacional en la De-claración Universal de los Derechos Humanos en1948 –donde se establece el imperativo de respe-tar y proteger a la persona humana dada la digni-dad que le es intrínseca– y en los pactos firmadosposteriormente para su observancia. En el artícu-lo 12 del Pacto de Derechos Económicos, Socialesy Culturales, adoptado por la resolución 2200-A(XXI) de 16 de diciembre de 1966, de la AsambleaGeneral de Naciones Unidas, se reconoce el dere-cho de toda persona a la salud y se establecen lasmedidas que deberán tomar los Estados firmantespara hacerlo efectivo: a) la reducción de la morti-natalidad y la mortalidad infantil, y el sano desa-rrollo de los niños; b) el mejoramiento en todossus aspectos de la higiene del trabajo y del medioambiente; c) la prevención y el tratamiento de

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enfermedades epidémicas, endémicas, profesio-nales y de otra índole, y la lucha contra ellas; d) lacreación de condiciones que aseguren a todosasistencia médica y servicios médicos en caso deenfermedad.

El derecho a la asistencia médica en la actualidad.Con posterioridad a estas iniciativas jurídicas decarácter holístico, se han sucedido otras que hansido sustantivadas por organizaciones sanitariasde carácter internacional y regional, como laOrganización Mundial de la Salud, la AsociaciónMédica Mundial, el Consejo de Europa y la Orga-nización Panamericana para la Salud. Pero la si-tuación sanitaria presente en la dos terceras par-tes del planeta prueba que las políticas de saludde la mayoría de los Estados del hemisferio distanmucho de haber cumplido lo pactado, notándosegrandes diferencias entre países desarrollados yen vías de desarrollo o del tercer mundo (Latino-américa, África y Asia). En 1978 se celebró enAlma-Ata, patrocinada por la OMS y la Unicef, laConferencia Internacional sobre Atención Prima-ria en Salud, en cuya Declaración se reconoció lanecesidad de que los gobiernos implementaran yfinanciaran políticas encaminadas a desarrollar laatención primaria como solución a la grave desi-gualdad existente en el estado de salud de la po-blación dentro de cada país, sobre todo entre lospaíses en vías de desarrollo y los desarrollados, loque contribuyó a lanzar el movimiento de Saludpara Todos en 2000. La perpetuación de un ordeneconómico internacional injusto, y la imposicióndel sistema neoliberal al tercer mundo, favorecidapor la caída del campo socialista en la Europa delEste en la década del 90, obstaculizaron grande-mente la consecución de la meta trazada, lo queha llevado a la toma de conciencia de la crisis que,en materia de derechos a la asistencia médica,atraviesa hoy el planeta, en el que los centros depoder radicados en el norte sustentan e imponenpolíticas sanitarias al resto del mundo. Se observano solo un gran desequilibrio en cuanto a los me-dios y la calidad de la atención médica que seoferta en las instituciones públicas y en las priva-das, sino también una sustancial reducción de losderechos a la misma debido al auge del proceso deprivatización que con signo neoliberal ha hechorenacer el espíritu minimalista del Estado frenteal maximalismo de la iniciativa privada de los par-ticulares, y la toma de la relación eficiencia-costo-beneficio como rasero para desarrollar políticassanitarias cada vez más elitistas y excluyentes. Alo anterior se suma el encarecimiento de los ser-vicios médicos como resultado de la injerenciamonopolista en la aplicación de los adelantos dela revolución científico-técnica a la atenciónsanitaria, manifiestos en el desarrollo con finespreferentemente lucrativos de la industria de

medicamentos y de medios diagnósticos y tera-péuticos; la priorización de la medicina curativa yespecializada con el consiguiente abandono deprogramas sociales encaminados a la prevencióny al desarrollo de la atención primaria en salud.La situación se torna cada vez más dramática enlos países del tercer mundo, donde los progra-mas de salud y los derechos a la misma no con-templan a sectores poblacionales, mayoritarios,que por su situación de pobreza no pueden te-ner acceso siquiera a niveles mínimos de aten-ción médica, alimento, vivienda, vestido y educa-ción. No se puede brindar tutela jurídica real yefectiva al derecho a la vida, si se regula el acceso ala atención médica mediante la ley de la oferta y lademanda, que privilegia la ganancia como primervalor. Por tal razón, se torna cada vez más impera-tiva la necesidad de desarrollar el derecho a la asis-tencia médica tomando como base la observanciade los derechos humanos de tercera generación(derecho de autodeterminación de los pueblos,derecho al desarrollo, derecho al medio ambientesano, derecho a la paz), sustentados en el valor dela solidaridad humana. De lo contrario, los paísesmás pobres no podrán superar su atraso en materiade asistencia médica, quedando la salud de suspueblos a merced de los avatares de la gran burbu-ja financiera con que hoy se abre paso el capital in-ternacional a través de las leyes del mercado.

Referencias

J. R. Acosta Sariego (editor). Bioética desde una pers-pectiva cubana, La Habana, Centro Félix Varela, 1997. J. R.Acosta Sariego (editor). Bioética para la sustentabilidad,La Habana, Centro Félix Varela, 2002. - D. Gracia. ¿Qué esun sistema justo de servicios de salud? Principios para laasignación de recursos escasos, Boletín de la Oficina Sani-taria Panamericana, Vol. 108, No 1 y 2, 1990, pp. 570-585.- D. Gracia. Profesión médica, investigación y justicia sani-taria, Bogotá, Editorial El Búho, 1998. - P. Laín Entralgo.Historia universal de la medicina, 7 vols., Barcelona, SalvatEditores, 1972. - J. Armando Martínez Gómez (coord.).Temas de filosofía, sociedad y economía, Sancti Spiritus(Cuba), Ediciones Luminaria, 2004. - R. Paniagua Redon-do. Divergencias ideológicas y Derechos Humanos, Anna-les, Anuario del Centro de la Universidad Nacional deEducación a Distancia, Barbastro, XII-XIII, 1995-2000,pp. 133-146.

Derechos de los pacientes

Óscar Ernesto Garay (Argentina) - Colegio deAbogados de la Ciudad de Buenos Aires

Orígenes del concepto de derechos de los pacientes.Los derechos de los pacientes son derechos subjeti-vos de la persona humana relacionados con su es-tado de salud-enfermedad. Se trata del ser huma-no –en su condición de paciente– que necesita seanrespetados sus derechos humanos fundamentales:

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a la vida, a la salud, a la integridad física, a la digni-dad, a la libertad, a la información, a la identidad,a la intimidad, a la confidencialidad, al consenti-miento informado, a la verdad, a una muerte dig-na, y otros. Se originaron paulatinamente a partirde las ideas del liberalismo político (se valoró fuer-temente el principio de autonomía), el movimientoen pro de los derechos civiles, el desarrollo de lademocracia participativa, la formulación del blo-que de tratados de derechos humanos, la doctrinade los derechos personalísimos, el auge de la bioé-tica, y otras razones (cambios sociales, políticos,culturales y económicos); todo ello confluyó paraque se tuviera en cuenta la necesidad de formularlos derechos de los pacientes. Dichos derechos sefundan en la doctrina de los derechos humanos yen las ideas de dignidad (inherente a la personahumana), de libertad (derecho a decidir por símismo) y en las nociones vida y salud (como de-rechos esenciales del ser humano). Como un va-lioso antecedente de sistematización de los dere-chos en cuestión se puede citar la Carta deDerechos del Paciente, elaborada por la Asocia-ción Americana de Hospitales (1973). La Asocia-ción Médica Mundial (AMM), en su XXXIV Asam-blea Médica Mundial, aprobó la Declaración deLisboa (1981) sobre los Derechos de los Pacien-tes –actualizada en Bali (1995)–. Esta necesidadde formular los derechos de los pacientes en Car-tas o Declaraciones se expandió a Europa, y lue-go a los países del continente americano. Estosderechos deben ser reconocidos por igual a todaslas personas enfermas (principio de igualdad)sin que obsten, a su operatividad, razones o cau-sas meramente discriminatorias. Podemos cata-logar los derechos de los pacientes conforme atres conceptos básicos a partir de los cuales sederivan los derechos de la persona enferma:vida-salud, dignidad, y libertad-autonomía, yagruparlos tomando como referencia el listado dela Declaración de Lisboa-Bali (DLB).

Derechos a la dignidad, la vida y la salud. 1. La dig-nidad no es, en sentido estricto, un derecho subje-tivo, sino un estado o condición inherente, cali-dad ontológica del ser humano. Es decir, el serhumano no “es” dignidad sino que “posee” estacalidad, condición o estado propio de un ser libree idéntico a sí mismo. El reconocimiento de la dig-nidad de las personas es el fundamento moral dela idea de derecho: obliga a considerar a la perso-na siempre como fin en sí misma y nunca comomedio; establece la inviolabilidad de la persona, ase-gurando su indemnidad tanto en la faz externa (sa-lud, integridad biopsicosocial) como interna (priva-cidad- confidencialidad), e impone la necesidad deconsiderar a las personas como sujetos y no comoobjetos; como portadoras de dignidad y no deprecio. 2. La vida (del latín vita) es un atributo

inseparable de la persona humana que condicionasu existencia con el consecuente desenvolvimien-to material y espiritual del hombre. Cuando se ha-bla del derecho a la vida se está haciendo menciónexpresa a un derecho humano fundamental; elconcepto abarca, como correlativos, el derecho avivir y el derecho a conservar la vida. 3. Como di-recta derivación del derecho a la vida, están el de-recho a la salud y el derecho a la integridad físicadel hombre. Por ello, en derecho se habla del “de-recho a la protección de la salud” o del “derecho ala preservación de la salud”. Estos son derechosnaturales que se fundamentan en las Declaracio-nes Internacionales de Derechos Humanos. El de-recho a la vida está formulado en la DeclaraciónAmericana de los Derechos y Deberes del Hombre(artículo 1), en la Convención Americana sobreDerechos Humanos o Pacto de San José de CostaRica (artículo 4, inciso 1), en la Declaración Uni-versal de Derechos Humanos (artículo 3), y en laConvención sobre los Derechos del Niño (artículo6.1). El derecho a la preservación de la salud estácontemplado por la Declaración Universal de losDerechos Humanos (artículo 25) y por el PactoInternacional de Derechos Económicos, Sociales yCulturales (artículo 12). El Pacto de San José deCosta Rica dispone que “toda persona tiene dere-cho a que se respete su vida. Este derecho estará pro-tegido por la ley y, en general, a partir del momentode la concepción” (artículo 4.1). Como correlativosde esos derechos están el derecho a la asistenciasanitaria y el derecho a la disposición del propiocuerpo.

Derechos a la información y a la educación. 1. Elpaciente tiene derecho a recibir información so-bre su persona registrada en su historial médico ya estar totalmente informado sobre su salud, in-clusive los aspectos médicos de su condición. Sinembargo, la información contenida en el historialdel paciente sobre una tercera persona no debeser entregada a este sin el consentimiento de di-cha persona. Excepcionalmente, se puede retenerinformación frente al paciente cuando haya unabuena razón para creer que dicha información re-presentaría un serio peligro para su vida o su sa-lud. La información se debe entregar de maneraapropiada a la cultura local, de forma que el pa-ciente pueda entenderla. El paciente tiene dere-cho a no ser informado por su solicitud expresa, amenos que lo exija la protección de la vida de otrapersona. El paciente tiene derecho a elegir, si al-guno debe ser informado en su lugar. En la Ley N°3076 sobre Derechos del Paciente de la Provinciade Río Negro, Argentina (Ley 3076, ARG), el pa-ciente tiene derecho a “ser advertido en caso de queel centro de salud se proponga realizar experimen-tación biomédica que afecte su atención o trata-miento, en cuyo caso tiene derecho a rechazar su

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participación en dichos proyectos de investigación”(artículo 2, inciso n). Asimismo, el paciente tienederecho, “en los establecimientos pagos (a) exami-nar y recibir explicación de la factura de sus gastos,independientemente de quien vaya a abonar lacuenta” (artículo 2, inciso ñ). En la Ley N°153 deSalud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,el paciente tiene derecho al “acceso a la historiaclínica y a recibir información completa y compren-sible sobre su proceso de salud y a la recepción de lainformación por escrito al ser dado de alta o a suegreso” (artículo 4, inciso d). 2. Derecho a la edu-cación en salud. Es deber del equipo de salud coo-perar con las autoridades sanitarias a proteger elderecho a la educación sobre la salud y serviciosde salud disponibles incluyendo información so-bre estilos de vida saludables y prevención de lasenfermedades con responsabilidad personal decada uno por su propia salud (DLB, artículo 9).

Derechos a la intimidad, la confidencialidad y laverdad. 1. El principio de intimidad ampara el de-recho a ser dejado a solas, a velar y a excluir de lasmiradas de terceros, la interioridad, los pensa-mientos, el núcleo central de la personalidad. Elderecho a la intimidad se fundamenta en la digni-dad de la persona humana. Cuando el paciente esviolado en su derecho a la intimidad por el profe-sional de la salud (en forma consciente o incons-ciente), hay una afrenta que aquel sufre en su dig-nidad. La Declaración Universal de los Derechosdel Hombre (artículo 12) proclama que “nadieserá objeto de injerencias arbitrarias en su vida pri-vada, su familia, su domicilio o su correspondencia,ni de ataques a su honra o a su reputación. Todapersona tiene derecho a la protección de la ley con-tra tales injerencias o ataques”. El Pacto de SanJosé de Costa Rica se pronuncia en similares tér-minos en el artículo 11.2. La Asociación MédicaMundial prescribe que “la dignidad del paciente yel derecho a su vida privada deben ser respetadas entodo momento durante la atención médica y la ense-ñanza de la medicina, al igual que su cultura y susvalores” (artículo 10, inciso a). 2. Lo confidenciales, según el Diccionario de la Real Academia Espa-ñola, “lo que se hace o se dice en confianza o seguri-dad recíproca entre dos o más personas”. En el cam-po de la salud se relaciona con los conceptosintimidad, privacidad, confianza y secreto médico.La confidencialidad reside en los datos que unapersona brinda a otra en la creencia que los mis-mos serán resguardados. La confidencialidad esquebrantada, en cambio, cuando quien recepcio-na o es depositario de los datos que le fueron reve-lados (por ejemplo, por causa de su profesión:abogados, médicos) los revela a terceros sin justacausa. El secreto profesional, a su vez, es la con-tracara del derecho a la confidencialidad. Este sepresenta como un derecho en cabeza del paciente.

Aquel, es un deber ético y una obligación jurídica(y un derecho) que pesa sobre los profesionalesdel equipo de salud. El derecho a la confidenciali-dad ha sido regulado en las declaraciones o leyesque se expidieron sobre los derechos de los pa-cientes. El secreto profesional fue establecido(como deber-obligación-derecho) en los códigosdeontológicos y en las leyes que reglamentaronlas actividades de médicos, odontólogos y otrosprofesionales de la salud. 3. El paciente tiene de-recho a que los integrantes del equipo de salud serelacionen con él, respetando el principio bioéticode veracidad (el paciente decide y organiza suvida de acuerdo con la realidad de su enferme-dad). La dignidad del paciente se respeta cuandose le informa en forma completa, adecuada y con-forme a la verdad (no con mentiras, engaños ofalsedades).

Derecho a la autodeterminación. 1. El paciente tie-ne derecho a la autodeterminación y a tomar deci-siones libremente en relación con su persona. Elmédico informará al paciente las consecuenciasde su decisión. El paciente adulto mentalmentecompetente tiene derecho a dar o a negar su con-sentimiento para cualquier examen, diagnóstico oterapia. El paciente tiene derecho a la informa-ción necesaria para tomar sus decisiones. El pa-ciente debe entender claramente cuál es el propó-sito de todo examen o tratamiento y cuáles son lasconsecuencias de no dar su consentimiento. Elpaciente tiene derecho a negarse a participar enla investigación o enseñanza en medicina. 2.Derechos del paciente inconsciente. Si el pa-ciente está inconsciente o no puede expresar suvoluntad, se debe obtener el consentimiento deun representante legal, cuando sea posible ycuando sea legalmente pertinente. Si no se dispo-ne de un representante legal, y se necesita urgen-te una intervención médica, se debe suponer elconsentimiento del paciente, a menos que sea ob-vio y no quede la menor duda, sobre la base de loexpresado previamente por el paciente o por con-vicción anterior, que este rechazaría la inter-vención en esa situación. Sin embargo, el médicosiempre debe tratar de salvar la vida de un pacien-te inconsciente que ha intentado suicidarse. 3. De-rechos del paciente legalmente incapacitado.Incluso si el paciente es menor de edad o está le-galmente incapacitado, se necesita el consenti-miento de un representante legal, cuando sea le-galmente pertinente; sin embargo, el pacientedebe participar en las decisiones al máximo que lopermita su capacidad. Si el paciente incapacitadolegalmente puede tomar decisiones racionales, es-tas deben ser respetadas y él tiene derecho a prohi-bir la entrega de información a su representante le-gal. Si el representante legal del paciente o unapersona autorizada prohíbe el tratamiento que,

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según el médico, es el mejor para el paciente, elmédico debe apelar de esta decisión en la institu-ción legalmente pertinente u otra. En caso deemergencia, el médico decidirá lo que sea mejorpara el paciente. El diagnóstico o tratamiento sepuede realizar contra la voluntad del paciente encasos excepcionales solo y específicamente si lo au-toriza la ley y conforme a los principios de la éticamédica.

Derecho a una atención médica apropiada y de cali-dad. 1. La atención médica debe ser la adecuada ala enfermedad del paciente. El paciente siempretiene derecho a un servicio médico profesional einstitucional, ético e idóneo. Lo que va a variar esel tipo de prestación médica, la cual debe estar deacuerdo con la enfermedad que padezca el enfer-mo. El profesional del equipo de salud debe pro-porcionar el servicio médico-científico correcto, yutilizar el instrumental tecnológico adecuado a lanaturaleza de la enfermedad en cuestión, para lo-grar efectividad y eficiencia en su trabajo. 2. Dere-cho a la atención médica de buena calidad. La dig-nidad del paciente exige que la atención médicano sea cualquier asistencia, sino una atenciónmédica de buena calidad. Una asistencia médico-sanitaria de buena calidad debe ser aquella que“supera lo común”, que evidencia superioridad oexcelencia. Para el Código de Ética de la Asocia-ción Médica Argentina, “a pesar de las dificultadespara hallar una definición universalmente acepta-da, el concepto de calidad de la atención en saludestá vinculado a la satisfacción de las necesidades yexigencias del paciente individual, de su entorno fa-miliar y de la sociedad como una totalidad. Se basaen la organización de un cambio cuyo objetivo es lo-grar niveles de excelencia en las prestaciones elimi-nando errores y mejorando el rendimiento de lasinstituciones” (artículo 117). 3. Derecho a seratendido por un médico que el paciente sepa quetiene libertad para dar una opinión clínica y éticasin ninguna interferencia exterior. El paciente tie-ne derecho a que lo atienda un médico que, ade-más de poseer competencia científica, tenga inde-pendencia técnica y moral. El paciente va a tenermayor confianza en la capacidad y la lealtad delmédico, si le consta que este tiene independenciao autonomía técnica y moral para decidir según supropio juicio. Así lo establece la Asociación Médi-ca Mundial en sus doce principios sobre la Presta-ción de la Atención Médica en cualquier SistemaNacional de Atención Médica cuando dice: “La in-dependencia moral, profesional y económica delmédico debe ser asegurada”. 4. Derecho del pacien-te a ser tratado respetando sus mejores intereses.El tratamiento aplicado debe ser conforme a losprincipios médicos generalmente aprobados. ElCódigo Internacional de Ética Médica de la Aso-ciación Médica Mundial estipula que “el médico

debe a sus pacientes todos los recursos de su cienciay toda su lealtad”; y ello lo debe poner en práctica,respetando los mejores intereses del paciente: suvida y su salud, su dignidad y su libertad. Toda lapraxis médica debe ser acorde a la ciencia médica;esto es, a “los principios médicos generalmenteaprobados”. 5. Derecho a que la seguridad de lacalidad sea siempre parte de la atención médica.Los médicos, en especial, deben aceptar la respon-sabilidad de ser los guardianes de la calidad de losservicios médicos. La seguridad de la calidad de laatención médica debe ser parte del compromisoético del médico del actuar siempre en beneficiodel paciente. Las medidas de bioseguridad que sedeben instrumentar en las instituciones conllevanun doble fin: la indemnidad del paciente y la se-guridad del profesional, en cuanto a la adquisi-ción ocupacional de enfermedades. 6. El pacientetiene derecho a una atención médica continua. Elmédico tiene la obligación de cooperar en la coor-dinación de la atención médicamente indicada,con otro personal que trata al paciente. Oportuna-mente, la Declaración de los Derechos de los Pa-cientes de la Asociación Americana de Hospitales(1973) prescribió: “10. El paciente tiene derecho aesperar una continuidad razonable de atención”. Elderecho a la salud del que gozan todas las perso-nas empezará a ser realidad si, aparte de batallarcontra otros factores básicos (jurídicos y económicosprincipalmente), se instrumentan los medios necesa-rios para que la accesibilidad en tiempo propio al ser-vicio de salud sea posible –y durante todo el tiempoque el enfermo necesite ser asistido médicamente(desde el prisma de una continuidad razonable dela atención médica)–, acercando la realidad al de-ber ser. 7. El paciente tiene derecho a recibir departe de un centro de salud, de acuerdo con su ca-pacidad, una evaluación, un servicio o la remisióna otra institución, según lo indique la urgencia delcaso. El paciente, de acuerdo con la patología quepresente, y sobre la base de la capacidad instala-da de la institución médica (complejidad y posi-bilidades tecnológicas y recursos humanos),tendrá derecho a: i) en caso de urgencia, a que sele brinden los servicios médicos que la urgenciao el estado de necesidad indiquen. Se trata deun deber moral y una obligación jurídica detodo establecimiento de salud. En caso que lainstitución no cuente con la capacidad adecua-da para atender la emergencia que presenta elpaciente, se deberán tomar las medidas de cui-dado médico que el caso requiera, e instrumen-tar el traslado del paciente a otra institución; ii)a que se le efectúe una evaluación de su condi-ción de salud-enfermedad, o se le brinde un ser-vicio de salud. 8. El paciente tiene derecho a ele-gir o cambiar libremente su médico y hospital oinstitución de servicio de salud, sin considerar si

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forman parte del sector público o privado. Comoprincipio, los pacientes tienen libre decisiónpara elegir el médico que los va a atender. Estederecho va a estar sujeto a las modalidades ope-rativas de los sistemas de atención de la salud:público, seguridad social y privado. 9. Derecho ala segunda opinión. El paciente tiene derecho asolicitar la opinión de otro médico en cualquiermomento. La libertad de elección en cabeza delpaciente, incluye el derecho a una segunda opi-nión. Es la consulta del paciente a un segundo mé-dico con el objeto de confirmar el diagnóstico opronóstico realizado por el primer médico.

Derecho a la asistencia espiritual y moral y auna muerte digna. La Declaración de Lisboa es-tableció que “el paciente tiene el derecho de reci-bir o rechazar la asistencia espiritual y moral,inclusive la de un ministro de una religión apro-piada”. Este derecho se relaciona con la libertadde religión. Y el derecho a una muerte digna serelaciona con la aspiración del ser humano al“buen morir”, sin sufrimiento, sin dolor, con laadopción de la conducta médica más correctaposible para que el paciente próximo a su fintenga una buena muerte, sin adelantar ni atra-sar artificialmente ese momento. El derecho auna muerte digna está directamente vinculadocon la atención médica al paciente terminal ycon la eutanasia.

Referencias

O. Garay. Derechos fundamentales de los pacientes,Buenos Aires, Ad-Hoc, 2003. - O. Garay. Ejercicio de la en-fermería, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2005. - O. Garay. Códigode derecho médico, Buenos Aires, Ad-Hoc, 1999.

Los hospitales en América Latinaen función de la moral pública

Constanza Ovalle (Colombia) - Universidad ElBosque

Breve historia de los hospitales en América Latina.Con la llegada de los nuevos colonos a América seinició la desaparición de la mitología prehispánicamédica, así como de los lugares donde se adorabaa los dioses. Aparecieron en cambio, en las capi-tales de la Nueva España, edificios públicos, igle-sias y hospitales. Los hospitales fueron institucio-nes que desde sus inicios representaban unamoral cristiana, cuyo valor fundacional era la ca-ridad ejercida por el clero en defensa de la reli-gión católica. En el mismo sentido se promovíauna moral basada en sentimientos como la piedady la compasión. Esta institución de corte religiosorecibió el nombre de nosocomios, que persistieronhasta el siglo XVIII en buena parte de América La-tina. El motivo principal del establecimiento de

estos hospitales en las nuevas colonias respondíaa la necesidad de solucionar problemas de salud,como las epidemias; las enfermedades de la épocamás frecuentes, como la diarrea, la disentería, lafiebre tifoidea, la viruela, las enfermedades dela piel y respiratorias, el sarampión y el tétanos.La manera de combatir estas dolencias y brindarlos cuidados corporales necesarios se hacía com-binando la medicina indígena con la medicina oc-cidental heredada de Galeno e Hipócrates, mien-tras que para los cuidados espirituales se llevabana cabo las obligadas oraciones y plegarias delcaso. De aquí que en los hospitales, además de al-bergar un cierto número de pobres, se atendíanlos enfermos españoles. El primer hospital, SanNicolás de Bari, se fundó en 1502 en la colonia co-nocida como La Hispaniola, hoy Santo Domingo.Diez años después, en esta misma colonia se cons-truyó el Hospital de San Andrés. El tercero, apro-ximadamente en 1521, se construyó en Panamápor ser un importante punto de partida para laampliación de las colonias. Alrededor de 1522 sefundaron dos hospitales más, uno en Santiago deCuba, el Hospital Mercedes, de La Habana, y otroen Puerto Rico, el Hospital de la Concepción deNuestra Señora. En 1524 Hernán Cortés fundó elHospital de la Limpia Concepción, hoy conocidocomo el Hospital de Jesús en México. Como datocurioso, Fajardo G. (1980), en su obra Breve histo-ria de los hospitales de la ciudad de México señalalo siguiente: “En el siglo XVII esta institución conta-ba con tres capellanes y un sacristán, en representa-ción del gobierno: un contador, un cobrador, unabogado, un escribano y un procurador; en el ámbi-to clínico: un médico, un cirujano, un barbero, unsangrador, un enfermero y una enfermera; en losservicios generales: una cocinera y once esclavos.Todo este personal estaba bajo las órdenes de un ad-ministrador”. Es pertinente anotar que antes delas fundaciones de estos hospitales existieronunas enfermerías en cada uno de los fuertes o for-talezas que erigió Colón, donde se atendían losenfermos de combate. Solo a partir del 7 de octu-bre de 1541, según aparece en el Archivo Generalde las Indias, se ordena construir en todos los pue-blos hospitales independientes para españoles,para indios y para negros. A propósito, en 1552en México, en cercanías del convento de SanFrancisco se fundó el Hospital Real de los Indios,con poca participación de la autoridad religiosa,y con una mayor contribución laica, como medi-da oficial de proteger la salud del indígena. Enocasiones se llegó a atender hasta mil indígenas.Dicha institución se sostenía con las rentas realesque pagaban los indios, y posteriormente se ayu-daba de la venta de entradas al teatro del pueblo(Fajardo, 1996). En las primeras publicacionesdel continente americano se daban a conocer las

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enfermedades más comunes, así como los proble-mas y secretos de la medicina indígena. Así, en al-gunos informes administrativos, como tambiénen la literatura de la época se señalan varias deesas observaciones y se relata asimismo cómo loshospitales de la época, se caracterizaban por supoca higiene y porque los enfermos sufrían dehambre y de frío. En el siglo XVI surgen los orga-nismos encargados de vigilar el ejercicio de la me-dicina a los cuales se les llamó protomedicatos. Enel siglo XVII, en el Hospital de Jesús, se enseñópor primera vez la práctica de la anatomía huma-na con la ayuda de cadáveres. Hasta entrado el si-glo XIX, en los hospitales se hospedaban no soloenfermos, sino también mendigos a los que se lesproporcionaba sustento y alimentación. Podemosconcluir que hasta el siglo XX existieron insti-tuciones hospitalarias de beneficencia donde seprestaba atención gratuita para quienes no po-dían pagar. Hoy existen todavía hospitales quefuncionaron en la época de la colonia. Ciertamen-te han sufrido cambios en su infraestructura enrazón a la adquisición de equipos y ampliación delos servicios, así como de los requerimientos ad-ministrativos. Sin embargo, en algunos casos lospacientes siguen siendo atendidos por personalreligioso que viene siendo remplazado por profe-sionales de enfermería. En respuesta a los cam-bios de índole social, económica y política, pro-pios del siglo XX, a mediados de los años de 1940(en 1943 en México), surge la seguridad socialcon la cual el Estado asume la responsabilidad delos servicios de la salud como una labor ya no debeneficencia, sino como una obligación de brin-dar asistencia. Esta es una obligación moral y so-cial cuyo servicio debe ser prestado a través de or-ganismos públicos o establecimientos privadossupervisados por el Estado. Se inauguraron losprimeros hospitales gubernamentales, se abando-naron las edificaciones de tipo religioso, y se cons-truyeron edificios modernos dotados de pabello-nes. En principio, los servicios de salud fueron ensu mayoría patrimonio del Estado. Sin embargo,aparecen en menor cantidad las primeras insti-tuciones privadas, las cuales tan sólo se ocupa-ban de dar una atención especializada. Los hos-pitales asumen múltiples funciones dentro deeste nuevo contexto, entre las cuales sobresalenlas técnico-administrativas, las médicas, las de ca-rácter académico y de investigación.

Importancia de las distintas concepciones de la sa-lud en el establecimiento de una moral pública. Lasconcepciones científicas acerca de la salud y la en-fermedad influyeron en el trazado de las políticaspúblicas en salud y, por tanto, en la construcciónde una moral pública en dicho campo. A finalesdel siglo XIX la teoría microbiana y el descubri-miento de un agente externo como la causa de la

enfermedad dio origen al modelo higienista. Unmodelo que hacía énfasis en la importancia de co-rregir a través de medidas higiénicas aquellascondiciones ambientales que incidían directa-mente en la producción de la enfermedad. En1946, durante la Conferencia Sanitaria Interna-cional, se creó la Organización Mundial de la Sa-lud (OMS); en 1947 se creó la Organización Pana-mericana de la Salud (OPS). Estas organizacionesparticiparon en la discusión y el planteamiento depolíticas de salud en los diferentes países latinoa-mericanos. En este nuevo contexto se dio paso alconcepto de la salud pública, más conocido en lasegunda década del siglo XX en América Latinacomo “la salud del pueblo en general”. Con estanueva medicina, la preservación y la curación delindividuo y de la comunidad se extendió a la pre-vención de la enfermedad. Se notó a la vez lainfluencia de Estados Unidos a través de supreocupación por el desarrollo económico y so-cial de los países latinoamericanos. Por lo cual, seestablecieron diferentes programas de investiga-ción orientados a la salud, entendiendo que estaes el principal componente del nivel de vida de losindividuos. Se ampliaron los servicios de salud enlos hospitales prestando diversas ayudas de diag-nóstico, y tratamiento, con nuevas tecnologías ylaboratorios de análisis clínico. La creación de lamedicina preventiva permitió que “el hospital de-jara de ser solo un lugar de curación” y diera pasoa la prestación de una atención más integral, pro-ducto de un equipo de trabajo conformado pormédicos, enfermeras, trabajadores sociales, die-tistas, psicólogos, así como el apoyo del personaltécnico y administrativo. En los años de 1960fueron de particular interés para la región lati-noamericana, en la búsqueda de soluciones a losproblemas sociales y económicos, los aportes deleconomista W. Rostov, quien planteó la teoría delos estados de crecimiento económico. En estateoría toma importancia el modelo de la saludpara el desarrollo. En este sentido, se creyó im-portante invertir en la organización de los servi-cios de salud nacionales y locales, e integrar lasfuerzas de cooperación para promover el creci-miento económico a través de asesorías directasde la ONU, cuyos organismos la Cepal, la OPS yotras agencias internacionales prestaron a di-versos países de América Latina. Se pensó que elbienestar social sería el resultado natural delcrecimiento económico que se esperaba con lasinversiones realizadas en su momento. La saludse encuentra ahora ligada a las condiciones gene-rales de vida de la población. En consecuencia,mientras que la atención curativa fue restringidaa la práctica privada y a los hospitales, se estable-ció un nuevo modelo que permitía políticas de in-tervención social. Para tal fin, se importaron las

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concepciones multicausales de la enfermedad (sonmúltiples los aspectos etiológicos de la enferme-dad: biológicos, hereditarios, psicológicos, socia-les, culturales), expuesta por Brian MacMahon. Alincluir como aspectos etiológicos los psicológicos,sociales y culturales, es necesario para el manejode la enfermedad el apoyo de las ciencias huma-nas y sociales, adquiriendo el carácter de una me-dicina social, término con el que fue ampliamenteconocida en los distintos países latinoamericanos.Los hospitales se convirtieron en centros universi-tarios, y se valoraron dentro de un esquema deatención los de mejor calidad, desde el punto devista tecnológico, y a la vez, son consideradoscentros de investigación en la salud. En este nue-vo esquema la salud es entendida como un sectormás dentro del Plan Nacional de Desarrollo. Deesta manera, los Estados asumieron el manejo dela salud como un servicio público con políticasunificadas, para lo cual se incrementó la interven-ción de las instituciones que hayan optado porprestar este servicio, fueran o no propiedad delEstado. Con lo anterior, se establece una clara in-tervención de lo público en lo privado. Una moralpública de la que se infiere un control del Estadoen lo que tiene que ver con la salud y el bienestarde los individuos y los particulares. Sin embargo,dicha intervención se legitima como un derechohumano básico a la atención de la salud. La saludcomo bienestar fue adquiriendo un estatus de ver-dad. Se le apropia de manera positiva e influye enla formación de nuevos sujetos que reflejan un es-tilo de vida que, aun cuando respondía en un prin-cipio a un interés particular, se transforma rápida-mente en un interés colectivo, favoreciéndose asíun control más global. Por lo anterior, se expandela intención de ampliar la cobertura de la aten-ción en salud a los países de la región, entre otrascosas motivados por la disponibilidad de nuevosmedios tecnológicos para prevenir, diagnosticar ytratar las enfermedades. Se asume como una res-ponsabilidad social la meta formulada por laOMS: “alcanzar para todos los pueblos el gradomás alto posible de salud”. A finales de la décadade 1980 se decidió enfrentar este reto a través depolíticas neoliberales, en una coyuntura en la quese observa una disminución del gasto social, rela-cionada con la crisis económica de gran parte delos países de la región, y con la imposición de unajuste fiscal por parte del Banco Mundial y el Fon-do Monetario Internacional.

Lo público y lo privado. La mayoría de los países la-tinoamericanos minimizaron la intervención delEstado a expensas del crecimiento del sectorprivado, en lo tiene que ver con la prestación delos servicios de salud. Al privatizar los serviciospúblicos, se favoreció el desmonte del monopoliodel Estado. La responsabilidad de la prestación de

los servicios se encuentra amparada bajo el régi-men de la seguridad social, pero quienes prestanlos servicios, en su mayoría, forman parte del sec-tor privado. Por lo cual se inicia una escalada deinstituciones privadas, y se instituye la saludcomo un bien productivo, con grandes expectati-vas para este sector. Las necesidades de los indivi-duos en el campo de la salud se tornan del interéspara los grupos de elite a medida que comienzan avolverse económicamente rentables y políticamenteútiles (Foucault, 2000), siendo este un mecanismode control que termina formando parte del entra-mado social. Las necesidades humanas en el sigloXXI se convierten en motivo de estudio del merca-do. Se investiga sobre las carencias de las perso-nas y sus sueños, a los que el mercado respondecon rapidez. Las nuevas tendencias estéticas quese ofrecen a través de los medios de comunicaciónprometen una apariencia mejor, además de la po-sibilidad de experimentar sensaciones extremas.El mercado ha encontrado, en la graduación delplacer, la esperanza de un cambio. Las mejoras ensalud son tan solo una manera de dirigir las ac-ciones y los comportamientos de las gentes enpro de sus intereses económicos. Son mecanis-mos de control altamente efectivos que no soloinvolucran los cuerpos, sino las formas de pensary la vida misma. Los fines de la medicina, encuanto al mejoramiento de la calidad de vida ybúsqueda de un mayor bienestar, se ven seria-mente comprometidos ante la parafernalia de latecnología y otros medios o herramientas que sa-tisfacen los intereses de las multinacionales quevieron en la salud una forma de manipular a lapoblación y, de allí, derivar un beneficio eco-nómico. En esta perspectiva los hospitales, con eldeseo de lucrarse, se convierten en institucionesadministradoras de la salud que incorporan, cadavez más, los instrumentos que les permiten serefectivos ante las necesidades y expectativas delusuario, que paga sumas bastante elevadas conel propósito de dar respuesta a sus sueños y fan-tasías. Por este motivo, las instituciones soloatienden a quienes pueden pagar. La gran mayo-ría de la población comparte los deseos de cam-bio, pero no accede a los servicios por falta de re-cursos económicos, y presiona al Estado porrazones de vida y calidad de la misma, para quesean admitidas sus aspiraciones dentro los pla-nes de los distintos seguros que cubren la salud.El racionamiento de los recursos y la prestaciónde los servicios, en la lógica de la calidad, han nor-malizado sus políticas en torno a los intereses dela nueva empresa. De lo contrario, los hospitalesentran en crisis y en algunos casos se venabocados al cierre. En conclusión, se ve amenaza-da la salud de la sociedad si se deja tan solo a car-go del sector privado. Se ha limitado el carácter

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universal del acceso a la salud, puesto que al cir-cunscribir la prestación de los servicios al po-tencial adquisitivo de las personas, recae la respon-sabilidad de la salud sobre el ciudadano, obstaculi-zando el ejercicio pleno de este derecho. Así surgede nuevo la inquietud de si la atención a la saluddebe seguir siendo responsabilidad del sector pú-blico o ser tan solo prestada por el sector privado.

Referencias

Autores Varios. La salud en Colombia. Bogotá, Edito-rial Presencia Ltda. Ministerio de Salud, DepartamentoNacional de Planeación. 1990. - S. Castro. Biopolíticasimperiales. Nuevos significados de la salud y la enferme-dad en la Nueva Granada, en S. Castro (ed.), Pensar el si-glo XIX. Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia,Universidad de Pittsburgh, Instituto Internacional de Li-teratura Iberoamericana. 2004. - G. Fajardo. Breve histo-ria de los hospitales de la ciudad de México. México,Litografía Rendón. - M. Foucault. Defender la sociedad,Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. - F.González, A. Navarro, M. A. Sánchez. Los hospitales a tra-vés de la historia y el arte. Barcelona, Grupo Ars XXI deComunicación. 2005. - M. Kottow. Bioética prescriptiva.La falacia naturalista. El concepto de principios en bioéti-ca, en Autores Varios, Estatuto Epistemológico de la bioéti-ca, México, UNAM, Red Latinoamericana y del Caribe deBioética de la Unesco, 2005. – F. Ortiz. Hospitales, enColección Medicina: Ciencia y Humanismo, Bogotá,McGraw-Hill Interamericana, 2000.

Comités hospitalarios de ética

Juan Carlos Tealdi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

En 1989, cuando prácticamente no existían comi-tés hospitalarios de ética funcionando en AméricaLatina, abordamos el desarrollo de un proyecto deinvestigación sobre los mismos que conduciría ala implementación de un curso de formación parahacer posible entre nosotros la creación y el desa-rrollo de esta nueva figura institucional en el áreade la salud. Desde aquella fecha hasta hoy se hatransitado una importante experiencia respectode estos organismos. En algunos países han teni-do mayor éxito que en otros, pero la visión de losmismos ha tenido gran impacto para concebir hoyla calidad de las instituciones de salud.

Estructura y finalidades de los comités de ética. Loscomités hospitalarios de ética (CHE) son gruposinterdisciplinarios que se ocupan de los proble-mas éticos que surgen en los hospitales como ins-tituciones de atención a la salud. No se ocupanasí, específicamente, de cuestiones institucionalesmás generales como las relaciones laborales y laconducta entre trabajadores de la salud. El prime-ro de estos comités que se conoce fue el creado enla Morris View Nursing Home (New Jersey, USA)en 1976 para decidir sobre la continuación o no

del tratamiento en el célebre caso de Karen Quin-lan, una adolescente en coma profundo y conrespiración artificial. El antecedente del comité,instituido en 1960 por Beldin Scribner en Seattlepara decidir qué pacientes renales crónicos de-bían acceder a hemodiálisis, no reunía las caracte-rísticas principales que a partir del caso de KarenQuinlan tuvieron los comités de ética: efectiva in-terdisciplinariedad y discusión centrada en la jus-tificación ética de los problemas abordados. Apartir de 1983 comienza el gran desarrollo de es-tos comités en Estados Unidos, y luego en el mun-do, con tres grandes funciones: educativa, consul-tiva (v. Consulta en ética clínica) y normativa: laeducación del hospital y de su comunidad en losgrandes temas de la bioética, el análisis y discu-sión de casos clínicos para esclarecer problemaséticos de los mismos, y la elaboración de normaséticas, así como la implementación de las ya exis-tentes para una jerarquización del hospital comoinstitución. Estos comités, aunque surgidos enuna institución “médica”, se integran con repre-sentantes de esta y otras profesiones y sectores.En primer lugar, otros trabajadores de la saludjunto al médico: enfermeras, asistentes sociales,psicólogos, administradores hospitalarios. En se-gundo término abogados, religiosos, filósofos,antropólogos, sociólogos, etc. Por último, y muyespecialmente, personas legas en cuestiones desalud, representantes del paciente y de la comu-nidad. El número de miembros varía de seis aveinte. Esta diversidad asegura una ética plura-lista en el comité. Algunos miembros puedentener carácter estable y otros ser convocados es-pecíficamente para cada caso o normativa a desa-rrollar. El Comité puede depender del Consejo deGobierno en las instituciones públicas o privadasque lo tengan: esto los aproxima a la gestión po-lítica, pero lo aleja de los problemas clínicos. Pue-de depender del cuerpo médico, pero esto, si bienlo acerca a los problemas de la atención, pone enriesgo su objetivo principal: la defensa de los in-tereses del paciente. Puede depender, por últi-mo, de la administración del hospital: el directoro el departamento de investigación y docencia.Quizás sea esta la alternativa más equilibrada.En cualquier caso, su inserción se hace comoórgano asesor. Debe señalarse que aunque es re-comendable en lo posible la separación entrecomités de ética de la investigación (v.) y comi-tés hospitalarios de ética, es posible constituirun comité hospitalario de ética que incluya unacomisión dedicada específicamente a la investi-gación, con todos los requisitos de estructura,composición y procedimientos tradicionalmen-te establecidos para ello. Esta modalidad sueleestablecer mayores contactos entre la realidadde la atención y la realidad de la investigación

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biomédica, y ha sido frecuente observarla en loshospitales públicos, en especial durante la déca-da de los noventa.

La función educativa de los comités de ética. Paracumplir su función educativa, el grupo que inte-grará el comité debe transitar en primer términopor una etapa de autoformación. El coordinador yotros miembros deberán discutir libros y artículosbásicos, revisar casos clínicos ya cerrados, y de-sarrollar otras actividades para poder entrenarseen su función. Luego, y acaso paralelamente, seinicia una tarea educativa en el hospital: confe-rencias, jornadas, cursos, audiovisuales y otrasactividades. Por último, el comité se proyecta ha-cia la comunidad: pacientes, familiares, centroscomunitarios, para discutir los grandes temas dela bioética. Su tarea educativa enlaza con la ex-periencia que le brinda su función consultiva yque le permitirá, con el tiempo, ejercer su fun-ción normativa. Desde el punto de vista consulti-vo (función que es tratada en otra entrada deeste Diccionario), el comité comienza con unarevisión retrospectiva de casos ya cerrados para ad-quirir habilidad en la identificación de problemas,cursos de acción y justificación ética de las alterna-tivas. Luego decide qué casos recibirá en consulta:si los de un servicio determinado (ejemplo, terapiaintensiva) o los de todos los servicios; si los de untema determinado (ejemplo, veracidad, prolonga-ción de la vida) o los de cualquier tema. Tambiéndebe establecer quién puede consultar (médicos,enfermeras, pacientes, familiares); a quién se le in-formará de los resultados; quién podrá participarde las reuniones; etcétera. Y, sobre todo, el comitédebe establecer en los distintos casos si sus conclu-siones serán en forma de exposición de ventajas ydesventajas en las alternativas, sugerencias de ac-ción o recomendaciones.

La función normativa de los comités de ética. El co-mité debe hacer respetar en el hospital, en primerlugar, las normas éticas de reconocimiento in-ternacional establecidas progresivamente en elcampo de la salud después de la Segunda GuerraMundial: las declaraciones de Ginebra, Helsinki,Sidney, Venecia, y otras de la Asociación MédicaMundial, los instrumentos pertinentes del derechointernacional de los derechos humanos, y otros do-cumentos de gran relevancia, como la DeclaraciónUniversal sobre Bioética y Derechos Humanos de laUnesco (2005). Luego puede dedicarse a la elabo-ración de normas éticas de procedimiento. Paraello el comité define el tema que será sujeto a nor-mas, recopila información ya existente, consulta apersonal del hospital sobre la factibilidad de lasnormas, evalúa el lenguaje de las mismas parahacerlo ampliamente comprensible y revisa le-galmente el texto antes de aprobarlo. En bioética

se ha diferenciado entre pautas (guidelines) y nor-mas (policies). Las pautas cumplen una funciónasesora o de consejo, mientras que las normas tie-nen un carácter obligatorio. Si el comité ha alcan-zado un alto grado de consenso acerca de los es-tándares exigibles para una práctica ética, espreferible que elabore una norma antes que unapauta. Pero si hay incertidumbre o desacuerdoacerca del camino más apropiado, entonces espreferible que se redacte una pauta. Sin embargo,como las actitudes cambian con el tiempo, a vecespuede ser necesario cambiar pautas en normas.Aunque las normas son obligatorias, debe enten-derse que una norma dada puede permitir juiciosdiscrecionales en instancias específicas. En el pro-ceso de diseño de las normas en bioética puedenseguirse estos pasos: 1. Determinar qué tópicos ocuestiones necesitan ser sujetos a normas. 2. Re-copilar información pertinente y normas usadaspor otros hospitales y someterlas a crítica. 3. Ase-gurarse claramente de si las acciones o decisionesson mandatorias o discrecionales. 4. Evaluar ellenguaje de la norma en su claridad y aplicabili-dad práctica. 5. Si hay sanciones internas (aunqueesto no sea frecuente), estipularlo claramente enla norma. 6. Cuando el comité haya revisado va-rios borradores, consultar a los miembros más ex-pertos de la institución, que no sean miembros delcomité, para asegurar la practicidad de la norma.7. Antes de que la norma sea aceptada por la insti-tución, el asesor legal debe hacer una revisión dela misma. 8. Desarrollar un proceso mediante elcual el comité pueda obtener comentarios y obser-vaciones a la implementación de la norma. Lasnormas deben ser, a su vez, tan breves como seaposible. Se ha considerado que tienen cuatro ele-mentos: enunciado de la norma, enunciado deprincipios, lista de definiciones y lista de procedi-mientos. El enunciado de la norma es un enuncia-do breve que resume el tópico general de la nor-ma, dado el caso general y sus principalesexcepciones. La enunciación de principios es un lis-tado de los principios y valores principales quesubyacen en la norma. Los principios no necesitanser expresados en lenguaje filosófico; pueden serexpresados en lenguaje corriente. Los principiosdeben ser incluidos en la norma para que la insti-tución de salud, los pacientes y el público puedancomprender cuáles son los valores que el hospitalestá defendiendo al tomar decisiones cargadas devalor. También se asegura de ese modo el quehaya un fundamento ético para las normas. La lis-ta de definiciones es útil para que todos los térmi-nos ambiguos resulten definidos con claridad. Deese modo se intenta que la interpretación de lanorma no conduzca a resultados sustancialmentevariables. La lista de procedimientos señala, por úl-timo, los pasos específicos, prácticos que deben

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darse para implementar la norma. Deben incluir-se instrucciones sobre qué hacer cuando hay desa-cuerdo entre los principales decisores. Si el enun-ciado solo asesora, se utiliza la palabra puede,pero si el enunciado es obligatorio, es apropiadousar debe o deberá. Hay que evitar usar condicio-nales como debería. Finalmente, deben dejarse enclaro las líneas de autoridad y responsabilidad encuanto a la aprobación y revisión de la norma. Seestablecerá quién debe aprobarla, quién debe dis-tribuirla y quién será responsable de contestar laspreguntas que puedan surgir acerca de su signifi-cado o interpretación. El comité de ética debe es-tablecer un método para educar a la instituciónacerca de las cuestiones implícitas en la norma,revisarla y modificarla si fuera necesario.

Según nuestra experiencia, las resistencias a laplena instauración de este tipo de comités sueleser importante por varias razones. Hay hospitalesque rechazan la creación de un espacio de discu-sión del ejercicio del poder institucional. En otroscasos, los médicos intentan predominar sobre losotros miembros y “cerrar” el comité para no expo-ner problemas considerados “internos”. Otrosproblemas más importantes son la precipitación

para la resolución de casos cuando el comité aúnno está capacitado; la falta de claridad en sus ob-jetivos y la debilidad del vínculo con la dirección ocon la institución en su conjunto. El comité tam-bién puede estar expuesto a la ilusión de podercambiar más de lo que concretamente pueda mo-dificar en su ámbito de acción. También la expe-riencia nos indica que el mejor modo de superarestas y otras dificultades es el trabajo en red de loscomités hospitalarios de ética.

Referencias

J. C. Tealdi y J. A. Mainetti. Los comités hospitalariosde ética. Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana 108(5-6): 431-438, 1990. - J. C. Tealdi. Los comités hospita-larios de ética, seis años después. Cuadernos de Bioética N° 1.Programa Regional de Bioética para América Latina,OPS/OMS, 1995, pp. 121-134. - K. Teel The physician’s di-lemma; a doctor’s view: what the law should be, BaylorLaw Review 27 (1975), 6-9. - R. E. Cranford; A. E. Doude-ra. Institutional Ethics Committees and Health Care Deci-sion Making, Ann Arbor-Michigan, Health AdministrationPress, 1984. - J. Wilson Ross et al. Handbook for HospitalEthics Committees, American Hospital Publishing, 1986. -S. Spinsanti, I Comitati di Etica negli ospedali, en L’Allean-za Terapeutica: Le dimensione della salute, Roma, CittáNuova Editrice, 1988, pp. 99-112.

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Desarrollo humano y educación

El mundo industrializado, en la perspectiva li-beral, privilegia los derechos civiles y políti-

cos porque sus sociedades han logrado satisfaceraceptablemente sus necesidades básicas para lapoblación o presumen que con los resultados dellibre mercado alcanzarán a satisfacerlas. En esesentido, esos países se preocupan con mayor interéspor una bioética centrada en un desarrollo cientí-fico y tecnológico que, como el de las industriasfarmacéutica y biotecnológica, forma parte de lasestrategias de desarrollo económico de los paísesricos y altamente industrializados (v. Desarrollo ydependencia). Sin embargo, en el mundo actual lapobreza se encuentra en modo significativo inclusoen países muy industrializados y con mercados demínima regulación, generando importantes desi-gualdades que no son compatibles con la noción dedesarrollo humano. Aceptando esta realidad, lospaíses de orientación social-demócrata, comolos países nórdicos, han construido sociedadesmás equitativas con políticas de mayor interven-ción estatal y mayor equilibrio entre los derechosciviles y políticos, y los derechos económicos, so-ciales y culturales. Los países y las regiones pobresdel mundo reclaman con mayor énfasis estos últi-mos derechos porque, por ejemplo, en una regióncomo América Latina el porcentaje de poblaciónen la pobreza, la indigencia y la exclusión es ma-yoría. Así, la bioética en nuestros países está obli-gada a tener mayor interés que otras regiones enla justicia frente a las inequidades de la pobreza,la discriminación y las desigualdades por géneroo situación económica o social; en la salud públicay el derecho a la salud frente a la desprotecciónindividual y comunitaria; y en la educación y eldesarrollo humano (v. Escuelas rurales y desarrollohumano). Estas diferencias explican por qué enlos países industrializados puede observarse a ve-ces una completa disociación de la bioética con laprotección de estas prioridades de reflexión en lospaíses pobres. Estas diferencias también explicanpor qué para los países pobres, en cuya realidadestá vulnerada la ética mínima de los derechoseconómicos, sociales y culturales, es inimaginablela construcción de una bioética que no comiencediscutiendo los límites de la moralidad con la in-moralidad antes que las refinadas fronteras ana-líticas del lenguaje moral, con lo importante queson estas.

Bioética y desarrollo científico y tecnológico. Des-pués de explicitadas aquellas diferencias, pode-mos decir que la bioética, entendida en un sentidosuficientemente amplio para abarcar las distintas

visiones regionales de la misma, ha enfrentadodesde su origen los problemas de respeto de ladignidad humana en la atención y el cuidado de lavida y la salud; los problemas de justicia en los sis-temas de atención de la salud pública; y losproblemas del poderío y ambigüedad moral del de-sarrollo científico y tecnológico para la superviven-cia de la especie humana y el bienestar de las per-sonas. Por eso, es cuestionable una noción debioética que no exprese con claridad su reflexiónsobre las necesidades básicas de los seres huma-nos y sobre los problemas éticos de la vida y el vi-vir humanos que ellos encierran (v. Educaciónpara el desarrollo humano). Igualmente cuestio-nable es aquella bioética que hable de ‘progreso’ o‘adelanto’ científico-tecnológico sin considerarque la noción de ‘adelanto’ es controvertida en susignificación, ya que presupone un sentido eva-luativo que, a la luz de la falta de desarrollo hu-mano en el mundo, no puede ser sino condenable.Una noción de bioética en esa perspectiva no escompatible con los desarrollos teóricos y prácticosque, aun con sus diferencias en autores y países,han caracterizado en modo amplio lo que se en-tiende por bioética. Por eso, en el momento depretender identificar los problemas bioéticos delmundo de hoy, debemos dejar de lado la expre-sión “adelantos científicos y tecnológicos” parasustituirla por la expresión “desarrollo científico ytecnológico en el campo de la atención y el cuida-do de la vida y la salud”, porque de otro modo de-jaríamos de ver los problemas éticos que emergende la ambigüedad de este desarrollo (v. Antropolo-gía y desarrollo sustentable). Sobre esta cuestiónya llamó la atención la Asamblea General de lasNaciones Unidas en 1975 con su Declaración so-bre el uso del progreso científico y tecnológico enlos intereses de la paz y para el beneficio de la hu-manidad, advirtiendo sobre el peligro potencialque el progreso científico y tecnológico puede re-presentar para los derechos civiles y políticos ypara la dignidad humana, y haciendo un llamadoa los Estados para prevenir consecuencias dañinas(v. Ciencia y tecnología).

Educación y bioética para el desarrollo humano. Enese marco de referencia, ¿cuáles son los fines deeducar en bioética para el desarrollo humano? Ala educación se le han dado distintos fines. Platónsostenía: “Si ustedes preguntan qué es lo bueno dela educación, la respuesta es fácil: la educación hacehombres buenos y estos hombres buenos actúan no-blemente”. Un médico y literato como Rabelaisdirá en aquella carta que Gargantúa le envía a su

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hijo Pantagruel desde Utopía y que acaso sea elmanifiesto educativo más importante de la litera-tura universal: “La sabiduría nunca entra en las al-mas malévolas y ciencia sin conciencia no es sinoruina del alma”. En otro sentido, para Aristóteles yRousseau la educación tiene el fin político de pre-servar el Estado y hacer que los ciudadanos consi-deren la primacía del bien común frente a la felici-dad individual (v. Escuela pública). En cualquiercaso, la educación moral tiene como objetivo bási-co enseñar al hombre a evitar el mal. Esta es unaposición que se ha sostenido para la enseñanza dela bioética en particular. No se trata de enseñar loque es el bien, sino de saber distinguir en nuestrasacciones aquellas que sean perjudiciales. Peroesto no agota el significado de la enseñanza enbioética, ya que se trata solamente de un punto departida. Porque no hay duda de que educar enbioética debe hacer, por ejemplo, que la Declara-ción de Helsinki sea tan bien conocida como lasvariaciones de cualquiera de nuestros líquidos or-gánicos, o que las declaraciones sobre derechosdel paciente, situación de los enfermos mentales ymoribundos, de los niños y de aquellos pacientessometidos a tratos degradantes, resulten tan im-portantes como los más elementales conceptosanatómicos y fisiopatológicos. Se trata tambiénde pretender superar esta moral mínima, básica,aun reconociendo que es sin duda la que sienta lasbases para una ética posible. En la ya clásica dis-cusión planteada desde el Menón sobre la posibili-dad de responder a la pregunta acerca de si la vir-tud se adquiere mediante la enseñanza o por elejercicio, es útil seguir el camino que Platón vis-lumbraba en su respuesta: la virtud debemos ir arastrearla en la anamnesis, o diálogo que vuelvesobre sí mismo, que recuerda una historia perso-nal del paciente al que asistimos, que lo recons-truye como persona y que nos hace personas aaquellos preocupados por la vida y la salud de losotros. Una educación en bioética promueve laanamnesis o recuerdo de los hechos que han idoconstruyendo la historia de cada paciente, decada caso clínico, de cada catástrofe social. Se tra-ta de una anamnesis que haga surgir el conjuntode valores presentes en esos hechos con la certezade que nuestros valores se entretejen con los valo-res de los demás en una trama en la cual todos loshilos son igualmente importantes, si atendemos alos puntos de entrelazamiento: aquellos dondecristaliza el concepto de trama. En medicina, eldiálogo de la relación médico-paciente es el pri-mer entrecruzamiento, el punto primario. Peroestos interlocutores se abren a otros discursos: lafamilia, el equipo médico, la institución. La pro-fesión médica necesita hoy, para tomar decisioneséticas, de otros profesionales de la salud y de otrasdisciplinas. Los comités hospitalarios de ética (v.)

cumplen una importante tarea educativa en esesentido. En primer lugar, transitan por una etapade autoformación de sus miembros para el cum-plimiento de sus funciones consultiva y normati-va; en segundo lugar, se ocupan de desarrollaruna tarea educativa en la institución de salud a laque pertenecen dirigida a todo el personal que lointegra esté o no ocupado en tareas asistenciales;por último, se proyectan con su tarea educativahacia la comunidad para discutir los problemasmás frecuentes en bioética con pacientes, fami-liares y otras instituciones gubernamentales y nogubernamentales. Pero los comités de ética, tannecesarios para la educación en bioética, mal po-drían desarrollarse sin considerar el pluralismo yla racionalidad como elementos sustanciales delos mismos. Dicho de otro modo, sin tener encuenta el concepto de la trama de valores, esasymploké que nos enlaza unos a otros. La bioéticaha destacado este nuevo concepto del entrelaza-miento efectivo de discursos donde promover elbien común a través de la educación termina sien-do una cuestión de justicia (v. Educación en bioéti-ca). En República, Platón se enfrenta por primeravez a estos problemas al elaborar su curriculopara la educación de los ciudadanos atenienses: elequilibrio entre la adquisición de conocimientos yhabilidades, el entrenamiento físico y la educa-ción moral, son la base de su programa. Pero elpeligro de nuestros países no es solo el no contarcon parámetros éticos, sino también el pretendersuperar estas carencias con facilismos, impruden-cias y una educación pedante. Aquella que denun-ció Montaigne al escribir sobre la educación de losniños y decir que el principal problema educativode su época era el intento de llenar las cabezascon conocimientos sin una palabra de juicio o devirtud. Enseñar para Sócrates es trabajar sobreelementos naturales como una especie de partero.En Tomás de Aquino la educación se asemeja a lamedicina en cuanto arte cooperativo de adminis-trar la naturaleza. La Didáctica Magna de Come-nio recogerá esta idea. Pero este enfoque técnico,profesional de la enseñanza, se ha opuesto siem-pre a la perspectiva que considera los aspectosmorales presentes en la educación. Este es el con-flicto actual de nuestra medicina. Hay una ense-ñanza de la técnica operatoria, de la biología mé-dica y otras ciencias, pero no hay capacitaciónpara el juicio, la prudencia o cualquier otra virtud.Se enseña a dominar conceptos y técnicas, perono se instruye sobre cómo decidir qué debe hacer-se. ‘El médico debe hacer todo lo que pueda’ es lainversión de toda propuesta ética. Porque hacer loque se debe significa no hacer todo lo que se pue-de. Hay por ello ‘virtudes’ técnicas que no supo-nen por necesidad un imperativo ético. El médicovirtuoso en la técnica puede no serlo éticamente.

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Las virtudes que entrega Prometeo son virtudespara unos hombres, pero no necesariamente paratodos. Manejar la fragua u operar cuerpos huma-nos no son virtudes para todos los hombres. Perolas virtudes entregadas por Hermes, como la san-tidad y la justicia, requieren ser distribuidas entretodos. En el Protágoras de Platón, esto aparece

claro. Enseñar las virtudes políticas es algo másque razonable: se trata casi de un sentido común.Enseñar bioética atendiendo a estas preocupacio-nes puede ser algo más que un discurso hueco,aunque exista el peligro de que lo sea. Puede seruna forma legítima de persecución de la virtud.

[J. C. T.]

Desarrollo y dependencia

José Portillo (Uruguay) - AsociaciónLatinoamericana de Medicina Social

Desarrollo y subdesarrollo. El desarrollo económi-co es el proceso de crecimiento de una economía,a lo largo del cual se aplican nuevas tecnologías yse producen transformaciones sociales, con laconsecuencia de una mejor distribución de la ri-queza y del ingreso. Las teorías económicas libe-ral y neoliberal han enfatizado en el crecimientoeconómico sobre los aspectos distributivos y lasmejoras sociales y han defendido el rol del mer-cado en el crecimiento económico. El subdesa-rrollo sería la situación de los países menosavanzados, que se caracteriza entre otras cosaspor tener un bajo ingreso por habitante, un redu-cido nivel de ahorro y una escasa dotación tecno-lógica. A ello se agregan altos índices de analfabe-tismo, elevado peso relativo de la agricultura,elevadas tasas de desempleo, grandes diferenciasen la distribución interna del ingreso y elevadatasa de crecimiento de la población. La escasez decapital físico y de capital humano (cantidad de co-nocimientos técnicos y calificaciones que posee lapoblación trabajadora, procedentes de la educa-ción formal y de la formación en el trabajo) y lasrelaciones internacionales de dependencia con-dicionan el subdesarrollo.

El subdesarrollo como ausencia de desarrollo. Lateoría del desarrollo señala que, para lograr el de-sarrollo, determinada sociedad alcanza, con laadopción de normas de comportamiento, actitu-des y valores identificados con la racionalidadeconómica moderna, caracterizada por la búsque-da de la máxima productividad, la generación deahorro y la creación de inversiones que llevasen ala acumulación permanente de los individuos y,en consecuencia, de toda la sociedad. En la prime-ra mitad del siglo XX se insistió en el llamado mo-delo de sustitución de importaciones, consistenteen el remplazo de parte de las importaciones porproducción nacional, con el objetivo de propiciarla puesta en marcha de un proceso de industriali-zación endógeno. Más o menos contemporáneos,otros autores (Baran) entendieron que la econo-mía socialista (estatización de los grandes mediosde producción) permitiría una mejor gestión delexcedente económico con la consiguiente mejor

distribución de la renta y un crecimiento econó-mico más rápido y equilibrado. Las teoríasseñaladas tienen en común la visión del subdesa-rrollo como ausencia de desarrollo.

Desarrollo y teoría de la dependencia. La teoría dela dependencia (T. Dos Santos), en sus diferentesvariantes, señala por el contrario que el subdesa-rrollo está conectado con la expansión de los paí-ses industrializados; desarrollo y subdesarrolloson aspectos diferentes de un mismo proceso uni-versal. El subdesarrollo no es una primera condi-ción de un proceso evolucionista y la dependenciano sólo es un fenómeno externo, sino también in-terno (político, social, cultural, ideológico). Latendencia actual y creciente a la exclusión social,como resultado del aumento de la concentracióneconómica y de la desigualdad social, parece con-firmar esta propuesta teórica, sobre todo en Amé-rica Latina. Para estos autores, el desarrollo delcapitalismo dependiente no asegura mayor gene-ración de mano de obra que en el pasado y, muypor el contrario, parece que la tendencia al de-sempleo abierto y encubierto tiende a ser mayor.Solo una gran inversión en tecnología de punta,con alto grado de educación, permitiría eludir ladependencia (Irlanda, Finlandia, Costa Rica). Lospaíses centrales captan los excedentes económi-cos de los países periféricos y dependientes enparte por el intercambio comercial desigual, perose agrava por el pago de intereses, royalties, servi-cios técnicos y remesas de utilidades abiertas odisfrazadas.

Desarrollo neoliberal de los noventa. El llamadoConsenso de Washington, producido por los orga-nismos internacionales de crédito, el Fondo Mo-netario Internacional y el Banco Mundial, formu-ló una serie de recomendaciones para los paísesdependientes que a lo largo de la década del 90contribuyeron a agravar la situación de depen-dencia. Las medidas sugeridas fueron la estabili-dad macroeconómica (control de la inflación, dis-minución del déficit presupuestario), reformafinanciera y estímulo de la competencia (promo-viendo el libre comercio, facilitando la privati-zación y forjando políticas de competencia). Estaspolíticas contribuyeron al aumento de la pobreza sincrecimiento económico sostenido. Para algunos

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autores (Stiglitz), estas medidas deben acompañarsede una participación del Estado, que permita corre-gir las insuficiencias del mercado y ampliar lasmetas del desarrollo. La clave para reconciliar elcrecimiento económico con el desarrollo socialconsiste en la habilidad de la política para diseñarun proyecto democrático que genere un sistemade regulación razonable y justo de las esferas pú-blica y privada. Algunos autores (Barkin) propo-nen, para el caso de América Latina, nuevas estra-tegias para el desarrollo rural sostenible, basadasen la participación popular, la autosuficiencia ali-mentaria y la regeneración ambiental. Para otrosteóricos contemporáneos (Sen), el desarrolloexige fundamentalmente la eliminación de lasprincipales fuentes de privación de libertad: lapobreza, la tiranía, la escasez de oportunidadeseconómicas, las privaciones sociales, la falta depolíticas de protección social adecuadas y sufi-cientes. La contribución del mecanismo de mer-cado al crecimiento económico es importante,pero solo cuando se reconoce la absoluta liber-tad para participar en ese juego de intercambio.La extrema pobreza contribuye a coartar la liber-tad. Se necesitarían cinco tipos de libertades: li-bertades políticas, de los servicios económicos,de las oportunidades sociales, de las garantías detransparencia y de la seguridad protectora. Lacuestión de la desigualdad se puede apreciar me-jor si se tiene en cuenta no solo la distribución dela renta, sino la distribución de libertades y de lascapacidades fundamentales. Para corregir las in-suficiencias del mercado y para que este funcionemejor, es necesaria la intervención de las institu-ciones que proveen servicios que no se venden,por ejemplo la educación y la salud pública.

Las Naciones Unidas y el desarrollo. El Programade Naciones Unidas para el Desarrollo ha creadoun índice para medir y comparar a todos los paí-ses en sus logros en su capacidad para mejorar lacalidad de vida de sus habitantes. El índice de de-sarrollo humano (IDH) es una medida sinópticadel desarrollo humano. Mide el progreso mediode un país en tres aspectos básicos del desarrollohumano: 1. Disfrutar de una vida larga y saluda-ble, lo que se mide a través de la esperanza devida al nacer; 2. Disponer de educación, lo que semide a través de la tasa de alfabetización de adul-tos y la tasa bruta combinada de matriculación deprimaria, secundaria y terciaria; 3. Tener un nivelde vida digno, lo que se mide a través del PBI percápita (en dólares con paridad de poder adquisiti-vo). Se crea un índice para cada componente y elIDH es el promedio de los índices de los compo-nentes. Este índice permite ordenar a todos lospaíses del mundo y evaluar anualmente losavances más o menos acelerados. El valor 1 es elmáximo. Los países industrializados tienen un

índice promedio de 0,935, mientras que Améri-ca Latina y el Caribe tienen un índice de 0,777.Los países menos adelantados tienen un índicede 0,446. (Las cifras corresponden al Informede 2004). En septiembre de 2000 se reunieron,en la sede de las Naciones Unidas, 147 jefes deEstado y de gobierno para considerar los proble-mas más acuciantes de la humanidad, en parti-cular el subdesarrollo y sus consecuencias. Sereconocieron ocho grandes objetivos: 1. Erradi-car la extrema pobreza y el hambre; 2. Lograr laeducación primaria universal; 3. Promover laequidad de género y el fortalecimiento social de lamujer; 4. Reducir la mortalidad de los niños me-nores de 5 años; 5. Mejorar la salud materna; 6.Combatir el VIH/sida, la malaria y otras enferme-dades infecciosas; 7. Asegurar un ambiente sus-tentable; 8. Crear un modelo global de desarrollosocio-económico. Se fijaron varias metas cuantita-tivas para evaluar periódicamente los logros. Lospobres resultados obtenidos hasta el presente ha-cen dudar seriamente de alcanzar los resultadosprevistos para 2015. Algunos autores (Attaran)lanzan fuertes críticas metodológicas a las medi-das realizadas por el sistema de agencias de Na-ciones Unidas, lo cual agrava aún más los escasoslogros obtenidos.

Referencias

A. Attaran. An immeasurable crisis? A criticism ofthe millennium developement goals and why they can-not be measured, PLoS Med 2 (10):e318, 2005. - V. Be-ker y F. Mochón. Economía. Elementos de micro ymacroeconomía, Madrid, McGraw-Hill, 1994. - T. DosSantos. La teoría de la dependencia. Balance y perspecti-vas, Barcelona, Plaza y Janés, 2002. - B. Kliksberg(comp.). Ética y desarrollo. La relación marginada, Bue-nos Aires, El Ateneo, 2002. - Programa de Naciones Uni-das para el Desarrollo. Informe sobre DesarrolloHumano. La libertad cultural en el mundo diverso de hoy,2004. - A. Sen. Desarrollo y libertad, Barcelona, Planeta,1999.

Antropología y desarrollosustentable

Salomón Nahmad Sitton (México) - Centrode Investigaciones y Estudios Superiores enAntropología Social (Ciesas), Unidad Istmo

Antropología, desarrollo global y culturas. Enlas ciencias sociales, y en particular la etnolo-gía y la antropología social, en el siglo XX se hacuestionado el modelo de evolución, progresoy desarrollo manejado desde el punto de vistateórico y desde el punto de vista de las agenciasgubernamentales de Occidente. Se ha conside-rado ese modelo por sus planteamientos li-neales frente a las posibilidades de alternativas

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diversas de modos de vida. Esta diversidad ofre-ce valores, principios y virtudes para otorgarbienestar a las personas que configuran unida-des sociales con identidad propia y que tienenuna larga experiencia histórica en mantenersustentablemente la vida cotidiana y la vida fes-tiva de estos pueblos. En este sentido, la evolu-ción y el cambio social ocurren en la experien-cia de las relaciones sociales interétnicas einterculturales de manera multilineal, por loque se confrontan con el modelo lineal que hadominado la sociedad occidental. Para el casode los diversos estilos de vida y modos de pro-ducción y de reproducción humana y social queestudia la antro- pología, se plantea la alternati-va de un cambio progresivo con direcciones pro-pias de carácter cultural lingüístico, de organi-zación social y política, y de principios y valoresfincados en la comunalidad de los grupos socia-les. Este es el caso de más de quinientos pueblosindígenas de América Latina que tienen unacontinuidad en el tiempo y en el espacio mane-jando sus recursos humanos y naturales de ma-nera diferenciada y sustentable, lo que les hapermitido permanecer como unidades socialescon identidad propia y con su propia imagen decomunidades integradas, articuladas y singula-res frente a otras unidades sociales. De estasunidades sociales identificadas como pueblosoriginarios del continente americano emergie-ron las cuatro macrocivilizaciones que hoy reco-nocen la antropología y la etnología: la mesoa-mericana, la andina, la selvática-amazónica y lacaribeña- chibcha, cuya configuración macro-cultural ha permitido la reproducción con undesarrollo sustentable y continuo a pesar de lagrave experiencia de la colonización europea yde la enorme inmigración de los distintos conti-nentes que no han logrado la desaparición deestas civilizaciones y de estas culturas. En estesentido debemos señalar la capacidad que tie-nen para vivir un proyecto de vida propia que,en cierta manera, tenía indicadores de armoníay de justicia, dañadas por el proceso de la colo-nización y de la integración vertical y autorita-ria del sistema nacional de cada país. El mundomoderno y globalizado, contextualizado en elestilo de vida capitalista con enormes desigual-dades, ha construido fronteras de miseria y po-breza en el contexto de estos pueblos origina-rios de América Latina. Esto se refleja en losmayores índices de falta de salud, de higiene, debienestar, de nutrición, de una educación inter-cultural y de la posibilidad de sociedades multi-culturales y multiétnicas con una perspectivaigualitaria y de derechos humanos responsa-bles. El tema central de la antropología es la cul-tura, entendida como el modo de vida de un

grupo humano que incluye un repertorio decreencias, costumbres, valores y símbolos quepermiten la reproduc- ción permanente de estosgrupos que mantenían espacios geográficos mi-lenariamente y que han sido agredidos y despo-jados de sus territorios donde desarrollabansustentablemente su vida.

Sustentabilidad y proyecto multicultural de desa-rrollo. La importancia de un desarrollo susten-table adquirió relevancia en la conferencia in-ternacional de Naciones Unidas sobre losDerechos Humanos en Viena, en 1993, donde sereafirmó el derecho al desarrollo como un dere-cho universal e inalienable, y como parte de losderechos humanos fundamentales. Es induda-ble que, en una sociedad que respete y apoye eldesarrollo o la evolución multilineal, se tendránque promover programas sociales sobre la basede la paz social, de la erradicación de los con-flictos y la violencia, y promover programas so-ciales y educativos, de salud y de comunicaciónque permitan la transformación productiva enlos contextos de la cultura propia. Por ello, enlos círculos académicos y en los planes de los or-ganismos internacionales, se plantea la viabili-dad de un proyecto multicultural de desarrollosustentable con identidades propias de cadapueblo en América Latina. La antropología esuna síntesis desde perspectivas humanísticas,biológicas, históricas, psicológicas, económicas,religiosas y geográficas, que tienden a un cono-cimiento global de la sociedad humana, abar-cando a todos los grupos humanos, sean estoscazadores, recolectores, pescadores, agriculto-res, artesanos o vivan en medios urbanos de so-ciedades complejas donde el principio básicoserá el respeto a su propio proyecto de vida demanera sustentable y constante. Después de lasconferencias internacionales sobre el tema delmedio ambiente y el crecimiento económico, sealerta a la humanidad de las consecuencias quese pueden derivar, para todos los pueblos delmundo, de un crecimiento que no tenga encuenta la limitación de los recursos naturales nisu fragilidad. Por esta razón, los pueblos indíge-nas nos pueden enseñar y transmitir sus conoci-mientos para construir un desarrollo sustenta-ble de carácter solidario y comunitario que debeexistir entre todas las naciones de la tierra. Esees el fin de construir un sistema compartidoigualitariamente donde el nivel del desarrollode la persona o de las unidades sociales, tantocomunitarias, regionales y étnicas, puedan serconstantes y permanentes con equidad y conjusticia, en especial con la inclusión de la singu-laridad cultural.

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Referencias

The World Bank. Social Analysis Guidelines in Natu-ral Resource Management: incorpotaring Social Dimen-sions into Back-Supported Projects, June 2005. - PNUD.Informe sobre Desarrollo Humano, Madrid, Mundi Pren-sa, 1993-2000. - P. Palenzuela Chamorro y J. C. GimenoMartín (coords.). Culturas y desarrollo en el marco de laglobalización capitalista, Sevilla, Federación de Asocia-ciones de Antropología del Estado Español, 2005.

Educación para el desarrollo humano

Augusto Pérez Lindo (Argentina) -Universidad de Buenos Aires

Definición. En diciembre de 1986 la Asamblea Ge-neral de las Naciones Unidas aprobó la Declara-ción sobre el derecho al desarrollo, considerándo-lo parte de los derechos humanos. En el artículo 2se establecen estas definiciones: 1. “La personahumana es el sujeto centro del desarrollo y debe serparticipante activo y el beneficiario del derecho aldesarrollo…”; 2. “Todos los seres humanos tienenindividual y colectivamente, la responsabilidad deldesarrollo teniendo en cuenta la necesidad del plenorespeto de sus derechos humanos y libertades funda-mentales así como sus deberes para con la comuni-dad…”. Definir la “educación para el desarrollohumano” implica, en primer lugar, situarse en elmarco de las convenciones de las Naciones Unidasque forman el código internacional de los dere-chos humanos. En segundo lugar, implica conce-bir la educación como un fenómeno multidimen-sional en que intervienen factores psicológicos,sociales, económicos, políticos y culturales.

Sistemas educativos y políticas de desarrollo hu-mano. Los sistemas educativos cumplen variadasfunciones: adaptar los individuos a un sistemasocial determinado, preparar recursos humanospara el mercado del trabajo, formar a los diri-gentes, transmitir valores sociales y personales,socializar a los jóvenes, producir y transmitir co-nocimientos. En la década de los 90 las políticasneoliberales impulsaron reformas de la educaciónpara adaptarla a las demandas del mercado. Quie-nes se oponían a esta tendencia en América Latinapusieron el énfasis en la función integradora delos procesos educativos. Otras políticas apuntarona mejorar la calidad de la enseñanza y la capaci-dad para adquirir conocimientos significativos.En los informes anuales del Programa de Nacio-nes Unidas para el Desarrollo (PNUD) se destacantres tipos de indicadores básicos: longevidad, edu-cación y vida digna, los cuales se compulsan a suvez con los índices de crecimiento económico(PNB) de cada país. La esperanza de vida (longe-vidad) se mide a través de 15 indicadores; la edu-cación, a través de 18, y la vida digna (ligada a losingresos), con 28. En América Latina todos los

países crearon programas para ejecutar las accio-nes congruentes con el desarrollo humano, cuyosinformes son de consulta abierta. Una políticaeducativa que pretenda favorecer el desarrollohumano debería tomar en cuenta por lo menos es-tos aspectos: 1. El acceso universal a la satisfac-ción de necesidades básicas; 2. La vigencia de uncontexto que asegure el respeto de los derechoshumanos; 3. La adquisición de conocimientos sig-nificativos para desempeñar una función social ypara realizar las vocaciones diferenciadas de losindividuos; 4. La transmisión de los valores cultu-rales de la humanidad y de aquellos relacionadoscon las identidades de los individuos, naciones,comunidades y pueblos; 5. La adquisición de com-petencias y de actitudes para trabajar solidaria-mente en la construcción de proyectos asociativosdestinados a mejorar las posibilidades de desarro-llo económico, social o cultural.

Necesidades, función social y competencias. EnAmérica Latina millones de niños viven excluidosa causa de la pobreza o de la violencia. Resultaproblemático plantearse políticas de desarrollohumano a través de la enseñanza en esos con-textos. El conflicto entre los fines de la educacióny los entornos sociales es muy frecuente. Muchoseducadores motivados para brindar una educa-ción liberadora se encuentran en esos casosasumiendo funciones que tienden a paliar las ne-cesidades de los alumnos o a ofrecer contención.Integrar a través de la educación es una de lasprioridades actuales. Casi todos los sistemas seproponen educar para el trabajo, para el desem-peño profesional y para la actividad intelectual.El problema es que los cambios económicos y lasinnovaciones tecnológicas crean brechas entre losgrupos sociales. La educación permanente se havuelto un requisito para preservar la empleabili-dad y la integración social. Los individuos estánobligados a revisar periódicamente sus conoci-mientos. Las estrategias educativas tienen quecontar con políticas del conocimiento. El acceso alas nuevas tecnologías de información y comuni-cación (TIC) se ha vuelto un requisito para teneruna inserción social adecuada. Destacamos comoimportante el aprendizaje de competencias paratrabajar cooperativamente a fin de concretaremprendimientos o proyectos destinados al de-sarrollo humano. La solidaridad se aprende y lacapacidad emprendedora también. Muchos pro-yectos animados por ideologías solidarias fra-casaron en América Latina porque no fueroncapaces de crear las capacidades individuales ycolectivas para gestionar organizaciones o paracrear emprendimientos destinados al desarrolloeconómico-social. Por el contrario, muchos em-prendimientos con inversiones en distinta escala

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fracasaron porque no tuvieron en cuenta la di-mensión humana del desarrollo.

Educación en valores y derechos humanos. La edu-cación transmite valores; en esto hay un consensouniversal. Pero las instituciones educativas vienensiendo desplazadas en esta función por los mediosde comunicación social. Por tanto, resulta decisi-vo conseguir que esos medios contribuyan a di-fundir valores favorables para el desarrollo huma-no. En la actualidad predominan los mensajesconsumistas, agresivos, egoístas. Además, tantoen las escuelas como en la televisión se reprodu-cen estereotipos discriminatorios desde el puntode vista cultural, racial, religioso o sexual. Pese alos avances de los principios de los Derechos Hu-manos, las discriminaciones permanecen de ma-nera implícita o explícita en muchos países. No re-sulta obvio que hay que difundir los valoresuniversales de la humanidad contenidos en lasconvenciones de las Naciones Unidas. Sería reco-mendable que en las experiencias educativas seexplicitaran los mecanismos por los cuales se re-producen las negaciones de la dignidad humanaen cada contexto. La “negación del otro” tiene raí-ces culturales, religiosas, ideológicas y económi-cas muy profundas. La educación para el desarro-llo humano debe ser reflexiva y crítica. El respetopor los valores personales o colectivos interesa aldesarrollo humano en la medida en que la diversi-dad cultural forma parte de la identidad humana.Contra las visiones etnocéntricas, colonialistas yhomogeneizadoras del pasado se alzaron en lasúltimas décadas distintos movimientos que defen-dieron las identidades de los pueblos sometidos,de las minorías, de los individuos en general. ElInforme sobre desarrollo humano 2004 de Nacio-nes Unidas estuvo consagrado a “La libertad cul-tural en el mundo diverso de hoy”. Los conflictos yconvergencias entre las culturas constituyen untema de actualidad. Sintetizar en la enseñanza losvalores comunes de la humanidad con los valorespersonales, nacionales o comunitarios resulta hoyuna tarea difícil, pero insoslayable. Aunque la mun-dialización brinda a los individuos la posibilidad decompartir múltiples culturas y valores, puede resul-tar una amenaza para las identidades personales ocolectivas. La aldea global ha suprimido las distan-cias, pero no los antagonismos.

Democracia, ciudadanía y educación. Al proponer lacreación del primer sistema de Instrucción Pública,en plena Revolución Francesa, Condorcet advirtióen 1789 que la democracia y la calidad de los ciu-dadanos dependían fuertemente de la educación.Hoy podemos evaluar las distintas experienciaseducativas a lo largo de los últimos doscientosaños en Europa, Asia, África y América. Necesita-mos aprender de nuestros éxitos y fracasos. Todas

las experiencias muestran que existe un nexo en-tre educación, desarrollo, calidad de vida yciudadanía, a condición de que las estrategiasnacionales tengan en cuenta la congruencia detodos los factores del proceso educativo. La arti-culación de los factores del desarrollo humanoproduce resultados favorables. La educación, eneste sentido, es uno de los aspectos decisivos. Laspolíticas económicas y sociales tienen que ser con-gruentes con los fines de la educación. A su vez,los contenidos y prácticas de la enseñanza tienenque asegurar la formación de individuos libres,responsables, capaces de cooperar con los otrospara alcanzar metas comunes. En este proceso, elrol del Estado sigue siendo determinante. Sinpolíticas públicas de educación, las institucio-nes tienden a disgregarse. En su nivel más pro-fundo, los mecanismos educativos fueron crea-dos hace miles de años para aprender a vivir y asobrevivir. En un contexto muy diferente, hoy laeducación debe retomar este mandato original:crear las condiciones subjetivas y objetivas paravivir con dignidad. Así, la educación convergecon la bioética.

Referencias

Comisión Económica para América Latina y el Caribe(Cepal). Educación y conocimiento: eje de la transforma-ción productiva con equidad, Santiago de Chile, NacionesUnidas, 1992. - B. Kliksberg; L.Tomassini (comps.). Capi-tal social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo,Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. - A. Me-lillo; E. N. Suárez Ojeda (comps.). Resiliencia. Descubrien-do las propias fortalezas, Buenos Aires, Paidós, 2003. -Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo(PNUD). Informe sobre desarrollo humano 2004. La liber-tad cultural en el mundo diverso de hoy, Madrid, EdicionesMundi Prensa, 2004. - Programa de las Naciones Unidaspara el Desarrollo (PNUD). Informe sobre desarrollo huma-no 2005. La cooperación internacional ante una encrucija-da: ayuda al desarrollo, comercio y seguridad en el mundodesigual, Madrid, Ediciones Mundi Prensa, 2005. - A. Sen.Desarrollo y libertad, Barcelona, Planeta, 1999.

Escuela pública

Lilian do Valle (Brasil) - Universidade Estadualdo Rio de Janeiro

Definición. Convertida, con la creación de la de-mocracia en el mundo clásico, en una actividadsocial explícita y reflexiva, la educación pasa a ser,por primera vez, instrumento de construcción deuna nueva polis –de realización de la obra políticapor la vía de la formación ética de los futuros ciu-dadanos–. Cupo sin embargo a la modernidad lainvención de la noción de escuela pública, sea en-tendiéndola en su acepción más amplia –comoinstitución consagrada a un tipo de educación quedesborda el ámbito estrictamente doméstico y que

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es confiada a los “especialistas”– o concibiéndolaen la acepción muy especial por la cual le es impu-tada la responsabilidad casi que integral por unaformación antes supuestamente confiada al con-junto de los ciudadanos. La escuela pública es laforma específica que asumió la educación comúnde los ciudadanos en los tiempos modernos yatiende a los principios implicados en la universa-lidad de esa ciudadanía: uniformidad de la acciónafirmativa, como medio de garantizar la unidadde la nación; gratuidad, como garantía de inclu-sión de individuos de diferentes orígenes sociales;laicidad, como modo de superación de los dogmasy de las diferencias privadas de credo y de cultura,y el principio de la escuela mixta, en lo que atañe ala atención indiscriminada de ambos sexos. La es-cuela pública tiene como objetivo principal la ins-titución de la realidad nacional –en ese sentido, laobligatoriedad no es la imposición al Estado de unsupuesto derecho individual, sino más bien unaprerrogativa formativa de la Nación de la cual elEstado pasa a incumbirse.

Orígenes. El proyecto original de constitución dela escuela pública –modelo histórico que influyócon mucha fuerza en la institución de los siste-mas públicos de educación elemental de las na-ciones modernas, sobre todo en América Latina–tiene su origen en la Francia revolucionaria yestá estrechamente relacionado con el sueño deconcreción de una utopía de “sociedad ideal”,igualitaria, nueva o –al fin, regenerada– justa yvirtuosa. Aunque las proyecciones utópicas dela sociedad en tal tiempo pudiesen mostrarsemás pluriformes que el conjunto de las fuerzasque la componían, y tan variadas como las posi-ciones defendidas en los diferentes momentosen los que lo fueron, por lo menos en un aspectoparecen acabar coincidiendo: en la extraordina-ria valorización de la educación y, más concreta-mente, del proyecto de escuela pública –instru-mento, vehículo y así mismo concretizaciónanticipada de ese ideal–. Este proyecto educati-vo se asoció con frecuencia a la victoria de losideales liberales: pero si esos ideales proclama-dos fuesen la única realidad de la Escuela Públi-ca, hace mucho que la distancia que va de suafirmación formal a su imagen concreta (refle-jada por la “crisis de la escuela”, por los estudiosteóricos, por las declaraciones procedentes de laexperiencia cotidiana) habría sido suficientepara denunciar su total inviabilidad. Como laescuela pública sigue suscitando debates, pre-sentándose como una institución social cuyaexistencia nadie pretende cuestionar, su exis-tencia nos revela, al fin y al cabo, que más alláde las intenciones políticas conscientes o in-conscientes del poder, la Escuela fue investidade las esperanzas, ideales y expectativas de toda

la sociedad –que instituyó, renovó permanente-mente y dio vida a una representación imagi-naria, singular o plural. Lo que, sin duda, su so-brevivencia y vitalidad confirman, pero no lle-gan a explicar.

El proyecto histórico de la escuela pública. La insti-tución de un sistema público de enseñanza en larealidad francesa, a partir del advenimiento de larevolución, implica en sí mismo la generalizacióno la predominancia de ciertas disposiciones comu-nes, responsables, entre otras cosas, de la imagende un Estado dotado de un poder demiúrgico ili-mitado, para lo cual la acción educativa se consti-tuiría en el más adecuado de los instrumentos.Mientras, los continuos debates que la fijación delas finalidades de la escuela pública suscitarondesde sus orígenes muestran que, bajo las apa-riencias de un acuerdo, la afirmación de las signi-ficaciones sociales democráticas más esencialespudo esconder, en la Francia revolucionaria, vi-siones del mundo perfectamente irreconciliables.Así, el ideal de universalidad y de igualdad puedeservir para denunciar las desigualdades sociales opara justificarlas, para ampliarlas exageradamen-te o para restringir hasta la insignificancia los lí-mites del trabajo escolar, de modo que, en tornode la misma noción de formación común para laciudadanía, se tejen los más diferentes modeloseducativos –en función, por ejemplo, de los valo-res a partir de los cuales cada concepción de ciu-dadanía funda su enraizamiento en la historia yen el presente de la sociedad o de los atributosque le son reconocidos o según la manera como seconciben sus límites de influencia, o sea, la pro-porción entre la esfera de lo público y de lo priva-do–. Por tanto, construido a imagen de una uni-dad sin fallas y sin resistencias, el ideal de esaciudadanía, en sus diferentes variaciones, no seconjuga con el tiempo sino para someterlo mejor.Donde una concepción autoritaria de la unidaddel pueblo (para la cual el inmediatismo de lafuerza parece bastar para apagar las resistencias ylos resistentes) revela sus límites, la escuela públi-ca surge como el nuevo instrumento para un con-trol más efectivo; donde el primer entusiasmo deuna concepción completamente optimista del“progreso humano y social” se ve debilitado porlos argumentos de lo concreto, aún ahí la escuelapública se deja soñar como el único medio paraacelerar el ritmo demasiado perezoso del tiempo.

La escuela como intervención del poder temporal. Eldescubrimiento de las virtudes pedagógicas de untiempo social acabó implicando la creación de undispositivo mucho más poderoso, ampliado y pú-blico de intervención concreta del poder temporalsobre la vida de los individuos. Seguramente la re-volución engendró las condiciones para que tal

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operación fuese, antes de todo, apenas concebibley, a lo largo de una lentísima evolución de más deun siglo, materializada en la sociedad francesa eimplantada mucho más allá de sus fronteras. De-bajo de la ambigüedad de su doble estatus de obli-gación y deber social, la escuela elemental públicaconcreta una nueva división entre lo público y loprivado, en términos de ocupación del tiempo. Eltiempo escolar es esa parte del espacio privado apartir de allí consagrada al Estado, al que cabegestionarlo del todo, definiendo sus límites y esta-bleciendo sus modalidades concretas de ocupa-ción. Que el tiempo que pasa a ser controlado porel Estado a través de la Escuela Pública elementaldeba ser uno, se explica por el hecho de que existesolo una ciudadanía que debe ser conquistada.Percibida como base común sobre la cual las dife-rencias se asientan legítima y armoniosamente oque implique, por el despojamiento de todo lo su-perfluo, la imagen más elocuente de la igualdadsocial, en su unidad imaginaria y acabada, se di-suelve el carácter vicioso que la diferencia com-porta; a través de ella se previene el surgimientode cualquier pluralidad incómoda. Por ser univer-sal, ella solo incluye y hace prevalecer lo que semoldea a imagen de lo público. De tal forma, laescuela elemental común es siempre inicio o tér-mino de un proceso al cual le cabe la responsabili-dad de preservar el sueño de la igualdad. Ella eslugar y tiempo de los nuevos orígenes que irán aproducir los nuevos ciudadanos: matriz común,tiempo uniforme, ese es el principio sobre el cualel consenso sobre el sistema público (que hasta enlos momentos más turbulentos de una revolucióneran necesarios para la implantación de una insti-tución llamada a persistir históricamente) pareceabrirse y agotarse. Un solo tiempo escolar paraformar un solo alumno –tiempo que responde porel nombre abstracto de razón pública, instanciauniversal y superior que pasa por encima de todaindividualidad, arriba de la sociedad, supremoproducto de una acción pedagógica que realiza lahistoria y sus leyes–. Una instrucción común haráde todos, sin excepciones, ciudadanos plenos, dis-frutando de igual acceso a esa parte de las Lucesque permite el libre goce de los derechos y previe-ne contra cualquier dependencia. Antes se pensa-ba que las injusticias sociales impedían esa igual-dad de base y hacían de la ciudadanía un pri-vilegio. Ahora, es el bien común que la instruccióngarantizará, sin fallas ni omisiones. Entre tanto, ymás allá de ese patrimonio colectivo, el escalónque cada uno ascenderá en esa carrera será el quela naturaleza marcó en sí mismo, en sus faculta-des, como el término de sus esfuerzos. Más quemodelo, en ese caso la Antigüedad pasa a ser uncontraejemplo: la nueva ciudadanía ya no es de-finida por la posición social, sino por la razón.

Pero teniendo en cuenta la diversidad de funcio-nes necesarias a la sociedad, es imposiblesometer a una educación rigurosamente idénticahombres cuyos destinos son tan diferentes. Sinembargo, en la perspectiva de alguien como Con-dorcet, aun las desigualdades sociales y –lo quequizá sea más admirable aún– las desigualdadesdebidas a la naturaleza acabaron por doblegarse ala acción del tiempo, ese nuevo aliado de la peda-gogía revolucionaria. Ese optimismo está lejos deser compartido por todos. En el seno de las repre-sentaciones revolucionarias, la unidad que la es-cuela elemental debe engendrar puede, descen-diendo de las altas abstracciones de las Luces,ganar el modelo del ciudadano común que las vir-tudes de la vida cívica, austera y disciplinada ge-neran. Hacer fructificar las riquezas de la natura-leza significa proteger la sociedad contra loartificial, el lujo, lo superfluo, preparando así elterreno propicio para el desarrollo normal de lostalentos. Frente a esa otra concepción –esparta-na– de la unidad social, la instrucción puede seruna instancia prejudicial: para ella, cualquier di-ferencia es sospechosa, es un atentado a la igual-dad. Resolver toda diversidad en una escuela úni-ca significa abolir las imposiciones provenientesde la esfera privada, fuentes ya no de riquezastraídas por el genio individual, como en la pers-pectiva condorcetiana, sino de las injusticias y eloscurantismo que vienen del pasado. En amboscasos, no obstante, el tiempo escolar es el espacioconquistado de lo privado, de la educación do-méstica, que tiende, fatalmente, a reproducir losvicios del privilegio y los males de la ignorancia.El combate abierto contra la educación domésticaes inspirado por el deseo ardiente de luchar con-tra el peso de una estructura que somete a loshombres. Es prolongar hasta la esfera antes inac-cesible (al menos para el poder temporal), de loprivado, la acción que persigue derrumbar y anu-lar por completo las antiguas fuentes de autori-dad para el individuo y para la sociedad. Dos ob-servaciones nos parece que se imponen. Por unlado, el carácter excepcional de esa ampliación dela acción del Estado sobre el dominio familiar,considerada limitada a los casos más extremos y nocomo una intervención generalizada sobre el con-junto de la sociedad. Por otro, el hecho de que loque estaba en cuestión no era tanto el principio dela autoridad familiar o de las redes comunitarias,sino su incapacidad concreta (y quizá puntual) deencargarse de sus funciones tradicionales. En tér-minos prácticos, a esa imagen del tiempo escolarcomo acción de ruptura con relación a una ciertanoción de espacio privado debía sobreponerseaún –tan de relieve en las recientes críticas de laEscuela– la de un tiempo que alterna, con la ma-nufactura y el trabajo en general, la iniciativa del

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control y de la gestión del tiempo del niño. Eltiempo único es, en primer lugar, el sueño de si-multaneidad que va a abolir las distancias y queanula las diferencias. Él crea la uniformidad delespacio público y nacional. Ese ideal, que impreg-na el proyecto de la escuela pública, se traduce enuna exigencia de apropiación concreta del tiempodel niño. Ocupar el niño, todos los niños, simultá-neamente, significa lanzarse a una tarea a largoplazo de creación de una nueva sociedad, nuevosciudadanos con nuevas costumbres. Es tambiénarrancarlos de inmediato a la influencia del pasa-do y de la esfera privada. El tiempo único esigualmente un medio de control más integral,más minucioso, más durable. Aquí la duracióndel tiempo adquiere toda su importancia, pues setrata de modelar, a través del tiempo, el espírituúnico de una ciudadanía hecha de disciplina y desólida adhesión, de valores cívicos, y de valoresútiles para la nueva sociedad.

Actualidad. La noción de escuela pública recubreprincipios fundamentales que responden por laidentidad histórica del modelo y algunos de ellosparecen haber evolucionado con efectividad,cuando son contemplados desde la perspectiva dela organización institucional, pedagógica y mate-rial del sistema, en el contexto francés y en el con-texto latinoamericano. No obstante, no es ciertoque esos mismos principios, que traducen signifi-cados sociales instituidos en esa época y que fue-ron retraducidos y fijados en diversas representa-ciones de la escuela, hayan acompañado paripassu la evolución observada en la esfera político-administrativa, donde asumen el dudoso estatusde verdades consensuales y simplificadoras. Esposible que desde la perspectiva de estas significa-ciones sociales podamos descubrir, bajo las “nue-vas” formulaciones y afirmaciones perentoriassobre la escuela, viejas posiciones y antiguas que-rellas, que mantienen todavía su razón de ser,aunque muchas de ellas, gracias al distanciamien-to del pasado, hayan tenido una supervivencia yuna máscara eficaz. En este caso, la suma de lasrepresentaciones asociadas a la escuela pública através de la historia opera también como una so-breinversión social de finalidades y exigencias nosiempre coherentes entre sí. Es posible que la dis-tancia entre, por un lado, las (nuevas) orientacio-nes generales impresas a la gestión del aparato es-colar y las efectivamente implantadas y, por otro,su proyecto, haya introducido una ambigüedadútil en extremo para los usos ideológicos del po-der. Pero en la práctica escolar esta distancia sepresenta ahora como un doloroso contratiempo,ante el cual los maestros sin duda se confrontanpermanentemente en la actualidad.

Escuelas rurales y desarrollo humano

Noemí Arbetman (Argentina) - AsociaciónCivil de Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales

El contraste de la educación urbana/rural comoproblema moral. Aunque América Latina compar-te la tendencia mundial al crecimiento de la po-blación urbana y a la reducción de la poblaciónrural, esta tendencia es muy desigual según lospaíses que se comparen. Mientras que en Argenti-na y Venezuela la población urbana asciende al85-90% de la población total, en Haití y Guatema-la apenas alcanza el 30-35%. Sin embargo, aundentro de los países muy urbanizados, el contras-te entre la realidad de la educación en las escuelasurbanas y rurales tiene características muy marca-das en cuanto a la problematización moral del vi-vir en uno u otro contexto. Las escuelas rurales seencuentran alejadas de las zonas urbanas o subur-banas en distancias de diez a cien o más kilóme-tros, a las cuales se accede por caminos de tierra–en muchos casos sin mejoras– que atraviesantodo tipo de accidentes geográficos (montes, ríos,arroyos, etc.). El alejamiento o aislamiento en elque se encuentran es el motivo principal por elque la mayoría de ellas no cuenta con redes deagua potable o con electricidad. En este contexto,la escuela se constituye en el centro de la comuni-dad, siendo muchas veces la única institución ofi-cial de la zona. En algunas comunidades peque-ñas y distantes, también se suele denominar rurala la escuela del pueblo porque toda la zona recibeesa denominación. Para acudir a clases los alum-nos deben recorrer grandes distancias, cubiertassegún los medios económicos que poseen: en au-tomóviles, a caballo o en bicicleta, o muy frecuen-temente a pie. La matrícula de estas escuelas, queoscila entre los diez y los ciento cincuenta niños,aumenta en las comunidades aborígenes dondepuede llegar a trescientos, aunque el promediooscila en los cincuenta alumnos. La variación sedebe a que en algunos casos los padres se trasla-dan en busca de trabajo hacia los lugares donde serequiere mano de obra no especializada, como lascosechas de algodón, yerba mate, azúcar o laatención del ganado en verano o invierno según lazona, siendo que en ese traslado puede mudarsetoda la familia o solo los mayores, quedando losniños al cuidado de los hermanos o de los abuelos.Al tener pocos alumnos en promedio, las escuelascuentan con un solo maestro que atiende a todoslos grados; este sistema de atención simultáneaobliga a dividir la tarea dentro del aula. Así, mien-tras un alumno lee, otro resuelve un problema enel pizarrón y los restantes realizan una composi-ción o resuelven problemas en el cuaderno. Losalumnos más grandes suelen controlar o asesorara los más pequeños y el docente requiere gran

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creatividad para mantener la atención y avanzaren la enseñanza.

Un contexto de carencias. La situación de las es-cuelas rurales en cuanto a la distancia y el aisla-miento repercuten en las condiciones necesa-rias para una buena calidad de la enseñanzacuando se hace necesaria una infraestructura yelementos didácticos adecuados para el desempe-ño de la tarea del docente y la atención de los ni-ños. La calidad del agua, por ejemplo, es un factormuy preocupante según las zonas. En el norte deArgentina, las napas acuíferas contienen sales dearsénico, lo que las hace insalubres. Esto obliga aque se recoja el producido de las lluvias en aljibeso cisternas mediante canaletas provenientes delos techos de chapas y, en algunos casos, a hacer po-zos con perforaciones a grandes profundidades.Otra de las dificultades en zonas rurales es la faltade electricidad, que se trata de suplir con gruposelectrógenos que además del combustible requie-ren cierto gasto de mantenimiento a cargo de losmaestros o de los padres de los alumnos. Las ener-gías alternativas no brindan una buena solución;por ese motivo muy pocas escuelas tienen esa po-sibilidad, normalmente las que están más cerca delos pueblos y que cuentan con la conexión a la redeléctrica. Una solución sería la utilización de pa-neles solares que no contaminan el ambiente ysolo necesitan el Sol para funcionar, pero su costoes muy elevado para zonas marcadas por la pobre-za. Por esta razón muchos de los establecimientosno cuentan con ninguna de estas soluciones. Al nocontar con energía eléctrica, estas escuelas nopueden tener acceso a la televisión o al uso decomputadoras, generándose una brecha de grandesigualdad en el acceso al conocimiento. En al-gunos países, como Cuba, se han implementadopolíticas públicas para garantizar el acceso a laelectricidad en las zonas rurales.

