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EL HERALDO DE VEGUETA LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020 Director: Eduardo Reguera PERIÓDICO CULTURAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA En las novelas de aventuras un mapa es un encan- tador cliché donde la “x” siempre marca el lugar en el que hay enterrado un tesoro. Encontrarlo jamás resulta fácil. Siempre hay alguna dificultad. Y si no pregúntenle al pequeño Jim Hawkins, protagonis- ta de La Isla del Tesoro, novela escrita por Robert Louis Stevenson. En la vida real, un mapa impreso hace más de 300 años es ya de por sí un tesoro, aun- que no me negarán que una “x” indicando un lugar añadiría romanticismo y emoción a nuestras vidas. No es el caso. Ojalá. Aún así el documento que hoy les traigo invita a soñar, a navegar... y dan ganas de sentarse en la posada del Almirante Benbow a releer a Stevenson. Se trata de una carta náutica de las Islas Canarias de 55 x 47 cm, dibujada en 1686 por el cartógrafo holandés Hendrick Doncker (1626-1699) en el que se aprecian escalas, líneas de rumbo y una rosa de los vientos. Antes de entrar en materia deben sa- ber que este documento procede de una mansión de Vegueta, y hoy forma parte de la colección de Pe- dro Cabrera López, un apasionado de la Historia de Canarias. Cómo fue a parar a aquella casa... jamás lo sabremos. Dije al principio que una “x” añadiría emoción. Como habrán comprobado este mapa no la tiene, pero si le damos la vuelta encontraremos una misteriosa frase. Si resuelve el enigma que hay en el reverso ¡escríbanos! Lo publicaremos. Un mapa con enigma nº 2 “La idea no es vivir para siempre, es crear algo que sí lo haga.” Andy Warhol (1928-1987) Artista plástico. En el número de hoy les invito a detener la mirada en una misteriosa carta náutica y a cruzar la línea del horizonte en un precioso velero. A traspasar el umbral de una casa de Triana para luego subirnos en una guagua de las de antes. A conocer la historia de nuestros primeros colegios, y a dejarse llevar por la imaginación y el estilo que destilan nuestros escritores de relatos. Via- jaremos un instante a las salinas de Fuencaliente, en La Palma, pero re- gresaremos para seguir los pasos de Gustav Winter por Las Palmas de Gran Canaria. Espero que les guste lo que el equipo de El Heraldo de Vegueta les ha preparado. Carta del director ¡Aquí sí hay vergüenza, caballero! En la época de la Patronal, los Inspec- tores o Jefes de Tráfico eran los que controlaban las salidas de las guaguas capitalinas. En la Alameda de Colón había una terminal y allí prestaba ser- vicio uno que era muy eficiente, pero tenía un defecto: no dejaba salir una guagua si no tenía una o dos detrás. La idea era no quedarse sin vehículos para no soportar las protestas de los viajeros a pie de calle. Un día, cuando sólo tenía una guagua en la piquera y no le llegaban más, retuvo hasta lo indecible una guagua que no dejaba de llenarse más y más. Desde dentro, un viajero le increpaba: - ¡Aquí no hay vergüenza! ¡Tóquele el pito al chófer, que voy a llegar tarde a trabajar! El Inspector se hacía el loco y daba un paseo hasta la bajada de San Nicolás, como si por acercarse hasta esta calle las guaguas fueran a llegar antes. Vol- vía a la piquera, y el viajero pasaba de protestón a endemoniado. - ¡Deje salir de una vez la gua- gua, que aquí quieta no hace nada! Qué poca vergüenza, como usted no tiene que viajar… El Inspector se metía en su caseta, y bajaba todos los santos del cielo pi- diendo que llegara otra guagua. Al sa- lir, de nuevo el guineo: - ¿Es que hoy no trabajan us- tedes? Aquí no hay vergüenza. Yo los ponía a todos de patitas en la calle. Tan harto estaba el Inspector que fue oír una vez más lo de “aquí no hay vergüenza” que respondió con un “esperrío” que se oyó desde lo alto de San Nicolas: - ¡Aquí sí hay vergüenza, ca- ballero! ¡Lo que no hay son guaguas! Luis Cabrera Hernández Las guaguas

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  • EL HERALDODE VEGUETA

    LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020Director: Eduardo Reguera PERIÓDICO CULTURAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

    En las novelas de aventuras un mapa es un encan-tador cliché donde la “x” siempre marca el lugar en el que hay enterrado un tesoro. Encontrarlo jamás resulta fácil. Siempre hay alguna dificultad. Y si no pregúntenle al pequeño Jim Hawkins, protagonis-ta de La Isla del Tesoro, novela escrita por Robert Louis Stevenson. En la vida real, un mapa impreso hace más de 300 años es ya de por sí un tesoro, aun-que no me negarán que una “x” indicando un lugar añadiría romanticismo y emoción a nuestras vidas. No es el caso. Ojalá. Aún así el documento que hoy les traigo invita a soñar, a navegar... y dan ganas de sentarse en la posada del Almirante Benbow a releer a Stevenson. Se trata de una carta náutica de las Islas Canarias de 55 x 47 cm, dibujada en 1686 por el cartógrafo holandés Hendrick Doncker (1626-1699) en el que se aprecian escalas, líneas de rumbo y una rosa de los vientos. Antes de entrar en materia deben sa-ber que este documento procede de una mansión de Vegueta, y hoy forma parte de la colección de Pe-dro Cabrera López, un apasionado de la Historia de Canarias. Cómo fue a parar a aquella casa... jamás lo sabremos. Dije al principio que una “x” añadiría emoción. Como habrán comprobado este mapa no la tiene, pero si le damos la vuelta encontraremos una misteriosa frase. Si resuelve el enigma que hay en el reverso ¡escríbanos! Lo publicaremos.

