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César Alcalá DIÁLOGOS SOBRE LA GUERRA CIVIL 3-1

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César Alcalá

DIÁLOGOS SOBRE LA GUERRA CIVIL

3-1

INTRODUCCIÓN

Pero los que vivíamos en aquellos días tempestuosos, y a la vez llenos

de pavor y de esperanza, de tinieblas y de luz, de lágrimas amargas y de

suavísimas sonrisas, de sangrienta persecución y de heroísmo martirial,

sabemos muy bien que no es verdad que las iglesias fuesen en ningún

momento una especie de fortaleza y patio de armas del Alzamiento Nacional;

que no es verdad que los religiosos y los frailes se dedicasen a disparar contra

el pueblo desde las ventanas de los conventos; que no es cierto que la Iglesia

fuese de ningún modo enemiga de las clases humildes y menesterosas. El

silencio, por calculado y espeso que sea, y la manipulación más hábilmente

configurada, no lograrán jamás cambiar el curso auténtico de la historia, ni

alterar la realidad de los hechos.

Estas palabras de don José Vives Suriá me sirven perfectamente para

introducir el pensamiento que me llevó a escribir un libro sobre la Guerra Civil

española. Mucho se ha escrito, a lo largo de estos últimos sesenta años, sobre

lo que fue aquella contienda. ¿Cómo se desarrolló? ¿Quiénes fueron los

vencedores y los vencidos? ¿Cómo evolucionó la España que, durante tres

años, estuvo dividida en dos frentes?. Muchos han explicado la historia a su

manera. Otros la han contado desde el lado de los vencedores. Otros desde el

lado de los perdedores. Algunos han sido objetivos y han expuesto la historia

tal y como se desarrolló. Sin embargo, ha quedado en el tintero aclarar como

se produjeron una serie de asesinatos en la retaguardia. Me estoy refiriendo a

los protagonistas de este libro, aunque en el lado vencedor por circunstancias

políticas, perdedores en definitiva, porque en una guerra todos perdemos la

dignidad histórica de convivir pacíficamente los unos con los otros. Pues bien,

estos hombres fueron encontrados culpables de un crimen espantoso para el

bando enemigo, es decir, perdieron la vida por ser católicos practicantes y

tradicionalistas.

Esos hechos han marcado la personalidad de muchas personas que, en

algunos casos, han preferido olvidar. Aquellos hechos han quedaron anclados

en el pasado y, desde entonces, nunca más han hablado. Han recordado, pero

sólo para ellos. Otros fueron obligados por sus familiares a olvidarse que una

vez ocurrieron esos terribles hechos. Algunos lo consiguieron. Otros han

mantenido viva la llama de esos padres que murieron por defender su fe

cristiana y, en algunos casos, no renegar de una tendencia política, en este

caso la de la Comunión Tradicionalista.

Estos diálogos son un canto al recuerdo y a la esperanza. El recuerdo de

todos aquellos hombres y mujeres que vieron truncadas sus vidas como

consecuencia de un conflicto bélico. Hombres y mujeres ajenos a lo que

ocurría, que perdieron la vida y toda esperanza de ver realizados sus sueños.

Familias rotas irremediablemente como consecuencia de unos ideales, que

nunca son propios sino de aquellos que los idearon y que enarbolan su

bandera.

Aunque ante Dios no son héroes anónimos, la sociedad en la cual

vivimos, más pendiente del mañana que del pasado, a dejado de recordar y a

olvidado a sus muertos.

También, como he dicho, es un canto a la esperanza. La esperanza que

su drama no se olvide nunca. Esperanza que nunca vuelva a producirse más

hechos tan negros, que no ennoblecen a ningún pueblo, todo lo contrario,

provocan el odio durante generaciones y abren heridas muy difíciles de

cicatrizar.

No es un libro basado en el rencor. Como me dijera doña Trinidad

Mariner: "¿Dejarían a mi padre tal vez, sin el tiro de gracia muchas horas,

sufriendo horriblemente? Los orificios eran dos, detrás de la cabeza, y se veían

con toda exactitud. Pero, ¿y si tardaron en dárselos? ¡Qué el Señor les

aumente a todos la Gloria, con la que también a Él le glorifican!. En ningún

momento se ha pretendido algo semejante. Es un libro para dar a conocer unos

hechos, contados por sus propios protagonistas, de lo que ocurrió hace

sesenta años en España.

César AlcaláLa Roca del Valles, febrero del 2000

Don José Vives y yo nos trasladamos de Barcelona a Mataró para

entrevistarnos con don Luis Anglada Font. Desde hacía bastantes años el Sr.

Vives deseaba hablar con esta persona pero, por circunstancias ajenas a los

dos protagonistas, se había ido atrasando el encuentro. El Sr. Anglada nos

esperaba en el Fomento, en la Riera, delante de la Cárcel de Mataró. Nuestra

conservación giraría en torno a unos compañeros del Sr. Anglada, amigos del

Sr. Vives, que perdieron la vida en la población geronesa de Bruñóla.

- Sr. Anglada, ¿cómo vivió aquellos años de la guerra?

- Estuve encerrado en la Cárcel Modelo de Barcelona, en la galería

número 3, llamada de los condenados. Allí vi desaparecer a Fernando Pascual

Elias, el cual había tomado parte en el levantamiento del 19 de julio de 1936,

conjuntamente con el Regimiento de caballería de Montesa. De la Cárcel

Modelo me trasladaron a la prisión de Mataró, que justamente la tenemos

delante. Aquí conocí a otros miembros del requeté como: Ricardo Anglada,

José María Rosell Calbó, Juan Camps, y Juan Bautista Marlés Bacardit. En el

mes de abril ó mayo de 1938 volvimos a la Modelo. En ella permanecí 15 días.

De Barcelona nos trasladaron al Campo de Trabajo número 4, situado en

Conca Vella, muy cerca de Guissona (Lérida). En Cataluña se habían

establecido 4 campos de trabajo. El número 1 y número 2 en L'Hospitalet de

l'lnfant; el número 3 en Omells de N'Agaya y el número 4 en Conca Vella.

Al llegar al Campo de Trabajo número 4 habían entre 800 y 1.000

prisioneros. Al desmantelarse el campo sólo quedamos unos 200 prisioneros.

La gente moría por agotamiento, desnutrición y enfermedades. Algunos

prisioneros murieron como consecuencia de las llagas que les provocaba la

exposición al sol durante tantas horas. Al estar tan delgados, las llagas

acababan con la vida de los presos. La alimentación era mínima: un chusco de

pan, un puñado de guisantes o lentejas y agua. Trabajábamos de sol a sol a

pico y pala, cavando zanjas que luego no sirvieron para nada. Con referencia al

agua te explicaré el procedimiento para podérnosla beber. Antes de echarla en

el vaso, teníamos que poner un pañuelo sobre él y abocar el agua encima del

mismo. Al traspasar el agua el pañuelo, dejaba sobre su superficie los gusanos

que habían en el interior del recipiente. De esta manera el agua podía beberse

en unas condiciones "potables". Dormíamos en porches, donde las pulgas,

literalmente, se nos comían vivos.

Del Campo de Trabajo número 4, los sobrevivientes fuimos trasladados

a Barmells, pueblo situado muy cerca de Bellpuig. Debes tener en cuenta que

las tropas rojas estaban de retirada y nos utilizaban como escudo protector. De

Barmells nos llevaron a Serra de Rialp. De allí al Convento de Santa Cecilia, al

Convento a la Maratona (Manresa) y luego a San Hilario Sacalm. No sabían

que hacer con nosotros. Eramos más una carga que otra cosa. De San Hilario

fuimos a Aiguaviva, muy cerca de Santa Coloma de Farnés. Esa noche en

Aiguaviva nos comunicaron que nuestros carceleros se habían marchado. Es

de suponer que, al verse acorralados por los nacionales, corrieron más rápido

que las ratas, para poder salvar la vida. Era la noche del 2 al 3 de febrero de

1939. La primera idea que nos vino a la cabeza, al saber que éramos libres fue

"sálvese quien pueda". Se hicieron varios grupos. Unos decidieron ir hacia

Barcelona. Otros hacia la frontera. Otros emprendieron el camino para poder

cruzar la línea nacional y, de esta manera ponerse a salvo.

- ¿Usted que hizo?

- Después de caminar muchos días, finalmente crucé la frontera. Me

dirigí a San Juan de Luz (Francia). El viaje no fue mucho más cómodo que el

anterior. De San Juan de Luz fui a San Sebastián. A mi llegada allí oí hablar

más catalán que en Barcelona. De San Sebastián a Burgos y allí fui quintado

para ir a Melilla. No tuvieron en cuenta los años de servicio durante la guerra.

Las nuevas leyes impuestas por el ejército vencedor eran éstas y, en Melilla

faltaba gente. Aquí acabo mi historia con sus amigos.

- Sus palabras han sido muy interesantes, apostilló el Sr. Vives, pues

desconocía estos detalles.

- Sr. Vives, usted ha investigado el trágico final de sus amigos, ¿por qué

no nos completa la historia desde el momento que se separan en Aiguaviva?.

- Lo intentaré. Veamos. Un grupo de 10 prisioneros, mis amigos,

decidieron unirse a las tropas nacionales. Éstos salieron de Aiguaviva dirección

Bruñóla, pueblo cercano a Santa Coloma de Farnés. La noche del 2 al 3 de

febrero de 1939 la pasaron en una masía conocida como Can Pelach. A la

mañana siguiente partieron para tomar la carretera que les conduciría a

Barcelona, con la ilusión de encontrarse con los nacionales. Durante la marcha

se subdividieron en dos. Delante iban siete y unos cuantos metros más atrás

tres. De repente el grupo más numeroso divisó un grupo de soldados. Los otros

no lo pudieron ver porque se encontraban en un camino curvado y no tenían la

suficiente visibilidad para verlos, ni para que los otros los vieran a ellos. El jefe

del grupo de Requetés, don Ricardo Cavero, empezó a dar vivas a Cristo Rey.

El mencionado grupo era enemigo. Cavero y sus compañeros eran

exconvictos, así pues, iban desarmados, con lo cual les fue muy fácil

detenerlos. El grupo enemigo estaba al mando del Teniente Coronel Enrique

Líster. Los siete fueron conducidos ante él para ser juzgados. Los requetés

detenidos eran: Ricardo Civit Sanvicente; Juan Camps Planas; José Oriol

Pascual Elias; Fernando Pascual Elias; Juan Bautista Marlés Bacardit; Ricardo

Anglada y Ricardo Cavero Sellares.

El segundo grupo, al percatarse que sus compañeros exclamaban

proclamas a Cristo Rey, intuyó que nada bueno sucedía. Uno de ellos, José

María Farreras y Farreras, empujó a sus compañeros hacia un lado de la

carretera. La suerte fue que había un desnivel y cayeron rodando por él. Sus

nombres eran: José María Farreras y Farreras, - tenía los pies planos y solía

salpicar sus palabras con una dosis bien trabada de tacos -; José María

Embuena Farriols y Pedro Frigola Pardo. Farreres, al empujarlos les dijo:

"Muchachos, van mal dadas". Al llegar abajo del desnivel se encontraron a un

grupo de milicianos que estaban asando un pollo. José María Farreras

exclamó: "¡Desgraciados! A nosotros nos están jorobando a tiros allí arriba y

vosotros asando un pollo". Al final acabaron milicianos y requetés degustando

ese pollo, pues los milicianos en ningún momento sospecharon que eran

enemigos, de lo contrario, hubieran corrido la misma suerte que sus otros

compañeros.

- ¿Qué ocurrió con el primer grupo?

- Como ya he dicho los llevaron ante Enrique Líster para ser juzgados.

Éste se dirigió a Cavero en estos términos:

- ¿ Vosotros que sois? Preguntó Lister.

- Requetés y de los del Aplec de Montserrat, respondió Cavero.

- Entonces, ¿sois enemigos nuestros? Volvió a preguntar Lister.

- Mientras hay guerra sí, dijo Cavero.

- ¿Ya sabes lo que os pasará?

- Por supuesto, cuatro pildoras del Doctor Negrín.

No se equivocó. Aquel mismo 4 de febrero de 1939 fueron asesinados y

enterrados en una fosa común en el pueblo de Bruñóla.

- Usted me había explicado algo más referente a ello.

- Es cierto. Después de la guerra supe que un grupo de requetés había

sido asesinado en Bruñóla y que el último grito que dieron era: Viva Cristo Rey.

Instintivamente supuse que sólo Cavero podía haber lanzado ese grito. No me

preguntes porque me lo imagine pero, estaba moralmente convencido que esos

requetés asesinados en Bruñóla eran mis amigos. Me fui a ver al padre de

Ricardo Cavero. Yo no lo conocía de nada. Era amigo de su hijo, no de él, pero

por el amor a mis amigos decidí explicarle lo que sabía.

- Usted lo conocía del Circulo, ¿no es así?

- No. El padre de Ricardo Cavero era más amigo de Samblancat que de

los carlistas.

- De él decían que se comía las sagradas formas con patatas fritas,

apostilló el Sr. Anglada.

- Sí, eso decían, dijo el Sr. Vives ratificando las palabras del Sr. Anglada.

Bien, anécdotas a parte, cuando Ricardo Cavero estuvo encerrado en la cárcel,

esperando ser juzgado, su padre le pidió a Samblancat que intercediese por él.

Éste accedió, pero Cavero no quiso su ayuda. Al decirle su padre que podía ser

indultado le contestó: "Si lo hace Samblancat no lo hará por mí, sino por ti. No

padre, donde vayan mis compañeros iré yo". El padre fue, nuevamente a hablar

con Samblancat, para contarle el gesto heroico de su hijo. En el momento de

juzgarlo, le conmutaron la pena de muerte por 30 años de cárcel.

- ¿Qué ocurrió en Bruñóla?

- Cogimos el coche de línea y nos fuimos a Bruñóla. Una vez allí

pedimos al Ayuntamiento los permisos necesarios para poder desenterrar los

cuerpos. El funcionario del mismo era provisional. Nos comentó que él no tenía

autorización, que nos dirigiésemos a la Guardia Civil. Estos, a su vez nos

negaron el permiso, pues tenían miedo que las exhumaciones provocaran una

intoxicación de tifus. Yo le dije al sargento de la Guardia Civil que aquel pobre

hombre había venido a recuperar el cadáver de su hijo. Que hacía pocos días

que habían muerto. Que no temieran por ninguna intoxicación. Que por el amor

de Dios nos ayudara. Finalmente pude convencerle y exhumamos los

cadáveres. El primero en aparecer fue el de Ricardo Cavero. El cadáver estaba

en perfecto estado. Un par de tiros en la parte posterior de la cabeza, pero sin

síntomas de tortura. A continuación fueron apareciendo los otros. Los féretros

fueron enterrados en dos nicho de la Iglesia de Bruñóla.

Después de la Guerra Civil doña Trinidad Mariner se trasladó a Nules

(Castellón), pueblo natal de sus padres. En Barcelona lo habían perdido todo.

Ella y su madre decidieron regresar junto a los suyos y vivir en la única

posesión que pudieron conservar, la casa natal de su padre. Hasta el

maravilloso y acogedor pueblo de Nules me trasladé para poder dialogar con

ella. Doña Trinidad Mariner ha sufrido durante todos estos años el olvido que

los libros de historia y martirologios han cometido con su padre. No se explica

el motivo por el cual don Vicente Mariner Gimeno nunca a aparecido en ellos.

Hora es de redimir la figura de éste mártir de la Tradición. La familia Mariner

vivió durante muchos años en Barcelona, en la calle Mallorca número 447. Don

Vicente Mariner era el director del Banco Catalán Hipotecario. Este banco era

conocido popularmente por "el banco de los carlistas" pues todos sus directivos

lo eran. Poco antes de iniciarse el conflicto bélico, sus amigos y compañeros de

trabajo le dijeron que se escondiera. Él contestaba que no había hecho nada.

Así y todo, empezó a recibir amenazas por ser católico convencido,

practicantes y carlista. Al ver que las cosas empeoraban, decidió marcharse a

Nules, lo cual le fue imposible porque su casa natal había sido requisada y en

ella vivían varias familias. Permaneció en Barcelona sin dejar de cumplir con

sus obligaciones. Cuando don Miguel Junyent falleció, fue a su casa a dar el

pésame a la familia. Poco antes de estallar la guerra, don Mauricio de Sivatte le

pidió que fuera el presidente del Circulo Carlista Central, que por aquel

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entonces estaba situado en la Rambla de Cataluña número 8, puerta con

puerta con el de Esquerra Republicana de Cataluña.

- Usted y su madre estuvieron encerradas en el Barco-prisión Villa de

Madrid. ¿Nos puede explicar su experiencia en aquel lugar?

- Allí igual nos interrogaba el Capitán que sé autonominaba el Juez, en

su despacho de proa, como en la habitación de día, o por la noche, o a la

madrugada. Siempre diciéndonos a mí, que mi madre ya le había dicho la calle

donde vivían esas personas: Familia Junyent y de modo especial Doña

Ángeles de Janer y Don Mauricio de Sivatte, que sólo faltaba la calle y era

mentira, y a ella le decían que yo había dicho otro detalle y también era

mentira.

- Es de suponer que tuvieron contacto con otras personas encarceladas

como ustedes.

- Si, allí me presentaron a las hermanas Lasaga, una a una. Estaban las

tres, sus padres, dos hermanos y una cuñada; pero los enfrentamientos eran

con las chicas y de una a una. Cuando las vi por primera vez, les acababan de

dar unas palizas horribles. Margarita y Angelita echaban sangre por la boca.

Patrocinio, que era la más joven, me la presentaron con palillos entre los dedos

de las uñas de las manos y no sé si de los pies, de esto no estoy segura; pero

no podía ni hablar, del dolor que sentía.

- ¿En los interrogatorios se produjo algún careo entre ustedes?

