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Anaquel de Estudios Árabes 91 ISSN: 1130-3964 2008, vol. 19 91-103 De ediciones y correcciones: Ibn ā ib al- alā, Cofrentes y la ruta antigua del río Magro About editions and corrections: Ibn ā ib al- alā, Cofrentes and the ancient route along the valley of Magro river Antonio Carlos LEDO CABALLERO Dpto. de Historia de la Antigüedad y de la Cultura Escrita Universitat de València [email protected] Recibido: enero de 2008 Aceptado: febrero de 2008 RESUMEN En 1969, Ambrosio Huici publicó la versión en castellano del al-Mann bi-l-Imāma de Ibn āib al- alā. En la traducción se identifica un lugar, consignado en la fuente árabe como “Confluencia de los ríos”, con la localidad valenciana de Cofrentes. En el presente artículo intento demostrar lo incorrecto de esta identificación y propongo, a partir de la existencia de una antigua ruta que sigue el curso del río Magro y los datos de distancias ofrecidos por Ibn alā, su reducción a un paraje ubicado entre las localidades de Requena y Yátova (Valencia). PALABRAS CLAVE: Ibn āib al- alā. Ambrosio Huici. Caminos antiguos. Río Magro. Yátova. Buñol. Almohades. ABSTRACT In 1969, Ambrosio Huici published the Spanish translation of al-Mann bi-l-Imāma, by Ibn āib al- alā. In this translation, a place called “Confluence of the rivers” in the original was identified as the Valencian town of Cofrentes. In this article I try to prove this is wrong, and I offer as a more possible alternative a place between Requena and Yatova (Valencia). The identification of this place is based on the existence of an ancient road along Magro river valley and the distances data provided by Ibn alā. KEY WORDS: Ibn āib al- alā. Ambrosio Huici. Ancient routes. Cofrentes. Magro river. Yatova. Buñol. Almohades.

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Anaquel de Estudios Árabes 91 ISSN: 1130-3964 2008, vol. 19 91-103

De ediciones y correcciones: Ibn ā ib al- alā, Cofrentes y la ruta antigua del río Magro

About editions and corrections: Ibn ā ib al- alā,

Cofrentes and the ancient route along the valley of Magro river

Antonio Carlos LEDO CABALLERO

Dpto. de Historia de la Antigüedad y de la Cultura Escrita Universitat de València

[email protected]

Recibido: enero de 2008 Aceptado: febrero de 2008

RESUMEN En 1969, Ambrosio Huici publicó la versión en castellano del al-Mann bi-l-Imāma de Ibn ā ib al-

alā. En la traducción se identifica un lugar, consignado en la fuente árabe como “Confluencia de los ríos”, con la localidad valenciana de Cofrentes. En el presente artículo intento demostrar lo incorrecto de esta identificación y propongo, a partir de la existencia de una antigua ruta que sigue el curso del río Magro y los datos de distancias ofrecidos por Ibn alā, su reducción a un paraje ubicado entre las localidades de Requena y Yátova (Valencia). PALABRAS CLAVE: Ibn ā ib al- alā. Ambrosio Huici. Caminos antiguos. Río Magro. Yátova. Buñol. Almohades. ABSTRACT In 1969, Ambrosio Huici published the Spanish translation of al-Mann bi-l-Imāma, by Ibn ā ib al-

alā. In this translation, a place called “Confluence of the rivers” in the original was identified as the Valencian town of Cofrentes. In this article I try to prove this is wrong, and I offer as a more possible alternative a place between Requena and Yatova (Valencia). The identification of this place is based on the existence of an ancient road along Magro river valley and the distances data provided by Ibn

alā. KEY WORDS: Ibn ā ib al- alā. Ambrosio Huici. Ancient routes. Cofrentes. Magro river. Yatova. Buñol. Almohades.

