de la Ètica de las virtudes de aristÓteles a la Ética...
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DE LA ÈTICA DE LAS VIRTUDES DE ARISTÓTELES A LA ÉTICA DEL
MANAGEMENT: UN CAMINO PARA AUSCULTAR LA ÉTICA DE LA ALTA
DIRECCIÓN EN LA EDUCACIÓN
“LA ÉTICA NO SE DESVANECE POR LA FALTA DE INTERPRETACIÓN SINO
POR LA AUSENCIA DE IRRADIACIÓN”
LUZ ELENA HURTADO QUINTERO
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DE LA ÉTICA DE LAS VIRTUDES DE ARISTÓTELES A LA ÉTICA DEL
MANAGEMENT: UN CAMINO PARA AUSCULTAR LA ÉTICA DE LA ALTA
DIRECCIÓN EN LA EDUCACIÓN
LUZ ELENA HURTADO QUINTERO. 1096532
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
MAESTRÍA EN ALTA DIRECCIÓN DE SERVICIOS EDUCATIVOS
SANTIAGO DE CALI
2011
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DE LA ÉTICA DE LAS VIRTUDES DE ARISTÓTELES A LA ÉTICA DEL
MANAGEMENT: UN CAMINO PARA AUSCULTAR LA ÉTICA DE LA ALTA
DIRECCIÓN EN LA EDUCACIÓN
LUZ ELENA HURTADO QUINTERO
Trabajo de grado para optar el título de
Magister en Alta Dirección de Servicios Educativos
Dirigido por:
Mgs. Carlos Alberto Molina
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
MAESTRÍA EN ALTA DIRECCIÓN DE SERVICIOS EDUCATIVOS
SANTIAGO DE CALI
2011
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TABLA DE CONTENIDO
PRESENTACIÓN..….. ........................................................................................ 5
CAPÍTULO I: CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL ..................................................... 8
1.1 La ética en la antigua Grecia ...................................................................... 10
1.2 La ética de las virtudes de Aristóteles… ..................................................... 14
CAPITULO II: POSIBLES RELACIONES ........................................................ 20
2.1 La Herencia de la Civilización Occidental…………………………………...21
CAPITULO II: LA ÉTICA DE UN ALTO DIRECTIVO……..……………….…… 32
3.1 Contexto teórico conceptual…………………………………………………….32
3. 2 Ética profesional del alto directivo………………………………………….....43
CAPÍTULO IV: ANÁLISIS DE CASO ............................................................... 47
CAPÍTULO V: REFLEXIONES FINALES………………………………………....52
BIBLIOGRAFIA ................................................................................................ 55
ANEXOS ........................................................................................................... 57
Ponencia………………………………………………………………………………58
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PRESENTACIÓN
“Del quehacer y otras cuestiones que le atañen a la educación son responsables los docentes, padres de familia, estudiantes, administrativos de la educación y por ende los altos directivos; por tal motivo, el inicio frente al diseño de planes, programas, proyectos, metas y acciones deben ser y tienen que ser el resultado de la dialógica entre el conglomerado que, analizando el pasado, cimentando el presente y diseñando el futuro permiten consolidar los escenarios posibles y alcanzables…Es un desafío de magnitudes incalculables, pero es con un amplio sentido humano como se alcanzan estos ideales y eso lo –humano- lo verdaderamente humano está dado por la ética”
Hermana Luz Elena 2011
El presente trabajo titulado “De la ética de las virtudes de Aristóteles a la ética del
management: Un camino para auscultar la ética de la alta dirección en la
educación”, trata sobre la ética de un alto directivo en el contexto educativo que
resulta importante ante las diversas situaciones conflictivas que acontecen dentro
de la organización. Así se encuentra que las estrategias como los métodos del
directivo no resultan efectivos para su respectiva resolución y se llega a la
conclusión que hace falta un componente ético que le permita al alto directivo ser
reflexivo frente a su quehacer.
De igual manera, se identifica que la alta dirección está atravesada por la
ideología de la civilización occidental, es decir que la administración del alto
directivo no sólo parte de juicios éticos, sino principalmente de juicios políticos
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puesto que el alto directivo se encuentra condicionado por lo que deberían ser sus
funciones y el lugar de autoridad y poder otorgado e impuesto por la entidad
educativa, sin tener la posibilidad de cuestionarse lo que está legitimado y por
ende prever los resultados de las decisiones que se tomen dentro del contexto
educativo. De este modo, la autonomía del alto directivo y la libertad de pensar en
el hacer ante situaciones conflictivas presentadas en su entorno educativo se ven
opacadas y limitadas por lo externo.
La ética profesional del alto directivo es un tema que resulta pertinente estudiarlo
porque permite reflexionar sobre el papel de un docente directivo, en especial su
ejercicio profesional atravesado por la ética, como también cuestionarse posibles
decisiones frente a situaciones conflictivas que se presentan en el contexto
educativo, en este caso, universitario.
En este trabajo se realiza entonces un abordaje sobre la ética a partir de autores
que han contribuido al conocimiento y aproximación de ella. En este proceso
resultó pertinente realizar un recorrido histórico, retomando principalmente la ética
de la Grecia antigua, la ética de Aristóteles y autores modernos- postmodernos,
entre ellos: Jean-Francois, Castoriadis, Cornelius, Arendt Hannah, Smith, Max
Weber, quienes han realizado un reflexión crítica frente a la ética dada en los
siglos pasados, como también invitan a formularse posibles propuestas en quienes
han realizado un reflexión crítica frente a la ética dada en los siglos pasados y en
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torno a la ética y política, promoviendo la autonomía del ser humano y su libertad
de pensar en el hacer. Lo mencionado, arroja elementos significativos que
permiten comprender la ética del alto directivo en el contexto educativo.
De igual modo, se retoman las funciones y la ética de un directivo. Luego se
menciona un caso, que permite reflexionar sobre la ética de ese directivo del
colegio ante un dilema. Se aborda el caso a partir de las teorías filosóficas y
sociológicas que han estudiado la ética. Finalmente, se hace una ponencia que
presenta la importancia de la ética del alto directivo, a partir de una exploración
teórico reflexivo.
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CAPÍTULO I
CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
Para comprender la ética de la alta dirección, resulta de suma importancia retomar
algunos elementos de la historia y de la actualidad sobre la ética que están
directamente relacionados con los pensamientos de autores que han escrito sobre
la vida y la acción humana. De ahí que el presente trabajo se titule “La ética de las
virtudes de Aristóteles a la ética del Management: un camino para auscultar la
ética de la alta dirección”, lo que lleva a realizar una indagación sobre la
civilización occidental y sus repercusiones en la ética del alto directivo de la
educación, pues no se puede omitir el papel vital que desempeña el proceso
histórico de la sociedad y sus construcciones sociales en el comportamiento
humano.
Agregando a lo anterior, a lo largo de la historia, la ética ha sido el foco de
atención dado que desempeña un papel relevante para las personas, en tanto que
éstas viven situaciones conflictivas y se ven en la obligación de responder al
mismo tiempo a necesidades individuales, sociales y medio ambientales. Es así
como toda cultura ha tenido que reflexionar sobre sus acciones y legitimarlas.
En la Cultura Occidental, aunque su origen se remonta a “épocas anteriores a
Grecia y la misma cultura griega, bebió en fuentes más antiguas pertenecientes a
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otras civilizaciones, se tiene que reconocer que el origen del conjunto de hechos,
escritos, modos de pensar e interpretar y hasta el modo de enfrentarse a los
problemas de la naturaleza se encuentra vinculado a lo que llamamos mundo
grecorromano” (Fernández, 2002). Esto significa que la cultura occidental es el
producto de un proceso de construcción histórica que trasciende remotamente la
existencia de Grecia y que la misma se nutrió de fuentes y expresiones más
antiguas pertenecientes a otras civilizaciones, que permanecieron como lenguas
cultas en la literatura y en el conocimiento científico y técnico.
Es de resaltar que “hoy, la cultura occidental se ha ido imponiendo, a veces por la
fuerza y en otras ocasiones por influencias comerciales, en otros continentes. Hay
muchos pueblos que conservan algunos rasgos de sus culturas primigenias,
alejadas de la cultura occidental y hay otros muchos en los que se ha constituido
una amalgama de culturas. En muchos casos y, sobre todo, en la ciencia, la
cultura occidental es preponderante y es la que ha marcado cómo hacer las cosas
y tiene una influencia innegable en las restantes. Todo esto justifica el hecho que
se le dé una importancia mayor que a otras culturas, como la India o la China, que
no dejan de ser por ello importantes en otros contextos distintos al de la ciencia
(…) El conocimiento científico tiene sus raíces en el mundo grecorromano” (La
escuela y el pensamiento ético, 2011). El modo de pensar y de analizar los hechos
también.
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Todo lo anterior, permite decir que la civilización occidental ha tenido una gran
incidencia en nuestra sociedad, por ejemplo, la concepción ética y la afectación de
la misma en el proceder ético de la alta dirección educativa. Para el discernimiento
de ello, surge la siguiente indagación: ¿Cómo era concebida la ética en Grecia?
1.1. LA ÉTICA EN GRECIA ANTIGUA
Al realizar una lectura concienzuda sobre Grecia, se encuentra que, desde un
principio la ética aparece subordinada a la política, en tanto que el hombre griego
de la época sentía la polis como inmediatamente vinculada a su naturaleza. De
esta manera, la ética formaba parte de la ciencia de la política porque la vida
individual solo podía cumplirse dentro de la polis: lo que sustentaba el bien
particular era el bien común.
En otras palabras, la vida griega o helénica dependía de la ciudad estado o polis,
en tanto que ésta se constituía en la organización de la sociedad y “el fin originario
de esta ciudad [era] un fin económico, es decir, pretende solucionar los problemas
de la subsistencia, seguridad y defensa. De este fin se deriva de forma
espontánea la división de funciones y la especialización en el trabajo” (La escuela
y el pensamiento ético, 2011).
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Dentro de estas funciones, se hallaban los oficios especializados (Agricultor,
pastor, albañil, etc.) debido a las necesidades primarias de la comunidad
(Alimento, vestido, casa...); los guardianes de la ciudad, dado al crecimiento de la
ciudad, la ampliación del territorio y por tanto los posibles invasores; y el gobierno
que debía ejercerse por una minoría selecta, para que los intereses particulares
estén subordinados o sean coincidentes con el bien común de la ciudad.