- Tuvimos varias veces los careos. A mí, creo que por lo que mi padre

rogaría por mí, no mi pegaron, ni a mi madre tampoco; pero las amenazas eran

continuas, y muchas veces el Capitán me acorralaba contra la pared y me

decía: "Si quieres ser tan cínica como las Lasaga, como ellas acabarás".

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- ¿Estuvieron durante toda la guerra en el Barco-prisión Villa de Madrid?

- No. Pronto se cumplieron dos meses de nuestra estancia en el barco y

dijeron que por una orden internacional, las mujeres teníamos que ser

trasladadas a otras prisiones. Nos llevaron a la checa de Vallmajor, en la calle

Copérnico de Barcelona, y al bajar de la furgoneta, los guardias dijeron: "¡De

cinco en cinco!". A mi madre, a las hermanas Lasaga y a mí nos pusieron

juntas. En la celda sólo había en el suelo unos sacos casi vacíos, con algo de

recortes de tela de toalla o albornoces. En el barco teníamos lavabo, aunque

sin jabón. En la checa si que no teníamos ni agua, ni jabón, ni ropa limpia, ni

nada. Quitando los interrogatorios del Capitán Mario, lo peor del cautiverio fue

la checa. En las paredes había letreros de presos, los cuales se despedían de

sus familiares cuando los llevaban a la muerte.

- Y de allí, ¿a dónde fueron?

- Veinte días después de entrar en la checa de Vallmajor, nos

trasladaron al Palacio de las Misiones, en Montjuích. Nos instalaron primero en

la planta baja, que era enorme, sólo con unos catres, sin mantas ni nada. Mi

madre, que venía convaleciente del "Villa de Madrid", estaba muerta de frío y

una joven, que se llamaba Elena Pujol Farriols, que venía de la cárcel Modelo,

le dio su manta y esto fue otro acto de persona buena, que llevo siempre en el

alma y en el corazón.

Al cabo de unos días nos subieron a la rotonda y allí estábamos

doscientas cuarenta presas, que veníamos de otras prisiones. Teníamos un

catre y una manta y duchas; pero sólo había cuatro o cinco, y la hora de la dura

era desde las doce de la noche a las cuatro de la madrugada, y no llegaban ni

a la mitad de las doscientos cuarenta, las que nos podíamos duchar y lavar la

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cabeza, también con jabón negro, o con el que allí nos permitían recibir algún

paquete, de casa de vez en cuando.

En el Palacio de las Misiones nos levantábamos pronto. Nos daban un

cazo de malta y un panecillo, para todo el día. Luego nos subían unos presos el

rancho: lentejas, judías o garbanzos, todos con gusanos y, por la noche, otro

cazo de malta.

En la planta baja, enorme, del Palacio de las Misiones, colocaron cientos

de máquinas de coser, que habían requisado. Los sastres y sastresas, dueños

de esas máquinas, y otros ayudantes, cosían sin parar ropa para el ejército

republicano. Nosotras limpiábamos nuestra rotonda y todo lo de abajo, con los

aseos, todos los días, y algunas iban a limpiar despachos y edificios que

habían requisado los milicianos y especialmente los del S.l.M. Las hermanas

Lasaga fueron algunas veces fuera.

- ¿Cómo terminó aquella experiencia?

- Un día, a las doce de la noche, vino una de las guardias y dijo: "Las

que vaya llamando que se pongan aquí en medio, que van a declarar". De las

primeras llamaron a mi madre, por su apellido Fernández, a mí tardaron a

llamarme, hasta que llegó la "M" de Mariner, y esos minutos me parecieron

siglos. Mi madre, al oír mi nombre me dijo en voz baja: "¡Hija de mi alma,

aunque sea al infierno ya vamos las dos!".

Nos llamó el director a su despacho y nos dijo que teníamos la

LIBERTAD. Llorábamos de alegría y no nos lo creíamos. Nos dieron el

justificante y andando por el territorio de la Exposición, llegamos a la Diagonal,

y cada una hacia su casa o la de sus parientes o amigos.

- ¿Tiene algún otro recuerdo del Palacio de las Misiones?

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- En el Palacio de las Misiones, primero tuvimos unos guardias rusos, a

los que llamaban "Etapas", que nos hablaban por señas, pues no entendían el

español, ni nosotras el ruso. Después, tuvimos guardias españoles y luego,

vinieron definitivamente unas mujeres, celadoras vascas, que exigían

obediencia y disciplina. Cumplido esto, su trato era humano. La Jefa se llamaba

Ernesta y nos decía las veces que había ido a Méjico y a Rusia, a llevar niños

españoles. Méjico está lejísimos; pero Rusia esta a un paso, nos decía. Las

otras eran Nati, Aurelia y Beatriz, y no sé sí alguna otra.

- Sé que todavía le resulta duro pero, me gustaría saber como

detuvieron a su padre y como supieron que había muerto.

- El primer registro domiciliario que nos hicieron, sellaron ventanas y

balcones y la única ventilación de la casa se redujo a abrir la puerta de la

escalera. En el último registro, el más minucioso que realizaron, cada vez que

encontraban una Imagen, Medalla o estampa religiosa, en son de guasa, se

decían unos a otros: "Esto se lo habrá regalado el Padre Irurita". Terminado el

registro y ya de noche, se llevaron a mi padre y a José Navarro Arambul, de

Nules, como nosotros, que estudiaba en Barcelona, a Pepita Sandoval

Fernández, sobrina de mi padre, y a mi misma. Nos trasladaron al control de la

calle Pedro IV, haciéndonos largos interrogatorios por separado. De

madrugada nos soltaron a todos. Al día siguiente, hacia las dos del mediodía,

volvieron los milicianos. Esta vez sólo se llevaron a mi padre, el cual al

despedirse de nosotras nos dijo: "No lloréis; pensad que me he ido de viaje. Si

vuelvo bien y si no, recordad que bienaventurados son los que padecen

persecución por causa de ¡ajusticia, porque de ellos es el Reino de los Cielos".

- A partir de ese momento, ¿qué ocurrió?

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- Nuestra falta de información fue absoluta. Sobre le día 14 de diciembre

de 1936 fuimos a la checa de la calle San Elias de Barcelona. Uno de los

milicianos nos dijo: "Ese ya está liquidado".

- Una vez recibida la triste noticia del fallecimiento de su padre, ¿qué

pasos tuvieron que realizar para recuperar su cuerpo?

- Hacia el mes de mayo del 1940, los periódicos de Barcelona,

empezaron a publicar detalles de los asesinatos cometidos en el Cementerio

de Monteada y Reixach, y un amigo leal, D. José Vives Suriá, abogado y su

hermana... se lo dijeron a mis tíos Juan José y Antonia, él hermano de mi

madre y fueron al Hospital Clínico, donde las personas con familiares

asesinados formaban cola para poder entrar, ojeando unos álbumes, en cuyas

hojas ponían los antecedentes de casa persona cuyo cadáver había sido

exhumado, con el informe del médico sobre su sexo, estatura, edad

aproximada, y todos los detalles que podían anotar, según el estado de

descomposición. También pegaban a las hojas los trocitos de ropa que podían

cortar y le devolvían bastante el color natural con un producto alemán que

usaban los médicos.

Si la familia reconocía los datos, le daban un permiso para ir al

cementerio de Monteada y enterrarlo allí, o llevárselo al cementerio que

quisieran. El Inspector de Sanidad, y con razón, una vez identificados los

cadáveres, quería que los enterrasen o los llevaran a otro cementerio, pues

aquello era un espectáculo dantesco.

- Debió ser espantoso.

- Prefiero no recordarlo. Mire, voy a leerle la descripción que de mi padre

hicieron en el Hospital Clínico de Barcelona: Señas personales de Vicente

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Mariner Gimeno, vilmente asesinado en Barcelona el 14-XII-1936. Era de

estatura algo más elevada que la mediana; ancho de espaldas, robusto; de

cabellos, barba y bigote negros, con hililos grises cerca de las sienes. Calvo,

frente ancha, facciones regulares, ojos grandes y oscuros. La dentadura muy

estropeada. Vestía traje azul marino con rayitas blanquecinas, abrigo de

entretiempo, color de avellana, boina, camisa blanca; zapatos y calcetines

negros. En un bolsillo interior de la americana llevaba una cartera de piel de

cocodrilo y en un ángulo de la misma las iniciales V.M. de oro, enlazadas.

- ¡Terrible documento!

- El cadáver de mi padre lo identifiqué yo misma, sin que hubiera lugar a

dudas. Lo vi por primera vez en el Cementerio de Monteada. Fui con mi tío

Juan José y con Pepe. Lo sacaron a un metro de distancia del cadáver del

llustrísimo Obispo Dr. Irurita. Vi también los cadáveres de los hermanos Tort,

que dieron hospitalidad al citado Sr. Obispo y fueron sacrificados con él y con

su familiar.

- A nombrado al Obispo Irurita. ¿Tiene algún recuerdo personal de él?

- Hacia el mes de mayo de 1936 el Sr. Obispo, con su secretario y

familiar D. Marcos Goñi, visitó mi Colegio de Escolapias de San Martín de

Provenzales. Iba yo a cumplir 17 años y era el último curso que pasaría en el

colegio. Las religiosas me encargaron un discursito de salutación hacia el

Prelado. El Señor Obispo nos habló paternalmente y con todo cariño. Al

terminar, su secretario repartió unas bolsitas de caramelos a las niñas.

Sobraron dos o tres y, si como lo estuviese viendo, sonriente, las agitó en su

mano y dijo: "Estas para la del discurso. ¿Dónde está la del discurso?". Yo,

ruborizada, no me atrevía a moverme de mi sitio, hasta que una religiosa, la

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Madre Esperanza Aríztegui, navarra y que conocía a Don Marcos, me empujó

suavemente y fui a por las bolsitas.

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Durante muchos años las Hermana María Dolores Mullerat Sans, de la

Comunidad de Hermanas Dominicas de la Anunciata de Arbeca, vivió con el

recuerdo de su padre mártir. Desgraciadamente su muerte impidió que pudiera

hablar con ella. Por fortuna aún sobreviven algunas hermanas, las cuales me

pudieron contar cosas oídas a la Hermana Mullerat. Por respeto a su memoria,

me pidieron que sus nombres no aparecieran y que no se incluyera el dialogo

que mantuvimos. Así pues, respetando la voluntad de estas hermanas,

estructuraremos este dialogo sin incluir nombres.

Una de las hermanas que hizo entrega de un documento, escrito por la

misma Hermana Mullerat, en el cual nos contaba, en primera persona, el

recuerdo que tenía del arresto y asesinato de su padre:

- Cuando martirizaron a mi padre tenía 11 años y que lo que recuerdo de

él es que cada día se rezaba el Santo Rosario en familia, después se leía un

capítulo del libro de San Antonio María de Ligorio. Yo tenía mucho miedo y

como lo sabía me sonreía y me quedaba sentada junto a mi madre y abuela.

Cuando recibí por primera vez a Jesús Sacramentado, aún no había cumplido

los siete años y en una conversación que tuvieron en casa de nuestro tío

Reverendo José Pau Pedros, que se reunía allí cada día un grupito de amigos

para celebrarse lo antes posible a! tener uso de razón, porque primero tenía

que entrar Jesús antes que el demonio. Cuando obligaron a retirar los Crucifijos

de las escuelas, él compró varios y quería que los levásemos colgado del

cuello y que se viera para demostrar que la fe de Jesucristo permanecía

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inalterable dentro de nuestros corazones. Terminado el registro, le mandaron

firmar algunos documentos, estaba de pie y pidió una silla para sentarse.

Entonces le dijeron: "si no firmas bien aquí mismo te levantamos la tapa del

cerebro". Firmó lo que le presentaron para que pudieran sacar el dinero del

Banco y así dejasen en paz a los demás de la familia. Se interesaba mucho por

nosotras y de pequeñas nos inculcó el amor a la Virgen, preocupándose que

asistiésemos al Mes de María. Cantábamos al Coro Parroquial que dirigía

Reverendo José María Abelló, que era su Director Espiritual. Mi padre también

asistía a dichos ejercicios. Los días laborales era el único hombre que asistía.

Era muy cariñoso y alegre, nos compraba muchos juguetes y se entretenía con

nosotras. Su recuerdo permanecerá siempre vivo en nuestro corazón y me

siento orgullosa de poder decir, que mi padre murió dando su vida por

Jesucristo y que está en el Cielo.

El siguiente testimonio sobre don Mariano Mullerat me lo aportó una

anciana Hermana que recordaba haberlo conocido antes de la Guerra Civil

española:

- Comunitariamente recibimos su apoyo, su ayuda y esperanza. Al

iniciarse la Guerra Civil, el Sr. Mariano nos visitaba con frecuencia para darnos

ánimo y esperanza. Nos exhortaba a ser fuertes ante el peligro que nos

amenazaba. Se ofreció generosamente a ser nuestra ayuda y pese al peligro a

que se exponía, mientras tuvimos una de las Hermanas enfermas, nos visitaba

diariamente. Cuando nos vimos forzadas a abandonar nuestro convento y a

alojarnos en una casa deshabitada propiedad de una familia amiga, el Sr.

Mariano siguió visitándonos y nos ayudó a aceptar con entereza los planes de

Dios.

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Personalmente puedo decir que su testimonio afianzó mi fe y confianza

en Dios sobre todo en los duros momentos en que me vi acometida por el

Presidente del Comité quien con insistencia quería acompañarme a la casa de

mis padres. Mi zozobra, angustia y miedo se desvanecieron al oír de labios del

Sr. Mariano, con el temple que le caracterizaba: "Las gracias del Señor no le

faltarán Hermana".

Entre el vecindario era considerado un hombre de Dios, Sobre todo entre

los más necesitados dejaba debajo de su almohada, sin ser visto, el dinero

necesario para costear los medicamentos.

Finalizaremos este dialogo con la carta escrita por la Hermana Mullerat,

en tercera persona, en la cual traza la biografía de su padre:

- Nacido en Santa Coloma de Queralt, de padres religiosísimos y

huérfano de madre a sus pocos años, fue uno de los fundadores de la Juventud

Tradicionalista de su villa natal, y, estudiante de bachillerato, colaboraba en "El

Radical" de Reus y "El Correo Catalán", mostrándose infatigable propagandista

de la Buena Prensa. Pasado a Barcelona a estudiar medicina, se afilió a la

Agrupación Escolar Tradicionalista, tomando parte en una serie de actos

públicos. Joven decidido y entero, actuaba en todas partes y en cualquier sitio;

supo contestar con brío y enérgicamente al Dr. Fuset cuando éste en plena

cátedra negó la Virginidad de la Inmaculada. Con la protesta del joven, se

señalaron dos opiniones, sobreviniendo la pelea y resultando herido el joven

defensor del dogma.

Aprovechaba las vacaciones para dar conferencias de divulgación

científica en su villa natal.

20

Concluida la carrera de medicina con las más brillantes calificaciones,

estableciéndose en Arbeca (Lérida), en donde casóse al poco tiempo,

formando una familia cristianísima, que nunca se sentó en la mesa sin

bendecirla, rezando en común también diariamente el santo Rosario, que

siempre dirigía. Comulgaba frecuentemente. Su casa era como un santuario

donde se rogaba, daba gracias a Dios y socorría al menesteroso. Hizo

Ejercicios Espirituales varias veces, siendo Presidente de dicho Organismo

Parroquial; perteneciendo también a varias cofradías. Procuraba que sus

enfermos graves recibiesen los últimos sacramentos y no despreciaba ocasión

para infiltrar la Buena Prensa. ¡Cuan satisfecho quedaba cuando había podido

arrancar un periódico malo o indiferente en religión, y podía hacer leer en su

lugar el periódico católico!

Ejerció el cargo de alcalde siete años, haciendo cambiar la fisonomía

moral y material de Arbeca. Durante su ejercicio persiguió la blasfemia,

entronizó el Sagrado Corazón de Jesús en el Ayuntamiento, asistiendo al frente

de éste a las solemnidades religiosas; hizo refundir las campanas de la torre de

la Parroquial, defendió enérgicamente a los ministros del Señor, de las mofas

de la gente perversa. Fundó y dirigió un periódico local, científico y religioso. Es

decir: era el hombre más notable de aquella villa.

Hallándose enfermo de gravedad su padre, voló a su lado, prodigándole

toda clase de cuidados, ayudándole a bien morir. "Padre, ¿queréis ir al Cielo?",

le preguntaba, al objeto de que se diera cuenta del próximo traspaso, rezándole

con celo y fervor las preces de la recomendación del alma y las jaculatorias

más piadosas. Según expresión del Rvdo. Dr. Carreras, sacerdote de

Zaragoza: "Más que un hijo, parecía un Sacerdote; más que un médico de

21

dolencias corporales, parecía un médico de dolencias espirituales.

Verdaderamente, tenía alma de Misionero".

Estallado el Movimiento, se superó para salvar y ayudar a las HH.

Dominicas de allí, interesándose, también, por medio de sus amistades

médicas, por las Hermanas hijas de Arbeca residentes en otras localidades, al

objeto de prestarles toda ayuda, y al circular por la villa la noticia de que el

primer hombre de derechas que sería asesinado sería él, manifestó varias

veces a sus familiares que él estaba dispuesto a sufrirlo todo por la Religión y

que estaba preparado para comparecer ante el Tribunal de Dios en todo

momento, que perdonaba a sus futuros asesinos y que añoraba la suerte de

morir gritando: "¡Viva Cristo Rey!". Desde aquel día, antes de salir de su

domicilio, ante un Crucifijo y en compañía de una cuñada, religiosa Dominica,

rezaba la oración para la buena muerte.

En la madrugada del día 13 de agosto de 1936, fue detenido en su casa

por la horda roja, y, al despedirse de sus familiares, el último beso que dio fue a

la citada imagen del Santo Cristo, indulgenciada para la hora de la muerte.