    Un mapa con enigmanº 2

    “La idea no es vivir para siempre, es crear algo que sí lo haga.” Andy Warhol (1928-1987) Artista plástico.

    En el número de hoy les invito a detener la mirada en una misteriosa carta náutica y a cruzar la línea del horizonte en un precioso velero. A traspasar el umbral de una casa de Triana para luego subirnos en una guagua de las de antes. A conocer la historia de nuestros primeros colegios, y a dejarse llevar por la imaginación y el estilo que destilan nuestros escritores de relatos. Via-jaremos un instante a las salinas de Fuencaliente, en La Palma, pero re-gresaremos para seguir los pasos de Gustav Winter por Las Palmas de Gran Canaria. Espero que les guste lo que el equipo de El Heraldo de Vegueta les ha preparado.

    Carta del director

    ¡Aquí sí hay vergüenza, caballero!

    En la época de la Patronal, los Inspec-tores o Jefes de Tráfico eran los que controlaban las salidas de las guaguas capitalinas. En la Alameda de Colón había una terminal y allí prestaba ser-vicio uno que era muy eficiente, pero tenía un defecto: no dejaba salir una guagua si no tenía una o dos detrás. La idea era no quedarse sin vehículos para no soportar las protestas de los viajeros a pie de calle.Un día, cuando sólo tenía una guagua en la piquera y no le llegaban más, retuvo hasta lo indecible una guagua que no dejaba de llenarse más y más. Desde dentro, un viajero le increpaba: - ¡Aquí no hay vergüenza! ¡Tóquele el pito al chófer, que voy a llegar tarde a trabajar!

    El Inspector se hacía el loco y daba un paseo hasta la bajada de San Nicolás, como si por acercarse hasta esta calle las guaguas fueran a llegar antes. Vol-vía a la piquera, y el viajero pasaba de protestón a endemoniado. - ¡Deje salir de una vez la gua-gua, que aquí quieta no hace nada! Qué poca vergüenza, como usted no tiene que viajar…El Inspector se metía en su caseta, y bajaba todos los santos del cielo pi-diendo que llegara otra guagua. Al sa-

    lir, de nuevo el guineo: - ¿Es que hoy no trabajan us-tedes? Aquí no hay vergüenza. Yo los ponía a todos de patitas en la calle.Tan harto estaba el Inspector que fue oír una vez más lo de “aquí no hay vergüenza” que respondió con un “esperrío” que se oyó desde lo alto de San Nicolas: - ¡Aquí sí hay vergüenza, ca-ballero! ¡Lo que no hay son guaguas!

    Luis Cabrera Hernández

    Las guaguas

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    REPORTAJE

    El bergantín goleta Joven AntonioConstruido en La Palma en 1843, cuando se hundió en 1930 ostentaba el honor de ser el velero más antiguo de la Marina Española.

    Eduardo Reguera

    “Las Palmas. 19 de enero de 1883. Eran las 19 horas que, estando listos de carga y descarga, papeles a bor-do y despachados para Nueva york, con viento flojito del Sur, aspecto del tiempo bonacible principiamos a le-var y con la ayuda de una estacha so-bre la bricbarca “Ana” dimos a las velas con todos los cuchillos, mayor, foques y velachos…”

    Así comienza un curioso cuaderno de bitácora que llegó a los estantes de mi biblioteca hace unos años, y que per-teneció al Joven Antonio, un precio-so bergantín goleta construido en La Palma en 1843 por un hijo del cons-tructor naval don Fernando Arocena Lemos, y bautizado el día de su bo-tadura como Joven Temerario. Como veremos más adelante, cambiaría su nombre en dos ocasiones.

    Según reza una leyenda escrita con be-lla caligrafía en los planos originales que se conservan en el Museo Naval de Santa Cruz de La Palma, el buque fue construido para don Agustín Gui-merá y para don Francisco García, de Tenerife, y tenía un desplazamiento de 146 toneladas, 26,32 metros de es-lora en cubierta, una manga de 6,58 y

    un puntal de 5,32. La leyenda, escrita por don Fernando Arocena, afirmaba que era “un buque de muy recomen-dables circunstancias, particularmen-te de andar y gobierno.” Por el propio Arocena sabemos que en 1858 estaba matriculado en Cádiz, y hacía la ca-rrera de correo con Tenerife.Impresiones de un botánicoGracias a Hermann Schatch, farma-céutico y botánico alemán, y a su obra titulada “Estudios e impresiones de Hermann Scacht sobre Canarias y Madeira”, publicada en 1858, pode-mos saber algo más de este velero. Schatch nos dejó la siguiente descrip-ción: “Aunque el velero no era grande y el camarote poco cómodo, el viaje no debía ser largo, pues se zarpaba al anochecer para Las Palmas (desde Tenerife) y se llegaba al día siguiente, y la travesía desde Las Palmas has-ta Cádiz no solía durar muchos días. El pequeño buque solo podía acoger diez pasajeros en una camareta muy estrecha, cuyos cinco camarotes do-bles eran aún más reducidos en pro-porción. Se me asignó una litera de arriba y apenas podía darme la vuel-ta sin poner en peligro mis huesos. Casi todas las plazas estaban cubier-tas; aparte de los pasajeros de cámara

