de poncho por la vida y el misterio iii

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Page 1: De Poncho por la vida y el Misterio III
Page 2: De Poncho por la vida y el Misterio III

La causa indígena

Pero lo que más le preocupaba era la formación de los indígenas. Chimborazo es el lugar del Ecuador donde más proliferan las sectas y como respuesta a la inquietud de los propios indígenas para defenderse de sus ataques nacieron los Misioneros Indígenas Quichuas (MIQ).

El 29 de enero de 1985 presenta su renuncia al Vaticano por límites de edad. Cumplía 75 años. Fue aceptada sin dilación pero la Conferencia Episcopal Ecuatoriana le nombró presidente del departamento de Pastoral Indígena del Ecuador ganándose el título de obispo de los indios, título que muchos años antes ya se lo había conferido el pueblo y se lo había conquistado a pulso.

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Yo, que lo abrigué por fuera y por dentro, conozco bien su preocupación por descubrir el poderío simbólico de la cosmovisión indígena: ésta, a pesar de la carga centenaria que ha doblegado al indígena como peón de todo servicio y animal de toda labor, ha sido sostenida con la fuerza de sus brazos, de su silencio, de su mundo clandestino e impenetrable. La resistencia y la voluntad de sobrevivir, desde la sabiduría disfrazada de paciencia, fue y ha sido más poderosa: las comunidades se volvieron sobre sí mismas, guardaron celosamente y, también celosamente transmitieron sus costumbres, su idioma, su medicina, su vida.

Una voluntad de subsistir opuesta a la inmensa ofensiva social de destrucción, en una tierra que no acuna. ¡Cuántas veces el indígena levanta el puño como cabeza de cóndor cuyas alas fueron las del poncho levantado! Y mi esperanza es que desde el interior de su destierro, se asome, se levante para ser él mismo.

Y ahora les cuento algunas cosas que yo creo que le daban vida a mi compañero.

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Las fuentes de la vida

La palabra revela lo que es el hombre (ser humano). La palabra del hombre es auténtica cuando expresa su originalidad, su ser, su manera de concebir las ideas, su manera de apasionarse por determinadas causas, su manera de descubrir imágenes y comparaciones. La palabra deja de ser auténtica cuando el hombre se constituye en repetidor inconsciente de los pensamientos, de las pasiones, de las imágenes de otros hombres.Deja también de ser auténtica cuando se habla por hablar, sin sentido, sin trascendencia, sin relación con el mundo que le rodea, sin relación con el mundo que le espera. A más de ser inauténtica, esta palabra es también ineficaz: no es capaz de realizar nada. Es por lo mismo falsa, falaz, engañosa, doble.Y por último, la palabra es inseparable de la verdad. Toda palabra que no esté precedida del testimonio viene a ser palabra hueca, sin sentido, por eso no se puede mentir ni de palabra ni de silencio.

Mi compañero sabía hablar la palabra del pobre, recurría siempre a ejemplos cotidianos, algo que no fuera ajeno a su medio, a su capacidad de comprensión. No se precipitaba, no juzgaba, escuchaba y devolvía la pregunta para que cada uno se respondiera desde sí mismo, desde su propia reflexión. Era un gran pedagogo.

La palabra

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Mi compañero aprendió bien lo de Jesús: “Al orar no utilicen muchas palabras...”. Oraba poco en voz alta, más bien se recogía, sabía mirarse por dentro y verse como criatura de Dios. A veces le escuchaba dirigirse a Dios con una confianza inusitada, hablaba con El, le contaba, como si no supiera las cosas que le pasaban. Sabía ponerse en sus manos en una actitud confiada y de infancia espiritual, haciendo depender todo de Dios. Le gustaba repetir la oración de Jesús: “Yo te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños”, y como masticando las palabras continuaba “si Padre, así te pareció bien”.

La oración

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Ya dije antes que mi compañero era de pocas palabras pero muy amigo de escuchar. Se sentaba, a veces, jugaba con mis lanas pero nunca perdía una palabra ni una expresión de su interlocutor, yo sentía el ritmo de su corazón.Nunca daba consejos gratuitos. Cuando alguien le hacía una pregunta para esperar una respuesta como receta a sus inquietudes, él devolvía la pregunta para que el otro se respondiera a sí mismo. Para que buscara dentro de sí mismo su propia verdad.

