de la conformidad con la voluntad de dios

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    TRATADO

    DE LA CONFORMIDADCON LA

    VOLUNTAD DE DIOS

    por

    Alfonso de Ligorio

    Madrid1900

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    NDICE

    CAPTULO PRIMERO.............................................................4EXCELENCIA DE ESTA VIRTUD.............................................4

    CAPTULO II..........................................................................8CONFORMIDAD EN TODO....................................................8

    CAPTULO III.......................................................................12FELICIDAD QUE PROPORCIONA LA VERDADERACONFORMIDAD..................................................................12

    CAPTULO IV......................................................................16DIOS QUIERE SLO NUESTRO BIEN...................................16

    CAPTULO V.......................................................................20PRCTICA DETALLADA.......................................................20

    CAPTULO VI......................................................................34CONCLUSIN.....................................................................34

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    CAPTULO PRIMERO

    EXCELENCIA DE ESTA VIRTUD

    Toda nuestra perfeccin consiste en amar a nuestro Dios,infinitamente amoroso: Sobre todo revestos de la caridad, que esel vnculo de la perfeccin(Col 3, 14)1. Pero la mayor perfeccin en

    el amor divino consiste en la estrecha unin de nuestra voluntadcon la de Dios; porque, segn San Dionisio el Areopagito (De Div.Nom. c. IV), es el principal efecto del amor la unin de loscorazones que se quieren hasta el punto de hacer que anide enellos una misma voluntad. De esto se deduce claramente que,cuanto mayor sea la unin con la voluntad de Dios, mayor sertambin el amor que se le profese. Cierto es que mortificaciones;

    meditaciones, comuniones y obras de caridad al prjimo son cosasmuy agradables al Seor. Pero: cundo? Cuando se hallanconformes con su voluntad; de otro modo, lejos de serle gratas, lasdetesta y las castiga. Dado el caso de existir dos criados, uno delos cuales trabaje todo el da, sin descansar un solo instante, peroempeado en hacerlo todo a su antojo, y el otro sin molestarsemucho, obedezca en todo y por todo a su dueo, es muy naturalque ste prefiera el segundo al primero. Pueden en ningn caso

    nuestras obras servir para la gloria de Dios, no siendo ejecutadas asu gusto? El Seor no pide sacrificios, dice el Profeta a Sal, lo quequiere, s, es obediencia a sus rdenes. Quiere el Seorholocaustos y sacrificios o quiere que se obedezca su voz? (1Samuel 15, 22) Quien pretenda seguir su propia voluntad, dejandoa un lado la de Dios, comete, hasta cierto punto, una especie de

    1 Para facilitar la lectura, en esta edicin digital las citas en latn se hantraducido al espaol (NOTA DEL EDITOR).

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    idolatra; ya que en este caso, en vez de adorar la voluntad divina,adora la suya.

    As, pues, cumplir en un todo la santa voluntad de Diosconstituye la mayor gloria que podemos procurarle. Esto

    principalmente es lo que nos ense nuestro divino Redentor consu ejemplo, cuando descendi al mundo para establecer en l lagloria de su Padre. He aqu cmo hace hablar San Pablo al Eterno:Sacrificio y oblacin no quisiste; pero me has formado un cuerpoEntonces dije: He aqu que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!(Hebreos 10, 5) Rehusasteis las vctimas que los hombres osofrecieron: queris que os sacrifique el cuerpo que me

    concedisteis; dispuesto estoy a cumplir vuestra voluntad. Elmismo Salvador protest distintas veces de que haba venido a laTierra, no a hacer su voluntad, sino la de su Padre. Descend decielo, no para hacer mi voluntad, sino para hacer la voluntad delque me envi(Juan 6, 38). Quiso que el mundo conociera el amorque tena por su Padre mirndole obedecer su voluntad, la cualexiga que se sacrificara por la salvacin de los hombres. Esto esprecisamente lo que dijo al comparecer delante de sus enemigos

    que deban prenderle para llevarle a la muerte: Es necesario que elmundo sepa que yo amo al Padre y obro como l me ha ordenado(Juan 14, 31) Tambin declar que reconocera por hermano aquien hubiese hecho la voluntad de Dios: Todo el que hace lavoluntad de mi Padre que est en el cielo, ese es mi hermano(Mat 12, 50)

    Nunca tuvieron los santos otro objeto que hacer la voluntad de

    Dios, persuadidos de que consiste en esto toda la perfeccin de unalma. El bienaventurado Enrique Susn deca: Dios no exige denosotros que abundemos en luces, sino que nos sometamos en untodo a su voluntad. Y Santa Teresa deca: Todo lo que en elejercicio de la oracin debe buscarse es la conformidad con lavoluntad de Dios; y persuadidos de que en esto consiste laperfeccin ms alta, el que ms se distinga en esta prcticamayores dones recibir de Dios, mayores adelantos har en suvida espiritual (Cast. Int. d. 2, cap. I)

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    Un da, estando en visin la bienaventurada Estefana deSoncino, dominica, se sinti transportada al Paraso, en cuyamansin pudo ver a muchas personas que haba conocido en vida,colocadas entre los serafines; y le fue al mismo tiempo revelado

    que esas almas haban obtenido tan alto grado de gloria por haberen vida sabido unir perfectamente su voluntad con la de Dios. Elmismo bienaventurado Enrique Susn deca: Prefiero ser por lavoluntad de Dios el gusano ms despreciable de la Tierra, que unserafn por la ma propia.

    De los moradores de la Patria Celestial debemos aprender elmodo de amar a Dios. El amor puro y perfecto que tienen al Seor

    consiste en la unin perfecta de sus voluntades. Si los mismosserafines llegaran a creer que cumplan la voluntad de Diosocupndose por toda una eternidad en apartar la arena de lasplayas, o en arrancar las malas hierbas de los campos, lo haran,no tan slo de buen grado, sino gustosos hasta el ltimo extremo.An ms: si Dios les manifestara su deseo de verles arder en losInfiernos, se precipitaran al instante a abismo de fuego, paraconformarse con su santa voluntad. Por esto Jesucristo nos ense

    a pedir en la oracin la gracia de poder hacer en la Tierra lavoluntad de Dios, como lo hacen los santos en el Cielo: Hgase tuvoluntad, as en la Tierra como en el Cielo.

    Apellida el Seor a David hombre segn su corazn, porqueejecutaba siempre en todo su voluntad: He encontrado en David, elhijo de Jes, a un hombre conforme a mi corazn, que cumplirsiempre mi voluntad (Hechos 13, 22) Efectivamente, ese gran rey

    se hallaba dispuesto siempre a seguir la voluntad divina, como deello protesta con frecuencia: Mi corazn est firme, Dios mo, micorazn est firme. (Salmo 57, 8; 108, 2); y todo lo que a Diospeda era saber cumplir su voluntad. Ensame a hacer tuvoluntad (Salmo 143, 10). Basta para santificarse un acto deperfecta conformidad con la voluntad divina. Ved a Saulo: cuandomarcha en persecucin de la Iglesia, le ilumina Jesucristo y leconvierte. Qu hace Saulo? Qu dice? Slo una cosa: se ofrecea hacer la voluntad de Dios: Seor, qu quieres que haga?(Hechos 9, 6), y he aqu que el Seor le proclama al momento

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    Vaso de eleccin y Apstol de las naciones: Me hiciste vaso deeleccin, para llevar en mi corazn tu nombre a las gentes.

    Al rendirse la voluntad a Dios, se lo da todo: quien da susbienes por la limosna, su sangre al martirio, su alimento para

    ayunar, da slo una parte de lo que tiene; pero quien da suvoluntad a Dios, se lo da todo, de suerte que puede decir: Seor,soy pobre, pero os doy todo lo que puedo; habindoos entregadomi voluntad, nada ms puedo ofreceros. Esto es efectivamentetodo cuanto Dios pide de nosotros: Entrgame, mi hijo, tu corazna m(Prov 23, 26). Hijo mo, dice el Seor a cada uno de nosotros;entrgame tu corazn, es decir, tu voluntad. Nada tan gratodice

    San Agustn, podemos ofrecer a Dios, como decirle: Seor,tomadnos(In Ps. 131); os damos toda nuestra voluntad; tomad denosotros lo que queris; disponed lo que os plazca y estamosdispuestos a ejecutarlo.