A partir de esta división de funciones, surgieron las clases sociales: el pueblo:
(Campesinos, pescadores, artesanos, etc.), los guardianes y los gobernantes
(clase social alta), que es la inteligencia de la ciudad y “se preocupa[ban]: de
legislar y hacer cumplir las leyes, de educar a los individuos, de contemplar el
mundo de las ideas, que es la norma de todo buen gobierno, por eso los
gobernantes han de ser filósofos, les corresponde el alma Racional y su virtud
principal es la virtud de la sabiduría y la prudencia, por la cual saben que es lo
justo y que es lo recto” (La escuela y el pensamiento ético, 2011). Es de destacar,
que la Justicia no existía simplemente para satisfacer las necesidades materiales
del ciudadano, sino, además, para que el hombre pudiera desenvolverse y llevar
una vida recta de acuerdo con la justicia.
De igual forma, la justicia era garante del bien común, pues lo mismo que el
hombre perfecto consistía en el pleno equilibrio entre todos los elementos que lo
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componían, reducidos a la unidad y gobernados por la prudencia o Sabiduría del
alma racional o del filósofo.
Sin embargo, esta unidad se interrumpía si los ciudadanos empobrecidos- por la
ambición de una minoría- se levantaban contra los ricos apareciendo otra
degeneración que se llama democracia (los ciudadanos libres imponen su poder y
hacen lo que les da la gana). Este amor desmedido a la libertad da origen a la
tiranía, que es la peor y más desgraciada de las formas de gobierno.
Todo lo anterior, permite plantear que la ética está anclada a la política griega, que
promovía la igualdad humana, es decir, un bien común que predominaba sobre el
bien individual y opacaba la libertad de pensamiento en la personas; pues “en el
mundo clásico la igualdad es condición para la libertad. La vida de la polis, la
praxis, solamente era posible para los libres, para aquellos que podían dejar las
faenas de la labor y del trabajo para dedicarse a la política (…) no todos seamos
iguales ante la ley ni tampoco que la ley sea la misma para todos sino
simplemente que todos tienen el mismo derecho a la actividad política y esta
actividad era en la polis preferentemente la de hablar los unos con los otros”
(Torralbo, 2011).
De esta forma, la historia de la civilización occidental muestra que la ética estaba
enlazada con el proyecto político de la polis, aspecto que se evidencia
nuevamente en la ética nicomaquea, de Aristóteles, a quien le correspondió vivir al
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interior de la polis como una verdadera unidad política, con sus instituciones,
costumbres y sus leyes, y se constituyo en el elemento identificador de la
época.
Por el contrario, con el cristianismo, se encuentra que la “ética… plantea a los
seres humanos prescripciones irrealizables -en una palabra, no el control de sus
actos sino de hecho, la eliminación del deseo, es decir la supresión del
inconsciente”- (Torralbo, 2011). De lo mencionado, se infiere que la ética está
atravesada por lo divino, es decir, que la acción humana depende de la revelación
de la voluntad de Dios, de ese otro que le impide al ser humano interrogar sobre
las leyes establecidas.
A esto se suma, que “(…) la Iglesia se convierte en una institución con una
presencia de gran peso en ese siglo y, durante mucho tiempo, abriga grandes
pretensiones respecto al poder temporal (…) En cualquier caso, se constituye en
engranaje esencial de los sucesivos órdenes sociales y políticos establecidos”.
(Torralbo, 2011). Esto significa que las normas y decisiones tomadas frente al
pueblo, deben ser estudiadas y aprobadas por la Iglesia, en tanto que es una
entidad poderosa.
Todo lo anterior, permite decir que el hombre estaba definido por la razón
(colectiva) como lo afirmo el pensamiento clásico Helénico, y por Dios como lo
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aseguro el judeocristianismo; donde al hombre no le permitieron el acceder a
libertad.
1.2. LA ÉTICA DE LAS VIRTUDES DE ARISTÓTELES
Dicho contexto histórico de Grecia, fue el que definió las circunstancias que
favorecieron la labor intelectual de Aristóteles.
En la ética nicomaquea, Aristóteles puede decir con total claridad que ética y
política están íntimamente ligadas. Lo mencionado significa que en la doctrina
aristotélica el fin de la ética y de la política son idénticos: la ética forma parte de la
política. Como Aristóteles (1094a) dice:
“(…) Si es así, debemos intentar determinar esquemáticamente al menos,
cual esté bien y a cual de la ciencias o facultades pertenece. Parecería que
ha de ser la suprema y directiva el grado sumo, el más alto grado.
Esta es, manifiestamente la política. En efecto ella es la que regula que
ciencias son necesarias en las ciudades y cuales ha de aprender cada uno
y hasta qué extremo.
Y puesto que la ciencia política se sirve de las demás ciencias y percibe
además qué se debe hacer y qué se debe evitar, el fin de ella incluirá los
fines de las demás ciencias de modo que constituirá el bien del hombre
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pues aunque sea el mismo bien del individuo y el de la ciudad, es vidente
que es mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el de la
ciudad porque procurar el bien de una persona es algo deseable pero es
más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para una ciudad”.
Esto planteamiento político y social de Aristóteles, representaba la intención de
fortalecer las polis para contribuir al bienestar del hombre, en tanto que la política
legitimaba la sociedad griega. Es así como la ética dependía de la política, puesto
que la acción de la persona respondía a necesidades colectivas.
De todo lo anterior, es posible decir que para Aristóteles la ética es entendida
como aquella virtud –disposición del alma- del ser humano que se reduce a una
mera obediencia a la costumbre, código de reglas y valores fijados de antemano
que debe ejercer para obrar rectamente, esto es realizar buenas acciones. De esta
forma, se puede decir que el más seguro camino para la ética viene a ser
prácticamente la ley, que encauza la conducta del hombre por ciertas vías. Una tal
legalidad no es ciertamente la moralidad ideal, pero es, material y objetivamente
considerada, algo digno y valioso. Nuevamente es evidente aquí la relación que
Aristóteles establece entre la ética y la política, entendiendo a ésta como “(…) la
ocupación más elevada y más digna, la más arquitectónica, y la idea, precursora
de tiempos venideros, de que el bien soberano para los humanos es la
contemplación, el bios teorétikos, único recurso para alcanzar nuestra finalidad
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natural, nuestro telos: "comportarse en lo posible como inmortales" (Castoriadis,
1994).
A pesar de que también para él la ética, “la virtud cardinal es esencialmente
política, a saber, la justicia (Etica a Nicómaco, 1094a), y que la mayoría de las
virtudes que examina tienen que ver con las relaciones de individuo con los otros,
no establece identidad o analogía entre el individuo con los otros, no establece
identidad o analogía entre el individuo y lo colectivo. Pero es característico de la
época en que reflexiona y escribe Aristóteles -una época de crisis y de inminente
disolución del mundo de la polis -, que a la pregunta, que es el primero en
formular, de si es lo mismo ser un hombre bueno que un buen ciudadano no
encuentre una respuesta categórica” (Castoriadis, 1994). Lo mencionado significa
que Aristóteles no comparó ni hizo un contraste entre lo personal y lo colectivo. Lo
que permite postular que la ética estaba anclada a la vida pública, al sentido
común, como se explica a continuación.
Ahora bien, Aristóteles plantea que las virtudes éticas juegan un papel importante
a lo largo de la vida, en cuanto delinean una forma de ser, un, carácter (éthos), a
través de las acciones, en relación con la parte apetitiva y volitiva de nuestra
naturaleza. Para determinar cuáles son las virtudes propias de ella, Aristóteles
procede al análisis de la acción humana, determinando que hay tres aspectos
fundamentales que intervienen en ella: la volición, la deliberación y la decisión.
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Es decir, se quiere algo, se delibera sobre la mejor manera de conseguirlo y se
toma la decisión acerca de la acción que se debe emprender para alcanzar el fin
propuesto. Dado que Aristóteles entiende que la voluntad está naturalmente
orientada hacia el bien, la deliberación no versa sobre lo que se quiere, sobre la
volición, sino solamente sobre los medios para conseguirlo; la naturaleza de cada
sustancia tiende hacia determinados fines que le son propios, por lo que también
en el hombre los fines o bienes a los que puede aspirar están ya determinados
por la propia naturaleza humana.
Es la repetición de las buenas decisiones, lo que genera en el hombre el hábito de
comportarse adecuadamente, y en éste hábito consiste la virtud para Aristóteles.
(No me porto bien porque soy bueno, sino que soy bueno porque me porto bien).
En ese orden de ideas aristotélicas, “la virtud es, por tanto, un hábito selectivo,
consistente en una posición intermedia, determinada por la razón y tal como la
determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por
exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defectos y otros por
excesos de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud
encuentra y elige el término medio. …, la virtud es medio pero desde el punto de
vista de la perfección y del bien, es extremo”. (“Ética a Nicómaco”, 1094a).
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En otras palabras, la virtud es una especie de intermedio, el exceso y el defecto
son propios del vicio, mientras que el medio es propio de la virtud: se es bueno de
un único modo, pero malo, de diversas maneras. Teniendo en cuenta esto,
entonces el ser humano virtuoso o ético obraría siempre de la misma manera ante
cualquier situación, logrando con ello bienes superiores como lo es la felicidad, la
armonía del carácter y de la conducta en la que consiste la plenitud humana o
madurez.
¿Cuál manera? El hombre virtuoso sería un hombre prudente, sabio y justo, que
mide las consecuencias en las actividades diarias de la vida y que mantiene un
genero de vida en la razón, la cual es la guía perfecta para conseguir los bienes,
este género de vida consiste en la actividad del alma conforme a la virtud sí, pues,
lo peculiar del hombre es la actividad del alma, de acuerdo parcial o totalmente
con la razón. Si afirmamos que esta función es propia de la naturaleza del hombre
virtuoso, igual que cuando se habla del buen citarista y del citarista notable, y ello
ocurre en todas las circunstancias, teniendo en cuenta la superioridad, que,
proviene de la virtud o el mérito, corona el acto, de modo que el citarista bueno
toca la citara y el citarista notable toca muy bien la citara; si ello es así suponemos
que lo esencial del hombre es un género de vida, que este género de vida es la
actividad del alma, acompañada de acciones razonables, y que en el hombre
perfecto todo se hace según el bien y lo bello u honesto, realizándose cada uno de
estos actos perfectamente, según su virtud peculiar.
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No obstante, el hombre virtuoso parte del tipo de ciudadano exigido por Grecia
antigua, es decir de la construcción de un ideal que lleve a determinar lo que debe
hacer el individuo en sociedad; lo que implica que la felicidad al no lograrla en
forma individual, habrá que construirla de forma colectiva, teniendo en cuenta el
sentido común, la vida pública. A esto se une, la concepción de hombre para
Aristóteles: un ser social.
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CAPÍTULO II
POSIBLES RELACIONES
A lo largo de la historia, para este caso, se registra la presencia de una
elaboración de la ética, lo cual a su vez, destaca la importancia, significación e
impacto de la misma, en la vida personal y social.
