diario de un soldado español en la guerra de la independencia

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ACTAS DE LAS JORNADAS DE HISTORIA DE LAS VEGAS ALTAS: LA BATALLA DE MEDELLÍN Medellín - Don Benito, Sociedad Extremeña de Historia - Excmos. Ayuntamientos de Medellín y Don Benito, 2009. DIARIO DE UN SOLDADO ESPAÑOL EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA THE DIARY OF JOSÉ COLUNGA ALEJOS Javier Guajardo-Fajardo Colunga Profesor de Enseñanza Secundaria IES Santiago Apóstol. Almendralejo (Badajoz) [email protected] RESUMEN: Presentamos el diario de un soldado andaluz en la Guerra de la Independencia. Por una parte se ofrece un testimonio de primera mano de la vida cotidiana en el frente: el miedo al enemigo, el calor y la falta de agua en la batalla de Bailén, o la decepción cuando los franceses tomaron la plaza de Lérida. En segundo lugar, describe situaciones y encuentros que iluminan algunos episodios de interés para los historiadores. Después de una breve presentación de lo recogido en el diario, exponemos lo que consideramos más relevante en esas dos vertientes. Palabras clave: Guerra de la Independencia, soldado andaluz. ABSTRACT: We show the diary of an Andalusian soldier of de Independence War. On the one hand we offer a first hand testimony of common life at the front line fear of enemy, hot and water shortage in the Battle of Bailén or the deception when the French assaulted Lérida Square. But, on the other hand, it describes situations and events which illuminated episodes of interest for historians. After a brief presentation of what has been recorded in the diary, we will show the most outstanding aspects in the two sides. Key words: Independence War, andalusian soldier. 1

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Diario de un soldado español capturado por los franceses

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Page 1: Diario de un soldado español en la Guerra de la Independencia

ACTAS DE LAS JORNADAS DE HISTORIA DE LAS VEGAS ALTAS:LA BATALLA DE MEDELLÍN

Medellín - Don Benito, Sociedad Extremeña de Historia - Excmos. Ayuntamientos de Medellín y Don Benito, 2009.

DIARIO DE UN SOLDADO ESPAÑOL EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

THE DIARY OF JOSÉ COLUNGA ALEJOS

Javier Guajardo-Fajardo Colunga

Profesor de Enseñanza SecundariaIES Santiago Apóstol. Almendralejo (Badajoz)

[email protected]

RESUMEN: Presentamos el diario de un soldado andaluz en la Guerra de la Independencia. Por una parte se ofrece un testimonio de primera mano de la vida cotidiana en el frente: el miedo al enemigo, el calor y la falta de agua en la batalla de Bailén, o la decepción cuando los franceses tomaron la plaza de Lérida. En segundo lugar, describe situaciones y encuentros que iluminan algunos episodios de interés para los historiadores. Después de una breve presentación de lo recogido en el diario, exponemos lo que consideramos más relevante en esas dos vertientes.

Palabras clave: Guerra de la Independencia, soldado andaluz.

ABSTRACT: We show the diary of an Andalusian soldier of de Independence War. On the one hand we offer a first hand testimony of common life at the front line fear of enemy, hot and water shortage in the Battle of Bailén or the deception when the French assaulted Lérida Square. But, on the other hand, it describes situations and events which illuminated episodes of interest for historians. After a brief presentation of what has been recorded in the diary, we will show the most outstanding aspects in the two sides.

Key words: Independence War, andalusian soldier.

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DIARIO DE JOSÉ COLUNGA ALEJOS

La Guerra de la Independencia ya ha sido exhaustivamente estudiada por especialistas bajo muchas perspectivas. Tanto desde el punto de vista político como desde el sociológico o el militar, en los últimos años se han publicado numerosos y muy buenos estudios.1 Pero para la mirada de un simple aficionado hay algunos temas que, por razones que se nos escapan, quizás no han tenido un tratamiento demasiado atento. Uno de ellos es la vida cotidiana de la tropa española vista por sus protagonistas. El profesor Sánchez Mantero de la Universidad de Sevilla apunta que esta laguna quizás se deba a que son escasos los testimonios que se conservan. En efecto, existen abundantes diarios de soldados extranjeros, y también es posible encontrar el testimonio de personas relevantes, pero sobre los pormenores de la vida cotidiana de los soldados españoles no parece que haya mucha documentación. En estas líneas nos proponemos presentar un documento que si algún interés puede tener es el de contener la narración de experiencias que habitualmente quedan fuera de los grandes tratados.