    Si deseamos, pues, ser enteramente gratos al divino Corazn,cuidemos no slo de conformarnos con su santa voluntad, sino dEUNIFORMARNOS con ella, si as puede expresarme. La palabraCONFORMARNOS significa que dirijamos nuestra voluntad como ladivina; pero UNIFORMARNOS quiere decir ms: significa hacer de dosdistintas voluntades una sola, de tal modo que no ha de querersems que lo que quiere Dios, o que la voluntad de Dios quede sola,y en ella la nuestra confundida. En esto estriba el colmo de laperfeccin, a la cual debemos aspirar constantemente. Este debeser el objeto de todas nuestras obras, de todos nuestros deseos,de nuestras oraciones, de nuestras meditaciones todas; y para

    acercarnos a l debemos implorar la asistencia do nuestros santospatronos, de nuestros ngeles custodios, y principalmente de ladivina Madre Mara, que ha sido la ms perfecta entre todos lossantos, slo porque fue la que se mantuvo ms perfectamenteunida con la voluntad de Dios.

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    CAPTULO II

    CONFORMIDAD EN TODO

    Exige esta virtud que nuestra voluntad se una a la de Dios entodo lo que acontezca, as en la adversidad como en la fortuna. Enla fortuna, los mismos pecadores saben conformarse con lavoluntad divina; pero los justos se conforman con ella igualmente

    en las adversidades, y aun en aquellas que ms hieren su amorpropio. En esto descansa la perfeccin de nuestro amor a Dios. Elvenerable Juan de Avila deca: Un Bendito sea Dios! en lascontrariedades de la vida, vale ms que mil acciones de gracias enlos momentos que alcanzamos lo que ms apetecemos.

    Adems es preciso conformarse con la voluntad divina, noslo en los males que Dios directamente nos enva, como

    enfermedades, afecciones de espritu, reveses de fortuna, muertede allegados y otras calamidades semejantes, sino tambin enaquellos males que los hombres nos ocasionan, como desprecios,difamaciones, injusticias, robos y todo lo dems del mismo gnero.Tengamos en cuenta que cuando se infiere algunas injurias anuestra reputacin y a nuestro honor, o cuando se atenta anuestros bienes, aunque Dios no quiere el pecado de quien nosofenda, quiere, no obstante, nuestra humillacin, nuestro

    empobrecimiento, nuestra mortificacin. Es cierto, y hasta cosa defe, que nada sucede en el mundo sin la voluntad de Dios: Yo soy elSeor, y no hay otro; el que crea la luz y las tinieblas, el que hacela paz y crea a los malos (Is 15, 6-7). De Dios proceden todosnuestros bienes y todos nuestros males, es decir, las cosas que pordisgustarnos conocemos por males, pero que en realidad bienesson, por el mero hecho de aceptarlos de mano del Seor. He aqu

    la aseveracin del profeta Ams: Sucede una desgracia en laciudad sin que el Seor la provoque? (Ams 3, 6). Ya el Sabio

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    haba dicho antes: Bienes y males, vida y muerte, pobreza yriqueza, todo procede de Dios(Eccl 11, 14).

    Es positivo, como lo he dicho ya, que, al ofenderos un hombreinjustamente, Dios no quiere el pecado que comete, y no toma

    parte alguna en la malicia de su voluntad, pero presta el Seor suconcurso general a la accin material de quien os hiere, os roba oinjuria, de tal modo que quiere el dao que experimentis, puesprocede de su mano. As fue como el Seor declar a David ser elautor de las injurias que Absaln deba inferirle, hasta el punto dearrebatarle ante sus ojos sus mujeres, todo en castigo de suspecados. Yo har surgir de tu misma casa la desgracia contra ti.

    Arrebatar a tus mujeres ante tus propios ojos y se las dar a otro,que se acostar con ellas en pleno da (II Samuel 12, 11). Predijoigualmente a los hebreos que en castigo de sus iniquidades lesenviara a los asirios para despojarles y sumirles en la ruina: Ay deAsiria! l es el bastn de mi ira y la vara de mi furor est en sumano. Yo lo envo contra una nacin impa, lo mando contra unpueblo que provoc mi furor(Is s, 5-6). He aqu el modo cmo SanAgustn explica ste pasaje: Dios se sirvi de la maldad de los

    asirios para castigar a los hebreos (In Ps., LXXIII). El mismoJesucristo dijo a San Pedro que su pasin y muerte no le vino tantode parte de los hombres como de la de su Padre: Acaso no voy abeber el cliz que me ha dado el Padre?(Juan 18, 11).

    Cuando cierto mensajero, que se supone era el mismodemonio, fue a anunciar a Job que le haban sido robadas por lossabeos todas sus riquezas, y muertos todos sus hijos, qu

    contest este santo varn? El Seor me lo dio, el Seor me lo quit(Job 1, 21).

    No dijo, ciertamente: El Seor me dio hijos y bienes, y lossabeos me los han quitado; sino: El Seor me los dio, el Seor melos quit. Reconociendo que esta desgracia provena de la voluntadde Dios, aadi: Bendito sea su Santo Nombre! Si al Seor leagrada, hgase su voluntad; bendito sea el nombre del Seor.

    Se hace preciso, pues, no acoger los males que nos aflijan pormero efecto de la casualidad, o como si finitamente resultaran de la

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    mala voluntad de los hombres; antes, al contrario, debemospersuadirnos, como as lo dice San Agustn, de que todo cuantonos sucede contra nuestra voluntad, no sucede ms que porvoluntad de Dios: Cuanto aqu sucede contra nuestra voluntad,

    sabe que no sucede sino por voluntad de Dios (In Ps. XIV, 8). Losgloriosos mrtires Epicteto y Astn, torturados por mandato deltirano, destrozadas sus carnes con garfios de hierro y abrasadospor medio de antorchas ardientes, no dejaban or ms palabras questas: Seor, cmplase en nosotros tu voluntad! Y, llegados alsuplicio, exclamaron con firme acento: Oh Dios eterno! Benditoseis por haber permitido que en nosotros se hiciese vuestravoluntad completa! (Rosweid. Pat1. I, cap. 12).

    Cesreo refiere de cierto religioso, al parecer no distinto de losdems, que era tan alto el grado de santidad que haba alcanzado,que con el simple contacto de sus hbitos, curaba lasenfermedades. Admirado de ese prodigio, le pregunt un da elabad cmo se haca para llevar a cabo milagros semejantes, l queno haca otra vida ms ejemplar que sus hermanos. Le contestque se admiraba de s mismo, y que no saba cmo le suceda tal

    cosa. Pero qu devocin practicis?, repuso el superior. Elhumilde religioso le contest que haca nada o muy poco,prescindiendo del gran cuidado que pona de querer en todo lo queDios quisiera, y que haba recibido la gracia de tener su voluntadtotalmente abandonada a la del Seor. La prosperidad, aadi,no me saca de mi estado, ni la adversidad logra abatirme, porcuanto lo tomo todo cual si procediera de Dios, siendo el nico

    objeto de todas mis oraciones que su santa voluntad se cumplaperfectamente en m. Y ningn pesar os ha causado el daoque anteayer nos infiri una mala persona que nos quit todos losmedios de subsistencia, pegando fuego a la granja que cobijabanuestras mieses y nuestro ganado? No, padre mo; antes, alcontrario, di por ello gracias a Dios, como acostumbro hacerlo ensemejantes casos, persuadido de que el Seor nada quiere nipermite que no sea en gloria suya o en nuestro mayor bien; y as,

    suceda lo que suceda, yo estoy siempre contento. Despus desemejante respuesta, que muestra tan perfecta conformidad con la

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    voluntad de Dios, no se admir ya ms el abad de los grandesmilagros que hacia el buen religioso (Cs Dial l. X, c. VI).

