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DE LA CONVERSACIÓN CON UN MONJE NUESTRO

Me fui al monasterio V. con la intención de descansar del alboroto de Belgrado y de nuestra vida llena de turbulencia. Sinceramente, no esperaba nada más de mi estancia en ese lugar. Pero Dios quiso que en este pobre y retirado pequeño monasterio me encontrara con un hombre de Dios y, a través de las conversaciones con él, sentir, más claro que nunca antes, cuan atractiva es la vida según (la voluntad de) Dios. He anotado algunas de esas conversaciones que llevábamos en la enramada, al lado de la iglesia. El nombre de este monje – huésped nuestro – no vamos a mencionar, por el temor de que tal vez al llevar en evidencia parte de la vida interior del padre T. podríamos quizás, perturbar la paz de su alma modesta.

Sobre la oración -¿Cómo se debe rezar a Dios? -Debemos rezar así como lo hacía el padre Juan de Kronstadt. El leía las oraciones atentamente, y en alguna palabra sentiría que su corazón se calentó y que en su alma se derramaron la paz y alegría, y después rezaría con afecto.

Las palabras de la oración se deben pronunciar con la fe de que el Señor nos está mirando y nos está escuchando. Y cuando, durante la oración, algo ‘’se eleve’’ en el corazón, ‘’atrápenlo’’ y deténganse en ello – ‘’que se mantengan’’ en ello. -¿Cómo Usted aprendió a rezar? -Cuando era pequeño era flojo y enfermo (físicamente). En la casa me decían a menudo: ‘’Tú no eres para nada. Mira a Miladin (ese fue un coetáneo mío), como él ayuda a su padre, y tú comes el pan en vano’’. Me dolían estas palabras. Cerca de nuestra finca, se encontraba un árbol y yo iba allá a menudo y pedía al Señor que hiciera que y yo fuera útil para algo.

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Parcialmente del mismo padre T. y el resto de otros miembros de la fraternidad, me enteré de algo más sobre su vida. Él nació en el año 1914, en una feria como bebé prematuro (tenía 7 meses). (A propósito de eso, una vez me dijo, sonriendo: ‘’Pues, de mí no pudo salir nada mejor, porque nací en la feria’’.) Su madre pronto falleció en el Señor. Lo criaron las madrastras. En la casa muchas veces lo molieron a palos, entonces él solamente tomaba una rebanada de pan y se huía de la casa. Cuando creció lo pusieron en aprendizaje del sastre, pero ni ahí le fue mejor que en casa… Luego llegó la enfermedad en su pulmón. Los médicos le dijeron que podría vivir como mucho – cinco años más. Entonces, decidió que al menos esos cinco años que le quedaban, los usaría para servir a Dios y partió al monasterio Milkovo donde el padre archimandrita Ambrosio. -Cuando he visto que ni mis padres, ni primos, ni amigos ni el resto del mundo no me están dando nada más que las heridas, ofensas y el dolor, decidí no vivir más para este mundo, sino estos pocos días que me quedaron hasta mi muerte dedicarme a Dios. Comprendí que en el mundo no tengo a nadie que sea mío, excepto al Señor.

Sobre la paz interior -¿Qué es lo más importante en la vida espiritual? – Lo más importante es, creo yo, la custodia del corazón en paz. Qué no se inquieten por nada. En el corazón debe reinar la paz, la calma, el silencio… El caos en los pensamientos es el estado en el cual se encuentran los espíritus caídos (los demonios). Por el contrario, nuestro espíritu debe estar atento, unido, no desparramado. Solamente en la mente unida se puede alojar el Único Dios.

La oración interior Cuando sintamos la disposición favorable, podemos interrumpir el silencio del corazón con el ejercicio de la oración de Jesús. Ella se

pronunciaba, en el principio, así:

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‘’¡Señor Jesús Cristo, Hijo y Verbo de Dios, por la Theotokos, ten piedad de mí!’’ Con el tiempo los monjes la reducían y en día de hoy se pronuncia así: ‘’¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!’’ Si podemos, pronunciemos la oración de Jesús con afecto. Pero, si no podemos, intentemos clamar al Señor con el corazón, como sabemos y conocemos, y contentémonos con el silencio ante el Señor. Si no tenemos a un padre espiritual experimentado para que nos guíe, es peligroso que nos violentamos a la oración interior. -¿Cómo usted aprendía la oración noética (η νοερά προσευχή)? -Yo era todavía muy joven novicio cuando empecé. El padre Ambrosio me dijo: Lo que sea que haces, pronuncia incesantemente en tu interior: ‘’¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!’’ Era niño y le obedecí con todo mi corazón. Cada día confesaba lo que acontecía en el alma, y él me aconsejaba que debiera hacer. Después de un tiempo sentí que junto con el aire que respiro, la oración ‘’entra’’ al corazón. Con el tiempo la oración empezó en sí misma a ejercerse en el corazón. Pero, después falleció en el Señor mi padre espiritual y durante muchos años mi alma se encontraba en los tormentos grandes. La tristeza torturaba a mi alma. El miedo abultado en mi niñez ya, me atormentaba nuevamente. Tenía miedo que los mayores no estuvieran contentos conmigo y nunca podía tomar aliento (por eso). -Y Usted ¿qué hacía entonces? -Depende. Lo más a menudo tomaba el acordeón, me iba a la soledad y tocaba. Desde siempre me gustaba la música y eso me brindaba el consuelo. A veces preguntaba a mí mismo: ¿Qué quieres? ¿Tienes hambre, tienes sed, estás desnudo, descalzo, enfermo? Dios te dio todo y, pues, ¿qué quieres más? Sin embargo, el alma se afligía y buscaba que alguien la consolara, pero no había nadie.

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Me iba donde algunos padres espirituales, les pedía el consejo, pero ni eso, tampoco, ayudaba. Así fue hasta que leí el libro ‘’El camino de la salvación’’ de San Teófano el Recluso (Obispo de Visa, en Rusia), y el Señor me ayudó. Cuando no hay nadie entre los hombres para que nos consuele, entonces el Señor a través de un libro viene y nos alegra el alma.

El estar (de pie) ante el Señor Paralelamente con la custodia de la paz en el corazón entréguense al estar (de pie) ante el Señor. Esto significa: Tener en cuenta incesantemente que el Señor nos está mirando. Con el debemos levantarnos, yacer, trabajar, comer, caminar. El Señor está presente en todos lados y en todo. Detrás de la enramada donde estábamos sentando se extiende un horizonte maravillo. El padre T. elevó su mano hacia los campos y las montañas y dijo: ‘’El Señor es la fuerza que impulsa la vida de todos, constituye el orden en el universo, está dando la belleza a Su creación, mira por todo y habita en el corazón del hombre. El Rey de la gloria (El padre T. a menudo llama al Señor con ese nombre) habita en todas Sus criaturas y en Sus hijos.

Estado de la comunicación con Dios (Богоопштење) -El hombre va a encontrar dentro de sí el Reino de Dios… “Baja a tu corazón y en él encontrarás las escaleras para subir al Reino de Dios “, nos aconseja San Isaac el Sirio. Las Santas Escrituras nos enseñan que el Reino de Dios es “justicia, paz y gozo (alegría) en el Espíritu Santo”… El primer paso hacia ese estado de comunicación con Dios es la entrega absoluta de sí mismo a Dios. Luego, es Dios quien actúa, y no el hombre. Estado de comunicación con Dios (Богоопштење) significa: que Dios se aloje en nosotros, que Él actúe en nosotros; que nuestro espíritu se vista de Él y que Él maneje a nuestro intelecto, voluntad y sentimientos. Entonces, nosotros somos solamente los instrumentos voluntarios en Sus manos – movidos por el en los pensamientos, los deseos, los sentimientos, en las palabras y en el trabajo.

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-¿Cómo el hombre que llegó a un nivel alto de espiritualidad se cuida de la soberbia? -Pues eso no es nada especial. El estado de comunicación con Dios es un estado normal para el alma humana. El hombre es creado para vivir así. El pecado alejó al hombre de su forma natural de vida, y por eso él tiene que adquirirla de nuevo. En realidad, nosotros solamente nos esforzamos por llegar a un estado normal, sano.

La contemplación Cuando el Reino de Dios se aloje en el corazón del hombre, entonces Dios le revelará los misterios. Junto con Dios entrará a la esencia de todo y entenderá su misterio. Todo el conocimiento está en Dios, y cuando el Señor quiera, según Su misericordia revela al hombre los misterios. Así, un monje sencillo, sin educación, a través de la misericordia de Dios, llega a saber los grandes misterios: sobre la vida, muerte, Paraíso, infierno, llega a saber y cómo está constituido este mundo. Cuando el Reino de Dios se aloje al corazón del hombre, Dios quitará de la mente (ο νους) como una cortina, el desconocimiento. Entonces, el hombre entenderá no solamente el misterio de las cosas, sino entenderá y el misterio de sí mismo. Y al fin, en un momento sagrado Dios le revelará, según Su misericordia inexpresable, y a Sí mismo; el hombre, entonces, contemplará al Rey de la gloria así como mira el sol en el agua clara. El hombre estará en uno con Dios y Dios actuará en él. Tal hombre vive en la tierra solamente con su cuerpo, pero su mente está en el Reino de los Cielos, junto con los Ángeles y Santos, y contempla al Señor. A menudo cuando preguntaba algo al padre T. me respondía en pocas palabras y entonces decía: ‘’Sobre eso escribía ese Santo Padre. ¿Quieres que lleve el libro para leer sobre este tema? Por supuesto que estaba de acuerdo (con eso) con alegría, y él en un momento hojeaba el libro y leía los fragmentos adecuados y en el otro hablaba por sí mismo. Aún no he encontrado a un hombre que se apañara más rápidamente en esos libros.

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Sobre la severidad La severidad hacia los prójimos es peligrosa. Los severos avanzan solamente hasta un grado cierto y se quedan en la hazaña (η άσκηση;

подвиг) carnal. En el comportamiento con los hombres se debe ser suave, dócil, concesivo. El padre T. me contó un sueño suyo característico: ‘’Dormido, soñaba que había muerto. Dos jóvenes me llevaron a una habitación y me pusieron en un podio entre ellos dos. A mi lado derecha estaban los jueces. En el fondo a la izquierda alguien me acusaba y decía: ‘¡Ese es aquel quien no puede con nadie!’ Me callaba, estaba estupefacto. Esta voz desde la esquina dos veces más repitió lo mismo. Entonces el joven que estaba a mi lado derecha me dijo: ‘¡No te asustes! No es cierto que tú no puedas con nadie. Tú no puedes con ti mismo’’.

La atmósfera de los cielos y la atmósfera del infierno De un hombre que lleva el Reino de Dios en su interior, irradian los pensamientos santos, los pensamientos de Dios. El Reino de Dios constituye en nosotros la atmósfera del reino de los cielos, enfrente de la atmósfera noética (мисаона атмосфера) del infierno la que irradia el hombre quien en su corazón lleva el infierno. El papel de los cristianos en el mundo es depurar la atmósfera en la Tierra y difundir la atmósfera del Reino de Dios. Al mundo debemos conquistar a través de la custodia de la atmósfera de los cielos en nuestro interior, porque si perdemos el Reino de Dios dentro de nosotros, no nos salvaremos ni a nosotros mismos ni a los demás. Aquel que lleva en su interior el Reino de Dios, él Lo va a transmitir imperceptiblemente a los demás. La gente será atraída por nuestra calma y calor, querrán estar junto a nosotros, y gradualmente los va a conquistar la atmósfera de los cielos. Ni siquiera es necesario hablar a la gente sobre todo esto; los cielos irradiarán de nosotros cuando callamos, o cuando hablamos sobre las cosas ordinarias; e incluso irradia de nosotros cuando ni siquiera nos damos cuenta de él... Un desobediente se aleja del Reino de Dios porque ese quiere siempre que se cumpla su voluntad y no de Dios. En el Reino de los Cielos está excluida la posibilidad del reino en el reino. Eso lo querían ‘’los espíritus caídos’’ y por eso se cayeron del Señor, del Rey de la gloria.

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El alma que cayó en el círculo del caos noético (мислени хаос), en la atmósfera del infierno, y solamente la tocó, siente los tormentos del infierno. Por ejemplo – hojeamos los periódicos, andamos por las calles y luego, en un momento, sentimos que algo, dentro en el alma, se desordenó – sentimos el vacío, la tristeza. Eso es porque, a través de leer diversas cosas, perdimos la mente atenta, unida, nos hicimos desparramados y la atmósfera del infierno ‘’aportó’’ (esta palabra el padre T. la utiliza a menudo) a nosotros.

Sobre la predicación No se debe predicar desde la razón, sino desde el corazón. Sólo aquello que proviene del corazón toca a otro corazón. Nunca atacar, nunca oponerse a nadie. Si el predicador debe alejar a la gente de algún mal, tiene que hacerlo con mansedumbre, con humildad y un gran temor de Dios.

Sobre la humildad -¿Cuál es el hombre humilde? -El humilde considera a cada hombre más alto de sí mismo, y no solamente a cada hombre incluso otras criaturas de Dios. -¿Cómo podemos considerar a esos más altos que nosotros, cuando el Señor nos ornó, a nosotros, con la razón y nos llamaba a Sus hijos? -Si ustedes ponen la mano en el pecho y son sinceros con ustedes mismos, verán que ustedes son más bajos que muchas criaturas de Dios. Miren la abeja, como se apresura y trabaja. Se está dando sin dispensa, sin reserva. La abeja vive solamente un mes y medio y a menudo se muere durante su trabajo, no logrando volver a su abejera. Y miren, cuánto el hombre piensa sobre sí mismo, y cuanto se lamenta. Y miren la hormiga, que no se cansa de tirar siempre algo. Y cuando su cargo caiga, ella lo levanta y continúa con su trabajo con paciencia. Y nosotros, cuando no logremos algo inmediatamente, rápido sacamos las manos de ello. Yo estaba presente cuando una abuela preguntó al Padre Tadeo qué debía hacer para que sus nietitos sean devotos.

