delimitación e investigación de sitios arqueológicos monumentales en el valle del río cuyes

7/23/2019 Delimitacin e Investigacin de Sitios Arqueolgicos Monumentales en El Valle Del Ro Cuyes

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Delimitacin e Investigacin de Sitios Arqueolgicos Monumentales en el valle del ro Cuyes

Escrito por Catherine LaraJueves, 18 de Noviembre de 2010 10:03 - Actualizado Viernes, 19 de Noviembre de 2010 07:45

{rokbox title=|Terrazas, de San Miguel de Cuyes :: (foto CatherineLara)|}/images/stories/revista_inpc/INPC_Revista_2_31.jpg{/rokbox}

Introduccin

Desde las investigaciones de los arquelogos estadounidenses Evans y Meggers, en los aos50, se haba generalizado la idea de la Amazona (tanto en sus partes altas como en las tierrasbajas) como una zona perifrica con relacin al desarrollo de las civilizaciones andinas1.

Razn por la cual se lleg a plantear que las culturas precolombinas amaznicas no secaracterizaron por la construccin de estructuras monumentales (recintos de piedraceremoniales, residenciales, militares, etc.), tradicionalmente consideradas desde un punto devista arqueolgico como marcadoras de agrupaciones polticas jerarquizadas y complejas.

Sin embargo, los hallazgos de los arquelogos Bushnell (1946), Rampn Zardo (Saulieu (de),2006), Porras (1971, 1975 a, 1975 b, 1978, 1987) y ms recientemente de Cuellar (2006),Rostoker (2005), Ledergerber (1995, 2006, 2007, 2008), Guffroy (2004) y Valdez (2005, 2008)

entre otros, han llegado a cuestionar cada vez ms esta idea de una complejidad socialinexistente en la Amazona en general.

En Morona Santiago, particularmente, la existencia de ruinas monumentales es decir, dehuellas de sociedades polticamente complejas-era conocida, aunque stas han sido muy pocoestudiadas. En el valle del ro Cuyes (cantn Gualaquiza), investigadores como Carrillo (2003,n/d), Ekstrom (1975,1981), Taylor (1988), Ledergerber (1995, 2006, 2007, 2008) y Salazar(2000, 2004) han escrito sobre la zona, aunque trabajaron poco con el material arqueolgico

del sector (con excepcin de Antonio Carrillo). En trminos generales, aunque desde diversasmodalidades, las propuestas de estos autores sugieren el carcter multitnico del sector,presentado como escenario de contactos culturales precolombinos entre poblaciones caaris,shuar e incas.

El valle del ro Cuyes se encuentra en una zona de frontera geogrfico-cultural entre Sierra yAmazona, en la ceja de montaa oriental, constituyndose en un espacio clave para elentendimiento de los procesos de desarrollo cultural andinos amaznicos, y por ende, con una

riqueza patrimonial invaluable que amerita ser estudiada y rescatada.

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No obstante, el valle del ro Cuyes es actualmente un rea arqueolgica amenazada por lapresencia creciente de las compaas mineras, construccin de la carretera Jima- Gualaquiza

(entre otras vas locales), explotacin maderera, o sencillamente, deterioro de los sitios debidoa la erosin, la vegetacin o la accin del ganado o de fauna silvestre. A esto se suma elabandono oficial que, al igual que en otras regiones del pas, contribuye a fomentar prcticasde huaquera que atentan contra la integridad de este legado.

Esta situacin se torna grave por el valor que revisten estas ruinas dentro de las temticasarqueolgicas y cientficas mencionadas, as como por su calidad de patrimonio vinculado a laidentidad, no solamente de la localidad, sino tambin del pas y del mundo andino en general.

Es as como, en su afn de impulsar el estudio y la proteccin de la riqueza cultural de la zona,el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (Regional Cuenca), se encuentra actualmenteauspiciando un proyecto de investigacin arqueolgica de los vestigios monumentales del valledel Ro Cuyes. Un aspecto novedoso - aunque necesario- es su enfoque participativo, puestoque el proyecto se lleva a cabo en colaboracin con las comunidades del sector: JuntasParroquiales de San Miguel de Cuyes, Amazonas y Nueva Tarqui y, especialmente, con elMunicipio del Cantn Gualaquiza, mediante un convenio firmado con el INPC el 7 de agosto del2009.

El objetivo del proyecto es delimitar las ruinas del valle del ro Cuyes desde el punto de vistaespacial y recuperar el material arqueolgico asociado a las estructuras mediante cateos ypruebas de pala, con la finalidad de comenzar a entender mejor su asociacin cronolgica ycultural.

A continuacin se presentan, de manera sucinta, el rea de estudio, sus principalesproblemticas y los primeros resultados de la intervencin en los sitios.

Presentacin de la zona

Exploracin geogrfica y ecolgica

El valle del ro Cuyes se ubica en la provincia de Morona Santiago, en el cantn Gualaquiza. La

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mayora de sitios arqueolgicos registrados se encuentran en las parroquias de San Miguel deCuyes, Amazonas y Nueva Tarqui. El acceso al valle se realiza actualmente por la va que bajade Jima, desde la Sierra, o por el camino lastrado que parte desde Gualaquiza (cabeceracantonal), en la Amazona.

Desde el punto de vista ecolgico, el valle se ubica en las estribaciones orientales de los Andes(ceja de selva, selva alta o montaa)2, es decir, en una zona de transicin entre Sierra yOriente. El valle del ro Cuyes se caracteriza por su contraste trmico, que define unadiversidad de microambientes. stos se dividen generalmente en tres zonas: ceja de selva,selva alta y selva baja, correspondientes a los pisos ecolgicos conocidos como bosquehmedo montano bajo (2900-2400 msnm), bosque muy hmedo montano bajo (25002000msnm) y bosque hmedo pre-montano (20001000 msnm).

Desde el punto de vista geolgico, los suelos son relativamente frtiles, debido a la presenciade depsitos aluviales y volcnicos, aunque frgiles, por la escasez de fsforo y la fuerteerosin causada por el accidentado relieve. Fenmeno que explica quiz la presencia denumerosas terrazas en el valle como respuesta a estos inconvenientes. Por otra parte, el valledel ro Cuyes es famoso por sus bondades aurferas y cpricas. Cuenta adems con buenosmateriales de construccin, debido a la presencia de numerosas fuentes de material ptreo.

Efectivamente, el relieve de las zonas de estribacin suele ser sumamente accidentado, por loque est conformado por valles jvenes encaonados y quebradas, generalmente ubicadosentre los 3000 y los 600 msnm. Contrariamente a lo que podra imaginar una mentalidadurbana actual, los medios de pendiente son ventajosos en economas en que la agricultura serealiza con herramientas manuales y las cargas son llevadas por hombres o animales. Eltrnsito por las cumbres reduce efectivamente las distancias, facilitando as diversos tipos deintercambio.

Por otra parte, al concentrar una gran diversidad de materias primas y al ser zonas de pasonaturales, las redes hidrogrficas reciben una especial atencin en arqueologa, pues son focosimportantes de ocupacin humana. A lo largo de su caudaloso recorrido, el ro Cuyes (nonavegable) es alimentado por cuantiosos cursos de agua que bajan desde el relieveaccidentado propio de la zona de estribacin, a manera de corrientes torrentosas que se abrenpaso entre los macizos montaosos, es decir, moldeando caminos que permiten circular a lolargo de la red hidrogrfica y tener acceso a reas y recursos distantes. Forman caonesprofundos, a veces puntuados por la presencia de pequeas planicies en sus orillas. Al llegar a

las tierras bajas, aparecen bajo la forma de meandros, tpica de las redes fluviales amaznicas3

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.