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No diremos nada nuevo al afirmar la necesidad que tiene todo estudioso de la red viaria de la Antigüedad de conocer exhaustivamente las obras geográficas e históricas redactadas en la Edad Media, pues este principio metodológico, basado en el fenómeno ampliamente documentado de la utilización de las vías antiguas en los siglos posteriores, ya ha sido glosado anteriormente por un buen número de investigadores1. Entre estas que podemos considerar, sin ningún reparo, fuentes, las redactadas por los autores musulmanes ocupan un lugar especial, aunque es bien sabido la dificultad que entraña llegar a identificar muchos de los topónimos mencionados en estas obras con lugares bien conocidos. Ésta es la problemática que vamos a tratar en nuestro trabajo, aplicándola a una identificación concreta que, creemos, no puede defenderse a pesar de haber sido formulada hace ya más de tres décadas por uno de los grandes estudiosos del Medievo musulmán hispano y a quien no pretendemos restar un ápice del reconocido mérito de su ingente obra. Nos estamos refiriendo a Ambrosio Huici Miranda y a la traducción que realizó, la única a nuestro entender que existe en castellano o en cualquiera de las restantes lenguas peninsulares, de la obra del historiador hispano-musulmán Ibn ā ib al- alā titulada al-Mann bi-l-Imāma2. La identificación a la que vamos a referirnos aparece en la enumeración de las etapas que rinde el ejército almohade al regresar, en el verano de 1172, de su fracasada campaña contra el castillo conquense de Huete, ya por entonces en manos cristianas. Para poder entender los argumentos en los que nos basamos es necesario atender al contexto inmediato en el que se encuentra el lugar en cuestión y que, literalmente, reza así: “Al amanecer del viernes 11 [4 de agosto], continuó la marcha y acampó en el castillo de Requena, y el hambre era muy grande y el aprieto, por la falta de víveres, general. Erraron el camino los adalides y se desperdigaron los soldados en las montañas y angosturas y en las escabrosidades y alturas, y pernoctó el Amīr al-Mu’minīn en un sitio y el Sayyid Abū af en otro sin bagajes, y aumentó el hambre de la gente y la carencia [de víveres] y la debilidad y el sufrimiento. Luego caminó y acampó en el lugar conocido por confluencia de los ríos, y se reunió la gente en aquel lugar y llegó la harina a valer cuatro dírhemes el ra l y el almud de Marrākuš de cebada, cuatro dírhemes; y lo mismo el trigo, que no se encontraba. Prosiguió la marcha el domingo, el 13 de ū-l- iŷŷa [6 de agosto], por un camino muy penoso de seguir; anduvo siete millas, y acampó cerca del castillo de Buñol de la provincia de Valencia. Este día se dispersó la multitud de la gente de Levante y de todo el país de Al-Andalus hacia sus tierras, y se separó la mayoría de la gente de los guerreros hacia Valencia y otras partes. Y aquel día llegó un convoy grande de Valencia con harina, cebada y frutas obsequio de Abū-l-Haŷŷāŷ Yūsuf b. Mardanīš al Amīr al-Mu’minīn, que se repartió entre nobles y plebeyos. Cuando llegó la gente al castillo de Buñol, se adelantaron los que no estaban inscritos en los registros ni tenían cargos, a la ciudad de Valencia para buscar alimentos y la vida, después de aquel aprieto. Estaba yo entre los que se adelantaron al

1 Vid. entre otros, R. CHEVALLIER, Les voies romaines, París, 1972, 55-59; J. M. ROLDÁN HERVÁS, “Introducción al estudio de las vías romanas del Sureste peninsular”. Symposium sobre las vías romanas del Sureste (Murcia, 1986). Murcia, 1988: 9-15; M. A. MAGALLÓN BOTAYA, La red viaria romana en Aragón, Zaragoza, 1987, 39-46; P. SILLIÈRES, Les voies de communication de l’Hispanie meridionale, Paris, 1990, 193-204. 2 Colección Textos Medievales, 24, Valencia, 1969.

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castillo de Buñol, y no encontró nadie nada de comida, sino un puñado de higos verdes al principio de su tiempo, a dírhem el puñado de ellos. Los compró el que se vio obligado a ello, y fui uno de los que compraron, para alimentarme con ellos. Luego me faltaron, hasta que llegué a la ciudad de Valencia y entré en ella, y la encontré superior a su descripción en jardines y huertos; (...). Me aprovisioné en ella, y luego me volví a reunir, al cabo de tres días, con el ejército. Levantó el Amīr al-Mu’minīn su campo, de las cercanías de Buñol, y fue jornada tras jornada con su orden de marcha y llegó a la ciudad de Játiva el jueves, 17 de ū-l- iŷŷa (10 de agosto)”.

El lugar que pensamos que no ha sido correctamente localizado es el que hemos subrayado en el texto y que Huici, mediante una nota al pie, identificó con Cofrentes tras considerar que los ríos a los que se hace referencia son el Júcar y el Cabriel3. Esta idea ya había sido expresada por nuestro autor en una obra anterior, en la que ofrece también la transcripción del árabe del topónimo que aquí tratamos: Maŷmū‘ al-awdīya4. El único argumento que ofrecía Huici para sostener la identificación de este lugar de encuentro de dos ríos citado por ā ib al- alā con Cofrentes era el de la etimología, aceptada de manera unánime para esta localidad valenciana a partir del étimo latino confluentes y explicado por su cercanía al lugar donde el río Cabriel desemboca en el Júcar5. Pero aunque, como ya hemos indicado, no se enuncie ninguna otra razón para apoyar esta identificación, es lícito pensar que nuestro ilustre arabista tuviera en cuenta otras consideraciones. La primera de ellas bien pudo ser la relativa proximidad geográfica entre Requena y Cofrentes, unos 30 km a vuelo de pájaro. Tampoco podemos perder de vista el posible conocimiento que tuviera Huici de la existencia de un camino, posiblemente anterior a la presencia musulmana en la península, que desde la encrucijada que representa la ciudad de Requena6 se dirigía en dirección sur hacia Almansa y Alicante atravesando el valle de Cofrentes7. Se trata del mismo camino que alcanzó gran notoriedad a partir del siglo XVI por ser la vía de salida de los tejidos de seda elaborados en Requena con destino a Cádiz y América y por donde llegaba la mayor parte del bacalao que se consumía en estas comarcas8; finalmente, la existencia de la imponente fortaleza, muy probablemente de

3 Ibidem, 223, nota 1. 4 Historia política del imperio almohade, Tetuán, 1956, 264, nota 2, donde, además, se rechaza la propuesta que en su día realizara M. A. ANTUÑA de identificar este lugar de confluencia con Siete Aguas (Campañas de los almohades en España, I, El Escorial, 1935, 38, n. 2). 5 J. COROMINES, Onomasticon Cataloniae, III, Barcelona, 1995, s. v. Conflent.