Subió a un camión junto con otros cinco infortunados compañeros1, todos

fueron maltratados bárbaramente, y don Mariano, presintiendo iban a ser

asesinados dijo: "Recemos a Dios, que las horas de nuestra vida están

contadas"; rezando todos el Acto de Constricción.

Montando en el camión, bueno como era, acordóse de sus enfermos

queridos, y allí mismo escribió los nombres de los mismos que aquellos días

visitaba, pidiendo a uno de los que les custodiaba hiciese llegar aquella lista a

manos de su amigo el médico Dr. Galcerán, para que sus enfermos no

'Estos eran: Lorenzo Segarra Pau; Manuel Pont Gras; Juan Gras Naves; José Sans Balcells;Lorenzo Vidal Ximenos

22

quedasen abandonados; mostrando con ello la gran serenidad y la excelsa

caridad de que siempre estaba poseído. Como manifestación heroica de su

dedicación cristiana al enfermo, está el hecho de que a uno de los milicianos se

le disparó el arma y se hirió. El Dr. Mullerat que siempre llevaba el instrumental

médico y el material de primera necesidad encima, tuvo el gesto de curar a

aquel verdugo sobre la marcha.

Se puso en marcha el camión y sin formación de causa ni proceso en el

Km 3 de la carretera de Borges Blanques fue asesinado junto con sus

compañeros. El grupo de asesinos lo formaba unas setenta personas, y cuando

alguna de las víctimas aún no había fallecido los rociaron a todos con gasolina,

siendo quemados sus cuerpos.

Un día después del martirio, un vecino acudió a Dolores, su esposa,

informándola que las últimas palabras que había pronunciado fueron: "Padre,

en tus manos encomiendo mi espíritu".

Al ser asesinado tenía 39 años de edad y sus cenizas están depositados

en una arqueta en el centro de un monumento funerario de piedra, en el mismo

lugar de la ejecución.

23

4

Juan Cortés Tossal es presbítero de la Seo de Manresa. Su vida y la de

su familia a estado marcada por el trágico y horroroso final de su padre. Han

vivido durante muchos años intentando olvidar aquellos terribles sucesos. Era

un tabú. Todavía hoy, cuando nos habla de los últimos días de su padre, se

nota ese miedo a hablar y a que se descubra la verdad. Me traslade a Manresa

para poder hablar personalmente con él. Al principio fue un poco reacio. Aún se

puede apreciar un profundo dolor en su corazón. No fue fácil sonsacarle los

hechos ocurridos a su familia durante la Guerra Civil. A medida que avanzaba

nuestra conservación, me di cuenta que no tardaría mucho en sincerarse.

- Su familia era tradicionalista, ¿no es verdad?

- Toda mi familia tenía una idea tradicionalista, aunque el verdadero

político era mi tío Camilo. Mi padre, más que nada era un buen cristiano,

marcado por ser el hermano del "político". Todos los hombres de la familia

fueron asesinados, dejando solamente a los que por aquel entonces éramos

niños.

- ¿Cómo ocurrió?

- Mi tío Camilo y su hijo Manuel fueron asesinados los primeros, en

Igualada. Mi padre Eusebio y mi primo Ramón, heredero del tío Camilo,

huyeron a Barcelona, para refugiarse en casa de mi tía Pilar Cortés, hermana

de mi padre. A los pocos días los fueron a buscar allí, y sabemos que fueron

ingresados en la checa que había en el Convento de San Elias, de Barcelona.

24

- La checa de San Elias fue una de las más crueles de Barcelona, por lo

que he podido leer. Todo el que entraba allí, difícilmente salía con vida.

- Es verdad.

- ¿Que ocurrió después?

- Cuando supimos que los habían sacado de la checa, mi madre, que

era una mujer fuerte y valiente como pocas, removió Roma con Santiago para

encontrarlos. Nunca supimos donde los llevaron y asesinaron. Buscando

archivos fotográficos y de recortes de ropa ella encontró muchos otros de

Igualada; pero mi padre y mi primo nunca los encontramos. De manera que no

sabemos dónde están sus restos mortales.

- ¡Es horrible!.

- Realmente lo es.

- Pero, dígame, alguna cosa tuvieron que decirles. A pesar de la

borrachera generalizada del bando republicano, a ustedes les tuvieron que dar

alguna información. No es posible que un cadáver desaparezca sin más. (Yo

conocía el final de la historia, pero deseaba que él me la explicara con sus

propias palabras. No para hacerlo sufrir, sino para que se supiera el tipo de

crueldades que se llegaron a hacer durante esos años de guerra).

- Se sabe que por aquellas fechas se hicieron monstruosidades, como

dar carne humana a los cerdos... Nunca hemos podido constatarlo

fidedignamente, pero mi madre y mi hermano mayor tenían sobre el particular

pistas sólidas.

25

- Me está diciendo que su padre fue descuartizado y que, posteriormente

sirvió como alimento para los cerdos.

- Como podéis comprender, el fin dramático de los restos de mi padre

mártir, era un tema tabú en casa. Mi madre nos subió a los cinco hijos con

grandes trabajos y dificultades económicas, y no era cuestión de marcarnos

psicológicamente con detalles escabrosos. Así y todo tengo presente una

conversación de ella con cierta persona, a la cual le explicaba veladamente el

fin de los restos de mi padre, como una, no sólo posibilidad, sino realidad.

Resulta ser que un policía de Igualada en activo durante aquellos tiempos, pero

de alma "blanca", se lo había explicado, añadiendo que incluso la prensa de

aquellos días había constatado el hecho con una nota que, una vez realizada

la macabra operación, se había castigado a los culpables.

- Los restos mortales de su primo pudieron encontrarlos.

- Mi primo corrió la misma suerte que mi padre.

El testimonio de Juan Cortés Tossal terminó aquí. No quiso seguir con la

conversación. Como he dicho anteriormente, el dolor aún era muy intenso.

Aunque su madre hubiera subido a los cinco hijos con el silencio del final de su

padre, el trauma desgraciadamente no pudo evitarlo. Me entrego varios

documentos que servirán para finalizar este dialogo sobre la Guerra Civil.

En mayo de 1939 la madre de D. Juan Cortés, Doña María Tossal

Cuadreny, consiguió que el juez suplente de Igualada inscribiera a su marido

en el registro de fallecidos. Éste fue otro grave problema para muchas familias.

Al no aparecer el cuerpo del difunto o supuesto difunto, no podía ser inscrito y,

esta carencia supuso muchos problemas burocráticos. A parte del sufrimiento

por la pérdida de un ser querido, había que sumar la intransigencia judicial, la

26

cual no acepta la muerte de una persona si no hay el cuerpo del fallecido. La

familia Cortés tuvo suerte. Al desconocer los motivos que provocaron la muerte

de don Eusebio Cortés, en su partida de defunción inscribieron lo siguiente: "el

cual falleció en el Convento de San Elias, el día dos de septiembre de mil

novecientos treinta y seis, a consecuencia de hemorragia interna".

Finalizaremos este dialogo con el perfil biográfico de don Eusebio Cortés

Puigdengoles. Era natural de Igualada. Trabajaba como empleado de banca.

Casado. Al morir tenía 48 años. El día 4 de agosto de 1936, día en que fueron

asesinados su hermano Camilo y su sobrino, don Eusebio Cortés junto con su

sobrino Ramón Cortés, marcharon de Igualada refugiándose en Barcelona, en

la calle Ñapóles 175, piso segundo, donde vivía una hermana del primero. El

día 2 de septiembre una patrulla de control los fue a buscar. La familia siempre

tuvo la convicción que fueron denunciados por una persona conocida de la

familia, que conocía el paradero de los mismos.

De la calle Ñapóles fueron llevados a la checa de San Elias de

Barcelona. El 10 de septiembre los sacaron de San Elias y nunca más se supo

nada de ellos. Su mujer buscó incansablemente los restos mortales de su

marido y de su sobrino, pero nunca logró encontrarlos. Sin embargo, esa

búsqueda permitió localizar nueve igualadinos enterrados en la fosa común del

cementerio de Monteada y Reixac.

En el Fomento de la Piedad apareció publicada la siguiente nota del

propio don Eusebio Cortés: Yo Eusebio Cortés declaro que profeso la Religión

Católica y con esta Fe quiero vivir y morir como hijo de la Santa Madre Iglesia.

Por tanto, hago constar mi deseo de recibir los Santos Sacramentos y auxilios

espirituales de mi Religión en caso de enfermedad o peligro grave; así como mi

27

voluntad expresa de que mi cadáver sea enterrado conforme al rito de la

Religión Católica, Apostólica y Románica.

Y para que conste y se cumpla lo firmo en Igualada el día 14 de abril de

1936.

28

Doña María Rosa Torras es una venerable carlista, que todavía recuerda

perfectamente los terribles acontecimientos sucedidos durante la Guerra Civil.

Me recibió en su casa del Ensanche barcelonés, una calurosa tarde de verano.

María Rosa Torras siempre a estado en activo. Durante la guerra acogió y

salvó a muchos carlistas de morir en manos del enemigo, formando parte

activa del Socorro Blanco. Una vez finalizada la guerra, creó junto con Basilisa

Inchausti y María Teresa Trabal la llamada Agrupación de Margaritas "Angeles

de la Caridad", las cuales ayudaban a personas carlistas y no carlistas, en

aquellos difíciles momentos. Muchos fueron los actos destacados que

realizaron, desde el mausoleo a los mártires asesinados en Monteada y

Reixach, hasta la ayuda social y espiritual de muchos enfermos. En el Hospital

de San Pablo de Barcelona existía una sala de tuberculosos. Allí iban las

margaritas a cuidar de esos enfermos. En fechas tan entrañables como es la

Navidad, se les preparaba una merienda, en la cual les eran entregados

bocadillos y una felicitación personalizada, a cada uno de ellos. A su salida,

según recuerda, aquellas personas aplaudían con tanta fuerza que, incluso una

vez fuera del recinto, aún podían oír los aplausos. Años después aquellas

mismas personas, ya restablecidas de su dolencia, no olvidaron el gran favor

que les habían hecho y durante muchos años recibieron regalos de

agradecimiento por la excelente labor con ellos realizada.

Hablar del cementerio de Monteada y Reixac es hablar del excelente

trabajo realizado por esas margaritas que, con el corazón roto por el dolor,

29

ayudaron a desenterrar e identificar los cadáveres de las 1.198 personas que

allí fueron brutalmente asesinadas. El proceso de exhumación e identificación

se inició en marzo de 1940. En las Memorias no publicadas de la Agrupación

Ángeles de la Caridad, leemos con relación a las exhumaciones lo siguiente:

identificándose los restos de carlistas, entre ellos de algunos que sus familiares

no podían costear los gastos de su entierro y poniéndoles la boina sobre la

caja, allí quedaron que daba pena los cuerpos de aquellos que sin miedo

acudieron, siempre, a defender sus sagrados ideales.

Las obras de construcción del Mausoleo de Monteada se iniciaron en

noviembre de 1940. La recaudación de fondos fue costosa: se tenía que hacer

privadamente, por medio de cartas y visitas, ya que las autoridades no lo

permitían de otra manera, resultando mucho más costoso.

El enterramiento de los primeros 21 carlistas se inició a comienzos de

1941. El acto inaugural tuvo lugar el 10 de marzo de 1941. Las autoridades

prohibieron el acto de Bendición del Mausoleo, el cual tuvo que celebrarse

varios meses después. En marzo de 1946 el Gobierno Civil prohibió la Misa y el

Vía Crucis. El Cementerio fue tomado por la policía y cerrado para que nadie

pudiera entrar, se intentó rezar el rosario delante del cementerio pero; se nos

impidió.

- Doña María Rosa, ¿cómo vivieron aquellos terribles años?

- Como podíamos. Muchos de los nuestros fueron asesinados brutalmente.

Era normal saber, casi a diario, que a algún amigo lo habían fusilado en

Monteada, en el Campo de la Bota, o en cualquier descampado o carretera.

Mira, voy a explicarte una cosa. Mi padre tenía una juguetería en la Ronda

Universidad de Barcelona. Como que los círculos carlistas habían sido

30

cerrados, era normal que algunos amigos vinieran a casa y hablaran con mi

padre. Cierto día vino a visitarle Alejandro Bori. Durante la conversación, don

Alejandro le comentó a mi padre; "No sé que va a ser de nosotros. Están, poco

a poco, acabando con todos nosotros". Esta conversación la mantuvieron el 21

de octubre de 1936. Dos días más tarde, el 23 de octubre, la hija de don

Alejandro volvió a la juguetería para comunicarle a mi padre, que don Alejandro

había sido asesinado el día anterior en Terrassa. Esto fue un continuo durante

los primeros meses de la guerra.

- ¿En su casa hicieron el llamado Socorro Blanco?

- Es cierto, lo hicimos.

- ¿Puede explicarme su funcionamiento?

- Una de las paredes del almacén de la juguetería estaba destinada al

Socorro Blanco. En las estanterías se guardaban toda una serie de productos

de primera necesidad. El sistema de recogida de esos productos era el

siguiente. Mis padres y yo misma les comentábamos a nuestros conocidos que

recogíamos cosas para los refugiados y familias carlistas. Estas personas

venían a la juguetería con lo que buenamente podían entregar. Si no habían

nadie en la tienda, entraban directamente al almacén, dejaban lo que habían

traído y se iban. Si por casualidad había gente en la tienda, disimulaban su

presencia comprando algún producto de higiene. Aunque era una juguetería,

vendíamos productos primarios como: brochas de afeitar; cuchillas; cepillos de

dientes; jabón; colonia. Adquirían ese producto para disimular, dejando lo que

llevaban una vez solos. Otras veces, si las personas que se encontraban en la

tienda eran de confianza, los hacía pasar directamente diciéndoles: "No tengáis

miedo. Ya podéis pasar. Son de confianza".

31

- Es decir, ustedes recogían las cosas primarias que buenamente aportaban

sus conocidos y tos guardaban.

- Así es.

- Entonces, todo ese material, ¿cómo era distribuido a las personas que lo

necesitaban?

- Por la noche, poco antes de cerrar la tienda, dos jóvenes llamados Ignacio

Trías y el otro se llamaba Sisteller, venían a recogernos lo que durante el día

habíamos ido almacenando, para poderlos distribuir entre la gente necesitada.

Cada día eran los mismos jóvenes los que recogían el Socorro Blanco.

- ¿Y así durante toda la guerra?

- Efectivamente. No dejamos de colaborar ni un solo día. Y ahora que

hablamos de la gente a la que ayudábamos, ¿quieres que te explique una cosa

curiosa con referencia a las personas que se escondían para no ser detenidas

y asesinadas?

- Por supuesto.

- Pues bien, uno de los múltiples refugios de Barcelona estaba situado en la

planta baja de un garaje. No me acuerdo en que calle estaba, la memoria me

falla. Se había tapiado la puerta, para disimular su existencia. Desde el piso

superior, a través de una hendidura, les hacían llegar los alimentos. En ese

piso subterráneo existía una puerta de emergencia, por la cual poder escapar si

el peligro acechaba. De no ser así, aquellas personas permanecían entre

tinieblas durante días o meses. Algunos esperaban poder cruzar la frontera y

dirigirse a zona nacional.

- Otra manera de cooperar con el Socorro Blanco era refugiar a personas en

casa, ¿no es así?

32

- Es verdad. Mi familia fue obligada a abandonar nuestra casa, y tuvimos

que vivir durante toda la guerra en la juguetería. Desgraciadamente no había

sitio para albergar a refugiados. Ahora bien, durante el día dábamos cobijo a

siete u ocho personas, las cuales comían y cenaban allí. Por la noche se

marchaban a alguna casa a dormir, volviendo al día siguiente a la juguetería.

Sin embargo, en una casa que teníamos en La Floresta las cosas eran

diferentes. Mi padre la cedió a un grupo de refugiados, custodiados por una

señora que les atendía y vigilaba para que, si en algún momento intuía el

peligro, poderlos avisar. Mi familia no fue la única que realizó éste tipo de

acciones. Muchas familias cristianas albergaron en sus casas a muchas

personas, las cuales se salvaron gracias al buen hacer de unos pocos. Mira

durante la guerra hubo buenas y malas personas. Afortunadamente abundaron

las buenas. Te voy a explicar un hecho lamentable. En una casa vivían el

matrimonio y cinco hijos, dos chicas y tres chicos. Era la hora de comer y aún

faltaba uno de los hijos. En eso que llamaron a la puerta. Eran los miembros de

una patrulla que venían a detener a todos los varones de la casa. Cuando

salían del portal, la portera les dijo a aquellos individuos: "Aún os habéis dejado

uno". Por casualidad una vecina salía del edificio y pudo oír las tremendas

palabras de la portera. Inmediatamente fue a buscar al hijo que todavía no

había regresado a casa. Al encontrarlo le dijo que no fuera, que huyera, porque

de lo contrario correría la misma suerte que su padre y sus hermanos.

¿Comprendes? Es muy fuerte que la propia portera de tu edificio, una persona

con la cual has convivido durante muchos años, pueda tener el valor d i

traicionarte de esta manera. Es un hecho monstruoso.

33

- Ciertamente lo es. Supongo que en aquella época, por las palabras que

acaba de decirme, no podías ni fiarte de tu sombra.

- Más o menos.

- Sé que usted iba a visitar a los encarcelados. Explíqueme como lo hacían,

que les llevaban, y si tenían dificultades para hacerlo.

- Tanto en la cárcel Modelo como en el Castillo de Montjüich, siempre había

carlistas encarcelados. Nosotras visitábamos a esos, les entregábamos

cigarrillos. No era una tarea fácil. Nosotras mismas comprábamos la picadura.

Una joven filipina que vivía refugiada en mi casa, se dedicaba a liar los

cigarrillos. Cuando estaban todos hechos, los reuníamos en paquetes de 15 o

20 cigarros. No era mucho pero, en aquellos momentos difíciles, al menos que

pudieran fumar.