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– Que su abuela siempre sea apacible, buena, que no se enoje nunca, que siempre esté contenta, que ella escuche a todos, aun cuando no quieren escucharla a ella. Quizás sus nietitos no serán devotos ahora, pero después, se acordarán de su abuela y el recuerdo de ella los hará mejores personas… Apuntó G. Z. Del periódico ‘’El Misionero Ortodoxo’’

SOBRE EL OBJETIVO DE LA VIDA

Perdónenme si alguna vez me desvíe del tema durante la homilía esta noche. Ustedes solos ven cual es nuestra vida acá en la Tierra. Nosotros los cristianos deseamos la salvación tal como a nosotros mismos y nuestros prójimos y anhelamos la perfección. Aquellos que no son religiosos quieren conseguir la perfección en la esfera material de la vida. Yo, desde la juventud temprana, me fui a servir al Señor. Mi salud era débil, y pensaba, que mi corta vida restante sea guiada así como el Señor ordena. Gracias al Señor porque me guió, desde el principio, a aquellos trabajadores, los Rusos, al monasterio Milkovo. En ese monasterio la mayoría eran refugiados, los rusos, monjes, y entre ellos estaban hombres santos; y porque todavía yo era niño, todo lo que me decían lo aceptaba. Durante toda mi vida me atormentaba el pensamiento sobre el objetivo de esta vida, me preguntaba a dónde iba esta vida, si eso que hace el hombre al esforzarse por conseguir la riqueza material, comer y beber, ¿eso es todo? Gracias a Dios, en el Zitie (la biografía de un Santo – nota del traductor;) de San Serafín de Sarov, el Santo explica que el objetivo de nuestra vida es volverse al abrazo de nuestro Padre Celestial, para que nosotros, los hombres en la Tierra, seamos así como los Ángeles en los cielos, manejados por el Espíritu Santo. Porque nosotros somos los hijos de los padres caídos, es mucho más fácil desviarnos del camino correcto que renunciarnos de muchos malos rasgos aquellos que hemos obtenido en el ambiente familiar, durante nuestra vida. Aunque nosotros somos la copia de nuestros padres quienes no eran perfectos ni capaces de brindarnos aquello lo

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más bello, sino, al contrario, luego nosotros hemos visto y hemos experimentado, durante nuestra vida, muchas injusticias de nuestros padres, muchos dolores del corazón. Pues, todos nosotros aspiramos hacia la perfección, y el deseo de todos nosotros es descubrir el objetivo de esta Vida. Lo descubrimos poco a poco, como lo dicen los Santos Padres: ‘’La fe en nuestro interior crece poco a poco’’. Uno de los Santos Padres dice: ‘’Esta fe, la que tengo ahora cuando ya estoy viejo, en comparación con la fe la que tenía cuando era joven – pues, eso en la juventud era, simplemente nada, una gran falta de fe”. Nuestra fe crece poco a poco, y cuando se fortalezca en el Señor, entonces es fuerte y poderosa. Hoy en día en el mundo se acontecen muchas cosas. Hemos escuchado mucho sobre los protestantes. Ellos se cayeron de la iglesia occidental, y con la Iglesia Ortodoxa nunca se unieron e introdujeron muchas novedades a su fe. Los protestantes se esfuerzan y rezan, desarrollaron la misión tan fuerte, más que la iglesia católica romana, pero ellos no lo entienden ni saben que se encuentran bajo la dirección de los espíritus abajo de los cielos (los espíritus impuros). Todos aquéllos a los que acristianaron los protestantes, están automáticamente encendidos a la energía negativa, y están bajo la dirección de muchos espíritus impuros. San Pablo Apóstol dice: Tú dices que crees, pues, demuestra tu fe con tus obras. El Satanás cree y tiembla, pero se opone. Se opone a cada bien. Muchos acá en la Tierra se consideran a sí mismos ateístas, pero si pensamos mejor de nosotros mismos, vemos que no existe ni un solo ser razonable que no anhela, con su corazón, la vida y el amor absoluto. El amor absoluto no se cambia, sino dura eternamente. Nosotros, con todo nuestro corazón, anhelamos el bien absoluto, la paz absoluta, en realidad, nosotros anhelamos a Dios, con todo el corazón. Dios es la vida, Dios es el amor, Dios es la paz, Dios es la alegría. Anhelamos a Dios con nuestro corazón, pero nos oponemos a Él con nuestros pensamientos. Satanás cree y tiembla, pero se opone. Así igualmente el impío no es el impío, sino el oponente. Es decir, nosotros anhelamos a Dios con el corazón, pero nos oponemos a Él. Nuestra oposición no hará daño a Dios, porque Él es omnipotente, pero sí, hará daño a nosotros mismos. Nuestros pensamientos, nuestra disposición, nuestros deseos determinan nuestra vida. Con cuales pensamientos nos ocupamos, así

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es nuestra vida. Si nuestros pensamientos son serenos, silenciosos, llenos de amor, bondad, pureza – entonces en nosotros gobierna la paz, porque todos los pensamientos tranquilos están dando la paz interior, que irradia de nosotros. Si llevamos en nosotros los pensamientos negativos, infernales, entonces y nuestra paz interior está destruida. Los Santos Padres dicen sobre los pensamientos: ‘’Cual pensamiento destruye la paz y por el cual no podemos calmarnos, ese es desde el infierno y necesitamos rechazarlo, no aceptarlo’’. Tenemos que esforzarnos para nuestro propio bien, para que se fortalezca en nosotros la paz, la alegría, el amor divino. Nuestro Padre Celestial quiere que nosotros, Sus hijos, tengamos Sus rasgos divinos, que seamos llenos de amor, paz, alegría, consuelo, verdad, generosidad. El Señor quiere, pero y todos nosotros queremos ser dóciles y humildes, porque aquel alma que es dócil y humilde irradia la generosidad y bondad de sí. Tal alma aun cuando se calla siempre emite de sí las ondas sosegadas, silenciosas, llenas de amor y bondad. Tal alma no se ofende cuando a ustedes le arrojen anfibios y serpientes, pueden darle una paliza pero ella siente lástima por ustedes porque se mortifican tanto. No hay muchos así en la Tierra, pero por ellos el sol calienta y Dios nos está dando Su bendición para vivir, para tener todo lo necesario para la vida. Nosotros debemos cambiar nuestros pensamientos. Ustedes solos pueden ver como nosotros mismos en la familia construimos la armonía o la discordia, eso depende de nuestros pensamientos y deseos. Si el hombre, la cabeza de la casa, está muy agravado con las preocupaciones y pensamientos sobre alguna dificultad, él con esos pensamientos construye la inquietud no solamente a sí mismo, sino también a toda su familia. Todos en la casa están depresivos, no tienen ni paz ni consuelo. Él, como la cabeza de la casa, debe irradiar la bondad, para que esa se emita de él hacia todos los demás en la casa. Nosotros somos tal aparato pensador. Yo, en mi tiempo, no sabía que al hombre no se le permite ofender a sus padres, ni carnales ni espirituales. No se nos permite ofenderlos ni siquiera con nuestros pensamientos. En mi tiempo no me daba cuenta de que el ofender nos trae las graves consecuencias a todos nosotros. Yo sufría mucho porque ofendía a mi padre con mis pensamientos, y ahora no me puedo arrepentir suficiente por eso. Mi padre era un hombre sereno, silencioso, dócil, un bonachón increíble. En su vida nunca estuvo enfermo, porque siempre tenía la paz interior, y por eso y sus órganos funcionaban sin carga. Toda su vida el observaba como una presentación, cuando alguien lo insultaba no se

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ofendía, era sereno y silencioso. Yo estaría feliz si tuviera los rasgos de su carácter… …De nuestros pensamientos proviene el bien o el mal, la paz o la discordia en la familia, y aquellos que son devotos quieren que siempre estén buenos y tranquilos. Ellos se esfuerzan, pero las preocupaciones terrenales abruman a menudo al hombre. El Señor todas nuestras preocupaciones tomó (en Sus manos), porque nosotros no podemos ayudarnos a nosotros mismos, solamente complicamos las cosas. Nosotros ahora, en nuestro país y en el mundo entero, recogemos los frutos de nuestros pensamientos. No son buenos nuestros deseos, no son buenos nuestros pensamientos, ni el fruto, tampoco, no puede ser bueno. Es necesario que nos arrepintamos, que cambiemos la vida. El arrepentimiento no significa solamente ir con el sacerdote, sino es necesario que el alma se libre de ese pensamiento y depresión, en la cual cayó por seguir las líneas equivocadas en la vida. El arrepentimiento es el cambio de la vida, la vuelta hacia el bien absoluto, abandonar la parte negativa. Eso hay raramente y entre los devotos, y por eso sufrimos. Si nuestro pueblo se arrepintiera, no experimentaría este sufrimiento ahora, porque nosotros mismos, con nuestros deseos y pensamientos, complicamos nuestra vida. Yo no lo sabía antes, pero ahora veo que soy culpable por todo, en verdad soy culpable. Me admiré de cómo los Santos Padres se consideraban los peores de todos los hombres… …Llegará el Señor y nosotros, solamente debemos orarle desde el corazón para que nos ayude, porque nos hemos enfriado mucho. Nuestra fe tiene que crecer. Ella crece poco a poco, siendo más y más fuerte. Cuando recemos desde corazón, el Señor nos hará bien, porque Él es Dios de todos nosotros, nuestro padre y por eso tenemos que fortalecernos en la oración. Tenemos que ser unánimes en nuestro país, y si logramos eso, no tendremos a los enemigos. Cuando observamos la historia del pueblo de Israel, vemos que su enemigo los avasalló cada vez que abandonaron al Señor, pero Él siempre les ayudaba cuando sintieran el arrepentimiento verdadero.

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El Señor siempre está con nosotros. Nosotros regañamos a nuestros políticos quienes están en el gobierno, pero ellos son nuestros hijos. Nosotros, los viejos, somos culpables y no ellos, porque no les hemos dado el ejemplo de la vida, al cual podrían seguir. Nosotros somos la imagen de nuestros padres, la imagen de los mayores, pero de ellos no teníamos mucho de que ver. Nosotros los mayores somos culpables, porque hemos querido dirigir a nuestros hijos por el recto camino primero, antes que nosotros. Nosotros los mayores debemos comenzar de nuevo, de nosotros mismos, y no corregir desde fuera a los demás. Los Santos Padres dicen que debemos corregirnos a nosotros mismos, por nuestra salvación, y luego muchos entre nosotros se salvarán. Debemos esforzarnos, ser buenos, siempre sosegados, silenciosos, para que en todas partes sientan la paz y el silencio que irradian desde nosotros. Nos damos cuenta de que con nuestros pensamientos podemos atraer los demás a nosotros, pero rehusarlos de nosotros también. Debemos cambiarnos, que nuestra fe se fortalezca y entonces esforzarnos. Los Santos Padres explicaban mucho sobre la oración noética, cómo se debe manejar al espíritu y el corazón. Los Santos Padres dicen que debemos esforzarnos para que cada trabajo, pensamiento, todo provenga del corazón, porque con el corazón se siente y no con la cabeza. Con la cabeza se piensa, y cuando todo proviene del corazón – entonces, eso es la concentración de todas las fuerzas mentales en el corazón. Cuando rezamos, lo hacemos desde corazón, porque el Señor es el Señor del corazón. Él es el centro de la vida de cada ser vivo. Él es el creador de la vida, y no debemos buscarlo en algún otro sitio. Él está ahí y espera que Lo aceptemos, y que le confiemos. La poca fe tenemos en el Señor, poca confianza. Si tuviéramos la confianza que le tenemos en algún amigo nuestro cuando le pidamos que nos haga algo, si tuviéramos tanta confianza, no sufriríamos tanto, ni nosotros ni nuestro país. El caos noético en nosotros y en nuestro país viene de nuestros pensamientos. Nosotros somos aquellos que construimos la discordia en los pensamientos y si nuestros políticos fueran unánimes, el estado de nuestro país no estaría así. No nos damos cuenta de que en nosotros habita la energía Divina, la vida Divina. Cada individua en la energía Divina, cuando se una con las demás, constituye una fuerza grande y el enemigo huye de esa, porque entonces acá es la armonía, y allí la discordia. Si nuestros políticos se unieran, nosotros no

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tendríamos a los enemigos, entonces al enemigo no le sirvieran ni las armas ni el ejército, ni nada. Nosotros somos los seres según la imagen de Dios, pero no sabemos vivir como lo debemos, y construimos el infierno en nosotros y en nuestro alrededor. El Obispo Nicolás (Velimirovich) decía como un sacerdote le pedía constantemente la traslación a otro lugar. En esa reivindicación suya, el Obispo Nicolás le respondió: “Padre, con mucho gusto te trasladaría a dónde quieras, pero solamente si no te llevaras a ti mismo allá.” Él dice: “Si el hombre no hiciera daño a sí mismo, no se lo podría hacer ni el mismo el diablo.” A nosotros el Señor nos dio todo, y solamente tenemos que ser buenos. Si prestemos atención a los rasgos negativos de las personas que se dirigen a nosotros, no podemos tener la paz ni el arrepentimiento. ¿Por qué el Señor nos ordena amar a nuestros enemigos? Eso no es por ellos, sino por nosotros. Todo el tiempo en el cual mantenemos en nosotros el pensamiento sobre la insulta que nos hicieron los enemigos, amigos, primos, prójimos – no podemos calmarnos, y vivimos en un estado del infierno. Debemos librarse de ese mal, echarlo, como si nada lo había pasado, perdonar todo. Por eso y los padres tienen que soportar mucho en la vida en la familia, entre los hijos. Nosotros ahora regañamos a nuestros hijos, pero no tenemos derecho, porque no los hemos dirigido por el recto camino. Me escribía la carta una doctora en la cual dice: “Mi marido que es también médico, y yo, tenemos un hijo. Mi hijo ya arruinó tres coches, gracias a Dios que aún está vivo. Ahora pide que le compremos uno, otra vez, y nosotros no tenemos la potencia económica para eso. Cuando regreso del trabajo, él exige el dinero violentamente. ¿Qué voy a hacer, cómo solucionar este problema? Respecto a este asunto, yo le dije que para ello no podía culpar a nadie, porque todo ello era su culpa. Tienen a un hijo y le hacían todo según su voluntad, desde su infancia. Cuando era pequeño tenía pequeños caprichos, ahora cuando es mayor y sus caprichos son más grandes. Lo único lo que les queda es dedicar a su hijo mucho amor y atención, para que llegue a sí mismo y entienda que sus padres quieren todo lo mejor para él. No hay otra manera. Ustedes pueden ver como con nuestros pensamientos y deseos podemos corregir la vida, nuestra y la de nuestros prójimos, y yo les deseo que ustedes sean así. Perdónenme por desviarme del tema principal, pero, lo que llevo dentro de mí eso lo expongo, y cada uno expone lo que tiene dentro

