diatriba de un hombre sin futuro

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EL MUNDO AL REVES Nunca me imaginaria un día en el cual me levanto en la mañana y sin pensarlo todos los amigos del barrio piensen que soy extranjero, y no entiendan ni una sola palabra de lo que digo, que me acusen de ser un secuaz adepto a cualquier clase de política o grupo subversivo. Extrañado, vaya al colegio, y al cruzar la calle, me de cuenta de que el semáforo tiene las tres luces encendidas en el tiempo exacto y que una mujer despida a su cónyuge con un beso volador en una de sus mejillas. En la escuela, ni la profesora ni mis compañeros comprendan lo que les digo y me dejen como un pájaro de aire. Además, que al mirar la hora, el reloj solo marque rayas y puntos que no logre descifrar... y que al llegar a la iglesia los creyentes se aparten de mí, tanto que mis sentimientos se vean ofendidos ante tanta adversidad y termine desmesuradamente triste. Yo no me lo imaginaria, y juro que tampoco quisiera que me sucediera nada, por el contrario, estaría bien que crecieran mis conveniencias para poder idear muchas cosas, que me aumentaran la merienda para que alcance para los helados que venden en la esquina del colegio, ojala eso pasara rapidito, aun antes de que mis antiguos amigos me inviten a una contienda, pero claro está jugando fútbol. ENTRE LO REAL Y LO ABSURDO Hoy me siento culpable de tantas cosas, siento por ejemplo que es hora de liberar del encarcelamiento a los días que se fueron sin dejarme cruzar al otro lado del camino, tal vez para sentirme más liviano que nunca por la desnudez que representa mostrarme desde adentro, debo ser sincero y mencionar que no todo está dicho. Dejo algo para mí, y para el recoveco de los secretos que por obligación cada mortal debe guardar para sí. Esos son míos, los otros los liberé y seguramente desfilarán en forma de imagen y palabras a lo

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EL MUNDO AL REVES

Nunca me imaginaria un día en el cual me levanto en la mañana y sin pensarlo todos los amigos del barrio piensen que soy extranjero, y no entiendan ni una sola palabra de lo que digo, que me acusen de ser un secuaz adepto a cualquier clase de política o grupo subversivo.Extrañado, vaya al colegio, y al cruzar la calle, me de cuenta de que el semáforo tiene las tres luces encendidas en el tiempo exacto y que una mujer despida a su cónyuge con un beso volador en una de sus mejillas. En la escuela, ni la profesora ni mis compañeros comprendan lo que les digo y me dejen como un pájaro de aire. Además, que al mirar la hora, el reloj solo marque rayas y puntos que no logre descifrar... y que al llegar a la iglesia los creyentes se aparten de mí, tanto que mis sentimientos se vean ofendidos ante tanta adversidad y termine desmesuradamente triste. Yo no me lo imaginaria, y juro que tampoco quisiera que me sucediera nada, por el contrario, estaría bien que crecieran mis conveniencias para poder idear muchas cosas, que me aumentaran la merienda para que alcance para los helados que venden en la esquina del colegio, ojala eso pasara rapidito, aun antes de que mis antiguos amigos me inviten a una contienda, pero claro está jugando fútbol.

ENTRE LO REAL Y LO ABSURDO

Hoy me siento culpable de tantas cosas, siento por ejemplo que es hora de liberar del encarcelamiento a los días que se fueron sin dejarme cruzar al otro lado del camino, tal vez para sentirme más liviano que nunca por la desnudez que representa mostrarme desde adentro, debo ser sincero y mencionar que no todo está dicho. Dejo algo para mí, y para el recoveco de los secretos que por obligación cada mortal debe guardar para sí. Esos son míos, los otros los liberé y seguramente desfilarán en forma de imagen y palabras a lo largo de este escrito. Comenzaré hablando del amor, muchos se preguntaran por qué, es que desde niño he pensado y sigo pensando que el amor es el filo de la navaja por la que todos andamos y la forma de querer entender lo que hacemos cuando estamos enamorados es algo estúpido, cosas tan inverosímiles que todos cometemos, el mostrarle la pareja a la familia, es algo ilógico pero fascinante, algo que uno espera siempre que ocurra, como las raíces, el barrio, esos efímeros detalles de esos primeros años que empezaron a verme y mostrarme a la vida aquí en Turbaco. También me han servido para escribir, los testimonios de gente que me conoció y me conoce, pero sin comprometer a nadie. Si estuve de acuerdo en desnudarme en este escrito, no tenía por qué desnudar a otros. Mirar hacia atrás no me resulta fácil. Hay mucho dolor, miseria más que todo, incluso tristezas y muertes. El fallecimiento de mi abuela es y sigue siendo un dolor muy intenso, una catarsis de la cual todavía no me recupero. Pero le escribí ese texto por mi voluntad que casi se me ha olvidado, para que sirva como una manera de devolverle el cariño enorme que me brindó por muchos años y tal vez para tenerla un poco más cerca a pesar de la distancia. Por ejemplo, del colegio extrañó a ese tipo irresponsable que un día se le olvidó ir a una clase de matemáticas, mi vida nunca

