de santa lucía no poseemos datos históricamente seguros. las actas de su martirio son apócrifas y...
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De Santa Lucía no poseemos datos históricamente seguros.
Las actas de su martirio son apócrifas y debieron redactarse
en el siglo V ó el VI y de las que hay una versión griega y otra latina.
Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia, y gracias a sus múltiples virtudes entre las que se destaca la sencillez, la humildad y la honradez, el Papa San
Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
Sufrió el martirio durante la persecución de Diocleciano, en la ciudad siciliana de Siracusa, el 13 diciembre de
304.
Según la Passio, Lucía nació en Siracusa de padres ricos y nobles.
En esta fe educaron a su hija en la fe cristiana. El padre debió de morir pronto, siendo ella muy niña
aún.
La madre, Eutiquia, quedó al cuidado de su única hija y cuando alcanzó la edad necesaria la prometió en
matrimonio a un joven pagano.
Lucía no fue partidaria de este compromiso matrimonial,
porque el impulso de la gracia la había llevado a consagrar perpetuamente su virginidad a Jesucristo.
Habiendo enfermado Eutiquia, madre e hija acudieron al sepulcro de la venerada Santa Águeda, en Catania,
donde las curaciones milagrosas eran frecuentes, pidiendo con fe la curación.
Fue entonces cuando Lucía cayó en una especie de sueño
y se le apareció Santa Águeda que con rostro sereno y alegre le dijo: «Lucía, hermana querida, ¿por qué me
pides a mí lo que tú misma puedes obtener en favor de tu madre? »
« Has de saber que por tu fe
ha conseguido la curación,
y así como Jesucristo ha hecho por mí
famosa la ciudad de Catania, igualmente por ti hará célebre la ciudad de
Siracusa, porque en tu virginal corazón le has
preparado una agradable
mansión».
Vuelta en sí Lucía manifestó
a su madre la visión que acababa de tener.
Eutiquia, conmovida por la curación que había sentido operarse en su
cuerpo, aceptó la propuesta que le hizo su hija: entregar a los
pobres de Cristo la dote que pensaba darle a ella.
De retorno a casa empezaron a distribuir sus riquezas entre los pobres. Esta prodigalidad irritó al joven
prometido de Lucía, que la delató ante el juez Pascasio como cristiana.
Llevada ante el tribunal, se confesó cristiana y ni las
amenazas ni los halagos pudieron inducirla a llevar a cabo cualquier gesto
que pudiera interpretarse como culto a los ídolos.
A los razonamientos del juez, Lucía contestaba con otros más
brillantes, de tal modo que éste ya exasperado
la amenazó diciendo:
«Se acabarán tus palabras, cuando pasemos a los tormentos».
A los siervos de Dios, contestó Lucía
no les pueden faltar las palabras, pues el Señor Jesucristo les ha
dicho:
Cuando seáis llevados ante gobernadores y reyes, no os preocupéis de cómo o qué habéis de decir, porque se os
dará en aquel momento lo que habéis de decir; pues no seréis vosotros los que
hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en
vosotros» Mt 10,18
Nuevamente volvió a interrogar Pascasio: « ¿Acaso está en ti
el Espíritu Santo?», y la santa le contestó: «Los que viven piadosa
y castamente son templos del Espíritu Santo».
«Pues yo te haré llevar a un lugar infame para que el Espíritu Santo te deje», fue la respuesta del juez. «Si
ordenas que sea violada, mi castidad será honrada con doble corona».
La Passio continúa refiriendo cómo el juez
mandó a los soldados que llevaran
a Lucía a un lupanar; pero una fuerza especial la mantenía en su sitio, sin que pudieran moverla
de allí.
Luego fue revestida de pez y materias inflamables, prendiéndola fuego; pero éste no dañó su cuerpo
virginal.
Exasperado Pascasio ante la resistencia de la joven y viendo
que no conseguía su propósito, ordenó traspasar su garganta
con una espada para que dejara de predicar mientras la toruraban.
El cuerpo de Lucía fue enterrado en Siracusa y bien pronto
su sepulcro llegó a ser meta de peregrinaciones y lugar de prodigios.
Cuando ya muchos decían que Santa Lucia es pura leyenda,
se probó su historicidad con el descubrimiento, en 1894, de
la inscripción sepulcral con su nombre en las catacumbas de Siracusa que dice así: «Euskia... murió en la fiesta de
mi Santa Lucía...».
La iconografía representa a Lucía llevando en un
platillo sus propios ojos.
Quizá surgió por su nombre, que significa luz o
luminosidad y los ojos serían el símbolo de la luz y porque según
una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por
proclamar firmemente su fe.
Por la misma razón debió de ser invocada en las enfermedades
de los ojos y considerada como protectora de la vista.
Oh Dios, nuestro Creador y Redentor, escucha nuestras plegarias
con misericordia al venerar Tu sierva Santa Lucía, por la luz de la fe que derramaste sobre ella.
Con Tu bondad, danos la capacidad de aumentar y preservar
esa misma luz en nuestras almas, para que podamos evitar el mal, hacer el bien y aborrecer la ceguera y la
obscuridad producto del mal y del pecado.
Santa Lucía, Virgen y mártir, escucha nuestras plegarias y atiende nuestras
peticiones. Amén.
http://siembraconmigo.blogspot.com
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