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Diálogos derridianos Hacia el acontecer del hombre nuevo Fecha 1.3 Destino UNED – Máster de Filosofía Teórica y Práctica 20001412 (2) Lecturas de Derrida

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Una introducción al pensamiento del filósofo francés Derrida.

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Diálogos derridianos Hacia el acontecer del hombre nuevo

Fecha 1.3

Destino

UNED – Máster de Filosofía Teórica y Práctica 20001412 (2) Lecturas de Derrida

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1 ÍNDICE

1 Índice .......................................................................................................... 2

2 Control documental ........................................................................................ 2

3 Panel de firmas ............................................................................................. 2

4 Criterios de valoración .................................................................................... 3

5 El Punto de Partida ........................................................................................ 4

6 El Camino ..................................................................................................... 6

6.1 El ser. ............................................................................................................. 6

6.2 La trascendencia............................................................................................... 7

6.3 Dentro y fuera. ................................................................................................. 8

6.4 Lo femenino. .................................................................................................. 10

6.5 El hombre. ..................................................................................................... 11

6.6 La sociedad. ................................................................................................... 14

6.7 La forma de gobierno. ..................................................................................... 16

6.8 El estado. ...................................................................................................... 19

6.9 El mundo. ...................................................................................................... 22

7 La Meta ...................................................................................................... 25

8 Bibliografía ................................................................................................. 27

8.1 Bibliografía básica. .......................................................................................... 27

8.2 Bibliografía complementaria. ............................................................................ 27

2 CONTROL DOCUMENTAL

Asignatura: 30001412 (2C) Diálogos

Fecha edición: 10/06/2013

Fichero: 30001412 (2C) Diálogos A. Arévalo marevalo 71v1.2.doc

Autor(es): Marco A. Arévalo, marevalo71.

Resumen: Desde la base de La Farmacia de Platón y Palabra: Instantáneas Filosóficas intento abordar de manera holística la filosofía de su autor tomando como excusa la anticipación de un hombre nuevo, hombre del acontecimiento de la textualidad.

3 PANEL DE FIRMAS

Autor/es Visado

Firma

Nombre(s) Marco A. Arévalo

Fecha Idus de Junio.

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4 CRITERIOS DE VALORACIÓN

Los puntos clave para la valoración de acuerdo con el material publicado

en el portal de la UNED para la asignatura versan alrededor de los

elementos siguientes:

a) Constituir una pequeña investigación, fruto de las lecturas y de las

propias reflexiones del estudiante sobre alguno(s) de los textos de

Derrida que componen los cuatro últimos bloques fundamentales del

curso.

b) Estar mecanografiado y habrá de tener una extensión de unas 25

páginas (tamaño de letra 12 e interlineado de 1,5), constar de un

índice, de citas (entrecomilladas) con las pertinentes referencias

bibliográficas en nota a pie de páginas, y de una relación completa

de la bibliografía utilizada para el trabajo.

c) Deberá remitirse al equipo docente de la asignatura por correo

normal antes del 15 de junio o del 15 de septiembre de 2012.

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5 EL PUNTO DE PARTIDA

Es el lugar de encuentro. El lector debe ser avisado. El camino es tedioso,

tiene senderos empinados y abisales, son los filos por donde emerge y se

abre la compleja temática que desborda Derrida a lo largo de sus

trabajos. Tejer una madeja, crear una base textil sobre la que construir –

traer al acontecimiento – algo, desde una perspectiva holística y crítica de

nuestro autor, es – simplemente – una ilusión. El presente trabajo recoge

es fruto y resultado de la interpretación que realizo de la filosofía de

Jacques Derrida, filosofía (¿debería decir textualidad?) accedida en el

marco del presente máster; también de diversos documentos gráficos

accedidos a través de la red de redes, de esa madeja de – de nuevo –,

textualidad que – pienso – tanto percibió a anticipar, de la que fue

mensajero, y que – sin existir – ya describió: red semántica, red de

significados… no, red de significantes. Interpretación siempre única,

siempre personal, que responde a mi psique y a mi formación previa. Este

texto no lo escribe un filósofo, sólo un hombre sin atributos. Y como tal,

aborda – desde la base derridiana, desde su pensamiento, desde la

interpretación de su pensamiento – lo que pienso más importa a nuestra

especie: nuestro saber-de-sí, la máxima délfica. La Farmacia de Platón

y Palabra: Instantáneas Filosóficas dicen mucho más de lo que

significan y señalan. Sé que es una ilusión, pero intuyo en las lecturas de

Derrida un acontecimiento que describo (describe) como la llegada de un

hombre nuevo. “Lo que se está preparando a un ritmo incalculable, de una

forma a la vez muy lenta y muy rápida, es por supuesto un nuevo hombre, un

nuevo cuerpo del hombre, una nueva relación del cuerpo del hombre con las

máquinas. Ya se percibe dicha transformación”1.

1 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 25.

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Este trabajo se estructura – tangencialmente, como excusa, desde un

exterior, sin ánimo de retornar al antropocentrismo – desde esa ilusión.

Derrida, parece, percibe y sigue un fantasma, anticipando un nuevo

hombre, sin llevarle al centro, convencido de que el centro dejó de existir,

que realmente no hay nada – y la herencia sartriana siempre le acompaña

–, y que el centro sólo son texturas infinitas. A Derrida hombre le

preocupa la muerte, su muerte, no una muerte cualquiera, porque es el

fin de su mundo. Derrida sabe que el mundo le sobrevivirá, y a través de

su huella anticipa – quiere hacerlo, es su ego el que actúa de forma

proyectante – como será el hombre del mundo venidero. Estas son las

trazas sobre las que se intenta construir el presente trabajo. Derrida ha

sido un descubrimiento. Ha puesto a la filosofía en el filo. Tiene que pasar

un camino de silencio, un tiempo sin presencia, para siquiera accederle.

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6 EL CAMINO

6.1 EL SER.

Pero, ¿qué es el ser en Derrida? ¿Hay una metafísica del ser en Derrida?

¿Dónde se da ese ser si es que existe? Derrida aborda la cuestión

metafísica en su obra Tiempo y Presencia. Esto queda lejos de las

lecturas de la asignatura. El trato del ser recogido en las mismas es

hueco.