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han sido los números sino de letras, la miseria transformada en vida. Es doloroso, pero es una manera de reconciliarme. Encontrarme con el ayer fue fantástico, aunque duele. Casi me envidio al verme en esas imágenes de colegio, en esos recuerdos empañados por los años y el tiempo. Extraño la frescura con la que hacía las cosas y lo que me divertía con mis amigos de recreo que no recuerdo mucho, esa fue una época muy importante para mí. También añoro andar de a pie, de la casa al colegio y del colegio a la casa, en una rutina trágica y a la vez divina, sin la fama a cuestas, cuando a cada esquina encontraba inspiración para un nuevo texto. No quiero ni querré nunca sentarme en una silla y decir: bueno, yo nací en un pueblito..., sino vamos al pueblo y a la casa donde nací, siento la necesidad inconsciente de revelar algunas cosas, ya que es un asunto muy poco planificado. Sobre mi oficio de escritor, puedo decir que los políticos viven de las mentiras, los curas viven de ofrecernos un mundo mejor en la otra vida para que todos estemos aquí perdidos mientras llega la otra, los doctores viven de cuidar nuestras enfermedades, los profetas viven del futuro y los escritores como los locos no- dementes viven de meternos en el pellejo de otra gente, por lo menos ese es mi caso.Volviendo al tema de las mujeres opino que son el asunto más irresistible, incomprensible, absurdo y, al mismo tiempo, el más maravilloso de todos los elementos que existen en este planeta, es a su vez una pesadilla, una costumbre momentánea. Siempre nos esta jodiendo una, o cuando menos lo esperas regresa a ti con una inocencia encantadora sumisa y fantástica, a mi me ha pasado, quizás por eso mismo no he sido feliz. Tuve una niñez infeliz, mi madre era y sigue siendo una mujer muy estricta, pero buena, ahora me deja escribir, aprendió que contra lo imposible no se lucha, yo hasta ahora estoy aprendiendo eso. Con mi padre me la pase la mayor parte del tiempo, él y yo éramos locos de remate y contraproducentes en ciertos casos, por ejemplo él nunca estuvo de acuerdo con que yo escribiera, pero mi afán era cambiar el mundo. Nací en un septiembre falso, entre fandangos y cajas de cervezas, en una de esas raras convulsiones creo, nací. Soy maestro de oficios básicos. Maestro de vivir las desgracias, las vergüenzas, las bombas de rabia y llanto, soledad y miedo, mi adolescencia la viví en medio de un potrero y un estadio, el llavero de la escuela que golpeaba mi cabeza para corregir lo incorregible"... La profesora o el profesor, la soledad y el cansancio como una especie de fastidio y las temibles matemáticas y compuestos químicos que me asediaban las tripas y el pellejo como una convulsión cósmica. La primera vez que comprendí que mi vida iba a ser dura fue cuando sufrí la primera derrota por una mujer, eso fue a los 11 años. Tengo que confesar una verdad, siempre había estado muy cómodo con mi soledad, pero me encuentro en un conflicto actual, puedo decir que en este momento no tengo una buena relación con la soledad, y cuando eso pasa, no se puede elegir bien a una pareja, porque se hace por desesperación mas que por amor. Extraño realmente sentirme bien con mi soledad, prefiero guardarme esa parte en el libro que sólo yo sé, en mi verdad, que yo tengo y que no voy a compartir con nadie. Porque los asuntos de un amor son cosas que se arreglan entre dos y punto.Hablar de la vida para mi es algo serio y fascinante, es casi lo único que vale, su frescura y naturalidad en mi son constantes. Por eso la poesía sigue siendo una pasión que no puedo olvidar por más que lo intente, es como el beso que llega y se te clava en