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    CAPTULO III

    FELICIDAD QUE PROPORCIONA LA VERDADERACONFORMIDAD

    La prctica de esta virtud, no tan slo santifica, sino queconcede tambin en esta tierra una paz inalterable. Se preguntabaun da a D. Alfonso el Grande, rey de Aragn, prncipe muy

    entendido, sobre quin era el hombre que l crea ms dichoso eneste mundo. Es, contest, el que, abandonndose a la voluntadde Dios, sabe recibirlo todo de su mano, tanto los males como losbeneficios.

    Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que loaman(Rom 8, 28) Los que aman a Dios estn siempre satisfechos,por cuanto toda su ventura se cifra en cumplir su divina voluntad,

    aun en aquello que ms parece contrariarles. Encuentran motivo degozo en sus mismas penas, por cuanto saben que, al aceptarlas,se hacen agradables a su amantsimo Seor; nada es bastantepara turbar su dicha: Al justo no le pasar nada malo, pero losmalvados estn llenos de desgracias(Prov 12, 21). Efectivamente,qu mayor satisfaccin puede experimentar un alma quecontemplar realizados todos sus deseos. Nada, excepcin hechadel pecado, puede suceder en este mundo sin la voluntad de Dios.

    Feliz el que no desea ms lo que Dios quiere! Se lee en la Vida delos Padresque las tierras de cierto labrador producan ms que lasde sus vecinos. Al preguntrsele por la causa de esto, contest queno haba que admirarse de nada, atendido que alcanzaba siempreel tiempo que apeteca. Cmo es esto? se le replic. Esque, repuso, no deseo otro tiempo que el que Dios enva; y comono quiero ms que lo que Dios quiere, me da siempre los frutos tal

    como lo deseo.

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    Si las almas resignadas, dice Salvino, se ven humilladas, esporque lo desean: si son pobres, porque quieren la pobreza; en unapalabra, estn satisfechas de todo lo que les sucede, y esto esprecisamente lo que las hace dichosas: Humildes son lo que hacen

    tu voluntad; pobres son los que desean la pobreza; por eso, sondichosos con lo que les pasa (De Gub. Dei, 1. I). Viene fro, calor,lluvia, viento; el que est sumiso a la voluntad de Dios, dicesiempre: Quiero que haga fro, calor, que llueva, que sople elviento, porque Dios tambin lo quiere. Viene la pobreza, lapersecucin, la enfermedad, la muerte: Bien est exclamatodava, quiero ser pobre, verme perseguido, estar enfermo,quiero morir, porque Dios tambin lo quiere.

    Tal es la santa libertad de que gozan los hijos del Seor,libertad que tiene mayor vala que los principados y los reinos de laTierra. Tal es la dichosa paz, patrimonio de las almas puras, pazque excede a todos los placeres de los sentidos. La paz de Dios,que supera a todo lo que podemos pensar (Filip 4, 7). Esta divinapaz es preferible a todas las fiestas, a todos los banquetes, a todoslos honores y a todos los goces del mundo juntos; goces que, al

    saborearlos, halagan los sentidos; pero que, vanos y fugaces comoson, lejos de producir un contento real, no hacen ms que afligir elespritu, asiento del contento verdadero. As se ve que Salomn,despus de haber agotado todos los placeres mundanos,exclamaba, con amargura que no habla hallado en ellos ms quevanidad y afliccin de espritu. Y esto es vanidad y afliccin deespritu(Eccl 4, 16).

    El hombre santo permanece como el sol, pero el insensato esvariable como la luna (Eccle 27, 11) He aqu las palabras delEspritu Santo; El insensato o el pecador es inconstante como laLuna, pues tan pronto cree como se maestra descredo; hoy lemiris rindose, maana le veris llorando; hoy lleno demansedumbre, maana furioso como un tigre; y todo esto porqu? Porque su humor depende de la prosperidad o de laadversidad que encuentra, y cambia con las cosas que le suceden.El justo, por el contrario, se asemeja al Sol, siempre igual enserenidad; pues, le suceda lo que le suceda, cifra todo su contento

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    en conformarse con la voluntad de Dios, y de aqu le viene la pazinalterable que disfruta. Los pastores de Beln oyeron cantar a losngeles: Paz sobre la Tierra a los hombres de buena voluntad(Luc2, 14) Cules son esos hombres de buena voluntad, sino los que

    se mantienen unidos siempre a la voluntad de Dios, voluntad buenay soberanamente perfecta? Voluntad de Dios, buena, grata yperfecta(Rom 12, 2). Dios quiere slo lo mejor y lo ms perfecto.Conformndose con la voluntad de Dios, se gozase en esta tierraun paraso anticipado. De este modo, segn San Dionisio, losantiguos Padres vivan en excelsa paz, recibindolo todo de manosdel Seor. Santa Mara Magdalena de Pazzis, al or las solaspalabras VOLUNTAD DE DIOS, experimentaba tal consuelo, que sesenta transportarla en xtasis amoroso. Es cierto que la virtud nonos hace por esto insensibles; las contrariedades nos darn algunapena, pero sta se sentir tan slo en la parto inferior; pues, encuanto a la parte superior del espritu, gozar siempre detranquilidad y paz mientras que nuestra voluntad permanezca unidala de Dios. El Salvador prometi a sus Apstoles plena y completadicha: Nadie ser capaz de quitaros vuestra alegra Vuestra

    alegra ser completa (Juan 16, 22.24). El que mejor se conformacon la voluntad de Dios, goza esta felicidad plena y perpetua:plena, porque tiene todo cuanto desea, como ms arriba quedaexpresado; perpetua, porque nadie podra arrebatrsela, nadapodra impedir que se cumpliera la voluntad de Dios.

    El P. Juan Tauler refiere el siguiente episodio, del cual l fueactor principal. Desde haca muchos aos suplicaba al Seor que

    le enviara a alguien que le mostrase la verdadera vida espiritual.Un da oy una voz que le dijo: Vete a la iglesia y encontrars loque deseas. El Padre se fue a la iglesia designada, y en la puertase encontr con un mendigo descalzo y cubierto de harapos. Alverle le salud, dicindole: Buenos das, amigo mo. Seor contest el pobre, no tengo recuerdo de haber tenido nunca loque el mundo llama un da malo. El Padre contest: Bien estesto. Dios os conceda siempre una vida dichosa. Oh!, replic el

    mendigo, gracias al Seor, nunca he sido desgraciado. Al pocorato aadi: Od, Padre; no sin razn os he dicho antes que no

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    he tenido nunca lo que el mundo llama un da malo: cuando sientohambre, alabo al Seor; cuando nieva o llueve, le bendigo; y sialguien me desprecia o me injuria, si experimento algn desagrado,le glorifico. Ya he dicho asimismo que nunca he sido desgraciado, y

    esto es cierto tambin, porque estoy acostumbrado a querer todo loque Dios quiere, sin reserva alguna, sea lo que fuere lo que mesuceda; dulce o amargo, lo recibo siempre de su mano con alegratal, como si no hubiese nada mejor para m; he aqu lo que hace mifelicidad. Pero repuso el Padre, si Dios quisiera que os vieseiscondenado, qu dirais? Ah! contest el pobre, si quisieraesto, por humildad y amor abrazara a Dios y le estrechara contanta fuerza que, si quisiese precipitarme en los Infiernos, se veraobligado a seguirme, y entonces me sera infinitamente ms gratoencontrarme en el Infierno con El que poseer sin El todas lasdelicias celestiales. En dnde hallasteis a Dios? Lo hall aldejar las criaturas. Pero quin sois? Yo soy rey. En dndetenis vuestro reino? Dentro de mi alma, en donde mantengo elorden, haciendo que la razn domine las pasiones, y Dios a larazn. Tauler le pregunt, finalmente, cmo le haba sido

    posible alcanzar semejante perfeccin? Callando con loshombres contest, para hablar tan slo con el Seor;mantenindome unido constantemente a Dios, en quien encuentrotodo mi reposo y mi felicidad. He aqu un mendigo conformadocon la voluntad de Dios, ms rico seguramente en su indigenciaque todos los reyes de la Tierra, y en sus sufrimientos ms dichosoque todos los mundanos en el seno de los placeres.

