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INTRODUCCION A LA OROGRAFÍA I JEOLOJIA DE LA REJION AUSTRAL DE SUD - AMÉRICA I'OR EL D, R FRANCISCO FONCK Miembro corresponsal de la Universidad de Chile, Miembro Honorario de la Sociedad Científica Alemana , antes médico * de la colonia de Llanquihue VALPARAISO CÁRLOS F. NIEMEYER, EDITOR 1893

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INTRODUCCION A LA

O R O G R A F Í A I J E O L O J I A DE LA

REJION AUSTRAL DE SUD - AMÉRICA I'OR EL

D,R F R A N C I S C O F O N C K Miembro corresponsal de la Universidad de Chile,

Miembro Honorario de la Sociedad Científica Alemana , antes médico * de la colonia de Llanquihue

VALPARAISO

C Á R L O S F. N I E M E Y E R , E D I T O R

1893

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SANTIAGO D E C H I L E

I M P R E N T A C E R V A N T E S

C A L L E D E L A R A N D E R A , N Ó M . 7 3

1 8 9 3

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• : OTJ o ^ J T i t e - : o i ' í r I - í ; M ;

PREFACIO -sO»

La presente jeneracion se hace un deber de celebrar con puntualidad i solemnidad inusitadas en épocas pasadas los cen-tenarios de los grandes jénios de la civilización. Al hacerlo no solo paga un justo e ideal tributo a la memoria de ellos, sino alienta también el desarrollo de las mismas nuevas ideas i he-róicos esfuerzos que está enalteciendo.

Obedeciendo a estos nobles propósitos, acaba de celebrar el mundo civilizado el centenario de COLON. Nos hallamos aun bajo la honda emocion producida por esta conmemoracion, que ha sido la mas imponente i espléndida de que tiene memoria la historia.

Todos los pueblos han rivalizado para solemnizarla. Pero los que se sienten sin duda mas vivamente impresionados por la admiración de su jénio, su constancia i su obra en jeneral, so-mos nosotros, los habitantes de América i felices usufructuarios del suelo que nos dió.

Con todo, la inmortal epopeya de COLON queda para nuestro tiempo destacada a distancia considerable, por cuanto su cente-nario se repite ya la cuarta vez. Podrá convenir, pues, consultar

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IV OROÜKAFÍA I JKOLOJÍA

los anales de la biografía, sobre todo de la americana, para in-dagar si hai pendientes otros centenarios importantes de fechas mas recientes.

Vemos efectivamente que no faltan aniversarios tmiseculares, que merecen en sumo grado el homenaje de lajeneracion actual. Cerca el fin de nuestro siglo, los aniversarios en cuestión corres-ponden al último cuarto del siglo pasado. Este período no ha sido ménos fecundo que el de COLON en la esfera de la literatura, de las ideas nuevas i de las invenciones. Toca, pues, a nuestra edad la glorificación de los grandes hombres de aquella época.

No nos referimos en un todo a los pensadores i poetas de gloria inmarcesible de la culta Europa. En el punto en que es-cribimos, nos vienen a la mente otros hombres también alta-mente meritorios que, ahora cien años, mas o ménos, se lanzaron a descubrir i esplorar tierras en nuestro continente, trabajando con estraordinarios sacrificios para esclarecer la jeografía de sus confines mas apartados.

Uno de estos lejanos territorios, la rejion austral de la Amé-rica del Sur, fué recorrido a fines del siglo xvin por cuatro infatigables viajeros, que, con su indomable constancia i sus ab-negados esfuerzos, a pesar de sus recursos sumamente escasos, ensancharon notablemente los conocimientos jeográficos de esta zona, que hasta entónces era casi del todo desconocida. Solo en los últimos años se ha adelantado un tanto mas allá de los puntos terminales alcanzados por ellos; algunos sitios no han vuelto a ser visitados.

Es de admirar, i nos da una alta idea del espíritu progresista del gobierno de la metrópoli de aquel tiempo, que estos cuatro esploradores trabajaran simultánea e independientemente en diferentes comarcas de aquel vasto territorio.

Por el lado del Atlántico penetraron al interior de la Patago-nia el valiente piloto BASILIO V I L L A R I N O i el ilustrado goberna-

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FltEFACIO V

dor ANTONIO DE VIEDMA. Desde el Pacífico recorrieron el mismo territorio el nunca bien ponderado piloto JOSÉ DE MORALEDA

Í el padre franciscano Frai FRANCISCO MENÉNDEZ.

Dejamos a los escritores trasandinos la preferencia para poner en relieve los trabajos llevados a cabo por los ilustres viajeros Villarino i Viedma. A nosotros nos interesa mas el famoso Mo-raleda, hombre de sobresalientes conocimientos náuticos i jeo-gráficos i de una aplicación incansable. Las descripciones de sus esploraciones hidrográficas ( i ) merecen el mayor encomio i se consultan en la actualidad con gran provecho.

No menos notable es la figura de su contemporáneo i émulo el padre Menéndez. Era un jenio viajador realmente estraor-dinario. Solo su precursor en los desiertos de la Patagonia, el preclaro padre NICOLÁS MASCARDI, de la compañfa de Jesús, i algunos atrevidos esploradores modernos le igualan en la afición invencible a viajar i en la resistencia de las penalidades que se esperimentan en tierras tan ásperas y desiertas. Verificó ocho viajes de esploracion por mar i tierra, en tres rejiones diferentes, fuera de los innumerables hechos en cumplimiento de su minis-terio de misionero circular.

Despues de dos viajes al istmo de Ofqui i el golfo de Penas i otros dos al estero de Comau, hizo cuatro espediciones de ultra-cordillera al magnífico lago de Nahuelhuapi, la última en 1794.

Motivos personales mui poderosos nos impelen a evocar con particular respeto i admiración la memoria de este insigne viajero.

Cuando en 1856, por encargo del Gobierno, hicimos la espedi-cion al lago de Nahuelhuapi, acompañado de nuestro amigo el

(1) Publicadas por el señor Francisco Vidal Gormaz en el Anuario Hidro-

gráfico.

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OROGRAFÍA I JKOLO.TÍA

ilustrado i ya finado Fernando Hess, encontramos los restos de la piragua de Menéndez, que yacían abandonados mas de sesenta años desde su último viaje. Este hallazgo nos constituía como sus sucesores o, para decir así, herederos en la esploracion de Nahuelhuapí. Conservamos un fragmento de esta lejendaria em-barcación, que apreciamos como una reliquia preciosa.

Veintisiete años mas tarde un amigo nos cedió el manuscrito autógrafo de Menéndez, que comprende los diarios de seis de sus viajes principales i otras relaciones importantes.

En posesion de estas valiosas prendas i antecedentes, nos hemos creido con el debsr i la vocacion de publicar los diarios de Menéndez i escribir su vida en forma digna del autor i en honor de su centenario.

Aunque bastante adelantado nuestro trabajo, hemos luchado « ccn dificultades casi insuperables, entre ellas la escasez de tiempo debida a nuestras atenciones profesionales i otro inconveniente de cierta importancia.

La sencilla relación hecha por Menéndez de sus marchas é impresiones, inspira Ínteres solo a las personas que conocen el territorio que recorrió. Siendo preciso dar esplicaciones i hacer comentarios, para entender i apreciar debidamente las narracio-nes, que reúnen al par del mérito, la gracia, nos convencimos que estas notas ocuparían mucho mas espacio que el testo del autor.

Obedeciendo a estas consideraciones desistimos por el pronto de la publicación de sus viajes, mientras no estuviera preparado el campo por un tratado sumario sobre la historia física del terri-torio de sus esploraciones.

El carácter jeneral de la grandiosa Cordillera, tan diferente de las otras rejiones de la misma montaña i aun de cuantas se co-nozcan en la tierra, exijia sobretodo un bosquejo de su orografía ijeolojía.

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J'JIEI'AUÜ VJI

Este es, pues, el oríjen del libro que hoi publicamos. Una obra de esta naturaleza es de reconocida utilidad, porque

prescindiendo de excelentes memorias parciales, solo poseemos una obra, que trata en conjunto de la orografía i jeolojia de Chi-le: LajeografíaJísica de Chile, por A. Pissis. Esta es de tenden-cia puramente científica i requiere por consiguiente ciertos conoci-mientos, que los legos, que desean instruirse, no poseen. Ademas no abarca nuestro objeto especial, puesto que casi no se ocupa del territorio austral.

Mientras todos los paises civilizados procuran popularizarlas ciencias i ponerlas al alcance de toda persona educada, en Chile aun no hemos principiado a dedicarnos a esta clase de publica-ciones. No sabemos que exista alguna, que se ocupe en el sen-tido indicado de este ramo tan importante de las ciencias na-turales.

Es estraño que en un país constituido en sus dos terceras par-tes por soberbias montañas i en que la minería ejerce un papel preponderante, nadie, sino los que se hallan interesados profesio-nalmente, se preocupan de su configuración i constitución jeoló-jica. Aquí no se estudian los fenómenos tan importantes i curio-sos que ofrece esta rejion de nuestro suelo, ni tampoco se con-templan las vistas pintorescas i grandiosas que se presentan a cada paso en la Cordillera, especialmente la austral, sobre los nevados, los volcanes, los lagos, los ventisqueros, las cascadas, los derrumbes, etc.

Se nota aquí un contraste psicolójico difícil de esplicar. Mi-ramos con placer i juicio crítico conocedor los cuadros que pintores notables nos dan de tales fenómenos, pero no nos sen-timos inclinados a contemplar de cerca esos mismos fenómenos. Es claro que el tema de esta clase de cuadros debe ofrecer atrac-tivos, en cuya reproducción el arte de! pincel queda atras de la realidad. Las verdaderas proporciones, perfiles, relieves, coloridos,

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VIII OllOOllAl 'ÍA I JEULOJ ÍA

matices i tintes nos brindan un cuadro artístico incomparable i superior al del pintor. En jeneral la sensación de lo grande i su-blime de semejante cuadro de la naturaleza causa una impresión de profunda admiración, que suele quedar indeleble en la memo-ria. Al mismo tiempo el oríjen i los caracteres de estos fenóme-nos desafian nuestra intelijencia, llamándonos a descifrarlos. El aficionado a las ciencias naturales gozará, pues, doblemente: re-cibe la impresión artística i se instruye.

Como un tercer continjente funciona todavia en este conjunto el goce especial que esperimenta el esforzado turista al vencer los obstáculos, que la naturaleza virjen e inaccesible opone a sus pasos. Es él que ha dado oríjen a !a clase especial del sport llamado nalpinou. Parece que ésta es la única clase de diversión moderna que no ha arribado aun a nuestras playas. Seria sin duda una de las mas provechosas de cuantas se hayan intro-ducido. Para nuestra juventud, sobre todo, seria el pasatiempo mas noble i saludable que podríamos desear.

De años atras los Alpes de la Suiza i del Tirol son visitados por millares de viajeros, solo con el fin de contemplar las mara-villas de la naturaleza. Hace poco que la fria i nebulosa Norue -ga va tomando fama también por sus hermosas e imponentes vistas de paisajes.

Suponemos, i lo deseamos, que será solo cuestión de tiempo que nuestra Cordillera austral, que se asemeja en parte a la Suiza i en parte a la Noruega, sea visitada por los turistas lo mismo que lo son los Alpes i los Dofrines.

De desear es, que reformemos la esfera de nuestras icleas i pensamientos, volviendo nuestra imajinacion a la contemplación de la naturaleza. Ya que esta se nos presenta tan imponente i rica, como en pocos paises, somos llamados en primer lugar a rendirle culto. Toda persona ilustrada deberá adquirir i poseer nociones jenerales de los fenómenos de la naturaleza, lo mismo

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l'KEJfAOIO IX

que de la historia, de la filosofía i otros ramos abstractos, que gozan hasta ahora de nuestra predilección.

Un libro que prepare el estudio de la orografía i de lajeolojía, dos de los ramos mas importantes de la gran ciencia natural uni-versal, podrá cooperar de un modo eficaz para esta clase de tras-formacion intelectual.

La necesidad de conocer profundamente los fenómenos relati-vos a nuestra Cordillera se ha hecho sentir de un modo indiscuti-ble i hasta alarmante, con motivo de la ardienLe cuestión de límites.

El tratado que regula la demarcación de la frontera entre Chile i la República Arjentina dispone, como principio jeneral, que ella sea formada, en la mayor parte de su trayecto, por la cordillera de los Ancles. Para efectuar la división de esta en de-talle, señala dos elementos orográficos. La falta de datosjeográ-ficos suficientes, i mas que esta, el desconocimiento de las leyes orográficas han sido las causas que el Tratado se haya interpre-tado de diversas maneras. De esta diverjencia han surjido aspi-raciones infundadas por una parte, i por otra la dificultad de re-chazarlas.

Despues de algunos años de estériles discusiones, la cuestión ha vuelto felizmente a su punto de partida. Todos recordamos que el Tratado se firmó con la mediación de los representantes de los Estados Unidos, acreditados en los dos paises, los escla-recidos señores Osbortie. Estos dignos hombres de Estado, ani-mados de los elevados propósitos de conciliación i fraternidad, nos dejaron este pacto internacional como la prenda de una paz duradera entre dos pueblos vecinos i amigos de la gran Repú-blica del Norte. Se llegó a temer, que este precioso documento no surtiría el efecto propuesto. Pero al fin ha triunfado la causa de la sensatez, del patriotismo, de la paz, mediante los nobles esfuerzos de los eminentes estadistas Isidoro Erázuriz i Ñor-berto Quinto Costa i la ciencia de los honorables peritos señores

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X CROARA Í'ÍA I JEOLOJÍA

Diego Barros Arana i Valentin Virasoro, quienes han resuelto las dificultades con la aclaración al Tratado, firmada a la misma hora en que escribimos estas líneas.

Desde que el Tratado dispone que la cordillera de los Andes forme el límite i que ciertos elementos orográficos sirvan para de-marcarlo en detalle, es evidente que la orografía es la única cien-cia a que corresponde dirijirse para dirimir las cuestiones, que surjan en la ubicación de la frontera, i que ella sola deberá fallar.

El grave conflicto que durante tantos años hemos presenciado se habria evitado, por consiguiente, si el público ilustrado de los dos paises hubiera estudiado las leyes orográficas relativas a la cuestión. Parece que "la aclaracionii, que ha estirpado tan opor-tunamente las diverjencias, evita por el momento la urjencia del estudio de la orografía; pero aun así, es de indisputable conve-niencia entrar con calma a estudiarla, para imponerse de las apre-ciaciones erróneas vertidas en el desconcierto de opiniones que se emitieron, i apreciar en qué puntos estribaba la razón.

Por estas consideraciones no hemos vacilado en presentar al público el principio de un libro sobre la orografía, ántes de con-cluirle, en forma de cuaderno, que contiene solamente la orogra-fía jeneral de la rejion que nos ocupa, i la orografía especial en cuanto ésta tiene relación con la cuestión de límites. De este modo, la primera entrega ofrecida hoi es un tratado compendiado de los elementos que concurren en ella, sirviendo la parte jeneral de base para la teoría de los segundos. Es un guia orogràfico de la cuestión de límites en la parte que se refiere a la Cordillera austral, es decir, a la única sección de la frontera que presenta dificultades.

El método empleado en la redacción del libro es el ctirsorio. Despues de haber bosquejado rápidamente los caractéres prin-cipales del tema de que se trata, pasamos a otro, procurando coordinar las materias tan lójicamente como nos ha sido posible.

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PREFACIO

Frecuentemente nos detenemos para reflexionar sobre puntos interesantes i encomiar las bellezas i grandiosidades que se pre-sentan en nuestro camino.

Como indica el título, nos proponemos dar solo una introduc-ción a los dos ramos mencionados. Léjos de nosotros la pre-sunción de presentar un curso completo de ellos i menos aun que éste se halle a la altura de la ciencia moderna.

Nos referimos con preferencia a !os autores clásicos i nuestros maestros mas ilustres: HUMBOLDT, DARWIN, K I N G , FITZROY,

DOMEYKO, PISSIS, R, A. P H I L I P P I , i tendremos especial cuidado en hacer familiares al lector sus opiniones i teorías, que juzga-mos forman base suficiente para las personas que quieran ins-truirse en jeneral, é indispensable para los que deseen profun-dizar las ciencias físicas con estudios especiales.

Aparte de las obras de los autores fundamentales nombrados, utilizaremos los datos de muchos esploradores i jeógrafos moder-nos, tales como Bernardo Philippi, Francisco Hudson, Guillermo E. Cox, forje Ch. Musters, Francisco Vidal Gormas, Guillermo Frick, Guillermo Dolí, Enrique Simpson, Francisco P. Moreno, P. Lucio Cuadra, Federico Philippi, Cárlos Ochsenms, Cárlos Martin, Cárlos Juliet, J. Tomas Rogers, Alejandro fíertrand,, Alberto Plagemann, Lorenzo Sundt, Eduardo O' Connor, Arturo Fernandez Vial, Emilio Valverde i otros. Las observaciones to-madas de las relaciones de estos viajeros darán el material a que se aplican las leyes establecidas por la primera clase de autores.

Para la mejor intelijencia del lector copiaremos a los autores, muchas veces íntegramente, llevando ademas apuntes bibliográ-ficos, lo mas completos posibles, pues perseguimos con ello !a tendencia de realzar los méritos de los autores, tributándoles me-recido culto, i que éste estimule al jóveu aprendiz para de este modo despertar la emulación.

En la segunda parte de la orografía nos permitiremos propo-

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OlvOUilAFÍA I JEOLO'J i l

ner algunas nuevas teorías, fruto de nuestras observaciones en los viajes que hemos verificado, dándoles un desarrollo que a veces queda fuera de proporcion en el espacio que debia corres-ponderle. Confiamos que el benévolo lector mirará con ir.dul-jencia tal desaliño en la forma, i en cuanto al fondo de nuestras opiniones las acojerá igualmente con benevolencia. Si las espli-caciones que nos hemos avanzado a dar acerca de ciertos fenó-menos, no reciben la aprobación de la ciencia, servirán siquiera para provocar otras mas correctas i llamar sobre éstos la atención.

El método que bosquejamos, recordará talvez el antiguo en-ciclopédico i se identifica en gran parte con la modificación mo-derna de éste, el científico-popular.

¡Ojalá que el débil ensayo hecho en Chile, introduciendo esta clase de publicaciones en el ramo de las ciencias naturales, sea bien recibido!

Si así fuese, procuraríamos concluir en breve plazo la segun-da parte de la orografía i la jeolojía. La primera nos daria oca-sion de proporcionar al lector nuevos é interesantes puntos de vista sobre los ventisqueros i lagos, i en la segunda nos estende-ríamos con provecho sobre los volcanes i la época glacial.

Si el público nos prestara su apoyo i los pocos años de vida que nos quedan lo permitieran, trataríamos de publicar el menciona-do "Diario de las espedicionesu del ilustre padre FRANCISCO

M E N É N D E Z . Esta sería, en nuestro humilde sentir, la conmemora-ción mas hermosa i aparente del centenario pendiente de este gran esplorador de la rejion austral.

Quilpué, mayo i.° de 1893. D R . FRANCISCO F O N C K

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I. O R O G R A F Í A J E N E R A L

EL OCÉANO PACÍFICO

Este Océano, que limita nuestro horizonte, fué bautizado como tal por su inmortal descubridor a causa de su apacible su-perficie, recorrida por vientos suaves i constantes. Muchos jeó-grafos le llaman el Gran Océano. La prioridad i el respeto debido al autor, han hecho prevalecer con razón la primera de-nominación. Si hubiera tenido que llamarse por lo que tiene de mas fenomenal, el segundo nombre habria sido el mas correcto. La estension del Pacífico es realmente enorme: cubre casi la tercera parte de nuestro globo, es superior a la superficie de todos los continentes unidos i equivalente casi a la de los otros océanos juntos.

No es sin embargo solo su ilimitada estension la que dis-tingue este injente mar de los demás océanos. La figura de su contorno es igualmente mui singular. Forma un inmenso óvalo casi regular i relativamente poco accidentado, aunque incomple-to i sin límite fijo al Sur. Es una taza de bordes insensiblemente arqueados, implantada entre los dos hemisferios continentales.

OROGRAFÍA I

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13 I. OROGRAFÍA JENERAL

Sus riberas son caracterizadas por la uniformidad en su cons-

titución jeolójica i en su delineacion. En los lados del E., N. i O.,

en que la línea de su circunferencia es continua, acompaña sus

márjenes un gran número de volcanes dispuestos en hilera a

mayor o menor distancia, de tal modo, que dejan entrever una

línea de erupción por todo e¡ largo de sus costas (i). Corres-

ponde este hecho a la lei jeneral, que los volcanes se hallan

siempre cercanos al mar, i a la otra inversa, no bien formalizada

aun, que los mares en su estado primitivo están guarnecidos

por volcanes. Los innumerables picos volcánicos que pueblan,

en forma de islas pequeñas i como otras tantas chimeneas délos

hornos subterráneos, la parte central de este océano, son otro

( I ) HUMBOLDT ha señalado ya esta preponderancia i actividad del elemento

volcánico en el recinto del Océano Pacífico. Dice: "Si nos figuramos el inmenso

golfo de mar, que se 11.una comunmente la mar del Sur, limitado por el paralelo

del estrecho de Behring por una parte i por otra por el paralelo de la Nueva

Zelanda, que toca también el Sur de Chile, quedamos asombrados de ver, que

dentro de este receptáculo i en su contorno continental asiático i americano, se

hallan 198 volcanes activos de los 225 de toda la tierra, es decir cerca de las

siete octavas partesii

Si fuera lícito estender la línea de la costa del Pacífico a distancia algo mayor

al Sur i bien adentro de larejion antàrtica, encontraríamos en el meridiano de

la Nueva Zelanda la Tierra Victoria, la tierra mas austral que se conoce, i de la

misma manera en el del cabo de Hornos las islas de Shetland del Sur. Tierra

Graham i Tierra Alejandro I. De este modo la línea del óvalo podría consi-

derarse perfecta.

Para que la regularidad en la estructura de sus costas no deje nada que de-

sear, hallamos igualmente representado en esta continuación el elemento volcá-

nico. La Tierra Victoria posee el volcan activo Erebus, hermoso atalaya avanzado

háciael Polo Antàrtico. Alas islas i tierras citadas de nuestro lado se les atribuye

también composicion volcánica. La uniformidad no puede ser mayor, pues, i

debe causarnos verdadera admiración 2.

1 A. v . HUMBOLDT, Kosmos, edición 1 2 . l o m o IV, pajina 294.

2 Véase el mapa de la distribución de los volcanes en NEUMAYK, Erdgeschichte, Leipzig,

1890, tomo I , pajina 205.

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EL OCEANO PACÍFICO 3

corolario inherente a esta relación íntima entre los volcanes i el mar. Se comprende que, si la masa líquida del interior de la tierra debe reaccionar contra la superficie en las partes mas del-gadas de su costra, lo hará de preferencia i en disposición inas o ménos regular en todo el ámbito de aquel océano, cuyo fondo se halla en mayor estension cercano a aquel foco. Si agregamos a eso, que el Pacífico, según las investigaciones de que haremos mérito en su lugar, es el primer océano que ha quedado delineado en la época jeolójica mas remota, i es por consiguiente el mas antiguo de los mares grandes, podríamos figurarnos que tiene esta estructura sencilla i uniforme por haber guardado mejor que los otros grandes mares su estado primitivo i típico. Así, tene-mos motivos fundados para considerarle como el océano normal i por excelencia de la tierra.

Sus riberas, aunque en jeneral análogas por su estructura vol-cánica, con todo se diferencian visiblemente en su configuración según las secciones a que pertenecen.

