dexter y el ladrón de zanahorias

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Una aventura de Dexter, el ladrador, labrador y detective de granja.

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Page 1: Dexter y el ladrón de zanahorias

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Los cuentos de Dexter,

Detective de granja.

Dexter y el ladrón de zanahorias

Por:

Gens325

La misma Fulanita de Tal de siempre.

2011

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DEXTER Y EL LADRÓN DE ZANAHORIAS

― ¡¿QUIÉN SE LLEVÓ MIS ZANAHORIAS?!... ¡CUANDO

LO ATRAPE SE VA A ARREPENTIR!...

Esa mañana fueron los gritos de Don Carlos, el dueño

de la granja y no el canto de los gallos los que

despertaron a todos los animales que vivían allí.

Alguien aprovechó la noche, se metió a su huerta y se

llevó casi todas las zanahorias que estaba a punto de

cosechar. El único que no se movió de su cama fue el

conejo Dani. Mientras tanto, los demás animales se

reunieron frente al establo y le dieron rienda suelta al

chisme:

―Seguro fueron los topos. Todos sabemos que hace

meses merodean por la huerta ―afirmó una de las

gallinas.

―Pues hace días les dije a varios de ustedes que una

tarde vi un puerco espín dentro de la granja y no me

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creyeron… a lo mejor ese es el ladrón ―dijo la coneja

Luna, pero ninguno de los otros animales le prestó

atención, es que en esa zona nadie ha visto nunca un

puerco espín.

― ¿Qué tal haya sido alguna de las cabras o de las

ovejas? Hasta de los cerdos podemos sospechar… ¡Con

lo golosos que son! ―les dijo a las vacas Dexter, el

perro labrador negro, mientras las cabras, las ovejas y

los cerdos se miraban entre sí como buscando un

culpable.

―Según eso hasta los caballos o nosotras podemos ser

sospechosos ―le replicó la vaca Felicia a Dexter.

―No he dicho nada sobre ustedes porque sé que no

pueden entrar a la huerta sin derribar las cercas,

Felicia. En vez de quedarme aquí de chismoso o

discutiendo contigo, mejor me voy a investigar. ¡Con

permiso! ―dijo Dexter y salió corriendo hacia la huerta

Page 5: Dexter y el ladrón de zanahorias

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a buscar pistas sobre la desaparición de las zanahorias

de su dueño.

Una vez allí, Dexter, que era muy observador, como

todo buen detective, se fijó en los montoncitos de tierra

que había en los lugares donde estaban sembradas las

zanahorias e hizo su primera deducción:

―Si los topos se las hubieran llevado las habrían jalado

hacia dentro, así que no fueron ellos. Estos montones

indican que el ladrón las arrancó ―dijo con mucha

seguridad.

Luego caminó y olfateó por la huerta en busca de

nuevas pistas. Notó que la tierra de los surcos no

estaba igual: las huellas que él y Don Carlos dejaron la

tarde anterior, cuando fueron a hacer su acostumbrada

revisión, desaparecieron.

―Solo la lluvia o un viento muy fuerte pudieron

borrarlas en el transcurso de la noche… Pero anoche no

llovió y no es época de vientos ―razonó mirando hacia

Page 6: Dexter y el ladrón de zanahorias

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el cielo―. La tierra se ve movida hacia los lados, esto

quiere decir que el ladrón usó algo para borrar

cualquier rastro ―dedujo luego de observar el suelo.

Rato después, mientras revisaba por segunda vez los

montones de tierra, encontró una mota de pelo entre

uno de ellos. Aunque era muy pequeña, era una gran

pista. La olfateó y observó detenidamente.

―El olor, el color y la textura suave me indican que el

ladrón fue un conejo blanco. Tal vez uno de los ocho

que vive en esta granja (todos eran blancos). “Creo que

esta investigación continúa en las casas de mis peludos

y dientones amigos” ―pensó Dexter mientras se dirigía

a la salida de la huerta. Sin correr. Necesitaba fijarse en

todo a su alrededor si quería hallar más pistas. Justo

antes de salir vio enredado en uno de los alambres de

la cerca un pedazo muy pequeño de cuerda azul. Se

detuvo y lo observó con atención―. Esto no estaba ayer

aquí. Es otra pista ―dijo y siguió su camino.