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    CAPTULO IV

    DIOS QUIERE SLO NUESTRO BIEN

    Oh, cun grande es la locura de los que se niegan asometerse a la voluntad de Dios! No pueden evitar por esto elsufrimiento, puesto que nadie puede impedir la ejecucin de losdivinos decretos: Nadie puede hacer frente a su voluntad (Rom 9

    19). Qu digo? Sufren no slo sin provecho, sino tambinaumentando las penas que en la otra vida tienen reservadas, y lainquietud que en sta les tortura. Quin le hizo frente y saliindemne? (Job 9, 4). Grite cuanto quiera un enfermo en susdolores, murmure contra la Providencia un pobre en la miseria,djese llevar por el furor, blasfeme cuanto le plazca, qu puedesucederle ms que un recrudecimiento en su mal? Qu buscas,hombrecillo, buscando bienes? Ama un bien en el que estn todoslos bienes(Man., c. 34). Dbil mortal, exclama San Agustn, qubuscas fuera de Dios? Cuida de encontrarle, nete a l, abraza susanta voluntad y sers siempre dichoso en sta y la otra vida.

    Y, despus de todo, acaso no quiere Dios ms que nuestrobien? Podemos hallar un amigo que nos estime ms que Dios?Todo lo que quiere es que nadie se pierda, es que todos se salveny se santifiquen: No quiere que algunos perezcan, sino que todos

    lleguen a la conversin(2 Pedro 3, 9). Esta es la voluntad de Dios,vuestra santificacin (I Tesal 4, 3). Dios tiene puesta su gloria ennuestra felicidad, porque es la bondad misma por su Naturaleza,como dice San Len: Dios cuya naturaleza es la bondad;y, siendola bondad esencialmente comunicativa, Dios tiene un deseoextremo de hacer a las almas partcipes de sus bienes y de sufelicidad. Si en esta vida nos enva tribulaciones, es todo en

    nuestro provecho: Todo coopera al bien(Rom 8, 28). Nos asegurala virtuosa Judit que las mismas calamidades con que el Seor nos

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    castiga no vienen a afligirnos para perdernos, sino para corregirnosy salvarnos: Nos hiere a nosotros, los que le servimos, no paracastigarnos, sino para amonestarnos(Judit 8, 27). Con el objeto depreservarnos de los males eternos, nos es necesario un escudo de

    su buena voluntad: T bendices al inocente, Seor, lo rodea comoescudo tu favor (Salmo 5, 13) No tan siquiera anhela nuestrasalvacin, sino que tambin se ocupa de ella con paternal solicitud:El Seor se ocupa de m(Salmo 40, 18). Y, como dice San Pablo,qu podra rehusarnos ese Dios que nos ha dado su propio Hijo?Si l no perdon ni a su propio Hijo (antes bien lo entreg pornosotros), cmo no va a darnos con l gratuitamente todas lascosas?(Rom 8, 31).

    Ya que todas las disposiciones de la Providencia se cifran ennuestro bien, con cunto motivo no debemos abandonarnos aellas! En todos los acontecimientos de la vida digamos siempre: Enpaz me acuesto y en seguida me duermo, Seor, porque habisfortalecido mi esperanza (Salmo 4, 9). Confimonos a sus manospor completo, y cuidar de nosotros: Confiadle todas vuestraspreocupaciones, pues l cuida de vosotros (1 Pedro 5, 7). Nopensemos ms que en Dios, ni busquemos ms que cumplir susanta voluntad, y El pensar en nosotros, y har nuestra ventura.Un da dijo el Seor a Santa Catalina de Sena: Hija ma, piensaen M, y sin cesar pensar Yo en ti. Repitamos a menudo con laEsposa del Cantar de los Cantares: Mi amado es mo, y yo de miamado (Cant 2, 16). Mi amado Bien piensa en lo que me esprovechoso, y yo no quiero pensar ms que en agradarle y

    conformarme enteramente con su divina voluntad. Nosotros deca el santo abate Nilo, no debemos pedir a Dios que haga loque queramos, sino hacer lo que l quiera (De Orat. c. 29).Cuando algo desagradable nos suceda, recibmoslo de la mano deDios, ms que con paciencia con alegra, a imitacin de losApstoles, que se crean felices con slo poder sufrir por el SantoNombre de Jess: Ellos abandonaron el Sanedrn gozosos porhaber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre deJess(Hechos 5, 40). Puede acaso ser un aluna ms dichosa queal sufrir una pena cualquiera, sabiendo bien que, al aceptarla de

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    buen grado, rinde a Dios el mayor de los placeres que puedenprocurrsele? Ensean los maestros de la vida espiritual que Diosagradece todo deseo de sufrir por serle grato; prefiere, no obstante,las almas que se abstienen de pedir dichas y penas, pero que,

    sometidas por entero a su santa voluntad, no tienen ms deseoque el de cumplirla en todo.

    Si pues, alma fiel, quieres hacerte verdaderamente agradablea Dios, y llevar en este suelo una vida feliz, mantente siempre y entodo unida a su santa voluntad. Piensa que nunca caers enpecado, sino alejndote de la voluntad divina. nete en adelantenicamente a los deseos del Seor, y no dejes de decir en todos

    tiempos y circunstancias: S, Padre, pues tal ha sido tu decisin(Mat 11, 26). S, Dios mo; aunque as sea, ste es vuestro gusto.Si te aflige algn suceso desagradable, recuerda que todo procedede Dios, por lo que no dejes de exclamar al instante: As lo quiereDios; y qudate tranquilo repitiendo con el Rey Profeta: Me callo,ya no abro la boca, porque t lo has hecho (Salmo 39, 10).Seor? As lo habis querido: de vuestra mano lo acepto sinquejarme. Todos tus pensamientos y oraciones a este mismo

    objeto deben ir dirigidos; es decir, en la meditacin, la comunin, lavisita al Santsimo Sacramento, no debes descuidar nunca el pedira Dios la gracia de cumplir su voluntad. No dejes de ofrecerte alSeor dicindole: Oh Dios mo! Vedme aqu: haced lo que de mqueris. En esto consista el continuado ejercicio de SantaTeresa, la cual se ofreca al Seor, lo menos cinco veces al da;rogndole dispusiese de ella como mejor le pluguiera.

    Oh, cun feliz sers, querido lector, obrando siempre de estemodo! No dudes que alcanzars la santificacin, que transcurrir tuvida en paz, y que obtendrs una, buena muerte. Cuando sale unmortal de este mundo, toda la esperanza de salvacin que puedaconcebir debe fundarse en la resignacin que atestige en la horade su muerte. Si, durante la vida, lo recibes todo como provenientede Dios, de igual modo aceptars la muerte conformndote con sudivina voluntad, y tu salvacin ser segura. Abandonmonos, pues,sin reserva al gusto del Seor: como es infinitamente sabio, mejorque nosotros sabe bien lo que nos conviene; y como nos ama

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    hasta el punto de haber dado su vida por nosotros, no puedequerer ms que nuestro mayor bien. Persuadmonos dice SanBasilio, que Dios se cuida ms de nuestra felicidad de lo quenosotros mismos podramos hacerlo y desearlo (Espist. ad

    Eustachium)

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    CAPTULO V

    PRCTICA DETALLADA

    Pero vayamos ahora a la prctica, y veamos en detalle en qudebemos conformarnos con la voluntad de Dios.

    1. Accidentes ordinarios o comunes.

    Conformarnos debemos en todo lo natural que nossobrevenga sin depender de nosotros mismos, como el calor y elfro excesivo, la lluvia, la carencia de vveres, las enfermedadescontagiosas, cte.

