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Universidad Nacional de Colombia · Bogotá [ 153 ] · n° 20 · 2006 · issn 0120-3045 · páginas 153-176 Identidad, patrimonio y arqueología. Las dificultades de su interrelación en la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy, noroeste argentino Identity, patrimony and archaeology. e difficulties of its interrelationship in Quebrada de la Cueva, Provincia of Jujuy, northwest Argentina Susana Teresa Basílico Universidad de Buenos Aires · Argentina Pontificia Universidad Católica Argentina · Argentina Paola Silvia Ramundo Pontificia Universidad Católica Argentina · Argentina * [email protected] ** [email protected] * **

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  • Universidad Nacional de Colombia Bogot [ 153 ]

    n 20 2006 issn 0120-3045 pginas 153-176

    Identidad, patrimonio y arqueologa. Las dificultades de su interrelacin

    en la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy, noroeste argentino

    Identity, patrimony and archaeology. e diculties of its interrelationship in Quebrada de la Cueva,

    Provincia of Jujuy, northwest Argentina

    Susana Teresa Baslico

    Universidad de Buenos Aires Argentina

    Pontificia Universidad Catlica Argentina Argentina

    Paola Silvia RamundoPontificia Universidad Catlica Argentina Argentina

    * [email protected]

    ** [email protected]

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  • Departamento de Antropologa Facultad de Ciencias Humanas[ 154 ]

    Susana Baslico & Paola Ramundo Identidad, patrimonio y arqueologa

    Resumen

    En este artculo se analizan los diversos factores y dificultades que inciden en

    la conformacin de la identidad tnica de comunidades aborgenes que

    habitan la Quebrada de la Cueva en la provincia de Jujuy, noroeste ar-

    gentino; as como tambin estudiamos el carcter dinmico y cambiante

    de dicha identidad, mediante un anlisis socio-histrico de la situacin.

    Se profundiza en la importancia del rol social de la arqueologa y la pro-

    teccin del patrimonio arqueolgico argentino en dicha conformacin.

    Estas apreciaciones se obtuvieron como consecuencia de aos de in-

    vestigacin arqueolgica-histrica-antropolgica en el sector,

    que nos permiten presentar, finalmente, algunos posibles linea-

    mientos a seguir para contribuir, desde nuestras disciplinas, a la

    conformacin y consolidacin de dicha identidad tnica.

    Palabras clave: patrimonio, arqueologa,

    identidad, comunidades aborgenes.

    Abstract

    This article analyzes diverses factors and difficulties that affect the confor-

    mation of the Ethnic Identity of native communities that inhabit the

    Quebrada de la Cueva, Province of Jujuy, in Northwest Argentina;

    as well as we studied the dynamic and changing character of this

    Identity, through an social-historical analysis of the situation. We stu-

    dies the importance of the social roll of Archaeology and the protection

    of the Argentine Archaeological Patrimony for this conformation.

    These appreciations were obtained as a result of years of archaeological-his-

    torical-anthropological investigation in the sector; that they allow us to

    present finally, some possible lines to follow to contribute, from our dis-

    ciplines, to the conformation and consolidation of this Ethnic Identity.

    Keywords: patrimony, archaeology, identity, native communities.

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    Introduccin

    En el imaginario social, la tarea del arquelogo se vislumbra como una fantstica aventura plagada de tesoros por descubrir y descu-biertos, pero no se consideran los pormenores de una tarea que, adems del esfuerzo fsico que implica trabajar generalmente en ambien-tes adversos, en ocasiones tambin discurre por una delgada lnea roja entre cuestiones legales y confusos aspectos de la identidad tnica.

    Nuestra experiencia como arquelogas formadas en los campos de la Historia y la Antropologa en la Quebrada de la Cueva, departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy, noroeste argentino (ver Figura 1), nos ha permitido apreciar cmo esta idea antropolgica de la identidad tnica, en-tendida como elemento dinmico, cambiante en la historia y condicionada por factores de diversa ndole, se evidencia en una realidad empricamente observable. En este sentido, algunos autores han destacado que en la litera-tura existen muchos ejemplos de identidad mltiple, que contienen una variedad de aliaciones diferentes de individuos con otros tipos de agru-paciones tales como: gnero, regin, clase, religin. Tambin se pueden constatar los diversos cambios de identicacin entre diferentes etnias o categoras tnicas. Al mismo tiempo han recalcado que los estudiosos del tema frecuentemente marcan la maleabilidad de la identidad tnica, su di-namismo con respecto a otros tipos de identidad social, y la capacidad de la gente de asumir identidades diversas en situaciones diferentes. Por todo ello es necesario aclarar que la identidad tnica se reere al nivel de identica-cin individual con una colectividad culturalmente denida, el sentimiento de parte del individuo de que l o ella pertenece a una comunidad cul-tural. Asimismo, origen tnico se reere a un sentimiento ancestral y nativo por parte del individuo a travs de sus padres y abuelos; aunque el concep-to tambin puede tener una dimensin colectiva incluso ms problemtica rerindose a los grupos culturales (usualmente diversos) y orgenes migra-torios de las etnias (Hutchinson y Smith, 1996: 5-7).

    Aunque nosotras pensamos que el concepto puede abarcar ms di-mensiones al considerar que la identidad tnica es el resultado de procesos histricos especcos que dotan al grupo de un pasado comn y de una serie de formas de relacin y cdigos de comunicacin que sirven de fundamento para la persistencia de su identidad tnica (Bonl Batalla, 1992). Algo que profundiza Jones, ya que el concepto de identidad tnica lo entiende como ese aspecto de la auto conceptualizacin de un individuo que resulta de su

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    identicacin con un grupo ms amplio, en oposicin a otros sobre la base de una diferenciacin cultural percibida y/o descendencia comn (Jones, 1997). En este sentido, como se ver ms adelante, consideramos el pasado de las sociedades, y consecuentemente su estudio a travs de la arqueologa y la historia, como uno de los elementos fundamentales para la estructuracin social de la identidad tnica (siguiendo a Friedman, 1992). As, entendemos que se deben estimular los procesos identitarios basados en el registro ar-queolgico, porque como aclara Londoo (2003) esto constituye la nica garanta de que dicho registro se vuelva patrimonio, en el sentido de pertenencia, a una comunidad. Por lo tanto, entendemos que debemos crear conciencia entre los investigadores (arquelogos, antroplogos e historiado-res) y la comunidad misma, de que nuestros resultados pueden incidir, y de hecho inciden, en el desarrollo cotidiano de las comunidades primigenias.