En trminos generales, los medios de foresta tropical cuentan con una gran variedad deespecies, pero pocos individuos que las representan4. Esta diversidad se debe al endemismoecolgico caracterstico de la zona de ceja de selva. As, sta se caracteriza por una floratropical muy variada, constituida principalmente por bejucos, palmas, helechos arborescentes yplantas maderables 5. Tenemos tambinmaz ( Zea mays),papa china (Xanthosoma saggitifolium), naranjilla (Solanum quitense

), frjol (Phaseolus vulgaris), yuca (Manihot esculenta), aj (Capsicum sp.), achiote (Bixa orellana), varias especies leosas y una variedad muy amplia de plantas medicinales que incluyen a lasCinchonas o cascarillas, base de la extraccin de la quinina6

, as como mltiples plantas alucingenas. En lo que se refiere a la cubierta vegetal de origen,la superficie de los suelos de ceja de selva est constituida por una capa importante de humusy races.

Por su parte, la fauna apta al consumo humano es poco abundante en la zona, debido a laspropiedades intrnsecas del medio. En este sentido, se destacan principalmente la danta (Tapirus punchaque

), el armadillo (Dasypus novemcintus), la guanta (Dasyprocta puntata), la guatusa (Cuniculus paca), el sajino (Tayassu peccari), la zarigeya (Didelphis marsupialis

) y variedades de venados tales como Masama rufina. Entre las aves tenemos perdices(Grypeturellus sp.), pavas de monte (Penlope sp. y Ortalis sp.), chachalacas (Ortalis vetula) y

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palomas trtolas, entre otros. La pesca es una fuente de subsistencia considerable, debido a lapresencia de una variedad de especies de peces y crustceos en las aguas del ro Cuyes y susnumerosos afluentes.

A modo de balance de este panorama ecolgico y geogrfico del sector, vemos luego que laregin se caracteriza por un medio que a la vez limita y favorece la ocupacin humana, ascomo la preservacin de sus vestigios. Pues se trata de un medio considerablemente hmedo,de relieve accidentado, suelos frgiles y de fauna y flora diversa, pero representada por pocosindividuos. No obstante, es tambin un medio extremadamente rico en recursos susceptiblesde ser aprovechados culturalmente.

Evidencia etnohistrica

Las investigaciones etnohistricas constituyen un valioso complemento al estudio arqueolgico.

As, se sabe que las estribaciones orientales de la Cordillera fueron exploradas por los

conquistadores desde pocas relativamente tempranas. Entre los aos 1541 y 1560, lasmisiones de exploracin y conquista en la ceja de montaa oriental fueron seguidas por lafundacin de 16 asentamientos adjudicados a la jurisdiccin de Quito7. Estos asentamientos secaracterizaron por una explotacin masiva de materias primas, especialmente el oro en lossiglos XVI y XVII, lo cual implic una nueva dinmica demogrfica en la zona, marcada porflujos migratorios, mestizajes y levantamientos indgenas. A raz de la expulsin de los Jesuitasen la segunda mitad del siglo XVIII, la Corona Espaola no despleg mayores esfuerzos parareincorporar a las provincias orientales dentro de su poltica administrativa, quedando stasprcticamente abandonadas.

La mayora de fuentes etnohistricas relativas al valle del ro Cuyes se encuentran en losarchivos de Quito y Cuenca y nos ofrecen informaciones valiosas acerca de cuatro puntosbsicos: los caciques del Cuyes, las vas de entrada a la zona, sus recursos y su carcter deescenario blico.

La primera referencia que se ha encontrado acerca de un cacicazgo en el valle del ro Cuyes

es un documento de 1574 que se refiere a un Don Taa, personaje que se destaca en diversosescritos administrativos. Este primer documento de 1574 es la ordenanza de creacin de la

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reduccin de Paccha por el licenciado Francisco de Crdenas, que establece el traslado delcacique Don Diego tasa y sus principales e indios hacia un sitio conocido como Chirixicay8.

Posteriormente, los Cuyes se habran aliado a los Quijos en el levantamiento de 1578 contralos espaoles (Oberem, 1974). Poco tiempo despus, en 1582, Fray Domingo de los ngeleshace referencia a los Cuyes de Paccha:

Hay en este pueblo 190 indios tributarios; los 80 son naturales del dicho pueblo, cuyo caciqueprincipal se dice don Hernando de Vega; los dems son trados de otras partes; los son tradosde la montaa, 11 leguas del dicho pueblo de San Bartolom. Estaban de la otra banda de la

cordillera general del Per y se llaman Cuyes, a causa de que en su tierra hay muchos cuyes.Los dems son traidos de Bolo, que estaban poblados junto al dicho ro de Bolo, 4 leguas delpueblo de San Bartolom. Su cacique principal de los cuyes y bolos es don Andrs Ataribana, yla cabeza que gobierna as a los indios del pueblo de san Francisco de Pacha, como a los deeste de San Bartolom, se dice con Luis Xuca, y el encomendero don Rodrigo de Bonilla, y losdoctrinamos y administramos los Santos Sacramentos los frailes de Santo Domingo, pormandado y provisin de los seores de la Real Audiencia de Quito9.

En l586, segn un folio de 1631 retranscrito por Aguilar10

, Felipe II dicta una ordenanza enrespuesta a un reclamo presentado por el cacique Tasa, en la cual el Rey exige que serespeten las tierras del demandante. Cabe resaltar que esta peticin de Tasa al rey aparecepocos aos despus de la represin padecida por los caciques Cuyes luego del levantamientode los Quijos, segn el documento citado por Oberem (1974: 272). Llama la atencin el que,despus de este castigo, el rey haya accedido a la peticin de Tasa respecto a las tierras delCuyes. Estaramos aqu frente a una prueba de la influencia de Tasa dentro del contexto delas alianzas entre caaris y espaoles a raz de las guerras de conquista hispana? HabraTasa cobrado un liderazgo a raz de su participacin en el levantamiento de los Quijos, que notena antes?

A travs de testamentos principalmente, se pudo luego rastrear una parte de la genealoga dela familia Tasa, finalmente radicada en el actual pueblo de Jima. Se observ que con el pasodel tiempo, esta familia fue perdiendo su poder, mientras que las referencias al valle del roCuyes fueron desapareciendo por completo.

Hasta aqu, todas las evidencias halladas mencionan a los Cuyes pero como reducidos enpoblados aparentemente ubicados fuera de su territorio prehispnico, con excepcin del

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reclamo de don Diego Tasa sobre sus tierras en el valle del ro Cuyes en 158611, nicaevidencia de que al menos hasta esa poca, los Cuyes tenan un vnculo con sus tierrasprecolombinas, por las cuales otros individuos estaban inclusive interesados. Las demsreferencias encontradas en torno a los descendientes de don Diego Tasa no hacen referencia a

ningn tipo de posesin de tierras en el valle del ro Cuyes.

De hecho, la primera referencia que se tiene acerca de la existencia de una ruta de acceso a laregin de los Cuyes propiamente dicha la encontramos en 1550, con ocasin de los intentos deconquista de los Jbaros por Benavente. La entrada al pas jbaro se haca por dos vas: por elro Cuyes por un lado (zona de Jima, Paccha, San Bartolom) y por el otro por Sangorima oCuchipamba (zona de Sgsig).

Otra documentacin de 1576, seala que la primera va de acceso al Cuyes pasa msprecisamente por Paccha12; adems, llama la atencin la referencia al camino real, al cual elacceso al Cuyes estaba visiblemente conectado. Otro documento ms tardo, de 1785, podratambin hacer referencia a la presencia del camino inca, pero esta vez en la zona de Sgsig13

.

El inters de la Corona Espaola hacia la zona de estribacin se justific posteriormente por lapresencia de metales preciosos en la regin, la cual se halla ampliamente documentada14. Ams del oro, la riqueza de la zona en recursos varios impact asimismo a viajeros y cronistas,confirmando as lo visto ms arriba sobre el entorno ecolgico15

.