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los labios y te deja una huella, o una lagrima eternamente por dentro. Yo no disfruto los domingos porque me parecen los días más vacíos de todos, disfruto más bien los martes o viernes por tradición y buscando una cultura complementaria diría yo. La vida es poder decir con la frente en alto y bien arriba estoy caminando porque se que caminando contemplo el mundo y el mundo me contempla a mi. Soy feliz de haber sido pobre, de jactarme sin doblegar mi orgullo. La razón que me mueve a escribir es constante y única como la pasión que siento por Sara o L, es algo inconcluso que nunca se termina. Si el corazón, claro está, no es el tercer huevo como Márquez, por otro lado existo porque me despierto y me levanto. Porque como, camino, hablo. Porque así lo prueba un acta de la registraduria de Turbaco, y los archivos del colegio Crisanto Luque donde cursé mi bachillerato. Existo por el número de mi cedula. Por mis padres y su maravilloso descuido. Jamás hice nada por existir. No llené solicitud, ni pedí permiso. Simplemente aparecí. Siempre pensé que la existencia empieza en el momento de nacer y que a veces la vida tarda tanto en llegar que no llega nunca. Gasté tanto tiempo tratando de entender lo que era la vida, construyendo hipótesis sin sentido. Hoy sé que la felicidad, el amor, la amistad son utopías que generan angustias si las pretendemos completas. Que el asunto es buscarlas y devorar sus momentos picos como abastecimientos para los tiempos en veda. Hoy creo que la vida es un buen vino, la canción que te gusta, esa sensación después de amar que te hace sentir supremo. Un buen sancocho, un gran atardecer, un partido de fútbol. Todo lo demás es un rosario de pesadillas que hay que padecer para poder encontrarte de manera esporádica con esos pequeños detalles y sentirte por instantes... Vivo. Pocas veces se puede atrapar la vida por un tiempo continuo de dos horas. Aquella noche sucedió. Y este trabajo lo resume. Así soy yo y así he vivido siempre.

La muerte tenía un precio, rezaba un aviso colocado en una de las paredes del barrio San Pedro. Que titulo tan apropiado para lo que estaba apunto de ocurrirme. Hoy es veinte de junio y el frío y la lluvia se empeñan en asolar las calles del pueblo, camino por una acera casi pavimentada en la que me reflejo gracias al agua que la impregna, los charcos devuelven imágenes desfiguradas de luces y desordenes, son las ocho menos diez y no se adonde voy. Ha sido duro, hemos discutido durante mas de una hora y al final la he mandado a tomar por el culo. Lo único que hizo fue llamarme, no vale la pena repetir la frase y tomar la moto, ahora me siento mal, ella era todo lo que yo quería hace tan solo unos meses y ahora ni siquiera puedo mirarle a la cara sin sentir rabia. Acabo de meter un pie en un charco y se me cala el zapato al instante, pisoteo el suelo; como si el charco fuese el culpable de que mi relación vaya directa al carajo. Una vieja que pasa al lado de mí, dice algo acerca de la maldita juventud. Me vuelvo enfurecido y le grito que “Ojala se muera”. La mujer escandalizada huye calle arriba. Yo esbozo una sonrisa de satisfacción, voy cabizbajo mirando cada gota de lluvia que cae al suelo sucio, el jeans que llevo está empapado y me da frío. Por suerte la pantaloneta mantiene seco mi cuerpo. Sigo dándole vueltas a una posible solución a mi problema y no la encuentro, mi humor es pésimo. Una chica llama a un mototaxi, el mototaxista para en mitad de la vía para recogerla, con lo que se gana el alboroto de dos buses de San Pedro