“Si la presencia es la forma general del ser, el presente es siempre otro”2.

Derrida desmonta las ontologías de Heidegger y Sartre: acaba con la

conciencia proyectiva y con la conciencia refleja. Desmitifica al ser. Lo que

está realmente presente es su ausencia. El autor esquiva la ontología, la

traslada al ente, la cosifica, requiere del otro para justificarla. La presencia

– permanente – son las huellas, los textos, las trazas. El otro es el

presente que las interpreta. Con ello se dan dos fenómenos. De una parte,

la verdad se hace inalcanzable, se hunde en lo más profundo de las

sedimentaciones. “Es decir, la aleceia del eidos, la verdad del ser en su figura,

en su «idea» en su visibilidad no-sensible, en su invisibilidad inteligible. La

verdad de lo que es: la escritura en la letra no tiene nada que ver. Debe más bien

cegar (se) en ella”3. La tarea deconstructiva tiene ya una razón de ser. De

otra, el ser se justifica desde el tiempo. Es el tiempo el portador del ser

puesto que sólo se da ser en un tiempo, y en un tiempo presente, ya sea

presente pasado o presente futuro. “El tiempo es lo que se piensa a través del

ser como presencia”4. Por tanto, el espacio del ser no existe como tal;

existe el tiempo presente, y el ser es su – se concibe como, se piensa

2 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 172. 3 Op. Cit., p. 203. 4 DERRIDA, J. Tiempo y Presencia, traducción de Patricio Marchant. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1971, p. 28.

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como - su presencia. “El tiempo es lo que se piensa a través del ser como

presencia”5. Entonces, el movimiento, el desplazamiento, el efecto del

fármacon no se da en un espacio – en términos físicos -; se da en un

tiempo, en un intervalo, sujeto por una cadena de acontecimientos, donde

distintas presencias, distintos presentes (cada uno es un tiempo único

per-se), se solapan, se mezclan, permanecen, se dispersan o

desaparecen. ¿Queda algo del ser más allá de la presencia en un tiempo?

¿Qué hay más allá?

6.2 LA TRASCENDENCIA.

No se encuentra el ser en Derrida. No se encuentra el ser en el sentido de

lo que trasciende. El ser de Derrida termina con la no-presencia, termina

con la vida del hombre. No hay ser, sólo ha habido presencias, y de ellas

sólo quedan sus voces, los ecos de sus voces, chocando en las paredes de

cada tiempo presente. “El eidos, la verdad, la ley o la episteme, la dialéctica,

la filosofía, tales son los otros nombres del fármacon que hay que oponer al

temor hechizante a la muerte”6. Esta es la tragedia, esta es la paradoja, esta

es la angustia, lo vacío, la ansiedad. Lo expresa claramente a través de un

texto de Poe: “Yo estoy muerto”7. Para Derrida la muerte es el mayor

riesgo, ya porque impide el acceso al acontecimiento por venir, ya porque

acaba con la tradición y el pasado. Ante la experiencia de la muerte

antepone la vitalidad, la mayor experiencia de vida. La inyunción

derridiana, el mandato, la autoridad, la ley. El ser que aborda la vida

propia afronta un final desde su toma de conciencia: no hay nada más.

“La muerte tampoco es una respuesta satisfactoria, pero es la única que puede

disponer que la doble inyunción no opere con doble filo. Eso es lo que hace

5 Ib. 6 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 186. 7 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 44.

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hablar primero y eso es lo que hace escribir: es lo que a la vez hace posible y

amenaza todo lo que se intenta cuando nos dirigimos a otro”8. Esto explica la

necesidad de trascendencia. Derrida, el hombre derridiano, desea

trascender. Presiente que no hay algo más allá, no hay un más allá; y

busca trascender desde el mundo, desde su presencia en el mundo. Sólo

hay un más acá; un mundo, una red de signos. Entonces el ser del

hombre anhela dejar huella. “Hay supervivencia desde el momento en que

hay huella; dicho de otro modo, el sobrevivir no supone una alternativa a la

muerte o al vivir. Es otra cosa”9. La vida propia se orienta a la traza, a

marcar una diferencia, a dejar un rasgo de sí. Confía su trascendencia en

la red de signos. Espera que un mañana, alguien (¿algo?), interprete sus

huellas, lo encuentre, le sobreviva. Derrida se aferra a la vida también

después de la muerte. Su trascendencia es la traza.

6.3 DENTRO Y FUERA.

Dentro y fuera, lo interior y lo exterior, la separación – piel, de lo uno y lo

otro. En Derrida se observa el movimiento heidegeriano del Dasein. Hay

una crítica explícita a la fenomenología, “(…) la fenomenología siempre es el

recurso de la deconstrucción, ya que permite deshacer las sedimentaciones

especulativas y teóricas, las presuposiciones filosóficas. En cierto modo, en

nombre de una descripción más exigente es como siempre se puede poner en

cuestión esta o aquella tesis filosófica vinculada con la fenomenología”10, hacia

su imposibilidad de abarcar el fenómeno de la muerte.

Dentro y fuera es lo que separa a un hombre de otro, del otro, de lo otro

infinito, de la multiplicidad de lo otro. Es para Derrida la escritura la que

marca la frontera entre el interior y lo exterior, la fina película: “El

8 Op. cit., p. 15. 9 Op. cit., p. 28. 10 Op. cit., p. 44.

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«exterior» no comienza en la juntura de lo que en la actualidad denominamos lo

psíquico y lo físico, sino en el punto en que la mneme, en lugar de estar presente

en sí en su vida, como movimiento de la verdad, se deja suplantar por el archivo,

se deja expulsar por un signo de re-memoración y de con-memoración”11.