Educación, alimentación y salud. La situación depobreza como contexto habitual de las escuelasrurales hace que las crisis económicas repercutande manera aún más intensa al incrementar las ne-cesidades. Si usualmente se observa necesidad deútiles escolares, libros, ropa y calzado, en las crisisse vuelven muy importantes los alimentos no pe-recederos y los medicamentos esenciales. La edu-cación debe ser acompañada por una buena ali-mentación y un control de salud adecuado para elbuen desarrollo psicofísico de los alumnos, ya quela escuela se constituye en sustituto parcial –a ve-ces casi total– del cuidado familiar y gubernamen-tal de la salud. En cuanto a la alimentación en lasescuelas rurales, se suele dar alguna asistencia ala recepción diaria para que los alumnos puedancomenzar la actividad del día con algún alimentoya que en algunos casos asisten sin desayunar. Las

escuelas con mejor presupuesto pueden llegar aofrecer también el almuerzo, dependiendo de laasignación que reciban por mes y por alumno encada provincia. La alimentación que los alumnosreciben en la escuela, aunque no sea suficiente yequilibrada, se convierte en muchos casos en laúnica comida del día para los niños. En las regio-nes más alejadas o donde la población se encuen-tra más dispersa, se suelen encontrar las “escuelasalbergues” que mantienen a los alumnos durantelargos periodos dado que regresan a sus hogaresdos veces al año. En estos casos la edificación esmejor y también la alimentación, pero el proble-ma mayor reside en la ropa y los útiles escolaresya que los padres suelen enviar a sus hijos sin ele-mentos suficientes para estudiar debido a su situa-ción económica. En el área de salud los alumnos deescuelas rurales también están más desprotegidos.Los hospitales se encuentran en los pueblos o ciuda-des y en los distintos parajes suele haber dispensa-rios atendidos por enfermeros. Los puestos sanita-rios deberían recibir la visita periódica de unmédico, lo cual no sucede en todos los casos. Casinunca cuentan con un odontólogo.

Planes de estudio. Los programas de enseñanza enun país federal como Argentina dependen directa-mente de las provincias, pero no ha existido hastamuy recientemente un plan federal uniforme,sino los programas de cada una de las jurisdiccio-nes, que difieren en el monto que destinan de suspresupuestos al área educativa y en el modo encómo lo aplican. Los ciclos de enseñanza que porsu modalidad requieren la participación de mu-chos profesores son de difícil realización en la ma-yoría de las escuelas rurales por los problemas demovilidad de alumnos y docentes y por disponibi-lidad de estos. En la mayoría de los casos, losalumnos deben trasladarse a los centros urbanospara completar sus estudios. Entonces se observala diferencia de la educación recibida, ya que losalumnos de zonas rurales no tienen la educaciónnecesaria para responder al ciclo en el que se ins-criben y deben esforzarse mucho para superaresta dificultad. Esto se ha tratado de paliar consistemas de tutorías que tratan de apoyar a losalumnos que lo necesitan. Contar con programasde enseñanza ajustados a cada zona y una infraes-tructura de apoyo adecuada a las necesidades delas comunidades educativas en las que se en-cuentran las escuelas rurales es el modo de evitarla exclusión o la falta de equidad y calidad en laeducación.

Docentes y alumnos. Los docentes o directores deescuelas rurales son muchas veces un referentepara la comunidad, con múltiples tareas más alláde las estrictamente pedagógicas. Deben afrontarla toma de decisiones que su tarea requiere en

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soledad y no siempre cuentan con los elementosindispensables. Asimismo, tienen pocas oportuni-dades de participar de instancias de encuentrocon otros docentes y de seminarios, talleres de ca-pacitación, ya que en algunos casos permanecenvarios días en la escuela, hasta un mes o más se-gún la distancia en la que residan. El rol de los mi-nisterios de Educación realizando cursos e invi-tando a los docentes a participar sin costo es unmodo de respuesta. Los alumnos no tienen unaasistencia regular por razones diversas: en las co-munidades aborígenes por las distintas costum-bres. En otros casos, según la época del año, unimportante número de alumnos se ausenta de laescuela muchas veces por inclemencias climáticasy otras porque sus padres se alejan por trabajostemporales o migran junto a sus familias a otrasprovincias. Hay niños que caminan dos, cinco yhasta siete kilómetros para asistir a clase sopor-tando las inclemencias del tiempo. Otra causa deausentismo es el trabajo que deben realizar desdemuy pequeños en el campo, o en sus casas cuidan-do a los hermanos menores, situación que es muydifícil de desarraigar en la comunidad. A veces sedesarrollan programas de becas para que vuelvanal estudio los alumnos que lo abandonaron y querecibirán apoyo hasta la finalización de los mis-mos. La exclusión a la que se ven sometidos losalumnos de las escuelas rurales va desde la impo-sibilidad de continuar el estudio por falta de pre-paración o por falta de recursos hasta la de noconseguir empleos para los cuales cada vez más sesolicitan conocimientos en informática. Quedanrelegados a los trabajos del campo, cosechas ymano de obra no calificada.

A modo de conclusión. La problemática de la es-cuela rural es común en toda América Latina, aun-que las necesidades varían según la característicade cada zona. La exclusión, la falta de equidad ycalidad en la educación es un tema que preocupa atodos. El diálogo y la colaboración entre organis-mos gubernamentales y no gubernamentales per-mite intercambiar opiniones, construir consensos eimplementar acciones más eficaces. Las organiza-ciones no gubernamentales cumplen una tareaimportante frente a estos problemas tratando deayudar a los niños, maestros y a la comunidadeducativa mediante distintos sistemas. El pa-drinazgo de escuelas y de proyectos productivosque le permitan el autoabastecimiento del come-dor escolar, la diversificación de la alimentación yel aprendizaje de un oficio para una futura salidalaboral, evitando el desarraigo, es una estrategiaque se ha implementado en Argentina en el marcode una Mesa de Organizaciones del Programa deEscuelas Solidarias del Ministerio de Educación.

Educación en bioética

José Eduardo de Siqueira (Brasil) -Universidade Estadual de Londrina

La educación en bioética en América Latina se en-cuentra actualmente en una etapa incipiente y ca-rente de uniformidad. La búsqueda de solucionesa este desafío tendrá que pasar no solo por la rees-tructuración del aparato académico, sino tambiénpor una nueva metodología de educación en bioé-tica, adecuada a las discusiones planteadas poruna sociedad marcada por el pluralismo moral. Eltradicional modelo deontológico de inspiraciónkantiana se ha tornado insuficiente para atenderla necesaria formación integral de los egresadosde nuestras universidades, ya que perdió la capa-cidad de respuesta para los dilemas moralespresentados por los avances de la ciencia. Bastaque consideremos las tomas de decisiones conrelación al aborto, a la eutanasia, a la asigna-ción de presupuestos escasos en salud y las in-vestigaciones con células troncales de origen em-brionario, considerando tan solo la temática de labiomedicina.

Desarrollo moral y educación. Numerosos autoresque trabajan en el tema de formación ética en di-ferentes áreas del conocimiento consideran que elcarácter moral básico del estudiante ya estaría es-tructurado antes del ingreso en la universidad.Entienden, por tanto, que la educación en ética nodebe ser pensada para mejorar el carácter moralde los futuros profesionales, sino como instru-mento para proporcionar a aquellos que ya lo po-seen, conocimientos intelectuales y habilidadesque les permitan el mejor desempeño ético posi-ble. Las evaluaciones del comportamiento huma-no, así percibidas, son efectuadas teniendo comobase la teoría del desarrollo de las actitudes mora-les propuesta por Lawrence Kohlberg. Tres seríanlos niveles recomendados por el autor para cono-cer la cognición moral de las personas: precon-vencional, convencional y posconvencional. Estostres niveles contienen en total seis etapas diferen-tes. Las manifestaciones más elementales de mo-ralidad, etapas 1 y 2, se limitan a obedecer órde-nes emanadas de autoridades superiores, asícomo a evitar puniciones y efectuar acciones parasatisfacer intereses propios. Las etapas 5 y 6 de laclasificación, las más elevadas y contenidas en elnivel posconvencional, serían observadas en elcomportamiento de individuos que reconoceríanderechos y normas aceptadas autónomamentepor cada persona, y adoptarían principios éticosuniversales de justicia escogidos con libertad decualquier imposición, lo que caracterizaría lamás elevada expresión de moralidad. Es impor-tante considerar, sin embargo, que ni el mismoKohlberg consiguió identificar en sus estudios a

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individuos en la etapa 6, lo que aclararía su deci-sión tardía de retirarla de la clasificación origi-nal. Según Kohlberg, las personas evolucionaríandentro de estas etapas a medida que maduran.Una vez alcanzado determinado nivel, no seríaposible cualquier regresión a etapas anteriores,pues él pensaba que era imposible para el ser hu-mano perder la capacidad cognitiva ya adquiri-da. Kohlberg compara la evolución por las distin-tas etapas al acto de subir una escalera, escalónpor escalón, no siendo concebible, según él, sal-tar cualquiera etapa. Si el carácter moral básicodel estudiante universitario está parcialmenteestructurado antes de ingresar a la facultad, esimperioso reconocer que una significativa partede su formación moral será adquirida o enrique-cida durante la graduación universitaria, lo queseguramente será facilitado por la educación enbioética. La tarea parece tan compleja que algu-nos discuten la posibilidad real de educar desde elpunto de vista de la bioética. Sin duda, el desafíoes muy grande, sobre todo si se considera que loscursos universitarios ponen el énfasis en la forma-ción técnica con menoscabo de la humanística.

Educación tradicional y bioética. Una cosa parececierta; la educación en bioética no es compatiblecon el modelo de las clases expositivas, en las cua-les los temas son expuestos por los docentes comosi fuesen verdades absolutas. Es importante consi-derar que estas clases tradicionales apuntan a rea-lidades distantes de los dilemas que los estudian-tes vivencian en la cotidianidad, y a menudotienen poca o ninguna relación con los conflictosmorales que se presentarán en la futura prácticaprofesional. En este modelo pasivo de enseñanza,los alumnos no son estimulados a reflexionar so-bre los diferentes valores morales y a respetarconvicciones o creencias personales ajenas. Comoresultado, el periodo de instrucción académica setransforma en un ejercicio obsesivo de acumularun montón de informaciones sin la menor preocu-pación de seleccionarlas y organizarlas. SegúnEdgar Morin, la universidad está habilitando pro-fesionales de “cabeza llena”, siendo que deberíaprepararlos para tener una “cabeza lista”, puesmás importante que la acumulación indiscrimina-da de información, es su correcta organizaciónpara que lo enseñado adquiera sentido. La atomi-zación del conocimiento no perfecciona; por elcontrario, empobrece la formación académica.Como percibió Marcuse, el hombre no es unidi-mensional por más que los economistas así loquieran. Para ser buen médico, juez, químico o in-geniero naval, en una sociedad plural y carentedel ejercicio de la ciudadanía, es insuficientedominar tan solo las técnicas de un área especializa-da del conocimiento, pero es imprescindible serigualmente competente en el saber de humanidades

y ser capaz de acoger la argumentación del otro. Poreso juzgamos fundamental la introducción de labioética como materia de educación en cualquiercurso de formación profesional. Lo mejor seríaque fuese ofrecida transversalmente, a lo largo detoda la formación universitaria. Si no es posibleesta forma de inserción, que al menos sea materiaobligatoria con carga horaria suficiente para de-batir los problemas morales emergentes y persis-tentes habituales en el ejercicio de cualquier pro-fesión. Hay cuatro posibles modelos de educaciónen bioética para ello: doctrinal, liberal, deliberati-vo e hipercrítico.

1. Modelo doctrinal. Tiene su énfasis en verdadesindiscutibles. Nos presenta proposiciones comodogmas de verdades, cuyos contenidos son consi-derados, a priori, correctos. Es un discurso de re-glas que provienen de una autoridad superior y,por tanto, no admiten discusión o deliberación.Ejemplos paradigmáticos del modelo doctrinalde educación en bioética se ven expresos en elManual de Bioética de Elio Sgreccia. Con respectoa la licitud de los medios para la obtención de se-men para fertilización humana artificial homólogapropone que “en lo que refiere a la masturbación, esseguro, por sí solo, que es intrínsecamente un actoinmoral”. El vínculo moral entre sexualidad, pro-creación y acto conyugal fue confirmado por lainstrucción Donum Vitae de la Congregaciónpara la Doctrina de la Fe de 22 de febrero de1987, en la que se condena cualquier método ar-tificial contraceptivo o de fecundación asistida,incluso la homóloga. El modelo doctrinal tienecomo pretensión dictar normas morales conaplicación en bioética. Es claramente unidirec-cional, asimétrico y heterónomo, ya que no po-sibilita deliberar sobre valores morales, a priori,considerados irrefutables.

2. Modelo liberal: Este modelo proviene del libera-lismo anglosajón. Las personas son consideradassujetos morales, libres, autónomos e iguales. Deahí se afirmó el concepto de que todo debe ser he-cho con respeto incondicional a la autonomía per-sonal, así como que los acuerdos morales debenresultar de contratos entre los sujetos involucra-dos en cualquier toma de decisiones. El Estadodebe estar presente solo para proteger los intere-ses de los ciudadanos en las tomas de decisionessegún sus valores morales propios. La recomenda-ción es que se debe buscar la máxima neutralidaden cuestiones morales, circunscribiendo las deci-siones a la esfera privada de las personas y susagrupamientos morales. El modelo liberal juzgaque no cabe debatir sobre valores porque ellos sonsiempre relativos. Ese modelo se limita a exponerlas diferentes posturas morales, pero sin valorar-las. Es lo que fundamenta las recomendaciones de

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Tristram Engelhardt en Fundamentos de Bioética,donde describe dos esferas distintas de morali-dad: la moralidad secular general y las moralida-des de comunidades morales particulares. Engel-hardt creó la interesante figura de los “amigos yextraños morales”. Cada cual con sus moralidadespropias, insertados en agrupamientos moralesdistintos, que estiman como injustificable el deli-berar sobre valores morales ajenos.

3. Modelo deliberativo. El modelo deliberativo ode la comunidad de argumentación tiene en lacontemporaneidad dos representantes fundamen-tales: Kart-Otto Apel y Jürgen Habermas. Elloselaboraron la ética discursiva como un modeloteórico que pretende no solo aclarar las condicio-nes de comprensión intersubjetiva, sino tambiéndemarcar los postulados pragmáticos de losacuerdos morales. El modelo habermasiano, con-tenido en la ética del discurso, se desplaza de loindividual a lo universal, de lo contingente a lonecesario, de la simple alocución al diálogo pormedio de un proceso dialéctico que no separa nin-guna de las partes involucradas en la práctica dis-cursiva, mucho menos las de contenidos contra-dictorios. Habermas se distancia del paradigmade la relación sujeto-objeto, del modelo doctrinal,engendrando otro que privilegia la relación co-municativa entre las partes involucradas en elproceso del diálogo. El acuerdo obtenido en la éti-ca del discurso no niega la racionalidad científica,pero intenta trascender la proyección hecha desdeel punto de vista de la simple autorealización per-sonal del modelo liberal. La deliberación es pre-sentada como el mejor instrumento para obtenerlos acuerdos intersubjetivos, así como el criteriolo más legítimo de encuentro del consenso en unproceso de búsqueda de soluciones morales reves-tidas con la máxima prudencia y coherencia posi-bles entre los múltiples fragmentos de experien-cias humanas. En síntesis, es el único caminoválido para obtener soluciones negociables entrepersonas con capacidad de reflexionar, argumen-tar y accionar. Más allá de las proposiciones indi-viduales que ambicionan imponer verdades subje-tivas, están las que deben legitimarse por elproceso de la deliberación conjunta obtenida sindeformaciones internas o externas. Así, el concep-to de razón no está centrado en el sujeto aislado,como ocurre en el modelo liberal, ni en cosmovi-siones trascendentes del modelo doctrinal, sinoen lo que resulta de las argumentaciones expresa-das libremente por todos los involucrados en unacomunidad discursiva. En consecuencia, obvia-mente resulta imprescindible que el proceso de laacción comunicativa sea simétrico, horizontal,con respeto a la inclusión de todos los interesadosen la búsqueda del acuerdo intersubjetivo. El pro-ceso de deliberación intenta acercar personas con

convicciones, creencias y valores distintos. Laeducación en bioética propuesta por el modelodeliberativo resalta que todos los interlocutorescomprometidos en solucionar conflictos morales–profesores, alumnos y otros protagonistas– tie-nen que mejorar la capacidad de escuchar y dis-ponerse a comprender los puntos de vista dis-cordantes y aceptar las argumentaciones detodos los miembros de la comunidad real de co-municación en la búsqueda de decisiones razona-bles y prudentes.

4. Modelo hipercrítico. Los representantes más vi-sibles del modelo hipercrítico de educación enbioética son Michel Foucault y Jacques Derrida.Ellos consideran muy controvertible la idea deque se construya una sociedad conformada poracuerdos armónicos entre las personas, como hanpropuesto Apel y Habermas. Por el contrario, po-nen todo en duda, hasta los mismos fundamentosracionalistas y humanistas que sostienen las prác-ticas discursivas que prometen soluciones razona-bles resultantes de pactos intersubjetivos con pre-sunciones de ser simétricos. Argumentan quesolamente de actitudes hipercríticas y de pequeñasrevueltas del pensar cotidiano se alcanzan los cam-bios necesarios para construir la sociedad huma-na. Considerando las tres perspectivas de la teoríadel conocimiento: la cartesiana (razón formal), lahegeliana (razón histórica) y la nietzscheana(anulación de la razón trascendental), los hiper-críticos se hallan más cercanos a la última. Fou-cault argumenta que las estrategias dialécticasutilizadas en el modelo deliberativo son, tan solo,“armas del poder” de los más fuertes para impo-ner sus ideas. Parece ineludible que vivir en comu-nidad es experimentar en lo cotidiano acciones deunas personas sobre otras. Según él, concebir lasociedad humana sin relaciones de poder es unaabstracción. Foucault se guía por la perspectiva deque más importante que preguntar qué tipo deenunciado en educación alcanza el criterio de ver-dad, es imperioso que se establezcan los princi-pios sobre los cuales se hacen los enunciados, con-siderando siempre lo que puede estar oculto,disimulado en el horizonte de la práctica discursi-va. Devela en la educación una realidad selváti-ca, llena de peligros y dificultades, donde preva-lecen las postulaciones de los que detentan elpoder; en el caso de la enseñanza, las creenciasy opiniones de los profesores. La idea central desus escritos es que ninguna práctica discursiva opedagógica es intrínsecamente liberadora.

Conclusión. Para que se alcance, en el campo dela bioética, que es ética aplicada, un modelo deeducación que aspire a ser lo más universal y plu-ral posible, hay que guardar distancia de los mo-delos doctrinario y liberal. De igual modo, hay que

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entrenarse en el ejercicio de la deliberación sobreproblemas morales o habermasiano según la pro-puesta de Habermas. Pero dejar de considerar losalertas de Foucault respecto a las posibilidades deprácticas educativas engañosas y asimétricas que es-tán presentes en lo cotidiano de nuestras escuelas,sería seguramente una actitud ingenua o inconse-cuente, por decir lo mínimo. En conclusión, de loscuatro modelos introducidos es el propuesto porHabermas el que presenta mejores condiciones parafavorecer la educación más adecuada en bioética.Más importante, por tanto, que ofrecer a los estu-diantes modelos de moralidades absolutos, será tor-narlos capaces de gestionar el arte de deliberar conprudencia frente a conflictos de ideas que emergendel pluralismo moral de la sociedad posmoderna.

Referencias

H. T. Engelhardt. Fundamentos da Bioética, São Paulo,Edições Loyola, 1998. - M. Foucault. Microfísica do Poder,Rio de Janeiro, Editora Graal, 1984. - D. Gracia. La ense-ñanza de la bioética, en Diálogo y cooperación en salud.Diez años de bioética en la OPS, Santiago de Chile, Organi-zación Panamericana de la Salud, 2004. - J. Habermas.Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987. -L. Kohlberg. Essays on moral development: the psychologyof moral development, New York, Columbia UniversityPress, 1989. - E. Morin. A cabeça bem feita, Rio de Janeiro,Bertrand Brasil, 2001. - E. Sgreccia. Manual de Bioética,São Paulo, Edições Loyola, 1996. - J. E. Siqueira. Estructu-ración del discurso bioético: comunicación y lenguaje, enEstatuto Epistemológico de la Bioética, México, Universi-dad Nacional Autónoma de México y Red Latinoamerica-na y del Caribe de Bioética de Unesco, 2005.

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Dignidad humana

El reconocimiento de la dignidad intrínseca yde los derechos iguales e inalienables de to-

dos los miembros de la familia humana es la basede la libertad, la justicia y la paz en tanto fines delos pueblos de las Naciones Unidas, según expresala Declaración Universal de Derechos Humanos(v. Dignidad humana). Esa dignidad es en princi-pio un concepto necesariamente vago en tanto notiene deliberadamente definición alguna. Peroesto no le hace incoherente ni inútil. La necesidadde la Asamblea de las Naciones Unidas de no to-mar partido alguno acerca de una definición dedignidad humana se basó en el hecho de evitaruna cuestión de ‘principios’, sobre la cual había di-ferencias entre los Estados miembros, pero acep-tando la coincidencia de todos los estados en eluso universal del concepto. Ante las atrocidadescometidas durante la Segunda Guerra Mundial, elconcepto de dignidad humana aparecía claro ypreciso para todos y cada uno de los presentes enun sentido formal (como el concepto de justicia enAristóteles), aunque desde diversas perspectivasmateriales (unos pensaban en las atrocidades delos nazis, otros en las de los comunistas, otros enlas de los japoneses, etc.). Se trató entonces deuna definición implícita. Y si bien en ese sentido ladignidad humana aparece como algo abstracto eindeterminado, no por ello resulta incoherente ensu origen ya que emerge estrechamente ligada aunos hechos históricos y sociales que la inundande lógica, racionalidad y prudencia. Ese carácterabstracto e indeterminado del concepto, como ne-cesidad de un consenso formal entre las nacionessignatarias de la Declaración Universal de Dere-chos Humanos, postula simultáneamente la nece-sidad de una determinación material concreta porlos diversos actores según los contextos históri-cos, sociales, culturales y religiosos de cada unode ellos. Estos actores darán precisión y claridadal concepto en su uso. De allí que el concepto dedignidad humana alcanza el mayor grado decoherencia y utilidad imaginable para un análisisético. Así, la ética de la dignidad presupone, consu reconocimiento de los otros como actores posi-bles y necesarios, un progreso moral. Esta digni-dad, hay que decirlo, solo puede aprehendersedesde la indignación.

El lugar de la indignación en bioética. La indigna-ción es fuente primaria de la moral y razón de serde las exigencias éticas reconocidas en justicia porlos Derechos Humanos. Es el punto en que nues-tros juicios de realidad se vuelven universales yaque solo por la autoestima proyectada en y desde

la estima hacia los otros-nosotros somos capacesde in-dignarnos. Toda ética, cualquier ética –sea ono de la medicina y las ciencias de la vida–, re-quiere no solo el saber, sino también, y sobretodo, el dar cuenta de si miramos al mundo en elque vivimos con la voluntad o el querer compren-der y actuar para cambiar una realidad indignantey por ello injusta. Porque la indignación reclamapor el valor incondicionado de lo humano y puedeexplicar a cualquiera en qué consiste aquello quellamamos la dignidad humana (que es nuestra yde los otros). La razón más válida habrá de ser en-tonces aquella que originada en las conviccionesintuitivas y emotivas sobre el valor humano se su-jeten a la prueba de su reconocimiento racional,esto es, a la demostración (objetiva) de que unaexigencia moral merece su reconocimiento uni-versal. La bioética ha de tener en cuenta esa dife-rencia importante a la hora de responder a susproblemas. Una diferencia que supone la prácticade una ética visible no solo en la indignacióncomo señal de ejercicio de la capacidad valorativasobre el mundo, sino asimismo en la denunciacomo práctica de la virtud del valor. La capacidadde valorar lo bueno y lo malo se pierde cuando al-guien tiene una respuesta moral anticipada a laposibilidad de criticar radicalmente los hechos dela realidad del vivir. La virtud del valor para de-fender la causa de los débiles se pierde cuandouno se convierte en intelectual al servicio de laideología de los poderosos. Una bioética que ca-rezca de indignación y de valor no puede ser otracosa que falso discurso moral. El desafío de practi-car una bioética verdadera nos exige alcanzar unaconciencia crítica sobre la vida y el vivir que tengasu origen en la intuición sensible y emotiva de loindigno y se proyecte en la voluntad racional delograr un acto de justicia. Es por eso que la bioéti-ca en América Latina no puede sino tener su pun-to de partida en la dignidad humana y en los actosreivindicativos de la misma a los que nos conducetoda indignación.

Orígenes religiosos y filosóficos del concepto. El térmi-no dignidad tiene su tradición más antigua en lasgrandes religiones que con la doctrina de la ImagoDei trazaron un universo de semejanza para todoslos individuos humanos (y su diferencia con el mun-do de los animales). Así, el cristianismo ofreció unaconcepción universal de la condición humana en elamor de unos a otros como cumplimiento de la ley,tal como aparece en la Epístola a los Romanos. Sinembargo, pese al progreso moral al que las religio-nes monoteístas contribuyeron con el concepto de

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dignidad, la historia misma de las religiones trazólos límites que tendría su expansión de significa-do. Junto a las concepciones religiosas, desde suorigen la tradición filosófica afirmó asimismo esavisión de una condición universal del hombre quele otorgaba un lugar, un merecimiento y un respe-to de sí mismo y de los otros como característicadistintiva de la especie humana. Esto fue así tantoen la filosofía y la medicina griega clásica como enla filosofía y la medicina romana. Tanto en el tér-mino griego díkaios como en el término latino dig-nus hay un significado de ‘igual’, ‘del mismo pre-cio’, ‘del mismo valor que tal cosa’, y de allírecíprocamente de ‘justo’ y ‘merecedor de’. La ‘na-turaleza justa’ –dikaí phýsis– habla del lugar na-tural que las cosas ocupan, como cuando un hue-so fracturado vuelve a su lugar. Y en Cicerón seconjugan estos sentidos de lo digno como merece-dor y lo justo como decente en lo que comenzará aser una distinción de la dignidad según el signifi-cado secular del Jus gentium o el Jus humanum yde la dignidad según el significado religioso. Esetránsito de la significación religiosa de la digni-dad a su significación secular comenzó a tomarmayor cuerpo aún durante el humanismo rena-centista (v. Humanismo y dignidad).

Del humanismo renacentista a la Ilustración. SeráPico della Mirandola, con su oración sobre la dig-nidad –De dignitate hominis– el que habría de pro-fundizar esa nueva visión renacentista. A Pico nole convence que la magnificencia del hombre sedeba a que sea un intermediario entre las criatu-ras, cercano a los dioses, dueño de todas las cria-turas inferiores, con la agudeza de sus sentidos ysu razón y el brillo de su inteligencia para inter-pretar la naturaleza. Para él se trata de que Dioshizo al hombre –tanto en Moisés como en el Timeoplatónico– una criatura indeterminada e indife-rente, sin lugar fijo para vivir ni forma o funciónalguna, aunque con ello y a la vez le otorgó la po-sibilidad para que, de acuerdo con su deseo y sujuicio, pudiera tener el lugar, la forma y la funciónque quisiera. Todas las otras cosas tienen una na-turaleza fija y limitada pero el hombre con libreelección y dignidad puede llegar a serlo todo. Portanto, considerando que hemos nacido con estacondición y que podemos elegir ser lo que quera-mos, debemos ser muy cuidadosos con esta condi-ción para que nunca pueda decirse que habiendonacido en una posición privilegiada hemos falladoen realizarla y hemos llegado a ser animales o bes-tias. Sobre todo, debemos hacer que esta libertadde elección que Dios nos ha dado no se conviertaen algo dañino porque ha de entenderse que senos ha dado para nuestra ventaja. Pero en cual-quier caso, hay una nota en toda su visión que me-rece destacarse como característica de lo que ladignidad sea y que la diferencia del respeto de la

autonomía: la ‘autoestima’ o ‘autorrespeto’, acom-pañada de la responsabilidad en la libertad deelección. Durante la Ilustración, la creencia en elsentido común como vía de acceso a la verdadhará que se universalice más ampliamente elsentido de la dignidad al dejar de lado la autori-dad heterónoma de las creencias religiosas pararemplazarla por la autoridad de la razón autóno-ma. David Hume trata la cuestión de la dignidadde la naturaleza humana tanto en su visión de Ofthe Dignity or Meanness of Human Nature (Sobre ladignidad o miseria de la naturaleza humana),como en el conjunto general de sus ideas morales.La dignidad se presenta para él como una cues-tión que divide a los filósofos entre aquellos queexaltan la naturaleza casi divina del hombre yquienes por el contrario ven en el mismo a un sersin otra diferencia que la vanidad. Es verdad –nosdirá– que un sentido delicado de la moral le da alhombre un gran disgusto respecto al mundo comopara considerar el curso de los asuntos humanoscon gran indignación. Sin embargo, el bien y elmal morales son el placer o el dolor de la confor-midad o inconformidad de nuestras acciones vo-luntarias con alguna ley o regla moral (la ley divi-na, la ley civil o la ley filosófica). Y la virtud y laalabanza –en su relación con la dignidad y conDios– tienen una relación tan estrecha que se lasha designado con el mismo nombre. Hume re-fuerza así la idea compleja de una relación entrepartes como la dignidad (identidad), la alaban-za (integridad) y la virtud (libertad). En Rous-seau, la dignidad se asocia a la igualdad social yal trabajo, como ya se había estipulado antigua-mente en la tradición bíblica al decir: “El ope-rario es digno de su salario o de su alimento”. Pue-de decirse que así como en Hume se expresa latradición anglosajona que llevará a destacar elacento de la libertad en los derechos civiles ypolíticos, en Rousseau puede entreverse en cam-bio la tradición continental europea que acen-tuará la igualdad constituyente de los derechoseconómicos, sociales y culturales.

La dignidad humana en la filosofía kantiana. Kantofrecerá una alternativa filosófica en la que ladignidad humana se muestre con pretensión desíntesis trascendental. Así, el imperativo univer-sal del deber se formulará diciendo: “Obra comosi la máxima de tu acción debiera tornarse, por tuvoluntad, ley general de la naturaleza”. El proble-ma de la moralidad pasará a ser entonces, paraKant, el problema del fin en tanto fundamentoobjetivo de la autodeterminación de la voluntadcomo facultad de los seres racionales. El medio esel fundamento de la posibilidad de la acción,pero que una acción sea posible no dice nadaacerca de si esa acción es debida por lo cual ha dediferenciarse al fin de los medios. Los imperativos

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hipotéticos (técnicos, pragmáticos) están funda-dos en fines relativos que se basan en la facultadde desear del sujeto y que dan lugar a principiosprácticos materiales. Pero para alcanzar un princi-pio universal válido y necesario para todo ser ra-cional, esto es un principio práctico formal, debe-mos abstraernos de todos los fines subjetivos.Llegados a este punto, Kant habrá de suponer quesi hay algo cuya existencia en sí misma posea unvalor absoluto, algo que sea un fin en sí mismo, allípodríamos encontrar el fundamento de un posibleimperativo categórico o ley práctica. Y su respues-ta habrá de ser que el hombre y en general todoser racional existe como fin en sí mismo y no sólocomo medio para una u otra voluntad. Este será elnúcleo de la dignidad humana en Kant. La natura-leza racional existe como fin en sí mismo y de esemodo el imperativo práctico se habrá de formulardiciendo: “Obra de tal modo que uses la humani-dad, tanto en tu persona como en la persona decualquier otro, siempre como un fin al mismo tiem-po y nunca solamente como un medio”. En estaperspectiva, para Kant cada cual ha de esforzarseen lo que pueda por fomentar los fines ajenospues los fines de los otros han de ser en lo posiblemis fines. La idea de la voluntad de todo ser racio-nal como voluntad legisladora universal es aptapara el imperativo categórico porque no se fundaen interés alguno y es de todos los imperativos posi-bles el único incondicionado. Este principio se lla-ma de autonomía de la voluntad: “El principio de laautonomía es, pues, no elegir de otro modo sino deeste: que las máximas de la elección, en el querer mis-mo, sean al mismo tiempo incluídas como ley univer-sal”. Ese ser racional, autónomo en tanto universal-mente legislador para juzgarse a sí mismo, seconduce en el reino de los fines donde los distintosseres racionales se encuentran enlazados por leyescomunes de tratarse a sí mismos y a todos los de-más como fin en sí mismo y nunca como medios.La moralidad es toda acción que hace posible el rei-no de los fines. La moralidad y la humanidad, entanto esta es capaz de moralidad, es lo único queposee dignidad. Si el imperativo categórico deter-mina todos los valores, ese imperativo como leydeterminante debe tener dignidad o sea un valorincondicionado que merezca respeto. Respeto es laconciencia de determinación de la voluntad por elimperativo categórico y es por eso que el respeto esel efecto que causa el imperativo sobre el sujeto yno una causa. El respeto a una persona es el respe-to al imperativo categórico (la ley) del cual esa per-sona nos da un ejemplo de su objetividad.

Crítica de la pretensión de remplazar dignidad porautonomía. Se ha querido sostener que el concep-to de dignidad es un concepto inútil en bioética yque debería ser remplazado por el principio de au-tonomía. Pero en lo poco que hemos dicho sobre

la noción kantiana de dignidad humana ya puedeadvertirse qué lejos estamos de su posible reduc-ción a respeto de la autonomía entendida en elsentido que el pragmatismo liberal le ha dado.Cuando se dice en Kant que la autonomía es elfundamento de la dignidad de la naturaleza hu-mana y de toda naturaleza racional, se está muylejos del sentido reduccionista que deja fuera to-dos los conceptos básicos que otorgan sentido a lafilosofía kantiana. Si no se consideran, entreotras, la distinción entre precio y dignidad, entrefines subjetivos y objetivos, entre legislación uni-versal y razón individual, entre racionalidad y ra-zonamiento subjetivo, entre fines y medios, entrehumanidad y egoísmo, entre reino de los fines yreino de los intereses, entre respeto y obligación,¿de qué se puede estar hablando al decir principiode respeto de la autonomía? Respetar la autono-mía significará respetar la libre determinación delos otros, pero respetar la dignidad humana signi-ficará mucho más al implicar el respeto de sí mis-mo entendido como la búsqueda de los fines quenos hacen ser verdaderamente humanos. Por esola dignidad no permite ser atrapada al modo deun concepto categorial, dado que la valoración delsí mismo –del fin en sí mismo–, que conduce al re-conocimiento de un deber determinado, sólo se re-conoce en la acción de hacer efectivo en el mundoel valor percibido. La imposibilidad racional detodo sistema que pretende dominar la esfera de lavoluntad en su acción valorativa radica precisa-mente en que esta acción es constituyente de lacondición del ser humano que se expresa por sudignidad. El respeto de la autonomía entendidacomo elección individual subjetiva y como sinóni-mo del respeto de la dignidad (al modo pragmáti-co liberal), promete un mundo sin cambios y portanto la continuidad de un mundo injusto. El con-cepto de la libertad es la clave según Kant para ex-plicar la autonomía de la voluntad. Y admitiendolas dificultades de distinguir entre libertad, auto-nomía y moralidad, le atribuye a la idea de liber-tad el que todo ser racional, perteneciente portanto al mundo inteligible, no pueda pensarsesino con independencia de las causas determinan-tes del mundo sensible. Pero el ser racional quetiene conciencia de pertenecer al mundo inteligi-ble no puede sino tener conciencia de sí siendo ala vez parte del mundo sensible y sometido a la leynatural de los apetitos e inclinaciones (v. Necesi-dades en salud). Si no fuéramos más que parte delmundo inteligible, entonces todas nuestras accio-nes serían siempre conformes a la autonomía de lavoluntad, pero al intuirnos como parte del mundosensible nuestras acciones deben ser conformes aesa autonomía. Sin embargo, la libertad resultaser solo una idea de la razón –dice Kant–, cuyarealidad objetiva es en sí misma dudosa dada la

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aparente contradicción entre libertad y necesidadnatural: “La razón práctica no traspasa sus límitespor pensarse en un mundo inteligible; los traspasacuando quiere intuirse, sentirse en ese mundo”. Por-que, finalmente, la libertad siendo no sólo posiblesino también necesaria para la razón, no puede serexplicada por esta y ese habrá de ser el límite de lainvestigación moral. El imperativo moral no seconcibe como necesidad práctica incondicionadade ser; sin embargo, el imperativo moral no puededejar de concebirse por la imposibilidad misma deno concebirlo (no hay modo posible de pensar lamoral si no es desde la idea de alguna condiciónabsoluta y universalizable). Admitimos que la es-fera práctico-subjetiva pueda tener una dimen-sión no imperativa, pero no podemos suponer quela esfera práctico-moral no se constituya sobre un

valor objetivo, absoluto e incondicionado como elde la dignidad humana (v. Vida, cuerpo y digni-dad). El problema último que la libertad en su di-ferencia con la autonomía y en su conceptualiza-ción en sí le presenta a Kant se convertirá treintaaños después en uno de los núcleos centrales de lafilosofía de Hegel. Los fines de los hombres conside-rados aisladamente no pueden permitirle a la hu-manidad alcanzar su destino último como fin en elconjunto de su especie y por eso es que la naturalezahumana resulta más digna de ser amada en las rela-ciones mutuas de pueblos enteros. La tácita presun-ción de un sistema internacional de respeto de obli-gaciones universales ya está presente como caminoposible.

[J. C. T.]

Dignidad humana

Juliana González Valenzuela (México) -Universidad Nacional Autónoma de México

“Considerando que la libertad, la justicia y la paz enel mundo tienen por base el reconocimiento de ladignidad intrínseca y de los derechos iguales e ina-lienables de todos…” (Declaración Universal de losDerechos Humanos).

Concepto y definición de dignidad. El concepto dedignidad está en el centro mismo de los DerechosHumanos. La dignidad intrínseca es invocada entodas y cada una de las declaraciones universales,y muy señaladamente en las que competen a labioética y aprobadas por la Unesco: la del Geno-ma Humano, la de los Datos Genéticos Humanos.La más reciente, sobre Bioética y Derechos Huma-nos, ocupa un lugar central en las reflexiones éti-cas actuales y en la consideración de la naturalezahumana. Es una referencia obligada para la bioé-tica, aunque es un concepto que carece de un sig-nificado claramente definido. Como lo señala laEncyclopedia of Bioethics: “Pocos términos o ideasson más centrales para la bioética y son menos cla-ramente definidos que el de dignidad humana”. Eti-mológicamente, dignidad viene del latín dignus,dignum, que corresponde, en griego, a axios: va-lioso, apreciado, precioso, merecedor. La digni-dad es equivalente a “valor”, a cualidad o a esta-tus, y se refiere por tanto a lo que mereceestimación y honores. En la antigüedad tuvo, antetodo, este último sentido: era el mérito y valor,moral o social, de unos cuantos hombres “dig-nos”, incluso los que llegan a ser “dignatarios”.Para el cristianismo medieval, en cambio, la digni-dad es atributo de todos los seres humanos por-que son creados a imagen y semejanza de Dios.Pero son dos las nociones acerca de la dignidad

humana que subyacen en las concepciones filosó-ficas de la ética, de los propios derechos humanosy del humanismo secular. Una proviene del Rena-cimiento, en que expresamente la dignidad huma-na es vista como equivalente a la propia condiciónlibre del hombre, al hecho de que él se da a sí mis-mo “su sitio en el mundo” y define su propio ser(Pico Della Mirandola). Dignidad, en este sentido,equivale a libertad. “No te dimos ningún puestofijo, ni un rostro propios […] para que tú mismocomo modelador y escultor de ti mismo […] te for-jes la forma que prefieras para ti […] por tu mismadecisión” (Oración sobre la dignidad humana).Otra es la concepción kantiana de la dignidad hu-mana. Las cosas, dice Kant, tienen precio, pero elhombre, en cambio, tiene dignidad. Lo que tieneprecio es intercambiable, puede ser mercancía,servir de medio para otros fines. La dignidad delhombre implica, por el contrario, que todo serhumano sea fin en sí mismo, insustituible, nuncaintercambiable ni tomado como objeto o cosa,como instrumento o mercancía. En eso se cifra sudignidad y esta es intrínseca a todos y cada unode los seres humanos por el solo hecho de ser hu-manos. Esto permite apuntar una definición dedignidad como el valor intrínseco de todo ser hu-mano, en tanto que humano.

Dignidad, autonomía y persona. En su íntima co-nexión y correspondencia con otros valores hu-manos se alcanza la más cabal comprensión de ladignidad; esto es, con los valores o principios éti-cos fundamentales de la “autonomía”, de la condi-ción de “persona”, de “igualdad” y de “no instru-mentalidad”, así como del “respeto”. Todos ellosforman una especie de constelación axiológicapor la cual se complementan y esclarecen recípro-camente, revelando aquello que constituye ese

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núcleo específico e inviolable de la naturaleza hu-mana, fundamento de todos sus derechos. Autono-mía y dignidad son tan cercanas que en muchossentidos pudieran verse como equivalentes: ladignidad del hombre corresponde ciertamente aesa nota distintiva esencial que es su capacidad deser autónomo, de darse a sí mismo (autós) su pro-pia “ley” (nomos), su propio “sitio en el mundo”.Autonomía y dignidad se implican e iluminan mu-tuamente sin ser por completo idénticas; “autono-mía” no dice todo cuanto dice “dignidad”, y estano hace expreso cuanto expresa “autonomía”.Pero ambas, autonomía y dignidad, son incom-prensibles sin la condición de “persona” que defi-ne al ser humano. Y lo define al grado de que solocabe hablar de ser humano en cuanto este es“persona”. Y persona es la forma específicamen-te humana de individuación, por la cual el hom-bre posee una singularidad única, irrepetible e in-sustituible, la cual constituye el centro y origen desus estados de conciencia, de sus emociones y vo-liciones, de su identidad irremplazable, en suma.La dignidad equivale al valor intrínseco del hom-bre, precisamente en tanto que persona. De ahíque la propia dignidad sea lo que cada personadefiende y valora de sí mismo (autoestima) y seaal mismo tiempo lo que debe reconocer y respetaren los otros. Y a diferencia de lo que pudo habersido en el mundo antiguo, la dignidad es recono-cida ahora como valor universal, patrimonio de“la familia humana”, signo de su constitutiva“igualdad”. Somos iguales justamente en digni-dad: “Todos los seres humanos nacen iguales en dig-nidad” –afirma categóricamente la Carta de lasNaciones Unidas–. Esto significa que la dignidadno la poseen unos hombres y otros no; ella tienevalidez ontológica, es definitoria del “ser” hombrey cuenta por igual, independientemente de todaslas diferencias, históricas, culturales, físicas, psi-cológicas, sociales o morales.

Dignidad y respeto mutuo. Como valor intrínsecodel ser humano, la dignidad significa el carácterde fin en sí mismo (y no de medio para otros fi-nes), que conlleva todo hombre, su no instrumen-talidad; aquella condición por la cual no puedeconsiderarse medio, ni objeto, ni mercancía, nicosa, al servicio de nada ni nadie; su condiciónesencialmente libre y no esclavizable, no inter-cambiable. Toda explotación o cosificación del serhumano atenta contra su dignidad o sea contra supropia humanidad. “Aquello que tiene precio puedeser sustituido por algo equivalente; en cambio loque se halla por encima de todo precio y, por tanto,no admite nada equivalente, eso tiene una digni-dad” (Kant). Y es evidente que también el “respe-to”, comprendido en su sentido básico y esencialse halla necesariamente adherido al valor de ladignidad. Algunos autores consideran incluso que

la dignidad no es otra cosa que el respeto mutuo.La etimología remite al verbo re-spectare: mirar denuevo, mirar desde dentro y hacia dentro, valgadecir, desde la propia humanidad hacia la huma-nidad del otro. En eso se cifra respetar: asumirse así mismo o asumir al otro en la esencial dignidad.Todo esto explica que la dignidad humana remitatambién de un modo u otro a la solidaridad, e in-cluso a la justicia. La libertad implica de hecho laresponsabilidad y con ella el cuidado del otro. De-recho y deberes van juntos. “La dignidad humanadebe ser interpretada a la luz de los dos requeri-mientos de la libertad y de la solidaridad”, dice untexto del Comité Internacional de Bioética de laUnesco. Hay quienes consideran que la autono-mía está más cerca de la responsabilidad de laspersonas; y la solidaridad, de la dignidad. Se ad-vierte entonces, con claridad, que todo este con-junto de valores que gravitan en torno a la digni-dad son valores fundamentales de la bioética.Ellos están presentes en todas las cuestiones éti-cas relativas al bios, a la vida y, en especial, al tratocon ella que tienen la biomedicina y la biotecnolo-gía contemporáneas.

Referencias

Roberto Andorno. Bioética y dignidad de las personas,Madrid, Tecnos, 1998. - Giovanni Pico Della Mirándola.Oración sobre la dignidad humana. - J. González. Genomahumano y dignidad humana, Barcelona, UNAM, Anthro-pos, 2004. - E. Kant. Fundamentación a la metafísica de lascostumbres. - Carlos Nino. Ética y derechos humanos. Bue-nos Aires, Astrea, 1989. - Jürgen Habermas. El futuro de lanaturaleza humana, Barcelona, Paidós, 2002. - Unesco,Declaración Universal sobre Bioética y Derechos humanos,París, octubre, 2005.

Humanismo y dignidad

Christian de Paul de Barchifontaine (Brasil) -Centro Universitário São Camilo de São Paulo

Crisis del humanismo. Partiendo de la premisa quela bioética, ética de la vida, de la salud y del medioambiente es un espacio de diálogo transprofesio-nal, transdisciplinario y transcultural en el áreade la salud y de la vida –un grito por el rescate dela dignidad de la persona humana dando énfasisen la calidad de vida–, todo proceso de dignidad yhumanismo pasa por la protección a la vida huma-na y su ambiente a través de la tolerancia, del cui-dado y de la solidaridad. Pasamos por una profun-da crisis del humanismo. Presenciamos a escalamundial grandes transformaciones en varias ins-tancias como economía, política, desarrollo tec-nológico, derechos y deberes de los ciudadanos,funciones familiares, salud y supervivencia demuchos pueblos, entre otras. De la globalizaciónexcluyente, ¿sería posible pasar a la globalización

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de la solidaridad? ¿Qué está ocurriendo a las per-sonas? ¿Dónde está lo humano? El simple estarcon el otro, la compasión, la tolerancia, la solida-ridad, ¿se hicieron valores desechables que cuen-tan poco o nada? ¿Hasta cuándo?

El concepto de dignidad. Una persona es digna, osu conducta es digna, cuando sigue los dictadosde la racionalidad o los principios de la moral vi-gentes en el lugar. Digno es el comportamientoadecuado a los ojos del ciudadano honesto. La re-ferencia es al mismo tiempo individual y colecti-va, sujeta a la internalización de la ley del padre(superego), aunque pueda surgir cierto desnivelentre las dos evaluaciones, desnivel tributario nosolo del carisma o del capricho individual, sinotambién de la educación recibida. La noción dedignidad humana, que varía de acuerdo con lasépocas y los lugares, es una idea fuerza que ac-tualmente tenemos y admitimos en la civilizaciónoccidental. El concepto de dignidad humana in-troduce un elemento de orden y de armonizaciónen el conflicto de las relaciones de las comunida-des humanas, a través de la tolerancia, del cuida-do y de la solidaridad. Esta noción de dignidadcomo característica común a todos los seres hu-manos es relativamente reciente, siendo difícilfundamentarla si no es como reconocimiento co-lectivo de una herencia histórica de civilización,colocándose la cuestión de saber si la dignidadhumana no será el modo ético como el ser huma-no se ve a sí mismo.

Dignidad y supervivencia. El abordaje actual de ladignidad humana se hace, sobre todo, por la ne-gativa, por la negación de la banalidad del mal: espor estar confrontado a situaciones de indignidado a la ausencia de respeto que se tiene indicio detipos de comportamiento que exigen respeto. Enese sentido, es fundamental en la definición de losderechos humanos y en el abordaje de nuevosproblemas de bioética, en especial en una éticadel ambiente, una ética que implica también soli-daridad, ya que si la dignidad se relaciona con elrespeto, las desigualdades sociales y económicasen las sociedades modernas hacen que una partede esas sociedades no se pueda respetar a sí mis-ma. Debemos referir también el lugar que el hom-bre se atribuyó a sí mismo en el ámbito de unmundo “tecnicizado”, que perdió la conexión conel mundo sensible, con el mundo vivo, cometien-do actos indignos contra la vida añil, vegetal. Enese sentido, la supervivencia de nuestra especieestá asociada a la supervivencia de la naturaleza;de este modo, al alargar el concepto de dignidad,nos disponemos a asegurar la continuidad de losseres humanos en una ética de responsabilidadpor el futuro, en un alargamiento no solo de laconcepción de lo que es ser humano, sino también

de lo que es la comunidad sin la cual el ser huma-no no subsiste.

Dignidad y cuidado. La dignidad humana tambiénes un concepto evolutivo, dinámico, abarcador, latoma de conciencia del dominio de todos al géne-ro humano confrontado en la comunidad de desti-no, que se fue alargando a grupos diferenciados,dándoles otro estatuto. Otro elemento en el pro-ceso dignidad y humanismo es la idea de cuidado,que refuerza los campos éticos de atención al sin-gular, abre la participación y la solidaridad, yafecta el modo del mirar con que los otros son vis-tos. Por ejemplo, la humanización de la salud pre-supone considerar la esencia del ser, el respeto dela individualidad y la necesidad de la construc-ción de un espacio concreto en las instituciones desalud que legitime lo humano de las personas in-volucradas. El presupuesto subyacente en todo elproceso de atención humanizado es facilitar a lapersona vulnerada el poder enfrentar positiva-mente sus desafíos. Este rescate presta atención avarias cuestiones que deben ser consideradas enel tiempo presente, como el avance tecnológicodisociado de las percepciones afectivas, la culturaconsumista y rápidamente desechable, la insatis-facción con la simplicidad de la vida y la búsquedaconstante de emociones fuertes, entre otras. Elcuidar humanizado implica, por parte del cuida-dor, la comprensión del significado de la vida, lacapacidad de notarse y comprenderse a sí mismoy comprender al otro, situado en el mundo y suje-to de su propia historia. La humanización en laatención exige esencialmente de los profesionalesde la salud, el compartir con su paciente las expe-riencias y vivencias que resulten en la ampliacióndel foco de sus acciones restringidas al cuidarcomo sinónimo de ayuda a las posibilidades de lasupervivencia. En otras palabras, ejercer en lapráctica el re-situar de las cuestiones personalesen un cuadro ético, en que el cuidar se vincula enla comprensión de la persona en la peculiaridad yoriginalidad de ser. Ante el desafío cotidiano en elcual nos enfrentamos con situaciones indeseablesde indiferencia, son imprescindibles la solidari-dad y la atención digna con calor humano. Sersensible a la situación del otro es notar el quererser atendido con respeto, dentro de un vínculo dediálogo y de intereses compartidos. No podemosolvidar que, en toda relación profesional construi-da en la confianza, siempre estamos frente a unasituación de encuentro entre una competencia yuna conciencia. Esto exige, en consecuencia, unaresponsabilidad y un compromiso ético. En estealargamiento del propio concepto de dignidad hu-mana, como nudo de apoyo de la definición de losDerechos Humanos y de su salvaguarda, hay unaética social que, en el ámbito de la bioética, se ac-tualiza en el acceso equitativo a los cuidados de

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salud de calidad apropiada para todos respetandosu dignidad.

La dignidad como valor. El término dignidad hu-mana es el reconocimiento de un valor. Es un prin-cipio moral basado en la finalidad del ser humanoy no en su utilización como un medio. Ello quieredecir que la dignidad humana estaría basada en lapropia naturaleza de la especie humana, la cualincluye normalmente manifestaciones de raciona-lidad, de libertad y de finalidad en sí, que hacendel ser humano un ente en permanente desarrolloen la búsqueda de la realización de sí mismo. Eseproyecto de autorrealización exige, de parte deotros, reconocimiento, respeto, libertad de accióny no instrumentalización de la persona. Esa auto-rrealización personal, que sería el objeto y la ra-zón de la dignidad, solo es posible a través de lasolidaridad ontológica con todos los miembros denuestra especie. Todo lo que somos se debe a otrosque nos antecedieron y nos transmitieron una len-gua, una cultura, una serie de tradiciones y princi-pios. Una vez que fuimos constituidos por esta so-lidaridad ontológica de la raza humana y estamosinevitablemente sumergidos en ella, nos realiza-mos nosotros mismos a través de la relación y ayu-da al otro. No respetaríamos la dignidad de losotros si no la respetásemos en el otro. De estemodo, la sociabilidad del ser humano lo funda endignidad. La persona humana adviene en la co-munidad humana. El aislamiento la hace igual alos animales. El proceso de individualización, ga-rantía de la dignidad humana, tiene etapas de so-cialización hasta lograr la madurez. La comuni-dad humana confiere a cada ser la capacidad delenguaje, de dar un nombre a cada cosa, y de es-tructurar así su agilidad y amplitud de representa-ción simbólica. ¿Qué valor atribuimos a la vida?¿De qué modo podemos proteger y hacer mejorese bien? ¿Cómo mejorar nuestra convivencia hu-mana? Si bioética significa fundamentalmenteamor a la vida, seguramente nuestras voces pue-den convergir hacia estimulantes respuestas paramejorar la vida de nuestro pueblo, como tambiénnuestra convivencia pasando por el respeto de ladignidad de la vida de las personas.

Solidaridad, bien común y tolerancia. Los grandesproblemas de la humanidad de hoy, aun sin recha-zar la gran contribución que la ciencia y la tecno-logía pueden dar para superar las condiciones demiseria y de deficiencias de los diferentes géne-ros, solo serán solucionados a través de la re-construcción de la comunión humana en todoslos niveles, a través de la solidaridad que debe en-tenderse como la determinación firme y perseve-rante de empeñarse para el bien común, es decir,para el bien de todos y cada uno, para que todossean responsables de todos. La tolerancia designa

el hecho de abstenerse de intervenir en las accio-nes u opiniones de otras personas, aun cuandoesas opiniones o acciones nos parezcan desagra-dables o moralmente reprensibles. Así, la tareacotidiana del cultivo de la tolerancia incluye unaactitud proactiva de búsqueda del punto ideal deencuentro con el otro en los momentos de discor-dancia y enfrentamientos. La tolerancia es unaconquista en el camino a la solidaridad, ese lazorecíproco que une personas como corresponsa-bles por el bien de los demás. Con sus sueños deun mundo mejor, la ética puede contribuir muchoen el proceso de humanización, mostrando conargumentos racionalmente fundamentados, pará-metros y pistas para una acción que rescata la dig-nidad del ser humano y propone traer de vueltahacia el ámbito del humano la sociedad, a pesarde una mentalidad tecno-científica sin sensibili-dad humana y de la búsqueda de ganancia sin es-crúpulo del paradigma capitalista de la sociedad.

Referencias

Léo Pessini, Christian de Paul de Barchifontaine(Orgs.). Fundamentos da bioética, São Paulo, Paulus,1996. (Nova práxis cristã). - Léo Pessini, Christian de Paulde Barchifontaine. Problemas atuais de Bioética, 7ª edi-ción, São Paulo, Loyola e Centro Universitário São Camilo,2005. - Léo Pessini, Luciana Bertachini (Orgs). Humani-zação e cuidados paliativos. São Paulo, Loyola e CentroUniversitário São Camilo, 2004.

Vida, cuerpo y dignidad humana

María Luisa Pfeiffer (Argentina) - ConsejoNacional de Investigaciones Científicas(Conicet)

Vida y dignidad. Dignidad humana hace referen-cia a un principio moral según el cual la personahumana nunca debe ser tratada solo como un me-dio sino como un fin en sí, es decir que el ser hu-mano no debe ser nunca empleado como instru-mento puesto que sería desconocer que es un finen sí mismo. Que la vida del hombre, indepen-dientemente de cualquier enfoque ideológico,cultural o religioso, tenga un valor en sí misma ypor sí misma constituye la base y el fundamentopara que cualquier otra valoración del ser hu-mano pueda desarrollarse en su proyección per-sonal y social. La vida del hombre no es mera-mente una suma de fenómenos sometidos a lasleyes “físicas” (término que remite al de Physis,griego) o naturales, sino que tiene aspectos quetocan a sus relaciones históricas, sociales, psí-quicas, religiosas, políticas, familiares, etc., queno pueden pensarse sometidas a determinis-mos, sino conformes a su capacidad deliberativay creadora. Todos estos aspectos en que la vidahumana se manifiesta exigen un pleno desarrollo

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individual y comunitario; solo cumplida esta po-sibilidad, cada miembro de la sociedad, libre ysolidario, alcanzará un pleno reconocimientode su dignidad por sí mismo y por los demás. Li-bertad, dignidad y solidaridad son conceptos quese superponen y ninguno puede ser pensado sinrelación con los otros. De modo que calificaremosde digna a una sociedad en que la vida humanasea merecedora de obligaciones morales.

La concepción judeocristiana de la dignidad hu-mana. Si bien las culturas han reconocido en lavida un valor básico a promover por su conteni-do intrínseco, será diferente esa valoración res-pecto de la vida vegetal, animal o humana. Dig-nidad se asocia a vida humana en cuanto suponeel reconocimiento de un igual y la apropiaciónde ese reconocimiento como autorreconoci-miento. Históricamente se asoció dignidad a ex-celencia, realce del ser humano sobre los seresque no lo son, fundado en caracteres más o me-nos trascendentes. El desarrollo del concepto dedignidad está asociado en nuestra cultura a la re-flexión judeocristiana sobre el papel del hombreen el pueblo de Dios. El judeocristianismo recono-ce la dignidad del ser humano en cuanto ocupa unlugar privilegiado en la naturaleza por haber sidocreado a imagen y semejanza de Dios. Esta idea esreelaborada casi textualmente por el evolucionis-mo, que retoma la sucesión del tiempo como unproceso de perfección de lo creado y establece lasupremacía del ser humano en el orden natural,por ser el último escalón del proceso de la natura-leza. Esta concepción es fortalecida hoy por losque proponen un futuro ser humano “mejor”, unsuperhumano, utilizando la tecnología. La con-cepción judeocristiana del hombre de la que so-mos herederos, enaltece al ser humano frente alos demás seres de la naturaleza facultándolopara que los utilice como recursos (o medios)para sostener su vida. Además, promueve un tra-tamiento específico de respeto, igualdad y equi-dad entre los mismos hombres en cuanto a que sudignidad es reconocida por Dios como miembrofiel del pueblo elegido. El fiel judío reclama a suSeñor el cumplimiento de sus promesas aunquereconoce su indignidad frente a su creador. Si nin-gún hombre es digno frente a Dios, sí lo es frente alos demás hombres, que deben reconocer esa dig-nidad como proveniente del núcleo constitutivode su propio ser, que no puede ser puesto en jue-go, haga lo que haga. Por ello, para mantenerlano es necesario, aunque sea valioso, apoyarseen exterioridades, porque ningún ejercicio de ladignidad las requiere. También por ello, ningúnser humano pierde su carácter de digno frente alos otros humanos, ni siquiera en el caso que élmismo se considere indigno o inmerecedor deese respeto. Hay actos aberrantes, situaciones de

sometimiento extremo, condiciones de vida demera sobrevivencia, en que la dignidad se ve redu-cida a su mínima expresión, en que el que sufre esassituaciones o actúa de esa manera está en el poloopuesto a la posibilidad de ser libre y solidario, deser imagen y semejanza de Dios, en que está rozan-do los límites de lo humano, pero incluso en esascircunstancias puede exigir el respeto que merecetodo ser humano por serlo.

La dignidad en Kant. Mientras para el judeocristia-nismo la dignidad, como todo lo creado, es un dondivino, el humanismo que nace de la Ilustración laconsidera como valor del sujeto que la ostenta, su-pone un merecimiento que pertenece al ser huma-no por el hecho de serlo y que se materializa en elrespeto propio y ajeno. La dignidad promueve laexcelencia o el encumbramiento correlativos a untal grado de reconocimiento, lo cual permite al su-jeto manifestarse como un ser autónomo que seapoya o sustenta sobre sí mismo pero que, al mis-mo tiempo, exige el reconocimiento del valor deesa subjetividad. Es Kant quien más desarrollaesta idea cuando separa el orden humano y sus le-yes del de la naturaleza y sus leyes. Como ser na-tural el hombre busca su felicidad (cumplir consus deseos y necesidades) pero para Kant, el hom-bre tiene otra vocación: ser “digno de ser feliz”, locual se logra con el ejercicio de la buena voluntad.Todo ser humano, para Kant, está dotado de dig-nidad (Würde) en virtud de su naturaleza racio-nal. Es la razón práctica, la voluntad, la que debe“hacerse buena” obedeciendo sus propios manda-tos que la obligan a la solidaridad, es decir, a esta-blecer una ley buena para todos los hombres. Seha pensado la voluntad como mero ejercicio de li-bertad, olvidando el calificativo de buena que leadosa Kant, como el ejercicio de una voluntad in-dividual cuando la voluntad kantiana (la razónpráctica) es trascendental, no pertenece a ningúnindividuo, sino que los trasciende a todos. Esa esla confusión que alienta a ciertos bioeticistas querechazan el concepto de dignidad como inútilremplazándolo por el de libertad o derecho: to-man como criterio normativo las decisiones delibertades individuales para sí mismas. El resul-tado es un puro pragmatismo. No es posiblepensar la dignidad sin asociarla a la igualdad yla libertad y, en la propuesta kantiana, que reco-ge los fundamentos del judeocristianismo, sin lasolidaridad. Para Kant la dignidad no se identifi-ca con el sentimiento personal de no corrupto,sino con la capacidad racional de ser moralessostenida por la voluntad legisladora de la ra-zón de la que emana el respeto por sí mismo ypor el prójimo. Este reconocimiento es incondi-cional y carece de comparación; nadie es másdigno que otro, no hay ningún atributo que con-fiera mayor dignidad entre los hombres. Y por

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ello mismo no puede ser cambiado ni sacrificadoso pretexto de que será remplazado por una digni-dad o bien superior. Como la dignidad no puedeser calculada, no se puede decir que algunos hom-bres valgan más que otros. Kant hace referencia alos serviles, lujuriosos, suicidas, mentirosos, bo-rrachos, arrogantes, difamadores, los que se bur-lan, torturan, realizan fechorías sexuales, que nohan respetado ni su propia dignidad ni la ajena,pero que merecen respeto como seres humanos.

Cuerpo y dignidad. Este planteo kantiano ha lleva-do a la pregunta de si la dignidad es propia de lanaturaleza humana o tiene su origen en determi-nado tipo de relaciones culturales entre los hom-bres. La misma pregunta proviene de un planteofilosófico que debe reconocer su origen cultural,lo cual no invalida ninguno de sus aportes, quepueden ser adoptados y de hecho lo han sido porotras culturas no filosóficas. Es la filosofía precisa-mente la que universaliza la condición humanacalificando de iguales a todos los que la posean.La dignidad es el reconocimiento de la condiciónde humano para sí mismo y para los demás comoiguales. Esto implica una condición relacional ine-ludible cuando nos referimos a la dignidad: el re-conocimiento del propio valor (esto no tiene nadaque ver con la autoestima que es la buena opiniónacerca de sí mismo) y del valor de ser humano enlos demás y de la exigencia de ese reconocimien-to, que deriva en la noción de derecho. Este reco-nocimiento es incondicional; no hace falta com-probar la condición humana, no hace falta que lamisma sea experimentada como tal, no hace faltaque haya un sentimiento de humanidad: el reco-nocimiento de la dignidad que exigimos del otro,y que estamos obligados a ejercer como respeto,no requiere más que la presencia “corporal” hu-mana. Desde aquí se puede asociar dignidad alconcepto secularizado de sacralidad del cuerpo.El cuerpo es sagrado en tanto y en cuanto no se lopuede tocar, no se lo puede violar, no se puede pe-netrar en él: esto es lo que consagra el derecho ala integridad. De modo que la dignidad humanano solo tiene que ver con la identidad del humanosino, tan básicamente como lo anterior, con suintegridad.

Dignidad, calidad de vida y derechos. Se ha asocia-do el concepto de digno al de calidad de vida, enel sentido de que solo sería digna una vida quecumpla con ciertas pautas que la hagan califi-cada. Si bien se puede aceptar una calificaciónpropia de la vida humana, en cuanto a que es dife-rente de otros tipos de vida y no puede reducírse-la, por ejemplo, a la mera supervivencia, la pre-gunta a responder es por los criterios de calidad.Puede haber un abuso en la concepción de cali-dad de vida cuando se considera indigna la vida

de alguien que ha perdido o carece de algunas desus facultades, como sus sentidos, su racionali-dad, sus sentimientos, lo cual disminuye a su mí-nima expresión (nunca anula definitivamente ex-cepto en la muerte) el ejercicio de su expresión, sulibertad y su comunicación. También cuando seconsidera indigna la vida del que sufre atrozmen-te, del que no puede moverse o hacerlo con difi-cultades, ni actuar sobre el mundo que lo rodea, niproducir, ni crear. Negar a esas vidas calidad sufi-ciente es condicionar el reconocimiento de la dig-nidad y afirmar que esos seres carecen de ella, locual significa en sustancia que no alcanzan la con-dición de humanos. La consecuencia inmediata esque esas vidas no merecen la pena vivirse y menosaun respetarse. Cuando afirmamos más arriba quetodas las manifestaciones de la vida humana exi-gen un pleno desarrollo, ello no significa que con-dicionemos el reconocimiento de la dignidadhumana a dicho desarrollo, sino que hay una obli-gación en cada ser humano como en la sociedad deque necesariamente forma parte, de proporcionarlas condiciones para que cada uno pueda alcanzarsu máxima expresión de ser, sea cual fuere su con-dición y reconocer así más plenamente su dignidady la de los demás. El concepto de dignidad es ba-sal en el momento de pensar en la noción de de-recho. En efecto, podríamos reducir el conceptode derecho al de la exigencia del respeto por ladignidad humana en cuanto a la necesidad deque todos y cada uno de los seres humanos pue-da alcanzar su plena realización.

Referencias

P. Magnard (ed.) La dignité de l’homme. Actes du Collo-que Sorbonne Paris IV, Nov. 1992, Paris, Champion, 1995. -M. S. Prichard. Human Dignity and Justice, Ethics, 82,1972, pp. 106-113. - T. de Koninck. De la dignité humaine,París, PUF, 1995. - E. Kant. Fundamentación de la metafísi-ca de las costumbres, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1980. -E. Kant. Metafísica de las costumbres, Madrid, Tecnos,1989.

Crímenes de lesa humanidad

Juan Carlos Tealdi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

El concepto de crímenes que dañan, ofenden,agravian o lastiman la humanidad en su conjuntoes relativamente reciente en la historia; puede de-cirse que, más específicamente, es una construc-ción ética y jurídica del siglo XX. El Estatuto delTribunal Militar Internacional de Nuremberg del8 de agosto de 1945, establecido para juzgar loscrímenes de la Alemania nazi durante la SegundaGuerra Mundial, definió los Crímenes contra laHumanidad como las “atrocidades y crímenes, in-cluidas pero no limitadas al asesinato, exterminio,

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esclavitud, deportación, encarcelamiento, tortura,secuestro, y otros actos inhumanos cometidos con-tra cualquier población civil, o persecuciones sobrebases políticas, raciales o religiosas, hayan sido co-metidas o no en contra de la legislación nacional delpaís donde fueron perpetradas”. La Asamblea Ge-neral de las Naciones Unidas reconoció en 1946ese concepto como parte del derecho internacio-nal. Posteriormente, esos crímenes fueron consi-derados en los estatutos de los tribunales penalesinternacionales para Ruanda y la antigua Yugosla-via, y quedaron definidos en un tratado interna-cional el 17 de julio de 1998 con la aprobación delEstatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.En el Preámbulo de este se señala que en el sigloXX, millones de niños, mujeres y hombres fueronvíctimas de atrocidades que conmueven profun-damente la conciencia de la humanidad y queesos graves crímenes constituyen una amenazapara la paz, la seguridad y el bienestar de lahumanidad.

Actos que se entienden como crímenes de lesa huma-nidad. El Estatuto de Roma entiende como ‘cri-men de lesa humanidad’ once actos, cuando soncometidos como parte de un ataque generalizadoo sistemático contra una población civil y con co-nocimiento de dicho ataque. Como ‘ataque contrauna población civil’ se entiende una línea de con-ducta que implica la comisión múltiple de esos ac-tos de conformidad con la política de un Estado ode una organización de cometer ese ataque o depromover esa política. Esos once actos son: 1. Ase-sinato. 2. Exterminio: comprende la imposiciónintencional de condiciones de vida, entre otras, laprivación del acceso a alimentos o medicinas, en-caminadas a causar la destrucción de parte de unapoblación. 3. Esclavitud: se entiende como el ejer-cicio de los atributos del derecho de propiedad so-bre una persona, o de algunos de ellos, incluido elejercicio de esos atributos en el tráfico de perso-nas, en particular mujeres y niños. 4. Deportacióno traslado forzoso de población: desplazamientoforzoso de las personas afectadas, por expulsión uotros actos coactivos, de la zona en que estén le-gítimamente presentes, sin motivos autorizadospor el derecho internacional. 5. Encarcelación uotra privación grave de la libertad física en vio-lación de normas fundamentales de derecho in-ternacional. 6. Tortura: causar intencionalmen-te dolor o sufrimientos graves, ya sean físicos omentales, a una persona que el acusado tengabajo su custodia o control; sin embargo, no seentiende por tortura el dolor o los sufrimientosque se deriven únicamente de sanciones lícitas oque sean consecuencia normal o fortuita deellas. 7. Violación, esclavitud sexual, prostitu-ción forzada, embarazo forzado, esterilización for-zada o cualquier otra forma de violencia sexual de

gravedad comparable: entendiendo por ‘embarazoforzado’ el confinamiento ilícito de una mujer a laque se ha dejado embarazada por la fuerza, con laintención de modificar la composición étnica deuna población o de cometer otras violaciones gra-ves del derecho internacional, pero no se entiendeque esta definición afecte a las normas de derechointerno relativas al embarazo. 8. Persecución deun grupo o colectividad con identidad propia fun-dada en motivos políticos, raciales, nacionales, ét-nicos, culturales, religiosos, de género: enten-diendo por ‘persecución’ la privación intencionaly grave de derechos fundamentales en contraven-ción del derecho internacional en razón de laidentidad del grupo o de la colectividad. 9. Desa-parición forzada de personas: la aprehensión, ladetención o el secuestro de personas por un Estadoo una organización política, o con su autorización,apoyo o aquiescencia, seguido de la negativa a ad-mitir tal privación de libertad o dar información so-bre la suerte o el paradero de esas personas, con laintención de dejarlas fuera del amparo de la ley porun periodo prolongado. 10. El crimen de apartheid:son los actos inhumanos ya mencionados cuandoson cometidos en el contexto de un régimen institu-cionalizado de opresión y dominación sistemáticasde un grupo racial sobre uno o más grupos raciales ycon la intención de mantener ese régimen. 11.Otros actos inhumanos de carácter similar quecausen intencionalmente grandes sufrimientos oatenten gravemente contra la integridad física ola salud mental o física.

Características de los actos. El Estatuto de Romacomienza estableciendo la Corte Penal Interna-cional con facultades para ejercer su jurisdic-ción sobre personas que cometan crímenes delesa humanidad y en modo complementario alas legislaciones penales nacionales, vinculán-dose por un acuerdo con las Naciones Unidas. LaCorte, con sede en La Haya, puede ejercer sus fun-ciones en cualquier Estado parte y, por acuerdoespecial, en el territorio de cualquier otro Estado.Cuatro son los crímenes de competencia de laCorte: los crímenes de lesa humanidad, los críme-nes de guerra, el delito de agresión y el crimen degenocidio (v.). Con esa diferencia se puede enten-der que los crímenes de lesa humanidad puedenser cometidos tanto en tiempo de guerra como entiempo de paz, haya habido o no agresión militarporque se pueden aplicar incluso a la legislaciónque se dirija al traslado forzoso de población.Como se ha dicho, los actos tienen que formarparte de un ‘ataque contra una población civil’, yesta es así considerada aunque haya presencia desoldados en esa población, pero esos actos han deser generalizados o sistemáticos de modo que losactos dispersos o al azar no llegarían a constituircrímenes de lesa humanidad. No solo el Estado

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puede cometer este tipo de crímenes, sino tam-bién aquellos individuos que actúen con suconsentimiento o instigación y también puedenformar parte de la política de grupos rebeldes a ungobierno.

Los médicos como acusados. El Juicio a los médicoso el ‘Caso Médico’ fue uno de los juicios de Nu-remberg. Designado como “United States of Ame-rica v. Karl Brandt et al.”, fue el Caso No. 1 del Tri-bunal Militar I, celebrado bajo los auspiciosmilitares de la Declaración de Moscú sobre lasAtrocidades Alemanas firmada por Roosevelt,Churchill y Stalin el 1 de noviembre de 1943; laOrden Ejecutiva 9547 del 2 de mayo de 1945 fir-mada por Truman; y el Acuerdo de Londres firma-do el 8 de agosto de 1945 por Estados Unidos,Francia, el Reino Unido y la Unión Soviética. El 20de diciembre de 1945 se firmó la Ley del Consejode Control No.10 que establecía el castigo por crí-menes de guerra, contra la paz y contra la huma-nidad. El juicio se abrió el 9 de diciembre de 1946y se pronunció el 19 de agosto de 1947. El 20 deagosto fue impuesta la pena de muerte por horcaa siete médicos: Karl Brandt, Rudolf Brandt, KarlGebhardt, Joachin Mrugowsky, Victor Brack, Wol-fram Sievers y Waldemer Hoven. El veredicto deculpabilidad fue por crímenes de guerra y críme-nes contra la humanidad con pruebas documen-tales de los experimentos médicos. El juicio con-cluyó con la enumeración de un código de diezpuntos sobre ética de la experimentación en hu-manos conocido como el Código de Nuremberg.El jefe del Consejo de Crímenes de Guerra, briga-dier general Telford Taylor sostuvo en su declara-ción de apertura del Tribunal de Nuremberg: “Losacusados en este caso tienen cargos de asesinato,torturas y otras atrocidades cometidas en nombrede la ciencia médica. Las víctimas de estos crímenesse cuentan por cientos de miles”.

La bioética latinoamericana ante los crímenes delesa humanidad. La bioética tradicional, de corte

angloamericano especialmente, aunque en oca-siones también de corte europeo, ha minimizadoo excluido la consideración del derecho interna-cional de los derechos humanos como parte rele-vante de su reflexión. Esto se puede observar deun modo más acusado aun en la consideración ono de los crímenes de lesa humanidad como partedel campo de discusión de la bioética. Y esto másallá del origen claramente asociado de la bioéticaa esa tradición, comenzando por el Código de Nu-remberg. En la Nouvelle Encyclopédie de Bioétiquedirigida por Gilbert Hottois y Jean-Noël Missa,bajo la entrada ‘Droits de l’Humanité’, se afirmaque la noción de tales derechos resulta vaga, pro-blemática y poco operatoria, aunque no es diso-ciable de la historia de los derechos humanos.Mientras en estos los sujetos pueden ser perfecta-mente designados por ser miembros de la especiehumana, la humanidad como sujeto resultaríamás difícil de definir. Estas afirmaciones resultancuando menos sorprendentes luego de haber enu-merado los once actos señalados por el Estatutode Roma como crímenes de lesa humanidad. To-dos ellos definen en modo claro, prescriptivo yoperatorio lo que ha de entenderse por humani-dad. Todos esos crímenes atentan contra y destru-yen los supuestos más elementales de la noción dedignidad humana. Para la teoría y la práctica de labioética en América Latina, una región en la que sehan cometido y se siguen cometiendo estos críme-nes fracturando los supuestos más elementales dela moral colectiva, este concepto no puede resultartrivial, sino que se constituye en punto de reflexiónconstitutivo para la construcción de la misma.

Referencias

Baltasar Garzón. Cuento de Navidad. Es posible unmundo diferente, Ediciones de la Tierra, 2002. - GeorgeAnnas, Michael Grodin. The Nazi Doctors and the Nurem-berg Code, New York, Oxford University Press, 1992.

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Género y sexualidad

Si bien el término sexo suele expresar diferenciasen la configuración física (v. Sexo y sexualidad),

al hablar de género se considera la identificaciónpsicológica, emocional y sociocultural de los in-dividuos en su consideración como masculinos ofemeninos. La identidad de género estable sueleatribuirse únicamente a los individuos adultos. Peroel hablar de género conduce a precisar otros con-ceptos y definiciones próximos a la noción desexo, de los cuales el término género quiere dife-renciarse y cuyo significado se confunde muyfrecuentemente en los casos problemáticos enbioética. Las desigualdades de género –y en parti-cular la situación de los derechos de las mujeres–son uno de los mayores problemas de justicia enAmérica Latina (v. Justicia y Género; Derechos Hu-manos de las mujeres y Derecho Penal) donde con-curren además otras injusticias: la pobreza, ladiscriminación de diversos tipos (v. Sexismo; Ho-mofobia), la violencia y la muerte (v. Violencia se-xual y femi-ni-cidio). Los casos de las mujeresasesinadas en Ciudad Juárez y en la Ciudad deGuatemala constituyen un brutal paradigma de lacasuística del femi(ni)cidio en América Latina.

La diversidad de ‘sexos’. Frente al tradicional y sim-ple supuesto de la distinción binaria del sexo, elintento de encontrar un marco de respaldo empí-rico a las reflexiones acerca de casos problemáti-cos sobre sexualidad en bioética se encuentra conuna importante diversidad de conceptos y signifi-cados para referirse al mismo. Y estos han de serdebidamente considerados. Algunos de ellos, quea continuación mencionaremos, se utilizan másfrecuentemente. 1. Sexo genético refiere habitual-mente a la presencia o ausencia del gen SRY en elbrazo corto del cromosoma Y, lo que permite o noel desarrollo testicular. 2. Sexo cromosómicoindica que siendo que ambos progenitores apor-tan cada uno una parte a la constitución sexualdel nuevo individuo y que en ese sentido la ma-dre siempre aporta un cromosoma denominadoX y el padre puede aportar un cromosoma X uotro denominado Y. Los individuos pueden serXX o XY en su cromosoma sexual. Se define en-tonces el sexo cromosómico por la presencia oausencia del cromosoma Y, lo que habitualmentees interpretado como sexo masculino en quieneslo poseen y sexo femenino en quienes carecendel mismo. Pero se han citado casos con cromo-somas XX y configuración física masculina conpresencia de testículos debido a la translocacióndel gen SRY en otro cromosoma. 3. Sexo gonadalse usa para describir como individuos masculinos a

quienes tienen tejido testicular e individuos feme-ninos a quienes poseen tejido ovárico. Desdefinales del siglo XIX se considera hermafroditas‘verdaderos’ a aquellos individuos con ovarios ytestículos, hermafroditas ‘femeninos’ a indivi-duos con tejido ovárico y genitales ‘ambiguos’, yhermafroditas ‘masculinos’ a aquellos individuoscon tejido testicular y genitales ‘ambiguos'. Estasconsideraciones se aplican en algunos autorespara referirse a estados ‘intersexuales’. 4. Sexo fe-notípico interno indica que durante la vida em-brionaria las hormonas secretadas por las góna-das contribuyen a la conformación del fenotiposexual en el sentido anatómico, inhibiendo o per-mitiendo el desarrollo del útero y trompas de Fa-lopio, o del epidídimo, los vasos deferentes y lapróstata, según los casos. 5. Sexo fenotípico exter-no indica que la secreción de testosterona y suposterior conversión en dihidrotestosterona enlos fetos que poseen testículos hace que los plie-gues labioescrotales se fusionen para formar el es-croto en el cual han de descender los testículosmientras que el falo se desarrolla como un pene entanto la uretra migra a lo largo del mismo. En losfetos sin testículos funcionales, o enzimas de con-versión de la testosterona o receptores hormona-les, los pliegues labioescrotales dan lugar a los la-bios de la vulva y el falo queda convertido enclítoris. Todo esto hace que muy frecuentemente sediga de los niños al nacer que uno es un varón yotro una nena determinando en gran medida elsexo de atribución y crianza por parte de los padresy la sociedad. 6. El término sexo de atribución sue-le usarse antes que el de crianza o educación,dado que con el mismo podemos referirnos tantoa la conducta adoptada por los padres en la identi-ficación sexual de sus hijos desde el momento delnacimiento y posterior crianza con vestidos, jue-gos, etcétera, así como a la expectativa previa alnacimiento y el deseo tácito o explícito de uno oambos padres acerca del sexo del futuro hijo. 7. Eltérmino ‘transexual’ suele aplicarse a la incon-gruencia entre sexo y género que se inicia en la ni-ñez o la adolescencia y suele considerarse como‘intersexo’ a aquellas condiciones en las cuales unindividuo no sigue en su desarrollo físico los pasosque frecuentemente conducen desde el sexo gené-tico hasta la identificación de género en el indivi-duo adulto.

Más allá de su interpretación –que pueda recibirotros significados– y de la posible reformulaciónde uno o más de estos vocablos, interesa aceptar lacomplejidad de un término que se ha querido

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entender como simple. Porque junto a la acepta-ción de esta complejidad estaremos aceptando ladiversidad de ‘sexos’ que supone la palabra ‘sexo’,sus relaciones y diferencias con la noción de géne-ro, y consecuentemente la diversidad y compleji-dad de las personas sobre las cuales podamos refle-xionar bioéticamente. Solo sobre la aceptación deesa diversidad podemos iniciar el camino de unavisión éticamente pluralista.

Identidad de género. En 2003 un comité hospitala-rio de ética en Argentina respondió a la consultaque le había sido presentada por la abogada pa-trocinante de una persona que solicitaba un cam-bio de nombre y sexo en su documento de identi-dad. Se trataba de Pablo, un individuo de 39 añosque al nacer había sido inscrito con el nombre Pa-tricia adjudicándosele entonces sexo femenino.En el momento de la consulta se comportaba conpautas de conducta correspondientes al géneromasculino. Había cambiado el uso de su nombrefemenino de documento por el nombre masculinoPablo sin mediar en ello trámite judicial, peroquería peticionar para cambiar su nombre y sexoen el documento de identidad. Para emitir opi-nión, el comité pidió tener una entrevista con elpaciente. En la reunión participaron este, su abo-gada y dos miembros del comité. Pablo se mostrócomo una persona equilibrada en el diálogo, queescuchaba con atención las preguntas que se lehacían y respondía a ellas con claridad, seguridady respeto, reflexionando sobre las cuestiones quese trataban. Pablo tenía una conformación anató-mica y fisiológica femenina completa. Su sexo ge-nético, cromosómico, gonadal y su fenotipo inter-no y externo eran femeninos. Al nacer se le habíaatribuido sexo femenino siendo criado como unaniña por sus padres. A partir de los 5-6 años co-menzó a sentir deseos de jugar con juguetes pro-pios de los varones y a expresárselo a su madre.Sus padres no cambiaron la orientación femeninade su educación. Al crecer fue adoptando progre-sivamente el género masculino. Esto le llevó a si-tuaciones repetidas de padecimiento social. Albuscar trabajo o al realizar trámites en lugares pú-blicos, como bancos y oficinas administrativasmostrándose con vestimenta y signos externosmasculinos, atravesaba situaciones de extremaviolencia psicosocial al presentar su documentocon nombre y sexo femenino. Pablo fue interveni-do con una cirugía reductora de sus mamas. Alpreguntársele por su deseo de realizar o no una ci-rugía de corrección de genitales externos, expresóque no estaba en su deseo, pero que si un juez selo solicitara para autorizarle el cambio de nombrey sexo no tendría inconveniente en efectuarla. A losmiembros del comité les resultaba inaceptable queuna persona debiera someterse a una operación

cruenta, que no deseaba libremente, debido al vacíolegal existente. El comité de ética, luego de desa-rrollar diversas consideraciones y fundamentosentendió que la solicitud de Pablo del cambio denombre en su documento de identidad estaba éti-camente justificada, pero que no podía opinar lomismo respecto del cambio en la denominaciónde su sexo en el documento de identidad en elmarco jurídico existente entonces en el país. Le re-sultaba problemático a los miembros del comitéde ética, que no eran juristas especializados, elcomprender cuestiones ligadas a la maternidaden la atribución de sexo masculino a un individuocon capacidad reproductiva femenina completa,ante la legislación vigente que atribuía materni-dad a quien diera a luz y paternidad al individuomasculino que reconociera como suyo a un reciénnacido. Pero el comité entendía que el caso de Pa-blo desafiaba los conceptos jurídicos y moraleshabituales y que desde el campo normativo legaldebían generarse nuevas figuras jurídicas quepudieran dar respuesta a dichas situaciones. Larecomendación final, dirigida a quienes fueran aentender jurídicamente en el caso, era que consi-deraran que la petición de Pablo tenía una indu-dable fuerza y consistencia moral y que le cabía alEstado encontrar el procedimiento normativopara que estos casos –aunque poco frecuentes– tu-vieran una respuesta que hiciera que lo ético fuerajusticia.

El 1º de marzo de 2007 se aprobó en España la de-nominada ‘Ley de identidad de Género’, que regu-la los requisitos necesarios para acceder al cambiode la inscripción relativa al sexo de una personaen el Registro Civil, cuando dicha inscripción nose corresponde con su verdadera identidad de gé-nero y contempla también el cambio del nombrepropio para que no resulte discordante con el sexoreclamado. Aunque la Ley requiere acreditar quela persona ha sido tratada médicamente duranteal menos dos años para acomodar sus característi-cas físicas a las correspondientes al sexo reclama-do, no considera necesario para la concesión de larectificación registral de la mención del sexo deuna persona que el tratamiento médico haya in-cluido cirugía de reasignación sexual. La ley espa-ñola dio respuesta a la situación de un número detransexuales, estimado entre 3.000 y 8.000 perso-nas, de las cuales solo un tercio quería realizarsecirugía, y se sumó así a las legislaciones sobre eltema de Holanda, Suecia, Alemania, Francia, Ita-lia y Reino Unido. De haber existido una ley seme-jante en Argentina, el caso de Pablo habría tenidosu legítima respuesta legal. En América Latina, labioética ha de enfrentar esta problemática y susalcances jurídicos.

[J. C. T.]

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Justicia y género

Natalia Gherardi (Argentina) - EquipoLatinoamericano de Justicia y Género

Reconocimiento formal de derechos humanos. EnAmérica Latina, las últimas décadas fueron claveen la conquista de derechos humanos en relaciónal reconocimiento de la igualdad de género en tér-minos constitucionales, ratificación de tratadosinternacionales de derechos humanos en generaly de protección de los derechos de las mujeres enparticular, la adecuación de los marcos jurídicosnacionales a los tratados y las conferencias inter-nacionales, la implementación de medidas de ac-ción positiva y la creación de diversos mecanis-mos jurisdiccionales en cada uno de los paísespara impulsar políticas equitativas. Sin embargo,a pesar del importante avance logrado para gene-rar un conjunto de derechos para promover laigualdad de género (en algunos casos en su acep-ción más restringida limitada a las mujeres, y enotros incluyendo también sexualidad), en granmedida ese reconocimiento formal de derechosno ha logrado su vigencia ni el respeto de los po-deres públicos o de los particulares. En ese con-texto, teniendo en cuenta los índices de pobrezade la región (entre otros factores determinantes),cobra particular relevancia la dificultad adicionalque representa para una parte importante de lapoblación de América Latina la posibilidad realdel acceso a la justicia, entendido como derecho areclamar por medio de los mecanismos institucio-nales existentes la protección de un derecho legal-mente reconocido mediante el acceso a las institu-ciones administrativas y judiciales competentespara resolver las cuestiones que se presentan en lavida cotidiana de las personas. No resulta sor-prendente que las mujeres que universalmente seencuentran en inferioridad de condiciones en tér-minos de legitimación y poder, se encuentren enuna situación de mayor desprotección también enel momento de hacer valer sus derechos.

Derecho y justicia. El derecho, tanto en su teoríacomo en su práctica, puede entenderse como unproceso de producción de identidades fijas queconstruye el concepto de género y opera a partirde esa construcción. Los jueces son algo más queagentes instrumentales que aplican las normasde manera ‘objetiva, apolítica y neutral’ a un casoconcreto (Cabal, Lemaitre y Roa, 2001). En elámbito judicial, la existencia de estereotiposfemeninos y masculinos, la falta de una perspecti-va de género en los jueces, funcionarios y opera-dores del derecho en general, y la carencia de po-líticas de igualdad limitan las posibilidades paratornar real el respecto a las normas nacionales einternacionales e impiden que varones y mujeressean concebidos como sujetos titulares iguales en

derechos. El discurso judicial profundiza la discri-minación al perpetuar sesgos patriarcales en elanálisis y la resolución de casos que tienen parti-cular relevancia para el respeto y la vigencia delos derechos de las mujeres y el respeto por las se-xualidades. La distinción tradicionalmente defen-dida por el liberalismo entre la esfera de lo públi-co (o lo político) y la esfera de lo privado (opersonal), que normalmente conlleva el estableci-miento de ciertos límites a la acción estatal, hasido objeto de importantes críticas de teóricas fe-ministas, ya que una posible y muy difundida in-terpretación de la idea de privacidad podría per-mitir abusos sobre la mujer (y otros miembros dela familia en situación de menor poder relativo),tolerados por el Estado. Exceptuar la intimidaddel hogar (como ejemplo de ámbito ‘privado’) dela intervención del Estado implica asumir que lasrelaciones familiares son intrínsecamente ‘justas’,cuando en realidad pueden esconder importantesdesigualdades en términos de poder y acceso a losrecursos (Okin, 1989).

Justicia y género en la bioética de hoy. En la medidaen que los principios clásicos de la bioética se dis-cuten a menudo en los tribunales que interpretany aplican en última instancia las normas legales,es imperativo transversalizar la pregunta por lajusticia de género para reflexionar sobre el alcan-ce de los principios de autonomía, beneficencia,no maleficencia y justicia en un contexto de desi-gualdad de género. En el análisis de cualquiercaso que comprometa aspectos bioéticos, es nece-sario introducir la pregunta sobre el género a tra-vés de la evaluación específica de las experien-cias, contextos, relaciones y circunstancias de laspersonas involucradas. La indiferencia frente a lasexperiencias y los derechos de las mujeres en ca-sos de fetos anencefálicos, el requerimiento deconsentimiento conyugal para casos de esteriliza-ción voluntaria, la concepción unívoca de la mu-jer como mujer-madre, por nombrar solo algunosejemplos, limitan la vigencia de los derechos for-malmente protegidos. En el entendimiento de queestas cuestiones no son neutrales a la situación ycondición de género, introducir la pregunta de gé-nero implica cuestionar el sistema de relacionesde poder entre los varones y mujeres directa e in-directamente involucrados y en la sociedad.

Referencias

Luisa Cabal, Julieta Lemaitre y Mónica Roa (edito-ras). Cuerpo y Derecho. Legislación y jurisprudencia enAmérica Latina, Bogotá, Editorial Temis, 2001. - SusanMoller Okin. Justice, Gender and the Family, New York, Ba-sic Books, 1989.

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Derechos humanos de las mujeresy derecho penal

María del Rosario Velásquez Juárez(Guatemala) - Universidad de San Carlos deGuatemala

Dignidad y libertad como derechos de las mujeres.“Respetar la Dignidad en nuestra propia persona yen los demás significa que debemos tratar a los hu-manos siempre como fines y nunca como medios”(Profamilia).Todas las personas gozan y exigensus derechos humanos dentro de la sociedad; fue-ra de esta no se tiene derechos, ya que lo que seregula es la vida en sociedad, no la natural. Porello uno de los derechos fundamentales es la li-bertad y la dignidad de mujeres. Este derecho seencuentra relacionado con la vida y el cuerpo delas mujeres de una manera especial y tiene unfuerte impacto cuando este se vulnera. Sus fuertesconnotaciones morales en un sistema patriarcal,sexista, excluyente, hacen que no sea valoradosino, muchas veces, aniquilado. La falta de respe-to a la dignidad de las mujeres implica una tras-gresión no solo desde la permisibilidad social,sino además por medio de una normativa penaldonde se regula el cuerpo de las mujeres para te-ner control, dominio y castigo sobre este cuandono se ajusta a los marcos preestablecidos. Este de-recho se vulnera más cuando las mujeres desco-nocen los derechos humanos en general, y en par-ticular sus derechos humanos como mujeres,entre ellos los derechos sexuales y reproductivos,convirtiéndose en un ente vulnerable para la po-blación femenina para hacer exigibles sus dere-chos humanos. La dignidad, como derecho huma-no inherente de las mujeres, tiene una íntimarelación con los derechos sexuales y reproducti-vos, los cuales forman parte de los derechos hu-manos reconocidos. Su objetivo es garantizar oasegurar a las mujeres su desarrollo pleno, libre,seguro, informado de la vida sexual y reproduc-tiva, los cuales se fundamentan en la dignidad de lapersona humana y en la libertad que tienen para de-cidir sobre su vida, su cuerpo y la reproducción.Esto obliga a los Estados a respetar y hacer cumplirestos derechos, asumiendo la responsabilidad depromoverlos y protegerlos en la población. Pero sibien los derechos humanos son derechos inaliena-bles de toda persona, y por tanto también para lasmujeres, al querer ejercerlos estas se han enfrenta-do a una lucha continua para hacer valer que estosderechos sean reconocidos como verdaderos dere-chos en sus diferentes ámbitos, como en el caso delos derechos sexuales y reproductivos.

Bioética y derechos humanos de las mujeres. Es im-portante demostrar por medio de la bioética losproblemas éticos que afrontan las mujeres desdeel derecho penal. La bioética es una ética que se

ocupa de manera general y aplicada de cuestionesrelevantes para la persona y para la humanidad.Si bien la ética se ocupa de lo que es bueno o co-rrecto de lo que es malo o incorrecto en el actuarhumano, la bioética enfoca su reflexión ética so-bre el fenómeno de la vida y su especificidad. Elpensamiento ético del último tercio del siglo XX secaracterizó por el interés en la solución de los pro-blemas de orden individual o colectivo que ocu-pan a las personas y a la humanidad en su queha-cer diario. La bioética nació y se desarrolló apartir de los grandes avances de la biología mole-cular y de la biotecnología aplicada a la medicinaen las últimas décadas, de los abusos de la experi-mentación biomédica en las personas, de los pro-blemas filosóficos relacionados con la vida huma-na, su calidad de vida, y el inicio y el final de lavida. La intervención del Estado en aspectos queinvolucran la protección de la vida o de los dere-chos de las personas sobre su reproducción, saludy muerte ha llevado a la bioética a buscar respues-tas para graves problemas como la clonación, lareproducción asistida, el aborto, la eutanasia y lapena de muerte, entre otros. Sin embargo, la bioé-tica moderna es secular, pluralista y multidiscipli-naria y trata de determinar los valores que debensustentar la prestación de atención médica en par-ticular y de la atención de la salud en generalaceptando que existen muchas visiones moralesque han de ser consideradas. Sus análisis no solose basan en la autoridad religiosa o los argumen-tos filosóficos, sino en el conocimiento científico ylas interacciones entre las diferentes disciplinas.La bioética hoy en día ha sido reconocida paraabordar dos interrogantes fundamentales: en pri-mer lugar, qué deben hacer, permitir, tolerar oprohibir los individuos y las comunidades huma-nas en el campo de la biología, sobre todo en loque afecta a los seres humanos de hoy y del futu-ro; en segundo lugar, cómo se deben tomar las de-cisiones para determinar qué conductas son obli-gatorias, permisibles, tolerables o prohibidas. Labioética estudia los temas básicos del manejo hu-mano, institucional y social del nacimiento, la en-fermedad y la muerte de los seres humanos, peroha despertado la atención pública a través de losdesarrollos tecnológicos que incluyen las técnicasde la concepción o reproducción asistida para su-perar la infertilidad, los medios efectivos para li-mitar o remediar la concepción no planeada o nodeseada, los instrumentos mecánicos para asistiro remplazar las funciones orgánicas, el trasplantede tejidos y órganos para prolongar o mejorar lavida, y los recursos médicos que pueden poner fina la vida (Cook, 2003). Todo esto ha llevado a undesarrollo de las percepciones sociales y de lo quedebemos de entender como derechos humanos.En particular porque “el movimiento de mujeres ha

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puesto de manifiesto que los derechos humanos noson ‘neutros’ desde la perspectiva de género”. Así seha demostrado que en el desarrollo y la evoluciónde las relaciones sociales cotidianas, la igualdad yla justicia han sido excluidas especialmente paralas mujeres, y que esto se ha traducido en condi-ciones de desigualdad, opresión e injusticia (Fun-dación Arias, 2000). La bioética debe ahondar enlos aspectos específicos sobre la vida de las muje-res y plantear aspectos vitales que las dañan comola violencia y la restricción de sus derechos repro-ductivos en la anticoncepción de emergencia, lareproducción asistida y el aborto. Estas cuestionesrequieren la participación activa del Estado paraevitar injusticias en contra de las mujeres. Por esoes importante y vital el fomento de los derechoshumanos específicos para que las mujeres no si-gan siendo un medio para el derecho y para la mo-ral sino que sean sujetas y fines de derechos. Estosderechos deben basarse principalmente en el dere-cho a la información y el acceso a los medios posi-bles que les permitan decidir lo más convenientepara sus vidas, sus cuerpos y su salud.

Derecho penal y derechos de las mujeres. Podemosver que el derecho penal, los derechos humanosde las mujeres y la bioética se encuentran en cons-tante interacción, y el derecho penal guatemalte-co no es la excepción en los sistemas penales deAmérica Latina. Se ha caracterizado por ser un de-recho excluyente, de control, que si bien se en-cuentra en proceso de transformación en relacióncon los derechos humanos de las mujeres, tienecomo constante la resistencia al cambio. Por esose trata de contar con cambios legales significati-vos en cuestiones que lesionan los derechos de lasmujeres, que si en algunos casos son consideradosilícitos penales es porque no se han planteadodesde la visión de los derechos humanos de lasmujeres. Así sucede con la inseminación artificialy otros temas que se mantienen sin ningún cam-bio para no modificar el sistema de control queperpetúa la impunidad, como sigue siendo la pe-nalización del aborto en caso de violación, entreotros temas. El Código guatemalteco, que data de1973 sigue sosteniendo normas relacionadas conlos derechos de las mujeres, su dignidad y su li-bertad que provienen del derecho romano y espa-ñol, manteniendo un cuerpo penal discriminato-rio y promotor de desigualdades e injusticias quedebilita el Estado de Derecho. Y esto porque con-templa una serie de disposiciones restrictivas paraque las mujeres sean sujetas de protección, conte-niendo un lenguaje restrictivo y prohibitivo, enque no se han establecido excepciones, como elaborto social o el aborto por violación, situacionesque están ligadas a la vida de las mujeres. Estas seencuentran en situación de constante peligro y, alno protegerlas, se violan sus derechos humanos

fundamentales, como su dignidad, su libertad, suvida y su autonomía, a costa de una moralidad yuna religiosidad que es dominante en nuestrospaíses. Pero el derecho a la vida lleva aparejado elderecho al respeto de la condición humana, queofrece a las personas la posibilidad de tener unadecisión de construirse a sí mismas, el derecho auna vida digna y no a un simple derecho a la vida.Los derechos a la libertad sexual, a la dignidad y alos derechos sexuales y reproductivos como talesse vulneran por diferentes acciones u omisiones,exponiendo la dignidad de las mujeres a más vul-nerabilidad entendida como: 1. Las mujeres noconocen qué magnitud tienen los derechos sexua-les y reproductivos. 2. Aun percibiendo los dere-chos sexuales y reproductivos como un derechopropio, no tienen acceso a información, atención,curación, ni a decidir sobre él, ejerciendo tan soloun derecho tradicional reproductivo. Todo ello re-vela que la asignación de derechos debe acompa-ñarse de procesos transformadores de culturapara que las mujeres puedan acceder en modooportuno a servicios de atención médica, puedantener acceso a la justicia y a estos servicios conpleno conocimiento, lo cual lleva a reafirmar queal incluir sus derechos sexuales y reproductivos,la ciudadanía de las mujeres se amplía. Transcu-rrieron aproximadamente treinta años para que eltrabajo permanente y convincente por los dere-chos humanos de las mujeres a partir de la Decla-ración Universal de los Derechos Humanos en1948, lograra que en 1979 se reconociera expre-sa, universal, y de modo vinculante a los derechoshumanos de las mujeres, recogidos en la Conven-ción sobre la Eliminación de Todas las Formas deDiscriminación contra la Mujer (Cedaw). El dere-cho internacional de las mujeres respondió así alas diferentes formas sistemáticas en que los Esta-dos violan sus derechos humanos. Así, el derechointernacional vino a atender la falta de legisla-ciones internas en los países, incluyendo el dere-cho penal y otras leyes específicas que protejan alas mujeres, permitiendo a los Estados en estemarco internacional el accionar y modificar nor-mas que niegan o limitan a las mujeres a dis-frutar de sus derechos sexuales y reproductivos.Es importante establecer que existen derechosfundamentales que para las mujeres están recono-cidos y protegidos como derechos fundamenta-les: el derecho a un trato digno, el derecho a lavida, a la libertad sexual, a la igualdad, a la nodiscriminación, a la integridad, y a la salud. Estosderechos fundamentales son la base de los dere-chos sexuales y reproductivos, convirtiéndose enderechos afectados cuando se violan los derechossexuales y reproductivos. Estos se violan de diversasformas, y sin embargo existen todavía leyes que res-tringen, controlan y reducen los derechos sexuales y

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reproductivos de las mujeres, sobre todo en lo quese establece en el Código Civil y el Código Penal connormas que limitan las posibilidades de planifica-ción familiar porque se sancionan y penalizan méto-dos para que las mujeres no opten por ellos forzan-do a la clandestinidad e ilegalidad, como en elaborto.