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de sí, y yo deseo el bien a mi pueblo y a todo el mundo, para que lo salve el Señor, Los monjes sirven para eso, una vez me preguntaron qué significa ser un monje con gran esquema. La respuesta la recibieron de la Santísima Theotokos: aquél que reza por todo el mundo, para que lo salve el Señor. Nuestra obligación es rezar así, sinceramente, por todos, que el Señor dé a todos la paz y alegría. Gracias a Dios porque existen humildes, dóciles e inocentes hijos Suyos, por los quienes el Señor nos está dando el bienestar… En la vida, nuestra fe crece poco a poco, ese primer conocimiento recibido de los padres en el hogar, y luego nos convencemos de que el Señor nos está cuidando, y que no mira quien es quien, sino mira en nuestro corazón. El Señor mira en nuestro corazón, el cual pertenece a Él absolutamente… Miren a esos que son casados. Todos aquellos que se casaron sin bendición de sus padres, o estuvieron obligados casarse, no tienen la paz, y su amor es inútil. Miren qué grande es el poder de los padres, y carnales y espirituales… A muchas veces lo oí que los padres carnales y espirituales dicen exactamente lo que se suceda después a los hijos. Una vez me extrañé cómo mataron unos padres que son “devotos” a su hijo, con sus pensamientos. Ese, el único hijo suyo, chico devoto, desde su infancia criado en ese espíritu, era, simplemente, como un ángel, tenía tanta bondad increíble, que no se puede ni imaginar. Un día vino a él una chica de su aldea a pedirle ayuda. ¿Qué pasó? Ella se quedó embarazada con un hombre, y ahora ruega a este chico para tomarla como mujer, porque los padres y hermanos de ella son severos, y cuando se den cuenta de que está embarazada, a ella no le queda nada más que suicidarse. Se pusieron de acuerdo para firmar dicho convenio de matrimonio, y cuando ella dé a luz a su hijo, y este comience a caminar, entonces se separaren y cada uno de ellos continuara su camino. Como esa era una aldea pequeña, todo se divulgó rápidamente, y la madre del chico esto no lo podía aguantar, mientras su padre decía que eso es la vida de su hijo y no la suya. Pero, ella ni siquiera quería escucharlo. “No quiero verlo vivo”, solía decir. Y así fue. Ese hijo suyo, en una ocasión, manejaba a motocicleta, estaba con un amigo, y entonces padeció. Después de eso, su madre llegó a mí, afligida, llorando. Yo le dije: “Tú mataste a tu único hijo. Ves que tan fuertes son tus pensamientos. Dijiste que no lo querías ver vivo, pues, eso se te cumplió.” Muchas veces los padres no saben, pero para nosotros, sus hijos, ellos tienen la razón y debemos escucharlos, y entonces la bendición estará sobre nosotros. Desgraciadamente, pocos son los que respetan

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a sus padres como se debe. Yo sufría mucho porque juzgaba a menudo a mi padre, pensando que poco tiempo pasa con sus hijos. Esos pensamientos míos planearon mi vida, y por la causa de ellos sufría mucho. Durante la ocupación (alemana), dos veces me condenaron a muerte. Antes no lo sabía por qué, pero cuando me despejé, vi que yo era aquel que planificó toda mi vida. Es obvio que se abran todas las puertas a los que llevan en sí un amor grande, y allá en los campos de batalla, donde no hay la vida, y allá, también, el Señor de una manera admirable proteja a aquellos que tienen el amor por sus padres, carnales y espirituales. Miren, si nosotros fuéramos así, la situación en la Tierra no estaría tal como está en este momento. Ahora debemos rezar, todos debemos rezar y el Señor nos dará la fuerza y ayuda. El Señor es el señor de todas las mentes, Él es fuerte y poderoso para transfigurar a cada uno para que lleguemos a nosotros mismos, porque si no lo despierta el Señor, ¿quién lo va a hacer? Cuando ni su padre ni su madre no lo dirigieron por el camino correcto. Ni en la escuela, tampoco, ha podido aprender nada, excepto que en la vida se come y bebe. Yo estaba pensando, aún como niño, mucho sobre el mundo. Aun cuando era niño, yo prestaba atención a los pensamientos, y ahora veo que envejecí y todavía no he llegado a ese nivel que tenía como niño, porque el Señor mismo ilumina a los niños. Yo todavía era pequeño, ni siquiera empecé a ir a la escuela, y me di cuenta de que mis pensamientos vagueaban mientras otros niños juegan. Eso no está bien, lo digo a mí mismo, tengo que estar acá, presente, (con mis pensamientos) concentrado solamente en ese trabajo, pero era inútil, los pensamientos vagueaban constantemente… …Por eso quería ver cómo se sentían los Santos Padres, quienes fueron glorificados por la Iglesia durante su vida, y luego en los cielos; cómo se sentían ellos durante su vida terrenal. Gracias a Dios por que estaba junto con los Rusos, que podía leer los escritos de los Santos Padres. San Isaac el Sirio es un psicólogo incomparable entre los Santos Padres. En sus escritos él dice: “Hombre, no des tu paz interior por nada en este mundo. Preserva tu paz interior a cualquier precio. Reconcíliate con ti mismo, y el cielo y la tierra se reconciliarán contigo”. Ustedes ven cuanto profundas son esas palabras, las repito muchas veces, pero hasta hoy en día, todavía, no pude alcanzar ese nivel. Todos nosotros podemos ser buenos si nos unimos con la fuente de la vida – con Dios, con todo nuestro corazón. Él nos va a dar la fuerza suficiente para amarlo, también y a nosotros mismos y a

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nuestros prójimos. Sin el Señor, no podemos amar ni siquiera amarnos. Muchos caen frecuentemente en la desesperanza, acedía, quitan su vida, porque sin el Señor no podemos amar ni a nosotros mismos y por no hablar a los prójimos, o siquiera los enemigos. Con Él podemos todo, porque Él es nuestra fuerza y nuestra vida. Nuestro corazón necesitamos dar a alguien, y si lo regalamos a alguno en la Tierra, todos nos pueden dañar. Todos nosotros buscamos el amor infinito e inalterable, la paz infinita, y ¿quién nos puede dar eso? No lo pueden ni la madre ni hermano o hermana. Todos ellos nos pueden abandonar, despreciar y rechazar. ¿Por qué? Porque todos nosotros somos limitados y en el tiempo y en el espacio, y todos nos encontramos en el combate con las fuerzas bajo el cielo (los espíritus impuros), los que nos manchan los pensamientos constantemente. Es decir, a quien sea demos nuestro corazón, todos nos pueden abandonar, lastimar. En nuestro limpio, amor Divino los espíritus malignos echan los pensamientos y se esfuerzan para cautivarnos. El amor divino es infinito, universal, pero nosotros, entonces, empezamos estar unilaterales, cautivos y no solamente de los seros vivos, sino, también, y de algún objeto muerto, que no tiene ningún valor. Nuestro corazón está cautivo de las cosas terrenales, y si las alguien arrebate – ello sufre. Únicamente con Dios podemos tener la unión del amor, primero con Dios, y luego, entonces, con los prójimos. No debemos ser ídolos uno para otro, porque así es la voluntad de Dios. Los Santos Padres dicen que nuestro nacimiento así, en la Tierra, es la permisión de Dios después de la caída, porque Dios puso todo y Él es padre de todos. Pero, desgraciadamente, se desordenó todo. Se desordenó y nuestra naturaleza, nuestros ancestros eran inmortales. Pero cuando el hombre cayó, la muerte vino, se desordenó el mundo material del universo porque Adán fue creado como la cumbre de la creación y el señor de todo el mundo material. En cada uno de nosotros está representado todo el mundo material del universo y las fuerzas mentales, por eso se dice que el hombre es un pequeño universo. Debemos volvernos al abrazo de nuestro Padre, que nuestra fe se fortalezca, que seamos fuertes con Él, y veremos Su Reino… Empecé a hablar sobre los protestantes. Ellos convirtieron al Cristianismo a 200 mil de los Indonesios aproximadamente. Toda esa gente está encendida, automáticamente, en la energía negativa…

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…Los Santos Padres dicen: “lo que desee la fe, el Señor lo cumple, pero la perfección de la vida cristiana es la humildad extrema.” También dice el antiguo profeta: “A quién miraré, solamente a aquél que tiene el corazón dócil y humilde.” Los dóciles y humildes son los herederos del Reino de los Cielos, y yo les deseo a todos ustedes que sean los hijos de la Luz, y que todos nosotros nos encontremos ante el Señor, glorificándolo todo el tiempo de la eternidad (por los siglos de los siglos). He aquí, que el nuestro planeta está llegando a su fin, todo lo que aconteció hasta ahora, y especialmente en este último tiempo; todo pasa increíblemente rápido, y gracias a Dios por eso; que no nos sea ésta vida inútil, que no nos atormentemos acá en vano; miren, el Reino de los Cielos es un estado noético (mental) del alma, y el infierno, también, es un estado noético (mental) del alma. En un momento estamos en el Paraíso, en otro en el infierno. Cuando no estamos en el estado de ánimo, en nosotros está el infierno, no tenemos la paz; cuando la alegría está en nuestro corazón, entonces nos sentimos como en el paraíso. Por eso, debemos esforzarnos incesantemente en la oración. Son los pocos en la Tierra los que reciben la gracia gratuita de Dios. Yo me interesaba mucho de cómo se sentían los Santos Padres durante su vida terrenal y cómo ellos lograban a preservar esa gracia gratuita hasta el fin de su vida. Los Santos Padres dicen que eso consiguen en la Tierra aquellos que pecaban mucho, y cuando se voltearan al Señor, no miraban más hacia atrás, sino se iban directamente al Señor. Y San Pablo Apóstol y Santa María de Egipto, cuando se voltearon al Señor, se quedaron con Él. Nosotros todavía no alcanzamos a ese nivel, aún nos atrae algo en la Tierra. Nosotros en un momento tenemos el consuelo, en otro el combate, y son los pocos que han recibido la gracia gratuita de Dios. Yo me extrañé cuando me di cuenta de que los pocos entre los monjes han recibido la gracia gratuita de Dios, y que esa gracia han recibido los laicos, aquellos que viven en el mundo. Muchos años ya viene a mí un joven de Bañaluka (la ciudad en la República Serbia en Bosnia), quien se ocupa de la oración de Jesús. Y hace poco tiempo él enseño a rezar con la oración de Jesús a un amigo suyo, quien está casado y tiene hijos. Me extrañé cuando, una vez, vino acá ese amigo suyo y me dijo que su corazón reza sin cesar y que la oración corre sin interrupción. Este joven está tal lleno de alegría, de paz indecible. Se entregó a sí

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mismo y a su mujer y los niños a Dios y ha adquirido la gracia gratuita de Dios. Su amigo, quien le enseñó, no ha recibido esa gracia, aunque por un largo tiempo estaba rezando por él. Eso significa que Dios mira en nuestro corazón, y cuando nos dirijamos a Él del corazón, el Señor nos va a consolar inmediatamente. Sólo aquellos que han recibido la gracia gratuita de Dios, pueden saber cuál es el estado de los Ángeles y los Santos. Otros no pueden saberlo. Nosotros rezamos a Dios, nos esforzamos, pero si alguno no ha recibido la gracia gratuita de Dios, no tiene la posibilidad de entender el estado en el cual se encuentran los Ángeles y los Santos, porque ello no se da a escribir con las palabras. Ese es el estado de la paz y alegría indecible. Sabes cómo eras antes, te enojabas, y ahora no hay más el enfado. No existe el hombre que te puede ofender, ningún pensamiento negativo que te pueda dañar, porque tú estás rodeado y manejado por el Espíritu Santo. Estos pueden entender el estado de la Santísima Theotokos… Una vez, San Dionisio el Areopagita, el discípulo de San Pablo Apóstol, quiso ver a la Santísima Madre y, cuando vino a Jerusalén, lo llevaron los Apóstoles al lugar donde habitaba la Santísima Madre, y de repente, lo iluminaron la paz y alegría, y él dice: “Si yo no supiera la verdad de Quien es Dios, para mí la Santísima Madre sería Dios.” Por eso y el Señor dejó la Santísima Madre para que sea el consuelo para los Santos Apóstoles, porque ellos fueron perseguidos mucho, por todas partes. Ella era un consuelo grande para ellos, porque irradia de Sí la paz Divina y la alegría Divina a Todo Su alrededor. Pues, por eso debemos rezar, rezar del corazón y trabajar para él con fervor del corazón, y Él nos va a dar Su gracia, y donde sea que estuvieran, ustedes van a sentir cuál es el estado de los Ángeles y los Santos, y nadie no podrá ofenderlos. Amen a todos y tendrán la paz indecible, la alegría indecible, indescriptible con las palabras. Les deseo todo lo más bello y la paz y alegría de Dios. -Dígame, Staretz, a pesar de que tenemos un amor grande por el Señor y por la vida virtuosa, ¿Por qué nos oponemos a Su voluntad, como Usted lo ha mencionado en el principio de su habla? Pues, joven, la vida acá, en la Tierra, es un combate físico y espiritual incesante. La guerra empieza primero con los pensamientos, y cuando no podemos, ya, aguantar más, entonces ajustamos cuentas entre nosotros.

