diálogo platónico contemporáneo

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1 Diálogo "platónico" contemporáneo EN RELACIÓN A LOS EPISODIOS PRECEDENTES: Sócrates y un extranjero, sentados confortablemente en sus divanes, comiendo keftedes y bajo el suave sonido de un quejumbroso rebétiko, conversan sobre idiomas. Sócrates intenta convencer a su amigo de que aprenda griego. EXTRANJERO: No puedo comprender, Sócrates, esta insistencia tuya para que aprenda, como sea, griego. ¿Creés que tengo tiempo para el griego, con tantas ocupaciones? SÓCRATES: ¡Esa es buena! Tenés tiempo para ver televisión cuatro horas por día y no podés dedicarle dos o tres horas a la semana a aprender griego... EXTRANJERO: ¡Y aunque se las dedicara! Decime, sin embargo: ¿Qué voy a hacer con el griego? ¿Qué voy a hacer con un idioma que lo hablan sólo diez millones de personas? SÓCRATES: ¡Bien! Entonces aprendé chino, que lo habla un billón de personas. EXTRANJERO: ¡Estás bromeando, por supuesto! SÓCRATES: Ergo, el criterio no es cuantitativo. EXTRANJERO: Tenés razón. Seguramente, no. Sólo -cómo decirte- la idea de aprender griego me da pánico. SÓCRATES: ¿Por qué, niño? ¡Te tenía como un chico valiente!

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Stilianos Jortis

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Page 1: Diálogo Platónico Contemporáneo

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Diálogo "platónico" contemporáneo

EN RELACIÓN A LOS

EPISODIOS

PRECEDENTES: Sócrates y

un extranjero, sentados

confortablemente en sus

divanes, comiendo keftedes y

bajo el suave sonido de un

quejumbroso rebétiko,

conversan sobre idiomas.

Sócrates intenta convencer a

su amigo de que aprenda griego.

EXTRANJERO: No puedo

comprender, Sócrates, esta

insistencia tuya para que aprenda, como sea, griego. ¿Creés que tengo tiempo para el griego, con tantas ocupaciones?

SÓCRATES: ¡Esa es buena! Tenés tiempo para ver televisión cuatro

horas por día y no podés dedicarle dos o tres horas a la semana a aprender griego...

EXTRANJERO: ¡Y aunque se las dedicara! Decime, sin embargo: ¿Qué

voy a hacer con el griego? ¿Qué voy a hacer con un idioma que lo hablan sólo diez millones de personas?

SÓCRATES: ¡Bien! Entonces aprendé chino, que lo habla un billón de personas.

EXTRANJERO: ¡Estás bromeando, por supuesto!

SÓCRATES: Ergo, el criterio no es cuantitativo.

EXTRANJERO: Tenés razón. Seguramente, no. Sólo -cómo decirte- la idea de aprender griego me da pánico.

SÓCRATES: ¿Por qué, niño? ¡Te tenía como un chico valiente!

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EXTRANJERO: Cortala con el chiste, Sócrates. Sabés qué quiero decir.

Tienen ustedes, muchacho, una lengua muy difícil. El griego no es un

idioma, es un trabalenguas. Tienen conjugaciones, declinaciones,

formas verbales, no tienen infinitivo, colocan siempre terminaciones verbales, forman palabras compuestas largas, tienen casos....

SÓCRATES: Por lo pronto, no tenemos más dativo, ¡si eso te consuela!

EXTRANJERO: ¡Haberlo dicho antes! ¡Corro al primer instituto!

SÓCRATES: En serio, ahora. ¿No has encontrado dificultades en

ninguno de los idiomas que has aprendido? ¿Aprendiste fácilmente los phrasal verbs en inglés y el accord du participe en francés, por ejemplo?

EXTRANJERO: No; es verdad que se me hizo muy difícil y todavía me equivoco.

SÓCRATES: ¿Ves entonces? No hablamos de grado de dificultad, sino de

tipo de dificultad. Y desde este punto de vista, todos los idiomas son

difíciles.

EXTRANJERO: De acuerdo, pero además, el griego -¿cómo decirte?- no

es exactamente un idioma útil. ¿A qué lugar del mundo vas a ir hoy a hablar griego?