Derechos a la vida y al respeto de la condición hu-mana. Invocar el derecho a la vida lleva aparejadoinvocar el derecho al respeto de la condición hu-mana que ofrece la posibilidad de tomar decisio-nes para construirse a sí mismo y tener una vidadigna y no a tener un simple derecho a la vida.Cuando el Derecho Penal legisla al margen de losderechos humanos de las mujeres y de los supues-tos ampliamente aceptados de la bioética, incurreen diversas violaciones a estos derechos funda-mentales, a saber: 1. Derecho a la vida. Este dere-cho es la condición primaria para el efectivo ejer-cicio de todos los demás derechos, el cual havenido siendo atendido de manera restringidapara garantizar el derecho a la vida de las mujerespor lo que el Comité de Derechos Humanos y elComité para la Convención de los Derechos de laMujer (Cedaw), junto al Comité que vigila el cum-plimiento del Pacto de Derechos económicos, so-ciales y culturales (CDESC), han afirmado que elderecho a la vida no puede entenderse de manerarestrictiva. La protección de este derecho exigeque los Estados adopten medidas positivas, consi-derando que “han determinado la responsabilidadestatal por violación del derecho a la vida de las mu-jeres y a estar libres de tratos inhumanos y degra-dantes con respecto a las altas tasas de mortalidadmaterna, han recomendado que se revisen las nor-mas que penalizan el aborto y han establecido quelos Estados deben tomar las medidas necesariaspara evitar que las mujeres pierdan su vida como re-sultado de la legislación restrictiva en esa materia”.Además, la Corte Interamericana de Derechos Hu-manos ha manifestado que el derecho a la vidaimpone obligaciones positivas a los gobiernospara prevenir y evitar situaciones que pongan enriesgo la vida de las personas como ocurre en el con-texto de los derechos reproductivos a las mujeresque mueren por causas relacionados con el embara-zo, complicaciones de un aborto clandestino y vícti-mas de violencia doméstica. 2. Derecho a la salud,incluyendo la salud sexual y reproductiva. Estos dere-chos están garantizados no solo en varios tratadosinternacionales sino constitucionalmente y en leyesordinarias en que se ha adoptado la definición desalud de la Organización Mundial de la Salud, en-tendida como el disfrute del más alto nivel de bie-nestar físico, mental y social. La Ley de DesarrolloSocial establece que para fortalecer los servicios desalud reproductiva se deben llevar a cabo progra-mas y servicios de planificación familiar, basados

en información veraz, objetiva y ética, fácil de en-tender, accesible para todas las personas yparejas, en los establecimientos de salud públicadonde se debe elaborar, informar verazmente ydifundir las normas y guías sobre la distribución yel uso de anticonceptivos, naturales o artificiales,ofrecidos en los servicios de salud. 3. Derecho a laintegridad física y a estar libre de violencia. Se re-conoce, tanto en la legislación internacional comoen la ordinaria, que la violencia contra las muje-res constituye una violación de sus derechos hu-manos y de sus libertades, siendo la violencia ensus diversas formas contra las mujeres una viola-ción del derecho a la dignidad y la integridad, en-tre otros, así como de sus derechos sexuales y re-productivos. Las distintas formas de violenciaafectan la dignidad y seguridad de las mujeres, susalud, su libertad sexual y reproductiva, su inte-gridad, por lo que el Estado debe adoptar medidasnecesarias para eliminar todas las formas de vio-lencia contra las mujeres. También debe tomarmedidas para el tratamiento de las víctimas deviolencia sexual, ya que distintas violencias, sub-ordinaciones y otras inequidades aún marcan afuego la sexualidad de millones de niñas, adoles-centes y mujeres de todas las regiones del mundo.4. Derecho a la igualdad. El derecho a la igualdades el motor de cambios legales a favor de los dere-chos humanos de las mujeres. Este derecho estágarantizado en el ordenamiento internacional, yse penaliza cuando se discrimina por razón desexo, edad, estado civil o condición económica,entre otras. Así este derecho fundamental extien-de su protección contra la discriminación cuandose establecen normas, barreras o medidas queprohíben, limitan o impiden el disfrute de las mu-jeres a sus derechos, entre estos el derecho a la sa-lud respecto al acceso a servicios, a educación y ainformación sobre salud sexual y reproductiva. 5.Derecho a la intimidad. Cuando un particular o elEstado interfiere en el derecho de la mujer a to-mar decisiones sobre su cuerpo y su capacidad re-productiva, está violando su derecho a la intimidad,ya que las decisiones que cada persona toma sobresu cuerpo son parte de su derecho a la intimidad. 6.Derecho a la educación. Este derecho es indispen-sable para el disfrute de otros derechos humanosy, de manera particular, desempeña un papelesencial en el empoderamiento de la mujer en lasociedad. El derecho a la educación y su relacióncon otros derechos es esencial, ya que contribuye aque la mujer tome conciencia de sus derechos y lepermite acceder en condiciones de mayor competi-tividad al mercado laboral.

Referencias

María Isabel Plata et ál. La anticoncepción de emergen-cia en Colombia, Bogotá, Profamilia Colombia, marzo

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2001. - Rebecca J. Cook et ál. Salud reproductiva y dere-chos humanos. Integración de la medicina, la ética y el dere-cho, Bogotá, Profamilia Colombia, 2003. - FundaciónArias para la Paz y el Progreso Humano. Proyecto Sem-brando Cambios en Centroamérica, Mujeres, propiedadde la tierra e incidencia organizada, San José, Costa Rica,Caña Brava, edición Nº 7, marzo-mayo 2000.

Sexo y sexualidad

Miguel Suazo (República Dominicana) -Instituto Tecnológico de Santo Domingo

Sexo y sexualidad. Se ha definido el sexo como laexpresión genérica que nos determina biológica-mente como masculinos o femeninos y la sexuali-dad como el marco del accionar humano en la so-ciedad, desde la perspectiva del género al quepertenezcamos. Se habla así de un sexo social quees de asignación. Esto rompe el biologicismo mar-cado que obliga a patrones culturales de compor-tamiento obligado en función del ser varón ohembra. El debate en el mundo de la sexologíapara llegar a acuerdos sobre lo que es sexo y loque es sexualidad cuenta con un largo recorrido ycon propuestas como las que hemos enunciado enla definición, pero más profundo y tortuoso es eldebate de la fundamentación bioética de ambos.En el contexto histórico, y desde el punto de vistanaturalista, dado que el orden fue entendidocomo sinónimo de lo natural, de lo organizado oadecuado y lo contrario de antinatural, nace unreferente para el estudio de este tema que aborda-mos y nos señala un camino único para la com-prensión de la dinámica entre sexo y sexualidad.El referente es importante porque a su vez nospermite abordar una forma de fundamentar lasexpresiones de sexualidad de muchas personas,las cuales deberán estar acorde con el sexo del in-dividuo. Diego Gracia nos da pautas de cómo ex-plicaba el mundo griego esta relación: “Las virtu-des identificadas como ‘concupiscibles’ son las queresiden en el abdomen, como tal tienden a la bús-queda del placer y a evitar el dolor, se oponen a lasque residen en el cráneo y que se conocen como ‘inte-lectivas’. Las últimas son racionales (virtudes dia-noéticas o intelectuales) y las primeras irraciona-les (virtudes éticas o morales). La moraleja deestas interpretaciones es que ‘las virtudes éticas soloson moralmente correctas cuando se hallan bajo elimperio de la razón’ ” (Gracia, 1998). Aquí apare-cen vinculados razón y expresión mediados por ladimensión ética, ya que solo justificará su morali-dad en cuanto esté controlado por la razón.

La moralidad del sexo. De algún modo hemos vividoen esa lógica de la sexualidad donde la razón debeprimar sobre el placer y la genitalidad, creando có-digos de moral sexual como propuesta. La realidades que estos postulados no necesariamente son

acatados ni cumplidos por todos, pero sí plantea-dos en una moral sexual social que predispone ala existencia de una doble moral. Este dilema pro-pio de la modernidad pregunta sobre qué sería entérminos éticos lo correcto en la interacción deese binomio. Sería lógico pensar que el marco va-lorativo de la sexualidad se ubique en el marco dela razón, solo que la razón y el marco valorativohan sido definidos y resguardados por el patrimo-nio de los adultos y aparenta no tener una coinci-dencia con las necesidades y valoraciones de los ylas jóvenes y adolescentes. El problema mayor esque socialmente la moralidad del sexo ha queda-do cautiva en la legalidad o en la sacralidad delmatrimonio, negando la posibilidad de que la se-xualidad tenga expresión en las relaciones se-xuales en quienes no estén vinculados por estoslazos. La propia cultura griega, al plantear la vi-sión naturalista y entender que las cosas tienensu propio telos, entendió que el fin o telos de lagenitalidad era la reproducción y, por tanto, solosería moral la relación sexual tendente a ella.Luego la sociedad dirá “pero dentro del matrimo-nio”, reduciendo sus espacios de manifestación.El planteo educativo en la sociedad está en lasubyacencia de estos postulados. Actualmente elproblema es ¿desde qué base educativa constru-ye el sexo esta sexualidad?

Ética de la sexualidad, amor y responsabilidad. Eltema de la relación sexo-sexualidad expuso yaante nuestros ojos un salto cualitativo al diferen-ciarse placer de reproducción, poniendo a este úl-timo tema en el debate, desvinculando la vida se-xual de la obligatoriedad de la vida reproductiva.Este nuevo paradigma se crea con los aportes so-bre el conocimiento científico del ciclo reproduc-tivo de la mujer hecho por Ogino y Knauss en losaños de 1920. En definitiva la sexualidad, comomanifestación del ser humano, es un deber imper-fecto en cuanto es de gestión privada y su ejerciciono puede ser exigido por medio de la ley o de lacoacción, pero tampoco puede ser desarrolladasin márgenes morales que la legitimen. La llama-da revolución sexual trajo a colación nuevas esfe-ras del debate haciendo el tránsito obligado de lavisión naturalista a la autonomista y cifrar esta úl-tima en la ética de la responsabilidad. No bastacon pensar en la razón dura como única forma dejustificar la expresión de la sexualidad si no la ha-cemos mediar por elementos vinculantes comolos axiológicos, cuyo principal representante es elamor en este caso. Cualquiera otra manifestaciónde comportamiento sexual es posible solo desdela biología, porque produce placer, satisfacción,pero carece de moralidad (no es que sea inmoral)si no entran el amor y la responsabilidad comovínculos que expresen en hombre y mujer su se-xualidad. “El hombre y la mujer constituyen las dos

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únicas maneras de vivir en el cuerpo, cada uno consu estilo peculiar y con unas características básicasdiferentes” (López, 1992). La definición gramati-cal de los términos sexo y sexualidad es desborda-do por el verdadero debate que debe darse parapoder construir una ética de la sexualidad que noimponga de manera descarnada los límites de surealización, ni los encierre en el estrecho marcodel comportamiento sexual.

Referencias

Diego Gracia. Ética de los confines de la vida, Bogotá,Editorial El Búho, 1998. - Eduardo López. Ética de la se-xualidad y del matrimonio, Madrid, Ediciones Paulinas,1992.

Sexismo

Eva Giberti (Argentina) - Universidad deBuenos Aires

Definición y concepto. Se denomina sexismo alconjunto de actitudes y comportamientos que ins-tala discriminación entre las personas basándoseen su sexo. Se organiza en forma de prejuicio ycreencia, y se pone de manifiesto mediante el len-guaje, símbolos y costumbres históricamentearraigadas. Comenzó a estudiarse en relación conla discriminación sexual contra el género mujer,que conlleva una serie de impedimentos para elejercicio de la igualdad de oportunidades para losgéneros. Está asociado a la prioridad que otorgaal género masculino en la producción de costum-bres y en la construcción de los discursos y de lostextos. No obstante, corresponde considerar losefectos del sexismo en la producción de discrimi-naciones que alcanzan a los hombres. La homofo-bia, que puede recaer contra cualquier género, seenraiza en las discriminaciones que el sexismopropicia. El sexismo se despliega según múltiplesy diversas modalidades; avanza en la educación,en la vida de familia, en las ciencias, en los parti-dos políticos, en el trabajo, así como en las dife-rentes actividades de la cotidianidad. Se incluyeen los juguetes con que niños y niñas se entretie-nen: muñecas, cocinitas, escobas para ellas; ypara ellos camiones, aviones y computadoras,marcando la discriminación temprana que se ini-cia con el ajuar celeste para el varón y rosado parala niña. Los libros escolares (Wainerman, 1985)destinados al aprendizaje de la lectura ocuparonese espacio y aún hoy contribuyen a nutrir pers-pectivas sexistas cuando posicionan a las mujeresprioritariamente como esposas, madres y amas decasa, mientras se describe al padre de familiacomo garante de la autoridad y de la manutenciónde la familia.

Teoría feminista e idea de androcentrismo. En la his-toria de los géneros, las niñas fueron invisibiliza-das (Giberti, 2003) y definidas como “el femeninodel niño”, ausente el registro de su propia identi-dad; de este modo el sexismo se instala como regu-lador identitario de la discriminación en una etapainicial de la vida. El posicionamiento en una su-puesta jerarquía “superior”, por formar parte deluniverso masculino, impone el sexismo en las ac-tividades laborales mediante remuneraciones in-feriores, tratándose de la igualdad de trabajos quellevan a cabo hombres y mujeres; en la ausenciade reconocimiento de sus producciones intelec-tuales artísticas y científicas; en el trato que losmedios de comunicación dispensan al género mu-jer (desde la idealización de la maternidad hastala denominada mujer/objeto para el placer de losvarones). El sexismo, instalado en las prácticas fa-miliares, constituye una variable significativa delas violencias que padece el género mujer, entreellas el aprendizaje de la sumisión al varón porhaber incorporado en sus convicciones, mediantelos discursos sexistas, una supuesta inferioridadbiológica, intelectual y social. De este modo sepromueve el estereotipo que posiciona a las muje-res en calidad de quienes deben obedecer las deci-siones del varón en cualquiera de los ámbitos dela convivencia y de las prácticas sociales. La teoríafeminista, al introducir la idea de androcentrismoasociada al sexismo, aportó una caracterizaciónútil para las ciencias médicas y sociales; matiza laconceptualización de sexismo, categoría que nonecesariamente se limita a la discriminación delgénero mujer; y refina la relación entre sexismo ydicho género. Señala la prioridad del andros(hombre) al colocar al varón en el centro de lasorganizaciones familiares y sociales, al mismotiempo que se construye a su alrededor un sistemade jerarquías que debe someterse a sus designios.Moreno Sardá (2002) refiere que se trata del mo-delo de “ser hombre en un sentido fuerte, en un sen-tido de prepotencia viril (…); es nada más que unaconstrucción imaginaria para justificar a quién sesitúa en el centro para legitimarse como ser superiory con derecho a mandar y a dominar. Por tanto, an-drocentrismo implica a un modo particular de mas-culinidad”. Remite al ocultamiento de la realidad–necesidades y deseos– de las mujeres con excep-ción de aquellos vinculados con los roles tradicio-nales del género.

Sexismo en el idioma. En el idioma español, la in-sistencia en utilizar el genérico masculino “elhombre” para referirse a la humanidad o a la es-pecie humana constituye un modelo de sexismocuya eficacia se traduce en el ámbito de las re-presentaciones mentales y de los imaginariossociales: de este modo el hombre se asumecomo referente de todos los seres humanos.

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Mladinic y colaboradores (1998) sugieren laexistencia de un sexismo benévolo como unaactitud aparentemente protectora, que responde-ría a un paternalismo protector de las mujeres, asícomo sostiene que el varón está incompleto sinella, fomentando de este modo los estereotiposesencialistas. La perspectiva de los estudios de gé-nero propicia la revisión del sexismo en el lengua-je y en las diversas prácticas cotidianas intentan-do discernir su relación con las discriminaciones ylas exclusiones que pueden asociarse entre sí. Elsexismo como impregnación cultural asociada apolíticas de índole patriarcal mantiene su eficaciaa pesar de ser reconocido como violador de los de-rechos humanos y no obstante propiciar un estilode vida opuesto a la equiparación de derechos en-tre los géneros. Constituye un prejuicio destinadoa discriminar y a distribuir hegemónicamente lasdiversas pautas del poder a favor de los varones.Al focalizar la discriminación en las característi-cas sexuales de los sujetos se diferencia de la dis-criminación por razones políticas, étnicas o reli-giosas y abarca, como sus víctimas, tanto a lasmujeres como a los transgéneros.

Referencias

E. Giberti. La niña, para una ontología de la discrimi-nación inicial, en E. Faur y C. Lipsyk (compiladoras), Dis-criminación de Género y Educación en la ArgentinaContemporánea, Buenos Aires, INADI, Unicef, 2003. - A.Mladinic, J. L. Saiz, M. Díaz, A. Ortega y P. Oyarce. (1998).Sexismo ambivalente en estudiantes universitarios chile-nos: Teoría, medición y diferencias del género, Revista dePsicología Social y Personalidad, 14, 1998. - A. Moreno. Ba-ses para una educación igualitaria: la crítica al modelo an-drocéntrico, Revista Salud Pública y Educación para laSalud, Vol. 2, Nº 2, Supl. 2, 2002. - C. Wainerman y R.Barck de Rijman. La división sexual del trabajo en los librosde lectura de la escuela primaria argentina, un caso de in-mutabilidad secular, Buenos Aires, Serie Cuadernos delCENEP, Nº 28, 1984.

Homofobia

Eva Giberti (Argentina) - Universidad deBuenos Aires

Definición y concepto. La homofobia es una actituddeliberada que evidencia odio y rechazo haciaotra persona, un posicionamiento social destina-do a discriminar a quienes son homosexuales(gays y lesbianas). El nombre fue creado porWeinberg en 1973 combinando las palabras grie-gas fobia (miedo), con el prefijo homo (igual, mis-mo). La describió como miedo al contacto cercanocon un homosexual, como un miedo irracional dela homosexualidad de otra persona y el temor detener deseos homosexuales en uno mismo. Su sig-nificado etimológico, “miedo a lo que es igual”,suscitó críticas ya que la connotación que le aportó

el uso moderno ha conducido a que, paradójica-mente, venga a significar lo contrario. Diversosautores coinciden en lo inadecuado del término yaque este se asocia a la posible psicopatología indi-vidual de quien lo utiliza (homosexualidad repri-mida o latente del propio sujeto, con neurosis o te-mores sexuales entre otras), cuando en realidad setrata de una actitud consciente y voluntaria desti-nada a la discriminación.

Cultura y homofobia. La cultura judeocristiana es-tableció que las relaciones sexuales entre los sereshumanos debían tener la reproducción como fina-lidad. Las prácticas homosexuales, ajenas a la re-producción, suscitan rechazo y temor en quienesformando parte de dicha cultura mantienen sinrevisar los contenidos represores y reduccionistasde la misma en lo que a sexualidad se refiere (Fou-cault, 1977, 1986 y 1987). Uno de los efectos dedicha cultura se expresa mediante la homofobia,que se pone de manifiesto en los discursos y en lasdiversas prácticas sociales mediante burlas y chis-tes (en particular en los medios de comunica-ción), en la valoración extrema de la heterosexua-lidad a la que se adjudica valor de normalidad conexclusión de cualquier otra forma de ejercicio dela sexualidad, y mediante distintas formas de dis-criminación. Cabe destacar que la homofobia fuepromocionada por los médicos que contribuyerona criminalizar y judicializar a los homosexuales,gays y lesbianas (Giberti, 2002). Diferentes cultu-ras naturalizan la heterosexualidad como práctica“normal” y obligatoria, condicionando las actitu-des y respuestas de los ciudadanos de modo talque se gestionan ataques y exclusiones de quienesno responden a la canónica establecida como lacorrecta. La intolerancia ante esa diferencia y lanecesidad de agredir y aniquilar a quienes se con-sideran al margen de las que erróneamente seevalúan como leyes naturales propicia, mediantela homofobia, la persecución, exclusión y esta for-ma de discriminación que puede reconocerse endistintos niveles sociales de la cotidianidad. Elejercicio de la homofobia ha generado, durante si-glos y en diversos países, la persecución y muertede aquellas personas caracterizadas como homo-sexuales. En la actualidad, el reconocimiento delderecho a la diferencia respecto de aquello que es-tadística y erróneamente se considera “normal” seasentó en las legislaciones internacionales, soste-nidas por los principios que la bioética proclama.Entre las ideas que se construyen para justificarestos ataques y que se desarrollan en los imagina-rios sociales, se encuentran aquellas que afirmanque los homosexuales son corruptores de meno-res, que han introducido el sida, que poseen uncarácter reactivo (fácilmente irritables, extrema-damente celosos y promotores de escándalos, en-tre otras modalidades), que propician distintas

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perversiones. Es decir, se les atribuye la suficienteacumulación de trasgresiones y ataques al ordensocial como para ser deslegitimados y persegui-dos por las costumbres y las leyes.

Descripción y lucha contra la homofobia. Blumenfeld(1992) sistematizó cuatro niveles descriptivos: 1. Lahomofobia personal: es un sistema individual decreencias en virtud del cual las personas se compa-decen de los grupos minoritarios debido a que con-sideran que estos no pueden controlar sus deseos, oen el extremo opuesto, los odian, ya que asumenque están psicológicamente trastornados, genética-mente defectuosos, que no se adaptan a la sociedad,etc. 2. La homofobia interpersonal: aquella en queel prejuicio se convierte en discriminación. Se ex-presa en insultos, apodos, etc., y en la oposición aque dispongan de sus derechos humanos. 3. La ho-mofobia institucional: es aquella en la que intervie-nen los organismos gubernamentales, las empresas,el sistema educativo, las instituciones religiosas,etc., que discriminan de manera sistemática a laspersonas por su orientación sexual. 4. La homofobiacultural: la constituyen los códigos de conducta onormas sociales que “se dan por sentadas” y aportanlegitimidad a la discriminación y opresión a la quelos homosexuales están sometidos, incluso hasta ig-norarlos como parte de la historia de la civilización.Desde la perspectiva de las prácticas homosexuales,corresponde advertir que la homofobia puede con-ducir a que algunos homosexuales internalicen unaimagen negativa de sí mismos, asociada a senti-mientos de culpa y de vergüenza. El 17 de mayo seconmemora el día en que la Organización Mundialde la Salud (OMS, 1990) excluyó la homosexuali-dad de su lista de enfermedades mentales y, por ex-tensión, se considera una fecha destinada a lucharcontra la homofobia. Esta lucha, que las organiza-ciones defensoras de los derechos de las personastransgénero promueven, forma parte de los princi-pios que la bioética incluye y sostiene.

Referencias

W. J. Blumenfeld. Homophobia, How we all pay theprice, Boston, Beacon Press, 1992. - M. Foucault. Historiade la sexualidad, México, Siglo XXI Editores; 1977, 1986 y1987. - E. Giberti. Travestis, transgender y bioética, en L.G. Blanco (compilador), Bioética y derecho, Buenos Aires,Editorial Universidad, 2002. - G. Weinberg. Society and theHealthy Homosexual, New York, Saint Martin Press, 1973.

Violencia sexual y femi(ni)cidio

Patricia Ravelo Blancas y Héctor Domínguez(México) - Centro de Investigaciones y EstudiosSuperiores en Antropología Social (Ciesas)

Violencia sexual. Se produce violencia sexual cuandose obliga a las personas a tener relaciones sexuales

indeseables. Se trata de un acto consciente o in-consciente ejecutado por una o varias personas decualquier sexo, por lo general hombres, contra lavoluntad de otra para agredirla, amenazarla, humi-llarla, golpearla, excluirla y forzarla a participar encualquier acto que se considere sexual, utilizandodiversas partes de su cuerpo y de sus órganos sexua-les. La violencia sexual no se reduce exclusivamentea lo objetivo y visible, sino también a todo tipo derepresentaciones –palabras, miradas, gestos, actitu-des o exhibición de artefactos– cuya connotación se-xual resulte agresiva contra sus receptores, mujeresu hombres. La violencia sexual, como las otras vio-lencias (a saber, la emocional, la física y la económi-ca), también se reproduce con sus particularidadesen poblaciones diversas, no solo en las femeninas.Sin embargo, en términos sociales y culturales, elrasgo que sobresale en cualquier época y región esel que las mujeres sean las más afectadas y expues-tas, debido al carácter patriarcal que históricamenteestructura a la sociedad.

Femicidio. Diana E. H. Russell (1992) usó por pri-mera vez el término femicidio (femicide en inglés)en un testimonio ante la Corte Internacional acer-ca de los asesinatos misóginos en 1976. DianaRussell y Jill Radford, en el libro Femicide: the Po-litics of Women Killing, definen este término comoel asesinato misógino cometido por hombres con-tra mujeres. Como podemos ver, desde su origen,el concepto de femicidio está asociado estrecha-mente al de misoginia. En efecto, es su manifesta-ción extrema. Para Radford, femicidio es una for-ma de violencia sexual, se entiende como el usodel sexo de los hombres para expresar su deseo depoder, dominio y control. Russell y Radford danpor sentado que la violencia sexual se ejerce des-de los hombres contra las mujeres y que su expre-sión máxima es el asesinato de la mujer, con elcual se produce una estrategia de mantenimientodel control patriarcal. Subrayar el concepto de mi-soginia como fundamental para definir el femici-dio permite a estas autoras establecer un signifi-cado político al hecho de la muerte de las mujerespor parte de los hombres, en oposición a la creen-cia generalizada de que el asesino de una mujer esuna bestia que carece de humanidad (lo que la crí-tica feminista señala como equivalente a masculi-nidad en el discurso patriarcal).

Feminicidio, ética y derechos humanos. El conceptode femicidio va a ser resignificado por M. Lagardecon el nombre de feminicidio, el cual para esta au-tora “... es una ínfima parte visible de la violenciacontra niñas y mujeres, sucede como culminación deuna situación caracterizada por la violación reite-rada y sistemática de los derechos humanos de lasmujeres...” (Lagarde, 2005). Lagarde coincide conRussell y Radford en señalar que esta opresión de

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la mujer es una manifestación sistemática del pa-triarcado. Al introducir el concepto de feminicidiodentro del ámbito de los derechos humanos, estaautora enfatiza en el aspecto de la exclusión so-cial. Esto significa que el feminicidio pasa a for-mar parte del discurso jurídico y de las políticassociales, que implican lo público y lo privado. Estoes, al producirse el feminicidio, se está cometien-do un delito más complejo que el mero asesinato,porque incluye la exclusión social de la mujer enlos ámbitos sexual, económico y político. Lagardeconcibe la autoría de feminicidio más allá del ase-sinato. La mayoría de las formas de comunicaciónsocial (radio, televisión, cine, prensa, videos,Internet, y toda clase de espectáculos), las institu-ciones y otros factores estructurales como la eco-nomía y la educación, establecen los marcos quepropician y reproducen en determinados contex-tos sociales este hecho delictivo. Esta atención alámbito contextual lo vamos a encontrar tambiénen lo que Julia Monárrez (2000) ha escrito sobreeste problema. El feminicidio se define entoncescomo el acto de matar a una mujer por el solo he-cho de ser mujer. Este acto va más allá de la priva-ción de la vida de una persona, pues amenaza, le-siona o destruye los derechos civiles, sexuales, desalud, políticos, económicos y culturales de todaslas mujeres. En este sentido el feminicidio, más

que un asunto criminológico debe entendersecomo un asunto ético y político. El feminicidio im-plica no solo una agresión contra el género feme-nino, sino que yuxtapone diversos rasgos de iden-tidad como clase, raza, etnia y edad. El exterminiode las mujeres se ubica desde estas interseccionesen una dimensión más amplia de exterminio de lohumano, puesto que este acto amenaza el sistemade valores morales, éticos, legales y políticos deuna sociedad, por lo que el feminicidio debe consi-derarse como un atentado contra la ciudadanía y,por tanto, contra la vida humana. El feminicidio,en suma, no es solamente un acto de violencia se-xual, sino de extinción de las garantías de vida, delibertad, de seguridad y de justicia.

Referencias

Jill Radford y Diana E. H. Russell. Femicide. The Poli-tics of Woman Killing, New York Twayne Publisexualidadhumanaers, 1992. - Marcela Lagarde. Por la vida y la liber-tad de las mujeres, Comisión Especial para Conocer y DarSeguimiento a las Investigaciones Relacionadas con losFeminicidios en la República Mexicana y a la Procuraciónde Justicia Vinculada. 1er. Informe Sustantivo de Activida-des, México, 14 de abril 2004 al 14 de abril 2005. 1ª edi-ción, 2005. - Julia Monárrez. La cultura del feminicidio enCiudad Juárez, 1993-1999, en Frontera Norte, El Colegiode la Frontera Norte, vol. 12, núm. 23, enero-junio, 2000,pp. 87-118.

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Globalización

La noción actual de globalización tiene sus prin-cipales antecedentes históricos en el reordena-

miento que siguió a la Segunda Guerra Mundial. ElCódigo de Nuremberg (1947) y la Declaración Uni-versal de Derechos Humanos (1948) expresaron elconsenso moral de la posguerra que había sido pre-cedido por el consenso político y militar de la Decla-ración de las Naciones Unidas firmada el 1 de enerode 1942 por 26 estados aliados y de la Conferenciade Dumbarton Oaks de 1944 en la que Estados Uni-dos, el Reino Unido, la Unión Soviética y China for-mularon las bases de una organización permanente.Dos cuestiones distanciaban entonces a EstadosUnidos y el Reino Unido de la Unión Soviética: elsistema de veto en el Consejo de Seguridad y la re-presentación en la Asamblea General de cada unade las repúblicas soviéticas. Estas cuestiones fueronresueltas entre Roosevelt, Churchill y Stalin en Yaltay permitieron llegar a la Conferencia de San Fran-cisco del 25 de abril de 1945 en la que participaron46 países que habían adherido a la Declaración delas Naciones Unidas y otros 5 países que fueron ad-mitidos a participar de la misma elevando así a 51 elnúmero de miembros fundacionales, de los cuales20 pertenecían a América Latina. Ya entonces emer-gieron controversias hoy reactualizadas, relativas ala jurisdicción nacional o a la protección internacio-nal de los derechos humanos y la promoción del bie-nestar económico y social, y al poder dominante delas principales potencias o a un poder más igualita-rio entre los Estados. Este consenso político para lapaz y la seguridad en el mundo fue acompañado deun consenso económico establecido en 1944 en laConferencia Monetaria y Financiera de BrettonWoods en la que 44 Estados, incluida la Unión So-viética, trazaron los proyectos para el Banco Inter-nacional de Reconstrucción y Desarrollo y para elFondo Monetario Internacional (FMI). El papel deJohn Maynard Keynes y sus teorías del pleno em-pleo para el desarrollo económico, aún siendo im-portantes en Bretton Woods, no impidieron que enel FMI se impusieran las teorías ortodoxas del Teso-ro de Estados Unidos, cuyo ideario abriría paso cua-renta años después y ante un nuevo mapa políticodel mundo a la reformulación económica del Con-senso de Washington.

La globalización del neoliberalismo. La caída delMuro de Berlín en 1989 y la reunificación de las dosAlemanias en 1990 son dos de los símbolos mayo-res del nuevo ordenamiento político del mundodespués del que siguiera a la Segunda GuerraMundial. La desaparición de la Unión Soviética yde los estados socialistas supuso una globalización

política, militar y económica del liberalismo. Laintegración política de las antiguas repúblicas so-viéticas a la Comunidad Europea y la integraciónmilitar al Tratado del Atlántico Norte dibujaron elmapa internacional de los nuevos acuerdos. Latemprana reformulación económica que acompa-ñó a estos reordenamientos fue postulada por JohnWilliamson en 1990 en lo que se ha dado en llamarel Consenso de Washington, donde Washingtonsignificaba el complejo político-económico-inte-lectual integrado por organismos internacionalescomo el Fondo Monetario Internacional y el BancoMundial, y por el Congreso, la Reserva Federal, losaltos cargos de la Administración y los grupos deexpertos de Estados Unidos. El Consenso implicaba,entre diez instrumentos, los acuerdos en privatiza-ciones, liberalización comercial y financiera, desre-gulaciones, garantías de los derechos de propiedady apertura a inversiones extranjeras directas. Du-rante la década de los noventa, este modelo se apli-caría sobre todo y con distintos matices en la regiónde América Latina. Su principal y definitivo proble-ma era que en él quedaba prácticamente excluido eltema de la equidad, siendo América Latina el conti-nente más desigual del planeta donde el ingreso percápita del 20% más rico resultaba ser 18,7 vecesmayor que el ingreso per cápita del 20% más pobrecuando la media mundial era de 7,1. Williamson ex-plicaba la exclusión directa de los problemas deequidad diciendo que su pretensión era elaboraruna lista positiva más que una lista normativa y quedeliberadamente había excluido de la lista cuantofuera básicamente redistributivo porque pensabaque el Washington de los años ochenta era una ciu-dad muy desdeñosa con las preocupaciones sobre laigualdad. Sin embargo, los argumentos de William-son mostraban una ambigüedad en el uso del térmi-no ‘Washington’, ya que varias de las institucionesmencionadas en el Consenso no se mostraban ente-ramente de acuerdo con algunos de los diez puntoscentrales señalados como comunes. Esto mostróque Williamson había pretendido formular un pa-radigma de política económica a partir del ‘posi-ble acuerdo’ entre los poderes fácticos que podíandictarlo. Este modo pragmático de argumenta-ción lo aplicarían algunos filósofos y bioeticistas alanálisis de la realidad de la vida y la salud. El pri-mero y más importante fue Richard Rorty al soste-ner que una filosofía típicamente norteamericana,como el pragmatismo, quería librarse de la nociónincondicional de derechos humanos del tipo de ladefendida por la Declaración de Helsinki y sustituirla pretensión de conocimiento moral por la búsque-da de acuerdos o consensos.

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La bioética ante la globalización. La reformulaciónpolítica, militar y económica del mundo, con laglobalización de los intercambios económicos yculturales, supuso un nuevo consenso fáctico.Pero en la medida en que esa nueva realidad im-plicaba de hecho una minimización del papel delos Estados nacionales en las cuestiones sociales yuna subordinación de la soberanía de las regula-ciones políticas a la lógica de dominio de un con-junto de organismos nacionales de los países máspoderosos –unidos o dominando deliberadamen-te organismos supranacionales para ese domi-nio–, esa nueva realidad fáctica comenzó a produ-cir nuevos discursos para interpretar el mundo (v.Globalización y progreso humano). La bioética ha-bía nacido como un poderoso campo interpretati-vo del desarrollo científico-tecnológico estrecha-mente vinculado al orden moral de los derechoshumanos. El nuevo consenso presuponía, sin em-bargo, que la salud no era un derecho humano bá-sico sino una variable dependiente del margen desustentabilidad económica y que esta a su vez de-bía fundarse en la liberalización de la economía.Los estragos de esta concepción llevaron a la po-breza a más del 50% de la población de AméricaLatina (v. Globalización y mercado de la alimenta-ción). ¿Qué pasó con el discurso de la bioéticaante el nuevo mundo de esta globalización? En elcaso de algunos especialistas, sobre todo del áreaangloamericana, seguidos por algunos especialis-tas de otras áreas del mundo, se produjeron fuer-tes movimientos para ocupar la conducción de fo-ros internacionales de discusión o para generaresos foros con la pretensión de trazar las líneasnormativas de un discurso bioético global: el ase-dio a la Declaración de Helsinki, los Informes dela Comisión Nacional de Bioética de los EstadosUnidos y del Consejo Nuffield del Reino Unido, elProyecto Educativo Global del Centro Fogarty, laposición de la FDA, la revisión de las PautasCIOMS-OMS, y los intentos de la OrganizaciónMundial de Comercio de convertir la salud en unservicio fueron algunos ejemplos de esa tenden-cia. Pero más allá de estos aspectos estratégicos,la pregunta que cabía era ¿qué concepción de labioética animaba estos movimientos?

La bioética latinoamericana ante el Nuevo OrdenMundial. Entre 1990 y 2000 transcurrió una década

en la que puede observarse cómo simultáneamentese produjo la introducción y consolidación de labioética en América Latina, mientras en la región yen el mundo se desarrollaba la reformulación políti-ca, económica y social de una nueva globalización(v. Globalización y cambio religioso). La bioética lati-noamericana emergió como cultivo de un pensa-miento de origen y dominancia angloamericana,moderado por corrientes europeas, que crecía en unterritorio con una larga historia de injusticias y vio-laciones a los derechos fundamentales de las perso-nas. Durante la década de los noventa el proceso deincorporación de la bioética en América Latina tuvodos características que hicieron que el grado dedisputa entre distintos proyectos y concepciones noalcanzara un punto crítico. En primer lugar, la re-cepción se produjo después de veinte años de desa-rrollo de la bioética en Estados Unidos y en Europa,en una región que salvo aisladas excepciones nomostraba antecedentes académicos, normativos oinstitucionales en el campo; y por tanto con unapermeable voracidad de toda producción externaen la materia sin que mediaran análisis críticos rele-vantes. En segundo lugar, la cooperación interna-cional con América Latina en materia de bioética, ensus diversas fuentes de origen y con sus diversos en-foques, no mostró acabadamente hasta promedia-dos los años noventa un distanciamiento en algunosde esos proyectos y concepciones de la tácita o almenos no problematizada vinculación previa entreética y derechos humanos, ni de la distinción entreracionalidad moral y racionalidad estratégica quede un modo u otro todos los bioeticistas admitían.Ese contexto de los noventa tuvo mucho de conti-nuidad del orden moral internacional que se habíatenido durante cincuenta años como consenso parael desarrollo científico y tecnológico en el campo delas ciencias de la vida y la salud. Consenso que en elorden moral presuponía –más allá de sus reiteradasnegaciones fácticas– un equilibrado respeto de so-beranía individual y comunitarias y de autodetermi-nación de las naciones. Ese consenso fue roto a fina-les de los noventa. Y a partir de entonces, la bioéticaen América Latina se enfrentó más que nunca a laconstrucción de una perspectiva regional.

[J. C. T.]

Globalización y progreso humano

María Josefina Regnasco (Argentina) -Universidad Abierta Interamericana

Origen y dinámica de la globalización. Las redes in-formáticas, los flujos económicos, las interconexio-nes entre personas y países configuran el panorama

mundial que conocemos como globalización. Noes posible entender este fenómeno sino como laúltima etapa de un proceso económico, social,político y cultural generado por la lógica expan-siva del tecnocapitalismo, que hoy asume una di-mensión transnacional. Desde sus orígenes, este

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dinamismo desbordó los límites políticos y geográfi-cos. El capitalismo de base mercantil se transfor-mó en otro de base industrial y nacional, y actual-mente informático y multinacional, en que laocupación territorial importa menos que la suje-ción a un orden mercadotécnico que genera enor-mes tensiones a escala planetaria. El origen deesta dinámica proviene del objetivo fundamentaldel capitalismo: la producción de más capital. Esdecir, el capital debe generar ganancia. Una pro-ducción de objetos de uso dirigida solamente a sufunción utilitaria no podría considerarse la finali-dad primordial del capitalismo. Su impulso estádirigido hacia el valor de cambio, por el cual losproductos se convierten en mercancías. Esta cate-goría invade todos los aspectos de la vida: la sa-lud, el conocimiento, la educación, el arte, la tem-poralidad. El valor de uso se convierte en vehículodel valor de cambio. Sin embargo, en el caso delcapital financiero, el capital se reproduce y creceprescindiendo del valor de uso. De este modo, eldinero, mero símbolo del valor, se cosifica, convir-tiéndose en el objeto mismo del intercambio. Elcapital financiero, que circula velozmente por lossistemas informáticos mediante una serie de com-plejas transacciones, representa actualmente el90% del capital circulante. En los mercados de di-visas se intercambian diariamente cerca de 2,5 bi-llones de dólares, más que el PIB de Francia o deInglaterra. Estos flujos financieros globales ya nopueden ser controlados por los Estados naciona-les, pero no existen aún las instituciones interna-cionales capaces de regularlos.

La lógica expansiva y el rechazo de regulaciones éti-cas. Aunque el capitalismo tiende a maximizar lasganancias, el sistema de mercado y la competen-cia generan la disminución de la tasa de ganancia.Para imponerse a la competencia, la empresa ca-pitalista buscará producir cada vez más mercade-rías en menos tiempo y a un precio más bajo. Esteproceso impulsa la automatización de la produc-ción y, en su última etapa, la informatización. Enla economía global, la productividad es funcióndel saber tecnocientífico. Sin embargo, la ventajacompetitiva que otorga a una empresa la introduc-ción de automatización, robótica e informática, sedesvanece cuando la innovación se generaliza. Lasgrandes ganancias se producen al incorporar nuevatecnología, y solo al iniciarse una nueva genera-ción de mercancías, después de lo cual los preciosbajan con rapidez. Esta tensión incesante impideal sistema estabilizarse. Por ello, el proceso de ca-pitalización exige constantemente romper el equi-librio. La consecuencia es una guerra por el lide-razgo que no puede detenerse, una lógica de laaceleración y de la expansión. Esta dinámica exi-ge la generación de nuevas necesidades en la so-ciedad, en función del aumento de producción,

valorado como un fin en sí mismo. Surge así unanueva industria: la producción de demanda. Elritmo frenético de producción y consumo ha ago-tado los ecosistemas. La aceleración tecnoeconó-mica no es compatible con los ritmos naturales derenovación de las reservas y reciclaje de los resi-duos. Un sistema tecnoeconómico expansivo re-quiere enormes flujos de energía. Basta conside-rar que en el último siglo se utilizó la mitad de laenergía consumida en los últimos 2.000 años.Desde el siglo XVII el liberalismo confiaba en queel mecanismo de la competencia era suficientepara equilibrar las fuerzas económicas que entranen juego. Se sostenía entonces que el sistema ca-pitalista no necesitaría de ninguna regulaciónexterior, ni estatal ni ética: bastaba con dejar ac-tuar libremente las fuerzas del mercado. Porconsiguiente, la ética fue gradualmente supri-mida de la economía. Sin embargo, este librejuego impulsa al capitalismo a transgredir suspropios postulados. En efecto, contrariamente alo que pregonan sus ideólogos, los monopolios yoligopolios, la protección estatal, los subsidios, laelusión impositiva, no son distorsiones del merca-do, sino sus formas clásicas y permanentes.

Concentración económica y externalización de gas-tos. Dentro de este sistema, la fórmula para lo-grar competitividad está asociada a grandes eco-nomías de escala que permitan enfrentar lasincertidumbres del mercado. La fusión entre em-presas conduce a la formación de enormes corpo-raciones transnacionales que a su vez presionansobre la política en forma de poderosos lobbies.La política tiende a degradarse a una función delmercado. La concentración de capital es enorme:350 empresas transnacionales hegemonizan lapráctica económica actual. Este fenómeno dese-quilibra de tal modo las fuerzas económicas queentran en competencia, que resulta ingenuo ha-blar de libre mercado. En palabras de George So-ros, en vez de conducirse como un péndulo regu-lador de equilibrio, el mercado actúa como unabola de demolición. El reflejo social de este fenó-meno de concentración de poder económico semanifiesta en la llamada “sociedad dual”: cen-tros de opulencia rodeados de suburbios de po-breza y marginación. Por otra parte, los econo-mistas descontextualizan el proceso económicode la sociedad y de la naturaleza. Razonan y to-man decisiones como si el proceso económicocirculara meramente por los registros contables.Siguen ignorando que el equilibrio final de lospresupuestos no se alcanza meramente entre eldebe y el haber de la contabilidad, sino entre laempresa, la sociedad y la naturaleza. En efecto, nocontabilizan como gastos el deterioro del medioambiente, la destrucción de la biodiversidad, loscostos sanitarios causados por la contaminación,

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los gastos producidos por los desechos industria-les y del consumo. Estos gastos no se registran enlos libros contables. Pero no desaparecen: son ex-ternalizados al Estado y la sociedad. Como señalaAl Gore, cuando una empresa forestal tala mediomillón de hectáreas de bosque, el dinero obtenidopor la venta de la madera se contabiliza como ga-nancia, pero el deterioro ambiental producido nofigurará entre las variables contables. Esa mismatergiversación está presente en los cálculos delPNB de los países, de acuerdo con criterios fijadospor la comunidad internacional, bajo la supervi-sión de la ONU, cada veinte años. Al Gore no dudaen calificar de arrogancia intelectual, ceguera eirresponsabilidad la incapacidad de la teoría eco-nómica para incorporar en los costos la externali-zación de gastos. Como afirma Edgar Morin, “es larelación con lo no económico lo que le falta a laciencia económica”. En este sentido, es necesarioreformular el concepto de productividad conside-rando no solamente el ahorro de tiempo y capital,sino también los impactos en el medio ambiente yen la salud de la población.

Crisis de la idea de progreso de un modelo inviable ycrisis de civilización. Esta enorme expansión, quehoy asume una dimensión global, es identificadacon el progreso. Siguiendo a los pensadores delsiglo XVII, aún se confía en que el crecimientotecnoeconómico conducirá a un mayor bienestarsocial, una más perfecta democracia y a la resolu-ción de todos los problemas. Sin embargo, a pesarde la magnitud de la ciencia y la tecnología, delpoder de la industria y del aumento de la produc-ción, los graves problemas que padece la huma-nidad: pobreza, marginación, violencia, dete-rioro ambiental, no han podido ser resueltos. Asu vez el hombre, que aspiraba a una mayor au-tonomía y libertad, se siente arrastrado porfuerzas descomunales que no comprende. Si-guiendo a Descartes, la humanidad creía firme-mente que su destino era “convertirse en dueños yseñores de la naturaleza”. Por el contrario, elhombre actual está a la deriva en un mundo en elque se vuelve cada vez más vulnerable. El deslum-bramiento que ha causado este modelo no permiteadvertir las falacias de su generalización. Bastaconsiderar que, con el 6% de la población mun-dial, Estados Unidos consume el 33% de la ener-gía del planeta. Los siete países más industriali-zados poseen la cuarta parte de la poblaciónmundial, pero consumen alrededor del 70% delos recursos naturales, y producen el 75% de lacontaminación mundial. Lo primero que obser-vamos es la inviabilidad del modelo que se pro-mueve. En efecto, el planeta no podría soportarla presión energética y ecológica de dos paísesque tuvieran las características de Estados Uni-dos. Los países ricos pueden mantener ese ritmo

desmesurado a condición de que las demás nacio-nes mantengan en un índice muy bajo su nivelenergético y de contaminación. El concepto de“desarrollo sustentable”, desde el cual se intentadébilmente establecer nuevos parámetros, no hasido definido ni precisado para enmarcar desde éllas políticas tecnoeconómicas. Tampoco bastanlos discursos éticos, reducidos a una retórica va-cía, si no se toma conciencia de que ya no se tratade conformarse con la introducción de meras re-gulaciones circunstanciales dentro del espaciotecnoeconómico, sino de cuestionar los principiosdel sistema y sus presupuestos operacionales.Como observa Edgar Morin, la noción de desarro-llo, como se ha impuesto, obedece a la lógica de lamáquina artificial y la expande sobre el planeta(Morin, 1993). Un concepto meramente cuantita-tivo de desarrollo lo reduce a índices de creci-miento industrial y curvas económicas. Para Mo-rin, la noción de desarrollo ha entrado en crisis, loque revela a su vez una crisis de civilización. Estosignifica una crisis de sus conceptos fundamenta-les. Superar esta crisis, por consiguiente, implicaun replanteo de los principios conceptuales quesostienen el modelo actual de globalización. Laconsideración del progreso humano requieredetenerse a analizar qué significan los términosprogreso y humanidad.

Replanteo de los criterios de progreso humano,nueva antropología y pensamiento complejo. Uncriterio meramente cuantitativo conduce a iden-tificar progreso con crecimiento ilimitado. Pero,como hemos visto, este criterio no es viable. Elconcepto de progreso y desarrollo debe medir nosolamente los parámetros tecnoeconómicos, sinotambién los índices de salud, educación, equidady justicia. El ideal de progreso ilimitado debe serremplazado por una conciencia de los límites,tanto de los recursos naturales como de las pro-yecciones tecnoeconómicas. Se trata de tomarconciencia de los límites de nuestra condiciónhumana. El modelo de progreso heredado seapoya en un antropocentrismo que considera alhombre separado de la naturaleza y destinado adominarla. La naturaleza, a su vez, ha sido redu-cida a una mera suma de recursos, y a paráme-tros cuantificables. Será necesario elaborar unanueva antropología que vuelva a situar al hom-bre como parte integrante del tejido de la vida. Elconcepto de racionalidad vigente ha producidoéxitos enormes, pero al mismo tiempo ha condu-cido a una visión fragmentaria y lineal, que sepa-ra los saberes de su contexto en un proceso de hi-perespecialización cada vez más acentuado. Elproblema reside en que esta visión unilateral no esinofensiva: tarde o temprano desemboca en accio-nes ciegas y arrastra consecuencias incontrolables(Morin, 1984). Es urgente superar este modelo por

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una razón que abarque la complejidad, capaz decontextualizar los saberes y de advertir la interrela-ción de todos los sectores del universo (v. Bioética ycomplejidad). A su vez, el pensamiento complejotendría que ser introducido en todos los niveles delproyecto educativo.

Recuperación del espacio político, reformulación dela ética y replanteo del concepto de salud. Para Aris-tóteles, la política es la culminación de la ética: in-volucra una concepción de la excelencia humanaopuesta al mero ejercicio del poder como espaciode las ambiciones personales. La vocación de po-der debe dejar lugar a la vocación de servicio. Estolleva también a definir el concepto de democraciacomo un espacio de decisión a través de la refle-xión, el diálogo y el consenso entre iguales. Enuna democracia no puede haber privilegios, nilobbies, ni grupos de presión. Actualmente hayuna grave confusión de la ética con las regulacio-nes meramente legales. Sus facultades se ejercencuando los hechos consumados y los intereses enjuego condicionan fuertemente su aplicación.Aunque es necesario establecer normas jurídicasque controlen la economía, la ciencia y la tecnolo-gía, los principios éticos deben situarse más alláde las meras regulaciones legales. A su vez, es ne-cesario abrir un nuevo encuadre ético: a la ética dela intención y la ética de la responsabilidad debeagregarse la ética de la precaución, que nos pideprudencia con respecto a avances tecnológicoscuyos efectos a largo plazo son difíciles de eva-luar. Una sociedad democrática, justa y equitati-va, regida por sólidos principios éticos, es la con-dición para una vida saludable. En efecto, hoy lasalud se concibe como una mercancía, como laconsecuencia del consumo de fármacos, en vezde designar un estado de plenitud, de autonomíay de equilibrio con la sociedad y el ambiente. Fre-cuentemente, la medicina dirige toda su estrate-gia contra la enfermedad, sin prestar atención asus causales sociales, económicas y culturales. Alos médicos se les exige curar, en el nivel indivi-dual, los daños que un determinado tipo de civi-lización genera en comunidades enteras, igno-rando que muchas veces la enfermedad es unemergente de problemas estructurales.

Hacia un nuevo marco civilizatorio desde AméricaLatina. En resumen, superar la crisis actual implicacambios muy profundos, basados en un replanteoradical de nuestros conceptos de progreso, econo-mía, política, hombre, racionalidad, naturaleza,educación, salud. Es necesario elaborar nuevos cri-terios desde donde analizar los problemas y abor-dar vías de solución. En especial, desde AméricaLatina debemos recuperar la experiencia ancestralde los pueblos aborígenes, cuya sabiduría ha sidodesestimada por las miradas eurocéntricas. Los

conceptos presentados no configuran un progra-ma, ni pretenden agotar las perspectivas deanálisis. Se refieren a las condiciones sobre lasque debería trazarse un proyecto de progresohumano, en el contexto de una globalizaciónque implique un nuevo marco civilizatorio, deuna civilización no excluyente, y consciente deldestino común de la humanidad.

Referencias

George Soros. La crisis del capitalismo global, BuenosAires, Sudamericana, 1999. - Al Gore. La tierra en juego,Barcelona, Emecé, 1993. - Edgar Morin, Anne Kern. Tierrapatria, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.

Globalización y cambio religioso

Renée de la Torre Castellanos (México) -Centro de Investigaciones y Estudios Superioresen Antropología Social (Ciesas), OccidenteGuadalajara

La globalización de los sistemas religiosos. Hoy elmundo se ha encogido. Esta podría ser la metáfo-ra que explica de manera más contundente losefectos de la globalización en el mundo contem-poráneo. La globalización, aunque es un conceptoque se deriva en un primer momento de los im-pactos de la economía capitalista en la unificaciónde los mercados, es también un concepto útilpara entender las transformaciones culturalesque se viven hoy. La globalización es un fenóme-no que se manifiesta como efecto de una socie-dad red, que en primera instancia implica una in-terconexión mundial por donde fluyen y seintercambian bienes, mercancías, significados,información, dinero, individuos, grupos sociales,más allá de las barreras regionales, nacionales yculturales. Decir que el mundo se ha encogidosignifica que las distancias (la duración temporalpara recorrer un punto de origen a un punto dedestino) están trastocadas. Lo que antes era leja-no, ahora puede vivirse como cercano gracias ala velocidad de los intercambios que nos ofrecenlas tecnologías de la comunicación e informáticay a la eficiencia en los medios de transportes;además, en términos culturales, se ha ensancha-do la concepción de nuestro mundo, al cual in-corporamos las experiencias de nuestra propiamovilidad o de nuestro acceso a una informaciónglobal, haciendo que lo que lo que antes se apre-ciaba como exótico o extraño hoy puede ser valo-rado como familiar o normal. Por globalizaciónde la religión entenderemos los procesos detranslocalización y relocalización de elementossimbólicos propios de los sistemas religiosos. Sucirculación atraviesa las fronteras nacionales yconecta en circuitos transnacionales creencias,

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símbolos, rituales y mitos que anteriormente semantuvieron anclados en culturas territoriales yreligiones institucionalizadas. Este proceso con-tribuye a la hibridación de religiosidades y a laemergencia de dinámicas de reivindicación del re-greso a los orígenes de las religiones. El impactode la globalización en el cambio religioso se mani-fiesta principalmente en un conjunto de sucesospor estudiar, que definen ese proceso.

La transnacionalización de las iglesias evangélicas ylas teorías del colonialismo internacional. El temade la transnacionalización de la religión com-prende dos procesos de transformación religio-sa. Por un lado se estudia el impacto cultural delas protestantes de origen anglosajón en el conti-nente latinoamericano (los testigos de Jehová,las asambleas de Dios, los mormones, los adven-tistas). Esta acción misionera, que ha tenido uncrecimiento impresionante a partir de la décadade los setenta, fue originalmente definida pordistintos sociólogos de la religión como una es-trategia de colonización y de imperialismo cultu-ral y religioso sobre América Latina. Medianteesta concepción, la protestantización o pentecos-talización del continente se veía como una ame-naza cultural que debilitaría, sustituiría y termi-naría por destruir las identidades tradicionales ylocales.

Relocalización de las religiones internacionales.Hoy en día muchas de las iglesias evangélicas sehan ido reculturalizando y han echado raíces enAmérica Latina, además de que podemos mencio-nar un gran número de iglesias multinacionales,de origen latinoamericano, que han logrado unapresencia internacional; entre ellas destacan laiglesia Universal del Reino de Dios, de origen bra-sileño, y la iglesia La Luz del Mundo, de origenmexicano. Las teorías contemporáneas que expli-can la internacionalización de la religión señalanque estamos lejos de una estandarización u homo-geneización de la religión, y que estamos atesti-guando un panorama marcado por la diversidaddel campo religioso en el cual las contribucionesglobales se combinan y negocian constantementecon las culturas locales.

La desterritorialización y la reterritorialización dela religiones nativas. En América Latina se hanmantenido religiones vinculadas con poblacionesnativas y grupos étnicos, cuya identidad y religio-sidad antecedieron la conquista o la construcciónmoderna de las naciones. Estas religiosidades,aunque la mayoría de las veces se practicabanbajo formas sincréticas con el catolicismo popular,habían estado históricamente muy vinculadas conaspectos raciales y con las culturas locales de cier-tas poblaciones indígenas o de orígenes africanos.Por ejemplo, la Santería en Cuba, el Candomblé

en Brasil, la mexicanidad en México, el vudú enHaití, etc. Incluso estas religiones fueron matrizcultural e identitaria de movimientos nacionalis-tas, étnicos o raciales. Esto ha cambiado, pues enlos momentos actuales estas religiones se hantransnacionalizado (existe Candomblé en Argen-tina, Santería en Miami y París, y mexicanidad enEspaña) en gran parte debido a los movimientosmigratorios y de exilio masivo que hace que lospobladores lleven sus creencias y rituales a los luga-res de destino; pero también se debe a una importa-ción de cultos exóticos, que hibridizan las religionesnativas, puesto que sus nuevos practicantes ya noson necesariamente los sujetos históricos que man-tuvieron esas tradiciones religiosas vinculadas conlos valores étnicos, nacionales, clasistas y raciales.

Las religiosidades híbridas: el New Age como nuevoecumene global de la religiosidad contemporánea.La religiosidad o sensibilidad religiosa conocidacomo New Age o Nueva Era tiene las característicasde un nuevo ecumene global, que opera como redplanetaria de redes alternativas y de movimientosespirituales. El movimiento New Age se constitu-ye de individuos y grupos autónomos, es extraeclesiástico, tiene una concepción holística de larelación entre lo particular y la totalidad, no tieneuna doctrina definida, sino que es más bien un co-nocimiento flexible, difuso y ecuménico. Esta reli-giosidad, basada en el autodesarrollo individual,en el amor y respeto a la naturaleza, en la creenciaen las energías como fuerzas creadoras del uni-verso, es una religiosidad alternativa frente a al-gunos aspectos de la modernidad: la instituciona-lización, la industrialización y la sociedad deconsumo. Diversos grupos del movimiento NuevaEra en América Latina han establecido conexio-nes, intercambios y fusiones con grupos nativistasindígenas o africanos, por ser considerados fuen-tes de sabiduría universal. Estos contactos tienenrepercusiones en la conciencia identitaria, puesredimensionan el origen local de las tradicioneslocales en un movimiento de alcances planetarios,y generan novedosas hibridaciones entre los nati-vismos americanos y las religiones orientales.

La transversalización de la religión: mercancíasesotéricas y la religiosidad popular. La globaliza-ción está presente en la circulación de mercan-cías que forman parte de la oferta denominada“nebulosa esotérica”. Dicha mercantilización desímbolos religiosos, servicios terapéuticos, fór-mulas mágicas, contextos turísticos, conoci-mientos ancestrales contribuye a transversali-zar los regímenes de valor entre los contextosculturales y religiosos de donde fueron tomadas, loscircuitos de circulación de las mercancías, y los con-textos locales en que se consumen, usan y reapro-pian dichas mercancías como objetos cargados de

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sentido religioso (sagrado, trascendente o má-gico). Esta nueva red de mercado esotérico ofre-ce artículos con poderes mágicos o terapéuticosque provienen de distintas tradiciones religio-sas: budistas, hinduistas, saberes esotéricos, dela magia blanca, del espiritismo, del catolicismopopular, de las cosmovisiones prehispánicas,que pueden ser mezcladas con todo tipo de ofer-tas de superación personal, de cuidado de la sa-lud, del cuerpo y de la ecología. Esta mercantili-zación de bienes y servicios esotéricos, cuyacirculación ocurre en establecimientos y en losmedios de comunicación, produce nuevos sin-cretismos con los elementos mágicos religiososde las culturas populares tradicionales.

Mass-mediación de las religiones. Cada día son máslas ofertas de religiones mediáticas: “iglesias elec-trónicas”, “tele evangelizadores”, “radio evange-listas”, “religiones y cultos cibernéticos”. Granparte del éxito misionero de algunas iglesias neo-pentecostales en América Latina se debe a la ins-trumentación misionera de los medios electróni-cos, pero también los medios, en especial latelevisión, son hoy en día un terreno de evangeli-zación de la iglesia católica. Los efectos de la massmediación también están modificando cultos,cada vez más parecidos a los reality shows, a con-ciertos pop, a espectáculos de masas.

Migración: transnacionalización y reetnización delas religiones populares. Los fenómenos migrato-rios masivos, sean de América Latina a EstadosUnidos o de América del Sur a Europa, generanun intenso proceso de migración de los cultos reli-giosos, generando profundas transformacionesen las prácticas de la religiosidad popular, ensus lugares de origen; en las zonas fronterizas,como en la refundación de sus cultos locales enlas zonas de destino migratorio.

En síntesis, podemos afirmar que la globalizaciónimpacta de distintas maneras y con distintos efec-tos la composición de las religiones contemporá-neas: sea para generar nuevos hibridismos, o paraesencializar las religiones tradicionales que seperciben en riesgo de extinción. En el caso de Lati-noamérica, habrá que preguntarnos si sus efectosfortalecen o debilitan a las identidades locales o re-gionales, si el establecer nuevas conexiones translo-cales amplía los marcos éticos y filosóficos de loscreyentes hacia una religiosidad abierta a la plurali-dad mundo y a la pacífica convivencia de las dife-rencias, o si por el contrario es el nuevo fermentode brotes de intolerancia hacia los otros. ¿Es laglobalización un paso firme hacia la modernidad,entendida como el sustento de la libertad, la refle-xión crítica y una ética universal? O, por el contra-rio, ¿contribuye al reforzamiento de religionesintegristas y fundamentalistas que se oponen a la

modernidad? Como hemos querido mostrar, la glo-balización es multidireccional y su principal efectoes la multiplicidad de formas de organizar la reli-gión en novedosas coordenadas espacio-tempora-les, a partir de las cuales se generan los marcos deinteracción comunicativa del nosotros y losotros, de lo cercano y lo lejano, de lo propio y loexótico. En este nuevo contexto se conforman lasmaneras de organizar las creencias de los ciuda-danos contemporáneos.

Referencias

Jean Pierre Bastian. La mutuación religiosa de Améri-ca Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 2003. -Stefanía Capone (ed.). Religiones transnacionales, RevistaCivilisations, Vol. LI, Nº 1-2, Institut de Sociologie de laUniversité Libre de Bruxelles, enero 2004. - Julia Carozzi(org.). A Nova Era no Mercosur, Petrópolis; Editora Vozes,1999. - André Cortén, Jean Pierre Donzon y Ari Pedro Oro(comps.). Les nouveaux conquérants de la foi, Paris, Kart-hala, 2003. - Renée De la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga(eds.). Religión y mercancías en América Latina, RevistaDesacatos, Nº 17, Ciesas, México, 2005. - Ari Pedro Oro yCarlos Steil (orgs.). Globalização e religião, Petrópolis,Editora Vozes, 1999.

Globalización y mercadode la alimentación

Jorge Eduardo Rulli (Argentina) -Grupo de Reflexión Rural (GRR)

El modelo agroexportador y el rol de país forraje-ro configuran la nueva situación colonial en el ca-pitalismo global. Ejemplos pueden hallarse entoda América Latina: hambre en países producto-res de alimentos, represión a los productores, ex-portación creciente de productos transformadosmediante la biotecnología, para lograr aumentode divisas y dependencia del modelo de agrone-gocios. La lógica del modelo es el aumento cons-tante de las exportaciones; crecimiento que va endesmedro de la producción de alimentos. Las con-secuencias son inmensos territorios vaciados desus poblaciones rurales, pueblos que desapare-cen, pequeños productores que deben dejar sustierras o hipotecarlas debido a su dependencia deinsumos, semillas OGM, herbicidas, maquinariasde siembra directa y, sobre todo, hambre para laspoblaciones, ya que la alimentación comienza adepender del mercado internacional manejadopor intereses globalizados.

El discurso verde. Los discursos de sustentabili-dad social y ambiental, que fueran parte del arse-nal de denuncias de las organizaciones de la so-ciedad civil, son cooptados por las corporacionesque pretenden investirse de nuevas responsablescon la complicidad de ONG que exhiben comoprogreso las mitigaciones o morigeraciones de

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impactos que se prometen. El discurso hegemóni-co tiene marcos precisos y estrategias efectivas;por ejemplo, confundir la violencia, que siemprees un hecho cultural, con la agresividad que espropia y característica del espíritu del hombre. Sereclama el respeto a las reglas y la moderación enel discurso mediante la aceptación de protocolosdel consenso que no dan posibilidades para lapropia identificación ni permiten la manifesta-ción suficiente y previa de las diferencias. De esemodo, se produce una transmutación del enemigoen adversario, y de los combatientes en aquelloque combatían. La visión del capitalismo globali-zado impone la regla de diluir las antinomias e in-tercambiar los roles de los opuestos. Un ejemploclaro es el uso cooptado del concepto de sustenta-bilidad con el que se producen verdades aparen-tes sin mayores consecuencias. El discurso hege-mónico trata de imponer una mirada en la que yano hay verdades básicas ni fundamentos de verda-des últimas, de modo que queda sin sustento laidentidad y por consiguiente la posibilidad de de-finir al otro como diferente, llámese enemigo ocomo se lo quiera llamar. La construcción del mo-delo se basa en generar sentidos comunes a lasubjetividad creada por el neoliberalismo. Unavez que se ha construido ese sentido común, la di-ficultad de deconstruirlo y de construir otro senti-do alternativo requiere un esfuerzo titánico.

La resistencia crece. Sin embargo, y más allá de losdiscursos, la violencia está vigente como nunca ja-más en la historia; además, se ha globalizado.Pero ¿acaso son la agresividad y la violencia par-teras de la historia?, ¿acaso no son la estrategiaque permite romper o desbordar los modelos im-puestos que se reproducían a sí mismos intentan-do perpetuarse? Rodolfo Kusch, cuando habla deAmérica profunda, refiere siempre a un imagina-rio de magma y a un abismo impensable, horribley hediondo que oficia como caos creador del in-consciente y de las fuerzas colectivas ligadas a latierra por lo fundante del pensamiento, por elarraigo, por la tradición y la cultura. Sobre esemagma social y de pensamiento popular se enfríauna capa leve de lava sobre la cual ejercemosnuestra precaria racionalidad y nuestras certezassobre el mundo de los objetos. A veces esa capa estan fuerte que nos hace olvidar que debajo subya-ce un abismo y en el escenario en que construimosel propio universo casi nos dejamos convencer so-bre la inexistencia de la muerte y la existencia encambio de un progreso ilimitado; otras veces lacapa leve se fractura y nos caemos en lo hondo; enocasiones el magma estalla y es preciso reformu-lar ideas y el orden social. Después de cada estalli-do cambian las correlaciones de fuerzas. Sin em-bargo, hay un modelo que se impone cada vezmás: aquel en que el grueso de las cadenas de la

producción, de la comercialización y la exporta-ción pasa a manos del dominio transnacional. Seagregan a este modelo intensas políticas sociales:para paliar la pobreza, para fomentar microem-prendimientos, para la atención a la salud, etc.,que en realidad no buscan resolver el tema de laexclusión y del hambre, sino perpetuarlo y conte-nerlo para evitar nuevos estallidos. Nos encontra-mos así con que las zonas de extrema pobreza,marginalidad y desocupación son también zonasdonde el capitalismo globalizado explora nuevosmodos de manipulación y de clientelismo. Jueganun papel muy importante en esto los multimediosoligopólicos haciendo estragos sobre la idea quelos excluidos tienen de sí mismos. También, el usodel poder político se asocia muy frecuentementeal de las bandas de narcotraficantes, las policíasde “gatillo fácil” y de los punteros políticos. Resul-ta al menos arriesgado imaginar que de esas zo-nas pueda surgir el nuevo sujeto emancipatorio.

Rol de las empresas transnacionales. No se puedeignorar el poder de estas empresas que afecta a to-dos los órdenes de la vida de la gente. Cuando enplena ofensiva de estas empresas se acepta la dis-cusión de los problemas, como lo hacen algunasorganizaciones ambientalistas, se da por supuestoque de parte de esas organizaciones existe capaci-dad de negociar, es decir la certeza de disponer delpoder suficiente para ello. Sin embargo, cuando dehecho se enfrenta en las mesas de negociación el po-der de unas con el de las otras, el resultado suele ser,por estas últimas, aceptar y sumarse a la estrategiaempresarial con la esperanza de negociar algunoslímites a sus ofensivas y acotar el daño que se con-sidera inevitable. Pero no debemos olvidar que es-tas empresas necesitan ver legitimado su modelopor la gente y los intelectuales, así como que se in-teriorice el neocolonialismo hasta el punto quesea asumido como una nueva identidad: la identi-dad de los hombres del consenso en el nuevo ordenneocolonial. Necesitan preservar sus estrategias demercadeo global y recurren a la cooptación de cier-tas ONG y a la información proveniente de ciertasconsultoras prestigiadas para evitar las posibles cri-sis sociales y la conciencia de los colapsos ambienta-les que generan sus negocios.

La sustentabilidad. Para comprender el uso de dis-cursos ambientales para propósitos de dominioeconómico, podemos tomar el caso de la soja enArgentina. Este país viene acrecentando su pro-ducción de soja desde hace más de catorce añosmediante la incorporación del modelo agroexpor-tador y el rol de país forrajero. La etapa actual seacompaña con un discurso que recurre al argumentodel Mercosur y la sustentabilidad. Es necesario, sinembargo, aclarar que en esta etapa no solo está pro-gramado añadir nuevos territorios a las extensiones

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asignadas a los monocultivos, con una planifica-ción económica orientada al beneficio de las em-presas por ellas mismas ante un Estado ausente,sino que fundamentalmente se genera la comple-jización del modelo y la incorporación de nuevosactores y protagonistas que lo fortalezcan y legiti-men. El nuevo modelo está sustentado sobre diag-nósticos correctos que describen situaciones su-mamente críticas e igualmente insoportables parala conciencia del consumidor europeo. Así se ofre-ce como argumento mayor rotaciones de soja yganadería para preservar suelos e imaginar iluso-rios modelos de sustentabilidad. Esta propuestaolvida la concentración en el uso del suelo enArgentina y el masivo abandono del campo por lospequeños productores imposibilitados de mante-ner este tipo de cultivo. En realidad esta propues-ta debe ser leída desde la crisis suscitada por losproblemas ambientales en Europa, consecuenciade la enorme concentración de corrales de en-gorde en las cercanías de los puertos donde de-sembarca el grano importado y la búsqueda delas empresas de una mayor racionalidad de laproducción que les permita evitar los actuales im-pactos, trasladando la cría en engorde a los paísesproductores de forraje. En el mismo sentido se ha-lla el incremento de la agricultura orgánica, queresponde a las nuevas políticas y mercados certifi-cados que inauguran las corporaciones. Cuandolas empresas se refieren a la agricultura orgánica,están hablando de una agricultura extensiva y deexportación que respeta absolutamente el modeloimpuesto por las transnacionales de semillas me-joradas y de producción de agrotóxicos desde losfinales de la Segunda Guerra Mundial. Se trata deuna agricultura orgánica muy dependiente de insu-mos supuestamente no contaminantes, depen-diente asimismo de semillas certificadas y de em-presas controladoras de la calidad de esa produc-ción orgánica. La transformación de la agriculturaen agro-business y la conversión de las prácticasagrícolas en farming han sido ejes fundamentalesde la transformación impuesta al sector rural enparalelo con la commoditización de sus produc-ciones, la creciente dependencia de insumos y laadaptación a los nichos de mercados con certifi-caciones, trazabilidad y denominaciones de ori-gen. En los nuevos discursos empresariales hallansu lugar también las inversiones en energías reno-vables y en gestión de residuos sólidos urbanos. Laaprobación del Protocolo de Kyoto y la búsqueda demecanismos de desarrollo limpios abren amplios es-pacios para implementar nuevos negocios con elcambio climático que la misma industria provoca.Así, los países desarrollados se comprometieron aapoyar la utilización de energías menos contami-nantes en los países en vías de desarrollo; con elloiniciarán un gigantesco mercado de créditos de

carbono regidos por mecanismos de mercado comola oferta y la demanda de certificados de emisio-nes de gases de efecto invernadero. La propuestade producir biocombustibles implica en realidadun modelo de agricultura no sustentable e impro-ductivo, porque consume más energía que la pro-ducida y porque exigirá un mayor productivismoy escala en aquellos lugares en que se desarrolle.Será un modelo de agricultura injusta porqueconcentrará riqueza en pocas manos y será an-tiecológica porque al proponerse producción enescala lo hará inevitablemente con abuso de in-sumos químicos y sin respetar los procesos natu-rales. Es injusto que en un país y en un mundo pla-gado de hambrientos, continúe insistiéndose enusar la agricultura para fines que no son produciralimento, sosteniendo un modelo de agriculturasin agricultores y de exportación de insumos quevacía de población rural el campo y, en aras de unaagricultura de escala y de una ganadería de fábri-ca, abandona el modelo de seguridad alimentaria ytambién la antigua producción de alimentos.

Impactos de la soja RR en Argentina. Los impactosdel modelo de la soja sobre los ecosistemas y laspoblaciones son cada vez más evidentes en todo elterritorio nacional. Cuando se alcanzan los 18 mi-llones de hectáreas de monocultivos transgénicos,sus efectos han sido devastadores tanto para elmedio ambiente y la biodiversidad cuanto para lavida y la cultura rural. El modelo agroexportadorde forrajes se ha constituido en una fábrica inago-table de pobreza, fuente de desarraigo y razón demigración hacia las grandes ciudades, donde enlos nuevos y crecientes conurbanos se multiplicanlos fenómenos de la indigencia y de la exclusiónsocial. Además, la soja y el maíz transgénico handesplazado a muchos otros cultivos que aporta-ban alimentos a la mesa de los argentinos, algu-nos de los cuales ahora deben ser importados. Eluso intenso de agrotóxicos ha mostrado la false-dad de las promesas que tuviera en los años 90la llamada revolución biotecnológica. Las cifrasen uso de herbicidas y de nuevos pesticidas sonelevadas y han provocado una masiva contami-nación de las cuencas hídricas y de las napasfreáticas. Asimismo esta agricultura industrialha barrido las pequeñas producciones hortíco-las, tambos y criaderos de aves que rodeabantradicionalmente a todas las ciudades argenti-nas. Ahora los monocultivos llegan a las prime-ras calles de los pueblos y ciudades, y las fumi-gaciones aéreas impactan sin piedad sobre laspoblaciones de los barrios periféricos, provocan-do graves y crecientes estadísticas de cánceres y en-fermedades terminales. Como consecuencia de losprofundos desequilibrios del ecosistema, han apare-cido nuevos patógenos como el fusarium y la roya,que ahora infestan los monocultivos de soja. Ello

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es consecuencia de que la comunidad de microor-ganismos del suelo ha sufrido fortísimas modifica-ciones y se han multiplicado los hongos en desme-dro de las colonias bacterianas. Asimismo se hanregistrado cambios en las comunidades de male-zas con la aparición de especies inusuales en estossistemas y de varias malezas que han desarrolladotolerancia al glifosato. La respuesta de los sojerosha sido hasta ahora operar sobre los efectos, au-mentando las aplicaciones y la cantidad de glifo-sato por hectárea, así como de otros fungicidas yherbicidas como el 2.4D, fungicidas e insectici-das para responder a las nuevas amenazas pro-ducidas por un profundo desequilibrio de losagroecosistemas. Otro tema de fuertes impactoses la práctica de barbechos químicos en el invier-no que, luego de una soja de primera y una de se-gunda, completa en vastas extensiones el ciclodel monocultivo y del creciente agotamiento delos suelos. Luego de la última cosecha y antes delas primeras heladas, en estos campos que se dis-ponen para el barbecho germinan verdes alfom-bras de soja guacha. El método que se emplea,dado que por ser esa soja RR resistente al glifosa-to y tal vez para evitar demandas de la empresaMonsanto, proveedora mayoritaria de la semillaOGM, es combatirla con un producto cuyo nom-bre comercial es Grammoxone y cuyo componen-te activo es el temible paraquat. Como conse-cuencia de la nueva situación ambiental creadaen el campo por las aerofumigaciones y la conta-minación, podemos verificar una masiva coloni-zación de las zonas urbanas por los pájaros sil-vestres, incluidas las aves carroñeras, de rapiña ygaviotas, así como los roedores del campo, obli-gados todos a abandonar sus hábitats naturales,ahora convertidos en lugares hostiles.

La ética empresaria. La responsabilidad socialempresarial tiene como concepto aproximada-mente unos diez años de vida y viene creciendocon renovadas fuerzas. Habiendo sido al princi-pio solo motivadora de acciones aisladas, filan-trópicas, destinadas a la ayuda de sectores desfa-vorecidos, se transformó pronto en un medioeficaz para añadir valor agregado a las propiasproducciones o servicios y proponerse nuevoscriterios de maximización de ganancias. DiceAdela Cortina en su libro Ética de la empresa: “loético es rentable, entre otras cosas, porque reducelos costos de coordinación externos e internos de laempresa: posibilita la identificación con la corpo-ración y una motivación más eficiente”. En los úl-timos años muchas carreras de administraciónde empresas incorporaron cursos de ética desdeuna perspectiva meramente instrumental para po-nerla al servicio de un logro empresarial: la maximi-zación de las ganancias. La comprobación de que elgrueso de los consumidores considera positivo que

una empresa se encuentre comprometida con suentorno inmediato, más allá de sus intereses eco-nómicos, abrió camino para experimentar quebuena parte de esos consumidores estarían dis-puestos a pagar un plus por productos socialmen-te responsables. Esto lleva a las empresas a pensarla responsabilidad social empresarial desde tresgrandes líneas estratégicas según los intereses delmercado de consumo: un área de políticas labora-les, uno de políticas sociales y por último uno depolíticas ambientales. Esto les posibilita nuevosmodos de ejercitar la competencia y, lo que es másimportante, sumar a sus arsenales de marketingdiscursos y pensamientos sociales y ambienta-les, dejando atrás los tradicionales mensajes pu-blicitarios, enriqueciendo y complejizando susestrategias, y asumiendo nuevas responsabili-dades que fueron hasta ayer propias del Estado.Sin embargo, el discurso de la ética empresarial,respaldado por el de la sustentabilidad de ciertasprácticas agrícolas e industriales, no cuestiona losfactores económicos y políticos que producen la in-justicia, sino que se preocupan por las estrategiasy los procedimientos empresariales. Todo debate so-bre la ética y la economía solo cobra sentido si so-mos capaces de recuperar la antigua concepción dela economía como economía política, en el sentidoque la capacidad y la decisión de modificar las re-glas sigue siendo un tema político. Ello ocurrirá sólosi somos capaces de reconocer con visión integralque el sistema económico no es más que un subsis-tema de la sociedad global.

Respuestas políticas argentinas. La Cancillería ar-gentina se define en política internacional contralos subsidios que afectan su acceso a los grandesmercados europeos. Lo que no se considera es quela política de subsidios en Europa se genera a par-tir del hambre y de una enorme necesidad de se-guridad alimentaria en la posguerra y que, enconsecuencia, esa propuesta fue y sigue siendoabsolutamente legítima para los europeos. Es ver-dad que esas políticas, justificadas en su origen,derivaron luego en el respaldo a la industria ali-mentaria y a muchos modos de favorecer la expor-tación y en un dumping internacional de produc-ciones alimentadas con forrajes provenientes depaíses subdesarrollados, que sufren en los merca-dos internacionales por los precios subsidiados.Reconocer esto no significa dejar de señalar que lapolítica exterior argentina sigue siendo estar con-tra todo subsidio y contra toda propuesta de segu-ridad alimentaria. Además, debemos reconocerque esa política se mantiene aún al precio terriblede condenar a un tercio de la propia población alhambre, ya que la clase política parece tan princi-pista en este terreno y tan leal a las reglas de laOMC, que para ser consecuente con su discursointernacional se niega a establecer precios sostén

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para alimentos destinados a la mesa de los argenti-nos y que podrían aliviar el hambre de los indigen-tes y evitar una próxima generación de argentinosintelectualmente disminuidos. La respuesta políticaque puede responder a este proceso globalizadorque se convierte en un proceso colonizador,usando la producción agropecuaria como arma,es imaginar modos de lucha que, como lo hicie-ron otros a lo largo de la historia de los países deltercer mundo, posibiliten la recuperación plenade lo humano que les ha sido expropiado por elcolonizador. La recuperación de lo humano porel colonizado es siempre la recuperación de lapropia identidad, y ello sigue siendo una tarea

pendiente. Junto a la afirmación orgullosa de esaidentidad necesaria, falta la proclamación delhecho cultural de existir en la otredad, aún no re-conocida de ser diversa y única. Ello significa es-tar arraigado tanto en un suelo dado como enuna historia que nos provee un modo de saberquiénes somos, de dónde venimos y, por tanto,determinar adónde queremos llegar.

Referencias

Alberto Buela. Metapolítica y filosofía, Buenos Aires,Editorial Teoría, 2002. - Rodolfo Kusch. América profunda,Ed. Bonum, 1975. - Página del GRR http/www.grr.org.ar. -Franz Fanon. Los condenados de la Tierra.

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Hambre y desnutrición

La imagen de alguien sufriendo desnutrición omuriendo de hambre impacta nuestra con-

ciencia no solo por la idea de violación de un man-dato moral a priori, sino también por la rupturade todo futuro imaginable para nuestra integri-dad moral (v. Desnutrición infantil y pobreza). Setrata de un impacto emocional, sin duda, y algu-nos bioeticistas han querido sostener que estasemociones no forman parte del discurso moral encuanto a generar deberes, sino que pueden con-ducir cuando más a actos de libre disposición a lacaridad. Pero este tipo de abordaje moral, comosuelen ser las distintas variantes del egoísmo éti-co, tienen poca aceptación desde el sentido co-mún y resultan muy vulnerables a la inmensamayoría de las concepciones teóricas sobre la jus-ticia, por no decir a su totalidad. El problema mo-ral que se encierra en determinadas situacionesde la realidad no requiere otra cosa que la intui-ción (v.) como comprensión directa e inmediatade una verdad, para alcanzar la certeza de queesa realidad –la del hambre– nos ofende y nosobliga moralmente. Aún más, la situación de ham-bre y desnutrición de una persona sacude la totali-dad de nuestra identidad y no solo nuestro saber onuestra voluntad. Porque el absurdo de ser, anteesa visión, es de tal magnitud que lleva hasta el lí-mite a las condiciones mismas de nuestra auto-comprensión. No se trata de un problema delibertad, sino de la integridad de nuestra identi-dad moral. Esto es, de la razón constitutiva del serque somos como fundamento posible de nuestralibre voluntad.

El hambre en América Latina. En América Latinamillones de personas padecen hambre y desnutri-ción. Los casos bioéticos repiten una y otra vez,hasta en medio del uso de altas tecnologías, estarealidad regional. Hay pacientes con insuficienciarenal, por ejemplo, que reciben diálisis hasta quepueden realizarles un trasplante, pero que no tie-nen vivienda permanente ni condiciones sanita-rias adecuadas, que están desnutridos no solo porla enfermedad que padecen, sino por no tener di-nero para alimentarse, y no tienen dinero para pa-gar los medicamentos de sostén del trasplante nitienen cobertura de salud para hacerlo. Así sucedeen tantas otras situaciones en atención de la salud(v.). Pero el problema del hambre ha tenido unahistoria muy particular en América Latina. Cuan-do los españoles llegaron a este continente, sin co-nocimiento alguno sobre los modos de produciralimentos en los nuevos territorios, padecieronmuerte por hambre salvo cuando lograban ser

asistidos por los aborígenes que estaban mejor ali-mentados y tenían alimentos para darles. Se tratóde la primera crisis de seguridad alimentaria (v.),sin duda alguna, y de esta situación han quedadodetalladas descripciones. Una de las crónicas másdifundidas han sido los Naufragios y comentariosde Alvar Núñez Cabeza de Vaca, cuyo argumentocentral –puede decirse– es la historia del hambrede un colonizador en su peregrinación por lastierras aborígenes del norte de América (situa-ción que luego le perseguiría cuando Cabeza deVaca entró por Brasil hasta Paraguay). En el sur,poco después de la fundación de la actual BuenosAires por Pedro de Mendoza, esta ciudad sería lla-mada Puerto del Hambre. Ulrico Schmidl, que for-mó parte de esa expedición fundadora, describióhasta el horror las razones de tal nombre en sucrónica conocida como Derrotero y viaje a Españay las Indias según la traducción de Edmundo Wer-nicke. En su pasaje más atroz, Schmidl dice: “Fuetal la pena y el desastre del hambre que no bastaronni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas, has-ta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido.Sucedió que tres españoles robaron un caballo y selo comieron a escondidas; y así que esto se supo seles prendió y se les dio tormento para que confesa-ran. Entonces se pronunció la sentencia de que seajusticiara a los tres españoles y se los colgara deuna horca. Así se cumplió y se les ahorcó. Ni bien selos había ajusticiado, y se hizo la noche y cada unose fue a su casa, algunos otros españoles cortaronlos muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorca-dos, se los llevaron a sus casas y allí los comieron.También ocurrió entonces que un español se comió asu propio hermano que había muerto. Esto sucedióen el año 1535, en el día de Corpus Christi, en la re-ferida ciudad de Buenos Aires”.

Pero al culminar la conquista de la región, la si-tuación se invertiría: los españoles estarían bienalimentados y los aborígenes morirían de hambre.Una de las razones más importantes para ese cam-bio fue producto de la ‘encomienda’, instituciónde origen feudal que en América otorgaba un nú-mero de indios a determinado señor para que esterecibiera el fruto del trabajo y los tributos deaquellos a cambio de protección y evangelización.Todos los españoles aspiraban a ser encomende-ros porque con un número de indios a su servicioaunque fuera pequeño quedaban a salvo del ham-bre. Sin embargo, este régimen no solo cambió eldestino de consumo de la producción alimentariaindígena, sino también sus modelos de produc-ción y finalmente les sumió en la desnutrición.

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Instalada la dialéctica del amo y el esclavo, elhambre pasó a ser padecimiento de los pueblosoriginarios y se convirtió en endemia regional. Aun-que las Leyes Nuevas de 1542 abolieron el carácterhereditario de las encomiendas otorgadas a los pri-meros conquistadores, la rebelión de los colonos adicha norma persuadió a Carlos V que dicha supre-sión sería la ruina económica de las colonias. En1545 suprimió el capítulo 30 de aquellas leyes, quehabía abolido las encomiendas. Los resultados de lapersistencia de aquella legislación, entre otros fac-tores, han de analizarse para comprender las

razones que nos obligan hoy a reclamar un derechoa la alimentación (v.). En un sentido fundacional,un detallado estudio del hambre más reciente en elcontinente americano fue realizado por el médico ysociólogo brasileño Josué de Castro en su trascen-dente Geografía del hambre (1946). Estos y otros es-tudios, como los de nutrición (v.) llevados a cabo envarios países latinoamericanos, no pueden dejar deser parte fundamental de las reflexiones y construc-ciones de una bioética regional atenta a los proble-mas éticos concretos de sus comunidades.

[J. C. T.]

Nutrición

Héctor Bourges (México) - Instituto Nacionalde Ciencias Médicas y Nutrición SalvadorZubirán

Concepto. Nutrición es la acción y efecto de nutrir,del latín nutrire que, en el lenguaje común, es sinó-nimo de alimentar, llenar, restaurar, sustentar, criar,cebar y, en forma figurada, de acrecentar o fortale-cer. Al parecer, nutrir y su derivado nutrición se co-menzaron a usar en español hace unos cuatrocien-tos o quinientos años como sinónimos “cultos” dealimentar y alimentación. Alimentación es la accióny efecto de comer, alimentar o alimentarse. Si bienla equivalencia antes señalada entre nutrición y ali-mentación se mantiene todavía en el lenguaje co-mún, en el lenguaje científico, en particular en His-panoamérica, se da a nutrición una connotaciónmás amplia como “el conjunto de fenómenos quetienen por objeto la conservación del ser viviente”.Desde esta perspectiva, la alimentación es unaparte o un paso de la nutrición y, por ello, al co-mer, el ser humano se alimenta y se nutre. La disci-plina científica que estudia la nutrición y la ali-mentación es la nutriología.

La nutrición como proceso biológico. La nutriciónes un proceso biológico universal, es decir, comúna todos los seres vivientes; todos los organismosvivos se nutren, y solo ellos lo hacen. Por ello, nu-trición y vida son conceptos inseparables. Conser-var la vida y reproducirse para conservar la espe-cie son tareas fundamentales de todo organismo.Ambas dependen del abastecimiento suficiente deenergía y de un conjunto de “sustancias nutriti-vas” de origen externo al organismo, que realizanuna o más funciones metabólicas. Una definiciónmás precisa de nutrición sería “el conjunto de losprocesos involucrados en la obtención, asimilacióny metabolismo de las sustancias nutritivas”. La ali-mentación corresponde al primero de esos pasos.Comer es un acto intermitente y en esencia volun-tario y consciente que, en forma casi “automática“,desencadena la digestión de los alimentos y de loscompuestos que contienen, la absorción intestinal

de las sustancias nutritivas, su distribución en el or-ganismo, su incorporación y metabolismo en cadauna de las células y la excreción de los desechos. Sibien la nutrición tiene lugar fundamentalmente enlas células, el concepto se puede también aplicar eintegrar en los ámbitos tisular, del individuo y so-cial; se hace referencia entonces a la nutrición de talo cual tejido, persona o población. En contraste conla alimentación, que es intermitente y en esencia vo-luntaria y consciente, la nutrición es continua y ensu mayor parte no es voluntaria, ni perceptible parael individuo.

El caso del ser humano: más que un proceso biológi-co. Es claro que comer (alimentarse) es una nece-sidad biológica ineludible, porque de su plena sa-tisfacción depende la conservación de la vida. Sinembargo, para el ser humano es mucho más queeso; además de sustento para el cuerpo, es estímu-lo placentero para los órganos de los sentidos,medio de expresión artística, instrumento eficazde comunicación y de vinculación social, ele-mento medular de ritos, de ceremonias y de cele-braciones festivas o luctuosas, instrumento paramantener y fortalecer el sentido de identidad y, enfin, una de las formas predilectas para expresarlas peculiaridades de cada cultura. Puesto que essustento, gozo, vínculo social y sello y forma deexpresión cultural, y puesto que tiene numerososdeterminantes biológicos, psicológicos y socioló-gicos, se dice que la alimentación (y por consi-guiente la nutrición) tiene carácter bio-psico-so-cial. Si se considera lo anterior, una definiciónmás precisa de alimentación para el caso del serhumano es “el conjunto de procesos biológicos, psi-cológicos y sociológicos relacionados con la inges-tión de alimentos, mediante el cual el organismoobtiene del medio las sustancias nutritivas que ne-cesita, así como satisfacciones intelectuales, emocio-nales, artísticas y socioculturales que son indispen-sables para la vida humana plena”.

La nutrición: parte del fenotipo. La nutrición esparte del fenotipo de cada persona, ya que es el

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resultado de la interacción dinámica de la infor-mación genética que cada individuo ha heredadode sus padres con su historia ambiental particular.A su vez, la historia ambiental de un individuoestá conformada por su historia alimentaria y porsu relación a largo plazo con el medio físico (alti-tud, clima, etc.), biológico (microorganismospor ejemplo), psicoemocional y sociocultural.Solo se puede lograr una buena nutrición, si todoslos factores mencionados son propicios. Un defec-to genético, un clima extremo, una infección, elsufrimiento emocional o la insatisfacción social,pueden interferir la nutrición, aun comiendobien. Por supuesto, una buena nutrición exige unabuena alimentación. Quien se alimenta mal nopuede estar bien nutrido, pero en la nutrición in-tervienen muchos otros factores y por ello no bas-ta con tener una buena alimentación.

Determinantes de la alimentación. La alimentaciónestá finamente regulada por mecanismos fisioló-gicos, en especial por la interacción de las sensa-ciones de hambre y saciedad que, con sorpren-dente precisión, controlan la ingestión de alimentosde manera que corresponda con las necesidades decada cual. Sin embargo, existen otros determinan-tes que a veces pueden interferir dichos mecanis-mos; entre ellos figuran, interactuando en formacompleja, el apetito (o “antojo”), los conocimientosy prejuicios, los gustos y preferencias, los recuerdosy estados de ánimo, las actitudes y temores, los va-lores y tradiciones, los hábitos y costumbres, loscaprichos y las modas. Por supuesto, no son menosimportantes los muy diversos elementos históricos,geográficos, psicológicos, antropológicos, sociológi-cos, comerciales, económicos, culturales y hasta re-ligiosos que determinan la disponibilidad local dealimentos, el acceso de la población a ellos y los re-cursos culinarios para prepararlos (conocimientos,infraestructura material y de conservación). Debidoa la complejidad y variedad de los factores mencio-nados, la alimentación humana es muy susceptiblea sufrir distorsiones cualitativas y cuantitativas quese traducen en disnutrición (mala nutrición, padeci-mientos de la nutrición).

Enfermedades de la nutrición. Así como la buenaalimentación y la buena nutrición son pilares dela salud, las desviaciones alimentarias o las altera-ciones en el resto de sus determinantes puedenproducir mala nutrición y, en consecuencia, diversasenfermedades. Es un hecho que muchos de los pa-decimientos que más afligen hoy a la humanidad yque causan tasas de mortalidad elevadas, podríanevitarse o por lo menos retardarse mediante ciertoscuidados alimentarios. A grandes rasgos, las enfer-medades de la nutrición se pueden clasificar en defi-ciencias, excesos y desequilibrios. Entre las deficien-cias destacan la desnutrición infantil y la anemia

por deficiencia de hierro y, en menor grado, las devitamina A y yodo. Entre los excesos y desequili-brios destaca la obesidad, una enfermedad por símisma, que favorece enfermedades metabólicascrónicas como la hipertensión arterial, la diabe-tes mellitus tipo 2, la ateroesclerosis y algunoscánceres.

Consideraciones éticas en el terreno alimentario. Lalegislación de algunos países acepta el “derecho ala alimentación”, un derecho humano fundamen-tal, pues sin él no son posibles los derechos a lavida y a la salud. Se trata de un derecho individualy social que debe entenderse como el acceso a unaalimentación saludable y acorde con la cultura ylos gustos de cada cual. La ingeniería genéticaofrece hoy la posibilidad de diseñar alimentos ap-tos para cultivo en ecosistemas poco favorables ode conferirles, con alto grado de control y seguri-dad, características específicas deseadas. Sin em-bargo, a ello se contraponen en la práctica dospeligros potenciales: a) La tendencia de la indus-tria biotecnológica a concentrarse en cuatro ocinco firmas podría originar que la alimentaciónde la humanidad quedara al arbitrio de pocasmanos; y b) si bien es incidental, hay demasiadosejemplos de descuido e irresponsabilidad en elmanejo actual de los “organismos transgénicos”.Tanto las deficiencias como los excesos tienenconsecuencias muy graves. Las deficiencias, queafectan en particular a los niños, representan elinfortunio singular de no contar con lo elementaly no permiten hacer realidad el potencial con quese nace; los excesos tienen un enorme costo eco-nómico y generan alta mortalidad en etapas pro-ductivas de la vida. Las deficiencias y los excesosson casi siempre producto de la actuación huma-na individual o social, y no de fuerzas naturalesincontrolables. En escala mundial y en la mayo-ría de los lugares, los alimentos distan de ser es-casos, hay más que lo necesario y hasta se des-perdician; lo que causa las deficiencias son laexplotación humana, la inequidad, la depriva-ción social, la discriminación, los intereses eco-nómicos muy primitivos, la ignorancia y en oca-siones hasta el genocidio. Hasta no hace muchotiempo, las costumbres alimentarias eran apro-piadas en la mayoría de los casos, de manera quequienes no estaban limitados por el aislamientoo la miseria, en general, comían en forma correctay los excesos y desequilibrios no eran tan comu-nes. Hoy muchas poblaciones han perdido auto-nomía alimentaria al ser presas de desenfrenos dela mercadotecnia, de la imposición de valores yconductas “occidentales” promovidos por la “glo-balización” y de la obsesión por “lo moderno”que, en lo que toca a la alimentación, ha demos-trado a menudo no ser aconsejable.

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Referencias

E. Casanueva, M. Kaufer, A. B. Pérez Lizaur, P. Arroyo(eds.), Nutriología médica, Editorial Médica Panamericana,2001. - A. Velázquez., H. Bourges (eds.). Genetic Factors inNutrition, Academic Press, 1984. - F. Gómez. Desnutrición,Bol. Med. Hosp. Inf. (Méx.), 1946; 3(4): 543. - H. R. Bour-ges, J. M. Bengoa, A. M. O´Donnell. Historias de la nutri-ción en América Latina, Fundación Cavendes, InstitutoNacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubi-rán, Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil, 2000.

Desnutrición infantil y pobreza

Alejandro O’Donnell (Argentina) - Centro deEstudios sobre Nutrición Infantil

Enfermedad y pobreza. A pesar de ser reconocidauniversalmente como la principal causa de enfer-medad, sufrimiento y muerte, la pobreza extremafigura en uno de los últimos lugares de la clasifi-cación internacional de enfermedades de la OMSen el código Z 59.5 – extrema pobreza. En Argen-tina, el principal problema de salud es la extremapobreza que hace peligrar los avances alcanzadosdurante años. La pobreza impregna social y bioló-gicamente toda la vida de un individuo, perpe-tuándose de generación en generación, con po-bres que generan otros pobres. La pobreza no esun fenómeno contemporáneo, aunque antigua-mente era quizás más equitativa: los pobres pade-cían y se morían de las mismas enfermedades quelos ricos y en porcentajes comparables. En la Eu-ropa de principios del siglo XX, antes de los anti-bióticos y de las vitaminas, las cifras de mortali-dad comenzaron a mejorar rápidamente con elsaneamiento ambiental, la calidad de la vivienda,la disponibilidad de agua corriente y cloacas, asícomo la mejor alimentación e incipientes legislacio-nes de protección de las embarazadas y de los niños.Esto demostró que el mejoramiento de la salud y lanutrición de la población no era solamente un pro-blema médico, sino que todas las esferas de gobier-no debían involucrarse en el mejoramiento de lascondiciones de vida de la población.

Niñez y pobreza. Por sus características biológicas,los niños sufren más los efectos de la pobreza alestar expuestos a una constelación de riesgos queno afectan en la misma medida a los niños másprivilegiados. Los niños pobres tienen casi cincoveces más riesgo de nacer con bajo peso, diez ve-ces el riesgo que su madre muera durante, o comoconsecuencia del parto, seis veces más posibilida-des que aún en el segundo trimestre de embarazosu madre no se haya hecho ningún control médi-co, casi diez veces que su madre sea una adoles-cente, el doble de posibilidades de morir antes delprimer cumpleaños, diez veces más posibilidadesde vivir en viviendas inadecuadas con hacina-miento, y ocho veces más posibilidades de haber

nacido en el seno de una familia numerosa y demuy bajos recursos. Es cinco veces más factibleque deserten de la escuela primaria, y quince ve-ces más de la secundaria. Si como consecuenciade estas circunstancias de la vida quedan con unatalla retrasada –11 a 17% de los niños argenti-nos–, tendrán veinte veces más posibilidades derepitencia escolar que los niños más privilegiadosde talla normal. La repitencia es más alta a medi-da que transcurren los años escolares, a medidaque las exigencias curriculares van siendo mayo-res, expresando sus limitaciones intelectuales.Tienen treinta veces más posibilidades de sufriraccidentes, quemaduras y maltrato físico que losmás privilegiados.

Desnutrición infantil y pobreza. Pobreza no impli-ca necesariamente desnutrición, pero existe unafuerte asociación entre ambas. La desnutrición esla cara más emotiva de la pobreza. Esta desnutri-ción no necesita ser extrema para afectar definiti-vamente a los niños. La desnutrición menos evi-dente, que encubre deficiencias de nutrientes y devitaminas y culmina en una baja talla definitiva, yque refleja una vida de enfermedades, privacio-nes y deprivación ambiental y sensorial, es aúnmás perniciosa para el futuro de una sociedad.Esta desnutrición afecta a millones de niños enAmérica Latina. Estudios sobre desarrollo infantilen distintas localidades muestran que más de uncuarto de los niños no desnutridos que ingresan ala escuela tienen un coeficiente intelectual menorque el esperado. La cifra sube en comunidadesmuy pobres a 65% con una elevada proporción deniños que serán prácticamente ineducables. Enello influyen el bajo peso de nacimiento, la ane-mia, la deficiencia de cinc, la desnutrición y la po-bre estimulación ambiental. El sistema de salud,más el constante incremento en el gasto socialcomo porcentaje del PIB y la movilización solida-ria de la comunidad pueden atenuar el impacto deesta situación. El gasto social puede ser mejoradoy lograr más eficiencia dado que en la asignaciónde beneficiarios de planes sociales se observapoca originalidad en el diseño de los programasque, con pocas modificaciones, resultan ser losmismos durante décadas, sin haber sido evalua-dos en su impacto y en los diferentes criterios deaplicación local. Además, coexisten muchas prác-ticas de corrupción. La cohesión social de organi-zaciones de la comunidad, iglesias, clubes barria-les y municipios, tiene un inmenso papel quejugar. Los gobiernos tienen la responsabilidad deapoyar sus actividades, dado que estas organiza-ciones no pueden realizar obras de mayor enver-gadura por sí solas, con la seguridad de que estaorganización de la comunidad es muy eficiente enla ejecución de sus tareas. Los barrios pobres ne-cesitan saneamiento ambiental y, para sacar a los

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niños del ciclo de la pobreza, las mejores escuelascon los mejores maestros que deberían recibir sa-larios como los de áreas de frontera, dado que loslímites de estos barrios son una frontera entre losque tienen futuro y los que no lo tienen. Los niñosson los más vulnerables y por ello deben reafir-marse pautas de crianza realzando el rol insusti-tuible de la madre, aunque sea pobre e iletrada.Los estudios de desarrollo infantil muestran queel desempeño de los niños, aun de los más pobres,cuando la crianza es intuitiva y la lactancia mater-na predomina, en los primeros seis meses de lavida puede ser superior a la de los niños de paísesdesarrollados. Los primeros dos o tres años de lavida son biológicamente de intenso apego a la ma-dre –quien es insustituible–, y ese apego se instalacomo una conducta definitiva en la niña paracuando le toque ser progenitora. Es posible que elconcepto de cuidado de los niños sea parte intuiti-va no mensurable de la relación entre sexos–amor– que culminará en la procreación y, even-tualmente, en una familia. En consecuencia, losproblemas que afectan a la infancia son un proble-ma ético ineludible.