    y de dos mujeres jóvenes con niños acomodadas en la cubierta de popa, habían embarcado también doce mu-jeres delincuentes que tendrían tiem-po y ocasión de regenerarse en un co-rreccional de la península”. En algún momento antes de 1881 cambió de nombre. El cambio se de-bió a un desgraciado accidente. Un día en el que el velero llegaba a La Habana, el perro del barco cayó al agua y el hijo del capitán, que se lla-maba Antonio, se tiró a rescatarlo y murió ahogado. Fue así como pasó a llamarse Joven Antonio, en recuerdo de aquel muchacho. El 20 de julio de ese año aparece en la sección de noticias marítimas del periódico La Vanguardia el siguiente apunte: “Para Málaga, bergantín goleta Joven Anto-nio, capitán Crespo, con efectos.”El cuaderno de bitácoraAl menos desde enero de 1883 ya se encuentra al mando el capitán don Bartolomé Juan Roca, momento en el que empieza a contar el cuaderno de bitácora con el que comencé este artículo, y cuya letra y rúbrica apare-cen en sus páginas. Le acompañan el piloto Cayetano González y el con-tramaestre Pedro Cabrera, además de una dotación de catorce tripulantes. El velero, dedicado al cabotaje, per-tenece a la flota del armador y comer-ciante Tomás Bosch y Sastre, casado con Margarita Sintes Llabrés. Barto-lomé Juan Roca era su cuñado, pues estaba casado con Ana Sintes Llabrés, hermana de su mujer.El 21 de enero de 1884 la prensa lo sitúa en el puerto de Barcelona, pro-cedente de Almería, con sus bodegas cargadas con 80.000 kilos de azúfre y artículos varios. El 7 de septiembre vuelve a recalar en el mismo puerto, esta vez procedente de Palamós, y en su vientre transporta 36.000 kilos de hierro. El 15 de septiembre del mismo año regresa a Barcelona, pero esta vez viene de Santiago de Cuba. Trae 250 bocoyes de aguardiente y 86 piezas de caoba. Volvemos a tener noticias

    el 12 de mayo de 1885, cuando sale de Barcelona rumbo a Puerto Cabras. El 20 de junio volverá a desplegar las velas con destino al puerto de Maza-gán, en África.El baúl del capitánEn las últimas páginas del cuaderno hay un dibujo a mano alzada de Ma-deira, una descripción del puerto de Mazagán, y una lista con el contenido del baúl del capitán, que contenía lo siguiente: un colchón y una almoha-da de paja al agua con su funda, una manta, un pañuelo, una camiseta azul, un saco azul marino, dos pares de bo-tines y un par de medias, unos panta-lones blancos, un par de babuchas, un sombrero, una sábana, dos camisillas y cuatro pantalones, un traje verde, dos sacos negros, un chaleco, dos tra-jes blancos enteros, cuatro pares de medias, 2 camisetas, 2 corbatas y un cepillo.Una vía de aguaLa noche del 24 de noviembre de 1906, el Joven Antonio se encontraba fondeado en la bahía de Las Palmas cuando un marinero subió corriendo a cubierta para advertir al capitán de que el agua estaba inundando las bo-degas. A pesar de la hora, la noticia corrió como la pólvora y la tripulación del pailebot Indio, que se encontraba anclado a no mucha distancia, acudió para ayudar a desalojar el agua, que había anegado todas las dependen-cias del buque y que amenzaba con hundirlo. Durante horas estuvieron luchando para salvar el velero. El es-fuerzo no fue estéril, a las pocas horas el buque y su tripulación estaban sal-vados.El patrón de HemingwayEn 1907, el Joven Antonio partió de Lanzarote con un cargamento de pa-pas y cebollas rumbo a Cuba. Entre el pasaje viajaba un hombre que logró subir a su hijo de 8 años como poli-zón. El padre falleció durante la tra-vesía, y cuando el velero llegó a La Habana el niño se tiró al mar y nadó hasta la costa. El pequeño se llamaba

    EL HERALDO DE VEGUETA. LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020

  • 3EL HERALDO DE VEGUETA. LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020Gregorio Fuentes, y con el tiempo se convertiría en el patrón del Pilar, la embarcación de Ernest Hemingway, y sería el “lobo” de mar que inspiraría su famosa novela “El viejo y el mar”.Pasó el tiempo y el 8 de abril de 1910 el Joven Antonio se encontraba en el varadero de Blandy Brothers y Cª para reparar sus fondos. En estos años son numerosas las noticias en la pren-sa que lo sitúan en distintos puertos, tanto en el Atlántico como en el Me-diterráneo. En julio de 1913 entra de nuevo en un varadero para ser repara-do, en el de San Ildefonso, en Cádiz.Desmantelado y sin rumboEn agosto de 1916, el bergantín gole-ta Joven Antonio salió de La Habana despachado para las Islas Canarias y no llegó. Sorprendido por una fuerte tormenta, fue encontrado desarbolado en alta mar próximo a las Bermudas por un vapor de la “Mala Real Ingle-sa”, que lo remolcó a puerto salván-dolo de una pérdida segura. A finales de este año cambiaría de nuevo su nombre por el de Pedro Oliver, con el que terminaría sus días.

