de la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · traductores, convertido actualmente en...

17
De la humildad y el esplendor de la traducción: don Agustín Millares Cario (1893 - 1978) Elsa Cecilia Frost CCyDEL - UNAM A más de cincuenta años de la llegada de los primeros intelectuales españoles que la derrota republicana trajo a México, nadie duda ya ni de la valía del grupo ni de su aportación a nuestra cultura. Pero, si hubiera aún algún recalcitrante incrédulo, bastaría para conven- cerlo la obra escrita, tanto la propia como la que sobre ellos se va acumulando,1a más de la tradición oral que mantenemos, cotejamos y completamos quienes tuvimos la suerte de ser discípulos de uno o de varios de ellos. A mi, sin embargo, me queda -en cuanto a la formación intelec- tual de los transterrados- no una duda, sino una gran curiosidad que, a estas alturas, posiblemente no pueda ya satisfacer. ¿Qué sabían de México y sus problemas en particular o del continente en general cuando llegaron aquí? Porque resulta sorprendente el tino, la finura con la que su obra llenó fisuras, huecos y hasta lagunas que, deliberadamente o no, se habían producido en nuestra cultura. Así, es posible imaginarlos como restauradores de un enorme y espléndi- do tapiz, maltratado por los años y la incuria, que fueron comple- tando por aquí y por allá con nuevo tejido o reforzando por el revés con tenues hilos, pero en tal forma que lo nuevo sea indistinguible de lo viejo y los espectadores veamos sólo la magnificencia del original. En algunos casos, pienso sobre todo en los filósofos, el ajuste parecería haber sido más fácil, pues la filosofía -a pesar de sus múltiples variantes- es una. Y quizá desde la primera clase el son- deo mostró dónde había debilidad. Pero aun aquí es indudable que

Upload: others

Post on 23-Nov-2019

1 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

De la humildad y el esplendor de la traducción: don Agustín Millares Cario (1893 - 1978)

Elsa C ecilia Frost

C C yD E L - U N A M

A más de cincuenta años de la llegada de los primeros intelectuales españoles que la derrota republicana trajo a México, nadie duda ya ni de la valía del grupo ni de su aportación a nuestra cultura. Pero, si hubiera aún algún recalcitrante incrédulo, bastaría para conven­cerlo la obra escrita, tanto la propia como la que sobre ellos se va acumulando,1 a más de la tradición oral que mantenemos, cotejamos y completamos quienes tuvimos la suerte de ser discípulos de uno o de varios de ellos.

A mi, sin embargo, me queda -en cuanto a la formación intelec­tual de los transterrados- no una duda, sino una gran curiosidad que, a estas alturas, posiblemente no pueda ya satisfacer. ¿Qué sabían de México y sus problemas en particular o del continente en general cuando llegaron aquí? Porque resulta sorprendente el tino, la finura con la que su obra llenó fisuras, huecos y hasta lagunas que, deliberadamente o no, se habían producido en nuestra cultura. Así, es posible imaginarlos como restauradores de un enorme y espléndi­do tapiz, maltratado por los años y la incuria, que fueron comple­tando por aquí y por allá con nuevo tejido o reforzando por el revés con tenues hilos, pero en tal forma que lo nuevo sea indistinguible de lo viejo y los espectadores veamos sólo la magnificencia del original.

En algunos casos, pienso sobre todo en los filósofos, el ajuste parecería haber sido más fácil, pues la filosofía -a pesar de sus múltiples variantes- es una. Y quizá desde la primera clase el son­deo mostró dónde había debilidad. Pero aun aquí es indudable que

Page 2: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

hubo quienes como Gallegos Rocafull y Gaos encontraron un cam­po hasta entonces inexplorado: la problemática surgida por el des­cubrimiento o la revaluación del pensamiento de los siglos XVII y XVIII y hasta de muchos contemporáneos.2

Por otra parte, hay que reconocer que para los historiadores -aun suponiendo que nada conocieran de la época prehispánica- había un enorme terreno común, ya que ¿quién que se llame español puede ingnorar las gestas del descubrimiento, la conquista y la colo­nización, sea para exaltarlas o para denigrarlas? Campo en el que, por lo demás, pudieron aplicar también sus conocimientos los juris­tas, los literatos y los bibliógrafos. Y ¿qué decir de la sorpresa que el habla de los mexicanos deparó a los filólogos, quizá tan sólo comparable a la que nuestro barroco provocó en los historiadores y críticos de arte?