6 J. PIQUERAS HABA, “Desarrollo urbano de Requena (Valencia)”, Cuadernos de Geografía, 22, 1978, 29-58, esp. 30 s. C. Sanchis Deusa, Els ponts valencians antics, Valencia, 1993, mapas pág. 98. 7 Se ha llegado incluso a proponer que por el valle de Ayora-Cofrentes discurriera una de las vías romanas consignadas en el Itinerario de Antonino, concretamente la vía Laminio-Caesaraugusta, cuyo trazado no ha podido ser, a día de hoy, fijado definitivamente; vid. G. ARIAS, “Enclaves y penetraciones fronterizas como indicios de viejos caminos”, El Miliario Extravagante, 58 (1996), 10-17, esp. 16 s; ídem, “La A31, prosigamos la reflexión”, El Miliario Extravagante, 59 (1996), 10-16. Sobre este camino y su importancia estratégica en época islámica, vid. P. LÓPEZ ELUM, Los castillos valencianos en la Edad Media (materiales y técnicas de construcción), I, Valencia, 2002, 159.

8 J. PIQUERAS HABA, La meseta de Requena-Utiel, Valencia, 1997, 85-87; SANCHIS DEUSA, op. cit., 93 s. Una parte de este camino, concretamente entre Almansa y Cofrentes, fue el que recorrió Joseph CAVANILLES a finales del siglo XVIII (Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, II ,Valencia, 1797; ed. facsímil, Valencia, 1985, 2-18)

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origen islámico9, que domina la confluencia de los ríos citados pudo constituir, asimismo, otra de las razones no explicitadas para formular la identificación toponímica que aquí consideramos. Pero un examen atento de los restantes lugares citados por ā ib al- alā, todos ellos de identificación segura (Requena, Buñol y Xàtiva), y las distancias que consigna como recorridas en las distintas etapas, nos lleva fácilmente a considerar como absolutamente errónea la reducción de ese lugar de confluencia a Cofrentes. En primer lugar, si trazamos sobre un mapa el recorrido propuesto por Huici, se hace muy difícil admitir que un ejército, en el que existían graves problemas de abastecimiento, como no deja de repetir el historiador musulmán, se permitiera el lujo de recorrer, una vez abandonada Requena, más de treinta kilómetros hacia el sur, cubrir con posterioridad una distancia muy similar en dirección noreste y, finalmente, dirigirse hacia el sureste para alcanzar la ciudad de Xàtiva. Pero, además, este ilógico rodeo por el interior de la actual provincia de Valencia tiene todavía menos sentido si tenemos en cuenta que al-Idrīsī, uno de los geógrafos más reputados de ese mismo siglo XII en el que tiene lugar la campaña almohade que describe ā ib al- alā, consigna las distancias entre algunos lugares del valle de Ayora-Cofrentes y

Xàtiva, lo que no puede interpretarse sino como la existencia de un camino, al menos, entre ellos; de los datos que proporciona el nubiense nos interesa destacar ahora las treinta y cinco millas que establece entre Xàtiva y el castillo de Ayora, localidad situada veintitrés kilómetros al sur de Cofrentes, pero, sobre todo, las cincuenta millas que marca entre Xàtiva y Jalance, pues la distancia entre este último lugar y Cofrentes, siguiendo la carretera actual, es tan sólo de unos seis kilómetros10.

Fig. 1. Esquema del recorrido del ejército almohade propuesto por Huici

9 LÓPEZ ELUM, op. cit, 143 y 159 10 “De Játiva (...) al castillo de Ayora hay treinta y cinco millas (…) De Játiva al castillo de Š.L.N.Š hay cincuenta millas; de Š.L.N.Š por el Este al castillo de Ayora, hay doce millas” (AL-IDRĪSĪ, Los caminos de Al-Andalus en el siglo XII según "Uns al-muhaŷ wa-raw al-furaŷ" (Solaz de corazones y prados de contemplación), ed. de J. A. MIZAL, Madrid, 1989, 94). La identificación del topónimo Š.L.N.Š con Jalance parece clara a partir de la forma toponímica Xalans con la que es citada esta localidad en documentos de los siglos XIII y XIV; vid. C. BARCELÓ TORRES, Toponímia aràbica del País Valencià. Alqueries i castells, Valencia, 1983, 166.

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Es decir, si todavía pudiéramos admitir la presencia del ejército almohade en esta última población, se hace muy difícil comprender el motivo de dirigirse desde aquí a Buñol para acabar llegando a Xàtiva cinco días después. Desde Cofrentes se podía alcanzar Xàtiva en tan sólo dos días de marcha y por un camino al que debemos otorgar una importancia al menos relativa; de otro modo no se explicaría la mención que de él hace al-Idrīsī. Si, a pesar de todo, se pretendiera justificar este ilógico derrotero, no se podría aducir el extravío al que hace mención el texto, a no ser que pretendamos que los guías de la expedición cometieran un error de orientación tan básico como es el de confundir el Sur con el Este. Tampoco podemos pensar que la forma toponímica Bunyūl que aparece en el texto árabe11 no se corresponda con la localidad de Buñol; su innegable parecido con los nombres atestiguados para esta localidad valenciana en la documentación medieval (Buinol, Buynol, Bunyol, Bunnol, Boniol)12, así como la fácil comunicación que se desprende del texto entre este lugar y la ciudad de Valencia, son pruebas más que suficientes para ratificar la identificación. Además de Cofrentes, la única propuesta que conocemos para localizar la confluencia de los ríos donde acamparon los almohades fue la que formulara, como ya hemos comentado, Melchor Antuña, quien la ubicaba en Siete Aguas13 a pesar de que es difícilmente defendible el que en esta localidad o en sus alrededores exista un lugar que pueda considerarse como confluencia de dos ríos dignos de ese nombre. Es posible que a la hora de formular esta propuesta pesara, sobre todo, el carácter hídrico del topónimo Siete Aguas y el hecho de que esta población se sitúe en las proximidades del camino secular que ha unido el centro de la Península y Valencia a través de la Plana de Requena-Utiel y la Hoya de Buñol. Todo lo dicho hasta ahora creemos que es suficiente para descartar definitivamente que el ejército almohade que regresaba del frustrado asedio de Huete pasara por Cofrentes y el valle de Ayora14 o por Siete Aguas. Pero si rechazamos estas dos opciones, las únicas enunciadas hasta ahora15, estamos obligados a responder a las preguntas que surgen de manera inmediata: ¿Dónde estaba exactamente ese lugar de confluencia? ¿A qué dos ríos se hace referencia en el texto de ā ib al- alā?