- También había ayudado a cruzar la frontera a muchos jóvenes. ¿Cómo lo

hacían?

- Siempre eran grupos de seis o siete personas. Una servidora iba

acompañada por una amiga. Cogíamos el tren en la estación del Norte de

Barcelona. Marchábamos dirección Manresa. En esa población montábamos

en el coche de línea, que nos llevaba a Sallent. Poco antes de llegar a esta

población, nos apeábamos para continuar el camino a pie, el cual duraba

aproximadamente dos horas. Descansábamos en una masía, los dueños de la

cual estaban compinchados con nosotras. Allí comíamos y descansábamos del

largo viaje. Una vez terminada la comida, mi amiga y yo regresábamos a

Barcelona. Por su parte, el grupo de hombres se quedaba en la masía hasta la

noche, hora en la cual les venía a buscar un guía. El camino desde la masía a

34

la frontera andorrana duraba ocho días. Caminaban de noche y dormían de

día.

- ¿Y nunca tuvieron ningún susto?

- Una sola vez estuvieron a punto de descubrirnos, pero no tuvo

importancia. Conseguimos hacerles creer que no conocíamos a aquellas

personas que viajaban con nosotras. Realmente, mirado con la perspectiva de

los años, he de decirte que tuvimos mucha suerte. Hoy en día no sé si tuviese

el valor de hacerlo.

- La edad no perdona.

- No es cuestión de la edad. En aquellos momentos las cosas eran

diferentes. Estabas envuelto por una serie de circunstancias, las cuales te

hacían actuar de una manera. Voy a explicarte una cosa para que comprendas

lo que quiero decirte. Los milicianos de base llegaron a matar

indiscriminadamente a personas civiles y religiosas, por el simple hecho de la

borrachera común que les incitaban sus superiores. Los jefes eran diferentes.

Eso no quiere decir que no asesinaran. Ahora bien, no tan incontroladamente.

A comienzo de la guerra detuvieron a mi padre y a mi hermano Manuel, de 15

años. A mi hermano lo llevaron a El Molino, cabaret barcelonés utilizado

durante la guerra como prisión por los de la FAI. Pocas horas después de su

detención, mi padre regresó a casa. No así mi hermano Manuel. Éste fue

interrogado varias veces por un jefe de la FAI llamado Riera. Le pidió, como a

tantos otros carlistas, un listado con nombres y apellidos de carlistas. Al cabo

de unos días mi padre fue a la Gran Vía número 613, centro de la FAI en

Barcelona, para preguntar por mi hermano. El propio Riera le dijo, en un primer

instante, que estaba muerto. Mi padre le preguntó. "¿Supongo que tendrás

35

hijos?". Riera contestó afirmativamente. Entonces mi padre continuó diciéndole:

"¿A ti te gustaría que alguien te hubiera dicho, como tú has hecho, que tu hijo

estaba muerto?". Riera respondió: "¡Venga hombre! Tú hijo no está muerto, en

uno o dos días lo tendrás en casa". A continuación añadió: "Tú hijo es muy

listo. Le pedí una lista con nombres de carlistas. Efectivamente me la ha dado.

Es curioso que los cinco primeros nombres eran carlistas que ya hemos

asesinado". Riera cumplió su palabra, y al cabo de dos días mi hermano estaba

nuevamente en casa. Al llegar se abrazó a mi madre y le dijo: "Madre, ¡qué

suerte saber rezar!". Tanto a él, como mi hermano Juan, lo acompañamos a

cruzar la frontera. Ambos se alistaron en el Tercio Nuestra Señora de

Montserrat. Mi hermano Juan murió en Villalba de los Arcos, el 19 de agosto de

1938, a los 18 años de edad.

36

Nuestra siguiente protagonista vive en Reus. Se llama doña María

Lourdes Gil. Me pasó un caso curioso con ella. Gracias a esta recopilación de

diálogos, he hecho muchas amistades nuevas y, doña Lourdes es una de ellas.

Con algunos de nuestros protagonistas no he vuelto a tener contacto. Ya me

habían dicho lo que quería saber, ahora podían olvidar. Sin embargo, doña

Lourdes me pidió que, aunque el libro estuviera terminado y pese a que yo ya

conociera la historia de su padre, no nos dejáramos de escribir. Si bien no sea

muy frecuente encontrarte en estas situaciones, son comprensibles. El dolor

por la muerte del ser querido lleva demasiados años en silencio. Ya no pueden

contarles las mismas cosas a sus familiares, porque conocen perfectamente lo

que ocurrió. Pero hay más. Muchas veces nos da vergüenza abrir nuestros

corazones a una persona conocida y estamos dispuestos a hacerlo si aquella

persona no la conocemos de nada. Sea como fuere, su amistad me llena de

orgullo y satisfacción.

- Doña Lourdes hábleme del periodo en el cual su padre, don Pablo Gil,

estuvo encerrado en el Barco-prisión "Río Segre".

- A través del poco correo que nos pudo hacer llegar desde el Barco Río

Segre, mi padre se quejaba que no sabía nada de nosotras, cuando en realidad

durante las 3 semanas que estuvo en él, cada día, a través del recadero, le

hacíamos llegar una cesta llena de comida y una carta escrita por mí, la cual

volvía a casa por la noche vacía, y al día siguiente lo mismo, o sea que a él no

le llegaba nada, ni la carta le entregaban.

Por alguien que salió de allí, supimos que para comer les tiraban

lechugas enteras sin lavar y que pasaban mucha hambre.

Una postal firmada del día 27 de agosto llegó al día siguiente que él ya

era muerto, junto con la manta que le hicimos llegar durante los primeros días,

con un papel que ponía su nombre, el cual había escrito él mismo. Esto

significaba que se lo hicieron hacer porque ya no la necesitaría más.

En cuanto al modo de sacarlos del barco, por testimonios que lo vieron,

dicen que lo ataron como si fuera un saco, con hilo eléctrico, desde la cabeza a

los pies y tirado como un bulto al camión.

- Una vez proclamado el Alzamiento Nacional, ¿qué le ocurrió a su

padre?

- Mi padre era natural de Vandellós, pero de joven pasó a vivir a Reus,

donde entró a formar parte de un nutrido grupo de carlistas. No es raro ya que

venía de familia carlista, así como mi madre. En casa de mis abuelos, según

testimonio de mi madre, había el retrato del rey Carlos, presidiendo la sala.

El 18 de julio de 1936 fue la última noche que durmió en casa. Cuando

vio como iban las cosas se marchó al campo, a una finca propiedad de su amo.

El era agricultor, pero no tenía campo propio, era un simple trabajador

asalariado. El 21 de julio se marchó a Vandellós. Allí le fueron a buscar un

grupo de socialistas de Reus, trasladándolo a la prisión. Cuando supimos que

estaba allí, mi tía María fue a ver a un primo nuestro que era de la FAl, para

ver que podía hacer. Este señor dijo que si Pablo no renegaba de su fe y su

carlismo, no había nada que hacer, y que si lo llevaban al Barco de Tarragona,

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ya le podíamos dar por muerto, pues de allí no salía nadie con vida. Y así fue.

El 25 de julio de 1936 lo llevaron a dicho barco y de allí, el 25 de agosto lo

asesinaron junto a 17 personas más de Reus, casi todos tradicionalistas. Los

asesinaron cerca de Vilarodona, donde fueron enterrados en cal viva. Sabemos

de mi padre que antes de salir del barco hizo una confesión ejemplar y que

murió diciendo: ¡Viva Cristo Rey!. Lo siento, no puedo continuar.

39

Aprovechando mi estancia en Reus fui a ver a don José María Arasa.

Con el debido respeto a otras personas, considero que es el que más sabe

sobre los sucesos ocurridos durante la Guerra Civil en aquella provincia.

Entrevistarse con él fue un lujo. Persona profundamente inteligente, supo

explicarme los hechos que había oído de joven, con la misma naturalidad que

un escritor ajeno a lo sucedido lo podía escribir. No hablaré de la trayectoria

política de don José María, pues no viene a acotación en estos diálogos. Lo

importante son los hechos que él conoció de primera mano y que, a

continuación paso a relatarles.

- Don José María, me gustaría que me contara las historias que más le

han impresionado, de todas las que conoce, que tuvieron lugar en esta

comarca.

- Me pides algo muy difícil.

- Lo sé.

- Es muy complicado porqué todas ellas tuvieron como protagonista a un

ser humano. Todas me han impresionado y todas merecen ser expuestas en el

trabajo que estas realizando. Sin embargo intentaré complacerte y centrarme

en cuatro o cinco significativas.

- Se lo agradeceré.

- Vamos a ver. Podría empezar por el martirio que sufrió un familiar mío.

Se llamaba José María Estrada Arasa. Al ser conducido a la carretera para ser

asesinado, dio un fuerte puñetazo a uno de los milicianos y le tiró del camión

40

marchando a campo traviesa en medio de una lluvia de balas que le

disparaban los milicianos que le perseguían. Subiendo a un corpulento

algarrobo pudo burlarles. Pasó escondido por los montes unos dos meses,

siendo descubierto finalmente por unos milicianos de Roquetas. Los malvados

se enseñaron ferozmente con él. A las pocas horas de su segunda detención,

la ataron por los pies tras un camión y dieron una marcha de unos cuarenta

kilómetros por hora al coche.

- ¿Debió quedar destrozado?

- Sí. El cuerpo y la cabeza quedaron completamente despedazado,

dejando varios trozos dispersos por la carretera.

- Esto no es un asesinato. A mí me parece más un ensañamiento contra

la persona.

- Es una bestialidad, una brutalidad, pero actos así de salvajes se

produjeron muchos durante esos tres años.

- ¿Supongo que ios sacerdotes tampoco se libraron?

- Precisamente ahora iba a hablarte del reverendo Albiol. Cuando era

conducido a la muerte en uno de los coches fantasmas, en el interior del coche

se abalanzó sobre un miliciano armado, cogiéndole fuertemente por el cuello.

Apurado estaba ese sujeto, ya medio estrangulado, cuando el chófer disparó

un tiro que dejó mortalmente herido al reverendo. Se cuenta que el miliciano

falleció dos días después, de resultas del arrojo del reverendo Albiol. Desde

aquel día, los comités dieron órdenes a los asesinos que ataran a todas las

víctimas cuando ias condujeran al suplicio, para que no se repitiera otro caso

parecido. Y desde esa fecha, todos los condenados a muerte fueron atados

con cuerdas antes de ser asesinados.

- Supongo que serán muchas las historias referidas a sacerdotes

maltratados hasta la muerte por los republicanos.

- Por supuesto. Fue una constante durante la Guerra Civil acabar con la

Iglesia Católica.

- Cuénteme alguna otra.

- El coche fantasma, que así se llamaba el pueblo a los vehículos que

venían a buscar a los condenados a muerte, se presentó a las cinco de la

madrugada a las puertas de la cárcel para llevarse a una nueva víctima. Le

correspondió el turno al reverendo Querol. Obligado a subir al coche lo hizo sin

la más mínima protesta. Una vez sentado en su interior, y en medio de cuatro

milicianos, se puso a rezar en voz alta. Terminadas las oraciones, encendió un

cigarro que fumó tranquilamente hasta llegar al lugar donde había de ser

inmolado, conocido por los "Amelles". Al descender del coche se puso las

manos en el bolsillo, sacando cuatro cigarros puros que repartió entre los

milicianos, diciendo: "Tomad, os lo regalo en prueba de que nos os guardo

rencor alguno; al contrario, os perdono porque no sabéis lo que hacéis, hijos

míos. Al disparar vuestras armas homicidas apuntad bien sobre el corazón.

Gracias". Se situó cerca de una roca, de frente a sus asesinos. Estos

dispararon sus armas sobre el corazón y la cabeza. El reverendo Querol murió

sin proferir una queja.

- Esta nobleza ante la muerte debió ser una constante entre los

sacerdotes.

- No sólo ellos murieron con dignidad, también la población civil,

conocedora que no habían hecho nada y que después de aquel sufrimiento

irían al Reino de Dios, entregaron sus vidas noblemente.

42

- Póngame algún ejemplo.

- D. José Calvet Mulet fue detenido el día 28 de abril de 1938 por una

patrulla de soldados de Lister, en virtud de una delación del limpiabotas Tomás

Breva -ya sancionado por la Justicia- y conducido a presencia del Comandante

del puesto. El Sr. Calvet, como tantos otros civiles detenidos aquellos días, por

la rabia e impotencia de las tropas marxistas de no poder resistir el empuje de

las tropas nacionales, que pocos días antes habían llegado al margen derecho

del Ebro, sufrió los atropellos y vejámenes de los salvajes del bandolero

marxista de Lister que había acampado en el delta izquierdo y montañas de

este término. Noche tras noche presenció el Sr. Calvet los fusilamientos de sus

compañeros de cautiverio, hasta que le correspondió correr la misma

infortunada suerte. Los soldados a las órdenes de Lister tenían la costumbre de

atar con cuerdas o alambres a sus víctimas antes de sacrificarlas, por aquello

que te he contado anteriormente. Para atar al Sr. Calvet escogieron el alambre.

El soldado que lo ató lo hizo tan fuertemente, que don José no pudo reprimir

una queja.

- Que me hace Vd. daño, le dijo.

Al soldado le sentó mal la protesta. Cogió una afilada hacha y de un tajo

le cortó, por las muñecas, las dos manos. Y burlonamente le dijo:

- Ahora ya no te harán más daño tus manos fascistas.

No contento con esta villanía, el soldado sacó al don José al jardín de un

chalet de la carretera Simpática y le disparó varios tiros a la cabeza.

- No tengo palabras para expresar lo que siento después de haber oído

este relato.

43

- Es lo de siempre. Al final acabamos diciendo que fueron brutales,

salvajes y unos asesinos. Estábamos en tiempos de guerra. Toda muerte es

dura, y más para los familiares. Ahora bien, aquellas personas que

voluntariamente o por pertenecer al ejército fueron al campo de batalla y

murieron, aunque su muerte nos cause dolor, fueron voluntarios y ya sabían las

consecuencias que podía depararles aquella decisión. Sin embargo, los que te

acabo de explicar, estaban en sus casas y fueron asesinados por no comulgar

con las ideas de sus verdugos. Es muy fuerte saber que un familiar tuyo ha

muerto por el simple hecho de ser contrario a unos pensamientos que quisieron

imponernos a la fuerza. No sé, han pasado muchos años, nosotros los hemos

perdonado y no vivimos en el rencor pero, a veces sigo sin comprender porque

el ser humano puede actuar tan inhumanamente en unos momentos y en unas

circunstancias determinadas.

- Yo tampoco me lo explico. Debe ser porque todos llevamos una bestia

guardada en nuestro interior.

- Debe ser esto. Ahora voy a explicarte lo que le ocurrió a uno de los

nuestros. Don Manuel Gordon era Vice-Presidente del Comité Comarcal

Tradicionalista y Secretario de la Sucursal del Banco de España en Tortosa, se

tiró del coche en marcha corriendo y saltando márgenes y rocas en la

oscuridad de la noche. Los milicianos le perseguían disparando sus pistolas.

En uno de los saltos se fracturó una pierna y, a rastras, pudo llegar a una

pequeña cueva situada en unas rocas. Los no cesaron en su búsqueda hasta

que dieron con él. Cinco de ellos dispararon incesantemente sus pistolas sobre

su cuerpo, que apareció completamente acribillado a balazos. Su cuerpo era

una masa informe.

44

- ¡Terrible!

- Y para terminar déjame que te cuente lo que le sucedió a D. Luis

de Cruells Martí, el cual confundió, con su serenidad y hombría a los milicianos

que querían arrancar de sus labios una delación contra los jefes, directivos y

hermanos de la gloriosa Comunión Tradicionalista en la que siempre había

militado.

- ¿Eres tú el presidente del Requeté de Tortosa? Le preguntaron.

- No lo soy actualmente; cesé en el cargo hace un año, les contestó.

- Eres un cobarde desde el momento que lo niegas, refunfuñó uno de los

milicianos erigido en juez.

- He dicho la verdad, le repitió.

- Entonces, ¿quién es el presidente del Requeté actualmente? Volvió a

inquirirle con voz aguardentosa.

- Lo ignoro; y aunque lo supiera no lo diría, les recalcó con entereza

varonil.

- Eres un miserable, le apostrofó otro miliciano del tribunal.

Cruells se calló.

- ¿Quiénes forman el Comité Político y la Junta del Partido

Tradicionalista de esta ciudad? Le preguntaron de nuevo.

- No creo les interese ello mucho, les replicó.

- ¡Y tú que sabes! Le rugieron. ¿Quiénes son? Inquirieron.

- No lo sé y aunque lo supiera tampoco lo diría, les contestó con calma.

- ¿Ya sabes a lo que te expones con tus negativas?

45

- Se la suerte que me aguarda, y sabiéndolo es inútil que me pregunten

respecto a mis correligionarios, pues nada he de manifestar que pueda

perjudicarles.

Pocos días después era trasladado a una checa barcelonesa y

asesinado.

46

8

Eduardo Tubella Serra, natural de Capellades (Barcelona).

Aministrativo. Casado. 35 años. Era miembro del Centro Dramático

Igualadino, del Centro Tradicionalista. Fue detenido en Igualada el 8 de

noviembre de 1936. Estuvo en la cárcel hasta el 30 de noviembre. Ese día,

junto con otros tres compañeros, - Saturnino Rodríguez Fernández, Pedro

Serarols Mil y José Terrade Fortuny -, fueron conducidos a Barcelona,

donde fueron asesinados. Dejó viuda, Doña Encarnación Parelló, y dos

hijas: Encarnación y Montserrat. Número de identificación 822. Su

cadáver fue reconocido en septiembre de 1940, por María Tossal.