Referencias

H. R. Bourges, J. M. Bengoa, A. M. O´Donnell. Histo-rias de la nutrición en América Latina, Fundación Caven-des, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y NutriciónSalvador Zubirán, Centro de Estudios sobre NutriciónInfantil, 2000.

Crisis de seguridad alimentaria

Patricia Aguirre (Argentina) - Ministerio deSalud de la Nación

El hambre como crisis de civilización. En las socie-dades actuales, en Argentina, en Latinoamérica yen el mundo, la alimentación está en crisis, lo queresulta paradójico porque justamente ahora –apartir de 1985– en el mundo se producen alimen-tos suficientes para alimentar a todos los habitan-tes con una cantidad y variedad que los nutricio-nistas juzgan adecuada. Precisamente porque hayalimentos suficientes, quedan al desnudo la pro-fundidad de la crisis y el hecho de que es un pro-blema de la sociedad humana, no del clima, ni delsuelo, ni del destino. El problema del hambre esuna creación social de la forma en que las socieda-des humanas deciden la distribución de sus bienes ysus símbolos y de la legitimación de quienes puedengozar de ellos y de quienes no, en un mundo de re-cursos suficientes. Es una crisis tan total que algu-nos autores la ubican como una “crisis de civiliza-ción”, porque ocurre en todos los ámbitos: en el dela producción como crisis de sustentabilidad; en elde la distribución como crisis de acceso; en el delconsumo como crisis de comensalidad.

La esfera valorativa de la crisis de sustentabilidad yacceso. Tal vez en Latinoamérica la crisis de sus-tentabilidad se visualice mejor que en otros luga-res del mundo –que cuidan su medio ambiente ex-portando las industrias sucias fuera de susterritorios–. Pero la producción agroalimentariaactual, muy dependiente del petróleo –no por elcombustible que mueve los tractores, sino por laslargas cadenas de hidrocarburos que componenlos agroquímicos–, se ha comportado como unaindustria depredadora. La extensión de la fronte-ra agraria amenaza la biodiversidad; bosques yhumedales son incorporados a la explotación sinmedir las consecuencias en el equilibrio general.Sin embargo, no ha sido por la extensión de lasfronteras, sino por el aumento de la productivi-dad, que se llegó a la disponibilidad plena. Esaproductividad está basada en los agroquímicosque emporcan los acuíferos, eliminan la diversi-dad y homogeneizan y fragilizan los entornos na-turales, poniendo en duda su continuidad futura.Hoy los inputs energéticos de nuestros alimentosson tantos como lo que se logra producir, pero elpetróleo es un recurso no renovable. Urge cam-biar hacia una agricultura respetuosa y sustenta-ble. Pero el problema no solo está en la tierra. Ladepredación de los mares ha hecho colapsar cala-deros (bacalao del mar del Norte, merluza hubsien el mar argentino), ha llevado a la cría descui-dada (camarón en India), y a contaminar las cos-tas. Hoy hay producción suficiente para sostenerla disponibilidad plena, pero con esta manera deproducir no hay garantías que se mantenga maña-na. En los países de Latinoamérica se pone la po-blación ante una falsa antinomia: producción de-predadora o pobreza. Sin duda es lícito que lospaíses busquen autonomía alimentaria; producirsí, pero no a cualquier costo. Estamos frente a unproblema valorativo, no a un problema técnico.Las concepciones antiguas situaban al ser huma-no como rey de la creación y permitían su abusode la naturaleza (cuando por la tecnología que te-nía poco podía hacer para dañarla); ahora se pro-longan y legitiman el abuso y el descuido del me-dio ambiente, pero con tecnología pesada. Lacrisis de acceso es quizás la más evidente ya que el30% de las personas se quedan con el 80% de losrecursos alimentarios en Latinoamérica y debe-mos soportar la vergüenza de millones de desnu-tridos con disponibilidad excedentaria. Volvemosa situar la crisis en la esfera valorativa, del dere-cho a la alimentación y la legitimación de la apro-piación diferencial de unas clases, de un género yunas edades sobre otras.

El problema silencioso de la comensalidad. La terce-ra problemática es aún más silenciosa: en el con-sumo se da una crisis de comensalidad, de com-partir el alimento. Desde el omnivorismo que hizo

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al evento alimentario complementario y colecti-vo, hemos comido con otros, y todas las culturashumanas recubrieron de relaciones especiales elacto alimentario. Y a los saberes acerca del buencomer lo llamaron gastronomía. Saberes acercade la combinatoria de los sabores, de las prepara-ciones y los platos que –como reglas– organizan elevento alimentario dándole sentido a cientos depequeñas acciones mitificadas que organizan es-pacio, tiempo, géneros y edades en formas conoci-das y esperables. Estas reglas de combinatoria, es-tos sistemas culturales –por tanto arbitrarios– declasificación que los humanos imponemos a lo co-mestible transformándolo en comida, se han com-parado con una gramática; por eso se habla dellenguaje culinario. En las sociedades urbanas-industriales-posmodernas este lenguaje de lo culi-nario, este comer con otros también está en crisisy crece el picoteo solitario, donde el otro culturaldesaparece (real e imaginariamente) constituyén-dose un comensal sin reglas, comiendo solo cuan-do tiene hambre (y puede pagarlo), picoteandofrente a la heladera o el kiosco, sin normas nicombinatoria, sin el otro cultural. Se pasa de lagastronomía a la gastro-anomia, no porque nohaya reglas, sino porque hay demasiadas. Médi-cos, cocineros, publicistas, ecónomas, nutricionis-tas, profesores de gimnasia y la abuelita (como re-presentante del patrimonio gastronómico) nosdicen permanentemente qué comer. Tantas nor-mas, tantos valores reconocidos (la salud, el gus-to, la belleza, la economía hogareña, el cuidadodel cuerpo, la tradición) terminan por confundiral sujeto actual, que las sigue todas sin seguir nin-guna: alternándolas. Y así las normas se dejan alarbitrio del único que siempre es la continuidadnormativa: el mercado. Un mercado que en estetiempo ha destruido la diferencia entre la produc-ción de mercancías y de alimentos (véase si no losno alimentos, antinutrientes o comida chatarra)que deben ser buenos para vender antes que bue-nos para comer. Este comensal solitario, pero masi-vizado por los medios manejados por un mercadode alimentos, come sin reglas o con normas enaje-nadas acerca de su alimentación, no porque no lastiene sino porque tiene demasiadas. Nuevamenteestamos frente a un problema valorativo.

Crisis de seguridad alimentaria y derecho a la ali-mentación. He aquí por qué se habla de crisis decivilización. Pero me permito dudar no de la cri-sis, sino del presupuesto apocalíptico de que seauna crisis de civilización. Preferiría situarla comocrisis de seguridad alimentaria, del derecho de to-das las personas a una alimentación nutricional yculturalmente adecuada. Vista desde el derecho,podemos analizar la crisis como eminentementehumana y como social, no dependiente del clima,ni del suelo, ni del destino, sino de la manera

como los humanos elegimos organizar nuestrasrelaciones (entre nosotros mismos y con muestromedio). Y si es una crisis del derecho a la alimen-tación, entonces se sitúa por completo en la esferade los valores que legitiman este abuso depreda-dor del medio ambiente, que provoca la crisis desustentabilidad. Legitiman el acceso restringidoprovocando la crisis de equidad y legitiman la de-sestructuración de la gramática culinaria convo-cando al comensal solitario masivo. Si esto es así,debemos señalar que es un problema complejo, ylos problemas complejos no tienen solucionessimples. No debemos buscar soluciones mágicas(se llame producir soja, entregar cajas, formar co-medores o instar a la solidaridad) y abordar la ím-proba tarea de revertir una crisis estructural, queademás compartimos en estos tiempos con granparte del planeta, lo cual no nos exculpa, sino quehace la solución más compleja. Además hay queremarcar un tema: sociedades como las latinoa-mericanas, donde cerca de la mitad de la pobla-ción no tiene acceso a las condiciones básicas paradesarrollar su vida, son sociedades que han colap-sado. Porque una crisis que afecta tanta poblaciónes un problema que afecta a toda la población, nosolo a quienes la padecen. Por eso debemos situarla problemática alimentaria dentro de la proble-mática de la pobreza y la exclusión, las cuales re-quieren soluciones globales, porque será imposi-ble solucionarlas de a partes, por sectores. Unasolución que alcance a todos (y en esto estamosincluyendo a los pobres y a los no pobres, a losque tienen hambre y a los saciados) debe pasarpor la sociedad como un todo. Si la crisis es es-tructural, la solución también debe serlo: o alcan-za a todos o no hay tal solución.

Los valores en una respuesta estructural. Es muyimportante y sin duda vital para la urgencia y parala cobertura (aunque no suficiente) implementarpolíticas activas desde el Estado. Pero tampocobasta con apelar a la solidaridad. Frente a unacuestión estructural, necesitamos una solución es-tructural porque está en juego el cimiento mismode la sociedad. Por eso es importante hablar de losvalores que llevaron a esta crisis y de los que nece-sitamos para revertirla. Valores como parte delhorizonte de sentido que se da una sociedad parajustificar su existencia y para que sus miembrossientan que vale la pena vivir y tener hijos en ella.La posición valorativa de los años noventa respon-dió por un lado a la profundización del modelo deacumulación económica aperturista (que en reali-dad se impone a la región desde mediados de losaños setenta) en una sociedad disciplinada por laexperiencia horrorosa de la hiperinflación. Peropor otro lado se exaltaron valores que entroniza-ron la salvación individual (aunque el otro perez-ca), la hipocresía del lujo extremo frente a la

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pobreza extrema y, lo peor, la des-responsabiliza-ción del destino colectivo, ya que cada uno debíavivir para sí siendo solo reponsable de su propiariqueza o pobreza. En este marco, el rol del Estadocomo árbitro estaba cuestionado (nadie discuteque ciertos mecanismos del Estado de bienestarhabían entrado en crisis), pero en los valores no-ventistas el Estado debía ser llevado por la manoinvisible del mercado a su mínima expresión.También la sociedad, en los valores del neolibera-lismo económico, debía ser llevada a su mínimaexpresión, y vivimos la demencia de oír que era elconsumo lo que nos volvía ciudadanos. En socie-dades urbanas donde el ingreso depende del sala-rio y la destrucción del aparato productivo generadesempleo, sin ingresos no hay manera de comer(ni de vivir). Sabemos que la exclusión se resuelvecon trabajo, que en el pasado ha sido la herra-mienta de la inclusión social más efectiva y digna,pero también sabemos que recuperar la capacidadde trabajo para millones de desocupados llevaaños y que no podemos esperar. No podemos per-der de vista que estamos conviviendo con genera-ciones que son hijas del desempleo, e hijas de loscomedores. Generaciones que han crecido sin co-nocer la capacidad incluyente y socializadora deltrabajo, sin la capacidad incluyente y socializado-ra de la comensalidad familiar. Porque los valoresdesintegradores que vivimos en la década de losnoventa se reflejan en las formas de comer –de losque tienen y de los que no tienen, aunque por dis-tintos elementos–. Retrocede la mesa familiar yavanza la comida desestructurada, el picoteo don-de se rompe la gramática y aparece el individuosolo, comiendo sin reglas, sin compartir real ysimbólicamente su alimento. ¿Cómo revertir estasituación?: en principio reconociendo la crisis ali-mentaria como parte de la exclusión social y comotal un problema social no de los pobres, sino detoda la sociedad. El politólogo inglés Ralph Dah-rendorf escribió: “Si hay un 5% de excluidos es unescándalo moral para los no excluidos”. Asocia ex-clusión con dignidad y piensa que la dignidad esla base de la comunidad humana.

La alimentación como derecho humano. El concep-to de seguridad alimentaria como derecho permi-te situar la alimentación dentro de la estructurade derechos de la sociedad y recoge un conceptomuy caro a la antropología alimentaria: en la ali-mentación se refleja la estructura social. Podemosver nuestro futuro analizando nuestra alimenta-ción, porque lo que hagamos con la crisis alimen-taria lo haremos con nuestra sociedad. La Decla-ración de Derechos Humanos de 1948 habla de ladignidad antes que de los derechos, porque la ciu-dadanía se compone no sólo de derechos civiles,sino también de derechos políticos, sociales y cul-turales. No deberíamos hablar solo de cumplir las

obligaciones, sino de asumir los deberes (impera-tivo ético para el cual el Estado no tiene ningunamedida, ni coercitiva ni punitiva) que tienen quever con el compromiso, pero también con el prag-matismo y con el deseo de supervivencia como co-munidad. El Estado puede estimular y arbitrar losintereses sectoriales, pero es necesario que secomprenda que la problemática de la exclusión so-cial vuelve al resto de los problemas y sus eventua-les soluciones: temporales y relativas. El Estado hade convocar a un pacto solidario de inclusión socialacordando que hay una prioridad común y prece-dente a todos los intereses, que hay un compromisoque asumir y una cuestión que resolver con urgen-cia. Pero el Estado también debe resolver esta pro-blemática en forma continua y más allá de las admi-nistraciones, porque a esos jóvenes hay que llegarcon nuevas herramientas, con planes de formaciónpara reinsertarse en un mundo que les es completa-mente ajeno. Una sociedad no puede vivir, crear,trabajar, educarse o desarrollarse en medio de se-mejante escándalo moral.

Referencias

Patricia Aguirre. Ricos flacos y gordos pobres: la ali-mentación en crisis, Buenos Aires, Capital Intelectual,2004. - Patricia Aguirre. Antropología de la alimentación,en Amado A. Millán Fuertes (comp.), Arbitrario cultural.Racionalidad e irracionalidad del comportamiento comen-sal. Homenaje a Igor de Garine, Alifara Estudios, 2005. -Patricia Aguirre. Estrategias de consumo: ¿Qué comen losargentinos que comen?, Buenos Aires, Miño y Dávila Edito-res, 2006.

Derecho a la alimentación

Sebastião Pinheiro (Brasil) - UniversidadeFederal do Rio Grande do Sul

El contexto de surgimiento. El derecho a la alimen-tación es un nuevo término de reacción al ordeninternacional y a las normas de los mercados ali-menticios. El hombre, desde su surgimiento, bus-ca liberarse de la madre naturaleza y eso ocurrede forma creciente en todos los aspectos, pero ja-más conseguirá liberarse de ella para su alimenta-ción, pues todos los alimentos salieron, salen ysaldrán de la naturaleza en el futuro. Sin embar-go, cada día es más difícil conseguir alimentos enla naturaleza sin tener cómo pagarlos y cada díaestán más caros, por su producción, clasificación,tipificación, homogeneidad, calidad, industriali-zación, empaque y una serie de servicios de inte-rés de la comercialización y la industria interna-cional de alimentos. La comercialización y laindustrialización internacional de alimentos es-tán restringidas a pocos cereales, frutas, hortali-zas, tubérculos y raíces; lo mismo ocurre a los pro-ductos animales, a los peces y las aves. En la

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última década, con el nuevo orden de la Organiza-ción Mundial de Comercio, hubo un perfecciona-miento del Orden Bilateral de Yalta a través de laspolíticas de los organismos multilaterales de lasNaciones Unidas (FAO, OMS, UNIDO, OCDE,GATT, FMI, etc.) y las políticas de “ayuda interna-cional” de los países industrializados trajerongran pérdida de la biodiversidad en la dieta de lospueblos en todos los continentes en interés de lastraders y brokers de la industria y distribuciónmultinacional de alimentos. Eso provocó el ham-bre como un arma ideológica de alineamiento in-condicional y aceptación de las imposiciones. Laagricultura industrial aplicada en países no indus-triales sirvió para el drenaje de riquezas y empo-brecimiento de toda la sociedad y la desestructu-ración de las agriculturas existentes. No sabemoslo que significa en cantidades o dinero el comer-cio local de quinua, kiwicha, amaranto, jicama,ahipa, capulines, chilacayote, teff, ensete, ulluco,mauka, mashua, arracacha, nopal, ñame, achirra,cuis y guacholote, por citar solamente algunos delos principales alimentos de las dietas de los cam-pesinos del mundo que ahora reciben una clasifi-cación botánica y son tratados con exoticidad eninvestigaciones de las universidades e institutospara crear los nichos de mercados futuros y sofis-ticados para los países ricos. En las más lejanas es-cuelas latinoamericanas se sirve obligatoriamen-te, a los estudiantes hijos de campesinos y deindígenas, la “sopa marucha” del cartel de los ali-mentos Cargill, Bunge, Nestlé, Phillips Morris,ADM/Töpfer, André, con soja y maíz o trigo congusto de pollo, carne o camarones. La mayoría delas veces es comercializada por el Estado a nom-bre de las obras sociales. Al mismo tiempo, en elmercado la publicidad y propaganda promuevenel aumento de consumo de comidas y bebidas ar-tificiales de alto precio con relación a su baja cali-dad. Esto empezó con las campañas oficiales inter-nacionales y nacionales de sustitución de la lechematerna por la leche en polvo, después de la Segun-da Guerra Mundial. El resultado fueron las epide-mias de diarreas infantiles con alta mortalidad porla mala calidad del agua utilizada. Pero nada de esose hizo público por ser considerado subversivo a losintereses de venta de leche en polvo. Para eso lagran biodiversidad de semillas de los campesinos,que tenían alta seguridad local y garantía de pro-ducción constante, fueron sustituidas por las semi-llas híbridas del mismo cartel anterior interesado encambiar las dietas para facilitar sus negocios inter-nacionales y nacionales.

Seguridad alimentaria, comercio global y autono-mía alimentaria. Cuando Hernando de Soto lle-gó al Perú quedó sorprendido de que los nativosno conocieran el término hambre y su contenidopolítico, aunque tuvieran un territorio y clima

extremadamente áridos. La tecnología del charqui,chuño y otras dejó maravillado al “invasor”, que aúnno conocía la maravilla de las plantas utilizadas enmedicina y salud. Durante los últimos cincuentaaños el hambre mató más de mil millones de perso-nas en África, América Latina y Asia, por políticasplanificadas en los gabinetes gubernamentales yempresariales de Londres, Ginebra, Washington,París y otras subsedes de los países del mundo. Loseconomistas dicen que en el mundo hay personasque sobreviven con menos de dos dólares diarios.Los medios masivos lo repiten y se preguntan cómose hace para vivir con ese dinero. Estas cosas que-dan en nuestro inconsciente. Cada día percibimosmenos que necesitamos comer todos los días y quesin comer no conseguimos vivir o tener salud. Es co-mún a muchas madres pobres preocuparse en ense-ñar a los niños que no hay nada para comer, como sifuera posible para alguien el comprender que nohay qué comer cuando hay tierra, sol y lluvia enabundancia. Cómo vamos a percibir algo si en lasescuelas reciben la única comida del día, una “sopamarucha”. Con el final de la guerra fría, el hambreno pudo ser utilizada más como instrumento de pu-nición a los rebeldes, por deshumana. Entonces, laspolíticas públicas de las grandes empresas interna-cionales comerciantes de alimentos crearon el tér-mino “seguridad alimentaria” para sustituir su po-lítica de hambre. Los organismos multilaterales ylas grandes empresas transnacionales imponen alos gobiernos la adopción de campañas de seguri-dad alimentaria, y muchas entidades sociales, sin-dicatos y organizaciones de trabajadores pasan acreer que el mundo está cambiando, sin darsecuenta de que seguridad alimentaria quiere decirque alguien irá a comer, pero que eso no significaráque tendrá autonomía de elegir lo que quiera co-mer. Un perro o un gato tienen “seguridad alimen-taria”, pero comen lo que su dueño determina. Elcampesino del Níger o TChad en África no comerápan de teff, sino un complejo proteico de soja ymaíz transgénicos norteamericanos, que recibirásubsidiado. El teff que él produce no podrá comer-lo por el valor que tiene e irá a las sofisticadas tien-das ecológicas europeas, japonesas y norteameri-canas para ser comercializado como alimentoexótico, por medio de servicios de certificación queagregan el valor para las mismas empresas en susnichos de mercado. Lo mismo ocurre al campesinoproductor de amaranto, kiwicha, quinua, ulluco,arracacha, frutos, hortalizas, legumbres etc., quepor su riqueza mineral o calidad vitamínica sonmuy cotizados en los países ricos. No tendremosderecho a la dieta cultural en nuestra alimentación.La biodiversidad de nuestra dieta costará muy caroy solamente será asequible para quienes puedanpagarla. La discusión ciudadana que debe promo-verse no es entonces la de la seguridad alimentaria

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de las transnacionales e intereses financieros, sinola de la autonomía alimentaria donde se fortalez-ca la dieta local y tradicional de interés social. Esesí es el derecho a la alimentación que nosotros de-bemos defender.

Referencias

Sebastião Pinheiro, Nasser Yousef Nars, Dioclécio Luz(eds.), A agricultura ecológica e a máfia dos agrotóxicos noBrasil, Porto Alegre, 1993. - Sebastiao Pinheiro y EnildoIglesias. Transgénicos, transnacionales y un gen llamadoterminador, Montevideo, Ediciones Rel-UITA, 1999.

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Identidad

La esencia de la identidad es el valor del respe-to de la dignidad humana (v.). La dignidad

humana, como se ha señalado en el campo co-rrespondiente de este Diccionario, se puede en-tender de diversos modos aunque siempre hacereferencia a una o más características de las cua-les cabe inferir que el hombre ocupa el lugar másalto en la escala de los seres; sean estas caracterís-ticas el alma, la libertad, la palabra, la inteligen-cia, el conocimiento, la búsqueda de la verdad oalguna otra. Lo cierto es que en las diversas con-cepciones de la dignidad el hombre tendrá valor yno precio, será un fin en sí mismo y nunca un me-dio, o será imagen y semejanza de su Dios creador.La dignidad será siempre comparación del lugarque ocupa el hombre en relación a otros seres y,por tanto, será la razón constitutiva de su identi-dad. Esta comparación, en una concepción uni-versal de lo humano, habrá de valer también paralos demás seres humanos haciendo que nadiepueda ocupar como tal un lugar de mayor digni-dad que el de otros, tal como sucedía, por ejem-plo, en las antiguas sociedades esclavistas. Enestas sociedades, la dignitas era un atributo dife-rencial: el amo tenía una y el esclavo otra. Pero laafirmación de la dignidad humana como un atri-buto universal incondicionado conducirá enton-ces desde la dignidad a la igualdad (v. Igualdad ydiferencia). La igualdad, siendo un concepto ético,también es un concepto jurídico ya que ha de con-siderarse que el reconocimiento y la protección dela igualdad jurídica no hace más que materializarla formalidad enunciada por la dignidad de todoslos seres humanos. Así ha quedado establecidoen el derecho internacional de los Derechos Hu-manos. La dignidad alude, asimismo, no sólo alordenamiento jerárquico que es característico delos valores, sino también a aquella característicapropia de algunos objetos (que no son cosas o pro-piedades de cosas) hacia la que apuntan los sen-timientos para significarlos como valores por di-ferencia con los objetos desiderativos hacia losque apunta el deseo. El respeto de la dignidad y laigualdad aparecen ligados primariamente a laidentidad como valor trascendente.

La identidad como valor humano. La identidad es,como la vida, la integridad y la libertad, la salud y elbienestar, un valor humano trascendental. A la con-jugación valorativa de todos los valores en torno auna idea formal, como la de identidad, podemos de-nominarla ‘valor trascendente’. Por eso son trascen-dentales aquellos valores que implican simultánea-mente una valoración subjetiva y vivencial (v.

Identidad personal); una valoración social y cultu-ral (v. Identidad social; Identidad comunitaria); yuna valoración ética y jurídica (v. Valores éticos;Idea de justicia). Y esa conjugación valorativapuntual que podemos hacer en torno a un valorcomo la identidad, requiere asimismo su jerarqui-zación ante los demás valores humanos, lo cualhabrá de expresarse en la relación entre valoresculturales, principios éticos y derechos humanos,tomando como valor máximo de referencia y atri-bución a estos últimos. Los valores socioculturalesde comunidades determinadas, en sentido tempo-ral o geográfico, cuando confluyen en el tiempo oen espacios más amplios con los valores de otrascomunidades, coinciden en el reconocimiento delos enunciados de principios éticos universales. Ycuando esa confluencia crece hasta lograr el con-cierto universal de los Estados y su reconocimientojurídico, podemos hablar entonces del universalis-mo de los Derechos Humanos. Este universalismono es incompatible, por ello, con el respeto de losvalores culturales y comunitarios, sino que origi-na su afirmación. En 1781 el cacique Tupac Katarifue descuartizado por los españoles luego de unagran rebelión aymara que reclamaba el reconoci-miento de sus valores, identidad y forma de vida.La servidumbre indígena en Bolivia continuaríahasta 1952, aunque su fin había sido anunciadoen 1810 por los revolucionarios argentinos en Ti-wanaku, donde el primer presidente de los pue-blos originarios recibiría en 2006, de manos de loscuracas, los atributos de poder que ejercería paradesarrollar una política de defensa de los dere-chos humanos. Por eso, la práctica del respeto decada uno de aquellos valores humanos nos exigecaptar la existencia de un valor humano pro-blematizado; conocer las evidencias científicas ycriterios de eficacia técnica disponible para abor-darlo; proteger los valores culturales y socialessolidariamente cooperativos; jerarquizar reflexi-vamente los principios éticos universales; y reco-nocer jurídicamente los derechos humanos bási-cos identificados. Pero es necesario decir que en laproblematización de valores dada en casos con-cretos (v. Contexto, familia y crisis), pueden llegara observarse distintas tablas materiales de jerar-quía –tantas como individuos participantes en eldebate hubiera– y que la tarea bioética consistiráentonces en cómo alcanzar aquel ordenamientoque nos permita decidir moralmente. El ordena-miento de valores dado en las dimensiones jurídi-ca y social que conducen a la atribución de identi-dad, es muy distinto al ordenamiento valorativosubjetivo-vivencial. Por eso hay que decir que si

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bien la captación de los valores humanos la hace-mos por vía intuitivo-emocional, a las verdadescientíficas, criterios de eficacia técnica, valoresculturales y sociales, principios éticos y jurídicos,accedemos por vía intelectual. De allí que el orde-namiento de los valores trascendentales, porejemplo la identidad, será tanto intuitivo-emocio-nal como racional-intelectivo.

Identidad y cuerpo humano. Puede afirmarse queel valor Identidad sólo tiene sentido por referen-cia a la fenomenología del cuerpo humano (v.),aunque la sola existencia del cuerpo no nos diganada en torno al valor en sí. Se ha dicho que unapersona autónoma es aquel individuo capaz dedeliberar acerca de sus objetivos personales y deactuar bajo la dirección de tal deliberación. Perotambién se dice que no todo ser humano es capazde autodeterminación, ya que esa capacidad ma-dura durante la vida individual; además, algunosindividuos pierden esta capacidad por enferme-dad, trastorno mental o circunstancias que res-tringen severamente la libertad. Por ello algunaspersonas tienen necesidad de una protección ex-tensiva, dependiendo del riesgo de daño y la pro-babilidad de beneficio (v. Vulnerabilidad y protec-ción). La aplicación del respeto por las personasno es obvia en todas las situaciones y remite sindudas a la identidad particular de cada sujeto. Laidentidad como valor fundante del deber ser enantropología y sociología no puede confundirsecon el mero ejercicio de la autonomía. La identi-dad implica dignidad como atributo no sujeto aelección, sino determinado por la condición hu-mana y determinante a su vez de la pretensión deintegridad de individuos y comunidades. Cual-quiera de nosotros, como seres humanos, somos enprimer lugar “el ser que donde me piensan soy”.Porque solo los individuos humanos pueden conce-bir lo que un ser humano sea, al pensar en él desdeellos. Si no hay ‘nosotros’, todo vale; y allí dondetodo vale nada tiene valor. Es lo que Merleau-Pontyprefigura en su Fenomenología de la percepción altratar de “el otro y el mundo humano” (v. Alteri-dad-Otro). Es también la lección paradigmática en-cerrada en la identidad que emerge por la memoriaviva de quienes reclaman a las víctimas de la desa-parición forzada de personas (v.).

Identidad y no discriminación. El respeto de la dig-nidad y la igualdad como fundamento de la iden-tidad debe evitar la posibilidad de discriminacióncomo lesivas de ese respeto. El concepto de discri-minación presupone un trato distinto de las per-sonas con base en elementos ‘no relevantes’ de lasmismas para las circunstancias del caso en cuantoa igualdad ante la ley. Así, las diferencias de sexo,género, características genéticas, nacionalidad,religión o creencias políticas, entre otras, no son

elementos relevantes para que las personas nosean tratadas en modo igual ante la ley en cuantoa los derechos y obligaciones constitucionales. Uncaso particular son las migraciones desde los paí-ses pobres a los países ricos, que han sido seguidasde diversas manifestaciones discriminatorias de laidentidad de los migrantes. Así, el presidente Sar-kozy en Francia llegó a postular polémicamenteen su campaña de 2007 la creación de un Ministe-rio de la Inmigración y la Identidad Nacional. Si-mone Veil dijo entonces que prefería hablar de unMinisterio de la Inmigración y la Integración. Enesos días se comenzó a exigir visas a los ciudada-nos de Bolivia para entrar en Europa. El presiden-te Evo Morales recordó que en las migracionesnorte-sur no había habido visas y que la globaliza-ción debía globalizar primero al hombre. Hay tra-tos distintos, sin embargo, que no necesariamenteson discriminatorios: el no permitir el trabajo delos menores no es una discriminación frente a losadultos; los derechos laborales de la mujer referi-dos a embarazo y maternidad no son discriminato-rios frente a los hombres; etcétera. El derecho in-ternacional de los Derechos Humanos ha afirmadoel principio de la no discriminación en la Conven-ción Internacional de las Naciones Unidas sobre laEliminación de todas las formas de DiscriminaciónRacial (1965); la Convención de las Naciones Uni-das sobre la Eliminación de todas las formas de dis-criminación contra la mujer (1979); y las NormasUniformes de las Naciones Unidas sobre la igual-dad de oportunidades para las personas con disca-pacidad (1993), entre otros instrumentos.

La identidad restituida para su reconstrucción. Elrégimen de la Alemania nazi tuvo el triste privile-gio de ofrecer una casuística tan paradigmáticasobre todo tipo de inmoralidades en la experi-mentación biomédica que dio lugar a sentenciasde muerte para siete de los médicos responsablesde esas atrocidades, por el mismo tribunal queenunció el Código de Nuremberg. Los experimen-tos de Josef Mengele con hermanos gemelos deuno o más años de edad en su laboratorio de Bir-kenau con el fin de purificar la raza aria se cuen-tan entre aquellas abominaciones. Desde enton-ces, la cuestión de la identidad genética (v.) hapasado a ser una de las mayores preocupacioneséticas y así ha quedado reflejado en la DeclaraciónUniversal sobre el Genoma Humano y los Dere-chos Humanos (Unesco, 1997) y en la Declara-ción Internacional sobre los Datos Genéticos Hu-manos (Unesco, 2003). Nadie discute queaquellos casos, así como la numerosa casuísticade investigaciones médicas no éticas realizadas enEstados Unidos (Tuskegee, Willowbrook, experi-mentos radiactivos de la Guerra Fría, etc), formanparte sustancial de la bioética. América Latina tie-ne muchos casos que una bioética auténticamente

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universal debe reconocer, muchos de los cualesson referidos en este Diccionario. Entre esos ca-sos, algunos de ellos fueron resultado del terroris-mo de Estado en Argentina y otros países. La desa-parición forzada de personas y la expropiación deniños (muchos de ellos nacidos en cautiverio) for-man parte de una casuística que desborda un sim-ple abordaje legalista y merece una profunda re-flexión. Cuando las familias de origen de estosúltimos, en una lucha inclaudicable encabezadapor Abuelas de Plaza de Mayo, reclamaron la resti-tución de la identidad de esos niños (v. Identidadfamiliar y derecho a la identidad), se creó un BancoNacional de Datos Genéticos con el fin de obtener yalmacenar información genética que facilitara la de-terminación y esclarecimiento de conflictos relati-vos a la filiación (v. Identidad genética). De esemodo, todo familiar consanguíneo de niños desa-parecidos o supuestamente nacidos en cautiveriotuvo el derecho de solicitar los servicios del ban-co. Sin embargo, en el curso de esos reclamos, seargumentó a veces que los menores estaban inte-grados a un nuevo núcleo y que el cambio podríaafectarlos, que había que tener en cuenta los sen-timientos de los menores, que si no se advertía unestado de abandono moral o material por la fami-lia de crianza y su trato había sido bueno y estosno habían participado en la privación ilegítima dela libertad de los verdaderos padres de los meno-res, no debería innovarse. También se presenta-ron objeciones a las extracciones de sangre parala determinación de su identidad genética porparte de los que fueran niños y veinte años des-pués ya eran adultos, siendo un motivo de obje-ción el que esas pruebas podían ser usadas en con-tra de los apropiadores. Sin embargo, en fallos dela Corte Suprema se sostuvo que era necesaria laprotección integral de la salud psicológica de losmenores que habían sufrido una grave lesión enlos orígenes fundacionales de su identidad, dadoque la presencia de situaciones carenciales trau-máticas en los meses iniciales podía dar lugar a laposterior aparición de patologías y especialmenteen los procesos de ocultamiento al niño de su ver-dadera identidad; que estos como seres humanossolo podían ser sujetos y nunca objetos de dere-chos de terceros; que se hallaban en situación deriesgo psicológico derivada del trágico secuestrode sus padres y del ocultamiento de su origen enel que habían sido criados, así como de la brusca

irrupción de la verdad en sus vidas; que esos ca-sos conmovían a la comunidad y a sus sentimientosmás hondos y arraigados, afectando además al or-den de la familia, y se enmarcaban en la práctica dela condenable expropiación de niños; que no erancompatibles con la reconstrucción de la identidad yposición en la sociedad de los menores la posterga-ción de sus vínculos familiares de sangre, el recuer-do de sus padres, y la integración cultural en lospadres legítimos; y que debía considerarse el dere-cho de los padres y de los hermanos de los desapa-recidos a ver continuada su descendencia. Se hizoasimismo una distinción entre ‘acción traumática’y ‘acción reparadora’, considerando traumática a lapérdida de los padres, el despojo de la identidad yla exigencia de crecer con un secreto sobre sus orí-genes; y como acción reparadora, el develamientode la verdad. En el supuesto de la extracción desangre (compulsiva o no en términos jurídicos)para la determinación de identidad genética, laCorte argumentó que no se observaba que la ex-tracción de unos pocos centímetros cúbicos de san-gre afectara derechos fundamentales como la vida,la integridad corporal o la salud, y que se tratabade una perturbación ínfima en comparación conlos intereses superiores de resguardo de la libertadde los demás, la defensa de la sociedad y la perse-cución de los crímenes (en la actualidad se hanpuesto a punto métodos no invasivos para la de-terminación genética por pelos, análisis de cepillosde dientes, etc.). También se consideró como re-chazable el argumento del ‘derecho a disponer delpropio cuerpo’ (v. Derecho al cuerpo propio), ya quela negativa no se dirigía al respeto del mismo sino aobstruir una investigación criminal dirigida a al-canzar los valores más altos de la verdad y la justi-cia. Se consideró entonces que el mejor interés delos menores residía en la experiencia de recons-trucción de su identidad sin que con esto se exclu-yera el contacto con las familias de crianza de nomediar reparo de los menores u obstáculo judicial.Estos casos nos enfrentan al límite de la reflexiónética porque envuelven supuestos de perversiónmoral y de mal absoluto. Pero estos casos, que sonparte de una casuística de América Latina, nos per-miten, entre otras razones, sostener el universalis-mo de la razón moral en modo congruente con laafirmación de una bioética latinoamericana.

[J. C. T.]

Identidad personal

Gonzalo Serrano (Colombia) - UniversidadNacional de Colombia

Preliminar. El problema de la identidad personal esun caso concreto del concepto relacional identidad-

diversidad que permite destacar respecto de cual-quier cosa lo idéntico en lo diverso, o las posiblesvariaciones (diversificaciones) que una mismacosa pueda soportar sin perder su identidad. El

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origen de estos conceptos se remonta a Aristóteles(Metafísica, Libro V, ix, 1017 b 27-1018 a 19) yconstituyen un capítulo importante de la tradi-ción metafísica. Aunque el realismo tradicionaladmite un sentido absoluto de la noción de identi-dad, en el problema que nos ocupa sólo tiene sen-tido hablar de identidad relativa, es decir, de iden-tidad en lo diverso, o de diversidad respecto de lomismo. Fue mérito de Hobbes (De corpore, XI, lomismo y lo diverso) haber roto el compromiso quehabía en el problema de la identidad, entre otros,con la noción aristotélica de sustancia, en la medi-da en que, como heredero del nominalismo, dejade referirse al ente y se atiene sólo al nombre conel que se lo refiere o a la representación mentalcon que se lo piensa. Luego fue Locke (An EssayConcerning Human Understanding, II.xxvii, de laidentidad y la diversidad) quien profundizó en elproblema de la identidad de las personas dentrode una serie de otras cosas como son los cuerpos,las plantas y los animales, basado igualmente enel referente nominal tras haber reducido la tradi-cional sustancia a idea compleja o colección deideas agrupadas bajo un solo nombre (II.xxiii).

Identidad numérica e identidad cualitativa. Antesde explicar el concepto compuesto de identidadpersonal, es conveniente prevenir la confusiónentre dos nociones de identidad: la cuantitativa,que denota identidad de individuo, y la cualitati-va, que denota identidad de predicados; dos ge-melos, por ejemplo, pueden ser idénticos cualita-tivamente, pero siguen siendo dos individuos,por tanto, cuantitativamente diversos. Alguiennuméricamente idéntico admite diversidad cua-litativa, por ejemplo en dos etapas de su vida, ju-ventud y vejez; o cuando decimos de alguien queya no es la misma persona que era antes, estamosrefiriéndonos a diferencias cualitativas, no nu-méricas. Aplicado a las personas, el problema dela identidad consiste en el establecimiento de cri-terios que permitan reconocer lo diverso en unmismo individuo humano y lo idéntico en sus di-versas manifestaciones. Las personas cambiancon el tiempo, se comportan de manera diversasegún las circunstancias, juegan diversos rolesfrente a diversas personas; sin embargo, no de-jan de ser ellas mismas en tal diversidad. Si ex-tremamos estas circunstancias y condiciones,obtenemos situaciones cruciales, muchas veces fic-ticias, que permiten afinar los criterios de identi-dad. El primer recurso fallido para entender laidentidad de las personas es suponer un sustratoinvariable tanto en las cosas como en las perso-nas; el problema se resolvería entonces medianteuna petición de principio: somos idénticos porquehay algo idéntico (invariable) en cada uno de no-sotros. Entonces la noción de identidad refiere másbien a relaciones de continuidad a través del

tiempo, que se pueden determinar de distintasmaneras: como continuidad corporal o física,continuidad mental o psíquica y como una con-tinuidad compleja que involucra y entreteje lacontinuidad corporal y la psíquica.

Tendencias. En la medida en que nuestra concep-ción de persona es coextensiva con la de naturale-za humana, es inevitable que la discusión sobre laidentidad personal dependa de las maneras comose concibe al ser humano. En una concepción es-piritualista de naturaleza humana, se privilegia elcomponente espiritual frente al corporal, hastafincar la identidad de la persona y su sobreviven-cia (incluso inmortalidad) en el primero. A estaconcepción es igualmente inherente el dualismode los dos componentes, concebidos como cuerpoy alma. Sin embargo, en la medida en que la no-ción de alma deja de ser filosóficamente intere-sante desde la filosofía moderna, este aspecto ocomponente de la naturaleza humana es concebi-do ahora en términos de mente o psique, dandocabida a las facultades cognitivas, volitivas y emo-tivas del ser humano sin compromisos con unasustancia espiritual supuestamente simple, inco-rruptible e inmortal. De esta última concepción depersona o naturaleza humana como ser psicofísi-co (o biopsíquico), se desprenden tres respuestasgenerales al problema de la identidad personal.

Identidad física (cuerpo o cerebro). Si se acepta elelemento físico o corporal inherente a la naturale-za humana es posible recurrir a él como índice deidentidad o reconocimiento de la misma persona;pero no se puede creer que ‘el mismo cuerpo’ sig-nifique ‘las mismas partículas’ que lo componen,pues es claro que un cuerpo vivo consta de flujode partículas (incluida la posibilidad de trasplan-te de órganos y miembros) que no atentan contrasu propia continuidad o permanencia en tantocuerpo vivo. Lo que está en juego aquí es que loscuerpos y su configuración se conservan desdeciertos aspectos, por lo cual es viable recurrir aellos como índice de reconocimiento e identidad.Sin embargo, encontramos dificultades al tomarlapsos más prolongados, en los cuales se hacenmanifiestas diferencias que pueden no satisfacerel criterio de la identidad física o continuidad cor-poral; por ejemplo las diferencias entre el niñoque fue y el adulto que ahora es una determinadapersona. Esto nos muestra que el criterio corporaly de apariencia o configuración física, aunquebuenos índices en ciertas circunstancias no soncriterio suficiente de identidad de las personas.Dentro de la perspectiva corporal se puede afinartodavía más el criterio hasta establecer el cerebrocomo el órgano del cuerpo en cuya permanenciaresidiría la identidad de las personas. Pero la op-ción por el cerebro como órgano destacado con

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miras a la identidad empieza ya a combinar otroscriterios o perspectivas: se piensa que el cerebrono renueva sus células, a diferencia de los demásórganos, brindando así la condición de perma-nencia corporal exigida por el criterio físico en suforma más primaria. Además, con el cerebro serompe la relación implicada en los trasplantes demiembros u órganos, en las que decimos que ‘meha sido trasplantado el riñón, el corazón o la cór-nea’, mientras nos resistiríamos a decir que ‘me hasido trasplantado el cerebro’ y más bien invertiría-mos la relación diciendo que ‘he cambiado decuerpo’. Sin embargo, lo que parece estar en juegoahora es algo no propiamente corporal, sino lavida mental cuya identidad o continuidad residi-ría en la permanencia de tal órgano junto con lainvariabilidad de sus células. De esta manera, laperspectiva psicológica empieza a permear a lacorporal, haciendo patente la insostenibilidad delcriterio puramente físico, pues lo que estaríamosgarantizando con ese núcleo corporal que es el ce-rebro sería la continuidad y unidad de la vidamental, es decir cierta conexión de los recuerdos,emociones, deseos, etc. Pero la identidad de lapersona empieza ahora a ser supuesta en la vidamental y ya no en el cuerpo vivo. El criterio físicoqueda pues agotado y pasa ahora a ser abandona-do en favor del criterio psicológico.

Identidad psicológica (mente, memoria). Aban-donando también el precursor histórico del cri-terio psicológico (en especial por sus resonan-cias religiosas y teológicas), a saber, la sustanciainmaterial conocida como alma o espíritu, restaahora examinar la tendencia que finca la identi-dad de las personas en aquello que hace a su vidamental única (individual), unitaria o continua ensus diversas manifestaciones. Locke estableció elcriterio psicológico en franca contraposición alfísico o corporal, a la vez que al sustancial o depermanencia, de una entidad espiritual. Lockesostenía que hasta donde alcance la propia con-ciencia –léase memoria– hasta allí llega la propiaidentidad, con independencia de si a ella corres-ponde un mismo cuerpo o una misma sustanciaespiritual o alma: algo así como yo soy lo que re-cuerdo haber sido y respondo por lo que recuer-do haber hecho. Este criterio ha sido sofisticadoen las últimas décadas en la medida en que se haprofundizado en el conocimiento de la psiquehumana y de su estructura temporal. No son sólolos recuerdos los que nos constituyen, sino tam-bién otras facetas de la vida mental que se conec-tan entre sí y que configuran una trama en la quese vinculan los deseos, las emociones, los pensa-mientos y demás expresiones de la vida mentalen una sucesión temporal. De ahí que como crite-rio psicológico se requiera la continuidad brinda-da por la transitividad que permiten los nexos en

las diversas manifestaciones de la vida mental.Sin embargo, este criterio también ha encontra-do sus límites al admitirse la posibilidad lógicade aislar las memorias respecto de su agente in-dividual, de manera que quien recuerda no seanecesariamente el agente de los eventos recorda-dos. La vida mental continua, criterio psicológicode identidad, no implicaría la identidad de lapersona; dos personas podrían tener segmentosde recuerdos iguales, aunque solo una haya sidoel verdadero agente de los eventos recordados.

Identidad compleja. Los límites de las posicionesunilaterales o reduccionistas de la identidad,tanto la física como la psicológica, conducen auna noción compleja que integre los dos elemen-tos tradicionalmente opuestos o, incluso, ignoretal oposición como un prejuicio heredado. Laidentidad de las personas se nutre entonces deaspectos encontrados y tradicionalmente opues-tos de la naturaleza humana, rezago de la tradi-ción dualista. No basta pues la conciencia que in-terna o psicológicamente tenga cada uno de símismo, ni la sola satisfacción de los criterios ex-ternos con los que cumplimos en nuestra apa-riencia ante los demás. Más bien se requiere detejido más complejo en el que intervienen ambosaspectos, incluso en el que la polaridad de talesaspectos tiende a desaparecer. Un concepto com-plejo de identidad pone en correlación elemen-tos de conciencia interna de sí mismo con ele-mentos observacionales externos por los que losdemás pueden reconocernos; tal correlación indi-ca que los elementos internos y externos no sepueden considerar por separado, pues la concien-cia supuestamente interna que tengo de mí mismoviene retroalimentada, corregida o corroboradapor el reconocimiento que encuentro en los de-más, y viceversa. De esta manera, la diversidad deroles y relaciones con los congéneres termina porhacer parte del complejo que constituye la propiaidentidad.

Perspectiva narrativa. Contra la tradición que exa-mina el problema de la identidad de las personasen términos de individuos, surge la noción deidentidad narrativa como aquella que insertatoda consideración de la persona en un contextobrindado por la comunidad a la que pertenece(Taylor, MacIntyre, Ricoeur); por tanto la perso-na no se identifica a sí misma sólo por la cone-xión de sus aspectos mentales y la continuidadpsicológica a lo largo del tiempo, sino tambiénmediante el relato en el que involucra tradicionesy valores en los que está inserta, ya que se consi-dera la persona como esencial y primariamentearraigada en su comunidad. En el concepto deidentidad personal se expresan, por tanto, losconflictos de interpretación que provienen de la

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confrontación entre liberalismo individualista ycontextualismo comunitarista. En esta polémicavuelven a entremezclarse, aunque no necesaria-mente a confundir, los conceptos que al comienzose creyó conveniente debían mantenerse separa-dos: la identidad cualitativa y la cuantitativa o nu-mérica. Pues no hay duda de que la narrativa acer-ca del individuo se asemeja en mucho a unadescripción cualitativa, a una sucesión de predica-dos acerca de un individuo que suponemos plena-mente identificado cuantitativamente, es decirnuméricamente distinguible.

Referencias

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Identidad genética

Genoveva Keyeux (Colombia) - UniversidadNacional de Colombia

De la definición. El diccionario de la Real Acade-mia de la Lengua Española define el término iden-tidad como el “conjunto de rasgos propios de un in-dividuo o de una colectividad que los caracterizanfrente a los demás”. Asimismo, la expresión “iden-tidad genética” hace referencia, en términos ge-nerales y lato sensu, al patrimonio hereditario o ala secuencia de ácidos nucleicos (ADN) o genoma,que identifica e individualiza a un ser vivo, seaeste un animal o un ser humano. Sin embargo, eltérmino se ha utilizado más en sentido restrictivo,refiriéndose a la especie humana, para designarcon él el bagaje genético de cada persona. No obs-tante, desde hace algunos años, cuando se comen-zaron a hacer pedigríes en especies domésticas(bovinos, equinos, gatos, perros y otros) y de zoo-cría (babillas, ranas, etc.) basados en característi-cas del ADN, el concepto de identidad genética seusa también en individuos de otras especies. Ve-mos entonces que la identidad genética no es algo

que privilegie a la especie humana, ya que, al me-nos en vertebrados superiores, existen evidenciassuficientes que permiten afirmar que cada indivi-duo dentro de la especie posee características ge-néticas propias, más allá del bagaje genético quecomparte con el resto de las especies y de los seresvivos. Es posible afirmar que cada persona poseeun patrimonio genético que deriva de la evoluciónde las especies desde los organismos más simples(virus y demás procariontes) hasta los más com-plejos, y que por tanto comparte filogenéticamen-te con otras especies una pequeñísima porción ge-nómica de variaciones moleculares, resultado dela combinatoria al azar de los genes heredados dellinaje familiar ancestral, polimorfismos que sonpropios de la especie homo sapiens sapiens. Estaúltima fracción del genoma confiere su identidadgenética a cada persona.

Genoma e identidad. Los estudios de ADN (ácidodesoxirribonucleico) realizados desde hace variosaños mostraron que dos genomas tomados al azardentro de un grupo de personas poseen una iden-tidad de secuencia asombrosamente alta, cercadel 99,9%. La diferencia que se puede observarentre individuos, alrededor de tres millones denucleótidos (unidades moleculares de las cualesestá hecho el ADN), es decir 0,1% del total de ungenoma, es lo que nos diferencia, genéticamentehablando, unos de otros. La identidad genética esentonces el conjunto de características genéticaspropias de un ser humano que se pueden encon-trar cuando se realiza un estudio del ADN de estapersona. En virtud de la presencia de estas peque-ñas diferencias, localizadas en su mayoría en re-giones del genoma que no poseen una funciónbiológica –están localizados en las regiones no co-dantes del genoma–, a finales de la década de losochenta del siglo XX se acuñó el término geneticfingerprint –impronta o huella genética– y estas seutilizaron en estudios de identificación humanacon fines forenses, quedando plenamente demos-trado que es posible individualizar a una personamediante un conjunto de variaciones de su geno-ma, las cuales constituyen una huella tan perso-nal como sus huellas dactilares. Así surge la ideade que cada individuo tiene una identidad genéti-ca propia e irrepetible.

Excepciones a la definición. A pesar de que lo ex-presado anteriormente sea cierto, y tanto la se-cuencia completa del genoma humano publicadaen su versión definitiva en 2003, como los estu-dios posteriores confirmen la existencia de varia-ciones únicas en cada individuo, existen variasexcepciones a la regla. En los gemelos univiteli-nos, por ejemplo, aun cuando su patrimonio gené-tico inicial es absolutamente idéntico (provienende un único óvulo fecundado), existen muchos

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aspectos de su salud y de su personalidad que di-fieren significativamente, y que son el resultadode la interacción de ese genoma compartido confactores externos como la nutrición, la exposicióna factores del medio ambiente, la educación, elentrenamiento, los hábitos de vida y otros más,que desconocemos por el momento. Desde el pun-to de vista genético, cerca del 40% de los gemelossufre modificaciones epigenéticas de su patri-monio (metilación del ADN y acetilación de lashistonas que rodean el ADN), haciendo que laexpresión de los genes y, por consiguiente, lasusceptibilidad a las enfermedades, sea diferen-te en los dos. Quizás el azar en las interaccionesentre regiones del genoma que actúan en las cas-cadas de la expresión génica sea también una de-terminante en estas diferencias de potencialidadde dos genomas originalmente idénticos. Ademásde estas variaciones, el posible intercambio in úte-ro de células entre gemelos dizigóticos (biviteli-nos), y las mutaciones del ADN en células somáti-cas (cualquier tejido, menos el reproductivo)debido a la exposición a diversos factores del me-dio ambiente o a procesos de alteración durante latransformación tumoral o el envejecimiento celu-lar, pueden modificar el genoma en algunos teji-dos, y producir cambios en la denominada identi-dad genética de una persona. Por todo ello esevidente que, finalmente, el patrimonio genéticono es sino una parte, importante sin duda, peroque no contiene el todo, de lo que le confiere suidentidad a una persona. Aunque cada individuotenga una identidad genética que lo caracteriza,la cual se manifiesta como una combinatoriairrepetible de caracteres moleculares, la identi-dad de un individuo como ser no está dada ex-clusivamente ni exhaustivamente por su geno-ma. Asimismo, esta identidad genética tampocotiene carácter de determinismo absoluto en lasmanifestaciones biológicas, psíquicas e intelec-tuales de una persona. Las potencialidades queconlleva un genoma solo se expresarán plena-mente si las condiciones que lo rodean así lo per-miten o lo desencadenan.

Reduccionismo genético e identidad. Desde unaperspectiva reduccionista de la genética, pero so-bre todo de sus interpretaciones sociales y políti-cas, se ha querido equiparar la identidad de unapersona o incluso de grupos humanos a la identi-dad biológica dada por la información contenidaen el patrimonio genético. Esta visión pretendedesconocer por completo que la identidad de cadapersona es un tejido sutil en permanente evolu-ción o devenir, construido a partir de tramas cul-turales, familiares, educativas y religiosas, enotras palabras, de una historia individual fruto dela experiencia y de las circunstancias. Por tanto,no se puede reducir la identidad individual al

sustrato biológico que le da soporte material. Másaún, si nos ceñimos estrictamente al soporte ma-terial –el genoma–, la identidad genética de unser humano es compartida, desde el punto devista filogenético, con otras especies. La secuenciadel genoma, por ejemplo, de Pan troglodites mues-tra que entre un humano y un chimpancé existenmuy pocas diferencias estructurales (1,23%), ape-nas 10 veces más que entre dos humanos. Esto semanifiesta, además, durante el desarrollo ontoge-nético, en el que los genes que se expresan paradar origen a la arquitectura fundamental del fetohumano son los mismos que organizan el planocorporal de una Drosófila melanogaster (moscadel vinagre) o un ave. De ahí que la identidad ge-nética sea más un concepto adaptativo y evolutivoque un patrimonio per se del individuo. Tomadosestos hechos en consideración, se hace más evi-dente aún que lo que determinará en últimas laidentidad de un ser humano, ya sea en la compa-ración filogenética con respecto a nuestros pa-rientes los homínidos o a otras especies, o en ladefinición de sus potencialidades o susceptibilida-des físicas y mentales, es el resultado de la acciónde una cascada de eventos de regulación de la ex-presión del potencial genético, moldeada de ma-nera directa o indirecta por factores del entorno yestímulos biológicos y sociales, enmarcados den-tro de la complejidad sistémica de la cual haceparte cualquier forma de vida.

Abusos en la utilización de la identidad genética deuna persona. La tendencia a la sacralización delgenoma humano y, en consecuencia, la identifica-ción de su rol con el del principio de la vida, a raízdel Proyecto del Genoma Humano a principio delos años noventa, ha sido un obstáculo serio parael análisis objetivo de los problemas que conllevala utilización de la identidad genética de una per-sona con fines abusivos. Un ejemplo claro de estasituación es el fantasma de la clonación humana,que inicialmente confundía en una sola la clona-ción con fines reproductivos y aquella con finesterapéuticos (obtención de tejidos humanos conpropósitos curativos), así como el espectro delmejoramiento de caracteres hereditarios (geneticenhancement), que han suscitado un gran núme-ro de debates filosóficos-teológicos ajenos mu-chas veces a la realidad fáctica científica, y a me-nudo enrarecidos por la politización del discurso,más que una toma de posición razonada de la so-ciedad. Resultado inevitable de este enfoque hasido inicialmente la prohibición rotunda de todaforma de clonación, es decir, en últimas, ausenciade regulación jurídica clara capaz de delimitar si-tuaciones y contextos, seguida por una progresivaliberalización de la clonación con fines terapéuti-cos, permitiendo deslindar explícitamente que (la

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identidad de) el ser humano es mucho más que sugenoma.

Datos genéticos y derechos humanos. En la actuali-dad, preocupa mucho a la sociedad las implicacio-nes de la trivialización de los métodos de análisisdel genoma de una persona. Obtener un perfil ge-nético de alguien es algo corriente, hoy en día, enel ámbito de la medicina forense. Los países desa-rrollados han implementado las metodologías, losestándares de calidad, y venden los paquetes tec-nológicos a prácticamente la mitad de los siste-mas judiciales de los países del mundo (cerca de80 de los 179 países miembros de Interpol). Se co-teja la identidad genética de dos o más personaspara resolver casos de crímenes, abusos sexuales,genocidios, desapariciones forzadas, rapto de me-nores, litigios de paternidad, reclamaciones deherencias, desastres masivos y reconstrucción degenealogías. Estos perfiles genéticos (también de-nominados datos genéticos), así como las mues-tras biológicas de donde se obtienen, se almace-nan en bases de datos estatales y privadas, y lautilización de estas para fines distintos de los ori-ginalmente establecidos, incluida la obtenciónde manera subrepticia o forzada de la muestrabiológica, puede constituir un grave problema deviolación de los derechos humanos. Especial-mente, la posibilidad de violación del derecho ala intimidad, de discriminación o estigmatiza-ción familiar y social del individuo, de negacióndel derecho al trabajo, a los seguros, a la escola-ridad, etc., por causa de la existencia de esta in-formación en el contexto de un requerimiento ju-dicial, aun habiendo sido declarada inocente lapersona, son situaciones previsibles en un mun-do en el que los estatutos antiterroristas y de se-guridad interna proliferan más que las solucio-nes a los graves problemas sociales que están enla raíz de las causas de la mayoría de las formasde violencia humana.

Identidad genética y medicina predictiva. Existe otrotipo de identidad genética que se obtendrá a futuro,en la medida en que avance el conocimiento cientí-fico. Se trata de las variaciones del genoma localiza-das dentro o en proximidad de regiones funciona-les, las cuales posiblemente están asociadas –sin sercausales por sí solas– al desarrollo de enfermedadescomplejas como las enfermedades cardiovasculares,el cáncer, ciertos trastornos neurodegenerativos, ladiabetes, la obesidad y otras, caracterizadas por lainteracción de varios genes (regiones del genoma)con factores del medio ambiente, hábitos de vida,etc., o también asociadas a respuestas farmacológi-cas (la llamada farmacogenética). Actualmente sediscute ya la posibilidad de expedir tarjetas de iden-tidad (genetic identity cards) desde el nacimiento,que contengan, aparte de los tradicionales ítemes

de identificación civil de la persona, un código debarras u otra forma que permita leer su perfil ge-nético, de manera que la atención médica sea“personalizada”. De llegar a imponerse, se estaríaviolando el derecho a no saber, la libre decisión deno conocer las predisposiciones o susceptibilida-des a desarrollar enfermedades que tiene cada in-dividuo. Aunque muy especulativa por el momen-to, y sin suficientes evidencias científicas que leden soporte, esta área de aplicación de la identi-dad genética de una persona preocupa desde yapor las implicaciones que pueda tener en los siste-mas de salud cada día más privatizados, y por tan-to más enfocados a minimizar los gastos médicosen las personas que en cubrir un derecho funda-mental a la adecuada atención en salud. Igual-mente, preocupa por la posibilidad de excluir deun empleo, de la escolaridad, de los seguros, delas agencias de adopción y otros, y por la estigma-tización y discriminación social de las personas, opor la discriminación racista, sexista e incluso ho-mofóbica de la que puedan ser víctimas las perso-nas portadoras de un perfil genético particular. Elexcesivo determinismo y la capacidad predictivaatribuidos a los genes, aunado a una mercantiliza-ción creciente de la biotecnología, la cual se ven-de sin criterios claros en los países cuya apropia-ción social de la ciencia es pobre, y que, paracolmo, generalmente coinciden con ser los paísescon menos recursos en salud, y las posicionescientíficas y políticas que deliberadamente igno-ran o minimizan el papel determinante de los fac-tores nutricionales, de condiciones de vida y tra-bajo, de salubridad, hábitos de vida, la exposicióna factores nocivos derivados de la industrializa-ción, etc., en el desarrollo de estas enfermedades,incorporados a las políticas de salud carentes deuna visión ética de las mismas, puede conducir agraves distorsiones sociales de su razón de ser, ex-cluyendo más que resolviendo los problemas ur-gentes de los países empobrecidos.

Identidad genética y derechos raciales. La identidadgenética también se ha invocado en defensa deciertos derechos raciales, por ejemplo el derecho atener medicamentos de mayor efectividad en gru-pos étnicos particulares, en virtud de la presenciade un posible marcador genético (variante en unaregión específica del ADN) de respuesta farmaco-lógica común a estas personas. De igual forma, lospocos marcadores propios de amerindios o afro-descendientes podrían invocarse como definito-rios y decisorios en el contexto de reivindicacio-nes territoriales, sociales y culturales de lospueblos de América Latina y del Caribe. El abuso,en estos casos, provendría de la manipulaciónideológica de una característica biológica que deninguna manera identifica per se la pertenencia auna determinada cultura o grupo humano, a favor

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o en contra de otros individuos, abriendo una nuevaventana a la discriminación, las inequidades y la in-justicia. El caso de patentes concedidas a fármacos,invocando su mayor efectividad en determinadosgrupos raciales, es apenas un ejemplo de estas dis-torsiones ideológicas, políticas y económicas de rea-lidades biológicas que, tomadas aisladamente, soninsuficientes o no son concluyentes dentro del con-texto en que son utilizadas.

Referencias

International Human Genome Sequencing Consor-tium. Initial sequencing and analysis of the human geno-me, Nature 409, 2001, pp. 850-921. - InternationalHuman Genome Sequencing Consortium. The Initial se-quence of the chimpanzee genome and comparison withthe human genome, Nature 437, 2001, pp. 69-87. - Unes-co. International Declaration on Human Genetic Data,2003. Unesco. Universal Declaration on Bioethics and Hu-man Rights, 2005. Carta de Buenos Aires. http://redlac-bioetica.org. - P. Sankar y J. Kahn. BiDil: Race Medicine orRace Marketing?, Health Affairs, 11 October 2005.

Identidad familiar y derechoa la identidad

Nelly Minyersky y Lili Flah (Argentina) -Universidad de Buenos Aires

Identidad personal. Según la Real Academia de laLengua Española, por identidad debe entenderseel conjunto de elementos y circunstancias quepermite afirmar que una persona es la que dice sero la que se busca. Es sinónimo de unicidad afirmarque una cosa es idéntica a sí misma; es decir, equi-vale a afirmar que es “una misma”. La proyecciónde estas definiciones al ámbito jurídico permiteobservar que el derecho ha conceptualizado esteinstituto jerarquizándolo y ampliando su conte-nido. Originariamente, la doctrina italiana haconsiderado la identidad como el conjunto deatributos, calidades, caracteres y acciones quedistinguen a un individuo respecto de cualquierotro, y que conforma su derecho a ser reconoci-do en su peculiar realidad. Cabe partir de la no-ción de identidad personal como elemento fun-dante de la identidad familiar. La identidadpersonal hace que cada cual sea uno mismo y nootro. Vila Coro la conceptualiza como “la persis-tencia del ser en su unidad a pesar de sus múlti-ples cambios y determinaciones”. En suma, es laque podría considerarse que se mantiene igualen el tiempo, la que se vincula con la continuidady la mismidad, la sustancia única e irrepetible decada ser humano en particular manteniéndose lamisma cualquiera sean sus modificaciones. Ferra-ter Mora apunta en sentido similar al sostenerque la identidad en cuanto absoluta y completa

mismidad es la permanencia de la sustancia a tra-vés de todos los cambios.

Derecho a la identidad. La identidad personal ensu dimensión jurídica es reconocida dentro de losderechos esenciales que gozan los seres humanospor el solo hecho de serlo. En Argentina, así comoen otros países de Latinoamérica, reviste carácterde derecho autónomo, de jerarquía constitucio-nal, absoluta e irrenunciable, considerándoseloanterior y superior jurídica y axiológicamente alde la familia o a los terceros. La jurisprudenciareiteradamente ha sostenido que pocos derechoshumanos pueden ser más dignos de protecciónque el de conocer las propias raíces. En este esta-dio debe diferenciarse la identidad estática de laidentidad dinámica. La primera se vincula con lafiliación genética, o sea la realidad biológica quese integra con los caracteres identificatorios pro-pios de cada uno, como huellas dactilares, carac-teres físicos, fecha de nacimiento, nombre, cuyasíntesis se exterioriza en el genotipo único e irre-petible. La identidad personal está compuesta porelementos genéticos o hereditarios y elementosadquiridos. Por elementos estáticos debe enten-derse la composición genética; por elementos di-námicos, los provenientes del hábitat y de la expe-riencia vital. De ahí resulta como conclusión obviala imposibilidad de reproducir idénticamente anadie, aun utilizando el procedimiento de clona-ción. El individuo es único e irrepetible, en espe-cial por la imposibilidad de que lleve una vida si-milar y recoja experiencias idénticas a aquellasque llevó o recogió la persona que se pretende re-producir. Aunque la composición genética sea lamisma entre ambos, por haberse duplicado estacomposición por medio de la clonación, las expe-riencias vitales serán siempre diferentes, y no sehabrá duplicado la identidad personal. El conteni-do dinámico de la identidad personal se integracon el desarrollo psicofísico, con su formacióncultural, educación y esencialmente en la proyec-ción histórica existencial de cada persona. Fer-nández Sessarego afirma que la identidad de cadapersona se va construyendo mediante una suce-sión de haceres en que consiste la existencia por laadhesión a una determinada concepción del mun-do. La identidad cultural se va logrando, precisan-do, afirmando en el cotidiano discurrir de la exis-tencia. El ser humano se proyecta y se relacionaen sociedad; la forma en que lo aprehende y loprocesa derivará en su fenotipo, lo que va consti-tuyendo el patrimonio religioso, ideológico decada ser humano. El derecho personalísimo a laidentidad personal comprende ambas fases: la es-tática y la dinámica, protegida por normas de rai-gambre constitucional. La Convención de los De-rechos del Niño, aprobada por Naciones Unidasen 1979, ha sido ratificada por todos los países

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que integran América del Sur, pasando a formarparte de su legislación interna y, en algunos su-puestos como el de la República Argentina, ha ad-quirido jerarquía constitucional, la cual implica ala vez reconocimiento y protección. El derecho ala identidad está consagrado en forma expresa enlos artículos 7 y 8 de la Convención. Artículo 7.1.El niño será inscripto inmediatamente después de sunacimiento y tendrá derecho desde que nace a unnombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medi-da de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuida-do por ellos. 2. Los Estados Partes velarán por laaplicación de estos derechos de conformidad con sulegislación nacional y las obligaciones que hayancontraído en virtud de los instrumentos internacio-nales pertinentes en esta esfera, sobre todo cuandoel niño resultara de otro modo apátrida. Artículo8.1. Los Estados Partes se comprometen a respetarel derecho del niño a preservar su identidad, inclui-dos la nacionalidad, el nombre y las relaciones fa-miliares de conformidad con la ley sin injerenciasilícitas. 2. Cuando un niño sea privado ilegalmentede algunos de los elementos de su identidad o de to-dos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asis-tencia y protección apropiadas con miras a restable-cer rápidamente su identidad. En sincronía laCorte Suprema de Justicia de Argentina se ha pro-nunciado sobre la jerarquía constitucional del de-recho a la identidad con fundamento en los ar-tículos 33 y 75, incisos 22 y 23 de la ConstituciónNacional. También cabe el distingo entre realidadbiológica y realidad filiatoria. En el primer caso,se trata del patrimonio genético heredado de lospadres biológicos, su genoma. La identidad filia-toria es un concepto jurídico: es la que resulta delemplazamiento de una persona en un determina-do estado de familia, respecto de quienes apare-cen jurídicamente como sus padres, pudiendoconcordar o no con la identidad genética. El dere-cho a la identidad personal comprende dos face-tas, a las que nos referiremos separadamente: a)el derecho de toda persona a conocer su propiaidentidad personal, y b) el derecho de toda perso-na a que nadie se inmiscuya indebidamente paraalterar su identidad personal, para discriminarlao desmerecerla en razón de esa misma identidadpersonal. En cuanto se refiere a la primera faceta,esto es, al derecho de toda persona a conocer supropia identidad personal, debemos resaltarque este no puede referirse sino a aquellos ele-mentos de la identidad que sean desconocidospara el titular, como su origen genético y elnombre de sus verdaderos progenitores, y algu-nos aspectos relacionados con su filiación. Lasegunda faceta del derecho a la identidad perso-nal constituye un verdadero derecho de la per-sonalidad, puesto que se ejerce “erga omnes”; esun derecho de sujeto pasivo universal: es toda la

humanidad, sin excepciones, la que asume unaobligación de no hacer: no inmiscuirse indebida-mente en la identidad personal del titular, con elobjeto de alterarla, y no discriminar o desmerecera dicho titular en razón de la información que semaneja acerca de esa identidad personal. El dere-cho a conocer la identidad biológica se encuentraíntimamente vinculado con el avance de la biolo-gía molecular. Prácticamente estos avances supo-nen que la determinación de la paternidad o ma-ternidad por estos métodos otorga una aproxi-mación tal que constituye una certeza. Al facili-tarse la comprobación de la paternidad semodifican sustancialmente los parámetros de res-ponsabilidad parental, igualando a ambos progeni-tores, lo cual se ha proyectado contribuyendo a lano discriminación de la mujer como única responsa-ble frente al acto procreacional. Actualmente lasmujeres tienen mayores posibilidades de ejercer porsí y en nombre de sus hijos acciones tendientes alograr la determinación de los vínculos biológi-cos. Se integra así al concepto de filiación el depaternidad responsable.

Identidad y filiación. La aparición de las pruebasbiológicas, particularmente la de ADN, supuso enel campo del derecho a la filiación y, por tanto, enel derecho a la identidad un giro de l80 grados.Luego del descubrimiento de Watson y Crick, en1980, se desarrollaron los sistemas de histocom-patibilidad y polimorfismo genético. En 1985Alex Jeffries logró el perfeccionamiento de laspruebas de ADN; la individuación se expresa a tra-vés del genoma sin pasar por el genotipo. La iden-tificación del sujeto se hace por comparación desu impronta genética por el patrimonio que ha re-cibido de su madre y de su padre, llegándose a ungrado de certeza que alcanza el 99% o más de pro-babilidades. Se debe destacar el avance que supo-ne la posibilidad de recurrir a pruebas como lasmencionadas y su incidencia en cuanto al incre-mento de las acciones de reclamación y o impug-nación de filiación interpuestas. Las pruebas filia-torias, debidamente reguladas, comportan unaherramienta eficaz para la protección integral delderecho a la identidad. Así ha ocurrido en el cam-po del tráfico de menores, donde identidad estáti-ca y dinámica son ultrajadas a un tiempo, puesambos planos son desconocidos para el menorque es despojado de su verdad personal. En parti-cular, constituyen un valioso aporte para la loca-lización de menores hijos de desaparecidos, naci-dos en cautiverio o secuestrados con sus padres,que fueron objeto de tráfico mediante adop-ciones ilegales y falsas inscripciones. Es significa-tivo el rol que ha cumplido la organización Abue-las de Plaza de Mayo para la restitución identita-ria de estos menores. Uno de los debates máscontrovertidos sobre el particular es la cuestión

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de las pruebas dirigidas al establecimiento certerode la identidad, particularmente, en relación conla negativa a someterse o a la validez de su reali-zación compulsiva. Difieren las posiciones segúnse trate de acciones dentro del ámbito del derechoprivado o de acciones interpuestas en el marco dela recuperación de su identidad a los niños naci-dos en cautiverio o que fueron privados de elladurante el denominado “Proceso”. En Argentina,el artículo 4 de la ley 23511 dice que la negativa asometerse a los exámenes y análisis necesariosconstituirá indicio contrario a la posición susten-tada por el renuente. Se entiende por filiación nosolo la que deriva del sustento biológico tradicio-nal, sino todos aquellos supuestos en los que elderecho configura el emplazamiento paterno-filial, sea como resultado de cualquiera de las téc-nicas de procreación artificial o cuando se recurrea la adopción, en la cual no existe base biológicaalguna. En todo el proceso de procreación tradi-cional intervienen solamente un hombre y unamujer, es decir, que no hay intervención de terce-ros. A raíz de los avances de la biología moleculary la ingeniería genética señalados aparecen nue-vas técnicas reproductivas que han modificadosustancialmente este escenario. Aparece la inse-minación artificial o terapéutica, la maternidadpor subrogación, la donación de semen, óvulos yembriones como nuevas modalidades procreacio-nales que generan dilemas en el concepto de iden-tidad que se traducen en nuevos paradigmas. Lapregunta a formularse en esos casos es cuál de loselementos debe primar a los efectos de determi-nar la identidad. 1. En los casos en los cuales haydonación de esperma se ha aceptado en lo social yen lo jurídico el anonimato del donante. Habríaidentidad entre la madre genética gestante y so-cial; en cambio el padre sería exclusivamente so-cial. La voluntad procreacional será la que tendráel carácter de base fundante de la identidad diná-mica. Si bien en algunas legislaciones se mantienela prohibición de indagar la paternidad genética,en diversos países (Francia, Suecia) se admite lainvestigación tomándose los recaudos del caso alos efectos de prevenir eventuales requerimientosde datos necesarios en orden a garantizar el dere-cho a la salud. 2. Puede tratarse de donación deóvulos y esperma con fecundación in vitro e im-plantación del embrión en la madre gestante, queserá a la vez la madre social, al igual que en el otrosupuesto. 3. En tercer término aparece como al-ternativa la maternidad de sustitución que puededar lugar a distintos tipos de relaciones parentalesy modos de reproducción, por ejemplo gestaciónen una tercera mujer del embrión engendrado poresperma y óvulo de quienes devendrán en padressociales. Otra posibilidad sería cuando se recurreal óvulo o esperma de uno de los progenitores

sociales. Con frecuencia se han dado casos en loscuales quien se presta para ser madre por sustitu-ción ostenta vínculos de parentesco con alguno delos padres genéticos, aquel que ha aportado elmaterial, lo que ha permitido observar alteracio-nes en las líneas tradicionales de parentesco. Re-cordemos que en la mayoría de los países, la ma-ternidad se acredita por el parto, constituyendo lamaternidad subrogada un ilícito civil. La identi-dad estática (realidad biológica) de las personasconcebidas por alguno de los sistemas descritos esla que corresponde al material genético utilizado.Ello no significa que sus derechos y obligacionessean distintos de los seres concebidos en las for-mas tradicionales. Si bien el método de concep-ción utilizado se inscribirá en sus raíces y su histo-ria, ello no puede traer aparejado ningún tipo dediscriminación. Los distintos sistemas de procrea-ción deben ser aceptados social y jurídicamentede modo que no se afecte la dignidad ni el conjun-to de derechos humanos que les son innatos. Apartir de la noción de identidad personal estáticay dinámica se puede construir también el concep-to de identidad familiar estática y dinámica. Eneste estadio cabe esbozar el interrogante sobre elconcepto mismo de familia. Muchas son las defi-niciones que se nos presentan. En especial el aná-lisis deberá mostrar un pensar sobre la familia res-pecto a determinadas y específicas circunstancias.Es necesario estudiar cuáles son los campos sobrelos que se proyectan las obligaciones y derechosque emergen del hecho de que dos o más personasse consideren como integrantes de un grupo alcual la sociedad denomina familia. El análisisdebe intentarse desde lo jurídico y desde lo social.

Familia. Se ha definido la familia como un grupode gente unida por determinadas convicciones oafiliación común. El Diccionario Legal Black’s ladefine como el cuerpo colectivo de personas queviven en una casa, bajo la autoridad de una cabe-za o dirección. La presencia de determinadas ca-racterísticas en las uniones hetero u homosexua-les que incluyen la exclusividad, la permanenciade la relación, nivel de compromiso sentimental yfinanciero, formas en que las partes condujeronsu vida diaria y se presentaron en sociedad, laconfianza depositada en el otro respecto de asun-tos domésticos familiares son comunes al concep-to de familia. Para los juristas, la familia es unainstitución constituida por un complejo de rela-ciones regidas por normas jurídicas. Es familiaaquello que el derecho acota como tal regulándo-lo. Los sociólogos conciben la familia como unarealidad social que existe más allá del derecho.Es una institución natural, lo que presupone unnacimiento espontáneo por la simple presencia delos hombres en el mundo. Como institución, laconsideran prejurídica; se produce el modo de ser

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social y sus posteriores cambios que el derecho aposteriori refleja rezagadamente. Para Durkheim,la familia es una institución social, una sociedadregular cuyos integrantes están ligados jurídica ymoralmente los unos con los otros. Es conocida ladefinición de familia como una pluralidad de per-sonas que se encuentran sujetas a la potestad deuno solo. En esta definición que se correspondecon un tipo de familia llamada patriarcal, la figuraque se dibuja es una unidad política o cuasipolíti-ca en la cual son notorios los vínculos de sujecióny de autoridad. El tipo de familia patriarcal habíaquedado barrido y borrado por el individualismoque imperó por lo menos desde el triunfo de la te-sis del racionalismo filosófico y jurídico. Este indi-vidualismo se plasmó sin duda en los códigos civi-les, aunque paradójicamente el modelo de familiaque los códigos recibieron contenía todavía ras-gos en la familia patriarcal. Los sociólogos handestacado la evolución que la institución familiarha experimentado en nuestro tiempo, desde loque se llama familia extensa o la familia linaje(que era normalmente un grupo familiar amplioque convivía en la misma casa y llevaba a cabo unaempresa familiar) hasta lo que los sociólogos deno-minan hoy la familia nuclear, que está formada poruna pareja y la progenie de la misma, mientras estaúltima se mantiene en la menor edad o no alcanzapor la vía de la ocupación de los puestos de trabajola plena independencia económica.

Identidad familiar. La identidad familiar se puedeconsiderar desde dos ángulos: uno ligado estricta-mente a la identidad personal, identidad que llevaa la pertenencia dentro de un grupo familiar de-terminado con los derechos y obligaciones corres-pondientes. Este ángulo equivale en principio a laidentidad estática: conocer quiénes fueron sus ge-nitores y por tanto con quién le unirán vínculos deparentesco. El otro ángulo es estudiar la identidadfamiliar como categoría. Las relaciones entre fa-milia y derecho podrían graficarse como doscírculos secantes entre los cuales hay una solazona común. Habría de este modo un campo de lavida familiar regulado por el derecho –derecho defamilia– y un amplio campo de la vida familiar ex-traño o ajeno al derecho, que podría considerarsedentro de lo que Carbonier ha llamado “el no de-recho”. Las angustias que pueden existir en unasociedad se profundizan en el ámbito de la familiacuando la disyuntiva se plantea sobre el rol delEstado y los límites de su intervención. Es impor-tante analizar con qué política (regulación social)se fomenta un determinado tipo de familia o se con-tribuye a su cambio o extinción. Preguntarse cuál esel límite entre lo privado y lo público, y encontrar elequilibrio que deberá existir en el todo, es tarea har-to compleja. Entre lo individual y lo colectivo se ge-nera un compromiso que se renegocia en forma

permanente. La familia entendida sobre la basede los conceptos expuestos permite admitir laexistencia de su identidad como tal, incluyendo lafamilia tradicional, la homosexual, la monoparen-tal, la que deviene de la filiación legal, así comolas que se originan en las nuevas técnicas de re-producción. Cabe el interrogante si existen ele-mentos comunes que hacen a la identidad y queaparecen como características propias en cadauna de esas categorías. Esa identidad familiarserá única e irrepetible, distinta de la identidadpersonal de los miembros que la integren, peroello no conlleva de manera alguna el considerarla familia como persona o sujeto de derecho nitampoco la utilización de esta concepción comovehículo discriminatorio o de negación de los de-rechos fundamentales involucrados.

Referencias

C. Fernández Sessarego. Derecho a la identidad perso-nal, Buenos Aires, Astrea, 1992. - María Dolores Vila-Coro.Introducción a la Biojurídica, Madrid, Universidad Complu-tense de Madrid, 1995. - Gonzalo Figueroa Yánez. DerechoCivil de la Persona del Genoma al Nacimiento, Santiago deChile, Editorial Jurídica de Chile, 2001. - Salvador Bergel,Nelly Minyersky (orgs.). Genoma Humano, Buenos Aires,Rubinzal Culzoni, 2004.

Identidad social

Alejandro Serrano Caldera (Nicaragua) -Academia Nicaragüense de la Lengua

Definición. La identidad podríamos considerarlacompuesta por la convergencia de dos elementosfundamentales: uno cuantitativo, el conjunto derasgos comunes de una persona o una colectivi-dad, y otro cualitativo, la conciencia que cada unode ellos tiene de esos componentes comunes, his-tóricos, sociales y culturales que concurren a con-formar la identidad personal o comunitaria. ElDiccionario de la Lengua Española define la identi-dad como “El conjunto de rasgos propios de un indi-viduo o de una colectividad que lo caracteriza frentea los demás”. En todo caso, sea que se trate de losrasgos de la persona o del grupo social, la identi-dad, individual o colectiva, está siempre ligada alconcepto de sociabilidad y de intersubjetividad,pues aun la identidad personal, aquella que ca-racteriza al sujeto en su propia individualidadfrente a los demás, es siempre resultante de laconfluencia de sus propios caracteres originariosy de aquellos otros que nacen del contexto enque realiza su convivencia y que, proviniendo dela colectividad, se transforman en caracteres in-ternos de la persona, en elementos constitutivosde su propia identidad.

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Identidad y ethos. Un elemento fundamental de laidentidad es siempre el ethos, de donde deriva laética, entendida como el conjunto de reglas prác-ticas que norman el comportamiento individual ocolectivo orientado a la realización de los valoresfundamentales, principalmente del bien y la feli-cidad. El ethos es carácter y comportamiento, estoes, relación mediante la cual el carácter, que ca-racteriza, se transforma en comportamiento yeste, al establecer una conducta individual o co-lectiva, define el carácter que confiere identidad ala persona o al grupo. Este ejercicio de la libertaddel ser humano para construir su propio mundo yconstruirse a sí mismo es condición de humani-dad. A diferencia de los demás seres de la natura-leza que se adaptan al medio, el ser humano tratade adaptar el mundo a sus necesidades constru-yendo el tejido histórico y social que es su verda-dero hábitat. La relación necesaria entre la identi-dad y la ética obliga a tener en cuenta de maneradecisiva los elementos cualitativos que, en estecaso, serían los componentes del ethos y la ética:la conciencia sobre los valores comunes, la racio-nalidad del comportamiento, la adecuación entrelos medios y los fines y el sentido, dirección e in-tención de las reglas o normas de comportamien-to personal o comunitario, así como la estética, lasensibilidad y el mito, que contribuyen a construirla visión y el imaginario de un grupo humano de-terminado. Sin ethos, es decir sin ética, sin racio-nalidad y conciencia, no es posible la identidadsocial. La ausencia de estos elementos cualitati-vos, y la sola presencia de rasgos cuantitativos,permitiría únicamente el establecimiento de laidentidad biológica o genética, pero no de laidentidad social, que requiere la presencia de loscomponentes sociales, axiológicos y culturales. Laética es condición de la identidad, de la mismaforma que la conciencia que deriva de la razón escondición de la ética, que deviene por ello la ac-ción racional que legitima o no los imperativos ca-tegóricos de la moral; por eso la ética es una filo-sofía de la moral, una filosofía moral.

Identidad y sociabilidad. La sociabilidad es unacondición esencial de la identidad. Entre indivi-duo y sociedad existe una necesidad complemen-taria y no una contraposición excluyente. El suje-to solo puede realizar su individualidad en tantoque sujeto social. En ese sentido la ética, comocondición de la identidad, trata de identificar losvalores que hagan posible, de la mejor manera,las relaciones intersubjetivas y la sociabilidad. Larazón y la voluntad, léase la libertad del hombre,son aquí factores que van a determinar en rela-ción intersubjetiva de razón, voluntad y libertadno solo el lugar que les corresponde ocupar en elorden social, sino la construcción misma de eseorden, sus valores y reglas de comportamiento.

Es decir, la comunidad y el sujeto que surgen delcontrato social, que es consenso y acuerdo de vo-luntades, mediante el cual, y siguiendo a Rous-seau, la libertad natural, la de los instintos y lafuerza, da paso a la libertad civil, la del acuerdode voluntades libremente expresadas que da ori-gen a la identidad, la ética, la sociedad, el dere-cho y el Estado. Este proceso de construcción dela identidad es un auténtico proceso de creacióncultural en el que participan, además de la ra-zón, la voluntad y la libertad, la sensibilidad y elarte. Por tanto, la identidad social es formada,además, por elementos artísticos y sensibles ypor visiones míticas y mágicas de la existencia.La cultura que da paso a la identidad se formapor la síntesis de todos esos elementos, puestoda cultura que se dirige a la formación de laidentidad social es siempre síntesis. La culturalatinoamericana ha sido, sobre todo, una con-tradicción sin síntesis, lo que ha dificultado lacaracterización de su identidad.

La identidad social de América Latina. El problemade la identidad de América Latina, y de la identi-dad social en particular, se expresa a través de lasuperposición de diferentes expresiones cultura-les: la española, la indígena, la negra, los valoresde la cultura francesa o anglosajona, que incidencada una de ellas en sectores sociales diferentes yno integrados. Habría que mencionar también lafractura entre el mundo formal y el mundo real,por la que, mientras por una parte se describe unasociedad inspirada en el constitucionalismo libe-ral y en las ideas políticas de la Ilustración del si-glo XVIII y el derecho público europeo del sigloXIX, por la otra, se mantiene una sociedad premo-derna predominantemente agraria, en la que seinsertan fragmentos de una sociedad moderna yposmoderna, comercial, financiera y tecnológica.Junto a las superposiciones, rupturas y contradic-ciones que aún no logran una adecuada síntesis,se produce, por otro lado, el fenómeno de la glo-balización, que tiende a uniformar en modelosunilaterales y dominantes, sin tener en cuentarasgos sociales, culturales o axiológicos, los queresultan abolidos ante la tendencia hegemónicade construir una sociedad homogénea y depen-diente. Ante esta situación polarizada y contradic-toria resulta necesario un esfuerzo consistenteque establezca o reestablezca los vasos comuni-cantes de los diferentes sectores sociales, los que,sin perder la identidad, ni la diversidad, formenparte de un sistema en que la integración de lasdiferencias y la capilaridad social y culturalconduzcan a la formación de un ethos común. Noobstante lo anterior, habría que decir que en Améri-ca Latina hay un proceso vigoroso de identidad enmarcha en el arte, la música, la literatura, con mu-cho más fuerza que el que evidencia la participación

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de la razón en el ámbito jurídico y político-social. Eneste sentido toda identidad social es a la vez identi-dad cultural y, esta, el resultado de la multicul-turalidad, entendida como el reconocimiento yrespeto a la diversidad cultural; de la intercultu-ralidad por interacción de las diferentes formassociales y culturales en toda sociedad, y de la sín-tesis, en la medida que en ella se construyen valo-res éticos, estéticos, políticos y sociales comunes auna colectividad determinada. La identidad sociales tanto la coexistencia de la diversidad social ycultural, como la síntesis que resulta de la con-fluencia y acción recíproca de las diferentes ex-presiones y manifestaciones. En todo caso, se tra-ta de la unidad en la diversidad que no es ni laseparación tribal y hermética de las diferentesidentidades, ni la uniformidad que impone el pro-ceso de globalización, sino riqueza plural que sur-ge de las múltiples y variadas expresiones de la ra-zón y sensibilidad humanas, de la ética y de laestética, de los sujetos y de las colectividades.

Referencias

Juan Jacobo Rousseau. Du Contrat Social [1762]. -Octavio Paz. Tiempo Nublado, Barcelona, Editorial SeixBarral, 1983. Alejandro Serrano Caldera. La Unidad en laDiversidad, Managua, Ediciones Progreso, 1998.

Identidad comunitaria

María Margarita Ruiz (Colombia) - Fundacies

Cómo se define la identidad comunitaria. En senti-do estricto, identidad se define como “calidad deidéntico, conjunto de circunstancias que distin-guen a una persona de las demás”, e idéntico sedefine como “que es lo mismo que otra cosa o seconfunde con”. Para efectos de nuestra definiciónasumimos la identidad como sentirse identificadocon prácticas, valores, principios, acciones (meidentifico por lo que soy, lo que pienso, lo quehago); actuar de acuerdo con esas prácticas, prin-cipios y valores; ser idéntico a, parecerse a, sercomo. En cuanto a lo comunitario, se define como“estado de lo que es común”. Lo comunitario en-tonces lo abordamos como aquello que es común,lo que es de todos, lo que nos pertenece a todos, aun grupo, a un conglomerado, lo que nos une, loque compartimos y nos identifica. La identidad,entendida así, se construye en el ámbito de lo in-dividual y privado, mientras que lo comunitarioexpresa lo que es común a un número indetermi-nado de miembros, es decir, se construye en lo co-lectivo o público, pero es en la relación o interac-ción de estos dos ámbitos donde se define laidentidad comunitaria, es decir lo que los distin-gue como una unión, como una comunión de indi-viduos, lo cual igualmente los diferencia de otra

comunidad de individuos identificados con otrasprácticas, principios y valores diferentes. Esta co-munidad de individuos, al compartir esa identi-dad que les es propia, se convierten en un colecti-vo comunitario.

Ser y no ser de la identidad comunitaria. Esta refle-xión es el punto de partida para definir lo que es ylo que no es identidad comunitaria y cuáles sonsus elementos constitutivos. ¿Qué es identidadcomunitaria?: un grupo de individuos que seidentifican por prácticas, valores y principios, vi-siones de mundo, creencias que comparten por lomenos en su esencia y que expresan a través de lacultura y, fundamentalmente, del lenguaje; esidentidad de valores que expresan diferentesperspectivas de vida; es unidad en valores que sereflejan en normas aprendidas y reproducidas so-cialmente; es heterogeneidad en la homogenei-dad; y complejidad en la relación. ¿Qué no esidentidad comunitaria?: no son conductas aisla-das, individuales y no consensuadas; no es unidadimpuesta, ni principios no compartidos social-mente; no es coexistencia de prácticas sin unidadde principios y valores. En razón a lo anterior,consideramos que la definición de este conceptopasa por el planteamiento de varias preguntas yun intento por aproximarnos a algunas respues-tas: ¿sobre qué bases se construyen nuestras prác-ticas culturales y sociales identificatorias?; ¿cuá-les son las redes fundamentales sobre las cuales seconstruye comunidad?; ¿cuáles son los valores yfundamentos morales que configuran una identi-dad individual, familiar y comunitaria?; ¿cuálesson los elementos diferenciadores de nuestra so-ciedad que hacen complejo hablar de una colecti-vidad unida por una única identidad comunita-ria?; ¿hay muchas identidades o una sola identidadcomunitaria?; ¿la identidad se construye sobre unaunidad de valores pero se expresa diferencialmentea través de varias identidades colectivas?; ¿cuálesson esos elementos fundamentales en la construc-ción de normas y valores comunitarios que le danidentidad a un colectivo?

Bases de construcción de prácticas culturales y so-ciales identificatorias. En relación con el primercuestionamiento, acerca de las bases de construc-ción de una identidad comunitaria, creemos perti-nente plantear la discusión en tres niveles: un pri-mer nivel referido a los condicionantes materialessobre los cuales los individuos y colectivos cons-truyen identidad. Estos se refieren esencialmentea la satisfacción de necesidades básicas, comoprotección a la vida, manifiesta en la salubridad ytodos aquellos medios para conseguirla, la provi-sión referida al alimento, el vestido, la educación,el abrigo; otra relacionada con la seguridad y laestabilidad como individuos, como familia y como

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comunidad. Un segundo nivel referido a los con-dicionantes definidos por lo deseado individual ycolectivamente, sobre los cuales construyo mi rea-lidad cotidiana como individuo y como grupo, yque manifiesto a través de normas y pautas deconducta expresadas culturalmente y a través dellenguaje. Esa construcción se realiza a través deactos de comunicación e interacción comunicati-va, buscando elaborar, difundir y aplicar normaséticas y morales a través de las cuales se guía yorienta como colectivo. Un tercer nivel, que deno-minamos inmaterial y trascendente, el cual invo-lucra los dos anteriores, pero expresa las creen-cias individuales y comunitarias, lo que creo de mímismo y de mi comunidad, lo que finalmente guíamis normas morales y éticas, mis valores y misprincipios. Estos tres niveles son la base de laidentidad comunitaria y allí se conforma una tri-logía de lo “ético” individual y colectivo. Los prin-cipios compartidos comunitariamente (primer ni-vel), a través de normas (segundo nivel) permitenel ejercicio libre y en equidad, en justicia, de lavida individual y comunitaria.

Redes sobre las que se construye la identidad comu-nitaria. Sobre las redes que dan sustento y confi-guran esa identidad colectiva comunitaria, pode-mos decir que, en esencia, se conforman a partirde células básicas representadas en el núcleoconstituido por la familia, por el hogar-padre, ma-dre, hijos. Los individuos crean tejido social quelos integre a partir de compartir en igualdad deconceptos en uno de los tres niveles enunciados:por satisfacción de necesidades, por acatar y cum-plir normas o por compartir sus creencias y laconstrucción y definición de estas. Estas redes sonmultivariadas, multicompuestas y se originan enun proceso gradual, grupos comunitarios, organi-zaciones e instituciones, que comparten entre sílas mismas prácticas que los identifican y los con-vierten en un grupo homogéneo. De allí se derivala existencia de múltiples identidades, es decir, lacultura propia de nuestros países latinoamerica-nos está constituida por múltiples y heterogéneasidentidades comunitarias, que son, en su grupoprimario, homogéneas al compartir lenguajes,prácticas, actividades comunes que producendeterminada identidad. Esta diversidad de iden-tidades se construye, no obstante existir en Lati-noamérica elementos compartidos por nuestroorigen, por nuestra historia, por nuestro me-dioambiente, y también por nuestras condicionesactuales de desarrollo. Los elementos que consti-tuyen dicha identidad, así como sus condicionan-tes, nos llevan igualmente a plantear que la iden-tidad comunitaria tiene un carácter dinámico, queno es un concepto estático, sino un proceso socialcon las implicaciones que esta tiene.

Principios y valores subyacentes a la identidad co-munitaria. La construcción de la identidad se de-riva de principios y valores que subyacen o sonconsustanciales a nuestra naturaleza humana ysocial: respeto a la vida propia y del otro, respetoa la diferencia, sentido de la tolerancia y la convi-vencia; respecto a las prácticas culturales en res-peto a la libertad individual y social; compromisode participación individual y colectiva; sentido dela equidad y la justicia social; y ejercicio de la res-ponsabilidad individual y corresponsabilidad co-lectiva. No obstante, estos elementos esenciales,la interacción social, los intereses individuales ycolectivos, las relaciones de fuerza transformanen mayor o menor medida estos elementos bási-cos, llevándolos a límites extremos. Es decir, laconstrucción de identidad comunitaria sobre labase de antivalores y antiprincipios que han ge-nerado o degenerado en una sociedad violenta,agresiva, con principios de autoritarismo, deirrespeto a la vida, a la libertad, sin justicia social,ha llevado a la completa anomia social y, por tan-to, a la conformación de identidades contrarias alos principios comunes sobre los cuales se consti-tuye la sociedad y se forman los individuos. Enesta tensión entre prácticas basadas en antivalo-res y antiprincipios y las prácticas basadas en va-lores y principios moralmente aceptados por la so-ciedad, se manifiestan elementos diferenciadoresque hacen de esta forma imposible hablar de unasola o única identidad comunitaria para Latino-américa. En consecuencia, existe un continuumque va de los valores y principios consensuados ymoral y éticamente aceptados por la sociedad aotro extremo de antivalores y antiprincipios; uncontinuum que representa una gradación de prin-cipios de orden a principios de anomia social. Enesta gradación se sitúan los diferentes grupos ocomunidades que conforman diferentes identida-des comunitarias. El ejercicio social para traer denuevo al orden y a la conformación de identidadesbasadas en principios éticos y morales pasa enton-ces por la discusión de dichas prácticas y la confor-mación o reconformación de estas a través de pro-cesos de interacción comunicativa y construcciónde nuevos lenguajes que lleven a la reconstruc-ción de valores y principios, involucrando los tresniveles de relación enunciados.

La construcción social y cultural de la identidad.Partimos de la premisa según la cual la construc-ción cultural y de las relaciones sociales se produ-ce a partir de la construcción de valores y, por su-puesto, de la construcción y el respeto de losacuerdos y las normas definidas en ese mismoproceso social y cultural. Esta construcción serealiza a través de acciones comunicativas y ac-ciones estratégicas, que consisten en la posibili-dad de validar nuestros acuerdos y desacuerdos

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en la construcción de consenso e identidad me-diante la interacción comunicativa (diálogo per-manente y abierto); el compartir intereses y dife-rentes perspectivas de vida, en la relación y lainteracción en la acción. Es en últimas un cambiode los símbolos y la representatividad de esos sím-bolos en el lenguaje. A partir de cambios en el len-guaje, el individuo y el colectivo pueden hacercambios fundamentales en la forma de ver la vida,de pensar, sentir y actuar y, obviamente, en creen-cias, principios y valores. Desde una perspectivaética, nos mantenemos en afirmar que una verda-dera concepción ética de la vida en comunidad yde prácticas identificatorias se establece sobre va-lores morales que privilegian la vida sobre lamuerte, la construcción sobre la destrucción, laarmonía sobre el conflicto y la desunión, la liber-tad sobre la esclavitud y la opresión individual ysocial, el respeto a la dignidad humana y a la inte-gridad personal sobre la transgresión al espaciopersonal y la ausencia de reconocimiento del otrocomo individuo y como colectivo; y principios desolidaridad (disposición de apoyo mutuo), parti-cipación, sentido de pertenencia, seguridad (sen-sación y certidumbre de tranquilidad en el disfru-te de los derechos y libertades individuales ycolectivas), convivencia y justicia social. Lo común,la identidad común, sólo es posible en un contextode orden, no de anomia social. La diferencia debeser un aporte para la construcción de la identidad yel conflicto solo debe ser un momento del con-tinuum aludido y no una situación permanentede individuos y colectivo. Solo es viable igual-mente la construcción en tolerancia y respeto alas diversas identidades cuando la sociedad quelas construye se basa en principios de justicia,igualdad, libertad, solidaridad, tolerancia y par-ticipación. Allí radica la importancia de analizarla identidad comunitaria desde una perspectivade la bioética. Cuando en el proceso de formacióncomo individuos y conformación como colectivose pierden de vista los valores y principios men-cionados, damos paso a un total desorden, luchasde intereses, luchas de poder, que se resuelven porla vía de eliminar al otro y no por la vía de la nego-ciación pacífica a través de actos o acciones de in-teracción comunicativa y de construcción de nue-vos lenguajes. Cuando se rompe el diálogo entreindividuos y de estos como colectivo, damos pasoa la desigualdad y la desunión y, por tanto, impo-sibilitamos la construcción de lenguajes comunesidentificatorios y de identidad comunitaria.

Referencias

Jürgen Habermas. Identidades nacionales y posnacio-nales, Madrid, Tecnos, 2007, 3ª ed. - Charles Taylor. Fuen-tes del Yo. La construcción de la identidad moderna,Barcelona, Paidós, 1996.

Derecho a la imageny confidencialidad

Carlos Valerio (Costa Rica) - Defensoría de losHabitantes

Los derechos de la personalidad. El régimen delos derechos de la personalidad y nombre delas personas se conoce como la protección jurí-dica que se ofrece al individuo con respecto a ladisponibilidad del propio cuerpo, al derecho de laimagen, al derecho al nombre, a la filiación, alseudónimo y al derecho a indemnizaciones encaso de daños o lesiones. Los derechos de la per-sonalidad son los derechos supremos del hombredesde la perspectiva civilista, que garantizan elgoce de sus bienes personales. Este tipo de dere-chos fundamentales, una vez asumidos por el or-denamiento jurídico, pretenden otorgar al hom-bre el máximo de facilidades y garantías para quepueda, si así lo desea en cuanto ser libre y ello esposible, realizarse como persona, asegurándolenormativamente las libertades, creando jurídica-mente las condiciones económicas, sociales, bio-lógicas y políticas que le permitan desenvolversesegún su íntima vocación. Desde esta perspectiva,la persona no puede ser tutelada por lo que tiene,es decir respecto de sus utilidades y los bienes queestén separados de su personalidad, aun derivan-do de esta y que recaen sobre cosas del mundo ex-terior, sino por cuanto es, en las facultades insepa-rables de la naturaleza humana que constituyenrazón y fundamento de su existencia y del desen-volvimiento de su actividad para alcanzar los fi-nes esenciales de su vida. El derecho a la imagenes un derecho fundamental en el campo delVIH/sida, que se traduce desde el punto de vistadel derecho médico en el derecho del paciente aque se proteja su vida privada y confidencialidad,y en la obligación del secreto profesional del per-sonal sanitario.

El secreto profesional y la confidencialidad. La re-glas deontológicas de la medicina han postuladosiempre como principio básico que el médico ensu relación con el paciente deba actuar siempreen beneficio de este, tanto en lo personal comoen lo referente a su salud y a su vida. El respeto ala intimidad del paciente implica, en primer lu-gar, no ir más allá de lo estrictamente imprescin-dible en la exploración médica necesaria paraelaborar un diagnóstico correcto. El deber deconfidencialidad solo cede cuando así lo establecela ley o se deduce de esta como consecuencia deun estado de necesidad o de una colisión de debe-res o lo autoriza el juez según el ordenamiento ju-rídico. En relación con la tutela de los derechosfundamentales de las personas que viven conVIH/sida, la protección a la confidencialidad es fun-damental. Sobre todo por la moderna dinámica

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hospitalaria y la efectividad y agilidad de las comu-nicaciones, con más cuidado debe respetarse laconfidencialidad de la infección a favor de un pa-ciente. A pesar de lo anterior, la confidencialidadacepta excepciones con la condición de que en di-cha salvedad se tutelen valores jurídicamente su-periores, se respeten los derechos humanos y la fi-nalidad tienda a proteger la salud pública. Lanecesidad de proteger la vida privada de la perso-na que vive con VIH/sida y la importancia de pro-teger la salud pública obligan cada vez más aaceptar la nueva tendencia de aceptar como váli-do lo que la doctrina ha denominado el paradig-ma del secreto profesional (Llano, 1991). No esel secreto mismo, ni el valor ético que encierra loque caducó, sino el contexto y la forma tradi-cional en que se entendió. En relación con elVIH/sida, en el caso excepcional que un médicotenga la evidencia comprobada de que existe unpeligro real de contagio para un tercero (porejemplo el cónyuge) y con ello un peligro tambiénreal para su vida o grave para la salud, y en el casode que el afectado no esté dispuesto a comunicarsu situación a ese tercero ni a tomar medidas pre-ventivas adecuadas, el médico podrá revelarla.Deben darse determinados requisitos, de entre losque puede destacarse el que exige que el mal causa-do –el atentado contra la intimidad del paciente odel donante– sea menor excepcionalmente que elmal que trata de evitar –la pérdida de la vida o me-noscabo del tercero– (Romeo Casabona, 1993).