11 ANTUÑA, op. cit., 39 y n. 1. Esta forma coincide con la que transcribe J. A. MIZAL en su ya mencionada edición de al-Idrīsī (pág. 94). 12 M. D. CABANES et alii, Documentos y datos para un estudio toponímico de la Región valenciana, Valencia, 1981, 243 s. BARCELÓ TORRES, op. cit., 130. M. ASÍN PALACIOS hacía derivar el topónimo Buñol de la forma híbrida árabe y romance al-Bunyul (Contribución a la toponimia árabe de España, Madrid, 1940, 50). 13 Ya hemos comentado que esta identificación fue rechazada también por HUICI (vid. supra nota nº 4). En este sentido, es importante señalar que, hasta el día de la fecha, no se ha hallado resto alguno de época islámica en el extenso término de esta localidad (E. DÍES CUSÍ, “En el territorio de Balansiya (Mim’Amal Balansiya)”, en VV. AA., Historia de Buñol, Valencia, 2007, 173-183, esp. 179 s.). 14 Idea que, no obstante, ha sido recogida en obras como la Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena de R. BERNABEU LÓPEZ (Valencia, 1983 -1ª ed. 1945-, 124), donde se data erróneamente la expedición almohade en 1189, o en la más reciente Historia del valle de Ayora-Cofrentes de J. V. POVEDA MORA (Valencia, 2001, 96 y nota 204). 15 Otros estudiosos de la historia de los musulmanes en la Península prefieren simplemente eludir esta problemática identificación toponímica. Así, P. GUICHARD afirma que el ejército almohade se dirige desde Huete a Murcia “pasando por Requena, Buñol, Xàtiva, Villena, Aspe y Orihuela” (Al-Andalus frente a la conquista cristiana, Madrid, 2001, 148).

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Para intentar resolver estas cuestiones es absolutamente imprescindible que nos fijemos en la distancia que nuestro autor consigna entre el lugar de la acampada y Buñol, distancia que, ya de por sí, se convierte en un nuevo argumento para rechazar la propuesta de localización que hiciera Huici: siete millas, de las que una parte de ellas constituían “un camino muy penoso de seguir”. Éstos son realmente los datos de partida con los que contamos para lograr nuestro propósito, pero, para ello, el primer paso ha de consistir en reducir a nuestro sistema métrico la distancia expresada en esas siete millas16. Determinar el valor de la milla que emplea ā ib al- alā en su obra no es tarea fácil. A partir del estudio del escritor granadino Ibn al-Ŷayyāb (s. XIII), J. Vallvé ha señalado la proliferación de unidades de medida que, aun denominándose de igual forma, tenían valores distintos. Esta circunstancia se explica a partir de la confusión que durante la Edad Media existía entre el dedo y la pulgada, dos de las unidades básicas a partir de las cuales se calculaban las medidas mayores. El problema se acentuaba en los países de lengua árabe por la inexistencia en ella del concepto de pulgada o uncia romana, lo que provocaba la confusión de ésta con el dedo. Lo cierto es que en al-Andalus se conocieron, entre otros, el codo común o manual de 24 dedos, que equivale a la media vara castellana, es decir, 0,418 m; el codo ma’munī o codo negro de 27 dedos o 47 cm fijado por el califa al-Ma’mūn (813-833) a partir de la longitud del codo hasta la punta de la mano de un esclavo negro de su corte; el codo raššāšī, de 32 dedos, que equivalía a un codo común y un tercio, esto es, 0,557 m. Ibn al-Ŷayyāb consideraba como codo oficial este último y cifró la milla en 3.333,33 de estos codos, lo que representa una medida (1857,57 m) muy cercana a los 1852 m de la milla náutica actual. La unidad inmediatamente superior a la milla sería la parasanga o farsaj, que según al-Ŷayyāb equivale a tres millas, esto es, 10.000 codos raššāšíes o poco más de 5570 m, prácticamente los 5572 m de la hasta hace muy poco utilizada legua17. A pesar de que se han propuesto otros valores para la milla árabe18, considero que el establecido por Vallvé ha de tenerse como el más apropiado para operar en esta situación. No se puede obviar la continuidad que parece haberse mantenido entre la milla musulmana y otras unidades de longitud posteriores: junto a las dos mencionadas anteriormente, milla náutica y legua, podemos hablar de la identificación del codo oficial raššāšī con el llamado codo mediano morisco y con el codo de ribera, este último usado para medir sólidos, especialmente la madera empleada en la construcción naval, de donde su nombre19; añádase