Antonio Jorba Soler hace la siguiente referencia biográfica de

Eduardo Tubella2: "Eduardo Tubella i Serra. 35 años, administrativo. Era un

notable actor del "Esbart Dramátic Igualadí", una agrupación teatral del Centro

Tradicionalista. De gesto sobrio y expresivo, dotado de una voz vibrante y

dicción clara, se había ganado la admiración de los aficionados al teatro

amateur, que antes de la guerra, eran numerosos en nuestra ciudad y adictos a

las compañías teatrales de aficionados que actuaban en el Centro

Tradicionalista, Centro Católico y en el Ateneo de Igualada".

Saturnino Rodríguez Fernández, natural de Villarramiel (Palencia).

Cafetero. Casado. 37 años. Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Número

de identificación 806. Era el conserje del Centro Carlista de Igualada. Su

cadáver fue reconocido en septiembre de 1940, por María Tossal.

47

Pedro Serarols Mil , natural de Ódena. Agricultor. Casado. 60 años.

Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Número dé identificación 805. Era socio

del Centro Carlista de Igualada. Su cadáver fue reconocido por Doña María

Tossal, viuda de Eusebio Cortés. Como nos explica su hijo: "Era a principios

de los 40, que un servidor en cierta ocasión acompañó a mi madre en la

tarea de buscar los restos de mi padre mártir. Recuerdo perfectamente

que ella identificó algunos igualadinos asesinados, a través de recortes

de ropa, i especialmente de fotos de cadáveres. Recuerdo que yo me

mareé procurando mirar detalladamente aquellas fotografías e intentando

descubrir a mi padre. Ahora ya no recuerdo el número de identificaciones

que realizó, pero al menos, me parece, habían los restos de José Terrade

Fortuny; Saturnino Rodríguez Fernández; Pedro Serarols Mir; y Eduardo

Tubella Serra.

José Terrade Fortuny, natural de Igualada. Sastre. Casado. 46

años. Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Su cadáver fue reconocido en

septiembre de 1940, por María Tossal.

José Terrade; Saturnino Rodríguez; Pedro Serarols y Eduardo

Tubella, se encontraban presos en los Dolores. El 30 de noviembre de

1936 vinieron de Barcelona a Igualada unos agentes de la Junta de

Seguridad Interior, con la intención de llevárselos., para ser juzgados por

el Tribunal Popular. Trasladados a Barcelona, fueron víctimas de los

milicianos. Siendo asesinados en el cementerio de Monteada.

2JORBAy SOLER, Antonio: Agonía d'una ciutat. Imprenta Codomiu. (Igualada, 1982).

48

La familia Argemí sufrió la persecución y la aniquilación de todos sus

miembros varones, por su condición de católicos practicantes y tradicionalistas.

Por desgracia no me ha sido posible contactar con ningún familiar directo de

los Argemí. Si que he podido dialogar con una persona, don Pedro Lahoz, que

conocía a la hija de don Jaime Argemí. Ella le contó en más de una ocasión lo

que le sucedió a su padre, a sus tíos y a su abuelo. El motivo por el cual se

podrá leer el siguiente diálogo en primera persona, se debe a la sugerencia del

Sr. Lahoz. En ningún momento ha considerado ético presentarse como

portavoz de una historia que no vivió ni protagonizó. Él, según sus palabras,

sólo es un mero intermediario entre el pasado y este diálogo. El mérito, si es

que se puede hablar así de un hecho tan terrible, debe recaer única y

exclusivamente en doña Carmen Argemí Camp. Ella fue la protagonista

indirecta de estos sucesos y, por ello, debe ser la protagonista de este diálogo.

Como comprenderán, mi condición de recopilador me impide no aceptar

los designios de las personas con las cuales dialogué. Es por eso que, aunque

hubiera sido más fácil transcribir lo dicho, he preferido reorganizar este diálogo,

y ofrecérselo a ustedes con una estructura narrativa - biográfica de los cuatro

miembros de la familia Argemí. Así pues, y sin más dilaciones, paso a narrarles

lo sucedido.

Mi abuelo Juan Argemí vivía en el barrio del Clot de Barcelona. Se sabe

que figuraba, con sus tres hijos, en todas las asociaciones de la parroquia de

su barrio. Fue asesinado en la carretera de la Rabassada el 9 de agosto de

51

1936. El 10 de agosto depositaron su cadáver en el depósito del Hospital

Clínico de Barcelona. Entre los medios sensatos de la popular barriada del

Clot, el apellido Argemi era conocido por todos como indicador de una familia

que se distinguía por su espíritu de religiosidad, tradición y sacrificio. En aquel

hogar cristianísimo se auscultaban y palpitaban todas las vibraciones piadosas,

culturales, honestas y patrióticas del típico suburbio barcelonés. Mi familia era

conocida como tradicionalista militante, pero su profesión política era

consecuencia de su fe religiosa, no premisa.

El día 22 de julio del año 1936, a las siete de la mañana, fueron las

Patrullas de control con el pretexto de hacer un registro, porque había monjas

en la casa y, después de romper todo lo que les vino en gana, se llevaron a los

tres hermanos: Jaime, mi padre, de treinta y nueve años; Luis, de veintitrés, y

Francisco, de veintiún años, y acto seguido, los condujeron a Moneada y allí les

asesinaron.

A Francisco, Al salir de la casa, le hicieron llevar un Niño Jesús, que

profanaron, rompiéndole las piernas.

Mi abuela quiso seguirles, pero, al salir a la calle, uno de aquellos

desalmados le dio un empujón y la hizo volver a su casa.

Desde éste día, 22 de julio, al 9 de agosto volvieron varias veces

aquellas turbas, amenazando a mi abuela y a mi tía con que, si no se

presentaba mi abuelo, matarían a los hijos, pues ellos no sabían su paradero y,

por tanto, ignoraban si estaban vivos o muertos. El día 9 de agosto fue mi

abuelo a casa, y mi abuela le contó lo que le decían los patrulleros, para que no

se dejara ver, pues le buscaban sin descanso. Pero el hecho es que dieron con

él y lo prendieron. Al día siguiente ya estaba de cuerpo presente, asesinado, en

52

el Hospital Clínico, recogido como tantos otros, por los contornos de Barcelona.

Aquel mismo día fue mi abuela y mi madre al cementerio de Monteada y Reixac

y pudieron autentificar la muerte de los tres hermanos Argemí.

Mi padre Jaime Argemí Farrán había nacido en el Clot. Vivíamos todos

en casa de mis abuelos. La causa de su detención, según los informes que

pudimos obtener, afirmaban que fue detenido por el odio de sus verdugos a la

fe que él profesaba. Su nombre, como el de mis tíos, figuraba en la corbata de

los mártires impuesta a la bandera de la Liga. Este acto se celebró el 12 de

agosto de 1945. Mi padre y sus dos hermanos participaron en la acción del día

19 de julio de 1936 en la defensa de los cuartetes del 7o Ligero y Parque de

artillería de San Andrés.

Él sabía que estaban en la lista negra y un día vendrían a llevárselos

para matarlos, como así ocurrió finalmente. Una mañana mi padre le dijo a mi

madre, Ramona Camp: "¿Me podrías acompañar? Quiero ir a S. Felipe Neri

para confesar, porque si me pasa algo quiero estar preparado". Su esposaMi

madre se puso a llorar, a lo que él respondió: "Si me matan, no llores no te

desesperes; me matarán por Dios y la Divina Providencia no te abandonará ni

a ti ni a mis hijos".

Mis tíos Luís Argemí Farrán y Francisco Argemí Farrán.tenían,

respectivamente, 26 y 22 años, en el momento de morir asesinados. Ambos

eran solteros y vivían con nosotros en casa de mis abuelos.

53

10

La mejor persona que podía hablarme de la familia Tort y del Doctor

Irurita era don José Vives. No por los muchos artículos que ha publicado sobre

ellos, sino porque los conoció personalmente. Eso sí, su visión sobre algunos

aspectos es muy personal y hay que aceptarla aunque, quizás, no sea

compartida por muchos.

- Sr. Vives usted me ha dicho muchas veces que no puede considerarse

que al Doctor Irurita, a parte de ser Obispo de Barcelona, lo asesinaran por su

condición de carlista. ¿Puede explicármelo?

- Es inaceptable considerar el que Obispo de Barcelona pueda ser de

una tenencia política o de otra. Él era el Obispo de todos los barceloneses,

fueran de la tendencia política que fueran. Es evidente que estaba más de

acuerdo con el pensamiento carlista que, por ejemplo, con el pensamiento de la

Lliga o de Esquerra Republicana. Eso es cierto, ahora bien, él era el Obispo de

todos. Nunca he oído que se dijera esto que te voy a contar del Doctor Irurita,

pero sí del Cardenal Casañas. En cierta ocasión les dijo a unos fieles carlistas:

"Mirad, cuando yo era joven era tan carlista como vosotros. Cuando me saco

losh ábitos también me siento carlista. Ahora bien, cuando soy Obispo no

puedo sentirme de ninguna confesional/dad política pues todos son hijos mios".

Estas palabras demuestran la grandeza del Cardenal Casañas. Estoy

moralmente seguro que el Doctor Irurita pensaba lo mismo.

- Usted ha estudiado y a publicado diferentes artículos sobre la familia

Tort, ¿qué me pude decir sobre ellos?

1- Antonio Tort Rexach era natural de Monistrol de Montserrat. Trabajaba

como Joyero. Como sabes escondió al Obispo Irurita y al Reverendo Marcos

Goñi, familiar de éste último, en su casa. El hijo menor de Antonio Tort nació

mientras estaban escondidas estas ilustres personas en su domicilio. El niño

fue apadrinado por el Obispo de Barcelona, siendo bautizado por el Reverendo

Marcos Goñi. Al ser descubiertos le dijo a su mujer: ''Decid: Sagrado Corazón

de Jesús, en Vos confió. Adiós. Hasta el Cielo. No os espantéis, Dios no os

faltará". Y a su hija Mercedes, conducida con él al Comité de la calle Pedro IV

de Barcelona, en donde les tomaron declaración, al decirle esta: "Papá, nos

llevan a matar", le contestó: "Nos llevan al Cielo". Uno de los revolucionarios

que estaba allí intervino diciendo: "¿Nosotros os llevamos al Cielo?" Y Antonio

Tort le dijo: "Sí, nos lleváis al Cielo si nos matáis; por ello nos os guardamos

ningún rencor. Os perdonamos y rogamos a Dios por vosotros y por vuestras

familias". Todos estos acontecimientos sucedieron el 1 de diciembre de 1936.

De la calle Pedro IV, fue conducido a la checa de San Elias. Fue asesinado,

junto con su hermano Francisco, el Obispo Irurita y el Reverendo Goñi, la

madrugada del 3 al 4 de diciembre de 1936.

- He leído en un libro, el que publicó Lacruz, que participó en la acción

del día 19 de julio de 1936 en la defensa de los cuarteles del 7o Ligero y

Parque de artillería de San Andrés, en Barcelona.

- No es cierto. Antonio Tort no participó en dicho levantamiento. Se

encontraba veraneando en Monistrol de Montserrat el 19 de julio de 1936. Ese

mismo día marchó hacia Barcelona, donde llegó el 20 de julio. Así pues,

difícilmente podía tomar parte en el Alzamiento en el cuartel de San Andrés,

pues no se encontraba en Barcelona por aquellas fechas.

Lo que podrán leer a continuación es la biografía del Obispo Irurita. En

esta parte del diálogo he desechado el formato de entrevista y he optado por la

estructura del relato personal de las personas que lo conocieron y que han

escrito sobre él, pues considero que es más directo y emotivo que la típica

narración ensayística, para plasmar los recuerdos y el devenir personal de

nuestro ilustre Obispo mártir.

El Doctor Manuel Irurita Almandoz, nació en Larrainzar (Navarra) eM9

de agosto de 1876. Doctor en Sagrada Teología en 1906 y en Filosofía en

1907. Beneficiado de la Catedral de Valencia en el 1899. Profesor de Canto

Gregoriano, de Lengua Hebrea y de Teología fundamental en el Seminario de

Valencia. Director diocesano de la Obra de la Consagración de Hogares al

Sagrado Corazón de Jesús y de la Vela Nocturna. Consiliario Presidente de la

Asociación de Intereses Católicos. Presidente del Rosario de la Aurora.

Promotor del expediente de Beatificación de la Madre Sacramento. Visitador de

Religiosas y Promotor de las Misiones diocesanas hasta que de Valencia pasó

a Lérida, siendo nombrado Obispo de esta diócesis. Excelente músico fue

nombrado Presidente de la Asociación Ceciliana Española en el Congreso

Nacional de Música Sagrada de Vitoria, en el año 1928. Trasladado al

Episcopado de Barcelona, se distinguió por su bondad y santidad.

Una vez iniciado el Alzamiento Nacional, 19 de julio de 1936, ningún

religioso estuvo a salvo de perder la vida en Barcelona. Incluso el propio

Obispo tuvo que esconderse para salvar la vida, aunque posteriormente la

perdiera irremediablemente. Los hechos se iniciaron el 21 de julio de 1936. Ese

día un grupo de desalmados incendió el Palacio Episcopal, residencia del

Obispo. El Doctor Irurita no deseaba huir. Quería quedarse allí y plantarles cara

a los revolucionarios. El Rvdo. Marco Goñi y Emeteria, familiares del Doctor

Irurita, le insistieron para que se marchara de aquel lugar, pues su vida corría

peligro. Finalmente, vestido de paisano, consiguieron que escapara por la

puerta de atrás, situada en la calle Montju'fc, y de esta manera salvar la vida.

Ya fuera tenía la intención de refugiarse en casa del Reverendo Faura,

situada en la misma calle Montjuíc número 3. Dicho refugio era igual de

peligroso que el Palacio Episcopal. Por los alrededores se encontró con D.

Antonio Tort. El Doctor Irurita, el Reverendo Marcos Goñi y Emeteria se

refugiaron en casa de éste, situada en la calle del Cali número 17. Allí también

estaban refugiadas seis hermanas del Convento de las Religiosas Carmelitas

de la Caridad, de la Madre Vedruna.

Sobre los meses que pasó el Obispo Irurita en casa de la familia Tort

escribe el Reverendo José Ricart Torrens lo siguiente: "El señor Obispo y don

Marcos se aposentaron en la misma habitación en que se hallaba instalado el

oratorio. Presidía la habitación una imagen de la Virgen de la Merced. Allí se

guardaba el Santísimo Sacramento. Y un reclinatorio en el que durante largas

horas el doctor Irurita se sumergía en la más intensa Oración. Allí estaba ya

arrodillado a las cinco de la mañana, preparándose para la Santa Misa.

Celebraban él y don Marcos. También algunas veces el padre Artigas, del

Oratorio de San Felipe Neri, confesor del Prelado".

Esto se repitió durante los cuatro meses y medio que permanecieron

escondidos en casa de los Tort.

La patrulla de control que operaba en la calle Pedro IV de Barcelona,

apareció inesperadamente el 1 de diciembre de 1936 en casa de la familia Tort.

El motivo había sido el siguiente: En una visita a la Abadía de Montserrat,

encontraron un listado en el que aparecía Don Francisco Tort. La patrulla de

control fue a buscarlo, pero la casualidad hizo que esos milicianos descubrieran

al Doctor Irurita, a Rvdo. Marcos Goñi y a las religiosas. El registro domiciliario

duró cuatro horas. En un primer momento no reconocieron al Doctor Irurita,

pues éste no dijo en un primer momento quién era. Un breve interrogatorio y

todos los apresados, menos la hija mayor de Don Antonio Tort, Mercedes,

fueron conducidos a la checa de la calle San Elias. Mercedes Tort salvó la vida

milagrosamente.

En la checa de San Elias permanecieron pocos días, pues el 3 de

diciembre, por la noche, fueron llevados en camión al Cementerio de Monteada

y Reixac, para ser asesinados. A sus verdugos les dijo: "Me ponéis un vestido

blanco sin daros cuenta; yo os perdono y os bendigo; soy vuestro Obispo". Y

cantaron todos juntos el Credo de la misa latina. Los autores del asesinato

dijeron en tono de mofa: "Mira que son tontos; los matamos porqué son de

misa y se ponen a cantar misa". Una persona que estuvo presente en el

asesinato de los hermanos Tort, Rvdo. Marcos Goñi y el Doctor Manuel Irurita,

cuenta que éste último, mientras estaba en el paredón, esperando la descarga,

dijo: "Os bendigo a todos los que estáis en mi presencia. Así como bendigo

también a las balas que me ocasionarán la muerte, ya que serán las llaves que

me abrirán las puertas del Cielo".

El sábado 22 de enero de 1994, en el diario ABC pudo leerse la

siguiente noticia: "El Arzobispado de Barcelona ha constituido un tribunal

eclesiástico para emprender y concluir el proceso diocesano de beatificación de

Manuel Irurita Almandoz, que fue obispo de Barcelona entre 1930 y 1936 y que

fue asesinado durante la persecución religiosa en la Guerra Civil.

El arzobispo de Barcelona, Ricard Mana Caries, dijo durante la toma de

posesión de la comisión diocesana para la causa de beatificación que "se trata

de un obispo que se distinguió por su fama de santidad y mártir por la fe".

Caries explicó que "es un deber recoger la ejemplaridad cristiana de aquellos

hermanos, y ahora el Arzobispo se dispone a hacerle justicia". Su proceso de

beatificación del Doctor Irurita todavía sigue abierto.

En Solidaridad Nacional, enero de 1978, Carlos Molins escribe la

siguiente anécdota con respecto al Doctor Irurita: "Hubo un momento que entre

el episcopado español había un general descontento sobre el nuncio

Tedeschini, por motivos algo más que serios. Pero nadie rechistaba. El doctor

Irurita, en su primera visita a Pío XI, le dijo: "Santo Padre: soy español y

navarro y por lo mismo amantísimo de la verdad y la verdad reclama que les

informe". El doctor Irurita manifestó lo que era obligación decir. En su paso por

Barcelona, con motivo del Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires,

por el legado pontificio, cardenal Pacelli, coincidiendo el nuncio Tedeschini y el

doctor Irurita. Al encontrarse, Tedeschini dijo: "Así, señor Obispo, que español

y navarro..."Y el doctor Irurita, con su fortaleza, le replicó: "Sí, Señor nuncio,

español y navarro. Y además pelotari".