Otro tema sobresaliente de los testimonios hallados en los archivos consiste en el de losenfrentamientos blicos en la regin, ya sea contra los Incas, los Zamoranos y sobre todo, losJbaros. El primero en hacer referencia al tema es fray Domingo de los ngeles, en 1582, en sudescripcin de Paccha:

En su gentilidad estos indios eran gobernados por los Ingas, con los cuales tuvieron en lostiempos pasados muchas guerras, primero que diesen la obediencia, y vinieron en muchadisminucin; y despus que vinieron espaoles a esta tierra y dieron la obediencia a Su

Majestad, han venido en poca disminucin16.

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Las guerras que tenan antes que dieren la obediencia a Su majestad, era con los indiosxbaros, por les quitar sus mujeres, y con los zamoranos sobre y en razn de defender las

salinas.

De hecho, Chacn afirma:

Vsquez de Espinoza nos asegura que en 1621, los jbaros entraron a la Sierra por los Cuyes yconquistaron este poblado []: despus de este asalto, la frontera oriental de la provincia de

Cuenca haba cado en poder de los salvajes y ya no haba cosa segura17

.

El texto de Herrera, escrito en 1766, da cuenta de la presencia de xbaros en la zona de losvalles del Cuyes y Cuchipamba. Efectivamente, segn Carrillo, para el siglo XVI, los Jvarosya haban invadido el valle abandonado por sus pobladores trasladados a Jima18. Segn laevidencia recogida por Ekstrom, no existe vestigio de algn tipo de ocupacin del valle entre lahuida de los espaoles a principios del siglo XVII hasta fines del siglo XIX; se cree que fueusado como territorio de caza por los Shuaras. En 1880, hubo intentos de colonizacin del

sector del actual pueblo de San Miguel de Cuyes desde Jima, pero al parecer, no tuvieron xito19

. En los aos 30, una nueva ola migratoria llega al valle para explotar sus placeres de oro;algunos de los mineros deciden luego asentarse con sus familias en el sector20

A partir de ese momento, y luego con el auge de la cascarilla, la poblacin del valle creci demanera irregular, hasta alcanzar las 1000 personas aproximadamente en los aos setenta21

. Segn la evidencia recuperada en la fase de campo del presente trabajo, se observa noobstante que luego de la poltica de colonizacin promovida por el CREA en esa poca y con la

ltima crisis econmica de 1998, el valle se est despoblando nuevamente.

El avance de la carretera y el ingreso de las compaas mineras han creado adems gravesconflictos entre los partidarios del progreso y los defensores del entorno natural, sin contarcon el agotamiento de los recursos madereros y el agravante del factor tnico que provocadisensiones entre mestizos y shuaras en la parte baja del valle.

Por lo expuesto, el valle del ro Cuyes conforma una zona a la cual sus recursos definieron

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como estratgica dentro de las polticas de ocupacin desplegadas por las diversas entidadespolticas presentes a lo largo de su historia: guerras con los Jvaros, presencia eventual deincas, desplazamientos desde y hacia la zona previo su abandono en la colonia. Panorama queresalta, desde ya, dos problemticas claves acerca del pasado precolombino de la zona: el

componente tnico: quines eran los Cuyes?; y poltico: estaban stos organizados encacicazgos y de qu forma?

Investigaciones arqueolgicas realizadas en el rea y problemticas afines

A pesar de la escasa investigacin llevada a cabo en el valle del ro Cuyes, existen diversas

hiptesis acerca de la filiacin cultural y de los diferentes procesos polticos asociados al Cuyesprecolombino, como veremos ms detalladamente a continuacin. Taylor22y Salazar23aboganas por un origen caari de las poblaciones prehispnicas de la zona, dentro del enfoque de laverticalidad. Ekstrom sostiene a su vez la filiacin inca de los sitios del valle, en el contexto delas lgicas imperiales de control de recursos exticos, asociadas ellas tambin a la verticalidad,lo cual aproxima esta propuesta a la de Taylor y Salazar. Por otra parte, autores comoCarrillo24 defienden ms bien la hiptesis de un seoro poderoso asociado a la familialingstica caari, y que ocup la regin desde la sierra hasta las tierras bajas del Oriente.Revisemos brevemente estas propuestas.

Basndose en fuentes etnohistricas, Taylor25y Salazar26, sugieren que el valle del ro Cuyesperteneca probablemente a un sistema vertical de explotacin de recursos, siendo asocupado por poblaciones caaris. Taylor acota que las actividades de intercambio entre estosgrupos caaris y sus vecinos shuar debieron ser importantes, tal como lo atestiguan lasnumerosas hachas de cobre (de origen serrano) halladas en yacimientos arqueolgicosamaznicos del sector 27. Estefenmeno cultural de intercambio entre poblaciones serranas y amaznicas fue estudiado msdetalladamente por Oberem (1974) y Salomon. ste seala que los productos, intercambiados

a nivel domstico y cacical, incluan generalmente sal, aj, oro, achiote y canela, y que sucirculacin era favorecida por la presencia de pasos de montaa entre Sierra y Amazona, talcomo el que conforma el valle del ro Cuyes. Salomon aade que el intercambio entre culturasde la Sierra y la Amazona tambin se dio muy probablemente a nivel ideolgico.

Dentro de este sistema de explotacin vertical de recursos, valga mencionar el controvertidotema de la presencia inca en la Amazona, y ms precisamente en nuestra rea de estudio.Segn Oberem, se tiene conocimiento de las actividades de intercambio entre Jvaros e Incas,

especialmente de oro, pues este metal tena un profundo valor simblico entre los Incas (n/d).En el valle del ro Cuyes, se han encontrado materiales asociados a la cultura inca28. En este

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sentido, el antroplogo Peter Ekstrom, quien trabaj en el Cuyes, sugiere que la mayora de lasruinas del valle corresponden a fortalezas implementadas por los Incas para el control de susfronteras orientales29

, propuesta que se enmarca en el debatido tema de las guerras entre Incas y Caaris, y de lallamada pax incaica. A nivel comparativo, las investigaciones de Prssinen y Siiriinen30

en el valle del Urubamba (Per) y de Berthelot31

en la zona del Carabaya (noreste del lago Titicaca) dan cuenta de una presencia inca en estaszonas de estribacin, pero de forma indirecta, a travs de alianzas con los cacicazgos locales,plasmadas a travs del material arqueolgico, y ms precisamente cermico, metalrgico yarquitectnico.

As como Salazar, Taylor y Ekstrom (ms indirectamente), asocian el valle del ro Cuyes a unsistema vertical caari, a manera de colonia, retomando un trmino de Taylor32, en base aevidencia etnohistrica tambin, Antonio Carrillo sugiere ms bien que el valle del ro Cuyes fueocupado por un seoro poderoso y autnomo, en que los Incas tuvieron poca influencia.

La propuesta de Carrillo se enmarca en un contexto que cuestiona cada vez ms el concepto

de verticalidad tal como lo describieron sus primeros autores, sugiriendo que ste amerita serrevisado y afinado (Chacaltana et al, en prensa). En nuestro caso, investigacionesarqueolgicas y etnohistricas recientes han establecido que la tradicionalmente conocidacomo nacin caari agrup en realidad a distintos seoros locales que compartan algunastradiciones culturales entre ellos y un acervo lingstico comn33. Estas unidades locales solanocupar valles delimitados naturalmente por barreras orogrficas (otorgando as un significadocultural a la divisin geogrfica de nuestra rea de estudio, un valle), lo cual explica ladiversidad social alcanzada por estas formaciones polticas (desde simples ayllus hastacacicazgos complejos). Estos cacicazgos confinados en territorios relativamente limitadosestaban en contacto permanente mediante alianzas de parentesco y relaciones comerciales.