    Guardmonos de decir: Qu calor ms insoportable! Qu frotan horrible! Qu desgracia! Qu desventura! Qu tiempo tan

    triste! U otras cosas semejantes, que revelan cierta repugnanciahacia la voluntad de Dios. Todo debemos aceptarlo tal como sepresenta, puesto que es Dios quien todo lo ordena. San Franciscode Borja, habiendo llegado una noche, que estaba nevando, a laspuertas de una casa de la Compaa, llam repetidas veces; pero,como los Padres estaban profundamente dormidos, las puertaspermanecan cerradas. Cuando lleg el da fue recogido por ellos,dndole repetidas manifestaciones del inmenso pesar que lescausaba haberle dejado de aquel modo expuesto a lasincomodidades del mal tiempo; pero les asegur el Santo quehaba experimentado un grandsimo consuelo al pensar que eraDios quien le mandaba aquella nieve.

    De igual modo debemos portarnos con lo que sintamos ennuestro interior, como el hambre, la sed, la pobreza, el pesar, lashumillaciones. En todo esto debemos decir: a Dios: Seor, haced

    y deshaced como mejor os plazca; yo estar siempre contento,puesto que nada ms quiero yo que lo que Vos queris. El P.

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    Rodrguez (Perfecto cristiano, P. 1., trat. 8, cap. 7) nos ensea deeste modo a desvanecer las astucias del demonio cuando presentaa nuestro espritu ciertos supuestos casos, a fin de hacernos caeren algn mal consentimiento, o a lo menos inquietarnos, por

    ejemplo: si tal persona os dijera esto, harais eso o lo otro. Cuandotales ideas se nos vengan a las mentes, respondmonos siempre:Dira y hara lo que a Dios place. Y con este medio evitaremos lamenor falta y nos quitaremos el menor motivo de inquietud.

    2. Defectos naturales.

    Si tenemos algn defecto natural, as de cuerpo como deespritu, como una mala memoria, una inteligencia tarda, falta dedestreza, algn miembro estropeado, una salud delicada u otracosa por el estilo, no nos lamentemos nunca por esto. Acasomerecimos o estaba Dios obligado a darnos ms elevado espritu,un cuerpo ms perfecto? No poda crearnos al rango de losbrutos, o dejarnos sumidos en la nada? Quin, despus de haberrecibido un don, se atreve a lamentarse de l? Demos, pues,

    gracias al Seor de cuanto nos ha concedido por puro efecto de subondad, y contentmonos con ser tales como nos ha creado.Quin sabe si, con mayor talento, una salud ms robusta y unexterior ms agradable, nos habramos perdido? Cuntos seresexisten para quienes la ciencia y los talentos han sido causa deeterna ruina, inspirndoles sentimientos de vanidad y de desprecioal prjimo, peligros a que estn sumamente expuestos los que ms

    por sus cualidades se distinguen! Para cuntos desventurados, labelleza o la fuerza corporal no han servido sino para precipitarlesen mil maldades! Cuntos, por el contrario, existen que, por habersido pobres o hallarse enfermos o deformes, se han santificado ysalvado; a pesar de que se habran condenado si hubiesen sidovigorosos, ricos o bien conformados! Contentmonos, pues, con loque Dios nos ha dado. Porque una sola cosa es necesaria(Luc 10,42): No es ciertamente necesario tener una hermosa figura, ni una

    buena salud, ni relevantes dotes intelectuales; slo una cosa esesencialmente necesaria: la salvacin del alma.

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    3. Enfermedades corporales.

    Es preciso que sepamos resignarnos, sobre todo en lasenfermedades corporales, soportndolas de buen grado como y

    cuando plazca a Dios el envirnoslas. No quita eso que hagamosuso de los remedios ordinarios, puesto que el Seor as lo quiere;pero, si stos no llegan a producir efecto, unmonos a la voluntadde Dios, lo que valdr mucho ms que la salud misma. Digmosleentonces: Seor, no deseo sanar ni permanecer enfermo;nicamente quiero lo que Vos queris. Indudablemente, en lasenfermedades es lo ms perfecto no lamentarse de los dolores quese experimentan; no obstante, cuando con su crudeza nos aflijanfuertemente, no est por esto vedado comunicarlo a nuestrosamigos, ni menos pedir al Seor que nos alivie de ellos. No merefiero con esto ms que a los grandes sufrimientos, puesto que seven personas que, por el contrario, obran muy mal al lamentarse;cada vez que sienten alguna pena, el menor disgusto, quisieranque todo el mundo acudiese a demostrarles compasin, y a llorar asu lado. Por lo dems, el mismo Jesucristo, en el momento de

    sufrir su, dolorosa pasin, revel a sus discpulos la afliccinextrema de su espritu: Triste est mi alma hasta la muerte(Mat 26,38), y suplic a su Eterno Padre que le librase de ella: Padre, si esposible, pase de m este cliz; pero ese divino Salvador nosense al mismo tiempo, con su propio ejemplo, lo que debamoshacer despus de semejantes splicas; esto es, resignarnos almomento con la voluntad de Dios, aadiendo con El: Pero no se

    haga mi voluntad, sino la tuya. No obstante, hgase no como yoquiero, sino como quieres T.

    Cun grande es la ilusin de ciertas personas que dicendesear la salud, no para dejar de sufrir, sino para mejor servir alSeor, observar sus mandamientos, ser tiles al prjimo, ir a laiglesia, recibir la santa comunin, practicar la penitencia, estudiar,trabajar o emplearse en la salvacin de las almas confesando ypredicando! Pero yo te pregunto, alma fiel, dime: Por qu

    piensas hacer esto? No es acaso para agradar a Dios? Y qubuscas con esto, si sabes ya que el gusto de Dios no est en que

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    te entregues a la oracin, a las comuniones, a la penitencia, elestudio, a las predicaciones o a otras obras, sino en que soporteslleno de paciencia esta enfermedad y estos dolores que te enva?Une entonces tus sufrimientos con los de Jesucristo. Lo que me

    pesa, di, es, hallndome enfermo de este modo, sentirme intil ygravoso al prjimo y a mi familia. Pero, resignndote a lavoluntad de Dios, debes creer que los allegados y superiores seresignan a ella igualmente, al ver que slo por voluntad del Seor,y no por culpa tuya, llevas una carga ms a tu familia. Ah! Talesdeseos y lamentos no nacen tanto del amor de Dios como del amorpropio, que busca siempre pretextos para alejarse de la voluntadde Dios. Queremos hacernos gratos al Seor? Desde el momentoque nos veamos retenidos en el lecho, digamos esta sola palabra:Hgase tu voluntad, y repitmosla desde el fondo del pecho cienmil veces, siempre, ya que con esta sola palabra agradecemosms a Dios que con todas las mortificaciones y devocionesposibles. No hay mejor medio de agradar a Dios que abrazar conalegra su santa voluntad. El venerable Juan de Avila escribi unda a un sacerdote, enfermo: Amigo mo, no os dediquis a

    imaginar lo que harais, de encontraros bien; contentaos con estarenfermo tanto tiempo como a Dios le plazca. Si no buscis msque la voluntad de Dios, qu ha de importaros gozar buena saludo estar enfermo? (P. 2, Ep. 64) Sin duda esto es muy bien dicho,por cuanto lo que mejor agrada a Dios no son tanto nuestras obrascomo nuestra resignacin, y la conformidad de nuestra voluntadcon la suya. Por esto deca San Francisco de Sales que mejor sesirve al buen Dios sufriendo que obrando.