¿Dónde queda el hombre en esa imagen? El hombre reside en lo vivo, en

la memoria viva, en la nmesis. Su estancia es la memoria. El hombre es

finito porque la memoria es finita, está limitado. El hombre necesita de

signos que acompañen a su memoria limitada. La escritura, el fármacon,

el tipo-molde-grafo, la memoria plastificada, cosificada, tipada, externa,

recoge el signo que la memoria del hombre – su interior, la residencia de

su ego – requiere para completar-se. Hay en la percepción del hombre

una idea de in-completo, transgredida la animalidad desde la toma de

conciencia, permanece incompleto. El hombre se-hace de los signos que

recibe. Su memoria se expande desde los signos exteriores. La anuencia

de significantes, de signos multívocos, inunda al hombre y lo dispersan. El

hombre derridiano ha perdido la centralidad. No está en-sí, está fuera-de-

sí. Su claro interior12 se ha perdido en red de signos. La conciencia no es

el centro. El hombre no es el centro. El hombre está fuera, es un exterior.

Y como exterior es conjunto de significantes, tejido para otros

significados. Es siempre exterioridad y otredad. El hombre, el nuevo

hombre, el hombre que va emergiendo desde la creación de la escritura,

el hombre que acelera su presencia con la aparición de la imprenta, el

hombre que hoy ya puede acceder a un universo de hombres, es el nuevo

hombre que Derrida significa.

El espacio interior se ha reducido hasta llegar a ser insignificante. En otro

contexto, refiriendo al escrito, Derrida realiza una mixtura antropomórfica

(este es el juego de su textualidad): “La escritura no es un orden de

11 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 163. 12 Referencia no velada a Ser y Tiempo.

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significación independiente, es un habla debilitada, no en absoluto una cosa

muerta: un muerto-vivo, un muerto en receso, una vida diferida, una apariencia

de aliento; el fantasma, el simulacro (eidolon, 276 a) del discurso vivo no es

inanimado, no es insignificante, simplemente significa poco y siempre

idénticamente"13. No es insignificante el interior pero la exterioridad lo

inunda todo. No hay refugio en los bosques de la Selva Negra para el

hombre post-moderno (si este término en sí quiere decir algo). No hay un

hogar ni un fuego donde centrar su pensamiento14. Lo fuera, lo absoluto

exterior, ha invadido y colmado todas las estancias del hombre. El hombre

ya no puede superarse desde-sí. Necesita lo externo, necesita la red de

hombres. ¿Qué hay del individuo?, ¿qué de la individualidad?, ¿qué del

daemon?... pero vamos demasiado rápido. “Lo que es el gesto inaugural de

la «lógica» misma, del buen «sentido» tal como se concilia con la identidad en sí

de lo que es: el ser es lo que es, lo exterior está fuera y lo interior dentro. La

escritura, pues, debe volver a convertirse en lo que no habría nunca debido dejar

de ser: un accesorio, un accidente, un excedente”15.

6.4 LO FEMENINO.

Hay un femenino en la textualidad de Derrida. Lo femenino como parte

indisociable del hombre. No es cuestión de caer en la diferencia de sexos

para remarcarlo (en el texto hablamos de hombre incluyendo en esta

palabra a la mujer y al hombre). No es la diferencia aunque ésta sea uno

de los pilares de la deconstrucción. Mujer y diferencia, Derrida desmonta

una filosofía masculina: “En cierto modo, la cuestión de la diferencia sexual

atraviesa en efecto todos mis textos desde el principio, y el hecho de que la

13 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 217. 14 Son alusiones a la situación que acompañó a René Descartes y a Martin Heidegger en la redacción de sus obras Meditaciones y Ser y Tiempo, respectivamente. 15 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 193.

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deconstrucción haya sido, de entrada, una deconstrucción del falocentrismo, de

manera esencial, o del falogocentrismo (…)”16. Pero en nuestra farmacia

habita Helena, la mujer acusada de adulterio y causa de guerra, la mujer

defendida por Gorgias de Leontini en su Elogio a Helena, referente de

Derrida para señalar “«La persuasión que entra en el alma mediante el

discurso», tal es el fármacon y tal es el nombre que utiliza Gorgias”17. Es

Helena en su cualidad receptiva la que quiero destacar. La feminidad de

Derrida está en su oquedad, su espacialidad, su sujeto de portabilidad, su

acogimiento y hospitalidad. En lo femenino está la otredad portante. En lo

femenino se palpa la metáfora del texto que engendra textos, de la forma

que estructura el contenido. La palabra-signo portadora de múltiples

significantes.

6.5 EL HOMBRE.

Entonces, ¿qué es el hombre para Derrida? En La Farmacia de Platón el

hombre es una figura desdibujada: ¿es logos, es discurso, es tema?; ¿es

padre?, ¿es hijo? Las primeras trazas asocian el hombre a la figura del

logos vivo, es logos y a la vez zóon; organismo que nace de otro

organismo, organismo que es hijo, organismos que está vivo, que

responde a un eidos, con una dimensión, descriptible, diferenciable, con

un interior y un exterior: “El logos, ser vivo y animado, es, pues, también un

organismo engendrado. Un organismo: un cuerpo propio diferenciado, con un

centro y extremidades, articulaciones, una cabeza y pies”18. Pero el autor juega

con su lector intérprete. Mezcla intencionadamente al hombre con la

textualidad, al hombre con sus productos, el hombre como producto,

como resultado engendrado, como logoi. Sin espacio para la ruptura, para

16 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 15. 17 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 175. 18 Op. cit., p. 117.

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el cambio, refiere: “Para ser «conveniente», un discurso escrito debería

someterse como el propio discurso vivo a las leyes de la vida. La necesidad

logográfica (ananké logografiké) debería de ser análoga a la necesidad biológica

o más bien zoológica. Sin lo cual, ¿no?, ya no tiene ni pies ni cabeza. Se trata de

estructura y de constitución en el riesgo, corrido por el logos, de perder por

escritura tanto sus pies como su cabeza”19. Por tanto, equipara vida a

discurso, hombre a habla, logos a producto. Y lo encuadra en una

presencia, pone un principio y un fin. Por tanto, el hombre derridiano es

una textura en constante creación, desde su nacimiento hasta su

desaparición; y lo que queda de ese hombre son sus productos (estos

permanecen, son presencias; están sujetos a interpretación; es su

trascendencia). En realidad, no hay centro en el hombre; el hombre queda

fuera del centro; sólo está sus construcciones-productos-texturas. La

deconstrucción encuentra otro sedimento donde abordar su tarea. Derrida

cierra el paso al humanismo. En el hombre derridiano hay vida, hay ser y

hay logos, pero los productos del hombre derridiano son logos muertos,

no pueden hablar, no tienen defensa, requieren de la asistencia de su

padre, están desvalidos. El hombre es padre y es hijos, multiplicidad de

hijos, a la vez; la muerte del padre es el abandono de sus hijos. “Se sabe

cómo insiste Sócrates en la miseria, lastimosa o arrogante, del logos entregado a

la escritura: «... tiene siempre necesidad de la asistencia de su padre (tu patrós

aei deitai boezu): por sí solo, en efecto, no es capaz ni de defenderse ni de

asistirse a sí mismo»”20.