No obstante, se puede observar que el aislamiento relativo de las unidades polticas permitivarios tipos de especializacin local34

. Spencer y Redmond, quienes trabajaron en el piedemonte de los llanos altos de Venezuela(caracterstica que cobra luego todo su inters dentro del caso que nos ocupa aqu), definen elcacicazgo en base a:

la aparicin de una jerarqua de asentamientos, la presencia de arquitectura e ingeniera

monumental, un incremento considerable de la poblacin regional, diferenciacin social en lasresidencias y enterramientos y la presencia de relaciones sociales complejas con otras

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unidades polticas, incluyendo el intercambio y la guerra; estas ltimas actividades fueronfinanciadas, parcialmente, a travs de la produccin de excedentes agrcolas35.

Salazar recalca que las sociedades amaznicas contaban con el grado de complejidad polticasuficiente para la construccin de estructuras monumentales, teniendo adems en cuenta laubicacin estratgica del valle del ro Cuyes en una zona de contacto entre Sierra y Amazona36

. Las investigaciones llevadas a cabo en zonas de estribaciones andinas como las de Ramrezde Jara37

en el valle de Sibundoy (Colombia), las de Bray en Pimampiro38

o las de Lippi39

en la regin yumbo, van en el sentido de estas propuestas de modelos de desarrollo social enlas zonas de estribaciones.

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Tenemos luego aqu dos propuestas: la primera, que presenta al valle del ro Cuyes comocolonia asociada a un sistema vertical caari, y la otra, como cacicazgo autnomo y complejo.Cabe resaltar que la tradicin oral (recopilada a partir de las obras de Aguilar Vsquez, PeterEkstrom y de diversas entrevistas realizadas en el trabajo de campo de este proyecto) otorgaun mayor nfasis al componente multitnico, menos presente en las propuestas presentadasanteriormente. De hecho, el valle del ro Cuyes, y especialmente su parte baja, es actualmentehabitado por colonos mestizos y poblaciones Shuaras. La literatura antropolgica concuerda enestablecer que la supuesta separacin entre Andes y Selva no es ni ha sido tan tajante como

se lo podra haber credo en un principio. Ms que una zona de transicin ecolgica, elpiedemonte andino es efectivamente para Bray una zona intermedia entre los dos grandesuniversos culturales de Suramrica, lo cual explica el inters de este tipo de regin,caracterizada por Bray como doble periferia: periferia del mundo andino, y periferia del mundoamaznico a la vez40.

A la hora de sacar las conclusiones de esta primera etapa de nuestro reconocimientoarqueolgico, algunos puntos quedan ya establecidos acerca de las evidencias y las temticas

principales del rea de estudio aqu analizada. Se confirma as que las dos problemticas queentran aqu en juego son el componente tnico de los habitantes precolombinos del valle, y la

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modalidad poltica de ocupacin del territorio.

Qu nos dicen hoy en da las ruinas de los sitios monumentales del valle del ro Cuyes alrespecto?

Primeros resultados del levantamiento topogrfico

El presente apartado se propone presentar los dieciocho sitios del valle del ro Cuyes de

manera general, en base a lo observado en los planos obtenidos principalmente a partir dellevantamiento topogrfico de las estructuras, y en el marco de los principales debatesexistentes acerca de la tipologa de sitios en la regin, as como las problemticas especficasdel rea.

Los sitios en cuestin fueron agrupados en seis sectores: Espritu Playa (sitios Espritu Playa,La Cruz, terrazas de Espritu Playa), San Miguel (Santa Rosa, terrazas de San Miguel, SanMiguel, Playa), Trincheras/Ganazhuma (Trincheras, Santopamba, Ganazhuma), El Cadi (La

Florida, El Cadi, Ro Bravo), Buenos Aires (sitio homnimo) y Nueva Zaruma (Nueva Zaruma I,Nueva Zaruma II, terrazas de Nueva Zaruma, San Juan) (ver mapa pgina siguiente). Segn loobservado a lo largo del mapeo de los sitios, - y como veremos a continuacin -, stos sepodran dividir en cuatro tipos: terrazas, pucaraes, centros ceremoniales y habitacionales.

Tres conjuntos de terrazas han podido ser registrados y mapeados aqu: 17 terrazas enEspritu Playa (las nicas en contar con revestimiento de piedra), 35 en San Miguel de Cuyes, y29 en Nueva-Zaruma.

Existen diferentes propuestas en torno a la naturaleza de las terrazas precolombinas engeneral: habitacionales y/o agrcolas, defensivas. Para Carrillo, quien investig en la zona delCuyes, las terrazas de su valle son claramente habitacionales y subraya el amplio rango dedispersin de las superficies (de 24 metros cuadrados a 300 metros cuadrados), aunque nopropone hiptesis alguna acerca del origen de esta variabilidad.

Si las terrazas del valle del ro Cuyes son habitacionales, en dnde se cultivaba? Al describir

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la reduccin de los Cuyes y Bolos en pocas de la colonia, Fray Domingo de los ngelesseala que stos tenan sementeras a orillas del ro, por lo cual se podra pensar que lasterrazas eran efectivamente habitacionales, y que se cultivaba en las orillas planas de los rosaunque, como se vio, stas son escasas debido a la topografa del lugar. Por otra parte,

tampoco se descarta la posibilidad de cultivos en pendiente.

Ahora bien, podran ser de naturaleza agrcola las terrazas en cuestin? De manera general,Ekstrom (1987) seala la omnipresencia de piedras de moler en el valle del ro Cuyes, hechoque se pudo constatar durante la fase de campo. En Espritu Playa y en Ganazhuma, laspiedras de moler fueron halladas en las partes bajas de las pendientes, mientras que una solade ellas fue hallada en las terrazas de San Miguel, lo cual abogara por el uso agrcola de lasterrazas (es muy poco probable que el maz haya sido molido en las chacras, sino ms bien en

contextos domsticos), a no ser que hayan sido desplazadas. En Nueva Tarqui tambin laspiedras de moler provienen del conjunto de terrazas.

Pero qu son exactamente las terrazas agrcolas?

Terrazas agrcolas son superficies de cultivo que han sido niveladas o cuya pendiente ha sido

reducida, con un muro de retencin, normalmente de piedra, pero igual puede ser de tierra,tepetate (subsuelo endurecido) o vegetacin41.

En trminos generales, el cultivo en terrazas se asocia a sociedades complejas, a un tipo deagricultura intensiva, a la bsqueda de la preservacin de la fertilidad de las tierras, y apoblaciones relativamente numerosas42. Las terrazas son generalmente construidas porcomunidades o ncleos familiares; permiten una mayor estabilidad en la subsistencia eimplican un nivel de organizacin que requiere asimismo cierta estabilidad poltica

43.

La ubicacin de los complejos de terrazas agrcolas no es escogida al azar. Generalmente, selas cava en suelos hmedos, dotados ya de altas concentraciones de nutrientes y humus, ascomo de una iluminacin adecuada, rasgos que se perciben a travs de la vegetacin silvestre44

.

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Las primeras terrazas agrcolas reportadas en el Ecuador corresponden al territorio deocupacin manteo (1000 d.C.), lo cual sugiere un uso relativamente tardo de esta prctica,asociada al periodo preincaico tardo45. Los Incas desarrollaron luego la tecnologa de cultivoen terrazas, especialmente con el objetivo de incrementar la produccin de maz, insumo de

tipo ritual46

.

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Denevan seala que los muros de retencin de las terrazas pueden ser de tierra, pero que eneste caso, su conservacin ser menor, lo cual sugiere que las terrazas ubicadas en el valle del

ro Cuyes deben ser tardas, pues se las distingue todava en el paisaje, seguramente gracias ala accin protectora de la vegetacin. No obstante, con el desmonte de la cobertura vegetal y laerosin, se pudo observar que las terrazas del sector corren el riesgo de desaparecer.

