Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazare-no, empezó a gritar: Hijo de David, ten compasión de mí. Muchos le regaña-ban para que se callara. Pero él grita-

ba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo. Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Bartimeo, ciego al borde del camino, nos representa en todas esas ocasiones en que vamos perdiendo de vista a Jesús a causa de nuestros temores, dudas, la opinión de los demás, el miedo a la cruz… Nos enseña a orar, gritar, saltar hacia Jesús, cuando nos encontramos bloqueados, incapaces de seguirle. Bartimeo quería algo y lo pidió con todas sus fuerzas, Jesús no pudo seguir adelante, porque había alguien junto al camino que le necesitaba y que hacía lo posible para ser escuchado.

Año III. Nº 75 - 28 OCTUBRE 2018

DOMINGO 30 - T. ORDINARIO - CICLO B

Del Evangelio según San Marcos Del Evangelio según San Marcos 10, 4610, 46--5252

Jueves 1 Noviembre

Celebramos el triunfo de la entrega, del ejemplo y del testimonio de nuestros hermanos que nos han precedi-do en la fe, han vivido en fidelidad al Amor de Dios, y que han dedicado su vida a servir a los demás. Ellos, Todos los Santos, gozan ya del Amor del Padre, lo ven cara a cara, y con su testimonio nos animan a ser santos, como Dios es santo. Recordamos a los Santos reconocidos por la Iglesia

y la multitud de santos anónimos, que vivieron las Bienaventuranzas llevando una “vida corriente”, haciendo las cosas ordinarias extraor-dinariamente bien, con amor y por amor a Dios y hoy gozan de su presencia en el cielo. Seguramente, entre esa multitud habrá familia-res y amigos nuestros que velan e interceden por nosotros ante Dios.

Recientemente el Papa Francisco ha canonizado a siete nuevos Santos, entre ellos San Pablo VI y San Oscar Romero, más conocidos y a quien nos encomenda-mos para que su intercesión nos ayude a vivir las Bienaventuranzas que Jesús nos propone en el Evangelio.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el número 956: Por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad. (CIC 956)

“Creo en la Comunión de los Santos”

Así rezamos en el Credo. Se refiere no solamente a los cristianos que peregrinamos todavía en la tierra, miembros de la Iglesia Militante, sino también aquellos que ya murieron y gozan de la Gloria de Dios, constituyen la Iglesia Triunfante e interceden por nosotros.

“No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida” (Santo Domingo, a sus hermanos).

“Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra” (Santa Teresa del Niño Jesús).

Dios de misericordia y de amor, ponemos en tus manos de Padre a nuestros hermanos difuntos.

En esta vida Tú les mostraste tu gran amor; y ahora que ya están libres de toda preocupación,

concédeles la felicidad y la paz eterna. Su vida terrena ha terminado ya;

recíbelos ahora en el Paraíso, en donde ya no habrá dolores, ni lágrimas ni penas,

sino únicamente paz y alegría con Jesús, tu Hijo, y con el Espíritu Santo para siempre. Amén

Al día siguiente de la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia celebra la Fiesta de los Fieles Difuntos, recuerda a quienes han llegado al término de su vida y reza por sus almas. Fundamenta esta tradición en la fe que tenemos los cristianos.

Recordamos la enseñanza de San Pablo: (1Co 12,12-31)

Todos formamos un solo cuerpo: el Cuerpo de Cristo, por eso interce-demos por los miembros que ya nos han precedido en la muerte.

Y resucitaremos un día de entre los muertos, del mismo modo que Cristo ha resucitado. La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12,27).

En este día renovamos nuestra fe en la resurrección; en la eternidad dichosa que nos espera en el Cielo. Y rezamos por los difuntos:

"Concédeles, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz

que no tiene fin. Descansen en paz”.

En la Eucaristía siempre hay un momento de oración por los difuntos. Tras una serie de Misas que San Gregorio Magno ofrecía por uno de sus monjes difuntos, surgió la práctica de ofrecer 30 misas consecuti-vas por el alma del difunto. Esto se conoce como Misas Gregorianas.

(San Agustín)

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En nombre de los misioneros agradecemos la gran generosidad y colaboración con su labor misionera.

Junto con la oración, la ayuda económica es la expresión de que como cristianos nos sentimos “misión” dentro de la Iglesia.

Todos los martes de 21’00 a 22’00. HORA SANTA en nuestra Parroquia para adorar, rezar y cantar ante Jesús en la Eucaristía.

9-10 -11 de noviembre 2018

Dirige D. José Sánchez. Párroco de San Pedro

lunes de 7 a 8 de la tarde.

Media hora antes de las Misas.

Todos los jueves de 7 a 8 de la tarde

Todos los días, a las 19’30 h. antes de la Eucaristía.

Próximo sábado día 3 de Noviembre: A las 9 de la mañana: Rezo del Santo Rosario y meditación de los Misterios Eucaristía.

Miércoles 31: 6 y 8 de la tarde. Jueves día 1 Solemnidad de Todos los Santos: 10, 12 y 13 de la mañana. 6 y 8 de la tarde

Viernes 2 conmemoración de los Fieles difuntos: 10 de la mañana y 8 de la tarde

Próximo cursillo MUJERES 15 al 18 de Noviembre 2018

Más información en el Tfo. 665 05 02 67