Para este juego de luces y sombras, de conocimiento o ignoran­cia, de valoración y desconcierto, es posible que nadie estuviera mejor preparado que don Agustín Millares Cario, experto latinista, pero cuyos intereses distaban mucho de encerrarse en estos límites.3 Filólogo, historiador, paleógrafo y bibliógrafo, eran ya notables sus aportaciones en cada una de estas disciplinas y alguna, si no todas, habría de servirle en el exilio.

Nacido en 1893 en Las Palmas, la capital canaria, siempre orgu­lloso de su ascendencia guanche a la que atribuía su notable estatu­ra, Millares Cario se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid (1917) y poco después obtuvo la cátedra de latín del Ateneo de Madrid y en 1922 la de paleografía en la Universidad de Granada. Pero tal vez mas importante que los cursos universita­rios haya sido el hecho de haber pertenecido al Centro de Estudios Históricos, donde fue discípulo de Ramón Menéndez Pidal y recibió una solida formación como investigador. Tan grande fue el prestigio de este Centro que la Universidad de Buenos Aires pidió su apoyo para organizar un Instituto de Filología. A pesar de su juventud, Millares Cario fue el elegido por el Centro para apoyar la fundación y se convirtió en su primer director (1923). En Buenos Aires publi­

Page 3: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

có con asombrosa rapidez el volumen intitulado Los incunables de la biblioteca universitaria de La Plata (1924).

A su regreso a España se asentó en Madrid como catedrático de paleografía y director de la Biblioteca del archivo municipal de dicha ciudad. Durante esos años mas o menos tranquilos, Millares Cario logró publicar un número sorprendente de libros, de los cua­les apenas si hay alguno que permita suponer una posible continua­ción en México. Si ya desde 1918 había editado Documentos pontificios en papiro en archivos catalanes. Estudios paleográficos y diplomáticos (¿habrá alguno en México?), ahora apareció Paleografía española. Ensayo de una historia de la escritura en España entre los siglos VIII y XVIII, 1929. Tres años mas tarde publicó ni mas ni menos que cuatro libros: Documentos del Archivo General de la Villa de Madrid, Fuero de Madrid y un Tratado de paleografía española, al lado de los cuales se dio tiempo para escribir un homenaje a su tierra: Ensayo de una bio-bibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias.

Pero también por entonces se despertó en él un apasionado inte­rés por los códices visigóticos, interés cuyo primer fruto fue un tratado sobre La paleografía visigótica (1925) y mas adelante un volumen titulado Contribución al “corpus ” de códices visigóticos, 1931. Por si esto fuera poco redactó un ensayo sobre Feijoo, 1923, e hizo la edición tanto del Teatro crítico universal como de las Cartas eruditas de este mismo autor.

Todo este esfuerzo, toda esta labor había de quedar trunca, pues es mas que evidente que en México no había de encontrar los ele­mentos necesarios para proseguirla. Pero ... (siempre hemos de en­contrarnos con un pero), como ya dije antes, algo había desde sus primeros estudios y publicaciones que sí podía y hasta me atrevo a decir que debía proseguir en el destierro.

Ya desde 1919, Millares Cario había hecho la traducción de las Cuestiones académicas de Cicerón, traducción que muestra ya su seguridad y pericia en este campo y a la que se añadieron en plena guerra dos textos más: Gramática-elemental de la lengua latina

Page 4: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

(1936) y una Antología latina (1937). Son, pues, los profundos conocimientos latinos de Millares Cario los que no sólo van a per­mitirle seguir su trabajo en las nuevas tierras, sino que además van a ampliar la difusión de su obra. Si la mayor parte de los temas que había venido trabajando en España interesaban en ésta y en el resto de Europa únicamente a un reducido grupo de eruditos, en cambio el latín y la cultura que expresa, tan abandonados en la América española que puede decirse que su estudio estaba ya reservado a los seminarios, son a pesar de ello patrimonio común de los pueblos de Occidente.

Sin embargo, en México, una interpretación peculiar de su histo­ria había hecho a un lado no sólo el gran legado medieval, sino también los estudios clásicos, identificados de manera simplista con una postura retrógrada. Con todo, algunos años antes de la llegada de los refugiados españoles y en plena revolución, José Vasconcelos había hecho un enorme esfuerzo por difundir la lectura de los clási­cos. Estas ediciones de la Universidad Nacional, de atractivo aspec­to y fácil lectura, nada dicen en cuanto al texto del que fueron tomadas y carecen de aparato crítico, superfluo desdé luego para el tipo de público al que estaban destinadas. Hay además otra omisión en todas ellas y es el del nombre del traductor, lo que unido a las otras características lleva a suponer que son retraducciones hechas a partir de alguna lengua moderna.

