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Diálogos interdisciplinares. (Reseña: “La Guerra Infinita. La obsesión de EEUU por el dominio global”). Hace pocos días atrás tuvimos la oportunidad de contar con la presencia del destacado profesor Manuel Cruz. Por lo tanto, como aun esta en boga su estadía, me atreveré a citarlo a él para introducirnos en las temáticas que quiero presentar aquí. Cruz reflexionando sobre el historicismo planteo que el termino era tan amplio que no podía evitar ser equivoco. Es por ello que en un esfuerzo de ordenamiento y jerarquización estableció lo que deberíamos entender por él: Primero, sería una determinada forma de praxis de la ciencia, es decir, una serie de convenciones sobre las que se lleva a cabo el tratamiento de la materia histórica. Segundo, historicismo se presenta como una forma de pensamiento, opuesto (y hasta superior) a otros tipos de pensamientos como los sistémicos. En tercer lugar, el historicismo caracterizaría todo nuestro necesario proceso de historización del hombre, su cultura y sus valores. Tenemos entonces tres formas de historicismo, el ontológico, el epistemológico y el antropológico. 1 El punto interesante es que esta forma de realidad, pensamiento y acción fue más allá de los márgenes de la disciplina historiográfica para convertirse en una suerte de ideología. Según Iggers el historicismo fue bienvenido como un progreso gigante en el ámbito intelectual. El historicismo era mucho más que una teoría de la historia o de la historiografía; era una filosofía completa de la vida. Una forma de 1 Cruz Manuel; El Historicismo. Ciencia social y filosofía. Editoriales Montesinos, Barcelona.

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Adelanto de la ponencia que se realizara en la conferencia de esta semana.

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Diálogos interdisciplinares.(Reseña: “La Guerra Infinita. La obsesión de EEUU por el dominio global”).

Hace pocos días atrás tuvimos la oportunidad de contar con la presencia del destacado profesor Manuel Cruz. Por lo tanto, como aun esta en boga su estadía, me atreveré a citarlo a él para introducirnos en las temáticas que quiero presentar aquí.

Cruz reflexionando sobre el historicismo planteo que el termino era tan amplio que no podía evitar ser equivoco. Es por ello que en un esfuerzo de ordenamiento y jerarquización estableció lo que deberíamos entender por él: Primero, sería una determinada forma de praxis de la ciencia, es decir, una serie de convenciones sobre las que se lleva a cabo el tratamiento de la materia histórica. Segundo, historicismo se presenta como una forma de pensamiento, opuesto (y hasta superior) a otros tipos de pensamientos como los sistémicos. En tercer lugar, el historicismo caracterizaría todo nuestro necesario proceso de historización del hombre, su cultura y sus valores.

Tenemos entonces tres formas de historicismo, el ontológico, el epistemológico y el antropológico.1

El punto interesante es que esta forma de realidad, pensamiento y acción fue más allá de los márgenes de la disciplina historiográfica para convertirse en una suerte de ideología. Según Iggers el historicismo fue bienvenido como un progreso gigante en el ámbito intelectual. El historicismo era mucho más que una teoría de la historia o de la historiografía; era una filosofía completa de la vida. Una forma de comprender el mundo. Iggers cita a Ortega y Gasset para ilustrar esta concepción: “El hombre no tiene naturaleza, sino que tiene…historia”… historia que por supuesto tendría un significado, un sentido, y que ese sentido de la historia solo se revelaría para y por la ciencia de la historia. Visto de esa forma la historia se convertiría en la UNICA forma realmente válida para estudiar los asuntos humanos…todos los asuntos humanos.2

Pese a estar restringida a un contexto especifico, en un momento especifico, esta nueva ideología decimonónica logro sobrevivir con muy buena salud hasta bien entrado el siglo XX, incluso cuando la gran parte de los supuestos epistemológicos en los que descansaba la historiografía durante el siglo XIX fueron puestos en tela de juicio por la tradición de historia social de Annales y por el Socialmarxismo. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en la discusión de Braudel con Levi-Strauss en 1958 cuando el primero aceptaba de buena gana la interdisciplinariedad, el dialogo constante con todas las ciencias 1 Cruz Manuel; El Historicismo. Ciencia social y filosofía. Editoriales Montesinos, Barcelona.2 Iggers Georg; La Historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica hasta el desafío posmoderno. Santiago de Chile, 2012, página 58.

