debron y dalila
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Danilo Pazán Jurado
Para Deborita
I
Esta es la historia de dos jóvenes tan semejantes y tan diferentes a la vez. Esta es
la historia de Debron y Dalila. Esta es la historia de un amor remoto, de tiempos
ancestrales que sería puesto a prueba por la distancia y el tiempo. Pero, un
momento. ¿Puedo yo acaso, un miserable bardo, ser digno de contarla?
Seguramente habrá otros más dignos que yo. Los que realmente merecen
recapitular aquello que ha sucedido probablemente han muerto ya. En tal caso,
soy el único que queda, a la orilla de este río inmenso, sosteniendo una simple
pipa de caoba. Veo las infinitas volutas de humo elevarse por encima de mi
cabeza. Se alejan de mí constantemente. Así que, antes que mi memoria lo haga,
he de recordar los sucesos que me llevaron a contar la historia que ahora estoy a
punto de contar.
Quizá no sea un bardo hecho y derecho pero desde hace mucho tiempo he sabido
que me agrada contar historias. Debo ser más bien un relator, un cuenta cuentos
puesto que hay quien ha de considerar a los bardos como trovadores y poetas y
yo de poesía sé muy poco. La poesía, si la encuentro en la historia de Debron y
Dalila, la impregnaré en estas páginas que han de sobrevivir al tiempo y la
distancia; tal y como lo debe hacer el amor de Debron y Dalila ¡Vaya jóvenes
enamorados!
Estos son los hechos que me llevaron a contar esa historia cuyo final yo tampoco
conozco, queridos lectores.
Estaba yo cabalgando por prados y valles relucientes de verdes follajes y
pintorescas flores. Me deleitaba el aroma de aquellos tulipanes tan resistentes a la
briza y tan dóciles al momento de ser acariciados por ella. El viento, a veces
helado a veces tibio, abofeteaba mi cara. El corcel me llevaba hacia la región sur
conocida como Logadaya. Allí habría de encontrarme con una insospechada y
benévola bruja escaldufa que me daría a conocer algo un tanto interesante.
Pues bien, continuaba galopando hacia la vivienda de esta extraña mujer, quién
llevaba unos cuantos años muerta. Este hecho me daba a entender que tendría
que ser cuidadoso con ella. Los muertos no merecen la confianza de los vivos.
Bueno, al menos, aquello es lo que mi padre me había dicho en alguna ocasión.
Yo debería creerle, como es lógico. Sin embargo, la bruja, a pesar de estar
muerta, tenía reputación de gitana y santa a la vez. Seguramente su muerte había
influido un tanto en aquello. De cualquier manera, era el momento en que probaría
suerte con ella.
Como he explicado ya, soy un cuenta cuentos y los cuentos me los suelen proveer
a veces. En ciertas ocasiones acudo a donde está la acción y recojo, a través de
mi vieja pipa de caoba, aquellos sucesos que valen la pena ser contados a un
vasto y atento público. En otras ocasiones como ésta, escucho los rumores
propagados por ciertos personajes que hablan sobre brujas, brujos y magos que
tienen en su posesión alguna que otra historia. Historias que se almacenan en las
extrañas vasijas de Jiné. Las vasijas protegen las historias almacenadas por
aquellos brujos y brujas. Los bardos como yo, buscan esas vasijas y tratan de
guardar las historias en sus sortilegios o talismanes. Por mi parte, yo cuento con
mi pipa de caoba, ya que mi memoria es frágil como todas las demás. Lo que
puedo hacer con ella, tomando en cuenta su fragilidad, es contar este tipo de
cosas. Las llamaría: preludios a la historia. Una vez que consigo, de parte de su
dueño, una de las historias de las vasijas de Jiné entonces, puedo almacenarla en
mi pipa y regarla en ríos de indeleble tinta sobre hojas de pergamino que
perdurarán para siempre. Ese es mi oficio. Debo realizarlo de esta manera porque
las vasijas de Jiné están hechas de un material glorioso y muy difícil de encontrar:
el llamado marfil de elefante circense. Los rateros y viles comadrejas suelen
robarles estas vasijas a los brujos y magos para destruirlas y extraer el marfil. Al
hacer esto la historia contenida adentro se pierde para siempre. Así que aparte de
contador de historias también soy un salvador de las mismas. No puedo permitir
que se pierdan, así que debo rescatarlas. Por ello es que acudí a esta bruja para
rescatar la historia de Debron y Dalila. En el momento en que lo hacía no sabía de
qué historia se trataba solo sé que, sabía que debía rescatarla antes de que
lleguen las comadrejas y la destruyan.
El caballo se apresuró por la pradera hasta que divisé una choza de paja dorada
con un enorme letrero de madera de roble. La inscripción rezaba: “Aquí habita
Furlein, la bruja” Me detuve a escasos metros de la choza para contemplarla. Era
redonda y dorada, tenía apenas dos ventanas de vidrio inmarcesible y
transparente que destellaban la luz del sol. Las paredes estaban cubiertas con
cañas doradas que se inclinaban a ratos dando la impresión de que la vivienda
estaba habitada o bien parecía a punto de estallar. Imaginé que algo no andaba
bien por lo cual me apeé del caballo para ingresar cuando de pronto una
impresionante llamarada de fuego salió despedida por las ventanas y me cerró el
paso. Entonces una dulce voz, venida de las llamas que asumieron la forma de
mandíbulas aserradas, habló conmigo
_ Descúbrete viajero, di a qué vienes
_ Vengo a ver a la bruja_ respondí un tanto temeroso
_ La bruja se encuentra disponible solo para aquellos que revelan un noble
propósito
_ Mi propósito es noble. Tan solo busco una de las historias que se almacenan en
las vasijas de Jiné.
_ Como saber que no eres un ratero en busca del marfil de la vasija
_ Entonces he de decirte infernal llama, que soy el bardo a quien le fue dado el
nombre de Breto, y lo único que quiero es rescatar la historia que dentro de la
vasija se encontrare para poder contarla, para poder rescatarla.
_Hablas con vehemencia y de corazón, bardo. Puedes entrar
Dicho esto la llamarada se evaporó y pude ingresar a los aposentos de la
hechicera. Atravesé la puerta, aun sintiéndome intimidado por el fuego y su
inquisición. Al entrar en lo que aparentemente era la única habitación de la choza
me vi embelesado ante tantos objetos venidos de comarcas perdidas. Encontré
cabezas reducidas colgadas del techo las cuales reflejaban caras de terror y
cuencas sin ojos. Vi escobas colgadas de las paredes con inscripciones en
idiomas desconocidos. Velas encendidas y apagadas descansaban sobre varas
metálicas de cuatro pies de altura que parecían abrir un laberinto a los visitantes.
Plantas en forma de racimos y látigos se exponían en mostradores de madera.
Cada una se encontraba sujeta por una cadena que llevaba un pequeño rótulo
dando a conocer el nombre de la planta que se sujetaba con tanta fuerza. Había
espadas de empuñaduras de cobre y jaulas en posiciones concéntricas alrededor
de la estancia. Las ventanas una vez que uno se encontraba dentro no existían.
La choza era oscura, se iluminaba por las pocas velas encendidas.
La bruja se encontraba descansando en una hamaca sostenida por dos postes
ubicados a los extremos de la habitación. Sostenía una vasija blanquecina con
tapa dorada. Parecía juguetear con ella como quién juega con una piedra
preguntándose si se puede romper. No me miraba, su atención se concentraba en
la vasija de Jiné. Presentí que era mi deber presentarme nuevamente o hacer
algún ruido para llamar su atención.
_ No te molestes en anunciarte, bardo. Yo era quien hablaba a través del fuego.
No te pongo atención porque trato de ver si la historia que se encuentra aquí
dentro vale la pena.
_Toda historia vale la pena, mi señora. No sé de qué trate pero quiero pedirle que
me la entregue por su bien y el de ella. Como debe ser de su conocimiento, los
viles rateros deben estar buscando esta vasija atraídos por el oro que la corona y
el marfil que la envuelve. Así que le ruego que me entregue la historia que
contiene_ me arrodillé frente a ella y bajé la cabeza.
_ Vaya, vaya. Eres valeroso como caballero y elocuente como gobernante.
Increíble pues pensar que seas un simple cuenta cuentos. Pues bien, si he de
desembarazarme de esta vasija de Jiné, quien mejor que tú para hacerme ese
favor.
_ Nada más quiero el relato que contiene.
_ ¡Soberbio! Ni siquiera eres codicioso, eso es agradable. De acuerdo, entrégame
tu talismán o sortilegio pues lo que aquí recibes es una historia. Llévate la vasija
también. Imagino que le encontrarás utilidad. Esta es la historia de dos jóvenes tan
semejantes y tan diferentes a la vez. Esta es la historia de Debron y Dalila. Esta es
la historia de un amor remoto, de tiempos ancestrales que sería puesto a prueba
por la distancia y el tiempo.
Le entregué la pipa de caoba que ella no recibió en sus manos sino que con un
poder maravilloso la hizo levitar por encima de su mano. Abrió la vasija y una
lengua azulada salió de ella y se introdujo en mi pipa. Había adquirido una nueva
historia.
II
Finalmente sonaron los gritos de la bebé, su llanto resonaba en toda la estancia.
Llenábala de desaforadas lágrimas y sonidos de vida. Por fin había nacido la luz
que llenaría este hogar. La bebé parecía una criatura angelical, un tanto extraña
en apariencia. Un tanto solitaria si había de ser comparada con los demás en la
familia, pues sobre su pequeña cabecita comenzaban a aparecer diminutos rizos
de ébano, cosa que no se veía en los demás. Su madre la observó cariñosamente.
Prestaba atención a sus movimientos y la infante hacía lo mismo. Se reconocían
en una escena colmada de ternura. El padre se había acercado al oír los primeros
sonidos hechos por su nueva hija. Ahora, parado a una distancia más cercana,
distinguió entre los demás sonidos del ambiente, los vigorosos latidos del corazón
de ella. Podía sentirlos retumbar en sus oídos. Entendió, entonces que estaba
viva, viva y fuerte.
Pensó que la niña sería una justa sucesora y heredera. Habría de criarla para
convertirse en musa de las artes y en diosa de sabiduría. Su belleza intelectual y
sutilmente demostrada sería conocida por aquellos que la conocieran. Habría de
afrontar retos y salir victoriosa. Pensó que la letra D era la apropiada para
designarle un nombre, un nombre inmortal si fuera posible. La letra D llevaba una
carga cósmica y mística. Si el nombre habría de influir en su vida, en su carácter o
su fortaleza o su determinación, era apropiado que iniciara con D. Era la D de
dragón, de delfín; la que con sus cualidades harían de ella una princesa, una
guerrera, una sabia. Cavilando sobre estas reflexiones se encontraba el padre
cuando dijo:
_ ¿Qué nombre sería apropiado para ella?_ Su esposa lo observó dubitativa. Lo
que había pensado su esposo auguraba un futuro brillante para la niña basado en
su nombre. Observó nuevamente a la pequeña y se dio cuenta de que su piel era
suave. La piel delicada de la niña parecía resplandecer cual naciente sol.
Tomando eso en cuenta decidió proponer:
_ Llamarémosla Dalila. Por ser su piel delicada y porque al crecer será tentación
de los hombres.
El padre la levantó en sus manos, estaba totalmente de acuerdo con la
satisfactoria decisión de su esposa. La arrojó al aire y al caer la atrapó, se dio una
vuelta con ella y empezó a bailar un vals carente de música. Le sonreía, se
enorgullecía de haber generado una niña tan linda y esplendorosa. Era ella y solo
ella su princesa Dalila.
Mientras esto transcurría en el sureño reino de Logadaya, en un lugar muy lejano
llamado Ambiadaya algo parecido tomaba lugar. La comarca conocida como
Ambiadaya era un lugar tan apartado de Logadaya que tomaría meses o más bien
años llegar allá caminando. Tomaría dieciocho meses llegar atravesando el
caudaloso y un tanto peligroso Río de la miel. Cabalgar en burro significaría un
viaje de un año. Y volar en fénix tomaría cuatro meses. Aparentemente, este
último modo de viajar era el más efectivo, el problema aparecería si es que alguien
trataba de conseguir un fénix. De por sí, eso ya sería una hazaña.
En Ambiadaya, en una pequeña casa rodeada de árboles y lomas rojas,
aconteció el mismo día otro nacimiento. Los padres del nuevo bebé eran granjeros
cuyas relaciones con los duendes zapateros eran puro negocio. El padre solía
proveer de materiales para la elaboración de botas a aquellos duendes a cambio
de alfalfa y hebras de paja. La madre solía elaborar sombreros con la paja que se
le daba. Ellos tenían afición por la sabiduría tal como los padres de la pequeña
Dalila. Querían que este nuevo bebé, quien había resultado ser un niño, sea un
justiciero, un gobernante, un poeta o un sabio. De la misma manera y por una
extraña coincidencia la madre del niño escogió un nombre, cuya primera letra
fuera la D. El niño sería llamado Debron.
III
La luz penetró por la ventana del cuarto de Dalila. Hoy sería un día importante
para ella. Contando con apenas seis años de edad, ya era conocida por su
perspicacia y habilidad para recordar. Tenía una voz dulce y vehemente a la vez.
Podía enternecer como podía convencer. Estaba empezando a desarrollar aquel
tan peculiar acento de la gente de Logadaya. Cantarina y de piel delicada, la
pequeña Dalila se preparaba para salir con su padre a conocer al maravilloso
cisne de la Laguna de Yipirio. Por ello este día habría de recordarlo.
El cisne de la laguna de Yipirio era una de las criaturas más hermosas jamás
vistas. Su fama trascendía los confines de Logadaya y llegaba a lugares tan
aparatados como Ambiadaya, desde los cuales venían muchas personas a
presenciar espectáculos tales como el vuelo del cisne. Cuando era la época del
año apropiada, es decir en los meses veraniegos, los habitantes de Logadaya se
preparaban para presenciar ese tan afamado vuelo. El cisne permanecía en el
centro de la laguna sin moverse apenas, por semanas y meses, a ratos se lo veía
sacudir plumas y alas o sumergir la cabeza en el agua, pero nunca se lo veía
siquiera acercarse a la orilla de la laguna. Era un animal muy misterioso sin lugar a
dudas.
Precisamente, el día en que el padre de Dalila alzó en sus brazos a su pequeña
hija y le dijo que era momento de visitar al cisne de Yipirio; transcurría el caluroso
verano. Por alguna de tantas razones indescifrables, aquel animal no se dejaba
ver por los niños menores de seis años. Cualquiera que se acercara a la orilla de
la laguna debía ser mayor de seis porque si no lo era simplemente le era imposible
observar al ave flotando sobre la cristalina superficie del agua. Entonces, por
alegre coincidencia el verano encontró a una Dalila con seis años recién
cumplidos y rebosante de ganas por ver al cisne volar. Aquella era precisamente
otro de los misterios que rodeaban al cisne. Nadie podría explicarlo pero siempre
en uno de aquellos días se podía observar al ave volar durante todo el día
alrededor del reino de Logadaya. Las familias de campesinos y acomodados
señores y señoras se asomaban a la ventana o detenían sus actividades
momentáneamente para poder ver la danza aérea del cisne de Yipirio.
Dalila se levantó temprano y bajó las gradas. Llegó a la estancia con una sonrisa
en el rostro que anunciaba expectante que la niña estaba lista para observar el
vuelo del ave.
_Vamos papito, estoy lista_ decía Dalila una y otra vez, observando a su padre,
quien con una tranquilizadora sonrisa disfrutaba de la ansiedad de la niña. El
padre se emocionaba cada vez que escuchaba hablar a su hija.
_Listo, princesa. Vamos para allá_ dijo finalmente el padre.
Aquella mañana no había donde poner un pie. Los habitantes de Logadaya se
mostraban sonrientes, acudían en gran cantidad a aquella laguna de Yipirio para
observar el espectáculo. Dalila era llevada de la mano por su padre. El hombre,
trataba de abrirse paso por entre la multitud. Incluso se habían construido gradas,
asientos y orto tipo de ubicaciones alrededor de la laguna. Todos los años se
hacía precisamente lo mismo. De esta manera el cisne se convertía en la
atracción estelar de la mañana, en esa época del año. Dalila estaba impresionada
por la cantidad de personas que estaban allí. En su mayoría eran familias con
niños de su misma edad. Tal y como se le había explicado, los menores no podían
ver al cisne quieto, mucho menos habrían de verlo levantar vuelo. Por ello, Dalila
estaba en Yipirio por vez primera tal y como tantos otros infantes sin rostro.
De todos aquellos infantes venidos de varias latitudes, se encontraba el pequeño
Debron con sus padres y su hermano mayor, el cual disfrutaba viajar a Logadaya.
Habían viajado en burro desde la lejana comarca de Ambiadaya y como es lógico
suponer tardaron mucho en llegar. Hicieron varias paradas y en resumen, el viaje
fue pesado. Debron era un niño débil para los viajes. Se mareaba con facilidad y
se ponía enfermo cuando viajaba de esa manera. Un viaje tan extenuante hacía
que Debron odie tener que venir a la tierra de Logadaya. Ni siquiera le interesaba
el cisne. Sus padres trataron de hacerle ver lo genial que era presenciar el vuelo
de aquel pájaro pero él no respondía como lo hacían niños o niñas como Dalila. El
padre de Debron era original de Logadaya, así que desde su niñez conocía al
cisne y su misterioso vuelo. Al formar una familia en Ambiadaya, esperaba que
ellos compartieran la tradición. No tenía problema de parte de su esposa o su
primogénito pero Debron no toleraba el viaje y mucho menos los dos días que
llevaba en aquel reino. Finalmente, se resignaron y decidieron llevarlo aunque sea
a rastras, pero el niño debía presenciar el espectáculo como los demás.
La multitud se ubicó alrededor de la laguna. El sol se alzaba airoso por entre las
cabezas y parecía propiciar un día glorioso para que el cisne tuviera todo el ánimo
para volar. Era tiempo. Aquellos que veían esto por enésima vez se preparaban y
si sonreían, solo lo hacían al ver la cara emocionada de los pequeños que lo
presenciaban por primera vez. Por supuesto, no debía uno tener tan solo seis
años para presenciar aquel acontecimiento. Obviamente, los lugareños se
regocijaban al ver a los visitantes; muchos de ellos adultos, quienes venían a ver
al cisne llamados por lo que se contaba de él pero que no habían tenido el placer
de conocerlo. Los duendes por otro lado podían verlo a cualquier edad, no había
problema alguno con eso. Ellos solían desconfiar de los humanos así que, en su
mayoría observaban al ave a la luz de la luna. No obstante, se debe tomar en
cuenta las típicas excepciones. Había varios duendes, amigos de los humanos
que estaban tan atentos como cualquier otro. El cisne estaba por fin rodeado.
Parecía indiferente ante tantas miradas de personas y duendes que lo observaban
atentos ante todos sus movimientos que, por cierto, no eran muchos. Estaba
quieto con la mirada al frente. Así permaneció por casi una hora.
Entonces sucedió.
Las fantásticas alas se expandieron. Dalila y Debron colocados a los extremos de
la laguna prestaron atención. Aquellas alas parecían medir por lo menos quince
pies de largo. Ante una mirada de asombro y expresiones de la misma índole
propagadas por jóvenes y viejos, quienes sin importar su edad no podían dejar de
sorprenderse como si fuera la primera vez, el cisne echó la cabeza para atrás. Su
blanco cuello empezó a moverse en zigzag. Entonces, sus alas ya expandidas
empezaron a batirse y balancearse. Se empezaron a formar ondas alrededor del
ave que bajó un poco el pico hasta tocar la superficie del agua que se abrió
salpicando gotas y formando un pequeño remolino. En ese momento el cisne alzó
la cabeza hacia el dorado sol y voló.
Se empezó a elevar por encima de la multitud, que gritaba y aplaudía
alegremente. Dalila tenía los ojos y la boca abiertos como platos. Simplemente no
lo podía creer. Era fascinante ver incluso al pequeño Debron poner atención al
vuelo del cisne. Siguió aleteando hasta encontrarse a tal altura que se hizo tan
pequeño a la vista como un insecto visto de cerca. Entonces dio una vuelta a la
laguna, a la que siguió otra y otra y otra. Todos balanceaban sus cabezas de un
lado al otro sin perder de vista al cisne. Entonces, el cisne se empezó a sumergir
en la lontananza, se estaba alejando. Entonces, los padres tomaron aquella
oportunidad para escuchar las reacciones de sus hijos.
_ Estuvo lindo, papi_ dijo Dalila con una sonrisa radiante.
Debron se quedó sin palabras. Su hermano por otro lado dijo que era genial poder
verlo una vez más. Sus padres les explicaban a los chiquillos que el cisne se daría
una vuelta alrededor del reino y luego regresaría al anochecer. Para ese
momento, los duendes estarían cercando la laguna para verlo posarse en el agua
suavemente y quedarse quieto en estática posición, carente de movimiento por
otro año.