La notificación de contactos como procedimiento. Conel fin de proteger el bien jurídico vida y con propósi-tos puramente preventivos, desde la perspectiva dela salud pública y la protección de los derechos hu-manos, se ha desarrollado el procedimiento deno-minado notificación a los contactos o de detección oidentificación de casos entre parejas de individuos

infectados. Al respecto se establece que el médicotratante o el personal de atención en salud debeasesorar al paciente acerca de la obligatoriedadde informar a sus contactos sexuales. Cuando elpaciente no quiera o no pueda comunicar el resul-tado de su diagnóstico, por lo menos a sus contac-tos sexuales actuales, el personal de atención ensalud deberá realizar las gestiones posibles a finde lograr dicha notificación. El uso de un protoco-lo que facilite la labor del trabajador de la salud ya la vez permita el cumplimiento de los derechosdel paciente tiene como consecuencia unificar losprocedimientos de los funcionarios de salud en elmomento de notificar a los contactos sexuales. Engeneral, la prevención de las enfermedades detransmisión sexual, incluido el sida, requiere lalocalización de los contactos sexuales de las per-sonas diagnosticadas con el objeto de identificar alas personas infectadas o en riesgo de infección,proporcionar tratamiento, interrumpir la transmi-sión y aconsejar sobre medidas preventivas futu-ras. En la medida en que se maneje de forma ade-cuada la información relativa a la vida privada deun paciente con infección por VIH/sida, se tutelanotros valores de personalidad con la salud y lavida de otras personas.

Referencias

Alfonso Llano. “El manejo del secreto profesionalcon pacientes con sida”, Aportes de la ética y el derechoal estudio del sida. Publicación Científica No 530. Orga-nización Mundial de la Salud. Organización Panameri-cana de la Salud. Washington D.C., Estados Unidos,1991. pp. 148-156. - Carlos Romeo Casabona; MaríaCastellano. “La intimidad del paciente desde la perspec-tiva del secreto profesional médico y del acceso a la his-toria clínica”. Derecho y Salud. Publicación Oficial de laAsociación de Juristas de la Salud. Vol. 1, No 1, julio-di-ciembre, 1993 (pp. 5-16).

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Integridad

Una de las cuestiones que una bioética críticadebe señalar es la limitación conceptual an-

gloamericana introducida en bioética con elconcepto (convertido en principio ético) de ‘nomaleficencia’. El mismo está impregnado de con-notaciones biomédicas que excluyen, entre otros,supuestos psicosociales, culturales, económicos yambientales. Así como el concepto de libertad (v.)tiene mayor amplitud que el de autonomía, deigual modo si sostenemos la expresión ‘respeta laintegridad’ podrá decirse que expresamos másampliamente un imperativo moral que determinala voluntad, y que este imperativo puede enun-ciarse en términos de ‘no hacer daño’, o como seha repetido incansablemente, del primum nonnocere hipocrático. De hecho, la integridad hasido asociada a la protección corporal ante el dañode terceros como en el artículo 5 de la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanos (1948) al decir“Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratoscrueles, inhumanos o degradantes”, y en el ar-tículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Ci-viles y Políticos (1966) al decir “Nadie serásometido a torturas ni a penas o tratos crueles, in-humanos o degradantes. En particular, nadie serásometido sin su libre consentimiento a experimentosmédicos o científicos”. Pero ya la Convención Ame-ricana sobre Derechos Humanos (1969) adoptauna visión que amplía las anteriores al precisar ensu artículo 5 titulado ‘Derecho a la Integridad Per-sonal’: “1. Toda persona tiene derecho a que se res-pete su integridad física, psíquica y moral”. Delmismo modo que el hablar de salud (v. Salud y en-fermedad) en un sentido integral (v.) nos conducea una práctica muy diferente que la concepción desalud en términos estrictamente físicos, o anato-moclínicos, o de ‘normalidad’ (v. Lo normal y lopatológico); el hablar de respeto de la integridadnos conduce a una práctica –y por consiguiente auna ética– mucho más amplia que la que nos ha-bla de respeto del principio de no maleficencia. Sila identidad personal podría ser enunciada en úl-timo término como ‘el ser que donde me piensansoy’, la integridad personal puede ser enunciada asu vez como la de ‘el ser que donde me pienso sigosiendo’. Así, la integridad alude por un lado aaquel subconjunto de la identidad –física, psíqui-ca y moral– que la voluntad afirma en el tiempo,pero a la vez la integridad alude a aquel subcon-junto de la identidad –física, psíquica y moral–que la voluntad cambia en el tiempo. Esta dialécti-ca entre identidad, integridad y libertad (volun-tad) nos conduce a una ética más compleja que la

de una confusa y oscura ingeniería moral de obli-gaciones ‘prima facie’.

Integridad, dignidad y justicia. Al ver el cuerpo deuna persona hambrienta como expresión vulnera-da de la integridad (física, psíquica y moral), noes un imperativo de la razón el que se nos impone,como ya hemos dicho (v. Hambre y desnutrición),sino un imperativo de la vivencia que captamos enmodo inmediato y que sin intermediarios noshace comprender la verdad moral (en términos devalioso-no valioso, digno-indigno, justo-injusto)sin ningún pensar discursivo. Comprendemos quenos cabe una imperiosa obligación moral porquela captación de lo indigno nos impulsa a restaurarla dignidad. Intuimos en modo sensible, pero tam-bién en forma pura, que toda nuestra concienciamoral, todos nuestros valores, brotan del cuerpode nuestro prójimo. No se trata simplemente derespetar un principio de no dañar en cuanto a nocausar hambre a las personas, y de respetar a lavez un principio de autonomía en tanto permitirque las personas procuren su alimento. No se tra-ta tampoco de un ‘hacer el bien’ de dar alimento alos hambrientos como acción respetuosa del prin-cipio de beneficencia. Se trata de reconocer y res-petar la dignidad humana como fundamento delrespeto de la identidad, la integridad y la libertadde las personas. Y la armonía simultánea de esterespeto no puede disociarse (del mismo modo queuna sinfonía no consiste simplemente en que lascuerdas y los vientos se ejecuten con independen-cia del tiempo y forma de los otros instrumentos).En un informe tan propio de la bioética angloa-mericana como Deciding to Forego Life-SustainingTreatment (USA President’s Commission, 1983),se destacó el valor intrínseco de la autodetermi-nación como elemento de estima e integridadpersonal. Puede decirse que se trata de toda unaconcesión de la autonomía (autodeterminación)a la identidad (autoestima) y la integridad. Sinembargo, aunque esa consideración es importan-te, no resulta suficiente para comprender el sig-nificado que tiene el valor integridad, en tantotrascendente, de la dignidad humana. Y no es su-ficiente porque esa consideración se hace desdeuna visión individualista. Si hay algo que diferen-cia la autodeterminación como elemento de iden-tidad e integridad, de la identidad e integridadcomo elementos trascendentes de la dignidad hu-mana, es que la estimación de identidad e inte-gridad personal desde la dignidad humana es consi-derada a la luz de su pretensión de universalizaciónen tanto estimación que alcanza a todo ser humano

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por el solo hecho de considerarlo tal. El principiode respeto de la autonomía no es igual a la digni-dad humana porque respetar las elecciones autó-nomas no es respetar a todas las personas. Inclusoel principio de respeto de las personas, siendo di-ferente del de autonomía, no es igual a la digni-dad humana, porque respetar las elecciones de su-jetos autónomos y proteger a los sujetos con suautonomía reducida no nos permite todavía al-canzar la dinámica que va desde el valor y la valo-ración hacia la norma o el deber. Decir que hayque respetar la autonomía o a las personas, porser un principio ético, es una norma o enunciadode deber. Pero la autoestima o estimación de laidentidad –de lo que somos–, así como la estima-ción de nuestra integridad –de lo que queremosseguir siendo–, es un enunciado, en primer térmi-no, autorreferencial. Este se convierte en exigen-cia moral o enunciado de deber hacia nosotrosmismos y hacia los demás para con nosotros cuan-do proyectamos esa estimación propia sobre laconvicción de ser una estimación que debe alcanzara todos los seres humanos –autónomos o no– por susola condición de tales. Se trata de una cuestión quesi no reside meramente en la conciencia individualde autonomía, habrá que ir a buscarla en una con-ciencia socializada de libertad. Se trata de una cues-tión de justicia. A diferencia de la ‘justificación moral’de Frankena, seguida por Beauchamp y Childress,

podemos decir que la crueldad con los niños nosolo está mal sino que es injusta. Y lo es porqueatendiendo a la más simple, formal y antigua delas definiciones de justicia enunciada como “dar acada uno lo suyo”, hacer justicia será dar a cadauno su dignidad, cuando él mismo no pueda ha-cerlo, como los niños y como cualquier víctima. Ladinámica que se genera desde el valor hacia el de-ber de realizar ese valor en el mundo rompe con ladistinción racionalista entre juicios morales justi-ficados e injustificados que se introdujo desde las‘teorías de la justificación moral’ como el princi-pialismo. En esa ruptura, la moral de la que tratala bioética ya no será meramente una cuestión ‘a-cadémica’ de justificación o no, sino tambiéncuestión de autoestima, de valores, convicciones yexigencias puestas en el curso de las prácticas so-ciales con el respaldo de la integridad moral decada sujeto. Esa integridad moral puesta en juegoimplica el respaldo de la ética con el cuerpo propio.En su situación límite, esta es la conducta del héroe.De allí que la justificación racional es un paso de lapraxis moral, pero aun así no es ni el primero ni elúltimo. No es el primero que siempre supone unaintuición inicial del valor ético. Y tampoco es el últi-mo, ya que siempre supone una virtud para la reali-zación final del valor en el mundo.

[J. C. T.]

Derecho a la integridad

Alfredo Kraut (Argentina) - Universidad deBuenos Aires

Definición y noción jurídica. “Integridad” es unapalabra vinculada con el latín “integer” –entero,intocado, intacto–. La integridad personal alude ala condición de “completo, íntegro” y se aplica “ala cosa en que no falta nada de lo que la constitu-ye normal u originariamente” (María Moliner,Diccionario de Uso del Español), y al equilibrio ar-mónico entre los aspectos corporales, psicosocia-les, intelectuales y morales en la vida de una per-sona. El derecho a la integridad psicofísica esamplio e implica la protección de la persona comounidad psicosomática ante la amenaza o el aten-tado, es decir, frente a actos de terceros que inten-ten afectarla, provengan estos del propio sujeto,de particulares o del Estado. El cuerpo del ser hu-mano es indisponible, aunque la propia personapueda disponer de él dentro de ciertos límitesmarcados por el orden público, la ley, la moral, lasbuenas costumbres y el debido respeto a la vida ya la salud, incluso la propia. El derecho a la inte-gridad comprende los derechos a conservar todaslas partes del cuerpo, a no ser torturado ni recibirtratos inhumanos, a que no se le apliquen técnicas

que afecten la autonomía de la mente –como el la-vado de cerebro o la hipnosis–, a no ser sometido,sin su libre consentimiento, a experimentos médi-cos o científicos, a que se respeten sus conviccio-nes, su honor, etc., y los correlativos deberes delEstado y los particulares. Se trata de una exten-sión del derecho a la vida y al cuerpo. La Declara-ción Universal de Derechos Humanos, adoptadapor las Naciones Unidas en 1948, reconoce espe-cíficamente en su artículo 5: “Nadie será sometidoa torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos odegradantes”. Posteriormente, en los dos instru-mentos establecidos por las Naciones Unidas parapromover el cumplimiento de la Declaración –elPacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos(PIDCP) y el Pacto de Derechos Económicos, So-ciales y Culturales (PIDESC)–, se ratifica y amplíaeste principio protectorio de la integridad. El 10de diciembre de 1984 la ONU adoptó la Conven-ción sobre la Tortura y otros Tratos o Penas Crue-les, Inhumanos o Degradantes. Y la ConferenciaMundial de Derechos Humanos reafirmó, en suDeclaración de Viena (1993), el respeto de los de-rechos humanos y las libertades fundamentales–sin distinción alguna –: entre ellos ratifica la

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Convención contra la Tortura e insta a los Estadosmiembros a ratificarla igualmente. Los derechoscontenidos en estas cartas, pactos, declaraciones,convenciones, son derechos genéricos que ampa-ran a todos los seres humanos sin excepción y, portanto, aseguran la integridad personal de todoslos individuos. El derecho internacional llamado“consuetudinario” contiene principios jurídicosampliamente aceptados por los gobiernos, y porello, vinculantes: la protección contra la tortura ylos tratos inhumanos y degradantes es parte delderecho internacional consuetudinario. Las declara-ciones son grandes directrices que, cuando reúnenel consenso necesario, permiten el surgimiento delas convenciones. Algunos instrumentos contienen,como se advierte, normas imperativas de alcancegeneral; otros establecen normas puntuales paradeterminadas categorías de personas.

El derecho a la integridad de los pacientes mentalescomo modelo. Los pacientes mentales constituyen–entre los grupos humanos– un paradigma de vul-nerabilidad y desprotección, ya que sufren no sololos padecimientos de sus patologías, sino el estig-ma, la discriminación y la marginación. Son, asi-mismo, emblema de hiposuficiencia jurídica, locual incrementa las posibilidades de que se violensus derechos humanos. Por la razón de su extremadesprotección, se toma aquí como ejemplo, vale-dero para la comprensión cabal del derecho a laintegridad, el caso de los pacientes mentales, a finde centrar en un modelo límite el análisis de estederecho a la luz de los instrumentos jurídicos exis-tentes. Aunque las declaraciones, pactos y con-venciones generales brindan las pautas básicasdel respeto universal de la integridad de todas laspersonas, algunos de los documentos protectoriosde los derechos humanos establecen pautas en elorden internacional destinadas a preservar la in-tegridad corporal, mental, moral y social específi-camente de los pacientes mentales, particular-mente de quienes se hallan institucionalizados–voluntaria o involuntariamente–, en condicionesque afectan su integridad personal. Las restriccionesque se aplican hoy a personas sujetas a tratamientospsiquiátricos son variadas, y de no cumplirse conciertos requisitos, constituyen violaciones a su de-recho a la integridad. Entre tales restricciones, secuentan: 1. Internación involuntaria o forzosa, quesuele fundarse en la peligrosidad para sí o paraterceros, o en la necesidad de tratamiento, ycuyo contenido es la pérdida de la libertad. 2.Aislamiento terapéutico (seclusión), o sea lainstalación de un paciente en una habitacióncerrada. 3. Inmovilidad o sujeción terapéutica,definida como la fijación de, al menos, algunosmiembros del paciente mediante dispositivosmecánicos. 4. Tratamientos sanitarios forzosos,es decir, la imposición de terapias sin que medie

la voluntad personal del paciente. Los principiosmás generales adoptados por las Naciones Uni-das, y referidos a las personas con sufrimientomental son la Declaración de Viena (ConferenciaMundial de Derechos Humanos, 1993), los Princi-pios de las Naciones Unidas para la Protección delos Enfermos Mentales y para el Mejoramiento dela Atención de la Salud Mental (“Principios de Sa-lud Mental”, Asamblea General, 1991), las Nor-mas Uniformes de las Naciones Unidas sobre laEquiparación de Oportunidades para las Personascon Discapacidad (Asamblea General, 1993), laResolución 2000/51 (Comisión de Derechos Hu-manos de las Naciones Unidas, 2000). Otras ins-tituciones de orden internacional establecieronnumerosos códigos deontológicos y normas in-ternacionales tuitivas de los derechos de los pa-cientes mentales (Kraut, 2006). A diferencia delos pactos y las convenciones, las declaraciones yprincipios no son estrictamente normas jurídicas,aun cuando sean pautas de interpretación de nor-mas más generales. En el ámbito de la salud men-tal, los Principios de Salud Mental conforman elinstrumento de derechos y normas para el res-guardo de los pacientes mentales más adecuado ycomprensivo, puesto que se orientan a cambiar elsistema de atención en este campo. Se considera alos Principios como el estándar internacional máscompleto y detallado en la materia. Los Principiospostulan que las personas que “padezcan una en-fermedad mental, o que estén siendo atendidas poresta causa serán tratadas con humanidad y respetopor la dignidad inherente a la persona humana”(“Principios”, 1 [2]), con lo cual especifican parael caso de los pacientes mentales, el derecho a laintegridad establecido para todos los seres huma-nos. Asimismo, constituyen normas de fondo y deforma para evitar las internaciones arbitrarias oabusivas. Si bien no se ha logrado todavía unaconvención general para extender a todos los paí-ses el cumplimiento efectivo de los instrumentosprotectorios específicos –y aun no siendo vincu-lantes–, los Principios estimulan a los Estados aadecuar sus normativas internas a los estándaresmínimos que ellos preconizan respecto de las per-sonas con sufrimiento mental, colaboran en lainterpretación de disposiciones conexas del derechointernacional consuetudinario de los derechoshumanos y en la comprensión de las obligacionesinternacionales del país. Se los reconoce así como“derecho blando”, o bien como “derecho guía o mo-delo”. Infortunadamente, se dice con razón que “lospaíses los suscriben porque no se sienten realmenteobligados”.

El derecho a la integridad en los sistemas regiona-les de Derechos Humanos. Los sistemas regionalesde derechos humanos de África, América y Euro-pa cuentan con mecanismos desarrollados para

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lograr el cumplimiento de los instrumentos exis-tentes. A través de tales mecanismos, quienes seven afectados pueden presentar demandas con-tra los gobiernos ante comités, tribunales o co-misiones que establecen los instrumentos perti-nentes. La Convención Americana de DerechosHumanos (adoptada en 1969 y en vigor desde1978) se refiere ampliamente al derecho a la in-tegridad (artículo 5), y reconoce asimismo unimportante espectro de derechos genéricos queincluyen en su protección a las personas con pade-cimientos mentales, sobre todo en lo que hace alrespeto por su vida (artículo 4), por su integridadfísica y moral, aun estando privadas de su libertad(artículo 5, incisos 1 y 2), el derecho a la libertady a la seguridad personales (artículo 7), el dere-cho a ser oídas con las debidas garantías y dentrode un plazo razonable por un juez o tribunal com-petente, independiente e imparcial (artículo 8), elderecho a la protección de la ley, sin discrimina-ciones de ninguna especie (artículo 24). Desde elpunto de vista del respeto a la integridad de lospacientes mentales, son particularmente rele-vantes, en el orden regional americano, el siste-ma interamericano (Comisión Interamericana deDerechos Humanos y la Corte Internacional deDerechos Humanos, CIDH) y la Declaración deCaracas (Caracas, Venezuela, 1990), adoptadapor la Conferencia para la Reestructuración de laAtención Psiquiátrica en América Latina. LaDeclaración de Caracas opera como una estrate-gia tendiente a transformar el modelo actual deatención psiquiátrica, gestando normas univer-sales para el tratamiento de las personas afecta-das mentalmente. En este sentido, el documentosignificó un importante y transformador paso deorden legal respecto de la atención psiquiátrica yel avance de los derechos de estos pacientes. Res-pecto del sistema interamericano, los Estados fir-mantes de la Convención Americana están com-prometidos a respetar todos los derechos queella contiene, y por tanto, los distintos derechosatingentes a la integridad. Las personas víctimasde violaciones pueden recurrir, en el sistema inte-ramericano, ante la Comisión Interamericana deDerechos Humanos, creada en 1959, y conforma-da para promover los derechos humanos consa-grados en la Declaración. La Comisión recibe de-nuncias individuales de personas provenientes delos Estados miembros de la Convención, o inclusode Estados miembros de la OEA que no ratificaronaún la Convención. Además, está habilitada paraelaborar informes generales o especiales sobre la si-tuación de los derechos humanos en el área. Si setrata de informes sobre un Estado, la Comisión debetransmitírselos para que dicho Estado formule ob-servaciones que evaluará la Comisión. Asimismo, laComisión realiza visitas in loco y tramita peticiones

individuales. Las recomendaciones de la Comi-sión se consideran vinculantes y los EstadosPartes de la Convención deben cumplirlas. Anual-mente, la Comisión presenta un informe ante laAsamblea de la OEA. Las personas que padecenviolaciones de sus derechos cometidas por autori-dades gubernamentales, pueden elevar denunciasante la Comisión. Tales denuncias se presentanpor escrito y son admisibles cuando los recursoslocales para obtener satisfacción han sido agota-dos, y no pasaron más de seis meses a partir de de-cidido el caso por el tribunal nacional actuante.Cumplidos estos y otros requisitos exigidos, siguela tramitación de la denuncia, y las gestiones de laComisión para lograr respuestas satisfactorias delEstado en cuestión. Se halla igualmente en fun-ciones la Corte Interamericana de Derechos Hu-manos, cuya misión es aplicar e interpretar laConvención Americana sobre Derechos Humanos.Sus tareas son consultivas y también contencio-sas. Las primeras se refieren a la interpretación detratados en que esté directamente implicada laprotección de los derechos humanos en un Estadomiembro del sistema. En materia contenciosa,sólo los Estados Partes y la Comisión tienen dere-cho a someter los casos a su decisión luego de ha-ber agotado los procedimientos previstos en laConvención. Una vez que la Corte decide quehubo violación de un derecho o libertad protegi-dos por la Convención Americana, dispone que segarantice al lesionado el goce del derecho o la li-bertad conculcados y, si procediera, que se repa-ren las consecuencias y se pague una justa indem-nización a la parte afectada. En materia delderecho a la integridad de personas con discapaci-dad en el contexto americano, puede citarse el pa-radigmático caso de Víctor Rosario Congo (Case11, Inter-Am. C.H.R. 61, OEA/Ser/L.V./II., doc 26[1999]), aislado durante más de cuarenta días yagredido por uno de los guardias del centro derehabilitación social donde se encontraba deteni-do. A pesar de su padecimiento mental, no se lesuministró atención psiquiátrica, ni adecuadaasistencia médica, por lo que murió luego de sertrasladado. La resolución al respecto muestra laimportancia de considerar la vulnerabilidad parti-cular de las personas con discapacidad mental,privadas de libertad. En este caso, la Comisiónconcluyó que el Estado (Ecuador) violó el derechoa la protección judicial consagrado en el artículo25 (1) de la Convención, ya que no emprendióproceso judicial alguno para investigar y determi-nar responsabilidades por las lesiones y la muertedel señor Congo. Ecuador aceptó las conclusionesde la Comisión. En el caso “Lopes” (Damião Xime-nes Lopes, Petición 12.237, Brasil, Comisión Inte-ramericana de Derechos Humanos, 9/10/2002),se estableció que hubo violación de los artículos 4,

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5, 11 y 25 de la Convención, relativos a la integri-dad personal, la protección del honor y la digni-dad, y el derecho a un recurso judicial, en cone-xión con el deber genérico del Estado de respetary garantizar los derechos consagrados en la Con-vención Americana, y pese a que el gobierno invo-lucrado (Brasil) no dio respuesta, la Comisión de-claró la admisibilidad del caso, decidió elevar suinforme al Estado y a la peticionante, publicar sudecisión e incluirla en su informe anual ante laOEA. La Corte Interamericana ha señalado reite-radamente la obligación de los Estados de investi-gar y sancionar a los responsables de las violacio-nes –entre ellas, las referidas al derecho a laintegridad– ocurridas en sus territorios. Dos re-cientes documentos regionales especifican y am-plían la preocupación de los Estados por respetary consolidar la vigencia de los derechos humanosde quienes están mentalmente afectados: la Con-vención Interamericana para la Eliminación de to-das las Formas de Discriminación contra las Perso-nas con Discapacidad (Guatemala, 1999/2001), yla Recomendación de la Comisión Interamericanade Derechos Humanos sobre la Promoción y Pro-tección de las Personas con Discapacidad Mental(OEA, 2001). Esta Recomendación se orienta a in-corporar en la normativa de los países miembrossistemas de protección de los derechos de los pa-cientes mentales (introducción de estándares in-ternacionales en la legislación interna), y a pro-mover las medidas legislativas o judiciales que serequieren para supervisar el cumplimiento de es-tos derechos (en Argentina, la ley 25280 –4 deagosto de 2000– dispuso su aprobación). Si se ha-bla aquí de violaciones específicas de los derechosde los enfermos mentales, es para mostrar la exis-tencia de instrumentos internacionales válidospara su defensa, y la necesidad imperiosa deadaptar las legislaciones locales a tales normati-vas y principios internacionales y regionales.

Referencias

Alfredo J. Kraut. Los derechos de los pacientes, BuenosAires, Abeledo-Perrot, 1997, capítulos XI a XV. - Alfredo J.Kraut. Salud Mental. Tutela jurídica, Buenos Aires, Rubin-zal Culzoni, 2006.

Tortura y tratos inhumanos

Juan Carlos Tealdi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

La tortura y los tratos inhumanos son practicadosactualmente en más de la mitad de los países delmundo, pese a su irrefutable inmoralidad y a sucondena unánime por diversos instrumentos del de-recho internacional de los derechos humanos y delderecho internacional humanitario. Esta realidad

es una de las mayores exigencias a la concienciaindividual y colectiva que alcanza muy especial-mente a quienes trabajamos en bioética. El de-nunciar y debatir los aspectos relacionados con es-tas conductas aberrantes forma parte del quehacerbioético y de su compromiso con el progreso moral.Es tarea de la bioética el reflexionar sobre la torturacomo realidad de la conducta humana y el promo-ver actos para luchar eficazmente contra ella.

Definiciones. La Convención contra la Tortura yotros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degra-dantes de las Naciones Unidas (1984) define latortura como “todo acto por el cual se inflijan in-tencionalmente a una persona dolores o sufrimien-tos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin deobtener de ella o de un tercero información o unaconfesión, de castigarla por un acto que haya come-tido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar ocoaccionar a esa persona o a otras, o por cualquierrazón basada en cualquier tipo de discriminación,cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidospor un funcionario público u otra persona en el ejer-cicio de funciones públicas, a instigación suya, o consu consentimiento o aquiescencia. No se considera-rán torturas los dolores o sufrimientos que seanconsecuencia únicamente de sanciones legítimas, oque sean inherentes o accidentales a estas”. Esta de-finición fue recogida en el Protocolo de Estambulde Naciones Unidas (2001), Manual para la inves-tigación y documentación eficaces de esos delitos.El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacio-nal (1998) considera la tortura como crimen delesa humanidad y entiende la misma como “el cau-sar intencionalmente dolor o sufrimientos graves,ya sean físicos o mentales, a una persona que el acu-sado tenga bajo su custodia o control; sin embargo,no se entenderá por tortura el dolor o los sufrimien-tos que se deriven únicamente de sanciones lícitas oque sean consecuencia normal o fortuita de ellos”.La Convención Interamericana para prevenir y san-cionar la tortura de la OEA (1985) define la tortu-ra en su artículo 2 como “... todo acto realizado in-tencionalmente por el cual se inflijan a una personapenas o sufrimientos físicos o mentales, con fines deinvestigación criminal, como medio intimidatorio,como castigo personal, como medida preventiva,como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá tam-bién como tortura la aplicación sobre una persona demétodos tendientes a anular la personalidad de lavíctima o disminuir su capacidad física o mental,aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”.La Asociación Médica Mundial (AMM) en sus Nor-mas Directivas para Médicos con respecto a la tortu-ra y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes,o castigos impuestos sobre personas detenidas oencarceladas (1975) definió la tortura como “...el sufrimiento físico o mental infligido en formadeliberada, sistemática o caprichosa por una o más

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personas actuando sola o bajo las órdenes de cual-quier autoridad, con el fin de forzar a otra personaa dar informaciones, a hacerla confesar, o por cual-quier otra razón”.

Los Derechos Humanos en la prevención de la tortu-ra. Además de los instrumentos ya mencionadosexiste un conjunto normativo internacional y re-gional que establece firmemente el derecho a es-tar libre de tortura. En el derecho humanitario in-ternacional, los cuatro Convenios de Ginebra de1949 al establecer normas para los conflictos ar-mados y para el trato de las personas que no for-man parte de las hostilidades como los heridos,capturados y civiles, prohíben la tortura y otrasformas de malos tratos. Esto ha quedado recogidoen el muy importante ‘artículo 3 común’ que dice:“... se prohíben, en cualquier tiempo y lugar [...]atentados contra la vida y la integridad corporal,especialmente el homicidio en todas sus formas, lasmutilaciones, los tratos crueles, la tortura [...]atentados contra la dignidad personal, especial-mente los tratos humillantes y degradantes”. El ar-tículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civilesy Políticos (1966) dice que “nadie será sometido atorturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos odegradantes. En particular, nadie será sometido sinsu libre consentimiento a experimentos médicos ocientíficos”. La Convención Americana sobre Dere-chos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica(1969) estipula en el artículo 5 que “1. Toda perso-na tiene derecho a que se respete su integridad físi-ca, psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido atorturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos odegradantes”. Han sido estas normas, entre otras,las que se han recordado con motivo de las viola-ciones llevadas a cabo por Estados Unidos con pri-sioneros trasladados a Guantánamo en el marcode sus acciones ‘preventivas’. Pero no solo han deconsiderarse los instrumentos internacionalesespecíficamente referidos a la tortura y los tratosinhumanos, como los mencionados, sino tam-bién otros documentos que, aunque en sentidogeneral tratan de otras cuestiones, incluyen asi-mismo la restricción de aquellos actos y tienengran relevancia. Esto sucede con la Convenciónsobre los Derechos del Niño (1989) cuando en elartículo 37 establece que “ningún niño sea someti-do a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhu-manos o degradantes”. Asimismo, la Declaraciónde las Naciones Unidas sobre la eliminación de laviolencia contra la mujer (1993) entiende como‘violencia contra la mujer’ “... todo acto de violen-cia basado en la pertenencia al sexo femenino quetenga o pueda tener como resultado un daño o sufri-miento físico, sexual o psicológico para la mujer, asícomo las amenazas de tales actos, la coacción o laprivación arbitraria de la libertad, tanto si se pro-ducen en la vida pública como en la vida privada”. Y

la Declaración reconoce expresamente en el ar-tículo 3, que la mujer tiene derecho “... a no sersometida a tortura, ni a otros tratos o penas crueles,inhumanos o degradantes”.

Interpretaciones. El Informe del Relator Especialsobre la tortura de las Naciones Unidas (1997) haafirmado que hay actos que no pueden ser consi-derados lícitos solo porque hayan sido autoriza-dos en un procedimiento legítimo en su forma(considérese que los actos de los nazis contabancon una justificación jurídica formal que en mu-chos casos era inobjetable en esos términos). Laimposición de castigos como la lapidación a muer-te, los azotes y la amputación no pueden ser con-siderados lícitos, aunque hayan sido autorizadosen un procedimiento formalmente legítimo. LaComisión de Derechos Humanos ratificó esa inter-pretación (1998) recordando a los gobiernos queel castigo corporal puede ser equivalente a un tra-to cruel, inhumano o degradante, o tortura. Res-pecto a las demandas de extradición y la posibili-dad de dar lugar con las mismas a actos de torturao tratos inhumanos, la Corte Europea de Dere-chos Humanos sentó un importante precedenteen su sentencia del Caso Soering c/ Reino Unido(1989). Se trataba de un individuo nacido enAlemania –Jens Soering–, detenido en Inglate-rra, pendiente de ser acusado por un homicidiocometido en el Estado de Virginia en EstadosUnidos y sometido a un proceso de extradición ennombre del gobierno de este país. Virginia era unEstado que sancionaba el homicidio con la penade muerte. La Corte Europea, sin poder pronun-ciarse sobre la pena de muerte, consideró que lapetición de extradición no podía concederse a me-nos que se garantizaran al acusado sus derechosreconocidos por el artículo 3 de la ConvenciónEuropea de Derechos Humanos que establece lainterdicción de torturas, o penas o tratos inhuma-nos o degradantes. La Corte reconoció el ‘fenóme-no de la espera para ser ejecutado’, que sigue a lassentencias de muerte, y sostuvo que un periodoprolongado de demora podía ir más allá del um-bral de un trato humano protegido por el artículo3 de la Convención Europea. Este criterio de noproceder a la extradición, se aplica en un sentidomás amplio siempre que existan razones paracreer que la persona estaría en peligro de ser so-metida a tortura. En otro aspecto y asociado a lasobligaciones que los instrumentos internaciona-les imponen a los Estados respecto de la preven-ción de la tortura, no se acepta en ningún caso lapretensión de justificar la tortura invocando cir-cunstancias excepcionales, como la guerra.

Participación de los médicos en la tortura. Treintaaños después de la condena a muerte de siete mé-dicos nazis por crímenes contra la humanidad que

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incluían la tortura, y al año siguiente de la yamencionada Declaración de la Asociación MédicaMundial al respecto, y de la adopción por las Na-ciones Unidas de la Declaración sobre la protecciónde todas las personas de ser sujetas a tortura y otrostratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes(1975), en Argentina se instauró la dictadura mi-litar más aberrante de la historia nacional, la cualse convirtió en uno de los gobiernos más cruelesde la historia contemporánea. Entonces se im-plantó la tortura planificada y sistemática de mi-les de personas, fueran opositores políticos o decualquier condición. Los centros clandestinos dedetención eran centros de tortura con espacios es-pecialmente acondicionados, llamados ‘quirófa-nos’. Varios médicos participaron activamentepara evaluar la condición de las víctimas en ordenal tiempo y modalidad de implementación de losmétodos de tortura. Ellos juzgaban que a partir delos veinticinco kilos de peso era posible la aplica-ción de corriente eléctrica, sugerían continuarcon esas aplicaciones hasta el cuarto o quinto díaporque entonces la acetilcolina se agotaba y la po-sibilidad de resistencia bajo tormento era vana;realizaban un examen general, control de ritmo yfrecuencia cardiaca, análisis de orina, y otros pro-cedimientos médicos para determinar la posibili-dad de continuar o no con las sesiones de tortura.Los médicos también asistían en los partos de lasmujeres en cautiverio y expedían certificados fal-sos para la apropiación de esos niños. Finalmente,también asistían a la ejecución de los secuestra-dos en los ‘vuelos de la muerte’, administrandohipnóticos, sedantes y anestésicos que adorme-cían a las víctimas antes de subirlas a los avionesdesde los cuales eran arrojadas aún con vida alRío de la Plata. Esa combinación de fármacos eraconocida entre los represores como ‘pentonaval’(de unir los términos ‘pentotal’ y ‘naval’), porqueen esos casos los ejecutores eran miembros de laEscuela de Mecánica de la Armada (ESMA), elmayor y más activo de los centros clandestinos dedetención, donde funcionaban el Liceo Naval, laEscuela de Guerra Naval y el Servicio de Inteli-gencia Naval. Los médicos, luego de haber inyec-tado a los condenados, se retiraban a la cabina delpiloto porque –decían con extremo cinismo–, eljuramento hipocrático no les permitía estar pre-sentes en el momento de arrojar los cuerpos. El24 de marzo de 2004, cuando en un acto masivose abrieron las puertas de la ESMA para serconvertida en espacio para la promoción y defen-sa de los derechos humanos, uno de los oradoresconvocados para el acto dijo: “Mi nombre es Emi-liano Hueravillo, nací aquí en la Esma. Aquí, mimamá, Mirta Mónica Alonso, me trajo al mundo.Como ella [...] cientos de mujeres valientes trajerona sus hijos al mundo entre médicos torturadores”.

La ética de los profesionales de la salud ante la tor-tura. La Asociación Médica Mundial había señala-do en su Declaración de 1975 contra la torturaque el médico no debe favorecer, aceptar o partici-par en la práctica de la tortura o de otros procedi-mientos crueles, inhumanos o degradantes; queno debe proveer ningún lugar, instrumento, sus-tancia o conocimiento para facilitar la práctica deesos actos; y que no debe estar presente durantecualquier procedimiento que implique el uso o ame-naza del uso de tortura o de otro trato cruel, inhu-mano o degradante. La AMM reafirmó ese com-promiso participando años más tarde (2003-2005)en un Proyecto para la Implementación del Proto-colo de Estambul junto al Consejo Internacionalpara la Rehabilitación de las Víctimas de Tortura(IRCT), la Fundación para los Derechos Humanosde Turquía (HRFT) y Physicians for Human Rights(PHR-USA), con el apoyo de la Comisión Europea,el cual se implementó en Sri Lanka, Georgia, Ugan-da, Marruecos y México. En la misión a este últimopaís, en la que tuvimos ocasión de participar, sepudo comprobar no solo la persistencia y amplitudde los actos de tortura en democracia, sino tam-bién la situación en las cárceles como su mayor ex-presión y el papel determinante de los organismosdel Estado para esa vigencia. La AMM inició uncurso para médicos de prisiones para capacitarlosen su responsabilidad de informar sobre violacio-nes de los derechos humanos en general y de losactos de tortura y tratos inhumanos en particular.

Un regreso moral: la actualización imperial de latortura. Pese a los enormes esfuerzos de muchospara progresar moralmente en medio de tantomal, vivimos tiempos de regresión en el campo dela ética. Paradójicamente, el mayor ejemplo deello vendría del país que había liderado los juiciosde Nuremberg. Ya no hay dudas respecto a la vio-lación de la dignidad humana, mediante la tortu-ra, que la administración de George W. Bush nosolo permitió, sino que además justificó, y de lasenormes consecuencias que ello tiene para los de-rechos humanos y la bioética. Un grupo de aboga-dos de aquella administración concluyó en marzode 2003, en un memorándum legal, que el presi-dente no estaba obligado por un tratado interna-cional que prohíbe la tortura, ni por una ley fede-ral antitortura porque él tenía la autoridad comocomandante en jefe del Ejército de aprobar cual-quier técnica necesaria para proteger la seguridadde la nación. El memo confidencial de 56 páginaspreparado por el secretario de Defensa DonaldRumsfeld también decía que todo brazo ejecutivooficial incluyendo los militares, podría ser inmunefrente a prohibiciones nacionales e internaciona-les contra la tortura por una variedad de razones.Una de ellas era si el personal militar creía estaractuando según órdenes superiores (obediencia

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debida). Otra razón era si la tortura se considera-ba una necesidad para evitar daños mayores. Dehecho, los procedimientos de interrogación deprisioneros en la Base de Guantánamo, que si-guieron al atentado del 11 de septiembre, y lastorturas llevadas a cabo por militares estadouni-denses en la prisión iraquí de Abu-Ghraib fueronasociados a esa concepción. El general RicardoSánchez autorizaría en esta prisión el uso de pe-rros militares, temperaturas extremas, privaciónde sueño y aislamientos de hasta treinta días condietas a pan y agua entre treinta y dos procedi-mientos aplicados a detenidos, que recordabanlos tratos llevados a cabo por los nazis con los pri-sioneros en campos de concentración y que fue-ron denunciados por The Washington Post. Enmodo sofisticado, ese general autorizó los vejá-menes religiosos y morales considerados de utili-dad para doblegar la resistencia de un enemigoárabe especialmente sensible a los mismos. El 22de enero de 2002 un memorándum del Departa-mento de Justicia había dado argumentos pararesguardar a los oficiales norteamericanos de car-gos por crímenes de guerra por el modo de deten-ción e interrogatorio de prisioneros y había con-cluido diciendo que la Convención de Ginebra noera aplicable en la guerra de Afganistán (como nolo sería en Irak). El director de los programas deHuman Rights Watch en los Estados Unidos –Ja-mie Fellner– dijo entonces que “... el memoran-dum muestra que en los niveles más altos del Pentá-gono había interés en usar la tortura y el deseo deevadir las consecuencias criminales por hacerlo”. El26 de octubre de 2001, Bush había firmado la leydenominada USA-Patriot Act, diseñada para laguerra contra el terrorismo, y que bajo el supues-to de protección de la “seguridad nacional” yaadelantaba una concepción que violaba derechoshumanos y libertades fundamentales, como el de-recho a la privacidad, a la libertad de expresión, alarresto arbitrario, y a un debido proceso judicial,entre otros. El 9 de marzo de 2006, Bush firmaríauna ley que reautorizaría y “mejoraría” aquella le-gislación. Todo esto indicaba que la administraciónBush resultaba condenable para cualquiera con unmínimo respeto por los derechos humanos y la bioé-tica. Así se pronunció la American Medical Associa-tion. Y así se pronunció también, afortunadamente,un influyente bioeticista como Peter Singer.

Referencias

Naciones Unidas. Protocolo de Estambul. Manual parala investigación y documentación eficaces de la tortura yotros trataos o penas crueles, inhumanos o degradantes,NuevaYork y Ginebra, Serie de Capacitación ProfesionalNº 8, 2001. - J. Corominas y J. M. Farré (eds.). Contra latortura, Barcelona, Editorial Fontanella, 1978. - HoracioRiquelme. Entre la obediencia y la oposición. Los médicos y

la ética profesional bajo la dictadura militar, Caracas, Edi-torial Nueva Sociedad, 1995. Comisión Nacional sobre laDesaparición de Personas. Informe Nunca más, Barcelona,Seix Barral/Eudeba, 1985 (1a edición, Buenos Aires, Eude-ba, 1984). Tribunal Russell II. La violación de los derechoshumanos en Latinoamérica, Barcelona, Editorial Euros,1976. - Neil A.Lewis y Eric Schmitt. “Lawyers DecidedBans on Torture Didn’t Bind Bush”, Washington, The NewYork Times, June 8, 2004. - Peter Singer. El presidente delBien y del Mal. Las contradicciones éticas de George W.Bush,Barcelona, Tusquets Editores, 2004.

Vulnerabilidad y protección

Miguel Kottow (Chile) - Universidad de Chile

Vulnerabilidad del ser humano. La largamente do-minante concepción medieval del mundo teocén-trico fue remplazada por un antropocentrismo re-nacentista que debió lamentar la pérdida de latuición divina y reconocer la necesidad del ser hu-mano por organizar su vida, según Pico della Mi-randola (1997) “pudiendo descender y degenerar ala animalidad, o apelar a la propia voluntad pararenacer y ascender hacia lo divino”. El ser humanoes dotado de autonomía con todas las posibilida-des y los peligros que ello implica. Es un microcos-mos que puede determinar su relación con el ma-crocosmos, y en esa determinación se encuentrasu dignidad. El telón de fondo de esta libertad esun ser que nace a este mundo más “débil, necesita-do, carente de toda enseñanza natural, de habilida-des y talentos”, que animal alguno (Herder, 2002).Para la antropología de Plessner y de Gehlen, asícomo para la filosofía existencialista y el Daseinheideggeriano, el ser humano ha sido caracteriza-do como pobre en instintos, frágil, obligado aconstruirse un proyecto de vida, quedando ex-puesto a los riesgos de fracasar y aun de pereceren el intento de procurar su sobrevivencia. Losinminentes peligros e infaltables riesgos de que-branto han sido reconocidos como el atributo an-tropológico de la vulnerabilidad (= posibilidadde ser lesionado) de la existencia humana. El serhumano es vulnerable, como lo es todo ser vivo.Pero el animal es vulnerable en su biología, entanto el ser humano lo es no sólo en su organismoy en sus fenómenos vitales, sino también en laconstrucción de su vida, en su proyecto existen-cial. Además, sabe de su vulnerabilidad y de quela comparte con todos sus congéneres. El carácterantropológico de la vulnerabilidad ha sido capta-do por Ricoeur al describir la existencia humanacomo “síntesis frágil”. Vulnerable indica la posibi-lidad pasiva de sufrir una herida (= vulnus). Lavulnerabilidad es condición universal de amena-za, no existiendo la dicotomía vulnerable-no vul-nerable; no es un estado de daño sino de fragili-dad. Si alguien deja de ser vulnerable es porque seha vuelto vulnerado.

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Vulnerable y vulnerado. La concepción clásica devulnerabilidad, como estado natural y normal deriesgo inherente a la existencia humana, ha sidoimpropiamente modificada por el lenguaje bioéti-co para significar una situación vital de desmedroestablecido. De acuerdo con esta nomenclaturapragmática, apoyada por el uso cotidiano del tér-mino, habría equivalencia semántica entre vulne-rable y vulnerado, entre dañable y dañado, entrefrágil pero íntegro, y desmedrado por daño cons-tituido (Levine et ál., 2004). Más allá de llevar aimprecisiones y confusiones lingüísticas, denotara los dañados como vulnerables lleva a menospre-ciar su daño, al erosionar el límite entre daño po-tencial y actual. Cuando el discurso social o éticohabla de individuos o colectivos vulnerables, estásoslayando que se trata de seres ya dañados y querequieren, por tanto, cuidados especiales en vistadel desmedro específico en que están sumidos.Existe la tendencia a reconocer vulnerabilidadcomo un estado de desmedro, pero al mismo tiem-po negar que ello sea motivo de protección. Estafalacia, que conlleva el riesgo de banalizar desme-dros instituidos bajo el manto universalizador dela vulnerabilidad, requiere ser superada por unasignificación más rigurosa del término. Vulnerabi-lidad debe quedar reservada para entes intactospero frágiles, e iniciar la búsqueda de un términoque describa a los que han caído en estado de le-sión o daño. Se ha propuesto hablar de vulnerabi-lidad general –para el ser humano íntegro peroamenazado– y de vulnerabilidad especial para eldañado (O´Neill, 1996), mas esta especificaciónno se aleja suficiente de la ambigüedad del térmi-no; la diferenciación entre vulnerables y suscepti-bles respectivamente (Kottow, 2003), tensiona elvocablo susceptibilidad que ya está ocupado porotras connotaciones. Pese a la resistencia habitualcontra neologismos, se ha sugerido contrastar elatributo de integridad vulnerable con el estado demulcado (mulcus = daño) (Kottow, 2005). La vul-nerabilidad del ser humano se manifiesta en tresplanos: en primer término, la fragilidad de mante-nerse con vida: vulnerabilidad vital; en segundotérmino, la vulnerabilidad de subsistencia, referi-da a las dificultades de asegurar los elementosbiológicos necesarios para mantenerse y desarro-llarse; en tercer término, la vulnerabilidad exis-tencial, incluyendo la vulnerabilidad social, queson los avatares que amenazan la prosecución delproyecto de vida que cada cual persigue. La distin-ción entre vulnerabilidad y susceptibilidad o vul-neración es esencial porque son condiciones hu-manas que la sociedad enfrenta de muy diversomodo. La vulnerabilidad fundamental al ser hu-mano es paliada mediante la instauración y el res-peto de los derechos humanos básicos que debenser cuidados para todos por igual en un orden

social justo. Las vulneraciones que las personassufren, en cambio, han de ser cuidadas y tratadaspor instituciones sociales organizadas para otor-gar los servicios –sanitarios, médico-asistenciales,educacionales, laborales, etc.– que específica-mente son necesarios, ante todo para quienes noestán empoderados para solventar sus necesida-des esenciales.

Vulnerabilidad en investigaciones biomédicas. Eltema de la vulnerabilidad adquiere prominenciaen el mundo de las investigaciones biomédicascon seres humanos, donde pugnan los “inclusivis-tas” con los “proteccionistas”. Los primeros reco-nocen que entre las poblaciones del Tercer Mun-do, reclutadas con creciente frecuencia parainvestigaciones biomédicas, abundan las perso-nas desmedradas –mal nutridas, enfermas, pre-cariamente educadas, desempoderadas, senes-centes–, denominadas “vulnerables”, que sonentusiastamente incluidos en los estudios porquela vulnerabilidad suele cursar con competenciasmentales intactas para decidir con libertad la parti-cipación en los estudios, aun cuando sus suscepti-bilidades los predisponen a complicaciones y ries-gos adicionales. Los proteccionistas, en cambio,además de coincidir en que estas son poblacionesvulneradas, desean resguardarlas de ser reclutadascomo probandos de riesgo aumentado y arguyenque estas personas pudiesen tener limitaciones enel ejercicio de su autonomía por lo que requierenser amparados en forma paternalista. En ensayosclínicos, donde los probandos son pacientes queestán en tratamiento y con cuidados médicos, hasido reconocido por figuras importantes comoIngelfinger y Jonas, que se trata de personas debi-litadas por su enfermedad, temerosas de su futuroy conscientes de encontrarse en situación de de-pendencia. Los pacientes son personas vulneradaspor su enfermedad, constituyendo poblacionescautivas que, con o sin fundamento, no se sientenautorizadas a discrepar o negarse a participar enlos estudios clínicos que les son propuestos. Aun-que sean autónomos, los pacientes no toman deci-siones en plena libertad.

Vulnerabilidad, bioética y protección. Un acabadoestudio de la bioética y el bioderecho europeo pro-pone cuatro “principios éticos en bioética y biode-recho” (Rendtorff, 2002): autonomía, integridad,dignidad y vulnerabilidad, presentando la vulnera-bilidad como “precediendo ontológicamente a losotros principios”. La bioética europea le asigna a lavulnerabilidad un sello “explícitamente normati-vo”, en el cual se inspiran respuestas sociales tanvariadas como el cultivo de los derechos humanos,la protección de los débiles, el cuidado médico delos enfermos, el reforzamiento de los estados debienestar. Se comete, no obstante, una falacia de

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categoría al modificar la vulnerabilidad de un ras-go antropológico descriptivo de la fragilidad hu-mana, a una normativa ética. Esta falacia, se con-vierte en un error conceptual de calibre, si apersonas y poblaciones se las denomina vulnera-bles cuando de hecho están vulneradas. Utilizadoerróneamente el término vulnerable no se lograun compromiso a la protección ni a la evitación deriesgos a los lesionados. La distinción entre vulne-rables, o potencialmente dañados, y vulnerados–susceptibles, mulcados– o de facto lesionados,reside en la actitud de la sociedad frente a ellos.La vulnerabilidad humana, siendo universal, espaliada con recurso a los derechos humanos, queson derechos negativos destinados a protegercontra daño, impidiendo que la vulnerabilidadsea transformada en lesión. Frente a los ya vul-nerados, es necesario que la sociedad instaleservicios terapéuticos y de protección para pa-liar y remover los daños, presentando los dere-chos primarios de segunda generación a fin deotorgarle empoderamiento social y político a losdesmedrados (Sen, 2000). Desde la ética de pro-tección se plantea un aggiornamento de la ética,que tradicionalmente ha sido igualitaria y justicie-ra. Dadas las enormes, prevalentes y crecientesdesigualdades entre los escasos pudientes y la ma-yoría desposeída, es preciso desarrollar un climaético que cuide los dañados. Para la bioética, sig-nifica asumir también el mandato de amparo nocomo una bioética de protección, que siempre hade serlo, sino como una protección bioética queconcibe acciones de resguardo a partir de las prác-ticas biomédicas, para paliar los desmedros quesufren los vulnerados y desempoderados.

Referencias

J.G. Herder. “Abhandlung über der Ursprung de Spra-che“. Stuttgart, Philip Reclam jun. 2002: 97. - M.Kottow.“The vulnerable and the susceptible”, Bioethics 1003;17:460-471. - M.Kottow. “Autonomía y protección en bioé-tica”, Jurisprudencia Argentina (Lexis Nexis), 2005; III:44-49. - C. Levine et ál. “The limitations of ‘vulnerability’as a protection for human research participants”, TheAmerican Journal of Bioethics 2004; 4: 44-49. - O. O´Neill.Towards justice and virtue, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1996. - G. Pico della Mirandola. De homi-nis dignitate, Ed. bilingüe latín/alemán, Stuttgart, PhilipReclam, 1997. - J. D. Rendtorff. “Basic ethical principles inEuropean bioethics and biolaw”, Medicine, Health Careand Philosophy 2002; 5: 235-244. - A. Sen. Development asFreedom, New York, Alfred A. Knopf, 2000.

Integridad comunitaria

Antonio José Sánchez Murillo (Colombia) -Universidad El Bosque

La palabra integridad viene de la misma raíz latina(integritas) que íntegro, entero, y sugiere la totalidad

de la persona o de la sociedad. Una comunidad ínte-gra posee “una historia que supera la historia de losindividuos y de las familias”. La integridad de lacomunidad es la integridad individual ampliadapara incorporar su relación con otros y con la co-munidad en su totalidad. El carácter o la integri-dad de una comunidad se deriva de la práctica co-lectiva de sus ciudadanos de las virtudes básicas.La integridad de una comunidad se puede verigualmente como la combinación sinérgica de lasintegridades individuales y sociales y de sus virtu-des relacionadas. Kant, en varias de sus obras,pero sobre todo en Hacia la paz perpetua, proveeel marco conceptual necesario para entender elconcepto de integridad comunitaria. Kant noduda en hablar como causa posible del estado de-mocrático “una disposición en el género humanoque permite esperar el progreso hacia lo mejor”, enel bienentendido que este progreso es un procesofruto de la integridad social. Un progreso no supo-ne una genuina transformación moral, aunque sípuede eliminar los efectos fenoménicos másnegativos del mal, siendo precisamente la socie-dad civil la encargada de realizar esta exigencia.Esta visión de integridad comunitaria debemoscomplementarla con las ideas de tolerancia acti-va, de libertad, de igualdad, de solidaridad y derespeto a los derechos humanos desarrollados porOrtega y Gasset, Zubiri y Aranguren, que se “ex-presan en forma óptima en la vida social a través deun tipo de actitud que llamaremos la actitud dialó-gica, una virtud que urge potenciar”. J. Habermas,en Teoría de la evolución social, toma como baselos planteamientos de Lawrence Kohlberg paraanalizar el desarrollo de la conciencia moral. Nilas personas ni las sociedades nacen con una con-ciencia ya hecha, sino que esta va conformándo-se a través de procesos de aprendizaje que abar-can la propia biografía personal y la historia deuna comunidad. Principios que tienen en cuentaa toda la humanidad, de modo que desde ellos po-demos poner en cuestión igualmente las normasde nuestras comunidades concretas. Pocas uto-pías han llegado a tener la dimensión profundadel pensamiento de José Martí. Martí observa eldesarrollo de América Latina y escribe al respectopáginas que todavía no han perdido su vigencia.El Nuevo Humanismo Latinoamericano que pro-pone Martí, y que Leopoldo Zea amplía en susobras, señala que el destino y desarrollo de nues-tras comunidades latinoamericanas debe estarfincado en la cultura comunitaria, entendida estacomo “un modo específico de ser y de existir”. KarolWojtyla nos entrega un tema adicional de refle-xión: “La nación es en efecto la gran comunidad delos hombres que están unidos por diversos vínculospero, sobre todo, precisamente por la cultura. Lanación existe ‘por’ y ‘para’ la cultura. Y así es ella la

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gran educadora de los hombres para que puedan‘ser más’ en la comunidad”. Finalmente, una inte-resante aproximación empírica al tema la encon-tramos en la obra de Gordon Vessels, educadoramericano, quien trabaja el concepto de integri-dad de la comunidad en términos de virtudes pri-marias específicas y de virtudes elaboradas rela-cionadas. Muestra que existen unas interconexionesprofundas entre esas virtudes y cómo elaboran ydan el significado al concepto de la integridad de lacomunidad. Estos conceptos deben integrarse trans-versalmente en los planes de estudios de escuelas,colegios y centros de educación superior.

Referencias

José Martí. Nuestra América, 1891. - Leopoldo Zea.Filosofía de lo americano, México, Nueva Imagen, 1984. -Gordon Vessels. Character and Community Development: ASchool Planning and Teacher Training Handbook, NewYork, Praeger, 1998.

Epidemiología y vulnerabilidadsocial

Zulma Ortiz (Argentina) - Centro deInvestigaciones Epidemiológicas

Epidemiología. La definición tal vez más citada deepidemiología es el estudio de la distribución y de-terminantes de la salud, su frecuencia y distribu-ción, para entender las causas que explican laaparición de un evento no deseado (Last, 2001).Sin embargo, en los últimos cincuenta años se hanpropuesto muchas definiciones que señalan la fal-ta de acuerdo en cuál es el objeto de estudio de laepidemiología y los mejores métodos para suabordaje. En particular el estudio de las condi-ciones sociales y de cómo estas influyen y determi-nan la situación sanitaria de las poblaciones ha sidosiempre un tema de interés y debate. Más recien-temente nació un vínculo más fuerte entre la epi-demiología y las ciencias sociales (Krieger, 2000),estimulado por la necesidad de reconocer y docu-mentar el amplio espectro de los determinantes dela salud, desde el nivel micro en que operan los fac-tores biológicos individuales hasta los niveles macroque expresan las condiciones sociales. La preocupa-ción principal de la epidemiología social es el estu-dio de cómo la sociedad y las diferentes formas deorganización social influyen en la salud y el bienes-tar de los individuos y las poblaciones.

Vulnerabilidad. El concepto de vulnerabilidad noestá claramente definido, pero existiría acuerdoen relacionarlo con pobreza-bienestar y tambiéncon las capacidades para enfrentar los riesgos oadaptarse a ellos. La incapacidad para enfrentarlos riesgos o la inhabilidad para adaptarse activa-mente a ellos, determinan la materialización o

no del riesgo. El vocablo vulnerabilidad habi-tualmente es visto de forma muy diferente porlos diversos sectores de nuestra sociedad, aunquecoinciden en definirlo asociado a la incertidum-bre y a la probabilidad de recibir un daño o lesión.Vulnerabilidad es el grado por el cual una pobla-ción, individuo u organización es incapaz de anti-ciparse, enfrentarse, resistir y recuperarse de losimpactos provocados por eventos no deseados. Elconcepto de vulnerabilidad ayuda a identificar losmiembros de una población que tienen más pro-babilidad de sufrir directa e indirectamente unasituación de riesgo. Basado en estos antecedentesno es difícil encontrar relación entre epidemiolo-gía y vulnerabilidad ya que la primera, en su ver-tiente positivista, se ocuparía de estimar los ries-gos ocasionados por la pobreza, mientras que laepidemiología con enfoque social, que integramétodos cualitativos y cuantitativos en distintosmomentos de la investigación, tiene mayor capa-cidad para profundizar en la complejidad que en-cierra el concepto de vulnerabilidad.

Vulnerabilidad social, pobreza y salud. Un ejemplopuede ayudar a entender cómo las aproximacio-nes conceptuales utilizadas por cada enfoqueaportan al estudio de la vulnerabilidad. La rela-ción entre pobreza y situación de salud es incon-trovertible. La pobreza contribuye a la vulnerabi-lidad. Las evidencias abundan en todo el mundo,sea que uno considere la mortalidad, la morbili-dad o la autopercepción de la salud. Aquellos gru-pos humanos que no tienen acceso a la estructurade oportunidades en lo económico, social o edu-cativo tienen peor estado de salud. La epidemiolo-gía clásica mediante una aproximación tradicio-nal utiliza indicadores para definir niveles depobreza y clasificar comunidades, hogares o per-sonas. Sus observaciones se concentran en déficitdel ingreso, o en el tipo y magnitud de sus necesi-dades básicas. No ve lo que “tienen los que no tie-nen”, estructurado como conjuntos que se enca-denan para la construcción de estrategias desupervivencia o de movilidad social. Desde estaperspectiva, la pobreza es definida y medida entérminos económicos y “estáticos”. Por su parte laepidemiología social entiende que la pobreza esun proceso dinámico y cambiante. La gente entray sale de ella y en diferentes coyunturas está ex-puesta a cambios ascendentes o descendentes desus condiciones de vida, que no necesariamente“se ajustan” a los indicadores clásicos, sino con losactivos que sus hogares tienen (mano de obra, ca-pital humano, vivienda, relaciones familiares ycapital social, perfil demográfico, etc.). La vulne-rabilidad se relaciona con los activos de las comu-nidades, hogares o personas, y las oportunidadesque ofrece el Estado, mercado o instituciones civi-les. Todos estos activos pueden ser movilizados

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como respuesta a diferentes situaciones del entor-no como ocurre en las crisis. El concepto de vulne-rabilidad no es privativo a los sectores pobres.También se aplica a diferentes estratos sociales;por ejemplo, edad (adolescentes, ancianos), gé-nero (mujer jefa de hogar y anciana), etnia, etc.La vulnerabilidad social tiene que ser comprendidaademás de medida. Es necesario verlo con los ojos dela población, lo que requiere un trabajo inter ytransdisciplinario que incorpore las ciencias socia-les al corazón del trabajo epidemiológico. Las per-sonas son simultáneamente organismos sociales yorganismos biológicos, y es por ello difícil supo-ner que algún proceso biológico se exprese fueradel contexto social (Krieger, 2002). La epidemio-logía social que va más allá del análisis de factoresde riesgo individuales se aproxima mejor al estu-dio de la vulnerabilidad.

Referencias

Nancy Krieger. “Epidemiology and Social Sciences. To-wards a Critical Reengagement in the 21st Century”. Epide-miol Rev 2000;22(1):155-163. - Nancy Krieger. “Glosario deEpidemiología Social. Parte 1”. Boletín Epidemiológico/OPS,Vol. 23, No 1 (2002). - John Last. A dictionary of epidemio-logy. Fourth edition. Oxford, Oxford University Press, 2001.

La sociedad del riesgo

Cristina Ambrosini (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

Concepto. Entre las distintas fórmulas adopta-das para caracterizar este particular estadio dela modernidad (posmodernidad, modernidadtardía, sociedad posindustrial), Ulrick Beck re-curre a la denominación “sociedad del riesgo–Risikogesellschaft–, Risk Society” para destacarel carácter postradicional de nuestra época(Beck, 1998). Como orden postradicional, lamodernidad institucionaliza la duda y presentacomo provisorio todo conocimiento, lo que obli-ga a una permanente revisión del orden social.Esta reflexión adquiere una dimensión ética yaque la elaboración de la identidad requiere el es-tablecimiento de ámbitos de confianza y segu-ridad ontológica. La constitución de un ethos fatalis-ta o irracional aparece como una respuesta gene-ralizada ante una cultura secular portadora deriesgos. Indeterminación, incoherencia, ilogici-dad, irracionalidad, ambigüedad, confusión e inex-presabilidad son lo otro de la modernidad que seinstala en su reverso. La brecha, cada vez más am-plia, entre teorías y prácticas, hace que el futuro sepresente como terra incognita, como dictadura de lanovedad. El riesgo, que aparece como un “construc-to social histórico”, pasa a ser una categoría clave,ya que alrededor de ella se estructuran mecanismosde producción, distribución y división de peligros.

Los términos “confianza” y “fiabilidad” están clara-mente relacionados con la fe. Según NiklasLuhmann, la fiabilidad (trust) se relaciona estrecha-mente con el riesgo. En inglés, risk puede haber lle-gado desde el español risco, palabra tomada del len-guaje náutico, que aparece en testimonios a partirde la segunda mitad del siglo XVI. El comercio y losviajes por mar son lugares donde el uso de la pala-bra es frecuente y los seguros marítimos testi-monian la necesidad calcular los riesgos (Luhmann,1996). Las sociedades contemporáneas se caracteri-zan porque en ellas “lo improbable resulta proba-ble”, ya que su principal característica es la pérdidadel sentido del viejo orden cuando el nuevo ordenes altamente precario. Se produce una coexistenciaproblemática: la expansión de las opciones juntocon la del riesgo. Si bien hay rasgos psicológicos re-lacionados con la confianza que parecen universa-les, es posible establecer diferencias relevantes enlas relaciones de fiabilidad y riesgo en las socieda-des premodernas y en las modernas.

Fiabilidad y riesgo en las sociedades premodernas ymodernas. En las culturas premodernas, el dis-tanciamiento espacio-temporal era relativamentebajo. Los contextos de confianza y riesgo estabanrelacionados con circunstancias locales. El primercontexto de confianza era el sistema de parentes-co que proporcionaba una red estable de relacio-nes amistosas o íntimas. Casi lo mismo podía de-cirse de la comunidad local. Otro eje de confianzase relacionaba con las creencias religiosas queproporcionaban interpretaciones morales de lavida social y natural, ya que aportaban un marcode referencia donde podían explicarse las contin-gencias de la vida. Otro contexto de anclaje de re-laciones de confianza era la tradición mismacuando reflejaba el modo de organizar la tempo-ralidad. La tradición no es sólo repetición de ruti-nas sino que sostiene la confianza en la continui-dad de pasado, presente y futuro y conecta estaconfianza con las prácticas sociales. Este señala-miento no implica la admisión de que en el mun-do premoderno no existieran peligros o que lagente no se sintiese amenazada. La principal fuen-te de amenaza provenía del mundo natural. Elriesgo ambiental se expresaba en las elevadas ta-sas de mortalidad y en la poca esperanza de vida,mientras que la amenaza de sufrir cualquierforma de violencia humana era permanente. En lassociedades modernas, en cambio, predominan tresgrandes fuerzas dinámicas: la separación espacio-temporal, los mecanismos de desanclaje y la refle-xividad institucional. En la modernidad el lugar seha convertido en algo fantasmagórico. La distin-ción entre lo local y lo global se vuelve problemáti-ca. La pérdida de confianza en la religión y en la tra-dición es una nota característica, extensamentereconocida. La religión ha sido suplantada por el

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conocimiento reflexivo. En gran parte, el análisisdel riesgo está relacionado con el intento de con-vertir las incertidumbres en probabilidades. Elarranque en esta línea se ubica en The Theory ofGames (1944) de John von Neumann y OskarMorgenstern. Jon Elster (1989) muestra la figuraparadigmática de un Ulises moderno que intentacontrolar las consecuencias no intencionales desu acción (riesgo), es consciente de su falibilidady en ello reside su fortaleza.

Rasgos de la sociedad del riesgo. Las nociones deconfianza y riesgo adquieren especial relevanciaen situaciones de incertidumbre y de elecciónmúltiple. No se trata sólo de la percepción de cam-bios sociales sino de la intuición de que estos cam-bios están fuera del control de los hombres. Eneste sentido afirma Anthony Giddens (1993,1996): “Vivir en el mundo generado por la moder-nidad reciente es como cabalgar en los hombros deuna divinidad destructora”. El perfil de riesgo de lamodernidad presenta los siguientes rasgos: 1.Globalización del riesgo en el sentido de la inten-sidad: aparecen amenazas de catástrofes que afec-tarían a todo el planeta, siendo la guerra nuclearel caso paradigmático. 2. Globalización del riesgoen el sentido de la aparición de sucesos que afec-tan a gran número de personas; por ejemplo, loscambios en las condiciones del trabajo. 3. El ries-go originado en la naturaleza socializada, es decir,en la relación entre los seres humanos y el medioambiente. Los peligros ecológicos no derivan de lairrupción de catástrofes naturales, sino de latransformación de la naturaleza debido al conoci-miento humano, que hacen peligrar a humanos,animales y plantas del mismo modo. La lista inter-minable de tales riesgos se ha llegado a transfor-mar en una letanía ya incorporada como parte deltelón de fondo de nuestras vidas. El reverso de lanaturaleza socializada es la socialización de lasdestrucciones de la naturaleza. Todos somos veci-nos de Chernobyl y de los casquetes polares. 4. Eldesarrollo de lugares de riesgo institucionalizado,donde las empresas de inversión de capitales re-presentan el mejor ejemplo. 5. La conciencia delriesgo como riesgo sin que pueda ser amortiguadapor certidumbres religiosas o mágicas. 6. La con-ciencia de riesgo ampliamente distribuida. 7. Laconciencia de las limitaciones de la experiencia.

Sociedad de riesgo y vida incierta. El discurso sobre lacultura del riesgo comienza allí donde desaparece laconfianza. La conciencia del riesgo es una de las no-tas propias de la modernidad ya que en el mundopremoderno las empresas de alto riesgo eran auspi-ciadas por la religión o la magia. En un mundo secu-larizado aparecen formas supersticiosas de generarconfianza frente a situaciones de riesgo, ya sea recu-rriendo a amuletos, rituales o a la búsqueda de

sistemas expertos que tratan de otorgar fiabilidad.En esta cultura predominan los imperativos deevitación y, en este sentido, la sociedad del riesgoes, básicamente, reflexión autocrítica. Los exper-tos ya no tienen prestigio, son permanentementedesmentidos. En los últimos años el Titanic y sutrágico hundimiento se han transformado en unicono de nuestro tiempo. La perplejidad que pro-dujo la inesperada catástrofe no termina de disi-parse. Sin duda el barco fue considerado un logromáximo del poder de control y racionalización dela modernidad y su hundimiento parece llevarseconsigo también los sentimientos de seguridad yconfianza depositados en los sistemas expertos,último reducto de fiabilidad en la sociedad seculari-zada. A diferencia de los constructores y responsa-bles del barco, que no pusieron suficientes botes sal-vavidas ya que pensaban que un hundimiento eraimposible, nosotros vivimos en una sociedad quesupone el fracaso de los sistemas de seguridad y queconoce los peligros desatados por las tomas de deci-siones. En la sociedad del riesgo, la incertidumbrepasa a ser el modo básico de experimentar la vida,sin distinguir entre clases sociales o países más omenos desarrollados. En ella se produce una de-mocratización de los riesgos que favorece la crea-ción de vínculos de cooperación entre todos losseres vivos. Frente a la globalización de los am-bientes del riesgo, que sobrepasan los controleslocales, surgen nuevos riesgos. En los riesgos glo-balizados, desaparece la noción de “los otros” yaque no hay privilegiados o ricos que puedan esca-par a una guerra nuclear o a un colapso económi-co internacional. Podemos decir que, frente a losriesgos que desatan los usos sociales de la tecno-logía, como en el Titanic, estamos todos, solidariay responsablemente, sobre el mismo barco.

Referencias

Ulrick Beck. La sociedad del riesgo. Hacia una nuevamodernidad, Barcelona, Paidós, 1998. - Niklas Luhmann.“El concepto de riesgo”, en Josetxo Beriain (compilador),Las consecuencias perversas de la modernidad, Barcelona,Antropos, 1996, pp.123-153. - Anthony Giddens.Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza,1993. - Anthony Giddens. “Modernidad y autoidenti-dad”, en Josetxo Beriain (compilador), Las consecuen-cias perversas de la modernidad, Barcelona, Anthropos,1996, pp. 33-71. - Jon Elster. Ulises y las sirenas, México,Fondo de Cultura Económica, 1989.

Principio de precaución

Roberto Andorno (Argentina) - Université deTübingen

¿Qué es el principio de precaución? El principio deprecaución aspira a orientar las medidas a tomarcuando se sospecha que determinados productos

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o tecnologías crean un riesgo grave para la saludpública o el medio ambiente, pero todavía no secuenta con una prueba definitiva de tal riesgo. Elprimer antecedente del principio de precaución(Vorsorgeprinzip) remonta al programa guberna-mental alemán de protección del medio ambientede 1971. A partir del derecho alemán, se extendióa la legislación de diversos países europeos nosolo en materia de medio ambiente, sino tambiénde seguridad alimentaria y salud pública, habien-do sido incorporado a los Tratados de Maastricht(1992) y Amsterdam (1997) de la Unión Europea.Simultáneamente, también fue recogido por di-versos tratados regionales o internacionales so-bre protección del medio ambiente, como la De-claración de Bergen sobre Desarrollo Sostenible(1990), la Declaración de Río sobre MedioAmbiente y Desarrollo (1992), la Convención so-bre la Diversidad Biológica (1992), la Convenciónsobre el Cambio Climático (1992) y el Protocolode Cartagena de Bioseguridad (2000). Con baseen la caracterización del principio de precauciónque brindan los instrumentos internacionalesmencionados, se lo puede definir como aquel queafirma que cuando una actividad o producto re-presenta una amenaza potencial para el medioambiente o la salud pública, deben tomarse lasmedidas pertinentes, aun cuando la relación causa-efecto no haya podido demostrarse científicamen-te de forma concluyente. No hay que olvidar quelas condiciones que exige la ciencia para conside-rar demostrada una relación de causalidad son su-mamente exigentes. Pero el principio de precau-ción viene a decir que cuando el riesgo para lapoblación o el medio ambiente se presenta comoverosímil, sería irresponsable no hacer nada conla excusa de que todavía no se tiene una pruebaconcluyente de tal riesgo. En materia de salud pú-blica, el principio de precaución ha sido invocadoen los últimos años, por ejemplo, en relación a lastrasfusiones de sangre infectada con el virus deVIH; al consumo de carne bovina de animales por-tadores del virus de encefalopatía espongiformebovina (comúnmente conocido como “vaca loca”)o de animales alimentados en base a hormonassintéticas; al uso de determinados plaguicidas y ala comercialización de ciertos productos farma-céuticos cuyos efectos adversos no habían sido co-rrectamente estimados. Pero infinidad de otrossupuestos ya se están planteando o se van a plan-tear probablemente en el futuro. A título de ejem-plo, se pueden mencionar los xenotrasplantes,con su riesgo de introducir nuevas enfermedadesen la especie humana; la posible incidencia de al-gunas técnicas de procreación asistida sobre la sa-lud (física o psíquica) de los niños concebidos através de dichos procedimientos; la perspectivade la clonación humana reproductiva y de las

intervenciones en la línea germinal, que implicantransferir a las generaciones futuras, de modo irre-versible, un genoma que ha sido artificialmente ma-nipulado. Es importante destacar que la aplicacióndel principio precautorio no implica necesaria-mente abstenerse de determinadas tecnologías,conduciendo a prohibir su uso. Esta no es más quela solución extrema, cuando la potencialidad delriesgo sea muy elevada y no exista otra opción.Pero en muchos casos, la precaución se limitará amedidas intermedias, como promover una pro-fundización de los estudios científicos, para teneruna idea más acabada del riesgo; imponer un eti-quetado obligatorio de advertencia al consu-midor; hacer un seguimiento más cuidadoso delproducto; alentar la búsqueda de soluciones al-ternativas más seguras, etc. En contra de lo quepodría parecer, este nuevo principio no suponeuna resistencia al progreso científico o un freno ala innovación tecnológica. Por el contrario, elprincipio de precaución aspira a incentivar laspropuestas de modos alternativos de desarrollo,compatibles con la calidad de vida de la genera-ción presente y de las generaciones futuras. Porello, puede afirmarse que este nuevo principioconstituye un llamado a un mayor esfuerzo imagi-nativo en materia de desarrollo tecnológico. De to-das maneras, no debe creerse que el principio deprecaución brinda un catálogo preestablecido desoluciones concretas a los nuevos dilemas resul-tantes de la incertidumbre científica. En realidad,este principio no es más que un criterio orientadorpara las autoridades públicas, que serán quienes,en definitiva, determinen las medidas concretas atomar en cada caso, según la magnitud del riesgopotencial, la importancia de los bienes en juego ylas diversas soluciones alternativas existentes.

Condiciones de aplicación del principio de precaución.Dado el carácter flexible del principio de precaucióny a fin de evitar que sea empleado abusivamente, esimportante precisar sus condiciones de aplicación.1. Situación de incertidumbre acerca del riesgo. Lacaracterística más saliente del principio de pre-caución es que la relación causal entre una deter-minada tecnología y el daño temido aún no hasido científicamente probada de modo pleno. Estoes precisamente lo que diferencia la precaución delas tradicionales medidas de prevención, ya que eneste último caso los riesgos del producto o activi-dad ya son bien conocidos (por ejemplo, la inci-dencia del consumo de tabaco en la salud). Porello, cabe afirmar que las medidas de precaución seadoptan ante un riesgo potencial, mientras que lasmedidas de prevención suponen un riesgo actual.2. Evaluación científica del riesgo. Si bien la pre-caución opera en un marco de incertidumbre, esnecesario que existan razones de carácter científicopara creer que el riesgo en cuestión es digno de ser

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considerado. Es decir, a fin de evitar la arbitrarie-dad, es necesario que se haga una evaluación cien-tífica lo más completa posible del riesgo potencialy de las consecuencias eventuales de la inacción,contando para ello con la ayuda de expertos inde-pendientes. 3. Perspectiva de un daño grave o irre-versible. Las medidas precautorias sólo se justifi-can cuando el daño temido sea grave, es decir,cuando se tema por la vida o la salud de la pobla-ción o por el equilibrio del ecosistema. El carácterirreversible del daño también juega un rol decisivoal momento de decidir si se debe aplicar una medi-da de precaución. Una pauta que puede ayudar enla determinación de la irreversibilidad del daño,sobre todo en relación con el medio ambiente, es elcarácter no renovable de aquellos recursos que re-sultan afectados, o su renovabilidad a muy largoplazo o con un alto costo económico. 4. Proporcio-nalidad de las medidas. No cualquier riesgo poten-cial justifica cualquier tipo de acción precautoria,en especial si esta última supone una carga excesivapara la sociedad; por ejemplo, por implicar la pérdi-da de un elevado número de puestos de trabajo.Esto significa que las medidas precautorias debenser proporcionadas al costo socioeconómico que lacomunidad está dispuesta a soportar por ellas. 5.Transparencia de las medidas. Este requisito impli-ca, por un lado, que los criterios empleados por lasautoridades para la eventual adopción de medidasprecautorias deben ser dados a conocer tanto al pú-blico como a las empresas. Por el otro, esta exigen-cia también supone el compromiso de quienes

promueven productos o actividades potencialmen-te riesgosas de difundir los estudios que hayanefectuado acerca de la magnitud de los riesgos po-tenciales y de los esfuerzos que han hecho con vis-tas a reducir al mínimo o a eliminar tales riesgos. 6.Inversión de la carga de la prueba. El principio deprecaución exige que quien desarrolla actividadespotencialmente riesgosas o introduce en el mercadoproductos que pueden eventualmente causar da-ños, aporte los elementos contrarios a la sospechadel riesgo. No se trata, obviamente, de que el intro-ductor del riesgo elimine toda duda acerca de la pe-ligrosidad del producto o actividad en cuestión(“riesgo cero”), ya que tal prueba sería imposible.Lo que se persigue es promover un rol más activo delintroductor del riesgo en el esfuerzo orientado a de-terminar su grado de probabilidad y magnitud.

Referencias

Roberto Andorno. “The Precautionary Principle: ANew Legal Standard for a Technological Age”, Journal ofInternational Biotechnology Law, 2004, N° 1, p. 11-19. -Carolyn Raffensperger y Joel Tickner (coord.), ProtectingPublic Health and the Environment. Implementing the Pre-cautionary Principle, Washington D.C., Island Press, 1999.- Carlos Romeo Casabona (coord.), Principio de precau-ción, biotecnología y derecho, Bilbao, Fundación BBVA/Comares, 2004. - Emilia Sánchez, “El principio de precau-ción: implicaciones para la salud pública”, Gaceta Sanita-ria (España), 2002, Vol. 16, N° 5, p. 371-373. - Unesco,Comest (Commission on the Ethics of Scientific Knowled-ge and Technology), The Precautionary Principle, París,Unesco, 2005.

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Investigación en salud

Los problemas éticos vinculados a las investi-gaciones en el campo de la salud son anti-

guos, y en muchos casos han resultado unescándalo público por la fuerte reacción deindignación ante lo que se consideraban trasgre-siones a supuestos morales básicos de la convi-vencia. Las investigaciones médicas tienen unalarga historia de violaciones a valores, princi-pios y virtudes éticos, que se reproducen en elfuncionamiento actual de la industria farma-céutica como fuente de problemas éticos. Igual-mente larga es la crítica de esa historia y lasexigencias para el debido respeto de las perso-nas. Nadie podría haber pensado en el siglo XVI,cuando Antonio de Villasante hizo famoso porsus numerosas propiedades curativas un bálsamoextraído del árbol conocido por los indígenascomo ‘guacunax’ en Santo Domingo, que desdeesa primera gran producción de un medicamentose llegaría a lo que es hoy la industria farmacéuti-ca. En aquella época, el rey de España llegó a pe-dirle a Villasante que revelara el secreto de suproducto para hacerlo accesible a todas las perso-nas. En el mundo actual, sin embargo, los jefes degobierno de los países ricos son los mayores de-fensores de un régimen de patentes que impide elacceso de millones de personas a los medicamen-tos esenciales, necesarios para salvar sus vidas.Cabe preguntarse entonces en qué consiste el de-nominado progreso científico (v. Progreso científi-co y desarrollo social).

Del uso de animales de laboratorio al uso de las per-sonas en las investigaciones. Un siglo después delos experimentos sobre viruela de Edward Jenner(1789), Charles Francis Withington reclamaba enHarvard en 1886, en ‘La relación de los hospitalescon la educación médica’, una Carta de Derechospara asegurar a los pacientes contra cualquier in-justicia de los adoradores de la ciencia. Una reper-cusión mayor tuvo la publicación en 1898 de lasinvestigaciones llevadas a cabo por Albert Neisser,investigador alemán que descubrió el gonococo, yque fue juzgado y condenado por aquellas investi-gaciones dando lugar en 1900 a las Directivas Pru-sianas o primeros estándares éticos para la investi-gación biomédica. Los resultados publicados porNeisser sobre sus investigaciones para encontrar unmétodo de prevención de la sífilis, que le llevaron ajuicio, se habían obtenido inyectando suero de pa-cientes sifilíticos a pacientes admitidos por otrasafecciones, y se habían aplicado a prostitutas que te-nían gonorrea, pero no sífilis y que no habían sidoinformadas, ni habían dado su consentimiento a la

realización en ellas de esos experimentos. Puededecirse entonces que a partir de 1900 la historiade la ética de la investigación en salud comenzó aacelerar su desarrollo en extensión y en profundi-dad. Ese año, además de las normativas prusia-nas, Walter Reed obtuvo las primeras formas deconsentimiento escrito en sus experimentos sobrela fiebre amarilla en Cuba. En 1907, William Oslerreclamó, en ‘La evolución de la idea de experi-mento’, que los investigadores sujetaran sus estu-dios a las condiciones de seguridad absoluta yconsentimiento pleno de los participantes. En elmarco de los experimentos de finales del siglo XIXy principios del siglo XX, George Bernard Shawacuñó con lucidez en 1913 el término ‘conejillo deindias’ para referirse a los seres humanos utiliza-dos como aquellos animales de laboratorio, oriun-dos de Sudamérica, que deben su nombre a quefue desde las colonias españolas que se los hizoconocer en el mundo, y que habían sido populari-zados por los experimentos de Pasteur y de Koch,y utilizados por miles en las investigaciones sobrela difteria después de que Löeffler descubrió en1884 que eran más sensibles a ese germen que ra-tas y ratones. La sensibilidad de Shaw ante lacrueldad de los experimentos con animales (v.Experimentación con animales) y su crítica antici-patoria de la deshumanización de la ciencia fue-ron seguidas, sin embargo, por el salto de las in-vestigaciones en animales a la investigación enhumanos. En 1932 se puso en marcha en EstadosUnidos el Estudio Tuskegee, que investigó la evo-lución natural de la sífilis no tratada en 600 hom-bres negros hasta 1972, aunque en 1947 ya seaplicaba la penicilina para su tratamiento. En1933, con el ascenso de Hitler al poder, comenzólo que sería la utilización inmoral y a gran escalade seres humanos para experimentos médicos.Paradójicamente, la sentencia del Tribunal deNuremberg, en 1947, a las atrocidades de los mé-dicos nazis tuvo en cuenta el Código alemán de1931 sobre experimentos médicos, que no habíasido respetado por los nazis, pero que era el mejorCódigo de esa época.

La ética de la investigación y los derechos humanosen el origen de la bioética. Los historiadores sitúanel punto de partida de la bioética en 1947 –el añoanterior a la Declaración Universal de los Dere-chos Humanos– con el Código de Nuremberg so-bre experimentos médicos. El Código fue un docu-mento adjunto a la sentencia pronunciada en eljuicio contra los médicos nazis. (v. Crímenes delesa humanidad). Paradójicamente, las fuentes del

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Código resultaron ser las Richtlinien o directivasdel Ministerio de Sanidad del Reich alemán, rela-tivas a los nuevos tratamientos médicos y la expe-rimentación científica sobre el hombre, promul-gadas en 1931. Estas normativas profundizabanlos estándares prusianos de 1900 y no tenían com-paración en su época, siendo el primer gran códi-go ético sobre ensayos clínicos. Pero este códigonunca se aplicó en los campos de concentración yexterminio. Sin embargo, los militares de EstadosUnidos que juzgaban a los nazis no habían podidoencontrar en su propio país alguna normativa me-jor para tener en cuenta. De hecho las normas so-bre ética de la investigación fueron muy pobres enEstados Unidos hasta las enmiendas Kefau-ver-Harris (1962) introducidas por los antece-dentes de las malformaciones por talidomida. Enel momento en que se juzgaba a los médicos na-zis, estaban en pleno desarrollo dos experimen-tos que llegarían a ser paradigmáticos de la faltade ética en las investigaciones en salud: los expe-rimentos radiactivos secretos iniciados por elejército en 1944, que se implementarían hasta1974, y el resonante Estudio Tuskegee –ya men-cionado– que, como en el caso de Neisser, estudia-ba la sífilis. En 1932 se puso en marcha en EstadosUnidos ese experimento en el que aproximada-mente 600 hombres negros fueron estudiados du-rante cuarenta años para conocer la evolución dela sífilis sin tratamiento: 400 de ellos estaban in-fectados y los otros 200 fueron utilizados comogrupo control. Paul Ehrlich ya había recibido elpremio Nobel en 1908 por el descubrimiento delsalvarsán para el tratamiento de la sífilis, pero elestudio continuó aun después de haberse descu-bierto la penicilina, de que la misma fuera puestaen uso a partir de 1947 (el año del Código de Nu-remberg) y de que la enfermedad fuera, por tanto,tratable muy eficazmente. A los pacientes se lesdecía que tenían ‘sangre mala’ (bad blood), perono que tenían sífilis, firmaban para el Servicio deSalud Pública de los Estados Unidos por trata-miento médico sin costo, y se les prometía comiday entierro gratis a cambio de su participación. Sibien el lugar del estudio, el condado (negro) deMacon, Alabama, tenía los índices más altos de sí-filis en el país, la elección de los negros siemprefue asociada a la idea socialmente extendida deque los mismos eran moralmente inferiores y quepadecían la sífilis por esa misma razón. Hasta elcierre del estudio en 1972 habían muerto de sífilis28 hombres, otros 100 habían muerto de compli-caciones relacionadas, al menos 40 esposas ha-bían sido infectadas, y 19 niños habían contraídola enfermedad al nacer.

La Declaración de Helsinki. En 1946 se constituyóen Londres la Asociación Médica Mundial querealizó su primera asamblea general en París en

1947, año del “Juicio a los Médicos”. En esa asam-blea se trató un conjunto de resoluciones condena-torias de la conducta adoptada por los médicos enAlemania desde 1933. Sin embargo, no fue hasta1953 que se discutió la idea de un documento deposición sobre experimentación humana; en 1954la Asociación adoptó en la 8ª asamblea general laResolución sobre Experimentación Humana: Prin-cipios para Aquellos en Experimentación e Inves-tigación. En marzo de 1960 la revista de la Asocia-ción Médica Mundial publicó una amplia secciónsobre experimentación humana y, en 1961, el co-mité de ética de la Asociación produjo un borra-dor de un Código de Ética sobre ExperimentaciónHumana, que se publicó el año siguiente en el Bri-tish Medical Journal. En 1962 este borrador se dis-cutió en la reunión de la Asociación en Chicago y,finalmente, después de varias discusiones, seadoptó la versión final en la 18ª asamblea realiza-da en Helsinki en 1964. La Declaración de Hel-sinki, Principios éticos para las investigacionesmédicas en seres humanos, pasó a ser la normainternacional sobre ética de la investigación bio-médica que recogió el espíritu del Código de Nu-remberg para perfeccionarlo desde un punto devista procedimental y sustantivo. A través de sussucesivas versiones, la Declaración se constituiríaen la piedra angular de referencia internacionalen ética de la investigación y afirmaría la revisiónde las investigaciones por comités de ética de lainvestigación (v.). Sin embargo, en los años sesen-ta la ética de la investigación en salud todavía noestaba consolidada en Estados Unidos, país quepasaba a liderar las investigaciones. En junio de1966 Henry Beecher, que en 1941 había ocupadola primera cátedra en anestesiología de EstadosUnidos en la Escuela Médica de Harvard sin teneruna especialización formal en ella, publicó su in-fluyente artículo “Ethics and Clinical Research” enel New England of Medicine, en el que refería 22 in-vestigaciones no éticas llevadas a cabo en su país(inicialmente había mencionado 32 para el envíode su trabajo al JAMA, que no lo aceptó). Esosejemplos mostraban violaciones a los requisitosdel Código de Nuremberg por parte de prominen-tes investigadores. A partir de entonces, Beecherfue uno de los mayores defensores de la instru-mentación rutinaria del consentimiento en las in-vestigaciones y pasó a ser un referente y precursorde las discusiones que darían lugar a la bioética enEstados Unidos. Entre esas discusiones le tocó in-tegrar el Comité Ad-Hoc de Harvard, que refor-muló los criterios neurológicos para la definiciónde muerte. Sus mayores contribuciones científi-cas tuvieron lugar en el campo de la farmacolo-gía clínica estudiando los estados psicológicossubjetivos en relación a las respuestas objetivas alos fármacos. Muchas de sus investigaciones se

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realizaron durante la Segunda Guerra Mundial,integrando el ejército de Estados Unidos, con elque supuestamente colaboró en la búsqueda deaplicaciones del ‘suero de la verdad’. A partir de1955 fue uno de los mayores defensores del uso deplacebo en los ensayos clínicos después de haberobservado que muchos soldados con grandes lesio-nes no solicitaban administración de morfina, aun-que estuviera disponible. Aunque el llamado ‘efectoplacebo’ había sido enunciado por Graves en 1920,un estudio de H. S. Diehl sobre vacunas de 1938 fueel primer ensayo clínico en el que se usó el término‘placebo’ en referencia a una solución salina. Bee-cher solo le dio gran notoriedad.

Fines civiles y fines militares de las investigaciones:de la higiene racial a la doctrina de la seguridad na-cional. La Segunda Guerra Mundial multiplicó lasinvestigaciones médicas secretas de los militaresde las principales potencias, en particular de Esta-dos Unidos, que primero competía con Alemaniay que después lo haría con la Unión Soviética. Losejércitos, servicios secretos y dictaduras fueronprotagonistas interesados de muchos proyectosque involucraron en los mismos a investigadores,instituciones de salud y a la industria química yfarmacéutica. Los estudios éticamente inacepta-bles fueron innumerables. Los aberrantes experi-mentos radiactivos realizados en Estados Unidosentre 1944 y 1974, que incluyeron niños (v. Inves-tigación en niños) y población civil, y que dieronlugar al Comité Asesor que los investigó entre1994 y 1995, son un ejemplo. Ese Comité conclu-yó afirmando que algunos de los miles de experi-mentos realizados tuvieron como finalidad elavance de la ciencia biomédica, otros fueron con-ducidos para avances en los intereses de la defen-sa nacional y varios fueron una mezcla de ambos.Este cruce de intereses ocurrió de modo análogocuando el químico suizo Albert Hoffmann comen-zó a investigar en 1938 para los laboratorios San-doz en búsqueda de una sustancia que estimularala circulación sanguínea, y en 1946 descubrió elácido lisérgico (LSD) y sus efectos. Sandoz sabíaque el nazismo podía utilizar sus descubrimientoscon fines bélicos y que los militares norteamerica-nos mostraban gran interés en la sustancia. A par-tir de los años cincuenta la CIA programó el planMKULTRA, cuya finalidad, en pretendida compe-tencia con los servicios secretos soviético, chino ycoreano, era estudiar el comportamiento de indi-viduos que recibieran LSD. Cuando estos experi-mentos fueron hechos públicos por The New YorkTimes en 1974, y en 1975 se supo del memo secre-to del Secretario de Defensa que autorizaba losexperimentos, los archivos del plan habían sidodestruidos. Con la documentación recuperada, sesupo que entre 1955 y 1975 unos siete mil solda-dos recibieron LSD como conejillos de indias. Se

ha afirmado que entre 1947 –año de creación dela CIA– y 1953, Washington compró a Sandoz unmillón de unidades de LSD. Cuando el plan fue in-terrumpido se remplazó por el MKSEARCH, quetenía por finalidad elaborar un ‘suero de la ver-dad’ perfecto para interrogar a posibles colabora-dores de la Unión Soviética. El tiopental sódico opentotal, descubierto en la década de los treintapor químicos del Laboratorio Abbott, luego deservir a estos experimentos, terminaría siendoaplicado en combinación con cloruro de potasio ybromuro de pancuronio como inyección letal parala ejecución de condenados a muerte en algunos es-tados. En 1987, la Suprema Corte de Estados Uni-dos tuvo que conocer de una demanda derivada delas revelaciones sobre los experimentos militares, yaunque el voto de mayoría sostuvo que los miem-bros del ejército no podían demandar al gobiernopor ningún daño en servicio, los votos en disensoafirmaron, por primera vez desde la Corte, la obli-gación de respeto del Código de Nuremberg, inclu-yendo las investigaciones del gobierno.

Del Informe Belmont al doble estándar. En 1978una Comisión Nacional del Congreso de EstadosUnidos dio lugar al Informe Belmont en el que seestipulaban los principios éticos de respeto por laspersonas, autonomía y justicia como básicos parala ética de la investigación. Con este informe seabrió una nueva etapa hasta 1997, que mostró elapogeo de la bioética de la justificación moral porprincipios, que influyó en varias normas surgidasdurante esos años. En esta etapa, si bien se reco-noció el lugar normativo destacado del Código deNuremberg y la Declaración de Helsinki, se mini-mizó el lugar que representaron los derechos hu-manos para esas normas y con esta disociación en-tre derecho legal y derecho moral se relativizó eluniversalismo de Nuremberg y Helsinki. En 1997comenzó una nueva etapa en la ética de las inves-tigaciones y la bioética en general, que llegaríahasta 2005, cuando se aprobó la Declaración Uni-versal sobre Bioética y Derechos Humanos de laUnesco. Tres hechos hechos relevantes marcaronel comienzo de la misma en 1997: la aprobaciónde la Convención Europea sobre Derechos Huma-nos y Biomedicina, la aprobación de la Declara-ción sobre el Genoma Humano y los Derechos Hu-manos por la Unesco y las denuncias sobre eldoble estándar ético en investigaciones biomédi-cas internacionales patrocinadas por organismosgubernamentales de Estados Unidos. La autori-dad que dio lugar a la Convención Europea deBioética fue el Consejo de Europa, y las denunciassobre las investigaciones no éticas en la transmi-sión vertical de VIH-sida en países pobres fue rea-lizada por miembros de un organismo no guber-namental de derechos humanos. A partir deentonces y pese a que la Declaración de Helsinki

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había sostenido como principio básico que lapreocupación por el interés del individuo debeprevalecer siempre sobre los intereses de la cien-cia y de la sociedad, algunos bioeticistas reclama-ron una revisión de la Declaración defendiendo loque ha denominado “doble estándar” (v.): un tipode terapia para países desarrollados y otro parapaíses en desarrollo. Se sostuvo así que la infor-mación que la gente de los países en desarrollodebía recibir era si el régimen de corta duraciónera mejor o peor que el disponible en ese momen-to para la mayoría de ellos (por ejemplo antirre-trovirales) y que esta es exactamente la clase deinformación que uno recibe de un ensayo contro-lado con placebo, por lo que debía establecersecomo estándar el de la “terapia más alta disponi-ble y sustentable”. La Food and Drug Administra-tion (FDA) de Estados Unidos presionó a la Aso-ciación Médica Mundial para que se revisara elestándar ético internacional único. Esas presionesse extenderían a la Organización Mundial de laSalud para involucrarla en un sistema mundial derevisión de las investigaciones acorde con el dobleestándar. Los dos puntos de presión giraron entorno a la flexibilización del uso de placebos, quela FDA aceptaba con mayor permisividad que laDeclaración de la AMM (artículo 29 de su revisiónde 2000), y al abandono de la garantía de accesoal mejor tratamiento probado tanto al ingresocomo a la salida de los sujetos de investigación deun estudio (artículo 30 de la revisión de 2000).Por eso se dijo que la FDA ponía a la ciencia delan-te de la ética y que el consentimiento informadoya no bastaba sin una apertura al escrutinio públi-co. En el asedio a la Declaración de Helsinki pudoverse una muestra de esa lógica de dominaciónque pretendía romper la moral universal de respe-to integral a los derechos humanos. El punto cen-tral del asedio era terminar con el carácter “inalie-nable” de la Declaración. Durante esta etapa,organismos como la Comisión Nacional de Bioéti-ca de Estados Unidos y el Consejo Nuffield delReino Unido establecieron pautas para las investi-gaciones biomédicas en países pobres. Tambiéntuvo lugar la revisión 2002 de las Pautas CIOMS-OMS, que consagró el doble estándar moral en supauta 11. La FDA abandonó a la Declaración deHelsinki en 2004 culminando el antiuniversalis-mo iniciado con la postulación del doble estándar.

De los laboratorios a las corporaciones globales. Sila historia muestra que la ética en las investigacio-nes médicas fue violada inicialmente en modoprincipal por los investigadores individuales has-ta 1931, y que durante la Segunda Guerra Mun-dial y su posguerra las mayores violaciones fueroncometidas por ejércitos y servicios secretos hasta fi-nales de los años setenta, a partir de los años ochen-ta la escena de las investigaciones biomédicas

estaría dominada por la gran industria farmacéuti-ca y biotecnológica. Y esa industria pasó a ser, aso-ciándose fuertemente a organismos académicos ygubernamentales no militares, la mayor fuentede problemas éticos en las investigaciones. Des-pués de la caída del Muro de Berlín en 1989, ycon la postulación de un Nuevo Orden Mundialen el que la globalización económica dominaríael escenario internacional hasta 2001 (v. Globali-zación), la expansión neoliberal de la industriafarmacéutica durante los noventa parecía no te-ner límites. Las diez compañías de medicamen-tos más poderosas del mundo pasaron a ser Pfi-zer, Merck, Johnson&Johnson, Bristol-MyersSquibb y Wyeth de Estados Unidos; GlaxoSmith-Kline y Astra Zeneca del Reino Unido; Novartis yRoche de Suiza, y Aventis Sanofi-Synthelabo deFrancia. Esa expansión había comenzado en1980, cuando en Estados Unidos la industria far-macéutica pasó a ser la más lucrativa de las indus-trias al facturar doscientos mil millones de dóla-res en 2002, tan solo por medicamentos recetadosen ese país, sin incluir las compras de institucio-nes de salud. La ley Bayh-Dole, aprobada bajo laadministración Reagan con el objetivo de mejorarla posición de la industria farmacéutica y biotec-nológica estadounidense en el mercado interna-cional, permitió la transferencia tecnológica delas universidades y los Institutos Nacionales deSalud hacia las compañías farmacéuticas, otor-gándoles las licencias exclusivas de sus descu-brimientos. De este modo, un tercio de los medi-camentos comercializados por la industria erandescubiertos en las universidades y organismosgubernamentales (Institutos de Salud). A partirde 1984, con la ley Hatch-Waxman, se prolongó lavigencia de las patentes de medicamentos de mar-ca en perjuicio de los genéricos. Así, la influenciapolítica de la industria pasó a ser dominante du-rante la época Reagan. Eso explica que la admi-nistración Clinton fracasara en su intento de es-tablecer un nuevo sistema de salud que estaríafinanciado por una reforma sobre la industriafarmacéutica. Esa asociación de intereses guber-namentales, académicos y comerciales explicatambién que las investigaciones no éticas sobre latransmisión vertical del sida realizadas en 17 milmujeres de República Dominicana, países africa-nos y Tailandia, denunciadas por Lurie y Wolfe en1997, fueran patrocinadas por el Departamentode Salud de Estados Unidos, los Institutos Nacio-nales de Salud, el Centro de Control de Enferme-dades de Atlanta y la Universidad de Harvard.También se explican así, entre muchas conductasinteresadas y faltas de ética, la postulación del do-ble estándar, el ataque subsiguiente a la Declara-ción de Helsinki y el abandono de la misma por laFDA, los intentos de hacer de las Guías de Buena

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Práctica Clínica, originadas en la industria farma-céutica, el nuevo estándar ético para las investiga-ciones internacionales y la defensa de esta estra-tegia de intereses por bioeticistas surgidos deámbitos académicos definitivamente comprome-tidos con este modelo. Frente a esta asociación, atodas luces contraria al bien común y a la integri-dad, libertad y bienestar de las personas, la indus-tria proponía el encubrimiento de sus verdaderosfines de lucro, con una falsa argumentación dondeel alto costo de los medicamentos –inasequiblepara la gran mayoría de la población mundial– sedebería a su gran inversión en investigación y de-sarrollo para la innovación en la atención de la sa-lud en orden a mejorar la calidad de vida de laspersonas. Lo cierto y probado era que la industriagastaba menos en investigación y desarrollo queen propaganda y maniobras de ventas, que sus in-novaciones eran pocas, pero en cambio trabajabamucho en renovar patentes y repetir medicamen-tos con ligeras modificaciones y en tener, como lascompañías de la competencia, un medicamentoparecido o igual para pujar por el mercado, quemuchas de sus pocas innovaciones se originabanen investigaciones financiadas con fondos públi-cos, que los medicamentos eran cada día menos se-guros para quienes los consumían y para quienesparticipaban en las investigaciones por la rapidezcon que se introducían al mercado para tener unrápido retorno financiero, y que era cotidiana lacorrupción y la compra de influencias políticas porsobornos junto a los más variados tipos de incenti-vos indebidos para sesgar la voluntad de los médi-cos en su receta de medicamentos.