En este ámbito de desinterés frente al mundo antiguo vino a caer en 1938 Millares Cario como cónsul adjunto de la embajada espa­ñola. Como sabemos, las circunstancias hicieron imposible su regre­so y así este “viejo profesor de latín”,4 como solía caracterizarse a sí mismo, fue por lo tanto figura clave en el resurgimiento de los estudios clásicos en la UNAM. A partir de su incorporación a ella en 1939, don Agustín fue para sus alumnos “el guía que en los primeros años de letras clásicas les abría las puertas a la lengua y cultura latinas con claridad y profundidad”.5

Pero no fueron la Universidad y El Colegio de México los únicos que se beneficiaron con los conocimientos de este hombre. A través

Page 5: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

de los dos últimos textos escritos y publicados en España, pero de los que rápidamente se hicieron ediciones en México, llegó también a los estudiantes de preparatoria; textos que se vieron reforzados en algunos casos por la presencia del maestro, ya que su nada holgada situación económica, unida a su vocación de maestro, lo llevó a dar clases de latín en las escuelas fundadas por los propios refugiados. Pero volviendo a los textos, si no me equivoco su Gramáticcfi fue de uso general tanto en las preparatorias como en la Facultad de Filo­sofía y Letras. Difícilmente puede encontrarse un texto de este tipo que tenga la claridad del de Millares Cario. Sin embargo, al escribir esto me entra un escrúpulo y considero que debo hacer una excep­ción, ya que la gramática latina con la que me inicié, hecha en Alemania,7 reunía en un sólo volumen tanto la gramática como los textos que había que traducir, elegidos éstos no sólo por su facili­dad, sino también por dar poco a poco una visión de la vida romana. La diferencia y quizá superioridad entre este texto y los preparados por don Agustín puede deberse al hecho de que en Alemania los alumnos se inician (o iniciaban) en el latín a una edad mucho mas temprana y en consecuencia era necesario graduar mas las lecciones.

Sea de ello lo que fuere, al repasar ahora la Antología* recopila­da por don Agustín, me encuentro con que la primera sección (Narrationes) fue tomada de A Latín Rapid Course de Walter Ripman y M. Vivian Hughes, y la segunda (De viris illustribus urbis Romae) del tratado compilado por Charles Francois Llomond. Sin embargo, a que Millares Cario considera -y debe tener toda la razón- que el material esta graduado y los textos son fáciles, me encuentro tam­bién con mis propias anotaciones, destinadas a hacerme inteligible un texto que no me parecía sencillo. Por otro lado, frente al manual alemán, tiene el de don Agustín una evidente ventaja y es que, a partir de la tercera sección, todos los textos van antecedidos por una pequeña nota bibliográfica sobre el autor en cuestión y, lo mismo que las dos primeras, están profusamente anotados.

Page 6: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

Algunas de estas notas se refieren a problemas de gramática, pero otras aclaran asuntos de historia, arqueología o geografía. Hay además pequeños resúmenes del tema de cada uno de los trozos seleccionados, lo que permite al alumno hacerse una idea de lo que esta por traducir. Tenemos, en consecuencia, que a muy poco tiem­po de su llegada Millares Cario no sólo había reunido un pequeño grupo de discípulos, sino que les había proporcionado tanto a ellos como a todos los que llevaban un curso de latín los textos básicos para su formación, ya que tiempo después el Fondo de Cultura Económica publicó su Historia de la literatura latina.9

Desde luego, quienes pasaron por su seminario fueron los mas interesados y mas capacitados y con ellos se formó un Centro de Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási­cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. En este sentido, Millares Cario es, como afirma Arturo Souto,

*

un ejem plo ilustrativo de esa continuidad de la cultura española de

los años veinte y treinta que se produce aquí. N o sólo va a prolongar

estudios anteriores a la guerra, sino que, desde una nueva perspectiva,

abre horizontes de estudio e investigación que constituyen una apor­

tación muy valiosa, sobre todo de carácter instrumental.10

Estas frases definen claramente la labor que don Agustín em­prendió algo después. Me parece plausible que Millares Cario haya caído de inmediato en la cuenta del vacío al que debía enfrentarse dado que el desconocimiento del mundo clásico en México no se refería sólo a las lenguas, sino que se hacia extensivo a la cultura misma. Pocos eran aquí quienes habían leído no ya a los autores antiguos, pero ni siquiera las grandes obras sobre el mundo clásico escritas por alemanes, franceses o ingleses. Había, pues, que empe­zar por los cimientos y ¿qué mejor modo de iniciarse en el conoci­miento de la antigüedad que los grandes escritores griegos y roma­nos? Nació, en 1944, el ambicioso proyecto de publicar una serie de

Page 7: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

traducciones de los clásicos -serie a la que Millares Cario daría el nombre de Biblioteca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexi­cana-, hechas a partir de la lengua original, en texto bilingüe, dotadas de un riguroso aparato crítico y en la que cada volumen llevaría además un estudio introductorio. De hecho, el proyecto mas que ambicioso puede llamarse ambiciosísimo, porque sólo los ingle­ses y los franceses (que disponían y disponen de muchos mas ele­mentos) habían intentado algo semejante.