La escucha

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¡Le oí tantas veces esta expresión!, que casi me sé de memoria. Decía:Se ha concebido la teología como una ciencia. Está bien que la teología sea una ciencia. Gracias a esto podemos estudiar a Dios y decir que adquirimos muchos conocimientos acerca de El. Pero si la teología se reduce a esto no contribuye mayormente a un cambio de vida del hombre. Para que el hombre cambie, es necesario vivir la teología. En otras palabras, es necesario vivir el Evangelio. Es necesario experimentar a Cristo. Es necesario experimentar a Dios, a través de Cristo. Es necesario experimentar esta vivencia entre varios, entre los discípulos de Cristo, en el seno de lo que llamamos iglesia en su sentido más concreto.

La teología existencial

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Un día pensaba en voz alta:

Desde fuera de mí aparece un Yo que se me acerca cada vez más y que se dibuja también cada vez más con mayor claridad y que se va haciendo cada vez más íntimo: es el Yo de Cristo, el Tú para mí. Ese Cristo conjuga el verbo amar y me dice “yo te amo”. A mi vez, voy haciéndome cada vez más capaz de decir a ese Tú “yo te amo”. La soledad ha sido para mí un dolor y un gozo, un encuentro.Pero el progreso de relaciones amistosas entre Cristo y yo no se han detenido aquí. Por Él descubrí al Padre y descubrí al Espíritu Santo, no como meros conceptos, sino como Ser, como Vida, como Amor.“Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. Esta doxología consta en mi escudo, no como una frase sin trascendencia, sino como lema de vida. La repito diariamente, no sólo en misa, sino en varios momentos del día. Me siento introducido en la Trinidad …

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Suspiraba y proseguía:

Todo esto es la demostración de la pura e infinita bondad de Dios. Y, por esta razón, hago mío el cántico de la Virgen María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador: porque ha mirado la pequeñez de su esclava …”

Me parece adivinar su felicidad. Me estremezco cuando pienso que a esa su felicidad me llama. Cuando viajo, me gusta guardar silencio y contemplar la belleza del mundo en el que veo reflejado el poder del Padre, la elocuencia luminosa y multicolor del Hijo, y la música amorosa o arrebatadora del Espíritu, en el aire y en el viento.

La Trinidad beatísima me dice: “Te amamos”.

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Lo que distinguió a mi compañero como un verdadero profeta fue que siempre partía del amor a las personas más oprimidas y explotadas, en concreto los indios; de un compromiso “con los pobres de la tierra”. Mostraba especial preocupación por los más débiles: son los hijos de Dios, los hermanos pequeños de Jesús.Él siempre vinculaba la exigencia de justicia con la voluntad de Dios. Sólo de esta forma se puede quitar la base religiosa a la ideología opresora: dejando claro que Dios escucha el clamor de los oprimidos. Esta es la base de su experiencia espiritual.

Compañero profeta

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Donde no hay justicia, no hay verdadero culto a Dios. Es más, donde no hay justicia el intento de dar culto a Dios se convierte en una ofensa al Padre. Mi compañero era un loco por la justicia. Por eso no basta con celebrar formalmente la eucaristía para que se dé la cena del Señor, sino que hay que proceder conforme al modelo de conducta que nos dejó Jesús. No toda eucaristía es cristiana, aunque formalmente mantenga la estructura del ágape eclesial, ni todo espíritu es el de Jesús, ni toda forma de ejercer la autoridad es compatible con los apóstoles aunque objetivamente esté dentro de la estructura apostólica.

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No se limitaba a pedir y a luchar por un cambio de estructuras: pedía también el cambio del corazón, único presupuesto válido para que las nuevas estructuras no se vuelvan opresoras como las anteriores.No convertía la cuestión social en lo único absoluto: es verdad que el fenómeno de la opresión se manifiesta en terrenos muy distintos: político, social, económico, religioso; pero también es cierto que comprometerse con la liberación religiosa puede traer tantas o más complicaciones que con los otros aspectos.

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Siempre unió la denuncia profética al amor a los enemigos: no aceptaba ingenuamente la conducta de los opresores, tolerando que exploten a los demás, se trataba de darles una oportunidad, como hizo Jesús con Zaqueo, y de mantener siempre la esperanza en Dios, a veces como pura utopía, otras exigiendo, contra toda esperanza, un compromiso concreto con ese Reino de Dios que está ya entre nosotros.

