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Verdades de la fe, pág. 185 PAUTAS DE ORACIÓN Fraternidad Misionera “Verbum Dei” “DEJA QUE SU PALABRA ILUMINE TU VIDA…” 11.03 CUSTODIA LA VIDA Y EL AMOR Introducción: Esta Verdad de fe que estamos orando y que va iluminando nuestra vida es para que nuestra respuesta a Dios sea cada vez más auténtica y el amor que brote de nosotros sea un amor cada vez más parecido al amor de Jesús. Por esta razón estamos aprendiendo a custodiar delicadamente la Vida y el Amor de Dios en nosotros. Ésta es la razón de ser, de vivir los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia. ¿A qué os suenan esas dos palabras? Son “consejos de Jesús”, nuestro Maestro, y lo son para todos, ¡cada uno según su estado de vida! Lo más propio e indicado para ir introduciéndonos en vivir y amar auténti- camente es la virtud de la castidad: “la castidad ayuda a vivir en libertad y a crecer en madurez personal”. (José María Iraburu, sacerdote), es crecer en esa libertad y madurez en el amor que implica gran pureza de mente - corazón y cuerpo, liberándonos de todo aquello que perjudique y enturbie el amor puro de Dios en nosotros. En esta libertad vamos alcanzando una vida integrada en el Amor verdadero, puro y pleno de Dios. Custodiar la Vida y el Amor de Dios tiene sus implicaciones en nuestra vida, y esto es lo que oraremos esta semana: ¿Cómo desde el don de la castidad vivimos los cuatro ejercicios aconsejados a todo cristiano que busque un seguimiento serio de Jesús -oración, fraternidad, cruz, misión-? ¿Qué implica custodiar la Vida y el Amor? a).- “Gustad y ved cuan bueno es el Señor” Salmo 102, (Oración) Gustar y ver cuán bueno es el Señor es entrar en ese diálogo amoroso con Dios, a través de esa relación cercana, de amistad, con quien nos da un corazón casto, puro como el suyo; sólo a través de la relación con él po-

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Verdades de la fe, pág. 185

PAUTAS DE ORACIÓN Fraternidad Misionera

“Verbum Dei”

“DEJA QUE SU PALABRA ILUMINE TU VIDA…”

11.03 CUSTODIA LA VIDA Y EL AMOR

Introducción:

Esta Verdad de fe que estamos orando y que va iluminando nuestra vida es para que nuestra respuesta a Dios sea cada vez más auténtica y el amor que brote de nosotros sea un amor cada vez más parecido al amor de Jesús. Por esta razón estamos aprendiendo a custodiar delicadamente la Vida y el Amor de Dios en nosotros. Ésta es la razón de ser, de vivir los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia. ¿A qué os suenan esas dos palabras? Son “consejos de Jesús”, nuestro Maestro, y lo son para todos, ¡cada uno según su estado de vida!

Lo más propio e indicado para ir introduciéndonos en vivir y amar auténti-camente es la virtud de la castidad: “la castidad ayuda a vivir en libertad y a crecer en madurez personal”. (José María Iraburu, sacerdote), es crecer en esa libertad y madurez en el amor que implica gran pureza de mente - corazón y cuerpo, liberándonos de todo aquello que perjudique y enturbie el amor puro de Dios en nosotros. En esta libertad vamos alcanzando una vida integrada en el Amor verdadero, puro y pleno de Dios.

Custodiar la Vida y el Amor de Dios tiene sus implicaciones en nuestra vida, y esto es lo que oraremos esta semana: ¿Cómo desde el don de la castidad vivimos los cuatro ejercicios aconsejados a todo cristiano que busque un seguimiento serio de Jesús -oración, fraternidad, cruz, misión-?