    En 1928, el Pedro Oliver (ex Joven Antonio, ex Joven Temerario) era uno de los seis decanos de la Marina Es-pañola de los veleros de 50 a 100 to-neladas de registro construidos antes de 1850. En primer término destacaba el pailebot Virgen del Mar, construido en Arenys de Mar en 1824, siguiéndo-le en orden de antigüedad el bergantín

    goleta Rosario, de Tenerife, construi-do en 1836; la balandra Luisita, de Barcelona, de 1841; la polacra María, de Alicante, construida en 1849, y el Indio, que al igual que el barco que nos ocupa, había sido construido en 1843.La última singladuraEn 1930, el Indio había desaparecido y el Pedro Oliver ostentaba el honor de ser el veterano de los veleros es-

    pañoles. Ya no pertenecía a la familia Bosch, ni su capitán era D. Bartolomé Juan Roca. En ese momento su pro-pietario y capitán era D. Jaime Oliver, un comerciante de Palma de Mallor-ca. A comienzos de abril emprendió el que sería su último viaje. Zarpó del puerto de Barcelona con 110 tonela-das de carbón y 40 de carga general. Frente a la desembocadura del Llo-

    bregat, a cuatro millas de la costa, fue embestido por el vapor Ciutat de Tarragona. El choque fue tan violen-to que el velero se fue rápidamente a pique, debido a una importante vía de agua. El capitán del vapor ordenó arriar los botes consiguiendo salvar las vidas de los tripulantes, pero el úl-timo velero, el más antiguo de nues-tra marina mercante, se perdió para siempre en el fondo del mar.

    Bosch & SintesEl matrimonio Tomás Bosch y Mar-garita Sintes, procedente de Ma-llorca, fundó en 1860 una casa de comercio en la capital grancanaria para importar aguardiente de caña, guayaba y azúcar de Cuba y expor-tar cebollas, ajos y piedras para fil-trar agua, entre otros productos.Su hijo Juan Bosch Sintes, pertene-ciente a la primera generación naci-da en la Isla, siguió con el negocio y edificó una casa en la calle Cano para el quinto de sus trece hijos, el ilustre médico Juan Bosch Millares (1893-1983), que acabó dirigiendo

    Rótulosrecuperados

    el viejo hospital San Martín y el El Museo Canario, siendo también pre-cursor del Colegio de Médicos de Las Palmas.En la fachada de la imponente casa resaltan unos bonitos balcones acris-talados y los motivos florales art dèco. Corona el edificio un torreón desde el que en su día se divisaban los barcos que llegaban al puerto. Para una de las puertas encargó un cristal rotulado que debía asemejar-se mucho al que he recreado. Tam-bién había un vistoso monograma en una de las hojas. Desconozco la fe-cha de la fotografía en la que me he

    basado. Por sus cortinillas, dudo que la puerta diera directamente a la ca-lle, sino más bien a una entradilla o recibidor. La casa fue vendida hace unos años por la familia y ahora tie-ne otros propietarios. ¿Es posible que el rótulo aún se conserve?

    Jaime Medina

    Fotografía de Andrés Solana publicada en el libro “La Ciudad de Las Palmas de Gran Cana-ria y la Cultura Modernista”, publicado por El Cabildo Insular de Gran Canaria en 1989.

    Ya no se oye el tecleo de aquellas máquinas negras que ahora venden los anticuarios, ni su encantadora campanita cuando llegabas al final del renglón. Durante generaciones el mejor periodismo y la mejor literatu-ra han pasado por máquinas de escri-bir, como esta Corona nº 3 portable, la primera de Ernest Hemingway.

    Artefactos

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    El timo del viaje

    Viajar es un timo, decía Henri Mi-chaux –poeta, pintor y, qué coinciden-cia, viajero de origen belga-. “Cuando regresas a casa –escribió- te has sofis-ticado, estás a la última. Dibujas ante los demás esa estúpida expresión de miembro del jurado en un concurso de belleza […]”. Tal vez este hombre pasó por todos y cada uno de los siguientes epígrafes en su dilatada vida de bohemia. Vengan conmigo, les mostraré el periplo que debemos pasar en esta vida, o mejor, en este vivir que es un viaje… Tal vez ya han pasado por alguno de ellos… En ese caso, sabrán de qué hablo. No son cronológicos, pero sí necesarios. Algunos tan estúpidos como otros realistas, tan ciertos como falsos, tan inevitables como definitivos…El viaje romántico. Existió, una sola vez, cuando te escapaste con él. Siem-pre lo recuerdas, puedes ver hasta la luz de esos días maravillosos en tu memoria. Has emprendido otros, pero no, no son igual que aquel aunque te empeñes. El viaje vacación. Patético. Gastade-ro de dinero porque sí, porque puedes.