IV
El cisne se elevaba majestuoso por encima del firmamento. Aleteaba sin descanso
alrededor de Logadaya. Estaba alejándose y acercándose a la vez. Aquella
manera de volar era hipnotizante. Los moradores simplemente cesaban de realizar
cualquier tarea para observarle. Lo observaban surcar los cielos como si al hacerlo
pudieran ser transportados con él por regiones peregrinas y desconocidas. Nadie
sabía si el cisne algún día dejaría aquellas tierras para siempre o si se quedaría en
ellas. Muchos decían que por cincuenta años había permanecido en la laguna y
que por cincuenta años había repetido aquella rutina. Cumplido con aquella
extraña tradición de volar solo por un día y regresar al anochecer.
Tan impactada se encontraba la gente del lugar con el vuelo del ave que no se
percataron de un grupo de bandidos que se acercaba al escenario. Eran
muchachos cuyas barbas todavía no se habían desarrollado del todo. No
conocerían de las calamidades de la vida y sus dificultades de primera mano pero
seguramente creían conocerlas. ¿Por qué otra razón, entonces, se acercarían al
escenario con intenciones desagradables a los ojos de la comunidad? Eso era
precisamente lo que hacían. Acercarse con malas intenciones.
Este grupo de bandidos y pícaros estaba compuesto por siete mozuelos. Llevaban
atuendos de color negro y sus ojos cubiertos hallabánse por antifaces verdes que
no permitían el reconocimiento visual. Sus manos derechas llevaban guantes
verdes que se coronaban de muñequeras o manillas-como les llamarían en
Logadaya-puntiagudas y aserradas. Su sonrisa maliciosa anunciaba sus malas
intenciones. Acercáronse sigilosos a la multitud y colocaron un trípode que en la
parte superior sujetaba una catapulta de madera lijada. Esta catapulta estaba
apuntando hacia el cielo. Su presa: el cisne legendario.
Los mozuelos sonreían, burlábanse de los incautos moradores y espectadores.
Éstos no sospechaban nada. Los mozuelos querían matar al pájaro para poder
vanagloriarse de poseer la cabeza del legendario cisne y negociar su carne.
Conservarían la cabeza a manera de trofeo. Esta idea se la había ocurrido al líder
de estos bandidos. Él se hacía llamar Zorrillo. La idea de acabar con el cisne le
llegó precisamente la noche anterior a su vuelo por lo que hizo los preparativos
con su banda de maleantes, dándoles a entender que la caza del ave les daría
joyas, riquezas de todo tipo. La mejor parte, según les contó zorrillo, era que los
moradores de Logadaya no prestarían atención al crimen porque estarían
embobados observando al cisne volar. Uno de sus compinches habíale
preguntado porque no hacerlo cualquier otro día, tomando en cuenta que el cisne
jamás se movía de la laguna. Zorrillo dijo que era más divertido hacerlo a la luz del
día y en pleno evento para aumentar el riesgo de la operación y la dulzura de la
victoria.
Entonces, el arma había sido colocada y cargada con una piedra forrada de
afiladas flechas que habrían de destrozar al animal. Mientras colocaban la carga
sobre la catapulta, Dalila se percató del ruido que hacían los chicos al esforzarse.
_Papito, esos señores no están viendo al cisne ¿Por qué?_ dijo ingenuamente
El padre regresó a verlos y se dio cuenta de que aquellos mozuelos tenían cierta
reputación de buscapleitos. Cualquier cosa que estuvieran haciendo solo podría
significar problemas, pensó el padre de Dalila. Entonces, observó la catapulta y
entendió que debían estar pensando hacerle daño al ave. Como un orgulloso hijo
de Logadaya, él no podía permanecer indiferente ante tal fechoría.
_No te lo sabría decir, princesa. Parece que tienen malas intenciones._ dijo el
padre mientras miraba con gesto suspicaz en dirección a los maleantes._
Espérame aquí.
Se acercó poco a poco a los mozuelos y empezó a hablarles. Les preguntó que
pensaban hacer con la catapulta. Ante la interrogante, el Zorrillo dijo “Aléjate de
aquí viejo. No es asunto tuyo”. El padre de Dalila no se intimidó ante la respuesta.
La esperaba.
_Desarmen esa máquina y aléjense de acá si no quieren tener problemas
conmigo.
_Te lo advertimos, viejo. Si no te vas calladito a tu casa, el que tendrá problemas
serás tú._ dijo el Zorrillo
Al escuchar la discusión próxima varios moradores, campesinos y duendes
voltearon para observar el origen del problema.
_Algo está pasando allí, miren_ diría uno de los que se encontraban en los
alrededores de la laguna. Poco a poco la atención de los demás se concentraba
en el padre de Dalila y el Zorrillo. Incluso los padres de Debron se interesaron en
el asunto. Definitivamente, los mozuelos no inspiraban confianza.
_Zorrillo, están mirándonos. Será mejor que nos larguemos antes de que se
acerquen más viejos._ el zorrillo le lanzó una mirada asesina al padre de Dalila.
Más personas se acercaban a los mozuelos, que empezaron a intimidarse. Los
compañeros del Zorrillo pusieron pies en polvorosa. El Zorrillo se vio en
desventaja y maldijo la cobardía de sus compañeros. Pensó que se las cobraría
con aquel sujeto en otra ocasión.
_Esto no se queda así viejo. Ya nos veremos_ le espetó.
_Mira como tiemblo niño_ respondióle el padre.
Cuando los demás estaban a tan solo unos pasos, el muchacho se echó a la fuga.
Dejó armada la catapulta. Su trofeo se perdía por culpa de aquel entrometido. Si
no podía conseguir lo que anhelaba, entonces habría de desquitarse. La dulzura
del cisne, su captura parecían perderse. Eran reemplazadas por otro objetivo. Así,
los otros preguntáronle al padre de Dalila lo sucedido. Él respondió que una banda
de malhechores planeaba matar al cisne. Varios duendes al escuchar esto
persiguieron al Zorrillo. Sin preocuparse por si le darían alcance o no, el padre
nada más se preocupó por su hija. Ella estaba a salvo. A pesar de no habérsela
encargado a nadie, ella decidió pedirle a un extraño, quien resultó ser el padre de
Debron, que la ayudara a reunirse con su padre.
_Esta es su hija, me parece_ le diría un padre al otro.
_Muchas gracias, señor.
_No fue nada. Lo importante es evitar que unos pícaros quieran hacerle daño al
cisne
_Fue valiente de su parte_ dijo la madre de Debron
_No fue nada_ dijo esta vez el padre de Dalila_ veo que ustedes vienen con sus
hijos también. Mi esposa no pudo venir a causa de una enfermedad. El cisne es
sin duda alguna una maravilla. Me parece que no la he visto a usted por acá
_ Ni debería, soy de Ambiadaya. Mi esposo es más bien de aquí. Siempre quise
conocer Yipirio y Logadaya en su conjunto. Tiene razón: este espectáculo ha
valido la pena. Incluso mi hijo que se mostraba reticente a la idea de venir, le ha
gustado. ¿No es así, mi amor?
Debron por toda respuesta, movió la cabeza. El padre de Dalila se rió. Después de
ello propuso que los niños jugaran y se conocieran mientras ellos hacían otro tanto
paseando por los alrededores de la laguna. Los padres de Debron aceptaron y se
unieron al padre de Dalila. Ella parecía muy interesada en la idea de hacer nuevos
amigos. Por otro lado, Debron no quería tener cerca a nadie que no fuera su
madre. El hermano de Debron, en cambio, accedió a la idea de jugar a las
escondidillas con Dalila. Debron fue prácticamente obligado a jugar con ellos. Pero
a lo largo de un rato pareció integrarse un poco más al juego. De hecho llegó a
sonreír y saltar mientras correteaba alrededor de Dalila. “A que no me agarras”
gritaría ella. Debron simplemente correría un poco más rápido para agarrarla. Eran
niños de seis años nada más. Excepto por el hermano de Debron, quien se
acercaba a los nueve. Después de un rato habíase cansado de corretear y fue a
tomar un refresco con los adultos. En tanto Debron y Dalila seguían correteando
por los alrededores hasta que él logró agarrarla por la cintura y lo hizo con tanta
fuerza que rodó con ella colina abajo por un campo suave y lleno de flores. Ella
reía a carcajadas. Debron por su parte se asustó. El susto se le pasó cuando se
detuvieron boca arriba, uno al lado del otro. Miraban al cielo.
_ ¿Te gustó el cisne?_ preguntó ella
_Sí_ respondió él
_ No eres tan conversón, ¿eh?_ declaró Dalila con una sonrisa ladina y lo
observó_ pero juegas muy bien ¿Quieres ser mi amigo?
_ Bueno, está bien. ¿Qué tengo que hacer?
_ Nada, bobo. Lo que hacen los amigos_ dijo ella mostrándole una angelical
sonrisa.
_ Me gusta tu cabello. Es rizado como el de mi mamá_ dijo Debron a lo que ella
respondió: A mí me gusta tu pancita_. Después se levantó, se rió y se echó a
correr
La tarde estaba empezando a caer sobre la laguna de Yipirio en la sureña tierra de
Logadaya. Los adultos se despidieron igual que los niños. Los padres de Debron
anunciaron que regresarían a Ambiadaya al día siguiente, al anochecer. Esto
pareció entristecer a Dalila, quien se despidió de Debron ondulando su manita.
Esa noche el padre de Dalila la acostaría. Le leería un cuento. Le daría un beso en
la frente. Le desearía dulces sueños y luego saldría a observar la luna, en el patio
de su casa. Trataría de localizar al cisne, trataría de verlo regresar a la laguna.
Entonces, en la luna se recortó una figura alada que permaneció estática por un
segundo y se precipitó a tierra describiendo hermosas espirales. “Hasta el próximo
año” pensó el padre de Dalila. Se dio media vuelta para ingresar a su casa cuando
de pronto y salida de la nada una flecha de hueso se le clavó en el cuello. El padre
de Dalila abrió los ojos llenó de sorpresa y horror. Luego, se desplomó. Una
sombra armada con un arco se acercó a él. Lo observó por un instante y luego
desdobló el sacó en el que se lo llevaría para siempre lejos de su familia.
V
Tiempos difíciles empezaron a dibujarse en el horizonte de la familia de Dalila. Su
padre había desaparecido. Ella estaba devastada. Su madre no atinaba a
encontrar consuelo alguno que pudiera ayudarla a reducir la pena que se
apoderaba de su corazón. Su madre trataba de decirle que las cosas se
arreglarían, que no debía seguir llorando por la desaparición de su padre. Ella
también era víctima de la angustia omnipresente, desde entonces en la familia.
Había llorado la partida inesperada de su esposo pero aun así decidió que debía
mostrarse fuerte por el bienestar de su hija. Incluso, a costa de su propio
sufrimiento ella había jurado que Dalila no podía ser testigo de la debilidad de su
madre; debía ocultarla de ella. Si Dalila no encontraba fortaleza en su madre no la
encontraría en ningún otro lado. Al menos eso era lo que pensaba ella y por ahora
era necesario que la convierta en su roca.
Mientras tanto, sin saber siquiera que le había pasado al padre de Dalila, la familia
de Debron abandonó Logadaya. Nuevamente, aquel tortuoso viaje para el chico se
manifestaba. Él detestaba como el que más tener que viajar por más de diez
meses a Logadaya o desde Logadaya. Para él todo era el mismo martirio. Sin
embargo, solamente el trayecto resultaba insoportable para él porque en lo que
respecta a la estadía; su goce era visible. Había conocido a una nueva amiguita.
Una pequeña niña de su edad que parecía haber hallado un lugar en su corazón.
Como conclusión de su viaje ahora conocía a una niña llamada Dalila. Eso no le
alentaba mucho. Como a cualquier otro niño de su edad la idea de fraternizar con
una niña le parecía repulsiva. Su propia madre trataba de “unirlo” a una niña que
era hija de una amiga suya. Las comadres simplemente le salían por todas partes.
Lo que buscaban la madre de Debron y su amiga era emparentarse a través del
futuro matrimonio entre Debron y la hija de ella. Sin embargo, aquello no fue más
que un fracaso porque los niños no llegaron a entablar una conversación que
durara más de un minuto.
Dalila empezaba a crecer de otra manera. Maduraba y formaba su carácter
prematuramente. Dada la pérdida de su padre, su madre se convirtió en padre y
madre para ella. La niña tenía otros familiares pero en su casa solo vivían las dos
que sembraron una relación mucho más sólida y amistosa. La madre de Dalila, en
realidad, llegó a convertirse en su mejor amiga pues estuvo junto a ella en todos
los momentos difíciles en la vida de su hija. Tuvo que consolarla cada vez que
encontraba problemas con los y las pequeñas de los alrededores. Tuvo que
explicarle acerca del nacimiento de los bebés. Tuvo que hablarle de mujer a
mujercita cuando llegó la hora. Su madre simplemente tuvo que estar ahí para
ella.
Por años, se sentaron juntas a leer a los sabios. Aprendió Dalila a pensar a
medida que leía y para ella fue fascinante descubrir un mundo de posibilidades
ajenas a la ignorancia. El conocimiento se volvía de esa manera un nuevo amigo,
un amigo muy útil pero de cualquier manera frío y callado. Mientras iba madurando
se daba cuenta de que en el mundo existían personas malvadas que buscaban
desquitarse de aquellos que poseían ventajas. Por ejemplo, comprendió que la
desaparición de su padre probablemente había sido propiciada por gente
desalmada cuya meta era el ver materializado el máximo ideal de la venganza. Su
madre aconsejóle que no debía preocupar su mente en turbios asuntos ni pensar
en lo que pensarían los malvados. Para su madre, la desaparición de su esposo
había sido causada por gente sin escrúpulos y de mente podrida. Había pensado
en conducir una investigación para encontrar a los responsables. De hecho visitó a
una bruja a los pocos meses de la desaparición de su esposo para que ella le
revelara la identidad de los malhechores. Sin embargo, lo que obtuvo fue una
negativa de parte de la hechicera. Explicóle que para hallarles necesitaría la
misma sed de venganza expresada en una botella tanto por ella como por su hija.
La madre no quiso obligar a Dalila a odiar. Por ello decidió que era mejor
enseñarle a perdonar y olvidar a quienes la injuriaban. Eran las palabras que le
decía justamente cuando Dalila necesitaba consuelo.
Debron había continuado con su crecimiento al amparo de sus padres quienes
trataban de hacer llegar a él las nociones básicas de conocimiento social, en el
caso de su madre, y el valor del arduo trabajo, en el caso de su padre. Su
hermano también inculcó parte de su sabiduría en él. Enseñóle a tensar el arco y
la flecha. De vez en cuando se lo llevaba a los verdes prados a practicar su
puntería. Reíase de él cada vez que fallaba por lo que Debron se planteó un
objetivo primario: sorprender a su hermano mayor al clavarle una flecha a un
incauto venado pastando a cuatrocientos pies de distancia. Se dedicó días y
noches a utilizar el arco y la flecha. Disparaba a los árboles, a las plantas
pequeñas, a los animales que encontraba a su alcance. Muchas veces no probaba
más que el fracaso o como los llamaría su padre: intentos fallidos. Llegó a
perderse días enteros de trabajo y su propio cumpleaños número nueve pero por
fin su arduo trabajo le dio los resultados que esperaba. Alcanzó a asesinar a una
paloma que volaba frente a su casa a no menos de cien pies de distancia. Se
alegró tanto que se sintió con la suficiente confianza para atravesar el gaznate de
un venado ubicado a trescientos pies de distancia. Correría a decírselo a su
hermano. Luego pensó que su hermano no sería suficiente sino que, además sus
padres debían observarlo hacer precisamente lo mismo. Los reunió a todos a las
afueras de su casa. Incluso mandó llamar a varios vecinos y duendes con los que
negociaba su padre para que observaran el espectáculo. Los duendes, por cierto,
ignoraban por completo lo que planeaba hacer el joven Debron. Para ellos la vida
de los animales era tan sagrada como la de ellos que, en cierto punto de la historia
habían sido considerados animales por los seres humanos. Su sorpresa les cayó
como golpe directo al corazón cuando vieron a Debron apuntando al venado. De
pronto, cual fugaz estrella la flecha hecha de madera y piedra atravesó el viento y
en un par de segundos la piel del animal. La indignación de los duendes no se
hizo esperar.
Debron festejaba junto a su sorprendido hermano. A pesar de que su madre se
esforzó por otorgarle conocimientos generales sobre la vida. Debron nunca llegó a
saber que los duendes respetaban la vida de los animales a tal extremo de perder
la compostura cuando vieran algo por el estilo. Uno de ellos decidió castigar al
joven. Sacó de entre sus túnicas una corneta de madera incrustada de rubíes en
simétricas posiciones. La sopló y las nubes tornáronse de un extraño color
anaranjado después de lo cual desde los cielos surgió un negro espíritu que
aparentemente acudía al llamado de los duendes o su extraña corneta.
Arrodilláronse los duendes y fruncieron el entrecejo al mismo tiempo. Uno de
ellos declaró que no toleraría un asesinato por parte de los seres humanos. La
familia de Debron y las personas que allí se encontraban sintiéronse atemorizadas
especialmente después de ver el extraño fenómeno atmosférico manifestarse ante
sus atónitos ojos.
El duende que tocó la corneta le dijo a Debron que merecía un severo castigo por
lo que había hecho. Díjole que el precio por llevarse una vida era perder una vida
y dado que Debron no contaba con más de una, seríale arrebatada la de su padre.
Escogieron al padre de Debron porque al comerciar con él, era el único miembro
de su familia que conocían, así se lo describieron al espíritu que era ciego. El
espíritu reconoció al padre, quien no tuvo defensa alguna cuando el espíritu entró
dentro de su cuerpo. El padre de Debron fue poseído por unos instantes ante la
vista e impotencia de todos y todas. Cuando el espíritu ciego salió del cuerpo del
padre de Debron llevaba consigo una bolsa con forma de corazón, dentro de la
cual hallábase su alma.
Una vez que hicieron esto los duendes que allí se encontraban hicieron un
ademán muy peculiar con sus manos. Tan sincronizados estaban que incluso
realizaron una educada reverencia para desaparecer después dentro de la corneta
en una nube de humo. El espíritu ciego recogió la corneta y luego ascendió a los
cielos de los cuales había descendido.
VI
Debron abrió sus ojos. Estaba listo. Levantóse decidido a acabar con los duendes.
Tomó su arco y veinte flechas que cuidadosamente seleccionó durante semanas
para poder llevar a cabo su noble tarea. Matar duendes no era precisamente una
costumbre de los seres humanos, pero era la nueva costumbre de Debron.
Observó el horizonte que saludaba a un resplandeciente y cálido sol. Había
llevado a cabo su plan por años. Solía levantarse en las mañanas para encontrar a
aquellos responsables por la desaparición de su padre. Su hermano se había
marchado hacia el norte en busca de sus sueños. La resignación simplemente
apoderose de él pues después de tres años de esperar la oportunidad de atrapar a
los duendes o en su defecto esperar a su regreso, decidió que no tenía sentido
seguir pensando en él. Para él su padre estaba tan muerto como el cuerpo que
dejó sin alma. Su madre por otro lado decidió encomendarse a los astros, a los
dioses. Encendía diez velas en honor a ellos en el templo familiar que
conservaban en el campo de atrás. Ella sostenía la esperanza por siempre en su
corazón; su esposo habría de regresar algún día por ello conservaba su cuerpo sin
alma con sales y otras especies de tal manera que cuando él regresara encontrara
su cuerpo tal y como lo había dejado. Ciertamente lloró mares por él. Detestaba a
los duendes tanto como el resto de los habitantes en Ambiadaya. Desde el día en
el que cometieron el crimen no se los había vuelto a ver por aquella región.
Finalmente, la madre de Debron habíase acostumbrado a la ausencia de su
esposo, pero aún así lo esperaba. Además, el pequeño Debron había crecido y él
concentraba sus esperanzas de rescatar el alma de su ausente padre.
Debron prácticamente no tuvo una adolescencia muy normal. No correteaba
detrás de las muchachas como lo harían otros, como su hermano, quien decidió
buscar su propio destino lejos de la familia. Él, en cambio, se concentraba en su
deseo de vengar o rescatar a su padre. A veces, se pasaba horas sentado en la
roca del pensamiento ubicada frente a su casa cavilando, dándole vueltas al
asunto de los duendes. Él y su familia, junto con algunos vecinos habían perdido
el tiempo tratando de encontrar una cura, si se le puede llamar cura, para el
estado de su padre. En Ambiadaya no se tenía acceso a muchas de las maravillas
de la magia o las ciencias ocultas. Por tres años habían intentado resucitar al
padre de Debron a través de los métodos que se les ocurría. Habían incinerado
doce árboles de gulia para honrar a los dioses y así lograr que el alma regrese. No
funcionó. Prepararon una danza de siete llamas para lograr el mismo fin. No
funcionó. Intentaron contactar a alguna bruja pero no fueron capaces de encontrar
ninguna en toda la región. La madre de Debron inició aquella costumbre de
encender velas. No funcionaba.
Cuando Debron había alcanzado los doce años decidió que el dogmatismo y la fe
no llevaban a nada. Tendría que tomar acción. Tendría que buscar por sí mismo el
alma de su padre. Para ello decidió entrenarse por cinco años. Dedicóse a
practicar en las técnicas del combate cuerpo a cuerpo. Aprendió más sobre armas
como el arco y la flecha. Aprendió sobre el manejo de la pluma y la espada.
Aprendió a escribir con belleza literaria y aprendió a combatir con fiereza guerrera.