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7

Antes de ir hacia las conejeras pasó frente al establo

para ver si los demás animales seguían chismorreando

o ya habían empezado sus actividades diarias. Ninguno

estaba por ahí.

―Seguro están desayunando― pensó y en ese

momento sintió que en su estómago tenía un león

rugiendo. Recordó que no había comido nada. Entonces

corrió hacia su casa que estaba junto a la de su dueño.

Cuando terminó de comer sus croquetas rellenas de

carne retomó la investigación.

Dexter sabía que todos los conejos, excepto Dani, que

se levantaba tarde, pasaban la mañana en los

pastizales, así que corrió hacia las ocho conejeras para

revisarlas antes de que sus dueños regresaran o

despertaran. No encontró nada en las cinco primeras.

Pero cuando entró en la sexta, que era la de Dani, vio

huellas de conejo hechas con tierra negra. Las siguió

hasta el cuarto, que estaba oscuro porque las cortinas

Page 8: Dexter y el ladrón de zanahorias

8

todavía estaban corridas. Percibió un olor dulce que se

hacía más intenso cuanto más se acercaba a la cama.

Debajo de ella encontró una canasta llena de

zanahorias. Todo señalaba que había descubierto quién

era el ladrón. Cuando alzó la cabeza, Dexter vio un par

de orejas largas sobre la almohada y un bulto tapado

por las cobijas. Era Dani que aún dormía plácidamente.

―Para ser un ladrón se ve muy tranquilo ―pensó

Dexter, dudando de la culpabilidad del pequeño

dormilón―. Dani, Dani, ¡Despierta, conejo perezoso!

―Lo llamaba al tiempo que lo empujaba con el hocico

para que saliera de su sueño profundo.

― ¿Queeeé pasaaa? ―preguntó Dani mientras sacaba la

cabeza de las cobijas y daba un largo bostezo.

― ¿Cómo que qué pasa, Dani? Ya mismo me explicas

que hacen las zanahorias de Don Carlos debajo de tu

cama ―contestó Dexter antes de ir a descorrer las

cortinas para que entrara la luz.

Page 9: Dexter y el ladrón de zanahorias

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― ¡¿QUÉ?! ¿Cuáles zanahorias? ―gritó el conejo. El

susto le quitó el sueño. Rápidamente se asomó bajo su

cama y vio la canasta llena―. ¡¿Cómo llegaron estas

zanahorias aquí?! ―Preguntó entre sorprendido y

angustiado―. ¡Alguien quiere echarme la culpa, Dexter!

¡Tú me conoces desde pequeño y sabes que nunca he

tenido problemas con nadie!

―Eso es cierto. Además eres muy perezoso como para

tomarte el trabajo de ir a la huerta de noche y sacar

casi todas las zanahorias ―dijo Dexter con tono irónico.

―Bueno, bueno, no es el momento de sacar a relucir

esa faceta de mi personalidad. Tenemos que encontrar

al culpable antes que los demás lleguen y me acusen. Si

Don Carlos se entera de que sus zanahorias están aquí

dentro de la canasta que me regaló su hija… ¡en la

noche seré conejo al horno! ―exclamó Dani con

preocupación.

Page 10: Dexter y el ladrón de zanahorias

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―Está bien. Para encontrarlo debemos hallar nuevas

pistas. Veamos… ¿el olor de las zanahorias bajo tu

cama no te hizo despertar con hambre? ―preguntó

Dexter mientras recorría con la mirada todo el lugar.

―No. Desde hace dos días tengo gripa y no siento los

olores de las cosas. ―Contestó Dani―. Y estas noches

he dormido mucho más que de costumbre. Apenas me

he medio despertado dos o tres veces para sonarme.

