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95 Revista Republicana • ISSN: 1909 - 4450 Núm. 10, Enero - Junio de 2011, pp. 95-125 DEMOCRACIA, MOVIMIENTOS SOCIALES Y CIUDADANÍA * Jorge Orlando Blanco Suárez** Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, D. C. RESUMEN El objetivo de este trabajo es mostrar las ar- ticulaciones entre los conceptos de democra- cia, movimientos sociales y la ciudadanía. Estas articulaciones se consideran básicas para comprender los procesos de transfor- mación política en América Latina o en cual- quier sociedad. Se parte de la idea de que los movimientos sociales son fundamentales como escenarios para el desarrollo de la ciu- dadanía en cualquier sociedad. Estos esce- narios se han convertido en los motores, (conceptual e históricamente), de cambio so- cial. Cada vez que emerge un movimiento social en particular, deja una huella que es seguida por otros actores sociales para lu- char por sus propios ideales; solo que este seguir la huella no es mecánico, sino que siempre se resignifica, es marca dejada por el anterior actor social, muchas veces, de he- cho, de forma contradictoria. En ese sentido se considera a los movimientos sociales como los protagonistas de la historia. Para desa- rrollar este objetivo, se hace un repaso de las distintas perspectivas teóricas sobre la democracia y los movimientos sociales, con- frontando posiciones y buscando articulacio- nes. Este artículo es resultado de una investigación desarrollada en la Universidad Distrital, para construir una base teórica de fundamentación de la Línea de investigación denominada: Democracia, movimientos so- ciales y construcción de sujetos, del grupo de Investigación Amautas, de la Licenciatu- ra en Educación Básica con énfasis en Cien- cias Sociales de la Universidad Distrital. Palabras clave: democracia, movimientos sociales, ciudadanía, acción colectiva, cam- bio social, sociedad civil. ABSTRACT The main objective of this paper, is to show the articulations between the concepts of democracy, social movements, and citizen- ship. This articulation are considered basics to understand some process of politics transformations in Latin America. It is started from the idea that the social movements are central as scenarios to build citizenship in any society. These scenarios have became motors, conceptual and historically, to the lot of process of social change; every time that emerge a particular social movement, let a footprint that is followed for another social actor to fight for own ideals, every time re- signifying that mark. In that sense, the social Fecha de recepción: 12 de marzo de 2011. Fecha de aceptación: 29 de abril de 2011. * Artículo resultado de investigación dentro de la Línea Democracia, movimientos sociales y forma- ción de sujetos políticos, del grupo de investigación institucionalizado Amautas, de la Universi- dad Distrital Francisco José de Caldas. Proyecto Hacia la articulación conceptual de la democracia y los movimientos sociales como escenarios de formación de sujetos políticos. Investigación terminada. ** Docente asistente de tiempo completo, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, adscrito a la Facultad de Ciencias y Educación. Miembro del grupo de investigación Amautas, Pedagogías críticas y formación de sujetos. Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Interna- cionales Contemporáneos del I.A.E.D., Universidad Externado de Colombia. Licenciado en Cien- cias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

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Jorge Orlando Blanco SuárezColaborador Externo Revista Republicana • ISSN: 1909 - 4450

Núm. 10, Enero - Junio de 2011, pp. 95-125

DEMOCRACIA, MOVIMIENTOS SOCIALESY CIUDADANÍA*

Jorge Orlando Blanco Suárez**Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, D. C.

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es mostrar las ar-ticulaciones entre los conceptos de democra-cia, movimientos sociales y la ciudadanía.Estas articulaciones se consideran básicaspara comprender los procesos de transfor-mación política en América Latina o en cual-quier sociedad. Se parte de la idea de quelos movimientos sociales son fundamentalescomo escenarios para el desarrollo de la ciu-dadanía en cualquier sociedad. Estos esce-narios se han convertido en los motores,(conceptual e históricamente), de cambio so-cial. Cada vez que emerge un movimientosocial en particular, deja una huella que esseguida por otros actores sociales para lu-char por sus propios ideales; solo que esteseguir la huella no es mecánico, sino quesiempre se resignifica, es marca dejada porel anterior actor social, muchas veces, de he-cho, de forma contradictoria. En ese sentidose considera a los movimientos sociales comolos protagonistas de la historia. Para desa-rrollar este objetivo, se hace un repaso delas distintas perspectivas teóricas sobre lademocracia y los movimientos sociales, con-frontando posiciones y buscando articulacio-nes. Este artículo es resultado de unainvestigación desarrollada en la Universidad

Distrital, para construir una base teórica defundamentación de la Línea de investigacióndenominada: Democracia, movimientos so-ciales y construcción de sujetos, del grupode Investigación Amautas, de la Licenciatu-ra en Educación Básica con énfasis en Cien-cias Sociales de la Universidad Distrital.

Palabras clave: democracia, movimientossociales, ciudadanía, acción colectiva, cam-bio social, sociedad civil.

ABSTRACT

The main objective of this paper, is to showthe articulations between the concepts ofdemocracy, social movements, and citizen-ship. This articulation are considered basicsto understand some process of politicstransformations in Latin America. It is startedfrom the idea that the social movements arecentral as scenarios to build citizenship in anysociety. These scenarios have became motors,conceptual and historically, to the lot ofprocess of social change; every time thatemerge a particular social movement, let afootprint that is followed for another socialactor to fight for own ideals, every time re-signifying that mark. In that sense, the social

Fecha de recepción: 12 de marzo de 2011. Fecha de aceptación: 29 de abril de 2011.

* Artículo resultado de investigación dentro de la Línea Democracia, movimientos sociales y forma-ción de sujetos políticos, del grupo de investigación institucionalizado Amautas, de la Universi-dad Distrital Francisco José de Caldas. Proyecto Hacia la articulación conceptual de la democracia y losmovimientos sociales como escenarios de formación de sujetos políticos. Investigación terminada.

** Docente asistente de tiempo completo, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, adscrito a laFacultad de Ciencias y Educación. Miembro del grupo de investigación Amautas, Pedagogíascríticas y formación de sujetos. Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Interna-cionales Contemporáneos del I.A.E.D., Universidad Externado de Colombia. Licenciado en Cien-cias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

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Democracia, movimientos sociales y ciudadanía

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movements make the history. To develop thisobjective, we review some of theoreticperspectives about democracy and socialmovements, every time looking for thejunction and tension. This article is result of aresearch develop into the UniversidadDistrital, to build a therorical base for aresearch line, into a research group deno-minate Amautas.

Key words: democracy, social movements,historic change, citizenship, civil society,collective action.

INTRODUCCIÓN

La democracia en América Latina ha sido unaeterna promesa, un proyecto inacabado queno termina siquiera de formularse. La ines-tabilidad económica, política y social ha mar-cado los procesos históricos y políticos enestas latitudes; grandes cantidades de po-blación han estado permanentemente exclui-das de la toma de decisiones que las afectan;el Estado en América Latina ha permaneci-do capturado por un pequeño grupo de élitesque lo asumen como el medio a través delcual canalizan y satisfacen sus intereses endetrimento de la ciudadanía en general. Lospartidos políticos tradicionales, no han lo-grado integrar a la totalidad de la poblaciónde manera participativa y deliberante, lapobreza es una característica estas socieda-des latinoamericanas; en fin, los regímenespolíticos, no han servido para la integraciónsocial y sí, en la mayoría de ocasiones, parala fragmentación y el mantenimiento de unaconflictividad que no logra transformarse yviabilizar soluciones eficaces a la ilegitimi-dad constante del mismo sistema.

Sin embargo, el proyecto de la democracia,como posibilidad de ordenamiento políticocapaz de articular a sociedades diversas yheterogéneas, ha estado presente en la men-te y las acciones de grupos importantes depoblación. Estos grupos han participado dela construcción de la misma, a escala nacio-nal, regional y local; generando iniciativas

de cohesión social y de desarrollo autóno-mo donde se reconcilien las diferencias étni-cas, políticas, culturales y regionales que noscaracterizan y donde la pluralidad encuen-tre un escenario de trámite de las diferen-cias. La democracia, en este sentido, siguesiendo un problema, su construcción el pro-yecto latinoamericano, pero al que hay quebuscarle las posibilidades efectivas de reali-zación y, en este sentido, hay que identifi-car y comprender las fuerzas que se enfrentanen el proyecto de su constitución, las que lopromueven y las que lo niegan y/u obstacu-lizan, las que se comprometen en el día a díacon su materialización y las que, por su par-te, también en el día a día, frenan los avan-ces de la integración social y proponen lamuerte, la exclusión, diferentes formas deviolencia o la desintegración, para beneficiosparticulares.

En tal sentido, el presente documento tienepor fin avanzar en la comprensión de la ma-nera en que desde distintas perspectivasteóricas se ha pensado la articulación de losmovimientos sociales y la democracia comoescenario de construcción de ciudadanía.Específicamente, lo que se busca es com-prender ¿cómo ha sido pensado, desde elestudio de los movimientos sociales, elproblema de la democracia? y viceversa,¿cómo desde distintas perspectivas teóri-cas sobre la democracia se puede pensar alos movimientos sociales? Desde estos doscuestionamientos se avanza en la compren-sión de los procesos de desarrollo y cons-trucción de actores políticos, es decir, deciudadanía.

En primera instancia se aborda el desarrollodel concepto de democracia en las socieda-des occidentales, buscando específicamenteplantear lo problemático del concepto, desdedistintas ópticas, haciendo énfasis en elproblema de la representación o de la represen-tatividad como elemento fundamental y aveces único de la democracia moderna. Ensegundo lugar se plantea el problema de lasociedad civil y la ciudadanía como camposde ampliación o redefinición del concepto de

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democracia. Finalmente, se establecen los lu-gares desde los cuales se han establecido vín-culos entre el estudio de los movimientossociales, la democracia y la ciudadanía. Paratal fin, se define el concepto de movimientossociales desde las distintas perspectivas des-de las que estos han sido estudiados desdelos años sesenta hasta la actualidad (teoría delcomportamiento colectivo, movilización derecursos, modelo de proceso político y nue-vos movimientos sociales).

Metodológicamente, se parte del supuestode que los movimientos sociales son actoressociales colectivos que generan alteraciones so-ciales que terminan por producir marcas his-tóricas que son seguidas por otros grupossociales para orientar sus propias prácticasy para proyectar su propio futuro, siempreresignificando el pasado. En tal sentido, seasume que los movimientos sociales son es-cenarios de producción de sujetos políticosy, por tanto, de ciudadanía; son manifesta-ciones de la pluralidad social, política, ideo-lógica y cultural de toda sociedad. Desde unaperspectiva histórica, el documento revisalos discursos de las distintas perspectivassobre democracia y los modos en que, des-de estas perspectivas, se ha leído a los acto-res sociales y la ciudadanía. La estructura deltexto parte de una lectura de la democraciacomo discurso que orienta las prácticas polí-ticas de distintos actores sociales; un discur-so que muestra la multiplicidad semántica,así como la complejidad de la misma comoproceso histórico. En un segundo momento,se discuten las relaciones entre la sociedadcivil, la ciudadanía y la democracia, buscan-do el enlace conceptual y político entre es-tos conceptos, como motores de activaciónde prácticas políticas. Se presentan allí dis-tintas perspectivas sobre estos conceptos,para mostrar la articulación entre los mis-mos en el desarrollo de los procesos de de-sarrollo de las sociedades contemporáneas.Finalmente, se presentan estudios que arti-culan la reflexión sobre los movimientos so-ciales y la democracia. Es allí donde másclaridad se hace sobre la idea de los movi-mientos sociales como agentes de la histo-

ria, teniendo como referente las teorías másrepresentativas de estudio sobre los movi-mientos sociales. Tanto para la presentaciónde los discursos sobre la democracia, comode los movimientos sociales, lo que se hacees confrontar las distintas perspectivas, ana-lizar sus posiciones ideológicas, en un inten-to de síntesis teórica que permita, por unlado, complejizar las formas en que este con-cepto se ha entendido, así como concluir so-bre los aportes que cada perspectiva ha dadopara la comprensión de la democracia comoproyecto colectivo.

Esta investigación es la primera fase de unproyecto más amplio que le apunta a com-prender las dinámicas de desarrollo de lasdemocracias latinoamericanas desde la pers-pectiva del estudio de los actores sociales.A lo que se le apunta es a revisar los proce-sos de constitución de los actores socialescolectivos como agentes de transformaciónsocial en América Latina. Para tal fin, se ha-rán en fases posteriores, estudios de casos,inicialmente sobre Colombia y Venezuela,desde una perspectiva comparada. Las va-riables de estudio de esta investigación son:1) relaciones entre partidos políticos y mo-vimientos sociales en Colombia y Venezue-la; 2) las relaciones entre el desarrollo de lassociedades civiles y los movimientos socia-les, y 3) las experiencias de algunos de losmovimientos sociales como agentes de cons-trucción de ciudadanía. Esto se hará desdeel rastreo tanto de fuentes secundarias comoprimarias, esto es, desde los modos en queestos problemas han sido planteados en cadapaís, así como desde el seguimiento de pren-sa, documentos oficiales de organizacionesy movimientos sociales, así como de parti-dos políticos.

1. LOS DISCURSOS SOBRE LADEMOCRACIA

Para dar inicio a esta discusión, es necesarioplantear que la idea de democracia puedeconcebirse a sí misma como un conceptosiempre en elaboración. Definir, por tanto,

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qué se entiende por democracia, depende delmomento histórico al que se haga referen-cia, de las formas en que los actores socia-les, en dichos contextos, la asuman y de losprocesos que lleven a cabo para construirlaen las prácticas sociales.