El protagonista del diario es José María Colunga Alejos. Nació en el Puerto de Santa María el 13 de diciembre de 1791, pero pronto su familia se trasladó a Cádiz, donde vivió hasta los trece años. Con esta edad, su hermano, que entonces servía como sargento en el Regimiento de Infantería Nº 9 en La Línea de la Concepción, le convence para que se entre en el ejército a espaldas de sus padres. Aunque José se decidió desde un primer momento, no lo consiguió hasta que cumplió catorce años. Entonces es destinado junto a su hermano, al Castillo de Sohail en Fuengirola. Esta plaza era, desde la ocupación inglesa de Gibraltar, un centro importante para el control del contrabando. Así lo atestigua nuestro protagonista al apuntar que era aquél un destacamento de bastante trabajo por la persecución que hacíamos todas las noches a los contrabandistas para impedir los desembarcos llegando el caso de batirnos con ellos y que nos dejaran algunas cargas.2

En junio de 1805 podría haber ascendido a cabo segundo, pero renuncia a ello por no ir a Melilla y que se queda como primero. No deja de ser curiosa esta reticencia dado el carácter aventurero del autor, pero no ha de extrañarnos si tenemos en cuenta que aceptar el ascenso hubiera significado separarse de su hermano, que en estos primeros momentos aparece como su protector dentro del regimiento. En calidad de tal es destinado a Granada junto a 300 hombres de su regimiento para reforzar la guardia del Capitán General, y allí permanece hasta agosto de 1807, cuando recibe la orden de volver a Málaga con su regimiento. Estando allí varios soldados caen enfermo de

1 Algunos estudios recientes son: FUGIER, A. La Guerra de las naranjas: Luciano Bonaparte en Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz, 2007; SAÑUDO BAYÓN, J. J. La Albuera 1811. ¡Glorioso Campo de Sufrimiento, Almena Ediciones, 2007; PAWLY, R. Napoleo’s Scouts of tha Imperial Guard, Osprey Military; ESDAILE, Ch. España contra Napoleón. Guerrillas, bandoleros y el mito del pueblo en armas, EDHAS, 2007; CUENCA TORIBIO, J. M. La Guerra de la Independencia un conflicto decisivo, Ed. Encuentro, 2006.2 Diario de José Colunga Alejos. Archivo particular de Dª Teresa Colunga Lasarte (A.P.T.C.), p. 5.

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hidropesía, entre otros su hermano, y pide conducirlos hasta Lanjarón con la esperanza de que el tratamiento con aguas termales los curara. No fue así; es más, su hermano ni siquiera llegó hasta allí, pues no pudiendo ya caminar fue ingresado en el Hospital de Vélez Málaga, donde murió. Con este motivo, y por haber recibido noticias de la muerte de su padre poco antes, pide licencia y vuelve a Cádiz.

El 8 de marzo de 1808 se incorpora de nuevo a su regimiento, que se hallaba entonces en Algeciras. Con enorme laconismo describe la noticia que allí recibe y que será determinante para el curso de su vida: En la ciudad de Algesiras estaba mi Regimiento cuando la entrada de los franceses en España. Proclamación del Sr. Fernando Septimo. Salida de los reyes para Bayona, rebolución de Madrid y formación de la Junta Central, el cual recibió la orden de marchar para Utrera para formar parte del Ejcto de Andalusia alas ordenes del Excmo Señor Don Fco Javier Castaños y empezó su marcha el 11 de junio de 1808.3 A Utrera llegan el día 23 y allí se reúne, según el testimonio del autor, un ejército de veinte y cinco mil hombres. Permanecen en esta población hasta el día 2 de julio. Seis días después se hallan en Porcuna, donde se concentró todo el ejército que había de hacer frente a los franceses. Un dato curioso es que nuestro autor anota en cada movimiento las poblaciones por las que pasan, el número de leguas que caminan, el trazo del terreno y el tiempo atmosférico. Pues bien, camino de Porcuna el regimiento recorrió diariamente entre cinco y seis leguas (es decir, aproximadamente treinta kilómetros) por caminos todos con mal trazo, y bajo un calor asfixiante. Esto nos da una idea de la precipitación con la que, según los historiadores, se preparó aquél ejército.