    A menudo pueden faltarnos los mdicos y los remedios, o bienel mdico no llegar a conocer nuestra enfermedad; es preciso enesto tambin que nos conformemos con la voluntad de Dios, quetodo lo dispone en nuestro provecho. Se cuenta de un hombre muydevoto de Santo Toms de Cantorbery, el cual, hallndoseenfermo, se dirigi a la tumba del Santo Arzobispo para pedirle elrestablecimiento de en salud, que obtuvo al instante. De vuelta a su

    casa, se pregunt interiormente: Pero si la enfermedad era mstil para mi salvacin, qu har yo con la salud que he

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    recobrado? Herido de este pensamiento, volvi a la tumba delSanto y le suplic pidiera por l al Seor lo ms conveniente por sueterna salvacin. Despus de esta splica recay enfermo, y semostr en extremo consolado con la seguridad de que Dios as lo

    dispona para su mejor ventura. Surius (Die 6 Febr.) refiereigualmente que, habiendo sido un ciego curado por intercesin deSan Vaast, pidi que, si la facultad de ver no deba ser til a sualma, le fuera arrebatada nuevamente: se le oy y se volvi ciegocomo antes. Cuando, pues, nos hallamos enfermos, lo mejor es nopedir ni la enfermedad ni la salud, sino abandonarnos a la voluntadde Dios, a fin de que disponga de nosotros como mejor le plazca.Si, a pesar de todo queremos solicitar nuestra curacin, hagmosloa lo menos resignndonos y bajo la condicin de que si la salud delcuerpo conviene a la salvacin del alma; de otro modo, nuestrasplica sera defectuosa, y no alcanzara efecto, contando con queel Seor no atiende sino las que se le dirigen con resignacin.

    En cuanto a m, llamo a las enfermedades piedra de toque delos espritus, puesto que ellas aquilatan el valor de las virtudes deun alma. Si sta soporta la prueba sin inquietud, sin queja, sin

    anhelo, obedeciendo slo a los mdicos y superiores; si semantiene tranquila y resignada con la voluntad de Dios, es sealcierta de que conserva un verdadero fondo de virtud. En cambio,qu debe pensarse de un enfermo que se lamenta de la falta decuidado de los dems para con l, de sus sufrimientos, queencuentra insoportables; de la ineficacia de los remedios, de laignorancia del mdico, y que a veces llega al exceso de murmurar

    contra el mismo Dios, como si Este le tratara con harta dureza?Refiere San Buenaventura que, hallndose un da San Franciscopreso de extraordinarios dolores, uno de sus religiosos, hombreingenuo por naturaleza, le dijo: Padre mo: procurad rogar a Diosque os trate con alguna mayor dulzura, puesto que, segn parece,su mano empieza ya a pesar demasiado. A estas palabras, elsanto lanz una exclamacin, y le contest: Escuchad, hermanomo: si no supiera que hablis de este modo por la sencillez de

    vuestro carcter, ya no quisiera veros ms en mi presencia, puestoque os atrevis a criticar los juicios de Dios. Y dicho esto, dbil y

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    extenuado como se encontraba, se precipit de su lecho al suelo,y, besndolo, exclam: Seor, gracias os doy por todos lossufrimientos que me habis enviado, y os suplico que losaumentis an, si tal es vuestro deseo! El mo se cifra en que me

    aflijis corporalmente, ya que, para m, el cumplimiento de vuestravoluntad es el mayor de los consuelos que me puede caber en estavida (Vitav. 14).

    4. Prdida de personas tiles.

    Es necesario tambin que sepamos soportar la prdida de

    aquellas personas que nos son tiles, ya sea temporal, yaespiritualmente. Algunas almas devotas caen a menudo engrandes faltas sobre este particular, no resignndose comodebieran a las disposiciones de la Divina Providencia. Nuestrasantificacin no es obra de nuestros padres espirituales, sino deDios. Cuando el Seor nos los concede, quiere que nosaprovechemos de su ministerio para la direccin de nuestraconciencia; pero, al quitrnoslos, quiere tambin que, lejos de

    mostrarnos descontentos, redoblemos nuestra confianza en subondad y le hablemos de este modo: Seor, este apoyo mehabis dado, y ahora me lo retiris: hgase vuestra voluntad; pero,de todos modos, venid en mi auxilio y enseadme qu debo hacerpara serviros fielmente. De este modo debemos recibir de manode Dios todas cuantas cruces nos enve. Sin embargo, dirisvosotros, no son castigos estas contrariedades? Yo os

    contestar: Acaso los castigos que Dios nos inflige en esta vidano son gracias y beneficios? Si le hemos ofendido, satisfacerdebemos a su justicia de un modo u otro, en esta o en la otra vida.Digamos, pues, todos con San Agustn: Quemadme, rajadme,Seor; no me tengis misericordia en esta vida, a fin de que laencuentre en la vida eterna. Sepamos encontrar en las penas de lavida presente un motivo de consuelo, a ejemplo del santo varnJob: Tendra al menos un consuelo y saltara de gozo en mi

    implacable tormento, por no haber blasfemado (Job 6, 10) Es, enefecto, consolador para el que tiene el Infierno merecido ver que

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    Dios le castiga en este mundo, pues esto slo debe hacerleconcebir una grande confianza de que Dios quiere preservarle deleterno suplicio. Imitemos asimismo al gran sacerdote Hel, y, alherirnos Dios, exclamemos como El: l es el Seor; que haga lo

    que mejor le parezca(1 Samuel 3, 18) l es el Seor: haga cuantosea grato a sus ojos.

    5. Penas espirituales.

    Es preciso asimismo resignarse en las desolaciones delespritu. Cuando un alma se entrega a la vida interior, tiene el

    Seor costumbre de prodigarla consuelos, a fin de despojarlaenteramente de los placeres mundanos; pero, desde el instanteque la considera suficientemente afirmada en la espiritualidad,entonces le retira su mano para experimentar su amor y ver si lesirve y ama fielmente, y no tan slo por las sensibles dulzuras,cuya devocin es a menudo recompensada en este suelo.Durante la vida deca Santa Teresa, nuestro bienestar noconsiste tanto en obtener el mayor grado del goce de Dios, como

    en hacer su voluntad (Vida, adicin) Y en otro pasaje: Por mediode las mortificaciones y la tentacin prueba el Seor a los que leaman (Vida, c. XI). D, pues, gracias al Seor un alma favorecidacon sus dulces caricias, pero nunca se abandone a la tristeza ni ala impaciencia al hallarse desolada. En este punto, preciso es vivirprevenido, ya que ciertas almas dbiles, al verse en la aridez, seimaginan al momento que Dios las tiene abandonadas, o que no se

    ha hecho para ellas la vida espiritual, y en su consecuenciadescuidan la oracin y pierden todo cuanto antes hicieran.

    No hay ocasin ms propicia para ejercer nuestra resignacincon la voluntad de Dios, que el tiempo de los sinsabores. Nopretendo decir con esto que, al experimentar alguna pena,debamos vernos privados de la presencia de Dios. No puedeimpedirse que, al sentirla, no nos lamentemos por ella, pues elmismo Jesucristo, de las suyas se lamentaba desde la cruz: Diosmo, Dios mo! por qu me has abandonado? (Mat 27, 46). Pero,sea cual fuere nuestra desolacin, debemos resignarnos siempre

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    enteramente con la voluntad del Seor. Todos los santos fueronpresa de esas desolaciones y abandonos espirituales. Cuntadureza de corazn experimento! exclamaba San Bernardo, ya notengo gusto por la lectura, ya no me atraer la oracin ni la

    meditacin (In Cant s. 54). Los santos, muy a menudo se hanvisto sumidos en la aridez, sin experimentar consuelos sensibles.Estos pasajeros favores, slo raras veces los concede Dios, y auna las almas dbiles, para fortalecerlas; no a aquellas que paranada, se detienen en el camino de la virtud. En cuanto a lasdelicias que han de premiar nuestra fidelidad, las que nos aguardanconstituyen un paraso La Tierra es un lugar en donde se merecepor medio de los sufrimientos; el Cielo es la morada de laremuneracin y la alegra. As, pues, lo que durante su vida hansiempre buscado y deseado los santos, no es el fervor sensible, nilos goces, sino el fervor espiritual en los sufrimientos. Oh! exclamaba el venerable Juan de Avila, vale mucho ms hallarsesumido en el abandono y la tentacin por la divina voluntad, queelevarse a la contemplacin sin que Dios lo quiera (Audi, filia, c.26).