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Nos encontramos en una posición así, y pensamos que nosotros luchamos para nuestra fe. Nosotros como individuas no podemos hacer nada para nuestra fe, solamente si nos unemos en uno, entonces, eso es la fuerza y el poder. Tenemos la obligación de luchar, porque somos los hijos de nuestros ancestros caídos, y nuestros enemigos (las fuerzas mentales malas) nos desvían constantemente del camino recto. El enemigo enseña y a los niños, cuando aún son muy pequeños a oponerse a sus padres. Sabe bien el enemigo que, si se oponen como los niños ya, él los manejara fácilmente toda su vida, y serán suyos. Hace poco tiempo vinieron a mí unos padres con su niña de diez, quizás doce años. Y dijeron a su hija que me contara qué le pasa. Ella dijo: “Yo amo a mi papá y mamá, porque ellos me aman a mí mucho. Yo los amo mucho, pero no sé por qué siempre llega a mi cabeza el pensamiento de oponerme a mi mamá y papá, que no les obedezca, aunque no quiero hacer eso. Yo quiero a obedecer a mi mamá y papá, pero no puedo tranquilizarme.” ¡Ustedes ven qué hacen los espíritus malignos bajo el cielo! Por eso nosotros combatimos siempre para fortalecer nuestra fe, y las fuerzas malas bajo el cielo constantemente perturban nuestros pensamientos. A un asceta hace doce años lo perturbaba el pensamiento de que Dios no existe. Un asceta, quien vivía en la soledad, sin embargo, ese tipo de pensamientos lo perturbaba. Y durante todos esos doce años él luchaba contra los espíritus malignos, pero el Señor sabía que eso era necesario, que se permite así y que lo atacasen los pensamientos y día y noche. Por todo eso existe la guerra y el combate entre el bien y el mal. Nosotros queremos ser buenos, y los espíritus malos bajo el cielo no quieren que nosotros tengamos ni siquiera una buena característica, sino solamente las negativas. Pues, por eso nosotros llevamos la guerra. Nosotros solos no podemos combatir. El Señor es nuestro combatiente, nuestro protector, porque nosotros solamente podemos pedir, sinceramente, la ayuda del Señor, y Él nos va a ayudar. Una vez, cuando me encontraba en un estado difícil, se presentó a mí una escena donde el Salvador me dice que me acerque a Su Santísima Madre, porque Ella es la Protectora de los monjes. Por eso debemos combatir, y por eso existe la guerra noética (mental). Nuestra guerra noética no es contra la carne y la sangre, sino contra los

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espíritus malignos bajo el cielo. San Pablo Apóstol dice: “He peleado la buena batalla, he guardado la fe” (2 Tim. 4, 7). Por eso nosotros debemos clamar incesantemente al Señor y a la Santísima Madre. Debemos rogar al Señor que nos digne de amarlo así como lo aman la Santísima Madre, los Ángeles y los Santos. Porque el Señor es fuerte y poderoso para ayudarnos en eso, hacernos así. Él quiere que seamos así por los siglos de los siglos, que nos quedemos en Su amor y abrazo. Por eso deseo que tú también, alma de Dios, reces así al Señor, y que te conceda amarlo tan fuertemente, así como Le aman la Santísima Madre, los Ángeles y los Santos. Entonces sentirás la paz y el silencio en el corazón, porque regalas tu corazón a Aquel que es infinito, Quien puede dar el amor infinito, la paz infinita. ¿Nos puede decir usted un poco más sobre el por qué no se debería ir al monasterio sin bendición de los padres? Los padres tienen un poder grande sobre sus hijos. Ellos pueden entregar a sus hijos (cuando son pequeños) a Dios o al diablo. Yo me extrañé cuando comprendí cuánto poder tienen los padres sobre sus hijos, un poder increíble. No solamente lo tienen los padres sobre sus hijos, sino y el marido sobre su mujer, también. El año 1943 vino al Belgrado a mí una mujer devota y me trajo algunas cosas para el monasterio, y me pedía rezar por una familia. Marido y mujer tenían a dos hijos, una niña de 9 años, que era paralizada, y a un hijo quien era el comerciante en una familia famosa en Belgrado. Cuando empecé sinceramente a rezar por esa mujer y sus dos hijos, tenía tantas molestias y tentaciones… No podía calmarme. Me fui a mi padre espiritual para confesarme y decirle que cada vez que rezo por esa familia, no puedo calmarme, pierdo mi paz. Y él me dice: “Reza, reza por ellos.” Continué, pero todavía no podía calmarme. Llegó otra vez esa mujer devota al monasterio y le pedí que me diga algo más sobre esa mujer y sus hijos. Ella me contó que esa mujer estuvo casada con un judío en Bitol. Ella dio la luz a un hijo a quien, cuando terminó la escuela secundaria, mandaron por la causa de su educación, para que se haga el comerciante, a una familia rica en Belgrado. Consideraban que él recibirá una mejor educación para su vocación en esa familia. El hijo fue recibido y su madre lo visitaba a menudo. Después de un tiempo ella halló trabajo en esa familia, como limpiadora en su almacén. Cuando regresó a su casa, dijo a su marido que había decidido abandonarlo, y que no puede vivir más junto con él. En aquel tiempo, todavía no sabía que está embarazada de su

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marido, de nuevo. Él le suplicaba que se quede, porque todo este tiempo vivían en la armonía, sin peleas. Ella era cristiana, bautizó a su primer hijo y debería bautizar al otro. Todo lo que hacían en su vida, ella y su marido, lo hacían por sus hijos. Ahora no quiso nada más, solamente que se marchara. Él, afligido ya, cuando comprendió cuánto es obstinada, la dejó irse. Después ella se fue al Belgrado y trabajaba en ese almacén. Yo me iba al Belgrado, al lugar donde trabajaba, para comulgar a su hija. La niña no está totalmente sana ni con su mente, ni puede con sus manos y pies. Todo lo que le dijo su marido, todo se cumplió. Luego, yo estaba pensando, cómo es que el marido posee tanto poder sobre su mujer, entonces veo cuando el Señor dice a nuestra antepasada Eva: “Porque obedeciste a la serpiente, por eso tu voluntad desde ahora será bajo el gobierno de tu marido.” Entonces entendí que nuestras madres, cuando no obedecen a nuestros padres (sus maridos), construyen el infierno en la casa. Ustedes pueden ver qué provoca la desobediencia. Los padres tienen un gran poder sobre sus hijos, y el marido sobre su mujer, porque su voluntad está subordinada a su marido. Aquí, hay mucho lo que no sabíamos y el Señor nos revela, y ahora nos queda solamente esforzarnos para ser buenos. En la ciudad de Novi Sad, el año 1997

EL ARREPENTIMIENTO ES EL CAMBIO DE LA VIDA Que la paz y la alegría de Dios sean con todos ustedes; porque la paz y la alegría son las riquezas más importantes de este y del otro mundo; todos nosotros ansiamos eso. Podemos tener en la Tierra lo que sea que deseemos, y al mismo tiempo, no tener la paz y la alegría. La paz viene de la fuente de la paz, que es el Señor. Cuando el Señor se dirigió a Sus discípulos (cuando ellos cerraron las puertas por el miedo a los Judíos), lo primero lo que les dijo fue: Paz a vosotros. El Señor los gratificará si se reconcilian y voltean al Absoluto Bien, y el Absoluto Bien es Dios, nuestro Señor. Él quiere que nosotros tengamos una cualidad divina – la humildad es esa cualidad divina. Donde gobierna la humildad, sea en la familia o en la sociedad, desde ella brotan la paz y la alegría. Cada bien y cada mal proviene de los pensamientos, porque nosotros somos el aparato pensador, hacemos influencia aun y en el mundo

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vegetal, porque y las vegetales tienen el sistema nervioso. Todos esperan la paz, consuelo y amor. El arrepentimiento es el cambio de la vida. Es necesario que el hombre se vaya a un sacerdote o a su prójimo y le diga qué perturba su paz. Cuando nuestros prójimos participen en nuestro sufrimiento, nosotros entonces recibimos el consuelo y la fuerza. Si nos vamos a la fuente de la vida, el Señor nos dará la fuerza para que se fortalezcan en nosotros los pensamientos llenos de bondad, porque buenos pensamientos, buenos deseos dan la paz y el consuelo a todas partes. Debemos cambiarnos. Nuestros pensamientos no tienen influencia solamente en nosotros mismos, sino también en todo lo que nos rodea. Debemos enviar solamente los buenos pensamientos. El Señor nos ordena amar a nuestros enemigos, no por ellos, sino por nosotros mismos. Debemos perdonar todo de corazón. Cuando se perdona todo, de corazón, estamos bien, porque entonces somos partícipes de la paz, y esta paz regocija y da el consuelo a todos a nuestro alrededor. Todos sienten nuestros pensamientos tranquilos, silenciosos. Cuando el hombre, la cabeza de la casa, está agravado demasiado con las preocupaciones sobre su familia, nadie tiene la paz, por la causa de esos pensamientos, ni siquiera los niños en el desarrollo. Por eso, aquellos que manejan la casa deben entregarse al Señor, deben rezar a Él y entender que el Señor es omnipotente, que el Señor nos consuela. Debemos perdonar todo del corazón. La paz interior no se puede preservar mientras que nuestra conciencia nos acusa por algo. Debemos tranquilizar la conciencia. A todos debemos perdonar del corazón. Sin eso, no hay paz interior. El Señor nos dará Su gracia. Ella es la fuerza divina que obra en todas partes y, especialmente, en almas que buscan al Señor, a la Fuente de la vida. La paz de Dios se siembra en todos lados. En el Antiguo Testamento está escrito: “Hijo, dame tu corazón”. El Señor es el único consuelo y para los Ángeles y los Santos y todos los que lo buscan. Él es el único infinito.

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El profesor está desatento. Él es así, debes rezar para que el Señor dé al Ángel mansedumbre tanto a ti como a tu profesor. Si amas a tu profesor, entonces, fácilmente darás los exámenes y sacarás buenas notas. Cuando el profesor y su alumno se reconcilian, entre ellos no hay más la guerra. No podemos tener la paz, si combatimos (con nuestros pensamientos) con nuestros padres. Los espíritus malignos quieren que nosotros, a cualquier precio, pequemos contra nuestros padres. Entonces ellos adquieren el poder sobre nosotros, y nosotros pensamos que algún otro es culpable. Muchos se dieron cuenta de eso, y corrigen sus pensamientos. Yo siempre hablo eso – unos aceptan, y otros son demasiado orgullosos. Lo que damos, eso se nos vuelve. Los Santos Padres dicen: “Siembra amor, y entonces vas a cosechar amor. Siembra paz, y paz cosecharás.” Es imposible para nosotros obtener la paz, si estamos llenos de envidia y malicia. Si no puedes deshacerte de esa característica infernal, ¿Cómo irás a la eternidad en ese estado? El Señor es el Único quien puede cambiarnos, transformarnos. Como nuestro espíritu se encuentra atado a los pensamientos; con aquellos rasgos de nuestro carácter que cultivemos aquí en la Tierra, con ellos traspasaremos a la eternidad. Debemos aprender a estar en silencio. Es mejor aguantar el insulto que insultar. Si aguantamos el insulto, el Señor nos dará la fuerza y la paz. Si no aguantamos, nuestra conciencia no nos dejará en paz. La conciencia es el juicio Divino. Nosotros podemos hacer lo que sea, y al mismo tiempo, no tendremos la paz ni sosiego. El rasgo de carácter es la base con la cual se traspasa a la eternidad. Si nosotros somos sosegados y silenciosos, iremos a dónde están los Santos y los Ángeles. A ellos el Señor los gratificó con Su gracia gratuita y en esas almas no hay los rasgos de este mundo. Uno puede insultarlo incesantemente, y él no se enoja. Uno puede y golpearlo, pero él no se enoja, porque su alma está guiada por el Espíritu Santo. Preguntaron a San Serafín de Sarov: “¿Cuál es el objetivo de nuestra vida?” El regreso al abrazo de nuestro Padre Celestial. Nosotros perturbamos la paz. El Señor nos deja con nuestros pensamientos – y, he aquí, nuestro sufrimiento. No existe la fuerza que pudiera derribar la misericordia de Dios. Por eso los Mártires no

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sufrían durante sus martirios, y si los sintieron, el Señor suave los consoló. Cuando la gracia del Espíritu Santo ilumina al alma, ella no experimenta más el sufrimiento (no lo siente). Después del Señor no tenemos más grande bien que nuestros padres. El Señor dice: “Yo soy el que engendra el embrión en el vientre de la madre”. Los padres son los instrumentos en las manos del Señor. El Señor bendice el matrimonio. Al lugar de los Ángeles caídos, quienes acompañaron al Satanás. Dios es y para ellos, los espíritus malignos, Dios. Ellos son los seres altamente inteligentes, pero ellos no participan ni en la paz ni en sosiego. Nosotros pedimos el consuelo a nuestros prójimos, porque somos las criaturas limitadas en el tiempo y el espacio, y no podemos brindar lo infinito, pero buscamos lo infinito. Pedimos la paz infinita, la alegría infinita – todo lo infinito. Pero nuestros prójimos no pueden brindarnos todo. Todos somos limitados y nos encontramos en la guerra constante con malos pensamientos, porque los espíritus caídos son llenos de maldad. El Señor mira si nosotros Le pedimos de nuestro corazón que ayude. Escuchamos muchas palabras de un ejemplo bueno de la vida y cómo deber dirigir a los prójimos para que hagan así. Pero, ¿podremos cumplir eso? Vemos a alguna persona sosegada, silenciosa, todo perdona, todo aguanta. Ese ejemplo nos queda para siempre, porque y nosotros queremos adquirir eso. ¿Cómo? Nos volteamos al Bien Absoluto, con el corazón, pensamientos y todo nuestro ser. Unámonos en el amor absoluto con el creador nuestro. Debemos estar en la oración incesantemente. Debemos rezar a la Santísima Madre, a los Ángeles y los Santos para que Lo amemos tan fuertemente, porque entonces seremos bienaventurados y acá y en la eternidad. Dios es amor y felicidad, la que llena a todos aquellos que Lo buscan. Con cuales pensamientos nos ocupamos, nuestra vida es así. Si nuestros pensamientos son sosegados y silenciosos, he aquí la paz para nosotros. Si nuestros pensamientos son negativos, he aquí la inquietud para nosotros. Nosotros pedimos la ayuda a nuestros

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padres, y sangran su corazón paternal y hacen lo que les pedimos y lo que es bueno (para nosotros). La energía de Dios obra en todos lados, especialmente, en esos hombres que se voltearon al Señor. Dios es la paz, consuelo y alegría para todos. Por eso les deseo la paz y alegría del Señor. Los padres tienen un poder grande sobre sus hijos. Si ellos (los padres) son buenos o malos, eso es asunto suyo, y por eso ellos darán la respuesta al Señor. Hay mucho sufrimiento en el mundo por la causa de la falta de respeto por los padres. Mi padre era un hombre muy bueno. Yo tenía el pensamiento que él debiera invertir mucho más en mí. Soy muy sensible. No debía enviar tales pensamientos a mi padre. No sirvió de nada que yo era un niño inteligente. (En ese tiempo) no me di cuenta de que yo mismo he arruinado mi vida. Cuando algo tenía que cumplirse, pues, el fracaso. Los médicos dijeron: “No vivirá más de cinco años”. Mi pulmón estuvo enfermo gravemente. Quería dedicar mi vida al Señor, y por eso me fui al monasterio. El Señor va a abrir el mejor camino para los hijos. El Señor perdonará. El Señor es misericordioso. Si nosotros rezamos a Dios por ellos, es imposible que eso no haga influencia en ellos. Los pensamientos son una fuerza enorme. Inmediatamente se nos abre a nosotros el camino y la señal. En el antiguo tiempo, un monje rezaba a la Santísima Theotokos para que le muestre qué es el monje, y la Santísima Madre le dijo: “El monje es aquel que reza por el mundo entero”. Si (con nuestros pensamientos) llevamos la guerra contra nuestros profesores y los padres, no hay bien. El Señor siente lástima por sus criaturas, porque sufren tanto. Pero en vano, cuando ellos no quieren arrepentirse. Una vez llegó un viejo a San Antonio el Grande, diciendo que es un gran pecador y que pecaba mucho. -Quiero que me digas tú si hay para mí el arrepentimiento. -Voy a rezar a Dios para que Él me lo revele, y tú ven acá en una semana. El Señor se lo reveló. -Pues, ¿sabes quién es el viejo ese? -No lo sé. -Es Satanás. -Él quiere escuchar de mí si hay el arrepentimiento para él. -Hay el arrepentimiento. Él es el espíritu y siempre se encuentra en el movimiento. Debe permanecer en pie 3 años en un lugar, mirando hacia el este y rezando así: Perdona, Señor, toda mi maldad.

