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213 revista de la facultad de filosofía y letras M I S C E L Á N E A Debates sobre masculinidades * Gloria A. Tirado Villegas ** Gloria Careaga y Salvador Cruz Sierra et al. Debates sobre masculinidades. Méxi- co: unam (Programa Universitario de Estudios de Género), 2006, 447 pp. El estudio de las masculinidades ha venido abriendo nuevos paradigmas. Bor- dieu abrió un debate con su conocido libro La dominación masculina. En los años setenta, los estudios de historia de las mujeres estuvieron en gran parte influi- dos por la historiadora Joan Sco; parecía casi todo resuelto con el concepto de género. En estos años recientes la discusión ha venido desatando nuevas polé- micas que giran alrededor del concepto de género (Marta Lamas), de si existe una metodología feminista o no (Eli Bartra), o de los peligros de analizar una sociedad desde el modelo de masculinidad hegemónica (Connel). Por ello, esta nueva lectura resulta retadora. Debates sobre masculinidades inicia con el capítulo de Juan Carlos Ramírez: “¿Y eso de la masculinidad?: apuntes para una discu- sión”; comprende tres artículos que abren el libro de 447 páginas, que nos lle- van a profundizar en “algunos problemas de la masculinidad”. Comencemos por deshilvanar la madeja: el primer autor analiza algunos temas destacados por el feminismo en torno a la masculinidad, luego de revi- sar a varios autores, nos advierte que estas notas son apenas un atisbo al in- trincado mundo de los géneros, particularmente de la masculinidad. En tanto, Víctor Seidler nos seduce con la lectura de su texto diciéndonos: “¿pueden cam- biar los hombres? ¿Por qué les ha costado tanto tiempo responder a los cues- tionamientos que el feminismo ha planteado respecto de las relaciones más equitativas y amorosas?”, pues el feminismo exigió siempre la igualdad de sus derechos. Las mujeres querían ver la posibilidad de competir bajo sus propios términos. En tanto a los hombres, educados con ciertos patrones en los que va desapareciendo el trabajo tradicional, les cuesta cada vez más mantener su iden- tidad masculina como proveedores. El resultado es cierta depresión heredada inconscientemente a la siguiente generación: los hombres jóvenes, los niños, * Comentarios al libro Debates sobre masculinidades que se presentó el 17 de octubre de 2007 en la librería Profética, en el marco de la “V Semana de la Diversidad Sexual en Puebla”. ** Profesora-investigadora adscrita al Instituto de Ciencias Sociales “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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Page 1: Debates sobre masculinidadescmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/filosofia/... · 213 AAAAAAABT M I S C E L Á N E A Debates sobre masculinidades* Gloria A. Tirado Villegas** Gloria

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revista de la facultad de filosofía y letras

M I S C E L Á N E A

Debates sobre masculinidades*

Gloria A. Tirado Villegas**

Gloria Careaga y Salvador Cruz Sierra et al. Debates sobre masculinidades. Méxi-co: unam (Programa Universitario de Estudios de Género), 2006, 447 pp.

El estudio de las masculinidades ha venido abriendo nuevos paradigmas. Bor-dieu abrió un debate con su conocido libro La dominación masculina. En los años setenta, los estudios de historia de las mujeres estuvieron en gran parte influi-dos por la historiadora Joan Scott; parecía casi todo resuelto con el concepto de género. En estos años recientes la discusión ha venido desatando nuevas polé-micas que giran alrededor del concepto de género (Marta Lamas), de si existe una metodología feminista o no (Eli Bartra), o de los peligros de analizar una sociedad desde el modelo de masculinidad hegemónica (Connel). Por ello, esta nueva lectura resulta retadora. Debates sobre masculinidades inicia con el capítulo de Juan Carlos Ramírez: “¿Y eso de la masculinidad?: apuntes para una discu-sión”; comprende tres artículos que abren el libro de 447 páginas, que nos lle-van a profundizar en “algunos problemas de la masculinidad”.

