decadencia o renovación de las monarquías europeas

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CONVENCIÓN DE LA ONU CONTRA LA TORTURA: 27 AÑOS DE INCUMPLIMIENTO EN AMÉRICA LATINA EN ESPAÑOL 27.6.2014 NEWSWEEK.MX NICARAGUA PANAMÁ..................B 3,25 PARAGUAY .........G 21.000 PERÚ.....................S/. 12,00 PUERTO RICO...US $3,50 EL SALVADOR GUATEMALA........Q 20,50 HONDURAS MÉXICO.........................$30 REP. DOMINICANA...RD $45,00 URUGUAY .............................N $90 EE UU...............................US $3,50 VENEZUELA................BS $4.000 ARGENTINA............ $7,00 BOLIVIA.............. BS 22,00 COLOMBIA.......... $10,000 COSTA RICA ECUADOR..........US $3,00 EL CRECIMIENTO AUSENTE DE MÉXICO LA SECRETARÍA DE HACIENDA, ENCABEZADA POR LUIS VIDEGARAY, HA TENIDO QUE ADMITIRLO: LA ECONOMÍA NO CRECERÁ COMO LO HABÍA PROYECTADO. Por Jonathan Heath

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¿Son las monarquías algo más que un anacronismo en sociedades que aspiran a la igualdad y representatividad democrática?

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Page 1: Decadencia o Renovación de las Monarquías Europeas

CONVENCIÓN DE LA ONU CONTRA LA TORTURA:27 AÑOS DE INCUMPLIMIENTO EN AMÉRICA LATINA

EN ESPAÑOL27.6.2014

NEWSWEEK.MX

NICARAGUAPANAMÁ..................B 3,25PARAGUAY.........G 21.000PERÚ.....................S/. 12,00PUERTO RICO...US $3,50

EL SALVADORGUATEMALA........Q 20,50 HONDURASMÉXICO.........................$30

REP. DOMINICANA...RD $45,00 URUGUAY.............................N $90EE UU...............................US $3,50 VENEZUELA................BS $4.000

ARGENTINA............ $7,00BOLIVIA.............. BS 22,00COLOMBIA.......... $10,000COSTA RICAECUADOR..........US $3,00

EL CRECIMIENTO

AUSENTEDE MÉXICOLA SECRETARÍA DE HACIENDA,

ENCABEZADA POR LUIS VIDEGARAY,HA TENIDO QUE ADMITIRLO:LA ECONOMÍA NO CRECERÁ

COMO LO HABÍA PROYECTADO.Por Jonathan Heath

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PARECIERA que la abdicación del rey Juan Car-los de España en favor de su hijo fuera un fenóme-no exclusivamente atribuible a la precaria situación económica de ese país. La gran mayoría de los co-mentaristas atribuyen este sorpresivo anuncio, con cierta razón, a la crisis de “los parados”, al descré-dito de la corona luego de graves escándalos de co-rrupción y, en definitiva, a un cambio generacional que transforma las percepciones generales, otrora positivas, sobre la monarquía.

Hasta el cansancio se ha insistido en que la mayoría de los españoles, por su juventud, no tie-nen un recuerdo claro y, por tanto, ninguna em-patía con el destacado papel del rey Juan Carlos

durante la transición democrática. En consecuen-cia, para un creciente número de españoles, el rey Juan Carlos es el suegro de Iñaki Urdangarin, el frí-volo monarca sorprendido matando elefantes en Botsuana y callando al presidente venezolano en la XVII Cumbre Iberoamericana y no la figura clave de respaldo a la democracia, luego del fallido gol-pe de Estado del 23 de febrero de 1981, y el faci-litador de los Pactos de la Moncloa que llevaron a España por la senda de la estabilidad política y el crecimiento económico indispensables para inte-grarse a la Unión Europea.

Con todo, estamos en presencia de la tercera abdicación de un monarca a un trono europeo en

Juan Carlos, Felipe y la familia real española. La

monarquía de España es la más modesta de Europa, mientras que la más cara es

la británica.