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El viejo vino una semana después. -¿Le preguntaste por mí? -Sí. Debes estar de pie en un lugar 3 años, y rezar mirando hacia el Este: Perdona, Señor, toda mi maldad. Se fue soltando en un pie, porque lo sabía, pero no quiere arrepentirse. No existe ningún pecado que es imperdonable. No existe el pecado el cual derribará la misericordia de Dios. Los Santos Padres se interesaban en qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo, y recibieron la respuesta. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la perseverancia en no tener el arrepentimiento y en oponerse a la verdad. En vano tú estás diciendo a alguno que Dios es presente en todas partes y que es el Dador de la vida, cuando ese ni siquiera quiere escuchar eso. El corazón se debe preparar para la unión con el Señor en la Santa Comunión. El ayuno es necesario para sosegar el cuerpo, porque cuando se sosiegue el cuerpo, se calmará y el alma. La Iglesia prescribió cómo se debe ayunar. El corazón se debe preparar. Podemos no comer nada y, al mismo tiempo, que nuestro corazón es malicioso y rencoroso. ¿Cómo puedo recibir la Santa Comunión, si no aguanto a ciertas personas? Tomaremos la Santa Comunión, pero Ella no será para nuestra salvación, porque mantuvimos los rasgos infernales, que son malos. El ayuno es la preparación para el corazón humilde. Los Santos Padres dicen: “Aquel que no es obediente, en vano ayuna y reza a Dios. La obediencia es más alta que el ayuno y la oración”. Cuando era joven no entendía las instrucciones de los Santos Padres, pero más tarde me di cuenta de que eso es cierto. Aquel que no humille su corazón y lo limpie de malos pensamientos, en vano ayuna. En el Señor todo es la paz, la alegría. El corazón se debe preparar para ser dócil, humilde; al contrario, tomaremos la Santa Comunión para nuestra condenación, y no para la salvación. Por eso rezamos así, en las oraciones antes de la Santa Comunión. Quien visita los monasterios para ver el monumento, la arquitectura, los frescos, regresará a su casa con el alma vacía. Sin embargo, si es devoto, si los visita para el provecho de su alma, para adquirir la paz, la salvación, regresará lleno de consuelo.

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La magia tiene influencia en donde no hay oración y esperanza fuerte en Dios. Una vez llegó a mí una mujer joven. Ella estudió ciencias políticas, pero es muy devota. Se casó con un médico, el hombre quien ya fue casado una vez. Un mes solamente estaba en matrimonio cuando lo abandonó su primera mujer. Él tiene a un hermano mayor quien también es médico. Ese se casaba tres veces, pero las tres mujeres lo abandonaron. Su madre es médica también, es profesor en la Facultad de Medicina. Ella vive con su hermana y se ocupa de la magia negra. Raramente viene a visitar a su hijo. Sin embargo, vino un día, enfadada, y dijo a su nuera: “Yo expulsé a aquella mala mujer de mi hijo, pero a ti, no te puedo hacer nada”. Con su magia manda a los espíritus malignos para que molesten a su nuera, para que ella abandone a su marido. Pero esa mujer está dedicada a la oración, con fervor al Señor. Y porque el espíritu maligno no le puede hacer nada, regresa a su abuela y la atormenta. Regresa a aquél que lo mandó, y se venga de él… … La cremación de los muertos no es obra cristiana. Es la obra del mundo contemporáneo para que el cuerpo tome el menor espacio posible. Si un hombre llevaba una vida devota, su cuerpo está santificado, por la gracia del Espíritu Santo, y no se permite quemarlo. Se sabe, aun desde los tiempos del ancestro Adán que, cuando el alma abandona el cuerpo, el polvo regresa al polvo, el cuerpo se debe colocar a la tierra; la cremación no es obra cristiana. Aquellas madres que destruyen el embrión en su vientre hacen un gran pecado. Ellas destruyen la vida. Dios engendra el embrión, y ellas lo destruyen. Deben cambiarse desde el profundo de su alma, y no repetir ese pecado. Tal mujer se condena como la asesina. Ningún animal no mata a sus crías, solamente el ser con la razón mata a su niño. Si se queda en ese estado (sin cambio), será condenada como la asesina. Es pregunta si podrá pasar por las aduanas en el aire. No existe el pecado imperdonable, excepto el por el cual no nos hemos arrepentido. Es un gran pecado (el aborto) de nuestro pueblo – por el cual no nos hemos arrepentido. Algunas aldeas completas han desaparecido (por causa de este pecado). Era joven cuando en la aldea Vitovnica hubieron 110 hogares, ahora no quedó ni la mitad. Es triste eso, que nosotros los serbios seremos la minoría (en Serbia). Vendrán de otras partes y se establecerán…

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Nuestros gitanos no tienen ni el hogar ni nada, pero su carpa está llena de niños. Siempre están contentos, siempre alegres. Y los nuestros tienen su pan, pero no quieren tener a los hijos. Es triste ello. Tenemos que cambiarnos, si lo podamos… Cuando nuestra madre se vaya a la eternidad, nosotros estamos tristes. Pero, es nuestro error. Nosotros debemos rezar, porque ella necesita nuestras oraciones y no nuestros lamentos. Eso es un gran error, pues, ¡nosotros somos Cristianos!, en lugar de estar agradecidos a Dios por todo y que recemos a Él para que nos incluya entre Sus Ángeles y Santos, nosotros estamos tristes… No debemos estar tristes por nuestros difuntos, sino debemos rezar a Dios que les den los lugares del paraíso. La tristeza perturba todo. Necesitamos estar en la oración por nuestros difuntos, porque estar triste por ellos no es un hábito cristiano. Es del paganismo. Nosotros acá nos preparamos para la vida eterna. Debemos estar agradecidos a Dios. Debemos rezar a Dios que les perdone sus pecados y hacer buenas obras en sus memorias. Eso se recibe. Solamente Dios puede librar al alma de las penas del infierno, por eso, lo más necesario es rezar a Dios y, donde se celebra la Divina Liturgia cada día que oren allá por nuestros difuntos. Mientras el obispo Nicolás (Velimirovich) estaba vivo, le preguntaron si existe la salvación para aquellos que no se arrepentían en su vida. Les dijo que sí, hay si alguno reza por esa alma cuarenta días y más. La Divina Liturgia es el sacrificio de Gólgota. El Señor se sacrifica. “Señor, limpia los pecados de aquellos que están mencionados acá, con Tu sangre honorable”. Ese es el más grande sacrificio que nosotros, los Cristianos, podemos hacer. Cuando yo era monje joven, me atormentaba la pregunta: ¿Por qué aquel que sinceramente busca al Señor sufre tanto? ¿Por qué se atormenta tanto? No puedo más, Señor. Descanso y en el sueño veo a mí en una elevación. Veo como camina un ejército desde el Oriente hacia el Occidente. No es ningún ejército terrenal, sino celestial. Todos son iguales. Sólo uno va un paso delante de todos. Cantan: “Por el Rey de la Gloria, Por el Rey de los Cielos, Nosotros llevamos la guerra,

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Para que avasallemos el mal”. Y yo canto junto con ellos: “Por el Rey de la Gloria, Por el Rey de los Cielos, Nosotros llevamos la guerra, Para que avasallemos el mal. ¿Cómo vamos a vencer el mal? Con el amor. Por el Rey de la Gloria, Por el Rey de los Cielos, Nosotros llevamos la guerra, Para que avasallemos el mal”. Significa mucho cuando en la casa haya uno quien está en la oración. La oración atrae la gracia de Dios. Eso sienten todos en ese hogar. Eso sienten aquéllos también cuyos corazones se han enfriado. Por eso debemos rezar incesantemente. En Belgrado, el año 1998 La Comunidad Ortodoxa Serbia

QUE BUENO ES ESTAR ENTRE LOS BUENOS Dios nuestro vino entre nosotros para llevar de nuevo al estado primordial a aquéllos a los que ha creado. Él hizo todo para que el hombre Lo pueda entender. Él pudo salvar al género humano y de otra manera, pero el hombre cuando cayó, perturbó todo su aparato interior mental y se imposibilitó para el bien. Cayó bajo el gobierno de los espíritus malignos, se entregó como el esclavo a ellos voluntariamente. El mal que existe Dios no lo ha creado. El mal proviene de los espíritus que se cayeron del amor divino, quienes se voltearon a sus personalidades y quedaron desobedientes; empezaron a “cavilar” según alguna filosofía suya; pero, cuanto sea se esforzara, para hacer o hablar algo bien, la que sea fuerza espiritual que no está unida con la fuente de la vida, todo lo que hace está salado con el hedor infernal, porque Dios es la única fuente de la paz y alegría, amor, justicia y bondad. Todos seres creados son limitados, y lo que es limitado no es perfecto; sino, les fue dado para que se perfeccionen. Pero, ellos

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cayeron; primero, no han guardado su dignidad (unos) ángeles, y luego, por la envidia de los espíritus que cayeron, nuestros ancestros Adán y Eva cayeron. Y he aquí, y en nosotros mismos echó ancla ese rasgo – la envidia infernal. La envidia no tiene respeto por nada, y a Dios en su rostro habla en contra siempre, y en todos lados. Dios es todo el amor, y la envidia no aguanta que a algún prójimo se haga algún bien. Uno de los Padres teóforos, el Venerable Nilo el Emanador de Miro (se aparecía al monje Teófano, quien vivía en su cueva en el siglo 18) explicaba muchos misterios desde el Reino de Dios. Y él dice que la envidia es el sello del Anticristo en el corazón del hombre. ¡Qué terrible es eso para nosotros! Y nosotros muchas veces envidiamos a nuestros prójimos. Y no prestamos atención a que debemos curarnos, para que lleguemos a nosotros. Dios nuestro, Jesús Cristo, es Dios perfecto y hombre perfecto. Él como Dios perfecto abarca todo con el amor, amor infinito. Él y como el hombre perfecto es querido a todas almas que se acercan a Él. A nosotros nos parece que ese amor de Dios está lejos de nosotros, que Dios está lejos de nosotros. Pero, en realidad, nosotros nos alejamos. Y Él no puede separarse de nosotros, porque Él es la vida. Él todo es el amor. Si nosotros tuviéramos tal amor por Él, nos acercaríamos a Él así como a nuestro amigo sincero…Pero, nosotros no nos acercamos de esa manera cuando rezamos y cuando hacemos algo bien, todo eso hacemos de una manera demasiado oficial. Y Él pide a nosotros que seamos naturales. Él nos enseñó, cómo vivía entre nosotros; de una manera simple, humildemente y dócilmente. Así como Él nos ha creado, aquellos que nos acerquemos a Él como un niño ingenuo. A Él, el Señor, son agradables las buenas obras que hacemos. La limosna y todo lo que hacemos por nuestra salvación, por la utilidad de nuestros prójimos y de la Iglesia Santa, todo es bueno y agradable al Señor. Pero, al Señor es el más agradable y más querido amor inocente, como de niño. Eso es lo más agradable del Señor, lo que pide a nosotros. Y eso puede hacer cada alma. Y el rico y pobre, y el viejo y joven… Siempre regreso a ese tema, siempre lo repetiría, que aprendamos cómo acercarnos a nuestro Padre, cómo nos acerquemos a Él con

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nuestro corazón, con todo nuestro ser; cómo seamos agradables a Él así como son los Ángeles y los Santos. Porque, somos muy sucios, impuros. Él no mira en nuestra suciedad e impureza cundo nos acerquemos a Él desde el corazón, nos acepta inmediatamente. Cuando pequemos en algo contra nuestro Padre y luego nos acerquemos a Él desde el corazón, nos perdona todo, como si nada haya pasado. El Señor nuestro es ilimitado en Su amor, indeciblemente. Deberíamos acercarnos a Él sinceramente y estar siempre con Él, porque Él está siempre con nosotros. Él impulsa nuestra vida y quiere que Lo entendamos. Toda Su vida en la tierra era natural, así para que el hombre lo pueda entender; Él dijo que es el amor, nos explicó que Dios amó tanto al mundo que dio a Su Hijo Unigénito por la salvación del hombre. Nos reveló el misterio, nos reveló muchas cosas. Nos elevó sobre todas las criaturas; la naturaleza humana, elevada sobre todas las criaturas, entró al misterio de la Santa y Vivificadora Trinidad. Pues, y ¿qué podemos nosotros, como los hombres, querer más que estar con nuestro Dios, nuestro Padre? Por eso, deberíamos, en este tiempo corto de la vida en la tierra, aprender cómo acercarse a Él. Porque no tenemos nuestras propias fuerzas, debemos acercarnos a Él como los niños ingenuos, del corazón, pedir a Él que nos enseñe cómo ser buenos, cómo amarlo tan fuertemente así como Lo aman la Santísima Madre, los Ángeles y los Santos. No nos va a dejar el Señor quedando tan pobres, si nos acerquemos a Él siempre del corazón. Él espera que nuestro corazón, nuestra alma se impaciente con el deseo y anhelo más fuerte para Él. Para que nunca nos caigamos de Él, de Su amor. A menudo, acá, en la Tierra, tenemos muchas molestias y dificultades, y todo eso porque todavía no nos hemos humillado. Cuando el alma se humille y obedezca a la voluntad de Dios, entonces dejan de existir para nosotros los sufrimientos y el dolor. Porque, entonces, los tormentos y los sufrimientos son, de alguna manera, agradables al corazón y al alma. En nosotros se aparece totalmente un entendimiento diferente de la vida; no filosofamos más según este mundo, así como lo hace el mundo. Entendemos diferentemente. Todo lo que miremos, todo es, de alguna manera, brillante, es amable. Todo nos parece bueno, porque a Dios todo es amable. Somos Sus criaturas y todo lo creado es Suyo. Y Él lo creó para Sí, es decir, para Él, para que seamos participantes en Su paz y alegría Divina.