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que han de frenar para no tragárselo. La chica abre las piernas agitadamente, se monta en la moto y se le recuesta en la espalda al muchacho, puedo ver como le hace algunas indicaciones, seguramente para indicarle su destino. Aunque las gotas de agua apenas me permiten ver imágenes borrosas y opacas de ella a lo lejos, creo que la chica me esta mirando. No es nada del otro mundo, una chica normal, con gafas y una mini apretada, seguramente alguna administradora de algún SAI que cansada vuelve a su casa y que lleva una vida monótona y triste a juzgar por su aspecto. El mototaxista arranca y se pierde por la vía que va hacia Turbana. Un grupo de niños baja por la acera, charlan entre ellos en su enrevesado idioma, los tres llevan chancletas y lucen mochos de todos los colores. A menudo me pregunto porque se empeñan en seguir viniendo a este lugar. Supongo que es mejor coger pájaros que pasar hambre, lo cierto es que no lo sé, pero tampoco me importa. Sigo mi paseo sin rumbo, comienzo a pensar que L se habrá marchado a su casa, me dijo hace algunas horas que no esperase encontrarla en el estadio cuando volviese, ella sabrá lo que hace. A mis veinte y cuatro años aun no he conseguido mantener una relación más de cinco meses, supongo que debido a mi carácter, aunque podría ser porque soy muy bueno en todos los sentidos. Poco importa. Me apetece sentarme en un banco, pero la lluvia los tiene empapados, un tipo medio borracho se empeña en hacerle la vida imposible al dueño de un perro que pasea por el lugar. Sus ojos se iluminan al verme, contemplándome como la excusa perfecta para zafarse del “borracho” durante un rato al menos. El dueño del animal es un hombre grueso, de unos cincuenta años, con cara de bobo y una nariz pequeña y chata, cuando me habla para preguntarme que quiero tomar, puedo percibir el olor a ron que emana de su boca. Le pido una Coca-Cola, y el me dice que tiene que ser Pepsi, acepto de mala gana y me sirve la Pepsi en un vaso rallado que ha visitado las tripas del lavadero demasiadas veces, cuando me va a poner la rodaja de limón, le hago un gesto para que no la ponga, no es que no me guste el limón, pero el que iba a introducir en mi vaso, debía llevar cortado desde esta mañana. Junto al refresco coloca un plato pequeño lleno de papas fritas con sal y varias rodajas de salchichón. Picoteo un par de ellas mientras dejo que los hielos enfríen un poco la bebida. En la televisión de aquel lugar están poniendo un partido de fútbol, no se quien juega, pero hay buen animo. Las personas, cachacos en su mayoría, se sientan en mesas de patas metálicas con tableros de plástico imitando madera, sobre estas, tragos de ron, son mudos testigos de las intensas partidas que se han desarrollado allí durante la tarde. Me llama la atención una mesa que hay casi en la entrada, se sienta en ella una chica de unos diecisiete años, que desentona totalmente con aquel recinto. Delgada, muy guapa, y vestida atrevidamente desde la cabeza hasta los pies, mira continuamente su reloj rosa y se lleva la mano al pelo casi con la misma frecuencia con la que resopla. Posiblemente espere a alguien, o esté aquí haciendo tiempo como yo. Afuera sigue lloviendo a mares y las gotas de agua se deslizan por los cristales de aquel lugar provocando destellos de luz y juegos de colores. Suena mi celular y veo que en la pantalla aparece el nombre de L, no contesto. Veo como la chica me mira extrañada por no contestar la llamada. Dejo que suene hasta que salta el contestador, luego le quito el sonido y la vibración para que no me moleste más. Llamo al cachaco con cara de cerdo y le pregunto cuanto le debo, me cobra dos mil pesos, le pago y salgo de nuevo a la calle, ahora llueve menos que cuando entré. Son

