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E S T U D I O S C L A S I C O S ~ R G A N O DE LA SOCIEDAD ESPAROLA DE ESTUDIOS CL~SICOS

DIRECTOR : MANUEL FERNANDEZ-GALIANO.

COMITE DE REDACCION: Josk ALSINA, ALBERTO BALIL, V. EUGENIO HERNANDEZ VISTA, R. P. JOSÉ J I ~ N E Z DELGADO, ANTONIO MACARIÑOS Y FRANCISCO RODR~CUEZ ADRADOS.

SECRETARIA DE REDACCION : M.& EMILIA MARTÍNEZ-FRESNEDA.

S U M A R I O

Págs.

J . ALSINA, Euripides y la crisis de la conciencia kelénica . . . . . . 225

La Asamblea de Catedráticos d e Filosofáa y Letras, por F. R. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ADRADOS 271

Enmiendo presentada a la ponencia sobre planes de estudios de la Asamblea de Catedráticos de Filosofia y Letras por

los Dres. RODRÍGUEZ ADRADOS, GIL y FERNÁNDEZ-GALIAXO. 277 Sobre la Introducción a la Lingüistica Indoeuropea y las Sec-

...... ciones de Filologia Germánica, por F. R. ADRADOS 278

(Sigue en tercera de czrbierta).

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EURIPIDES Y LA CRISIS DE LA CONCIENCIA HELENICA

La historia de la Europa moderna ofrece al espectador oc- cidental un triste panorama. Es la historia de una decaden- cia, el proceso de una paulatina pérdida de la fe y de la con- fianza en si misma. Es, en suma, una historia desalentadora. Iniciada con la ruptura de la unidad del mundo cristiano y con las consiguientes guerras de religión, que trajeron con- sigo lo que en frase gráfica ha denominado Paul Hazard «la crisis de la conciencia europea)) a, en nuestro espíritu halla- mos, con raros intervalos de optimismo, a medida que avanza la historia de Occidente, la conviccih, cada vez más acusada, de que Europa está enferma, de que Occiden- te ha dejado de tener confianza en sus valores; de que, en fin, Europa se ha tornado cuestionable Todavía en el siglo XVIII un rayo de optimismo pudo iluminar el lóbrego panorama espiritual de Occidente. Ocurre entonces que Eu- ropa se recupera un tanto interiormente, de modo que pue- de entrar en la Edad contemporánea con cierta, aunque en-

1 Este trabajo reproduce el texto de una conferencia pronunciada en Barcelona en el acto inaugural del curso 1961-1962 en la Institución filosófica cBalmesianan.

2 En el libro L a crisis de la concie~zcia europea, trad. de J . M A R ~ A ~ (Madrid, 1941).

3 Véanse a este respecto las reflexiones de ORTEGA Meditación de Europa, Madrid, 1960, págs. 24 SS.

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226 JOS$ ALSINA

gañosa, seguridad en sí misma 4. Cicatrizadas un tanto las heridas que le produjera la Reforma, superadas las con- vulsiones de las guerras de religión, la Ilustración pudo re- presentar por un momento - jun momento tan sólo !- un símbolo de quizá engañosa seguridad. No me refiero, na- turalmente, a las realidades objetivas del siglo de las luces, sino tan sólo al optimismo que reinaba en los espíritus que más genuinamente lo representan. Oigamos, por ej&nplo, a Hegel, que es en cierto modo un hijo espiritual del si- glo XVIII y el máximo pontífice del pensamiento en el pe- ríodo final de la edad de la Razón. Impera ahora -falaz error- el convencimiento de que Europa se halla cerca de la consumación de la Humanidad. Dice, pues, Hegel: «E l mundo está explorado, circunnavegado y para los europeos es una esfera. Lo que todavía no ha sido dominado por ellos es que no merece la pena o no está destinado a ser do- minado)) 5 .

iFeliz espejismo el que sufren los hombres del si- glo XVIII! Pero, precisa aclararlo, no todos los espíritus es- taban dispuestos a aceptar este fácil optimismo. Conlo vigía espiritual de toda una época, Goethe ha presentido clara- mente que detrás de aquella seguridad se escondía un ger- men de descomposición. Supo ver, y advertirlo a sus con- temporáneos, que la razón no agota todas las facultades hu- manas y que la ciencia no satisface enteramente los anhelos del hombre. Por ello Fausto, la gran creación del poeta de Weimar, es el símbolo de las proféticas inquietudes que anidan en el corazón del hombre neoclásico. A Fausto ha po- dido parecerle, como a la Europa dieciochesca, que con e l saber y el esfuerzo todo estaba realizado. Y sin embargo ...

No creo que extrañe que yo comience a tratar la cri- sis de la conciencia helénica haciendo una breve alusión a la

4 Cf. DÍEZ DEL CORRAL El rapto de Europa. U%a i~ztevpretacihz his- tdricoi de nuestro tienzpo, Madrid, 1954, págs. 14 SS.

5 Lecciones sobre la Filosofi'a de la Historia universal, trad. esp., Buenos Aires, 1946, 1 182.

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conciencia europea. Porque en Grecia se ha perfilado por vez primera, clara, diáfana, nítida, la noción y la idea de Europa; porque los griegos han sido los primeros en lu- char y en dar la vida por lo que hoy podemos llamar Eu- ropa; porque, en fin, lo helénico es un elemento integrante y esencial de lo que hoy llamamos Occidente.

Eurípides y la crisis de la conciencia helénica. Pero 2 es que hay una crisis en la conciencia griega? Y si la hay, ; en qué consiste? ;Supone la crisis de finales del siglo v una ruptura con el pasado o es más bien una toma más pro- funda de conciencia en el alma de los helenos?

En sus Reflmioutes sobre la Historia Universal =, Burck- hardt ha definido las crisis históricas como procesos ace- lerados en el juego de influencias mutuas que los tres gran- des factores de la civilización -Estado, religión y cultu- ra- ejercen entre sí. Lo curioso es que Burckhardt, que; odiaba profundamente la guerra, se ha negado a reconocerla como factor determinante de las grandes crisis históricas. Se niega, por ejemplo, a aceptar que la guerra del Pelopo- neso sea una auténtica crisis. La razón, según el gran histo- riador de Basilea, es que esta lucha fue incapaz de conseguir la unión de todos los griegos. 0, como dice él mismo : por- que no consiguió crear un gran Estado. Pero, aun dejando de lado el hecho de que Burckhardt maneja tan sólo tres ele- mentos que entran en juego -Estado, religión y cultura-, demasiado pocos para explicar la compleja trama de la histo- ria espiritual, resulta evidente que la guerra, sobre todo cuando el vencido ha realizado contribuciones grandiosas en el orden de los valores, trae como consecuencia una conmo- ción profunda, capaz frecuentemente de mudar y transformar los ideales vigentes hasta entonces. Y toda crisis es precisa- mente eso: un cambio, una nueva vigencia valorativa. Es, por otra parte, altamente sintomático que a lo largo de la his-

Weltgesclticlztliclte Betvachtungeil, trad. esp., Buenos Aires, 1945, páginas 153 SS. V

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toria humana haya sido la guerra, con sus conmociones, la que ha hecho que los hombres adquieran auténticamente conciencia histórica, que es como decir adquirir auténtica conciencia de lo que realmente se está gestando en el orden espiritual. Heródoto se convierte en el primer historiador de Europa al intentar explicar la guerra de la independencia helénica frente al bárbaro invasor. Sin contar a Tucídides, de quien tendremos que hablar largamente, podemos citar el caso de san Agustín, creando la Filosofía de la Historia bajo la impresión del saqueo de Roma por Alarico ; las obras históricas de Maquiavelo, más importantes de lo que nor- malmente se cree, son fruto de las guerras de Italia en el siglo xv. Fue la conmoción de las guerras napoleónicas la que incitó a Hegel a la creación de su obra, y la derrota francesa de 1871 hizo que Taine revisara la historia de Frana cia, dando luz a su concepción positivista del humano acae- cer. Y 2 qué decir de la Decadencia de Occidente nacida bajo el impacto de la derrota alemana de 1918? Después de todo, la reacción contra los últimos restos del historismo (o, como se dice corrientemente, el historicismo), las nuevas reflexio- nes sobre el ser de Europa y el sentido último de su his- toria (recordemos a Berdiaeff, Jaspers, Grousset, Toynbee, Ortega, A. Weber, Lowith), qué son, sino fruto de la tre- menda conmoción que trajeron consigo las Últimas guerras? Y es que la verdadera, la auténtica crisis histórica se produce cuando, presionado el hombre por la situación apremiante ante la cual le coloca un hecho como la guerra (y la impre- sión es mayor cuanto más cruel es ésta), se produce una inversión en la jerarquía reinante de valores. Nadie acaso lo ha visto con más claridad que Tucídides al analizar en su libro 111 las consecuencias morales de la crueldad de la guerra del Peloponeso. Tras haber narrado el asesinato a sangre fría de los plateenses, que se habían entregado al ar- bitraje espartano, y tras la descripción de las luchas civiles de Corcira, se hace el gran historiador las siguientes refle- xiones :

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((Muchos fueron los horrores que sufrieron las ciudades en las revoluciones, horrores que suceden y sucederán siemd pre mientras la naturaleza humana sea la misma, pero que son mayores o menores y de distinto carácter segun como sean las diversas circunstancias que se den en cada ciudad.

E n efecto, en la paz y en una situación próspera, tanto las ciudades como los particulares son más razonables porque no se encuentran en situaciones apremiantes de necesidad,; en tanto que la guerra, al suprimir la facilidad de la vida co- tidiana, es un duro maestro y pone de acuerdo con las cir- cunstancias imperantes el comportamiento de la mayoría de los hombres. Se hallaban, pues, en un estado de revo- lución las ciudades, y los que tardaban más en entrar en él, al tener conocimiento de las cosas que habían sucedido, lle- vaban aun más lejos este cambio de conducta tanto en lo referente al refinamiento de quienes se lanzaban al ata- que como en lo relativo a lo inaudito de las venganzas. Cam- biaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las pa- labras. La audacia irreflexiva fue considerada valiente ad- hesión al partido ; la vacilación prudente, cobardía disfra- zada; la moderación, una manera de disimular la falta de hombría.. .N

Nos hallamos ante 10 que yo me atrevería a llamar el pri- mer testimonio de que a finales del siglo v algo está ocu- rriendo en Grecia. Hay otros documentos más duros y te- rribles. Estos documentos son las tragedias o una parte, por lo menos, de las tragedias de Eurípides.

Para que haya una crisis de conciencia es preciso -ha- bla Perogr~~llo- que esta conciencia exista. Nos hallamos, por consiguiente, abocados a un problema previo : i ha exis- tido, antes del siglo IV, una conciencia griega? Y si ha exis- tido, 2 cómo se manifiesta?

7 Traducción de F. R. ADRADOS Tucidides . His tor ia d e la guerra del Peloporteso, Madrid, Clásicos Hernando, 1952.

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Está por escribir un libro que siga el proceso de lo que podríamos denominar la autoconciencia de Grecia, el pau- latino proceso a lo largo del cual Grecia, la Hélade, se des- cubre a sí misma como idea s. Nuestra tarea, ahora, es intentar brevemente un bosquejo de esta gestación espiritual, seguir el proceso -largo, duro, difícil- que traerá a la luz la idea de Grecia como conquista del espíritu.

Anticipemos que la guerra del Peloponeso será uno de los estadios más importantes en ese lento alumbramiento de la Hélade. Lo que ocurre es que la guerra entre Atenas y Es- parta no liquidó del todo lo que era objeto de verdadero li- tigio en los campos de batalla. O dicho de otro modo: que la rendición incondicional de Atenas frente a los aliados de la Liga del Peloponeso no trajo la verdadera solución es- perada. De aquí la guerra corintia ; de aquí la segunda con- federación ateniense. Lo que sí es preciso decir es que con la derrota de Atenas -la Grecia de Grecia, como reza un epitafio 9- se produjo en la Hélade un vacío espiri- tual lo. La mente griega, desde el siglo VII hasta bien entrado el IV, es incapaz de concebir otra organización polí- tica perfecta que la ndÁcc, la ciudad-Estado. Esparta, que de hecho no llega a ser una verdadera x Ó A ~ cuadra mal en el panorama político de la Hélade clásica. Ocurre, pues, en

Muy diferente es el caso de Roma, cuya idea de la propiz misión histórica se halla ya en sus primeros documentos. Esto explica la diferencia profunda que l~allamos entre los historiadores romanos y los griegos. Aquellos tienen por objeto siempre «justificar» toda interven- ción romana en una guerra que es siempre ((justa)) por definición. El hecho merecería un examen profundo. Me he ocupado de la cuestión en una conferencia, inédita, titulada Rasgos diferemiales de la historiogra- f i a g"ega y ronza9za.

9 Atribuído a Tucídides. Véase la Vida de Eztripides que encabeza (pág. VI) la edición de NAUCK (Leipzig, 1876).

10 Cf. REYNOLD El mundo griego y w pensamiento, trad. esp., Ma- drid, 1948, págs. 161 SS.

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l a primera mitad del siglo IV un fenómeno típico de las épo- ca s de desorientación. El siglo IV recoge la cosecha sembra- d a en el V, tal como nuestro siglo XIX hace con respecto al XVIII. Pues bien, ocurre, repito, que, si reflexionamos ua poco acerca de la literatura política de la primera mitad del siglo IV, observamos que a los escritores políticos de este si- glo les falta algo. Se les ve desorientados, preocupados ; se les nota, en suma, un vacío. Otro hecho que precisa cali- brar es que entonces realmente se inicia lo que podríamos llamar literatura política en Grecia. Jamás Grecia -en reali- dad Atenas únicamente, que es ya la depositaria de la autén- tica cultura helénica- había sentido la necesidad de fllosofar sobre la esencia de la política, del Estado, del individuo y sus relaciones con el Estado. Ahora aparece como una ur- gente necesidad. Isócrates, Platón, Jenofonte, cada uno a su manera, esbozan Estados ideales, se preguntan por el problema de Grecia y de la formación de ciudadanos. Es que les falta algo. Es que la idea política tradicionalmente helénica se halla en crisis y hay que sustituir este valor por otro. Es que se están recogiendo los frutos de las guerras y la crisis consiguiente del siglo v en su estado final ll.

Con la caída de Atenas y la aniquilación de su imperio por obra de los aliados peloponesios se liquida todo un siglo de evolución política que, al tiempo, había traído con- sigo una importante labor c~~ l tu ra l e ideológica. El siglo v se abre bajo el empuje irresistible de la democracia atenien. se que iguala primero, para anular después, la primacía de l a mentalidad dórica en el mundo griego. Con la aparición de Clístenes en la escena política se produce una de las gran- des crisis auténticas del mundo cultural griego. Veámoslo.

Hasta bien entrado el siglo VI la ideología dominante en la Hélade, sobre todo en la Grecia continental, es el espíri- t u dórico-délfico aristocrático, que tiene su representante se- cular en Esparta y su manifestación religiosa en Delfos. Aun-

11 Véase M~ONTERO De Caliclés a Trajavo, >,iaclrid, 19/15, 26 cs.

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que hoy esté en franca retirada la tesis de K. O. Müller, que ve en Apolo un dios dórico, no cabe ninguna duda de que,, desde un punto de vista sociológico, los ideales religiosos délficos y los políticos de la Grecia dórica se hallan en ín- tima relación. Estudiando los temas de la propaganda dél- fica, Defradas la ha podido señalar los íntimos lazos ideo- lógicos que unen a las ciudades dóricas y aristocraticas por un lado y la religión apolínea por otro. La cuestión es un poco distinta en Asia Menor. Jonia será la patria del mo- vimiento racionalista, que llegará a su punto culminante c o ~ la sofística ateniense. Es en Asia, especialmente en las ciu- dades jónicas donde aparecerá, débil primero, pero con, fuerza cada vez más visible, la conciencia de individualidad que dará al traste, finalmente, con el sentido colectivo y tradi- cionalista de la mentalidad aristocrática. Un Arquíloco, un Jenófanes, un Heráclito, a pesar del innegable talante aris- tocrático de alguno de ellos, prepararán, de un modo a veces inconsciente, la disolución del ideal aristocrático de la vida.

2 C«áles son los puntos más esenciales de este ideal aris- tocrático de la vida? Políticamente, la absoluta subordiiia- ción del individuo al Estado, y el heraldo de esta idea es el poeta Tirteo, que compuso sus elegías para infundir valor a los s.oIdados espartanos en Ia segunda guerra mesenia 13,

((Porque es hermoso- dice en uno de sus poemas- que un valiente muera, caído en las primeras filas, luchando por su patria)) 14. La ofrenda de la vida en aras de un ideal su- perior al individuo aparece aquí por vez primera en la historia del espíritu griego. En Homero, el héroe puede, es verdad, llegar a extremos de valor y, como Héctor, afirmar

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que su ideal es «ser siempre el primero)). Pero lo que no aso-

l a Les tkemes de la propagande delphique, París, 1954; J . AISINA La Helena y la Palinodia de Estesicoro (Est . C1. IV 1957-1958, 157-175) y GUBBELS De Godsdienst in de Staat van Platons Wetten, Nimega, 1954, págs. 44 SS.

1 3 Cf. JAEGER Paideia, trad. esp., 1 95 SS.

14 Tirteo, fragmento 6 Adr.

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ma en Homero, lo que hubiera sido incomprensible para un héroe homérico, es ofrendar su vida en aras de un ideal que, trascendiera la simple esfera individual. Los héroes de la epopeya mueren, pero sólo dan su sangre para consagrar su propio valer, su rcp4. NO así el héroe aristocratico del cosmos espartano. En ningún otro momento como en Tir- teo revela la poesía griega, de un modo más claro, cómo la creación poética surge de la vida de la comuiiiciad hu- mana, Aquí, el ideal homérico de la oipet4 es transformado en el heroísmo del amor a la patria. Ahora, la xóhic es la suma de todas las cosas humanas y divinas. Por ella vale la pena vivir y morir.

No es una casualidad que el ideal religioso que se co- rresponde con este ideal político propugne una limitación de lo humano. El apolinismo, con su máxima fundamental del IIY1biv üyav, recuerda constantemente al individuo hu- mano sus propias limitaciones. Y lo que era Tirteo para la mentalidad política del nuevo ideal ciudadano, es Píndaro en el campo religioso. El apolinismo, el dorismo de Píndaro aparece claro en todos aquellos pasajes donde recuerda a los vencedores, constantemente, que hay un límite impuesto al despliegue de la humana actividad. ¡Cuántas veces, en el momento más entusiástico del canto, se dirige al vence- dor amonestándole sobre los peligros de la Upprs, del pe- cado capital para la nobleza doria, que consiste en abrigar deseos vedados a la humana limitación!

Hay en este ideal dórico-aristocrático, a pesar de sus es- trecheces de miras 15, una hermosa fuente de creación moral. Los representantes de la ética nobiliaria percibían en el fon- do de sus almas esta verdad: que con el poder sobre los de- más aumentan los deberes para consigo mismo.

15 E1 carácter «conservador)) del t O o s dórico halla su carácter más tí- pico en Esparta. Que hay, por otra parte, una base sociológica en la: dactrina arcaica de la íJf$ts me parece innegable. z a nobleza arcaica de- fendió un ((inmovilismo)) que hallamos también en el ((reaccionariou Platón. Sería interesante abordar en serio esta cuestión.

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En el fondo de esta ideología aristocrática descubrimos un principio irracional, que es precioso estudiar brevemente para comprender la inversión de valores que representó, en su momento, la propagación de la doctrina democrática en- carnada en Atenas. Cualquier lector de Píndaro sabe que son harto frecuentes y esenciales las referencias a la 4 p ~ t á

2 Qué es la 6 p ~ ~ á ? NO la simple virtud guerrera, tal como po- demos hallarla en los poemas homéricos o en la poesía o la prosa ática. La oiperd es la manifestación de las oc«l- tas fuerzas que en el fondo del aristócrata anidan. Porque, y ahí radica el meollo de la mentalidad arcaica, las cualida- des guerreras son don de un dios. Sólo aquel que puede demostrar una ascendencia divina posee innata, por natura- leza, la capacidad para el mando, la pod y su manifesta- ción, la ciperá. Esta no se enseña 16. Y también para el poe- ta su vocación es un don divino. El maravilloso don de la poesía, lindante casi con la profecía, es un privilegio que le ha sido otorgado en gracia a su nobleza y que mantiene su superioridad frente a sus émulos:

'((Es sabio quien posee como un don gracioso el saber mucho. Los que lo han aprendido pueden graznar en vano rivalizando con el ave divina de Zeus 17».

Así se expresa, en una oda triunfal, acallando las voces de SLIS competidores el orgulloso poeta de la nobleza dórica.

Con la aparición de la democracia ateniense de Clístenes surge a la luz una concepción política capaz de rivalizar en grandeza y consistencia con la aristocracia dórica. Es más,

16 El cariz «revolucionario)) de la democracia ateniense aparece claro .en el principio básico de la misma, esto es, la tesis de que la d p s 4 puede enseñarse. La sofística ha teorizado este aspecto de la democracia ate- niense.

1' Pindaro, O . 11 83 cs.

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al punto se convierte en su mortal enemiga ante la cual, al fin, tendrá que postrarse. No es extraño el odio a muerte que el noble dórico siente ante los «ateos» democratas, que qu'ieren destruir el orden reinante oponiendo una nueva concepción del individuo y de la +sr$ Los «malos», en la terminología de la época, quieren alzarse contra el hasta entonces indiscutible caudillaje de los ((mejores)). Con me- lancólico acento podrá decir un noble desposeído de sus pri- vilegios a su joven amigo :

~ctcirno, esta ciudad es aún una ciudad, pero sus habi- tantes son ahora distintos ; antes no conocían ni el derecho ni las leyes, sino que en torno a su cuerpo vestían pieles de cabra ... y se apacentaban, igual que los ciervos, fuera de la ciudad. Estas son hoy en día, j oh, Cirno! , Ias gentes de bien, y los buenos de antes, ahora sofi los villanos ... A nin- guno de estos ciudadanos hagas de corazón tu amigo, joh, Polipaides!, por causa de necesidad ninguna ; por el con- trario, procura parecer con tus palabras amigo de todos, pero no te unas con ninguno en ninguna empresa impor- tante, porque entonces conocerás la manera de ser de esos miserables.. . 18».

Por supuesto que antes de abandonar definitivamente el mundo arcaico es preciso determinar el sentido último de sus aportaciones, porque de muchas de ellas vivirá, aun duran- te mucho tiempo, el propio mundo clásico. Si políticamente el siglo VI termina con una victoria o, por lo menos, con un alborear del espíritu racionalista de un CIístenes, durante gran parte de comienzos del siglo v perviven fermentos to- davía palpitantes del mundo arcaico. Qué sea en su esencia este mundo arcaico es algo que escapa a fórmulas claras, a pesar del luminoso trabajo del profesor Frankel lg. Si el mérito de este filólogo ha sido poner en evidencia, de una

18 Troognis, 53 SS. ((trad. de F. R. ADRADOS). 19 Dirlituzg u n d Plzilosopltie des friiheri Griecl~entzms, RiIunich,

19622.