16 En este, como en muchos otros casos, cabe preguntarse si el numeral no ha sido alterado en la transmisión textual de la obra de ā ib al- alā. Pero este socorrido expediente sólo cobra sentido si no existen dudas sobre la identificación de los lugares entre los que se mide la distancia. Siempre es preferible intentar buscar un lugar que cumpla con la cifra transmitida que defender una teoría a partir de la pretendida impericia de un copista. 17 J. VALLVÉ, El Califato de Córdoba, Madrid, 1992, 270-272. 18 Así, E. LÉVI-PROVENÇAL defendía el uso de una milla de 1420 m (Histoire de l’Espagne musulmane, III, París, 1953, 249). C. E. DUBLER consideraba que el valor de la milla en al-Idrīsī varíaba entre uno y dos km (“Los caminos a Compostela en la obra de Idrīsī”. Al-Andalus, XIV (1949), 59-122, esp. 78), opinión que ha sido ratificada por J. A. MIZAL, en su citada edición de al-Idrīsī, (pág. 36). Sobre las dificultades que entrañan estas cuestiones vid. SILLIÈRES, op. cit., 198; A. JIMÉNEZ y J. C. MAROTO, “Estado, distancia y control social: reflexiones en torno a una medición de caminos en la Granada de mediados del siglo XVI”. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, VIII, nº 166 (2004). 19 VALLVÉ, op. cit, 270.

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a esta lista el pie castellano de 27,8 cm, prácticamente la mitad del codo raššāšī 20. De todos modos, en ningún caso pretendemos establecer distancias exactas que avalen nuestras conjeturas. Hemos de tener en cuenta el carácter aproximativo de este tipo de indicaciones que podemos llamar “de diario de viaje” y el hecho de que ā ib al- alā no indique la distancia entre el lugar de acampada en la confluencia de los ríos y Buñol, sino en sus proximidades, por lo que, a falta de precisar la separación entre ese punto cercano y el castillo mencionado, presumiblemente no muy importante21, deberemos calcular con cierto margen de oscilación. Pero volvamos a nuestro punto de partida, la ciudad de Requena, el último de los puntos bien identificados antes del lugar de confluencia donde acampó el ejército almohade22. Al considerar que la etapa siguiente rindió en las proximidades del castillo de Buñol, se puede concluir con suma facilidad que el camino seguido correspondería al que, al menos desde época romana23, se ha venido utilizando como nexo de comunicación entre la ciudad de Valencia y el interior peninsular, esto es, el camino que saliendo de Buñol atravesaba el escalón de la Sierra de las Cabrillas y se internaba en la Plana de Utiel cerca de la aldea de El Rebollar antes de llegar a Requena24. Este camino es, desde luego, el más corto, lo que explica que fuera elegido para trazar la antigua carretera de las Cabrillas, posteriormente conocida como N-III, la moderna Autovía del Este y la línea férrea entre Valencia y Madrid por Cuenca. Pero no es, ni mucho menos, el más cómodo: el obstáculo que supone la garganta del río Cabriel en la zona de Contreras y lo abrupto del paso de la Sierra de las Cabrillas25, tradicional nido de bandoleros26, explica que desde época muy temprana

20 J. RODRÍGUEZ MORALES, “Los caminos de Toledo a Segovia”, El Miliario Extravagante, 77 (2001), 7-16, 14, nota 72. 21 No informa nuestro autor de que se empleara jornada alguna, algo en lo que ha sido bastante sistemático a lo largo de toda su obra, en llegar al castillo de Buñol desde el lugar cercano donde acampa el ejército el domingo 6 de agosto: el propio ā ib al- alā, presente en la expedición, afirma que él se encontraba “entre los que se adelantaron al castillo de Buñol”, lo que pudo efectuarse ese mismo domingo. Este dato, que no aparece en la narración, puede deducirse de las posteriores andanzas de nuestro autor: cuando comprueba la escasez de alimentos que se padecía en el castillo, decide marchar a Valencia. La distancia entre Buñol y la capital levantina (unos 38 km) invita a pensar que ā ib al- alā no llegaría a su destino hasta el día siguiente, esto es, el lunes. Nuestro protagonista, siempre según sus propias palabras, estuvo tres días alejado del ejército, lo que, si aceptamos que utilizara el cómputo inclusivo, supondría tanto ese mismo domingo, como el lunes y el martes siguientes. El contingente almohade, finalmente, se pondría en marcha el miércoles para llegar a Játiva el jueves siguiente: los más de cincuenta kilómetros que, a vuelo de pájaro, separan Buñol de la capital de La Costera parecen una distancia demasiado importante para cumplirse en un solo día de marcha, algo a lo que apunta también la alusión a que esta distancia se cubrió “jornada tras jornada” (HUICI, pág. 223). 22 Ya hemos comentado anteriormente el papel de nudo viario que históricamente ha venido desempeñando Requena, una función que habría, incluso, dejado su impronta en el desarrollo histórico de sus calles (PIQUERAS, La meseta de Requena-Utiel, 100), y cuya importancia histórica puede verse notablemente incrementada al haberse constatado arqueológicamente un lugar de hábitat que podría remontar a la Edad del Hierro en el casco antiguo de la ciudad (vid. J. MARTÍNEZ GARCÍA, R. CHÁFER REIG e I. ESPÍ PÉREZ, “Materiales de la primera Edad del Hierro en la plaza del Castillo de la villa de Requena (Valencia): un avance”, en A. J. LORRIO (ed.), Los íberos en la comarca de Requena-Utiel (Valencia), Madrid, 2001, 119-128. 23 J. G. MOROTE, La Via Augusta y otras calzadas en la Comunidad Valenciana, Valencia, 2002, 241 s; AL-IDRĪSĪ: “De Valencia al castillo de Buñol hay veinticinco millas; de Buñol al castillo de Requena hay quince millas” (op. cit., 94). 24 Como ya hemos indicado, pensamos que así operó M. A. Antuña a la hora de proponer Siete Aguas como el lugar de acampada. 25 PIQUERAS, La meseta de Requena-Utiel, 81.