    Ah! Sin dada diris: si yo supiera que esta desolacin vienede Dios, en paz la sufrira; pero lo que me aflige e inquieta es eltemor de que sea una consecuencia de mis faltas y un castigo a mitibieza. Pues bien: cesad en vuestra tibieza y desplegad mayorcelo. Qu! Por hallaros entre has tinieblas queris turbaros,abandonar la oracin y doblar vuestro mal de un modo semejante?Suponiendo que sea un castigo vuestro abandono, no es acaso

    Dios quien os enva ese castigo? Recibidlo, pues, como una penaque habis merecido, y someteos a la voluntad del Seor. Noconvens en que merecis el Infierno? Por qu, pues, os quejis?Merecis acaso que Dios venga a consolaros? Ah! Contentaosdel modo cmo Dios os trata; perseverad en la oracin, proseguidvuestro camino y temed en lo sucesivo vuestra poca humildad y lafalta de resignacin con la voluntad divina. Pensad que, alentregaros a la oracin, el mejor fruto que podis obtener es uniros

    a la voluntad de Dios. Someteos, pues, y decid desde el fondo delcorazn: Seor, acepto de vuestra mano esta pena, y la aceptar

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    tanto tiempo como gustis; si queris que de este modo estafligido durante toda la eternidad, contento estoy de ello. Unaoracin semejante, por dolorosa que parezca, os har ms bienque los ms dulces consuelos.

    Pero es menester considerar que no siempre el abandono esun castigo; es algunas veces una disposicin de la Providencia,que tiene por objeto hacernos mejorar y conservarnos humildes.Temeroso de que San Pablo no se enorgulleciese con los donesque del Seor haba recibido, Este permiti que se sintieraatormentado de impuras tentaciones: Para que no pudiera yopresumir de haber sido objeto de esas revelaciones tan sublimes,

    recib en mi carne una especie de aguijn, un ngel de Satansque me abofetea para que no me engra (2 Cor 12, 7). El que oraentre las delicias espirituales no hace gran cosa. Hay amigos quecomparten tu mesa y dejan de serlo en el da de la afliccin(Eccl 6,10). No miraris como amigo tan verdadero al que slo osacompae en vuestra mesa, como al que, lleno de inters, osasista en vuestras necesidades. En la obscuridad y la desolacinreconoce Dios a sus amigos sinceros. Hallndose Paladio sumido

    en grande pesadez durante la oracin, fue a encontrar a SanMacario, el cual le dio este consejo: Cuando el demonio ossugiera la idea de dejar la oracin, respondedle: Por el amor deJesucristo me resigno a permanecer aqu y a no moverme de entrelas paredes de esta celda (Hist. laus c. 20) Esta es vuestrarespuesta al sentiros tentado de abandonar la oracin y alpareceros que perdis en ella el tiempo. Decid siempre: No me

    muevo de aqu para agradar a Dios. Deca San Francisco deSales que si en la oracin no hicisemos ms que combatir lasdistracciones y tentaciones, sera provechosa. Tauler aseguraadems que el que persevera en la oracin, a pesar del abandonoque experimente, obtendr de Dios mayor gracia que si hubieserogado durante largo tiempo con mucha devocin sensible. El P.Rodrguez (Perfecto cristiano, P. 1., trat. 8, c. 29) habla de unhombre piadoso que durante el espacio de cuarenta aos no haba

    nunca sentido el menor consuelo en su oracin, pero que decaque a pesar de todo, el da que a ella se entregaba se encontraba

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    ms fortalecido en la prctica de todas las virtudes, mientras que, sillegaba a descuidarla, experimentaba por el contrario tal debilidad,que no se senta capaz de hacer nada bueno. Segn SanBuenaventura (De prof. rel. I, II, c. 76), y Gerson (De Monte cont.,

    c. 43), son muchos los que sirven ms a Dios sin tener elrecogimiento que desean, que si en efecto lo tuvieran; en el primercaso, es factible que se porten con mayor cuidado y humildad queen el segundo, en el cual pueden entregarse ms fcilmente a lavanidad, y en su consecuencia a la tibieza, persuadidos de haberencontrado lo que deseaban.

    Lo que decimos de los abandonos, debe igualmente

    entenderse de las tentaciones. Cuidar debemos de evitar todatentacin; pero, si Dios quiere o permite que nos sintamosatacados contra la fe, la pureza u otra virtud cualquiera, nodebemos quejarnos de ello, sino en esto resignarnos, como entodo, a su divina voluntad. Respondi el Seor a San Pablo,cuando ste le rog que le librase de las tentaciones de impureza,que su gracia deba bastarle. Te basta mi gracia(2 Cor 12, 9). Si,pues, nosotros tambin notamos que Dios no atiende a la demanda

    que le dirigimos de vernos libres de cualquiera tentacindesagradable, digmosle: Seor, haced o permitid cuanto os seagrato; me basta con vuestra gracia; sin embargo, asistidme, a fin deque nunca ms la pierda. No es la tentacin, sino nuestroconsentimiento en ella, lo que nos hace perder la divina gracia. Lastentaciones a cuyo influjo nos resistimos sirven para hacernos mshumildes, para aumentar nuestros mritos, para obligarnos a

    recurrir ms a menudo a Dios, preservndonos as por ms largotiempo de ofenderle, y hacindonos crecer en su santo amor.

    6 La muerte.

    Preciso se hace, sobre todo, que nos unamos a la voluntad deDios por lo que toca a nuestra muerte, sea en razn del tiempo odel modo que Dios se sirva determinarla. Santa Gertrudis, al subirun da una escarpada cuesta, resbal y cay rodando hasta elvalle. Sus compaeras le preguntaron si haba tenido miedo de

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    morir sin sacramentos. La Santa contest: Mucho deseo no vermeen mi ltima hora privada de los sacramentos; pero estimo ms loque Dios quiere; porque estoy persuadida de que la mejordisposicin que puede guardarse para morir bien es someterse a la

    voluntad de Dios. As, pues, yo deseo el gnero de muerte que elSeor se sirva enviarme (Insin. 1. I, cap. XI). Se lee en losDilogosde San Gregorio (i, I, III captulo 27), que, habiendo losvndalos condenado a muerte a un sacerdote apellidadoSanctulus, le dejaron la facultad de designar el gnero de suplicioque prefera sufrir; pero este hombre renunci a pronunciarse sobreel particular diciendo: Entre las manos de Dios me encuentro, yrecibir la muerte que El permita que me impongis; ninguna otraque sta quiero yo. Un acto tal de conformidad fue al Seor tanagradable, que, habiendo los brbaros resuelto decapitar alcondenado, detuvo el brazo del verdugo. En vista de este milagro,se decidieron a respetar la vida del virtuoso sacerdote. De estemismo modo, en cuanto a la manera de morir, debemos creer quela mejor para nosotros es la que Dios tenga determinada. Cada vezque en la muerte pensemos, digamos siempre: Seor, puesto que

    Vos nos salvis, dadnos la muerte que os plazca.Mostrmonos igualmente resignados por lo que toca al tiempo

    de nuestra muerte. Qu ms es esta Tierra que una crcel en lacual debemos sufrir y estamos en continuo peligro de perder aDios? Esto es lo que instaba a David a exclamar: Saca mi vida dela crcel para dar gracias a tu nombre! (Salmo 142, 8). Seor,dignaos librar a mi alma de esta triste prisin. Del mismo temor

    penetrada Santa Teresa de Jess, suspiraba sin cesar, y, al or darel reloj una hora, se regocijaba pensando que haba pasado unahora ms de su vida, una hora de peligro de perder a Dios. Segnel venerable Juan de Avila, quienquiera que se encuentre enmedianas disposiciones debe desear la muerte, a causa del peligroque corre de perder la gracia de Dios. Qu existe, en efecto, msprecioso y deseable pasa nosotros que adquirir, por medio de unabuena muerte, la seguridad de no perder ya ms la amistad de

    nuestro Dios? Pero yo, podris decir, nada he hecho, nada headquirido para mi alma. Y si quisiese Dios que terminara vuestra

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    vida instantneamente, qu harais prolongndola contra suvoluntad? Quin sabe si ms tarde tendrais la buena muerte queahora podis esperar? Quin sabe si, cambiando de voluntad,incurrirais en otros pecados que os llevasen a la condenacin?