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vez para siempre, el valor ((en sí» del espíritu arcaico, po- niendo punto final a la tendencia a considerarlo como un2 simple preparación expectante del clásico, no por ello re- sulta fácil dar una fórmula comprehensiva del auténtico sig- nificado espiritual de esta época tan importante en la his- toria del mundo helénico. Una cosa, empero, parece evi- dente: su carácter bifronte, su íntimo janismo, que se tra- duce en vibraciones y contrapuntos tan reveladores como apolinismo y dionisismo, aristocracia y democracia, misti- cismo y racionalismo.

No deja de ser ingeniosa y hasta cierto punto verdadera la fórmula de quienes han querido resumir la trayectoria es- piritual del espíritu helénico como un tránsito del mito al kóp,, como una conquista continuada y heroica del mun- do lógico que viene a destruir la creencia tradicional e in- genua en un mito simbólico y cambiante 20. Pero, si ello es verdad en determinados sentidos y, sobre todo, en cierta perspectiva, no por ello es posible considerarlo como un lo- gro definitivo. La historia del descubrimiento del hombre en suelo griego ha conocido varias etapas sucesivas e n las que los helenos van ganando, en dura lid, los valores esenciales humanos en las tres esferas del pensamiento, vo- luntad z* y afectos. Y por una falsa consideración histórica -por suerte hoy en día ya completamente superada, tras los esfuerzos de Nietzsche, Romagnoli y Dodds- se han empeñado los historiadores y filósofos en ver en Grecia simplemente -nótese que digo simplemente- la cultura que forjó para la Europa occidental la idea del hombre como

20 Véanse mis observaciones a la traducción española del libro de W. NESTLE Historia del espiritu griego ,(Barcelona, Ariel, 1961).

21 No obstante, en general se sostiene que la ética griega es ne- tamente intelectualista. Contra esta tendencia, cf. R. MONDOLFO La cornprensione del soggetto uma?io nell'Anticltit& classica, Florencia, 1954; páginas 391 SS. y OPSTELTEN Beschouwingen naar aanleidi~zg van het ontbreken van ons ethisch wilsbegrip i ~ z de oud-griekse etliiek, Amster- dam, 1959, págs. 12 SS.

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ser racional, como ser exclusivamente hoyroaxóv. Pues bien, resulta que esa consideración puede, en todo caso, aplicarse tan sólo -y aun hasta cierto punto- a la apor- tación del siglo v, no a toda la larga duración de la cul- tura griega.

Durante una buena parte del siglo XIX la Filología clá- sica, alimentada por los últimos aleteos del racionalismo he- geliano, pudo paradójicamente trazar la curiosa dicotomía del espíritu helénico, hecho de apolinismo y dionisismo. Es- tos trabajos, esa labor interpretativa culminó, como es bien sabido, en Nietzsche. Junto a la Grecia racional, limitada, amante del número y la medida, se descubrió la Grecia in- finita, ilimitada. Junto a Apolo, Dioniso 22 .

Ahora bien, el alma dionisiaca alienta en la historia de la cultura griega durante el período arcaico para correr so- terrañamente durante la época clásica, presta siempre a sa- lir a la luz, cosa que hará en el período helenístico. De creer a Nietzsche, el horno theoreticzls, el espíritu racional (y ra- cionalista) destructor del mito, apareció tan sólo en la Hé- lade con Sócrates, y con él el espíritu burgués Sócrates, símbolo del ) i ó ~ o ~ que destruye al mito en la época clásica para, añadamos nosotros, convertirse a su vez en un mito 24. -

Resulta curioso, a este respecto, constatar cómo ambos, mito y ióyo:, no aparecen separados, sino que son correla- tivos y casi siempre simultáneos, con predominio de uno u otro, a lo largo de la historia de la cultura griega. El

NIETZSCHE Die Gebuvt dei Tiagodie, Stuttgart, 1955, págs. 1% y siguientes.

23 NIETZSCHE habla (1. c.) de la avor ihm (esto es, Sócrates) unerhorten Daseinsform, den Typus des theoretischen Menschen)), lo cual es, hasta cierto punto, falso (cf. JAEGER sobre el origen del ideal filosófico de la vida, en apkndice a la versión española de su Aristó- leles).

24 Cf. GIGON Sokrates, Berna, 1947, que niega la posibilidad de veri- ficar la realidad histórica del auténtico Sácrates.

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ho'yoc, se ha dicho 25, no es ajeno, ni mucho menos, a una de las creaciones más típicas del mito helénico, como es la epopeya, donde se siente a cada momento la acción del 'hóyos ordenador y luminoso. Pero, por otra parte, i qué decir del h ó r o ~ estricto, de la filosofía en Grecia? ;Es que aquí no hallamos un buen ingrediente de mito? Nada cho- ca tanto al que por vez primera entra en contacto con los presocráticos como su fuerte elemento poético, mítico, que en sus pasajes, aun fragmentarios, hallamos. Desde Tales, quien afirma que todo está lleno de dioses, hasta las visiones de corte profético y poético de un Parménides y un Empédo- cles, toda la producción presocrática es mítica y alegórica 26.

Si la época arcaica es, pues, esencialmente mítica, no po- demos olvidar su profundo anclaje en el hóyos. No es po- sible olvidar que la Filosofía es una creación típicamente ar- caica ; que en Jonia apareció, por vez primera en la histo- ria humana, un tipo de hombre que, como Goethe, puede afirmar que ((«de lo oscuro aspira a lo claro)). Este espíritu ilustrado, aunado con las nuevas posturas antropocéntricas del siglo v, traerá inevitablemente un nuevo humus históri- co que dará pábulo a nuevas visiones de la vida y del mundo.

Una última observación acerca del período arcaico que nos parece de importancia para otear, en una perspectiva apropiada, las diferencias entre lo arcaico y lo clásico. El mundo arcaico ignora el sentido universal, panhelénico de la cultura. No preparado todavía el terreno para ello, no podemos decir que los helenos de la época de Píndaro o de Alcmán sintieran con plena conciencia que formaban parte de una vasta comunidad espiritual. El mundo griego se halla entonces, como después, materialmente, políticamente di-

25 Cf. S. LASSO DE LA VEGA Grecia y nosotros, en Rev. [Iniv. Modr. IX 1960, 441-481.

26 Cf. el estudio de JAEGER La teologia de los primeros filósofos griegos, trad. esp., México, 1952.

2 7 El término procede de DEL GRANDE Filologia minore, Milán, 1956, página 218.

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vidido. Sólo hay una unión hecha: la de saberse represen- tantes de un mismo principio político, muchas veces con hondas connotaciones racistas 28 .

Importa muy mucho no perder de vista que algunos de los fermentos espirituales del período arcaico renacieron en pleno siglo v por un movimiento que algunos no dudarán en llamar reaccionari~. Heródoto y Sófocles pueden muy bien ser Ilaniados los portavoces de esta ideología que, por encima de todo, acentúa la nulidad del hombre ante el dios, la limitación de la sabiduría divina. Dediquemos unos bre- ves párrafos a este modo de pensar que en el fondo es tí- picamente arcaico.

111

Cuando Heródoto escribe la célebre introducción de su Historia no nos anticipa, ni mucho menos, toda la temática que abordará en el curso de los nueve libros. La finalidad de su ((búsqueda)), de su ioropiy, queda centrada aquí en torno a las ((grandes acciones de la Humanidad)), cantadas para evitar que el curso implacable de los tiempos las borre del recuerdo humano. Aletea en esa actitud herodotea el es- píritu de la época arcaica. Así Hornero resumirá su Iliada e11 breves hexámetros, callando precisamente lo que da au- téntica profundidad ética al poema: la curva del desarrollo moral de Aquiles.

Algo parecido cabe decir de Heródoto. Cierto; la idea directriz de su Historia es la iluminación del pasado con el resplandor de la palabra, que proporciona de este modo una especie de inmortalidad histórica. Heródoto, como Píndaro, contemporáneo suyo, cree firmemente que d a palabra so- brevive a los hechos)) 29. Pero al lado de esto se halla, sub- yacente, un fondo de preocupación teológica y filosófica que da a la obra del historiador sus rasgos inconfundibles. Ras-

28 Cobre este problema, cf. JUETHNER Hellenen zcnd Barbaren, -aip- zig, 1923.

29 Cf. Píndaro, P. VI1 1 cs., y Heródoto, 1 1,l.

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gos que en última instancia -ello resulta inevitable- debe al ambiente de su propia época.

Heródoto es en cierto modo un hijo espiritual de Ate- nas? Porque Sófocles habrá de dejar en la obra del histo- triador de Halicarnaso una huella profunda. Ahora bien, jun- to a la concepción sofoclea de la vida se descubre, en la his- toria herodotea, la impronta endeleble de la especulación teo- lógico-moral del pensamiento délfico, con su doctrina de los límites de la naturaleza humana. Y acaso de entre los eso-

~oyobpyadélficos el más fructífero, el más profundo sea el de la oposición existente entre el saber humano y el saber di- vino 30.

~Intítil decir que en este punto preciso el pensamiento so- focleo se identifica con las ideas délficas. Una parte consi- 'derable de las tragedias de ,Sófocles plantea descarnadamen, te la antinomia, profunda verdad humana, verdad divina. Pensemos tan sólo en Edipo.

El griego -se ha dicho- hállase bajo la maldición de la finitud. Y esa limitación de la humana naturaleza im- posibilita a la mente helénica para elaborar una filosofía de la trascendencia que permita superar el conflicto trágico hombre-Dios.

Para la mentalidad arcaica, el ser humano se halla im- potente ante la divinidad. Y ello, en la mente de Heródoto, es tanto más trágico cuanto que esta divinidad está conce-

t ida como una potencia demoníaca que, al parecer, es el au- téntico enemigo del hombre.

La diferencia que se descubre aquí entre el pensamiento homérico y el de Heródoto no deja de ser profunda. En Homero, la divinidad aparece como un ser preocupado por 40 humano. Los dioses pueden engafíar a veces a los hom-

30 Sobre este tema, cf. SNELL Gottliches und menschliches Wisselz (en u1 libro Die Entdeckung des Geistes, Hamburgo, 19555, págs. 184 v siguientes), así como DILLER Gottliches zlnd menschliches Wissen bei Sophokles, Kiel, 1950.

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bres; pueden, otras, cegarles 3 1 ; pero al fin se echa de ver que sus móviles son claros y definidos. El hombre sabe a qué atenerse con respecto a ellos.

i Qué distinta, la divinidad en Heródoto! Tanto, que lo primero que cabe decir es que ni siquiera es un ser per- sonal. Se la denomina con mucha frecuencia «lo divino)) -en neutro- para evitar llamarse a posible engaño. Dios, o los dioses, quedan de este modo, por un sutil procedimien- to, alejados del campo de lo humano. Difícil resulta afir- :nado, pero es muy posible que aquí Heródoto se halle en la línea de los pensadores jonios, que también, a su vez, se esforzaron por deshumanizar el concepto divino de la creencia tradicional, intentando convertirlo en un principio causal despersonalizado.

Trazada así la diferencia ontológica entre el hombre y Dios, se plantea el problema de la culpabilidad humana, de la Úppríq, del pecado. Heródoto se ha encarado valiente- mente con la antinomia «saber humano-saber divillo)), espe- cialmente en su libro primero, concebido como un pórtico, magnífico y aterrador a la vez, de su obra entera. Me refie- ro al destino de Creso. El destino de Creso es realmente in- quietante. El rey de Lidia es un hombre ((opulento)). Su error estriba en identificar dos conceptos que en la mentalidad co- rriente de la época se confunden, pero no para el historiador: opulencia y felicidad (7choó~os - ijhgos - ~Urqíq). E n vano So- lón desplegará toda su sabiduría en un intento infructuoso por hacerle comprender la «verdad». Y no puede, porque el espíritu de Creso no está iluminado. Sólo con la dolorosa experiencia de su destino podrá descubrir el sentido radical de la existencia.

Desde el punto de vista puramente humano, Creso ha agotado todas las posibilidades. Ante el oráculo délfico, que le vaticina la muerte de su hijo por una espada, reac-

- - 3l Cf., sobre el concepto homérico d e la d iv in idad , ALS~NA Pequefia

ir~iuoducció?z ca Honzero (Es t . C1. V 1959-1960, 61-95).

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ciona del modo más racional: alejando a su hijo de la gue- rra. Lo que falla aquí, sin duda, es su comprension teo- lógica.

El pecado de Creso, si de pecado puede hablarse, radi- ca en una impiedad sui generis : en creer que conseguirá sus- traerse a la palabra divina. Su pecado es el pecado de la li- mitación humana.

,El dolor, pwq, es el lazo de unión entre la ignorancia humana -que tal resulta ser su sabiduría- y la omniscien- cia divina. Creso ha aprendido la lección y por ello podrá llamarle Heródoto más adelante ((amado de los dioses)).

Con la historia de Creso se ejemplifica la afirmación de que la vida es, toda ella, inconsistencia. Y, sobre todo, se pone de manifiesto que hay en la esencia de lo humano una falla radical. Se impone una ((subversión de valores)). Si com- paramos ahora la generación de Esquilo con la de Eurípi- des comprobaremos que un abismo las separa. Esquilo vive de la ilusión optimista que representó la instauración de la democracia en Atenas y el triunfo de este ideal frente a las huestes del rey de Persia. Por ello, quizá, el optimismo que hallamos en el fondo de su concepción de la tragedia 32. Para el trágico de Eleusis, en efecto, la tragedia es una oposición ?e principios, de mundos, de problemas, que halla su reso- lución final en una síntesis armónica. De aquí la necesidad de darse cuenta de que en Esquilo no nos hallamos ante tra- gedias aisladas. La concepción trilógica es esencial en su arte. Cierto que, empero, quedan restos del pesiniisn~o ar- caico en la mente esquilea. La idea del Gaiywv, el demonio destructor, que acecha al hombre para perderle cn el mo- mento en que menos lo espera, se manifiesta todavía en al-

32 El problema es algo complicado: el optimismo teológico de Es- quilo no elimina la fuerte dosis de angustia que hallamos en sus trage- dias (cf. ROMILLY La crainte et l'angoisse dans la tragédie d'Esckylo,. París, 1955, y nuestra reseña en Emerita XXVII 1959, 404 SS.).

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gunos pasajes de su obra 33. Pero, a pesar de estos leja- nos ecos arcaicos, Esquilo es profundamente clásico por la optimista teología que dimana de su obra y, de modo es- pecialísimo, su concepción de Zeus, «que aprende a conocer a través del sufrimiento)) 34 y que se yergue como el pro- tector de la justicia. Aunque sus designios sean osc«ros y sus caminos difíciles de penetrar, al fina! el hombre pue- de comprender el sentido de toda la obra divina. Cuando pa- samos al mundo euripideo, todo eso ha cambiado. Resulta curioso observar que Eurípides ha intentado replantearse de raíz muchos de los problemas que han sido el nervio de la obra esquilea. El resultado es una disonancia esencial 35.

,4 pesar de que son dos espíritus emparentados por su afán de penetrar en el secreto íntimo de las cosas, son hombres que pertenecen a un humus histórico distinto.

Que Eurípides sea un típico representante de la crisis de la conciencia helénica que hemos intentado analizar resulta evi- dente en muchos aspectos. E n primer lugar, es en él donde hallamos formuladas las preguntas claves que deiatan la crisis profunda del alma griega. Muy bien lo comprendió Aristófanes, al enfrentar a Esquilo y a Eurípides en sus Ranas. Esquilo es, dice Aristófanes, un hombre cuyos hé- roes pueden servir de estímulo, de modelo. Son personajes heroicos en todo el sentido de la palabra. H a ocultado aI público todos los defectos demasiado humanos de los mor- tale's. En cambio, en Eurípides parece que los personajes --

3 3 El problema ha sido abordado por DEICHGRAEBER Der listensin- nende Trug des Gottes, Gotinga, 1954.

34 Esquilo, Agam. 176 SS.

35 Resulta interesante, a este respecto, comparar las dos plegarias, emparentadas por la forma pero absolutamente distintas en cuanto a1 espíritu, de Agam. 160 SS. y Eurípides, Troy , 884 SS. Sobre la «disonancia>> de la obra artística de Eurípides, cf. RIVIER Essaz' sur le tragique d'Eurt- pide, Lausana, 1945.

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son todos ellos enfermizos, criminales y, desde luego, anor- males. Mejor no pedía, este gran crítico que fue Aristófanes, diagnosticar en sus comedias el mal que aquejaba a Gre- cia. A mi juicio, son éstas las grandes aportaciones de Eu- rípides a la historia espiritual de la Hélade: primero, una profundización del ser tan difícil de comprender para el hom- bre que es su propia compañera, la mujer; segundo, el ata- , que a las barreras que separan del esclavo al libre, del bárba- ro al griego, de la mujer al hombre; y por fin el descubri- miento de algo que la mente griega hasta entonces había apenas intuido : que el hombre y la divinidad pueden ser ami- gos. Que no es nada absurdo hablar de amor de Dios.

No es difícil percibir que en realidad sólo en un ámbien- te de disolución política podía Eurípides realizar estos des- cubrimientos. Sólo cuando está en crisis el concepto de

xókt~, fautora de las divisiones políticas entre los hombres, fuente de donde dimana el particularismo griego, prin- cipio de la idea de que los dioses están adscritos, como quien dice, a su ciudad, se pueden plantear estas. cuestiones.

Que el poeta Eurípides ha descubierto a la mujer como ser h«mano es una afirmación que hoy por hoy no puede ya ponerse en duda. Es más, frente a la concepción deci- monónica que veía en Eurípides un misógino, se está impo- niendo la idea opuesta de que fue en realidad un gran de- fensor de la mujer, un auténtico feminista. Me siento orgu- lloso de haber sido uno de los primeros en llamar la atención sobre este hecho 36.

Nadie podrá negar que este sencillo descubrimiento esta- ba llamado a revolucionar toda la concepción griega de la vida. Antes de Eurípides, la mujer estaba prácticamente en- cerrada en el gineceo, en las c«atro paredes de la casa, sin

Hemos tratado especialmente de este problema en repetidas oca- siones: La posición de Ei~ripzdes ante la mujer (Actas del Pr irn~r Col$- greso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1958, 447-453) ; Stzcdia Euri- piden. I I I (Helmantica JX 1958, 87-132) y Observaciones sobre la figura de Cl:tr17zestvn (Evlerita X X V I I 1959, 297.321).

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derechos apenas. Eurípides ha roto los grilletes de la mu- jer gracias a los esfuerzos realizados en sus obras por do- tarla de una personalidad, de un alma. Hay figuras de su teatro que son inmortales por el amor que ha puesto en su tratamiento. Ifigenia, Fedra, Macaria, Medea, Alcestis son figuras que después de Eurípides han sido dotadas de una profundidad psicológica de que carecían.

Eurípides sólo pudo destruir los perjuicios de su época a través de la ruptura con la mitología o, mejor, atacando de raíz la mentalidad mítica en que, de un modo anacróni- co, se movían todavía muchos espíritus.

Es sintomático el pasaje famoso de las Troyanas 37 en que Helena intenta defenderse de la acusación de que ella es la causante de la guerra de Troya. Helena acude a !a argu- mentación mítica, que suena a faIsa ya en sus labios: fue Afrodita la que la obligó a realizar su acto. Y Hécuba, en un modélico argumento, demuestra que llamamos dioses a nues- tras propias pasiones. Ahí radica una de las revoluciones más profundas de nuestro trágico. Y una de las más sig- nificativas. Eurípides ha traído a la tierra, podríamos decir, la responsabilidad humana que había estado en el cielo 38.

El hombre ya no puede atribuir la responsabilidad de sus actos a los dioses. El hombre es el responsable de sus ac- tos. Culmina aquí la línea ética iniciada en Atenas con So- Ión, continuada por Sócrates y rematada por los solistas y por Eurípides. Desde ahora, el hombre se ha convertido en auténtica persona y es un individuo que puede sentir en con- tra de la ciudad, del Estado. Estamos en pleno individua- lismo.

La segunda gran aportación de Eurípides es la idea de que el hombre es libre por naturaleza y de que la bondad y

3 7 T ~ o y . 969 SS. 38 El descubrimiento de la responsabilidad humana ha conocido una

larga historia en Grecia. Aparece por vez primera expresado en a 32 y si- guientes y se continúa con Hesíodo y especialmente con Colón y Es- quilo (cf. SOLMSEN Hesiod alzd Aeschylus, Ithaca, 1949).

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maldad no dependen de la estirpe, sino de la naturaleza. De golpe asistimos al desmoronamiento de toda la creencia tra- dicional entre los helenos, que dividían a los hombres e a griegos y no griegos. Y, naturalmente, los no griegos, los bárbaros, carecen de humanidad, no son personas. i En cuán- tas obras no ha atacado, directa o indirectamente, esta arrai- gada creencia griega, lo cual tenía que abrir amplios horizon- tes en la Humanidad, preparando la comprensión entre to dos los hombres! Y afirmación tan revolucionaria sólo po- día ser hecha en un ambiente de crisis de la conciencia helé- nica tradicional, orgullosa y en cierto modo racista. La idea de que los griegos forman una nación a pesar de las dife- rencias de lengua -pequeñas, pero existentes- y de cul- tura queda aquí aniquilada de raíz para dejar paso a una concepción más radical, profunda y universal.

Finalmente, Eurípides ha podido entrever, sólo entrever, aspectos que la mezquina concepción clásica de los dioses oscurecía. H a intuido, como a medias revelada, la concep- ción según la cual los dioses pueden amar al hombre y su- frir por él, y puede existir auténtica amistad entre el fiel y el dios 3g. Cierto es que parte de estas ideas se hallan in. nuce en Homero. Pero entre la amistad que hay entre Ate- nea y Ulises y la que existe entre Artemis e Hipólito hay . todo un abismo. Emana del Hipólito euripideo un hálito da pureza, de profundo misticismo, que esta plegaria que el creyente dirige a su divinidad puede revelarnos en parte:

((Te traigo, 'Coh, diosa!, esta corona que he trenzado con flores de una pradera intacta, en la que ni el pastor osa en- trar su rebaño ni ha penetrado el hierro ; sólo la abeja, en primavera, recorre el prado sin hollar ; la diosa Castidad lo riega con rocío del arroyo. I7 los que nada han aprendido, sino que forma parte de su naturaleza ser virtuosos en todo,

39 Cf. CHAPOUTHII?R Ezlripide e t l'accueil d u div in (en el libro en colaboración La lzotion dzl d iv iv d e p u k H o d r e jztsqu' d Platolz, Gine. bra, 1954, págs. 205-225).