El siglo XX, por ejemplo, la emergencia de lasociedad de masas generó un escenario paraque la discusión sobre sus múltiples signifi-cados se ampliara y emergiera en gran partedel globo. Perspectivas elitistas, pluralistas,neoelitistas, comunitaristas1 y hasta socialis-tas2 se disputaron la legitimidad de sus con-cepciones y los regímenes políticos que sobreestas ideas se defendieron y se siguen de-fendiendo en la actualidad. Democracia re-presentativa, democracia como sistema,democracia como régimen3, democracia ra-dical4, democracia participativa y democra-cia deliberativa, entre otras nociones hanalimentado el debate contemporáneo sobresu sentido y posibilidad de realización. Aestas ideas pueden sumarse aquellas referi-das a espacios de realización que desde elsiglo XIX se generaron. Así, se ha habladode democracia social, democracia económi-ca y democracia política5. Del mismo modo,se puede hablar de perspectivas económicasy sociológicas sobre la democracia moder-na; de una democracia antigua y otra mo-

derna; de modelos republicanos y liberales,socialistas y anarquistas sobre la democra-cia. Incluso hay quienes han planteado, enmedio de tanto debate (pero sin alejarse deun elitismo histórico que opone a líderesfrente a representados, a representantes yrepresentados a élites y a masas), abando-nar el concepto y referirse a esta como siste-ma de gobierno representativo6.

Con todo lo anterior y teniendo en cuentala gran cantidad de postulados alrededorde la idea de democracia, se denota sucentralidad en relación con la constituciónde un orden social, político, económico ycultural deseable, con independencia de losénfasis que se hagan en relación con la ma-nera en que participen los diferentes acto-res sociales. Unos centran su atención en elproceso de selección de gobernantes den-tro de distintos tipos de élites y el lugar yposición frente a estos de los gobernados yviceversa (léase elitismo); otros en las ex-presiones organizadas políticamente queinfluyen o buscan influir y en la maneracomo influyen en la toma de decisiones porparte del Estado (léase pluralismo, que noes otra cosa que otra forma de elitismo);otros en los diseños institucionales más ade-cuados para asegurar la estabilidad de lossistemas políticos (perspectiva sociológica7);

1 Sobre el desarrollo de las distintas perspectivas sobre la democracia en el mundo moderno, puedeconsultarse: GONZALO, Eduard y REQUEJO, Ferran. “Democracia. Razones de un sueño quegenera monstruos”. En: CORTINA, Adela. 10 palabras claves en Filosofía política. Editorial VerboDivino. Madrid, 1998.

2 Al respecto de la noción de democracia socialista ver: GARCÍA, Antonio. El camino hacia la democraciasocialista. En: Nueva Sociedad. Núm. 6. Mayo-junio de 1973, págs. 3-14.

3 Sobre la idea de la democracia como régimen opuesta a un conjunto de procedimientos, ver:CASTORIADIS, Cornelius. “Democracia como procedimiento y como Régimen”. En. CASTORIADIS,Cornelius. Ciudadanos sin Brújula. Ediciones Coyoacán. México, 2000, págs. 162 y ss.

4 MOUFFE, Chantal. Democracia Radical ¿Moderna o postmoderna?.En: Revista Foro. Núm. 24. Septiem-bre de 1994, págs. 13-23.

5 Sobre estas distinciones puede verse SARTORI Giovanni. ¿Qué es la democracia? Traducción deMiguel Ángel González Rodríguez. Ediciones Altamir. Bogotá, 1994, págs. 5 y ss.

6 Sobre esta discusión puede verse: MANIN, Bernard (1998). Los principios del gobierno representativo.Madrid, Alianza. El texto de Manin es utilizado para presentar el desarrollo histórico del “espíritudemocrático moderno” por Touraine. Ver: TOURAINE, Alain. ¿Qué es la democracia? Traducción deHoracio Pons. Fondo de Cultura Económica. México, 2001, págs. 116-117.

7 Sobre estas perspectivas, ver: GONZALO, Eduard y FERRAN, Requejo. Op. cit.

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otros más harán énfasis en los procesos deconstrucción de ciudadanía y procesos deautonomización de la sociedad frente alEstado; otros en los procesos comunicativosy deliberativos para la construcción de con-sensos y la toma de decisiones (Habermas,por ejemplo); otros en los actores socialesmás relevantes, individuos o colectivos; enlos procesos de construcción del interésgeneral frente a los intereses individuales(perspectiva comunitarista); otros en lamanera como la sociedad redistribuye losrecursos (democracia económica) y así unagran diversidad de perspectivas.

Esta gran diversidad de posiciones lleva apensar en el carácter ideológico de la cons-trucción de la democracia, por lo que, lejosde asumir esto como algo negativo, da cuen-ta de la manera como los actores sociales,de acuerdo a su formación, intereses, nece-sidades, posición de clase y momento his-tórico en que desarrollan sus ideas, hanlogrado dar cuenta del concepto. Es en estesentido que se asume el concepto de demo-cracia como un campo de conflicto que esresuelto de modos distintos, en las prácti-cas sociales, por cada sociedad en cadamomento histórico.

Así las cosas, cabe precisar que no se ha es-cogido hasta el momento, los tradicionalesesquemas para hablar de la democracia quenormalmente lo asumen desde una perspec-tiva histórica que pretende describir su de-sarrollo desde la antigüedad hasta el mundocontemporáneo, sino desde el punto de vis-ta que pone énfasis en el plano discursivosobre la democracia, como un conceptosiempre en discusión y replanteamiento. Sepodrá decir entonces, que una perspectivafenomenológica que se interroga por lossentidos de dicho concepto es la que guía

este trabajo. De esta manera, lo que se pre-tende es dar cuenta de cómo los distintosactores sociales la asumen como un proyectoo una realidad, alejándonos de las perspec-tivas más pesimistas sobre la imposibilidaddel establecimiento de una democracia“verdadera”, así como de las más idealistasque la ven como sinónimo de un orden so-cial armónico, sin contradicciones ni conflic-tos (nada más contrario, de hecho, a lo quepodría ser la democracia). Del mismo modo,se pretende un alejamiento de quienes, ex-cusados en un supuesto “realismo político”,la asumen como el menos malo de los siste-mas de gobierno, con todas sus limitaciones,para legitimar su propio poder y el manteni-miento de órdenes sociales excluyentes.

Planteado lo anterior, puede pasarse a defi-nir un campo de discurso un poco más preci-so sobre la manera en que se entiende lademocracia en el presente texto. Así, de losdebates enunciados anteriormente puede des-tacarse una tensión histórica en el desarro-llo de la democracia. Esta tensión se edifica,sobre su definición etimológica (demos: pue-blo; Kratos: poder o, en otras palabras, el po-der del pueblo, por y para el pueblo) y sobrelas preguntas que de esta definición se deri-van: ¿Puede el pueblo gobernar? ¿Puede elpueblo autogobernarse? Cuando se habla depueblo, ¿A qué se está refiriendo? Y, en uncontexto en el que se van a desarrollar pro-cesos complejos de inclusión/exclusión, so-bre la idea de pueblo, ¿Qué mecanismos sonlos más aceptables para que este poder pue-da ser ejercido? En el mundo de la Greciaclásica8, al parecer, el debate carecía de sen-tido, pues la idea de pueblo refería a los ciu-dadanos, hombres libres e iguales queparticipaban, discursivamente y en con-diciones de igualdad bajo el requisito de lalibertad (del mundo de las necesidades), de

8 Hay que decir que no todos los griegos tenían una visión positiva de la democracia. Para Platón,por ejemplo, esta tenía vicios y por eso edificó su República. Para Aristóteles, este era el peor de lasformas de gobierno o el más corrupto dentro de la tipología que construye, pues al considerarla elgobierno de los muchos sólo en su provecho, y estos normalmente eran “lo peor” de la comunidad.Ver: GONZALO, Eduard y REQUEJO, Ferran. Op. cit, pág. 25.

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las deliberaciones sobre la orientación de lapolis9. Pero el problema de la definiciónetimológica, usada para la estructuraciónpolítica del orden social en el mundo mo-derno, chocó rápidamente con el problemade la complejidad de las relaciones socialesy la multiplicidad de actores sociales quepodrían reconocerse como parte del pueblo.

Pronto se generó una oposición en torno alproblema de quiénes específicamente debíangobernar, mediante qué mecanismos; bajoqué principios, y cuál era el papel de aque-llos que no participaban directamente de latoma de decisiones dentro del Estado, comoinstitución desde la cual se debía regir yorientar normativamente a la sociedad. So-bre este proceso Alain Touraine muestracómo un elemento central y al mismo tiem-po problemático (por lo cual no debeasumirse desde su perspectiva como suficien-te, para definir a la democracia moderna) esla idea de soberanía popular. Este autormuestra cómo, dentro de una perspectivarepublicana, la idea de soberanía popular sir-vió de base para el establecimiento tempra-no de regímenes autoritarios que, sobre elescudo de representar la voluntad generalde las mayorías, impuso verdaderos regíme-nes del terror. El pueblo, entonces, bajo elpretexto de ser reconocido como soberano,

es usado para legitimar élites en el poder quehablan en su nombre10.

Ahora bien, esta discusión en el desarrollode la democracia moderna sirvió de basepara la legitimación progresiva de gobier-nos de élite mediante el establecimiento dediseños institucionales que definían una par-ticipación pasiva o sólo reactiva del pueblodentro del proceso de selección de “repre-sentantes” y con esto, la reducción de la de-mocracia a ser un sistema de gobiernorepresentativo para usar la expresión deBernard Manin. Se produce con esto un es-cenario en el que la oposición élite-pueblo(o masa, o mayorías) va a determinar tem-pranamente el desarrollo del concepto dedemocracia en la modernidad. Desde lasperspectivas liberales, así como republicanasen el sentido descrito anteriormente, el pue-blo se asume incapaz de gobernar de mane-ra autónoma, pues carece de autonomía, niestá en condiciones de ejercitar su razón,pues vive bajo condiciones de dominación;ni podrían constituirse diseños institu-cionales que hicieran posible este poder efec-tivamente soberano del pueblo.

El desarrollo de la democracia en esta direc-ción va a ser reducido a la constitución deinstancias mediadoras entre las mayorías y

9 Sobre la democracia griega y el funcionamiento de la Polis, como espacio público de materializa-ción de la democracia, abierto a los hombres libres (del mundo de las necesidades) e iguales puedeleerse: ARENT, Hanna. La condición Humana. Traducción de Ramón Gil Novales. Paidos. Barcelo-na, 1993, págs. 37-48.

10 TOURAINE, Alain. Op. cit, pág. 118. Lo problemático de la idea de pueblo y de la relación de estanoción con la idea de soberanía popular fue sentido también dentro de nuestro contexto de modotemprano también por nuestras élites más conservadoras. Así, en el debate temprano sobre la ideade soberanía popular como sustento de la democracia en Colombia, en relación con el estableci-miento de las sociedades democráticas a mediados del siglo XIX, José Eusebio Caro (referenciadopor Fernán González) planteaba que esta idea era engañosa pues con esta idea se podría referir a latotalidad de la nación y desde ese punto se le puede reconocer soberano, pero también pueblosignificaba la parte más ignorante y pobre de la población; en ese sentido, el pueblo no es el soberano sino unaparte mínima de él, pero la menos capaz de juzgar y discernir. Por eso, no se podía cuestionar que lassociedades democráticas fueran pueblo: eran una reducida porción del pueblo de Bogotá, pero no el pueblosoberano. De esta manera, la crítica a la idea de soberanía popular, así en Colombia como en Europa,va a ser usada para la legitimación de un gobierno de minorías o élites. Ver: GONZÁLEZ, Fernán.“Soberanía popular y crisis del bipartidismo. Entre la política tradicional y la política moderna”.En: AA-VV. Soberanía popular y democracia en Colombia. Ediciones Foro Nacional por Colombia-Corporación Viva la Ciudadanía. Bogotá 1993?, págs. 164-165.

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el Estado como escenario de toma de deci-siones de afectación general. Los partidospolíticos se constituyen así como estas ins-tancias dentro de un desarrollo complejo ylleno también de tensiones y conflictos. Es-tos cobraron tanta importancia que, de he-cho, la misma existencia de la democracia seha llegado a concebir como imposible sin laexistencia de partidos políticos11. Al respec-to del desarrollo de la democracia de partidos,Bernard Manin da cuenta de la forma comoestos reemplazan a otras élites (sin dejar lospartidos políticos de estar sujetos a estruc-turas jerárquicas y, por tanto, elitistas) en eldesarrollo del capitalismo.

Para este autor, el surgimiento de los parti-dos de masas (proceso relacionado con laampliación del voto y/o el establecimientodel sufragio universal) generó que los vo-tantes yo no eligieran a una persona cono-cida personalmente que, debido a su estatussocial previo, o a su posición política ante-rior, podía aspirar a un lugar en el parla-mento, sino a un representante de un partidopolítico. Este cambio, continúa Manin, aun-que al principio fue visto como una crisisde la representación (tradicional) por unlado y una muestra de un ideal de demo-cratización, por otro lado, que posibilitabala llegada al poder de cualquier persona,del hombre común, realmente lo que pro-dujo, fue el surgimiento de un nuevo tipode élite igualmente separada y diferencia-da socialmente de sus representados: el ac-tivista de partido y los simpatizantes. Elsurgimiento de los partidos de masas, ade-más, posibilitó, según el autor citado, laconstitución de comunidades imaginadasideales, en las que la identidad o identifi-cación entre representantes y representadosse edifica con base en una división de lasociedad por clase o región (por mencionar

unos casos). Unas comunidades imagina-das, en la medida en que unos y otros estándiferenciados socialmente, y la base que, sesupone, los unifica, no encuentra una de-mostración real12.