Durante la celebración del centenario del Obispo Irurita, José Ricart

Torrents escribió: "Recordaremos unas palabras suyas pronunciadas en julio

de 1935, en Barcelona. Decía el doctor Irurita: Ahora, sobre todo se necesitan

obispos que vean a Jesús, sacerdotes que vean a Jesús, maestros que vean a

Jesús. Hora es ya de que caigamos en la cuenta de que con Jesús lo tenemos

todo y sin Jesús no tenemos nada. Yo quisiera que sacarais este fruto. Con

Jesús lo tengo todo, con El soy suficientemente sabio, rico y feliz. Tengo a

59

Jesús, le poseo, le amo; lo demás nada hay que me interese... No concibo en

la hora presente un católico valiente, ni un maestro fiel a su deber, ni aún los

triunfos de la virtud sin ver a Jesús... ¿No veis tantos católicos a medias, tantas

almas cobardes? ¿A que se debe tanta debilidad, tanta tibieza, tanta

cobardía?... Hacen falta ahora católicos y católicos de profundas convicciones,

de voluntad decidida, de fortaleza ejemplar; valientes y dispuestos a padecerlo

todo, a sacrificarlo todo, la bolsa, la nómina, la carrera, si es preciso. Pero esos

hombres sólo los tendremos cuando mueran todas las cosas, cuando mueran a

sí mismos para vivir la vida de Jesús".

En diciembre de 1943, Antonio Juanet Camp publicó el siguiente

testimonio del Doctor Irurita. El homenaje del Sr. Juanet merece ser incluido

íntegramente, por el gran conocimiento del personaje, su personal visión del

mismo, y la aproximación que de éste nos da: "A la memoria del Obispo-mártir

de Barcelona, Excmo. Y Rdmo. Dr. D. Manuel Irurita Almandoz, con motivo del

traslado oficial de sus restos mortales a la Santa Iglesia Catedral Basílica de

Barcelona. (R.I.P.)

Entre el número elevadísimo de mártires que la furia satánica arrancó de

nuestro lado en la pasada revolución marxista, ocupa un lugar destacadísimo la

figura eminente del virtuoso sacerdote que al estallar aquel fatídico movimiento

ocupaba la Sede Episcopal de Barcelona.

Todas las cualidades que por separado nos es dable a los hombres

ostentar, las reunía en común y de manera edificante nuestro añorado

homenajeado. En él brillaban con luz resplandeciente la sencillez y la humildad,

la mansedumbre y la caridad, el amor y la bondad, la sabiduría y la santidad.

Todo, en fin, lo que representa un valor en lo espiritual y en lo moral puede

afirmarse que lo poseía con creces y sin jactancia nuestro querido doctor

Irurita. Diríamos con seráfica sencillez que, para ser completas sus virtudes y

cualidades, le faltaba solamente poseer la palma del martirio; y, cual si la

Providencia se percatara de ello, con la palma del martirio pasó de esta vida

temporal de luchas y odios a la vida eterna de la paz y el amor.

Sentía un cariño profundísimo por las instituciones parroquiales, a las

que dedicaba todos sus entusiasmos y protección, y añadiremos, si ello nos es

permitido, una especial predilección por la Obra de Ejercicios. Fue

precisamente siendo Obispo de Lérida primero, y de Barcelona después,

cuando dicha Obra adquirió aquella resonancia cumbre, que tantos y tan

saludables frutos había de producir y, movido de su celo y fervor, se entregó a

ella con todo el fuego de su entusiasmo, siguiendo paso a paso los éxitos

deslumbrantes como ¡as vicisitudes amargas con que el maligno quería ponerte

a prueba.

Unas veces espontáneamente otras requerido por los directivos tomó

parte en la mayoría de actos que, organizados por el Organismo Diocesano de

¡a Obra de Ejercicios Parroquiales, tenían lugar periódicamente en distintos

puntos de la Diócesis. Citaremos como sobresalientes la imposición de la

insignia de la Obra a la Virgen de Montserrat. A su iniciativa se debe la

celebración de la Misa de medianoche entre el final y principio de año y que por

su expresa disposición quiso que fuera la Obra de Ejercicios la encargada de

organizaría cada año, después de su implantación.

Y aún a costa de los mayores sacrificios, nunca despreció la oportunidad

de actuar en favor de la misma. Por venir a tono, y para demostrar con hechos

reales la verdad de tales afirmaciones, citaremos un caso ocurrido al dirigirse a

un acto o fiesta de Ejercicios, y que revela hasta que punto llegaba su

identificación con los Ejercitantes. Tenía lugar la fiesta que queremos recordar

en la industriosa villa del Vendrell. A ella debía asistir nuestro doctor Irurita; en

las inmediaciones de Villanueva y la Geltrú, el automóvil que conducía a

nuestro ilustre Prelado sufrió un serio encontronazo con un camión que

procedía de Villanueva. La carrocería quedó totalmente destrozada; el doctor

Irurita, con importantes heridas y fuerte contusión en la cabeza; su familiar,

reverendo Marcos Goñi (q.e.p.d.), con importante conmoción cerebral, que

obligó a dejarlo hospitalizado en la casa rectoral de la villa. Aunque el accidente

fuese calificado de grave, nuestro amado Prelado quiso cumplir con la deuda

contraída. Y, a pesar de sus heridas, de llevar la cabeza vendada en forma de

turbante, de haber dejado a su familia con diagnóstico nada satisfactorio, y el

retraso de más de una hora, solicitó cambiar de coche y continuar la ruca hacia

el Vendrell. De nada sirvieron los ruegos y advertencias de los facultativos; por

encima de su importante salud imperaba sus deberes de Apóstol. Continuó el

viaje hacia el Vendrell, celebró la Santa Misa, hizo una plática como todas las

suyas, elocuente, brillante, valiente. Nos administró la Sagrada Comunión;

cumplió la promesa ofrecida a los Ejercitantes del Vendrell de presidirles su

fiesta de Ejercicios, y la cumplió con heridas y con sangre.

Éste era el temple de nuestro inolvidable Obispo, diré mejor, de nuestro

santo Obispo.

Mi tosca pluma, al referir el presente episodio, lo ha hecho movida

solamente por el deseo de poder demostrar en qué forma sentía la Obra de

Ejercicios, y cómo se desvelaba por ella. No ha sido otra mi intención, ni me ha

guiado otro fin".

El Doctor Irurita, antes de la guerra, colaboró directamente con los

dirigentes carlistas catalanes, siendo partidario de Don Alfonso Carlos de

Borbón, de la Regencia, y de las ideas de éste partido político. Dicha afinidad

queda perfectamente reflejada en la carta que D. Lorenzo María Alier3 le

escribió a D. Manuel Fal Conde4, en la cual el Doctor Irurita se mostraba

conforme con la creación de la Regencia en la figura de Don Javier de Borbón-

Parma5. En dicha carta escribe Alier:

Su pensamiento puede sintetizarse en los siguientes términos (se refiere

al pensamiento de Irurita). Sería un caso de grave responsabilidad para los

directores de la Comunión Tradicionalista omitir algo de lo que tienda a

asegurar el mantenimiento y subsistencia de la misma en toda su integridad y

pureza, porque es el único partido sano capaz de enfrentarse con el

3Lorenzo María Alier y Casi, nació en Barcelona en el año 1878. Estudio Derecho. Sedistinguió en la propaganda carlista y en el año 1907 fue elegido Diputado a Cortes porCervera. Se dedicó a estudios de jurisprudencia, particularmente en DerechoCanónico, en el que gozaba de justa autoridad. Colaboró en esta rama en laJurisprudencia de la Enciclopedia Jurídica Seix. Durante la Segunda República fueJefe Regional Carlista de Cataluña y en los altos Consejos de la Comunión, su opiniónfue siempre atendida por su sinceridad y clarividencia. Falleció en Barcelona en el año1942.4Manuel Fal Conde nació en Higuera de la Sierra, Huelva, en el 10 de agosto de 1894.Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla. Jefe Regional Integrista de Sevilla en1930. Candidato tradicionalista por Cádiz en las Cortes Constituyentes de 1931. Jefede la Comunión Tradicionalista en Andalucía Occidental en el 1931. SecretarioGeneral para España en el 1934. Jefe Delegado en el 1935. Preparó el AlzamientoNacional. Siguió como Jefe Delegado hasta el 1955, año en que fue cesado, con lafinalidad de propiciar una nueva orientación política para el carlismo que posibilitara unacercamiento al régimen. Murió en Sevilla el 20 de mayo de 1975.5S.A.R. D. Javier de Borbón-Parma y de Braganza, hijo del Duque Roberto de Borbón-Parma y de María Antonia de Braganza, nació en Pianore (Italia) el 25 de mayo de1889. Estudió en la Escuela de Jesuítas de Feldkirche y luego en la Escuela deAgricultura de Francia, donde adquirió el título de Ingeniero agrónomo. Más tardecursó en la Sorbona de París Ciencias Económicas y Políticas. Don Alfonso Carlos deBorbón le nombró para que fuera a su muerte el Regente de la ComuniónTradicionalista. Preparó por delegación del Rey y con Fal Conde el alzamiento de juliode 1936. A la muerte de Don Alfonso Carlos asumió la dirección de la ComuniónTradicionalista. Visitó dos veces España. En el 1940 pasó a Bélgica comoComandante de Artillería. Estuvo en la retirada de Dunquerque. Actuó en la resistenciafrancesa. Preso por los alemanes, fue deportado al campo de concentración deDachau. Proclamado Rey en el año 1952, murió en el 1977.

63

liberalismo, que es enemigo de Dios, de España y de todas las naciones, sin

que sea admisible la doctrina de que pueden coexistir distintos partidos

igualmente aceptables.

Para esa continuidad, es de toda esencialidad la unidad, que ha de tener

su raíz en la Suprema Autoridad, el Rey o quien haga sus veces, que no cabe

sustituir por Consejos o Juntas por muy caracterizados que sean sus

componentes. La Iglesia podrá subsistir con el Papa y cinco obispos, mientras

que con cinco mil Obispos sin Papa no iría a la confusión, sino al caos.

Parecido ocurriría en nuestra Comunión. Se impone, pues, proveer al

mantenimiento de esa unidad.

Dadas las circunstancias que concurren en nuestro caso, la dignidad del

Regente, recayente en un Príncipe ciertamente identificado con nuestro Ideario

y adornado de las cualidades convenientes, parece la solución más aceptable

para conseguir el mantenimiento de la unidad y evitar la dispersión o división

de nuestros correligionarios en el momento en que quedaran huérfanos de

suprema Autoridad.

64

11

El principal periódico tradicionalista barcelonés, El Correo Catalán, sufrió

en propia carne la persecución a la que fueron sometidos los miembros de la

Comunión Tradicionalista. Se han podido contabilizar ocho muertos entre el

consejo de redacción y periodistas vinculados a él. Es por este motivo que,

desde estos diálogos quiero rendir un pequeño homenaje a todos hombres

que, a lo largo de los años, estuvieron vinculados a la prensa carlista y, en

especial, a los fallecidos de El Correo Catalán.

La primera víctima fue D. Miguel Junyent Rovira, director del citado

periódico. Su muerte estuvo provocada por los sucesos acaecidos en

Barcelona y pocas horas antes que un grupo de anarquistas fueran a buscarlo

a casa de su hija para asesinarlo. D. Miguel Junyent había nacido en Piera

(Barcelona) el 23 de diciembre de 1871. Estudió derecho y entró pronto en el

periodismo. Director de El Correo Catalán. Delegado del Partido Carlista en el

Comisión ejecutiva de la Solidaridad Catalana. Diputado a Cortes por Vic en el

1907. Senador por Barcelona y Concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, del

que fue Teniente de Alcalde. Jefe Regional de Cataluña, Don Jaime III le

concedió la Cruz de la Legitimidad Proscrita y la Gran Cruz de Carlos III. D.

Miguel Junyent murió, víctima de un infarto, en Barcelona el 16 de agosto de

1936, un día después que fuera inmolado en Valls de D. Tomás Caylá Grau. La

muerte le sobrevino en casa de su hija. Cuando los milicianos fueron a

buscarlo, le preguntaron a su hija dónde estaba su padre. Ella, con valentía,

serenidad y sin decir una sola palabra, les hizo pasar hasta la habitación, en el

65

cual estaba D. Miguel Junyent de cuerpo presente. Uno de los milicianos

exclamó: ¿Por qué no le damos el tiro de gracia?.

No corrieron la misma suerte otros miembros de El Correo Catalán.

Pablo Sáenz de Bares había sido redactor del diario La Gaceta de Cataluña,

pasando posteriormente a formar parte de la redacción de El Correo Catalán.

No se conoce el lugar donde fue asesinado.

Lorenzo Martí Mayol era hijo de San Feliu de Llobregat. Se distinguió

como propagandista de la prensa tradicionalista en la comarca del Bajo

Llobregat. Fue Presidente del Casal Tradicionalista de San Feliu de Llobregat y

corresponsal de El Correo Catalán. Murió asesinado en el Cementerio de

Monteada y Reixac.

Luís Carlos Viada Lluch era natural de Barcelona, había nacido en el año

1863. Se distinguió como escritor y poeta. Colaboró en la Biblioteca Popular

Carlista de Barcelona, redactor de El Correo Catalán y director de La Hormiga

de Oro. Colaboró en El Correo Español y fue director de El Sarrianés. Además

de redactor de la revista La España Moderna. No se conoce el lugar donde fue

asesinado.

Fernando Morí era redactor de la sección de sociedad de El Correo

Catalán. Asesinado en Bruñóla (Gerona) el 4 de enero del 1939.

Antonio Navarro natural de Vilaller, nació en el año 1869. Ordenado

sacerdote, fue canónigo en Juneda y, posteriormente, párroco de Montclar.

Dióse conocer como inspirado poeta alcanzando pronto su nombre gran

reputación en los centros literarios. Ganó diferentes premios en los Juegos

Florales de Barcelona, en los cuales le fue concedido el título de Mestre de Gay

Saber. Se trasladó a Barcelona en el 1914. Colaboró en El Correo Catalán.

Asesinado el 24 de diciembre de 1936, se desconoce el lugar donde fue

inmolado.

Estanislao Rico Ariza nacido en Barcelona el 13 de noviembre del 1895.

Empleado municipal actuó en el periodismo y en la lucha social. Fue redactor

del semanario jaimista La Jinchera. Director y propietario de La Protesta, que

en cuyo tiempo este periódico alcanzó gran popularidad. Intervino en la

dirección de los Sindicatos Libres y al desviarse estos en el tiempo de la

dictadura tuvo un cierto apartamiento del partido carlista. Redactor de El Correo

Catalán. Al advenimiento de la República en el 1931 reingresó a la disciplina de

la Comunión Tradicionalista. Intentó reanudar la publicación de La Protesta, y

más tarde fundó y dirigió el semanario carlista Reacción. Murió asesinado en el

Cementerio de Monteada y Reixac el 26 de noviembre del 1936.

Sobre aquellos trágicos días escribió Juan Soler y Janer: "Los que en

aquellos días permanecíamos aún en Barcelona con el riesgo de correr idéntica

suerte, sentimos la fiera puñalada del dolor... ¿Nos llegará el turno a los pocos

días, quizás dentro de breves instantes, allí mismo, sin que los nuestros

supieran de nosotros más que había aparecido nuestro cadáver, entre las

decenas que en el depósito se amontonaban todos los días, o simplemente, en

un recodo de la carretera de la Rabassada? Sólo la Providencia podía

salvarnos".

He dejado para el final a don Atilano Marín, natural de Tudela (Huesca)

y fotógrafo de El Correo Catalán. Me entrevisté con su hija. Su recuerdo de

aquella época es muy débil, pues era muy pequeña. Algunas pinceladas

sueltas y poca cosa más. Sin embargo, me explicó una cosa que me

estremeció. En aquella época la familia Marín vivían arriba de todo de la

Avenida República Argentina de Barcelona. A don Atilano Marín lo asesinaron

en la carretera de Rabassada de Barcelona, el 5 de octubre de 1936. Así pues,

según me explicó su hija, el coche o camión que condujo a la muerte a su

padre, pasó por delante de su casa pues, en aquellos días, ese era el único

camino para poder subir a ia Rabassada.

Como muchos otros, a don Atilano le dijeron que se escondiera, pues de

lo contrario lo matarían. Él siempre respondía que no había hecho nada,

porqué tenían que matarlo. Una patrulla de control efectuó un registro en su

casa y se lo llevaron detenido. Ese fue su final. Tiempo después, como

consecuencia de un registro en un estanco situado en la calle de la Paja

número 4 de Barcelona, encontraron unas listas, - decir que en aquel estanco

se hacía el Socorro Blanco -, donde aparecía, entre otros nombres, el de la

mujer de don Atilano. La patrulla de control realzó un segundo registro. En

aquella ocasión se llevaron a la madre a la checa de la calle Vallmajor de

Barcelona y, posteriormente a la cárcel de Las Corts. Su hija, Consuelo Marín,

me hizo entrega del siguiente artículo, aparecido el 18 de febrero de 1939 en El

Correo Catalán, dedicado a su padre:

Cuando Marín se nos filtraba por la puerta de la sala de Redacción,

teníamos que suspender unos momentos nuestra labor, por la tremolina que

levantaba con sus gritos, por la ráfaga de los noticiones que nos traía, capaces,

por lo espeluznantes, de sacudir el sueño del más modorro y meter miedo en el

cuerpo de quien no hubiese conocido a nuestro reportero gráfico. Descargaba

la mochila de fotógrafo, arrinconaba el trípode, y nos hacía el relato de lo que

acababa de ver o de lo que le habían contado.