    Solo has cambiado de terraza donde tomar tu bebida de siempre, un hotel como otros, un apartamento de sol y playa, o un bosque y un río… con sa-bores y olores que solo existen ahí. La semana se acaba. Felicidad efímera. Deseas volver porque todo eso no es real, es vacación, distracción, fabri-cado así, para derrochar. El año que viene a otro lugar, seguro. El viaje de negocios. Intrépido. Osa-do. Necesario. Con perspectivas… pero toca lo solitario. Otra copa en el bar del hotel. Después, la decadencia de pasar canales al televisor de marca blanca en la habitación.El viaje de ida. Es todo. Un bautis-mo. La tarjeta de embarque es tu nue-vo certificado de nacimiento. La tie-nes en la mano y a veces tiembla entre tus dedos. Todo en marcha de nuevo, con unos cuantos fracasos en la male-ta, esos también van, pesan bastante.El viaje de vuelta. Era evidente, otro fracaso en la maleta. Para qué comen-tar más…El último viaje. Mierda, ¿cuándo me tocará? Con todo lo que me queda por hacer… ¡Carajo!El viaje de tu vida. Lo interesante se-ría tenerlo como el próximo…El viaje aventura. Patético. Pagar para no se sabe qué. La aventura se define en visitar algunos paisajes naturales, unos poblados apartados, amaneceres y cenas en grupo… Eso

    sí, en cómodos todoterreno con la cena y el campamento montado al anochecer… Licores incluidos…El viaje que nunca debiste empren-der. ¿Qué demonios hago aquí? Sería la forma vulgar del epígrafe. Es que eres una cabezota, reconócelo. Te em-peñaste en ir y ahora no puedes vol-ver…La vuelta al mundo. Solo para Julio Verne y unos cuantos ricos…El viaje iniciático. Me pregunto por qué siempre hay una droga de por medio… Solo es droga, alucinógeno, química que te crea emociones cuan-do no las encuentras… Y ¿eso es un viaje?El viaje a la Luna. Demasiado pre-suntuoso. Solo unos pocos llegaron. Trajeron piedras, paranoias y unas fotos. Aunque hay quien recurre al epígrafe anterior para darse ese paseo espacial, como un Peter Pan con som-brero y pluma…El viaje forzoso. Exilio. Emigración. Escapada. Huida del terror. Enlatado, nadando hasta los rompientes, horro-rizado en medio de la oscuridad, ate-rrado por lo vivido en su pueblo, am-putado de su familia, deshumanizado a punta de fusil por unos bastardos drogados y sonrientes, que le tortura-ron la carne y el alma para siempre. Vacíos, llenos de nada, porque ya no queda nada dentro ni a su alrededor. Viaje sin rumbo, solo viaje… Tal vez

    mañana coma, hoy no hubo… Mien-tras, al otro lado, están tristes, deci-diéndose entre el epígrafe 1 y 2…Henri Michaux tenía razón…

    Javier Pérez Gosálvez

    El tintero

    Escuelas y colegios de niñas de Las Palmas (1)

    Todos los datos barajados hasta este momento, por el autor de este trabajo, indican que en Las Palmas capital, durante el siglo XIX, exis-tieron tantas escuelas dedicadas a la instrucción de las niñas como las destinadas a los varones y, en momentos determinados algunas más, si partimos de la base de que a las escuelas públicas de niñas se sumaron los colegios privados de señoritas que autorizados para tal fin, cumplieron durante años con la tarea de educar a las jóvenes de esta ciudad. En el trabajo “Imágenes del am-biente urbano de Las Palmas de Gran Canaria a mediados del Siglo XIX” su autora Encarna Galván González (Aguayro N.208. Junio 1994), toma referencias del texto: “Gran Canaria a mediados del siglo XIX. Según un manuscrito contem-poráneo” (Anónimo), para mencio-nar que Las Palmas tenía dentro de sus murallas dos colegios, cuatro escuelas de niños y diez de niñas. Las primeras escuelas de niñas de

    las que tenemos noticias estaban situadas en 1812 en los Barrios de Vegueta y Triana. Sus gastos eran sufragados inicial-mente por la Sociedad Económica de Amigos del País, hasta que la Caja del Crédito público dejó de pa-gar los haberes a las maestras. Con posterioridad, la primera escuela nacional de niñas que se instaló en nuestra capital fue la de Triana, inaugurándose el primero de mar-zo de 1844 a solicitud del Ayunta-miento y confiando su dirección a la maestra Doña Josefa Matos de Castro, quien la regentaría más de treinta años. Mas tarde, el primero del mes de septiembre de 1845, se inauguró una nueva escuela pública, la de Niñas de Vegueta, siendo su prime-ra maestra Doña María de los Do-lores Jiménez y Romero, hermana de Doña Rafaela, maestra superior, de quien volveremos a hablar en esta columna cuando abordemos la enseñanza privada. Doña María de Los Dolores, con el fin de ayudar a su hermana, en la no pública y como consecuencia de lo mal aten-dida que estaba en cuanto a haberes,