Felizmente, el proyecto se convirtió en realidad y los discípulos de don Agustín -Antonio Gómez Robledo, Rubén Bonifaz Ñuño, Germán Viveros y Roberto Heredia, entre otros- se han encargado no sólo de mantenerlo vivo y aumentarlo, sino también de sostener el prestigio que la colección alcanzó desde sus primeros cinco volú­menes. De ellos, tres fueron traducidos por Juan David García Bacca, uno por José María Gallegos Rocafull y el otro por Millares Cario. Como puede advertirse, en esta colección colaboraron, al lado de los filólogos, muchos filósofos, ya que desde el principio se pretendió que los textos reflejaran todos los terrenos del conocimiento.

Volviendo a don Agustín, cuando menos a partir de su Antología quedó perfectamente claro que para él la prosa cesarían a, junto con la de Cicerón, son las representativas de la latinidad clásica. Como dice Riemann, en frase que Millares Cario no vacila en hacer suya, “los únicos prosistas verdaderamente clásicos, los únicos que ofre­cen la prosa latina en su forma mas pura, serían Cicerón, por una parte, y Cesar, por otra”.11 Consecuente con esta opinión, don Agustín había traducido ya en España a Cicerón y en su Antología ambos autores tienen un lugar preferente, pues además de pequeños relatos sobre ellos se reproducen varios capítulos de La guerra de las Galias y fragmentos de los Tratados filosóficos, las Tusculanas, las Catilinarias y varias Epístolas. El resto del volumen está consa­grado a Salustio (La guerra contra Yugurta y La conjuración de Catilina). A pesar de la inclusión se diría que le cuesta considerar a Salustio al mismo nivel de los otros. Es evidente que es un buen escritor y que sus obras son fundamentales para el conocimiento de

Page 8: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

Roma, pero su lenguaje es menos puro, posiblemente por ser menos riguroso.

Así, al comparar a Salustio con Cicerón, don Agustín da una reprimenda al primero, puesto que “lejos de imitar el período regu­lar de Cicerón, busca los efectos procedentes de la disimetría. Sus fines de frases no se someten a las reglas clásicas”, aunque en ultima instancia acabe por aceptar que su latín, “abundante en arcaísmos, es profundamente original”. Es mas, siguiendo a Grenier, Millares acaba por reconocer que es un gran artista, pues busca, “como un efecto nuevo, el contraste entre la austeridad y frialdad exterior del estilo y la pasión ardiente de la idea”.12

En total, don Agustín tradujo cuatro autores para la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana: Cicerón, Tito Livio Cornelio Nepote y Salustio quienes, junto a César, son preci­samente los que Riemann incluye en el período clásico, aunque debe tenerse en cuenta que los tres últimos no alcanzan la latinidad plena debido a su falta de rigor “en la elección de las construcciones que la lengua de su tiempo le ofrecía” y aún a su peculiar ortografía. Por lo que hace a Tito Livio, es evidente que “el valor literario de [su] historia es mayor que el histórico y debe considerársela mas como obra de arte que de ciencia”. Siguiendo de nuevo a Grenier, Millares Cario asegura que para Tito Livio “lo verosímil es la medida de lo verdadero”.13

Resumiendo lo que don Agustín dejó dicho, por aquí y por allá, de sus traducidos, podríamos concluir que el valor estilístico fue lo que mas lo atrajo, cuando menos en el caso de los clásicos, y que cualquier otro valor quedó subordinado a éste. Quizá al plantearse el problema de qué traducir, Millares Cario se dijera:

Si todo está por hacer, es decir, por traducir, empecemos por aque­llos autores que lograron escribir una obra de arte, no sólo para mi placer personal, sino también porque tal vez sea éste el mejor modo de hacer que algún lector se decida a seguir el espinoso camino de la traducción.