De acuerdo a su forma y a sus medidas, las terrazas identificadas en el valle del ro Cuyescorresponderan a las terrazas de barranca (cross-channel terraces) de la clasificacin deDenevan47, las cuales suelen tener muros de contencin y ubicarse cerca de flujosintermitentes de agua.

En el Cuyes, se observ que los tres conjuntos de terrazas registrados se hallan cercanos aarroyos o riachuelos, aunque slo las terrazas de Espritu Playa cuentan con muros decontencin. Actualmente, las terrazas ubicadas en las pendientes estn totalmenteabandonadas.

Como vemos, la principal problemtica evidenciada en torno a las terrazas registradas serefiere a su naturaleza: residencial o agrcola.

Se realiz luego una pequea descripcin estadstica bsica de las medidas de las terrazasregistradas, as como una representacin grfica de los resultados obtenidos, con la intencinde explorar si estos datos ofreceran posibles pistas respecto a la problemtica mencionada.Desde luego, las posibles implicaciones de estatus, funcin o cronologa de las dispersionesobservadas deben ser tomadas con cautela, pues no se conoce acerca de la

contemporaneidad de las terrazas. Se realizaron as pruebas de pala en una muestra de seisterrazas de la zona, con la intencin de identificar posibles huellas de cultivos que permitan al

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menos fortalecer la hiptesis de una funcin agrcola de las terrazas. Cabe desde ya mencionarque en la fase de excavacin, se encontr material cermico en una sola terraza de ampliasdimensiones, en Espritu Playa.

Pasando ahora al segundo tipo de sitios aqu propuestos los pucares , y como vimos en lareconstruccin de la historia del sitio, existen varias referencias acerca del pasado blico delvalle del ro Cuyes, siendo los protagonistas de los enfrentamientos registrados los Caaris, losIncas (De los ngeles, 1991; Taylor, 1988), los Zamoranos y sobre todo, los Jbaros (De losngeles, 1991; Chacn, 1989; Carrillo, comunicacin personal). En este sentido, la presenciade pucares en el valle del ro Cuyes no extraara. Pero cmo se define un pucar yresponde esta definicin a las estructuras encontradas en el Cuyes?

El trmino pucar (tambin conocido como churo o fortaleza) hace referencia a un sitio denaturaleza militar caracterizado por su ubicacin en cerros estratgicos48. Si bien se trata deuna tradicin panandina antigua49,

su presencia se hace ms notoria en los perodos precolombinos tardos, incluyendo la fase deocupacin incaica50

.

El pucar se caracteriza por elementos arquitectnicos concebidos dentro de la idea dedefensa y/o ataque. Si bien existen leves variaciones a nivel de los diversos modelos defortalezas andinas, stas presentan generalmente zanjas y muros ms o menos concntricos,variando en forma segn la topografa local51.

En trminos generales, los pucares, especialmente los que son de dimensiones reducidas,son interpretados como miradores que permiten una visibilidad ptima de los alrededoresgracias a su posicin geogrfica particular. En este sentido, los ms grandes de ellos adquierenuna multiplicidad y complejidad de funciones que abarcan tanto el mbito religioso comoagrcola (delimitacin de terrazas)52.

A pesar de sealar la existencia de fortalezas en el valle del ro Cuyes, Carrillo no indicaprecisamente en qu sitios. En nuestra fase de campo, se encontraron mltiples estructuras

redondas ubicadas en lomas empinadas, generalmente con zanjas, que por razones prcticasfueron llamadas pucaraes en los formularios de registro de los sitios, clasificacin que fue

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desde luego pulida con la investigacin posterior, mediante la disponibilidad de una visin deconjunto de los sitios registrados.

A nivel metodolgico, Topic define cuatro rasgos bsicos que permiten clasificar a unaestructura como fortaleza: su ubicacin en la cima de los cerros, la presencia de murosdefensivos, el acceso restringido y la construccin de zanjas53. Teniendo estos rasgos enmente y a la luz de los mapas, los registros de los sitios y la informacin bibliogrfica disponiblesobre la zona, proponemos que Trincheras y Buenos Aires corresponderan claramente y a lacategora de sitios defensivos.

El sitio de Trincheras se localiza al sureste de Ganazhuma, a un kilmetro al sur del ro Cuyes.Se trata de una inmensa estructura ovalada de piedra laja de 178 metros de largo por 184 deancho (incluyendo una profunda zanja) asentada en la loma Ganazhuma. En su extremonoreste presenta una construccin de piedra circular de 17 metros de ancho por 20 de largoque marca hoy la entrada al sitio, mientras que en su lado suroeste aparece un conjunto demuros de forma vagamente rectangular, de 26 metros de ancho por 35 de largo, con dosentradas. Cabe resaltar aqu que ste es el nico sitio junto a Santopamba en que no seencontr cermica en el rea excavada, pero s una hermosa piedra de boleadora quecorroborara la funcin defensiva del lugar.

El sitio Buenos Aires es a su vez una estructura de tierra y piedra (basalto y cangahua),delimitada por quebradas y conformada por cuatro niveles de piedra y dos zanjas,extendindose el yacimiento sobre una distancia de 139 metros de largo por 69 de ancho.

Cabe recalcar que debido a su ubicacin, los sitios de La Cruz, Nueva Zaruma II y Ro Bravoestn muy probablemente asociados a una funcin defensiva, aunque sus dimensiones

reducidas los colocaran en una categora cercana a los miradores. Recordemos efectivamenteque Almeida establece una distincin entre los pucares grandes y aquellos de menoresdimensiones, a menudo reservados a las funciones de puestos de vigilancia. La Cruz est asconformado por una estructura de piedra ovalada de 18 metros de largo por 13,5 de anchoorientada en direccin noreste / suroreste, as como por tres niveles de aterrazamiento. Por suparte, Nueva Zaruma II consiste en un montculo natural de tierra bien conservado y una zanja,de 227 metros de largo por 0,95 de alto. Por ltimo, Ro Bravo consiste en una estructura depiedra prcticamente semicircular de 34 metros de ancho por 56,7 de largo, rodeada en su ladonoreste por una zanja de 70 metros de largo, la cual se cruza a travs de un puente de tierra.Esta zanja est separada de la estructura por una distancia de 15 metros aproximadamente.

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Desde luego, el manejo de tipologas requiere cautela, en el sentido en que los sitios nosiempre tuvieron una funcin nica, a lo cual se suma el sesgo interpretativo asociado a lacultura del investigador u observador. Gasparini y Margolies sealan por ejemplo que para loscronistas, toda construccin en las cimas de lomas fuertemente accidentadas con cercos

defensivos era percibida como fortaleza, pues esta disposicin responda a los parmetros desus propias fortalezas, sin serlo necesariamente para las culturas preincaicas, entre las cualesexista adems una estrecha asociacin entre ritualidad y guerra, por lo cual las fortalezas encuestin podan corresponder a usos defensivos y ceremoniales, diacrnica o sincrnicamente.Por ende, no se descarta que Trincheras, Buenos Aires, La Cruz, Ro Bravo y Nueva Zaruma IIno hayan estado asociados a actividades de tipo ritual pero a priori al menos, renen lascaractersticas generales de los sitios defensivos andinos.