SÓCRATES: Si ese es tu criterio,

entonces no hablás, esencialmente,

de utilidad, sino de uso, de

utilitarismo, porque yo considero

útil a algo que exalte mi

intelecto, algo que me haga

mejor. Desde este punto de

vista, el aprendizaje de un

idioma no se destina sólo a

cubrir algunas necesidades de

comunicación efímeras, sino que es también un ejercicio de la mente;

cuánto más cuando se trata de un idioma como el griego, cuyos primeros

monumentos literarios se remontan a las epopeyas de Homero. Aún

aquello que llamamos alguna vez griego moderno, es, en realidad, un

proceso que comenzó hace 20 siglos. El griego es uno de los pocos

ejemplos de idiomas con continuidad inquebrantable por milenios y con

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monumentos escritos que constituyen todavía hoy objeto de admiración.

Es típico que, todavía hoy, un griego que lee las epopeyas de Homero, las

tragedias de Sófocles y de Esquilo, los poemas de Safo, los mitos de

Esopo, los textos de la Sagrada Escritura, pueda no entender todo, pero

reconoce en ellos palabras y oraciones completas que utiliza todavía hoy en su lengua viva, ¡después de tantos y tantos siglos!

EXTRANJERO: Todo esto es realmente sorprendente, Sócrates. Sin

embargo, todos los idiomas esconden en su interior cultura. No tiene el

monopolio el griego.

SÓCRATES: No alego lo contrario. Con esto que decís, sin embargo,

acordarás que esencialmente no existen idiomas útiles ni inútiles, puesto

que todos son portadores de cultura. En consecuencia, ninguna lengua

puede juzgarse arbitrariamente inferior y de menor valor para ser aprendida que las otras.

EXTRANJERO: Está bien, me convenciste que todas las lenguas tienen

el mismo valor y que ninguna es inferior a otra. No vas a convencerme,

sin embargo, de por qué debo estudiar griego y no otro idioma "pequeño".

SÓCRATES: Por empezar, porque utilizás elementos del griego diariamente cuando hablás tu propio idioma.

EXTRANJERO: ¡Hablo griego y no lo sabía! ¡Y yo que creía que el griego era útil sólo en la creación de terminología científica!

SÓCRATES: ¡Entonces palabras

como iglesia, teatro, música,

tipo, problema, fenómeno,

fotografía y tantas otras, son

palabras de terminología

científica! ¡Andá a decirle al

almacenero de la esquina,

porque no sabe, el pobre, y las usa todos los días!

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EXTRANJERO: ¡Otra vez con tus

chistes! En todo caso, esas palabras son

pocas.

SÓCRATES: Muchas más de las que vos

creés. Y, además, ¿cuántas palabras se

forman todos los días en todos los

idiomas con las preposiciones anti-, an, talaso-, zoo-, bio-, etcétera?

EXTRANJERO: Son muchas,

realmente... Pero a estas palabras las

aprendo en mi propio idioma. ¿Por qué debería pasar primero por el griego?

SÓCRATES: Porque el principio de la

ciencia es el conocimiento de las palabras.

EXTRANJERO: ¿Qué querés decir?

SÓCRATES: Quiero decir que si no te

deleitas con el origen de cada palabra, nunca vas a volverte conocedor de

tu idioma. Este conocimiento va a hacer que comprendas mejor el mundo mismo que te rodea. Mi idioma es mi mundo, decía Wittgenstein.

EXTRANJERO: Sea como sea, para mí el idioma es, por lo general, un medio de comunicación y no objeto de estudio.

SÓCRATES: Ya que hablaste de medio de comunicación: ¿recordás

cuántas veces has venido a Grecia a disfrutar nuestro sol, nuestro mar, e

intentaste comunicarte con las personas comunes? ¿Cuántas veces lo lograste?

EXTRANJERO: ¿A eso llamás comunicación? ¡Como los simios nos entendíamos!

SÓCRATES: Exactamente. ¿Cómo querés comprender a nuestro pueblo,

sus especificidades, sus virtudes pero también sus defectos, si no hablás

con las personas comunes que viven en este lugar, si no leés su literatura,

si no escuchás las letras de sus canciones, si no compartís sus alegrías y

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sus tristezas? Me decís bastante frecuentemente que nosotros los griegos somos curiosos, que somos de esta manera, de esta otra manera...

EXTRANJERO: Es cierto que yo también siempre quise conocerlos de primera mano y no escuchar lo que me dice uno u otro.

SÓCRATES: ¿Entonces?

EXTRANJERO: ¿Cuándo comienzan las inscripciones?

(¡Como siempre, al final, gana Sócrates!)

Stilianós Jortis

Traducción: Constanza Bosch Alessio