No obstante este proceso de configuraciónde élites, a través de partidos dentro delproceso de configuración de un sistema degobierno representativo a mediados del si-glo XIX y en gran parte del siglo XX, es im-portante plantear que la tensión no hadesaparecido. La tensión sigue manifestán-dose (y he ahí la importancia del desarrollode los actores sociales), cuando diversos ac-tores sociales intentan –y a menudo logran–constituirse en agentes de transformaciónsocial, capaces de incidir, no sólo de mane-ra reactiva o violenta como plantean loselitistas tempranos del siglo XX13, en el de-sarrollo de las sociedades modernas, o nosólo mediante el trámite de demandas a tra-vés de organizaciones sociales no partidis-tas, como pueden plantear los pluralistas.

Ahora bien, el progresivo desarrollo de lospartidos políticos sirvió de base material parael establecimiento de la denominada demo-cracia representativa. Estos servirían decanales para que sectores de la sociedad su-puestamente unificados y diferenciados (so-cio-económicamente, o regionalmente o, enla actualidad, étnicamente) disputaran elpoder de Estado, dentro de marcos institu-cionales estables, para desarrollar sus pro-yectos de sociedad con base en proyectosideológicos también unificados y diferencia-dos. Desde otra lectura, estos podrían sercalificados como organizaciones políticas di-rigidas a la consecución, mantenimiento ycontrol del poder de Estado que, dentro deun régimen democrático, se disputan el podera través de los votos que consiguen mediante

11 TOURAINE, Alain. Op. cit. Este autor llega a firmar que … Es casi imposible concebir una demo-cracia sin partidos, que estuviera gobernada por mayorías de ideas constantemente cambian-tes… pág. 140.

12 MANIN, Bernard. Op. cit, págs. 252-258.13 Sobre las distintas formas del elitismo y su desarrollo en el siglo XX, ver: GONZALO, Eduard y

REQUEJO, Ferrán. Op. cit, págs. 44-76.

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la movilización de programas y propuestasdiferenciados de sociedad.

Puntualmente, podría decirse que los parti-dos políticos estarían caracterizados por: a)constituir una organización interna estable,mediante el establecimiento de estatutos quegarantizan la disciplina de sus militantes ydirigentes; b) la búsqueda de movilización yarticulación social en torno a proyectos di-ferenciados de sociedad; c) la generación deopinión favorable en torno a sus propias pro-puestas; d) la búsqueda de control del apa-rato de Estado como escenario de toma dedecisiones de afectación general, mediantela competencia electoral pacífica (en ocasio-nes ajena a la violencia, pero se han desarro-llado también partidos políticos que optanpor la violencia para el acceso a poder deestado); e) su constitución como alternativade poder; f) el establecimiento de una estruc-tura jerárquica también estable; g) el desa-rrollo de liderazgos capacitados para elcontrol y administración del aparato de Es-tado (lo que podría denominarse, en térmi-nos de Manin, una burocracia de partido), yh) la movilización de electores identificadosde manera permanente o estable con las po-líticas del partido (la educación de lamilitancia y la generación de simpatías per-manentes o fieles)14.

Estas organizaciones así, garantizarían larepresentatividad de diversos intereses

sociales, pues servirían de canales, dentrode una perspectiva liberal un tanto idílica,de mediación entre las demandas socialesy las políticas de Estado. Los mismosasegurarían la estabilidad del sistema de-mocrático en tanto su organización formalgarantizaría la estabilidad en el trámite delos conflictos sociales y las demandas so-ciales (al renunciar a la violencia para latoma del poder, como requisito para sulegalidad).

Estas instituciones y el soporte que le dan ala democracia representativa, no rompen conla tensión generada desde el principio deldesarrollo de la democracia moderna entreaquellos que le dan prioridad a la represen-tación y aquellos que se la otorgan a la sobe-ranía popular. De hecho, el mismo desarrollode las distintas formas del elitismo (de iz-quierda y derecha) se escuda en uno o enotro énfasis para legitimar a las élites quetoman las decisiones y que ofrecen a las ma-sas alternaciones, pero sin alternativas15.Mediante estas estructuras de poder, el pa-pel de las masas es avalar o rechazar a lasélites en el poder, mediante distintas formasde presión, y estas se alternan en el mismo,de acuerdo a los periodos electorales. Lasoberanía popular corre así el riesgo de con-vertirse en el instrumento retórico para elmantenimiento del poder (o para el accesoal poder de Estado) por parte de las élitespartidistas.

14 No es ni mi interés ni cabe para los propósitos del presente texto ampliar una discusión sobre lascaracterísticas de los partidos políticos, los diferentes sistemas de partidos, y las estructurasinstitucionales sobre las cuales operan y/o construyen sus políticas. Para una ampliación de estepunto puede leerse: GILHODES, Pierre. “Sistema de partidos y Partidos políticos en Colombia”.En: Oscar Delgado, Fernán González y otros. Modernidad, Democracia y Partidos Políticos. FIDEC-FESCOL. Bogotá. 1993. Págs. 69-114; MANIN, Bernard. Op. cit.; WEBER, Max, Economía y sociedad.Un esbozo de sociología comprensiva. Edición preparada por Johanes Winckelmann. Traducción deJosé Medina Echavarría, Juan Roura y otros. Fondo de Cultura Económica. Segunda Edición de lacuarta en alemán. Bogotá, 1977. Tomo II; págs. 682-694; 1076-1103.; TOURAINE, Alain. Op. cit,págs. 139-143; y, los ya clásicos: DUVERGER, Maurice. Los partidos Políticos. Fondo de CulturaEconómica. México, 1992 y MICHELS, Robert. Los partidos Políticos. Un estudio sociológico de lastendencias oligárquicas de la democracia moderna. Traducción de Enrique Molina de Vedia, Amorrottueditores, Buenos Aires, 2003.

15 El caso de Colombia o Estados Unidos puede servir de referencia para esta idea de las alternacionesen el poder, sin alternativas reales, en términos de proyectos diferenciados de sociedad. Ver:GILDHOES, Pierre. Op. cit, págs. 72 y ss.

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De esta manera, aunque los diversos siste-mas de partidos abrieron espacios para lacanalización de demandas sociales excluidasdentro de los regímenes más aristocráticosde la democracia de los notables, de finalesdel siglo XVIII y principios del siglo XIX, laestructura de democracia representativa so-portada por estos, no puede considerarsecomo soporte exclusivo de la democraciamoderna, en tanto normalmente se le otor-ga a los sectores subalternos un lugarreactivo o pasivo.

Es en esta dirección que Touraine proponetres elementos fundamentales para la cons-titución de una democracia que vaya más alládel establecimiento de unos procedimientospara la toma de decisiones por parte del Es-tado y para la selección de gobernantes den-tro de las opciones que dan las distintasélites. Touraine plantea la necesidad de larepresentatividad, pero junto con el estableci-miento de límites al poder de Estado que ga-rantice el respeto de los derechos humanosfundamentales (bajo el supuesto de que so-bre la idea de soberanía popular, este puedeconstituirse autoritario o, de hecho, totali-tario, como se evidenció en el siglo XX) y eldesarrollo de una ciudadanía, entendidacomo vínculo social voluntario de los aso-ciados a un estado nación. Teniendo comopunto de referencia estos tres elementos,se puede discutir ahora, la manera en queestos “deberían” estar articulados a fin deno reducir su margen de acción a lo mera-mente procedimental.

Así, no es suficiente con el respeto de losderechos fundamentales, producto de unaslimitaciones al poder de Estado, y que elproceso de selección de representantes sehaga con base en su capacidad de convocar

los deseos, necesidades e intereses de losciudadanos, sino que estos últimos, ademásdeben contar con marcos de acción que lespermitan construir su propio concepto y pro-yección de la sociedad que componen, bajolos principios de igualdad, equidad, justiciay libertad. Esto es, los ciudadanos que tie-nen por fin su participación en la constitu-ción de la sociedad que componen, debenestar formados en la democracia, y su parti-cipación es algo que debe potenciarse y frentea lo cual, la mayor parte de las institucionessociales, políticas, económicas y culturalesdeben dirigir sus acciones. Esto en la medi-da en que no hay ciudadanos demócratas sinuna sociedad demócrata que los constituyay funde16.

La democracia, entonces, se constituye en unrégimen tanto más abierto, cuando mayoresprobabilidades encuentran los actores indi-viduales y colectivos que componen una so-ciedad dada de expresar libremente lasproyecciones que cada uno tiene para la mis-ma sociedad; es tanto más abierto, cuandoestos actores sociales han sido constituidoshistóricamente dentro de marcos de acciónequitativos y justos, para expresar los idea-les de vida buena que cada actor social cons-truye. De este modo, los procedimientosdemocráticos sólo pueden funcionar cuandolos ciudadanos que hacen uso de los proce-dimientos los reconocen como construccio-nes colectivas, ante los cuales los interesesindividuales son base, pero no fin, de su ela-boración y realización.

Esta perspectiva de la democracia podríavincularse con las propuestas de una de-mocracia como régimen17, la cual cuandono encuentra los espacios y bases socialesabiertos y formados, valga la redundancia,

16 CASTORIADIS, Cornelius. Ciudadanos sin Brújula. Ediciones Coyoacán, México, 2000, págs.162 y ss.

17 En el sentido que le otorga Castoriadis, la democracia, como régimen, es entendida en oposición auna democracia meramente procedimental, como el Régimen de autoinstitución explícita y lúcida delas instituciones deseables por parte de ciudadanos que se reconocen como agentes de dichaautoinstitución. Ver Castoriadis, op. cit, págs. 168 y ss.

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democráticamente, sólo es posible en la me-dida en que la misma, como valor y fin seconvierta en proyecto hegemónico capaz deromper con las formas de acción social quela impiden o imposibilitan; esto es, cuandolos actores sociales que la han incorporadologran constituirse en puntos de referencialegítimos y legitimantes del régimen demo-crático mismo; o, si se quiere, cuando estase convierte en valor fundamental dentro delas relaciones de poder y dentro del orde-namiento político. Desde esta perspectivaesbozada, la democracia es concebida comoun proyecto de autonomía individual y co-lectiva. La misma crisis que ha atravesado lademocracia representativa daría cuenta desus límites para representar la diversidad deintereses, necesidades y conflictos dentro deuna sociedad cada vez más compleja, bajolos supuestos de la razón como principiobásico de la vida social. Como proyecto deautonomía, se apunta entonces a la búsque-da de un ordenamiento social que permita ala diferencia y a la pluralidad de actores ma-nifestar sus proyectos de sociedad de mane-ra libre y autónoma.

En sus planteamientos sobre la idea de de-mocracia radical, Chantal Mouffe18 planteaen esta dirección, que dentro de la moder-nidad pueden evidenciarse dos proyectosclaramente diferenciados. Un proyectoepistemológico o de autofundación y unproyecto político o de autoafirmación. Elprimero estaría relacionado con el supues-to generado con el desarrollo científico quehabla de un hombre centrado o total que,a través de su propio conocimiento, puedeconstituirse en perfectible. Lo derivado deesto es la pretensión de construir una so-ciedad homogénea y sin fisuras, que eli-mina las contradicciones y conflictos de lasociedad al establecer valores supuesta-mente universales, producto de la razón.Los sueños de una sociedad perfecta pro-ducto del conocimiento científico conduje-ron al establecimiento de regímenes

totalitarios, tanto de izquierda como dederecha. Y es precisamente frente a estosque se establece el proyecto político deautoafirmación, el cual estaría relacionadocon las diversas luchas democráticas quehan buscado, y buscan aún, el reconoci-miento de un hombre destotalizado y des-centrado. Este reconocimiento, nutridotanto del psicoanálisis como de las teoríascríticas de la segunda posguerra, piensa laautora, permite el establecimiento de ba-ses más sólidas para que una diversidadcreciente de actores sociales, que asumenmúltiples posturas y posiciones, puedahacerse visible de manera positiva y seareconocida legítima por los distintosordenamientos políticos dentro de un con-texto que le apunta a una nueva relaciónentre lo particular y lo universal.

Desde esta perspectiva, se asume un pro-yecto de democracia radical en la que elreconocimiento de la diversidad cultural, degénero, étnica, política, social y culturalpueda ser reconocida positivamente comoelemento central de cualquier régimen quese suponga democrático. Esto daría cuentade las distintas formas mediante las cualesactores sociales diversos buscan hacersereconocer por parte no sólo del Estado, sinode la sociedad en general, para que efecti-vamente la autonomía individual y colecti-va, base fundamental de la democraciadesde esta perspectiva, pueda hacerse rea-lidad. Ahora bien, ¿cuál podría ser el esce-nario para el establecimiento de unademocracia radical o una democracia comorégimen? Antes de responder a esta pre-gunta, sería importante dar cuenta de ma-nera un poco más detallada del momentohistórico de su emergencia y de los proce-sos sociales que han impulsado su desarro-llo en las sociedades contemporáneas.