Existen tres sitios adicionales La Florida, Nueva Zaruma I y Santopamba que llaman noobstante la atencin, pues renen parcialmente las caractersticas enunciadas por Topic yLange ms arriba, motivo por el cual se piensa que estaran ms cercanos a la categora deespacios rituales. La Florida forma efectivamente una especie de churo de 109 metros de largopor 79 de ancho, con un nivel superior marcado por un recinto interno circular de piedra (cantorodado al parecer), y tres niveles ms de tierra y piedra que se presentan bajo la forma dezanjas/terrazas. El sitio es de fcil acceso, por lo cual su asociacin a usos defensivos es pocoprobable, al igual que Nueva-Zaruma I. Esta ltima estructura consiste en un conjunto de dosniveles de piedra y una zanja, de 57 metros de largo por 65 de ancho. Si bien Nueva-Zaruma Iofrece una vista espectacular hacia el curso inferior del ro Cuyes y se asienta en una loma

considerablemente empinada, contando con muros relativamente anchos, extraa que slotenga una zanja (que cuenta entre las de menos volumen en todo el valle) y que sus dosniveles de piedra no estn separados por una trinchera sino por una plataforma de fcil acceso(entradas anchas), sin contar con la presencia de terrazas habitacionales y/o agrcolas en lascercanas. Finalmente, Santopamba es una estructura ovalada de piedra de 39 metros de largopor 17 de ancho, de dos niveles, pero sin zanja.

{rokbox title=|Vista de la estructura norte del pucar de

Trincheras|}/images/stories/revista_inpc/INPC_Revista_2_34.jpg{/rokbox}

En la misma categora de sitios ceremoniales aunque no de altura el sitio Playa tiene unaextensin de 131 metros de largo por 88 de ancho, y se compone de cinco plataformastrapezoidales con revestimiento de piedra. Cuatro de estas estructuras cuentan con un muro depiedra que sale de su lado oeste (8 muros en total) y se dirige hacia una construccin redondacontigua a una plataforma de dos niveles, ambas ubicadas en el extremo oeste del sitio, depiedra tambin, y rodeadas por una zanja. Segn los propietarios actuales, la construccin

redonda en cuestin fue levantada por los antiguos dueos de la finca. Lo cierto es que lasplataformas originales- recuerdan un tipo de estructura muy comn en los espacios rituales

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incas54.

Finalmente, los sitios Espritu Playa, El Cadi, y quiz Santa Rosa se inscribiran en la categorade sitios habitacionales. Salomon55subraya que en pocas prehispnicas, las casas de loscaciques parecen haber sido los puntos de referencia de centros polticos, pero tambinrituales. Mientras ms grande la casa del cacique, mayor el prestigio del personaje. El conjuntode Espritu Playa de dimensiones reducidascuenta con un recinto formado por tres muroscontiguos a una estructura ms pequea dividida en dos cuartos, as como un empedrado. Elmaterial de construccin es el canto rodado. Se tratara esta estructura pequea de cuartosde almacenamiento o de cocina? En tiempos precolombinos, se sabe que las comidas eranpreparadas en recintos reservados para este uso y manejadas por servidumbres o por lasesposas de los nobles, a parte de los edificios principales 56.

No obstante, las pruebas de pala llevadas a cabo en las mencionadas estructuras resultaronnegativas.

Por otra parte, con sus 108.402 metros cuadrados de superficie, El Cadi es sin duda alguna elsitio ms impresionante y complejo del valle, al constar de una estructura redonda, unaplataforma, 16 recintos rectangulares y 24 muros de vastas dimensiones. Para Salazar57, ElCadi da la impresin de un conjunto habitacional. Ledergerber por su parte afirma que:

Este complejo arqueolgico es multifuncional, con muros y zanjas defensivas de piedra,terrazas, habitaciones, salas de reunin, bodegas, plazas, andeneras, un posible caminointerregional, montculos, etc.58.

Un sitio que escapa a la norma es Santa-Rosa y su recinto de piedra laja de 26 metros de largopor 20 de ancho, dividido en dos cuartos y rodeado por una zanja, en el sector bajo de las

terrazas de San Miguel de Cuyes. Se lo podra fcilmente incluir en la categora habitacional,pero extraa la presencia de la zanja, se podra tratar de un Mecanismo de evacuacin delagua?

Por ltimo, ms all de la tipologa evocada aqu, el sitio de San Juan forma un complejoaparte: se trata de un conjunto de aproximadamente 78 montculos de tierra forrados depiedra (canto rodado), de 3 metros de dimetro por 0,50 metro de alto en promedio, cincoplataformas y cinco muros (o acumulaciones de piedras que revisten estas formas) situado

en la comunidad shuar de San Juan, prcticamente a orillas del margen derecho del ro Cuyes.Estas estructuras se esparcen a lo largo de varias hectreas, por lo cual no han podido ser

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registradas en su integridad, aunque contamos ya con una muestra del tipo de construccionesdel que se trata.

Existen distintas versiones locales acerca de la naturaleza de estos montculos. Para algunos,son estructuras funerarias (lo cual no pudo ser comprobado al menos en el rea excavadadurante nuestra fase de campo). Otros abogan ms bien por la hiptesis de acumulaciones depiedras formadas a raz de actividades de explotacin de los numerosos placeres aurferos dela zona. De momento, la excavacin de una muestra de estos montculos ha arrojado materialcermico disperso, dentro de los montculos y fuera de ellos. Evidencia que todava no esanalizada en su integridad y que, esperamos, aportar con mayor informacin sobre estecomplejo.

Concluiremos esta descripcin de sitios sealando que, a nivel de posibles afiliacionesculturales, los cuatro tipos de piedra identificados en las estructuras de todo el valle (piedralaja, canto rodado, bloques irregulares y rectangulares) no nos dicen mucho. El nico elementoarquitectnico propiamente inca identificado en el sector son las plataformas trapezoidales delsitio Playa, evidencia que se compagina con el hallazgo de conopas por Carrillo59en dicholugar. Si bien se conoce poco acerca de arquitectura caari y menos an jbara-, y losmateriales encontrados por Carrillo y Ekstrom son generalmente asociados a las tradicionescaari e inca, a nivel arquitectnico, lo ms probable aqu es que estemos frente a un estilo

local. Se espera obtener algunas luces adicionales acerca de esta incgnita a partir de losresultados de los anlisis de laboratorio que se estn actualmente llevando a cabo sobre losmateriales recuperados durante la excavacin. Se puede no obstante adelantar que seidentific material Tacalshapa en la parte alta del valle y unos pocos fragmentos de corrugadoen la parte baja.

{rokbox title=|Montculo (Sitio de SanJuan)|}/images/stories/revista_inpc/INPC_Revista_2_35.jpg{/rokbox}

En lo que se refiere a patrones espaciales ahora, en base a las superficies de las estructurasmapeadas, el centro de mayor extensin sera aqu El Cadi, seguido por los sectoresGanazhuma, San Miguel, Buenos Aires, Nueva Zaruma y por ltimo, Espritu Playa. Una vezms, se espera que los resultados de los anlisis cermicos y de carbono 14 junto a losdiversos datos recuperados en el campo as como la informacin bibliogrfica permitan guiarempricamente estas primeras hiptesis sobre el marco cronolgico y cultural asociado a lasruinas del valle del ro Cuyes.

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Conclusiones

Los diversos autores consultados en el proceso de exploracin bibliogrfica de este proyectoson unnimes en proponer que los habitantes del Cuyes precolombino eran caaris: lo dicen latradicin oral y el material cermico encontrado por Carrillo principalmente (Aguilar, 1974;Carrillo 2003; Durn, 1938; Salazar 2000, 2004; Taylor 1981, 1988).