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casi las diez, y los ruidos de este pueblo son los normales; motores, sirenas y murmullos de gentío. No se si subirme a un autobús o pedir una mototaxi para poder volver a casa… el frío se hace cada vez mas intenso, y no se si se deba al tiempo o a que me arrepiento de lo sucedido con L. Mientras continúo caminando saco el celular de mi bolsillo, seis llamadas perdidas, todas son de L. Abro la tapa del teléfono y pulso el botón de descolgar para que llame al último numero, en la pantalla aparece el mensaje de llamando a L. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… ahora es ella la que no lo coge, salta el contestador y le dejo un mensaje. “L, soy Rafa llámame cuando puedas” Cuelgo, activo el sonido y la vibración y lo dejo de nuevo en el bolsillo de mi pantalón, que cada vez esta mas empapado. Es hora de volver a casa. La noche pintaba como una autentica mierda, rodeado de gente que no conocía y que no hacían más que recordarme que yo no tenía a nadie. Esto ya no tiene sentido, tras unas horas deambulando por ahí, me cuesta recordar que fue lo que me hizo enfadarme tanto. Decido volver a casa, total no es más de unos minutos a un paso ligero, aunque tarde una hora entera a mi actual ritmo, no me parece nada exagerado y mirándolo bien, el tráfico está asqueroso. Comienzo a caminar mientras dejo que mi mente vague a su antojo por los paisajes de recuerdos que contiene. Conocí a L en una tarde, la invitó Ale al estadio; en aquel entonces yo estaba bastante enganchado con el tema del fútbol. Aquel día en que la vi por vez primera era agosto, más o menos mediados o finales, no lo recuerdo muy bien, el caso es que yo tenía prácticas de fútbol. Así que, como pocos” estaba bastante perjudicado a nivel económico por esos días. La lluvia vuelve a caer con mas fuerza en el barrio y me veo obligado a andar muy pegado a lo andenes con el fin de no acabar más empapado de lo que ya estoy, camino con paso errante, como caminan los que están condenados a muerte, con la cabeza gacha y los ojos perdidos. Para las doce del siguiente día volvió a sonar el timbre, le dije a Carlos que ya iba yo a abrir y el me grito, “Ve, debe ser Ale”. Llegue hasta la puerta, justo cuando iba a abrir sonó de nuevo el timbre y me asusté. Abrí la puerta y allí estaba ella. Me quedé mirándola un rato, llevaba unos jeans desgastados ajustados en los muslos, un cinturón blanco con una enorme flor como hebilla y una palabra de honor blanco de lycra que hacia juego con sus zapatos, era delgada y llevaba un lunar en su mejilla. De pronto me di cuenta de que me estaba mirando con sus enormes ojos marrones con una mueca en la cara expectante, al final me preguntó “¿Hola y L? Me costó un poco reaccionar, le dije que sí, que pasara, y le pregunté si no venía con nadie, ella me contestó que no, que venía sola. Entró haciendo repicar sus zapatos contra el suelo, estaba muy delgada, y morena. Yo la seguí hasta el salón, donde aguardaban los demás, menos L que nunca llega, Saludó a todos los asistentes. Carlos se levantó y la tomó de un brazo, “donde está L Ale” dijo mientras me señalaba con el dedo. Ella se acercó a mí, con una sonrisa pícara me dijo “Rafa ella me ha hablado mucho de ti y no sé por qué no ha venido”. De la manera mas tonta me encontré con el pulso acelerado y sin saber que decir, y hubiese sido mejor mantener la boca cerrada, porque solo acerté a decirle, “Pues ella a mi no me ha hablado nada” después de soltar aquello con una sonrisa helada en el rostro, ella se quedó mirándome y no dijo nada. Se volvió rauda hacia Carlos y le preguntó que donde estaba Andrés. En ese momento apareció en el quicio de la puerta. Solo quedaban tres sillas libres, una junto a Carlos, que por supuesto pertenecía a Ale, y otras dos más a