En esta dirección es preciso mencionar cómolas sociedades occidentales han atravesadoen los últimos 50 años una dura crisis de sus

18 MOUFFE, Chantal, op. cit, págs. 16-19.

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instituciones y principios fundamentales: laidea de progreso se debilitó con sus efectosperversos, manifiestos en la Primera y la Se-gunda Guerra Mundial; el desarrollo de con-flictos sociales crecientes en búsqueda dereconocimiento de diferencias no contempla-das dentro de los regímenes políticos ante-riores, tales como las demandas femeninas,las demandas de las culturas minoritarias,los procesos de independencia de los paísesafricanos y el desarrollo creciente de nue-vos movimientos sociales que, con base enidentidades culturales o de género o cons-truidos alrededor de proyectos excluidosantes del mundo de lo político, edificaronproyectos políticos alternativos en variaspartes del globo. La idea del progreso, fun-dada en la supuesta infalibilidad de la razóncientífica, de este modo se hace añicos y for-mas de conocimiento diversas comienzan alegitimarse dentro de un espacio que Jona-than Friedman19, denomina como el procesode deshegemonización de occidente sumado aotro de deshomogenización. Estos procesosdarían cuenta de una crisis de la razón ins-trumental y de todos los proyectos políticossustentados sobre esta. El mismo estableci-miento de los regímenes autoritarios, asícomo de formas de control social cada vezmás sofisticadas y efectivas agenciadas den-tro de las democracias capitalistas, denun-ciadas de manera temprana en los añoscincuenta y sesenta20, darían cuenta de unacrisis de sentido de las sociedades occiden-tales y de la misma idea de democracia limi-tada a los espacios institucionales derepresentación.

Dentro de este contexto, distintos autoresdesde diversas partes del mundo comenza-

ron a cuestionar la legitimidad de la hegemo-nía de occidente en términos políticos, eco-nómicos, sociales y culturales. Se comenzó ahablar de crisis de la razón científica, de ladebacle de los “meta-relatos” que, desde laóptica occidental, hacían historia y explicacio-nes totales de la humanidad; de crisis de lanación tal y como esta había sido entendida,de emergencia de nuevos nacionalismos ex-tremos; de la emergencia de nuevos actoresy movimientos sociales que luchaban por sureconocimiento y representatividad en lasesferas políticas, económicas, sociales y cul-turales, entre otros fenómenos.

En términos del desarrollo de la democra-cia, este es el contexto de emergencia de losdiscursos pluralistas que hacen énfasis en lasformas de influencia de actores sociales novinculados directamente con la institu-cionalidad estatal; en la influencia de la so-ciedad civil en la toma de decisiones yorientaciones normativas, económicas, socia-les y culturales por parte del Estado (elemen-tos estos criticados por los neoelitistas quedan cuenta de temas innegociables y de lostremendos impactos de las grandes corpora-ciones y transnacionales sobre la toma dedecisiones, frente a exiguas influenciasde grupos minoritarios o subalternos). Mo-mento de emergencia también un poco másadelante de distintas versiones de comunita-rismo y lecturas diversas sobre la importan-cia de los procesos comunicativos en laconstrucción de consensos para el estableci-miento del interés general21. Momento deemergencia finalmente y en sintonía con al-gunos de estos procesos, dentro del contex-to específico de reconstrucción de Europadespués de la Segunda Guerra Mundial, del

19 Ver: FRIEDMAN, Jonathan. Identidad cultural y proceso Global. Traducción de Eduardo Sinnott.Ediciones Amorrortu. Buenos Aires, 2001.

20 Nos referimos aquí fundamentalmente al desarrollo de la escuela crítica y los planteamientos entreotros de Herbert Marcuse en textos como El hombre unidimensional, entre otros.

21 Sobre el desarrollo de las teorías pluralistas de la democracia, que emergen en la segunda mitad delsiglo XX, y que se disputan sus posiciones con las teorías económicas que hacen énfasis en lasdecisiones racionales de los electores y con las perspectivas elitistas y comunicativas, las dosprimeras como perspectivas innovadoras dentro del elitismo, ver: GONZALO, Eduard y REQUEJO,Ferrán. Op. cit, págs. 58-95.

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Estado de Bienestar en varios países occi-dentales y del Estado Desarrollista en Amé-rica Latina y el Tercer Mundo.

Este proceso de transformación de los regí-menes democráticos durante la segunda mi-tad del siglo XX puede dividirse en dosmomentos. Por un lado, el establecimiento delEstado de Bienestar y su posterior desarro-llo, aunque sirve efectivamente para la recons-trucción de Europa y para el establecimientode sistemas de seguridad social que busca-ban el bienestar general de la población me-diante la participación central del Estado enla orientación de la economía, entra en crisispor la manera en que las demandas socialesson cooptadas dentro de un modelo de cor-porativismo de Estado. Dentro de este, des-de la mirada de Clauss Offe22, se establecióun campo de lo político centrado en el creci-miento y la seguridad, esta última entendidaen términos tanto de seguridad frente a laviolencia, como de seguridad social (serviciospúblicos con centralidad de una educaciónestatal, estabilidad laboral, servicios socialespara las mayorías, etc.), unidad nacional y ar-ticulación subordinada de las demandas so-ciales con base en la legitimidad de instanciasde mediación tradicionales: partidos políti-cos, sindicatos, agremiaciones de empresarios,entre otras. Por otro lado, este modelo esta-do-céntrico entra en crisis y con esto la ima-gen tradicional de lo político también, a partirde finales de los años sesenta y principios delos setenta. Las fronteras entre lo público ylo privado se hacen más fluidas e inestables ycon esto, emergen nuevos temas y actoresdentro del ámbito de lo político: lo privadose politiza, lo particular también. Los nuevosactores son los feministas, los ecologistas, losmovimientos étnicos, en fin, los nuevos mo-vimientos sociales dentro de una sociedadcivil fragmentada.

Este proceso de complejización de las rela-ciones sociales que ponen a tambalear a las

instituciones políticas y sociales tradiciona-les, así mismo, puede ser leído desde dosópticas diferentes. Por un lado, al perdersela frontera entre lo público y lo privado o alser esta redefinida en el campo de lo políti-co puede ampliarse la democracia, al entraren la arena de las discusiones públicas nue-vos temas y actores, pero, por el otro, tam-bién se puede leer como un proceso dereprivatización de muchos ámbitos de la vidasocial.

Planteemos con mayor claridad lo anterior.Para una lectura crítica, el Estado de bienes-tar es asumido como un modelo de estadosocial burocrático en el que la sociedad civiles copada y cooptada por el Estado. Estaúltima institución y la sociedad política seconvierten en los canales de mediación en-tre lo público y lo privado. La sociedad ci-vil, a través de sus actores privilegiados(sindicatos y agremiaciones de empresariosfundamentalmente) tramita, del mismomodo, mediante una política de la influen-cia, pero dentro del contexto de estableci-miento de principios de acción claros asícomo de valores claramente definidos (cre-cimiento y seguridad, si asumimos los plan-teamientos de Claus Offe), las demandassociales, dejando por fuera a gran cantidadde actores sociales de esta política de la in-fluencia y representación, tanto dentro delespacio de la sociedad política, como del es-pacio de la sociedad civil. Es específicamentedentro de la crisis del Estado social buro-crático que emergen nuevos actores y, dehecho, posiblemente, gracias a este. Estosnuevos actores cuestionan los límites a lopolítico establecido por el mismo Estado ysu articulación con la sociedad civil lo quesirve para una redefinición de lo público ylo privado.

Lo problemático de este proceso es que lascríticas que podrían catalogarse de “avanza-da” coinciden con el avance del neoliberalismo

22 Ver: OFFE, Claus. Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales. Traducción de Juan Gutiérrez.Editorial Sistema. Madrid, 1996, págs. 175 y ss.

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que pretende privatizar los servicios públi-cos y sociales, con el argumento de que estoseran asuntos privados. Así, las exigencias demayor participación y reconocimiento de lasdemandas sociales no incluidas dentro delmodelo de Estado de Bienestar o social bu-rocrático se enfrentan a propuestas de unalucha frontal contra el fortalecimiento de lasociedad que había generado el mismo Esta-do de bienestar. Términos como flexibilidadlaboral, competitividad, productividad, cre-cimiento sostenido, individualismo, se con-vierten en las banderas sobre las cuales seedifica el modelo neoliberal. Así, el Estado,lejos de velar por representar y tramitar losintereses, deseos y necesidades, se debía con-vertir, dentro de la perspectiva neoliberal, enel garante de las libertades y la seguridad,pero no entendida en sentido amplio comoera el caso del Estado de bienestar: este últi-mo era un objetivo individual, no político, sinoeconómico y por tanto debía estar reguladopor el mercado y no por el Estado. El bienes-tar se privatiza entonces y sale de la esferapolítica, restringida a ser gendarme de la com-petencia y la seguridad entendida en térmi-nos militares y policivos más que sociales.

2. SOCIEDAD CIVIL, CIUDADANÍAY DEMOCRACIA

Como respuesta a este modelo impulsado engran parte del globo por aquellos que habíandefendido el Estado de bienestar (en otrospor sus más radicales críticos), pero en lamayoría de los casos sin el contrapeso de lasinstituciones políticas tradicionales ni de losagentes de la sociedad civil tradicional, segeneran nuevas tensiones sociales y unaconflictividad creciente. Dentro del modelosocial burocrático, las luchas sociales eran asu-

midas como desviaciones producto de frus-traciones sociales (sobre esto volveremos másadelante) y generadas por actores socialesirracionales, o movilizados por creencias gene-ralizadas23. No obstante, son crecientes las pers-pectivas que legitiman las acciones socialescolectivas en respuesta a los procesos de re-formas económicas de tipo neoliberal, comomanifestaciones de una nueva política y unasociedad civil que asume su protagonismopara tramitar las demandas sociales yvisibilizar distintos conflictos sociales.

En páginas anteriores se mencionó cómo eldesarrollo de la democracia en la moderni-dad está atravesado por el establecimientode instancias mediadoras entre el Estado yla sociedad: los partidos políticos. Pero tam-bién se hizo alusión a la manera como estainstitucionalidad estaría limitada por la pre-tensión del establecimiento o mantenimien-to de la hegemonía de las élites en el poder,lo que en la práctica supone el establecimien-to de unas relaciones de dominación que im-posibilitan el mismo desarrollo autónomo degrandes sectores sociales y su participaciónefectiva de estos en la toma de decisionesde afectación general. La presentación deestos fenómenos no tuvo en cuenta otrosespacios de mediación que se desarrollantambién en las sociedades modernas que, sinbuscar ser partícipes directos de la institu-cionalidad estatal, buscan la influencia en latoma de decisiones por parte de esta. Nosreferimos a la sociedad civil. Sea este el mo-mento, entonces, para ampliar el significadode esta categoría y su relación con los proce-sos de construcción de la democracia comorégimen dentro del contexto de crisis de lospartidos políticos como instancias mediadorasy dentro de la emergencia de nuevos acto-res sociales.

23 Este es tal vez el concepto fundamental de la teoría del comportamiento colectivo que ve a este comoel resultado de tensiones sociales, que generan ambigüedades, que conducen al desarrollo de laansiedad; al comportamiento impaciente. El comportamiento colectivo es definido como aquelgenerado por creencias generalizadas que buscan la redefinición de uno o algunos componentesde la acción social: los instrumentos, las organizaciones, las normas y los valores. Al respecto ver:SMELSER, Neil. Teoría del Comportamiento Colectivo. FCE.

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Así, podemos observar cómo dentro deuna perspectiva liberal, la sociedad políti-ca compuesta por los partidos políticoscomo canales de trámite de demandas yconflictos sociales se encargaría de viabili-zar proyectos de sociedad, mediante elcontrol del aparato de Estado a través deprocedimientos democráticos. La mismasería el campo de la representación de ladiversidad de intereses, pero dentro decontextos de establecimiento de parámetrosy principios hegemónicos (crecimiento yseguridad, si seguimos en esto también aClaus Offe). Estas circunstancias asegura-rían la estabilidad política y social, pues ladiversidad no es un problema: se parte deunas perspectivas donde el desarrollo espreconcebido, así como el mismo hombrecon sus intereses, necesidades y deseos. Larazón, como base de la política, serviría debase también para la construcción del in-terés general o público, el cual sería desa-rrollado e impulsado por el Estado. A lasociedad civil, le correspondería, dentro deesta perspectiva, la de hacer visibles lasdemandas sociales, más que políticas, asícomo de la opinión pública política, comocrítica a las decisiones, procedimientos yproyectos agenciados por la sociedad polí-tica y por el Estado. Este es un contexto do-minado por actores sociales tradicionales:sindicatos y agremiaciones empresariales,fundamentalmente. Así, lo no tramitado porla sociedad política, lo sería por la sociedadcivil, como campo de control imparcial des-de la sociedad; como campo de crítica y bús-queda de influencia sobre el poder delEstado. El ideal implícito dentro de esta mi-rada es el de una sociedad política que efec-tivamente pretende la construcción delinterés general, y el de una sociedad civilque busca la eficiencia de este poder de Es-tado para garantizar el interés general. Des-de esta perspectiva se asume a la sociedadcivil como el escenario de producción de laopinión pública, producto de la deliberaciónlibre y autónoma de grupos organizados de

la sociedad, en búsqueda de influencia enla toma de decisiones por parte del poderde Estado.

Lo anterior, no obstante, desconoce lasprofundas contradicciones de intereses ylas profundas desigualdades que dentrode la sociedad civil se encuentran, al es-tar compuesta por un heterogéneo grupode organizaciones sociales con posicionesdesiguales, en términos de la estructurade relaciones sociales de poder y de pro-ducción, en términos de movilización derecursos y posibilidades reales de mani-festación y visibilidad pública, y en tér-minos de capacidad de afectación de lasacciones, propósitos y proyectos del po-der de Estado.