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pueden cortar las flores: mas no está permitido a los impu- ros. Diosa querida, para ceñirte los cabellos de oro, acepta la corona de mi mano piadosa. Pues sólo yo entre los morta- les tengo este privilegio de estar contigo y conversar con- tigo, escuchando tu voz aunque tu rostro no lo veo 40».

Los dioses de la época clásica, que está ya moribunda con Eurípides, no podrían, a buen seguro, comprender esta extraña plegaria. Pero con ella se da comienzo a un nuevo período de la historia de la religiosidad griega. Compren- demos que muy pronto los cultos de Oriente estén a las puer- tas de Grecia, que los recibirá con los brazos abiertos. Por- que el griego estaba ya cansado de unos dioses tan forma- listas y rituales.

La guerra del Peloponeso con sus crueldades y, sobre todo, con la íntima destrucción de la unidad griega, acaba- rá de hecho con la creencia tradicional en lo que hasta en- tonces había vigido como dogma. Así esta guerra actuará como la Reforma o como las guerras europeas. Como factor de crisis, de la que nacerá un nuevo mundo.

Cuando Heródoto da a luz sus nueve libros de la Historia, ,el espíritu helénico está pasando por una profunda crisis. Se agitan ahora en el alma griega fermentos nuevos que habrán de transformarla de raíz y que terminarán, finalmente, con las creencias y los valores tradicionales. Pro- yectada sobre este fondo nuevo, la obra de Heródoto se nos aparece como anacrónica. Cabría incluso decir, con

Schwartz 41, que nació ya anticuada. Así anotado, el hecho no tiene en sí mismo mucho de sorprendente. Heródoto y Tucídides pertenecen a generaciones distintas y en momen- tos determinados de la historia humana, en los que domi-

40 Hip. 73-86 (trad. de F. R. ADRADOS). Sobre esta plegaria cf. FES- IUGIERE Personal Religion among the Greeks, Berkeley, 1954, 12 SS.

4 1 Figuras del mundo antiguo, trad, esp., Madrid, 1942, pág. 39.

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na un ((ritmo acelerado)), la simple diferencia de una gene- ración puede abrir un verdadero abismo.

Simplificando un tanto las cosas, porque los hechos no son tan seneillos como aquí expondremos, es lícito decir que la diferencia espiritual entre Heródoto y Tucídides --y entre sus generaciones respectivas- radica en un enfoque opuesto del problema de la grandeza humana. Para Heró- doto los hombres del pasado fueron y son héroes; para la generación siguiente, los héroes no son más que hombres, a veces simples caricaturas humanas.

«El mito -ha dicho Ortega- es siempre el punto de partida de toda poesía, incluso de la realista. Sólo que en ésta acompafíamos al mito en su caída. El tema de la poesía realista es el desmoronamiento de una poesía)),

Pues bien, Heródoto en este punto preciso está anclado en el mito. Sus personajes son, en la inmensa mayoría de los casos, auténticos arquetipos míticos. Son figuras agrandadas por el coturno. Recordemos a Creso, con su destino trá- gico a cuestas; recordemos, sobre todo, a las enormes fi- guras de la Atenas de las guerras médicas.

Si damos al término «mítico» el valor de algo engran- decido e iluminado por la ingenuidad y la fantasía hurna- nas, no cabe duda de que mítica es toda la historia Iiero- dotea. Sus figuras son auténticos paradigmas humanos. Lo que han realizado no cabe medirlo con los módulos co- rrientes, que él trasciende. La lucha de Grecia contra Per- sia, tema central de su obra, conviértese así de golpe en algo grandioso, inconmensurable, ((míticon. Es un desafío a la razón.

((Aquí combatieron, contra tres millones de persas, cua- tro mil soldados del Peloponeso)). Esta inscripción resume la batalla de las Termópilas en el libro VII. No puede conce- birse nada más ((irracional)). David venciendo a Goliat.

Es en este sentido en el que puede hablarse de ISeródo- to -y de su generación- como «épico». Su historia es una auténtica epopeya. Sólo que, mientras en Homero el tema

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es el mito tradicional, en Heródoto el mito lo s~ministra el mundo contemporáneo. La actualidad, el presente, se ha convertido ya en algo «fabuloso», mítico, increíble. Las gue- rras Médicas quedan así -pensemos en los precedentes de Frínico y Esquilo- elevadas a categoría, proyectadas al in- finito, idealizadas.

Cuando pasamos de Heródoto a Tucídides, tenemos la sensación casi física de haber llegado a un universo extra- ño. Parece como si hubiésemos abandonado una represen- tación trágica para entrar en el laboratorio de un científico. Frente al coturno de Heródoto, Tucídides opone su micros- copio. Un microscopio extraño, realmente, que sólo agranda los humanos defectos y que, proyectado sobre todo lo que es -o era- heroico, lo transforma en un ser lleno de im- perfecciones y miserias. El cristal del microscopio tucidides tiene un nombre bien conocido : se llama «razón» ; esa razón que, como decía Unamuno, mata.

Para la generación de Tucídides no hay grandes hombres. El héroe ha caído de su pedestal y se ha esfumado, volati- lizado. Porque <qué fue, en realidad, la guerra contra Per- sia?, se pregunta el historiador ático. Una mera escara- muza, contesta resueltamente. < Y la guerra de Troya? Una simple acción de piratería embellecida por Homero. Pero ya sabemos, afirma Tucídides, lo que suelen hacer los poetas. No hay que prestarles mucho crédito.

Así es como hay que entender las afirmaciones de Ortega, antes citadas, acerca de las etapas realistas de la poesía. Porque el microscopio de Tucídides lo em- plean igualmente los poetas de su época. Pensemos, por ejemplo, en Eurípides. Claro que en Eurípides no podemos hablar exclusivamente de racionalismo. Hemos superado ya la visión simplista de un Verrall 42 que, reducida a sus jus- tos límites, no deja, con todo, de ser cierta. Con diáfana

42 Eur$ides, the Ratiolzalist, Cambridge, 19132 i(cf. DODDS Ewrifli- des, tlze Irrationalist, en Cl. Rev. X L I I I 1929, 97-104).

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claridad lo vio Aristófanes al oponer en las Rums a Esquilo contra Eurípides. Porque la misma distancia espirittial que existe entre Esquilo y Eurípides se halla entre Heródoto y Tucídides. El trágico Esquilo y el épico Heródoto han co- locado a sus personajes sobre el coturno que convierte al actor -al hombre- en semidiós. Tucídides y Eurípides, por el contrario, han proyectado sobre la materia mítica el te- mible microscopio de la razón.

Los héroes de Eurípides -se lamenta Aristófanes- son hombres a los que podemos ver cada día en la calle, en el ágora. Son seres arrancados de la vida cotidiana, sin la grandeza heroica que hallamos en los personajes de Es- quilo, el ex combatiente de Maratón.

Aunque ligeramente tocada por el pesimismo arcaico, la generación de Heródoto es, en el fondo, optimista. Toda- vía, por lo menos, no ha perdido la ingenuidad, clave de toda auténtica poesía, y entiendo aquí poesía en su sentido primigenio de ((creación)). A pesar de sus tintes pesimistas, un halo de ilusión y esperanza anima su obra. Y Esquilo dirige hacia el futuro, hacia un mundo mejor, su mirada clara y optimista.

Pocos años más tarde, todo se ha trastocado. El hom- bre ha perdido la esperanza y la ilusión. La poesía está he- rida de muerte. Como el niíio que ha desmontado su jugue- te, el griego ha desmontado, pieza por pieza, el mundo in- fantil y grandioso del mito. Y ha sobrevenido -;cómo no iba a ser así?- el desencanto. El microscopio ha convertido en caricatura lo que era, sobre el coturno, clara fuente de grandeza y de vida.

VI

H e aludido, al principio de esta conferencia, a la crisis de la conciencia europea que aparece precisamente en el mo- mento en que Europa renuncia a los valores que hasta el momento vigían como inquebrantables. La crisis de la con- ciencia europea es igualmente un dudar de sí misma. Pero, =y esto tiene que inspirar un poco de optimismo, si 'es li-

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cito aceptar un cierto paralelo entre la historia griega y la europea, podemos en este caso proclamar que la cri- sis de la conciencia europea no es necesariamente una crisis definitiva, sino, a lo sumo, una crisis de crecimiento. U n momento de indecisión, un pequeño alto en la interminable pulsación de la vida de Occidente.

Un hecho es sintomático y al tiempo esperanzador. Ke- sulta curioso contemplar hasta qué punto la crisis de Oc- cidente, este ponerse en duda a sí mismo, coincide con una coyuntura, en la valoración de la Antigüedad, en que el va- lor ejemplar de esta Antigüedad a la que llamamos clásica deja de ser esto, ejemplar. Es sintomático, digo, que el his- toricismo, con su pretensión iconoclasta respecto al mundo clásico, aparezca en el instante en que la propia Europa se torna cuestionable. Y no sólo Europa, sino todo lo que es cultura europea. Cuestionable su arte, su literatura, su pen- samiento. El mismo hombre se ha vuelto ctiestionable para sí mismo 43. Con la destrucción de Alemania en la prime- ra guerra mundial se consuma el ataque dirigido contra el mundo clásico, que deja de ser tenido como ejemplar para ser colocado a la misma altura que el mundo polinésico. Pero al mismo tiempo, con los intentos de superación del historicismo coincide -otra luz esperanzadora- una nueva valoración del mundo antiguo. El tercer Humanismo, inspi- rado por Jaeger, toma como punto básico de su concepción del mundo clásico el valor pedagógico de Grecia; y con mucha razón se ha hecho notar que ahora, más que nunca en la historia de la Literatura occidental, el mito heleno es utilizado de nuevo, pero con un afán de interpretación nuevo, radical, como jamás el hombre había realizado 44.

Y es altamente paradójico que el mito sea el foco, el cen- t ro de atracción de esta nueva valoración de Grecia.

43 Cf. nuestro trabajo Cultura clásica y humanismo ntoderno, en Arbor, X L I I I bis, 1959, 481-502.

44 DÍEZ DEL CORRAL La función del mito cldsico en la literatura contemporánea, Madrid, 1957, págs. 24 SS.

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Europa, raptada espiritualmente según el símil hermo- samente utilizado por Diez del Corra1 45, debe ser reintegra- da a su sentido prístino. Europa debe volver a recobrar el tino y la calma perdida para poder bucear en sí misma y ex- traer la savia que precisa para su recuperación. Su mirada, hasta hace poco alejada de Grecia y de Roma, debe volver a dirigirse hacia este hontanar milenario, fuente donde ha sabido encontrar siempre el estímulo necesario para conti- nuar su marcha adelante. Y si ello ha de ser así, debe con- tinuar fiel a sí misma. Jaspers, en un intento por esclarecer el sentido último de Europa 46, ha podido señalar que los tres elementos integradores del ser occidental, las tres fuen, tes, los tres estímulos que hacen de Europa lo que es, son la historia, la libertad y la ciencia. ; No resulta aleccionador que sean éstas las tres grandes creaciones del espíritu grie- g o ? Spengler y con él los corifeos del historicismo apoca- líptico y decadente se han empeñado en negar sentido his- tórico a los griegos. Pero, dejando aparte el problema de la innegable profundización del sentido de la historia que re- presenta el Cristianismo, en especial por obra de san Agus- tín, ;no resulta grotesco negar sentido histórico a una cul- tura que nos ha legado, con el nombre, la esencia misma de la búsqueda del acontecer humano? Todavía hoy los gran- des historiadores actuales, repletos de lo que llamamos con un cierto orgullo pueril lc(conciencia histórica)), ponen de re- lieve hasta qué punto un griego, Tucidides, creó de la nada, como quien dice, y de una vez para siempre la metodología histórica con sus exigencias de probidad, veracidad y exac- titud 47. Y, por otro lado, ;no es la obra histórica de Tu-

45 0. C. en n. 4. 46 Balance y perspectiva, Madrid, 1953, págs. 163 ss. 47 CORNFORD Thucydides Mythistoricus, Condres, 1907, es el único

crítico moderno que se ha atrevido a desvalorizar el carácter objetivo e histórico de la obra de Tucídides, sosteniendo que ha traspuesto a la historia la técnica formal de la tragedia griega. i Como si la «forman de una obra histórica invalidara el verdadero sentido de la misma ! (cf., en

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cídides un heroico intento por explicarse a sí mismo y a los demás algo que resultaba incomprensible, misterioso para todos los espíritus de su época, la muerte y la derrota de un Estado que había llegado a su apogeo de esplendor? Y aho- ra y siempre, este noble empeño por interrogar a la esfin- g e del pasado ha sido la fuente de inspiración de toda gran historiografía.

Y 2 qué decir de la ciencia? Quien ha leído las exigen- cias hipocráticas, todavía hoy modélicas tanto en lo que respecta a la ética profesional como a la probidad cien- tífica, sabe muy bien que, si hemos superado en algunos aspectos a Grecia, ésta todavía puede muy bien ser con- siderada como maestra y guía metodológica. Farrington, Schrodinger y el mismo Einstein lo han proclamado.

Por último, nadie ignora la contribución innegable de Grecia a la idea de libertad, sobre todo de libertad interior. Con profundo sentido de lo que Grecia representa para la historia de la noción de la libertad ha podido decir el pro- fesor Pohlenz 45, en un trabajo precisamente consagrado a la idea de libertad, que nadie puede comprender enteramente ia cultura griega si no tiene en cuenta la esencia del sentido griego de dicha palabra. Profundizada por el radical sen- tido del Cristianismo, Grecia es en muchísimos aspectos acreedora del mundo occidental. Por ello, cuando nos po- nemos a reflexionar sobre este mundo tan alejado y al tiempo tan próximo al actual, nos resulta inevitable vol- ver la mirada hacia el nuestro, al que explica y da sentido. Porque en Grecia no sólo se ha vivido, en miniatura, la pri- mera historia de Occidente, sino que en cierto modo, como con frase gráfica y profunda ha podido decir Zubiri 4 9 ,

nosotros mismos somos los griegos. JosÉ ALSINA

cambio, GOMME Tke Greek Attitude to Poetry a~zd History, Beikeley, 1954 y ROMILLY Histoire et raiso+z chez Thucydide, París, 1950).

48 Grieckiscl~e Freikeit, Heidelberg, 1954, págs. 169 SS.

4 9 Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 19594, pág. 300.

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Presidida por ,don Martín Sánchez Ruipérez, se reunió la Junta Directiva de nuestra Sociedad el pasado día 20 de mayo en nuestro domicilio social.

L a Junta examinó detenidamente las propuestas de las Comisiones nombradas para calificar los trabajos presentados al Concurso entre alumnos del Curso Preuniversitario y con- cedió los premios según informamos más adelante.

Se estudió con todo interés 'la necesidad de la creación de una Sección de Filología Clásica que atienda al sector estudiantil de toda la mitad sur de Espaiía, donde se produce una mayor demanda de Licenciados en esta especialidad e n virtud precisamente de esta carencia. Como resultado de la reunión se acordó enviar al Excmo. Sr. Ministro de Educa- ción Nacional el escrito que a continuación reproducimos.

La Junta se congratuló del éxito obtenido por la inicia- ti773 de crear mi tipo d~ socios estudiantes, cuyo número ha desbordado los más optimistas pronósticos, como pueden ver nuestros lectores en la relación que se inserta al final de este boletín. Igualmente ha sido motivo de gran satisfacción. para nosotros el poder comunicar a nuestros socios que ha quedado agotada la edición de diapositivas que hizo la So- ciedad para su utilización en nuzstras clases. En vista de ella se prepara una reedición, que esperamos pueda estar muy pronto a rlisposición 'de quienes las necesiten.

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SOCIEDAD ESPAÑOLA 25 .5

La Junta Directiva de la Sociedad Española de Estudios Clásicos acordó dirigirse respetuosamente a V. E para hacer presente al Ministerio de Educación Nacional la conveniencia y aun necesidad de que se proceda a la creación de una Sec- ción de Filología Clásica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.

-4ctualmente son sólo tres !as Secciones de Filología Clá- sica (las de Madrid, Barcelona y Salamanca) que atienden a la formación de graduados especializados en Griego y en La- tín, no obstante lo cual, en el pllano científico, pueden pre- sentar un brillante historial 'de vitalidad y fecundidad, des- arrollado en los Seminarios que poseen dichas Secciones y en el Tnstituto ((Antonio 'de Nebrijan del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Pero la función social de suministrar todo el personal docente cualificado que necesita la Enseñanza Media, no pue- de ser debidamente atendida por las tres secciones existen- tes, y mucho menos lo podrá ser en el futuro inmediato, para el que se prevé una gran expansión de los estudios de Bachillerato.

Considerado con este criterio el actual estado de cosas, se da el absurdo de que la Filología Clásica cuenta con el mismo niímero de secciones que la Filología Semítica (Bar- celona, Granada y Madrid), siendo así que esta especialidad no tiene proyección alguna en la Enseñanza Media. Por otra parte, si se tiene en cuenta que en un Instituto de Enseñanza Media la plantilla prevé dos cátedras de Filología Clásica (una de Griego y una de Latín) y una sola de Historia, re- sulta injustificable la inferioridad numérica presente de las secciones de Filología Clásica respecto a las de Historia, que son nueve (Barcelona, Granada, Madrid, Mtircia, Santiago, Sevilla, Valladolid, Valencia y Zaragoza) y que llegan a once-

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si se suman las 'dos de Historia de América (Madrid y Se- villa).

Como consecuencia de esta situación, y del hecho de que los estudiantes universitarios españoles suelen seguir la es- pecialidad que se les ofrece en la Universidad de su distrito o en la más próxima, existe una fuerte demanda, no satisfe- cha, de profesores de Griego y de Latín y hasta se ha dado el caso de que, en lar oposiciones a cátedras de Instituto de estas dos materias celebradas en los últimos años, no han po- *dido generalmente cubrirse todas las plazas. Esta misma es- casez hace que las enseñanzas de estas asignaturas en los centros 'de Enseñanza Media cuelan estar desempeñadas, en l a mayoría de los distritos universitarios, por graduados de otras especialidades no cualificados para ellas.

La actual distribución geográfica concentra, además: es- tas Secciones en la mitad norte del país, consideración que, unida a la existencia )de sólo dos Secciones y a la presencia d e tres catedráticos titulares {los de Filología Latina, Paleo- grafía y Diploniática y Arqueología, Epigrafía y Numismáti- ca) con cktedras idénticas o afines a las de Filología C!ásica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, hace de esta Universidad el Centro más indicado para la creación de una de las secciones de Filología Clásica que evidentemente necesita el país.

COLOQUIO SOBRE NTEORÍA POLÍTICA DE LA -&JTIGUEDAD

CL~SICA))

Como ya comu~~icamos a nuestros lectores en el número anterior de este boletín informativo, durante los días 22 al 24 del pasado mes (de abril celebró nuestra Sociedad en Madrid un coloquio en el que participaron como pomntes los Dres. Rodríguez Adrados, Tovar y dlOrs, y además to- maron parte como invitados de la Sociedad los Sres Alva- rez Suárez, Calonge, Castresana, Díaz Tejera, Dolq, Fernán- dez-Galiano, Fontán, Fuenteseca, García ~ef l ido , García Rláz-

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quez, García Calvo, Gil Fernández, Hernández Vista, LIe- dó, Marín Peña, Mariner, Montenegro, Rodríguez Brasa, Ruiz de Elvira, Sánchez Agesta, Sánchez Lasso de la Vega, Sánchez Ruipérez, Srta. Santiago, Valentí y Zaragoza.

La aflüencia de público fue extraordinaria y desbordó am- pliamente las posibilidades del local; igualmente fue muy grande el interés con que se siguieron los debates, pese a su gran duración, hasta el punto de que la Sociedad ha pensado en repetir este tipo de actividades. que han constituido un franco éxito, al permitir una mayor intervención de las per- Sonas interesadas en torno a iina serie de temas concretos que al mismo tiempo afectan a un campo de estudios de amplia repercusión.

Previa la exposición de los respectivos ponentes, ya men- cionados, fueron debatidos en los tres días del coloquio los temas anunciados, a saber, La teoria poWtica de la democra- ~ i a ateniense,, L a teoría política de Sócrntes y Plntón y Sobre el no estatismo del imperio rowano. Los presidentes de las tres reuniones fueron, respectivamente, los Sres. Sánchez Ruipérez, Rodríguez Adrados y Mariner, que encauzaron en todo momento la discusión e intervinieron en la misma. Des- pués 'de las intervenciones de los invitados oficiales, se dio oportunidad al público asistente para que interviniera, y así lo hicieron algunas personas.

En su ponencia, D. Francisco Rodríguez Adrados sosttivo la existencia de toda una fase del pensamiento político grie- go, la fase liberal y democrática, cuyo valor teórico negó luego Platón, procediendo en esto con parcialidad. Apoyán- dose en una serie de principios previos sobre la solidaridad entre teoría y práctica y entre el pensamiento político y el pensamiento sobre el hombre en general en esta época, el po- nente estableció la existencia de dos teorías diferentes, a sa- ber, la teoría de la democracia religiosa y la de la democracia laica, que en la praxis política encontraron su reflejo en la Atenas de Cimón y en la ¡de Pericles, respectivamente. Su es- tudio estuvo centrado, primordialmente, en Esquilo por la

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que se refiere a la democracia religiosa y en !a sofística con respecto a la democracia laica. Postuló el carácter esencial- mente político de Esquilo, que, afirmando la existencia de valores absolutos anclados en la divinidad, cree en la posibi- lidad de una conciliación entre aquellos de entre ellos que resultan enfrentados. De otra parte, abogó por el reconoci- miento de la existencia de un pensamiento constructivo, con- cretamente ,democrático, en los más antiguos sofictas; su diferencia fundamental respecto a Esquilo es su pensamien- to puramente antropocéntrico, pero coinci,den con él al afir- mar la unidad de la naturaleza humana, que es el fundamento de toda teoría democrática. Señaló finalmente las dificulta- des internas de esta teoría según aparecen en los sofistas posteriores, así como sus implicaciones con !a práctica.