El hombre en Derrida es un animal, poseedor de logos (¿don del padre?),

consciente de su finitud, que produce. Sus producciones son explicadas

desde su productor hijo y padre y mientras el padre exista. Las

producciones se liberan con la muerte del padre; están libres para

19 Op. cit., p. 117. 20 Op. cit., p. 113.

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emprender su camino pero – a la vez – son la traza y pervivencia del

padre; son su proyección. En nuestro presente, el hombre presente dedica

una parte de su vida al registro, al archivo, a la traza de sí, a producir

hijos en distintas texturas (desde la animalidad hasta la estética) ¿De

dónde esa necesidad de crear? ¿De dónde esa pulsión por hacer, mostrar

compartir, guardar? El hombre de Derrida es el hombre actual, el hombre

de la nada. En el hombre actual hay un vacío de ser y una angustia vital,

que colma de huellas disolviendo-se en la sociedad. Así es como el

hombre actual busca perpetuarse. “Cuando hablo de las máquinas, me refiero

tanto a las máquinas de signos como a las máquinas de movimiento, de

desplazamiento. La situación erecta es incluso la que cambia, el susodicho

«hombre» está atravesando una zona de gran turbulencia”21. Ahora bien, ¿cómo

va a ser el hombre del porvenir?, ¿cómo va a ser el hombre que nazca de

la desaparición de la muerte? El hombre que viene no va a abordar el

problema de la muerte. La muerte llegará a ser un concepto del pasado.

Siempre existirá su posibilidad (y será un acontecimiento) pero habrá

dejado de ser el horizonte y la atalaya de la propiedad de la vida22. El

debate ético está abierto (¿el debate social?): todos los signos apuntan a

vidas de centenares de años y a trascendencias en la propia vida: el

genetismo, las células madre, la replicación-reproducción humana…

estamos en los albores de un hombre que va a perpetuarse a-sí-mismo, a

su imagen y semejanza. “(…) no quiero decirle no a todo lo que viene del

porvenir. Tanto si se trata de lo viviente, de prótesis, de injertos, de genoma, de

toda la aventura genética, como si se trata de la técnica, de la tecnología de

comunicación, de los media que transforman profundamente el espacio público

21 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 25. 22 Nota de la impropiedad y la propiedad del ser de Heidegger, Ser y Tiempo.

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y político”23. ¿Qué será entonces de las huellas? ¿Qué de las trazas?

¿Serán igualmente necesarias? “No imagino un deseo que nazca o se alce si

no es a partir de la experiencia de la muerte posible”24. Si la muerte

desaparece del horizonte del hombre nuevo, la nada será el resultante;

entonces, ¿nada cambiará porque nada es hoy? La desaparición de todo

deseo, de todo interés por superarnos, de todo anhelo por las respuestas

a las preguntas más íntimas de nuestra especie, se desvanecerán. Es la

muerte fármacon invertido, es la cicuta que acaba con la vida y la

perpetuación. Sócrates elige morir sabedor de que la muerte es su

victoria. “La cicuta tiene un efecto ontológico: iniciar a la contemplación del

eidos y a la inmortalidad del alma. Sócrates la toma como tal”25. Sin ese

veneno de horizonte el hombre desaparece; aparece otra cosa, el hombre

nuevo, el hombre de la post-muerte. Existirá espacio para preguntarse

qué queda de hombre en él.

6.6 LA SOCIEDAD.

Sócrates elige morir pero no tiene realmente opción: Sócrates debe morir,

el tribunal del Areópago dicta

sentencia, y lo hace en base a las

leyes. Platón no está en la escena

“estaba enfermo”, situación llevada

al paroxismo en la Tarjeta Postal:

“Todavía no me repongo de esa

catástrofe reveladora: Platón detrás de

Sócrates. Detrás, siempre lo estuvo, se

23 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 26. 24 Op. cit, p. 28. 25 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 190.

Ilustración 1. Célebre grabado (y detalle) donde Platón parece dictar a Sócrates.

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pensaba, pero no de esa manera. Yo siempre lo supe, y ellos también, ellos dos,

quiero decir. Qué par. Sócrates da la espalda a Platón, quien le hizo escribir lo

que quería fingiendo recibirlo de él. Venden aquí esa reproducción como post

card, viste, con greetings y address. Sócrates escribiendo, te das cuenta, y en

una tarjeta postal”26.

¿Quién escribe?, ¿quién dicta?, ¿quién se oculta en la enfermedad?,

¿quién está enfermo?, ¿Platón?, ¿la sociedad ateniense? Sócrates es una

amenaza para la sociedad ateniense. Sócrates remueve las leyes de los

hombres y los dioses, hace bullir las conciencias de los jóvenes (les

corrompe), se le acusa de querer fundar una religión… Sócrates debe

morir para recuperar la salud de Atenas (pero Platón “estaba enfermo”).