El tema de la ética se torna relevante, por su valiosa contribución en las
relaciones personales e institucionales, en un confluir de factores que se articulan
en un determinado existir social, no obstante los diversos matices culturales.
El complejo e histórico mundo Griego, por así llamarlo, en su conjunto muy a
pesar de su particular diversidad e incluso divergencias, debido a las escuelas, al
juego de concepciones, a los perfiles específicos de cada pensador y de las
incidencias de las escuelas y tendencias ideológicas, dejó muy en alto el hecho de
la ética, tal cual aparece explicitada en el pensamiento de Aristóteles.
Muchos otros estados, al igual que la Grecia de aquel entonces, fundamentaron
un gobierno constituido por gobernantes que fueran fieles exponentes de
principios éticos, los cuales les hacían virtuosos y garantes de una buena
administración.
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Teniendo en cuenta esto, es menester preguntarse: ¿ha influenciado la ética
griega en la ética de un alto directivo de la actual época? Si es así: ¿Cómo ha sido
esa relación, esa influencia?
2.1. LA HERENCIA DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
La ética propuesta por Grecia antigua y la planteada, especialmente por
Aristóteles, se constituyen en una herencia que continúa siendo el fundamento de
la civilización occidental. A pesar de la secularización, es la separación entre ética
y política, entre hombre interior y hombre público. Es verdad, existen bibliotecas
enteras de los padres griegos, latinos y protestantes para explicar cómo y en qué
condiciones un rey puede hacer la guerra sin dejar de ser cristiano, etc”.
(Castoriadis, 1994). El rey, un ejemplo de la alta dirección, da a entender como su
acción está anclada no sólo a la ética, sino también a lo político.
Lo mencionado significa que en el día a día se presentan situaciones conflictivas,
donde se evidencia las dualidades ética- política u hombre interior- hombre público
en las acciones de las personas, especialmente de los altos directivos. ¿Por qué?
Porque, en primer lugar, aunque los seres humanos no están determinados por el
entorno, “Ciertamente, se encuentran (…) infinitamente más condicionados de lo
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que quisiéramos admitir y, sobre todo, en tanto individuos, no podemos escoger
los interrogantes a los que estamos sometidos, ni los términos en que se
formularán, y menos aún, el sentido último de nuestra respuesta dada”
(Castoriadis, 1994). Esto asume una posición crítico-reflexiva ya que no existe la
posibilidad de cuestionarse lo que está legitimado y por ende predecir los
resultados de las decisiones que se tomen dentro de una institución.
En el caso del rey, su función es proteger el estado y por ende deberá participar
en la guerra, tendrá que tomar esta decisión sin dudar de ella, así sea cristiano. En
este caso, la política está por encima de la ética, el hombre público del hombre
interior, puesto que la situación conflictiva “hacer la guerra y ser cristiano” no sólo
depende un juicio ético, sino también político, dado que los efectos de la respuesta
del rey no sólo conciernen a él, a su conciencia, a su moralidad o incluso a la vida
de otras personas con nombre y apellido, sino que afectan directamente a la
esfera pública en sí misma y al destino de una colectividad anónima.
Este ejemplo, en palabras de Arendt, da cuenta que “(…) los hombres son seres
condicionados, ya que todas las cosas con las que entran en contacto se
convierten de inmediato en una condición de su existencia” (Torralbo, 2011), en
tanto que ellos no pueden decir directamente lo que son sino sólo a través de un
“Circum”, esto aquello a partir de lo cual la vida es lo que es; hablar de ella como
siendo lo que significa.
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En segundo lugar, la herencia de Civilización se evidencia “porque actualmente
tenemos, queramos o no, una biopolítica que no da a conocer su nombre y que
condena a muerte constantemente, tácitamente, incluso en los países ricos, a
centenares de personas por razones “económicas”, es decir, políticas, porque
evidentemente la distribución y atribución de recursos en una sociedad es una
cuestión política por excelencia. No hablo siquiera de la disparidad de calidad de
tratamiento que reciben ricos y pobres, sino del hecho conocido y comprobado de
que, por ejemplo, a causa de la escasez de aparatos de diálisis renal, los médicos
deben elegir qué enfermos serán sus beneficiarios y cuáles no” (Castoriadis,1994).
Nuevamente es evidente aquí que la acción de los médicos procede no sólo de un
juicio ético, sino principalmente de un juicio político donde privilegia los intereses
de unos pocos.
Retomando lo anterior, “(…) todo el mundo reconoce la futilidad y la no pertinencia
de los mecanismos de dirección política de la sociedad. A raíz de las elecciones
presidenciales en los Estados Unidos, donde la abstención había alcanzado casi
un récord absoluto, todos les comentaristas coincidieron en decir que Dole y
Clinton evitaban todos los asuntos sobre los cuales podían tener divergencias, es
decir, el meollo político” (Liberman, 1999). De esto se infiere que los altos
directivos, en tanto que son gestores de una corriente mundial, se comportan
como si no hubiera ninguna elección, como si todo lo que hicieran les fuera
impuesto por las circunstancias.
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Cornelius Castoriadis, plantea que “la ética –o, más bien, la charlatanería sobre la
ética- sirve hoy para esconder la miseria de la impotencia política. ¿Qué es más
importante, no matar a una persona o a un millón de personas? La muerte de
millones de personas depende de la política, no de la ética: guerras, hambruna,
epidemias que diezman países sin medios sanitarios, etc” (Liberman, 1999). Esta
definición que el autor propone, da entender que en la actualidad todavía se
conserva esa relación estrecha entre la política y la ética, aunque ésta no permite
a un gobierno orientarse en los dominios económicos, educativos, de sanidad
pública, de medio ambiente, etc., sino la política. De ahí que mencione la miseria
de la ética.
Ahora bien, los anteriores ejemplos de la alta dirección reflejan que el
acontecimiento abrumador de la vida humana es que ante situaciones
presentadas, la diferencia entre bien y mal parece oscurecida, o el bien es
imposible de alcanzar sin sacrificar otros bienes.
Frente a ello, Cornelius Castoriadis propone que “no estamos condenados al mal,
como tampoco al bien, porque podremos volver atrás, individual y colectivamente,
reflexionar sobre nuestros actos, retomarlos, corregirlos, repararlos” (Liberman,
1999). Esto quiere decir que el ser humano tiene la libertad de asumir sus
respuestas ante situaciones problema, pues ningún mandamiento universal de
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contenido concreto puede librarlo de la carga y de la responsabilidad de sus
propios actos.
En este sentido, Cornelius Castoriadis plantea que “(…) nos hace falta una ética
de la autonomía necesariamente articulada a una política de la autonomía. La
autonomía en el plano individual consiste en el establecimiento de una nueva
relación entre sí mismo y el propio inconsciente; no eliminarlo sino lograr filtrar lo
que se transmite de los deseos a los actos y las palabras. Tal autonomía individual
está constitutivamente sometida a graves condiciones” (Liberman, 1999). Lo
mencionado, significa que debe existir y entretejer la autonomía personal con la
autonomía política para darle lugar al deseo, las intenciones latentes de las
personas, en este caso, de los altos directivos, para la toma de decisiones.
Según Cornelius Castoriadis, para ello se necesita “(…) instituciones de la
autonomía, instituciones que a cada uno concedan una autonomía efectiva en
calidad de miembros de la colectividad y le permitan desarrollar su autonomía
individual. Esto sólo es posible instaurando un régimen verdaderamente
democrático y no sólo de palabra” (Liberman, 1999), es decir que se requiere de
entidades sociales que permitan, favorezcan y promuevan la autonomía humana:
aquella libertad de pensar y actuar ante una situación. Una vez clarificado esto, se
ve que la política se superpone a la ética sin eliminarla.
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Esta propuesta encuentra también su apoyo en Arendt, quien “promueve la
libertad individual y profundo rechazo a las ideas totalitarias que actúan a través
de los fundamentalismos como sistemas de resquebrajamiento y sepultura del ser
humano” (García, 2003).
De igual modo, Arendt propone la redefinición de la experiencia política, cuyo
método será la fenomenología partiendo de la experiencia y descubrimiento de la
trama interna y las implicaciones de esa experiencia: en otros términos, la autora
“(…) sitúa entre no aplicar el pensamiento a la experiencia, pero tampoco dejarse
arrastrar por ella sin decir nada. Hay que dejar que la propia experiencia sea dada
al pensamiento, que el pensamiento vea cumplido el conocimiento cargando con
los propios acontecimientos” (Torralbo, 2011).
Se trata entonces de pensar en lo que se hace y para esta labor la comprensión
ocupa un papel importante, ya que “(…) significa más bien, examinar y soportar
conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros –
ni negar su existencia ni someterse mansamente a su peso como si todo lo que
realmente ha sucedido no pudiera haber sucedido de otro manera” (Torralbo,
20011). Esto quiere decir que la comprensión en un proceso mediante el cual la
persona se encuentra consigo mismo para analizar y reconocer sus acciones, sus
vivencias.
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Asimismo para la redefinición política, Arendt considera importante la libertad – la
capacidad de iniciar que se tiene al actuar- para la constitución de los espacios
políticos; puesto que mantenerlos, “entender que son los lugares privilegiados
para la política y poner en ellos en juego nuestra propia libertad es actuar
manteniéndose firmes para no ser gobernados por otros intereses que los
estrictamente políticos, y hacer de todos nosotros, no simplemente sujetos
pacientes/sufrientes de una política dirigida por políticos, sino verdaderos agentes
que pueden constituir mediante su acción otros espacios humanos que pueden ser
co-habitados”(Torralbo, 2011).
Lo anterior significa que a través de la libertad se puede organizar y reorganizar
los espacios de la vida humana comenzando un proceso, a los que son llamados
todos los hombres- no en virtud de esa falsa arrogancia que trae consigo el poder
de realizar y ofrecer, sino en virtud de ese reconocimiento que emerge de la
necesidad del otro para mantener su propio espacio humano, y de la libertad o
espontaneidad para comenzar un proceso constitutivo. Aquellos espacios que
sean compartidos entre unos y otros serán los específicamente políticos.
Es posible que la propuestas de Castoriadis (ética de la autonomía) y de Arendt (la
redefinición política) puedan realizarse debido a los cambios vertiginosos en la
actualidad, como Lyotard dice: “(…) estamos asistiendo “al final de una era del
progreso” dominada por las ideologías occidentales, y estamos entrando en una
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era en la que civilizaciones múltiples y diversas interaccionarán, competirán,
convivirán y se acomodarán unas a otras” (Dufuur, 2008).
Esto significa que en la actualidad cada vez hay una tendencia a la variedad de
culturas y por ende de percepciones sobre el hombre y la realidad, lo que implica
una crisis de la historia y quien la cuenta; asimismo, la redefinición de las
relaciones de saber y de poder, como también las instituciones que han creado los
grandes relatos son puestas en cuestión y también sus actores.