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tengamos atestiguadas otras alternativas para alcanzar la costa valenciana. Una de éstas la constituye el camino que a partir de Requena discurre próximo al curso del río Magro, afluente por la izquierda del Júcar y cuyo valle conforma la comunicación más fácil entre la Plana de Utiel y la Hoya de Buñol al evitar por el norte el difícil paso de Las Cabrillas y las sierras de Martés y Dos Aguas por el sur.

Fig. 2. El puente de Jalance (Requena)

Nuestra hipótesis pasa por considerar que el ejército almohade habría seguido este último camino. Así, desde Requena se dirigiría hacia el sur, y una vez cruzado el cauce del Magro, tal vez por el mismo punto donde hoy se levanta el Puente de Jalance27, seguiría muy próximo al curso del río, probablemente por donde hasta hace escasos años discurría el viejo camino de Requena a la aldea de Hortunas de Arriba28. La disposición del caserío de este último núcleo de población, que sigue perfectamente la orientación NW-SE del camino citado, nos permite defender que estamos ante un ejemplo perfecto de lo que Chevallier denominó villages-rues, que, como es bien sabido, responden al principio de la atracción que un camino frecuentado ejerce sobre el poblamiento, fenómeno especialmente 26 CAVANILLES, op. cit., II, 38 y 40; J. MARTÍ FERRANDO, Instituciones y sociedad valencianas en el imperio de Carlos V, Valencia, 2002, 321. BERNABEU LÓPEZ recordaba que, ante la inseguridad del paso por las Cabrillas, se reunían en Requena “carretas, galeras, trajinantes y arrieros, emprendiendo el viaje con una escolta de gente armada” (op. cit., 65). 27 El puente actual fue erigido en 1737 pero no es sino el último de los que tenemos documentados en este mismo lugar desde 1540; vid. Bernabeu, op. cit., 237; PIQUERAS, La meseta de Requena-Utiel, op. cit., 86; SANCHIS DEUSA, op. cit., 96 s. 28 Mapa Topográfico Nacional 1:50.000, hoja 720, ed. 1951.

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atestiguado por lo que respecta a los caminos antiguos y los asentamientos humanos medievales29. A partir de Hortunas, los numerosos yacimientos ibéricos y romanos que jalonan la actual carretera autonómica que se dirige a Yátova (CV-429) invitan a pensar que gran parte de su trazado corresponde al de un camino ya en uso desde la Antigüedad: así, de época ibérica encontramos, a poco más de 1 km al oeste de Hortunas el poblado del Castellar30, todavía en término de Requena, y los de Puntal y Collado del Viudo, Peñón de Mijares y Barranquillos, ya en Yátova31. Pero sobre todos estos yacimientos destacan dos por su tamaño y función histórica. En primer lugar, el poblado del Pico de los Ajos (Yátova) con más de 3,5 has. de extensión; su ubicación a casi 1000 m de altura en las estribaciones más orientales de la Sierra Martés le proporciona un perfecto control de toda la zona y posibilita la comunicación visual con La Carencia de Turís, con mucho el principal asentamiento ibérico de la zona. De éste se ha venido defendiendo en los últimos años tanto su carácter plenamente urbano, como su identificación con la ceca que acuña monedas con la leyenda Gili/Kili. De aceptar estas hipótesis, La Carencia se convertiría en la sede del poder político que en época ibérica controlaba la mayor parte del territorio que surca el camino que aquí tratamos32. Entre los yacimientos de época romana hemos de considerar, sobre todo, el de la Calerilla de Hortunas, que parece corresponder a una villa importante a tenor de los restos de su necrópolis, descubiertos en el transcurso de una excavación arqueológica y fechados entre los siglos I y IV d. C. Destaca entre los materiales exhumados una inscripción que debía formar parte de un monumento funerario33. Todo ello, como hemos comentado, invita a pensar que estamos ante un camino que debió utilizarse ya en la Antigüedad y que bien pudo corresponder al que al-Idrīsī