    En nuestra propuesta, consideramos que la puesta en valor de sitios y/o yacimientos arqueolgicos a travs de proyectos de conservacin y res-tauracin, al igual que la construccin de museos locales, coadyuvar a la consecucin de este objetivo. Sabemos tambin que este tipo de iniciativas son positivas en la medida en que generan circuitos econmicos que pueden favorecer a las comunidades locales, generando adems un espritu de re-valorizacin cultural dentro de stas. Sin embargo, numerosas experiencias muestran que no existe una adecuada gestin; el impacto del turismo pue-de ocasionar consecuencias negativas sobre las regiones y las comunidades locales, entre las cuales la prdida de la identidad tnica es una de las ms importantes. De ah que la coordinacin constante y el dilogo horizontal entre las comunidades y los proyectos tanto de investigacin como de desa-rrollo, deben ser los que primen en todas sus etapas de desarrollo (Carriles, 2003: 352). Este es y ser nuestro desafo en calidad de cientcos socia-les que nos proponemos de aqu en adelante, mediante la implementacin del proyecto que lneas ms abajo detallaremos.

    Estado de la cuestin y metodologa

    Los trabajos arqueolgicos en la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy, noroeste de Argentina, se iniciaron a comienzos del siglo XX, cuando dos investigadores extranjeros Boman (1908) y Von Rosen (1924) reco-rren esta zona, y el noroeste en su conjunto va cobrando fuerza como rea de investigacin arqueolgica en el pas, consecuencia de los innumera-bles viajes o expediciones (la mayora liderados por extranjeros y otros por

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    universidades nacionales), que por estos tiempos comienzan a desarrollarse1.Estos investigadores, reforzaron los vnculos entre la disciplina y sus histo-rias nacionales, y se prest ms atencin a la distribucin geogrca de tipos y conjuntos de artefactos, tratando de asociar stos con grupos histricos.

    Algunos arquelogos, como Fernndez (1982), calicaron este momento de nuestra arqueologa como anticuario, precursor y no romntico. Pero ms all de estas caractersticas, destacamos que se llevaron a cabo excavaciones ms sistematizadas, aun desconociendo la importancia de la estratigrafa; se produjo el acopio de materiales para grandes museos; se abandon la exca-vacin en paraderos al aire libre, en basureros, etc., y prolifer la excavacin selectiva de tumbas y habitaciones (Ramundo, 2005, 2006).

    Durante el segundo cuarto del siglo XX, Casanova trabaj en la Quebrada de la Cueva (Casanova, 1933, 1934), bajo el enfoque propio de una pionera ar-queologa nacional. Arqueologa argentina que desde el punto de vista terico postul el antievolucionismo, se preocup por explicar los cambios en el re-gistro arqueolgico por contacto o difusin, dejando de lado cambios de naturaleza intrnseca. Se abus del concepto de marginalidad cultural, con-cibiendo a la cultura como una entidad abstracta, conformada por conjuntos de rasgos que acompaan a los grupos, analizando los hechos de la histo-ria social americana a la luz de los acontecimientos europeos, considerando como sinnimo industria-cultura, y no teniendo en cuenta qu discutan los arquelogos estadounidenses y franceses en esos momentos. Desde lo tcni-co, se enfoc en el trabajo en sitios de supercie como unidad de muestreo. Metodolgicamente se atendi a la arqueologa de sitio, y no a la regional que primar aos ms tarde, se actu de manera inductiva; ignoraron la variabilidad del registro arqueolgico, algo que ser foco de estudio en dca-das posteriores, y en muchos casos prescindieron de los fechados absolutos (Ramundo 2005, 2006). Esta arqueologa nacional pionera, como podemos apreciar, no se hallaba cercana a los lineamientos actuales de la disciplina, que reclaman un mayor rol social del arquelogo, en tanto cientco social.

    1 Entre ellas la Misin Cientca Sueca de 1901, dirigida por el barn Erland Nordenskild (cuyos resultados se publican en Nordenskild [1903 a y b]), y la Misin Cientca Francesa a la Amrica del Sur de 1903, dirigida por los seores conde G. de Crqui Montfort y E. Snchal de la Grange, en la que participara Boman (resumiendo los resultados de esta expedicin en Boman [1908]). Se suman a esto tres expediciones a los valles Calchaques, entre las que destacamos durante el ao 1906, la primera expedicin de la Facultad de Filosofa y Letras a La Paya, provincia de Salta, dirigida por Juan B. Ambrosetti (Ambrosetti, 1894 a y b, 1903).

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    Susana Baslico & Paola Ramundo Identidad, patrimonio y arqueologa

    A pesar de las investigaciones iniciales en el sector, durante posteriores etapas de la disciplina la regin en estudio no fue abordada en los momen-tos de crisis y cambios dentro de la misma a mediados del siglo XX, as como tampoco en instancias posteriores, cuando la arqueologa nacional co-mienza a consolidarse como disciplina cientca desde los aos sesenta en adelante, mediante cambios en sus objetivos, teora y metodologa cuando se cuestion hasta su ubicacin dentro de las ramas de la ciencia (Ramundo, 2005, 2006). Ser varios aos ms tarde, cuando una de nosotras retome los estudios en dicha regin (Baslico 1992, 1994, 1998), bajo un enfoque moder-no y regional de la arqueologa nacional, y por supuesto intentando combinar la disciplina con el mencionado rol social. Considerando la importancia que tiene el trabajo arqueolgico interrelacionado con los intereses, deseos y necesidades de los actuales pobladores del sector, muchos de los cuales se reconocen herederos directos de ese pasado que buscamos estudiar. En este sentido, destacamos que innumerables estudios a nivel mundial (por ejemplo los trabajos citados en la compilacin de Layton [1989]) reconocen el valor que conlleva la participacin de las comunidades indgenas en pro-yectos arqueolgicos, para resolver mltiples aspectos de las problemticas a abordar (por ejemplo en cuestiones identitarias). Dado que se compren-de que Archaeologist are not the only people with a genuine interest in the past (Layton, 1989: 18), y la visin de los otros culturales debe ser nece-sariamente considerada en las investigaciones, para obtener resultados ms completos y multi-vocales acerca del pasado.