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Mi compañero, como profeta, fue un hombre inspirado, en el sentido más estricto de la palabra. Era Dios quien le hablaba y él debía ser portavoz del Señor como profeta. Y esta inspiración le venía de un contacto personal con Él, que comenzó en el momento de su vocación. Su único punto de apoyo, su fuerza y su debilidad, era la palabra que el Señor le comunicaba, sin que él pudiera negarse a proclamarla. Palabra con frecuencia imprevista e inmediata, palabra dura y exigente pero que se convertía en un fuego ardiente e incontenible; palabra de la que muchos deseaban huir pero que terminaba imponiéndose y triunfando.

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Él estaba convencido de que comunicaba la voluntad de Dios, de que decía lo que Dios quería que dijese en ese momento histórico. Por eso no podía echarse atrás aunque le costase la vida. Dios le hablaba a través de los acontecimientos, de las personas que le rodeaban, del sufrimiento y de la angustia de los indígenas. Y esa palabra externa se convertía luego en palabra interior, que no podía contener

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Como profeta era un hombre público. Su lugar era tierra adentro: las comunidades en el campo, las comunidades eclesiales de base, el sitio donde la gente se reunía, donde el mensaje era más necesario y la problemática más acuciante. Siempre hablaba de partir de la realidad para llegar al Reino. Por eso conocía muy bien las maquinaciones de los políticos, el descontento de los campesinos, de los pobres, el lujo de los poderosos, la despreocupación de muchos sacerdote. Ningún sector le resultaba indiferente, porque nada es indiferente para Dios.

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Mi compañero fue un hombre amenazado y perseguido, fue acusado de traidor y comunista, fue llevado a la cárcel como un vulgar ladrón. Con todo, esta persecución no fue sólo de los políticos y de los poderosos: vino también de sus propios compañeros sacerdotes y de los falsos profetas.

La profecía de Proaño también fue carismática, como tal, rompió todas las barreras, empezando por la de la cultura, porque entendió muy bien el significado de la inculturación del evangelio, donde Dios se manifiesta como Señor de la historia desde los códigos culturales de cada pueblo. Era un apasionado cuando hablaba de las semillas del Verbo. Desde este punto de vista su palabra profética llevó a cabo tres funciones principales: crear historia; interpretar el curso de la historia y la acción de Dios y suplicar esa acción de Dios a través de la historia.

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Y ahora digo yo, después de tan larga andadura con un profeta creo que me he ganado el derecho a decirlo: que la iglesia no puede prescindir de los profetas, ya que la ausencia de una experiencia profética lleva al empobrecimiento de la comunidad. La iglesia necesita de los profetas y simultáneamente desconfía de ellos, busca eclesializarlos, integrándolos dentro de su constitución e institucionalizando su carisma. Sin el profetismo, la iglesia, tiende a estancarse en el tiempo, a caer en la rutina de una tradición que deja de ser plataforma de creatividad y de inspiración para convertirse en un lastre del pasado.Junto a él aprendí a creer que el Espíritu Santo respeta la personalidad histórica y cultural de los creyentes, tanto individual como colectivamente, y cristianiza las mediaciones humanas y socioculturales sin anularlas.

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Por esa razón, al hablar de la iglesia indígena, no podemos de antemano establecer modelos ni sembrar temores de paralelismos porque la ministerialidad y la sacramentalidad permanecen, aunque cambian las formas históricas en que éstas se encarnan, y evolucionan en función de la misión y del testimonio evangélico. Esta es la obra del Espíritu, que inspira a los profetas y renueva a la iglesia, promoviendo la creatividad y capacidad de adaptación eclesial sin que se rompa con la finalidad a los orígenes en Cristo.Como diría Agustín, su viejo Vicario, “Y el sueño del obispo de los indios no deja dormir tranquilos a sus hermanos obispos: los indios mismos lo ven como un sueño lejano. La iglesia India no deja de ser una pesadilla. Pero es el sueño de un profeta y los profetas sueñan los sueños de Dios, los planes de Dios, las esperanzas de Dios”.

