desde donde habitamos

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Desde aquí… donde habitamos Reflexión psicología social para principiantes Desde aquí, donde habitamos, solemos ver al mundo; los colores, sonidos, edificios, casas y demás cosas tienen trazos de nosotros mismos, esculpimos de día la concretidad y la decoramos de cientos de creencias, la barnizamos, la maquillamos y al final de la jornada la nombramos, le llamamos Dios, verdad, razón, destino. Pero nuestra creación yace ahí inerte y sin vida, necesitada de movimiento, de un corazón, de una historia, de un ombligo. Y nosotros… ¡si nosotros! absortos por el dulce deseo recurrimos al desacato de la imaginación, entonces formulamos ecuaciones que le pongan en acción, bebemos pociones que den sentido a la ilusión, inventamos plegarias que repetimos sin ningún sentido, las esculpimos, las escribimos y compilamos en libros, salimos al desierto, nos reunimos y predicamos esto como absoluta verdad. Para entonces, nuestra magnifica creación se ha convertido en ídolo, un becerro al que veneramos sin proporción, compulsivamente, al que erigimos palacios y consagramos nuestra propia voluntad. Para entonces, nuestra gran obra, hija de la noble imaginación se ha transformado en mito, en rito, en costumbre, en cultura. Para entonces, el hombre ¡su creador! se postra ante su creación. Siguiendo el canon de la fe y la buena moral nos ordenamos y condecoramos de esta religión, de sus templos nacen los nuevos arquitectos, los artistas, el rico, el abogado, el psicólogo, el paria, la bailarina, el escritor, el obrero; en sus aulas la defenderá el historiador y en las calles el esbirro, el pecador arrepentido, la viuda, el rey, el narcisista, el banquero, el papa, el individuo y la postre cada nuevo ser que nace.

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Desde aqu donde habitamosReflexin psicologa social para principiantes

Desde aqu, donde habitamos, solemos ver al mundo; los colores, sonidos, edificios, casas y dems cosas tienen trazos de nosotros mismos, esculpimos de da la concretidad y la decoramos de cientos de creencias, la barnizamos, la maquillamos y al final de la jornada la nombramos, le llamamos Dios, verdad, razn, destino. Pero nuestra creacin yace ah inerte y sin vida, necesitada de movimiento, de un corazn, de una historia, de un ombligo. Y nosotros si nosotros! absortos por el dulce deseo recurrimos al desacato de la imaginacin, entonces formulamos ecuaciones que le pongan en accin, bebemos pociones que den sentido a la ilusin, inventamos plegarias que repetimos sin ningn sentido, las esculpimos, las escribimos y compilamos en libros, salimos al desierto, nos reunimos y predicamos esto como absoluta verdad. Para entonces, nuestra magnifica creacin se ha convertido en dolo, un becerro al que veneramos sin proporcin, compulsivamente, al que erigimos palacios y consagramos nuestra propia voluntad. Para entonces, nuestra gran obra, hija de la noble imaginacin se ha transformado en mito, en rito, en costumbre, en cultura. Para entonces, el hombre su creador! se postra ante su creacin. Siguiendo el canon de la fe y la buena moral nos ordenamos y condecoramos de esta religin, de sus templos nacen los nuevos arquitectos, los artistas, el rico, el abogado, el psiclogo, el paria, la bailarina, el escritor, el obrero; en sus aulas la defender el historiador y en las calles el esbirro, el pecador arrepentido, la viuda, el rey, el narcisista, el banquero, el papa, el individuo y la postre cada nuevo ser que nace. Algunos se vuelven carpinteros otros comerciantes, unos sacerdotes, otros jueces o amas de casa, pero todos: usted, yo, el, nosotros, solemos ver mundo, desde aqu, donde habitamos.Es que acaso, desde aqu donde habitamos podemos meditar y volver a crear?volver al origen y vivir nuestra divinidad?ya no hay locos seores, ya no hay locosse muri aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto,todo el mundo est cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.

Roberto Tlaloc Estrada Pineda