Aprendió sobre venenos y pociones. Aprendió a cabalgar burros y caballos. Aparte
de lo ya mencionado, aprendió a dominar su miedo a las alturas y a sobrevivir a
largos viajes sin marearse. Viajo muchas veces al norte. En algunas ocasiones
tuvo la oportunidad de viajar en el lomo de un fénix pues al mejorar sus técnicas
para el combate y su astucia, logró capturar a un fénix con una trampa
improvisada. Así dejó de temerle a las alturas. Viajando tantas veces al norte, para
visitar a otros miembros de su familia y para buscar el alma de su padre, logró
perder aquellas nauseas y mareos que le provocaban los viajes. Así transcurrieron
los años entre esperanzas aparentemente perdidas y otras reencontradas hasta
que Debron cumplió diecisiete años y decidió alejarse de su hogar para acometer
su vengativa empresa en las tierras del sur.
En Logadaya, Dalila era ahora una joven hermosa de dieciocho años. Sus largos
cabellos resbalaban sobre sus hombros y brillaban con las auroras matinales que
entraban en su habitación y la acariciaban. Tenía cabello rizado y negro de ébano.
Sus ojos claros centelleaban con la luz y cada vez que sonreía se volvían mucho
más claros y resplandecientes. Su sonrisa era amable y digna de verse. Cuando
realmente estaba contenta no paraba de reír en todo el día. Era delgada y alta.
Cuando cambiaba drásticamente de humor unas pequeñas pecas aparecían en
sus mejillas lo cual, al ser notado por sus amigos y amigas, hizo que le dieran el
sobrenombre de “Manchitas”. A ella no le molestaba este apelativo de hecho le
gustaba.
En una ocasión acudió con su madre a visitar a otro de los animales que
representaban a la tierra de Logadaya: La jirafa parlanchina. Encontrábanse
ambas a prudente distancia de la jirafa y la contemplaban embelesadas. Dalila,
como era de suponerse, la veía por primera vez.
_ Mamá, es bellísima ¿cómo se llama?
_ ¿Por qué no se lo preguntas tu misma Manchitas?_ Respondióle su madre
después de reír ligeramente.
_ Pero ¿Acaso ha de responderme?
_ Algo que no te he dicho, hija, es que la jirafa puede hablar. Como puedes darte
cuenta; a su alrededor hay muchas personas en este momento y todas tratan de
hablar con ella, preguntarle algo. Pero he aquí el pequeño dilema: ella no
responde a todos. Muchos a ella se acercan para aprender o hablarle o escucharla
pero son muy pocos los que alguna vez la han oído. De hecho, eso la hace tan
especial; ella no habla con todos por ello es que tantos lo intentan.
_ ¿Y por eso es que quieres que le pregunte su nombre personalmente? ¿Es que
los que hablan con ella no se lo han preguntado?_ Preguntaba Dalila mostrándose
entusiasmada por lo que se le contaba
_ Pues, tal vez no me creas_ Respondió su madre y rió de nuevo_ pero los que
han hablado con ella se han negado a revelar su nombre bajo pedido de la propia
jirafa.
_Eso sí que suena a mentira mamá. Si no lo dicen es porque no han hablado con
ella y no lo saben_ respondió Dalila y miró a su madre con gesto ladino
_ Pues eso lo tendrás que averiguar tú. Si es que la jirafa te habla, claro está.
_ ¿Y tú has hablado con ella mamá?
_ No, pero mi padre sí. Y pude ver la verdad a través de sus ojos. A mí en realidad
me ha dejado con la palabra en la boca.
_ Entonces, si el abuelo pudo conversar con la jirafa yo también podré_ dijo
decidida la muchacha.
_ Pues por eso te traje. Inténtalo._ La muchacha se dio la vuelta y dispúsose a
encarar a la jirafa cuando diose cuenta de un detalle
_Un momento_ dijo_ ¿Por qué me traes a conocer a la jirafa ahora que tengo
dieciocho y no antes? Siendo un animal símbolo de Logadaya debí conocerle
antes. Puedo ver chicos menores que yo alrededor de ella.
_Pues, me atrapaste, Manchitas. Tú eres más especial que aquellos chicos. Y
sabes una cosa los animales en Logadaya tienen cierta aversión hacia los niños y
niñas pequeñas, por eso consideré mejor que si ibas a hablar con la jirafa, como
sé que lo harás, era mejor que lo hagas cuando fueras mayor.
_Vaya mamá, eres genial_ dicho esto, la muchacha caminó hacia la jirafa con una
sonrisa en el rostro.
La madre la vio dirigirse hacia el animal místico y famoso con determinación. Si
habría alguien en aquel corro de gente que entablaría una conversación con la
jirafa, sería ella; pensó. La observó a prudente distancia como se mezclaba con la
multitud. La vio hablarle a la jirafa pero aparentemente ésta no respondía.
Finalmente, Dalila regresó un tanto decepcionada con su madre.
_No quiso hablarme. Pero pienso volver esta noche cuando esté sola. Seguro que
lo consigo_ dijo Dalila
_Tu padre me dijo algo muy parecido cuando la jirafa se negó a dirigirle la
palabra._ dijo nostálgicamente la madre de Dalila.
Aquello provocó en la bella Dalila una sonrisa dulce pues, ella también pensaba en
su padre a menudo. Despidióse de la jirafa y tomó a su madre para emprender el
regreso a casa. A Dalila los retos no la asustaban y consideró a éste un reto
importante. Tenía la intención de hacerse amiga de la jirafa. Quería saber su
nombre y se preguntaba si otros animales la llamaban Manchitas igual que a ella.
Le pareció un sobrenombre muy apropiado porque, después de todo era una
jirafa. Se rió para sí al pensar tan infantilmente y su madre lo notó.
A su madre le encantaba contemplar a su hija tan risueña que llamaba a los
famosos artistas del óleo para que la inmortalizaran en retratos que colgaba
alrededor de su casa. Los artistas del óleo eran criaturas extravagantes que
asemejaban a los humanos pero no lo eran. Tenían el cabello largo y terminado en
puntas muy afiladas. Este no crecía en sentido gravitacional sino que elevábase
por encima de sus cabezas dando la apariencia de llamas infinitas. Sus atuendos
tenían toda clase de colores. Sus caras eran blancas y sus ojos eran saltones,
propensos a cambiar de color. Tenían largos y huesudos brazos terminados en
largas y negras uñas. Sus combinaciones de ropa eran tan extrañas que
cualquiera podía identificarlos en un grupo social de duendes o seres humanos.
Ellos no eran discriminados por los humanos pero no eran tratados muy a
menudo. Los humanos les hablaban por puro negocio. Cada vez que deseaban
inmortalizarse con un retrato los llamarían por medio de una señal que solo ellos
reconocían. Debían llenar una tina con agua y aceite, esto producía un olor
solamente perceptible para ellos; una vez captado se materializaban en la tina. Así
convocó la madre de Dalila a uno de ellos.
_Dalila, preciosa. ¿Quisieras ser inmortalizada en un retrato? Ahora que eres una
mujer o una jovencita creo que sería lindo tenerte en la flor de la juventud
mirándome sonriente día y noche.
_Mamá_ respondióle ella con cierto tono de reproche_ No necesito estar hecha
cuadro o pintura para sonreírte siempre. Sabes, eso te lo doy sin pedir nada a
cambio.
_Pero de cualquier manera, es tradición familiar posar para un enorme retrato al
alcanzar esta edad_ dijo su madre un tanto burlona.
_ ¿Ah si?_ dijo Dalila mientras ponía los brazos en jarras y sonreía suspicaz_ Y
dime entonces, ¿Dónde están todos los retratos familiares?
_Pues verás hijita. Esos se colocan junto a la tumba de los muertos. Bueno, en
realidad me lo inventé pero sí que podría ser una tradición desde ahora si tú lo
quieres ¿eh?
Dalila abrazó a su madre y aceptó posar para el retrato. La señora se asomó a la
ventana y llamó al retratista. El artista del óleo entró en la habitación y observó
detenidamente a Dalila. Su expresión ausente cambió inmediatamente al poner los
ojos en ella. Una extraña sonrisa apareció en su cara y sus saltones ojos se
salieron de sus cuencas. Quedaron colgando horizontales en dirección a la
muchacha. Los artistas del óleo solo hacían esto cuando veían a alguien que
realmente les agradaba. Eran capaces de hacer miles de retratos de esa persona
sin cobrar nada. Lo hacían por iniciativa y guardaban celosamente los cuadros en
lugares desconocidos para todo el mundo excepto para ellos.
_Dalila. He mandado a llamar a este artista del óleo para que te inmortalice.
Compórtate bien y estate quieta.
_Dalila. Dalila. Dalila _ empezó a repetir el artista con aquella enigmática sonrisa_
Disculpa tú el atrevimiento pero pocas veces encuentra un humilde pintor como yo
semejante beldad. Si me permites quisiera retratarte para tu madre y después,
reitero si no es mucha molestia, quisiera realizar un retrato para mí.
_ Un momento_ dijo Dalila_ Encantada aceptaría si al menos te conociera. No te
parece un poco atrevido el venir a pedir algo así tan súbitamente.
_ Pero lo he pedido con humildad y respeto.
_ Pues no te daré el retrato hasta que te tenga confianza. Dime tu nombre al
menos.
_ Oh, pero que modales los míos, señorita. Permítame presentarme. Mi nombre es
Quarduj pero puede usted dirigirse a mí como Kyo. Por lo menos así lo harían mis
amigos_ dijo el artista e inclinó su cabeza en señal de reverencia.
_Muy bien Kyo puedes retratarme, pero ten cuidado de que yo no salga fea ¿eh?
El pintor rió de manera cortés. Colocó sus implementos en posición y dijo:
_ Yo soy simplemente un profesional, princesa Dalila. No cometo errores.
VII
La noche se coronaba de hermosas y resplandecientes estrellas. Llamaba a los
cantantes a dedicarle hermosas melodías para elogiar su belleza. El lago de
Yipirio asemejaba un espejo reluciente. Sobre él una única figura reposaba
inmóvil. Su tan famoso vuelo se acercaba y no daba señal alguna de saberlo. A fin
de cuentas era un ave ¿Qué sabe un ave? Por otro lado, las estrellas fugaces
atravesaban el firmamento dejando tras de sí estelas multicolores e inspiradoras.
Los setos y arbustos se movían al ritmo del helado viento de la noche. La
penumbra cubría muchos y pocos rincones. Las sombras eran proyectadas por los
árboles en una noche adornada con una redonda luna llena que llenaba el valle de
luz cálida. La jirafa observaba las estrellas fugaces y las lejanas tierras ubicadas a
su izquierda. Parpadeaba. Sentía aproximarse otra sombra a través de los
arbustos.
“Genial, no me ve todavía” pensó Dalila. Se arrastró por debajo de las acacias y
escondióse detrás de los arbustos que a menos de veinte yardas rodeaban a tan
majestuoso animal. Asomó sus tiernos ojos por encima de las hojas que la
escondían. Sonrió al pensar que tenía a la jirafa para ella sola. “Ahora si me va a
tener que hablar”. A punto estuvo de levantarse y sorprender a la jirafa pensando
que, quizá aquello le provocaría tal sobresalto que la obligaría a exclamar algún
improperio o por lo menos dirigirle la palabra, pero ella resultó ser la sorprendida
cuando reparó en la presencia que se encontraba frente a la jirafa. Era un joven.
Tal era su decepción que pensó en volver. Sin embargo, descartó aquella idea
cuando se dio cuenta que, ya que ni el joven ni la jirafa le habían descubierto,
podía observarles y saber de una vez si la jirafa tenía el don del habla. Trató de
ocultarse mejor y observar calladita lo que pasaba.
El joven iba ataviado con un sombrero de pluma roja. Una camisa de color azul y
pantalones del mismo color. Su cinturón era de cuero negro al igual que sus botas.
Llevaba colgadas en la espalda al menos diez flechas. Dalila distinguió además,
un arco un poco maltratado que descansaba en el suelo a su lado. Estaba
sentado, se veía algo cansado. Su rostro, que llevaba un buen tiempo sin
afeitarse, estaba en el campo visual de ella mientras la jirafa le daba la espalda.
No se había dado cuenta al principio pero el joven llevaba un semblante algo
triste. El detalle que más le llamó la atención a Dalila era que el joven estaba
hablando con la jirafa. Le veía mover los labios en lo que parecía más un diálogo
que un monólogo.
_Le está hablando_ se escuchó decir ella. No se había percatado de que lo dijo en
voz alta ni tampoco de que tenía los ojos bien abiertos y concentrados en él. Sin
pensarlo dos veces decidió levantarse y caminar hacia aquellos dos. Estaba en
una especie de trance se movía casi por instinto. Ya había dejado su escondite y
hallábase a escasos pies de la jirafa cuando el joven reparó en su presencia. La
mirada del joven se desvió inmediatamente de la jirafa a Dalila. Y ella al verse
descubierta pegó un gracioso chillido. Luego, pensó que no tenía salida alguna y
se quedó allí mismo observando detenidamente el arco del joven. Creyó incluso,
que el joven era el guardián de la jirafa y por ello iba armado.
_Yo lo siento mucho… No quise molestarles_ se apresuró a decir y rió
nerviosamente. El joven se levantó lentamente mas no tomó su arma. Sólo
observó a la muchacha un tanto confundido. La jirafa también se volteó y observó
inquisitivamente a Dalila.
_ ¿Cómo te llamas?_ preguntóle el joven
_ Me llamo Dalila y solo vine para hablar con la jirafa. Pero veo que ya se me
adelantaron_ sonrió nuevamente al joven que la observaba detenidamente. Él
también le sonrió, y a pesar de su aspecto descuidado, a Dalila le pareció el
hombre más guapo del mundo.
_Sí, ella es mi nueva amiga. La conocí hace dos días y la veo en las noches para
conversar un poco.
_ ¿En serio?_ dijo Dalila._ Ella te habla. Eso es sorprendente. Entonces, debes
ser especial o simplemente es porque ya eres mayor. Quiero decir, ella no le habla
a cualquiera.
_ ¿Ah sí?_ dijo el joven sorprendido._ Yo no lo sabía. Simplemente la encontré
aquí y le dije que era muy hermosa. Entonces, ella me respondió.
_ Cómo que no lo sabías. Todos en Logadaya lo saben. Esta jirafa es
prácticamente una deidad aquí.
_Pues verás, yo no soy precisamente de aquí. Soy de Ambiadaya me llamó
Debron.
En ese momento, Dalila lo reconoció. Lo miró directamente a los ojos y se alegró
de tal manera que se olvidó totalmente de la jirafa y corrió a abrazarle. Fue tan
fuerte la embestida de Dalila que logró tumbar a Debron. Ella terminó encima de él
riendo muy complacida.
_ Eres Debron. Mi amigo Debron. No sabes el gusto que me da verte pero si te
ves tan lindo. ¿Qué haces en Logadaya? ¿Dónde está tu familia? ¿Vienes a ver el
vuelo del cisne?
Debron trató de quitársela de encima. La levantó con tal fuerza que calló
inmediatamente a la curiosa Dalila. La colocó suavemente en el piso. Se sacudió
la ropa y la miró alegremente.
_Son muchas preguntas sabes. Yo debería hacerte algunas también. ¿Acaso eres
tú la pequeña que conociera hace doce años?
_Sí soy yo. Y tú eres tú, me alegro tanto de verte_ dijo ella divertida_ Difícilmente
me olvido de las personas y mucho menos de las personas especiales como tú.
Ya sabía yo que no eras como los demás. Y ahora, sé que tenía razón pues le has
hablado a la jirafa y ella te ha contestado. Por mi madre, ¡La jirafa!
Entonces, Dalila volteose y le hizo una reverencia a la jirafa. Se disculpó por su
displicencia hacia ella utilizando como argumento que no había visto a Debron en
años y que comprendiera que su emoción era incontenible. La jirafa, a su vez
parecía no escucharla hasta que una dulce y cálida voz empezó a sonar en la
cabeza de Dalila, lo cual la enmudeció y obligó a abrir la boca, demostrando su
sorpresa
_ No necesitas disculparte, Dalila. Este muchacho ha causado un efecto increíble
en tu corazón. Ni siquiera yo acabo de comprender como es que lo recuerdas y le
recibes tan calurosamente, si ha de tomarse en cuenta que no se han visto ni
hablado en muchos años._ dijo la voz dentro de la cabeza de Dalila. Ella se alegró
bastante al escuchar hablar por fin a la jirafa, que hasta le contestó como si fueran
viejas amigas.
_ Pues, no lo sé Manchitas creo que tienes razón_ dijo Dalila sin darse cuenta de
que había llamado Manchitas a la jirafa y se volteó hacia Debron para observarlo.
_ Creo que has causado un efecto en mí pues, jamás me olvidé de ti. Debe ser
porque tengo una gran memoria_ añadió
_Vaya, vaya. Dalila, parece que eres una chica muy modesta._ dijo
sarcásticamente Debron pero no se disipó la sonrisa de su rostro.
_ Je, je. Estas haciéndote el gracioso Debron._ contestó ella con similar
gesticulación. _Es increíble verte otra vez. Sabes, yo soy muy honesta y debo
decir que te ves muy guapo. Pero si que necesitas un baño. Imagino que has
estado viajando por mucho tiempo. Tal vez esto te parezca atrevido pero ¿no
quieres venir a mi casa? Como te digo, necesitas un baño y nosotros podemos
conversar y recuperar el tiempo perdido.
VIII
“El tiempo puede pasar rápidamente cuando te diviertes, pero ahora el tiempo solo
pasa inadvertido” pensaba Debron mientras se despojaba de sus vestiduras.
Observaba el agua. Era un tazón enorme de sopa lo que le parecía tener en
frente. Sonrió ante la graciosa idea de que en realidad Dalila era una bruja que
disponíase a cocinarlo. Después de todo lo había llamado guapo. Lo único que no
le dijo fue “me apetecería comerte”. “Sería capaz de eso y mucho más” pensó.
Súbitamente sentíase atraído hacia ella. Tan cansado como estaba anhelaba ser
mecido en los tiernos brazos de cualquier mujer, amante o madre. Decidió que ya
habría tiempo para ello o más bien que la cálida agua que lo esperaba sería aun
más tierna y saludable.
Su arco descansaba en el suelo frente a la piscinita. Debía estar alerta ante
cualquier posible ataque. Siempre lo había estado. Lo estaba desde que era un
infante en busca de venganza hasta ahora que era un adulto en busca de
venganza. No podía permitirse pensar en aquella enigmática muchacha llamada
Dalila. Tenía que pensar en su misión. Debía tener en cuenta que sin la
determinación de rescatar a su padre, el resto sería simplemente inútil. No tendría
otro sentido. Puso un pie en el agua y ésta lo recibió expectante casi con caricias.
Tuvo plena noción de su desnudez en una casa ajena. Pensó que Dalila o su
madre podían atravesar aquella cortina y observarlo sumergido, sentado en su tina
desnudo. No le incomodaba para nada la idea de que le vieran desnudo. Hace
tiempo que había perdido ese tipo de vergüenza infantil. Sentía estarse
aprovechando de la hospitalidad de aquellas mujeres. Nuevamente supo que no
podía permitirse pensar en ella. Ciertamente le alegraba verla otra vez, mas ella
no era su razón para estar en Logadaya. Prácticamente le aceptó la invitación a
bañarse a regañadientes. Su misión iba más allá de aquella atractiva chica.
El agua, contrariamente a lo que había pensado, lo estaba relajando. Temió
dormirse en los brazos de las aguas sino en las de una doncella. En ese momento
el agua actuaría de esa manera. Sin darse cuenta, el agua empezó a levantarlo y
a mecerlo cual dulce hamaca o esponjosa nube. Lo llevó a paseos insospechados
sin tener siquiera que levantarlo plenamente de donde se hallaba. La tina de baño
alargóse y encogióse. En un instante era tan ligero como una pluma flotando en la
inextinguible ola que lo arremolinaba alrededor de su propio ser. Lo sumergía y lo
rescataba de la profundidad. Él no se daba cuenta de nada, de hecho el sueño lo
había anestesiado. Haciendo que todo lo que sintiera fuera parte de un sueño
propiciado por la maravillosa tina de Dalila…
_ ¿Te sientes más relajado ahora?_ le preguntó el agua.
_ No creo haberme relajado así en años, te lo aseguro
_ Entonces, puedes salir pues tenemos tantas cosas de las cuales hablar ¿no lo
crees?
Dicho esto Debron se dio cuenta de que no era el agua quien le hablaba sino la
mismísima Dalila, quien con una ladina sonrisa, le observaba junto a la tina. No
había notado siquiera que le estaba acariciando los cabellos. Sintióse como un
pelmazo que habla con el agua. Inmediatamente, olvidó el descanso e incorporóse
sobre la tina, levantando una pequeña ola que inundó un poco el lugar. Dalila
lanzó una exclamación fingida de quien se sorprende y espanta pero la verdad
encontrábase admirando el físico de Debron, quien estaba de espaldas a ella sin
mostrar la menor vergüenza. Entonces, la enfrentó. Sintióse cautivada ante la
opulencia física de su invitado y no pudo evitar sonreír extasiada. Pensó que si
debía haber alguien digno de ser retratado en ese momento debía ser Debron.