29 CHEVALLIER, op. cit., 130 s. C. NÁRDIZ ORTIZ, “Los caminos medievales: una forma distinta de ocupación del territorio”, OP 25 (1993), 26-39, esp. 28. 30 R. PÉREZ MÍNGUEZ, “Un tonel cerámico ibérico procedente del Castellar de Hortunas (Requena, Valencia)”, Archivo de Prehistoria Levantina, XVIII (1988), 395-401. 31 Fichero de yacimientos arqueológicos de la Consellería de Cultura, Educació i Esport de la Generalitat Valenciana. 32 R. ALBIACH et alii, “Protohistòria i Història Antiga”, en Turís, Geografia, Història, Art. Valencia, 2007, 91-133, esp. 103. En 1975 apareció, a dos km de la aldea requenense de El Pontón, un epígrafe funerario dedicado a un Iunius Sosinaibole, gilitanus, muerto por unos malhechores (dolo latronum manu ocissus [sic]) (J. CORELL, Inscripcions romanes d’Edeta i el seu territori, Valencia, 1996, nº 141). La indicación del origo remite de manera clara a esta ciudad iberorromana de Gili/Kili, por lo que, si aceptamos su identificación con La Carencia, podemos pensar que el desafortunado gilitano fue asesinado mientras viajaba desde o hacia su patria por el camino que la comunicaba con lo que hoy es la comarca de Utiel-Requena y el oriente de la provincia de Cuenca, camino que no es otro que el que aquí estudiamos. 33 A. MARTÍNEZ VALLE, “El monumento funerario de la Calerilla de Hortunas (Requena, Valencia)”. Archivo Español de Arqueología, 68 (1995), 259-281; R. GONZÁLEZ VILLAESCUSA, El mundo funerario en el País Valenciano: monumentos funerarios y sepulturas entre los siglos I a. C.-VII d. C, Madrid, 2001, 204 s. CORELL, op. cit., nº 140. La importancia que para nosotros adquiere este yacimiento viene dada por la relación probada, tanto literaria como arqueológicamente, entre las ciudades de los muertos y los caminos en el mundo romano; vid. CHEVALLIER, op. cit., 71, n. 4 y 83 s; ABASCAL PALAZÓN, J. M., “La muerte en Roma: fuentes, legislación y evidencias arqueológicas”, en Arqueología de la muerte. Metodología y perspectivas actuales. Actas Fons Melaria, Córdoba, 1990, 205-245.

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consignó entre Turís, localidad separada unos tres kilómetros del yacimiento de La Carencia, y Requena34.

A la antigüedad del camino, a su uso comprobado en época musulmana gracias a la mención de al-Idrīsī y al hecho de constituir una de las soluciones razonables para alcanzar Buñol desde Requena, debemos añadir como argumento probatorio el elemento clave de todo este asunto, esto es, la confluencia de los ríos a la que hace mención ā ib al- alā. En efecto, siguiendo el trazado de esta carretera, cartografiada como Camino de Hortunas a Mijares, y continuando por el Camino de Tabarla, que evita el rodeo que describe la actual carretera por el norte para llegar a la aldea de Mijares35, alcanzamos en término de Yátova la partida conocida con el nombre, especialmente significativo para nosotros, de Junta de los Ríos, topónimo explicable por efectuarse aquí la desembocadura en el Magro del río Mijares, un afluente por su izquierda36. Ciertamente el camino queda aproximadamente a un kilómetro al norte del lugar exacto donde hoy se juntan los dos cursos, pero se dan en este punto condiciones muy favorables para establecer un campamento: un curso fluvial junto a una gran explanada que se abre después de que el camino haya transcurrido, sobre todo a partir del límite entre los actuales términos municipales de Requena y Yátova, por un valle bastante encajonado que responde perfectamente a esas montañas, angosturas, escabrosidades y alturas por donde, según el texto de ā ib al- alā, se desperdigaron los soldados antes de llegar al lugar de acampada.

Fig. 3. Mapa topográfico Nacional 1:50.000, hoja 720, ed. 1951. La flecha indica el lugar propuesto para ubicar el campamento almohade. 34 “De Valencia al castillo de Turís hay veinticinco millas, de Turís al castillo de Requena –que está junto a un río- hay veinticinco millas” (op. cit., 94). 35 Mapa Topográfico Nacional 1:50.000, hoja 720, ed. 1951. 36 M. CASTILLO MAS, Ecos de mi lugar. Historia topográfica, costumbres y otras menudencias del pueblo de Yátova, Valencia, 1896, 82.

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A partir de aquí la carretera actual sigue por el Collado de las Amoladeras y el Collado de los Tormos, discurriendo por una zona muy abrupta que la obliga a dibujar auténticos meandros para evitar pendientes excesivas. De nuevo la topografía se ajusta a la descripción de nuestro cronista, concretamente cuando hace referencia, tras abandonar el campamento, a ese “camino muy penoso de seguir” que utilizó el ejército antes de llegar a las proximidades de Buñol.

Fig. 4. Partida de Junta de los Ríos (Yátova). Fotografía del lugar señalado en la imagen anterior

Finalmente el paisaje se abre, y por el antiguo Camino vecinal de Yátova a Hortunas37 que sigue hoy la carretera local, se llega a Yátova. La existencia de esta localidad como alquería perteneciente al distrito de Buñol está demostrada por la documentación medieval38; su subsuelo ha librado restos que parecen corresponder a una necrópolis islámica39. Si se añade a todo esto la constancia documental y arqueológica de otro núcleo de población islámica en el cercano monte de Motratón (o Montratón)40, así como la presencia próxima del castillo musulmán de Macastre41, podemos ser conscientes de la importancia del poblamiento en época musulmana en esta zona concreta. De hecho, pensamos que el contingente musulmán acampó en las proximidades de Yátova entre el domingo 6 y el martes 8 de agosto, antes de dirigirse hacia Xàtiva. Varios argumentos avalarían esta suposición: en primer lugar, el hecho de que en la misma localidad de 37 Mapa Topográfico Nacional 1:50.000 I.G.C., hoja 721, ed. 1946. 38 Referencias documentales y bibliográficas en M. PASTOR I MADALENA, “Estelas de poblamiento en la documentación medieval en los territorios de la actual comarca “La Hoya de Buñol-Chiva” (1237-1330)”. Revista de estudios comarcales Buñol-Chiva, 4 (1999), 43-54. 39 Inventario de yacimientos de la Consellería de Cultura, Educació i Esport de la Generalitat Valenciana. 40 PASTOR, op. cit., 47. 41 Bien visible, por otro lado, desde varios kilómetros antes de llegar a Yátova por el camino descrito.

