décimo mandamiento: no codiciaras los bienes ajenos

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54. Décimo mandamiento: no codiciaras los bienes ajenos. PROVOST, Jan (1465-1529) La muerte y el avaro Groeninge Museum Brujas. Compendio del Catecismo. 531. ¿Qué manda y qué prohíbe el décimo mandamiento? 2534-2540 2551-2554 - PowerPoint PPT Presentation

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  • Dcimo mandamiento: no codiciaras los bienes ajenos54PROVOST, Jan (1465-1529)La muerte y el avaroGroeninge MuseumBrujas

  • Compendio del Catecismo531. Qu manda y qu prohbe el dcimo mandamiento? 2534-2540 2551-2554Este mandamiento, exige una actitud interior de respeto en relacin con la propiedad ajena, y prohbe la avaricia, el deseo desordenado de los bienes de otros y la envidia, que consiste en la tristeza experimentada ante los bienes del prjimo y en el deseo desordenado de apropiarse de los mismos.

  • IntroduccinEl hombre fue creado en un estado de inocencia que supona una mente sometida a Dios, las potencias inferiores a la razn y el cuerpo al alma.Con frecuencia, el hombre pierde la conciencia de su dignidad, olvida que vale ms que las cosas y se apega a ellas, dando lugar a la codicia.La avaricia slo se explica en el pagano, cuya nica esperanza son los bienes caducos.MASSYS, QuentinLos prestamistasMuseo de Bellas Artes Bilbao, Espaa

  • Ideas principales

  • 1. La avaricia, raz de todos los malesEscribe San Pablo:"Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de l. () Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones () que hunden a los hombres en la perdicin y en la ruina, porque la raz de todos los males es la avaricia" (1 Timoteo 6,7-10)El hombre no puede esclavizarse sometindose a bienes efmeros. La codicia y envidia de bienes ajenos debe ser combatida y dominadaGERRITSZ POT, Hendrick (1580-1657)El avaro1640Galleria degli Uffizi, Florencia

  • 2. Conformidad con lo que Dios nos daEl corazn se identifica con lo que ama: si ama sin freno los bienes materiales se hace materia, y reduce sus aspiraciones a un bienestar material.La conformidad con los bienes que Dios da, y con los que honradamente se pueden adquirir, hace feliz.La codicia y la envidia de lo que no se posee no hace feliz a nadie.BOSCH, HieronymusLa muerte y el avaroc.1485-90Kress Collection Washington D.C., USA

  • 3. Qu prohbe el dcimo mandamientoProhbe la avaricia, deseo desordenado de riquezas, y tambin el deseo de cometer una injusticia que dae al prjimo en sus bienes temporales.Prohbe la envidia, tristeza que produce el bien del prjimo, con deseo desordenado de poseerlo y apropirselo.De la envidia nacen el odio, la maledicencia y la calumnia.LE PRINCE, Jean BaptisteEl avaroColeccin privada

  • 4. El desprendimiento de los bienes de la tierraCuando impera la ley de Dios en el corazn, sobresale el desprendimiento de los bienes creados, porque el amor de Dios lo domina todo."Bienaventurados los pobres en el espritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3).El cristiano ha de orientar sus deseos hacia la esperanza teologal, buscar el amor perfecto.DAVID, Jacques LouisBelisarius pidiendo limosna1781Musee des Beaux-Arts, Lille, Francia

  • 5. La lucha contra el apego a los bienes terrenosEl Evangelio exhorta a la vigilancia, porque el apego a los bienes desplaza a Dios y desorienta la vida.El remedio est en fomentar el deseo de la felicidad verdadera, viviendo en gracia de Dios por encima de todo.La esperanza de que veremos a Dios supera toda felicidad, y para llegar a ello hay que vencer la seduccin del placer y del poder.MASACCIOLa distribucin de las limosnas y la muerte de Ananas1426-27Cappella Brancacci, Santa Maria del CarmineFlorencia

  • 6. Hay que amar y cumplir los diez mandamientosEl dcimo mandamiento se refiere a las intenciones del corazn; resume, con el noveno, los diez mandamientos de la ley de Dios.Los mandamientos son un regalo de Dios al hombre. Jesucristo nos ense a cumplirlos y proclam las bienaventuranzas para saber con qu espritu debemos hacerlo.DE BOULOGNE, ValentnMoiss con las Tablas de la Leyc.1627-32Kunsthistorisches MuseumViena, Austria

  • Propsitos de vida cristiana

  • Un propsito para avanzarVive desprendido de lo que tengas y uses.Examina sinceramente tu conciencia para evitar que se meta la envidia del bien ajeno; algrate con los xitos de los dems.