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humanas y las disciplinas humanas pero, y este pero es sumamente importante, con la historia a la cabeza, como la “reina de las humanidades”.3

La ciencia de la historia se nos presenta entonces como aquella única capaz de unificar en un solo proyecto al resto de las ciencias sociales, como la ciencia madre de las ciencias sociales, como la reina de las humanidades, como la única capaz de sintetizar los resultados de todas las ciencias sociales y entregarles la coherencia necesaria para comprender su significado, su sentido. Volvamos a Iggers y a través de Iggers a Ortega y Gasset: El significado y/o el sentido solo se revelaría para la ciencia de la historia. Visto de esa forma la Historia se convertiría en la UNICA forma realmente válida para estudiar los asuntos humanos…todos los asuntos humanos.

La crítica radical a esta filosofía o ideología que sobrevaloraba a la ciencia de la historia colocándola en un pedestal de privilegio vino desde diferentes áreas. Desde la etnología con el mismo Levi-Strauss y su devastador último capítulo del Pensamiento salvaje en el que ajusta cuentas con el historicismo muy en auge de algunos filósofos como Croce y Sartre (y a través de ellos en cierto sentido común de los historiadores) A través de Foucault, en Las palabras y las cosas y La arqueología del saber en la que la historia como disciplina es reducida y casi desplazada en favor de una arqueología epistémica y en que el historicismo como tal no tiene lugar y si lo tiene solo será para sacar una sonrisa filosófica es decir, irónica. También Althusser entra en este campo estructural anti-historicista estableciendo tajantemente que el marxismo no tenía absolutamente nada que ver con él, que este tipo de filosofía pre-marxista era una ideología asentada en premisas burguesas y que debía ser erradicada de la epistemología marxista y de la lucha por la construcción del socialismo. Pero no solo el campo estructural se dedicaría a ajustar cuentas con el historicismo, también su continuación el posestructuralismo y el posmodernismo harían lo suyo: El texto como autorreferente (no hay realidad fuera del texto, según Derrida) la crítica y el fin de las “grandes narrativas”, la reducción de la historiografia a un mero ejercicio de ficción literaria, etc…(Véase el debate entre Veyne, White y Certau).

Justas o no, todas estas críticas al historicismo y de rebote a la historiografía tuvieron ecos: se rebajaron las pretensiones del historicismo y los historiadores estuvieron obligados a trabajar ahora con una nueva premisa: La historiografía es un conocimiento valioso y necesario, crítico y complejo, pero no está por encima de las otras ciencias humanas, es más debe siempre complementarse con ellas en un dialogo de libertad, igualdad y hasta fraternidad.

Sin embargo, y pese a los certeros ataques contra él, el historicismo aún perdura. Es increíble su capacidad de sobrevivencia en las academias; en los planes de estudio, en las

3 Braudel, Fernando; La historia y las ciencias sociales. Madrid, Alianza editorial, 1970.

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mallas curriculares, en las asignaturas obligatorias o electivas, en ciertos académicos, y sobre todo en el común general del estudiante de historia. Para decirlo de una vez y sin más rodeos: No hay nada más historicista que nuestro Instituto de Historia.