Posó sus hermosos ojos sobre la anatomía de Debron deteniéndose en sus
anchos hombros y fuertes brazos. Cuando estaba bajando su mirada la voz del
joven la sacó de su ensimismamiento.
_ ¿No me ibas a dar privacidad o acaso es que te sentías tentada a espiarme?_
dijo Debron con tono atrapado entre la diversión y el reproche.
_ Oh, lo siento_ respondióle Dalila tratando de mirarlo a los ojos_ llevas aquí casi
una hora. Era mi deber verificar que no te hayas ahogado.
_ Pues creo que lo hubiera hecho si no me salvabas_ dijo él mostrándole una
amplia sonrisa. Salió de la tina y tomó su arco_ Estoy maravillado con tu cuarto de
baño. Es increíble el poder que tienen estas aguas. Pero ya que me has
despertado y alejado de su tierno abrazo creo que, con tu permiso, me ceñiré mis
armas nuevamente ya que, he abusado lo suficiente de tu hospitalidad. He de
marcharme ya.
_ ¿Tan pronto? Pero si no he acabado de verte… quiero decir si no he acabado de
saludarte. Recuerda que no nos hemos visto en muchos años. Además, no creo
que tengas la prisa que aparentas llevar. De seguro, puedes quedarte un
momento más y contarme de aquella empresa tan problemática y secreta que te
ha traído a esta región. A menos de que me hayas venido a visitar.
_ Lo siento tanto pero si he de ser sincero contigo Dalila. No te tenía en mente al
venir acá.
_Entonces, puedes decirme por qué estás aquí. Quizá pueda ayudarte_ respondió
ella un tanto resentida.
Él, por toda respuesta, la miró un poco desconfiado y dirigióse al cuarto contiguo
donde se hallaba su ropa. Vistiose con paciencia y tranquilidad, sin pedirle a la
chica que salga. Ella lo observaba intrigada pues al mencionar su motivo de visita
a la tierra de Logadaya, él había mudado su expresión. Ella sentía una obvia
atracción física por él pero pensó que sería mejor proceder con cautela pues, el
muchachito que conociera de niño ahora era un joven fuerte y sin asomos de
inocencia. Lo tomó de la mano y lo condujo a la habitación donde encontrábase su
madre también. No solo era su madre sino también una amiga y confidente. Dalila
no pretendía esconderle nada a su madre. Además, supuso que su consejo podría
resultar importante si la empresa que Debron acometía era difícil o siniestra.
Sentóse junto a él, mientras su madre servía esencia de limón dulce como un
aperitivo. Esta bebida tornábase de color rojo una vez que se la llevaba a los
labios. Era muy apetecida en Logadaya.
_ Muy bien, Debron. Cuéntanos qué te trae por aquí_ comenzó Dalila.
_ Pues verán, como ya se lo he explicado a su hija, mi señora. No he venido aquí
a visitarlas aunque de seguro pienso convertirlo en una prioridad para otra
ocasión. Son muy amables al alojarme en su vivienda, les estoy agradecido por
ello. Sin embargo, lo que me trae acá es una misión propia. Una misión auto
impuesta y probablemente peligrosa porque involucra aquel sentimiento que los
seres humanos llamamos venganza. Y no se molesten en reprocharme con la
mirada porque estoy decidido a desquitarme. Como se habrán percatado me
encuentro solo en Logadaya porque mi familia es precisamente causa de mi
búsqueda y deseo vengativo. Hace algunos años el alma de mi padre le fue
arrebatada y por consiguiente mi padre me fue arrebatado a mí. Esos malditos
duendes con los que él solía comerciar, lo traicionaron y se llevaron su alma. La
guardaron en una corneta o bocina. Me temo que no lo recuerdo muy bien.
_ Espera un momento_ interrumpió Dalila._ ¿Crees que ellos se esconden aquí?
_ De eso no estoy seguro. Lo que sé es que en Ambiadaya no hay más duendes,
ni creo que los habrá. Sé que varios de ellos viven aquí por eso he venido a
buscarlos. Voy a interrogarlos. Utilizaré la fuerza de ser necesario. Y si no
encuentro duendes o el trato con ellos me resulta infructuoso cuento con encontrar
a una bruja. De seguro, hay hechiceras aquí en Logadaya que podrán ayudarme a
encontrar a esos desgraciados. Los voy a masacrar, a mutilar, voy a arrebatarles
el alma de mi padre a cualquier precio.
_ Debron, muchacho. Me apena mucho tener que conocerte de esta manera.
Déjame decirte que me estoy llevando una mala impresión de ti. Los duendes no
cometen maldades a propósito y sin razón o causa justificable. Perdóname si esto
te ofende, pero tú o tu familia debieron haber hecho algo que les molestó
demasiado. ¿Has considerado simplemente perdonarles?
_ No saben cómo me siento. Yo…_ dijo Debron mirando a un lado con el ceño
fruncido.
_ Déjame decirte que te equivocas_ cortó Dalila._ Mi padre también desapareció y
eso me dejó destrozada pero no estoy buscando venganza. He encontrado fuerza
en mi madre y sé que la medicina para olvidar el rencor es precisamente el
perdón, aunque tal vez no olvides lo que se te ha hecho.
_ ¡Ustedes no saben cómo me siento!_ gritó Debron. Las palabras de las dos
mujeres le habían hecho ver un punto que se negaba a revisar. Y el aceptar la
posibilidad de dejar de lado el rencor lo incomodaba y alejaba de su misión. Su
determinación flaqueaba.
No se había percatado de que ahora enfrentaba a las mujeres de pie. Había
golpeado involuntariamente el vaso de esencia de limón y éste se había roto.
Dalila y su madre lo observaban bastante serias. Sintióse él, por su parte,
incomprendido, casi como un niño regañado. Así que, sin mediar palabra alguna,
caminó hacia la puerta y abandonó la casa de Dalila.
IX
A la mañana siguiente, Debron observaba el lago del cisne con un gesto vacío. Se
veía inconsciente, ausente. Sus ojos no se movían ni tampoco parpadeaba.
Debron simplemente veía la nada. Daría exactamente lo mismo que el cisne no se
encontrara frente a él porque ni el uno se movía ni el otro parecía verlo. Parecían
ser cortados con la misma tijera en ese instante. Los solitarios espíritus de la
nada.
La muchacha se acercó despacio a él. Caminaba sin anunciar su presencia-no
quería hacerlo- procurando hacer todo el silencio posible. Se quedó parada, ahí,
observando la escena de la soledad; del ensimismamiento, la nostalgia, la quietud,
la paz o como quiera llamársele. Ella era la espectadora de aquella lánguida
escena. Acercóse a Debron y se sentó a su diestra. Miró hacia el centro de la
laguna tal y como lo hacía él. No deseaba mediar palabra todavía. Quería
hablarle; es más, sabía que debía hablar con él pero temía que se encontrara
todavía demasiado furioso como para hacerle caso o escucharla. Temía que
nuevamente le diera por alejarse de ella consumido por la rabia. Pero no lo había
hecho; al menos todavía. Era una muy buena señal el hecho de que le haya
permitido sentarse a su lado. No sabía si debía romper el silencio.
Lo observó con un poco de timidez. Volteó su rostro lentamente. El cisne no era su
motivo de preocupación ni mucho menos. Ni siquiera le preocupaba que el cisne
volara o desapareciera. Observó la triste expresión de Debron y notó algo que no
creería encontrar en su mejilla: una lágrima negra. Resbalaba dibujando sinuosos
e inocentes caminos por su mejilla. Hasta caer al suelo. Él, nuevamente, demostró
que no le importaba un rábano la presencia de Dalila en una manifestación como
aquella; ya fuera que estuviera desnudo o llorando silenciosamente, él
simplemente se mostraba indiferente.
_ Sabes_ comenzó ella_ las lágrimas pueden tener efectos curativos en una
persona. Lamento ver que las tuyas sean negras porque eso, me temo, significa
que tienes el alma contaminada. Tu sed de venganza se está mostrando. Debes
dejar de pensar en matar duendes. Eso no te hará bien. Será todo lo contrario,
puedes terminar convirtiéndote en un ser, no solo triste y amargado, sino maligno.
Un depravado con sed de sangre que no dudará en ofrecer su poluta alma a la
parca en la primera oportunidad que se le presente.
_ No sabes cómo me siento. Los responsables deben ser ajusticiados. He de
acabar con esos malditos_ declaró él nuevamente.
_ Por favor, ya deja de decir eso_ contestó ella dejando notar la molestia que le
provocaban sus palabras_ No es buena justificación y de hecho creo que no existe
ninguna. Sé cómo te sientes. Lo peor de todo es que estas ganas de mutilar y
desquitarte que tienes ni siquiera son recientes. Se puede entender que un niño
herido, y escúchame bien Debron, un niño es propenso a querer actuar como tú. O
más bien una persona carente de razón. Qué no entiendes que, si buscas
venganza, ésta te va a hallar y será perpetuo huésped en tu corazón. Lo que han
hecho con tu padre ha sido terrible. Y si quieres rescatar su alma, pues tendrás
apoyo en mí pero no consiento para nada tu idea de matar a…_ Debron se levantó
en ese momento iracundo y levantó la voz hasta casi alcanzar los gritos de un
hombre enfurecido.
_ ¡No vengas a querer decirme lo que debo hacer! ¡No me conoces! ¡No tienes
derecho a aconsejarme! No entiendes lo que quiero hacer.
_ ¿En serio lo crees? _ Se defendió ella y a la vez se levantó_ Acaso crees que yo
no me llené de malos pensamientos cuando mi padre me fue arrebatado. Estás
tan sumergido en tu egoísmo que estas dejando de ser una persona buena para
ser un maligno asesino.
_ ¿Dejando de ser bueno? ¿De qué demonios hablas? Actúas y hablas como si
me conocieras. Te recuerdo que apenas éramos niños cuando nos conocimos y…
_ Sí, éramos niños. Y te digo una cosa, señor arquero vengador._ decía ella con
furia y lágrimas brotándole de sus preciosos ojos_ Yo vi algo bueno en aquel niño
pequeño. Al menos eso es lo que creí, mas ahora observó defraudada que de él
parece no quedar nada.
Dicho esto, ella se dio media vuelta con tal brío que sus rizados cabellos se
alzaron y terminaron fustigando el pecho de un Debron que quedo mudo ante las
palabras de Dalila. Él la observó marcharse llena de un aparente remordimiento
por haberlo conocido pero sobre todo era la decepción impregnada en su
semblante lo que lo impactó más. Mientras ella se alejaba, Debron percibió por el
rabillo del ojo que el cisne estaba aleteando en el agua generando crecientes
ondas sobre la superficie de la laguna. Unos segundos después comenzó a llover
inclementemente.
X
Que fuerte era la consternación. Qué grande había sido el impacto. Y qué pesada
era la lluvia. El agua resbalaba lentamente por el cuerpo de Debron. Lo dejaba sin
aliento, lo empapaba, en lo que parecía una contribución a Dalila, de sus funestas
palabras. Eran palabras que él no esperaba para nada. Eran las palabras de
alguien que para todo fin y propósito, era una desconocida. Alguien a quien había
visto una vez. Lo que no llegaba a comprender es porque aquellas palabras
parecían haber hecho mella tan profunda en su pecho. No lo entendía. Su
desanimo lo aniquilaba y la lluvia era firme y desoladora. El cisne en el centro de
la laguna permanecía quieto ante las heladas gotas celestiales. No se podía hallar
consuelo en los alrededores. Debron había pasado los últimos años alimentando
un odio que lo motivaba, pero ahora le llamaban infundado.
_ ¡Quién se cree ella para venir a soltarme aleccionadoras reprobaciones!_ decía
Debron en voz alta. Hablaba como si hablara con la nada. Como si el cisne fuera
capaz de escucharlo.
Empezó a caminar alrededor de la laguna de Yipirio. El lugar no se veía tan
hermoso bajo aquellas circunstancias desagradables. El consuelo brillaba por su
ausencia. Debron imaginaba que no encontraría quien dé tregua a su sorpresa y
desolación. Pensaba que una mujer, casi desconocida por cierto, no merecía que
se le dedique tantos pensamientos. Ella era la causa de sus actuales tribulaciones.
Era obvio que él se sentía atraído físicamente hacia ella, pues era hermosa y de
eso no había la menor duda. Lo que le preocupaba era verse a sí mismo regañado
por ella. Incluso por su madre. Estaba sintiéndose como un niño maleducado y
recalcitrante. No concebía la idea de que Dalila reprochase sus ideales. Ella
carecía de toda autoridad en su vida. Sin embargo, sus palabras lo lastimaban y a
pesar de la lluvia, estaba reflexionando sobre aquello que se le había dicho.
Sentíase herido por una mujer que aparentemente no merecía atención pero que
la estaba obteniendo. Desde que la vio junto a la parlanchina jirafa, estaba
pensando en ella. Y le confundía hacerlo porque su razón para encontrarse en
aquella tierra no tenía que ver con nadie más que su padre y los duendes que su
alma se habían llevado.
_ No puedo pensar en ella, Demonios_ volvió a decirse a sí mismo_ Pero ¿Por
qué es que no me saco de la cabeza lo que me ha dicho? Pero en qué estoy
pensando.
Dalila había llegado a su vivienda con su madre. Estaba decepcionada de Debron.
Ella quería retomar su amistad con él pero lo que él parecía manifestar eran solo
deseos de venganza y retribución. Eso era precisamente lo que la decepcionaba y
enfurecía: su testarudez. No podía creer que bajo tales circunstancias se
mantuviera firme en la idea de matar duendes o vengarse de ellos. Le parecía
admirable que quiera reencontrar a su padre pero no concebía que se negara a
dejar el pasado atrás. Lo peor de todo es que le haya gritado, es más, no solo
gritado sino asegurado también que ella no entendía como él se sentía. “Pero
quien se cree”, pensaba Dalila. Y si acaso existía algo peor o capaz de superar la
gravedad de lo ya mencionado era el hecho de que Debron le gustaba. Lo había
encontrado muy atractivo y la llenaba de rabia tener que verlo como hombre
cuando estaba decepcionándola como persona.
_ Cuéntame hija, ¿Qué pasó?_ preguntó su madre al verla llegar, mas ella por
toda respuesta sollozó. Con lágrimas en los ojos se encerró en su alcoba.
Dalila daba vueltas alrededor de su cama. Tenía ganas de echarse a llorar como
una niña despechada pero la rabia la retenía. La frustración la sujetaba. Además,
tampoco consideraba que Debron mereciera sus lágrimas. “Aquel bobo debe estar
mojándose con las lágrimas del cielo y eso es suficiente” pensó. Al pensarlo, no se
dio cuenta de que le había dado gracia aquel pensamiento pues una sonrisa
dibujose en su rostro. Recordó que Debron era de otra región y probablemente no
tenía donde quedarse, después de aquel encontronazo con ella debía estar solo y
abandonado en la lluvia. “Se lo merece” pensó.
Decidió decirle a su madre que simplemente no había logrado hacerlo entrar en
razón y que, tan enojado como estaba, de seguro se regresaría a su tierra o
trataría de retomar su idea belicosa. Había dado tan solo dos pasos hacia la
puerta cuando escuchó un ruido al pie de su ventana. Eran seguramente las gotas
de lluvia que se incrementaban o arremetían con fuerza contra la casa. Decidió no
hacer caso pero nuevos sonidos la disuadieron. Se trataba de unos golpecitos.
Volteó y observó la silueta de una persona en el vidrio. Obviamente, la imagen no
era clara debido a los vidrios empañados. Preguntose si sería posible que Debron
quisiera disculparse por lo acontecido. Entonces, acercóse a la ventana y la abrió.
_ Hola, disculpa que te incomode y sé que no me has llamado pero estoy
pensando en ti muy a menudo_ dijo el artista del óleo que la había retratado_
nosotros no somos tan atentos con los humanos pero Dalila creo que me has
hechizado y heme sentido en la obligación de acercarme a tu ventana y rogarte
una inmortal sonrisa.
_ Pero ¿qué haces aquí?_ dijo Dalila desoyendo las declaraciones del artista.
_Estoy aquí. Aun a pesar de la lluvia…espera un momento. Recuerda que soy un
artista y quizá pueda decírtelo de esta manera:
Con cántaros de lluvia sobre mi cabeza
Aun sintiendo del cielo, la tristeza
Encuéntrome hoy bajo el alfeizar de una ventana
Recitando versos, y no por una idea vana
Pues de perderse lo que digo en el olvido
He de condenarme y en tormentos verme embebido
Es vuestra majestad la razón de mi presencia
Y ruego de vuestra dulzura una gota o reminiscencia
Que mis noches llene de añoranza
Que mis días llene de templanza
Y en mis horizontes dibuje ansiada esperanza
_Quiero decir que, doncella, vuestra imagen en mí ha calado profundo y no puedo
más que deciros que os habéis convertido en mi inspiración._ decía hechizado el
pueril artista.
Dalila terminó por conmoverse por las palabras que habíale dedicado el artista del
óleo. Era tanta su estupefacción que olvidó donde estaba o más bien olvidó la
razón de su enojo y frustración.
_ Me dejas sin habla y no sé qué contestarte o decirte. No me esperaba aquella
declamación._ Decía Dalila
_ No pido que digas más de lo que has dicho, Dalila. Me entristece llamarte Dalila
y que tú ni siquiera me invites a entrar a tu casa o me llames por mi nombre._
replicó el artista
_ Lo siento, Kyo. Es sólo que estoy sorprendida de verte. Y no te he invitado a
entrar porque no vienes a hacer ningún encargo para mí o mi madre. Eso ya lo
hiciste._ Dalila recordaba haber aprendido alguna vez que los artistas del óleo solo
debían ser convocados por agua y aceite. Y si pedían permiso para entrar a la
casa de algún humano es porque tenían intenciones ajenas al trabajo que
ejercían. Muchos humanos evitaban tratar a los artistas de óleo más allá de lo
necesario o relativo a pinturas y retratos.
_ Lo sé Dalila. Pero he estado pensando en ti. Quiero ser tu amigo.
_ Creo que debemos hablar de eso en otra ocasión Kyo. Ahora estoy algo
cansada. Creo que ya he sido bastante amable contigo al dejarte retratarme.
Además, es muy tarde.
Kyo puso una cara enternecedora, en realidad la tarde apenas comenzaba.
Desapareció sin molestarse en insistir sobre su pedido o intenciones. Al verlo
desaparecer en la nada Dalila se preocupó. Cierto es que habíase mostrado
amistosa con Kyo pero le preocupaba el modo en que se había aparecido en su
casa, sin mencionar que invadía su espacio personal al pedir atrevidamente las
cosas. Dalila no quiso pensar más en el asunto y dejóse caer sobre la cama. Unos
instantes más tarde, cuando sentía que el sueño vespertino se cernía sobre ella,
creyó ver en la ventana una nueva silueta. Se asustó al creer que Kyo había
regresado y se levantó súbitamente. Sentada sobre la cama observó atentamente
hacia la ventana, solo para descubrir que no había nada allí. Decidió acercarse y
cerrarla, asegurándose de que se había imaginado aquella sombra o imagen fuera
lo que fuera.
La lluvia había terminado ya. Afuera de la casa de Dalila, el frío se manifestaba
con las últimas gotas de lluvia que resbalaban por el cuerpo de Debron, quien
esperaba no haber sido visto por la preciosa Dalila.
XI
La mañana saludaba a Dalila con un sol parcialmente escondido y nubes grises
que se apiñaban a su alrededor. Por alguna extraña razón Dalila sentíase extraña,
acosada. Cómo describir aquella situación le incomodaba, pues la confusión
tomaba su lugar en su corazón. La visita del artista del óleo no podía significar
nada bueno. Al menos es lo que creyó en un comienzo pues el contexto no era tan
alentador. Pensaba que no había razón para alarmarse si un artista se presentaba
después de ser invocado y para cumplir un encargo. Sin embargo, en esta ocasión
el susodicho se presenta voluntariamente en la casa de una muchacha con
románticas intenciones. Los breves versos recitados por el artista parecíanle
conmovedores mas inapropiados. Dalila no tenía problemas con la idea de ser
amiga de Kyo pero se hablaba de un caso totalmente diferente cuando se
consideraban sus emotivas palabras y el hecho de que no fuera un humano.
Al desayunar con su madre, Dalila hablóle de la situación en la que se encontraba.
Contole sobre las aparentes intenciones de Kyo y esto alarmó a su madre. Dijo su
madre que un artista del óleo no merecía la confianza de un humano más que
para un encargo profesional. Los artistas se dedicaban a retratar gente y la gente
a pagar por el servicio prestado. Si un artista se acercaba a la casa de un cliente
por razones ajenas a la pintura como este caso era necesario ser precavida
porque los artistas del óleo tenían códigos diferentes a los de los humanos. Si Kyo
demostraba estar interesado en Dalila era probable que la convirtiera en una
obsesión y la obsesión acarrea peligros. Su madre dijo también que los artistas
eran criaturas astutas y oportunistas. Si eran invitados a una casa, enseguida
establecían un vínculo de confianza con la persona que lo hacía, generando cierta
clase de abuso y acoso. Por ello Dalila no debía invitar a Kyo a entrar en la casa
pues lo tomaría como señal de aceptación para cortejarla.