La hiptesis actualmente ms aceptada es que, ms all de una nacin caari culturalmentehomognea, existan varios seoros autnomos unidos por su pertenencia tnica a la familiacaari, pero cada uno con sus peculiaridades (Crdenas, 2004; Hirschkind, 1995; Ponce Leiva,

1975). El valle del ro Cuyes tuvo las suyas, entre otras, su estatus de zona de estrechocontacto con los Jbaros, a travs de guerras y actividades de intercambio (De los ngeles,1991; Chacn, 1989; Gonzlez Surez, 1922; Oberem, 1974; Taylor, 1988; Carrillo,comunicacin personal), lo cual explicara la particularidad de la arquitectura, distinta de la quese conoce en la sierra. A nivel comparativo, se fortalece la hiptesis segn la cual la presenciainca en el valle fue limitada, y se dio posiblemente de forma indirecta, a travs de alianzas conlos seoros locales por ejemplo.

A nivel de la modalidad poltica de ocupacin del espacio (la segunda gran temtica puesta derelieve por la investigacin bibliogrfica), las referencias etnohistricas y la monumentalidadregistrada en la fase de campo apoyan la propuesta de un seoro complejo asentado en elvalle del ro Cuyes, descartando as la posibilidad de que el valle haya sido una simplecolonia. No obstante, el rea de estudio s podra encajar dentro de las nuevas propuestasdefinidas en torno al concepto de verticalidad. Se nos presenta por lo tanto un panorama que niacata ni rechaza del todo las principales propuestas tericas realizadas hasta el momentosobre el valle del ro Cuyes: la evidencia recopilada y confrontada retoma efectivamente la ideadel seoro poderoso de Carrillo, as como de cierta manera- el componente verticalenunciado por Taylor y Salazar.

En este sentido, se espera que los datos recuperados a partir del levantamiento topogrfico, elanlisis del material cermico, as como de las muestras de tierra y carbn recuperados a partirde las pruebas de pala y los cateos llevados a cabo en cada sitio, aporten con pautasempricas preliminares sobre la cronologa y la asociacin cultural de la zona. Valga insistir enel carcter preliminar de estas primeras evidencias, pues queda claro que harn falta muchosaos ms de investigacin para poder contar con datos ms precisos que respalden lasprincipales hiptesis aqu en juego. Proceso que, tomando en cuenta las diversas amenazas

que pesan actualmente sobre los sitios, no ser posible sin una proteccin adecuada de losmismos. Por lo tanto, es de esperar que las autoridades nacionales y locales sepan, junto a los

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investigadores de diversas disciplinas, reaccionar a tiempo para rescatar y promover estepatrimonio cultural nico.

Notas:

1. Geoffroy de Saulieu, Lino Rampn Zardo, Coleccin arqueolgica de Morona-Santiago

del Museo Amaznico de la UPS. Una introduccin a la Amazona ecuatoriana prehispnica, Quito, Abya-Yala, 2006.

2. Ernesto Salazar, Pioneros de la selva, los colonos del proyecto Upano-Palora, Quito,Ediciones Banco Central del Ecuador, 1989, p. 29.

3. Vase Donald W. Lathrap, The Upper Amazon, Gran Bretaa, Thames & Hudson, 1970.

4. Vase Peter Ekstrom, Colonist Strategies of verticality in an eastern valley, en NormanWhitten, editor, Cultural Transformations and ethnicity in modern Ecuador, EstadosUnidos, University of Illinois Press, 1981, pp. 327-355.

5. Vase Ernesto Salazar, Pioneros de la selva, op. cit.6. Vase Jaime Idrovo, Tomebamba: arqueologa e historia de una ciudad imperial,

Cuenca, Banco Central del Ecuador-Direccin Cultural Regional Cuenca, 2000.

7. Vase Juan-Luis Lovecchio, Kathryn M. Glaser, Amazona ecuatoriana: Quichuas del roNapo, Ecuador , US Library of Congreso,2006.

8. Deborah Truhn, De repartimiento a reduccin. La experiencia del pueblo de SanFrancisco de Paccha (Corregimiento de Cuenca), Universidad Verdad, Cuenca,Universidad del Azuay, octubre 1995, p. 114.; ANH/C: 107.853, ff. 13-19, 1711; ANH/Q, serietierras, caja 14, ff. 27-32, 1682; ANH/Q, serie cacicazgos, caja 21, libro 5, ff. 27-32, 1782).

9. Domingo De los ngeles, Relacin que envi a mandar su majestad se hiciese de esta

ciudad de Cuenca y de toda su provincia, en Pilar Ponce Leiva, editora, Relacioneshistrico-geogrficas de la Audiencia de Quito (siglos XVI-XIX), t. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Centro de Estudios Histricos,Departamento de Historia de Amrica, 1991, p. 381.

10. Vase Carlos Aguilar Vzquez, Xima, Obras completas de Carlos Aguilar Vzquez,1897-1967, Prosa, vol.5, Quito, Ministerio de Educacin, 1974.

11. Citado en Carlos Aguilar Vzquez, Xima, Obras completas, op. cit., p. 81.12. Vase ANH/C, L. 538-729 v., 1736, Archivo Municipal de Cuenca, folio 67 v., 1982;

Archivo Municipal de Cuenca, folio 64 v., 1982.13. Vase Antonio Carrasco, Carta del 9 de octubre de 1785, en Maximina Navarro,

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editora, Investigacin histrica de la minera en el Ecuador, t. II, Ministerio de Energa yMinas, Instituto Ecuatoriano de Minera, 1986, pp. 93-95.

14. Vase Antonio de Alcedo, Diccionario geogrfico-histrico de las Indias occidentales o

Amrica, Cuenca a travs de cuatro siglos, t.II, Cuenca, Direccin de Publicacionesmunicipales, pp. 137-145, 1970. Jos de Herrera, Carta de don Joseph Herrera cura de SanSebastin de Cuenca, en Maximina Navarro, editora,Investigacin histrica de la minera en el Ecuador, t. II, Ministerio de Energa y Minas, Instituto Ecuatoriano de Minera, 1986, pp. 25-26[Documento de 1766]. Miguel Pacheco Avils, Carta del 11 de febrero de 1781, en MaximinaNavarro, editora,Investigacin histrica de la minera en el Ecuador,t. II, Ministerio de Energa y Minas, Instituto Ecuatoriano de Minera, 1986, p. 59.

15. Vase Jos de Herrera, Noticias de la situacin de la nacin de los jbaros y de lasproporciones que su descubrimiento y conquista ofrece a la ciudad de Cuenca, en Pilar PonceLeiva, editora, Relaciones histrico-geogrficas de la Audiencia de Quito (siglosXVI-XIX) , t. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas,Centro de Estudios Histricos, Departamento de Historia de Amrica, 1992, pp. 470-477.Baltasar Tello, Noticias sobre la entrada a Logroo, en Relaciones histrico-geogrficas de la Audiencia de Quito (siglos XVI-XIX), Pilar Ponce Leiva ed., t. II, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Centro deEstudios Histricos, Departamento de Historia de Amrica, pp. 466-470. Madrid, 1992.[Documento de 1766].

16. De los ngeles, op. cit., p. 379.17. Juan Chacn, Historia de las minas de oro y plata, de la antigua provincia de Cuenca,

en Leonardo Espinosa editor, La sociedad azuayo-caari: pasado y presente, Quito,Editorial El Conejo, 1989, p. 50.

18. Antonio Carrillo, comunicacin personal19. Vase Peter J. Ekstrom, Colonist Strategies of verticality in an eastern valley, en

Norman Whitten, editor, Cultural Transformations and ethnicity in modern Ecuador,Estados Unidos, University of Illinois Press, 1981.

20. Ibd., p. 339.21. Ibd.22. Anne-Christine Taylor, Al este de los Andes, t.II, Quito, Abya-Yala, 1988.23. Ernesto Salazar, Cuenca y su regin: en busca del tiempo perdido, Cuenca,

Santa-Ana de las Aguas,Quito, Ed. Libri-Mundi, 2004, pp. 19-85.