En esta dirección, ya a principios del sigloXX Antonio Gramsci definió a la sociedadcivil como el campo de producción de lahegemonía, la cual se logra cuando una cla-se (la burguesía o el proletariado, dentrode este esquema interpretativo) se consti-tuye en referente político, cultural, norma-tivo e incluso histórico, para la definiciónde los horizontes sociales, a partir de lainstalación de sus valores e ideología, nosólo en el campo de las organizaciones einstituciones sociales, en apariencia sepa-radas del Estado, sino en el mismo Esta-do. La sociedad civil que Gramsci muestraes aquella en la que se disputan los senti-dos legítimos e ilegítimos del orden social;aquel lugar donde combaten lógicas con-tradictorias que pretenden el copamientode los intereses generales de la sociedad yel posicionamiento dentro de la sociedadpolítica. Así, una clase llega a ser clasehegemónica, cuando sus intereses particu-lares son asumidos como intereses públi-cos y logra copar, tanto a la sociedad civil,como campo de intereses particulares o cor-porativos, como a la sociedad política (lospartidos políticos) y al Estado; cuando esEstado24.

24 GRAMSCI, Antonio. La política y el Estado moderno. Planeta-Agostin. 1979.

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Por otro lado, pero siguiendo este esquemainterpretativo, François Houtart25 define ala sociedad civil como un campo de conflic-to, en el que distintas organizaciones socia-les a partir de su posición dentro de lasestructuras sociales de poder y de produc-ción, hacen uso de los recursos que tienen asu disposición (no solamente económicos)para lograr un mejor posicionamiento y ca-pacidad de influencia en el desarrollo de lassociedades que componen. Como campo deconflicto, cada una de las organizaciones ycada uno de los agentes privados o corpora-tivos o incluso cada movimiento social quela componen, buscará utilizar su propia po-sición y su poder relativo para mantenerse olograr mayor capacidad de influencia den-tro del poder del Estado y sus políticas pú-blicas o, por el contrario, para transformarel estado de cosas en el que se encuentra. Esla sociedad civil, en este sentido, el lugar dereproducción o transformación de las estruc-turas sociales, en la medida en que allí seconcentran los actores políticos que puedencontrolar a la sociedad política e influenciarintensamente el desarrollo del poder de Es-tado y sus políticas.

Sin pretender agotar la discusión sobre elsignificado del concepto de sociedad civil,podría tenerse en cuenta una crítica más ala concepción liberal de la sociedad civil yes aquella que proviene de la crítica femi-nista de Nancy Fraser26 a la teoría haberma-siana27 de la sociedad civil y de la esferapública. Esta autora en su crítica a las de-mocracias realmente existentes, considera que,lo que Habermas interpreta como esferapública, es únicamente la esfera pública bur-guesa, es decir, aquella constituida por un

grupo específico de la sociedad que, impo-niendo sus lógicas y discursos, se asume así misma como representante del interés ge-neral. Fraser acepta que la burguesía seconstituye en público, pero no que lo quedebata y construya sea el interés general,sino un interés corporativo que se preten-de público, en oposición y en contradiccióna los intereses de grupos sociales excluidos–como las mujeres, pero también los escla-vos, los obreros, los campesinos pobres,entre otros– que constituirían públicos sub-alternos. Así, los intereses de la burguesíase constituirían en los referentes de accióndel poder de Estado, serían el Estado, alser esta clase la detentora de la capacidadde visibilización y promoción de lo propio,como interés general. Así también, puedeconcluirse, el interés público, el poder deEstado, estaría copado por el interés priva-do de una clase que, aunque por vías lega-les, coparía el poder de Estado y haría deeste, una extensión o, mejor, el campo depromoción, defensa y control del poder pri-vado, de los intereses particulares, legiti-mándolos como intereses públicos, bajo elescudo liberal que asume el poder de Esta-do como poder público.

De esta manera, el ideal liberal del Esta-do como espacio de construcción del in-terés general y, por tanto, como espacioinstitucional (como Estado democrático dederecho), garante de la democracia, en-tendida como la libre participación de to-dos o de las mayorías autónomas en latoma de decisiones de afectación general,se ve cuestionado al no representar éste latotalidad de actores sociales, ni concebiruna sociedad civil diferenciada y desigual.

25 Ver: HOUTAR, François. Hacia una Sociedad Civil globalizada: la de abajo o la de arriba. CentroTricontinental, Lovaina la Nueva. Foro Mundial de las Alternativas, citado en: GIRALDO, Ma-nuel. Crónica oculta del conflicto: antecedentes, estrategias de paz y opiniones de los protagonistas. Edicio-nes Desde Abajo. Bogotá. 2004.

26 FRASER, Nancy. “Repensando la esfera pública Una contribución a la crítica de la democraciaactualmente existente”. En: http://lainsignia.org/2001/junio/soc_030.htm. Tomado de Debate,núm. 46. Ecuador.

27 De Habermas, ver, por ejemplo: JÜRGEN; Habermas. Historia y crítica de la opinión pública. Transfor-mación de la vida pública. Editorial G.G. Mass-Media. Madrid, 1981.

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Esto, más si se tiene en cuenta la crecien-te complejidad que asumen las sociedadescontemporáneas donde la política de cla-se es cuestionada al basarse en identida-des totalizantes que encubren diferencias,desigualdades y distintas formas de ex-plotación y subordinación de diversos ac-tores sociales como las mujeres, losmovimientos ecologistas, los movimientosétnicos, entre otros. La idea, entonces, demovimientos sociales se hace indispensa-ble, no solo para pensar la democracia,sino para pensar en nuevas formas dearticulación entre la sociedad política, lasociedad civil y la sociedad en general.Esto en la medida en que desde el espa-cio de los movimientos sociales se cues-tiona la legitimidad de los partidospolíticos, así como de nociones liberal-bur-guesas de la sociedad civil. Se cuestionadesde el espacio de estos movimientos, nosólo la idea liberal de la democracia, fun-dada sobre la defensa del individualismoy las instituciones de representación comofundamento necesario y suficiente de lademocracia, sino la misma idea republi-cana, pues por lo que luchan estos al pa-recer, no es por la soberanía popular, sinopor la autonomía dentro de lo que ClausOffe denomina un nuevo paradigma so-bre lo político, el cual se enfrentaría a otroanterior en la medida en que aquel hacíareferencia:

... a una estructura social compuesta decolectividades relativamente duraderas y re-lativamente diferenciadas, tales como cla-ses, agrupaciones según el status social,profesión, interés económico, comunidadesculturales y familias. Por otro lado, co-rrespondería el nuevo paradigma a ungrado más alto de individuación y dife-renciación, es decir, a un tipo de estructu-ra social en el que tales colectividades sehan vuelto a la vez menos diferenciadas ymenos duraderas como puntos de referen-cias orientativos28.

Frente a lo anterior, es necesario aclarar queel autor se refiere al caso europeo exclusiva-mente, dentro del contexto de lo que muchoshan denominado como el establecimiento deuna sociedad “postindustrial”. Una sociedaden la que las identidades tradicionales en-tran en crisis producto de una mayor inesta-bilidad de las relaciones sociales, laborales,económicas y culturales en las que se consti-tuye, progresivamente un sujeto más móviltambién y con menor capacidad de construirproyectos duraderos y exclusivos en térmi-nos políticos, así como para el desarrollo desu propia subjetividad. Este proceso en Eu-ropa tiene que ser matizado para los contex-tos latinoamericanos, donde es más bien laemergencia de identidades culturales socia-les más estables, pero no necesariamente es-táticas, como aquellas basadas en la identidadétnica o cultural, lo que no quita compleji-dad al proceso. Las mismas, en un caso y enotro, no obstante, no encuentran escenariosde representación y reconocimiento dentrode las instituciones políticas tradicionalescomo los partidos políticos, ni dentro de unasociedad civil compuesta por actores socia-les tradicionales como los sindicatos y lasagremiaciones empresariales, por lo quemuchas veces se han visto abocadas a laredefinición de los mismos partidospolíticos; al apoyo a terceras fuerzas o a lafundación de partidos “independientes” o“alternativos”; así como también han tenidoque destinar sus acciones a la resignificaciónde la sociedad civil, a ganar espacios de vi-sibilidad en esta, hegemonizada por actoressociales poderosos.

El concepto de movimiento social enton-ces entra a jugar un papel central en el pro-ceso de construcción discursiva y dentrode las prácticas sociales de la democraciaal que hemos venido haciendo alusión y elescenario de la sociedad civil es centralpara el estudio de la misma como procesosocial, no sólo desde el punto de vistadiscursivo, sino de las prácticas sociales.

28 OFFE, Claus. Ob. cit, pág. 182.

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Su definición no ontológica, sino procesual,es nuestra tarea a continuación, pensandosiempre su relación conflictiva y complejacon las instituciones y actores sociales tra-dicionales de la modernidad. Esto no sinantes dar cuenta de la manera como en eldesarrollo de la sociedad civil y la demo-cracia se han puesto en disputa tambiénconcepciones sobre la ciudadanía, comotercer eje alrededor del cual girará nues-tro estudio sobre el vínculo entre los mo-vimientos sociales y la democracia.

En este sentido, puede darse cuenta de di-versas perspectivas sobre lo que significaser ciudadano en el mundo contemporá-neo y sobre la manera como desde estelugar se resignifica la democracia, particu-larmente por el papel que juegan los movi-mientos sociales en este proceso deredefinición de lo ciudadano, de la demo-cracia y la ciudadanía. Este elemento esclave para comprender también el escena-rio de los movimientos sociales como cam-pos de producción de discursos diversos(algunos incluso contradictorios) sobre lademocracia.

Para un acercamiento al concepto, puedeverse entonces cómo su definición está atra-vesada por los procesos históricos y por lastendencias políticas en cada momento. Joa-quín Herrera Flores y Rafael Rodríguez Prie-to afirman, por ejemplo, que ...Para una visiónsimplista, “ser” ciudadano consiste en la adquisi-ción de unas determinadas capacidades de acciónpública en un contexto geográfico preciso, y, almismo tiempo, estar sometido a (o sentirse privi-legiado por) las leyes que emanan de las institu-ciones que funcionan dentro de los límites de dichocontexto espacial29.

Esta es una perspectiva que los autores con-sideran ontológica, al preguntar por si se“es·” o no se “es” ciudadano, frente a lo cual

plantean que no se “es” ciudadano, sino quese “tiene” o no se tiene la ciudadanía, consi-derando a ésta como una técnica para el de-sarrollo y ejercicio de la democracia, la cuales considerada a su vez como “la construc-ción de medios adecuados para conseguir elautogobierno ciudadano. La ciudadanía, pues, seda en determinados contextos espaciales y, a suvez, viene determinada por los ritmos, cauces yprocedimientos que le imponen las diferentes lega-lidades que se dan en dichos contextos”30.

Ahora bien, aunque la ruptura con una con-cepción ontológica de la ciudadanía que laconcibe como un vínculo jurídico, reducidoal otorgamiento de derechos por parte delos aparatos de Estado de un territorio a al-gunos de sus habitantes, como un don o unprivilegio que hace a estos “ciudadanos” conderechos y deberes, presenta un avance, laconcepción técnica supone unos procedimien-tos definidos para su ejercicio, lo que consti-tuye también un intento de regular elejercicio del poder de institución de la so-ciedad por parte de los agentes y actores quela componen.

Desde la perspectiva de la ciudadanía comotécnica, entonces, habría que definir los pro-cesos a través de los cuales esta se adquiereo llega a tenerse, aspecto que no es desa-rrollado por los autores citados, pero quepodrían desarrollarse teniendo como refe-rencia los procesos de socialización y loscampos de la vida social en los que se desa-rrollan los individuos y las colectividades.Más específicamente, habría que decir, te-niendo en cuenta los contextos de realiza-ción o constitución de la vida política de losindividuos y los colectivos. En este senti-do, puede decirse que la ciudadanía es unaspecto potencial de los sujetos en tantoactores sociales, dado que la vida no estáinscrita totalmente en la política en el senti-do que, por ejemplo, Cornelius Castoriadis

29 HERRERA F, Joaquín y RODRÍGUEZ P., Rafael. “Legalidad: explorando la nueva ciudadanía”.En: Los campos de Juego de la Ciudadanía. Editorial El Viejo Topo, Madrid, 2003, pág. 45.

30 Ibíd, pág. 74.

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le da a este concepto31. Ahora, dado que laciudadanía es el conjunto de actividades arti-culadas conducentes al gobierno y autogo-bierno de los individuos y las sociedades, ésta,podría pensarse, está restringida a aquellosque participan centralmente de dichas activi-dades o que dedican gran parte de su tiempoa la deliberación y acción deliberada y explí-cita sobre los órdenes sociales deseables.

Hay que aclarar que con lo anterior no sequiere decir que únicamente unos actores y/osujetos sociales sean los encargados de ins-taurar o instituir los sentidos legítimos delmundo y los imaginarios sociales aceptados.Cada hombre y cada mujer son a la vez ins-tituidos e instituyentes, dentro de los cam-pos de acción y pensamiento que cadasociedad define para sí, en la fusión de losprocesos explícitos de institución o funda-ción, así como en los implícitos de la vidacotidiana. No obstante, cabe plantear cómola ciudadanía, dentro de este marco de refe-rencia conceptual y teórico, estaría restrin-gida a aquellas actividades y procesosexplícitos destinados a interferir en el pro-ceso de fundación-refundación-institución einstitucionalización de los significados y lasprácticas sociales legítimas de regulaciónde las relaciones sociales, de los procesos deconstrucción de los sujetos y sus universossimbólicos. En esta media, la ciudadanía esconcebida como un sistema de relacionessociales que tiene como característica princi-pal la participación explícita en la estructu-ración de los sistemas sociales y políticos, asícomo económicos y culturales, que definenlas relaciones sociales, el “bien común”, lasinstituciones deseables, las formas de gobier-no y autogobierno y, en fin, lo que podríadenominarse las formas del poder público.