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Arturo Magaña Duplancher es licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México y maestro en la misma disciplina por la Universidad de Leiden, Países Bajos, con una beca de excelencia HSP Huygens del gobierno holandés. Es miembro asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, ha colaborado profesionalmente como asesor en asuntos internacionales en ambas cámaras del Congreso mexicano y en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Países Bajos.

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¿Son las monarquías algo más que un anacronismo en sociedades que aspiran a la igualdad y la representatividad democrática?Por Arturo Magaña Duplancher

GAME OF THRONES: DECADENCIA O RENOVACIÓN DE LAS MONARQUÍAS EUROPEAS

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MONARQUÍAS

PARECIERA que la abdicación del rey Juan Car-los de España en favor de su hijo fuera un fenóme-no exclusivamente atribuible a la precaria situación económica de ese país. La gran mayoría de los co-mentaristas atribuyen este sorpresivo anuncio, con cierta razón, a la crisis de “los parados”, al descré-dito de la corona luego de graves escándalos de co-rrupción y, en definitiva, a un cambio generacional que transforma las percepciones generales, otrora positivas, sobre la monarquía.

Hasta el cansancio se ha insistido en que la mayoría de los españoles, por su juventud, no tie-nen un recuerdo claro y, por tanto, ninguna em-patía con el destacado papel del rey Juan Carlos

durante la transición democrática. En consecuen-cia, para un creciente número de españoles, el rey Juan Carlos es el suegro de Iñaki Urdangarin, el frí-volo monarca sorprendido matando elefantes en Botsuana y callando al presidente venezolano en la XVII Cumbre Iberoamericana y no la figura clave de respaldo a la democracia, luego del fallido gol-pe de Estado del 23 de febrero de 1981, y el faci-litador de los Pactos de la Moncloa que llevaron a España por la senda de la estabilidad política y el crecimiento económico indispensables para inte-grarse a la Unión Europea.

Con todo, estamos en presencia de la tercera ab-dicación de un monarca a un trono europeo en

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los últimos 14 meses. Algo debe estar sucediendo en Europa, y no solamente en España, que expli-que cabalmente este fenómeno más allá del enveje-cimiento natural de Juan Carlos de España, Alberto de Bélgica y Beatriz de Países Bajos. ¿Está en crisis la monarquía en Europa?, ¿son las monarquías algo más que un anacronismo en sociedades que aspi-ran a la igualdad y la representatividad democráti-ca?, ¿tienen las monarquías un papel que jugar en las democracias europeas contemporáneas?

En una primera dimensión valdría la pena ad-vertir que en Europa el famoso adagio de Adolphe Thiers, “el rey reina pero no gobierna”, es un he-cho verificable día a día. En prácticamente todas las monarquías constitucionales europeas el papel del rey es precisamente el de situarse por encima de las diferencias políticas y ser una especie de baluarte de la unidad, un símbolo de la historia patria que garantiza la estabilidad y la continuidad de un pro-yecto de nación más allá de las veleidades del po-der. En esta empresa, sin embargo, hay enormes di-ferencias entre las 12 actuales monarquías europeas dadas sus competencias reales en la gobernabilidad del país. Mientras algunas, como la sueca, no tienen competencia práctica alguna, la holandesa man-tiene importantes funciones para la conformación de gobiernos de coalición que, de hecho, no pue-den establecerse sin su aval. El escrutinio público a las acciones de las familias reales, en consecuencia, es distinto. Frente a una monarquía cuya función es más bien simbólica y ceremonial, la exigencia tien-de a ser mayor que frente a sistemas que le otorgan al monarca funciones relevantes en el ejercicio del poder. De acuerdo con el profesor Trond Nordby, de la Universidad de Oslo, la monarquía noruega no

solo es una de las más caras en el continente, sino una de las que me-nos relevan-cia tiene en el contex-to político nacional. Si bien el mo-narca norue-go tiene po-

der de veto frente a cualquier ley nacional, este poder no ha sido ejercido desde el siglo XIX. Quizá por eso el cúmulo de iniciativas parlamentarias que se han presentado recientemente para abolirla.