La hilera de volcanes que faldea la costa occidental del Pa-cífico, es decir la del Antiguo Mundo, se halla situada, al modo de una circunvalación de fortines avanzados, a alguna distancia de los continentes. Corre esta, principiando desde la península de Kamtchatka en el Norte, por los archipiélagos del Japón i Filipi-nas, las grandes islas de la Sonda i Nueva Guinea, grupos que adornan como festones la costa firme de Asia, hasta la Nueva Zelanda en el Sur. Detras de estos baluartes, casi todos, volcá-nicos se desarrollan, separadas de ellos por estensos golfos i brazos de mar, las injentes masas de dos continentes, los de Asia i Australia. Las grandes montañas centrales, el Himalaya i el Altai, que constituyen con sus ramificaciones la base de Asia, se hallan a gran distancia de la costa i alcanzan solo en pocas partes la línea de los volcanes.

Desde Kamtchatka corre la hilera volcánica por las islas

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i I . OROGRAFÍA J EN ERAL

Aleucianas a la península de Aljaska, que continúa a su vez la línea de volcanes que bordean la ribera oriental o americana. De este modo el Pacífico se halla también limitado al Norte por una estacada o corralon semicircular de conos ignívomos, que-dando unidas en una las tres larguísimas hileras, que recorren su costa en las tres direcciones del horizonte, i completada su cir-cunvalación. Asombra en realidad el hecho, que la línea de erup-ción volcánica que rodea el Pacífico, corre casi sin interrupción desde el Cabo de Hornos hasta el Círculo Polar Ártico i desde allí hasta la Nueva Zelanda.

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LA COSTA OCCIDENTAL DE AMÉRICA

—-w?«"—

La costa oriental del Pacífico, a la que pertenece el campo de nuestra investigación, suele llamarse mas propiamente, con relación a la tierra firme, la costa occidental del Nuevo Conti-nente o América. La série de volcanes, que acompaña esta costa desde Aljaska para el Sur, se distingue de la situada en el lado opuesto que acabamos de revistar, por la particularidad de al-zarse en todo su trayecto sobre la misma parte continental i unida íntimamente a la Cordillera de los Andes,

Esta jigantesca montaña, que forma la base de las dos Amé-ricas, corre junto con el sistema de volcanes a distancia mas o ménos corta de la costa. Parece que esta disposición particular es la causa de la configuración tan especial de ella, que compa-rándola con la mayoría de las costas no deja de ser escepcio-nal (i). Los volcanes i los Andes unidos forman a lo largo del Pacífico una muralla compacta, que por sus portentosas dimen-siones i su dirección uniforme no tiene analojía en la tierra. Re-corre un trecho de 2,300 leguas o tal vez mas desde la zona

( 1 ) E D U A R D O SUESS, de Viena, el célebre reformador de la jeolojía moderna,

llama a este tipo de costas el tipo pacífico, en contraposición al tipo atlántico.

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6 I. OROGRAFÍA .JENERAL

glacial ártica hasta cerca de la antàrtica, pasando por las dos zonas templadas i la tórrida (i). En todo este inmenso trayecto conserva esta costa el mismo carácter jeneral: se eleva del mar en forma de serranía mas o ménos alta, coronada a poca distan-cia de conos volcánicos i cerros nevados, i corre, solo con lijeras inflexiones, en dirección casi paralela al meridiano.

De estos dos rasgos fundamentales, que caracterizan esta costa, se derivan otros accesorios mui interesantes también.

Ella no ofrece a lo largo de su trayecto ninguna isla o penín-sula de gran tamaño ni ningún golfo o seno de mar de mayor estension. A pesar de que sus orillas en ciertas rejiones estén sumamente fraccionadas i accidentadas, este fraccionamiento es solo de detalle, de modo que su perfil jeneral i su relieve en grande de muralla no sufren alteración.

La poca distancia de la Cordillera al mar i su brusco descenso en este lado caracterizan esta montaña como cordillera mai-jinal. Mediante esta disposición faltan en esta costa casi por completo los grandes rios con sus grandes hoyas de aluviones i sedimen-tos. En cambio las suaves faldas orientales de la Cordillera dan oríjen a los rios mas caudalosos i largos del mundo, que se diri-jen por inmensas llanuras a los océanos Atlántico i Ártico.

Ademas vemos que la division jeneral de las aguas se man-

( I ) CARLOS DARWIN, autor que nos guiará casi constantemente en el curso de nuestra investigación, dé modo que tendremos que citarle a cada paso, seña-la perfectamente esta configuración orogràfica i jeolójica. Hablando de los indi-cios de una antigua erupción volcánica en la isla de Wollaston de la Tierra del Fuego, sigue así: »Esta circunstancia nos permite bajo el punto de vista jeoló-jico estender la gran hilera de volcanes nuevos i antiguos, situados sobre grietas paralelas en los Andes, desde el S5°4o' L. S. hasta el 6o° L. N., distancia que mide un poco ménos de 7,000 millas jeográficas (inglesas) I.n

* Viaje de un naturalista, edición alemana de Dieffenbach, Braunschweig, 1844, tomo I ,

pajina 260.

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LA COSTA OCCIDEKTAt BB AMÉRTCA 7

tiene siempre cerca del Pacífico, siendo así que el primer cordon

principal, que es siempre constante i en gran parte el único, suele

marcarla. En los casos en que hai dos o mas cordones principa-

les, los rios atraviesan casi siempre los situados al Este para

buscar su salida en dirección al Atlántico.

Tal es en resumen el carácter jeneral de la costa occidental

de las dos Américas.

Se comprende que el trayecto de esta costa, que se extiende

del océano glacial Ártico hasta cerca del Antàrtico, se subdivide

naturalmente en diferentes rejíones según la latitud i el clima

dependiente de ella i según la constitución jeolójica, en la que

hace siempre un papel importante el mayor o menor predominio

de la formación volcánica. Estas rejiones, aunque constantes en

sus caracteres jenerales, ofrecen tipos bastante variados según

la agrupación de estos elementos.

Echando una rápida ojeada a estas zonas o rejiones, tenemos

en el Norte una, que podríamos llamar la ártica isleña, que se

estiende desde el Estrecho de Behring hasta la Isla de Vancou-

ver en 48o L. N. i que merece nuestra atención especial por

ofrecer caractéres mui análogos a la zona situada en la estremi-

dad opuesta, que nos hemos propuesto estudiar mas de cerca.

Ya vimos que en esa misma parte se ¡untan las dos líneas de

erupción volcánica de uno i otro lado del Pacífico. Ademas hai

varios volcanes inmediatos a la costa. Detrás de estos i mui cer-

ca ya del Océano Ártico desemboca el gran río Yukon, que

por su dirección i demás caractéres se asemeja a los rios árticos.

Toda la costa de esta rejion está desparramada en un sinnú-

mero de islas mas o ménos grandes, entre las cuales se estienden

(los brazos de mar en las direcciones mas variadas, aunque no sin

obedecer a cierta lei común. Se pueden distinguir dos tipos de

estos brazos o canales. Unos corren en dirección lonjitudinal,

mas o ménos paralela a la línea del continente i a! meridiano.

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8 I . OROGRAFÍA JRNRRAL

Las islas separadas por ellos son en jeneral de forma alargada. Otros canales cruzan verticalmente los primeros, poniendo por un lado estos en comunicación con el mar abierto e internándo-se profundamente por el otro en la costa alta de la tierra firme. Forman de este modo aquellas ensenadas largas i angostas con riberas altas, peculiares a esta clase de costas, las cuales reciben diferentes nombres según los paises en que ocurren, llamándose fjords en Noruega, esteros en Chile. Esta formación de costas representa exactamente una montaña, cuyos valles están ocupa-dos por el mar, con la diferencia que los valles están mas an-gostos i los pendientes mas escarpados que en cualquiera otra montaña.

Observemos aquí de antemano, que volveremos a encontrar esta misma configuración, que se podria calificar como el tipo glacial de las costas, en la misma cordillera de los Andes en la latitud correspondiente del hemisferio Sur desde Chiloé hasta el Cabo de Hornos, es decir, en la rejion que nos hemos propuesto estudiar. Tanto en la parte orogràfica como en la jeolójica ten-dremos que ocuparnos largamente de este tipo mui especial de costas.

El clima de esta costa es lluvioso i relativamente templado i ofrece grande analojía con la parte citada del hemisferio Sur: Sitka en 57o L. N. tiene casi el mismo clima que Chiloé en 42o

latitud Sur. En la segunda zona, la del Oregon i California, adquiere la

hoya de la costa occidental del Nuevo Continente su mayor an-chura i desarrollo territorial. Nace i desemboca en ella el gran Rio Columbia, que toma su oríjen en las Montañas Rocosas, la continuación de los Andes, i atraviesa la sierra de las Cascadas, en que domina el elemento volcánico, i la sierra de la Costa, coronada por cumbres nevadas.

La zona de Méjico i Centro América, en que la cordillera de

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LA COSTA OCCIDENTAL DE AMÉRICA 20

los Andes, estrechada en cada lado por el mar, queda reducida

a proporciones mas pequeñas, sobresale en cambio por el gran

número de sus volcanes.

Lo inverso sucede en la sección formada por Nueva Granada

i Ecuador. La Cordillera toma allí, despues de pasar al conti-

nente de Sud-América, proporciones colosales i alcanza luego

su desarrollo completo, que sigue por esta sección i la siguiente

en toda su grandeza sin igual. Corre dividida en dos o tres cor-

dones principales, que se entrelazan de vez en cuando por cor-

dones o yugos trasversales i forman en los puntos de intersec-

ción grandes nudos, que encumbran mesetas o altiplanicies, que

por su elevación i estension solo tienen rivales en Asia. Varios

volcanes, los mas altos conocidos, sobresalen por entre las cimas

del primero i segundo cordon. Un clima i vejetacion tropicales

revisten esta rejion de todo su fragor i exuberancia.

En la rejion del Perú i Bolívia observamos el mismo carácter

grandioso en jeneral, i las altiplanicies aun mas vastas i altas (i).

Pero por una distribución meteorolójica especial, faltan las llu-

vias en esta costa i, con ellas, también la vejetacion. No llueve

casi nunca en la costa ni en la falda occidental de la Cordillera,

miéntras sus pendientes orientales son bañadas por las lluvias tro-

picales: allí es donde desciende el majestuoso rio Amazonas a las

selvas ilimitadas del Brasil. No deja de ser notable encontrar

una disposición inversa mas adelante, en la zona templada i

parte mas austral de la misma costa, donde llueve con abun-

dancia en la pendiente del Oeste, mientras que la lluvia es bien

escasa en la costa del Atlántico i el desierto de la Patagonia.

Llegamos por fin a la Costa i Cordillera de Chile. Su límite

( i ) "De los dos cordones que recorren el Perú, se considera el occidental, que forma la división de las aguas, corno la cordillera de los Andes en sentido estr icton (SUESS).

OROGRAFÍA 3

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10 I . OROGRAFÍA .1 TWF,RAL

aproximativo coincide con el círculo trópico de! Sur, de modo que pertenece toda a la zona templada, bien que su estremidad austral tenga ya ciertos rasgos de un territorio subpolar. Es esta la sección mas larga, que comprende mas de la cuarta parte del curso total.

El carácter jeneral de esta parte consiste en la existencia de un solo cordon principal, situado a poca distancia del mar, i en su dirección exacta, mas estricta aun que en las otras zonas, en la línea del meridiano de Norte a Sur. Debido a esta disposición, forma el pais una faja mui estensa i mui angosta a lo largo del Pacífico.

Parece que este cordon, sumamente alto i casi pegado al mar, es el mismo, único i esencial que continúa por sí solo, sin inte-rrupción alguna, la cordillera de los Andes desde el Océano Artico hasta su fin austral (i). Faltan en Chile la pluralidad de los cordones, los yugos trasversales, las altiplanicies compren-didas entre ellos i los nudos de intersección, que, según acaba-mos de ver, son los rasgos característicos de los Andes intertro-picales.

Parece ser una analojía imperfecta de la multiplicación de los cordones en la pendiente del Este de los Andes setentrionales, el que aquí se desprenden ramificaciones mas o ménos largas de la falda oriental de macizos centrales, las cuales mueren paula-tinamente hácia el llano sin entrelazarse con otras i no son por lo tanto sino simples emisarios secundarios.

Los autores arjentinos las comprenden bajo el término técnico i jeneral de pre-cordillera. Todos los cordones de esta toman

( i ) "En Chile se presenta la Cordillera como un solo cordon principal, que debe considerarse como la continuación del cordon occidental del Perú. ( S U E S S ) M . E S digno de llamar la atención, que los autores antiguos de la con-quista apreciaban ya esta configuración de la misma manera. Conoceremos mas adelante la opinion del Padre Alonso de Ovalle sobre este particular.

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LA COSTA OCCIDENTAL DE AMÉRICA 11

una dirección diagonal al eje de la Cordillera, las mas veces al SE., menos a menudo al NE. Por esta causa los ríos de este territo-rio se inclinan en su curso superior i medio oblicuamente al Sur 0 Norte, ántes de tomar el rumbo definitivo al Este en busca del Atlántico.

La estructura de la Cordillera es normal en jeneral i se distin-gue por su regularidad en comparación de otras montañas. La línea de la división de las aguas coincide, con mui pocas escep-ciones, con la de las alturas culminantes centrales.

Agreguemos como puntos notables, que la Cordillera de Chile está coronada por la cumbre mas elevada de los Andes i del Nuevo Mundo, i que la formación volcánica adquiere en ella un desarrollo mui grande, sobre todo en el Sur. Tenemos aquí una de las hileras mas largas i mas pobladas de volcanes, que exis-ten en el globo.

La costa guarda estrictamente el tipo pacífico (SUESS). Es siempre alta, entera en el Norte, fraccionada (tipo glacial) en el Sur. Es un hecho por demás curioso, que una rejion isleña sub-antártica aparece en la latitud austral correspondiente como equivalente a la zona isleña ártica del hemisferio Norte, a que aludimos arriba.

Prescindiendo de estos caractéres jenerales, ofrece el largo trayecto de los Andes de Chile una variedad mui grande en su aspecto i configuración, según la cual se divide en varias rejiones 1 divisiones de segundo orden. No pudienclo entrara detallarlas, daremos solo una idea de sus rasgos mas sobresalientes en forma de cuadro:

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12 I . OROGRAFÍA -TEÑERA!

CUADRO 0R0GRÁFIG0 DE LA ZONA DE CHILE

DIVISIONES «

I.1 &EJION SETEUT&IOITAL, desde Atacama hasta Santiago

Costa entera. El sistema de la Cordillera alcanza hasta el mar, Altura de las cumbres i boquetes mui grande. Unos pocos volcanes.

I . A S E C C I Ó N . — A T A C A M A

La Cordillera desciende al mar en forma de meseta. Los volcanes en el centro del cordon principal (?).

2.A SECCIÓN.—COQUIMBO I ACONCAGUA

La Cordillera se estiende hasta el mar en forma de cordones. Volcanes faltan (?).

II.3 REJION CENTRAL, desdo Santiago hasta Puerto Montt

Costa entera. El gran valle intermedio o lonjitudinal separa la cordillera de los Andes

de la cordillera de la Costa. Numerosos volcanes centrales o destacados al Oeste, unos pocos al Este.

R.A S E C C I Ó N . — P R O V I N C I A S D E L C E N T R O , DESDE SANTIAGO HASTA TALCA

Cordillera mui alta. Volcanes en el centro. Rios mui turbios

( i ) Es casi innecesario agregar que estas divisiones son en buena parte aproximativas, de modo que indican raras veces una línea de limite fijo. Sin embargo, habra pocos países en que existan elementos orográficos tan buenos para demarcar con ellos las subdivisiones naturales del suelo.

"Las zonas.i establecidas por el ilustre DOMEYKO, setenlrional, media setenlrional, me-dia meridional i meridiotial isleña, no difieren esencialmente de las señaladas en este cua-dro 2,

1 DOMEYKO. Anales de la Universidad, 1875, tomo I, pajina 59. 2 Libro citado, pajina 42.

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LA COSTA OCCIDENTAL DE AMÉRICA 13

2. A S E C C I Ó N . — P R O V I N C I A S I N T E R M E D I A S , DESDE TALCA

H A S T A V I L L A R R I C A

Cordillera va bajando en altura. Principian los volcanes destacados hacia el Oeste. Rios ménos turbios para el Sur. Aparecen ventisqueros pequeños.

3. A S E C C I Ó N . — P R O V I N C I A S D E L S U R , D E S D E V I L L A R R I C A

HASTA P U E R T O M O N T T

Cordillera mas baja. Volcanes: unos pocos centrales, numerosos destacados. Lagos en cada lado de la Cordillera. Ventisqueros regulares.

III.» REJION AUSTRAL 0 ISLEÑA SUB-ANTARTICA, dosdo Puerto Moatt hasta el Cabo do Hornos

Costa fraccionada según el tipo glacial: el golfo intermedio baña el pié de la Cordillera; la cordillera de la Costa continúa en forma de islas.

Altura de la Cordillera relativamente módica pero constante; continúa casi hasta su fin como montaña marjinal de estructura normal.

Numerosos volcanes destacados casi sin escepcion al Oeste. Continúan los lagos en la pendiente oriental. Desarrollo creciente de los ventisqueros para el Sur.

I . A S E C C I Ó N — C H I L O É

Islas de terreno de acarreo.

2.A S E C C I Ó N . — C H O N O S I M A G A L L A N E S

Islas altas de roca. Fin de la cordillera de los Andes en la península de Brunswick (?). Ventisqueros muí grandes.

S E C C I Ó N . — T I E R R A D E L F U E G O

Aspecto jeneral igual a la sección que precede. Aparecen canales trasversales que comunican con el Atlántico. Fin de la cordillera de la Costa. Volcanes: solo restos de erupciones antiguas.

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14 I . OROGRAFIA J E N ERAL

En toda la costa occidental, que acabamos de recorrer a paso lijero, hace el papel mas prominente la cordillera de los Ancles. Los paises que ella soporta sobre sus hombros, cual otro Atlas, son sin duda el territorio mas grandioso e interesante de nues-tra tierra. Aunque los Andes cedan un poco al Himalaya en elevación i anchura, le superan en jeneral por entrar en su estruc-tura el elemento volcánico con sus cimas airosas, i por bañarse sus piés en las aguas del Océano en larga estension. Ademas, pasa por todos ¡os climas no solo en dirección vertical, como otras montañas altas, sino también en la lonjitudinal, de modo que ofrece una variedad ilimitada de fenómenos. Por donde en-tremos a ella se nos presenta la naturaleza vírjen, superior al hombre i llena de encantos i maravillas a cuál mas sorprenden-tes. Siendo su aspecto muchas veces aterrador e inhospitalario, pocas veces risueño, reviste siempre un carácter imponente, que nos llena, si no de gozo, al ménos de admiración. Pero si esta naturaleza severa rechaza frecuentemente al hombre en sus pre-tensiones de dominarla, en cambio le paga con usura, cuando él tiene constancia en sus esfuerzos, brindándole riquezas de incal-culable valor de los reinos mineral i vejetal.

Como campo científico de investigación no hai otro igual. En ella se nos revelan los secretos mas profundos, que nos dejan entrever tanto la estructura de nuestro globo i la historia de sus revoluciones pasadas, como también las leyes de nuestro oríjen i existencia. No fué en vano que los sabios naturalistas mas gran-des de nuestra época, H^lmboldt i Darwin, se internaran en sus desiertos i bosques i escalaran sus picos mas altos, porque toma-ron en ellas sus inspiraciones mas brillantes para darnos a cono-cer la organización del mundo.

Es deber, pues, de todo hombre ilustrado i amante de la cien-cia, ascender a las cumbres i bajar a las profundidades de la Cordillera para conocerla i aprender a admirarla cual lo merece.

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LA COSTA OCCIDENTAL DE AMÉRICA 15

Sea cual fuere la rejion que nos acerquemos a ella, dejará siem-pre impresiones indelebles de admiración i satisfacción.

La rápida escursion al Pacífico i a la costa occidental que acabamos de hacer, habrá dejado suficientemente definida la situación relativa del campo que elijamos, en el gran sistema de que forma parte. Trataremos, por consiguiente, de familiari-zarnos en este lugar con la vasta rejion azistral, tomando como punto de partida de nuestra esploracion las comarcas de Llan-quihuc i Chiloé. Desde allí haremos nuestras escursiones a los diferentes territorios de la gran península austral hasta el Atlán-tico i sin ceñirnos a la pendiente del Pacífico, según que el estu-dio de los fenómenos en cuestión lo exija.

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BOSQUEJO SUMARIO

DEL TERRITORIO DE LLANQUIIIUE I CI1ILOÉ

—«O.—

El departamento de Llanquihue, la provincia de Chilo¿ i la vecina comarca de Nahuelhuapi (rejion importante por ofre-cer el único corte hasta ahora bien conocido al través de la Cor-dillera), comprenden el terreno de nuestros especiales estudios i están situados precisamente en el punto de división de la parte continental e isleña, de la rejion central i austral de nuestro cuadro. Por esta situación especial participa de los caractéres de estas dos divisiones principales, sirviendo de transición de una a otra. El mar ocupa aquí el espacio ocupado mas al Norte en idéntica situación por el llano intermedio. Los grandes lagos, como los de Villarrica, Raneo i Llanqtáhue, que allí se estienden al pié de la Cordillera, son reemplazados aquí, primero por el ancho seno del Reloncaví, que está limitado en tres lados por tierra firme i en el cuarto, al Sur, por puntas salientes e islas, que por poco no le dejan cerrado hasta formar otro lago, que habría sido del todo análogo al de Llanquihue, i luego por un golfo llamado de Ancud i del Corcovado, que se estiende entre la isla de Chiloé i

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TKaRITORIO DE LLANQÜIHUE I C H I I O É 17

las islas que la acompañan por un lado i el pié de la Cordillera por el otro. Ésta se eleva bruscamente sobre el nivel del golfo interior lo mismo que mas al Norte sobre el llano.

La isla de Chibé forma ella misma la continuación de la Cor-dillera de la Costa: cae ésta al Oeste casi directamente al mar; en su falda del Este descansa algún terreno de aluvión, que per-tenece a la formación del acarreo glacial, i apegado a ella se halla un gran número de islas de formas variadas e irregulares de esta misma formación. Estos fragmentos de terreno sedimentario, estratificado moderno, que se conservan aquí como continuación del suelo del llano intermedio, luego desaparecen al Sur en el archipiélago de Chonos, en que los cordones que suben del fondo del mar, son todos de escarpadas rocas plutónicas i cristalinas.

Los lagos grandes situados al pié de la Cordillera entre Villa-rrica i Llanquihue no continúan al Sur, porque el terreno plano ha desaparecido bajo el nivel del mar. Los que siguen en este lado están reducidos al recinto interior de la Cordillera, de modo que son mas pequeños i escasos. En el lado opuesto tenemos también una série mucho mas larga de lagos. A los de este lado corresponde allí otra hilera en idéntica situación i latitud, la cual continúa en seguida hácia el Sur hasta cerca del Estrecho.

Descuella entre los lagos de la pendiente oriental el magnífico lago de Nahuelhuapi, el mas grande de la zona templada de Sud-América, miéntras que en el lado del Oeste unos pocos lagos surten una hoya de rio,—el de Llanquihue forma una él solo,— alimentan los lagos arjentinos un gran sistema fluvial, el del rio Negro, el único rio navegable i verdaderamente importante de la Patagonia. Su gran hoya marca en esta latitud una depresión notable i larga que, siguiendo por el lago de Nahuelhuapi, el rio Limai i el rio Negro propiamente dicho se estiende desde el mismo corazon de la Cordillera hasta el mar en línea un tanto arqueada, pero relativamente corta i poco inflexionada. La an-

OROGRAFÍA 3

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18 I . OROGRAFÍA JENEKAL

chura de su hoya abraza, desde la altura de Parral hasta el Sur de Nahuelhuapi, una estension de 5 a 6 grados jeográficos de Norte a Sur, en cuyo espacio la Cordillera le envia un sinnúmero de afluentes. La vasta estension del territorio que le es tribu-tario, contrasta algo con su caudal relativamente corto. Hemos de atribuir esta escasez de agua a la sequedad del clima del pais, que recorre, una vez que se aleja de la Cordillera. Debido a esta misma causa 110 recibe afluente en su curso medio e infe-rior. Igual cosa sucede con el rio Chubut, en el cual es mayor aun el contraste entre su hoya estensa i su caudal exiguo.