Además, no he tenido mucho apetito y no es que me

gusten mucho las zanahorias… Me da mucha pereza

roer, roer y roer… ¡Son taaan duras! Cuando me las

como es porque me toca. No me gusta despreciar nada

de lo que me sirven Don Carlos, su esposa o su hija.

Dexter supo que era verdad lo de la gripa cuando vio

sobre la mesa de noche un frasco de jarabe de

eucalipto y miel, el que siempre les recetaba a todos los

animales el veterinario de la granja, y unos pañuelos

desechables arrugados y tiesos, que le parecieron muy

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desagradables, pero no hizo ningún comentario sobre

ellos.

― ¡Ajá! Quien quiere echarte la culpa sabe que estás

enfermo… y que ese jarabe produce mucho sueño…, y

sabe lo que todos sabemos en la granja: que tú tienes

el sueño muy profundo y que duermes más de lo

normal…, pero no sabe que NO te gustan las zanahorias

―dedujo Dexter.

―Todos en esta granja saben que tengo un sueño

muuuy profundo y nunca le he dicho a nadie que no me

gustan las zanahorias porque me parece algo

vergonzoso siendo yo conejo, así que pudo haber sido

cualquiera… pero no tengo idea de quien sabe y quien

no sabe que tengo gripa… espera… ¡Todos los conejos

lo saben! ¡Todos han venido a visitarme ya!― exclamó

Dani mientras miraba las huellas.

―Bueno. Yo estoy seguro de que un conejo es el

culpable. En la huerta encontré una mota de pelo de

Page 12: Dexter y el ladrón de zanahorias

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conejo, por eso vine hasta aquí ―afirmó Dexter

caminando alrededor de las huellas― Un momento… en

la huerta noté que el ladrón trató de ocultar su rastro y

aquí en cambio dejó huellas bien marcadas… ―se

detuvo y empezó a observar y olfatear dos pares de

ellas―. Sí… es tierra de la huerta, lo sé por el olor del

abono que usa Don Carlos… y están marcadas con

mucha fuerza, como hechas con intención para que

nadie en esta granja dude de tu culpabilidad… Ven

Dani, Párate aquí ―le dijo señalándole uno de los pares

de huellas―. No coinciden… Ahora pon tus patas

delanteras… tampoco coinciden… son más pequeñas

que las tuyas. Veamos… ―Dexter miraba hacia el techo

mientras contaba cuántas conejeras había revisado―

aparte de esta ya revisé otras cinco, solo me faltan las

de Pacho y Luna.

Page 13: Dexter y el ladrón de zanahorias

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― ¡Pues vamos a revisarlas ya mismo! ―Exclamó Dani

angustiado dirigiéndose muy rápido a la puerta, sin

pensar en su enfermedad. Dexter lo siguió.

En la conejera de Pacho no encontraron nada

sospechoso, pero en la de Luna encontraron una

escoba, un trapero y un frasco de cera a un lado de la

puerta y notaron que el piso se veía muy limpio. ―Esto

es bastante raro, Dani. Todos sabemos que los conejos

de esta granja no son muy fanáticos del aseo y limpian

sus casas una vez cada semana, siempre por la tarde,

cuando vuelven de los pastizales.

―La última vez que vi a Luna limpiando fue hace como

cuatro días ―recordó Dani.

―Ven… revisemos la caneca de la basura… ―dijo

Dexter y empezó a escarbar, sacar cosas y ubicarlas en

orden en el piso.

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― ¡Ajá!... Una rama llena de tierra… y un pedazo de

cuerda azul de poco más de un metro de longitud lleno

de nuditos… veamos que contiene esta bolsita de

plástico… tierra negra… de la huerta ―confirmó

después de olfatearla.

Todo indicaba que la coneja había sido la culpable.