Esto nos lleva a un segundo tema definitorio para el respaldo público a una monarquía. Si bien las familias reales europeas han sido duramen-te criticadas por caras, no son necesariamente más onerosas que las estructuras institucionales de los gobiernos republicanos. Recientemente se dio a conocer un estudio en donde mantener a la pre-sidencia socialista francesa de Francois Hollande cuesta prácticamente tres veces lo que se destina del erario a los gastos de la reina Isabel de Inglate-rra. Con todo, las monarquías son, prácticamente en todos los casos, menos transparentes. En Suecia, por ejemplo, se encuentra en marcha el proceso de aprobación de una nueva legislación que obligará a la casa real a transparentar sus gastos. Si bien las fortunas acumuladas por los monarcas europeos, normalmente sin la obligación de pagar impuestos, han suscitado monumentales críticas entre los con-tribuyentes británicos, holandeses y noruegos, es-tas tienden a reducirse cuando los gastos se trans-parentan. La monarquía mas modesta de Europa, de acuerdo con el investigador belga Herman Mat-thijs, es precisamente la española, mientras que la más cara es la británica. La británica, sin embargo, tiene un altísimo grado de aprobación que es difícil desvincular, en gran medida, de las nuevas regula-ciones que desde abril de 2012 sujetan a la corona a prácticamente el mismo escrutinio público y las auditorías de rigor a las que se somete todo gasto gubernamental.

No obstante, la crisis actual por la que atra-viesan las monarquías constitucionales no puede entenderse sin hacer referencia explícita a la cri-sis del euro. Es altamente probable que en un es-cenario económico distinto, de crecimiento eco-nómico pleno, creación de empleos y confianza en el futuro, las monarquías europeas gozarían de una salud envidiable.

En tercer lugar, vale la pena explorar más el ar-gumento de la historiadora británica Alison Weir, según el cual los viejos valores: el deber, el honor, la vocación de servicio, la dignidad e integridad son más importantes que nunca para la reputación de una monarquía. El monarca, dice Weir, debe ser el vivo reflejo de todo lo que la población cree que hay de positivo en una nación. Los escándalos públicos y las severas acusaciones de corrupción, tráfico de influencias y defraudación fiscal contra las familias reales de Bélgica y Suecia están muy lejos de las as-piraciones de dos países que constituyen verdaderos ejemplos de transparencia y rendición de cuentas. Si bien la impunidad ha sido prácticamente erradicada en ambos países, la familia real legalmente no pue-de ser responsable de la comisión de ningún delito,

La ostentación y los excesos de algunos como el príncipe

Lorenzo de Bélgica (en la foto) contrastan con la mo-deración de las monarquías

de Escandinavia.

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EN EUROPA, EL FAMOSO ADAGIO DE ADOLPHE THIERS, “EL REY REINA PERO NO GOBIERNA”, ES UN HECHO VERIFICABLE DÍA A DÍA.

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por lo que las acusaciones de corrupción quedan so-lamente en eso. La ostentación y los excesos de algu-nos como el príncipe Lorenzo de Bélgica contrastan, sin embargo, con la moderación de las monarquías bicicleteras de Escandinavia (bicycle monarchies), un término inventado no hace mucho para describir la austeridad de las monarquías holandesa y danesa. Sin duda, aquí la personalidad de los propios monar-cas y los otros integrantes de las familias reales son de la mayor relevancia.