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Pues, como usted lo pueden ver, tenemos que curarnos, no aceptar la envidia en nuestro corazón; la envidia destruye la paz interior y el sosiego del alma. Por ejemplo, estamos tranquilos, en silencio, y llegó a nosotros un amigo y nos contó sobre alguien (quien nos insultaba mucho en los tiempos pasados) que le va muy bien en su vida, que logró algo etc.; y porque no le hemos perdonado, de repente en nosotros se aparece el espíritu de la envidia. Así, pues, miren ¡cómo no prestamos atención! Debemos estar en la oración incesantemente y no aceptar la propuesta de los espíritus de la envidia. Los Santos Padres dicen que si rechazamos la propuesta de los espíritus malignos, la victoria está conseguida sin la lucha. Ellos decían eso desde su experiencia. Si rechazamos la propuesta, la victoria está conseguida sin la lucha. Los espíritus bajo el cielo incesantemente ponen las trampas en nuestros pensamientos. Cuando el Venerable Antonio el Grande vio cuáles y cuántas redes tejen los espíritus bajo el cielo, suspiró y dijo: “Dios mío, ¿quién puede salvarse de todo eso?” Y escucha la voz: “Solamente los humildes y dóciles pasan. Mientras más, eso ni los toca…” Ustedes pueden ver, cuando el alma se humille, cuando acate la obediencia a la voluntad de Dios, entonces los espíritus malignos no tienen más el poder sobre el alma. Porque entonces está bajo la protección de la gracia del Espíritu Santo, escondida por el fuego divino. Por eso, que nos acerquemos del corazón al Señor, que recemos para que nos enseñe como ser buenos, así como son buenos los Ángeles y los Santos. ¡Qué bueno es estar entre los buenos, entre aquellos que llevan la vida santa! Acá, en la tierra, los hombres deben esforzarse para no aceptar la propuesta de los espíritus malignos. Los Santos Padres dicen que debemos tener mucho cuidado, estar en guardia, saber que cada pensamiento que perturba nuestra paz interior, está enviada desde el infierno. ¡Y esa propuesta no hay aceptar, la debemos rechazar inmediatamente! Si lo aceptemos y empecemos a platicar con ese, nos implicará en las redes del infierno. De solamente ese un pensamiento del infierno se multiplican muchos y apenas luego después el hombre se da cuenta de que dónde se ha metido y qué ha

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hecho. Un mal se enlaza con otro, y luego después, cuando el hombre llegue a sí, dice: ¿Por qué me necesitaba todo esto? Estaba sosegado, tranquilo, y en un momento todo se corrompió. Y se corrompió porque no estábamos en guardia. El amor, alegría y paz, esos son los dones de Dios, los rasgos divinos. Ellos, por separado, pueden hacer milagros. El amor une todo en uno; la paz irradia del hombre y está dando la tranquilidad; la alegría hace que se quite el cargo del alma del hombre; cuando llegue un alma alegre a otra que está triste, y le diga unos cuantos pensamientos suaves, silenciosos, de repente, ¡es como si amaneciera! Pues, por separado, el amor, la paz y la alegría pueden hacer milagros, pero unidos en uno pueden ordenarles a todas las cosas. Cuando están unidos y fortalecidos en el corazón, entonces, a dónde sea que esa alma envíe los pensamientos, se aparece la paz, porque de ella irradia la paz. Los Santos Padres dicen que puede trasladar montañas. Suceden las curaciones, por ejemplo, el Señor mostró cómo, y dijo que haremos eso por Su fuerza divina. Se mostrarán tales señales: a los enfermos pondremos nuestras manos y se curarán. Esos son las verdaderas palabras del Señor. Pero, nosotros hemos perdido la bondad la que nos dio el Señor, y nos ingerimos con nuestros pensamientos así como un pollo en la estopa, y no podemos librarnos de ello, para que sea la paz en nuestro corazón. Debemos prestar atención y que no entre en nuestro corazón lo que perturba su paz. Los Santos Padres desatascaron el camino para nosotros y nos enseñaron cómo tenemos que esforzarnos, con la ayuda de Dios. El Señor pide para que, con toda la sensatez, rechacemos el mal y recibamos a Él y Su bondad en nuestro corazón. Por eso necesitamos dirigirnos al Señor, a la Única fuente de la vida. Que estemos en la afinidad con Él, porque hemos renegado de Él. A veces renegamos y de nuestros más cercanos. En otras ocasiones y junto con nuestros más cercanos parientes nos sentimos solos, porque nos hemos alejado del verdadero, nuestro Padre. Nos hemos alejado a través de nuestros pensamientos, con nuestra mente. La vida espiritual es la vida de la mente, de los pensamientos. Por eso debemos prestar atención a lo que se enjambra en nosotros, y rezar y día y noche al Señor que nos salve de todo el mal, que nos limpie y nos dé la fuerza para rechazar la propuesta de los espíritus malignos.

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Si recibamos la propuesta, entonces, en algo, y nos pongamos de acuerdo con ella - enseguida empieza el combate, nosotros rehusamos uno y ellos proponen otro, tercero, cuarto… Y no podemos tranquilizarnos y adquirir el sosiego. Entonces, debemos dirigirnos al Señor con el corazón y la mente: “Señor, no tengo la fuerza, no he aprendido desde mi juventud, envejecí habitando en el mal, mi mal envejeció conmigo, y ahora necesita mucho esfuerzo para que eso se eche fuera y se desarraigue de mí. Pero Tú eres fuerte y poderoso, enséñame a ser inocente, dócil y humilde. Gratifícame con Tus rasgos divinos, así como gratificas a Tus Ángeles y los Santos”. Y así, siempre en la sencillez del corazón, y con sus propias palabras cada alma que se acerque al Señor. Por eso, la oración es esencial para nosotros, cuanto sea corta, para que, inmediatamente cuando nos levantemos de la cama, del sueño, agradezcamos a Dios por Su piedad de nosotros y nos dé a perdurar la noche. Cuando atardezca (llegue la noche) que agradezcamos por todo, porque el Señor es el Dador de la vida. Acá demostramos nuestro amor por Él. Cuando el alma ame la oración del corazón, entonces después no puede separarse de su Padre. Siempre está con Él, y cuando habla con los hombres, y durante su trabajo. Siempre está con Él, y se mueve en Su presencia, así como los Ángeles y los Santos. Eso es la prenda del Reino de los Cielos, acá en la tierra ya. Para ninguna raya de los pensamientos desde el alma debe ser el objetivo alguno de los objetos acá, en la tierra. El centro noético del amor es el Señor y con el Señor amamos todos. A través de Él y en Él está todo. No debemos atarnos con las cosas. Los Ángeles no se cautivan (con sus pensamientos) en las cosas. Ellos miran una cosa, pero no se cautivan en ella. Porque su centro noético está cautivado sólo por la fuerza de Dios, con la cual aman todos. Pero nosotros, cuando veamos alguna cosa atractiva (para nosotros), nos adherimos a ella. Y si queda por un tiempo largo, ella comienza a ser ídolo para nosotros. Pero en lugar de Dios, en nuestro corazón se encuentra esa cosa, viva o muerta. El amor de Dios no aguanta el egoísmo. Pero el hombre, cuando cayó, se vació y ya no tiene a nadie para estar más cerca de él, entonces se volteó a su personalidad y la resguardo; no permite que alguien lo insulte, quiere que todos piensen bien de él, y con todo eso no presta

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su atención a cuál vida lleva, qué hace y cómo hace. No presta atención porque toda su concentración está en su personalidad. Debemos despreciarnos por el amor de Dios, y ese “señor Yo” no sólo rechazarlo, sino matarlo. Si él no esta muerto, no podemos unirnos con el Señor, siempre se extenderá hacia arriba ese “señor Yo”. Porque él es un señor grande y no puede combar su cuello, él está arriba. El Señor nos mostró cómo tenemos que ser: humildes, sumisos a la voluntad de Dios. Pero nosotros queremos organizar todo según nuestra propia opinión. Nos atormentamos a nosotros mismos, nos maltratamos, y al fin, ¡no hemos conseguido nada con ello! El mundo no quiere como nosotros pensamos. Y entonces, ”el señor Yo” se enoja mucho, porque los demás no hacen según nuestra voluntad… Pero, aquel que se humilla, no se considera a sí mismo como si él es alguien; más bien, él sabe que es nada, que es podredumbre… Si no nos protegiera el Señor, si no nos mantuviera (en Sus manos), pues, ¿qué seríamos nosotros? ¡Nada! Nada, solamente cieno. El corazón está frío cuando está desparramado. El alma no está en casa, vaguea. Cuando está en casa ella calienta el corazón. Cuando salga fuera, inmediatamente agita. Fuera de casa se agita, pensativamente agita. Un pensamiento se recibe, otro rechaza, y el corazón “se rompe” y se hace frío. Pero cuando el alma llegue a sí, cuando se reconcilie con el Señor, entonces el Señor está en el centro de la vida, y nos sentimos bien (y nuestra alma está caliente). El Señor mira en la profundidad del corazón, qué ese quiere y qué anhela. Y si el alma no puede llegar a sí inmediatamente, el Señor, en su tiempo, lo limpiará todo, va a atraerla para que el alma llegue a sí, al centro, y ella se calmará entonces. Pero si en la profundidad del corazón haya algo de lo que no se está limpiado, algo que anhela este mundo y atarse con esta vida, entonces, nuestra holgazanería será larga y penosa y tendremos muchas angustias y molestias. Tendremos más nosotros que, pues, somos devotos, que aquellos que no lo son. Porque ellos no tienen ese dolor interior, no piensan sobre la eternidad, para ellos todo está en la tierra: disfrutar, comer, beber… Acá es toda su atención, y la nuestra está desunida, queremos estar con el Señor, pero no hemos ajustado a nuestros terrenales asuntos materiales, con los cuales nuestro corazón tiene todavía una relación fuerte y está cautivado.

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Los planes y deseos terrenales tenemos que rechazar del corazón, solamente entonces podemos amar sinceramente y a nuestro prójimo. Si no, nuestro amor terrenal se encola ahora con uno y luego con otro, pero todo eso es inconstante, no hay nada de eso. Y esa inconstancia rompe, siempre nos rompe. La vida no la recibimos con entendimiento, sino superficialmente. Todo lo que planeamos a hacer debe ser con un solo pensamiento y deseo (en común), porque el Señor lo pide así. Para que todos estemos en la unanimidad. Rezaba el Señor por eso para que todos seamos uno. Y nosotros nos separamos constantemente, hacemos así y en nuestra familia. Eso no está bien, eso quiere el hombre, que se cumpla su voluntad. Entiendo eso cuando la cabeza de la casa es ateo y ocurre que el Señor llama a un miembro de la familia. Pero, esa alma al que llama el Señor debe actuar con sabiduría. De ningún modo no debe combatir (con los pensamientos) con el hombre que es la cabeza de la casa, porque, entonces, no hay ningún avance. No debe hacerse bandido quien mata a sus parientes con sus pensamientos y deseos. Es otra cosa si nosotros nos entreguemos al Señor, y el hombre (la cabeza) diga: “¡Renuncíate!” Entonces, tú no eres ni mi padre ni mi prójimo ni nada. Yo no me puedo renunciar al Señor, estoy unido, con mi corazón con Él, yo soy Suyo y Su vida divina está en mí; yo no me puedo renunciar y tú – como quieras… Pero no debemos, ni entonces, pensar algo ofensivo contra aquél en nuestro corazón, porque y el más pequeño pensamiento así perturba nuestra paz. La situación en nosotros entonces se empeora, y en nuestros prójimos se aguda. Y el más pequeño pensamiento que no está fundado en amor, destruye la paz. En una familia de muchos miembros es suficiente con que sólo una persona esté descontenta – puede que no lo muestre de ninguna manera, es suficiente que empiece a pensar como a ella le hacen injusticia y como no le tratan bien – para que se perturbe la paz en esa familia; ella la perturba con sus pensamientos. Entones todos son descontentos, y no saben de dónde viene eso. Con los prójimos se debe medir por el mismo rasero. No debemos diferenciar los hombres; este es simpático para mí y otro no. Porque, entonces, a esa otra persona le proclamaron la guerra. Y ella no te va a aguantar. Aunque ustedes, en el exterior, no dieron lugar a eso, ni con sus palabras ni sus movimientos, en su interior lo provocaron esto, con sus pensamientos.

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Nosotros los Cristianos nos hemos vestido en Cristo a través del bautizo, nos hemos vestido en Dios, y Dios es el amor. Y cómo eso ahora, nos hemos unido con el Señor en nuestro bautizo, pero en realidad, ¡luchamos contra Él! ¿Cómo es eso de que “luchamos”? Con nuestros pensamientos, enviamos malos pensamientos a nuestro prójimo y a todos. Cuando nazca en nosotros un pensamiento que no está fundado en amor, debemos saber que hemos recibido la influencia de los espíritus malignos. Recibiendo un pensamiento del mal, recibimos al mismo diablo en nuestro cuerpo. Los espíritus no son visibles, nosotros les “damos” el cuerpo para que sean visibles. A los espíritus malignos nosotros damos el cuerpo para que sean visibles para este mundo, y podemos verlos cómo son. Aquel mal que se manifiesta a través de un hombre, pues, nosotros vemos al espíritu quien ha ocupado al alma de ese hombre y se muestra a través de él, blasfema, insulta… No insulta al Señor aquella alma, ella nació como cristiana, sino aquel que la ha ocupado y tomó la posición, y hace lo que le dé la gana. Y al lugar de que nosotros aprendamos (qué es) la vida, nosotros nos oponemos y enviamos mal pensamiento al hombre. De esa manera nosotros solos nos hacemos malos. ¡Cuántas veces nos encolerizamos a aquellos que trataban mal, incorrectamente y ofensivamente a nosotros! Le pensamos mal, significa que ¡matamos a su alma! Porque ante Dios se recibe todo esto – bueno y malo – lo que está unido con los sentimientos del corazón a través de los pensamientos. Por eso tenemos que, con entendimiento, percibir el mal y recibir el bien. Que siempre estemos en guardia y no dejemos que entren a nuestro interior aquellos que no piensan bien. “Orad sin cesar” ordena el Apóstol. La oración interior es el esfuerzo del hombre mismo. Porque a través de la oración, el hombre se acerca con su corazón al Señor, y los espíritus caídos se esfuerzan para atarlo con cual sea objeto acá en la tierra. En la oración, en primer lugar, se debe tener la atención. Sin atención, la oración no vale nada, pero si la dejemos totalmente, entonces está más difícil. Quiere decir – ¡el esfuerzo! Pero, nosotros siempre prestamos atención a otra cosa. Los Santos Padres rezaban que el Señor les libre del olvido de la oración.