En efecto, la hipótesis de Lyotard es que el saber cambia de estatuto al mismo
tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas
en la edad llamada postmoderna. Así, “(…) la transformación de la naturaleza del
saber puede, por tanto, tener sobre los poderes públicos establecidos un efecto de
reciprocidad tal que los obligue a reconsiderar sus relaciones de hecho y de
derecho con respecto a las grandes empresas y más en general con la sociedad
civil” (Lyotard,1987).
Todo lo anterior, permite identificar elementos para la comprensión de la ética de
la alta dirección, ética que tiende hacia la ética propuesta de Grecia, la cual va
ligada a la política que se maneja en la sociedad y en las instituciones educativas,
cuyo principal objetivo es privilegiar el bienestar institucional y público, objetivo
que debe hacer el alto directivo, a partir de sus funciones y el lugar de autoridad y
29
poder otorgado por la entidad social, pero opacando su autonomía- la libertad de
pensar en el hacer- ante situaciones conflictivas presentadas en su entorno
educativo.
De esta manera, para el alto directivo es complicado obrar desde su propia ética,
libertad y autonomía, puesto que la Institución educativa lo sitúa en posición de
autoridad con la cual se ve obligado a seguir órdenes, mandamientos,
instrucciones, recomendaciones, peticiones, súplicas, ruegos, etc., y, asimismo, la
efectividad de su acción referida. La institución le plantea entonces “limitaciones
[que] operan como filtros sobre la autoridad del discurso, interrumpen conexiones
posibles en las redes de comunicación: hay cosas que no se pueden decir. Y
privilegian, además, determinadas clases de enunciados, a veces uno solo, de ahí
que el predominio caracterice el discurso de la institución: hay cosas que se
pueden decir y maneras de decirlas” (Lyotard, 1987). En otras palabras el alto
directivo debe cumplir con algunas políticas exigidas por la entidad educativa.
Es de resaltar que, en la actualidad, estas políticas parten de la idea que la
institución educativa es una empresa, un negocio que debe generar dinero, y por
lo tanto las prácticas y los discursos del alto directivo están regidos por esta idea
del espíritu capitalista. Este último es concebido “como un nuevo estilo de vida
sujeto a ciertas normas de una ética determinada. Lo característico de esta
30
filosofía de la avaricia, es el ideal del hombre honrado digno de crédito, y más aún,
la idea de una obligación frente al interés de aumentar su capital” (Weber, 1993).
Lo mencionado significa que la labor del alto directivo y por ende su ética está
anclada al sistema capitalista, cuyo principal objetivo es la producción de
ganancias económicas para sí y para la Institución a la cual pertenece, que le
exige este logro.
Esta “especialización es propia del Occidente, fruto de la cual apareció el
funcionario especializado (piedra angular para el orden social), así como la
organización política e institucional racionalizada, y el poder más importante de
nuestra vida moderna: el Capitalismo” (Weber, 1993). Esto quiere decir que el
interés económico y poder para lograrlo es una herencia de la Civilización
Occidental, donde hay un orden racional del trabajo.
No obstante esto tiene sus implicaciones, por ejemplo, el alto directivo y los demás
trabajadores para la institución se constituyen en objetos, útiles para ella,
mediante los cuales logra las ganancias económicas, privilegiando los intereses
institucionales por encima de los individuales. Lo mencionado se identifica con lo
citado: “(…) la utilidad de cualquier objeto agrada al dueño, porque
constantemente le sugiere el placer o comodidad que está destinado a procurar.
Siempre que lo mira, le viene a la cabeza esa placer y de ese modo el objeto se
convierte en fuente de perpetua satisfacción y goce. El espectador comparte por
31
simpatía el sentimiento del dueño, y necesariamente considera al objeto bajo el
mismo aspecto de agrado” (Smith, 1759).
Esto no favorece que el alto directivo sea reflexivo, libre y autónomo ante la
resolución de situaciones conflictivas presentadas en el contexto educativo. Por el
contrario, el alto directivo busca, mediante sus acciones, la aprobación de la
institución quien observa el desempeño del alto directivo, el cual debe responder
al desempeño ideal construido por la misma (producir ganancias económicas).
Esto se relaciona con la siguiente cita: “cuando la aprobación con que nuestro
prójimo observa la conducta de un tercero, coincide con la nuestra, es que
aprobamos su acto aprobatorio y lo tenemos, en cierta medida, por moralmente
bueno (Smith, 1759).
32
CAPÍTULO III
LA ÉTICA DE UN ALTO DIRECTIVO
3.1. CONTEXTO TEÓRICO CONCEPTUAL
Partiendo del interés por comprender la formulación de estrategias y métodos que
conduzcan a que la dirección de los servicios educativos se presten con una
mayor eficiencia; a lo cual, debe incorporarse el ingrediente ético como garante de
comportamientos que contribuyan a dinamizar las relaciones y convivencia en
unos determinados espacios-escenarios integradores de la sociedad, es
fundamental realizar un acercamiento a lo que se ha planteado sobre la ética para
conocer cómo ha sido concebida desde diferentes perspectivas teóricas y así
identifica cuál ha sido el aporte de las mismas para el quehacer de un alto
directivo dentro de la educación.
Así nos encontramos ante una situación histórica, abordada por una diversidad de
autores desde variadas latitudes, preocupaciones, condiciones, perspectivas e
incluso por todo aquello, horizonte teórico – ideológico particularizado. Toda
aquella construcción, sin entrar a calificarla, es un valioso legado y referente
fundamental en el proceso gradual de crecimiento de la humanidad.
¿Qué es la ética?
33
Es una de las cuestiones a las cuales se ven enfrentados la mayoría de
profesionales de diferentes ámbitos, en este caso educativo, pregunta que es
menester discutir con el fin de realizar una aproximación y comprensión sobre la
ética profesional de un directivo educativo.
La historia de la humanidad muestra entonces que la ética se ha convertido en un
objeto de estudio e interés para muchos autores. Este interés nace en la Grecia
clásica, puesto que Platón como Aristóteles fueron los primeros pensadores que
construyeron una reflexión concienzuda de la ética, que establece, de allí en
adelante, una distinción distintiva occidental de razonar el bien y el mal. Sin
embargo, las teorías aristotélicas han influenciado más sobre la base de la cultura
occidental que las de Platón, y han estado presentes en toda su historia y su
evolución.
Es así como Aristóteles mediante sus teorías busca la respuesta adecuada para
los problemas de la acción humana, encontrando que la ética es virtud: una norma
externa y abstracta de aquello que implica la acción moral. En otras palabras, “Las
virtudes, por tanto, no nacen en nosotros ni por naturaleza, sino que siendo
nosotros naturalmente capaces de recibirlas, las perfeccionamos en nosotros por
la costumbre” (Aristóteles, 1980, p. 36).
Por lo tanto la virtud es para Aristóteles “aquella actitud de nuestro querer que
decide por el justo medio, y determina este medio tal como suele entenderlo el
34
hombre inteligente y juicioso”. (Ética a Nicómaco, 1106b). Virtud es el natural obrar
del hombre en su perfección, puesto que la naturaleza específica del hombre
consiste en su ser racional, y este ser racional se escinde en pensar y querer.
Se tiene con ello los dos grandes grupos capitales de virtudes: las virtudes no
éticas (Intelectuales) y las virtudes éticas (morales). Es decir “siendo, pues, de dos
especies la virtud: (…) la intelectual debe sobre todo al magisterio su nacimiento y
desarrollo, y por eso ha menester de experiencia y de tiempo, en tanto que la
virtud moral es fruto de la costumbre” (Aristóteles, 1980, p. 36). Las virtudes
dianoéticas, por un lado, son las perfecciones del puro entendimiento, tal como se
dan en la sabiduría, en la razón y el saber; donde, como se comprenderá, el
conocer se ejercita por el conocer mismo, por amor de la pura intuición de la
verdad.
Por otro lado, las virtudes éticas tienen efectivamente su campo de acción en el
sometimiento del cuerpo y de sus apetitos al dominio del alma, y entre ellas se
halla la valentía, el dominio de sí, la liberalidad, la magnanimidad, la grandeza del
alma, el pudor, la mansedumbre, la veracidad, la cortesía, la justicia y la amistad.
Es a través de esta ética que el hombre domina la facultad del deseo y los
apetitos, de manera repetitiva serie de actos sucesivos: el hábito. De este modo la
ética se convierte en una especie de costumbres, estados o modos de ser.
35
Ahora bien, es evidente que en la antigüedad, no había una clara distinción entre
lo ético y lo moral a diferencia de la modernidad, donde Kant con su ilustración -“la
liberación del hombre de su culpable incapacidad” (Kant, 1941, p.25)- empieza a
plantear que la ética es aquello que sostiene al hombre en una condición de
mayoría de edad (adultez) y es propio de la valentía, mientras que la moral es de
una minoría de edad (infancia).
Lo anterior significa que Kant liga la ética con la libertad de hacer uso público la
razón, puesto que es esto lo que va permitir al ser humano la posibilidad de
decisión y valor para servirse por sí mismo sin la tutela del otro, en tanto que
nunca se le ha dado la posibilidad de intentar la aventura debido a principios y
fórmulas: “(…) el uso público de su razón le debe estar permitido a todo el mundo
y eso es lo único que puede traer ilustración a los hombres; su uso privado se
podrá limitar a menudo ceñidamente, sin que ello se retrase en gran medida la
marcha de la ilustración” (Kant, 1941, p.28).
En este sentido, Kant plantea que el uso público es “aquel que en calidad de
maestro, se puede hacer de la propia razón ante el gran público del mundo de
lectores. Por uso privado (…) el que ese mismo personaje puede hacer en su
calidad de funcionario” (Kant, 1941, p.28). Lo anterior quiere decir que si el ser
humano elige el uso público se sitúa desde lo ético privilegiando la libertad de
36
pensamiento y la decisión de lo que es bueno o malo para él; por el contrario si
escoge el uso privado se ubica desde lo moral, sometiéndose a las jerarquías y
por ende a los mandatos de los superiores.
La ética que propone Kant es, por tanto, aquella libertad de pensamiento y acción,
que promueve la autonomía y la decisión propia del hombre frente a la elección de
lo bueno y lo malo en una situación.
Es de destacar que la ética no sólo ha sido abordada desde una mirada filosófica
sino también sociológica. Por ejemplo, Weber comprende la ética como una ética
protestante, “ética del trabajo (…) un código moral basado en los principios del
ahorro, disciplina, trabajo duro e individualismo” (Westby, 2011), es decir, es un
conjunto de preceptos que parten de la religión protestante y del capitalismo.