L a lectura de la ponencia suscitó una viva discusión, en la que in- tervinieron, entre otros, los profesores dJOrs, Ruiz de Elvira, Fernán- dez-Galiano, S. Lasso de la Vega, Montenegro, García Calvo, Rodríguez Brasa, Gil, ILledó, Hernández Vista, Calonge y Fontán. Estas interven- ciones se refirieron a puntos muy concretos. Por ejemplo, D. Alvaro d'Ors sostuvo la teoría tradicional de que en Grecia no existe teoría política hasta Platón, apoyándose en su idea de que una teoría política sólo surge en época de crisis. El ponente alegó que la época de Esquilo precisamente es la superación de la crisis de la aristocracia griega, y el Sr. Lledó definió la palabra ((teoría)) como un mirar la realidad y refle- xionar sobre ella. Acerca de este punto hubo otras varias intervenciones. Algunas otras, como la del Sr. Ruiz de Elvira, trataron de centrar la dis- cusión sobre una base más amplia, insistiendo en las debilidades de toda teoría política, inherentes a la naturaleza humana, y en sus inconsecuen- cias y alejamiento de la realidad. El Sr. Fernández-Galiano aludió, por su parte, a la dificultad de compaginar los elementos irracionales conte- nidos en los dramas de Esquilo y la conciliación que resulta al final de algunas trilogías ; discutió también el alcance de los temas políticos en Esquilo. El ponente mantuvo sus puntos de vista, concediendo que, des- de luego, no se llega a una armonización absoluta, aunque esa es, desde luego, la tendencia de Esquilo. E l Sr. Sánchez Lasso de la Vega sos- tuvo, a su vez, la tesis de que existe en la teología esquilea un optimismo evolucionista; los dioses son espíritu de progreso. El ponente creyó más justo afirmar que Esquilo considera más bien que, a partir de un cierto momento, hay situaciones fijas que se repiten siempre en forma análoga

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El segundo día, D. Antonio Tovar, hablando de Sócrates y Platón, comenzó diciendo que la situación de Sócrates en una época de grandes cambios lo enfrenta con el problema de la aparición del individuo y la moral. Surge la concien- cia individual, a la vez que el egoísmo se formula racional- mente. Sócrates va fijando su pensamiento moral en po!émi- ca con los sofistas y los arjstócratas de mentalidad sofística. La política para él es moral, y la expresión de la moral son las leyes de la ciudad. De ahí nace el conflicto de su muerte : se somete a las leyes de la ciudad, que son por sí santas y justas. Platón escribe sus obras cuando el racionalismo ha triunfado. Por otro lado, la realidad le repugna. Por eso es- tablece que el gobernante debe ser filósofo, o bien el filó- sofo ha de ser rey. Lñ base y cimiento de la ciudad es la jus- ticia. L a ciudad ideal está encaminada al logro de la existen- cia filosófica. Para lograr este fin, Platón vaciló entre las ventajas del «rey», que, como el médico, sabe en cada casa qué norma procede, y de la ley, que regula de manera gene- ral. Los grandes escritos políticos de Platón son los últimos intentos de someter ?a política a la filosofía. La ponencia es- tuvo muy abundantemente ilustrada con la aducción de los textos platónicos referentes a los puntos estudiados.

A continuación inter~inier~on los profesores Ruiz de Elvira, Rodríguez Adrados, Lledó, S. Lasso de la Vega, Rodríguez Brasa, Fernández-Galia- no, García Calvo, Montenegro, Hernández Vista, Gil y Díaz Tejera, !os cuales insistieron sobre diversos aspectos del pensamiento de Sócrates y Platón. En general, puede decirse que hubo mayor unanimidad en admi- tir las interpretaciones del ponente, cuya mezcla de método biográfico y sistemático fue elogiada por algunos. Hubo una discusión bastante viva respecto a la tragedia íntima de Sócrates, revelada por su muerte, que dejó al descubierto la oposición entre la ciudad de Atenas y la filosofía; sobre este punto se presentaron algunas interpretaciones discrepantes. El Sr. S. Lasso de la Vega anunció conclusiones de trabajos suyos iné- ditos que buscan un emparentamiento de las ideas platónicas sobre la justicia con otras de los sofistas Protágorae y Antifonte, de lo cual dis- crepó el Sr. Rodriguez Adrados. El filolaconismo de Flatón y sus p@ sibles razones fue otro de los temas debatidos.

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Finalmente, el día 24, D. Alvaro d'Ors desarrolló su po- nencia, en la cual sostuvo el carácter no estatal del imperio romano. Comenzó presentando una comparación entre el pen- samiento político griego, territorialmente vinculado al re- cinto ciudadano de la ndArs, y el pensamiento romano, esen- cialmente personalista, radicado en el nomen Romnzcm, que permite superar los límites territoriales de la urbe y estable- cer un imperio. Esto explica que la teoría política del estado moderno, eminentemente territorial. haya encontrado más in- teresante la teoría política griega que la experiencia roma- na. La tradición romana en la historia europea pervive en las diversas formas de mediatización del poder, empezando por el sometimiento de los reyes al emperador, el conflicto permanente entre potestad civil y autoridad papal, etc. Ten- siones todas ellas que resultan incomprensibles para el esta- tismo, pero que tienen un renovado interés en el momento actual, de crisis del Estado y de apertura a estructuras uni- versales pluralistas.

Intervinieron en la discusión de la ponencia, que fue muy larga y minuciosa, los profesores García Bellido, Fuenteseca, Castresana, S. Lasso de la Vega,, Dolc, Fontán, Ruiz de Elvira, Gil, Sánchez Ruipérez, Mariner y Rodríguez Adrados. Este último y el Sr. Gil trataron de quitar alcance a la oposición entre la concepción griega y la romana del Estado, se- ñalando todos aquellos elementos gentilicios y en general no territoriales que existen en el Estado griego ; en Roma nos hallaríamos más bien ante una evolución desde un punto de partida semejante al griego. El Sr. Fuen- teseca hizo constar que el título de la ponencia del profesor d'Ors signi- fica la aceptación de una teoría del Estado que no es compartida por todos los investigadores. Pasando a otros temas más pormenorizados, fueron objeto de revisión y estudio algunos de los datos en que se ago- yó: por ejemplo, los arqueológicos (por el Sr. García Bellido), las etimo- logías de populus, nólr<, etc. (Sres. F.-Galiano, S. Ruipérez y otros), el uso de los tria nomilza (Sr. Dolc), etc. La creación de las tribus rústi- cas, que constituye la introduoción de un principio no territorial, fue tam- bién ,objeto de debate. En general, puede decirse que las ideas del profesor d'Ors, aunque controvertibles en varios puntos, despertaron un gran interés por su originalidad y por su aplicación a la interpretación de diversos hechos: limes romano, creación de los reinos bárbaros como continuación de las provincias romanas, etc.

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Dado el interés del coloquio, la Sociedad piensa publicar- lo en un número monográfico de nuestra revista

El premio del tema de griego (Los caracteres de la allia- da))) ha sido concedido al trabajo presentado por D. Ra- fael A. Domínguez Molinos, del Real Colegio de Escuelas Pías de San Fernando de Madrid. El premio del tema de latín (El canto I I de la «Eneida») se ha otorgado al trabajo presentado por la Srta. Mercedes Rosúa Delgado, del Ins- tituto ((Isabel la Católica)) de Madrid.

Teniendo en cuenta la gran cantidad de excelentes tra- bajos presentados, han sido concedidos dos accésits de grie- g o y uno de latín: los primeros, a los trabajos presentados por los alumnos D. José María Terricabras Nogueras, del Instituto ((Jaime Baimesn de 8arcelona, y la Srta. Raque1 López Melero, del ((Isabel la Católica)) de Madrid, y el ac- césit de latín, a D. Nicasio Salvador Miguel, del Instituto ((San Isidro)) de Madrid.

El acto de entrega de premios, que será público como ya es tradicional, se celebrará en Madrid a comiensos del curso próximo.

ACTIVIDADES DE LA SECCIÓN DE BARCELONA . ,

Los días 21 y 23 de enero t~~v ie ron lugar las charlas de don José M." Eordas sobre el tema Periplo por el Mediterrá~ neo griego. Ambas charlas fueron ilustradas con bellas dia- positivas en color y animadas con las anécdotas e impresio- nes del viaje.

El día 14 de marzo, D. Manuel Díaz y Díaz, invitado por nuestra Sección, pron~tnció una conferencia titulada Elz

torno al llawmdo latin vzdgar. Yeñaló los rasgos más salien- tes del latín en la época anterior a Cicerón y la dificultad

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de todo análisis objetivo de la lengua común por la impre- cisión con que se refieren a estos hechos los escritores ro- manos, lo que ilustró con unos ejemplos significativos. Re- calcó la importancia que tienen las lenguas romances y los textos tardíos a este respcto y propugnó una nueva inter- pretación del término ((latín vulgar)) como pura convención para comprender un complejo de fenómenos que justifican el paso del latín a las lenguas actuales.

Durante el mes de marzo se desarrolló un ciclo de confe- rencias organizado por la Sección en colaboración con la Balmesiana.

El ciclo fue inaugurado el jueves día 14 por D Jorge Pérez Ballestar, profesor de Filosofía de la Historia en la Universidad de Barcelona, quien desarrolló el tema La con- cepción griega de la Historia y su supervivencia.

¡La fase mítica de la cultura griega equivale a una concepción cuasi- histórica de la realidad, ya que tipifica las causas en agentes personales sobrehumanos, entre los cuales se desarrollan relaciones genea!ógicas y dramáticas que son situadas en un pasado sin Pechas.

E n Hesíodo se encuentra ya la primera manifestación de Ia~concep- ción griega de la historia, es decir, el mito (Trab. 106 SS.) de las cinco edades del mundo progresivamente decadentes y designadas con nombres de metales.

Los jonios emprenden la superación de la mentalidad mítica. Al sar-, casmo de Tales. según el cual todo :stá lleno de dioses. se une !a i o ~ o p i ~ iniciada por Hecateo como exploración de hechos geográficos, etnoló- gicos e históricos por vías estrictamente empíricas.

Hesódoto es verdaderamente el padre de la historiografia por no ad mitir más relato que el de acontecimientos reales y :salar de evitar el olvido que acompaña a la singularidad de las hazañas humanas. Intenta establecer un saber de lo singu'ar elevándose, por métodos jurídicos, de la 8ó4a de los testigos a la E m a ~ l ~ q del historiador.

Pero ya Heráclito (fr. 1) se burló dc la .rtoAuliqRiq de Hecnteo en nom- bre del hóTo; universal de que participa la mente humana, instaurando así en la cultura griega el ideal de un saber de objetos universales.

Tucidides, influido por ese ideal del saber y considerándolo ejemplifi- cado en la medicina de Hipócrates, deja de interesarse por la singularidad de los hechos históricos para ver en ellos la manifestación de leyes psi- cológicas, con lo cual tiende a hacer de la historia una ciencia natural.

En Platón se perpetíia el mito de las edades del mundo Considera que

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b s hombres údlo han evitado la decadencia completa pcrque los dioses les han proporcionado el fuego, las artes y el trigo (Pol. 274 e) y que la vida humana está sujeta a ciclos que el politico sólo puede paliar, pues .cada forma de gobierno lleva en sí los gérmenes de la piopia disolución y tiende a convertirse en la contraria (Ref . VIII).

Aristóteles, campeón del ideal de la ciencia como saber de lo universal y permanente, afirma que la poesía es más científica que la historiogra- fia, pues mientras ésta es una colección de hechos enlpíricos, r:quélla ve- rifica sobre ellos juicios universales (Poét. 1451 b 5 s ~ . ) .

Los estoicos, al admitir en 14 vida del mundo un gran año estableci- d o por el hóyoc divino, eri virtud del cual, después de cada conflagración universal, vuelven a repetirse todos los acontecimientos, sostienen arque- típicamente la concepción cíclica de la historia.

Polibio considera que la historisgrafía no es universal como ciencia Reorética, sino como didáctica para la práctica política. A su juicio, la historia es llevada por la razón universal a la instauraciór, de un imperio mundial que unifique ia vida de todos los pueblos.

Para Skneca, la historia es tanto fruto de la inmutabilidad de las le- yes divinas como de la capacidad creadora de los hombres. Dentro del tiempo cósmico concibe varios ciclos históricos, en cada uno de los cua les una humanidad distinta posee su propia historia universal, donde no se repite:^ lo; sucesos. pero sí las edades: una de oro, otra de hierro y una catástrofe final, serie en que el progreso técnico va acompañado de la degeneración moral.

Según Juan Bautista Vico hay iina «storia ideale eterrian, consistente en la repetición no circular, sino espiral, de un ciclo en que se suceden la barbarie de la imaginación, lo heroico, lo clásico y la barbarie de la reflexión en el desarrollo de !a cultura y las instituciones.

iLa ley d e los tres estados de Augusto Comte, aunque admita el pro gres0 en la sucesión de la fase teológica por la metafísica y de ésta por la positiva, no deja de reactualizar el mito de las edades del mundo.

Federico Nietzsche lleva paradójicdmente su vitalismo irracicnaíista a zestaurar la idea del eterno retorno, propia del racionalismo estoico, pues considera que la autoafirmación y la autoaceptación de !a vida l i a~en a ésta volver eternamente sobre si reviviéndose itii~urnerables veces.

Guillermo Dillhey hace culminar su historicismo relativista en la teo- ría de las concepciones +e1 rrurdo, c;ue reduce a treq: el natuiaLcmo. el idealismo de la libertad y el idealismo objetivo, los cuales se repiten en la Iiistoria y está11 fundados en las tres actitudes psíquicas, el conocer, el querer y el sentir, respectivamente

A juicio de Oswaldo Spengler, la historia es una sucesión de unidades autónomas, las culturas, cada una de las cuales tiene un carácter propio, pero posee un ciclo vital idéntico al de las demás; tias partir de la bar-

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barie reg5'esan a ella a través de la creación inslituc;onal, artística y cien- tífica, el clasicismo y la decadencia.

Para Arnold J. Toynbee !as distintas sociedades históiicas se suceden unas a otras mediante relaciones de paternidad y filiación, pero cada una de ellas cumple un misn~o ciclo, regulado por las categorías de desa- fío y respuesta, minorías dirigentes o dominantes, Estado e Iglesia uni- versales, así como proletariado interno y externo.

En realidad, la concepción griega de la historia es antihistbrica, por escapársele los caracteres fundamental:^ cle la historicidad como tal, es- pecialmente la irrepetibilidad e irreversibilidad derivadas de la existencia de acontecimieritos que alteran :adicalmente el destino de la humanidad.

E! jueves día 21 disertó D. Luis Cuéllar, profesor de His- toria de la Filosofía en la Universidad de Barcelona, sobre La preselzcia del pensnnzie+zto ?riego en la Fiiosofia contenz- poránen.

La Filosofía europea, desde la Edad Media hasta nuestros días, no ha dejado casi nunca de sostener un fecundo diálogo con los pensadores griegas. Lila sola excepción: 13 rU1)tui.a que c m toda ia tradición, inclu sive la helénica, pretende (más que consigue) llevar a cabo Descartes y, con él, todo el pensamiento «moderno» hasta Kant. Después, con ei Romanticismo, volverán a abrirse las puertas a la influencia helénica, que, más o menos intensamente, no se interrumpirá hasta hoy.

Las corrientes fi!osóficas griegas más influyentes durante el largo período anterior a la citada aruptura» han sido e1 platonismo-neoplato- nismo, el aristotelismo y el estoicismo ; en cambio, duran:e el período que se inicia con el Romanticismo, las preferencias Le dirigen hacia el' pensamiento presocrático -sobre todo hacia Heráclito-, cuya eficaz pre- sencia se descubre en las más diversas tendencias ideoiógicas : materia- lismo dialéctico marxista, positivismo evolucionista de Spencer, udioni- sismo» de Nietzsche, evolucionismo creador de Rergson, pensamiento existencia1 de Heidegger.

Es en Nietzsche y en Heidegger en quienes esta presencia adquiere el carácter de una consciente y entusiasta asunción, por su pacte, del pensamiento griego ~rimitivo, al que creen imprescindible retornar. Así, Nietzsche admira a los grandes trágicos y a los filósofos de este período por haber sabido elevarse hasta una concepción del mundo que compor- ta una aceptación heroica y magriánima de la vida, con todas sus contra. dicciones internas (dolor, muerte), en nombre de una justicia inmanente a la misma vida, que, sin embargo, trasciende toda comprensión humana de tipo dialéctico «socráticos. Heidegger, por su parte, ve en los p r e

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socráticos el único ejemplo de un filosofar uoriginaln: antes de toda. especialización del saber, antes de toda investigación sobre los entes, su- pieron ((ponerse a la escucha)) de !u verdaderan~en:e fundamental y fun- dante, el Ser, que al areunirw (hÉ.(arv, de donde )róToc) sujeto y objeto en el coinun uáinbito de lo abierto», hace posib!e el aparecer, el patenti- zarse, el brotar (cpúaa, de donde cqiior<) de todo ente. Con Flatón em- pezó el solvido del Ser» y, consiguientemente, el dejar de entender al hombre desde la radicalidad del Ser, como a l u p n o aaquí del Ser» («Da- seinn), inaugurándose la concepción opuesta, de signo subjetivista, que ha venido imperando, con matices diversos, a lo largo de toda la histo- ria de la Filosofía.

L a iniluencia platónico-aristotéli~a no se ha extinguido: persiste con fuerza en el pensamiento neoescolástico actual y también en filósofos de inspiración muy distinta, como, por ejemplo, en algunos neopositivistas que aprecian extraordinariamente cl aanálisis del lenguaje vulgar)) que habría, según ellos, practicado Aristóteles sin intención metafísica alguna.

El martes 26, D. Martín de Riquer, catedrático de Litera- turas Románicas de la Universidad de Barcelona, presentó, algunos interesantes aspectos de La persistencia de la litera- tura latina en las Letms medieriales europeas.

Los autores latinos eran perfectamente conocidos por los escritores de la Edad Media, como revela el hecho de que muchos son los autores de R o n a cuya transmisión manuscr'ta es esencialmente medieval y como es natural en hombres que se formaron retóricamente a base de trata- dos derivados de Cicerón y de Cornificio y de flori!egios en los que se recogían fragmentos de los clásicos. La novela europea eri lengua vulgar nace, en francés, gracias a la épica latina, y a las adaptaciones del siglo XII de la Tebaz'da y de la Eneida se les dará el nombre de aromanw de Tebas y uroman)) de Eneas, lo que originariamente rólo significa atra- ducciómi o ~roinanceam~entow de estos poemas latinos y que pronto dará nombre a un género fundamental: el uromanw, que en español nos ve- mos obligados a llamar «novela)). El conferenciante examha algunos 'mo- tivos de la leyenda de Tristán e Iseut según los textos franceses del ei glo XII y señala ciertos paralelismos con las leyendas grecolatinas: el tema del gigante Morholt y el tributo en sangre equiparable al de Teseo y el Minotauro; el de Tristán herido y abandonado ea una barca, situa- ción similar a la de Filoctetes; las orejas de caballo del rey Marc de Cor- nualles y las de asno de Midas; la muerte de Tristán e Iseut, con el error de velas negras por blancas, provocado por los celos de Iseut la de las blancas manos, tan similar a elementos que se hallan en los temas de la mue: te de Egeo, el despecho ce Encne contra Paria y el dramático

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final de Piramo y Tisbe, etc. Apuntando brevemente e! influjo clásico sobre la lírica culta medieval, recuerda la etimología semántica de trobar acomponer versos)) y también <hallar)), que es un calco del latín inuenire, al paso que fonéticamente procede de tropare, o sea, ucomponer tropos 4itúrgicos~. El conferenciante aludió a las cuiiosas y raras interpretacio- nea y desfiguraciones de Virgilio en la Edad Media e insistió en la ne- cesidad de estudiar, e incluso publicar, la rica y variada literatura pseu- daclásica medieval: el De vetwla adscrito a Ovidio; el De remcdr'is for- tzlitorzsm atribuido a Séneca; la correspondencia entre éste y San Pablo, etcétera. Finalmente se refirió a la transmisión de temas mitológicos y clásicos al ufolldore~~ a través de los exempla que los predicadores medie- vales exponían desde el púlpito, y al viejo y repetido tópico del ubi szsnt, constante catálogo de personajes clásicos, que es modernizado al actualizarse en la balada de las damas de antaño de Franqois Viiion y en las famosas coplas de Jorge Manrique.

Finalmente, el día 28, D. Juan Ramón Masoliver, direc- tor de la sección literaria de La Vanguardia, clausuró el ci- clo con una bella-conferencia en torno a La necesidad del cla- sicismo en nuestra cultura.

Tras registrar la escasa presencia de una formación clásica e11 las ,varias manifestaciones de los escritores y las clases rectoras de nuestra Sociedad, en oposición a lo común en otros países y a esfuerzos benemé- ritos como la uFundació Bernat Metgen (vacío más lamentable en cuanto que la sólida cultura humanística de los hombres de Cervera la mostró decisiva pasa el resurgir catalán en todos los órdenes, del Ro- manticismo a la ((Renaixen~a))), el conferenciante analizó las causas y los riesgos de la actual prediíección pos los estudios de citncias -más de técnica, en verdad, que científicos-, señalando la parte que la excesiva tecnificación tiene en la actual crisis de ln juventud y cuya solución reside en una vivificación de los estudios l~umanísticos.

Esa disciplina, ese meditar las lecciones de emulación, libertad, tole- rancia y ecumenismo de los antiguos: la ccnciencia -nada nostálgica, sino operante- de nuestro común pasado, sobre valernos la clave para el inaplazable diálogo entre las culturas y la convivencia entre clases y pueblos, reviste especial actualidad en esta llora en que asoman al tabla- do de la Historia, adaptando nuestra civilización técnica y reclamando derechos hasta ayer reservados a nosotros, las antiguas colonias de Afri- ca y Asia. Tal síntesis será sólo posible donde esos pueblos orientales y de color clesarrcllen y al:osten lo n'is v.vo de sus antiquísin~as expe- riencias cultu'ales; y cuando a nuestra vez aportemos a la empresa co-

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mún el espíritu de iniciativa y el hálito clarificador que connotan nuestra n o menos gloriosa civilización.

Ni que decir tiene que todas las conferencias resultaron magistrales y fueron seguidas con sumo interés por los asis- tentes.

Como en anos anteriores, la Sección ha organizado un ciclo de conferencias #destinado a los alumnos de Letras del curso preuniversitario, a cargo esta vez de D. José Alsina (Aprodimación a Hornero), D. Pedro Pericay (Hornero y la Historia), D. José Vives (Hornero y el ciclo épico), D. Li- sardo Rubio (Aproximación a in «Eneida»), D. Eduardo Va- lentí ( L a «Eneida»: poesin y si?~zhoZo) y D. Javier Echave (Virgilio y nosotros).

Todas las disertaciones tuvieron gran éxito y un crecido número de estudiantes las siguieron con vivo interés.

D.8 M.* Antonia Ozaeta, Madrid. D.8 M.& Socorro Ramos Mariñas, Burgos.

D.8 M.& Luz Abad Sacristán, Madrid. D.8 M.o, del Carmen Alvarez Domínguez, Madrid. D.8 M.8 Teresa Arregui Luco, Madrid. D. Jesús Aspa Caveza, Madrid. D. Bernardo Avila Fuentes, Lucena (Córdoba). D. José Ramón Barraca de Ramos, Madrid. D. Francisco Brihuega García, Madrid. D. Antonio Calderón Piña, Madrid. D.8 Francisca Calvo Jiménez, Madrid. D.8 M.8 Elena Cambronero Arrizabalaga, Madrid. D. Jesús Camiña Cerviño, Madrid. D.8 Silvia Cañas Quílez, Madrid. D.& Amelia Carreño Arteta, Madrid. D.8 M.& Concepción Carreño González, Gijón. D.8 Elena Crespo Barbolla, Madrid.