La nieve perpetua i los ventisqueros, que van en marcha progresiva hácia el Sur, alcanzan aquí un desarrollo ya mui con-siderable. La inclemencia del clima se hace molesta no por lo bajo de la temperatura, que siempre es templada, sino por la abundancia torrencial de las lluvias. Los bosques conservan aun la lozanía i espesura tropical de las provincias inmediatas al Norte.

Todo este conjunto, esta mezcla de agua i tierra, de mar i cordillera, de rigor i amenidad, dan a Chiloé un carácter espe-cial i verdaderamente encantador. En esta parte es donde las risueñas comarcas de Chile se despiden para trasformarse, casi súbitamente, en los ásperos peñascos de la rejion sub-antártica de la estremidad del continente. Así el viajero palpa aquí los fenó-menos de las dos rejiones a la vez: viniendo del Norte presiente ya algo de los rigores i privaciones que le esperan mas al Sur, i recibe con sentimiento el último adiós de los verdes campos de Chile; llegando del Estrecho i del Cabo, son éstos los primeros en hacerle olvidar los sufrimientos esperimentados en las rejio-nes tan inhospitalarias que acaba de pasar.

Por último, notemos, al hacer este lijero diseño del territorio que nos ocupa, la diferencia en la dirección de las costas de los dos océanos: miéntras que la del Pacífico corre casi en derechu-

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TERRITORIO I)H LLANQUIHÜE X CHILOÉ 19

ra de Norte a Sur, según vimos, la del Atlántico, que limita un territorio todo sedimentario enteramente diferente, se inclina, al avanzar al Sur, cada vez mas al Oeste. Mediante esta disposición el continente de Sud América, que un poco al Sur del ecuador alcanza su mayor anchura, va estrechándose rápidamente, sobre todo desde la profunda incisión que hace en ella la ancha boca del rio de la Plata. En la latitud de Puerto Montt i El Cármen de Patagones, puntos situados en las extremidades opuestas, casi en el mismo paralelo que media entre uno i otro océano, la anchura del continente es solo de 150 leguas. Luego la estre-midad del continente, llamada jeneralmente la Patagonia, se estrecha mas, siendo de 115 leguas entre el estero de Comau de un lado i el Golfo de San Matías del otro, de 80 leguas entre el golfo de Penas i el golfo de San Jorje, de 75 leguas en el estrecho de Magallanes (1). De este modo, esta parte mas sa-liente de Sud-América forma la península austral de unas

( ( 1 ) La poca anchura del continente en estas latitudes indujo ya a HUMHOLDT

a proponerlo para el establecimiento de una línea de tránsito interoceánico jene-ral alrededor del Globo. Se fijó en la línea entre los golfos de Penas i San Jorje, por mediar entre ellos la distancia mis corta. Despues de él otros autores, como F R I C K , COX, FONCK, VIDAL GORMAZ, se han ocupado de esta cuestión tan inte-resante, proponiendo diferentes rutas. Posteriormente ha quedado casi en olvi-do. No pudiendo tratarla aquí, nos limitamos a llamar la atención sobre ella i los trabajos de los autores citados

1 GUILLERMO FRICK, Informe etc. (?), "El Araucano,, del 4 de agosto de iS^S-—Ferro-carril Andino, "El Ferrocirri lu del 9 d e j u l i o d e 1860.— Valdivia i ti rio Negro," El Mercurio» del 5 de mayo de 1863. — Colonizacion déla frontera de Valdivia, "El Mercurion del 27 de junio, 2, 3, 7, 8, 9 i 10 de julio de 1863.

FRANCISCO FONCK, La Patagonia, comunicación interoceánica, etc., "E l Ferrocarriln suple-mentos del 29 i 30 de agosto de 1863.

UN QUF.NOCANO, Patagonia, "E l Mercurion del 17 de setiembre de 1863. GUILLERMO E. COX: Viaje a las rejiones septentrionales de la Patagonia. Santiago, noviem-

bre de 1863, pajina 250.

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ao I . OROGRAFÍA J E N E R A L

20,000 leguas cuadradas de superficie, que como un gran pro-montorio se avanza al Sur entre los dos océanos principales de la Tierra, mezclando a ellos como tercero i sin barrera alguna sus aguas heladas el océano Antàrtico. Es notable, ademas, que ningún otro de los continentes se acerca tanto al polo Antàrtico, bien que quede en eso atras de los continentes del Norte, que avanzan mucho mas hácia el polo Ártico.

Esta situación, por una parte aislada en medio de la mayor estension de agua que existe en la tierra, i por otra algo avan-zada hácia la zona fria antàrtica (rejion sub-antártica), junto con su poca anchura, dan a la estremidad del continente sud-ameri-cano un carácter medio anómalo i excesivo, ofreciendo en lati-tudes no proporcionales, rigores que asombran nuestra imajina-cion e imponen al corazon mas valiente. No hai, pues, exajeracion al afirmar que hallamos a la vez en esta rejion el mar mas tem-pestuoso, la cordillera de mas difícil acceso, el archipiélago mas sombrío i el desierto mas desolado que posea la tierra.

Efectivamente, el clima de nuestra rejion, sobre todo en su parte mas austral, tiene mucho de excesivo i estraordinario, comparándola con otras zonas situadas bajo la misma latitud boreal. Darwin ha detallado mui bien el carácter especial de esta costa i de toda la península austral. Es un clima insular templado, aunque mas bien tendente a frió, con variaciones anua-les limitadas, un cielo casi constantemente cubierto de nubes, cantidad mui grande de lluvias i vientos mui fuertes. El con-junto de estos elementos produce efectos singulares í de contraste. Tenemos una vejetacion arbórea mui robusta i tupida, de hojas persistentes, parecida a la de los trópicos, poblada por pica-flores i choroyes, al lado de ventisqueros que bajan hasta el mar (46o 30' L. S.) Miéntras tanto la uva no madura en Val-divia (40o o'), i en la latitud de Puerto Montt (41° 30') la cosecha del trigo es espuesta a perderse. La flora i fauna de los

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TERRITORIO DE LLANQUIHUE I CHILOÉ 21

llanos mas australes de la Patagonia con sus terromontos (Ro-gers) ( i ) se asemejan mucho a las de las tundras de la Siberia, es decir, de una rejion plenamente ártica. Los roedores de ésta son representados por el hicuíucu i el reno por el guanaco. Para com-pletar la perfección de esta analojía, recordaremos que aun el carácter etnográfico de sus tribus indíjenas se parece mucho a la de los pueblos que habitan rejiones avanzadas hácia el polo Norte. El modo de vivir de los tehuelches se asemeja bastante al de las hordas ecuestres del Norte de Asia i el de los fueguinos i chonos al de los esquimales, que como ellos tienen que esplo-tar esclusivamente el mar para su escaso sustento. Hasta la constitución física, la fisonomía i el temple de jenio de estas tribus ofrecen analojías con los pueblos de los territorios árticos. Aunque la península austral quede bastante distante de la zona antàrtica, creo que podremos formar de ella, al reunir los ras-gos mas prominentes de su clima, una rejion sub-antártica.

Por otra parte, no es solo la situación oceánica la que impone a esta rejion su clima rigoroso i relativamente anómalo. Influye .mucho en él la cordillera alta que la recorre. Las lluvias tan abundantes detenidas en su cumbre i cimas del lado del Pacífico producen grandes masas de nieve i ventisqueros estensos, que hacen bajar la temperatura. A ella se debe, pues, no solo la desigualdad en la cantidad de las aguas atmosféricas de las dos costas, sino también en gran parte el clima tan poco hospitalario con todas sus consecuencias sobre la flora, la fauna i aun la etno-grafía. Tenemos, por consiguiente, aquí un ejemplo interesante del efecto que el encadenamiento de poderosos ajentes físicos ejerce sobre el carácter íntimo de un vasto territorio.

( i) Observé ya en 1857 montoncitos de musgos parecidos o idénticos a los de Magallanes en las faldas de los cerros del archipiélago de Chonos. Esta es pro-bablemente un tipo de vejetacion análogo a los céspedes alpinos.

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^^mmmmmmmmmmmmmñmm!^

OROGRAFÍA JENERAL DE LA CORDILLERA

La lijera delineacion que acabamos de hacer de la rejion de Chibé i Llanquihue, nos conduce al bosquejo de los rasgos mas característicos de su jeografía física. Echemos en primer lugar una mirada a su grandiosa Cordillera, que predomina de un modo casi absoluto en la formación i el aspecto de su territorio.

Deben interesarnos aquí ante todo la estructura, configuración, curso, dimensiones i demás propiedades físicas de esta cadena de montañas de primer órden, o con otra palabra técnica, su orografía en jeneral.

Por los trabajos de Pissis i su atlas topográfico de la República conocemos de un modo regular la orografía de la Cordillera hasta la latitud de Concepción o poco mas al Sur. Mas allá del volcan de Antuco nuestros conocimientos son imperfectos, porque aun-que conozcamos varios cerros, boquetes, lagos, esteros, etc., situados en su trayecto para el Sur, no sucede lo mismo con los terrenos intermedios, de modo que no tenemos ideas fijas sobre su curso i conformación.

Desgraciadamente ocurre aquí lo que sucede en todas partes donde existen rejiones no bien esploradas, que la fantasía se

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 34

apodera de estos territorios poblándolos con fenómenos escep-

cionales i raros, sea exajerados por su intensidad, sea por sí

mismos difíciles o imposibles de admitir. Es sensible que buenos

autores i meritorios esploradores de ámbos lados de los Andes

no hayan resistido a esta tentación i hayan dado pábulo a su ima-

ginación, estableciendo grandes irregularidades en el curso i

estructura de esta parte de la Cordillera. Así hemos visto abogar

con calor por la existencia de interrupciones completas de ella,

de desvíos de su curso, de dislocaciones de la división de las

aguas para el Este como para el Oeste, de cadenas formadas

por los volcanes al pié de ella i otras anomalías singulares por

el estilo.

Como el curso de las aguas depende de la configuración de

las montañas, pertenecen también a esta clase de problemas fic-

ticios otras afirmaciones relativas a aquél. Notamos entre éstas

la existencia de rios tributarios del Pacífico nacidos en las pam-

pas patagónicas, i de lagos que envian desagües a los dos océa-

nos. No existen estos fenómenos ni las perturbaciones orográ-

ficas que hubieran de dar lugar a ellos.

Creo que es erróneo también el modo de ver de algunos

autores que consideran esta costa como la pendiente de la alti-

planicie patagónica i niegan, por consiguiente, la Cordillera in-

termedia que domina las dos. Otros autores señalan el término

de los Andes en diferentes cerros salientes déla costa del Oeste,

cuando concluye en realidad en el Estrecho a alguna distancia

del Pacífico.

Es sensible, pues, encontrarse con tantas opiniones estravia-

das i tener que luchar para combatirlas sobre bases inciertas por

falta de datos positivos. Es mas sensible aun que estas teorías

no bien fundadas i las mas veces erróneas no solo hayan contri-

buido a entorpecer el adelanto de la ciencia, sino que hayan

tenido consecuencias prácticas de suma gravedad, dando oríjen

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24 I . OROGRAFÍA JENERAL

en gran parte a las dificultades con que tropezaba hasta ahora la

demarcación de límites entre Chile i la República Arjentina.

Convendrá mucho, pues, desvanecer estos errores, tratando de

aplicar a la Cordillera del Sur las reglas jenerales de la orografía.

Como ella es el terreno principal de los puntos de controversia,

su estudio orogràfico no solamente nos inspira un alto ínteres

científico, sino encierra también una importante cuestión de

actualidad.

Al trazar a grandes rasgos el carácter de los Andes de Chile,

hemos visto que hai un solo cordon principal guarnecido por

gran número de volcanes i que éste corre a poca distancia del

Pacífico, en dirección casi exacta de Norte a Sur. Así se presenta

a lo ménos la parte del pais conocida i poblada antiguamente

figurada por Pissis. Prescindiendo de los volcanes que no forman

cadenas sino hileras i suelen aparecer en situaciones algo varia-

bles, tenemos en estaparte de Chile una montaña o cordillera de

forma típica, que puede servir de modelo para el estudio de las

montañas en jeneral.

Entremos a examinar la estructura de esta famosa montaña,

pasando al mismo tiempo en revista las reglas orográficas fun-

damentales que hallan una aplicación mas directa en ella.

Una montaña es, según Naumann, una elevación del terreno

de dimensiones considerables, articulada de un modo múltiple

en sentido vertical, pero continua i caracterizada por una di vi-

sion fija de las aguas. Es esencial en ella que no tenga interrup-

ciones que la dividan del todo, bien que ofrezca multitud de

incisiones que produzcan, por el cambio constante de altos i ba-

jos, una gran variedad de formas. La presencia de una cumbre

central con la division de aguas i de ramificaciones laterales la

distinguen de una altiplanicie.

Ritter, el eminente jeógrafo aleman, i siguiendo a él von Son-

klar, de Viena, definen la montaña como una masa de solevan-

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OROGRAFÍA JENÍ5RAL DE LA CORDILLERA

tamiento de dimensiones considerables en la cual se distingue una línea de altura dominante que divide las aguas i cuyas par-tes integrantes se hallan íntimamente ligadas unas con otras, tanto por su contacto como por su constitución jeolójica. Dedu-cen de esto, que es esencial para una montaña que obre como divisor de aguas, para evitar que la pendiente de alguna masa de elevación se considere ya como montaña. El contacto i la ana-lojía jeolójica de sus miembros son otros atributos cardinales.

El tronco común que junta en un cuerpo las variadas articu-laciones de la montaña, se llama, según Kloeden, el cardón o lomo culminante (i>ein gebirgsrücken o der gebirgskammit) »Sí nos figuramos este lomo como el divisor de aguas, es decir, como una configuración de terreno que separa las aguas que bajan a dos lados diferentes, llamamos aquella línea en que se efectúa la separación de las aguas, la línea culminante ("die Kammli-nien). Esta misma línea limita la montaña para con el horizonte cuando se le mira de léjos 'n, Se ve que esta es indéntica a la altura dominante de Ritter. Otros autores la llaman línea anti-clinal.

La forma primitiva i normal en teoría de una montaña seria la de un prisma triangular tendido, cuyo canto formaría la cum-bre i cuyos planos laterales iguales las pendientes 2. Esta regu-laridad abstracta no es, sin embargo, nunca perfecta. El filo del prisma o sea la cresta central no se suele encontrar exacta-mente en el medio, como lo pediría la teoría, sino se halla mas cerca de un pié de la montaña que del otro, de modo que una de las pendientes está mas corta i mas escarpada. Esta desigual-dad depende del oríjen jeolójico de las montañas, sea que hayan

1 VON SONKXAR, AUgencine Órogtaphie, Wien 1873, pajinas 47 i 68.

2 GEO&CÍ LANDGRKBE, Grundziige der physikalischen Erdkunde, Leipzig , I86L, I , i , pa-

jina 33.

OROGRAFÍA 4

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2 6 I . OP.OORAFÍA J E N E R A L

sido levantadas por el fuego subterránea (Hutton, von Buch, Dana), sea que sean pliegues o dobleces de la costra terres-tre (Suess). Es fácil comprender que la montaña, en cualquiera de los dos casos, no haya salido matemáticamente vertical sino un poco inclinada a un lado. Esta particularidad está basada por consiguiente en su estructura orijinal, en su "tectónican. La erosion por los ajentes atmosféricos, que la labran desde un principio en gran escala, escavando en sus flancos los valles i quebradas, i nuevas erupciones parciales (volcanes) que pueden sobrevenir, le dan su relieve diferente i ulterior, en que el tipo primitivo del prisma con su base, filo i costado queda siempre reconocible por mas accidentada que esté.

Observamos en cada montaña un ascenso mas o menos uni-forme desde su pié en cada lado hasta la cumbre. Los cordones laterales, que constituyen los costados i corren en dirección mas o ménos recta desde su cumbre central hasta el pié, no podrán considerarse en ningún caso como entidad orogràfica indepen-diente, sino solo como partes de ella, siendo de importancia se-cundaria con relación a aquélla, aunque sean mas altos, como sucede a veces por escepcion.

Estas reglas principian a caducar solo al fin del curso de una montaña. En esta parte ocurren interrupciones mas o ménos completas; pero aun en este caso siguen mas allá de éstas cerros dispuestos en cordones o hileras que continúan su curso por mas trecho, hasta que se hunde definitivamente debajo de la super-ficie de la tierra o del mar. Hai ordinariamente varios cordones terminales, que se desparraman en forma de abanico del último macizo del cordon central i siguen corriendo como radios en di-rección centrífuga hasta una línea convexa o arco mas o ménos regular, que marca el hundimiento definitivo de la montaña en curso. Esta configuración típica se llama virgacion, como que aquélla se divide en rayas delgadas.

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 27

Se distinguen dos clases de montañas, las de cadena ("Ketten-gebirgen en aleman) de curso lonjitudinal bien desarrollado, i las de masa compacta (» Massengebirgen en aleman), que tienen su declive por todos los lados i una periferia mas o ménos redonda.

Las primeras se llaman en español mui propiamente cordille-ras, i difícilmente habrá otro idioma que posea un término que caracterice tan bien esta clase de montañas (i). Vemos que los Andes son una verdadera cordillera. Su continuidad constante i su estension tan larga están espresamente consagradas por este término. Es admirable la ciara intelijencia cielos conquistadores, que les dieron un nombre tan bien escojido. Conocieron al ins-tante que esta montaña, tan estraordinara por su ubicuidad i pro-dijiosa altura, era diferente de las 'isierrasn de su pais natal, de modo que le pusieron otro nombre i éste mui significativo.

Ocupándonos aquí de la nomenclatura orogràfica, logramos la ocasion para proponer que la palabra cordillera, aplicada como término jeneral a la montaña de los Andes, de primera catego-ría entre cuantas existan, quede reservada a esta clase de mon-tañas principales, i no se use ya, como frecuentemente sucede, para significar cordones i ramales de un órden inferior. Hablar en plural de cordilleras en el sentido de tales ramificaciones es, a nuestro modo de ver, una espresion vaga i carece de oportuni-dad, por no determinar una entidad fija.

Las cordilleras son las montañas que ofrecen el tipo mas per-fecto i las dimensiones mas grandes. Entre ellas ocupa el primer rango la de los Andes, sirviendo de modelo a las demás por sus caractéres tan sobresalientes. Su fama universal en el mundo es bien merecida. La Cordillera de Chile, que forma una sección

(i) Cordillera: cadena o sèrie no interrumpida de montañas, que se conti-núan por mui estensa distancia. Ant. El lomo formado por alguna tierra seguida e igual que parece ir a cordel.—Diccionario de la lengua caste/lana. Paris, A. Bouret, 1877.

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28 I . OROGRAFÍA JHHERAL

importante de ella, se distingue como montaña mui larga de un solo cordon, de dirección uniforme i estructura normal i participa del mismo carácter jeneral.

Aunque la altura de una cordillera suele ser la que mas nos impone por sus dimensiones verticales, en que queda detenida nuestra vista, su anchura no le cede en potencia i desarrollo. Una i otra guardan siempre una proporcion relativa. Cuanto mas altas sus cumbres, tanto mas anchas las clases sobre que descansan. Sin embargo, la clase de formación o rocas a que pertenece la montaña modifica esta proporcion en uno u otro sentido.

Las cordilleras son en jeneral las montañas mas altas del globo. Basta mencionar el Himalaya, los Andes, los Alpes, el Cáucaso. Las montañas de cuerpo macizo, como la Selva Negra, los Vosgos i las sierras del Brasil son mucho mas bajas. Es raro que estas últimas sean las mas antiguas i que las inmensas cordilleras, i entre ellas los Andes, sean las mas modernas, da-tando solamente de la época cretácea i terciaria.

Suess ha trazado sobre el globo una línea de trayecto, que comprende las cordilleras principales. Corre ésta desde la penín-sula Ibérica en el Atlántico hasta las grandes islas de la Sonda i el Pacífico, donde sigue orillando este océano en la forma que hemos descrito largamente.

No es una coincidencia casual sino inherente a la estructura de la Tierra, que la línea de las costas del tipo pacífico, estable-cida por el mismo autor, sea exactamente la misma (i). Las cor-dilleras ocupan de preferencia una situación litoral; la mayor parte de ellas son marjinales, elevándose a corta distancia del mar, como sucede en toda la circunferencia del Pacífico.

Hemos hecho ver ya que hai dos clases del tipo pacífico, el

( i ) Creo que la costa de Noruega pertenece también al tipo pacífico, aun-

que no se halle incluida en esta línea.

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OROGRAFÍA JEJÍEKAL DE LA CORDILLERA 2 9

uno de costa entera, el otro de costa fraccionada o glacial, por haber sido producido por la acción del hielo. En la rejion que nos ocupa se efectúa el cambio de la primera a la segunda clase. La costa que sigue desde este punto es un ejemplo mui notable del tipo glacial (i).

La estructura interior tanto de las cordilleras en jeneral como de los Andes, que nos ocupan, obedece a las reglas que el sabio ieógrafo señor P. L. Cuadra ha dado al caracterizar la de las dos cordilleras de Chile. Dice así: "En cada una de estas cade-nas distinguiremos los macizos o puntas mas elevadas i los por-tezuelos o gargantas, que constituyen las líneas mas deprimidas. Cada macizo se encuentra en el punto de intersección de varias ramas trasversales, o bien de aquéllos se desprenden éstas. El conjunto de los macizos constituyen las línea culminantes \u Se ve que la definición de estas últimas no difiere esencialmente de las dadas por Ritter i Sonklar.

Los macizos son los cerros mas elevados que forman cadena en el medio por el anudamiento seguido de unos con otros en los puntos de mayor depresión del filo de la montaña. Los ma-cizos, situados siempre en el centro de la cordillera, o a lo menos mui cerca de él, siguen uno a otro con toda regularidad en la dirección lonjitudinal, que determina la de toda la montaña. Ellos son, para decir así, las articulaciones o vértebras que componen por su unión continua el largo espinazo del cordon central i de toda la cordillera.

Pissis considera los macizos bajo un punto de vista algo dife-

( i ) Podrá haber otro tipo glacial como variante del tipo atlántico de costas.

Sin embargo, coma las montañas se hallan aquí distantes, éste será menos

pronunciado en comparación del tipo nuestro, en que el hielo producido por

las mismas cordilleras marjinales ha labrado sus costas.

* Apuntes sobre la jeografía física i política de Chile, Santiago, 1868, pajina 14, o Anales de

la Universidad.

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30 I . OROGRAFÍA JENERAI,

rente. Llama macizo todo el sistema de cerros comprendido entre las depresiones o boquetes en dirección lonjitudinal i los dos llanos limítrofes en la trasversal. Mientras que Cuadra i el que escribe estas líneas entienden por macizo solo la cumbre central, Pissis le agrega los cordones laterales que arrancan de él en cada lado o mas bien en uno. Comprendiendo en él una sección trasversal entera de la Cordillera, Pissis describe ésta por macizos seguidos uno por uno de Norte a Sur.

En este caso las dichas coyunturas de la espina dorsal de la cordillera comprenden no solo las vértebras sino también las cos-tillas anexas, abrazando el cuerpo de la montaña en toda su anchura.

Este modo de ver es mui fundado, pero parece que la voz "macizoii que indica una masa compacta de dimensión lonjitudi-nal relativamente corta, no cuadra mui bien con esta clase de secciones, por lo que conviene reservarla para los imponentes cerros del medio en oposicion a los cordones i cimas laterales.

La juntura continua de los macizos forma dentro de la cordi-llera i precisamente en el medio de ella una especie de cadena o cordon central. Ésta no forma en manera alguna una monta-ña aparte, sino es solo el centro o la culminancia del alto edi-ficio que la domina por cada lado i soporta jeneralmente la división de aguas, los pasos i las alturas mas elevadas. En esta parte llegan también a su auje los caractéres grandiosos de alta cordillera.