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Yátova, midiendo siempre por la carretera actual, se cumplen los 13 km (o las 7 millas con el valor ya argumentado de 1857,57 m) desde donde hemos propuesto que pernoctó el ejército almohade el sábado 5 de agosto; por otra parte, no podemos pasar por alto la cercanía del castillo de Buñol, distante 4 km a vuelo de pájaro y al que se podría llegar, seguramente, por lo que hasta hace poco se conocía como Camino de Yátova a Buñol42; discurría éste junto al Cerro Mulet, un importante yacimiento cuya secuencia de poblamiento se prolonga desde la Edad del Bronce hasta los siglos medievales; entre sus materiales se incluyen los de origen islámico43. Desde los alrededores de Yátova no parece excesivamente complicado imaginar cuál pudo ser, a grandes rasgos, la última parte del camino que siguió el contingente musulmán hasta Xàtiva. El valle del río Magro vuelve a configurarse como el eje histórico de comunicación hacia el SE. La gran cantidad de yacimientos ibéricos y romanos que, ya en término de Turís, se alinean muy cerca de su cauce, especialmente en la orilla izquierda44, no hacen sino corroborar esta afirmación. Algunos de estos yacimientos perdurarán hasta época islámica, tal y como ocurre con las villas romanas de Canyamar y Cortixelles y con el propio asentamiento de La Carencia, convertido en un punto de control territorial, función que parece haber desempeñado ya en época altoimperial45. Más hacia el sur, la existencia de un Camino Viejo de Requena en el término de Llombai46, los yacimientos romanos de El Bobalar (Real de Montroi), Torixí (Catadau) y Font Blanca (Carlet)47, así como la presencia del topónimo Massalavés, derivado del término árabe manzal (o manzil), con el que se designaban las hospederías situadas al borde de los caminos48, son indicios que permiten pensar que fue éste el recorrido seguido por el contingente del que formaba parte ā ib al- alā para dirigirse de las proximidades de Buñol a Xàtiva49. En la capital de La Costera, el camino histórico que venimos siguiendo desde Requena50 enlazaría con la gran ruta oriental ibérica, conocida a partir del inicio del imperio romano

42 Mapa Topográfico Nacional 1:50.000, hoja 721, ed. 1946. 43 Inventario de yacimientos de la Consellería de Cultura, Educació i Esport de la Generalitat Valenciana. Pastor, op. cit., 46. 44 ALBIACH et alii, op. cit., 111 y 123. 45 Ibidem, 132. 46 Mapa Topográfico Nacional 1:50.000, hoja nº 746, ed. 1948. 47 D. SERRANO VÁREZ, Yacimientos ibéricos y romanos de La Ribera (Valencia-España), Valencia, 1987, nº 7, 11 y 12. 48 M. ASÍN PALACIOS, op. cit., 118-120; COROMINES, op. cit., V, s.v. Massal - Massa. 49 El uso de este camino en época foral está perfectamente documentado; vid. V. ROSELLÓ et alii, Les vistes valencianes d’Anthoine van der Wijngaerde (1563), Valencia. 1990, 225 y 227. 50 Sin querer extendernos de nuevo sobre los argumentos que prueban el uso ya en la Antigüedad de este camino, no podemos dejar de lado los que prueban la facilidad de comunicación en esta época entre la zona de Xàtiva, la comarca de la Hoya de Buñol e, incluso, tierras más hacia el interior. Así, podemos hablar de la influencia que en las acuñaciones de la ceca ibérica de Kili/Gili parecen haber ejercido las monedas de Saetabi, monedas que, por otra parte, han aparecido también en La Carencia (vid. P. P. RIPOLLÉS, Historia monetaria de la ciudad ibérica de Kelin, en A. J. LORRIO, A. J. (ed.), Los íberos en la comarca de Requena-Utiel (Valencia), Madrid, 2001, 107-115, esp. 109). Podemos añadir, por último, el que la caliza de la cantera setabense de Buixcarró se haya documentado en la ciudad de Segóbriga (Cabezo del Griego, Saelices, Cuenca), donde formó parte de la decoración arquitectónica de algunos edificios públicos, entre ellos el teatro (R. CEBRIÁN FERNÁNDEZ e I. ESCRIVÀ CHOVER, “La piedra de Buixcarró en las obras públicas de Valentia”. Saguntum (PLAV), 33 (2001), 97-110, esp. 100).

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como Via Augusta51 y que en época islámica, además de mantener plenamente su uso, adquirió una importancia estratégica de primer orden en el sistema defensivo del sudeste peninsular52.

51 Vinculada, no obstante, desde siglos atrás al héroe griego Heracles; vid. R. C. KNAPP, “La Via Heraclea en el Occidente: mito, arqueología, propaganda, historia”. Emerita, LVI, 1 (1986), 103-122. 52 Vid. F. FRANCO SÁNCHEZ, Vías y defensas andalusíes en La Mancha oriental, Alicante, 1995, 18 s.