Page 9: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

Pero si sus profundos conocimientos del mundo clásico permi­tieron a este exiliado proseguir su labor académica a pesar de su involuntario cambio de vida y de las circunstancias que impedían su regreso, también es verdad que el destierro le abrió nuevos ca­minos. Como afirmó Joaquín Xirau, fue México el que les permitió descubrir a “la verdadera España, la de Vives, Lulio, Las Casas, los teólogos españoles de los siglos XVI y XVIII, los humanistas españoles en general”.14 Pues si es verdad que compartimos con Europa el legado clásico, nuestra relación con España es todavía mas cercana. Además, debe tenerse en cuenta que la reivindicación de los valores españoles se había iniciado ya, en muchos casos, quizá en especial en el de los filósofos, desde la propia España. Gaos agradeció a la fortuna el que “lo que hay de español en esta América nos haya permitido conciliar la reivindicación de los valo­res españoles y la fidelidad a ellos con la adhesión a los america­nos”.15 Por ello, en la obra de la mayoría de los transterrados vamos a encontrar estudios dedicados a las grandes figuras del pasado común.

En el caso de Millares Cario, este esfuerzo de revaloración -que abarcó la obra de Cervantes de Salazar, Ruiz de Alarcón y Eguiara y Eguren, por ejemplo, y a completar la monumental Bibliografía mexicana del siglo XVI de don Joaquín García Icazbalceta- produ­jo también una serie de traducciones de textos básicos para nuestra historia.

A él se debe, entre otras, la traducción, las notas y la bibliogra­fía de dos textos escritos aun en vida de Fernando el Católico y presentados por orden suya a la Junta de Burgos (1521). Se trata del De las islas del Mar Océano del consejero real Juan López de Palacios Rubios y Del dominio de los reyes de España sobre los indios,16 de fray Matías de Paz, de la Orden de Predicadores. Ambas obras se conocían por una referencia manuscrita de fray Bartolomé de las Casas en la que pedía que

Page 10: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

unas obras que el doctor Palacios Rubios, del Consejo Real, y el maestro Matías de Paz, catedrático que solía ser de Valladolid, han hecho acerca de los indios, mándense imprimir y se verá que los indios son hermanos y libres y como tales deben ser tratados.17

Grande debe de haber sido la desilusión de fray Bartolomé cuan­do dichos escritos (no impresos) llegaron a sus manos, ya que al redactar su Historia de las Indias,18 afirmó que Palacios Rubios sufría la influencia del Ostiense y había caído, por tanto, en “erró­nea y aun herética opinión” .

Se esté de acuerdo o no con Las Casas, lo cierto es que estos dos tratados eran prácticamente desconocidos hasta que don Agustín acometió la empresa de traducirlos. Con todas las “herejías” que puedan contener, son básicos para comprender la evolución del pen­samiento español acerca del derecho de los reyes de España sobre las Indias y de los limites que se pusieron a él.

Otro tanto puede decirse -aunque su importancia sea mucho mayor- de los textos del propio fray Bartolomé a los que Millares Cario consagró tanto tiempo. En un caso, la Historia de las Indias, no se trata evidentemente de una traducción, pero si de una edición muy cuidada en la que si bien se modernizó la ortografía del autó­grafo lascasiano, se respetaron “las formas típicas del lenguaje del autor”. Se logró así un texto de fácil lectura para el historiador que puede contar con una fuente plenamente confiable. En el otro, los Tratados,19 se trata de una traducción cuando menos parcial, puesto que el tratado noveno se publicó originalmente en latín. Seria super- fluo incidir ahora en la importancia del pensamiento y la acción de Las Casas no sólo para México, sino para todo el continente. Pero sí puede decirse que la labor acuciosa y paciente de Millares Cario logró entregamos tanto una base segura para acercamos al origen de la leyenda negra y de sus causas, como también una traducción de tal excelencia que si los editores no advirtieran que una parte ha sido traducida, sería difícil, por no decir imposible, que el lector se percatara de ello.

Page 11: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

Junto a estas ediciones es necesario mencionar la versión de las Décadas del Nuevo Mundo20 de Pietro Martire d’Anghiera o, una vez castellanizado el nombre, Pedro Mártir de Anglería. No se trata en este caso de una primera traducción. Pero dado que la inmediata­mente anterior proviene de finales del siglo XIX, es fácil ver su importancia. Es esta, quizá, la mas lograda traducción de Millares Cario. Al leerla tenemos la impresión de estar ante el original, tanta es la frescura con la que se nos enfrenta. Si Pedro Mártir supo convertir las diversas noticias sobre el Nuevo Mundo (Colón, Núñez de Balboa, Pedrarias Dávila, Cortés, fray Tomás Ortiz y fray Pedro de Córdoba entre otros muchos) en un relato apasionante, la traduc­ción de don Agustín es una verdadera recreación, un texto que nos envuelve en el ambiente renacentista y por momentos creemos ser el noble destinatario de la misiva. Aunque es verdad que muchos lecto­res se desconciertan y aún molestan por ciertos giros que ahora pueden parecemos rebuscados: “nocturnos espectros”, “funesta mo­neda” ; por gentilicios desacostumbrados: “cozum elanos” , “tenochtitlanos”; o por dar a los cargos y dignidades indígenas el nombre que recibían en Roma quienes tenían, al parecer, funciones semejantes: “casas senatoriales”, “lictores”, “ediles”, “magna­tes” que resultan totalmente inexactos. Pero leída de corrido la traducción corresponde exactamente al original latino y hasta repro­duce el mismo ritmo.