Precisando, podría decirse, siguiendo en estotambién a Cornelius Castoriadis, que la exis-

tencia de la política, como actividad de losciudadanos, es base fundamental de la de-mocracia, entendida como el régimen en el quela esfera pública se hace verdadera y efectivamentepública, pertenece a todos, (y) está efectivamenteabierta a la participación de todos32. Este régi-men requiere que cada individuo y/o gruposocial, participe explícita y lúcidamente dela autoinstitución de la sociedad que lo con-tiene, lo que podría denominarse como ejer-cicio de la ciudadanía

Lo anterior supone el reconocimiento y auto-rreconocimiento de cada sujeto con consti-tuyente de “cuerpo social” que lo contiene;reconocimiento sin el cual no es posible lainteracción política; es decir, no sólo de auto-reconocimiento, sino de inter-reconocimientoentre los sujetos que componen una socie-dad. Esto en la medida en que, al auto-rreconocerse cada sujeto, como legítimoportador de opiniones legítimas para la crí-tica de las instituciones establecidas y la ins-tauración de las deseables, obliga, porinteracción, al reconocimiento en los otrosde la misma condición.

Así, más que una técnica con procedimien-tos definidos, la ciudadanía se entiendecomo un proceso a través del cual los suje-tos incorporan positivamente la resistenciaa lo instituido y asumen su poder insti-tuyente de manera explícita y deliberada,en la medida en que ven a la sociedad comoproducto de sus acciones e imaginarios in-dividual y colectivamente construidos, sindesconocer lo instituido. La ciudadanía, enprincipio abierta a todos los sujetos sociales,es, en este sentido, también la puerta de en-trada a la participación en la constitución yestructuración de la democracia y los pode-res que la sustentan, lo cual significa, paralas sociedades modernas, ser la puerta deentrada para las relaciones instituyentes

31 Castoriadis considera a la política como el cuestionamiento explícito y lúcido de las institucionesestablecidas; un cuestionamiento dirigido al establecimiento de las instituciones deseables/imagi-nadas. Ver. CASTORIADIS, Cornelius. Op. cit.

32 Ibíd.

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cambio de esto, recibe protección (caracte-rística del modelo romano de ciudadanía).Una tercera característica de este modelo deciudadano, propio de la modernidad, es laimposición de unos límites territoriales, porlos cuales el hombre nacido dentro de esoslímites adquiere una nacionalidad, y con ello,los derechos que esta da. Este elemento se-ría el determinante de la ciudadanía; al me-nos de la ciudadanía moderna, ya que:

A partir de la revolución francesa, los esta-dos necesitan legitimar su existencia, y paralograrlo recurren a los habitantes de su te-rritorio, diciendo de ellos que componen esaunidad natural –la nación–, capaz de pres-tar una base de lealtad al estado. La confi-guración de los estados nacionales esentonces, un proceso por el que se ajustanentre sí un estado y una nación, formadapor el pueblo. Con lo cual se echa de ver quétan contingente es la formación de la na-ción como la del estado, tan artificial la unacomo la otra33.

La nación y el Estado, o, el Estado-nación,como referente de acción de los hombrespolíticamente inscritos; es decir, reconocidosy autorreconocidos como agentes institu-yentes de la sociedad que componen (y quelos compone) es el campo de acción de la ciu-dadanía moderna. No obstante, esto sólosucede cuando este escenario de poder losreconoce y abre las posibilidades efectivasde su participación en la definición de losintereses generales y de la proyección nor-mativa, económica, social, cultural e históri-ca de su sociedad.

En esta dirección, es bien sabido que el “de-recho” de la ciudadanía o los derechos deciudadanía han sido un campo de disputasy conflictos durante el desarrollo de las so-ciedades modernas. Es sólo cuando se es-tablece el Estado democrático de derechoque comienza un proceso de ampliación de

frente a (en oposición a, en conjunción con)el poder del aparato de Estado. La ciuda-danía, como forma de reconocer positiva-mente las tensiones y conflictos sociales,constituye la agencia central de construc-ción de la democracia en la medida en quesu actor, el ciudadano individual o colecti-vamente considerado, participa de laestructuración de lo legítimo y lo ilegítimo,dentro de un marco de referencia abierto atodos, sin presiones ni restricciones para laexpresión libre de las opiniones de aque-llos que constituyen el campo democrático.

Ahora bien, este campo democrático ha va-riado sustancialmente desde el mundo grie-go hasta la actualidad. Dentro del desarrollode las sociedades modernas, el mismo seinstitucionaliza en el sentido de la forma-lización de las posibilidades de acción decada hombre dentro de un espacio políticoy un territorio definidos. En relación con elespacio político, este puede dividirse clara-mente en dos: el Estado y la sociedad civil. Sidefinimos la ciudadanía como la posibilidadde acción libre y autónoma que le apunta a laintervención dentro de la configuración delos intereses generales, como el discurso ylas prácticas del poder conducentes a la in-tervención explícita dentro de los procesossociales, notamos cómo el espacio privile-giado de toma de decisiones es el Estado.Es particularmente en relación con este apa-rato de poder que se define la ciudadaníaen la modernidad; un campo que conjugaprocesos de estructuración de los sistemasde gobierno de la Grecia clásica, así comode Roma.

Adela Cortina, en su estudio sobre la evolu-ción del concepto, muestra cómo el ciudada-no no sólo es un sujeto político en el sentidoen que participa en las deliberaciones políti-cas (herencia del modelo griego), sino queademás le debe lealtad, y se somete a las le-yes y normas del Estado en el cual vive; a

33 CORTINA, Adela. Ciudadanos del mundo: Hacia una teoría de la ciudadanía. Alianza Editorial. Ma-drid, 1997, pág. 61.

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la ciudadanía a sectores sociales más amplios.Es así como el desarrollo de la burguesía sir-ve para la constitución de un campo de refe-rencia de la acción política, que empieza aconsiderarse un derecho, en principio, decada hombre (en principio libre y propieta-rio), pero luego también de cada mujer, yluego los grupos excluidos demandan tam-bién estos derechos y la representación y/oreconocimiento de sus intereses, deseos, pro-yectos y necesidades.

Como se planteó anteriormente, el estableci-miento del Estado democrático de derecho yla democracia moderna supone, paraTouraine, el establecimiento de tres principiosde configuración del poder público: la ciuda-danía, la representatividad y límites al poderdel Estado34. Desde el escenario del Estado-nación se definen los sujetos que han de reco-nocerse como ciudadanos, lo que implica unsistema de inclusiones y exclusiones. No obs-tante, la acción política, dentro del procesode individuación, pero también de configu-ración de comunidades políticas, que suponeel desarrollo del capitalismo y la modernidad,va a ser motivo de conflictos para sectoressociales cada vez más amplios, que buscan suinclusión dentro de los escenarios de delibe-ración y toma de decisiones que contiene elEstado, en tanto éste, además, posee la fuer-za para la aplicabilidad de las mismas. Así, sibien es cierto la ciudadanía moderna suponeun régimen de inclusiones y exclusiones, es labúsqueda de inclusión y la pretensión de ha-cer representables, o al menos visibles, losintereses heterogéneos e, incluso, contradic-torios de la sociedad, lo que va a ampliar elcampo de juego de la ciudadanía. De estamanera, esta condición se adquiere no sólocomo fruto de reconocimiento del aparato deEstado, sino como producto del desarrollode los conflictos y contradicciones sociales,agenciados por los excluidos aunque tambiéndesde los incluidos.

El discurso y las prácticas de la ciudadaníacomo posibilidad de intervención directa yexplícita en la proyección de la sociedady las instituciones deseables, como acción po-lítica, se establecen como proyectos siempreabiertos, tanto dentro del aparato de Esta-do, como fuera de él.

En esta dirección, no es únicamente el apa-rato de Estado el escenario de construcciónde lo público o del interés general. La socie-dad civil es también un escenario político dedeliberación e institución de la ciudadaníaen tanto fruto de la organización, definicióny agenciamiento de intereses colectivos, losactores sociales buscan afectar el ordena-miento social y su propia institucionalidadpolítica, económica y social, desde sus accio-nes y discursos.

La ciudadanía no sólo encuentra como mar-co de referencia al Estado, sino a cada unode los movimientos y organizaciones que sir-ven para la definición de los intereses gene-rales que llegan a serlo, precisamente por supuesta en público, su publificación en las ins-tituciones, organizaciones y movimientos queson capaces de canalizarlas y convertirlas enobjeto de deliberación política dentro delEstado y fuera de él. Fuera de éste, debidoa que, de hecho, el mismo no copa, ni puedecopar la totalidad de las relaciones socialesni la totalidad de los intereses y deseos delos individuos y los colectivos sociales y, eneste sentido, la totalidad de la vida políticade las sociedades contemporáneas, más aúncuando su reducción a la búsqueda de “se-guridad” lo conduce a un distanciamientocreciente frente a los deseos, necesidades eintereses de las heterogéneas mayorías.

Frente a esto último, Néstor GarcíaCanclini35, en 1996, llamó la atención sobreel hecho de que la ciudadanía no se restrin-ge al espacio jurídico-político, sino que

34 TOURAINE, Alain. ¿Qué es la democracia? Op. cit.35 GARCÍA C., Néstor: Consumidores y ciudadanos: conflictos culturales de la globalización. Editorial

Grijalbo. México, 1995, págs. 17 y ss.

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alcanza dimensiones en relación incluso conla cultura y la economía. Este autor comen-taba que la ciudadanía es más que un dere-cho reconocido por los estados en losámbitos mencionados, pues significaba tam-bién formas de reconocimiento social y derelaciones sociales entre personas que sereconocen iguales muchas veces en la dife-rencia. La ciudadanía, para García Canclini,es de esta manera, también una estrategia.Desde este planeamiento,

Reconcebir la ciudadanía como estrategiapolítica sirve para abarcar las prácticasemergentes no consagradas por el ordenjurídico, el papel de las subjetividades enla renovación de la sociedad, y, a la vez,para entender el lugar relativo de estasprácticas dentro del orden democrático ybuscar nuevas formas de legitimidadestructuradas en forma duradera en otrotipo de Estado. Supone tanto reivindicarlos derechos de acceder y pertenecer al sis-tema político como el derecho a partici-par en la reelaboración del sistema, definirpor tanto aquello en lo cual queremos serincluidos36.

Con la noción de ciudadanía cultural, losvínculos entre la política y la cultura se es-trechan; del mismo modo, las reivindicacio-nes sociales amplían su radio de acción ysobrepasan lo meramente económico, parareivindicar también derechos culturales, a ladiferencia, al territorio, entre otros. Del mis-mo modo, los nuevos movimientos socialesle han dado a las democracias latinoameri-canas formas de interacción y articulaciónsocial que ponen a prueba las tradicionalesfronteras de lo político, o mejor, de la políti-ca como el espacio de los estados, los go-biernos y los partidos.

Vemos, entonces, cómo la ciudadanía co-mienza a vivirse y experimentarse de mane-ras cada vez más complejas dentro de losprocesos de globalización; los movimientossociales contemporáneos están construyen-do nuevas formas de integración, interacciónsocial y ciudadanía, desde abajo, que pue-den llevar a nuestras sociedades al estable-cimiento de sistemas democráticos que vayanmás allá de las retóricas electorales denuestros dirigentes y de las visiones de lademocracia y la ciudadanía meramenteinstrumentales, como discursos legitima-dores del orden establecido37. La dimensióncultural de los nuevos movimientos sociales,de la democracia y la ciudadanía, estudiadapor García Canclini, Arturo Escobar, AlainTouraine, entre otros, nos puede dar lucessobre los mecanismos de acción más efectivospara la constitución de sistemas democráti-cos participativos en los que las poblaciones,las clases y grupos sociales subalterno(a)scobren un papel protagónico en el diseño yconstrucción de sus propias sociedades; delmismo modo, nos permiten ver las posibili-dades de estas formas de organización ensu confrontación con órdenes normaliza-dores y reguladores.

3. MOVIMIENTOS SOCIALES YDEMOCRACIA. LOS AGENTESDE LA HISTORIA

Para el desarrollo de esta última discusión,podemos partir de una definición sintéticasobre el significado de los movimientos so-ciales. Esta definición es propuesta porMauricio Archila:

Por movimientos sociales entendemosaquellas acciones sociales colectivas más

36 Ibídem, pág. 21.37 En este sentido, en Colombia, uno de los principales defensores e impulsores de un tipo de ciuda-

danía meramente instrumental que busca que esta se convierta en un mecanismo de control social,de autocoacción y represión social es tal vez el Ex-alcalde de la Ciudad de Bogotá, quien reduce laciudadanía a lo meramente normativo con fines de competitividad y productividad. Ver: MOCKUS,Antanas. “Cultura, Ciudad y Política”. En: La ciudad observada: violencia, cultura y política. YesidCampos e Ismael Ortis. T.M. Editores. Bogotá. 1998, págs. 15 y 16.