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D.8 Alicia Cohen Auclay, Madrid. D. José Antonio Correa Rodríguez, Málaga. D.& M.a de las Mercedes Cuéllar Mirasol, Madrid. D a M.8 Jesús Dávila Pérez de Camino, Madrid. D.8 M.a Isabel Díaz-Regañón Valverde, Madrid. D.& Adela Domingo López, Madrid. D.8 M? de los Angeles Durán .López, Madrid. D.* M.8 de los Angeles Echeverría Elvira, Madrid. D.8 Manuela Elisa Escribano Carrasco, Madrid. D.a M.8 Teresa Felip Villarejo, Madrid. D. Antonio Fernández Llorente, Madrid. D.8 M.& Isabel Fernández Plasencia, Madrid. D. Javier Aguirre Apolinario, Madrid. D.8 M.& Teresa Ferrari Herrero, Madrid. D.8 M.8 de las Nieves Fidalgo Díaz, Madrid. D. Carlos García Gual, Madrid. D.& Esperanza García Melero, Madrid. D. Samuel García Rubio, Madrid. D.* Manuela García Valdés, Madrid. D.8 M.a del Carmen Gómez de Tejada, Madrid. D.* M.& de la Concepción Guerra Naranjo, Madrid. D. Orlando Guntiñas Tuñón, Madrid. D. Daniel Gutiérrez Calvo, Madrid. D. Juan Manuel Guzmán Hermida, Madrid. D.8 Amelia Hernández Díaz, Madrid. D.6 Angela Hernández Torcal, Morata de Jalón (Zaragoza). D.a M.& Victoria Hernando Jimeno, Madrid. D. Antonio Holgado Redondo, Madrid. D.8 M.& del Carmen Huerta Valderas, Madrid. D.8 Lidia Inchausti Gallarzagoitia., Madrid. D.8 M.& del Pilar Iranzo Aznar, Zaragoza. D. José Miguel Iturgoyen Martínez, Madrid. D. Angel Iturrioz Magaña, Cogroño. D. Constantino Longares Monreal, Alfamén (Zaragoza). D. Gonzalo López Casildo, Madrid. D. Pedro López Llorens, Madrid. D.8 Felisa. Marcos Sanz, Madrid. D. Francisco Martín García, Madrid. D.& Carmela Martín González, Madrid. D.8 Zaida Gloria Martín Quintero, Madrid. D.8 M.8 de las Mercedes Martínez Ortega, Madrid. D. Angel Martínez Vidal, Madrid. D.% M.& Antonia Medel garrubia, Madrid. D. José Montejano Montejano, Escariche de las Heras (Guadalajara).

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DE ESTUDIOS CLÁSICOS

D.a M." de la Concepción Morales Otal, Madrid. D. Félix José Moreno Pérez, Madrid. D.a M.8 Francisca Moya del Baño, Murcia. D. Anastasio Murcia Valencia, Madrid D. Vicente Otazu Alli, Madrid. 3l.a Luisa Pacheco López, Madrid. D.* Jacinta Palmeiro Veiga, Madrid. DP Eulalia Peña Gonzalo, Madrid. D. Emilio Pérez Sánchez, Madrid. D.& M.o Teresa Pérez Villar, Madrid. D.n Ana María Pita Pérez, Toledo. D. Domingo Plácido Suárez, Madrid. D.n M.a Cruz Quintana Jiménez, Madrid. D.a M.a del Carmen Rodríguez Calderón, Madrid. D. Jaime Rodríguez Gómez, Madrid. D.* Rosa María Ruiz Gonzalvo, Madrid. D.5 Aurelia Ruiz Sola, Madrid. D.* M.' del Carmen Samaniego Burgos, Madrid. D.a M.8 de los Dolores Sánchez Romero, Madrid. D. Jesús María Sánchez de la Torre, Madrid. D.& MP de los Angeles Santos Vigueira, Pontevedra. D.s M.8 del Carmen Seijas Varela, Lugo. D.6 M.8 de Lourdes Sendra Cañas, Madrid. D.8 M.8 m i s a Silgestrom Ribed, Madrid. D.@ M.a de las Nieves Siles Ramírez, Madrid. D.n M.& Lucía Touza Prieto, Pontevedra. D.a M.& de la Soledad Truque Fernández, Madrid. D.b M.8 Belén Vázquez Cereijo, Madrid. D. José Francisco Vegas Rubio, Madrid. D.n Natividad Venegas García, Madrid; D. Agustín Ventura Conejero, Játiva (Valencia). D.a M.. Teresa de Villalobos Martínez-Pontrémuli, Madrid D.a M.a del Pilar Abella Villuendas, Zaragoza. D . Avelino André Gabián, Barcelona. D.* Montserrat Arnán Castells, Barcelona. D.a M.& del Carmen Bosch Juan, Palma de Mallorca. D. Enrique Cardona Pons, Barcelona. D. Juan Castellanos Vila, Barcelona. D. Andrés Espinosa Alarcón, Barcelona. D. José María Estellés González, Burjasot (Valencia). D.a Adela García Vela, Barcelona. D.a Montserrat Jufresa Muñoz, Barcelona. D.a Emilia Monerris Vañó Alcoy. D.& Ana M.& Duarte Torner, Barcelona.

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D.8 M.8 Luisa Nada1 Capará, Barcelona. D.8 M.a Loreto Palacios Esteban, Barcelona. D. Jorge Pérez Duró, Alcoy (Alicante). D." Montserrat Prat Roig, Barcelona. D." M.& del Pilar Ramírez de la Encina, Lodosa (Navarra). D.& M.8 del Carmen Romero Barranco, Barcelona. D. Enrique Roquet Llovera, Cornellá de Llobregat. D.& M.& Aurora Seguí Asín, Barcelona. D.& Margarita Serra Rubí, Falma de Mallorca. D.a Francisca Tarrés Bech, Gerona. D.a M.& de los Angeles de la Torre Sáiwhez, Barcelona. D. Feliciano Alarcón Honrubia, Barcelona. D.a Guillermina Jaume Cifre, Pollensa (Baleares). D. Eusebio Mínguez Galán, Barcelona. D.& M.a de ,las Nieves Rovira Riera, Barcelona. D. Juan Bosco Caballero Domínguez, Salamanca. D. Felicísimo Casado Orcajo, Burgos. D. Faustino Chamorro González, Salamanca. D. José Antonio Díez Manrique, Salamanca. D. José López Díaz, Tejares (Salamanca). D. Ceferino Martín Calvarro, Descargamaría (Cáceres). D. José Luis Moralejo Alverez, Salamanca. D.a M.8 Inmaculada Pérez Ledesma, Salamanca. D. Jesús Redondo Candal, Tejares (Salamanca). D. José Robles Merino, Salamanca. D. Pedro Manuel Ruiz Quintero, Salamanca. D. Rafael Sevilla Paños, Salamanca. D. Eulogio lejerina Canal, Salamanca.

NOTA D E TESORERIA

Las cuotas de esta Sociedad correspondientes al presente año y atra- sadas se pondrán al cobro mediante un Banco, que las percibirá, con la presentación de los oportunos recibos, a comienzos del curso próximo (octubre del corriente 1963, aproximadamente). Agradeceremos cuantas facilida.des den los Sres. socios- para esta labor, y muy especialmente que avisen a la Secretaría de la Sociedad sus cambios de domicilio siem- pre que se produjeren o se hayan producido desde los comienzos de su actuación.

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LA ASAMBLEA D E CATEDRATICOS D E FILOSOFIA Y LETRAS

(Granada, 16-20 de abril de 1963)

Informamos\de esta importante reunión solamente en lo relativo al es, tudio del griego y el latín en las Facultades. Las propuestas que se ele- varon a este respecto pueden concretarse en el mantenimiento del ac- tual estado de cosas en Estudios Comunes más algunas modificaciones del plan actual de Filología Clásica, tendentes a introducir un comien- zo de especialización entre el griego y el latín y a dejar a los alumnos una libertad mayor que la actual para la elefcción de materias.

La mayor discusión se centró en torno a los Estudios Comunes, manifestándose al respecto opiniones muy diferentes entre las que no hubo acuerdo posible, por lo que se acordó por mayoría el mantenimien- to del plan actual. En realidad las circunstancias de la Enseñanza Media hacen necesario que continúe admitiéndose la validez del título dc Licenciado para explicar cualquier materia (y ya sería un progreso si efectivamente se exigiera en todos los casos), y esto a su vez im- plica la conveniencia de que todos los alumnos de la Facultad hayan es- tudiado, en mayor o menor grado, pero en todo caso a nivel univer- sitario, todas las materias de Letras que se cursan en el Bachillerato. Este es el fundamento de los Estudios Comunes, cuyas materias son efectivamente las mismas del Bachillerato y sólo éstas, con una única excepción: que el griego no es obligatorio y puede sustituirse por el árabe.

Frente a este punto de vista, que aboga por el mantenimiento de los Estudios Comunes en una u otra forma, está el estrictamente cientí- fico, que pide la introducción de una especialización lo más diversifi- cada y radical que se pueda. Naturalmente, existen diversos intentos para conciliar mejor o peor ambas posiciones, y también proyectos más radicales que la fórmula actual de Estudios Comunes. Hubo quie- nes pidieron la reducción de los Estudios Comunes a un solo curso, como ya había propuesto la Asamblea Nacional de Delegaciones del S. E. U. ;

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también quienes postularon que la especialización debería comenzar desde e l primer año y, en cambio, habría que crear un título especial, inferior al de Licenciado, que capacitara para la Enseñanza Media. La primera solución tiene el inconveniente de que el curso común deja de tener to- ,das las materias que deben ser comunes y están en el Bachillerato, por razones del tiempo disponible; la segunda despierta el recelo de que se produzca una desvalorización del título de Licenciado, crea una escisión peligrosa entre ciencia y enseñanza y, de otra parte. no re- suelve el problema, dado que los Licenciados y especializados (que, dí- gase lo que se quiera, irían en su mayor parte a la Enseñanza Media) n o tendrían base común. Ambas propuestas fueron rechazadas.

Otros dos intentos conciliatorios merecen también destacarse. El primero es el de la anteponencia de Planes de Estudio (integrada por los señores Hernández Díaz, Pérez Castro, Pabón, García Hoz, Bofill, Lapesa, Fernández-Galiano, Lorenzo, Casas y Calderón), cuyas conclu- siones fundamentales no llegaron en realidad a la Asamblea por haber estado en desacuerdo con ellas la Junta de Decanos. La anteponencia propugnaba que el título inferior se confiriese al terminar el tercer año de carrera; en estos tres años habría asignaturas fijas (todas las del Bachillerato, incluído el griego) y otras opcionales, que marcarían un comienzo de especialización. El otro intento al que nos referimos fue presentado en Granada, independientemente pero en forma casi coincidente, por los dactores García Calvo y Catalán y consiste de modo fundamental en mantener la existencia de materias comunes fijas, pero no agrupadas en los dos años iniciales, sino distribuidas a lo largo d e los cinco de la carrera y simultaneadas con una especialización que comenzaría desde el principio. Este proyecto no encontró buena acogi- da, quizá porque, al presentarse un puco de improviso, su novedad ha- cia que no resultara fácilmente captable su alcance. Hay que decir que toda la discusión sobre planes pecó de defectos de forma. La discu- sión arrancó en realidad desde cero, al haber desaparecido prácticamen- te el plan de la anteponencia, y se presentaron luego las enmiendas o propuestas en forma desordenada e improvisada, sin posibilidad de cen- trar la discusión sobre puntos concretos. La falta de tiempo hizo lo demás.

Junto a todos estos ensayos de so~lución hay que citar también, por el gran número de votos que recogió, la posición que llamaríamos pater- nalista, que se apoyaba fundamentalmente en el recargo o supuesto re- cargo de los alumnos. Se llegó a proponer y poner a votación una pro- puesta tendente a conservar los dos años de comunes reduciendo las materias a cuatro en cada uno, con lo que se darían en un solo curso cada una de 1a.s siete disciplinas de Letras del Bachillerato (salvo el griego, enfrentado como siempre con el árabe), mientras que la OC-

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tava asignatura seria un segundo curso de la materia que el alumno eli- giera entre las otras siete. Esta propuesta, que convertiría en una asig- natura única la Lengua y la Literatura española, la Filosofía y la His- .toria de los Sistemas Filosóficos, etc., y que dejaría el latín y el griego (para parte de los alumnos) reducidos a un año, fue afortunadamen- t e derrotada. Empeoraba notablemente el estado actual de las cosas en vez de resolver los problemas pendientes, y ello en nombre de un recargo de materias que no es tan grande.

Hubo luego propuestas de alcance más limitado, tendentes a mo- dificar en algún modo el actual plan de Estudios Comunes; por ejem- plo, la que pretendía hacer el árabe obligatorio (en detrimento del grie- go) para los alumnos de las Secciones de Historia y Filología Románica. Entre ellas hemos de citar la defendida por el autor de estas líneas y que llevaba, con su firma, las de los doctores Fernández-Galiano y Gil, que postulaba que el griego debería ser obligatorio en Estudios Co- munes para todos los alumnos. El lector encontrará más abajo el texto completo de la misma, pero conviene hacer aquí algunas aclaraciones sobre su alcance.

Esta propuesta parte de la idea. de que debe haber algunas asignatu- ras fijas para todos los alumnos, aquellas de que puede tener precisión todo Licenciado en la Enseñanza Media. Entre éstas está evidentemente el Griego y la situación actual, en que forma una excepción, es eviden- temente un arcaísmo, procedente de una época en que no había griego en el Bachillerato (y en que, entre paréntesis, los estudios griegos es- taban mal representados en España, lo que permitió una postergación a todas luces injusta). No se trata de oponerse al árabe, que podría es- t a r representado en los estudios especiales de medievalistas y romanis- tas, sino de acabar con una situación excepcional que, en la prác- tica, es dañina para la enseñanza del griego en cuanto a profundidad, y no sólo en cuanto al número de alumnos, e incluso impide a ara- bistas y hebraistas un conocimiento para ellos importante como es el del griego. Lo lógico es que, o bien todas las materias sean opciona- les y no haya Estudios Comunes, o, si las hay fijas, el griego esté en- tre ellas, tanto por razones derivadas de los planes de Enseñanza Media como por su peso específico en calidad de base de toda. la cultura poste- rior. En el peor de los casos, el mantenimiento del árabe como materia electiva en Comunes debería hacerse en libre competencia con todas las demás asignaturas y no sólo con el griego.

La verdad es que, dentro del desorden en que se llevó a cabo la dis- cusión, en que se mezclaban cuestiones muy diversas, no hubo grandes argumentos en contra de los expuestos, salvo que puedan tomarse como tales la afirmación de que el teorema de Pitágoras no es en realidad d e Pitágoras o la de la importancia del árabe para conocer la toponimia

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de Andalucía o bien la consideración de que los autores griegos están, traducidos al español. El hecho es que pesan en contra del griego la inercia de la situación actual, el temor injustificado de que la exten- sión del griego supondría. la desaparición del árabe -cuando el en- frentamiento es puramente arbitrario- y también, quizá, el arrastre de una situación antigua de la cultura española, en la cual los estudios de Letras versaban prácticamente sobre temas españoles y lo deinás apenas existía, con la excepción únicamente de la Filosofía.

La propuesta de que las materias comunes fueran las del Bachillerato, que implicaba la obligatoriedad del griego, obtuvo buen número de vo- tos, pero no los suficientes. En vista de esto y fracasada también la de los señores García Calvo y Catalán, ante el peligro de que se impusie- ra el plan de tipo paternalista criticado arriba, resultó preferible unirse a aquellos otros que propugnaban la continuación del plan actual. Esta posición es la que triunfó.

Hay por lo menos una mejora en lo relativo a los estudios de len- guas clásicas en Estudios Comunes si se lleva a la práctica el acuerdo obtenido en la ponencia de alumnado. consistente en que el examen de preuniversitario sea el único acceso a las Facultades de Cetras. Actual- mente es legal un acceso desde el Magisterio mediante un examen sin griego y, en algunas Facultades, con muy poco latín. La Facultad de Madrid ha hecho, independientemente, la misma propuesta al Mi- nisterio.

Con esto pasamos a hablar de la Sección de Filología Clásica. So- bre este punto se obtuvo un acuerdo entre los catedráticos asistentes, la mayor parte de los que actualmente hay en el escalafón. Mantenien- do en lo esencial la actual estructura, se introduce, como queda dicho, un comienzo de especialización entre el griego y el latín, especialización relativa solamente a la Gramática y tendente, de otra parte, a evitar un desequilibrio entre los estudios lingüísticos y los literarios a favor de los primeros. En el último año la especialización se acentíia aún más, mediante la elección de los alumnos entre diversas materias opcionales. Hay que destacar que el plan propuesto en la Asamblea del S. E. U. tle- ne esta misma orientación, aunque en forma más radical. El proyecta elaborado fue el siguiente :

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Horas senza~tales

Primer curso :

Comentario de textos latinos ... ... ... ... Comentario de textos griegos ... ... ... ... ... Historia de Grecia y Roma ... ... ... ... ... Litera,tura griega ... ... ... ... ... ... ... ... ... Lingüística griega (Sintaxis) o bien Lingüís-

tica latina '(Sintaxis) ... ... ... ... ... ... ... Lingüística indoeuropea ... ... ... ... ... ...

Segundo curso :

Comentario de textos latinos ... ... ... ... Comentario de textos griegos ... ... ... ... Arqueología clásica ... ... ... ... ... ... ... ... Literatura latina ... ... ... ... ... ... ... ... ... Lingüística griega (Fonética) o bien Lin-

güística latina (Fonética) ... ... ... ... ... ... Materia opcional ... ... ... ... ... ... ... ...

Tercer curso :

Comentario de textos latinos ... ... ... ... 3 Comentario de textos griegos ... ... ... ... 3 Materia opcional ... ... ... ... ... ... ... ... ... 3 Materia opcional ... ... ... ... ... ... ... ... ... b Materia opcional ... ... ... ... ... ... ... ... ... 3

15

Las materias opcionales entre las cuales, como se ve, los alumnos tendrán que elegir cuatro en total, serán algunas de la siguiente lista, dentro de la cual cada Facultad ofrecerá a los alumnos aquellas que esté en situación de mantener: Latín tardío, medieval y moderno; Fi- losofía griega y romana,; Griego bizantino y moderno; Tnstituciones griegas ; Instituciones romanas ; Religión griega ; Religión romana ; Mitología clásica ; Patrología griega y latina ; Epigrafía y Numismática griegas ; Epigrafía y Numismática romanas ; Paleografía y Crítica tex-

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276 ESTUDIOS CLÁSICOS

tual griegas ; Paleografía y crítica textual latinas ; Métrica griega y latina ; Gramática histórica española ; Una lengua indoeuropea ; o n - güística griega [(si no es cursada. con carácter fijo) ; Lingüística latina (si no es cursada con carácter fijo); Historia de la Filología Clásica; Lingüística románica ; Lingüística general ; Historia de la tradición clásica.

Los catedráticos reunidos de lenguas clásicas tomaron también al- gunos acuerdos sobre la orientación que hay que dar a las clases de Estudios Comunes. Además de la traducción y comentario, en ambos cursos se darán explicaciones de Literatura griega y latina. Los pro- fesores de uno y otro curso y, dentro de cada uno, los de los distintos grupos se pondrán de acuerdo para la respectiva distribución de las materias, según lo previsto en el artículo correspondiente de la ponen- cia de alumnado.

Finalmente. anotamos otros acuerdos de la Asamblea o de los cate- dráticos de lenguas clásicas que han sido transmitidos al Ministerio como propuesta firme.

Los alumnos procedentes de convalidaciones necesitarán, para obte- ner el grado de Licenciado, realizar un examen teórico y práctico, apar- te de la memoria de Licenciatura (esta propuesta había sido elevada ya independientemente por las Facultades de Ma,drid y Barcelona, pues la sola memoria no ofrecía garantía suficiente, y fue convertida en dis- posición oficial con fecha 2-V-1963, B. O. del %-VI).

Podrá crearse en algunas Facultades una Subsección de Escrituris- tica (o ((Trilingüe Bíblica))), que combinará las enseñanzas del Griego, Latín y Hebreo. También podrá existir una Subsección de Arqueología Clásica. De una y otra se dan planes pormenorizados.

Se creará una Sección de Filología Clásica en la Universidad de Se- villa. Esta Seoción responde a una necesidad de Licenciados en esta rama sentida en todo el Sur de Espaíia; la localización en Sevilla se debe a su abolengo hispano-romano y también al hecho de que exista allí un buen número de alumnos con vocación humanística, muchos de los cuales estudian Filología Clásica como libres en Madrid y Salamanca, preparándose en Sevilla bajo la dirección de profesores de aquella Uni- versidad.

Las cátedras de Filología Clásica deberán aumentar su espech!iza ción pasando a ser de @-iguística, Literatura y Filología griegas y lati- nas (estas últimas destinadas al comentario de textos y a los Estudios Comunes) o de Latín tardío y medieval. Las nuevas denominaciones no afectarán a los concursos de traslado.

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ENMIENDA PRESENTADA A LA PONENCIA SOBRE PLANES D E ESTUDIOS D E LA ASAMBLEA D E CATEDRATICOS D E FILOSOFIA Y LETRAS P O R LOS D,OCTORES RODRIGUEZ

ADRADOS, GIL y FERNANDEZ-GALIANO

Los catedráticos que suscriben'tiench el honor de exponer a la Asam- blea lo siguiente:

1.0 El actual plan de Estudios Comunes de nuestras Facultades pre- senta, como única singularidad opcional, la posibilidad de elección en- tre Lengua y Literatura griegas y Lengua y Literatura árabes para to-

dos lcs a l~mncs .

2.0 Este extremo de las disposiciones legales responde a una si- tuación de hace treinta años, cuando la lengua griega no era estudiada en el Bachillerato. Por tanto, se produce hoy la anomalía de que dicha asignatura es la única del Bachillerato que puede no cursarse en los Es- tudios Comunes, que en definitiva constituyen una ampliación de la En- señanza Media con miras a Ia mayor base humanística del futxro es- pecialista; y, por otra parte, existe la posibilidad legal de que un Licen- ciado en Filosofía y Cetras pueda desempeñar en el Bachillerato la docencia de una asignatura que no ha cursado en la Facultad. Esta si- tuación es única entre las de las demás materias y resulta gravemente peligrosa, dada la importancia que el estudio del griego viene revis- tiendo en el Grado Superior del Bachillerato y la enorme necesidad de profesores de esta asignatura que se deja sentir.

3.0 La existencia de dicha opción merma la eficacia de los estudios de ambas materias, por ser inevitable que la elección resulte en cca. siones equivocada o inspirada en circunstancias accidentales.