Fue, pues, don Agustín un traductor prolífico, pero es posible que la cantidad misma, unida al hecho de que Millares Cario llegó a México -como la mayoría de los transterrados- en un estado de penuria, haga pensar que la calidad no puede mantenerse siempre en el mismo nivel. Nada tan lejos de la verdad. Hasta dónde me ha sido posible comprobarlo, ninguno de los traductores españoles cayó en la rutina y en el descuido. Aunque la paga fuera escasa y las necesi­dades muchas, se esforzaron siempre no sólo porque la traducción fuera correcta y hasta “literaria”, sino también porque la obra traducida valiera la pena. Puestos a elegir entre una traducción fácil de un libro superfluo y la difícil y en ocasiones hasta dificilísima de

Page 12: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

un libro necesario, estos hombres mantuvieron una actitud de gran­de y digno profesionalismo y optaron siempre por la segunda. Au­mentaron así nuestro acervo cultural y por ello, entre otras cosas, les estaremos siempre en deuda.

Analicemos mas de cerca el trabajo de Millares Cario. Hace algún tiempo publiqué un ensayo sobre el arte de traducir21 en el que, tomándolas de un trabajo de Esther Benitez, enumeré las que aceptó como condiciones del traductor ideal. A primera vista, poco parecen tener que ver con la pericia lingüística, pues son: a) saber leer; b) buen oído; c) sensibilidad y d) humildad. A las que agregué, como base común, la paciencia.

Veamos qué pasa si juzgamos la labor de traducción de don Agustín de acuerdo con ellas. Desde luego, tenemos una base fírme de la cual partir: su conocimiento tanto del latín como del castella­no. Para probarlo -si hubiera necesidad de ello- bastarían en el primer caso las numerosísimas notas que acompañan al texto origi­nal y que dan cuenta de todos los problemas lingüísticos y gramati­cales que puedan plantearse. Por lo que se refiere al segundo, sólo quien es dueño de una singular maestría en el manejo del idioma propio es capaz de lograr estilos tan diferentes en la traducción de un texto ciceroniano y la de los redactados por fray Bartolomé de las Casas.

Es evidente, por lo demás, que quien prepara ediciones bilingües tiene que tener un cuidado extremo y por ello debe cumplir a la perfección con la primera condición: saber leer. No únicamente para evitar o salvar erratas en el texto original, sino porque una mala lectura, una distracción que provoque un salto o confunda una pala­bra con otra puede producir una traducción falsa que distorsione todo el contexto. Dado que el lector puede comparar en todo mo­mento los textos entre si y caer en la cuenta de los errores o de las discrepancias, este tipo de edición es el mas arduo, sin que esto quiera decir que puedan perdonarse los defectos provenientes de una mala lectura en otro tipo de libro, pero es evidente que en éste el lector advierte en general sólo las discrepancias mayores.

Page 13: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

La segunda y la tercera de las condiciones enumeradas -el buen oído y la sensibilidad- están estrechamente ligadas a la elegancia y diversificación características del trabajo de don Agustín. Sólo una persona de gran sensibilidad y de un oído extraordinario (externo o interno, lo mismo da), pudo lograr que sus traducciones a partir del latín clásico conserven el ritmo, la tesitura, el estilo, el vocabulario mismo de la gran época romana. Y, en cambio, las hechas a partir de los textos de los siglos XV y XVI nos hagan sentir con toda naturalidad en el ambiente de excitada polémica que provocó el descubrimiento del Nuevo Mundo. Como ya señalé, es de llamar la atención que, en este contexto, la traducción de Pedro Mártir haya sido criticada por usar para los hombres y las cosas que iban sur­giendo conforme se expandían los descubrimientos y conquistas, nombres que nada tienen que ver con ellos. Terminología de la que Millares Cario de ninguna manera es responsable, ya que debe recordarse que el texto mismo de las Décadas es traducción al latín de los informes que llegaban a la corte española. Y que los infor­mantes, desconocedores de los idiomas indígenas y también del fun­cionamiento de los grupos con los que entraban en contacto, procu­raban equipararlos a lo que conocían de antiguo. Era la forma de hacer comprensible lo desconocido y familiar lo extraño. No única­mente para si mismos, sino también para quienes permanecían en el Viejo Mundo. Por otro lado, por desconcertante que hubiera sido el primer contacto, si estas sociedades repetían las estructuras de las ya conocidas, esto probaba que el “mundo” es uno y uno es tam­bién el género humano. Pedro Mártir se vio en la necesidad de inventar términos para funciones y dignidades ignoradas por los romanos. De tal modo que el Almirante de la Mar Océana es unas veces el praefectus maritimus y otras el architalassus. El hecho de que en la versión de don Agustín resuenen estos extraños neologis­mos no es rechazable. Por el contrario, nos hace ver de inmediato que el texto original fue creado al paso de los descubrimientos, para dar noticia de lo que López de Gomara llamaría: “la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó”.