    Metodolgicamente, nosotras entendemos que el legado material de las sociedades del pasado es la materia prima para el trabajo de arquelogos, historiadores y muselogos, entre otros profesionales. Si este legado material se encuentra en zonas geogrcas con remanentes de poblaciones originales: cul debera ser el rol social de los arquelogos especialmente? Nos parece que es aqu donde los arquelogos estn llamados a dar un aporte sustantivo dentro de su labor profesional, pues son ellos quienes trabajan con esa materia pri-ma y la recrean; por tanto su misin natural es entregarla al gran pblico con simplicidad y rigor cientco: la prctica arqueolgica est en el pasado para el pasado y en el uso de ese pasado aqu en el presente (Bravo, 2003: 290).

    Esta nueva tendencia social en la arqueologa argentina, se enmarca en los desarrollos mundiales recientes de la disciplina porque ...en las ltimas dcadas, antroplogos de diversos pases y tendencias tratan de construir un conocimiento que revierta a los pueblos colonizados, priorizando los estudios

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    sobre la supervivencia y las luchas de liberacin, en un intento por devolver a los indgenas y a otros pueblos estudiados la parte de conocimiento que pue-da serles til (Narvaja y Pinotti, 2001: 79). Pero tambin debemos reconocer que en el campo de la arqueologa, ... a pesar de una relacin cada vez ms importante entre arquelogos y comunidades locales, la arqueologa aca-dmica falla en proporcionar los estmulos adecuados que le posibiliten un vnculo ms dinmico con el pblico general. Para revertir esta realidad, se requiere de soluciones estructurales que partan de la base terica de la praxisarqueolgica y permitan generar un dilogo recproco entre arqueologa y pblico interesado, principalmente las comunidades indgenas, cuyo pasado y patrimonio cultural son estudiados por los proyectos de investigacin ar-queolgica (Carriles, 2003: 347).

    Por esta razn, en este intento de desarrollar un mayor rol social de la arqueologa, que pases como Chile y Bolivia (Ayala et al., 2003; Carriles, 2003; Nielsen et al., 2003) hace tiempo comenzaron a considerar y traba-jar, Baslico rma, en el ao 2002, un convenio colectivo entre el arquelogo y las comunidades locales autodenidas como aborgenes (los rmantes de este convenio fueron los representantes de las comunidades aborgenes de Casillas, Pueblo Viejo y La Cueva, aunque el delegado de Iturbe no partici-p en la rma del mismo), donde las partes se comprometieron a colaborar mutuamente. Los arquelogos brindando el asesoramiento tcnico en los trabajos de campo y en dar a conocer tanto a nivel local como nacional la historia de los habitantes de la regin, y las comunidades colaborando en las tareas con mano de obra.

    En esta primera oportunidad se acord adems la posibilidad de crear un museo de sitio y que las organizaciones aborgenes locales custodiaran las riquezas arqueolgicas, paleontolgicas y ambientales del rea. La reunin para este acuerdo se efectu en la localidad de Casillas y all se dirigieron y participaron de la misma los dirigentes de Pueblo Viejo, El Chorro o Morado y La Cueva (ver Figura 1).

    No fue una tarea fcil llegar a la rma de este primer convenio con las comunidades de la Quebrada de La Cueva. Las autoridades correspondientes de la provincia de Jujuy no participaron en la rma del mismo debido a los graves problemas polticos y sociales que estaban sobrellevando y que consi-deraban ms urgentes.

    Para llevar a cabo nuestro objetivo realizamos dos encuentros con los dirigentes aborgenes de la zona. En el primero pudimos conocer a los

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    representantes de Casillas, Pueblo Viejo y La Cueva2 y explicarles los motivos de nuestra investigacin. En este momento acordamos que ellos se haran cargo de comunicar y congregar a todos los delegados en una prxima re-unin. En el segundo encuentro rmamos un acta de intencin con todos los delegados, en la que constan los aportes que cada parte debera realizar en el trabajo conjunto.

    Con esta orientacin, un nuevo proyecto elaborado y aprobado en el 2006, con vigencia hasta el 2008, adems de sus mltiples objetivos se pro-puso ...con la participacin activa de la comunidad local, la realizacin de un museo de sitio con la nalidad de revertir y transferir a la sociedad los resultados de la tarea de investigacin realizada para comprender la forma de vida, actividades y espiritualidad de los antepasados que habitaron el rea3. Y, por supuesto, este propsito slo poda lograrse realizando un nue-vo convenio entre las comunidades locales y los arquelogos, con el objeto de rearmar aquello acordado en el ao 2002.

    La campaa efectuada en octubre del 2006, entre las variadas tareas que involucr incluy la realizacin de una nueva reunin, esta vez en la co-munidad del El Chorro o Morado, de la que participaron los delegados de las comunidades de La Cueva, El Chorro y Pueblo Viejo (ver Figura 1). Sin em-bargo, en esta oportunidad no se cont con la presencia de las comunidades de Casillas (debido a un problema de propiedad territorial que se explicar ms adelante) e Iturbe (por causas que desconocemos, a pesar de que estaban informados de la celebracin del convenio), que por el hecho de formar par-te todos de la Quebrada de la Cueva, que abarca el proyecto, deberan haber participado de la reunin y la rma del convenio.

    Debemos tener presente que el rea involucrada en nuestro proyec-to de investigacin forma parte de la Quebrada de Humahuaca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el ao 2003; fenmeno que ha provocado la auencia masiva de turistas a la mencionada Quebrada de Humahuaca, y consecuentemente un crecimiento econmico de la regin. De all tambin nuestro inters por desarrollar el estudio y gestin de los

    2 Firmamos actas con cada uno de los dirigentes de estas localidades.

    3 Proyecto de investigacin: Aportes al estudio del patrn de instalacin humana prehispnica en la cuenca de la Quebrada de La Cueva (departamento de Humahuaca, Jujuy). 2006-2008. Universidad Catlica Argentina. Facultad de Filosofa y Letras. Instituto de Historia Argentina y Americana. Proyecto de la Dra. Baslico, presentado y aprobado por dicha Universidad.