Dalila entendió por completo y decidió evitar a Kyo ya que no era su tipo. Decidió
más bien hablar con la jirafa aquella mañana para averiguar un poco sobre el
irascible Debron. Después de una noche de sueño y confusión ya no se sentía
enojada con él y más bien deseaba retomar un vínculo de amistad. Encontró a la
jirafa comiendo de un árbol justo en el lugar donde la había conocido. Habíase
percatado de que no había entablado una conversación formal con ella debido a la
inesperada aparición de Debron. Todavía quería saber el nombre de la jirafa
aunque prefería llamarla “Manchitas”.
_ Buen día, Manchitas._ saludó alegremente Dalila. La jirafa la observó por un rato
antes de contestar
_ Eres Dalila ¿verdad? ¿Qué te trae por aquí, chica?
_ Oh, me alegra tanto que me hayas respondido. De hecho, hasta hace poco creía
que el haberte escuchado no era más que una ilusión. Es increíble. Sí, soy Dalila.
Y quiero saber tu verdadero nombre pues, aunque a mí me agrada llamarte
manchitas, no estoy segura de que tu lo apruebes; es decir, si te gusta pues no
hay problema pero si no también. Puedo llamarte como gustes, no tengo problema
al respecto.
_ Vaya, y a mí me llaman parlanchina. Dalila, yo no tengo problema con el nombre
que me pongas, en realidad son solo palabras. Las palabras no significan nada a
no ser que sean acompañadas de un concepto creado precisamente por ustedes,
los humanos. Yo no sería llamada jirafa si no fuera porque a aquella combinación
de letras se le dio la imagen que ahora ves frente a ti. Los nombres realmente no
importan, incluso varían conforme al idioma. Si así lo deseas puedes llamarme
Manchitas. No obstante, no sería el único apelativo inventado para mí. De hecho,
tu amigo arquero me había llamado Minerva. Otros antes de ustedes me han
puesto tantos nombres como: Elenia, Fadia o Galia.
_ Tal vez por ello es que quienes dicen haber hablado contigo se niegan a revelar
tu nombre. Es porque no tienes uno. Dicen que tú pides que guarden silencio.
_ No, eso no es cierto. Son rumores, mi querida Dalila. Aquellos con quienes
hablo reciben la misma información que tú. Les digo que no me interesa el nombre
que me otorguen. Tú puedes deducir que no lo revelan porque no pueden ponerse
de acuerdo en un solo nombre de tantos que me ponen. Es relativo.
_ Genial, entonces, solo yo puedo llamarte Manchitas. Sabes, realmente considero
una bendición poder hablar contigo. Y no sé si puedo abusar de tu confianza
preguntándote más cosas. Después de todo creo que eres toda una celebridad
aquí en Logadaya. Esto es un honor.
_Pregunta lo que quieras, niña.
_ ¿Por qué no hablas con todo el mundo?
_ Porque no todo el mundo merece que se le hable. No todo el mundo vale la
pena. No todo el mundo tiene el don de la palabra y su fluidez. Tú habrás notado
Dalila que muchas personas son malas para conversar. Suelen responder con
monosílabos a lo que dices, o bien carecen de amplios conocimientos como para
poder seguir el ritmo de una conversación. Cada quien conversa animadamente
con quien le es afín. Varias de las personas que se acercan a mí no tienen nada
importante que decir o simplemente me hablan porque buscan los placeres de la
presunción. Eso no es agradable.
_ Sorprendente, Manchitas. Puedo ver que te muestras segura con tus palabras.
Me pregunto si eres buena consejera. Dime otra cosa ¿Sabes algo sobre los
artistas del óleo?
_ No me son tan conocidos, Dalila. Sé que pueden ser criaturas maniáticas y
engañosas. Su oficio es el arte y el arte está lleno de mentiras así que su moral es
diferente. No dudarán en usar mentiras para alcanzar sus fines. ¿Conoces tú a
alguno?
_ Sí, de hecho recientemente conocí a uno llamado Kyo. Se mostró muy amable y
lisonjero conmigo, yo le correspondí pensando que podíamos ser amigos. Creí
que no había problema, es una criatura de la naturaleza como tú o yo.
_ Debes mostrarte cuidadosa con la gente que tratas Dalila. Muchos se presentan
ante una con fachadas agradables y ostentosas máscaras. Sus intenciones
siempre nos están ocultas. Eres joven y por eso la experiencia no está de tu parte
pero te digo ahora que, no es buena idea hacer amigos tan rápido o mostrar
demasiada confianza con personas parcialmente desconocidas. Los amigos se
hacen con personas que has conocido durante un buen tiempo. Después de que
te aseguras de que una persona es: leal, desinteresada, amable, sincera y carente
de prejuicios; es cuando puedes empezar a llamarle amiga. Las personas que
llamamos conocidos, vienen y van. Un amigo aparecerá cuando ellos te
abandonen.
Dalila quedó muda ante las palabras de la jirafa. Reflexionó y recordó a las
personas que había conocido a lo largo de su vida. Llegó a pensar que Debron ni
siquiera era su amigo pues no había podido demostrar su lealtad. Estaba
confundida. En ese momento, recordó que quería preguntarle a la jirafa por
Debron puesto, que había sido en su presencia que ellas se conocieron. Y
además, el muchacho, al igual que ella, había llegado a bautizar a la jirafa.
_Por cierto, Manchitas ¿Sabes dónde está Debron?
_ Él vino a hablar conmigo esta mañana antes de que llegaras. Me dijo que tenía
mucho en que pensar y se dirigió a la laguna de Yipirio.
_ Gracias
La laguna era más bien un espejo. El cisne no movía una sola de sus plumas. Se
mostraba indiferente ante el mundo como siempre. Al contemplarlo, Debron
preguntóse si el ave era capaz de hablar de la misma manera que lo hacía la
jirafa. Preguntóse si sería capaz de demostrar la misma sabiduría. Debron jugaba
con el césped en sus manos mientras pensaba en estas cosas y no apartaba la
vista del solitario cisne de Logadaya.
Las montañas que servían de fondo para la laguna que ante él se presentaba
cubríanse de blancos copos de nieve. Había averiguado, gracias a la jirafa que los
duendes tenían viviendas en esas montañas. Se le aclaró que no necesariamente
vivían allí pero que era un indicio. Observando aquellas montañas Debron
entendía que al acercarse a ellas podía estaría un paso más cerca de rescatar a
su padre pero no estaba seguro de querer hacerlo. Por lo menos, el centro de su
vacilación era la cuestión de la muerte. La idea de asesinar a los secuestradores
del alma de su padre no le entusiasmaba tanto como antes. Desde la noche
pasada, la idea de guerra y venganza poco a poco estaba siendo desplazada por
otra imagen: Dalila.
Desde el momento en que la vio sintió que ella se convertía en el centro
gravitacional de su mundo. Era un sentimiento inexplicable al principio pues, lo
atribuyó a la belleza de la chica, que era considerable. Sin embargo, después de
conversar con ella o más bien gritarle y ser reprochado por ella, manifestábase en
su corazón una sensación de culpa. Un remordimiento asociado a sus acciones.
“Tal vez ella tiene razón” pensó. “No, no puede tener razón, es decir; soy yo el que
decide y maneja su propia vida. Si he venido a buscar venganza pues, es lo que
debo hacer”. Pero por qué se sentía culpable era la cuestión. No lo entendía.
Acaso, Dalila representaba una voz importante.
_ Me dijeron que estarías aquí._ dijo Dalila sacándolo de sus cavilaciones
Él regreso a ver rápidamente alerta ante cualquier amenaza. En realidad se había
asustado.
_ Dalila ¿Qué haces aquí ?_ dijo Debron casi tartamudeando
_ Pues, quisiera hacer las paces contigo. Creo que no tenía autoridad para
reprocharte nada. Creo que me deje manejar por la rabia…y…
_ No, espera. Escúchame tú a mí. Soy yo quien debe disculparse. Yo me deje
llevar por la furia. Y todo lo que dijiste, aunque no lo comparto del todo, es cierto.
Tal vez no debería seguir buscando vengarme de aquellos duendes. Lamento
haberte gritado y a tu mamá también. Me siento avergonzado._ replicaba Debron
con la mirada en el piso
_Tranquilo, Debron. Acepto tu disculpa. Quisiera que retomáramos nuestra
amistad. Bueno, claro está, si es que tuvimos alguna en algún momento. O
podemos empezar desde cero y ser amigos_ Dijo Dalila y una maravillosa sonrisa
se dibujo en su rostro.
Dalila abrió los brazos invitando a Debron a un acto de reconciliación un poco más
simbólico. Entonces, Debron la tomó en sus brazos y prolongó un abrazo que en
realidad levantó su animó por completo. Mientras, Debron abrazaba a Dalila una
corriente de calor que inicio como una punzada en su pecho se extendió por el
resto de su cuerpo. Sintió las formas femeninas de Dalila contra su cuerpo y se
sintió emocionado de tenerla junto a él. Sintiose más fuerte y capaz de enfrentar
retos. Por otro lado, Dalila sintió su alegría crecer al abrazar a Debron. Su corazón
empezó a palpitar un poco más fuerte. Una extraña mezcla entre nerviosismo y
emoción se manifestó en ella. Temía que su corazón palpitara demasiado fuerte
de tal manera que Debron fuera capaz de oírlo y así delatar sus emociones. En un
principio pensó soltarlo rápido pero después no le importó un bledo si él oía el
corazón de ella. Finalmente se soltaron cuando simultáneamente y sin
proponérselo empezaron a acariciarse.
_ Pues me alegra que no te hayas marchado_ dijo Dalila nerviosamente después
de soltarlo.
_ Y eso por qué. No me digas que quieres que me quede.
_ Claro que sí. Ven_ dijo Dalila tomándolo de la mano._ Quiero enseñarte más de
Logadaya. De seguro te va a fascinar.
Así es como Dalila llevó a Debron alrededor de las planicies de Yipirio. Le contó
sobre las plantas silvestres que allí crecían las cuales habían demostrado ser muy
útiles para tratar a las personas. Existía una planta capaz de lograr que la persona
refleje imágenes de su pasado al inhalar el polen de sus diminutas flores. Una
especie de espejo circular aparecía encima de la cabeza del inhalador y ante el
asombro de quien se encontrase cerca las imágenes se proyectaban en orden
cronológico. Lo tomó de la mano y lo llevó por praderas que debían ser conocidas
para él pues, fue por ellas que se revolcaban y jugaban cuando apenas eran unos
niños. Siguieron caminando hasta llegar a los árboles del pequeño bosque de las
gardenias en el cual, las personas podían sujetarse a las lianas que colgaban de
los árboles y tener experiencias llenas de adrenalina porque estas lianas
bandidas, como las llamaban los habitantes de Logadaya, sujetaban a una
persona por la cintura y la hacían rebotar dándole la capacidad de alcanzar hasta
cuarenta pies de altura. Dalila lo animó a dejarse atrapar por una de ellas y
Debron, al principio reticente, terminó por ceder. Se llevó la sorpresa de su vida
cuando a medio viaje una liana se unió a otra y a otra de tal manera que en lugar
de hacerlo rebotar más bien se lo estaban pasando entre ellas. Después de
suplicar que lo bajen y amenazar a Dalila; entre risas y morisquetas, las lianas lo
soltaron sobre un arbusto. Dalila acudió a su encuentro solo para ser recibida por
las incontrolables carcajadas de Debron.
Caminaron por los valles agrestes del este. Montaron un par de borricos que se
encontraban pastando por los alrededores. Iban siempre tomados de la mano y
Dalila le daba a conocer aspectos de la vida de aquellos animalitos. Cabalgaron
junto a varios riachuelos hasta alcanzar las cascadas de Vilma. Dalila le dijo que
quien soportaba un día entero bajo las estruendosas aguas de la cascada recibiría
una codiciable longevidad. Las personas que lo hacían, por cierto no eran muchos,
se retiraban un poco más al sur, más allá de los nevados detrás de Yipirio.
Alcanzaban edades muy avanzadas aquellos que vivían allí. Era un lugar llamado
Villa Vilma. Las aguas al parecer habían prolongado la vida de los habitantes de
Villa Vilma quienes se bañaban en ellas. Dalila le comentó que su madre lo había
intentado en alguna ocasión pero salió después de dos horas totalmente
empapada pero muy divertida. No se conocía de muchos que lograran soportar un
día entero allí. Sin embargo, Dalila conocía a un par de ancianos que contaban
con ciento dieciséis años cada uno y venían a visitar parientes en Logadaya de
vez en cuando. Ellos eran la prueba de que el rumor de las cascadas era real.
Aunque quien lo dudaba argumentaba que habían logrado esa edad sin necesidad
de tocar la cascada. Aquellos ancianos eran gemelos y se les conocía
simplemente como los hermanos Gemelli.
Cuando el ocaso se presentaba frente a ellos ya se hallaban en lo alto de un
pequeño monte que recibía los últimos rayos del sol. Allí el frío no llegaba y los
colores variaban sus tonalidades. Los naranjas se mezclaban con rojos y violetas
mientras los árboles proyectaban lánguidas sombras sobre los vastos prados.
Había llamingos en los alrededores pastando sin hacer la menor alusión a la tarde
que lentamente fenecía frente a ellos. Los manzanos de verdes hojas adquirían
colores más oscuros mientras cobijaban a aquella pareja que sin necesidad de
decirse nada contemplaba los efectos del atardecer. Cuando la luna saludaba al
cielo y las titilantes estrellas se encendían como fugaces antorchas inalcanzables,
Debron se vio a sí mismo reflejado en los brillantes ojos de Dalila. Sin mediar
palabra, sin prestar atención al resto del mundo fueron acercándose lentamente.
El sol había desaparecido ya y las estelas nocturnas eran solitarios testigos del
inmarcesible beso que entre Debron y Dalila nacía para perdurar por siempre en
aquel paraje.
XII
Por un segundo y una hora a la vez, por un minuto y un siglo también todo en el
universo se detuvo. Las gardenias quietas estaban y el sol por su ausencia
brillaba. Los arboles eran ignorados por el viento y las rocas parecían aun menos
importantes. El murmullo de un arroyo cercano se volvió imperceptible mientras
las aves parecían haber suspendido su vuelo o acaso su trinar. Precisamente, no
había mayor centro de atención que el que protagonizaba aquel cuadro. En un
principio solamente habían rozado sus labios pero a medida que lo hacían, la
pasión se fue apoderando de sus cuerpos y voluntades. La atracción era
permanente y no solamente la de sesgo físico, ya que luego de una tarde de risas
y charlas habían llegado a sentir algo más. Manifestábase algo diferente en sus
corazones; algo que no habían previsto. Contra todo consejo y sugerencia de la
jirafa, Dalila se dejó llevar por sus emociones. Tenía claro que no conocía
perfectamente bien al muchacho que la besaba pero ella, con sus ojos cerrados y
la mente en las nubes, decidió que no le importaba un bledo aquello. Debron por
su parte sentía una gran liberación. Sintió que la venganza había desaparecido de
su corazón, al menos mientras besaba a aquella chica. No concebía otra cosa en
el mundo diferente a Dalila.
Debron acariciaba su rizada cabellera y ella hacía lo propio con el fibroso cuello de
él. Los sonidos desaparecían de la atmosfera y sus rostros no podían estar más
cercanos. Ella buscaba su boca. El no resistía sus encantos, reaccionaba a ella y
le respondía. La inocencia fue reemplazada gradualmente por una desaforada
pasión emergente. No solo se acariciaban con los labios sino también hicieron
contacto con sus lenguas. Y cuando todo debía empezar y acabar, ella lo soltó.
_ Disculpa_ dijo ella casi reprochándose, casi justificándose_ No sé si esto está
bien, creo que me deje llevar.
_ Yo también_ respondió él_ Emocionante ¿verdad? Creo que acá es donde las
explicaciones mueren porque no tengo una sola. No sé porque te besé
_ Yo tampoco. Pero Debron lo hicimos y como dijiste: casi ni nos conocemos. Pero
he de ser honesta contigo de una vez. Me atraes mucho_ Dalila hablaba tan
rápidamente que sus palabras se atropellaban tal como los latidos de su corazón.
Contemplaba a Debron tratando de dejar en claro su honestidad y tratando de
esconder el deseo.
_ Wow ¡Qué bien que lo dices! Yo no estaba seguro de cómo decírtelo, es decir, ni
siquiera se me ocurre que decirte ahora.
_Como que no. Vamos dime lo primero que se te ocurra. Tienes un segundo_ dijo
ella sonriendo tan astutamente como complacida estaba.
_Eres preciosa_ dijo él rápidamente tomando el límite de tiempo que se le dio
como un asunto muy serio.
_Creo que eso ha estado bien para empezar_ dijo ella después de soltar una
carcajada.
_ Bueno, está bien. ¿Qué tengo que hacer?_ dijo Debron un tanto confundido.
Dalila sintióse trasladada al pasado, a la infancia y dijo:
_ Nada, bobo. Lo que hacen los enamorados_ dijo ella mostrándole una angelical
sonrisa.
_ ¿Qué dijiste?_ pretendió preguntar Debron casi como un niñito cuando de pronto
Dalila lo besó de nuevo. Lo besó de nuevo y ejerciendo control físico sobre él se lo
llevó al piso. En medio de risas y besos se lo llevó rodando por el pastizal tan
verde y suave.
Mientras ellos se besaban y se revolcaban por los pastos de aquella colina, la luna
iba tomando su lugar en el firmamento. Los grillos ensayaban una sinfonía que los
cobijaba con sus extrañas notas. Diéronse cuenta de la hora que era y decidieron
dejar de jugar. Se levantaron y tomaron rumbo a la casa de Dalila. Ella le aseguró
que su madre no estaría en contra de la idea de recibirlo nuevamente y en calidad
de huésped permanente. Él se mostro inseguro y avergonzado sobre todo por la
actuación que dio en frente de ellas.
_ He querido decirte esto por un buen rato_ empezó a decir Debron_ Ya no me
siento con ganas de asesinar a nadie. Imagino que tú me abriste los ojos.
_ Ya me lo habías dicho, bobito._ replicó ella
_ Sí, sí es cierto. Creo que me he perdido en tu mirada y pues simplemente no
recuerdo
_ Tal vez mis ojos tiene algún efecto en las personas o más convenientemente
solo en ti
Ambos rieron. Decidieron no tocar el tema de su nuevo “estado civil”, por ponerle
un nombre. Al decir la palabra enamorados Dalila no se refería precisamente a un
noviazgo ni un matrimonio sino al naciente amor que había surgido entre ellos.
Contra toda lógica y reglas de comportamiento normal, ellos se habían besado y
enamorado. No se preocuparon de cumplir reglas tales como llegar a conocerse
primero. De hecho, sentían conocerse desde hace un buen tiempo y no solamente
porque eso había pasado, sino porque sentían estar destinados. Existían
moradores que afirmaban que la reencarnación existía y las personas que se
enamoraban en realidad lo estaban haciendo de nuevo porque, según ellos,
siempre; en otra época y bajo diferentes circunstancias dos almas entrecruzaban
sus caminos.
Debron decidió dejar de lado el asunto de sanguinaria venganza para enfocarse
en la búsqueda del alma de su padre para lo cual Dalila y su madre propusiéronle
hacer una visita al Orbe de las Lágrimas. Según explicó la madre de Dalila, el
Orbe tenía la capacidad de señalar el camino deseado por el portador de una
lágrima desesperada. En el caso de Debron, el Orbe señalaría un destino o
emplazamiento en el cual el muchacho podría tener noticias de su padre o, de
hallarse con suerte, encontrar el alma. El precio a pagar era obvio: una lágrima. La
diferencia radicaba en que la lágrima solo podía ser de desesperación. Si Debron
no se encontraba desesperado el conjuro no surtiría efecto. Por ello, Dalila
propuso que recurrieran a ello como último recurso. Debron se opuso totalmente y
les dijo que al enojarse con ella la otra noche estaba seguro de su desesperación.
A la mañana siguiente Debron y Dalila acudieron al santuario del famoso Orbe
de la Lágrimas. Decidieron acudir temprano porque Logadaya hallábase repleta de
gente devota y necesitada por lo cual dedujeron que el lugar estaría copado de
gente en busca de respuestas y favores.
_ Logadaya está llena de maravillas_ notó Debron
_ No tienes idea_ respondió Dalila.
El templo era en realidad un lugar muy pequeño. No tenía capacidad para más de
una persona. Estaba hecho de brillantes piedras de mar cinceladas de manera tan
preciosa que todo el lugar parecía constituirse de un solo bloque. El techo
terminaba en una punta muy pronunciada y estaba formado de reluciente caoba.
En el interior ardían diez velas inextinguibles ordenadas de acuerdo a la circular
forma del templo. El Orbe reposaba en el fondo del templo dentro de un
compartimento. Cualquier visitante sugeriría que era demasiado fácil robar el Orbe
pues estaba casi a la intemperie y en un lugar público. Nadie lo robaba, en
realidad, porque al sacarlo de su pequeña cámara el Orbe hecho de cristal violeta
se convertía en roca incandescente y milagrosamente se restauraba al ser
depositado en su lugar de origen. El templo no había sido construido por los
humanos para albergar el Orbe sino que cuenta la leyenda que simplemente
apareció de la nada con el Orbe adentro. Sería un forastero quien haría públicos
los poderes del Orbe después de depositar su lágrima de desesperación. En un
principio nadie le creía pues decía que una nube negra le había contado del poder
y ubicación del Orbe. Sin embargo, poco a poco la gente fue probando suerte y
muchos eran testigos de su poder. El templo no llevaba ni tres días en Logadaya
cuando, naturalmente, alguien trató de robar el Orbe. Después de quemarse las
manos decidió devolverlo y alejarse del lugar por ello no había la necesidad de
colocar guardias en el templo.