Comencemos por deshilvanar la madeja: el primer autor analiza algunos temas destacados por el feminismo en torno a la masculinidad, luego de revi-sar a varios autores, nos advierte que estas notas son apenas un atisbo al in-trincado mundo de los géneros, particularmente de la masculinidad. En tanto, Víctor Seidler nos seduce con la lectura de su texto diciéndonos: “¿pueden cam-biar los hombres? ¿Por qué les ha costado tanto tiempo responder a los cues-tionamientos que el feminismo ha planteado respecto de las relaciones más equitativas y amorosas?”, pues el feminismo exigió siempre la igualdad de sus derechos. Las mujeres querían ver la posibilidad de competir bajo sus propios términos. En tanto a los hombres, educados con ciertos patrones en los que va desapareciendo el trabajo tradicional, les cuesta cada vez más mantener su iden-tidad masculina como proveedores. El resultado es cierta depresión heredada inconscientemente a la siguiente generación: los hombres jóvenes, los niños,

* Comentarios al libro Debates sobre masculinidades que se presentó el 17 de octubre de 2007 en la librería Profética, en el marco de la “V Semana de la Diversidad Sexual en Puebla”.** Profesora-investigadora adscrita al Instituto de Ciencias Sociales “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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pueden sentirse inseguros, incómodos o confundidos. Se trata de una compleji-dad social, en la que son las identidades las que van cambiando; las reflexiones, sobre todo alrededor de los jóvenes que, debido a la globalización y las nuevas tecnologías, viven el mundo de manera muy diferente de lo que vivieron las generaciones anteriores. Apunto: es aleccionador lo dicho por Víctor Seidler: “Cuando los hombres aprendan a mostrar más su vulnerabilidad, aprenderán a reconocer que ésta no es un signo de debilidad, sino fuente de valor” (65).

Daniel Cazés refiere en “El tiempo masculino” cómo el tiempo del patriar-cado es de aparente eternidad concretada en la reproducción permanente de ci-clos espirales copiados de sí mismos. Fernando Seffner construye una reflexión sobre la cuestión del ejercicio del poder, articulando tres categorías relaciona-das: estigma, discriminación y violencia. Es interesante el concepto “violencia estructural”, el que parece referirse a las formas de violencia que no se presen-tan en general de manera súbita, ni se derivan de situaciones excepcionales, como guerras, sino que están insertas en el funcionamiento de la vida cotidia-na, actuando de forma constante, y se reflejan en la intolerancia y discrimina-ción sexual. Los relatos obtenidos son sumamente reveladores, porque quienes expresan sus experiencias son sometidos a una exclusión social por el hecho de ser homosexuales, bisexuales; en los procesos de exclusión social nombran dos sujetos: el incluido y el excluido, una dicotomía socialmente naturalizada. Al ver ejemplos como la peste, la sífilis y el sida —que con frecuencia son en-fermedades que se usan como instrumento para quitar derechos a poblaciones o grupos, legitimar persecuciones o establecer el dominio de un grupo sobre otro—, la enfermedad se vuelve un problema de democracia, un problema po-lítico. El trabajo de campo de Seffner aborda lo realizado por integrantes de la Red Bis-Brasil, pero nos permite comparar con lo que se vive en México. En este sentido, el autor realiza un esfuerzo por comprender las posibilidades de utili-zar esta red como una práctica de resistencia a la violencia estructural. Los in-formantes presentan preocupaciones sobre cómo mostrarse ante una sociedad en la que domina la heteronormatividad masculina hegemónica.

El modelo de masculinidad invisibilizado y transformado en naturaleza, con sus atributos y mandatos sociales, posibilita en gran medida que los hom-bres tengan acceso a recursos de poder significativamente mayores que las mujeres, en tanto que los hombres que no se ajustan a este modelo sufren dis-criminación. Así, José Olavarría en “Identidad de género” ubica cinco espacios en donde se forma la identidad de masculinidad hegemónica: el primero, fo-mentado en la familia, estaría en la calle, en el espacio público. El segundo ra-dicaría en la construcción de los cuerpos y la interpretación de las pulsiones, los hombres son activos fuertes, cuerpos racionales, cuerpos para penetrar el cuerpo de las mujeres, en tanto el de las mujeres sería todo lo contrario. El ter-cero consistiría en los atributos y mandatos que impone el referente de mascu-linidad dominante que señalan que los hombres son distintos y superiores a las mujeres; por eso el rechazo a lo otro, lo femenino, reafirma su masculinidad. Por último, la posición que se asigna al varón en su núcleo familiar le confiere recursos de poder que se potencian con los antes mencionados.