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    aspectos arqueolgicos patrimoniales de la Quebrada de la Cueva; generan-do consecuentemente, a mediano y largo plazo, otro tipo de ingresos para los pobladores del sector; pero teniendo en cuenta que en esta creciente in-dustria turstica, debemos proteger y conservar los recursos tanto naturales como culturales, y apelar a la conciencia de los que eventualmente organicen los tours en un futuro, y atendiendo personalmente, como cientcos socia-les, a la formacin de los futuros guas de turismo locales.

    En la campaa arqueolgica de octubre de 2006, se rearm el conve-nio con las nuevas autoridades de las comunidades aborgenes, y contamos con la presencia de un representante de la Secretara de Turismo y Cultura de la Provincia de Jujuy, el licenciado Humberto Mamani, para darle el marco institucional y legal correspondiente a lo acordado, y lograr una participa-cin ms generalizada.

    Durante el encuentro se plante un proyecto que incluye la elabora-cin, dentro del Pukara de la Cueva (ubicado sobre la margen derecha de la Quebrada de La Cueva, cerca de la conuencia del arroyo Pucar y el ro La Cueva, a 3.500 m.s.n.m. y a 6,5 km aproximadamente de Iturbe, desde don-de se domina el espacio circundante), de un circuito turstico con diversas instancias, como el trazado de sendas que visualicen las zonas de saqueo (huaqueo), otras que muestren los recintos excavados por el arquelogo (una vez que el proyecto se cumpla); la sealizacin del camino del Inca que lle-ga hasta el sitio arqueolgico; y los corrales incaicos que se conservan. Este proyecto, puede entenderse dentro de un contexto socio-histrico ms gene-ral, que evidencia el inters creciente por nuevas formas de turismo: turismo cultural, cientco, mstico, receptivo, rural, vivencial, ecoturismo y turismo

    de aventura, donde ciertos sectores de la poblacin buscan ...acceder a ex-periencias directas de un mundo natural y cultural diverso y prstino que pareciera desvanecerse ante el avance de la modernidad. Estas actividades, que estn experimentando un rpido crecimiento en el rea andina, cone-ren al patrimonio cultural arqueolgico un nuevo valor econmico potencial. Frente al marcado aumento de las desigualdades sociales que caracteriza a esta poca, muchas comunidades indgenas que invariablemente forman parte de los sectores crecientemente marginados ponen expectativas en utilizar su patrimonio arqueolgico y cultural general para revertir esta si-tuacin de exclusin, reclamando sus derechos a participar de los benecios econmicos del turismo (Nielsen et al., 2003: 370).

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    Susana Baslico & Paola Ramundo Identidad, patrimonio y arqueologa

    Para comprender la importancia y potencialidad del sitio arqueolgico en estudio, diremos que en el Pucar de la Cueva se conservan restos de pircas muy destruidas, ubicadas hacia el norte y noroeste que, segn Casanova (1933), seran murallas que protegan la entrada del Pucar por ese sector. En la cs-pide nos encontramos con un conjunto habitacional, parcialmente removido, cuyo tipo de asentamiento podemos clasicar como conglomerado con defen-sas (Madrazo y Otonello, 1966). Las estructuras en su mayora son de planta rectangular, con ngulos redondeados algunas y otras con ngulos rectos (di-mensiones promedio: 2 x 4m.), mientras que otras poseen planta cuadrangular (dimensiones promedio: 2 x 2m.). Los muros estn hechos con una tcnica co-nocida como pirca seca, su ancho oscila entre 0,40 m y 0,55 m, y en la mayora la conservacin es mala. Casanova calcul en ms de 50 la cantidad de estruc-turas en este Pucar, sin mencionar la supercie total que ocupan.

    En la supercie del sitio se encuentra diseminado, especialmente en las laderas sur y sudoeste, gran cantidad de fragmentos cermicos, ordina-rios y pintados en negro sobre rojo (Baslica, 1992: 111). En las excavaciones realizadas por Casanova aparecieron entierros, principalmente en las esqui-nas de las habitaciones, los restos rescatados no son muy abundantes y estn conformados por azadas lticas, manos de moler, una conana, varios frag-mentos de tejido, un fragmento de puco sin decoracin, otro con diseo de lneas negras entrecruzadas, formando un reticulado oblicuo sobre engobe rojo, dos vasos ornitomorfos decorados con lneas negras y blancas alterna-das sobre engobe rojo.

    En las recientes excavaciones del 2006, efectuadas en el ngulo noroes-te interno de una estructura habitacional ubicada en el sector occidental que mira hacia el rea de los corrales incaicos, hemos recuperado fragmentos de vasijas, ocre, un fragmento de instrumento musical en hueso y fragmentos de tiles lticos agrcolas.

    En la reunin del ao 2006, mencionada en prrafos anteriores, Martn Garzn, presidente de la comunidad aborigen de La Cueva y El Chorro, co-ment acerca de la existencia de un proyecto (aprobado por el gobierno nacional y provincial) con un neto y claro enfoque turstico, que acorda-mos conjuntamente se podra unir al nuestro; y se rearm la necesidad de una contraprestacin de ambas partes, entre mano de obra y asesoramiento tcnico arqueolgico. Para que de este modo, se produzca una apropiacin verdadera de los resultados obtenidos en la investigacin por parte de las co-munidades y disminuyan las posibles diferencias que eventualmente puedan

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    surgir entre necesidades locales y objetivos cientcos. Objetivos que inclu-yen la puesta en valor de este sitio arqueolgico de la Quebrada de la Cueva, que implicar posiblemente entre otras tareas la construccin de pasa-relas y miradores, para evitar el ingreso del pblico a los distintos recintos. Adems ser necesaria la formacin, por parte nuestra, de los futuros guas locales, para que se transformen en verdaderos expertos del sitio arqueolgi-co, contando con informacin disciplinar actualizada, y tambin formando a la comunidad en general (mediante una hbil popularizacin, como por ejemplo a travs de libros, exposiciones y programas mediticos sobre yaci-mientos y museos), para administrar de manera eciente, no slo en materia de gestin, sino tambin en contabilidad, y podamos cristalizar en conjunto la idea de este yacimiento arqueolgico en un emprendimiento cultural re-dituable a travs de los aos. Esto tambin implicar el necesario traspaso de informacin plena (y en el mejor de los casos la capacitacin) a todos los posibles tours de la regin que se quieran involucrar completamente, de ma-nera consciente y respetuosa con el pasado.