Al llegar, Debron y Dalila solo encontraron a dos personas que habían terminado
de utilizar el Orbe. Uno se alejó decepcionado y otro muy decidido corrió en la
dirección que de seguro le había señalado el orbe. Dalila espero fuera mientras
Debron averiguaba el paradero de su padre. Se detuvo frente a la cámara del orbe
y trató de mostrar su determinación como si el orbe tuviera ojos. Buscó la
desesperación dentro de sí pero no la encontró. Lo único que sintió al respecto fue
la necesidad de hallar a los duendes mas no el alma de su padre. Se negaba a
pensarlo pero supo que si una solo lágrima brotaba sería por despecho y rabia. En
realidad, lo que lo trajo a Logadaya era la retribución y no el amor. Después de lo
que le dijo Dalila sus deseos de matar desaparecieron y ahora, su razón para
estar allí estaba injustificada. Al darse cuenta de la verdad, se sintió impotente y
engañado. Se dejo caer de rodillas mientras le temblaban los labios. Así que de la
nada dejó escapar un grito de agonía y frustración porque la verdad lo había
decepcionado.
Dalila ingresó inmediatamente a la pequeña habitación. Sin importarle la
incomodidad física que le producía estar dentro del templo, arrodillose junto al
muchacho y le preguntó asustada que le sucedía. El se negó a responder mientras
la miraba con amargura. Una lágrima brotó de su ojo izquierdo y Dalila la tomó
instintivamente para depositarla en el Orbe. Sin embargo, no sucedió lo que ella
esperaba. Cuando la lágrima hizo contacto con el orbe una voluta de humo salió
de él para perderse sin trascendencia en el aire. Dalila comprendió que no era una
lágrima desesperada o que Debron no la soltó pensando en su padre. Lo miró a
los ojos incrédula.
_ Creo que no lo quiero, Dalila. Tal vez no lo quise jamás_ decía Debron
sollozando_ Sin darme cuenta, vine aquí solo para desquitarme de los que me
hicieron daño. Soy un egoísta. Lo peor de todo es que… que… otra vez quiero
matarlos.
XIII
Hizo lo posible por calmarlo, por convencerlo; mas parecía inútil. “La verdad libera”
dice cierto dicho pero en realidad la verdad entristece. Trae pensamientos
desoladores a una mente que una vez creyó tener claro su propósito. Dalila no
podía creer lo que le decía Debron. Ella se veía a sí misma incapaz de concebir
que el hombre al que amaba, el hombre del que se había enamorado, el nuevo y
antiguo objeto de su deseo en realidad era una criatura disoluta cuyos motivos
respondían al egoísmo y no a la moral; mucho menos al amor. “¡No puedes
creértelo Dalila!”, se repetía a sí misma. En realidad, ella tenía que encontrar otra
solución para tranquilizar su alma y la de su amante.
_ No te reproches, no te lastimes, Debron. Simplemente el Orbe no ha
funcionado._ Decía Dalila. Al hacerlo ella misma sentía que estaba tratando de
auto convencerse
_ Como que no. Claro que ha funcionado. Mi motivo es el rencor, Dalila ¿No lo
ves? Yo no llegué aquí pidiendo ayuda para recuperar a mi padre sino con la idea
de encontrar a sus captores. La jirafa ya me lo había dicho la noche en que se lo
conté.
Debron recordó la escena y se la describió a Dalila. Le contó que frente a la jirafa
reveló su motivación al aducir que su padre había sido secuestrado por
duendecillos cuya vida no debía ser perdonada. Dio a entender a la jirafa que una
sonrisa habría de aparecer en su semblante al ver cadáveres en lugar del alma de
su padre sana y salva. Por ello la jirafa le había aconsejado tener cuidado y
pensar bien en sus motivaciones y en sus objetivos en aquellas tierras. Él no hizo
caso. Ahora estaba postrado frente al orbe con Dalila a su lado.
Debron creyó que no habría consuelo para su alma. Era la frustración lo que
acaparaba su pensamiento, el remordimiento y más que todo: la infame posibilidad
de haber desperdiciado el tiempo. No lo podía soportar. No iba a tolerarlo. Decidió
levantarse. Ignoró a Dalila y salió del templo. Sus pasos volvíanse agigantados
conforme se alejaba de Dalila, que no quería ser abandonada así.
_ ¡A dónde vas, regresa!
Debron dejo de caminar. Si había de asegurarse, entonces necesitaba
información.
_ Necesito ver a una bruja_ dijo sin ver a Dalila
Dalila lo llevó a la choza de Furlein, quien gozaba de fama entre los moradores de
Logadaya. Dalila lo llevaba motivada por el temor a la incertidumbre. Temía que
Debron cometiera acciones irremediables o terminara por hacer daño a alguien.
Ella detestaba verlo en ese estado y estaba dispuesta a ayudarlo en lo que
necesitase con tal de evitar su sufrimiento. Arribaron a la choza y fueron recibidos
por un saludo hecho de llamas proyectadas por las ventanas. Dalila intercedió
pidiendo una audiencia amistosa con la bruja. Les fue concedido el ingreso y una
vez dentro, la bruja los invitó a acercársele. Encontrábase recostada en una
hamaca jugueteando con un diente de león.
_ Veo que traes a un forastero, muchacha_ dijo la bruja sin más preámbulos
_ Sí_ respondió Dalila_ Él es Debron y necesita de tu sabiduría, Furlein
_ Pues, tú dirás Debron ¿En qué puedo servirte?
_ Furlein_ explicó Debron. Mantenía una voz firme y seria. Se presentaba
solemnemente_ Dalila me habla de tu fama y sabiduría. No dudo de la veracidad
de sus palabras. Así que vengo a pedirte un favor. Deseo que me reveles mis
verdaderas intenciones pues me encuentro en un estado de confusión. Vine a este
lugar creyendo que quería rescatar el alma de mi padre pero un siniestro
pensamiento acomete contra mí. Pienso que tal vez he estado equivocado todo
este tiempo y en realidad, mi motivación fue sed de venganza. Cuéntame, amable
Furlein, ¿Esta suposición es correcta?
_ Debron, Debron, Debron. Quién más puede conocer tu propio corazón que tú.
Vienes a que te confirme lo que tú ya sabes. Lo que puedo decirte es que te
atemoriza la respuesta a la pregunta que has hecho y los efectos que puedan
causar en esta mujer aquí presente, pues tienes fuertes sentimientos por ella.
Temes decepcionarla.
Debron escuchaba las palabras de la bruja con la cabeza gacha. Tenía los ojos
cerrados. Dalila le puso su tibia mano en el hombro. El instante en que lo hizo,
Debron no pudo contener un sollozo. Una lágrima negra resbaló por su mejilla y
cayó a tierra. Entonces, enfrentó a Dalila y con los ojos enrojecidos le dijo:
_ Perdóname, amor_ dijo Debron, sorprendiéndose por haber dicho la palabra
“amor”. No lo había planeado. Acarició suavemente el rostro de Dalila quien tomo
su mano mientras él la hacía resbalar por su mejilla. Alzó la mirada y al contemplar
su rostro, Dalila se sintió apenada y ella misma soltó gruesas lágrimas
transparentes al imaginarse lo que pasaría.
Debron se movió rápidamente. Tomó una vasija de barro que se encontraba sobre
la mesa más cercana a ellos y salió apresuradamente de la choza sin decir más
nada.
_ ¿Pero qué?_ preguntó Dalila confundida. Observó a la bruja en busca de una
explicación y ella con la mirada le demostró su indiferencia.
_ ¿Qué es lo que se ha llevado? ¿Qué hay en la vasija?_ inquirió Dalila tornando
su bello rostro en uno de angustiada preocupación.
_ Cenizas de Fénix_ dijo Furlein y Dalila echó a correr detrás de Debron.
Debron corría lejos de la choza. Al dejar siquiera treinta yardas entre él y la
vivienda, detúvose en seco y soltó un grito desgarrador. Era un desaforado grito
de liberación, en el cual iban cargadas su frustración y su impotencia frente a la
situación, pero sobre todo llevaba la verdad y su pesadumbre. Tomó la vasija con
ambas manos la ofreció a los cielos y la arrojó violentamente contra el piso. La
vasija se rompió al hacer contacto y toda la ceniza empezó a derramarse y de a
poco, a elevarse con el viento. Debron la observó, acercóse a ella, la inhaló y dijo:
_ Yo te resucito ahora
Inmediatamente, un fénix de larga cola y relucientes plumas se manifestó en las
cenizas. Surgió majestuosamente frente a Debron envuelto en doradas y
cegadoras llamas, de las cuales Debron alejó su rostro. Mientras el fénix aparecía,
Debron alcanzó a escuchar los gritos de Dalila corriendo tras él, pidiéndole que no
se marchara. Él la miró una última vez y sujetó la cola del fénix.
_Perdóname_ le gritó
_ No te vayas._ gritó a su vez Dalila
Sus gritos fueron sofocados por el propio y característico sonido que emitió el
renacido fénix. Expandió sus alas y despegó, llevándose a Debron consigo. Dalila
llegó tarde al pie de la destrozada vasija porque el Fénix se alejaba velozmente
hacia el norte. Dalila no lo podía creer, se estaba quedando sola. Sentía ganas de
insultarlo y maldecirlo mas no podía. No podía negarse a sí misma que estaba
enamorada de él. Así que con lágrimas en los ojos lo vio volar de regreso a
Ambiadaya.
XIV
Por un espacio de cincuenta días, Dalila estuvo desolada. Ciertamente su vida
continuaba y se dedicaba a realizar las tareas y trabajos que esperábanse de ella.
Sin embargo, mucho de lo que hacía, lo hacía a regañadientes. Empezó a discutir
sin razón con otras personas. Algunas noches no podía evitar llorar
silenciosamente mientras contemplaba el ocaso. Su madre había notado el
cambio, el impacto que tuvo Debron en la vida de su hija. Creyó, al principio, que
se le pasaría. Creyó que en una semana estaría renovada. Creyó que maldeciría a
Debron y juraría no verlo más. Nada de eso ocurrió.
Dalila amaba a Debron. No podía negárselo a su madre ni a sí misma. Estaba
triste, estaba melancólica. Creía que Debron era un imbécil por comportarse así.
Luego creía que ella misma era una estúpida por no haberle propuesto quedarse
con ella en Logadaya. Jugó con la idea de buscar ella misma a los duendes y
obligarlos a confesar el paradero del alma de aquel desdichado pero al querer
tomar acción, no pudo porque ella no era así. El rencor no la dominaba. Sentía
lastima por el estado anímico en el que Debron partió de su lado. No podía dejar
de amarlo porque en su memoria permanecían las palabras de Debron. Habíala
llamado “amor”, había llorado al partir de su lado. No lo olvidaría.
En su melancólico estado decidió escribir.
Has partido de mi lado
Has volado lejos
Partido, con tu mirada en el resplandeciente ocaso
Y quizá no haya más que esperar
Las palabras no han de expresar mi angustia
Pues en mis brazos ya no te tendré, mi gran amor extraviado
Y aunque mi futuro refleje una mirada mustia
Puedo afirmarte que por mi pecho, amor, no serás olvidado
Las tormentas pueden llorar mares de incertidumbre
Pueden augurar noches oscuras sin amor
Pero gritaré en lo más alto de cualquier cumbre
Que mientras en mi pensamiento estés, no me dejará tu calor
Dirán que las flores son consuelo
Dirán que los cielos sonríen gloriosos
Mas yo maldigo al suelo
Que no supo retener para mí, tus bellos ojos
Una vez que acabó de escribir decidió guardar su obra en una medalla de Jiné. Al
principio, se colocó la medalla alrededor del cuello y la llevó consigo por semanas.
Sin embargo, cuando se habían cumplido cuarenta días desde la partida de
Debron, se acercó a las orillas del río Efigio y dejó caer la medalla en sus oscuras
y trepidantes aguas.
Debron llevaba cincuenta y tres días lejos del lado de Dalila. Ella sabía ahora, que
aquello que se afianzaba fuertemente en el corazón, no desaparecía fácilmente.
La distancia y el tiempo estaban probando su amor por Debron. Ella se negaba a
creer que él la había olvidado. Los hechos, por supuesto, la contradecían. Debron
no daba indicios de querer regresar. Ella se sumergía en la amargura un día y
recobraba la serenidad al siguiente. No pensaba ir a buscar a Debron porque la
inseguridad se lo impedía. No sabía dónde estaba o si él en realidad la amaba
Aferrábase al recuerdo que le dejó y al amor que en ella sembró. Aferrábase a las
palabras de Furlein, a quien había visitado varias veces desde que desapareció
Debron. Ella le repetía lo mismo en cada visita: “Tú eres muy importante para él”
“él no te ha olvidado”. Dalila replicaba, insistía en que la bruja le dijera si él la
amaba o no; entonces la bruja simplemente diría: “Si él te ama, él te lo debe decir”
No obstante, tal como lo sugirió su madre estaba empezando a perder la
esperanza.
Salió a pasear por la pradera. Estaba ocultándose el sol. Las palomas volaban por
encima de las copas de los árboles. Las flores despedían aromas agradables a los
sentidos. El césped reflejaba la lozanía de la vida que parecía llamar a un futuro
esperanzador para todo aquel que se atreviera a creer en él. Las nubes
empezaban a juntarse unas a otras. Estaban tomando un peculiar color
anaranjado, lo cual auguraba gotas de lluvia mensajeras. Dalila las contempló
perezosamente, aunque siempre se preguntaba lo mismo al observarlas.
Entonces, las gotas empezaron a caer sobre ella. Eran trasparentes, relucientes y
cristalinas. Ella las sentía golpear su rostro. Las recibía gustosa creyendo que la
lluvia era capaz de purificar. Finalmente, sin que ella lo prevea, una gota, más
grande que cualquier otra que haya visto se detuvo frente a ella. La gota solo se
distinguía de las otras por su tamaño, el cual fue creciendo más y más conforme
Dalila la contemplaba sin poder evitar sonreír y sollozar a la vez. La gota fue
transformándose hasta adoptar la forma de la tan inesperada y esperada señal del
cielo. Era una carta.
Amada Dalila:
Que no te sorprenda el hecho de que te llame “amada” porque me temo que es
verdad. Las palabras que ahora te lleva esta insignificante gota mensajera no
pueden ser más veraces. No puedo dejar de disculparme. Te pediré perdón cien
mil veces de ser necesario. Lamento haberte dejado sola en Logadaya pero
comprenderás que no era dueño de mí mismo ni de mis acciones. Temía
lastimarte o lastimar a otros, puesto que estaba sumergido en las negras aguas
del odio. Mi frustración crecía a cada momento y cuando esa bruja me apuñaló
con sus palabras no pude evitar maldecirme. Tenía que pensar, necesitaba estar
solo.
Ahora vuelo, me alejo de ti y mi nostalgia crece. Ya extraño tus besos, he
extrañado tu piel desde el momento en que nos separamos. Siento que mi rostro
palidece al no tenerte a mi lado y espero que podamos reencontrarnos. Necesito
purificarme. Necesito derramar todas aquellas lágrimas negras que están dentro
de mí. Tengo que regresar con mi madre y confesarle que he fallado. Dudo que mi
padre regrese a nosotros. Lo único que nos queda de él es su cuerpo sin vida.
Mentiría si te dijera que ya no busco venganza. Mentiría si te dijera que solo quiero
rescatar a mi padre. A ti no te puedo mentir ni te pienso mentir. Así que solo puedo
decirte que no sé ya lo que quiero. Lo único que sé es que te amo. Y vaya, sí que
es fácil decirle esto a una carta. Te amo intensamente, quisiera tenerte frente a mí
y confesártelo con toda la vehemencia de la que soy capaz. Te juro que te llevo en
el alma a cada instante. Al contemplar el cielo no se me ocurre otra cosa que tu
nombre. El murmullo del aire y el soplar de los vientos me recuerdan tu fragancia.
No podré olvidarte y maldigo la distancia que nos separa.
Quiero que me recuerdes. Quiero que sepas que estás en mi mente. Sin embargo,
también quiero que sepas que estoy contaminado y necesito deshacerme del odio.
Por ello regreso a mi tierra. Tardaré mucho en llegar y tardaría mucho más en
volver. No sé si volveremos a vernos pero espero de corazón que suceda. Haré lo
que pueda por regresar pues tú eres mi recuerdo más hermoso de cuantas
maravillas descubrí en Logadaya. No puedo asegurarte cuándo ni tampoco si nos
volveremos a ver.
Antes de despedirme indefinidamente, te dejo mis imborrables besos y mi
constante memoria. Espero verte en mis sueños y que me veas en los tuyos.
Tu melancólico amante
Debron
Dalila sostuvo la carta contra su pecho. Estaba sumamente conmovida por las
palabras de Debron. No pudo evitar soltar gruesas lágrimas, que resbalaban
lentamente por su bello rostro. Sentóse en el césped y contempló nuevamente el
cielo. Mientras lo observaba vislumbró una figura preciosa que se recortaba
claramente entre las nubes. El cisne volaba airoso y se veía muy elegante por los
cielos. Había olvidado por completo que lo haría aquel día. Agachó la cabeza y
sonrió al percatarse que el espectáculo más fabuloso en Logadaya se le había
pasado por alto. Alzo la vista y lo observó divertida, preguntándose cuantas
personas se habían sentido enamoradas al contemplar a aquella enigmática ave
mientras se paseaba de manera arrogante, totalmente ajena e indiferente a los
problemas de los humanos.
XV
Pensó que era momento para purificarse. Contemplaba las cristalinas y diáfanas
paredes de la cámara. Lo que tenía al frente era una de las maravillas de
Ambiadaya. Parecería mínimo comparado con lo que se encontró en Logadaya.
Esta era la resplandeciente Cámara del Renacer. Ubicábase en uno de los
templos en el pueblo. Era probablemente tan o más antigua que la población en
aquel lugar pues nadie recordaba a ciencia cierta cuándo o cómo es que apareció
la bendita cámara. Ésta consistía de de seis paredes y tenía el aspecto de un
diamante. Apenas había lugar allí para una persona. Pero no era el espacio sino
sus poderes. Decíase de ella, que sus poderes eran inigualables y místicos.
Aquellos que caían en la desgracia de contaminar su alma recurrían a ella para
purgar su odio. Eso era precisamente lo que necesitaba Debron.
Había llegado a Ambiadaya el día anterior. Encontrábase sumamente fatigado por
el viaje pues había demorado cuatro meses. Su barba había crecido mucho y lo
mismo había sucedido con su cabello. Al contemplarse en un espejo no pudo
reconocerse. Su rostro tenía el aspecto de quien había sentido en carne propia la
carencia y la desidia. Veíase macilento, lánguido y cansado. Al arribar, lo primero
que hizo fue reencontrarse con su madre. Ella estaba bien de salud pero la
soledad la había hecho una mujer distante, su mirada se extraviaba con facilidad
en el cielo y le costó trabajo reconocer a su propio hijo. Obviamente el nuevo
aspecto de Debron habría engañado a cualquiera pero se esperaría de una madre
reconocer a su hijo inmediatamente. De cualquier manera, eso no era importante.
Más bien debe recordarse y aplaudir la forma en que ella recibiera al muchacho.
Levantóse eufórica de su pequeño asiento para sofocar a su hijo con besos y
lágrimas. Lo primero que le preguntó fue precisamente si había llegado a cumplir
su objetivo. La triste mirada de Debron le dio una rápida respuesta.
_ Lo siento, madre mía. No solo he fracasado en esa búsqueda sino que descubrí
algo terrible_ dijo Debron mientras observaba el piso de manera avergonzada.
Su madre negaba moviendo de un lado a otro la cabeza, negándose a creer lo que
empezó a contarle.
_ No puede ser, hijo. Cómo vas a decir semejante barbaridad. Claro que amabas a
tu padre. Por eso acudiste a esas tierras tan lejanas, para encontrar y recuperar su
alma. Tú no eres una mala persona
_Mis negras lágrimas me delatan, madre. Mi alma está contaminada y he de
purificarme. Mañana acudiré a la Cámara del Renacer.
Ingresó a la cámara recordando aquel breve encuentro con su madre. Cerró los
ojos y se dijo a sí mismo que Dalila sería su única preocupación ahora. Su padre
estaba muerto definitivamente. Ya no había nada que pudiera hacer para
recuperar su alma. Tan fatigado lo había puesto el trayecto que no tenía ánimo
para dedicarle tiempo a ese pensamiento. De hecho, no lo había hecho sino hasta
que su madre se lo preguntó. Durante todo el viaje lo único que miraban sus ojos
era el rostro de Dalila pintado en las nubes. No era capaz de sentir el viento
abofetear su cara sino las cálidas caricias de su amada. “Debo estar perdiendo la
razón” se dijo. Tan impaciente estaba por aclararle las cosas a Dalila que a medio
viaje le había hecho llegar una carta. Nuevamente se arrepintió por haberla
abandonado así.