Y cuando se trata de La historiografía de nuestro presente histórico las cosas no van mucho mejor: Francois Bedarida ya lo advertía: siempre se mira con desdén el presente por parte de los historiadores y si se le mira con menoscabo es por considerarlo tarea propia de periodistas, es decir, de una disciplina de rango inferior encargada de la pura contingencia, de la pura superficialidad y hasta de la futilidad de aquel presente que se desvanece frente a nuestros ojos. La común división del trabajo atribuye al historiador la investigación erudita del pasado y la búsqueda del sentido del devenir histórico y al periodista la recolección y exposición de información propia del presente, de la fluctuante y enervante levedad de la inmediatez.

Dejemos ya los rodeos y vamos hacia lo que nos convoca.

En contracorriente con el aún vigente sentido común historicista opondremos la reseña de este libro “La Guerra Infinita. La obsesión de EEUU con el dominio global” del periodista italiano Giulietto Chiesa y la forma en que el autor aborda algo que para la historiografía en general y más aún para la historiografía del presente es capital: el acontecimiento y más esencial todavía para lo que nos congrega aquí: el acontecimiento del 11 de septiembre del año 2001.4 Con la reseña de este libro escrito por un periodista quisiéramos conseguir dos cosas. La primera, intentar zafar, aunque sea por unos breves momentos del yugo del historicismo, la segunda: demostrar lo fructífero que es para la historiografía del presente (y en realidad para toda historiografía) el dialogo permanente y en igualdad de condiciones con todas las disciplinas, sobre-todo con el periodismo.

Si el 11 de septiembre es o no un acontecimiento estrictamente histórico es cuestión de debate permanente. Para algunos marca un antes y un después en las relaciones del Imperio con el mundo algo expresado sobretodo en el proyecto para un Nuevo Siglo Americano elaborado en la era Clinton. Para otros, este acontecimiento carece de la viscosidad y la profundidad propia de un acontecimiento histórico además de no contar con la fuerza suficiente como para concretar una ruptura estructural. Para un tercer grupo, este acontecimiento puede ser perfectamente histórico, pues, pese a que quizás no es lo suficientemente profundo que quisiéramos y que no hay en él un ánimo de ruptura histórica, en el ámbito sociocultural calo hondo y un acontecimiento histórico no es otra cosa que la construcción sociocultural y la entrega de significación que de él hace la generación activa en un presente histórico concreto, en esta tercera posición podríamos encontrar nombres tan relevantes para la disciplina como el del propio Julio Aróstegui.

4 Chiesa, Giulietto. “La Guerra Infinita. La obsesión de EEUU por el dominio global” El Periodista, 2004.

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Pero lo interesante para aquello que nos convoca hoy aquí es el tratamiento que le entrega Chiesa. El autor opta por el camino más pedregoso pero más fructífero al reflexionar sobre el 11/S: Trata de entenderlo y explicarlo en relación con causas sistémicas propias del Imperio y en consonancia con procesos socio-históricos de mayor alcance y de mayor proyección. Con un envidiable rigor, Chiesa relaciona el acontecimiento y sus reacciones con una serie de determinaciones entre las que destacan: El auge del neoconservadurismo y de la derecha laica y religiosa en EEUU, El factor Israel y el cabildeo sionista en el congreso de EEUU, la necesidad histórica de EEUU de asegurar su hegemonía frente a otras potencias emergentes, antes Rusia, ahora China (recordemos que las invasiones a Afganistán e Irak fueron la oportunidad perfecta para rodear de bases militares ambos países) El retroceso de los Estados-Nación y la cruzada de la súpersociedad global por la seguridad privada y la instrumentalización de EEUU como el gendarme de la súpersociedad global y el capitalismo occidental. Ademas el 11/S encubre otros procesos también determinantes: Pese al triunfalismo de los halcones luego de 1989, durante y después de la era Clinton el país estaba sumido en una profunda crisis económica, política (véase el caso Al Gore) cultural y ecológica.

Para ser más claros aún: Un día antes de la catástrofe, el 10 de septiembre del año 2001 era bastante claro para algunos que el sueño americano estaba muerto.