    presenta su renuncia que fue acep-tada a mediados de julio de 1867. Esta escuela quedó vacante has-ta que la ocupara Doña María del Pino Henríquez de Peña, quien por sus logros hizo que el inspector del ramo la propusiera como “Escuela Modelo”. La Escuela Elemental Completa de Niñas de la Purísima Concepción de Tafira abrió sus puertas, en local muy reducido, el ocho de diciem-bre de 1860. Fue encomendada a la maestra Doña María del Carmen Rivero de Sansón. He recogido so-bre esta escuela una polémica y de la cual se hizo eco la prensa del mo-mento, suscitada a razón de los uni-formes de sus alumnas coincidentes con los de las niñas del Colegio Pri-vado de Señoritas “Purísima Con-cepción” de Las Palmas, dirigido por la mencionada Doña Rafaela Jiménez, que nombramos anterior-mente. Doña Bibiana Espósita fue la maestra encargada de inaugurar en 1872 la escuela incompleta del Barrio de San José, en un local que, según las referencias del momen-to, era muy reducido y que entraba dentro de los planes de la municipa-

    lidad romper un tabique interior que separaba dicha aula con una habita-ción contigua, a fin de hacerla más espaciosa. En 1872 también abrió sus puertas la escuela de niñas del barrio de Arenales, fue su primera maestra Doña Gregoria Espósita. La escuela de niñas de Marzagán se inauguró en 1864 pero debido a la muerte de su maestra hubo de ce-rrar hasta que en 1872 una hija de aquella, la Señorita Doña María de la Soledad Cabrera, quien ayudara a su madre en las tareas docentes, se hizo cargo de la misma tras pasar las pruebas examinadoras. Por cierto, por aquella misma épo-ca también corrió con igual mala fortuna el profesor de la escuela de niños de la misma localidad D. An-tonio Calimano Lebrún. Por último, mencionamos que la es-cuela de niñas de Lomo Blanco fue inaugurada el primero de enero de 1874 por Doña Dominica Vázquez, aunque en el momento de abrir sus puertas lo hizo sin material y con una matrícula de 58 alumnas.

    [Continuará...]

    Joaquín Nieto Reguera

    4 EL HERALDO DE VEGUETA. LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020

    Ojalá supiera cantar nanas

    Mi hija sigue quejándose de lo mis-mo todos los días al despertar. No se imaginan cuanto daño me hace escu-charle decir que no puede dormir por culpa de mis ronquidos. Las ojeras se comen su linda cara. Según cuenta, basta cerrar los ojos y quedarse dor-mida hasta el fondo, como a ella le gusta decir, para que mis ronquidos la saquen de su amago de letargo. Vuel-ve a intentarlo y, una y otra vez, se re-pite lo mismo. No alcanza todavía los nueve años y ya sabe de insomnios.Ya no sé qué hacer. El próximo lu-nes cumpliré siete meses de muer-to y les juro que no sé que hacer.

    Samuel Rodríguez Navarro

  • El visor de Alberto Suárez Salinas de Fuencaliente (La Palma)

    El amor en los tiempos del virus

    Iluminada caminaba de un lado a otro de la casona familiar como un alma en pena. Sus padres le habían prohi-bido salir a la calle pues un extraño virus castigaba al pueblo y ya se había cobrado la vida de muchas personas. Ella no aceptaba la situación y se es-trujaba las manos con nerviosismo pensando en los días transcurridos en-tre aquellas cuatro paredes, sin poder ver al chico que le gustaba. Su madre le había dicho que, aunque aquella rara enfermedad se ensañaba solo con las personas mayores, ella prefería que se quedaran todos encerrados en casa, especialmente la abuela que ya había cumplido los 102 años.“Si esto se alarga mucho, me quedaré para vestir santos, como dice abueli-ta”, mascullaba la joven. Sergio era el primer chico que se había interesado por ella. Su familia pensaba que era por el dinero pues la muchacha no era muy agraciada. Cuando tenía diez años una infección de varicela cubrió todo su cuerpo y estuvo a punto de engullirla. Los médicos no daban mu-chas esperanzas, así que sus padres mandaron a buscar al cura para que le diera la extremaunción. La familia al completo permaneció a su lado du-rante los largos diez días que estuvo Iluminada en cama, con unas fiebres muy altas y delirando. La abuela re-zaba sin parar arrodillada frente a la imagen de la virgen de los Dolores y la madre encendía una vela tras otra y lloraba desconsoladamente. El perro, tumbado a los pies de la cama, sus-

    piraba y gemía. Cada rato se ponía a aullar y todos se persignaban aterro-rizados.Una mañana, víspera de primavera, Iluminada amaneció sin fiebre y pi-dió algo de comer. El perro comenzó a ladrar enloquecido y sus familiares se abrazaron y lloraron de felicidad. Con tanta algarabía nadie se percató de que la apariencia de la niña había cambiado notablemente. El cabello se había teñido de gris, tenía la boca torcida, la nariz ganchuda y su cuerpo plagado de unas horribles cicatrices. Mientras todos se fueron al salón a descorchar una botella de champán, la abuela se acercó a la cama y se quedó mirando detenidamente a la chiquilla. Levantó lentamente la sábana que la cubría y su vista de águila fue reco-rriendo cada centímetro del cuerpo de Iluminada. De repente, el grito salió disparado de sus cuerdas vocales y sin hacer uso del bastón que siempre la acompañaba, salió corriendo de la habitación. “¡Está maldita, no se acer-quen!”, dijo cuando, sin aliento y con la palidez de un muerto, llegó al salón donde algunos ya estaban en estado de embriaguez.La niña de cabellos rubios y rizados y carita angelical se había transformado en una especie de monstruo de feria. La abuela se recluyó en su habitación y, presa del mutismo y la desolación, estuvo una semana sin probar bocado. Los familiares abandonaron a toda prisa la casa y cada estancia se hundió en un silencio insondable. Las malas lenguas decían que era una tara fami-liar que había brotado de repente en la