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o menos permanentes orientadas a enfren-tar injusticias, desigualdades o exclusio-nes, y que tienden a ser propositivas encontextos históricos específicos (...) el te-rreno del conflicto en el que se muevenlos actores sociales es ilimitado y no sereduce a lo socioeconómico (...); los mo-vimientos sociales responden a asociacio-nes voluntarias y, en ese sentido, sontambién comunidades imaginadas. Am-bos aspectos denotan un papel proactivode los movimientos sociales en la cons-trucción de la democracia, pues amplíansu base y constituyen una expresión or-ganizada de la sociedad civil38.

La lucha de los movimientos sociales frentea injusticias, desigualdades o exclusionespuede ser entendida como una lucha por elreconocimiento de estas condiciones y labúsqueda de soluciones por parte de acto-res sociales diversos para la ampliación dela democracia. No obstante esta lectura po-sitiva y que vincula directamente a los mo-vimientos sociales como parte de la sociedadcivil ha atravesado un largo proceso en elque no siempre se les ha juzgado como ac-ciones sociales positivas y para nuestro inte-rés, por y para la democracia. De hecho, lasprimeras lecturas sobre estos, desde unaperspectiva elitista afirmaban que las mismaseran acciones irracionales, producto de frus-traciones sociales ante cambios en las estruc-turas económicas, políticas y sociales. Dentrode estas primeras perspectivas, los canalesinstitucionales eran transgredidos por acto-res sociales con conductas desviadas, másfruto de la impaciencia y frustración frentea los cambios sociales, que resultado de un

proceso de racionalización del mundo. Estetipo de conductas colectivas irracionales de-bían ser asumidas como retos para la estabi-lidad de la misma democracia39. Estosmovimientos, entendidos dentro de una ló-gica del comportamiento colectivo, rompíancon la estabilidad del sistema y con su racio-nalidad interna al no ser capaces de adap-tarse a proceso de cambio, lo que conducía aacciones irracionales.

Frente a estas perspectivas negativas de losmovimientos sociales, en su estudio sobre eldesarrollo de las teorías sobre los movimien-to sociales Margarita Bonamusa40 planteaque el protagonismo alcanzado en los añossesenta y setenta por estos, se debe a la ma-nera en que estos re-significan la democra-cia, generan proyectos que redefinen, asímismo lo público, lo privado y lo político.Estos movimientos, afirma la autora, logra-ron poner sobre el tapete nuevas demandasy proyectos frente a una concepción estan-cada de la democracia que la reducía a la re-presentación y el corporativismo de Estado.Pero también, continúa Bonamusa, genera-ron reflexiones y conjeturas sobre el porquéde su actividad y sus protestas. La primeraaproximación teórica, el modelo clásico, pro-vino de la psicología del comportamiento co-lectivo. Desde esta se veía a los movimientossociales como producto de las frustracionesindividuales que, al activarse, generabancontagios y pretendían la desestabilizaciónde la sociedad. Estas frustraciones genera-ban comportamientos irracionales y destruc-tivos en los individuos y frente a la sociedad;eran concebidos, entonces, como disfuncio-nalidades inherentes a la sociedad.

38 ARCHILA, Mauricio. “Vida, pasión y… de los movimientos sociales en Colombia”. En: ARCHILA,Mauricio y PARDO, Mauricio (eds.) Movimientos sociales, democracia y estado en Colombia. CES-Universidad Nacional de Colombia-ICANH. 2001, pág. 18.

39 SMELSER, Neil. Op. cit.40 BONAMUSA, Margarita. “Organización y estructura de oportunidad política”. En: Revista Aná-

lisis Político. Núm. 23. Septiembre-diciembre de 1994. Universidad Nacional de Colombia. Bogo-tá, págs. 60-64. Las referencias a la revista Análisis político fueron extraídas de las versionespublicadas en la red, por lo que la paginación original de la versión impresa puede no coincidircon la referenciada aquí (varias ediciones on-line no tienen la paginación original).

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Progresivamente, particularmente a partir delos finales de los años sesenta y comienzosde los setenta, de una mirada negativa so-bre los movimientos sociales se pasa a unapositiva en la que se centran los análisis enlos procesos organizativos (teoría de movi-lización de recursos), en los procesosidentitarios (nuevos movimientos sociales);en la estructura de oportunidades políticas(modelo de proceso político). Varios auto-res destacados por Bonamusa, así como otrosmás, dan cuenta de la manera como elfuncionalismo juzgó las conductas colectivascomo disfuncionales y de cómo desde estasmiradas, dentro de marcos sociales e histó-ricos un tanto distintos, comenzaron a juz-garse como procesos de estructuración socialdesde racionalidades diversas que aporta-ban al desarrollo de la democracia, en tantovisibilizaban, a partir de sus necesidades,pero también de sus intereses, proyectos ydeseos, formas alternativas de acción políti-ca y proyectos políticos diversos también41.

Dentro de este desarrollo, el énfasis en losprocesos organizativos (Teoría de la Movi-lización de recursos) hace hincapié en la ma-

nera como se desarrollan distintas formasde racionalidad edificadas necesariamentesobre la constitución de organizaciones es-tables con líderes reconocidos que lograncanalizar y articular las demandas de los in-tegrantes de base, lo que aleja este plantea-miento de la mirada funcionalista. Desdeaquí se plantea que los movimientos socia-les en la medida en que están guiados porobjetivos concretos hacen cálculos sobre lasacciones a desarrollar y los costos y benefi-cios de las mismas, pero desconoce en granmedida los procesos políticos dentro de loscuales las acciones colectivas de estos pue-den ser posibles o, para precisar, la estruc-tura de oportunidades políticas que hacenposible la misma constitución de las orga-nizaciones de movimientos sociales (OMS).Lo anterior, para Margarita Bonamusa, seconstituye en una visión aislacionista de losmovimientos sociales pues no tienen encuenta la estructura de relaciones de podery la estructura social dentro de la cual segeneran y se desarrollan. A partir de estascríticas surge el modelo del Proceso Políti-co el cual tiene en cuenta estos elementos.De esta manera:

41 Varios autores, tanto colombianos como extranjeros, han dado cuenta del tránsito en los análisissobre los movimientos sociales a nivel mundial y de la manera como estos han afectado las lecturassobre la democracia en las sociedades contemporáneas, por lo que aquí se tratará de puntualizarsobre la articulación entre movimientos sociales y democracia con el fin de sustentar teóricamenteel estudio de los movimientos sociales en Colombia y Venezuela. Para un análisis detallado deestos procesos de cambio de paradigmas en los estudios sobre movimientos sociales, desde lasperspectivas funcionalistas (cercanas, como se dijo, al elitismo democrático) ver: MÚNERA RUIZ,Leopoldo. Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia 1968-1988. IEPRI-Uni-versidad Nacional de Colombia-CEREC. Bogotá, 1998. Págs. 23-84; ESCOBAR, Arturo (con SoniaÁlvarez y Evelina Dagnino). “Lo cultural y lo político en los movimientos sociales de AméricaLatina”. En: ESCOBAR, Arturo, El Final del Salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropologíacontemporánea. ICANH/CEREC. Santa Fe de Bogotá. 1999, págs. 133-167; L, COHEN, Jean y ARATO,Andrew. Sociedad civil y Teoría Política. Traducción de Roberto Reyes Mazzoni. Fondo de CulturaEconómica. Primera edición en español de la tercera en Inglés. México, 2002. (particularmente elcapítulo X de la tercera parte). Págs. 556-635; OFFE, Claus. Op. cit, págs. 163-244; BONAMUSA,Margarita. Op. cit, págs. 60-74. TOURAINE, Alain. Op. cit, págs. 87-90 y TOURAINE, Alain. Elregreso del actor. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Colección Problemas del Desarrollo. Tra-ducción de Enrique Fernández. Buenos Aires. 1987. Para una crítica desde la acción racional o,más específicamente, desde lo que se ha denominado el individualismo metodológico, ver:TANAKA, Martín. “Elementos para un análisis de los movimientos sociales. Individualismometodológico, elección racional y movilización de recursos”. En: Revista Análisis Político. Núm. 25.Mayo-agosto de 1995. Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. UniversidadNacional de Colombia. Bogotá, págs. 3-25.

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Las críticas realizadas por el modelo de Pro-ceso Político conducen a un desplazamien-to de la preponderancia asumida por el rolque ejercen los recursos materiales y huma-nos y, por ende, la organización, y se con-traponen al análisis de la estructura deoportunidad política nacional y su efectoen la propensión de formar acción colectivay movimientos sociales, y, cómo estos últi-mos, afectan el entorno político y las polí-ticas resultantes de un ciclo de protesta.Dentro de esta nueva concepción, los mo-vimientos sociales son vistos como organi-zaciones con la capacidad de establecerestrategias dentro de un contexto políticoque los determina estructuralmente tantoen los repertorios de protesta que asumen,como en sus posibilidades de acción y éxito.Es más, las relaciones de poder no constitu-yen una estructura inmutable de la vidapolítica, sino que la estructura de oportu-nidad política es flexible y vulnerable en de-terminados momentos a las acciones de losgrupos excluidos de la política formal. Cual-quier evento o proceso social –i.e. guerras,proceso de industrialización, cambios demo-gráficos, desempleo prolongado, realizacio-nes políticas internacionales, etc.– puedesocavar los cálculos y suposiciones bajo lascuales se estructura el establishment políti-co y esto produce cambios en la estructurade oportunidad política. Pero a diferenciadel modelo clásico donde estos macro proce-sos sociales son la causa directa del origende los movimientos sociales, en el modelo deProceso Político tales procesos produceninsurgencia solo de una manera indirecta através de una reestructuración de las rela-ciones de poder42.

De este modo, los Movimientos Sociales po-drían ser considerados como agentes quedinamizan los procesos políticos en momen-tos específicos y dentro de ciertas estructu-ras de relaciones sociales de poder. Los

mismos, con sus acciones, prácticas y discur-sos contribuyendo a ampliar los sentidos ysignificados de la democracia, cumpliríantambién el papel de actores de transforma-ción social y de resignificación de la demo-cracia, pues buscan impactar la mismaestructura de relaciones de poder, así comolos significados sociales de la democracia,desde (contra o por) sus distintos escenariosde materialización: los partidos políticos, lasociedad civil y la ciudadanía.

Tal vez el más importante representante deesta perspectiva es Sydney Tarrow, quienhace énfasis en lo determinantes que son lasestructuras de oportunidades políticas parael surgimiento de movimientos sociales. Esteautor muestra cómo sólo surgen movimien-tos nacionales en el proceso de formación delEstado Nacional. Este, al configurarse, con-figura también posibilidades de acción parasectores sociales excluidos de la vida políti-ca. Los movimientos sociales son considera-dos como el resultado de crisis en las élites,divisiones de las mismas y ampliación deescenarios de participación43.

El impacto de las nuevas teorías sobre losmovimientos sociales se ha ampliado no soloen el mundo académico, sino en el mismo mar-co de los Movimientos Sociales, los cuales hanbuscado su reconocimiento y legitimidad fren-te a los sistemas políticos nacionales e interna-cionales. Un elemento central en este procesode desarrollo de los movimientos sociales,como concepto y como práctica, lo constitu-yen los procesos identitarios agenciados porlos mismos. De hecho, se ha llegado a afirmarque la identidad es pieza clave del desarrollode los movimientos sociales o, más puntual-mente, de los nuevos movimientos sociales.

En relación con el primer aspecto, AlainTouraine plantea incluso que el estudio delos actores y movimientos sociales, no sólo

42 BONAMUSA, Margarita. Op. cit, págs. 63-64.43 TARROW, Sydney. El Poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política.

Alianza Editorial. Madrid, 1997.

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da cuenta de un nuevo objeto de estudiodentro de pensamiento sociológico, sino quese pueden establecer como el objeto de estu-dio de la sociología. Este autor critica, en estesentido, a una sociología tradicional, centradaen la categoría de sociedad o sistema social(propia del funcionalismo parsoniano), puesdesconoció u ocultó a aquellos que produ-cían el sistema social. En cambio, él proponeuna sociología del actor, o una sociología dela acción, en la que los actores y movimien-tos sociales, como productores de lo social,se conviertan en el objeto central de una nue-va sociología. En esta dirección define laexistencia de los actores sociales de estamanera:

La historia de la modernidad es la de la cre-ciente afirmación de la conciencia contra laley del príncipe, la costumbre, el interés, laignorancia y el miedo. Sólo existen movi-mientos sociales y conductas colectivascomprometidas en el conflicto por la gestiónde la historia si el actor posee la capacidad deelevarse por encima de simples reivindi-caciones y hasta negociaciones políticas, parareconocerse y afirmarse como productor antesque consumidor de la situación social, y si escapaz de cuestionar esta última en lugar dedepender simplemente de ella44.

Así, al plantear la centralidad de los actoressociales para el desarrollo del pensamientosocial, y específicamente para el de la socio-logía, a lo que se le apuesta es a la constitu-ción de una sociología de la acción queintente comprender los procesos de consti-tución de estos sujetos, de sus conciencias,su historicidad, sus conflictos y sus formasde acción para generar procesos de trans-formación social.