Forma dignidad y forma mercancía en la investiga-ción sobre seres humanos. Los medicamentos quela industria farmacéutica produce, según la moraldel sentido común, son un bien social primarioorientado a satisfacer las necesidades en salud y aasegurar la protección del derecho a la salud. Enesta perspectiva, el fin último de toda investiga-ción biomédica debe ser el bien común. Sin em-bargo, este supuesto no se cumple. El fin de la in-vestigación biomédica llevada a cabo por laindustria farmacéutica es el lucro y su medio es el

mercado del medicamento, por lo que la satis-facción de las necesidades en salud es sólo un finsecundario. De allí que la mercantilización globa-lizada de la investigación, para lograr ser social-mente eficaz, ha elaborado un discurso enmasca-rador que en modo inverso pone como finprimario el beneficio social y como fin secundarioel lucro. Se trata de una acción estratégica solapa-da en la que se pretende hacer creer a los demásque la investigación financiada por la industriase mueve dentro de los supuestos de un diálogoque pueda conducir al entendimiento –en elsentido moral de este término– cuando en reali-dad se trata de la defensa de intereses particula-res. Es un engaño consciente y a veces una ma-nipulación cuya falsedad se articula por muydiferentes tácticas y cuya comprensión crítica exi-ge analizar la trama compleja que permite soste-ner ese engaño. El objeto –dicho en términos epis-temológicos– de esa disputa por el significado esel cuerpo de los individuos incluidos en las inves-tigaciones y el de aquellos que finalmente accede-rán o no al producto comercial derivado de esa in-vestigación. El significado de esos cuerpos será laforma mercancía en las investigaciones, entendi-das con finalidad mercantil (v. Plasmaféresis: lasangre como mercancía); en modo opuesto, el sig-nificado de esos cuerpos será la forma dignidad enlas investigaciones, entendidas con finalidad mo-ral. El resultado en incesante cambio del conflictopermanente entre esas dos formas es la sustanciade la ética de la investigación. Miles de personasque participan en investigaciones son simples me-dios para los intereses de otros; eso significa quese está violando su dignidad. ¿Qué se puede hacerdesde la bioética latinoamericana ante esta pro-blemática? La respuesta procedimental es el desa-rrollo de sistemas nacionales de revisión ética yprotección de los derechos humanos en las inves-tigaciones biomédicas (v. Sistemas de revisión éti-ca). La respuesta sustantiva es la construcción deun nuevo consenso internacional de justicia glo-bal frente a la cosificación de los seres humanospor las megacorporaciones globales gobierno-academia-industria de los países ricos.

[J. C. T.]

Progreso científico y desarrollo social

Carlos R. Gherardi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

La investigación científica. El desarrollo del cono-cimiento científico ha tenido un aumento expo-nencial en el último siglo y, dentro de él, quizá elsegmento biológico ha sido el más importantehabiendo prestado sustento a la mayoría de losavances que la medicina puede exhibir en las úl-timas décadas. La biología molecular marcó en

verdad un hito en la investigación científica parala comprensión de muchos fenómenos fisiológi-cos y patológicos, y posibilitó hasta su aplicaciónmetodológica por los beneficios en la fabricaciónde muchas drogas, sobre todo antígenos y anti-cuerpos. El anuncio al mundo de la decodificacióndel genoma humano y la celebración de este even-to como una victoria para toda la humanidad sólofueron posibles por la defensa de una ética de la

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investigación basada en la libre y universal dispo-nibilidad del conocimiento a través de su difusiónen publicaciones científicas, en contraposición alinterés económico y al intento cierto del registrode la marca o patente del ADN, un patrimoniouniversal de la especie humana. El impacto deeste avance científico en la medicina permitió encincuenta años tal vez un progreso superior al ocu-rrido desde la época hipocrática y sus beneficiosson palpables en la prevención y control de mu-chas enfermedades antes incurables, en el abor-daje cotidiano de prácticas de alta complejidad yen el considerable aumento en la expectativa devida de la población que tiene asegurado su dere-cho a la salud. Sin embargo, este incremento en elsustento científico de la práctica médica ha puestoen evidencia dos problemas centrales que se rela-cionan íntimamente con la naturaleza íntima dela medicina y las condiciones de la vida del hom-bre en su comunidad.

Medicina y ciencia. El conocimiento científico noha influido de modo terminante en la precisióndel acto médico que siempre oscila entre la incer-tidumbre y la probabilidad. La práctica de la me-dicina es un arte destinado a lograr la curación oel alivio del paciente, y las disciplinas duras sobrelas que se asienta su conocimiento como cienciase basan en postulados ciertos que se constituyenen leyes y verdades perdurables. La práctica de lamedicina, que resume e integra el conocimientocientífico junto al adiestramiento técnico y lacomprensión humana, se acerca al arte por susingularidad (atiende a un paciente), por la pre-sencia constante de su componente creador y porexplorar siempre el mundo íntimo de la persona.De la ciencia, toma la objetividad de su conoci-miento y el fundamento de sus acciones. De am-bos, ciencia y arte, comparte la imaginación indis-pensable que siempre debe estar presente paraestablecer el diagnóstico e indicar el tratamiento.La mejor comprensión de los fenómenos involucra-dos en cada enfermedad ha estrechado el margende incertidumbre a la hora del juicio clínico, aunquelas nuevas disponibilidades de acciones posiblesconspiran contra ello porque se suman variadas op-ciones en cada caso. Cuando muchos avances de laciencia permiten una mayor comprensión de los fe-nómenos biológicos sin obtenerse obligatoriamenteuna respuesta en la eficacia terapéutica, el apoteg-ma “Curar sin entender es sospechoso, comprender sincurar es virtuoso” constituye un peligroso desvío delas metas de la medicina.

Progreso científico y desarrollo social. El concep-to de desarrollo humano (PNUD) entraña el es-tudio de la ampliación de las opciones que lospueblos tienen para vivir de acuerdo con sus va-lores. Significa incluir en el desarrollo, además

de la producción, la esperanza de vida, la medi-ción de la nutrición de los niños, el nivel dealfabetización y escolaridad, la mortalidad mater-na e infantil, el acceso al agua segura y la sosteni-bilidad ambiental, el grado de empleo y desigual-dad, los problemas de género y muchos factoresmás que aseguren la vida en un hábitat decente y elmantenimiento posible de una salud buena. En unadécada de progreso científico como la de 1990,América Latina es el continente en que más creció ladistancia entre el ingreso de los ricos respecto de losmás pobres y duplicó la “pobreza”, que Kliksberg ca-lifica de “innecesaria” porque es hija de la desigual-dad, y de “paradojal” porque no se corresponde nicon la riqueza del recurso natural ni tampoco conlos niveles del Producto Bruto ni del Producto Bru-to per cápita. Esta situación social ha permitido lareaparición de enfermedades cuya incidencia eramínima o directamente habían desaparecido enmuchas regiones, como la tuberculosis, el cólera,la malaria, el dengue y otras enfermedades infec-ciosas. Estamos citando enfermedades que tienenprevención segura o tratamiento cierto, pero cuyareaparición por el hambre, el hacinamiento y elabandono ninguna investigación puede resolver.En el mismo sentido, los índices de desnutricióninfantil, que siendo también hija de la pobreza ex-trema provoca la destrucción de las capacidadesneuronales de los niños que tendrán severas dis-funcionalidades de todo orden para el resto desus vidas, tendrán consecuencias inevitables queno podrán ser resueltas por ningún emprendi-miento científico. Todos estos graves problemas,que van desde la investigación del conocimientobásico biológico hasta cualquiera de los aspectosque se miden en el desarrollo humano, adolecende una carencia esencial que es dependiente deldesinterés por el destino de la sociedad y la pro-tección de la dignidad humana, del olvido de laafirmación de los valores esenciales del ser huma-no y de la generación de una cultura individualis-ta y egoísta que nos aleja de la virtud de la solida-ridad y del altruísmo. No bastará el ejerciciocorrecto de la responsabilidad pública de los go-biernos, hoy frecuentemente ausente, de la acciónde las organizaciones sociales o de las declaracio-nes y metas de los organismos internacionales, sitodo no se acompaña con la actitud y conductapermanente de cada uno de nosotros para cam-biar este ethos contemporáneo que no parececonducirnos al progreso del bienestar a pesar losincuestionable adelantos de la ciencia biomédi-ca. Nos queda la esperanza de la lucha cotidianade cada uno para apostar a una vida digna paratodos que nos proteja de la enfermedad preveni-ble mas allá de la intervención médica, de creeren la existencia de un concepto de salud mássocial que biomédico (salud integral), de exigir

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normas reguladoras de la investigación que no ol-viden al hombre como sujeto moral y a la sociedadcomo custodio de la humanidad, y de luchar poruna mayor educación de los niños y los jóvenescomo único recurso de cambio para una modifica-ción de la cultura de los años por venir.

Referencias

John Sulston, Georgina Ferry. El hilo común de la hu-manidad. Una historia sobre la ciencia, la política, la ética yel genoma humano, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2003. -Manuel Medina, Teresa Kwiatkowska (comps.). Ciencia,Tecnología, Naturaleza, Cultura en el siglo XXI, Ed. Anthro-pos, 2000. - Bernardo Kliksberg. Hacia una economía conrostro humano, 2a ed., México, Fondo de Cultura Econó-mica, 2003.

Experimentación con animales

Roberto de la Peña Pino, Ángel ConcepciónAlfonso (Cuba) - Centro Nacional de GenéticaMédica

La ética en el uso de animales en las investigacio-nes no debe limitarse a la información sobre cual-quier tipo o forma de procedimiento que se ejecu-te directamente en los animales tratando dereducir al mínimo el daño físico o psíquico que seles ocasione, si no incluye también una informa-ción más detallada en la cual se consideren aspec-tos como el nombre correcto de la línea, la raza oespecie empleada, el centro de origen y las condi-ciones de alojamiento (temperatura, humedad,ventilación, iluminación, el tipo de jaula y la den-sidad). Además, debe incluir el tipo y la cantidadde alimento suministrado para que los resultadosalcanzados por el investigador puedan ser repeti-bles en cualquier otro lugar aplicando los mismosprocedimientos. Sin embargo, no siempre los in-vestigadores toman en cuenta la importancia quetiene el aportar la mayor información posible res-pecto a las condiciones en las cuales se ejecutó elexperimento para que cualquier interesado tomeesta como patrón comparativo; tal vez eso estéocurriendo en la confianza de que las violacionesde las normas y regulaciones son cosas de décadaspasadas que fueron señaladas en su momento(Nab, 1994). El presente trabajo pretende alertarsobre la necesidad de incorporar en nuestra con-cepción de la ética experimental aspectos de la in-formación que no están directamente relaciona-dos con el procedimiento en sí del experimento,pero que influyen en la respuesta del animal y quea veces se omiten.

Una revisión de 152 trabajos publicados en 9 re-vistas nacionales de ciencias médicas en formatoelectrónico durante el periodo enero de 2000 alprimer trimestre de 2005, en que se analizaron

los indicadores que se relacionan, arrojó los siguien-tes resultados: nombre del animal mal definido, 27(17,76%); no aclara el centro de origen del animalo no es reconocido, 76 (50,0%); no refiere condicio-nes de alojamiento, 70 (46,71%); no define bien lascondiciones de alojamiento, 29 (19,08%); no refie-re el tipo de jaula y la densidad, 124 (81,58%); nodefine correctamente el tipo de alimento, 113(74,34%); no indica el destino final de los animales,66 (43,42%); no aclara el método de eutanasia em-pleado, 12 (33,33%, basado en los 33 trabajos queindicaron el sacrificio). El no indicar la línea, razao especie (indicador 1) con la cual se trabaja o uti-lizar términos como albino o blanco sin ningunaotra especificación denota que hay desconoci-miento o mal asesoramiento de la terminologíaempleada para distinguir el animal con el cual seha realizado el trabajo experimental. Tal situa-ción promueve la creencia, que puede ser erró-nea, de que el investigador es un principiante,no sabe nada sobre animales de laboratorio o noha tenido un asesoramiento adecuado del espe-cialista o técnico en animales del bioterio (viva-rio, animalario).

Cuando no se aclara el centro de origen del ani-mal (indicador 2) o este procede de un centro noreconocido como productor de animales, surge laduda razonable sobre la calidad genética e higié-nica del animal empleado y, lamentablemente,sobre la influencia que puede haber ejercido elestatus genético e higiénico del animal en los re-sultados obtenidos. Por tanto, es imprescindiblepara todo investigador no omitir el centro deprocedencia del cual obtuvo los animales em-pleados en su trabajo de investigación, tanto mássi este trabajo está relacionado con la toxicologíaexperimental, la cual requiere cumplir los proce-dimientos de buenas prácticas (Cetex Cenpalab).Omitir o definir parcialmente la información so-bre las condiciones de alojamiento en las que sellevó a cabo el trabajo experimental (indicador4) o sobre la densidad por jaula (indicador 5 y, a suvez, aspecto más deficiente) impiden a otros investi-gadores hacer comparaciones adecuadas de los re-sultados o provocar dudas acerca de si se realizó ono en las condiciones debidas. Pudiera además in-troducir errores de interpretación en los resultadoscuando la densidad sobrepasa los límites mínimospara que se exprese la conducta individual y de gru-po, porque el estrés puede alterar la respuesta fisio-lógica o bioquímica y con ello motivar dudas sobrela veracidad o calidad de los resultados.

Otro aspecto al cual no se le confiere importanciaes el uso de términos inapropiados o incorrectospara indicar el tipo de alimento (indicador 6),como “se suministró ratonina”, pues esto puedeprovocar que el término no sea entendible para

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investigadores de otras naciones. Otro términoempleado es “se suministró pienso ad libitum”, elcual introduce dos elementos a considerar: uno esla cantidad suministrada, la cual sea tal que exce-da los límites diarios necesarios para su alimenta-ción y por tanto su permanencia por varios díasprovoque una disminución paulatina de la calidadnutritiva del pienso al perder sus cualidades orga-nolépticas, que pudiera tener influencias negati-vas en estudios sobre crecimiento y desarrolloprenatal y posnatal o alterar resultados en deter-minadas pruebas de cronicidad en toxicología oen estudios fisiológicos; el otro, aunque con me-nos importancia, es que no identifica para qué es-pecie, dando por hecho que el lector asocie el tipode pienso con la especie con la cual se experimen-tó. También hubo trabajos en los que no se identi-fica la marca ni la procedencia. Incluso esto seomite en trabajos publicados en revistas interna-cionales porque quizá no se le otorgue importan-cia en trabajos generales en el ámbito internacio-nal; sin embargo, a juicio de los autores, sobretodo cuando se trabaja en toxicología y atendien-do a las normas internacionales (normas ISO), sedebe indicar el nombre con el cual se identifica elalimento suministrado.

Las omisiones sobre el destino final de los anima-les solicitados y empleados en el curso de la inves-tigación y sobre el método de eutanasia (indica-dores 7 y 8) podrían provocar dudas acerca de silos animales que quedaron vivos después de con-cluido el experimento se emplearán en otros tra-bajos, lo cual sería una violación de los principiosbásicos (CCPA) y conduciría a opiniones desfavo-rables o críticas desde el punto de vista ético. Lomismo ocurre con el método de eutanasia aplica-do. En los casos que se reconoció su uso sin definircuál se utilizó, la duda se centraría en si el métodoempleado fue el más indicado para la especie encuestión. Para los investigadores este detalle nopuede obviarse en ninguna situación porque cons-tituye una de las orientaciones recogidas en lasnormas establecidas en cualquier manual sobrebuenas prácticas de laboratorio (Cenpalab y Ce-tex Cenpalab).

Estas deficiencias en la información resultan con-tradictorias porque un centro de investigacióndispone de guías (ILAR, Nat Res Coun), Manualesde Buenas Prácticas de Laboratorios, copia delProyecto de Ley de la Sociedad Cubana para laCiencia de Animales de Laboratorio (Junta Direc-tiva SCCAl) y posee personal investigador y técni-co que ha recibido alguno de los cursos de prepa-ración impartidos desde hace más de dos décadaspara experimentar con animales en la investiga-ción (Peña y Marta, 1994), además de otros másespecíficos sobre ética en la experimentación. Las

consideraciones de cada uno de los indicadores enconjunto pudieran conducir, justificada o injustifi-cadamente, aun cuando no sea esa la intencióndel lector, a la duda razonable sobre la calidad delos resultados, o a que no puedan ser comparadosen toda su magnitud con resultados dados porotros investigadores, por no realizarse en igual-dad de condiciones o no disponer de los datos ne-cesarios. Además, tampoco podrían ser citadospor otros autores. Dado que los trabajos que sepublican en formato electrónico trascienden lasfronteras de cualquier nación, es aconsejable quesean revisados cuidadosamente para que no se es-capen estas pequeñas omisiones que podrían serobjeto de interpretaciones erróneas o de críticas.De hecho ello contribuiría a mejorar la calidad dela información ofrecida, considerando que estaconstituye un aspecto indisoluble de la ética expe-rimental en toda investigación que implique el usode animales.

Referencias

CCPA. Las necesidades compartimentales de los ani-males de experimentación, Manual, Vol. 1, 2a ed., 1999. -Cenpalab. Código de Uso de los Animales de Laboratoriodel CENPALAB, La Habana, 1992. - Cetex, Cenpalab. Có-digo de las Buenas Prácticas de Laboratorio, Centro deToxicología Experimental, La Habana, Cenpalab, 1992.- ILAR, NRC. Guide for the Care and Use of LaboratoryAnimals, National Academic Press, Washington, 1996. -National Research Council. Guía para el cuidado y uso delos animales de laboratorio, Academia Nacional de Medi-cina, Edición Mexicana, 2002. - Proyecto Ley para laProtección y el Bienestar de los Animales de Experimen-tacion. Junta Directiva SCCAL 2001. - J. Nab. Experienceand application of the ethic comité in biomedical researchin different european countries, III Congreso Nacional dela Sociedad española para las Ciencias del Animal de La-boratorio. Libro de Resúmenes, Ed. Centro de Instru-mentación Científica, 1994, pp. 31-34. – R. Peña, Cursode animales de experimentación para médicos dedicados ala investigación, III Congreso Nacional de la Sociedadespañola para las Ciencias del Animal de Laboratorio.Libro de Resúmenes, Ed. Centro de InstrumentaciónCientífica, 1994, pp. 262. - Recomendaciones para la eu-tanasia, 1999, última versión http/www.secal.es/euta2.htm

Investigación médica básica

Alina Alerm González (Cuba) - InstitutoSuperior de Ciencias Médicas de La Habana

Investigación médica básica. Se entiende por investi-gaciones médicas básicas aquellas que poseen comoobjeto de estudio particularidades de las estructu-ras, el funcionamiento y los comportamientos delorganismo de los humanos y sus alteraciones, y es-tán encaminadas a obtener conocimientos, pero noa producir metodologías, tecnologías, ni a interve-nir directamente en el hombre. Constituyen una de

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las clasificaciones de la ciencia. La ciencia es unaforma de la conciencia social, un estilo de pensa-miento y de acción en la que tenemos que distin-guir entre el “trabajo, la investigación, y su pro-ducto final: el conocimiento” (Bunge, 1966). Lainvestigación como trabajo con el que se obtieneun producto intelectual está determinada por laestructura económico-social en la que se desarro-lla, recibe la influencia de otras formas de la con-ciencia social y de lo que ella misma ha creado,pues posee entre sus características esenciales unsistema autocorrector. Sin embargo, en la actuali-dad persisten debates entre quienes la considerantotalmente desinteresada, imparcial, sin que obe-dezca a presiones externas o al margen de com-promisos ideológicos y morales, y los que conside-ramos que forma parte de una concepción delmundo predominante, que obedece a una ideolo-gía, se ajusta a la moralidad de una época y estásometida a una actividad valorativa general en re-lación con su jerarquización o su uso. La manerade entender la credibilidad de la búsqueda y vali-dación de la verdad ha cambiado de un contextoindividual de los investigadores a una exigenciade validación a través del consenso de la intersub-jetividad de la comunidad científica. La investiga-ción y sus resultados se hacen creíbles y respeta-bles una vez conocidos, declarados válidos yaprobados por la comunidad científica y por elgrupo sociocultural en la que se difundirán y apli-carán (Bacallao, 2002). La ciencia, como manifes-tación del quehacer humano, al ser valorada porla sociedad como un buen o mal proceder, adquie-re una connotación ética. Esta actividad es com-pleja por sus objetos de estudio, métodos, objeti-vos y alcances. Se le denomina ciencia formal si suobjeto de estudio son aspectos del conocimientoque no se encuentran en la realidad, estudianideas, sus interrelaciones y ordenamiento y la for-ma en que el hombre la procesa en su actividadpsíquica; y ciencia factual si estudia hechos queocurren en el mundo, acuden a esa realidad y ape-lan a la experiencia para realizar investigaciones.Por sus objetivos y alcance se denomina “pura”cuando tiene como objetivo incrementar el cono-cimiento o aumentar nuestro bienestar y poder; y“aplicada” si tiene como objetivo la aplicaciónpráctica de los resultados obtenidos con los mis-mos métodos de la ciencia “pura”. Tiene valora-ción diferente en cuanto a los buenos procederesque debe caracterizarla, y en cuanto a las conside-raciones éticas a las que la somete la comunidadcientífica y la sociedad. En la investigación“pura”, básica o fundamental, los investigadoresbuscan nuevas leyes naturales, tratan de entendermejor el mundo y su evolución. Las investigacio-nes médicas básicas se encaminan a enriquecer omodificar el cuerpo de teorías y leyes científicas

acerca del organismo, pero, por ser creaciones hu-manas con repercusiones en las personas, en lanaturaleza y en la sociedad, forman parte del inte-rés social y deben ser valoradas socialmente comobuen o mal proceder.

Requerimientos éticos de las investigaciones médi-cas básicas. Para Lolas (2000), estas investigacio-nes poseen como únicos requerimientos éticos losrelacionados con la validez de los resultados, lapropiedad e idoneidad de los métodos e instru-mentos empleados, la exactitud de las medicio-nes, el ajuste a la estricta verdad sin falsificacióndeliberada de los datos, sin adulteración de regis-tros u omisión de fuentes de información, la apro-piación indebida del trabajo o de resultados deotros investigadores, el uso inadecuado y abusode animales de experimentación o incluso de losseres humanos. Pero esta forma de ver el compro-miso ético obvia problemas de legitimidad deri-vados del hecho que la ciencia, sea cual fuere suobjetivo y alcance, puede tener en un plazo detiempo impredecible aplicaciones indebidas desus resultados, subordinarse al poder económico,político o militar de las minorías en contra de lasmayorías desposeídas, sin olvidar los efectos so-bre el ecosistema o la enajenación mental quepondría en crisis la posibilidad de subsistencia delos seres humanos del futuro. Las investigacionesmédicas básicas deben someterse a un control éti-co con participación social, que analice las posi-bles consecuencias basado en un pronóstico alargo plazo. No faltarán dilemas éticos alrededorde conflictos de intereses entre las motivacionesde los investigadores, las necesidades de la socie-dad, la disponibilidad de recursos, las presionesde las instituciones donde se realizan, de los gru-pos de poder que sustentan a las transnacionales yla posibilidad de distribuir equitativamente lasaplicaciones beneficiosas que se derivarían a lar-go o mediano plazos. Los temas más investigadosson los que afectan a sectores con mejor nivel devida, en detrimento de las enfermedades de paí-ses pobres con elevadas morbilidad y mortalidad.Se estima que 90% del presupuesto anual mun-dial para las investigaciones médicas se dedica aenfermedades que afectan al 10% de la población(Commission on Health Research for Develop-ment, 1999). Esta dimensión ética, relacionadacon la selección de los problemas para las investi-gaciones básicas, requiere consenso dentro de lacomunidad científica, con participación social,para equilibrar las investigaciones sin coartar lainiciativa creadora de los científicos, afectar suautonomía, ni lesionar su curiosidad natural. Lacuriosidad intelectual es la fuente de la mayoríade los conocimientos científicos y, según Bunge,“el hombre es el único ser problematizador, el únicoque puede sentir la necesidad y el gusto de añadir

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dificultades a las que ya le plantea el medio naturaly el social y que tiene la capacidad de ‘percibir nove-dad’ y ‘ver’ nuevos problemas e inventarlos”, (Bun-ge, 1966). Pero el conocimiento por el conoci-miento no se justifica, y para otorgar fondoslimitados, la justificación y propósitos de la inves-tigación deberán responder a problemas de altaprioridad para las mayorías o, al menos, un gruposocial necesitado. Cuando las desigualdades so-ciales se incrementan en países con economías demercado, la evolución del modo de pensar en laética de la investigación se mueve de acuerdo conlos modos históricos de interacción entre paísesdesarrollados y los que eufemísticamente están envías de desarrollo (Penchaszadeh, 2002), porqueestos estudian problemas del primer mundo y losque tienen continúan sin prioridad. Consorciosque evaden impuestos crean fundaciones que fi-nancian investigaciones sobre temas prefijados,importantes para el país que paga, pero no para eldel investigador. La reducción de los presupuestospara la investigación en universidades lo favore-ce, pues para sobrevivir como academia vendensu fuerza “intelectual” a poderosos financistas in-teresados en temas muchas veces ajenos a las ne-cesidades de las mayorías. La ciencia concomitacon problemas de desigualdad social, donde elimpacto a largo plazo de los resultados de los des-cubrimientos científicos no se distribuye igual-mente, porque la aplicación del progreso y la jus-ticia distributiva de los bienes y los derechosdepende de la estructura económica y social. Lasiniquidades en salud no pueden desvincularse delas investigaciones médicas básicas, porque estasdan soporte teórico para la prevención de enfer-medades, y muchos diagnósticos y tratamientosse basan en resultados que se obtuvieron en inves-tigaciones básicas.

Los fines, las consecuencias, las circunstancias. Eljuicio moral, favorable o no para las investigacio-nes médicas básicas, dependerá de que se distingaentre fines objetivos y subjetivos, que son los pro-pósitos. Cada vez más aceleradamente, los cono-cimientos obtenidos en investigaciones básicasson marco conceptual de investigaciones aplica-das que pueden incumplir principios éticos por-que atentan contra la salud y la integridad de laspersonas, inducen conductas eugenésicas y discri-minatorias, y violen el principio de la justicia, loque obliga a establecer normas. Pero deben medi-tarse las bases para un compromiso ético entre loscientíficos en previsión de esas consecuencias, ytener en cuenta –según apunta Gracia (1998)–que con un sistema de principios, sea el que fuere,no se pueden solucionar a priori todos los proble-mas morales. Las circunstancias aportan un toqueparticular al debate ético en relación con los finesy las consecuencias, pues cualquier enfoque, por

ser producto de juicios valorativos de seres huma-nos, está sujeto a cambios que dependen de lasideas que predominan en sus instituciones, en elcontexto de su sociedad y de su cultura y, a su vez,dependen del carácter intrínseco de cada socie-dad, determinado por las relaciones de propiedady por el sistema jurídico. La rigidez de los princi-pios morales se rompe en ocasiones frente a lafuerza de la realidad (Gracia, 1998), pero las jus-tificaciones de excepciones basadas en las cir-cunstancias podrían abrir brechas para revestir demoralidad consecuencias de investigaciones bási-cas que a todas luces no son éticas, aunque se in-tente ampararlas desde otro principio de rangosuperior. Por tanto, la humanidad deberá exigirque sean sometidas a debate por la sociedad, par-ticipando la comunidad científica e incluso orga-nizaciones multinacionales, pero con criterio pro-pio y no manipuladas por grupos de poder denaciones que mantienen la hegemonía mundial.

Los métodos y procedimientos. Un enfoque poco con-vencional al tratar aspectos éticos de las tecnologíasempleadas en las investigaciones básicas es elrelacionado con limitaciones para elegir las origi-nadas en países industrializados, que están fueradel alcance de los más pobres por su elevado cos-to, además de existir monopolización del desarro-llo científico-técnico por un reducido número depaíses y corporaciones trasnacionales. Las barre-ras que obstaculizan la elección y el acceso a losprocedimientos pertinentes para las investiga-ciones médicas básicas, lejos de disminuir hanaumentado, lo cual cierra las oportunidades de lo-grar investigaciones de avanzada en los países deltercer mundo (Choucri, 1998). Añádanse las gra-ves lagunas tecnológicas de los países pobres, queno tienen capacidad para el desarrollo de esas in-vestigaciones porque carecen de investigadorescalificados. Los que logran alcanzar un desempe-ño destacado, emigran hacia países industriali-zados donde encuentran un mercado laboral queles permite alcanzar desarrollo profesional y bie-nestar material. Junto al debate de si las técnicasson éticamente permisivas para usarlas en inves-tigaciones médicas básicas, ya que pueden causarperjuicio a los individuos objeto de la investiga-ción o a los investigadores, la pertinencia de losmétodos, la exactitud de las mediciones, la exce-lencia en la ejecución de procedimientos y otroselementos inherentes a su aplicación y ejecución,deberán analizarse los conflictos globales de lasdesigualdades de acceso a las tecnologías, queatentan contra el desarrollo equilibrado de laciencia en el mundo. Las tecnologías de últimageneración y ciertos procedimientos no han sidoaún validadas por el tiempo, importante compro-bador de inocuidades o de efectos dañinos a lar-go plazo, para valorar si un proceder cumple los

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requisitos éticos para emplearlo. Afirmar que “secumplieron los requerimientos del consentimientoinformado” para incorporar seres humanos a las in-vestigaciones médicas básicas no legitima el sufri-miento ni el perjuicio a la salud. El debate en tornoal consentimiento informado es largo y no es objetode este acápite, pero el aporte de Núñez de Villavi-cencio (1997), cuando se refiere a que el consen-timiento debe ser educado, porque “no siemprebasta con informar al sujeto para que esté debida-mente preparado para tomar decisiones, porqueeducar es mucho más que informar”, es crucial eninvestigaciones básicas donde estén implicados se-res humanos.

Consideraciones finales. Cuando se habla sobre de-sarrollo humano y su influencia en la investiga-ción, se alude generalmente a sus resultados entérminos eufemísticos de beneficencia, sin consi-derar que los problemas éticos fundamentales seencuentran en la existencia o ausencia de justiciamediante la distribución equitativa de la benefi-cencia, porque el desarrollo humano no alcanza elverdadero valor moral positivo que se le puedeatribuir hasta que no responda a criterios de justi-cia y de intereses de las mayorías, de contexto y si-tuaciones específicas. Los problemas de justicia enrelación con la distribución de los resultados delas investigaciones médicas básicas, aunque seana largo plazo, tendrían que ocupar un lugar desta-cado en la identificación de nuevos dilemas éti-cos, así como entre los problemas sobre los quepodría investigar la bioética, porque en el mundoactual, en lo que se refiere a salud humana, lo queresultaría “no ético” sería invertir tiempo y recur-sos en obtener conocimientos que no aportaran,al menos a largo plazo, aplicaciones que permitie-ran solucionar los grandes problemas sanitariosde la humanidad, y tener la certeza de que fuesendistribuidos con equidad en todos los conglomera-dos humanos.

Referencias

Mario Bunge. La investigación científica. Su estrategiay su filosofía, Barcelona, Ediciones Ariel, 1966. - JorgeBacallao. “Neutralidad y compromiso: la presencia de ladimensión ética en el trabajo científico”, en José AcostaSariego (ed.)., Bioética para la sustentabilidad, La Haba-na, Centro Félix Varela-Publicaciones Acuario, 2002. -Fernando Lolas. “Ética de la investigación biomédica: as-pectos, perspectivas, contextos”, en Bioética y antropolo-gía médica, Santiago de Chile, Publicaciones TécnicasMediterráneo, 2000. - Commission on Health Researchfor Development. Health Research: Essential Link toEquity in Development, Oxford, Oxford University Press1999. - Víctor Penchaszadeh. “Ética de las investigacio-nes biomédicas en un mundo globalizado”, en José AcostaSariego (ed.), Bioética para la sustentabilidad, La Habana,Centro Félix Varela-Publicaciones Acuario, 2002. - DiegoGracia. Fundamentación y enseñanza de la bioética, Bogotá,

Editorial El Búho, 1998. - N. Choucri. “Red de conocimien-tos para un ‘salto tecnológico’”. Cooperación Sur, Nº 2, NewYork, PNUD, 1998. - Fernando Núñez de Villavicencio.“Bioética: el médico, un educador”, en Bioética desde unaperspectiva cubana, José Acosta Sariego (ed.), La Habana,Centro Félix Varela, 1997.

Ensayo clínico

Virginia Rodríguez Funes (El Salvador) -Comité Nacional de Ética de InvestigaciónClínica

El término ‘ensayo clínico’ es a menudo utilizadoen forma indistinta del término ‘estudio clínico’.El término estudio clínico es más amplio, y com-prende la investigación orientada hacia el pacien-te, los estudios epidemiológicos y del comporta-miento y también los estudios de evolución y deservicios de salud. El ensayo clínico es parte delsubgrupo de los estudios clínicos orientados haciael paciente. De ese modo, el ensayo clínico puedeser definido como un estudio de investigación enel área biomédica, de tipo prospectivo, con suje-tos humanos, o un estudio del comportamiento,que está diseñado para responder preguntas espe-cíficas acerca de intervenciones biomédicas o delcomportamiento (medicamentos, tratamientos,aparatos). Los ensayos clínicos son usados paradeterminar si una intervención biomédica nuevao intervención del comportamiento es segura, efi-caz y efectiva. La investigación con sujetos huma-nos que involucra una intervención que modificael comportamiento (dieta, actividad física, terapiacognitiva, etc.) se ajusta a esta definición de ensa-yo clínico. El ensayo clínico es un estudio de in-vestigación que se desarrolla con el fin de encon-trar una forma nueva o una forma distinta de lasya existentes para prevenir, diagnosticar o trataruna enfermedad o condición. Puede ser desarro-llado por médicos o investigadores. Su forma másconocida es la que se aplica a las investigacionesen el proceso del desarrollo de un medicamento.Los ensayos clínicos pueden proceder a través decuatro fases clínicas, una vez concluida la etapapreclínica o básica de laboratorio. La fase del en-sayo clínico es un reflejo del estado actual del de-sarrollo científico de lo que se está probando.

Ensayos Fase I. Son los estudios que prueban unaintervención biomédica en personas por primeravez. Se realiza usualmente en un grupo pequeñode personas (20 a 80), que pueden ser voluntariossanos. El iniciar un estudio fase I significa que haysuficiente experiencia en animales o en fase preclí-nica que sugiera que la intervención puede ser unasuperación de la forma existente de diagnosticar,tratar, curar o prevenir una condición particular oenfermedad. Sus objetivos finales son seguridad ytoxicidad. En ellos se evalúa la farmacocinética y

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la farmacodinamia de los medicamentos (porejemplo, determina el rango de dosis segura oidentifica efectos adversos). Son estudios abier-tos, usualmente con solo un cegamiento: el del su-jeto participante. Tienen mucho control de los su-jetos; en la historia de la investigación clínicamundial, se han reportado solo dos casos de falle-cimientos de sujetos sanos hasta la fecha, contan-do desde mediados de los años de 1970.

Ensayos Fase II. En estos estudios los objetivos pri-marios son aumentar los datos de eficacia y conti-nuar identificando efectos adversos; su objetivoprincipal es la obtención de la dosis máxima tole-rada. Siempre se desarrollan en un grupo peque-ño de sujetos, aunque en mayor número que losestudios fase I. En esta fase se empiezan a incluirpacientes o población de pacientes seleccionados.Pueden utilizar diseños transversales o longitudi-nales. También se observa asignación aleatoria.Pueden también ser diseñados con grupos parale-los o de tipo cruzado. El número de participantespuede ser de cien a trescientos.

Ensayos Fase III. Estos estudios involucran grannúmero de sujetos (cientos o miles) que sufren lacondición que se intenta tratar. En esta fase puedehaber subgrupos y se trata de incluir personas dedistintas etnias. A menudo son estudios multicén-tricos, multinacionales. Su objetivo primario finales la eficacia. En general tienen un diseño riguro-so. El estándar son los estudios aleatorios, congrupo control, con doble ciego; cuando es ética-mente posible, versus placebo o versus el mejormedicamento parámetro de comparación. Puedencomparar dos o más tratamientos existentes. Elobjetivo de estas investigaciones es proveer evi-dencia que lleve a una base científica para consi-derar cambios en políticas de salud o en estánda-res de cuidado. Es la última fase del desarrollo deun medicamento o un aparato para solicitar su in-clusión o autorización en el mercado por las auto-ridades correspondientes. La definición incluye in-tervenciones farmacológicas, no farmacológicas eintervenciones del comportamiento para preven-ción de una enfermedad, profilaxis, diagnóstica yterapéutica. Los estudios hechos en la comunidad yotras intervenciones basadas en la población tam-bien están incluidos. A pesar de que el uso del gru-po placebo da mayor base cientifica a un ensayoclínico, cuando ya existe una terapeútica estableci-da para el manejo de la condición involucrada nodebe usarse placebo, sino el tratamiento estándar.Un ejemplo impactante y reciente en la historia dela medicina fue el caso del estudio PETRA en mu-jeres embarazadas. Este ejemplo tiene muchascontroversias éticas y una de las más importanteses la discusión en el uso o no de un grupo placebo.Estos estudios fueron realizados a mediados de

los años de 1990 por universidades estadouniden-ses de prestigio, apoyadas por el InstitutoNacional de Salud de los Estados Unidos (NIH) enpoblaciones del África subsahariana y en Tailan-dia, para ver el efecto del uso de antiretroviralesen las mujeres embarazadas portadoras de VIH ysu transmisión vertical al bebé. Ya se había aproba-do para entonces, según el protocolo ACTG-076, eluso de la zidovudina (AZT) como medicamentoeficaz para disminuir la transmisión vertical del vi-rus de VIH de la madre al bebé. La intención delgrupo investigador era encontrar formas más “ba-ratas” de usar el AZT para países en desarrollo, queno tenían la capacidad de costearse el medicamen-to. La intención parecía ser muy altruista, pero enla investigación se utilizaron dosis reducidas deAZT, y tiempos igualmente reducidos de tratamien-to en comparación a los establecidos en el protoco-lo ACTG-076. Y hubo nueve estudios patrocinadospor los NIH, entre ellos uno en Tailandia, en el cualse probó el AZT versus placebo. La justificaciónfue que igualmente la población en estudio no te-nía acceso al medicamento. En casos como el men-cionado, es obligación del patrocinador proporcio-nar el medicamento para el grupo control.

Ensayos Fase IV. Estos son conocidos tambiéncomo estudios posmercadeo, ya que se realizandespués que el medicamento, la terapéutica o elaparato ya se encuentran en el mercado o ya estánautorizados para su uso clínico. Están diseñadospara vigilar la efectividad de la intervención apro-bada en la población general y para colectar infor-mación acerca de efectos adversos asociados a suuso diseminado. Este tipo de estudios puede, a ve-ces, ubicar a los investigadores en una encrucija-da ética, ya que algunos pueden tener verdaderospropósitos científicos, que realmente llevarían aun avance científico, y otros un simple propósitode mejora comercial (denominados “estudiossiembra”). A pesar de que estos estudios podríanser de bajo riesgo para los pacientes, no deberíanllevarse a cabo con dichos fines. Como ejemplo de“estudios siembra” tenemos el caso de los nuevosantibióticos, de alto costo, que entran al mercadopor ser eficaces, pero con características similaresreferentes al espectro de acción antimicrobianade algunos ya existentes o, peor aún, con espec-tros más limitados, no superiores, y sin ningunaindicación terapéutica clara especial que supere alos otros antibióticos ya en uso clínico. Estos nue-vos antibióticos, por esa misma característica deno ser una “mejor” opción de uso, tienen dificulta-des para introducirlos en la práctica clínica diariay, por consiguiente, en el consumo cotidiano. De-bido a ello se desarrollan estudios “clave”, como“tratamiento en neumonías nosocomiales en uni-dad de cuidados intensivos”, o “manejo del piediabético”, etc., no con el fin de obtener un nuevo

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avance científico, sino para promocionarlos, paraintroducir la idea en el clínico de cuáles puedenser opciones de uso del antibiótico en la prácticadiaria, y ponerlos “de moda”. No obstante que sonantibióticos ya introducidos en el mercado, queson eficaces, seguros, que no ponen en gran riesgoa los pacientes en que se usan, la verdadera inten-ción del desarrollo de estudios con estos medica-mentos es la promoción o el darlos a conocer.

Referencias

Evans Derenzo, J. Moss. Writing clinical research pro-tocols. Ethical considerations, Elsevier, 2006. - Bert Spilker.Guide to clinical trials, Lippincot Raven, 1996.

Investigaciones científicas en niños

Joaquim Antônio César Mota (Brasil) -Universidade Federal de Minas Gerais

Normas éticas. ¿Cuáles son los límites éticos de lautilización de niños en investigaciones? ¿Cuántopoder tienen los padres y responsables en la deci-sión de permitir que sus hijos sean voluntarios eninvestigaciones? ¿Deben participar los niños deesas decisiones? ¿De qué manera? Todas las direc-trices nacionales e internacionales, como la De-claración de Helsinki, referentes a las investiga-ciones con seres humanos son aplicables a las queinvolucran niños. Esas investigaciones, necesariase importantes por las especificidades que los ni-ños presentan en su desarrollo y crecimiento, con-tribuyen a su bienestar y su salud. Sin embargo,solo pueden ser realizadas cuando no fuera posi-ble hacerlas en adultos y cuando los beneficiendirectamente o impliquen apenas riesgos míni-mos para su salud física y mental. Riesgos míni-mos son, por ejemplo, recolección de muestrasde orina, materia fecal o secreciones corporalesy sangre, en situaciones especiales, respuestas acuestionarios, observaciones de comportamiento,medidas antropométricas y de señales vitales.Debe obtenerse el consentimiento de los padres,dentro de las normas establecidas; en el caso delos mayores de siete años, su consentimiento, sinel cual la pesquisa no puede ser realizada (RoyalCollege, 2000). El consentimiento debe ser libre ydado por persona competente y después de plenoesclarecimiento, incluidos los riesgos de la inves-tigación. La mayoría de los padres no entiende loque se hace con sus hijos en las investigaciones.Consideran el consentimiento innecesario puesconfían en el médico; no consideran el poder po-ner término al consentimiento como una protec-ción para sus hijos, sino como algo burocrático, yno saben que tienen el derecho de retirar sus hijosde la investigación. Los padres que consienten enla utilización de sus hijos en pesquisas clínicas

tienden a ser personas en desventaja y más vulnera-bles socialmente –menos instruidos, con empleosmenos calificados y con menor soporte social–, loque implica barreras importantes para que los pa-dres comprendan el término consentimiento (Harth&Thong, 1995).

Historia de las investigaciones en niños. Los niños,hasta muy recientemente, tenían una relativa in-visibilidad social. En el siglo XVIII, cuando se dise-minaron los experimentos utilizando seres huma-nos, los hijos y los empleados de los médicos eranlas cobayas más utilizadas. En aquel siglo, variosestudios sobre el sarampión y la viruela –inclusoel de Jenner– fueron realizados utilizando niños.Pasteur, en 1885, inoculó la vacuna antirrábica enun niño de ocho años que había sido atacado porun perro rabioso. Como el niño se mantuvo sano,para comprobar la eficacia de la vacuna, Pasteurinoculó en el pequeño Joseph la cepa más virulentadel virus de la rabia (Clendening, 1960). A fines delsiglo XIX e inicio del siglo XX, dos tendencias se con-traponían. La primera era el reconocimiento del va-lor económico y social del niño; la otra, la necesidadde protegerlo. La mirada de la medicina sobre losniños ha llevado a un número creciente de investi-gaciones en que ellos eran utilizados. Además,como todavía no eran reconocidos como ciudada-nos, los niños, en especial de las clases socialesmás desfavorecidas, no eran merecedores de losderechos de ciudadanía. Su utilización en los ex-perimentos seguía su curso sin que se les respeta-ra cualquier derecho. Tentativas de producir en-fermedades, como sarampión y escarlatina, eranrealizadas con fines de investigación. Hubo quie-nes llegaron a invocar que era más barato utilizarniños abandonados que animales en investigacio-nes. Ese aumento en la utilización de niños en in-vestigaciones en la primera parte del siglo XX ocu-rrió con poco control sobre la seguridad y eficaciade estas. No había referencia al permiso de los pa-dres para esos estudios, ni cuestionamientos a sumoralidad. Niños abandonados y de orfelinatoseran comúnmente las “cobayas”. Esto no es sor-prendente, pues la American Society for Preven-tion of Cruelty to Animals fue creada en 1865,diez años antes de la fundación de una asociaciónsimilar de protección al niño, que solamente fuecreada después de un rumoroso caso judicial en elque, por falta de normas de protección a la infan-cia para proteger a un niño de maltratos, fueroninvocadas aquellas establecidas por la sociedadde protección a los animales. En este contexto, eluso de niños en pesquisas no causaba espanto o in-dignación. Fue experimentando en sus hijas y otrosniños que Albert Sabin, en la década de 1950,comprobó la eficacia de la vacuna oral contra lapoliomielitis. En 1954, para probar la eficacia dela vacuna Salk, 200.745 niños norteamericanos

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recibieron tres dosis de esa vacuna y otros201.229 niños recibieron tres inyecciones de pla-cebo, sin que sus padres lo supieran –pensabanque ellos estaban recibiendo la vacuna (Salk,1956). De 1956 a 1970, Krugman y colaborado-res, en sus experimentos en la Willowbrook StateSchool, una escuela para niños con retardo mentalen Staten Island, New York, contaminaron in-tencionalmente miles de ellos con el virus de lahepatitis infecciosa (Krugman & Ward, 1958).Estos ejemplos, que no son singulares, ilustran ladificultad en establecer límites éticos en las pes-quisas que involucran a los niños.

La protección jurídica y moral del niño. Los niñosson un grupo heterogéneo en derechos y deberes.Hay diferencias en cuanto a la edad y característi-cas sociales, económicas, raciales, étnicas y reli-giosas. Algunos grupos de niños son más vulnera-bles a sufrir agresiones y recibir menos beneficios,incluso en los ensayos clínicos. Cooke (1994) losclasifica en dos grupos no excluyentes, consideran-do si los factores determinantes de esa vulnerabili-dad son intrínsecos –inherentes al mismo niño– oextrínsecos –sLos extrínsecos son la ausencia deuno de los padres, la separación de los padres,padres con historia de haber sufrido abusoscuando niños, padres con disturbios mentales,ambientes pobres, ociales, culturales o ambienta-les–. miseria y analfabetismo familiar, falta de vi-vienda adecuada, pertenecer a una minoría étnicao ser hijo de padres emigrantes. Los factores in-trínsecos incluyen las deficiencias cognitivas, lainestabilidad emocional, las deficiencias físicas ylas enfermedades graves, principalmente las incu-rables. La presencia de uno o más de esos factores,intrínsecos o extrínsecos, hace más compleja, éti-camente, la utilización de esos niños en experi-mentos. Las directrices determinan que los niñosinvolucrados en experimentos deben representaruna fracción poblacional de todos sus segmentos,y no debe haber prevalencia de niños de grupossocioeconómicos, raciales o étnicos, cuando esetipo de selección no sea necesario para la experi-mentación. Sin embargo, lo que se observa es lautilización ampliamente mayoritaria de niñoshospitalizados y pobres en los experimentos, con-trariando lo preconizado por las normas éticas.Cuantos más factores de vulnerabilidad posea unniño, más posibilidades tiene de ser utilizado eninvestigación. Otra cuestión son las investigacio-nes realizadas por investigadores de los países ri-cos –donde hay restricciones éticas más rigu-rosas– en regiones pobres, donde hay menor ri-gor ético y legal para investigar. En esos casos,los comités de ética son más complacientes, losderechos relacionados a la ciudadanía menosrespetados y, en consecuencia, hay mayores facili-dades para investigar y los costos son menores.

Investigaciones que utilizan niños y son éticamen-te bien hechas son esenciales para mejorar lacalidad de vida de ellos. El proceso de consenti-miento esclarecido tiene tres componentes: infor-mación, capacidad de decisión y libertad de deci-sión, pero los padres que autorizan la utilizaciónde sus hijos en pesquisas tienen menos educaciónformal y comprenden menos el proceso de obten-ción del consentimiento. Eso impide que haya unfiltro social en el reclutamiento de niños para en-sayos clínicos. El acceso a servicios de salud de ca-lidad, solamente posible cuando participan de en-sayos clínicos, agrava ese filtro social. ¿Cómobalancear la protección del niño como individuo–que no debe volverse una cobaya– y la protec-ción de los niños como un grupo social –que nodeben estar ausentes de las investigaciones ni pri-vados de sus beneficios? Las investigaciones queutilizan niños son necesarias porque hay proble-mas específicos de la infancia. Además de su asen-timiento, es necesario el consentimiento de los pa-dres que, por varios motivos, no siempre defiendenlos mejores intereses del niño. Además, en pobla-ciones privadas de derechos, el acuerdo en sometera sus hijos a ensayos clínicos frecuentemente estámotivado por la búsqueda de atención médica ypor la falta de entendimiento pleno de lo que seainvestigación. Los niños de América Latina, vulne-rables por ser niños, por ser pobres y por ser de paí-ses periféricos, necesitan más protección que nor-mas para evitar que su utilización de forma noética en investigaciones de interés de los financia-dores y los investigadores de los países desarrolla-dos agrave las injusticias y su exclusión social.

Referencias

L. Clendening. Source book of medical history. NewYork, Dover Publications Inc., 1960. - R. E. Cooke. “Vulne-rable children”, en M. A. Grodin & L. H. Glantz. Childrenas research subjects. Science, ethics & law. NewYork/Oxford, Oxford University Press, 1994. - S. C. Harth& Y. H. Thong. “Parental perceptions and attitudes aboutinformed consent in clinical research involving children”,Soc. Sci. Med 40, junio 1995; 1573-1577. - S. Krugman &R. Ward. “Clinical and experimental studies of infectioushepatitis”, Pediatrics 1958, 22:1016-1022. - Royal Collegeof Paediatrics and Child Health: Ethics Advisory Commit-tee. “Guidelines for the ethical conduct of medical re-search involving children”, Arch Dis Child 2000; 82:177-183. - J. E. Salk. “Poliomyelitis vaccine in the Fall of1955”, Am. J. Publ. Health, 1956, 46:1-14.

Investigación participativa

Luis Justo (Argentina) - Universidad Nacionalde Comahue

Los derechos humanos como marco conceptual.Incorporar al investigado a la investigación nocomo objeto de estudio, sino como partícipe de la

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misma, pone de manifiesto su dimensión moral,ya que el ciudadano debe ser incorporado alproceso de investigación porque tiene derecho aparticipar en él y no sólo por las razones instru-mentales basadas en la eficacia, habitualmenteesgrimidas. En este sentido nos encuadramos enel marco conceptual proveniente de la teoría delos derechos humanos siguiendo a Nino en Ética yderechos humanos: “Los derechos humanos son unode los más grandes inventos de nuestra civilización”ya que son el modo de neutralizar las concepcio-nes ideológicas que avalan la instrumentalizacióndel hombre por el hombre. La formación de unaconciencia moral universal del reconocimiento delos Derechos Humanos supone determinar cuálesson los derechos que deben ser reconocidos y quéalcance debe dárseles. Si bien parece inicialmenteobvio que los Derechos Humanos son derechos ju-rídicos, cuando es necesario cuestionar leyes, ins-tituciones o prácticas instituidas, los DerechosHumanos que reconoce el derecho positivo son unreconocimiento de derechos previos a esta recep-ción jurídica. Dice Nino: “Se reclama el respeto delos derechos humanos aun frente a sistemas que nolos reconocen y precisamente porque no los recono-cen”. Si bien la consagración de los Derechos Hu-manos en el derecho positivo es muy importanteen la medida en que provee de herramientas nece-sarias para neutralizar su violación, su ausenciano exime de responsabilidad moral al violador.Desde la perspectiva tradicional, los derechos sonposesiones del individuo con anterioridad a su di-mensión social, pero esto es cuestionado a partirde reconocer que un derecho es una relación yuna práctica social, y supone la conexión entre in-dividuos. Desde esta perspectiva, la figura de J.Habermas puede ser paradigmática, pues consi-dera que entender al derecho como subjetivo re-sulta adecuado para aquellas sociedades en lasque el sistema económico es preponderante y enlas que, en los ámbitos éticos en que se deciden lasacciones, priman los sujetos individuales orienta-dos por el propio éxito. Pero el derecho no puedereducirse a cumplir estos requisitos funcionales,sino que tiene que servir para la integración socialque se efectúa en el entendimiento intersubjeti-vo de agentes que actúan comunicativamente. Laproducción de normas supone, en la democracia,procedimientos que confrontan a los participantescon necesidades normativas conducentes al biencomún, para lo que resulta imprescindible el en-tendimiento entre los ciudadanos en relacióncon las reglas para su convivencia, que otorgalegitimidad al procedimiento democrático.Dado que la relación entre las libertades subjetivo-privadas y la soberanía popular resulta proble-mática, Habermas intenta resolver el conflictosobre la base del concepto discursivo del derecho

pensando los derechos como fundados en la inter-subjetividad y la legislación como autolegislacióndiscursivamente constituida. Desde esta perspec-tiva, los Derechos Humanos, en lugar de ser pen-sados exclusivamente como la autodefensa del in-dividuo frente a la violación de los derechos porlos Estados, pueden ser considerados como unmarco regulativo que aporta razones para la dis-cusión de las garantías, derechos y responsabili-dades que tenemos unos con otros. Una propuestade esta índole sólo puede surgir en el marco deuna democracia deliberativa donde las decisionesse toman sobre la base de la discusión pública y enla que las normas consensuadas no se apoyan enla aceptación de la mayoría de los implicados,sino en la libre aceptación de todos los implica-dos. Desde una perspectiva democrática delibera-tiva para la inclusión de los investigados en unainvestigación, los elementos que se tienen encuenta son cómo afecta esa investigación a todoslos implicados, la pertinencia de tal investigaciónen relación con las necesidades de la comunidad,la garantía del respeto de los derechos de cada in-dividuo real y potencial al que tal investigaciónpuede afectar y la participación de los miembrosde la comunidad en las deliberaciones que per-mitan llegar a consensos acerca de lo que es bue-no para el individuo y para el bien común. Estaperspectiva supone una concepción del agentecomo miembro activo de la comunidad, como unciudadano que genera opiniones y toma decisio-nes, y no como un mero consumidor de bienes yservicios.

Concepciones sobre la participación. Los ciudada-nos, habilitados como agentes por derecho pro-pio, deben ser integrantes plenos del equipo deinvestigación desde el momento de fijar los objeti-vos de la misma, incluidas las fases de diseño, im-plementación y difusión, y participar en los orga-nismos de control ético. En los últimos diez añoscomienzan a manifestarse consistentemente enlos países dominantes posturas vinculadas a losderechos ciudadanos, en las que se exige partici-pación en la totalidad del proceso, desde la fija-ción de objetivos, diseño, etc., hasta la publica-ción y difusión de resultados. Este proceso seplantea desde el área de las ciencias sociales, concuestionamientos que van desde lo epistemológi-co hasta lo político, y su penetración en el área dela investigación farmacológica es aún escasa.Estas formas de participación, recientementeplanteadas en Europa y Estados Unidos, reco-nocen un antecedente significativo en la meto-dología de investigación-acción formulada en ladécada de los años sesenta en América Latina.La investigación participativa o investigación-acción en América Latina reconoce como ante-cedente fundacional la propuesta del brasileño

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Paulo Freire. El rasgo definitorio de esta posturaes el intento de unificar la reflexión teórica con lapraxis, tendiente a obtener una transformaciónsocial liberadora. En Freire podemos leer al res-pecto: “La metodología que defendemos exige, poresto mismo, que en el influjo de la investigación sehagan ambos sujetos de la misma, tanto los investi-gadores como los hombres del pueblo que, aparente-mente serían su objeto”; “la investigación... tieneademás esta dimensión fundamental... la presenciacrítica de los representantes del pueblo desde su co-mienzo hasta su fase final, la del análisis de la te-mática encontrada, que se prolonga en la organiza-ción del contenido programático de la accióneducativa, como acción cultural liberadora”. Poste-riormente, en los años setenta y ochenta se desa-rrollaron en América Latina diversas experienciasde investigación-acción cuyas temáticas girabanen torno a la definición y solución de distintosproblemas que padecían los sectores marginados,configurándose no solo como un método de inves-tigación, sino como una opción política, como loplantea Lima Santos: “... la investigación-accióndesde esta perspectiva, supone una opción política yno se explica sin ella. Y no debe entenderse esta op-ción ligada solamente a la ética (también lo es),sino como un presupuesto central a la teoría del co-nocimiento, como una condición de la produccióncientífica en el estudio de la realidad social, que eshistóricamente determinada, dinámica y cambian-te, exigiendo de sus ‘explicadores’ participar en elmovimiento, y de los agentes del movimiento parti-cipar en la producción de los conocimientos”. Resul-ta indispensable tener en cuenta estos factores ala hora de optar por la investigación-acción comometodología en temas relacionados con la salud.Existe una rica tradición de experiencias en estesentido, aunque han estado más vinculadas con lasalud pública y lo epidemiológico que con los es-tudios farmacológicos. La experiencia desarrolla-da hasta ahora en el campo de los ensayos clínicoscon medicamentos no es extensa, y más allá de laprevisible resistencia que los mecanismos partici-pativos despiertan en los investigadores, muchosde los que la han puesto en práctica informan so-bre su entusiasmo, aunque solicitando guías so-bre las formas de implementarlos. Asimismo, esposible concebir a la investigación participativacomo una forma significativa de prevenir o dis-minuir la explotación de las poblaciones vulnera-bles en investigación. La investigación participa-tiva supone una transferencia de poder, pero¿cómo pensar en transferencias de poder hacia losintegrantes de equipos de investigación desvincu-lada de la concentración de poder que se incre-menta cada vez más en el nivel social? ¿Comoplantear la investigación participativa en unaAmérica Latina atravesada por la injusticia? ¿Qué

interés común puede haber entre la industria far-macéutica, uno de los exponentes más destacadosdel proceso de concentración-fusión capitalistatransnacional, y los ciudadanos latinoamerica-nos? Los resultados del proceso de concentracióncapitalista en América Latina, al tiempo que ex-cluyen a la mayoría de los ciudadanos, no soncompatibles con la transferencia de poder a losmismos al no existir condiciones sociales que lafaciliten. Resulta así problemático plantear la po-sibilidad del proceso participativo fuera de una si-multánea lucha por la liberación latinoamericanaa través de la radicalización de los procesos demo-cráticos, que posibilite la determinación de los le-gítimos intereses populares que guíen la investi-gación en salud.

Referencias

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Sistemas de revisión ética

Claudio Fortes Lorenzo (Brasil) - UniversidadFederal de Bahía

Concepción teórica y existencia práctica. Los siste-mas de revisión ética constituyen un esfuerzopara conceder a los ciudadanos una participaciónefectiva en la regulación de las actividades socia-les de la investigación científica que encierrenriesgos para los seres humanos y el medio am-biente. Los sistemas de revisión pueden tener atri-butos educativos, consultivos, normativos y eva-luativos, y son formados por dos planos: el planpredecisional, con el objetivo de orientar las acti-vidades de los grupos de investigación y a losmiembros de los comités, a través de la formula-ción de normas, y el plan decisional, que repre-senta la actuación propiamente dicha de los comi-tés de ética de la investigación acerca de ladecisión sobre la aprobación o negación de unproyecto. Los primeros comités institucionalesfueron creados en Estados Unidos durante los se-senta y una década después se crearon en Canadáy Europa. Siguiendo la evolución de la investiga-ción biomédica y de las exigencias sociales rela-cionadas, los comités se expandieron y pasaron atener composición y atributos más complejos en

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las décadas siguientes. Surgieron los comités re-gionales, nacionales e internacionales. Debido alproceso de globalización de la investigación cien-tífica en salud en los últimos años, los sistemas derevisión se encuentran hoy en plena expansión enlos países en desarrollo. La concepción teórica y laexistencia práctica de estos sistemas pueden serconsideradas el resultado de la conjunción de dosfactores. Uno es el carácter filosófico respecto delproceso de modernización de la ética concluidoen el siglo XX a partir de la secularización de lasteorías morales y de la supremacía del lenguajesobre el espíritu, como centro de la investigaciónfilosófica. La ética moderna pasó así a tener comocaracterística principal el proceso de argumenta-ción acaecido en espacios públicos de discusión,en oposición al proceso reflexivo individual ba-sado en valores religiosos, metafísicos o cultu-rales, que eran las características de las éticastradicionales. El otro factor es el carácter socioló-gico, que se refiere a las transformaciones por lascuales pasaron las ciencias naturales y sus interac-ciones con las sociedades modernas del mismo si-glo. La transformación de la investigación científi-ca de una actividad académica en el siglo XIX auna actividad industrial en el siglo XX, unió defi-nitivamente la tecnología y la ciencia, determi-nando la supremacía del capital privado sobre elestatal en las inversiones en la investigación. Laracionalidad económica que pasa a dirigir la in-vestigación biomédica no tardó en mostrar suscontradicciones. La concurrencia en el desarrollode nuevas tecnologías en salud y en medicina, labúsqueda de las industrias por el lucro de sus in-versiones, la presión sobre los grupos de investi-gación para garantizar resultados que justifiquennuevas inversiones, originaron en las décadas de1960 y 1970, principalmente en Estados Unidos,innumerables casos de desvíos éticos en la realiza-ción de estudios con seres humanos. La difusiónde estos casos generó grandes presiones socialesque exigían una regulación ética en la investiga-ción no sometida solamente a la conciencia moralde los investigadores o a sus cánones deontológi-co profesionales. La creación de los sistemas derevisión procuró, de esta forma, dar respuestas alas reivindicaciones de una sociedad cada vez máscrítica con relación a las actividades de investiga-ción, demostrando reconocer que el Estado y elderecho no eran capaces de acompañar los con-flictos éticos generados por el avance de las cien-cias de la salud, ni de proporcionar una regula-ción eficaz de las actividades de investigación.

Estructura y funcionamiento de los sistemas de revi-sión ética de la investigación. El plan predecisionaldetermina, por medio de normas, los límites éti-cos dentro de los cuales puede tomarse la decisiónde aprobar o negar un proyecto de investigación.

Este plan queda a cargo, en general, de comitésnacionales e internacionales. Los documentosnormativos internacionales tienen el reto de con-tener normas que acojan un universo de tradicio-nes, culturas y formas de vida mucho másamplio. Por eso las acciones prescritas por sus nor-mas no pueden ser tan generales que disminuyan laaplicabilidad de las prácticas reales, ni tan específi-cas que impidan su adecuación a los diversos con-textos específicos. Además, solo tiene sentido for-mular documentos nacionales si el objetivo esexactamente ocupar el espacio normativo dejado endescubierto por los documentos internacionales,siendo más específicas las prescripciones, de acuer-do con las necesidades particulares de protección alas poblaciones locales. El plan decisional de actua-ción de los sistemas es, en cierta medida, aún másimportante que el plan predecisional, pues la for-mulación de normas adecuadas no está implícitaen cualquier garantía de protección, si no sonaplicadas de forma coherente por los espacios pú-blicos comprometidos directamente con la revi-sión de los protocolos. Ese plan de acción es ejer-cido por los comités institucionales; en algunospaíses, también por los comités regionales y na-cionales. Los comités nacionales e internacionalestienen funciones consultivas pero, en compensa-ción, ejercen mayor influencia sobre el poder eje-cutivo y legislativo del Estado. Desde el punto devista de su composición, los comités de ética hanevolucionado de una concepción de revisión porpares o por expertos a una concepción de espaciodemocrático interdisciplinario. Esta evoluciónestá dada por el reconocimiento de que la morali-dad de especialistas en ciencias de la salud, dejueces y de filósofos no es superior a la moralidadde los demás ciudadanos. De esta manera, la in-terdisciplinaridad y la representación del públicoen los comités buscan impedir la supremacía deun paradigma disciplinar sobre otro en la evalua-ción de protocolos e introducir en el espacio dediscusión la voz de la comunidad. El equilibrio degéneros, la independencia de los miembros en re-lación con las autoridades institucionales o guber-namentales y la ausencia de conflictos de interésentre los miembros durante el proceso de evalua-ción de un proyecto son elementos consideradosindispensables para el buen funcionamiento de loscomités. La guía operacional para los comités deética, publicada por la OMS en 2000, abarca todasestas exigencias.

Los sistemas de revisión ética en los países en desa-rrollo. El proceso de globalización de los merca-dos, la concurrencia por la realización de estudioscon menor coste y en menos tiempo y la apariciónde la pandemia del sida al inicio de los años de1980 impulsaron en las últimas tres décadas la in-vestigación industrial en los países en desarrollo.

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Este fenómeno viene acompañado de innumera-bles denuncias sobre explotación en los estudiosde la salud en estos países, comprometiendoprincipalmente populaciones vulnerables y co-munidades culturalmente distintas. Al contrariode lo que ocurrió en los países desarrollados, lacreación de comités de ética institucionales en lospaíses en desarrollo, no se trató de una exigenciasocial local, sino de una exigencia protocolar deorganizaciones nacionales de los países patroci-nadores y de las presiones de organismos interna-cionales y no gubernamentales para que la inves-tigación internacional fuese también aprobadapor un comité del país huésped. Así, los comitésinstitucionales se fueron formando en la medidaen que los centros de estudio, o los hospitales deestos países, estaban comprometidos en proyectoscon finanzas del extranjero. Por eso, en la mayoríade los países en desarrollo, no existe ninguna re-glamentación para orientar la constitución, elfuncionamiento o la acreditación de los comités,ni documentos normativos nacionales de la éticade investigación. Este retrato no es diferente enLatinoamérica, donde a pesar de que casi la totali-dad de los países cuentan con comités institucio-nales de ética de investigación, en su mayoría noexiste reglamentación para la composición y elfuncionamiento de los mismos, y pocos países dis-ponen de documentos normativos nacionales.

Dificultades teóricas y prácticas. Las dificultadesencontradas para el buen funcionamiento de loscomités en los países en desarrollo son prácticas yteóricas. Entre las primeras, podríamos citar lafalta de preparación de los miembros para el car-go, la falta de apoyo logístico para el funciona-miento, la incapacidad de supervisar las investi-gaciones en curso, la falta de reconocimiento desu legitimidad por los investigadores y la ausenciade sistemas de acreditación. Entre las dificultadesteóricas se encuentra el hecho de que el modelode raciocinio ético y de interpretación de las nor-mas internacionales que orientan las revisionesde los protocolos está, muchas veces, influido porlas formulaciones de la bioética estadounidense,inspiradas claramente por la filosofía política neo-liberal, incompatibles por tanto con la diversidadde los contextos políticos, económicos, culturalesy sociales de estos países. Este modelo de racioci-nio ético trata, por ejemplo, la obtención del con-sentimiento desde el punto de vista contractual dela autonomía, los cálculos de riesgos de maneraaislada de las formas de vida cotidianas de las di-versas comunidades comprometidas y la maximi-zación de los beneficios a partir del respeto a las re-glas del mercado libre.

Racionalidad comunicativa. En este sentido la teo-ría social y ética de Habermas parece constituir

una vía muy interesante para alcanzar normas ydecisiones que neutralicen el etnocentrismo delos modelos hegemónicos de la bioética. Para Ha-bermas, el uso del lenguaje en la constitución detodas las individualidades, de todas las historias yde todas las culturas, es la única estructura comúna todos los individuos; en consecuencia, a travésdel diálogo, y no de principios culturalmente pre-establecidos, podemos formular normas universal-mente aceptables. Habermas establece las bases deuna racionalidad llamada comunicativa, practicadaen los espacios democráticos de discusión, que se-ría capaz de ofrecer resistencia a la racionalidadeconómica en la determinación de acciones socia-les. El fundamento de esta racionalidad comunica-tiva es la exigencia de que toda argumentación oproposición de una norma puede ser justificada ra-cionalmente, o sea, que exista una relación decoherencia entre el argumento expuesto y la ver-dad sobre el hecho en busca de solución. La validezde la norma o de la decisión ética para Habermases análoga a la verdad y debe buscarse en los tresmundos del conocimiento: en el mundo objetivo,exigiendo que las informaciones de carácter cientí-fico, presentes en el argumento, puedan ser com-probadas; en el mundo social, exigiendo que seconsideren las interacciones sociales necesarias alcumplimiento de la acción propuesta, y en el mundosubjetivo, exigiendo que los sujetos participen en ladiscusión de forma abierta a fuerza de los argumen-tos, sin someterse a jerarquías o a dogmas religiosose ideológicos, sin esconder intereses de otros y sinusar recursos ilegítimos del lenguaje, como la men-tira o la coacción. Además, es necesario que las con-secuencias que provengan del cumplimiento de lanorma o de la acción propuesta puedan ser acepta-das por todos los implicados en el conflicto en cues-tión. El modelo es extremamente adecuado parafuncionar en contextos multiculturales, como el quehoy cerca la investigación internacional.

Consideraciones finales con vista en los comités lati-noamericanos. La actual situación en la mayoríade los países de América Latina hace poco proba-ble la elaboración, a corto plazo, de documentosnacionales normativos adecuados a sus contextos,así como el desarrollo de un número suficiente decomités institucionales, capacitados para hacerfrente al vertiginoso crecimiento de la investiga-ción industrial internacional que abarca el sub-continente. Además, la tendencia actual de forta-lecimiento de las instituciones democráticas y deldiálogo entre los países latinoamericanos alrede-dor del estrechamiento de sus polos comerciales yculturales, permite pensar en la posibilidad deacuerdos con el objetivo mancomunado para laformulación de un documento normativo de laética de la investigación en seres humanos para laregión. Este acuerdo deberá incluir la formación y

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el mantenimiento de comités regionales de la éti-ca de investigación de alta competitividad, consistemas de acreditación a cargo de los organis-mos internacionales no gubernamentales, comola Unesco o la Organización Panamericana de laSalud. Los comités regionales tendrían la respon-sabilidad de evaluar proyectos en áreas que impli-quen mayores riesgos para la sociedad, como losque están enrolados en la coordinación extranje-ra, manipulación genética o en cuestiones de bio-seguridad, y serían distribuidos por países, pro-vincias o subregiones, en la dependencia delvolumen de estudios realizados. El sistema seríasustentado por los impuestos recaudados de las in-dustrias cuyos proyectos no estén de acuerdo conlas prioridades de la salud de los países. De estaforma, estarían fortalecidos el plan predecisional yel plan decisional de los sistemas, al tiempo que sedaría un paso importante para que la investigacióninternacional en Latinoamérica fuese cada vez máscolaboradora y menos explotadora.

Referencias

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Comités de ética de la investigación

Susana Vidal (Argentina) - Centro deInvestigaciones Bioéticas de Córdoba

Introducción y antecedentes. Los Comités de Éticade la Investigación (CEI) representan un capítulonuclear dentro de la llamada bioética institucio-nal. En los últimos años el cuerpo conceptual ynormativo de esta parte de la bioética se ha dadoen llamar “ética de la investigación”, y dentro deella se han definido distintas estructuras, entre lasque se cuentan estos comités. Se puede definir losCEI como un grupo multidisciplinario e indepen-diente de profesionales de la salud, así como deotros campos del conocimiento, y miembros de lacomunidad, que tiene por objetivo contribuir a

salvaguardar la dignidad, los derechos, la seguri-dad y el bienestar de los y las participantesactuales y potenciales de la investigación, ase-gurando que los beneficios e inconvenientes dela investigación sean distribuidos equitativa-mente entre los grupos y clases de la sociedad, yresguardando la relevancia y corrección científicadel protocolo de investigación que se somete a suconsideración. Aunque los aspectos éticos de lainvestigación en seres humanos han sido unapreocupación de la medicina desde sus orígenesen relación con los primeros experimentos, comolas vivisecciones, solo a partir de la segunda mitaddel siglo XX se introdujo la idea de que la evalua-ción ética debería ser independiente y externa alcampo de los médicos y los investigadores. Nume-rosos hechos llevados a cabo durante fines del si-glo XIX y mediados del XX (particularmente en elintento de descubrir vacunas para las infeccionesque devastaban grandes territorios y mataban amiles de personas) y culminando con las atrocida-des cometidas por médicos en los campos de con-centración nazis, determinaron la necesidad deque las evaluaciones sobre los aspectos éticos invo-lucrados en las investigaciones fueran llevadas acabo por personas diferentes a los propios investi-gadores. Ya desde los años de 1950 se comenzó arecomendar en Estados Unidos que las investiga-ciones en salud fueran evaluadas por un comité“responsable”, que aludía a los llamados “comitésde pares”. En pocos años ocurrió una serie deeventos que fueron reflejo de uno de los más im-portantes cambios epistemológicos dentro de lamedicina y al cual los referentes internos no semostraron demasiado receptivos.

Las críticas comenzaron con la diferencia plantea-da por Otto Guttentag entre el que llamó “médicoamigo” y el “médico investigador”, dando lugar ala distinción que unos años más tarde, en la mis-ma línea, se haría entre investigación terapéuticay no terapéutica con las implicancias éticas de esadistinción. En 1963 la comunidad médica presen-ció un debate sobre el carácter no ético de un estu-dio realizado en el Jewish Disease Hospital enBrooklyn, comparado con las investigaciones na-zis. Se creó un año después, luego de realizar unaprofunda investigación de lo que ocurría a las in-vestigaciones que gozaban de patrocinio federalen Estados Unidos, una comisión liderada por Ro-bert Livingston, cuyo dictamen estableció: “En lasituación en la que el paciente es involucrado en unproyecto de investigación el juicio del investigador noes suficiente como base para alcanzar una conclusiónrespecto a la situación ética y moral de las preguntasque emergen de esta relación”. La conclusión de la co-misión abandonaba el axioma de que la concienciadel investigador es un juicio adecuado y suficientesobre la ética de un experimento, el cual había

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regido la medicina durante siglos. Así, los Institu-tos Nacionales de Salud (NIH) establecieron, en1966, que un comité independiente debía haceruna revisión previa para establecer la relación en-tre los riesgos y beneficios y para asegurar el con-sentimiento informado y voluntario de los suje-tos. Por entonces, la necesaria intervención de lasociedad en el escrutinio de los problemas éticosrelacionados con la investigación biomédica yaera evidenciada por diferentes sectores. Años des-pués, cuando se hizo público un lamentable estu-dio sobre población negra con sífilis (TuskegeeSyphilis Study), el Servicio de Salud Pública deEstados Unidos creó un panel de nueve miem-bros civiles, presidido por un reconocido educa-dor de origen afroamericano, acompañado porpersonas de distintas disciplinas (TuskegeeSyphilis Study Ad Hoc Panel). El grupo tuvo queresponder a diversos interrogantes respecto alos aspectos éticos de este estudio que se veníadesarrollando en población negra desde losaños de 1930. El panel consideró el estudio noético, dictaminó sobre la necesidad de compen-sar a los 70 participantes que quedaban aún convida y recomendó la formación de una comisiónnacional que estudiara este tipo de problemas.

En el campo internacional se planteó la primeraprescripción en este sentido en la Declaración deTokio (Helsinki II) en 1975, donde se introdujo lanecesidad de evaluación por un comité indepen-diente, para asegurar la transparencia y la elimi-nación de conflictos de interés. El Código de Re-gulaciones Federales (CFR 1981) de la Food andDrug Administration (FDA) es uno de los princi-pales antecedentes regulatorios nacionales a tra-vés de la creación de los Comités de Revisión Insti-tucional (Institutional Review Board, IRB). Con elestallido de la investigación multicéntrica se hizoevidente la necesidad de contar con evaluacionesen el país huésped y no solo en el de origen, lo quese transformó rápidamente en consenso y exigen-cia internacional con la normativa CIOMS (Coun-cil for International Organizations of MedicalSciences. International Ethical Guidelines for Bio-medical Research Involving Human Subjects,OMS, 1993, y las Pautas de 1982), que establecíala obligación de contar con la evaluación de uncomité local, sobre todo en países del tercer mun-do. Los países europeos han seguido estas reco-mendaciones. En 1995 se publicaron las Guías yRecomendaciones para Comités de Ética Euro-peos (Ethics Working Party, European Forum forGCP). Pero fueron las Guías Operacionales paraComités de Ética que Evalúan Protocolos de laOMS en 2000 las que sentaron las bases de unacuerdo general sobre los comités de ética, segui-das de las Guías complementarias de las Guíasoperacionales (Surveying and Evaluating Ethical

Review Practices, 2002), en 2002, para el armadode sistemas de comités, como se verá más adelan-te. Del mismo modo no fue sino en los años no-venta que los CEI comenzaron a tener un desarro-llo de interés, aunque profundamente dispar enAmérica Latina. En muchos países aún hoy no secuenta con normativas nacionales que regulen laexistencia de estos comités, mientras otros tienensistemas muy desarrollados, como el caso de Bra-sil, aunque esta no es la situación más frecuente.En ocasiones los CEI se han constituido más bien ainstancias de investigadores, o de promotores,para cumplir los requerimientos de las normas in-ternacionales o por motivación de grupos inde-pendientes. De este modo, el modelo de desarro-llo de los CEI en la región ha sido más bienliberalizado y no siempre ha estado bajo algunaregulación de un organismo del Estado. Aún hoyse discuten en diferentes medios de nuestros paí-ses la forma en la que deben funcionar y su modode constitución, reflejando una suerte de convi-vencia con los modelos de racionalidad anterioresal Código de Nuremberg. Esto se ha tornado toda-vía más complejo en los últimos años a la luz denumerosos CEI, creados en el marco de organiza-ciones de investigación por contrato (CRO) o encentros y fundaciones lideradas por investigado-res, que terminan por ser el paso obligado de unasuerte de burocracia que cumple con formas másadministrativas que éticas. De igual modo, lasnormas nacionales que obligan a contar con uncomité en las instituciones donde se realiza inves-tigación han determinado en muchos lugares lacreación de comités con personas con escasa for-mación y con poco poder para imponer decisionesque protejan los derechos de los participantes yestablezcan las obligaciones de los investigado-res. Si a ello se le suma la enorme influencia, casisiempre financiera que tiene la industria farma-céutica en los gobiernos, en la economía, en lasinstituciones y a través de distintas y complejasvías, se puede visualizar que el entramado de po-der, intereses y conflictos que envuelve la investi-gación en la que participan seres humanos y susformas de evaluación hoy es un campo extrema-damente sensible. Si además se tiene en cuenta elgrado de vulnerabilidad de los países de AméricaLatina y los actuales intentos de modificar los es-tándares éticos universales contenidos en la De-claración de Helsinki, el papel de los CEI se tomacentral en la protección de los Derechos Humanosde los sujetos de investigación.

El marco de referencia y los criterios de constitu-ción. Este camino histórico recorrido hasta aquípone de manifiesto al menos dos racionalidadesquehan atravesado la ética de la investigaciónbiomédica y que podrían llamarse antes de Nu-remberg y después de Nuremberg. El Código de

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Nuremberg se constituye así en una inflexión envarios sentidos. 1. Introduce una ruptura con elmodelo de neutralidad moral de la ciencia. Ese su-puesto por el cual la ciencia es neutral y, por tan-to, las normas que regulan su obrar deben ser in-ternas al propio campo científico y los saberes quelogra la investigación son solo “datos” que la so-ciedad podrá usar de manera correcta o incorrec-ta. 2. Incorpora la noción de evaluación indepen-diente y el pluralismo en la toma de decisiones enmedicina. 3. Determina un nuevo modelo de ra-cionalidad en la medicina que pasa de un modelode intención a un modelo de validación, de la manode la introducción del ensayo clínico controlado. 4.Recoge el espíritu de la posguerra y el acuerdo res-pecto a la plena vigencia de los Derechos Humanos,reflejado en la Declaración Universal de DerechosHumanos cuando alude específicamente a los expe-rimentos, dando preponderancia a los derechos in-dividuales frente al modelo utilitarista que rigió lasformas del desarrollo y el progreso científico hastaentonces. De este modo el modelo posterior a Nu-remberg plantea que la propia sociedad civil, através de sus instituciones, debe establecer lasnormas que regulan la investigación científica,como protección de las personas, y evaluar lasconsecuencias que en los individuos y la sociedadtengan las acciones llevadas a cabo por los investi-gadores a través de un modelo de responsabilidadsolidaria. Toman así fundamental importanciatanto el marco normativo del Estado como la pre-sencia de personas que representen los valores eintereses de los individuos y las comunidades enestos CEI. En la actualidad se ha consensuado queel objetivo de los CEI es proteger y promover losderechos de los sujetos de investigación y de lascomunidades donde esta se realiza. Ello refieretanto a la evaluación de la corrección del diseñometodológico como a la de todos los aspectos queafecten de algún modo el ejercicio de los derechosde los sujetos que se ponen en juego con su parti-cipación en la investigación biomédica. Las carac-terísticas constitutivas de los CEI precisamentedeben dar cuenta de estos objetivos, como lainterdisciplinariedad, la independencia, el carác-ter vinculante de sus recomendaciones y el desa-rrollo normativo. Es decir, deben crear una seriede procedimientos (Procedimientos OperativosEstándar, POE) que le permitan llevar a cabo contransparencia y corrección sus funciones. EstosPOE deben reflejar fehacientemente el marco de va-lores éticos que fundan la ética de la investigación.Para cumplir sus funciones, se requieren determina-das competencias de los miembros del CEI, así comoque haya una adecuada representación de todoslos interesados (en tanto involucrados y no suje-tos de interés), permitiendo que se dé cuenta de

los valores de los sujetos y la comunidad que par-ticipan de la investigación.

La forma más adecuada de constituir los comitéses el marco de sistemas de evaluación ética de lainvestigación, creados y regulados por el Estado,dentro de los cuales existan a) distintas instanciasde evaluación, acreditación y control, que brin-den a los CEI unos criterios para su formación ca-paces de resguardar su calidad y su transparencia,y b) una red de comités que los enriquezca y loscontenga. Dados los enormes intereses que atra-viesan el sector, para llevar a cabo su tarea los CEIdeberán contar con dos aspectos fundamentales:poder para implementar, legitimar y hacer cumplirlas normativas, e Independencia para que los inte-reses financieros no corrompan ningún aspectode su tarea. Esta independencia debe quedar cla-ramente establecida desde el comienzo de cual-quier propuesta, no a través de declaraciones for-males de conflicto de interés (en muchos casosmero trámite administrativo), sino de la explícitaprohibición de estos conflictos en aquellos quehan de formar parte en la instancia de diseño denormas y evaluación de investigación en la queparticipan seres humanos. Las personas que tie-nen relación directa con los intereses de la indus-tria farmacéutica o perciben dinero de ese sector ode los investigadores no deberían formar parte decomités de ética de la investigación que evalúanprotocolos relacionados. Finalmente, los CEI nodeberían ser los únicos responsables, en muchoscasos bajo un vacío regulatorio, de la evaluaciónde las investigaciones en seres humanos, cosa quesuele suceder cuando el Estado no asume la res-ponsabilidad que le corresponde respecto a la de-fensa de los derechos de los ciudadanos, en estecaso los sujetos de investigación. La evaluaciónética debe integrar un sistema cuyo objetivo supe-re el nivel que establece la protección de los indi-viduos del riesgo y del daño, para buscar finesmás lejanos como la salud integral, el bienestar yel desarrollo humano. En este camino, la integri-dad ética y jurídica de los CEI debe ser fuertemen-te protegida, porque su instrumentalización res-quebraja la confianza que la ciudadanía pone enla medicina y en la ciencia, pero fundamental-mente rompe el fino hilo que hace posible que lospaíses vulnerables, pobres en desarrollo y conprecarias condiciones de salud, puedan aprove-char aquellas investigaciones internacionales quepromuevan la salud y el bienestar de las personasy las comunidades que participan, exponiendo alos sujetos a los menores riesgos posibles y gozan-do de los beneficios de los resultados en un marcouniversal de justicia y equidad.

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Doble estándar

Dirceu Greco (Brasil) - Universidad Federal deMinas Gerais

Introducción. El término, generalmente utilizadoen investigación clínica, se refiere a los diferentesniveles de acceso a cuidados de salud que se ofrez-can a voluntarios, por lo general en relación yconforme a su nivel socioeconómico o al del paísdonde la investigación se lleve a cabo. El acceso alos mejores métodos comprobados de cuidados,ya sea para diagnóstico, prevención o tratamien-to, es una norma o estándar único aceptable enpaíses industrializados donde se origina la mayo-ría de ensayos clínicos con medicamentos realiza-dos en los países del llamado mundo en desarro-llo. En ellos, o en su mayoría, el acceso habitual ala salud pública es mucho menor que los mejoresmétodos comprobados internacionalmente (bestproven), e inexistente en algunas situaciones o pa-tologías. Cabe recordar que esto ocurre en estasregiones no por desconocimiento de los investiga-dores, ni por distinta percepción ética, sino por-que la población de esos países carece de condi-ciones financieras para ello. Así, esta diferencia seda por cuestiones económicas y no éticas.

Breve historia de la postulación del doble estándarmoral en investigación biomédica. Uno de losimportantes marcos de discusión internacionalsobre la utilización de dos medidas distintas en in-vestigación humana tuvo lugar tras dos publica-ciones científicas en 1997: a) Editorial, de MarciaAngell (1997), criticando investigaciones sobretransmisión vertical de VIH realizadas en paísesde África, República Dominicana y Tailandia, fi-nanciadas por los Institutos Nacionales de Salud(NIH) de Estados Unidos, con embarazadas infec-tadas por VIH. En estas investigaciones, la mitadde las voluntarias recibieron zidovudina en dosismenores a las del esquema mostrado eficaz en

1994 en el ensayo clínico ACTG 076, adoptadopor el Servicio de Salud Pública de Estados Uni-dos; la otra mitad recibió placebo. Angell cuestio-nó si los investigadores involucrados en estas in-vestigaciones estaban repitiendo fuera de su paísuna conducta antiética como la del estudio de lahistoria natural de sífilis realizado en Tuskegee,Alabama; b) El artículo de Lurie y Wolfe (1997)en el que se analizaba una serie de proyectos so-bre VIH patrocinados por los NIH y realizados enpaíses en desarrollo, con críticas semejantes a lasde Angell.

Situación actual del tema. ¿Quiénes postulan hoyel doble estándar, quiénes se oponen y qué intere-ses se encuentran detrás de la defensa del dobleestándar? La expansión de los ensayos clínicosmulticéntricos internacionales, que adquirió ma-yor impulso en las últimas décadas del siglo XX,principalmente después de la aparición y expan-sión descontrolada de la infección por VIH/sida,coincidió también con una mayor frecuencia deproyectos en los cuales el nivel de acceso a los cui-dados de salud es bastante menor a lo propuestomédica y éticamente. Estos proyectos compren-den, por supuesto, a los pobres y excluidos del ter-cer mundo. Cabe recordar que situaciones simila-res ocurrieron, y tal vez aún ocurran, en los paísescentrales, involucrando nuevamente poblacionesmás pobres y menos valoradas por la sociedad. Elejemplo seminal es el estudio de la historia natu-ral de la sífilis, promovido en Tuskegee por el Ser-vicio de Salud Pública de Estados Unidos (DHHS),con más de 400 voluntarios infectados por Trepo-nema pallidum. Este proyecto, que se inició en1932 y solo fue interrumpido en 1972 tras denun-cias hechas a la prensa, refiere que a pesar de quela penicilina estuviera disponible en la década delos cuarenta, ninguno de los voluntarios fue trata-do. Esta deplorable conducta alcanzó a individuosque, además de pobres eran negros, lo que aportaun dato más al esquema de doble estándar: el ra-cismo además de la pobreza.

Lo que anuncian las normas éticas internacionales.La más reconocida de ellas, la Declaración de Hel-sinki de la Asociación Médica Mundial, revisiónde 1996, ya estipulaba (ítem 30 de la actual ver-sión) que “todas las personas, inclusive aquellas delgrupo control, deben tener acceso a los mejores cui-dados médicos comprobados (best proven medicalcare)”. Asimismo, con esta norma establecida conparticipación de representantes de diversas aso-ciaciones médicas nacionales y en presencia signi-ficativa de representantes de Estados Unidos y deotros países centrales, tuvieron lugar investiga-ciones como la de Tuskegee. Es posible que, a par-tir de los años de 1970, proyectos semejantes nohabrían sido aprobados para realizarlos en países

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industrializados. Las razones son variadas y noexclusivas, entre ellas la propia exposición públi-ca de aquel suceso y, mucho más importante, elejercicio de la mayoría de los potenciales volun-tarios de estos países, que entienden que tienenderechos y luchan por ellos. Los argumentosofrecidos por los investigadores y las agencias fa-vorables al menor acceso a cuidados de salud sos-tenían que estos dependen del lugar y la pobla-ción en estudio. Así, el empleo de un dobleestándar fue defendido por investigadores y agen-cias (Levine, 1999; Temple, 2000; Koski, 2001),presionando por modificaciones en la Declaraciónde Helsinki o su simple abandono, argumentandoque: 1. El papel del investigador en el mundo reales injusto ya que no sería una obligación de los in-vestigadores el atender o resolver los grandes pro-blemas de desigualdad mundial. 2. Los niños y lasniñas africanas, dominicanas y tailandesas, hijos ehijas de madres infectadas por VIH, en los estu-dios citados, corrían gran riesgo de infectarse. Aldisponer de antirretrovirales para la mitad de lasmadres y placebo para la otra mitad, habría dismi-nuido el riesgo de infección para el 50% de ellas.3. El mejor método comprobado nunca sería usa-do en aquellos países; por tanto, en la confirma-ción, lo correcto era utilizar como grupo controllo que esas mujeres tenían acceso en sus países,que no era nada. 4. Para ofrecer mejores cuidadoshabría un aumento de costos de las investigacio-nes, lo que traería el riesgo de atrasar el desarro-llo de nuevas drogas y de impedir por completo sudesarrollo. Este argumento, usado sin comproba-ción técnica, parece frágil ante los grandes gastosde la industria farmacéutica con el marketing deproductos investigados. En este sentido, Bhutta(BMJ, 2004) defiende que el estándar de trata-miento depende del contexto de la investigación yque las intervenciones desplegadas en el mundodesarrollado no pasarían por el filtro costo-efecti-vidad-sustentabilidad en países en desarrollo.También de acuerdo con él, “el debate sobre stan-dard of care debe resolverse de modo que no impidainvestigaciones dirigidas a mejorar los sistemas desalud y debería permitir mejora pragmática en lu-gar de esperar cambios revolucionarios en los siste-mas de salud, los cuales podrían no ocurrir jamás”.Lie y colaboradores (2004) también consideranque es ético el empleo en investigaciones en paí-ses en desarrollo de patrones más bajos de accesoa cuidados de salud, basándose en el supuestoconsenso internacional (en desacuerdo con la De-claración de Helsinki). Estos autores confundenargumentos económicos (pobreza local, falta deacceso a cuidados médicos necesarios en saludpública) con argumentos éticos, basándose enaquellos para justificar la disminución de requisi-tos éticos (Schüklenk, 2004).

Contraargumentos y síntesis. La posición crítica yfavorable al acceso a los mejores métodos com-probados postula argumentos por una ética inde-pendiente del origen social de los voluntarios o dela capacidad económica local. En el marco contro-lado y hasta “irreal” de los ensayos clínicos, la dis-cusión sobre el acceso a los mejores cuidados in-ternacionalmente comprobados debería estarsuperado, pues en este proceso controlado y tanbien planeado, es posible el previo establecimien-to de mejores condiciones para la realización deestudios conjuntos que involucren al patrocinan-te, los servicios de salud públicos, los investigado-res y la población. Este punto puede estar aún másacentuado cuando, en la actualidad, la verdaderadiscusión internacional en relación con el accesoa medicamentos involucra uno de los tratamien-tos más caros para las personas que viven conVIH/sida. Lo que se discute en los foros interna-cionales no es quién, sino cuándo y cómo hacerpara que todos tengan acceso en situaciones másamplias y complejas de salud pública. Así, la expe-riencia acumulada con el planeamiento y estable-cimiento de ensayos clínicos y en especial, con elcumplimento de los requisitos definidos por la De-claración de Helsinki, puede ser un ejemplo paraque esto también se dé en relación con la saludpública. Por desgracia, en salud pública aún existeun doble estándar en diagnóstico, acceso a cuida-dos médicos y a medicamentos. Esto ocurre prin-cipalmente en países en desarrollo y, en países de-sarrollados, a personas con menores condicionesfinancieras, que tienen acceso diferente y peorque la población rica local. El establecimiento deun único estándar para los ensayos clínicos contri-buirá a que se intensifique la lucha para que estoacontezca también en salud pública.

En síntesis, no hay necesidad de más normas y di-rectivas para que los derechos humanos sean res-petados. Lo necesario es la aplicación real y uni-versal de normas ya existentes. Lamentablementelo que ocurre es la aparición de diversas directri-ces con divulgación internacional, originadas enpaíses desarrollados, para ser aplicadas en inves-tigaciones en países en desarrollo, con requisitoséticos menos estrictos (CIOMS, 2002; Nuffield,2002; UNAIDS, 2000) que los divulgados por la De-claración de Helsinki. Esta última es la más antigua,la más democráticamente discutida y más reconoci-da como pilar ético para investigaciones que involu-cren al ser humano. Sin embargo, hubo presiónconstante para volverla menos rígida, para supri-mirla (Lurie y Greco, 2005) o para desjerarquizarlapor completo, dando lugar a que cada uno use la di-rectriz que mejor le parezca, sin proteger en verdada las personas participantes. No hay duda de la ne-cesidad de la investigación con seres humanospara el desarrollo de medicamentos y vacunas

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eficaces, ni de que estas deben ser científica y éti-camente adecuadas, respetando la autonomía delvoluntario y los principios de equidad y justicia.Las investigaciones deben ser significativas parala población involucrada, y sus resultados, aplica-bles y sustentables. Cabe recordar que si los pa-trones éticos fueran disminuidos, será más difícilsu recuperación futura y que, si no hubiese limi-taciones económicas, el empleo de mejores mé-todos diagnósticos y terapéuticos sería sin dudael patrón mundial. Es también indiscutible la ne-cesidad de investigaciones para el desarrollo demejores métodos preventivos, de medicamentos yde vacunas más eficaces, pero la verdadera urgen-cia es que todos tengan acceso a lo que sea eficaz,ya que los ensayos clínicos, ética y científicamentecorrectos, pueden y deben ser realizados en co-munidades-países con menor vulnerabilidad.

Perspectivas por una sola ética, un único estándar.1. Mantener los más rígidos requisitos éticos parainvestigación biomédica aplicables igualmente atodos los voluntarios (Greco, 2000; Macklin,2004), con independencia de raza, color, locali-zación geográfica o poder económico, como loanunciaron las normas emanadas de la Declara-ción de Helsinki (2000), buscando retirar de estalas notas de aclaración (párrafos 29 y 30) que ladebilitaron. Utilizar el evidente impacto de la éti-ca en investigación en una tarea más difícil deaplicación práctica de resultados de los ensayosclínicos. La comunidad científica debe posicionar-se para poder proporcionar a todos los que necesi-ten el producto en investigación que se muestreeficaz (Benatar, 2002; Greco, 2003). Esto podráevitar el uso y exploración de comunidades-regio-nes-países vulnerables en investigaciones no éti-cas. 2. Establecer el mismo respeto al paciente –la

autonomía, la información y su consentimientoen las situaciones de asistencia a la salud–, comocondición indispensable para disminuir desigual-dades. 3. Buscar la validación de las directriceséticas para investigaciones emanadas de la Decla-ración de Helsinki a través, por ejemplo, de un do-cumento internacional emitido por la Organiza-ción Mundial de la Salud u otro organismo quereafirme la implementación de una única ética,un único estándar.

Referencias

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Justicia y Derechos Humanos1. Justicia, igualdad y equidad

La historia de la ética desde su origen es la his-toria de las ideas de dignidad, igualdad y jus-

ticia. En el final del Gorgias, cuando Sócrates diceque el mejor modo de vivir es el que consiste en vi-vir practicando la justicia, enuncia el supuesto bá-sico de la vida ética que sigue siendo hoy elsupuesto básico para una bioética verdadera. Elrespeto de la dignidad humana, la igualdad de de-rechos y la justicia son las únicas garantías de lapaz en el mundo para el derecho de los derechoshumanos; por esto, una bioética universal –estoes, una ética de la vida en términos universales–no puede sino conjugarse con los derechos huma-nos. Porque la bioética está destinada o bien a for-talecer y profundizar la moral mínima que suponeel respeto de los derechos humanos en tanto con-senso prescriptivo universal o bien a debilitar yconfundir sus fines. Pero en modo alguno la bioéti-ca y los derechos humanos pueden ser campos di-sociados. Siendo que en el derecho internacionalde los derechos humanos la humanidad ha logradodefinir por primera vez los contenidos básicos deuna ética universal, la bioética ha de suponersecomo un campo normativo dirigido a fortalecer y,sobre todo, a profundizar esos contenidos en unámbito de acción particularizado.

Racionalidad moral e idea de justicia. Desde que lahistoria nos ha dejado testimonio, no hay idea mo-ral de mayor dinamismo conceptual que la de justi-cia (v. Idea de Justicia). Una y otra vez, cuando larazón ya había justificado con su racionalidad jurí-dica y política, científica y ético-formal, las rela-ciones de propiedad y distribución de los bienesmateriales en todas las sociedades que nos antece-dieron y en las que hoy vivimos, hubo actos sim-ples de rechazo fundados en convicciones íntimasde injusticia expresadas como indignación. A lolargo de la historia han sido esos actos los que hanexigido realidades que la razón de principios uni-versales nunca hubiera justificado por sí misma.Han sido actos mediados por un razonamientomoral simple, pero portadores siempre del ele-mento esencial del discurso moral que es la im-parcialidad. Una imparcialidad que, entendidacomo desestimación de intereses particulares, secomprende en modo más coherente cuando es ex-presada por aquellos que tienen sus necesidades ylibertades básicas insatisfechas y claman porellas. Porque la demanda de satisfacción de nece-sidades y libertades básicas, a diferencia de las de-mandas egoístas, es auténticamente imparcial en

la medida que podemos imaginar sea aplicable acualquier individuo humano en dicha situación(v. Igualdad y diferencia). No ocurre lo mismo conlas pretensiones de validez de aquellos cuyo bie-nestar y calidad de vida ha superado las barrerasde la pobreza o la indigencia. La dinámica entre li-bertad e igualdad en unos y otros es muy distinta.Es por ello que los supuestos básicos de la moralse encuentran mejor expresados por el lenguajecomún de aquellos que, aun siendo simples en suscapacidades justificatorias racionales, puedenmostrar en sus actos de demanda una mayor veraci-dad moral. Han sido esos actos los que han puestoen marcha la necesidad de nuevas justificaciones.Por eso cabe preguntarse, como se preguntaba Pla-tón en Protágoras, ¿quiénes podrán ser maestros dela virtud mayor del ciudadano que es la justicia?Puede responderse diciendo que siempre habránde ser aquellos que formulen en términos de unaexpresión simple el lugar donde están los supues-tos de una visión estético-moral de la vida y quepuedan mostrarla en el ejemplo de sus conductas.Los defensores de los Derechos Humanos, se tratede personalidades reconocidas en el campo o decualquier paciente, familiar o ciudadano, puedendar esos ejemplos. El arte de la vida moral podrásuperar diversos aspectos de esos ejemplos, perono podrá prescindir de la virtud encerrada enellos. El progreso moral, si se lo acepta, no es elsimple resultado de nuevas justificaciones, sino elproceso dialéctico que de las certezas de la con-ciencia libre formuladas en exigencias lleva a re-conocer en modo justificado los descubrimientosmorales cuando a estas justificaciones se las con-sidera en armonía con los derechos humanos bási-cos. Por la racionalización de la moral por supues-tos expertos racionales, cuando se trata de hablarde justicia, aparece ante esto como una vertienteencubridora del lugar donde en verdad se validanlos juicios morales. Un sistema de justicia incluyetodas las instituciones y los procedimientos esta-blecidos por la sociedad –formales, tradicionaleso alternativos (v. Sistemas normativos indígenas)–para determinar derechos y resolver conflictos,tanto en el orden interno como en el orden re-gional. La seguridad jurídica consiste en que todaslas personas puedan disfrutar de sus derechos y li-bertades sin discriminación alguna, sin interferen-cias ilegítimas de otros individuos o de funciona-rios estatales, en que su dignidad no se encuentreamenazada por factores heterónomos y que tengan

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la certeza de que hay condiciones sociales para sudesarrollo pleno en el tiempo como seres humanos.En relación con el sistema de justicia, hay que consi-derar las políticas públicas que hacen referencia a lavoluntad política de los gobiernos de proteger losderechos y libertades y a la identificación de líneasde acción, la búsqueda de las fuentes de financia-ción y la puesta en marcha de los mecanismos insti-tucionales de protección y promoción de los dere-chos humanos y de sanción a los violadores. En esatrama se interrelacionan el sistema de justicia, la se-guridad jurídica, las políticas públicas dirigidas aproteger al ciudadano como sujeto de derechos, ylas garantías de acceso a la justicia, donde se hacerealidad o no una moral básica para la vida y el vivircomunitario. La bioética latinoamericana no puededejar de tener en cuenta estos conceptos fundamen-tales para su teoría y su práctica.

Elementos constructivos de la justicia. La bioética seha ocupado de la justicia en atención de la salud yde la ética política en el orden internacional, y sepresume que puede hacer importantes contribucio-nes tanto a su teoría como a su práctica. Algunosautores creen, sin embargo, que hay una dife-rencia insalvable entre el discurso práctico de lospolíticos y científicos sociales y el discurso teóricode los filósofos. Así suele hablarse de dos tipos deracionalidad. Por un lado, la racionalidad económi-ca, estratégica, basada en los intereses de los Esta-dos más fuertes, sustentada militarmente, ‘realista ypráctica’, atenta a los beneficios. Por el otro, la reali-dad histórica del ejercicio de esa racionalidad mo-derna, sus consecuencias, la disparidad entre los re-sultados y sus costos sociales que la cuestionanéticamente. El mundo ha evolucionado hasta hoysegún una trama compleja de acciones e ideas don-de el poder y la imposición de unos sobre otros pa-rece haber destacado. Pero nunca tuvo el hombretanto poder como para destruirlo todo. El desa-rrollo nuclear ha vuelto absurda, y cada día lahace más, la noción de fuertes y débiles. La con-quista de la naturaleza se alcanza al precio de ladestrucción. Las comunicaciones han integradotodos los rincones del mundo y hay elementospara creer que la razón comunicativa y las teoríasde la justicia sean algo más que un discurso idealsi se logra transformarlas en filosofía práctica. Poreso hay que atender a un análisis de los princi-pales criterios de justicia y a que la misma cobra rea-lidad en distintos niveles de las políticas internacio-nales, la política interior de cada Estado, las institu-ciones y los individuos, que no pueden excluirseentre sí. Para la elaboración de un concepto riguro-so de justicia hay que dar cuenta al menos de treselementos constructivos fundamentales: el modeloo plan de distribución de los bienes, el sujeto indivi-dual o social que ha de asignar esos bienes y los

resultados conseguidos en relación con el modeloconsiderado.