Esta supremacía del cordon central ya era conocida antigua-mente. El ilustre i sabio padre jesuíta Alonso de Ovalle realza su condicion privilejiada en términos verdaderamente admira-bles por su precisión: "Las dos cordilleras de Perú i Quito, cuando llegan a Chile ya no son dos, sino tma. No he visto esta división, sino continuos i perpetuos montes, que de una parte i otra sirven de muros, barbacanas i antemurales al que

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 31

en medio se levanta sobre todos, i es el que mas propiamente se llama cordillera Se ve que este autor entendía perfecta-mente la enigmática estructura de los Andes.

La disposición descrita de los macizos en un cordon central de curso continuo i fijo representa la estructura típica i normal. Ella se observa frecuentemente en trechos mas o ménos largos, pero las escepciones son mas numerosas aun que la regla, de modo que los autores niegan casi la existencia de montañas normalmente construidas. "Quizas en ninguno de los grandes sistemas de cordillera forma la parte central i mas alta de ella un lomo continuo, sino en todas partes el núcleo central se halla desparramado en un número de cadenas separadas, a menudo apénas conexas o solo enlazadas lateralmenteii (Sonklar) Philippson sostiene también que no existe casi una verdadera simetría en la tectónica de las montañas 3,

Relativamente a la cordillera nuestra, dice Suess 4, que según Simpson 4 la cadena central en el rio Aysen no parece estar formada de un cordon continuo, sino de cerros aislados unidos solamente por lomas planas ("Verlandung, n nvalles aluviales?!!, Simpson).

Estas opiniones, basadas en su mayor parte sobre observacio-nes hechas en los Alpes i otras montañas del Viejo Mundo, son solo en parte adaptables a la Cordillera de la América del Sur, que ocupa una posicion especial en orografía i se distingue pre-cisamente por su estructura normal.

El que recorra con atención en el atlas de Pissis la Cordillera comprendida entre Copiapó i Antuco, deberá convencerse, que

1 Histórica Relación del Reino de Chile, Roma, 1646, pájina 13. 2 Libro citado, pájina 99.

3 Studien úber Wasserscheiden, Leipzig, 1886, pájina 402.

4 Libro citado, pájina 675.

5 A}iales, 1870, I I I , pájina 128.

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32 I . OROGRAFÍA J E N E R A L

este largo trecho no encierra ninguna escepcion notable de las reglas señaladas de la tectónica. En cuanto a la Cordillera austral, creemos que existe en ella esta misma uniformidad. Será nuestra tarea demostrarla en detalle al ocuparnos de su estruc-tura especial.

El cordon central, compuesto de los macizos, es limitado por el fondo de los valles, que penetran hasta su base de cada lado i por el principio de los cordones laterales que se desprenden de sus dos costados libres, con escepcion del eslabón o yugo que le une con el macizo siguiente. Esta es la parte mas angosta i mas baja del cordon i se eleva del fondo de dos valles opues-tos en forma de un lomo regular i sencillo.

El perfil de los costados del macizo, que se dirijen de su cima i cresta culminante para abajo, demuestra una pendiente irregular, pero continua hasta un punto, en que se detiene su caida i se vuelve a elevar para seguir en forma de un lomo tendido. Este lomo, cuyo principio es marcado por esta depre-sión típica, es un cordon lateral o de segundo orden, comparán-dolo con el principal.

Los cordones laterales siguen la misma lei en su estructura, según deja establecido el señor Cuadra, pero tanto su importan-cia arquitectónica como sus dimensiones, son mui inferiores a las del cordon central: son los puntales que sostienen de cada lado la muralla alta del centro con sus picos i torreones. Rivali-zando a veces su altura con la del cordon principal, su estension lonjitudinal suele ser limitada i por regla jeneral bastante corta, aunque proporcional a las dimensiones de la montaña. Tomando su arranque del macizo del cordon central, corren en dirección mas o menos vertical a la del eje de este, para llegar a dis-tancia relativamente corta al llano o mar que se estiende a lo largo de cada montaña. Su curso tiene en nuestra Cordillera, por término medio, en línea recta, el largo de 15 leguas mas o ménos,

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OROGRAFÍA JBNERAL DE LA CORDILLERA 33

de modo que toda esta montaña, suponiendo que el declive

para el Atlántico tenga igual desarrollo, tiene la anchura doble o

sea de 30 leguas (1). La pendiente con que los cordones latera-

les bajan al llano, suele ser mui escarpada. Cada cordon forma

al caer un ancho fronton que, visto de frente, parece muchas

veces formar cadena hasta de algunas leguas de largo a orillas

del llano, pero no es en realidad sino el ancho pié del cordon

trasversal, que, viniendo destacado de la cadena principal para

el llano, termina aquí bruscamente con base ancha i cumbre

alta. De este modo, tanto la Cordillera como todas las montañas

de cadena, vistas de cerca, se levantan como una muralla del

llano sobre que descansan, formando su pié una línea, aunque

mui accidentada, con todo en jeneral paralela al eje del cordon

central. Esta línea recta tiene para el espectador, por una apa-

riencia óptica, la forma de un semicírculo.

Esta caida escarpada de los cordones trasversales hácia el

lado del Pacífico, tiene relación con la anchura diferente de los

dos costados, debida a la tectónica de las cordilleras según vimos

arriba. Según Suess, obra en este hecho también la existencia

de una especie de falla o quebradura a lo largo de la línea de

erupción de la Cordillera. Su pendiente occidental es la mas

corta i por consiguiente la mas áspera i repentina; elevándose

de la orilla del mar o del llano bajo, sube en un espacio relati-

vamente corto a una altura estupenda. Esta circunstancia da a

la Cordillera de Chile el aspecto mas imponente i el acceso mas

difícil que del lado arjentino, en que su falda baja mas lenta-

mente a un llano bastante alto de pendiente mui suave. En los

Alpes de Suiza se repite este mismo hecho. Aunque su subida

desde el llano de Alemania sea bastante escarpada, su caida a

(1) La anchura de la Cordillera en la parte central de Chile se suele estiraar

en 40 léguas.

OROURAFÎA 5

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34 I. OROURAL'ÍA JENERAL

los llanos bajos del Po es mucho mas violenta aun i le da un

aspecto sobre manera grandioso. Este mismo fenómeno obser-

vamos aquí en iguales condiciones.

Los cordones laterales son afectados desde la altura de Talca

hasta casi el fin austral de la Cordillera por la agregación del

elemento volcánico, que señalarnos arriba como un constituyente

esencial de esta montaña i de toda la costa del Pacífico. En la

parte mas setentrional ocupan los volcanes el centro, elevándose

como macizos (?) a prodijiosa altura i aumentando con los pro-

ductos de sus erupciones mas aun el volumen del jigantesco

cordon central. Su acción en este sentido se nota poco sin em-

bargo, probablemente a causa de las dimensiones tan grandes

de sus alrededores. Mas al Sur la disposición de los volcanes i

sus efectos jeolójicos son diferentes i mucho mas importantes

en proporcion. Tenemos que pedir a la parte jeolójica de este

libro unos datos anticipados para rendirnos cuenta de las rela-

ciones entre los volcanes i los cordones trasversales.

Los volcanes mui numerosos, que desde el Descabezado chico

(35° 3o ') hasta el volcan Fitzroy o Chalten (49o 6') pueblan la

falda de la Cordillera, se hallan casi todos destacados de su línea

culminante en dirección al Oeste- Algunos se hallan todavía

cerca de ella, otros se alejan bastante i 110 pocos están situados

al pié de la Cordillera, elevándose del mismo llano lonjitudinal

o del golfo intermedio.

Ya Humboldt habia señalado el hecho, que 'das grietas vol-

cánicas hicieron su erupción siempre en la parte occidental de

los Andes que mira el litoral del Pacífico \n Estos volcanes

se hallan colocados sobre los cordones trasversales, sea que

estén intercalados en el curso de ellos, modo que no se conoce

bien aun por falta de datos, sea que formen su terminación, el

1 KOSMOS, t o m o I V , p a j i n a 2 0 3 .

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 35

caso mas frecuente i mejor conocido. He formulado una regla, que trataré de fundar en su lugar, sobre las condiciones en que los conos volcánicos se hallan unidos al cordón central. Según ella, un cordon de cerros mui altos, que se dirije de éste en forma oblicua, casi semicircular, hácia el pié de la Cordillera, remata en un volcan nevado de altura i situación dominante. De este modo la línea de los frontones, que se eleva sobre el llano, se halla coronada de trecho en trecho por uno de aquellos mag* níficos picos, que forman un tipo tan característico del Sur de Chile i causan la admiración i el deleite de los viajeros.

Agreguemos como otro complemento jeolójico, que a espal-das de la hilera de volcanes i paralela a ella corre por regla, según Humboldt, una cordillera de rocas primitivas \ Ésta es constituida aquí, según Pissis, por sienita.

La intercalación de los volcanes i la gran altura relativa délos cordones laterales, que ligan éstos con las cumbres centrales, constituyen un aumento estraordinario en el volumen i potencia de la falda poniente. Tenemos en ésta mayor número de cerros altos que en otras cordilleras que carecen de volcanes. Es indu-dable que sucede lo mismo con relación a la pendiente oriental. Conociéndola aun mui imperfectamente, pero sabiendo que no tiene volcanes, podemos inferir que carece de esta multitud de cimas altas i que sus cordones laterales son en jeneral mas ba-jos. No puede rivalizar, pues, bajo este aspecto, con la pendien-te occidental, bien que, según veremos luego, la pre-cordillera compensa en gran parte esta diferencia.

Los cordones laterales del Poniente siguen casi siempre una dirección perpendicular al eje de la Cordillera. La distancia rela-tivamente corta que tiene que recorrer no ofrece espacio sufi-ciente para un desarrollo lonjitudinal. De este modo resulta que

i KOSMOS, t o m o I , p a j i n a 152.

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36 I. OROGRAFÍA JENERAL

todos los cordones laterales sean trasversales. La otra clase de cordones secundarios, los lonjitudinales o paralelos faltan casi del todo. Conocemos mui pocas escepciones de esta regla. Una de ellas es la cadena alta, que faldea al Oeste el curso superior del rio Biobio, que corre en esta parte de Sur a Norte al pié del cor-don central ántes de entrar al llano. Parece que el cordon qué se estiende al Oeste del lago Lacar i rio Huauhum (afluente del rio Callecalle) i es atravesado por el boquete de Lifen o Lipela, es igualmente un cordon lonjitudinal. Notemos que estos dos cordones paralelos de corta estension pertenecen a la parte inte-rior de la Cordillera. Esta clase especial de cordones se encuen-tra también en la falda oriental. Un ejemplo de ella es el cor-don que limita al Este el valle del rio Frió. Es probable que haya muchos otros.

La otra clase mas importante de cordones lonjitudinales falta enteramente en la parte austral i media de Chile, pero es tanto mas frecuente en el declive del Atlántico. Son mui numerosos los ramales orijinalmente trasversales, que al llegar al pié de la Cordillera se prolongan, cambiando al mismo tiempo en direc-ción, que sigue casi paralela al cordon central. Su curso es siem-pre algo inclinado al Este, de modo que al caer finalmente al nivel de la pampa, su distancia de aquél ya es considerable. La Cordillera es caracterizada aqui por la larga estension de estos cordones suavemente inclinados al Este, que dominan completa-mente la configuración del pais; de manera que todos los valles i ríos que nacen en ella, desde el rio Colorado hasta el rio Chico, obedecen a esta disposición. Faldean en su curso superior i por distancias largas la Cordillera, i toman solo a distancia conside-rable de su oríjen la dirección recta al Este para encontrar el mar. La dirección, en cierto modo singular de estos ríos, no es con todo escepcional, sino la regla jetieral en el trayecto de los Andes por las dos Américas, según vimos al hablar de sus re-

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 37

jiones setentrionales. Es de notar que la mayor parte de estos ríos corren medio inclinados de Norte a Sur; dos, el rio Limai i el Sengel corren en dirección opuesta, es decir, del SO. al NE. Solo en la rejion mas austral hallamos una escepcion de esta re-gla, siendo que ¡os rios Santa Cruz i Gallegos corren directa-mente al Este.

Esta conformación es sin duda análoga o tal vez idéntica a la Pre-cordillera establecida como entidad orogràfica por los auto-res arjentinos i de la cual hablamos ya mas arriba ( i ) 1 . Debe causar nuestra admiración ver tan jeneralizada esta configura-ción como atributo constante de la falda oriental. Es evidente que ella gana en anchura lo que pierde de altura al compararla con la pendiente del poniente.

Algunos autores arjentinos ponen en oposicion a la Pre-cor-dillera la Cordillera real, aplicando al cordon central i a su falda occidental el mismo nombre que se da a ciertas rejiones no bien determinadas de la Cordillera del Perú i Bolivia. Son éstas los declives orientales no bien definidos del segundo i tercer cordon, que son ya bastante bajos i hacen contraste con la helada rejion de los altos cordones del medio i Oeste por su vejetacion tropical impenetrable, i son conocidas por las descrip-ciones de los viajeros Poeppig, Weddell i otros. En cuanto a la presencia de bosques, cabría la comparación con la Cordi-

( I ) Según D O E R I N G 2 ias sierras de Tandil i de la Ventana, situadas en la

provincia de Buenos Aires, a poca distancia del Atlántico, están unidas a las pre-

cordilleras del Oeste por una hilera de colinas i cerros mas o ménos bien pro-

nunciados i de carácter jeolójico análogo.

S U E S S llama con este motivo la atención sobre esta tendencia jeneral de los

Andes, de desviarse al SE., i la compara con la inflexión que hacen en el fin aus-

tral del continente, al dirijirse a la isla de los Estados. Tendremos ocasion de

dilucidar mas adelante este punto.

1 V é a s e p á j i n a i o . 2 C i t a d o po r EDUARDO SUESS, das Antlizder Erde, 1885, I , p a j i n a 663 .

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38 I. OROGRAFÍA JENERAL

llera del Sur, pero no en sentido orogràfico. Según mi modo de ver, tanto este término como la entidad misma a que da su nom-bre, no tienen razón de ser. Avanzando del Este al Oeste sigue a la pre-cordillera 11 cadena central con sus ramales secundarios en cada lado, es decir, la Cordillera misma, la cual no tiene deno-minación especial sino la jeneral de los Andes, i se designa en Chile simplemente con este nombre en el sentido que es la Cordillera por escelencia. Darwin habla también solo de la Cor-dillera (the Cordillera). Aunque tengamos en Chile otra cordi-llera, la de la costa, nunca se ha sentido la necesidad de diferen-ciar la Cordillera por un nombre particular. Pero aun cuando se quisiera poner de todos modos la Cordillera en oposicion a la pre-cordillera, el término »realn no seria oportuno por no indicar de ninguna manera la mutua relación déla una con la otra, que habria que espresar si se quisiera dar a la principal un calificativo o distintivo. Dentro de la Cordillera no cabría tampoco una di-vision orogràfica o rejional, a que se podría atribuir este término por ser de un solocordon. El epíteto "realn no tiene, pues, base científica, i mas bien da lugar a dudas i confusiones, dejando traslucir una Cordillera aparte, que no existe. Creo que conviene suprimir este término.

Con la delineacion de los cordones, que acabamos de asentar, quedan plantadas la base i el armazón de la Cordillera. Los de-mas elementos de su estructura dependen de éstas y se deducen fácilmente de ellas, lo que nos permitirá tocarlos mas a la lijera.

Volviendo al prisma primitivo que formaba cada montaña, tenemos en sus cordones trasversales los restos del plano incli-nado que han resistido a la erosion. Donde ésta ha logrado escavar mas los flancos, ha producido los surcos o depresiones profundas que separan los cordones en cada lado, es decir los valles. Éstos representan las depresiones en oposicion a las alturas según 1 i fórmula de Cuadra. Su importancia orogràfica i

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práctica es capital. Por ellos hallan salida las aguas atmosféricas condensadas en forma de rios i riachuelos; ellos son los únicos terrenos cultivables i los que dan entrada i paso al hombre.

Distinguimos dos clases de valles: los trasversales i lonjitudi-nales, limitados cada uno por los cordones del mismo nombre. Los primeros son de curso relativamente corto, de forma irre-gular, de anchura variable, las mas veces reducida, de pendiente rápida i encerrados por paredes altas i escarpadas en el fondo i los lados. Los segundos son largos i anchos, de forma regular, pendiente suave i paredes ménos ásperas. Esta diferencia se esplica por el oríjen de los valles: los trasversales han sido esca-vados por la erosion de rocas mui resistentes; los segundos ocu-pan casi siempre depresiones preformadas en la tectónica de las montañas.

Casi todos los valles de la pendiente occidental son trasversa-les i participan de los caractéres de éstos de un modo mui pro-nunciado. Corren en Chile bajo el nombre significativo de cajones, por lo alto i cerrado de sus paredes. Estando acos-tumbrados de ver en los Alpes, como la cordillera modelo y mas conocida, valles trasversales de suelo plano bastante ancho, estrañamos no hallarlos aquí. Muchos valles de Chile, aun de primer órden, son meras quebradas, en que las pendientes de los cerros se tocan de cada lado ¡ continúan en esta condicion por muchas leguas. Parece que solo raras veces se encuentra la forma mas común de los Alpes, en que el rio ocupa una quebra-da limitada por uno o dos barrancos verticales en un terreno plano de sedimentos, que llena el resto del suelo. Mas frecuente i talvez propia de la Cordillera es la forma en que solo el lecho del rio ocupa el fondo, formando éste una especie de playa, sobre cuya superficie corre aquél serpenteando de un lado al otro, sin tener bordes apreciables, tipo que parece ser escepcio-nal en los Alpes, en que le he observado en mis escursiones

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40 I. OROGRAFÍA JENERAL

solo una o dos veces. Este, el suelo de los valles de los rios Peulla i Follil en la falda O. de nuestra Cordillera.

Sabemos por la descripción del sabio viajero doctor von Len-denfeld, que el suelo de los valles de los Alpes de la Nueva Zelanda, situada enfrente en la orilla opuesta del Pacífico i cuya orografía tiene muchas analojías con la nuestra, es enteramente plano, cubierto de ripio i recorrido por el torrente glacial, cuyos brazos innumerables lo cubren como una red en toda su anchu-ra \ Estos valles son mui parecidos, pues, a los de esta últi-ma clase de la Cordillera, con la diferencia que son mas anchos.

Hemos mencionado arriba dos valles: los del Biobio i Huauhum, que se estienden en dirección paralela al pié de la cadena central. Esta clase de valles es frecuente en el interior de todas las cordilleras i suelen llamarse " valles altosn (Hoch-tháler, en aleman) por hallarse a altura considerable sobre el nivel del mar. Valles de la misma clase en la pendiente opuesta son el del rio Frió i el que habitaba el infortunado cacique Fo-yel en los nacimientos del rio Sengel. Según Fontana, quien lo descubrió en su viaje tan notable, tiene 14 leguas de largo.

Los valles lonjitudinales son del dominio de la falda oriental, lo mismo que los cordones de la Pre-cordillera que los limitan. Las hoyas de los innumerables rios i lagos de este lado son valles de esta clase. Como ellos dan siempre un gran desarrollo territorial al pais que recorren, tenemos allí también el ancho territorio de la Patagonia, que les debe su base.

Existe en Chile un solo valle largo de forma lonjitudinal, el gran llano o valle intermedio de Domeyko, situado entre la Cor-dillera i la cordillera de la Costa, las que divide mui netamente. Podríamos considerar éste como simple valle paralelo. Sin

1 Der Tasmaugletschea u.seinc Umgevung en "Peternaanus MoithellungenM, Erganzunzsheft, N . " 75, 1884, pájina i.

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 41

entrar todavia a estudiar este punto, observaremos solo que basta una simple ojeada para cerciorarnos, de que no es un valle común, fijándonos en el curso de los rios, que lo atraviesan todos en dirección trasversal, miéntras que los valles encierran gene-ralmente solo un rio con sus tributarios, es decir, una hoya. El valle intermedio participa de muchas hoyas de rio i se asemeja, por lo tanto, bajo este respecto, a cualquier llano situado al pié de una montaña.

No nos toca aquí examinar de cerca este valle de carácter especial i tan bien delineado desde 1846 por nuestro ilustre sa-bio Domeyko \ Basta recordar su estension tan larga, que asciende a cerca de mil quilómetros, su suelo formado por sedi-mentos de acarreo, su declive constante de E. a O., su descenso lento gradual desde el pié de la cuesta de Chacabuco (700 me-tros) hasta cero en Puerto Montt a orillas del golfo de Relon-caví, donde se hunde debajo el mar, su curso continuo, sin inte-rrumpirse, i nlast not leastn su inmensa importancia como centro de poblacion i campo de cultivo. Queda en duda si la segunda angostura al S. del rio Cachapoal es una verdadera aunque corta interceptación "por un bajo cordon andino de rocas porfí-ricasn (Domeyko) o nó (1). Mas al Sur sigue el llano sin inte-rrupción alguna.

Séame permitido hacer aquí una somera rectificación de un error lijero i pasajero de mi amado maestro Domeyko, a que yo mismo talvez he dado motivo. Domeyko habia establecido el hecho que el llano corre sin interrupción hasta hundirse en el golfo intermedio. Estando en Llanquihue, en el mismo punto

(1) Como esta angostura es recorrida, según el mapa de PISSIS, por un ria-

chuelo, se le podría considerar como valle i nó como portezuelo; no hai indicio

que el cordon en cuestión se una con la cordillera de la Costa.

1 Véase su Viaje en la Araucania i Anales de la Universidad. 1875, tomo I> paj ina 57 i si guientes.

OROGRAFÍA 6

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42 I. OROGRAFÍA JENERAL

en que se efectúa este cambio, tuve varias veces ocasion de remi-tir a Domeyko comunicaciones sobre la configuración i jeolojía de esa parte tan interesante, confirmando plenamente su opinion. Le envié también un croquis de una mensura barométrica del istmo mui bajo entre el golfo i el lago de Llanquihue, el cual demuestra el lento ascenso por grados, habiendo solo al último unas colinas redondeadas. Este perfil se reprodujo en los Ana-les 1 de un modo tan impropio, que no tiene casi semejanza con el orijinal. Aparece en él una especie de cordon, que indujo talvez a Domeyko a creer en una verdadera cadena atravesada, i como yo le habia remitido en otra ocasion muestras de diorita de los distantes cordones sub-andinos, creyó quizas que este cor-don fuese de diorita. De este modo ha sucedido, según creo, que, nuestro digno sabio, dudando de la exactitud de su inmejorable teoría, admitía al fin "una última barrera de roca firme (o de una masa diorítica) que constituye el citado istmo 2. n Pues bien, esta barrera orogràfica, según dijimos ya, no existe: todo el istmo consta de terreno bajo de acarreo glacial, tal como Domeyko lo habia creido siempre hasta el dia que la interpretación de un dibujo mal reproducido le indujo a esta lijera equivocación. Su célebre doctrina de la continuidad del llano intermedio queda bien establecida.

Agreguemos, por último, que según Pissis, los vestijios "déla inmensa grieta, ii del valle lonjitudinal, se notan desde el desierto de Atacama i que esta depresión i su continuación "al Sur de los 42o L. S. por los canales de Chonos i Mesier hasta el Estre-cho de Magallanes, forman uno de los rasgos mas largos en la estructura de la Tierra 3.n

1 1862, tomo I, pajina 163 i croquis. * Ibidem, 1875, tomo I, pájina 60. 3 Jeografía física, Paris, 1875, Pajina 46.