4.0 Tampoco se justifica enteramente la existencia de esta opción desde el propio punto de vista de los estudios semíticos. Quienes ha- yan de dedicarse a la espefcialidad hebrea, de que la Biblia. es pieza capital, no podrán culminar sus tareas si desconocen la lengua griega, tradicionalmente ligada a la enseñanza del hebreo y e1 latín en los gloriosos siglos del Renacimiento y en la cual están escritos la ver- sión de los Setenta y el origind del Nuevo Testamento; y es notorio que la civilización musulmana está profundamente influida por la cul- ,

tura griega, transmitida precisamente por los árabes a una parte de Occidente.

5.0 Por otra parte, dada la indiscutible primacía de la cultura grie- ga para la formación del mundo accidental, resulta un tanto extraño, y

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278 ESTUDIOS CLÁSICOS

sorprendente para nuestros colegas extranjeros, que se vea sometida la lengua helénica a esta situación de opción con el árabe única en el actual plan. La evolución histórica del último cuarto de siglo nos liga cada vez más a Europa y al mundo europeo, del que lo clásico es base humanística imprescindible. Esto no quiere decir que ignoremos la importancia suma del conocimiento de la lengua árabe para el estu- dio de la España medieval, ni tampoco el prestigio universalmente re- conocido de que goza la escuela arabista española; pero creetnos que habría manera de compaginar los respetos a ella debidos con una si- tuación más realista y concorde con los hechos expuestos.

En virtud de lo cual, los abajo firmantes proponen:

a) Que la Lengua y Literatura griegas queden como asignatura fija en los dos cursos de Estudios Comunes para, la totalidad de los alum- nos, reservándose el estudio del árabe para el período de especialidad de aquellas Licenciaturas en que sea indispensable.

b ) De parecer esto difícil por estar ya muy recargados los estudios especiales, sería una solución alternativa, aunque imperfecta, la presen- cia de la Lengua y Gteratura árabes en segundo curso de Estudios Co- munes sustituyendo a una de las materias, que no tiene por qué ser precisamente el griego, para aquellos alumnos que hubieran de estudiar en la sección de Filología Semítica; los que se dispusieran a cursar Historia o Filología Románica podrían también, si lo desearan, es- tudiar Lengua y Literatura árabes en lugar de otra materia.

c) En todo caso se subraya que lo más lamentable de la situación actual consiste en la inconcebible posibilidad, que se hace realidad con frecuencia, de que los estudiantes de la especialidad de Filosofía lleguen a ella desconociendo el griego ; sería, pues, indispensable que, induso dentro de la legislación actual, se exija el haber cursado dicha lengua en Estudios Comunes para entrar en la mencionada especialidad.

SOBRE LA INTRODUCCION A LA LINGUISTICA INDOEUROPEA Y LAS SECCIONES D E FILOLOGIA GERMANICA

Creemos que puede interesar a nuestros lectores la propuesta de las Secciones de Filología Germánica de Madrid, aprobada por mayoría de votos de la Junta de Facultad, pa,ra eliminar la Introducción a la Lin- güística Indoeuropea de su plan de estudios; esta propuesta ha sido ele- vada a la Superioridad y frente a ella el abajo firmante ha formulado a su vez el voto pa.rticular que a continuación se transcribe. También la representación del S. E. U. ha elevado un voto particular concebido en términos análogos.

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Nuestros colegas de Filología Gern~ánica encontraban, sin duda :on razón, que en su plan de estudios había demasiadas asignaturas adventicias que, aun siendo interesantes, distraían la atención de los alumnos y les im- pedían profundizar en el conocimiento práctico del inglés y el alemán. En vista de ello han elaborado un nuevo plan que, sin embargo, ha pe- cado en la dirección contraria eliminando el indoeuropeo, única ma- teria capaz de dar una base general al estudio de las lenguas germáni- cas y de evitar su aislamiento dentro de los estudios de Kingüística. En Juntas de Facultad y de Sección defendieron este punto de vista los doctores Fernández-Galiano y S. Lasso de la Vega y íiltimamente, en la Junta de Facultad del 3 de mayo, el autor de esta nota. Nuestra posición fue acogida con simpatía por la mayor parte del claustro de profesores. Si el resultado de la votación fue adverso para la mis- ma, se debió exclusivamente a que no se puso a votación la enmienda como tal, sino el si era aceptable o no en bloque el plan presentado por la Sección. Muchos colegas que estaban de acuerdo con la enmien- da, según luego manifestaron, consideraban que, presentadas así las cosas, no podían emitir un voto que constituyera una desautorización de la Sección, cuyo plan, aparte de este pormenor, constituye una evi- dente mejora.

Queda, pues, pendiente de la resolución del Ministerio si continuará o no cursándose la Introducción a la Linguística Indoeuropea dentro de los estudios de Germanística. Su eliminación rompería un puente para la colaboración entre esta Sección y la de Filología Clásica, con desventaja para la primera, pero en definitiva para todos. En realidad, no se esgri- mieron argumentos de peso en contra del indoeuropeo, aparte de que recarga en trabajo a los alumnos y de que en otros países no es obliga- torio para los germanistas, lo cual es evidentemente cierto, pero no lo es menos que el indoeuropeo es una de las asignaturas que pueden elegir los futuros especialistas en lenguas germánicas, mientras que en España se pretende cerrarles esta oportunidad.

Transcribimos a continuxión el voto particular citado:

Se propone que en el plan de estudios de las Secciones de Filología Germánica (Inglesa y Alemana) continúe existiendo la asignatura de In. troducción a la Lingüística, Indoeuropea, bien con carácter obligatorio como actualmente, bien como materia opcional (con posibilidad para ele- gir entre ella y otra de las del plan de estudios).

c o s argumentos desarrollados ante la Junta fueron los siguientes:

1.0 El estudio de la Lingüística Indoeuropea es indispensable para profundizar en la Gramática histórica de las lenguas germánicas, que

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resulta inaccesible en otro caso. Cualquier manual, por elemental que sea, de Gramática histórica inglesa o alemana o de anglosajón antiguo, antiguo alto alemán, etc., está lleno de referencias al indoeuropeo. De otra parte, el progreso científico de los estudios de Lingüística ger- mánica quedará agostado en España si los estudiosos de esta rama pres- cinden del indoeuropeo, origen de todas estas lenguas, como ocurre cuando se separa una planta de su raiz.

2.0 El indoeuropeo, origen común de las lenguas germánicas, el latín, griego, etc., ofrece una única posibilidad para que los alumnos puedan percibir tanto las peculiaridades de las lenguas germánicas como sus relaciones con lenguas que ya dominan. Así deben reconocerlo los alum- nos cuando proponen que continúe existiendo esta disciplina en la Sec- ción. Ofrece además el indoeuropeo un punto de contacto y colabora- ción de la Sección de Filología Germánica con la de Filología Clásica y, en un futuro posible, con los estudios de Eslavística, Indología, etc.

3.0 Prueba de todo esto es que en casi todas las Universidades ex- tranjeras donde se estudian lenguas germánicas existe una. o más cátedras de Lingüística indoeuropea, frecuentadas por muchos de los futuros germanistas y desempeñadas en bastantes ocasiones por profesores cuya especialidad más concreta, dentro del campo indoeuropeo, es precisamente la Germanística. Entre ellos podemos señalar a los profesores Krahe, Krause, Pisani, gehmann, Polomé y otros muchos.

4.0 Es cierto que para el dominio puramente práctico del inglés y el alemán actual sobra el indoeuropeo. Pero sobran también otras mu- chas materias del plan presentado y sobra en realidad la Sección toda, pues el cometido en cuestión está ya desempeñado por diversas insti- tuciones. No se trata de enseñar simplemente inglés o alemán, sino de formar profesores de inglés y alemán y posibilitar a la vez el des- arrollo de los estudios de Germanística en España.

5.0 Para una atención puramente literaria a las culturas alemana e inglesa podría posiblemente prescindirse del indoeuropeo (y de otras va- rias materias del plan). Pero lo menos que se puede hacer es ofrecerlo como opcional para-los alumnos de orientación predominantemente lini güística, para ia que es esencial. El plan presentado no admite asigna- turas opcionales, contra lo acordado en la Asamblea de Granada.

6.0 Ni siquiera se puede argüir que no existe tiempo disponible en los horarios para impartir esta enseñanza. Hay cursos de sólo dieciséis horas semanales (lo que, a cuatro diarias, deja dos mañanas libres). Existen cursos de alemán e inglés de nueve horas semanales, que po- drían reducirse. Hay alguna asignatura, la Gramática general, que afecta

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menos directamente a la Sección. Queda la posibilidad de la opción. Y el temor a recargar a los alumnos con materias difíciles queda des- cartado ante la petición de los propios estudiantes de que el indoeuropeo se mantenga en el plan.

7.0 Por último, el firmante hace constar que, siendo titular de Fil lología Griega, la Lingüística indoeuropea no es para él más que una dedicación puramente vocacional, traducida en diversas publicaciones- científicas (incluso sobre el germánico) y en una explicación de esta ma- teria durante dieciocho años, en concepto de extensión de Cátedra (es decir, prácticamente en forma gratuita) en la Sección de Filología Clá- sica, no en la de Germánica, en la que no tiene interés en figurar. Sin tener, pues, interés personal en el asunto, está en situación excepcional para comprender, como otros muchos colegas, el retroceso científico que ahora se propone: la eliminación de esta materia del plan de Filología Germánica. Y pide que se ahorre este duro golpe a los estudios lin- güístico~ en España, en auge afortunadamente hoy día, y a la propia Sección.

N. DE LA R.-Con fecha 17-IX-1963 (B. O. del 23-XI) se dictó la d i s ~ posición correspondiente por la cual queda suprimida la Introducción a la Lingüística Indoeuropea del plan de estudios de las Subsecciones inglesa y alemana de la Seoción de Filología Moderna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.

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LA "ELECTRA" D E S O F O C L E S Y L A "MEDEA" DE EURIPIDES REPRESENTADAS POR EL "PIRAIKON

T H E A T R O N " D E A T E N A S

La compañía del ((Piraikon Theatronx de Atenas ha dado dos repre- sentaciones de Medea en el teatro romano de Mérida (días 15 y 16 de mayo) y cuatro de la Electra de Sófocles en Mérida (17 y 18) y teatro Español de Madrid (20 y 21). Hemos asistido a la primera representación de Medea, en unión de un grupo de profesores universitarios y licen- ciados en Filología Clásica, y a la última de Electro. El éxito de es- tas representaciones, seguidas con emoción por el público pese a darse en griego moderno, nos sugiere algunas consideraciones.

El día en que presenciamos la representación de Electra en Madrid, fue aplaudida con verdadero entusiasmo; Medea causó, nos parece, menos efecto en el público, pero ello sin duda se debe a la pérdida de muchos matices en la representación al aire libre, así como a cier- tas dificultades de montaje y quizá a que asistimos a la primera repre- sentación, que siempre suele quedar menos perfilada. Sin embargo, la representación al aire libre, en el marco del teatro romano, permitió lograr mucho mejor la colocación y movimiento del coro y consiguió efectos visuales espléndidos.

Sófocles continúa siendo Sófocles y Eurípides, Eurípides ; continúan siendo accesibles a un público lejano por tantos conceptos. Creemos que éste es un argumento fuerte contra la necesidad de las adaptaciones extremadas que introducen personajes y episodios, ingredientes eró- ticos e ideológicos diversos, cortan por sistema los parlamentos lar- gos y minimizan el papel del coro. No vamos a negar méritos, porque los tienen, a las adaptaciones de Sófocles y Esquilo presentadas ú1- timamente en Espaíía.; pero siempre hemos pensado que sus autores pecan de pesimismo al modificar la obra original más de lo realmente necesario. El argumento, que hemos escuchado, de que son repre- sentaciones dirigidas a un público no especialista, es insuficiente. El pú- blico deja de comprender, naturalmente, mucho de lo que querían decir los trágicos antiguos ( l y quién sería capaz de agotar todo lo que ex- presan o sugieren?); pero las adaptaciones muy retocadas, si bien le

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acercan algunos valores, introducen inevitablemente algo de híbrido y d e blando. Otra cosa es la recreación de los mitos en tantas obras del teatro contemporáneo.

Sobre todo esto nos hemos manifestado en otro lugar (Teatro grie- go y adaptaciones modenzas, en el níim. 187 de I~~sz t la , junio ck 1962) y aquí no hacemos más que aludir al problema a propósito de las re- presentaciones del «Pii-aikon Theatron)). Llevándonos a un caso extremo -el efectuarse en una lengua, el griego moderno, que e! público no comprende salvo excepción-, nos hacen ver que la idea de que hace falta una comprensión analítica, palabra por palabra, de un texto poé- tico para seguir su sentido profundo, no es exacta. El conocirriiento del tema, el gesto, la entonación, el subrayado de la coreografía y la música llevan al espectador sensible a intuir aquello que no puede ra- zonar exactamente. Al fin y al cabo, el ateniense medio no compren- día el lenguaje de Esquilo más que imperfectamente, como lo testi- monia Aristófanes. Con los coros de Sófocles y Eurípides debía de ocurrir algo semejante. El excesivo afán por aclarar el texto de una tragedia lo hace prosaico y la pérdida es entonces tan grande que no compensa la ganancia. Con esto me refiero, además de a la cues- tión del lenguaje, al afán que a veces se pone por hacer resaltar to- dos los nexos sobrentendidos, las emociones o estados de ánimo iiinom- brados que el espectador reconstruye por sí solo, las circunstancias que puedan explicar por menudo todo el progreso de la acción. Cuando lo que se exige del espectador es demasiado, viene la incomprensión y aun el abandono del intento de comprender, o sea, el aburrimiento. Pero cuando se le aclaran demasiadas cosas, el riesgo es el de la ar- tificiosidad y la pérdida del contacto directo con las situdciones dra- máticas.

Las traducciones al griego moderno de las obras a que aludimos son, por lo que pudimos apreciar, muy literales, con só!o pequeños cortes o alteraciones, sobre todo en Medea. Hemos podido ver el efec- to s.obre el espectador medio de los pasajes cruciales, sin retoque al- guno, de Electra: la falsa noticia de la muerte de Orestes y el reco- nocimiento de éste y la protagonista. Lo único que no está ea el texto griego es el o ' l o h v ~ p ó ~ del coro en el primer pasaje, y hay que suponerlo ; y, por supuesto, en uno y otro, el subrayado presentado por la co- reografía, que también hay que suponer. En Medea, el dramatismo de la muerte de los hijos se diluye un poco al suprimirse el canto al- ternado del coro y los niños, sin duda por dificultades de montaje.

Repasemos ahora algunas de las características de la puesta en es- cena del uPiraikon Theatrona. La más destacada es, desde luego, el tra- tamiento del coro, que es el escollo más difícil cuando se quiere pre-

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284 ESTUDIOS CLÁSICOS

sentar una tragedia griega. El coro está siempre en escena; se compone de doce coreutas más un corifeo (además, los jefes de los dos semicoros dialogan también con los actores o entre sí). Su presencia no se convierte en problema, sino que, al contrario, subraya constan- temente la acción y constituye un apoyo para la misma y un proce- dimiento para sostener y encauzar la atención del público en los par- lamentos extensos. Tiene tres formas de actuar: el canto, el recitado rít- mico (la distinción entre uno y otro es, ciertamente, arbitraria; pre- domina el segundo) y el simple gesto, acompañado a veces de ex la - maciones, mientras dialogan los actores. En los tres casos la coreo- grafía consiste, más que en una verdadera danza, en movimientos plásticos hábilmente conjuntados. g o que ha hecho el director de es- cena es, basánd?se en el papel del coro en los recitados o cantos, dar- le uno semejante durante el diálogo y los monólogos para librarle de su inmovilidad y hacerle útil a la acción. Todo ello con sobriedad, claro sentido de los valores visuales y eficiencia dramática. Sólo ra- ramente se encuentran movimientos exagerados; sobre todo, el de arro- jarse a tierra e implorar desde ella. Sin embargo, el éxito mayor com siste en el recitado rítmico, perfectamente inteligible, que en España raramente se consigue. Cierto que sacrifica el canto y, casi, la música: pero, para nosotros, es de efecto más directo y menos sofisticado ,que los pocos pasajes canta.dos que se conservan. Evidentemente, el coro así concebido presenta algunas limitaciones, difíciles de salvar, respecto al coro antiguo, que baila y canta acompañado de la música; pero continúa siendo un elemento estética y dramáticamente eficaz en vez de un simple adorno poético como en otras representaciones. En cuanto a la música, por lo demás, encontramos las representaciones más bien pobres. Prác- ticamente se reduce a una especie de obertura y un final, más un subra- yado con instrumentos de percusión de ciertos pasajes dramáticos. En este campo puede hacerse más.

Pasando ahora a las partes dialogadas, lo principal es que están es- critas en un lenguaje poético que se adapta bien al original. La trage- dia es un género poético; cualquier intento de prosificarla con pretexto de prestarle naturalidad, la degrada al plano de la vida común, que es antipoética. Ahora bien, el director ha subrayado ese carácter rítmico, casi de salmodia, del recitado, sobre todo en el caso de los parlamentos largos. Creemos que posiblemente se ha excedido en ocasiones, sobre todo tratándose de Eurípides, poeta más «moderno» y flexible. Ha- llamos a veces una cierta rigidez, acompañada de un exceso de gritos. Este es el mayor defecto que encontramos en la puesta en escena, de- fecto que deriva sin duda de una intuición justa, pero es peligroso en manos de los actores secundarios y en los pasajes de menor tensión dramática. Creo que un mayor cuidado del matiz habría contribuido

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a salvar las dificultades de las partes menos vivas de las obras y a realzar otras. Entre el uso de la lengua coloquial o de un poetjsmo pasado y el excesivo hieratismo y rigidez, puede encontrarse un tér- mino medio, hecho de matiz y sentimiento, y así sucedió en los pa- sajes más sobresalientes de las dos obras.

El ((Piraikon Theatronn tiene por director a D. Rondiris, mientras que la coreografía es de Loukia y la música de K. Kydoniatis. La pri- mera actriz, señora Papathanasiou, es una trágica admirable y sólo ha- ríamos la salvedad enunciada arriba, que se refiere evidentemente a una concepción del director, destacado por tantos conceptos. Entre los demás actores los hay buenos y también, todo hay que decirlo, otros medianos. En suma, la actuación de la compañía no sólo constituye un regalo para cualquier espectador, sino que aporta solucione.; a algunos problemas difíciles de la puesta en escena de la tragedia,, sobre todo en lo relativo al coro. Soluciones, por supuesto, no definitivas, pero sí in- teresantes y que merecen ser tomadas en cuenta.

Merecen, pues, elogios el Ministerio de Información, el Ayunta- miento de Madrid y la Diputación de Badajoz, que han hecho po- sibles estas representaciones, que deberían despertar la imitación y la emulación entre nosotros. Pero hay que llamar la atención sobre un hecho verdaderamente lamentable -no encontramos otra palabra-: la transcripción francesa de los nombres propios griegos en los programas tanto de Mérida como de Madrid. Egée, Chrysothénzis, Pylade, los Coryphées del coro (!) campan por sus respetos en uno y otro. Los organizadores deberían consultar en estos casos a cualquier persona competente para evitar esas ortografías deprimentes, que no están ya a tono con la cultura de nuestro país.

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R E S E Ñ A S

Es~unros C~Ásroos publicará, en el gra- do en que lo permitan el espacio y la índole de la revista. resefas bibliográficas de aque- llos libros más o menos relacionados con ~zuestras materias cuyos autores o editores envien un ~jemplar a la Rcdaccióx.

GABRIEL DEL ESTAL: La ((Orestlada)~ y su genio juridzco.. Justicia de sangre y estivitu urbano. Aportación, desde la tragedia, a b historia de la filosofia del derecho, de la religión y de la sociedad en el mundo alz- liguo. El Escorial, Biblioteca «La Ciudad de Dios)), 1962. Un vol. de 511 págs.

Un incisivo, vibrante prólogo de Camón Amar, en el que se leen cosas tan bellamente dichas como que las alecciones de prudencia con que los coros bordean a las tragedias tienen algo de intuición de ca- nes damésticos, que presienten las desgracias)), nos introduce en el grueso libro que reseñamos, obra de un agustino de firma muy justa- mente conocida en todos los medios culturales del país.

Ciertamente destaca entre los buenos efectos producidos en el am- biente general por las pasadas representaciones de una versión libre de la urestidadai -i qué ooyunturas tan idóneas se dejaron pasar para que prendiera en el habla y en las letras la transcripcihn Orestb, más co- rrecta, aunque menos tradicional !- el de haber sido tales representa- ciones el arranque inspirador de este jugoso libro, segíin declaración expresa del propio autor.

Ya en los umbrales de su trabajo, el P. G. del E., que se dispone a enfocar la célebre trilogía esquiliana desde muy preckos puntos de vista jurídicos, ajusta su contenido argumental, certeramente, a un tríptico de crimen, venganza y juicio sentando que es ésta, la juridica, la verdadera adramaturgia secreta)) del triple drama en torno a Orestes.

Sin pretensiones de novedad, lógicamente, pero con clarividencia y

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buen d o h i o de las principales autoridades al respecto, el autor or- dena en el tercero de los capítulos de su libro las noticias sobre las fuentes del mito oréstico discrimina~do con buena mano el conducto aqueo y el conducto dórico de la saga y estableciendo con acierto cons- tante diferencias de pormenor entre la tradición y el arreglo teatral de la Orestáo -permítasenos transcribir así- bajo el genio poético de Es- quilo.

Mucho más personal y rebosante de sugerenckia~, agudas y aun fe- lizmente audaces a veces, es el capítulo cuarto, que aborda «el genio de la tragedia)). En~~ontramos especialmente sugestivas apreciaciones como las conseguidas frente a la ecuación Orestia = testamento de Es- quilo al joven Pericles ; o paralelismos como el briosamente apurado en- tre las tragedas esquilianas y los autos sacramentales (((su teatro -dice en pág. 46-, teológico por esencia, oomo el de Calderón, tiene un protagonista constante: la sombra divina))); o ilustraciones de tipo re- ligioso, camo cuantas se refieren al hirco epónimo de la tragedia y a su sentklo sacrificia! originario.

También hallamos muy bien desarrollada, con tanta galanura lite- raria - m é r i t o muy destacado de la obra- como robustez jurídica, la tesis del antagonismo de los dos derechos: el derecho duro, cruel, antiguo custodiado por las Furias, para el que el parricidio (no el con- yugicidio), por la ley de la sangre, es crimen inexpiable, y el derecho más alto y puro, custodiado por Apolo, basado en la idea de ciudad y que exige castigos para todo crimen, incluido el conyugicidio, que ya es también parricidio. Nítida distinción jurídica que lleva al lector a valorar la innegable trascendencia de las ideas de derecho que entran en agón en la Orestía. Este acabado concepto de los dos dereohos, o de los dos estadios jurídicos, se va explayando en suces i~os capítulos del mayor interés.