Teorías de la justicia. Las teorías de la justicia y losargumentos éticos que se dan para la defensa delas distintas posiciones ante los problemas prácti-cos pueden ser analizadas en relación con este es-quema, si no se olvida la dinámica permanenteentre cada uno de sus componentes. 1. Teorías dela justicia basadas en la planificación. La planifica-ción ha crecido como una opción contemporáneapara dar respuesta a diversos problemas; los Esta-dos han creado secretarías especiales para ello.Los países socialistas centraron su idea de justiciaen la planificación. A pesar de esto, los problemasde justicia han seguido aumentando. La idea deque hay que ajustarse a un plan para alcanzar lajusticia no es nueva, ya que tanto Aristóteles comoSanto Tomás concibieron la justicia como un res-tablecimiento del orden natural existente, dondeel plan ya estaba trazado. Esta posición fue expre-sada, asimismo, en la opción del hombre como ad-ministrador de la naturaleza. Con Hobbes, Lockey Rousseau se postuló también una insistencia enel plan, que no era el de la naturaleza, sino el quelos hombres establecen en el contrato social (v.).Los contractualistas piensan que los resultados vi-sibles de las inequidades en las demás concepcio-nes hacen necesario el contrato y que el hombresupera el estado de naturaleza y puede aspirar adominar la misma. Ese pacto o contrato puede serde diversos tipos, de modo que los estados puedentener distintas realidades de justicia. En cualquiercaso, es esencial la idea de libertad para acordarposiciones. La posición de los países desarrolla-dos, en especial la de Estados Unidos, ha defendi-do frecuentemente el argumento del orden natu-ral o statu quo. La exigencia de planes de ajusteeconómico a los países subdesarrollados se en-marca en esta posición. Los países subdesarrolla-dos, por su parte, están interesados en el contrato,pero se enfrentan a la negociación en una situa-ción mas débil de poder. La importancia de estospaíses en la evolución de los problemas ambienta-les, sin embargo, ha hecho aumentar este poder.En este conjunto de teorías, Amartya Sen ha veni-do a destacar la libertad como elemento básicopara que las personas puedan establecer su propioplan de vida (v. Capacidades, proyecto de vida y sis-tema de derechos). 2. Teorías de la justicia basadasen los resultados. Para Bentham, John Stuart Mill yKeynes, entre otros, el elemento más importantede la justicia son los resultados o utilidad pública.Lo útil es bueno; lo útil es justo; la mayor felicidaddel mayor número es la medida de lo justo y de loinjusto. Si el consumo aumenta, aumenta tambiénla riqueza y el bienestar general. La seguridad so-cial en salud, propuesta por William Beveridge en1942 y luego desarrollada en Europa, apuntaba a

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este aumento de la utilidad pública. Si el consumode salud aumentaba, aumentaría también la pro-ducción global en un porcentaje mayor. Los quedefienden los resultados se oponen a la planifica-ción porque restringe la libertad, y sin esta la pro-ducción no tiene incentivos. Es la posición del li-beralismo clásico. La libertad de las compañías ala explotación de los recursos naturales les parecejustificable porque el mercado se encargará de re-gular las desigualdades. En las relaciones Norte-Sur, los países subdesarrollados se quejan por losresultados arrojados por la modernidad paraellos, mientras los países desarrollados hablan delprogreso mundial en estos cinco siglos. 3. Teorías dela justicia centradas en el agente moral. Para Rawls,la justicia consiste en la armonía entre libertad eigualdad, entre derechos humanos y derechos eco-nómicos. La aplicación de esta aproximación a lasrelaciones internacionales y los problemas de justi-cia global ha enfatizado el papel de las institucionesfrente a las políticas. Los acuerdos económicos in-ternacionales pueden conducir a inequidades, po-breza, malnutrición y enfermedades; los acuerdospolíticos, al desarrollo del armamentismo y la vio-lencia, si no existen instituciones que garanticen locontrario. Por ello, el papel del agente moral esesencial para alcanzar la justicia. No obstante, el pa-pel de las instituciones ha sido doblemente cuestio-nado. Por un lado, y sobre todo a escala nacional, laburocracia de las instituciones del Estado ha sidocriticada por no asegurar la participación de los ciu-dadanos en la discusión de las cuestiones públicas;por el otro, a escala internacional, organismos comolas Naciones Unidas son criticados porque, aunquecuentan con buenos planes o programas, no alcan-zan grandes resultados.

Justicia, vida saludable y salud integral. En Améri-ca Latina es necesario desarrollar una bioética crí-tica cuyo fin sea una comunidad respetuosa de losvalores humanos esenciales en la vida y el vivir,para que puedan conjugarse en modo armónicolos valores culturales comunitarios, los principioséticos universales y los derechos humanos bási-cos. El concepto que integra el conjunto de valo-res esenciales es la justicia, ya que se lo ha de en-tender como el que define el horizonte de ‘la vidabuena’ (v.) en su sentido más amplio. Pero comopráctica política de un ideal de vida buena cir-cunscrito al terreno de la vida saludable –dadoque la bioética trata de la medicina, las ciencias dela vida y sus tecnologías conexas–, la práctica dela moral comunitaria que pueda estar encerrada encualquier bioética no puede ser entendida sinocomo construcción social de las exigencias moralesque buscan reconocimiento jurídico por el Estadoen el campo de la vida y la salud (v. Equidad en sa-lud). Sin embargo, aun sosteniendo que la bioéticaes una práctica transformadora sustentada en la

idea de justicia, se debe decir que los valores hu-manos esenciales de la vida, la identidad, laintegridad, la libertad, la salud y el bienestar queha de respetar la bioética aparecen ligados a lasciencias de la vida y la atención de la salud en susconceptos científicos y las evidencias de sus ver-dades, y en sus operaciones técnicas y el grado deeficacia en sus resultados. No podemos hablar dejusticia sin tener respaldo empírico para nuestrosenunciados morales. De este modo, al hablar de lavida de un embrión o de un paciente en estado ve-getativo persistente o de la mortalidad infantil o delos años de vida perdidos en perspectiva sanitariaque podrían haberse evitado, necesitamos concep-tos de la biología, la estadística, las técnicas de in-tervención o procedimientos de determinación de lamuerte, etc. Lo mismo sucede con la identidad (enperspectiva psicológica, sociológica, antropológicocultural, genética) y los demás valores. Al hablarde ‘salud’ como conceptos científicos y operacio-nes técnicas de atención de la misma, estamos uti-lizando un aspecto restringido del término (y portanto más ‘biomédico’), opuesto de enfermedad.Pero si el concepto integrador de los valores éticosbásicos es la justicia, el que integra los conceptoscientíficos y las operaciones técnicas será el de sa-lud, entendido en un sentido amplio (bio-psico-social) que se pueda enunciar como ‘salud inte-gral’ (v. Salud y enfermedad). La salud como con-cepto integrador de las evidencias científicas y cri-terios de eficacia técnica disponibles (no de lasprácticas saludables en sí, pero sí de las pretensio-nes de validez universal de esas prácticas), y a di-ferencia de la justicia como práctica política detodo ciudadano, exige el conocimiento especializa-do, la práctica suficiente y la responsabilidad nece-saria que ha de descansar en un conjunto de miem-bros de la comunidad o agentes de salud de las másdiversas disciplinas. Por eso resulta intrínsecamen-te errónea la concepción de la bioética que postulael principialismo de autores como Beauchamp yChildress, Engelhardt, Macklin, Gracia Guillén yGillon, entre otros, cuando parten del supuesto dela justificación moral basada en la beneficencia,la no maleficencia, la autonomía y la justiciacomo cuatro principios éticos ‘prima facie’. Por-que entre muchas otras objeciones que se le hanhecho a dicha concepción (v. Bioética. Crítica Lati-noamericana), hay que considerar que si bien la be-neficencia y la no maleficencia se relacionan fuer-temente con el conocimiento y la experiencia delos profesionales de la salud, la autonomía remite ala decisión libre de individuos o grupos; la justiciaes un valor, un principio y una virtud, que corres-ponde a todas y cada una de las personas tanto ensu concepto como en su juicio y su razonamiento.Por eso nunca ha sido ni podrá ser un principio‘prima facie’ que pueda ser ‘balanceado’ ante otros

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principios para dilucidar cuál de ellos se impone conmayor fuerza de obligación moral. La justicia es unaidea que, como la de dignidad, atraviesa al conjunto

de la moral para modularla y otorgarle coherencia yarmonía.

[J. C. T.]

Idea de justicia

Fernando Aranda Fraga (Argentina) -Universidad Adventista del Plata

Concepto y origen del término. Representada comouna mujer con una balanza y una espada en lamano, la justicia se define como la concordanciacon el derecho vigente. Uno de los propósitos fun-damentales de la humanidad es que en el mundoimpere la justicia. En su representación materialla balanza significa el trato igual ante la ley, y laespada simboliza su doble tarea: proteger y san-cionar. En términos muy generales, puede decirseque existe una concepción cósmica de la justicia,en la cual esta es comprendida como orden o me-dida. Esta idea genérica universal sobre la justiciaexistió históricamente en la mayoría de las civili-zaciones occidentales y orientales, en culturas pri-mitivas y de existencia milenaria, en el pueblo he-breo del Antiguo Testamento y en el origen de lacultura griega occidental. Algo es justo cuando suexistencia no interfiere el orden al que pertenece;es justo que cada cosa ocupe su lugar en el univer-so. De tal modo, hay o se produce injusticia cuan-do una cosa usurpa el lugar de otra, cuando no seconfina a ser lo que es o se produce alguna desme-sura. La corrección y el castigo de tal exceso es elcumplimiento de la justicia, restaurando de estemodo el orden originario. Referida a los aspectossociales, la justicia tiene lugar cuando hay equili-brio en situaciones de intercambio de bienes entremiembros de la sociedad, esto es, cuando nadie esdesposeído de lo que le corresponde. Si se produ-ce algún desequilibrio en este sentido, lo cualconstituiría una injusticia, tendrá que ocurrir lue-go la correspondiente situación compensatoria;de ahí la común denominación de “compensaciónjusta” del acto que tiene lugar para corregir la si-tuación inicial de injusticia.

Estado de la cuestión en la antigüedad y el medioe-vo. En cuanto al desarrollo histórico de la idea dejusticia, entre los griegos –siglos V-IV a.C.– sobre-salen los sofistas, Platón, Aristóteles y los estoi-cos. Los sofistas, al distinguir entre hechos natu-rales y convencionales, pusieron la justicia en estaúltima categoría, puesto que estimaron que algoes justo cuando se acuerda que lo sea, e injusto sise acuerda lo contrario. Según Platón, la justiciaes un bien y, a diferencia de otros bienes, deseabletanto por sí mismo como por sus resultados. Así loafirma en República, obra política donde exponesu ideal de Estado, cuyo tema principal es la justi-cia. La principal virtud del alma es la justicia; su

vicio, la injusticia. Aristóteles dedica gran partede su reflexión moral a la justicia, la cual poseedoble significado. El primero trata del sentidonormativo; como tal, la justicia constituye la “vir-tud completa” o el compendio de todas las virtu-des. En segundo lugar, por justicia se refiere a laigualdad que tiene lugar en la sociedad o Estado(polis = ciudad-Estado). En este sentido, Aristóte-les establece una nueva división entre “justicia dis-tributiva” y “justicia conmutativa o correctiva”. Laprimera ordena la asignación de bienes y cargas alos ciudadanos por el Estado; la última se refiere alas relaciones interpersonales. Para Aristóteles, laequidad es superior a la justicia, porque al aplicarlas normas universales a un caso particular, laequidad es capaz de enmendar la norma y suplirsus deficiencias naturales. Otra interpretación in-fluyente de la justicia fue la estoica, sobre todo encuanto a su carácter determinista y fatalista. Aquíla noción de justicia aparece ligada al concepto dedestino, ley universal y cósmica de la vida que secumple rigurosa e inexorablemente. En la concep-ción cristiana medieval, la justicia aparece supe-rada por la caridad y la misericordia. Si la justiciaes dar a cada quien lo que le corresponde, la cari-dad consiste en darle más que lo debido, un exce-dente de la norma que existe gracias al amor.

La idea de justicia en la modernidad. Con el adve-nimiento de la modernidad, se inicia el proceso deseparación entre moral y derecho –consecuenciade la oposición y división entre ley natural y leypositiva–. Esta situación se evidencia desde Hob-bes en adelante y, de manera más contundente,con Bentham y Austin en los confines de la edadmoderna. Debe destacarse que en sus comienzos,con Grocio (s. XVII), la justicia se fundaba en laley natural, la cual no difería en absoluto de la leypositiva. Esto implica que para el iusnaturalismo–doctrina desarrollada mayormente por Grocio–las leyes positivas son justas porque son expresio-nes de la ley natural. Hobbes define qué entiendepor justicia e injusticia en el capítulo XV de Levia-tán. El origen de la justicia, según Hobbes, radicaen el cumplimiento de los pactos; por tanto noexiste en el estado de naturaleza, que es previo atodo pacto; sólo tiene lugar dentro del estado civilo social. Es justo quien cumple y respeta las leyessancionadas por el soberano. Antes del pacto, diceHobbes, no hay justicia ni injusticia, se vive enuna situación de vaciedad jurídica; no hay ley, locual impide la existencia de la sociedad. Hobbes

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inaugura la concepción formalista de la justicia,porque esta posee un carácter convencional y nonatural. Dicha noción influirá en Hume y el restode los utilitaristas, quienes equipararon la justiciaa la utilidad pública: justo es aquello que se con-forma con el interés de todos (la mayoría) losmiembros de la sociedad. El tema de la justicia, ensu acepción distributiva, está presente en el mar-xismo como uno de los focos de su teoría social,constituyéndose en meta de la revolución. Su fi-nalidad es hacer justicia a la postergada clase tra-bajadora (proletariado), retribuyéndole no unaparte, sino todo el valor de su trabajo. De acuerdocon Marx, en la primera etapa del comunismo, justi-cia es dar a cada cual según su trabajo, mientras queen la segunda etapa, justicia significa dar a cada unosegún sus necesidades. Es un hecho histórico quecasi la totalidad de las ideologías incluyen en suideario doctrinal una concepción sobre la justicia.Esto tiene en mente el jurista vienés Hans Kelsen alnegar la racionalidad inherente a la idea de justiciay, por tanto, su carácter de ciencia. Kelsen no niegaque existan diversas fórmulas de la justicia, sino“que exista una fórmula de justicia absoluta, válidapara todo tiempo y lugar, inmutable, única y univer-sal” (Kelsen, 1960). Para él, existen varias fórmulasque pretenden valer y están en competencia. Kelsenrepresenta la concepción decimonónica de la cien-cia; por tanto, su estrecho concepto de racionalidadcientífica está determinado por el positivismo del si-glo XIX, una posición que actualmente fue supera-da. En consecuencia las tesis de Kelsen sobre lajusticia también están superadas.

Debates actuales sobre la justicia. Hoy existe unconsenso generalizado en cuanto a que la razónhumana no debe identificarse con la razón cientí-fica. El tema de la justicia había estado eclipsado acomienzos del siglo XX, en especial debido a las li-mitaciones impuestas al conocimiento por el posi-tivismo cientificista. No obstante, reaparece confuerza hacia las décadas finales, precisamente araíz del auge de los derechos individuales y degrupos, hecho que resultó favorecido por la tras-cendencia que adquirió la publicación de la obrade Rawls (1971), y las reacciones, tanto a favorcomo en contra, que suscitó la misma. Rawls pro-pone, esencialmente, una refundación de la socie-dad, con la finalidad de tornarla más justa, me-diante un nuevo contrato social, hipotético, quese establece sobre dos pilares o principios, los cua-les se presupone radicalmente imparciales porqueson elegidos en una situación (la “posición origi-nal”) que es también imparcial. La centralidadatribuida por Rawls al valor de la justicia se reflejaen su afirmación de que “la justicia es la primeravirtud de las instituciones sociales, así como la ver-dad lo es de los sistemas de pensamiento” (Rawls,1971). El escenario principal de las disputas que

tuvieron lugar a partir de entonces sobre el asuntode la justicia se conoció como el debate entre libe-rales y comunitarios, aunque justo es decir que nofue este su único eje, sino que hubo otro, despla-zado hacia la derecha del espectro político, repre-sentado por la crítica de Nozick a la teoría de lajusticia rawlsiana. Frente a las que llama “teorías es-tructuradas de la justicia”, Nozick propone eliminarcualquier posible redistribución de bienes, median-te una teoría “intitular” (entitlement theory), cuyoacento es colocado en el individuo y, como conse-cuencia, en el denominado “Estado mínimo” queopera a su servicio. Su teoría se conoce como“anarquista o libertaria”. En cuanto a las princi-pales críticas a la teoría de la justicia de Rawlsformuladas por los denominados “comunitaris-tas”, estos cuestionan el procedimiento supuesta-mente imparcial, la ficción de la posición originaly la prescindencia de una teoría del bien, en arasde la neutralidad, como algo previo a cualquierestipulación de principios de justicia. Este últimoaspecto, afirman los comunitaristas, conduce auna sobrevaloración de la justicia por encima deotras virtudes. En términos generales, la críticacomunitarista dispara sus dardos contra el indivi-dualismo y el escaso compromiso social del libera-lismo, al que critican por adoptar una concepciónatomista de la sociedad. Deben destacarse, asimis-mo, las vindicaciones feministas sobre la justicia degénero, que se dirigen sobre todo a la concepciónliberal como bloque, y en forma particular a lateoría de la justicia de Rawls. Catharine MacKin-non promueve un cambio de enfoque en el trata-miento de la justicia, que se abandone el énfasispuesto en la autonomía y se adopte otro que des-criba con más propiedad la situación de la mujeren el mundo actual. Este será el punto de vista delenfoque de la dominación, mediante el cual se ob-jeta la superioridad masculina y la subordinaciónfemenina, que originaron una desigual distribu-ción del poder entre ambos sexos, y tergiversaronlas relaciones de justicia, tornándose injustas.Este enfoque de la dominación, afirma MacKin-non, ha relegado sistemáticamente a un grupocompleto de personas a una condición de inferio-ridad, atribuyéndola a su propia naturaleza (Mac-Kinnon, 1987). Nancy Chodorow objeta la formaen que el liberalismo aborda el problema de la jus-ticia, describiendo el punto de vista masculino so-bre el tema, al vincularlo siempre con principiosgenerales y abstractos. Esto ha conducido a que laconcepción dominante sobre la justicia resultesesgada en materia de género. Hasta aquí hemoscomentado los rasgos básicos de lo que podemosdenominar teorías sustantivas de la justicia. Me-nos ambicioso que Rawls, por ejemplo, ha sidoHabermas –en el sentido de evitar dar contenido asu concepto de justicia y mantenerse en un plano

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formal– al proponer su “teoría de la acción comu-nicativa” como una forma de acceso puramenteprocedimental a una idea de justicia, lograda me-diante lo que él llama “situación ideal de diálogo”en condiciones de igualdad y libertad, que gene-ran la denominada “racionalidad comunicativa”.“Una norma será justa si todos pueden desear quesea obedecida por cada uno en situaciones semejan-tes” (Habermas, 1998). Planteamientos críticosmás recientes acerca de la justicia o injusticia, enpolítica internacional, han surgido en relacióncon las guerras preventivas libradas por gobier-nos de países del denominado Primer Mundo, enel Cercano Oriente, contra países árabes. ¿Hastadónde puede tomarse como justa una invasión, yasea por una supuesta prevención o por el deseo devenganza –cuando no motivada por comprobadosintereses económicos–, en ocasiones encubiertabajo el lema y apodos cuasi divinos de “justicia in-finita” o “justicia duradera”? ¿Puede realmenteser justa una guerra cuando por su causa muereninocentes que no han tenido voz ni parte?

La justicia en Latinoamérica. En el ámbito lati-noamericano las discusiones sobre cuestiones dejusticia han tenido una vigencia permanente. Du-rante las últimas décadas diversos movimientoshicieron sentir su voz al mundo, contribuyendo aldebate y enriqueciéndolo con sus aportes. Las re-flexiones y los planteamientos sobre la justicia enLatinoamérica han surgido, sobre todo, como vin-dicaciones de índole geopolíticas, a partir del re-clamo ante la carencia estructural de justicia so-cial en la mayoría de los países del Caribe, Centroy Sudamérica. Se destaca el pensamiento elabora-do por la teología de la liberación, movimiento re-ligioso unificado de raíces progresistas en torno alanálisis de la condición social, estructuralmenteinjusta, de los pobres, que propuso como princi-pio general la instauración de la justicia social,aquí y ahora, y no en un más allá celeste, relegadoa la eternidad. La justicia también se asocia a losreclamos de las víctimas de la represión perpetra-da por gobiernos militares en muchos países lati-noamericanos. En el rubro educacional, sobre unaplataforma ideológica común a la filosofía de la li-beración, merecen destacarse los conceptos ela-borados por Paulo Freire acerca de la pedagogíade los oprimidos y su lucha por combatir las múl-tiples formas de discriminación y exclusión social.La lucha por el establecimiento de una sociedadmás justa en el sector latinoamericano del TercerMundo se ha manifestado en los movimientos anti-globalización –cuya irrupción tuvo lugar en Seatt-le, Estados Unidos, pero sus reclamos por una másjusta distribución de cargas y beneficios prosiguie-ron en casi todos los países latinoamericanos–, es-pecialmente en el Foro Mundial Social, desarrolla-do en Porto Alegre, Brasil. América Latina ha sido

una de las regiones más golpeadas del planeta porlas políticas neoliberales, y como tal sus socieda-des alzaron su voz contra las políticas injustasperpetradas por gobiernos carentes de sensibili-dad social. Uno de los mayores desafíos del mun-do contemporáneo radica en qué idea de justiciahan de aceptar sociedades marcadamente pluralis-tas como las actuales.

Referencias

Tom Campbell. La justicia. Los principales debates con-temporáneos, Barcelona, Gedisa, 2002. - Roberto Gargare-lla. Las teorías de la justicia después de Rawls, Barcelona,Paidós, 1999. - Jürgen Habermas. Facticidad y validez, Ma-drid, Trotta, 1998. - Hans Kelsen. Teoría pura del Derecho,Buenos Aires, Eudeba, 1960. - Catharine Mackinnon. Fe-minism Unmodified, Cambridge, Harvard University Press,1987. - John Rawls. A Theory of Justice, Cambridge, Har-vard University Press, 1971.

Igualdad y diferencia

Patricia Digilio (Argentina) - Universidad deBuenos Aires

Perspectivas. Los conceptos de igualdad y diferen-cia pueden ser comprendidos como opuestos ocomplementarios. Según se adopte una u otra deestas perspectivas, la relación que se establezcaentre igualdad y diferencia será significativamen-te distinta. La idea de igualdad puede ser entendi-da, por un lado, como la condición natural que seexpresa en la pertenencia a la condición humana.Por el otro, como ese artificio llamado igualdadpolítica que se corresponde con el proceso deconstrucción de la ciudadanía, ya que este repre-sentaría la realización política de la idea de igual-dad universal. Pero esta idea de igualdad se en-frenta con dos modos distintos en los que ladiferencia se expresa: la básica heterogeneidadque existe entre los seres humanos; la multiplici-dad de variables desde las cuales se puede juzgarla igualdad. La primera alude al hecho de que losseres humanos son sustancialmente diferentesno sólo respecto de sus características externas,sino también en sus características personales.La segunda cuestión se vincula con los distintosenfoques desde los cuales la igualdad puede serpensada y evaluada comparativamente. Ahorabien, si el pensamiento político moderno afirmóel igual valor moral de todas las personas, y esaigualdad moral se resolvió políticamente en el idealde ciudadanía universal entendido como ciudada-nía para todas las personas y para cada persona, esaidea de universalidad supone también que el estatusde ciudadano o ciudadana debe trascender la par-ticularidad y la diferencia. Esto significa que cua-lesquiera que sean las diferencias entre los ciuda-danos y las ciudadanas, en términos de género,

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posición económica, poder, etc., el ser ciudadanoo ciudadana confiere a todas las personas idénticacategoría de pares en la esfera de la vida pública.Este ideal de ciudadanía universal conlleva otrosdos sentidos adicionales: a) la universalidad defi-nida como general en oposición a particular, esdecir, definida a partir de lo que los ciudadanos ylas ciudadanas tienen en común; b) la universali-dad comprendida en el sentido de leyes y reglasque enuncian lo mismo para todas las personas yque se aplican a todas de idéntica forma: leyes yreglas ciegas a las diferencias individuales o gru-pales. Estos sentidos implícitos en el ideal de ciu-dadanía universal y la idea de igualdad que sub-yace a esta concepción han sido considerados ypuestos en cuestión por representantes de la teo-ría política feminista, como Iris Marion Young,quien advierte que estos tres significados presen-tes en la idea de universalidad de la ciudadanía,lejos de implicarse y complementarse, se encuen-tran en tensión y hasta en contradicción en lapráctica política, y que la interpretación específicade la idea de igualdad que aquí se sostiene se re-suelve como identidad. Pero ocurre que no es lomismo la igualdad que la identidad. En efecto,puede afirmarse que 2 + 6 es igual a 8, pero noque 2 + 6 es idéntico a 8. Así, 2 + 6 sólo puede seridéntico a 2 + 6, como 8 sólo puede ser idéntico a8, e igual a 5 + 3, por ejemplo. Si a todo lo que noes idéntico se lo llama diferente es posible decirque los iguales, como 6 + 2 y 8 no son idénticos,sino diferentes. De lo cual puede inferirse que ladiferencia admite como una de sus formas laigualdad, no así la identidad, y que si entre dosentes no se encuentra diferencia alguna, no se tra-tará de dos entes, sino de uno solo. Esto último esenunciado por Leibniz como “principio de la iden-tidad de los indiscernibles”. Si lo idéntico sólopuede ser idéntico respecto a sí mismo y si a todo loque no es idéntico se lo llama diferente, los iguales,por no ser idénticos, son diferentes. De modo que laigualdad exige como condición la diferencia, ya quees una de las formas en las que la diferencia se ex-presa. Por tanto, si la igualdad sólo es posible en ladiferencia, muy mal se resuelve el postulado ético-político de la igualdad entre los seres humanoscuando la igualdad se reduce a identidad.

Concepción universalista de ciudadanía, interéspúblico y diferencia. Esta interpretación específi-ca de la idea de igualdad como identidad presen-te en la noción de ciudadanía universal resultatributaria de la noción de individuo como unidadsocial y moral abstracta. Pero esta noción, con laque el pensamiento político moderno intentaríatrascender y reducir las diferencias específicas en-tre las personas en beneficio de una idea de igual-dad que haría posible otorgar a todos los ciudada-nos y las ciudadanas los mismos derechos legales

y políticos (al menos formalmente), presenta unproblema: le resta pertinencia a la relación entrediferencia y desigualdad al presuponer que todossomos básicamente iguales y lo mismo. Constitui-da con base en una dicotomía en la que la esferade la racionalidad y la libertad humanas se oponea la esfera de las necesidades, deseos e interesesparticulares y lo público se identifica con lo uni-versal y la particularidad con lo privado, esta con-cepción universalista de la ciudadanía permite lapostulación de un bien común, de una voluntadgeneral, de una vida pública compartida que seacompaña de la exigencia de que al ejercer su ciu-dadanía todos los ciudadanos y las ciudadanas de-ben asumir un mismo e imparcial punto de vistaque trascienda intereses, condiciones y experien-cias particulares. Justamente esta idea de públicocomo universal y la correspondiente identifica-ción de la particularidad con lo privado permiteque cierto grado de homogeneidad entre ciudada-nos y ciudadanas se constituya en un requisitopara la participación pública. De modo que si lahumanidad es diversa, no uniforme, y lo esencialdel individuo es su singularidad, el universalismoabstracto se propone superar estas diferencias es-tructurales sustituyendo a los seres humanos dife-renciados por un concepto de hombre universalno diferenciado que se resuelve en el postuladode una identidad común, como condición básicade igualdad. Pero cuando la diversidad se resuel-ve en una identidad común, esa construcción dela identidad común se realiza necesariamentecon base en procesos de “re-conocimiento y de“des-conocimiento”. Esto significa que ante la di-versidad hay diferencias que son reconocidas yponderadas, mientras que otras no lo son. De estemodo la exigencia de homogeneidad conduce aun ideal de igualdad cuyas consecuencias prácti-cas en el orden social y político resultan desfavo-rables para los grupos más desaventajados de lasociedad, aunque favorables para quienes retie-nen las mejores posiciones puesto que aquellosgrupos “menos aptos” para la homogeneidad que-darán en condiciones de desventaja aun cuando,formalmente, dispongan del mismo estatus deciudadanía. En el mismo sentido esta exigencia deidentidad homogénea ha dado lugar a formas deexclusión y a políticas de asimilación, cuando noal exterminio o la deshumanización de aquellosconsiderados “diferentes”. De manera que cuandola igualdad se resuelve en identidad –se empleaaquí el término ‘identidad’ en el sentido de calidadde idéntico–, puede contribuir más a perpetuar,naturalizar y reproducir relaciones de opresión ydominación que a transformarlas y no obstaculizala continuación de la desigualdad de clase y sureproducción en la medida que los espacios depoder en las instituciones de gobierno, tanto en la

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vía administrativa como en la ejecutiva, son rete-nidos por las clases y los grupos mejor posiciona-dos, quienes en nombre del “interés público” con-ducen los asuntos públicos según sus propiosintereses, al mismo tiempo que hacen hegemóni-ca su propia y particular cultura al atribuirle valorparadigmático y universal. Este proceso de elabo-ración conceptual por el cual la idea igualdad seidentifica con la de identidad en el sentido de ho-mogeneidad se inscribe en esa tradición filosóficaque busca reducir lo múltiple a lo uno, lo Otro a loMismo. Pero ¿por qué esa hegemonía de lo Mismosobre lo Otro que legitima y pone en funciona-miento los mecanismos de neutralización, nega-ción y exclusión de la diferencia?

La diferencia como discurso de dominación. MichelFoucault describió la historia del saber como unahistoria de lo Mismo, de la identidad, del orden,que al impulso de lo que llama voluntad de ver-dad (que oculta una voluntad de poder) pone enmarcha una serie de mecanismos y procedimien-tos de exclusión y separación. La tesis de Fou-cault, presente en El orden del discurso, es que entoda sociedad el discurso es seleccionado, organi-zado, regulado a fin de controlar la emergencia delo Otro. De esa tensión existente entre lo Mismo ylo Otro surge la reducción de lo disperso y dife-rente a lo Mismo y nacen las formas de exclusión,reclusión e integración de lo Otro, de aquello quecada cultura identifica como interior y extraño a símisma. La forma que adopta esa regulación sehace efectiva en el régimen y en las estrategias delas prácticas discursivas autorizadas y legitimadasinstitucionalmente. Estos mecanismos de consti-tución del saber dan sentido y significación a ac-ciones reales de separación, control y exclusiónsocial. Así, lo diferente es definido en cada épocapor el grupo hegemónico que detenta el saber-poder que le permite separar aquello que conside-ra como tal para constituirlo como zona heterode-signada. Gran parte del esfuerzo y el trabajo inte-lectual de Foucault se concentra en comprender,hacer visibles, los procedimientos técnico-políti-cos que ponen en funcionamiento los mecanismosde neutralización, negación y exclusión de la dife-rencia y que permiten asegurar el funcionamientode las relaciones de dominación.

La diferencia como el ser de lo sensible. En contra-posición a esta ontología y a esta interpretaciónde la diferencia, Gilles Deleuze señala el trabajopor hacer: romper el cerco que impone la reduc-ción a lo Uno y lo Mismo. En contraposición a unafilosofía que busca establecer un orden jerárquicode las cosas en función de ese principio que es laarché, Deleuze organiza la distribución del ser enforma nómada. Contra esa visión, a la que llamafilosofía de la representación, caracterizada por

las nociones de identidad, analogía, oposición ysemejanza, propone una filosofía fundamental-mente crítica, creadora de conceptos. La diferen-cia de la que habla Deleuze es pensada en sí mismay no representada, no mediatizada. No es inter-pretada como negación ni como diversidad, pues-to que lo diverso está ya dado y la diferencia esaquello mediante lo cual lo dado es dado comodiverso. De esta manera, la diferencia no dependedel concepto de identidad, ni tampoco es una espe-cificidad dentro de lo genérico, sino el ser mismo delo sensible comprendido como múltiple. Al no estarsubordinada a la idea de identidad, la diferencia yano es pensada como negatividad, puesto que hay di-ferencia en el ser y, sin embargo, nada negativo. Laidea de identidad sería producto de una ilusión pro-ducida por la diferencia originaria. Lo que hay es,entonces, diferencia y repetición.

Revisión de la relación entre igualdad y diferencia.Esta interpretación de la idea de diferencia con-duce a una revisión de la relación entre diferenciae igualdad que no puede omitir interrogarse sobrecuál es el lugar de la diferencia en la idea de igual-dad, al mismo tiempo que habilita una vía parapensar en una idea de igualdad que en lugar declausurar la diferencia sea capaz de incorporarla.Pero esta posibilidad debe acompañarse de lacomprensión de que el derecho a la diferencia nopuede eludir ni obturar el conflicto, puesto quejustamente la negación del conflicto posibilita lanegación de la diferencia y toda forma de totalita-rismo. Una negación que encuentra sus medios deresolución en formas violentas como la exclusión,la desaparición y la muerte, así como en otras me-nos evidentes, como la neutralidad, la asimila-ción, la globalización. Es preciso saber y admitirque convivir en la diversidad es conflictivo y queel conflicto significa debate, discusión, confronta-ción, posibilidad de estar de acuerdo o en desa-cuerdo. Pero también que esto no supone, no exi-ge, ni tiene como consecuencia la destrucción o lanegación del Otro. Se trata de elaborar una recon-ceptualización de la idea de igualdad que parta node la exigencia de una identidad común, entendi-da como homogeneidad, sino del reconocimientoy la valoración de las diferencias. Una idea deigualdad capaz de contener la diversidad, lo par-ticular, lo múltiple, lo heterogéneo, es decir, loque ha quedado excluido en el concepto abstractode hombre-individuo. En sociedades profunda-mente desiguales, atravesadas por la iniquidad, ycaracterizadas por relaciones sociales y políticasde exclusión, segregación y opresión, esta recon-ceptualización se constituye en una condición paraque la idea de igualdad, en su doble dimensión mo-ral y política, actualice su valor y su sentido comoideal regulativo de la práctica política, al mismotiempo que su potencialidad emancipadora.

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Referencias

Gilles Deleuze. Diferencia y repetición, Buenos Aires,Amorrortu, 2002. - Michel Foucault. El orden del discurso,Barcelona, Editorial Tusquets, 1975. - Iris Marion Young.“Vida política y diferencia de grupo: una crítica del idealde ciudadanía universal”, en C. Castells (comp.), Perspecti-vas feministas en teoría política, Buenos Aires, Paidós,1996. I. M. Young. Justice and the Politics of Difference,Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1990. -I. M. Young. Inclusion and Democracy, Oxford, Oxford Uni-versity Press, 2000.

Derecho y moral

Rodolfo Vázquez (México) - UniversidadNacional Autónoma de México

Como sostiene Francisco Laporta, “el problema delas relaciones entre moral y derecho no es un temade la filosofía jurídica, sino que es el lugar donde lafilosofía del derecho está” (Laporta, 1993). Muchatinta ha corrido en torno a esta temática y, comobien señala Garzón Valdés, “difícilmente se encon-trará algún filósofo del derecho que no haya dedica-do alguna parte de su obra a intentar dilucidar susposibles relaciones” (Garzón Valdés, 1998). Dosson las posibilidades básicas concebibles respectoa la relación entre derecho y moral: la tesis de laseparación y la tesis de la vinculación.

Antecedentes. Durante las cuatro primeras déca-das del siglo XX se impuso la tendencia de no a lavinculación, sino a la separación entre la ética ylas ciencias humanas y sociales. Esta tendenciapuede percibirse claramente en tres ejemplos sig-nificativos: el de Lionel Robbins en economía, conel libro Ensayo sobre la naturaleza y significado dela ciencia económica, de 1935; el de Hans Kelsenen derecho, con la Teoría pura del derecho, de1934; y el de Julius Ayer en filosofía, con Lengua-je, verdad y lógica, de 1936 (Garzón Valdés, inédi-to), sin olvidar por supuesto los trabajos que detiempo atrás venía realizando Max Weber en elámbito político y social. Todos estos autores asu-mían con más o menos diferencias la postura queen ética se conoce como no cognoscitivista. ParaRobbins, los juicios de valor de naturaleza éticadebían ser desterrados del campo de la economía.Si se quiere hablar de una economía normativa, loúnico que podía aceptarse era la formulación dereglas para el uso de recursos escasos, dentro delmarco de un mercado libre, con miras a la obten-ción de fines dados de antemano. La justificaciónde estos fines superaría los límites de la razón. EnTeoría pura del derecho, Kelsen abogaba por unaseparación radical entre moral y derecho. Esta se-paración aseguraría la “pureza” del derecho. A di-ferencia de la moral, cuyo sistema normativo esestático, el del derecho es dinámico, es decir, parala creación de sus normas requiere actos volitivos

dirigidos a la persecución de sus fines que, al igualque en Robbins, escapan a todo intento de justifi-cación universalmente válida. Según Kelsen, si elpositivismo jurídico quiere ser congruente, debedescansar en un relativismo axiológico. Para Ayer,los juicios éticos se reducían a expresiones de es-tado de ánimo de aprobación o de rechazo. En lafilosofía del derecho, Alf Ross, digno representan-te del realismo jurídico escandinavo, recogeríaesta versión emotivista de la ética en el libro Sobreel derecho y la justicia, de 1958, en el que sosten-dría que decir que algo es justo era equivalente adar un puñetazo sobre una mesa como señal deaprobación. Hasta la década de los cincuenta, in-clusive, la posición no cognoscitivista de Kelsenfue la predominante en el pensamiento jusfilosó-fico (Nakhnikian, 1991).

El renacimiento del iusnaturalismo. La SegundaGuerra Mundial provocó una enorme conmociónque se extendió desde la total desconfianza en larazón hasta el intento de buscar nuevas vías teóri-cas para superar el escepticismo ético. Una de es-tas vías surgió de un renacimiento vigoroso deliusnaturalismo, que desde 1945 se prolongó confecundidad hasta principios de los años de 1970.A decir verdad, al pasar revista de los pensadoresque reúne y analiza Recaséns Siches en el libroPensamiento jurídico en el siglo XX –Brunner, Mess-ner, Verdross, Maihofer, Welzel, Maritatin, Le-clerq, Villey, Bodenheimer, Fuller, Legaz y Lacam-bra, Preciado Hernández, por citar sólo algunos(Recaséns Siches, 1963)–, uno no podría más quecompartir el entusiasmo de un filósofo que comoel propio Recaséns ve un futuro promisorio parala doctrina del derecho natural. La realidad, sinembargo, lo desmintió (Vernengo, 1984). En nopocos casos el iusnaturalismo ha terminado mos-trando un carácter ideológico muy cercano a posi-ciones ético-religiosas que, en general, resultarondifícilmente coherentes con los postulados dedoctrinas democrático-liberales y, en otros, ha co-mulgado con lo que algunos autores han llamadoiusnaturalismo ontológico, cuyos representantesno terminaron de superar ciertos problemas lógi-cos, como la llamada “falacia naturalista”, o, pro-blemas epistemológicos, como la creencia en elcarácter absoluto e inmutable de la verdad y delos principios morales. Una versión menos rígidadel iusnaturalismo, lo que podría denominarse“iusnaturalismo deontológico”, que sin duda re-sulta más atractiva que el iusnaturalismo absolu-tista y confesional, la presenta John Finnis a partirde una reinterpretación del pensamiento de To-más de Aquino (Finnis, 1980). En un esfuerzo desíntesis se podría decir que los partidarios del ius-naturalismo ontológico aceptarían, con más o me-nos énfasis, las siguientes premisas: a) existe unnexo necesario entre moral y derecho. La validez

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del derecho se fundamenta en la moral. b) Unaley, para ser válida, debe ser justa. c) El derechonatural se deduce de la naturaleza humana. d)Existe uno y sólo un principio de ley natural quedesde el punto de vista formal se formularía: “Sedebe procurar el bien y evitar el mal”; y desde elpunto de vista material: “para todo x, x es moral-mente recto si es un acto conforme a la naturalezahumana”. e) El último fundamento de validez dela ley natural es la ley eterna.

El iusnaturalismo deontológico. El iusnaturalismodeontológico partiría de los siguientes enuncia-dos: a) existe un nexo necesario entre moral y de-recho. La validez del derecho se fundamenta en lamoral (premisa compartida con el iusnaturalismoontológico y que para muchos constituye el sellodistintivo del iusnaturalismo). b) No se sigue ne-cesariamente que una ley para ser válida deba serjusta. Un derecho injusto sigue siendo válido,aunque sea una “corrupción de ley”. c) El derechono se deduce de la naturaleza humana. El deberser no puede inferirse del ser, a menos de incurriren la falacia naturalista. La ley natural es el con-junto de principios prácticos autoevidentes queprescriben lo que debe ser. d) Existe una plurali-dad de principios prácticos de acuerdo con la plu-ralidad de inclinaciones naturales de los indivi-duos. Estas inclinaciones naturales, por ser bienesbásicos, son inconmensurables y, por tanto, nosusceptibles de jerarquización. e) Los principiosprácticos normativos, por ser principios autoevi-dentes, no requieren fundamentación ulterior enla ley eterna. De acuerdo con Finnis, ser iusnatu-ralista desde el punto de vista deontológico, porlo pronto no compromete con respecto a la críticatantas veces escuchada de que se incurre en la fa-lacia naturalista. No hay que llegar hasta Hume yKant para distinguir con claridad entre el mundodel ser y el mundo del deber ser. En la SummaTheologiae, I-II, q. 94, a.2, Tomás de Aquino dis-tingue claramente entre los dos órdenes: uno es elmundo descriptivo y otro el prescriptivo. Los prin-cipios de ley natural son principios per se nota, esdecir, principios conocidos por sí mismos y no apartir de otra cosa, por ejemplo, de la naturalezahumana. Además, a la pregunta que se formulaTomás de Aquino en dicha cuestión, a saber, si lospreceptos de ley natural son muchos o solo uno,responde sin titubear que son muchos. El aquina-te, de acuerdo con Finnis, no se compromete conun monismo sino con un pluralismo de principios,lo que posibilita la coexistencia de diversos planesde vida en una sociedad, todos igualmente bue-nos y dignos de respeto. Asimismo, puede darseotro paso adelante y sostener que como los princi-pios normativos de la ley natural son principiosper se nota, no requieren justificación ulterior. Portanto, no se necesita postular una ley eterna que

los justifique o, lo que es lo mismo, no se necesita-ría ser creyente para aceptar tales principios. Setrataría entonces de una ley natural secularizadaque justificaría una respuesta iusnaturalista conpretensiones de universalidad.

La superación crítica de los paradigmas tradiciona-les. En los años de posguerra, no mejor suerte queel iusnaturalismo corrió el positivismo jurídico.En su vertiente ideológica ha pretendido justificarla obediencia incondicional al derecho a partir dela validez de las normas, favoreciendo, al igualque el iusnaturalismo extremo, posiciones abier-tamente antidemocráticas. Su vocación asépticacon respecto a la moral lo condujo a un callejónsin salida para una posible justificación integraldel derecho. Asimismo, desde el punto de vistateórico, el positivismo jurídico fue objeto de innu-merables críticas –especialmente por los defen-sores del realismo jurídico– por su cercanía conuna concepción estatista del derecho en un mo-mento en que se cuestionaba, precisamente, elconcepto cerrado de soberanía estatal. Desde fi-nales de los años cincuenta y principios de lossesenta, con la obra de Norberto Bobbio y deHerbert Hart, y en México con Eduardo GarcíaMáynez, se comenzó a tomar conciencia de la ne-cesidad de superar críticamente los paradigmastradicionales, suavizándolos o simplemente bus-cando nuevas alternativas. La polémica “dura” en-tre iusnaturalistas y iuspositivistas comenzó a di-luirse para dar lugar a puntos de vista no sólo másajustados a la realidad, sino más fecundos en suspropuestas teóricas. A partir de Bobbio resultaobligado hacer una clara distinción entre diferen-tes enfoques desde los cuales se puede analizar elpositivismo o el iusnaturalismo: como “método”de estudio del derecho, donde el problema tieneque ver con la validez de las normas; como “teo-ría”, donde lo que se pone en juego es la verdad ofalsedad de las distintas propuestas teóricas; ycomo “ideología”, que tiene que ver con la evalua-ción axiológica de las normas o de los sistemasnormativos. Entre el método, la teoría y la ideolo-gía no existe un nexo lógico o necesario. HerbertHart, entre otros propósitos, intentó en su libro Elconcepto de derecho, de 1961: primero, refutar lateoría de Austin y, en parte, la de Kelsen; segundo,tratar de explicar la normatividad del derechomanteniendo la tesis de la separación entre moraly derecho. Más allá del éxito alcanzado por Harten su doble propósito, lo cierto es que la rigidezen la confrontación entre jusnaturalistas y positi-vistas se suavizó apelando a la distinción entre“punto de vista interno” y “punto de vista exter-no” respecto a las normas, y también con su pro-puesta de un “contenido mínimo de derecho natu-ral” inspirada en el empirismo de Hume.

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Enfoques teóricos contemporáneos sobre vincula-ción y separación entre derecho y moral. En 1971,John Rawls publicó Una teoría de la justicia, el in-tento más serio, junto con el de Jürgen Habermas,de ofrecer una fundamentación racional de lasnormas morales. La obra de Rawls no sólo ha teni-do una influencia directa en la reformulación dela relación entre derecho y moral, sino que tam-bién ha estimulado el interés de muchos filósofosdel derecho por la filosofía política. En efecto, unode los conceptos básicos de la filosofía política esel de ‘autoridad normativa’ y su vinculación lógicacon la pretensión de obediencia. Esta pretensiónimplicaría una presunción de corrección o de legi-timidad de quien ordena con respecto a lo ordena-do. Si esto es así, se puede decir que esa preten-sión de corrección tiene una connotación moral ysostener, además, la tesis de que existe una cone-xión débil, no fuerte, pero necesaria, entre dere-cho, política y moral. Esta ha sido la posición sos-tenida, entre otros filósofos, por Robert Alexy,Neil MacCormick y Ernesto Garzón Valdés. Estatesis apunta, por supuesto, al rechazo de la tesisclásica de la separación entre derecho y moral,que entre los contemporáneos, en su versión fuer-te, es sostenida por autores como Eugenio Bulyginy Ulises Schmill, y en una versión más débil por fi-lósofos como Norbert Hoerster. Detengámonos unpoco más en algunas de estas posiciones teóricas.Con respecto a la tesis de la vinculación, para Ro-bert Alexy existe una relación conceptual necesa-ria entre derecho y moral, y la aceptación de estevínculo “supone que el positivismo jurídico fallacomo teoría general”. Desde la perspectiva de unmarco conceptual, caracterizado por los concep-tos de procedimiento, de participante y de ideal,Alexy trata de mostrar “que en los procesos decreación y aplicación del derecho los participantestienen, necesariamente, una pretensión de correc-ción, la cual incluye una pretensión de correcciónmoral”. El conocido argumento de la correcciónde Alexy se presenta como un argumento “débil”–frente a la versión “fuerte” de lo que denominaargumento de la injusticia– y se expresa a partir dedos teorías: la de la pretensión y la del discurso.La pretensión de corrección dentro del marco dela teoría del discurso, concluye Alexy, “deja claroque el derecho tiene una dimensión ideal concep-tualmente necesaria que conecta al derecho con unamoral procedimental universalista” (Alexy, 1998).La propuesta de MacCormick gira en torno a lacuestión relativa de si “han de utilizarse las leyespara la consecución de valores morales”. Para el au-tor, la concepción socialdemócrata de la justiciadebe ser compatible con un buen sistema jurídico.Después de una revisión minuciosa de los argu-mentos a favor y en contra de la ausencia de fun-damento moral, MacCormick concluye con una

propuesta moderada: la fundamentación moral li-mitada. Esta sostiene que la regulación yordenación de cualquier comunidad debe com-prender los llamados “deberes de justicia”, debe-res morales que constituyen sólo una parte de lamoralidad general, pero son suficientes para sos-tener la tesis de que el derecho, “al regular sistemá-ticamente la exacción y vindicación de tales deberes,tiene una función decididamente moral” (MacCor-mick, 1998). Ernesto Garzón Valdés defiende la te-sis de la vinculación a partir de la equivalencia delo que H. L. A. Hart ha llamado “el punto de vistainterno” con “el punto de vista moral”. Puesto quelas razones para obedecer el derecho sólo puedenser prudenciales o morales, y “el punto de vistaexterno”, al que también se refiere Hart, hace alu-sión a las razones prudenciales, entonces el puntode vista interno sólo podría implicar una adhesióna las normas jurídicas por razones morales. Estosería lo mismo que decir que todo enunciado deexistencia de un sistema jurídico positivo presu-pondría la existencia de un punto de vista moral.Esta tesis la complementa Garzón con el argu-mento de la “relevancia esencial de la pretensiónnormativa del derecho”, que se aparta ligeramentede la teoría de la pretensión de corrección deAlexy, para referirla ahora a la “pretensión de legi-timidad” de las autoridades de un sistema jurídico(Garzón Valdés, 1998). En relación con la tesis dela separación, para Eugenio Bulygin el hecho deque las autoridades y los funcionarios adopten loque Hart ha llamado el punto de vista interno, “nosignifica necesariamente que consideren que todaslas normas jurídicas sean moralmente obligato-rias”, ni que su aceptación interna forme parte dela definición de “norma jurídica”: la vigencia esuna propiedad contingente de las normas jurídi-cas. Es claro que si la tesis de la vinculación se re-fiere a la que existe entre el derecho vigente y lamoral positiva, la misma es verdadera pero trivial.Si lo que se quiere expresar es la vinculación exis-tente entre el derecho y la moral ideal, deja de sertrivial, pero difícilmente se podrá aceptar “por lamuy prosaica razón de que las normas son prescrip-tivas y no descriptivas y, por tanto, carecen de valo-res de verdad. Se sigue a fortiori que no hay normasmorales verdaderas” (Bulygin, 1998).

Debates recientes. Ulises Schmill propone la re-construcción del concepto de derecho y de los ór-denes morales a partir de un modelo pragmatistao conductista del mandato y de algunas conside-raciones sobre la posible relación entre el derechoy la moral. El acercamiento empirista asumido enel primero de los propósitos prefigura la posicióndel autor con respecto a la relación entre los dosórdenes normativos: entre estos solo es posibleuna relación externa, es decir, “conexiones de ca-rácter causal con la conducta que crea o aplica las

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normas del orden”. De esta manera, aceptar unarelación externa entre el derecho y la moral noimplica ni la subordinación de uno al otro ni lacoordinación de ambos bajo un orden normativosuperior (relaciones internas), sino lo que el autordenomina un “condicionamiento no normativo”.Este condicionamiento externo o causal no des-merece el valor de la moral (positiva) para el de-recho porque, entre otras cosas, en la medida enque “fuera posible constatar la existencia de unamoralidad más o menos uniforme en una sociedaddeterminada, entonces sería posible fijar el marcode interpretaciones al que se reduce la ‘texturaabierta’ de la norma a ejecutar”. En otros términos,contribuiría a disminuir la incertidumbre en elderecho (Schmill, 1998). Finalmente, NorbertHoerster se pregunta si en verdad existen princi-pios de un comportamiento social justo racional-mente (objetivamente) fundamentables; o bien,si existe, al menos en sus rasgos esenciales, un de-recho “justo” anterior al derecho positivo. ParaHoerster las éticas objetivistas “no están en condi-ciones de resistir un análisis crítico”, entre otras ra-zones, por “la falta de un método universalmenteaceptado” para un conocimiento científico-racio-nal del mundo y porque una norma puede estarfundada o infundada siempre por referencia a losdeseos o intereses del sujeto que sostiene la nor-ma. Esto no impide esbozar una ética jurídica in-tersubjetivamente fundamentable siempre que seacepte la limitante de que tal fundamentaciónsólo abarca “a aquellas personas que tienen el co-rrespondiente objetivo y nada más”, es decir, “en de-terminadas condiciones histórico-sociales” (Hoers-ter, 1998). El debate sobre la relación entre derechoy moral se ha reavivado en los últimos años a partirde la publicación del postscriptum de Herbert Hart aEl concepto de derecho. En el seno de la familia posi-tivista se han confrontado los defensores del positi-vismo fuerte y los defensores del positivismo inclu-yente, incorporacionista o, simplemente, corregido.El propio Hart reconoce su posición en términos de“positivismo suave” (Hart, 2000). La literatura so-bre esta polémica es ya abundante, y me limitaré aremitir al lector a alguna bibliografía reciente (Escu-dero Alday, 2004).

Referencias

Rodolfo Vázquez (comp.), Derecho y moral. Ensayossobre un debate contemporáneo, Barcelona, Gedisa, 1998;incluye Ernesto Garzón Valdés, “Derecho y moral”, pp.19-55; Robert Alexy, “Sobre las relaciones necesarias entreel derecho y la moral”, pp. 115 y ss.; Neil MacCormick,“En contra de la ausencia de fundamento moral”, pp. 160y ss.; Ernesto Garzón Valdés, “Algo más sobre la relaciónentre derecho y moral”, pp. 138 y ss.; Eugenio Bulygin,“¿Hay vinculación necesaria entre derecho y moral?”, pp.214 y ss.; Ulises Schmill, “Derecho y moral: una relaciónexterna”, pp. 265 y ss.; Norbert Hoerster, “Ética jurídica

sin metafísica”, pp. 224 y ss. - Ernesto Garzón Valdés. “Lafilosofía del derecho a fines del siglo XX” (inédito). - Fran-cisco Laporta. Entre el derecho y la moral, México, Fonta-mara, 1993. - George Nakhnikian. El derecho y las teoríaséticas contemporáneas [1957], México, Fontamara, 1991. -Luis Recaséns Siches. Pensamiento jurídico en el siglo XX,México, Porrúa, 1963. - Roberto Vernengo. “Roberto J.Vernengo (Buenos Aires)”, Alicante, Doxa, 1984, pp.253-255. - John Finnis. Natural Law and Natural Rights,Oxford, Clarendon Press, 1980. - H. L. Hart. “Postscriptum al concepto de derecho (trad. Rolando Tamayo ySalmorán), UNAM, México, 2000. - Andrei Marmor.“Exclusive Legal Positivism”, Kenneth Einar Himma, “Inclu-sive Legal Positivism”, en Jules Coleman y Scott Shapiro,The Oxford Handbook of Jurisprudence and Philosophy ofLaw, Oxford University Press, 2002. - Rafael EscuderoAlday. Los calificativos del positivismo jurídico. El debate so-bre la incorporación de la moral, Madrid, Civitas, 2004.

Sistemas normativos indígenas

María Victoria Chenaut González (México) -Centro de Investigaciones y Estudios Superioresen Antropología Social

Definición conceptual y situación en América Lati-na. Los sistemas normativos indígenas se encuen-tran constituidos por una serie de normas decohesión y control social de carácter oral queprescriben determinadas conductas y expresanobligaciones y derechos. Estas normas se crean yaplican en el interior del grupo, por lo general susmiembros las aceptan y obedecen, y existen auto-ridades y procedimientos para vigilar y garantizarsu cumplimiento, así como un sistema de sancio-nes y formas de coacción. Teniendo en cuenta es-tas características, algunos autores consideranque los sistemas normativos indígenas pueden sertambién denominados sistemas jurídicos. Los sis-temas normativos constituyen parte medular delderecho indígena, que se caracteriza además portener autoridades que se consideran legítimas yuna serie de procedimientos para la resolución deconflictos. En América Latina el derecho indígenase ha gestado desde la colonia en vinculación conel derecho del Estado, insertándose en dinámicashistóricas, sociales y de poder. Por tanto, no es untodo cerrado, autocontenido o autónomo, y lascostumbres que lo fundamentan no son inmuta-bles, sino que son construcciones sociales pro-ducto de procesos históricos. Sus característicasdependen de las especificidades e historias parti-culares, del contexto social y cultural en que sedesenvuelve, así como de la vitalidad étnica de lascomunidades y pueblos indígenas. Es necesariodestacar el carácter oral de los sistemas normati-vos indígenas, compuestos por normas que se ca-racterizan por su dinamismo y flexibilidad, queregulan la vida comunitaria así como las relacio-nes personales y familiares de los habitantes. Pero

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si los miembros del grupo así lo deciden, puedenescribir su propio reglamento interno, como haocurrido entre zapotecos de Oaxaca. En el casodel derecho mixe de Oaxaca (México), hay nor-mas que especifican las obligaciones que existenpara ser considerado miembro de la comunidad ocomunero. Ellas establecen el cumplir con los car-gos públicos rotativos que existen en el ámbito ci-vil y religioso de las comunidades (conocido comosistema de cargos); colaborar con los trabajos gra-tuitos que requiere la comunidad, como repararcaminos, y otorgar cooperaciones económicascuando sean solicitadas; asistir a las asambleasrespetando sus decisiones y las que emanan de lasautoridades. El cumplimiento de estas obligacio-nes otorga una serie de derechos como el recibirtierra de cultivo, disfrutar de los servicios con quecuenta la comunidad, asistir con voz y voto a lasasambleas, y ocupar un cargo civil o religioso enla comunidad (Regino, 1996).

Interlegalidad de los sistemas. Es necesario desta-car que los sistemas normativos indígenas sonmuchas veces cuestionados y confrontados por losmiembros de las comunidades, debido a cuestio-nes de faccionalismo político, disidencia religiosao crisis de consenso. Por ejemplo, en algunas co-munidades indígenas de México existen integran-tes que no quieren cooperar con dinero para lascelebraciones católicas alegando que pertenecena otra religión. De esta manera, parece que los sis-temas normativos indígenas tienen que respondera los desafíos políticos, económicos y sociales delos contextos en los que se desenvuelven. En elcaso de las normas que regulan la vida familiar ylas dinámicas domésticas, cabe mencionar que enlos pueblos indígenas de México se hereda la tie-rra en forma preferente a los hijos varones. En laactualidad, las mujeres indígenas que pertenecena organizaciones indígenas reclaman el derecho ala herencia de la tierra, y de esta manera cuestio-nan las jerarquías de género que se manifiestanen los sistemas normativos indígenas, y algunasde sus costumbres y tradiciones (como el matri-monio forzado a edad temprana y el que las mu-jeres no ocupen cargos en la comunidad), porconsiderar que afectan sus derechos humanos yde género. Existe coincidencia entre los autoresen que el derecho indígena y el derecho estatalfuncionan de acuerdo a lógicas, concepcionesdel mundo y valores culturales que los diferen-cian. Siendo hegemónico el derecho del Estado,se presentan diversos modos de imbricación, ar-ticulación, negociación y conflicto entre ambos,dando como resultado procesos en los que losdiferentes sistemas jurídicos se moldean e influ-yen mutuamente. Esto remite a situaciones deinterlegalidad, concepto que expresa que los sis-temas jurídicos no son entidades separadas que

coexisten en el mismo espacio político, sino queforman un entramado de legalidades que inte-ractúan, y que los actores sociales pueden haceruso indistinto de los variados referentes norma-tivos, dependiendo de los contextos e interesesen juego.

Sistemas indígenas y sistema estatal. Recientes in-vestigaciones en el campo de la antropología jurí-dica en México han mostrado el uso de la legali-dad estatal por los indígenas, quienes tomandecisiones respecto a si el conflicto se resolverá enla comunidad o si será presentado a instancias su-periores (juez municipal, jueces de primera ins-tancia) (Sierra, 2004). Mientras en el derecho delEstado la impartición de justicia busca castigar alculpable, el derecho indígena propicia el arregloentre las partes de acuerdo con lógicas diferentesa las del derecho estatal. Entre los zapotecos deOaxaca (México), donde investigó Laura Naderentre los años 1957 y 1968, el derecho indígenaconstituye una expresión de resistencia a la hege-monía estatal, y se manifiesta en el concepto de“ideología armónica”, que pone el énfasis en obte-ner la conciliación entre los litigantes, otorgandovalor al consenso y al comportamiento armonio-so. De esta manera, se busca reinstalar el balanceentre las partes en disputa, lo que significa que sevuelva a establecer el equilibrio de las relacionessociales que se había visto alterado por el conflic-to. Entre los tzotziles de Chiapas (México), donderealizó investigación Jane Collier en la década de1960, los procedimientos legales están centradosen llegar a un acuerdo entre las partes, buscandola reconciliación, por lo que las decisiones legalesson acuerdos y compromisos entre los involucra-dos en un caso. El objetivo de las conciliacionesreside en calmar el corazón de la persona ofendi-da para que no implore venganza a los dioses, yno caiga la desgracia sobre la familia del ofensor,para lo cual este debe pedir perdón al ofendido. Apesar de los cambios políticos, económicos y so-ciales que tuvieron lugar en los Altos de Chiapasen las últimas décadas, cuando Collier regresó a laregión, a fines de los años de 1990, constató quelos jueces indígenas continuaban resolviendo losconflictos de acuerdo con los principios generalesdel derecho zinacanteco, cuyas normas también im-plican relaciones de poder y jerarquía. En algunospueblos indígenas la impartición de justicia esrealizada por las autoridades indígenas tradicio-nales, elegidas de acuerdo con prácticas y proce-dimientos que se definen en el interior del grupo,y que ejercen funciones religiosas, políticas, eco-nómicas y jurídicas; tal es el caso entre los rará-muris de Chihuahua y los tepehuanos de Durango(México), lo que muestra la imbricación que existeen estas sociedades entre lo jurídico y los otros nive-les de la vida social. En México existen comunidades

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y municipios en los que la impartición de justicia esrealizada por autoridades indígenas que se ubicanen una escala que se inserta en las estructuras jurí-dicas o políticas del Estado, como es el caso de losjueces de comunidades y municipios que nombrael poder judicial. En estos casos, las autoridadesindígenas que imparten justicia mantienen ciertoespacio de autonomía para conciliar en asuntosmenores de acuerdo con los referentes normati-vos y procesales del derecho indígena, como ocu-rre en los juzgados municipales de los municipiosindígenas de los Altos de Chiapas. Cabe destacarla importancia que en algunas poblaciones indíge-nas tienen los juicios públicos conciliatorios, enque el juez actúa como árbitro, como mediador enla negociación, que puede durar varias horas odías hasta que se logra el acuerdo. El juez recuer-da a los litigantes los valores y normas que se en-cuentran en juego en el conflicto y se apoya en es-tos conceptos para fundamentar su decisión. Loselementos arriba expuestos nos invitan a conside-rar que los sistemas normativos indígenas formanparte de procesos de cambio legal e histórico,perspectiva que corresponde asumir para evitar latentación de concebirlos como una supervivenciadel pasado o como parte de una esencia inmuta-ble que permanece sin modificaciones a lo largode la historia.

Referencias

Jane Fishburne Collier. Law and Social Change in Zi-nacantan, Stanford, California, Stanford University Press,1973 (Versión en español: El derecho zinacanteco. Procesosde disputar en un pueblo indígena de Chiapas, México D.F.,Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antro-pología Social-Universidad de Ciencias y Artes del Estadode Chiapas, 1995. Traducción de Pastora RodríguezAviñoá). - Magdalena Gómez (coord.), Derecho Indígena,México D.F., Instituto Nacional Indigenista-AsociaciónMexicana para las Naciones Unidas A.C., 1997. - LauraNader. Harmony Ideology. Justice and Control in a ZapotecMountain Village, Stanford, California, Stanford Univer-sity Press, 1990 (Versión en español: Ideología armónica.Justicia y control en un pueblo de la montaña zapoteca, Oa-xaca-México D.F., Instituto Oaxaqueño de las Culturas-Fondo Estatal para la Cultura y las Artes-Centro de Investi-gaciones y Estudios Superiores en Antropología Social,1998. Traducción de Lucrecia Orensanz). - Adelfo Regino,“Autonomía y derecho indígena”, en Coordinación Ge-neral de Asesores del Gobierno del Estado de Oaxaca,Coloquio sobre derechos indígenas, Oaxaca, Instituto Oa-xaqueño de las Culturas-Fondo Estatal para la Cultura ylas Artes, 1996, pp. 130-173. - María Teresa Sierra (ed.),Haciendo Justicia. Interlegalidad, derecho y género en regio-nes indígenas, México D.F., Centro de Investigaciones yEstudios Superiores en Antropología Social-Grupo Edito-rial Miguel Ángel Porrúa-Cámara de Diputados, 2004. -Rodolfo Stavenhagen, Diego Iturralde (comps.), Entrela ley y la costumbre. El derecho consuetudinario indígenaen América Latina, México D.F., San José, Costa Rica,

Instituto Indigenista Interamericano-Instituto Interameri-cano de Derechos Humanos, 1990.

Justicia y teología moral

Humberto Miguel Yáñez (Argentina) - Centrode Investigación y Acción Social de los Jesuitas

Teología moral y ética. La teología moral, como re-flexión creyente sobre el obrar humano, siemprese ha planteado el problema de la justicia, aunquelo ha hecho desde diversas perspectivas, diferen-tes paradigmas y distintos acentos a lo largo de suhistoria. En cuanto “teología”, parte del dogmacristiano en su reflexión hermenéutica. La crea-ción del ser humano por Dios es un punto clave enel que arraiga una visión positiva de la existencia,combinada con el pecado original a través delcual la teología conjuga la ambigüedad de la ac-tuación humana y la presencia del mal en el mun-do y en la convivencia que produce la injusticia.La encarnación del Hijo de Dios puso fin al predo-minio del mal, reconstituyendo al ser humano yrestableciéndolo en su dimensión ontológica comoser abierto a la trascendencia y relacional, llamadoa su plenitud en el amor. El pecado será siempreuna “injusticia” porque en su raíz atenta contra símismo, el prójimo, la comunidad, el mundo crea-do y, desde esas dimensiones fundamentales de laexistencia, contra Dios. En cuanto “moral”, la éti-ca teológica asume todo lo humano sabiendo quenada de ello es ajeno a la fe en Jesucristo. Él es laimagen de Dios y el modelo de humanidad a laque toda persona está llamada (GS 22). Por ello lateología moral entra en diálogo con las diversasconcepciones éticas con las que ha convivido a lolargo de la historia, confrontándose con algunosaspectos que los considera contrarios a la revela-ción cristiana, y asumiendo otros compatibles yhasta aptos para expresar el proyecto de humani-dad que Dios quiere.

La justicia como conducta moral en la Biblia. En laBiblia encontramos que en el Antiguo Testamentolos términos hebreos sédeq/sedaqá implican funda-mentalmente la relación del ser humano con Dios.De esta relación originaria, con la misma raíz se-mántica en la forma sustantiva sdq se comprendentodas las relaciones: interpersonales, sociales, in-ternacionales, tanto en su dimensión jurídica, mo-ral o religiosa. También se recurre a mispat, “deci-sión, juicio pronunciado por la divinidad o por elrey, con el que se establece o restablece la justicia”(L. H. Rivas). La justicia es entendida como “el or-den establecido por Dios en la comunidad huma-na” (E. Nardoni). Esta idea-fuerza lleva a los pro-fetas del tiempo de la monarquía a reclamar ennombre de Dios al rey y a los dirigentes por la au-sencia de justicia que padecían los pobres a manos

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de ricos y poderosos (Am 2, 6-8; Miq 2, 2-3; 3,1-3; 6, 10-12; Is 1, 17; Jer 7, 5-6; 22, 3-13). Diosse manifiesta así como el “Dios de los pobres”,aquel que escucha la súplica del oprimido y lo li-bera de todas sus angustias (Sal 34,18). El éxodoes una de las experiencias arquetípicas del pueblode Israel en la que se expresa la fe en un Dios fiel,que hace justicia y cumple sus promesas. Dios haelegido a Israel como pueblo suyo y lo invita a rea-lizar una Alianza en la que Yahve será su únicoDios e Israel será el pueblo de su propiedad. LaLey que Dios le ha dado contiene sus mandamien-tos y su cumplimiento se comprende como prácti-ca de la justicia. La justicia, un anhelo del pueblode Israel, recorre toda la Biblia y se cristaliza en laesperanza mesiánica (Is 11,1-9.; Jer 23, 5; Sal 72)en un rey que ha de establecer la justicia y el dere-cho que provienen de Dios cumpliendo una fun-ción liberadora con respecto a los pobres y oprimi-dos de la tierra, haciéndose “pariente” cercano deellos (goel). La escuela del exilio presenta a Dioscomo Rey de todo el universo y la sédeq/sedaqáadquiere un marcado acento escatológico. En elNuevo Testamento, los evangelios y cartas reco-gen los diversos sentidos de justicia atestiguadosen el Antiguo Testamento, muchas veces reinter-pretada desde la doctrina extrabíblica grecohele-nística acerca de las virtudes. Para el evangelistaSan Mateo, “justicia” (dikaiosyne) se refiere a laconducta moral de acuerdo con la voluntad deDios, para lo cual se pide algo más que un merocumplimiento exterior de los mandamientos. Setrata de una interiorización y radicalización de lasexigencias de la Ley que desembocan en el amor aDios y al prójimo (Mt 22, 36-40). San Pablo haceuna distinción crucial entre la justicia entendidacomo la acción salvadora de Dios y la justiciacomo consecuencia del cumplimiento de la Leyque entendemos como “autojustificación” (Flp 3,9; Rom 10, 5-10). El apóstol de los gentiles pole-miza con aquellos que creen que a través de la ob-servancia de la Ley y sus tradiciones alcanzarán lasalvación (Rom 3, 28). Santiago discute en cam-bio con aquellos que en virtud de una fe reducidaa mera invocación cúltica, descuidan su compro-miso con el prójimo y la comunidad, acentuandola importancia de las obras como expresión de lafe (Sant 2, 24). Ambos coinciden en que así comolas obras del amor son la prueba de una fe viva(Gal 5, 6), la fe alcanza su plenitud en las obras(Sant 2, 22). El evangelio de San Lucas presenta aJesús como el Mesías enviado a “anunciar a los po-bres la Buena Nueva...” (Is 61,1-2; Lc 4,16-19) y aproclamar la liberación a todos aquellos que sonvíctimas de la injusticia y del pecado en virtud dela llegada del Reino de Dios en la persona de Je-sús. Así, desde el punto de vista de la experienciade fe, la justicia ha sido y es una idea polifacética y

central en la Biblia. La fe, lejos de contraponerse alas obras, o de vivirse al margen de ellas, es su for-ma y distintivo característico. Más que “pedirobras”, les da su sello inconfundible que es la cari-dad, el amor que viene de Dios a nuestros corazonespor su Espíritu, y los transforma para que amemos“con obras y según la verdad” (1 Jn 3,18).

Datos históricos. Los autores de la teología patrís-tica pertenecientes al mundo grecolatino com-prendieron su fe con categorías propias de aquellacultura. Por ello expresaron la fe, esperanza y ca-ridad como virtudes teologales, y sobre todo apartir de San Ambrosio (s. IV), incorporaron lasvirtudes cardinales del mundo grecorromano a lareflexión moral y a la práctica de la vida cristiana.Sin embargo, introdujeron una importante co-rrección a la idea de virtud. Para el cristianismo,la iniciativa y el poder de Dios preceden a la capa-cidad humana para el bien. Las “virtudes” son “in-fundidas” por Dios en el alma; sin embargo, noahorran el propio esfuerzo humano por cultivar-las. Si para la ética griega clásica la justicia era elprincipio arquitectónico de la vida moral, SanAgustín (s. V) aclara que el distintivo cristiano esel amor, no la justicia, dando al primero el prima-do, señalando así la insuficiencia de la segunda.Santo Tomás de Aquino (s. XIII) realizó una sínte-sis genial entre la herencia del pensamiento cris-tiano-patrístico, y la del pensamiento grecolatinoclásico, sobre todo de Aristóteles, para construirsu Summa Theologiae. Las virtudes teologales in-forman la vida moral, de modo particular la cari-dad. Por ello, las virtudes cardinales son tambiéninfundidas e informadas por el amor que viene deDios al hombre para transformarlo interiormentey transformar las estructuras de convivencia y dela sociedad. La justicia consiste en “dar a cada unolo suyo” (Ulpiano), y se divide, siguiendo a Aristó-teles, en “conmutativa”, que regula las relacionesde los individuos entre sí; “distributiva”, que or-dena las relaciones de la comunidad como tal conlos individuos miembros de aquella; y “legal”, quees la norma de las relaciones del individuo con elconjunto social. El Concilio de Trento (s. XVI)contribuyó a una racionalización de la fe y a un re-duccionismo racionalista y juridicista de la moraldesgajada de la experiencia de fe y del pensa-miento sistemático de la teología como unidad. Lajusticia dejó de hacer sentir su peso en el ámbitomoral para quedar confinada al ámbito jurídico.A ello se agregó la desconfianza hacia la Biblia,que entró en la teología católica como reacción ala propuesta luterana de la “sola scriptura”, lo cualhizo que se perdiera el aliento bíblico en la teolo-gía y el sentido de la justicia que aporta la Bibliaen la moral. La segunda escolástica, inspirada enSanto Tomás, especialmente la Escuela de Sala-manca (s. XVII), afrontó los nuevos desafíos del

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mundo moderno, de modo particular la cuestión dela justicia internacional (Francisco de Vitoria) y elorigen divino de la autoridad delegada al pueblo yde este al soberano (Francisco Suárez), origen re-moto de la democracia liberal moderna. La terceraescolástica (s. XIX) fue un nuevo retorno a Santo To-más siguiendo más su doctrina que su método y ellollevó a la teología neotomista a un anquilosamientodoctrinal que le impidió responder a los nuevos de-safíos en la etapa de la industrialización en Europa.De allí que fuera esta vez el Magisterio Pontificio elque tuviera que cubrir semejante laguna con su pri-mera encíclica sobre la “cuestión social”, Rerum no-varum” (1891), del papa León XIII. El Concilio Vati-cano II (1962-1965) consagró la renovaciónteológica que se venía operando en el seno de la teo-logía católica, impulsando nuevos movimientos teo-lógicos, varios de ellos preocupados más por la or-topraxis que por la ortodoxia: la teología de “lasrealidades terrestres” (G. Thils), la teología deltrabajo (M. D. Chenu), la teología de la esperanza(J. Moltmann) y la teología política (J. B. Metz).En estas corrientes se procura recuperar la praxiscristiana en el ámbito de la fe, volviendo a conju-gar la dogmática con la moral. En esa época, JuanXXIII acoge la Declaración Universal de los Dere-chos Humanos de las Naciones Unidas (1948) ensu encíclica Pacem in Terris (1963).

América Latina. En Latinoamérica se abría paso la“teología de la liberación”. Ella surgió frente al es-cándalo de la injusticia social en un continentemayormente católico. La novedad consistió enasumir aspectos del pensamiento marxista rein-terpretados desde la fe en Jesucristo. Constata lainsuficiencia de una moral privatista y burguesa,y un magisterio universal abstracto, insuficientespara responder al problema de la injusticia estruc-tural. Por ello se propone reflexionar críticamenteno solo asumiendo el pensar filosófico, sino tam-bién en diálogo con las ciencias sociales, buscan-do la “mordiente histórica” (G. Gutiérrez) delpensar teológico realizado desde la “praxis histó-rica” para suscitarla como “praxis de liberación” eiluminarla con una “lectura militante” de la pala-bra de Dios, reflexionada por las comunidades encamino de concientización y de liberación (C.Mesters). Fue ella quien acuñó la urgencia de una“opción por los pobres”, asumida luego por el ma-gisterio episcopal latinoamericano (Documento deMedellín, XIV. Pobreza de la Iglesia, N° 9-11; Doc.de Puebla, N° 1134; Doc. Santo Domingo, N° 296),y luego en el magisterio universal, por el papaJuan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis(N° 42). La ética teológica de la liberación surgede la “indignación ética” que produce la injusticiay propone la liberación como el imperativo éticomás urgente a través de un cambio de las “estruc-turas de pecado” (Doc. de Puebla, N° 281) hacia

“estructuras de solidaridad”. Pero todo cambio es-tructural, ha recordado el magisterio oficial de laIglesia, ha de estar acompañado de una conver-sión interior que para la ética de la liberación nopuede ser algo meramente privatista, sino arrai-gada en la opción por los pobres. La perspectivadel pobre provoca una ruptura epistemológicadesde donde se llega a un nuevo modo de conocerbasado en el “dolor masivo e injusto de los po-bres” (J. C. Scannone). Los pobres son el “lugarhermeneútico” de la nueva teología desde el cualse afronta el principal problema ético: la injusticiasocial. Últimamente la ética teológica latinoame-ricana se ha acercado al concepto “solidaridad”para expresar el complemento de la justicia y la li-beración que las hace posibles y las sitúan en unámbito más integral sin depender tanto de la ideamarxista de la lucha de clases y aportando unabase antropológica construida desde las propiasraíces culturales. El imperativo ético fundamentalserá escuchar el grito de los excluidos, de los sinvoz, que reclaman la integración solidaria en unasociedad donde haya lugar para todos sin excep-ción como principal tarea de la justicia. Mientrastanto y a la vez, la ética latinoamericana ha deacompañar el camino de liberación integral, asu-miendo las cuestiones concretas de la vida coti-diana, en las que incide de modo crítico el proble-ma de la pobreza.

Referencias

R. Aguirre, F. J. Vitoria Cormezana. “Justicia”, en I.Ellacuría, J. Sobrino. Mysterium liberationis. ConceptosFundamentales de Teología de la Liberación, t° I, Madrid,1990, pp. 539-577. - D. Brackley, T. S. Schubeck. “MoralTheology in Latin América”, Theological Studies 63 (2002)123-160; G. Gutiérrez. Hablar de Dios desde el sufrimientodel inocente. Una reflexión sobre el libro de Job, Lima 1986.- E. Nardoni. Los que buscan la justicia. Un estudio de la justi-cia en el mundo bíblico, Estella 1997. - L. H. Rivas. “Justicia yamor. Fundamentos bíblicos” Revista Bíblica, 67, 1-2 (2005),5-29. - J. C. Scannone. “Cuestiones actuales de epistemo-logía teológica. Aportes de la teología de la liberación”;Stromata 46 (1990) 293-336. - H. M. Yáñez. “Ética de laliberación. Aproximación metodológica, estado de lacuestión y perspectivas de futuro”, Stromata 49 (1993),109-183. - H. M. Yáñez. Esperanza y Solidaridad. Una funda-mentación antropológico-teológica de la moral cristiana en laobra de Juan Alfaro, Madrid 1999. - H. M. Yáñez. La solidari-dad desde Latinoamérica hoy, en F. J. A. Larcos Martínez(ed.), La moral cristiana como propuesta. Homenaje al profe-sor Eduardo López Azpitarte, Madrid, 2004, pp. 377-396.

Bien colectivo y decisión judicial

Eduardo Luis Tinant (Argentina) - UniversidadNacional de La Plata

Concepto y precisiones etimológicas. El término biencolectivo expresa determinados estados, calidades o

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posesiones que la sociedad reconoce o proporcionaa cada uno y a todos los ciudadanos que la compo-nen, atendiendo a lo que es necesario a su subsis-tencia y bienestar material y espiritual, así como ala realización de los fines propios de la sociedad,relación entre ambos órdenes que cabe armoni-zar. Trata, además, la incidencia de la decisión ju-dicial en tal conjugación a partir de una adecuadainterpretación y protección de los derechos, prin-cipios y valores personales y comunitarios en jue-go. Bien: sustantivo; lo bueno, lo valioso, bienes-tar, beneficio. Colectivo: de varias personas que seconsideran o actúan como grupo; lat. collectivus:“colectivo”, de collectus, reunido. Bien común(polít.). Conjunto dinámico, armónico y organiza-do de las riquezas materiales e inmateriales, posi-bilidades, proyectos y planes que configuran lavida de una sociedad o grupo en cuanto tal y cadauna de las personas en cuanto es miembro delgrupo (emparentado con la nueva “ciudadanía so-cial”, concepto con el que se define la actividadhumana que recoge al mismo tiempo el título in-dividual y la pertenencia a una comunidad, coninstituciones sociales en diálogo continuo con elciudadano). Bienestar: vivencia o ejercicio prefe-rentemente estable de la condición de disfrute po-sitivo de la vida humana y de los bienes materialesy espirituales.

Bien colectivo y bien común. Entre bien común ybien colectivo hay una relación de género y espe-cie. Los bienes colectivos intervienen en la reali-zación del bien común. Este es un principio orde-nador (social), un bien de convivencia, siendo detodos y de cada uno de los miembros de la socie-dad. Es de todos, porque mantiene la integridaddel cuerpo social, y de cada uno de sus miembros,respetados en su persona. El bien común se lograa través de la solidaridad. Esta es integrante yconsiste en soportar en parte el destino personalde los otros, sin más fundamento que la cercaníavital en que las personas se encuentran al convi-vir. El bien común expresa una concepción delhombre como ser comunitario sin dejar de ser per-sona. Encarna exigencias comunitarias, poniendoel bien privado al servicio de la sociedad. Se impo-ne de tal modo la presencia del derecho para re-glar las actividades particulares y resolver en jus-ticia los conflictos concretos planteados. Vínculoentre el hombre y la comunidad en el que asegu-rar la dignidad y las libertades fundamentales deaquel, y el bien de esta, constituye la razón de serdel derecho. Al respecto, el derecho está ordena-do a hacer posible y conveniente la vida en socie-dad, y también a hacerla efectiva, para que se rea-lice siempre el bien común. Luego, derecho,justicia, seguridad y bien común son los pilaresfundamentales para la construcción de la socie-dad comunitaria.

Bien colectivo y derechos de incidencia colectiva.Hoy ya se habla de una “cuarta generación de de-rechos humanos”, que conllevan la observaciónde verdaderos deberes actuales en favor de las ge-neraciones futuras: los seres humanos que ven-drán. En todo caso, cual prolongación y perfec-ción de los “derechos humanos de tercerageneración”: derechos de la solidaridad y al desa-rrollo, a la paz, a un medio ambiente sano, cuyoincipiente ejercicio puede percibirse, por ejemplo,en los estudios de impacto ambiental y en la exi-gencia de un “desarrollo sustentable” con el fin dehallar un nuevo modo de crecimiento sobre labase de una sana utilización de los recursos parala satisfacción de las necesidades actuales y futu-ras de la sociedad. El amparo colectivo es así, enmateria de garantías, la modalidad más novedosadel derecho público, que incorporó la reformaconstitucional argentina de 1994: “Podrán inter-poner esta acción contra cualquier forma de discri-minación y en lo relativo a los derechos que prote-gen al ambiente, a la competencia, al usuario y alconsumidor, así como a los derechos de incidenciacolectiva en general, el afectado, el defensor del pue-blo y las asociaciones que propendan a esos fines,registradas conforme a la ley, la que determinarálos requisitos y formas de su organización” (CN, ar-tículo 43, 2º párrafo). Se trata de una ampliacióndel amparo individual o clásico. Esta extensión in-volucra dos elementos: los derechos afectados orestringidos y los sujetos legitimados para su in-terposición. La tutela judicial efectiva incluye atoda persona afectada y amplía el ámbito de estagarantía en el marco de los denominados proce-sos colectivos para que sea utilizada en la defensade los derechos del medio ambiente y del consu-midor. Con relación al primer punto, nos encon-tramos con los derechos de tercera generación oderechos de incidencia colectiva (expresión a laque recurrió el constituyente), categoría tras lacual subyace una gama variada de intereses difusos:los que no se sitúan en cabeza de un sujeto determi-nado, sino que se encuentran difundidos o disemi-nados entre todos los integrantes de una comuni-dad y cuya violación afecta a la ciudadanía en suconjunto, o por lo menos a una importante porciónde ella, sin desconocer la posibilidad de que existanafectados particulares por haber sufrido un daño di-recto en sus personas o en sus patrimonios.

El agua como bien colectivo (bien material). Más de1.300 millones de personas no tienen garantizadoel acceso a agua potable; cada ocho segundos unniño muere a causa de una enfermedad relaciona-da con el agua en el mundo. Sin embargo, conti-núa la devastación y degradación de ríos, lagos yhumedales, a menudo de manera irreversible. Ladeforestación masiva, la contaminación sistemáti-ca de las aguas por vertidos industriales, mineros,

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agrícolas y urbanos, y la rápida reducción deacuíferos subterráneos que destruyen ecosiste-mas acuáticos, suelen ser ominosa noticia. Estasituación de crisis ha llevado al Foro SocialMundial a declarar al agua dulce (“oro azul”)bien colectivo, y a requerir a los poderes públi-cos la máxima protección de las fuentes de aguay una adecuada instrumentación de servicios deprovisión de agua a todas las personas. Similarpreocupación merece en nuestra región el Acuí-fero Guaraní, una de las reservas de agua másgrandes del planeta, situado entre Argentina(225.500 km2), Brasil (825.000 km2), Paraguay(70.000 km2) y Uruguay (45.000 km2). Cabeagregar que la reciente Declaración Universalsobre Bioética y Derechos Humanos de la Unes-co recuerda que el progreso de las ciencias y delas tecnologías debe fomentar, en particular, “elacceso a una alimentación y un agua adecuados”(artículo 14: “Responsabilidad social y salud”,2. b).

La salud como bien colectivo (bien material y espi-ritual). Conjunción de solidaridad social y cons-titucionalismo social que se manifiesta como laobligación de dispensar los servicios de salud porimperio de la ley, al margen de lo que contrac-tualmente hubieran convenido prestador y bene-ficiario. La salud que se protege no es únicamen-te la individual y subjetiva de una personadeterminada, sino la que reviste naturaleza y ca-lidad de bien colectivo socialmente comprometi-do en su pluriindividualidad. Hay un valor quemerece prevalecer sobre la libertad contractual yla autonomía de la voluntad y que impone unaobligación no pactada que emerge de valores yprincipios constitucionales (v. gr., deber de pres-tar la cobertura indispensable en materia de dro-gadicción y virus del sida). Se trata de un riesgopara la salud como bien colectivo. Como afirmaGermán Bidart Campos (2001) sobre dicha cues-tión, cuando la salud como bien colectivo sufreamenaza o daño, está a la vez comprometida lasalud individual del conjunto social al que perte-nece y donde se sitúa el bien colectivo. La salud“pública” no es otra cosa que un aspecto de la sa-lud como bien colectivo.

La verdad como bien colectivo (bien espiritual).El deseo de verdad pertenece a la naturalezamisma del hombre y conlleva la legítima aspira-ción de conocer la verdad histórica (develar laexistencia de un acontecimiento fáctico deter-minado y ponerlo a disposición de todas las per-sonas). De tal manera, el derecho a la verdadhistórica es un derecho emergente que integrael bloque de constitucionalidad federal y desdela cúspide normativa infiltra el derecho infra-constitucional. En el derecho internacional de

los derechos humanos y humanitarios, el dere-cho a la verdad se presenta en situaciones deviolaciones masivas y sistemáticas de los dere-chos humanos (a la vida, a la integridad físicade las personas, al debido proceso). En conse-cuencia, el derecho de las personas directamen-te afectadas –y de la sociedad toda en la que vi-ven– a conocer la verdad de su pasado es unbien colectivo que debe ser perseguido desde lospoderes ejecutivo, legislativo y judicial, los me-dios de comunicación social y la propia sociedad(cf., v. gr., fallo de la Corte Suprema de Justiciade la Nación, de fecha 15/X/98, sobre un casode habeas data, desaparición forzada de perso-na, derecho a obtener información y derecho ala identidad; y nota al mismo de Andrés Gil Do-mínguez, “La verdad: un derecho emergente”, LaLey, 1999-A).

Gravitación de la decisión judicial en el tema. Losjueces son servidores del derecho para la realiza-ción de la justicia y contribuyen a su producciónen tarea común con los legisladores y la autori-dad pública. Su aptitud está dada por una funda-mentación “bifronte” (por un lado, el trascen-dente “aislamiento de los estudiosos”; por el otro,la preocupación por los “casos reales” que debenresolver). La tarea judicial tiene así la posibilidadde ser representativa, próxima y sensible de lasnecesidades de la población. Por esta razón resul-ta menester alcanzar una decisión sustancialmen-te prudente. El hombre prudente es, en general, elque sabe deliberar bien. Como enseña Aristóteles(Ética a Nicómaco, lib. VI, caps. II, IV y V), nadiedelibera sobre las cosas que no pueden ser distin-tas de como son, ni sobre las cosas que el hombreno puede hacer. Por tanto, la prudencia no se limi-ta a saber las fórmulas generales, sino también to-das las soluciones particulares, porque es prácti-ca, y la acción se aplica al pormenor de las cosas.También Santo Tomás de Aquino supo señalar quela prudencia trata de las acciones contingentes yque, “en estas no puede el hombre regirse por la ver-dad absoluta y necesaria, sino por lo que sucede co-múnmente” (Suma Teológica, sección primera, se-gunda parte, IV, C.49, a.1.). El pronunciamientojudicial constituye así una decisión prudencial,fruto de una interpretación finalista y previsora:tiende a deslindar lo necesario de lo contingente,y en este ámbito delibera y escoge un juicio acercade la mejor conducta jurídica entre todas las posi-bles para el caso concreto, intentando respondersobre cuáles serán las consecuencias valiosas o novaliosas de la misma. Decisión judicial que cabeinscribir en el saber práctico antes que en el saberespeculativo, pues apetece el bien y la verdad,pero, llegado el caso, busca lograr adhesión aunpor encima de un conocimiento exacto de la reali-dad pretérita enjuiciada, teniendo en cuenta que a

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esta solo puede acceder analógicamente: en su in-tento por reconstruirla se sirve de pruebas –porejemplo, la testimonial– de cuya objetividad nosiempre puede estar absolutamente seguro. Tratán-dose de la interpretación judicial de la Constituciónen materia de protección de derechos humanos ydisponibilidad de bienes colectivos, el juez persi-gue la noción de lo que es bueno para el caso con-creto en función del bien común. Además, habién-dosele planteado un conflicto para que lo resuelvacon arreglo a la ley, el juez debe buscar no sólo noreavivarlo sino darle solución, por lo que la apro-bación que provoque su decisión contribuirá so-bremanera a tal fin. La justificación de esta re-quiere argumentar sobre la bondad del juicio deelección, al que habrá de revestirse de suficienteretórica a fin de persuadir a las partes y a la propiasociedad sobre el acierto de la decisión adoptada.Por tal razón, el juez debe efectuar una interpreta-ción “previsora”, tanto con referencia al caso con-creto como a los efectos que la interpretación pue-da tener respecto a la sociedad, pues, además deverificar sus resultados y medir sus efectos en or-den a la comunidad –a fin de ratificar una inter-pretación provechosa o descartarla si acarreaefectos negativos–, obtendrá nuevos argumentospara la justificación de su decisión. A la parte ven-cida le resultará menos desfavorable el desenlacedel pleito, si advierte entre las tesis justificativasde la sentencia que esta atiende el bien común yanticipa, al respecto, una repercusión positiva enel medio jurídico y social. Si el juez logra transmi-tir que ambos puntos de vista resultan compati-bles, su decisión se verá –además de socialmenteaceptable– más equitativa y razonable o mejoradaptada a la situación particular. La sensaciónserá que la solución que encierra el fallo, lejos decontraponerse, tiende al bien común, irradiándo-se en el ánimo de quienes por encima de su rol cir-cunstancial de litigantes anhelan su realización:el hombre, de acuerdo con la doctrina tomista delorden social, en la medida que busca el bien co-mún realiza su propio bien, porque en parte seforma el bien particular con el bien común y, hastacierto punto, aquel está incluido en este.

Referencias

Eduardo Tinant. Antología para una bioética jurídica,Buenos Aires, La Ley, 2004. - Eduardo Tinant. En torno a lajustificación de la decisión judicial, Buenos Aires, La Ley,1997-E, 1395. Eduardo Tinant. Bioética, amparo y un nue-vo caso de trasplante de órgano a la luz de la interpretación´previsora´, Buenos Aires, La Ley, 1997-385. Germán Bi-dart Campos. “La dimensión de la salud como bien colecti-vo y los servicios de salud”, Nota a fallo de la CorteSuprema de Justicia de la Nación Argentina, Buenos Aires,La Ley, 13 de marzo de 2001-F, 906.

Derecho de familia

Mauro Machado do Prado (Brasil) -Universidad Federal de Goiás

Familia, Derecho de familia e intervención del Esta-do. Familia es un término que deriva del hosco fa-mulus, derivado a su vez de famel, el esclavo; ensentido primitivo aludía al conjunto de esclavos ysirvientes que estaban bajo la autoridad del paterfamilias. Se comprende, en sentido restringido,como la relación/sociedad conyugal (cónyuges yniños), constituida por el matrimonio. En sentidoamplio, familia significa un grupo de personasatadas por la vinculación de misma sangre. Para elderecho civil, el término se refiere a la reunión depersonas atadas por la vinculación de consangui-nidad, de semejanza o de relación. Sin embargo,como cualquier fenómeno social, este es un con-cepto flotante en el tiempo y en el espacio, que di-fiere en las varias ramas del derecho, pudiendocoexistir diversos significados incluso en un mis-mo ordenamiento jurídico. El campo del derechode familia, en síntesis, estudia las relaciones delas personas unidas por el matrimonio o de aque-llos que viven juntos en uniones sin matrimonio ylas relaciones de los niños con los progenitores.Implica relaciones personales, patrimoniales yasistenciales entre los miembros de la familia. Elderecho de familia es guiado por intereses mora-les elevados de bienestar social. Por su naturale-za, presenta características que lo diferencian delas otras ramas del derecho privado. Es ordenadopor un gran número de normas públicas, sin queesto lo transforme en rama del derecho público,aunque haya doctrinadores que en esto lo ponen.El Estado interviene en la estructura de la familiaen pro de la preservación de la célula que la sos-tiene, y a ella dedica protección especial, intervi-niendo indirectamente cuando es esencial para supropia estructura. Es punto crítico que la inter-vención del Estado en la familia, aunque para suprotección, entre en conflicto con los derechos bá-sicos de autonomía. Por tanto, las normas de or-den público en el derecho privado tienen como fi-nalidad limitar la autonomía de la voluntad y laposibilidad de que las partes dispongan sobre suspropias normas en las relaciones jurídicas. En elcampo del derecho de familia, el papel de la vo-luntad está más restringido y con frecuencia estálimitado a no más que la expresión de un consen-timiento, con todas las consecuencias de esta ma-nifestación previstas y expresadas en ley, comoocurre en el matrimonio, en la adopción, en el re-conocimiento de la filiación y, en algunos países,en la planificación familiar y el control de la na-talidad. Otro aspecto crítico es que el Estado, porla fuerte influencia de las morales religiosas, asi-mila e incorpora sus cánones, dogmas y absolutos

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morales en sus legislaciones, en diferentes gra-dos, como ocurre en América Latina y el Caribe,donde hay gran influencia del proceso de la colo-nización y de la Iglesia.

El derecho y la familia en la actualidad. El derechode familia tiene fuerte contenido moral y ético; enrazón de eso, debe acompañar legislativamentelas transformaciones sociales. La célula básica dela familia, constituida por progenitores y niños,persiste históricamente, pero la familia actual su-fre cambios en sus propósitos, en su composicióny en el papel de los progenitores. En los aspectossociales y jurídicos, la unidad familiar no tiene yacomo base el matrimonio. Son muchos los facto-res asociados a estos cambios: la falta de atencióny la pérdida de los valores religiosos tradicionales,la mujer y sus conquistas en el mercado obrero, elalcance de la igualdad de derechos entre marido ymujer, la forma de educación de los niños, lasuniones sin matrimonio o incluso entre personasdel mismo sexo, la disolubilidad de la vinculacióndel matrimonio, el alto índice de separaciones ydivorcios, el reconocimiento de derechos de losniños que se tiene fuera del matrimonio, las no-ciones de familia natural y de familia sustituta oadoptiva, los aspectos relacionados con el controlde la natalidad, la mezcla de etnias que crea nue-vas células familiares, la coexistencia entre variasgeneraciones por la longevidad más grande, lasnuevas e innumerables posibilidades en el campode la reproducción humana asistida, la materni-dad de la renta, el fenómeno de la clonación, lascirugías para el cambio del sexo, entre otros. Aho-ra, un nuevo derecho de familia tiene que con-frontar con las sorpresas y los desafíos propues-tos por los cambios de valores, por el pluralismomoral y por los desdoblamientos actuales de losprogresos científicos y tecnológicos, principal-mente en el campo de la genética y de la repro-ducción humana. Aparecen nuevos conceptos ypremisas, completamente diferentes de aque-llos encontrados al principio del siglo pasado.Teniendo en cuenta que el derecho de familia esmuy peculiar, que se queda en una escala inter-mediaria entre el derecho público y el privado,hay que considerar la necesidad de elaborar ungrupo de normas que promuevan el respeto alpluralismo moral y a las diferencias, y que pre-senten respuestas posibles y dignas a los conflic-tos de intereses del tiempo presente.

Referencias

De Plácido e Silva. Vocabulário Jurídico, Rio de Janei-ro, Editora Forense, 2002. - Sílvio de Salvo Venosa. DireitoCivil - Direito de Família, São Paulo, Editora Atlas, 2003. -Maria Helena Diniz. Curso de Direito Civil Brasileiro - Di-reito de Família, São Paulo, Editora Saraiva, 2004.

Equidad en salud

Dámaso Gómez Plasencia (Cuba) - Instituto deCiencias Médicas Victoria de Girón

Equidad. La traducción que puede encontrarse dellatín es igualdad. Por sus complejidades, es nece-sario tener en cuenta que muchos tratan la equi-dad como justicia, complemento de la justicia,justicia distributiva, justicia real. Al igual que lasprimeras formas que adopta la categoría justicia,en su desarrollo histórico, la equidad aparece vin-culada a resarcir daños, asignar bienes, en un sen-tido distributivo. La justicia como aspiración hu-mana, como ideal de reconocer a cada hombresolo por lo que es: un ser humano, tardó dema-siando tiempo en reconocerse y ser declarada. LaRevolución Francesa, la Declaración de Indepen-dencia de Estados Unidos y la Declaración Univer-sal de los Derechos Humanos fueron momentoshistóricos que, aun cuando no revelaron la formade lograr la justicia, contribuyeron a declararlacomo derecho universal. En los documentos querecogen estas declaraciones no se plantea condi-ción alguna para la justicia; está dirigida a todoslos seres humanos. La justicia como aspiraciónhumana, como valor, como lo justo, ha sido y es elsueño no logrado de la especie humana. El dere-cho ha venido a erigirse como paladín de justicia,sin embargo, sin dejar de serlo, se reduce a unajusticia que representa los intereses de los que tie-nen en sus manos el poder económico y, en conse-cuencia, el poder político y jurídico. En estas con-diciones, la justicia oficial, la justicia que los haceacreedores de un Estado de derecho, se amparaen un criterio de lo justo para ese sector de la po-blación generalmente minoritario. La equidad esutilizada para aplicar un criterio de lo justo quereconozca y tenga en cuenta las asimetrías socia-les, que no se limitan a las diferencias naturalescomo las de edad y sexo, sino también a otras dife-rencias que imponen las condiciones socioeconó-micas en cada país. Así emerge la equidad comoun complemento de la justicia, con frecuenciapara lograr la aceptación de la justicia oficial. Masocurre lo contrario, visto desde otro plano, parafacilitar el análisis. En una sociedad que proponeequidad, dando a cada cual, según sus méritos, se-gún lo suyo, según lo atribuido por la ley, según suingreso, es necesaria una concreción y definiciónque sea capaz de instrumentar y delimitar su al-cance y significación. La equidad requiere el dere-cho, la justicia, en su interrelación, para instru-mentarla. Es frecuente ver la equidad aplicadapara distribuir, teniendo en cuenta las necesida-des, los aportes, los méritos de cada individuo. Asíel pago debe ser con arreglo al trabajo, la asisten-cia médica de acuerdo con las necesidades; perono es suficiente, ya que el derecho al trabajo y el

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acceso a la atención médica deben ser garantiza-dos a todos los ciudadanos no de forma equitati-va, sino por justicia, por derecho reconocido atodo ciudadano. La equidad sin justicia es injusta;también la justicia sin equidad al no tener encuenta las diferencias. La salud es un derecho hu-mano mundialmente reconocido, mas la puestaen práctica de este derecho tiene diferentes inter-pretaciones y condicionantes de acuerdo con elsistema de salud que establezca el país. Para lamedicina privada, el individuo puede tener libreacceso a la atención de la salud siempre que com-pre los servicios que necesita, ya sea a la empresaaseguradora o, de forma directa, pagando al serasistido. Los sistemas de seguros de la medicinaprepaga ofrecen un paquete de servicios a los ciu-dadanos que lo adquieren, exigiendo pago adicio-nal en caso que los servicios impliquen mayoresgastos. Los sistemas nacionales de salud brindancobertura de todos los servicios a todos los ciuda-danos y en forma universal asumiendo el Estadola financiación de estos gastos. No es suficientepracticar la justicia oficial y distribuir de formaequitativa los recursos de salud; es necesaria lavoluntad política del Estado para garantizar los

recursos humanos y materiales. La estrategia desalud que asuma el Estado puede estar dirigida ala promoción y prevención, o a curar. La primeraestrategia es más justa y humana; en ella la equi-dad es aplicable solo a las diferencias de los pa-cientes, de acuerdo con sus enfermedades o pre-disposiciones a estas. Ante el desarrollo científicoy tecnológico, la experiencia histórica se ha encar-gado de demostrar que las normas, los códigos yacuerdos son insuficientes ante la diversidad. Lapráctica es más rica que la teoría; en consecuen-cia, las valoraciones para tomar decisiones en sa-lud deben compartir dos exigencias que proponeel pensamiento bioético: la casuística y los he-chos, que desde el punto de vista metodológicopermiten un análisis más objetivo y adecuado alas circunstancias, premisas indispensables parala equidad.