Dexter unió en su mente las pistas: el piso de la casa de

Luna impecable, la tierra de la huerta en la bolsa y en

las huellas dejadas en la casa de Dani, la cuerda azul

que coincidía con el pedacito que vio enredado en uno

de los alambres de la cerca, la rama que probablemente

usó para borrar su rastro y por último recordó a Luna

mencionando que había visto un puerco espín dentro de

la granja, esa era su coartada. Todo encajaba como las

piezas de un rompecabezas.

―Pero… ¿porqué quería Luna hacerte daño, Dani?

―preguntó Dexter.

―No sé… déjame pensar…

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― ¡Porque estoy HAR-TA de que seas el conejo MI-MA-

DO de la hija del dueño! ―gritó Luna, mientras entraba

en la casa―. Te acaricia, juega contigo, te da helados,

dulces y regalos… la canasta bonita, por ejemplo, y a

mí ni me voltea a mirar… creo que apenas sabe que

existo. No mereces ese trato Dani, eres el animal más

perezoso de esta granja… por eso quise darte una

lección y aproveché tu enfermedad para entrar anoche

a tu casa sin que te dieras cuenta.

Dani la miraba sorprendido y enojado al mismo tiempo,

y no se sentía capaz de decirle algo, no pasaba lo

mismo con Dexter, que empezó a interrogarla mientras

daba vueltas a su alrededor:

― ¿Creíste que todos culparíamos a Dani cuando

encontráramos las zanahorias bajo su cama? ¿No

pensaste que te descubriríamos tan fácilm…

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―Sí, reconozco que subestimé tus capacidades de

investigador ―lo interrumpió Luna sin demostrar temor

alguno.

―Y desde hace días inventaste lo del puerco espín para

que nadie sospechara de ti… ¿Cierto?... ¡Qué mala

idea!… ¡Todos sabemos que no hay puerco espines por

aquí! ―Afirmó Dexter acercándose a la coneja y

gruñéndole.

―Sí. No niego que lo inventé ―le dijo Luna sin que le

temblara la voz y mirándolo fijamente. Al ver que sus

palabras y su actitud estaban haciéndole perder la

paciencia al perro decidió empezar a contar detalles de

su fechoría:

― ¿Ven ese pedazo de cuerda azul? Pues lo usé para

atar las zanahorias y sacar varias al mismo tiempo de la

huerta. Por eso está lleno de nudos. Con él ahorré

mucho tiempo y esfuerzo porque también me facilitó

arrastrar todas esas zanahorias hasta acá.

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Dexter se sentía más molesto cada segundo que

pasaba. La tranquilidad con la que Luna hablaba le

parecía inaceptable y le resultaba imposible dejar de

gruñir. Dani estaba paralizado, miraba a Luna con la

boca abierta, pero sin emitir sonido alguno. Ella no

paraba de hablar:

―Cuando creí que tenía zanahorias suficientes entré a

la casa de Dani, saqué la canasta, las puse todas ahí y

la empujé hasta dejarla bajo su cama. Luego volví a la

huerta con esa bolsa, saqué un poco de tierra y con ella

me aseguré de dejar la casa del „Mimado Perezoso‟

llena de huellas, untándome la tierra en las patas antes

de cada salto para que se notaran desde la entrada

hasta el cuarto ―dijo mirando a Dani sin asomo de

vergüenza.

―Pero no tuviste en cuenta que tus patas son más

pequeñas que las de Dani ―afirmó Dexter, tratando de

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hacerla sentir bruta, porque no soportaba la suficiencia

de la coneja.

Ella lo ignoró y continuó su relato para ver si lograba

sacarlo de quicio:

―Después salí de la casa del „Bello Durmiente‟ (Dani

empezaba a sentirse ofendido por los sobrenombres

que usaba Luna para referirse a él), arranqué una

rama de un arbusto y me tomé el trabajo de borrar mi

rastro en la huerta. ¿Quieres saber por qué no

encontraste ni una huella mía ni una marca de las

zanahorias fuera de ahí? Simple. Cada vez que iba y

venía lo hacía por un camino diferente. Siempre andaba

sobre el pasto. Como hace días no llueve está un poco

seco y no quedan señales al pisarlo con cuidado.