Para la casa holandesa de Orange, tener una rei-na nacida en Argentina ha sido un impulso central para su popularidad luego del retiro de Beatriz, qui-zá la más querida en su historia moderna. En Es-paña, todos los cálculos apuntan a que Felipe VI de Borbón, “el preparao”, como coloquialmente lo lla-man los españoles, subrayando sus estudios de pos-grado en Estados Unidos, es una apuesta de moder-nidad y renovación. Sin duda, este elemento se liga con otro de la mayor importancia: la capacidad de representatividad de las monarquías europeas. Si bien, puede aducirse, que monarquías encabezadas primordialmente por hombres, todos con una apa-riencia similar, la mayoría de origen caucásico, te-nían un alto grado de representatividad y de identi-ficación con sus súbditos, una Europa cada vez más plural, con una presencia cada vez mayor de inmi-grantes y de comunidades constituidas por una di-versidad de grupos étnicos, lingüísticos y religiosos, no necesariamente se siente adecuadamente repre-sentada por el linaje dinástico de los Borbones, los Schleswig-Holstein o los Nassau-Weilburg.

Con todo, hay que distinguir el rol preponde-rante de las monarquías como emblemas de la uni-dad nacional en las transiciones a la democracia y como figuras clave para ayudar a distintas socieda-des a transitar de un pasado traumático a un futu-ro distinto. El rey Juan Carlos de España, en su mo-mento, fue un ejemplo más entre otros. El príncipe Alejandro II de Serbia llegó a Belgrado poco tiem-po después de la caída de Slobodan Milosevic, en 2001. Su rol fue crucial para dotar de legitimidad a la nueva democracia serbia, y aunque el país hoy ostenta una república parlamentaria, los sondeos muestran que una vasta mayoría de la población respalda el regreso de la monarquía constitucional y la coronación de Alejandro II, cuya figura benevo-lente y patriótica nunca ha dejado de ser un factor de unidad, estabilidad y continuidad. Luego de la separación de Kosovo y Montenegro, la casa real de Karadjordevic parece ser uno de los pocos símbolos históricos que conectan la actualidad de Serbia con un pasado que muchos ven con nostalgia.

El caso es muy similar al del rey Michael de Ru-mania. En 1989, luego de la caída del dictador Ni-colás Ceausescu, un movimiento importante giró alrededor del regreso del rey para, de alguna mane-ra, coordinar la transición a la democracia. El rey

Michael I, con 91 años, es hoy el único monarca vivo que gobernó en el período de entreguerras, y aunque su rol ha sido meramente ceremonial en la República Rumana, ha ocupado consistente-mente los primeros lugares de popularidad entre los políticos de ese país. Aunque es improbable que Mi-chael I reine otra vez en Rumania, los expertos no descartan la posibilidad de que la monarquía cons-titucional se restaure, en un contexto de creciente descrédito del sistema presidencialista, con su suce-sor en la línea hereditaria. En Rumania, a diferencia de lo que ocurre en la Europa occidental, el rey es considerado un modelo de probidad y moderación frente a la cada vez más extravagante y escanda-losa conducta de ciertos políticos. Nadie puede imaginar hoy un golpe de Estado en Luxemburgo o Dinamarca, pero ante la hipótesis contrafactual los historiadores muy probablemente recurrirían a las monarquías para explicar la resistencia al rom-pimiento del orden constitucional.

No cabe duda de que las monarquías europeas viven un momento de profunda crisis de credibili-dad, representatividad y confianza. Todo parece in-dicar, sin embargo, que podrán superarla quienes sepan interpretar correctamente algunos de los de-safíos aquí planteados y adaptarse a un nuevo con-texto que les exige rendición de cuentas, compro-miso con la gobernabilidad democrática y, sobre todo, sobriedad y comedimiento frente a una Euro-pa en la peor crisis económica desde la posguerra.

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LA CRISIS POR LA QUE ATRAVIESAN LAS MONARQUÍAS CONSTITUCIONALES NO PUEDE ENTENDERSE SIN HACER REFERENCIA EXPLÍCITA A LA CRISIS DEL EURO.

El rey Michael I, con 91 años, es hoy el

único monarca vivo que gobernó en el período de

entreguerras.

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