68

Avenida República Argentina de Barcelona. A don Atilano Marín lo asesinaron

en la carretera de Rabassada de Barcelona, el 5 de octubre de 1936. Así pues,

según me explicó su hija, el coche o camión que condujo a la muerte a su

padre, pasó por delante de su casa pues, en aquellos días, ese era el único

camino para poder subir a la Rabassada.

Como muchos otros, a don Atilano le dijeron que se escondiera, pues de

lo contrario lo matarían. Él siempre respondía que no había hecho nada,

porqué tenían que matarlo. Una patrulla de control efectuó un registro en su

casa y se lo llevaron detenido. Ese fue su final. Tiempo después, como

consecuencia de un registro en un estanco situado en la calle de la Paja

número 4 de Barcelona, encontraron unas listas, - decir que en aquel estanco

se hacía el f&rju^d^) Socorro Blanco -, donde aparecía, entre otros nombres, el

de la mujer de don Atilano. La patrulla de control realzó un segundo registro. En

aquella ocasión se llevaron a la madre a la checa de la calle Vallmajor de

Barcelona y, posteriormente a la cárcel de Las Corts. Su hija, Consuelo Marín,

me hizo entrega del siguiente artículo, aparecido el 18 de febrero de 1939 en £/

Correo Catalán, dedicado a su padre:

Cuando Marín se nos filtraba por la puerta de la sala de Redacción,

teníamos que suspender unos momentos nuestra labor, por la tremolina que

levantaba con sus gritos, por la ráfaga de los noticiones que nos traía, capaces,

por lo espeluznantes, de sacudir el sueño del más modorro y meter miedo en el

cuerpo de quien no hubiese conocido a nuestro reportero gráfico. Descargaba

la mochila de fotógrafo, arrinconaba el trípode, y nos hacía el relato de lo que

acababa de ver o de lo que le habían contado.

Atilano Marín era nuestro descansillo momentáneo, y con aquella

franqueza que le era habitual, con una franqueza que tenía de aragonesa y d

navarra, nos decía sin ambajes su conformidad o disconformidad con el artículo

editorial del día de nuestro periódico, actuando de censor por todos acotado, en

gracia al tono bonachón y perdonavidas con que comentaba nuestros escritos.

Marín era, dejada a un lado la familiaridad con que podía hablarnos, un

eco vivo de la realidad exterior que muchas veces no es del todo bien tenida en

cuenta por quien escribe. Era -tomada en serio la alusión cervantesca- el

"Sancho bueno, el Sancho amigo, el Sancho cristiano que recordaba al

caballero y paladín del ideal la prosa real del vivir cotidiano, o en términos más

concretos, el hombre práctico que deseaba un mayor bien social para todos,

sin tantas teorías, sin las acrobacias de quien ha de decir las verdades, con sus

desnudeces un poco cubiertas de pliegues y repliegues.

Marín tenía sangre y educación de las nobles tierras de Aragón y de

Navarra. Nobleza, lealtad y tesón incontrastables eran las características de su

alma buena. De su credo religioso y de su credo político estaba tan celoso,

como de su alma y de su honor. No cedía un ápice en materia de convicciones

que eran vida de su vida. Hubiera reñido con quien se atreviera a hacerlo apear

de su "bonum ex integra causa", de los filósofos él conocía, pero que con buen

criterio presentía.

La nobleza franca y paladina con que Marín hablaba, su "franc parler" no

era cosa para el uso privativo de sus charlas con nosotros. En la calle y en la

plaza, en materia de convicciones, pisaba fuerte y hablaba alto. Todos, los que

eran amigos y los que no lo eran, sabían el tenor y el tesón de su pensamiento.

Tradicionalista sin intermitencias, colaboró en la obra de nuestra

Comunión con sus reportajes gráficos, tenía el mejor archivo de clisés de actos,

"aplecs", mítines y solemnidades católico-tradicionalistas que tuvieron lugar en

Cataluña en los últimos treinta años, durante los cuales había actuado como

repórter gráfico de EL CORREO CATALÁN.

Su detención, el asesinato de nuestro querido amigo y compañero,

después de los registros practicados por la banda de incontrolados en su

domicilio, fueron algo tétrico y espeluznante.

Fue detenido en nuestros talleres de imprenta y salió en dirección

ignorada. Le asesinaron porque era católico, por el "crimen" de ser

tradicionalista, bajo el signo infausto de la República de Azaña.

La digna esposa de Atilano Marín ha permanecido en la cárcel, hasta

que las bayonetas del Generalísimo Franco asomaron por las calles de

Barcelona.

Los hijos del amigo Marín pasaron un calvario de privaciones y de

sufrimientos. Sólo en Dios y en la memoria de su buen padre, han hallado

consuelo.

12

La señorita Elena Piquer Pellicer trabaja actualmente en Hispania

Martyr, recopilando información sobre los mártires asesinados durante la

Guerra Civil. La labor de este centro es y será fundamental, en un futuro

próximo, para todo aquel investigador que quiera escribir sobre los asesinatos

cometidos, en toda España, durante ese periodo. A ella le asesinaron a su

padre y a sus hermanos.

- Antes de iniciar nuestra conversación sobre su familia, quiero felicitarla

por la excelente labor que están realizando en Hispania Martyr. Considero que

éste archivo debe ser un punto de referencia para todo aquel que quiera

escribir o investigar sobre nuestra Guerra Civil.

- Muchas gracias. A sido una labor muy dura. Recopilando de aquí y de

allá nombres, documentos, testimonios pero, a valido la pena.

- Por descontado que ha valido la pena. Vamos a ver. Su padre fue

asesinado junto con sus hijos. ¿Qué recuerdos tiene de su padre?

- Mi padre, Luís Piquer Jové, era natural Lérida. Por su profesión,

maestro nacional, se trasladó a Parets del Valles, en el año 1933, para enseñar

Catecismo. Al iniciarse la guerra lo avisaron que lo matarían.

- ¿Por qué?

- Será mejor que empecemos por el principio para que se entienda mejor

la historia. En el año 1931, mi familia compuesta de padre, madre y 8

hermanos, vivíamos en Tarragona. Al proclamarse la República se inició la

persecución religiosa en la ciudad.

Cuando las cosas fueron mal dadas, nuestro padre decidió ir a un sitio

donde no fuéramos conocidos, ya que sufría por la vida de sus hijos. Así fue

como te he dicho anteriormente, en el año 1933, nos trasladamos a Parets del

Valles.

En el año 1934 mi hermano mayor, Francisco María Piquer Pellicer, el

cual actualmente es misionero en la Argentina, cantó su primera misa. El hecho

que el hijo mayor fuera sacerdote provocó una gran alegría en mi familia. Con

este hecho quedamos bien clasificados dentro de Parets, como puedes

comprender.

Mis otros dos hermanos, José y Ángel fundaron en Parets del Valles la

Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. También fundaron un campo

de baloncesto, organizaron carreras de bicicletas para la Fiesta Mayor.

Fundaron, conjuntamente con la Parroquia, un grupo de teatro. José, que era

músico, organizó unas Caramelles infantiles.

Durante esos tres años vivimos tranquilos. La desgracia llegó el 19 de

julio de 1936. Esa noche mi padre y mis hermanos ya no pudieron dormir en

casa. José y Ángle se escondieron en un maizal, mientras que mi padre se

escondió en la masía conocida como X a l'Orlau" de Llissá de Valí. Aquella

situación cansó a mi padre y decidió volver a casa. Al llegar a ella comentó:

"Nunca me hubiera imaginado que podría pasarme lo que me pasa. A un

apestado no lo pasa peor. Andando por las calles, al verme se cerraban las

ventanas, padres de mis alumnos que parecía me estimaban se escondían.

Nadie me ha saludado". A pesar de todo, no podían permanecer mucho tiempo

en Parets, así que volvieron a huir dirección Barcelona, donde teníamos unos

parientes. Al legar A la población de Monteada y Reixac, los detuvieron. Al

preguntarles quienes eran respondió mi padre: "Soy el maestro de Parets del

Valles, y estos son mis hijos". Llamó dicha patrulla al Comité de Parets y según

cuentan, mi padre pudo oír la siguiente respuesta del Comité: u\Matádlos\".

Por una de aquellas casualidades de la vida, un miembro de la patrulla

había jugado a fútbol con mi Ángel. Al saber que tenía que asesinarlo dijo: "Yo

no quiero matar a un futbolista tan bueno ni a una persona tan simpática. Que

los maten ellos". Así pues, los montaron en tres coches y los llevaron ante el

Comité de Parets del Valles.

-¿Qué pasó luego?

- Una vez ante el Comité de Parets, les fue presentado un escrito para

que lo firmaran en el cual negaba la existencia de Dios y que la religión

Católica era una falsedad. Mi padre, una vez leído el contenido dijo. "Para eso

tendréis que matarme".

-¿A sus hermanos también les asesinaron por el mismo motivo?

- Sí. Mi hermano José al darle la carta los del Comité para firmarla les

dijo: "Lo que ha dicho mi padre lo repetimos, no porque lo diga él, sino también

porque creemos que Dios existe y que la Religión Católica es verdadera y fue

creada por Jesucristo". Las mismas palabras pronunció mi hermano Ángel.

- ¿Qué ocurrió a partir de ese momento?

- Los verdugos asesinaron a mi padre porque: "ensenaba el Catecismo

en la escuela". Mi hermano Ángel, al ver que los verdugos, antes de

ejecutarlos, golpeaban vilmente a mi padre, lo defendió. Como consecuencia

de esto, le rompieron un brazo. José gritó: "\Viva Cristo Rey\". Le dejaron mal

herido, no rematándolo para dejarle sufrir.

- Después de la guerra, ¿se quedaron en Parets?

12,

- Una vez finalizada la guerra la policía le pregunto a mi madre, Doña

Mercedes Pellicer Casanovas, si conocía a los 30 hombres que habían

asesinado a su esposo y a sus dos hijos. Mi madre les respondió: "Sí los

conozco, pero no los voy a denunciar, pues ahora soy yo sola la que llora la

muerte del marido y los hijos; y si los denunciara serían 30 las mujeres que

llorarían la muerte de sus seres queridos".

13

Para dialogar sobre Joaquín Monturiol Sans, me trasladé a Olot, capital

de la Garrotxa. Allí vive su hermano, José Monturiol. Sus palabras, con relación

a su familia y a su hermano, son estremecedoras.

- Sr. Monturiol, como usted sabe, estoy llevando a cabo una

investigación sobre las personas que murieron en la retaguardia durante la

Guerra Civil. Su hermano fue uno de ellos. ¿Qué me puede contar?.

- Mi hermano nació de padres cristianos y católicos en Montagut, Gerona

aproximadamente en el año 1906 y huérfano de padre entre 1919 y 20 a la par

13 años y medio.

Por tal motivo y por contar una vida precaria mi madre, con otros 5 hijos

además del mayor que nos ocupa, éste se vio forzado a tomar la carga y el

devenir de toda la familia, cosa que aceptó y llevó con tesón e inteligencia

hasta que la madre pudo aligerar la carga de tanta prole, colocando físicamente

a sus hijos, con ayuda de la influencia de la buena gente, a saber: Joaquín,

maristas en Gerona; Jaime, Hermanos Escuelas Cristianas en Premia de Mar;

Juan, Colegio San José de la Montaña en Barcelona; María Dolores, quedó en

colegio de hermanas, en Castellfollit y en casa, y por ser mujer pequeño alivio

para mi madre; José en el Hospicio de Gerona.

Añado que el Padre llevaba unos años con cáncer de estómago,

bebiendo con leche y murió cuando Joaquín, según queda dicho, contaba los

13 años y medio y José, el pequeño, tres y medio.

Estaba yo sólo en la tienda de ferretería por la mañana de dicho día, 18

de agosto de 1936, cuando se presentaron dos desgraciados malhechores con

fusil en hombro, preguntando:

- ¿Está tu hermano?

- Pues no.

- ¿Dónde está que el Comité lo llama?

- Seguramente en la tienda de la leche.

- Pues acompáñanos.

Se daba el caso que su esposa tenía en propiedad la venta al público de

la leche pasteurizada de la fábrica Granja Soldevila. Efectivamente estaba sólo

pasando revista a la existencia que contenía el congelador, y como llevaban

cajas enteras de leche en el Comité, se daban la gran vida de todo tipo de

comida requisada, mientras el pueblo pasaba hambre. Pero por ser la Granja

Soldevila empresa extranjera, de vez en cuando pedían la presencia de mi

hermano y le liquidaban. Así que me imaginé que iba a ocurrir otra liquidez. ¡Y

que diferencia! Pensé seguirles para cercionarme y me escamó la duda al ver

que lo llevaban en medio de los dos criminales. Quiso el destino cortarme la

intención. Al pasar delante la tienda de ferretería me esperaba un cliente con

prisa de que lo despachara. Pensé hacerlo rápido y seguir hacia el Comité tras

ellos. No tuve tiempo de realizar mi intención. El carpintero con tienda delante

de la mía vino corriendo y espantado diciéndome:

- ¿Qué haces? Corre que se llevan a tu hermano en un coche.

Fui. ¡Ya se habían ido! Por lo visto mi hermano se resistió, pero como

era flacucho, le darían un empujón y les costó poco encajonarlo. Tomé una

bicicleta para ir a comprobar por donde habrían ido. En el primer control es por

donde habían pasado. Precisamente el que estaba en el control:

- No tengas miedo. Han pasado saludando y muy alegres.

¡Desgraciado! Sería el saludo del miedo a ser asesinado. Aquel mismo

que no sabía cubicar se prestó para acompañar a mi madre a reclamar en el

comité de Montagut que, según rumores, eran los que le mataron, quemaron y

enterraron. Y ante esta perspectiva, ¿qué podía reclamárseles más que la

justicia divina? Mi madre no me dejó ir con ella por el miedo a que, tal vez,

ahora las tomaran conmigo. Debo añadir que, al ir a detenerlo, mi madre y su

esposa habían ido tranquilamente a pesar en la balanza a la nueva hija que

tenía sólo un mes de nacimiento y, por tal motivo, no pudieron intervenir en el

juego macabro de los sanguinarios verdugos.

Al enterarse de los negros nubarrones es cuando mi madre fue a

reclamar al Comité. ¿Reclamar qué? ¡Desalmados! ¿El hijo sepultado bajo

tierra? Con todo le pusieron un coche a su disposición (que poco les costaba si

todo era requisado) como queda dicho para ir a Montagut. ¡Qué cínicos y

bárbaros eran! Dijeron:

- Vos venís a reclamar por vuestro hijo y ved lo que llevaba en un

bolsillo.

Al mismo tiempo le lanzaron al suelo, a sus pies, un sello que tenía

imprimida la cara del Rey. Con esto querían acusarlo de fascista. ¡Imbéciles y

zotes! Mi hermano tenía que buscarse la vida mientras no fuera ilegal o

inmoral. Por eso vendía mecheros en pequeñas cantidades y, aún así iba en

contra de Hacienda, porqué el Gobierno disponía del Monopolio de los mismos

y de las cerillas. Enseñando éste sello cubría el permiso de venta.

Yo, al cabo de un mes fui al lugar donde fue enterrado, y todavía pude

recoger trozos de ropa medio quemada. A mi hermano lo llevaron por la

carretera de Castellfollit a Oix, hasta la curva que hay un desvío que lleva a la

ermita de San Eudaldo. Allí le dijeron: "Venga, escápate". El pobre salió

corriendo, pero los demonios le metieron un tiro en el tobillo y, seguramente,

caería al suelo mal herido con un hueso del pie roto. Luego ya lo tiraron por el

margen que cae al pequeño prado que hay antes de atravesar un pequeño

riachuelo. Allí lo quemaron. ¡Asesinos! ¡Desalmados! ¡Criminales! Y así quedó

la desgracia irreparable sin más preámbulo: una madre sin hijo; una esposa sin

marido y aquí lo peor, con dos hijos de uno y doce meses sin padre.

Para finalizar este diálogo apuntaré que, recién terminada la guerra, se

organizó una expedición de personas muy solventes, los cuales se cuidaron de

recoger todos los cuerpos de los mártires desperdigados y olvidados, y ordenar

las reliquias. Algunas de estas reliquias fueron depositadas en un mausoleo

erigido en el cementerio municipal de Olot. Otras reliquias fueron trasladadas al

Valle de los Caídos.

14

El Reverendo Isidoro de Santiago vive retirado, desde hace años, en

Matará, su ciudad natal. Hacia allí me traslade para hablar con él. Estos

diálogos no hubieran sido completos si no tratásemos sobre la persecución

religiosa. Además el Reverendo de Santiago conoció en su juventud al Rector

Samsó, asesinado durante la Guerra Civil. Su punto de vista y las explicaciones

con referencia a él deben ser tenidas en cuenta y, porque no, espero que den

motivo para la reflexión.

- ¿Qué tipo de consignas siguieron los republicanos desde el inicio de la

guerra?

- Una de las consignas de la revolución desde los primeros momentos,

fue ésta: aquí no pasa nada. Sus elementos, en contacto con los directivos de

la misma, daban esta impresión; reconocían que había algún exceso, muy

explicable, pero nada más. Este era el tono de la prensa que en los primeros

días aún normaba de algunas ejecuciones, pero que bien pronto, precisamente

a medida que aumentaban los crímenes, fue apagándose el eco de los

mismos.

- La conspiración contra la Iglesia católica también supuso tener que

soportar habladurías difamatorias sobre algunos de sus miembros, ¿no és así?

- La dificultad de tal tarea viene expresada de manera explícita en

alguno de los casos, como sucedió en el de nuestro llorado Prelado doctor

Irurita; durante dos años estuvimos deshaciendo los rumores de los que,

inspirados en el amor filial más que en la dolorosa realidad, alimentaban la

esperanza de haber sobrevivido a la persecución, pero que no admitían una

observación atenta y serena de tos hechos y procedimientos de la revolución.