Una vez en Porcuna, el General Castaños organizó las fuerzas. Él se dirigió hacia Andujar, donde se hallaba Dupont al mando de las tropas francesa, Reding emprendió la marcha hacia Mengíbar, y Coupigny hacia Villanueva de la Reina. El regimiento de José Colunga estaba bajo el mando de Reding, y en su diario nos da noticias de un primer enfrentamiento con los franceses antes de llegar a Mengíbar. En él, gracias a la estrategia del Reding, el enemigo fue repelido y se hicieron prisioneros, además de apoderarse de numerosas armas y caballos de los franceses. No obstante, este enfrentamiento hizo a los soldados tomar conciencia de que se hallaban ante un peligro inminente. Tanto es así que se extremaron las precauciones para el resto de la marcha, hasta el punto de que fumar durante la noche se castigó con pena de la propia vida. Tras este pequeño bautismo tuvo lugar primera gran experiencia: la Batalla de Bailén. Veremos de forma paralela la versión oficial y la que él nos ofrece.

Las tropas llegaron al Mengíbar al amanecer del 15 de julio, y allí descansaron durante todo el día. Según las fuentes históricas la ofensiva de Castaños motivó que Dupont llamara a Andujar a una de las brigadas de Bailén, pero el general Vedel acudió no con lo solicitado sino con toda la división, dejando únicamente mil trescientos hombres para defender Bailén y el camino de Mengíbar. Reding, sabedor de la situación, rodeó a los franceses haciendo pasar el río a parte de su gente aprovechando el vado de Rincón. Se inicia entonces un ataque de las tropas españolas, que obligan a los franceses a retirarse esperando que llegaran los refuerzos del general Gobert. Los españoles vuelven a atacar y en la refriega muere el general Gobert, tomando el mando de las tropas francesas el general Dufour. Finalmente, los franceses, vencidos, se retiran al Cerro de la Harina y Reading decide volver a Mengibar a espera de las tropas de Coupigny. Este combate, que es el prolegómeno de la Batalla de Bailén, es descrito con

3 A. P. T. C., pp. 9-10.

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cierto detalle por nuestro protagonista, aunque con un sorprendente baile de cifras. Narra que estando en Mengibar les informaron que el enemigo se hallaba acampado en el lado opuesto del río “en número de diez mil hombres”, lo cual es a todas luces exagerado. En cualquier caso, el dibujo que presenta del ataque a las tropas francesas y de cómo se les pudo perseguir pero no se hizo por prudencia es bastante exacto. En su relato aparecen, además, detalles que, como decíamos, son los que dotan al diario de interés. Por ejemplo, cuenta que a pesar de la alegría por la momentánea victoria el regreso a Mengíbar fue horrible: la tropa estaba exhausta por el calor, apenas tenían agua, y para colmo la quema de los trigos que estaban para legar creaba una atmósfera asfixiante. De hecho, muchos de los heridos sufrieron serias quemaduras al atravesar los campos.

Bailén quedó algo desantendido al dirigirse las tropas vencidas en Mengibar hacia Guarromán, pensando que el ejército de Valdecañas se disponía a ocupar los pasos de la Sierra. Esto fue aprovechado por Reding y Cuopigny para ocupar Bailén. Dupont se dirige entonces hacia esta plaza y se entabla la batalla que tanto determinó el curso de la guerra. Según la versión de nuestro protagonista, los franceses lograron romper la primera y segunda línea, pero no pudieron con la tercera. Lacónicamente describe la lucha como muy sangrienta.

A pesar de la capitulación de Dupont, de quien Napoléon dio que “nunca ha habido nadie tan inepto, tan estúpido y tan cobarde”,4 el general Vadel, que no era consciente de la situación, atacó a las tropas españolas que encontró en su camino desde La Carolina hacia Bailén. A pesar que fue advertido por los españoles de que Dupont se había rendido, Vedel sólo concedió quince minutos a su ayudante para confirmar la noticia, evidentemente tiempo insuficiente, con lo cual ordenó el ataque. En el combate, que duró escasamente media hora, venció a las tropas que se hallaban en el Cerro del Ahorcado, pero no a las que estaban en el Cerro de San Cristóbal. A las seis de la tarde un ayudante de Dupont le ordenó suspender las acciones.5