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 4 3

Un elemento importante en la estructura de las cordilleras es su dirección, según indica ya su definición. En cuanto a nuestra Cordillera, sabemos que su pié corre en línea recta bastante exac-ta de Norte a Sur. Desde Lenca o Chaica, lugares situados al Este de Puerto Montt, en el ángulo del seno de Reloncaví, en que la Cordillera toca por primera vez el mar, hasta mas allá del Estrecho de Magallanes, vemos la ribera alta del golfo interme-dio, que forma su pié, correr en línea recta, aunque accidentada, por el meridiano de J2Q 5o' Long. O. Greenw. Sin conocer pues, aun el curso i la estructura de la parte central de la Cordillera, podemos inferir que ella sigue en la misma dirección, sin desviarse notablemente del curso indicado, porque cualquier cambio en ella habria hecho variar también la de su perfil esterior. Considero constante i exacta en sus detalles la dirección de la Cordillera austral por el meridiano indicado.

La línea de la costa firme desde Carelmapu, en la entrada del canal de Chacao, a Lenca o Chaica, en el ángulo N. E. del seno de Reloncaví, marca el cambio tan notable del tipo entero o continental de costa al fraccionado o glacial Desde este pun-to la costa firme continúa en esta última forma hasta el término del continente. La línea de la costa no sigue ya a cierta distan-cia la dirección de la Cordillera,—i.a variedad del tipo Pacífico,— sino esta misma forma la costa, hallándose invadida por el mar i siguiendo su curso como montaña estrictamente marjinal.—2.a

variedad.—Careciendo de datos positivos sobre su configuración en esta parte, se ofrece la duda de si este cambio hace variar o no la estructura que la rije en el resto de su curso. Corno esta costa está cortada por esteros ("fjordsn, ensenadas) mui profun-dos, que ocupan los valles, podría suceder que éstos la atravie-sen hasta el nivel de la Pampa que se estiende al otro lado de

1 Véase sobre estos tipos pájinas 7, 8, 11, 29.

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44 I . OROCRAFÍA JEN ERAL

la Cordillera. Algunos ejemplos de otras montañas análogas nos

podrán guiar para resolver esta duda.

Los Pirineos, montaña muy análoga en su estructura a la Cor-

dillera, ofrecen un ejemplo parecido al que nos ocupa, del cam-

bio de continental a marjinal: los Cantábricos corren, despues

que aquellos han tocado el mar de Vizcaya, como su continua-

ción a lo largo de éste. Siguen por gran trecho la misma direc-

ción a lo largo del mar i ofrecen en esta parte i en su cur-

so ulterior, al alejarse de él, la misma estructura normal que

aquéllos.

Los Alpes de la Nueva Zelanda, cordillera opuesta a la nues-

tra, corren lo mismo que ésta a mui poca distancia i a lo largo

de la costa del Pacífico, sin desviarse ni interrumpirse en su tra-

'yecto, "ofreciendo el ejemplo de una montaña casi marjinal,

igual a las grandes cordilleras de los continentesu (v. Lenden-

feld). Los Gates occidentales, en la costa del Indostán, observan

igualmente un curso recto a lo largo del mar, sin inflexión ni in-

terrupción alguna. Los Alpes Dinarios de la Dalmacia corren

también por distancia larga paralelos a la costa del Adriático,

sin perder en parte alguna su carácter de cordillera continua.

Los Alpes Dinarios están recortados en su base por canales

largos i ensenadas profundas de un modo parecido (no idénti-

co?) al tipo fraccionado de nuestra costa. Ellos hacen la transi-

ción a las cordilleras marjinales de este tipo, entre las que des-

cuellan las célebres montañas de la Noruega. En éstas sucede lo

mismo que en las primeras. Parece que ninguno de los innume-

rables 'ifjordsn que se internan en los Dofrines i Kjolen de la

Escandinavia, atraviesa esta montaña, sino que de su fondo se

sube a lo alto de ella, que suele ser una loma mui ancha.

Volviendo la mirada a nuestro continente i a los mismos Andes,

tenemos también en la estremidad opuesta del hemisferio Norte

la configuración glacial de la costa, según lo anotamos ya arriba.

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OROGRAFÍA .1ENERAL BE LA CORDILLERA 4 5

Ésta se eleva igualmente alta sobre la orilla del mar, i el cordon

que la limita se comunica por pasos bastante elevados (Chil-

kat, Chilkoot, White) con la falda opuesta. Solo algunos rios que

descienden de los "Rocky Mountains,n (la Cordillera principal

que representa los Andes) atraviesan el cordon de la costa. Bien

que la estructura fundamental sea la misma, las condiciones son

algo diferentes por la mayor distancia de la Cordillera del mar i

los cordones lonjitudinales interpuestos. Es por demás curioso

que ninguno de los varios ejemplos citados, esceptuando talvez

la parte Norte de los Kjolen, ofrezca una configuración comple-

tamente igual a la nuestra: ninguno de ellos tiene un alto cordon

único bañado directamente por el mar con costa de tipo glacial.

Pero de todos modos subsiste en ellos, como en el nuestro, el

curso no interrumpido de la cordillera marjinal de costa entera

o fraccionada. Con razón dice von Richthofen, al hablar de los

pasos directos, que las costas guarnecidas por "fjordsu se hallan,

casi sin escepcion, estrictamente separadas de las tierras situa-

das a sus espaldas.

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EL FIN DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES

-<í9.TÍ'T¡Se

En la sección que nos ocupa ocurre, por último, la termina-ción de la Cordillera, su hundimiento debajo del mar. Reinando una gran oscuridad i opiniones diverjentes sobre este punto in-teresante, entremos todavía a estudiarlo a la lijera, para comple-tar su orografía jeneral.

Despues de haber recorrido en la forma descrita la península austral, se acaba el grandioso sistema de los Andes a poca dis-tancia del cabo de Hornos, sin alcanzarlo precisamente, estando acompañado hasta su fin de la cordillera de la Costa. Su descen-so i desaparición final se hacen en la forma indicada arriba interrumpiéndose una o mas veces ántes de llegar al Estrecho, para continuar i volver a hundirse en éste debajo del mar, sea definitivamente, o sea para seguir por un corto trecho mas en la Tierra del Fuego. No falta tampoco su virgacion típica en múl-tiples ramales de proporciones mas reducidas. Suess caracteriza

i Véase arriba pajina 26.

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EL FIN" DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES 47

mui bien el efecto de esta conformación: según él los espa-cios llanos que deja la virgacion de la Cordillera, son ocupados por las formaciones modernas de sedimento.

Data casi del mismo descubrimiento del Estrecho el proble-ma tan importante para la navegación como interesante para la jeografía, de si existe alguna otra interrupción mas al Nor-te. Los esclarecidos i esforzados esploradores españoles salidos de este lado, Juan Ladrillero (1557) i Pedro Sarmiento de Gam-boa (1579)1 buscaron ya este paso i, si bien no hallaron salida, el primero de ellos dejó indicada una interrupción de la famosa cor-dillera nevada, que solo en nuestros dias se ha vuelto a verificar. Ladrillero asienta formalmente el hecho de que la Cordillera se halla interrumpida al fin del gran estero délas Montañas, en cu-yas últimas ramificaciones, los esteros de Obstrucción i Ultima Esperanza, use acaba la Cordillera i eran todos llanos a la parte del Esnordeste hasta la mar del Norte, a lo que parecía 2.n Es admirable la exactitud déla descripción de Ladrillero, porque su interpretador reciente de la Oficina Hidrográfica ha podido po-nerla en concordancia perfecta con la esploracion del teniente Guillermo G. Skyring, de la espedicion del Beagle.

Skyring esploró en 1830 estos esteros de forma verdadera-mente laberíntica. Fitzroy, el célebre jefe de la espedicion, habia descubierto el año anterior desde el Estrecho las grandes "aguasn de Otway i Skyring, que se estienden en dirección a los esteros mencionados de la costa del Oeste. Habia, pues, un Ínteres espe-cial de encontrar la deseada comunicación entre unos i otros bra-zos de mar. La esploracion dejó establecido que la comunicación no existe, pero confirmó la opinion de Ladrillero, de que la ribe-ra oriental es de terreno bajo hasta tierra adentro, i que la "costa

> EDUARD SUESS, das Antliz de Erde, 1S85, I , pajina 665, 2 Anuario Hidrográfico de la marinade Chile, Santiago, 1880, pajina 482 i s.

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48 I. OROGRAFÍA JENERAL

occidental del canal de las Montañas es formada por la termina-

ción austral de los Andes 'n, que es marcada en el mapa como

la cordillera o península Sarmiento (i). Un cordon de cerros

corre, según Skyring, a lo largo de la ribera oriental del estero

Obstrucción i se junta, según parece, con los cerros Pinto situa-

dos en el ángulo NO. del agua Skyring.

En 1877 el benemérito teniente Juan Tomas Rogers, malo-

grado desgraciadamente a temprana edad, hizo, bajo las órde-

nes del almirante Juan J. Latorre, una esploracion mui notable

de estas comarcas, que ha dado mucha luz sobre su jeografía,

recorriendo por tierra i desde el lado opuesto el pié oriental de

la Cordillera. Alcanzó hasta cerca del estero o seno de Última

Esperanza con las "llanuras de Dianau hácia el Sur, hallando

una configuración del todo conforme a la descrita por Ladrillero

i Skyring. Divisó desde este punto un largo cordon denomina-

do cordillera de los Baguales con los cerros Paine i Stokes, que

corre de N. a S. i la cordillera Latorre, que parte al E. i aun

conservaba manchones de nieve en noviembre. »La cordillera

de los Andes parece seguir su curso por las penínsulas que

dejan las diversas ensenadas, cortándose para continuar por islas

i el continente mismo mas al S. *.n

De un modo idéntico describe este punto el aprovechado na-

turalista de la espedicion, Enrique Ibar. i'La gran cadena andi-

na, dice, desviada del continente se desparrama caprichosamente

( 1 ) S A R M I E N T O buscó paso por este mismo estero, pero no se internó tanto como L A D R I L L E R O . K I N G comentó su derrotero, mientras no conocía el de L A -

DRILLERO, que se publicó solo en 1879 i 1880 por A M U N Á T E G U I i V I D A L G O R -

MAZ. S A R M I E N T O reconoció ademas la Cordillera nevada de la Tierra Firme,

mas al Sur, en el golfo de Xaultegua.

1 Voyages of the Adventure and Beagle, P , PARKER KING AND ROBERT FITZROY, L o n d o n ,

1839, I , pa j inas 263, 348, 572.

» Estudio sobre las aguas de Skyring, Sant iago, 1878, pa j ina 76, i Anuario Hidrográfico.

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EL FIN DE LA CORDILLKRA I)E LOS .IJÍDES 4 0

en el laberinto de islas, verdadero hacinamiento insular i que

limita los sinuosos i múltiples canales de la Patagonia occiden-

tal '.n El fin occidental de la cordillera Latorre, formada por

mesetas cubiertas de lava, termina bruscamente, según Ibar, en

el canal con un elevado fronton.

El teniente Ánjel C. Lynch me ha confirmado en un cróquis,

que tuvo la amabilidad de hacerme, la misma configuración de

esta rejion, agregando que el cordon que faldea la ribera orien-

tal del estero Obstrucción, forma la división de aguas.

Por último, el señor Alejandro Bertrand, en su notable tra-

bajo sobre la rejion central magallánica, pone fuera de duda

alguna que la Cordillera está interrumpida en esta parte por un

plano de 10 millas de ancho, cuya altura no excede de 250 me-

tros sobre el nivel del mar. Según este autor, "queda demostrado

que en la latitud de 52o la cordillera de los Andes derrama todas

sus vertientes en las aguas del Pacífico», lo que me parece du-

doso, puesto que algunos afluentes del rio Gallegos parecen

tener su oríjen en esta parte de la Cordillera 2. Bertrand figura

en su excelente mapa un cordon con el cerro del Penitente, el

cual corresponde al observado por Skyring i Rogers al E. del

estero Obstrucción.

No hai duda, pues, que la cordillera de los Andes queda inte-

rrumpida en este punto. Algunos de los autores citados suponen

aun que ella concluye del todo en esta parte o aun mas al nor-

te (1). Estas opiniones pugnan abiertamente con la de nuestros

maestros mas grandes.

El ilustre Sarmiento, quien acababa de esplorar la cordillera

(1) SUESS, quien se funda en las relaciones casi completas de los autores que

han descrito esta costa, opina que la cordillera principal se estingue luego al sur

1 Algo sobre el estremo austral de la Patagonia, "La Patrian del i . ° de febrero de 1878.

2 Anuario Hidrográficoí 1886, pajina 334.

OROGRAFÍA 7

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50 I. OROGRAFÍA JENERAL

de su nombre i »el ancón sin salidau, considera, sin embargo, según vimos, los cerros altos de Xaultegua situados a la entrada del Estrecho como "la Cordillera Nevada de la Tierra firme, n Su opinion es, pues, mui esplícita.

Darwin, a quien hemos citado ya sobre el particular \ ase-gura que la línea de erupción volcánica, que acompaña los Andes, alcanza desde la isla Wollaston, inmediata al cabo de Hornos, hasta los 6o° L. N. En otro lugar asegura de un modo no ménos terminante, que "la Cordillera con sus conos de inmen-sa altura se estiende en línea no interrumpida desde la Tierra del

/

Fuego al parecer hasta el círculo Artico 2. H Pissis también dice que la Cordillera se estiende hasta el estrecho de Magalla-nes i que la Tierra del Fuego se manifiesta como el último rastro de ella 3.

Darwin, que conocía sin duda alguna el hecho observado por Skyring i comunicado por King, asegura, sin embargo, que la Cordillera se estiende sin interrupción desde la Tierra del Fuego para el Norte. ¿Cuál será la verdad? ¿Quién tendrá razón?

No cabe duda que no es posible por ahora dar un fallo defi-nitivo en esta cuestión, por ser el territorio en parte descono-

de Chiloé, de modo que las montañas de la parte mas austral de América son

formadas solo por la cordillera de la Costa.

Sin embargo, señala, según ya vimos arriba, el hecho que los Andes se in-

flexionan en el estremo austral en dirección a la isla de los Estados 4. Este

cordon de micaesquita o pizarra arcillosa, toca, según su descripción, el Estrecho

en la península de Brunswick, es decir, en el mismo punto que se puede con-

siderar efectivamente como el término de los Andes.

1 Véase pajina 6. 2 Geológical Ohservaiions etc. , 2.a edición, London, 1876, pájina 601.

3 Libro citado, pájinas 29-30

4 Libro citado, pájinas 665-675.

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EL FIN" DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES 51

cido. Séame permitido, miéntras tanto, traer a colacion mis ideas sobre el punto debatido.

Al hablar Darwin en su subida al rio Santa Cruz, de las cau-sas que pueden haber escavado el valle de este rio en las sólidas capas de basalto, dice que podría probar que "el continente estaba separado aquí en época pasada por un estrecho que unia el Atlántico con el Pacífico lo mismo que el de Magallanes en la actualidad,'! i cree que la fuerza constante i prolongada por un tiempo ilimitado de las mareas, ha sido el ájente que ha pro-ducido este valle Pues bien, el ejemplo del Santa Cruz halla una aplicación mas propia i positiva aun en el rio Gallegos, el último de los ríos de la Patagonia, en que el continente es un tanto mas angosto i la Cordillera un tanto mas baja que en el Santa Cruz. Es evidente que cuando el valle de este último río estaba enjuto ya, en el Gallegos corrian todavía las mareas de uno a otro lado. De este modo ha quedado hasta hoi la de-presión notable descrita por Rogers i Bertrand a espaldas de las vertientes del rio Gallegos. Agreguemos que, fuera de las ma-reas, la acción niveladora del hielo i de los ventisqueros debe haber tenido mucha parte en cierta época en la escavacion de esta hondonada trasversal. El yugo que unia la cordillera de los Baguales con el ccrdon del Penitente, fué gastado por un ven-tisquero hasta el nivel del llano i cubierto por el cascajo patagó-nico, ofreciendo hoi una división de aguas casi plana entre los dos océanos. Es probable que debajo del suelo exista un cordon de roca plutónica, que une los macizos separados (i). Tendre-mos ocasion mas adelante de conocer otros ejemplos de esta acción de los ventisqueros.

( i ) El nombre del rio Turbio, el afluente occidental del rio Gallegos, parece indicar que existe un ventisquero en su nacimiento.

1 Viaje, tomo I, pajina 212.

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I. OROGRAFÍA JJÜNERAII

Tal es la primera interrupción conocida que esperimenta la

Cordillera en su largo curso. Es qste un accidente de poca

consecuencia i puramente local relacionado directamente con el

descenso i próximo hundimiento de ella según las reglas dadas

arriba. Por esta razón Darwin no yerra al aseverar que corre

"sin interrupcionii desde la Tierra del Fuego. Las interrupciones

que él tuvo en mira son de otra clase, aquellas en que es difícil

reconocer su curso aparentemente perdido, como en el istmo de

Panamá.

Al Sur del punto de separación de la "cordilleran Sarmiento

i de la interrupción descrita, continúa la Cordillera en su direc-

ción primitiva por el cordón del Penitente, qne se divide en se-

guida en dos ramales (cordillera Pinto, cordillera Vidal) con cimas

mas o menos altas, los cuales encierran por cada lado el agua

de Skyring. Parece que en este punto de división se efectúa la

virgacion definitiva de la cordillera. Es probable que el alto i

nevado cerro Burney, situado mas al Oeste, a poca distancia del

canal Smyth, está unido al ramal occidental según la regla dada

arriba sobre los cordones altos del Oeste (?). La existencia de

estos cordones prueba por sí sola que la Cordillera no se ha

concluido, como creen algunos de los autores citados. Porque

basta preguntar ¿a qué sistema de montañas pertenecen estas

serranías, si no es a los Andes? No pertenecen a la cordillera de

la costa, porque ésta queda siempre al Oeste de la cordillera

Sarmiento i de los cordones en cuestión, hallándose separada

de ellos por el canal Smyth, que continúa el golfo intermedio.

E s claro que seria enteramente inoportuno pretender formar de

ellos una cordillera nueva i distinta de los Andes. No cabe

duda alguna que estos continúan su curso hasta el Estrecho o

mas allá.

Si estos cordones pertenecen a la Cordillera, se reduciría el

problema a la cuestión de determinar el papel que corresponda

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53

a cada uno de ellos en la estructura de nuestra montaña, i cuál

sea la cadena principal, que habríamos de seguir hasta su termi-

nación, para hallar la de todo el sistema de los Andes.

Acabamos de llamar la atención sobre la configuración espe-

cial de la pendiente occidental de la Cordillera austral, mediante

la cual su cadena central emite en dirección diagonal cordones

trasversales de altura sobresaliente, coronados frecuentemente

por volcanes, hasta la orilla del golfo intermedio Creo que

la península Sarmiento, considerada equivocadamente como el

término de la Cordillera, es, por el contrario, un ejemplo de la

estructura descrita, que se repite en este punto lo mismo que

en el cerro Burney. Ella es un cordón lateral de esta clase,

miéntras que el cordon principal o central (la cordillera de los

Baguales, el cordon del Penitente, la cordillera Vidal) queda

subsistente al Este del estero mas internado. Visto el cercano

hundimiento de la Cordillera, que debe disponer a cualquier

irregularidad, no debemos estrañar que su altura sea en parte

inferior a la de algunos ramales o cimas aisladas del Oeste.

Opinamos, por consiguiente, que la península Sarmiento es

solo un alto cordon trasversal, al igual de tantos otros que

bajan en esta forma a la costa, i como ocupa, ademas, una posi-

ción poco conforme con el término de una cordillera al lado de

una costa que sigue mas allá en la dirección anterior, no pode-

mos admitir que se le considere como el fin de los Andes.

Hemos de buscar, pues, su bajada final al mar en otra parte.

El cordon que continúe la dirección primitiva por el continente

debe ser el que marca el fin de la montaña. No podemos figu-

rarnos el continente fuera de los Andes o los Andes fuera del

continente: ellos son los que le formaron, de modo que deben

acabarse junto con él i apoyados por cada lado en sus estribos

i Véase pajina 34.

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5i I. OROGRAFÍA JKNKKAL

laterales, quiere decir, en forma de un promontorio saliente en la dirección de la estension lonjitudinal del continente i proba-blemente a orillas del Estrecho, que es la primera interrupción incisiva hasta el fondo del mar.

El curso de los últimos ramales de la Cordillera es mui intrin-cado i accidentado, siendo caracterizado por la existencia de aquellas grandes i misteriosas hoyas llamadas "aguasn de Ot-way, Skyring i Xaultegua, que encierran. No podemos abordar aquí el problema difícil, quizas imposible, de calificar debida-mente el carácter de estas raras hoyas de agua, tal vez únicas en su jénero. Basta recordar que los dos cordones que se des-prenden del cordon central del Penitente, según King, Fitzroy, Rogers i Bertrand, rodean por cada lado las dos grandes hoyas de Otway i Skyring, constituyento la base de dos grandes pe-nínsulas que están cortadas casi en los estreñios opuestos i separadas una de otra por el canal San Jerónimo, miéntras que su periferia esterior unida forma la orilla Norte del Estrecho de Magallanes hasta Punta Arenas. La península del Oeste i sus serranías son poco conocidas todavía. La del Este, llamada Brunswick, es recorrida por la continuación de la cordillera Vidal i los cerros Beagle. A espaldas de Punta Arenas i en el mismo istmo, que la une con el continente entre Agua Otway i el Estrecho, sufre una interrupción completa, que es la última i mui parecida a la de las llanuras de Diana, elevándose el terreno intermedio, que es plano, solo 6o metros sobre el mar (Bertrand). El cordon se vuelve a levantar para seguir en direc-ción al Sur en altura mediana hasta caer repentinamente al mar del Estrecho en el Cabo Froward, Este cabo llena perfecta-mente las condiciones requeridas arriba, porque marca el fin de la Cordillera exactamente en el punto mas austral del continente i casi equidistante de los dos océanos limítrofes. El aspecto imponente de este promontorio escarpado (758 metros) es

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EL FIN" DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES 55

digno del último fin de la famosa Cordillera i del continente ame-ricano.

En la resolución definitiva del problema en cuestión debe tocar una parte decisiva, fuera de la orografía, a la jeolojía. Mientras los conocimientos de la primera sean deficientes, la segunda nos podrá dar datos preciosos. Pissis dice a este res-pecto que el eje de la cordillera, desde el Estrecho de Magallanes hasta el volcan de Villarrica, es ocupado por las sienitas \ La existencia de sienitas en esta situación corroboraría la regla ya citada de Humboldt, que a la espalda de una hilera de volcanes suele correr un cordon de rocas primitivas. No conocemos, sin embargo, ningún otro dato relativo a las sienitas que existan cerca del Estrecho. Felizmente, el inmejorable Darwin nos da un dato positivo, que parece conducente. El incansable sabio ascen-dió al cerro Tarn (780 metros), junto al cabo Froward, i encon-tró en su cumbre i en la costa inmediata del Estrecho varios fósiles de la formación cretácea inferior, i saca de ellos la conclu-sion de que la edad de esta "porcion terminal del gran axis de Sud-América» es la misma que la de la Cordillera de Chile i P e n i ( 1 ) .

Parece que esta conformidad jeolójica es otro argumento de

(1) El capitan KING, tan esperto jefe de espedicion como sabio naturalista, quien habia ascendido el cerro Tarn ántes de DARWIN, observa que es formado por la esquita arcillosa, que soporta los fósiles 2. Esta roca no es de ocurrencia común en la Cordillera, sino pertenece mas bien a las cadenas de la Tierra del Fuego, que se consideran como la continuación de la mica-esquita de la cordi-llera de la costa. Sin embargo, DARWIN menciona fragmentos de esquitas anti-guas arrastradas por el río Santa Cruz del interior de la cordillera austral 3 Mientras no se presenten mejores datos, la existencia de esta formación en el último ramal de la Cordillera no desvirtúa seguramente la teoría emitida.

1 Libro citado, pajina 99. 2 KING i FITZROY, I, páj inas 41-44. 3 Viaje I , pajina 219.

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I. OKOURAFÍA -1 EN Eli AL

peso que, unido a los demás, resuelve el problema de un modo

conveniente i en el sentido de la autoridad del sabio mas emi-

nente del siglo.