Esta propuesta de transformar el pensamien-to sociológico es ampliada por Touraine, albuscar definir, metodológicamente, las for-mas en que los actores sociales se manifies-

tan: conducta colectiva, lucha y movimientosocial. En este sentido afirma que:

... Para aclarar el vocabulario, propongollamar conductas colectivas a aquellasacciones conflictivas que pueden ser en-tendidas como un esfuerzo de defensa, dereconstrucción o adaptación de un ele-mento enfermo del sistema social, trátesede un valor, una norma o de la sociedadmisma. En este sentido, Neil Smelser usóla expresión collective behaiviour. Si,al revés, los conflictos se analizan comomecanismos de modificación de decisio-nes y por lo tanto como factores de cam-bio (fuerzas políticas en el sentido másamplio del término), propongo hablar deluchas. Por fin, cuando las acciones con-flictivas tratan de transformar las rela-ciones de dominación social ejercidas sobrelos principales recursos culturales –la pro-ducción, el conocimiento, las reglas éti-cas– utilizaré la expresión movimientosocial…45

Ampliando lo anterior aún más, Touraineplantea que:

Hablar de conductas colectivas es considerarlos conflictos como respuesta a una situa-ción que debe valorarse por sí misma, es deciren términos de integración o desintegraciónde un sistema social, definido por un princi-pio de unidad. Hablar de luchas, por el con-trario, implica una concepción estratégicadel cambio social. Las luchas no son respues-tas sino iniciativas, cuya acción no lleva, nilo pretende, a construir un sistema social.En consecuencia la idea de luchas está más omenos directamente relacionada con una re-presentación de la sociedad como mercado ocampo de batalla. Además de la competenciay la guerra existen muchas otras estrategiasconflictivas, pero tampoco se refieren a la ideade un sistema social definido por valores, nor-mas e instituciones.

44 TOURAINE, Alain. El retorno del Actor. Op. cit, pág. 3245 Ibíd, págs. 93-94.

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El pasaje de luchas a movimientos socialesrestablece, al contrario, la relación entreacción conflictiva y sistema social, pero in-virtiéndola…46

Definido esto, explicita la definición del con-cepto de movimiento social afirmando que:

Un movimiento social, según esta defini-ción, no resulta de ninguna manera unarespuesta a una situación social. Al revés,esta constituye el resultado del conflictoentre movimientos sociales que luchan porel control de los modelos culturales y de lahistoricidad, conflicto que puede desembo-car en una ruptura del sistema político o,por el contrario, en reformas institucionalesy que se manifiesta cotidianamente en lasformas de organización social y cultural yen las relaciones de autoridad. Un movi-miento social es una acción conflicti-va mediante la cual se transforman lasorientaciones culturales y un campo dehistoricidad en formas de organi-zación social, definidas a la vez pornormas culturales generales y por re-laciones de dominación social47.

De esta manera, los movimientos sociales son,para Touraine, actores sociales que se dispu-tan la orientación de la sociedad, más querespuestas a conflictos o tensiones sociales ysu accionar es más que una respuesta a unaestructura de oportunidades políticas favo-rables o desfavorables, como supone al mo-delo de proceso político: se constituyen enagentes de la historicidad. Desde esta pers-pectiva, los movimientos sociales soninstituyentes de lo social y, en este sentido,constructores del orden social, lo que los con-vierte, en agentes de la democracia.

En su texto sobre la idea de democracia an-tes citado48, Touraine, luego de cuestionardos movimientos históricos de la democra-

cia, aquella que reivindica la representacióny aquella que reivindica la soberanía popu-lar (cuestionamiento antes referenciado),plantea que movimientos sociales y demo-cracia son indisociables y, de hecho, estossólo surgen en las sociedades democráticas.En tal sentido, los movimiento sociales sondefinidos como actores sociales que buscanhacer representables la diversidad de inte-reses y demandas sociales dentro del siste-ma político, frecuentemente cerrado, peroque para esto se alejan de las propuestas vio-lentas y/o revolucionarias y/o de lucha declases. Los movimientos sociales no son, enesta perspectiva, agentes de revolución, puesno buscan el establecimiento de un modelode sociedad hegemónico, sino la orientaciónde la historicidad de la misma.

La noción de movimiento social aparece aúnmás claramente ligada a la democracia y a ladefensa de los derechos humanos fundamen-tales cuando se la opone a la de lucha de cla-ses. Esta estuvo cargada de referencias a lanecesidad histórica, a un triunfo de la razóncuyo agente debía ser el levantamiento po-pular contra una dominación irracional comoinjusta, lo que condujo más directamente ala acción revolucionaria que a unas institu-ciones democráticas.

Así, más que revolucionarios, los movimien-tos sociales son democráticos, pues Touraineopone la idea de revolución, basada en elprincipio de soberanía popular, a la idea dedemocracia, basada en los tres principiosantes referenciados. Los movimientos socia-les serían así considerados, agentes de re-presentación, a la vez que promotores de losderechos humanos universales y particula-res, y constructores de ciudadanía.

De este modo, el concepto de movimientosocial daría cuenta de una lucha por el senti-do de la democracia y de la sociedad en el

46 Ibíd, pág. 96. El subrayado es mío.47 Ibíd, pág. 97. El subrayado es mío.48 TOURAINE, Alain. ¿Qué es la democracia? Op. cit, págs. 97-90.

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que la diversidad de actores sociales busca ala vez su reconocimiento y representatividado visibilidad, dentro de los diversos sistemaspolíticos. Sus acciones, prácticas y discursosconstituirían, dentro de un contexto de cre-ciente complejidad, la orientación normativa,social, económica, histórica y cultural, moto-res de sociabilidad y agencias de poder, en labúsqueda del autogobierno individual y co-lectivo. Afectarían también en este sentido ladefinición de los marcos de representación ycon esto a los partidos políticos, así como a lasociedad civil y la ciudadanía.

Ahora bien, dentro de la definición concep-tual propuesta por Touraine, no quedan cla-ros, metodológicamente hablando, loslímites del concepto de movimiento social.Esto en la medida en que, si los movimien-tos sociales son agentes que se disputan laorientación de la historicidad de la sociedad(definiendo un adversario, construyendo unaidentidad y un sentido de totalidad, comocomponentes básicos de todo movimientosocial), estos, lo mismo podrían ser partidospolíticos, u organizaciones sociales de cual-quier tipo, que pretendan tal fin. LeopodoMúnera, en esta dirección, en la búsquedade separar analíticamente el campo de losmovimientos sociales plantea que:

Los movimientos sociales, al contrario delas asociaciones y las organizaciones, noson unidades homogéneas de acción y porconsiguiente, no deben ser analizados comotales. Elementos como la identidad, la de-finición del adversario y la totalidad (I-A-T), sólo pueden ser captados si entendemosal movimiento social como la articulaciónde luchas, organizaciones y asociaciones.Concepto que le da dinamismo al estudiode la acción colectiva organizada, al abrir-le las puertas para entender su proceso deformación y transformación, y no restrin-girla a los tipos ideales tourainianos49.

Múnera aclara que esto no quiere decir quede lo que se trata entonces, a la hora de es-tudiar a los movimientos sociales, es de darcuenta de la manera en que las redes de in-tegración de diversidad de actores socialesluchan por la hegemonía entendida como laapropiación del aparato de Estado para im-poner sus lógicas, sino de una lucha porhegemonías parciales circunscritas al campo ocu-pado por el movimiento50.

Ampliando lo anterior, Múnera explica que:

… a la dimensión cultural que introducenTouraine y los actores comprendidos en elparadigma de la identidad, y a la estratégi-ca implícita en la teoría de la movilizaciónde recursos, viene a sumarse una dimen-sión relacional concreta. El movimientosocial es así visto como un actor que orientacultural y racionalmente sus prácticas, ycomo un escenario concreto, en el cual losactores que lo componen construyen suidentidad. Lo cual conlleva a una defini-ción del movimiento como un conjunto di-ferenciado de sus elementos y del medio quelo rodea. En consecuencia, los movimien-tos sociales serían más una red de accionessociales (colectivas e individuales), que unaacción colectiva organizada como los en-tiende Touraine51.

La perspectiva de Leopoldo Múnera es unaen la que lo que se busca es la construcciónde la noción de movimiento popular, comosustituto del de movimiento social, al vincu-lar la reflexión en este campo, sobre las con-tradicciones del capitalismo y la lucha declases. En tal dirección es que cuestiona lasubsumsión de la clase social que haceTouraine dentro del concepto de movimien-to social, pero también, en tal dirección esque critica los modelos de la identidad alestilo de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau ysus cuestionamientos al marxismo. Aunque

49 MÚNERA, Leopoldo. Op. cit, pág. 59.50 Ibíd, pág. 60.51 Ibíd, pág. 60.

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se reconoce que estos aportan elementos paracuestionar identidades totalizantes en unmundo que se reconoce complejo, en el quelos sujetos asumen múltiples posiciones,muchas veces contradictorias, se cuestionael supuesto normativo de estos autores queplantean a la diversidad de actores socialescomo agentes de democracia. Se acepta quelos sujetos asumen posiciones no necesaria-mente vinculadas con la clase a la que perte-necen, pero se pone en evidencia los límitesmetodológicos de tal apreciación, pues elcampo de los movimientos sociales quedadesierto al no contemplarse los procesosidentitarios de movimientos tradicionalescomo el obrero y el campesino, que tienenidentidades menos móviles o transitorias.

CONCLUSIONES

Por lo que se ha planteado aquí, tanto en lapresentación de las distintas nociones dedemocracia, sociedad civil, ciudadanía y mo-vimientos sociales, es evidente que estosconceptos encuentran en su definición la com-plejidad de su polisemia. No obstante, es cla-ro que pensar la democracia es pensar en losactores que la constituyen; pensar en los pro-cesos históricos que constituyen a estos ac-tores y cómo estos mismos se asumen dentrode los procesos históricos. De este modo, elestudio de los movimientos sociales se con-sidera fundamental para la comprensión deldesarrollo de las democracias. No se com-parte la concepción toureiniana que asumeque sólo puede haber movimientos socialesen sociedades democráticas; por el contra-rio, se asume que los movimientos socialesson precondición de los procesos de edifica-ción democrática.

Ahora bien, para la comprensión del desa-rrollo de los actores sociales, una definiciónde estos como redes que vinculan o articu-lan acciones individuales y colectivas den-tro de procesos organizativos por y para laorientación de la sociedad, pero que lo ha-cen desde la exclusión o, mejor, desde lasubalternidad, y no desde la hegemonía, se

ajusta más sólidamente cualquier intento deconstrucción de una mirada compleja de lasociedad. Estudiar los movimientos socialesno puede partir de la predefinición de susacciones, prácticas y discursos como intrín-secamente democráticas, pero, nuevamente,sin actores políticos, no puede pensarse enuna sociedad democrática.

Estudiar la democracia es estudiar la confi-guración de los actores políticos y, por tan-to, el estudio de los movimientos sociales escentral en cualquier estudio sobre la demo-cracia. Se objetará que estos no son los úni-cos espacios de definición y redefinición dela democracia, no obstante, por lo expuestopáginas arriba, se considera que estos sonfundamentales para pensarla como procesode apertura de formas diversas y alternati-vas de participación política de actores so-ciales cada vez más diversos y complejos,dentro de relaciones sociales también cadavez más diversas y complejas. El estudio delas democracias venezolana y colombiana, alque le apunta esta primera fase de nuestrainvestigación, seguirá este orden de ideas.Se buscará la manera en que los movimien-tos sociales han afectado el desarrollo ytransformación de nuestros partidos políti-cos, nuestras sociedades civiles y los discur-sos y las prácticas sobre ciudadanía.

Se establece a los movimientos sociales comoactores que afectan los procesos de represen-tación tradicionales, circunscritos a los parti-dos y movimientos políticos, así como a losespacios de influencia de las tomas de deci-siones, por parte del Estado, ocupados por lasociedad civil. Son, así mismo, reconocidoscomo promotores de discursos y prácticas ciu-dadanas que continuamente amplían el espa-cio de lo político y, por tanto, promueven lademocracia, buscando apertura (en algunoscasos también el cierre) de canales de partici-pación y formando a los agentes individualesy colectivos para su desarrollo como proyec-to de autonomía individual y colectiva, den-tro de las estructuras sociales, políticaseconómicas y culturales particulares de cadasociedad. Esto no supone el reconocimiento

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de los mismos como estructuras estables, conobjetivos inmutables, sino como agentes queen su misma dinámica entran en tensión per-manente consigo mismos, en la definición desus fronteras, perspectivas ideológicas, for-mas de acción y movilización52.

Frente a esto último, es importante plantear,para finalizar, que el estudio de los movi-mientos sociales debe considerar tambiénque estos son el resultado de procesos tantolocales como globales de interacción y co-municación. Estos procesos hacen que lasidentidades de los actores sociales que cons-tituyen los movimientos sociales estén siem-pre en procesos de resignificación yredimensionamiento. Los movimientos so-ciales configuran escenarios de acción histó-ricamente sujetados y su acción y propuestasafectan el rumbo de la historia. Cada movi-miento social ha marcado hitos de lo reivin-dicable y lo censurable; de lo visible y loinvisible; la memoria de los actores socialescolectivos es fundamental para comprendersu desarrollo y proyección. En este sentido,tanto los aportes del modelo de proceso po-lítico, como los de Touraine son muy impor-tantes en tanto vinculan el estudio de losmovimientos sociales con el problema de lohistórico y la historicidad. Disputar la orien-tación de la historicidad no se hace desde elvacío y lo abstracto, sino desde formas par-ticulares de leerse en el tiempo, de leerse yubicarse tanto frente al pasado como frenteal futuro. Es así que consideramos a los mo-vimientos sociales como productores de lahistoria, en tanto agencian la orientación delfuturo, desde formas particulares de parar-se en el presente y frente al pasado.

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