José Colunga era uno de los se encontraba en el Cerro del Ahorcado, y este es uno de los pocos episodios en los que la versión que nos ofrece es completamente distinta a la de los historiadores. Según nuestro autor, no es que los franceses de Vadel sorprendieran a su ya confiado batallón o que no creyeran que aquel movimiento fuera un ataque, como sostienen todas las fuentes oficiales, sino que deliberadamente no se defendieron porque así lo había ordenado Reding: Cerca de la noche fue hecho prisionero mi Rgimto con otros, en una altura que está camino de la Carolina, por la división q. venia de dicha población á reforzar al General Dupon, mas como estaba el fuego suspenso de resulta de la Capitulación que estaban haciendo el General en Gefe, no se le hizo fuego ni resistencia alguna por orden de Redig y nos hisieron rendir las armas pero álas 24 horas nos entregaron al Ejcto. Y volbimos a Baylen y los franceses se fueron para la Carolina pero vobieron el 21 y se rindieron prisionero.6 En efecto, Vadel pretendió, por insinuación de Dupont, escapar de la zona, pero los españoles amenazaron a este último con pasar a cuchillo a todo el ejército si esto ocurría, ante lo cual no tuvo más remedio que ceder. En cualquier caso, lo interesante es que el autor del diario, poco dado a alardear de heroísmo, sostiene que la derrota fue simplemente por 4 MARTÍNEZ DE VELASCO, A. Historia de España. Tomo 8. La España de Fernando VII, Madrid, 1999, p. 65.5 Cfr. http://www.ingenierosdelrey.com/guerras/1808_independencia/batallas/1808_07_19_bailen.htm (2009).6 A. P. T. C., p. 12.

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motivos de disciplina. Los especialistas podrán justificar esta contradicción, si es que realmente existe; nosotros simplemente la presentamos.

Tras la Batalla de Bailén se formó el Regimiento de Infantería Santa Fe, al que se incorporó nuestro protagonista, que fue ascendido a sargento segundo. Desde Andalucía emprendieron una marcha hacia Cataluña. En la descripción que hace de ella se deja ver con especial claridad que la guerra no era exclusivamente un conflicto político o militar, sino que la población civil se implicó como una fuerza más. Así, cuenta que: En todas partes nos recibían con vibas, musicas, campanas y arcos triunfales, llegando el caso, en algunos pueblos, de no ser necesario hacer alojamiento, pues los vecinos venian ála plaza donde formabamos para llevarnos, á pofia, alojados ásu casa dandonos la manutención.7 Una vez en Cataluña se formó la división que, bajo el mando del General Castro, puso su cuartel general en Igualada. Allí vivió numerosos enfrentamientos con los franceses y fue ascendido a sargento primero. El 19 de diciembre su regimiento es destinado a Lérida, a donde llegaron el 24 del mismo mes. A partir de este momento se inician una serie de acontecimientos que convierten la vida del protagonista en una trama novelesca.

La toma de Lérida por parte de los franceses es un episodio que dejó una profunda huella en el ánimo de los españoles. Las defensas de la ciudad consistían en una muralla flanqueada por baluartes y torreones, un castillo construido sobre una roca a 62 metros sobre el nivel del río, y el fuerte de Gardeny. El general Suchet fue el encargado de organizar el sitio y posterior ataque. Después de rodear la ciudad evitando cualquier posibilidad de contacto con el exterior acometió su toma abriendo una brecha entre los baluartes del Carmen y de la Magdalena. Tanto el ejército como la población se refugiaron en el castillo, que en la madrugada del 13 al 14 de mayo fue bombardeado, obligando al gobernador a rendir la plaza.8

La versión que ofrece nuestro protagonista no difiere de la oficial, pero sí aporta datos que ayudan a un mejor entendimiento de la acción. Habiendo sido elevado al grado de subteniente, narra que participó prácticamente en todas las salidas que se hicieron para dificultar el trabajo de lo sitiadores y describe las dificultades que en ello encontraron debido a la enorme potencia de la fuerza enemiga. Según cuenta, tuvieron que enfrentarse a baterías que prácticamente estaban a distancia de tiro de pistola. En el ataque los sitiadores tiraron más de 2000 bombas, 1900 granadas y sien mil balas raza, habriendo brecha por la parte de mas endeble que fue la Bateria del Carmen .9 Además, explica que los franceses optaron por penetrar por esta zona porque en ella la muralla era de tierra, lo que evidentemente facilitaba su incursión. Aun así, justifica el avance francés por la apatía del ejército suizo, que era el encargado de defender la zona. Después de estar dos días prisionero en el castillo con la mayor retriccion fue conducido a Francia. Es entonces cuando comienza la narración de hechos particularmente curiosos.