E3pléndido nos parece el séptimo : todo un original personalísiuno ensayo, rico en ideas y en precisiones sobre la metamorfosis Erinias- Euménides, que el jurista -para quien ((Esquilo lleva a la Orestlado el tránsito del talión a la conciencia))- califica de paso de la justicia erínica a las Euménides de la ciudad. El nuevo derecho e s un fruto de la polis como) el viejo es una herencia del campo, donde tienden a pervivir los viejos nunzim y echan raíces todos los taliones. El campo es erínico -insiste el autor-; y Iia ciudad, jurídica. La evo1uc:Jón de las Erinias en Euménides es fruto de su paso por la paideia del derecho urbano.

Se siente a menudo el autor de esta reseña, por falta de fonmación jurídica, incapaz de seguir con provecho el esp1énd:do razonamiento histórico-legal del autor del libro que comenta. Pero de lo que n o deja un instante es de sentirse subyugado por la arrolladora y luminosa argumentación del P. G. del E., que se mueve en su propio elemento

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al asociarse a todos los entresijos juridicos de la saga oréstica y su adaptación esquiliana.

Al enfocar las ideas de pecado y castigo en Esquilo, el autor, que a veces exagera un tanto las cosas (como cuando dice, en pág. 154, que ael Destino es mitologíax), redondea sus apreciaciones sobre el estadio crucial de la O r e s t b como testimonio de la sustitución de la venganza de sangre por la ((sentencia de un tribunal, canalizada en conciencia y en derecho, de cara a la culpabilidad subjetiva)), y muy instructivamente nos informa sobre lo que llama tres tiempos jurídicos de la historia: selva, ciudad y urbe, es decir, justicia de ta!ión, justicia de conciencia y justicia de sociedad.

El análisis del F. del E. prosigue implacable, opulento, hasta rayar en lo reiterativo. Ahora es el lado pocesal de la OrestZa: procedimiento de la justicia erinica. El crimen de Clitemestra y Egisto no es de san- gre, ni su venganza erínica. Es sólo parental. La actuación ilegal de

bOrestes viene a originar la instauración de un nuevo orden legal. Finalmente el autor, en las últimas páginas de su parte expositiva,

demuestra oóimo el conflicto jurídico de la Orestia es una constante miversal. Todas las edades llegan algún día a la doma y sazón de las Euménides. Acierto de primerísima línea nos parece cuanto el autor dice, en este orden de cosas, a propósito de la progresiva dulcificación de los códigos religiosos y, en especial, sobre el tuteo de Dios, tema a cuya glosa yo mismo recuerdo haber dedicado algún muy leído ar- tículo periodístico. Precisamente en él proclamé a los vientos de la calle ,mi convicción de que, aunque con súbitos retrocesos esporádicos

,pero lamentables, el destino histórico de la Ores tb , esto es, la huma- nización de la justxia, el tránsito del ta%n a la ley, de lo erínico a lo eumenideo, es de verdad, según la tesis de del Estal, una constante uni- versal.

La segunda mitad del grueso volumen la llenan cumplidamente un 3 atexto abreviadon (versión y muchas notas, preferentemente atentas a los pormenores jurídicos) y amplios índices bibliográficos (extensísirno, qui- zá en exceso por inclusión de manuales y obras generaies), analítico de materias (my bien hecho), onomástica de autores citados, especial es- quíleo (de textos citados), textual bíblico y lexicográfko {éste con un sistema de referencias acaso no demasiado cómodo).

Pocas veces -digamos para concluir- se habrá pensado en lengua española sobre un tema trágico griego con la hondur~, la plasticidad, el lujo de pormenores y -hay que repetirlo- el estremecido empuje lite- rario con que lo hace en su importante librio el P. Gabriel del Es- tal, O. S. A. Razones le sobran a Camón para decir que la erudición

b q el temple filosófico y el alto vnelo poético de Gabriel del Estal desbordan, con ser importante, el concreto prob!ema de juridicidad plan-

rteado en su obra.-M. RABANAL.

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EDUARDO GANCEDO IBARRONDO: Latin prcictico. Método. Grado elemen- tal. Madrid, Ed. ~ M a t e r et Magistra~, 1962. Un vol. de 2 i i págs.

H e aquí un libro dedicado a los alumnos de tercero y cuarto de Bachillerato que en su sencillez se presta a grandes discusiones, pues saca de nuevo a la palestra la tan debatida cuestión de la enseñanza práctica del latía. Hemos de adelantar que el libro tiene mucho más mérito por lo que no es que por lo que es. Nos explicaremos. Parece ser que se va imponiendo la idea de que la enseñanza del latín debe prescindir casi por completo de la gramática (y, tratándose de un latín para alumnos de Bachillerato elemental, gramática viene a confundirse con morfología prácticamente). También va cayendo en desuso el sis- tema que se ha pretendido aplicar al latín tomándolo del seguído en la enseñanza de las lenguas vivas. Ambos sistemas, repetimos, parece que están ya de vuelta: el primero, porque su aplicación exige un tiempo mucho mayor que el concedido al latín en el Bachillerato ele- mental; el segundo, porque -¡gracias a Dios!- el latín no ha ha- bido modo de encajarlo dentro del sueño utópico del a la t ín sin lágri- mas)) o del aAprenda usted latín en diez lecciones». Aprender latín, quiérase o no, exige lágrimas y, sobre todo, exige algo más que diez lecciones.

Nada de eso es el Método del P. Gancedo Ibarrondo. Y en no ser nada de eso radica su principal mérito. E l autor se ha alineado deci- didamente en las filas de los que piensan (creemos que con acierto) ,que el latín hay que aprenderlo en el único sitio donde se puede en- .centrar el latín: en los textos. Ahora bien, en qué textos? Se ha llegado a decir que el ideal es que el primer día de clase el alumno coja la Eneida de Virgilio y empiece por el A m airumque cano... Como ideal es hermoso y tentador, pero, por ideal, irrealizable. Y aquí, dentro de este tercer sistema, necesariamente las opiniones se han bi- furcado: unos ,(así !Lord en su Cwso de L a t h estructural, Londre~, 1951-1952) han preferido retocar, facilitándolos, los textos de los pro- pios autores latinos, y otros (pensamos, sobre todo, en A. García Cal- v o y en su bien trabajada cartilla VIRIAT-I VIT-A, Zamora, 1956) han creído mejor componer ellos mismos los textos en u.i latín lo más latino posible, y perdónesenos la redundancia. Al grupo de estos últimos pertenece el P. Gancedo. Su sistema presenta la gran ve'itaja de po- der utilizar para los diversos textos los vocabularios básicos que en el extranjero, y también en España, han ido apareciendo en los últimos tiempos. Si García Calvo es de suponer que para su cartilla emplearía . el material que más tarde se alineó en las filas de su «legión de pa- labras)) y que prácticamente coincide con el presentado por el voca- bulario básico de Mathy, respecto a! F. Gancedo no podemos decir

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290 ESTUDIOS CLÁSICOS

si sigue alguno de esos d'os vocabularios o si prefiere guiarse por ej. de Echave-Sustaeta; lo más lógico es pensar que el vocabulario que él da como básico sea de elección propia.

El slstema -textos latinos con gramática dosificada y aplicada al texto- nos parece en teoría bueno, tal vez el mejor. En la práctica dependerá de la aplicación de ese sistema. En el caso de la VIRIAT-I' VIT-A de García Calvo nuestro asentimiento es completo: sus textos si no son clásicos, si no están escritos por un romano, hay veces que el lec- tor lo llega a olvidar. Con los del Método que comentamos es imposi- ble. E s más, oreemos que, en contra de lo que opina su autor, si un alumno, después de dos cursos, llega a tzaducir las cinco primeras partes del Método, podrá traducir en adelante todo el latía que le eohen siempre que sea el latín del P. Gancedo, pero naufragará irre- mediablemente apenas se meta con la Guerra de los (;alias. Y creemos que con lo que hay que meterse -y cuanto antes- es con la Guerra- de las Galias.

Sería pueril el enumerar los puntos que en aste libro no nos satis- facen, tratándose de una obra que el autor mismo nos da con cariño, pero sin excesivas pretensiones. Sin embargo, hemos de hacer una ob- servación general : no quisiéramos que del latín se hiciera algo para andar por casa; no quisiéramos que se le quitara seriedad, y un mucha- cho de trece o catorce años, aunque algunos n o lo crean, está ya de vuelta de muchas cosas; por eso creemsos que en el Método sobra toda, la parte quinta, en la que se escenifican, en latín, cuentos de hadas y princesas, comenzand,~ por el del gato con botas. Por la misma razón no tenemos demasiada fe en los efectos que puede pioducir el haber salpicado el texto con ilustraciones fotográficas tomadas de películas ude romanos)): el ver a Cristina Kaufmann con sus compañeros de mar- tirio en el Circo y leer al pie ((Porsena se lleva a Etruria en rehenes a Clelia y a otras doncellas romanas)) puede engendrar, por lo m i ~ o s , cierto confusionismo.

Una consecuencia quisiéram,os sacar de la obra: se impone un n u s vo procedimiento de la enseñanza del latín. E l P. Gancedo nos h a venid(o a confirmar la idea de en qué puede consktir. No creemos que sea pequeño mérito.-F. FEJENAUTE

CARLES RIBA: Poemes de Kavafis. Barcelona, Editorial Teide, 1962.. Un vol. de 105 págs.

Como homenaje póstumo al insigne poeta y humanista catalán apa- rece ahora la versión del poeta griego moderno Kavafis que, poco' antes de morir, había terminado Riba. Juan Triadú ha redactado una breve nota introductoria y J. Subira& ha ilustrado el texto. En con-

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junto, un libro excelente y que permite asomarnos a una de las persw- naliddes más curiosas de la literatura griega moderna.

Se trata, ante todo, de una selección de-la, por otra parte, no muy + extensa obra de Kavafis. El criterio selectivo nos parece acertado, pues

se recoge lo mejor del escritor y, sobre todo, se ha sabido presentar los dos aspectos más característicos de Kavafis: su evocación, iróni- ca muchas veces, de escenas del mundo antiguo y su insinuación me- lancólica de las tristezas de la vida.

De los aspectos indicados, el primero domina con mucho en la an- tología. Se recoge acaso la producción más lograda del poeta de Ale- jandría, como su insuperable Espermt els Bdrbws, ftaca, Filhel.lD, La batalb de MagnDsia, Apol.Loni de Tiam a Rodes, por citar los más representativos. En cambio, creo que se habría podido insistir algo más en el segundo aspecto de !a producción de Kavafis. Me refiero concretamente a sus Cirios ((que nosotros hemos recogkio en nuestra antología de poesía griega moderna) y, sin duda, El viejo, que consi- dero magistral.

La traducción es perfecta, literal y literaria al mismo tiempo, como sabia hacerlo1 Carles Riba. El texto que ha servido de base para la traducción es el de Timos Malanos (Atenas, 1957), así como el de Iatridis, que apareció en Atenas en 1952. El traductor ha tenido tam- bién en cuenta la versión inglesa de Mavrogordatos (The Hogarth Press, ILondres, 1952).-JosÉ ALSINA.

REVISTA DE REVISTAS

Boletln de & Real Academia de la Historia, tomio CLI, ccad. 11 (octubre- diciembre 1962) :

A. García y Bellid,o : Notas epigráficas (175179).-A. Balil : Mosaicos civcenses de Barcelona y Gevona (257-351).

Boletán del Seminario de Estudios de Arte y Arqueologia de la Univer- sidad de Valladolid, tomo X X V I I I (1962):

Evocacidn de D. Cayetano de Mergelina, fundador de este Seminario (Z-XI).-F. Wattenberg: El mosaico de Diana de la villa de Prado (Va- lladolid) (35481.-y. Esteva Cruañas: Cerámica romana de epoca tardias hallado e% San Feliu de G&rols (Gerona) (49-68).

Buvgeme. Collectmea Scientifica, núm. 4 (1963) :

M. Guerra y Gómez: Diáconos helénicos y biblz'c,os (4143).-N. LÓ- pez Martínez: La distinción entre obispos y presbitcros (1452%).- V. Proaño Gil: Conc;encia de la función episcopal en la Igdesia fl6 mitiva (22'7-273).-F. Rodríiguez: El procedimiento de votación en el

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leices Concilio de Constantiz'izopla l(7-III+81) (275-293).-J. M.a Cabac alero : Episcopos y presbiteros ((367-374).

6

Celtiberia, año XI, vol. XI, núm. 22 (julio-dicikmbre 1961):

J. Subirá: U n trtptico celtibérico (163-182).-T. Ortego: Lo vllh i o m a m de Santervás del Burgo (183-202).

,Celtiberia, a i o X I I , vol. XII, núm. 24 (juliodiciembre 1962):

P. Fernández Martín: Las calzadas r;omanas y los caminos de San- &Igo erc la proviucia de S o r k (1W-222).

' Emerz'ta, vol X X X , fasc. 2.0 (segundo semestre de 1962):

L. Gil : Comentario a pseudo-T eócrito, aIdi1.n X X I (241-261) .-S. Mariner: Datos para la Filologia latina ea t o p ó n i m ~ s hispánicos pre- m o m n o s (263-272).4L. Riesco: Aportaciones al estudio del aquer ro- mánico (273-%@).-J. Untermann: Das silbenschriftliche Element i n der iberischen Schrift (281-m).-M.& J . Jiménez Cisneros : Miscelánea epi- grdfica. Inscripciones funerarias gaditaws inéditas (295-304).

Emerita, vol. X X X I , fasc. 1.0 (primer semestre de 1963):

M.8 T. Belfiore: El texto de Propercio y los manuscritos salmanti- nos (1-lo).-A. Ortega: El baño de Ulises en el canto X X I I I de la aOdisean ~(ll-19).-U. Rubio: Frontino: ade aquaeductu urbis Romaer. Tradición manuscrita (21-42).-M.8 del D. N. Estefanía : Aspecto eco- nómico de la penetración y colonización romana de Asturias (43-52).- A. Pariente: Sobre los futuros sigmáticos griegos (53-130).-J. Gil Fer- mández : Pairerga 11 ((131-137).-A. d'Ors : Miscelánea epigráfica (139- 141).

H e l m t l c a , vol. X I V , núm. 43 (enero-abril de 1963):

J. Oroz Reta: San Agwsth y la cwltura clásica (79-166).

Helmantzca, vol. X I V , núm. 44 (mayo-agosto de 1963):

R. Roca-Puig: U n papiro griego del libro segundo de los Paralipó- menos (175-185).-A. Ortega.: Observaciones a la carta séptima de Pla- tón (187-215).-J. Lozano: El concepto de verdad en San Juan (217- 302).-J. Alsina : Lucianea (303-324).-J. Jiménez : El latin y su pro- nunciación. Tercer Congreso Internacional de Latin Vivo (325-332).

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Humanidades, vol. XIV, núm. 83 (septiembre-diciembre de 1962) :

J. M. Fernández: Astrouomia poética clásica (345-367).

Madrider Mitteilungem, núm. 2 (1961) :

V. Leisner: Innenverzierte Schaien der Kupferzeit auj der Iberischen Halbinsel (11-33).-H. Schubart: Atlantische Nietenkessel vol^ der Pyre- naenhalbznsel (35-541.-W. Schüle : Yorformen von Fusszier und Armbrust- ko.lu~truktion der Hallstatt-D-Fibeln (55-?'O).-J. de M . Carriazo y K. Rad- datz: Ergebnisse einer ersten stratigraphiscken Untersuchung in Camona (71-106).-J. Untermann: Zuwz Numen von Munigua (107-117).-T. Hau- schild y H. Schlunk: Vorbericht iiber die Untersucltungen in Centcelles

(iiSl8Z).

Minos, vol. VII, fasc. 2 i(196.3) :

J. Chadwick: T k e T w o Provinczs of Pylos (125141).-.P. H . Ilievski: TWO Notes ola the Fr-Tablets (143-149).-J. Raison: Une controverse s w lo ckronologie des tablettes cnossiennes (151-170).-M. Sánchez Ruipérez : Chronique bibliograpkique sur le linéaire B (171-191).

Numario Hispánico, tomo I X , núm. 18 (2.0 semestre 1960) :

M. López Serrano: Moneda romma republicana (l%-144).-M. Alma- gro Basch y M. Oliva Pra ts : El tesorillo monetal de &La Barroca)), San Clemente de Alner (Gerona) (145169).-P. Salama: U n follis d'Alexandre Tyran conservé d Madrid (171-177).-F. Mateu Llopis : Hcllazgos moneta- rios (V I I I ) (179-197).-E. Varela Hervías: Disertaciófi sobre las medallas antiguas espar5olas del museo de don VicencJo Juan de Lastanoso, a cuk petició~a la escrivió don Francizco Fabro (199-212).-M. Almagro: Dos mevas piezas del tesoro de Valera de Arviba (Cuenca) (213-X4)

Oretanza, año IV, núm. 12 (septiembre-dicienlbre de 1962):

G. Tamain : Contribución al estudio de Ea antigua metalurgia ' del plomo en España (277-278).-M. Almagro Basch: La gran presa da Assuán y el traslado de los tempCos del Nilo (283-3M).

Oretania, año V, núm. 13 (enero-abril de 1963):

C. Millán: Impresiones de u n viaje a Turquia (28-30).-A. Balil: Una lucerna romana, c o ~ t efigie de Minerva, en el Museo de Linares (31-33).-

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294 ESTUDIOS CLÁSICOS

G . Samain: Contribzcción al estudio de la arqueologia hispano-rnmatta ea la zona de El Centenillo (Jaén) (34-35).

Palaestra Latina, vol. XXXIII, fasc. 1 (núm. 181; marzo de 1963):

C. Eichenseer : De pronzcntiatu latino (1-S).-N. Mangeot : Venantius Fortunatus (10-16).

Palaestra Latina, vol. XXXIII, fasc. 2 (núm. 182; junio de 1963):

N. Mangeot: De Horatio Flacco (65-71).

Perficit, núm. 169 (febrero de 1963):

A. Barcenilla : La Grecia prehomérica (1-9).

Perficit, núm. 170 (marzo de 1963):

S. Rodríguez Brasa-A. Barcenilla: Homero. u I ~ b d m Textos selec- tos. Curso preuniversitario 1962-68. Ticad~c~ ión castellana (1-7).

Perficit, núm. 171 (abril-mayo de 1963):

A. Díez Escanciano: Prelecciones latinas para explicar las uFilipC casn de Cicerón (1-22).

Perficit, núm. 173 julio de 1963) :

A. Barceiiilla: Biblzografia moderna de ~diciones escolares espa4olas

W).

Perficit, núm. 174 ((octubre-noviembre- de 1963) :

A. Díez Escanciano y J. M. Fernández: Explicación escolar de la aEneida» de Virgilio en latifz y castellano, Libro IV (1-17).

Studia Papyrologica, tomo TI, fasc. 1.0 (enero-junio de 1963):

S. Daris: Frammento di lettera (?) bizantina (7-11)-S. Bartina: <Cristo, imagen del Dios invisible)), según los papiros (13-33).-A. Mun- dó: Lo col.lecció de papirs de Montserrat (35-42).-J. OJCallaghan: Pa- labras nuevas en la correspondencia cristiana griega del siglo V (43-51).- R. Camps: Sobre la intensificación en las cartas cristianas del siglo V (53-56).

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OTROS ARTICULOS O FOLLETOS DE TEMA CLASICO

9. Campos: Concepto de la udisciplinau biblica [Revista Cmlsanck, año VI, núm. 21 (eneromarzo 1960), págs. 47-73].

J. Jiménez Delgado: Metodologáa de la traducción latina [ibid. nú- mero 23 (juliso-septiembre 1960), págs. 3893951.

d. Jiménez Delgado: El movimiento del lathz vivo y su repercusión pedagógica [ibid. año VII, núm. 26 (abril-junio 19611, págs. 203-2151.

J. Ji~nénez Delgado: Acoplamiemto del ciclo humanbtico de los Semi- lza?ios al Bachillerato oficial [ibid. núm. 23 (octubre-diciembre 1961), págs. 4654911.

J. Campos: Comentario a la ((Veterunt Sapientia» de J l ~ a n XXIII [ibid. año VIII, núm. 31 (julio-septiembre 1962), págs. 283-2901.

C. E. Alvarez : Roma, destruida ( A B C, 13-VII-1963). 'S. Mariner Bigorra : Posibles derivados semicultos de asanctus~ [Ar-

chivo de Filologia Aragonesa, rols. XII-XIII (1961-1962), págs. 2.53. 2601.

J. Jiménez Delgado: EC l a t h y szc didáctica. Metodologb de la trcb

duccidn [Ens. Med., núms. 117-E20 (enero-marzo 1963), págs. 137- 1531.

M. Rabanal Alvarez: El griego y (a medicina (ibid. págs. 155-156). J. M.8 Martinez Val: El porvenir del Humanismo en la Enseñanza

Media (ibid. págs. 165-186). A. Arróstegui: La técnica y el Humanismo en la EnseGanza Media

(ibid. págs. 187-188). J. Camón Aznar: El coro eiz la tragedia griega y en la apasión)) de

Bach \(A B C, 12-IV-1963). S. Mariner Bigorra: Didáctica del latin (Cátedra 196265. Produario

dxl profesor. Ministerio de Educación Naciona!. Dirección General de Enseñanza Media. Ediciories de la revista Enseñanza Medía, nú- mero 300. Madrid, 1962, págs. 631664).

P. Rodríguez Adrados: U n descubrimiento sensaciond en el campo de la Filologia griega: el desciframieivto del micénico (ibid. págs. 6M- 674).

-4. García y Bellido y J. Menéndez Pidal: El distylo sepulcral romauo de Iulipa (Zalamea) ((Anejos del Archivo Españd de Arqueologb, 111. C. S . 1. C. Madrid, 1963).

M. Fernández-Galiano : Pindaro : VI Olimpica. A Hagesias, siracusano, vencedor con el carro de mulas [Cz'tius Altius Fortius, tomo V, fasc. 1 ll!N3), págs, 111-113J.

F. P. de Berguizas: Plndaro: XI I I Ol%mpica. A Jenofonte de Corinto, vencedor en el estadzo y e l qltinquercio (ibid. págs. 123b136).

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2g6 ESTUDIOS CLÁSICOS

M.a A. Mezquiriz: Hallazgo de una ánfora vinaria en Cascante [Principe de Viuna, año XXIII (1962), núm. 88.89, págs. 417-4181.

A. Garcia y Bellido: El dhtylo sep%lcral de Zalamea de la Serena ( A B C,. 2-VI-1963).

1. Alsina Clota: Carles Riba y su visión de Sófocles (La Vanguardia,, ZS-11-1963)

J. Alsina Cliota: San i s a o r o y la cultura europea ( L a Vanguardia, 30- 11 1-1963).

J. Alsina Clota: Libertad, tolerancia y censura en el mundo antiguo (La: Vanguardia, XV-lN3) .

J. Camón Aznar : La tragedia en Sófocles ( A B C, X-VI-1963). E. Obregón: Los grandes textos sobre la propiedad. El mundo greco-ro-

mano (Santander, 1962). C. Fernández Cuenca: Luz, sonido y silencio en la Acrópolis (Ya , 28-

VIII-1963). C. Fernández Cuenca: E n Corinto, donde predicaba San Pablo (Ya , 30.