No sabemos si la Cordillera misma vuelve a aparecer en la

Tierra del Fuego. Como existen en ésta las erupciones volcá-

nicas antiguas señaladas por Darwin, podemos inferir solo que

su acción eruptiva alcance hasta ellas en alguna forma.

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LA ESTRUCTURA DE LA CORDILLERA DE LA COSTA

En la estructura jeneral del territorio austral toca también una parte mui importante a la cordillera de la Costa. Su larguísima estension i su anchura considerable le dan cierto rango entre las montañas; pero como le falta el desarrollo mayor en altura, que distingue tanto los Andes, no se luce al lado de su jigantesca vecina. Podemos ser breves aquí en su característica, porque la estudiaremos por secciones en la parte jeolójica de esta obra, al recorrer sus rocas constituyentes, el granito i la mica-esquita, que le imprimen su fisonomía especial.

Siendo el término con que se le designa jeneralmente en el pais, "la cordillera de la costau, Domeyko la llama cordillera marítima \ Esta denominación, que no se ha jeneralizado hasta ahora, es, sin duda, correcta i bastante aparente. No cua-dra talvez tan bien con la sección del norte de costa entera, puesto que el contacto entre ella i el mar tiene poco desarrollo.

i Anales, 1875, X, pájina 42.

OROGRAFÍA 8

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."8 I. OKOUKAFÍA J ENERAL

La otra sección, que es propiamente insular, merecería el epíteto »marítiman con tanta mas razón, si no fuese que prevalece qui-zas la costumbre de no considerarla en conjunto, sino por las grandes rejiones de archipiélagos e islas de que está for-mada. Se dejará, pues, al uso el imitar o noel ejemplo del ilustre sabio.

La cordillera de la Costa toma su punto de partida del cerro del Roble (2,210 metros), situado en el cordon de Chacabuco, que corre del centro de la Cordillera a lo largo del valle i rio Aconcagua. Se dirije de este macizo en dirección al Sur i sigue al Oeste del llano lonjitudinal, que limita por este lado en todo su curso. Continúa en esta forma hasta el canal de Chacao, donde se hunde bajo el mar, para volver a subir i seguir su curso por la gran isla de Chiloé i los numerosos archipiélagos, sucesivos unos a otros, con "un enjambren (Moraleda) de islas, que no tiene precedente en la tierra, hasta el cabo de Hornos enfrente al Océano Antàrtico i el cabo San Vicente en el Atlán-tico. Es como si la cordillera de la Costa rodeara i abrazara el último confín de los Andes, »su inseparable compañeran, antes de descender ella a su vez debajo del mar. Causa admiración ver esta uniformidad completa en su curso, que la mantiene siempre a la misma distancia de la Cordillera.

La inmensa grieta (Pissis) del llano i golfo intermedio, que separa las dos montañas, se estiende entre ellas sin interrupción alguna. Ya hablamos de las supuestas interrupciones que espe-rimenta el llano intermedio, i en cuanto a la única que ofrece el golfo intermedio en el cuello de la península de Taitao, veremos mas adelante que es de sedimentos recientes que han llenado su fondo en esta parte, de modo que no existe aquí tampoco una union orogràfica entre las dos cordilleras.

La separación absoluta de las dos montañas prueba que son dos sistemas distintos independientes. Por eso no podemos con-

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LA CORDILLERA DE LA COSTA 59

siderar la cordillera marítima como pre-cordillera, ni el llano i golfo intermedio como valles andinos lonjitudinales. La unifor-midad admirable en su constitución jeolójica domina su curso i su configuración, tan constantes de un estremo a otro. Si agre-gamos a eso que esta cordillera es mas antigua que su soberbio rival los Andes (Pissis), se comprenderá que hai que apartar la idea de su dependencia de éstos. Por otra parte, es mui probable que la violenta erupción de los Andes haya afectado la estruc-tura de sus rocas cristalinas, talvez por metamórfosis, punto que tendremos que estudiar mas adelante.

La cordillera de la costa propiamente dicha tiene una altura media de 1,000 metros i se estiende con ondulaciones suaves i base ancha entre la costa i el llano lonjitudinal. En dos partes, una inmediata a su principio i la otra en Arauco, toma un des-arrollo mayor, elevándose como cordon mas alto sobre el llano i algo mas distante del mar, de modo que queda separado por un llano del verdadero cordon litoral. Estos cordones relativamente cortos se han calificado como cadenas centrales e intermedias, pero no son tipos orográficos constantes.

La cordillera marítima ofrece una faz especial i distinta de otras cordilleras por las interrupciones que la afectan a distan-cias mas o ménos regulares, para dar salida a los rios nacidos en la Cordillera, siendo efectivamente tributaria a ésta bajo este aspecto. Sus aberturas corresponden en jeneral bastante bien a los valles principales de la Cordillera.

El declive para el Pacífico guarda el carácter del tipo de costa nombrado según este mismo Océano hasta el canal de Chacao. La costa es alta i entera, con mui pocas indentaciones (las bahías de Talcahuano i Corral) i unas pocas islas adyacentes (Santa María i Mocha). Al sur del canal de Chacao cambia completa-meme la configuración del pais, principiando la costa fraccionada, en que esta cordillera se hunde bajo el mar, formando una mon-

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60 I. OROGRAFÍA JJ0NEHAL

taña medio sumerjida, i sigue así hasta su fin austral. Toda ella i la pendiente correspondiente de la Cordillera, unidas, constituyen la base del tipo tan especial de costa, que se puede llamar gla-cial por su oríjen i del que nos hemos ocupado ya i tendremos que tratar todavía mas adelante.

El golfo intermedio, que continúa bajo diversas denominacio-nes (seno de Reloncaví, golfos de Ancud, Corcovado, canal de Moraleda, estero de Elefantes, canal Mesier i Smyth) entre las dos cordilleras, es bastante ancho al Este de la isla de Chiloé; mas al Sur se estrecha sensiblemente. El canal Fallos, al Sur del 47° L. S., constituye una segunda depresión lonjitudinal mas afuera i paralela a la principal, pero no parece ser constan-te. La existencia de este canal colateral entre el principal i la Costa tiene talvez cierta analojía con la configuración que aca-bamos de mencionar como ocasional en el Norte de una cadena central separada de la litoral por un llano accesorio. Los cana-les son casi siempre angostos. Solo existen dos aberturas anchas, los golfos de Huafo i Penas, que dan acceso al Océano abierto hasta el pié de la Cordillera.

Los canales corren unas veces en línea recta, sin accidente alguno; otras veces irregulares i sembrados de islas e isletas, según la formación de rocas que recorren, pero siempre son an-gostos i participan del carácter de los esteros de la Cordillera, de modo que no se asemejan a un archipiélago común, sino a un terreno de tierra firme surcado por brazos de mar. Estas islas macizas i escarpadas se elevan a flor de agua; son mui escasas las playas i faltan así del todo los terrenos planos.

La isla de Chiloé i el archipiélago de Guaitecas son de altura mediana. En el archipiélago de Chonos principia la cordillera de la Costa a elevarse a mayor altura; en esta parte reconoció Moraleda los cerros nevados de Cuptana. Mayor altura adquie-re aun en su parte terminal, en la Tierra del Fuego, imponien-

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LA CORDILLERA DE LA COSTA t i l

do sus cimas de mas de 2,000 metros (cerros Sarmiento i Dar-win) por ]a Cordillera ya estinguida. Se presenta aquí el hecho raro de que las dos cordilleras se hallan en el antagonismo de la altura inversa; la cordillera de la Costa sigue baja, miéntras que la de los Andes esté alta, i sube donde ésta baje i se acabe.

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II. O R O G R A F Í A E S P E C I A L

LA LÍNEA CULMIMANTE

Habiendo trazado a grandes pinceladas el cuadro de la oro-grafía jeneral, se nos presenta la tarea de su estudio especial, debiendo entrar al exámen un tanto detallado de los fenómenos orográficos mas notables del territorio austral. Pasamos, pues, a la orografía especial.

Comenzaremos su bosquejo con el análisis de la línea cul-minante o anticlinal. Según la importancia parala estructura, habria tocado el primer lugar a la división de aguas. Empero diferimos un momento la consideración de este factor primordial para ocuparnos ántes de la línea culminante, elemento impor-tante que concurre a veces con aquélla. De este modo podre-mos apreciar las diferencias que resulten entre el curso de una i otra. Éstas han sido materia de controversia entre los autores, la que nos vemos obligados a dilucidar por envolver principios fundamentales de orografía.

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64 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

Hemos caracterizado arriba la cadena central formada por la

anudacion continua de los grandes macizos. Ella es propia-

mente i'el tronco común que junta las articulaciones de la mon-

taña T.ii Ella es también la que soporta la línea culminante

que hemos definido arriba. Se ha dado a ésta una importancia

sobresaliente por figurar en el Tratado de Límites. Permítase-

nos echar una mirada a ella en su situación escondida e inacce-

sible, tal como se presenta al observador de ámbos lados de

nuestra cordillera.

El viajero que recorre en Chile el pié de esta montaña, que

ocupa cerca de la mitad de su territorio, ve mui poco de los

macizos del centro, por mas cerca que esté de ellos. Los fron-

tones altos de los cordones laterales interceptan su vista; se di-

visa solo de vez en cuando algún nevado, que asoma por enci-

ma de los frontones o en el fondo de los valles grandes. Mas al

Sur se eleva de trecho en trecho algún volcan sobre el Llano o

Golfo. Pero estas cumbres siempre se ven aisladas: no se alcan-

za a ver su juntura por cubrirla los frontones. De este modo

el viajero podría dudar de la existencia de la cadena central i

de la linea culminante, si el perfil derecho de los frontones no

le enseñase que ella corre detras de éstos en igual dirección

por sobre las crestas de las cumbres i pasos. Es tan estrecho el

territorio de Chile, que no cabe en él un horizonte suficiente-

mente ancho para abrazar de un golpe de vista el ancho de su

propia cordillera tan jigantesca. Solo a mayor distancia i acer-

cándose embarcado en el mar, se logra obtener, ántes de levan-

tarse el sol, la espléndida e incomparable vista de toda su altura

con el perfil de la línea culminante. Maria Graham i otros via-

jeros hablan con entusiasmo de este espectáculo encantador, el

cual he tenido también ocasion de observar.

* V é a s e p a j i n a s 25 i 30 .

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IIA LÍNEA CULMINANTE 6 5

Mas favorecido se halla a este respecto el viajero arjentino.

Al acercarse al fin a la Cordillera, como Villarino, Darwin o

Fitzroy, despues de largos dias de camino, ve aparecer su ma-

jestuoso relieve limitando el horizonte con su línea culminante

perfectamente marcada sobre el firmamento i realzada por sus

altas i bajas alternativas. Continuando este viajero su esplora-

cion, como Musters, a lo largo del pié de la Cordillera, tendrá

invariablemente a su lado como compañera constante la línea

culminante, no interrumpida ni desviada de su rumbo habitual,

hasta el rio Santa Cruz o mas allá. No encontrará en este tra-

yecto ningún rio que se dirija al Pacífico i ningún estero de

mar que atraviese desde allá hasta la pampa. Si quiere inter-

narse para el Pacífico, tendrá que pasar siempre por un paso o

boquete ántes de descender a las playas del Océano. Creo

probable aun que los altos i nevados picos de los volcanes del

pié occidental no asoman por encima de este perfil i no se

divisan desde la pampa de la Patagonia, de modo que éstos no

tengan talvez parte en su delineacion.

La línea culminante que acabamos de diseñar en vista de

estos ejemplos prácticos, es ondulada, de subida i bajada casi

constante, i solo raras veces i por corta distancia horizontal,

siendo compuesta de ángulos salientes i entrantes. Está situada

mui aproximadamente en el mismo meridiano en todo su curso,

de modo que corre, sin variar notablemente, de Norte a Sur hasta

el punto de la virgacion de la Cordillera i desde aquí, con lijera

inflexión al Este, hasta el cabo Froward en el Estrecho.

Los ángulos salientes corresponden a las cumbres, los entran-

tes a los pasos.

La línea culminante no se aparta del dorso del cordon cen-

tral. Si se quisiera conducirla por un alto cordon lateral, hallaria

luego su término en alguna cima situada a orillas del llano o

costa. En caso de que no se detuviera arriba sino bajara a ésta, OROGRAFÍA 9

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66 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

hallaría luego su fin definitivo en el mar i quedaria con eso el

resto de la Cordillera sin línea culminante, lo que seria un ab-

surdo. En caso contrario tendría que desandar su curso por

este cordon i volver en sí misma a la cadena central, quedando

nula esa parte de la línea. Aquella supuesta variación lateral

implicaría ademas un cambio consiguiente en el rumbo de la

Cordillera entera, que se notaría en el correspondiente de los

frontones, que son los cortes de los cordones trasversales. Sa-

biendo positivamente que aquéllos, al caer al llano, observan

siempre la dirección casi estricta de Norte a Sur, resulta que

ella sigue su curso fijo i que por la misma razón existe en el

centro, en el intermedio de estos frontones, el misterioso cor-

don central de los macizos. Es imposible, pues, que ocurra una

aberración de la línea anticlinal a uno u otro lado.

Siguiendo esta línea el perfil del relieve mas alto, se mantie-

ne en la cima converjente de las dos pendientes, de modo que

no baja a ningún valle o brazo de mar. Esta regla sufre una

sola escepcion, que ocurre al fin de su curso.

La línea es afectada por los cambios que esperimenta la Cor-

dillera al terminar. En el punto de virgacion se divide en varias

líneas secundarias, según hemos visto arriba \ En esa parte

sucede también que cruza los bajos (el llano de Diana i el istmo

entre el agua de Otway i el Estrecho), que dividen los últimos

fragmentos de la montaña para volver a subir i hundirse con

ellos en el mar. Estas bajadas motivadas por las causas espe-

ciales del hundimiento final son las únicas que ofrece su curso

tan sumamente largo.

La línea culminante se encuentra, pues, en su justo lugar sobre

el dorso de la montaña por todo su curso hasta concluir junto

con ella en el último peñón del cabo Froward, sin variar nota-

• V é a s e p a j i n a 52.

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IIA LÍNEA CULMINANTE 67

blemente, en esta inmensa distancia, déla dirección de un mismo

meridiano. ¡Nada de desvíos ni de saltos o interrupciones, sino

una línea única, recta i completa, tal como corresponde a una

montaña de estructura enteramente normal!

Estas consideraciones tienen cierta importancia para la inte-

lijencia del tratado de límites entre Chile i la República Arjen-

tina. Si pudiera sostenerse, que la Cordillera concluye al Norte

del 52o i se negara al mismo tiempo la división de aguas como

límite (lo que por cierto no es admisible), habría lugar para la

invasión de cada pais sobre el terreno dejado en descubierto,'al

Océano opuesto. Esta teoría ha dado oríjen a la pretensión de

nun puerto arjentino en el Pacífico'!.

La esposicion que precede nos enseña, que ni la Cordillera,

ni la línea culminante concluyen en esa parte, i que, por consi-

guiente, esa aspiración no es compatible con las leyes orográfi-

cas ni autorizada por el Tratado.

Acabamos de tocar este pacto internacional tan debatido i de

palpitante Ínteres. Entremos a analizar el papel que la línea

anticlinal ejerce en sus disposiciones.

El Tratado establece como límite jeneral "la cordillera de los

Andesn. Hai diverjencias de opiniones sobre el modo de dividir

esta cordillera i dar a cada parte la justa mitad de ella. Varios

autores arjentinos le dan la interpretación que la línea culmi-

nante sea el único i verdadero límite. Chile considera como tal

la división de aguas.

Esta diverjencia es talvez mas imajinaria que efectiva. Val-

drá en la práctica lo mismo que marcar en la techumbre de una

muralla divisoria i de propiedad común de dos vecinos la línea

que divide la caida de las lluvias, fijar de léjos su vértice mas

alto.

Se comprende la predilección de los autores arjentinos por

esta línea, si tenemos presente que ellos la divisan de su laclo

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68 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

tal como la hemos descrito. Antes de haberse consignado ella en el tratado de limites como línea combinada con la división de las aguas, el sabio i distinguido coronel Alvaro Barros ( i ) seña-laba las cumbres de la cadena principal de los Andes como el límite fijado por los conquistadores de la América entre el Vi-rreinato i Chile

He aquí la línea culminante establecida en buena forma como límite jeneral. Es este el antiguo método empleado, según lo indica Barros, para deslindar las posesiones del monarca espa-ñol en tiempo de la Colonia. Es claro que este soberano no necesitaba fijar límites exactos para dividir sus vastísimos do-minios i que el método usado en aquellos tiempos no correspon-dería ya a los adelantos modernos ni a las exijencias de una frontera bien delineada. No sabemos si el principio invocado por Barros ha pasado a figurar en el Tratado bajo la fórmula de »las cumbres mas elevadas de las cordilleras^. Si fuera así, notemos desde luego que este autor no habla de las cumbres mas elevadas i que por otra parte refiere espresamente el lími-te al cordon principal.

Mirando la línea culminante desde léjos i considerando la frontera en globo como terreno inaccesible de ningún valor al fin de las ilimitadas pampas arjentinas, como se hacía antigua-mente, se presta como límite. Sin embargo, bajo el punto prác-tico de vista, su ubicación presenta grandes dificultades i dudas. Ya vimos que cuanto mas cerca de las cumbres tanto ménos se las divisa. Para el lego en la materia, que no comprende fácilmente la estructura de la Cordillera en medio del mar de cerros que le rodean, será difícil orientarse (2).

(1) Fallecido en 1892. (2) "Un ejemplo curioso, que pone gráficamente de manifiesto la dificultad

' Frontems i Territorios federales de las Pampas de! Sur, Buenos Aires. 1872, pajina 284.

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IIA LÍNEA CULMINANTE 69

No poco difícil será también para los peritos trazar la línea

anticlinal, sobre todo en la rejion austral que nos ocupa. Tén-

gase presente que esta Cordillera yace cubierta toda por un man-

to espeso de bosques vírjenes i nieve perpétua. No es fácil for-

marse una idea de las dificultades inmensas que la naturaleza

áspera i verdaderamente inaccesible de estos territorios, la cual

hemos pintado mas arriba, opone a su esploracion i mensuracion.

Oigamos sobre este punto la opinion del distinguido jeógrafo e

injeniero señor Francisco S. San Roman, quien se espresa en

un notable artículo reciente como sigue

"Determinar cuáles cumbres se tomarían por las mas altas

entre todas las que lo son o podrían aspirar a serlo, seria inter-

minable i sin solucion.

"Una vez convencido en ello, la tarea topográfica de fijar en

el terreno profundamente accidentado de las vertientes andinas

la traza de las líneas que unirían las mas altas cumbres designa-

das, no tendría fin durante todo el siglo venidero, M

que esperimenta el viajero para comprender la estructura de la cordillera, si en

lugar de fijarse en la division de aguas o los boquetes, atiende solo a las altu-

ras, nos da el célebre esplorador i benemérito alcalde de Concepción don Luis

DE LA CRUZ. AI pintar la impresión que le produjo la observación de las ramifi-

caciones de la cordillera por el paso de Antuco o Pichachen en 1806, se espresa,

como sigue: "El cordon de los Andes, que se dice compuesto de tres líneas, yo

lo he visto, i con suma atención, que se compone de innumerables i son unas

serranías incomprensibles a un hombre. Por una i otra parte del camino vine

dejando montes sin órden en altura ni en direccionn 2. Se conoce que C R U Z

anduvo completamente desorientado, no sabiendo rendirse cuenta del curso i

de la conexion de las sierras que atravesaba. Sus conocimientos eran harto infe-

riores bajo este respecto a los de OVALLE 3.

i "La Unlon,i del 2 de abril de 1893, Los límites internacionales entre Chile, Repiíblica Ar-

jentina i Bolivia.

1 Coleccion de documentos relativos al Rio de la Plata, por Pedro de Anjelis. Buenos Aires,

1837, tomo I , o Historia eclesiástica de Chile por J . I . V. Eyzaguirre. Valparaíso, 1850,

tomo I I , pajina 370.

3 Véase pajina 30.

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70 I I . OROGRAFÍA ESPECIAL

Aun cuando se considere la opinion del señor San Roman como un poco exajerada, habrá que admitir que la línea culmi-nante, sostenida como límite único o predominante, tiene algo de quimérico, cuando menos de impracticable.

Con todo, si se deja de mirar solo las cimas i se atiende debi-damente a los puntos mas deprimidos de la línea anticlinal, es decir, a los pasos que hai que atravesar forzosamente i que no podrán quedar desapercibidos i son los que dividen los paises montañosos en todo el mundo, cesa en gran parte la dificultad, tanto en el trabajo material de la demarcación como en la cues-tión de principios. Esta consideración envuelve de hecho el re-conocimiento de la division de aguas como límite único o a lo ménos como el elemento primordial i decisivo para su demarca-ción, porque lo juzgamos como un axioma incontrovertible, ba-sado sobre la unidad del cordon de los Andes, que los pasos se hallan constantemente sobre la línea de vertientes. En ellos coinciden las dos líneas.

Es efectivo que la línea anticlinal no suele reconocerse en sus perfiles mas altos, como podria suponerse, sino en sus ángulos entrantes o puntos mas deprimidos, es decir, en los pasos. Miéntras que aquéllos ofrecen solo un Ínteres científico, éstos tienen una importancia de primer órden como vias de comunicación.

El viajero trasandino tiene que atravesar la cumbre del paso de Uspallata, la cual marca la division de aguas i lleva su nom-bre con razón, aunque se halle en el punto mas deprimido de la línea culminante. Se ve por este ejemplo i nombre que, tanto en el sentido científico como en el común, esta línea no tiene que hacer solo con las cúspides de las alturas, sino que toca también los pasos, que, aunque sean mas bajos, siempre son cumbres con su vértice i subida de cada lado. Es evidente que esta línea orogràfica no pasa por el aire de una cima a otra, sino

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IIA LÍNEA CULMINANTE 71

tiene su curso continuo por el dorso de la montaña i en e! án-gulo de las dos pendientes.

Del mismo modo como el pasajero del ferrocarril trasandino pasa la cumbre, el viajero que cruce la cordillera austral tendrá que atravesar un paso o boquete, en que divisará a sus piés las vertientes, i a la derecha e izquierda las alturas culminantes del cordon central i divisorio. No se pasa del Atlántico al Pacífico sin trepar una cuesta en que se vean correr las aguas en dos direcciones opuestas.

De esta manera somos llevados lójicamente de la línea anti-clinal a la division de aguas. Ésta, según vimos i detallaremos luego, es un elemento orogràfico de primer órden i se ha esta-blecido en el Tratado como el regulador principal del límite. Su texto la consagra como tal por menciones repetidas, miéntras que solo una vez menciona la línea culminante.

De todos modos, si es efectiva la estructura de la Cordillera tal como la estamos delineando, no hai diverjencia posible sobre la demarcación del límite, porque las dos líneas coinciden por regla i talvez sin escepcion. La línea culminante, aunque no sea admisible como factor principal, ejerce siempre un papel impor-tante como complemento de la division de aguas, según veremos luego. Creemos que éste es el verdadero significado que tiene en el Tratado.

La línea culminante conducida, según Barros, sobre 'das cum-bres de la cadena principali!, cuadra perfectamente con la teoría de la línea que acabamos de trazar i coincide también con la de vertientes.

Ya anotamos que existe una diferencia entre la fórmula de Barros i la del Tratado, habiéndose agregado a las cumbres el epíteto urnas elevadasu. Creemos que esta adición es lójicamente incorrecta i podria calificarse de pleonasmo, porque la cumbre es de suyo la parte mas alta de la montaña. Entendemos que se

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82 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

puede hablar de "cumbres mas elevadasn solo en el sentido com-parativo con relación a cumbres determinadas de altura inferior. Sabemos que el Tratado no hace comparación alguna.