Es de anotar que este autor establecía una relación causal entre estos dos, en
tanto que la relación estaba en el efecto de la religión sobre la vida en lo
económico, pero afirmaba que las influencias en sentido opuesto eran igualmente
importantes. Incluso, Weber sostiene que la doctrina de predestinación, central en
el Calvinismo, y el lejano y desconocido Dios Protestante había creado
ansiedades intensas en el individuo en relación con el estado de gracia de esa
persona.
37
“Aún más, el éxito en el mundo comercial tendía a asegurar al individuo que él o
ella estaba en un estado de gracia porque Dios le había sonreído por sus
esfuerzos. Weber teorizó que con la disminución del panorama religioso del
mundo, la Ética Protestante permaneció con "el espíritu del capitalismo" (Westby,
2011). Lo anterior podría explicar por qué en la actualidad la persona empieza por
creer que la empresa lo es todo, de tal forma que se escuchan frases como estas:
ponerse la camisa por la empresa y la empresa se vuelve un ser absoluto, un
Dios.
De este modo, el propósito del trabajador es utilizar toda su capacidad en su
empresa y llega a considerar una ofensa a Dios el dejar de ganar dinero. “Según
ese punto de vista, los capitalistas acumulan pero no para su propio provecho sino
para poder seguir empleando el dinero en nuevas empresas con las que seguir
agradando a Dios. Naturalmente, en esa secta tan austera, ese dinero no puede
utilizarse para dilapidarlo en lujos, ostentación o sensualidades, por lo que la mejor
receta es después del trabajo, trabajar” (Westby, 2011).
A este tipo de ética se une la ética de los negocios, que es la ética del empresario,
la pragmática, puesto que prevalece la empresa como un todo soberano, ética de
dos cara por un lado lo pragmático y utilitarista y que hace que el trabajador se
vuelva una persona dedicada a su trabajo y que viva solo para pensar en trabajar,
y por otro lado la empresa lo es todo (ponerse la camisa por la empresa).
38
Para el mundo de los negocios esto quiere decir que mientras es permisible
buscar el lucro, el gobierno debe regular la actividad de modo que no se salga del
carril. De otro modo el afán de ganar dinero producirá efectos nocivos sobre la
comunidad” (Machan, 2000).
Es así como esta ética requiere moralmente del vivir bien, prosperando mediante
bienes materiales hasta llegar al éxito económico, así algunos no estén
especialmente interesados en esto. Es lograr el progreso económico vinculándose
con el comercio y el desarrollo de la profesión empresarial. Lo que promueve
entonces este tipo de ética es “que los bienes materiales son necesarios y que
algún progreso económico se requiere para sobrevivir. Pues bien, los negocios se
especializan en producir prosperidad” (Machan, 2000).
Sin embargo, el empresario no es alguien que sea plenamente responsable de sus
actos y decisiones, quedándose restringido el campo ético, en el cual pueda usar y
disponer libremente de lo suyo, esto es tener la máxima flexibilidad, no sólo para
el éxito del negocio y, consecuentemente para el mayor bienestar de la gente.
Así pues, este recorrido histórico permite evidenciar que la ética ha estado
equiparada con la política, y que esto se evidencia en el proceder de un alto
directivo, en tanto que se presenta como un hombre virtuoso, que cumple unas
funciones para el bienestar organizacional y de la comunidad. Sin embargo, se
39
observa que su ética está a travesada por intereses colectivos y políticos, en este
caso económicos, dejando de un lado su autonomía, deseos propios, y la libertad
de pensar en el hacer.
Esto último es lo que resalta tanto Castoriadis como Arendt, pues encuentran que
durante siglos la ética ha respondido a demandas políticas, pero el lado personal
del alto directivo se ha visto opacado por éstas y esto se fortalece más por las
instituciones sociales, las cuales tiene el ideal de un hombre público que carece de
autonomía para las decisiones que le competen y quien debe obedecer las
funciones y reglas establecidas para su cargo directivo.
Bajo este panorama, surge la siguiente pregunta:
¿Por qué resulta importante la ética para la eficiencia de la dirección de los
servicios públicos?
Este ejercicio, para el caso que nos ocupa, por su respectivo significado y
perspectiva, conlleva una particular complejidad, la cual, se manifiesta en el
hecho de que en su conformación se articulan diversos elementos que sin perder
su singularidad, contribuyen a producir un resultado posible abierto a la posibilidad
de ser mejorado en el tiempo, aún como una exigencia de la dinámica
40
sociocultural, factor que determina nuevas búsquedas comprensiones y
construcciones en materia de conocimientos, aplicables según el caso.
Tal es el caso del sistema educativo, que debido incluso a la diversidad de
factores, experiencias pedagógicas y directivas, entre otras presenta pruebas que
se tornan desafiantes, pero al mismo tiempo enriquecedora, desde varios puntos
de vista, sobre todo, si esto se mira e interpreta a partir de la gerencia educativa
con todo lo que ella comporta, como exigencia y responsabilidad.
Ahora bien, si se trata de interpretar desde la experiencia, en un primer momento,
la práctica educativa, con el respectivo énfasis determinado por las gestión
directiva, bien evidencian falencias en la administración de los servicios
educativos, lo cual, ofrece razones para cuestionar el desempeño y el quehacer de
quienes tienen aquella responsabilidad, junto con el compromiso de evaluar
sistemáticamente los procesos (cobertura, control, vigilancia y calidad).
Por eso, ante un panorama cargado de desafíos, aciertos y fracasos, algunos
expresan que es el sistema educativo el que ya no es funcional, por lo tanto, está
en crisis. En ese mismo orden de ideas, otros opinan que en el sistema, por falta
de una adecuada selección, formación y actualización permanente, se enraizaron
prácticas administrativas que conllevaron al debilitamiento de los objetivos y
resultados personales, institucionales y sociales del quehacer educativo como ruta
41
que conduce a la cualificación de los procesos de aprendizajes, no obstante las
leyes, decretos, resoluciones y directivas, promulgadas con el propósito de
contribuir a la afirmación integral del servicio educativo.
Por lo visto, esta situación produce un respectivo impacto, a su vez que provoca la
reflexión, en orden, a encontrar una salida al tema, así emproblematizado.
Pues bien, esa interpretación que brota del hecho de querer elaborar una
respuesta acorde, de acuerdo a unas exigencias temporales, al interrogante de
direccionar con calidad y calidez, la prestación de los servicios educativos, es lo
que ha llevado a teorizar acerca de esta preocupación.
De esta preocupación en torno a la formulación de estrategias y métodos que
conduzcan a que la dirección de los servicios educativos se preste con una mayor
eficiencia, se plantea que debe incorporarse el ingrediente ético, como garante de
comportamientos que contribuyan a dinamizar las relaciones y convivencia en
unos determinados espacios-escenarios integradores de la sociedad. Para ello,
resulta pertinente precisar qué se entiende por ética en este trabajo.
A partir de la lectura que realizamos sobre la historia de la ética y los diferentes
autores, llegamos a una construcción propia que concibe a la ética como una parte
del ser humano que lo lleva un continuo proceso de indagación sobre su vida, en
especial sobre las decisiones que toma ante las situaciones que se presentan en
42
los contextos, en este caso educativo. Es en este escenario donde se presentan
situaciones problemáticas o dilemas que requieren su respectiva solución, lo que
lleva al directivo hacer una continua indagación en torno a su práctica cotidiana:
¿Qué significa dirigir? ¿En nombre de qué lo hace? ¿Al servicio de qué o quién lo
hace? ¿Quién es el Directivo para hacer lo que hace? ¿Quién lo autoriza?
No obstante, la concepción de ética que propone en este trabajo se ve impedida
por la ideología capitalista, que “(…) actúa como seleccionador de sujetos. Para
no ser apartado de la vida social deben integrarse en la economía
específicamente capitalista (Weber, 1993). Esto significa que la ideología
capitalista no favorece en el alto directivo la reflexión continua de su labor ante
situaciones conflictivas ocurridas en el contexto educativo, sino una ética que está
anclada a la aprobación institucional, aprobación que se da siempre y cuando el
alto directivo produzca ganancia económica: el resultado de la virtud en el trabajo.
Si el alto directivo busca tal aprobación, “en su imaginación ve la vida de éste
como la de un ser superior, y para alcanzarla se consagra en cuerpo y alma y por
siempre a perseguir la riqueza y los honores (…) Por lo tanto, cuando en interés
de esta otra persona sacrifican la propia, es que acomodan sus sentimientos a los
del espectador, y por un esfuerzo de magnanimidad actúan de conformidad con la
opinión que ellos saben deberá naturalmente ser la de un tercero cualquiera.
(Smith, 1759). En este caso, el espectador es la Institución, la cual le exige que
produzca para el bienestar económico de la misma.
43
Finalmente, se puede concluir que el tema de la ética se torna relevante, por su
valiosa contribución en las relaciones personales e institucionales, en un confluir
de factores que se articulan en un determinado existir social y cultural. Asimismo,
la ética le permite al directivo desempeñarse de manera efectiva siendo reflexivo
sobre su experiencia, en este caso sobre las estrategias, métodos y decisiones en
torno a la dirección y organización. Sin embargo, esta labor reflexiva se ve
impedida por la ideología capitalista.
3.2. ÉTICA PROFESIONAL DEL ALTO DIRECTIVO EDUCATIVO
Según la revisión documental, dentro de las funciones que desempeña un
directivo, se encuentran las funciones relativas a la organización, a la dirección de
los centros educativos y al actuar como agente de cambio en los procesos de
innovación para la mejora institucional.
De igual forma, estas funciones se especifican cuando interactúa con el lugar de
trabajo, por ejemplo el directivo desempeña un papel vital en la comunicación no
sólo porque posee conocimiento cabal de lo que sucede en la empresa (balances
financieros, stock de productos, etc.), tampoco porque de órdenes que emergen
del consejo de administración o de la junta de accionistas, sino porque es capaz
de generar espacios para el diálogo y el intercambio de expectativas.
44
Otras de las tareas propias y específica de la dirección es la de decidir y no sólo
decidir porque otros (accionistas, empresarios) le han consultado, sino porque
está obligado a tomar iniciativas, a innovar caminos de acción para sí y para la
organización. Para tal fin deberá estar especialmente capacitado dado que tendrá
que moverse en entornos muy competitivos, muy flexibles y, sobre todo, cada vez
más complejos.
Al tener en cuenta estas funciones, que es todo un proceso que incluye, en
términos generales, planificación organización, dirección y control para un
adecuado uso de los recursos de la organización (humanos, financieros,
tecnológicos, materiales, de información) y hacia la realización de las actividades
de trabajo; se logra los objetivos o metas de la organización de manera eficiente y
eficaz; es decir lograr los objetivos con el empleo de la mínima cantidad de
recursos. Tal propósito requiere estar soportado por una norma legítimamente
constituida y referenciada por todos aquellos participantes del proceso
administrativo, pues sólo eso, unidos a unas convicciones éticas, garantizará una
equitativa distribución de lo producido.