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Profeta de los indiosMe toca hablar desde mí, desde mis años de andadura cubriendo cuerpos remendados de tristeza, de resistencia, de pequeñas alegrías al interior y cuerpo adentro. En mí están representados todos los ponchos milenarios que abrazaron desde la grandeza del Tahuantinsuyo, pasando por la colonia y llegando hasta la ineptitud colonial de la actualidad.Mi compañero supo entrar profundamente y en silencio en nuestro interior.Paseábamos un día por los cálidos jardines de Santa Cruz y comenzó a hablar en voz alta:Hasta ahora todo el mundo se ha detenido en las guerras perdidas de los indios, no en su resistencia; en la opresión, no en su insurgencia ni en sus mecanismos de defensa; en la lucha por la tierra, pero no en lo que la Pacha Mama significa para su supervivencia. Además, llena de espíritu creador, la cultura del oprimido resiste y se conserva en silencio para renacer oportunamente.

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Su amor entrañable que le llevó a proclamar el Evangelio, con todos los medios a su alcance. En sus largas caminatas por las comunidades, sin prisas y siempre dispuesto a escuchar, proclamaba el Evangelio haciendo inteligible el mensaje y el contenido, el Verbo y la Palabra así como la liberación que nace del encuentro con la Palabra y el sujeto histórico que se hizo Verbo. Su teología era tan simple como la del Nazareno. “Felices los pobres porque de ustedes es el Reino”. Y mis hermanos creyeron en su anuncio. Por eso ahora ellos pueden proclamar la Buena Nueva a sus hermanos en su propia lengua, con sus propios códigos culturales, desde su propio Centro de Formación Indígena, desde sus propios programas radiales, desde su propia música, desde sus propios silencios.

Era su voz profética recogida sobre sí misma.Tres actitudes caracterizaron su lucha como profeta de los indios.

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Su fuerza venida de Dios para denunciar valientemente la injusticia, aunque esto le creara enemigos o le llevara a la cárcel. También mis hermanos han aprendido a levantar la voz, ya no es necesario que nadie sea la “voz de los que no la tienen” sino que desde los levantamientos de Junio de 1990 y 1994, desde el parlamento, desde la Asamblea Constitucional, desde la misma iglesia reclaman sus derechos a la tenencia de la tierra, a ser ellos mismos, a que se les reconozca como sujetos capaces de crear su propia historia.

Su vida, toda ella testimonial, como modelo de obispos, sacerdotes y laicos comprometidos con la causa del Reino en medio de mi pueblo. Ahora son mis hermanos los testigos de la Luz, capaces de evangelizar con la vida. Han retomado tu vida para emerger vivos en búsqueda de la tierra prometida. Sabiendo que Dios Padre y Madre escucha el clamor del pobre y está dispuesto a liberarlos. Proaño supo reconocer en la historia el grito del pobre, lo hizo vida y liberación al estilo de Moisés, derrotando a los faraones de su tiempo.

¡Cómo me duele que no hayas visto esta resurrección, amigo!

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Para mí fue dolorosa la partida de mi gran compañero del alma, del frío, del viento andino, de los caminos empolvados o enlodados. Con él aprendí a amar al indígena.

Habría muchas más cosas que contar pero les he dicho lo que humildemente y en mi frágil memoria de viejo poncho se grabó más profundamente.

Murió el 31 de agosto de 1988. Para mí, esta es la fecha de la resurrección de mi compañero Leonidas Proaño.

Murió en la pobreza, como vivió. La Iglesia no debe ser una iglesia de los pobres sino una iglesia pobre, donde se haga operativa la esperanza, donde la inculturación del Evangelio sirva para recuperar la cultura, cristalizar los sueños y hominizar la historia.

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Le abrigué hasta el último momento. Después me dejaron sobre una silla. Miré hacia fuera y creí ver de luto a la tierra. Pero de pronto, como en el poema de Vallejo, el cadáver comenzó a caminar.

Todo esto sigue siendo un reto para la Iglesia de Riobamba.

En las comunidades eclesiales de base.En la organización de los indígenas.En los levantamientos de 1990 y 1994.En la Fundación Pueblo Indio del EcuadorEn el Centro de Formación.En la educación bilingüe.Y en cada pobre de este país.

En todo esto se hace realidad esa esperanza operativa, esa Iglesia Viva y esa Sociedad Nueva tan bien descritas en su marco teórico.