― ¡Pues que astuta! ¿Estás esperando una felicitación o

un aplauso? ―exclamó el perro con fiereza y al tiempo

notaba que había dejado un cabo suelto en su

investigación: no tuvo en cuenta que en el camino entre

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la huerta y las conejeras no encontró rastro alguno del

ladrón―. “Si quiero ser un buen detective no puedo

descuidar ningún aspecto” ―pensó por un instante sin

dejar de mirar a Luna con desprecio―. Pero la astucia

se te agotó muy rápido…, porque dejar tantas pruebas

en tu caneca de la basura fue muy… estúpido ―dijo con

la clara intención de molestar a la cínica coneja. Ella no

se inmutó y continuó su confesión:

―Cuando regresé de la huerta ya era muy tarde y me

sentía muy cansada, así que sólo entré a casa del „Rey

de la P…

― ¡Ya deja de referirte a mí con apodos…

„Robazanahorias‟! ―le reclamó Dani irritado (sentía las

orejas muy calientes y el corazón le latía muy, muy

rápido), pero ella no le prestó atención y siguió

hablando:

―del „Rey de la Pereza‟ para sacar la bolsa con tierra y

el pedazo de cuerda y me vine para mi casa. No sé por

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qué en vez de botar la rama en cualquier lugar la traje

hasta acá. Puse las tres cosas en la caneca con la

intención de deshacerme de ellas hoy. Luego me fui a

dormir y me desperté muy temprano esta mañana para

limpiar y quitar cualquier rastro del piso. Alcancé a

barrer, trapear y estaba terminando de encerar cuando

oí los gritos de Don Carlos y vi a los demás conejos salir

corriendo de sus casas, así que hice lo mismo y fui a

parar con todos frente al establo. Rato después, cuando

estaba en los pastizales recordé que me faltaba sacar

las cosas de la caneca y poner en su lugar los útiles de

aseo, así que vine para acá. En la entrada los escuché

hablando y cuando me di cuenta de que habían

descubierto todo decidí enfrentarlos, y bueno… acá

estamos…

― ¡Cuando Don Carlos sepa que tú fuiste la ladrona te

convertirá en su cena de esta noche! ―la amenazó

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Dexter, que la miraba como si por los ojos fuera a

disparar rayos y sentía que iba a explotar de la ira.

― ¡Ay, no! Estoy disgustado con Luna, pero no quiero

que le pase eso ―intervino Dani, parándose en medio

del labrador y la coneja.

―Entonces ¿qué quieres que hagamos con ella?

―preguntó Dexter enojado―. Yo quiero acusarla. Puedo

tomarla con mis dientes del cuello, llevársela a Don

Carlos, y de algún modo hacerle saber que ella se robó

sus zanahorias y la castigará, mejor dicho, la asará

―dijo, mientras le gruñía y le ladraba a Luna por

encima de la cabeza de Dani.

― ¡No, Dexter! ¡No le hagas nada!, prefiero que

hablemos con los demás conejos y entre todos

decidamos un castigo para Luna ―le dijo Dani tratando

de calmarlo.

―Y le exigirás una disculpa, espero ―le contestó Dexter

sin quitarle los ojos de encima a la orgullosa coneja.

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― ¿Saben qué? Prefiero convertirme en coneja asada al

horno o a la brasa a tener que disculparme como si me

sintiera arrepentida ―les dijo Luna mirándolos

fijamente para demostrar que no sentía miedo.

― ¿Cómo? ¡Nooo! ¡No puedo soportarla más! ¡Ya mismo

voy a buscar a los otros conejos para contarles todo!

―Exclamó Dexter indignado―. ¡Vigílala mientras

regreso! —le dijo a Dani mientras salía corriendo hacia

los pastizales―.