Los autores van mostrando con estudios de caso en espacios concretos y a través de entrevistas toda una gama de problemáticas, de identidades que van cambiando, como el que Gabriela Rodríguez aborda en “Entre jaulas de oro: géne-ro y migración entre campesinos”, estudio etnográfico de una comunidad ubica-da al sureste del estado de Puebla, donde vive una numerosa población migrante

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revista de la facultad de filosofía y letras

R E S E Ñ A S

hacia los Estados Unidos de América. Muestra cómo en los procesos de comuni-cación del cortejo, por ejemplo, empieza a superarse el papel pasivo de las mu-jeres. Los comportamientos de los jóvenes buscan otras formas novedosas de comunicar emociones, pero al mismo tiempo ponen a los jóvenes frente al cor-tejo en situación distinta; los varones están sufriendo por tener que demostrar constantemente actos viriles que la cultura les exige. Al mismo tiempo compa-ra distintas generaciones de migrantes, cuya percepción es totalmente diferente, por edad y por género.

Víctor Seidler retoma un debate sustancial con Robert Connell para advertir-nos que, al tomar el discurso de este teórico sobre las masculinidades hegemóni-cas, se corre el riesgo de enmarcarlas exclusivamente como relaciones de poder, entre los hombres y las mujeres como entre diversas masculinidades, porque ese universalismo que sostiene las nociones y soluciones occidentales dificulta teori-zar las diversas culturas de la masculinidad. Ejemplifica, mostrando diferencias y similitudes entre culturas y habla de las complejas relaciones entre el poder y la vida emocional, pues en diferentes contextos de clase, raza y etnicidad se pre-sentan visiones de masculinidad que necesitan explorarse con cuidado.

Lo afirmado por Víctor Seidler parece complementarse con lo que Ana María afirma con las reflexiones de su texto. Retomo: “Aunque esto es definitivamente cierto, el lugar de las mujeres o de los hombres en las relaciones intergenéri-cas implica una jerarquía de ellos sobre ellas. De estas consideraciones surge el primer dilema relacionado con el tema que nos ocupa: ¿Cómo trabajar sobre la opresión de género que viven los hombres sin negar, ni desconocer, el poder que ejercen sobre las mujeres?” (169). Con esta interrogante se está refiriendo a las complejas relaciones intergéneros. Lo cierto es que el orden de género mun-dial privilegia mucho más a los hombres que a las mujeres. Cuando hablamos de la feminización de la pobreza es por este orden, aunque estos dividendos no son equitativos para todos los hombres: algunos obtienen mucho y otros poco o nada. En este sentido, en “Desarrollo, globalización y masculinidades”, lamenta Connell que los hombres que buscan la igualdad de género no estén participando en los movimientos de la clase trabajadora. Como afirma, detectar las cuestiones de los hombres y la masculinidad, no resolverá por arte de magia los problemas de desarrollo. Éste es un problema crucial para los jóvenes, sobre todo, pues ad-vertimos cómo el mercado de trabajo se ha venido estrechando tanto para los jó-venes calificados como para los no calificados, hombres y mujeres. Cada vez se exigen más grados de estudio y cada vez las posibilidades de empleo se cierran. Éste es un análisis que sería interesante incorporar, pues está íntimamente rela-cionado con la migración y la identidad de género. En algunos textos se infiere, pero valdría la pena explicitarlo.

Fernando Huerta aborda un tema trabajado hace tiempo por él, aunque aho-ra desde una nueva arista: “La deportivización del cuerpo: la globalización de las identidades genéricas masculinas”, que asiento se ha dado a través del futbol, por ejemplo, porque este proceso de producción deportiva es parte del propio desarrollo de la organización capitalista de producción, que produce mercancías muy particulares. Se ha convertido en el bálsamo político y social del proceso de producción deportiva, pero en el deporte se ve lo femenino y lo masculino, los medios masivos de comunicación han jugado un papel en este proceso de glo-balización del deporte.

Todos los artículos condensados en Debates sobre masculinidades nos llevan a una amplia reflexión no sólo teórica, sino de la realidad social, por eso el II

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Congreso Internacional de Masculinidades llevó como título “¿La violencia, el juego del hombre?” Pensar en la equidad de género, en términos de las políticas públicas, del orden social, estructural, posibilitaría un campo propicio para erra-dicar muchas formas de violencia que se manifiestan como misoginia, homofo-bia y llegan al feminicidio, como los casos de las “muertas de Ciudad Juárez”. El abuso sexual de menores, hombres y mujeres, es un tema fundamental para la salud social. Sumemos a la pobreza, la inequidad de género y la violencia, todo esto se produce en familias en las que la violencia se vuelve algo tan natural que pasa inadvertida. Considero que dentro de los estudios de género, Debates sobre masculinidades aclara otra perspectiva de los problemas sustanciales en una so-ciedad como la nuestra.