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A cada trabajo tenemos que entrar con el Señor. Porque, el enemigo siempre extrae nuestra mente: dónde estábamos, qué hacíamos, qué oímos, incluso desde nuestra infancia, entonces los diablos todo esto lo mezclan, y nosotros pensamos que todo eso es nuestro. Ellos tienen todo el registro de nuestra vida: qué hacíamos, cómo nos comportábamos. Por eso, para nosotros es necesario un esfuerzo muy grande para que nos acerquemos al Señor con nuestro corazón y que siempre estemos con Él. Eso se llama – la oración de trabajo (trabajadora). Junto a la del trabajo, existe la oración por la gracia de Dios, ella se recibe como el don del Señor. Viendo nuestro esfuerzo y como queremos unirnos con Él con todo nuestro ser, rechazando todos los deseos mundanos, Él nos limpia, paso a paso, de las preocupaciones de este mundo, del compromiso con las cosas terrenales, lleva al alma a la humildad y sencillez, para que no reciba a su corazón los insultos, sino, lo que sea que ocurra para que se humille. Quiere decir, paso a paso el alma se limpia para recibir el fuego divino, para que rece incesantemente por el Espíritu Santo. Ingenuos, sencillos, no agravados con las preocupaciones de este mundo, reciben rápidamente el fuego divino para la oración incesante. Pero nosotros quienes queremos de esto, eso y mucho más, nos cargamos con las preocupaciones y los intereses mundanos. Debemos librarnos de eso, renovarnos. Y eso no podemos solos, necesita descender el Espíritu Santo al corazón. Mientras estamos unidos, en inocencia, con el Señor, la filosofía de este mundo no entra a nosotros, sino la verdadera sabiduría y el verdadero conocimiento que recibimos del Señor. Cuanto el alma se humille, paso a paso, tanto a ella se le revelan los misterios celestiales. A un humilde y dócil se le revelan los misterios de todo lo que nos rodea, él entiende mucho más profundamente que aquellos que han estudiado por muchos años la “sabiduría” de este mundo. Porque el misterio está en Dios, y mientras ellos piensan que han logrado algo y como saben algo, la verdadera sabiduría divina no puede entrar a ellos, sino se les está dando, sólo superficialmente, según sus esfuerzos, los descubrimientos en la medicina, la física… En el mundo espiritual, los pensamientos son claros así como las hablas, ellos se oyen. Por eso, el esfuerzo por el alma es más valioso que todos los dones en este mundo. Si el hombre no se limpia y pase asa a la eternidad, con malos rasgos de su carácter, no podrá entrar entre los Ángeles y los Santos.

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Mientras tenemos algún como sea pequeño soporte en este mundo, damos la poca confianza al Señor. Los Santos Padres recibían y el bien y el mal así como de la mano del Señor, y así se han humillado. Cuando vea que el alma está preparada, el Señor la cubre con la gracia del Espíritu Santo y entonces ella recibe la libertad, paz, alegría y consuelo, no tiene miedo más. Esa alma ve que todo sufre por causa de la caída. Cuando se voltee, enseguida quiere llorar por todos y rezar por todos. Un hombre en este mundo puede esforzarse mucho para el bien de los demás y, al mismo tiempo, no lograr a limpiar a su alma del pecado. Puede pasar por la mayoría de las aduanas, pero el apego de sus pensamientos a las cosas terrenales que lo despeñe, en la aduana de la misericordia, al abismo. Muchos pueden salvarse por el medio de los esfuerzos de ese hombre (por ejemplo, si construye los monasterios y templos), pero el apego de su mente a los valores terrenales no le permitirá entrar al mundo de los valores los cuales no pasan, y los cuales pueden entender sólo un alma limpia. Somos los hijos de nuestros padres con todos los rasgos negativos, que no se pueden limpiar fácilmente. ¡Se deben aguantar muchos dolores del corazón, para que el alma se libre! Nuestros enemigos nos atacan y a través de los hombres, y luchando así – según la providencia del Señor – paso a paso llegamos a sí. Si no tuviéramos molestias, no rezaríamos a Dios. Así el alma se da cuenta de que todos sus arrimos acá en la tierra no son nada, y dice: no tengo a nadie quien me pueda entender. El alma busca el amor invariable. Eso no hay en la tierra. Sólo Dios nos puede consolar. Según el nivel de nuestra liberación de las preocupaciones (de este mundo), el Señor nos está dando a sentir que Él está con nosotros. El Señor a menudo permite y para que nos sorprenda el enemigo, y entonces nos extrañamos de qué pasa con nosotros. Esas permisiones del Señor sirven para que entendamos que no somos nada. Debemos prestar atención a lo que pensamos y hacemos, para que eso sea agradable al Señor. Porque cada trabajo acá en la tierra es el trabajo de Dios.

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Si amáramos al Señor con todo nuestro corazón, no pecaríamos “por los siglos de los siglos”, porque, entonces, Él habitaría en nosotros. Él es la fuerza que quema toda la impureza, todos los pecados, y, entonces, no tuviera el acceso a nuestro corazón nada lo que no es santo, lo que no es generoso. Pero porque somos carnales y no limpiados, cuando queramos mostrar el amor a nuestro prójimo, acá inmediatamente ingresa la pasión carnal. Debemos separar el amor de la pasión. Dejemos la pasión, en eso el diablo hizo influencia; sino, prestemos atención al amor divino, el cual no hace la diferencia. Ese no es egoísta, sino el amor que abarca todo, perdona todo y se alegre por todo. La borrasca en los pensamientos y la confusión después del misterio de la confesión y de la respuesta del padre espiritual significa que el novicio se hizo orgulloso, que combate (con los pensamientos) con su padre espiritual, que se confió en él como en el hombre; el Señor lo notó y permitió la tentación. Cuando el hombre pierda la gracia de Dios, él no lo entiende por un largo tiempo, sino todavía piensa que la tiene. Porque en él todavía viven los pensamientos antiguos y él no entiende que se enfrió y que está perdido para la vida eterna. A un humilde y dócil, colóquelo en el infierno, él se sentirá bien. Alguna gran tentación viene antes o después del bien que hace el Señor. Eso para que el alma se quede humilde. Mientras está en el cuerpo, el alma está protegida, pero cuando salga del cuerpo, está totalmente sin protección, desnuda y débil, como el caracol cuando salga de su cáscara. Sólo cuando se ponga en contacto con los Ángeles y los Santos, se entiende el mundo de Dios. El Señor, a veces, permite eso y a alguna alma (que, por ejemplo, no lleva la vida santa en Él) desprovista del consuelo en la tierra – el Señor mismo da el consuelo. A los despreciados, los repulsados, cuando les está lo más difícil… En la tierra circulan diferentes pecados, los rasgos de los espíritus que han caído. Cada pecado es el pensamiento, la fuerza mental, noética. Los espíritus caídos se consuelan: unos en la ira, otros en la desesperanza, terceros en la lascivia – y entre ellos existen diferentes niveles de la maldad. Si el hombre estaba bajo el gobierno de estos

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espíritus, y obedecía a sus órdenes mientras se encontraba en el cuerpo, entonces, y después de su salida del cuerpo está obligado a obedecer a ellos. Uno debe quedarse natural, no engreído. Cuando alguno se presuma, se puede ver de quién viene eso: de los espíritus caídos que circulan bajo el cielo. San Jacob (4/17 de diciembre) dice: “El objetivo de los espíritus malignos es despenar a un hombre santo al pecado carnal, para que él pierda, por eso, los dones de Dios de la curación y de hacer milagros”. Se debe saber y esto: de la vida santa los otros se caían porque tienen algo más que limpiar en su interior. Una virgen se hizo orgullosa y todos que están casados se aparecieron a ella asquerosos, repulsivos. Si el alma se quede en humildad, entonces el Señor la ilumina más y más. Existen las almas así que están unidas fuertemente en el amor con el Señor y su aparato mental, noético no lo tocan ningunos malos pensamientos. La pureza filosófica dura mientras el hombre está ocupado con la filosofía. Debemos adquirir la pureza la que viene como el resultado del amor por Dios. Nosotros estamos muy desparramados, así como un espejo que está agrietado y que refleja la realidad en los pedacitos. Hasta que la fuerza de Dios los recoge y los reúne nuevamente, para que se refleje realmente y se aprecie la imagen de Dios. Cuando pedimos y esperamos de los demás que nos muestren respeto y atención, ellos nos voltean la espalda, y cuando eso no nos importa y cuando nos huimos del respeto de los demás, ellos corren tras nosotros. El Señor no quiere cumplir cada nuestra oración, porque si recibiéramos siempre cuando pedimos, quién nos podría convencer que en la tierra hay alguien más prudente y más sabio que nosotros, y ¿de quién ese recibiera el consejo? El Señor, a veces, nos muestra la respuesta en nuestros pensamientos, en varias preguntas y misterios; pero, a veces, calla, para que nos dirijamos a otros hombres por el consejo y que nos humillemos, de esa manera.

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Cuando el espíritu maligno vea que un hombre agrada a Dios y avanza en el bien, entonces se infiltra en los corazones de otros hombres y constituye en ellos el resentimiento hacia ese hombre de Dios. Ellos sienten la envidia por él y bajo la influencia del maligno le hacen muchas malicias, extienden rumores malos sobre él y las calumnias, y lo estorban en su trabajo… Ellos envidian a su hermano, porque no saben que el espíritu maligno ha tomado la posición en sus corazones. El espíritu puede ocupar el espacio mucho más grande que el cuerpo humano, pero también, y el mucho más pequeño que el cuerpo humano, tal pequeño como un centímetro cúbico. Por eso es posible que a un hombre pueda entrar toda la legión de los espíritus caídos. Esos espíritus sienten gran alegría cuando tengan la posibilidad de entrar al cuerpo del hombre, lo ocupan y de tal manera se “encarnen”. Por eso les deseo todo el bien del Señor y de la Madre Santísima; Ella es nuestra gran Protectora, Quien intercede por nosotros ante Dios. Ella va a rezar a Su Hijo para que nos dé la fuerza para que seamos buenos, para que glorifiquemos a Dios y acá en la tierra y en la eternidad. Amén.

LA HUMILDAD EXTREMA – EL IDEAL DE LA VIDA CRISITIANA

“Los Santos Padres dicen – el ideal de la vida cristiana no es hacer los milagros, curar a los enfermos, ni resucitar a los muertos, sino la humildad extrema”. En el verano de 1991, el Staretz Tadeo hablaba con dos estudiantes del Belgrado, quienes han grabado esa conversación. Uno de ellos dijo: -Perdone, padre, ¿tenemos su bendición para grabar sus palabras, para que nos alimentemos espiritualmente luego después?

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-Pues, no…. No vale nada, mis palabras no son… (no se escucha bien), no vale la pena – respondió. Ustedes llegan con sus problemas, yo tengo muchos problemas, y Dios nos consuela. Yo me lamento a ustedes, ustedes se lamentan a mí y después está bien… ¡El Señor consoló! Entonces a esos dos estudiantes y a los demás que estaban presentes allá hablaba, quizás y más maravillosamente de lo que hemos escuchado hasta ahora, sobre la situación actual en la Tierra, sobre el lugar del hombre en ese planeta, sobre su lugar en relación con el tiempo y la eternidad, en su relación con Dios. Nos rodean los misterios Los hombres piensan que son algo, hablaba, pero, el hombre no es nada. El Obispo Nicolás (Velimirovich) dice: “¿Qué es el hombre? Un saco de la carne hedionda y nada más”. Nada. La cabeza caldeada. No tiene ni idea que él es la trompa. Que es el instrumento en las manos de los mugrientos (los espíritus caídos). El Señor que quiere forjar con nosotros, pero nos dio la esfera para que podamos pensar y decidirse si queramos el bien o no. Los espíritus han caído antes que el hombre fue creado. Muchos siglos antes. No han guardado todos los espíritus sus puestos. El hombre es la cumbre de la creación. Él fue creado último de todo lo que fue creado. Fue creado para ser dueño, señor del mundo material, para que todo esté subordinado a él… El mundo material no se encontraba en el estado en el cual está ahora. Después de la caída se hizo áspero y podrido. Y aunque es eso la aspereza y podredumbre, pero tiene su belleza… Sí… Nuestros ancestros eran inmortales. No dependían del tiempo y el espacio, así como nosotros ahora dependemos. Miren, ellos se movían como se mueven los pensamientos… Después de la caída se perturbó todo. Dios, siendo todo el amor, sabía que todos los creados seres con la razón no podrán guardar sus puestos, y dio el tiempo desde la Creación del mundo hasta el Juicio Final, el tiempo para que

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los seres con la razón lleguen a sí, que regresen al abrazo a su Padre. Para que se enciendan en el Bien Absoluto, al Amor Absoluto… Pero miren, a los hombres les gustó más el mal que el bien. Es más fácil pensar mal que bien. Pero, cuando el hombre piense mal, no tiene la paz y no puede tranquilizarse, por causa de esos pensamientos. ¡Qué grande es la caída nuestra! Es horror. Que no podemos llegar a sí, ni podemos hacer nada nosotros solos. No tenemos ni idea cómo nos tiranizan con los pensamientos las fuerzas noéticas, mentales (los espíritus caídos). Nosotros pensemos que esos son nuestros pensamientos. Nos atormenta la envidia, la maldad, el odio. Eso es la tiranía de las tiranías. No quiere eso el alma, pero no puede librarse. Desde la infancia se acostumbra en eso y ya echó raíces grandes, profundas. Ahora eso se debe echar fuera de sí. Debes transformarse en el amor. Para que seas absolutamente sosegado, silencioso. ¿No es fácil? ¿Ahora ves qué grande es la caída humana? El hombre no puede solo, sin ayuda de Dios. Cree que algo sabe. La cabeza caldeada. Todo se le revela desde la eternidad. En todos lados nos rodean los misterios. En todos lados es el misterio de Dios. Somos un gran misterio y para nosotros mismos. No sabemos qué somos. ¿De dónde hemos llegado? ¿A dónde vamos? Cuál es ese ser quien piensa, se mueve y habla algo lo que sabe. Escuchó algo de alguien, piensa, algo vino a su mente. Crea algo, ni él mismo sabe cómo. ¿Cuál es ese misterio en él? ¿Cómo sus órganos interiores funcionan sin su voluntad, y eso perfectamente? Y él perturba todo con sus pensamientos. ¿Las enfermedades vienen por causa del pecado? – pregunta uno de los estudiantes presentes allá. Por causa de la caída en los pensamientos, mental por los pensamientos. Todos, habitualmente, piensan y bien y mal. Nuestra vida es así – con cuales pensamientos nos ocupamos. El espíritu se alimenta con los pensamientos, el cuerpo con la comida física. -¿Hay los pensamientos que son nuestros y los que se echan en nosotros de otras partes? De todas partes se echan en nosotros. Por todas partes están los radios de los pensamientos. Si se nos descubrieran, es una red