Es el chivo expiatorio (¿primer preso de conciencia ajusticiado?),

fármacos, práctica ritual, purificación de la ciudad. Él, que apenas sí había

cruzado las murallas de Atenas; él, que se declaraba a gusto con las leyes

que regían su ciudad; él, es tomado como “la enfermedad y el exterior”, la

amenaza exterior. La sociedad se identifica con el interior (está

intramuros). “La violencia es, pues, aún más impía cuando se ejerce contra la

ley de la madre/patria que cuando hiere a padre y madre (51 c). Por eso, le

recuerdan las Leyes, Sócrates debe morir de acuerdo con la ley y dentro del

recinto de esta ciudad, él que (apenas) quiso salir nunca de ella”27. El interior se

rige por unas normas, unas leyes. Su funcionamiento responde a un

orden. El magistrado – lector de leyes escritas por legisladores – responde

a la necesidad de mantener el corpus social impartiendo justicia (siempre

exceso del derecho, “hay un exceso de la justicia en relación con el derecho

(…) una determinación interminable y una perfectibilidad sin fin de lo

26 DERRIDA, J. La Tarjeta Postal: De Freud a Lacan y Más allá. Madrid: Siglo XXI, 1986. 27 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 185.

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jurídico”28). Y lo justo es acabar con la amenaza: “El cuerpo propio de la

ciudad reconstituye, pues su unidad, se encierra en la seguridad de su fuero

interno, se devuelve el habla que la vincula a sí misma…”29. La muerte de

Sócrates inicia la edición platónica de sus obras. La ironía en la tragedia

es máxima. Muere para sanar la ciudad haciendo uso de un veneno que

abre la oportunidad de encontrar la verdad. Inicia la filosofía.

Sócrates se perpetúa a sí mismo en sus escritos, en la obra platónica.

Sócrates alcanza la inmortalidad por el camino del mundo antiguo, por la

traza y su interpretación. Mirando al hombre del porvenir y considerando

la sociedad surgen numerosas preguntas. ¿Cómo se comportará el corpus

social ante la posibilidad de una existencia que trascienda los límites

conocidos y que incluso amenaza con no extinguirse? ¿Qué leyes la

regirán? ¿Qué forma de muerte será la que sirva para su cura? Una

sociedad así se extinguiría por razón de la ausencia de recursos para

sostenerla. Incluso en un escenario de producción masivamente

tecnificada, el planeta se vería incapaz de proveer de recursos suficientes.

La sociedad del porvenir carecería del mismo. El corpus social limitaría la

vida a un número determinado de recursos por hombre nuevo. La

inmortalidad se prohibiría por ley o sería el privilegio de unos pocos. Sólo

una posibilidad de perpetuarse se abriría; la colonización de otros

mundos. Pero esto está muy lejano, también de Derrida. El Aerópago del

devenir determinará cuánta vida es posible y la muerte será la condición

para la misma.

6.7 LA FORMA DE GOBIERNO.

Pese a la constante presencia de República, Político y Leyes, en

nuestra farmacia, la textura que hilvana no es la del gobierno y sus

28 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 39. 29 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 201.

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instituciones. Y si lo hace es un marginal (a pie de página), ora para

denotar su relación con la escritura o la palabra, ora para plantear la

memoria y el signo, ora la estética y la mímesis, distanciamiento de la

verdad. “Disponible para todos y cada uno, ofrecida en las aceras, ¿no es la

escritura esencialmente democrática?”30. Sin embargo, en la operación

derridiana hay compromiso político; la deconstrucción acarrea un

cuestionamiento de lo político. Derrida describe la democracia desde La

Farmacia, una articulación de democracia que recoge una crítica y a la

vez una loa profunda de la misma: “En la sociedad democrática, ninguna

preocupación por la competencia, las responsabilidades son confiadas a

cualquiera. Las magistraturas son sacadas a suertes (557 a). Lo igual es

igualmente dispensado a lo igual y a lo desigual (558 c)”31. En la democracia

descrita por Derrida está operando el veneno, el fármacon, diluyendo su

dosis para hacerla más aceptable. Derrida percibe la democracia como el

escrito huérfano. En la democracia falta la figura del padre, del regidor,

del sol32. La figura paterna, portadora de verdad, está desaparecida. Son

sus hijos quienes gobiernan. La palabra está desaparecida, el Dios-Rey no

puede hablar para evitar que sus hijos se contaminen con el alfabeto. La

ley deja de ser palabra en la democracia. El texto leído, interpretado, que

debe ser memorizado para actuar como antídoto, no lo es tal. No hay sitio

para el interior. El juez no memoriza. Son todo referencias. El juez es la

polis, el juez es la opinión. Reina y ordena la opinión, decide y transforma

la opinión. Lo inmediato de los mass media ha inundado, ha ahogado, la

política. El rigor se supera por la urgencia. La urgencia es acelerada,

compartida, todos opinan, se generan estados de conciencia que acaban o

erosionan las formas de gobierno (miremos al sur y al este, ¿qué inflamó

el mundo árabe?). Quizá minan su cosificación y no la forma. Derrida

30 Op. cit., p. 219. 31 Op. cit., p. 219. 32 Constantes figuraciones recogidas en La Farmacia de Platón.

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critica la política poniendo luz sobre la monumentalidad – huella muerta –

de lo misma. La democracia está alejada de sus fuentes; se ha

momificado en las instituciones – que la sustentan pero no la

representan33 – porque han perdido su capacidad de hablar. Los mass

media y las redes sociales hablan por ella. La democracia sólo es una

presencia de un pasado. Está ausente. Ha muerto como tal. Se ha

heredado su traza. “Les tengo cariño a las formas existentes o heredadas de la

condición humana, del cuerpo del hombre, de lo que le resulta cercano, de su

relación con lo político, con los signos, con el libro, con lo viviente y, al mismo

tiempo, no quiero decirle no a todo lo que viene del porvenir”34. La crítica de

Derrida es de nuevo doble inyunción. Señala la coseidad de lo político y

urge a su deconstrucción, quiere la verdadera política, si es que existe.

¿Qué política practicará el hombre del porvenir? ¿Cómo será el político

nuevo? ¿Existirá una política en el hombre posterior a la mortalidad? Las

instituciones, las normas, la forma que dé sustento a ese tipo de hombre

están lejos de ser democráticas: “Desmesura, anarquía; el hombre

democrático, sin ninguna preocupación por la jerarquía, «establece entre los

placeres una especie de igualdad» y entrega el gobierno de su alma al primero

que llega, «como si lo decidiese la suerte, hasta que está saciado, y luego se

abandona a otro, y, sin rechazar a ninguno, los trata en pie de igualdad...”35.