Unos minutos después volvió acompañado por los seis

conejos, que estaban muy enojados por lo que Luna

había hecho, principalmente porque todos aceptaban y

querían a Dani tal como era. Nunca les pareció una

ofensa que se levantara un poco tarde. Nunca les causó

envidia que fuera el favorito de la hija de Don Carlos.

Dani se sintió aliviado al verlos, ese tiempo le pareció

eterno porque Luna se dedicó a mirarlo como si de sus

ojos rojos fuera a salir fuego, sin decir una sola

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palabra, y él no fue capaz de hacerle otro reclamo. En

cuanto entraron, Pacho, que era el mayor de todos le

ordenó a Luna ir a su cuarto para que no pudiera oír lo

que iban a hablar, ella aceptó de mala gana. Luego se

reunieron en un rincón, formaron un círculo y

empezaron a sugerir posibles castigos. Uno propuso

expulsar a Luna de la granja, otro dijo que no era mala

idea que Don Carlos la asara y se la comiera. Después

de un rato de discutir el asunto acordaron que el

castigo sería limpiar las casas de todos durante un año

(empezando por la de Dani, por supuesto) cada tres

días en vez de cada semana y encargarse de los oficios

diarios, con la posibilidad de reducir un poco ese

tiempo si Luna se disculpaba. Claro, la conocían muy

bien y sabían que su orgullo no le permitiría hacerlo.

Aunque en un principio Dexter consideró que no era un

castigo muy severo, cuando recordó la desagradable

impresión que le provocaron los pañuelos desechables

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sucios sobre la mesa de noche de Dani, pensó que no

quisiera tener que cumplir un castigo como ese nunca,

pero también que una insolente y ladina como Luna se

lo tenía bien merecido. Cuando Pacho le comunicó la

decisión, la coneja (que había pasado todo ese rato con

las orejas pegadas a la puerta tratando de escuchar lo

que los otros hablaban, sin lograrlo) dejó de lado la

actitud cínica que mantuvo cuando se enfrentó a Dexter

y Dani y gritó: “¡¡Ahora en vez de un conejo perezoso

van a ser siete!! ¡¡Qué castigo tan conveniente… para

ustedes… Sinvergüenzas!!” Luego los echó de su casa

con un furibundo: “¡¡LARGO DE AQUIIÍ!!”

―Supongo que hoy mismo irás a limpiar el desastre que

dejaste en casa de Dani ―le dijo Dexter antes cruzar la

puerta, sin ladrar ni gruñir, ver a Luna iracunda le

mejoró el humor―. “Unos pañuelitos mocosos te

esperan ansiosamente, je je je” pensó y rió por dentro.

Page 25: Dexter y el ladrón de zanahorias

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Cuando todos salieron, Luna tiró la puerta con mucha

fuerza, como si quisiera romperla, para que notaran

que estaba colérica.

―Y pensar que hace un rato parecía que nada le

importaba… ―dijo Dexter y luego suspiró como

expresando satisfacción.

―Ya se le pasará la rabia y tendrá que aceptar su

castigo si quiere seguir viviendo con nosotros ―dijo

Pacho con tranquilidad―. Dexter, en nombre de todos

te pido que nos ayudes a devolver las zanahorias. No

vaya a ser que a Don Carlos le dé por revisar las

conejeras y nos metamos en un problema tremendo.

Los demás se mostraron de acuerdo con la petición de

Pacho asintiendo y mirando al perro tiernamente. Él no

dudó en aceptar. Lo habría hecho sin que lo miraran

así.