Es así como el ejercicio del Directivo se concreta en una serie de tareas
importantes que son: el emprender cambios, gestionar, asignar recursos y
45
negociar. Es en estas tareas donde el directivo también suele necesitar la ética
para resolver dilemas cotidianos.
Cabe mencionar, que cuando se plantea una ética de la dirección “debemos tener
en cuenta algunas consideraciones básicas. La primera de ellas nos lleva a
señalar que una ética de la dirección no se reduce sólo al estudio del “carácter” del
directivo, es decir, un estudio de su posible integridad y deseables virtudes
personales. Nos estamos preguntando, también, por modos de actuar que
incluyen este “carácter” del directivo y que se realizan en una serie de actitudes
que orientan y conforman las actividades profesionales. Estas actitudes generan
unos modos de trabajar, un estilo de dirigir y una cultura en la que se cultivan
determinados comportamientos socialmente valiosos” (Coomeva, 2003-2004).
Esto significa que la ética del directivo no sólo se encuentra anclada a sus valores
propios sino además a los socialmente construidos y esperados de él como
directivo.
El directivo es entonces un factor decisivo para que la empresa se convierta en un
verdadero espacio ético, puesto que en él participan un grupo de personas que
comparten su tiempo proponiéndose unas metas compartidas, generando un
ethos que les da una identidad empresarial.
46
Sin embargo, en el contexto educativo tanto las teorías que explican desde la ética
la condición humana y que son adoptadas por algunos directivos, como el rol que
desempeñan los mismos, no permiten solucionar algunas situaciones
problemáticas que se presentan en la organización, y por ende el directivo se ve
obligado a solucionar teniendo en cuenta lo siguiente: las demandas de la opinión
pública, a nivel del desarrollo personal y el rendimiento académico del estudiante,
y de la organización escolar. De este modo, la ética del directivo educativo se
torna más compleja con los dilemas que contienen las mencionadas demandas.
Lo anterior es evidente en el siguiente caso.
47
CAPÍTULO IV
ANÁLISIS DE CASO
Pedro, joven de 16 años de edad, vive con su madre y dos hermanos. Su padre
falleció cuando Pedro tenía 2 años de edad y desde esa fecha su madre se ha
hecho cargo del hogar, trabajando en un almacén.
Pedro, se encuentra cursando el grado once. En este colegio hay a un grupo de
chicos, con edades similares a las de él, con los cuales comparte momentos y a
comportarse igual a ellos, como dejarse crecer el cabello y teñírselo, vestirse de
manera diferente y a consumir marihuana.
Al transcurrir las semanas, Pedro comienza a gastarse el dinero de las copias para
comprar marihuana y en ciertas ocasiones licor, sin embargo en el momento en
que éste no le alcanza comienza a pedirle dinero a su madre, roba objetos de su
casa y fía droga, no sólo marihuana sino cocaína.
Su madre comienza a preocuparse al notar las transformaciones drásticas que ha
tenido su hijo, como agredirla verbalmente, saber ella que él ha bajado su
rendimiento académico en el colegio y llega tarde a la casa. A su vez, ella y Pedro
empiezan a recibir amenazas por las deudas que él ha adquirido a lo largo de su
periodo de consumo.
48
Por toda la situación que está ocurriendo en su vida, se siente preocupado y no
sabe qué decisión tomar…..
Al respecto se formula el siguiente interrogante: ¿Qué haría Usted, señor rector si
se presentan las siguientes problemáticas?:
- Pedro no deja de consumir sustancias psicoactivas.
- Hay un grupo de estudiantes que venden sustancias psicoactivas fuera dentro y
fuera del colegio.
- Ha incrementado el número de estudiantes que consumen sustancias
psicoactivas.
- Los docentes se quejan de la falta asistencia y el bajo rendimiento de los
estudiantes.
- En los colegios privados son extraños los casos de expulsión de estudiantes,
pues tal circunstancia afecta a la institución, ya que puede conllevar a que su
viabilidad económica se vea seriamente comprometida.
49
- Los vecinos del sector se están quejando porque últimamente le están llegando a
sus casas olores de sustancias psicoactivas como marihuana.
- Recuerde que sus funciones son:
1) Responder de manera coordinada y eficaz a las cuestiones relacionadas con la
seguridad de los jóvenes en el colegio y su entorno, fortaleciendo la cooperación
policial con las autoridades educativas en sus actuaciones para mejorar la
convivencia y la seguridad en el ámbito escolar.
2) Impulsar el desarrollo de actividades, charlas y conferencias, en los centros
escolares dirigidas a los estudiantes e impartidas por expertos policiales.
3) Mejorar la vigilancia policial en las inmediaciones del colegio.
4) Impulsar el establecimiento de mecanismos estables de colaboración entre los
expertos policiales y las autoridades docentes, comunidad educativa, asociaciones
de padres y madres de estudiante y otras organizaciones.
5) Velar por la buena reputación del colegio.
50
El anterior caso invita al directivo del colegio a indagar y a reflexionar sobre la
ética de su ejercicio profesional, llevándolo a peguntarse: ¿al servicio de qué o de
quién interviene?, ¿Quién es para hacer lo que hace?, ¿Qué significa para él
dirigir?, ¿Qué concepción tiene de estudiante, de institución?
El intento de resolver la situación que presenta el caso, primero, se torna más
difícil para el director puesto que se encuentra en una entidad social, una
organización con sus propios valores, y frente a la cual debe cumplir con ciertas
funciones asignadas que le impiden elegir autónomamente.
En términos de Kant, está en un espacio privado en el cual se somete a las
normas establecidas por el colegio. Esto se identifica con la siguiente frase: el uso
público es “aquel que en calidad de maestro, se puede hacer de la propia razón
ante el gran público del mundo de lectores. Por uso privado (…) el que ese mismo
personaje puede hacer en su calidad d funcionario” (Kant, 1941, p.28). Este caso
el director es el funcionario.
Segundo, la reputación del colegio se está empeorando en tanto que la comunidad
se queja y está cuestionando el quehacer del directivo al ser alterado el orden
social. Por lo tanto, en palabras de Aristóteles, el directivo debe obedecer a la
costumbre, código de reglas y valores fijados de antemano que debe ejercer para
obrar rectamente, esto es realizar buenas acciones; puesto que el propósito del
director es servir al bien común, uniendo esfuerzos tanto del personal y de
51
recursos para que conjuntamente logren los objetivos propuestos. Por
consiguiente hay que buscar rutas o caminos que la empresa o colegio pueda
crear para la sociedad a largo y corto plazo. De este modo, el directivo tendrá que
reconocer que las decisiones pueden tener consecuencias que afecta el bienestar
personal dentro y fuera de la organización a corto y largo plazo, entonces el
directivo debe ser conciliador de intereses de diversa índole.
Tercero, el directivo junto con la institución asumen un papel importante dentro de
la construcción de la confianza pública, ya que sus conocimientos hacen parte de
un todo dentro de un sistema pero con una responsabilidad individual que da
cuenta de cada actuación dentro de la misma. Edward Freeman, habla del
management como un bien moral que ayuda a despertar la confianza y crear valor
para las partes interesadas, por esta razón se debe conciliar los intereses de las
distintas dependencias de la empresa.
Finalmente, el director tiene que velar por el progreso económico de la institución,
aspecto que se liga a la ética de los negocios en tanto que se busca ante todo el
bienestar económico. Él podría tomar la decisión de expulsar los estudiantes que
venden drogas, pero esto afectaría el nivel económico del colegio. Además,
¿dónde queda el bienestar personal y académico del estudiante?, ¿De qué
manera ayuda para que mejoren estos jóvenes?, ¿Cómo hacer para que la
organización, incluyendo los docentes, participe en dicha intervención?
52
CAPÍTULO V
REFLEXIONES FINALES
La dirección no es simplemente expresión de un conocimiento, sino también el
resultado de combinación de valores que tipifican lo humano en una coyuntura tan
importante como es, construir pensamientos –conocimientos, para ennoblecer la
vida.
Es posible y lógico que cambien los contenidos, pero la forma y significación de la
ética, es un hecho “perenne” al servicio del desarrollo, personal y social, con su
perspectivo impacto político. Lo humano tiene vigencia en una sociedad que se
humaniza, a partir de una escuela que se mueve a través de principios como
también direccionada por personas con un profundo sentido de la responsabilidad
ética-política que las hace competentes para el ejercicio de la dirección.
La labor del directivo debe traducirse en un trabajo de indagaciones diversas a la
prueba de prácticas concretas sobre nuestros límites, es decir, una paciente labor
que dé forma a la impaciencia libertad. Esto se aplica al ejercicio del profesional
de la dirección educativa, quien debe hacer uso de su espacio público, por un
momento, para dar lugar a la ética que está en su interior; evaluando así las
implicaciones y la conveniencia de sus acciones a realizar.
53
Sin embargo, la acción del directivo educativo va estar siempre atravesada por lo
moral no sólo de la institución sino de la comunidad, en tanto que hace parte de un
colectivo que le exige adoptarla para mantener un orden social; y, a su vez, de la
ética, en la medida que necesita ser libre para reflexionar sobre sí mismo,
tomando decisiones frente a las vicisitudes que se le presentan.
54
BIBLIOGRAFIA
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Antología del Renacimiento de la Ilustración, Textos de Historia Universal,
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57
MAESTRÍA EN ALTA DIRECCIÓN DE SERVICIOS EDUCATIVOS
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA CALI
FACULTAD DE EDUCACIÓN
I cohorte – Semestre IV
LÍNEA DE INVESTIGACIÓN:
Management Solidario, Calidad de Vida y Trabajo en las Organizaciones
FOSFORESCENCIA DE LA ÉTICA DEL ALTO DIRECTIVO Y SU RADIACIÓN
EN LAS ORGANIZACIONES DEL SIGLO XXI
PONENCIA
“La Fosforescencia es el fenómeno en el cual ciertas sustancias tienen la propiedad de absorber energía y almacenarla, para emitirla posteriormente en forma de radiación. La ética en el directivo de cualquier organización puede producirse desde este mismo efecto, ya que la relación entre el ser, el saber, el hacer, el tener, el querer y el poder, se deben transbordar desde el sentir de la persona-directivo hacia la dinámica dialógica de interacción con la entidad que lidera o debe liderar. La radiación de la que se habla sería el impacto de cada una de sus acciones en todo el personal con el que interactúa desde su campo laboral, allí el sentido ético cobraría una importancia majestuosa, ya que sería la esencia misma del alcance de la alta calidad en todos los procesos”: Luz Elena Hurtado. 2011
Abstract
La ponencia aborda de manera critico-analítica la importancia de la ética del alto
directivo y a partir de una exploración teórico reflexivo tomando como sustento
teórico a Carlos Skliar, Humberto Maturana y otros. Se presenta muy
respetuosamente una aproximación al perfil de este profesional. Se explora su
lado humano desde dos triadas fundamentales: el ser, el saber y el hacer y el
saber, los sentimientos y las relaciones interpersonales, para decantar finalmente
todas y cada una de las acciones que le permiten en un momento dado enfrentar
cambios, rupturas, paradigmas, aciertos y errores en los procesos de diseño,
aplicación, autoevaluación y retroalimentación de planes, programas, proyectos,
58
metas y acciones que le exige la organización en la dinámica propia de la
búsqueda de la calidad en el siglo XXI.