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continuación. Ale se quedó con la que quedaba más cerca de él y a mí por eliminación me toco la otra, que estaba justo al lado de un primo de Carlos con aspecto de pájaro. Tenía la mirada nerviosa y movía la cabeza de forma compulsiva. Un enorme trueno me sacó de mis cabales de pronto. Hacía mucho tiempo que no escuchaba uno de esa magnitud. Enfilo la calle, apenas me separan cien metros de casa, me paro, no se que es lo que voy a encontrar. Me detengo en la puerta, sin saber que hacer. Estoy tan nervioso. El silencio me duele y toso varias veces. Estoy lleno de lluvia. Y abro la puerta, entro hasta el cuarto, la sala normal, estoy desesperado. La puerta se abre y ante mi aparece el cuarto vacío, grito dos veces su nombre y no hay respuesta… No hay nadie, solo una nota en el suelo que escribí ayer y deje caer al pasillo que dice: “Que te jodas Rafa” Arrugo la nota y clavo las rodillas en el suelo, estoy llorando en mitad del cuarto y con la puerta abierta. Parezco un estúpido. Tengo la cara apoyada contra el mueble que huele a polvo. El pómulo me palpita como si fuera un segundo corazón. A duras penas me levanto y cierro la puerta para tratar de preservar algo de mi dignidad. Camino hacia la cama sin ver apenas, ya que me ciegan las lagrimas. Enciendo la luz y me dejo caer. Tengo frío y estoy completamente empapado, saco de mi bolsillo un lapicero; lo miro y descubro que esta sin tinta, lo arrojo al suelo para después pisarlo. La cabeza me da vueltas, me levanto para coger un cuaderno, saco otro lapicero y escribo, creo que una gaseosa no me vendría mal. Pero no tengo hielo y al parecer todos aquí tuvieron la misma idea, porque la botella esta completamente vacía. El espejo revela mi aspecto, la cara hinchada. Voy al baño y me quito la ropa mojada. Suena el celular, me apresuro a buscarlo entre la ropa, la pantalla me revela que es una llamada de Julio el hermano de John. En un estúpido ataque de furia lo arrojo contra el baño y salta hecho pedazos. Tan solo un segundo después estoy intentando recomponerlo, pero es imposible está destrozado. Los días en que amo tanto a L estaban llegando a su fin, apenas habíamos cruzado tres o cuatro palabras en la mañana, lo cierto, es que yo no había despegado los labios nada mas que para engullir algún bocado, y si me preguntaban, un gesto certero acababa con cualquier intento de entablar una conversación conmigo. No suelo beber ron, Ale ni Carlos lo sabían, así que pedí que me sirvieran un poco de jugo de naranja. Me levanté de la mesa y me disculpé para ir un momento al baño, no aguantaba más. Suena la puerta. Elevo los ojos hacia el techo dejándolos casi en blanco. Y abro dispuesto a salir. Es L. “¿Que hacías Rafa? Te estaba buscando” Por toda respuesta, le agarre un brazo, ella me miraba extrañada, sin entender mi cambio, nuevamente la agarré y ella me apartó la boca. Acerqué mi cara y le dije mintiendo “Desde hace tiempo llevo deseando hacer esto” y le besé en el cuello con furia, ella por toda respuesta me clavo las uñas en la espalda y me sacudió, me dijo “Te dije que aquí no….” Me miro a los ojos donde mis pupilas me delataban y le dije “Es igual olvídalo…” y seguí besándola como si fuese la primera vez en la vida que besaba a alguien, con avidez, casi con desesperación, mi mano buscó su rostro y ella opuso resistencia. Cinco minutos más tarde regresamos y ella apenas me miraba. Al llegar a la mesa todos nos observaban con los ojos muy abiertos y una media sonrisa en los labios, pero todos se mordieron la lengua. Nos sentamos a la mesa y comenzamos a hablar. Salí a la terraza, L se irá de eso estoy seguro. La noche huele a estomago y las nubes han desaparecido aunque todo continúa mojado y al mirar al suelo parece como si hubiese

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dos pueblos, uno en la que viven los mortales y otra mas abajo distorsionada como si se tratase de una fantasmagórica copia destinada a seres atormentados y deformes. La espalda me duele horrores. Entro. Recojo un bolso y salgo de esa casa. Mientras espero tomo una coca cola y en cierto modo actúa como un bálsamo en mí. Al salir de nuevo, compruebo que las calles están desiertas; mientras respiro miro hacia donde esta Mauricio parado. Hay música en un equipo de sonido lejano y comienza a sonar una canción de Ricardo Arjona. Esa canción me recuerda mucho a Sara, pero la aparto de mi cabeza. “Bueno, ¿ahora donde vamos Rafa?” Me preguntó Emiro mirándome en el muro. Tengo veinte y cinco años, un balón de fútbol, la cartera llena de monedas y billetes y sufro de gastritis. Esta noche L me duele, y ese dolor se mezcla con la calle y me desaniman por completo, como un fantasma camino mientras la soledad y el tiempo me descubre y me liberan detrás del alba, bajo la grandeza de un matarratón y un olivo…

Rafael Puello

Fragmento tomado de la novela –Todas las gaseosas son dietéticas-