    Despus de todo, no podrais vivir sin cometer nuevas faltas, a lomenos ligeras, como, gimiendo, lo acreditaba San Bernardo: Porqu deseamos tanto esta vida, en que, cuanto ms vivimos, tantoms pecamos?(Med. c. II). Y es cierto, pues, que un solo pecadovenial disgusta ms a Dios de lo que podran agradarle todas lasbuenas obras de que somos capaces.

    Debo decir, adems, que, quien no desea la posesin del

    Paraso, muestra con ello su poco amor a Dios. Cuando uno ama,desea, ante todo, la presencia del objeto amado; no podemosnosotros, por consiguiente, ver a Dios sin dejar la Tierra; tambintodos los santos han suspirado por la muerte, y esto para ir a gozarde la presencia de su adorado Bien y Seor. Tales eran lossentimientos de San Agustn: Deseo morir, para verte; de SanPablo: Deseo irme para estar con Cristo(Filip 1, 23); de David:Cundo podr ir a ver el rostro de Dios?(Salmo 42, 3). Tales

    fueron siembre loa suspiros de las almas inflamadas en el divinoamor. Se lee en un autor que, hallndose un gentilhombre cazandoen un bosque, oy la voz do un hombre cantando con sorprendentedulzura. Se aproxim el cazador, y se encontr frente a frente deun pobre leproso, medio consumido ya por la enfermedad. Lepregunt si era l quien cantaba. S, hermano mo contest elenfermo, yo soy. Pero cmo podis conservar la alegra en

    medio de esos sufrimientos que amenazan arrebataros la vida? Ah! exclam, es que entre Dios y yo no existe otra separacinque esa muralla de cieno, ese miserable cuerpo que aqu meretiene; cuando de l me encuentre libre, ir a gozar de mi Dios.Actualmente, de da en da, lo contemplo ms prximo a la ruina, yesto es lo que me tiene alegre y me mueve a cantar mi alegra.

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    7. Bienes espirituales.

    Es, por ltimo, preciso que nos conformemos con la voluntaddivina hasta en los grados de gracia y de gloria a que podamos

    aspirar. Mucho debemos estimar, sin duda, lo que a la divina gloriapertenece, pero todava ms la voluntad de Dios; debemos desearamarle ms que los serafines, pero no podemos apetecer un gradode amor superior al que Dios ha resuelto concedernos. He aqucmo sobre este particular se expresaba el venerable Juan deAvila: Yo no creo que entre todos los santos se encuentre unosolo que no haya deseado estar mejor de lo que se encontraba;pero nunca este deseo llegaba al extremo de quitarles la paz,porque provena del amor divino y no del amor propio: satisfechossiempre de la parte que el Seor les tena concedida, por pequeaque fuese, estaban persuadidos de que encierra ms amor a Diosestar contento con lo que da, que apetecer ms de lo queconcede. Esto, siguiendo la, explicacin del P. Rodrguez(Perfecto cristiano, P. 1., t. VIII, c. XXX), significa que debemosllevar todos nuestros esfuerzos a conseguir la perfeccin, sin

    dejarnos relajar nunca por esos vanos pretextos que sugieren latibieza y el abandono: Dios debe darnos la gracia de llegar mslejos; nosotros debemos ponernos en situacin de no poder hacerms. Y si, a pesar del cuidado que en ello tenemos, nos llega afaltar, no debemos turbarnos por esto ni dejar de conformarnos conla voluntad del Seor, que permiti que cometiramos esta falta;pero, sin desalentarnos, levantmonos al instante y, penetrados dehumilde arrepentimiento, despus de haber pedido a Dios unamayor gracia, prosigamos nuestro camino. Del mismo modo,aunque nos sea lcito desear elevarnos en el Cielo al rango de losserafines, no para poseer ms gloria, sino para glorificar y amar aDios de una manera ms perfecta, debemos, no obstante,resignarnos a su santa voluntad, contentndonos con el grado degloria y de amor que se haya dignado concedernos en sumisericordia.

    Grave falta sera desear los dones de oracin sobrenatural,especialmente xtasis, visiones, revelaciones; pues los mismos

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    maestros, en la vida espiritual, afirman que las almas favorecidascon semejantes gracias deben rogar a Dios que les exima de ellas,a fin de que les sea posible amarlo por la simple va de la fe, quees la ms segura. Muchos son los santos que han alcanzado la

    perfeccin sin esas gracias extraordinarias, y slo por las virtudesque llevan la santidad en las almas, y, sobre todas, la conformidadcon la voluntad divina. Si, pues, no place al Seor elevarnos a unsublime grado de perfeccin y de gloria, confirmmonos en todocon su santa voluntad, y rogumosle que nos salve, a lo menos,por su infinita misericordia. Obrando de este modo, no ser escasala recompensa que recibamos de su bondad, porque sobre todoama Dios a las almas resignadas.

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    CAPTULO VI

    CONCLUSIN

    En suma, mirar debemos, como proveniente de la mano deDios, todo cuanto nos suceda o nos espere en lo porvenir. A unsolo y nico objeto nos es permitido dirigir todas nuestrasoraciones: el de cumplir la voluntad de Dios y no hacer nada ms

    que lo que Dios quiere. Para marchar con pie firme por esta va, esnecesario que en lo exterior nos dejemos guiar por nuestrossuperiores, y en lo interior por nuestros padres espirituales, a fin deaprender de ellos lo que Dios exige de nosotros, poniendo absolutafe en esas palabras de Jesucristo: Quien a vosotros escucha, a mme escucha (Luc 10, 16) .Quien os escucha, me escucha. Apliqumonos especialmente en servir a Dios tal y como desea denosotros ser servido. Digo esto a fin de que procuremos evitar lasfaltas de aquellos que pierden el tiempo en forjarse ilusiones deeste tenor; si me encontrara en un desierto, si entrara en unconvento, si me hallara fuera de esta casa, de esta familia o deesta compaa, vivira santamente, hara tales penitencias, dirigiraal Cielo tales oraciones... Y siempre se dice: Hara!... Hara!... Yen tanto no se lleva con resignacin la cruz que Dios nos manda,no se sigue el camino que nos prescribe, y, lejos de santificarse, se

    va de mal en peor. Esos vanos deseos son muy a menudotentaciones del demonio, por cuanto se oponen a la voluntad deDios; es preciso, pues, combatirlos, y tratar de servir al Seorsiguiendo el sendero que nos tiene trazado su providencia.Cumpliendo su voluntad alcanzaremos la santidad, sea cual fuereel estado en que nos haya colocado. No queramos, pues, nuncaotra cosa que lo que Dios quiere; si as obramos, l nos estrecharcontra su corazn. A este fin, familiaricmonos con ciertos pasajesde las Sagradas Escrituras que nos llevan a unirnos cada vez mscon la voluntad divina, por ejemplo: Seor, qu quieres que

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    haga?(Hechos 9, 6). Oh Dios mo! Mostradme lo que queris dem, y estoy dispuesto a ejecutarlo todo. Tuyo soy, slvame(Salmo 119, 94). Yo no me pertenezco, soy todo vuestro oh Seor!Disponed de m como seis servido. Cuando nos encontremos

    heridos de algn golpe muy grave, como la muerte de nuestrosseres queridos, la prdida de nuestros bienes u otras desgraciassemejantes, digamos con nuestro divino Salvador: S, Padre,porque as lo has querido (Mat 11, 26). S, Dios y Padre mo,cmplase as, puesto que tal es vuestro deseo! Unmonos sobretodo a la oracin que Jesucristo nos ha enseado: Hgase tuvoluntad as en la tierra como en el cielo. El Seor recomend unda a Santa Catalina de Gnova que se fijara particularmente enestas palabras, cada vez que rezara un Padrenuestro, pidiendo aDios la gracia de cumplir su santa voluntad con la mismaperfeccin que los santos en el Cielo. Sigamos asimismo nosotrosesta prctica, y no nos alejaremos de la santificacin.

    FIN