    Durante el desarrollo de la reunin se volc todo lo conversado en el Libro de Actas que la comunidad posee para tales cuestiones, la que fue r-mada por todos los presentes. El presidente de la comunidad aborigen local, Martn Garzn, se comprometi a darnos una copia del acta en cuestin que hasta el presente no hemos recibido4.

    Resultados

    Hasta aqu hemos narrado lo acontecido en las investigaciones prece-dentes y recientes en el rea de estudio, pero no abordamos la idea expuesta en la introduccin acerca de una identidad tnica entendida como elemen-to dinmico, cambiante en la historia y condicionado por factores diversos (Giorgis, 1994: 109) y menos an cmo esto se evidenci en nuestro trabajo en la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy (ver Figura 1).

    4 Intentamos por todos los medios posibles, antes de dejar el rea de trabajo, comunicarnos directamente con Martn Garzn para que nos entregara una copia del acta rmada en la reunin realizada en El Chorro, ya sea por e-mail, telfono o a travs de otras personas que lo conocen. No fue posible ubicarlo en su casa de la localidad de Iturbe, en otra vivienda que posee en Pueblo Viejo ni en el Hospital de Humahuaca, donde realiza parte de sus tareas como agente sanitario. Hasta la fecha no hemos recibido la copia del acta rmada en la reunin celebrada con las comunidades aborgenes el da 26 de octubre de 2006, en el saln parroquial de la iglesia de El Chorro, en la Quebrada de La Cueva.

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    Susana Baslico & Paola Ramundo Identidad, patrimonio y arqueologa

    Algunas investigaciones previas en la regin de la Puna jujea y la Quebrada de Humahuaca (Argaaraz, 1998: 135) ya haban observado en los pobladores de esta zona, que el nacimiento de un inters por la recuperacin de la identidad indgena, se ha ido incrementando considerablemente con los aos. Ya que, como nos aclaran Nielsen et al., (2003: 369), el ...resurgimien-to (paradjico) de las identidades tnicas [...] acompaa al debilitamiento de los estados nacionales en la era de la globalizacin. Regionalmente, esto se maniesta en los movimientos de reivindicacin de los pueblos originarios en pases como Argentina y Chile, que desde el siglo XIX negaron su carc-ter multicultural en especial sus races indgenas como premisa para su constitucin en estados-nacin.

    Por lo tanto, partiendo de la idea que desconocer las particularidades de la identidad de la sociedad con la que se trabaja, puede conducir al fraca-so de un proyecto, decidimos analizar las caractersticas de dicha identidad. Elemento que podra denirse por un conjunto de cualidades y caracters-ticas compartidas con otras cosas o seres, el cual dene a la cosa o ser como perteneciente al grupo que posee esas cualidades y caractersticas espec-cas y no a otro que carezca de ellas. Identidad es, entonces, un concepto ligado ntimamente a un juego de pertenencia y diferenciacin (Argaaraz, 1998: 137). Pero como aclara la misma autora, lo mismo que otros investiga-dores (Gundermann, 1995), dicha identidad transita por caminos cada vez ms complicados, azarosos y obstaculizados por muchas controversias, ...y que conducen en muchos casos, a la alienacin, sugestivamente, en un siglo en que el avance de los medios de comunicacin ha adquirido dimensiones antes insospechadas (Argaaraz, 1998: 137).

    En este sentido, y a partir de nuestras investigaciones en la regin, con-sideramos que la identidad tnica de los pobladores de la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy, ha sido un elemento dinmico y cambiante por varios factores.

    Remontndonos a las instancias iniciales, en momentos de la rma del primer convenio (ao 2002), pensbamos que se efectuara una reunin general donde participaran todos los delegados aborgenes, pero no fue as. Debimos reunirnos en primera instancia con los delegados de Casillas, luego con los de Pueblo Viejo y ms tarde con los de La Cueva. Esta actitud nos indic la exis-tencia de diferencias entre las distintas localidades. Incluso los representantes aborgenes de Casillas, en la misma reunin, decidieron no autorizar al dele-gado municipal de Iturbe para extraer lea de ese paraje dada la escasez de la

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    misma en toda el rea. Esto nos lleva a plantear que es factible la existencia de conictos entre las distintas agrupaciones tnicas y tambin el enfrentamiento con la autoridad poltica local por el uso de los recursos locales, especial-mente de aquellos que son considerados escasos. Por esto tambin queremos aclarar que el delegado municipal de Iturbe no particip de la reunin de la rma del convenio porque, segn les comunic a los dirigentes aborgenes, no quera saber nada con arquelogos; ante esta manifestacin contestaron que es mejor as, nosotros no queremos saber nada con polticos.

    Las desigualdades econmicas, culturales y la falta de acceso a servi-cios y medios de comunicacin5 pueden generar frecuentes conictos no slo entre las mismas comunidades sino tambin con las autoridades polticas (Hutchinson y Smith, 1996: 3-16).

    Posteriormente, durante los primeros das de nuestro trabajo de cam-po en el ao 2006, distintas personas (que luego participaron en la reunin a la que hicimos mencin, o bien se acercaron a ver nuestro trabajo al si-tio arqueolgico) llegaron a nosotros, en primera instancia, con una actitud hostil; y al preguntarles si les interesaba que estudiramos su pasado o la historia de sus antepasados aborgenes (adems de que contbamos con per-misos nacionales y provinciales al respecto), nos dijeron directamente que ellos no eran aborgenes, y que no tenan ningn vnculo con ese pasado. Consideramos que esta reaccin inicial bien puede responder a un viejo con-cepto que pareciera perdurar en nuestro noroeste donde se enfatiza la idea que reclamar o reconocer la identidad tnica es un acto ...denigratorio y de menoscabo... (Argaaraz, 1998: 156), o que dicha negacin es una con-secuencia de la discriminacin y los prejuicios de los que suelen ser objeto (Narvaja y Pinotti, 2001: 68), y por la cual buscan tornarse inaccesibles para reconstruir posiblemente en su vida comn, los elementos que les permitan identicarse y resistir culturalmente. No olvidemos que en este constante sincretismo cultural al que estas poblaciones aborgenes fueron y son so-metidas, la resistencia cultural es la complementacin indispensable, desde puntos de vista antropolgicos, en este tipo de situaciones.