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grandísima. Y cada uno de nosotros tiene la estación emisora en sí. El hombre es el aparato mucho más preciso que la estación de radio, que el televisor, sólo su función está desordenada. ¡Qué ser preciso es el hombre! ¡Qué elevado! Pero no sabemos apreciar eso. No sabemos cómo encenderse a la fuente de la vida, cómo sentir la alegría de la vida. Y echan en nosotros constantemente… los enemigos… A San Venerable Antonio el Grande el Señor le mostró las estaciones emisoras de los pensamientos, que nos rodean. Y cuando lo vio, él suspiró, diciendo: “Señor, ¿quién puede pasar por delante de esto?” Y escucha la voz: “Sólo los humildes y dóciles”. A ellos ni los tocan estas redes. En ellos están encendidos sólo la paz, silencio, los radios de Dios, el signo de la fuerza absoluta de Dios. Ellos no se encienden en mal… Piensan los hombres que van a vivir acá eternamente. Pero, la vida es corta. ¿Qué es eso, hombre, la vida? Pues, no es nada. Eso es tan corto que no se puede ni imaginar. El hombre cuando es joven no se da ni cuenta de eso. Yo reflexiono, muchas veces: pues, nosotros en la tierra somos, en verdad, miserables, cuando no podemos vivir ni siquiera 4 mil millones de segundos. Para eso deberíamos vivir 120 años. Cien años es 3 mil millones de segundos. Y ¿qué es eso – cien años?... Nada… Un momento… Corto… Vivimos en la eternidad. Además, este tiempo es gracias a lo que la Tierra rota cerca de su eje de la esfera y el Sol. Si el Sol se quedara en cenit, no hubiera la posibilidad de medir el tiempo. Vivimos en la eternidad. Siempre el día. No hubiera de dónde comenzar (a medir). Y cuando no medimos el tiempo, ¿te das cuenta de que el tiempo no existe? Existe para nosotros que somos limitados. Por eso y en el Apocalipsis, donde San Juan Apóstol dice sobre aquel Ángel que puso un pie a la tierra y otro al mar, y se juró al Altísimo diciendo que “¡el tiempo ya no existirá más!”. La eternidad… Significa – el Señor moverá la velocidad y el mundo material desaparecerá. Sabemos que la materia, cuando alcance la velocidad de la luz, desaparece. Se convierte en la energía invisible. Cuando alcance la velocidad de la luz, 300 000 km/h… … Gracias a Dios, todavía hay pájaros… Pero muchos géneros han desaparecido ya… la vida se destruye más y más y se apaga… Pues, eso no es ningún secreto. Hace unos diez años, cuando nieva y haya la luz de la luna, se reúnen así muchos conejos, los círculos completos. El nieve es grande, y ellos pataleando construyeron los

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círculos allá, donde hay raso y no hay árboles, corren, juegan… Se alegran. La alegría de la vida. Los animales tienen alegría de la vida. Nosotros los perturbamos. Ellos tienen alegría de la vida, y nosotros tenemos todo y no estamos contentos. Ellos no se preocupan ni para su comida ni nada, pero el Señor los alimenta. Mordisquean un poco acá y allá las ramitas, encuentran en algún lugar un poco de protección, allá duermen. Agradecidos a Dios. Y nosotros, no. Un pájaro glorifica a Dios sin cesar. Empezó en mañana temprano, a las tres, a cantar, y hasta las nueve horas no parra. A las nueve un poco se callan, entonces se van a buscar la comida, y sus crías deben alimentar… Después, otra vez canta. Al pájaro nadie lo obliga cantar. Él canta. Si lo escucha alguien o no, él canta… Y nosotros, fruncidos la frente, la nariz hinchada… No estamos en disposición ni para cantar, ni nada. Tenemos que llevar ejemplo de los pájaros. Siempre están alegres. ¿Y nosotros? A nosotros nos estorba algo. Y ¿qué nos estorba? No nos estorba nada. ¿Es así? -Así es, responde un estudiante. Nosotros nos estorbamos a nosotros mismos, dice el padre. -Padre, nos interesa cómo conocer la voluntad de Dios en nuestras vidas. ¿Cómo decidirse de hallar empleo en una parte y no en otra, que nos casemos o no? El Señor mismo nos abre el camino. Nos descubre Su santa voluntad. Su santa voluntad se revela a través de los padres. Si obedeciéramos a nuestros padres, todo irá bien y será bendecido; si nos oponemos a ellos, no hay nada. Va, pero más hacia atrás que hacia adelante. Por ejemplo, tú te enamoraste de una chica y quieres casarte con ella a cualquier precio. Y tus padres te dicen: “Pero, hijo, ella no es para ti”. Pero nada. A tu mente ató el maligno, te ha cautivado, y quieres, quieres… “Pero esa no es para ti, hijo”, te dicen tus padres. “Vamos a encontrar alguna otra para ti”. Pues no, quiere al cualquier precio. Se casan. Un ideal, piensan. Se quieren, luego de un tiempo eso pasa y no hay nada. Lo mejor es cuando los padres, antes, se pongan de acuerdo, cuando no hay gran diferencia en la edad, y si no se han visto nunca antes (esos dos), eso es lo mejor. Cuando se desarrolle el amor en matrimonio. Entonces no se ingresa al matrimonio con los planes, tienen la bendición de sus padres y luego todo va de la mejor manera… El matrimonio, eso no es ninguna vida bella, dulce… Pues,

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es dura. Luego después te das cuenta de que no estás libre. Que estás atado, en verdad, atado. Enganchado en el coche debes tirar porque agitan. Los hijos piden. Quieres, no quieres, debes tirar. Y cuando eras libre, otro pensabas… pero ahora debes pensar, no sólo en ti, sino en muchos. -Hay dos caminos en la vida: el monaquismo y el matrimonio, ¿o hay algún más? ¿Cómo saber cuál camino es recto para mí? El monaquismo no pueden recibir todos. Sí. La vida monástica no es fácil. La vida en la tierra, en general, no es fácil, cuanto sea que las condiciones sean favorables. Aquel que vivía cómo quería y cómo su corazón quería, fue Salomón, el rey Salomón, el hijo del rey David. Gobernaba 40 años, no llevaba la guerra contra nadie. Fue gratulado por el Señor con sabiduría. Él construyó el templo en Jerusalén. Llegaban a él de todas partes para escucharlo...y el mismo dice: “Lo que quería mi corazón, todo le cumplía. Quería tener buenos viñedos, los he plantado. Los palacios, también, y todo eso lo tenía. Tenía preparado ejército, el más moderno en Jerusalén…”. Pero con nadie combatía – dice el padre… Sigue diciendo (Salomón): “Quería tener bastante oro y plata, y eso me lo ha dado el Señor. Empecé a vivir de varias maneras, para ver si hay algún consuelo permanente acá en la tierra, para que siga así… Y veo que acá en la tierra todo es la vanidad de las vanidades y el tormento para el espíritu. No hay el consuelo. Permanente…” Pues, mira, eso dice Salomón. Una persona sabia. Quiere decir, puedes tener lo que quieras, ya no te vale nada más… Brevemente, como sí nunca existías. Pensabas que has embebido toda la sabiduría de este mundo. La cabeza caldeada. Y si pudieras verte de otro lado, te jactas como un gallipavo, no hay nada (se ríe). La cabeza vacía… Así, pues. ¿Quién es ese en la tierra que sería o será el conocedor universal de todo? Nadie. Cada uno se perfecciona a una dirección, algo compone y así somos una integridad. La gente adora a los filósofos, a varios científicos del mundo, siempre citan sus palabras. Nadie presta atención que Dios ha prometido a nuestros antepasados que va a mandar al Librador del mundo, para llevarnos al estado primordial. Nadie sabía que ese va a ser Dios mismo. Porque sólo Aquel que nos ha creado puede llevarnos al estado primordial, ¿quién otro? Y vino y no Lo han recibido…

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Pues, miren, nosotros nos hemos bautizado en el Cristo Señor, somos Cristianos según la forma y no así cómo nos quiere el Señor. No hay en nosotros nada bien. Porque sabemos pensar mal y enfadarse, y menospreciar a nuestro prójimo, entonces no hay nada... Y leían, pero no entienden. ¿Quién podía decir sobre sí, entre los filósofos y científicos del mundo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”? Nadie podía decir eso. También: “Yo soy el pan de la vida”. O: “Quien cree en Mí tiene la vida eterna”. Pero, los hombres entienden poco, comprenden poco. La mentira está más cerca de ellos que la verdad. Nosotros pensamos que tenemos algún valor… No vales nada. Así es. La perfección de la vida cristiana, así dicen los Santos Padres, es la humildad extrema. La humildad extrema. Ellos son gratificados con la gracia de Dios. Aquel que es humilde y dócil, no se enoja. Y si lo insultes, tú te encolerizas, y él siente lástima por ti porque te atormentas tanto. -Para el fin, díganos, ¿hay algún remedio para nosotros, caídos y enfermos? Claro que sí. Que escuchen. Que se humillen y escuchen. Aquel que es humilde y dócil, él escucha. Aquél que escucha es humilde. Y cuando nos opongamos, inmediatamente te darás cuenta de que cómo el enemigo estanca tu vida. No te va… -Padre, mis padres están divorciados, mi madre me llevó a fe… mi padre está contra Dios. ¿A Quién debo escuchar? – pregunta una chica. Pues, bien, no es tu asunto si tus padres se acuerdan entre ellos o no, si pelean entre sí, si son buenos o no, para ti ellos deben ser algo sagrado. Para que tú tengas la bendición de Dios y para que te vaya bien. Es así. No debemos ofender a nuestros padres ni siquiera con nuestros pensamientos. Y ellos, cómo se comportan con nosotros, eso es su asunto. Los padres que eran tan severos y que atormentaban a sus hijos. Unos dos hermanos así tenían a buena madre, y ella les dice que respeten a su padre, aunque él… para que reciban la bendición de Dios. Ahora ellos trabajan allá en “Litas” en Pozarevats, no permiten a nadie que diga algo mal sobre su padre. A nadie no le permiten insultarlo. Dos hermanos dicen: “Nuestro padre es sagrado para nosotros”. Han pasado días duras de su vida junto con él, él no tenía piedad de ellos, pero mira, pues, cómo los ha bendecido Dios y

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son llenos de vida. Agradecidos a Dios. Porque el Señor quiso que lleguemos al mundo a través de nuestros padres. Ellos van a dar la respuesta a Dios cómo vivían, van a dar la respuesta y por nosotros. Pero nosotros no daremos la respuesta por ellos. Nosotros vamos a dar la respuesta cómo y si los respetábamos. La situación espiritual en la Tierra es muy mala, porque los niños pequeños, hasta los 5 años de su edad, se oponen a sus padres. Por eso nos va así, porque nadie respeta a sus padres. En todo el planeta la situación es igual… “Svetigora”

EL SEÑOR ESTÁ EN TODOS Nosotros estamos acá en la tierra como en una epitimia (la epitimia – en el diccionario eclesiástico – significa: la pena correccional la que se da al penitente; la epitimia no tiene la significación de la justicia de Dios por los pecados). No se extrañen porque siempre tienen alguna molestia. Todos nosotros constantemente pecamos – nos deslizamos y caemos. En realidad, caemos en las trampas de los demonios. Los Santos siempre insisten en lo siguiente: sólo es importante siempre levantarse de nuevo, y continuar su camino hacia Dios. Si bien y cien veces en día cayeran, nada – levántense, y sigan adelante, no mirando hacia atrás. Lo que fue, fue y ya pasó. Ustedes solamente continúen hacia adelante y pidan la ayuda de Dios. Nosotros no fastidiamos al Señor con quejarnos a Él siempre por algo. Le fastidiamos cuando pecamos y no cuando nos dirijamos a Él siempre, como a un el más cercano nuestro. Al Señor Le gusta que Lo invoquemos incesantemente y que abramos nuestro corazón ante Él. La oración no es algo que comienza y se termina y – nada. Llegas frente el icono, dices lo que tengas y luego te vas. Eso no es la oración. Amen las cosas pequeñas, y aspiren lo que es sencillo y modesto. Y cuando el alma madure, Dios le va a dar la paz interior. El Señor ahora solamente los está mirando y Le gusta eso lo que ustedes anhelan Su paz. Mientras el alma todavía no es madura para Él, Él le dará, de rato en rato, para que vea que Él está presente en todos lados y llena todo, todo el mundo, todo lo que ha creado. Entonces el alma está tan alegre. Entonces el alma tiene todo. Pero después, el Señor se

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esconde otra vez de nosotros, para que anhelemos a Él y Lo busquemos con todo nuestro corazón. Es difícil vivir con nuestros prójimos si entremos en la guerra (de pensamientos) con ellos. No es suficiente solamente abstenerse de la guerra abierta, con las palabras y los actos. No entren ni con los pensamientos. Por causa de eso, se pierde la paz en el alma y el amor por los prójimos. No debemos confrontarnos con nuestros prójimos, ni esforzarnos a convencerlos. Eso no vale la pena. A nuestros prójimos sólo debemos amar, por nuestro Señor. El Señor está y en ellos (los ateos), porque, si Él no estuviera en ellos, ¿cómo podrían estar vivos? No presten tanta atención a los acontecimientos exteriores. Que estén ustedes más adentro, en su corazón, con el Señor, y esos déjenlos. Que ustedes solamente sean amables, y silenciosos, y suaves hacia todos, no prestando su atención a lo demás.

(Terminado el 27 de octubre de 2016 en la ciudad de Belgrado, la ciudad dedicada a la Santísima Madre de Dios) EL FIN Y GLORIA A DIOS POR TODO