Palabras claves: ética, fosforescencia, gestión, perfil ético, organización de
calidad.
FOSFORESCENCIA DE LA ÉTICA DEL ALTO DIRECTIVO Y SU IMPACTO EN
LAS ORGANIZACIONES DEL SIGLO XXI
Quiero, en primer lugar, darle gracias a Dios, Maestro por excelencia, por
brindarme la oportunidad de compartir con ustedes desde la Universidad de San
Buenaventura, todo un cúmulo de saberes y experiencias que hacen de este
evento de ponencias encontradas un fabuloso intercambio de conocimientos que
finalmente permitirán visualizar y transbordar a nuestro quehacer diario, sea
administrativo- educativo, gerencial y/o empresarial, todos los aprendizajes
estratégicos y las herramientas para diseñar futuros medibles, posibles y
alcanzables, a través de acciones éticas que demarquen los cambios que
requieren las organizaciones que buscan un desarrollo continuo y un
posicionamiento de alta calidad en la sociedad competitiva del siglo XXI.
Mil gracias a Carlos Alberto Molina, director y asesor de mi proyecto, por el apoyo
que me brindó durante esta etapa de mi caminar como estudiante de magister.
Inicio igualmente, con una razón de peso y es la de determinar si la ética es el
detonante que hace posible que el alto directivo dimensione su papel
transformador de la organización y el alcance de las metas propuestas para tal fin.
59
Por ello, esta intervención parte necesariamente de lo que significa en términos
empresariales y organizativos la “ética” y para ello cabe interrogarse: ¿es la ética
el motor de éxito en un alto directivo?
Responder este cuestionamiento trae consigo varias premisas, en primer lugar hay
que definir en sí, el actuar ético de un alto directivo y ello supone la premisa de
manifestar que es todo aquello que le permite a esta persona reconocer lo que se
hace bien, con legitimidad, con honestidad y con sinceridad, pensando en que ese
hecho no repercutirá negativamente en los demás, ni en el devenir de los otros
que en última instancia será a quienes irradie todo el impacto de sus acciones en
su papel de alto directivo.
Si se considera el éxito empresarial, el lograr los mejores resultados económicos,
sin importar el dañó que se le ocasione al cliente o a la comunidad general
después de la satisfacción temporal que le producen nuestros productos; la ética
sería aparentemente un obstáculo en el corto plazo. Pero si se trabaja con criterios
de Mercadeo Social, es decir, satisfacer al cliente plenamente en sus necesidades
y expectativas en el corto, mediano y largo plazo, sin perjudicar a la comunidad y
su ecosistema en general, la ética es el factor determinante del éxito empresarial.
Observamos la tendencia actual del mercadeo de trabajar con los parámetros del
beneficio social para poder garantizar la permanencia y el crecimiento con
60
estabilidad de las empresas. Podemos citar algunos ejemplos de esta forma de
hacer Mercadeo:
1. Fabricantes de chicles haciendo énfasis en que sus nuevos productos no
producen caries, y que no le invierten un solo peso en publicidad a los antiguos
que sí la producían.
2. Fabricantes de detergentes haciendo énfasis en que sus productos son
biodegradables, y que no perjudican el ecosistema.
3. Fabricantes de desodorantes en spray publicitando que sus productos no dañan la
capa de ozono.
4. Fabricantes de dulces y alimentos considerados ¨chatarra¨, adicionando vitaminas
y minerales a sus productos, con fuerte inversión publicitaria, para vender el
concepto sano de sus productos, y quitarse el remoquete de ¨alimento chatarra¨.
5. El gran auge de los productos sin azúcar para evitar la obesidad. Y en este sector
vemos como cada día, se sacan nuevos edulcorantes que no generen
contraindicaciones.
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6. La publicidad para el no uso de empaques plásticos no biodegradables y tampoco
los de papel que implican la tala de árboles.
Y así podríamos citar miles de ejemplos, que nos confirman que las empresas han
llegado a la conclusión que su futuro con crecimiento estable, sólo pueden
garantizarlo con una ética empresarial que impida el deterioro del medio ambiente
y que no perjudique los intereses de sus clientes en el largo plazo. Las empresas
que no lo hagan así, desaparecerán de los mercados en que estén actuando en el
presente, como ya han desaparecido muchas por no haber tenido en cuenta estos
principios, y muchas otras que han tenido que modificar sus productos o
reemplazarlos con otros que cumplan con el concepto de Mercadeo Social.
Una segunda premisa la constituye la relación estrecha entre el ser, el saber y el
hacer, que constituye una triada que debe ser inseparable cuando se requiere de
un actuar dentro de la dinámica de gerencia de cualquier organización, ya que el
ser constituye la esencia de la persona, sus necesidades, inquietudes, intereses y
expectativas y cómo estas convergen en su diario actuar dentro y fuera de la
organización; el saber por su parte, permite integrar un conocimiento tanto
divergente como convergente en su dinámica de actuación, de creación y co-
creación de todo aquello que implique desarrollo organizacional y finalmente, el
hacer interpreta el ser y pone de manifiesto a través de sus acciones el hacer que
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en términos de laboriosidad generará un cambio significativo o no dentro de la
organización.
En un tercer ámbito, al interpretar la realidad desde las tres instancias del
desarrollo ético como son el ser, el saber y el hacer, surge una nueva triada que
complementa integralmente a la persona en su rol de alto directivo y son el tener,
el querer y el poder. Para entender esta triada y relacionarla con el pensamiento
ético, el accionar ético o simplemente el razonar ético del alto directivo, es
necesario propiciar en estos momentos un espacio de reflexión; como medida
inicial, hablar del tener, significa asumir una posición no de análisis de tenencia de
recursos, más bien constituye tenencia de voluntades, de anhelos y de ansias de
transformación. Por ello, cuando el tener se encuentra débil, este puede repercutir
en el deterioro del avance y llegar a un estancamiento que en un momento dado
podrían quebrantar o desequilibrar los cimientos de una organización. Para el caso
del querer, este depende sin duda alguna de la actitud, ya que se puede ser y
saber e incluso tener, pero si no se quiere, esto podría invisibilizar incluso grandes
planes, programas, proyectos, metas o acciones que estén diseñadas con
antelación. Se ha dejado en última instancia el poder, pero no necesariamente
implica que esté en el último rango o posición, más bien este, constituye una
fuerza abrazadora y en ocasiones arrasadora que pone de manifiesto sistémico el
actuar dentro de la organización, en pocas palabras, se puede tener y se puede
querer, pero no siempre se puede hacer.
63
También existe una triada final que quizás abarque todo el recorrido que se le ha
hecho a la ética desde el accionar del alto directivo y esta visibiliza fuertemente
todo aquello que le permite a la organización posicionarse dentro de la esfera de
calidad del siglo XXI y son las llamadas –saber, sentimientos y relaciones
interpersonales. Para el caso del saber, este aunque de él ya se habló al
comienzo, constituye una salvaguarda de los verdaderos procesos de calidad,
debido a que el saber (y esto se resalta porque la ética constituye cúmulos de
saberes, de haceres y de actuares) permite identificar a la persona del alto
directivo como alguien que observa, capta, delimita, proyecta, determina, asume,
posiciona y acondiciona el clima organizacional que en fuerte medida determina el
avance o retroceso de la organización que se atiende.
Los sentimientos que demarcan la fraternidad, la convivencia armónica y pacífica,
la interioridad de las relaciones de afecto dentro de la dinámica de trabajo, le
permiten a la persona del alto directivo, sentir desde la particularidad de las
personas y esta singularidad es estrechamente proporcional con el afecto que en
gran medida es el responsable de grandes climas de compañerismo, de trabajo en
equipo eficaz y del alcance de los valores corporativos.
Las relaciones interpersonales sanas, que en todos los casos son aquellas que
desde la heterogeneidad posibilitan climas fraternos en los que la escucha y como
64
dice Carlos Skliar, se reconoce al otro, porque está ahí y ese reconocimiento es el
resultado de aceptar, respetar y asumir su diferencia como un todo para la
convivencia. El mismo Skliar manifiesta “Cada que una persona interactúa con
otra y éste la reconoce como un “otro” en el espacio que habita, en el sentir, en el
ir y en el devenir de su protagonismo, está definiendo la esencia de la convivencia
con esa persona, tal es el caso de una persona con capacidades diferentes,
cuando se interactúa con ésta, cuando se reconoce y se pone de manifiesto que
está ahí, en ese preciso instante, se vuelve visible y esa visibilidad permite en un
momento dado decidir el grado o nivel de interacción, el tipo de interacción y el
motivo mismo de esa interacción; por ello cuando hablamos de seres que
interactúan, se piensa y se debe pensar, en el reconocimiento del otro como un
autentico otro” (SkIiar, 2010).
¿Qué hace en verdad fosforescente a la ética?
Si abordamos la ética del alto directivo como la fuerza actitudinal capaz de hacerle
reconocer lo que está bien y lo que está mal, allí hablamos de ética de la razón y
del pensar como producto de la interacción con el contexto y consigo mismo; pero
si la ética la asumimos como el motor que permite decidir si se hace algo o no, y
eso se ha ya analizado y se ha determinado, sea desde la individualidad o desde
la colectividad, si es bueno o es malo, o si me hace un hombre ético o no,
entonces estaremos hablando de la ética del actuar como producto del razonar en
el sentimiento. No se trata de culpa, se trata del producto de la reflexión, de la
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crítica constructiva y de la crítica analítica. Pero más allá de estas dos premisas
éticas, si el alto directivo relaciona su ser, su saber y su hacer, cuando va a tomar
una decisión y ésta le permite analizar el posible impacto de sus acciones,
entonces necesariamente hablaríamos de una ética regulada por la actitud y la
aptitud. Aquí no está en juego qué cosa se hace o qué no se hace y qué tan ético
soy o no soy.