- ¿Qué motivó la persecución religiosa?

- El proceso de descomposición, que venía minando la conciencia

religiosa de España, arranca de los últimos años del siglo XVIII, y actuó con

gran intensidad durante largos períodos del siglo pasado. En los últimos

cincuenta años había centralizado su acción en todos los centros de

enseñanza, sobre todo en las Universidades, Normales y Escuelas Primarias.

Los núcleos vivos en donde se plasmaba la futura generación, y desde donde

se debía contrarrestar las funestas influencias destructoras del alma religiosa

de la nación quedaron totalmente abandonados a los enemigos de la Iglesia.

También, como causas más concretas e inmediatas, hay que señalar el odio

satánico de la minoría que irrumpió en el poder en 1931, y sin otra urgencia

que satisfacer su irreligiosidad, sintetizada en aquel grito tan significativo de

¡Abajo el Clero!.

- ¿Esta de acuerdo con la vinculación que se ha querido probar, la cual

opina que la Iglesia Católica participó directamente con el ejército en el

Alzamiento del 18 de julio de 1936 y, por tal motivo, el pueblo indignado

arremetió contra los sacerdotes?

- La revolución y sus crímenes adjuntos no fue una reacción de

indignación del pueblo contra la supuesta intervención de la Iglesia en el

alzamiento nacional, como se pretendió hacer creer a la opinión nacional y

extranjera. La revolución, como todas las anteriores, tuvo un cerebro director.

Nunca olvidaré las palabras oídas de boca de un directivo sindical, que decían.

"Vosotros habéis visto la revolución desde abajo, yo desde arriba; el plan era

asesinaros a todos". La Iglesia desde el primer día fue víctima, y no

combatiente.

- El hecho de ser sacerdote ya era, por si mismo, un factor más que

suficiente para ser asesinado. Ahora bien, ¿recuerda algunas acusaciones que

se hubieran vertido sobre determinados sacerdotes?

- En los primeros días de la persecución se intentó cubrir el atentado

contra la libertad y vida del Sacerdote con la infame acusación de que se había

disparado desde su Iglesia, Convento o piso, contra el pueblo; fue una

consigna dada con anterioridad; pero bien pronto se prescindió de semejante

inculpación; era suficiente la condición de Sacerdote o Religioso para ser

privado de la libertad ciudadana y ser condenado a muerte. In odium Ecclesiae

fueron condenados centenares de Sacerdotes y Religiosos e inmoladas sus

vidas.

- Cualquier lugar era bueno para cometer un asesinato, ¿no és así?

- Efectivamente. Se asesinó en plena calle pero, donde hubo mayor

número de ejecuciones fue en: Morrot, Casa Antúnez, Hipódromo, alrededores

del Cementerio de Las Corts, Avenida de Pedralbes, Font del Lleó, alrededores

del Turó Park, montañas de Horta, Avenida de Montserrat, alrededores del

Hospital de San Pablo, Somorrostro. Y, por último, no debemos olvidarnos de

la terrible checa de San Elias.

- Después de esta introducción, para tener un conocimiento de primera

mano de cómo fue la persecución religiosa en España, me gustaría centrar

nuestro diálogo en una persona que usted conoció, me refiero al Reverendo

José Samsó Elias. Tráceme, a grandes rasgos, su figura.

- Haré una cosa mejor. Voy a leerte lo que escribí hace años, con motivo

de celebrarse el aniversario de su fallcecimiento, en una hoja parroquial. ¿No te

importa?

- Por supuesto que no. Adelante.

- Bien, veamos. El Reverendo José Samsó Elias, era natural de

Castellbisbal (Barcelona). Párroco de la Iglesia de Santa María de Matará.

Cursó la carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de Barcelona,

distinguiéndose en todos los cursos por su talento privilegiado y piedad

ejemplar, todo lo cual le hacía acreedor de las mejores calificaciones.

En los últimos años de su carrera sacerdotal, habiendo fijado en él su

atención el Obispo Laguarda, distinguióle como familiar suyo, cargo en el cual

estuvo hasta que fue consagrado Presbítero, 12 de marzo de 1910, celebrando

su primera misa el día de San José, en la Capilla del Centro Obrero de la

Sagrada Familia de la calle Calabria de Barcelona.

El 23 de julio de 1910 fue nombrado Coadjuntor de la parroquia de San

Julián de Argentona (Barcelona). En Argentona permaneció durante siete años.

El 11 de enero de 1917 fue nombrado párroco de la parroquia de San Juan de

Mediona. A la muerte del párroco de Santa María de Matará, Dr. Roig, José

Samsó quedó nombrado Ecónomo-Arcipreste de la ciudad de Matará y titular

de dicha parroquia.

Al iniciarse la Guerra Civil, se refugió en casa de unos feligreses, hasta

que, en la madrugada del 28 de julio de 1936, intentando abandonar la ciudad

por razones de prudencia, fue detenido y encarcelado. Después de un mes de

cautiverio, púsose precio a su inocente vida, y atado de manos, emprendió su

Via Crucis hacia el cementerio, donde fue asesinado.

- ¿Cómo fue su cautiverio?

- Sobre el particular pueblo hablarte extensamente, pues estuve preso

con él. Yo tuve mejor fortuna y pude salvar la vida. Él, desgraciadamente, y por

ser quien era, fue asesinado.

- Será extraordinario saber, de primera mano, como se desarrollaron las

últimas horas del Reverendo Samsó.

- Eran diez, en aquella celda de la cárcel de Mataré en la que apenas

había lugar para sus colchonetas y en la que, sin embargo, el espíritu de

sacrificio de todos - ¡Dios se lo pague! - encontró emplazamiento para el

colchón con que, la caridad de una familia amiga, me proveyó.

Cuando, a las diez de la noche, nos encerraron en aquel calabozo, nos

desvestimos y nos tendimos en nuestros lechos de ocasión: Una bombilla de

poca potencia iluminaba, con discreciones de lamparilla de enfermo, propicias

a la reflexión y al recuerdo, aquellos muros de dolor. Yo revivía el viaje de

aquella tarde, sentado junto al chófer, sintiendo tras de mi la presencia de los

patrulleros armados, esperando, de un momento a otro, el expeditivo tiro en la

nuca que, la crueldad de los hombres, había puesto de moda en aquellos días,

y le pedía a Dios algo que parecía imposible en aquellos momentos: un

sacerdote que me ayudase a bien morir, puesto que parecía que, de morir, se

trataba.

Estas imaginaciones venían a distraerme del rezo del Rosario, que había

iniciado, y las imágenes empezaron a confundirse, y las Aves Marías a diluirse

en soluciones de continuidad de momentáneos olvidos... Algo así como en

sueños, llegaron a mi las palabras de un compañero: "Quina patxorra té el

senyor Nadal: mireu-se'l com dorm!". Y ya no oí nada más.

Alguien corrió, con ruidos amenazadores, los cerrojos de la puerta que

comunicaba la entrada de la cárcel, con el patio - silueta de abanico rodeado

de dolores - y, aquel ruido, despertó a los dormidos y alarmó a los despiertos...

(¿Seria el anuncio de muerte para alguno de nosotros?). Por un momento

quedamos todos inmóviles. La puerta, que fuera abierta, se cerró de golpe.

Respiramos.

Uno de nosotros miró por el judas de la puerta de la celda, hacia el patio

y comunicó la noticia a sus compañeros: paseando por él había un nuevo

detenido. Todos nos fuimos acercando a la rejilla por ver si podíamos

identificarle. Tenía el aspecto de un obrero acomodado, vestido de fiesta.

Llevaba un traje de americana oscuro, con gorra del mismo color. Alguien dijo:

"Es el Doctor Samsó, el párroco de Santa María".

Yo sentía dentro de mí un hondo sobresalto: la muerte no podía estar

lejos, puesto que Dios me mandaba el sacerdote que la víspera le pedía...

Cuando, a las ocho de la mañana, nos abrieron la portezuela que

comunicaba con el patio, todos nos precipitamos a saludarle. Estaba sereno,

tranquilo, sonriente. Cuando me vio me dijo: "Vosté te una mica la culpa de que

m'hagin agafat. Jo estava molt ben amagat; pero, ahir, quan vaig saber que

l'havien detingut, a vosté, decidí marxar a Girona i m'han descobert a l'estació".

Y explicó su detención con perfecta ecuanimidad y como si se tratase de otra

persona.

Le pedí para confesarme. Nos separamos de los compañeros - tres de

los cuales fueron luego asesinados - y el Doctor Samsó se sentó en un pozo

de piedra que, en un lado del patio, había. Quise arrodillarme a sus pies, y no

lo consintió: me hizo sentar a su lado. Paternalmente me escuchó y su palabras

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que destilaban santa dirección y consuelo, fueron saturándome de confianza.

Nunca olvidaré la dulzura y la suavidad de aquella confesión que tenía motivos

para creer que sería la última de mi vida...

Fueron muchos los que se sentaron, después, en aquel pozo del patio

junto a él. Y, luego, se levantaban transfigurados. No sólo era un sacerdote y

un santo, aquel varón justo a quien confiábamos nuestros errores y nuestros

dolores; era también y quizás por encima de todo - un director de conciencias

que conocía los secretos del alma humana y penetraba los caminos de la

gracia, y sabía, por larga experiencia de su ministerio, cómo se lleva, a Dios, a

las almas y cómo se llevan, las almas, a Dios.

- Murió como un mártir.

- Murió siendo lo que había sido durante toda su vida: un hombre bueno.

Ahora déjame que te explique una anécdota que me contaron referente a los

asesinos que lo mataron. Era el primero de septiembre de 1936, en el salón de

comisiones del edificio del Ayuntamiento de Mataró. Estaban conversando

Juan Peiró con otra persona. De repente, se abrió la puerta que daba acceso a

la Secretariía del Ayuntamiento y, sin llamar ni pedir permiso par entrar,

irrumpió un hombre alto, robusto, con una arma larga colgada de la espalda y

una arma corta en la cintura, con un pañuelo rojo y negro al cuello y sin ningún

respeto hacia las personas que habían anteriormente a él en la habitación. El

hombre exclamó:

- ¡Juan! ¡Venimos de hacer justicia!

El señor Juan Peiró le respondió:

- ¡Bueno! Ya habréis hecho algún disparate.

El hombre continuó con su narración:

- ¡Acabamos de matar al rector!

Juan Peiró estalló de rabia y empezó a chillar:

- ¡Asesinos! ¡Éste hombre era mío! ¡Ladrones! ¡Me lo habéis robado!

¡Era mío! ¡Asesinos! ¡Hijos de p...! ¡Ladrones! ¡Asesinos! ...

Aquel hombre que había entrado eufórico en la sala del Ayuntamiento,

salió de ella mustio y acongojado. Peiró le dijo a la persona que estaba con él:

- ¡Veis! Así no se lleva adelante un movimiento revolucionario. Esto no

es una revolución; es un conjunto de asesinatos. Y pensar que algunos me

acusaran a mí de esta muerte. ¡Y era una buena persona!

- Me habéis comentado que fue asesinado en el Cementerio de Mataró.

¿Su cuerpo descansa todavía allí?

- No. Sus restos mortales fueron trasladados, el 22 de octubre de 1944,

desde el nicho que ocupaba provisionalmente en el Cementerio de Mataró,

hasta la Iglesia de Santa María de Mataró. En la lápida del Mausoleopor si te

interesa, se puede leer: Éste túmulo guarda los mortales despojos del egregio y

distinguido varón Rvdo. José Samsó Elias, Presbítero que rigió durante

diecisiete años con máximo reconocimiento la Parroquia de Santa María de

Mataró enalteciendo admirablemente el ministerio sacerdotal. Desatado impío

aluvión en 1936, el 1-XI herido mortalmente, sucumbió por Cristo. Mira propicio

a los sobrevivientes, a quienes enseñaste a santamente vivir y piadosamente

morir. R.I.P. 23-X-1944.

- Muchas gracias por su testimonio y por todo lo que me ha contado a lo

largo de diálogo.

- Gracias a ti por tu paciencia. Sin embargo, y antes de finalizar nuestra

conservación debo hablarte del ecónomo de San José de Mataró, Reverendo

Luis Miquel Tico, que también murió durante la Guerra Civil.

- Por favor, se lo ruego.

- El Reverendo Miquel natural de Portell (Lérida). Fue ordenado

presbítero el 23 de diciembre de 1936 y ecónomo de Mataró desde el 7 de

noviembre de 1929. Perteneció en secreto a la Comunión Tradicionalista. Al

iniciarse la guerra se escondió en un piso de la calle Floridablanca de

Barcelona. Allí fue descubierto y detenido el 19 de septiembre de 1936. El

motivo: la persecución religiosa que efectuaron las patrullas de control. Pocas

horas después era asesinado en Casa Antúnez (Barcelona), junto con el

Reverendo Domingo Quellaneda Valles y Eufemio Rodríguez Blásquez.

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La familia Jovani perdió, durante la Guerra Civil, a cuatro miembros.

Para poder dialogar sobre lo ocurrido, me puse en contacto, a través de carta,

con Fernando Jovani Avila, único superviviente de aquella familia. Los meses

fueron pasando y no recibía ninguna contestación para poderlo visitar. A

mediados de octubre de 1999, recibí carta de María Teresa Jovani. Era hija de

don Fernando. En ella me comunicaba que su padre había fallecido el 26 de

febrero de 1999. Aquel triste acontecimiento suponía perder una maravillosa

oportunidad para dialogar sobre la vida y la muerte de la familia Jovani. Por

suerte, y en consideración a mi interés por ellos, doña María Teresa me envió

unos documentos, escritos años atrás por el propio don Fernando, en los

cuales habla de su familia. Sirva este diálogo como homenaje a todos aquellos

que han muerto, sin poder llegar nunca a explicar sus vivencias personales, y

la de los suyos, durante la Guerra Civil española.

Mi hermano Joaquín Jovani Avila nació, como todos nosotros, en

Benicarló (Castellón). Trabajaba en la pequeña industria como autónomo.

Estaba casado. Al morir contaba sólo con 27 años. Durante los primeros días

del Movimiento fue detenido en Benicarló con otros 16 compañeros y

encarcelados en una prisión improvisada en el Colegio de la Consolación. Se

gestionó el rescate de los 17 detenidos, a base de una fuerte suma de dinero.

Posteriormente, una vez liberado Joaquín Jovani, y viendo el cariz que tomaba

la vida política del pueblo, y los primeros asesinatos de sacerdotes y religiosos

por los milicianos del Comité local, decidió marcharse clandestinamente a

Barcelona. En los últimos día de noviembre de 1936 fue detenido por una

patrulla de control y conducido a la checa de San Elias de Barcelona. Fue

asesinado el 5 de diciembre de 1936 en el cementerio de Monteada y Reixac.

Mi otro hermano, Vicente Jovani Ávila, también nació en Benicarló

(Castellón). Era sacerdote operario diocesano. En el momento de morir

contaba con 24 años. Para poder habla más extensamente de mi hermano

Vicente, he copiado el texto del Martirologio de la Hermandad de Sacerdotes

Operarios, editado en 1945, por que aparece el testimonio del Rvdo. D. Enrique

Llidó, que estuvo junto a mi hermano Vicente, desde el momento de la primera

detención hasta que salieron del barco prisión "Río Segre", el día 9 de

noviembre de 1936. Pasó unos días en Tarragona, seguramente aconsejado

por nuestro tío D. Domingo Roig Marín, (posteriormente asesinado) quien

apoyándose en la influencia de su cuñado D. Federico Domingo, (hermano de

Marcelino Domingo, ministro de la República), gestionaron la libertad de mi tío

Rvdo. Joaquín Jovani Marín, que a la vez era primo del mencionado Domingo

Roig Marín. Conseguida la libertad de mi tío Joaquín, le llevaron a Barcelona

con mi hermano Vicente. Éste se acomodó en la pensión que ocupábamos mi

hermano Joaquín y yo mismo. O sea que por pocos días nos juntamos los tres

hermanos en la misma casa. En esos días, inesperadamente nos visitó el P.

Arbona, jesuíta, quien le facilitó formas y vino para celebrar Misa. Así que, en

nuestra común habitación, diariamente, celebraba la Santa Misa, con sólo dos

asistentes. Me llamaba la atención que se vestía con sus mejores ropas, sólo

para ese menester; se servía de un vaso como cáliz y una cartulina cortada

hacía las veces de patena. Aquellas eran Misas de catacumbas; la emoción se

palpaba. El mes anterior, octubre, mi padre había dado su vida por la mía, y

nosotros presentíamos para nosotros el mismo final, ya que por entonces en

Barcelona, las Patrullas de Control, registraban pisos y pensiones y crecían los

mártires en la Rabassada, Vallvidrera, Monteada, etc.

Un día de los últimos de noviembre, vinieron de Benicarló, mi tío

Domingo, siempre acompañado de su cuñado Federico, con una

esperanzadora noticia; preparaban la salida de mi tío Joaquín y que

posiblemente cupiera en el mismo vehículo, uno de nosotros tres. Más tarde

nos darían más detalles, y se fueron. Mientras, nosotros, decidimos que si

alguien se podía salvar que fuera mi hermano Joaquín, casado, con dos hijos,

de menos de 2 años, el chico y cuatro meses la niña. Tal y como nos habían

prometido, esa misma tarde, vinieron a recoger a Joaquín. Otro abrazo

emocionado. Vicente que se va con ellos, para despedir a nuestro tío Joaquín,

y adiós para siempre.

Por lo poco que pudimos averiguar, es que les tendieron una

emboscada, y fueron entregados a las Patrullas de Control de Poblé Nou.

Después de los consabidos interrogatorios fueron encarcelados en la checa del

Convento de San Elias, y el día cinco de diciembre los asesinaron en el

Cementerio de Monteada y echados sus cadáveres en los pozos excavados al

efecto, pues era muchos los asesinados diariamente.