    Esas mismas personas, das despus, se acercaron al sitio arqueolgi-co con una actitud de sincera curiosidad y respeto por nuestro trabajo, para decir que era importante recuperar la historia de su pasado; mientras otros

    5 Recin en 2002 se naliz el tendido de la red elctrica hasta Casillas. En 2006 se instal una radio en la localidad de El Chorro, cercana a La Cueva.

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    pobladores, de manera paralela, participaron activamente del encuentro y rmaron el convenio.

    Frente a este confuso panorama nos planteamos: qu es lo que lleva a estos bruscos cambios en slo cuestin de horas o das? Nos preguntamos si el inters por recuperar la historia de su pasado, que constituira otro ejem-plo de rearmacin de la identidad, sera una necesidad de rearmacin per se o la consideracin por parte de la comunidad de los benecios (b-sicamente asistenciales y econmicos6) que ese reconocimiento identitario puede traer aparejado? Y de estas preguntas (para cuya respuesta deberemos seguir estudiando el caso desde una perspectiva antropolgica, histrica y arqueolgica) surge con fuerza la tesis de que esa identidad tnica es cam-biante, y est condicionada por diversos factores, en este caso econmicos, polticos, ideolgicos, histricos, etc.

    Tambin debemos tener presente el concepto que los pobladores loca-les poseen sobre la historia de su pasado; si la preservacin y continuidad de la tradicin, que los conecta por generaciones y les otorga una identidad, se conserva en el pensamiento de los miembros del grupo (Nash, 1996: 24-28), y responde a una verdadera necesidad de recuperar la identidad (sus propios sistemas econmicos, religiosos, lingsticos, tradiciones, etc.) a travs de la conciencia histrica que les permite fundamentar la identidad tnica y su expresin poltica que es la etnicidad7 (Narvaja y Pinotti, 2001: 76) o, como dijimos lneas arriba, responde a una actitud circunstancial o coyuntural, para aprovechar los mayores benecios que el gobierno pueda brindar, y que como bien puede comprenderse producir como fruto recompensas circuns-tanciales, que evidentemente no hacen a la esencia de la recuperacin de la identidad. En este sentido, algunos autores consideran que en muchas formas la etnicidad se ha convertido en una categora residual a la que la gente recurre, cuando desean otros proyectos y lealtades (Hutchinson y Smith, 1996: 3-16).

    Siguiendo esta lnea de razonamiento, en la zona andina de nuestro pas, ...tal identidad pareciera haberse fundado casi exclusivamente sobre el criterio de pertenencia tnica. Sin embargo, no deja de sorprender que si este

    6 Como menciona Argaaraz (1998: 154), esto podra implicar la obtencin de los ttulos de propiedad de los terrenos ocupados, la exencin de impuestos y la posibilidad de acceder a lneas especiales de crdito, etc.

    7 La etnicidad es conciencia de la desigualdad, de la opresin que pretende justicarse en la diferencia: es un proyecto poltico que reclama el derecho a la diferencia y a la supresin de la desigualdad (Bonl Batalla, 1992).

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    criterio fuera el prevaleciente, muchos de los autoidenticados como indge-nas no podran ser catalogados como tales, puesto que la liacin tnica de los habitantes de la regin, tanto de los actuales como de los prehispnicos, no ha sido sucientemente determinada8 (Argaaraz, 1998: 139). Y esto se torna ms complejo porque la identidad indgena puede determinarse por nacimiento o por adscripcin (y esta ltima es la que apoya el modelo ocial argentino).

    En la investigacin realizada, nosotros desconocamos que detrs de todo existan serios problemas legales de propiedad de la tierra, princi-palmente en la comunidad de Casillas, lugar donde excavamos en primera instancia9 y donde se rescataron en el marco de un sitio arqueolgico prc-ticamente saqueado/huaqueado fragmentos de recipientes de cermica, lascas de obsidiana y slex, restos seos humanos y de animales. Aunque el problema en dicho yacimiento arqueolgico resida en que la supuesta duea de la tierra no quera que trabajramos all para evitar que estrope-ramos el terreno (El Antigal o el Antiguo)10 con nuestra tarea, generando la posibilidad de que con nuestros pozos se lastimara algn animal al pastar. Sobre este tema hay varios puntos por considerar, aclarar y analizar.

    En primer lugar, por el uso de las comillas en supuesta duea, pues la seora considera que ella es duea del terreno que arrienda a un terra-teniente que jams se present ante nosotras, a pesar de que se lo invit a participar, y que luego de indagar, supimos que se encuentra en juicio con la provincia de Jujuy, ya que reclama la propiedad de estas tierras actualmente scales (dichas tierras son scales a partir de un decreto del Expresidente de la Nacin, Juan Domingo Pern [1946-1955], cuando por mandato expropi los latifundios existentes en la regin que estudiamos, con el objeto de de-volver la tierra a sus verdaderos dueos y permiti su ocupacin de manera gratuita). Sin embargo, a pesar de que el terrateniente no ha ganado el juicio, les cobra a los pobladores el arriendo de la tierra.

    En este complicado caso de posible estafa y malos entendidos, cmo no comprender la actitud inicial de la duea de la nca, y esta prdida de la inocencia de los pobladores frente a nosotros, luego de largos aos de expo-lio de su propio pasado.