    criatura como un capullo embrujado. Vecinos y amigos dejaron de visitar la casona de la calle Álamo. Los padres, desconcertados y descorazonados, aceptaron la situación y se prepararon para cargar con aquella cruz. La única esperanza era que algún médico pu-diera devolverle a Iluminada su anti-gua apariencia.Ni colegio ni amigos. La niña se acos-tumbró a estudiar en casa y a jugar sola. Hasta el perro se escondía tem-bloroso debajo de la cama cuando la veía venir. Sus padres se gastaron una fortuna en remedios y cirugías, pero nada funcionaba. Cuando cumplió los 15 años, harta de hospitales y médi-cos, Iluminada decidió comprarse un vestido y salir a dar un paseo. Sus progenitores, horrorizados, intentaron impedir semejante desatino, sin em-bargo, ella estaba preparada para el rechazo social. Era el precio que de-bía pagar por su libertad. Y así cono-ció a Sergio, un chico de barrio, ale-gre, dicharachero y pecoso que quería ser actor. Una semana antes de desa-tarse la epidemia, se encontraron en el parque del pueblo. Él repasaba el texto de “Sueño de una noche de ve-rano” para presentarse a una prueba. Ella se acercó al banco donde estaba sentado y de inmediato el corazón le dio una patada de mulo en el pecho. Él levantó la vista, sonrió y la invitó a sentarse.“Si aquel virus no me mató, este no me hará ni cosquillas. No volveré a estar confinada en esa maldita casa. Prefiero morir. Tengo que ver a Ser-gio. Habíamos quedado hoy para ir

    al cine. No me quedaré para vestir santos, como dice la abuela. Necesito verlo y decirle que lo quiero. Sé que me ama y me acepta como soy. Sí, doctor, me cogió la mano aquel día en el parque y me dijo que lo que im-portaba era la belleza en mi alma. No quiere el dinero de la familia. Será un actor muy famoso y rico, tiene mucho talento. A mis padres les importa un bledo mi felicidad, doctor. Sólo quie-ren que permanezca virgen para siem-pre. Déjeme salir, por favor, he que-dado con Sergio para ir a ver “Lo que el viento se llevó”. ¿No lo entiendes, hijo de puta? ¡El amor es más fuerte que ese virus de mierda!Impertérrito, el psiquiatra se acercó a la cama donde yacía atada la joven. Iluminada se retorcía y lloraba como una cría. Con los ojos fuera de sus órbitas lanzó un escupitajo que fue a parar a unos pocos centímetros de la cara del hombre. “No puedo dejarte salir, querida, tú y yo somos los úni-cos que no hemos contraído el virus en este pueblo. Los señores que ves detrás de mí con mascarillas y trajes especiales, han venido desde muy le-jos a sacarnos unas muestras de san-gre para fabricar una vacuna que sal-vará a la humanidad. Nosotros sí que seremos muy famosos. Olvídate de ese noviete pobretón que solo quería aprovecharse de ti”. Terminando la frase, el psiquiatra sonrió con amabi-lidad y se dispuso a ponerle a su pa-ciente la camisa de fuerza.

    Belkys Rodríguez Blanco

    5EL HERALDO DE VEGUETA. LUNES, 13 DE ABRIL DE 2020

    “Nunca mi soledad tuvo montañas, porque en tu orilla late el infinito corazón de la sal.”Verso de Pedro García Cabrera

  • Winter en la ciudad(Primera parte)En el confín de Canarias, era obser-vado con mira de cañón en el trono de La Zarza y Cofete con cetro de Rey de Jandía bajo las Orejas de Asno, vi-tuperado y arrastrado por las circuns-tancias al grado de general gasolinero con honores de oberführer y medalla y candado de hierro --“ Yo no sé por qué les ha dado que soy rico” de-cía—, enmarcado en la leyenda ne-gra y fábula clásica del archipiélago en los primeros puestos del ranking. Pero don Gustavo de Jandía gozó de una segunda vida en Gran Canaria de la que pocos escriben negativamente y muchos más nada escriben.Don Gustavo de Jandía fue en Gran Canaria Gustav Winter, el ingeniero

    de la pipa pausada y los deberes he-chos. Alemán aficionado a los buenos coches. El Garaje Paris fue testigo. Confió sus vehículos al famoso taller en tiempos de la CICER, y desde su rincón majorero, para el arreglo y ad-ministración de camiones y todos sus vehículos a través del representante Arturo Kamphoff. De la Cicer y el ga-raje París una anécdota aparecida en la prensa: Un empleado había tomado sin justificación uno de los coches del gerente alemán, provocando un des-graciado atropello. Someterse a unas palabritas de D. Gustavo debió ser todo un calvario para el infortunado chófer.Quiera que, en Madrid, cuando Winter comenzó a perseguir sus proyectos, personajes como León de las Casas, periodista palmero, lo aleccionaron sobre Canarias, a la par que otros entusiastas como el alcalde de Las Palmas Salvador Manrique de Lara,

    EL HERALDODE VEGUETA

    La esquina de Li

    Han colaborado en este número: Pedro Cabrera López, Luis Cabrera Hernández, Jaime Medina, Joaquín Nieto Reguera, Javier Pérez Gosálvez, Salmuel Rodríguez Navarro, Belkys Rodríguez Blanco, Luis Abaroa Garro, y Li.

