del canto de las moscas

D E L C A N T O D E L A S M O S C A S

Á N G E L G A R C Í A R O L D Á N

Del canto de las moscas

«Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas.»Augusto Monterroso, Movimiento perpetuo

De azabache, brillantes, diminutas, las moscas nos repugnan. En las vanitas de todo tiempo, en piadosas maternidades, nos recuerdan tenazmente lo peor: posadas sobre una flor anuncian nuestra descomposición; sobre el pie del niño, el martirio. Son imágenes de la miseria. Por eso valen, agoreras, para emblemas de todo aquello que tememos.

Y por su querencia a lo dulzón, pues toda acción política (o mejor, desde el poder) es ejecutada en nombre de nuestra seguridad, por nuestro interés o por nuestra salud. Aunque antes habrá habido que trabajar las conciencias: aterrorizar a la población. Catástrofes y mimos. Excrementos y almíbar son ambos elementos de las moscas: producen (tejen) el Ministerio del Miedo.

Desconozco la verdad sobre su sonido, desconozco su sigilosa transformación de larva a insecto. Percibo su olor, su mundo hostil, su complaciencia infinita. Rebusco por los rincones evitando su encuentro, quizás ellas me observan a mi igual que yo a ellas a sabiendas de que ambos compartimos el mismo mundo, nuestro mundo. Me desnudo y me miro a través del espejo en el silencio roto de una habitación blanca, me visto como un “humano perfecto”; me pongo la camisa, mi corbata para el trabajo y noto su zumbido detrás de mi oreja, sigue estando ahí, en algún lugar de mi mundo. Estoy preparado y ella también. Ambos fagocitaremos por un mundo de heces y podredumbre, nuestra naturaleza larvaria marca nuestra conducta, todo lo que somos se reduce a eso, al día a día, a nuestras costumbres, Al ir y venir de la oficina, almorzar rápidamente en uno de esos lugares de marca conocida: un menú 4, Quizás yo soy ese menú 4 o 5, quien sabe. Pero sigo comiendo. Regreso a la oficina y el olor aséptico de su ascensor me hace recordar que vuelvo a mi cotidianidad, su cotidianidad. Quizás solo me queda esperar a la plaga, puede que con nostalgia de los días, con la esperanza de escuchar su canto.

A las 7:00 de la mañana despierto con la sensación de un nido de moscas en mi barba. Espero a mirarme frente al espejo y veo que mi apariencia después de estos meses es molesta, cualquier cosa seria valida para desayunar. Vuelvo a ponerme una de esas camisas blancas del interior de mi armario. Recorro con mis dedos la suave corbata de todos los martes. Espero otro día en la oficina sin sobresaltos.

«Es mejor no dirigirse al punto en el que se encuentra la mosca sino un poco más hacia donde se cree que va a saltar cuando vea venir el cazamoscas.»

Michael Dickinson

Cómo sí de un apetitoso manjar se tratara, aquellos insectos alados revoloteaban rifándose la parte más suculenta de los restos que en otro momento solo fueron tiempo y nada más. Agoreras de la desaparición nos recuerdan tenazmente, brillantes y diminutas, siempre lo peor. En todo caso: descomposición y martirio. Su presencia es la miseria aunque su querencia por lo dulzón las convierte en una suerte de acción política –manifestación de poder– que pervierte a las conciencias para definitivamente aterrorizar a toda la población. Así el canto de las moscas anticipa la catástrofe y nos previene del ministerio del miedo, desde su dispar y escatológico gusto tanto por los excrementos y despojos como por el más selecto almíbar.

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DEL CANTO DE LAS MOSCAS. 2010© Ángel García Roldán. 2010

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http://www.angelgarciaroldan.es

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