Parece que la tendencia de hacer efectiva esta comparación no autorizada por el Tratado, ha dado motivo a que algunos au-tores traten de buscar cumbres mas elevadas en dirección estraviada í ftiera de la cadena principal, es decir, desobede-ciendo al principio sentado por Barros. La línea culminante tirada por estos autores difiere naturalmente de un modo esen-cial de la lejítima orogràfica. La hacen correr por los cerros mas altos sin distinción de su situación. Como existen del lado de Chile numerosos volcanes destacados para la orilla del Pacifico, han formado de ella una cordillera aparte, la ya nombrada cor-dillera real, i dan como línea culminante una línea tirada en el aire por estos picos. Ellos son conos agudos, que se distinguen por su forma característica, pero no se prestan para sostener esta línea, que suele tener una corrida mas bien suave i uniforme, por ofrecer subidas i bajadas excesivas. No son, pues, cumbres ver-daderas en el sentido propio de la palabra. Rivalizan en altura con los macizos, pero éstos, en cuanto se sabe hasta ahora, les llevan siempre la ventaja. Estudiaremos mas adelante, en la parte jeolójica de esta obra, la posicion especial que correspon-de a estas cimas elevadas, pero aisladas, en la estructura de esta falda de la Cordillera. Por ahora afirmamos solo que estos vol-canes, lo mismo que todos los demás, no forman cadena sino hilera. Es condicion esencial i jeneral en el oríjen jeolójico de los volcanes, que no producen en la costra terrestre grandes hen-diduras lonjitudinales, como las demás formaciones plutónicas, sino aberturas separadas unas de otras i dispuestas en grupos o hileras. Así, la situación de cada volcan es siempre mas o ménos aislada. Se hallan unidos las mas veces a un cordon lateral de otra formacion en un punto, como sucede en casi todos los voi-

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IIA LÍNEA CULMINANTE 73

canes nuestros, de modo que no continúan cadena ni se juntan con otro cerro de la misma clase. La mayor parte de ellos for-man al borde del llano o de la costa, el término de un alto cor-don lateral, que los comunica indirectamente con el cordon cen-tral. Estos volcanes no tienen, por consiguiente, entre sí la menor relación orogràfica.

La línea que se quisiera correr por estos picos, pasaría en parte por cordones laterales i saltaría por encima de valles i brazos de mar i quizas por el mismo llano o golfo intermedio, dejando abandonado el cordon principal i tomando una direc-ción tan intrincada como arbitraria, que seria imposible de fijar. Si no digan los que la sostengan dónde debe comenzar. Sabiendo que el Descabezado es el primer volcan i cerro bien alto desta-cado fuera del cordon central, ¿debe comenzar por este cerro situado a espaldas de la ciudad de Talca? I si no en este punto ¿qué elemento orogràfico determina su principio en otro punto? I por último ¿en qué punto debe concluir i sobre qué base oro-gráfica se funda esta ubicación?

Es claro que una línea culminante no puede alejarse de la di-rección lonjitudinal de una montaña de cadena. No se conoce tampoco línea orogràfica alguna basada solo sobre la union de cerros aislados, separados por valles o esteros de mar, i situados al pié de una cordillera.

Si estas consideraciones no fueran suficientes aun para con-vencer a los sostenedores de una línea culminante independiente del curso de la montaña i ceñida solo a los cerros mas elevados, cualquiera que fuese su situación, les haremos presente otro argumento concluyente derivado de la estructura jeneral de las cordilleras. Es uno que nos da von Sonklar como en prevision del caso que nos ocupa. Hablando de la definición de una mon-taña, dice que se reconocerá como uno de los puntos esenciales "que ella aparezca como portadora de una línea culminante

OROGRAFÍA 10

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que divida las aguas ( i) (ais Traeger einer wasserscheidenden Hohenlinie), para que no se tenga por montaña una de las pen-dientes de alguna masa de elevación \ n

Resulta de esta regla, que una línea culminante sin división de aguas no representa la montaña, i que por otra parte es ne-cesaria la coincidencia de las dos líneas para distinguirla de cier-tas masas de elevación. Estas, como los volcanes en cuestión i también la llamada cordillera Sarmiento podrían rivalizar con las cumbres del cordon central, pero no forman parte esen-cial de la montaña por carecer de la división de aguas. Por esta razón se deben considerar solo como pendientes o ramales se-cundarios, que no atraen por cierto la línea culminante. Ésta sigue a sus espaldas sobre el dorso del cordon central, aunque éste fuera en parte mas bajo que algunas délas pendientes des-tacadas.

Se debe rechazar pues en absoluto aquella línea culminante ficticia tirada por las alturas sin otra norma que su elevación, tanto bajo el punto de vista científico, porque es contraria a los principios de la orografía, como bajo el político, porque privaría a Chile de toda la mitad de la Cordillera, que le corresponde le-jítimamente, quedando este pais escluido del dominio de ella (2).

(1) Llama la atención el encontrar aquí casi la fórmula verbal del Tratado. (2) No se aviene con el plan i carácter de este libro entrar en apreciaciones

políticas de la cuestión. Nos permitimos con esta ocasion solo una corta re-flexión: Chile ha hecho a la República Arjentina, en virtud del Tratado, valiosísi-mas concesiones allende de los Andes. Recuerdo, en prueba de ello, solo la le-jendaria historia de Nahuelhuapi. Esta hermosa rejion, que le habia pertenecido durante siglos, ha pasado a ser propiedad de la República vecina. Chile no podrá ceder mas terreno de su territorio tan sumamente angosto i tiene que mantener la integridad de su costa en el Pacífico i el Estrecho.

1 Libro citado, pájina 47.

a Véase pájina 53.

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LA LINEA CULMINANTE 75

El análisis de la línea culminante nos ha llevado por segunda vez a la division de aguas, elemento orogràfico superior, de modo que aquélla interviene en la estructura de las montañas solo en combinación con ésta.

Ya será oportuno, pues, pasar al estudio de élla.

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LA DIVISION DE AGUAS

La division de aguas constituye, según vimos en la defi-

nición de las montañas un elemento de primer rango en su

estructura íntima. Penetrarse de la teoría de la division de aguas

equivale al conocimiento de la tectónica de las montañas. Nuestra

Cordillera se presta admirablemente para su estudio práctico, que

nos enseñará su teoría. Ella ofrece ademas algunas cuestiones

interesantes sobre sus relaciones con la línea culminante. Aun-

que éstas no tengan ya importancia práctica, por haberse zanja-

do recientemente la dificultad del Tratado, convendrá tocarla bajo

los puntos de vista orogràfico i jeográfico. Trataremos, por con-

siguiente, de dar a este factor principal el desarrollo que sea

posible.

Siendo la superficie de cada montaña formada por planos irre-

gulares inclinados en todo sentido, las aguas atmosféricas que

caen sobre ella, bajan con ímpetu i velocidad por sus costados.

Los hilos de agua i los riachuelos que nacen de ellas a poco

i Véase pájina 24.

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IIA DIVISION DE AGUAS 7 7

trecho, van a juntarse mui a menudo con los mas cercanos que

caen por la misma pendiente, para formar un rio. En otros casos

menos frecuentes se alejan con rapidez unos de otros en direc-

ciones opuestas. Al hablar de los cordones laterales i de los va-

lles trasversales que encieran, hemosvisto que los rios toman el

camino mas recto por éstos para salir del recinto de la montaña,

i que su dirección es, en jeneral, perpendicular a la del eje de

ésta.

Si subimos por uno de estos valles ( i ) aguas arriba, como para

conocer el oríjen del rio que le recorre, tenemos ocasion de obser-

var las clases mas variadas de rios tributarios del principal, des-

de el ojo de agua que sale en la vega, el rio claro cuyas aguas

límpidas nacen en los ramales sub-andinos, el turbio e impetuoso

raudal del ventisquero, el borbollon de agua que brota con gran

fuerza al pié de la roca, hasta el pequeño hilo que se desliza por

la falda del cerro cerca de la cumbre. Así llegamos, siempre

subiendo i escalando al último laderas escarpadas, a la parte

mas alta de la cadena que cierra el fondo del valle. Si nos fija-

mos en la corriente de todas estas aguas, notamos que ellas lle-

van hasta este punto un declive de dirección opuesta a la que

llevábamos desde la entrada del valle: van en contra de nosotros,

i las que tenemos delante se acercan cada vez mas, pasan por

nuestros piés i quedan a nuestras espaldas, alejándose rápida-

mente de ellas. Siguiendo, despues de abandonar la última fuen-

( i ) En principio es indiferente por cuál parte hagamos nuestra ascensión. Sea

que trepemos por las cuestas mas escabrosas a la cima alta cubierta de nieve, sea

que sigamos el camino del valle, la conformación jeneral del terreno i la distri-

bución de las aguas corrientes no difieren esencialmente en los dos casos. Con

todo, la prudencia aconseja no tomar el camino mas áspero por las serranías

inaccesibles, sino seguir la senda]que la naturaleza ha trazado al hombre, condu-

ciéndole por la única entrada que se suele abrir al laberíntico interior de la

formidable fortaleza de la alta Cordillera. Por esta razón las divisiones de aguas

se reconocen por lo jeneral solo en los pasos i nó en las cimas culminantes.

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7 8 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

te de agua, algunos pasos mas por la misma falda, hemos encum-brado al fin el vértice del cordon. En este punto culminante, que es al mismo tiempo la cumbre de un paso, nos hallamos sobre un terreno las mas veces angosto, en algunas hasta el punto de quedar reducido a una cresta afilada, en otras algo mas ancho, en el cual no divisamos ninguna corriente de agua. Continuando nuestro camino en la misma dirección, observamos que el terreno al frente queda como abierto i va bajando para el otro lado de la cumbre, i a poca distancia hallamos algún manantial tan mo-desto como el último que acabamos de dejar. Notamos entonces que esta nueva corriente echa sus aguas en dirección diametral-mente opuesta a la que llevaban las aguas que nos acompañaron hasta aquí: ella se desliza por nuestros piés cuesta abajo i corre delante de nosotros hasta perderse de vista en el horizonte dis-tante, alejándose en la misma dirección que lleva nuestra ascen-sión. Las aguas que vimos nacer en las dos faldas de la cumbre tan cerca unas de otras i divididas solo por una loma, corren en direcciones opuestas i quedan al último mui distantes, cayendo a veces a océanos diferentes, como sucede en el ejemplo nues-tro (i).

El espacio de terreno que pisamos al escalar la cumbre i que se distingue tan notablemente por los oríjenes inmediatos de dos corrientes de declive opuesto, comprende una división de aguas.

( i ) Hemos tomado este ejemplo, como era consiguiente, de la Cordillera, es

decir, de una montaña alta i escarpada, en que la división de aguas se muestra

en su forma mas pronunciada i típica. En los llanos se presenta de un modo al

parecer completamente diferente. Sin embargo, esta diferencia es mas aparente

que real. Aunque se pase casi insensiblemente de la fuente de un rio a la de otro,

el observador atento notará la misma dirección opuesta de las corrientes; no dejará

también de notar una elevación positiva aunque reducida del suelo entre las dos

vertientes, lo mismo que indicios de una lijera depresión lonjitudinal entre éstas

i de un plano suavemente inclinado en cada lado de éota. Los atributos esencia-

les son los mismos en los dos casos.

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IIA DIVISION DE AGUAS 79

El señor Alejandro Bertrand 1 pinta de una manera plás-tica i mui bien ideada el curso típico de las aguas desde un dor-so divisorio, ilustrándolo por un ejemplo tomado precisamente de la Cordillera del Sur. Dice así: "La imajinacion podria en rigor seguir paso a paso la marcha de dos gotas jemelas caidas una al lado de otra en el filo de la Cordillera araucana i que se deslizan por opuestas faldas, una al Oriente i otra al Poniente de la quebrada al torrente, de éste al arroyo, al estero i al rio, has-ta que se mezclase la primera con las aguas del Pacífico entre las arenas del Biobio i la segunda alcanzase las del Atlántico, perdida en los caudales del rio Negro.H

Estos dos ejemplos prácticos nos habrán instruido suficiente-mente para entrar a analizar la definición de la división de aguas.

Sonklar 2 define la división de aguas como »aquella línea en que la bajada délas aguas (meteóricas) se efectúa en dos direc-ciones opuestas. Cada punto en que se tocan los dos declives opuestos se llama un divisor de aguas. Todos los divisores de aguas unidos (por una línea) dan la división de aguas. De esta disposición resulta que la división de aguas forma siempre el borde de una hondonada grande (de la hoya del rio), cuyo pun-to de mayor depresión está situado en el lecho del rio. Ella es el límite entre las hoyas de los rios. En todos los rios que des-embocan al mar principia i termina la división de las aguas en la orilla del mar. n

Philippson 3, un escritor reciente sobre las divisiones de aguas, critica esta definición de Sonklar. No acepta que haya una división de aguas entre dos arroyos que corren paralelos por un llano i desembocan independientes en el mar Báltico, mién-tras que no la haya entre los rios Salzach i Drau, que descienden

i Anuario Hidrográfico, 1885, pajina 187.

= Libro citado, pajinas 150 i 153.

3 Libro citado, pájina 254.

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80 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

en cada lado del altísimo i largo cordon del Tauern (Tirol) para juntarse mas abajo en el mismo rio principal, el Danubio. Philippson encuentra sin duda chocante que la enorme diferen-cia en la altura no favorezca la división del Tauern, que envia sus aguas de cada lado a una misma hoya de rio, mientras los dos arroyos forman hoyas independientes separadas por una di-visión sumamente baja, pero de órden superior en teoría a aqué-lla. Creo infundada esta objecion, porque el Tauern tiene su di-visión de aguas como toda cordillera i montaña, pero no se exije en principio que la de todo cordon alto sea una división prin-cipal. Las mismas leyes orográficase hidrográficas imperan para el riachuelo que muere luego en el mar como para los rios mas inmensos de las dos Américas, i lo mismo para la elevación casi insensible en un llano, como para la cresta divisoria de la Cor-dillera.

De esta definición se deducen varios caractéres esenciales de la línea divisoria o de vertientes (i). Ella se halla siempre situada entre los oríjenes o fuentes de dos aguas de pendiente opuesta. Cada línea sirve por consiguiente de límite común para dos sis-temas fluviales diferentes o, lo que es lo mismo, separa las hoyas de dos rios o aguas corrientes. Élla corre ademas siempre mas o ménos distante de las vertientes o manantiales, mantenién-dose en teoría a distancia igual entre las dos opuestas: en nin-gún caso se acerca tanto a las aguas corrientes, que las toque o cruce. La línea de vertientes no cruza nunca un rio o valle. Con-siderando toda la hoya de un rio i el caso mas frecuente i nor-

( i ) Por falla de las lluvias puede suceder que no existan momentáneamente corrientes visibles de agua en las pendientes del espacio divisorio. En tal caso nos guiarán las vertientes por donde ellas suelen correr i que están siempre bien marcadas. P I S S I S i otros autores usan por eso de preferencia este término al hablar de las corrientes relacionadas con la división de aguas, i aun la aplican a ésta misma.

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IIA DIVISION DE AGUAS 81

mal, que éste desemboca en el mar, la línea divisoria principia en algún punto de la orilla del mar, en frente de la boca del rio, i rodeando por las vertientes vuelve a tocar, en frente del otro lado del rio, la misma costa del mar en que acaba (i). El mar, que recibe en sus abismos insondables casi todos los rios de la tierra, es el inmutable gran nivel de ella i su orilla forma una línea de nivel constante a cero, que corta todas las corrientes venidas de tierra: en esta línea nacen i mueren todas las líneas divisorias, tocándola cada una en dos puntos, no siendo nunca en mas ni ménos. La línea de la costa del mar, que une de este modo los dos estremos de la línea divisoria, cierra la figura jeo-métrica, siempre mas o ménos irregular, que forma ésta.

Las líneas divisorias de los rios de Chile corresponden en su curso a la sencilla i uniforme estructura orogràfica del pais: for-man un cuadro rectangular. Uno de sus lados corre de Norte a Sur por el vértice del cordon central i separa su hoya de alguno de los rios de la República Arjentina, formando parte de la larga i fenomenal línea, que divide las aguas entre los dos océanos i corre en dirección casi recta i no interrumpida desde la frontera de Bolivia hasta el Estrecho de Magallanes; dos lados paralelos que se unen al primero en ángulos rectos, corren de Este a Oes-te por las cimas de los cordones laterales, encerrando el con-junto de todos los rios tributarios i separando de ella en el Norte i Sur otra hoya análoga; finalmente el cuarto lado es formado por la costa del Pacífico i paralelo al primero. La cordillera de la Costa perturba en gran parte esta delineacion tan regular, pero solo en la boca o curso inferior denlos rios.

( i ) Los casos en que los rios desembocan en lagos sin salida rodeados de tierra, no alteran en jeneral estos principios. Lo mismo sucede considerando la línea divisoria de un rio tributario de otro: la línea toma su arranque de la ori-lla del rio principal para volver a ella por una línea mas o ménos circular, que encierra la hoya del tributario.

OROGRAFÍA H

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82 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

Nos interesa aquí, sobre todo, aquel lado del rectángulo de la hoya, que recorre la cuesta de la Cordillera i forma, con los otros de la misma clase que la continúan, la larga línea de la division de aguas de primer orden, que mide entre el Pacífico i Atlán-tico. Es fácil de comprobar, porque se halla en la parte mas central, i es reconocido al primer golpe de vista por los viajeros en los pasos de tránsito de uno a otro lado, que son los únicos puntos frecuentados por el tráfico. Esta configuración típica es la causa, que la division de aguas sirva aquí, lo mismo que en los Pirineos i los Kjolen, para demarcar la frontera de los dos países limítrofes, Chile i la República Arjentina.

La forma de la loma divisoria no difiere de la que acostum-bramos ver en otras cordilleras. Muchas veces la línea de ver-tientes corresponde matemáticamente a la cresta o filo del dorso. En otros casos mas raros hai un espacio neutral un poco mas ancho, en que es dudosa la dirección de la corriente del agua, de tal manera que no sea fácil fijar exactamente la línea divisoria. En este caso ella se podrá determinar, sea midiendo la mitad de la distancia entre las fuentes visibles en cada lado, o sea, como se acostumbra mas a menudo, dividiendo el espacio de caida incierta por la línea anticlinal. Para hacer efectiva esta demar-cación, se tira una línea por las dos cumbres que se elevan en cada lado del terreno que comprende la division de aguas: la parte de esta línea que pasa por entre las dos vertientes, vendrá a ser el límite con exactitud matemática. La línea que corrimos no es otra que la parte correspondiente a esta sección de la línea culminante jeneral. Hé aquí una aplicación práctica e impor-tante de este elemento orogràfico.

Este método merece una atención especial, porque es un ejemplo práctico déla aplicación de los dos factores orográficos para la demarcación del límite. Sabemos que el Tratado esta-blece este mismo procedimiento haciendo correr la línea por las

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IIA DIVISION DE AGUAS 83

cumbres de las cordilleras que dividen las aguas i por entre sus vertientes. Satisface en realidad al pié de la letra sus exijencias i encierra, a nuestro humilde modo de ver, su interpretación fiel i verdadera. Entendemos, que este método es el que se emplea en todos los países montañosos para la fijación de sus fronteras. Parece que nuestras altas partes contratantes podrían convenir mui bien en su adopcion como norma para la demarcación. No vacilamos en proponerle como la fórmula majistral i májiea lla-mada a conciliar las miras opuestas i facilitar la ejecución de las disposiciones del Tratado de una manera realmente práctica i espedita. No cabe duda que es el mas perfecto i completo que se conoce en la orografía i que asegura los resultados mas feli-ces. El contraste con la determinación del límite por las cum-bres solas es mui manifiesto.

No habrá quizas necesidad de emplear cada vez el método completo. Estando sobre la división de aguas i viendo que las cumbres están en su lugar a cada lado, como sucederá casi siem-pre, bastará atenerse a la primera. Pero es probable que hallará una aplicación feliz, cuando haya un terreno bajo, como en las llanuras tan mentadas de Diana.

Es evidente que la línea culminante divide en jeneral también las aguas. Las dos líneas son por lo regular idénticas, con la diferencia que la corriente diversa del agua, que sirve de criterio a la una, admite una comprobación palpable i segura, miéntras la línea anticlinal es mas bien una entidad teórica i de ubicación difícil, cuando se quisiera fijarla en el terreno.

Esta regla de la coincidencia de las dos líneas está en relación con la cuestión ya aludida 1 de la estructura regular o irregu-lar de las montañas. Negándose la simetría de ellas, resultaría que debe tener muchas escepciones. Vori Richthofen, autor mo-

i Véüse pajina 31.

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84 II . OROGRAFÍA ESPECIAL

derno de gran mérito, va tan léjos de afirmar, que la escepcion es probablemente mas frecuente que la regla.

Efectivamente las cordilleras mas altas de la tierra nos ofre-cen ejemplos mui notables de esta escepcion. El rio Brahma-putra, que recorre primero bajo el nombre de Dzangbo la alti-planicie del Tibet, atraviesa la alta cordillera del Himalaya para descender a los llanos del Indostan, de modo que no es esta jigantesca cordillera la que forma la division de aguas, sino la cadena del Korakorum, que corre paralela mas al Norte i es ménos alta.

Hemos aludido ya al hecho 1 que en las rejiones del Norte de los Andes de Sud-América sucede lo mismo para todos los rios que nacen al Este de la línea culminante del primer cordon. Esta cadena, que es la situada mas al Oeste i a pocos pasos del Pacífico, mantiene su supremacía casi absoluta como divisor de aguas, miéntras la segunda i tercera, igualmente altas o poco inferiores, son perforadas para dar paso a los rios Amazonas, Huallaga, Ucayali i Apurimac en su largo curso al Atlántico. Estos cordones del Este esperimentan una depresión en los puntos en que son atravesados por los rios, en la cual la línea de vertientes hace una gran vuelta para el Oeste hasta el vér-tice del primer cordon. Los ejemplos citados, que pertenecen a la clase de las divisiones llamadas atravesadoras ("durchgrei-fende Wasserscheidenu), tienen lo común que se refieren a montañas de estructura compleja con cordones paralelos del mismo orden. Es natural que las aguas que descienden de un cordon situado en el medio de otros dos, deben perforar uno de ellos i en parte aun el de que nacen para hallar salida. Supo-niendo que este desgaste de perforación se hizo lentamente, a medida que se elevaban las cordilleras del fondo del mar, pode-

i Véase páj in» 7 .

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mos figurarnos que los ríos dirijieron de preferencia su curso al mar tranquilo del Este, en que iban depositándose inmensos depósitos de sedimento, i no al Pacífico, en cuya orilla las con-tinuas erupciones volcánicas reforzaban sin cesar la muralla del insuperable cordon del Oeste. Puede ser que esta sea la causa de la rara tendencia de estos ríos a alejarse del cercano Pacífico i buscar salida al Este, i de la suma estrechez de la hoya fluvial tributaría de este océano. Los autores no están de acuerdo en sus opiniones: unos la atribuyen a la copiosidad de las lluvias de la pendiente oriental, ájente importante que tocaremos luego, otros a la rotacion de la tierra de Oeste a Este, influencia que debe hacerse mas sensible en la rejion de los trópicos, en que se hallan efectivamente estos ríos.

Otros ejemplos de la inflexión de la línea de vertientes, pero en menor escala, se deben simplemente al efecto de la erosion en los casos, en que un rio por la fuerza de su caudal de agua destruye el terreno de su lecho, de tal modo que este marcha lentamente para atras i llega a invadir finalmente la hoya de otro rio de ménos fuerza gastadora, siendo esta forma la que se llama de marcha retrógrada.