Antes de ir a Francia es conducido junto con los demás prisioneros a Zaragoza. Camino da la capital aragonesa les hacen contemplar el fusilamiento de un oficial español que había intentado huir, y para evitar que el hecho volviera a ocurrir los franceses idean una estrategia maquiavélica: obligan a los prisioneros a firmar un papel

7 A. P. T. C., p. 14.8 Cfr. http://www.1808-1814.org/efem/mayo.html. (2009).9 A. P. T. C., pp. 19-20.

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en el que se indica quién será ejecutado en caso de que él huya. Lo describe de este modo: No mandaron hacer y firmar, papelezas pª. responder unos de otros de otros, és decir, en faltando uno de los que firmaban afusilaban áellos y aunque esto no se verifico sin embargo nos tenían aterrados y con más razón cuando oiamos tiros a nuestras espaldas que les tiraban álos que no podian seguir la marcha q. quedaban muertos en el acto.10 Precisa el autor que estaban bajo la vigilancia de un regimiento polaco que los trató “con la mayor inhumanidad. Una vez en Zaragoza fueron encerrados en un castillo donde eran cuidados por unas monjas y, cosa curiosa, por caballeros de la ciudad a los que permitían llevarles comidas y ropa. Se les ofreció la oportunidad de recuperar la libertad si reconocían a José Napoleón como Rey de España, pero sólo cuatro lo hicieron. Este hecho explicita algo que el autor trata de transmitir a lo largo de todo el diario: en la guerra que nos ocupa la mayoría de los soldados luchaban completamente persuadidos de que sus esfuerzos tenían una razón. Es conveniente resaltar esto porque en los últimos años se ha querido ver en las celebraciones del aniversario una exaltación encubierta del nacionalismo español disfrazando de patriotismo lo que sólo es una contienda irracional. No era esta la conciencia con la que lo vivieron los protagonistas; para ellos se trataba de una lucha justa frente a un ejército invasor.

El 25 mayo de 1810 partieron hacia Francia escoltados esta vez por franceses, los cuales les dieron un trato más humano, hasta el punto de que los dejaban alojarse en las poblaciones dando ellos su palabra de honor de no escaparse. No obstante, en Tafalla se dieron a la fuga treinta prisioneros ayudados por un espía de Mina, lo que provocó un recorte de las libertades que les habían concedido. Estando en Bayona se les volvió a ofrecer la posibilidad de recuperar la libertad si reconocían a José Napoleón, pero en esta ocasión nadie lo hizo. Llegaron hasta Autun, que era su destino. Se encontraba allí una importante colonia de prisioneros españoles, pues aparece en el diario que sólo oficiales había mil. Permaneció en esta ciudad dos años en un régimen de casi libertad. En efecto, cuenta el protagonista que recibían un sueldo (100 pesetas al mes los coroneles, 75 los tenientes coroneles, 50 los capitanes, 35 los tenientes y 29 los subtenientes) que empleaban en organizar actividades que hicieran más agradable el cautiverio; de entre ellas la más solicitada era la representación de comedias. Además, la población debió de aceptar su presencia sin recelo, prueba de ello es que una Señora bieja y rica hacia mucho bien por los Españoles y pagaba en el Ynbierno todas las estufas que eran necesarias en el cuartel, y la leña q ue se consumia en el; hacia mucho frio de muerte (…) por nuestra desgrasia fallecio y remuneramos este servicio haciendole unos funerales q. se adquirio álos franceses.11

Según nuestro autor la población española llegó a adquirir tal dimensión que las autoridades francesas decidieron dividirla. A los oficiales los enviaron a “Bon” y a los suboficiales a Bon-sur-Ornain (con la caligrafía del autor estas poblaciones resultan imposibles de identificar, pero en cualquier caso de la segunda sabemos que se trata de un pueblo situado a seis leguas de Saint Dizier, es decir, a unos treinta kilómetros aproximadamente). Allí llegó José Colunga el 27 de mayo de 1812. La población, aunque en principio mostró cierto recelo por la fama de poco civilizados que tenían los españoles, pronto los acogieron sin problemas: Como nada teníamos que hacer, al instante se trató de hacer comedias, y se formaron dos compañías que al instante principiaron á trabajar, en lo que estabamos dibertidos y adquirimos partido, pues