¿Qué implica custodiar la Vida y el Amor? a).- “Gustad y ved cuan bueno es el Señor” Salmo 102, (Oración) Gustar y ver cuán bueno es el Señor es entrar en ese diálogo amoroso con Dios, a través de esa relación cercana, de amistad, con quien nos da un corazón casto, puro como el suyo; sólo a través de la relación con él po-

Verdades de la fe, pág. 186

demos descubrir cómo vivir la castidad según nuestro estado de vida, sólo en el trato con aquel que nos ama y nos trasmite su amor puro y a quien nosotros también amamos con todo nuestro ser. La castidad es para toda persona, sea cual sea el estado de vida. Es la expresión pura del amor de Dios hacia la humanidad y la expresión de la fidelidad del hombre hacia ése amor de Dios. Nuestra madre la Virgen recibe una llamada en Lc 1, 28 “Alégrate llena de gracia el Señor está contigo”: es Dios quien le da el don de la gracia y María lo recibe en ese dialogo en intimidad en cual ella responde a ese amor: escucha, cree y confía. Así concibe al hijo de Dios en su seno “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. El Espíritu Santo actúa sobre nuestra vida, él hace posible que nuestro corazón sea de Dios, nos da el don de la casti-dad, “ es el poder de Dios...”, pero este don necesita que nosotros res-pondamos como María diciéndole: “ Soy la esclava del Señor hágase en mi según su Palabra...” Estos son los diálogos afectivos a los que Él nos invita: 1) dejar que Él nos exprese su amor. Porque; aunque estéis casados y tengáis a vuestro espo-so, vuestra esposa, vuestros hijos al lado; el corazón siempre busca amar más, y ser amado más de lo que es. Está creado para un amor eterno y eso solo lo da Dios, por eso muchas veces la infidelidad en los matrimonios porque, no sabiendo esto, se busca donde no se tiene que buscar y se va a donde no se tiene que ir y se pierde el corazón en otros amores y se cree que el amor se acaba en la pareja. Esta es la razón de la necesidad del hombre, de la mujer, de conocer el amor de Dios: saciado en el Amor de Dios, su corazón puede amar fiel-mente a la pareja, a los hijos. Jesús vivió también desde un corazón casto, fue un corazón de un solo amor, el amor del Padre. Él buscaba saciar y llenar su corazón en Él. En nuestro ambiente, no se comprende un corazón de un solo amor, ¿có-mo Jesús pudo no enamorarse de tantas mujeres que le seguían? Y le in-ventan historias, porque es algo que no es fácil de comprender, pero es posible vivirlo desde la fe, desde el Amor cuando Dios es alguien que vive, que está en nosotros. “¿Cómo vosotros podéis vivir solas, no casaros?” nos preguntan a nosotras, y a los casado “¿eres fiel?” y los que dicen “si”, causan mucho interrogante, pero se puede vivir del amor de Dios. Jesús nos enseña, una vida orante, amante del Padre: “De madrugada Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar” (Mc 1,35)

Verdades de la fe, pág. 187

b).- Comunión con Dios y con los hermanos (fraternidad):

La comunión con Dios, nos lleva a decir como María “yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra.”, es dejar que Dios haga de nues-tra vida lo que él desee y lo que Dios desea es crear fraternidad, vivir el Reino; es allí donde se concreta su Amor, en el amor a nuestros hermanos. Pero no un amar de cualquier manera, sino desde su Amor, desde el amor que recibimos cada día, ese amor que nos hace ser prontos ante la necesi-dad del otro como María: después del anuncio del ángel y de acoger a Dios, salió con prontitud al encuentro de prima Isabel, (Lc,1,39) a anun-ciarle la grandeza del amor de Dios con ella y ayudarle en su necesidad porque sabía que Isabel era una mujer mayor y que el tener un bebé le suponía más cuidados. El encuentro con Dios vivo no nos deja igual en cuanto a la relación con los otros y sí que lo experimentamos ¿verdad? en la relación con vuestro esposo, esposa, hijos, compañeros de trabajo, hermanas de comunidad; etc., más paciencia, buscamos el dialogo, etc. Porque el dialogo con Dios nos lleva a tomar decisiones “María tomo la decisión… y se fue sin más demora”. Jesús, también busca crear fraterni-dad con sus discípulos, busca vivir aquello que entiende del padre, desde su corazón casto crea fraternidad y enseña a sus discípulos a orar, a rela-cionarse con el Padre porque sabe que la fraternidad, la comunidad de-pende de la unión con Dios, solo así es posible vivirla. Jesús, conociendo que somos frágiles y que caemos, permanece fiel a nosotros como lo hizo con sus discípulos: a pesar que ellos no permanecieron fieles, él siguió amándolos sin diferencia alguna. Amo por igual a Juan -que permaneció fiel- que a los que le fueron infieles o le negaron.