El efecto de la erosion depende en estos casos en gran parte de varios elementos. Algunas cordilleras como las del Perú i Bolivia i en menor escala la del Sur de Chile forman una ba-rrera para las lluvias, de modo que aquella pendiente, que está espuesta a los vientos reinantes que traen lluvia, la recibe abun-dante, mientras la pendiente opuesta la recibe en escasa canti-dad. La abundancia de las aguas, que caen en aquel lado, hace que los rios arrastren gran caudal de agua i trabajen por consi-guiente activamente en la destrucción de su lecho i de la divi-sión, que los separa de la hoya de los rios poco caudalosos de la otra falda. En los casos en que la línea de vertientes haya sufrido una desviación debida a esta causa, ella forma un arco,

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86 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

cuya concavidad está abierta para el lado mas lluvioso. Un ejemplo notable de desviación debida a esta causa, según parece, es el rio Perucho (Esmeraldas), que recoje las aguas de la alti-planicie de Quito i, rodeando el volcan de Pichincha, se dirije al Oeste por una quebrada sumamente honda; Humboldt nos ha hecho una descripción animada de sus portentosos precipicios Este rio situado bajo el Ecuador i en la zona, en cjue las lluvias tropicales alcanzan el Pacífico, forma un contraste singular con los rios ya citados de la falda opuesta, que atraviesan para el Este. Parece que es el único rio de alguna consideración que perfora el primer cordon para caer al Pacífico. No se conocen otros ejemplos auténticos i de importancia en el larguísimo tra-yecto de la Cordillera desde aquella latitud hasta su fin austral.

El segundo elemento que concurre para el efecto de la ero-sion, es la mayor o menor dureza de las rocas o formaciones ele sedimento que recorre el rio. Siendo la formación blanda, el desgaste del terreno que sea necesario para efectuar el cambio de una división de aguas, será relativamente fácil, pero será difícil o imposible en las rocas duras de las formaciones plutó-nicas.

Por fin, hai una configuración especial, que según nuestro modo de ver influye también en la mayor o menor estabilidad de las divisiones de aguas, i es la altura relativa de los valles de una i otra banda. Es de suponer que los rios de aquella falda en que los valles estén a mayor altura, puedan romper mas fácilmente la barrera del cordon central, que los de los valles del lado opuesto, que se hallan a un nivel inferior.

Aplicando estos principios a la Cordillera nuestra, es efectivo que la pendiente oriental, según se puede inferir por la rápida disminución de las lluvias hácia el Este, recibe una cantidad menor que la del Oeste, de modo que el caudal de los rios de aquel lado es un poco inferior a los que bajan al poniente. Jun

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tándose a este ájente el mayor declive de estos últimos, tenemos

allí un elemento algo favorable para una dislocación de la divi-

sión de aguas para el Este de la línea culminante.

Por otra parte sabemos, que los valles de la falda oriental

están en jeneral mas altos que los de este lado (i). Luego po-

demos inferir que los rios del Este podrían avanzar en dirección

del Pacífico, miéntras que seria difícil o imposible, que los del

Oeste puedan perforar en dirección de los valles mas altos de la

falda que mira el Atlántico.

En cuanto a la dureza de las rocas de nuestra Cordillera es

mui grande, siendo ella, a mi modo de ver, escepcional por su

gran resistencia al desgaste, que es el motivo de su integridad

relativa comparada con otras montañas. La dureza de sus rocas

coincide con su situación marjinal en forma de costa con esteros

o "fjordsH. Von Richthofen 1 afirma, que estos se hallan casi

siempre cortados en terreno de roca mui dura. Luego esta

dureza tan pronunciada no favorece una erosion tan activa, que

pueda horadar una serranía hasta el punto de desviar la división

de aguas.

Resulta, pues, que por una parte los rios del Oeste, aunque

mas caudalosos, no pueden atravesar para el Este por impedír-

selo la mayor altura de los valles, i que por otra los del Este,

aunque favorecidos por la altura, no lo hacen por su caudal mas

corto, de modo que dos de los ajentes se compensan mútuamente,

habiendo uno en cada lado que favorece i otro que impide una

erosion eficaz en dirección al lado opuesto. En cuanto al tercero,

la dureza de las rocas, ella debilita en jeneral la acción de la

( i ) Este hecho se deduce de la altura diferente de los lagos, que indican bien

¡a altura media de los valles. Los lagos de la otra banda están situados en jene-

ral a altura mucho mayor que los de este lado.

i Libro citado, pajina 306.

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8 8 I I . OV.OGRAFÍA ESPECIAL

erosion, que alcanzará difícilmente a labrar la cuesta divisoria tan resistente. Todo se junta, pues, para abogar a favor de la estabilidad absoluta de la división de aguas. Juzgando apriori, es mui probable, pues, que no existan desviaciones de ella.

Despues de estas consideraciones jenerales sobre la división de aguas, podemos entrar al estudio del problema importante relativo a las escepciones de la estructura normal, es decir de los casos en que la línea de vertientes no coincida con la culminan-te. Vemos desde luego, que las condiciones orográficas son bas-tante sencillas. Tenemos una sola cadena, de modo que las aguas no tienen dificultad de salida, corriendo por el declive prefor-mado de cada lado. Esta cadena forma ademas la continuación directa 1 del primer cordon de los Andes del Norte, el que según acabamos de ver, es el divisor casi absoluto en esa parte del continente; podemos suponer, pues, que ella ejerce un papel igual en esta latitud. Todo conduce a la conclusión que haya mui pocas escepciones, que éstas sean insignificantes, caso de que existan, i que no haya en ellas preferencia marcada para uno u otro lado.

Existen efectivamente mui pocas escepciones de la regla, a lo ménos en la parte conocida. El señor Alejandro Bertrand 2, quien en un luminoso artículo para refutar la teoría de los puer-tos arjentinos en el Pacífico, analiza los casos conocidos de la desviación de la línea de vertientes, enumera fuera de la del lago de Lacar, que admite como efectiva 3, solo dos mas, la del valle de Alico, afluente del rio Ñuble, i el de Coliquen, afluen-te del rio Biobio, que conducen aguas de la falda Este de la Cordillera para el Pacífico, i una, la del rio de Las Cuevas, tri-

1 Véase pájina 10.

2 Puerto arjentino en el Pacifico. "El Ferrocarriln del 24 de diciembre de 1883.

3 Estudiaremos luego la teoría de este caso en la apreciación jeneral de las anomalías oro-

gráficas.

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butario del rio de Mendoza, el cual nace al poniente del cerro

culminante, el Aconcagua (Pissis) (i).

( i ) No es precisamente la división de aguas la que se desvía en este caso; ella sigue su curso normal de Norte a Sur. Es la línea culminante la que según Pissis salta a un lado, dirijiéndose a la cumbre del Aconcagua situado al Este del cordon central i volviendo luego a éste. La distancia de su cima de la línea de vertientes no alcanza a nueve kilómetros; la desviación es, por consiguiente, insignificante.

Aprovecho la ocasion para someter a la consideración de los aficionados a la orografía una lijera reflexión aunque contraria a la opinion del señor Pissis, sobre esta situación anómala del cerro Aconcagua, tan notable por ser el pico mas elevado del hemisferio del Oeste, i el cual ha sido medido i estudiado tan bien por este sabio autor.

Si fuera cierto que el Aconcagua está al Este del cordon central, estaría mas distante de cualquier punto de Chile que los cerros situados en la cumbre, como el Tupungato, que es un poco inferior en altura. Debia aparecer por consiguiente bajo un ángulo visual mas reducido, es decir mas pequeño que éste, para el observador de Valparaíso. Sabemos que sucede lo contrario: visto desde este puerto parece mas alto i no ménos cercano i se alcanza a ver una gran parte de su base. Esta se ve mas ancha aun desde Ocoa. Pues es evidente que si el Aconcagua estuviese situado al Este del cordon, éste último le ocultaría en gran parte a la vista del observador en Chile. Sabemos en jeneral que los picos situa-dos al otro lado de una cordillera, por mui altos que sean, se suelen divisar como alturas pequeñas o apenas regulares, que sobresalen por encima del cordon si-tuado por medio. Así creo que el hecho que el Aconcagua es visible desde Chile en todo su esplendor i grandeza, con su cima dominante i su base ancha, aboga en favor de su situación sobre la misma línea de vertientes.

El notable mapa de John Miers, el cual, según se dice no fué obra de él sino de un comerciante aleman, quien se lo comunicó, coloca el Aconcagua justa-mente en el medio del cordon i en una línea con el Tupungato. Gay tiene una opinion aun mas opuesta a la del señor Pissis, porque le coloca también fuera del centro del cordon, pero con desviación contraria, es decir, con avance para el Oeste i el lado de Chile.

Aun hoi este punto controverso no está bien resuelto: el doctor Ochsenius, jeólogo notable residente en Marburgo, opina que el rio Aconcagua deriva sus aguas del cerro del mismo nombre, atribuyéndole una situación sobre la línea de vertientes, miéntras que el señor A. Hermann da como plenamente confir-mada la opinion de Pissis

i Vea Deutsche Nachrichten, sesión de ¡a Sociedad Científica Alemana del 29 de Abril de 1891.

OROGRAFÍA 12

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90 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

Estas pocas escepciones relativamente insignificantes no in-frinjen la regla de la estructura normal i uniforme de la Cordi-llera de Chile. Es admirable que no ocurran perturbaciones de mayor estension en el trayecto conocido entre Copiapó i Antuco de logrados de latitud ( I . I I O quilómetros mas o menos) de largo. No se podrá ménos de admitir que la Cordillera es una montaña sui generis, diferente de las de Europa precisamente por su estructura normal. Es una montaña de tipo simétrico ver-dadero. Aquí no ocurren sino mui raras veces las dislocaciones i escepciones consideradas frecuentes en jeneral por Richthofen Sonklar i Philippson 1 en vista de los Alpes, montes Cárpa-tos i otras montañas de Europa.

Es mas que probable, que esta misma uniformidad reine por todo el resto de la Cordillera en la parte desconocida o parcial-mente esplorada. Solo al concluir su curso largo, cerca del Es-trecho, sufre alteraciones en su estructura consiguiente a su vir-gacion i próximo hundimiento bajo el mar, según lo detallamos anteriormente 2. La cordillera de Arauco, Valdivia, Llanquihue, Chiloé, Chonos i mas al Sur por el contrario se halla todavía en pleno curso. Ya por esta razón debemos mirar con descon-fianza toda aseveración sobre cambios i escepciones que ocurran en la Cordillera del Sur. Mientras no la conozcamos mejor, con-viene abstenerse de tales conjeturas vagas i considerar su estruc-tura igual a la del Norte, es decir normal.

La Cordillera esperimenta en este trayecto el cambio de con-tinental a marjinal. Hemos demostrado i comprobado arriba por ejemplos conducentes 3 que la dirección i tectónica de otras cordilleras no se altera esencialmente con semejante trasforma-cion. Ellas siguen por largas distancias sin interrupción ni des-

1 Véase pájina 31.

2 Véase pajinas 26 i 66

3 Véase pájina 43.

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viacion i ofreciendo en su tipo de costa bien cerrada (Richthofen) la misma regularidad en sus pendientes, aunque sus valles sean ocupados por brazos de mar. Parece que el tipo pacífico de cos-tas que domina esta costa i la de todo el Pacífico, según lo deja-mos señalado z, implica como condicion la estructura normal de las montañas marjinales que le forman i especialmente de la Cordillera nuestra. Puede ser que se descubra mas tarde la lei a que obedece esta relación recíproca.

Hemos indicado ántes, que el pié de la Cordillera i costa corre de Norte a Sur mas o ménos por el 72° 50' lonjitud O. i que se puede inferir que el cordon central corre a la distancia correspon' diente hácia el Este i el interior de la montaña en la misma direc-ción. Recientemente hemos podido consultar el mapa de la impor-tante espedicion del señor comandante Arturo Fernandez Vial, que pone la amplitud estrema, en que varía la dirección del cordon central en la latitud de 39 a 40o, entre 72° 38' i 72° 13' lonji-tud O., lo que da para aquella 46 kilómetros, i la mitad de esta cifra, o sea 23 kilómetros, como la distancia mayor que el centro de la Cordillera se desvia de su curso medio para uno u otro lado. La mayor amplitud en que varía la cordillera del Norte es, según el mapa de Pissis, 55 kilómetros. Parece en jeneral que la variación indicada no significa en manera alguna una desviación notable del curso recto.

Debíamos entrar en este lugar al exámen detallado de las relaciones entre la división de aguas i la línea culminante. No disponiendo de mapas para acompañar el texto de este trabajo, difícil seria esplicar i entenderse bien sobre los puntos contro-versos. Habria necesidad de descender a la arena de la polémica, imponiéndonos una tarea poco fructuosa en proporcion a la labor que se haga. Felizmente la reciente aprobación de la aclaración

1 Véase pajina 28.

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92 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

del Tratado, ya sea un hecho o esté por fenecerse, nos exime de este ímprobo trabajo. Esperitamos sumo placer i alivio al desis-tir de esta tarea por tan fausto motivo. Completaremos el cua-dro de la estructura de la Cordillera al tratar mas adelante de los pasos i alturas.

Por el momento, i al fin de este capítulo, nos limitaremos a dar un breve resumen de las cuestiones principales a que ha dado lugar la supuesta diverjencia de las dos líneas orográficas i a las que hemos aludido antes.

Hemos discutido ya estensamente los dos problemas princi-pales: la supuesta conclusión de la Cordillera en el promontorio Sarmiento i la aberración de la línea culminante sobre los volca-nes aislados del márjen.

Con respecto a la primera no tenemos nada que agregar. En cuanto a la segunda, que ha conducido ala pretensión in-

justa de uno o mas »puertos arjentinos en el Pacifico,n la hemos debatido suficientemente también. Observamos solo que existen algunos mapas construidos en conformidad con una línea culmi-nante llevada sobre las cimas de los volcanes, haciendo aparecer un cordon continuo, que limite directamente el llano interme-dio. Es este un error manifiesto que debe correjirse. Si exis-tiese tal cordon, debería haber otro valle lonjitudinal a su pie oriental. Como sabemos bien que no hay tal valle, estamos se-guros que no habrá tampoco tal cordon. Esta cadena imajinaria se compone de los frontones de los cordones laterales i de tal cual volcán aislado i colocado al fin de uno de éstos, hallándose unidos de este modo al cordon central. Este último es el único cordon lonjitudinal que existe í todo el sistema no es mas que la configuración normal: cordon central, que corre de N. a S. con sus macizos, la división de aguas i la línea anticlinal; cordones trasversales regulares, con dirección E. a O. i caída de sus fron-tones hácia el llano, i finalmente algunos conos imponentes ne-

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vados, que forman los frontones de tal cual cordon trasversal en la misma línea con los demás frontones al pié de la Cordillera. No se puede aceptar, pues, la configuración dada en aquellos mapas.

Otros mapas delinean el cuerpo de la Cordillera como destro-zado en fragmentos dispuestos sin regla alguna. Debemos mirar con duda fundada esta estructura, lo mismo que las interrupcio-nes que se han hallado, por faltar en estos casos la enfilacion con puntos conocidos de los dos lados, de modo que las afirma-ciones de los viajeros sobre este particular carecen por ahora de base segura.

Este mismo inconveniente ofrece la aseveración que algunos rios de la costa occidental (Palena, Aysen, Huemules) vienen de adentro de la pampa patagónica. Nos consta que ninguno de los esforzados esploradores Musters, Moreno i Lista, que han recorrido el pié oriental de la Cordillera, los han observado. Conociendo la suma dificultad para avanzar rio arriba en estos valles tan accidentados, de modo que una legua de camino cueste a veces un dia o mas de pesado trabajo, luego la imposibilidad de orientarse por los bosques oscuros i los cerros envueltos siem-pre en las nubes, no nos admiraremos que sea fácil equivocarse en el cálculo de la distancia recorrida. El curso de estos rios no es, pues, tan largo como aparece. Se pasa el pié de un volcan, se encuentra la división del rio en dos brazos, de los que uno faldea el pié oriental del volcan, miéntras que el otro continúa la dirección del valle, viniendo del Este, donde nace, según toda probabilidad, en el cordon culminante i divisorio de aguas, lo mismo que los rios mas conocidos, el Petrohue i Bodudahue, que no se diferencian de aquellos en fisonomía i caudal.

Esta consideración escluye también la supuesta configuración de la Cordillera austral, que caracteriza el conjunto de sus serra-nías como "la pendiente de la antiplanicie de la Patagonian.

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94 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

Desde que existe un cordon que en el medio domina por cada

lado, no hai una sola sino dos pendientes. La Patagonia propia-

mente dicha no tiene pendiente para el Pacífico.

Hemos mencionado arriba que existen unos pocos valles lon-

jitudinales al pié occidental del cordon central. Como sería largo

dar la vuelta por todo el valle para enfrentar el paso, el tráfico

ha abierto otro camino mas corto que conduce a ese punto atra-

vesando el cordon lateral cerca de su unión con el central. Se

llega de este modo por un paso bastante alto i escabroso a la

parte superior del valle guarnecido con hermosos lagos. De aquí

se sube paulatinamente i se pasa por un camino relativamente

cómodo la división de aguas con la línea culminante. La altura

de este segundo paso mas abierto es, sin embargo, mas conside-

rable que la del primero.

Hai autores que consideran el primer paso como el principal

i colocan la línea anticlinal i frontera en su cumbre. La confiofu-

ración descrita, la mayor altura del paso i su situación sobre

la división de aguas i entre dos cumbres principales prueban que

la línea culminante corresponde al segundo paso i que tenemos

que habernos aquí también con la estructura normal.

Por último mencionamos todavía como problema que se ha

hecho figurar en la Cordillera nuestra, la existencia posible de

un lago con dos desagües en la división de aguas. Podría haber

en este caso diverjencia de opiniones sobre el modo de proceder

en su división. Podemos asegurar que su existencia no es po-

sible, a lo ménos en las montañas. Este rarísimo fenómeno ocu-

rre solo en los llanos de caida imperceptible. Se comprende que

uno de los desagües se cegaría mui pronto por el menor acci-

dente en el nivel, quedando el otro solo en función definitiva.

Tal es la larga lista de los fenómenos excepcionales que se

han invocado para negar la coincidencia de la línea culminante

con la de vertientes. Al recorrerla se nos viene a la mente que

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sucede aquí lo que observó Eduardo Poeppig, el célebre via-jero de Chile i Perú: »Con la dificultad de penetrar a alguna rejion ha marchado siempre en América a paso igual la creencia en fábulas o milagros, de que se supone ser teatron \ Poeppig se refiere aquí a "El Dorado, u Nosotros poseemos en las sole-dades de la Cordillera austral el recinto de la romántica Le-yenda de los Césares. Ya ésta enmudeció hace un siglo. En cambio ella se ha poblado en la imajinacion de los contempo-ráneos de fenómenos raros i en parte imposibles pertenecientes a la orografía i jeografía.

Hemos tratado de refutar las anomalías citadas por conside-raciones jenerales. Nos permitimos todavía probar, validos de unos pocos ejemplos, que la Cordillera posee la estructura normal en las partes en que se ha atravesado, ateniéndonos para este fin a los datos legados por nuestro famoso esplorador cen-tenial 2 Frai Francisco Menéndez. Este infatigable viajero i correcto observador, cuya autoridad no se podrá despreciar, ha reconocido tres pasos, dos de los cuales se conocen hasta ahora solo por su descripción.

Menéndez se dirijió al lago de Nahuelhuapi por el paso lla-mado hoi " Perez Rosales H, situado en la falda Norte del gran macizo Tronador. Subió de este lado a las vertientes del rio Peulla para descender en el otro por las del rio Frió. El cor-don central encumbrado por este majestuoso cerro divide las aguas. El Tronador es la cumbre de la Cordillera, siendo mas alto que todas las demás cimas, incluyendo los hermosos volcanes i cimas del Oeste (Osorno, Puntiagudo i Calbuco). No cabe, pues, duda alguna, que la línea culminante pasa por esta cumbre i ma-cizo central, de lo que resulta que la línea de vertientes i la cul-minante coinciden en este paso.

i Reist iu Chile und Peni, Leipzig, 1836, tomo I I , pajina 245. * Véase el prefacio.

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96 II. OV.OGRAFÍA ESPECIAL

Lo mismo sucede, a no dudarlo, en otro paso de ubica-

ción un poco incierta, por no haberse verificado posteriormente,

que atravesó Menéndez por el flanco Sur del mismo cerro Tro-

nador, que marca también este boquete como la línea anticlinal,

mientras que las vertientes están situadas entre el rio Blanco

del lado Poniente i otro rio sin nombre (afluente del lago N i -

huelhuapi?) al Este.

Atravesó por fin Menéndez la Cordillera en otra rejion; en las

fuentes del rio Bodudahue. Siguiendo éstas desde el gran estero

de Comau hasta su fin, encumbró "la loma divisorian situada en

bastante altura entre dos cerros nevados, de los que el del Nor-

te es mui elevado, i descubrió, orillando para el Este, un rio que

forma varios lagos (i). Vemos aquí también que el paso con la

division de aguas se encuentra en la falda de dos cerros culmi-

nantes del centro.

Menéndez, por donde penetró en sus atrevidas peregrinacio-

nes a la vírjen Cordillera, halló una configuración normal.

Al fin ya de nuestras deducciones sobre la cuestión de lími-

tes, seria supèrfluo tocar todavia otros puntos, como, por

ejemplo, las ventajas de las fronteras naturales formadas por la

division de aguas i pasos, por ser del dominio de todos e impo-

nerse por sí mismas x.

Resumiendo el resultado de nuestras investigaciones, arriba-

mos a las conclusiones siguientes:

i) Disponiendo el Tratado, por principio jeneral, que la cor-

dillera de los Andes forma el límite, la division de esta montaña

( i ) En recuerdo del gran esplorador i de su guia, he bautizado en el trazo que formé de este viaje, el boquete con el nombre de Menéndez i el cerro con el de Barrientos.

i Léase sobre este particular un artículo importante de " E l Heraldo m del 4 de marzo

de 1892.

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i la fijación del límite deben efectuarse según las leyes de la oro-grafía.

2) Entre los dos elementos, que concurren en el Tratado como norma para la demarcación de la frontera, debe rejir en primer lu^ar la línea de la division de las aguas, por mencionarse repe-tidas veces i por ser un factor orogràfico fundamental.

3) La línea culminante ocupa solo un lugar secundario, por faltarle estas condiciones. Aun cuando se le admitiera, contra-viniendo las estipulaciones del Tratado, como norma principal, resultaría impracticable en su uso i daria una frontera de todo punto defectuosa.

4) La estructura de la Cordillera austral es normal: de modo que las dos líneas orográficas coinciden jeneralmente i no hai absolutamente lugar para diverjencias en la ubicación del lí-mite, con tal que se proceda conforme a las reglas de la oro-grafía.

5) La division de aguas, auxiliada por la línea culminante, en los casos en que fuera necesario, es la verdadera fórmula o clave para la interpretación del Tratado. Ella da no solo a cada Esta-do la justa mitad de la Cordillera, sino también la frontera mas perfecta del Mundo, ofreciendo una demarcación natural de precisión matemática i fácil ejecución. Se halla a la vez tan en armonía con las leyes orográficas, como con los elevados princi-pios de la justicia i equidad.

Habiéndose celebrado un acuerdo conveniente sobre la inteli-jencia del Tratado de los eminentes estadistas Norberto Ouirno Costa e Isidoro Errázuriz, no cabe duda que los futuros traba-jos iniciados bajo los auspicios de nuestro ilustre i sabio perito Diego Barros Arana i su digno colega Valentin Virasoro, serán fructíferos, no solo para la tarea directa de su cometido, sino también para el adelanto de nuestros conocimientos jeográ-ficos. Hemos visto que las ardientes cuestiones internacionales

OROGRAFÍA 13

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que se suscitaron, eran debidas principalmente a la falta de éstos. Para evitarlas es necesario ante todo conocer los territorios limí-trofes. Miéntras éstos no estén esplorados, surjirán siempre nue-vos problemas, dudas i dificultades. Ademas, la ciencia de la jeografía reclama con urjencia que se levante el denso velo que aun cubre la Cordillera austral i se organicen espediciones formales para esplorarla metódicamente. No seria difícil, talvez, que la Comision de Límites atendiera al mismo tiempo a esta urjente necesidad. Así, al paso que se diera a conocer la jeografía de esta rejion, que, aunque inhospitalaria, ofrece importantes recursos, marchará también su colonizacion.