    8 Madrazo, 1989; Otonello y Lorandi, 1987; Sica y Snchez, 1990; Zanolli, 1993.

    9 Se excav el sitio conocido como El Antigito.

    10 Nombre con el que localmente se reconoce a los sitios arqueolgicos o lugares donde aparecen cosas de los antiguos.

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    En segundo lugar, aparece otro factor clave dentro de esta problemtica, que es la asimilacin de nuestro trabajo cientco al accionar de los huaque-ros o saqueadores; pues para esta seora (y muchos otros lugareos), lo que nosotros hacamos no era ms que realizar pozos en la tierra para desenterrar tesoros (posiblemente de oro, segn las leyendas populares que circulan desde antao) y enriquecernos con lo obtenido. Frente a esto se le explic que nosotras no obtenamos ningn rdito econmico con los resultados, ms que el acadmico, y que nada sera quitado. Pero ac existe otro factor importante, y fue la actitud cambiante al mencionarle que ramos cient-cas. Esa palabra lo cambi todo, sumado al hecho de que los pobladores pudieron ver cmo trabajbamos realmente, y que no ramos saqueadores de tumbas. El reconocimiento de nuestro rol como cientcas, otorg una autoridad, no pensada en el marco hostil en que nos encontrramos previa-mente, pero que no habla ms que del respeto o sumisin ancestral a un otro cultural que detenta algn tipo de poder, en este caso un poder a travs del conocimiento; o bien, como recientes estudios de divulgacin cientca reconocen, una de las fuertes imgenes del cientco, es aquella que conside-ra que ser cientcos da estatus social y que la ciencia es slo para sabios (Levin, 2006). Seguramente est en nosotras como cientcas sociales, lograr que esta imagen se modique a travs de una correcta divulgacin cient-ca, y recuperando la conanza de los locales frente a siglos de expoliacin. Como Gustavo Politis11 mencion en el XV Congreso Nacional de Arqueologa Argentina en el ao 2004, en una mesa redonda sobre la historia de la ar-queologa Argentina, Nuestro saber tiene una legitimidad que tenemos que defender, y tambin tenemos que escuchar los reclamos de los indgenas que cada vez se estn haciendo ms fuertes. Nacimos con una herencia colonial, que debemos reconocer y mitigar los defectos coloniales; y si podemos llegar a acuerdos con las asociaciones indgenas en vez de ser vistos como un brazo del colonialismo, podemos transformarnos en sus principales aliados, por-que dentro de las disciplinas que existen, nosotros podemos entender mejor el desarrollo cultural, la ideologa y la visin de estas personas. La arqueologa se debe un debate que no pasa por la confrontacin, sino por el consenso.

    Otro factor llam profundamente nuestra atencin, y fue el hecho de que personas que haban participado del convenio anterior (ao 2002), en

    11 Arquelogo y antroplogo argentino que trabaja tanto en Argentina como, dentro de la etnoarqueologa, en Colombia.

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    primera instancia, cuando nos reencontramos en el 2006, no reconocieron que haban estado en la reunin y ni que sa era su rma.

    Cmo explicar el olvido de la rma de convenios previos con tan poca distancia en el tiempo, cuando s recuerdan leyendas locales acerca de saqueadores que haban robado hace ms de 30 o 40 aos? Ante esto nos queda una posible respuesta, el resentimiento ancestral a la expropiacin sistemtica de su propio pasado, por parte de saqueadores (huaqueros) y ar-quelogos sin cdigos ticos, el constante engao al que son sometidos por personas inescrupulosas que se lucran con su historia, sumado a la falta de una correcta difusin de nuestros resultados de investigacin a la comuni-dad local, y de intereses polticos, econmicos y legales que se nos escapan de las manos, podran ayudarnos a explicar este fenmeno.

    Es importante aclarar que recin en el Art. 75. inc. 17 de la Reforma Constitucional Argentina del ao 1994, se dice que es atribucin del Congreso de la Nacin: Reconocer la preexistencia tnica y cultural de los pueblos in-dgenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educacin bilinge e intercultural; reconocer la personera jurdica de sus comunidades, y la posesin y propiedad comunitarias de las tierras que tra-dicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y sucientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas ser enajenable, transmisible ni sus-ceptible de gravmenes o embargos. Asegurar su participacin en la gestin referida a sus recursos naturales y a los dems intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones. Pero este reciente inters manifestado por el Estado argentino hacia el reconocimiento de las culturas primigenias ...de sus derechos sobre las tierras, sobre la libre expresin de su identidad y sobre el propio destino parece buscar ms la rei-vindicacin de sus polticas del pasado que la asuncin de sus reales deberes frente a aquellas (Argaaraz, 1998: 145). Sern necesarias e indispensables varias investigaciones para analizar cmo se puso en prctica esta manifes-tacin gubernamental plagada de buenos propsitos.

    Destaquemos que la poltica de nuestro pas frente a los otros cul-turales originarios fue durante varios siglos de exterminio (con campaas militares que buscaban ese objetivo), exclusin (mediante el establecimiento de fronteras), negacin, desprecio; y donde lo indgena en el mejor de los ca-sos lleg a considerarse como algo extico y de una forma compasiva.

    La expropiacin comenz con los incas, luego con los espaoles y continu durante el perodo independiente bajo formas diversas: ...los

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    ordenamientos jurdicos sobrevivientes a las revoluciones independentistas es-tablecieron como principios intangibles la libertad, la igualdad y la propiedad privada individual, con lo cual, en el mejor de los casos, convirtieron al indio en un minifundista que, debido a la poca competencia que tradicionalmente posee para diputar con los blancos en el terreno jurdico, (desconocimiento del idioma, temor reverencial, desconocimiento del ordenamiento jurdico, etc.) de a poco va perdiendo las tierras a manos de los inescrupulosos espe-culadores que los esquilman (Narvaja y Pinotti, 2001: 62).

    Se suma a lo analizado, el hecho de que en la campaa arqueolgica que realizamos en el 2006, al invitar a la comunidad a participar colabo-rando con el trabajo (antes de la rma del convenio, que se pudo concretar nalizando las tareas de campo), slo una persona colabor (brindndo-le un jornal) durante medio da, cuando varias se haban comprometido a realizarlo.

    Ante estas circunstancias slo nos podemos plantear una serie de preguntas: existe un verdadero inters por conocer el propio pasado?; la necesidad y urgencia de trabajo, en una zona tan marginal del pas, es verda-dera?; con qu otros medios subsiste una poblacin que se denuncia ubicada bajo la lnea de la pobreza?