Un corazón casto ama sin diferencias, sin excepciones, es capaz de crear relaciones fraternas, cercanas, de igual a igual, no importan los títulos, los cargos, etc. que tengamos: eso es lo que Dios quiere y busca que mostre-mos al mundo algo nuevo, diferente, una familia misionera que a en me-dio de nuestras diferencias, de la forma de ser de cada uno, de los conflic-tos que se puedan dar -porque son normales en las relaciones humanas- aprendemos con Él a dar pasos de perdón y reconciliación. Qué bonito es contemplar a Jesús como amando a sus discípulos y sin albergar en su corazón resentimientos por la traición de sus amigos, Él les da otra opor-tunidad como lo vemos en la escena de Jn 21,9-12: con gestos fraternos los acoge, los convoca; les prepara el desayuno, con el fin de reunirlos y estar con ellos, creando comunión entre todos.

Verdades de la fe, pág. 188

c).- “El que quiera seguirme que cargue con su cruz” (Mt 16,24-): Ejercicio

de Cruz. La castidad supone aprender a vivir del Amor de Dios, un amor

que necesitamos recibir cada día, porque la vida trae de todo: alegrías,

tristezas, situaciones unas más llevaderas que otras -la vida es la vida y hay

que vivirla-. Pero si no la sabemos vivir con quien toca sufrimos mucho,

aunque muchas veces no se note, aunque queramos ocultar el dolor, el

peso de la cruz. La cruz es parte de la vida como lo fue parte de la vida de

Jesús, él ha asumido ya todo el sufrimiento del hombre en la Cruz, por eso

él nos dice Mt11, 28: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados,

y yo os haré descansar”. Con él todo es más llevadero, yo recuerdo que mi

cruz llegando a España fueron los estudios, me supuso mucho, humillaciones

en clase, metidas de pata, etc. hasta que aprendí a vivirlo con Jesús, pasar

con el mis noches en vela para estudiar, estudiar con alguien: Él me proveía

de tiempo, de comprensión, me ayudaba a superar esos tragos amargos de

sacar un 05 y a disfrutar con él un 9,10; después ya no fueron los estudios

para mí una carga pesada. Pero luego apareció otra cosa que es cruz.. y así

sucesivamente Lo importante es aprender a vivir con Aquel que ya lo ha pasa-

do, que ya ha cargado mi cruz y eso aligera y hace que nuestra vida sea Vida,

a pesar de todo lo que nos supone cada día, que vivamos con la alegría de la

entrega de un corazón casto, que se da del todo a quien lo es todo.

d).- “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio” (Mt 16,15): Misión.

Un corazón casto, es un amor ordenado, es una vida ordenada, hay priorida-

des en el corazón y eso hace que nuestra vida sea fecunda, que de vida en

Dios, esa vida que al estar unida al Amor sale sin medida a anunciar, a buscar

discípulos para Cristo, personas que buscan el Amor y al buscarlo se orientan.

Un corazón casto es un corazón atento con las personas, las busca como Je-

sús iba a por ellos (Mc 1, 35) cuando oraba , sus discípulos lo buscaban y le

dijeron ‹‹“ Todos te están buscando” él les contesto “vámonos a los pueble-

citos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.. Predica-

ba y expulsaba demonios”››. A ejemplo de Jesús nuestra vida está llamada a

tener con un corazón de madre y padre para nuestros hermanos y ayudarlos a

ir por esos caminos de conformación con Cristo, a que se hagan sus discípulos.

Jesús nos envía a ir por el mundo y predicar su Evangelio encarnado en noso-

tros porque es desde ese encuentro con su palabra que es posible que la vida

de Dios se despierte en ellos.