Esto, que es crítica de la democracia como forma de gobierno, es también

espacio de libertad. Si eso nuevo – esa cosificación humana – que

seguimos llamando hombre recupera la centralidad y si la recupera desde

un absoluto, estará adoptando un papel que en el pasado se confirió a

Dios: “Lo que así se había llamado, de manera pretendidamente neutra e

indeterminada, no era otra cosa que la unidad metafísica del hombre y de Dios, 33 Por supuesto, es una opinión personal (N.A.). 34 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 25. 35 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 219.

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la relación del hombre con Dios, el proyecto de hacerse Dios como proyecto

constituyente de la realidad humana”36. Pero no será el Dios que evolucionó

del padre severo hacia el padre compasivo. Esa centralidad de ese todavía

hombre nuevo secuestra el papel del padre del Antiguo Testamento y lo

mata. “Escogiendo la violencia —y es de eso de lo que se trata desde el

principio— y la violencia contra el padre, el hijo —o la escritura parricida— no

puede dejar de exponerse. Todo eso se hace para que el padre muerto, primera

víctima y último recurso, no esté ya más allí. El estar-allí es siempre el de un

habla paterna. Y el lugar de una patria (…) ¿Qué es el padre? (…) El padre es

(el hijo perdido). La escritura, el hijo perdido, no responde a esa pregunta”37.

Adopta el papel de la responsabilidad absoluta. Del deber absoluto. Nada

hace pensar en una democracia, nada en un respeto inter-pares, nada en

un equilibrio de fuerzas, nada en una justicia. Sí en un poder absoluto. El

gobierno que viene será absoluto. Quizá la esperanza del hombre, del

hombre presente, del que todavía anhela su perpetuación a través de las

sombras, de sus huellas, de sus archivos, sea que no llegue ese hombre

nuevo. Que sea un presente imposible porque no quedará nada de

hombre en él. “Nadie podrá justificar tranquilamente que alguien se eleve por

encima de la responsabilidad ante los demás en nombre de la responsabilidad

ante lo radicalmente otro. Simplemente, esa prueba, paradigmática en el caso de

Abraham, es la prueba que vivimos en cada momento de decisión”38.

6.8 EL ESTADO.

Admirador a la par de Nietzsche y Rosseau, el Estado es otra de las piezas

del mantel de textualidad que teje Derrida. Y sin embargo, hay poco 36 DERRIDA, J. Márgenes de la filosofía, traducción de C. González Marín. Madrid, Cátedra, 1998, p. 161. 37 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 222. 38 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 43.

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Estado en La Farmacia de Platón. También hay poco Estado en Kôra.

No así en Palabra: Instantáneas Filosóficas donde se aborda – entre

otros – el terreno político y sus características (el discurso, la posibilidad

de mentira, la legitimidad, la razón de Estado, el derecho internacional…).

Es una estructura (quizá no podemos utilizar ya esta palabra) que Derrida

aborda desde aspectos tangenciales. Lo aborda desde la violencia y el

perdón, el duelo y la reconciliación, desde las migraciones, la guerra y la

hospitalidad, la integración; es decir, lo aborda desde las situaciones

humanas que se desarrollan en y alrededor del Estado, en las que el

Estado es un actor más del escenario humano. Son habituales sus

referencias a Lévinas, a Kant, a Rosseau. Su visión del Estado parece

exterior-a-sí. Habla de condiciones para un Estado pero no de su eidos. En

La Farmacia las referencias al Estado son de carácter violento y

represivo. Es el Estado de Atenas el que condena a muerte a Sócrates. En

El Siglo y el Perdón Derrida llega a afirmar: “Todos los Estados-naciones

nacen y se fundan en la violencia”39. Es el Estado de Atenas el que mantiene

un sistema de purificación basado en la eliminación de algunos de sus

súbditos. En el siglo XX se vivió una tragedia por esta interpretación del

Estado (de las sombras de las Targuelias desapareció todo ritual: sólo

quedó la muerte). Derrida señala como el Estado se protege a sí. Aparece

como un otro. Derrida deja entrever en el Estado una amenaza para sus

ciudadanos. Sin embargo, también lo resalta como posibilidad de

convivencia. Incluso señala el perdón como condición para la pervivencia

del Estado. Pero el perdón en toda su amplitud, no los rasgos con los que

se le confunde: no el olvido, no la reconciliación. El perdón crudo,

rememorante del dolor infligido. El perdón merecedor de tal nombre: “El

olvido no es simplemente el hecho de perder la representación del pasado, sino

39 DERRIDA, J., SEGOVIANO, M., PERETTI, D.R. y VIDARTE, F.J. El Siglo y El Perdón: (Entrevista Con Michel Wieviorka), seguido De Fe y Saber / Jacques Derrida, traducción para la primera obra de Mirta Segoviano y para la segunda obra de Cristina de Peretti y Paco Vidarte. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2003, p. 36.

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tan solo el de transformarse, reconciliarse, reconstruir otro cuerpo, otra

experiencia. Por consiguiente, no sé si el perdón es posible, pero, si es posible,

debe concederse a lo que es y sigue siendo en cierto modo imperdonable”40.

Siempre el doble juego, el Estado lo revela como amenaza y condición de

oportunidad. Invita a seguir a Kant y a transgredirle, invita a sobrepasar

el Estado: “(…) habría que ajustar nuestra ética de la hospitalidad, nuestra

política de la hospitalidad, a un más allá del Estado y, por lo tanto, habría que ir

más allá del cosmopolitismo”41. ¿Qué es eso que está más allá del

cosmopolitismo y del Estado? Derrida está denunciando que las

estructuras vigentes no bastan, que el Estado-nación está agotado. “(…)

Y de lo que a la vez transgrede el Estado‐nación singular al tiempo que

permanece bajo la autoridad de la figura del Estado. Ahora bien, se trata quizá

de pensar el acontecimiento, lo que llega, lo que viene, el arribante, en su

singularidad. El arribante no es necesariamente, en tanto que arribante y que por

lo tanto reclama la hospitalidad, un ciudadano o un sujeto político”42. ¿Y si

difuminamos las fronteras geopolíticas cuando pensamos en el arribante?