    Esperamos que al regresar a la Quebrada de la Cueva el ao entran-te, esta actitud se revierta, y podamos observar un verdadero reclamo de la comunidad sobre su derecho a participar en la construccin de su propia historia; dado que sin el ida y vuelta rmado en el convenio, la recuperacin de nuestro pasado (un pasado de todos los argentinos, locales y arquelogos) no ser posible.

    Por otro lado, y aceptando que la nuestra es slo una forma cultural ms de acercarnos al pasado y de entender la realidad (como consideran Layton, 1989; Hodder, 1978, entre otros), si no trabajamos conjuntamente en la proteccin de nuestro patrimonio cultural (comunicando y logrando la accin de ambas partes rmantes del convenio), ante la existencia de una de-citaria nueva ley de patrimonio arqueolgico y paleontolgico (Ramundo, 2007), sancionada en el ao 2003 luego de 90 aos de trabajar con una vie-ja ley inoperante12 y no acorde a los requerimientos de nuestro siglo, los esfuerzos por lograr dicha proteccin sern en vano, y la prdida de nuestro pasado y consecuentemente de nuestra memoria ser un hecho irreversible.

    12 La Ley N 9080 sancionada en 1913.

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    Conclusiones

    Hemos visto a partir de lo analizado, que la identidad en la Quebrada de la Cueva, provincia de Jujuy, es fuertemente dinmica y cambiante con la historia a ritmos insospechados, est condicionada por factores eco-nmicos (algo que pudimos ver con el ejemplo del arriendo engaoso de las tierras), polticos (por las superciales medidas gubernamentales tomadas por aos hacia las comunidades originarias), e histricosociales, porque tradicionalmente nos hemos olvidado que la Repblica Argentina no termi-na en los lmites de la Ciudad de Buenos Aires.

    Pero ms all de las serias dicultades encontradas, acordamos con lvarez y Slavsky (1996), que es necesario recomendar desde la tica profe-sional que se impongan nuevas pautas de relacionarnos, por las cuales los objetos de investigacin o de aplicacin de prcticas de desarrollo, salud y educacin pasen a ser sujetos participantes activos; y particularmente que a travs de nuestro trabajo arqueolgico, antropolgico e histrico, debemos asumir la responsabilidad de la falta de difusin, divulgacin o transferencia de los resultados de las investigaciones. Principalmente, porque como men-cionan los estudios de Divulgacin Cientca (Levin, 2006; Palma, 2006), el paso del conocimiento cientco hacia el pblico en general es difcil, arduo y no implica una traduccin de ese conocimiento, pero es un desafo para el cientco, y requiere de una formacin que va ms all de la propia dis-ciplina y de la asuncin de nuestro rol como cientcos sociales, algo que lamentablemente est muy lejos de ser una realidad en nuestro pas, pero que no debemos ni podemos dejar de buscarla. Caso contrario, no ayudamos a que la identidad tnica se rearme y fortalezca a travs de uno de sus fac-tores principales, que es la conciencia histrica (parte del factor psicolgico de la identidad, como ncleo enriquecedor y cognoscible slo desde adentro mismo de la cultura [Giorgis, 1994]), elemento que si se olvida o manipula, se pierde o diluye dicha identidad tambin.

    Por otro lado, brindar los resultados de nuestras investigaciones sobre el pasado es esencial, ya que dicho pasado constituye uno de los elemen-tos centrales para la autodenicin consciente y la reproduccin social de la identidad tnica (Capriles Flores, 2003). Por ejemplo, uno de los argumentos fundamentales en que se basa la legitimacin territorial de los grupos tnicos es su vinculacin histrica con el espacio en el que habitan []. Igualmente, la descendencia y la herencia conguran uno de los caracteres ms impor-tantes en los procesos de estructuracin social (Carriles, 2003: 350).

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    Es verdad que las comunidades aborgenes pueden tener una percep-cin diferente de esta realidad as como tambin percepciones diferentes acerca de esa materialidad precolombina (Londoo, 2003), del registro ar-queolgico que sirva de base para la estructuracin de identidad, que como arquelogos formados en historia y antropologa no podemos olvidar ni negar, pero s debemos tratar de conciliar con la nuestra, a travs de una correcta divulgacin de los conocimientos adquiridos en nuestras investiga-ciones y de un intercambio recproco entre estas diferentes percepciones de la mencionada materialidad.

    Pero para que esto se vuelva una realidad ser necesario un cambio en la relacin entre los arquelogos y dichas comunidades, basado en el respe-to y el dilogo continuo. Factor que crear los lazos indispensables para que conjuntamente se deenda el patrimonio arqueolgico argentino frente a las posibles y reales amenazas a las que actual y eventualmente en un futuro po-dra estar expuesto; ya que nos quedar poca arqueologa a la que se puedan dedicar las futuras generaciones, a no ser que entre todos se detenga la im-portante destruccin de nuestro patrimonio cultural, y logremos nalmente implementar adecuadas y ecientes medidas de conservacin arqueolgica. Pues consideramos, que una de las directrices de las polticas arqueolgicas debera ser la democratizacin del pasado, entendido como un proceso en cual el desarrollo de la industria cultural debe generar en las comunidades la concrecin de los derechos sociales, culturales y econmicos. Para ello, los especialistas debemos adquirir el rol de facilitadores de los procesos identita-rios y polticos de las comunidades que involucran el registro arqueolgico, y as, la proximidad de los arquelogos generar el uso cada vez ms frecuente de tcnicas de registro y conservacin disciplinarias para un usufructo de-mocrtico de los objetos (Londoo, 2003).

    Agradecimientos

    Queremos agradecer especialmente a los alumnos de la Licenciatura en Historia de la Universidad Catlica Argentina, Magali Vigetti, Romina Paola Marmilcz y Jorge Juan Cano Moreno; y a las alumnas de la Licenciatura en Historia de la Universidad de Buenos Aires, Jimena Magallanes y Marina Carola Sarrama, por su trabajo y participacin en la campaa arqueolgica del 2006, sin cuya invaluable colaboracin esta investigacin no hubiera sido posible.

    A la Universidad Catlica Argentina, por el nanciamiento a este pro-yecto de investigacin.

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    A todos los pobladores de nuestro lugar de trabajo, quienes han sido y son objeto de nuestro estudio, y sin lugar a dudas, los legtimos destinatarios de los resultados de nuestras investigaciones.

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