VIII-1963). C. Fernández Cuenca: De la ciudad de Esculapio sólo el teatro q u e h

en pie ( Y a , 9-X-1963). F. Rodríguez Adrados : GramuticaEzación y desgrarn~ticailizació~ (Mis-

celánea Homenaje a André Martinet, ~Estructuralisnro e historia>, tomo 111, Universidad de La Laguna, 1963, págs. 5-41).

J. Alsina Clota: Tra&cidn y aportación personal en el teatro de Euri- pides (Discurso leído el día 21 de marzo de 1963 en la recepción pública ... en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y contes- tación del Académico numerario Dr. D. Mariano Basaols de Climent, Barcelona, 1963).

L. Gil: Antigona o la cureté» politica. Dos enfoques: Sófocles y Anouilh~ [Anuario de Letras (México), año 11 (1962), págs. 157.1901.

T F. Fernández: Sobre la importancia del latin en la Enseñanza Media [Ens. Med., núms. 127-129 ((julio-septiembre 1963), págs. 825-8301.

J. Maluquer de Motes: Sobre el uso de morillos durante la Edad de Hie- rro en la cuenca del Ebro [Pr. de Viana, año XXIV (1963), níim. 90: 91, págs. 29-39.]

W. Jaeger: El humanismo teológico [Atlántida, vol. 1, núm. 1 (enero- febrero 1963), págs. 32-37].

A. Fontán: Los textos en la transmisión de la cultwa (ibid. págs. 81-86).

F. Pérez-Embid: El mito de la Atlántida (ibid. págs. 90-93).

M. Almagro Basch: Las ezcavaciones de la U . N . E . S . C. 0. en Nubia [ibid. núm. 2 (marzo-abril 1963), págs. 211-Z4].

A. Fontán: Werner Jaeger: Filologia y humanismo [ibid. núm. 3 (mayo- junio 1963), págs. 313-3251.

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M. Morreale : Algunas adiciones al DCELC derivadas de la verszon bi- blica del M S escurialense 1-j-6 [Bol. R . Ac. Esp., tomo XLII, cuad. CLXVI (mayo-agosto 1962), págs. 245-2531.

R.'Menéndez Pida1 y A. Tovar: Los sufijos españoles en u-zn, y especial- mente los patronimicos [ibid. cuad. CLXVII {septiembre-diciembre. 1962), págs. 371-4601.

M. Morreale: Latin eclesiástico en los libros sapienciales y romancea- mientos biblicos. Cuadros para el estudio comparado del léxico medie- va1 castellano en los M S S escurialenses 1-j-6 y 1-j-4 (ibid. págs. 461- 477).

M. Morreale: Las antiguas Biblias hebreo-españolas comparadas en el pasaje del Cóiztico de Moisés [Sefarad, año X X I I I 1(1963), fasc. 1, págs. a-%].

J . M. Blázquez: Las relaciones entre Hispal~ia y el Norte de Africa du- rante el gobierno bárquida y la conquista ronlana (237-19 a. J. C.) [Saitabi, tomo XI (1961), págs. 21-43].

J Pallí : Responsabilidad, justicia y ley en Heródoto ((ibid. págs. 223-229). P. Laín Entralgo: Meiz6nde.z Pelayo y el mundo clásico. A. d'Ors: U n

arbztrista del siglo IV y la decadencia del Imperio Romano (Cuader- nos de la fundación Pastor)), 7. Madrid, 1963; en págs. 9-38 y 39-69 respectivamente).

L. Gil: EnsueEo y responsabilidad moral en el pensamiento ant igw [Re- vista de Occidente, año 1, núm. 5 (agosto 1963), págs. 175-197 y nú- mero 6 (septiembre 1963), págs. 342-3531.

C. Diem: Las ~Etiópicas)) de Heliodoro. Una novela deportiva de la An- tigüedad [Cit. Alt. Fort., tomo V (1963), fasc. 2.0, págs. 195-2181.

A. M.a del C. Martín Tordesillas: El Renacimiento y las humanistas es- pañolas (Publicaciones del Instituto Nacional de Enseñanza, Media de Toledo. 3. Discurso de apertura del afío académico 1961-62. Tc!edo, 1961).

V. García Yebra: AureHo Espinosa Pólit, traductor de poetas clásicos [Arbor, tomo LII, núms. 199-200 (julio-agosto 1962), págs. 16-42].

S. Barandiarán: El euskera y sus semejanzas con el dravidico [ibid. níi- mero 207 (marzo 1963), págs. 22-39].

C. Morcillo González: Humanismo en el horizonte conciliar [ibid. núme- ro 208 (abril 1963), págs. 5-26].

E. Gómez Picazo: Teatro de hoy. La antorclza griega ( ~ a d r i d , 9 y 10- X-1963).

C. González Ruano: La mano de Caesia ( A B C, 19-IX-1963). M. Guerra y Gómez: Episcopos y presbiteros. Evolución scmhwtira de los

términos .$xí~xoxoc y ?cpaogúzapo; desde Homero hasta el siglo segundo después de Jesucristo (Publicaciones del Seminario Metropolitano de Burgos, serie A, vol. 5.0. Burgos, 1962).

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%,98. ESTUDIOS CLÁSICOS

M. Guerra y Gómez: El agua y el aire, o priwcipios primordiales de2 mundo y del hombre [Burgense, núm. 3 (1962), págs. 230-3121.

Se repiten las siguientes fichas equivocadas en pág. VI 641:

J. López de Toro: Cantores en latia de Antomio Perrenot Grc~znieJa [Rai. Arch. Bibl. Mus., tomo L X I X (1961), fasc. 2 (julio-diciem- bre), págs. 775-7931.

'M. Gómez-Moreno : La escritura bástulo-turdetam (primitka hkpánt- c.) [(ibid. págs. 879-948).

A. BalP: Nuevo procedimiento para el establecinziento dc la cronologia del vidvio mtiguo (ibid. págs. 949-950).

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W E D R A S DE UNIVERSIDAD

Se une a la oposición de la Cátedra de Filologia Latina (para desem- peñw Lengua y Literatura Latinas) de Granada (cf. pág. 202) la nueva vacante (cf. pág. S03) de Filologla Latina (4.a cátedra) de Madrid (4- 11-1963, B. O. del 25, rectificada en el del 13IV).

En virtud de concurso (cf. pág. m) es nombrado el Dr. García Ga- rrido, catedrático de Derecho Romano de La ILaguna (cf. pág. 78), para la misma de Santiago (U-11-1963, B. O. del 27). Es anunciada a conour- so la Cátedra vacante con tal motivo (27-11-1963, B. O. del IBIII).

Queda desierto el concurso (cf. pág. 202) para la Cátedra de Prehis- toria y EtnologLa de Granada (8-11-1963, B. O. del IMII ) .

Se abre nuevo plazo (cf. pág. VI 642) para las oposiciones a la Cá- tedra de Historia de lus Religiones de Madrid (16-111-1963, B. O. del 3-IV).

CATEDRAS DE INSTITUTO

Se anuncian a concurso especial las Cátedras de Lengua Latim de los Institut,os recientemente creados de Aaiun y Sidi Tfni (25-11-1963, S. O. del 6-111).

+ X *

Se concede la excedencia voluntaria al Sr. Pariente, titular de Lengua L a t b (cf. pág. 111 520) de Madrid (<San Isidro*). 8-11 1963 (B. O. del 18-111).

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300 ESTUDIOS CLÁSICOS

Se jubila al Sr. Pabón, excedente de Lcngua Latina (cf. pág. I I I 521). 3&1-1963 ,(B. O. del 18-111). Igualmente al Sr. Bosch Sansó, titular de la misma materia (cf. pág. 111 620) del Instituto masculino de Palma de Mallorca (18-11-1963, B. O. del I g I I I ) .

Son designados, para la Comisión que ha de entender en el concurso a las Cátedras de Lengua Latina de varios Institutos fcf. pág. %3), el señor Díaz y Díaz, como presidente, y los Sres. Morán, García Alvarez, Blanco García y Casas Homs, c m o vocales; y, en calidad de suplentes, los Sres. Pabón, como presidente, y Temprano, Rodríguez Lesmes, Dolc y Bastardas, como vocales ~(20-111-1963, B. O. del 10-IV).

Son designados, en virtud de concurso (cf. págs. 203-204), para las Cá- tedras de Lengua Griega de Castellón de la Plana (femenino), Manresa y Gerona los Sres. Bost, Cirac y Golobardes, titulares (d. págs. V 489, VI 188 y VI1 203) de Keus, Badajoz y Murcia (masculko). 12111-1963. (B. O. del 18-IV).

* * N

Por haberle sido concedida, con fecha 10-1-1961 (B. O. del 24-11), la situación especial de merma de facultades al Sr. Rodríguez Salcedo, ti- tular (cf. pág. 111 @!) de Lewgua Latina de León (femenino), se au- menta en una Cátedra de dicha materia la plantilla del referido Instituto (15-111-1963, B. O. del 3-IV).

* + *

Son nombrados (cf. pág. 207) los Catedráticos de Lengua Griega pro- puestos por el Tribunal en la iiltima oposición (25111-1963, B. O. del 11-IV).

.1DJUNTIAS D E INSTITUTO

Son designados, para la Comisión que ha de entender en el concur- so a las adjuntías de Lengzul Griega pendientes (cf. pág. 204), los seño. res González Laso, como presidente, y Srta. Merino y Sr. Rey, como vocales; y, en calidad de suplentes, los Sres. de la Hoz, como presiden- te, y Fidalgo y García Salvador, como vocales. Igualmente, para las de Lengua Latina, los Sres. García de la Santa, como presidente, 3p;

Gracia y González Brañas, como vocales ; y, en calidad de suplentes, los Sres. García Molina, como presidente, y Rodríguez Pantoja y seño-

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rita Suárez Castillo, como vocales ((31-1-1963, B. O. del ;L%Ii). En vir- tud de dicho concurso son nombrados para Lewgua Griege de Avila, Barcelona (aMilá y Fontanalsn), Bilbao (femenino), Huesca, Murcia (fe- menino), Salamanca (femenino) y Santiago (femenino), los Sres. Fonseca, Vicuña, Srta. Díez Sainz de la Maza, Férez Fernández, Martín López, tieñorita González Urones y Srta. Sanmartín, procedentes, respectivamen- te, de excedencia, Madrid (~Cerrantes))), León (masculino), Reus, Carta- gena, Zamora (masculino) y Andíijar ; y parat Lengua Latina de Bilbao (masculino), Ceuta, Córdoba (masculino), Lérida y Oviedo (femenino) los Sres. González Gutiérrez, Srta. Martín Narváez, Srta. Martínez Gil, Solana y Martínez Galán, procedentes de Bilbao (femenino), Astorga, Andújar, Seo de Urge1 y Calahorra (7-1 y 16 y 25-111-1963, BB. 00. de 19-11 y 1gIV). Quedan desiertas ias adjuntías de Lengua G ~ e g a de Aranda de Duero, Barcelona (@Infanta Isabel de Aragón))), Cádiz (mas- culino), Cuenca (masculino), Gijón (masculino), Huelva, Jaén (femeni- no), Logroño, Oviedo (femenino), Palencia, Palma de Mallorca (mas- culino), Pamplona (femenino) y Santander (masculino) y las de Lengua Latina de Lugo (masculino) y Melilla (segunda especial). 25-111-1983 (B. O. del 18-IV).

* + +

Son designados, en virtud de concurso (cf. pág. 82), para Lengua Latiw de Barcelona (aMilá y Fontanalsn) y Jaén (femenino) los señwes Guinot y Falacios, titulares de -4lbacete y Cabra ((5-11-1963, B. O. del 18-111).

+ + X

Se jubila a1 profesor adjunto excedente de Lengua Latina Sr. Cuadrado (18-11-1963, B. O. del 18-111) y al de !a misma materia de Granada 4masculino), Sr. Bui-gos (7-111-1963, B. O. del 1SIV).

Son admitidos a la oposición a adjuntí3s de Lengua Griega (cf. pági- na 204) los Sres. Dwántez, Moñino, Srta. García Gallego, Periago, seño- rita Sanz de Bremond, Srta. Felecha, Santomé, Srta. Núñez Esteban, Cueto, Vara, Peralta, Srta. Balauder, Srta. Aguilar, Acarreta, Srta. Ca- ñamares, Srta. Vázquez Blanco, Srta. Gandía, Srta. Otero Pajares, Mar- tínez Peco, Srta. Marín Aráez, Srta. Cimadevilla, Srta. Nevado, S:ta. Cedó, señorita Mata, Urrutia, Srta. Esclapés, Srta. Omatos, Srta. Delsors, Lo- cada, Srta. Furelos, Bustamante, González Fernández, Srta. Llorens, s s ñorita Calvo, Azagra, Srta. Huguet, Srta. Redondo y Capitán; y a la de Lengua Latina los Sres. Albarrán, García Barros, Srta. Morenos Ro- dríguez, Chese, Srta. Respirio, Granell, Srta. Basilio, Giner, Srta. Pe-

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302 ESTUDIOS CLÁSICOS

lecha, Estrada, Srta. Aragón, Soler, Srta. Bengoechea, Aulló, Srta. Ne- vado, Srta. Redondo, Srta. Esclapés, Srta. Possé, Srta. Martinez Alfa- yate, Srta. Roecker, Srta. Señal, Rubio, Rabasco, Fernández Fenín, Guinot, Srta. Huerta, Saco, Vergara, Srta. García Canto, Sardá, seño- rita Vaamonde Mallo, Bustamante, Srta. Minteguiaga, Srta. Pérez Sán- chez, Velasco, Srta. Roca, Srta. Cañizares, Srta. Tomás, García Fueyo, señorita Guervos, Srta. González González, Srta. Casabó, Huerga, Araú- jo, Srta. Vaamonde Pereira, Jiménez Monreal, Ontiveros, Srta. Ote- ro Acebes, Penejaute, Juste, Ibáñez de Opacua, Srta. García López, señorita Antolíí, Goñalos, Martínez Pérez, R,odríguez García, González Navarrete, Jara y Srta. Alvarez Aimiot (7-111-1963, B. 0. del 20).

AYUDANTES BECARI0,S

Son nombrados Catedráticos tutores de Lengua Griega los señores Agud ((D. Serafín), Fernández-Galiano, Sánchez Lasso de la Vega y Gil, titulares, respectivamente, de Barcelona (~Menéndez Felayon) y Madrid (cIsabei la Católicaw, ~Cervantes)) y «Beatriz Galindo))); y de L e w g f ~ Latina los Sres. Marín Peña ((Madrid, aIsabel la Católican) y Hernández Vista {Madrid, «Cervantes))). 11-XII-1962 ( B . O. M. E. N. del 7-1-1963),

LAS MEMORIAS DE LICENCIATURA DE TEMA CLASICO

(cf. pág. 208)

Barcelona

363. Prat Reig, Montserrat : Realismo en la Literatura griega. 364. López de Ayala y Genovés, M.8 Josefa: El sentido de la muerte

en las épocas arcaica y clásica griegas. 365. Poblador García, M.a Pilar: El léxico del uDbcolo» de Menanzdro. 3%. Botella Soto, M.& Pilar: E4 sentimiento de conciertcia proofética ela

los primeros escritores griegos. 367. Delgado Mañueco, M.8 Helena: El manuscrito G2G E de la Biblio-

teca Central de Barcelona. 368. Arnin Castells, Montserrat: El nzanuscrito G - I I l - l ~ j de la Biblio-

t e c ~ del Real Monasterio de El Escorial. 369. Zudaire Curucharru, Alfonso: El manuscrito $63 del Archivo Ca-

pitrrlar de Tortosa.

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Duai.te Tornes, h a M.a: El manuscrito M-11 de la Bibliotec&z de la Catedral de Toledo.

Madrid

Olaguer Feliu, José M.a: Concepto de «fortuna» en los historia- dores latinos y especialmente en Ti to Livio.

Nueda Guzmán, M? Soledad: La antigua medicina y sus re&io- nes col% la sofistica.

Regodón Marín, Joaquín: Estudios sobre el cinismo primitivo. Die Goyanes, M.8 Carmen: Los caracteres en Ea uFarsalia» de Lu-

cano. Redondo Morán, M.a Isabel: El ciclo numismática obulconeme. Villoria Andreu, Secundino: El nzito en la obra poética de T. S.

Eliot. Gutiérrez Alonso, M.a Paz : El humanismo de lovellanos. Rodríguez Carrasco, Angel : Algunos usos siaitácticos del articulo

cn la <rkoiné» del Nuevo 7estamento. Delgado Sáenz, M.a Dolores: Aspectos estilisticos de la latinidad

de Zurita en el libro I de los dndicesu. Flórez Miguel, Cirilo: El hombre en Plotino. García López, José : M ~ ~ a p o ) i < : biografia de una palabra. Martín Carrera, Francisco : Estudio gramatical del tratado «De

habitu clericorum~) del presbitero Leovigildo. Sánchez Redondo, M.a Rosario: El tratado hipocrático cpoc~<U Torrente Almeida, Juan: El concepto de justicia en el pensamien-

to griego anterior a la sofistica y a Platón.

Barcelona

Aparicio Catalina, Blanca: La lzistoria de Troilo y Cresida en Chaua cer y en Shakespeare.

Ardevol Vidiella, M.% Carmen: Las metáforas en S. Pablo. Balluguera Fernández, Rosa: El manuscrito 5-6.16 de la Biblioteca

Colombina de Sevilla. Cabezas Cabezas, M." Encarnación: Los estudios helénicos en

Francia en el siglo XIX. Catalá Sempere, M.a Amparo: El manuscrito @-Id de la Biblio-

teca de la Catedral de Toledo. Clavel1 Cabot, Alberto : Naturaleza del ente parmenideo. Cuadrado Rodriguez, Francisco Javier : El manuscrito sa lus t~am

M-III-11 de la Biblioteca Escurialense.

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,304 ESTUDIOS CLÁSICOS

:392. Martínez Muñoz, Gervasio: El manuscrito R-I-7 de la Real Bi- blioteca de El Escorial.

393. Mata Gómez, Nicanor: Fuentes grecolatinas para la historia de Cantabria.

'894. Menacho García-Menaclio, M.* Pilar: El mito de Teseo en lo Li- terhtura y en el arte.

395. Monfort Die, Clara: El motivo de la despedida en la Literatura griega.

896. Moral González, Arturo: El manuscrito 197-v del Archivo Capi- tular de Vic.

'397. Sánchez Candela, María: El manuscrito 1845 de la Biblioteca de Cataluña.

Salamanca

Alvarez Cintas, José Manuel: (DaXayE en Homero. Calvo Buezas, M.6 Dolores: Estudio de Eotxa, Qxlo»ce y dnxds

en Homero. Notas sobre la moral homérica. Carbayo Pérez, César: Estudio critico y literario del poema <De

ecclesias. Cuesta Martín, José M?: 'Apenj en Euripides. García García, Vítores: Estelas funerarias de Clunia SulpicM. García Rodríguez, Juan E.: Observaciones sobre la fonética de

las inscripciones rodias. González Viiiarón, Agustina : Los grupos u-SS-» en inscripciones

tardias. Goyenechea Juárez, M.8 Esperanza: La religiosidad de Penélofe. Regueira Castro, Ana M.8: Fuentes literarias de los poemas visi-

góticos del ~ A p p e n d i x ~ eugeniano. Sánchez García, M.& Angeles: Observaciones sobre la fonética d e

las inscripciones d e Tera.

OPOSICIONES A CATEDRAS D E LENGUA LATINA D E INSTITUTO

Fueron designados, para el Tribunal correspondiente (cf. pág. 80), los Sres. Dolc, como presidente, y Mariner, Srta. García Dorado, Rami- ro Aparicio y Srta. Gomis, como vocales ; y, en calidad de suplentes, los Sres. Castresana, como presidente, y Blanco García, Sinués, Srta. Martin Tordesillas y Sendino, como vocales (18-111-1963, B. O. del 28). Por re- nuncia de la Srta. Gancía Dorado, pasó a titular el Sr. Sinués (29-111- 1963, B. O . del 16-V).

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Los ejercicios empezaron el 20-V-1963.

La prueba práctica se dividió en cinco partes:

1.a Traducción al-latín, con diccionario, de un fragmento del libro 11 del Instrzcmento de probabilidad de J. s. Vives a partir de la traduccióm castellana de L. Riber (una hora como máximo).

2.8 Traducción sin diccionario de Virgilio, En. IX 25-68 (una hora). 3.8 Traducción, con diccionario y comentario sintáictico e histórico,

de Livio 1 10; 4-7 (dos horas y media). 4.8 Traducción, con diccionario y comentario métrico y literario, de:

Prudencio, Peristepk. V 121-172 (dos horas y media). 6.8 Traducción, con diccionario y comentario lingüístico, de Carmino,

epigraphica 52 y 613 (dos horas).

En el primer ejercicio teórico tocaron en suerte los temas 23 (Carac- terización morfoldgica de los modos) y 42 (Accidentes del verbo. Voces),

Se presentaron 39 opositores; uno no compareció a realizar el primer práctico ; otros dos, a la lectura del primero y segundo ; otro, al tercero ; otro, a la lectura del cuarto; otro, al quinto. Después de los c,ácticos- fueron admitidos 21 por unanimidad y siete por mayoría. Dos no eom- parecieron al primer teórico, y otro se retiró antes del segundo teórico. Después de los dos teóricos fueron admitidos trece por unanimidad, siete por mayoría y uno por minoría, que no compareció al siguiente- ejercicio.

En su informe sobre las memorias pedagógicas, el Tribunal hizo no- tar que las de dos señores opositores coincidían en gran parte de su ex- tensión (prácticamente a lo largo de veinte folios) y que otras dos, aunque de extensión muy desiyual, eran análogas en su .enfoque y en muchas de las citas de autorídades aducidas.

L'as oposiciones terminaron el 12-VI-1963. El Tribunal propuso a loa- Sres. Vicuña (Barcelona, dnfanta Isabel de Aragónr), Piñeiro (Vigo, femenino), Pejenaute (Luarca), Soler (Ubeda), Srta. Ibáñez Menéndez (Crevillente), Ruiz Rabre (Llanes), González Gutiérrez CJaca), Solans (Tortosa), Alvarez Tajahuerce (Soria), Rodríguez Barrueco (Valdepeñas), Turmo (Cabra), Alonso Santos (Osuna), Jurado (Antequera), Srta. Es- clapés ~(Landete), Saco (Coria), Sánchez Alegría (Huéscar) y Granel5 (Nerva), que fueron nombrados el 9-VIII-1963 #(B. O. del 11-IX).

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