¿Y si ese arribante es en realidad uno y el mismo, ciudadano del Estado-

nación agotado? Es decir, ¿y si el arribante no es otro sino que ya está

dentro? Esto lo cambia todo. El concepto de hospitalidad se difumina. Es

el engendrado femenino que ha portado y alumbra el hombre nuevo. ¿Y si

no estamos preparados para ese alumbramiento? Si – como señalamos

más arriba –lo que está por venir es un hombre absoluto, la consecuencia

puede ser doble: o bien no hay necesidad de Estado (y volvemos al

terreno de la mitología y de las religiones del siglo XX: comunismo y

capitalismo, la promesa de la edad dorada; en definitiva, la Arcadia feliz

que nunca existió); o abordamos el escenario de alguna forma de

40 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 74. 41 Op. cit., p. 37. 42 Op. cit., p. 67.

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estado(s) absoluto(s). Hemos llegado a una aproximación de corte

socialista y/o fascista. Ha sido el lenguaje y la interpretación la que lo ha

hecho, no ha habido intencionalidad. Esas conclusiones no son de Derrida,

nuestro autor no lo admitiría, pero sí justificaría el camino: “Insisto en

general en la posibilidad de «decirlo todo» como derecho reconocido en

principio a la literatura, para marcar no la irresponsabilidad del escritor, de

cualquiera que firma literatura, sino su híper‐responsabilidad, es decir, el hecho

de que su responsabilidad no responde ante las instancias ya constituidas”43.

6.9 EL MUNDO.

Cabe preguntarse qué visión tiene Derrida del mundo. Cabe cuestionar si

éste es un espacio porque hay lugar para el juego o si éste es espacio

porque existe desplazamiento. La espacialidad del mundo derridiano

difiere de Heidegger: no es el espacio que el hombre transforma con su

actitud creadora, destructora, penetrante, no es el lugar – lo exterior, a la

mano –, donde el hombre construye su obra. Hay un femenino en el

mundo derridiano. El mundo es portante de tiempo. No es un espacio

monumental, abierto a la naturaleza, poso de las tradiciones, fusión de

horizontes. No, no existía espacio para el encuentro con Gadamer. No

puede ser espacialidad porque el ser es una presencia del tiempo. El

femenino del mundo es el espacio de la presencia, es el lugar del tiempo.

Derrida aborda al mundo desde la labor deconstructora. Es como si

quisiera arrancar una a una las capas sedimentadas por el hombre, es

como si aspirase a encontrar la esencia primera del mundo. Quizá es una

visión judeocristiana la que empuja a esa labor decapante. “En ese

momento estaba eso que llamaban el estructuralismo (…) tenía la impresión de

que el concepto de escritura que me interesaba seguía siendo ignorado (…)

comencé a plantear cuestiones críticas «deconstructivas» por decir la palabra,

43 Op. cit., p. 13.

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con respecto a lo que prevalecía en esos discursos estructuralistas”44. Derrida

penetra lo femenino del mundo para encontrar lo que porta. Derrida

perfila la imagen del mundo como una tablilla de cera. Tablilla tomada

como espacio de juego (por tanto lugar, encuentro, desplazamiento,

representación). Unos y otros intercambian mensajes en esa tablilla. El

tiempo, el olvido, el re-encuentro, la interpretación, la ignorancia,

construyen aplicaciones-significaciones sobre una tablilla en permanente

proceso de inscripción y borrado. “El fármacon es el movimiento, el lugar y

el juego (la producción de) la diferencia. Es la diferenzia de la diferencia”45. Los

hombres desaparecen, sus obras se superponen, sus aportaciones se

mezclan, confunden, diluyen… Sus rastros interpretados, su conocimiento

destilado, lo único permanente es la tablilla. El resto desaparece, se

sintetiza, el fármacon actúa como suplemento. El mundo, los mundos, no

dejan sino fantasmas de sí. “El fármacon, sin ser nada por sí mismo, los

excede siempre como su fundo sin fondo. Se mantiene siempre en reserva

aunque no tenga profundidad fundamental ni última localidad. Vamos a verle

prometerse al infinito y escaparse siempre por puertas ocultas, brillantes como

espejos y abiertas a un laberinto. Es también esa reserva de trastienda a lo que

llamamos la farmacia”46. Farmacia, teatro, mundo. ¿Cómo será el mundo

que viene? ¿Cómo será el hombre que lo habite? Eliminada o reducida la

posibilidad de morir, cuestionable la traza (¿un hombre con memoria

infinita que se perpetua a sí mismo?) Si el hombre que viene al mundo

que se perfila en el horizonte mantiene una posibilidad de vida infinita,

una memoria infinita, el hombre – eso que todavía en ese escenario

seguimos llamando como hombre – vuelve a la centralidad desde una

posición de infinito absoluto. No requiere de relación, no requiere de

44 Op. cit., p. 12. 45 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 191. 46 Op. cit., p. 192.

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otredad, será estático, se bastará a sí mismo; habrá matado al padre, al

hijo y al otro.

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7 LA META

Hemos recorrido el camino. Estamos cansados. Hemos buscado el nuevo

hombre que Derrida presiente y anticipa. Hay algo de frustración en ello.

El hombre nuevo no parece tal. Tampoco aparece un ser ideal, ni un

estado ideal, ni una política ideal. No hay algo ideal. El hombre que

percibimos es una vuelta al salvajismo, a la posesión, no al cuidado, no a

la cura. La ciencia, la técnica, la evolución, portan – son femeninas – la

paradoja de una posibilidad de extinción de la especie: Derrida, filósofo

del filo, que inscribe letras a golpe de estilete, acontecimiento equiparable

a la navaja ockhaniana, Derrida, es amigo del progreso, desea registrar-lo

todo, es un hombre del

presente, de los mass media, de

Internet, de la cultura de

masas. "En el fondo, mi deseo de

escribir es el de una crónica

exhaustiva. ¿Qué es lo que se me

pasa por la cabeza? ¿Cómo

escribir lo suficientemente deprisa

como para que todo lo que se me

pasa por la cabeza quede

guardado? He llegado a retomar

algunas libretas, algunos diarios,

pero los abandonaba cada vez;

finalmente he renunciado, y ahora

ya no llevo ningún diario. Pero es

el disgusto de mi vida, porque lo

que me hubiese gustado escribir es

J. D.: — Ud. me interpreta.

M.A.: — Sí, pero sólo sus escritos y no

sin malicia.