Page 14: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

La última condición enumerada es la humildad, es decir, esa disposición de ánimo que lleva al traductor a buscar y rebuscar la solución al problema que se le presenta, sin que al encontrarla, nos haga presente su trabajo mediante una enojosa nota de pie de pági­na. El traductor ideal debe ser tan humilde que resulte invisible, puesto que la lectura debe fluir sin tropiezos, siempre fiel al espíritu del autor, sin interferencias que de pronto nos hagan tomar concien­cia de que no se trata del original. De modo que al llegar a un párrafo difícil, hay que verterlo respetando su oscuridad (explicable en su propio contexto), sin intentar mejorar un texto que quizá puede caracterizarse precisamente por su difícil lectura. Quien no esté dispuesto a plegarse al estilo o aún a las excentricidades de un autor (recuérdese lo que Millares Cario asentó al hablar del estilo de Salustio), es mejor que no se dedique a traducir.

En este punto, la humildad del “viejo profesor de latín”22 llegó a tal grado que en muchos casos ni siquiera fue él quien escribió la introducción del libro, ese viejo expediente de los traductores para justificar sea la terminología empleada sea el método seguido, pero que sirve también para mostrar a los lectores lo mucho que saben sobre el tema. (Lo cual no quiere decir que no existan introduccio­nes interesantísimas y, desde luego, necesarias.) Aun en aquellas ocasiones en que la serie misma -la Bibliotheca Scriptorum y Nuestros Clásicos, ambas de la UNAM, o la Biblioteca Enciclopé­dica Popular de la SEP- lo exigía, resultan estudios muy breves en los que sólo aparecen los datos bio-bibliográficos escuetos. La des­aparición de don Agustín tras el texto traducido es total.

Dije ya que las primeras tres condiciones enumeradas tienen una base común: la paciencia. Porque para leer y oír bien se necesita dejar de lado las prisas, lo mismo que para poner en juego la sensibilidad, o sea ese jugar a ser otro, abandonando hábitos lingüísticos y culturales propios para movernos en los del autor. Todo esto requiere práctica, experiencia, y ésta a su vez necesita tiempo y paciencia. Como tampoco es mucho lo que puede lograr la rapidez si de hacer notas aclaratorias se trata. Las ediciones prepa­

Page 15: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

radas por Millares Cario, lo mismo que sus traducciones, llevan un aparato crítico copiosísimo que, como ya mencioné, no se limita a la gramática, sino que se extiende al campo de la historia, la geografía o la arqueología. Todas estas notas son resultado de una paciencia casi infinita, ya que por grande que fuera la erudición de don Agustín es imposible que su memoria retuviera todo el saber que se mani­fiesta en ellas. Nos pone ante los ojos no sólo a los grandes persona­jes romanos o españoles, sino innumerables figuras secundarias en cuya identificación debe haber gastado más que horas, días enteros. ¿Quién si no Millares Cario puede aclaramos que Décimo Bruto fue cónsul en 138 a.C.? ¿O que Paulo Emilio, cuya entereza alaba el texto, fuera en 168 a.C., el vencedor en la batalla de Pitna?

Pero si era capaz de hallar datos biográficos, también lo era de explicar costumbres olvidadas. Así lo mismo nos proporciona un croquis de la disposición de un comedor romano, que nos habla del “procedimiento con que Medea [...] rejuveneció, no por cierto a Pelias, sino a Esón”.23

En conclusión, puede afirmarse que Millares Cario fue un tra­ductor excepcional, uno que aquellos pocos que son capaces de ir mas allá de las palabras deUexto para entregarnos el mundo del que nació. Pero me atrevo a decir que, mas aún que sus traducciones mismas, lo que debiéramos aceptar como su mayor legado es su manera de acercarse a un original: con una gran preparación y un gran interés y también con humildad y paciencia.