Lo que realmente vale la pena rescatar es que toda acción producto de un previo
análisis de sus impactos, tendrá un nivel de significación cuando esta se ejecute
para sí mismo y para quienes interactúan dentro de la dinámica propia
organizacional. Por ello aquí considero básico traer a este análisis a David
Ausubel y su teoría del aprendizaje significativo, ya que es fundamental que el
producto de un aprendizaje sea individual o colectivo tenga las bases en una
reflexión en la que han intervenido unos conocimientos previos, unas ideas nuevas
y una criticidad del contexto en el que está emergiendo esa dinámica de
interacción con la palabra escrita, con la colectividad aprendiz, con la interacción
de saberes y experiencias o con el transitar propio de la dinámica organizacional.
El mismo Ausubel (1998), plantea como “importante el hecho de diseñar futuros
posibles a través de análisis situacionales reales que asuman realidades
transformables y que permitan que el aprendizaje sea producto del ejercicio de
intercambio de saberes y experiencias, para ello el sujeto que aprende debe
interactuar a través de los pre-saberes o saberes previos, integrarlos y fusionarlos
66
con los aprendizajes-saberes nuevos desde las realidades en las que co-habita.
En el caso de un alto directivo, es de carácter fundamental que esta relación sea
producto de sus multiplicidad de funciones, en términos básicos, constituirán los
caminos más transitables para el diseño a futuro y será la ética misma la guía que
permitirá esos transbordos”.
La ética, es un mar en el que se navega por muchísimas posibilidades que en
ocasiones nos hace pensar que es infinitamente interpretable, por ello, cuando
hablamos de ésta como fosforescente, se hace pensado en que resalta por las
buenas actitudes, los buenos sentimientos y los buenos haceres y para muchos
esa fosforescencia solo se logra ver cuando por el hecho de un escándalo, una
quiebra empresarial, una demanda o un acto de injusticia, se logra determinar que
el alto directivo actuó sin ética. Cabe pensar por un instante, si la ética vista desde
la colectividad a partir de esta óptica logra connotar su verdadero papel. ¿Es la
ética en el escenario de la colectividad, la responsable de los cambios en los que
se debe transbordar las nuevas organizaciones?
Visionar una respuesta a este interrogante, conlleva a detenernos y reflexionar
sobre el verdadero papel de la ética en el alto directivo, y para ello se parte de un
hecho de vital importancia “el sentir ético” del alto directivo. Cuando se habla de
sentir ético, se debe tener muy presente que el sentir hace referencia al
reconocimiento de la ética como un todo en el actuar del alto directivo, ya que sus
67
decisiones deberán partir de un sentimiento que implique calidad, de un querer en
la transparencia de sus acciones y de unas actitudes y comportamientos que
manifiesten un sentimiento amplio de hacer lo mejor y con toda la honestidad del
caso.
¿Cómo se dimensiona si lo que el alto directivo realiza es ético?
Necesariamente el sólo hecho de ser alto directivo de una organización le exige
pensar y actuar con ética, pero no necesariamente esto ocurre al pie de la letra, lo
que sucede entonces, es que cuando se dimensiona el éxito y su alcance, también
se deben dimensionar todas y cada una de las acciones éticas que puedan
conllevar al logro de lo propuesto. Cuando se habla por ejemplo de planeación
estratégica y traigo en este instante una frase clave del especialista en
planeamiento educativo Rodrigo Olaya, quien comenta que “no se puede
pretender planear hacia un futuro, cuando no nos hemos detenido un instante a
analizar las acciones éticas y no éticas que llevaron al diseño del presente en el
que nos encontramos”, este autor reconoce que no todas las acciones son
producto de un análisis previo de sus pro y sus contra, pero si rotundamente las
acciones deben tener un sustento ético que les permita a los altos directivos
actuar e impactar en consecuencia.
Es necesario hacer una pausa y entrar en una reflexión algo profunda sobre la
ética y sus implicaciones en el quehacer del alto directivo. En primer lugar, desde
el mismo momento en que asume su cargo ya se debe dimensionar como la
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columna vertebral de un proceso de calidad y este proceso le exige que sea claro
en sus acciones, especifico, recurrente, directo, pensador, soñador, analítico,
crítico-reflexivo, integral, líder, comunitario; pero también requiere de él que sea,
integrador, capaz de discernir, de polemizar para mejorar; de criticar para
transformar, de reclamar y de entregar todo aquello que pueda delegar, utilizar el
recurso, transbordar situaciones, posicionar, escalonar, detenerse, pensar,
retomar el camino.
¿Y cómo asumir el fracaso, el verdadero y rotundo fracaso?
Para hablar de fracaso debe haber una ruptura y esa ruptura quizás sea producto
de un mal manejo de procesos, de haber diseñado futuros creyéndolos posibles y
alcanzables sin haber cimentado un presente, sin haber consolidado unos pilares
que sostendrían unos planes, programas, proyectos, metas y acciones.
Necesariamente, la posibilidad de un fracaso siempre está desde el primer
momento en el que se decide dar el primer paso de diseño, pero también con el
fracaso, se puede dar salida a la consolidación de planes gerenciales que partan
de esas fallas, de esas rupturas y encaminar las nuevas acciones a cada uno de
los estamentos que conforman el universo organizacional de la entidad.
El alto directivo, cuando se encuentra en un momento que se le denomina
“fracaso”, deberá dar un salto transformacional, en pocas palabras, debe tener un
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plan “B” que le ayude a soportar una tempestad de tal magnitud que requiera, si es
preciso, empezar de nuevo, partir de cero.
La radiación en el ámbito de la organización como un fenómeno de calidad
en la gestión del alto directivo
Cuando hablamos de fosforescencia y la relacionamos con la ética del alto
directivo, se busca darle un sentido de visibilidad a todas aquellas acciones que
repercuten positivamente, pero también es un llamado a retomar aquellas
acciones o actuaciones que no lo sean. Cuando las acciones positivas se
extienden dentro o fuera del contexto de la organización se constituyen en un
proceso de radiación, ya que desde el interior de la gestión de alto directivo se
puede esparcir todo aquello que en su momento implicará cambio o traerá el
cambio. No se busca disfrazar con estas dos palabras lo que ya se conoce, lo que
se quiere es que lo tratado en esta ponencia tenga de verdad un impacto y cuando
se vaya a realizar algo desde cualquier organización, se tenga en cuenta que todo
gira a través de la ética y ésta, plenamente regula el actuar del alto directivo y de
los demás miembros que la componen.
Tan fundamental es hablar de ética en el universo de las organizaciones como lo
es el hecho de determinar un perfil ético del alto directivo, y para ello es necesario
acercarnos a un autor que para mí es vital por la particularidad con que interpreta
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el hecho del “ser persona”. Humberto Maturana centra el desarrollo humano desde
el ser como acto de amor, plantea no solo el hecho de que somos seres
auténticos, transparentes, de proyección, con un sentido propio y magnífico para
ver el mundo, sino que interpreta que somos una colectividad y en ese instante es
que logra decantar el papel del alto directivo, quien lo asume como un líder, de
acciones responsables, bien pensadas, de acciones de transcendencia, de
pensamiento crítico-analítico y de grandes posibilidades de transformación.
También éste autor deja entrever que la ética de las acciones no se contemplan
sólo en el producto terminado, van más allá, retoman el “ser” de la persona y el
“amor” y es desde la gerencia en el que estos dos componentes logran el
equilibrio, ya que según Maturana todo debe fundamentarse en estos dos pilares y
de allí al análisis situacional real de la organización, el diseño de planeación, la
aplicabilidad del diseño, el impacto del diseño, la autoevaluación y la
retroalimentación.
Humberto Maturana, desde su pedagogía como un acto de amor, expresa que:
“necesariamente la formación del profesional sea de la rama que sea, está sujeto
a la presión de una sociedad, de un estamento o de una organización que atiende
y a la cual debe responder frente al impacto de sus actos, esta presión se
convierte en una pieza clave para que al tomar las decisiones que implican un
cambio, se detenga, analice, interprete y corrija si es del caso cada diseño de
evento y es que el evento está inmerso en el acontecimiento y el verdadero
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acontecimiento es el que produce los cambios…y ¿qué son los cambios? son
transbordos que permiten el avance o el retroceso de la organización y es allí en
donde está el punto clave del diseño, en la interpretación misma del
acontecimiento, del por qué y el para qué sucede” (Maturana, 1998).
Concluyendo en medio fosforescentes y radiaciones…
En este espacio de reflexiones, no quiero dejar de lado el hecho de decantar unos
elementos que nos lleven a pensar en un perfil ético del alto directivo en el siglo
XXI. Considero de una enorme responsabilidad hablar de esto, pero creo que a
través de este viaje de encuentros entre la palabra escrita y la narratología
vivencial, se puede dejar entrever ciertos lineamientos que permitirán finalmente
decantar la ética como esencia del “ser, el saber y el hacer”. Por ello, los invito a
tener en cuenta estos apartes…
La ética no se transborda de una instancia a otra, ésta se manifiesta en el ser
como un llamado a la reflexión, al análisis y a la crítica de lo que es o lo que puede
ser, del hacer o de lo que se puede hacer, del tipo de conocimiento que se tiene y
que se puede realizar con este y de ese anhelo de ejecutar lo que se nos ha
llamado a hacer.
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La ética no está en la función de la persona, ésta se encuentra en su “ser” de la
persona, es ese aliciente del deber cumplido, del haber hecho las cosas como
producto de una reflexión, de la búsqueda del mejor camino para llegar al gran
destino…La ética posiciona al “ser” de la persona y lo hace recurrente, auto
reflexivo, catártico y simbiótico. En pocas palabras, la ética abre un abanico de
posibilidades y muestra los dos caminos, también muestra trochas y atajos, pero
muestra siempre primero el buen camino.
El perfil ético de un alto directivo comienza con el reconocimiento de que al ser
persona, todo lo que haga debe ir destinado al mejoramiento procesual de esa
persona. Por lo tanto, todo aquello que posibilite esto hará parte de ese perfil.
Situaciones como las acciones responsables, el manejo de excelentes relaciones
interpersonales, conocimientos amplios, permanentes y actualizados del campo
que dirige, unos valores centrados en el ser, el saber, y el saber-hacer, unas
competencias investigativas, cientifico-tecnologicas, ciudadanas y todas aquellas
que giran en torno a su rama de especialización.
Aunque ha quedado un poco despejado este camino al transitar por la ética del
alto directivo, el diseñó de su perfil en el siglo XXI, sigue en construcción,
seguimos la marcha, que fascinante sería que todos nos uniéramos en este viaje,
para seguir transitando, aprendiendo y construyendo. Quizás encontremos más
fosforescencias en medio de tantas radiaciones…
73
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