Page 26: Dexter y el ladrón de zanahorias

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Dexter elaboró un plan mientras cumplía con los

deberes que descuidó algo más de medio día por estar

ocupado con el caso de las zanahorias. Para ponerlo en

marcha espero hasta después de las diez de la noche, y

cuando se aseguró de que el resto de los habitantes de

la granja, humanos y animales, estaban durmiendo,

reunió a los conejos en la casa de Dani y les dijo que

sacaran con mucho cuidado las zanahorias de la

canasta para contarlas. Cuando las vio notó que ya se

les estaban marchitando los tallos y las hojas y se

sintió un poco culpable por no encargarle a Dani que las

rociara para mantenerlas frescas. Había 56. Como eran

siete conejos, incluyendo a Dani (que aseguró sentirse

mucho mejor de su enfermedad) y excluyendo a Luna

(que aceptó quedarse limpiando la casa de Dani, solo

porque Pacho se lo pidió), las dividieron en siete

grupos de ocho zanahorias, las amarraron con cuerda,

tal como lo hizo la coneja la noche anterior para

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sacarlas de la huerta, pero en vez de llevarlas

arrastrando a Dexter le pareció mejor que las llevaran

sobre sus lomos. Cuando estuvieron listos salieron

sigilosamente de la casa de Dani y siguiendo a Dexter

se dirigieron a la casa de Don Carlos sin pasar cerca de

las de los otros animales, para no correr el riesgo de

ser descubiertos.

Era una noche con el cielo despejado y la luna muy

iluminada, así que no tuvieron inconvenientes para

orientarse. Dieron una larga vuelta por el otro lado de

la granja, atravesaron los maizales, pasaron por el

viejo granero y junto a la huerta. Cuando llegaron a la

puerta de la casa, cada uno soltó las zanahorias que

traía en el lomo, Dexter tomó un trapo que había

dejado escondido debajo del tapete de entrada y las

limpió para quitarles los pelos de conejo. Sobre ese

tapete las dejó. Luego le entregó el trapo a Dani para

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que se lo llevara. Éste no dudo en usarlo para sonarse.

Hizo un sonido parecido al de una trompeta desafinada.

― ¡Shhhh!, no hagas ruido ―le pidió Dexter.

―Lo siento, es que el clima nocturno me aflojó los

mocos de nuevo ―contestó Dani y los demás no

pudieron aguantar las ganas de reír, olvidando por

completo que no debían hacer ruido.

―Pues espero que tomes otra dosis de jarabe antes de

acostarte ―le recomendó el perro.

Enseguida se devolvieron por el mismo camino. Dexter

se quedó atrás para ir borrando las huellas con la cola.

Cuando dejó a los conejos en sus casas se fue por el

camino corto a la suya. Llegó muy cansado. Esa noche

durmió como un lirón.

A la mañana siguiente Don Carlos vio sus zanahorias

cuando abrió la puerta, entre alegre y extrañado, las

recogió, las entró y notó que estaban muy limpias pero

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los tallos y las hojas ya estaban marchitos. Nunca supo

quien se las había robado ni quien se las había devuelto

(tampoco los demás animales que olvidaron el tema en

cuanto hubo un nuevo chisme) y nunca se preocupó por

averiguarlo. En vez de eso fue a la huerta y cosechó las

pocas zanahorias que quedaban, las llevó hasta su

casa, las puso encima de las otras y les pidió a su

esposa y a su hija que usaran las más grandes para

preparar ensaladas y tortas y las demás para alimentar

a los animales. Diana, la hija de don Carlos, había

notado que a su conejo preferido no le gustaba mucho

la zanahoria, porque demoraba horas y horas royendo

y royendo con desgano, así que decidió hacer una torta

especialmente para él y cuando estuvo lista se la llevó.

Dani (que desde el lío con las zanahorias se propuso

levantarse cinco minutos más temprano cada día para

tratar de quitarse la imagen de perezoso) compartió la

torta con Dexter y con los otros conejos, con quienes

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estaba muy agradecido. Incluso a Luna le llevó una

tajada, aunque prefería no hablar con ella después de

lo que le había hecho. Todos se deleitaron con la dulce,

suave y esponjosa torta. Luna lavó y secó los platos sin

quejarse ni hacer pataletas. Todo indicaba que se había

resignado a cumplir su castigo, pero Dexter no

confiaba en ella y vigilarla se convirtió en uno más de

sus deberes diarios.

Fin…Bueno, hasta que aparezca un nuevo caso que

Dexter deba resolver…

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