Notas

1. Es imposible dar aquí una bibliografía completa de lo escrito por los transterrados, pero es muy útil la consulta de El exilio español en México (1939-1982), de varios autores, México, Salvat-Fondo de Cultura Económi­ca, 1982, lo mismo que de José Luis Abellán y Antonio Monclús (coords.), El pensamiento español contemporáneo y la idea de América. II. El pensa­miento en el exilio, 2 vols., Barcelona, Anthropos, 1989. En ambas obras se encuentra una abundante bibliografía.

Page 16: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

2. José Antonio Matesanz, “La dinámica del exilio”, en El exilio español en México, ed., cit., 172-173.

3. Lino Vaz Araujo, alumno venezolano de don Agustín, escribió un libro que no pude encontrar en la Ciudad de México, Agustín Millares Cario. Testi­monio para una bibliografía, Maracaibo, Universidad de Zulia, 1968. Pue­de consultarse, con mucho provecho, el ensayo de Ascención H. de León- Portilla, “Los filólogos españoles de la UNAM”, en Abellán y Monclús, op. cit. p. 225-241.

4. Op. cit., p. 229.5. Ibid.6. Gramática elemental de la lengua latina (la. ed. Madrid, 1936), México,

Laca de España en México, 1941.7. Ostermann - Müllers, Lateininsches Übungsbuch, 10. Auflage, Leipzig und

Berlin, Verlang und Druck von B. G. Teubner, 1927.8. Antología latina (la. ed. Valencia, 1937), México, La Casa de España en

México, 1941.9. Historia de la literatura latina, México, Fondo de cultura Económica, 1953.

Hay numerosas reimpresiones.10. Arturo Souto, “La Universidad de México y los escritores españoles

transterrados”, en Abellán y Monclús, op. cit., p. 260.11. O. Riemann, Syntaxe latine d' apres les principes de la grammaire historique,

7eme. ed., revue par A. Ernout, Paris, 1935, p. 4-5, cit. por Millares Cario en Antología latina, p. 123.

12. Albert Grénier, Le génie romain dans la religión, la pensée et V art, Paris, 1925, citado por Millares Cario en su “Introducción” a Salustio, La conju­ración de Catilina, México, UNAM, 1944. p.14.

13. “Introducción” a Tito Livio, Desde la fundación de Roma, México, 1955, p. 11.

14. Cfr. José Luis Abellán, “El exilio como ausencia y presencia”, en El exilio español en México, Madrid, Ministerio de Cultura, 1983, p. 10.

15. José Gaos, “La adaptación de un español a la sociedad hispanoamericana” en Revista de Occidente, núm. 38, Madrid, mayo de 1966, pp. 168-178.

16. Juan López de Palacios Rubios, De las islas del Mar Océano y fray Matías de Paz, Del dominio de los reyes de España sobre los indios. Introducción de Silvio Zavala. Traducción, notas y bibliografía de Agustín Millares Cario, México, Fondo de Cultura Económica, 1954.

17. Memorial presentado por fray Bartolomé de las Casas al cardenal Cisneros (1516), citado por Silvio Zavala en su “Introducción” a los textos de Pala­cios Rubios y De Paz, op. cit., p. XVI.

18. Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, edición de Agustín Millares Cario y estudio preliminar de Lewis Hanke, 3 vols., México, Fondo de Cultura Económica, 1951.

Page 17: De la humildad y el esplendor de la traducción: don ... · Traductores, convertido actualmente en el Centro de Estudios Clási cos del Instituto de Investigaciones Filológicas de

19. Fray Bartolomé de las Casas, Tratados, prólogos de Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traduc­ciones de Agustín Millares Cario y Rafael Moreno, 2 vols., México, Fondo de Cultura Económica, 1965.

20. Millares Cario hizo una traducción de la cuarta y quinta Décadas, publica­das con el título de Libros de las Décadas del Nuevo Mundo, México, SEP, 1945. Años después apareció la traducción completa, con un estudio y apén­dices de Edmundo O’Gorman: Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nue­vo Mundo, México, Porrúa, 1964.

21. Elsa Cecilia Frost, “Las condiciones del traductor”, en Elsa Cecilia Frost (comp.), El arte de la traición o los problemas de la traducción, México, UNAM, 1992, p. 18-21.

22. Tal vez, como muestra de esta peculiar humildad, no esté de más recordar que la primera vez que hablé con don Agustín, sin saber quién era, fue en la Biblioteca Nacional cuando él se acercó a una compañera mía, empeñada lo mismo que yo en traducir un texto que se mostraba reacio, para preguntarle si “la podía ayudar en algo”. Unos años después supe que aquel amable señor era quien era.

23. Todos estos ejemplos disímiles están tomados de un solo texto: Cicerón, Diálogo de la vejez y de la amistad, traducción directa del latín, introduc­ción y notas de Agustín Millares Cario, México, UNAM, 1958.