Referencia

Paul Hunt. The Right of everyone to enjoy the highestattainable standard of physical and mental health (Report),United Nations, 2003.-

2. Sistema de Derechos Humanos

Una bioética crítica no debe dejar de exigir elreconocimiento institucional de aquellas ac-

ciones moralmente indicadas que al no realizarseponen en discusión derechos humanos básicos.Pero tampoco debe ignorar la tensión a la que lapropia historia cultural que los funda somete a losderechos humanos impidiendo que se conviertanen principios abstractos. En el ámbito de la salud,los derechos humanos fundamentales se ven pro-blematizados cotidianamente. El derecho a lavida supone a veces el reclamo del derecho amorir en situaciones moralmente justificadas desuspensión de tratamientos de sostén vital; el dere-cho a la libertad implica en ocasiones el reclamo delderecho a no decidir acerca de prácticas médicas oel de ejercitar ese derecho mediante decisionesanticipadas y designación de subrogantes; el de-recho a la integridad puede manifestarse comoderecho a decidir acerca de intervenciones condaño físico pero con prevención de la integridadvital, moral, psíquica o social. En algunos casos, elderecho a la identidad se convierte en derecho alcambio de identidad, como en los recién nacidosde sexo ambiguo y en la transexualidad. Traba-jar desde una bioética crítica implica gran res-ponsabilidad y seriedad para no convertir todo

problema ético en salud en una cuestión de dere-chos humanos, pero también para no claudicar enexigir el reconocimiento de aquellas obligacionesinstitucionales que en conciencia tenemos laconvicción de que constituyen el marco referencialde una moral de mínimos para nuestro vivir en so-ciedad. Para alcanzar ese umbral, la bioética debepromover la educación en valores para evitar la su-puesta neutralidad de la ciencia, de la tecnología,de la economía y de la política; alcanzar la humani-zación de la salud; y promover la educación, porquela intuición emotiva de los valores es una capacidadque puede desarrollarse. La deshumanización no esmás que la pérdida de la capacidad axiológica, tanpropiamente humana, cuando estamos rodeados detanto poderío científico y tecnológico.

Bioética, justicia y derechos humanos. Así como sedice que el nacimiento de la ética filosófica se co-rresponde con la filosofía griega clásica, tambiénen ese periodo histórico ocurre por primera vez,en el seno de la democracia ateniense, la posibili-dad discursiva de encuentro y confrontación en-tre norma jurídica y norma ética, que será unacondición necesaria aunque no suficiente paraconstituir el concepto de derechos humanos. Noes suficiente porque la confrontación entre norma

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jurídica y norma ética debe darse a la luz de unadoble pretensión: su alcance –para todos los sereshumanos por su sola condición de tales– y su reco-nocimiento –por todos los seres humanos por estacondición–. No es casual, por esa razón, que hayasido la Declaración Universal de Derechos Huma-nos de las Naciones Unidas la que marcó un puntohistórico de inflexión fundamental en el conceptode derechos humanos. Sin embargo, también de-bemos ver aquella dimensión que nos expliquepor qué –pese a todo– los triunfos y fracasos en elrespeto a los derechos humanos no subyacen sim-plemente en los enunciados declarativos interna-cionales. Unos dirán que es necesaria la fuerza delderecho positivo que por ahora descansa en modoindelegable en las naciones, permitiendo muchasveces el incumplimiento de las declaraciones in-ternacionales. Pero las relaciones entre derecho ymoral, en general, y en particular en los derechoshumanos, han sido explicadas de diverso modosegún hayan sido las concepciones postuladas. Esnecesario precisar algo más los conceptos mismosde derecho y moral (v. Derecho y moral), más alláde las consideraciones histórico-descriptivas, paraestablecer su relación con las diversas concepcio-nes existentes. Asimismo, para ver el alcance de ladisyunción, conjunción o subordinación entre éti-ca y derecho, al intentar definir específicamentela salud como un derecho humano. Porque, si porun lado en el concepto de derechos humanos seencierra el supuesto del reconocimiento político-jurídico de exigencias ciudadanas sobre la vida, laidentidad, la integridad, la libertad, la salud y elbienestar, por el otro este concepto exige determi-nado estadio de la evolución histórica en las nor-mas morales comunitarias, y en sus valores socia-les y culturales, para confrontar con ellos valoreséticos de pretensión universal. El iusnaturalismobrinda una de esas concepciones con una nociónhistórico-explicativa de los derechos humanos. Laidea de un sistema de normas acerca de lo justo yde lo injusto, dado por ‘naturaleza’ y válido portanto en todo tiempo y lugar, ha sido defendidapor Platón y Aristóteles, por la doctrina cristianadel derecho natural, y posteriormente y en distin-tas versiones, por Hobbes, Locke y Rousseau. Latradición de la doctrina cristiana del derecho na-tural ha tenido un gran alcance histórico. ParaSan Agustín, ley eterna (lex aeterna) es la voluntadde Dios que manda conservar el orden de la natu-raleza y prohíbe perturbarlo. La ley eterna com-prende el orden natural (lex naturalis), el ordenracional (lex rationis) y el orden moral (lex volun-tatis). Posteriormente, la participación del hom-bre en la razón divina y su ley eterna se alcanza enSanto Tomás por la ley natural que permite distin-guir el bien del mal en la razón humana y estable-cer sus exigencias fundamentales a través del

derecho natural. El orden fijo de este, como refle-jo de la ley eterna, no excluye el ordenamiento ju-rídico temporal de los hombres que así lodesarrollan. En cualquier caso, el fin supremo delEstado es alcanzar el fin eterno o felicidad enDios; de ahí que la Iglesia se encuentre por enci-ma del Estado. Pero la crítica kantiana llevó laidea de un derecho y una ley ‘naturales’ a la ideade un derecho y una ley ‘racionales’. Por eso, paraofrecer hoy una concepción histórico-explicativade la justicia y los derechos humanos en su rela-ción con la ética, no hay que recurrir al iusnatura-lismo si queremos evitar sus puntos débiles. Parano adscribir a las tesis del iusnaturalismo en suversión metafísica de un personalismo de corteteológico-religioso o espiritualista, ni tampoco alas tesis positivistas como las de Kelsen o Hart,centradas en la autoridad de los Estados comocreadores de normas jurídicas con independenciade las normas éticas, se deben tener en cuenta loscriterios utilizados para la delimitación de las rela-ciones entre derecho y moral. En ese sentido po-demos afirmar, en principio, que los derechos hu-manos considerados en toda la generalidad de sunaturaleza histórica han aparecido ligados desdesiempre –como construcción normativa de res-puesta– a dos variantes mayores del autoritaris-mo: las dictaduras y los imperialismos. Por esta ra-zón podemos utilizar los términos dictadura eimperialismo como criterios preliminares para ob-servar en ese marco las exigencias de derechosrealizadas en nombre de una condición moral onaturaleza humana que se pretende afirmar fren-te a su negación (v. Poder e injusticia).

El origen de los derechos humanos. El término dere-chos humanos, aunque en un sentido genérico alu-de a cuestiones tan antiguas como el respeto de lacondición humana en toda forma de organizaciónpolítica de cualquier comunidad o grupo humano,en sentido específico es de origen reciente a partirde la expresión droits de l’homme. La DeclaraciónUniversal de los Derechos del Hombre y del Ciuda-dano decretada por la Asamblea Nacional France-sa en agosto de 1789 expuso, en una declaraciónsolemne, los principios simples e indiscutibles,naturales, inalienables y sagrados del hombre,que los ciudadanos podían reclamar como finesde toda institución política ante los actos de cual-quiera de los poderes del Estado. De este modo,los derechos del hombre allí señalados se convir-tieron en principios constitutivos de todo ciuda-dano como miembro del cuerpo social por susobligaciones y derechos. Asimismo, en la Decla-ración de Independencia redactada por ThomasJefferson y proclamada por los representantesde Estados Unidos de América el 4 de julio de1776, se toman como verdades autoevidentesque todos los hombres son iguales y están dotados

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del derecho a la vida, a la libertad y a la búsquedade la felicidad, y que para asegurar estos derechosse instituyen los gobiernos cuyos poderes son jus-tos porque son consentidos por los gobernados.Pero allí se considera, además, que cada vez queuna forma de gobierno se pone en contradiccióncon estos fines, el pueblo tiene derecho a modifi-carla e incluso a abolirla para establecer un nuevogobierno que respete aquellas verdades o princi-pios fundamentales. La prudencia –se dice– llevaa los pueblos a sufrir males soportables antes quealterar el funcionamiento de los gobiernos, perocuando los males marcan abusos reiterados queindican un despotismo absoluto, es derecho y de-ber de la humanidad el rechazar tales gobiernos.Jefferson tomó el cuerpo central de sus ideas deLocke, aunque convirtió los derechos a la salud yla propiedad de este en derecho a la búsqueda dela felicidad. Documentos históricos anteriores,como el Bill of Rights de 1689, que condenaba laconducta de Jacobo II en Inglaterra, no se propo-nían en sus fines el definir los derechos propios atoda la humanidad, aunque tuvieron gran impac-to en las declaraciones francesa y americana. Elcorrelato entre derecho internacional y derechoshumanos puede encontrarse mucho antes en lasdiscusiones de Francisco de Vitoria y Bartoloméde las Casas acerca de la condición humana de losindígenas del Nuevo Mundo.

El sistema del derecho internacional de los derechoshumanos. Durante el siglo XX los derechos huma-nos tomaron su significado actual más específico,como cuerpo normativo, con la constitución de lasNaciones Unidas, que aunque en su Carta de SanFrancisco de 1945 afirma su fe en los “derechoshumanos fundamentales”, no llega a definirlos.En 1948 la Asamblea General promulga la Decla-ración Universal de Derechos Humanos proclaman-do los derechos civiles y políticos junto a los dere-chos económicos, sociales y culturales. Cuando enabril de 1945 se reunieron los delegados de 50países en San Francisco para dar forma a la Cartade las Naciones Unidas, aprobada el 24 de octubrede 1945, 20 de esos países eran latinoamericanosy configuraban el mayor bloque regional. Su pa-pel fue determinante para alcanzar una concep-ción internacional de los derechos humanos. El 30de abril de 1948 se proclamó la Declaración Ame-ricana de los Derechos y Deberes del Hombre –laprimera declaración de derechos humanos en susentido estricto como compromiso de naciones– yel 9 de diciembre de 1948, Charles Malik, comoportavoz de la Comisión de Derechos Humanos delas Naciones Unidas, reconoció el papel jugadopor los países latinoamericanos en el logro de laDeclaración Universal de Derechos Humanos quesería aprobada el día siguiente. Desde entonces,América Latina ha sido muy activa en el campo de

los derechos humanos y en la bioética. Comple-mento de la Declaración Universal fueron laConvención para la Prevención y la Sanción delDelito de Genocidio (1948); la Convención Inter-nacional sobre la Eliminación de Todas las Formasde Discriminación Racial (1965), el Pacto Interna-cional de Derechos Económicos, Sociales y Cultu-rales (1966); el Pacto Internacional de DerechosCiviles y Políticos, y el Protocolo Facultativo(1966); la Convención sobre la Eliminación de To-das las Formas de Discriminación contra la Mujer(1979); la Convención contra la Tortura y otrosTratos o Penas crueles, inhumanos o degradantes(1984); y la Convención sobre los Derechos delNiño (1989). Además, junto al desarrollo llevadoa cabo por las Naciones Unidas en el ámbitomundial, se fueron proclamando sucesivamentediversos acuerdos de tipo regional. El Consejo deEuropa elaboró la Convención Europea de losDerechos del Hombre en 1950 estableciendo laComisión Europea de los Derechos Humanos y elTribunal Europeo de los Derechos Humanos; en1968 el Consejo de la Liga de Estados Árabes deci-dió establecer una Comisión Árabe Permanentede Derechos Humanos; en 1981 la Organizaciónde Unidad Africana adoptó la Carta Africana deDerechos Humanos y de los Pueblos que, en el ar-tículo 31, estableció la Comisión Africana de De-rechos Humanos y de los Pueblos. La Organiza-ción de Estados Americanos adoptó en Bogotá, en1948, la Declaración Americana de los Derechos yDeberes del Hombre, y en 1969 se firmó la Con-vención Americana sobre Derechos Humanos, oPacto de San José de Costa Rica, que estableció laComisión Interamericana de Derechos Humanos yla Corte Interamericana de Derechos Humanos (v.Sistema Interamericano de Derechos Humanos).

Ética y Derechos Humanos. Los derechos humanosexpresan en su origen una apreciación de valores,en particular de aquellos que tienen mayor alturao densidad o peso, esto es, mayor jerarquía. Estosvalores, cuando son sustentados con la pretensiónde ser derechos humanos, son postulados de unmodo indiscutible y absoluto, aunque de hechopuedan ser discutidos y no reconocidos. Son pos-tulados como imperativos categóricos si se quiere,pero no de la voluntad autónoma que se vuelve con-tra sí misma, sino de la conciencia que se rebelacontra otras voluntades. Porque si algo caracterizalos derechos humanos, si algo define su esencia tan-to en su construcción como en su destrucción, es sucarácter inalienable y, por tanto, subversivo del or-den de voluntades acordadas en la constitución co-munitaria. Los ciudadanos limitan sus voluntadesfrente a los demás para la organización de un Esta-do que evite la violencia de unos contra otros,pero hay una esfera de la voluntad que ningún serhumano entrega a los demás para seguir siendo

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un ser moral. Esta es la voluntad regida no ya porla razón legisladora del orden social, sino la vo-luntad ordenada por la conciencia moral y las in-tuiciones valorativas que el vivir descubre. Lasemociones racionalizables de la conciencia moral–es decir las sensaciones que pueden ser unidas acreencias– se convierten en los derechos humanosen exigencias a las instituciones de reconoci-mientos universalizables o normas de alcanceuniversal. Las emociones no se sujetan a reglas,al menos no a reglas racionales. Las emocionesnormativas son convicciones intuitivas expresa-das como creencias para la acción. De allí que lasexigencias de los derechos humanos no se basan enreglas, sino en imperativos de la conciencia, aunquesu petición de reconocimiento pueda, en algún mo-mento, sujetarse a reglas. Los derechos humanosson exigencias a las instituciones del respeto moralde valores humanos que se consideran universaliza-bles. Los derechos humanos fundan reglas morales,y no a la inversa, como pretende el principialismo.Por ello los derechos humanos son expresiones refe-renciales de la conciencia moral. Son exigenciasparticulares de la conciencia individual sobre lasobligaciones institucionales no sujetas a pondera-ción ni a negociación; por ello, son inalienables,universalizables, absolutos y no negociables. Soninalienables porque nadie puede ser privado de suejercicio por ninguna razón. Son universalizablesporque sus pretensiones de validez pretenden al-canzar el grado más amplio de reconocimientofáctico posible. Son absolutos porque no recono-cen ninguna instancia de subordinación últimapara la conducta moral. Y son no negociables por-que sus enunciados no permiten otra validez quela que se alcance en un reconocimiento desintere-sado. Cuando esas exigencias son satisfechas ha-blamos de respeto de los derechos humanos. Y lavía de reconocimiento institucional de esas exi-gencias no puede ser sino jurídica en una socie-dad de derecho, aunque el que una exigencia notenga reconocimiento jurídico no supone por elloque pierda su validez. Pero como esas exigenciasson frecuentemente violadas, podemos observarque el mundo de la moralidad está en permanentedinámica con el mundo de la inmoralidad. Los de-rechos humanos son el límite o la barrera entreambos mundos porque su línea divisoria se aplicaa todos los individuos de la especie humana. El re-conocimiento de las obligaciones institucionalesexigidas por los derechos humanos marca con suamplitud el grado de universalización que alcan-zan los supuestos morales de los mismos. Cuandoese reconocimiento tiene fuerza y continuidadinstitucional, la razón encuentra que los supues-tos morales son ahora principios éticos universa-les. Pero no es en el aspecto declarativo de los de-rechos humanos, ni en su reconocimiento como

normas jurídicas donde descansa la esencia de suconcepto, sino en las convicciones particulariza-das de aquellas exigencias morales entendidascomo derecho de todo individuo humano. Por talrazón lo que resta en los sistemas de derechoshumanos es garantizar el acceso a la justicia paraque todas las personas, con independencia de suorigen nacional o étnico, de sus condiciones eco-nómicas, sociales y culturales, de su sexo o reli-gión, tengan la posibilidad real de llevar cualquierconflicto de intereses individual o grupal ante elsistema de administración de justicia y de obtenersu justa y pronta resolución por tribunales autó-nomos e independientes (v. Defensoría del Pueblo;Acceso a la Justicia e Impunidad).

Bioética y Derechos Humanos. Aunque el vocablo‘bioética’ se usó por primera vez en 1970 para de-signar un nuevo campo dedicado a la sobreviven-cia humana y la mejora en la calidad de vida, yaunque el modelo central de la misma se configu-ró en Estados Unidos desde finales de los años de1960, los historiadores de la bioética sitúan supunto de partida en el juicio por los experimentosmédicos nazis que, en la sentencia de 1947, diolugar al Código de Nuremberg. Ese mismo año laOrganización Mundial de la Salud definía la saludcomo “el completo estado de bienestar físico, men-tal y social y no meramente la ausencia de enferme-dad”; al año siguiente, la Asociación Médica Mun-dial aprobaba la Declaración de Ginebra, en elintento históricamente más relevante de actuali-zación del tradicional juramento hipocrático. Deesa forma, la bioética y los derechos humanoscomo movimientos internacionales quedaron aso-ciados estrechamente entre 1947 y 1948 aunqueel modo y evolución de esa asociación deba anali-zarse, porque las relaciones conceptuales entrebioética y derechos humanos han sido entendidasde muy diversas maneras. Así, la bioética y los de-rechos humanos son vistos como campos tan cer-canos que parecieran confundirse, como señalaríael caso de los experimentos nazis, donde el Códigode Nuremberg es un claro reconocimiento de losderechos humanos que habían sido violados y ala vez el punto de partida histórico de la bioéti-ca. La tesis de la vinculación entre derechos hu-manos y bioética en el campo de la investigaciónbiomédica se observa asimismo como continui-dad de lo afirmado en Nuremberg. En el artículo7 de la Convención de Derechos Civiles y Políticos,adoptada por las Naciones Unidas en 1966 y he-cha efectiva en 1976, se dice: “Nadie será someti-do a tortura u otros tratos o castigos crueles, inhu-manos o degradantes. En particular, nadie serásometido a experimentación médica o científica sinsu libre consentimiento”. En un sentido contrarioal anterior, sin embargo, la bioética y los derechoshumanos han sido presentados como conceptos

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desvinculados, como puede observarse en la dis-tinción entre derecho moral y derecho legal a laatención de la salud que se realiza en el ámbito dela bioética de Estados Unidos. Los derechos civileso libertades individuales, entendidos como dere-chos ‘negativos’ de protección y, fundamental-mente, como derechos contra las interferenciasdel Estado, tendrán un rango diferente al de lasobligaciones ‘positivas’ con respecto a la salud o almedio ambiente. Pese a esas posiciones extremas

conducentes al reduccionismo o a la desvincula-ción entre bioética y derechos humanos, la asocia-ción explícita entre ambos términos en los docu-mentos internacionales ha ido creciendo paraculminar con la Declaración Universal sobre Bioéti-ca y Derechos Humanos de la Unesco (2005). Hoypodemos afirmar que la relación entre bioética yderechos humanos ha sido definitivamente esta-blecida (v. Bioética de los Derechos Humanos).

[J. C. T.]

Sistema Interamericanode Derechos Humanos

Héctor Gros Espiell (Uruguay) - Embajador deUruguay ante la Unesco

Orígenes y alcance del Sistema Interamericano deDerechos Humanos. Dada la entrañable y determi-nante relación que existe entre la bioética y losDerechos Humanos, es indispensable e ineludibleque en todo estudio –y, como consecuencia, entodo diccionario de esta– se incluya una descrip-ción o una reseña de los sistemas de protección ygarantía de los Derechos Humanos que hoy, luegode una larga y compleja evolución, tienen unavertiente interna, regulada por el derecho estatal,y por una internacional que resulta del derechointernacional. Pero esta vertiente posee, a su vez,una faz con vocación universal, consecuencia delsistema de las Naciones Unidas; y una faz regio-nal. Entre los múltiples sistemas regionales deprotección y garantía de los Derechos Humanos,algunos de los cuales resultan de sistemas de inte-gración, se sitúa el Sistema Interamericano. Estesistema, nacido en 1948 como resultado de la Car-ta de Bogotá, pero precedido por lo que se llamóel Panamericanismo, fue el primer “acuerdo re-gional” creado con base en lo dispuesto por el ar-tículo 52 de la Carta de las Naciones Unidas. Nofue, ni es hoy, un sistema regional latinoamerica-no, ya que desde su origen se formó con EstadosUnidos y los países latinoamericanos, integrándo-se mucho después con los países caribeños de len-gua inglesa y con Canadá. Ya la Carta de la Orga-nización de Estados Americanos en 1948 conteníareiteradas referencias a los derechos humanos.Pero ni los enumeraba ni contenía un sistema es-pecífico de protección y garantía. La IX Conferen-cia Panamericana de Bogotá, en 1948, no sóloadoptó la Carta de la Organización, sino que ade-más aprobó dos textos, de naturaleza declarativa,de importancia para marcar la dirección y el posi-ble desarrollo futuro del sistema regional de de-claración, garantía y protección de los DerechosHumanos: la Declaración Americana de Derechosy Deberes del Hombre y la Carta InternacionalAmericana de Garantías Sociales. Luego de años

de inactividad en cuanto al avance del sistema deprotección regional americano de los DerechosHumanos, se creó, en 1959, en Santiago de Chile,la Comisión Interamericana de Derechos Huma-nos y se inició el proceso de redacción de lo quedespués sería la Convención Americana sobre De-rechos Humanos. Esta Convención fue adoptadaen San José por una Conferencia InteramericanaExtraordinaria en 1969. Entró en vigencia el 18de julio de 1978 al obtener las once ratificacionesexigidas (artículo 74 de la Convención). Cuba noes parte. No la ha firmado. Para la Comisión Intera-mericana, Cuba sigue siendo miembro de la OEA,pese a estar apartada de la organización. La Comi-sión ha adoptado varios informes sobre Cuba. Nola han ratificado aún Estados Unidos, Canadá y al-gunos de los Estados angloparlantes del Caribe.Trinidad y Tobago, que la había ratificado, la de-nunció y no forma parte actualmente. El hecho deque Estados Unidos, Canadá y algunos otros paí-ses angloparlantes del Caribe no la hayan ratifica-do, ni es previsible que lo hagan a corto plazo,transforma esta Convención, en los hechos, en untratado latinoamericano y, en parte, caribeño,pero no íntegramente interamericano. Sin embar-go, los países no partes en la Convención, EstadosUnidos y Canadá, que interesan políticamente, es-tán ligados, en lo pertinente, en cuanto a la viola-ción de los Derechos Humanos, por la Carta de laOrganización y la Declaración Americana sobre De-rechos Humanos y Deberes del Hombre. La Comi-sión Interamericana de Derechos Humanos, encuanto órgano de la Organización, posee compe-tencias respecto de ellos. En 1988 se adoptó en SanSalvador el Protocolo Adicional a la ConvenciónAmericana sobre Derechos Humanos, Económicos,Sociales y Culturales, que ya entró en vigencia. For-man además del sistema convencional regional deprotección de los Derechos Humanos los siguientestratados: Convención Interamericana para Preveniry Sancionar la Tortura (1985), Protocolo a la Con-vención Americana sobre Derechos Humanos, rela-tivo a la abolición de la pena de muerte (1990),Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la

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Violencia contra la Mujer (Belém do Pará, 1994). ElSistema Interamericano de Protección de los De-rechos Humanos, en cuanto tiene como base laCarta de la Organización y la Declaración Ameri-cana de Derechos y Deberes del Hombre, poseecomo órgano de aplicación la Comisión Interame-ricana de Derechos Humanos, uno de los órganosprevistos en la Carta de la Organización. El siste-ma así considerado se aplica a los Estados miem-bros de la Organización, incluso a los que no sonpartes en la Convención Americana. Es decir quelos Estados no partes están sometidos a este régi-men, en el que no existe un órgano jurisdiccional(Corte), ni posee una base convencional de pro-tección, con expresas previsiones sobre obligacio-nes de cumplimiento ineludible, aseguradas porla obligatoriedad de los pronunciamientos de unórgano jurisdiccional: la Corte Interamericana deDerechos Humanos.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos.La Convención Americana sobre Derechos Huma-nos constituye, para los países partes en la misma,el marco convencional que fija sus obligacionescon respecto a los Derechos Humanos protegidos,que establece el sistema regional de garantía y pro-tección, que organiza el régimen procesal para esagarantía y esa protección, y determina al sistemaorgánico, por medio de la Comisión Interamerica-na de Derechos Humanos y la Corte Interamerica-na de Derechos Humanos, para asegurar tal garan-tía y protección. Precedida de un Preámbulo, laConvención se divide en una Parte I (Deberes delos Estados, y Derechos Protegidos). Se subdivideesta parte en cinco capítulos: (Derechos de losEstados, Derechos Civiles y Políticos, DerechosEconómicos, Sociales y Culturales, Suspensión deGarantías, Interpretación y Aplicación y Derechosde las Personas). La Parte II se titula Medios de Pro-tección. El Capítulo II trata de los dos órganos com-petentes: la Comisión Interamericana de DerechosHumanos y la Corte (Capítulo VI). El Capítulo VII,de la Comisión Interamericana de Derechos Huma-nos. El VIII, de la Corte Interamericana de Dere-chos Humanos. El IX se denomina DisposicionesComunes. La Parte III se titula Disposiciones Ge-nerales y Transitorias. Su Capítulo X regula lo re-lativo a la firma, ratificación, reserva, enmienda,protocolo y denuncia. El Capítulo final, IX, inclu-ye las Disposiciones Transitorias. La enumera-ción de derechos protegidos no es excluyente deotros derechos (artículos 29 c) y 31). Los derechoseconómicos, sociales y culturales (artículo 26) es-tán garantizados específicamente por el Protocolode San Salvador.

Comisión Interamericana de Derechos Humanos. LaComisión Interamericana de Derechos Humanosse compone de siete miembros elegidos por la

Asamblea General para un periodo de cuatroaños. Son reelegibles una vez. Sus competenciasincluyen la recepción de peticiones que conten-gan denuncias o quejas de violación de la Conven-ción por parte de cualquier persona o grupo depersonas o entidad no gubernamental legalmenteconstituída en uno o más Estados miembros de laOrganización (artículo 44). Puede también recibirdenuncias de un Estado Parte contra otro EstadoParte (artículo 45). Para que una petición sea ad-mitida es preciso el cumplimiento de una serie derequisitos, entre ellos la interposición y agota-miento de los recursos de la jurisdicción interna(artículo 46). El procedimiento ante la Comisión(artículos 47-51) finaliza con un informe.

Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Cor-te Interamericana está integrada por siete miem-bros elegidos por los Estados Partes, en la Conven-ción, para un periodo de seis años. Pueden serreelegidos una vez. La Corte tiene una competen-cia consultiva (artículo 64) y una contenciosa. Estaúltima competencia requiere la aceptación expresade reconocimiento de la misma por el Estado (ar-tículo 62). El fallo de la Corte es definitivo e inapela-ble (artículo 67) y los Estados Partes se comprome-ten a aceptarlo y cumplirlo (artículo 68). Solo losEstados Partes y la Comisión tienen derecho a some-ter un caso a la decisión de la Corte (artículo 61). Esdecir, que las víctimas y las personas físicas y jurídi-cas que pueden presentarse a la Comisión (artículo44) no pueden hacerlo ante la Corte, aunque, porvía jurisprudencial primero y reglamentaria des-pués, pueden actuar en el procedimiento, luego deque un caso haya sido sometido por un Estado Parteo por la Comisión a la Corte y haya sido admitido atrámite por esta (artículos 61, 48-50).

Derechos Humanos y Democracia. Los DerechosHumanos y la democracia forman, en el SistemaInteramericano, un binomio ineludible. No seconcibe la democracia sin la vigencia efectiva delos Derechos Humanos. Y no pueden existir real yefectivamente los Derechos Humanos sin la de-mocracia. Este binomio se completa con la exis-tencia necesaria de un Estado de Derecho. La Car-ta Democrática Interamericana, texto declarativo,adoptado en Lima en 2003, afirma la existenciade un derecho a la democracia. Hoy, además de lacuestión de la pobreza inaceptable, que afecta tannegativamente toda la cuestión de los DerechosHumanos, hay dos temas de ineludible considera-ción: las poblaciones indígenas y las mujeres.Mientras no se elimine en muchos Estados ameri-canos la discriminación real y la exclusión de laspoblaciones indígenas, y mientras no se supere lasituación de inferioridad social, educacional y la-boral de las mujeres, los Derechos Humanos enAmérica no serán plenamente algo cierto, real y

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vivo. Serán solo expresiones de una ficción jurídi-ca y de una hipocresía política. Los Derechos Hu-manos, en el Sistema Interamericano, implican elreconocimiento de la igualdad ante la ley y el de-recho, sin discriminación, a la igual protección dela ley. La Convención Interamericana de DerechosHumanos proclama y garantiza específicamenteeste derecho (artículo 24).

Realidad y futuro del sistema. ¿Qué valor efectivoha tenido y tiene el sistema regional americano deprotección de los Derechos Humanos? ¿Cuál hasido su contribución real al mejoramiento de losDerechos Humanos en América? La respuesta aestas preguntas importa y supone hacer un juiciosobre los efectos que el régimen de protección re-gional de los Derechos Humanos ha tenido sobreel respeto real y efectivo de los Derechos Huma-nos en la región y sobre la situación actual de laDemocracia en el Continente. Hoy el SistemaInteramericano no puede concebirse sin pensaren que es, y sobre todo debe aspirar a ser, un sis-tema de protección regional de los Derechos Hu-manos. Es un sistema regional que debe conci-liarse y armonizarse con el sistema universal,organizado por las Naciones Unidas. El SistemaInteramericano se basa en la democracia y el Esta-do de Derecho, de garantía y protección de todoslos Derechos Humanos. No hay duda de que la si-tuación de los Derechos Humanos ha mejoradoalgo, en términos relativos, después de 1948, de1958, de 1969 y de 1978. Sobrevivió, herido, a losaños terribles de las dictaduras del Cono Sur, a losgobiernos militares de Brasil, a las dictaduras ca-ribeñas y a tantas otras situaciones negativas. Estamejoría parcial, lenta y a veces traumática, es tri-butaria de la actuación de los órganos regionalesde protección de los Derechos Humanos. Actua-ción en términos generales positiva, en especialpor obra de la Corte Interamericana de DerechosHumanos. Pero el Sistema es lento en su funciona-miento, parcial y relativo en su eficacia, y no tienecasi nunca efectos generales de incidencia real enla situación efectiva de los Derechos Humanos.Hay que mantenerlo y creer en él, mejorarlo y lo-grar una política general de la OEA que, sin ficcio-nes, impulse y profundice el proceso. Las críticasal funcionamiento del sistema deben ser analiza-das sin negativismos condicionantes, aprovechan-do los resultados de la experiencia propia y deldesarrollo de otros sistemas regionales. La no par-ticipación de Estados Unidos, ni de Canadá, en elsistema convencional basado en la ConvenciónAmericana de Derechos Humanos, aunque lamen-table, no debe ser vista como un elemento castra-dor, sino como la proyección de una realidad polí-tica que caracteriza la cuestión en el continente.Como es en la realidad, puede y debe seguir fun-cionando, aunque mejorando y desarrollándose.

En el desarrollo futuro del sistema, no podrá fal-tar lo relativo al tema bioético, excluido hasta hoyinexplicable y absurdamente, ni un tratamientoexpreso en su relación con los Derechos Humanosen el Sistema Interamericano.

Defensoría del Pueblo (Nacionales)

Eduardo Mondino (Argentina) - Defensor delPueblo de la Nación

Orígenes del ombudsman. La institución del om-budsman, también conocida como Defensor delPueblo, Procurador de los Derechos Humanos,Procurador de los Derechos del Ciudadano, Comi-sionado del Parlamento, Proveedor de Justicia,etc., encuentra su origen en el ordenamiento jurí-dico sueco en la Constitución de 1809, que incor-poró la figura como representante del Parlamen-to, con la función de velar por el cumplimiento dela ley y de proteger a los ciudadanos en su rela-ción con el poder administrador. Durante el sigloXX la figura del ombudsman se difundió por elmundo. En una primera etapa fue incorporadapor los ordenamientos jurídicos de otros paísesnórdicos: Finlandia (1919), Dinamarca (1953) yNoruega (1962). Finalmente, su anclaje constitu-cional en el régimen danés fue lo que concitó elinterés por la institución en el nivel internacional.El ombudsman –adaptado según las necesidadespropias de cada país– tuvo amplia aceptación enotros países de Europa y el mundo anglosajón apartir de la Segunda Guerra Mundial. Ejemplo deello son Nueva Zelanda (1962), Reino Unido(1967), Tanzania (1968), Israel (1971), Francia(1973), Portugal (1975), Austria (1971), España(1978) y los Países Bajos (1981). Algunos tienenla calidad de nacionales y otros son municipales,regionales, provinciales e inclusive sectoriales. Elmomento clave en la evolución de la instituciónfue su incorporación al régimen portugués en1975 y al español en 1978, pues a partir de ese en-tonces el ombudsman tuvo a su cargo la defensade los derechos humanos y se replicó en los siste-mas jurídico-políticos de América Latina y el Cari-be. En 1995 se creó el Defensor del Pueblo Euro-peo, elegido por el Parlamento Europeo, quieninvestiga las reclamaciones relativas a la mala ad-ministración en la acción de las instituciones y ór-ganos de la Unión Europea. Entre estas institucio-nes se incluyen la Comisión Europea, el Consejode la Unión Europea y el Parlamento Europeo.

Las Defensorías del Pueblo en América Latina. En laregión latinoamericana fueron surgiendo paulati-namente las Oficinas de Ombudsman en Antigua yBarbuda, Argentina, Barbados, Bermuda, Brasil,Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Gu-yana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Panamá,

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Paraguay, Perú, Puerto Rico, Santa Lucía, Trinidady Tobago, y Venezuela, cuyas características mássalientes son las que se detallan a continuación. EnAntigua y Barbuda, los dos Parlamentos eligen alombudsman y una resolución fija el tiempo de sumandato. Su Oficina trabaja en forma indepen-diente de la magistratura y del director de JuiciosPúblicos y entrega recomendaciones al gobierno,conforme las investigaciones de las quejas presen-tadas por los ciudadanos. En Barbados, el ombuds-man se creó en 1981. Sus funciones son investigary presentar informes sobre las denuncias de con-ducta administrativa impropia, arbitraria o inade-cuada. Normalmente, no puede investigar un casoen que el querellante disponga de otros medios le-gales para obtener reparación. En Brasil, en marzode 1991 se creó la primera Ouvidoria Estadual enel Estado de Paraná. En febrero de 2003, con elpropósito de tornar más transparante el ejerciciofuncional del agente público, fue creada la Secreta-ria Especial de Corregedoria e Ouvidoria do Estadodo Paraná, ampliando sus atribuciones, las quetambién se extenderían a realizar inspecciones yprocedimientos en curso en la Adminsitración Pú-blica del Poder Ejecutivo de dicho Estado. En Co-lombia, la Defensoría del Pueblo se creó en 1992,con el objetivo de velar por la promoción, el ejerci-cio y la divulgación de los Derechos Humanos. Esatribución del Defensor difundir el conocimientode la Constitución Política de Colombia, en espe-cial los derechos fundamentales, sociales, econó-micos, culturales, colectivos y del ambiente. EnGuatemala, el Procurador de los Derechos Huma-nos es un Comisionado del Congreso de la Repúbli-ca para la defensa de los Derechos Humanos esta-blecidos en la Constitución Política de la Repúblicade Guatemala y los tratados y convenciones inter-nacionales aceptados y ratificados por Guatemala.En Guyana, el ombudsman (Comisionado) actúacomo una alternativa gratuita y directa de media-ción entre el Estado y el ciudadano. Su misión espromover la seguridad y la integridad de todos loshabitantes del país. En Jamaica, la Oficina de De-fensoría Pública se aprobó en 1999. Está integradapor un comité parlamentario cuyo rol principal esinvestigar imputaciones sobre injusticias o viola-ciones a la Constitución cometidas por entidadesgubernamentales en contra de la ciudadanía. EnMéxico, en 1990 nació una institución denomina-da Comisión Nacional de Derechos Humanos, ele-vada en 1992 a rango constitucional. En 1999 di-cho organismo nacional se constituyó en unainstitución con plena autonomía de gestión y presu-puestaria. En Panamá, se promulgó la Ley 7 de 5 defebrero de 1997, por la cual se creó la Defensoríadel Pueblo. La misma está facultada para inquirirsobre actos, hechos u omisiones de la administra-ción pública (incluso gobiernos locales y fuerza

pública) que pudiesen haberse realizado irregular-mente; investigar y denunciar hechos, actos u omi-siones de las empresas públicas, mixtas o privadas,personas naturales o jurídicas, que desarrollen unservicio público por concesión o autorización ad-ministrativa; recomendar anteproyectos de ley,atender situaciones que afecten los derechos hu-manos y promover, ante la autoridad respectiva,que se subsanen las condiciones existentes. EnPerú, la Defensoría del Pueblo es un órgano consti-tucional autónomo creado por la Constitución de1993. Su misión es proteger los derechos constitu-cionales y fundamentales de la persona y de la co-munidad, supervisar el cumplimiento de los debe-res de la administración pública y la prestación delos servicios públicos a la ciudadanía. En Venezue-la, a partir del proceso electoral de 1998, y con elreferendo del pueblo, la Constitución concibe unaestructura de cinco poderes públicos, entre ellos elPoder Ciudadano, con la Defensoría del Pueblocomo uno de sus tres componentes. En general, laDefensoría del Pueblo tiene a su cargo la promo-ción, defensa y vigilancia de los derechos huma-nos. En la República Argentina, si bien el ombuds-man nació a través de la Ley 24284, la figura fueincluida en el rango constitucional en el procesode reforma de 1994. Su misión es la defensa y pro-tección de los derechos humanos y los demás de-rechos, garantías e intereses tutelados en la Cons-titución y en las leyes, así como el control delejercicio de las funciones administrativas públi-cas. A tal efecto, puede realizar investigacionesconducentes al esclarecimiento de los actos, he-chos u omisiones de la administración pública ysus agentes, ante violaciones a los derechos hu-manos y el ejercicio ilegítimo, defectuoso, irregu-lar, abusivo, arbitrario, discriminatorio, negligen-te, gravemente inconveniente o inoportuno de susfunciones, incluidos aquellos capaces de afectar losintereses difusos o colectivos. Asimismo, tiene legi-timación procesal.

La defensa de los derechos humanos y la democra-cia. En la actualidad podemos apreciar que la re-gión asiste al robustecimiento de la institución delDefensor del Pueblo, lo cual se expresa en su ins-talación como baluarte de la defensa de los dere-chos humanos y su reconocimiento en las institu-ciones restantes y en el seno de la sociedad. Nopuede dejar de destacarse que la relevancia insti-tucional que han adquirido los Defensores delPueblo nacionales tiene su correlato inmediato ensu organización regional e internacional, lo cualhace factible la permanente articulación apta parael intercambio y el enlace de ideas, acciones y diná-micas, y para la protección de la vigencia de las ins-tituciones democráticas. En 1994, a instancias delDefensor español, se promovió la creación de la Fe-deración Iberoamericana de Ombudsman (FIO).

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Esta organización, fundada con el objetivo de lapromoción y fortalecimiento de la figura delombudsman en toda la región latinoamericana,muestra una gran vitalidad y se ha hecho presenteen todos los foros y reuniones internacionales de-dicados a la implantación y generalización de losDerechos Humanos. Reúne a quince institucionesnacionales de Latinoamérica (Argentina, Hon-duras, Brasil (Paraná), México, Bolivia, Nicara-gua, Colombia, Paraguay, Costa Rica, Perú,Ecuador, El Salvador, Puerto Rico, Venezuela,Guatemala), a tres de la Península Ibérica (Espa-ña, Portugal y Andorra) y a más de sesenta y cincoDefensorías estatales y municipales. El InstitutoInternacional del Ombudsman (IOI), creado en1978, es una organización internacional de Ofici-nas de Ombudsman. Se creó como una organiza-ción sin fines de lucro conforme a la Ley de So-ciedades de Canadá; como tal, tiene rango depersona física legal. Los miembros con derechoa voto son las oficinas de ombudsman indepen-dientes del sector público ubicadas alrededordel mundo.

Defensoría del Pueblo (Provinciales)

Carlos Niccolini (Argentina) - Defensoría delPueblo de la Ciudad de Buenos Aires

La Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Ai-res. Reconocida también en la Constitución Nacio-nal Argentina, la Ciudad Autónoma de Buenos Ai-res cuenta con una Defensoría del Pueblo. Laesencia de la Defensoría se inspira en la figura delombudsman, institución surgida a fines del sigloXVIII en algunos países europeos, dedicada a ladefensa de los derechos y al control de las gestio-nes de gobierno. La Defensoría del Pueblo de laCiudad de Buenos Aires fue creada por la Ley 3,promulgada por la Legislatura de la ciudad. Comoorganismo independiente, goza de plena autono-mía funcional y autarquía financiera, y ejerce susfunciones sin recibir instrucciones de ningunaautoridad. Su misión se concentra en la defensa,protección y promoción de los derechos humanosy demás derechos y garantías e intereses indivi-duales, colectivos y difusos tutelados en la Consti-tución Nacional, la Constitución de la Ciudad y lasleyes vigentes, frente a los actos, hechos u omi-siones que los vulneren, sean de la administración,de prestadores de servicios públicos, de las fuerzasque ejerzan funciones de policía de seguridad local,incluidos los actos administrativos de los poderesJudicial, Legislativo y órganos de control. Para de-sempeñar su misión y funciones, la Constituciónotorga al Defensor del Pueblo legitimación proce-sal, es decir, que puede promover acciones antelos tribunales y estar en juicio en defensa de estos

derechos. Esta institución media entre la pobla-ción y la administración al remover las trabasburocráticas que dificultan el acceso a la informa-ción y al ejercicio de los derechos. Es su caracterís-tica la informalidad y la gratuidad en la tramita-ción de los reclamos, lo cual brinda a loshabitantes un mecanismo más ágil para vehiculi-zar sus quejas; asimismo, sirve de instrumentopara el mejoramiento de la calidad de las institu-ciones democráticas. Este organismo ejerce susfunciones mediante acciones conducentes a escla-recer o rectificar actos o situaciones que impli-quen una violación o daño sobre los derechos delas personas, entre ellas la realización de investi-gaciones iniciadas por denuncias o promovidas deoficio por el organismo, la remisión de sugeren-cias o recomendaciones a las instituciones com-prometidas, la promoción de las correspondien-tes acciones legales ante la justicia local onacional, y el ejercicio de sus facultades de ini-ciativa legislativa para modificar las leyes localeso prácticas administrativas que den lugar a lavulneración de los derechos. En el cumplimientode sus funciones, la Defensoría del Pueblo puedesolicitar vistas de expedientes y archivos, reali-zar inspecciones en los entes bajo su control, so-licitar la realización de pericias, asistir a las co-misiones y juntas de la Legislatura, ejercer lainiciativa legislativa y promover acciones judi-ciales. El Defensor o la Defensora titular del or-ganismo son asistidos por cuatro DefensoresAdjuntos, cuyas gestiones responden a distintasáreas de incumbencia: educación, salud, trabajo,personas mayores, personas con necesidades es-peciales, seguridad social, derechos humanos,institutos carcelarios, medio ambiente, derechosde los niños y adolescentes, de las mujeres, mi-norías y de la libertad de expresión, consumido-res, cultura, usuarios, entre otras.

La protección del Derecho a la Salud. El derecho ala salud ha sido consagrado mundialmente pordiversos tratados internacionales, a los cuales haadherido Argentina, incorporándolos a su Cons-titución. La adhesión a estos pactos obliga a losestados parte a adoptar acciones positivas paragarantizar y hacer efectivo ese derecho, creandolas condiciones necesarias para asegurar a todoslos ciudadanos asistencia y servicios médicos encaso de enfermedad, y el disfrute del más alto ni-vel de bienestar físico, mental y social. La Consti-tución de la Ciudad Autónoma de Buenos Airesreproduce aquellos principios que regulan elejercicio del derecho a la salud, garantizando enel artículo 20: “... el derecho a la salud integralque está directamente vinculada con la satisfac-ción de necesidades de alimentación, vivienda, tra-bajo, educación, vestido, cultura y ambiente”. Asi-mismo, considera el gasto público en salud como

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una inversión prioritaria, al tiempo que asegura“...a través del área estatal de salud las acciones co-lectivas e individuales de promoción, protección,prevención, atención y rehabilitación gratuitas, concriterio de accesibilidad, equidad, integralidad, so-lidaridad, universalidad y oportunidad”. La san-ción de la Ley Básica de Salud, Ley 3 de la CiudadAutónoma de Buenos Aires, ratifica y garantizael derecho a la salud integral priorizando la co-bertura universal de la población y el acceso yuso equitativos de los servicios; entiende al siste-ma de salud integrado por los efectores de lostres subsistemas (público, de la seguridad social yprivado); dispone la adecuación de la respuestasanitaria a las diversas necesidades; contempla elacceso de la población a toda la información vin-culada a la salud colectiva y a su salud individual;promueve la participación democrática de la po-blación en los niveles de decisión, acción y controlen los servicios de salud, tendiendo a evitar ycompensar las desigualdades sociales y a mejorarla calidad de vida de la comunidad. Con esa finali-dad, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad deBuenos Aires cuenta con un área específica dedi-cada a las temáticas de salud y discapacidad. ElÁrea de Derecho a la Salud e Integración Socialestá compuesta por la Oficina de Salud y por elCAPNE (Centro de Atención de Personas con Ne-cesidades Especiales). La Oficina de Salud tramitalos reclamos relativos a los obstáculos en el accesoa la atención, en cualquiera de los tres subsectores(público, de la seguridad social y privado), enten-diendo la salud como un derecho en su integrali-dad biopsicosocial. El CAPNE interviene ante lavulneración de los derechos específicos de las per-sonas con necesidades especiales, propendiendo ala equiparación de sus oportunidades. Los recla-mos que se tramitan en el área son presentadospor vecinos, organizaciones sociales o iniciadasde oficio, por el jefe responsable. Implican la rea-lización de trámites formales (oficios/cédulas,pedidos de informes, resoluciones), gestiones in-formales (comunicaciones telefónicas ante orga-nismos y efectores) y la atención personalizada delos presentantes. Pueden incluir visitas e inspec-ciones a efectores de salud de los tres subsectorespara corroborar in situ la denuncia, así como dis-poner citaciones y reuniones con funcionarios yautoridades de los tres subsectores. En los casosque lo ameritan, se emiten recomendaciones.Otras actividades de la oficina de salud son laatención y asesoramiento a las consultas de veci-nos (sin trámite) recibidas por teléfono, pore-mail y en forma personal; la realización de rele-vamientos, inspecciones, visitas y entrevistas confuncionarios; la organización de encuentros detrabajo y consulta a especialistas para temascomplejos (consenso de expertos); el desarrollo

de instancias de capacitación y promoción de de-rechos de los usuarios dirigido a trabajadores dela salud del subsector público; la difusión de nor-mativas vigentes a través de la entrega en efectorespúblicos de compendios normativos confecciona-dos desde el área; el desarrollo de actividades dedebate, divulgación y promoción de derechos, ta-lleres, campañas de afiches y folletería dirigidas ala población en general y a organizaciones de lasociedad civil, con el objeto de estimular la parti-cipación social en la temática de salud. En hospi-tales y centros de salud dependientes del GCBA,esta área puede intervenir ante situaciones demaltrato o discriminación en la atención; excesivademora en la obtención de turnos para atención,estudios o cirugías; falta de provisión de medica-mentos, insumos y prótesis recetados; exigenciade pago de arancel en concepto de atención opráctica; negativa de atención por no poseer do-cumento argentino o residir fuera de la jurisdic-ción de la CABA; negativa de atención de menoressin documento o sin acompañamiento de adultos;falta de provisión de métodos anticonceptivos onegativa de realización de prácticas vinculadas alos derechos sexuales y reproductivos; negativade entrega de copia o resumen de historia clínica;reclamos por déficit de mantenimiento (edilicio,de aparatología). Asimismo, se atienden los recla-mos de beneficiarios de obras sociales o empresade medicina prepaga, cuando estas incumplan lasprestaciones obligatorias fijadas por las leyes vi-gentes. En relación con la vulneración de los dere-chos específicos de las personas con necesidadesespeciales, el CAPNE interviene ante reclamos re-feridos a la seguridad social, el acceso a la saludintegral, el derecho a la accesibilidad física, ur-banística, arquitectónica y del transporte públi-co, solicitudes de certificado de discapacidad,derecho a la integración laboral, y reclamos so-bre transporte público.

Acceso a la justicia e impunidad

Horacio Ravenna (Argentina) - AsambleaPermanente por los Derechos Humanos

Introducción. Desarrollar el tema de la bioéticadesde los derechos humanos y la impunidad re-quiere definir el concepto de derechos humanos.Estos no deben ser sólo el establecimiento de nor-mas obligatorias que protejan bienes o valoresque la sociedad considere como tal, sino que de-ben tener el elemento caracterizante de ser elEstado el garante de su respeto y vigencia, el roldel Estado como obligado –por acción o por omi-sión– es la característica distintiva de los derechoshumanos. Aquí se vincula la bioética con los dere-chos humanos y se señalan las obligaciones del

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Estado. En la obligación de garantizar el acceso ala salud, el Estado tiene un compromiso indele-gable, en conflicto con la relatividad que la co-munidad internacional, en especial los países de-sarrollados, atribuye a los derechos económicos,sociales y culturales (en adelante DESC), entreellos el derecho a la salud. Por eso se evalúan losmecanismos habituales de reconocimiento y habi-litación del ejercicio médico y la necesidad de lle-var las cuestiones de los derechos humanos haciael interior de su propia profesión. Desde Nurem-berg, la participación de los médicos, junto a mili-tares, policías, jueces y sacerdotes en la represióny la tortura, ha sido investigada y sancionada.Tanto hoy en Guantánamo o en los barcos que enalta mar mantienen en condición de desapareci-dos a cientos de personas, como ayer en las dicta-duras militares de los años de 1970, junto a lostorturadores, hay también médicos que asisten ydiseñan la efectividad del tormento. Por eso de-ben analizarse los elementos constitutivos de laimpunidad, la falta de voluntad o intencionalidadde no sanción y analizar la posición de la ONUfrente a esta circunstancia. Además de la volun-tad político-jurídica de la sanción, se deben re-pensar los programas de estudios, mejorar y am-pliar las facultades de actuación de los colegiosprofesionales y democratizar las asociaciones delos trabajadores de la salud incorporando la re-presentación de los usuarios.

Concepto de Derechos Humanos. El establecimien-to en la Declaración Universal de Derechos Huma-nos de que todos los seres humanos nacen libres eiguales en dignidad y derechos es el estableci-miento de un nuevo paradigma: la igualdad.Entender la profundidad de ese concepto requiererecordar que se adoptó después que el mundo co-noció el horror de dos guerras mundiales y comorespuesta al racismo con pretensiones de funda-mentación científica. Este mandato implica el re-conocimiento universal de un conjunto de dere-chos inherentes a la persona humana, que losEstados están obligados a respetar y garantizar.Desde esta perspectiva, el ser humano es titularde un conjunto de derechos oponibles erga om-nes, independientemente de los diversos regíme-nes político-institucionales. En este marco, elEstado está obligado a garantizar ese conjunto dederechos a través de políticas activas, reparandolas violaciones causadas por acciones u omisio-nes. Esta obligación se basa en que los derechoshumanos constituyen una delegación de sobera-nía de los Estados. Esta delegación consiste enuna limitación que la comunidad de naciones,reunida en el marco de las Naciones Unidas, impo-ne a los Estados a partir de 1945. La antiguanoción de la soberanía como un poder sin condi-cionamientos, dentro de un territorio dado, hace

tiempo que ha quedado desestimada dentro de ladoctrina política. El aumento de la interdepen-dencia internacional y el desarrollo en el campodel derecho internacional y de los derechos huma-nos han limitado la potestad estatal. La globaliza-ción acarreó el debilitamiento del Estado en elcumplimiento de sus funciones básicas: seguri-dad, educación y salud, en detrimento de los másdébiles y vulnerables. Por eso es necesario fortale-cer la posibilidad de las decisiones comunitariasautónomas, continuar con el fortalecimiento delderecho internacional de los derechos humanos yestablecer sobre todo la operatividad de los dere-chos económicos, sociales y culturales, entre ellosel derecho a la salud. Por esto –sostiene Tealdi–, larespuesta al discurso ideológico de la globaliza-ción moral debe ser la unidad nacional y regionalpara el diálogo en bioética. En consecuencia, es ne-cesario alcanzar una bioética argentina y latinoame-ricana unida frente a los problemas morales que larealidad impone a diario (Tealdi, 2003). Lo quepara Tealdi es la necesidad de alcanzar una bioéticalatinoamericana unida como respuesta a la globali-zación moral tiene su paralelismo cuando se afirmaque el principio de universalidad argüido para im-poner un modelo hegemónico debe equilibrarse conel respeto a la diversidad cultural, integrándolo conlos valores de indivisibilidad e interdependencia detodos los derechos humanos.

Bioética y Derechos Humanos. Romeo Casabonasostiene que la bioética es un poderosísimo perotodavía potencial instrumento intelectual de re-flexión, de elaboración de criterios de orientacióny de punto de partida para la toma de decisionesoponibles a las tentaciones de los excesos delEstado, de los poderes fácticos difusos de presión(políticos, económicos, industriales) y, si fuera ne-cesario, de los propios investigadores. “Frente alas experiencias negativas del pasado es posible asu-mir hoy un prudente optimismo que permita conju-rar la sociedad biócrata a favor del hombre bioéti-co” (Romeo Casabona, 1994). En la identificaciónde nuevos derechos humanos, o al menos de lasnuevas perspectivas que ofrecen en relación conlos avances científicos, ha significado un pasocualitativo el Convenio del Consejo de Europasobre Derechos Humanos y Biomedicina del 4 deabril de 1997. Además, con fuerza moral fuentedel ius cogens están la Declaración Universal so-bre el Genoma Humano y los Derechos Humanos(Unesco, 1997), la Declaración Internacional so-bre los Datos Genéticos Humanos (Unesco,2003), y la Declaración Universal sobre Bioéticay Derechos Humanos (Unesco, 2005). La rápidainternacionalización jurídica se explica porqueha ocurrido lo propio con la investigación cien-tífica en torno al genoma humano y de los deba-tes éticos que han suscitado los resultados de esas

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investigaciones. Los problemas bioéticos son unaconvergencia entre hechos biológicos y mediosinstrumentales, por un lado, y valores, por el otro,que, convertidos en bienes jurídicamente protegi-dos, constituyen la necesidad de la presencia y re-gulación del Estado. Uno de los principios funda-mentales de la bioética es la autonomía. Laautonomía proclama el respeto por la persona eimplica el deber de no coartar las decisiones indi-viduales. Propone considerar al paciente comoagente responsable en la atención de la salud, ca-paz de saber y decidir. Es el reconocimiento deque cada ser humano tiene el derecho a determi-nar su propio destino vital, con el respeto a suspropias valoraciones y a su visión de mundo, in-cluso aunque se tenga la plena convicción de queson erróneas y de que son potencialmente perju-diciales para él. El principio de autonomía puedeentrar en conflicto con el de beneficencia, propiode la ética médica tradicional, que implica no per-judicar al paciente ni ocasionarle el mal y obligaal profesional empeñarse al máximo en atender alpaciente y hacer cuanto pueda para mejorar su sa-lud en la forma que considere más adecuada. A finde armonizarlos, se recurre al principio de justiciaque, junto con el de beneficencia y autonomía,configura el consenso mínimo ético para abordarlos conflictos que surgen de las ciencias biomédi-cas. Por esa vía, se introduce el concepto de balan-ce o ponderación, fundado en la estimación deriesgos y beneficios, procedimiento de decisión enbiomedicina que, en general, responde al concep-to evaluativo de calidad de vida e intenta resolverla falsa antinomia entre médico y paciente. Así sevisualiza la conexión entre ciencia y ética, y entrederecho a la salud y bioética.

La salud como derecho humano. El derecho inter-nacional de los derechos humanos reconoce el de-recho a la salud en varios de sus instrumentos. Elinciso 1º del artículo 25 de la Declaración Univer-sal de la ONU (1948) dice: “1. Toda persona tienederecho a un nivel de vida adecuado que le asegure,así como a su familia, la asistencia médica y los ser-vicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho alos seguros en caso de desempleo, enfermedad, inva-lidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de susmedios de subsistencia por circunstancias indepen-dientes de su voluntad”. El inciso 1º del artículo 27dice: “1. Toda persona tiene derecho a tomar partelibremente en la vida cultural de la comunidad, agozar de las artes y a participar en el progreso cien-tífico y en los beneficios que de él resulten”. Con re-ferencia a la normativa convencional, el artículo12 del Pacto de Derechos Económicos, Sociales yCulturales de las Naciones Unidas (PDESC) esta-blece: “1. Los Estados Partes en el presente Pactoreconocen el derecho de toda persona al disfrutedel más alto nivel posible de salud física y mental.

2. Entre las medidas que deberán adoptar los Esta-dos Partes en el Pacto a fin de asegurar la plenaefectividad de este derecho, figurarán las necesariaspara: a) la reducción de la mortinatalidad y de lamortalidad infantil, y el sano desarrollo de los ni-ños; b) El mejoramiento en todos los aspectos de lahigiene del trabajo y del medio ambiente; c) La pre-vención y el tratamiento de las enfermedades epidé-micas, endémicas, profesionales y de otra índole, yla lucha contra ellas; d) La creación de condicionesque aseguren a todos asistencia médica y serviciosmédicos en caso de enfermedad”. Completando estederecho y en consonancia con el artículo 27 de laDeclaración, el artículo 15 del Pacto dice: “1. LosEstados Partes en el presente Pacto reconocen el de-recho de toda persona a. Participar en la vida cultu-ral; b. Gozar de los beneficios el progreso científico yde sus aplicaciones; c. Beneficiarse de la protecciónde los intereses morales y materiales que le corres-pondan por razón de las producciones científicas, li-terarias o artísticas de que sea autora. 2. Entre lasmedidas que los Estados Partes en el presente Pactodeberán adoptar para asegurar el pleno ejercicio deeste derecho, figurarán las necesarias para la con-servación, el desarrollo y la difusión de la ciencia yde la cultura. 3. Los Estados Partes en el presentePacto, se comprometen a respetar la indispensablelibertad para la investigación científica y para la ac-tividad creadora. 4. Los Estados Partes en el presen-te Pacto reconocen los beneficios que derivan del fo-mento y desarrollo de la cooperación y de lasrelaciones internacionales en cuestiones científicasy culturales”. El inciso 4 de este artículo es un ins-trumento legítimo para amortiguar el concepto degradualidad que limita el pleno disfrute de losDESC. Los Estados están comprometidos a fomen-tar y desarrollar la cooperación internacional encuestiones científicas. El artículo 5, inciso 1, de laConvención Americana de Derechos Humanosdice: “Toda persona tiene derecho a que se respetesu integridad física, psíquica y moral”. La reformaconstitucional de 1994 en Argentina garantiza laprotección de la salud dentro de los bienes y servi-cios al reconocer el derecho de los consumidoresen el nuevo artículo 42. En su interpretación con-textual, este artículo se integra con el inciso 22del artículo 75 que otorga rango constitucional atodos los pactos de derechos humanos ratificadospor nuestro país a esa fecha. El actual debate enNaciones Unidas para la implementación de unProtocolo Facultativo al PDESC está enmarcadoen la gradualidad que de manera tan clara determi-na el artículo 26 de la Convención Americana deDerechos Humanos: “Los Estados Partes se compro-meten a adoptar providencias, tanto a nivel internocomo mediante la cooperación internacional, espe-cialmente económica y técnica, para lograr progresi-vamente la plena efectividad de los derechos que se

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derivan de las normas económicas, sociales y sobreeducación, ciencia y cultura..., en la medida de los re-cursos disponibles, por vía legislativa u otros mediosapropiados”.

Concepto de impunidad. La lucha por la vigencia yel respeto de los derechos humanos tiene su con-tracara en las acciones y omisiones tendientes agarantizar la impunidad como falta de voluntadpolítica y jurídica de sancionar a los responsables.En esa línea de preocupación, las Naciones Unidashan designado dos relatores que realizaron sen-dos informes sobre la cuestión de la impunidad:uno sobre los derechos civiles y políticos y otro so-bre los económicos, sociales y culturales. En lacuestión de la impunidad en la violación de los de-rechos civiles y políticos, el experto Louis Joinetreconoce cuatro principios básicos: 1. El derechoa saber. 2. El derecho a la justicia. 3. El derecho ala reparación. 4. La garantía de no repetición delas violaciones. En lo tocante a los derechos eco-nómicos, sociales y culturales, su relator El HadjiGuissé estableció que entre las prácticas que origi-nan violaciones de los DESC pueden mencionarsela deuda, los programas de ajuste estructural, lacorrupción, el fraude fiscal y de derechos arance-larios y otros delitos económicos, cuyas conse-cuencias acarrean violaciones de los derechos co-lectivos o comunales; violaciones de los DESCindividuales; violaciones de los DESC de gruposvulnerables. En lo referente al concepto de impu-nidad, en la búsqueda de alcanzar una definiciónabarcativa de ambos informes, podemos mencio-nar las Conclusiones del Seminario Internacionalrealizado en Chile en 1996 que dice: “La impuni-dad es, en lo inmediato, la renuncia a la sanciónpenal a los violadores de los derechos humanos, ysus consecuencias afectan a la sociedad en su con-junto... Es la institucionalización de la injusticiapor quienes están llamados a hacer justicia”. (VV,1996). Si analizamos los elementos que esta defi-nición brinda, tenemos: a) renuncia a la sanciónpenal: puede ser de cualquiera de las formas a lasque nos referimos anteriormente pero todas de-notan que por propia voluntad o impuesto por lafuerza se renuncia a la sanción penal a los viola-dores; b) institucionalización de la injusticia porquienes están obligados a hacer justicia, esto esdenegatoria de justicia, es violatorio de todos lospactos internacionales y prácticamente de todaslas constituciones y legislaciones de nuestros paí-ses; c) por último, esta definición afirma que susconsecuencias afectan a la sociedad en su conjun-to. Este último concepto no requiere comentarios,baste referir lo que significa para muchos de nues-tros países, en el propio desarrollo del proceso de-mocrático, convivir diariamente con los genoci-das. El citado jurista francés, en el Informe finalacerca de la cuestión de la impunidad de los autores

de violaciones de los derechos humanos, que pre-sentó a la Comisión de Derechos Humanos de laONU en 1998, intenta la siguiente definición: “Porimpunidad se entiende la inexistencia, de hecho o dederecho, de responsabilidad penal por parte de los au-tores de violaciones de los derechos humanos, asícomo de responsabilidad civil, administrativa o disci-plinaria, porque escapan a toda investigación con mi-ras a su inculpación, detención, procesamiento y, encaso de ser reconocidos culpables, condena a penasapropiadas, incluso a la indemnización del daño cau-sado a sus víctimas”. Pueden verse los elementos querefiere: a) que la inexistencia de responsabilidad pe-nal puede ser de hecho o de derecho; b) que de estaforma escapan a toda investigación tendiente a lacondena penal o aun a la condena civil de indemni-zación del daño causado a sus víctimas; y c) que asíescapan a toda responsabilidad no solo penal, sinotambién civil, administrativa o disciplinaria.

La pérdida de la confianza y el modelo médico hege-mónico. En el imaginario social, es la atención mé-dica el motivo fundamental de las condiciones desalud y no el mejoramiento de la calidad de vida.Esta concepción, que asigna superioridad al sabermédico por sobre todo otro factor, ha sido llamadaModelo Médico Hegemónico por el antropólogoEduardo Menéndez, que lo define como: “Aquelconjunto de prácticas, saberes y teorías generadospor el desarrollo de lo que se conoce como medicinacientífica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido lo-grando establecer como subalternas al conjunto deprácticas, saberes e ideologías teóricas al momentodominantes en los conjuntos sociales, hasta lograridentificarse como la única forma de atender la en-fermedad, legitimada tanto por criterios científicoscomo por el Estado” (Menéndez, 1985). Sus rasgosestructurales son: “Biologismo, individualismo,ahistoricidad, asocialidad, mercantilismo, eficaciapragmática, asimetría, autoritarismo, participaciónsubordinada y pasiva del paciente, exclusión del co-nocimiento del consumidor, legitimación jurídica,profesionalización formalizada, identificación conla racionalidad científica, tendencias inductivas alconsumo médico” (Villalpando, 2005). Para lucharcontra ello es fundamental la implementación demecanismos de participación de todos los sectoressociales para revertir las actuales pautas cultura-les. Estas pautas priorizan la renta y el uso de apa-ratología sofisticada antes que el mejoramientode las condiciones socioculturales, preventivas yde bienestar, alejadas de la comercialización de lasalud, y la búsqueda de cuerpos sanos en ciudada-nos con disfrute pleno de los derechos humanosen su integridad e indivisibilidad. La violación delos derechos humanos, la mercantilización y ladiscriminación reclaman normatizar principioséticos para regular la investigación y la práctica,ajustados a los valores sociales, para rescatar la

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transparencia de las decisiones y recuperar la con-fianza como forma de construir la legitimidad. Eldebate actual de la bioética se caracteriza por elsignificado de la confianza y su rol social en el co-lectivo social (Wilson, 2003). El debate sobre laconfianza debe ofrecer capacidad de análisis a laspolíticas de salud explorando sus significados ylas bases que sostienen la confianza y su relacióncon el sistema. Debe tenerse muy en cuenta que lagente valoriza el sistema de salud no solo por elcuidado que reciben en tiempos de enfermedad,sino también por la contribución que el sistemahace al bienestar de la sociedad en su conjunto. ElEstado juega un rol central en el control del siste-ma de salud y en la creación de acuerdos o la con-figuración de acciones encadenadas, pero estafunción solo es efectiva si sus acciones son vistascomo legítimas. Para establecer esa legitimidaden las acciones del Estado, es necesario construirla confianza en este y en sus instituciones. Laconstrucción de la confianza en el sistema de sa-lud requiere asegurar las relaciones personales,sobre todo entre los pacientes y los proveedoresde la salud, y proteger a los más pobres de los po-derosos, articulando las relaciones del sistema desalud. La construcción de legitimidad requieretoma de decisiones transparentes en busca de ase-gurar la equidad.

Los mecanismos de control vigentes y sus agentes.A fin de revertir esta situación, es fundamentalque el control de la educación y el ejercicio pro-fesional de excelencia se les garantice normati-vamente a las universidades y colegios médicos,respectivamente. La provisión de autorizaciónpara ejercer la medicina es normalmente regu-lada en legislaciones específicas relativas a lapráctica médica o en un conjunto de leyes conotras profesiones de la salud. El poder estáusualmente radicado en el Ministerio de Salud;algunas veces el Ministerio de Educación tiene al-guna responsabilidad y facultades específicaspara otorgar diplomas. Las universidades y loscolegios médicos profesionales tienen un interésprimordial en todos los aspectos del otorgamien-to de diplomas y regulación de la profesión médi-ca. En la mundialización, los cambios políticosimportantes fueron liderados por el acceso al co-nocimiento, el desarrollo de los avances científi-cos y los cambios en la educación médica. Entrelas características de las últimas décadas se des-taca la aparición de los consumidores en el mer-cado de salud, nucleados en las organizacionesdefensoras de sus derechos específicos así comoen activos lobbistas. La búsqueda de similarespautas de aprendizaje y el otorgamiento de di-ploma en la región es un objetivo mediato paraunificar criterios y fortalecer la confianza en losagentes de la salud. En la Comunidad Económica

Europea, la Federación Mundial de EducaciónMédica ha establecido estándares internacionalesen educación médica básica para asegurar un mí-nimo de calidad nacional e internacional. Tam-bién está intentando que tanto las escuelas médi-cas como los comités de revisión utilicen una guíamundial de autoevaluación de sus programaseducativos y control, respectivamente. Si ello seimplementara, sería un paso importante hacia ellogro del mutuo reconocimiento de diplomas. Elcódigo de ética como facultad propia de los cole-gios médicos no se ocupa de la responsabilidaddel profesional en un sentido estricto, ya que re-gula la relación del médico con la medicina. Soloimporta, en última instancia, cuáles conductas delgaleno contravienen la imagen y los intereses, olos objetivos y los criterios científicos de la disci-plina hipocrática. De allí se deducen varias con-clusiones: 1. Que la sanción ética puede coexistircon las penas civiles o criminales, sin funcionar elprincipio de doble juzgamiento. 2. Que la acción yel impulso de la instancia en materia de ética pro-fesional serán siempre de oficio, sin menoscabode la eventual aceptación de denuncias. Lo únicoque debe considerar el tribunal de ética es el dañocausado a la medicina, no a sujetos concretos o ainstituciones que son del ámbito del derecho civily penal. 3. El tribunal de ética suele ser un cuerpode colegas, es decir, corporativo, que surge delprincipio de la “igualdad de los iguales”. Por esocuando la afectada es la comunidad o un terceroconcreto, entra el derecho.

Conclusiones. La aceleración de la divulgación y elconocimiento científico motivado por la mundia-lización nos lleva a un nuevo periodo en la histo-ria de la bioética. Se requiere el establecimientode medidas preventivas a cargo de las institucio-nes formadoras de recursos humanos para la sa-lud; por ejemplo, las escuelas de medicina. A finde alcanzar el equilibrio entre ética y desarrollocientífico, corresponde al Estado la regulación delas distintas instancias: la universidad, los cole-gios profesionales y las leyes que regulan y con-trolan el ejercicio profesional. Es importante quelos consejos o colegios médicos tengan atribucio-nes para el control y la regulación del ejercicioprofesional, así como para la detección y reco-mendación de las mejores prácticas. Las estrate-gias nacionales de los trabajadores de la saluddeben ir más allá de la lucha por el salario y la for-mación. Deben priorizar la construcción o recons-trucción de la confianza; para lograrlo, deben apun-talarse las capacidades de liderazgo. Además, debeprestarse especial atención al proceso de toma dedecisiones, que debe ser inclusivo y transparente,pero con competencia para arbitrar cuando los vie-jos intereses intenten volver. Construir la capacita-ción institucional de los trabajadores de la salud del

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país, con enfoque en la regulación, liderazgo e in-formación estratégica, incluidos: a) análisis y eva-luación de microinnovaciones; y b) escenario, cons-trucción y planificación del futuro. Por tanto, esfundamental revertir esta situación implementandoun sistema nacional de salud de cobertura universaldesde la lógica de la salud como derecho y no comomercancía.

Referencias

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Asistencia humanitaria en AméricaLatina

Carlos E. Zaballa (Argentina) - IniciativaCascos Blancos

Definición. Denomínase asistencia humanitaria laque se brinda a los pueblos que han sufrido unaemergencia o desastre, sea originada por la natura-leza o por la acción del hombre (antrópica). Se ex-tiende desde la crisis misma, durante el alivio, larehabilitación y la reconstrucción, hasta instalarlos cimientos de la cooperación al desarrollo que lesigue, en un proceso que se pretende en “conti-nuum”. Se incluye en esta temática fenómenos dela naturaleza (terremotos, inundaciones, etcéte-ra), la lucha contra el hambre y la pobreza extre-ma, y la atención a las víctimas de los conflictosbélicos (refugiados, desplazados). Una de las ca-racterísticas de la asistencia humanitaria, a dife-rencia de la cooperación entre países en desarrollo,es que se presta a todo aquel que lo necesita: puedeocurrir que un país en desarrollo acuda en asisten-cia a uno desarrollado, si es así requerido.

Principios. En los contextos global y regional, esunánime la aceptación de los principios de la asis-tencia humanitaria, a saber: 1. Solicitud o consenso

del país afectado por la crisis. Entendemos por“solicitud” el requerimiento efectuado por el go-bierno del país en necesidad o por el organismointernacional encargado de realizar el appeal,mientras que el “consenso” opera ante una ofertaconcreta de parte de otro país, organismo multila-teral u organización no gubernamental, a la queel afectado responde admitiéndola. Resulta de lamayor importancia para respetar “la no intromi-sión en los asuntos internos de los Estados”, pro-blemática que en oportunidades ha merecido ad-vertencias y que sin duda afectó el nombre deorganizaciones de asistencia humanitaria, que sehabrían visto filtradas por organismos de inteli-gencia, con fines ocultos que resultaban distintosa los de la actividad humanitaria para la que esaorganización había sido convocada. 2. Imparciali-dad. Principio activo por el cual la asistencia hu-manitaria debe prestarse a todos por igual: no im-porta su sector social o político, su vinculacióncon el gobierno de turno del país afectado e inclu-so las características personales, tanto de etnias,de color de piel, religiosas, culturales o educati-vas. 3. Neutralidad. Aunque vinculado al anterior,en este caso se denomina principio negativo porcuanto actúa por omisión: no se entromete en lasproblemáticas internas de los países afectados,del mismo modo que no participa en las discusio-nes locales sobre el régimen político, sobre temá-ticas socioeconómicas y culturales locales, o sobrecómo se lleva a cabo la asistencia. Sabido es quetodo desastre implica a su vez un desastre político:es utilizado por partidarios y opositores, en la mayo-ría de los casos, para propósitos distintos de la asis-tencia humanitaria en sí. El prestador de dicha asis-tencia debe mostrarse neutral en esa discusión. 4.Respeto de la soberanía, la integridad territorial ynacional del país afectado. En oportunidades se hatemido que la asistencia humanitaria termine sien-do el instrumento cuya utilización pretende en loshechos resolver cuestiones bilaterales cuya discu-sión debe discurrir por otros ámbitos. 5. Prioridaddel Estado afectado en la coordinación de la asisten-cia. Cuando un Estado tiene su gobierno con facul-tades vigentes, debe respetarse que sea quien tengaa su cargo la coordinación de la asistencia, y fije lasprioridades en tal sentido. Eventualmente ese go-bierno podrá delegar la operatividad de la asisten-cia humanitaria a algún organismo multilateral es-pecializado, pero en modo alguno el donantedebería asumir por decisión unilateral esta fun-ción. Más allá de la lógica afectación que sufre laautoridad local ante el desastre, debe colaborarsepara que los canales decisorios recuperen su potes-tad, pero en modo alguno buscar su remplazo ocooptación. Como se ha podido apreciar, la vincula-ción mutua entre los principios de la asistencia hu-manitaria es constante y busca la armonía para

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evitar que factores ajenos a la crisis misma pue-dan interferir o ser aprovechados indebidamenteen situación tan especial. Analizados así, puedenresultar estos principios como de aceptación in-mediata y sin puntos de discusión sobre ellos.

Críticas. Severas críticas se expresan en los forosinternacionales por cuanto, al momento de poneren acto estos principios, difiere su comprensiónsegún sea desde el punto de vista del país reci-piendario o desde el del donante. Estos sostienenque en general los países afectados no saben quésolicitar, que los ingentes fondos derivados para laatención de las crisis no son destinados debida-mente por los recipiendarios, que la coordinacióny fijación de prioridades es deficiente, que no lle-gan a los reales beneficiarios y que no solucionanlas problemáticas por lo que las recidivas de crisisson constantes. Justifican así lo que denominan“fatiga del donante”. Los recipiendarios expresansu disconformidad ante una ayuda que aducenmayoritariamente “atada” a los designios del do-nante, que las imposiciones limitan el consenso y,en general, no responden a las particularidades ynecesidades locales, que no hay respeto para lasprioridades, aunque sean establecidas por autorida-des locales reconocidas, que privilegian la atenciónde los propios intereses de los países donantes (susempresas, sus ciudadanos en el lugar de la crisis),que se promete mucho más de lo que realmente seaporta, que la ejecución directa del donante o de losorganismos multilaterales no es eficaz.

La Iniciativa Cascos Blancos. Estas posiciones hanllevado a los países desarrollados a reformular laasistencia humanitaria, incluso mostrándose críti-cos de los organismos internacionales, mientrasque los países en desarrollo fueron buscando suspropias herramientas de asistencia humanitaria.Es el caso de la Iniciativa Cascos Blancos (ICB),presentada por Argentina a la comunidad inter-nacional y reconocida por la Organización delas Naciones Unidas (AGNU Res. 49/139B, año1994) y por la Organización de los Estados Ame-ricanos (AGOEA/RES.1351-XXV-O, año 1995).Cascos Blancos aportó a la asistencia humanita-ria la posibilidad de participación de los paísesen desarrollo, puesto el acento en el voluntaria-do civil como herramienta, y la conformación deequipos preseleccionados y entrenados. Estanovedad la practican actualmente incluso la Ofi-cina para la Coordinación de la Asistencia Huma-nitaria (OCHA) y la Oficina de la Unión Europeapara la Cooperación (ECHO). Pasados diez añosde la ICB, el sistema multilateral continúa respal-dándola, aunque con ciertas reticencias: las limi-taciones presupuestarias de los países en desarro-llo podrían convertirla en una “ayuda de pobrespara pobres”, como estigma de pobre eficiencia,

efectividad y eficacia. Sin embargo, el fuerte em-peño de los países en desarrollo en el respaldo aesta herramienta, su actuación exitosa en situa-ciones altamente comprometidas, como en los Te-rritorios Palestinos, en la crisis de Kosovo o Líba-no, en los terremotos en la India o en Colombia,en los deslaves en Venezuela o El Salvador, en loshuracanes que afectaron Centroamérica y el Cari-be (en particular el Mitch), inundaciones en Mo-zambique, desminado humanitario en Angola oNicaragua, en las zonas más pobres de Paraguay,Bolivia, Panamá o la propia Argentina, e inclusoen la asistencia posterior al desastre de Katrina enEstados Unidos de América, ha motivado a donan-tes no solo a copatrocinar las resoluciones favora-bles que respaldaban los informes elogiosos delpropio Secretario General de la ONU, sino tam-bién a contribuir a las ventanillas especiales Cas-cos Blancos tanto en Voluntarios de Naciones Uni-das como en la OEA, a lo que se deben adicionarparticularmente los aportes del Banco Interameri-cano para el Desarrollo (BID) y, en poco tiempomás, del Banco Centroamericano para la Inver-sión y la Exportación (BCIE). En el último perio-do, Cascos Blancos ha focalizado su actuación enla región americana, aunque sin descuidar el restode las regiones, incluida la respuesta al tsunamique afectó Asia. Pero la notoria prioridad otorga-da por Europa a los requerimientos africanos y laatención puesta por Estados Unidos a la cuestiónde Medio Oriente, sin duda lleva a que AméricaLatina y el Caribe necesiten comportarse autosufi-cientemente ante las emergencias. Por ello, con elrespaldo de la OEA y del BID, se ha podido consti-tuir en el ámbito regional americano una red dePuntos Focales ICB que está reforzando su instala-ción, su capacitación y su crecimiento para asegu-rar su consolidación y eficacia. El desarrollo delvoluntariado juvenil, la permanente capacitaciónde los voluntarios inscritos en sus bases de datospara alcanzar mejor los objetivos, el reconoci-miento de la vinculación entre el mayor daño deldesastre natural y la extrema pobreza, la valori-zación y el respaldo a la vocación solidaria surgi-da de las recurrentes crisis socio-económico-polí-ticas en la región, la necesidad de articular yoptimizar el trabajo entre gobierno y sociedad civil,la constitución de una red ágil que permita real-mente coordinar los esfuerzos para volver másefectiva y eficaz la asistencia humanitaria son al-gunos de los desafíos que la Iniciativa CascosBlancos se ha dispuesto a enfrentar. Esta iniciativa–que es de carácter gubernamental– no busca su-perponer ni desplazar los organismos o áreas detrabajo ya establecidas, ni la reconocida tarea delas organizaciones no gubernamentales (ONG),sino que prioriza la correcta articulación y coordi-nación, buscando las fortalezas de cada uno de los

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actores y el reconocimiento de las mejores prácti-cas en la temática, enriqueciendo de este modo elvasto campo de la asistencia humanitaria.

Capacidades, proyecto de viday sistema de derechos

Jorge Iván Bula (Colombia) - UniversidadNacional de Colombia

El concepto de capacidad. El enfoque llamado decapacidades (capabilities) ha sido principalmentedesarrollado por el premio Nobel alternativo deeconomía, el profesor Amartya Sen. Las capacida-des están asociadas, principalmente, a las llama-das libertades positivas, aquellas que, a diferenciadel concepto de libertad negativa, de no injeren-cia en nuestras elecciones, se requieren para utili-zar nuestras habilidades humanas. Las capacida-des contribuyen a desarrollar esa libertad para sery esa libertad para hacer, como miembros de unasociedad. El desarrollo de las capacidades estáasociado a la posibilidad que una persona tiene derealizar el proyecto de vida que más valora y delque tiene razones para valorar. La libertad negati-va no deja de jugar aquí un papel importante, encuanto constituye un factor fundamental paraagenciar autónomamente nuestras elecciones. Di-chas capacidades dependen de un subconjunto debienes, tangibles e intangibles; del conjunto debienes disponibles en la sociedad, que una perso-na está en capacidad de movilizar y sobre los cua-les puede ejercer un control, es decir, tener un de-recho o una titularidad. No obstante, el enfoquede las capacidades, a diferencia de otros enfoquesen el campo de la economía del bienestar, ponemás el énfasis en las condiciones que una socie-dad ofrece para la expansión de las mismas que enlos bienes, que son solo medios a través de loscuales dicha expansión ha de alcanzarse. Como loseñala Sen, no importan tanto los bienes a los quelas personas pueden acceder, como saber lo queestos bienes pueden o no pueden hacer por el de-sarrollo de las capacidades de las personas.

Derechos y titularidades. La titularidad, entendidacomo “el conjunto de paquetes alternativos de bienessobre los cuales una persona puede establecer un pedi-do” (Drèze y Sen, 1989), otorga al individuo un de-recho que en una sociedad de mercado se traduceparticularmente en lo que Sen denomina titularida-des de intercambio: el derecho de enajenar unosbienes a cambio de otros. Pero no todas las titulari-dades están sujetas a un proceso de intercambio enel espacio del mercado. Algunas titularidades, comoel caso de algunos bienes públicos, o de algunos bie-nes intangibles (v. gr., el cuidado materno), pue-den tener otras fuentes distintas al intercambiomonetario. Los llamados bienes meritorios (que

se derivan de la condición de ciudadano en supropio derecho), como la salud y la educación,por ejemplo, bien deberían formar parte de un es-quema de aprovisionamiento cuya responsabili-dad recae principalmente en el Estado, y que nonecesariamente suponen el espacio del mercadopara su asignación. Sin duda este principio, tancaro al concepto de Estado de Bienestar, en parti-cular en el campo de la salud (pero no del todoajeno al de educación), se ha visto trastocado porlas nuevas reformas en los sistemas de seguridadsocial con la introducción de esquemas de merca-do o semimercado en un buen número de paísesdurante las últimas dos décadas. El aspecto distri-butivo adquiere un matiz importante en la formade acceder a uno u otro tipo de titularidades. Elesquema de distribución, más o menos equitativo,de las titularidades de intercambio dependerá delacuerdo institucional, generalmente sancionadopor el derecho. En otros términos, un sistema dederechos de propiedad puede llegar a legitimaruna distribución tal que en situaciones de ham-bruna, como lo señala Sen, la concentración demedios alimenticios para su solución haga invia-ble superar esta situación. Además, las titularida-des y, en consecuencia, las capacidades a las quepueden contribuir, quizá se vean afectadas porfactores exógenos como los ingresos y los preciosrelativos. La imposibilidad de acceder a determi-nado nivel de ingresos, o de no tener ingreso al-guno, limita a la persona a transar bienes en elmercado y obtener el conjunto de bienes quecontribuya al desarrollo de sus capacidades. El de-terioro o el mejoramiento en los precios relativosde una titularidad pueden restringir o expandir lasposibilidades de intercambio de la misma en elmercado. Una caída en los precios de la cosechapara un campesino supone un menor nivel de in-gresos para adquirir un conjunto de bienes; unadesvalorización del salario, es decir, del precioque se paga por la fuerza de trabajo, puede tenerun efecto similar.

Las dotaciones iniciales. El conjunto de titularida-des en general, y de titularidades de intercambioen particular, que cada persona posee una vez seenfrenta a las transacciones de mercado dependede lo que se denominan las dotaciones iniciales.Estas resultan de los recursos económicos, socia-les y culturales, entre otros, que la familia halogrado proveer a la persona en sus primerosaños de vida antes de que esté en capacidad deestablecer ella misma su conjunto de titularida-des. Una forma de entender mejor esta idea delas dotaciones iniciales la proporciona PierreBourdieu con su categoría de Volumen de Capi-tal Global que cada persona está en capacidadde movilizar. Bourdieu denomina Volumen deCapital Global el conjunto de recursos y poderes

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efectivamente utilizables por una persona, quedepende de las estructuras patrimoniales deacuerdo con una distribución del mismo dentrode un espacio geográfico jerarquizado, es decir,dentro de un territorio que contiene determinadaestructura social. El capital global consta de trestipos de capital: económico, constituido por los ac-tivos y las rentas o fuentes de ingreso de la familiay, posteriormente, de la persona; cultural, queequivale a su bagaje como producto de los proce-sos educativos formales o informales dentro de loscuales ha tenido oportunidad de participar; y so-cial, que corresponde al conjunto de contactos yrelaciones sociales a los que la persona y la familiahan tenido acceso o han podido desarrollar. SirJames Edward Meade, premio Nobel de economíaen 1977, adiciona a estos tipos de capital lo que éldenomina el componente genético que todo indi-viduo hereda como producto de la historia genéti-ca, sin duda adaptativa y variante, de cada perso-na: “Las dotaciones estructurales básicas de buena omala fortuna las dan los padres a los hijos; pero elniño, a medida que crece, moldea y modifica las do-taciones básicas que recibió cuando niño de su pa-dre y de su madre, antes de amalgamarlos con los desu mujer y pasar ese paquete modificado y mezcladode dotaciones de fortuna a sus propios hijos” (Mea-de, 1985).

Las dotaciones iniciales y el poder de negociación enlas trayectorias sociales. Reconoce Meade que es-tas dotaciones iniciales, en condiciones de compe-tencia perfecta –es decir, en ausencia de barrerasartificiales a la movilidad de factores de produc-ción y de políticas públicas redistributivas– llevana las desigualdades en la distribución del ingreso.Estas desigualdades derivan de las inequidadesexistentes en la distribución social de las dotacio-nes iniciales donde algunas personas solo poseencomo titularidad de intercambio su fuerza de traba-jo para canjearlo por un salario (en una situación dedesempleo esta única posibilidad se reduce), mien-tras que otros disponen de rentas, intereses o bene-ficios, provenientes de capitales previamente acu-mulados por sus progenitores pudiendo acceder aun mayor conjunto de bienes y gozar de mayoresopciones a la vez. Las dotaciones iniciales y laposibilidad que permiten de acceder a determina-do conjunto de titularidades generan un tipo decausación circular acumulativa en la cual quienesposeen un nivel muy bajo de titularidades carecende un poder de negociación equivalente a quienescontrolan un nivel significativamente mayor derecursos que conduce a una reproducción de ladesigualdad en los procesos de intercambio y, engeneral, a una ampliación de la brecha en la dis-tribución social de los capitales arriba menciona-dos. En términos de Bourdieu, esto corresponde alefecto de inculcación ejercido por la familia o las

condiciones de existencia originales del individuo,que influye en las titularidades de intercambio quela persona pueda generar, y que afectarían, segúnel autor, sus posibilidades de trayectoria social as-cendente, cuando no descendente.

Realizaciones, funcionamientos y conjunto de capa-cidades. Las posibilidades de una persona para lle-var a cabo el proyecto de vida que más valora, yque tiene razones para valorar, de acuerdo con unabanico de trayectorias sociales posibles en unasociedad, dependen de las capacidades que puedadesarrollar en función de la dotación inicial de ti-tularidades que posee y de las oportunidades deintercambio que estas se le abren en el futuro.Una persona ocupa un lugar en la sociedad deacuerdo con su dotación inicial de bienes (ya seanmercantiles, no mercantiles, tangibles, no tangi-bles, de mérito, etc.), lo cual predispone sus capa-cidades, su libertad de desempeño y su rango deoportunidades. Esta libertad de desempeño, entérminos de Sen, hace referencia al concepto de“funcionamientos” (functionings) que constituyenese conjunto de opciones de vida que una personapueda tener conforme a aquello que más le gusta-ría ser o poder hacer. La posibilidad de llevar acabo un número distinto de combinaciones de es-tilo de vida está definida por la gama de oportuni-dades que una persona tiene frente a sí. De estamanera, lo que un individuo esté en capacidad dealcanzar en un aspecto de su vida constituiría loque este autor denomina el vector de funciona-mientos (functioning vector). El conjunto de capa-cidades (capability set) de una persona estaría de-finido por los distintos y alternativos vectores defuncionamientos entre los cuales una personatendría oportunidad de escoger; la combinaciónefectiva de estos vectores se traduce en las reali-zaciones de la persona (Sen, 2000).

Conjunto de capacidades y el espacio de las liberta-des. El conjunto de las capacidades de una perso-na está estrechamente relacionado con el margende libertad para alcanzar el nivel de realizacionesque más valora. Estas pueden abarcar ese espaciode reconocimiento y participación social, y tradu-cirse finalmente en la calidad de vida de la perso-na, en su manera de ser y hacer en la sociedad a lacual pertenece. Sen entiende la libertad comoaquella que “nos da la oportunidad de lograr nues-tros objetivos: las cosas que tenemos razones paravalorar” y distingue en principio dos facetas de lalibertad: la “faceta de oportunidad” y la “faceta deproceso” (Sen, 1997). La faceta de oportunidad nosremite a la condición de alcanzar aquellas cosasque tenemos razones para valorar: una mayor li-bertad nos dará igualmente una mayor oportuni-dad de alcanzar las metas de nuestro proyecto devida. Esta faceta permitiría a la persona escoger,

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entre un espacio de combinación de libertades,aquel conjunto que le dé la oportunidad de alcan-zar lo que más valora (Sen, 2004). La faceta deproceso nos remite a la idea de autonomía previa-mente mencionada, la libertad de elegir con auto-nomía, independientemente del resultado que seobtenga (v. gr.: una libre pero mala elección pue-de alejar a la persona del objetivo que más valo-ra). La faceta de proceso incorpora dos criteriosen relación con esta condición de autonomía. Poruna parte, el aspecto de lo que Sen llama la auto-nomía decisional de las elecciones que una perso-na piensa realizar; por el otro, la inmunidad de laque debería gozar un individuo frente a posiblesinterferencias de otros. Estos dos aspectos estánligados estrechamente, pues la idea esencial con-siste en que una persona tome sus propias decisio-nes sin que nadie ni nada la suplante. Así estaríalibre de interferencias. Este criterio de no interfe-rencia se asocia normalmente al concepto de “li-bertad negativa”, de no intervención, o de no in-trusión en la libertad del individuo, ya se trate depersonas o instituciones (v. gr., el Estado). Habríauna coincidencia entre la faceta de proceso y esteconcepto de libertad. El concepto de oportunidadse acerca mucho más a la idea de libertad positiva,esa libertad de poder “ser” y de poder “hacer” gra-cias a la posibilidad (léase “oportunidad”) de usarnuestras propias habilidades humanas. Sin em-bargo, en un sentido más amplio, la libertad posi-tiva para usar nuestras habilidades en realidadtendría que ver tanto con restricciones internascomo externas, y desde esa perspectiva, una viola-ción de la libertad negativa afectaría igualmentelas libertades positivas, sin que lo contrario seanecesariamente cierto (Sen, 2004).

Libertades, realizaciones y derechos. Estas dos fa-cetas de libertad han dado lugar a dos tipos deevaluaciones sobre el estado o la situación delas personas (state of affairs): una evaluacióndeontológica, que se preocupa más por los dere-chos y los deberes de las personas, independien-temente de los resultados esperados, es decir, secentra más en la faceta proceso de las libertades; yuna evaluación consecuencialista, que se interesamás por los resultados obtenidos y menos por losprocesos con que han sido alcanzados; por ejem-plo, el grado de bienestar (la visión extrema sería:“el fin justifica los medios”). El sistema basado enderechos (goal rights system) busca evaluar la si-tuación de los derechos (y libertades) de las per-sonas en relación con las acciones que han condu-cido a dicha situación. Este enfoque constituye unsistema moral en el que se evalúa la satisfacción ola no realización de los derechos incluidos en losobjetivos por alcanzar y, en consecuencia, las ac-ciones conectadas con dichos objetivos. Pero aquíla idea de derecho no se define sobre la base de

relación entre dos personas (v. gr., autonomía),sino como el derecho de la persona a desarrollarcierto tipo de capacidades, donde la división entrelibertad negativa y positiva se diluye para incor-porar tanto las restricciones internas y externas,lo que equivale a hablar de un sistema basado encapacidades (Sen, 1982).

Referencias

Pierre Bourdieu. La distinction, critique social du jud-gement, Paris, Les Éditions de Minuit, 1979. - Jean Drèze,Amartya Sen. Hunger and Public Action, Oxford, Claren-don Press, 1989. - James E. Meade. La economía justa, Bar-celona, Orbis, 1985 (original en inglés, 1976). - AmartyaSen. “Rights and Agency”, Philosophy and Public Affairs,Vol. 11, Nº 1, 1982, pp. 3-39. - Amartya Sen. Bienestar, jus-ticia y mercado, Barcelona, Paidós, 1997. - Amartya Sen.Development as Freedom, New York, Anchor Books, 2000. -Amartya Sen. Rationality and Freedom, Cambridge (USA),Harvard University Press, 2004 (primera edición 2002).

Terrorismo de Estado

Juan Carlos Tealdi (Argentina) - Universidadde Buenos Aires

El terrorismo de Estado debe ser considerado lanegación radical de todo sistema de derechos hu-manos y, por tanto, de los supuestos morales bási-cos que se presumen compartidos en las socieda-des actuales. De allí su importancia para todabioética. Se trata de la utilización de diversos mé-todos ilegales por parte de un Gobierno, dirigidosa causar miedo en la población para lograr sus ob-jetivos políticos, económicos, sociales o militares.El miedo utilizado como coerción se convierte asíen la negación de toda libertad y, por tanto, detoda condición de sujeto moral y de derechos. Supresencia pasada o actual en América Latina hatenido y tiene tanto impacto social sobre sus obje-tivos, que la consideración del respeto de la auto-nomía como principio ético sin tener en debidaconsideración este contexto, resulta vacía de unsentido pleno.

Definiciones. El terrorismo de Estado, aunque encierto modo puede considerarse que ha estadopresente a lo largo de toda la historia de la huma-nidad, en un sentido más estricto se lo consideracaracterístico del siglo XX. En su sentido más ge-neral, y como dice Chomsky, es el uso de la violen-cia con fines políticos y en contra de civiles nocombatientes. En su sentido más reciente, sin em-bargo, alude al fascismo (alemán, español, italia-no, etc.) y al comunismo (estalinista, camboyano,etc.), así como a las dictaduras militares en paísesde alguna tradición democrática (por ejemplo,América Latina), que han generado diversas va-riantes del mismo. Para Bonasso, al hablar de te-rrorismo de Estado, “se usa esta denominación

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para demarcar un modelo estatal contemporáneoque se ve obligado a transgredir los marcos ideológi-cos y políticos de la represión ‘legal’ (la consentidapor el marco jurídico tradicional), y debe apelar a‘métodos no convencionales’, a la vez extensivos eintensivos, para aniquilar a la oposición política yla protesta social, sea esta armada o desarmada”.En ese sentido, aun cuando sea utilizado mayori-tariamente por dictaduras militares, el terrorismode Estado sería el último recurso del ‘sistema de-mocrático’ y del ‘mundo libre’.

Características. Las formas que caracterizan el te-rrorismo de Estado son varias, aunque no existauna definición tan clara como la que podemos daral genocidio (v.) o a los crímenes de lesa humani-dad (v.), que se relacionan muy frecuentementecon aquel. Esas características son: 1. El diseño deun plan sistemático de implantación del terror enla población civil con diversas estrategias coordi-nadas por una red de agentes responsables –milita-res, de seguridad o civiles–, aun en los casos deoperaciones descentralizadas. 2. El uso ilegal y di-fuso del secuestro, la tortura y el asesinato sobreindividuos acusados o inocentes, como medioscoactivos e intimidatorios de grandes grupos depoblación. 3. La instrucción, especialmente a mili-tares y agentes de inteligencia, para que actúen enmodo planificado con el objetivo de causar terror enla población civil. 4. La creación o apoyo de organi-zaciones terroristas paramilitares. 5. La comisión decrímenes sin dejar rastro (los desaparecidos), o convisible brutalidad (operaciones militares, exposi-ción de cadáveres mutilados, etc.), pero con el mis-mo fin de atemorizar a la población.

El terrorismo de Estado en América Latina. El terro-rismo de Estado es una realidad reciente en lospaíses de América Latina. Argentina lo padecióentre 1976 y 1983 con decenas de miles de perso-nas torturadas, asesinadas y desaparecidas, quefueron investigadas por la Comisión Nacional porla Desaparición de Personas (Conadep) cuyoInforme Nunca Más demostró de modo indiscuti-ble el plan terrorista y permitió el juicio y condenade las juntas militares de la dictadura. En Chile,durante la dictadura de Augusto Pinochet, y se-gún la Comisión Valech, se violaron gravementelos derechos humanos de treinta mil personas, delas cuales al menos tres mil fueron asesinadas. EnParaguay, la dictadura de Alfredo Stroessner entre1954 y 1989 asesinó al menos a cuatro mil perso-nas y persiguió políticamente y violó sistemática-mente los derechos humanos. En Guatemala, es-pecialmente en el periodo 1960-1998, se ejecutóun genocidio de la población maya, se extermi-naron poblaciones rurales y se cometieron viola-ciones sistemáticas contra obreros, estudiantes,mujeres embarazadas, religiosos y otros grupos

comunitarios. En Colombia, la comprobación en2006 de vínculos de muchos políticos con los gru-pos paramilitares y sus masacres y acciones terro-ristas, así como las acciones del grupo crecientede militares estadounidenses que operan en elpaís, han hecho hablar asimismo de terrorismo deEstado. La Escuela de las Américas, establecida enPanamá por Estados Unidos, cumplió duranteaños la misión de entrenar un gran número de mi-litares latinoamericanos que luego conduciríanesas estrategias en sus países y en la región. Tam-bién dio apoyo a escuadrones de la muerte en Ni-caragua y El Salvador, y apoyó y financió a dicta-dores que instauraron el terrorismo de Estado,como Pinochet en Chile y Efraín Ríos Montt enGuatemala; asimismo apoyó el funcionamientointegrado de diversos Estados terroristas. Unmodo planificado y sistematizado subregional delterrorismo de Estado se alcanzó con el Plan Cón-dor, que integró las operaciones terroristas de losgobiernos de Argentina, Chile, Uruguay, Para-guay, Bolivia y Brasil, con el apoyo de EstadosUnidos y la promoción particular de su Secretariode Estado, Henry Kissinger. El militar chileno Ma-nuel Contreras, creador y jefe de la Dirección Na-cional de Inteligencia en Chile, también creó elPlan luego de ser convocado en 1975 a los cuarte-les de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), se-gún se ha sabido por fuentes desclasificadas en2000 por la propia CIA. El 6 de marzo de 2001,The New York Times dio a conocer un documentodesclasificado de 1978 en el cual el embajador deEstados Unidos en Paraguay decía que los servi-cios secretos del Plan Cóndor estaban en contactoentre sí a través de una instalación de comunica-ción de Estados Unidos en la Zona del Canal dePanamá. Pero los agentes del Plan actuaron tam-bién en Europa y en Estados Unidos con sus actosde persecución y asesinatos. Los archivos de ladictadura de Stroessner, encontrados en la ciudadde Lambaré en 1992 (Archivos del Terror), seña-lan que el Plan Cóndor dejó 50.000 muertos,30.000 desaparecidos y 400.000 presos. Esos ar-chivos muestran de modo acabado la planifica-ción, el desarrollo, la coordinación y la evaluaciónde todas y cada una de las estrategias que formanparte del terrorismo de Estado y que se instru-mentaron en América Latina.

Los argumentos del terrorismo. Para Garzón Valdés,el terrorismo de Estado requiere una ideología quesustente un dogma, como el de la Doctrina de la Se-guridad Nacional, con un aparato de propagandaque justifique los actos propios y estigmatice a laoposición, que imponga medidas clandestinas yprohibidas por la ley (tortura, asesinatos, etc.), quedelimite en modo impreciso los hechos punibles yque aplique en modo difuso medidas violentas deprivación de la libertad, la propiedad o la vida.

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Los argumentos con los que se pretende justificarel terrorismo de Estado son, para Garzón: 1. Laprimacía de valores que tienen una validez abso-luta e incondicional y cuya realización es la condi-ción necesaria para el bienestar de la población.2. La distinción entre ética pública y ética privadabajo el supuesto de que en la ética pública lo queinteresa son los resultados alcanzados. 3. La ‘elec-ción trágica’, dado que la acción de la oposición yla protesta, al utilizar métodos violentos y poneren peligro la existencia misma del Estado, exigerespuestas eficaces al margen de la legalidad. 4.El terror estatal como el medio más eficaz de res-puesta. 5. La inevitabilidad de consecuencias se-cundarias negativas (excesos, daños colaterales,etc.). 6. La imposibilidad de identificación delopositor. 7. La simetría en los medios utilizados(‘guerra sucia’). Pese a la falacia de estosargumentos, el terrorismo de Estado resulta siem-pre una reacción y una negación del supuesto más

frecuente que moviliza a los opositores que termi-nan siendo víctimas. Ese supuesto son las graves yrepetidas violaciones de los derechos más elemen-tales, la pobreza, la indigencia y las enormes desi-gualdades sociales que existen en el mundo. Y si-multáneamente expresa la ambición desmedida degrupos sociales y países que recurren a dictadurase imperialismos para sostener esas injusticias.

Referencias

Eduardo Luis Duhalde [1983]. El estado terrorista ar-gentino. Quince años después, una mirada crítica, BuenosAires, Eudeba, 1999. - Noam Chomsky, N. Schulz, MiguelBonasso. Terrorismo de Estado, Navarra, Editorial Txala-parta, 1990. - Cezar Mariano Nilson. Operación Cóndor.Terrorismo de Estado en el Cono Sur, Buenos Aires, Lohlé-Lumen, 1998. - John Dinges. The Condor Years. How Pino-chet and his Allies Brought Terrorism to Three Continents,The New Press, 2004. - Ernesto Garzón Valdés. “El Terro-rismo de Estado”, Madrid, Revista de Estudios Políticos, Nº65, julio-septiembre 1989.

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