24. Antonio Carrillo, El Seoro de los Cuyes, Cuenca ilustre. N/d.25. Vase Anne-Christine Taylor, Al este de los Andes,t.II, Quito, Abya-Yala, 1988; y

Anne-Christine Taylor, Philippe Descola, El conjunto jvaro en los comienzos de la conquistaespaola del alto Amazonas, Bulleti

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n de lInstitut Franais dtudes Andines, 1981, X, n 3-4, pp. 7-54.

26. Vase Ernesto Salazar, Pasado precolombino de Morona-Santiago, Macas, Casa de la

Cultura Ecuatoriana-Ncleo Morona Santiago, 2000; y Cuenca y su regin: en busca deltiempo perdido, op. cit.

27. Taylor y Desacola, op. cit.28. Vase Carrillo El Seoro de los Cuyes, Cuenca ilustre, 2003; y Peter J. Ekstrom

Responding to a new ecology: adaptations of colonists in eastern Ecuador,Papers in Anthropology, vol. 16, n1, Department of Anthropology, 1975.

29. Taylor, Al este de los Andes, op. cit.

30. Martti Prssinen, Ari Siiriinen, Andes Orientales y Amazona Occidental, ensayos entrela historia y la arqueologa de Bolivia, Brasil y Per , LaPaz, Producciones CIMA, 2003.

31. Jean Berthelot, The extraction of precious metals at the times of the Inka, en John V.Murra; Nathan Wachtel, Jacques Revel, editores, Anthropological history of Andeanpolities , Cambridge University Press &ditions de la Maison des Sciences de lHomme, 1986, pp. 69-88.

32. Taylor y Descola, op. cit.

33. Vase Bolvar Crdenas, Caciques caaris, Azogues, Casa de la Cultura EcuatorianaBenjamn Carrin-Ncleo del Caar, 2004; Lyn Hirshkind, Caar incsico, UniversidadVerdad ,Cuenca, Universidad del Azuay, octubre 1995, pp. 15-54; y Carmen Rosa Ponce Leiva,Estudio sobre los Caaris, Quito, Banco Central del Ecuador, 1975 (indito / FondoCultural-Biblioteca BCE/Quito cdigo: CU010040).

34. Idrovo, op. cit.35. Rafael A. Gassn, Los sabios ciegos y el elefante: sistemas de intercambio y

organizaciones sociopolticas en el Orinoco y reas vecinas en la poca prehispnica, en

Cristbal Gnecco; Langebaek Karl, editores, Contra la tirana tipolgica en arqueologa,Uniandes-CESA, Bogot, 2006, p. 41.

36. Salazar, Pasado precolombino de Morona-Santiago, op. cit37. Mara-Clemencia Ramrez de Jara, Frontera fluida entre Andes, Piedemonte y Selva: el

caso del valle de Sibundoy, siglos XVI-XVIII ,Colombia, Instituto Colombiano de Cultura Hispnica, 1996.

38. Tamara Bray, Pimampiro y puertos de comercio: investigaciones arqueolgicasrecientes en la Sierra Norte del Ecuador, en Cristbal Gnecco, editor, Perspectivas

regionales en la arqueologa del Suroccidente de Colombia y Norte del Ecuador, Popayn, Editorial Universidad del Cauca, 1995; y Monos, monstruos y mitos: conexiones

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ideolgicas entre la Sierra septentrional y el Oriente del Ecuador, en Felipe Crdenas-Arroyo yTamara L. Bray, editores,Intercambio y comercio entre la Costa, Andes y Selva: Arqueologa y Etnohistoria deSudamrica

, Bogot, Departamento de Antropologa, Universidad de los Andes, 1998, p. 135-154.39. Ronald Lippi, Una exploracin Arqueolgica del Pichincha Occidental, Ecuador, Quito,

Museo Jacinto Jijn y Caamao, 1998.

40. Bray, Pimampiro y puertos de comercio, op. cit.41. William Denevan, Tipologa de configuraciones agrcolas prehispnicas, Amrica

Indgena 4,vol. XL, Mxico, Instituto Indigenista Interamericano, 1980, p. 622.

42. Ibd, y Cultivated landscapes of native Amazonia and the Andes, Gran Bretaa, OxfordUniversity Press, 2001. R.A. Donkin, Agricultural terracing in the aboriginal New World,Tucson, Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, 1979.

43. Donkin, Agricultural terracing..., op. cit.44. Larry L. Patrick, Los orgenes de las terrazas de cultivo, Amrica Indgena 4, vol. XL,

Mxico, Instituto Indigenista Interamericano, 1980, pp. 757-772.

45. Donkin, op. cit.46. Denevan, Cultivated landscapes..., op. cit.

47. William Denevan, Tipologa de configuraciones agrcolas prehispnicas, AmricaIndgena 4,vol. XL, Mxico, Instituto Indigenista Interamericano, 1980, pp. 619- 652.

48. Eduardo Almeida Reyes, Estudios arqueolgicos en el pucar de Rumicucho. II Etapa.Museo del Banco Central del Ecuador. Quito, 1999. Jaime Idrovo,Aproximaciones a la historia antigua de la bio-regin del Chanchn, Quito, Municipalidad de San Pedro de Alaus, noviembre 2004.

49. Almeida, op. cit. y Tamara Bray, Los efectos del imperialismo incaico en la frontera

norte , Quito, Abya/Yala, Marka, 2003.50. Almeida, Estudios arqueolgicos, op. cit.51. Ronald Lippi, Una exploracin Arqueolgica del Pichincha Occidental, Ecuador, Quito,

Museo Jacinto Jijn y Caamao, 1998.

52. Jaime Idrovo, Aproximaciones a la historia antigua de la bio-regin del Chanchn,Quito, Municipalidad de San Pedro de Alaus, noviembre 2004.

53. Margaret Brown-Vega, Regional Patterns of fortification and single forts: evaluating thearticulation of regional socio-political dynamics with localized phenomena, en Alexander

Martn; Enrique Lpez-Hurtado; Robyn E. Cutright, editores, Comparative Perspectivesabout the Archaeology of Coastal South America

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, University of Pittsburgh, Latin American Archaeology Publications, (en prensa).

54. Ann Kendall, Aspects of inca architecture. Description, function and chronology, part i,Gran-Bretaa, BAR International Series 242, 1985.

55. Frank Salomon, Ethnic Lords of Quito in the age of the Incas: the political economy ofNorth-Andean chiefdoms, a thesis presented to the faculty of the graduate school of CornellUniversity in Partial Fulfillment for the Degree of Doctor of Philosophy, January 1978.

56. Kendall, op. cit.57. Ernesto Salazar, Pasado precolombino de Morona-Santiago, Macas, Casa de la Cultura

Ecuatoriana-Ncleo Morona Santiago, 2000.

58. P. Ledergerber-Crespo, Investigaciones arqueolgicas en los valles del CantnGualaquiza (Provincia de Morona-Santiago), 2007, p. 1, en Arqueologa Ecuatoriana

59. Carrillo, comunicacin personal

Fuentes Primarias:

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Xerox del Ecuador, follo 64 v. Cuenca, 1982.

Archivo Nacional Histrico de CuencaOrdenanza para la creacin del pueblo de Paccha, 107.853, ff. 13-19, 1711.Acta de Cabildo del ao de 1576 firmada por Pineda, Pedro de, en Cuarto Libro de Cabildos1575-156-1577-1578, Xerox del Ecuador, follo 67 v. Cuenca, 1982.Venta de 10 cuadras de tierras en el sitio nombrado Paccha, ANH/C L. 538-769v, 1736.

Archivo Nacional/QuitoSerie Cacicazgos, Caja 1, expediente 2, 1723.Serie Cacicazgos, Caja 1, expediente 8, 1718-1781.Serie Cacicazgos, Caja 21, libro 5, ff. 27-32, 1782.Serie Tierras, Caja 14, ff. 27-32, 1682.

Bibliografa:

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