La Cámara del Renacer era un lugar frío que proyectaba su propia luz. Ya sea en
el día o en la noche, la Cámara resplandecía de la misma manera. El cuidador del
templo observó al hombre que dentro de la cámara se encontraba y se preguntó
que podía causar tantas almas contaminadas, porque recibía visitas a diario desde
hacía dos años. “Es que la gente se está volviendo mala” pensó. El muchacho
llamado Debron le hizo la señal y el viejo cuidador comenzó con el ritual. Encendió
la vela fosforescente de cera dorada y la insertó en el orificio inferior de la cámara.
Inmediatamente, la luminosa cámara se volvió más luminosa que casi cegaba,
entonces el viejo tomó el manto oscuro con que ocultaba la cámara y lo aventó por
encima de ésta hasta cubrirla por completo. Así disminuyó en buen porcentaje la
luminosidad de la cámara que de otro modo lo hubiera dejado ciego. Ya cubierta la
cámara empezó a recitar las palabras que purificarían el alma de Debron. Lo hacía
en un idioma ancestral y desconocido para la mayoría de habitantes del pueblo.
Una vez que lo hizo solo era cuestión de esperar.
Debron sentía que una docena de cuchillos le atravesaba la espalda. Después
sentía que su pecho le era perforado. Del pecho el dolor pasó a las piernas y a los
brazos. Finalmente, su cabeza parecía agrandarse y el pecho reducirse. El
impacto fue tal que chilló de dolor. Sus gritos eran ahogados por la cámara y su
interminable luz. El proceso se repetía cíclicamente tal y como se ha descrito cinco
veces. Al a cuarta, Debron perdió el conocimiento.
Al día siguiente despertó en su casa. Su madre le pasaba una tela húmeda por la
frente. Estaba desorientado y lo primero que quiso saber es cómo había llegado a
la casa. Ella lo tranquilizó diciéndole que el viejo cuidador del templo lo había
traído de vuelta. El proceso de recuperación iba a ser lento y lo tendría
inmovilizado por un tiempo. Tal vez serían dos meses o quizá cuatro. Al conocer
esta noticia, Debron empezó a desesperarse, más aun cuando se dio cuenta de
que no podía sentir el resto de su cuerpo.
_ Maldita sea, madre. ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué demonios no puedo
moverme?_ gritaba Debron sumido en la desesperación.
_ Calma, calma hijo. Debiste pedir más información antes de deshacerte de tu
odio. Tranquilízate pues no estás paralítico ni nada por el estilo. Por lo menos no
definitivamente. Volverás a moverte con el tiempo. Lo que sucede es que el odio
es una parte del ser humano tan característica y común que al ser arrancada deja
fuertes secuelas. Me dijo el anciano que en otras personas solo se manifestaba la
falta de sensibilidad en las extremidades. _ dijo la madre mientras gradualmente
se ponía más triste y las lágrimas de compasión le empezaban a brotar_ Si tú no
eres capaz de sentir todo el cuerpo entonces, tenías toda la razón al afirmar que tú
alma estaba contaminada. En realidad, llevabas mucho odio.
Debron escuchaba estas desalentadoras palabras y su corazón se llenaba de
vergüenza. Le parecía imposible. Le resultaba inconcebible, pensar que era tan
rencoroso. Le pidió a su madre que lo dejara descansar. Ella entendió
rápidamente y no se opuso. Debron estaba tendido en su cama lamentándose por
haber querido vengarse. Luego, sonrió al sentir que el mal ya no habitaba en él.
Sin embargo, recordó en ese momento que al solicitar el ingreso a la Cámara del
Renacer, el viejo le dijo que su alma se podía purificar por medio de ella pero que
no olvidara que una vez fuera, el odio podía regresar si se dedicaba a cultivarlo.
“La cámara no es tan milagrosa después de todo”, había pensado Debron. De
todas formas, decidió purificarse.
Horas después, recordó que aparte de la reveladora carta, Dalila no tenía más
noticias suyas. Quiso enviarle otra. Así que pidió a su madre que le ayudara.
Cuando ella le preguntó a quién pensaba enviársela, él respondió:
_ Madre, creo que finalmente he conocido el amor._ ella lo miraba atónita.
Pensaba hablarle inmediatamente sobre el tema. Pero no articulaba palabra
alguna pues no sabía cómo reaccionar. No sabía si felicitarlo o prevenirlo. Él no le
permitió decir nada así que, más tranquilo y sabiendo que tenía todavía tiempo
para recuperarse, se lleno de un aire optimista y le contó sobre la maravillosa
chica que dejó en Logadaya.
_ Tal vez no estás realmente enamorado, hijo; es decir, cómo estás seguro. No lo
has sentido antes ¿verdad?_ dijo la madre tratando de no soltar alguna palabra
imprudente que lo hiriera.
_Tranquila madre, ella es mi amor. Estoy seguro de ello. No puedo explicarte
cómo sé que es amor porque este maravilloso sentimiento no existe para ser
explicado sino para ser sentido y compartido.
_ Me dejas sin habla, Debron. Sí que has madurado; espero que no estés
equivocado._ Debron rió
_ Madre mía, mejor no discutamos sobre el tema y ayúdame a hacer una carta
para ella. Será una de muchas que pienso enviar porque como me has dicho
tengo un buen tiempo antes de recuperarme y regresar a Logadaya nuevamente.
Dalila:
Quiero que sepas, amor mío, que he librado mi cuerpo del mal que lo
atormentaba. Sin embargo, las secuelas no se han hecho esperar,
lamentablemente estoy postrado en una cama sin poder mover mi cuerpo. Temo
decirte que estaremos separados por más tiempo.
Mas no temas, pues si nuestro amor es fuerte- y sé que lo es- no habrá distancia
ni tiempo que pueda debilitarlo. Me recuperaré pronto, tardaré según me dijeron
de dos a cuatro meses pero yo haré todo para recuperarme en menos tiempo.
Junto a esta carta envío mi promesa de regresar a ti algún día. Quiero que
respondas a mi carta, yo responderé a la tuya y nuestro amor permanecerá intacto
siempre que tengamos noticias uno del otro.
Esperaré cada mañana tenerte a mi lado y disfrutar de tu incomparable compañía.
Quiero creer que me amas tanto como yo a ti, pero en caso de que me equivoque,
mantengo firme mi promesa y mis sentimientos. No voy a olvidarte.
Debron
XVI
Dalila no tenía posibilidades para viajar hasta Ambiadaya. Tenía varias cosas que
hacer en su casa. Al desaparecer su padre, Dalila y su madre se habían
encargado juntas del manejo y sustento de la casa. Dalila tenía que trabajar junto
a su madre en la construcción de instrumentos musicales. Ambas habían tenido
que aprender sobre este noble arte al quedarse solas y se requería de ambas que
lo hicieran constantemente. Un viaje a Ambiadaya tomaría meses y mucho trabajo
se perdería si lo realizaba. Su madre comprendía el pesar que sentía y no podía
simular indiferencia ante la falta de ánimo de su hija. Le reprendió varias veces por
no poner atención al trabajo. Incluso le reprochaba por presentarse con mal
semblante. En una ocasión tuvieron un altercado en el que ella cuestionó el amor
que Dalila sentía por Debron. No obstante, después de recibir la carta la
muchacha cambió su actitud.
Después del vuelo del cisne, pensó en responder la carta. Mas no estaba segura
de qué escribiría. Estaba segura de amar a Debron pero no quería decirlo en una
carta, quería decírselo a la cara. Estaba atrapada en un dilema. Había echado el
poema que le había escrito al río y ahora se arrepentía de ello. Quiso escribir otro
pero no encontraba tiempo pues había mucho trabajo que cumplir. Con sus
constantes visitas a Furlein, había dejado varios pedidos sin cumplir y su madre no
podía hacerlo todo ella sola. No tenía tiempo para sus amigos. No encontraba una
sola noche de luna que la inspire para escribirle a Debron.
Había visitado a la jirafa en varias ocasiones pero en ninguna le había hablado
abiertamente de Debron. Incluso después de recibir la carta. La jirafa era
sumamente sabia pero no estaba segura de qué tanto sabía de amor entre seres
humanos. Fue a visitarla una tarde de viento y hojas secas.
_ Hola Manchitas, discúlpame por no venir tan a menudo. Quisiera hablar
seriamente contigo._ dijo mirándole a los ojos aunque se encontraban tan alto
que no sabía bien si los miraba.
_ Tú dirás Dalila._ respondió
_Estoy enamorada de Debron_ dijo Dalila después de respirar profundamente con
toda la seriedad que pudo expresar.
La jirafa la observó detenidamente y replicó solemnemente.
_ Estoy pensando que tal vez no utilizaste correctamente tus palabras, Dalila. Has
dicho “Estoy enamorada de Debron” mas no has dicho “amo a Debron”. Y
entiende que, como ya te he dicho antes, las palabras son palabras hasta que se
les da significado y me temo que hay cierta diferencia entre el significado de
aquellas palabras. Estar enamorada no es lo mismo que amar ¿No lo crees?
_ Yo creo en lo que siento Manchitas. Y siento que lo amo. Pero esa no es la
cuestión exacta de la que quiero hablarte. Estoy un tanto confundida. Escucha,
Debron está ahora en su tierra y yo me muero por verlo pero tengo trabajo acá. Mi
mamá dice que no puedo dejarla con toda la carga pero yo siento que mi amor me
llama. Luego, está esta carta que me envió en la que me declara su amor pero yo
quiero escucharlo de sus labios también. Por ello no sé si enviarle una o esperar a
verlo para decirle todo lo que siento por él.
_ Te sugiero paciencia. Porque la carta que te envió no la pudo mandar desde su
tierra porque llegó demasiado rápido. Te aconsejo que esperes una segunda carta
antes de tomar una decisión. Imagino que él te dirá cuándo regresará así que no
sería muy buena idea que tú te vayas y él venga.
_Gracias, Manchitas. Aunque no me agrada mucho la idea de esperar_ dijo Dalila
con tristeza.
Dalila continuó con sus actividades cotidianas e incluso obtuvo tiempo para
divertirse con sus amigos. Pero su pensamiento siempre estaba con Debron. Entre
las personas, o más bien criaturas, que veía constantemente estaba el retratista
Kyo. Esta obsesiva criatura aparecía muchas veces cerca de Dalila. Cuando hacía
mandados o dejaba pedidos lo encontraba observándola desde algún escondite.
Los escondites eran tan malos que nunca cumplían su propósito porque Dalila
podía ver a su acosador personal todo el tiempo. Él parecía no darse cuenta de
que ella lo descubría porque no hacía el menor esfuerzo por ocultarse mejor de
ella. Es más, parecía que deseaba ser visto. En una ocasión se aproximó a ella
mientras paseaba alrededor de la laguna de Yipirio.
_ Oh, beldad encarnada. Qué caprichoso es el destino al traerte a esta orilla, en la
cual justamente yo me asoleo. _ declaró galantemente Kyo.
_ De qué destino hablas. Sé perfectamente que me has estado siguiendo y
acechando._ respondió Dalila con un claro tono de molestia.
_ Es que ya no quieres ser mi amiga. Vamos, no seas ingrata ni displicente con
éste, tu humilde siervo
_ Pero si no somos amigos. Quiero dejarte claro algo de una buena vez. Tu modo
de actuar revela que tus intenciones van más allá de una simple amistad y en
realidad me estas asustando. Parecería que estás obsesionado conmigo.
_ ¡Le has dado al clavo! Estoy locamente enamorado de ti, Dalila. Quiero que te
conviertas en mi musa personal. Quiero tenerte por la eternidad. Quiero…_ Dalila
no lo dejo terminar.
_ Yo no puedo amarte Kyo. Mi corazón pertenece a alguien más. Además,
lamento decirte esto y no quiero sonar grosera pero tú no eres un ser humano;
eres un retratista del óleo, un artista.
Kyo continuó observándola con ojos inyectados en sangre. Parecía hacer caso
omiso a sus palabras pues, no reaccionaba a ellas. Más bien, sus ojos se estaban
volviendo de color esmeralda. Dio un paso hacia Dalila y sacó la lengua en un
extraño gesto lujurioso. Dalila se asustó y le advirtió que no se acercara. Él,
nuevamente mostróse sordo a lo que se le decía y más bien extendió sus manos
de largas uñas hacia ella hasta sujetarla por las muñecas. Ella demostró
claramente su rechazo con un enérgico “Suéltame”. Él no le hizo caso. Ella se
llenó de cólera y lo pateó en el estómago. Lo hizo con tanta fuerza que Kyo perdió
el equilibrio y terminó por caer en la laguna. Dalila echó a correr, confirmando lo
que se le había dicho de aquellas criaturas.
Al llegar a su casa, su madre le dijo que había llegado la segunda y tan ansiada
carta. Dalila se asustó al saber de la condición de su amado pero tuvo la certeza
de que se recuperaría. Inmediatamente le escribió, ahora estaba segura de lo le
diría, una respuesta para que él no se preocupara por ella.
Adorado Debron:
Me alegra tanto saber que te has purificado y ya no padeces de malos
pensamientos. Déjame decirte que tu carta me alegró tanto que me conmoví como
no tienes idea. Yo también te amo pero sostengo la idea de que debemos
decírnoslo a la cara. Mi corazón salta ahora de alegría con la esperanza de que te
recuperaras pronto y podremos estar juntos nuevamente. Créeme que la distancia
no podrá conmigo tampoco y que el tiempo solo acrecentará mi amor por ti.
Quiero disculparme contigo por no poder acudir a tu lado pues quisiera cuidar de
ti. Y consolar tu sufrimiento con cálidos besos. Debo decirte que tenía un pequeño
poema que estaba destinado a ti pero en un momento de duda me deshice de él.
Creo que si tengo dotes de poetisa puedo escribir uno nuevo para que me
recuerdes en la belleza de la literatura. Ojalá pudieras verme pues me muero de
pena y nostalgia por no tenerte. Yo también espero ansiosa el día de nuestro
encuentro. Te esperaré. No olvides que te adoro. Por favor, no me olvides.
Tuya ahora y siempre
Dalila
XVII
Las hojas caían de los árboles y el frío se acrecentaba. El tiempo transcurría. Los
capullos de las flores se cerraban. Después de un tiempo se abrían. La luna
atravesaba su ciclo y se mostraba brillante, hermosa y diferente en algunas
ocasiones, pero en otras simplemente no se la podía ver y aquellos quienes
gozaban del romance al estilo clásico habían de buscar otra fuente de inspiración.
La espera no daba tregua en la vida de los enamorados. Dos enamorados, una
pareja particularmente vivía una prueba difícil. Definitivamente la distancia no sería
el olvido para esta muchacha llamada Dalila. Y tampoco el tiempo sería capaz de
hacer mella en la memoria de este muchacho llamado Debron.
Postrado en una cama, Debron se dedicaba a soñar con Dalila. El alivio adquiría
formas fugaces en las que el único rostro que se repetía adquiría aroma de mujer
y nombre propio: Dalila. A veces Debron deliraba por la fiebre que acompañaba el
proceso de recuperación y soñaba; imaginaba. Sin hacer nada, estaba amando a
Dalila. Sin moverse siquiera la acariciaba. Sin pensarla siquiera soñaba con ella y
sentíase a su lado. Dalila constituía su único recuerdo en momentos en que la
conciencia se tomaba una larga siesta. Su razón de ser era ella.
Dalila veía la luna y pensaba en Debron. Escuchaba a las aves, las veía volar y
fantaseaba con su regreso. Tenía claro que le tocaba esperar más. El amar a
Debron convertíase en una adicción llena de reproches y alucinaciones. La falta
de convivencia, la separación lograba ponerla de mal humor cuando no quería
esperarlo más y buscarlo de la manera que sea. Al cepillarse el cabello se
sorprendía a sí misma imaginando que él estaba tan cerca que incluso le hablaba.
Dormida también hablaba; balbuceaba palabras como: “te extraño” o “por qué no
vienes”. Entonces, su consuelo, el detonante de su apasionado enamoramiento;
aquello que la calmaba cuando la esperanza disminuía, eran las cartas. Mantenían
una constante correspondencia aunque los intervalos entre carta y carta variaban
mucho, de tal manera que a veces transcurrían semanas sin saber uno de la otra.
Su amor estaba presente y resistente a los inclementes vendavales que
interminablemente enviaba el tiempo con el pretexto de la distancia y en nombre
de la maledicencia. Entre varias cartas llegaron a transcurrir dos meses, al cabo
de los cuales Debron había recuperado prácticamente el movimiento de todo su
cuerpo. Lo único que lo detenía era la debilidad física porque al levantarse, caía
inmediatamente pues sus miembros no se acostumbraban todavía a moverse.
Con ayuda de su madre y su hermano, quien había llegado junto con su esposa
para pasar un tiempo con ellos, empezaba a valerse por sí mismo. Una vez que su
hermano estuvo nuevamente en Ambiadaya, se planeó el funeral definitivo del
padre de Debron. Los muchachos no pensaban seguir buscándolo. A propósito de
ello, el hermano de Debron hizo sus propias averiguaciones en las tierras del
norte y descubrió que la posibilidad de devolver el alma al cuerpo de su padre era
imposible. La razón era el tiempo que el cuerpo y alma estuvieron separados,
tanto había sido que seguramente no se reconocerían. Además, no sabían si los
duendes habían soltado el alma en el otro mundo, en otra dimensión o si, en el
peor de los casos y valiéndose de magia negra, la habían destruido. Entonces, al
discutir este asunto acordaron que lo mejor era guardar la memoria de su padre
como se hace con un difunto. Era tiempo, pensaban ellos, de dejar el pasado y
proyectarse hacia el futuro. Así conoció Debron a su cuñada. Así le contó sobre el
amor que tenía en Logadaya. Después de enterrar el cuerpo de su padre, Debron
empezó con los preparativos para marcharse.
En Logadaya, la hermosa Dalila se encaminaba a su casa después de charlar con
la jirafa. Pensaba escribir esa misma tarde a Debron, pues en su última carta éste
le habló de su parcial recuperación por lo cual Dalila tenía la sospecha de que
Debron estaría ya en camino. Tan feliz hallábase con esta idea que incluso
empezó a saltar como conejito. Su madre le avistó cuando estaba a tan solo a
veinte yardas de su casa. Entonces, ocurrió lo inesperado. Un pájaro con forma de
esqueleto verde lanzó un ensordecedor grito que asustó a Dalila y a su madre. Al
verlo Dalila encontró que la bestia era dos veces más grande que una persona. Su
descomunal pico era la parte más sobresaliente pues estaba decorada con negras
púas en la parte superior y por colmillos del mismo color en el interior. Sus alas
despedían nauseabundos olores al batirse. Sus patas en realidad parecían manos
humanas por su peculiar forma. El ave dejó de gritar y se echó en picada a tierra.
Dalila cubrió rápidamente su cabeza con las manos y se lanzó de rodillas a la
grava. Esto le sirvió de muy poco porque la habilidad de la bestia era
incuestionable. En un segundo y ante la vista de su inofensiva madre, la levantó
de los suelos y la elevó con incontenible fuerza. La madre empezó a vociferar mas
todo lo que pudo hacer fue ver como su hija se alejaba de su lado. Dalila fue
secuestrada.
El viaje fue incómodo y atemorizante. Elevábase la bestia cada vez más mientras
la muchacha forcejeaba inútilmente. Pensó en gritar en el mismo instante en que
se la llevaron pero descubrió que no le serviría de nada. Se la estaban llevando
con rumbo desconocido. No entendía tampoco que clase de animal era el que la
sostenía, pues no tenía conocimiento de la existencia de semejante monstruo.
Imaginó que se la comería o la serviría como alimento para sus crías. Sin
embargo, conforme diviso una extraña construcción a lo lejos supo que se trataba
de un secuestro. Ahora no tenía duda porque los animales cazaban en las
planicies abandonadas y además no solían tocar a los seres humanos.
El edificio al que se aproximaban era una suerte de castillo y choza. Tenía cuatro
torres ubicadas en cada esquina. Era inmenso y algo lóbrego. Hallábase revestido
de planchas de cobre que le daban cierto aspecto miserable. A diferencia de un
castillo con patio central, este lugar tenía un tejado de paja que parecía más bien
una maltrecha cúpula redondeada en su centro. Tenía una puerta principal de
madera y un innumerable número de ventanas. El animal empezó a rodear el
edificio hasta dar con un saliente balcón en el lado oriental, por el cual ingresó
acertadamente.
Dalila fue soltada dentro y ante sí halló una cámara de paredes pintadas con color
amarillo chillón. El monstruo voló alrededor de la habitación y salió por donde
había entrado. La única ventana tenía cortinas azules con borlas doradas. El piso
era de piedra y tenía en el centro una alfombra reluciente de formas
extravagantes. Las paredes estaban decoradas con decenas de cuadros de
diferentes tamaños. Cada uno era un retrato de una persona diferente. Algunos
solo presentaban la cara y otros el cuerpo entero. Eran muy ostentosos, eran
verdaderas obras maestras. Dalila los observó maravillada hasta que soltó una
fuerte exclamación de sorpresa al ver su propia cara observándola en uno de
ellos. Justo al lado del cuadro de sí misma encontrábase otro en el que
nuevamente ella era la protagonista, solo que esta vez tenía al lado a Debron. La
escena representada por el óleo los ubicaba en una loma observando el ocaso.