    Los textos, fotografías e ilustraciones son propiedad de quien los firma.

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    lo recibieron con los brazos abiertos. Winter dirigía a la sazón una empresa hispanoalemana y consiguió en 1925 un contrato para la construcción de un salto de agua eléctrico en Telde, proyecto que debió esperar. Transfor-mada aquella empresa en la flamante CICER de la que también fue direc-tor-gerente se dispuso a electrificar Canarias y la Guinea con la ayuda del ministro de Alfonso XIII, Antonio Goicoechea, mecenas de la moderni-dad entre otras, y arropados por los recursos tecnológicos alemanes, másla creme de la creme de la financia-ción monárquica española. Levantó con la CICER los cimientos eléctricos de la ciudad, la central Alfonso XIII, en octubre de 1928 en el pueblo de San Lorenzo, hoy integrado en el ba-

    rrio capitalino de Guanarteme. No sin las dificultades de una cruenta lucha de competencia con la central SELP ya antes acomodada cerca de la Plaza de la Feria, que derivó en la aparición de Unelco acelerando la fusión. Los años de 1928 y 1929 brillaron inten-samente para Winter, que logró poner en marcha el salto de agua de Telde y la propia central de Guanarteme, ade-más del tendido eléctrico de varias poblaciones de sur y norte, contratos en Tenerife y la tienda y administra-ción de la empresa en Triana, donde vendía todo tipo de electrodomésticos avanzados para la época y motores Diesel. Oficina que luego mudarían a la Calle Viera y Clavijo.Acostumbraba la prensa a entrevis-tarlo en la Cicer y dar cuenta de las visitas que tal anfitrión atendía, lo mismo un ministro que un grupo de estudiantes. Hacía con ellos gala de sus autodidactas estudios de inge-

    niero químico. Con emoción, con los visitantes, paladeando su proyecto y perspectiva; socarronería, energía in-teligente y vocación altanera para los periodistas, impacientes por la puesta en marcha de la central. Sin embargo, los había increíblemente entusiastas con su obra, apuntemos a Jose Rial, o posteriormente Vicente Martínez como Juan José Felipe Lima. No fue profeta en la colonia alemana, desconfianza, siempre hubo una dis-tancia. A su vuelta en el 38, enseñó a los nuevos financieros alemanes del proyecto de Jandía su obra en Gran Canaria como ejemplo, con la visión que el desarrollo había provocado en toda una década, Guanarteme, Telde, Arucas, el tendido eléctrico, los pozos eléctricos como quien muestra su De-

    hesa en un futuro, y estos alemanes, mediados por los compatriotas loca-les seguían reservándose valoraciones sobre las grandes palabras de Winter.Mientras, aquel rincón era el “Rin-cón de la Cícer “, el mismo donde los guayetes nos radiábamos de cuerpo entero en la caliente y residual cloaca de la fábrica y tan a gustito, cuando alguien nos explicaba quién era Win-ter. El mismo rincón que dolió tanto a la ciudad desmontar y montar eso que por algo se sigue llamando “La Cícer”.

    Una demolición polémica la de aque-lla fachada neoclásica, de interés in-mobiliario, como la piqueta clandes-tina de otro edificio con referencia Winter en La Palmas de Gran Canaria, la Casa Woermann en el Puerto, don-de tantos años libró con la inclemen-cia su mítico barco velero “Argo“, varado por necesidad y escasez de recursos o por bloqueo de aquellos que la guerra suscitó, hasta su obso-lescencia. Edificio y dársena, que con su destrucción desaparecía un icono del tiempo de sospecha y espionaje bélico, que tocó muy de lleno la vida y leyenda del alemán y de la ciudad.Winter utilizaba en sus diferentes venidas residencias como el famoso “Hotel Atlantic” de la familia Brands-taetter. Mantenía una muy buena re-lación con la familia y su patriarca, el tocayo Gustavo Brandstetter, vicedi-rector de la Cicer y sucesor de Winter en la empresa tras su marcha. Tanta confianza se transmitía que a fines de los cuarenta se permitió formular la siguiente opción a su encargado en Las Palmas de Gran Canaria, D. Ar-turo Kamphoff: había comprado va-rios sementales y corderas de raza Karakul en Madrid y necesitaban so-lucionar el tránsito a Jandía con una escala de algunos días en la ciudad. Winter sugiere en carta a Kamphoff el alojamiento del pastor y las ovejas en alguna dependencia adecuada del hotel si no conseguía albergarlas en la Granja del Cabildo. Aquellas ove-jas eran la marca España del momen-to. Cuentan que en el hotel también pudieron estar alojados oficiales ale-manes del submarino hundido u-167, compañero de leyenda de Winter, 4 años antes. [Continuará...]

    Luis Abaroa GarroLuis Abaroa Garro es autor del libro Gustav Winter, con otra luz, el prime-ro de una serie en los que ahonda en la vida de este in-teresante persona-je. Disponible en www.lulu.com