    El estado de inocencia en el que fue creado el hombre supona la mente sometida a Dios, las potencias inferiores a la razn, y el cuerpo al alma. El pecado trastorn esa armona privilegiada y se desataron las pasiones, produciendo un conflicto interior de desorden y tensin; tambin en el uso de los bienes materiales que el hombre necesita para subsistir y desarrollar su vida en la tierra. Y con frecuencia el hombre pierde la conciencia de su dignidad; lo que deba ser equilibrio se convierte en desenfreno. Olvida que l vale ms que las cosas, y se pega a las cosas -no se contenta con lo necesario y suficiente-, dando lugar a la codicia, que degrada a la persona.La avaricia se explica en el pagano, que no tiene otra esperanza que los bienes caducos; pero no tiene sentido en el cristiano, que vuela con su esperanza teologal ms all del tiempo y de las cosas efmeras de este mundo. La meta del cristiano es Dios y la gloria del cielo; no se contenta con menos. Como la avaricia se traduce tantas veces en el robo y usurpacin de los bienes del prjimo, este precepto trata de ordenar la raz interior de esos pecados y prohbe codiciar los bienes ajenos.Para contrarrestar la avaricia de los amadores de este mundo, escribe San Pablo: "Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de l. En teniendo con qu alimentarnos y con qu cubrirnos, estamos con eso contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdicin y en la ruina, porque la raz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravan en la fe y a s mismos se atormentan con muchos dolores" (1 Timoteo 6,7-10).La leccin de sensatez del Apstol no significa que no haya que desarrollar -con el ingenio y el trabajo- las posibilidades econmicas que ayudan a ejercer la libertad y a promover la familia -y tambin a promover el bienestar de los dems suscitando empresas, riqueza y trabajo, en beneficio de los conciudadanos-; significa slo que el hombre no puede esclavizarse sometindose a bienes efmeros, porque l es ms y vale ms. Y, por supuesto, que la codicia y envidia de bienes ajenos, que conduce a la apropiacin ilegtima de lo que no es suyo, debe ser combatida y dominada.El corazn se identifica con lo que ama, y, si ama irrefrenadamente bienes materiales, se hace materia -cosa-, reduciendo sus aspiraciones al poco bienestar material de algunos aos, no exentos de zozobra e inquietud ante los riesgos. Al contrario, la conformidad con los bienes y riquezas que Dios da -y con los que honradamente se pueden adquirir- hace feliz; la codicia y la envidia de lo que no se posee es lo que no hace feliz a nadie. Y si el deseo de tener bienes y luchar por conseguirlos con medios lcitos y fin honesto, es bueno y agrada a Dios, el deseo desordenado o codicia le ofende, lo mismo que degrada al hombre.El dcimo mandamiento prohbe la avaricia o deseo desordenado de riquezas, y tambin el deseo de cometer una injusticia que daara al prjimo en sus bienes temporales.Prohbe adems la envidia o tristeza que produce el bien del prjimo, con deseo desordenado de poseerlo y apropirselo aunque sea de forma indebida. De esta envidia -que suele proceder del orgullo- nacen el odio, la maledicencia y la calumnia. Es preciso combatir un pecado capital del que nacen tantos males, y se consigue con la benevolencia, la humildad, y el abandono en la providencia de Dios.Cuando el hombre tiene entera su conducta moral, es decir, cuando impera la ley de Dios en el corazn, sobresale el desprendimiento de los bienes creados, porque el amor de Dios lo domina todo. Se percibe con fuerza aquello del Evangelio: "Bienaventurados los pobres en el espritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5,3). Por eso, el cristiano ha de orientar sus deseos en la lnea de la esperanza teologal, para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no impida -en contra del espritu de pobreza evanglica- buscar el amor perfecto.El Evangelio exhorta a la vigilancia, y este campo requiere una particular atencin, porque el apego a los bienes desplaza a Dios y desorienta la vida. El remedio est en fomentar el deseo de la felicidad verdadera, que se alcanza -aqu- viviendo en gracia de Dios por encima de todo; y despus -en plenitud- en el cielo, viendo a Dios y gozando de Dios. La esperanza de que veremos a Dios supera toda felicidad. Y para contemplar y poseer a Dios hay que mortificar la concupiscencia con ayuda de la gracia de Dios, venciendo la seduccin del placer y del poder.El dcimo mandamiento desdobla y completa el noveno. Al prohibir la codicia del bien ajeno ataca la raz del robo, de la rapia y del fraude, prohibidos en el sptimo mandamiento. Si no se domina la concupiscencia de los ojos se llega a la violencia y a la injusticia, prohibidos en el quinto precepto. La codicia tiene su origen, como la fornicacin, en la idolatra condenada en los tres primeros mandamientos de la Ley. El dcimo mandamiento se refiere a las intenciones del corazn; resume, con el noveno, los diez mandamientos de la ley de Dios.Al terminar este estudio de los mandamientos se advierte que efectivamente, son un regalo de Dios al hombre. Jesucristo ense a cumplirlos y proclam las bienaventuranzas para saber el espritu con que hay que cumplirlos. Los mandamientos sealan el camino del cielo de forma clara y sencilla. Muestran cmo amar a Dios sobre todas las cosas, y al prjimo como a uno mismo por amor a Dios.