Dalila no se sorprendió al confirmarse quién estaba detrás del secuestro.
_ Te gustan_ dijo una voz rompiendo el silencio. Dalila volteó lentamente la
cabeza para enfrentarse al origen de la voz. La criatura que le había hablado
estaba parada en la esquina del cuarto que ella no había notado. Dalila nunca
había sentido tanto desprecio por ver aquel rostro de ojos saltones.
_ Es una galería rimbombante ¿no lo crees? A mí me encanta, especialmente la
pintura que estabas mirando_ dijo Kyo burlonamente_ es mi favorita.
XVIII
Debron estaba preparándose. Tomó una gran bolsa en la que colocó su ropa y
algunos otros implementos necesarios. Observó el arco pensando que
seguramente no lo necesitaría ya que iba a visitar a su enamorada no a un
enemigo. Tomó el arco entre sus manos y pensó que tan inútil le había sido. En
ese instante, entró su hermano violentamente en la habitación y le hablo
agitadamente
_ Hermano, hay un mensaje para ti de Logadaya. Tienes que venir
inmediatamente.
Debron se angustió al ver el estado de su hermano. No esperaba nada bueno al
ver que en la habitación central su cuñada le tendía una carta roja lo cual solo
podía significar un asunto urgente. Las cartas rojas tenían la facultad de hablar o
por lo menos reproducir la voz de quien las había escrito.
_ Es que algo le pasó a Dalila_ dijo tomándola entre las manos
La carta asumió la voz de la madre de Dalila y habló fuerte y claro, reflejando
incluso el tono de desesperación que tenía la mujer al escribirla.
Debron:
¡Mi hija fue secuestrada por un monstruo con forma de ave esquelética. Tienes
que venir inmediatamente. Tenemos que encontrarla. Tienes que ayudarla!
Debron arrojó la carta al piso y golpeó una pared fuertemente.
_ ¡Maldición! Cómo diablos voy a llegar a tiempo si el viaje en fénix toma
demasiado tiempo.
_Tranquilo hermano. Te tengo la solución inmediata. No te desesperes. Desde el
norte traje precisamente este polvo dimensional. Lo que debes hacer es arrojarlo
sobre la superficie del agua y ésta se convertirá en una puerta que ha de llevarte
inmediatamente a donde debas ir.
_Eso es fantástico hermano _ dijo Debron y lo abrazó agradecido.
_Muy bien. Amor, préstanos la bolsa con el polvo porque este insensato y yo nos
vamos a rescatar a Dalila.
_ ¿De qué hablas?_ preguntó Debron sorprendido_ En serio quieres
acompañarme
_ Claro, Debron. Necesitarás mi ayuda. Si no estoy mal escuché algo sobre un
secuestro.
_ Qué hay de tu esposa_ replicó Debron señalándola.
_ Yo estaré bien_ respondió ella._ Además, alguien ha de quedarse con su madre.
No querría que esté sola mientras viajan a Logadaya. Yo ya conozco a tu hermano
Debron y estoy segura de que se te será de mucha utilidad pues es un excelente
espadachín y nadador.
_ No se hable más, pues_ dijo Debron tomando confianza
Agarró el arco y por lo menos cuarenta flechas. Salió junto a su hermano hacia el
caudaloso Río de la Miel. Tomaron un puñado de polvo dimensional y lo vertieron
en el agua.
_ Ahora, Debron. Toma mi brazo y no olvides que nos vamos a Logadaya.
_ No pienso en otro lugar
Se lanzaron al río e inmediatamente fueron arrastrados por la corriente. No habían
avanzado mucho cuando de repente fueron halados hacia el fondo. Aquella
dorada agua lucía preciosa al encontrarse dentro de ella. Mientras eran
arrastrados sentían que el aire se les escapaba. El hermano de Debron tenía más
experiencia en el agua y se mostró calmado todo el tiempo. Debron, por otro lado,
empezaba a perder el control de sí mismo. Cuando sentía que su conciencia se
alejaba de él, todo a su alrededor se tornó oscuro.
Debron abrió los ojos e inhaló el tan preciado aire. No había soltado el brazo de su
hermano en ningún momento. Miró su alrededor mientras flotaban en una nueva
superficie de agua. No se trataba de un río sino de una laguna. Lo habían
logrado, el polvo funcionó perfectamente porque se encontraban en Yipirio.
Nadaron hasta la orilla. Debron fue ayudado a salir, pues su experimentado
hermano había llegado antes. Una vez en tierra Debron respiró aquel aire familiar
de la laguna y sus alrededores.
_ Ya había olvidado a ese cisne_ comentó su hermano.
_ Yo jamás podría_ respondió Debron y sonrió al observar al impasible animal en
el centro de la laguna. No parecía haber hecho el menor caso a sus intrusos.
Súbitamente, Debron recordó el por qué se hallaban allí. Apuró a su hermano y
corrieron a la casa de Dalila. Una vez que llegaron aporrearon la puerta. La madre
de Dalila los recibió impresionada.
_ Pero si te envié la carta hace seis horas. Cómo has llegado tan rápido_ dijo
mirándolo sin dar crédito a sus ojos.
_ No se preocupe, señora. Se lo explico luego._ respondió Debron. La
desesperación se dibujó en su cara a medida que hablaba. _Él es mi hermano y
va a ayudarme a rescatar a Dalila. Ahora dígame a donde debo ir.
_ No sé, muchacho. Estoy desesperada. Ni siquiera sé por qué te contacté si se
suponía que no llegarías sino en varios meses. Al percatarme de ello busqué a
dos de los amigos de Dalila. Están buscándola ya. Solo sé que el monstruo se fue
en aquella dirección con mi niña. _dijo señalando hacia las montañas ubicadas al
norte del pueblo. Sus ojos estaban hinchados y las lágrimas brillaban en ellos.
_ Tranquila, mi señora. No necesita transmitirnos su desesperación. Pues mi
hermano ya tiene…
_ ¡Eso es!_ exclamó Debron_ Desesperación. Venga conmigo señora. Vamos_
dijo Debron mirando a su hermano también y la tomó de la muñeca.
Debron hizo caso omiso a las protestas de la mujer que insistía en ir en dirección
contraria. El hermano de Debron también se sentía intrigado pero se decía a sí
mismo que Debron debía saber bien lo que hacía. Avanzaron rápidamente hasta
llegar al centro del pueblo en donde hallaron el templo individual. Había cuatro
personas esperando su turno para hacer uso del fantástico orbe. Al ver el templo,
la madre de Debron dejó soltar un fuerte grito de satisfacción y entendimiento. Con
las emociones que se arremolinaban en su cabeza no se había dado cuenta.
Entonces, empezó a abrirse paso entre la gente que le reprochaba y se quejaba.
En realidad, aquellos cuatro no eran más que adolescentes. Debron les ordenó
básicamente que se apartaran argumentando que la vida de alguien estaba en
riesgo.
Una vez adentro la mujer dejó caer gruesas lágrimas en el orbe. Al tocar su
superficie, las lágrimas se fusionaron con el orbe y sucedió algo maravilloso. Ante
el asombro de los chiquillos, los muchachos y la propia madre de Dalila, el orbe
empezó a elevarse sobre su depósito. Todos los presentes le observaban
embelesados. El orbe proyectó una flecha de color violeta que señaló hacia el
norte y al final de la flecha se manifestó claramente la imagen de un extraño
castillo con cúpula de paja.
_ Ahí es. Démonos prisa hermano.
Dejaron a la madre de Dalila en el templo y le prometieron rescatar a su hija.
Apresuradamente, tomaron prestados dos caballos en una posada cercana.
Galoparon velozmente hacia el lugar indicado. Debron no se explicaba cómo
podía haber un lugar así al norte de Logadaya. Él había venido un par de veces ya
y no lo había divisado nunca. A medida que se acercaban, Debron sacó una flecha
preparándose para enfrentar al monstruo del cual le habló la señora. Su hermano
desenvainó su espada también.
Llegaron a las puertas del edificio y lo contemplaron asombrados preguntándose
qué clase de aristócrata desalmado podía vivir allí y tomar presa a tan hermosa
doncella. Bajaron de los caballos y patearon la puerta principal que para su
sorpresa no estaba atrancada ni asegurada. Ingresaron impacientemente. Ante
ellos se alzaba una especie de galería de alto techo repleto de cuadros de
paisajes y retratos. Alrededor de las pinturas, hallabánse decenas de, lo que para
Debron y su hermano, eran extrañas criaturas de cabello puntiagudo y saltones
ojos. Cada uno era diferente, especialmente por los colores que usaban en sus
atuendos. Vestían con extraños trajes multicolores. Cada combinación era más
curiosa que la otra. Las criaturas no se veían amenazantes y más bien les miraban
extrañadas y sorprendidas.
_ ¿Quiénes o qué son ustedes?_ inquirió Debron tensando su arco
Uno de ellos se adelantó diciendo: Somos artistas de óleo. Luego le preguntó si
venían a contratar sus servicios.
_ No venimos por negocio. Buscamos a una muchacha_ intervino el hermano de
Debron_ Sabemos que ella está aquí. Así que devuélvanla o aténganse a las
consecuencias_ alzó amenazadoramente su espada.
_ Si no vienen por negocio entonces, deben irse._ gritó uno de ellos.
_ Váyanse o los atacaremos con pintura ácida._ dijo otro
_Sus cuerpos se derretirán_ exclamó un tercero maliciosamente. Sacó un balde
llenó de un líquido ocre que al parecer tenían en un rincón. Los demás tomaron
uno también.
_Estamos en desventaja hermano. Estos son artistas. No los podemos matar.
Debron pensó atravesar con sus flechas a todos impulsivamente pero se percató
de que no le convenía. Finalmente, accedió y ambos salieron por donde habían
entrado. Una vez afuera, Debron fue conducido por su hermano al extremo
opuesto del edificio diciéndole que seguramente había otra entrada o algún modo
de entrar alternativo. Al recorrer la estructura vieron las planchas de cobre que
parecían imposibles de escalar. Llegaron al otro lado del edificio y contemplaron
la torre que ante ellos se alzaba.
_ Hey, hermano. ¿Ves aquella ventana? Tenemos que llegar hasta ella para
entrar. Espero que no se encuentren allí más de esas criaturas._ dijo Debron
_ Yo sé cómo. Seguro que trajiste cenizas de fénix contigo.
_ Tienes toda la razón, hermano._ respondió emocionado Debron. Entonces, sacó
de su bolsillo un paquete amarrado con una cinta. Lo abrió y arrojó la bolsa boca
abajo con violencia. Entonces, el enorme pájaro apareció entre leguas de fuego
después de que ambos gritaran: “Te resucito ahora”. Cada uno se agarró
fuertemente de la emplumada cola y el fénix emprendió su ascenso. Ambos reían
hasta alcanzar la ventana. Saltaron dentro de la habitación. Debron tensó su arco
y su hermano desenvainó la espada nuevamente. Sin embargo, la habitación
hallábase vacía. Lo único que allí se encontraba era un montón de cuadros en las
paredes.
_ No hay nadie aquí, hermano_ dijo un Debron que empezaba a preocuparse
_ Tranquilo. Vamos a ver en la otra torre. Como habrás notado hay un puente para
unir cada una. _Cruzaron la habitación y abrieron la puerta que no estaba cerrada
con llave.
Avanzaron rápidamente por el puente. Estaban a medio camino cuando, de
repente el monstruo alado apareció. Era tal como se los habían descrito. Claro que
la imagen real era aun más espeluznante.
_ ¡Adelántate, Debron. Yo me encargaré de él!_ gritó el hermano y saltó del
puente hacia el vació.
Debron se asomó para ver impresionado, que su hermano montaba sobre el lomo
del fénix. Y se enfrentaba al fénix con su espada. Debron supo que no podía
perder el tiempo. Cortó la distancia que lo separaba de la siguiente torre y entró
pateando la puerta. Al entrar encontró una habitación muy similar a la anterior. La
diferencia radicaba en que ésta si estaba ocupada. En el centro, estaba su amada
Dalila, parada sobre una plataforma en una posición de bailarina. Tenía una
mirada ausente. Parecía que no miraba a ningún lugar. Estaba inmóvil, era como
si estuviera congelada en esa posición eternamente. A sus pies estaba otro de los
artistas del óleo. Tenía ante sí un cuadro pintado a medias. Dalila era su modelo.
_ ¡Maldito. Suéltala!_ gritó Debron. Sin embargo, el artista ni siquiera se inmutó.
No le puso ni un mínimo ápice de atención. Ya le parecía extraño a Debron porque
su irrupción en el cuarto debió ser suficiente para desconcentrarlo.
Tenía su cabeza a tiro pero no se atrevía a disparar pues, gracias a la Cámara del
Renacer había perdido los deseos de matar. Además, estaba mucho más aliviado
ahora que tenía a su preciosa Dalila ante sí. Aunque ella tampoco había dado
señal alguna de reconocerlo. Parecía estar en trance. Debron se enojó y se
aproximó al artista. Tenía sus saltones ojos ubicados en su obra. Debron volvió a
gritarle y nuevamente no obtuvo respuesta. Entonces, tensó el arcó e hincó la
flecha en la espalda de aquel extraño personaje. Cuando la flecha hizo contacto
con la piel de Kyo, éste pareció salir finalmente de su estado de concentración.
_ Quién eres, déjame en paz._ dijo autoritariamente Kyo
_ Tú deja en paz a Dalila o te atravesaré._ respondió Debron mostrándose más
amenazante.
Kyo sonrió irónicamente. Entonces, levantó las manos en señal de rendición y
lentamente empezó a incorporarse. Debron no le apartó el arma de la espalda.
Parecía que todo estaba bajo control, cuando se escuchó un grito afuera. Era su
hermano. Debron dejó de prestar atención a Kyo y se volvió preocupado hacia la
ventana abierta pero no vio nada. En ese momento, Kyo aprovecho para golpear a
Debron en el estómago.
Debron cayó de rodillas por el dolor. El artista le propinó un rodillazo en la frente
que, lo hizo volar al otro lado de la habitación. Debron no se había percatado pero
el momento en que interrumpió el trabajo de Kyo, Dalila empezó a recobrar la
conciencia y la movilidad. Poco a poco, Dalila salió de la hipnosis y entendió que
pasaba a su alrededor. Por lo tanto, saltó de la plataforma y encima de Kyo.
Empezó a ahorcarlo. Kyo luchaba ahora con Dalila. La tomó por los cabellos y la
inmovilizó nuevamente pero esta vez utilizando la fuerza física. Debron, al ver
aquello alcanzó a tomar su arco y apuntó una nueva flecha a la pierna de Kyo.
Para júbilo suyo y desgracia del otro, acertó de llenó. Kyo cayó al piso y soltó a
Dalila.
_ Ahora, vas a dejarnos ir sin perseguirnos o te mato, imbécil_ dijo Debron
apuntando al pecho de Kyo
_ Llévatela. Pero no me hagas más daño._ decía Kyo entre agonizantes gemidos.
Debron bajo el arco y Dalila se arrojó a sus brazos. Estaba tan feliz de volver a
verlo que le echó los brazos al cuello y empezó a llenarlo de besos. Debron
respondía a ellos pero la soltó para llevársela fuera de la torre no sin antes
propinarle un puntapié en el estómago a Kyo para dejarlo fuera de guardia
mientras ellos escapaban. Salieron al puente y él buscó a su hermano por el aire
mas no lo veía. Debron pensó que la prioridad era Dalila y se resignó a buscar a
su hermano después. Se dirigió a la primera torre en la que había notado una
segunda puerta que creyó, los conduciría a la planta baja. Para su sorpresa, al
entrar encontraron al hermano de Debron luchando contra el monstruo en el
centro de la habitación. El pico de aquel pájaro le servía de espada contra la de su
adversario. Había varios retratos descolgados y otros estaban deshechos. Debron
actuó rápidamente, apuntó a la cabeza del monstruo y disparó. Nuevamente, su
puntería habló por él. La bestia cayó de bruces al ser impactada y el fatigado
muchacho cayó de rodillas llenó de alivio.
_ Gracias, hermano. Veo que lograste rescatarla.
_ No hables tan pronto, hermano. Esto todavía no ha terminado. ¿Dónde está el
fénix?
_ Este monstruo lo mató. Al hacerlo caí y me golpeé el brazo izquierdo con el
techo de la torre. Creo que está lastimado. Por fortuna para mí, caí precisamente
en el balcón y me refugié aquí. El animal venía a acabar conmigo cuando llegaste.
Los muchachos se apresuraron a abrir la segunda puerta y tal como sospecharon
hallaron una escalera de caracol. Llegaron a un rellano que los condujo a la
galería principal, la cual excepto por dos artistas de óleo, estaba vacía. Corrieron
sin presarles atención hasta alcanzar la puerta principal. Los dos no habían
reparado en su presencia pues, como Kyo, estaban cada uno pintando
independientemente; tomando como modelo al otro.
Salieron y montaron los caballos. Debron cabalgaba con Dalila. Estaba totalmente
alegre de que el rescate haya sido un éxito. Regresaban al pueblo celebrando su
victoria con otro prolongado beso. Después se decían mutuamente cuanto se
habían extrañado. El hermano de Debron los observaba con su propia sonrisa de
satisfacción. Tenía el brazo adolorido pero no le importó. Sólo preguntábase si la
madre de Debron tendría esencia de limón dulce.
El reencuentro con su madre también fue emotivo. A pesar de no haber estado
separadas por tanto tiempo, Dalila no pudo ocultar su alegría al ver otra vez a su
madre. Incluso Debron se ganó un par de muestras de afecto por parte de la
señora. Tal como lo deseaba el otro muchacho de Ambiadaya, les fue servida la
tan apetecida esencia de limón dulce. Mientras el hermano de Debron le contaba a
la señora lo que habían hecho para rescatar a su hija, los dos enamorados
salieron a contemplar el ocaso.
_ Te amo_ dijo Debron mirándola a los ojos._ Creo que no te lo había dicho a la
cara
Los ojos de Dalila se iluminaron
_ Yo también te amo. ¡Ay, no sabes cuánto te extrañé!_ respondió ella. Y lo besó
apasionadamente otra vez. Al separarse Debron mostraba la sonrisa que ella tanto
añoraba
_ Eso ya me lo habías dicho, tontita._ dijo él riéndose
Ella lo imitó y comenzó a reírse. Finalmente, se habían reencontrado. Finalmente
sentían que el mundo era suyo. Finalmente, el final de su martirio había llegado. Al
dejar de reír, Dalila lo observó y abrió la boca para decirle otra cosa. Sin embargo,
ocurrió lo inesperado. La muchacha no llegó a articular palabra alguna pues, su
rostro se tensó en una mueca de terror; la misma que se reflejó en el rostro de
Debron al no entender que sucedía. Debron empezó a llamarla por su nombre, a
sacudirla, a besarla pero ella poco a poco iba transformándose. Ante la mirada de
espanto de su amado, Dalila fue reduciéndose hasta que tras ella apareció un
fondo negro. Su rostro se fue aplanando cada vez más hasta que se pegó a la
lona que inexplicablemente apareció tras ella. La tonalidad de su piel cambió, se
convirtió en pintura. La expresión de terror de Dalila cambió por una sonrisa, una
sonrisa falsa. Debron negaba lo que sus ojos veían. Su amada Dalila se había
convertido en un retrato de ella misma.
Debron sujetó el cuadro y gritó al ver a su amada Dalila mirándolo sin vida en una
pintura. Empezó a llorar desconsoladamente. Su hermano y la madre de Dalila
salieron de la casa, llamados por el llanto de Debron. Al ver lo que había sucedido,
la señora se desmayó. Los hermanos observaron el retrato, incrédulos. De pronto,
en la esquina inferior derecha se empezaron a trazar palabras de tinta, por arte de
magia. Debron dejo de llorar y se llenó de rabia al leer el texto
“No creíste que te la iba a devolver tan fácilmente, ¿verdad?”
XIX
¡No puede ser! Me parece increíble que la vasija de Jiné esté vacía. Me temo,
queridos lectores que esta es toda la historia. Pero me niego a creer que acaba
allí. Esa bruja me debió haber engañado. Me ha dado una historia incompleta. El
amor de Debron y Dalila ha probado que puede perdurar. Ha probado que la
distancia y el tiempo no son rivales para él. Sin embargo, parece que una nueva
prueba se presenta ante ellos. Yo quiero saber que más sucede. Repito ¡No puede
acabar así!
Claro que si aquella bruja Furlein, tiene una justificación para esto es que, la
historia de Debron y Dalila todavía no tiene final. Voy ahora mismo a encontrarme
con Furlein y le pediré el resto de la historia. Les dejo ahora, queridos lectores.
Volveré pronto para continuar
Anotación póstuma
Discúlpenme ustedes pero debo contarles que al buscar a aquella condenada
bruja, me encontré con la sorpresa de que su casa ha desaparecido. El misterio
me está desesperando. Pero no debo preocuparme porque solamente debo
buscar a los protagonistas de esta historia y escribirla yo mismo. Aprovecharé que
me encuentro ahora muy cerca a Logadaya.
Creo que esto es todo por ahora pero no acabaré la historia que acabo de contar
con un definitivo “FIN” sino con un intrigante:
Continuará…