J. D.: — Ya no son míos. Una vez lo

fueron, estaban en mí. Ahora no, ya no;

ahora le pertenecen. No son sino huellas

de mí. ¿Qué tal si conversamos?

M.A.: — Prefiero escribir. Necesito

sobrevivirme. Esta muerte es – son sus

palabras – el fin del mundo.

J. D.: — Sabrá Ud., ¿lo conoce?, que

han abierto un establecimiento no muy

lejos de aquí, en el centro, donde dicen

que sus bodegas guardan un vino

antiguo, más antiguo que el hombre.

Negro de un fondo tal que no se acierta

a encontrar, cada uno que lo prueba

descubre algo que – no sabía, no quería

saber, no recordaba – ya existía, existió,

re-encuentra.

M.A.: — Vayamos pues, tomemos de ese

vino, y sintamos, si queda algo de

verdad.

J. D.: — Es Ud. un atrevido. Mucho me

temo que sólo sean habladurías.

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eso: un diario «total»"47. Pero se da cuenta de lo que viene, una posibilidad

de un mundo donde habite un hombre que roce la inmortalidad (al menos,

un hombre que se perpetúe como ser sin considerar su zoología); esto –

no lo dice, hay presunción – dejaría de ser un hombre. Y el mundo no

sería nunca más mundo. No importa. Todo es mera interpretación, juego

de significantes, apertura a otros escenarios, arte literario. La muerte de

Sócrates, metáfora absoluta. La ambivalencia Sócrates/Platón, ¿quién

dispensa la droga?, ¿quién el remedio?, ¿y para remediar qué?; juego en

la literatura. No hay en realidad filosofía. No hay verdad, no está, no está

ahí. O sí hay filosofía y – precisamente – está ahí. Es Derrida, por utilizar

sus propias palabras respecto de Sócrates, es torpedo narcótico48, nos

desborda, nos confunde, nos mezcla en el problema lingüístico; pero no es

más que una estrategia, da un rodeo, está jugando, revolotea alrededor

para resultar molesto, es el tábano y el aguijón para la filosofía49. En

palabras de Sócrates, en presencia del tribunal, “(…) Este oficio es para lo

que el dios parece haberme ligado a vuestra ciudad, y por eso no dejo de

estimularos, de exhortaros, de vituperaros a todos vosotros, con obsesión y por

doquier, de la mañana a la noche”50. Cerramos ya, pasamos página, y

acontece, aparece de forma súbita – era impredecible, a golpe de tecla, en

la red de redes, un Derrida contra el humanismo, enigmático, significante

de lo aquí escrito: «LOS FINES DEL HOMBRE»51.

47 DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, S.A, 2001, p. 10. 48 Como es obvio, todo gira alrededor del Fedón. 49 Ib. 50 DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454, p. 223. 51 DERRIDA, J. Márgenes de la filosofía, traducción de C. González Marín. Madrid, Cátedra, 1998, p. 145.

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8 BIBLIOGRAFÍA

8.1 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA.

La relación siguiente recoge los textos directamente referidos en el

presente trabajo:

1. DERRIDA, J. Palabra: Instantáneas Filosóficas. Madrid: Editorial

Trotta, S.A, 2001 ISBN 9788481644944, 8481644943.

2. DERRIDA, J. La Tarjeta Postal: De Freud a Lacan y Más allá. Madrid:

Siglo XXI, 1986 ISBN 9682313252, 9789682313257.

3. DERRIDA, J., SEGOVIANO, M., PERETTI, D.R. y VIDARTE, F.J. El

Siglo y El Perdón: (Entrevista Con Michel Wieviorka), seguido De Fe

y Saber / Jacques Derrida, traducción para la primera obra de Mirta

Segoviano y para la segunda obra de Cristina de Peretti y Paco

Vidarte. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2003 ISBN 9505152647,

9789505152643.

4. DERRIDA, J. Tiempo y Presencia, traducción de Patricio Marchant.

Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1971.

5. DERRIDA, J. La diseminación, traducción de José Martín Arancibia.

Madrid: Fundamentos, 1975 ISBN 8424501454.

6. DERRIDA, J. Márgenes de la filosofía, traducción de C. González

Marín. Madrid, Cátedra, 1998.

8.2 BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA.

Adicionalmente ha sido accedido y consultado material recogido en las

fuentes siguientes:

7. DERRIDA, J. Khôra. Madrid: Amorrortu, 2011 ISBN 8461090357,

9788461090358.

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8. DERRIDA, J. Posiciones: Entrevistas Con Henri Ronse, Julia Kristeva,

Jean-Louis Houdebine y Guy Scarpetta. Valencia: Pre-textos, 1977

ISBN 9788485081011, 8485081013.

9. DERRIDA, J., SOUSSANA, G., NOUSS, A. y CENTRE, C.d. Decir El

Acontecimiento, ¿es Posible?: Seminario se Montreal, para Jacques

Derrida. Madrid: Arena Libros, 2007 ISBN 9788495897589,

849589758X.

10. DERRIDA, J. La escritura y la diferencia; Traducción de Patricio

Peñalver. Barcelona: Anthropos, 1989 (pp. 107-210. Edición digital

de Derrida en castellano).

11. HEIDEGGER, M. Ser y Tiempo, traducción, prólogo y notas de

Jorge Eduardo Rivera. Edición electrónica de www.philosophia.cl /

Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

12. SARTRE, J. El Ser y la Nada, traducción de J. Lebasí. Edición digital

basada en en la primera versión española, con prólogo exegético y

critico del traductor, profesorbM. A. Vitasoro (J. P. Sartre, El ser y la

nada, 3 vols., Iberoamericana, Buenos Aires, 19461, 2ª ed., 1954).

13. FATHY, S. D'ailleurs Derrida. Paris: Gloria Films, 2000.