10 A. P. T. C., p. 21.11 A. P. T. C., p. 23.

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tácitamente eramos dueños de la Población particularmente de las damas, que muchos se hisieron maridos y luego las dejaron al salir de la ciudad. Ignoro si habrán buelto por ellas.12

Tanto este fragmento como los anteriores nos sitúan ante un hecho que no puede dejar de sorprender: la inmensa capacidad del ser humano para encontrar resortes que doten de sentido las circunstancias adversas. Nuestro autor insiste en la diversión que le proporcionaban las comedias; otros se refugiaban en las relaciones con las francesas. En cualquier caso todos intentaban hallar motivos que ahuyentaran el absurdo, que es la mayor amenaza en la vida de los prisioneros. Aunque no es el momento de hacerlo, sería interesante realizar una lectura del diario en la clave que Viktor E. Frankl suministra en su clásica obra El hombre en busca de sentido.13 La descripción que encontramos en nuestro documento posee muchos paralelos con la del psiquiatra vienés, salvando claro está la distancia que existe entre un campo de concentración nazi y las condiciones de los prisioneros españoles en la Francia decimonónica. A pesar de que esa distancia no se puede olvidar hay algo común en ambos casos: los prisioneros perciben, quizás de un modo inconsciente, la necesidad de afrontar el momento presente contando con la posibilidad de un futuro. Y no hablamos de un futuro lejano, de la esperanza de volver a su tierra, de recuperar a la familia, sino de algo mucho más simple: la necesidad de tener preocupaciones que orienten la existencia aunque sean tan nimias como preparar una comedia. Sólo con pequeños detalles como este se puede mantener la salud mental y, por consiguiente, la fuerza necesaria para sobrevivir. Podría decirse que los prisioneros mejor adaptados son aquéllos que logran vivir sus circunstancias proyectando desde ellas sin dejarse atrapar por la desesperación. Este diario es un testimonio más de que es el ser humano puede, como decía Nietzsche, danzar entre cadenas. Pero volvamos a los hechos históricos.

En Enero de 1813 los prisioneros españoles se unen a las tropas que venían de retirada después de la derrota sufrida por Napoleón en Moscú. Con ello desaparecen las comodidades y comienza para ellos un verdadero suplicio. En primer lugar por las condiciones en la que tenían que hacer las marchas, y en segundo por los malos tratos que recibían de los soldados franceses, heridos y desalentados. Una idea del estado de abatimiento de los franceses y de la dureza de las condiciones nos la da el hecho de que un pequeño grupo de prisioneros, entre los que se hallaba José Colunga, perdió el camino que seguía el ejército (no es que se escaparan) y los franceses no hicieron siguiera el intento de perseguirlos; al contrario, fueron ellos los que lucharon por unirse al grueso del ejército, pues sabían que aunque los maltrataran siempre tenían más posibilidades de sobrevivir junto a ellos que solos en mitad del bosques helados. Finalmente encontraron el ejército en Espère, donde logró ver al Emperador. Desde allí realizaron una marcha hasta Fontainebleau, y al poco de salir de esta ciudad se comenzó a correr el rumor de que los rusos estaban cerca, lo cual decidió a un grupo de españoles a intentar unirse a ellos.

Es al menos curiosa la vívida descripción que hace del encuentro: Corrimos hasta reunirnos con los cosacos, que en nº de 8 de caballeria, estaban de avansadilla en una altura los cuales paresian facinerosos con los capotes de salea blanca, con capucha, ellos se pusieron sobre las armas y nos condujeron, ála abansada, hasta áel Escuadron, donde habia un Coronel y despues de darnos la enhorabuena y mandar

12 A. P. T. C., pp. 25-26.13 Cfr. FRANKL, V. E. El hombre en busca de sentido, Barcelona, 1989.

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senos diera de comer, nos ofrecio poner en el cuartel general siempre que nos quedaramos atrás, pues teniamos que andar dose leguas, y pasar dos sibisiones francesas que estaban aun retaguardia en fin seguimos caminando con frio y la nieve hasta la rodilla, al paso de la Caballeria que nos custodiaba.14 A partir de este momento se une a las tropas rusas con las que viajará por los Países Bajos y Alemania hasta el fin de la guerra. Sería interesante detallar un buen número de anécdotas que ayudan enormemente recrear la vida dentro del ejército ruso y cómo se vivió, desde el interior de él, la victoria sobre los franceses, pero el espacio del que disponemos es limitado, además de que nuestra pretensión era sólo hacer una presentación del documento.

14 A. P. T. C., p. 28.

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