Chiesa también fue clarividente y proyectó las repercusiones de este acontecimiento aun estando el mismo tan cerca de los sucesos (el libro fue escrito en el año 2002). Consecuencias como el establecimiento sin rodeos y sin miramientos de la Guerra Preventiva, por ejemplo, algo que cambiaba el panorama mundial sustancialmente, pues, después del 11/S la guerra se convierte en el medio legitimo para solucionar todo tipo de problemas (económicos, políticos, culturales). El acontecimiento no solo modificó en parte las estructuras económicas y políticas del Imperio, también alteró las ideológicas. Ahora en la neolengua del Imperio que busca manufacturar el consenso como diría Chomsky, el nuevo tipo de guerra se ha denominado como “preventiva” con la esperanza de que con la venia de la población civil EEUU pueda institucionalizar el proyecto neoconservador gestado en los 70’ y 80’ del siglo XX. Pero, ¿Qué significa exactamente este nuevo concepto? EEUU guardián de la súpersociedad tienen el derecho y hasta el deber de actuar unilateralmente en previsión de posibles crisis externas que puedan afectar sus intereses. Con esta finalidad, la Guerra Preventiva se permite militarizar el planeta entero (y también el espacio exterior) instalando bases militares en zonas estratégicas con el objetivo de crear servilismos, dependencias, lealtades. Es decir, previsiones.

La permanente amenaza de agresión o de guerra y su posterior desarrollo permiten que la súpersociedad a través de EEUU logre imponer su máxima en el mundo entero. En palabras del autor: “Viviremos en estados-fortificaciones transnacionales en los que tanto

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la libertad de las democracias como la libertad de los civiles y de los mercados, serán sacrificadas en el altar de la seguridad privada” (…) “El estado de derecho en EEUUU se empequeñece al mismo compas con que disminuye la soberanía de los demás estados del planeta”…. Las proyecciones de Chiesa después del acontecimiento las hemos podido apreciar en estos últimos años: Bush y la era del terror, Obama y la oportunidad perdida, Wikileaks y los cabildeos destapados, Snowden y las filtraciones de la NSA, El Estado Islámico y el Yihadismo, Francia y el mundo de duelo….

Pese a su pulcritud en los análisis de Chiesa hay lagunas considerables que es preciso tener en cuenta frente a su lectura: Primero, una de ellas es no asignar al polo Rusia/China toda su potencialidad liberadora, y no por el hecho de que estas potencias tengan precisamente a la liberación de los pueblos en sus agendas políticas, sino más bien porque una nueva Guerra Fría entrega mayores posibilidades al resto del planeta, mayores márgenes de maniobras a los gobiernos y a las sociedades civiles, mayores oportunidades para construir proyectos alternativos que nos permitan zafar del yugo norteamericano. Segundo; la desconfianza del autor hacia la sociedad civil, la cual, desde su perspectiva, esta absoluta y plenamente condicionada por los medios de comunicación de masas. Si bien es cierto que estos medios ejercen una poderosa influencia, el autor, como periodista que es, debería saber que esta influencia tiene su limitación: la ideología, por muy poderosa que sea, no aguanta la contradicción con las condiciones materiales más empíricas. Quizás los problemas ecológicos puedan ilustrar esta limitación de la ideología sobre los sujetos civiles y hacer cambiar de opinión a Chiesa…

Para finalizar esta elemental reseña fruto de nuestras propias ignorancias y limitaciones cognitivas podemos concluir que el tratamiento que hace Chiesa de un acontecimiento tan cercano es impecable. Su capacidad para insertar acontecimientos contingentes en su relación con estructuras sistémicas y en la profundidad de procesos socio-históricos no deja de ser sorprendente debido a la cercanía del autor con el acontecimiento que examina. ¿Es posible para la Historia del Presente abordar acontecimientos cercanos sin temor de caer en simplificaciones? Sí, es posible. Este libro y este tipo de investigadores nos demuestran que es posible y si es posible debemos hacerlo. Es imperativo hacerlo.